Lovecraft, Howard P. - El Que Acecha en La Oscuridad

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    H. P. Lovecraft

    El que acecha en la oscuridad

    EL CLRIGO MALIGNOLA SOMBRA MS ALL DEL TIEMPO

    EN LOS MUROS DE ERYX

    Introduccin deALBERTO SANTOS CASTILLO

    BIBLIOTECA H. P. LOVECRAFT

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    Asesor literario de la coleccin:ALBERTO SANTOS CASTILLO

    De la traduccin: JOS A. ALVARO GARRIDO

    2001. De esta edicin Editorial EDAF S.A.Editorial Edaf, S. A. Jorge Juan, 30. 28001 MadridDireccin en Internet: http://www.edaf.netCorreo electrnico: [email protected]

    Edaf y Morales, S. A.Oriente, 180, n. 279. Colonia Moctezuma, 2da. Sec.C.P. 15530. Mxico D.FDireccin de Internet: http://www.edaf-y-morales.com.mxCorreo electrnico: [email protected]

    Edaf y Albatros, S.A.San Martn, 969, 3., Oficina 5. 1004 Buenos Aires, Argentina.

    Correo electrnico: [email protected] Antillas, Inc.Av. J. T. Piero, 1594-Caparra Terrace (00921-1413) San Juan, Puerto RicoCorreo electrnico: [email protected]

    Ilustracin de portada: H. R. Giger

    No est permitida la reproduccin total o parcial de este libro, ni su tratamientoinformtico, ni la transmisin de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrnico,mecnico, por fotocopia, por registro u otros mtodos, sin el permiso previo y por escrito delos titulares del Copyright.

    Noviembre 2001

    Depsito legal: M. 44.980-2001ISBN: 84-414-1021-6

    PRINTED IN SPAIN IMPRESO EN ESPAAIMPRIME: ANZOS, S. L. - FUENLABRADA (MADRID)

    http://www.edaf-y-morales.com.mx/http://www.edaf-y-morales.com.mx/mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]://www.edaf-y-morales.com.mx/http://www.edaf.net/
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    ndice

    Introduccin.....................................................................................6El clrigo maligno ............................................................................8La sombra ms all del tiempo......................................................11El que acecha en la oscuridad.......................................................49En los muros de Erix......................................................................62Cronologa de relatos de H. P Lovecraft ........................................79

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    Introduccin

    EN ANTERIORES ANTOLOGAS hemos ido analizando el punto de inflexin que supone paraH. P. Lovecraft el final de la dcada de 1920, as como el comienzo de los aos treinta. Sieteaos nos acompaara el escritor como testigo de excepcin en esta nueva dcada de cambioshacia la modernidad, antes del advenimiento de la mayor catstrofe del siglo XX, la SegundaGuerra Mundial, que supondra la ruptura definitiva con pasado.

    El propio Lovecraft habla en su correspondencia, en 1932, de una posible amenaza blicacon Japn y del concepto de la guerra como inevitable resultado de los instintos bsicos delser humano. Cuatro aos despus nos dira cmo esta brutalidad universal bebe del propiosadismo individual, transformndolo en idealismo impersonal y social.

    Pero esta visin pesimista del ser humano no parece ser suficiente para su atenta miradade diletante ilustrado que tambin est pendiente de las utopas sociales. Si durante muchosaos su ideologa racista lo llev a revindicar el pasado glorioso y a celebrar la llegada al poderde los nazis en Alemania, las noticias posteriores de la represin juda en este pas le hicieronreplantearse esta postura. Sus ideas de unos pocos ilustrados que gobernaran la masa social

    seran cada vez ms compartidas con la necesidad de un individualismo pendiente de lamodernidad. Para un personaje como Lovecraft, tan inmerso durante muchos aos en la posedel caballero privilegiado amante del pasado, su cambio ideolgico tambin significara unverdadero cambio de postura. Si antes defenda el republicanismo de rancio abolengo, enestos aos se quejara de la ignorante complacencia de las clases acomodadas y suinmovilismo frente al progreso. Llegara, incluso, a ser partidario entusiasta del nuevoliberalismo moderno y conciliador de Roosevelt. Adems, sus ideas sobre el nacionalsocialismole iran acercando cada vez ms hacia un socialismo utpico y a la necesidad de los valorescomunistas para crear un orden social que desembocara inevitablemente en el idealismoindividual.

    La cercana de su muerte parece orientarlo hacia el concepto de inmortalidad, basadaexclusivamente en el desarrollo de los hechos del propio individuo como generador del cambiosocial. Sera como decir que si el ser humano es un accidente en el cosmos, al menos le

    quedara la influencia de sus obras en las nuevas generaciones.El mes de febrero de 1937 comienza a quejarse de ciertas dolencias que no le permitencontinuar con sus escritos y correspondencia. Despus de varias dcadas como colaboradorhabitual de Weird Tales, sus relatos son reeditados una y otra vez en esta revista y en otraspublicaciones. Los ltimos aos han sido los mejores de su vida: viajes gratificantes, intensadedicacin profesional como escritor y estilista y una relacin atenta con sus amigos laltima carta recopilada en las Selected Lettersrecoge dos cariosos poemas dedicados a ClarkAshton Smith y Virgil Finlay. Adems, es testigo de su primer libro que recoge La sombrasobre Innsmouth y se anuncia la inclusin de El modelo de Pickman en una antologa derelatos.

    El clrigo maligno (1933), que durante muchos aos fue considerado como su ltimorelato, es realmente un esbozo realizado a partir de un sueo tenido por el autor, dondemanifiesta que en todos nosotros hay un alter ego oscuro.

    La sombra ms all del tiempo(19341935) es una de sus historias ms impactantes yasombrosas. Este relato, que comenz a gestarse en noviembre de 1930, pertenece a lo quehemos denominado ciclo del caos y el orden, junto a Las montaas de la locuray tal vez Eltmulo, y nos narra la epopeya de la Gran Raza de Yith. Realmente, estaramos ante unverdadero catlogo de los temas destacados del escritor, pero, adems bebera con pasin dela pujante ciencia-ficcin de la poca. Los abismos de tiempo relatados en esta historiaproducen verdadera fascinacin en el lector, y los conceptos sociales que Lovecraft manejareactualizan toda su ideologa sobre la utopa socialista y el pavor clarividente en torno alfuturo cercano del exterminio nazi. La Gran Raza de Yith rinde culto a la consecucin delconocimiento, y no duda en poseer mentes pasadas y futuras para sus objetivos, ni emigrar anuevos cuerpos para que sus mentes y conocimientos sobrevivan al tiempo. Es

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    autnticamente pavorosa la narracin sobre el destino final de los habitantes originales deYith, vampirizados por la Gran Raza, y colocados en un destino inevitable de genocidio. Eneste relato se planteara el eterno debate en Lovecraft sobre la consecucin del conocimientocomo algo absoluto y la importancia del individuo. Es decir, el orden social, representado porla Gran Raza, tambin producira pavor si aliena al ser humano.

    El que acecha en la oscuridad(1935) es verdaderamente la ltima creacin de Lovecraft,en cuanto a testimonio de sus temas predilectos. Asistimos a la encarnacin de Nyarlathotep,

    el mensajero de los dioses innominados, enfrentado a un personaje que cultiva el artefantstico trasunto de Lovecraft y homenaje al joven escritor Robert Bloch. El creador dePsicosis realizara aos despus una continuacin, La sombra que huy del chapitel, dedicadaa la memoria de H. P. L. Curiosamente, la residencia descrita en el relato est basada en laautntica de Lovecraft, donde resida en aquellos aos.

    En los muros de Eryx(1936) es una historia menor, y Lovecraft solo particip en ella deforma somera como redactor de estilo literario. Se tratara de un relato de ciencia-ficcin deaventuras en la lnea de la revista Astounding.

    Rodeado de sus queridos gatos y sus amigos, Lovecraft abandona la esfera mensurable denuestro tiempo en 1937, aorando a sus colaboradores desaparecidos, como es el caso deRobert E. Howard, reivindicando la inmortalidad de sus obras para ser erigido, finalmente, porlas nuevas generaciones como el primer fantasista.

    ALBERTO SANTOS CASTILLO

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    El clrigo maligno*

    * Ttulo original: The Evil Clergyman (octubre de 1933). Publicado por primera vez en la revistaWeird Tales (abril de 1939). Este texto se trata de una acotacin a un sueo que tuvo el autor enoctubre de 1933, tal como fue narrado en una carta a Bernard Austin Dwyer. Esta versin se basa en lapublicada en la mencionada revista.

    FUE UN HOMBRE GRAVE y de aspecto inteligente, con ropas sobrias y barba gris, el queme mostr la habitacin del tico y me habl de esta manera.

    S, l viva aqu, pero le recomiendo que no toque nada. La curiosidad le hace a unoirresponsable. Nunca venimos de noche, y es tan solo porque as fue su voluntad por lo quemantenemos esto intacto. Ya sabe lo que hizo. Esa abominable asociacin se hizo cargo de ly no sabemos dnde est enterrado. No hay forma de que la justicia o cualquier otro puedatocar a la asociacin.

    Espero que no se quede aqu despus del ocaso. Y le suplico que no toque eso que est

    encima de la mesa, la cosa que parece una caja de cerillas. No sabemos lo que es, perosospechamos que tiene algo que ver con lo que hizo. Incluso evitamos mirarla demasiadofijamente.

    Al cabo de un rato, el hombre me dej solo en el tico. Estaba todo muy srdido y sucio, ysomeramente amueblado, pero haba un orden que demostraba que no era el refugio de uncualquiera. Haba estantes llenos de libros de teologa y clsicos, y otra librera con tratadosde magia: Paracelso, Alberto Magno, Trithemius, Hermes Trismegisto, Borellus y otros, llenosde extraos alfabetos, cuyos ttulos no fui capaz de descifrar. El mobiliario era sencillo. Habauna puerta, pero daba a un aseo. El nico acceso era la trampilla del suelo, a la que se llegabapor una escala tosca y empinada. La ventana era de ojo de buey y las vigas de roble negrodelataban una increble antigedad. Claramente, la casa era de vieja factura. Yo pareca saberdnde estaba, aunque ahora no puedo recordar lo que entonces saba. Desde luego, aquellono era Londres. Tengo la impresin de que se trataba de un pequeo pueblo costero.

    El pequeo objeto sobre la mesa me fascinaba sobremanera. Yo pareca saber para quserva, as que cog una linterna o algo parecido de mi bolsillo y comprob nerviosa mentela luz. Esta no era blanca, sino violeta, y se pareca menos a una luz verdadera que a unaemisin radiactiva. Recuerdo que no pareca una linterna normal... de hecho, yo tena unacomn en el otro bolsillo.

    Estaba oscureciendo, y los viejos tejados y chimeneas del exterior lucan muy extraos atravs de los cristales del ojo de buey. Por ltimo, me arm de valor y coloqu el pequeoobjeto de la mesa sobre un libro, antes de lanzar los rayos de la peculiar luz violeta sobre l.La luz pareca ahora ms como una lluvia o una granizada de pequeas partculas violetas queun rayo continuo. Al alcanzar las partculas la cristalina superficie en el centro del extraoartefacto, parecieron producir un crepitar, como el chisporroteo de un tubo de vaco cuandopasan chispas a travs de l. La oscura superficie cristalina mostr un brillo rosado, y unavaga forma blanca pareci tomar forma en su centro. Entonces me di cuenta de que no estabasolo en el cuarto y me guard el proyector de rayos en el bolsillo.

    Pero el recin llegado no habl, ni escuch sonidos de ninguna clase en los primerosmomentos que siguieron. Todo era como un espectculo de sombras chinescas, visto a unainmensa distancia y a travs de una bruma interpuesta... aunque el recin llegado y todoscuantos aparecieron despus eran grandes y cercanos, por otra parte, como si estuvieran a lavez prximos y lejanos, segn las leyes de alguna geometra anormal.

    El recin llegado era un hombre delgado y moreno, de mediana estatura, ataviado con elatuendo clerical de la Iglesia anglicana. Aparentaba unos treinta aos y tena faccionescetrinas y rasgos agradables, pero su frente era anormalmente alta. Su cabello negro estababien cortado y pulcramente peinado, e iba afeitado, aunque mostraba el mentn azulado porel asomo de barba. Portaba quevedos con arco de acero. Su porte y facciones eran como las

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    de otros clrigos a los que yo haba visto, pero tena una frente inmensa, y era ms oscuro yde aspecto ms inteligente; y tambin tena un aspecto, sutil y encubiertamente, maligno. Enaquel momento, a la nica y dbil luz de una lmpara de petrleo, pareca nervioso y, antesde lo que tard en darme cuenta, comenz a arrojar sus libros de magia a una chimeneasituada en la pared de la ventana (ah donde el muro se inclinaba notablemente) y en la queyo no me haba fijado con anterioridad. Las llamas devoraron codiciosamente los volmenes...ardiendo con extraos colores y emitiendo olores indescriptiblemente odiosos, mientras las

    hojas cubiertas de extraos jeroglficos y las agusanadas encuadernaciones sucumban aldevastador elemento. Luego me di cuenta de que haba otros en el cuarto: hombres deaspecto severo, con ropas clericales, uno de los cuales llevaba la estola y las bombachas deobispo. Aunque no pude escuchar nada, pude comprobar que estaban comunicando unadecisin, de inmensa importancia, al primero de los hombres. Parecan odiarlo y temerlo almismo tiempo, y l pareca albergar los mismos sentimientos hacia ellos. Su rostro adopt unaexpresin austera, pero pude ver cmo su mano se crispaba al tratar de asir el respaldo de lasilla. El obispo apunt a la librera vaca y a la chimenea (donde las llamas haban decadoentre una masa carbonizada e indistinguible) y pareci colmarse de una peculiar repugnancia.El primer hombre dej escapar una sonrisa irnica y tendi la mano izquierda hacia el pequeoobjeto de la mesa. El resto pareci entonces espantado. La procesin de los clrigos comenza descender por las empinadas escaleras, a travs de la trampilla en el suelo, girndose haciael otro y amenazndolo por gestos. El obispo fue el ltimo en marcharse.

    El primer hombre fue entonces a un armario, al fondo del cuarto, y sac un rollo de soga.Subindose a una silla, at un extremo de la cuerda a un gancho, en la viga vista central deroble negro, e hizo un lazo en el otro extremo. Al comprender que iba a ahorcarse, salt paratratar de disuadirlo o salvarlo. Me vio y se detuvo en sus preparativos, mirndome con un airede triunfoque me desconcert y turb. Baj lentamente de la silla y comenz a acercrsemecon una sonrisa claramente lobuna en su oscuro rostro de labios delgados.

    De alguna manera, me sent en peligro de muerte y ech mano al proyector de rayos comoarma defensiva. No s por qu pensaba que poda ayudarme. Lanc el rayo a su rostro y vicmo las facciones morenas resplandecan, primero en luz violeta y luego rosada. Suexpresin de gozo lobuno comenz a trocarse en una de gran miedo, que, por cierto, nodesplaz del todo a ese gozo. Se detuvo y, agitando con furia los brazos, comenz aretroceder tambalendose. Vi que se acercaba a la trampilla abierta en el suelo y trat degritarle una advertencia, pero no me escuch. Al momento siguiente cay de espaldas por laabertura y desapareci de la vista.

    Tuve dificultades para acercarme a la trampilla, pero cuando lo logr no vi ningn cuerpoyacente en el suelo de abajo. En vez de eso, resonaban pisadas de gente que acuda conlmparas, ya que el hechizo de fantasmal silencio se haba roto y, de nuevo, oa y vea figurasnormales y tridimensionales. Algo haba, evidentemente, atrado a la gente al lugar. Seraalgn ruido que yo no haba odo? Enseguida dos personas (simples aldeanos al parecer), losprimeros del grupo, me vieron y se detuvieron paralizados. Uno de ellos lanz un aullido alto yresonante.

    Ahhh!... Has sido t? Otra vez?Entonces todos se volvieron y huyeron frenticos. Es decir, todos menos uno. Cuando la

    multitud se hubo ido, vi al hombre de la barba grave que me guiara hasta aquel lugar, paradoa solas, con una lmpara. Estaba mirndome, boquiabierto y fascinado, pero no parecaalbergar miedo alguno. Luego, subi las escaleras y se reuni conmigo en el tico. Dijo:

    As que no pudo evitar tocarlo! Lo siento. S lo que ha sucedido. Ya ocurri otra vez,

    pero aquel hombre sucumbi al miedo y se peg un tiro. No debi hacerle usted regresar. Yasabe qu es lo que busca. Pero usted no ceder al miedo, como hizo aquel otro hombre. Algomuy extrao y terrible le ha ocurrido, pero no ha ido tan lejos como para daarle la mente o lapersonalidad. Si se mantiene firme y acepta la necesidad de hacer ciertos radicales reajustesen su vida, podr mantenerse bien y disfrutar del mundo, as como de los frutos de suerudicin. Pero no podr vivir aqu... y no creo que desee regresar a Londres. Me permitosugerirle Amrica.

    No debe tener ms tratos con ese... ser. Nada puede ya enderezarse. Solo empeorara lascosas para usted, y las hara de efectos ms amplios. No ha salido tan malparado como

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    debiera, pero debe apartarse de todo esto y alejarse. D gracias a Dios de no haber llegadoms lejos...

    Estoy tratando de prepararlo lo ms francamente posible. Ha habido ciertos cambios en...su apariencia personal. l siempre provoca eso. Pero, tal cosa, no tendr importancia parausted en un nuevo pas. Hay un espejo en la otra esquina del cuarto y voy a llevarlo hasta l.Ser un golpe para usted... aunque no va a ver nada repulsivo.

    Yo, para entonces, era ya presa de un miedo mortal, y el hombre barbudo casi tuvo que

    sujetarme al llevarme, a travs de la habitacin, hasta el espejo, con la dbil lmpara (estoes, la que antes estaba sobre la mesa, no la ms dbil con la que haba venido) sujeta en sumano libre. Esto es lo que vi en el espejo.

    Un hombre delgado y moreno, de mediana estatura, con los atavos clericales de la Iglesiaanglicana, de unos treinta aos y con unos quevedos, de arco de acero, bajo una frente,cetrina y olivcea, de anormal altura.

    Se trataba del silencioso primer hombre que haba quemado sus libros.Y, durante el resto de mi vida, en apariencia externa, yo iba a ser aquel hombre!

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    La sombra ms all del tiempo*

    *Ttulo original: The Shadow Out of Time (noviembre de 1934marzo de 1935). Publicado porprimera vez en la revista Astounding Stories(junio de 1936). Esta versin sigue el confuso manuscritodel autor y la copia publicada enAstounding, anotada por el propio escritor, actualmente en la BibliotecaJohn Hay de la Universidad de Brown.

    I

    DESPUS DE VEINTIDS AOS de pesadilla y terror, mantenido solo por la desesperadaconviccin de que ciertas impresiones que recib proceden de mi imaginacin, sigo siendoreacio a garantizar la existencia de eso que cre encontrar en Australia occidental, en la nochedel 17 al 18 de julio, en 1935. Hay razones para esperar que mi experiencia fuera, total oparcialmente, una alucinacin; alucinacin que, de hecho, puede achacarse a no pocas causas.Y, sin embargo, su realismo fue tan espantoso que, a veces, encuentro tal esperanzaimposible.

    Pero si aquello ocurri, el hombre debe estar preparado para aceptar nociones acerca delcosmos, y de su propio lugar en el hirviente vrtice del tiempo, cuya simple mencin llega aparalizar. Debe, asimismo, estar en guardia contra cierta amenaza acechante que, aunquenunca pondr en peligro a toda la humanidad, puede desatar monstruosos e inimaginableshorrores sobre ciertos miembros temerarios de la misma.

    Por esta ltima razn insisto, con toda la fuerza de mi ser, en que se abandonentotalmente los intentos de desenterrar aquellos restos de sillera, desconocida y primordial,

    que mi expedicin sac a la luz.Asumiendo que yo me encontrase cuerdo y despierto, mi experiencia de esa noche fue de

    una clase como ningn hombre tuvo antes. Fue, por otra parte, una espantosa confirmacinde todo lo que haba tratado de descartar como producto del mito y el sueo. No hay pruebas,misericordiosamente, ya que, presa del espanto, perd ese objeto que encontr si es queexista de veras y lo saqu de ese abismo malfico y que hubiera sido una pruebairrefutable.

    Cuando me top con el horror estaba solo y, hasta ahora, no se lo he contado a nadie. Nopude impedir que los dems continuaran excavando, pero la suerte y las arenas movedizasimpidieron que toparan con aquello. Ahora debo hacer alguna declaracin concluyente... nosolo por mi propio equilibrio mental, sino para poner en guardia a aquellos que lean esto condetenimiento.

    Estas pginas cuyas primeras partes, en su mayora, resultarn familiares para los

    lectores asiduos de la prensa en general y de las publicaciones cientficas las escribo en elcamarote del buque que me lleva de vuelta a casa. Se las entregar a mi hijo, el profesorWingate Peaslee, de la Universidad Miskatonic, el nico miembro de mi familia que semantuvo a mi lado despus de mi extraa amnesia de hace aos, y el hombre mejorinformado sobre todos los entresijos de mi caso. De todos los seres vivientes, es l quienmenos pondr en solfa lo que voy a contar sobre aquella espantosa noche.

    No le coment nada, de palabra, antes de hacerme a la mar, ya que creo que lo mejor esque tenga la declaracin escrita. Leyendo y releyendo, con tiempo por delante, obtendr unaimagen ms convincente de lo que mi pobre oratoria puede esperar transmitirle.

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    Puede hacer lo que crea ms conveniente con este informe, y mostrarlo, con losapropiados comentarios, en cualquier lugar que l piense pueda ser til. Es por la seguridadde aquellos lectores que no estn familiarizados con las primeras fases de mi caso por lo quepresento el prefacio a la revelacin propiamente dicha, aportando un amplio sumario de todoslos factores involucrados.

    Me llamo Nathaniel Wingate Peaslee, y aquellos que recuerden los artculos en losperidicos de hace una generacin o las cartas y artculos en las revistas de psicologa de

    hace seis o siete aos sabrn quin y qu soy. La prensa estuvo llena de detalles sobre miextraa amnesia, entre 1908 y 1913, y se hizo eco de las tradiciones de horror, locura ybrujera que acechan en la antigua ciudad de Massachusett, que es mi lugar de residencia. Sinembargo, no existe antecedente alguno, ni de locura ni de nada siniestro, en mis antepasadoso en mis primeros aos de vida. Eso es un hecho sumamente importante, en vista de lasombra que tan repentinamente cay sobre m, procedente de una fuente exterior.

    Quiz siglos de oscura incubacin han otorgado a la ruinosa y llena de leyendas Arkhamuna peculiar sensibilidad a la hora de ver tales sombras, pero aun eso me parece dudoso, envista de los casos similares que luego estudi. Pero el eje del asunto es que mis antepasados ehistorial son completamente normales. Lo que lleg, provena de otro lugar... de dnde,incluso ahora dudo a la hora de consignarlo por escrito.

    Soy hijo de Jonathan y Hanna (Wingate) Peaslee, ambos de la gente rancia y saludable deHaverhill. Nac y crec en Haverhill en el viejo hogar familiar de Boardman Street, cerca de

    Golden Hill y no me traslad a Arkham hasta que entr en la Universidad de Miskatoniccomo asesor de economa poltica, en 1895.Durante treinta aos, mi vida transcurri apacible y feliz. Me cas con Alice Keezar, de

    Haverhill, en 1896, y mis tres hijos, Robert, Wingate y Hanna, nacieron en 1898, 1900 y1903, respectivamente. En 1898 me convert en profesor asociado, y, en 1902, en profesornumerario. En esa poca no tena el menor inters en el ocultismo o en la psicologa de loanormal.

    Fue el jueves 14 de mayo de 1908 cuando sufr el extrao ataque de amnesia. Sucedi demanera sbita, aunque ms tarde record que haba tenido breves y centelleantes visiones enhoras anteriores caticas visiones que me perturbaron sobremanera, porque no existanprecedente y que debieron ser sntomas previos. Me dola la cabeza y tena la peculiarsensacin, tambin nueva para m, de que algo estaba tratando de apoderarse de mispensamientos.

    El colapso tuvo lugar alrededor de las 10,20, mientras daba clase de Economa Poltica VIhistoria y tendencias actuales de la economa para estudiantes de primer y segundo curso.Comenc a ver extraas formas y sent como si estuviera en una grotesca habitacin, distintadel aula.

    Mis pensamientos y discurso comenzaron a divagar, y los estudiantes se percataron de quealgo no iba nada bien. Luego ca inconsciente, en mi silla, en un estupor del que nadie logrsacarme. Pasaran cinco aos, cuatro meses y trece das antes de que recuperase del todo misfacultades o pudiera ver de nuevo la luz diurna de nuestro mundo cotidiano.

    Fue a travs de terceros, claro est, como supe lo que ahora voy a contar. No mostrsigno de consciencia alguno durante diecisis horas y media, aunque me trasladaron a micasa, en el 27 de Crane Street, y me prodigaron toda clase de atenciones mdicas.

    A las 3 de la madrugada del 15 de mayo abr los ojos y comenc a hablar, aunque,enseguida, el mdico y mis familiares quedaron totalmente espantados ante mis expresiones yforma de hablar. Qued patente que no recordaba nada de mi identidad o mi pasado, aunque,

    por algn motivo, pareca ansioso de ocultar tal falta de conocimiento. Mis ojos miraban deforma extraa a la gente circundante y mis expresiones faciales no resultaban familiares enabsoluto.

    Aun mi forma de hablar era desmaada y ajena. Usaba mis rganos vocales de formatorpe y tentativa, y mi diccin tena una cualidad curiosamente afectada, como si hubieraaprendido la lengua inglesa de los libros. La pronunciacin era brbaramente extraa,mientras que mi idioma pareca incluir tanto curiosos arcasmos como expresiones porcompleto inteligibles.

    De estas ltimas, una en particular fue recordada poderosamente inclusoaterradoramente por el ms joven de los mdicos, veinte aos despus. Ya que, en esa

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    poca, una frase as comenz a utilizarse primero en Inglaterra y luego en los EstadosUnidos y, pese a su gran complejidad e indiscutible novedad, reproduca hasta el ltimo delos detalles las desconcertantes palabras del extrao paciente del Arkham de 1908.

    Recobr las fuerzas, aunque necesit un extrao esfuerzo de reeducacin en el uso demanos, piernas y sistema muscular en general. Debido a esto y a otras secuelas derivadas dela amnesia, fui sometido durante algn tiempo a estricta vigilancia mdica.

    Cuando me percat de que no poda ocultar mis fallos de memoria, admit esto

    abiertamente y me convert en un personaje ansioso de informacin de toda ndole. De hecho,a los mdicos les pareci que haba perdido inters en mi propia persona, tan pronto comodescubr que la amnesia era aceptada de forma natural.

    Se dieron cuenta que mis mayores esfuerzos se centraban en asimilar ciertos pormenoresde historia, ciencia, arte, lenguaje y folclor algunos tremendamente abstrusos y otrospuerilmente simples que estaban, en muchos casos de forma bien extraa, fuera de miesfera de conocimiento.

    Al mismo tiempo, se dieron cuenta de que posea un inexplicable reservorio de varias ycasi desconocidas formas de saber; un acervo que yo pareca tratar de ocultar, ms que deexhibir. Poda mencionar, inadvertidamente, con certeza casual, sucesos especficos, propiosde brumosas edades situadas fuera del mbito de la historia reconocida... descartando acontinuacin tales referencias, como propias de una broma, cuando adverta la sorpresaprovocada. Y tena una forma de hablar del futuro que, en dos o tres ocasiones, provocaron

    verdadero espanto.Esos desconcertantes destellos pronto cesaron, aunque algunos observadores mantenanque tal desvanecimiento se deba ms a cierta precaucin furtiva por mi parte que a unadesaparicin de la extraa sabidura. De hecho, yo pareca anormalmente vido defamiliarizarme con el habla, costumbres y forma de ver las cosas de la edad en la que mehallaba, como si fuese un erudito viajero, procedente de una tierra lejana y extranjera.

    Apenas me fue posible, me lanc a merodear, a todas horas, por la biblioteca universitaria,y pronto comenc a disponer extraos viajes, as como para cursos especiales enuniversidades americanas y europeas, lo que provoc muchos comentarios en los aossiguientes.

    No sufr en esa poca falta de contactos eruditos, ya que mi caso se convirti en algo de loms notorio entre los psiclogos de la poca. Se me present como un tpico ejemplo de doblepersonalidad, aunque pareca desconcertar a ciertos estudiosos, de vez en cuando, condeterminado sntoma extravagante o algn extrao asomo de sorna cuidadosamente velada.

    Sin embargo, encontr poco de la verdadera amistad. Algo en mi aspecto y habla parecandespertar vagos miedos y aversiones en todos los que se cruzaban conmigo, como si yo fueraun ser infinitamente alejado de todo lo que es normal y saludable. Esa idea del horror negro yoculto, conectado con insondables simas de lejana de alguna especie fue algo extraamentedifundido y persistente.

    Mi propia familia no fue ninguna excepcin. Desde el momento de mi curioso despertar, miesposa me contempl con inmenso horror y odio, jurando que yo era algo completamenteajeno, usurpador del cuerpo de su esposo. En 1910 obtuvo legalmente el divorcio, noconsintiendo en verme ni siquiera tras mi vuelta a la normalidad, en 1913. Tales sentimientosfueron compartidos por mi hijo mayor y mi hija pequea, a los que nunca he vuelto a ver.

    Solo mi segundo hijo, Wingate, pareci capaz de sobreponerse al terror y la repulsinprovocados por mi cambio. De hecho, l tambin sinti que yo era un extrao, pero con soloocho aos mantuvo la fe en que mi verdadero ser acabara retornando. Cuando regres, l

    acudi a m y los tribunales me dieron su custodia. En los aos siguientes me ayud con losestudios hacia los que me volqu y, hoy en da, con treinta y cinco aos, es profesor depsicologa en la Miskatonic.

    Pero no puedo asombrarme de haber despertado tanto horror... ya que, ciertamente, lamente, voz y expresiones faciales del ser que despert el 15 de mayo de 1908 no eran los deNathaniel Wingate Peaslee.

    No tratar de relatar gran cosa de mi vida, en el lapso transcurrido desde 1908 a 1913, yaque los lectores pueden encontrar lo esencial tal y como yo lo hice en las hemerotecas delos peridicos y las revistas cientficas.

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    Disponiendo de mis ahorros, los fui gastando con lentitud y sensatez en viajes y enestudios en diversos centros de sabidura. Mis viajes, no obstante, eran de lo ms singulares eincluan largas visitas a lugares remotos y desolados.

    En 1909 pas un mes en el Himalaya, y en 1911 despert gran atencin con un viaje encamello a los desconocidos desiertos de Arabia. Lo que ocurri durante tales periplos es algoque nunca he sido capaz de averiguar.

    En el verano de 1912 flet un buque y viaj al rtico, al norte de Spitzbergen, a la vuelta

    del cual mostr signos inequvocos de decepcin.Ms tarde, ese mismo ao, pas meses solo, ms all de los lmites alcanzados por

    exploraciones, previas o posteriores, en el inmenso sistema de cavernas calizas de Virginiaoccidental, en negros laberintos, tan intrincados que nadie pens que fuera nunca a salir.

    Mis estancias en las universidades estuvieron marcadas por una asimilacin anormalmenterpida, como si la personalidad secundaria tuviera una inteligencia enormemente superior a lama. He descubierto, asimismo, que mi capacidad de lectura y estudio en solitario erafenomenal. Poda aprender hasta el ms mnimo detalle de un libro tan solo con echarle unaojeada rpida como el pasar de las hojas, y mi habilidad a la hora de interpretar figurascomplejas en un instante era de verdad asombrosa.

    A veces aparecan oscuros informes acerca de mi capacidad de influir en los pensamientosy actos ajenos, aunque yo pareca tener cuidado en minimizar las demostraciones de talfacultad.

    Otros informes, igual de inquietantes, tocaban a mi relacin con lderes de gruposocultistas y eruditos sobre los que recaan sospechas de conexin con indescriptibles bandasde horrendos adoradores de mitos arcaicos. Tales rumores, aunque nunca llegaron a serprobados, se vieron sin duda avivados por la clase, bien conocida, de algunas de mis lecturas,como era la consulta de libros raros en bibliotecas; consultas que no podan mantenerse ensecreto.

    Hay pruebas tangibles en forma de notas al margen de que me enfrasqu a fondo enobras tales como el Cultes des goules, del Conde d'Erlette; el De Vermis Mysteriis, de LudvigPrinn; el Unaussprechlichen Kulten, de Von Junzt; los fragmentos supervivientes deldesconcertante Libro de Eibon y el temido Necronomicn del rabe loco Abdul Alhazred.Adems, tambin es innegable que se desat, por la poca de mi extraa mutacin, unanueva y maligna oleada de actividad en cuanto a cultos secretos se refiere.

    En el verano de 1913 comenc a mostrar signos de hasto y menguante inters, y ainsinuar a varios asociados que pronto tendra lugar un cambio. Habl de haber recobradorecuerdos de mi vida antigua, aunque la mayora de los oyentes me juzgaron falsario, ya quetodas las memorias que aport fueron casuales, que bien podran ser las conocidas a travs demis viejos papeles privados.

    A mediados de agosto regres a Arkham y reabr mi casa de Crane Street, tanto tiempocerrada. All instal un artefacto de aspecto sumamente curioso, montado con piezasconstruidas por separado, por distintos fabricantes de aparatos cientficos de Europa yAmrica, y alejado cuidadosamente de la vista de cualquiera lo bastante inteligente como paraanalizarlo.

    Aquellos que llegaron a verlo un obrero, un criado y la nueva ama de llaves lodescribieron como una extraa mezcolanza de barras, ruedas y espejos, aunque solo tenasesenta centmetros de alto, treinta de largo y otros tantos de ancho. El espejo central eracircular y convexo. Eso, al menos, es lo que supe a travs de aquellos fabricantes de piezasque pude localizar.

    En la tarde del viernes 26 de septiembre di permiso al ama de llaves y a la doncella hastael medioda del siguiente. Las luces estuvieron encendidas hasta tarde, y un personaje enjuto,moreno y de aspecto curiosamente extranjero acudi a visitarme en coche.

    En torno a la una de la madrugada las luces estaban encendidas an. A las 2,15, un policase percat de que ya estaban apagadas, pero el coche del extranjero segua an aparcado. Alas cuatro el coche, desde luego, ya no estaba.

    Como a las seis, una voz, dubitativa y extranjera, llam por telfono al doctor Wilson paraenviarlo a mi casa a atenderme de un peculiar desvanecimiento. Esa llamada, de largadistancia, fue ms tarde rastreada hasta una cabina pblica en la North Station de Boston,pero nunca pudieron encontrar rastro alguno del delgado extranjero.

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    Cuando el doctor lleg a mi casa, me encontr inconsciente en la sala de estar, en unbutacn, delante de una mesa. En el pulido tablero de esta ltima haba rasguos quemostraban que hubo algn pesado objeto sobre ella. La extraa mquina haba desaparecido ynadie oy hablar nunca ms de ella. Sin duda, el oscuro y enjuto extranjero se la haballevado consigo.

    En el hogar de la biblioteca se encontraron abundantes cenizas, fruto evidente de lacombustin de hasta el ltimo trozo de papel en el que yo hubiera escrito algo desde el da

    que me asalt la amnesia. El doctor Wilson constat que mi respiracin era de lo ms peculiar,pero tras una inyeccin hipodrmica, esta se hizo ms regular.

    A las 11,15 del 27 de septiembre me agit con fuerza y mi rostro, hasta entonces rgidocomo una mscara, comenz a mostrar signos de expresin. El doctor Wilson remarc elhecho de que la expresin no era la de mi personalidad secundaria, sino que se pareca muchoa la de m ser normal.

    Hacia las 11,30 musit algunas slabas de lo ms curiosas... ya que parecan ajenas acualquier habla humana. Pareca, tambin, debatirme contra algo. Luego, justo pasado elmedioda habiendo, entre tanto, regresado el ama de llaves y la doncella, comenc amurmurar en ingls.

    de entre los economistas ortodoxos de ese periodo, Jevons tipifica la tendenciapredominante hacia la integracin cientfica. Sus intentos de vincular el ciclo comercial deprosperidad y depresin con el ciclo fsico de las manchas solares constituye quiz el vrtice

    de...Nathaniel Wingate Peaslee haba regresado a casa, con un espritu que estaba an en esamaana del jueves de 1908, con su clase de economa vuelta hacia el desvencijado pupitre delestrado.

    II

    Mi readaptacin a la vida normal fue un proceso penoso y difcil. La prdida de casi cuatroaos creaba ms complicaciones de lo que pueda imaginarse y, en mi caso, haba incontables

    asuntos que ajustar.Cuando supe lo que haba estado haciendo desde 1908 me turb y me dej atnito, perotrat de afrontar todo aquel asunto tan filosficamente como me fue posible. Al cabo, trasconseguir la custodia de mi segundo hijo, Wingate, me establec con l en la casa de CraneStreet y me apliqu a reanudar mi labor docente, ya que la Universidad me haba ofrecido,amablemente, mi antigua plaza.

    Comenc a trabajar en el curso de febrero de 1914, y as estuve un ao. En ese tiempocomprend cun malparado me haba dejado mi experiencia. Aunque del todo cuerdo esocreo y sin daos en mi personalidad original, no tena la energa nerviosa suficiente. Vagossueos e ideas extraas me rondaban de continuo y, cuando se desat la Primera GuerraMundial, volv mi atencin a la historia y me encontr pensando en periodos y sucesos, en laforma ms extraa posible.

    Mi concepcin del tiempo mi capacidad para distinguir entre lo consecutivo y lo

    simultneo pareca sutilmente desordenada, por lo que tena la quimrica nocin de vivir enuna edad en concreto y de lanzar la mente a lo largo de la eternidad, buscando elconocimiento de las edades futuras y pasadas.

    La guerra me produjo la extraa impresin de recordar sus consecuencias... como sisupiera ya lo que iba a ocurrir y la contemplase a la luz de una informacin futura. Todasestas seudo memorias me venan con gran dolor y con la sensacin de que me enfrentaba aalgn tipo de barrera psicolgica artificial. Cuando dej entrever a otros, con timidez, esasimpresiones, me encontr con respuestas muy diversas. Algunas personas me contemplabancon desazn, pero la gente del departamento de matemticas me habl de nuevosdescubrimientos tocantes a la teora de la relatividad entonces discutida solo en crculos deiniciados, que ms tarde seran famosos. El doctor Albert Einstein, decan, estaba reduciendo

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    con rapidez el tiempo a la categora de una simple dimensin. Pero los sueos y sentimientosturbadores aumentaban, por lo que tuve que renunciar, en 1915, a mi trabajo reglado.Algunas de las impresiones estaban tomando una forma apabullante, dejndome la persistentenocin de que mi amnesia se haba debido a algn tipo de cambio impo; que la personalidadsecundaria haba sido, de hecho, alguna fuerza intrusa, procedente de regiones desconocidas,y que mi propia personalidad se haba visto desplazada.

    De esa forma, me vi empujado a realizar vagas y espantosas especulaciones acerca del

    paradero de mi verdadero ser, durante los aos en que otro se haba albergado en mi cuerpo.El curioso conocimiento y la extraa conducta del inquilino de mi cuerpo me turbaban cada vezms, segn iba conociendo detalles a travs de personas, peridicos y revistas.

    Esa ajenidad que haba desconcertado a otros pareca armonizar de forma terrible con unentramado de negro conocimiento que supuraba en las simas de mi subconsciente. Comenc abuscar, febrilmente, cada retazo de informacin que pudiera arrojar luz sobre los estudios yviajes que ese otro haba realizado durante los aos a oscuras.

    Pero no todos mis problemas eran de una ndole tan abstracta como ese. Estaban lossueos, que parecan crecer en vividez y detalle. Sabiendo cmo poda la gente contemplaruna cosa as, apenas se lo mencion a nadie, fuera de mi hijo y algunos psiclogos deconfianza; pero, al cabo, comenc un estudio cientfico de casos parecidos, para ver cuntpicas podan ser tales visiones entre las vctimas de amnesia.

    Los resultados que obtuve, con la ayuda de psiclogos, historiadores, antroplogos y

    alienistas de gran experiencia, as como por un estudio que incluy todos los informes acercade personalidades dobles, desde los das de las leyendas de posesin demonaca hasta nuestropresente de objetividad mdica, al principio, ms me molestaron que me consolaron.

    Enseguida descubr que, de hecho, mis sueos no tenan contrapartida en el abrumadoracervo de casos de amnesia real. Algo haba, no obstante, en algunos informes que, duranteaos, me desconcertaron y estremecieron, dados los paralelismos que mostraban con mipropia experiencia. Algunos de ellos eran retazos de antiguo folclor, otros eran casos datadosen los anales de la medicina, y uno o dos eran ancdotas oscuramente insinuadas en historiasnormales.

    Qued claro que, aunque mi particular tipo de dolencia era algo sumamente raro, habantenido lugar casos parecidos a largos intervalos, desde que el hombre guardaba memoriaescrita. En algunos siglos parecan haberse dado uno, dos o tres casos, en otros ninguno... o,al menos, ninguno que hubiera quedado registrado.

    En esencia, era siempre lo mismo... una persona de intelecto que se vea atacada por unaextraa vida secundaria y llevaba, durante un periodo ms o menos dilatado, una existenciacompletamente extraa, marcada siempre, al principio, por torpeza vocal y corporal, y, mstarde, por la voraz adquisicin de conocimiento cientfico, histrico, artstico y antropolgico;una adquisicin hecha con un bro febril y un poder de concentracin totalmente anormal.Luego se produca un sbito regreso a la consciencia normal, puntuada intermitente luego convagos sueos, difciles de emplazar, que sugeran fragmentos de alguna odiosa memoriacuidadosamente extirpada.

    Y el gran parecido de aquellas pesadillas con las mas propias incluso en los pormenoresparticulares no me dejaba duda sobre su tpica y significativa naturaleza. Uno o dos de loscasos tenan el aadido de una dbil y blasfema familiaridad, como si yo conociera acerca deellos a travs de algn medio csmico, demasiado malfico y espantoso como para serconcebido. En tres de los casos haba menciones especficas a una mquina desconocida, iguala la que estuvo en mi casa antes del segundo cambio.

    Otra cosa que me preocup durante mi investigacin era la relativamente mayorfrecuencia en que, personas que no haban sufrido de la amnesia propiamente dicha, tenanuna somera y elusiva visin de la pesadilla tpica.

    Tales personas eran, claramente, gente de mente mediocre o escasa, algunas de ellas tanprimitivas que apenas podan concebirse como vehculos para una erudicin anormal o unapreternatural capacidad mental. Durante un segundo pudieron albergar una fuerza aliengena,y luego se produjo un retroceso, y un dbil recuerdo, que se esfumaba con rapidez, dehorrores inhumanos.

    Haba habido al menos tres casos durante el ltimo medio siglo, uno de ellos ocurrido hacasolo quince aos. Acaso haba algo que tanteaba ciegamente a travs del tiempo, procedente

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    de algn insospechado abismo de la naturaleza? Eran esos casos menores a monstruosos ysiniestros experimentos de una clase y autora que no se podan concebir desde la cordura?

    Tales eran algunas de las desbocadas especulaciones en las que me entregaba en mishoras ms bajas, alimentadas por los mitos que mis estudios iban exhumando. Dado que yono poda dudar que ciertas y persistentes leyendas de inmemorial antigedad, aparentementedesconocidas para las vctimas y los mdicos que haban tenido relacin con los recientescasos de amnesia, eran un estremecedor y espantoso producto de lapsos de memoria como el

    mo.Yo an casi tema especular sobre la naturaleza de los sueos e impresiones que me

    asaltaban cada vez ms clamorosamente. Parecan ser parientes de la locura y, de hecho, aveces crea estar enloqueciendo. Acaso era ese un tipo especial de alucinacin, propio deaquellos que haban sufrido fallos de memoria? Era concebible que los esfuerzos de la mentesubconsciente, para colmar un inexplicable vaco con seudomemorias, pudieran provocarextraos espejismos de la imaginacin.

    Tal idea aunque yo encontraba ms plausible una teora acerca de folclor alternativoera sostenida por la mayora de los alienistas que me ayudaron en la investigacin en buscade casos paralelos, alienistas que compartieron mi desconcierto ante los recuerdos iguales quea veces encontramos. No consideraban esas condiciones como verdadera locura, sino que lascatalogaban entre los desrdenes neurticos. Mi empeo para tratar de rastrearlas yanalizarlas, en vez de buscar, en vano, aminorarlas u olvidarlas, lo aplaudan calurosamente

    como algo correcto, acorde con los mejores principios psicolgicos. Agradec especialmente elconcurso de aquellos mdicos que me haban estudiado durante el tiempo en que fui posedopor otra personalidad.

    La primera perturbacin sufrida no fue del todo visual, sino tocante a esas materias, msabstractas, que he mencionado. Haba tambin un sentimiento de horror, hondo einexplicable, que tena que ver conmigo mismo. Desarroll un extrao miedo a ver mi propiaforma, como si mis ojos pudieran encontrarse con algo del todo ajeno e inconcebiblementehorrendo.

    Cuando me miraba y vea la familiar forma humana en vulgares atuendos grises o azules,senta siempre un curioso alivio, aunque, para conseguir tal cosa, tena que vencer un miedoinfinito. Rehua los espejos tanto como me era posible, y siempre me afeitaba el barbero.

    Pas mucho tiempo antes de que relacionase cualquiera de esos sentimientosdesagradables con las fugaces impresiones visuales que comenc a sufrir. La primera de talesrelaciones tuvo que ver con la extraa sensacin de una censura, externa y artificial, de mimemoria.

    Senta que las sbitas visiones que experimentaba tenan algn significado terrible yprofundo, y una espantosa conexin conmigo mismo, pero que alguna influencia decidida meimpeda captar ese significado y esa conexin. Luego vino esa extraeza acerca de lanaturaleza del tiempo y, con ella, el desesperado esfuerzo para ubicar las fragmentariasvisiones onricas en la trama cronolgica y espacial.

    Las propias visiones eran, en un principio, tan solo extraas, ms que horribles. Parecandesarrollarse en una enorme estancia abovedada cuyos altos contrafuertes de piedra sealzaban hacia las sombras, ms all de la vista. Cualquiera que fuera el tiempo o el lugar enque pudiera desarrollarse la escena, los principios del arco eran tan conocidos y empleadoscomo en poca de los romanos.

    Haba colosales ventanas circulares, y puertas altas y arqueadas, y pedestales o mesas tanaltas como una estancia ordinaria. Inmensas baldas de madera oscura se alineaban a lo largo

    de los muros, albergando lo que parecan ser volmenes de inmenso tamao, con extraosjeroglficos en el lomo.

    La sillera vista mostraba curiosas tallas, siempre en forma de curvilneos diseosmatemticos, y haba inscripciones cinceladas con los mismos caracteres que aparecan en losinmensos tomos. La oscura sillera de granito era de un monstruoso tipo megaltico, con suparte superior, convexa, encajando en la base cncava de los bloques que descansabanencima de l.

    No haba sillas, pero los inmensos pedestales estaban cubiertos de libros, papeles y lo quepareca ser material de escribir: tarros de metal purpreo y extrao aspecto, y barras conpuntas manchadas. Altos como eran los pedestales, a veces tena la sensacin de estar

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    mirndolos desde arriba. En algunos de ellos haba grandes globos de cristal que hacan lasveces de lmparas, e inexplicables mquinas formadas por tubos vtreos y barras de metal.

    Las ventanas estaban acristaladas y cubiertas con barras de slido aspecto. Aunque no meatrev a acercarme y echar una ojeada, pude ver, desde donde me hallaba, las ondulantescopas de una curiosa vegetacin de aspecto parecido al de los helechos. El suelo estabaformado por masivas losas octogonales, al tiempo que las alfombras y colgaduras faltaban porcompleto.

    Ms tarde tuve visiones de deslizarme a travs de ciclpeos corredores de piedra, subiendoy bajando por gigantescos planos inclinados, construidos en la misma albailera monstruosa.No haba ninguna clase de escaleras, ni ningn pasadizo que tuviera menos de 10 metros deanchura. Algunas de las estructuras a travs de las que pasaba deban remontarse hacia elcielo cientos de metros.

    Haba multitud de niveles, de negras criptas, debajo, y trampillas siempre cerradas,selladas con bandas de metal, que transmitan la sugerencia de un peligro especial.

    Tena la sensacin de ser un prisionero, y el horror penda acechante sobre todo cuanto vi.Sent que los burlones jeroglficos curvilneos de los muros podan haberme abrasa do el almacon su mensaje de no mediar la proteccin de una misericordiosa ignorancia.

    Incluso despus, mis sueos incluyeron visiones desde la gran ventana redonda y desde eltitnico suelo aplanado, con sus curiosos jardines; ancha rea despejada y parapetosfestoneados de piedra, al final de los planos inclinados.

    Haba extensiones casi interminables de edificios gigantescos, cada uno con su jardn ydispuestos a lo largo de pavimentadas carreteras que tendran sus buenos 60 metros deancho. Diferan enormemente en aspecto, pero pocos tenan menos de 150 metros cuadradosde planta o 30 de alto. Algunos parecan tan ilimitados que su fachada deba medir varioscientos de metros, mientras que otros se remontaban a increbles alturas, hacia los cielosgrises y vaporosos.

    Parecan ser, sobre todo, de piedra o cemento, y muchos de ellos mostraban los extraostipos de sillera curvilnea del edificio en que me alojaba. Los tejados eran planos, ajardinados, y solan tener parapetos festoneados. A veces haba terrazas y niveles ms altos, yanchos y despejados espacios en mitad de los jardines. Las grandes carreteras parecanimplicar trfico, pero, en las primeras de mis visiones, no pude concretar tal impresin endetalle.

    En ciertos lugares advert enormes torres oscuras y cilndricas que se alzaban a granaltitud sobre el resto de estructuras. Parecan ser de una naturaleza nica por completo ymostraban signos de prodigiosa edad y deterioro. Estaban construidas con un extrao tipo desillera basltica cuadrangular, y se ahusaba hacia la cima, que era redondeada. No mostrabanpor ningn lado traza alguna de ventana o abertura alguna, fuera de unas puertas inmensas.Me percat tambin de algunos edificios bajos todos castigados por la erosin de eonesque recordaban, en su tipo arquitectnico, a esas torres oscuras y cilndricas. En torno a esasaberrantes masas de sillera cuadrangular penda una inexplicable aura de amenaza y miedoconcentrado, como el que causaban aquellas trampillas selladas.

    Los omnipresentes jardines resultaban casi aterradores por lo extrao, con formas devegetacin extravagantes y nada familiares agitndose sobre anchos caminos flanqueados pormonolitos de curiosas tallas. Haba, sobre todo, anmala vegetacin del tipo helecho, unasveces verde y otras de una palidez fungosa y atroz.

    Entre ellos se alzaban cosas espectrales que recordaban a las calamitas, con troncosparecidos al bamb remontndose a alturas fabulosas. Adems, haba formas copetudas,

    como ccadas prodigiosas, grotescos arbustos verde-oscuro y rboles de aspecto confero.Las flores eran pequeas, incoloras e irreconocibles, brotando en geomtricos arriates

    dispuestos a lo largo de los jardines. En unas pocas terrazas y jardines elevados habamayores y ms vvidas flores, de formas casi ofensivas que sugeran un cultivo artificial.Hongos de tamao, perfiles y colores inconcebibles punteaban la escena, delatando laexistencia de alguna desconocida, aunque aeja, tradicin hortcola. En los jardines del suelo,ms grandes, pareca haber alguna intencin de conservar las irregularidades de la naturaleza,pero en las prgolas eran ms selectivos y haba ms evidencias de que se practicaba el artede la poda selectiva.

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    Los cielos estaban siempre hmedos y nubosos, y a veces cre presenciar lluviastremendas. Una vez, empero, tuve atisbos del sol que brillaba anormalmente grande y dela luna, cuyas marcas tenan una especie de diferencia que no sabra precisar. Cuando, muyraramente, se abra el cielo nocturno, contemplaba constelaciones que casi me resultabanirreconocibles. Las formas conocidas eran a veces aproximadas, pero raramente iguales, y dela posicin de las pocas agrupaciones reconocibles deduje que deba hallarme en el HemisferioSur terrestre, cerca del Trpico de Capricornio.

    El horizonte era siempre vaporoso y oscuro, pero pude ver grandes junglas dedesconocidos helechos, calamitas, lepidodendros y sigiliarias fuera de la ciudad, con susfantsticos follajes agitndose de forma inquietante entre los arremolinados vapores. Aqu yall haba sugerencias de movimientos en los cielos, pero no pude concretar nada en misprimeras visiones.

    En el otoo de 1914 comenc a tener infrecuentes sueos, durante los cuales flotaba sobrela ciudad y regiones circundantes. Vi interminables carreteras a travs de bosques deespantosa vegetacin, formada por troncos moteados, acanalados y listados, y pas sobreciudades tan extraas como la que siempre rondaba mis sueos.

    Vi monstruosas construcciones de piedra negra e iridiscente, en claros y calveros en losque reinaba un perpetuo crepsculo, y atraves largas calzadas, sobre pantanos tan oscurosque poco puedo decir de su hmeda y gigantesca vegetacin. Una vez vi una zona deincontables kilmetros cubierta de ruinas baslticas castigadas por la edad, de una

    arquitectura que era como la de aquellas torres sin ventanas y de cima redonda de la ciudadde mis sueos.Y una vez contempl el mar, una extensin humeante e infinita, ms all de los colosales

    muelles de piedra de una enorme ciudad de cpulas y arcos. Tuve atisbos de grandes sombrasinformes que se movan bajo l y, aqu y all, su superficie se vea agitada por ebullicionesanormales.

    III

    Tal como he dicho, esas extraas visiones comenzaron a asumir un aspecto aterrador demodo inmediato. Desde luego, muchas personas han soado tambin cosas intrnseca menteextraas... sueos formados por inconexos retazos de la vida, imgenes y lecturas diarias,amalgamadas en formas fantsticamente novelescas por los inescrutables caprichos del sueo.

    Durante algn tiempo acept aquellas visiones como algo natural, aun teniendo en cuentaque nunca antes haba sido soador de extravagancias. Supuse que muchas de las vagasanormalidades eran fruto de fuentes triviales, demasiado numerosas como para poderrastrearlas, mientras que otras parecan reflejar un conocimiento acadmico, de lo mscomn, sobre las plantas y las condiciones del mundo primitivo, hace 150 millones de aos; elmundo de las edades Prmica o Trisica.

    Con el paso de algunos meses, empero, los elementos de terror fueron cuajando confuerza creciente. Eso fue cuando los sueos comenzaron a tomar, ms all de cualquier duda,

    el aspecto de recuerdos; y cuando mi mente comenz a ligarlos con la creciente perturbacinabstracta, el sentimiento de censura mnemnica, las curiosas impresiones tocantes al tiempoy la sensacin de haber sufrido un espantoso trueque de personalidades, entre 1908 y 1913,y, considerablemente despus, con el inexplicable horror a mi propia persona.

    Cuando ciertos detalles concretos comenzaron a entrar en mis sueos, el horror de estosse increment sobremanera; hasta que, en octubre de 1915, sent que deba hacer algo. Fueentonces cuando comenc un intensivo estudio de otros casos de amnesia y visiones,sintiendo que deba as objetivizar mi problema y sacudirme su yugo emocional.

    Sin embargo, como ya antes he dicho, el resultado, al principio, fue casi exactamente elopuesto. Me perturbaba sobremanera toparme con que mis sueos haban sido tanexactamente iguales a los dems, sobre todo porque algunos de los informes eran demasiado

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    antiguos como para admitir cualquier conocimiento geolgico y, por tanto, cualquier idea decmo eran los paisajes primitivos por parte del sujeto.

    Y lo que es ms, muchos de esos informes suministraron detalles y explicacionessumamente horribles, tocantes a las imgenes de grandes edificios y jardines selvticos... yotras cosas. Las visiones y vagas impresiones eran bastante malas de por s, pero lo quealgunos otros soadores insinuaban o afirmaban rezumaba a locura y blasfemia. Lo peor detodo es que mi propia seudomemoria se lanz a sueos ms enloquecidos y a atisbos de

    futuras revelaciones. Y, sin embargo, la mayora de los mdicos consideraba misinvestigaciones como algo de lo ms saludable.

    Estudi, de forma sistemtica, psicologa y, bajo tales condiciones, mi hijo Wingate hizo lomismo, algo que le llevara, eventualmente, a su presente labor de docencia. En 1917 y 1918realic cursos especiales en la Miskatonic. Entre tanto, mi investigacin en archivos mdicos,histricos y antropolgicos prosegua sin pausa, lo que me llev a visitas a lejanas bibliotecasy, por ltimo, a la lectura de esos odiosos libros, llenos de prohibido saber primigenio, en losque mi personalidad secundaria haba estado tan inquietantemente interesada.

    Algunos de estos ltimos eran las mismas copias que haba consultado en mi estadoalterado y me vi turbado sobremanera por ciertas notas marginales, as como por correccionesostensibles al odioso texto en unos grafos e idioma que, de alguna forma, parecanextraamente inhumanos.

    Tales anotaciones estaban en su mayor parte hechas en los lenguajes respectivos de los

    distintos libros, todos los cuales el escritor pareca conocer por igual, aunque fuera de formaacadmica. Una de las notas hechas al Unaussprechlichen Kulten de Von Junzt era, sinembargo, de lo ms alarmante. Consista en ciertos jeroglficos curvilneos, trazados con lamisma tinta que las correcciones en alemn, pero no pertenecan a ningn alfabeto humanoconocido. Y esos jeroglficos estaban clara e inconfundiblemente emparentados con loscaracteres que una y otra vez aparecan en mis sueos... caracteres cuyo significado, a veces,imaginaba momentneamente conocer, o estar casi a punto de recordar.

    Para completar mi negra confusin, muchos bibliotecarios me aseguraban que, en vista delos exmenes realizados y las consultas a los registros de lectura de los volmenes encuestin, todas esas acotaciones tenan que haber sido hechas por m mismo en mi estado depersonalidad secundario. Eso a pesar de que yo era, y soy, totalmente ignorante de tres de loslenguajes en cuestin.

    Reuniendo los informes dispersos, antiguos y modernos, antropolgicos y mdicos,descubr una dbil pero consistente mezcla de mito y alucinacin, cuya amplitud y extraacualidad me dejaban desconcertado por completo. Solo algo me consolaba, y eso era el hechode que los mitos apareciesen en fechas tan tempranas. No poda imaginar qu perdidoconocimiento poda haber provocado imgenes de paisajes paleozoicos o mesozoicos en esasfabulaciones primitivas; pero la evidencia estaba ah. As pues, exista una base para laformacin de cierto tipo de fbulas.

    Los casos de amnesia crearon sin duda, a grandes rasgos, el teln de fondo mtico, peroluego los imaginativos aadidos de los mitos debieron actuar sobre los pacientes de amnesia ydar color a sus seudomemorias. Yo mismo haba ledo y escuchado todos los antiguos cuentosdurante mi lapso de memoria, como quedaba de sobra probado por mi investigacin. Noresultaba natural, entonces, que mis subsecuentes sueos e investigaciones emocionales sematizaran y moldearan por todo aquello que mi memoria haba atesorado durante mi estadosecundario?

    Algunos de los mitos tenan significativas conexiones con otras nebulosas leyendas

    tocantes a mundos pre-humanos, especialmente aquellas leyendas hindes que tenan que vercon tremendas simas de tiempo y que formaban parte del acervo de los modernos tesofos.

    Mitos primitivos y fantasas modernas coincidan en la idea de que la humanidad es solouna quiz la ltima de una multitud de razas altamente evolucionadas y dominantes, en lalarga y prcticamente desconocida historia del planeta. Seres de formas inconcebibles, decan,haban levantado sus torres hacia el cielo y removido los secretos de la naturaleza antes deque el primer antepasado anfibio del hombre saliera reptando de los mares clidos hace 300millones de aos.

    Unos haban bajado de las estrellas, y algunos eran tan viejos como el propio cosmos;otros haban salido directamente de los microorganismos terrestres, tan distantes en el tiempo

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    del primer germen de nuestro propio ciclo vital como nosotros lo estbamos de estos. Sehablaba con ligereza de intervalos de millones de aos y de vnculos a otras galaxias yuniversos. De hecho, no exista el tiempo tal y como lo concebimos los humanos.

    Pero la mayora de las leyendas e ideas tenan relacin con una raza relativamente tarda,de formas extraas e intrincadas que no recordaban a ninguna forma de vida conocida por laciencia, que haba vivido hasta solo 50 millones de aos antes de la aparicin del hombre.Esta, segn se deca, era la mayor raza de todas, porque solo ella haba conquistado el secreto

    del tiempo.Haban aprendido todo lo que se haba conocido o que nunca ser conocido en la Tierra, a

    travs de la capacidad de sus mentes poderosas, para proyectarse hacia el pasado y el futuro,incluso salvando abismos de millones de aos, y estudiar el saber de todas las edades. De loslogros de tal raza nacieron todas las leyendas acerca de profetas, incluyendo las de lamitologa humana.

    En sus inmensas bibliotecas haba volmenes llenos de textos e imgenes que contenan latotalidad de los anales terrestres historia y descripcin de cada especie que haya existido oexistir jams, con completos informes acerca de sus artes, logros, lenguaje y psicologa.

    Con su inmemorial saber, la Gran Raza elega, de cada era y forma de vida, aquellospensamientos, artes y procesos que mejor pudieran convenir a su propia naturaleza ycircunstancias. El conocimiento del pasado, conseguido a travs de una clase de mente ajenaa los sentidos normales, era ms difcil de lograr que el saber del futuro.

    En este ltimo caso, el mtodo era ms fcil y natural. Con la apropiada ayuda mecnica,una mente poda proyectarse hacia delante en el tiempo, buscando su brumoso caminoextrasensorial hasta llegar al periodo deseado. Entonces, tras unas pruebas preliminares,poda elegir el mejor de los representantes posibles, de la forma de vida ms evolucionada deese periodo. Poda invadir el cerebro del organismo y sustituirlo por sus propias vibraciones,en tanto que la mente desplazada se vea arrastrada hasta el periodo del invasor,permaneciendo en el cuerpo de este ltimo hasta que se produjese el proceso contrario.

    La mente, proyectada en el cuerpo del organismo del futuro, poda entonces hacerse pasarpor un miembro de la raza cuya forma externa usaba, aprendiendo lo ms rpidamenteposible todo el conocimiento disponible de la edad elegida y de los datos y tcnicas que habanacumulado. Mientras tanto, la mente desplazada, arrastrada a la edad y el cuerpo del invasor,deba ser cuidadosamente preservada. Haba que impedir que daase el cuerpo que ocupaba,al tiempo que, interrogadores avezados, le sacaban todo su conocimiento. A menudo eraposible interrogarle en su propio lenguaje, cuando las investigaciones en el futuro haban dadoya registros de tal idioma.

    Si la mente proceda de un cuerpo cuyo lenguaje la Gran Raza no poda reproducirfsicamente, se haca mediante mquinas inteligentes, en las que el habla del extrao podaser ejecutada como un instrumento musical.

    Los miembros de la Gran Raza eran inmensos conos rugosos, de ms de tres metros dealto, con cabeza y otros rganos unidos a miembros extensibles, de unos treinta centmetrosde grueso, que brotaban del vrtice. Hablaban mediante el resonar y rasguar de inmensaszarpas o garras, que nacan al extremo de dos de sus cuatro extremidades, y se desplazabanmediante la expansin y la contraccin de un viscoso pellejo situado en la inmensa base detres metros.

    Una vez desvanecidos el estupor y el resentimiento del cautivo asumiendo que llegabade un cuerpo completamente distinto de los de la Gran Raza, y cuando ya haba perdido elhorror a esa forma temporal y por completo ajena, se le permita estudiar su propio medio y

    experimentar un prodigio y una sabidura similares a las posedas por aquel que le habadesplazado.

    Con las adecuadas precauciones, y a cambio de ciertos servicios, se le permita viajar portodo el mundo habitado, mediante titnicas naves areas y en los inmensos vehculos,similares a botes, movidos por energa atmica, que atravesaban las grandes carreteras, ascomo indagar libremente en las bibliotecas, repletas de los archivos del pasado y del futuro delplaneta.

    Tal cosa reconciliaba a muchas mentes activas con su destino, ya que tales estudios, y laposibilidad de desvelar los secretos ocultos de la Tierra captulos cerrados de inconcebiblepasado y vertiginosos vrtices de tiempo futuro, incluyendo los aos posteriores a su propia

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    edad natural, constituan siempre, pese a los abismales horrores que a menudo quedaban aldescubierto, la suprema experiencia de la vida.

    De vez en cuando se permita a ciertos cautivos reunirse con otras mentes capturadas delfuturo, para intercambiar pensamientos con seres inteligentes que provenan de cien, mil o unmilln de aos antes o despus de su edad. Y se les instaba a escribir prdigamente, en suspropios idiomas, acerca de s mismos y de sus respectivos periodos, y tales documentos seguardaban tambin en los grandes archivos centrales.

    Hay que aadir que exista un tipo especial de cautivos con privilegios mucho mayores quelos del resto. Esos eran los agonizantes exiliados permanentes, cuyos cuerpos del futurohaban sido hurtados por los ms sabios miembros de la Gran Raza que, a la hora de lamuerte, trataban de salvarse de la extincin mental.

    Esos melanclicos exiliados no eran tan abundantes como cabra esperar, ya que lalongevidad de la Gran Raza aminoraba su amor a la vida, sobre todo entre aquellos de mentesprivilegiadas capaces de proyectarse. De esos casos de proyeccin permanente, realizados porlas mentes ms viejas, nacan muchos de esos cambios totales de personalidad consignadosen la historia, incluyendo la de la humanidad.

    En lo tocante a los casos ordinarios de exploracin, cuando la mente que desplazaba habaaprendido cuanto deseaba del futuro, construa un aparato como el que haba provocado sutransicin y reverta el proceso de proyeccin. Una vez ms, se hallaba en su propio cuerpo yedad, mientras que la mente cautiva volva al cuerpo del futuro que, en verdad, era el suyo

    propio.Solo cuando alguno de los cuerpos mora, en el lapso del cambio, se haca imposible talretorno. En tales casos, por supuesto, la mente exploradora al igual que los que habanhuido de la muerte tena que vivir en el armazn corporal ajeno del futuro, o la mentecautiva como suceda con los moribundos exiliados permanentes tena que acabar sus dasen la forma corporal y la edad pretrita propias de la Gran Raza.

    Este destino era menos horrible cuando la mente cautiva perteneca tambin a la GranRaza... algo nada inusual, ya que la raza estaba sumamente interesada en su propio futuro,de cualquier periodo que fuese. El nmero de moribundos exiliados permanentespertenecientes a la Gran Raza era muy pequeo, sobre todo debido a las tremendaspenalidades que implicaba el desplazamiento de una mente perteneciente a la Gran Raza delfuturo hasta la del moribundo.

    Mediante proyeccin, era posible infligir unos castigos as a las mentes ladronas, en susnuevos cuerpos futuros, y se haban dado casos en que se haba obligado a un cambio paraarreglar la situacin.

    Se haban detectado y corregido cuidadosamente algunos casos complicados de fuga dementes de exploradores, o de mentes ya cautivas, a diversas regiones del pasado. En cadaedad, desde el descubrimiento de la proyeccin mental, exista un minsculo pero muyreconocido grupo de poblacin, formado por mentes de la Gran Raza llegadas del pasado, devisita por un periodo ms o menos largo.

    Cuando una mente cautiva, de una raza ajena, era devuelta a su propio cuerpo del futuro,mediante una intrincada hipnosis mecnica, se le purgaba de todo cuanto haba aprendidosobre la era de la Gran Raza, cosa que se haca debido a ciertas y problemticasconsecuencias, inherentes al trasiego de grandes cantidades de saber.

    Los casos puntuales de transmisin, en tal sentido, haban causado, y causaran entiempos futuros conocidos, grandes desastres. Fue, sobre todo, debido a dos casos de talnaturaleza al decir de los viejos mitos como la humanidad haba aprendido todo cuanto

    tena que ver con la Gran Raza. Todo cuanto sobreviva, fsica y directamente, de esos mundossituados a eones de distancia, era tan solo algunas ruinas de grandes piedras, en lejanoslugares y bajo el mar, as como porciones de textos de los espantosos Manuscritos Pnakticos.

    As pues, las mentes devueltas regresaban a su propia edad con tan solo dbiles yfragmentarias visiones de lo que les haba ocurrido durante su secuestro. Se erradicabancuantas memorias eran necesarias, de forma que, en la mayor parte de los casos, tan solo unmuro negro de sueo cubra el lapso que iba hasta el momento del primer cambio. Algunasmentes recordaban ms que otras, y la posibilidad de unir tales recuerdos daba en algunospocos casos atisbos de ese pasado prohibido a las edades futuras.

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    Probablemente, nunca hubo una poca en la que no hubiera grupos o cultos organizadosalrededor de tales retazos. En el Necronomicnse sugera la presencia de cultos as entre loshumanos... cultos que a veces prestaban ayuda a las mentes llegadas a travs de los eonesdesde la poca de la Gran Raza.

    Y, por otra parte, la propia Gran Raza viva eternamente y se volcaba en la tarea deintercambiarse con mentes de otros planetas, para explorar sus pasados y sus futuros.Buscaba tambin sondear el pasado y origen de ese orbe situado en un punto lejano del

    espacio, negro y muerto haca eones, del que provena su propia herencia mental, ya que lamente de la Gran Raza era ms vieja que la de su forma corporal.

    Los seres de un moribundo mundo arcaico, sabios de secretos definitivos, haban buscadoun nuevo mundo y nuevas especies gracias a las que vivir para siempre, y haban lanzado enmasa sus mentes hacia esa raza futura, mejor adaptada a su planeta natal que ellos... losseres con forma de cono que poblaron nuestra Tierra hace un milln de aos.

    As se forj la Gran Raza, mientras que la multitud de mentes enviadas al pasado fueronabandonadas a la muerte y el horror de formas extraas. Ms tarde, la raza volvera a afrontarla muerte, solo para sobrevivir a travs de una nueva migracin al futuro, enviando susmejores intelectos a los cuerpos de otros seres del futuro ms longevos.

    Tal era el trasfondo de leyendas y alucinaciones entrelazadas. Cuando, alrededor de 1920,pude dar forma coherente a mis investigaciones, sent que menguaba algo esa tensin que losprimeros estadios del estudio haban hecho subir. Despus de todo, y a pesar de las fantasas

    provocadas por ciegas emociones, no era casi todo aquel fenmeno sufrido completamenteexplicable? Cualquier oportunidad poda haber hecho volverse mi mente, durante la amnesia,hacia los estudios ocultos... llevndome a leer los textos prohibidos y a reunirme con losmiembros de cultos antiguos y malfamados. Aquello debi ser, con claridad, lo que suministrel material de los sueos y los sentimientos perturbadores que me asaltaron tras recobrar lamemoria.

    En cuanto a las notas marginales, escritas en jeroglficos como los de los sueos y enidiomas desconocidos para m, que los bibliotecarios me atribuan, yo poda haber aprendidoalgunas nociones de esas lenguas durante mi fase secundaria, mientras que los jeroglficoshaban sido creados, sin duda, por mi fantasa a partir de las descripciones de viejas leyendas,y posteriormente haban tomado cuerpo en mis sueos. Trat de verificar ciertos puntos atravs de conversaciones con conocidos lderes de cultos, pero nunca consegu establecer lasverdaderas conexiones.

    A veces el paralelismo de muchos casos, ocurridos en tiempos tan lejanos, continuabapreocupndome tanto como al principio, pero, por otra parte, pensaba que el folclor truculentoera, sin duda, ms universal en el pasado que en el presente.

    Probablemente todas las otras vctimas cuyos casos eran como los mos haban tenido uncontacto largo y familiar con esas historias que yo solo haba conocido cuando me hallaba enmi personalidad secundaria. Cuando esas vctimas perdieron la memoria, se haban asociadoellas mismas a las criaturas de sus mitos caseros los fabulosos invasores que,supuestamente, suplantaban las mentes humanas y se haban embarcado en bsquedas deconocimientos que ellos crean que podan remontarse a un imaginario pasado no-humano.

    Luego, cuando recobraban la memoria, invertan el proceso asociativo y se considerabanlas primitivas mentes cautivas en vez de un invasor. De ah los sueos y los falsos recuerdosconsiguientes a trasfondo convencional de mitologa.

    A pesar de lo aparentemente endeble de tales explicaciones, desplazaron, a mis ojos, atodas las dems, sobre todo debido a la an mayor debilidad de cualquier otra teora. Y un

    nmero sustancial de psiclogos y antroplogos eminentes fueron gradualmente conviniendoconmigo.

    Cuanto ms reflexionaba, ms me convenca de lo que me deca mi razonamiento, hastaque, al final, obtuve un baluarte realmente efectivo contra las visiones e impresiones que anme asaltaban. Que tena extraas visiones por la noche? Se deba solo a lo que habaescuchado y ledo? Que tena extraos temores y visiones y seudomemorias? Esos, tambin,eran solo ecos de los mitos absorbidos por mi estado secundario. Nada de lo que pudierasoar, nada de lo que pudiera sentir, poda tener ningn significado.

    Fortalecido por tal filosofa, recobr mi equilibrio nervioso, aun cuando las visiones msque las impresiones abstractas se hacan cada vez ms frecuentes y dotadas de detalles

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    cada vez ms turbadores. En 1922 me sent capaz de retomar un trabajo regular y saqupartido de mi recin logrado conocimiento, aceptando una plaza en el departamento depsicologa de la Universidad.

    Mi vieja ctedra de poltica econmica haba sido ocupada haca mucho tiempo, aparte deque los mtodos de ensear economa haban cambiado mucho desde mis buenos tiempos. Mihijo, en esa poca, estaba comenzando estudios de postrado, lo que le llev a su presentepuesto de profesor y trabajbamos juntos en gran medida.

    IV

    Continu, no obstante, guardando un registro muy cuidadoso de los extraos sueos queme asaltaban tan densa y vividamente. Tal registro, me deca, resultaba de genuino valorcomo documento psicolgico. Las visiones an parecan sobremanera recuerdos, aunque yocombata con notable xito tal impresin.

    A la hora de escribir, trataba tales espejismos como cosas que hubiera visto de verdad,pero, en cualquier otro momento las haca a un lado como telaraas de ilusiones nocturnas.Nunca los mencionaba en conversaciones normales, aunque noticias sobre los mismos sefiltraron, como sucede con cualquier cosa, despertando rumores diversos sobre mi saludmental. Resulta divertido sealar que tales ideas se circunscriban a los profanos en lamateria, sin un solo paladn entre mdicos o psiclogos.

    Respecto a mis visiones a partir de 1914, har aqu mencin a solo unas pocas, ya queinformes y registros completos se hallan a disposicin de los investigadores rigurosos. Esevidente que, con el tiempo, las curiosas restricciones se iban, de alguna forma,desvaneciendo, ya que la panormica de mis visiones se incrementaba notablemente. Nunca,empero, eran otra cosa que deslavazados fragmentos, aparentemente sin motivacin clara.

    En los sueos me pareca ir adquiriendo, gradualmente, una mayor libertad devagabundeo. Flotaba a travs de muchos extraos edificios de piedra, yendo de uno a otro alo largo de titnicos pasajes subterrneos, que parecan ser las normales vas de circulacin. Aveces me topaba con esas gigantescas trampillas selladas, en los niveles ms bajos,

    auroleadas de miedo y prohibicin.Vi tremendos aljibes de mosaico y estancias repletas de utensilios, curiosos e inexplicables,de mil y una clases. Tambin haba cuevas colosales, llenas de intrincada maquinaria cuyasformas y propsito resultaban un completo misterio para m, y cuyos ruidos pude escucharsolo despus de muchos aos de sueos. He de remarcar aqu que la visin y el odo fueronlos nicos sentidos de los que dispuse en ese mundo onrico.

    El verdadero horror comenz en mayo de 1915, cuando vi por primera vez a los seres.Eran tal como mis estudios, en vista de lo que describan los mitos y los casos histricos, mehaban enseado a esperar. Al derrumbarse las barreras mentales, pude contemplar grandesmoles de dbiles vapores en varias partes del edificio, as como en las calles de abajo.

    Eso, con rapidez, se torn ms slido y distinguible, hasta que, al cabo, pude reconocersus monstruosos perfiles con desagradable familiaridad. Parecan ser enormes conosiridiscentes, de unos tres metros de altura, y otros tantos de anchura en la base, formados por

    una sustancia rugosa, escamosa y semielstica. Del vrtice brotaban cuatro miembrosflexibles, cilndricos, cada uno de treinta centmetros de grosor y de una sustancia tan rugosacomo la de los propios conos.

    Tales miembros, a veces, se contraan hasta casi desaparecer, y otras se extendan hastauna distancia de casi tres metros. Dos de ellos terminaban en enormes zarpas o pinzas. Alextremo de un tercero haba cuatro apndices rojos y con forma de trompeta. El cuartoremataba en un globo irregular y amarillo, de unos sesenta centmetros de dimetro, con tresgrandes ojos oscuros dispuestos a lo largo del ecuador.

    Remontando esa cabeza haba cuatro troncos delgados y grises que sustentaban apndicescomo flores, mientras que, del extremo inferior, pendan ocho antenas o tentculos verdosos.

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    La gran base del cono central estaba ribeteada de una sustancia gomosa y gris que hacadesplazarse a la entidad mediante expansiones y contracciones.

    Sus acciones, aunque inofensivas, me espeluznaban incluso ms que su aspecto, ya queno es saludable observar a objetos monstruosos haciendo cosas que solo conocen los sereshumanos. Esos objetos se movan de forma inteligente por las grandes habitaciones, cogiendolibros de los estantes y llevndolos a las grandes mesas, o viceversa, y escribiendo a veces,con diligencia, mediante un canuto peculiar, sujeto por los tentculos verdes de la cabeza. Las

    inmensas pinzas les servan para transportar libros y para conversar, ya que el habla consistaen una especie de cliquetear y rasguar.

    Aquellos seres carecan de vestimentas, pero portaban carteras o mochilas colgadas de loalto del tronco cnico. Comnmente, llevaban su cabeza y su miembro sustentante a nivel delvrtice del cono, aunque lo alzaban y bajaban con frecuencia.

    Los otros tres grandes miembros solan descansar a los lados del cono, contrados a unalongitud de un metro veinte, aproximadamente, cuando no los estaban usando. Por su formade leer, escribir y utilizar sus mquinas las que estaban sobre las mesas parecan, de algunaforma, conectadas a nivel mental coleg que su inteligencia era enormemente superior a ladel hombre.

    Ms tarde los vi por todos lados; hormigueando por todas las grandes estancias ycorredores, atendiendo mquinas monstruosas en criptas abovedadas y desplazndose por lasinmensas carreteras, en coches gigantescos con aspecto de bote. Dej de tenerles miedo, ya

    que parecan ser, en grado sumo, algo natural en aquel entorno.Comenc a distinguir diferencias individuales entre ellos, y unos pocos parecieron estarbajo alguna especie de restriccin. Estos ltimos, aunque no mostraban diferencias fsicas,tenan una diversidad de hbitos y gestos que los diferenciaban, no solo de la mayora, sino aunos de otros.

    Escriban continuamente en lo que, a ojos de mi nebulosa visin, pareca una inmensavariedad de caracteres, aunque nunca eran los tpicos jeroglficos de la mayora. Unos pocos,me pareci, usaban nuestro propio y familiar alfabeto. La mayora de ellos trabajaba muchoms lentamente que la generalidad de las entidades.

    Durante todo ese tiempo, mi propia parte en los sueos pareca ser la de una concienciadesencarnada, con una amplitud de visin mayor de lo normal, flotando libremente, aun queconfinada a las ordinarias avenidas y velocidad de trnsito. No fue hasta agosto de 1915cuando una sugerencia de existencia corporal comenz a acosarme. Y digo acosarme porquela primera fase fue simplemente una asociacin abstracta, aunque infinitamente terrible, entremi previo horror a mi propio cuerpo y las visiones.

    Por un instante, mi principal preocupacin en los sueos fue mirarme abajo, a m mismo, yrecord cun agradecido me senta por la total falta de espejos en las extraas estancias.Estaba de lo ms preocupado por el hecho de que siempre vea las grandes mesas cuyaaltura no bajaba de los tres metros desde un nivel no inferior a su altura.

    Fue entonces cuando la tentacin morbosa de mirarme fue hacindose progresivamentemayor, hasta que, una noche, no pude resistirme ms. Al principio, mirar abajo no me revelnada. Un momento despus, percib que eso se deba a que mi cabeza estaba al extremo deun cuello flexible de enorme longitud. Retrayendo ese cuello y mirando abajo con intensidad,vi la mole escamosa, rugosa e iridiscente de un inmenso cono de tres metros de alto y otrostres de anchura en la base. Fue entonces cuando despert a media Arkham con un grito, altiempo que me arrancaba enloquecido del abismo del sueo.

    Solo despus de semanas de odiosa repeticin, pude reconciliarme a medias con esas

    visiones de m mismo, revestido de forma monstruosa. En los sueos me mova con todatranquilidad entre las otras entidades desconocidas, leyendo terribles libros sacados de lasinterminables baldas, y escribiendo durante horas en las grandes mesas, mediante un estiloque manejaba con los tentculos verdes pendientes de mi cabeza.

    Retazos de lo que lea y escriba quedaban en mi memoria. Haba horribles crnicas deotros mundos y otros universos, as como de conmovedores seres informes, ajenos a todos losuniversos. Haba registros sobre extraos rdenes de seres que haban poblado el mundo enpasados olvidados, y espantosas crnicas sobre las formas grotescas que lo poblarn millonesde aos despus de que haya muerto el ltimo ser humano.

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    Tuve acceso a captulos de historia humana cuya existencia ningn erudito contemporneoni siquiera ha sospechado. Muchos de esos escritos estaban en el lenguaje de los jeroglficos,que yo estudiaba en forma extraa, con la ayuda de las mquinas zumbantes, y que era, sinlugar a duda, un habla aglutinativa con sistemas de races completamente distintas a todo loconocido en el lenguaje humano.

    Otros volmenes estaban en desconocidas lenguas que haba aprendido de esa mismaforma extraa. Unos pocos estaban en lenguajes que yo conoca. Imgenes extremadamente

    ingeniosas, tanto insertas en los registros como formando colecciones separadas, meayudaron de forma inmensa. Y durante todo el tiempo me pareci estar escribiendo unahistoria de mi propia era en ingls. Al despertar, poda recordar solo pequeos e ininteligiblesretazos de las lenguas desconocidas que tan bien dominaba mi ser onrico, aunque guardabafrases completas de la historia.

    Conoc aun antes de que mi ser vigil hubiera estudiado los casos paralelos o los viejosmitos de los que surgan sin duda los sueos que las entidades que me rodeaban eran lamayor raza del mundo, que haban conquistado el tiempo y enviado mentes exploradoras atodas las edades. Supe tambin que haba sido arrebatado de mi propia edad mientras otrausaba mi cuerpo en ella, y que algunas otras de las formas extraas albergaban igualmentementes capturadas. Me pareca hablar, mediante un extrao lenguaje hecho de entrechocar dezarpas, con intelectos exiliados de cada rincn del sistema solar.

    Haba una mente del planeta que ahora conocemos como Venus, que vivir en una poca

    por venir, incalculablemente lejana, y otra de una luna exterior de Jpiter, de hace seismillones de aos. En cuanto a las mentes terrenas, haba algunas de la raza de la palegenaAntrtida, alada, con cabeza de estrella y medio vegetal; una del pueblo reptiliano de lafabulosa Valusia; tres de los velludos habitantes prehumanos de Hiperbrea, adoradores deTsathoggua; uno de los abominables Tcho-Tcho, dos de los habitantes arcnidos de la ltimaedad de la Tierra, cinco de las especies colepteras que sucedern a la humanidad y a la quela Gran Raza, algn da, transferir sus mentes, ms privilegiadas, en masa, huyendo de unhorrible peligro, as como algunas de las diferentes ramas de la humanidad.

    Habl con el cerebro de Yiang-Li, un filsofo del cruel imperio de Tsan-Chan, que existiren el 5000 d. de C.; con el de un general del pueblo negro de grandes cabezas que vivi enSudfrica, en el 50000 a. de C.; con el de un monje florentino del siglo XII llamadoBartolomeo Corsi; con el de un rey de Lomar, que gobern esta terrible regin polar unos cienmil aos antes de que los rechonchos y amarillos inutos llegaran del oeste para hundirlo.

    Habl con la mente de Nun-Soth, un mago de los oscuros conquistadores del 16000 d. deC.; con un romano llamado Tito Sempronio Bleso, que fue cuestor en tiempos de Sila; conKhephnes, un egipcio de la XIV Dinasta, que me habl del odioso secreto de Nyarlathotep;con un sacerdote del reino medio de Atlantis; con un caballero de Suffolk, de los tiempos deCromwell, llamado James Woodwille; con un astrnomo cortesano del Per preincaico; con unfsico australiano, Nevil Kingston-Brown, que morir en el 2518 d. de C.; con un archimago deldesaparecido Yhe en el Pacfico; con Theodotides, un oficial greco-bactriano del 200 a. de C.;con un anciano francs de la poca de Luis XIII, llamado Pierre Louis Montagny; con Crom-Ya,un caudillo de la Cimeria del 15000 a. de C.; y con muchos otros, tantos que mi mente no escapaz de albergar los tremendos secretos y las desconcertantes maravillas que conoc a travsde ella.

    Me despertaba cada maana febril, tratando a veces frentico de verificar o descartar lasinformaciones que entraban dentro del alcance de los conocimientos humanos modernos.Asuntos tradicionales tomaban un nuevo y dudoso aspecto, y me preguntaba cmo las

    fantasas onricas podan inventar tan sorprendentes aadidos a la historia y a la ciencia.Me estremeca ante los misterios que poda ocultar el pasado, y temblaba ante las

    amenazas del futuro por venir. Lo que se me dej entrever, por boca de las entidadesposthumanas, sobre el destino de nuestra raza, me produjo tal efecto que no lo consignar yoaqu.

    Despus del hombre vendr la poderosa civilizacin de los escarabajos, de cuyos cuerposse apoderar la flor y nata de la Gran Raza, cuando la monstruosa maldicin se cierna sobresu mundo primigenio. Luego, cuando se agote la progenie terrestre, esas mentes vagabundasvolvern de nuevo a emigrar a travs del tiempo y el espacio para hacer otra parada en loscuerpos de las bulbosas entidades vegetales de Mercurio. Pero dejarn otras razas detrs de

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    ellas, patticamente aferradas al planeta fro, hundindose hac