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Magdalena Eichmeyer, violonchelo (Austria)

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Magdalena Eichmeyer nació en Austria, estudió violonchelo en la Escuela Departamental de Alta Austria, en Vöcklabruck y participó en orquestas como la Sinfónica de la Radio Viena y la Filarmónica de Múnich. Después de conocer Colombia, y especialmente su gente, se enamoró del país y decidió radicarse en él, desempeñándose en la actualidad como violonchelo jefe de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia. Acompañada por el pianista ruso Sergei Sichkov interpretará piezas de Schumann, Bruch y Brahms.

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De origen austriaco, Eichmeyer inició sus estudios de violonchelo en la Universidad para Música y Arte Dramático de Graz, y en la Universidad para Música y Arte Dramático de Viena con Valentin Erben y Wolfgang Ai chinger. Durante muchos años perteneció a la planta artística de la Orquesta Bruckner de Linz, la Orquesta Filarmónica de Múnich y la Orquesta Sinfónica de la Radio de Viena. Participó en múltiples clases magistrales con chelistas como Valter Dešpalj (Croacia), Rudolf Leopold, Michael Hell (Austria), Tamás Varga (Hungría) y Peter Bruns (Alemania). Desde 2009 se radicó en Bogotá para ser parte de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, ganando, por medio de audición, la posición de violonchelo principal. Al año siguiente se presentó como solista interpretando el Concierto para violonchelo y orquesta, en la menor, de Robert Schumann.

Recientemente fue invitada por el VI Festival Internacional de Música de Cartagena para hacer parte de la Orquesta Sinfónica del Estado de São Paulo Brasil. Actualmente forma parte del trío de cuerdas Ménage à Trío y a partir del segundo semestre del presente año dirigirá la cátedra de violonchelo en la Universidad Central.

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Nació en Moscú. Tomó sus primeras lecciones de piano a los seis años de edad con la profesora Nina Nikitina en la Escuela Musical de Balashija, y a los diez años ofreció su primer recital público. Recibió su diploma en 1987, año en el que también obtuvo el primer lugar en el concurso de intepretación musical de jóvenes pianistas de la región de Moscú.

En 1991, ingresó al renombrado conservatorio estatal P. I. Tchaikovsky de Moscú; en esta institución obtuvo su diploma laureado. Se especializó como pianista solista, pianista acompañante, y en música de cámara con distinguidos profesores, entre quienes se destacan Tatiana Nikolayeva, Evgeny Malini, Genadi Cherkasov y el pianista inglés Peter Donohoe. Su primera presentación en Europa (Viena, 1991) con la Orquesta de Estudiantes del Conservatorio fue registrada por la crítica especializada como un importante evento musical. Desde entonces ha ofrecido recitales e interpretado música de cámara en Rusia, Ucrania, Francia, Grecia, Colombia, España, Ecuador, Venezuela, Bolivia, Guatemala, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Costa Rica y Cuba.

En 1998 realizó estudios de doctorado en el Conservatorio Tchaikovsky, presentando su proyecto de investigación sobre las interpretaciones de las obras para piano de Sergei Rachmaninov.

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En su primer viaje a Colombia, en 1995, realizó numerosas actividades musicales. Desde 1999 está radicado en Bogotá donde desarrolla una intensa actividad como solista y pianista acompañante en los principales escenarios de Bogotá y en varias ciudades de Colombia (Cartagena, Manizales, Barranquilla, Bucaramanga, Popayán, Medellín y Cali). En Bogotá se ha presentado como solista en varias oportunidades en los conciertos de la Fundación Mazda, la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango, los teatros Colón, Jorge Eliécer Gaitán, Camarín del Carmen, Teatro Libre, Auditorio León de Greiff, y en varias oportunidades con las Orquestas Filarmónica de Bogotá y Sinfónica Nacional de Colombia. Ha grabado conciertos con orquesta para el Canal Uno de la Radio Moscovita, Radio de Rusia, Canal Capital de Bogotá y Radiodifusora Nacional de Colombia, bajo la dirección de los maestros Vladimir Fedoseev, Francisco Rettig, Gennady Cherkasov, Eduardo Carrizosa y Lior Shambadal, entre otros. Dentro de su labor pedagógica se ha desempeñado como asistente de la maestra Zhúkova en el Conservatorio Tchaikovski entre 1996 y 1998 y, desde 1999, como profesor y pianista acompañante en las facultades de artes de las universidades Pontificia Javeriana, El Bosque, Nacional de Colombia y los Andes. Actualmente es pianista de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, puesto que obtuvo por concurso.

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CONCIERTO No. 26

ROBERT SCHUMANN (1810-1856)

MAX BRUCH (1838-1920)

JOHANNES BRAHMS (1833-1897)

Adagio y allegro, Op. 70

Piezas de fantasía, Op. 73Zart und mit Ausdruck (delicado

y con expresividad)Lebhaft, leicht (con brío, ligero)

Rasch und mit Feuer (rápido y con fuego)

Kol Nidreï, Op. 47Adagio sobre melodías hebreas

Sonata para violonchelo y piano en mi menor, Op. 38

Allegro non troppoAllegretto quasi Menuetto

Allegro

PROGRAMA

INTERMEDIO

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NOTAS AL PROGRAMA

En el recital de esta noche, Magdalena Eichmeyer nos propone cuatro obras para violonchelo y piano que pertenecen al Romanticismo alemán, llenas del sentimiento profundo, y en ocasiones exacerbado, propio de este periodo histórico.

Robert Schumann (Zwickau, Sajonia, 8 de junio de 1810 - Bonn, 29 de julio de 1856) es uno de los compositores románticos más apreciados, cuyo legado para piano constituye una referencia ineludible en el repertorio; además, su obra sinfónica, sus Lieder (canciones) y su repertorio de cámara también ocupan un lugar importante y han sido objeto de justo reconocimiento. Sus escritos sobre la música de su tiempo, también su vida -representativa del hombre eminentemente romántico- ha despertado interés ya que muchos de los momentos definitivos de su existencia se convirtieron en obras maestras de la música.

En su adolescencia Schumann tomó lecciones de violonchelo, y siempre apreció el sonido y las posibilidades expresivas del instrumento; esto se puede inferir por el uso que de él hacía en sus Cuartetos para cuerdas, Cuarteto con piano y Quinteto con piano. Su Concierto para violonchelo y orquesta en la menor, Op. 129, considerado como el primer gran concierto romántico para el instrumento, fue compuesto en 1850, tan solo un año después de haber creado las dos obras de cámara que vamos a escuchar esta noche. Curiosamente, ninguna de ellas fue escrita para violonchelo; fueron compuestas para instrumentos de viento. Esto también nos da una idea del potencial expresivo que para el compositor tenía el instrumento.

Según consta en el manuscrito del Adagio y allegro, Op. 70, esta pieza data del 14 de febrero de 1849. Con fecha de tres días antes -11 y 12 de febrero 1849- encontramos el manuscrito de las Fantasiestücke o Piezas de fantasía, Op. 73. Fue un año particularmente productivo para Schumann a pesar, o tal vez debido a la difícil situación política que vivió Alemania por los enfrentamientos de la corona con las tropas republicanas. Como contrapeso al temor y al horror que se vivía a diario, Schumann

Por Carolina Conti

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se concentró profundamente en su trabajo. El Adagio y allegro, Op. 70 fue escrito inicialmente para el entonces perfeccionado corno de tres pistones, que había despertado tanto interés en Schumann, y que aparece de manera relevante en su Sinfonía No. 3. Sin embargo es habitual que la obra se interprete también en violín o en violonchelo. El adagio lleva la indicación Langsam, mit innigem Ausdruck (lento y con íntimo sentimiento), y se caracteriza una melodía constante, similar a una canción sin palabras. En el allegro se indica Rasch und feurig, (veloz y fogoso). Se trata de un rondó el cual desarrolla un diálogo entre los dos instrumentos que gradualmente se hace más brillante y virtuoso.

Las Fantasiestücke o Piezas de fantasía fueron escritas originalmente para clarinete y piano, y estrenadas una semana después de su composición por el clarinetista Johann Kotte junto a Clara Schumann al piano. Schumann, sin embargo, consideraba que se podían interpretar con buen resultado en violonchelo, viola o violín, siendo la interpretación de violonchelo y piano la que más se ha popularizado. Aunque las piezas no tienen títulos, las indicaciones de tempo nos dan una idea de la relación entre ellas. La primera, Zart und mit Ausdruck, (delicado y con expresividad), es nostálgica y contemplativa, como un diálogo íntimo entre los dos instrumentos. La segunda, Lebhaft, leicht, (con brío, ligero), es un poco más animada y plena en su sonoridad. A pesar de su carácter tranquilo, exento de virtuosismo, representa un reto técnico y expresivo para el violonchelista. La tercera, Rasch und mit Feuer, (rápido y con fuego), es -como se infiere de la indicación- una pieza vigorosa en la que encontramos reminiscencias de las dos anteriores, con lo cual Schumann le da unidad al ciclo. A lo largo de toda la obra, el genio del compositor se evidencia igualmente en la parte del piano. Schumann logra una complicidad con el violonchelo que se traduce en una gran riqueza armónica y en la magistral consecución de temperamentos variados.

Max Bruch (Colonia, 6 de enero de 1838 - Berlín, 20 de octubre de 1920). También alemán, mostró desde niño aptitudes para la pintura y la música. A los 14 años de edad compuso una sinfonía que decidió su futuro como compositor. Estudió en Colonia y

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Leipzig con una beca de la Fundación Mozart, y muy pronto inició su labor como profesor destacándose por sus grandes virtudes en la enseñanza de las artes musicales. En la Escuela Superior de Música de Berlín llegó a ocupar la cátedra más importante de composición. Su trabajo lo llevó a desempeñarse en cargos importantes en Leipzig, Dresde, Viena, Múnich, Mannheim, Koblenz y Sondershausen. Aunque hoy es conocido por sus obras para violín, entre las que sobresalen sus dos conciertos y la Fantasía escocesa, su repertorio es mucho más amplio. Escribió tres óperas, tres sinfonías, música de cámara, obras para teclado y sobre todo música coral, campo que cultivó de manera especial durante su vida, y a través del cual ganó el respeto y la admiración de sus contemporáneos.

Bruch siempre buscó que sus composiciones fueran fácilmente asimiladas por el público, razón por la cual se interesó en la música popular. Consideraba las canciones populares como una fuente de verdaderas melodías, argumento que se refleja en la presencia de melodías rusas, suecas, escocesas y celtas en su vasto repertorio. En 1880 escribió Kol Nidreï, Op. 47 para violonchelo y orquesta, pieza que lleva el subtítulo de Adagio sobre melodías hebreas. La obra fue dedicada a la comunidad judía de Liverpool (Inglaterra) en la que el compositor trabajaba como director de orquesta. Kol Nidreï significa ‘todos los votos’, y consiste en una ceremonia judía que se desarrolla antes del comienzo del Día de la Expiación. Con esas palabras se inicia una declaración que libera a los fieles de todas las promesas, votos y otros compromisos verbales adquiridos con Dios durante el año y que no han sido cumplidos, ya que no cumplir la palabra se considera una falta grave, según los preceptos de La Torá.

Aunque se popularizó la creencia de que Bruch era judío, no hay videncia de que él o sus ancestros lo fueran, pero se familiarizó con la melodía original de Kol Nidreï cuando su maestro Ferdinand Hiller (amigo cercano de Schumann) lo presentó al cantor Abraham Jacob Lichtenstein en Berlín. Lichtenstein ayudó también a Bruch en su interés por la música popular judía. En la obra que escucharemos, en arreglo para violonchelo y piano, Bruch parte de dos melodías tradicionales hebreas; la primera de ellas, planteada con delicadeza y melancolía, da el nombre

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a la obra. A partir de ella, el compositor desarrolla una serie de variaciones llenas de profundidad y emoción que imitan la voz del cantor en la sinagoga. La segunda melodía es una evocaciónde Oh, llorad por aquellos que lloraron en la corriente de Babel, que aparece en el libro de poemas titulado Melodías hebreas de Lord Byron, en el arreglo que hiciera Isaac Nathan, reconocido compositor, musicólogo y periodista angloaustraliano del siglo XIX. En esta parte, el violonchelo se apropia poco a poco de la melodía planteada por la orquesta o, en el caso de esta noche, por el piano, y nuevamente desarrolla una serie de variaciones que finalizan con dulzura y solemnidad.

Otra de las personalidades del romanticismo musical en Alemania fue Johannes Brahms, (Hamburgo, 7 de mayo de 1833 - Viena, 3 de abril de 1897) amigo cercano de Schumann y su entorno. Su obra, de un estilo muy personal, está llena de un dramatismo que dibuja magistralmente con la orquestación en sus obras sinfónicas, a la vez que crea melodías sutiles de un marcado lirismo. Por eso prefería grupos con una sonoridad más densa, incluso en el repertorio de cámara, para lo cual concebía combinaciones tímbricas de grupos de tres a seis integrantes. Schumann describía las obras instrumentales de Brahms como “Sinfonías veladas”, y el filósofo y musicólogo Teodoro Adorno hablaba del carácter de música de cámara en sus sinfonías. Enfrentarse a la creación de una obra solo con dos instrumentos le planteaba a Brahms retos enormes en cuanto al equilibrio y la estructura de la composición.

Brahms escribió dos sonatas para violonchelo y piano. La primera de ellas, la Op. 38, que escucharemos esta noche, fue escrita entre 1862 y 1865, un año doloroso para el compositor por la muerte de su madre, triste suceso que le inspiró páginas tan profundas como el comienzo de su Réquiem Alemán. Para Brahms, los dos instrumentos en esta obra eran igualmente importantes. Es fácil ver que el violonchelo se mantiene la mayor parte del tiempo en el registro medio, permitiendo una presencia del piano más relevante que en otras sonatas para esta combinación. De hecho Brahms la titula Sonata para piano y violonchelo, y no al contrario, para dejar de manifiesto su interés en el diálogo de los dos instrumentos. El piano no es para él un

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acompañante del violonchelo simplemente sino el complemento que permite un desarrollo mucho más rico en expresiones y sonoridades.

La obra consta de tres movimientos. En el primero, allegro non troppo, el violonchelo se mantiene en el registro grave y dibuja con el piano una atmósfera plena de una belleza melancólica. El segundo, allegretto quasi minuetto, está inspirado en una de las formas clásicas de la danza y, aunque contiene momentos brillantes, mantiene la sobriedad propuesta en el primer movimiento. El tercero, allegro, es un tiempo fugado que se basa en el Contrapunto No. 13 de El arte de la fuga de Johann Sebastian Bach, un compositor admirado y estudiado cuidadosamente por Brahms. Una página magistral de contrapunto, de gran energía y delicadeza a la vez.

La sonata se estrenó el 14 de enero de 1871 y está dedicada al doctor Joseph Gänsbacher, quien mantuvo a Brahms como director de la Singakademie y que, además de profesor de canto, era un violonchelista aficionado, pero al parecer no muy hábil. Es bien conocida la anécdota de una presentación de la sonata en la que Gänsbacher interpretaba el violonchelo y Brahms el piano. Al finalizar, Gänsbacher se quejó al compositor de que el piano sonaba tan fuerte que ni él mismo podía escuchar el violonchelo. Brahms le contestó: “¡Qué suerte para usted también!”, dejando el piano con disgusto.

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