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Ultima hora aniel Pennachoni (Pennac es un seudónimo) nació en Casablanca, Marruecos, en 1944. Hijo de un militar francés, pasó su infancia en diversos países africanos y del Sudeste Asiático. En su vida se entrecruzan dos actividades: la enseñanza y la literatura. Ha escrito y publicado numerosas obras: literatura infantil, novela negra, humor, etc. En 2007 recibió el Premio Renaudot por su obra Chagrin d'Ecole ( Mal de escuela ), que aquí reseñamos. n Mal de escuela nos explica cómo se reconcilió con la memoria, con el hecho de almacenar conocimientos en el cerebro y también cómo logró hacer partícipes de esa misma reconciliación a sus alumnos. Buenas tardes Sr. Pennac; tras la lectura de su libro Mal de escuela, ¿de dónde procedía su zoquetearía? No se puede obtener una explicación a partir de la historia de mi familia, soy hijo de la burguesía de Estado, nací en una familia amorosa, sin conflicto, sin divorcios, sin malos humos, con tres hermanos, con charlas risueñas y cultas… y sin embargo, soy una zoquete. Cuando no era el último de la clase, era el penúltimo (¡Hurra!)…llevaba a casa unos resultados tan lamentables que no eran compensados por la música, ni por el deporte, ni, en definitiva, por actividad extraescolar alguna” (pág. 17). ¿Cómo llevó usted toda esta etapa? La consciencia de ser un fracaso, lejos de ayudarme, me dificultaba aún más la integración en nuevos cursos o actividades. Igualmente ocurría con mi familia, que no podía hacer otra cosa que lamentar la mala suerte de tener un hijo tan torpe para las tareas escolares. Tenía tentaciones de rebeldía, la costumbre de hacer dibujitos (monigotes) en las páginas de mis cuadernos escolares, hábito que aún conservo cuando firmo dedicatorias en mis libros. Tienen razón, soy nulo, nulo, nulo. Soy una nulidad. Ahora bien, en la sociedad donde vivimos, un adolescente instalado en la convicción de su nulidad y he aquí, al menos, algo que la experiencia vivida nos habrá enseñado- es una pres(pág. 70). Pero en Mal de escuela no sólo encontramos una llamada de atención hacia el trato de las instituciones escolares a los niños con especiales dificultades. También podemos encontrar reflexiones y vivencias sobre aquellos profesores y profesoras que se lanzan al agua, que se mojan para salvar a los fracasados Los profesores que me salvaron y que hicieron de mí un profesor- no estaban formados para hacerlo. No se preocuparon de los orígenes de mi incapacidad escolar. No perdieron el tiempo buscando sus causas ni tampoco sermoneándome. Eran adultos enfrentados a adolescentes en peligro. Se dijeron que era urgente. Se zambulleron. No lograron atraparme. Se zambulleron de nuevo, día tras día, más y másY acabaron sacándome de allí. Y a muchos otros conmigo. Literalmente, nos repescaron. Les debemos la vida (pág. 36). D E

Mal de escuela

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Ultima hora

aniel Pennachoni (Pennac es un seudónimo) nació en Casablanca, Marruecos, en 1944. Hijo de un militar francés, pasó su infancia en

diversos países africanos y del Sudeste Asiático. En su vida se entrecruzan

dos actividades: la enseñanza y la literatura. Ha escrito y publicado numerosas obras: literatura infantil, novela negra, humor, etc. En 2007

recibió el Premio Renaudot por su obra Chagrin d'Ecole (Mal de escuela), que aquí reseñamos.

n Mal de escuela nos explica cómo

se reconcilió con la memoria, con el hecho de almacenar conocimientos en el cerebro y también cómo logró hacer partícipes de esa misma reconciliación a sus alumnos.

Buenas tardes Sr. Pennac; tras la lectura de su libro Mal de escuela, ¿de dónde procedía su zoquetearía?

No se puede obtener una explicación a partir de la historia de mi familia, soy hijo de la burguesía de Estado, nací en una familia amorosa, sin conflicto, sin divorcios, sin malos humos, con tres hermanos, con charlas risueñas y cultas… y sin embargo, soy una zoquete.

“Cuando no era el último de la clase, era el penúltimo (¡Hurra!)…llevaba a casa unos resultados tan

lamentables que no eran compensados por la música, ni por el deporte, ni, en definitiva, por actividad extraescolar alguna” (pág. 17).

¿Cómo llevó usted toda esta etapa?

La consciencia de ser un fracaso, lejos de ayudarme, me dificultaba aún más la integración en nuevos cursos o actividades. Igualmente ocurría con mi familia, que no podía hacer otra cosa que lamentar la mala suerte de tener un hijo tan torpe para las tareas escolares. Tenía tentaciones de rebeldía, la costumbre de hacer dibujitos (monigotes) en las páginas de mis cuadernos escolares, hábito que aún conservo cuando firmo dedicatorias en mis libros. “Tienen razón, soy nulo, nulo, nulo. Soy una nulidad. Ahora bien, en la sociedad donde vivimos, un adolescente instalado en la convicción de su nulidad –y he aquí, al menos, algo que la experiencia vivida nos habrá enseñado- es una pres” (pág. 70). Pero en Mal de escuela no sólo encontramos una llamada de atención hacia el trato de las instituciones escolares a los niños con especiales dificultades. También podemos encontrar reflexiones y vivencias sobre aquellos profesores y profesoras que se lanzan al agua, que se mojan para salvar a los fracasados

Los profesores que me salvaron –y que hicieron de mí un profesor- no estaban formados para hacerlo. No se preocuparon de los orígenes de mi incapacidad escolar. No perdieron el tiempo buscando sus causas ni tampoco sermoneándome. Eran adultos enfrentados a adolescentes en peligro. Se dijeron que era urgente. Se zambulleron. No lograron atraparme. Se zambulleron de nuevo, día tras día, más y más… Y acabaron sacándome de allí. Y a muchos otros conmigo. Literalmente, nos repescaron. Les debemos la vida (pág. 36).

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Ultima hora

Un común de todos los capítulos es la figura del docente, especialmente si adquiere un compromiso moral con el alumnado. ¿Cómo actúan las profesoras y los profesores comprometidos con el alumnado, los que se zambullen una y otra vez? La presencia del profesor que habita plenamente su clase es perceptible de inmediato. Los alumnos la sienten desde el primer minuto del año, todos lo hemos experimentado: el profesor acaba de entrar, está absolutamente allí, se advierte por su modo de mirar, de saludar a sus alumnos, de sentarse, de tomar posesión de la mesa. No se ha dispersado por temor a sus reacciones, no se ha encogido sobre sí mismo, no, él va a lo suyo, de buenas a primeras, está presente, distingue cada rostro, para él la clase existe de inmediato (pág. 114).

Una vez alcanzada su faceta como profesor, ¿en qué tipo de enseñanza se clasificaría?

Mi concepto de enseñanza constructivista se combina muy bien con los sistemas de aprendizaje de carácter más clásico con juegos de palabras, bromas, concursos entre alumnos para recitar textos, actividades de reflexión, conversaciones en el aula para reflexionar o

preguntarse a uno mismo sobre aquello que nunca se ha cuestionado,… todas ellas estrategias educativas que despertaban a través del juego, no solo respeto hacia el tutor, sino también en mi caso respeto hacia la lengua francesa ya que era la materia que impartí.

Y la memoria, ¿qué papel ocuparía?

En mis clases, defendí la memorización de textos de autores inmortales. La memoria es una capacidad que hay que cultivar.

“¿Y por qué no aprender de memoria esos textos? ¿Solo porque los profesores de antaño tenían fama de hacernos recitar de memoria poesías a menudo idiotas, y que al modo de ver de algunos viejos chochos la memoria era un músculo que debía entrenarse y no una biblioteca que debía enriquecerse?” “aprendiendo de memoria, no suplo nada, añado algo al todo”

Desde esta perspectiva la memorización sí aporta al individuo, ¿verdad?

¿Qué sería de nosotros si no recordásemos el alfabeto, la calle en la que vivimos, nuestro número de teléfono o el portal de casa?. Si omitimos la aportación que nuestra memoria hace, estamos negando la importancia de esa cultura general que todos habríamos de poseer para llegar a ser profesionales, independientemente de la especialización o puesto de trabajo que desempeñásemos.

Las tareas que usted propone a sus alumnos/as, parecen conformar el conjunto de ingredientes necesarios para preparar un pastel, ¿Cuál sería su tesis?

El problema está en la forma de enseñar ciertas materias. Muchos docentes deberían replantearse sus métodos. En mi caso, como profesor de Lengua, tenía que hacerles entender que la gramática no es un simple conjunto de reglas, sino el instrumento con el que la humanidad consigue expresar razonamientos y sentimientos. Que los adjetivos no son abstractos, sino que proceden del deseo de precisar el significado de un nombre. Que los pronombres pueden esconder grandes misterios. Si procedemos así, en poco más de una semana el alumno descubre cosas apasionantes, pero que siempre le habían enseñado de forma normativa y aburrida.

VIRGINIA MARTÍNEZ Madrid 12-ENE-2012