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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana Manual de investigación Notas, reflexiones y orientaciones básicas Universidad del Claustro de Sor Juana Vicerrectoría Académica Dirección de Investigación Documento de trabajo Junio 2007 1

Manual de investigación (curso)

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

Manual de investigación Notas, reflexiones y orientaciones básicas

Universidad del Claustro de Sor Juana

Vicerrectoría Académica

Dirección de Investigación

Documento de trabajo

Junio 2007

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

Índice

1. Preámbulo __________________________________________________ 3 2. El tiempo de la universidad, el tiempo de la investigación __________ 7 3. La investigación en la universidad _____________________________ 15

3.1. Investigación y docencia: ¿qué es el conocimiento? ___________ 15 3.2. ¿Cómo hacer una investigación? ___________________________ 21

3.2.1. Investigación como aproximación a un tema _________________ 23 3.2.3. Investigación como respuestas a un problema (la producción de conocimiento) ______________________________________________ 39

4. Salida _____________________________________________________ 54 Bibliografía ___________________________________________________ 57

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1. Preámbulo

La palabra investigación viene de la voz latina vestigio, sustantivo que se

refiere a aquello que ha quedado por algo: restos, huellas, pistas que indican

una cosa que ya no está. Por ello, quizá, la palabra se vincula de manera casi

natural con la idea de que investigar es “seguir las huellas”, dejarse llevar por

ellas. Los sinónimos más comunes de este verbo son, al menos, los siguientes:

indagar, inquirir, averiguar, buscar dando un rodeo, rastrear, hacer diligencias

para descubrir una cosa. Visto así, todos somos un poco investigadores,

rastreadores, recolectores de evidencias que utilizamos para llegar a conocer

“algo a fondo,” para desentrañar aquello que se “esconde”, para averiguar lo

que la huella oculta, lo que la huella dice sin decir.

Sin embargo, si nos asomamos un poco “más a fondo”, con más detalle

en las definiciones disponibles en otros manuales de investigación1 o en

diversos diccionarios, nos encontraremos rápidamente que existe la necesidad

de distinguir formas diferentes de investigación. La división más común es

aquella que se produce entre la investigación “vulgar” u “ordinaria” y la

“científica.” Más allá de la pertinencia de dejar intacta esta división, lo que

interesa de la misma es que nos permite separar las actividades que

realizamos cotidianamente para obtener alguna información necesaria

(investigar precios de algún objeto que nos interesa adquirir, indagar en torno al

clima, buscar las mejores rutas para llegar a nuestro destino) de aquellas

actividades que nos permitan producir conocimientos nuevos, conocimientos

que se presentan públicamente y que tienen la pretensión de ofrecer algunas

verdades sistemáticamente elaboradas. La investigación académica o científica

es una de estas actividades que los manuales y los diccionarios definen como

sistemática, rigurosa, metódica, a través de la cual logramos proponer

explicaciones o formas de comprensión de los fenómenos observados,

estudiados, analizados.

1 Al final de este texto el lector encontrará algunas sugerencias bibliográficas que podrán ampliar la visión de lo expuesto.

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Si nos metemos de manera un poco más detallada en la distinción entre

las investigaciones científicas y las ordinarias, encontraremos una enorme

cantidad de textos especializados, sumamente especializados en muchas

ocasiones, que han hecho suyo el estudio del funcionamiento del conocimiento

científico y que por lo mismo han pretendido definir o delimitar lo más

claramente posible la frontera que lo separa de otros conocimientos (como el

mítico, el religioso, el de sentido común, por mencionar algunos). A través de

estos textos podremos observar que se han usado distintas estrategias y

procedimientos para trazar fronteras entre los saberes científicos y otros tipos

de saber, incluso podremos reconocer, a veces con un poco de sorpresa, que

la ciencia, como tal, es una práctica más o menos nueva, que no tiene más de

cuatrocientos años.

Sin embargo, decir que la ciencia es una práctica nueva no significa

proponer que en tiempos anteriores no se existieran actividades orientadas a

obtener o producir conocimiento. Desde luego que no es interés de este texto

hacer una revisión histórica -una investigación exploratoria de diferentes

investigaciones realizadas por otros- que nos permita comprender los

movimientos que la investigación científica ha tenido, las tensiones que

establece con otras formas de saber y las estrategias que ha asumido para

convertirse en una manera “apropiada” o “correcta” de producir conocimientos.

Tampoco podemos entrar a detallar las complejas tensiones que la ciencia ha

atravesado frente otras prácticas sociales como la religión, la política, la

economía y los mecanismos que ha seguido para producir un campo más o

menos autónomo al interior de la sociedad.

Lo que sí es posible mencionar es que la ciencia es, sin duda alguna,

una actividad social. El conocimiento que ella produce no es ajeno a los

intereses que la misma sociedad persigue, por los que se enfrenta, por los que

entra en conflicto; es, por ello, una práctica que aun sin quererlo contribuye a

reproducir situaciones de desigualdad, a consolidar sistemas de exclusión, a

dominar no sólo a los objetos que convierte en tema de estudio, sino también a

las personas que por razones diversas se quedan sin acceso del conocimiento

producido. Muchas reflexiones importantes y sugerentes han indicado estos

peligros y han elaborado estrategias de argumentación que sirven para

denunciarlos. Otras tantas han mostrado que los saberes que la ciencia

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produce forman parte de lenguajes teóricos y procedimientos metodológicos

que permiten dar vida a comunidades científicas y que las verdades que

ofrecen estas comunidades no pueden ser cuestionadas desde afuera de los

paradigmas usados por ellas mismas para producir dichos conocimientos.

Importa, por tanto, tener presente que dichas reflexiones que se han

dedicado a analizar el funcionamiento de la ciencia como práctica, es decir que

realizan observaciones de las observaciones científicas (trabajo que puede

hacerse bajo recortes diferentes: estrictamente epistemológico, filosófico,

sociológico, histórico o antropológico, por mencionar algunos) son producto

también de un trabajo reflexivo, riguroso, sistemático y público. Y, además, que

ninguna de las críticas más radicales, así como ninguna de las defensas más

intensas de la ciencia como práctica tienen toda la verdad de su lado. Es decir,

que ninguna de las investigaciones que han hecho su tema el papel que el

conocimiento científico tiene, debe tener o ha tenido en la sociedad, ha

conseguido definir de una vez y para siempre la función de la ciencia y los

procedimientos que ésta debe seguir para garantizar sus resultados. Este tema

no es más que uno de los tantos problemas a los que se puede dedicar un

investigador; desde luego si éste se define como un investigador de la ciencia,

de la práctica científica. Entrar en él es participar en una discusión que tiene un

largo tiempo realizándose y en la que no nos detendremos más. A nosotros

sólo nos interesa enfatizar la idea de que investigar es hacer algo, es decir, que

implica elaborar acciones, prácticas, tareas: es decir, es una acción que

requiere de tiempo, que se hace durante un tiempo determinado.

De esta forma, cuando decimos que la investigación científica es

sistemática, rigurosa y pública, señalamos que estas acciones están más o

menos normadas, reguladas, organizadas a partir de una lógica que permite

repetir los pasos, o, cuando menos, reconocer el tipo de procedimientos que se

han realizado para producir los conocimientos y, además, que al producir estos

conocimientos es necesario presentarlos ante los demás para su

cuestionamiento y discusión; importa insistir: el conocimiento científico no sólo

logra este calificativo por la rigurosidad con la que se realiza, es incluso más

importante que esté dispuesto a la crítica que de él harán los otros para no

convertirse en creencia dogmática.

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Antes de entrar al cuerpo del texto, importa introducir una advertencia

más. Este manual no es, no quiere ser, un recetario rígido, es decir, no quiere

ser aquello que el lector espera casi de manera automática de todo manual. En

nuestros tiempos de intensos flujos de información, de crisis de paradigmas

científicos, de cuestionamientos diversos del saber y de sus procedimientos, de

incertidumbre generalizada en muchos de los problemas que día con día

enfrentamos, todos queremos de una u otra forma manuales; nuestra sociedad

tiene una fiebre enloquecida por ellos.

Y es que los manuales se han convertido en estrategias para facilitar y

homogeneizar la complejidad social, en todos sus sentidos. Al dictar pasos a

seguir, al definir con rigor los posibles problemas, al orientar en la forma de

encontrar soluciones, al establecer reglas precisas y procedimientos claros, los

manuales dirigen nuestras acciones, las enmarcan y garantizan el “éxito” de las

mismas. No tienen, por tanto, nada de malo, porque nos facilitan -en muchas

ocasiones- la vida. El manual de la TV, de la computadora o del refrigerador

puede ayudarnos a aprovechar mejor nuestro tiempo y a evitar males

catastróficos, lo mismo una receta de cocina (que es una especie de manual a

seguir) puede servirnos para realizar un platillo que nunca hemos preparado

anteriormente; sin embargo, así como todo chef que se propone “inventar” o

“introducir” su sello en el alimento que prepara usa el recetario sólo como guía,

el investigador no puede conformarse con una guía para investigar, por muy

bien o mal realizada que haya sido la misma. Porque investigar es, también y

sobre todo, descubrir, crear, innovar; porque una búsqueda que implica rodeos

requiere cierta indeterminación, cierta flexibilidad y mucha sorpresa.

Los manuales que el lector toma de manera rígida congelan ese espíritu

de búsqueda, atentan contra él. Quizá por eso las personas “curiosas” dejan de

lado los manuales y se ponen a investigar por cuenta propia el funcionamiento

de la nueva TV, de la computadora, del refrigerador; seguramente algunos

considerarán que los curiosos no hacen otra cosa que perder su tiempo, sin

embargo para un curioso ese tiempo, el de la curiosidad es, justamente, el que

permite encontrar el sentido a las cosas.

A partir de este preámbulo es posible señalar que este texto intenta ser

un poco menos y, al mismo tiempo, un poco más que un manual común y

corriente; quiere ser invitación a pensar porque la estancia en la universidad,

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en toda universidad, debe estar y está dominada por el tiempo de la curiosidad.

Desde luego, será asunto del lector tomar este manual como guía abierta o

como recetario rígido; será finalmente él quien le dará el uso que considere

más pertinente. A nosotros sólo nos interesa abrir un espacio para que aquel

que se siente más o menos perdido encuentre algunas pistas que le permitan

orientar sus pasos, mientras que al curioso lo invitamos a que no se sienta

constreñido y pueda seguir alimentando el tiempo de la universidad que, como

ya insinuamos, no es otro que el tiempo de la curiosidad.

2. El tiempo de la universidad, el tiempo de la investigación

Después de una larga historia de relaciones, tensiones y conflictos, nuestras

sociedades actuales piensan e imaginan que las universidades son espacios

autónomos, gobernados de manera independiente a cualquier otro espacio de

poder, a cualquier otro campo o sistema social. Desde tiempos medievales las

universidades surgieron como un cuerpo inscrito en el orden social que, con

independencia de los poderes más evidentes en aquellos tiempos –el religioso

y el político principalmente- debían encontrar y transmitir las mejores

estrategias para “encontrar” y “cultivar” la “verdad”. Tiempo después, casi

entrando al periodo que se ha venido llamando “modernidad”, a finales del siglo

XVIII y principios del XIX, las universidades sufrieron modificaciones

importantes, cambios intensos que la llevaron a ocupar un lugar especial dentro

de las instituciones sociales. A partir de entonces las universidades fueron

espacios diseñados para producir nuevos conocimientos científicos y

tecnológicos y para formar a los diversos profesionistas que darían vida y

movimiento al orden social. En aquellos años, las universidades fueron críticas

en relación al orden universitario anterior, mostraron que las universidades

“antiguas” –como empezaron a llamarlas- dependían de manera intensa del

conocimiento religioso y, además, que eran presas fáciles de los diferentes

poderes mundanos, mucho más de los políticos que de los económicos.

Trataron, sin conseguirlo del todo, de convertirse en espacios “neutrales” en

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donde los especialistas y expertos generaban conocimientos “universales” que

permitirían organizar el “desarrollo” y “progreso” de las sociedades. De esta

forma, en un acto excesivo de confianza en la “razón” se volvieron centros

estratégicos que ocultaron que ahí, adentro de los muros universitarios,

también se colaban intereses sociales, intereses económicos, políticos,

culturales que de alguna u otra manera provocaban el mantenimiento o la

crítica del orden social vigente.

El siglo XX, lo sabemos quizá de sobra, fue un siglo desestabilizador en

muchos sentidos. La misma universidad contribuyó de manera esencial en

dichos movimientos. Las ideas de “progreso”, de “orden”, de crecimiento

ascendente fueron puestas en duda no sólo a través de los trágicos

acontecimientos históricos, sociales, políticos y económicos (pensamos, claro

está, en las guerras mundiales y su política de exterminio y en los mecanismos

para trazar un orden mundial brutal e injustamente dividido) también, porque

diferentes tradiciones de pensamiento pusieron serias dudas al proyecto

ilustrado y a su ingenua y dañina idea de progreso (dañina, sobre todo, por los

destrozos que se habían generado en su nombre). La confianza inaudita en la

razón fue también desmontada al interior de las universidades, a través de

diversos argumentos que indicaron que la razón “instrumentalizaba” al mundo y

reproducía terribles desigualdades sociales, que instalaba mecanismos que

impedían que el conocimiento nos llevara a encontrar o detectar otras formas

de pensar, otras maneras, tan humanas como las científicas, de hacer las

cosas.

En las décadas de los cincuentas y sesentas, incluso en los setentas, las

universidades tuvieron parte activa en este proceso de “revisión” y

“cuestionamiento” del orden social, no sólo porque fueron sede de diversos

movimientos sociales, también y quizá sobre todo, porque fueron espacio en

donde se miraron de manera distinta las tradiciones intelectuales y

académicas, así como las relaciones que las universidades debían tener con el

sistema social al que pertenecían. Fue también el periodo de “auge” de la

universidad pública, no sólo en México sino en el mundo entero, cuando los

Estados definieron que una educación crítica y extendida era la llave para

generar condiciones reales de desarrollo social y estrategia central para paliar

las diferencias sociales.

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La entrada de la década de los ochenta generó un proceso complejo a

nivel mundial, un proceso de difícil comprensión que ha trazado nuevas e

inéditas relaciones entre las universidades y las sociedades a la que

pertenecen. Las tensiones económicas y políticas han puesto en escena

nuevas realidades sociales que han orillado a que muchas universidades se

conviertan en espacios diseñados para “fabricar” una “mano de obra”

“cualificada”, “innovadora”, “competente” y “competitiva” y que bajo el

argumento de la “calidad” pueda insertar a sus egresados de manera accesible

en un mercado laboral exigente, a un mercado que requiere expertos muy bien

preparados dispuestos a aprender por sí mismos los conocimientos que el

mercado requiere para su reproducción. No nos interesa entrar, al interior de

este texto, en un análisis de esta problemática, no es el momento para dichas

reflexiones, ni está dentro de nuestra competencia poderlo hacer de manera

detallada y matizada; lo importante es tener presente que todo parece indicar

que eso que llamamos autonomía universitaria está en riesgo; ya no por la

inserción de otros espacios sociales como las creencias religiosas o los

intereses estrictamente políticos dentro de la lógica de funcionamiento del

sistema universitario, sino por los efectos de un mundo en exceso

mercantilizado que exige de la institución universitaria eficacia y rentabilidad

económica, un mundo que elude las preguntas éticas que todo universitario

debería hacerse cuando se interroga por el tipo de sociedad y el tipo de ser

humano que espera producir en el futuro.

Al parecer, el tiempo de la economía supedita los otros tiempos sociales,

les deja poco margen de maniobra e impone su lógica al interior del entramado

social; impide que los seres humanos se relacionen bajo una forma de vínculo

diferente al económico, al utilitario. Las relaciones humanas son mucho más

que relaciones de producción, que relaciones de costo-beneficio-ganancia; son

también encuentros con la diversidad, con el otro, es decir, espacio que pone

en tensión nuestras creencias porque exige pensar y diseñar acciones en

donde los otros sean tomados en cuenta.

Por ello, el tiempo de la universidad es y debe ser otro. El tiempo de la

curiosidad, que es el tiempo de la investigación, sigue ritmos distintos. Más

lentos en muchos casos, aunque también radicalmente “revolucionarios.” Los

paradigmas científicos pueden permanecer intocados durante muchas

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décadas, propiciando trabajos concretos, generando artículos, tesis, productos

perfectamente organizados desde un orden científico que se reproduce de

manera automática; sin embargo, un cambio o una ruptura creada por una

solución inédita puede alterar el orden del saber y propiciar un giro que permita

replantear todo lo que antes se ha dicho. Para que esa “nueva solución”

aparezca es necesario que las universidades se encuentren dispuestas al

tiempo del ensayo, del juego, de la curiosidad; a un tiempo que podría

denominarse, en sentido estricto, tiempo de experimentación.

Para entender cabalmente lo que se pretende decir con esta frase es

importante atender de manera rápida lo que entendemos por este verbo, por

esta acción. Como bien se sabe, en todos los manuales de investigación, en

todos los protocolos científicos, la experimentación tiene un lugar central.

Después de una observación rigurosa y del establecimiento de algunos

presupuestos teóricos y metodológicos, la experimentación sirve para darle

entrada concreta a la investigación. La palabra experimentar viene de tener

experiencia de algo, de la posibilidad de asimilar lo que enfrentamos del mundo

y organizarlo según nuestras coordenadas de comprensión y de inteligibilidad;

sin embargo, también implica la posibilidad de frustrar estos esquemas a través

de los cuales observamos el mundo. Tener una experiencia es guardar algo

que definirá, a partir de entonces, la manera cómo veremos las cosas.

A partir del siglo XVIII experiencia, novedad y conocimiento fueron

conceptos que quedaron unidos estrechamente. Conocer, podríamos decir, se

convirtió en aquella acción que hacía posible aprender de las “nuevas

experiencias” para reformular nuestras teorías del mundo. Lo nuevo, lo nunca

experimentado, lo incierto se vuelve conocimiento cuando somos capaces de

producir un orden de intelección en donde la novedad se disuelve como tal y

entra a formar parte de nuestras teorías, de nuestras expectativas sobre el

mundo. Incluso, para algunos, más que comprobar hipótesis, la ciencia debe

intentar refutar las teorías a partir de las experiencias, generando así una lógica

autónoma del desarrollo científico.

Sin embargo, resultó evidente también, que las teorías no son marcos

fáciles de desechar, no sólo porque se forman lenta y paulatinamente, sino

porque son esquemas de observación, es decir, marcos a través de los cuales

observamos el mundo y tenemos experiencias del mismo. El asunto se

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complicó aún más cuando diversas teorías (afectadas por lo que suele llamarse

el giro lingüístico, giro cultural o giro hermenéutico) señalaron que las mismas

teorías no son construcciones completamente lógicas, racionales, ahistóricas o

extraculturales, sino que forman parte del mundo de vida más amplio en el que

viven los investigadores y los científicos. De esta forma, se podría extender la

idea de que la experiencia del mundo está mediada por diversos lenguajes:

científicos, ordinarios, religiosos, artísticos y que cada uno de ellos tiene una

serie de reglas propias, de formas de funcionar, que permiten “ver” y

“experimentar” de diferentes maneras el mundo que vivimos, dicho de otra

forma, que le dan sentido y producen nuestro mundo.

Bajo este esquema rápidamente expuesto, podríamos señalar que lo

que nos importa a nosotros, como universidad, es comprender por un lado y

con más detalle el funcionamiento de nuestros lenguajes científicos, la lógica

que permite la creación de los mismos y la pertinencia de este juego de

lenguaje dentro de un mundo construido por otros lenguajes, como el artístico,

el religioso, el económico, el político, y el que nos llega a través de los medios

de comunicación masiva. En este sentido, el tiempo de experimentación del

que hablábamos, es tiempo de suspender nuestras certezas, de revisar las

mismas, de meditar y de observar no sólo lo que sucede en el mundo, sino la

forma en que podemos experimentarlo y observarlo desde la ciencia, así como

también podemos analizar la manera en que se observa y experimenta desde

otros lenguajes insertos en el orden social.

Es por ello que el tiempo de la universidad es, lo decíamos ya, el tiempo

de la curiosidad. Por curiosidad podemos ir empezando a definir con más

elementos aquel tiempo en el que tiene sentido preguntarnos sobre por qué las

cosas son como son, por qué hacemos lo que hacemos, por qué vemos como

bellos o como feos diferentes objetos. La curiosidad aparece cuando ponemos

a nuestra disposición cierto lapso de tiempo para preguntar(nos) y para

interrogar(nos). En este sentido, la curiosidad suspende, como decíamos, las

certidumbres de las que parte para ponerlas entre paréntesis.

Nosotros, todos nosotros, tenemos ideas sobre el funcionamiento del

mundo (natural o físico, social o cultural, sensible o meta sensible), también

tenemos ideas sobre cómo debemos actuar en él (sobre lo que debemos

hacer, queremos hacer o podemos hacer). Estas ideas las hemos ido formando

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de diversas maneras, pero siempre, en el encuentro con diversos lenguajes, en

la interacción social, en el intercambio constante entre nosotros. Tener

curiosidad es abrir espacio para preguntarnos por esas ideas que producen

nuestro mundo y que nos hacen actuar en él como lo hacemos.

Fuera de las universidades es difícil abrir espacios para el tiempo de la

curiosidad, para esta actividad que bien puede llamarse reflexiva; en la vida

cotidiana debemos actuar con rapidez, con prontitud, tenemos que asimilar las

experiencias que vivimos para participar en la dinámica de un mundo que

funciona bajo innumerables lógicas trazadas, quizá cada vez más como hemos

dicho, a partir de la eficacia. Por ello, los conocimientos que arduamente

hemos adquirido no los podemos revisar porque perdemos el suelo básico que

le da fundamento a nuestras acciones, al contrario, lo imponemos como dogma

para darle certeza a nuestro quehacer cotidiano. Un chef, por ejemplo, debe

mostrar que es capaz de hacer el platillo que le han solicitado, de la misma

forma un psicólogo tiene que demostrar que sus teorías trabajosamente

aprendidas funcionan para diagnosticar las causas que producen un conjunto

aparentemente desordenado de comportamientos; un fotógrafo aplica, también,

sus destrezas y habilidades, demuestra una competencia; lo mismo sucede en

otros ámbitos profesionales, no tenemos tiempo en la vida cotidiana para

pensar con calma en el origen de nuestro pensamiento, menos aún sobre su

pertinencia. Aplicamos lo sabido y eso es la base para volvernos necesarios

para el mundo social, para fijar el valor de nuestro trabajo. Nos necesitan, claro,

porque somos “especialistas”; aun cuando casi nunca sepamos qué es lo que

sabemos, cómo se ha construido nuestro edificio de conocimientos, qué tan

sólido es el mismo, ni quién se beneficia cuando una intervención técnica se

aplica dentro de un orden social.

Uno de los graves problemas de esta nueva situación consiste en que

los conocimientos con los que contamos, los que nos permiten encontrar un

lugar en la sociedad, son, hoy en día, extremadamente mutables. Los

conocimientos que hacían que un fotógrafo fuera un experto hace veinte años,

hoy lo colocan en el mercado laboral como pieza de museo; los antiguos

especialistas no serán contratados hoy por las nuevas empresas que requieren

fotógrafos expertos en nuevas tecnologías de la comunicación y la información.

Lo mismo sucede en el campo del diseño, de la publicidad, de la medicina,

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quizá también en la gestión cultural, la crítica de arte, la psicología, y, tal vez,

en la misma filosofía.

El otro problema, quizá aún más grave, es que el ritmo acelerado de vida

nos impide pensar si lo que estamos haciendo permite producir la sociedad que

queremos. Al actuar en la sociedad como expertos, como profesionistas

competentes, implementamos un saber que ha dejado de preguntarse por su

pertinencia social; se nos paga por nuestro saber y quizá por ello uno deja de

preguntarse por el costo social de nuestras acciones. Es decir, creemos que

nuestro saber sirve de algo y por eso encuentra remuneración, pero en

realidad, le sirve a alguien, a algunos grupos, que se benefician con nuestros

conocimientos. La aceleración de nuestro mundo no nos permite pensar en

quién sale beneficiado y quién perjudicado con nuestros saberes prácticos. Por

ello, el tiempo de la curiosidad no se define tan solo por ese tiempo dedicado a

pensar cómo hemos producido nuestros saberes y conocimientos, también y

sobre todo, se usa para pensar cómo queremos que sea el mundo que

habitamos, cómo pensamos que deben ser las relaciones sociales, qué

queremos modificar y cómo podemos hacerlo.

En una Universidad como la nuestra, que tiene como eje central de su

misión y vocación el estudio de lo humano, estamos plenamente obligados a

introducirnos en una lógica de funcionamiento plenamente apegada a la lógica

de la curiosidad, a la lógica de la reflexividad. La discusión sobre el

humanismo, sobre lo que esta tradición representa en nuestro orden cultural ha

sido larga, incluso más larga que la discusión en torno al conocimiento

científico. Al interior de dicha tradición sigue pesando la idea de que las

humanidades son estrategia para cultivarnos, imaginando que a través de la

cultura, de la cultura universal, el hombre y la mujer pueden alcanzar grados

extremos de sensibilidad que les permitan ser mejores humanos, ser

plenamente humanos. Algunas revisiones críticas del humanismo han tratado

de mostrar que si hay algo propio de lo humano, esto se vincula más con la

potencia de ser, con la posibilidad de autodefinirse y autocrearse sin un fin

predeterminado, es decir sin solución final a la cual se debe de arribar. La

investigación en humanidades es quizá la mejor forma de explorar las

posibilidades humanas, sin imaginar que hay cultura superior, cultura que nos

permita abandonar la condición de salvajismo o barbarie en la que nos

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encontramos. Las humanidades de nuestros tiempos reclaman la indagación

en torno a las muchas posibilidades de ser humano, a la pluralidad de lo

cultural, a la reflexión sobre las bases desde la cual definimos nuestra forma de

ser con el fin de reconocer que lo que somos está condicionado por nuestro

horizonte cultural, por nuestra condición histórica. Pensar en ello, investigar en

torno a estos temas, puede ser condición para encarar de manera pertinente

nuestro mundo y para participar activamente en la construcción del mismo.

La dinámica de nuestro mundo es, sin duda, uno de los

condicionamientos más importantes que organizan el vuelco actual de las

universidades. En ellas –se ha dicho de manera reiterada- más que transmitir

saber y conocimientos empaquetados hay que formar a los alumnos en

competencias y destrezas, capacidades de aprendizaje y habilidades para

pensar e innovar. Es cierto, desde luego, es necesario girar el mecanismo y

hacer de nuestros espacios territorios para “enseñar a pensar” como señalan

diversos organismos nacionales e internacionales. Sin embargo, para entrar en

dicho giro es importante reflexionar detenidamente -al interior y al exterior de

las universidades- en torno a eso que llamamos pensar; también debemos

revisar aquello que entendemos por actuar, por participar en la dinámica de las

sociedades. Para ello es importante comenzar a replantear las relaciones entre

alumnos y maestros, es decir en alterar las lógicas que han normado la

transmisión vertical de los conocimientos hasta ahora, para crear una

universidad que sea espacio en donde sea una comunidad la que esté

dispuesta a construir nuevos conocimientos y a encontrar los mecanismos para

valorar la función que el saber tiene al interior de las sociedades.

En este sentido, no encontramos mejor estrategia que pensar en la

universidad como un espacio dedicado a la investigación, pero sobre todo,

regulado por sus lógicas, organizada desde el inicio hasta el final por un ritmo

de trabajo ajeno al mecánico: la lógica de la curiosidad. Para entrar a participar

en este mecanismo de funcionamiento hemos preparado este manual.

Partimos de la idea de que la investigación universitaria no se realiza,

solamente, al entregar la tesis o el trabajo final con el que el alumno espera

terminar sus estudios; tampoco en cada uno de los trabajos con los que se

evalúa una materia particular. La investigación, el pensamiento indagador y

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reflexivo, debe conformar la vida de la universidad, en todos sus movimientos,

en cada una de sus prácticas.

3. La investigación en la universidad

Entremos pues al último apartado –el más largo- de este texto. Apartado que

se encuentra dividido en dos temáticas concretas. En la primera trataremos de

mostrar las intensas relaciones que existen y deben existir entre la docencia y

la investigación, temática que obedece a que consideramos que un manual de

investigación presentado con el fin de orientar la investigación y la vida

universitaria desde la investigación debe, sin duda alguna, contribuir a

reflexionar en torno a nuestras prácticas docentes (ya sea que las realicemos

en calidad de alumnos o de profesores). En el segundo apartado (dividido en

tres momentos específicos) entraremos de lleno a las “recomendaciones

concretas” que podrá seguir todo aquel interesado en realizar trabajos de

investigación. Ahí hablaremos tanto de las investigaciones breves que bien

podrían servir de base para los trabajos semestrales y que en general no son

productoras de “nuevos conocimientos” hasta de aquellas investigaciones más

detalladas y profundas que pretenden, fundamentalmente, producir

“conocimientos nuevos” y no reproducir o presentar los conocimientos

existentes.

3.1. Investigación y docencia: ¿qué es el conocimiento?

La tradición universitaria ha hecho de la investigación una de sus tres tareas

centrales junto con la docencia y la difusión de la cultura.2 En muchas

universidades mexicanas estas tres tareas se realizan de manera

independiente. Dicha división pude observarse, incluso, en el modelo desde el

cual se organizan. Por ejemplo, hay universidades como la UNAM en donde las

Facultades realizan las tareas docentes, mientras que los Institutos se

2 En algunas universidades se han trazado algunas otras tareas importantes como parte de su misión, por ejemplo la responsabilidad social o compromiso social y la extensión universitaria a través de programas de educación continua como sucede en nuestra universidad.

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encargan de las tareas de investigación. En otras, es en el mismo espacio, por

ejemplo los Departamentos, en donde se realizan ambas tareas -docencia e

investigación- aunque los agentes de las mismas se encuentran de cierta forma

separados: unos “dan clase” y otros “investigan” sin que forzosamente

intercambien resultados. Esta división obedeció, en cierta forma, a que se

esperaba un mejor funcionamiento de cada una de las actividades al

mantenerlas más o menos independientes, pero, además, a los recursos con

los que cuenta cada institución para establecer su planta de profesores y de

investigadores.

Recientemente las universidades han caído en la cuenta de que no hay

docencia que funcione, ni investigación que avance, si estas actividades no se

cruzan de manera sistemática. Sobre todo en el ámbito de la docencia, si ésta

no funciona bajo los mecanismos a través de los cuales se realiza la

investigación es muy probable que los alumnos adquieran muchos

“conocimientos” pero es casi seguro, también, que dichos alumnos no se

encuentren en posibilidad de cuestionar el conocimiento recibido y, menos aún,

de producir conocimientos nuevos y propios. Lo que se ha venido reconociendo

como un cambio importante en el funcionamiento de las universidades, en el

paso del paradigma de la enseñanza al paso del paradigma del proceso de

enseñanza-aprendizaje se sustenta, en buena medida, a partir de la entrada de

la lógica de la investigación en el diseño de las políticas de docencia.

Esto, en palabras más coloquiales, quiere decir que los salones de clase

se comienzan a pensar como un lugar en donde los alumnos y los maestros

construyen conocimientos a partir de las experiencias con las que llegan al

mismo, de las discusiones que ahí se generan, de los textos que discuten y de

los acuerdos que producen. En teoría, los maestros se han convertido en

“facilitadores”, es decir, en aquella parte de la relación que pone en la mesa los

contenidos necesarios para ir construyendo un saber común, en aquellos que

coordinan el trabajo; los alumnos, por su parte, ya no reciben saber, no son

recipientes pasivos sino agentes activos que construyen, revisan y

reconstruyen sus estructuras de pensamiento y que transforman, por tanto, su

manera de pensar. Todo eso suena bien, pero para hacerlo más o menos real

es necesario modificar las expectativas con las que todavía seguimos llegando

al salón, no sólo los alumnos sino también los profesores.

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

Y es que es común que los alumnos acudan a clase para aprender

aquello que el maestro “sabe” y que tiene en mente poder “transmitir”:

contenidos, información, saberes, paquetes de conocimiento. Desde este

esquema, los roles o lugares quedan fijamente establecidos: uno es el que

sabe mientras los otros aprenden. El modelo no es del todo inoperante, mucho

menos desechable por completo. En efecto, los maestros tienen un saber

acumulado que los alumnos no tienen. No es posible imaginar que todos

llegamos al salón con un saber idéntico, ni que las competencias de los

profesores queden anuladas bajo un esquema diferente de educación. Lo

importante, quizá lo fundamental, es tratar de pensar de manera diferente lo

que entendemos por conocimiento.3

Podríamos empezar por definir conocimiento como una respuesta dada

a una pregunta realizada. Los conocimientos no son paquetes de información

que funcionen en todos los contextos en los que se insertan. Son respuestas a

formulaciones hechas bajo un conjunto de presupuestos. Si recordamos

algunas de las cosas señaladas con anterioridad, podríamos decir que las

experiencias que tenemos del mundo se organizan a partir de lenguajes, de

esquemas de percepción que preceden en cierta forma nuestra observación y

que, desde luego, la enmarcan, la determinan. Los lenguajes científicos llevan

tiempo funcionando, revisándose, conformándose. No son del todo arbitrarios,

es decir no se le ocurren a alguien sólo porque sí, sino que se forman a través

de discusiones diversas, de interpretaciones en conflicto, de elaboraciones

largas y rigurosas. Por ello, maestros y alumnos no pueden, siempre y con

facilidad, discutir asuntos sobre el mundo, porque al utilizar lenguajes

diferentes se refieren a mundos en cierta forma diferentes. Tampoco es posible

asegurar un diálogo entre mundos disciplinarios diferentes; lo que entiende por

sujeto el psicoanálisis no es lo mismo que entienden otras escuelas

psicológicas, tampoco se parece a lo que entienden los antropólogos,

lingüistas, historiadores, filósofos o poetas. Lo mismo pasa con la noción de

3 Evidentemente también hay que revisar lo que entendemos por educación, pero este asunto rebasaría, por mucho, las posibilidades de este manual. Sin embargo, modificando nuestro trabajo en los salones haciendo eco de la lógica de la investigación, probablemente logremos modificar nuestras formas de entender la práctica educativa y de alterar la manera en que se ha establecido una relación jerárquica entre alumnos y profesores.

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

cultura, de lucha de clases, de arte, de cuerpo, de literatura, por introducir

algunos conceptos más.

Estos conceptos, muchos de ellos, son tomados del lenguaje ordinario y

son acotados por las distintas disciplinas para realizar observaciones reguladas

y rigurosas que permitan entablar discusiones más o menos fructíferas entre

sus usuarios. Caeríamos en un error si en aras de la diversidad de lenguajes

existentes defendiéramos la idea de la imposibilidad de producir acuerdos,

argumentando la posibilidad de interpretar el mundo tal y como “mi” lenguaje

“particular” me lo permite mirar. En efecto, lo que se ha venido llamando giro

lingüístico puede usarse para emplear argumentos similares, pues si el mundo

que vivimos y percibimos depende de nuestros horizontes lingüísticos no

tendríamos forma de enfrentar y discutir las diferentes interpretaciones que

realizamos sobre el mismo.

Sin embargo, en la vida cotidiana empleamos mecanismos que nos

permiten garantizar un uso más o menos similar de las palabras y, con ello,

hacemos posible la comunicación. Preguntas como: “¿estás de acuerdo?” o

“¿me entiendes?”, oraciones como: “estoy usando la palabra <<sujeto>> bajo

tal acepción” o “lo que quiero decir con esto es tal cosa” son frases que no

designan nada en concreto sino que regulan el contrato entre hablantes, tienen,

como dicen algunos lingüistas, una función fáctica; es decir, garantizan y

permiten la interacción.

En los lenguajes científicos sucede algo similar, aunque más elaborado,

detallado y complejo. Es decir, los enunciados fácticos son mucho más largos,

tienen una larga historia de clarificaciones al interior de cada mundo

disciplinario; por ello, a veces no podemos entender lo que dicen los físicos, los

biólogos, los neurofisiólogos o los médicos. De estos últimos, por ejemplo,

todos tenemos ejemplos más o menos incómodos. No les entendemos nada

porque hablan de nuestro cuerpo con una “jerga científica” a grados tan

extremos que en ocasiones sentimos que extrañamos nuestro cuerpo, que lo

hacen extraño a nosotros, lo objetivan o cosifican. Sin hacerlo con intención,

los “científicos” sociales les aplican la misma “receta” cuando les dicen que la

sociedad en la que viven está compuesta por diversos sistemas

autorreferenciales que realizan mecanismos de acoplamiento estructural no del

todo evidentes sumamente complejos. Los lenguajes se vuelven extraños entre

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Page 19: Manual de investigación (curso)

Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

unos y otros, pero permiten que cada uno de estos “especialistas” mire con

cierta “distancia” el mundo que se ha dedicado a estudiar. En este sentido,

podríamos decir que no es la única verdad que el corazón sea lo que un

médico define como tal o que sea lo que invita a figurarnos un poeta. En cada

uno de estos discursos el corazón es algo diferente, ninguno de las dos es más

verdadero o más falso. Lo importante es aprender a reconocer el lugar de

enunciación desde donde se realiza la oración.

En este sentido, podremos dejar de pensar en los conocimientos como

paquetes de información para irlos pensando como enunciados usados en

contextos concretos de interacción. Al decir que son respuesta a una pregunta

nos referimos a que forman parte de una comunicación que empezó antes de

que nosotros entráramos a ella, que para comprender con más detalle tenemos

que reconstruir el contexto de discusión de la que formaron parte. A eso, nos

parece, es a lo que hemos entrado cada uno de nosotros cuando ingresamos

en una universidad.

Cuando decimos que estamos estudiando arte, estudios y gestión

cultural, filosofía, literatura, humanidades, comunicación audiovisual,

gastronomía, psicología, antropología, historia, medicina, geografía, sociología,

etcétera, en realidad podríamos decir que estamos entrando a ser usuarios de

ciertos lenguajes especializados que se dedican a mirar el mundo con cierta

distancia, desde cierta competencia y que ofrecen conocimientos sobre el

mismo en función de sus propios lenguajes. Algunas de las carreras

mencionadas y otras más no sólo nos dan herramientas para mirar el mundo y

comprenderlo, también nos enseñan a actuar en él: como la arquitectura, la

gastronomía, la medicina, la contaduría por mencionar algunas. El saber que

obtenemos es más práctico que teórico, aunque todas, absolutamente todas

las disciplinas tienen lenguajes propios para describir el mundo que se dedican

a estudiar o a modificar.

De todas formas importa reconocer que no todas las “disciplinas”

conforman una unidad discursiva tan dura, estrecha y cerrada; algunas usan

conceptos de otras ciencias, los llevan a sus lenguajes y los modifican, a veces

por utilidad semántica (para ampliar el significado de lo que se quiere decir) y

otras porque carecen de un lenguaje formado al interior de la propia disciplina.

Esto, desde luego, no debe pensarse como un defecto; ahora más que nunca

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

vivimos en un momento de traslado permanente de conceptos de una disciplina

a otra, asunto que obedece en parte a que la rigidez con la que se formaron los

mundos disciplinarios se ha ido resquebrajando, y también porque la

complejidad de la realidad requiere de mecanismos de creatividad que

permitan introducir palabras de otros campos para poder indicar algunos

matices dentro de nuestro propio campo de observación (algo de ello se dice

cuando se habla de inter, trans o multidisciplinariedad). Importa, claro está,

recuperar su contenido semántico de manera cuidadosa para ver la pertinencia

de dicho traslado y alejarnos de miradas eclécticas que en lugar de sugerir

visiones más potentes o sugerentes, confunden la mirada produciendo

esquemas de observación incoherentes, impidiendo con ello toda discusión.

La gestión cultural, por ejemplo, hace uso de lenguajes propios de la

administración, la sociología, la filosofía, la antropología; lo mismo pasa con la

comunicación o la historia. Sin embargo, tal mezcla exige esfuerzos cada vez

mayores que permitan explicitar desde dónde se está hablando y qué es lo que

se quiere decir al emplear las palabras que utilizamos.

Es evidente que la docencia no puede dejar de pensarse como una tarea

fundamental, crucial en las universidades, incluso bajo su definición más

clásica. La docencia es aquel mecanismo a través del cual la universidad

transmite conocimientos a los alumnos. Sin embargo, importa insistir, al alterar

un poco nuestra idea de conocimiento, podríamos proponer que ser docente no

es transmitir paquetes de información y ser alumno recibirlos; el proceso de

enseñanza–aprendizaje entendido como tal, es decir como proceso, implica la

posibilidad de ir ingresando a los contextos discursivos en donde se fabricaron

cada uno de los conocimientos que aparecen en los contenidos curriculares de

cada materia. Cada contenido fue una respuesta a una pregunta dada y la

docencia debe permitir recuperar el horizonte de preguntas que estaban en

juego en dicha respuesta.

Hay, desde luego, algunos contenidos que más que respuestas fueron y

son formas de preguntar. Las llamadas materias teóricas son eso, espacios en

donde los alumnos aprenden esquemas de percepción (vigentes o no, potentes

o débiles, útiles o inútiles) para interpretar y nombrar al mundo. No pueden

convertirse en clases en donde se revisen y se enlisten títulos de libros,

nombres de autores y escuelas. Son conocimientos teóricos porque son

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

respuestas dadas en contextos concretos que pretenden abrir preguntas y

establecer procedimientos (metodologías) para encontrar sus respuestas. Son,

desde luego, las materias más importantes de toda licenciatura. No sólo porque

en ellas el lenguaje científico se expresa con claridad, también porque es

posible mostrar en ellas cómo se fue formando cada uno de los lenguajes, en

contra de qué otros lenguajes (o de qué otras teorías) surgió cada una de las

teorías, y, finalmente y quizá sobre todo, porque puede servir para apreciar

cómo se ve el mundo si decidimos observarlo con dicha terminología; son

materias, las teóricas, que nos permiten adquirir lenguajes especializados que

producen nuevas experiencias al ser nuevas formas de nombrar lo “real”.

Las demás materias, las “informativas”, monográficas o temáticas,

pueden enriquecerse de manera inmensa si se comienzan a pensar desde esta

lógica. Ahí también los alumnos deberán encontrar las teorías que permitieron

formar los contenidos que “reciben” y “reproducen” en clases, más que discutir

si dicen o no la verdad, lo importante será entender desde dónde se está

fabricando la información que han recibido.

Visto desde esta perspectiva, el presente manual invita a hacer de los

salones de clase un espacio en el que se puedan mostrar los contextos de

enunciación en donde se pusieron a circular teorías e informaciones, en donde

antes de cuestionar los conocimientos se entienda cómo fueron formados

estos, qué se estaba diciendo con la información revisada, qué se discutía,

frente a quién se presentaba. Para lograrlo, será necesario pensar seriamente

los criterios de evaluación, la forma en que los alumnos presentarán sus

trabajos finales, las estrategias didácticas que se seguirán y la carga de lectura

y modalidades de discusión que se organicen a partir de ellas.

3.2. ¿Cómo hacer una investigación?

No estamos cometiendo una imprudencia cuando mencionamos que el objetivo

de una carrera universitaria consiste, fundamentalmente, en adquirir un

conjunto de competencias que permitan a los egresados desempeñarse

profesionalmente en un campo del saber o en un campo de la vida práctica. Ya

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

habíamos hablado antes de esta división que permite organizar las carreras o

disciplinas en unas con un perfil más práctico y, otras, que tienen un perfil más

teórico. Con esto usualmente se dice que hay profesiones en donde el saber

necesario para la vida laboral se obtiene en la carrera y en algunos diplomados

posteriores, ya que lo que se hará después es aplicar los conocimientos en

actividades prácticas. Mientras otras disciplinas, más que aplicar un

conocimiento, problematizan los conocimientos que tenemos en torno a

diferentes temáticas y producen nuevas respuestas, nuevos conocimientos. A

este perfil se refieren aquellas disciplinas que se dedican directamente a

pensar en torno a los saberes existentes, a cuestionar lo sabido, a producir

nuevos saberes y que suelen ser denominadas “teóricas”.

Es evidente tener presente que esta división no es tan radical. Existen

cruces entre ambas, un biólogo, por ejemplo, puede dedicarse a la

administración pública y contribuir a un mayor cuidado del entorno natural;

pero, también, puede dedicarse a la investigación y producir nuevos

conocimientos inscritos en su campo de trabajo; de ser así, seguramente

tendrá que estudiar una maestría y un doctorado, muy probablemente hará

después un posdoctorado y seguirá produciendo conocimientos en algún

laboratorio ubicado en alguna universidad o en algún otro centro de

investigación. Lo mismo pasa con los antropólogos, lingüistas, físicos, filósofos,

o psicólogos.

En algunos campos, como hemos dicho, la vida profesional es

claramente más práctica: los diseñadores o arquitectos, los médicos o

ingenieros (en sus múltiples variantes), muchos comunicólogos y, también,

muchos gastrónomos. Sin embargo, ninguna de estas actividades está alejada

de la investigación, no sólo porque todos los licenciados de estas carreras

pueden dedicarse de lleno a la investigación dentro de su área de trabajo,

continuar con estudios de posgrado y decidir dejar de lado una vida en donde

apliquen los conocimientos adquiridos al interior de una profesión para

dedicarse a revisarlos, cuestionarlos y/o aumentarlos; también y, sobre todo,

porque a lo largo de su carrera y en muchos momentos de su vida profesional

se encontrará con actividades mucho más cercanas a la investigación y

producción de nuevos conocimientos que a la aplicación de los mismos.

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

Es por ello que nos interesa mostrar algunas estrategias concretas que

permitan orientar las actividades de investigación. Para ello, queremos dividir la

investigación aprendida y realizada en las universidades en dos tipos distintos:

aquella investigación que sirve para reconstruir y adquirir un conjunto de

conocimientos ya formulados por otros (investigación exploratoria sobre un

tema) y aquella que sirve para problematizar un tema conocido y sugerir

nuevos conocimientos en torno al mismo.

3.2.1. Investigación como aproximación a un tema

Como señalamos arriba no toda investigación se realiza con la intención de

producir nuevos conocimientos, incluso la que tiene dichas pretensiones

requiere de un paso previo, de una indagación anterior que podríamos

reconocer como un trabajo de exploración en torno a un tema. Explorar o

investigar un tema es acercarse al conjunto de investigaciones que se han

producido sobre el mismo, usualmente llamamos a esta acción recabar

información o recopilar conocimientos.

En realidad, es posible reconocer que todos los alumnos que entran a

una universidad ya han realizado trabajos de investigación de este tipo. Unos

con más rigor que otros, pero todos saben, más o menos, “buscar” información

y parafrasearla, incluso citar algunos fragmentos de aquellos lugares de donde

han tomado la misma. Es probable, además, que estemos tan acostumbrados

a esta forma de trabajo que creamos que investigar para producir conocimiento

es, solamente, hacer este tipo de trabajo: elegir un tema y buscar información a

través de diferentes fuentes que hablan sobre el mismo. El presente manual

tiene como interés fundamental propiciar el abandono de esta costumbre, es

decir, transmitir la idea de que para realizar un trabajo que se proponga

producir conocimientos la recuperación de información es sólo el inicio.

Y es que incluso hay dos formas de encarar el trabajo de investigación

en torno a un tema. La primera, la más simple y la que estamos más

habituados a realizar, supone que investigar es recabar conocimientos,

entendiendo por conocimientos enunciados verdaderos que describen cómo es

el mundo; se olvidan por tanto que todo conocimiento es una respuesta que

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Page 24: Manual de investigación (curso)

Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

tiene pretensión de validez general, pero que fue producto de una pregunta

realizada en ciertas condiciones concretas, a través de ciertos saberes previos,

al interior de un lenguaje que se fue formando de manera paulatina.

A partir de esta confusión inicial los trabajos de investigación que se

realizan presentan la información sin citar o referir las fuentes de dónde éstas

fueron tomadas y, peor aún, sin discutir, cuestionar o revisar si dicha fuente es

o no confiable. Esta costumbre no es gratuita, es decir, no la aprendimos de la

nada. Es producto de una manera de pensar y presentar los conocimientos que

supone que el mundo y el que lo conoce son entidades separadas,

independientes y que el conocimiento no es, por lo tanto, una relación entre los

sujetos y los objetos, sino una forma de mostrar cómo es el mundo, las cosas y

los seres que lo habitan. Es evidente que el ejemplo más claro de esta forma

de entender el conocimiento, de esta forma de presentarlo, son las

enciclopedias, aquellos lugares que, según decimos coloquialmente, acumulan

el saber: el conocimiento está en los libros –decimos-, en las enciclopedias;

investigar, por tanto, es sacarles lo que ellos saben.

Por ello, si miramos una enciclopedia, casi cualquiera de ellas, es

frecuente percibir que muestra lo que se sabe de un tema sin transmitir los

procedimientos que se siguieron para producir dicho saber, mucho menos

muestra las tensiones, conflictos, disputas en torno a estos saberes.

Curiosamente hoy en día es un poco más común que dichos trabajos

enciclopédicos incluyan esta información, es decir, que muestren no sólo “lo

que se sabe de un tema” sino “los procedimientos que se realizaron” para llegar

a dicho saber, incluso sugieren bibliografía, describen la “evolución” o las

transformaciones que los conocimientos han tenido, los debates más

acalorados y muchos elementos que muestran con claridad que el

conocimiento que ahí se exhibe es parte de un conjunto de preguntas que se

han realizado.

A pesar de ello, nosotros, profesores y alumnos, en muchas ocasiones

seguimos atrapados en la costumbre anterior, la seguimos reproduciendo. Los

profesores, por ejemplo, no siempre citamos nuestras fuentes, ni

problematizamos o cuestionamos el saber que exponemos, difícilmente

reconstruimos las preguntas que permitieron generar ciertos conocimientos;

hacemos cuadros sinópticos que organizan la información, realizamos

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Page 25: Manual de investigación (curso)

Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

exámenes que solicitan la repetición del saber aprendido, evaluamos saber

acumulado no habilidades para pensar y producir nuevos conocimientos. Los

alumnos, por su parte, asisten al salón a recibir conocimientos elaborados,

pocas veces citan las referencias bibliográficas de donde toman los

conocimientos y, si lo hacen, es extraño que añadan comentarios críticos4 en

torno a la confiabilidad de las mismas; en síntesis, toman conocimientos de

todos lados (maestros, libros, Internet, enciclopedias, revistas o lo que sea) sin

procesarlos, citarlos y sin comprender cómo es que estos fueron elaborados.

Podríamos decir que bajo esta lógica, los maestros “enseñamos” lo que se

sabe de un tema y los alumnos “reciben y acumulan” dicha información.

Un pensamiento estructurado bajo la lógica de la investigación, como el

que tratamos de suscitar en este texto, atenta contra esta añeja costumbre. En

este sentido podríamos decir que investigar un tema, por mínimo que sea,

requiere al menos de los siguientes pasos después de haber identificado con

claridad el tema del que se quiere hacer la exploración:

a) Definir el tipo de investigación que se está realizando

No todos los trabajos de investigación persiguen los mismos fines. Es evidente

que un trabajo semestral requiere diferente nivel de profundidad que una tarea

solicitada “para la siguiente clase”, o que se requerirán diferentes fuentes si se

quiere hacer un artículo o un documental de difusión sobre cierta temática

concreta que si se pretende recuperar la información existente de la misma

temática pero con el fin de prepararnos para hacer un trabajo de investigación

que pretenda producir conocimientos. Por lo mismo, para comenzar una

investigación exploratoria sobre un tema es importante definir con claridad cuál

será el producto que queremos obtener con ello, sólo así podremos definir qué

y en dónde tendremos que buscar.

b) Identificar los lugares en donde es posible encontrar la información

4 Por críticos no entendemos que descalifiquen ese saber, sino que reflexionen sobre las condiciones de validez de los mismos.

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

Una vez definido el objetivo de la investigación es posible identificar los lugares

pertinentes a visitar para obtenerla. Lugares múltiples, desde luego: bibliotecas

(públicas o personales), internet, archivos, hemerotecas, etcétera. Sin

embargo, es evidente que asistir a dichos lugares no hace que la información

aparezca: hay que saber buscar, es decir, hay que saber usar los “buscadores”

de Internet, los catálogos de las bibliotecas, hemerotecas, archivos. No

pretendemos introducir “consejos prácticos” para ello, hay muchos manuales

que lo hacen bastante bien, aunque sí nos interesa hacer una breve

“recomendación” sobre la búsqueda.

Todo lugar que acumula información la organiza de cierta forma, clasifica

el contenido y el tipo de objeto de lo que ahí guarda. Un libro, por ejemplo,

muestra lo que contiene desde el título y, con más detalle, en el índice. Una

biblioteca también lo hace y lo exhibe en sus catálogos. Es posible buscar

libros por autor, por título, por tema, por año de edición, etcétera. Hoy en día, el

uso de las computadoras permite una multiplicación interesante de

combinaciones para exhibir lo guardado. Cada forma de búsqueda nos ofrece

diferentes resultados, por ello, para no perdernos, es necesario tener claro qué

es lo que estamos buscando, pero además reflexionar en torno a la forma

como se ha organizado la información. En Internet y sus buscadores pasa lo

mismo: saber buscar es reconocer la forma en que un lugar organiza lo que

guarda.

c) Discriminar las fuentes

Una vez detectados los lugares a los que vamos a acudir y los libros, revistas,

documentos, objetos de los que pretendemos obtener información, es

importante establecer mecanismos que nos permitan discriminarla de manera

apropiada. Nuevamente este trabajo de discriminación está estrechamente

vinculado a los objetivos que se persiguen al realizar la investigación. Al entrar

a una biblioteca o al mundo del Internet y establecer un primer acercamiento a

sus catálogos y acervos uno puede sentirse francamente desbordado. Siempre

es útil este momento pues permite recordar que existen muchas cosas dichas

de los temas que queremos trabajar; lo importante es que este primer impacto

no nos paralice, es decir, que no frene la curiosidad, ni nos impida seguir

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

buscando. Por ello es útil discriminar, elegir cuáles serán las fuentes que será

necesario consultar para obtener la información que se busca.

Hay quien dice que lo mejor es empezar de lo general a lo particular, es

decir, que importa ir trabajando primero los textos que ofrecen miradas

panorámicas de un tema, que indican muchas de sus aristas e, incluso, que

realizan una descripción del estado de la cuestión sobre el mismo. Es decir,

que no dicen algo concreto del tema, sino que muestran los libros que existen

de estos temas. Es evidente que encontrar libros así es un hallazgo

maravilloso, pero no siempre es posible hacerlo. No existen trabajos que

recuperen la discusión de todos los temas de trabajo, aunque cada vez se

publican más balances de este tipo.

Lo importante es, sobre todo, “hojear” los libros5 para ver qué se

encuentra en ellos. Ir al índice, revisar la introducción, las conclusiones, los

prólogos, los índices temáticos o de autor (si los tiene); pero sobre todo, tratar

de identificar cuál es la pregunta que el libro trata de responder, es decir, cuál

fue el objetivo que su autor persiguió al hacerlo. Mientras más logramos pensar

que los textos ofrecen conocimiento y que el conocimiento es la respuesta a

una pregunta elaborada en un contexto de discusión, más fácil será decidir si el

libro es importante o no para la investigación que estamos realizando.

Otro aspecto a considerar para decidir usar el libro de manera más

detallada o mejor dejarlo en el estante, se relaciona con la necesidad de

comparar los diferentes libros que hemos detectado en la primera búsqueda. Si

uno revisa la bibliografía de ellos, los prólogos o las introducciones6,

seguramente encontrará referencias a otros libros que hablen sobre el tema.

Esto amplía el mundo de textos que uno siente el deber de consultar; pero

también lo restringe. Al revisar las bibliografías, los estados generales de la

discusión y los prólogos, es posible encontrar que existe un autor (dos, tres, o

5 Cuando decimos “libro” nos podemos referir, también, a revistas, artículos de periódico o a textos que se encuentren en Internet, es decir a cualquier soporte que contenga un texto que hemos considerado apropiado para conocer algo sobre el tema que estamos explorando. 6 La bibliografía, prólogos o introducciones que los textos presentan son un material fundamental para conocer el libro que tenemos en las manos; siguiendo la propuesta de algunos críticos literarios estos fragmentos de los libros son llamados paratextos, es decir, “explicaciones” o “indicaciones” que los “autores” introducen para recuperar el contexto de discusión en el que los textos participan y fijar así el “contrato de lectura”; en este sentido muestran de cierta forma qué se puede encontrar ahí adentro, cuál es el acuerdo que hay que seguir para comprender el conocimiento que se ofrece. Una buena lectura de dichos apartados permite obtener una idea del libro con el fin de decidir qué tan útil puede resultarnos su lectura.

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

cuatro) que aparecen citados en todos los libros, que son ubicados como

referencias ineludibles ya sea porque ofrecieron una respuesta interesante o

porque han permitido plantear muchas preguntas que antes de él o ella a nadie

se le había ocurrido, incluso porque son la manera de trabajar o de pensar el

tema de la cual muchos autores quieren desmarcarse.7 Estos autores,

evidentemente, habrá que leerlos, conocerlos y acercarse a ellos con mucha

más calma.8

Hemos hablado fundamentalmente de la selección de libros (revistas

también) de dónde podemos obtener información. Es evidente que resulta más

fácil la discriminación de estos objetos que la de otras fuentes, pues muchos

libros y revistas (no todos, claro está) introducen en su interior el horizonte de

preguntas desde la cuál proponen su trabajo, es decir se ofrecen como

conocimientos en el sentido que hemos venido hablando. Pero en Internet o en

las enciclopedias, como hemos señalado, es común ocultar el proceso de

producción de la información que se ofrece. No indican por qué exponen unos

asuntos y excluyen otros. Por ello, discriminar es más difícil, aunque al parecer

son fuentes más fáciles o accesibles para conocer (en sentido restringido) un

tema. Hay que tener cuidado con ellas, pues efectivamente pueden dar un

panorama general de lo que se sabe de un tema, pero casi nunca mostrarán

las dificultades, las discusiones, las tensiones y problemas que se han

transitado para construir y exponer la información que exhiben.9

d) Registrar la información o elaborar fichas de trabajo

7 La cita o referencia que un texto hace de textos precedentes también permite ubicar el horizonte de preguntas y temáticas en las que un texto se encuentra ubicado. Los lingüistas llaman a esto relaciones de intertextualidad. No toda intertextualidad es explícita, es decir, es mostrada claramente, muchos libros son producto de una fascinación o marca imborrable de otros libros que nunca son citados, detectar estas marcas es quizá un problema de investigación. Sin embargo, las marcas explícitas, las citas, las referencias nos pueden ayudar a reconocer la importancia que algunos libros tienen y la necesidad de revisarlos con más calma que otros. 8 Insistimos en algo que no es posible olvidar: toda discriminación, recorte, selección, apertura debe estar estrechamente vinculada a los objetivos que se persiguen en la investigación que se está realizando. Ningún libro es obligatorio o despreciable por sí mismo, su “utilidad” está en función de las preguntas que uno esté realizando. 9 Sobre documentos, objetos, imágenes u otro tipo de fuentes que serán básicas para la investigación hablaremos con más detalle en el apartado relacionado con la investigación que produce nuevos conocimientos; recordemos que este apartado está dedicado a la investigación que recupera, organiza y exhibe lo que se sabe de un tema y que no tiene la intención de proponer un nuevo conocimiento del mismo.

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

Como hemos venido observando desde las primeras etapas de investigación

es necesario realizar trabajos de selección, de discernimiento, de

discriminación: elegir un tema, definir a qué lugares asistir para buscar

información, seleccionar un conjunto de libros que sirvan como fuentes,

discriminar los apartados más importantes, son trabajos de selección.

Podríamos decir, incluso, que hasta este momento de la investigación lo que

nos ha ido quedando, lo que hemos decidido usar para nuestra investigación y

está ahí disponible ha sido seleccionado por nosotros.

Tener claras las razones que nos han permitido hacer esta selección o

recorte es importante. Por un lado, porque nos permitirá dirigir mejor el resto de

la investigación, pero, además, porque nos ayudará a hacer conciencia de que

hemos dejado fuera un conjunto de asuntos que podrían ser importantes en

algún otro momento de la misma investigación. De todas formas, es preciso

señalar que hasta este momento las selecciones elaboradas no son tan

evidentes, podemos pasarlas por alto sin hacerlas concientes. Por ello, cuando

hacemos una investigación y sentimos que nos falta mucho por trabajar ya que

tenemos pendiente la lectura de tres de los cinco libros que seleccionamos,

casi nunca nos damos cuenta que el hecho de haber elegido esos cinco libros

(de entre diez) fue probablemente más difícil y elaborado que leer los que nos

faltan. Menos aún recordamos que elegir nuestro tema forma parte de un

avance crucial dentro de la investigación.

Sin embargo, todo esto empieza a ser más notorio (aunque podemos

pasarlo por alto también con bastante frecuencia) cuando comienza el

momento de registrar, de anotar o seleccionar la información que tomamos de

los libros. Según muchos investigadores es éste el momento clave de la

investigación, el que abre posibilidades o el que las cierra, en el que se

produce una diferencia central entre leer para investigar-estudiar y leer por el

placer de la lectura.

En casi todos los manuales de investigación existe un apartado o un

capítulo dedicado a técnicas de investigación en donde se explica con cuidado

el trabajo de elaboración de fichas; se clasifican los tipos de ficha (de resumen,

textuales, de contenido, de análisis, de comentario, mixtas, etcétera) y se

describe la utilidad de cada una de ellas. Seguramente los alumnos

universitarios pasaron por un curso de “metodología de la investigación” en su

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

formación preuniversitaria y, probablemente, vieron en él cómo trabajar o

elaborar las llamadas fichas. Desde entonces habrán hecho conciencia de que

hacer fichas, saber hacerlas y saber emplearlas, es un recurso muy útil,

extremadamente útil para hacer trabajos de investigación, pero no es investigar

por el hecho de que investigar no es, solamente, recolectar.

Sin embargo, reconocer que hacer fichas no es investigar, no implica

restarle importancia a la reflexión en torno a este momento de la investigación.

Estamos casi seguros que los lectores de este texto, como todo lector,

elaboran procesos de discriminación de los textos cuando leen cualquier

documento (incluso éste); todos seleccionamos o marcamos de alguna manera

una de sus partes (ponemos asteriscos, subrayados, colores, etcétera),

copiamos fragmentos idénticos en otro espacio o producimos resúmenes

completos, paráfrasis, síntesis que también escribimos en otro lugar ajeno al

libro (cuadernos de notas, hojas sueltas, computadora, etcétera). Todo ello

indica que hemos decidido resaltar (discriminar de nuevo) la información que

ahí viene, ya sea porque nos gusta lo que leímos, porque nos interesa, nos

parece incomprensible, nos incomoda, o nos parece lo más importante del

texto. Todas esas marcas son el trabajo que hemos realizado sobre un texto,

indican nuestras distinciones, el sello que dejamos es recordatorio de que ahí

había algo que llamó la atención.

Quizá por ello, cuando releemos un texto nos damos cuenta que la

primera lectura se hizo bajo preguntas distintas a las que empleamos ahora,

incluso si es una novela que sólo leímos por “gusto” encontraremos nuevas

cosas, nuevos fragmentos interesantes; además, si por ahí dejamos marcas de

nuestra lectura anterior, ésta nos permitirá recordar lo que el texto nos dijo

antes, o, quizá también, nos permitirá notar que hemos olvidado los motivos de

nuestro subrayado. En algunas marcas también hacemos visibles las dudas

que nos surgieron en una primera lectura, o el signo de admiración que

indicaba la sorpresa o entusiasmo ante una frase; probablemente lecturas

posteriores nos indicarán otras dudas y otras sorpresas aparecerán en el

mismo texto. Lo que interesa de estos ejemplos es insistir en que nuestras

preguntas o nuestros intereses sobre un texto cambian con el tiempo, pero,

más que eso, que son las preguntas con las que llegamos a un texto las que

orientan su lectura. Esto no sólo sucede cuando tenemos claras las preguntas,

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

también ocurre cuando no las hemos elaborado con claridad. Leemos con

preguntas. Nuestras marcas así lo indican.

El sentido del trabajo de fichas es hacer consciente este marcado del

texto, pero además, orientarlo en función de nuestra investigación. De nuevo

serán el tema y el objetivo de la investigación las guías centrales que orienten

la manera de fichar un texto, es decir la forma de definir los fragmentos que hay

que seleccionar.

Estamos seguros que la decisión en torno a la mejor manera de hacer

fichas es demasiado personal como para generar una normatividad general;

nadie lee las fichas de un investigador, leemos sus libros. Por ello, no importa

cómo se hacen las fichas, cómo se recopila la información de un texto, sino el

empleo que se hace de ellas. Lo importante es hacer conciencia de que son

herramientas centrales, organizan la información de manera admirable y, sobre

todo, nos permiten redactar con mayor facilidad y movilidad el texto que reporte

nuestra investigación sin necesidad de tener frente a nosotros todos los libros

que hemos leído sobre nuestro tema. Sin embargo, más allá de que el uso de

las fichas tiene algo de personal, es posible pensar en dos tipos de ficheros; los

ficheros bibliográficos y los ficheros temáticos.

Los ficheros bibliográficos son espacios en donde se guardan las fichas

que describen el funcionamiento y la organización de un libro o artículo.

Anteriormente hemos mencionado que todos los libros son respuesta a una

pregunta, que forman parte de un contexto de problemáticas a los que ellos

ofrecieron algunas respuestas. Con el fin de tener a la mano la manera como

los autores que leemos han trabajado su información es recomendable tener un

fichero que incluya textos-fichas que analicen y exhiban el procedimiento de

trabajo que cada texto leído siguió, es decir, que hable menos de la información

que ahí se exhibe y más del enfoque, el mundo disciplinario del autor, las

fuentes que utilizó, la estructura del texto (cuántos apartados tiene y de qué

trata cada uno de ellos), el año en que salió publicado, etcétera. Esta

información bien puede contenerse en una sola ficha generando con ello una

especie de reseña crítica10 del libro o del artículo revisado.

10 Entendemos por reseña crítica un texto que tenga la finalidad de mostrar la forma como se ha generado otro texto. Es decir que indique el problema central que propone el autor, el marco teórico y la metodología que le permite pensar y realizar su investigación, las fuentes o

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

Idealmente, cada lectura que realicemos (aun fuera del contexto de una

investigación) podría culminar con la elaboración de este texto-ficha,

permitiendo así acumular un amplio conjunto de reseñas que, sin sustituir del

todo a los libros que hemos leído, puedan ayudarnos a recuperar los elementos

centrales de todos los textos que hemos ido incorporando a nuestra formación.

Es evidente que cada uno de estos textos-ficha deberá incluir con cuidado la

referencia bibliográfica del texto revisado, permitiendo con ello facilitar la

clasificación de información necesaria para construir el aparato crítico (las

notas) que llevan todos los documentos que se generan en la universidad.11

Los ficheros temáticos tienen una aplicación diferente; casi siempre se

organizan en función de una investigación concreta, de un tema preciso. Todo

tema de investigación se puede dividir en subtemas así como incluir en temas

más generales. La primera guerra mundial, por ejemplo, puede incluir muchos

temas concretos (causas o antecedentes, desarrollo, armamentos,

consecuencias, representaciones artísticas que hablen de la guerra, etcétera);

también puede formar parte de temas más amplios (las guerras del siglo XX,

las problemáticas centrales de la primera mitad del siglo XX, la relación entre

las prácticas sociales y los discursos artísticos, filosóficos y científicos en la

primera mitad del siglo XX); dichas divisiones se organizan, además, en función

de la problemática que estemos trabajando. Para muchas investigaciones el

problema de causas, consecuencias y desarrollo puede ser irrelevante,

mientras que el de representaciones artísticas de la guerra podría ser tan

importante que valdría la pena dividirlo en subtemas (literatura, pintura,

escultura, arquitectura, etc.) e incluso podría ser necesario dividir literatura en

temáticas aún más concretas: poesía, cuento, novela, etcétera.

bibliografía central que utiliza, la estructura de la exposición y la coherencia de la misma, los puntos problemáticos que anuncia y que resuelve y aquellos que no resuelve. En este sentido decir reseña crítica no implica “criticar” el texto en sentido de mostrar sus “errores”, sino en intentar encontrar las condiciones de posibilidad del mismo, es decir, detectar el contexto de preguntas y problemas en las que el texto se encuentra situado. No todas nuestras lecturas son de textos completos, muchas veces sólo revisamos un capítulo o un artículo de un libro, por ello es necesario que nuestra reseña anote con claridad de qué capítulo estamos hablando y, de ser posible, que indique de qué se trata el conjunto del texto y el lugar que el capítulo en cuestión ocupa al interior del mismo. 11 En el documento elaborado por Gonzalo Soltero, Criterios editoriales para el trabajo académico, podrán encontrar los lineamientos básicos para realizar la redacción de los trabajos de investigación dentro de la universidad. Es fundamental que la elaboración de fichas siga los criterios establecidos en dicho texto para no generar un trabajo doble a la hora de redactar los textos finales.

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

Bajo estas ideas podemos señalar que el tema de nuestra investigación

se divide a su vez en subtemas y que éstos pueden dividirse una vez más.

Muchas veces la estructura de un libro o artículo revela estos mismos cortes.

En este sentido, un fichero temático debe estar organizado a partir de unos

cuantos temas divididos, a su vez, en unos cuantos subtemas y quizá

subdividido una vez más en apartados más pequeños (incisos, letras, etc.). De

nada sirve un fichero que tenga cien fichas y que cada una de ellas lleve un

tema y un subtema diferente. Lo importante es integrar diversas lecturas como

parte de temas comunes, es decir, de los temas centrales o unidades temáticas

que conforman nuestra investigación general. De esta forma, una vez que se

han fichado muchos libros siguiendo un esquema de clasificación más o menos

amplio pero limitado, la información se puede ordenar operativamente y la

redacción será mucho más fácil (dicho esquema de organización podrá ser la

división de la investigación y de los apartados que la contienen, es decir puede

ser la forma de ordenar el índice o boceto de nuestro texto).

e) Analizar la información

En las investigaciones que tienen como finalidad hacer una exploración general

de un tema, es decir tener un conocimiento general en torno a lo que se ha

dicho del mismo, el análisis de la información no ocupa un momento tan

importante en la investigación, por lo menos no el mismo que ocupa en una

investigación que tiene como tarea producir un nuevo conocimiento. En

realidad, el trabajo de análisis más fuerte en estas investigaciones es el que se

hace con los artículos o libros revisados; a ellos sí hay que analizarlos

críticamente, pero esa etapa se hace al registrar la información y al conformar

nuestro fichero bibliográfico.

Por lo tanto, durante esta etapa lo importante es, más que nada, ordenar

la información, organizar el fichero, poner a la vista los temas y subtemas que

encontramos, revisar si dicha clasificación es pertinente y, después, observar

con detalle qué información aparece de cada tema y cómo es que ésta se

relaciona. Es común encontrar información contradictoria, es decir

interpretaciones en conflicto; aunque también se pueden encontrar

coincidencias que no son tan azarosas. Pensemos, otra vez, con ejemplos.

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

Si nuestra investigación es la primera guerra mundial y tenemos un

conjunto temático titulado “causas” muy probablemente encontraremos que

logramos generar fichas de diferentes libros que señalan conjuntos diversos de

causas, algunos, incluso, no hablan de causas sino de antecedentes, otros

discuten la posibilidad de hablar tanto de causalidad como de antecedentes,

unos más se parecerán o dirán lo mismo porque un libro retomó a otro libro que

leímos o uno discutió la interpretación de otro que también leímos. Lo

importante es que no encontraremos un consenso y que esto es (la ausencia

de consenso definitivo) la información más importante que hemos obtenido.

Un posible paso siguiente que permitiría comprender mejor esta

situación será revisar la nota bibliográfica que hemos escrito de cada uno de

los libros para ver cuál de ellos es más “confiable” (si es que el tema amerita

una discusión al respecto)12 o para analizar por qué no pueden ver las mismas

cosas dos trabajos que parten de problemáticas y presupuestos muy distintos.

Terminando esta revisión, podremos escribir algunas ideas generales sobre

dicho subtema; ahí será importante tratar de mostrar la discusión que se ha

generado en torno al tema en lugar de negarla redactando el tema con una sola

de nuestras fuentes.

Muchas veces, a la hora de redactar, estaremos de acuerdo –por

razones diversas que habrá que indicar- con una de las opciones registradas y

decidiremos tratarla como la explicación más pertinente para abordar dicho

problema; en este caso no estorbará que anotemos en nuestro trabajo (en las

notas a pie de página probablemente) que existen otras explicaciones que no

nos parecen plausibles haciendo referencia a los libros en donde aparecen. El

análisis de la información, como podrá notarse, se facilita mucho si hemos

elaborado un buen trabajo de fichado; pues permite que comencemos a

producir relaciones, encuentros, discusiones que son producto de nuestro

trabajo de investigación y que permitirán comprender con mayor complejidad

los conocimientos que se “tienen” en torno a ciertos temas. Un buen trabajo de

este estilo, aunque no pretenda ofrecer interpretaciones novedosas ni producir

conocimientos originales, sí permite abrir preguntas e interrogantes y generar 12 Hay discusiones que se pueden zanjar con la confrontación de dos posturas, mientras que otras diferencias son producto de posiciones encontradas, de maneras de enmarcar los problemas que no pueden solucionarse por más esfuerzos que realicemos para solucionar la tensión.

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

espacios para desarrollar investigaciones que se dediquen, ahora sí, a producir

nuevos conocimientos.

f) Escribir los resultados

Una vez que hemos revisado nuestras fichas con cierto detenimiento es posible

sentarnos a escribir. Ya decíamos que la investigación, el proceso de

investigación, forma parte de un conjunto de acciones bastante incierto, es

decir, que es difícil de planificar del todo porque la curiosidad, los movimientos

e intereses personales, las preguntas propias y un conjunto de circunstancias

no predecibles del todo impiden hacer recetas generales. Algo similar pasa con

la escritura. Tampoco es posible puntualizar paso por paso cómo hay que

escribir. Sin embargo, es posible comentar algunas estrategias generales que

podrán servir para hacer conciencia de que sin una planeación clara y cuidada

del proceso de escritura, la mejor investigación puede convertirse en objeto

para tirar a la basura.

Antes de escribir -aun cuando se quiera escribir una cuartilla- conviene

hacer un boceto de lo que se pretende introducir en el texto. Un boceto que

será, de preferencia, un índice comentado. Desde luego, para poder plantear

dicho boceto será necesario tener claro qué es lo que se pretende decir: cuál

es el eje central de nuestro texto, cuál el problema o la discusión que queremos

presentar. Si eso no está claro es imposible elaborar un texto coherente.

Después, el boceto se podrá armar diseñando la manera en que queremos

presentar el problema y los pasos o subtemas que seguiremos para darle

solución al mismo. Como se podrá percibir, el eje del boceto es el

planteamiento de un problema y el desarrollo de un argumento a través del cual

se encuentra una posible solución, aun cuando ésta sea totalmente provisional.

Una vez diseñada una primera estructura podremos reflexionar en torno a su

pertinencia y jugar con algunos diseños diferentes para ver cuál nos parece el

más adecuado.

Por otro lado, es importante tener en cuenta que nuestro interlocutor (el

lector) no siempre se encuentra situado en los mismos problemas o preguntas

que nosotros nos encontramos al escribir. Hay que ganar su atención, o, mejor

dicho, hay que hacer comprensible el texto. Para ello es útil hacer visible el

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

proceso que nos ha llevado al lugar en el que estamos, el que nos ha permitido

plantear una pregunta y obtener cierta información que permita responderla.

Será conveniente, entonces, mencionar las actividades que hicimos para

obtener dicha información, las lecturas que hemos realizado, los sitios que

visitamos, los enfoques que privilegiamos, las fuentes más importantes que

hemos revisado para producir nuestro conocimiento. Todo ello puede entrar al

texto (como parte del mismo) para mostrar el lugar desde el cual hablamos,

pero también puede presentarse aparte, en la introducción o en las notas

(éstas pueden incluirse a pie de página o al final del mismo). Casi todos los

textos que revisamos incluyen dicha información aunque no nos demos cuenta

de ella, sobre todo en las notas a pie de página, cuando se citan los libros que

se revisaron, se comenta el porque de su elección, se sugiere su lectura;

también aparecen dentro del texto y, sobre todo en las introducciones o las

conclusiones.13 Algunos ensayos (como el presente) no muestran con claridad

sus lecturas (más que en el apartado final, al introducir la bibliografía), prefieren

ocultarlas para no aturdir al lector; generalmente se trata de ensayos que

tienen como intención provocar un conjunto de reflexiones, es decir, que no

pretenden ofrecer un conocimiento sobre algo, sino hacer que se piense sobre

algo. Sin embargo, también dichos textos incluyen precisiones que permiten

reconocer desde dónde y para quién están escritos, así como cuál es el lector

que el texto necesita para que funcione.

Lo que interesa resaltar es que se necesita pensar seriamente que una

investigación sólo se da a conocer cuando se convierte en un texto escrito o,

quizá, en una presentación en power point, en un documental o en otro sistema

que permita hacerla visible. Para presentarla en cualquiera de estas formas se

necesita escribir y organizar lo investigado en función del lector que uno

imagina. Lo más complicado del asunto es que a veces olvidamos que dicho

lector no se encontrará a nuestro lado mientras tenga el texto en sus manos, y

que no podremos darle indicaciones de lo que debe entender, ni estaremos en

13 Mientras más nos hemos ejercitado en leer libros teniendo en cuenta que éstos son respuestas a preguntas realizadas en un contexto particular y, conforme hemos encontrado ciertas fórmulas para detectar en los textos la información que nos permita reconstruir las preguntas del texto, más fácil será introducir la misma información en nuestros escritos y, sobre todo, comprender que nuestros productos son también respuestas que se ofrecen a ciertas preguntas elaboradas en un contexto concreto de discusión.

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

posibilidad de explicitar un concepto. Por ello, nos vemos en la penosa

necesidad de tratar de conseguir que nuestro texto se entienda por sí sólo.14

Para obtener esta claridad lo más recomendable es comenzar el texto

siguiendo el boceto que hemos organizado. Cada tema podrá seguirse

utilizando nuestro fichero temático. Al introducir un apartado acudiremos a las

fichas respectivas y podremos ir desplegando la información hasta terminar con

el boceto planeado. Una vez terminado el texto podemos escribir la

introducción y las conclusiones del mismo. La introducción, como se habrá

notado ya, es un apartado fundamental; en ella se debe mostrar de qué se trata

el mismo, cuál es el tema o el problema que se presenta y cómo y por qué

dividimos el texto como lo hacemos, incluyendo una breve descripción que

anuncie de qué se tratará cada una de sus partes. La información de la

introducción se puede exponer en un solo párrafo (si el texto es breve) o puede

llevarse veinte cuartillas si estamos ante un texto de doscientas. No es

necesario anotar la palabra introducción para resaltar que estamos en ella;

existen textos que prefieren otros nombres (entrada, antecedentes, preámbulo,

planteamiento general o incluso un nombre que se relacione directamente con

el contenido del texto).

Al finalizar el texto es conveniente cerrar lo que se ha escrito, hacer una

breve recapitulación de lo expuesto y, si es posible, introducir algunas

conclusiones. Este trabajo de presentación y recapitulación podrá hacerse al

terminar y comenzar cada nuevo apartado o cada nuevo capítulo, sobre todo si

el texto es muy amplio, pues permite que el lector siga con más facilidad el

desarrollo del argumento.

Indiscutiblemente el momento de escritura es uno de los más complejos

de todo proceso de investigación, no sólo porque abre o cierra la posibilidad de

que lo investigado se transmita, también porque se trata del momento en el que

cada uno de los investigadores puede adoptar o definir su estilo. La seriedad y

formalidad de una investigación depende, muchas veces, de este momento; 14 Insistimos en estos detalles porque es común que algunos alumnos escriban sus textos pensando en que son exámenes, es decir, tratando de mostrarle al maestro que entendió la lectura que se le dejó resumir o leer. Un resumen, una reseña, un comentario son trabajos diferentes entre sí, que, además, cada quien elabora para que cualquier lector que aborde el texto lo pueda entender. Por ello, si no se le pone título al trabajo que diga si es un resumen, un comentario, una reseña y que se está haciendo de x libro, el lector no tendrá forma de adivinar de qué se trata ese texto. Lo mismo sucede si no pone la referencia completa del libro, o si pone entre comillas algún fragmento sin decir en qué página se encuentra.

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

algunos autores adoptan un estilo distante y prefieren hablar en tercera

persona o en estilo neutro: “según se puede apreciar en lo que aparece

mencionado, las sociedades…”, otros prefieren hablar en primera persona del

plural: “Según se puede apreciar en lo que hemos mencionado, las

sociedades…”; algunos más hablan en primera persona: “Según se puede

apreciar en lo que he mencionado, las sociedades…” El estilo elegido define

asuntos que no pueden ser censurados, es decir, que generan contratos de

lectura que por alguna razón se han decidido establecer y que definen el

sentido del texto. Hay algunos textos en los que se podría pensar que conviene

hablar en neutro (un cierto tipo de texto “académico” generalmente usa este

estilo para transmitir la idea de que lo que se presenta es información o

conocimiento “objetivo”), otros prefieren usar la primera persona del plural (lo

que permite darle “la voz” a una “disciplina” o al grupo de personas que

comparten los argumentos ahí expuestos) algunos más prefieren introducir el

yo del autor, (ya sea porque creen que “la subjetividad” no puede anularse, aun

cuando reconozcan que esta “subjetividad” está atravesada por disciplinas que

le permiten hablar y ver las cosas como las presenta). Lo importante es definir

una voz, una manera de hablar, tener cierta conciencia que dicha decisión

impone un contrato de lectura y, finalmente, ser consistente a lo largo del texto

con la voz que ha decidido presentar la información.

Otro asunto delicado que aparece al momento de escribir y que

generalmente es muy incómodo consiste en la sensación de tener un texto

incompleto. Al escribir nos damos cuenta de que tenemos muchos vacíos, de

que sabemos menos de lo que creíamos, de que nuestro argumento no es lo

fuerte que esperábamos. En ocasiones, se puede remediar acudiendo a otros

textos, completando la información, reiniciando etapas previas. Pero, muchas

veces nos damos cuenta que los vacíos no serán llenados, al menos en esta

entrega; entonces será pertinente escribir -en las conclusiones o en algunas de

las notas a pie de página- cuáles son los huecos que hemos encontrado, los

asuntos más débiles de nuestro argumento, la información más cuestionable.

Los lectores siempre agradecerán que seamos nosotros mismos los que

encontremos pendientes en nuestros escritos.

Por último, es necesario tomar en cuenta que todo texto debe ser

revisado más de una vez antes de ser entregado. La revisión hace posible una

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

lectura del texto que permita que el autor se convierta en lector. Esta distancia

sirve para detectar la pertinencia del orden, la claridad de la exposición, incluso

la redacción y ortografía. En ocasiones, cuando nos hemos saturado de

nuestro texto, conviene darlo a leer a un tercero para ver si entiende lo que

hemos querido transmitir. A pesar de ello, los textos casi siempre quedan con

errores: frases mal redactadas, pequeñas erratas que podrán revisarse una vez

más, párrafos que podrían estar mejor en otro lugar, repeticiones innecesarias,

etcétera. Por eso, cuando se piensa en una entrega definitiva, es pertinente

darle unas cuantas leídas más para poder entregar un texto lo más acabado

posible.

3.2.3. Investigación como respuestas a un problema (la producción de conocimiento)

Uno de los grandes temores que enfrenta todo el que pretende hacer una

investigación consiste en el miedo a decir algo que ya ha sido dicho. Ser

original es una exigencia que a más de uno le produce algo de parálisis. No

sólo le ocurre a aquellos que tienen como tarea la elaboración de una tesis de

licenciatura, pasa lo mismo con las tesis de maestría o doctorado y con

cualquier otra investigación que tengamos interés de realizar. En ocasiones

esta parálisis se acrecienta por el peso que tiene terminar un programa

formativo; la tesis se vive, generalmente, como el rito final de una etapa de la

vida y ello provoca un conjunto de sentimientos encontrados que no siempre

ayudan a terminar el trabajo ni en los tiempos programados ni, mucho menos,

con las expectativas y exigencias que uno mismo se impone. Y ello es, en

cierta forma, “natural”.

En efecto, las tesis o los trabajos terminales son formas de cerrar un

ciclo y dar entrada a nuevas etapas. Por ello, resulta inevitable, imposible,

quitarles el peso que tienen. Sin embargo, es posible aligerarlas un poco si

pensamos que la originalidad no estriba en la posibilidad de resolver los

problemas que nadie ha logrado resolver sino en plantear un buen problema,

una pregunta discreta y atendible que no haya sido formulada con anterioridad

y que permita ampliar los conocimientos existentes. Por ello, asumimos junto

con un amplio conjunto de investigadores, la sencilla idea de que una buena

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

investigación es aquella que ha logrado formular una buena pregunta y que ha

creado las condiciones necesarias para darle respuesta. Ni más ni menos. El

problema entonces consiste, evidentemente, en poder definir qué señalamos

cuando decimos que hay que generar una buena pregunta.

A lo largo del presente texto hemos ido planteando las condiciones

necesarias para dar una respuesta a dicho interrogante. Recordemos algunos

de los elementos centrales. Hemos señalado en reiteradas ocasiones que es

posible pensar que los conocimientos son respuestas a preguntas elaboradas

en contextos particulares de discusión y que dichos contextos de discusión se

han ido formando a través del tiempo y conforman, de alguna manera, los

lenguajes y las reglas que utilizan ciertas disciplinas para otorgar sentido al

mundo, para hacerlo inteligible. A estos lenguajes les podremos llamar marcos

conceptuales, teóricos o referenciales mientras que a las reglas empleadas

para solucionar las preguntas les podremos dar el nombre de métodos o

metodologías. Una investigación que busca producir nuevos conocimientos

requiere, entonces, del acceso a un lenguaje “formal” o disciplinario que

permita hacer visible –o producir preferirían decir algunos- un conjunto de

objetos determinados de la realidad y, al mismo tiempo, de una serie de

procedimientos analíticos (derivados de dichos lenguajes) que hagan posible

convertir lo que se ha observado en un producto nuevo: en conocimiento. En

otras palabras, las metodologías sirven para “recabar” la información, para

tratarla y organizarla; los conceptos o marcos teóricos permiten orientar las

actividades metodológicas pero, además, permiten nombrar y distinguir lo que

se ha recabado, es decir abre la posibilidad de encontrar ciertas abstracciones

que ayuden a identificar ciertos fenómenos particulares como parte de una

generalidad.

Como señalamos también, casi desde el inicio, cuando observamos y

experimentamos la realidad lo hacemos bajo ciertos marcos referenciales que

no siempre revisamos o sistematizamos; los lenguajes “científicos” o “formales”

son producto de una reflexividad que intenta disminuir o acotar la polivalencia

de significados que las palabras tienen y, por ello, generan un campo de

observación o de visibilidad que es, en cierta forma, inexistente sin ellos.

Bajo estas ideas podemos regresar a la lógica que opera en las

investigaciones que intentan producir nuevos conocimientos. Para ello, servirá

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

oponerla, al menos al inicio, al tipo de investigación que planteamos como

acercamiento o exploración en torno a un tema. La diferencia central entre

ambas es que en la exploración de un tema no hay un problema concreto que

atender o responder, mientras que la producción de conocimientos es

impensable sin éste. Desde luego hay preguntas en ambas, hay intriga, hay

curiosidad; sin embargo, al explorar un tema nos interesa saber qué se ha

dicho en torno a algo, qué preguntas se han planteado, cómo se han

contestado y, quizá, cuáles son los pendientes que no han sido resueltos o las

preguntas que han quedado abiertas. Todos estos elementos, que forman parte

de los trabajos de exploración, son el inicio, el punto de arranque, de los

trabajos que pretenden generar un nuevo conocimiento. Es decir, la

exploración de un tema es una de las etapas -la que permite arrancar- de la

investigación que busca generar conocimientos. Asunto que nos lleva a pensar

nuevamente que la investigación que genera conocimientos es, también, un

proceso, que hay diferentes etapas que enmarcan y orientan nuestras

acciones. La división que sugieren casi todos los manuales es la siguiente:

primero se debe diseñar el proyecto de investigación, después se realiza como

tal la investigación y, finalmente, se redacta o produce el informe de la

investigación realizada.

Como podrá notarse esta división en etapas es, sobre todo, operativa.

Es importante tener muy bien definido el proyecto de investigación para poder

realizar nuestro trabajo; es decir, intentar separar claramente las dos fases

para que sea la primera, el proyecto, lo que oriente y defina los pasos que se

dan en la segunda. De la misma forma es conveniente separar el trabajo de

investigación y análisis del reporte o informe de los resultados. Sin embargo,

como mencionamos anteriormente, durante el proceso de escritura uno va

encontrando huecos y problemas que nos llevan de nuevo al análisis que

realizamos, a las fichas que elaboramos, a libros que no habíamos revisado

con anterioridad o incluso al campo de observación que se convirtió en nuestro

“objeto” de estudio. A pesar de ello, importa separar las etapas para hacer

posible la elaboración del reporte de una investigación que ya ha sido hecha en

un tiempo concreto, bajo ciertas circunstancias y, por lo mismo, con ciertas

limitantes, si no nuestra investigación será infinita. Por eso, decíamos, la

división en fases es operativa, práctica, pues, en realidad, el proceso de

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

investigación nunca termina, cada texto que se presenta como reporte de

investigación se podrá convertir en un nuevo proyecto de investigación. Tener

en cuenta que la investigación es un proceso dividido en tres fases servirá para

organizar mejor nuestro trabajo.

3.2.3.1 Elaboración del proyecto de investigación

Es posible mencionar que uno de los objetivos centrales del presente manual

consiste en facilitar y permitir la realización de proyectos de investigación; y es

que aun cuando un proyecto de investigación no es una investigación

terminada, aprender a elaborar proyectos es, en cierta forma, comprender qué

es una investigación, cómo es que éstas se hacen y, sobre todo, abrir la

posibilidad de realizar y terminar una de ellas. Las siguientes fases, realizar la

investigación, analizar los datos y escribir el reporte son actividades que se

realizan, comúnmente, al lado de un asesor especializado en la temática de la

tesis o al interior de seminarios a los que acuden personas que comparten los

mismos intereses y que pueden generar observaciones pertinentes en torno a

las interpretaciones y a los resultados que se comienzan a obtener. Pero, para

llegar a ese punto, uno tiene que tener elaborado el proyecto, tener claras las

preguntas, definidas las fuentes, seleccionados los métodos de trabajo,

implementadas algunas técnicas de investigación, definido un contenido

temático, un cronograma de trabajo y un corpus bibliográfico.

Este trabajo, el de proyección, es generalmente un trabajo solitario. Por

ello, el presente manual tiene como intención contribuir a hacer más claro este

momento y permitir, por tanto, unificar la forma en que se presentarán los

proyectos de investigación en la universidad.

Si acudimos al reglamento de titulación podremos observar que todos

los alumnos deben presentar ante sus respectivos colegios su proyecto de

titulación. De igual forma los investigadores debemos formular nuestros

proyectos y presentarlos al interior de nuestros seminarios y ante la

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

Vicerrectoría Académica.15 El formato para presentar los proyectos de

investigación incluye los siguientes apartados:

1. Título provisional de la investigación

2. Justificación

3. Antecedentes

4. Planteamiento del problema

5. Marco teórico

6. Metodología

7. Hipótesis

8. Índice tentativo

9. Bibliografía

10. Cronograma de trabajo

Estos diez puntos pueden ser agrupados en cuatro momentos o etapas

diferentes en la proyección de la investigación; la primera tiene que ver con la

exposición de lo que se sabe sobre el tema a investigar, lo que ha sido

recabado a través de una investigación exploratoria sobre un tema. La segunda

con la puesta en escena de lo que se quiere saber, es decir, con el

planteamiento de la pregunta. La tercera con la exhibición de la forma en que

se pretende dar respuesta a la pregunta, esto es con un apartado teórico y

metodológico. La cuarta con una idea de lo que se pretende encontrar y la

forma en que podrá organizarse el contenido, es decir con la hipótesis de

investigación y el índice de nuestro trabajo. Momentos que se pueden resumir

en: qué se sabe del tema, qué se quiere saber, cómo se piensa dar cuenta de

la respuesta y qué se pretende obtener (antecedentes, pregunta, marco teórico

y metodología, hipótesis-índice).

Visto de esta forma, nuestros puntos quedarían divididos en los

siguientes aparatados:

I. ¿Qué se sabe del tema? (En donde se incluye la justificación y los

antecedentes)

15 Véase el reglamento de titulación y el Plan Rector de Investigación

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

II. ¿Qué se quiere saber? (En donde se introduce el planteamiento del

problema)

III. ¿Cómo se piensa dar respuesta a la pregunta? (En donde aparece el

marco teórico y la metodología)

IV. ¿Cuáles son las respuestas posibles? (En donde aparece la hipótesis y el

índice)

Importa señalar que para presentar cualquier proyecto de investigación en

nuestra universidad no se tienen que introducir los apartados que aparecen en

números romanos en este manual, la división tiene como finalidad hacer más

claros los momentos, pero entorpecerían la exposición de los proyectos

concretos. También será importante introducir un cronograma de trabajo (punto

10) que permita ordenar el tiempo de trabajo que se llevará la realización de la

investigación y la escritura de los resultados; dicho cronograma es crucial para

evaluar los avances y logros de la investigación sugerida. De esta forma, los

proyectos deberán presentarse siguiendo los siguientes puntos en el orden que

aparece a continuación:

a) Título provisional de la investigación

Es un lugar común mencionar que el título es herramienta central para darle

viabilidad a un proyecto. Ahí se anuncia lo que se pretende realizar, por ello

debe expresar, más que otra cosa, la pregunta que nos ha llevado a imaginar

nuestra investigación.

b) Antecedentes y justificación

El apartado de antecedentes es central para elaborar el proyecto. Esta fase se

construye siguiendo las sugerencias que introducimos para realizar las

investigaciones que hemos denominado de exploración de un tema. En los

proyectos de investigación también suele denominarse estado de la cuestión,

pues tiene la finalidad de hacer una revisión exhaustiva en relación a la manera

en que ha sido trabajado nuestro tema, en torno a lo que se sabe de él. Importa

tener en cuenta que durante este apartado el autor introduce los textos

fundamentales que se han escrito sobre el tema, las problemáticas que han

surgido, los vacíos de información, las interpretaciones en conflicto y los

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

pendientes. Por ello, a lo largo de su elaboración y durante la escritura de la

misma, es común ir encontrando temas y problemas interesantes, pendientes,

abiertos; en este sentido, la escritura de los antecedentes va generando vías

de trabajo que hacen justificable nuestro interés por abordar dichas

problemáticas, así como la necesidad de realizar una investigación que pueda

cubrir las deficiencias que hemos ido detectando e indicando.

Como podrá notarse también una buena exploración en torno a un tema

abre preguntas no resueltas, es decir permite sugerir algunos asuntos que no

han sido trabajados con anterioridad, haciendo posible, por tanto, comenzar a

darle a nuestra investigación la posibilidad de ser original, es decir, de construir

una serie de respuestas que antes no habían sido atendidas. Una vez trazados

los antecedentes, como se ha dicho, la justificación ha aparecido de manera

natural sin necesidad de forzar un apartado. En síntesis, la entrada de este

apartado permite mostrar el contexto de discusión en el que nos encontramos,

contexto que hace posible y pertinente nuestro…

c) Planteamiento del problema

Recordemos, una vez más, una frase que ha sido constante en este texto. Un

conocimiento es una respuesta a una pregunta realizada en un contexto

particular de discusión. El contexto de discusión se cubre con los antecedentes

y ello justifica nuestra investigación, pero, además, da entrada a preguntas, a

múltiples preguntas de las cuales debemos atender sólo una (o algunas muy

discretas). En muchos manuales de investigación se habla de objetivos en

lugar de problemas; a nosotros nos parece mucho más conveniente hablar en

términos de intrigas, de interrogantes, de preguntas. Por ello conviene formular

la pregunta como tal, como una interrogación que inaugure un trabajo

pendiente (un proyecto de trabajo).

Recordemos, también, que es la pregunta la que abre o cierra un trabajo

de investigación. Las preguntas ambiciosas son útiles para seguir con intrigas

pero no permiten realizar trabajos concretos; las preguntas simples, que se

pueden responder con la lectura de un libro o de unos cuantos libros no son

preguntas que generen nuevos conocimientos, sólo permiten producir más

investigaciones exploratorias (útiles e importantes desde luego pero para

mantener abierta nuestra formación, no para proponer un conocimiento nuevo

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Page 46: Manual de investigación (curso)

Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

sobre un problema específico). Recordemos que lo que interesa es poder abrir

cuestiones pendientes que sirvan para profundizar en torno a las temáticas que

nos hemos dedicado investigar.

Ahora bien, comienza a existir un proyecto cuando existe una pregunta,

pero para darle viabilidad al mismo, al proyecto y a la respuesta a la pregunta,

es crucial explicitar la manera en que vamos a encarar su respuesta, a enfocar

nuestro tema, a trabajar con nuestras fuentes. Es decir, requiere de la

exposición del…

d) Marco teórico y metodológico

El marco teórico, lo hemos dicho ya, es un trabajo similar al de los

antecedentes, pero en este caso se dedica a trabajar en torno a los libros o

trabajos que se han presentado con la finalidad de darle respuesta o “marco” a

diferentes preguntas, incluso sobre temas diferentes. Los marcos referenciales

o conceptuales enmarcan muchos temas y permiten darle mayor claridad a las

preguntas; sólo con ellos podemos definir lo que entenderemos por algunas

palabras generales (conceptos), así como podremos señalar la manera en que

se han ido formando dichas palabras. Un ejemplo útil puede ser pensar en la

teoría de género, muy usada en la actualidad para realizar trabajos de

diferentes temas. La teoría de género permite definir de manera particular la

relación entre lo masculino y lo femenino, o, mejor dicho, permite analizar la

forma cómo diferentes sociedades establecen y legitiman relaciones entre

personas que suponen diferentes por su condición genérica. Los análisis de

género parten de la idea de que lo femenino y lo masculino no son categorías

ahistóricas, es decir que dichas palabras no tienen un contenido o significado

universal que dependa de una naturaleza esencial de lo humano. Son

históricas y culturales, pero, además, son relacionales; es decir, no es posible

estudiar lo femenino sin pensar lo masculino y de regreso; algunos análisis,

además, proponen mostrar que pueden existir culturas que tengan un registro

de género que no es binario (masculino/femenino) o que no es asimétrico

(dominante/dominado). Lo importante, lo que interesa mostrar, es que estas

teorías permiten abordar temas diferentes, tan diversos como la condición

femenina en zonas rurales del estado de Oaxaca, lo que entendían por

masculinidad los intelectuales que escribieron durante el porfiriato, las

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Page 47: Manual de investigación (curso)

Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

relaciones de género en la época colonial observadas a través de la vida

conventual, etcétera. Cada uno de estos temas requiere un trabajo de

antecedentes que se refiera a las producciones más importantes en torno a

cada uno de los temas, es decir, que aborden el problema de los estudios

sobre zonas rurales en Oaxaca, sobre los intelectuales del porfiriato, sobre la

vida conventual en la época colonial, haciendo énfasis, claro, en trabajos que

hablen de los estudios sobre relaciones de género en dichos temas si es que

los hay, pero no tematizando forzosamente, durante la exposición de los

antecedentes, las características que un enfoque de género sugiere.

Sin embargo, al redactar el marco teórico lo que interesaría es mostrar

cómo fue adquiriendo pertinencia el enfoque de género, cómo se fue ampliando

la noción de estudios sobre la mujer, cómo se alteró la comprensión del

fenómeno al introducir la categoría de género y qué nos permite observar y

analizar de las relaciones sociales su inclusión como categoría de análisis; para

ello nos pueden servir trabajos que analicen el tema de género en diferentes

etapas o en diferentes sociedades o, mejor aún, aquellos que problematicen

teóricamente dicha categoría.

La metodología, por su parte, introduce las acciones que deberemos

realizar tanto para obtener la información como para hacer el análisis de la

misma. Una revisión superficial de diferentes manuales de investigación nos

permitirá detectar que hay diversos tipos de investigación; la división más

frecuente es cuantitativa y cualitativa. La primera busca encontrar y producir

datos generales, estados de cosas que puedan contabilizarse y ordenarse en

series, en cuadros, en estadísticas. La segunda se preocupa más por sentidos,

por significados, por maneras de percibir y experimentar la realidad. Los

métodos de trabajo cambian en función del interés y, muchas veces también,

del corte y enfoque que constituye a cada disciplina; es imposible que un

manual como el presente pueda dar una idea general de todos los métodos de

trabajo. A pesar de ello, nos interesa insistir en que la metodología se refiere a

las reglas que se deben seguir para obtener y procesar la información y que

estas reglas están generalmente vinculadas a la lógica de cada mundo

disciplinario y de los lenguajes que dichas disciplinas utilizan (filosofía,

antropología, sociología, historia, biología, psicología, etcétera) Además,

importa señalar, que dichas reglas o estrategias pueden consistir en

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Page 48: Manual de investigación (curso)

Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

observación, producción y elaboración de encuestas, generación de

entrevistas, análisis formal de discursos o de imágenes, análisis contextual de

los mismos, etcétera.

Si regresamos al ejemplo anterior, podríamos señalar que cada uno de

los temas propuestos (las comunidades rurales de Oaxaca, los intelectuales del

porfiriato, la vida conventual novohispana) podrá trabajarse usando estrategias

metodológicas muy diferentes. Para estudiar a las comunidades rurales en

Oaxaca podrá ser sumamente pertinente adoptar algunas estrategias de

trabajo metodológico construidas por la antropología: la observación

participante, las entrevistas extensas, la vinculación intensa con la comunidad,

los grupos focales, el diario de campo, etcétera. Estrategias que serán

cruciales para “recoger” la información que, después, iremos procesando

apoyados en nuestros marcos conceptuales, es decir, en nuestro marco

teórico. Para el estudio de los intelectuales quizá nos sean de utilidad algunas

estrategias derivadas del análisis de los discursos, de la historia intelectual, de

la hermenéutica de la recepción, de la pragmática, de la historia de la lectura.

Es decir, tendremos que analizar discursos (los de los intelectuales) y definir

cómo vamos a pensar la relación que esos textos mantienen con sus contextos

de enunciación; asunto tanto teórico como metodológico, pues introduce una

pregunta teórica general: cómo se relaciona un texto con su contexto y, al

mismo tiempo, cómo se puede hacer dicho análisis. Para el estudio de la vida

conventual quizá tengamos que acudir a algunas estrategias de trabajo

trazadas por la historia cultural, la historia de las mentalidades o la historia de

la vida cotidiana, dichos trabajos nos permitirán comprender cómo es que

podemos analizar un conjunto de documentos para comprenderlos dentro de

un universo cultural que ya no es el nuestro.

Con este escueto panorama lo único que nos interesa mostrar es que la

definición del marco teórico y metodológico requiere del trabajo intenso al

interior de algunas corrientes de pensamiento, de diferentes metodologías, que

se adquiere durante la formación y que, además puede seguirse revisando a

cada paso porque siempre siguen existiendo investigaciones teóricas que

tratan de revisar qué tan pertinentes son ciertos conceptos para analizar ciertas

realidades sociales. Por ello, importa que todo alumno o investigador participe

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Page 49: Manual de investigación (curso)

Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

en seminarios de discusión o tenga interlocutores que le ayuden a construir sus

marcos teóricos y a revisar sus estrategias analíticas.

Finalmente interesa señalar que este apartado es, dentro del proyecto,

sólo la exposición de un boceto de los posibles marcos teóricos que se usarán

después, es decir, hay que tener presente que la realización de la investigación

podrá contemplar una fase importante para darle mayor solidez a los marcos

conceptuales que la investigación adopte para realzar sus análisis.

e) Hipótesis

En términos convencionales una hipótesis es aquello que se puede esperar en

función de una teoría general. Es un pronóstico. Para la investigación en

ciencias naturales es frecuente hablar en términos hipotéticos, pues existen

ciertas leyes o teorías que nos permiten señalar la regularidad de ciertos

fenómenos y su posible repetitibilidad en contextos similares. Sin embargo, en

las llamadas ciencias sociales y en las humanidades, muchas de las

discusiones teóricas nos han prevenido de la existencia de teorías generales

que den cuenta de lo humano o de lo social. Por ello, más que esperar que

algo suceda según nuestras “teorías” lo que hacen las ciencias sociales y las

humanidades es ver cómo es que suceden cosas particulares; es decir, en

lugar de peguntarnos por qué algo es como es, nos interesa saber cómo es

que llegó a ser como es. Por ello, no es posible suponer que las teorías podrán

permitir definir lo que se espera obtener de la información; a pesar de ello,

tener ciertos supuestos (las teorías son eso, presupuestos) permiten suponer

(esperar) ciertas respuestas. Las hipótesis regulan nuestro trabajo porque nos

orientan por el camino que debemos seguir. Se tratan de un “creo que, imagino

que, espero que” sustentado en investigaciones previas que permite realizar

con más claridad los pasos siguientes. En los ejemplos que hemos

mencionado, la teoría de género no permite suponer del todo lo que vamos a

encontrar, si no, no tendría sentido hacer la investigación. Es decir, no

podemos saber cómo son las relaciones de género en las comunidades rurales

de Oaxaca antes de realizar nuestro trabajo de campo, ni cómo o en qué

consiste la noción de masculinidad en los intelectuales, ni las relaciones de

género en la vida conventual. Podemos imaginar, claro, y eso es una hipótesis

que existen relaciones de género estructuradas a través de los significados que

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Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

las prácticas y los discursos tienen dentro de un contexto concreto; pero nunca

podremos mostrar del todo lo que imaginaremos encontrar.

f) Índice

En este apartado se exhibe un posible esquema de lo que sería el trabajo final,

los temas que se piensa desarrollar, los apartados que lo componen. Es

importante que este esquema se organice en función de la pregunta, del marco

teórico y de la metodología que se ha mencionado y que, además, tome en

cuenta la necesidad de incluir un apartado inicial en donde se exponga el

estado de la cuestión que nos ha llevado a plantear la investigación que

presentaremos. Es recomendable que nuestro índice se encuentre ligeramente

comentado para dar una idea general de lo que se piensa incluir.

g) Cronograma de trabajo

Este apartado es importante pues en él se describe la secuencia y los tiempos

que se utilizarán para elaborar las dos fases siguientes (realización y escritura

del informe). El cronograma es, por tanto, una estrategia que permite

calendarizar y ordenar el resto del trabajo, evaluar y medir la correspondencia

entre lo esperado y lo realizado con el fin de mantener una dinámica que

permita darle cierre a la investigación. Para los asesores es un recurso muy útil

pues ayuda a permitir que se cumplan los plazos acordados y evaluar así el

nivel de avance de la investigación.

h) Bibliografía

En este apartado se incluye la bibliografía consultada para realizar el proyecto

y aquella que se piensa trabajar para realizar el conjunto total de la

investigación.

3.2.3.2. Realización

Entendemos por realización a la fase de trabajo en la que se lleva a cabo la

investigación que ha sido proyectada. Esta fase se divide en dos momentos

más o menos independientes. El primero consiste en la recopilación de la

información; el segundo, en su procesamiento. La recopilación de la

información es un trabajo que obedece a la metodología que se ha decidido

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Page 51: Manual de investigación (curso)

Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

implementar y a algunos paquetes técnicos que sirven para ello. No todas las

investigaciones tienen el mismo tipo de fuentes. Algunos trabajos sólo

requieren el uso detallado de alguna bibliografía; por ejemplo una investigación

que se proponga responder a la pregunta sobre cómo se define la masculinidad

en las obras de los intelectuales del “porfiriato” muy probablemente use como

recursos, como fuentes, las obras de dichos personajes. La lectura de las

mismas, las anotaciones precisas, las fichas conformarán el momento de

recopilación de información. En cambio, el trabajo orientado a descubrir las

relaciones de género en las comunidades de Oaxaca deberá de realizar, como

ya hemos dicho, otras estrategias para obtener información: observación

participante, entrevistas, quizá alguna encuesta, etcétera. Si pensamos en

otros trabajos sucederá lo mismo, hay tesis de literatura que sólo requieren

análisis muy detallados y exclusivamente formales de las obras que se dedican

a analizar; otros necesitan ampliar su corpus, pues parten de la idea de que

algunas bases centrales de la obra que están analizando se encuentran en

otros textos que deben conocer muy bien para detectar eso que algunos llaman

“influencias”. Algunos más, orientados por otros enfoques teóricos, decidirán

hacer reconstrucciones más amplias de los contextos históricos en donde

dichas obras literarias se pusieron a circular con el fin de entenderlas. Señalar

esto nos permite decir que incluso para estudiar “obras literarias” es posible

seguir enfoques teóricos y estrategias metodológicas muy diversas. Por ello,

este momento de trabajo, es conveniente realizarlo en compañía de un asesor

o inserto en un seminario de discusión que nos ayude a aclarar y justificar

nuestras estrategias metodológicas.

Lo mismo sucederá a la hora de realizar el análisis de la información

recabada. Las fichas, el diario de campo, las entrevistas que hemos transcrito,

las encuestas que hemos acumulado no dicen nada si no las analizamos. No

son, en sí mismas, investigación. Por ello no es necesario transcribir al interior

del trabajo las entrevistas que hemos realizado, ni tampoco incluir los

documentos que hemos paleografiado para comprender la vida conventual.

Todo ello podrá entrar como apéndice de nuestro trabajo si lo consideramos

indispensable para que el lector entienda nuestra investigación; pero, nuestro

trabajo central, será analizar la información recopilada no mostrarla.

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Page 52: Manual de investigación (curso)

Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

Para ello, como se ha dicho, el marco teórico será fundamental. Desde

ahí lograremos encontrar relaciones, explicaciones, mecanismos para

comprender o hacer inteligible la información que hemos recolectado. Al igual

que el trabajo de las fichas descrito en el apartado dedicado a la exploración de

un tema, tendremos ahora un vasto repertorio de información, muy

probablemente clasificada previamente en función de nuestros intereses

(conforme la fuimos recopilando), que ahora estaremos en posibilidad de

analizar o sistematizar. A partir de entonces podremos comenzar a ordenar y a

escribir, a redactar algunos bocetos analíticos que permitan darle respuesta al

problema o problemas centrales que hemos planteado. Es conveniente

presentar al asesor o a los seminarios de discusión algunos análisis

preliminares antes de sentarse a escribir el informe final del texto, pues así

lograremos poner a prueba nuestros análisis y comenzar a ensayar las

estrategias de argumentación que deberemos seguir posteriormente, cuando

redactemos el conjunto del trabajo. Incluso, algunos resultados pueden

exponerse en coloquios o en artículos breves que ofrezcan respuestas

provisionales de nuestros avances. En cierto modo, es posible mencionar que

el análisis y el reporte son trabajos que se realizan de manera muy cercana,

que se retroalimentan.

3.2.3.3. La escritura del trabajo, el reporte

Como se ha dicho, el resultado de una investigación se puede dividir en

múltiples trabajos: un artículo, algunas conferencias, un libro, un ensayo

reflexivo del marco teórico empleado, etcétera. Los trabajos de investigación

que desembocan en una tesis o en un libro son, generalmente, más completos,

pues permiten trazar todo el movimiento que se ha seguido, desde la

proyección de la investigación hasta el final de la misma. Incluso en la escritura

de un artículo que muestre una parte de la investigación es recomendable

exhibir el marco general de la misma para darle al lector la posibilidad de

comprender el conjunto y de evaluar con mayor pertinencia la propuesta

concreta del artículo.

En este sentido, todo trabajo, desde la conferencia hasta el libro, debe

presentar un orden de exposición que siga los siguientes puntos:

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Page 53: Manual de investigación (curso)

Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

a) Introducción: en donde se muestren los antecedentes, el planteamiento

del problema, el marco teórico, la metodología, la hipótesis inicial y el

orden que seguirá el texto

b) Desarrollo: en donde se despliegue el conjunto de la información

encontrada y el análisis que se ha hecho de ella con el fin de darle

respuesta a la pregunta que ha sido planteada.

c) Conclusión: en donde se sistematicen los alcances y los pendientes de

la investigación; es decir en donde se recapitule el conjunto del trabajo,

recuperando la pregunta inicial, las hipótesis iniciales, los “hallazgos” o

puntos centrales de cada capítulo y la respuesta a la pregunta que estos

hallazgos pueden ofrecer.

Importa tener presente que la fase de la escritura es la parte en la que se

construye una respuesta adecuada para la pregunta sugerida. Es, por tanto,

una construcción que deberá ser planeada, diseñada, sistematizada. No es

posible sentarse a escribir y “ver que sale.” Hay que planear bien la estructura,

definir estrategias de exposición, cuidar el estilo, recordar constantemente lo

que se pretende buscar, señalar con insistencia desde dónde se están

observando los fenómenos, acotar los conceptos, cuidar la coherencia, evitar

repeticiones innecesarias, etcétera.

En este sentido, es importante tomar en cuenta los mismos aspectos

que han sido señalados con anterioridad en relación con la fase de escritura de

las investigaciones exploratorias: la provisionalidad del escrito, el cuidado

estricto de las reglas editoriales de cada institución,16 la importancia de tomar

en cuenta al interlocutor (es decir la necesidad de dar pistas al lector para que

entienda desde dónde se ha realizado la observación que realiza el texto), el

cuidado de hacer un texto que permita exhibir los hallazgos realizados, la

necesidad de revisar con detalle el texto antes de ser presentado, el cuidado de

la división en apartados y el seguimiento de un orden uniforme para títulos,

subtítulos y apartados menores.

16 Véase el texto institucional Criterios editoriales para el trabajo académico.

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Page 54: Manual de investigación (curso)

Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

4. Salida

Hemos querido hacer de este manual un texto que permita pensar en común

las estrategias generales que es posible seguir para realizar trabajos de

investigación en la Universidad del Claustro de Sor Juana. En este sentido, el

texto es al mismo tiempo una guía y un pretexto para discutir de manera

colegiada la pertinencia de algunos de sus apartados y la necesidad de revisar

constantemente la propuesta elaborada hasta el momento. La investigación,

toda investigación, parte de algunos presupuestos, de algunos conceptos, de

cierta forma de encarar los temas y de definir los problemas de trabajo. En

cierta forma, las ideas que han sido expresadas en este texto, las reflexiones y

las operaciones prácticas que invita a hacer pueden ser pensadas y orientadas

de forma diferente a como se han presentado en este manual. Sin embargo,

para poder discutir y modificar un orden de cosas es necesario contar con una

base previa, con un material que nos invite a iniciar procesos de revisión que

permitan darle mayor pertinencia a la propuesta sugerida.

La división del texto en tres grandes apartados se organiza a partir de

una intención más o menos concreta. En el primer apartado, el Preámbulo, nos

importaba dar una entrada al quehacer de la investigación, incitar una reflexión

en torno a lo que podemos entender por investigar haciendo énfasis en la

necesidad de distinguir, al menos operativamente, las investigaciones que

realizamos cotidianamente de aquellas que pretenden ofrecer conocimientos

“científicos”; además, nos interesaba remarcar que investigar es buscar algo.

En el segundo apartado, El tiempo de la universidad, el tiempo de la

investigación, quisimos introducir una breve reflexión en torno a la función de

la universidad y a la importancia de la investigación, de la lógica de la

investigación, al interior de la misma. Estos dos apartados, los más “reflexivos”,

pretenden poner en escena las exigencias que la universidad tiene en nuestra

sociedad, las obligaciones que debe atender y los mecanismos que puede

adoptar tomando en consideración que su lógica, sus motivos, su razón de ser

está estrechamente vinculada a la lógica de la curiosidad, a la suspensión de

nuestras certezas, a la manera en que se desarrolla toda investigación.

El tercer apartado, La investigación en la universidad, el más largo

desde luego, inicia con un tema titulado Investigación y docencia, ¿Qué es el

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Page 55: Manual de investigación (curso)

Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

conocimiento? en el que se pretende pensar en la forma en que trazamos las

relaciones de enseñanza-aprendizaje al interior de la universidad; al definir el

conocimiento como la respuesta realizada a una pregunta elaborada en un

contexto específico, quisimos invitar a pensar nuestra práctica docente como

una actividad que debe permitir que los alumnos adquieran lenguajes

especializados, formales, que les permitan ver, describir y actuar en el mundo

con las herramientas adquiridas en su paso por la universidad. El segundo

tema, ¿Cómo hacer una investigación? es, podría decirse, la sección más

operativa del manual. Al dividir las investigaciones en dos tipos –las que

pretenden hacer una exploración general de un tema y las que pretenden

producir nuevos conocimientos, pretendemos sentar ciertas bases para orientar

el desarrollo de las investigaciones que se realizan en nuestra universidad. Nos

interesa dejar claro las diferencias entre aquellas investigaciones que

realizamos, tanto alumnos como maestros, para conocer lo que se ha dicho de

un tema de aquellas que tienen como intención generar conocimientos. La

división es, en cierta forma, un tanto problemática. Hay muchos trabajos

semestrales, cortos y discretos, que pueden generar conocimientos nuevos y

hay, también, tesis de licenciatura o maestría que hacen una amplia y

exhaustiva recopilación del estado de la cuestión que pueden ser fácilmente

publicables porque sistematizan lo dicho y permiten trazar investigaciones

concretas. Muchos libros son de este estilo y son, además, originales, pues

ordenan la trayectoria de un amplio conjunto de investigaciones, interpretando

las razones de dicho movimiento o explicando la posibilidad de cada uno de los

textos. A pesar de ello, nos interesaba tematizar esta diferencia para evitar que

los proyectos de investigación o las tesis realizadas eludan el planteamiento del

problema. Y es que es común que muchas investigaciones no logren adquirir

dicho estatuto por carecer de esta lógica; es decir, por presentarse como

recopilaciones poco reflexivas de un orden temático, volviéndose una especie

de enciclopedia que no tiene demasiada utilidad. Sobre si partimos de que la

universidad es un espacio para fabricar conocimientos nuevos, para repensar

las categorías y conceptos, los lenguajes y mundos disciplinarios que usamos

para comprender nuestro mundo y para participar en él y más aún cuando

hablamos desde una universidad atravesada por una vocación humanística que

persigue, por tanto, el deseo de hacer del pensamiento una manera de

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Page 56: Manual de investigación (curso)

Manual de investigación Universidad del Claustro de Sor Juana

interrogarnos por nuestra condición humana, por nuestra forma de ser en

relación con los otros.

Hace tiempo se pensaba en la universidad como un espacio cerrado en

sí mismo, como un claustro en donde el encierro permitía y garantizaba la

distancia para observar el mundo y para construir descripciones objetivas sobre

el mismo. Hoy consideramos que la Universidad está en la sociedad, que sus

lenguajes son también históricos, contingentes y modificables y que sus

intereses, necesidades y deseos forman parte, también, de los deseos

encontrados que atraviesan a la sociedad y que la convierten en un espacio

tenso y conflictivo. La contradicción o la tensión social no es hallazgo de las

universidades, se vive adentro y afuera de sus muros y condiciona, también, el

orden de preguntas que orientan nuestras investigaciones.

El Claustro de Sor Juana se piensa y se construye como una

Universidad abierta al otro, comprometida con la búsqueda de la verdad y del

conocimiento, la defensa de la libertad y la palabra, de la dignidad de la

persona humana; la verdad, ese anhelo esquivo, nos invita a regresar

constantemente a las condiciones que permiten producir conocimientos, a la

revisión de sus presupuestos, a la interrogación de nosotros mismos como

generadores de palabras que pretenden dar orden al mundo que vivimos y

orientar, así, algunas de nuestras acciones. La libertad, no menos inasible que

la noción de verdad, también condiciona nuestros pasos y nos exige

consistencia en nuestros actos y tolerancia ante las palabras, los deseos y las

acciones del otro. Sin saber plenamente cuál es la verdad y cuáles son las

condiciones básicas que definen la libertad, nos resistimos a renunciar a su

búsqueda, sabemos de la incertidumbre que determina nuestro mundo y por

eso recordamos que para defender la función del conocimiento y la necesidad

de la libertad no tenemos argumentos teóricos sólidos sino decisiones

comprometidas, enérgicas y por ello inamovibles; nuestra vocación humanística

y nuestro carácter de universidad privada con vocación pública nos obligan

como institución a estar dispuestos a trabajar en la sociedad, de cara a ella,

comenzando por interrogarnos a nosotros mismos.

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