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FILOSOFÍA Y ÉTICA Manual del estudiante Ciudad Universitaria Santa Anita, 2019

Manual del estudiante CICLO/FILOSOFIA... · Raúl Hinojosa Santos ... línea] (pp. 17-46). En: ... no a sus padres, al menos las creencias de sus padres, y adoptan nuevas creencias

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  • FILOSOFA Y TICA

    Manual del estudiante

    Ciudad Universitaria Santa Anita, 2019

  • UNIVERSIDAD DE SAN MARTN DE PORRES

    Unidad Acadmica de Estudios Generales

    Manual publicado con fines acadmicos, 2019

    Elaborado por: Revisado por: Aprobado por: Versin

    Luis Bretoneche Gutirrez Ricardo Cortz Fernndez Ral Hinojosa Santos Teresa Narvez Aranibar

    Comisin de Acreditacin y Calidad

    Coordinacin Acadmica de la UAEG

    01

    Fecha: 23 de enero del 2019 Fecha: 30 de enero del 2019

    Fecha: 1 de marzo del 2019

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    Presentacin

    La presente asignatura es de naturaleza terico-prctica y tiene como objetivo comprender

    y explicar la naturaleza del pensamiento filosfico, los mtodos lgicos en el desarrollo del

    pensamiento, valorando su importancia en la bsqueda del sentido de la naturaleza, del ser

    humano y la verdad asumiendo una conducta tica. En relacin con el objetivo, la

    Universidad de San Martn de Porres, viene proponiendo innovaciones en la concepcin y

    prcticas educativas con el fin de dar a sus estudiantes una formacin profesional de

    acuerdo con las competencias y que haga posible su ingreso con xito al mundo laboral,

    desempendose con eficacia y eficiencia en las funciones profesionales que les tocar

    asumir. Para cumplir con el propsito sealado, a travs de Estudios Generales, se asume

    la misin de iniciar la formacin bsica de los estudiantes y proporcionar a los futuros

    profesionales formacin cientfica, tecnolgica y humanstica.

    Para obtener el objetivo sealado los estudiantes debern tener al inicio del ciclo acadmico

    el Manual del Estudiante de la asignatura de Filosofa y tica. Para este fin y cumpliendo

    con el segundo objetivo general de la USMP de incentivar una cultura de calidad y mejora

    continua en el cuerpo directivo y el personal de la institucin, el equipo docente de la

    asignatura se ha comprometido a hacer una mejora continua de los materiales educativos,

    siendo este manual uno de los materiales importantes para la informacin y generacin de

    conocimientos significativos.

    El Manual de Filosofa y tica es un material de apoyo donde el estudiante va a encontrar

    los temas del slabo organizados en cuatro unidades de aprendizaje: I. La reflexin filosfica

    y sus antecedentes. El conocimiento y sus mtodos. II. El ser humano como problema

    filosfico. III. Los actos humanos, la conducta tica y el juicio moral. IV. tica y la axiologa.

    Cada unidad hace referencia a contenidos, capacidades y actitudes que se espera alcance

    el estudiante

    Los docentes

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    NDICE

    Presentacin ...................................................................................................................... 3

    ndice ................................................................................................................................. 4

    UNIDAD I: LA REFLEXIN FILOSFICA Y SUS ANTECEDENTES. EL

    CONOCIMIENTO Y SUS MTODOS

    Carcter e importancia de la filosofa ................................................................................. 6

    La argumentacin filosfica ............................................................................................. 18

    Los mtodos filosficos ................................................................................................... 38

    Las paradojas filosficas ................................................................................................. 45

    UNIDAD II: EL SER HUMANO COMO PROBLEMA FILOSFICO

    La naturaleza social del ser humano y las normas morales ............................................. 50

    La naturaleza individual del ser humano y el comportamiento tico ................................. 56

    El liberal y sus principios ticos ...................................................................................... 63

    El existencialista y sus principios ticos .......................................................................... 68

    UNIDAD III: LOS ACTOS HUMANOS, LA CONDUCTA TICA Y EL JUICIO MORAL

    Los actos humanos: la racionalidad, lo volitivo y lo cognoscitivo ...................................... 74

    El sentido de la tica en la actividad empresarial y los negocios ..................................... 79

    La tica en el contexto del desarrollo humano ................................................................ 86

    La tica en las profesiones de los negocios .................................................................... 90

    UNIDAD IV: TICA Y LA AXIOLOGA

    Medio ambiente y problemas ticos contemporneos ..................................................... 97

    Responsabilidad social y sostenibilidad ambiental: un compromiso tico ......................104

    Los fundamentos ticos de la responsabilidad social .....................................................109

    La responsabilidad social empresarial: USMP empresa socialmente responsable ........117

    GLOSARIO ....................................................................................................................123

    FUENTES DE INFORMACIN ......................................................................................126

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    UNIDAD, COMPETENCIA, CAPACIDADES Y ACTITUDES DE LA ASIGNATURA

    Competencia Capacidad Actitudes

    Unidad I: la reflexin filosfica y sus antecedentes. El conocimiento y sus mtodos

    Aprecia con sentido crtico la naturaleza del pensamiento filosfico, los mtodos lgicos, el sentido de la naturaleza del ser humano, asumiendo una conducta tica.

    Argumenta sobre la naturaleza de la reflexin filosfica y sus antecedentes; el conocimiento y sus mtodos, discerniendo el desarrollo de las ideas.

    Respeto a la persona

    Compromiso

    Conservacin ambiental

    Bsqueda de la excelencia

    Unidad II: el ser humano como problema filosfico

    Aprecia con sentido crtico la naturaleza del pensamiento filosfico, los mtodos lgicos, el sentido de la naturaleza del ser humano, asumiendo una conducta tica.

    Argumenta sobre la reflexin filosfica del ser humano como problema filosfico, de acuerdo a la postura social, liberal y colectivista.

    Unidad III: los actos humanos, la conducta tica y el juicio moral

    Aprecia con sentido crtico la naturaleza del pensamiento filosfico, los mtodos lgicos, el sentido de la naturaleza del ser humano, asumiendo una conducta tica.

    Valora sobre la diferencia entre la conducta tica y el juicio moral desde la postura aristotlica y kantiana.

    Unidad IV: tica y la Axiologa

    Aprecia con sentido crtico la naturaleza del pensamiento filosfico, los mtodos lgicos, el sentido de la naturaleza del ser humano, asumiendo una conducta tica.

    Juzga las principales posiciones ticas y morales en la economa y la empresa, cuestionando sus supuestos de forma crtica.

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    SEMANA 1

    UNIDAD I

    Tema: Carcter e importancia de la filosofa

    Una introduccin a la filosofa1

    Bryan Magee: En la discusin inaugural de esta serie, a manera de introduccin, me

    propongo enfrentarme a algunos problemas de primordial importancia: Por qu ha de

    interesarle a alguien la filosofa? Por qu es importante? Qu es, exactamente, la

    filosofa?

    El filsofo al que he invitado para discutir estos problemas goza de fama internacional:

    sir Isaiah Berlin, condecorado con la Orden del Mrito, Miembro del All Souls College de

    Oxford, bigrafo de Karl Marx, y particularmente distinguido por su conocimiento profundo

    de la historia de las ideas.

    Discusin:

    Bryan Magee: Qu razn puede usted dar a alguien para que se interese en la filosofa,

    si es que an no lo ha hecho por propia iniciativa, o si el sistema educativo no le ha

    inculcado este inters?

    Isaiah Berlin: En primer lugar, los problemas filosficos son interesantes por s mismos. A

    menudo se refieren ciertos supuestos, en los que se fundamenta una gran cantidad de

    creencias generalizadas. La gente no desea que tales supuestos se examinen demasiado;

    comienza a sentirse incmoda cuando se le obliga a analizar en qu se fundan realmente

    sus creencias; pero, en realidad son motivos de anlisis filosficos gran cantidad de

    creencias ordinarias, de sentido comn. Cuando se examinan crticamente, resultan, en

    ocasiones, mucho menos firmes, y su significado e implicaciones mucho menos claros y

    firmes que lo que parecan a primera vista. Al analizarlas y cuestionarlas, los filsofos

    amplan el autoconocimiento del hombre.

    B.M.: A todos nos molesta que sondeen nuestras creencias y convicciones ms all de

    cierto lmite y, pasado ese lmite, nos negamos a hacer ms sondeos. Por qu somos

    as?

    I.B.: Supongo que, en parte, porque a la gente no le gusta que se le analice en demasa;

    que se ponga al descubierto sus races y que se le inspeccionen muy de cerca, y en parte,

    porque la necesidad misma de la accin impide este escrutinio. Si se est activamente

    comprometido en alguna forma de vida, resulta inhibitorio y, quiz finalmente, paralizante,

    el que se le pregunte constantemente: Por qu hace esto? Est seguro que las metas

    que pretende lograr son verdaderas metas? Est seguro de que lo que hace no va, de

    ninguna manera, en contra de las reglas, principio o ideales morales en los que pretende

    creer? Est seguro de que algunos de sus valores no son mutuamente incompatibles, y

    1 Texto tomado de Magee, B. (2010). Una introduccin a la filosofa. Dilogo con Isaiah Berlin. [en

    lnea] (pp. 17-46). En: Bryan Magee Los hombres detrs de las ideas, Mxico: Fondo de Cultura

    Econmica. Recuperado de: https://es.scribd.com/doc/40207171/Bryan-Magee-Una-introduccion-a-

    la-filosofia-Dialogo-con-Isaiah-Berlin

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    de que no quiere confesrselo? Cuando se enfrenta a alguna disyuntiva, de cualquier

    ndole, no se encuentra, en ocasiones, tan nervioso que no desee enfrentarse a ella, y

    que cierra los ojos e intenta pasar la responsabilidad a una espalda ms ancha: al Estado,

    a la Iglesia, a la clase social, a alguna otra asociacin a la que pertenezca, quiz al cdigo

    moral general de la gente decente ordinaria, cuando debera pensar en el problema y

    resolverlo por usted mismo? Muchsimas de estas preguntas desaniman a la gente, o la

    irritan; minan su confianza en s misma y, por ende, suscitan resistencias.

    Platn hace decir a Scrates que una vida sin examen no merece vivirse. Pero si todos

    los integrantes de una sociedad fuesen intelectuales escpticos, que estuvieran

    examinando constantemente los presupuestos de sus creencias, nadie sera capaz de

    actuar. Sin embargo, si los presupuestos no se examinan y se dejan al garete, las

    sociedades corren el riesgo de osificarse; las creencias, endurecerse y convertirse en

    dogmas; distorsionarse la imaginacin, y tornarse estril el intelecto. Las sociedades

    pueden decaer a resultas de dormirse en el mullido lecho de dogmas incontrovertidos. Si

    ha de despertarse la imaginacin; si ha de trabajar el intelecto, si no ha de hundirse la vida

    mental, y no ha de cesar la bsqueda de la verdad (o de la justicia, o de la propia

    realizacin), es preciso cuestionar las suposiciones; ponerse en tela de juicio los

    presupuestos; al menos, lo bastante para conservar en movimiento a la sociedad. Los

    hombres y las ideas avanzan, en parte, por parricidio; mediante el cual los hijos matan, si

    no a sus padres, al menos las creencias de sus padres, y adoptan nuevas creencias. De

    esto es de lo que dependen el desarrollo y el progreso. Y, en este proceso, tienen un papel

    preponderante quienes formulan estas preguntas inquietantes, y tienen una profunda

    curiosidad acerca de la respuesta. Cuando emprenden esta actividad de manera

    sistemtica y utilizan mtodos racionales tambin expuestos al escrutinio crtico, se les

    denomina filsofos.

    B.M.: Puede usted dar algunos ejemplos de presupuestos, o suposiciones que necesiten

    cuestionarse?

    I.B.: Los Dilogos de Platn son la fuente primera y ms frtil de discusin de valores

    supremos; se esfuerzan por cuestionar la sabidura convencional. Todo buen filsofo lo ha

    hecho y encontrar ejemplos de ello en las novelas, o en los dramas de escritores

    preocupados por estos asuntos; piense en los hroes de los dramas de Visen, en La

    vspera de Turgueniev, o en The Longest Journey, de B.M. Forster. Pero, quiz, la moderna

    filosofa poltica o moral presente los casos ms familiares. Considere, por ejemplo, las

    palabreras sobre la libertad o sobre la igualdad (de las que actualmente el mundo se

    encuentra lleno). El Prembulo de la Declaracin de Independencia de los Estados Unidos

    de Amrica. No podra citarlo textualmente.

    B.M.: Consideramos que estas verdades son evidentes, por s mismas que todos los

    hombres son creados iguales, que su creador los ha dotado de ciertos derechos

    inalienables, entre los cuales se encuentran el derecho a la vida, a la libertad y a la

    bsqueda de la felicidad.

    I.B.: Gracias. Bien: Hablemos, entonces, de los derechos. Qu son los derechos? Si se

    pregunta al hombre de la calle qu es, exactamente, un derecho, se quedar atnito y

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    confuso; no ser capaz de dar una respuesta clara. Acaso sepa que significa pisotear los

    derechos de alguien; o que otros nieguen o pasen por alto su propio derecho a esto o a

    aquello; pero qu es, exactamente, lo que se viola o se niega, sin razn? Es algo que

    uno adquiere o hereda al nacer? Es como sello caracterstico impreso en el individuo?

    Es alguna caracterstica esencial del ser humano? Es algo que alguien le ha dado a

    uno? De ser as, quin? Mediante qu clase de procedimiento? Hay derechos que

    conferir, o que cancelen otros derechos? Qu significa esto? Se puede perder un

    derecho? Hay derechos que sean parte intrnseca de la propia naturaleza, como el pensar

    o el ser capaz de respirar, o el de elegir entre esto a aquello? Es esto lo que se quiere

    decir al hablar de derechos naturales? Si esto es as, qu significa naturaleza, en este

    sentido? Y, cmo sabemos qu son tales derechos?

    La gente ha discrepado mucho acerca de los derechos. Tomemos, por ejemplo, el siglo

    XVII, poca en que se habl abundantemente de derechos. Al fin y al cabo, haba una

    guerra civil en Inglaterra en la que uno de los problemas centrales giraba en torno a s

    exista una cosa tal como el derecho divino de los reyes. Ahora no creemos mucho en eso

    pero, sin duda, algunos hombres si lo crean. Crean que los reyes eran seres especiales,

    dotados por Dios con derechos especiales. Otras personas sostenan que tales derechos

    no existan; que slo eran invenciones de telogos o de poetas. Cmo argumentaban?

    Qu clases de argumentos surgan de ambos bandos? Hacia el final del siglo XVII, un

    escritor francs se preguntaba qu pensaran algunos sbditos del rey de Francia de la

    transferencia de sus derechos, en caso de que ste deseara cedrselos al rey de Inglaterra,

    y su respuesta fue, en efecto, que nada tena que pensar slo tenan que obedecer, pues

    eran sbditos, y el rey tena perfecto derecho a hacer con sus sbditos lo que se le antojara;

    la idea misma de que pudiese permitrseles pensar en las decisiones del rey, o siquiera

    cuestionarlas, rayaba en la blasfemia. Ahora, rechazamos esto; pero, lo acept mucha

    gente que crea en la jerarqua monrquica; que el mundo espiritual, as como el fsico, era

    una estructura lineal. Todo ser humano tena su lugar propio en esta totalidad jerrquica, y

    deba realizar las funciones que su posicin en la gran pirmide social requera que

    ejerciera. Fue algo en lo que la gente crey durante cientos de aos. Despus llegaron

    pensadores que lo negaron, y dijeron que no haba tal jerarqua; que los hombres eran

    iguales; que se asemejaban unos a otros en el nacimiento; que todos estaban dotados de

    ciertas necesidades, facultades y deseos naturales y que todos tenan ciertos derechos

    naturales, inalienables. Con relacin a estos derechos, eran iguales. Lo que quiero

    subrayar es que la clase de argumentos que puede aducirse para apoyar cualquiera de

    estas posiciones, en esta clase de controversia, es un tema propio de la filosofa. Qu

    otra disciplina podra manejarlos? Y estos son problemas de principio, que han preocupado

    profundamente, y por mucho tiempo, a los hombres; problemas por lo que se han desatado

    guerras y revoluciones sangrientas.

    B.M.: Estoy seguro de que objetara mucha gente: Muy bien; s, lo que usted dice es cierto;

    sin embargo, realmente esto no es sino discutir mucho por palabras. Todas son

    abstracciones. Uno no necesita quebrarse la cabeza con todo eso para vivir su propia vida;

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    no tiene nada que ver con la vida real, con la vida diaria y cuanto ms se preocupe uno por

    eso, ms infeliz se sentir uno.

    I.B.: S; puede hacerlo a uno ms infeliz; pero hay gente que realmente desea preocuparse

    por estas cosas. Desea saber por qu vive, cmo est viviendo y por qu debe hacerlo as.

    Ese es un deseo humano, absolutamente natural, que sienten ms profundamente algunos

    de los seres humanos ms imaginativos, inteligentes y bien dotados. En efecto es

    argumentar acerca de palabras; pero, claro est, las palabras no son slo palabras, meras

    fichas en un juego filolgico. Las palabras expresan ideas. El lenguaje se refiere a la

    experiencia; la expresa y la transforma.

    B.M.: Me ha dado usted un ejemplo de cuestionamiento filosfico acerca de la poltica, con

    lo que ha dicho sobre los derechos. Puede darme ahora el ejemplo claro de una

    pregunta filosfica, que sea moral, y no poltica?

    I.B.: Bueno; permtame repetirle lo que alguien me cont de sus experiencias en la segunda

    Guerra Mundial. Era un oficial del Servicio Secreto Britnico, que se encontraba en Francia,

    y hacia el final de la guerra tuvo que interrogar a un traidor francs, capturado por la

    Resistencia Francesa. El traidor haba trabajado para la GESTAPO, y el grupo de la

    resistencia iba a ejecutarlo. El oficial del Servicio Secreto Britnico pidi permiso para

    interrogarlo primero, pues tena razones para creer que el hombre poda darle informacin

    que contribuyera a salvar gente inocente, de la muerte o de la tortura. Pues bien, fue a ver

    al agente de la GESTAPO, hombre muy joven, quien le dijo: Por qu he de responder

    sus preguntas? Si puede prometerme la vida, responder. Pero s que esta gente pretende

    matarme maana, y si no puede prometerme la vida, por qu habra de decir algo? Qu

    debi hacer el oficial britnico en esas circunstancias? Su deber, como oficial del Servicio

    Secreto, era obtener tanta informacin como pudiese; de ello poda hacerlo slo mintiendo.

    De nada habra valido decir: Har lo que pueda para persuadirlos de que lo dejen vivir, o

    alguna otra cosa de esta ndole. Saba que no poda hacer nada para salvarlo de la

    ejecucin, y el hombre habra adivinado cualquier intento de promesa ficticia. Si el oficial

    hubiera dicho de manera tajante: Si me habla, lo salvar, el joven, al descubrir que haba

    sido engaado, lo habra maldecido en su ltimo aliento.

    Este me parece un ejemplo de problema moral; lo que cabe en el mbito de la tica.

    Un pragmtico podra decir: Claro est que debes mentir, si es probable que aumentes la

    felicidad humana o disminuyas sus penalidades. A la misma conclusin llegaran quienes

    conceden un valor supremo al deber militar, o al patritico, y especialmente en tiempo de

    guerra. Pero puede haber otras consideraciones: mandamientos religiosos absolutos, la

    voz de la conciencia, las relaciones entre uno y otro ser humano: cmo puede decirse

    una aterradora mentira al hombre condenado a morir? Le ha privado su conducta de todos

    los derechos a ser tratado como ser humano? No hay derechos humanos supremos? Un

    hroe de Dostoievski declara que, si se le preguntase si estaba dispuesto a comprar la

    felicidad de millones de gentes al precio de la tortura de un nio inocente, dira que no.

    Estaba obviamente equivocada su respuesta? Un pragmtico estara obligado a decir:

    S; estaba obviamente equivocada; era sentimental y errnea. Pero, claro est, no todos

    pensamos as; algunos pensamos que un hombre tiene pleno derecho a decir: No torturar

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    a un nio inocente. No s lo que suceder luego, pero hay ciertas cosas que ningn hombre

    puede hacer, cualquiera que sea el costo.

    Aqu tenemos dos filosofas en conflicto. Una es, quiz, en el sentido ms noble,

    utilitaria, pragmtica, (o patritica); la otra se funda en una aceptacin de reglas universales

    absolutas. No es tarea del filsofo moral ordenarle a un hombre cul de stas hacer propia,

    pero si le compete explicarle cules son las cuestiones y los valores que estn en juego;

    examinar y juzgar los argumentos a favor y en contra de diversas conclusiones; esclarecer

    qu formas de vida se encuentran en conflicto, los fines de la vida y, quiz, los costos entre

    los que tiene que elegir. Al fin de cuentas, claro est, el hombre tiene que aceptar su

    responsabilidad personal, y hacer lo que considere correcto; su eleccin ser racional, si

    advierte conforme a qu principios elige, y ser libre si pudo haber elegido de otra manera.

    Tales opciones suelen ser muy angustiantes. Es ms fcil obedecer rdenes, sin

    reflexionar. Bien; preguntmonos: Qu clases de preguntas pueden responderse? Al

    costo de simplificar bastante se podra decir que hay dos grandes clases de problemas de

    los que con cierta firmeza puede decirse que, al menos en principio, si no siempre en la

    prctica, pueden resolverse. Una es la clase de las preguntas empricas ordinarias;

    preguntas acerca de lo que hay en el mundo, del tipo de cosas con las que trata la

    observacin ordinaria, o la ciencia. Hay cisnes negros en Australia? S, los hay; all se

    les ha visto. De qu est hecha el agua? Est hecha de cierto tipo de molculas. Y

    las molculas? Constan de tomos. Aqu nos encontramos en el reino de las

    aseveraciones verificables, o falsificables, al menos. El sentido comn tambin funciona

    as: Dnde est el queso? El queso est en la alacena. Cmo lo sabes? Lo he

    buscado. Esta se considera una respuesta perfectamente suficiente para la pregunta. En

    circunstancias morales, ni usted ni yo dudaramos de esto. A estas se les denomina

    preguntas empricas; preguntas acerca de los hechos que se resuelven, ya sea mediante

    el sentido comn ordinario o, en casos ms complejos, mediante observacin controlada;

    mediante experimento; mediante la confirmacin de hiptesis, etctera. Tal es una clase

    de pregunta.

    Luego tenemos otra clase de pregunta; la que formulan los matemticos o los lgicos.

    Se aceptan ciertas definiciones; ciertas reglas de transformacin acerca de cmo derivar

    proposiciones a partir de otras proposiciones, y reglas de implicacin formal, que permiten

    deducir conclusiones, a partir de premisas. Y hay tambin conjuntos de reglas conforme a

    las cuales pueden comprobarse relaciones lgicas entre posiciones. Esto no nos

    proporciona informacin alguna acerca del mundo. Me estoy refiriendo a las disciplinas

    formales, que parecen estar completamente divorciadas de cuestiones acerca de los

    hechos: la matemtica, la lgica, las teoras de los juegos, la herldica. La respuesta no se

    descubre mirando por la ventana, hacia un cuadrante, o a travs de un telescopio, o

    buscando en la alacena. Si le digo que, en ajedrez, el rey se mueve slo un cuadro a la

    vez, no viene a cuento que me diga: Bien, usted dice que se mueve slo un cuadro a la

    vez; pero una tarde yo estaba mirando un tablero de ajedrez y vi que un rey se movi dos

    cuadros. Esta no se considerara una refutacin de mi proposicin, porque lo que

    realmente estoy diciendo es que hay una regla, en ajedrez, segn la cual al rey se le

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    permite moverse solo un cuadro a la vez; en caso contrario, se quebranta la regla. Y cmo

    sabe uno que la regla es verdadera? Las reglas no son expresiones que puedan ser

    verdaderas o falsas, as como tampoco lo son los mandatos o las preguntas. Son

    simplemente, reglas: o bien usted acepta estas reglas, o bien acepta otro conjunto de

    reglas. El que si tales opciones son libres o no, y cul sea el status de estas reglas, son

    otras tantas cuestiones filosficas; no son ni empricas ni formales. Ms adelante intentar

    explicar lo que quiero decir.

    Una de las propiedades centrales de las dos clases de preguntas que acabo de

    mencionar, es que hay mtodos claramente entendidos para encontrar las respuestas. Se

    puede no saber la respuesta a una pregunta emprica, pero se sabe qu tipo de respuesta

    es apropiado a tal tipo de pregunta; cul es la gama de posibles respuestas. Si pregunto:

    Cunto vivi Csar? usted puede no saber cuntos aos viv, pero sabe qu hacer para

    descubrirlo. Sabe qu clase de libros consultar. Sabe qu clase de pruebas apoyaran la

    respuesta. Si pregunto: Hay, en Tailandia, pjaros que no vuelan?, acaso no sepa usted

    la respuesta; pero sabra qu clase de observaciones o qu ausencia de ellas se la

    proporcionaran. Lo mismo vale para la astronoma. Usted no sabe cmo se ve el lado

    oculto de algn planeta distante, porque nunca lo ha visto; pero sabe que si pudiese volar

    hasta l, como ahora se puede volar hacia la Luna, posiblemente lo vera. De igual manera,

    con las disciplinas formales, hay problemas no resueltos, pero hay, igualmente, mtodos

    aceptados para resolverlos. Usted sabe que no puede resolver problemas matemticos

    viendo, tocando ni escuchando. De igual manera, el mero razonamiento algebraico no

    proporcionar respuestas en el mbito emprico. La lnea que he trazado entre estas dos

    esferas, es demasiado precisa; de hecho, las relaciones entre los enunciados descriptivos

    y los formales son mucho ms complejas; pero esta forma positivista de presentar las cosas

    pone en manifiesto lo que deseo recalcar. Y es que, entre estas dos clases de preguntas,

    hay otras que no pueden responderse de ninguna de estas formas. Hay muchas preguntas

    as, y stas incluyen a las preguntas filosficas. Prima facie, uno de los rasgos distintivos

    de una pregunta filosfica, me parece que no se sabe dnde buscar la respuesta. Alguien

    le pregunta: Qu es la justicia? o Est todo suceso determinado por sucesos

    anteriores? o bien: Cules son los objetivos de la vida humana? Debemos buscar la

    felicidad, o promover la igualdad social, o la justicia, o el culto religioso, o el conocimiento,

    aun si no conducen a la felicidad? Cmo, precisamente, comienza uno a responder a

    estas preguntas? O supongamos que alguien, aficionado a pensar en las ideas, le pregunta

    Qu quiere decir con real? Cmo distingue la realidad de la apariencia? O bien:

    Qu es conocimiento? Cmo conocemos? Podemos tener conocimiento cierto de

    algo? Aparte del conocimiento matemtico, hay algo que conozcamos o de lo que

    podemos tener conocimiento cierto? Si lo tenemos, cmo sabemos que tenemos un

    conocimiento cierto? Qu se hace para encontrar respuestas a preguntas como estas,

    en ausencia de cualquier ciencia o disciplina tal que usted pueda decir: Bueno, para tal

    caso, hay especialistas? Ellos sern capaces de decirle qu son el bien y el derecho; sern

    capaces de decirle si todo est causalmente determinado, y tambin si la felicidad es la

    meta adecuada para los seres humanos, as como qu son derechos y obligaciones,

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    conocimiento, realidad y verdad; slo escchelos. Un matemtico, claro est, podr

    responder a preguntas matemticas. Pero, cree usted que haya moralistas o metafsicos

    infalibles, que puedan dar respuestas absolutamente claras, que cualquier ser humano que

    pueda seguir su razonamiento est obligado a aceptar? Estas preguntas parecen generar

    perplejidades desde el principio mismo; problemas acerca de en dnde buscar. Nadie sabe

    exactamente cmo resolverlas. Los hombres comunes que se formulan estas preguntas

    con persistencia, llegan a caer en un estado de pasmo mental, que dura hasta que dejan

    de formularlas y piensan en otras cosas.

    B.M.: Usted nos ha llevado ahora a algo fundamental, y me gustara consolidar la oposicin

    a que hemos llegado antes de dar cualquier otro paso. Lo que usted est diciendo es que

    los seres humanos, en su bsqueda del conocimiento, han formulado, con ms frecuencia,

    dos clases de preguntas. En primer lugar, hay preguntas acerca del mundo; en todo tiempo

    el hombre ha estado tratando de descubrir, de dominar su entorno, o quiz, si se prefiere,

    de enfrentarse a su entorno. Estas preguntas acerca del mundo pueden, al fin de cuentas,

    responderse slo mirando al mundo: mediante la investigacin, la observacin, la

    comprobacin, el experimento, etctera. Tales preguntas son acerca de hechos, o

    empricas, como dicen los filsofos; es decir, son asuntos de experiencia. La segunda clase

    de pregunta es ms abstracta o formal; por ejemplo, cuestiones matemticas o lgicas o,

    como dijo usted, de juegos o de herldica. Las preguntas de esta clase se refieren a las

    interrelaciones entre entidades dentro de los sistemas formales y, por tanto, no podemos

    responderlas mirando al mundo. Sin embargo, decir esto no equivale a declarar, en manera

    alguna, que se encuentran muy alejadas de nuestros intereses ordinarios. Un sistema

    formal que de manera muy comn usamos en nuestra vida diaria, es la aritmtica y, en

    efecto, la usamos a diario para contar cosas, para saber la hora, para obtener cambio de

    dinero, y para otras muchas cosas; un sistema abstracto puede ser prodigiosamente til e

    importante en nuestra vida prctica.

    As pues, hay dos grandes clases de preguntas que sabemos cmo tratar con xito: las

    empricas, que implican una consideracin de los hechos, y las formales, que implican

    relacionar una cosa con otra dentro de un sistema formal. Casi todas las preguntas y, por

    tanto, casi todo el conocimiento, cae dentro de uno de estos recipientes. Pero no es as

    con los temas filosficos; la seal casi distintiva de una pregunta filosfica es que no cae

    en ninguno de tales recipientes. Una pregunta como: Qu es un derecho? no puede

    responderse, ni mirando por la ventana, ni examinando la coherencia interna de un sistema

    formal. Por tanto, uno no sabe qu hacer para encontrar la respuesta. Lo que est usted

    diciendo es que el punto de partida de la filosofa es la posesin de una pregunta molesta,

    sin tener ninguna idea clara de cmo buscar la respuesta.

    I.B.: Lo ha formulado usted mucho mejor que yo; mucho ms claramente.

    B.M.: Pero slo despus de que usted lo dijo; yo tuve su formulacin para comenzar.

    I.B.: Acepto la reformulacin; es un gran adelanto.

    B.M.: Pero an sigue importunndonos la pregunta: Qu podemos hacer acerca de

    preguntas a las que no sabemos responder?

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    I.B.: Bueno, tiene usted que preguntar: Por qu hemos de admirar a algunos de los

    pensadores que las han discutido? Creo que los admiramos porque se las han ingeniado

    para reenunciarlas, de tal manera que algunas respuestas parezcan, al menos, plausibles.

    Cuando no hay mtodo establecido para hacer algo, se hace lo que se puede.

    Simplemente, se exterioriza la preocupacin. Uno dice: Cundo formulo una pregunta

    como Tienen todas las cosas un propsito?, qu clase de pregunta es? Qu clase de

    respuesta estoy buscando? Cul sera el argumento que me llevara a pensar que

    determinada respuesta es verdadera o falsa o, siquiera, que merece considerarse? En

    esto va de por medio el concepto de filosofa. Creo que E.M. Forster dijo en alguna ocasin

    (confieso que no puedo recordar dnde): Todo es similar a algo; a qu es similar esto?

    Eso es lo que uno tiende a comenzar preguntando en el caso de los temas filosficos. Lo

    que parece haber sucedido histricamente es esto: algunas cuestiones importantes, y

    ciertamente cruciales, parece que gravitan en tal estado de ambivalencia. La gente se ha

    preocupado mucho acerca de ellas, y esto es natural, pues en gran medida se preocupaban

    por los valores supremos. Los dogmticos, o quienes simplemente aceptaban, sin ms los

    pronunciamientos de los libros sagrados, o de los maestros inspirados, no se preocupaban

    por ello. Pero probablemente siempre hubo gente escptica acerca de esto, que se

    preguntaba: Por qu hemos de aceptar estas respuestas? Ellos dicen esto o aquello;

    pero, estamos seguros de que lo saben? Cmo podemos estar seguros de que lo

    saben? Dicen que Dios (o, en ocasiones, la Naturaleza) se lo dice; pero Dios (como la

    Naturaleza) parece dar respuestas diferentes a personas diferentes. Cules son las

    respuestas correctas?.

    B.M.: Se le ha ocurrido alguna vez que preguntas como: qu es la luz, qu es el bien,

    qu es el tiempo, son muy parecidas a las preguntas infantiles?

    I.B.: S, en efecto, con frecuencia he pensado exactamente eso. Los nios no suelen

    preguntar: Qu es el tiempo? Creo que lo que un nio podra decir, es: Quiero conocer

    a Napolen. (Me parece que es un deseo natural, por ejemplo, del hijo de un entusiasta

    profesor de historia). El padre le responde: No puedes conocerlo; est muerto. Entonces,

    el nio aade: Bueno, y por qu eso me lo va impedir? Si el padre es bastante sagaz le

    explicar que la muerte de Napolen tuvo la consecuencia de que su cuerpo se convirtiera

    en tierra; que se han disuelto los ingredientes originales del mismo, y que los que estn

    enterrados no pueden resucitar. Pero si tambin el nio es sagas, podra preguntar: Por

    qu no pueden reunirse, una vez ms, todos sus pedacitos? A esto podra seguir una

    leccin de fsica o de biologa. Tras lo cual, el nio concluira: No; no es esto lo que quiero.

    No quiero ver ahora al Napolen reconstruido; quiero retroceder, y verle como era en la

    batalla de Austerlitz. Eso es lo que me gustara. Pues no puedes hacer eso, le

    contestara el padre. Por qu no? Porque no puedes retroceder en el tiempo. Por

    qu no puedo? En este momento nos enfrentamos a un problema filosfico. Qu significa

    aqu no poder? No ser capaz de retroceder en el tiempo, lo expresa el mismo tipo de

    no poder, que cuando decimos dos veces dos no pueden ser siete, o el tipo de no

    poder que tenemos en no puedes comprar cigarrillos a las 2 de la maana, porque hay

    una ley que lo prohbe? se parece ms al no poder de no puedo recordar, o de con

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    slo desearlo, no puedo hacerme muy alto? Qu tipo de no poder responde a la pregunta

    Puedo ver la batalla de Austerlitz, por favor? Nos lanzamos as directamente a la

    filosofa. Alguien puede decir al nio: No puedes, debido a la naturaleza del tiempo. Pero

    entonces, alguna persona con mente filosfica, dir: No, no; no hay cosas tales como el

    tiempo o su naturaleza. Los enunciados acerca del tiempo pueden traducirse en

    enunciados acerca de lo que sucede antes, despus y simultneamente. Hablar del

    tiempo como si fuese algn tipo de cosa, es una trampa metafsica. Ahora estamos en el

    camino de la filosofa. La mayora de los padres no desean responder de esa manera a las

    preguntas de sus importunos hijos. Slo les dicen que se callen; que no hagan preguntas

    tontas; que se vayan y dejen de molestar. Pero ste es el tipo de pregunta que recurre

    constantemente, y los filsofos son gente a la que no aburre, irrita o aterra, y estn

    dispuestos a manejarlo. A los nios, claro est, al fin de cuentas, se les condiciona para

    que repriman estas preguntas. Qu lstima! Los nios que no quedan plenamente

    condicionados, en ocasiones se hacen filsofos.

    B.M.: Cree usted que, por esta razn, pueda haber algo de infantil en los filsofos?

    I.B.: No necesariamente. Pero algunas preguntas que formulaban son aparentemente

    simples; muy parecidas a algunas de las que Platn pone en boca de Scrates, en los

    Dilogos; el tipo de interrogantes al que el hombre comn no puede responder y que, por

    tanto, rechaza, en ocasiones con un poco de impaciencia. Por otra parte, no todas las

    preguntas que formulan los filsofos son simples. Hoy da, un filsofo de la ciencia tender

    tambin a formular preguntas como Qu es quark? Quark es un trmino muy

    misterioso en fsica. Es un quark una entidad? Es una cosa, un movimiento, una relacin

    entre entidades? Qu es un agujero negro? Es un espacio, una brecha? Son agujeros

    negros los quarks? (Qu tipo de agujeros son stos?) O, quizs, sern frmulas

    matemticas, herramientas lgicas como y, cualquiera o quien, a las que nada puede

    corresponder en el llamado mundo real? O bien, es un quark una mezcla de lo real y de

    lo lgico? Cmo se usa el trmino? Basta decir Usamos el trmino quark en el siguiente

    tipo de frmulas o argumentos cientficos? Esto no parece bastar. Las molculas son,

    presumiblemente entidades reales. Los tomos, tambin. Los electrones, protones, rayos

    gama, neutrones, son algo ms dudoso. O, qu sucede con los quanta? La gente tiene

    muchas perplejidades acerca de ellos. A uno se le habla de algo: un electrn, que salta de

    una a otra rbita sin pasar continuamente por el espacio intermedio, si se nos permite

    hablar de esta manera. Cmo qu es esto? Podemos concebir cosas as con nuestro

    pensamiento ordinario de sentido comn? Prima facie, hay aqu algo ininteligible Es como

    decir: Tengo una sensacin ligeramente irritante en el tobillo, y ahora la tengo en la rodilla,

    pero, claro est, ella no tiene que haber pasado continuamente a lo largo de la pierna,

    porque no hay ninguna ella; primero una sensacin en su lugar; luego otra, como la

    primera, en otro lugar? Es sta la respuesta? Se podra decir: Este dolor ha abandonado

    mi pierna y ha entrado en mi brazo, dando la impresin de que ha viajado hacia arriba,

    pero no; literalmente, no quiere decir esto. Primero haba un dolor aqu, luego haba un

    dolor ah, y nada en medio. Es como esto? Es sta una analoga til? Es algo

    totalmente distinto? Conducen, respuestas de este tipo, a metforas absurdas del tipo

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    ms engaoso? Es descriptivo de algo el lenguaje cientfico? O bien, es slo como la

    matemtica o la lgica, la estructura sea, y no la carne del lenguaje descriptivo o

    explicativo? O, tambin esto es errneo? Pensemos: cmo buscamos la respuesta? Los

    fsicos muy rara vez nos pueden ayudar. Dicen lo que hacen, y luego corresponde al

    filsofo decir: Bueno, as es como usan este trmino. Lo usan de la manera X; no de la

    manera Y. Cuando dicen quark, cuando dicen positrn, cuando dicen salto cuntico, la

    forma como usan el trmino ms se parece a la forma en que los dems usamos esta

    palabra, o esta otra, y no se parece en nada a la forma en que usamos esa palabra, o esa

    otra, o la de ms all. As pues, no cometa el error de suponer que hay algn tipo de

    analoga fcil entre lo que ellos dicen y la manera en que utiliza el lenguaje en la vida diaria;

    de otra forma, llegar a una conclusin falsa o absurda, o construir un sistema metafsico

    innecesario.

    B.M.: Cuando usted dijo que el buen filsofo moral no nos dira qu hacer, expuso algo

    importantsimo para nuestra actual discusin. Mucha gente llega a la filosofa deseando

    que se le diga cmo vivir, o deseando que se le d una explicacin del mundo y, con ella,

    una explicacin de la vida; pero me parece que tener, cuando menos, primer deseo, evale

    a renunciar a la responsabilidad personal. Uno no debera desear que se le dijese cmo

    vivir. Y, por tanto, no debera llegar a la filosofa buscando respuestas definitivas. Otra cosa

    muy distinta es buscar un esclarecimiento de la propia vida, o aclaracin de las cuestiones

    comprendidas en problemas particulares a los que uno se enfrenta, de tal forma que uno

    pueda responsabilizarse de manera ms efectiva, y tomar decisiones con una comprensin

    ms cabal y clara de lo que est en juego.

    I.B.: Es doloroso lo que dice usted, pero, a diferencia de la mayora de los moralistas, estoy

    de acuerdo. La mayora de la gente quiere respuestas. Turgueniev dijo una vez que uno

    de los problemas acerca de sus novelas, una razn por la que irritaba a algunos de sus

    lectores, era que el lector ruso de su tiempo (y ciertamente, podemos agregar que el de

    hoy tambin) deseaba que se le dijese cmo vivir. Deseaba tener plena claridad acerca de

    quines eran los hroes y quines los villanos. Turgueniev se negaba a aclararlo. Tolstoi

    no deja duda alguna acerca de esto, ni tampoco Dostoievski, y una gran cantidad de otros

    escritores lo indican con mucha claridad. Con Dickens, no hay duda de quin es quin;

    quin es bueno y quin no. Tampoco hay mucha duda de esto en las obras de George

    Eliot; est clarsimo, tambin, a quin admira y a quin desprecia o compadece Visen. Pero

    Turgueniev dijo que lo que haca era pintar seres humanos, tal como los vea. No deseaba

    guiar al lector. No le deca de qu lado se encontraba l, el autor. Y Turgueniev sostuvo

    que esto produca perplejidades en el lector; le molestaba: dejaba a sus lectores atenidos

    a sus propios recursos, lo cual detesta la gente.

    No es tarea del filsofo moral, como tampoco del novelista, guiar la vida de la gente.

    Su tarea es enfrentarla a los problemas; a la gama de los posibles caminos de accin;

    explicarle qu podra escoger y por qu. Debe tratar de iluminar los factores que estn en

    juego; revelar la gama ms amplia de posibilidades y sus implicaciones; mostrar el carcter

    de cada posibilidad, no aislada, sino como elemento de un contexto ms amplio; quiz de

    toda una forma de vida. Ms an: debe mostrar cmo abrir una puerta puede hacer que

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    otras se abran o se cierren; en otras palabras, revelar la inevitable incompatibilidad o

    choque entre algunos valores; a menudo, valores inconmensurables; o bien, para

    expresarlo de manera ligeramente diferente, sealar las prdidas y las ganancias

    implicadas en una accin, en toda una forma de vida; a menudo no en trminos

    cuantitativos, sino en trminos de principios o de valores absolutos, que no siempre pueden

    armonizarse. Cuando, de esta manera, el filsofo moral ha situado una conducta en su

    contexto moral, ha identificado su posicin en un mapa moral; ha relacionado su carcter,

    motivacin, finalidad con la constelacin de valores a la que pertenece; ha obtenido sus

    consecuencias probables y sus implicaciones pertinentes; ha argumentado a favor o en

    contra de ella, o tanto a favor como en contra de la misma, con todo el conocimiento,

    comprensin, habilidad lgica y sensibilidad moral que posea, y entonces ha realizado su

    labor de consejero filosfico. Su tarea no es predicar, exhortar, alabar o condenar, sino

    slo iluminar: de esta manera puede ayudar; pero entonces toca a cada individuo o grupo,

    a la luz (de la que nunca puede haber bastante) de lo que creen y de lo que buscan, decidir

    por s mismos. El filsofo no puede hacer ms que aclarar, lo ms que pueda, lo que est

    en juego. Pero hacerlo es ya hacer mucho.

    Figura 1. La pintura titulada La escuela de Atenas de Rafael Sanzio representa en la escena central

    la vieja disputa filosfica entre el idealismo y el materialismo.

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    ACTIVIDAD 01

    RECONOCIENDO MIS CONDICIONES BSICAS DE ESTUDIO

    Objetivo

    Identificar el rol de la reflexin filosfica y diferenciarlo con el saber cientfico.

    Orientaciones

    De manera individual o colectiva responda segn lo sealado en cada uno de los tems.

    NIVEL Pregunta N1

    CONOCIMIENTO Responda verdadero (V) o falso (F), segn corresponda a

    cada enunciado.

    PROPOSICIN

    1. Segn el dilogo entre Bryan Magee e Isaiah Berlin, a nadie nos molesta que

    sondeen nuestras creencias y convicciones. V F

    2. Segn el dilogo entre Bryan Magee e Isaiah Berlin, los problemas filosficos

    son interesantes por s mismos. V F

    3. Segn el dilogo entre Bryan Magee e Isaiah Berlin, las preguntas formales

    son las que se hacen en la lgica y matemtica. V F

    4. En el dilogo entre Bryan Magee e Isaiah Berlin, se hablan slo sobre dos

    clases de preguntas: las formales y las empricas. V F

    5. Segn el dilogo entre Bryan Magee e Isaiah Berlin, la tarea del filsofo moral

    es iluminar y aclarar las ideas de las personas. V F

    NIVEL Pregunta N2

    COMPRENSIN Responda brevemente las preguntas planteadas.

    1. De acuerdo a lo ledo, las ideas avanzan por parricidio? Por qu?

    2. Cul es la diferencia entre filosofa y ciencia?

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    SEMANA

    2

    UNIDAD I

    Tema: La argumentacin filosfica

    Apologa de Scrates2

    No s, atenienses, la sensacin que habis experimentado por las palabras de mis

    acusadores. Ciertamente, bajo su efecto, incluso yo mismo he estado a punto de no

    reconocerme; tan persuasivamente hablaban. Sin embargo, por as decirlo, no han dicho

    nada verdadero. De las muchas mentiras que han urdido, una me caus especial

    extraeza, aquella en la que decan que tenais que precaveros de ser engaados por m

    porque, dicen ellos, soy hbil para hablar. En efecto, no sentir vergenza de que

    inmediatamente les voy a contradecir con la realidad cuando de ningn modo me muestre

    hbil para hablar, eso me ha parecido en ellos lo ms falto de vergenza, si no es que

    acaso stos llaman hbil para hablar al que dice la verdad. Pues, si es eso lo que dicen,

    yo estara de acuerdo en que soy orador, pero no al modo de ellos. En efecto, como digo,

    stos han dicho poco o nada verdadero. En cambio, vosotros vais a or de m toda la

    verdad; ciertamente, por Zeus, atenienses, no oiris bellas frases, como las de stos,

    adornadas cuidadosamente con expresiones y vocablos, sino que vais a or frases dichas

    al azar con las palabras que me vengan a la boca; porque estoy seguro de que es justo lo

    que digo, y ninguno de vosotros espere otra cosa. Pues, por supuesto, tampoco sera

    adecuado, a esta edad ma, presentarme ante vosotros como un jovenzuelo que modela

    sus discursos. Adems y muy seriamente, atenienses, os suplico y pido que si me os hacer

    mi defensa con las mismas expresiones que acostumbro a usar, bien en el gora, encima

    de las mesas de los cambistas, donde muchos de vosotros me habis odo, bien en otras

    partes, que no os cause extraeza, ni protestis por ello. En efecto, la situacin es sta.

    Ahora, por primera vez, comparezco ante un tribunal a mis setenta aos. Simplemente, soy

    ajeno al modo de expresarse aqu. Del mismo modo que si, en realidad, fuera extranjero

    me consentirais, por supuesto, que hablara con el acento y manera en los que me hubiera

    educado, tambin ahora os pido como algo justo, segn me parece a m, que me permitis

    mi manera de expresarme -quiz podra ser peor, quiz mejor- y consideris y pongis

    atencin solamente a si digo cosas justas o no. ste es el deber del juez, el del orador,

    decir la verdad.

    Ciertamente, atenienses, es justo que yo me defienda, en primer lugar, frente a las

    primeras acusaciones falsas contra m y a los primeros acusadores; despus, frente a las

    ltimas, y a los ltimos. En efecto, desde antiguo y durante ya muchos aos, han surgido

    ante vosotros muchos acusadores mos, sin decir verdad alguna, a quienes temo yo ms

    que a Anito y los suyos, aun siendo tambin stos temibles. Pero lo son ms, atenienses,

    los que tomndoos a muchos de vosotros desde nios os persuadan y me acusaban

    2 Texto extrado de Platn. (1985). Apologa de Scrates. En Dilogos I (pp. 137-186). Madrid:

    Gredos.

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    mentirosamente, diciendo que hay un cierto Scrates, sabio, que se ocupa de las cosas

    celestes, que investiga todo lo que hay bajo la tierra y que hace ms fuerte el argumento

    ms dbil. stos, atenienses, los que han extendido esta fama, son los temibles

    acusadores mos, pues los oyentes consideran que los que investigan eso no creen en los

    dioses. En efecto, estos acusadores son muchos y me han acusado durante ya muchos

    aos, y adems hablaban ante vosotros en la edad en la que ms podais darles crdito,

    porque algunos de vosotros erais nios o jvenes y porque acusaban in absentia, sin

    defensor presente. Lo ms absurdo de todo es que ni siquiera es posible conocer y decir

    sus nombres, si no es precisamente el de cierto comedigrafo. Los que, sirvindose de la

    envidia y la tergiversacin, trataban de persuadiros y los que, convencidos ellos mismos,

    intentaban convencer a otros son los que me producen la mayor dificultad. En efecto, ni

    siquiera es posible hacer subir aqu y poner en evidencia a ninguno de ellos, sino que es

    necesario que yo me defienda sin medios, como si combatiera sombras, y que argumente

    sin que nadie me responda. En efecto, admitid tambin vosotros, como yo digo, que ha

    habido dos clases de acusadores mos: unos, los que me han acusado recientemente,

    otros, a los que ahora me refiero, que me han acusado desde hace mucho, y creed que es

    preciso que yo me defienda frente a stos en primer lugar. Pues tambin vosotros les

    habis odo acusarme anteriormente y mucho ms que a estos ltimos.

    Dicho esto, hay que hacer ya la defensa, atenienses, e intentar arrancar de vosotros,

    en tan poco tiempo, esa mala opinin que vosotros habis adquirido durante un tiempo tan

    largo. Quisiera que esto resultara as, si es mejor para vosotros y para m, y conseguir algo

    con mi defensa, pero pienso que es difcil y de ningn modo me pasa inadvertida esta

    dificultad. Sin embargo, que vaya esto por donde al dios le sea grato, debo obedecer a la

    ley y hacer mi defensa.

    Recojamos, pues, desde el comienzo cul es la acusacin a partir de la que ha nacido

    esa opinin sobre m, por la que Meleto, dndole crdito tambin, ha presentado esta

    acusacin pblica. Veamos, con qu palabras me calumniaban los tergiversadores?

    Como si, en efecto, se tratara de acusadores legales, hay que dar lectura a su acusacin

    jurada. Scrates comete delito y se mete en lo que no debe al investigar las cosas

    subterrneas y celestes, al hacer ms fuerte el argumento ms dbil y al ensear estas

    mismas cosas a otros. Es as, poco ms o menos. En efecto, tambin en la comedia de

    Aristfanes verais vosotros a cierto Scrates que era llevado de un lado a otro afirmando

    que volaba y diciendo otras muchas necedades sobre las que yo no entiendo ni mucho ni

    poco. Y no hablo con la intencin de menospreciar este tipo de conocimientos, si alguien

    es sabio acerca de tales cosas, no sea que Meleto me entable proceso con esta acusacin,

    sino que yo no tengo nada que ver con tales cosas, atenienses. Presento como testigos a

    la mayor parte de vosotros y os pido que cuantos me habis odo dialogar alguna vez os

    informis unos a otros y os lo deis a conocer; muchos de vosotros estis en esta situacin.

    En efecto, informaos unos con otros de si alguno de vosotros me-oy jams dialogar poco

    o mucho acerca de estos temas. De aqu conoceris que tambin son del mismo modo las

    dems cosas que acerca de m la mayora dice.

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    Pero no hay nada de esto, y si habis odo a alguien decir que yo intento educar a los

    hombres y que cobro dinero, tampoco esto es verdad. Pues tambin a m me parece que

    es hermoso que alguien sea capaz de educar a los hombres como Gorgias de Leontinos,

    Prdico de Ceos e Hipas de lide. Cada uno de stos, atenienses, yendo de una ciudad

    a otra, persuaden a los jvenes -a quienes les es posible recibir lecciones, gratuitamente

    del que quieran de sus conciudadanos- a que abandonen las lecciones de stos y reciban

    las suyas pagndoles dinero y debindoles agradecimiento. Por otra parte, est aqu otro

    sabio, natural de Paros, que me he enterado de que se halla en nuestra ciudad. Me

    encontr casualmente al hombre que ha pagado a los sofistas ms dinero que todos los

    otros juntos, Calias, el hijo de Hipnico. A ste le pregunt -pues tiene dos hijos-: Callas,

    le dije, si tus dos hijos fueran potros o becerros, tendramos que tomar un cuidador de ellos

    y pagarle; ste debera hacerlos aptos y buenos en la condicin natural que les es propia,

    y sera un conocedor de los caballos o un agricultor. Pero, puesto que son hombres, qu

    cuidador tienes la intencin de tomar? Quin es conocedor de esta clase de perfeccin,

    de la humana y poltica? Pues pienso que t lo tienes averiguado por tener dos hijos.

    Hay alguno o no?, dije yo. Claro que s, dijo l. Quin, de dnde es, por cunto

    ensea?, dije yo. Oh, Scrates -dijo l-; Eveno, de Paros, por cinco minas. Y yo

    consider feliz a Eveno, si verdaderamente posee ese arte y ensea tan

    convenientemente. En cuanto a m, presumira y me jactara, si supiera estas cosas, pero

    no las s, atenienses.

    Quiz alguno de vosotros objetara: Pero, Scrates, cul es tu situacin, de dnde

    han nacido esas tergiversaciones? Pues, sin duda, no ocupndote t en cosa ms notable

    que los dems, no hubiera surgido seguidamente tal fama y renombre, a no ser que hicieras

    algo distinto de lo que hace la mayora. Dinos, pues, qu es ello, a fin de que nosotros no

    juzguemos a la ligera. Pienso que el que hable as dice palabras justas y yo voy a intentar

    dar a conocer qu es, realmente, lo que me ha hecho este renombre y esta fama. Od,

    pues. Tal vez va a parecer a alguno de vosotros que bromeo. Sin embargo, sabed bien que

    os voy a decir toda la verdad. En efecto, atenienses, yo no he adquirido este renombre por

    otra razn que por cierta sabidura. Qu sabidura es esa? La que, tal vez, es sabidura

    propia del hombre; pues en realidad es probable que yo sea sabio respecto a sta. stos,

    de los que hablaba hace un momento, quiz sean sabios respecto a una sabidura mayor

    que la propia de un hombre o no s cmo calificarla. Hablo as, porque yo no conozco esa

    sabidura, y el que lo afirme miente y habla en favor de mi falsa reputacin. Atenienses, no

    protestis ni aunque parezca que digo algo presuntuoso; las palabras que voy a decir no

    son mas, sino que voy a remitir al que las dijo, digno de crdito para vosotros. De mi

    sabidura, si hay alguna y cul es, os voy a presentar como testigo al dios que est en

    Delfos. En efecto, conocais sin duda a Querefonte. ste era amigo mo desde la juventud

    y adepto al partido democrtico, fue al destierro y regres con vosotros. Y ya sabis cmo

    era Querefonte, qu vehemente para lo que emprenda. Pues bien, una vez fue a Delfos y

    tuvo la audacia de preguntar al orculo esto -pero como he dicho, no protestis, atenienses-

    , pregunt si haba alguien ms sabio que yo. La Pitia le respondi que nadie era ms

    sabio. Acerca de esto os dar testimonio aqu este hermano suyo, puesto que l ha muerto.

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    Pensad por qu digo estas cosas; voy a mostraros de dnde ha salido esta falsa opinin

    sobre m. As pues, tras or yo estas palabras reflexionaba as: Qu dice realmente el

    dios y qu indica en enigma? Yo tengo conciencia de que no soy sabio, ni poco ni mucho.

    Qu es lo que realmente dice al afirmar que yo soy muy sabio? Sin duda, no miente; no

    le es lcito. Y durante mucho tiempo estuve yo confuso sobre lo que en verdad quera

    decir. Ms tarde, a regaadientes me inclin a una investigacin del orculo del modo

    siguiente. Me dirig a uno de los que parecan ser sabios, en la idea de que, si en alguna

    parte era posible, all refutara el vaticinio y demostrara al orculo: ste es ms sabio que

    yo y t decas que lo era yo. Ahora bien, al examinar a ste -pues no necesito citarlo con

    su nombre, era un poltico aquel con el que estuve indagando y dialogando- experiment

    lo siguiente, atenienses: me pareci que otras muchas personas crean que ese hombre

    era sabio y, especialmente, lo crea l mismo, pero que no lo era. A continuacin intentaba

    yo demostrarle que l crea ser sabio, pero que no lo era. A consecuencia de ello, me gan

    la enemistad de l y de muchos de los presentes. Al retirarme de all razonaba a solas que

    yo era ms sabio que aquel hombre. Es probable que ni uno ni otro sepamos nada que

    tenga valor, pero este hombre cree saber algo y no lo sabe, en cambio yo, as como, en

    efecto, no s, tampoco creo saber. Parece, pues, que al menos soy ms sabio que l en

    esta misma pequeez, en que lo que no s tampoco creo saberlo. A continuacin me

    encamin hacia otro de los que parecan ser ms sabios que aqul y saqu la misma

    impresin, y tambin all me gan la enemistad de l y de muchos de los presentes.

    Despus de esto, iba ya uno tras otro, sintindome disgustado y temiendo que me

    ganaba enemistades, pero, sin embargo, me pareca necesario dar la mayor importancia

    al dios. Deba yo, en efecto, encaminarme, indagando qu quera decir el orculo, hacia

    todos los que parecieran saber algo. Y, por el perro, atenienses - pues es preciso decir la

    verdad ante vosotros-, que tuve la siguiente impresin. Me pareci que los de mayor

    reputacin estaban casi carentes de lo ms importante para el que investiga segn el dios;

    en cambio, otros que parecan inferiores estaban mejor dotados para el buen juicio. Sin

    duda, es necesario que os haga ver mi camino errante, como condenado a ciertos trabajos,

    a fin de que el orculo fuera irrefutable para m. En efecto, tras los polticos me encamin

    hacia los poetas, los de tragedias, los de ditirambos y los dems, en la idea de que all me

    encontrara manifiestamente ms ignorante que aqullos. As pues, tomando los poemas

    suyos que me parecan mejor realizados, les iba preguntando qu queran decir, para, al

    mismo tiempo, aprender yo tambin algo de ellos. Pues bien, me resisto por vergenza a

    deciros la verdad, atenienses. Sin embargo, hay que decirla. Por as decir, casi todos los

    presentes podan hablar mejor que ellos sobre los poemas que ellos haban compuesto.

    As pues, tambin respecto a los poetas me di cuenta, en poco tiempo, de que no hacan

    por sabidura lo que hacan, sino por ciertas dotes naturales y en estado de inspiracin

    como los adivinos y los que recitan los orculos. En efecto, tambin stos dicen muchas

    cosas hermosas, pero no saben nada de lo que dicen. Una inspiracin semejante me

    pareci a m que experimentaban tambin los poetas, y al mismo tiempo me di cuenta de

    que ellos, a causa de la poesa, crean tambin ser sabios respecto a las dems cosas

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    sobre las que no lo eran. As pues, me alej tambin de all creyendo que les superaba en

    lo mismo que a los polticos.

    En ltimo lugar, me encamin hacia los artesanos. Era consciente de que yo, por as

    decirlo, no saba nada, en cambio estaba seguro de que encontrara a stos con muchos

    y bellos conocimientos. Y en esto no me equivoqu, pues saban cosas que yo no saba y,

    en ello, eran ms sabios que yo. Pero, atenienses, me pareci a m que tambin los buenos

    artesanos incurran en el mismo error que los poetas: por el hecho de que realizaban

    adecuadamente su arte, cada uno de ellos estimaba que era muy sabio tambin respecto

    a las dems cosas, incluso las ms importantes, y ese error velaba su sabidura. De modo

    que me preguntaba yo mismo, en nombre del orculo, si preferira estar as, como estoy,

    no siendo sabio en la sabidura de aquellos ni ignorante en su ignorancia o tener estas dos

    cosas que ellos tienen. As pues, me contest a m mismo y al orculo que era ventajoso

    para m estar como estoy.

    A causa de esta investigacin, atenienses, me he creado muchas enemistades, muy

    duras y pesadas, de tal modo que de ellas han surgido muchas tergiversaciones y el

    renombre ste de que soy sabio. En efecto, en cada ocasin los presentes creen que yo

    soy sabio respecto a aquello que refuto a otro. Es probable, atenienses, que el dios sea en

    realidad sabio y que, en este orculo, diga que la sabidura humana es digna de poco o de

    nada. Y parece que ste habla de Scrates -se sirve de mi nombre ponindome como

    ejemplo, como si dijera: Es el ms sabio, el que, de entre vosotros, hombres, conoce,

    como Scrates, que en verdad es digno de nada respecto a la sabidura. As pues, incluso

    ahora, voy de un lado a otro investigando y averiguando en el sentido del dios, si creo que

    alguno de los ciudadanos o de los forasteros es sabio. Y cuando me parece que no lo es,

    prestando mi auxilio al dios, le demuestro que no es sabio. Por esa ocupacin no he tenido

    tiempo de realizar ningn asunto de la ciudad digno de citar ni tampoco mo particular, sino

    que me encuentro en gran pobreza a causa del servicio del dios.

    Se aade, a esto, que los jvenes. que me acompaan espontneamente -los que

    disponen de ms tiempo, los hijos de los ms ricos- se divierten oyndome examinar a los

    hombres y, con frecuencia, me imitan e intentan examinar a otros, y, naturalmente,

    encuentran, creo yo, gran cantidad de hombres que creen saber algo pero que saben poco

    o nada. En consecuencia, los examinados por ellos se irritan conmigo, y no consigo

    mismos, y dicen que un tal Scrates es malvado y corrompe a los jvenes. Cuando alguien

    les pregunta qu hace y qu ensea, no pueden decir nada, lo ignoran; pero, para no dar

    la impresin de que estn confusos, dicen lo que es usual contra todos los que filosofan,

    es decir: las cosas del cielo y lo que est bajo la tierra, no creer en los dioses y hacer

    ms fuerte el argumento ms dbil.

    Pues creo que no desearan decir la verdad, a saber, que resulta evidente que estn

    simulando saber sin saber nada. Y como son, pienso yo, susceptibles y vehementes y

    numerosos, y como, adems, hablan de m apasionada y persuasivamente, os han llenado

    los odos calumnindome violentamente desde hace mucho tiempo. Como consecuencia

    de esto me han acusado Meleto, Anito y Licn; Meleto, irritado en nombre de los poetas;

    Anito, en el de los demiurgos y de los polticos, y Licn, en el de los oradores. De manera

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    que, como deca yo al principio, me causara extraeza que yo fuera capaz de arrancar de

    vosotros, en tan escaso tiempo, esta falsa imagen que ha tomado tanto cuerpo. Ah tenis,

    atenienses, la verdad y os estoy hablando sin ocultar nada, ni grande ni pequeo, y sin

    tomar precauciones en lo que digo. Sin embargo, s casi con certeza que con estas

    palabras me consigo enemistades, lo cual es tambin una prueba de que digo la verdad, y

    que es sta la mala fama ma y que stas son sus causas. Si investigis esto ahora o en

    otra ocasin, confirmaris que es as.

    Acerca de las Acusaciones que me hicieron los primeros acusadores sea sta suficiente

    defensa ante vosotros. Contra Meleto, el honrado y el amante de la ciudad, segn l dice,

    y contra los acusadores recientes voy a intentar defenderme a continuacin. Tomemos,

    pues, a su vez, la acusacin jurada de stos, dado que son otros acusadores. Es as:

    Scrates delinque corrompiendo a los jvenes y no creyendo en los dioses en los que la

    ciudad cree, sino en otras divinidades nuevas. Tal es la acusacin. Examinmosla punto

    por punto.

    Dice, en efecto, que yo delinco corrompiendo a los jvenes. Yo, por mi parte, afirmo

    que -Meleto delinque porque bromea en asunto serio, sometiendo a juicio con ligereza a

    las personas y simulando esforzarse e inquietarse por cosas que jams le han preocupado.

    Voy a intentar mostraros que esto es as.

    -Ven aqu, Meleto, y dime: No es cierto que consideras de la mayor importancia que

    los jvenes sean lo mejor posible?

    -Yo s.

    -Ea, di entonces a stos quin los hace mejores. Pues es evidente que lo sabes, puesto

    que te preocupa. En efecto, has descubierto al que los corrompe, a m, segn dices, y me

    traes ante estos jueces y me acusas.

    -Vamos, di y revela quin es el que los hace mejores. Ests viendo, Meleto, que callas

    y no puedes decirlo? Sin embargo, no te parece que esto es vergonzoso y testimonio

    suficiente de lo que yo digo, de que este asunto no ha sido en nada objeto de tu

    preocupacin? Pero dilo, amigo, quin los hace mejores?

    -Las leyes.

    -Pero no te pregunto eso, excelente Meleto, sino qu hombre, el cual ante todo debe

    conocer esto mismo, las leyes.

    -Estos, Scrates, los jueces.

    -Qu dices, Meleto, stos son capaces de educar a los jvenes y de hacerlos mejores?

    -S, especialmente.

    -Todos, o unos s y otros no?

    -Todos.

    -Hablas bien, por Hera, y presentas una gran abundancia de bienhechores. Qu,

    pues? Los que nos escuchan los hacen tambin mejores, o no?

    -Tambin stos.

    -Y los miembros del Consejo?

    -Tambin los miembros del Consejo.

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    -Pero, entonces, Meleto, acaso los que asisten a la Asamblea, los asamblestas

    corrompen a los jvenes? O tambin aqullos, en su totalidad, los hacen mejores?

    -Tambin aqullos.

    -Luego, segn parece, todos los atenienses los hacen buenos y honrados excepto yo,

    y slo yo los corrompo. Es eso lo que dices?

    -Muy firmemente digo eso.

    -Me atribuyes, sin duda, un gran desacierto. Contstame. Te parece a ti que es

    tambin as respecto a los caballos? Son todos los hombres los que los hacen mejores y

    uno slo el que los resabia? O, todo lo contrario, alguien slo o muy pocos, los cuidadores

    de caballos, son capaces de hacerlos mejores, y la mayora, si tratan con los caballos y los

    utilizan, los echan a perder? No es as, Meleto, con respecto a los caballos y a todos los

    otros animales? Sin ninguna duda, digis que s o digis que no t y Anito. Sera, en efecto,

    una gran suerte para los jvenes si uno solo los corrompe y los dems les ayudan. Pues

    bien, Meleto, has mostrado suficientemente que jams te has interesado por los jvenes y

    has descubierto de modo claro tu despreocupacin, esto es, que no te has cuidado de nada

    de esto por lo que t me traes aqu.

    Dinos an, Meleto, por Zeus, si es mejor vivir entre ciudadanos honrados o malvados.

    Contesta, amigo. No te pregunto nada difcil. No es cierto que los malvados hacen dao

    a los que estn siempre a su lado, y que los buenos hacen bien?

    -Sin duda.

    -Hay alguien que prefiera recibir dao de los que estn con l a recibir ayuda?

    Contesta, amigo. Pues la ley ordena responder. Hay alguien que quiera recibir dao?

    -No, sin duda.

    -Ea, pues. Me traes aqu en la idea de que corrompo a los jvenes y los hago peores

    voluntaria o involuntariamente?

    -Voluntariamente, sin duda.

    -Qu sucede entonces, Meleto? Eres t hasta tal punto ms sabio que yo, siendo yo

    de esta edad y t tan joven, que t conoces que los malos hacen siempre algn mal a los

    ms prximos a ellos, y los buenos bien; en cambio yo, por lo visto, he llegado a tal grado

    de ignorancia, que desconozco, incluso, que si llego a hacer malvado a alguien de los que

    estn a mi lado corro peligro de recibir dao de l y este mal tan grande lo hago

    voluntariamente, segn t dices? Esto no te lo creo yo, Meleto, y pienso que ningn otro

    hombre. En efecto, o no los corrompo, o si los corrompo, lo hago involuntariamente, de

    manera que t en uno u otro caso mientes. Y si los corrompo involuntariamente, por esta

    clase de faltas la ley no ordena hacer comparecer a uno aqu, sino tomarle privadamente

    y ensearle y reprenderle. Pues es evidente que, si aprendo, cesar de hacer lo que hago

    involuntariamente. T has evitado y no has querido tratar conmigo ni ensearme; en

    cambio, me traes aqu, donde es ley traer a los que necesitan castigo y no enseanza.

    Pues bien, atenienses, ya es evidente lo que yo deca, que Meleto no se ha preocupado

    jams por estas cosas, ni poco ni mucho. Veamos, sin embargo; dinos cmo dices que yo

    corrompo a los jvenes. No es evidente que, segn la acusacin que presentaste,

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    ensendoles a creer no en los dioses en los que cree la ciudad, sino en otros espritus

    nuevos? No dices que los corrompo ensendoles esto?

    -En efecto, eso digo muy firmemente.

    -Por esos mismos dioses, Meleto, de los que tratamos, hblanos an ms claramente

    a m y a estos hombres. En efecto, yo no puedo llegar a saber si dices que yo enseo a

    creer que existen algunos dioses -y entonces yo mismo creo que hay dioses y no soy

    enteramente ateo ni delinco en eso-, pero no los que la ciudad cree, sino otros, y es esto

    lo que me inculpas, que otros, o bien afirmas que yo mismo no creo en absoluto en los

    dioses y enseo esto a los dems.

    -Digo eso, que no crees en los dioses en absoluto.

    -Oh, sorprendente Meleto, para qu dices esas cosas? Luego tampoco creo, como

    los dems hombres, que el sol y la luna son dioses?

    -No, por Zeus, jueces, puesto que afirma que el sol es una piedra y la luna, tierra.

    -Crees que ests acusando a Anaxgoras, querido Meleto? Y desprecias a stos y

    consideras que son desconocedores de las letras hasta el punto de no saber que los libros

    de Anaxgoras de Clazmenas estn llenos de estos temas? Y, adems,

    aprenden de m los jvenes lo que de vez en cuando pueden adquirir en la orquestra,

    por un dracma como mucho, y rerse de Scrates si pretende que son suyas estas ideas,

    especialmente al ser tan extraas? Pero, oh Meleto, te parece a ti que soy as, que no

    creo que exista ningn dios?

    -Ciertamente que no, por Zeus, de ningn modo. -No eres digno de crdito, Meleto,

    incluso, segn creo, para ti mismo. Me parece que este hombre, atenienses, es descarado

    e intemperante y que, sin ms, ha presentado esta acusacin con cierta insolencia,

    intemperancia y temeridad juvenil. Parece que trama una especie de enigma para tantear.

    Se dar cuenta ese sabio de Scrates de que estoy bromeando y contradicindome, o

    le engaar a l y a los dems oyentes? Y digo esto porque es claro que ste se

    contradice en la acusacin; es como si dijera:

    Scrates delinque no creyendo en los dioses, pero creyendo en los dioses. Esto es

    propio de una persona que juega.

    Examinad, pues, atenienses por qu me parece que dice eso. T, Meleto, contstame.

    Vosotros, como os rogu al empezar, tened presente no protestar si construyo las frases

    en mi modo habitual.

    -Hay alguien, Meleto, que crea que existen cosas humanas, y que no crea que existen

    hombres? Que conteste, jueces, y que no proteste una y otra vez. Hay alguien que no

    crea que existan caballos y que crea al mismo tiempo que existen cosas propias de

    caballos? O que no existen flautistas, y s cosas relativas al toque de la flauta? No existe

    esa persona, querido Meleto; si t no quieres responder, te lo digo yo a ti y a estos otros.

    Pero, responde, al menos, a lo que sigue.

    -Hay quien crea que hay cosas propias de divinidades, y que no crea que hay

    divinidades?

    -No hay nadie.

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    -Qu servicio me haces al contestar, aunque sea a regaadientes, obligado por stos!

    As pues, afirmas que yo creo y enseo cosas relativas a divinidades, sean nuevas o

    antiguas; por tanto, segn tu afirmacin, y adems lo juraste eso en tu escrito de acusacin,

    creo en lo relativo a divinidades. Si creo en cosas relativas a divinidades, es sin duda de

    gran necesidad que yo crea que hay divinidades. No es as? S lo es. Supongo que ests

    de acuerdo, puesto que no contestas. No creemos que las divinidades sean dioses o hijos

    de dioses? Lo afirmas o lo niegas?

    -Lo afirmo.

    -Luego s creo en las divinidades, segn t afirmas, y si las divinidades son en algn

    modo dioses, esto sera lo que yo digo que presentas como enigma y en lo que bromeas,

    al afirmar que yo no creo en los dioses y que, por otra parte, creo en los dioses, puesto que

    creo en las divinidades. Si, a su vez, las divinidades son hijos de los dioses, bastardas

    nacidos de ninfas o de otras mujeres, segn se suele decir,

    qu hombre creera que hay hijos de dioses y que no hay dioses? Sera, en efecto,

    tan absurdo como si alguien creyera que hay hijos de caballos y burros, los mulos, pero no

    creyera que hay caballos y burros. No es posible, Meleto, que hayas presentado esta

    acusacin sin el propsito de ponernos a prueba, o bien por carecer de una imputacin real

    de la que acusarme. No hay ninguna posibilidad de que t persuadas a alguien, aunque

    sea de poca inteligencia, de que una misma persona crea que hay cosas relativas a las

    divinidades y a los dioses y, por otra parte, que esa persona no crea en divinidades, dioses

    ni hroes.

    Pues bien, atenienses, me parece que no requiere mucha defensa demostrar que yo

    no soy culpable respecto a la acusacin de Meleto, y que ya es suficiente lo que ha dicho.

    Lo que yo deca antes, a saber, que se ha producido gran enemistad hacia m por

    parte de muchos, sabed bien que es verdad. Y es esto lo que me va a condenar, si me

    condena, no Meleto ni Anito sino la calumnia y la envidia de muchos. Es lo que ya ha

    condenado a otros muchos hombres buenos y los seguir condenando. No hay que esperar

    que se detenga en m.

    Quiz alguien diga: No te da vergenza, Scrates, haberte dedicado a una

    ocupacin tal por la que ahora corres peligro de morir? A ste yo, a mi vez, le dira unas

    palabras justas: No tienes razn, amigo, si crees que un hombre que sea de algn

    provecho ha de tener en cuenta el riesgo de vivir o morir, sino el examinar solamente, al

    obrar, si hace cosas justas o injustas y actos propios de un hombre bueno o de un hombre

    malo. De poco valor seran; segn tu idea, cuantos semidioses murieron en Troya y,

    especialmente, el hijo de Tetis , el cual, ante la idea de aceptar algo deshonroso, despreci

    el peligro hasta el punto de que, cuando, ansioso de matar a Hctor, su madre, que era

    diosa, le dijo, segn creo, algo as como: Hijo, si vengas la muerte de tu compaero

    Patroclo y matas a Hctor; t mismo morirs, pues el destino est dispuesto para ti

    inmediatamente despus de Hctor; l, tras orlo, desde la muerte y el peligro, temiendo

    mucho ms vivir siendo cobarde sin vengar a los amigos, y dijo Que muera yo en seguida

    despus de haber hecho justicia al culpable, a fin de que no quede yo aqu -junto a las

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    cncavas naves, siendo objeto de risa, intil peso de la tierra. Crees que pens en la

    muerte y en el peligro?

    Pues la verdad es lo que voy a decir, atenienses. En el puesto en el que uno se coloca

    porque considera que es el mejor, o en el que es colocado por un superior, all debe, segn

    creo, permanecer y arriesgarse sin tener en cuenta ni la muerte ni cosa alguna,- ms que

    la deshonra. En efecto, atenienses, obrara yo indignamente, si, al asignarme un puesto

    los jefes que vosotros elegisteis para mandarme en Potidea , en Anfpolis y en Delion,

    decid permanecer como otro cualquiera all donde ellos me colocaron y corr, entonces,

    el riesgo de morir, y en cambio ahora, al ordenarme el dios, segn he credo y aceptado,

    que debo vivir filosofando y examinndome a m mismo y a los dems, abandonara mi

    puesto por temor a la muerte o a cualquier otra cosa. Sera indigno y realmente alguien

    podra con justicia traerme ante el tribunal diciendo que no creo que haya dioses, por

    desobedecer al orculo, temer la muerte y creerme sabio sin serlo. En efecto, atenienses,

    temer la muerte no es otra cosa que creer ser sabio sin serlo, pues es creer que uno sabe

    lo que no sabe. Pues nadie conoce la muerte, ni siquiera si es, precisamente, el mayor de

    todos los bienes para el hombre, pero la temen como si supieran con certeza que es el

    mayor de los males. Sin embargo, cmo no va a ser la ms reprochable ignorancia la de

    creer saber lo que no se sabe? Yo, atenienses, tambin quiz me diferencio en esto de la

    mayor parte de los hombres, y, por consiguiente, si dijera que soy ms sabio que alguien

    en algo, sera en esto, en que no sabiendo suficientemente sobre las cosas del Hades,

    tambin reconozco no saberlo. Pero s s que es malo y vergonzoso cometer injusticia y

    desobedecer al que es mejor, sea dios u hombre. En comparacin con los males que s

    que son males, jams temer ni evitar lo que no s si es incluso un bien. De manera que

    si ahora vosotros me dejarais libre no haciendo caso a Anito, el cual dice que o bien era

    absolutamente necesario que yo no hubiera comparecido aqu o que, puesto que he

    comparecido, no es posible no condenarme a muerte, explicndoos que, si fuera absuelto,

    vuestros hijos, poniendo inmediatamente en prctica las cosas que Scrates ensea, se.

    corromperan todos totalmente, y si, adems, me dijerais: Ahora, Scrates, no vamos a

    hacer caso a Anito, sino que te dejamos libre, a condicin, sin embargo, de que no gastes

    ya ms tiempo en esta bsqueda y de que no filosofes, y si eres sorprendido haciendo an

    esto, morirs; si, en efecto, como dije, me dejarais libre con esta condicin, yo os dira:

    Yo, atenienses, os aprecio y os quiero, pero voy' a obedecer al dios ms que a vosotros

    y, mientras aliente y sea capaz, es seguro que no dejar de filosofar, de exhortaros y de

    hacer manifestaciones al que de vosotros vaya encontrando, dicindole lo que acostumbro:

    Mi buen amigo, siendo ateniense, de la ciudad ms grande y ms prestigiada en sabidura

    y poder, no te avergenzas de preocuparte de cmo tendrs las mayores riquezas y la

    mayor fama y los mayores honores, y, en cambio no te preocupas ni interesas por la

    inteligencia, la verdad y por cmo tu alma va a ser lo mejor posible?'. Y si alguno de

    vosotros discute y dice que se preocupa, no pienso dejarlo al momento y marcharme, sino

    que le voy a interrogar, a examinar y a refutar, y, si me parece que no ha adquirido la virtud

    y dice que s, le reprochar que tiene en menos lo digno de ms y tiene en mucho lo que

    vale poco. Har esto con el que me encuentre, joven o viejo, forastero o ciudadano, y ms

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    con los ciudadanos por cuanto ms prximos estis a m por origen. Pues, esto lo manda

    el dios, sabedlo bien, y yo creo que todava no os ha surgido mayor bien en la ciudad que

    mi servicio al dios. En efecto, voy por todas partes sin hacer otra cosa que intentar

    persuadiros, a jvenes y viejos, a no ocuparos ni de los cuerpos ni de los bienes antes que

    del alma ni, con tanto afn, a fin de que sta sea lo mejor posible, dicindoos: No sale de

    las riquezas la virtud para los hombres, sino de la virtud, las riquezas y todos los otros

    bienes, tanto los privados como los pblicos. Si corrompo a los jvenes al decir tales

    palabras, stas seran dainas. Pero si alguien afirma que yo digo otras cosas, no dice

    verdad. A esto yo aadira Atenienses, haced caso o no a Anito, dejadme o no en libertad,

    en la idea de que no voy a hacer otra cosa, aunque hubiera de morir muchas veces.

    No protestis, atenienses, sino manteneos en aquello que os supliqu, que no

    protestis por lo que digo, sino que escuchis. Pues, incluso, vais a sacar provecho

    escuchando, segn creo. Ciertamente, os voy a decir algunas otras cosas por las que quiz

    gritaris. Pero no hagis eso de ningn modo. Sabed bien que si me condenis a muerte,

    siendo yo cual digo que soy, no me daaris a m ms que a vosotros mismos. En efecto,

    a m no me causaran ningn dao ni Meleto ni Anito; cierto que tampoco podran, porque

    no creo que naturalmente est permitido que un hombre bueno reciba dao de otro malo.

    Ciertamente, podra quiz matarlo o desterrarlo o quitarle los derechos ciudadanos. ste y

    algn otro creen, quiz, que estas cosas son grandes males; en cambio yo no lo creo as,

    pero s creo que es un mal mucho mayor hacer lo que ste hace ahora: intentar condenar

    a muerte a un hombre injustamente.

    Ahora, atenienses, no trato de hacer la defensa en mi favor, como alguien podra creer,

    sino en el vuestro, no sea que al condenarme cometis un error respecto a la ddiva del

    dios para vosotros. En efecto, si me condenis a muerte, no encontraris fcilmente,

    aunque sea un tanto ridculo decirlo, a otro semejante colocado en la ciudad por el dios del

    mismo modo que, junto a un caballo grande y noble pero un poco lento por su tamao, y

    que necesita ser aguijoneado por una especie de tbano, segn creo, el dios me ha

    colocado junto a la ciudad para una funcin semejante, y como tal, despertndoos,

    persuadindoos y reprochndoos uno a uno, no cesar durante todo el da de posarme en

    todas partes. No llegaris a tener fcilmente otro semejante, atenienses, y si me hacis

    caso, me dejaris vivir. Pero, quiz, irritados, como los que son despertados cuando

    cabecean somnolientos, dando un manotazo me condenaris a muerte a la ligera,

    haciendo caso a .finito. Despus, pasarais el resto de la vida durmiendo, a no ser que el

    dios, cuidndose de vosotros, os enviara otro. Comprenderis, por lo que sigue, que yo

    soy precisamente el hombre adecuado para ser ofrecido por el dios a la ciudad. En efecto,

    no parece humano que yo tenga descuidados todos mis asuntos y que, durante tantos

    aos, soporte que mis bienes familiares estn en abandono, y, en cambio, est siempre

    ocupndome de lo vuestro, acercndome a cada uno privadamente, como un padre o un

    hermano mayor, intentando convencerle de que se preocupe por la virtud. Y si de esto

    obtuviera provecho o cobrara un salario al haceros estas recomendaciones, tendra alguna

    justificacin. Pero la verdad es que, incluso vosotros mismos lo veis, aunque los

    acusadores han hecho otras acusaciones tan desvergonzadamente, no han sido capaces,

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    presentando un testigo, de llevar su desvergenza a afirmar que yo alguna vez cobr o

    ped a alguien una remuneracin. Ciertamente yo presento, me parece, un testigo

    suficiente de que digo la verdad: mi pobreza.

    Quiz pueda parecer extrao que yo privadamente, yendo de una a otra parte, d estos

    consejos y me meta en muchas cosas, y no me atreva en pblico a subir a la tribuna del

    pueblo y dar consejos a la ciudad. La causa de esto es lo que vosotros me habis odo

    decir muchas veces, en muchos lugares, a saber, que hay junto a m algo divino y

    demnico; esto tambin lo incluye en la acusacin Meleto burlndose. Est conmigo desde

    nio, toma forma de voz y, cuando se manifiesta, siempre me disuade de lo que voy a

    hacer, jams me incita. Es esto lo que se opone a que yo ejerza la poltica, y me parece

    que se opone muy acertadamente. En efecto, sabed bien, atenienses, que si yo hubiera

    intentado anteriormente realizar actos polticos, habra muerto hace tiempo y no os habra

    sido til a vosotros ni a m mismo. Y no os irritis conmigo porque digo la verdad. En efecto,

    no hay hombre que pueda conservar la vida, si se opone noblemente a vosotros o a

    cualquier otro pueblo y si trata de impedir que sucedan en la ciudad muchas cosas injustas

    e ilegales; por el contrario, es necesario que el que, en realidad, lucha por la justicia, si

    pretende vivir un poco de tiempo, acte privada y no pblicamente.

    Y, de esto, os voy a presentar pruebas importantes, no palabras, sino lo que vosotros

    estimis, hechos. Od lo que me ha sucedido, para que sepis que no cedera ante nada

    contra lo justo por temor a la muerte, y al no ceder, al punto estara dispuesto a morir. Os

    voy a decir cosas vulgares y leguleyas, pero verdaderas. En efecto, atenienses, yo no ejerc

    ninguna otra magistratura en la ciudad, pero fui miembro del Consejo. Casualmente ejerca

    la pritana nuestra tribu, la Antiquide, cuando vosotros decidisteis, injustamente, como

    despus todos reconocisteis, juzgar en un solo