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Palabras del Presidente Juan Manuel Santos en el Foro ‘Pensar en verde, estrategia económica para el siglo XXI’ Bogotá, 16 mar (SIG). “No podemos engañarnos. Vivimos un momento de transición y cambio climático de peligrosas consecuencias para la humanidad. Se trata de un cambio que no llegará de manera gradual, sino en la forma de dolorosísimas tragedias. Nadie debería permanecer indiferente frente a los eventos extremos y contundentes que venimos presenciando en el planeta. Sin embargo, aún hay incrédulos y conformistas que dilatan y evaden su responsabilidad en los principales foros internacionales. Esa incredulidad —esa contumacia— no nos permite avanzar con el sentido de urgencia que la situación exige. Casi 20 años después de la Cumbre de la Tierra de Rio de Janeiro, la falta de compromiso resulta frustrante. No hay instrumentos que hoy nos permitan disminuir las emisiones de gas a niveles razonables. Afortunadamente sí existen personas incansables, seres humanos excepcionales, que pacientemente han recorrido el mundo generando conciencia para salvar el hogar común de la humanidad. Una de ellas es Al Gore, quizás la persona que más ha logrado comunicar — en el concierto global— la trascendencia y gravedad de los problemas que enfrentamos. Usted —estimado y admirado Al Gore— ha dado a conocer, de manera eficaz y contundente, la evidencia técnica y científica para demostrar que el cambio climático es un hecho y que no podemos perder más tiempo. Y lo ha hecho, además, con una gran lucidez. Anoche me explicó en tres palabras algo que yo todavía no podía entender. Me decía por qué es que el cabio climático hace llover con más intensidad. Y con una tremenda elocuencia me decía: simple y llanamente porque la temperatura más alta absorbe más la humedad y cuando llueve, llueve más intensamente. Con esa contundencia es que nos ha venido alertando sobre este peligro. En Colombia hemos venido estudiando la incidencia del fenómeno climático y en un país como el nuestro, que es vulnerable, tiene tremendas consecuencias.

Mar.16.2011 - Palabras Del Presidente Juan Manuel Santos en El Foro Pensar en Verde

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Palabras del Presidente Juan Manuel Santos en el Foro ‘Pensar en verde, estrategia económica para el siglo XXI’ 

Bogotá, 16 mar (SIG). “No podemos engañarnos.

Vivimos un momento de transición y cambio climático de peligrosas consecuencias para la humanidad.

Se trata de un cambio que no llegará de manera gradual, sino en la forma de dolorosísimas tragedias.

Nadie debería permanecer indiferente frente a los eventos extremos y contundentes que venimos presenciando en el planeta.

Sin embargo, aún hay incrédulos y conformistas que dilatan y evaden su responsabilidad en los principales foros internacionales.

Esa incredulidad —esa contumacia— no nos permite avanzar con el sentido de urgencia que la situación exige.

Casi 20 años después de la Cumbre de la Tierra de Rio de Janeiro, la falta de compromiso resulta frustrante.

No hay instrumentos que hoy nos permitan disminuir las emisiones de gas a niveles razonables.

Afortunadamente sí existen personas incansables, seres humanos excepcionales, que pacientemente han recorrido el mundo generando conciencia para salvar el hogar común de la humanidad.

Una de ellas es Al Gore, quizás la persona que más ha logrado comunicar —en el concierto global— la trascendencia y gravedad de los problemas que enfrentamos.

Usted —estimado y admirado Al Gore— ha dado a conocer, de manera eficaz y contundente, la evidencia técnica y científica para demostrar que el cambio climático es un hecho y que no podemos perder más tiempo.

Y lo ha hecho, además, con una gran lucidez. Anoche me explicó en tres palabras algo que yo todavía no podía entender. Me decía por qué es que el cabio climático hace llover con más intensidad. Y con una tremenda elocuencia me decía: simple y llanamente porque la temperatura más alta absorbe más la humedad y cuando llueve, llueve más intensamente.

Con esa contundencia es que nos ha venido alertando sobre este peligro.

En Colombia hemos venido estudiando la incidencia del fenómeno climático y en un país como el nuestro, que es vulnerable, tiene tremendas consecuencias. Cambio climático y café

Hablábamos ahora, antes de entrar, que estábamos sentados al lado de Juan Valdez, tomándonos un café, cómo el cambio climático —es una investigación que además ha hecho Cenicafé con gran eficacia— cómo ya hoy el cambio climático está afectando la producción de café en forma grave.

Porque el café, que es un café de altura, al aumentar la temperatura, hay ciertas zonas que dejan de producir café. Y eso ya hoy nos está afectando.

En el año 2001, ante el Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las

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Naciones Unidas, Colombia alertó acerca de la vulnerabilidad de nuestros ecosistemas.

En particular, hablamos de la fragilidad de nuestros páramos, que son los que regulan y almacenan la mayor cantidad de agua de Los Andes septentrionales.

Somos conscientes de nuestra mega-diversidad, de esa magnífica oferta hídrica continental al servicio del mundo.

Pero necesitamos de los esfuerzos de la comunidad internacional para que nos ayude a proteger este patrimonio de la Tierra.

¡Y debe ser pronto!

Las variaciones climáticas ya han dejado lamentables consecuencias —sociales y económicas— en nuestro país.

Según la Agencia de la ONU para la Atención Humanitaria, somos el tercer país del mundo con mayor población en zonas de alto riesgo de deslizamientos e inundaciones.

Los efectos de la última ola invernal —ustedes los han visto—, una tragedia que no ha acabado de pasar. Y lo que es más preocupante, tiende a agravarse ahora que comienzan las lluvias sobre zonas que ya están saturadas de agua. Y en muchas de esas zonas no hemos tenido el tiempo de hacer las labores de mitigación, porque están llenas de agua.

Y ahí hay un desafío muy grande y las cifras son muy dicientes: cerca de dos millones y medio de personas afectadas y las pérdidas económicas son incalculables.

Hablábamos ahora sobre el costo solamente para el país de las reparaciones en materia de infraestructura, las carreteras. Y le explicaba yo a Al Gore que hemos tenido que vender un porcentaje de nuestra empresa petrolera, Ecopetrol, para financiar esas obras de infraestructura.

De esa magnitud es el costo de este desastre.

Por eso hemos dicho que padecemos la peor emergencia —porque es la peor emergencia de la historia— en materia de inundaciones, como víctimas de este fenómeno que han denominado La Niña.

Las sequías, deslizamientos y heladas vienen en aumento.

La intensidad y frecuencia de los fenómenos de El Niño y de La Niña son cada vez mayores, y no sólo se traducen en fuertes inviernos.

También experimentamos prolongadas sequías, como la que se ha venido presentando en la Amazonia central.

Por eso tenemos que ser claros, ¡muy claros!

Los estragos de hoy son inmensos, pero serán nada comparados con los de mañana si no detenemos y revertimos las concentraciones de gases.

Nuestra meta —la meta de todo el mundo— debe ser evitar, a toda costa, que el aumento de la temperatura llegue a los 2 grados centígrados.

Y si hay que imponer un impuesto al CO2, ¡bienvenido sea! >Y nosotros estaríamos gustosos de liderar un proceso en esa dirección.

Crisis nuclear en Japón y anuncio de Venezuela

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Por otra parte, la tragedia que hoy vive el Japón —un pueblo valiente al que hoy extendemos nuestra mayor solidaridad; hablé hace unos minutos con el Embajador nuevamente, hemos estado pendientes de ver cómo podemos ayudar al Japón en este momento tan difícil—; pero esa tragedia nos lleva a una nueva y urgente reflexión.

No sólo tenemos que prepararnos para enfrentar el cambio climático, sino también concentrarnos en prevenir otros desastres que la acción del hombre, en su carrera tecnológica, puede causar.

La crisis de la planta nuclear de Fukushima —que esperamos se conjure positivamente— es una voz de alarma para todos los países que usan esta clase de energía, en extremo sensible a fallas humanas o cataclismos.

Celebramos, en este sentido, el anuncio del presidente Hugo Chávez —en un gesto de oportuna precaución— de congelar el programa para construir una planta nuclear en Venezuela.

Nuestro reto ahora, como humanidad, es incentivar el uso de fuentes de energía alternativa y sostenible que no pongan en peligro nuestra subsistencia sobre el planeta.

Y nuestro país tiene mucho que aportar en este tema.

En Colombia somos conscientes del problema del calentamiento global y de nuestra propia riqueza ambiental, y esto nos obliga a mantener un compromiso inquebrantable para implementar acciones concretas de mitigación y adaptación al cambio climático.

A nivel internacional, por ejemplo, venimos participando activamente en la promoción de acuerdos intergubernamentales que detengan el aumento de la temperatura.

También hemos establecido acuerdos de cooperación con centros de excelencia internacional en investigación científica.

Nuestra meta es traer ciencia y tecnología de vanguardia al país, para emplearla en nuestra toma de decisiones.

En esa dirección, estamos trabajando en acuerdos de cooperación con el Instituto Carnegie para la Ciencia, de la Universidad de Stanford.

Yo tuve la oportunidad de subirme en uno de sus aviones, que están haciendo con el IDEAM. Este centro científico viene desarrollando herramientas para medir y monitorear nuestra selva amazónica y el contenido de carbón de nuestros bosques.

Y no solamente el contenido de carbón, sino la riqueza de nuestra biodiversidad.

Ésta es una iniciativa muy importante porque —como en cualquier gerencia— lo que no se puede medir no se puede gestionar ni proteger de manera adecuada.

En la Cumbre de Nagoya, adonde fue nuestra querida Sandra Bessudo, nos comprometimos a que las ÁREAS PROTEGIDAS del país alcancen a cubrir el 25 por ciento del territorio nacional y el 15 por ciento de nuestras áreas marinas —antes del año 2020—.

Para nosotros, la Cumbre de Nagoya fue fructífera y, con ese entusiasmo, fuimos el primer país —y lo quisimos hacer deliberadamente— en firmar el protocolo sobre Acceso a los Recursos Genéticos.

Por otra parte en Cancún, adonde yo personalmente no pude ir, precisamente porque estaba atendiendo la emergencia invernal, allá reiteramos nuestra genuina voluntad

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política para avanzar de manera sustanciosa en un acuerdo ambicioso y jurídicamente vinculante para todos los países.

Allí apoyamos decididamente el programa REDD PLUS de la ONU, dirigido —como lo indican sus siglas— a la Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de Bosques.

A nivel interno, tenemos un compromiso con el buen uso —tanto productivo como ecológicamente sostenible— de la tierra en nuestro país.

Ley de Tierras y ambiente

Con ese objetivo, estamos preparando el proyecto de Ley General de Tierras y Desarrollo Rural, que vamos a presentar al Congreso este mismo año. Este proyecto está siendo consultado con las comunidades indígenas y las comunidades afrodescendientes, como lo obliga la Constitución, para que podamos presentarlo al Congreso después de esas consultas.

¿Qué nos proponemos con esta iniciativa?

Delimitar la frontera agraria, mantener nuestras grandes reservas forestales y reducir la deforestación de los bosques nativos en Colombia.

Este proyecto contemplará, además, la creación de la Unidad Nacional de Tierras y Aguas —adscrita al Ministerio de Agricultura—, encargada de reglamentar los usos del suelo y del agua en Colombia.

Tenemos el urgente desafío de optimizar la tierra para que la agricultura sea una locomotora que jalone el crecimiento económico, sin que vaya en detrimento de la sostenibilidad ambiental.

La ganadería colombiana, por ejemplo, utiliza 38 millones de hectáreas, a pesar de que sólo 20 millones son aptas para explotación ganadera, y tan sólo 5 millones de hectáreas tienen pastos mejorados.

En el otro lado están las actividades agrícolas que usan apenas 5 millones de hectáreas, de un total de 21 millones que se pueden dedicar para ese fin.

Un Sistema de Gestión Ambiental y el Ministerio del Medio Ambiente

También estamos trabajando para realizar ajustes profundos a nuestro sistema nacional de gestión ambiental.

Vamos a reformar las corporaciones regionales, estamos en ese proceso; y vamos a diseñar una mejor articulación entre nuestros institutos ambientales.

Y como ustedes saben, nos alistamos ya con las facultades que ayer aprobó el Congreso de la República, a crear el Ministerio del Medio Ambiente y el Desarrollo Sostenible.

Esa era una promesa de campaña que reiteré cuando firmé —siendo candidato presidencial— el llamado Pacto Ambiental.

Hoy celebramos una excelente noticia que nos da vía libre para cumplir con esa promesa, con esta aprobación por parte del Congreso de la República. Y esa Ley de Facultades nos va a permitir la pronta creación del Ministerio; es un reclamo que ha sido constante por parte de las organizaciones ambientales en los últimos años.

El nuevo Ministerio del Medio Ambiente se encargará de que Colombia tenga una regulación para la protección ambiental que sea compatible con el desarrollo

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económico, y lo que queremos es tratar de tener una especie de ESTADO DEL ARTE en materia de regulación, que haga compatible el desarrollo y la sostenibilidad ambiental.

¿Qué buscamos con el nuevo Ministerio?

Garantizar la conservación de nuestra biodiversidad, liderar y coordinar la gestión ambiental con todos los agentes de la sociedad, reducir la vulnerabilidad al cambio climático, y fortalecer la capacidad de gestión de las instituciones ambientales.

A este Ministerio lo vamos a fortalecer con capacidad técnica, que ha sido desde su creación uno de sus grandes vacíos.

Anoche hablábamos con algunas personas cómo la mayoría de los técnicos que hoy están por ejemplo estudiando las licencias ambientales, son personas que están por contrato y que van y vienen con una rapidez impresionante, que no están suficientemente capacitadas, ni tienen acumulada esa experiencia que nos pueda garantizar unas buenas decisiones.

Por eso es tan importante la creación de este Ministerio. Hablábamos con Juan Lozano ese tema en particular.

Un mensaje a la sociedad

Hoy también —aprovechando la excelente oportunidad de este foro que nos invita a “Pensar en Verde”— quiero enviar un mensaje muy claro a la sociedad colombiana y al mundo:

LA PROTECCIÓN DEL MEDIO AMBIENTE NO ES INCOMPATIBLE CON EL DESARROLLO DE SECTORES CRUCIALES DE NUESTRA ECONOMÍA.

Esa es nuestra posición como Gobierno.

Lo que debemos hacer es encontrar las fórmulas correctas para que ambos objetivos se puedan lograr de manera armónica.

Ese es un desafío fundamental que asumiremos desde el Ministerio del Medio Ambiente.

Dentro de su estructura, estableceremos unidades ambientales especializadas para cuatro de nuestras locomotoras del crecimiento, como son la vivienda, la infraestructura, la agricultura y la minería.

La idea es que esas locomotoras estén sintonizadas con la preservación de los recursos naturales y la protección de los ecosistemas.

Y aquí quiero referirme puntualmente a la minería, que es un tema tan sensible por estos días.

Debo señalar primero que este tipo de discusiones nunca dejan a todos contentos, porque… o se quejan los empresarios… o se quejan los ambientalistas.

Acción contra minería ilegal

En cualquier caso, les puedo garantizar cuál es —y seguirá siendo— nuestra doctrina al respecto:

Nuestra prioridad es ser RESPONSABLES CON EL MEDIO AMBIENTE.

Y —en esa línea— también es prioritario promover una MINERÍA RESPONSABLE.

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Por supuesto —y en esto soy enfático—, no toleraremos la minería ilegal, que es tan nociva, sobre todo con el medio ambiente, aparte de otras consecuencias negativas, y que escapa a cualquier control.

En ese propósito necesitamos la ayuda de las empresas que operan con todas las de la ley, para que denuncien a los que operan sin cumplir las condiciones y requisitos que establece nuestra legislación.

Y en esto no solamente estamos diciendo, estamos haciendo. Contra la minería ilegal estamos obrando con toda la contundencia:

Entre el año pasado y lo corrido de éste, la Policía Nacional ha intervenido 331 minas ilegales; ha incautado 89 retroexcavadoras, 62 motobombas y 23 dragas, y ha capturado más de 1.000 personas involucradas en esta actividad.

No más en lo que llevamos del año, han sido intervenidas 74 minas de oro y —recientemente— 91 minas de carbón, estas últimas en Boyacá.

Tenemos unas metas concretas al respecto, como la eliminación de la minería ilegal en 5 distritos mineros y la puesta en marcha —al menos— de un proyecto de reconversión tecnológica en cada uno de ellos.

También tomaremos medidas para reducir en 10 por ciento el uso del mercurio en los procesos mineros.

Y sobre este tema quiero enviar también otra señal muy clara y muy contundente:

En Colombia, el título que otorga un derecho para la exploración minera no concede automáticamente el derecho a la explotación, toda vez que se trata de un derecho condicionado a la obtención de una licencia ambiental y de una licencia técnica, debidamente aprobadas por las autoridades ambientales y mineras.

SIN LA OBTENCIÓN DE ESTAS AUTORIZACIONES NO SE CONSOLIDA EL DERECHO DE EXPLOTAR y, por lo tanto, no se pueden iniciar obras ni trabajos de explotación minera en el territorio nacional.

El Páramo de Santurbán

Brevemente quiero referirme al caso puntual de la mina en el páramo de Santurbán —en Santander—.

Aquí somos conscientes del debate y de los argumentos que han presentado tanto la comunidad como la empresa canadiense que posee títulos mineros en la zona.

Estamos evaluando los argumentos de una y otra parte, con total objetividad, con total rigurosidad, bajo criterios técnicos y objetivos, y esperamos anunciar a más tardar en tres semanas la decisión final de conceder o no la licencia ambiental para el proyecto.

No nos hemos querido ninguno del Gobierno pronunciar al respecto. Será una decisión que consulte nuestras dos prioridades: ser responsable, es la primera, con el medio ambiente y promover el desarrollo de una minería responsable.

Queridos amigos y amigas; querido Al Gore:

A pesar de que Colombia sólo es responsable de la emisión del 0,37 por ciento de los gases de efecto invernadero, tenemos un compromiso real frente al cambio climático,

Asumimos nuestra responsabilidad como los poseedores privilegiados de una riqueza natural que anhelamos conservar.

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La solución —por supuesto— sólo puede ser conjunta.

Es tiempo de acciones, no de buenas intenciones.

Aquí todos tienen que sentarse a escuchar, a proponer y —sobre todo— a comprometerse.

¡Y con más razón quienes más contaminación generan!

Necesitamos ciencia aplicada, cumplimiento de acuerdos internacionales y definición de políticas nacionales propias y políticas internacionales.

También necesitamos que se inviertan importantes recursos porque, de lo contrario, nos quedamos en declaraciones retóricas de buenos principios.

Éste es un reto que nos obliga a pensar a una escala geográfica que va más allá de nuestras fronteras.

Un reto que nos obliga a conjugar la preocupación por el presente con nuestra responsabilidad con las generaciones futuras.

Nosotros —y nuestros descendientes— urgimos a los países desarrollados para que mitiguen sus efectos contaminantes.

Los urgimos a que abandonen la cómoda y absurda incredulidad, y asuman su responsabilidad en este desafío que los afecta a ellos, tanto como a nosotros.

Permítame, señor Gore, terminar citando uno de los mensajes que usted transmitió al mundo en su impactante y premiado documental Una verdad inconveniente:

‘Los errores que se cometieron en los siglos y generaciones del pasado tuvieron consecuencias que pudimos superar. ¡Ya no podemos darnos ese lujo!’

Muchas gracias”.