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8/2/2019 Mario Meza_La Experiencia Insurreccional de El MRTA_071211
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Grupo Memoria. Documento preliminar. 07/12/2011.No citar sin autorizacin de su autor/a . Si desea citar estedocumento o parte del mismo, escribir a: [email protected]
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La experiencia insurreccional de El Movimiento Revolucionario Tpac Amaru 1
Autor: Mario Meza Bazn
Historiador
Una dcada despus de la cada del fujimorismo, la historia de la violencia poltica en el Per ha
quedado parcialmente relegada en la mentalidad de los peruanos. Como experiencia traumtica
se ha preferido olvidarla, omitirla y condenarla. Pocos son capaces de afirmar qu fueron estos
grupos armados en el Per. Los investigadores de la violencia poltica que han abordado este
tema, han circunscrito dicho fenmeno al PCP Sendero Luminoso (de ahora en adelante SL) en el
contexto de la precarizacin de una democracia atenazada por la crisis econmica y poltica en la
dcada de 1980. Poco hemos entendido, tal como ha sugerido Cecilia Mndez en este foro, cul
fue la naturaleza blica de la violencia poltica peruana entre 1980 y el 2000; cules fueron lascondiciones que hicieron posible desembocar entre sectores izquierdistas radicalizados un
fenmeno insurreccional no senderista, un correlato adicional a la violencia desencadenada por
SL.
En esta oportunidad presentar la experiencia insurreccional del Movimiento Revolucionario
Tpac Amaru (MRTA) no como una parte agregada de las violencias desplegadas por SL, el Ejrcito
y la poblacin civil, sino como parte de una historia mayor: las que construyeron y legitimaron
tradiciones insurreccionales y revoluciones armadas en el mundo, en el continente
latinoamericano y en el pas. El MRTA es parte de esa historia que legitim la violencia poltica
contempornea como una cultura experimental de la utopa liberadora de la humanidad, pero
tambin como experiencia trgica de la misma. No es por tanto una dimensin marginal de la
guerra interna librada en el Per. Para m la insurreccin del MRTA fue la actividad de un grupo
armado moldeado por ideologas creyentes de la liberacin social, la igualdad y la esperanza en lo
nacional, popular, socialista y antiimperialista, que gener paradjicamente, y en tiempos de
democracia, represin y persecucin, conducindonos a la fragmentacin social. Esto no significaque desentendamos al MRTA en el contexto de la violencia dominada por el conflicto SL versus
Ejrcito teniendo a la sociedad peruana en medio, sino que resituemos esa experiencia
insurreccional como un ingrediente esencial de la violencia poltica peruana.
1 Versin sintetizada de mi tesis doctoral en Historia en El Colegio de Mxico.
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Mi hiptesis es que la violencia poltica y la guerra interna librada en Per entre 1980 y 2000
anudaron varias guerras e involucraron muchos niveles de conflictos soterrados y evidentes en el
pas. Los diferentes actores polticos y armados eran conscientes de qu y cmo dirigan esas
violencias, reivindicando tradiciones insurreccionales o armadas. Para los insurrectos no
senderistas, la violencia revolucionaria surga de escenarios predeterminados por la historia o la
lucha de clases, por lo que pensaron que unir necesidad y determinacin histrica con voluntad y
legitimacin insurreccional dara finalmente consistencia a sus motivos revolucionarios. Esto los
llev a la conclusin de que hacer una insurreccin deba reivindicar antes que nada la defensa de
culturas y tradiciones que haban dado forma a una identidad revolucionaria de izquierda. Para
ellos, esta identidad insurreccional representaba los autnticos intereses populares y era lo que
los distinguira de SL. De all la relevancia de entender la particular experiencia insurreccional delMRTA, ms all de considerarla un agregado subordinado de un conflicto mayor entre SL y el pas,
es comprender cmo se estaba desarrollando una lgica histrica de la violencia en el pas.
Conocer y comprender la experiencia insurreccional del MRTA nos acerca a redescubrir como fue
la historia de esta guerra olvidada.
Las fuentes de la insurreccin revolucionaria
La influencia de la revolucin cubana en la dcada de 1960 marc el nacimiento de nuevos
movimientos polticos de izquierda revolucionaria que transformaron los escenarios nacionales en
los pases latinoamericanos. La revolucin cubana traz efectivamente las lneas de distincin
entre el discurso ideolgico radical y revolucionario con la prctica poltica consecuente que
muchos partidos y personajes reivindicaban en el discurso, pero no en los hechos. La vinculacin
entre la palabra y los hechos alcanz en este contexto la forma ms acabada y depurada de la
consecuencia tica y moral de un militante de izquierda. La revolucin cubana se identific en este
sentido como inspiradora directa de la experiencia insurreccional de varios movimientos armados
subversivos en el pas y en el continente, entre ellos del MRTA. La estrategia insurreccional cubanaguiada por un intenso voluntarismo y una fe en el compromiso inquebrantable por la revolucin,
expresada en las guerras de guerrillas y en teoras del foco como instrumentos de movilizacin y
conquista del poder, convirtieron la experiencia revolucionaria en una pica de liberacin que
deba anteponerse a la estrategia y al clculo cauteloso de los partidos populares, comunistas,
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socialistas, nacionales y antiimperialistas que haban ensayado, desde algunas dcadas atrs y con
diferente fortuna, insertarse en la vida poltica de sus pases de origen.
Creo sin embargo que el peso de la revolucin cubana en la conformacin de movimientos
insurreccionales subversivos est sobredimensionado. Los viejos movimientos y partidos
socialistas y comunistas, nacionalistas, populistas y antiimperialistas fundados entre la primera y la
segunda guerra mundial posean fuertes contenidos de referencia para construir tradiciones
histricas insurreccionales y/o movilizadoras de la poblacin, que unos llaman radicales y en mi
caso los identifico como espacios culturales revolucionarios. Ejemplos de ello son los comunistas
brasileos en la insurreccin de 1930; los comunistas salvadoreos en el levantamiento armado de
esa misma poca; las autodefensas campesinas colombianas apoyadas por los comunistas de su
pas que sin llegar a un estado insurreccional proclamaron repblicas propias y transmitieronmemorias y codificaciones de la insurreccin. Las experiencias no comunistas de la revolucin
mexicana; la revolucin nacionalista boliviana; o, la movilizacin popular peronista, cardenista o
varguista en Brasil han posedo idnticos contenidos. Estas fuentes dieron densidad histrica a
algunos presupuestos fundamentales de la movilizacin social en el continente, entendida como
apertura del espacio cerrado por las elites a las masas y reivindicacin a sus demandas de justicia
social. La apertura de regmenes revolucionarios como el cubano es relevante por su
trascendencia ideolgica pero poco significativa por su impacto social en relacin, por ejemplo, a
los regmenes nacionalistas y populistas. Ambas experiencias poseen sin embargo algo en comn:
el enfrentamiento contra los regmenes excluyentes de masas, las oligarquas; y la inclusin de lo
popular en la arena poltica oficial. La identidad comn de ambas experiencias nos muestra por un
lado la convergencia ideolgica de regmenes que actuaban apelando el apoyo de las masas
emergentes mientras que, por otro lado, nos muestra cmo se iba construyendo la legitimacin de
la accin armada como derecho de desobediencia de los subalternos y conquista del poder. En
Per ambas posibilidades capaces de inducir transformaciones revolucionarias populistas o
insurreccionales han sido frustrantes. Sin embargo las fuentes experimentales para esastradiciones revolucionarias insurreccionales no son diferentes de otros pases vecinos; estn all, y
se relacionan con tres actores fundamentales: las organizaciones juveniles apristas; los
comunistas; y, los ncleos ideolgicos reformistas de las Fuerzas Armadas que terminarn con la
experiencia velasquista en la dcada de 1970.
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Los frentes juveniles apristas
El Partido Aprista Peruano (PAP) surgi como frente revolucionario de masas emergentes tras la
crisis de 1930; aprendi de otras experiencias populares y nacionales como la revolucin mexicana
y la revolucin china en 1910 y 1911 por qu era importante la lucha antiimperialista de los
pueblos; aprendi por qu la brillantez de una experiencia como la revolucin rusa no era
trasplantable a otros pueblos; aprendi por qu tras la crisis de 1930, las manifestaciones fascistas
de masas europeas, endurecidas por la Gran Guerra, fueron movilizadas por un militarismo
reaccionario que las cautivaba con simbologas de fuerza, violencia y culto a la nacin y al caudillo.
Los aspectos negativos y excluyentes de estas movilizaciones de masas no se sobrepusieron sin
embargo a aspectos ms incluyentes y positivos de las mismas; el racismo no se convirti por
ejemplo en fuente legitimadora de poder. En su lugar, la reivindicacin de las masas comoopciones polticas progresistas, se impusieron como alternativas al atraso del rgimen oligrquico.
A esta ltima el PAP seal como el principal vector del atraso y males del pas y ensalz por otro
lado la voluntad del caudillo con el sentido mismo de la revolucin. Este ltimo rasgo fecund la
expresin del culto a la personalidad para los subsiguientes lderes polticos.
Vctor Ral Haya De La Torre y sus seguidores organizaron un partido capaz de adaptarse a las
duras exigencias de cada poca y segn la oportunidad poltica del momento: en unas pocas era
una mquina electoral al servicio de su lder (1931, 1945 y 1962); en otras, era un movimiento
semimilitarizado de los periodos de persecucin y clandestinidad. Sus jvenes seguidores no
fueron siempre obedientes a las tcticas de su carismtico lder pero obtuvieron un papel especial
en el partido. Eran fuerza de choque, futuros dirigentes populares, reserva mstica e incorruptible
ante las prcticas polticas tradicionales. Sus diversos frentes como la VACH (Vanguardia Aprista de
Choque), la VAJ (Vanguardia Aprista Juvenil) y la FAJ (Frente Aprista Juvenil) eran semilleros de
nuevos polticos peruanos. De ellos y de las secretaras de defensa del partido saldran
conspiraciones fallidas como la revolucin de 1948, sin contar el espontneo movimiento popularaprista de 1932 y de otros movimientos posteriores a l. El fracaso de 1948 y los vaivenes, giros y
maniobras de su lder por conducir a sus juventudes organizadas para la accin revolucionaria,
llev finalmente a estos jvenes militantes cultivados para el sacrificio, el herosmo, la voluntad, la
disciplina y el valor personal abandonar desencantadamente al partido y a su lder. Ellos
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constituiran las lneas de transmisin de viejas aspiraciones insurreccionales a los nuevos
movimientos radicales revolucionarios que surgiran en la dcada de 1960.
Los comunistas
El Partido Comunista del Per (PCP), fundado por Jos Carlos Maritegui, aportara menos
densidad numrica en la organizacin de masas que el Partido Aprista, pero dara ms
experiencias organizativas y referencias ideolgicas alternativas al aprismo. Para el militante
comunista estar bajo las rdenes del partido era estar a las rdenes de la revolucin mundial. Su
dirigencia en cambio estaba ms dispuesta a combinar lucha poltica legal con la fuerza organizada
de las masas. El PCP afirm la importancia de la organizacin sindical introducida por los
anarquistas a principios del siglo XX, con un tinte clasista especialmente entre trabajadores
urbanos y rurales mineros y campesinos. La participacin de los campesinos semiasalariados(yanaconas) sera relevante para la fundacin de la Central General de Trabajadores del Per en
1928 y de la Confederacin Campesina del Per en 1947. Los dirigentes comunistas fundaron con
los dirigentes sindicales apristas la Confederacin de Trabajadores del Per en 1948, afirmando la
necesidad de fomentar las identidades de clase en la emergente sociedad peruana del siglo XX.
Los comunistas entendieron que difundir una organizacin de trabajadores que les diera una
identidad de resistencia de clase, con perspectivas insurreccionales, afirmara el liderazgo de su
partido representante del proletariado para la toma violenta del poder. Esto les daba
tericamente una opcin poltica propia en la lucha por l. Su rechazo a la formacin de frentes
multiclasistas impulsados por los apristas constituy un eje esencial de sus divergencias, debates y
conflictos con este partido, que se mantendra especialmente hasta la dcada de 1980 a travs del
frente IU. Su oposicin a la abolicin anarquista del Estado seala en todo caso la percepcin de
una razn poltica que se hara dominante entre todas las izquierdas en la segunda mitad del siglo
XX: la necesidad de mantener un Estado revolucionario socialista como paso previo al comunismo.
No es difcil precisar, sin embargo, que toda esta retrica ideolgica intransigente de loscomunistas, poda acomodarse en la prctica con cualquier situacin poltica que les diera
oportunidad para la participacin partidaria en el escenario nacional. Los jvenes militantes del
comunismo asimilaran con dificultades estas enseanzas contradictorias de sus lderes: promover
por un lado la organizacin de clase de los trabajadores para soportar por otro los arreglos de sus
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lderes con la oligarqua, para favorecer la libertad de accin del partido y de los sindicatos. Ello
hablaba en contra de la identidad revolucionaria que tanto predicaban. Para los comunistas
insurreccionales la actitud conciliadora de su partido con el rgimen oligrquico amenazaba sus
identidades revolucionarias en los sindicatos, organizaciones y frentes sociales supuestamente
preparados para la insurreccin. Peor an, la prctica leninista de un paso atrs y dos pasos
adelante los dejaba mal parados consigo mismos, como cuadros capaces de organizar masas
revolucionarias que para solo promover paros, huelgas, mtines y boicots. La incomoda
convergencia entre retrica insurreccional y poltica real entre los comunistas insurreccionales y
sus lderes provocaron la escisin del mismo despus del golpe militar de 1948.
Las Fuerzas Armadas (FFAA): el Ejrcito
Las Fuerzas Armadas y particularmente el Ejrcito tienen tambin un protagonismo en estaformacin de fuentes insurreccionales peruanas del siglo XX. El Ejrcito fue un actor institucional
en la vida del pas junto con el partido aprista. Ambos abrieron la participacin de las masas en el
pas, yendo incluso contra la oligarqua a la que tericamente deba defender. Como ha mostrado
Cecilia Mndez,esta actitud populista no era nueva. Desde los tiempos de la independencia y de
la repblica plebeya, los militares y la poblacin se relacionaron fluidamente entre s. Las reformas
del Ejrcito durante la repblica aristocrtica subordinaron tericamente a los militares a la
sociedad civil y finiquitaron los golpes de estado y la autoridad que estos podan tener sobre la
poblacin. La influencia de la escuela militar francesa con sus conceptos de defensa en
profundidad y contra el enemigo externo representado en los pases vecinos y del enemigo
interno representado por el apro-comunismo reivindicaron sin embargo esta relacin Ejrcito-
plebe teido con un nacionalismo de ribetes populistas.
Los aspectos polticos de estas tendencias, cocinadas por un sector de la intelligentsia militar del
Ejrcito, fueron a contracorriente de otras tendencias que infligan golpes de estado para defender
ms bien el orden tradicional. El periodo de la etapa golpista ms tradicional del Ejrcito (1930-1956) coincidi sin embargo con los impulsos movilizadores de la poblacin y la incubacin de
nuevos referentes ideolgicos militares de defensa nacional. A mediados de la segunda mitad del
siglo XX nuevas generaciones de oficiales profesionales pensaban que la construccin de lo
nacional no poda darse sin lo popular. Las masas desbordaban el campo hacia las ciudades y
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dieron cuenta de lo obsoleto que poda resultar la oligarqua y lo peligroso que podan ser las
iniciativas de cambio dejadas a los grupos insurreccionales. Como haba sucedido en otros pases
del continente (Mxico, Brasil y Argentina) los cambios seran ser dirigidos por caudillos populistas
que resultaban ser al mismo tiempo ex militares (Lzaro Crdenas, Getulio Vargas y Juan Domingo
Pern).
El PAP y el PCP entendieron por su lado que las lecturas que la oligarqua y las FFAA tenan de ellos
no favorecan para nada su integracin ni de los sectores populares. Para resolverlo se allanaron a
las exigencias de un sistema poltico que no era el suyo. Abandonaron sus discursos y prcticas
beligerantes y eliminaron las seales ms aparentes de rebelda entre sus filas; profundizaron la
amistad y la concesin a las elites oligrquicas y dieron giros a la derecha vaciando el espacio
poltico de la izquierda, especialmente despus de la fracasada insurreccin aprista de 1948 y elcontragolpe del general Manuel A. Odra, auspiciado por las elites oligrquicas. Este vaciamiento
poltico no signific el vaciamiento de su cultura basada en el antagonismo de clases trazado por
ambos partidos. El trmino revolucin, usado en la retrica de los partidos de izquierda popular y
de clase como trmino de cambio y transformacin al progreso y la modernidad, si bien se
convirti en un referente sin un contenido real de cambios y aperturas, al punto que Odra
termin usndolo como seal inequvoca de cambio en la conservacin ( una revolucin
restauradora ), sigui usndose en determinados espacios y circuitos culturales como cambio y
transformacin.
Las profundas implicancias de ambos hechos (fracaso insurreccional aprista y contragolpe militar
exitoso) afectaron profundamente a las militancias izquierdistas apristas y comunistas. Estos no
cejaron en su empeo por hacer una revolucin autnticamente liberadora y proclamar el
socialismo antiimperialista como un deseo de cambio y renovacin de la sociedad. El trmino
revolucin, ms que una referencia explcita al bloque mundial socialista, era un sentimiento por
la transformacin con justicia social.
El auge de la guerra fra, la revolucin cubana y el conflicto ideolgico chino-sovitico remecieron
los cimientos del significado revolucin y lucha armada. Propiciaron los espacios para que las
militancias radicales izquierdistas se constituyeran y expresaran justamente en los contextos de
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mayor represin, persecucin y clandestinidad, esa afirmacin insoslayable y cuasi religiosa por los
valores insurreccionales que se estaban operando en el resto del continente y en parte del pas.
Las persecuciones al aprismo y la insistencia de Haya para impulsar su conciliacin con la
oligarqua y el rgimen odriista, provocaron la reconstitucin de ncleos radicales que buscaron
salvar las viejas tradiciones insurreccionales apristas, para reformarlas en el contexto de la
revolucin cubana. Las militancias comunistas, renuentes en algunos casos a aceptar la inspiracin
terica cubanista, renovaron sus convicciones y creencias insurreccionales leninistas con una
experiencia lejana, pero fresca y no menos alentadora: la revolucin maosta china. En este
escenario, su labor proselitista entre crculos obreros y trabajadores urbanos, reivindic
especialmente al ideal insurreccional comunista en sus versiones ms simplificadoras de las
formulas maostas, que ofrecan un amplio espectro para el diseo rural guerrillero, muy
abandonado entonces por la dirigencia del PCP. El campo ofreca un amplio espacio para la guerrapopular prolongada, que segn los propagandistas del maosmo, era un mtodo revolucionario
infalible para un pas inmensamente rural como el peruano.
En todos esos referentes o fuentes insurreccionales, la afirmacin prctica y terica subversiva iba
no solo contra la sociedad oligrquica sino contra los postulados conciliadores del PAP y del PCP.
La lucha de clases se convirti en una guerra contra la oligarqua, su aliado populista el partido
aprista, el imperialismo yankee y el social imperialismo ruso. El impacto del castrismo y de las
guerrillas guevaristas en la dcada de 1960 no afectaron solo al campo de las revoluciones
armadas, quebraron los ncleos militantes de los viejos partidos insurreccionales y dieron
nacimiento a nuevas alas radicales, que rellenaron inmediatamente el espacio izquierdista
abandonado por el PAP y el PCP. De all surgieron apristas rebeldes luego miristas; comunistas
luego comunistas revolucionarios maostas; vanguardistas revolucionarios; y, los movimientos
trotskistas se revitalizaron operando con el campesinado en La Convencin. Ellos definieron el
derrotero de una nueva generacin de izquierdistas que llen el vaco dejado por los viejos
partidos, precisamente cuando grandes masas campesinas se movilizaban del campo a la ciudad osolo en el campo, reclamando tierra y derecho al voto.
Varios lderes de las izquierdas revolucionarias o reformistas recogieron esas demandas como
representantes partidarios o lderes de organizaciones insurreccionales. En los hechos solo Hugo
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Alvarado, impusieron, de este modo, un modelo ordenador de revolucin sin insurreccin cruenta
ni subordinante a cualquier poder extranjero, capitalista o comunista. Ambos aspectos,
dominantes en las obsesiones de los militares prof esionales, cruzaban paradjicamente los
proyectos polticos originales aprista y hasta comunista, acercndose a los partidos reformistas de
clase media. Conducir ordenadamente la revolucin, con la aplicacin de decretos que forzaban
cambios de la realidad muy a distancia de la voluntad de las masas, expuso a las FFAA a una fuerte
disyuntiva: cmo transformar sin subvertir y cmo movilizar a la poblacin sin darle el control de
las decisiones. El primer aspecto se realiz fortaleciendo al Estado, el segundo, sin la formacin de
una base partidaria populista, se reivindic, en su lugar, una retrica nacionalista, radical y
revolucionaria, antiimperialista y socialista, que actuaba desde el poder de las instituciones
castrenses ms no de la legitimacin de la voluntad popular. Frente a ellos, quedaba la
estupefaccin de las izquierdas surgidas de la eclosin guerrillera y la fragmentacin de lospartidos, que quedaron sin ms argumentos que incentivar su radicalismo apoyando las reformas
militares ms hacia la izquierda o combatindolas, por ser simplemente de los militares,
presentndolas como hechos pocos revolucionarios o desconfiables en sus propsitos. No es
casual por estas razones que los partidos de izquierda jams reclamaran la legitimidad de las
reformas para las masas, solo vieron en ellas un elemento catalizador de una voluntad y una
conciencia prerrevolucionaria de la poblacin, sobre determinada por la naturaleza de la lucha de
clases desatada en el pas por esas mismas reformas. Para los militantes y vanguardistas radicales
de la emergente nueva izquierda, las reformas deban ser la antesala preparatoria de la conciencia
ideolgica de la revolucin socialista que deba superar por necesidad el reformismo del
capitalismo dependiente de los militares, distancindose de este modo del falso proceso
revolucionario militar dado que la verdadera revolucin era la que ellos proclamaban: la
insurreccional comunista.
Transiciones: de la experiencia militar reformista a la apertura democrtica
La cada del velasquismo y su reemplazo por un rgimen militar ms conservador sacudi a lospartidos y movimientos de izquierda (entre ellos al PCP y el Partido Socialista Revolucionario (PSR)
partidarios del velasquismo) y de la Nueva Izquierda (miristas, maostas, trotskistas, etc.) de su
quietud insurreccional. La percepcin entre estos ltimos en la segunda mitad de la dcada de
1970, era que la crisis econmica y poltica que haba hecho caer al velasquismo, inducira al nuevo
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rgimen a perseguir a los partidos y movimientos populares movilizados por las reformas, donde
de alguna manera los pequeos partidos y movimientos de izquierda se haban multiplicado bajo
su sombra. Estos temores entre las izquierdas peruanas se volvieron realidad cuando plantearon
enfrentar los ajustes econmicos del rgimen militar con las grandes huelgas masivas de 1977 y
1978. El cariz represivo del rgimen de Francisco Morales Bermdez plante entre los diferentes
partidos y movimientos de Nueva Izquierda, si no era el momento de dejar la pasividad poltica y
abandonar la marginalidad gremial donde haban estado actuando, para empezar a concentrarse
en reconstituir cuadros y clulas capaces de organizar a una poblacin imbuida de lenguajes y
prcticas reivindicativas de lo popular y lo revolucionario. Los debates sobre la necesidad de
formar el llamado partido revolucionario de masas comandado por cuadros capaces de actuar
como lderes de la revolucin, se enfrentaba a la formacin de un movimiento de masas que
buscaba dar forma a sus demandas incluso por encima de los propios lderes de izquierda. Esto losllev a considerar cmo deban alcanzarse los objetivos finales de una revolucin socialista,
sopesando su propio papel ante una fuerza social emergente y efervescente con las reformas
velasquistas. Los partidos radicales de izquierda se planteaban de este modo cunta capacidad de
acumulacin de fuerzas y de convocatoria podan tener en una coyuntura como la de fines de la
dcada de 1970. En este contexto reaparecieron los viejos ideales insurreccionales de la
revolucin como respuesta afirmativa de la apertura y la movilizacin social contra los regmenes
de explotacin y exaccin, con la diferencia con respecto al escenario aprista y comunista de 1930,
que estos no estaban reducidos a pequeos sectores de elites atenazadas por la oligarqua y el
Ejrcito, sino que hegemonizaban grandes espacios sociales y culturales empoderados por las
reformas de los militares, con discursos reivindicativos que recogan legitimidades incluso entre
sectores del Ejrcito, la Iglesia, sindicatos, sectores populares constituidos o no por esas reformas
hasta entre sectores empresariales involucrados con las reformas.
Las experiencias insurreccionales de los viejos partidos aprista y comunista y de las propias
guerrillas de 1965, reaparecieron con sus matrices discursivas en contextos de persecucin yrepresin militar. Las prcticas clandestinas se hicieron ms indispensables que nunca, la
necesidad de activar la poltica se hizo en funcin de luchar contra adversarios cada vez ms
agresivos y amenazantes de las organizaciones populares e izquierdistas. La coyuntura contra
laboral de fines de la dcada de 1970 y principios de 1980 hizo que estas necesidades se
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convirtieran en hechos insoslayables y hasta deseables para la situacin preinsurreccional o
prerrevolucionaria. Las huelgas y deportaciones de dirigentes populares y de izquierda en pleno
proceso de movilizacin antilaboral les daba la razn y constituyeron desde la extrema hasta el
centro izquierda ncleos para promover la idea del partido-movimiento de masas, que hiciera
frente a la situacin de peligro con una estrategia adecuada de autodefensa de masas y la
constitucin de dobles poderes. Al final, pensaban, que el surgimiento de un poder revolucionario
de masas y la constitucin de brazos armados evitaran situaciones como de Salvador Allende en
Chile. En este nterin y en medio de la crisis social y poltica, el gobierno militar convoc la
formacin de una Asamblea Constituyente en 1977 para consagrar las reformas velasquistas,
aspecto que conllev por otro lado, al despido masivo de miles de trabajadores y lderes
sindicales, que debilit la formacin de un movimiento sindical poderoso, afectando al mismo
tiempo la base de reproduccin de las izquierdas hacia la democracia. Golpeados los trabajadoresdirectamente por el gobierno y sin esperanzas ni convicciones sobre la oportunidad de participar
realmente en el poder de la Asamblea Constituyente, la mayora de partidos y movimientos de
nueva izquierda intervino electoralmente en una competencia sin estar preparados para ello. Su
cultura poltica imbuida de conceptos del conflicto, del dogmatismo y la violencia revolucionaria,
producida por las tensiones propias de los periodos previos de una persecucin relativamente
benigna en el contexto de otros regmenes militares latinoamericanos, fueron relevantes para
conservarlas como fuentes de identidad insurreccional. El dficit de experiencia parlamentaria y
conciliadora requerida en las lides electorales y en la formacin de coaliciones y entendimientos
sistmicos, intrainstitucionales o favorables a la negociacin poltica para ir incidiendo en el juego
institucional del poder, era entonces nulo a comparacin de otros partidos ms enraizados en la
labor parlamentaria.
En ese contexto se produjo la convergencia de los diversos movimientos de izquierdas nacionales,
tendientes a conformar el partido revolucionario de masas, que fueron los que llevaron en la
dcada de 1980 a la formacin del frente electoral Izquierda Unida (IU). En la misma dinmicapolitizadora de la democracia y cuando el proceso germinal de cohesin electoral fracas en una
primera instancia en las elecciones presidenciales de 1980 con la Alianza Revolucionaria de
Izquierdas ARI surgi tambin y en ese momento el germen del Movimiento Revolucionario
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La experiencia insurreccional
El reingreso del pas a la democracia partidaria de 1980, no signific la adquisicin de nuevas
prcticas y compromisos entre los partidos y movimientos, especialmente de izquierdas, hacia esa
democracia representativa de partidos, parlamentos y elecciones. Quedaba la sensacin de una
transicin incompleta, condicionada por la presencia de los militares en la vida poltica del Per,
aquejada adems por la precariedad de un sistema de partidos y una crisis econmica que apenas
poda ser afrontada por el nuevo gobierno. El desmontaje de las reformas velasquistas, iniciado
por Morales Bermdez en el quinquenio posterior; y, el debilitamiento del movimiento social
donde los grupos de izquierda tenan presencia; ms la aparicin en el escenario rural andino del
partido Comunista del Per Sendero Luminoso (PCP SL), en medio de fuerte tensiones provocadas
por las migraciones internas, la reforma agraria y una dinmica poblacional juvenil escolarizada yexcluida del desarrollo, encuadraron las condiciones para que esta pequea faccin de la izquierda
radical automarginada del movimiento social, insurreccionara en Ayacucho. De este modo
Sendero naci desafiando al gobierno y a todos los partidos de izquierda en la realizacin de una
revolucin armada. Si en los libretos de las principales insurgencias armadas del mundo,
incluyendo la China comunista y la Cuba de Castro, la participacin campesina apareca como
condicin fundamental de toda insurreccin armada, Sendero la plante como una sustitucin al
propio movimiento campesino.
El complejo escenario planteado por la democracia a las izquierdas en 1980, no democratiz a
estas ltimas. Por el contrario, la polarizacin provocada por la insurreccin de SL, se expandi
rpidamente entre sectores rurales y urbanos pauperizados y radicalizados en la regin sur andina.
Esto movi al presidente Fernando Belaunde a identificar a los partidos y movimientos de
izquierda participantes en la democracia de esos aos, como parte del complot comunista que
buscaba derribar a su gobierno y polarizar al pas. Los partidos de izquierda, acusados de realizar
acciones contra un rgimen con el que efectivamente no comulgaban pero al que tampocoatacaban con acciones armadas directas, reaccionaron contra el rgimen acusndolo de
conspirador y anticomunista, y de buscar motivos para sacarlos de la legalidad y aniquilar al
movimiento popular en medio de la crisis econmica y social. El recelo entre los partidos de
izquierda y el desconocimiento de lo que estaba sucediendo en el interior del pas tena al mismo
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decantamientos y las rupturas, las tensiones y desafos para no esperar la decisin colectiva de los
grupos a los que pertenecan ellos y sus lderes. 3
El MRTA surgi en este contexto no como un movimiento armado de insurrectos dispuestos a
hacer la revolucin transformadora del pas, sino como una asociacin de diversos grupos
radicalizados atenazados por varias disyuntivas y escenarios, de entre los cuales dos seran
decisivos para resolver estos dilemas: la emulacin a un SL que interpelaban por la accin directa
insurreccional; y, la presin de un escenario dibujado por la amenaza contra las izquierdas,
especialmente por la violencia represiva desatada por el Ejrcito contra la poblacin. Ambos
aspectos afectaban cualquier posibilidad de desarrollo democrtico, especialmente con la
instalacin de estados de emergencia en zonas ocupadas por SL. Aun as considero que la
emulacin a SL como hecho determinante vena impuesta por una coyuntura ms larga: lasensacin del cierre de espacios para la izquierda. Esta sensacin era ms antigua que la
democracia de 1980, vena desde el quinquenio de Morales Bermdez, y haca pensar a los
sectores insurreccionales no senderistas que una coalicin electoral de izquierda que jugase con
las reglas de la democracia y ganara el poder no tena por qu abandonar sus postulados
insurreccionales pese a esa democracia. Haba un deber de por medio y era la constitucin del
partido revolucionario de masas, capaz de usar la democracia, la movilizacin popular y las
acciones armadas revolucionarias como acciones polticas legitimas. En la cultura izquierdista
estos elementos eran condiciones que todos reivindicaban como parte de una revolucin posible.
El MRTA surgira en 1982 como una asociacin insurreccional de izquierdistas consecuentes con
esta identidad y se situara muy cerca de la IU para recordrselo siempre, al punto que le brindara
la oportunidad de lo que ella misma se negaba ser: una vanguardia dinamizadora del cambio
autnticamente revolucionario al socialismo; el MRTA se ofreca en cambio como brazo armado
que canalizara las ansias de una militancia dispuesta a defender al movimiento popular,
dirigindolo efectivamente hacia esa revolucin posible. 4
3 Seguiran por esa ruta el PSR ML MIR EM; MIR VR; Pukallackta se ira con SL; PCP PR Bolchevique se ira alMRTA y SL; sectores del PCP Mayora; grupos del MIR Yahuarina, Juventud Rebelde y las juventudes del PCPque formaran las Fuerzas Patriticas de Liberacin con su ala militar en el Movimiento Patria Libre deYehude Simons.4 Estos grupos intentarn presentar su revolucin como una dimensin ms activa de su lucha armada por elsocialismo que como una accin armada defensiva de las fuerzas izquierdas, atenazadas por el desafo de SLy la represin del gobierno y las FFAA.
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A partir de este momento encontramos cuatro etapas en la experiencia insurreccional del MRTA
entre su surgimiento como movimiento armado y su derrota estratgica en la dcada de 1990
que nos ayudan a describir su estrategia insurreccional revolucionaria como parte de viejas
identidades y tradiciones de la cultura poltica peruana basadas en la violencia:
1 De la ciudad al campo. Con diversos ncleos de militantes organizados dentro de los diferentes
partidos, movimientos y clulas izquierdistas que conformaban o no parte de los frentes polticos
que daran forma a IU, los primeros grupos izquierdistas insurreccionales fueron articulando en las
urbes y en zonas rurales ms densamente organizadas de la sierra central (Junn y Cusco) y sur
(Arequipa y Puno), en regiones amaznicas de reciente migracin (Amazonas; San Martn;
Hunuco; Ucayali; Yurimaguas, Chanchamayo y Satipo) y en las ciudades de la costa donde tenanpresencia (Lambayeque y La Libertad), y especialmente en Lima, las convergencias y acuerdos
sobre cmo afrontar los escenarios planteados por la democracia y el gobierno de Belaunde en
1980.5 Deudores de la cultura clasista de confrontacin y lucha, estos ncleos entendan que
preparar en reuniones y cnclaves clandestinos, eventuales escenarios para poner en prctica
tcticas y estrategias de la violencia aprendidas durante aos de persecucin y ocultamiento, los
llevaran a salidas autnticamente revolucionarias al estilo de Nicaragua, Guatemala, El Salvador,
Chile o Colombia.
La conviccin inicial de los ncleos radicalizados de los grupos izquierdistas sobre la modalidad y el
tiempo que les tomara convertir a sus militancias y a sus partidos en aparatos vanguardistas para
salidas insurreccionales, que los llevaran finalmente al socialismo, se diluy con el tiempo. Las
divergencias sobre el como y el cuando los empujaron a las rupturas y a la formacin de nuevos
ncleos que iran midiendo sus pasos para una salida insurreccional. El surgimiento del PUM y del
MRTA en el seno de la IU en el caso de los primeros y alrededor de una UDP reconstituida en el
caso de los segundos, convirtieron al MRTA en un espacio de referencia para la actuacininsurreccional de ambas agrupaciones polticas. La UDP, al margen del frente IU, servira adems
como periferia legal de la militancia radical afn al MRTA. De este modo cuando el PUM y el MRTA
5 En este escenario se plante el protagonismo de la poblacin emergente como smbolo de lo nacionalpopular en una democracia considerada insuficiente.
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adoptaron caminos propios, lo hicieron no por haber dejado de compartir un corpus terico y
cultural comn de la poltica revolucionaria como prctica insurreccional sino porque divergan en
el modo y en el momento en que estas deban darse.
A partir de estas convicciones y del escenario de la violencia planteado por SL, muchos militantes
radicalizados de las izquierdas legales iran organizando al MRTA o se incorporaran a las filas de
los tpacs y en los Comandos Revolucionarios del Pueblo (CRP), organizacin que se sumara
luego al MRTA original, dejando fuera de lugar a todos los que se decan revolucionarios. Las
primeras clulas y ncleos de izquierdistas insurreccionales plantearon en esta etapa acumulativa
de fuerzas, actuar desde el campo social y a travs de sus partidos con la promesa de hacer la
revolucin. Los primeros ncleos del MRTA an en clandestinidad plantearon a travs de su
compromiso con las acciones, la ejecucin de atracos y expropiaciones de bienes y dineros hasta laimplementacin con el tiempo de secuestros o retenciones de personajes acaudalados que
financiaran esa revolucin.
De este modo, los pequeos grupos izquierdistas radicalizados del MRTA inclinados a tomar las
armas para plantear la resistencia contra el rgimen poltico belaundista, creyeron que este sera
un buen momento para el inicio de la revolucin socialista frente a todos los escenarios que los
amenazaban y las disyuntivas que les planteaban sus lderes polticos izquierdistas, vistos como
indolentes e inconsecuentes con su prdica y asimilados a las prcticas e instituciones
democrticas de 1980. Imbuidos de una moral militante, comprometida con los ideales
revolucionarios socialistas, antiimperialistas y con el tiempo ms nacionalistas; y, sustentada en la
voluntad insurreccional de las tradiciones de los partidos y movimientos polticos izquierdistas que
los haban precedido, forjaron las primeras acciones armadas proselitistas basadas en la agitacin,
la movilizacin, la confrontacin y la propaganda armada con clulas y escuadras urbanas contra
las autoridades institucionales del Estado, las fuerzas represivas armadas y policiales y las clases
identificadas como enemigas del pueblo (empresarios, embajadas imperialistas, etc.) utilizandoconsignas reivindicatorias del socialismo antiimperialista. Pronto y en el contexto de la primera
mitad de la dcada de 1980 agitada por SL, las acciones armadas agitadoras y propagandsticas
como asaltos a comisaras y bancos, reparto de vveres, explosiones, tiroteos y bombardeos de
ministerios, embajadas y oficinas de entidades pblicas nacionales y extranjeras se volvera
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obsoleto y se torn ms reivindicatorio de los valores de la justicia social y nacionalista para atraer
simpatizantes a su causa frente a las acciones senderistas y la represin estatal que creca
exponencialmente.
Paradjicamente y ante la crisis poltica que se cerna la posicin electoral del frente IU se afirm
mejor en el escenario poltico nacional con el acceso de las izquierdas al poder municipal en las
principales ciudades y pueblos del interior del pas. El partido aprista, renovado por un joven Alan
Garca que tom las banderas del antiimperialismo, lleg tambin al poder en 1985 tras sesenta
aos de actividad. Con propuestas populistas y una agresiva retrica nacionalista y
antiimperialista, que lo acercaban a regmenes de izquierda y a sectores permeables a la IU,
interpuso un dique de contencin ideolgica a los movimientos armados no senderistas. Estos
siguieron actuando sin fijar una posicin insurreccional clara frente al nuevo gobierno que alejaba,aparentemente, los riesgos de una mayor militarizacin del pas. En ese nterin y apelando a los
vnculos de la solidaridad internacional latinoamericana revolucionaria, los militantes de los
primeros ncleos iniciales que convergieron en el MRTA y en los CRP viajaron a Colombia para
recibir entre las filas del M19 su primer bautismo de fuego y las primeras experiencias de una
guerrilla situacional, aquella que planteaba la toma de pueblos rurales o de ciudades
relativamente importantes para sentar un protagonismo poltico y ser tomados en cuenta en una
mesa de negociaciones por el gobierno de turno. Esta combinacin de hechos polticos y armados
que ensayar el MRTA en el pas afirmaba una tradicin poltica insurreccional diferente a la del
senderismo y negaba, por la misma praxis armada, a los lderes polticos izquierdistas
tradicionales integrados al sistema parlamentario y poltico representativo.
Hacia 1986 el MRTA haba conformado con los ncleos convergentes de varias periferias,
militancias y simpatizantes de la izquierda legal como no legal y entre algunas organizaciones
armadas no senderistas de los CRP, organizaciones sociales de base como de los colonos en la
selva central, los campesinos en San Martn y las rondas campesinas y nativas del norte del pas,adems de jvenes estudiantes universitarios y escolares en las ciudades y pueblos, algunos
soportes claves para su propia va revolucionaria.
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2 Derrota estratgica. El campo rural se convirti desde 1986 en un escenario clave de la
insurreccin emerretista. Varios factores confluyeron para ello: la agudizacin de la violencia
poltica y la guerra sucia (las matanzas en los penales y las masacres de poblados campesinos:
Pucayacu y Acomarca); la expansin de Sendero Luminoso a otras regiones; la agudizacin de la
crisis econmica tras la corta reactivacin del aparato productivo en 1985; la crisis interna del
frente IU; y el retorno de los contingentes peruanos enviados a la guerrilla colombiana del M19;
plantearon a los lderes del MRTA, la posibilidad de saltar de las ciudades donde haban
desarrollado labores de proselitismo, agitacin y propaganda armada hacia la actividad guerrillera
en el campo. Algunos aspectos dentro de la organizacin propiciaban tambin esta decisin: la
cohesin y consolidacin de las organizaciones armadas y sus lderes tras la decisin de ingresar a
la fase armada, la adquisicin de nuevas experiencias en la guerrilla colombiana, la determinacin
de los militantes para competir en el espacio insurreccional con un Sendero Luminoso que habaexhibido los aspectos menos gratos de una guerrilla revolucionaria: Lucanamarca, asesinatos de
lderes y autoridades de base; su intransigencia para tolerar al propio MRTA. Un punto adicional
en esta fase del desplazamiento del campo a la ciudad fue la posibilidad de converger con ncleos
campesinos movilizados en algunas regiones por demandas insatisfechas por el gobierno central.
Regiones como San Martn y Hunuco (Alto Huallaga) a la que se sumaran Padre Abad, Coronel
Portillo y Aguayta en Ucayali, ofrecan un espacio natural para la expansin de organizaciones
armadas dadas las actividades ilcitas de las firmas del narcotrfico. El desgobierno, el caos y la
corrupcin agudizada por estas firmas ofrecan, por otro lado, una oportunidad para el ingreso de
organizaciones armadas como SL y el MRTA, este ltimo tuvo presencia en localidades como
Tocache a partir de clulas organizadas de los partidos de la nueva izquierda, y trat de imponer
su orden y autoridad entre las bandas armadas. Otras regiones en el centro del pas como Jauja,
Huancayo, Chanchamayo y Satipo en Junn y Oxapampa en Pasco ofrecan similares condiciones de
acceso a la poblacin a partir de las federaciones campesinas y organizaciones de izquierda, entre
las que destacara el liderazgo de Antonio Meza Bravo, ex guerrillero de 1965. En otras regionescomo en las provincias de La Convencin, Urubamba y Calca en Cusco, la debilidad de la
movilizacin campesina se compens con el apoyo de ncleos estudiantiles; en Bagua iran
organizando (Amazonas) adems de San Ignacio y Jan (Cajamarca), las clulas armadas que
enlazaron sus actividades a las rondas campesinas en la labor de seguridad y autodefensa,
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cuestionando especialmente a las autoridades gubernamentales, a la polica y al Ejrcito. En Puno
el desplazamiento de las clulas armadas al norte del departamento se encontr con las
demandas de los colonos informales mineros contra las criticadas autoridades del gobierno. En
todos estos escenarios la competencia con Sendero, el Ejrcito y el narcotrfico fue dursima. En
Amazonas y Jan fueron desarticulados rpidamente por el Ejrcito entre 1990 y 1991 dada la
fuerte represin contra las rondas campesinas. En Cusco fueron desarticulados consecutivamente
en 1984, 1987 y 1992. En Puno sus pequeas columnas guerrilleras tambin fueron desarticuladas
por el Ejrcito entre 1992 y 1993.
No obstante, la mayor actividad guerrillera se dio en dos zonas privilegiadas fuera de Lima que
tambin se convirti en un escenario privilegiado para el MRTA. Entre 1986 y 1987 las
organizaciones armadas del MRTA fueron desalojadas del Alto Huallaga (Tocache) desplazndosems al norte, a Tarapoto y Moyobamba, donde las clulas del MIR VR ahora UDP tenan una
importante presencia en la regin. All, y gracias a la alianza con los CRP liderados por Alberto
Glvez Olaechea y el apoyo de lderes polticos de la UDP, organizaron con el entusiasmo de la
juventud local, las columnas armadas ms poderosas del MRTA, llegando a tomar entre 1987 y
1993 varios pueblos y ciudades incluida Moyobamba. El ambiente de insatisfaccin de la poblacin
y las elites regionales frente a la crisis y desmontaje del Estado desarrollista; y, la amenaza de
despedazar al departamento en el proceso de regionalizacin, ofrecan un ambiente preciso para
huelgas campesinas y tomas de carreteras. Los resultados electorales adversos a las decisiones del
gobierno aprista favorecieron la empata de la poblacin con las milicias del MRTA. No obstante,
sus consecutivas derrotas militares en 1987 y 1992, le quitaran protagonismo y apoyo de la
poblacin, especialmente por la presencia represiva y persuasiva del Ejrcito. En la zona centro
(Junn y Pasco), en cambio, el factor senderista y la represin indiscriminada del Ejrcito que se
ensaaron por igual contra la poblacin, ayud en la organizacin de rondas de autodefensa con el
apoyo y simpata de ncleos armados del MRTA. La accin emerretista ms importante en la
regin, fuera del proselitismo y la agitacin en pueblos y en la Universidad del Centro, se viodesbaratada cuando dos columnas armadas del MRTA se trasladaban de Concepcin a Jauja para
tomar Tarma el 28 de abril de 1989. Su encuentro con el Ejrcito en el poblado de Molinos cost
la vida a ms de medio centenar de militantes. La crema y nata del movimiento guerrillero haba
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sido desarticulada y con ello la posibilidad de una presencia dominante para negociar alguna
agenda con el gobierno aprista.
3 La fuga y el cambio de signo . La necesidad de dar un golpe temerario como era la toma de
Tarma respondi a la necesidad de superar las capturas de sus lderes y desarticulaciones de sus
aparatos dirigenciales en Lima. Para 1989, cinco de los principales lderes del MRTA estaban en
prisin. El descuido y la poca vigilancia de los mismos no poda quedarse sin respuesta y su efecto
fue el descalabro de Molinos. Con la derrota estratgica del MRTA dada por esta doble situacin
cuadros cados y dirigencia presa nada pareca posible, hasta que en ese lapso, lo imposible se
hizo posible: la fuga de casi medio centenar de lderes y militantes presos de la prisin de Canto
Grande en julio de 1990, a escasos das del cambio de gobierno aprista por el de Alberto Fujimori.
Si el impacto de este hecho fue importante ante la opinin pblica, sus efectos polticos fueronms profundos en la organizacin insurrecta. Especialmente, los recelos mutuos y el desacuerdo
para imprimirle al MRTA una direccin coherente en la bsqueda de una negociacin de paz con
gobiernos que les demandaban abandonar las armas sin negociacin alguna. Las vacilaciones y
dudas, adems de las tcticas polticas que no estaban dando los resultados deseados, movieron a
la militancia a recelar de la capacidad de sus lderes para dirigir la insurreccin armada, que por
otro lado, no poda competir en extensin ni impacto con la de SL, que haba lanzado desde 1989
la fase del equilibrio estratgico. Frente a ello, solo quedaba al MRTA manejarse entre la presin
insurreccional de sus militantes y la necesidad de negociar una salida poltica realistamente
aceptable para ambas partes. Al final el MRTA no alcanz ninguno de ambos objetivos, adems de
fracasar en su intento de insertarse a un movimiento popular en repliegue (la Asamblea Nacional
Popular y las organizaciones sindicales y barriales estaban golpeadas por la crisis econmica, la
violencia de Sendero y el Ejrcito o los paramilitares que descabezaban a sus dirigencias). Las
precarias condiciones en las que el MRTA empez a moverse y el divisionismo imperante entre las
propias izquierdas para reorganizar a un movimiento popular en declive y escptica de la poltica
en general, llev a la organizacin armada con objetivos insurreccionales, a ir descartando larevolucin armada como salida poltica. Frente a los escenarios de violencia y crisis que ellos no
dominaban, solo les qued negociar la paz, aunque lo plantearon con mucho conflicto interno y
del modo en que cualquier grupo poltico con poca capacidad de dominio y poder lo hubiera
planteado, a travs de las armas. Una de las causas por los que a partir de 1990 el MRTA empez a
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disgregarse fueron las discrepancias internas por llevar adelante este proceso. La falta de cohesin
dentro del Movimiento para plantear este objetivo, especialmente en la zona norte del
departamento de San Martn donde la militancia de base local recelaba de la dirigencia limea
porque dejaba de lado los intereses de la regin para abocarse a los problemas de la propia
organizacin, suscit rupturas dentro de la organizacin armada, entre las que sobresali la
comandada por Sistero Garca, que fund su propia guerrilla. La inevitable derrota del MRTA y la
imposibilidad para revertirlo era una seal inequvoca del agotamiento de un modelo de accin
poltica basada en la violencia armada.
Los cuadros sobrevivientes fuera de prisin no se resignaron a los reveses militares y al repliegue
social y poltico de las izquierdas. Su persistencia por continuar con la lucha armada enfrentndose
al gobierno fujimorista, a los militares y a SL al que declararon fuerza contrarrevolucionaria, losllev a reorganizar a sus cuadros. Su afn por buscar alianzas polticas y entendimientos con
sectores radicales izquierdistas participantes en el escenario poltico oficial: Pueblo en Marcha,
Bloque Popular Revolucionario, UDP, el Movimiento Patria Libre, el PUM y el PCP Unidad los llev
a tomar contactos incluso con representantes polticos de gobiernos amigos como Cuba,
Nicaragua y de Europa segn lo declar Polay en su libro (Polay. 2007). La situacin se complic
ms con la paulatina cada de lderes y cuadros del MRTA en los meses siguientes al autogolpe de
estado fujimorista. Estos hechos, posibles en buena medida por la decisin del Estado para
enfrentar con ms inteligencia que represin las amenazas subversivas y potenciar sus aparatos
de seguridad, tendieron los puentes para que el gobierno, los militares, los grupos empresariales y
amplios sectores de la poblacin, incluyendo la poblacin campesina, tejieran acuerdos para la
derrota de los grupos armados con la exclusin de los partidos polticos en la conduccin del
Estado.
4 Derrota poltico militar: La derrota de sus columnas armadas, el repliegue y dispersin de las
organizaciones populares y de base, el descabezamiento de la organizacin con la reduccin y/oasesinato de los lderes polticos y sociales; y, la cada nuevamente de los lderes principales del
Movimiento entre 1991 y 1993, supuso no solamente una derrota estratgica como la haba sido
antes de la fuga de la prisin de Canto Grande en 1990, sino que de por medio se sobrepuso la
derrota misma del proyecto insurreccional armado tendiente a la revolucin socialista. Las
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condiciones en que haba emergido el MRTA haban cambiado el escenario mismo de la lucha
armada en el pas. En buena parte, el factor ideolgico motivacional, basado en un contexto
internacional dominado por el socialismo, se haba quebrado con la cada de los mismos en los
pases donde rega. El espritu de beligerancia que haba animado a los movimientos de liberacin
en el mundo, estaba deprimido ante el repunte de proyectos neoliberales que privilegiaban
nuevamente el dominio del capital sobre el trabajo, deslegitimando al mismo tiempo la protesta
social. Y en Per, como diran los propios lderes del MRTA, la idea misma de la revolucin armada
cultivada por varias generaciones de izquierdistas radicales, se haba desvirtuado con la actuacin
de Sendero y los efectos de la guerra interna entre este y las FFAA. Ambos factores, ms la crisis
de representacin de los partidos y el hundimiento de las izquierdas como representantes del
campo popular o simplemente pueblo, barrieron la herencia de una identidad insurreccional
cultivada por generaciones.6
Mientras tanto, el ltimo captulo de esta historia insurreccionaldesfasada ante los ojos del mundo lo pondr el secuestro de la residencia del embajador japons
en Lima a fines de 1996 hasta abril de 1997, con el trgico desenlace del comando emerretista
liderado por Nstor Cerpa y sus lugartenientes, en un afn por repetir el esquema ensayado por el
MRTA a lo largo de su historia: acciones armadas y escenarios de presin para la negociacin y
liberacin de sus lderes y compaeros.
6 Tiempo pasara para que surgieran nuevos movimientos armados con identidades difusas entre elizquierdismo y el nacionalismo como en la provincia de Andahuaylas en el 2005.
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Epilogo
La insurreccin del MRTA fue una de las varias guerras habida en el Per de 1980. Las tradiciones y
antecedentes del MRTA como actor poltico armado no se pueden entender sin embargo fuera del
contexto de las presiones a la democracia que la dinmica de la guerra entre SL y las FFAA forz
ms all de cualquier escenario poltico previsible. Tampoco se puede entender al MRTA sin
conocer el papel que asumieron los partidos de izquierda dentro y fuera del frente IU para
competir con el gobierno aprista y enfrentar a la violencia represiva de las FFAA y de SL; y,
finalmente, esta insurreccin no se puede entender sin saber antes, cmo el gobierno aprista, las
izquierdas y los propios actores armados, actuaron en un pas azotado por los males derivados dela violencia poltica y la crisis econmica, que aceleraron la fragmentacin y dislocamiento de un
universo social marcado por su creencia en lo nacional, antiimperialista y socialista frente a las
incertidumbre de la violencia poltica que llevara a la liquidacin de la propuesta insurreccional
del MRTA, de SL y de la democracia de partidos, encaramndose en su lugar un autoritarismo
populista apoyado en una base militar y corrupta. En la base de todas estas comprensiones no
debemos olvidar como la historia de una cultura poltica de lo insurreccional, legitimada en buena
parte por una historia de la violencia poltica en el pas y por las enseanzas que sus protagonistas
recibieron del mbito internacional, involucraron algo ms que la revolucin cubana. All estaban
los movimientos nacionales de liberacin, las revoluciones rusa y china y; la influencia del
movimiento comunista internacional, junto a las experiencias de apertura y movilizacin popular
en pases vecinos a travs de las experiencias populistas y que en Per tomaron formas no
siempre acabadas de populismo, a travs de las reformas nacionalistas velasquistas. En este
escenario histrico internacional la experiencia insurreccional del MRTA aparece como un
movimiento revolucionario que se levant en armas frente a las disyuntivas especficas planteadas
por una democracia en crisis y atenazada por la violencia desplegada por SL y las FFAA, la mismaque al someterse a la compleja y devastadora dinmica de la guerra interna termin siendo
destruida por ella que le haba dado forma, acabando con una herencia de lo insurreccional
izquierdista en el pas.
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