Marx y Polanyi

Embed Size (px)

Citation preview

  • 7/29/2019 Marx y Polanyi

    1/11

    Resumen

    Este artculo pretende sentar las bases para un posible dilo-

    go entre cierta lectura de Marx y la obra de Karl Polanyi.Para ello es preciso, en primer lugar, aislar los motivos quellevaron a Polanyi a criticar duramente el enfoque marxista.En segundo lugar, comprobar si otra posible lectura de Marxpodra escapar a esa crtica, introduciendo el debate en unaproblemtica ms interesante. Con ello pretendemos contra-rrestar la tendencia a insertar la obra de Polanyi en el seno deun nuevo pensamiento reaccionario.

    Palabras clave

    Marx, Polanyi, mercado, hombre, capitalismo, ilustracin,

    antropologa

    MARX AND POLANYI. THE POSSIBILITY OF A DIALOGUE

    Abstract

    This article aims to set the foundations for a possible dialo-

    gue between a certain reading of Marx and Karl Polanyiswork. This requires, first of all, to isolate the reasons thatled Polanyi to harshly criticize the marxist approach.Secondly, it requires to check if another possible reading ofMarx would escape this criticism by introducing the debateinto a more interesting question. Our aim is to counteractthe current trend which insert Polanyi's work in a new reac-tionary thought.

    Key Words

    Marx, Polanyi, market, human, capitalism, enlightenment,

    anthropology

    Marx y Polanyi. La posibilidad de un dilogo

    Carlos Fernndez LiriaUniversidad Complutense de Madrid

    Luis Alegre ZahoneroUniversidad Complutense de Madrid

    55

    AREAS. Revista Internacional de Ciencias Sociales

    N 31 / 2012La Gran Restauracin: sociologa econmica de la crisis globaly actualidad de la crtica de Karl Polanyi al liberalismo econmico

    (pp. 55-64)

    Carlos Fernndez Liria,Departamento de Filosofa Teortica, Facultad de Filosofa,Universidad Complutense de Madrid,Ciudad Universitaria, 28040 Madrid.E-mail: [email protected].

    Luis Alegre Zahonero,Facultad de Filosofa,

    Universidad Complutense de Madrid,Ciudad Universitaria, 28040 Madrid.E-mail: [email protected]

  • 7/29/2019 Marx y Polanyi

    2/11

  • 7/29/2019 Marx y Polanyi

    3/11

    1. Polanyi: El hombre es el mismo a lo largo de la historia1

    Marx y Polanyi no son incompatibles. Al contrario, enun cierto sentido se iluminan mutuamente. Bien es verdadque, en un primer plano, destacan sobre todo los desencuen-tros. La gran transformacin de Karl Polanyi contiene, sinduda, una crtica muy poderosa a Marx, al que acusa de eco-nomicismo, aunque no en el sentido habitual. Por su parte, eluniverso del marxismo, en general muy propenso al histori-cismo, tampoco poda sentirse muy interesado por una obraen la que poda leerse que El hombre es el mismo a lo largode la historia (Polanyi, 1989: 422)2.

    En defensa de esta afirmacin Polanyi evoca el testimo-nio de la antropologa. En concreto cita Study of Man deLinton, Patterns of Culture de Ruth Benedict y la obra engeneral de Malinowski. Pero, efectivamente, se trata de untema recurrente en antropologa. De ello puede dar una ideael hecho de que en los aos setenta, Claude Lvi-Strauss,todava tuviera que defenderse de las acusaciones marxistasque le reprochaban desentenderse de la historia, con lassiguientes palabras:

    Me ocupo de sociedades que no desean que haya his-toria: sta es su problemtica. Ellas no se quieren en untiempo histrico, sino en un tiempo peridico que seanule a s mismo, como la alternancia regular del da yla noche. Dicho esto, yo no tengo la actitud negativaque se me asigna frente a la historia (1976: 101).

    O sea: yo no tengo nada contra la historia, son las socie-dades que estudio las que no se sienten cmodas en ella. Parael antroplogo, la historia es una excepcin. Una excepcinsalvajemente imperialista, sin lugar a dudas, pero una excep-

    cin. Frente a un puado de sociedades histricas, son milla-res y millares las sociedades que salpicadas por la geografamundial, fueron todas halladas en un estado pseudoneolti-co3, ajenas en todo caso a la historia, en lo que Rousseaudescribi como una especie de justo medio entre el estadosalvaje y la civilizacin histrica, un estado que sin duda erael mejor para el hombre y del que slo pudo ser arrancado

    -nos dice- por alguna funesta casualidad: el ejemplo delos salvajes, a los cuales se les ha encontrado a casi todos enese punto, parece confirmar que el gnero humano estabahecho para permanecer siempre en l (Rousseau, 1990: 257)

    Sin embargo, una confirmacin muy sugerente de estatesis podemos tomarla, paradjicamente, no de un antrop-logo, sino de un historiador, marxista por lo dems. En laIntroduccin a su Historia del siglo XX, Hobsbawm subra-ya la idea de que -para el 85 por ciento de la humanidad- elneoltico no termin hasta los aos sesenta, momento en quese inicia el xodo rural masivo a las grandes ciudades (hastaese momento, la humanidad en su inmensa mayora seguadependiendo en directo de la agricultura y la ganadera y

    procuraba vivir lo ms de espaldas posible al torbellino de lahistoria). As pues, para la mayor parte de la poblacin mun-dial, podra decirse que la historia haba corrido ms que elhombre. Mientras la historia devoraba los siglos, el serhumano, permaneca -como afirma Polanyi- siendo elmismo, obstinadamente estancado en una especie de sin-crona neoltica que los etngrafos conocan muy bien.

    En otros textos anteriores sobre el tema (Fernndez Liria,2001 y en Fernndez Liria y Alba Rico, 2010) hemos defen-dido la idea de que el ser humano se relaciona con los acon-tecimientos histricos un poco de la misma forma que res-

    Marx y Polanyi. La posibilidad de un dilogo

    Carlos Fernndez LiriaUniversidad Complutense de Madrid

    Luis Alegre ZahoneroUniversidad Complutense de Madrid

    56AREAS 31

    1 Este artculo ha sido realizado en el marco de una polmica suscitada en el sub-grupo de investigacin sobre la obra de Polanyi, del Proyecto deInvestigacin.Naturaleza humana y comunidad II (FFI2009-12402), financiadopor el Ministerio de Ciencia e Innovacin. Esta polmica haba comenzado funda-mentalmente en un debate pblico con otro de los miembros de este subgrupo deinvestigacin, Juan Bautista Fuentes Ortega, y puede ser consultado enhttp://www.youtube.com/watch?v=NRC7gdihVkg&feature=related2 Godelier (cfr. bibliografa) fue aqu una impresionante excepcin y su obra marcasin duda el camino correcto para cualquier dilogo entre la escuela de Polanyi y laantropologa marxista.

    3 En Geometra y Tragedia y en El naufragio del hombre (al igual que SantiagoAlba Rico en La ciudad intangible. Ensayo sobre el final del neoltico) hemos uti-lizado siempre el trmino neoltico para caracterizar este estado al que se refiereRousseau. Luego, se nos hicieron bastantes objeciones a la utilizacin de ese tr-mino. Por supuesto, desde un punto de vista historiogrfico, ese recurso es mera-mente retrico. Sin embargo, la idea proviene de Lvi-Strauss en Tristes trpicos,que localizaba en Rousseau el nacimiento de la antropologa por haber delimitadoun estado que quizs no existe, ni existi ni existir nunca, pero del que hay queforjarse ideas muy precisas si queremos juzgar correctamente sobre asuntos huma-nos. Ese estado no fue, quizs, el neoltico realmente existente, pero se parece bas-tante a l, y Lvi-Strauss lo hace depender, en efecto, de lo que llama la revolu-cin neoltica (Lvi-Strauss, 1955: 440ss).

  • 7/29/2019 Marx y Polanyi

    4/11

    pecto a los acontecimientos naturales: fundamentalmenteprotegindose de ellos mediante instituciones capaces demantenerlos fuera de juego. El ser humano -nos deca Lvi-Strauss en Tristes Trpicos- se ha propuesto siempre la tareade edificar una sociedad en la que fuera posible vivir bien;solo los medios han diferido (1955: 446). Desde un puntode vista etnogrfico, respecto a la historia, el ser humano hasido fundamentalmenteproteccionista.

    Esta realidad nunca se ha hecho tan patente como en elperiodo histrico del que se ocupa, precisamente, La GranTransformacin de Polanyi: el fracaso de lo que l llama lautopa del liberalismo econmico, la pretensin de una socie-dad edificada a partir de un mercado autorregulado4. Enestos momentos, los dispositivos ms elementales capaces degenerar sociedad haban quedado heridos de muerte. La his-toria del siglo XX, podra decirse que se haba acelerado yademasiado para que la sociedad pudiera seguirla sin saltarhecha aicos. A decir verdad -sentencia Polanyi-, la socie-dad se habra visto aniquilada, si no fuese porque los contra-movimientos de defensa amortigaron la accin ese mecanis-mo autodestructor, contramovimientos que, finalmente,acabaran por desembocar, por una parte, en el socialismo, ypor otra, en el fascismo y el nacionalsocialismo. En adelante,la historia es la historia de la autodefensa de la sociedad, lahistoria del proteccionismo.

    La civilizacin del siglo XIX no fue destruida por unataque exterior o interior de los brbaros; su vitalidadno se vio minada ni por las devastaciones de la PrimeraGuerra mundial, ni por la rebelin de un proletariadosocialista o de una pequea burguesa fascista. Su fraca-so no fue consecuencia de supuestas leyes de la econo-ma, tales como la baja tendencial de la tasa de ganan-cias, la del subconsumo o la de la super-produccin. Sudesintegracin fue ms bien el resultado de un conjun-to de causas muy diferentes: las medidas adoptadas porla sociedad para no verse aniquilada por la accin delmercado autorregulador. (Polanyi, 1989: 403)

    En este punto es donde se origina la disconformidad fun-damental con el enfoque marxista. Porque lo que entonces sehizo patente, segn Polanyi, es que lo que el capitalismohaba daado no slo eran los intereses de determinadas cla-ses sociales, sino los intereses mismos de la sociedad. El capi-talismo apareca para los marxistas fundamentalmente comoun sistema brutal de explotacin de clase. Para Polanyi elcapitalismo es, mucho ms radicalmente, un sistema incom-patible con la formacin de sociedad.

    Esto se percibe ya desde sus mismos orgenes. ParaPolanyi, lo que se estaba jugando la humanidad al implantar-se el capitalismo no era tan slo un cambio en el sistema deexplotacin econmica.

    La degradacin humana de las clases laboriosas en losinicios del capitalismo fue el resultado de una catstro-fe social inconmensurable en trminos econmicos(1989: 441) La pobreza no representaba ms que elaspecto econmico de este acontecimiento (1989:213). Una calamidad social es, por supuesto, ante todoun fenmeno cultural y no un fenmeno econmicoque se pueda evaluar mediante cifras econmicas oestadsticas demogrficas (1989: 256) La causa de ladegradacin no es, pues, como muchas veces se supo-ne, la explotacin econmica, sino la desintegracin delentorno cultural de la vctimas (1989: 257).

    Y por lo mismo, los movimientos anticapitalistas nohan sido ni slo ni fundamentalmente movidos por rei-vindicaciones econmicas. La poblacin se ha movilizadomucho ms enrgicamente que en defensa de sus interesesde clase, en defensa de los intereses de la sociedad en suconjunto. En suma: mucho ms que los intereses de clasedel proletariado, el protagonismo anticapitalista lo hadetentado el propio tejido social, entendido ste, antro-polgicamente, como algo que -como comenzbamoscitando- ha tendido a ser el mismo a lo largo de la histo-ria.

    Estas crticas que Polanyi dirige a Marx aciertan, sinduda, en un cierto Marx. A Polanyi le ocurre un poco comoa Hannah Arendt: no comparte el entusiasmo de Marx porel capitalismo. Interrogada, en efecto, sobre su relacin porMarx, Arendt responde con unas contundentes palabras,imprevisibles y sarcsticas:

    No comparto el gran entuasiasmo de Marx hacia elcapitalismo. En las primeras pginas de El Manifiestocomunista podemos encontrar el mayor elogio del capi-talismo que jams hayamos ledo. Y esto en un momen-to en que ya el capitalismo estaba siendo duramenteatacado, especialmente por parte de la denominadaderecha. Los conservadores fueron los primeros ensacar a colacin tales crticas, que ms tarde fueron asu-midas por la izquierda, y tambin naturalmente porMarx. () Por supuesto, la crueldad del capitalismo delos siglos XVII, XVIII y XIX era tambin arrolladora.Y hay que tenerlo presente al leer el gran elogio delcapitalismo de Marx. Estaba rodeado por las ms horri-bles consecuencias de este sistema y, a pesar de ello,pens que era una gran cosa. Era tambin hegeliano ynaturalmente crea en el poder de lo negativo. Puesbien, yo no creo en el poder de lo negativo, de la nega-cin, si constituye la terrible desgracia de otra gente(1995: 168-169).

    Notable respuesta a la que es posible aadir la siguienteaclaracin, dirigida a su entrevistador, pero que muy bienpodra ser vuelta sobre el propio Marx:

    57

    4 Valga este prrafo como resumen de su tesis ms general, que por cierto, hoyda resuena cada vez ms proftica: La tesis defendida aqu es que la idea de unmercado que se regula a s mismo era una idea puramente utpica. Una institu-cin como sta no poda existir de forma duradera sin aniquilar la sustanciahumana y la naturaleza de la sociedad, sin destruir al hombre y sin transformarsu ecosistema en un desierto. Inevitablemente, la sociedad adopt medidas paraprotegerse, pero todas ellas comprometan la autorregulacin del mercado, des-organizaban la vida industrial y exponan as a la sociedad a otros peligros(Polanyi, 1989: 26)

  • 7/29/2019 Marx y Polanyi

    5/11

    A travs de esos mtodos fantasiosos, usted ha elimi-nado la distincin y al mismo tiempo ha hecho aqueltruco hegeliano en que un concepto, en s mismo,empieza a desarrollarse a travs de su propia negacin.No, no se da as. El bien no se desarrolla en el mal, y elmal no se desarrolla en el bien. En esto soy implaca-ble. (1995: 160)

    Y en efecto, para un cierto Marx -en verdad predominan-te en la tradicin marxista-, el capitalismo es un momento enel desarrollo histrico de los modos de produccin. Si estedesarrollo se piensa dialcticamente -cosa que Marx no siem-pre hizo5-, se tratara incluso de un momento necesario. Y enese sentido, la calamidad humana originada por el capitalis-mo podra ser interpretada como la antesala inevitable de unsocialismo por venir. No cabe duda de que Marx tiene tex-tos estremecedores que autorizan -aunque no inevitablemen-te- una lectura de este tipo. Hablando por ejemplo de ladominacin inglesa en la India, Marx nos sorprende con elsiguiente razonamiento:

    No se trata, por tanto, de si Inglaterra tena o no tenaderecho a conquistar la India, sino de si preferimos unaIndia conquistada por los turcos, los persas o los rusosa una India conquistada por los britnicos. () Laintromisin inglesa, que () barri tanto al hilanderocomo al tejedor indios, disolvi esas pequeas comuni-dades semibrbaras y semicivilizadas al hacer saltar subase econmica, produciendo as la ms grande, y paradecir la verdad, la nica revolucin social que jamshaya visto Asia. Sin embargo, por muy lamentable quesea desde un punto de vista humano ver cmo se des-organizan y disuelven esas decenas de miles de organi-zaciones sociales laboriosas, patriarcales e inofensivas;por triste que sea verlas sumidas en un mar de dolor,contemplar cmo uno de sus miembros va perdiendo ala vez las viejas formas de civilizacin y sus medios tra-dicionales de subsistencia, no debemos olvidar almismo tiempo que esas idlicas comunidades rurales,por inofensivas que pareciesen, constituyeron siempreuna slida base para el despotismo oriental; que res-tringieron el intelecto humano a los lmites ms estre-chos, convirtindolo en un instrumento sumiso de lasupersticin, sometindolo a la esclavitud de reglas tra-dicionales y privndolo de toda grandeza y de toda ini-ciativa histrica. No debemos olvidar el brbaro egos-mo que, concentrado en un msero pedazo de tierra,contemplaba tranquilamente la ruina de imperios ente-ros, la perpetracin de crueldades indecibles, el aniqui-lamiento de la poblacin de grandes ciudades, sin pres-tar a todo esto ms atencin que a los fenmenos de lanaturaleza, y convirtindose a su vez en presa fcil paracualquier agresor que se dignase fijar en l su atencin.

    No debemos olvidar que esa vida sin dignidad, estticay vegetativa, que esa forma pasiva de existencia, desper-taba, por otra parte y por oposicin, fuerzas destructi-vas salvajes, ciegas y desenfrenadas que convirtieron elasesinato en un rito religioso del Indostn. No debe-mos olvidar que esas pequeas comunidades estabancontaminadas por las diferencias de casta y por la escla-vitud, que sometan al hombre a las circunstancias exte-riores en lugar de hacerlo soberano de dichas circuns-tancias; que convirtieron su estado social que se des-arrollaba por s solo, en un destino natural e inmutable,creando as un culto grosero a la naturaleza, cuyadegradacin salta a la vista en el hecho de que el hom-bre, soberano de la naturaleza, cayese de rodillas, ado-rando el mono Hanuman y a la vaca Sabbala. Bien esverdad que al realizar una revolucin social en elIndostn, Inglaterra actuaba bajo el impulso de losintereses ms mezquinos, dando pruebas de verdaderaestupidez en la forma de imponer sus intereses. Pero nose trata de eso. De lo que se trata es de saber si la huma-nidad puede cumplir su misin sin una revolucin afondo del estado social de Asia. Si no puede, entonces,y a pesar de todos sus crmenes, Inglaterra fue el instru-mento inconsciente de la historia al realizar dicha revo-lucin. En tal caso, por penoso que sea para nuestrossentimientos personales el espectculo de un viejomundo que se derrumba, desde el punto de vista de lahistoria tenemos pleno derecho a exclamar con Goethe:Quin lamenta los estragos / Si los frutos son placeres/ No aplast a miles de seres / Tamerln en su reina-do. (Godelier, Marx-Engels, 1969: 84-85)

    Como es sabido, en La Gran Transformacin, Polanyiabomina respecto de este posible planteamiento del proble-ma en la India6. Lo relevante no es que all se estuviera ges-tando una nueva clase social (un proletariado redentor de lahistoria), sino que se estaban demoliendo los cimientos mis-mos sobre los que se edificaba la sociedad en la India. Unavez ms, se trataba de un desastre antropolgico inconmen-surable desde un punto de vista econmico: lo que estaba enjuego no era la suerte de una clase social, sino la pervivenciade la sociedad en su conjunto.

    Y lo que nos jugamos contra el capitalismo no es el adve-nimiento de una nueva etapa histrica. No es ms historia loque se reclama contra l, sino, ms bien al contrario, la pre-servacin de una sustancia antropolgica que, como ha dichoPolanyi, tiende a ser la misma a lo largo de la historia. En uncierto sentido, lo malo del capitalismo es, precisamente, que

    58AREAS 31

    6 Podemos recordar el clebre ejemplo de la India. En la segunda mitad del sigloXIX, las masas hindes no murieron de hambre a causa de la explotacin deLancashire, sino que perecieron en gran nmero porque fueron destruidas lascomunidades de los pueblos hindes. El trabajo y la tierra se convierten en mer-cancas, lo que no es ms que una forma abreviada para expresar la aniquilacin detodas y cada una de las instituciones culturales de una sociedad orgnica. Los cam-bios ocurridos en la renta y en la poblacin no pueden ser comparados de ningu-na forma con un proceso de este tipo. (1989: 260)

    5 Lo hemos intentado mostrar con detenimiento en nuestro recientemente apare-cido estudio sobre Marx El Orden de El Capital(cfr. bibliografa). Se trata tambindel tema central de El Materialismo (Fernndez Liria, 1998).

  • 7/29/2019 Marx y Polanyi

    6/11

    59

    no puede parar, que no puede, ni siquiera, aminorar la mar-cha. Es un disparate competir con el capitalismo para acele-rar el curso de la historia. Lo que se impone es detenerla7.

    2. Recapitulacin sobre el materialismo histrico y el lugar de

    lo antropolgico.

    Y sin embargo, la tesis El hombre es el mismo a lo largode la historia, vuelve imposible cualquier encuentro entreMarx y Polanyi?

    Hay otro punto de vista que podra aproximarlos.La tesis fundamental del materialismo histrico es que lahistoria es la historia de la lucha de clases. La lucha de claseses el motor de la historia. En lo que quizs la tradicin mar-xista no insisti suficientemente es en que, por consiguiente-y en algn sentido muy importante-, el proyecto poltico deuna sociedad sin clases implicaba una superacin de la histo-ria, un proyecto de librar al ser humano de los requerimien-tos histricos.

    Hay que pararse un momento a comprender lo que estopuede querer decir. Junto con Santiago Alba Rico -otroautor que tambin se considera a s mismo marxista- hemosmantenido repetidamente (cfr., por ejemplo, El naufragiodel hombre, 2010) que desde un punto vista antropolgicoel ser humano consiste en una victoria sobre el Tiempo yque, por tanto, el ser humano no est hecho para la historia,sino para la cultura y la sociedad. Este es el motivo, porsupuesto, por el que la antropologa y la historia son dosdisciplinas distintas y en cierto modo excluyentes. Ya vimosantes la contundencia de Lvi-Strauss al respecto. l haballegado a afirmar que los antroplogos eran como los basu-reros de la Historia, porque recogan su objeto de estudioen el cubo de la basura de los historiadores8, unas declara-ciones que, por cierto, haban desatado las furias delhumanismo y de las filosofas de la historia (algunas mar-xistas). Pero, como vimos, entre los millares de sociedadesdistintas de las que la antropologa tiene noticia (entre lascuales, nosotros somos tan solo un caso aislado, por muchoque vorazmente imperialista), la mayor parte de ellas esta-ran de acuerdo en una peculiar reparticin de papeles: laHistoria, para los dioses y los ancestros; para los hom-bres... la costumbre, el rito, la tradicin. O si se quiere: losacontecimientos, para los dioses y los ancestros; para loshombres, lapalabra.

    En realidad, el lenguaje es enemigo de la historia, puesnadie se pone a charlar en medio de una tempestad natural ohistrica. Millares de pueblos lo han pensado as: el privile-gio de los seres humanos es el lenguaje, concentrado en lacasa de la palabra, centro gravitacional de la vida cultural.Pero si los seres humanos hablan, es porque los ancestros -dicen- protagonizaron sucesos histricos primordiales quepusieron a la comunidad a salvo de los acontecimientos, esdecir, a salvo de las idas y venidas de la naturaleza o de la his-toria (que en este sentido son an indistinguibles): a salvo dela dictadura del Tiempo.

    Sin la divisin de la sociedad en clases y sin el brutaldominio de unas clases sobre otras, el ser humano probable-mente no habra jams acumulado recursos y poder suficien-te para salir de una especie de estancamiento neoltico yponer en marcha lo que hemos llamado la Historia. Para quela historia -nuestra historia- fuera posible, fueron necesariosesclavos, siervos de la gleba, sirvientes, proletarios, es decir,fue necesario poner al ser humano a trabajar duro en laempresa de lo histrico. Se puede decir que, en general, al serhumano no le apeteca la historia. Sin el ltigo del capataz osin el sable militar, jams habra ingresado en ella. Durantemilenios, miles de millones de seres humanos se han vistoempujados a protagonizar las gestas de la historia; pero lahistoria siempre cay sobre ellos lo mismo que un terremo-to o un huracn. Por y para la historia, los seres humanosfueron esclavizados, llamados a filas, proletarizados o, en sucaso, exterminados. Lejos de vivirla como una superacin dela naturaleza (como reza el tpico habitual de las filosofas dela historia), los seres humanos han vivido la historia comouna vuelta a la naturaleza, como un estar a la intemperie delos acontecimientos, como una nueva victoria del Tiemposobre la Palabra, es decir, sobre las sabias palabras de losancestros que pusieron in illo tempore a la comunidad a salvodel salvaje devenir de los acontecimientos.

    As pues, el marxismo tena toda la razn al afirmar queel motor de la historia era la lucha de clases. Sin clases socia-les, no habra habido historia (o habra habido, ms bien,una historia de muy distinto tipo). El ser humano es un serbastante pequeo. Por mucho que haya encontrado mediostcnicos y sociales para movilizarla, la historia le sigueviniendo grande. En realidad, tan grande como la propianaturaleza, de la cual haba aprendido a defenderse mediantela revolucin neoltica y ms tarde mediante el progresocientfico y tcnico.

    No vamos a repetir aqu lo que ya hemos publicado en Elnaufragio del hombre, explicndonos ms despacio: el serhumano siempre se ha entendido a s mismo como una vic-toria sobre el Tiempo (2010: 89-173). Un ser humano luchan-do a la desesperada por sobrevivir en la corriente de lo hist-rico, sera considerado, para millares y millares de sociedadesdistintas estudiadas por la antropologa, como un ser huma-no muy primitivo, como un ser humano que ha sido, denuevo, derrotado por el Tiempo. Desde este punto de vista,es posible afirmar que el dominio de clase supuso desde un

    7 Esta idea tampoco es antimarxista, como hemos intentado mostrar repetidasveces, sobre todo en El orden de ElCapital (por ejemplo, en 2010: 7 y 197) TerryEagleton, en un texto cargado de irona y de sentido del humor, nos recuerda tam-bin cmo Walter Bejamin haba acertado a comparar el socialismo como unfreno de emergencia (1994: 124)8 Una vez dije, en los Estados Unidos, que los antroplogos ramos los traperosde la historia y que buscbamos nuestro tesoro en los cubos de basura de los his-toriadores. Lo cual provoc diversos movimientos: a mis colegas no les gustaba lacomparacin. Al acabar la sesin, se me acerc Margaret Mead y me dijo: haypalabras que no se deben pronunciar (Lvi-Strauss, 1990: 168)

  • 7/29/2019 Marx y Polanyi

    7/11

    60

    punto de vista etnolgico, un regreso a la prehistoria (a esaprehistoria en la que los hombres y los animales an no erandistintos y en la que los ancestros protagonizaban las gestasmticas). Aqu prehistoria no se opone a historia, sino a cul-tura y civilizacin. Antes de la cultura, lo que hubo, precisa-mente, fue historia, la historia de los ancestros y los dioses,antes de que se inaugurara el tiempo para la palabra, el rito yla costumbre. Al invadir la casa de la palabra, la historia -motorizada por la lucha de clases- supuso, en este sentidoantropolgico, un fatal retroceso para la humanidad.

    Y en el fondo era esta la conviccin que lata en el intentosocialista de superacin de las clases sociales9. Ese proyectopoltico no poda significar otra cosa que la pretensin de vol-ver a hacernos libres del Tiempo, es decir, si se quiere, era elsueo poltico de una humanidad con tiempo libre. Libre deltiempo, con tiempo libre para la palabra y para todo cuantoella pudiera traernos. Es por ello que en El naufragio delhombre afirmamos que el neoltico debera haberse continua-do de forma enteramente natural con la Ilustracin, profun-dizando la revolucin neoltica hasta otorgar a la palabra cadavez ms poder. Este hallazgo antropolgico habra podidoproducirse en Grecia, si la violencia de clase no hubieradevuelto al tiempo su poder, bajo la forma de Historia.

    Quizs basten cuatro palabras para recapitular sobre el pro-blema. Lo ms propio del ser humano (segn atestigua laantropologa) se resume en una victoria sobre el Tiempo.Como afirma la mitologa griega, Zeus tiene que derrotar aCronos para poder edificar esas instituciones durables a las quellamamos cultura. Cultura implica -como acabamos desealar- tiempo libre para la palabra, implica un estar libredel tiempo a favor del lenguaje. Ahora bien, hasta el descubri-miento griego de la razn, esta victoria sobre el tiempo habacontinuado siendo, en el fondo, sierva del tiempo. La culturase haba entendido siempre como tejida por palabras muyantiguas, palabras que llevaban mucho tiempo detrs. Era lavoz de los ancestros, a travs de la sabidura de los ancianos, laque sostena esas instituciones capaces de proteger al ser huma-no de la intemperie natural o histrica. Es as como las institu-ciones aparecen respaldadas por la tradicin y la costumbre.Gracias a que ha pasado ya mucho tiempo, estamos libres deltiempo. Gracias a que hay mucho pasado acumulado, tenemosahora un presente con tiempo libre para la palabra. Segn esteesquema -que en El naufragio del hombre hemos denominadoneoltico10- la palabra, libre del tiempo, se lo debe todo altiempo. Este es el motivo por el que la palabra aparece inevita-

    blemente ritualizada. Ahora que todo puede ser dicho, nadamerece ser dicho, a excepcin de aquello que hizo posible lapalabra. De este modo, cualquier majadera, cualquier insigni-ficancia, cualquier crimen, pueden convertirse en costumbrecon tal de gozar con la autoridad del tiempo pasado. Es el reinode la supersticin, como denunci la Ilustracin.

    Visto desde la Ilustracin, este reino antropolgico nohaba conquistado el tiempo libre, ms que a condicin de quenada se pusiese en libertad. De ah que a Scrates o Platn,Pericles y su discurso fnebre, junto con todos los ancestrosque ah se alababan y cantaban, se les quedasen pequeos; deah el desprecio sarcstico con el que miraban todo ese mundode la cultura tribal griega, en el que los poetas ejercan unaespecie de dictadura educativa. Ah comenz -con la filosofapropiamente dicha- la bsqueda de un verdadero tiempo libre- libre del tiempo. Haba que profundizar en la victoria sobreel tiempo, hasta vencerlo definitivamente (hasta vencerlo deverdad y no slo en apariencia). Haba que buscar unaautoridad ms alta que la autoridad del pasado, una voz mspotente que la de los poetas que cantaban la tradicin y con-formaban las costumbres. A esa autoridad, se le llam razn11.

    La razn estaba as llamada a liberar el tiempo libre deltiempo pasado, removiendo la voz de la tradicin y el presti-gio de la costumbre. La razn tendra, ante todo, que haberarrancado al ser humano de la estructura de dominacin msconsolidada por la autoridad de los ancestros: el patriarcado.Y a partir de ah, respecto a todos los crmenes e insignifican-cias eternizados en el mundo de la supersticin. A este nuevavictoria sobre el tiempo, a esta victoria de nuevo cuo, no leconviene en absoluto el trmino historia. Pues al fin y alcabo, no es un renacimiento del tiempo, sino una profundi-zacin en la victoria sobre l. No se trata de resucitar aCronos, sino de someterle definitivamente a la autoridad deuna instancia enteramente ajena a el: la Libertad. Libres detiempo, para poner algo en libertad12. Esto es lo que deberahaber sido la Ilustracin: un tiempo libre dueo del tiempo,un tiempo libre de la autoridad del tiempo pasado. A estanueva condicin no le conviene, en efecto, el trmino histo-ria (ms bien al contrario) sino el trmino progreso.

    3. Historia y Progreso.

    El progreso no es tiempo que pasa, sino todo lo contra-rio: tiempo libre que se libra cada vez ms profundamente del

    tiempo. El progreso no est amasado con el tiempo, sino conla libertad.

    AREAS 31

    9 En la entrevista de Salvador Lpez Arnal, publicada en www.rebelion.org,Entrevista a Santiago Alba Rico y Carlos Fernndez Liria sobre El naufragio delhombre: El capitalismo ha cercenado toda posibilidad para las instituciones republi-canas, Santiago Alba cambia los trminos de este problema, pero para venir a decirexactamente lo mismo. En otro sentido, en efecto -pero aqu se trata de una cues-tin de puro arreglo terminolgico-, se podra decir que la historia de la humanidadan no ha comenzado, pues la lucha de clases nos ha anclado en la prehistoria. Eneste sentido hablaramos, como hizo Marx, de prehistoria de la necesidad y dehistoria de la libertad. Tiene mucho sentido plantearlo as, pero, obviamente, noen una discusin sobre lo que el materialismo histrico ha llamado historia.10 Sobre la utilizacin del trmino neoltico cfr. la nota 3.

    11 No olvidemos que son los poetas los que fuerzan la condena a muerte deScrates. Platn, en la Repblica, propone que sean expulsados de la ciudad (cfr.,ms ampliamente, Fernndez Liria, 2002: 115-171).12 Si -otra cuestin terminolgica-, de acuerdo con Kant, llamamos Historia a lopuesto en obra por la Libertad, entonces habra que volver a la idea de que todavano ha habido tal cosa como Historia (o bastante menos de lo que se pretende) puesla Libertad an no ha logrado consolidar instituciones ms que muy fugaz y pre-cariamente en mitad de la batalla de las clases sociales.

  • 7/29/2019 Marx y Polanyi

    8/11

    61

    Por supuesto -ya lo advertamos al final de El naufragio delhombre-, esta es la concepcin del progreso que correspondaal pensamiento de la Ilustracin; no, en absoluto, lo que habi-tualmente se llama progreso. Bajo condiciones capitalistas deproduccin, el progreso es todo lo contrario del progreso. Puesbajo condiciones capitalistas, el progreso no es ms que el innin-terrumpido sometimiento al ritmo temporal de los ciclos deacumulacin del capital. Es decir, un renacimiento de Cronoscomo jams podra haberse previsto en la antigedad. Bajo elcapitalismo, todo es Historia. Como ha sealado tan certera-mente y tan a menudo Santiago Alba Rico, bajo el capitalismo,la sociedad es casi una anomala, no hay sociedad ms que en laperiferia, en los suburbios, en las grietas de la Historia13.

    El capitalismo histrico ha sido y contina siendola dictadura ms brutal que Cronos haya llegado jams a ejer-cer sobre las instituciones sociales y sobre todo el tejido socialen su conjunto. Nunca la Historia haba costado tanto, nuncahaba supuesto tanto esfuerzo y tan ininterrumpido. Nunca elTiempo haba ahogado tanto las posibilidades de la Libertad.Es fcil de comprender esto si se piensa en que, probablemen-te, la humanidad nunca haba tenido menos tiempo libre.La rueda imparable de la produccin y el consumo han aca-bado con el ocio propiamente dicho. La destruccin del ociocomporta una destruccin de las condiciones de posibilidadde la razn. La razn, como deca Voltaire, es aquello con loque los seres humanos estn de acuerdo cuando estn tran-quilos. Tranquilos, podra decirse, hasta el aburrimiento,pues, como se sabe, la filosofa naci del aburrimiento. Peronunca como hoy la humanidad se haba aburrido tan poco.Entre la produccin y el consumo, la televisin ha ocupadoya hasta los ltimos poros del tiempo social.

    Es completamente obvio que esa rueda de la reproduc-cin ampliada no responde en absoluto al concepto de pro-greso tal y como fue pensado y reivindicado por el pensa-miento de la Ilustracin. Aqu tambin la tradicin marxistadej escapar una excelente oportunidad para hacerse enten-der, aceptando sin ms la identificacin entre el conceptoilustrado -tildado de burgus- y el concepto capitalista deprogreso. Eso cuando no hizo algo an ms nefasto: ponersea competir con el capitalismo reivindicando la posibilidad deun progreso ms acelerado bajo el socialismo14.

    Al final de El naufragio del hombre, intentbamos sentarlas bases para una reivindicacin marxista del concepto deprogreso que no compitiera con el desarrollismo ciego y sinfrenos del capitalismo. En la idea de progreso, la Ilustracincifr, precisamente, la posibilidad de una obra de la Libertad.Y no hay que olvidar las buenas razones de Kant para enten-der la Libertad como una realidad noumnica, es decir, comoprecisamente algo ajeno al Tiempo. Una obra de la libertad essiempre una victoria contra el Tiempo, que viene desde algoas como un afuera del tiempo. Por eso, reivindicamos laidea de progreso como la posibilidad de una victoria defini-tiva sobre el Tiempo. Solo la razn y la libertad pueden libraral ser humano de la tirana (en el fondo temporal) de las pala-bras muy antiguas. Ahora bien, lo que ah llamamos elensamblaje entre el neoltico y la Ilustracin15 no ha podidoser ensayado jams. Para que la razn y la libertad nos libe-raran de la supersticin y la tradicin, era necesario ocio,tranquilidad, aburrimiento, era preciso tomar distancia yesa toma de distancia solo puede traerla el hasto desinteresa-do ante el propio tejido tribal.

    La lucha de clases, motor de la historia, sepult siempreesa posibilidad. Ms an -como estamos sealando- bajo elcapitalismo, que ha restaurado el imperio del Tiempo, dejan-do al ser humano a la intemperie de los acontecimientos, sinprcticamente instituciones que puedan protegerle de los flu-jos y reflujos econmicos. Se ha sealado mucho -desde Lagran transformacin de Polanyi hasta La corrosin del carc-terde Richard Sennet16- que este aceleramiento histrico hadestruido la consistencia antropolgica ms elemental. Perolo que no se ha sealado tanto es que, ante todo, ha ahogadopor completo la posibilidad misma del progreso en el sentidoen que lo entendi la Ilustracin.

    Desde luego, si este asunto est ausente en Polanyi, tam-bin lo est en Marx, o al menos, en la tradicin marxista.

    Por no comprender esto ltimo, la tradicin marxista seembarc en una de las aventuras ms insensatas -y a la pos-tre, ms criminales-: el intento de construir un hombrenuevo, ms all del llamado derecho burgus. De estemodo, el marxismo se adentraba -por otras vas- en el mismoproyecto totalitario que el fascismo, buscando un sitio desdeel que mirar por encima del hombro al pensamiento republi-cano y al liberalismo poltico. Ese sitio, que se imaginabamuy alto, estaba, por supuesto, a ras de suelo. El derecho esla nica escalera que puede levantarnos por encima del uni-verso religioso y el reino de la supersticin. Situarse ms altoque el derecho no es alargar la escalera, sino saltar en el vacopara aterrizar de nuevo en el suelo de la religin, pero con unvoluntarismo ms fantico y dogmtico. El proyecto delhombre nuevo vino siempre vinculado a alguna suerte detotalitarismo. En verdad, la cosa se vena venir desdeNietzsche y su concepto de superhombre.

    13 Por nuestra parte, hemos utilizado ampliamente la comparacin del capitalismocon un renacimiento de Cronos en Educacin para la ciudadana. Democracia,Capitalismo y Estado de Derecho (2007: 117). De cualquier modo, es obvio que elautor por antonomasia a la hora de explicar de qu modo la historia del capitalis-

    mo ha demolido la sustancia misma de lo social es, precisamente, el propio Polanyi.14 Las recientes e importantes crticas de Juan Bautista Fuentes Ortega al marxismo(2011: captulo 8) inciden precisamente en este punto. El marxismo ha sido presa delmismo vicio que pretenda combatir. Al privilegiar el lado econmico, el anlisismarxista no concibe que el capitalismo pueda superarse ms que con ms de lomismo: ms progreso econmico progresivamente ms desempotrado an de la sus-tancia antropolgica de lo social. El marxismo ha sido por eso propenso a una inge-niera social, segn un modelo de planificacin econmica. En realidad, el socialismo, histricamente, ha asumido de forma brutal y salvaje el rol de vanguardia del capi-talismo (cfr. en especial, la entrevista publicada en Romero Cuadra y Hermoso Flix,2002: 187) No est de ms apuntar que estas crticas al marxismo son muy parecidasa las del propio Polanyi en La gran transformacin (en especial, Captulo 13).

    15 Cfr. Fernndez Liria y Alba Rico, 2010: 165ss16 Cfr. tambin, John Gray, 2000 y Naomi Klein, 2007, dos libros que, por cier-to, comienzan haciendo un homenaje a La gran transfomacin de Karl Polanyi.

  • 7/29/2019 Marx y Polanyi

    9/11

    62

    Y sin embargo, este intento de pensar un ms all delhombre, tena ya una formulacin clsica que recorre todala historia de la filosofa, consolidndose en el pensamientode las Luces: el proyecto de la ciudadana, el proyecto de unanueva mayora de edad de la humanidad. Se trataba delproyecto de constituir sociedad sin depender de ningntrono ni ningn templo, es decir, sin reconocer otra autori-dad que la razn y la libertad. Ese proyecto implica muchascosas, exige unas condiciones materiales muy precisas -porcierto, incompatibles con el capitalismo, tal y como hemosintentado mostrar en Educacin para la Ciudadana.Democracia, capitalismo y Estado de Derecho (Akal, 2008).Ahora bien, para poder reivindicar este ms all, la tradi-cin marxista tendra que haberse librado del nefasto histori-cismo que converta al derecho en una inevitable superes-tructura burguesa. Antes bien, habra que haber reclamadocomo propios todos los conceptos claves del pensamientorepublicano, afirmando que cosas tales como un Estado dederecho, una democracia parlamentaria, un verdaderosufragio universal, un verdadero liberalismo poltico, no eranposible en las condiciones de lucha de clase impuestas por elcapitalismo. Habra que haber insistido en que para hacerrealidad todas esas instituciones de la Libertad, era precisoacabar con la dictadura de clase.

    Mejor no inventar la plvora cuando sta ya est inventa-da. El concepto de la ciudadana sealaba suficientemente lasvas por las que era posible un progreso antropolgico. Erapor esa va por donde era posible avanzar hacia una supera-cin del etnocentrismo indgena (la humanidad termina enlos lmites de la tribu), del patriarcado y del imperio religio-so de la supersticin. Es la exigencia de la ciudadana la queno se conforma con una democracia -como deca el marxis-mo- puramente formal, que no haya previamente garanti-zado la independencia civil -y en ese sentido una verdaderaigualdad ante la ley- de los individuos. En lugar del proyec-to moral de un hombre nuevo, las instituciones republica-nas (en primer lugar, por supuesto, el sistema de instruccinpblica) se insertan en el proyecto poltico de conceder al serhumano toda la dignidad que le corresponde por ser racio-nal. Progreso es lo que se conquista por esta va y caminaen esa direccin. Por eso, el concepto de progreso no puedeser confundido con el ritmo tcnico de reproduccin amplia-da del capital. Nada garantiza siquiera que los avances tcni-cos generen progreso. Pueden incluso generar un suicidioplanetario.

    Lo nico de lo que se puede decir que es autntico pro-greso es el progreso terico de la ciencia (que no es el progre-so tcnico, ya que, precisamente, es terico) y el progresodel derecho. No es posible olvidar cientficamente, es decir,por procedimientos cientficos, el teorema de Pitgoras. No esposible, con arreglo a derecho, restaurar la esclavitud o qui-tarle a la mujer el derecho a votar. La ciencia y el derechoprogresan. La historia, sin duda, puede retroceder, inclusoretroceder hacia un abismo en el que, por ejemplo, se arreba-te sus derechos a la mujer o se prohiba explicar a Darwin en

    todas las escuelas. Pero gracias a la ciencia y al derecho,podemos saber cundo avanzamos y cundo retrocedemos y,eso es, quizs, el nico progreso que tenemos asegurado.Disponemos de una brjula para orientar en la historia laaccin de la libertad hacia un progreso hacia lo mejor 17.Pero lo mejor aqu no es lo mejor para el capitalismo, sino lomejor para la razn. Y como ya recordbamos en El naufra-gio del hombre (2010: 165), los filsofos tienen concepcionesextraas sobre lo que es lo mejor: Scrates, por ejemplo,opinaba tozudamente que era mejor ser la vctima que el ase-sino, que era peor ser el tirano que su siervo, que era peor noser castigado por el mal que cargar con la pena.

    Sea como sea, lo que no cabe duda es que el progreso delderecho ha hecho ms por la liberacin de la mujer en dossiglos que veinte milenios de tradicin y de costumbre. A lapostre, el progreso del derecho, materializado en institucio-nes, tendra que ser capaz de acabar con el patriarcado. Aquestaramos ante una conquista poltica frente a una servidum-bre ancestral tan antigua como la humanidad misma.Estaramos ante el espectculo de la razn y la libertad, corri-giendo un pasado de costumbres, tradiciones y supersticio-nes materializadas en instituciones milenarias. Este es elgozne entre lo antropolgico y la razn -en El naufragiodecamos entre el neoltico y la Ilustracin-, que la lucha declases impidi siempre ensayar en libertad.

    La Historia ha anegado las posibilidades de la razn,impidiendo que la palabra edificara instituciones que resistie-ran el tiempo sin rendir tributo al tiempo pasado. El ensam-blaje entre lo antropolgico y la razn -o si se quiere, entrecultura y libertad-, necesita de condiciones materiales paraencajar. Y esas condiciones son refractarias a la Historia,pues su condicin es el tiempo libre, el estar libre del tiempo.Naturalmente, en ese librarse de la Historia -como laIlustracin saba muy bien- se abre la posibilidad de otra his-toria: la de esa historia que, efectivamente, tena que progre-sarnecesariamente hacia lo mejor. Pero para ello es precisosuponer una sociedad sin clases.

    Quizs conviene advertir que eso no significa que a laespera de esta sociedad sin clases no haya ninguna posibili-dad de progreso. Significa ms bien que historia y progresono son la misma cosa, ni siquiera cuando ambos han ido jun-tos. Que hay y que ha habido progreso es obvio con tan solopensar en el sufragio universal, en las conquistas de la luchafeminista o en la prohibicin de la esclavitud. Y por supues-to, tenemos delante de nuestros ojos el espectculo inmensode la historia de la ciencia, que progresa sin tregua da a da,lo que a su vez ha puesto a disposicin de los seres humanosposibilidades tcnicas inconmensurables que estn ah a laespera de ser aprovechadas de un modo sensato en lugar deexplotadas criminalmente por los oligarcas del planeta. Elasunto es que en todo ello la divisin de la sociedad en clasesno ha sido ms que un lastre y una distorsin brutal, que ha

    AREAS 31

    17 Cfr. Replantemiento sobre la cuestin de si el gnero humano se halla en conti-nuo progreso hacia lo mejor, recogido en la seleccin de textos citada en Kant, 1987.

  • 7/29/2019 Marx y Polanyi

    10/11

    retrasado dos milenios el progreso de la humanidad. Lamejor prueba de ello es, sin duda, la pervivencia general delpatriarcado, el ms llamativo de los signos de estancamientohumano.

    As pues, nos encontramos con que la frmula materia-lismo histrico nos aboca a una situacin que algunos con-siderarn paradjica o que vern con extraeza. Si la lucha declases es el motor de la historia y el comunismo lucha poruna sociedad sin clases, eso no puede significar otra cosa quela lucha por paralizar la historia a favor de otra cosa a la queno nos queda ya otra opcin que llamar progreso. El asun-to se entiende siempre y cuando se comprenda que el progre-so no es ms que una profundizacin en la victoria de lalibertad sobre el tiempo y que, por tanto, marca siempre unaruptura en la continuidad histrica. La cosa, sin embargo, noes tan chocante como algunos querran entender. Lo queestamos diciendo es la nica de manera de que cobren senti-do las continuas apelaciones al trmino desarrollo humanoque aparecen en El capital. En Fernndez Liria, 1992,: 69ss,se ponan varios ejemplos de estas alusiones, aparentementetan humanistas, de Marx. Un ejemplo interesante parareflexionar es la curiosa actitud de Marx frente al trabajoinfantil, el cual le parece, sin duda, abominable bajo condi-ciones capitalistas de produccin, pero que, en cambio, leparece que es posible hallar ah, bajo condiciones socialistas,una fuente posible de desarrollo humano:

    No es el abuso de la autoridad paterna lo que cre laexplotacin directa o indirecta de fuerzas de trabajoinmaduras por el capital, sino que, a la inversa, es elmodo capitalista de explotacin el que convirti a laautoridad paterna en un abuso, al abolir la base econ-mica correspondiente a la misma. Ahora bien, porterrible y repugnante que parezca la disolucin delviejo rgimen familiar dentro del sistema capitalista, nodeja de ser cierto que la gran industria, al asignar a lasmujeres, los adolescentes y los nios de uno u otrosexo, fuera de la esfera domstica, un papel decisivo enlos procesos socialmente organizados de la produccin,crea el nuevo fundamento econmico en que descan-sar una forma superior de familia y de la relacin entreambos sexos. Es tan absurdo, por supuesto, tener porabsoluta la forma cristiano-germnica de la familiacomo lo sera considerar tal la forma que imperabaentre los antiguos romanos, o la de los antiguos grie-gos, o la oriental, todas las cuales, por lo dems, confi-guran una secuencia histrica de desarrollo. Es eviden-te, asmismo, que la composicin del personal obrero,la combinacin de individuos de uno y otro sexo y delas ms diferentes edades, aunque en su forma brutal,capitalista -en la que el obrero existe para el proceso deproduccin y no el proceso de produccin para elobrero- constituye una fuente pestfera de descomposi-cin y esclavitud, bajo las condiciones adecuadas ha detrocarse, a la inversa, en fuente de desarrollo humano.(Marx, 1994: Libro I, captulo XIII: volumen 2, 596).

    Lo que todo esto viene a significar es que el capitalismoes actualmente (antes lo fue la esclavitud o el feudalismo) elmayor obstculo para que la libertad tome la palabra paradecidir lo que nos conviene antropolgicamente. El ensam-blaje entre la Ilustracin y la Cultura -entre el Logos y elMito, si se quiere decir as- est todava por experimentar. Ysin embargo, los progresos de la razn -materializados en lahistoria de la ciencia- y la potencia de la libertad -en unmundo que sabe ya perfectamente lo que es intolerable-jams han sido tan intensos. El gnero humano, como decaKant, progresa inevitablemente hacia lo mejor. Pero la histo-ria no tiene por qu seguir los pasos del gnero humano, yaque puede, incluso, llegar a exterminarlo.

    4. Balance.

    Pensamos que a un posible dilogo entre Marx y Polanyile conviene prestar atencin a la distincin entre progreso ehistoria que acabamos de esbozar. De lo contrario, nos vere-mos abocados a una situacin en la que, ante un mundo cadavez ms abocado al desastre, el pensamiento reaccionarioparecer cada vez ms lcido y ganar cada vez ms adep-tos18. La postura defendida por Juan Bautista FuentesOrtega19 en el captulo 8 de su libro La impostura freudiana,no puede ser ms clara al respecto. Ahora bien, el autor seinclina a una reivindicacin cada vez ms entusiasta del cato-licismo al que considera algo as como el nico universalconcreto exitoso, es decir, el nico proyecto potencialmen-te universal que al mismo tiempo resulta respetuoso con lasinstituciones concretas sabiamente consolidadas por la tradi-cin. Esta postura conserva la esperanza de que el catolicis-mo sea no slo el antdoto anticapitalista que necesitamos,sino tambin un dique capaz de contener cualquier peligrofascista latente en el pensamiento reaccionario.

    Lo que aqu hemos pretendido mostrar es que el concep-to de progreso propio del pensamiento de la Ilustracin,bien entendido, no slo es completamente ajeno al desarro-llo econmico del capitalismo, sino que es su nico antdotocompatible con lo que exige la dignidad humana.

    63

    18 Como sntoma de aquello a lo que nos referimos, recordemos que en el ao2003 la revista Archipilago (n 56) public un nmero monogrfico titulado Lainquietante lucidez del pensamiento reaccionario. Se trataba de una excelente reco-pilacin de artculos sobre el tema.19 Con quien compartimos, precisamente, el Proyecto de Investigacin citado alcomienzo de este artculo y en el marco de cuya discusin interna viene a insertar-se este artculo.

  • 7/29/2019 Marx y Polanyi

    11/11

    Bibliografa.

    ALBA RICO, S. (2001): La ciudad intangible. Ensayo sobre el final delneoltico, Guipzcoa, Hiru.

    ARENDT, H. (1995): De la historia a la accin, Barcelona, Paidos.EAGLETON, T (1994): El portero, Madrid, Debate.FERNNDEZ LIRIA, C. (1992): Sin vigilancia y sin castigo, Madrid,

    Libertarias.FERNNDEZ LIRIA, C. (1998): El materialismo, Madrid, EditorialSntesis.

    FERNNDEZ LIRIA, C. (2001): Geometra y Tragedia: el uso pblicode la palabra en la sociedad moderna, Guipzcoa, Hiru.

    FERNNDEZ LIRIA, C. y ALBA RICO, S. (2010): El naufragio delhombre, Guipzcoa, Hiru.

    FERNNDEZ LIRIA, C. y ALEGRE ZAHONERO, L. (2010): Elorden de El Capital, Madrid, Akal.

    FERNNDEZ LIRIA, C.; FERNNDEZ LIRIA, P. y ALEGREZAHONERO, L. (2007): Educacin para la Ciudadana.Democracia, Capitalismo y Estado de Derecho, Madrid, Akal.

    FUENTES ORTEGA, JB. (2011): La impostura freudiana, Madrid,Editorial Encuentro.

    GODELIER, M. (1984): Lidel et le matriel, Paris, Arthme Fayard.

    GODELIER, MARX-ENGELS (1969): Sobre el modo de produccinasitico, Barcelona, Ediciones Martnez de la Roca.

    GRAY, J. (2000):Falso amanecer, Barcelona, Paidos.HOBSBAWM, E. (1994): Historia del siglo XX, Barcelona, Crtica.LVI-STRAUSS, C. (1955): Tristes tropiques, Pars, Plon.LVI-STRAUSS, C. (1976): Elogio de la antropologa, Buenos Aires,

    Ediciones Calden.LVI-STRAUSS, C. (1990): De cerca y de lejos, Madrid, Alianza

    Editorial.KANT, I. (1987) Ideas para una historia universal en clave cosmopolita

    y otros escritos sobre Filosofa de la Historia , Madrid, Tecnos.KLEIN, N. (2007): La doctrina del shock. El auge del capitalismo del

    desastre, Barcelona, Paidos.MARX, K (1994): El capital, volmen 2, Madrid, Siglo XXI.POLANYI, K. (1989): La gran transformacin. Critica del liberalismo

    econmico, Madrid, La Piqueta.POLANYI, K. (1994): El sustento del hombre, Barcelona, Mondadori.ROMERO CUADRA, J.L. y HERMOSO FLIX, M.J. (2002):

    Entrevista al prof. Juan Bautista Fuentes: Filosofa, poltica y mata-poltica, Nexo, 3, Facultad de Filosofa UCM, pp. 181-201.

    ROUSSEAU (1990): Discurso sobre el origen y fundamentos de la des-igualdad entre los hombres, Madrid, Alianza Editorial.

    SENNET, R. (2006): La corrosin del carcter, Madrid, Anagrama.

    64AREAS 31