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Minería y poder empresarial en Michoacán: la contrarrevolución en Tlalpujahua José Alfredo Uribe Salas UMSNH Del porfiriato a la revolución En vísperas del movimiento revolucionario de 1910, en el oriente michoacano, enclavado en la porción central del país, había alcanzado un importante desarrollo económico fin- cado principalmente en el espectacular auge minero-meta - lúrgico de Tlalpujahua y Angangueo. Estos centros mineros, los más sobresalientes de la entidad, rivalizaban con los de Guanajuato, Zacatecas, Hidalgo, México, Chihuahua, So- nora, entre otros. Dos poderosos consorcios, The American Smelting and Refining Company en Angangueo y la Com- pañía Minera Las Dos Estrellas, S.A. en Tlalpujahua, de capital norteamericano y francés, respéctivamente, habían influido poderosamente en la economía y transformado sus- tancialmente las relaciones de producción en la región, cons- tituyendo verdaderos enclaves mineros formados a la som- bra protectora del régimen porfirista. La Compañía Minera Las Dos Estrellas, en particular, había consolidado un poder omnipotente al que se subordina- ban hacendados, comerciantes y empresarios de la comarca. Pero no sólo eso, las autoridades municipales, de distrito, estatal y los funcionarios federales actuaban con delicadeza, precaución y complacencia cuando se abordaba algún pro- blema relacionado con la crítica situación en que trabajaban y vivían los obreros de la negociación. Las relaciones de amistad entre el general Porfirio Díaz y Francisco J. Four- nier, principal accionista de la empresa, que el presidente ratificó en su visita al mineral a principios de abril de 1909,

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Minería y poder empresarial en Michoacán: la contrarrevolución

en Tlalpujahua

José Alfredo Uribe Salas UM SNH

Del porfiriato a la revolución

En vísperas del movimiento revolucionario de 1910, en el oriente michoacano, enclavado en la porción central del país, había alcanzado un importante desarrollo económico fin­cado principalmente en el espectacular auge minero-meta­lúrgico de Tlalpujahua y Angangueo. Estos centros mineros, los más sobresalientes de la entidad, rivalizaban con los de Guanajuato, Zacatecas, Hidalgo, México, Chihuahua, So­nora, entre otros. Dos poderosos consorcios, The American Smelting and Refining Company en Angangueo y la Com­pañía Minera Las Dos Estrellas, S.A. en Tlalpujahua, de capital norteamericano y francés, respéctivamente, habían influido poderosamente en la economía y transformado sus­tancialmente las relaciones de producción en la región, cons­tituyendo verdaderos enclaves mineros formados a la som­bra protectora del régimen porfirista.

La Compañía Minera Las Dos Estrellas, en particular, había consolidado un poder omnipotente al que se subordina­ban hacendados, comerciantes y empresarios de la comarca. Pero no sólo eso, las autoridades municipales, de distrito, estatal y los funcionarios federales actuaban con delicadeza, precaución y complacencia cuando se abordaba algún pro­blema relacionado con la crítica situación en que trabajaban y vivían los obreros de la negociación. Las relaciones de am istad entre el general Porfirio Díaz y Francisco J. Four- nier, principal accionista de la empresa, que el presidente ratificó en su visita al mineral a principios de abril de 1909,

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evidenció la importancia económica de esta compañía en el ámbito nacional y puso al descubierto a los ojos de los traba ­jadores el apoyo incondicional que el dictador dispensaba a los franceses.1

En México, a finales del porfiriato, pocos fueron los cen­tros mineros que alcanzaron un desarrollo industrial produc­tivo como el que tuvo lugar en Tlalpujahua. A partir de 1898, en que se constituyó la compañía, los inversionistas france­ses, que deslumbraron al mundo entero con los grandes des­cubrimientos de oro y plata, fueron respaldados por dos de las más prestigiosas instituciones financieras del país galo: el Banque Franco-Egyptienne y el Crédito Lyonnais, que les permitió erigir uno de los complejos industriales más sofisti­cados de la época para extraer y beneficiar millones de tone­ladas de mineral con los más bajos costos de producción alcanzados, has ta entonces, en el mercado nacional. En me­nos de un lustro, entre 1902, en que se estableció la primera hacienda de beneficio, y 1909, año en que la negociación amortizó totalmente sus inversiones, los franceses consoli­daron en el mineral de Tlalpujahua un complejo industrial a la altura de los mejores de América Latina y del mundo occidental, con los más adelantados sistemas para el tumbe, desagüe, ventilación, acarreo, extracción, trituración, clasifi­cación, beneficio y fundición. La introducción y aplicación del método de cianuración y la electrificación del aparato productivo, que revolucionaron completamente las prácticas minero-metalúrgicas en la región, permitió explotar los mi­nerales situados a grandes profundidades, extraer cientos de miles de toneladas y beneficiarlos en las mismas instalacio­nes con rendimientos de 92% de oro y 56% de plata por tonela­da.-

En el lapso de 12 años (1898-1910), Las Dos Estrellas reforzó en el mineral de Tlalpujahua la concentración de trabajadores provenientes de distintos puntos del país, cons­tituyendo un verdadero “pueblo de com pañía'’ o “pueblo nue- vo”, como se le conoció, mediante la formación de cam pa­m entos y zona hab itacional, hotel, tienda y res tau ran t, hospital e iglesia, así como el establecimiento de vías de comunicación y medios de transporte (ferrocarril, telégrafo y

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teléfono), sin faltar, por supuesto, la formación de su propio cuerpo policial.3

Sobre estas bases, los capitalistas franceses configuraron un sólido poder que traspasó las barreras geográficas y los límites políticos de Michoacán, convirtiéndose, como lo fue, en uno de los baluartes de la reacción en tiempos del movi­miento revolucionario. En este periodo Las Dos Estrellas reforzó su aparato de seguridad con la finalidad de resguar­dar sus propiedades e instalaciones de cualquier contingen­cia y garantizar el orden y la tranquilidad social en el mine­ral. La intimidación a la población trabajadora a través de grupos armados a su disposición, el soborno a las autorida­des locales y el contubernio con autoridades estatales y fede­rales para im partir justicia, etc., hicieron del mineral de Tlalpujahua y El Oro, estado de México, un reducto domina­do por el capital extranjero, sobre cuyas estructuras de con­trol y dominio los sectores conservadores de la región se apoyaron ampliamente para enfrentar el movimiento popu­lar.

Militarización de la empresa

En un principio los inversionistas extranjeros que operaban en el mineral prestaron poca atención a la información pro­veniente del norte del país que notificaba el pronunciamiento revolucionario de Francisco I. Madero en contra del régimen porfirista, por ser éste miembro de una influyente familia de empresarios con amplio poder en el estado de Nuevo León.4 Sin embargo, al poco tiempo, la administración de Las Dos Estrellas comenzó a preocuparse por el giro de los aconteci­mientos, que am enazaban con alterar el viejo orden y la paz social. El privilegio de operar en el centro del país, sede del poder político y económico de México, donde existía el núcleo de las comunicaciones, abundante mano de obra y fácil acce­so a los centros de abastecimiento, se convirtió de la noche a la m añana en un grave problema. El auge del movimiento revolucionario, la proliferación de grupos armados que bus­caban sus propias reivindicaciones y la presencia en el mine­ral de Tlalpujahua y El Oro de importantes contingentes de trabajadores asalariados formados a la sombra de la propia

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negociación, que vivían en condiciones miserables, acentuó la intranquilidad de los franceses que vieron en ello una bomba de tiempo.5

Ante estas circunstancias, la respuesta de la empresa fue la de reforzar su aparato de seguridad: multiplicó el presu­puesto destinado al mantenimiento del cuerpo policial de la compañía e instrumentó nuevos mecanismos de persuasión y mediatización de la incipiente organización obrera de ayu­da mutua con el objeto de garantizar el pleno control de los trabajadores ante la agitación política y la difusión de las ideas anarco-sindicalistas y socialistas.6

Las medidas intimidatorias, aunque dieron mayor m ar­gen de seguridad a la empresa, pronto fueron insuficientes. A principios de 1911, Agapito Silva, contratista de Las Dos Estrellas, inició una cam paña de difusión del ideario made­rista entre el vecindario de Tlalpujahua. Su proselitismo a favor del plan de San Luis y en contra de la dictadura porfi- rista, que para nada cuestionaba ni ponía en riesgo los intere­ses de los inversionistas extranjeros, lo llevó a actuar abier­tamente entre los mineros a los cuales incitaba a enrolarse en las fuerzas maderistas. Preocupados los directivos de la ne­gociación no tanto por el liberalismo manifiesto del contra­tista sino por los efectos que pudieran tener estas y otras ideas sobre la organización de los trabajadores, prohibieron a Agapito Silva realizar dentro de las propias instalaciones mineras cualquier tipo de actividad política. Más tarde, sin embargo, descubierto por las fuerzas de seguridad de la com­pañía que conminaba a los mineros en la lucha armada, fue expulsado de la empresa. Sin la investidura de personal de confianza y acosado ahora por la fuerza policial de la pobla­ción, se levantó en arm as al frente de 15 hombres, superior al número que guarnecía la plaza, tomando Tlalpujahua el 21 de mayo.7

Ante la radicalización del conflicto por la presencia de m aderistas y las incursiones de las fuerzas zapatistas en la región que ponían en peligro sus bienes, el emporio minero fue más radical al instrum entar nuevas medidas de seguri­dad. De una actitud defensiva pasó a la plena confrontación armada. La primera determinación que la gerencia de la negociación francesa notificó a las autoridades del ramo fue

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la de “formar un cuerpo de rurales particulares de la compa­ñía para reforzar la vigilancia y estar en posición de resistir cualquier ataque que pudiera darse por parte de alguna gavi­lla de las que se han soltado por la república”.8 Desde luego apoyándose en el cuerpo policial, cuyas funciones se restrin­gían a m antener el orden entre los trabajadores, y en el nuevo grupo de rurales encargados de la vigilancia exterior de la empresa, Las Dos Estrellas logró controlar la situación du­rante el año de 1911. Producto de esto fue el incremento de las utilidades respecto al año anterior. Además, se permitió in ­troducir mejoras al aparato industrial, como fue el estableci­miento de una p lan ta eléctrica accionada por dínamos para garan tizar el suministro de energía en caso de sabotaje a las instalaciones de la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza, S.A., por parte de los revolucionarios.9

La ampliación del movimiento revolucionario en el cen­tro del país que amenazó con desestabilizar al aparato pro­ductivo de la región, del que dependía el propio desarrollo de Las Dos Estrellas, llevó a los inversionistas franceses a asu­mir abiertamente una postura contrarrevolucionaria frente a los acontecimientos sociales. La determinación fue clara: evitar por cuantos medios estuvieran a su alcance que su poder y hegemonía en la zona minera se debilitaran.10

Desde luego, para dar mayor cobertura a sus intereses en la región, el consorcio impulsó la iniciativa entre los capi­ta listas extranjeros de Tlalpujahua y El Oro de a rm ar sus propias fuerzas con trabajadores “voluntarios” para evitar cualquier tipo de trastorno “que los revolucionarios puedan causar a los cuantiosos intereses de estas empresas”.11

De inmediato la administración de este monopolio bus­có la forma de que los propios trabajadores mineros se consti­tuyeran en su brazo armado, para asegurar así la estabilidad económica y productiva de la negociación. Empero, dada la delicadeza política de la situación, se buscó que tal propuesta surgiera como iniciativa de las autoridades municipales so­bre quienes m antenía un control político. Por lo tanto, y sin mayor problema, resultó convincente que las autoridades municipales de Tlalpujahua y las del distrito de Maravatío, de origen porfiriano, a cuya jurisdicción pertenecía el mine­ral, p lantearan ante el secretario de gobierno del estado la

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necesidad de arm ar a los vecinos de estas poblaciones con el fin de auxiliar a las autoridades y resguardar el orden y los bienes particulares de la población. En marzo de 1912, el presidente de Maravatío apremiaba al secretario de gobierno a remitir arm as y municiones a estos lugares, pues sus habi­tantes “estaban dispuestos a tom arlas armas para repeler los atentados que pudieran ejercer los beligerantes ayudados por la mayor parte de los operarios del mineral de Tlalpuja- h u a” .12

Esta postura se vio reforzada cuando los principales comerciantes y vecinos del mineral, presionados por Las Dos Estrellas, se reunieron para acordar la forma de contribuir a la seguridad pública ante los ataques de los zapatistas y /o atentados de los grupos sin bandera política que merodeaban en la región. Se demandó además que las fuerzas de seguri­dad de Tlalpujahua fueran incrementadas para vigilar el número creciente de desempleados y frenar la ola de robos a que daba lugar la desocupación.13 Por su parte, la adminis­tración de Las Dos Estrellas haciendo uso de sus influencias, exigió a las autoridades militares de la federación, que el 1- Cuerpo de Rurales compuesto por veinte hombres y acanto­nado en Tlalpujahua, fuera reforzado. A mediados de 1912 el general inspector de los Cuerpos Rurales de la Federación, José M aría de la Vega, notificó al gobernador interino de Michoacán remitir a dicho mineral un oficial con veinte de tropa “donde es urgente se sitúen cuando menos 30 federales, para poner a cubierto de cualquier atropello a la importante negociación minera Las Dos Estrellas”.14

En poco tiempo los accionistas franceses lograron con­jun tar los esfuerzos de diversos sectores de empresarios de Tlalpujahua y El Oro para hacer frente al movimiento revo­lucionario. Durante los años más críticos de la lucha armada, apoyándose ahora sobre esta estructura de intereses comu­nes, la Compañía Minera Las Dos Estrellas desplegó un complicado sistema de información, basado principalmente en la labor de espionaje, que le permitió conocer de antemano el desplazamiento tanto de las fuerzas revolucionarias como de los grupos armados que aprovechando el desconcierto actuaban en beneficio propio. En múltiples ocasiones los franceses pusieron en guardia a empresarios y autoridades

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del distrito de El Oro, estado de México, y a los de Zitácuaro y Zinapécuaro, Michoacán, ante la presencia de los grupos beligerantes.15

Con todo, cuando el mineral de Tlalpujahua fue acosado directamente por las fuerzas revolucionarias en número su­perior a los destacamentos de seguridad pública que resguar­daban la población, y aun de los destacamentos armados de las propias empresas mineras, Las Dos Estrellas no escatimó recursos y recurrió con funcionarios del gobierno federal y estatal solicitando refuerzos para combatir a los rebeldes. Así por ejemplo, el 30 de diciembre de 1913, André P. Grif- fiths, gerente de la compañía, ante el conocimiento de una concentración de revolucionarios cercana al mineral que buscaban tomarlo por sorpresa con el apoyo de partidarios radicados en Tlalpujahua, solicitó a las autoridades destaca­mento competente y permanente de militares para resguar­dar la región. “Si enviara Ud. m añana mismo militar su confianza para hacer reconocimiento situación —consigna­ba el telegram a— seguramente convenceríase necesidad des­tacamento permanente en T lalpujahua”.16

Desde luego no siempre las autoridades federales y esta­tales pudieron satisfacer los requerimientos de seguridad que exigieron los inversionistas extranjeros. Cuando así sucedió, el gobierno mexicano recibió fuertes presiones de las delega­ciones extranjeras que exigían protección cabal a las propie­dades e intereses de sus connacionales. Los directivos de Las Dos Estrellas, anteponiendo a las autoridades del país su nacionalidad francesa, obtuvieron una cobertura, si no mili­ta r sí política, que se tradujo en indemnizaciones de los daños sufridos por efecto de las incursiones de partidas de zapatis- tas al mineral.

Finalmente, cabe destacar que el vacío de poder a que dio origen el movimiento revolucionario en sus años de con­frontación militar, la dispersión de las fuerzas federales a lo largo y ancho del territorio mexicano y la escasez de recursos por parte del Estado para hacer frente a la situación de inestabilidad en que se encontraba el país, fortalecieron la tendencia a los empresarios foráneos de arm arse y defender sus bienes particulares. En Michoacán esta realidad tomó cuerpo a partir de 1912, cuando los principales empresarios

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agrícolas, madereros, industriales y mineros comenzaron a arm ar sus propias guardias blancas.17 En 1914, durante el gobierno constitucionalista, el emporio minero de Las Dos Estrellas, reforzó su aparato militar ante la negativa de los funcionarios estatales de mantener y sostener un destaca­mento armado especial y permanente en el mineral de Tlal­pujahua.18

En la gubernatura de Gertrudis G. Sánchez se imple­mento una política que sin pretender modificar la correlación de fuerzas y /o afectar el gran capital que operaba en la minería, la industria y la agricultura regional, buscó que los empresarios extranjeros se supeditaran a las leyes del país y particularmente a la legislación del estado de Michoacán. Por otra parte, el gobierno determinó que las fuerzas milita­res del estado dejaran de servir exclusivamente a los intere­ses de los empresarios y “decretó la confiscación de propieda­des para todos aquellos individuos que obstaculizaran el ejercicio de las ideas revolucionarias”.19

Esta actitud del gobierno constitucionalista en Michoa­cán aceleró el fortalecimiento militar de las “guardias blan ­cas” subvencionadas por los grandes propietarios. En el caso de Las Dos Estrellas, este fenómeno se tradujo en la consoli­dación de su aparato armado, que se transformó en breve tiempo en un poder militar en la región minera; sobre esta estructura, los franceses impusieron un verdadero estado de sitio al que se supeditaban las autoridades locales. La pobla­ción trabajadora fue hostigada, oprimida, encarcelada y vio­lentada por las fuerzas militares de la compañía minera.

Entre marzo y mayo de 1914, el gobierno estatal buscó la forma de controlar el poder del consorcio francés, que se tradujo en una lucha sorda en la que las propias autoridades y directivos de la negociación echaron mano de las influen­cias con los funcionarios federales para imponer y defender sus propios intereses.

Así por ejemplo, el 11 de marzo a solicitud expresa de la Secretaría de Gobernación de Michoacán, la oficina general de inspección de la policía rural de la federación rindió un amplio informe sobre la naturaleza del grupo armado de Las Dos Estrellas. En él se denunciaba cómo este grupo armado, comandado por Wilkins, empleado de la compañía de origen

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estadounidense, actuaba impunemente y se hacía pasar por “cuerpo de rurales” de la federación, pues “usan idéntico armamento, vestuario, correaje y equipo al de los cuerpos rurales de la federación... [Además] la mencionada policía invade facultades que no le corresponden, tiene establecidos diversos puestos y servicios exactamente iguales a los milita­res y para sus jefes hace honores inusitados, tales como formación de cuerpos... etcétera”.20

Ante el conocimiento de este poder, las autoridades esta­tales a través de la Secretaría de Gobierno notificaron al prefecto de M aravatío se obligara a la compañía a no usar el uniforme de la federación, a suspender los honores militares, y no interferir en las decisiones políticas de las autoridades locales. Sin mayor preámbulo, puesto que no lesionaba en nada sus intereses, la gerencia de la empresa contestó que “está dispuesta a portar el uniforme que se le asigne, que ya se suspendieron los honores... y que dada la importancia de la compañía minera [para no interferir con las autoridades municipales], se constituya una tenencia para que nombre autoridades y vigilen el orden”.21

El problema fundam ental entre empresa y autoridades se dio cuando a raíz de la ocupación de Veracruz por el ejército norteam ericano, el gobierno m ichoacano decidió confiscar el armamento que m antenía la negociación, como medida precautoria pues muchos de los empleados eran de origen norteamericano. Por su parte un grupo de vecinos de Tlalpujahua, entre los que se encontraba Agapito Silva, ex­coronel del ejército maderista, presionaban a las autoridades para arm ar con ellos innumerables voluntarios de la región dispuestos a combatir a los invasores.22

Al verse agredida por el gobierno estatal en uno de sus privilegios fundamentales, Las Dos Estrellas impuso ante el presidente de la República todo su poder económico y político para impedir que las autoridades de Michoacán confiscaran las arm as de su propiedad. Para el efecto argum entaron que “tiene cuantiosos intereses que defender de algún partido de bandoleros y que jam ás las utilizaría contra mexicanos en circunstancia a lguna”.2'* Sin embargo, dispuesto el gobierno de la entidad a desarm ar a la negociación minera, el 24 de abril de 1914 el secretario de gobierno ordenó al presidente

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municipal de Tlalpujahua recoger el armamento, municio­nes y ametralladoras que tenía la compañía para su defensa. “Haga Ud. presente a la negociación —indicaba el comunica­do— que pueden seguir gestionando con el Sr. Presidente de la República la autorización correspondiente para seguir a r ­mados, pero que entre tanto el primer magistrado no autorice tal facultad tengo que cumplir con la determinación que ya les hizo saber el prefecto de Maravatío, y que por ningún motivo me pongan en condiciones de usar de medios violen­tos, si se resisten al acatamiento de dicha disposición”.24

Ante la negativa de los empresarios mineros a acatar la disposición se envió una fuerza de 50 hombres al mando del prefecto de M aravatío para confiscar el 28 de abril, 31 rifles Winchester 30-30, 35 rifles Winchester 44, y una ametrallado­ra Colt No. 78 calibre 7 mm. y abundante parque y municio­nes.25 Al mes siguiente un individuo denunció a las autorida­des de El Oro que algunos norteamericanos empleados de la negociación habían escondido arm as en sus casas, siendo confiscadas el 15 de mayo ante las protestas de la adminis­tración minera. La requisa a Las Dos Estrellas alcanzó al material de explosivos, por orden expresa de la Secretaría de Guerra.26

A principios de junio, Guillermo Brockman, presidente de la minera Las Dos Estrellas, con amplia influencia de los círculos oficiales del país, inició la ofensiva empresarial. Logró en principio que la guarnición de Tlalpujahua fuera reforzada con 50 hombres más y mediante el contacto con militares de alto rango, interceder ante la Secretaría de Gue­rra y el presidente del país la devolución de las arm as confis­cadas.27 Días después fueron devueltas las arm as y las muni­ciones a los representantes de la negociación minera, con lo que los franceses recobraban su influencia en la región.

P ara Las Dos Estrellas la etapa arm ada del movimiento revolucionario quedó registrada en los anales de su historia como un episodio más en su desarrollo. Su estructura mono- pólica sobre la propiedad y la actividad minero-metalúrgica no experimentó ningún cambio, lo que le permitió seguir operando en la región en las décadas siguientes. Desde luego, a excepción del movimiento obrero sindical que tuvo lugar dentro de la propia empresa, que pugnó abiertamente por

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introducir cambios* radicales en su naturaleza y funciona­miento, la política económica de los distintos gobiernos revo­lucionarios y postrevolucionarios dejó intacta en lo esencial la posición hegemónica del gran capital extranjero y su ten­dencia monopólica en la industria minera.

Política patronal y lucha obrera

La Compañía Minera Las Dos Estrellas constituyó un mons­truo que succionó la riqueza de Tlalpujahua y El Oro por espacio de 40 años, como muchas otras que operaron en diferentes puntos del país. Durante este periodo (1898-1938), la concentración de la propiedad, el desarrollo tecnológico y la rápida proletarización de la mano de obra modificaron el paisaje y las relaciones de producción en la región.28 Con el movimiento revolucionario, la lucha de clases adquirió perfi­les definidos que permearon al conjunto de las actividades productivas y sociales. Nuevas arm as de lucha tomaron cuer­po en el transcurso de esta época. Los trabajadores impulsa­ron la formación de sus organizaciones sindicales y políticas para la defensa de sus intereses de clase; los empresarios fomentaron la reacción para combatir las reivindicaciones obreras y suprimir los logros en materia laboral y social que aten taban en contra de sus privilegios.

A raíz de la penetración política y la penetración de consignas radicales del centro el país al mineral de Tlalpuja­hua y El Oro, aunada al pronunciamiento maderista de Aga­pito Silva, excontratista de la empresa, los directivos de la misma reforzaron el control y vigilancia de los obreros. El proceso de militarización que inició la negociación minera para hacer frente a los ataques de las fuerzas revolucionarias generó un estado de zozobra e intranquilidad en la población laboral y civil del mineral. Asimismo, el reforzamiento de las fuerzas de seguridad pública con “voluntarios” acentuó aún más la inquietud de los mineros. La administración de Las Dos Estrellas, valiéndose de un sinnúmero de mecanismos (retención de salarios, cambios arbitrarios de turno, aumento de la jornada de trabajo, expulsión y persecución), obligó a muchos trabajadores a integrarse a los contingentes de la Guardia Nacional que resguardaban la región minera, “da­

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do el estado actual de excitación que reina en el ánimo del pueblo, donde hay que conservar a todo trance la tranquili­dad y el orden perturbado con motivo de las huelgas”.29

En una palabra, durante el periodo armado los traba ja ­dores sufrieron todo tipo de vejaciones. Los accionistas del consorcio minero, aprovechando el desconcierto social, ins­trum entaron un conjunto de medidas represivas en contra de los trabajadores. “Además, y al parecer con autorización de la Autoridad Política de Tlalpujahua, tienen establecida una cárcel y en ella aprehenden, juzgan, multan y condenan a obras materiales a los trabajadores de la negociación”.30

Todo intento de los obreros por organizarse al margen de la empresa fue duramente reprimido. Activistas y simpati­zantes de la organización sindical fueron perseguidos, encar­celados, juzgados o asesinados por los propios empresarios. Ser trabajador de Las Dos Estrellas se convirtió en el mayor peligro para los mineros de Tlalpujahua y El Oro. Durante este periodo se incrementaron las estadísticas de muerte por accidente en el interior de las minas, sin que se supieran las causas de los mismos. Las investigaciones judiciales patroci­nadas por la propia compañía y avaladas por las autoridades del ramo, eximieron de toda responsabilidad a los inversio­nistas extranjeros. Sin excepción se dio carpetazo a los expe­dientes de los difuntos con el dictamen de “fue una verdadera desgracia, de la que ninguna persona o sociedad es responsa­ble”.31 Los que no murieron en el accidente, perecieron en el hospital de la compañía, o, al quedar incapacitados para seguir trabajando, pidiendo limosna.

La falta de todo tipo de garantías para los trabajadores y la inseguridad reinante en el mineral se acentuó en 1914 cuando el gobierno de Michoacán fracasó en sus intentos por desarmar a Las Dos Estrellas y por obligarla a no influir en las decisiones de las autoridades municipales y de arrogarse funciones propias de los órganos políticos y judiciales de Tlalpujahua. Tal era el poder económico y político de esta empresa que, como una manifestación de prepotencia impe­rial, emitió una serie de “vales” de uso exclusivo para pago de salarios y demás, que sustituyó el sistema monetario corrien­te sin contar con la autorización oficial.32

Esta situación llegó a sus extremos en los años siguien­

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tes. Ante el descontento creciente de los mineros y los reitera­dos intentos por organizarse en forma independendiente pa­ra defender sus derechos laborales, los directivos franceses despidieron a un gran número de trabajadores, ampliaron las jornadas de trabajo y redujeron los salarios. El pago del salario mediante el sistema de “vales” durante los años 1914- 1915, que coincidió por otra parte con la escasez de alimentos y de ropa a nivel nacional, reforzó el control económico y político de la compañía sobre los trabajadores.38

Sin embargo, las protestas de los obreros mineros antes que disminuir aumentaron. A la proliferación de organiza­ciones gremiales le siguió la formación de un frente común de intereses que aglutinó a un gran número de trabajadores de distinto oficio y condición. A partir de 1916, los obreros de Las Dos Estrellas enfrentaron abiertamente la política reac­cionaria y antilaboral sustentada por los inversionistas ex­tranjeros, quienes desplegaron todos los recursos legales e ilegales a su alcance para aniquilar el descontento laboral, socavar las bases de sus organizaciones, mediatizar a sus dirigentes, etcétera.

La radicalización del movimiento obrero y campesino en Michoacán por aumentos de salario y mejores condiciones de trabajo, obligó al gobernador carrancista José Rentería Luviano a decretar un aumento salarial mínimo de un peso “en vista del alza inmoderada que han alcanzado todos los artículos de primera necesidad”,34 así como a m andar a ins­pectores a los centros de trabajo para supervisar las condicio­nes laborales de los obreros.

En el mineral de Tlalpujahua, la inspección correspon­diente determinó que en los primeros meses de 1917 se había registrado un incremento en las estadísticas de accidente y aconsejaba al gobernador intervenir en beneficio de aquella clase laboriosa.35

La administración de Las Dos Estrellas, mediante el soborno a las autoridades municipales y estatales, hizo caso omiso de tales disposiciones aprobadas a finales de enero de 1917 por el congreso constituyente y sancionadas en el artí­culo 123 constitucional. La intransigencia de la compañía para satisfacer las dem andas de los trabajadores, aceleró la formación de la Federación de Sindicatos Obreros deTlalpu-

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jahua que agrupó a todos los trabajadores de la negociación. Desde luego, la dem anda fundamental del nuevo sindicato fue la de obligar a la negociación minera a negociar colecti­vamente las dem andas de los distintos sectores laborales.

El 14 de julio de 1917, en una de las primeras sesiones preparatorias del congreso constituyente del estado de Mi­choacán, el secretario general del Sindicato de Trabajadores de Las Dos Estrellas denunció ante los diputados la política antilaboral de la empresa al querer suspender a 1 600 obre­ros, todos ellos sindicalistas, y solicitó la pronta intervención de la cám ara para solucionar el conflicto obrero.36

Entre los meses de julio y diciembre, el conflicto entre empresarios y trabajadores de Las Dos Estrellas alcanzó proporciones inusitadas que obligó a los diputados locales a tom ar partido. La mayoría trató de minimizar la situación y rebatieron los argumentos de los obreros con la información proporcionada por la propia gerencia de la negociación; otros, los menos, defendieron los legítimos derechos de los trabajadores. Uno de éstos expresó que estando en Tlalpuja­hua “pudo convencerse de las vejaciones que sufren los ope­rarios , y que, aun cuando las suspensiones no se verifican en el número indicado, sí sucede que con frecuencia se suspen­den grupos de cuarenta o cincuenta trabajadores”.37 Por ini­ciativa de este segundo grupo se formó una comisión que recogiera la información correspondiente sobre las dem an­das de los obreros para la elaboración de un convenio entre las partes en conflicto. Se acordó igualmente que un repre­sentante del ejecutivo avalara los acuerdos a los que se llega­ran entre empresa y trabajadores, dándole un carácter legal al contrato laboral, como sucedió efectivamente. Sin embar­go, el 23 de diciembre el secretario de la Federación de Sindi­catos de Obreros y Operarios de Tlalpujahua denunció, vía telegrama, que la Compañía Minera Las Dos Estrellas no había respetado ni cumplido lo pactado en el contrato cele­brado entre la compañía y los señores licenciados Adolfo Cortés y Salvador Herrejón, representantes del Ejecutivo y de la Cám ara respectivamente, para zanjar las dificultades existentes entre industriales y obreros.38

La prepotencia con que actuaban los capitalistas fran ­ceses no tenía límite. Tal era la importancia de este emporio

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minero en el contexto estatal y tal su poder económico y político que en más de una ocasión, como sucedió durante la gubernatura de Pascual Ortiz Rubio, el gobierno del estado se convirtió en deudor de Las Dos Estrellas, al solicitar y recibir de esta negociación préstamos en dinero “para sus atencio­nes” . De esta m anera la compañía tuvo mayor margen para negociar con las autoridades estatales los problemas labora­les con sus trabajadores. Las autoridades, por su parte, dados los compromisos adquiridos con la empresa, permitieron que los inversionistas franceses resolvieran sus problemas inter­nos de acuerdo a sus intereses y necesidades.39

Lo anterior explica que aun cuando en enero de 1918 el congreso del estado expidió leyes sobre el trabajo “adecuadas a las necesidades locales con sujeción a las bases que se fijan en la Constitución General de la República”,40 que por su­puesto no a ten taban contra los intereses del gran capital, los directivos de Las Dos Estrellas continuaron aplicando sus propias leyes impartiendo justicia sin traba alguna.

Esta empresa minera, al igual que la a s a r c o , Peñoles y otras muchas que operaban en la agricultura, en la industria eléctrica y de transformación en el país, continuaron especu­lando con los recursos y la miseria del pueblo mexicano, sin que nada ni nadie enfrentara el saqueo y la fuga de divisas. Las Dos Estrellas con el apoyo y respaldo de altos funciona­rios civiles y militares de la nueva camada de revolucionarios oficiales, que le permitió proseguir con la explotación siste­mática de los yacimientos metalíferos en la región, amplió sus propiedades, compró favores y protección e impuso un verdadero estado de sitio en Tlalpujahua y El Oro, para lo que se valió de grupos armados a su disposición.

Los reiterados esfuerzos de los mineros por organizarse al margen de los controles políticos impuestos por la gerencia de la negociación industrial, fueron obstaculizados de mil m aneras y duramente reprimidos. Numerosos trabajadores influenciados por las ideas anarco-sindicalistas y socialistas de la época que reclamaban incremento salarial, mejores condiciones de trabajo, atención médica, indemnización por accidentes o muerte, días de descanso obligatorios con goce de sueldo, etc., fueron expulsados de su trabajo, encarcela­dos, perseguidos o asesinados.

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Durante el breve periodo de la gubernatura del general Francisco J. Múgica, Las Dos Estrellas sin buscar la con­frontación directa con las autoridades estatales burló reitera­damente las disposiciones que en materia laboral y social consignaba la Ley de Trabajo de Michoacán promulgada en 1921.41 Con todo y que las autoridades hicieron cuanto estuvo a su alcance para impedir que los derechos elementales de los obreros mineros fuesen burlados, los empresarios continua­ron aplicando en sus propiedades de Tlalpujahua y El Oro una política antilaboral y represiva.

Desde luego en estos años surgieron diversas agrupacio­nes políticas de los trabajadores como respuesta a la actitud intransigente de los capitalistas extranjeros y como expre­sión de las contradicciones de clase que permeaban el aconte­cer del país. En 1924 se formó el Sindicato de Obreros y Campesinos de Tlalpujahua y en enero del año siguiente la Local Comunista. Estas organizaciones se convirtieron en punto de apoyo e instrumento de lucha de los asalariados del mineral en contra del dominio extranjero y de la política conservadora de las autoridades federales y estatales.42

En 1930 los mineros de Tlalpujahua denunciaban me­diante la publicación de un Manifiesto dirigido a todos los obreros de la República, el autoritarismo y la impunidad con que los franceses seguían actuando en la región. El documen­to firmado por Primitivo Juárez sintetizaba la larga historia de oprobio y opresión perpetuada por los inversionistas ex­tranjeros. Entre otras cosas se asentaba: “treinta años hace que la Compañía Minera Las Dos Estrellas extrae en canti­dades fabulosas de este rico girón michoacano, el oro y la p lata que ha llenado las cajas de los principales bancos del mundo, ¿y quereis saber qué beneficios ha dejado esa explo­tación?: un porcentaje de muertos y tuberculosos tan fabulo­so como la extracción de los metales, y la desolación y la orfandad de tres generaciones de trabajadores”.43 Ante esta situación se postulaba la consigna de la incorporación de todos los mineros de El Oro y Tlalpujahua a los sindicatos ya existentes, o la formación de otros, para la defensa de sus intereses laborales, “porque los principios revolucionarios y la explotación de que estáis siendo víctimas, os lo exigen. Debeis tener en cuenta que cada hombre que se sindicaliza,

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rompe un eslabón de la cadena con que nos tiene atados el capitalismo”.44

Un año antes de que el general Lázaro Cárdenas tom ara posesión de la presidencia de la República, ya reglamentado el artículo 123 de la Constitución mediante la Ley Federal del Trabajo (1931), surgieron y se consolidaron sindicatos y agrupaciones de obreros. La constitución de la Federación de Agrupaciones Obreras de El Oro, Tlalpujahua y Las Dos Estrellas el 1 de enero de 1933, plenamente reconocida por las autoridades federales del ramo, representó un paso sustan ­cial en la organización y lucha de los mineros por la reivindi­cación de sus intereses de clase.45

Con el gobierno cardenista, los trabajadores de Las Dos Estrellas de Tlalpujahua contaron con una cobertura políti­ca y social que les permitió consolidar sus organizaciones laborales en oposición a la política e intereses empresariales. Las demandas obreras ante la compañía fueron, entonces, claras y abiertas. En enero de 1934 los representantes de los mineros de la región participaron en la ciudad de Pachuca en una junta integrada por las diferentes organizaciones mine­ras del país para discutir la creación de un sindicato nacio­nal. Meses después, en mayo, se efectuó en la ciudad de México la Convención Nacional de Trabajadores Mineros que dio origen al Sindicato Industrial de Trabajadores Mine­ros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana ( s i t m m s r m ) La nueva organización adoptó el principio de la lucha de clases y consignó en sus estatutos que el objetivo fundam ental que norm aría su vida política sería “la sociali­zación de los medios de producción”. De esta m anera queda­ron integradas en Tlalpujahua y El Oro las sfecciones 33 y 40 de s i t m m s r m compuestas por 1 851 afiliados.46

Cabe indicar, sin embargo, que un número no reducido de trabajadores de Las Dos Estrellas, con formación técnica, mantuvieron sus antiguas organizaciones sindicales al m ar­gen de las secciones 30 y 40 del Sindicato Nacional, como los sindicatos de Mecánicos Mineros, de Oficios Varios y de Mecánicos y Similares; debilitando con esto el poder de nego­ciación del grueso de los obreros ante los empresarios france­ses. Esta situación se puso de manifiesto cuando las seccio­

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nes 33 y 40 del s i t m m s r m buscaron la contratación colectiva de trabajadores, pues los representantes de Las Dos Estrellas valiéndose de la existencia de otras organizaciones obreras, socavaron reiteradamente esta lucha reivindicativa. La opo­sición de las grandes empresas mineras como la a s a r c o ,

Peñoles y Las Dos Estrellas, entre otras, a la contratación colectiva de sus trabajadores, se fincó, además, en el descon­tento ante la nueva política del Estado de incrementos fisca­les frente a la recuperación de los precios internacionales de los metales, alegando que la política fiscal vigente sumada al contrato colectivo que dem andaban los obreros haría incos- teable la producción.

La lucha reiterada de las secciones 33 y 40 del Sindicato Industrial de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Simila­res de la República Mexicana, y las presiones ante el gobier­no federal del propio Sindicato Nacional para lograr la con­tratación colectiva en cada una de las empresas del país, influyeron en la posición asumida por el Estado que obligó a las empresas a contratar a los obreros y demás personal en forma colectiva. Así fue como el 13 de diciembre de 1935 se firmó y legalizó ante el secretario general de la Ju n ta Federal de Conciliación y Arbitraje, el Primer Contrato Colectivo de Trabajo. Aceptado por la referida empresa y por las secciones 33 y 40 del s i t m m s r m , el documento laboral tenía por objeto fijar los derechos y obligaciones de ambas partes y regiría en todos los departamentos y dependencias actuales de la com­pañía, “y que en lo futuro adquieran dentro de las zonas mineralizadas de los Distritos Mineros de El Oro, México y Tlalpujahua, Michoacán; así como las comarcas contiguas que tengan conexión con el sistema de vetas ya descubiertas u otras semejantes que en lo futuro se descubran en las zonas contiguas a comarcas contiguas arriba indicadas” .47

Con este paso, los obreros mineros de Las Dos Estrellas lograron avances sustanciales en defensa de sus derechos laborales y sindicales. Conquistaron mejores condiciones de trabajo y de vida: aumento de salario, reducción en la jorna­da laboral y pago del séptimo día; pago de incapacidad por enfermedades contraídas en el trabajo; atención médica ge­neral para el trabajador y su familia, prevención de acciden­

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tes y enfermedades profesionales; viviendas y servicios a bajo precio, entre otros puntos. Para garantizar la unidad y autonomía de las secciones 33 y 40, respecto a la adm inistra­ción de Las Dos Estrellas, que contó con el apoyo abierto del s i t m m s r m , se logró reducir el número de trabajadores de con­fianza y consolidar una base sindical a través de un escala­fón basado en la antigüedad del empleo y no por el principio de habilidad, imperante has ta entonces. Además se alcanza­ron objetivos fundamentales como el señalado en el capítulo II del Contrato Colectivo, que en su artículo 6 consignaba que “P ara cubrir los puestos de nueva creación y las vacantes definitivas que se presenten, la compañía está obligada a utilizar únicamente los servicios de miembros del sindicato personal que necesitara y aquel estará obligado a proporcio­narlo dentro de un plazo de ocho días si se tra ta de trabajado­res especializados para el interior de las minas, y de tres días hábiles cuando se tra te de trabajadores no especializados en general. Si transcurridos los términos anteriores expresados, el Sindicato no había proporcionado el personal solicitado, aún así la compañía estaba obligada a utilizar los trabajado­res que necesitara, previa identificación de los mismos de pertenecer al sindicato”.48

No obstante estos logros consignados en el Contrato Colectivo de Trabajo, los obreros sindicalistas tuvieron que profundizar en sus luchas para hacer respetar tanto a su Sindicato como la materialización de los principios del con­trato laboral. La lucha fue frontal entre trabajadores y em­presa. En 1937, sin embargo, esta situación cambiaría radi­ca lm en te . La c a tá s tro fe de este año o r ig in a d a por el desbordamiento de los diques de contención de los miles de toneladas de desechos mineros, que afectó algunas in s ta la ­ciones de Las Dos Estrellas arrasó con parte del pueblo de Tlalpujahua, modificaron los términos laborales y de lucha de los trabajadores.

NOTAS

1. Archivo de Minería del Mueso Regional “Hermanos López Rayón”. (En adelante AMMHLR). Telegrama federal entre Landa y Escandón y Francisco J. Fournier, 4 de abril de 1909.

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2. Uribe Salas, José Alfredo. “Un enclave minero en Michoacán: la for­mación de una empresa 1898-1912” en TZINTZUN. Organo de Infor­mación del Departamento de Historia de la Universidad Michoacana, No. 8, junio-diciembre de 1986.

3. AMMHLR. Pólizas de Seguros No. 1121653, celebrado entre Las Dos Estrellas y la Palatine Insce Co. L.D., a favor de la primera, México, octubre de 1909; José Alfredo Uribe Salas. “Las Dos Estrellas: una em­presa francesa en la minería michoacana 1897-1910” en Boletín , No. 8, Coordinación de la Investigación Científica de la Universidad Michoa­cana, enero-junio de 1985.

4. Para una explicación de las fuentes de acumulación de capital, meca­nismos de enriquecimiento y poder político de la familia Madero en el norte del país, consúltese Mario Cerutti, Burguesía y capitalismo en Monterrey 1850-1910. México, Ed. Claves Latinoamericanas, 1983.

5. Cabe indicar que los primeros contingentes de obreros fueron de ex­tracción campesina. El largo proceso de despojo de las tierras de comu­nidad a “sangre y fuego” y la progresiva privatización del campo mi- choacano que dejó sin medios de subsistencia a cientos de campesinos, obligó a muchos a emigrar a esta región minera. Las Dos Estrellas ab­sorbió a una masa creciente de trabajadores en un proceso acelerado de proletarización de la mano de obra que acentuó las desigualdades sociales.

6. Al despuntar el siglo XX los mineros de Las Dos Estrellas habían co­menzado a organizarse en torno de las sociedades de ayuda mutua, cuya principal característica fue la de agruparlos por oficio. La admi­nistración de la negociación minera no sólo les permitió sino que esti­muló a los trabajadores a organizarse en torno a ellas, pues éstas re­solvían a sus miembros problemas económicos de carácter inmediato (por accidentes, enfermedades o muerte), y representaban un medio de vigilancia sobre las actividades de sus agremiados.

7. Archivo Histórico “Manuel Castañeda Ramírez”. Policía y Guerra. Leg. año 1912, Exp. 21. (En adelante AHMCR). Sobre el inicio del movi­miento maderista en esta región, consúltese: Ramón Alonso Pérez Es­cuda, “Los movimientos revolucionarios en el oriente michoacano”, en La Revolución en Michoacán. 1900-1926. Morelia, Universidad Mi­choacana, 1987, pp. 33-38.

8. AHMCR. Policía y Guerra , Leg. año 1912, Exp. 26.9. Compañía Minera “Las Dos E strellas” en El Oro y Tlalpujahua , S.A.

Asamblea General Ordinaria del 21 de marzo de 1912. México, Tip. de Bouligny & Schmidt Sucesor, 1912.

10. Esta sociedad minera, a diferencia de muchas otras que operaron en México y que se vieron obligadas por los acontecimientos político- militares a suspender sus actividades, continuó con la extracción y be­neficio del mineral. No con el ritmo que la caracterizó durante los últi­

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mos años del porfiriato pues los embargos de dinamita y cianuro, la paralización del sistema ferroviario en el norte y centro del país y la contracción del mercado estadounidense orillaron a los inversionistas franceses a disminuir el ritmo de producción.

11. AHMCR. Policía y Guerra. Leg. año 1912, Exp. 13.12. Idem , Exp. 26.13. Idem , Exp. 26.14. Idem , Exp. 13.15. Idem , Exp. 75.16. Idem , año 1913, Exp. 73.17. Idem , año 1912, Exps. 26 y 97: “Los detentores del poder económico uti­

lizaron varios recursos para poner a cubierto sus bienes: los españoles Eduardo y Alfredo Noriega, dueños de Cantabria, decidieron apoyar indistintamente a Madero, Villa o Victoriano Huerta; Dante Cuzi, pro­pietario de las haciendas de Lombardía y Nueva Italia costeó algunos grupos armados para impedir que los revolucionarios entraran a sus dominios. Los inversionistas extranjeros sintieron mayor predilección por la segunda opción. La negociación minera de Angangueo armó a sus empleados para que defendieran las instalaciones, y Santiago Slade, el poderoso empresario maderero, formó con sus trabajadores una fuerza armada que por algún tiempo se dedicó a cometer toda clase de desmanes entre las comunidades de la Sierra de Uruapan”. José Napoleón Guzmán Avila, “Agrarismo y contrarrevolución en Michoa­cán”, en TZINTZUN. Organo de Información del Departamento de Historia de la Universidad Michoacana, No. 7, enero-junio de 1986, pp. 49-50.

18. AHMCR. Policía y Guerra , Leg. año 1912, Exp. 22 y Leg. año 1914, Exp.35.

19. Guzmán Avila, José Napoleón, “Agrarismo y contrarrevolución...”,p. 50.

20. AHMCR. Policía y Guerra , Leg. año 1914, Exp. 153.21. Idem.22. Idem, Policía y Guerra, Leg. año 1914, Exp. 126; Ramón Alonso Pérez

Escutia, “Los movimientos revolucionarios...”, p. 48.23. AHMCR. Policía y Guerra, Leg. año 1914, Exp. 126.24. Idem.25. Idem.26. Idem.27. Idem.28. Uribe Salas, José Alfredo, “La Cía. Minera Las Dos Estrellas: del porfi­

riato a los tiempos de Cárdenas”, en Revista de la Universidad Michoa­cana , Nueva Epoca, No. 1, UMSNH, 1987. En prensa.

29. AHMCR. Policía y Guerra , Leg. año 1912, Exp. 27.30. Idem , año 1914, Exp. 153.

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31. Archivo del Poder Judicial de Michoacán, Ramo Penal. M aravatío , año 1913, Leg. 1.

32. Oikión Solano, Verónica, El constitucionalismo en Michoacán. El p e ­riodo de los gobiernos militares, 1914-1917. México, UNAM-Tesis para obtener el título de Licenciado en Historia, 1985, p. 416.

33. AHMCR. Policía y Guerra, Leg. año 1915, Exp. 26; Ramón Eduardo Ruiz, La revolución mexicana y el movimiento obrero 1911-1923. Méxi­co, Era, 1976, p. 65.

34. Oikión Solano, Verónica, El constitucionalismo en Michoacán... p. 419.35. Periódico Oficial. T. XXV, No. 21, Morelia, Marzo 15 de 1917, p. 2.36. Actas del Congreso Constituyente del Estado de Michoacán (1917-1918).

Morelia, Ediciones de la LX Legislatura del H. Congreso del Estado de Michoacán de Ocampo, 1977, T. I, pp. 8, 65 y 109.

37. Actas del Congreso Constituyente ..., T. I., p. 120.38. Actas del Congreso Constituyente..., T. I, pp. 127, 327 y 328; T. II, pp.

77-78 y 107.39. Archivo del Poder Ejecutivo de Michoacán, 1916-1918, bulto 3, Exps.

22 y 110.40. Actas del Congreso Constituyente ..., T. II, pp. 204-205.41. Ley del Trabajo del Estado de Michoacán de Ocampo. México,. Impren­

ta Franco Mexicana, 1921.42. Taibo II, Paco Ignacio, Bolshevikis. Historia narrativa de los orígenes

del comunismo en México (1919-1925). México, Joaquín Mortiz, 1986, pp. 281-283.

43. Manifiesto a los obreros de la República y especialmente a los de Tlal­pujahua y El Oro. Tlalpujahua, Mich., mayo 27 de 1930 (archivo par­ticular del Mtro. Gerardo Sánchez D.).

44. Idem.45. Uribe Salas, José Alfredo, “La Cía. Minera Las Dos Estrellas: del por-

firiato...”.46. Herrejón Peredo, Carlos, Tlalpujahua (Monografías Municipales del

Gobierno del Estado de Michoacán). México, Gobierno del Estado de Michoacán, 1980, p. 156; Federico Besserau et al., El sindicalismo mi­nero en México 1900-1952. México, Era, 1983, pp. 30-35.

47. Contrato Colectivo de Trabajo que regirá en las diversas dependencias de la Compañía Minera Las Dos Estrellas en El Oro y Tlalpujahua. México, Tip. Cía. Minera “Las Dos Estrellas”, S.A., S. t.

48. Idem.