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INDICEAcerca de la argentinidadEl colmo: decir por decirNota sobre los mitosMITOS PATRIOTEROSLa Argentina es un país europeoLa unidad nacional se basa en el territorioLa Argentina debería tener la extensión del Virreinatodel Río de la PlataBolivia y Paraguay son países de indiosBrasil, país de negros, playas y carnavalUruguay es una provincia argentinaAllá, en América Latina...La hermandad latinoamericanaAmérica Latina es Macondo¡Vamos ganando!La argentinidad al paloMITOS DECADENTISTASTodo tiempo pasado fue mejorLa Argentina estaba predestinada a la grandeza;debería haber sido Canadá o AustraliaDebemos seguir el modelo chilenoMiré Brasil: ellos sí tienen políticas de EstadoEstamos condenados al desastreHay que refundar el país sobre nuevas basesLos políticos argentinos deberían hacer un pactode la Moncloa“Qué país de mierda” y “La Argentina sólo tieneuna salida: Ezeiza”Argentina no puede desarrollarse debidoa la idiosincrasia de los argentinosEl que no se enoja pierdeMITOS DE LO NAZIONALLo nacional es nazionalSomos ciudadanos del mundo; debemos superar elparroquial amor por lo localEn el mundo global, las naciones están en proceso de desapariciónMITOS RACISTASEn la Argentina no hay racismo (porque no hay negros)Un país “sin negros” donde la mitad es “cabecitanegra”Un país sin indiosLa nueva inmigración es boliviana y paraguayaEn la época de la Argentina integrada los inmigrantesse argentinizabanLos argentinos descendemos de los barcosSomos un crisol de razasLa sangre determina la culturaMITOS DE LA UNIDAD CULTURAL DE LA ARGENTINALa Argentina tiene una madre patria: EspañaLa Argentina es un país católicoEl tango es la música nacionalLos argentinos somos un pueblo politizadoMITOS SOBRE LA CAPITAL VERSUS EL INTERIORDios está en todas partes, pero atiende en Buenos AiresLos porteños gobiernan el paísHay dos ArgentinasMITOS DE LA SOCIEDAD INOCENTE“Me afanaron”, o la fábula del “fueron ellos”El corrupto es el otroLa sociedad argentina es una víctima inocente del EstadoEl golpe y ladictadura fueron obra exclusiva de los militaresMITOS SOBRE EL ESTADO BOBOEl Estado está en proceso de desapariciónEl Estado no puede administrar empresas eficientementeLo privado funciona, lo público está descuidadoTendríamos que imitar a los países a los que les va bienNecesitamos reglas claras si queremos que las empresas prosperenMITOS SODRE LOS IMPUESTOSEn este país, el único gil que paga los impuestos soy yoLo que pagamos de impuestos se lo lleva la corrupciónQue los impuestos los paguen los ricosEl teléfono es uno de los impuestos más carosMITOS SOBRE EL PERONISMOPerón fue un tiranoSólo los peronistas entienden el peronismoAsado con parquetMarchan por un choripánLos pobres votan por clientelismoToda crítica al Partido Justicialista o a un sindicato es gorilaMITOS SOBRE LOS SINDICATOS Y LAS LUCHAS SOCIALESYa no hay clases sociales ni modos de organización tradicionalLos pobres y los trabajadores hacen paros por cualquier cosaLos sindicatos son el obstáculo para el desarrollo argentinoEn democracia hay libertades políticas para todosMITOS DEL GRANERO DEL MUNDOEl campo produce la mayor parte de la riqueza nacionalLos del campo la tienen aseguradaCon el crecimiento sostenido de la economía se resolverán los problemas sociales del paísMITOS SOBRE EL PODER DE LOS MEDIOSLos medios reflejan la realidadLos medios construyen la realidadLos medios no tienen influencia, los consumidores interpretan los mensajes como quierenLas nuevas tecnologías democratizan la comunicaciónTodos los medios tienen un signo político definidoLa política sólo sucede en los mediosMITOS DEL FALSO IGUALITARISMOTodos somos clase mediaTodos los hombres nacen igualesLos pobres y los ricos tienen igualdad de oportunidadesTodos somos el gran DTHay que igualar hacia arribaEPÍLOGO: MITOLANDIAAgradecimient

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    %*Rioja

    i M O S B E M O S O T M S M I S M O S

    i i l i ti

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    i siglo veintiuno

    A L E J A N D R O G R I M S O NEs doctor en Antropologa porla Universidad de Brasilia. Realiz

    estudios de comunicacin en la

    Universidad de Buenos Aires,

    y desde entonces ha investigado

    procesos migratorios, zonas de

    frontera, movimientos sociales,

    culturas polticas, identidades e

    interculturalidad. Su primer libro,Relatos de la diferencia y la igualdad,

    gan el premio FELAFACS a la mejor

    tesis de comunicacin de Amrica

    Latina. Despus de publicar La nacin

    en sus lmites, Interculturalidad

    y comunicaciny compilaciones como

    La cultura en las crisis

    latinoamericanas,obtuvo el Premio

    Bernardo Houssay otorgado por

    el Estado argentino. Los lmites

    de la cultura. Crtica de las teoras

    de la identidadmereci el Premio

    Iberoamericano que otorga la

    Asociacin de Estudios

    Latinoamericanos (LASA). Ha dictado

    conferencias y cursos en numerosas

    universidades del pas y del

    extranjero. Actualmente es

    investigador del CONICET y decano

    del Instituto de Altos Estudios

    Sociales de la Universidad

    Nacional de San Martn.

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    M IT O M A N IA SA R G E N T IN A SCMO HABLAMOS DE NOSOTROS MISMOS

    ALEJANDRO GRIMSON

    v v / i siglo veint iunoj^ S J editores

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    4/225

    grupo editorialsiglo veintiuno

    siglo xxi editores, mxicoCERRO DEL AGUA 2 4 8 , ROMERO DE TERREROS

    0 4 3 1 0 MXICO, D.F,

    www. sigloxxieditores. co m . mx

    siglo xxi edito res, argentinaGu a t e m a l a 4 8 2 4 , c 1 4 2 5 b u p

    BUENOS AIRES, ARGENTINA

    www.sigloxxieditores.com.ar

    salto de pginaALMAGRO 3 8

    2 8 0 1 0 MADRID, ESPAA

    biblioteca nuevaALMAGRO 38

    2 8 0 1 0 MADRID, ESPAA

    anthroposDIPUTACIN 2 6 6 , BAJOS

    0 8 0 0 7 BARCELONA, ESPAA

    w w w .s a lt odepag i na . com w w w .b i b ii o tec anuev a .es w w w .an th ropos -ed i to r ia l .c om

    Grimson, AlejandroMitomanas argentinas: Cmo hablamos de nosotros mismos.-Iaed.- 2a reimpr.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2013.256 p.; 23x16 cm.- (Singular)

    ISBN 978-987-629-238-2

    1. Antropologa.CDD 930.1

    2012, Siglo Veintiuno Editores S.A.

    Diseo de portada: Juan Pablo Cam bariere

    ISBN 978-987-629-238-2

    Impreso en Artes Grficas Delsur // Alte. Solier 2450, Avellanedaen el mes de (ero de 2013

    11(' 1k> c] d< |)Njl

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    ndice

    Acerca de la argentinid ad 13

    El colmo: decir por decir, 20. Nota sobre los mitos, 23.

    Mitos patrioteros 27

    La Argentina es un pas europeo, 31. La unidad nacional

    se basa en el territorio, 33. La Argentina debera tener

    la extensin del Virreinato del Ro de la Plata, 35. Bolivia

    y Paraguay son pases de indios, 36. Brasil, pas de

    negros, playas y carnaval, 37. Uruguay es una provincia

    argentina, 39. All, en Amrica Latina..., 40. La hermandadlatinoamericana, 41. Amrica Latina es Macondo, 42. Vamos

    ganando!, 44. La argentinidad al palo, 46.

    Mitos decadentistas 49

    Todo tiempo pasado fue mejor, 53. La Argentina estaba

    predestinada a la grandeza; debera haber sido Canad

    o Australia, 55. Debemos seguir el modelo chileno, 56.

    Mir Brasil: ellos s tienen polticas de Estado, 58. Estamoscondenados al desastre, 60. Hay que refundar el pas

    sobre nuevas bases, 61. Los polticos argentinos deberan

    hacer un pacto de la Moncloa, 62. "Qu pas de mierda y

    La Argentina slo tiene una salida: Ezeiza, 64. Argentina

    no puede desarrollarse debido a la idiosincrasia de los

    argentinos, 66. El que no se enoja pierde, 68.

    Mito s de lo nazional 71

    Lo nacional es nazional, 75. Somos ciudadanos del

    mundo; debemos superar el parroquial amor por lo

    local, 79. En el mundo global, las naciones estn en proceso

    d d i i 81

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    de desaparicin 81

    8 Mitomanas argentinas

    Mitos racistas

    En la Argentina no hay racismo (porque no hay negros), 89.

    Un pas sin negros donde la mitad es cabecita

    negra, 90. Un pas sin indios, 92. La nueva inmigracines boliviana y paraguaya, 93. En la poca de la Argentina

    integrada los inmigrantes se argentinizaban, 96. Los

    argentinos descendemos de los barcos, 100. Somos un

    crisol de razas, 101. La sangre determina la cultura, 103.

    Mitos de la unidad cultural de la Argentina

    La Argentina tiene una madre patria: Espaa, 111. La

    Argentina es un pas catlico, 112. El tango es la msica

    nacional, 114. Los argentinos somos un pueblo

    politizado, 116.

    Mitos sobre la Capital versusel Interio r

    Dios est en todas partes, pero atiende en Buenos

    Aires, 123. Los porteos gobiernan el pas, 124. Hay dos

    Argentinas, 126.

    Mitos de la sociedad inocente

    Me afanaron, o la fbula del fueron ellos, 133. El corrupto

    es el otro, 134. La sociedad argentina es una vctima inocente

    del Estado, 136. El golpe y la dictadura fueron obra exclusiva

    de los militares, 138.

    Mitos sob re el Estado boboEl Estado est en proceso de desaparicin, 147. El Estado

    no puede administrar empresas eficientemente, 149.

    Lo privado funciona, lo pblico est descuidado, 153.

    Tendramos que imitar a los pases a los que les va bien, 155.

    Necesitamos reglas claras si queremos que las empresas

    prosperen, 156.

    Mitos sobre los impuestosEn este pas, el nico gil que paga los impuestos soy yo, 165.

    Lo que pagamos de impuestos se lo lleva la corrupcin, 166.

    Que los impuestos los paguen los ricos, 169. El telfono es

    uno de los impuestos ms caros 170

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    uno de los impuestos ms caros 170

    Mitos sob re el peronismo

    Pern fue un tirano, 175. Slo los peronistas entienden el

    peronismo, 179. Asado con parquet,181. Marchan por un

    choripn, 182. Los pobres votan por clientelismo, 184. Todacrtica al Partido Justicialista o a un sindicato es gorila, 185.

    Mitos so bre los sindicatos y las luchas sociales

    Ya no hay clases sociales ni modos de organizacin

    tradicional, 191. Los pobres y los trabajadores hacen paros

    por cualquier cosa, 193. Los sindicatos son el obstculo para

    el desarrollo argentino, 195. En democracia hay libertades

    polticas para todos, 197.

    Mitos del granero del m undo

    El campo produce la mayor parte de la riqueza nacional, 203.

    Los del campo la tienen asegurada, 204. Con el crecimiento

    sostenido de la economa se resolvern los problemas

    sociales del pas, 205.

    Mitos so bre el po der de los mediosLos medios reflejan la realidad, 211. Los medios construyen

    la realidad, 212. Los medios no tienen influencia, los

    consumidores interpretan los mensajes como quieren, 214.

    Las nuevas tecnologas democratizan la comunicacin, 215.

    Todos los medios tienen un signo poltico definido, 217. La

    poltica slo sucede en los medios, 218.

    Mitos del falso igualitarismoTodos somos clase media, 225. Todos los hombres nacen

    iguales, 226. Los pobres y los ricos tienen igualdad de

    oportunidades, 228. Todos somos el gran DT, 230. Hay que

    igualar hacia arriba, 232.

    Eplogo: Mitolandia

    Agradecimientos

    ndice 9

    171

    187

    199

    207

    221

    235

    245

    Lecturas para profundizar 247

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    En nuestro lenguaje est depositada toda una mitologa.

    Ludwig Wittgenstein, Observaciones aLa rama dorada de Frazer

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    Acerca de la argentinidad

    Usted tuvo alguna vez la oportunidad de salir de la Argen-

    tina? De conocer a la gente de otro pas, ms all de los atractivos

    naturales o tursticos del lugar (como las playas, la nieve, las vidrie-ras o los parques de diversiones)? Para m, una de las cosas ms

    sorprendentes de conocer otras sociedades fue que no encontr

    ninguna en la cual las personas hablaran tan mal de su propio pas

    como en la Argentina. Y tan cotidianamente. Tampoco es frecuente

    el pnico que se percibe aqu entre los sectores medios progresistas

    a sentirse parte de una nacin, la Argentina. Estos dos aspectos me

    impulsaron a pensar en diversas direcciones, y este libro es una sn-

    tesis de esas reflexiones, que podran resumirse en una frase: cun

    profundamente argentino es insultar diariamente a la Argentina.

    En otras palabras, me propongo explorar en qu sentido gran parte

    de nuestra cultura nacional, gran parte de los rituales cotidianos

    que llevamos a cabo, involucra escuchar o enunciar la expresin

    qu pas de mierda . A veces la trocamos por nuestra argentinidad

    al palo y somos los mejores del mundo. Pero entre la soberbia y el

    desprecio, casi no encontramos matices.

    As como no es fcil encontrar culturas que se caractericen por el

    hbito de autodenostarse, tampoco es sencillo encontrar pases cuyo

    ritual cotidiano sea sostener que la maldad se encuentra encarnada

    en sus propios gobiernos. Los argentinos que no votaron a un de-

    terminado gobierno y, adems, una buena parte de los que s lo vo-

    taron, presuponen que si alguien ocupa el silln de Rivadavia nece-

    sariamente tiene malas intenciones. Por algo ser:sospechar que los

    gobernantes tienen intenciones ocultas es caracterstico del anlisis

    poltico nacional. Y no me refiero slo al ms elemental que hace-

    mos los ignorantes en cualquier esquina o caf. Periodistas sagaces,iulclectuales lcidos e integrantes de la fila en el supermercado a

    incluido insultan por igual a sus gobernantes de modos muy extra-

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    10/22

    14 Mitomanas argentinas

    os. La intencin ms frecuente y democrticamente distribuida que

    se les atribuye sera la de robarse el pas. Otra acusacin, tambin

    muy habitual, es que quieren terminar con el capitalismo o con la

    democracia, segn alguna vaga definicin de esas palabras. Esto lessucedi a Yrigoyen, a Alfonsn y a Pern tanto como a los Kirchner.

    Este tipo de presunciones hace que la discusin de ideas sea uno

    de los captulos menos transitados del debate poltico. Recordemos

    cuando los periodistas progresistas hacan hincapi en la tonada del

    noroeste de Carlos Sal I, o en su afirmacin errnea de haber ledo

    a Scrates y las novelas de Borges, en la presunta avispa o tonte-

    ras por el estilo (la peor y ms patritica de las cuales es el acento

    riojano: la intolerancia progre puede ser muy potente!). Sobre losKirchner se dijo otro tanto: el doble comando, la habitacin matri-

    monial, cmo se vesta l, cmo se viste ella.

    Analizar un gobierno es considerar un listado extenso de medidas

    y procesos. En este pas tan apasionado o enceguecido, son muy po-

    cos los que pueden tomar ese listado y ponerles colores diferentes

    a las medidas que les gustan mucho, poco o nada. Si detestan al go-

    bierno, las buenas medidas dejan de serlo automticamente, ya que

    son consideradas siempre bajo el signo del oportunismo, el negocio

    o la venganza, el robo de banderas de otro, o lo que fuera. Si los

    malos gobiernos jams hacen algo bueno, los buenos jams hacen

    algo malo. Aunque la segunda sentencia sera difcil de aceptar, sal-

    vo por los fanticos, la primera est muy extendida entre nosotros.

    Somos fanticos del todo mal. Ese fanatismo es parte crucial de

    nuestra cultura poltica y nos impide analizar con mayor objetividad

    los aspectos positivos o negativos de diferentes gobiernos naciona-

    les, provinciales, municipales. Y nos impide, por eso, entender a las

    personas que votan a esos gobiernos.

    Este libro no busca analizar las cosas buenas o malas de un go-

    bierno determinado. Busca proponer un debate acerca de si no de-

    beramos cambiar esa particularidad de nuestra cultura. Y esto por

    un motivo: es imposible construir un pas sin que podamos analizar

    aquello que es positivo yaquello que es negativo. Invito al lector a

    realizar el siguiente ejercicio: coloque al kirchnerista menos fanti-co al lado del antikirchnerista menos fantico. Despus de un buen

    rato percibir que en realidad hay muchos aspectos en los que estn

    de acuerdo, aunque no estn dispuestos a admitirlo ni siquiera en

    su fuero interno.

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    Acerca de la argentinidad 15

    Alguna vez ha pisado un estadio de ftbol? Es una pregunta irre-

    levante, porque alcanza con haber reparado en cmo miramos un

    partido de ftbol. O con haber entrado a YouTube para espiar al

    Tao Pasman. Cuando miramos un partido, en diversos momentosnos encontramos de pie moviendo una o las dos manos a los gri-

    tos, reclamando una falta, un penal, una taijeta. Salvo que vayamos

    ganando por goleada, mirar un partido es siempre esperar ms de

    los propios jugadores y tambin del rbitro, que debera fallar con

    ms justicia (entindase bien: ms a nuestro favor ). Excepto que

    el rbitro cometa un escandaloso error a nuestro favor, es difcil

    que reciba una ovacin. Todo aquello que detestamos en el equipo

    adversario sus faltas, su negativa al juego limpio, sus trampas loamamos en el nuestro. Somos fanticos; o sea, psimos jueces. Pero,

    claro: es un juego. Ciertamente, se juegan millones y millones. Pero

    no se juega un pas. A veces, al mirar nuestro pas como si fuera

    un partido de ftbol, la sensacin es que arriesgamos mucho: so-

    mos muy ofensivos y escasamente defensivos. Podemos terminar

    perdindolo.

    No debe entenderse esto como una crtica al ftbol. Las culturas

    habitualmente construyen espacios rituales en los cuales se permi-ten prcticas que seran dainas fuera de ese mbito particular. Es

    comprensible y hasta podra ser positivo que seamos tan poco obje-

    tivos en el espacio ldico del ftbol. Lo realmente grave es que no

    estemos dispuestos a iniciar una reflexin que nos conduzca a mirar

    y analizar al pas de un modo no futbolstico.

    En una de esas conversaciones desopilantes que uno mantiene

    con los hijos pequeos, surgi una pregunta decisiva. Mi esposa le

    explicaba a nuestro hijo las imposiciones cotidianas que las mujeressufren en ciertas sociedades. El, atnito ante un listado de prohibi-

    ciones y desigualdades, interrog: Y por qu las mujeres se aguan-

    tan todo eso?. Alguna ciencia debera poder responder esa pre-

    gunta. Por supuesto, no sern las ciencias exactas. Una pregunta

    anloga a la de mi hijo surgira si hiciramos el listado de las vejacio-

    nes propias de la esclavitud: y por qu los esclavos soportaban todo

    eso? No habra diferencias formales si planteramos la cuestin en

    relacin con los colonizadores y colonizados.Hay una respuesta general que se aplica a todos los casos, al me-

    nos segn las teoras sociales actuales. Los dominados se aguantan

    la humillacin (no la enfrentan) solamente si creen que los domina-

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    12/22

    16 Mitomanas argentinas

    dores son seres humanos superiores en algn aspecto. Sin embargo,

    como se trata de cuestiones sociales y culturales, las respuestas ade-

    cuadas en cada caso presentan variaciones muy significativas.

    Incluso no habra consenso sobre las propias preguntas. Mientrasque la pregunta sobre la esclavitud sera aceptable para todos, los in-

    tegrantes de sociedades con una desigualdad de gnero brutalmente

    naturalizada tendran una menor tolerancia a la que formul mi hijo.

    De modo anlogo, an hoy encontraremos a muchos que consideran

    que la pregunta sobre los colonizados tiene otras implicancias, ya que

    si uno fuera un brbaro debera rendirse placenteramente a ser tras-

    ladado a la civilizacin. As sera al menos si se tratara de un brbaro

    civilizado, espcimen que lamentablemente no abunda.

    Pero toda sociedad tiene preguntas que recortaran inclusive esos

    frgiles consensos. En la democracia neoliberal, una de esas pregun-

    tas es: por qu, si cada ciudadano tiene un voto idntico al de to-

    dos los dems, aumentan las brechas entre ricos y pobres? Es decir,

    cmo es posible que en una democracia haya indigencia y sobren

    alimentos?

    Nadie intentara responder desde la matemtica o las ciencias

    naturales preguntas como esta, excepto aquellos anacrnicos que

    desean entender la sociedad desde un darwinismo social que cree

    en la seleccin natural. En todos los casos sealados, las respues-

    tas a las preguntas involucran los componentes ms complejos de

    las ciencias sociales: el poder y sus modos de funcionamiento. Ni

    la conquista de Tenochtitln, ni las desigualdades de gnero ni la

    indigencia pueden explicarse sin comprender algo acerca de la ca-

    pacidad de ciertas minoras o sectores para naturalizar ideas en unasociedad determinada. Desarmar esos mitos es condicin necesaria

    para potenciar cambios sociales y culturales.

    En primer lugar, es necesario abordar los mitos acerca de cmo

    se conforma la propia sociedad. Un pas no puede desarrollarse, ni

    crecer, ni tener nociones fuertes de justicia social si no construye

    una identidad. Suele decirse que no se puede tener futuro sin me-

    moria. Este libro busca poner en evidencia que no podemos aspi-

    rar a un futuro ms igualitario y democrtico sin comprender antesquines somos. Quines somos nosotros, los que participamos en las

    decisiones, quines somos los argentinos y los habitantes del pas.

    Para poder responder quines somos sin apelar a frases huecas

    que hablen de msicas o comidas o dioses o hroes, es necesario ex-

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    13/22

    que hablen de msicas o comidas o dioses o hroes, es necesario ex

    Acerca de la argentinidad 17

    plicar primero por qu no somos como muchas veces creemos que

    somos. Para eso es preciso derribar unas cuantas creencias falsas que

    tenemos sobre nosotros mismos. Intentar hacerlo apelando ora a

    los estudios de las ciencias sociales, ora a obviedades muchas vecesdesplazadas por frases hechas y, cuando no quede ms remedio, a

    una posicin explcitamente ideolgica. S que habr quien se sien-

    ta molesto con la palabra falsas, ya que implica su reverso: que

    hay verdades. Las teoras sociales han dado muchas vueltas sobre la

    cuestin de la verdad (y esperemos que el debate contine), pero

    hay algunos aspectos simples: no es cierto que la Argentina sea el

    peor pas del mundo, ni el mejor, ni que no haya indios o racismo.

    Son creencias vigentes, muy repetidas y poderosas. Y son falsas. Aveces, lo contrario de esas afirmaciones es verdadero: hay racismo

    en la Argentina. A veces, el asunto es bastante ms complejo que la

    negacin del enunciado.

    He seleccionado poco ms de setenta de esas creencias, no porque

    en ellas se agote la lista, sino porque hay que empezar por alguna par-

    te, y porque despus de recorrer unas cincuenta surge la necesidad

    a l menos as me sucedi a m de compartirlas con otros. (Como sos-

    pechamos que la lectura despertar en el lector la misma necesidad,hemos diseado una pgina web para que cada uno pueda sumar

    mitos argentinos de su propia cosecha: .)

    En qu casos pienso que una creencia merece ser abordada? Me

    guiaron al menos tres criterios. Primero, que haya sido en el pasado

    o sea en el presente parte de las frases que escuchamos todos los

    das. Segundo, que sea uno de esos escudos conocidos, esas mu-

    letillas para situaciones de crisis. En estas dos situaciones, se trata

    de creencias no necesariamente compartidas por todos, pero queson culturalmente hegemnicas. En el tercero de los casos se trata

    de ideas que slo plantean algunos conciudadanos poderosos, y lo

    hacen con tanta potencia que merecen ser abordadas, independien-

    temente de cunta adhesin generen. Si lo que usted busca es una

    investigacin acadmica acerca de quin afirma cada creencia, con

    qu frecuencia, cul es su origen, puede cerrar el libro ahora mismo.

    Porque este libro intenta apenas vincular algunas propuestas de las

    ciencias sociales y algunas cuestiones del buen sentido comn con

    esas creencias populares. Y, cuando es posible, tambin divertirse.

    Los 111i los que construimos acerca de nosotros mismos son una

    calamidad que debemos enl'renlar y desmantelar. Son las mentiras

    http://www.mitomanias.com.ar/http://www.mitomanias.com.ar/
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    18 Mitomanas argentinas

    sobre las cuales se sostiene la cultura argentina, una de cuyas dimen-

    siones es nuestra cultura poltica. A los mitos naturalizados se opo-

    nen datos y hechos, pero tambin posiciones ticas e ideaslgicas.

    Para construir otra cultura poltica necesitamos desmitificar.Cuando pensamos en nuestro propio pas y, expurgando el pesi-

    mismo que nos parece lo nico razonable, intentamos preguntar-

    nos qu caminos podran recorrerse para que todos los argentinos

    logremos salir del berenjenal, aparecen varias respuestas, a veces

    compatibles entre s y otras veces no tanto: educacin pblica, jus-

    ticia, instituciones, derechos, innovacin tecnolgica, y la lista si-

    gue. Pero cualquiera de esas propuestas pasa por alto una cuestin

    fundamental: cmo podra un pas saber qu desea ser si no sabe

    qu es. O si tiene una imagen distorsionada de s mismo. En este

    aspecto, el caso argentino es excepcionalmente agudo: la distancia

    entre el pas que tenemos y el que creemos tener es abismal. Y esto

    no slo alude a los delirios de grandeza, sino tambin a las imge-

    nes exageradas de la decadencia, tan ruinosas como las primeras.

    Estas imgenes constituyen obstculos para intentar aproximarnos a

    una imagen ms adecuada de quienes somos, que exige un balance

    realista de dos siglos de historia, as como una reflexin en torno a

    cules fueron los motivos de nuestros fracasos y cules son los capi-

    tales econmicos o culturales de que disponemos para conformar

    proyectos de futuro.

    Hay hechos elocuentes: en Amrica Latina (y ms all) el estereo-

    tipo del argentino se asocia a la soberbia y la pedantera. Ciertamen-

    te, esto se refiere no slo a cierto tipo de vegetacin nativa, sino a

    que tambin sobre nosotros se aplican los procedimientos clsicosde estigmatizacin que usamos con otros pases y grupos: se toman

    ciertos rasgos entre muchos otros, quizs un rasgo que est presente

    slo en un grupo, y se lo considera el rasgo por antonomasia, el que

    define a toda una nacin. Ahora, me permito sealar que en esa dis-

    torsin hay algo de cierto: la elite argentina pretendi construir el

    pas edificando una mitologa soberbia, y es posible que algo de eso

    se proyecte en algunos de nuestros compatriotas cuando viajan al

    exterior. El enclave europeo de Amrica Latina, cuya poblacin estconformada por los descendientes de los barcos, la imagen del pas

    como granero del mundo, la Argentina Potencia son slo algunos

    ejemplos de todo lo que es imprescindible desarmar para construir

    otra figura con el rompecabezas argentino.

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    15/22

    g p g

    Acerca de la argentinidad 19

    De aquella distorsin emerge un malestar constante entre lo que

    deberamos ser y lo que hemos conseguido ser. Supuestamente est-

    bamos destinados a ser Europa: pero no la Grecia ahora perifrica

    o la Espaa de la crisis o los barrios marginados de los suburbiosparisinos actuales. Porque esa Europa tambin fue fabricada a par-

    tir de un recorte muy pequeo; as, se supona que la Argentina

    sera como los barrios centrales de Pars. Eso posiblemente era lo

    que deseaban tambin los otros barrios de Pars y las otras ciudades

    francesas. Una aspiracin bastante vanidosa y vana, incluso para va-

    rios pases europeos. Esa ilusin tan desmesurada se combin con

    caminos polticos que llevaban a rumbos bastante discordantes con

    el objetivo. Con el paso del tiempo se fue instalando la idea de quelos argentinos tenamos un destino magnfico que no habamos po-

    dido alcanzar, por alguna razn misteriosa o por culpa de tal o cual

    grupo. Cada dcada estbamos ms lejos de aquella ilusin.

    De all deriv una obsesin por saber quines somos y cmo expli-

    car este fracaso. Esa obsesin queda al descubierto si se observa que

    una de las industrias que ms se ha desarrollado es la que fabrica

    mitos acerca de nuestra autntica naturaleza, nuestro ADN, nuestra

    esencia inmutable: europeos, genios, campeones, corruptos, imb-ciles, vctimas, y as hasta el infinito. La Autodenigracin Nacional,

    pero tambin la Desazn o los Delirios de Grandeza. Cada mito pue-

    de decir que somos de esta u otra forma, pero todos coinciden en

    un punto: seamos fantsticos o calamitosos, estamos condenados a

    serlo. Lo nico que podemos hacer es descubrir cul es nuestra na-

    turaleza, y as viviremos en este pas con plena conciencia de que se

    trata de una porquera irremediable, porque esto ya no lo arregla

    nadie. Y, si alguien pudiera hacerlo, merecera, qu duda cabe, quelo nombrramos nuestro Salvador.

    Florecieron as libros completos que explican disparates como

    cules seran nuestros genes o el atroz desgarramiento del ser na-

    cional. De este modo, muchos mitos han conseguido ser popula-

    rizados y encuadernados de forma que su lomo se ubique en los

    anaqueles de las libreras junto a excelentes investigaciones sobre

    situaciones sociales, polticas, histricas, culturales. Investigaciones

    que no siempre, quiz por obra del prejuicio, logran hacerse escu-char. Y que cuando en efecto son escuchadas no se contrastan con

    las creencias sociales ms expandidas. Menos an son incorporadas

    al trabajo cultural, cotidiano, que un pas hace sobre s mismo a

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    16/22

    20 Mitomanas argentinas

    travs de la educacin, el periodismo, la poltica, la justicia, las orga-

    nizaciones sociales y el Estado en sus mltiples facetas.

    Aquellos libros sobre la Autodenigracin Nacional alimentaron

    una mitologa localista y basada en la ignorancia que postula que la

    Argentina es el peor de los pases del planeta o al menos de aquellos

    con los que merece comparacin; que es un pas donde todo lo que

    existe hoy es peor que lo que hubo en el pasado. Estas y otras afir-

    maciones genticas acerca de la nacin conforman un fenmeno

    cultural peculiar: miles de pginas de consumo masivo para explicar

    por qu somos un fracaso irreversible. Estas afirmaciones aparentan

    ser cosmopolitas, modernas, autocrticas, antinacionalistas, pero en

    realidad constituyen una variante del nacionalismo cultural, porque

    son deudoras de una forma clsica del pensamiento argentino: ya

    que no podemos ser el mejor de todos los pases (lo cual es bastan-

    te obvio), entonces somos el peor (lo cual es ridculo yfalso). No

    se sustentan en un conocimiento construido a partir de la compa-

    racin con otras sociedades, sino en la supina ignorancia del pas

    perifrico. No son en absoluto modernas; son una variacin del de-

    cadentismo que tom posesin del imaginario de diversas culturas y

    sociedades a lo largo de la historia de la humanidad.

    Sin embargo, la pregunta por la identidad es legtima. En efec-

    to, saber quines somos es una condicinimprescindible para po-

    der imaginar y proyectar futuros para el pas. Pero esta pregunta

    no encuentra una respuesta nica ni simple. Este libro expone y

    propone algunos datos e interpretaciones con los que ya contamos,

    en muchos casos gracias a esas investigaciones menos difundidas, y

    que pueden servir como apoyo para formular nuevos interrogan-tes. Promueve el debate, no lo cierra. Intenta reflexionar a partir

    de una determinada informacin, con la conviccin de que ignorar

    esos conocimientos sera renunciar a conocer nuestra multiplicidad

    y nuestra complejidad.

    El colmo: decir por decir

    Hay mitos que funcionan como los dichos. Es sabido que hay dichos

    para cada situacin, incluso si afirman exactamente lo contrario

    como no hay dos sin tres y la tercera es la vencida , o no por mu-

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    y y , p

    Acerca de la argentinidad 21

    cho madrugar se amanece ms temprano contra al que madruga,

    Dios lo ayuda. En la cultura coexisten todos estos lugares comunes;

    son frases que estn disponibles y que pueden ser usadas indistin-

    tamente por una misma persona, aun cuando sean contradictorias.Entonces, ya no es tan relevante el contenido de lo que se dice, sino

    que lo importante es el acto mismo de decir. Por qu? Porque hay

    un placer al enunciar un mito: el placer de afirmar de manera cate-

    grica una supuesta verdad que no puede ser refutada. No porque,

    en rigor, sea irrefutable. L o que sucede es que en nuestra cultura se

    considera de buena educacin no confrontar directamente con un

    mito. Y quienes eventualmente estaran dispuestos a poner en riesgo

    su buena educacin, posiblemente consideren intil hacerlo en lacabina de un taxi, en la fila de un banco, en un vagn repleto o en la

    sobremesa del domingo. Al compartir un mito, y ms an al partici-

    par de una conversacin donde los interlocutores enuncian un mito

    tras otro, se vive el placer de confirmar que hay una pertenencia en

    comn, de experimentar la complicidad de quien guia un ojo y

    recibe una sonrisa, de que en medio del trajn de la vida diaria y el

    estrs urbano, puede haber un suspiro.

    As, una sociedad polticamente ardorosa, ideolgicamente ca-liente, es una sociedad en la cual pueden emerger mitos de derecha

    y de izquierda, religiosos y laicos. Una sociedad enla cual el debate

    se enfra no tiende a borronear los mitos de unos y de otros. Tiende

    a adoptarlos todos juntos sin distincin de origen y funcin.

    Por qu? Porque esos mitos ya no cumplen con su rol original.

    Es habitual que se proclame que lamentablemente los polticos

    nunca se ponen de acuerdo. Eso se afirma cuando quiere impo-

    nerse circunstancialmente un arreglo. Tambin se denuncianmuchos acuerdos como si fueran pactos ilegtimos cuando quiere

    forzarse su ruptura. Ya no existen quienes creen por principiosque

    los polticos deberan acordar y quienes creen que todo acuerdo

    ser un pacto espurio. Lo que abundan son personas que enun-

    cian cualquiera de estas dos cosas u otras diez simplemente para

    disfrutar de la afirmacin de que todos son una porquera y sentir

    que sus dichos son indiscutibles. Y que alguien se atreva a discutir-

    los: ya ver cmo se lo descalifica. Adivine cmo se descalifica alque cuestiona. Otra vez: apelando a nuestra mitomana.

    (mi ese seor debemos discutir. Nada bueno puede salir de dis

    rutar egocntricamente de la propia voz diciendo cosas en apa-

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    18/22

    22 Mitomanas argentinas

    riencia irrebatibles que, bajo una mirada un poco ms exigente,

    son completas boberas. Y menos si quienes quieren escuchar su

    propia voz tienen altavoces, grandes medios o mucho poder. Que

    quede claro: si no los tuvieran, tambin se tratara de una posicinque debe cuestionarse. Atacar ese dispositivo de enunciacin es

    parte de un debate cultural necesario, un debate sobre los valores

    y las creencias de la sociedad argentina que se apoye en datos, en

    argumentos, y no en afirmaciones huecas. Ahora bien, si los fabri-

    cantes y reproductores de mitos tienen el poder de decir por decir

    frmulas idnticas con resonante petulancia, entonces el esfuerzo

    ser ms arduo. Un conflicto de convicciones es tambin una lu-

    cha de poder.

    Hace varias dcadas sola hablarse de la lucha ideolgica como un

    debate de contenidos. Por ejemplo, si la libertad estaba por encima

    de todos los valores o si la igualdad deba ser al menos tan importan-

    te como la libertad. Esas discusiones son cruciales, pero para poder

    desarrollarlas necesitamos enfrentar el problema del mtodo. N o se

    puede discutir mitolgicamente; no se puede confrontar democrti-

    camente sobre valores recurriendo sobre todo a frases hechas y fr-

    mulas vacas. Para deshacernos de ellas, lo primero que necesitamos

    hacer es analizarlas. Tratarlas como bombas de tiempo que deben

    ser desarmadas. Esa es la tarea en este momento.

    El punto es que, parafraseando a Atahualpa Yupanqui, los mitos

    son de nosotros, las vaquitas son ajenas. Las penas a las que aluda

    el cantor seguramente tenan su origen en la relacin con otro, ms

    poderoso. Pero las penas, como los mitos, son de nosotros porque

    todos vivimos dentro de ellos. El que los enuncia no es ni un mal-vado ni un gil, aunque giles y malvados nunca falten. Los mitos son

    de nosotros porque los decimos todos. Porque los creemos. O los

    decimos por decir.

    Estoy convencido de que hay valores ticos irrenunciables. Y que

    los valores no se defienden slo con datos, claro est. Pero se ver

    en estas pginas que para avanzar hay que despejar el camino, y

    para eso hay que salir a machetear por la selva argentina de los

    mitos, para abrirnos una picada. No todos los que emprendamoseste recorrido querremos llevar el barco al mismo puerto; algunos,

    incluso, se preguntarn si hay destinos finales o simples arribos

    parciales. Pero es necesario que ese barco se desprenda de las ama-

    rras mitolgicas y, al mismo tiempo, que tome conciencia de que

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    19/22

    g y, p , q q

    Acerca de la argentinidad 23

    no podr deshacerse de algunas creencias, de algunos mitos, pero

    podr, al menos, mantener una relacin ms reflexiva con ellos en

    el futuro. Un barco consciente de los metales pesados que carga

    en su bodega.

    Nota sobre los mitos

    Si usted quiere ir directo al grano y contrastar mi lista de mitoma-

    nas argentinas con la suya propia, vaya sin escalas al primer grupo

    de mitos, en la pgina 27. Por vicio profesional, necesito hacer to-dava algunas aclaraciones. En relacin con los mitos, se han de-

    sarrollado distintas concepciones tericas. La primera de ellas ha

    enfatizado la manera en que, a travs del relato sagrado, una co-

    munidad determinada ofrece explicaciones acerca de cmo es el

    mundo o cmo ha tenido origen una sociedad, una institucin o un

    objeto. La segunda ha enfatizado el carcter tergiversador del mito:

    el relato popular como falsificacin de una determinada realidad.

    La tercera vertiente ha sealado el carcter movilizador e interpelador de la mitologa, su funcin creadora. Este libro concibe al mito

    simultneamente como una explicacin de la realidad (una suerte

    de teora popular), como una incitacin a la accin y como una fal-

    sificacin. Cuando una sociedad o alguno de sus sectores poderosos

    persiste en el intento de vivir en lajaula de la mitologa nacional, no

    tenemos por qu permanecer neutrales.

    No se trata de que podramos vivir sin mitos, algo as como te-

    ner ideologas cientficas. Esa puede ser una forma especialmentepoderosa de la poltica y de la fabricacin cultural. Se trata de que

    las mistificaciones que se han edificado a lo largo de dcadas en

    nuestra sociedad manipulan de manera burda los datos de la reali-

    dad, generando explicaciones errneas que luego se trasladan acti-

    vamente a prcticas econmicas, institucionales, cvicas y polticas.

    Por eso, es importante buscar y comprender los mitos argentinos.

    Mi intencin en este libro ha sido sistematizar y poner en discusin

    mito por mito, conformando una lista provisoria que ojal puedaampliarse en el futuro. Deshacer algunos de estos mitos es una con-

    dicin necesaria, aunque no suficiente, para poder imaginar otros

    luimos para la Argentina.

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    24 Mitomanas argentinas

    La experiencia social sedimenta en sentidos comunes, en miles

    de pequeos y grandes mitos que muchas veces operan como ba-

    rreras culturales, como obstculos para los procesos de cambio so-

    cial. Este libro, al describir algunos de los ms importantes, preten-de promover el debate acerca de quines somos y cmo podemos

    proyectarnos.

    Imaginemos a una persona a la que le gusta jugar al ftbol, pero

    que no tiene una habilidad especial para ese deporte. Si desea ser

    aceptada, cmo le conviene comportarse? Evidentemente, no debe

    intentar lucirse, eludiendo y haciendo jugadas de lujo, puesto que

    por ese camino caer en el ridculo. Le conviene ser consciente de

    sus capacidades y limitaciones, tal como son percibidas por s misma

    y por los dems. Cumplir su rol de acuerdo a sus cualidades. Imagi-

    nemos a una mujer o un hombre que desean presentarse del mejor

    modo posible en una fiesta. Podrn escoger su ropa, sus accesorios y

    su maquillaje hasta un lmite, por debajo del cual no habrn sabido

    utilizar sus potencialidades y por encima del cual se acercarn al

    absurdo.

    Por qu un pas funcionara de manera diferente, si cotidiana-

    mente se presenta en la sociedad mundial y si participa al mismo

    tiempo de muchos y diferentes juegos internacionales? Soy cons-

    ciente de que el argumento global ha sido muy usado en aos re-

    cientes para intervenir en favor de que la Argentina se adapte al

    neoliberalismo y al Consenso de Washington. Pero aqu no se trata

    de comportarse como este o aquel poder mundial espera que lo

    hagamos, ya que ello responde a sus intereses y no a los nuestros.

    Se trata de saber no slo cules son nuestros intereses, sino culesson nuestras capacidades y limitaciones. Este libro pretende colabo-

    rar para que podamos empezar a distinguir la paja (por ejemplo, el

    Consenso de Washington) del trigo. No creernos ms, ni menos, de

    lo que somos. N o hacer el ridculo y no subordinarnos.

    Uno de los grandes desafos para la Argentina es poder construir

    una lgica distinta del debate pblico. Necesitamos nuevas formas

    de argumentacin, que no renuncien a las tribunas del estadio, a

    las banderas o las marchas, pero que sepan que las elecciones nose ganan ni los pases se gobiernan slo con liturgias, narraciones

    o mitos. Sabemos, sin embargo, que oponerse a los relatos popula-

    res sobre grandes hombres y mujeres o sobre momentos picos de

    nuestra historia es, en cierto sentido, oponerse al aire. No hay socie-

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    p y

    Acerca de la argentinidad 25

    dades sin narraciones de uno u otro tipo. La efervescencia colectiva

    es parte de la construccin de una sociedad democrtica.

    Es por eso que este libro apunta en otra direccin. Busca atacar

    con fundamentos provenientes de la investigacin social algunascreencias que resultan especialmente dainas para nuestra socie-

    dad. Esto hace posible y as lo proponemos que quienes disientan

    con la posicin que aqu se despliega puedan utilizar formas anlo-

    gas de argumentacin.

    Hay muchas teoras acerca de por qu a los argentinos nos pasa

    lo que nos pasa. Teoras econmicas, teoras polticas, de uno y otro

    tipo. Aqu no queremos ofrecer otra teora, aunque s otro enfoque.

    Queremos observar desde la cultura nuestras propias creencias, in-cluyendo algunas de esas teoras. Creencias sobre la poblacin, so-

    bre el territorio, sobre la economa y la poltica. Nuestra crtica a las

    falsas creencias que aqu revisamos se sustenta en saberes surgidos

    en las ciencias sociales. Necesitamos ms investigacin en ciencias

    sociales si, adems de agregar conocimiento a la cadena producti-

    va para posicionarnos mejor con las exportaciones, aceptamos que

    es imprescindible agregar conocimiento al debate pblico y a las

    polticas pblicas. Por eso, el lector encontrar en estas pginas va-rias voces, distintas referencias a investigaciones histricas, sociol-

    gicas o antropolgicas de la Argentina. Muchos ms autores pueden

    y deben ser incorporados a esta tarea.

    La mayora de estos mitos tiene varias dcadas de vida, historias

    culturales muy extensas. Algunos de ellos cobraron mayor potencia

    en la actualidad, otros en los noventa, otros estn all esperando ser

    ms utilizados. Son importantes en todas las coyunturas polticas, y

    datan de mucho tiempo antes del surgimiento del kirchnerismo, e

    incluso del menemismo. Dira que fenmenos polticos como esos

    han sido muchas veces ledos a travs de estas falsas creencias. No

    resulta sencillo escribir un libro sobre estos temas en la Argentina,

    donde la pregunta de coyuntura se impone: muy bien, pero usted

    est a favor o en contra? Resulta difcil explicar que uno est a favor

    de ms democracia, de ms igualdad, de ms justicia, y por lo tanto a

    favor de todas las medidas que ayuden a alcanzar esos objetivos y en

    contra de las que nos alejen de ellos. En cuntos dilogos de sordos

    hemos participado? Bueno, despus de las numerosas frustraciones

    que el odo nos ha deparado en los bares (quin no escuch char-

    las do cal ('ii las que se detecta que alguno de los interlocutores

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    22/22

    26 Mitomanas argentinas

    salta de un mito a su contrario sin muchas dificultades?), aposta-

    mos a un libro, lo que significa apostar a la mirada reflexiva del

    lector. En el taxi y el colectivo, a las palabras se las lleva el viento.

    El artefacto libro, en cambio, permite al lector hacerfast forwardy rewind,es decir, adelantarse en el recorrido o volver atrs cuando

    quiera revisar algo, porque las palabras impresas estarn all, o aqu,

    para contribuir a cada bsqueda, para impulsar el debate y para ser

    debatidas.

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    M I T O S P A T R I O T E R O S

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    24/22

    Famosos globalmente por nuestra soberbia, as como no-

    sotros tenemos nuestros chistes de gallegos hay muchos ms chistessobre argentinos dando vueltas por el mundo que lo que podemos

    referir aqu. No los voy a contar, porque a mis amigos generalmen-

    te no les hacen mucha gracia. Pero es importante registrar que so-

    mos burlados y a veces detestados por nuestra pedantera, aunque

    esta, en realidad, no se encuentre equitativamente distribuida entre

    nuestros compatriotas. Hay algunos muy humildes y otros que se

    la han credo: ms penas entre los primeros, ms vaquitas entre los

    engredos. Ser que entre los que viajan al exterior hay ms de lossegundos que de los primeros, o ser que son ms notorios. O acaso

    simplemente que aquellos argentinos que se comportan tal como

    lo indica el estereotipo del soberbio son considerados autnticos

    representantes de su nacionalidad y el resto, raras excepciones. Por-

    que, a decir verdad, cuando los extranjeros vienen a estas tierras

    muchos de esos estereotipos se desarman.

    Lo cierto es que la Argentina se construy creyndose muy distin-

    ta y superior a sus vecinos. El percibirse como un pedazo de Europa

    en zona equivocada, la facilidad para alardear o para creer que el

    subdesarrollo es algo allende nuestras fronteras, son caractersticas

    que han entrado en crisis hace varios aos, pero que a la vez han

    revelado una persistencia sorprendente. Si pensamos que estamos

    condenados al xito,cada vez que no ganamos un mundial de ftbol o

    de algn otro deporte, cada vez que el pas no brilla en la cumbre de

    las estadsticas del tema de la semana, surgen dos tipos de respuesta.Una, anudada a esa soberbia, es la de la injusticia de un mundo em-

    peado en ponerse contra los argentinos, de rbitros que siempre

    fallan contra nuestros intereses legtimos. La otra, que ocupar el

    siguiente captulo, refiere a que si no somos los mejores es porque

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    30 Mitomanas argentinas

    Otro elemento, del que no podremos ocuparnos aqu, se refie-

    re a los malentendidos surgidos de situaciones interculturales. Ha-

    bitualmente, comparados con ciudadanos de pases cercanos, los

    argentinos utilizamos un tono de voz ms alto, ms contundente;

    nos importan menos las jerarquas, reclamamos incluso frente a una

    azafata por nuestros derechos, no somos muy esquivos al conflicto

    ante cualquier percepcin razonable o no de injusticia. Y esos h-

    bitos, profundamente incorporados, son interpretados muchas ve-

    ces como parte de esa soberbia que genera fuerte irritacin: Qui-

    nes se creen que son ?

    Ms all de las percepciones de los de afuera, creemos que esnecesario preguntarnos qu hay en nuestra cultura y en nuestras

    creencias que alimenta ese lugar comn. Estas creencias tienen

    origen en un ncleo muy firme vinculado a cmo se proyect, se

    imagin y se despleg la idea de nacin. En efecto, la Argentina

    fue concebida por algunos de sus padres fundadores en la segunda

    mitad del siglo X IX como un enclave europeo en Amrica Latina.

    Es decir, un pas que por su cultura, su poblacin y sus posibilida-

    des era comparable a los ubicados del otro lado del Atlntico (alnorte de Africa y no en Africa misma, claro est). Por lo tanto, con-

    trastaba (y se la haca contrastar en los relatos sobre la nacin) con

    los vecinos tan diferentes de Brasil, Bolivia o Paraguay. La soberbia

    de los argentinos es un estereotipo, pero esta idea, de profundo

    desprecio hacia el resto de Am rica Latina, existi y se percibe an

    en nuestra cultura.

    Hay algunos mitos patrioteros, antiguos y contundentes, que ne-

    cesitamos revisar desembozadamente para comenzar a desandar esecamino y a desarmar comportamientos que nos distancian, incons-

    cientemente, de nuestros otrosms cercanos.

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    La Argentina es un pas europeo

    Gracias a la inmigracin, la educacin pblica, laindustrializacin y la integracin social, la Argentina

    tiene un nivel de desarrollo que la distingue de todos susvecinos. \ \

    Quizs este sea el mito padre de todos los mitos nacionales. Primero

    fue una profeca. A mediados del siglo X IX , varios presidentes e

    intelectuales argentinos soaron con promover la inmigracin parapoblar el desierto. La inmigracin deba llegar, de acuerdo con este

    proyecto, desde los pases ms desarrollados de Europa. La llegada

    de inmigrantes de zonas pobres de Espaa e Italia comenz a gene-

    rar frustracin, por no mencionar que acrecent los niveles de con

    flictividad social y poltica. Sin embargo, una vez finalizado ese pro-

    ceso, cuando comenzaron a llegar a las ciudades los pobladores del

    interior del pas, los llamados despectivamente cabecitas negras , la

    figura del inmigrante europeo, trabajador, que enviaba a sus hijos aestudiar para el progreso del pas, comenz a ser idealizada.

    En nuestro imaginario nacional, esas ideas se mezclan de modos

    confusos con los grandes xitos argentinos: una poderosa educa-

    cin pblica, una temprana reforma universitaria, un desarrollo

    industrial y una legislacin social importantes hacia mediados del

    siglo XX. Esos y otros logros no fueron generalmente analizados in-

    troduciendo todos los matices que requieren, es decir, advirtiendo

    los procesos de exclusin reales en los diferentes perodos, cons-tatando las dificultades institucionales y democrticas recurrentes,

    planteando la persistencia de desigualdades brutales entre zonas del

    pas. En el momento en que el mito de la soberbia monopoliz el

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    32 Mitomanas argentinas

    asunto, la Argentina fue considerada un pas extraordinario, y eso

    se identific con Europa.

    Hay tres procedimientos problemticos en ese mito. Uno, la idea-

    lizacin (pasada o presente) del pas. Dos, y como consecuencia,la invisibilizacin de los problemas reales, tanto actuales como del

    pasado. Y tres, quizs el ms importante, la identificacin del ideal

    con Europa. Este ltimo punto se mantiene incluso cuando la so-

    berbia cede el terreno a la idea de que hemos entrado en una de-

    cadencia nacional porque ya no somos como fuimos: europeos. Es

    importante registrar lo siguiente: si el debate se reduce a si somos

    europeos o si lamentablemente ya no lo somos, se parte de la idea

    comn de que eso es lo que deberamos ser.

    En qu lugar de Europa, del pasado o del presente, existe esa

    Europa idealizada? Ciertamente, cuando en el siglo XIX generaba

    frustracin que la inmigracin no viniera de las zonas industriales

    de Inglaterra o Francia sino del sur empobrecido, era porque el

    viejo continente no se perciba como un ente homogneo. Europa

    no era Galicia o Npoles, sino Londres, Mnchester o Pars. Pero si

    uno pudiera observar cmo era realmentela vida de la mayora de los

    obreros reales, incluso en las ciudades idealizadas, se dara cuenta

    de que aquellas sociedades del viejo continente distaban mucho de

    ser una maravilla. No es casual que los movimientos obreros hayan

    tenido all tanta fuerza a fines del siglo XIX e inicios del XX.

    Exactamente el mismo razonamiento debera hacerse hoy en

    da. La Europa idealizada no es Grecia ni Portugal, ya ni siquiera

    Espaa. Europa, como lugar perfecto, como destino por alcanzar,

    va empequeecindose poco a poco. Por supuesto, si uno toma lasmejores dos dcadas de cualquier pas puede construir una buena

    imagen de muchas sociedades. Este procedimiento, para cualquier

    mirada medianamente crtica, resulta inaceptable.

    En el fondo, el problema radica en que necesitamos buscar una

    imagen afuera. No est mal observar al resto del mundo y sentimos

    impulsados a lograr lo que hayan logrado otros pases en tal o cual

    aspecto. Renunciar a hacerlo sera otra forma de la soberbia. Pero es

    sospechoso que, si hay algo para aprender de cada uno, en la lista depases a considerar no figuren Brasil, Uruguay, China u otros. Salir

    del mito de que somos un pas europeo (o lamentarse porque no lo

    somos, que es casi lo mismo) es una condicin necesaria para, al mis-

    mo tiempo pensar desde otra perspectiva nuestro lugar en el mundo

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    28/22

    mo tiempo, pensar desde otra perspectiva nuestro lugar en el mundo.

    Mitos patrioteros 33

    Uno imagina su lugar en el mundo en gran medida por las imgenes

    que tiene de su dudad o de su pas. Y en la formacin de estas im-

    genes, el trabajo de la escuela es fundamental. De hecho, nuestra

    idea acerca del territorio se explica en gran medida a partir de variasexperiencias que los argentinos hemos tenido en la escuela. Para

    cualquiera de nosotros es difcil tener una representacin mental

    de nuestro pas que eluda la imagen identificada con esa forma de

    bife de chorizo estirado. Me atrevera a sugerir que, en la idea que

    los argentinos tenemos del territorio, la accin de los mapas escola-

    res n 3 o n 5 ha sido muy eficiente. En esos mapas, en particular

    los de divisin poltica, la Argentina aparece blanca con los lmites

    interprovinciales punteados, el mar aparece celeste y todo el resto,los pases vecinos, aparece grisado de manera homognea, cuando

    en realidad son pases muy diferentes y con nombre propio. En esas

    imgenes escolares hay un recuadro en la parte inferior derecha

    que indica Antrtida Argentina en lugar de Antrtida solicitada

    por la Argentina. En los mapas chilenos tambin se presupone que

    una parte notable de lo que, segn se nos informa, es Antrtida

    Argentina es, del otro lado de la cordillera, territorio chileno. To-

    dos sabemos que no es, ya que no hay tratados al respecto. Peroseguimos imprimiendo mapas y distribuyndolos entre millones de

    argentinos. Creamos as la idea de que eso es la Argentina cuando,

    si bien la Argentina propone que eso sea as, hoy por hoy no tiene

    soberana sobre ese territorio.

    Otras imgenes territoriales circulan y producen efectos podero-

    sos acerca de cmo imaginamos nuestro territorio. La imagen del

    territorio nacional extrada del contexto continental, que suele

    aparecer en los medios de comunicacin, me produjo a m mismouna confusin notable. Durante mucho tiempo cre que Tierra del

    Fuego era una suerte de tringulo rectngulo. Eso es correcto si se

    i ofici e a nuestra provincia de Tierra del Fuego, pero no a la isla de

    La unidad nacional se basa en el territ or io

    El fundamento de la identidad argentina es el territorio nacional,

    tal como se observa en los mapas escolares: somos los dueosde la Antrtida Argentina y estamos rodeados por territorios

    grises indiferenciados. ^

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    34 Mitomanas argentinas

    Tierra del Fuego, la mitad de la cual es chilena y se haba evaporado

    de mi propia imagen territorial gracias a un exceso de consumo de

    mapas que llevan a equvoco. La forma de la isla, como tal, es ms

    bien la de un tringulo issceles; partida por la mitad parece formarun ngulo recto, pero esto responde a un lmite poltico, no natural.

    Podr creerse que estos no son mitos territoriales, sino simples

    malentendidos escolares. En ese caso, sugiero viajar a Ro Turbio

    y buscar en las rutas los carteles que indican que Chile o Puerto

    Natales se encuentran a tan slo 30 km en determinada direccin.

    Esos carteles no existen porque los mapas, que nos abstraen del

    contexto de nuestros vecinos, se hacen realidad en otros modos de

    invisibilizar esas presencias. Tampoco se trata de una peculiaridadargentina. Del otro lado de la cordillera se verificar exactamente el

    mismo problema. Poner el cartel, cambiar el mapa, es desmitificar.

    La historia oficial tuvo dificultades para determinar una base de

    pertenencia nacional en nuestro pas: en la medida en que criterios

    como el de la unidad lingstica o religiosa eran demasiado ende-

    bles, finalmente se opt por tomar como criterio de definicin la

    unidad territorial. Como seala Luis Alberto Romero en La Argen-

    tina en la escuela: Qu es la Argentina en el sentido comn? En

    primer lugar, es una imagen caracterstica de la experiencia escolar:

    un mapa, con los contornos fuertemente marcados, que correspon-

    de a una porcin de territorio de fronteras definidas y categricas.

    Y ms adelante: Se afirm, hasta convertirlo en idea natural, que

    la nacionalidad argentina emana de un territorio que era previo a

    todo, y que en un cierto sentido estaba ya dibujado antes de la lle-

    gada de los espaoles, separando y diferenciando a los aborgenes

    argentinos de los paraguayos, bolivianos o chilenos.

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    Mitos patrioteros 35

    La Argentina debera tener la extensin del Virreinato del Ro de la Plata

    El territorio del Virreinato, que inclua Paraguay, Uruguay y unaparte de Bolivia, corresponda naturalmente a la Argentina.

    Haberlo perdido es un desastre y un captulo de nuestra

    decadencia.

    Cuando uno observa el mapa actual de Amrica del Sur, por no

    decir de Amrica Latina, resulta sorprendente cmo, a partir de dos

    poderes coloniales (Espaa y Portugal), han surgido diez pases. Lasexplicaciones tradicionales sealan especialmente la existencia de

    tres virreinatos o administraciones coloniales que estructuraron la

    vida independentista. Pero en realidad hubo otros fenmenos his-

    tricos que complicaron ms la situacin, generando procesos cen-

    trfugos en los aos inmediatamente posteriores a 1810. La rpida

    autonoma de Asuncin, las tensiones con la Banda Oriental, las

    dismiles perspectivas respecto de Chile son interpretadas, desde la

    historia y la geografa nacionalistas, como obstculos que imposibili-taron el cumplimiento de un destino. Ese destino era una Argentina

    tan vasta como el Virreinato del R o de la Plata, que llegaba incluso

    hasta el Alto Per. En realidad, esa concepcin teleolgica haba

    un destino que alguna vez sustent visiones geopolticas se basa en

    una presuncin inventada por los autores nacionalistas. Las ciuda-

    des de aquel virreinato, creado poco ms de tres dcadas antes de

    la Revolucin de Mayo, no estaban destinadas a formar una nacin.

    En 1810 ningn sentimiento nacional las una (como seala Chia

    ramonte en Ciudades, provincias, estados) y, por el contrario, fue la

    organizacin muchas veces traumtica de un Estado lo que a poste

    riori instituy un sentido de pertenencia que no fuese el americano

    o el estrictamente local.

    Ahora bien, el mito del Virreinato como destino incumplido pro-

    duce mltiples daos: primero, la idea de una nacin frustrada o in-

    completa; segundo, una concepcin desdeosa de nuestros vecinos,

    que podra llevar a tensiones en el futuro. Ciertamente, hoy ese mito

    ha perdido mucho de su viejo poder, que se articulaba con las pre-

    tensiones hegemnicas de la Argentina sobre la regin, pero es mejor

    cavar la losa y enterrarlo que dejar que se pudra a la intemperie.

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    36 Mitomanas argentinas

    De este mito de nacionalismo territorial surge la matriz de nues-

    tro desprecio hacia los pases vecinos.

    Bolivia y Paraguay son pases de indios

    Esta porcin de Europa que es la Argentina est rodeada depases poblados por indios, de vecinos que representan el

    A pesar de las similitudes tnicas y culturales a ambos lados de los

    ros Bermejo, Pilcomayo y Paran, la Argentina era pensada como

    Europa. Pero para ser concebida como un enclave europeo, necesi-

    taba convertir a sus vecinos en otros . Para emblanquecerse imagi-

    nariamente, necesitaba indigenizar o ennegrecer a quienes estaban

    del otro lado de la frontera, convertir a sus vecinos en pases de in-

    dios. En realidad, la poblacin del pas era mucho ms heterognea

    que la soada por los civilizadores. Sin embargo, all donde dentro

    de la Argentina terminaba la presencia de los descendientes de los

    barcos y comenzaba la presencia indgena o mestiza, se edificaba

    una frontera dentro del propio territorio. En trminos de ciuda-

    dana, la Argentina terminaba all donde ya no haba argentinos

    como crisol de las razas europeas. El atraso relativo de Paraguay o

    Bolivia en cuanto a grado de industrializacin o educacin pblica

    vena a confirmar la supuesta europeidad de la Argentina, en lugar

    de suscitar reflexiones acerca de la historia poltica (lo que habra

    sido ms atinado), por ejemplo en torno a las caractersticas de la

    explotacin minera colonial en el Alto Per o la Guerra de la Triple

    Alianza.

    Esos verdaderos otros, tan distintos de nosotros, tornan ms

    sencilla la idea de que la Argentina actual es una porcin de Euro-

    pa. Adems, la imagen del territorio nacional como un gran desier-

    to se simplifica al expulsar esas zonas, con poblaciones diferentes,

    de nuestra propia historia. Como muchas de las ideas falsas que los

    argentinos tenemos de la Argentina, esta tambin tiene dos caras.

    Por un lado, un nacionalismo que ha perdido fuerza y que se encar-

    na en la nostalgia por el autntico territorio virreinal como base

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    Mitos patrioteros 37

    del territorio nacional. Por otro, una historia oficial, que tambin

    se debilita, sobre el olvido o decreto de inexistencia de los procesos

    que llevaron de un territorio a otro. Sin embargo, ambos son an

    potentes a la hora de estructurar nuestras percepciones e imagina-ciones acerca de los pases vecinos y, consecuentemente, acerca de

    quines somos y dnde estamos.

    Brasil, pas de negros, playas y carnaval

    Brasil es una playa preciosa donde todo el ao es carnaval,generoso en mulatas, fiestas y caipirinha. Obrigado.

    Muchos lectores de este libro habrn disfrutado de una playa brasi-

    lea. El resto deseara conocer ese paraso de morrosy arena. Hasta

    hace pocos aos Brasil estaba presente en la imaginacin de los ar-

    gentinos como el pas de las playas, la fiesta, el carnaval, las mulatas y

    (calculo tambin) los mulatos. El Imperio de Brasil, esclavista hasta

    fines de la dcada de 1880, no ingres en el imaginario social como

    una potencia militar sino como un pas de negros . Junto a los pa-

    ses de indios, esta figuracin contribua mucho a que la Argentina

    se imaginase a s misma como pas europeo.

    En 1921, el presidente de Brasil recomend que la seleccin

    nacional de ftbol que viajara a Buenos Aires no incluyera juga-

    dores mulatos ni negros. El presidente quera ayudar a mejorar la

    imagen de los jugadores brasileos, que cinco aos antes haban

    sido llamados macaquitos por la prensa argentina. Quera que el

    ftbol ayudase a desmentir el carcter negro de Brasil. As, como

    estudi limar Mattos, se parta de la idea racista de que un pas

    de negros era un problema y se trataba de desmentir el estereo-

    tipo con el ftbol. Pero el prejuicio era muy poderoso, y no fue

    en aquella poca cuando la imagen que Argentina tena de Brasil

    cambi. Hacia mediados del siglo XX, en las ciudades fronterizas

    entre ambos pases, argentinos y brasileos establecan relaciones

    muy asimtricas: los primeros ocupaban el lugar de las clases me-

    dias blancas, educadas, comerciantes, y los segundos ocupaban el

    lugar de los mulatos, de los trabajadores a destajo.

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    38 Mitomanas argentinas

    Esta imagen de superioridad argentina se extenda a amplios y

    diversos sectores de la sociedad. No se perciba la complejidad de

    Brasil, que, ms all de sus serios problemas de exclusin social, iba

    construyendo planes de industrializacin y fortaleciendo sus institu-

    ciones y empresas pblicas. Cuando la Argentina fabricaba aviones

    en Crdoba, el gobierno brasileo propuso una cooperacin entre

    ambos pases. Era la poca no slo de la soberbia argentina, sino

    tambin de las hiptesis de conflicto blico entre ambos pases. La

    elite militar y diplomtica argentina crea que poda ser hegemni

    ca en la regin y que eso implicaba evitar el desarrollo de Brasil. La

    propuesta fue rechazada, quiz con cierta mofa: hacer aviones con

    Brasil, un pas atrasado?

    Mientras resonaban las carcajadas argentinas, el programa desa

    rrollista se desplegaba con xito en Brasil desde Juscelino Kubits

    chek en adelante, en tanto que la Argentina oscilaba entre la formu-

    lacin de programas de desarrollo y las crisis recurrentes. Yaciret

    fue una respuesta argentina, mucho menor en capacidad, a la ini-

    ciativa de Brasil en Itaip. A fines del siglo XX, la Argentina haba

    desarmado la produccin de aviones y Brasil, con Embraer, se eriga

    en una potencia internacional en esa rea al convertirse en un pro-

    veedor clave para la renovacin de la flota de Aerolneas Argentinas.

    Ya no resonaban las carcajadas.

    En la actualidad, tanto dentro de las elites militares como en las

    relaciones sociales en las fronteras, las jerarquas se han invertido.

    Petrobrs contra YPF y toda una lista de comparaciones dan cuen-

    ta de los resultados. Eso no significa que el europesmo argentino

    haga agua en las playas brasileas. Pero, como pas propenso a las

    dicotomas, que va de un extremo a otro, conviven en nosotros dos

    imgenes opuestas de Brasil. Por una parte, el pas del atraso y la ex-

    clusin; por otra, la potencia industrial e internacional en que logr

    convertirse a partir de sus polticas de Estado.

    La primera de esas imgenes es sencillamente falsa y por comple-

    to desinformada. Slo sobrevive entre quienes llegan ysalen de una

    playa brasilea sin aprender a decir obrigado, que no son pocos.

    La segunda tiene fuertes elementos de verdad, pero se trata de unaverdad parcial. En primer lugar, porque la Argentina no debera

    pretender tener un poder equivalente al de un pas con una pobla-

    cin cuatro veces ms numerosa y con un territorio mucho ms ex

    len.so. Km segundo lugar, porque, a la hora de hacer comparaciones,

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    Mitos patrioteros 39

    es necesario comprender que Brasil es un pas que ha tenido mayor

    continuidad econmica, poltica e institucional, y que eso conlleva

    muchos elementos positivos y algunos negativos. La mayor continui-

    dad de la esclavitud en el siglo X IX no parece ser un rasgo elogiable,

    como tampoco lo es la continuidad de la clausura de los archivos de

    la dictadura militar, que permanecieron cerrados hasta 2011. Si se

    intentara una comparacin rigurosa, y a pesar de la escasez de pol-

    ticas de Estado en la Argentina en la segunda mitad del siglo XX, las

    imgenes de ambos pases seran ms complejas que lo que el e logio

    acrtico que a veces se hace a la sociedad brasilea permite observar.

    Los elogios y las crticas slo valen la pena si buscamos aprender,

    ms que reproducir mitos. Para ello necesitamos abolir toda ilusin

    de superioridad patritica, as como todo llanto de inferioridad, dos

    rasgos dainos y constitutivos de nuestro pas.

    En el imaginario nacional argentino, Uruguay ocupa un lugar curio-

    so. Ms que una alteridad pasible de ser indigenizada o ennegreci-

    da, su analoga racial imaginaria lo torna fagocitable, asimilndolo

    a una provincia, figura de largo anclaje colonial. La idea de que

    p or su historia, su lengua, su composicin poblacional y, lo que no

    es menor, su cultura rioplatense sera una parte de la Argentina

    constituye una negacin de un otro que existe jurdica e histrica-

    mente. La combinacin de la matriz clasificatoria, donde el otro

    slo se construye en trminos de oposicin, con la idea de que la

    Argentina es Buenos Aires y con el pensamiento virreinal acerca del

    territorio destinado a la Argentina, produce esa peculiaridad. La

    circulacin de ideas y personas en el Ro de la Plata no puede ser

    menospreciada, ciertamente, como tampoco los elementos compar

    lidos surgidos de esas y otras interacciones. Sin embargo, Buenos

    Aires se encuentra entrelazada con una formacin cultural nacional

    Uruguay es una provincia argentina

    Uruguay es tranquilo, la gente es cordial, sus playas son tan hermosas y sus edificios de gobierno tan pequeos... Es una denuestras provincias ms lindas.

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    40 Mitomanas argentinas

    en extremo heterognea, que no se reduce a la cultura rioplatense

    y que es muy diversa. En los ltimos aos, se ha hecho evidente que

    existen diferencias no slo jurdicas, sino culturales, entre ambos

    pases, y que esas diferencias no deberan, aun cuando esas dife-rencias sean comparativamente menores, ser negadas. El plano ms

    evidente es la diferencia de culturas polticas; en este sentido, Uru-

    guay constituye un caso de consensos y gradualismos peculiar en el

    contexto latinoamericano.

    El punto es que esa percepcin, heredera del perodo colonial,

    pretende hacer como sino hubieran sucedido una multitud de pro-

    cesos histricos que datan de la poca de Artigas y la guerra de

    1826 y llegan hasta el siglo XX, involucrando cuestiones que vandesde el ftbol hasta las pasteras. Un porteo puede percibir tan

    cercano culturalmente a un montevideano como a un rosarino. Eso

    no niega que haya una diferencia no slo jurdica, sino tambin

    histrica y cultural.

    Es positivo que los uruguayos sean uno ms entre nosotros y vi-

    ceversa. Pero me parece importante que eso sea consecuencia de

    considerarlos un pas igual a cualquier otro y no un anexo.

    Amrica Latina es una frmula extraa. En la Argentina es fre-

    cuente escuchar hablar de Amrica Latina en tercera persona. Lo

    que sucede en Amrica Latina sucede all. Sorprende cmo esa

    frmula se extiende por el subcontinente, ya que en Brasil siempre

    se alude a Amrica Latina como aquello que est fuera de la Ilha

    Brasil,en Chile como lo que est del otro lado de la cordillera o alnorte, en Mxico como lo que comienza en Guatemala, en Uruguay

    como una alteridad. Las clases polticas progresistas nunca cometen

    este pecado, y mucho menos cuando les toca hablar de las inde

    pendencias o los bicentenarios Pero pareciera que en los sistemas

    All, en Amr ica Lat ina...

    En Ro de Janeiro, Buenos Aires, Montevideo o Santiago

    de Chile Amrca Latina es unterritorio que est all

    afuera.

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    pendencias o los bicentenarios Pero pareciera que en los sistemas

    Mitos patrioteros 41

    educativos y mediticos en los cuales esas elites polticas deberan

    tener alguna incidencia han permeado poco esos nobles concep-

    tos bolivarianos, ya que el hombre de la calle tiende a pensar en su

    lugar como un aparte del subcontinente.

    As, por un lado todos conocen ese nosotros de las indepen-

    dencias, de las expoliaciones y del sueo comn de tantos hroes, y

    apelan a l cada vez que corresponde hacerlo. Pero en el habla coti-

    diana de la calle o de los medios, Amrica Latina es afuera, es otro.

    El mito de la hermandad es polticamente correcto. Convive con

    el anterior, ya que en el mundo del mito sobra espacio para las

    contradicciones. Segn el mito de la hermandad, somos todos des-

    cendientes de la misma Madre Patria, frecuentemente equiparada

    con la Pennsula Ibrica. Este mito siempre se apoya en un supues-

    to de sangre, que conlleva una alianza inquebrantable y un destino

    comn. T odo esto ha sido desmentido, ya que las alianzas y los des-

    tinos son construidos por los gobiernos y los movimientos sociales,

    cuando as lo desean, y en los casos en que lo consiguen. Lo han

    deseado antes en las palabras que en los hechos, pero para lograr

    una verdadera articulacin del colectivo habra que pensar qu eslo que cada uno estara dispuesto a ceder. Si las metforas de pa-

    rentesco fueran imprescindibles, mejor que hablar de hermandad

    sera pensar en trminos de matrimonio, ya que as se anulara la

    nocin de lo inevitable y se impondra la idea de lo electivo.

    El mito de la hermandad de los pueblos latinoamericanos, bienin-

    tencionado contra los lastres de los nacionalismos que nos aislaron,

    termina por convertirse en un verdadero obstculo. Cuando uno

    quiere articularse e integrarse, en vez de hablar de una fraternidadinmemorial debera reconocer los problemas reales que tenemos

    y pensar conjuntamente cmo abordarls. Si esto no ocurre, no se

    lograr la tan mentada integracin. Si eso fracasa, de nada servirn

    La hermandad latinoamericana

    Somos todos hermanos, pases iguales, con la misma historia,

    ocasionalmente desunidos por los poderosos.

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    42 Mitomanas argentinas

    las palabras rimbombantes y las afirmaciones de que tenemos un

    origen y un destino comunes. No tenemos un destino. Por el con-

    trario, necesitamos construirlo.

    Cien aos de soledad es una novela extraordinaria. Pero postularla

    como metfora de Amrica Latina es cometer el mismo error que

    las perspectivas folclorizantes o indigenistas. De modo positivo, el

    mito reivindica para Amrica Latina una especificidad cultural que

    es negada por ciertos imaginarios hegemnicos. De modo negati-

    vo, en ese mismo acto se postula que esa especificidad condensa la

    nica verdad del continente. Una peculiaridad mgica homognea-mente abarcadora. Si Amrica Latina es Macondo, se aplicara aqu

    la tesis que postul Mario Vargas Llosa en la conferencia que dio en

    la Feria del Libro de Buenos Aires en 2011:

    Esa mentalidad llev a decidir que todo un gnero litera-

    rio, la novela, fuera prohibido durante los tres siglos que

    dur la colonia en todas las posesiones espaolas de Amri-

    ca. Durante trescientos aos no se pudo editar ni importar

    ficciones en las colonias americanas. [...] Una de las per-

    versas o tal vez felices consecuencias de esa prohibicin fue

    que en Amrica Latina, como la ficcin fue reprimida en el

    gnero que la expresaba mejor, las novelas, y como los seres

    humanos no podemos vivir sin ficciones, estas se la arregla-

    rn para contaminarlo todo: la religin, desde luego, pero

    tambin las instituciones laicas, el derecho, la ciencia, lafilosofa y, por supuesto, la poltica. Con el previsible resul-

    tado de que todava en nuestros das los latinoamericanos

    tenemos grandes dificultades para discernir entre lo que es

    la ficcin y lo que es la realidad.

    Amr ica Latina es Macondo

    Amrica Lat ina es un continente mgico e irracional, donde la

    naturaleza y lo maravilloso se entrelazan en la vida cot idiana y

    donde cualquier cosa inexplicable puede ocurrir.

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    Mitos patrioteros 43

    Se trata de una bella estrategia retrica. Primero, porque presenta

    a la ficcin como un sujeto que puede poner en jaque al mal, y ese

    mal es nada menos que la situacin colonial. Nos hemos independi-zado, pero no de las consecuencias paradjicas de la colonizacin:

    la presencia de la ficcin en nuestra poltica, las dificultades para

    comprender la realidad.

    No deseo responder a estas afirmaciones postulando un supues-

    to realismo no mgico de los latinoamericanos. Deseo sostener

    que la interpretacin de la realidad a partir de ciertos parme-

    tros mticos, narrativos, Accinales, es una caracterstica universal

    de las sociedades conocidas y no tiene nada de especficamentelatinoamericano. Si quisiera demostrarse que el relato de Vargas

    Llosa no se ajusta a los hechos histricos, bastara con recordar las

    interpretaciones que Moctezuma haca de la llegada de Corts a

    Mxico. La duda sobre el carcter divino de los recin llegados era

    la consecuencia de situar esos hechos en el marco de otros relatos.

    Los antroplogos han mostrado que eso sucedi tambin en otros

    contextos; por ejemplo, la llegada del capitn Cooke tambin fue

    significada en el marco de sus propios relatos mticos por los habi-tantes de Hawi.

    Si observamos sin prejuicios, podremos advertir que, lejos de ser

    un rasgo de las sociedades antiguas, esta particularidad permite en-

    tender hasta qu punto muchos estadounidenses interpretan las

    guerras de Irak, Afganistn u otras tambin a partir de relatos m-

    ticos, como muestran muchas historias del cine o la televisin. As,

    encontraremos que la poltica se entremezcla con la ficcin en mo-

    mentos clave de la historia reciente de varios pases centrales: em-presarios televisivos convertidos en autoridades polticas, enemigos

    internos que son acusados de colocar bombas que hacen estallar

    terroristas extranjeros, entre tantos ejemplos.

    La pregunta sobre el realismo mgico es interesante. La lati

    noamericanizacin de la magia es una exotizacin y una esencializa-

    cin mucho ms ficticia que real. No existen pueblos con una esen-

    cia o una realidad ms mgica que otros. Lo que existe son ficciones

    que intervienen tambin en las disputas acerca de cmo interpretar

    esas realidades.

    Volviendo a Amrica Latina, si todo fuera reductible a Macondo,

    cabra preguntarse cmo surgieron las industrias en los municipios

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    44 Mitomanas argentinas

    que integran el ABC de San Pablo, la produccin siderrgica, pe-

    troqumica o de automviles, las medidas ejemplares de la Corte

    Constitucional de Colombia o los juicios a los represores en la Ar-

    gentina, diplomacias como la brasilea, universidades como las de

    varios pases de la regin, y as sucesivamente. Se nos responder,

    seguramente, que la tragedia latinoamericana es no haber dado ms

    espacio a esos logros, avances de la civilizacin contra Macondo.

    Pero responderemos que la narrativa civilizatoria es el relato mtico

    dentro del cual seguimos sumergidos. Que sea un cuento acerca de

    nuestro progreso no desmiente que sea un cuento.

    El hecho de que Amrica Latina encabece el rankingcomo el con-

    tinente ms desigual del planeta, la pobreza de los campesinos e in-

    dgenas o los chicos de la calle, nada tienen de mgico. Ni tampoco

    el narcotrfico o la corrupcin.

    Las intenciones de convertir a la regin en un continente mgico

    no podrn ocultar las propias ficciones que regulan sus pretensio-

    nes polticas.

    En torno a la cuestin Malvinas conviven muchos mitos de carc-

    ter diferente y contradictorio. Los imperios construyen mitos sobre

    pueblos coloniales que se autodeterminan. Las naciones constru-

    yen mitos sobre sus territorios. Los ms iracundos antinacionalistas

    argentinos podrn afirmar que la frase las Malvinas son argentinas

    es en s misma un mito.

    Nada me preocupa ms que la descontextualizacin. Para los ob-

    jetivos de este libro, lo relevante es cmo el episodio inaugurado el2 de abril de 1982, con Galtieri, el apoyo de vastos sectores, la am-

    plia movilizacin de sentimientos, de soldados y de solidaridades,

    anud momentneamente, por escasas semanas, a los militares con

    sus vctimas. Eso despert una ilusin de que algo, un smbolo, ha-

    Hundimos un barco, derrotaremos al Imperio Britnico.Con coraje, le mostraremos al mundo quines somos losargentinos.

    Vamos ganando!

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    p q g , ,

    Mitos patrioteros 45

    ba permanecido por encima de las divisiones entre los argentinos:

    las Malvinas podan unir a todos contra el enemigo exterior.

    Un da, la madre del escritor Rodolfo Fogwill recibi a su hijo,

    mientras miraba televisin, al grito de hundimos un barco!. Pue-de decirse que entonces efectivamente la sociedad viva dentro del

    mito. Claro que no todos, porque las Madres de Plaza de Mayo de-

    can las Malvinas son argentinas, los desparecidos tambin, hubo

    polticos que no se subieron a la guerra y el hijo de la seora que

    celebraba escribi Los pichiciegos.

    Pero estar hundido en el mito y que todo estalle genera una expe-

    riencia social fundante. Desde aquel momento, lo nacional en la Ar-

    gentina ha quedado vaciado. Episdicamente puede ser asimilado ala soberbia. Pero 16 ms frecuente es que se lo identifique como el

    mal, lo antidemocrtico, lo militar, autoritario y belicista.

    Cuando creemos vivir sin el mito de la nacin, ya estamos habitan-

    do plenamente un nuevo mito. La idea de que el nacionalismo ha

    hechos estragos es una tpica verdad a medias. Es completamente

    acertada para las dos guerras mundiales, as como para todas las

    formas coloniales y autoritarias del nacionalismo. Pero es histri-

    camente incorrecta, porque tanto el movimiento liderado por Mahatma Ghandi como otros movimientos anticoloniales fueron pro-

    fundamente nacionalistas en un sentido democrtico. Como afirma

    Tzvetan Todorov, el nacionalismo tiene varias caras y fue crucial

    tanto en la Revolucin Francesa como en el nazismo. La idea de

    que todo nacionalismo es autoritario, belicista y reaccionario es muy

    particular de la Argentina. Y, ms especficamente, es una importa-

    cin europea, ya que en el Tercer Mundo el nacionalismo siempre

    ha sido ambivalente.La guerra marc el imaginario nacional sobre la nacin. Dej el

    legado de que el nacionalismo es belicista, corrupto, irresponsable,

    manipulador y antidemocrtico. Es decir, todos los desastres ticos,

    polticos y militares que los dictadores cometieron en ella pasaron

    a ser rasgos inherentes al nacionalismo en todos los lugares y las

    pocas. Esa extrapolacin, que se traduce en la separacin entre

    democracia y nacin, ha calado hondo en nuestra cultura poltica.

    Hay argentinos que no pueden pensar la cuestin Malvinas sinrecordar a Galtieri. Hay argentinos que no pueden pensar en la idea

    do nacin y soberana sin pensar en Malvinas. En los aos ochenta,

    (oda referencia a la nacin se identificaba con el militarismo y era

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    46 Mitomanas argentinas

    lo opuesto a la lucha por la democracia y los derechos humanos.

    Esa profunda desnacionalizacin de la cultura poltica argentina fue

    una condicin necesaria para que las polticas neoliberales pudie-

    ran llegar tan lejos en este pas. En los aos noventa, en efecto, esaspolticas eran comunes a toda la regin, pero ningn pas concret

    una medida semejante a entregar el petrleo.

    En 1982, la guerra de Malvinas fue la expresin mxima de la so-

    berbia y de sus peores consecuencias: creer que con fuerzas armadas

    dirigidas por genocidas, corruptos, cobardes, y comandadas por un

    alcohlico, era posible ganarle una guerra al Imperio Britnico. Al

    mismo tiempo, la derrota inaugur el contexto cultural que llevara

    a otra serie mtica, la del decadentismo, que abordaremos en lassiguientes pginas.

    Puede afirmarse que todo reclamo anticolonial que tiene preg

    nancia popular involucra una dimensin mtica, en el sentido de

    que logra construir un relato que convence a las grandes mayoras.

    Pero no todo relato que interpela al pueblo es falso, como suponen

    los antipopulistas incurables. Quien crea semejante trivialidad de-

    bera asumir la irresponsabilidad de decir que el nunca ms tam-

    bin sera una creencia falsa. Es popular, ha movilizado y seguirmovilizando a sectores muy amplios, y da cuenta de un verdadero

    sentimiento de repugnancia frente al pasado reciente y a la autn-

    tica decisin de desear y luchar para que no se repita. Espero que

    vaya quedando ms claro a lo largo del libro, pero mi crtica apunta

    hacia los mitos que producen un dao profundo en el tejido social.

    Se ha dicho que los argentinos somos soberbios. Tambin est arrai-

    gada en nuestra cultura una crtica de esa soberbia. Esa crtica, a

    veces directa, otras veces irnica, produce una distancia que invita a

    pensar nuestros mitos. A desmontarlos. Tomemos un ejemplo elo-

    Somos los campeones de la soberbia nacional: somos los

    mejores de todos, tenemos el primer lugar en la competencia

    por el ego.

    La argentinidad al palo

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    Mitos patrioteros 47

    cuente del rock nacional, la cancin de Bersuit Vergarabat titulada

    La argentinidad al palo. Comienza as: La calle ms larga, el ro

    ms ancho, las minas ms lindas del mundo... el dulce de leche, el

    gran colectivo, alpargatas, soda y alfajores... las huellas digitales, losdibujos animados, las jeringas descartables, la birome... la transfu-

    sin sangunea, el seis a cero a Per, y muchas otras cosas ms... La

    argentinidad al palo... la argentinidad al palo.... Se trata de un

    listado fantstico de nuestros inventos, nuestras distinciones inter-

    nacionales, que expresa de forma aguda la relacin entre soberbia

    y masculinidad.

    As, Bersuit Vergarabat revela una postura que muchos argen-

    tinos han tenido o tienen sobre el pas. Al mismo tiempo, podrainterpretarse que se trata de un rasgo propio de la personalidad

    nacional y que no puede modificarse. Si la soberbia nacional fuera

    un rasgo uniforme y ahistrico, la cancin no habra sido posible, ya

    que fue escrita, cantada, escuchada y celebrada por los argentinos.

    En realidad, la denuncia de la soberbia ha ido aumentando en los

    ltimos aos. La capacidad de los artistas, los intelectuales y el p-

    blico de generar y disfrutar ironas sobre la Argentina es una seal

    interesante. Uno puede preguntarse qu otras sociedades y culturasdespliegan alguna capacidad de realizar crticas sobre s mismas, de

    utilizar la irona y el sarcasmo o, incluso, de poder rerse de algu-

    no de sus rasgos reales o supuestos. En ese sentido, debemos decir

    que la irona es una distancia, y una distancia implica siempre un

    movimiento de desnaturalizacin. La argentinidad al palo, como

    intervencin crtica, expresa un elemento muy positivo.

    El riesgo comienza cuando la desnaturalizacin se clausura y apa-

    recen otros mitos, aquellos relacionados con una esencia desastro-sa. Son los mitos de la decadencia y de la autodenigracin. Bersuit

    alerta sobre ese riesgo hacia el final: Del xtasis a la agona/ oscila

    nuestro historial./ Podemos ser lo mejor,/ o tambin lo peor,/ con

    la misma facilidad.

    En las ltimas dcadas, sobre todo despus de Malvinas y la desin-

    dustrializacin neoliberal, nos ha resultado ms fcil ser lo peor. Por

    ello, pasaremos ahora a los mitos de la decadencia.

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    M I T O S D E C A D E N T I S T A S

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    Las ironas artsticas sobre nuestra propia pedantera habi-

    litan un horizonte de trabajo colectivo para erosionar esas imgenes

    simplificadas. Comprender cun presente est esa soberbia es im-

    prescindible para entender, tal como explicamos en este captulo,

    por qu pasamos de all a la autodenigracin: de creernos los mejo-

    res a creernos los peores. Al movernos de un extremo a otro, logra-

    mos ahuyentar cualquier reflexin compleja sobre nuestra propia

    situacin y permanecemos encer