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Diciembre 2008Núm. 187
AVANCESCuaderno de Trabajo
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez
Coordinación de Investigación y Posgrado del Instituto de
Depresión, ansiedad y estado nutricio de
adultos mayores de Ciudad Juárez: hallazgos del “Estudio de los mil”
Abraham Wall Medrano
Sergio Kidder Torres Alejandra Rodríguez Tadeo
Rene Urquídez Romero
Comité Editorial de Avances
Dra. Martha Patricia Barraza de Anda
Dra. Consuelo Pequeño Rodríguez Dra. Alba Yadira Corral Avitia
Mtra. Carmen Gabriela Lara Godina Mtro. Gerardo Sandoval Montes
Dra. Magali Velasco Vargas Dr. Ricardo Almeida Uranga
Dra. Sonia Bass Zavala Mtra. Carmen Álvarez González Mtra. Ma. Elena Vidaña Gaytán
Mtro. Oscar Dena Romero Mtra. Katya Butrón Yáñez
Directorio
Jorge Mario Quintana Silveyra Rector
David Ramírez Perea
Secretario General
Martha Patricia Barraza de Anda Coordinadora General de Investigación y Posgrado
Francisco Javier Sánchez Carlos
Director del Instituto de Ciencias Sociales y Administración
Consuelo Pequeño Rodríguez
Coordinadora de Investigación y Posgrado del ICSA
Universidad Autónoma de Ciudad JuárezInstituto de Ciencias Sociales y Administración
H. Colegio Militar # 3775Zona Chamizal
C.P. 32310Ciudad Juárez, Chihuahua, México
Tels. 688-38-56 y 688-38-57Fax: 688-38-57
Correo: [email protected]@uacj.mx
A v a n c e s
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Depresión, ansiedad y estado nutricio de adultos mayores de Ciudad Juárez: hallazgos del “Estudio de los mil”
RESUMEN
Introducción. Los factores psico-sociales que determinan el estado nutricio y de salud de adultos mayores
han sido estudiados en poblaciones mexicanas pero no en los que viven en la frontera de México con EUA.
Objetivo. Evaluar el efecto individual y aditivo de la depresión y la red social sobre la presencia de
malnutrición y síntomas de ansiedad que presenta el adulto mayor de Ciudad Juárez. Métodos. Estudio
observacional, descriptivo y transversal en 272 adultos ≥60 años que vivían en asilos, con sus familias o
inscritos en un programa municipal de atención al adulto mayor (Grupos A, I y P respectivamente). El
estado nutricio, presencia de depresión y signos de ansiedad fueron evaluados por medio de cuestionarios
estandarizados [cuestionario mínimo nutricional (MNA), escala de Yesavage (depresión) y escala de
Goldberg (ansiedad), respectivamente]. En un diseño factorial 3 x 3 fueron agrupados los individuos por el
tamaño de su red social (A, I y P) y grado de depresión (sin depresión, depresión leve y depresión
establecida), analizándose como variables dependientes la ansiedad y el estado nutricio. Resultados.
~40% de todos los participantes tenían un buen estado nutricio o no presentaban ansiedad mientras que
aquellos que no tenían depresión eran el 63%. Un mejor estado nutricio y menor ansiedad se presentaba
en ausencia de depresión. La depresión y ansiedad fue mayor en mujeres y para los grupos A e I, teniendo
un importante impacto en el estado nutricio individual. Conclusiones. En los programas públicos y asilos
donde se atiende al adulto mayor se debe monitorear su estado anímico por su importante efecto en su
estado nutricional.
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INTRODUCCION
Según el Consejo Nacional de Población (CONAPO), actualmente residen en
México 8.5 millones de personas de 60 años o más, y para el 2030 se espera que sean
20.7 millones, en tanto que para la mitad del siglo alcanzarán, según lo previsto, 33.8
millones (Partida, 2004). Según una encuesta realizada a beneficiarios del IMSS en
1997, la prevalencia de desnutrición en hombres y mujeres mayores de 60 años era de
1.2 y 1.6% respectivamente mientras que el sobrepeso-obesidad (Sp/Ob) se ubicaba
entre el 59.9 y 65.4% (Sánchez-García et al., 2007). Actualmente y de acuerdo con la
Encuesta Nacional de Salud y Nutrición más reciente (ENSANUT, 2006) estas
prevalencias son del 2.2, 2.6, 59 y 68%, respectivamente. Esto podría indicar que más de
200 mil y 5 millones de adultos mayores a nivel nacional podrían estar padeciendo
alguna forma de desnutrición o Sp/Ob, respectivamente.
Muchos factores sociales afectan la salud del adulto mayor como la falta de recursos
económicos, la estructura familiar y los lazos con la misma y con la comunidad. Estos
factores psico-sociales pueden incrementar el riesgo de depresión y ansiedad en el
adulto mayor. La pérdida de seres queridos y de la pareja, los temas de conversación, la
convivencia entre las personas de misma y diferente edad, el ser económicamente
activo, son sólo algunos factores que afectan de forma decisiva el estado de ánimo y
deseo de vivir del adulto mayor (Ávila-Fúnes et al., 2007; Kidder, 2008). En México, la
atención del anciano era un aspecto fundamental de la dinámica familiar, así como de las
redes sociales de apoyo, lo cual garantizaba una mejor calidad de vida. En la sociedad
moderna –individualista y competitiva- se valora más la juventud y la condición física, lo
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que, de manera indirecta, debilita las redes sociales de apoyo a los adultos mayores que,
poco a poco, van perdiendo su lugar protagónico en la familia. Esto da como resultado
que la vejez no sea satisfactoria y que su estado emocional influya negativamente en su
adaptación al proceso de envejecimiento y lo manifieste con apatía, aislamiento,
depresión, sentimientos de soledad y desesperanza, sintiéndose una carga o estorbo
para sus familiares (Fuentes y García, 2003). Por esto, organizaciones comunitarias, los
amigos, la familia, los vecinos, y los profesionales de salud deben ser un soporte para el
mantenimiento de una vejez saludable.
La depresión y la ansiedad son trastornos psicológicos muy frecuentes en los adultos
mayores y ocasiona muchos y muy diversos daños, incluyendo trastornos de la
alimentación (Martínez-Mendoza et al., 2007). Se estima que la prevalencia de síntomas
depresivos entre los ancianos que viven en la comunidad en algunos países
industrializados es de 10-27%, siendo para el adulto mayor mexicano del 39% (Ávila-
Fúnes et al., 2007). Si bien la depresión es un factor que contribuye a la mortalidad y
otros riesgos a la salud, esta aumenta en cinco veces el riesgo nutricional mientras que
el riesgo por presencia de deterioro cognitivo o de incapacidad de realizar labores
cotidianas ligeras solamente lo aumenta en tres veces (Franco-Álvarez et al., 2007). Uno
de los justificantes biológicos de este fenómeno es que la depresión incrementa el factor
liberador de corticotropina en el hipotálamo, que es un potente agente anoréxico, lo que
conduce a perdida de apetito (Chen y Grigoriadis, 2005). Sin embargo, los individuos no
solamente tienen una disminución en el apetito, por depresión también se daña
potencialmente la motivación necesaria para obtener, preparar y consumir alimentos
(Esquivel et al., 2006). Además, diversas investigaciones demuestran que la depresión
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mayor, aunque también los síntomas depresivo, son un importante factor de riesgo de
discapacidad, hospitalización y reclusión en instituciones que contribuyen a elevar la
morbilidad y la mortalidad, por lo que en general sus efectos son similares o incluso
peores que los de enfermedades crónicas (Ávila-Fúnes et al, 2006).
El detectar trastornos psicológicos que conlleven a un estado nutricio inadecuado como
la depresión senil, y los factores psico-sociales que influyen en el desarrollo integral del
proceso de vida, son puntos clave en investigaciones con adultos mayores. En este
contexto, aquí se estudió la relación que tienen ciertos factores relacionados con el
estado afectivo (nivel de depresión y grado de sociabilidad) de adultos mayores de
Ciudad Juárez y su relación con la malnutrición y síntomas de ansiedad que estos
presentan.
METODOLOGIA
Sujetos. Se realizó un estudio observacional, descriptivo y transversal. Para el
reclutamiento de la muestra se contó con el apoyo de los directivos de un programa
municipal de atención al adulto mayor en Ciudad Juárez y otras instituciones privadas.
Se seleccionaron 272 adultos ≥60 años a los cuales se les realizaron diferentes
mediciones antropométricas y se les aplicó un cuestionario basado en las preguntas
computadas en la encuesta de Salud, Bienestar y Envejecimiento en América Latina y el
Caribe (SABE, Wong et al., 2006; Franco-Álvarez et al., 2007). La participación dentro
del estudio estuvo avalada por consentimiento escrito e informado con el individuo y la
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institución participante, siguiendo los principios éticos de la declaración de Helsinki para
investigaciones en humanos.
Valoración del estado nutricio. Por medio de instrumentos de campo se realizó el
levantamiento de información para su análisis, previa estandarización del error humano.
• Valoración antropométrica. Como parte de las acciones contenidas en el
cuestionario mínimo nutricional, se determinó el IMC de esta población de acuerdo
con lo siguiente: la medición del peso se realizó con la menor ropa posible y sin
zapatos. Se le pidió al participante que subiera a la báscula colocando los pies
paralelos en el centro, de frente al examinador. El sujeto estaba erguido, sin
moverse y con los brazos caídos naturalmente en ambos costados. Se tomó la
lectura del peso obtenido y se registró en la hoja de antropometría.
Posteriormente, para realizar la medición de talla se le colocó por debajo del
estadímetro de espalda a la pared con la mirada al frente, sobre una línea
imaginaria vertical que divide su cuerpo en dos hemisferios. Se verificó que los
pies estuvieran en posición correcta y se aseguro que la cabeza, espalda,
pantorrillas, talones y glúteos estuvieran en contacto con la pared, y se registro la
medición. En el caso de que el participante no pudiese mantenerse en pie, la
medición se obtuvo a partir de otras variables antropométricas como la
circunferencia media de brazo, la de pantorrilla, el pliegue subescapular y la altura
de rodilla por las fórmulas desarrolladas por Chumlea et al., (1987) y que son
ampliamente utilizadas en la valoración del estado nutricio del adulto mayor. Una
vez que se registraron los valores de peso y talla correspondientes, se calculó el
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índice de masa corporal (IMC) a partir de la fórmula peso/talla2 (kg/m2), mismo que
se utilizó en la valoración del estado nutricio general dentro del cuestionario MNA.
• Cuestionario mínimo nutricional (MNA). El MNA está compuesto de mediciones
simples y preguntas breves que pueden ser contestadas en aproximadamente 10
minutos y permite una valoración objetiva del estado nutricio de personas de la
tercera edad (Guigoz et al, 1996) y pacientes hospitalizados (Izaola et al., 2005).
Comprende medidas simples y un breve cuestionario puede ser realizado en
aproximadamente 10 minutos y engloba: valoración antropométrica (peso, altura,
IMC, circunferencia de brazo y pierna), valoración general (estilo de vida,
medicación y movilidad), valoración dietética (número de comidas, ingesta de
alimentos y líquidos, autonomía en la realización de comidas) y un breve
cuestionario sobre autovaloración (auto percepción de salud y del estado
nutricional). Este método presenta una sensibilidad y especificidad del 96 y 98%,
respectivamente, y un valor predictivo de 97% para malnutrición.
Cuestionario de promoción de estilos de vida saludable en el adulto mayor. Este
cuestionario fue conformado por integrantes del Cuerpo Académico en Salud
Comunitaria y reproducido de la Encuesta de Salud, Bienestar y Envejecimiento en
América Latina y el Caribe (SABE). Este integra varios cuestionarios previamente
validados individualmente en distintas poblaciones de habla hispana (Wong et al., 2006).
Incluye información socio-demográfica, condiciones de salud, estado nutrición (MNA),
apetito (Wilson et al., 2005), osteoporosis (Mendoza-Romo y Ramírez-Arriola, 2007),
capacidad funcional (Katz et al, 1963), deterioro mental (Pfeiffer, 1975), depresión (Sheik
y Yesavage, 1986), ansiedad (Golberg et al. 1988) y datos antropométricos.
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Los síntomas de depresión fueron evaluados de acuerdo con la escala geriátrica de
Yesavage de 15 preguntas con respuesta dicotómica (Si/No) referente al estado de
ánimo del participante en las últimas dos semanas. Este instrumento fue traducido al
castellano y validado en diversas poblaciones de adultos mayores (Meara y Hobson,
1999; Martínez-de la Iglesia et al., 2002) incluyendo en mexicanos sanos (Franco-Álvarez
et al. 2007) y hospitalizados (Martinez-Mendoza et al., 2007). Tiene una sensibilidad del
84-86% y especificidad del 95-100%.
La escala de ansiedad del cuestionario de Goldberg es sencilla y de alta especificidad,
sensibilidad y capacidad discriminante entre ansiedad y depresión. Al paciente se le
pregunta sobre si ha presentado en las últimas dos semanas alguno de los síntomas que
se mencionan en las preguntas. Dichas preguntas, son nueve, cuatro de despistaje y
cinco de cribaje con respuesta dicotómica (Si/No), siendo el punto de corte ≥4. El
instrumento esta diseñado para detectar casos probables pero no para diagnosticarlos
por lo que no sustituye al juicio clínico (Tapia, 2006).
Diseño factorial. Para efecto del análisis planteado en este trabajo, se analizaron los
resultados del cuestionario de depresión (escala de Yesavage a tres niveles) y en nivel
de sociabilidad que naturalmente se estableció por el nivel de convivencia y segregación
de los grupos: “Asilo” (Grupo A = muy segregado y convivencia sólo con personas de la
misma edad), “Independiente” (Grupo I = medianamente segregado y convivencia con
familiares y amigos de distintas edades) y “Programa” (Grupo P = Alta convivencia,
beneficios sociales y segregación baja). El nivel de ansiedad (Escala Goldberg) así
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como el estado nutricio (puntaje MNA) se definieron como variables respuesta. Mediante
un diseño 3 x 3 se segmentaron a los participantes, de acuerdo lo expuesto en la Tabla1.
Los grupos formados fueron los siguientes: adulto mayor de asilo sin depresión (AN), con
depresión leve (AL) y con depresión establecida (AE); que vive con familia, amigos o
pareja sin depresión (IN), con depresión leve (IL) y con depresión establecida (IE); que
participa en un programa municipal de atención al adulto mayor sin depresión (PN), con
depresión leve (PL) y con depresión establecida (PE). Una vez realizado esto, se evaluó
la frecuencia de un buen estado nutricio y la presencia o ausencia de signos de ansiedad
en cada grupo.
Tabla 1. Diseño factorial 3 x 3
Sin depresión (N)
Depresión Leve (L)
Depresión Establecida (E)
Asilo (A)
AN
AL
AE
Independiente (I)
IN
IL
IE
Programa Municipal (P)
PN
PL
PE
Análisis estadístico Los datos se almacenaron en el programa Microsoft Excel versión
2003, y se realizó el análisis de frecuencia respectivo a las variables categóricas en
estudio (estado nutricio y nivel de ansiedad). Se determinó la media y desviación
estándar de las variables continuas. En los grupos estratificados por el modelo factorial
3 x 3 se estimaron las frecuencias de ansiedad y mal estado nutricio y se evaluaron por
medio de su Ji cuadrada a un nivel de significancia de p<0.05. Estos análisis se
realizaron mediante el paquete estadístico NCSS versión 2001 (Hintze, 2001).
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RESULTADOS
Características de la muestra. Se obtuvo información completa de 272 adultos ≥ 60
años. El 28.7, 36.4 y 34.9 % vivían en asilos, con familiares o amigos o pertenecían al
programa municipal de atención, respectivamente. El índice de masculinidad fue del 50%
y la edad promedio fue de 73 ± 10 años en hombres y 70 ± 9 en mujeres. Sólo el 45%
había nacido en el estado de Chihuahua, 59% sabía leer pero sólo el 50 y 60% de
hombres y mujeres respectivamente había llegado hasta primaria. El 23.5 y 16.5% de
hombres y mujeres no tenía servicios médicos y los que tenían estaban afiliados
principalmente al IMSS (34%) o seguro popular (5%). En comparación al sexo opuesto,
había más hombres casados (34.3 vs. 27.6%) y mujeres viudas (28.2 vs. 22.5%). En
general, se pudo recolectar mayor información de las mujeres que de los hombres,
siendo los participantes del grupo asilo (A) los menos dispuestos a otorgar información.
Estado nutricio y sintomatología de ansiedad y depresión. Cerca del 40% de todos
los participantes tenían un buen estado nutricio o no presentaban síntomas de ansiedad
mientras que aquellos que no tenían depresión era del 63% (Tabla 2).
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Tabla 2. Estado nutricio, depresión y ansiedad en adultos mayores de Ciudad Juárez.
Todos Hombres Mujeres
Estado Nutricio
Bueno 37.9% 39.2% 37.1%
En Riesgo 48.5% 46.1% 50.0%
Malo 13.6% 14.7% 12.9%
Depresión
Normal 63.2% 68.6% 60.0%
Leve 27.6% 23.5% 30.0%
Establecida 9.2% 7.8% 10.0%
Ansiedad
Sin Signos 39.7% 44.1% 37.1%
Con Signos 60.3% 55.9% 62.9%
La proporción de mujeres en buen estado nutricio era similar a la de hombres, pero la
cantidad de hombres en mal estado nutricio era ligeramente superior (14.7%) al de las
mujeres (12.9%), aunque no estadísticamente (p>0.05). El nivel de depresión y ansiedad
en la población femenina era casi 8.6 y 7.0 % mayor que el de hombres y su nivel de
gravedad siempre mayor. Posteriormente, cada uno de los 272 registros fue segmentado
por amplitud de su red social, entendiéndose esta como el grado de interacción del
participante con su entorno humano en tres niveles, y por nivel de depresión, también en
tres niveles. Por grupos, la depresión leve y establecida estaba presente en 57, 26 y 20%
de los grupos A, P e I respectivamente, teniendo un efecto diferencial por género para los
grupos P (41% mujeres vs. 10% hombres) eI (24% vs. 15%), solamente. La ocurrencia
de trastornos en el estado nutricio de acuerdo con la escala MNA por grupo de estudio se
muestra en la Figura 1.
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Figura 1. Evaluación del estado nutricio por nivel de sociabilidad y depresión.
Ver en texto la nomenclatura de los grupos AN a PE.
Los individuos en franco estado de malnutrición se detectaron en los grupos de A y P
mientras que en el grupo I se encontraba la mayor proporción de casos en buen estado
nutricio, todo esto sin contar la influencia del nivel de depresión encontrado de forma
individual para cada grupo. Mientras que el nivel de depresión se relacionaba
inversamente con un buen estado nutricio para los grupos A y P, esta tendencia no se
observó en el grupo I. De hecho, la transición de un estado depresivo leve al establecido
determinó un peor estado nutricio en individuos pertenecientes al grupo P que en
aquellos del grupo A, pero de nuevo esta tendencia no se observo en el grupo I.
Por otro lado, tanto un estado nutricio inconveniente como la observancia de cuadros
depresivos también tienen un efecto en la ocurrencia de ansiedad. Con excepción del
dato de ansiedad observado para el grupo IL (Figura 2), resulta evidente que el aumento
de la depresión va de la mano con un aumento en la ansiedad, independientemente del
nivel de sociabilidad que estos representan.
0%10%
20%30%40%
50%60%70%
80%90%
100%
AN AL AE IN IL IE PN PL PE
MALORIESGOBUENO
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Figura 2. Presencia de ansiedad por nivel de sociabilidad y depresión.
Ver en texto la nomenclatura de los grupos AN a PE.
Sin embargo, resulta importante observar que no menos del 40% de los adultos
analizados tenía ansiedad, siendo esta máxima en los adultos mayores con depresión
establecida pertenecientes al programa (PE, 100%) y mínima en aquellos que vivían con
familiares y sin depresión (IN, 40%).
DISCUSIÓN
Por varias razones, los adultos mayores sufren algún grado de incapacidad
requiriendo la ayuda de otros para enfrentar su situación, entretejiendo con esto sus
redes sociales. Cónyuges, hijos, parientes consanguíneos y políticos, y en menor grado
amigos, constituyen el apoyo instrumental, emocional, de compañía y de cuidados
personales del adulto mayor mexicano (Ramos y Wilmoth, 2003; Robles et al., 2000). Sin
embargo, las redes de aquel que sufre abandono o que naturalmente se queda solo se
minimizan de tal forma que se acentúan los problemas de dependencia física y
0%10%20%30%40%50%60%70%80%90%
100%
AN AL AE IN IL IE PN PL PE
SINO
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emocional lo que muchas veces lo llevan a la muerte (Franco-Álvarez et al., 2007). Si
bien, la importancia de las redes sociales en el adulto mayor ha sido demostrada en
países desarrollados (Ángel y Ángel, 2006) esto ha sido medianamente explorado e
nuestro país.
Las consecuencias de la depresión resultan por demás evidentes en la población
geriátrica: la pérdida de la capacidad funcional para realizar actividades diarias,
particularmente las instrumentales, mayor susceptibilidad a enfermedades crónicas como
la osteoartrósis, hipertensión y cardiopatía isquémica, deficiencia visual y auditiva e
incontinencia urinaria (Ávila-Fúnes et al., 2007), cambios en el comportamiento
alimentario (Ávila-Fúnes et al., 2006) y en general en su calidad de vida (Esquivel et al.,
2006). La depresión por sí misma puede propiciar cambios en la composición corporal,
lo que a su vez modificarían el desempeño físico de los sujetos (Avila-Fúnes, 2007). El
agotamiento, la pérdida de peso y locomoción son característicos de la fragilidad y los
síntomas depresivos. En consecuencia, el adulto mayor sufre de alteración en la
autoestima y la auto percepción de su bienestar, cambios en las relaciones familiares
(cambio de rutinas y relaciones entre sus miembros) e incluso la necesidad de cuidados
especiales e institucionalización. Desde una perspectiva de servicios de salud, la
depresión mayor, aunque también los síntomas depresivos, son un importante factor de
riesgo de discapacidad, hospitalización y reclusión en instituciones que contribuyen a
elevar la morbilidad y la mortalidad, por lo que en general sus efectos son similares o
incluso peores que los de otras enfermedades crónicas (Ávila-Fúnes et al, 2006).
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Robles et al. (2000) reportaron que en adultos mayores no institucionalizados de
Guadalajara, el tamaño de su red social era de 7-8 integrantes en promedio (2 a 16
miembros), compuesta más por mujeres que por hombres (4.3 vs. 3.2), 36.1% viviendo
con el adulto mayor en la misma unidad doméstica. La red era multi-generacional (2 a 3
generaciones) y sólo una pequeña proporción estaba constituida por amigos, vecinos,
compadres u otros no parientes (12.5%). De forma contrastante, en adultos mayores
asilados de la ciudad de Chihuahua, el 68% mencionó haberse sentido solo algunas
veces o siempre, 70% haber salido sólo una vez o nunca del asilo, 75% no haber
recibido una llamada de familiares y 55% no haber recibido visitas (Ornelas et al., 2008).
En nuestro estudio, el universo poblacional estuvo repartido proporcionalmente en
personas que vivían en asilos (“A”, 28.7%), con familiares o amigos (“I”, 36.4%) o
pertenecían al programa municipal de atención para el adulto mayor (“P”, 34.9%)
respectivamente. El 57, 26 y 20% de los participantes en los grupos A, P e I
respectivamente tenían síntomas depresivos, observándose en los últimos dos grupos
que las mujeres eran más afectadas que los hombres. El nivel de convivencia y
segregación que naturalmente caracterizaba a estos grupos era el siguiente: A = muy
segregado y convivencia sólo con personas de la misma edad, I = medianamente
segregado y convivencia con familiares y amigos de distintas edades y P = Alta
convivencia, beneficios sociales y segregación baja. Si bien la proporción de personas
con signos de depresión en los grupos P e I no es estadísticamente distinta, el hallazgo
evidencia la necesidad de mejorar las estrategias para aliviar la sintomatología depresiva
del los participantes del programa público. La adaptación del adulto mayor a su realidad
social es entonces el elemento clave para lograr un estilo de vida saludable y para evitar
los estados depresivos.
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En este estudio, los individuos en franco estado de malnutrición se detectaron en los
grupos de A y P mientras que la mayor proporción de casos en buen estado nutricio en el
grupo I. La agudeza de los síntomas depresivos se relacionaba inversamente con un
buen estado nutricio para los grupos A y P, pero la depresión establecida afectaba más
el estado nutricio en el grupo A, a un nivel parecido al de adultos mayores hospitalizados
(Martínez-Mendoza et al., 2005). La depresión es un factor que contribuye a la mortalidad
y otros riesgos aumentando los riesgos de hospitalización particularmente en mujeres
que viven solas (Martínez-Mendoza, 2005). Además, esta aumenta cinco veces más el
riesgo nutricional siendo el riesgo por presencia de deterioro cognitivo e incapacidad de
realizar labores cotidianas ligeras solamente tres veces mayor (Franco-Álvarez et al.,
2007). Además, la ausencia de seres queridos y la convivencia entre las personas de
misma y diferente edad afectan de forma decisiva el estado de ánimo y deseo de vivir del
adulto mayor (Ávila-Fúnes et al., 2007; Kidder, 2008). Si se considera que la población
femenina en estudio eran fundamentalmente mujeres viudas (28.2%) con baja
escolaridad (60%) esto concuerda con la mayor prevalencia de depresión y ansiedad
encontradas en ellas en comparación a la población masculina.
Por último, el nivel de ansiedad estaba marcado por la depresión desfavoreciendo al
grupo de individuos pertenecientes al programa municipal. Por lo menos 40% de los
adultos analizados tenía ansiedad, siendo esta máxima en los adultos mayores con
depresión establecida pertenecientes al programa y mínima en aquellos que vivían con
familiares y sin depresión. Como hemos visto, los adultos mayores tienen un elevado
riesgo de desarrollar psico-patologías (depresión, ansiedad, etc.) con determinantes de
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género, condición marital, nivel económico y educación (Christensen et al., 1999) lo que
tiene importantes consecuencias para el paciente, sus familiares, los cuidadores y los
sistemas sanitarios (Olivera et al., 2006). De hecho la morbi mortalidad asociada con la
demencia, dependencia funcional y los síntomas psicológicos del comportamiento
generan el “síndrome de sobrecarga del cuidador”. Por lo anterior, resulta necesaria la
creación o reformulación de estrategias públicas y privadas realmente efectivas para
mejorar esta realidad del adulto mayor de Ciudad Juárez.
CONCLUSIÓN
En los programas públicos y asilos donde se atiende al adulto mayor se debe
monitorear su estado anímico por su importante efecto en su estado nutricional.
Afortunadamente, la depresión y la ansiedad pueden ser reversibles si se detecta con
oportunidad y su mejoramiento puede verse reflejado en el estado nutricio de este
segmento de la población en franco crecimiento.
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