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MONARQUÍAS EN CONFLICTO LINAJES Y NOBLEZAS EN LA ARTICULACIÓN

DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA

José Ignacio Fortea Pérez, Juan Eloy Gelabert González, Roberto López Vela, Elena Postigo Castellanos

(Coordinadores)

Fundación Española de Historia Moderna – Universidad de Cantabria

2018

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© Los autores.

© De esta edición: Fundación Española de Historia Moderna – Universidad de Cantabria. Madrid, 2018.

EDITORES: José Ignacio Fortea Pérez, Juan Eloy Gelabert González, Roberto López Vela, Elena Postigo Castellanos.

COLABORADORES: Mª José López-Cózar Pita y Francisco Fernández Izquierdo.

ISBN: 978-84-949424-1-9 (Obra completa)

978-84-949424-2-6 (Comunicaciones)

Imagen de cubierta: - “Puerto con Castillo”, Paul Bril (hacia 1601).© Archivo Fotográfico Museo Nacional del Prado (Madrid).

Edición patrocinada por el Gobierno de Cantabria, Dirección General de Cultura

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XV Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna.

DIRECTORES

José Ignacio Fortea Pérez (Universidad de Cantabria), Juan Eloy Gelabert González (Universidad de Cantabria), Roberto López Vela(Universidad de Cantabria), Elena Postigo Castellanos (Universidad Autónoma de Madrid).

SECRETARIOS

Oscar Lucas Villanueva (Universidad de Cantabria), Juan Díaz Álvarez (Universidad de Oviedo), Mª José López-Cózar Pita (Fundación Española de Historia Moderna).

COMITÉ CIENTÍFICO

Dr. Eliseo Serrano Martín (Universidad de Zaragoza) • Dr. Juan José Iglesias Ruiz (Universidad de Sevilla) • Dr. Francisco Fernández Izquierdo (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) • Dra. Virginia León Sanz (Universidad Complutense de Madrid) • Dr. Félix Labrador Arroyo (Universidad Rey Juan Carlos) • Dr. Francisco García González (Universidad de Castilla-La Mancha) • Dr. Manuel Peña Díaz (Universidad de Córdoba) • Dra. Ángela Atienza López (Universidad de La Rioja) • Dr. José Luis Betrán Moya (Universidad Autónoma de Barcelona) • Dr. Máximo García Fernandez (Universidad de Valladolid) • Dr. Antonio Jiménez Estrella (Universidad de Granada)

Todos los trabajos contenidos en este volumen han sido sometidos a una evaluación doble ciega, tanto en su

fase de propuesta, como en la redacción del texto definitivo, de acuerdo a los criterios de excelencia académica

establecidos por la Fundación Española de Historia Moderna y la Universidad de Cantabria.

EVALUADORES

Rosa Alabrús Iglesias (Universidad Abad Oliba) Joaquim Albareda (Universidad Rovira i Virgili) Armando Alberola Roma (Universidad de Alicante) Francisco José Alfaro Pérez (Universidad de Zaragoza) Marina Alfonso Mola (UNED) Izaskun Álvarez Cuartero (Universidad de Salamanca) Fernando Andrés Robres (Universidad Autónoma de Madrid) Francisco Andújar Castillo (Universidad Universidad de Almería) Miguel Ángel Aramburu-Zabala Higuera (Universidad de Cantabria) David Bernabé Gil (Universidad de Alicante) Mónica Bolufer Peruga (Universidad de Valencia) Miguel Ángel de Bunes Ibarra (CSIC) Manuel Bustos Rodríguez (Universidad de Cádiz) Carlos J. de Carlos Morales (Universidad Autónoma de Madrid) Adolfo Carrasco (Universidad de Valladolid) Juan Manuel Carretero Zamora (Universidad Complutense) Hilario Casado Alonso (Universidad de Valladolid) Ana Crespo Solana (CSIC) Jaume Danti i Riu (Universidad de Barcelona) Miguel Deya Bauzá (Universidad de las Islas Baleares) Juan Díaz Álvarez (Universidad de Oviedo) Isabel Enciso Alonso-Muñumer (Universidad Rey Juan Carlos) Antonio Espino López (Universidad Autónoma de Barcleona) Amparo Felipo Orts (Universidad de Valencia) Camilo Fernández Cortizo (Universidad de Santiago de Compostela) Francisco Fernández Izquierdo (CSIC) Alfredo Floristán Imízcoz (Universidad de Alcalá de Henares) José Ignacio Fortea Pérez (Universidad de Cantabria) Ricardo Franch Benavent (Universidad de Valencia) Gloria Franco Rubio (Universidad Complutense) Enrique García Hernán (CSIC) Bernardo José García García (Universidad Complutense) Juan Eloy Gelabert González (Universidad de Cantabria) Javier Gil Puyol (Universidad de Barcelona) José Luis Gómez Urdáñez (Universidad de la Rioja) Miguel Fernando Gómez Vozmediano (Universidad Carlos III) Jesús Manuel González Beltrán (Universidad de Cádiz)

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David González Cruz (Universidad de Huelva) José Antonio Guillén Berrendero (Universidad Rey Juan Carlos) José Luis de las Heras Santos (Universidad de Salamanca) Antonio Irigoyen López (Universidad de Murcia) Antonio Jiménez Estrella (Universidad de Granada) Félix Labrador Arroyo (Universidad Rey Juan Carlos) Ramón Lanza García (Universidad Autónoma de Madrid) Virginia León Sanz (Universidad Complutense) Manuel Lobo Carrera (Universidad de Las Palmas de G.C.) Amparo López Arandia (Universidad de Extremadura) María López Díaz (Universidad de Vigo) Roberto López López (Universidad de Santiago de Compostela) Ana Isabel López Salazar Pérez (Universidad Complutense) Roberto López Vela (Universidad de Cantabria) Óscar Lucas Villanueva (Universidad de Cantabria) David Martín Marcos (Universidade Nova de Lisboa) Carlos Martínez Shaw (UNED) José Antonio Martínez Torres (UNED) Miguel Ángel Melón Jiménez (Universidad de Extremadura) Víctor Ángel Mínguez Cornelles (Universidad Jaume I) Ana Morte Azim (Universidad de Zaragoza) María Eugenia Mozón Perdomo (Universidad de La Laguna) Fernando Negredo del Cerro (Universidad de Carlos III) Juan Francisco Pardo Molero (Universidad de Valencia) Magdalena de Pazzis Pi Corrales (Universidad Complutense) Pablo Pérez García (Universidad de Valencia) Rafael M. Pérez García (Universidad de Sevilla) María Ángeles Pérez Samper (Universidad de Barcelona) Guillermo Pérez Sarrión (Universidad de Zaragoza) Primitivo Pla Alberola (Universidad de Alicante) Julio Polo Sánchez (Universidad de Cantabria) Charo Porres Marijuan (Universidad del País Vasco) Elena Postigo Castellanos (Universidad Autónoma de Madrid) Marion Reder Gadow (Universidad de Málaga) Ofelia Rey Castelao (Universidad de Santiago de Compostela) Joana Ribeirete Fraga (Universidad de Barcelona) Antonio José Rodríguez Hernández (UNED) Saulo Rodríguez (Universidad de Cantabria) José Javier Ruiz Ibáñez (Universidad de Murcia) José Ignacio Ruiz Rodríguez (Universidad de Alcalá de Henares) Pegerto Saavedra Fernández (Universidad de Santiago de Compostela) María del Carmen Saavedra Vázquez (Universidad de Santiago de Compostela) José Antonio Salas Auséns (Universidad de Zaragoza) Julio Sánchez Gómez (Universidad de Salamanca) Francisco Sánchez Montes (Universidad de Granada) Miguel Ángel Sánchez García (Universidad de Cantabria) Javier de Santiago Fernández (Universidad Complutense) Porfirio Sanz Camañes (Universidad de Castilla – La Mancha) Margarita Serna (Universidad de Cantabria) José Ángel Sesma Muñoz (Universidad de Zaragoza) Hortensio Sobrado Correa (Universidad de Santiago de Compostela) Enrique Solano Camón (Universidad de Zaragoza) Fernando Suárez Golán (Universidad de Santiago de Compostela) Antonio Terrasa Lozano Margarita Torremocha Hernández (Universidad de Valladolid) Javier Torres Sans (Universidad de Gerona) Jesús María Usunáriz Garayoa (Universidad Pública de Navarra) Bernard Vicent (EHESS) Jean Paul Zuñiga (EHESS)

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DE ORIGEN NOBLE Y AL SERVICIO DE LA MONARQUÍA.

LOS CORREGIDORES DE LEÓN EN EL REINADO DE

CARLOS III

MARÍA DEL CARMEN IRLES VICENTE

[email protected]

Universidad de Alicante

Resumen: En este trabajo pretendemos realizar un acercamiento a los individuos que ocuparon el corregimiento de León durante el reinado de Carlos III, así como quienes fueron consultados para el mismo por la Cámara de Castilla. Tanto unos como otros presentan un perfil similar: formaban parte de familias nobles en las que la mayor parte de sus integrantes habían prestado diferentes servicios a la monarquía a lo largo de los siglos modernos.

Palabras clave: Nobleza, Administración, Corregimiento, León, Siglo XVIII.

Abstract: In this paper we intend to make an approach to the individuals who occupied the corregimiento of León during the reign of Carlos III, as well as who were consulted for it by the Cámara de Castilla. Both have a similar profile: they were part of noble families in which most of its members had provided different services to the monarchy over the modern centuries.

Key words: Nobility, Administration, Corregimiento, León, 18th Century.

Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación Economía y élites de poder en la

España moderna (HAR2016-77305-P), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad.

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DE ORIGEN NOBLE Y AL SERVICIO DE LA MONARQUÍA. LOS CORREGIDORES DE LEÓN EN

EL REINADO DE CARLOS III

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INTRODUCCIÓN

Para ocupar un corregimiento de capa y espada, como fue el de León, era condición sine qua non ser noble, y así se hacía constar en los curricula de los pretendientes, propuestos y designados para el cargo; la forma de aludir a esa condición nobiliaria variaba prácticamente en cada uno de los individuos que aspiraron a alcanzar dicho destino, así, por ejemplo, al hacer referencia a su estatus se utilizaban expresiones diversas, tales como “de familia noble”, “de distinguida nobleza”, “de notoria nobleza”, “de conocida familia”, “de familia ilustre”, “hidalgo”, “de honrado nacimiento”, entre otras muchas variantes.

En clara consonancia con las expresiones anteriores, referidas al estatus social, estaban los empleos desempeñados no sólo por los aspirantes al cargo de referencia, sino también por ascendientes y otros parientes en diferentes grados de proximidad. Para hacernos una idea de cuáles fueron esos empleos cabe decir que, frecuentemente, se hallaban vinculados al servicio de la monarquía, ya fuera formando parte del ejército o desempeñando diferentes puestos en la administración del Estado, bien en el ámbito local, como regidores de los ayuntamientos de sus respectivas poblaciones de origen, al frente de la administración territorial como corregidores, o en otros múltiples cargos de mayor responsabilidad política y jurisdiccional –Audiencias, Intendencias, Capitanías generales–.

1. LOS ASPIRANTES AL CARGO DE CORREGIDOR

En una sociedad como la de Antiguo Régimen, donde los méritos se heredaban y la familia constituía el mayor valor de un individuo1, conocer las vinculaciones familiares de quienes aspiraron a asumir el corregimiento leonés constituye un objetivo en sí mismo, por lo que intentaremos una aproximación a los encargos que asumieron tanto ellos como sus ascendientes más directos.

Aunque no llegaran a ser designados, pretendieron o figuraron en las ternas presentadas por la Cámara al rey sujetos como Vicente de Saura y Saravia, quien solicitó en 1778 acceder al corregimiento leonés. Entre los méritos que adornaban al pretendiente podían ser incluidos los de su padre, Joaquín de Saura, los de su abuelo, Pedro Saura, o los contraídos por otros ascendientes, que sirvieron a la monarquía durante 120 años “con honor, acierto y desinterés en la carrera de las letras”2.

Entre quienes figuraron en las ternas, pero no llegaron a alcanzar su objetivo de ser designados había individuos procedentes de América, como José Félix Aranda, propuesto en abril de 1782, cuyos ascendientes hicieron particulares servicios al Estado, pues entre los mismos se hallaban “conquistadores, pacificadores y pobladores del Perú”. Él mismo era capitán de milicias de la ciudad de Trujillo, donde también fue alcalde ordinario.

No sólo resultaban meritorios los cargos obtenidos, sino los honores con que muchas veces se ejercieron éstos, como en el caso del referido Aranda, quien por particular privilegio

1James Casey y Juan Hernández Franco (eds), Familia, parentesco y linaje, Murcia, Universidad de Murcia,

1997. José María Imízcoz Beunza, Casa, familia y sociedad (País Vasco, España y América, siglos XV-XIX), Bilbao,

Universidad del País Vasco, 2004; y “Familia y redes sociales en la España Moderna”, en Francisco Javier Lorenzo

Pinar (ed.), La familia en la historia, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2009, pp. 135-186. Juan Hernández Franco

y Sebastián Molina Puche, “‘Por la grandeza desta casa y por haber ocupado los mayores puestos de la Monarquía’:

nobleza y limpieza de sangre de la Casa de los Vélez (siglos XVI-XVII)”, en Miguel Luis López-Guadalupe Muñoz

(ed.), Homenaje a Don Antonio Domínguez Ortiz, Granada, Universidad de Granada, 2008, vol. I, pp.495-515. Enrique

Soria Mesa y Raúl Molina Recio (eds), Las élites en la Época Moderna: la Monarquía española, vol. 2, Familia y

redes sociales, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2009.

2Archivo General de Simancas. Gracia y Justicia [en adelante AGS GJ] leg 162 La Cámara a 27 de marzo

de 1779. Las trayectorias profesionales de Pedro y Joaquín Saura pueden consultarse en Rafael Cerro Nargánez, “Pedro

de Saura y Valcárcel: el rostro de la represión borbónica en Cataluña (1709-1720)”, Pedralbes, 28, 2008, pp. 113-136,

y María Luisa Álvarez Cañas, Corregidores y alcaldes mayores. La administración territorial andaluza en el siglo

XVIII, Alicante, Universidad de Alicante, 2012, pp. 182-183.

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MARÍA DEL CARMEN IRLES VICENTE

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tenía “asiento preferente, voz y voto en el ayuntamiento de la ciudad de Trujillo”; o los informes y recomendaciones de que eran objeto a tenor de la conducta manifestada3. En este sentido cabe apuntar que a su familia se asignaron varias encomiendas por los buenos servicios con que mostraron sus individuos su lealtad, achacándose a ésta la fundación de la sala de armas de la referida ciudad, así como haberla fortificado con varias piezas de artillería y dos baluartes de su muralla, que costearon sus abuelos. En cuanto a Martín de Aranda, su padre, indicar que fue el primer corregidor de la provincia de Guamachuco4.

También Juan Cernadas mantenía estrechos vínculos con las Américas, pues su hermano Pedro era oidor en la Audiencia de Charcas. Aunque con estudios en la universidad de Santiago, Cernadas sirvió más de 12 años de guardia de corps en la compañía española, cumpliendo en todo momento “con exactitud y honor”5.

Una perfecta combinación entre el mundo de las armas y las leyes la encontramos en José Cano de Santayana, un abogado natural de Coria, y caballero de la Real Maestranza de Granada, que pretendió en 1773 obtener plaza en una Audiencia o Chancillería o, cuanto menos, la titularidad del corregimiento de León. Esa simbiosis que, con el paso del tiempo, se había producido en el seno de muchas familias nobles en las que los primogénitos se dedicaban a la milicia y los segundogénitos al Derecho se documenta en los Cano. Si Luis y Juan Cano de Santayana, abuelo y bisabuelo de José, respectivamente, habían servido en el ejército, alcanzando los grados de teniente general de artillería y capitán, el nieto -con estudios de Leyes- prestaría servicios al monarca al frente de sendos corregimientos: Jijona y Medina del Campo6.

Muchos aspirantes, y corregidores efectivos de León, disfrutaban de regidurías en sus lugares de origen, como Miguel de Campos, propuesto en primera posición en febrero de 1786, que era regidor perpetuo de Loja. La propia Cámara le había designado para formar parte de una Junta encargada del “cuidado y distribución de los caudales destinados a la construcción de la iglesia mayor de Loja”7, al tiempo que él, por su parte, había ofrecido 3.068 reales de vellón para el establecimiento de un camposanto fuera de la ciudad.

Juan Jacinto Bermúdez de Castro, señor de Villadares y sus agregados, y regidor de la villa de Puentedeume (Coruña), debía tener una gran capacidad de trabajo, pues había simultaneado, por espacio de seis años, dicho empleo con el de alcalde mayor8, al tiempo que desempeñaba también varias comisiones y encargos que se le hicieron, en uno de los cuales fue enviado por el intendente de Marina del Departamento del Ferrol “para el surtido y provisión del embarco de los exjesuitas”, y son conocidas de sobra las recompensas que obtuvieron buena parte de quienes colaboraron en el extrañamiento de quienes formaban parte de la Compañía de Jesús9.

Podrían citarse otros muchos ejemplos de aspirantes y consultados para el cargo de corregidor de León, todos ellos con el mismo resultado negativo, si bien creemos que los

3En este sentido, Aranda disponía de sendos informes ratificados por el cabildo secular y el virrey del Perú

en los que “por sus circunstancias y méritos personales y heredados le consideran digno de que V.M. le atienda”, razón

por la cual se desplazó a España.AGS GJ leg 163 La Cámara a 17 de abril de 1782.

4Ibidem.

5AGS GJ leg 163 La Cámara a 31 de julio de 1782.

6 Enrique Giménez López, Los servidores del rey en la Valencia del siglo XVIII, Valencia, Institució Alfons

el Magnànim, 2006, pp. 294-295.

7AGS GJ leg 163 La Cámara a 6 de septiembre de 1786.

8Según se decía, Bermúdez había sido "regidor de la villa de Puente Deume, en la cual y demás pertenecientes

a los estados de Andrade fue alcalde mayor por espacio de seis años, y desempeñó este empleo con exactitud y celo”,

en AGS GJ leg 163 La Cámara a 17 de agosto de 1782.

9Enrique Giménez López (ed.), Expulsión y exilio de los jesuitas españoles, Alicante, Universidad de

Alicante, 1997.

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DE ORIGEN NOBLE Y AL SERVICIO DE LA MONARQUÍA. LOS CORREGIDORES DE LEÓN EN

EL REINADO DE CARLOS III

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apuntados pueden ser suficientes para su caracterización socioprofesional, por lo que pasamos a ocuparnos de quienes sí accedieron a dicho empleo.

2. LOS CORREGIDORES

2.1. LOS CORREGIDORES-INTENDENTES

Desde que en 1749, a raíz de la promulgación de la Ordenanza de 13 de octubre, se unieran en un mismo individuo los cargos de intendente y corregidor de la capital provincial, León llegó a tener hasta siete intendentes-corregidores; el primero en ser nombrado fue Agustín de Guiráldez, quien desempeñó el cargo durante el reinado de Fernando VI; el segundo, Fernando de Prado, aunque asumió el empleo aún en vida de este monarca, concluyó su periodo de ejercicio en 1760, tras la llegada a la península de su sucesor; siendo Juan Lorenzo Real el primero en desempeñar enteramente su mandato en tiempos de Carlos III, si bien permaneció al frente del cargo durante escasos meses. Muy breve resultó también la presencia de Francisco Javier Solanot en León, como así mismo la de sus sucesores, Julián Robiou y Sebastián Gómez de la Torre, quienes apenas llegaron a completar un bienio10.

Entre los corregidores-intendentes encontramos varios con título nobiliario, si bien en dos casos el mismo no les había sido concedido a ellos o sus ascendientes, sino que lo lograron gracias a los ventajosos matrimonios concertados, pues fueron sus esposas quienes lo heredaron de sus respectivos padres; nos referimos a Guiráldez y Prado, que llegaron a disfrutar los títulos de vizconde de Valoria y marqués de Villel, respectivamente; distinto era el caso del conde de Benagiar11, quien ostentó un título creado en 1691 por Carlos II en favor de uno de sus ascendientes, o el de Julián Robiou, a quien Carlos III concedió el de marqués de Piedrabuena en 1764.

La práctica totalidad de quienes ejercieron el cargo formaron parte del elenco de caballeros de las principales órdenes militares peninsulares, como Santiago, a la que se incorporaron Solanot, Robiou y Gómez de la Torre; Calatrava, en la que ingresó el conde de Benagiar; y Carlos III (Prado, Guiráldez), si bien, como en el caso de su acceso a la condición de titulados, la distinción de caballeros cruzados les llegó a algunos tras su paso por León12. Aparte de los datos aportados no vamos a incidir más en su trayectoria personal ni profesional, la existencia del excelente trabajo de Abbad y Ozanam nos exime de ello13. Algo más nos alargaremos comentando la trayectoria de quienes ocuparon el corregimiento de León tras su separación de la intendencia.

2.2. CORREGIDORES SIN INTENDENCIA

Aunque desde 1766 se tomó la determinación de separar la titularidad de intendencias y corregimientos por las dificultades que entrañaba desempeñar de manera puntual la acumulación

10Archivo Histórico Nacional, Consejos, leg 13.614.

11Sobre el conde de Benagiar vid. Ana Gloria Márquez Redondo, El Ayuntamiento de Sevilla en el siglo

XVIII, t. II, Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla, 2010, p. 1.117.

12Salvo Guiráldez y Prado, que consiguieron sus títulos de caballeros de Carlos III años después de ocupar

la intendencia de León –en 1763 y 1780, respectivamente–, el resto de titulares de la misma accedieron al cargo tras

más de quince años ostentando dicha condición, siendo el caso más extremo el de Benagiar, quien llevaba casi cuatro

décadas como caballero de Calatrava cuando fue designado. Nótese, en este sentido, que los dos individuos que

obtuvieron el caballerato años después de su paso por León fueron, asimismo, los que pasaron a disfrutar la condición

de titulados gracias a sus esposas. Vid. Fabrice Abbad y Didier Ozanam, Les intendants espagnols du XVIIIe siècle,

Madrid, Casa de Velázquez, 1992, pp. 107 y 161.

13Ibidem. Sobre Sebastián Gómez debe consultarse, asimismo, Ana María Coll Coll, La intendencia de

Mallorca en el siglo XVIII, tesis doctoral, Universitat de les Illes Balears, 2015, Disponible en:

https://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/382816/tamcc1de1.pdf?sequence=1&isAllowed=y [consultado el 31 de

mayo de 2018]; así como Eduardo Pascual Ramos, “Los corregidores del ayuntamiento de Palma (1718-1812)”,

Espacio, Tiempo y Forma, 28, 2015, pp. 224-226.

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MARÍA DEL CARMEN IRLES VICENTE

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de tareas que recaían en un mismo individuo con dicha simultaneidad, en la mayor parte de las sedes la separación tardó algunos años en materializarse, pues no lo hizo hasta que su titular fue promocionado a otro destino14. Es lo que ocurrió en León, donde el conde de Benagiar permaneció al frente del cargo hasta 177015, momento en que fue destinado a la intendencia de la Mancha, a la espera de que mejorara su delicada salud. Tras un tiempo de interinidad por parte del alcalde mayor la vacante dejada pasó a ser ocupada por Francisco Javier de Quiroga y Losada, designado para el corregimiento de León en 1772.

Nacido a la altura de 1720 en Noya, en tierras gallegas, fruto del matrimonio contraído entre María Antonia Arteaga y Fernando de Quiroga y Losada, regidor perpetuo de la citada población, Francisco Javier Quiroga se empleó desde muy joven en el ejército, al que se incorporó como cadete en 1736. Mediada la década de los cuarenta marchó a América, en concreto a la provincia de Cumaná, acompañando al gobernador y capitán general Diego Tabares, y una vez allí, habiendo vacado la sargentía mayor de su castillo y presidio fue provisto en ella en atención “a su aptitud y mérito”. Posteriormente pasó a la provincia de Guayana y al reconocimiento del río Orinoco, concluyendo dicha real comisión “muy a satisfacción del gobernador”, con cuyo beneplácito y licencia se retiró a Guatemala, siendo nombrado esta vez, por el gobernador y capitán general interino de ella, por comandante del presidio y puerto de San Fernando de Omoa en julio de 1753, donde trabajó “con celo y aplicación en las reales obras que se estaban ejecutando hasta caer tan gravemente accidentado que fue preciso sacarle del golfo y olearle”16.

Recuperada parcialmente la salud, intentó volver a su destino, si bien no pudo permanecer mucho tiempo en él por la recaída experimentada, de ahí que se le concediera licencia para restituirse a la capital de la provincia a intentar su curación, la que al parecer consiguió, “aunque no tan perfecta que no le obligase a solicitar licencia” para regresar a la península ibérica. A la espera de que se le concediera el necesario permiso, que tardó tres años y medio en llegar, Quiroga asumió la secretaría “de la presidencia y capitanía general del mismo Guatemala con entera aprobación”, por lo que en atención al mérito manifestado le concedió el rey patente de capitán de Infantería en 1767.

Vuelto a la península, Quiroga se incorporó a la administración territorial tras ser designado para el corregimiento de Plasencia en 176717. Concluido su periodo de ejercicio pretendió nuevo destino en 1770, precisamente el año en que obtuvo la condición de caballero de la Orden de Santiago18, si bien la Cámara no recogió su nombre en las correspondientes ternas hasta dos años más tarde, cuando se le confió el corregimiento de León19, en el cual vivió con

14Enrique Giménez López, Militares en Valencia (1707-1808), Alicante, Instituto de Cultura “Juan Gil-

Albert”, 1990, pp. 137-138; Encarnación García Monerris, La monarquía absoluta y el municipio borbónico, Madrid,

CSIC, 1991, pp. 53-54; Ana M. Coll Coll, La intendencia de Mallorca…op. cit., pp. 64-66; Enrique Giménez López y

María del Carmen Irles Vicente, “El gobierno de Zaragoza y sus hombres tras la Nueva Planta: los corregidores-

intendentes”, Pedralbes, 17, 1997, p. 58. Eduardo Escartín Sánchez, La intendencia de Cataluña en el siglo XVIII,

Barcelona, Santacreu, 1995.

15Durante la estancia del conde de Benagiar en León se sentaron las bases de la más “popular” de las reformas

municipales aplicadas en los años sesenta, la que instaló dos diputados del común y un síndico personero en el

consistorio leonés. Sobre el tema vid. Alfredo Gómez Martínez, “Las reformas de la administración local en la ciudad

de León (1766-1770): personeros y diputados del común”, en Jesús Paniagua Pérez (coord.), España y América entre

el Barroco y la Ilustración (1722-1804), León, Universidad de León, 2005, pp. 107-119.

16AGS GJ leg 161 La Cámara 12 de enero de 1774 propone sujetos para el corregimiento de capa y espada

de Murcia.

17AGS GJ lib 1.573, y Gaceta de Madrid [en adelante Gaceta], 2-VI-1767.

18Vicente Cadenas y Vicent, Caballeros de la orden de Santiago: siglo XVIII, vol. V, Madrid, Hidalguía,

1977, p. 184.

19AGS GJ leg 165, y en Gaceta, 19-V-1772.

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DE ORIGEN NOBLE Y AL SERVICIO DE LA MONARQUÍA. LOS CORREGIDORES DE LEÓN EN

EL REINADO DE CARLOS III

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preocupación la merma del poder adquisitivo experimentado por su cargo, tras la reducción salarial sufrida en beneficio de los ostentados por intendente y alcalde mayor.

Finalizada la estancia de Quiroga en León, fue consultado a principios de 1774 para el corregimiento de Murcia, que no obtuvo, si bien unas semanas más tarde era provisto en el de Écija20, de donde pasó a Córdoba en 177921.

La marcha de Quiroga de León vino a coincidir con la incorporación al frente del corregimiento de uno de los personajes en que se pueden rastrear mayores señas de nobleza, Agustín Guajardo Fajardo y Contreras, un individuo catalogado como de familia ilustre, en la que sus ascendientes habían servido al monarca desde numerosos puestos militares y políticos, como su abuelo Agustín Guajardo y Cárdenas, veinticuatro de Córdoba; o sus bisabuelos, José Carlos Guajardo Fajardo de Aguilar, también regidor de Córdoba, y Petronila de Cárdenas y Eslava, de la casa de los condes de Valdehermoso de Cárdenas, hermana del brigadier Diego de Cárdenas Eslava, gobernador del Puerto de Santa María.

También había destacado por sus servicios a la monarquía su tatarabuelo Diego Guajardo, maestre de campo de infantería española, gobernador y capitán general de las islas de San Martín y San Bartolomé, y de la provincia de Nueva Vizcaya, quien durante sus años en el ejército había participado en las guerras de Flandes, Milán, Alemania y España.

Entre sus ascendientes figuraba, asimismo, Agustín Guajardo Fajardo y Contreras, de la ilustre casa de los Condes de Alcudia y Esfiliana, de cuyo vínculo “gozaba alimentos” Rosa Contreras y Zapata, madre del corregidor22.

Con tan rancio abolengo, no podían faltar en la trayectoria de Agustín Fajardo cargos honoríficos; así, era caballero vocal de la Real Junta de Hospitalidad de Almería por nombramiento de dicha ciudad23, que lo eligió para el puesto en atención a su nobleza. Algún tiempo después fue precisamente “el amor y celo” con que se portó en ese ministerio el argumento que utilizó la misma Ciudad para recomendarlo al rey “como acreedor a cualquier destino”24.Pues bien, la recomendación parece que surtió efecto, ya que desde finales de 1779 empezó a ser consultado por la Cámara para diferentes corregimientos: Hellín en 1779 y 1781, Antequera en 1780, Murcia en 1781 y, finalmente, León en 1782, destino que le fue confiado25.

Guajardo asumió el cargo y lo desempeñó, por espacio de cuatro años, sin que desde el consistorio se plantease ninguna queja en contra de la labor realizada, antes bien todo lo contrario, pues en representación a Floridablanca, hacía presente el ayuntamiento a comienzos de 1786 “el exacto cumplimiento” en el tiempo que ejercía el empleo, a la vez que destacaba su “recta administración de justicia, esmero en los abastos, observancia de vuestras reales órdenes en la aplicación de vagamundos, ociosos y malentretenidos, en la limpieza y ornato de las calles”, entre otras muchas cualidades26.

Los informes practicados por el obispo e intendente de León, sin embargo, empañaron la idílica imagen que los regidores habían trazado sobre el presidente del cabildo municipal; el

20AGS GJ leg 161 La Cámara 12 de enero de 1774 propone sujetos para el corregimiento de capa y espada

de Murcia; y AGS GJ lib 1.574, y Gaceta, 15-III-1774.

21AGS GJ lib 1.576, y Gaceta, 11-VI-1779.

22AGS GJ leg 163 Relación de méritos y servicios. Madrid, 22 de marzo de 1779.

23La Junta de Hospitalidad había sido establecida en Almería y su obispado por real orden dada por Carlos

III.

24AGS GJ leg 162 La Cámara a 13 de septiembre de 1780.

25AGS GJ leg 162 La Cámara 20 noviembre de 1779. También AGS GJ leg 163 La Cámara a 14 de febrero

de 1781; La Cámara a 10 de octubre de 1781; La Cámara a 17 de abril de 1782.

26AGS GJ leg 163 El Ayuntamiento de León al conde de Floridablanca. León, 21-I-1786.

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primero destacó en su escrito a Floridablanca que Guajardo no había mostrado en los cuatro años de su corregimiento “aquella actividad y celo en las materias públicas que apetece S.M.[...], continuando la holgazanería y ociosidad con todas las consecuencias que ésta produce”, para concluir apuntando que “su genio y carácter de diversión y condescendencia” no le parecía “el más a propósito para el desempeño de tan delicado ministerio”27.

Más benévolo en su juicio, el intendente intentó justificar en parte los errores de conducta manifestados por el corregidor achacándolos a su inexperiencia, al apuntar que Guajardo era

“desinteresado para con los pobres vecinos, porque en las quimeras y desazones que solían

tener entre sí los componía en juicios verbales, excusándoles por este motivo gastos que no

podrían soportar. En otros asuntos de mayor entidad ha procedido como mozo, y en primer

corregimiento sin experiencia, dejándose persuadir de quien no le aconsejaba bien, y así

cometió algunos desaciertos, por los que fue multado y corregido diferentes veces por la

Chancillería de Valladolid”28.

Como puede intuirse por las expresiones del intendente, los responsables de esos desaciertos debían ser, en buena medida, los regidores, quienes habrían aprovechado la inexperiencia del novel corregidor para, muy probablemente, obtener beneficios en su favor o en el de parientes y allegados. Por dichas razones se estimaba conveniente que abandonara la ciudad y continuase “en otra parte su carrera”.

Más próximo al parecer expresado por el intendente que al manifestado por el prelado, el presidente de la Chancillería de Valladolid insistió en que Guajardo había

“acreditado un desinterés propiamente de caballero que por serlo, y aun todavía mozo y de

primera salida, se le puede disimular algún exceso de profusión que se le ha notado en su

porte y no haber prestado en sus inspecciones toda aquella aplicación, celo y actividad de que

tengo entendido y me parece es capaz”29.

Interesado en abandonar un área geográfica en la que podrían haber trascendido las multas de que fue objeto por parte de la Chancillería y, por lo tanto, redundar en perjuicio de su honor y estima, Agustín Guajardo pretendió, sin éxito, su traslado a Alcalá la Real en febrero de 178630. En los meses siguientes fue consultado para los corregimientos de Jerez de la Frontera, Écija y San Clemente, obteniendo éste en 1787. Fue seis años más tarde cuando se le confió su primer destino en Andalucía, el de Antequera, del que pasó, en 1803, a Córdoba.

Ser poseedor de la condición noble no aseguraba una actuación intachable al frente del cargo, como bien pudieron comprobar los vecinos de muchas ciudades y villas; así, frente a las cualidades mostradas por algunos de los propuestos que no llegaron a ser designados, debemos también remarcar la incompetencia de alguno de los que sí lo fueron, como Francisco Ayerbe Mateo y Aragón, un infanzón aragonés, natural de la villa de Alquezar, en Barbastro, de la que era regidor y donde en diferentes años fue alcalde ordinario, no mayor como hacía constar en su relación de méritos31.

27AGS GJ leg 823 Cayetano, obispo de León, a Floridablanca. León, 7-IV-1786.

28AGS GJ leg 823 Juan de Lerena a Floridablanca. León, 15-IV-1786.

29AGS GJ leg 823 Juan Matías Azcárate a Floridablanca. Valladolid, 18-VII-1786.

30AGS GJ leg 163 Memorial. El Pardo, 13-II-1786.

31Al rebajar el estatus de la alcaldía ocupada por Ayerbe, señalaba el consejero Pedro Ric que en Alquezar

“nunca la ha habido [mayor] ni le hay”, en AGS GJ leg 158 La Cámara 8 de octubre de 1766 propone para el

corregimiento de la isla de Canaria.

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Un hermano suyo, de nombre Juan Antonio, sirvió en el ejército como teniente de las reales guardias españolas –y falleció en Cerdeña en 1719-, sin embargo Francisco se inclinó por el mundo de las letras, cursando estudios de Filosofía y Teología en la universidad de Huesca, los que debieron servirle de apoyo cuando asumió la misión de juez subdelegado de la Única Contribución en el principado de Asturias; también actuó como alguacil mayor y comisario de milicias de la ciudad de Villena durante 3 años y logró el mucho más honorífico empleo de gentilhombre de boca de la real casa en 1740. Fue algo más de dos décadas más tarde cuando empezó a figurar su nombre en las consultas que pasaba la Cámara al rey.

Pues bien, sólo tres años después de que abandonase el corregimiento de León, que sirvió entre 1778 y 1784, año en que fue provisto en el de Granada, el arzobispo de esta última lo calificaba en los siguientes términos: “es absolutamente negado, e incapacísimo como no se ha conocido otro, interesado y, por consiguiente, ni celoso, ni activo, ni inteligencia para ello”32. Si preocupante resultaba el juicio vertido por el prelado no lo fue menos el que expuso el intendente, quien se expresó en términos apocalípticos al señalar que

“se duda que haya tenido la más remota idea del gobierno político, con absoluta inacción en

las materias públicas, y sobrado apego a los intereses, no habiendo un pueblo tan abandonado,

pero ni con iguales y mejores proporciones […] en la abundancia de aguas, terreno fértil,

materiales a la mano para obras públicas y fondos, aunque empeñadísimos, por falta de piloto

que gobierne la nave”33.

Pese a los defectos hallados en Ayerbe, y denunciados, no fue jubilado hasta dos años más tarde34. Tras su marcha fue designado para asumir el corregimiento de León José Manuel Miranda, un personaje del que apenas tenemos datos, si bien nos consta que su nombramiento se produjo al margen de la terna, por lo que suponemos tuvo importantes valedores que allanaron el terreno. Además, Miranda fue el primer corregidor en permanecer al frente del cargo seis años, según establecía el real decreto de 29 de marzo de 178335.

Apenas dos años después de incorporarse al cargo su conducta fue convenientemente valorada por las principales autoridades con jurisdicción sobre el espacio geográfico controlado por Miranda, tanto las civiles como las eclesiásticas. Cayetano Cuadrillero Mota, obispo de León por aquel entonces, no dudó en destacar las cualidades del corregidor, al señalar que estaba “reputado por de buenas costumbres, sin que jamás se haya notado cosa alguna en su vida privada”; también se le consideraba “desinteresado en su ministerio y de una capacidad regular en un hombre que no es letrado”. No obstante, por lo que respecta a su “actividad y celo en las materias públicas” no dejó de comentar que había mucha omisión, y que subsistían “los mismos abusos en el ramo de policía y gobierno”, pues no se rondaba “de noche muchos años ha, sin embargo de haber mandado el Consejo lo haga el corregidor y alcalde mayor alternativamente, de que se siguen bailes nocturnos y mucho libertinaje, especialmente en los jóvenes”36.

El intendente Juan de Lerena se expresaba en términos parecidos al señalar que el corregidor estaba

“asistido de las cualidades de desinteresado y demás buenas costumbres correspondientes a

persona de su carácter y honor, y aunque verdaderamente lo esté también de la actitud o

32AGS GJ leg 822 Antonio, arzobispo de Granada, a Floridablanca. Granada, 16-III-1787.

33AGS GJ leg 822 Antonio Carrillo de Mendoza a Floridablanca. Granada, 9-IV-1787.

34Gaceta, 11-VIII-1789.

35Sobre la reforma corregimental operada en los años ochenta vid. Enrique Giménez López, Militares en

Valencia… op. cit., pp. 49-70.

36AGS GJ leg 822 Cayetano, obispo de León, a Floridablanca. León, 10-III-1788.

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ciencia necesaria para el desempeño de las materias públicas, se advierte con general

sentimiento la inacción con que las mira, la falta de actividad con que las trata37“.

Lerena achacaba esa falta de acción a “su bondad o genial propensión”, pero lo cierto era que, por una razón u otra, los asuntos correspondientes a “policía y gobierno” necesitaban de mayor actividad y celo que el que asistía al corregidor. Si bien el intendente reconocía que eran muchos los asuntos a que debía atender, también advertía que “la buena diligencia, orden y método les puede desempeñar, como lo hizo el alcalde mayor presente”. Al tiempo que reivindicaba la conducta del alcalde mayor, también lamentaba las “continuas disputas y competencias de jurisdicción suscitadas entre ambos oficiales regios”.

El letrado con el que mostraba esas desavenencias no era otro que Agustín Cubeles y Roda, un aragonés con una larga trayectoria al frente de varas peninsulares y que acabó promocionando a sendas plazas de alcalde del crimen y oidor en las Audiencias de Extremadura y Cataluña ya en la década de los noventa38.

Como Lerena, también, el presidente de la chancillería de Valladolid, Pedro Andrés Burriel, puso especial énfasis en el enfrentamiento habido entre corregidor y alcalde mayor, si bien, en este caso, tomando posición a favor del caballero y en contra del letrado, al tiempo que destacaba el resultado que habían tenido dichas disputas en los principales tribunales del reino39.

A MODO DE CONCLUSIÓN

Aunque, por lo general, quienes accedieron al corregimiento de León tenían tras de sí una trayectoria profesional más o menos dilatada, en la que destacaban sus servicios a la monarquía desde diferentes puestos, ligados por lo general al ejército, ya fuera en el desempeño activo de las armas, ya en trabajos relacionados con las tareas de aprovisionamiento, sanidad o gestión del mismo, lo cierto es que pocos de ellos habían asumido el cargo de corregidor en otra demarcación territorial con anterioridad. Habitualmente, León se situaba como destino inicial en la carrera de sus titulares, tanto durante el tiempo que fue asumido por el intendente como cuando se ejerció por separado; en este sentido cabe señalar que cuando el decreto de 29 de marzo de 1783 fijó el escalafón por lo que a los corregimientos políticos –o de capa y espada- de la Corona de Castilla se refiere, León quedó enmarcado dentro de la segunda clase40.

Además de ser su primer destino en la carrera, otro hecho remarcable lo constituye la forma de designación, ya que buena parte de los individuos provistos en el cargo en tiempos de Carlos III fueron designados por el monarca por la vía ejecutiva, mediante real decreto, no sólo en el caso de los corregidores-intendentes, sino también en alguno de los elegidos tras la separación del ejercicio de ambos cargos, como Miranda, quien fue designado fuera de la terna presentada por la Cámara de Castilla al monarca.

37AGS GJ leg 822 Juan de Lerena a Floridablanca. León, 30-III-1788.

38La trayectoria de Cubeles puede consultarse en María del Carmen Irles Vicente, “Justicia y poder. Los

alcaldes mayores de Teruel en el siglo XVIII”, en José Manuel de Bernardo Ares (ed.), El Hispanismo

anglonorteamericano: aportaciones, problemas y perspectivas sobre historia, arte y literatura españolas (siglos XVI-

XVIII), Córdoba, Publicaciones Obra Social y Cultural Cajasur, 2001, pp. 1003-1005.

39 Burriel calificaba al corregidor como “un sujeto ilustre, de buenas prendas y costumbres, desinteresado,

aplicado al desempeño de sus obligaciones, en las que tiene la instrucción correspondiente a un corregidor de capa y

espada, y se halla dotado de mucho pulso y prudencia, como lo ha demostrado en las disputas y controversias que le

suscitó aquel alcalde mayor, D. Agustín Cubeles y Roda, logrando contra éste favorables decisiones del Consejo y de

esta Chancillería", en AGS GJ leg 822 Pedro Andrés Burriel a Floridablanca. Tordesillas, 22-XI-1788.

40El referido decreto de 29 de marzo no contemplaba la existencia de ningún corregimiento de capa y espada

a situar en la primera clase, o de entrada; entre los de segunda, o ascenso, figuraban, a más de León, los de Cáceres,

Canaria, Hellín, San Clemente, Tenerife y Palma.

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Por lo que respecta a la trayectoria profesional previa, apuntar que buena parte de los nobles que sirvieron en León –o pretendieron dicho destino- habían mantenido una estrecha vinculación con el territorio americano, donde habían servido en los inicios de su carrera.

Por último, y estrechamente relacionado con el tema central de este trabajo, el relativo al estatus social que disfrutaban los titulares del corregimiento leonés, así como quienes, pese a pretender dicho destino, no lograron su objetivo, hemos de destacar su condición nobiliaria, una condición visible al conjunto de la sociedad a tenor de las distinciones honoríficas conseguidas –títulos nobiliarios, caballeros de órdenes militares, pertenencia a instituciones exclusivas-, como también los empleos políticos que ostentaban –regidores en sus poblaciones de origen-.Sin embargo, y por encima de cualquier otro rasgo, sobresalen los servicios prestados en favor de la monarquía por aspirantes y corregidores efectivos y, cómo no, por sus familias, que a lo largo de generaciones se habían empleado, y habían colaborado con la monarquía, desde la vertiente militar y, también en ocasiones, desde la judicial.

Tabla 1.

Relación de corregidores de León (1756-1792)

Fernando de PRADO MALLEZA DÓRIGA, marqués de VILLEL (1756-60)

Juan Lorenzo REAL (1760)

Francisco Javier SOLANOT Y COLOBOR (1760-61)

Julián ROBIOU, marqués de PIEDRABUENA (1761-63)

Sebastián GOMEZ DE LA TORRE (1763-64)

Alonso Joaquín TOUS DE MONSALVE, conde de BENAGIAR (1764-70)

Francisco Javier de QUIROGA Y LOSADA (1772-74)

Francisco AYERBE MATEO Y ARAGON (1778-82)

Agustín GUAJARDO FAJARDO Y CONTRERAS (1782-86)

José Manuel MIRANDA (1786-92)

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