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Universidad Nacional del Nordeste Facultad de Humanidades Departamento de Letras Seminario de Literatura Española II Lic. Rafael Costarelli Las mujeres de la sociedad del Siglo de Oro Español y la representación discursiva en el Quijote de Cervantes Valeria Agustina Noguera Licenciatura en Letras El Siglo de Oro español fue atravesado por grandes autores que hicieron que su literatura perdure hasta la actualidad. Y si hablamos de Cervantes, su gran obra, El Quijote ha sido fundamental para la historia de la literatura. Embarcarse en esta obra conlleva un arduo trabajo, pero no por eso poco satisfactorio. También así, resulta difícil buscar un tema que no se haya tratado, una lectura que no se haya propuesto, un análisis que no se haya hecho. En las [1]

Monografía, literatura Española II

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El Quijote y las mujeres

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Universidad Nacional del Nordeste

Facultad de Humanidades

Departamento de Letras

Seminario de Literatura Española II

Lic. Rafael Costarelli

Las mujeres de la sociedad del Siglo de Oro Español y la representación discursiva en

el Quijote de Cervantes

Valeria Agustina Noguera

Licenciatura en Letras

El Siglo de Oro español fue atravesado por grandes autores que hicieron que su

literatura perdure hasta la actualidad. Y si hablamos de Cervantes, su gran obra, El Quijote

ha sido fundamental para la historia de la literatura.

Embarcarse en esta obra conlleva un arduo trabajo, pero no por eso poco

satisfactorio. También así, resulta difícil buscar un tema que no se haya tratado, una lectura

que no se haya propuesto, un análisis que no se haya hecho. En las lecturas de los grandes

escritores ha pasado el <<Ingenioso Hidalgo>> y ha dejado su marca en la literatura

venidera.

Al leer esta novela <<hija del entendimiento>>, lo primero que llamó mi atención

fue la cantidad de personajes femeninos que eran protagonistas tanto de la historia central,

como de pequeñas historias paralelas de la novela. Y, aún no sólo esto me inquietó, sino

también el tratamiento que da Cervantes a estos personajes. Empezando por Dulcinea -

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idealizada por don Quijote - como la más <<fermosa>>1 de todas las mujeres del mundo y

siguiendo por los demás personajes mujeres (y otras no tanto) relevantes, que tienen -en su

mayoría – belleza, honestidad, mesura, recato, discreción y otras, no tanta belleza, ni tanta

honestidad, ni tanta mesura. Algunas moras, otras cristianas, otras moras pero que profesan

la fe cristiana. Señoras, dueñas, mozas, labradoras y pastoras; todas éstas son parte del

Quijote de Cervantes.

El trabajo pretende, entre otras cosas, mostrar la realidad social femenina que se ve

reflejada en el libro. Sin embargo, no es mi intención buscar la crítica social que haya

hecho Cervantes a su época, más bien, es mostrar la cantidad de personajes femeninos que

aparecen y su relación con el contexto histórico - social en el que vivió nuestro autor.

A continuación se propondrá un estudio detallado del dato extraído de la novela que

es, en este caso, las mujeres representadas. Partiré desde una caracterización del personaje

de Dulcinea, que creo, merece una mención especial, para luego seguir con las demás

mujeres que aparecen en el Quijote, sean relevantes o no en la historia, pero aún así todas

dignas de ser nombradas.

Cervantes y su contexto

El Siglo de Oro Español, no puede delimitarse como un solo siglo, más bien los

historiadores lo ubican entre el siglo XVI y XVII, desde el reinado de Carlos V al de Carlos

II. Fernández Álvarez en La sociedad española en el Siglo de Oro enmarca la época así:

[...] pondríamos este período, que va entre los tiempos de Jorge Manrique hasta la muerte de

Calderón de la Barca, como los de la pugna por la libertad, en contra de la opresión

monárquico-señorial. En otras palabras, empieza ya la lucha de la burguesía por hacerse con

el poder. No por todas partes, o no en todas partes con igual eficacia, pero sí como una

tendencia de lo que será el futuro. [...] Y no sólo en el terreno político y económico, sino

también en el social y en el ideológico. (Fernández Álvarez: 1983, p. 9)

1 Hermosa

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Fernández Álvarez contextualiza España en el Siglo de Oro con testimonios

históricos - sociales pero también hace referencia a la literatura. Así pasa por Fernando de

Rojas, por Manrique, por Fray Luis de León, entre otros, hasta llegar a la época de

Cervantes en el apartado III del libro.

Cervantes vive y escribe en la España de Felipe II (1556-1598) y de Felipe III

(1598-1621). Esta España que pretende la hegemonía en Europa, pero que encuentra cada

vez más dificultades para realizar su objetivo.

Los castellanos de principios de la sociedad del siglo XVI tenían la impresión de

vivir en una nación que estaba cambiando. F. Álvarez dirá que:

La época renacentista, que impregna aún buena parte del Quinientos, tiene un aire más

pujante, como propio de un tiempo en expansión. Una cultura brillante, propia de una

sociedad adinerada y burguesa, enriquecida con el comercio, contrasta con el período

siguiente, en el que la tierra vuelve a ganar el primer puesto. (Fernández Álvarez: 1983, p.

12)

En la sociedad de finales del siglo XVI y principios del XVII, muchos era los que se

dedicaban a vivir o de rentas, cuando podían comprar juros, o de tráfagos o fraudes; esta

situación creó una desmoralización general. En este período de tiempo, la población tiende

a crecer en el siglo XVI y se achica en el siglo XVII, debido a la pobreza que preside al

fenómeno de expansión, las familias iban decreciendo a medida que pasaban los años.

No cabe duda que esta sociedad haya dejado una marca en la vida de nuestro autor,

sobre todo por su experiencia en ella. Desde niño, Cervantes recorrió varios lugares, entre

ellos, Alcalá de Henares (donde nace y es bautizado), Valladolid, Córdoba, Cabra, Sevilla,

entre otras, siempre junto a su familia en busca del progreso económico de don Rodrigo, su

padre, un cirujano al que no le iba del todo bien económicamente. No sólo eso marcó la

vida de Cervantes, sino también sus años en la cárcel –en donde se originó el Quijote -, su

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búsqueda de progreso económico también, sus amoríos extramatrimoniales y con ellos sus

hijos.

Dulcinea

... se dio a entender que no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse, porque el

caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma (I, 1, p. 33)

Dulcinea, leit motiv, de la narración, si así puede pensarse. Don Quijote la imagina

desde el principio de la obra y no deja de acordarse de ella en ningún momento, ni aún

frente a las mujeres más hermosas que pasan por delante de él.

Dulcinea, mujer ideal - o idealizada - esta dama se ve descrita innumerables veces

en la novela por su amado. Sublime, intacta para el hidalgo que nunca cesa de defender su

descripción, aún en el capítulo X en el que Sancho intenta reemplazarla por una aldeana.

Sin embargo, nuestro protagonista nunca la vio, y él mismo aclara que sólo está << [...]

enamorado de oídas y de la gran fama que tiene de hermosa y discreta>> (I, 9, p. 611), fiel

a su estilo de hidalgo, el amor de oídas fue un tema grato a la literatura medieval, como así

también la idealización de la mujer.

Sin embargo, esta mujer ideal de la cual está enamorado don Quijote, tiene su

referente, y es Aldonza Lorenzo <<una moza labradora de muy buen parecer>> (p. 33).

Esta mujer pertenece al grupo de las mujeres de la aldea, no es noble ni por sangre, ni por

títulos; y, aún así, don Quijote busca un nombre de acuerdo a la nobleza, pues no era de

bien parecer que un hidalgo se enamorase de una aldeana; o más bien, que un caballero

andante no tuviera una mujer noble, hermosa, honesta y discreta.

Aquí cabe una primera aproximación a un contexto social: el ingenioso hidalgo no

pretender enamorarse de una aldeana, ni siquiera lo pone en cuestión; ni bien encuentra una

mujer de la que puede enamorarse, la convierte en una mujer noble:

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Llamábase Aldonza Lorenzo, y a ésta le pareció ser bien darle título de señora de sus

pensamientos; y buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo y que tirase y se

encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla <<Dulcinea del Toboso>> porque era

natural del Toboso (I, 1, p. 33)

Doncellas/señoras/dueñas

En este apartado entrarán las mujeres que pueden pertenecer a la nobleza. Sin

embargo, al transcurrir en una zona rural, pertenecerían a lo que Fernández Álvarez

llamaría la pequeña nobleza:

En cuanto a la nobleza, hoy estamos habituados a equiparar tal categoría con los

títulos: duques, condes, marqueses. Pero antes no era así. Había una clara separación entre la

espuma de la alta nobleza (grandes y títulos) con el sector de la pequeña nobleza, la nube de

hidalgos, cuya existencia jurídica era una realidad que llenaba con sus problemas la vida de la

época, en particular dentro del mundo rural; ahora bien, ya sabemos que ese mundo constituía

las cuatro quintas partes, por lo menos, del total. (Fernández Álvarez: 1983, p. 155)

Aquí entran la mayoría de las mujeres más relevantes de la obra, desde la sin par

Dulcinea del Toboso hasta la mujer de Don Antonio. Como ya he hablado de Dulcinea

comenzaré con una particular escena de la primera parte. Don Quijote y Sancho encuentran

en su viaje, a dos frailes de la orden de San Benito, a los cuales seguía un coche con cuatro

o cinco caballos. Dentro del coche venía una señora vizcaína que se dirigía a Sevilla. El

texto nos brinda un dato curioso aparte de la gran aventura a la que Don Quijote piensa que

está enfrentado: <<Venía en el coche, como después se supo, una señora vizcaína que iba a

Sevilla, donde estaba su marido, que pasaba a las Indias con un muy honroso cargo>> (I, 1,

p. 79), más allá de que la haya confundido con alguna princesa cautiva, en esas pocas

palabras se brinda un panorama acerca de la vasca, y es que poseía un marido con <<muy

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honroso cargo>> y que <<pasaba a las Indias>>>, esto demuestra que seguramente no era

noble por herencia pero sí por riqueza, pues los viajes a las Indias era motivo de búsqueda

de riquezas.

La próxima mujer perteneciente a este grupo es Luscinda, una joven hermosa, noble

y rica, y según lo que nos revela su enamorado, Cardenio, era del mismo linaje que él 2. El

amor de los dos es correspondido, sin embargo el joven debe viajar a hacerle merced al

duque Ricardo. Allí conoce a don Fernando, hijo del duque que luego lo traiciona y pide

casamiento al padre de Luscinda: <<Sabed, señor, que él me ha pedido por esposa, y mi

padre llevado de la ventaja que él piensa que don Fernando os hace, ha venido en lo que

quiere[...]>>3.

Luscinda pertenece al grupo de la joven soltera del siglo XVII, que era mirada con

recelo por la sociedad. El padre de la joven era el que concretaba el matrimonio de acuerdo

a la conveniencia y, por lo visto, don Fernando era un mejor partido para su hija. Fernández

Álvarez nos habla del sentido conservador que imperaba en España en estos tiempos y que

justifica el accionar del padre de Luscinda:

España debido al sentido más conservador de su sociedad y al prurito de la honra,

que básicamente se apoyaba sobre la honestidad de la mujer de la familia. Esa honra caía bajo

la protección del jefe de familia: el marido, el padre o – en su defecto – el hermano mayor.

(Fernández Álvarez: 1983, p. 206)

Sin embargo Cervantes hace triunfar el amor por sobre las convenciones sociales,

unos capítulos más tarde.

Continuando con esta lista de mujeres nobles, bellas, discretas, recatadas,

encontramos a Camila, personaje del episodio intercalado “El Curioso Impertinente”. Su

esposo, Anselmo, estaba profundamente enamorado de ella, pero aún así no confiaba en su

recato y bondad. De Camila el texto nos dice que era una <<doncella principal y hermosa

2 Cervantes, Miguel de (2004). Don Quijote de la Mancha. Real Academia Española, p. 224 3 Ibídem, p. 267

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[...] hija de tan buenos padres y tan buena ella por sí>>4. La historia culmina en la

infidelidad de Camila con Lotario, el amigo de Anselmo, a quien él mismo había pedido

que la sedujera. La infidelidad en este contexto histórico era muy recurrente, sin embargo,

la que estaba penada era la de la mujer y la condena estaba a cargo del engañado. Aún así,

Cervantes no propone la venganza como un cierre a la historia, sino más bien la

aceptabilidad de la culpa por parte de Anselmo. Hutchinson, acerca de este episodio, nos

dice sobre Camila

Aunque la crítica ha examinado esta novela desde numerosos enfoques y ha mostrado

poca simpatía hacia Anselmo en particular, noto dos tendencias dominantes con respecto a

Camila: o se la culpa por ser adúltera, o se la minimiza. Pocas veces se la ha visto en clave de

mujer, y pocas veces se han sabido apreciar sus cualidades y capacidades. (Hutchinson, p.

199)

Finalmente, Camila acaba en un monasterio, y esto también puede reflejarnos una

realidad que vivían las mujeres en esta época. No habría tenido otra opción, o ser

condenada en sociedad o elegir la vida eclesiástica, que fue la que eligió luego de

enterarse de la muerte de su amante.

Doña Clara de Viedma, es otra de las que pertenecen al grupo, una doncella de

dieciséis años, vestida <<de camino tan bizarra, tan hermosa y tan gallarda>>5,

acompañaba al juez que llega a la venta. Hija del juez y sobrina del cautivo que

acompañaba a Zoraida. Está enamorada del joven cantante, Don Luis, que era noble

superior, seguramente por linaje. La joven, en un momento de su parlamento, expone su

condición y el porqué del rechazo: << ¿Qué fin se puede esperar si su padre es tan principal

y tan rico, que le parecerá que aun yo no puedo ser criada de su hijo, cuánto más esposa?

>>6

4 Ibídem, p. 3285 Cervantes, Miguel de (2004). Don Quijote de la Mancha. Real Academia Española, p. 4406 Ibídem, p. 450

[7]

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Otra vez estamos ante una desigualdad social entre la mujer y el hombre ante una

posible unión conyugal. La jovencita sabe que si bien su condición social no es marginal,

no llega a la de su amado.

En la Segunda Parte del Quijote, aparece una mujer muy particular: la duquesa, la

cual describen como una <<una galarda señora sobre un palafrén o hacanea blanquísimo

[...]>>>7, que si bien se destaca por su belleza y donaire, no parece tener la delicadeza

propia de una de su estatus social. Más bien, ella junto a su esposo se presentan muy astutos

y pícaros, poniendo a Sancho y a Quijote en el centro de sus bromas.

La duquesa está rodeada constantemente de sus doncellas, entre ellas, la dueña

Doña Rodríguez de Grijalba, una mujer madura que se encontraba al servicio de la casa de

los duques. Sin embargo, parecería ser que, y este resulta otro rasgo social que podemos

vislumbrar a través de Cervantes, la doncella no se encargaba de trabajos duros o que no

tengan que ver con la casa, pues, al pedirle Sancho que ubicara a su asno en la caballería

ella le responde:

Si tan discreto es el amo como el mozo – respondió la dueña -, ¡medradas estamos!

Andad, hermano, mucho de enhoramala para vos y para quien acá os trujo, y tened cuenta

con vuestro jumento, que las dueñas de esta casa no estamos acostumbradas a semejantes

haciendas (II, 31, p. 785)

Esta dueña estaba acompañada de muchas doncellas, entre ellas, Altisidora y

Emerencia. La primera hace el papel de enamorada de don Quijote, es <<atrevida, graciosa,

desenvuelta>>8, se muestra un tanto más atrevida que las otras criadas. Sin embargo no

sabemos si es parte de la burla de don Quijote o si ella es así realmente. Aún así, no es la

única, unas páginas antes, cuando terminan la comida los comensales, entran cuatro

doncellas que llegan a lavar las barbas de don Quijote, siendo así cómplices de los duques

en la burla (p. 797). Podríamos incluir aquí también a la condesa Trifaldi, sin embargo al

7 Ibídem, p. 7798 Cervantes, Miguel de (2004). Don Quijote de la Mancha. Real Academia Española, p. 983

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ser ella un hombre, y ser una chanza por parte de los duques hacia don Quijote y Sancho,

no aportan datos de la mujer en la sociedad del Siglo de Oro.

Finalmente, hay una doncella más, la hija de Diego de la Llana, hidalgo principal y

rico. Ésta aparece frente a Sancho en la ronda de su vigilia nocturna. La doncella que estaba

vestida de hombre, y con los cabellos recogidos en una redecilla de oro, y en un arrebato

adolescente ha escapado de su cautiverio de diez años. En su confesión nos revela un

detalle que habría que tener en cuenta sobre las doncellas: << Quisiera yo ver el mundo, o a

lo menos el pueblo donde nací, pareciéndome que este deseo no iba contra el buen decoro

que las doncellas principales deben guardar a sí mismas>>9

Pastoras

En este apartado tenemos dos mujeres: Marcela, con su libre pensamiento acerca del

matrimonio, y una renombrada más al pasar en el cuento de Sancho Panza: Torralba.

La historia de Marcela fue puesta en el centro de diversos análisis. La pastora, hija

de Guillermo, el rico, queda sin madre desde su nacimiento y su padre muere, no mucho

después quedando a cargo de un tío suyo que es sacerdote (p. 106). Es su descripción se

resalta que es <<hacendosa y amiga de los pobres>>, que enamora a todos los mancebos

que la conocen y << (...) Fue la más honrada mujer que hubo en todos estos contornos

(...)>> 10.

En el caso de este personaje, podemos observar no sólo un pensamiento atípico en

una mujer de la época (el de no contraer matrimonio), sino también el desprecio que esto

genera en la sociedad aldeana. Uno de los hombres la llama <<pastora homicida>>11,

acusándola de la muerte de Cardenio, su enamorado. Sin embargo, esta mujer, atípica en

todos los sentidos, salvo en su hermosura y honradez, se enfrenta ante todos con un

parlamento que justifica su decisión, despegándose así de la muerte de Cardenio. Aún así,

su relator rescata que por más de que ella viva en libertad:

9 Ibídem, p. 92510 Ibídem, p. 10511 Ibídem, p. 110

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Y no se piense que porque Marcela se puso en aquella libertad y vida tan suelta y de

tan poco o de ningún recogimiento, que por eso ha dado indicio ni por semejar, que venga en

menoscabo su honestidad y recato (I, 12, p. 108)

Otra vez, Cervantes como siempre <<apuesta por lo humano frente a dogmas,

prejuicios, leyes e instituciones>>12

Otra pastora aparece en el Quijote, pero no es tan hermosa como Marcela. Torralba

es una pastora <<moza rolliza y zahareña>>, es decir, una mujer de carácter fuerte. Esta

pastora está más apegada a la ‘realidad’ que Marcela. Su enamorado Lope Ruiz, de un día

para otro deja de amarla y comienza a odiarla, por los celos que ella tenía. El pastor

cabrerizo decidió escapar de ella, sin embargo lo siguió por los campos de Extremadura.

Aquí vemos que su comportamiento no es como el de las mujeres ideales de don Quijote,

sino más bien, es el de una mujer más realista: <<- Esa es natural condición de mujeres –

dijo don Quijote - , desdeñar a quien las quiere y amar a quien las aborrece>>.13

Pero no podemos saber bien toda la historia, pues Sancho no termina de contarla.

Mozas/ prostitutas

En la España de Cervantes y aún antes de él, las mujeres en las familias españolas

humildes, sólo tenían dos destinos: el de la servidumbre o el de la prostitución. Si tomaban

el primer camino, la joven se podía asegurar un marido ‘conveniente’ gracias a su señora.

En el Quijote no aparecen prostitutas de las de las mancebías, ni tampoco Celestinas que

hicieran arreglos. Pero aún así están representadas otras mujeres de similares características

o que sólo por oposición al ideal <<bella, honesta, discreta>> merecen ser mencionadas.

Las primeras dos mujeres que ve Don Quijote en su aventura, teniendo en cuenta

que a Dulcinea del Toboso nunca la había visto, son las dos mozas que se encuentran en la

puerta de la venta, a las que se las llama <<del partido>>, esto contextualizado, quiere decir

12 Hutchinson, Steven “Norma social y ética privada: el adulterio femenino en Cervantes”, p. 20513 Cervantes, Miguel de (2004). Don Quijote de la Mancha. Real Academia Española, p. 179

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prostitutas. La una Tolosa y la otra Molinera. Don Quijote confunde esta venta con un

castillo, y a estas dos prostitutas con unas doncellas. Sin embargo resalta la poca mesura

que no es propia de las doncellas de alto linaje, al descubrir que estaban riéndose de él

desmesuradamente:

- Bien parece la mesura en las fermosas, y es mucha sandez además la risa que de leve causa

procede; pero non vos lo digo porque os acuitedes ni mostrades mal talante, que el mío no es

de ál que de serviros (I, 1, p. 38)

En esta misma venta se encuentra Maritornes, una asturiana <<moza ancha de cara,

llana de de cogote (lugar común para describir a los asturianos), de nariz roma (chata), de

un ojo tuerto y del otro no muy sano>>. No es casualidad, creo, que los rasgos

sobresalientes estén relacionados con la condición de la mujer: mientras la mayoría de las

doncellas, dueñas y mujeres de alto linaje se muestran hermosas y recatadas; las de peor

condición tienen rasgos duros y no son para nada mesuradas en su comportamiento.

Maritornes es amante del arriero que vive en la venta (p. 143). En la estadía de don

Quijote y Sancho, es parte de una revuelta que se arma en la habitación donde se

encontraban los dos huéspedes y el arriero. Al advertir esto, el ventero tiene un trato

particular para con ella:

La moza, viendo que su amo venía y que era de condición terrible, toda medrosica y

alborotada, se acogió a la cama de Sancho Panza [..] El ventero entró diciendo:

“- ¿A dónde estás, puta? A buen seguro que son tus cosas estas” (I, 16, p. 144)

En esta cita se puede observar el trato del amo para con la criada, lo mismo sucede

con el tercer y último caso, el de Leonela, la criada y confidente de Camila, <<moza de

[11]

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carne y sangre>>14. Sin embargo, esta criada resulta ser mucho más astuta que la pobre

Maritornes. << La deshonesta y atrevida Leonela>> 15 lleva a su amante a la casa de

Anselmo y Camila cuando sabe que su ama está en desventaja, aquí el texto nos revela una

situación que parecería típica de la época, la esclavitud del ama con respecto a su criada:

Que este daño acarrean, entre otros, los pecados de las señoras: que se hacen esclavas

de sus mismas criadas y se obligan a encubrirles sus deshonestidades y vilezas, como

aconteció con Camila; que aunque vio una y muchas veces que su Leonela estaba con un

galán en un aposento de su casa, no sólo no la osaba reñir, mas dábale lugar a que lo

encerrase y quitábale todos los estorbos, para que no fuese visto de su marido. (I, 34, p. 354)

Con respecto a la osadez de las mujeres, Álvarez Fernández nos dice en su libro que

en esta época se vivió una libertad sexual que en otras épocas no se vivió. Y aún con el

sentido conservador que tenía España, claramente había mujeres que no seguían los

preceptos sociales, pero siempre en la intimidad, “de las puertas para adentro”, así sea en

una venta (Maritornes) o en la casa de la señora (Leonela)

Moras

Con respecto a la problemática (porque así resultaba para los españoles) de los

moros, Fernández Álvarez nos dice que en el Norte de España había una escasa población

morisca, pero que aún así el morisco resultaba un peligro a la población cristiana. Antes de

hablar de las mujeres moriscas que se destacan en la obra, hay que tener en cuenta que

El sometimiento de Granada, el establecimiento de la Inquisición, la expulsión de los

judíos, los decretos contra los moriscos que siguiesen ejerciendo su religión musulmana, todo

fue arrastrando al país al despeñadero de la intolerancia. [...] a principios del siglo XVI lo más

14 Cervantes, Miguel de (2004). Don Quijote de la Mancha. Real Academia Española, p. 35415 Ibídem, p. 354

[12]

Page 13: Monografía, literatura Española II

acuciante es la cuestión conversa; a fines de siglo, lo que agobia a la Monarquía Católica es el

problema morisco. A los conversos se les temía por su fuerza intelectual, y quizá arranque de

ahí, o sea como un eco de esa actitud el recelo con que la España conservadora sigue mirando al

intelectual (Fernandez Alvarez: 1983, p. 196)

En el Quijote tenemos dos mujeres moriscas: Zoraida, por un lado y Ana Félix, por

el otro. Zoraida aparece en el capítulo XXXVII de la Primera Parte. Llega a la venta junto a

un cautivo, en su descripción se resalta que lleva cubierto el rostro y con una toca en la

cabeza (p. 389), no sabe hablar <<cristiano>> y es <<mora es en el traje y en el cuerpo,

pero en el alma es muy grande cristiana>> (p. 390). En estas referencias, y sobre todo en el

<<es muy grande cristiana>> se ve la situación de la morisca, que estaba encaprichada en

querer ser cristiana y ante todo llamarse <<María>>, gracias a haber tenido las enseñanzas

de una cautiva cristiana en su casa. Zoraida es natural de Argel, la ciudad que acogió a los

moriscos y musulmanes luego de la expulsión de la península, y donde estaba apresado el

cautivo que cuenta su historia, es hija de Agi Morato, un moro <<riquísimo por todo

extremo>>16. A pesar de las opiniones de su padre, ella logra escaparse y dejar atrás su

mundo para salir en busca de lo que quiere, que es ser cristiana.

Por otro lado, está Ana Félix, la hija de Ricote que, como otros personajes mujeres

del Quijote, aparece vestida de hombre. Su padre es un moro amigo de Sancho Panza, que

tuvo que expatriarse por el decreto del 10 de julio de 161017. Francisca (su mujer) y Ana

Félix, quedaron en manos del hermano de la mujer del moro, en el momento en que el fue

expulsado. Ellas dos ya profesan la fe católica, más aún él no. A punto de morir en manos

de cristianos, ella confiesa que es mujer cristiana y no un arráez, en ningún momento la

joven acepta ser morisca:

[...] nací yo, de moriscos padres engendrada. En la corriente de su desventura fui yo por dos tíos

míos llevada a Berbería, sin que me aprovechase decir que era cristiana, como en efecto lo soy,

y no de las fingidas ni aparentes, sino de las verdaderas y católicas. [...] mamé la fe católica en

la leche, críeme con buenas costumbres, ni en la lengua ni en ellas jamás, a mi parecer, di

señales de ser moriscas. (II, 63, p. 1039-40)

16 Cervantes, Miguel de (2004). Don Quijote de la Mancha. Real Academia Española, p. 41617 Esto aclara Francisco Rico en la nota al pie n° 24, del capítulo LIV de la Segunda Parte.

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Luego de ver las historias de estas dos moras, resulta extraño que las dos quieran o

se adjudiquen la fe cristiana católica. Esto podría ser una muestra de lo que Fernández

Álvarez nos dice con respecto a esto:

Aún queda por decir que aquella sociedad estaba fuertemente dividida entre cristianos viejos y

cristianos nuevos, que es la evolución que se ha llegado después de suprimir legalmente al

menos, la existencia de minorías religiosas disidentes de judíos y musulmanes (F. Álvarez, p.

155)

Cabe la duda aquí de que las moras hayan querido ser cristianas, o debido a la

supresión y a la dominación de la religión católica después de la Reconquista, haya puesto

en el inconsciente de las moras estas ganas de ser cristianas y de renegar su origen o su

creencia.

Labradoras/aldeanas

Aldonza Lorenzo, a quien llama Dulcinea del Toboso (por ser natural del Toboso), es una

<< moza labradora de muy buen parecer>> (Cervantes, 2004, pp. 33)

El ama y la sobrina de don Quijote, aparecen en el capítulo V, se quejan de los libros de

caballería que lee su señor y tío. La sobrina se siente culpable por no avisar la locura de su

tío. Ella quiere quemar todos los libros de caballería. Son dos mujeres de <<armas

tomar>>, pues no tienen un hombre al que obedecer.

La mujer de Sancho Panza, que en el principio del texto se la llama Marí Gutiérrez, pero

luego se llama Juana y a Teresa. Al principio aparece en la voz de Sancho, pero luego cobra

protagonismo en el capítulo V de la Segunda Parte, justamente en el momento en que

Sancho se <<quijotiza>> y usa un discurso culto el cual la pierde. Es una mujer sencilla y

está resignada a su condición social de <<hiladora>>.

La mujer del ventero, dueña de la venta en la que don Quijote y Sancho paran. Era

caritativa y se dolía de las calamidades de sus prójimos, por eso curó a don Quijote.

[14]

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La hija del ventero, de muy buen parecer (pp. 139) ayudó a curar a don Quijote.

Dorotea, la labradora de la cual estaba enamorado don Fernando. Era <<hermosa, recatada,

discreta y honesta>> (Cervantes: 2004, pp. 226), luego se metamorfosea en la reina

Micomicona.

Leandra, hija del labrador, <<... de tan extremada hermosura, rara discreción, donaire y

virtud, que el que la conocía y la miraba se admiraba de ver las extremadas partes con que

el cielo y la naturaleza la habían enriquecido [...] a la edad de dieciséis años fue

hermosísima>> (Cervantes: 2004, pp. 516). Eugenio estaba enamorado de ella, su padre la

dejó elegir entre sus dos candidatos. En enamoró de un tal Vicente de la Roca (pp. 517-8)

que la llevó y luego la encontraron en una cueva de un monte desnuda sólo con la camisa

(pp. 518).

Marí Sancha, hija de Sancho. Su padre la quiere casar con alguien más rico, pero la mujer a

advertir que no serían de la misma condición discute con él (pp. 583). Sanchica no sabe ni

leer ni escribir como su madre, igual que la mayoría de las aldeanas de la época, ese

privilegio era reservado para las damas de alta condición. Sin embargo ella no se deja

acobardar por la situación y la resuelve llamando a alguien que lea la carta de su padre.

Las tres labradoras del Toboso que Sancho las quiere hacer pasar por Dulcinea y sus dos

doncellas <<mozas aldeanas [...] no muy buen rostro[...] carirredonda y chata>> (pp. 619).

Montaban el caballo como si fueran hombres (pp. 621)

Quiteria <<la hermosa>>, la labradora que se está por casar con Camacho <<el rico>>.

Tiene dieciocho años. Cuando era pequeña estaba enamorada de Basilio y él de ella. Basilio

vivía al lado de la casa de Quiteria, sin embargo su padre la obligó a casarse con Camacho

(691)

Clara Perlerina, hija de Andrés Perlerino, el hijo del labrador que llega al gobierno de S.

Panza estaba enamorado de ella. (pp. 906) El labrador era viudo, venía de la aldea Miguel

Turra (pp. 905). De un lado del rostro era hermosa, mientras que del otro no porque le

faltaba un ojo.

[15]

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Reflexiones finales

No se puede asegurar que Cervantes haya querido destacar un personaje sobre otro y por lo

tanto hay mujeres que pasan desapercibido y otras que se destacan más. Creería que no está

buscando hacer crítica social a su época, sino más bien, es el reflejo de lo que él ha podido

observar a lo largo de su vida, lo que palpó, lo que lo rodeó. Erich Auerbach dice que

<<La actitud de Cervantes es tal que su mundo se convierte en un juego en el que cada

figura del tablero está justificada por el mero hecho de vivir en el lugar en que se

encuentra>>18

La sociedad pudo haber influido más de lo que se piensa o se observa en los estudios del

Quijote de Cervantes, la mayoría de las veces enfocados en otros aspectos que no son los

que representan socialmente cada personaje. La literatura del Siglo de Oro ofrece multitud

de anécdotas, y entre ellas, Cervantes logra captar las características de las mujeres de su

sociedad.

Bibliografía

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Nacional, Madrid

Auerbach, Erich (1950) “XIV, La Dulcinea encantada” en: Mímesis. Fondo de Cultura

Económica, México, pp. 315 - 33918 Auerbach, E. Mímesis, pp. 337

[16]

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Costumbre y gastronomía en el siglo de Oro. En:

http://centroestudioscervantinos.es/upload/1714_mdfile.pdf

[17]