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1
VINCULACIÓN DEL LENGUAJE Y LA ACCIÓN AL DERECHO EN LA TEORIA DE LA ARGUMENTACIÓN
ALEJANDRO GARCÍA RIVERA
1’088.254.950
DIRECTOR: CARLOS ARTURO MUÑOZ PATIÑO
Magister en filosofía U.Caldas
UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE PEREIRA
FACULTAD DE BELLAS ARTES
ESCUELA DE FILOSOFÍA
2011
2
CONTENIDO PRIMERA PARTE INTRODUCCIÓN GENERAL………………………………………………………….. 4
1. Contrastación - lenguaje interpretativo y el lenguaje argumentativo –
Pluralidad de lenguaje.
1.1 El problema del lenguaje. ……………………………………………………….. 6
1.2 El giro lingüístico: la vía hacia la pragmática.…………………………….. 12
1.3 Wittgenstein: distinción entre sus planteamientos sobre el lenguaje….. 19
1.4 John Austin: lenguaje y acción...…………………………………………….. 27
1.5. John Searle y los actos de habla.…………………………………………….. 32
SEGUNDA PARTE
2. Lenguaje: Acción y argumentación.
2.1 De la acción al discurso…………………………………………………………. 41 2.2 Diferenciación –en su forma tradicional- entre lo apodíctico y lo dialéctico……………………………………………………………………………….. 44
2.3. Surgimiento de la teoría de la argumentación y/o la nueva retórica…… 50
3
2.4. Relación entre lógica jurídica y los actos lingüísticos………….………… 56
TERCERA PARTE
3. Lógica jurídica - Teoría de la argumentación 3.1. Lógica jurídica……………………………………………………………………. 61 3.2. Técnicas argumentativas………………………………………………………. 67 - Argumentos cuasilógicos.
- Argumentos basados en la estructura de lo real.
- Argumentos que fundan la estructura de lo real.
-Argumentos por disociación.
-Interacción y fuerza de los argumentos.
3.3. Concepto de auditorio universal……………………………………………… 84
3.4. Argumentación y decisión judicial.…………………………………………... 90 - Apertura al debate Hart-Dworkin en torno a la decisión judicial.………….. 95
4. Consideraciones finales………………………………………………………….102
Bibliografía……………………………………………………………………………. 109
4
INTRODUCCIÓN GENERAL
Este trabajo tiene como propósito revelar la transición que realiza la teoría de la
argumentación desde el viro que se gesta a partir de lo que significó el paso de
una simple noción del lenguaje hacia un lenguaje propio de la argumentación.
Desde allí, en primera medida es preciso resaltar que luego de partir del
reconocimiento de lo que significó –en términos generales- el lenguaje
tradicionalmente, es justo en el siglo XIX con la influencia de toda una tradición
histórica del pensamiento, en los ámbitos tanto filosófico como literario en general,
en donde se manifiesta un acontecimiento que da un vuelco sobre la comprensión
lingüística y que llevan posteriormente al sujeto a la consolidación de un
sinnúmero de teorías y métodos a la hora de la comunicación. Este es el
denominado giro lingüístico.
Así mismo, sobre los albores del siglo XX se suscita análogamente el surgimiento
de la denominada filosofía analítica o filosofía del lenguaje como un estudio que
básicamente concede otro modelo de búsqueda al objeto de indagación filosófica,
el cual va a ser precisamente la exploración acerca de las posibilidades del
lenguaje. Saber que procura de un lado, el formalismo o el análisis lógico del
lenguaje científico, y de otro lado, el antiformalismo o el estudio lingüístico del
lenguaje común. Y es aquí, en éste último punto, donde la filosofía se consolida
como una actividad en lugar de un saber de tipo sustantivo: el cual será
precisamente el análisis del lenguaje. Análisis que en tanto, tendrá como objetivo
primordial la clarificación de los conceptos filosóficos. En la medida en que el
lenguaje se establece como un objeto de investigación servirá de medio a través
del cual se realiza la comprensión misma de la realidad. Del mismo modo, en que
se admite que existe una pluralidad de lenguajes, a partir del cual cada uno se
manifiesta como una forma de relacionarse con el mundo, es decir, una forma de
vida. Posteriormente, ha de comprenderse que el lenguaje en tanto es una
actividad asiente que sólo existe su uso, ya, que por su parte, su pluralidad escapa
a todo intento sistematizador. La tarea de la filosofía según una tendencia de la
5
concepción de ―la filosofía analítica‖ acabará por limitarse a la función descriptiva y
normativa del lenguaje.
Esta perspectiva, irá encaminada a revelar que a la hora de la conservación de los
procesos comunicacionales y de la aparición de las nuevas posibilidades de
lenguaje, se van a entablar distintas instancias racionales -de forma no científica-,
que consolidan la búsqueda de distintas soluciones dentro una racionalidad
práctica hasta consolidar una pragmática del lenguaje. Los distintos saberes que
se adentran a esta esfera –como el caso del derecho- van a consolidar una
postura epistemológica que se vale de la elaboración de cierto tipo de discurso
conformado a partir de enunciados y proposiciones, como de una lógica que se
dirige a la estructuración de diferentes razonamientos de forma dialéctica, y que
llevan entre otras cosas, a la fijación de acuerdos, a distintas formas de diálogo, a
la apertura de lo que es probable, a la disputa dada por la imposición de una
problemática, y en definitiva, a la confrontación de la descripción con lo valorativo,
en la medida en que necesita de la resolución que es ostentada por diferentes
tipos de argumentos.
En este orden de ideas, la formación de un discurso en general requiere de un
análisis que lleva a comprender como las distintas formas de lenguaje han
requerido de su aplicación, así, como los métodos propios de la lógica también
han diferido en la medida en que están acorde a distintas ópticas. El análisis del
lenguaje ordinario requiere del uso de la racionalidad del cual se valen diferentes
saberes de tipo práctico. Para este caso, la lógica jurídica subyace como un
método de estudio del que tiene que valerse el derecho en cuanto ha de
consolidarse en sus nuevas acepciones como un estudio que se fundamenta en la
pragmática lingüística. En el caso de la práctica del derecho –como en los litigios-
de modo particular, va a permitir llegar a distintos artificios como la posibilidad del
convencimiento y/o la persuasión, la cual una vez se emplea, pretende la
producción de determinados efectos en un público que sirve como receptor, u en
la audiencia y/o auditorio como lugares determinados para su aplicación.
6
Capitulo 1
Contrastación - lenguaje interpretativo y el lenguaje argumentativo –
Pluralidad de lenguajes.
1.1 El problema del lenguaje.
Se denomina lenguaje –proveniente del latín lengatge- a cualquier tipo de signo
semiótico organizado que, se adhiere a un uso y a ciertos principios formales
instaurados como practica social. En la medida en que éste se presenta como un
sistema logra consolidarse y se despliega como un modo de expresión,
elaboración, y reproducción, que permite desde la relación individuo–sociedad la
abstracción, conceptualización y posteriormente la posibilidad de comunicación
entre estos mismos sujetos que interactúan. En este sentido, resulta por ser el
elemento clave de la vida intelectual y de cualquier forma de conocimiento, ya, que
éste mismo se encuentra en él.
Las primeras nociones que se tienen del lenguaje datan aproximadamente hacia el
siglo I.V. A.C. Espacio que se reconoce propiamente como el período clásico, y,
es precisamente, en una de las culturas significativas de este periodo, que tiene su
cuna en la antigua Grecia, donde se halla, de un lado, los primeros esbozos de
una posible aproximación a estos discernimientos. La primera cuestión se da en la
medida en que: ―se plantea en el análisis etimológico el Cratilo de Platón , o una
consideración del lenguaje y una explicación del significado en término de
procesos mentales o de pensamiento como los presentados por Aristóteles en Peri
Hermeneias (I.16ª 5-10), cuando relaciona signos (Semeia) con dolencias del alma
(Pathemata psychai)‖1. Así mismo, como resultado de sus análisis, Platón arguye
que el lenguaje no puede beneficiar al conocimiento, mientras que para
Aristóteles, en cambio, la universalidad de la mente o psique avala el carácter
1 Kart R.Jan Kowsky. El surgimiento del concepto de lenguaje en el pensamiento moderno. Traducción y adaptación del inglés del texto de Danilo Marcondes de Sousa Filho: The emergence of the notion of languaje in modern thought. Por Rafael Areiza Londoño. Eds. Amsterdam. 1993. Pág. 38.
7
general y el valor cognitivo del significado mancomunado con las palabras. Las
palabras pueden cambiar de una lengua a otra pero las ―pathemata psychai” son
las mismas para todas. De forma posterior, los estoicos retoman esta idea y
consideran el ―lekton”2 en este sentido, como una entidad abstracta, es decir,
incorpórea, relacionada a la palabra y al mismo tiempo a la mente humana3.
Aristóteles le otorga al hombre un punto de partida capital en lo que se va a
consolidar como su carácter social. Para este autor: ―lo más característico del
hombre es su dimensión lingüista de su comportamiento, ya que refleja su carácter
racional‖4, y desde allí, se obtiene un punto de partida fundamental hacia la
consolidación de la lengua en particular. A su vez, la tradición epistemológica
comenzada por Platón y Aristóteles logro su fortalecimiento en san Agustín. Esta
misma; ―puede encontrarse en su concepción en De Magistro cuando se asegura
que los procesos mentales por sí solos pueden explicar el significado. El
razonamiento de Agustín es fundamental en la filosofía moderna y está
fuertemente influenciado en su pensamiento, especialmente por la tradición
racionalista de Descartes y por la Escuela de Port Royal‖5. En esta obra, San
Agustín sostiene que, ya, que los nombres son términos generales, sólo una
entidad mental puede explicar su generalización, de la misma forma en que la
mente es capaz de descubrir conocimientos de lo universal. Agustín explica en
tanto, la forma en que el signo –abordado en sí mismo- es intrascendente para
2 Con este término se apela a la proposición, la cuales son o perfectos o imperfectos; los primeros,
corresponden a los términos que constituyen las proposiciones, mientras que, los segundos, corresponden a su contenido. Así mismo, las proposiciones se reparten en simples y complejas, según figuren o no conectores “syndesmoi”. 3 Esta influencia prosigue en la Edad Media hasta el pensamiento moderno, y ello se debe, en gran medida a
la concepción agustiniana del lenguaje entre los filósofos medievales, como por ejemplo, Peter Abelard en el siglo XII. 4 Mauricio Beuchot. La retorica como pragmática y hermenéutica. Autores, textos y temas. Filosofía. Ed.
Anthropos. Barcelona. 1998. Pág. 11. 5 Kart R.Jan Kowsky. El surgimiento del concepto de lenguaje en el pensamiento moderno. Traducción y
adaptación del inglés del texto de Danilo Marcondes de Sousa Filho: The emergence of the notion of languaje in modern thought. Por Rafael Areiza Londoño. Eds. Amsterdam. 1993. Pág. 39.
8
dar cuenta de la relación de las cosas con el mundo6, ya, que ésta relación del
lenguaje no se traza entre el signo individual y los objetos particulares y concretos,
sino entre el concepto y los tipos generales, de los cuales los objetos son sin
signos.
A partir de esta influencia, el interés en el lenguaje desde una perspectiva
gramatical persiguió una vía análoga, sobre todo porque la gramática, era
abordada como un método auxiliar, es decir, como una ―téchne”, que estaba
relacionada con la retórica y con la interpretación de textos, pues, el lenguaje era
considerado desde sí mismo y no en relación con el conocimiento, es decir, de
una forma no objetiva. Sólo en los siglos XIII y XIV se le da importancia al tema de
la universalidad con el advenimiento de las gramáticas especulativas7. Desde allí,
en efecto, es factible especular que la tradición clásica acerca del lenguaje resulta
de la imposibilidad conceptual o metodológica de pensar al lenguaje como un
objeto de estudio en sí. Puesto que el lenguaje fue simplemente apreciado como
un sistema de signos cuya función es representar la realidad, la cual sólo se
puede percibir sí se compensa ésta función por medio de las ideas, o mejor, a
través de la mente, ya que no existe un elemento común entre lenguaje y realidad.
Sí bien, en la época clásica no existió una teoría clara e irrefutable sobre una
concepción acerca del lenguaje, las diferentes teorías que proponen exponer el
origen del lenguaje, los usos del pensamiento y sus operaciones específicas,
generan controversias entre los estudiosos de diferentes estirpes del
conocimiento. Empero, todos los esfuerzos por arrojar avances sobre este tema
generan un buen subterfugio para indagar acerca de las ciencias que atañen al
6 La teoría de Agustín sobre la razón como una luz natural o lumen naturale, de origen divino en el hombre,
se encuentra casi ipsis litteris en Descartes. San Agustín interpreta la posibilidad de comprensión de la razón y la relación de las cosas con el mundo a partir del concepto y lo interpreta por lenguaje interno utilizando el denominado verbum cordis en su terminología. De otro lado, considera que el lenguaje hablado depende del conocimiento profundo, el cual surge de la razón natural en el hombre y tiene su origen en Dios, el cual crea al hombre mismo como ser racional. Así mismo, este tipo de filosofía tomo como su tema de análisis los estudios de la mente, de la conciencia, como preocupación de la filosofía antes que del lenguaje, ya, que es a través de los procesos del pensamiento que el individuo es capaz de conocer la realidad. El lenguaje, por lo tanto, tiene una importancia secundaria bajo esta concepción. 7 Para conocer la importancia de las gramáticas especulativas y su tradición resultante, véase Buzzetli y
Ferriani (1987).
9
lenguaje y el pensamiento -en cuanto se hace referencia al sentido lógico y al
raciocinio- así, como de la ávida búsqueda por sus características, aplicaciones,
sus formas de validez, su sentido, etc. ―Por desgracia, no existen convenciones
aceptadas por todos y los sistemas más comúnmente usados no llegan a registrar
ni las mínimas y ciertamente obvias distinciones introducidas‖8. Sin embargo, con
el fin de obtener un panorama acerca de la problemática del lenguaje como su
objeto de estudio es necesario forjar distintas vías de reflexión –desde esta
influencia- que permita contextualizar una problemática que será relevante en la
relación lenguaje - pensamiento.
El estudio del lenguaje por tanto, se ha abordado a partir de diferentes supuestos
–de forma particular- que procuran en términos generales ofrecer una teoría que
determine todas sus posibilidades. ―Todos los lingüistas y muchos filósofos
aceptan, al menos en apariencia, el principio de la prioridad de la lengua
hablada‖9. Cuestión que sirve como punto de partida para distinguir y brindar una
apropiación en sentido lingüístico. Sí nos remitimos al tema que nos arremete, es
decir, sobre el contexto propio de la actualidad es preciso distinguir que existen
diversas concepciones acerca de esta noción que se bastan desde el estudio de la
lingüística en diversos autores. Se debe destacar, con el fin de hacer una
referencia específica, a un teórico como Ferdinand Saussure, quien pretende
realizar una distinción entre la lengua y el habla, en tanto se complementan por
ser actos que nacen en el individuo con una connotación semántica, o que,
permite derivar del signo un posterior desarrollo de significados y por ende de
sentido lingüístico. Además, también hay teorías desde la psicología las cuales
básicamente sostienen que para que haya lenguaje se hace necesario el
desdoblamiento del pensamiento, el cual en tanto capacidad intelectiva influye en
el idioma y en sus grados de significación. Dado el caso, por ejemplo, del teórico
Jean Piaget quien afirma que el lenguaje es una forma de liberal el pensamiento a
8 John Lyons. Lenguaje, significado y contexto. Traducción de Santiago Alcoba. Ediciones Paidós Ibérica,
S.A. 1ª. Edición. 1983. Pág. 27. 9 Ibíd. Pág. 34.
10
partir de la acción, y en tal medida, el grado de significación que desempeñen los
sujetos dependería de la actividad mental que ellos mismos realicen.
Lo cierto del caso, es que siendo tan numerosas las teorías que pretenden
explicar el origen del lenguaje, estas se bastan básicamente en el intento de
articular el lenguaje y el pensamiento a partir de la capacidad racional y el sentido
lógico de los individuos. Pues, sólo con relación a las posibilidades de emanar
lenguaje y de las capacidades intelectuales de los individuos sería posible
consolidar una comunicación entre estos mismos. Ahora bien, ante la diversidad y
contraposición de diferentes teorías tradicionales y sus distintas problemáticas, es
preciso afirmar que; a la hora de tener una noción -en términos generales- acerca
del lenguaje es difícil tener una concepción perfecta o totalmente técnica, sin
embargo, dentro de aquellas vicisitudes es preciso reconocer que un lenguaje
tiene como características esenciales:
- Un cumulo de ítems básicos discretos, mejor dicho, un vocabulario.
- Una sintaxis10.
- Determinadas secuencias de esos ítems. Cabe resaltar que aquellas que se
encuentran sintácticamente bien establecidas poseen un «alcance semántico», es
decir, se utilizan para departir sobre objetos, los cuales son en sí distintos a los
propios ítems o secuencias.
A decir verdad, el lenguaje comprende un campo de conceptos y expresiones
que provienen de una lengua particular y se aplican en un establecimiento
sistemático de reglas formales, provistas sobre el mismo desarrollo de las
consecuencias que le rigen. Todas las expresiones de palabra, en todas las
10
La palabra sintaxis proviene del latín syntaxis, que a su vez tiene origen en un término griego que significa “coordinar”. Se trata de una parte específica de la gramática que coordina y une las palabras con la intención de formar las oraciones y expresar conceptos. Los ítems básicos del lenguaje tienen un poder combinatorio estipulado, así en tanto, debe ser totalmente coherente sin tener cualquier tipo de secuencia al azar. Este rasgo permite diferenciar, por ejemplo, un lenguaje de un sistema de numeración; si admitimos cualquier secuencia de unos y ceros, sólo por referenciar un caso, no se tiene un lenguaje propiamente dicho.
11
lenguas, tienen una composición léxica11. Éste estudio permite esclarecer un
conjunto de criterios sobre el cual; ―existen reglas productivas para lo que
tradicionalmente se conoce como formación de palabras, lo cual posibilita a sus
usuarios la construcción de expresiones‖12. La construcción y posibilidad de las
expresiones por las que se crea el lenguaje dependen de una sintaxis general que
le permiten una coherencia y estructura, y su génesis bien podría tener tanto un
sentido ontológico como lógico.
Es relevante considerar que la mayor parte de posturas clásicas y medievales
terminaron sólo por abrir el panorama hacia el estudio del lenguaje, sus formas y
sus emergencias. Para el caso especial de Aristóteles, existió una conciliación del
lenguaje con la lógica que termina en apuntar hacia la posibilidad de los
razonamientos dadas como construcciones que permiten la creación de sentido.
Este autor, valiéndose de razonamientos lógicos obtuvo un medio de asentimiento
que le permitía llegar a conclusiones, es decir, a afirmaciones basadas en
premisas. La senda moderna acarreó consigo el renacer de las diferentes ciencias
en el siglo XIX, y por ende, la diversidad de sus caminos en búsqueda de un
análisis específico. A partir de tales influencias, aún, cuando el panorama ya se
había establecido en la antigüedad el lenguaje fue de a poco alternando nuevas
vías de conocimiento y de posibilidades de fundarse a partir de una racionalidad,
la cual dejo sin embargo, diferentes vías de acceso, pero, también la promesa de
una ruta que iría encaminada hacia la consolidación de razonamientos que van
dirigidos a conformar cierto tipo especial de lógica, y de alcanzar unas
conclusiones de mutuo acuerdo con el fin de lograr la aceptabilidad.
11
La composición léxica se atribuye a la significación de las palabras que se utilizan en un campo específico, las palabras de un idioma o una lengua por ejemplo. Disciplinas como: la semántica, semiótica y pragmática se hacen indispensables en las composiciones lingüísticas que brindarán nuevas expresiones, y por tanto, repercutirá en sus determinaciones. 12
Op. Cit. Pág. 48.
12
1.2 El giro lingüístico: La vía hacia la pragmática.
El lenguaje y las posibilidades comunicativas han llevado consigo la sumisión a
diferentes roles acordes a la capacidad de razonamiento, que le permite a los
individuos captar la realidad para que ésta sea posteriormente expresada.
Paradigma que resulta ser simplemente un medio que no se interpone entre lo que
se piensa y la forma de captar la realidad. Cabe resaltar, que desde los albores de
la modernidad, y con los aportes del nuevo método aportado por René Descartes
al saber en general, se retomó un modelo que le proporcionó básicamente al
sujeto la búsqueda por el conocimiento de todo aquello que en cuanto individuo
pudiese conocer; partiendo desde las verdades más simples –síntesis- y tomando
la evidencia como criterio que permite no confundir lo falso con lo verdadero, y, le
otorgó, a su vez a éste mismo, una razón de ser desde una perspectiva
epistemológica13. Del mismo modo, se dio origen a la discreción de que todo
conocimiento necesita de un sujeto que es cognoscente (conocedor) y el objeto
que es conocido de donde se obtienen toda posibilidad de respuestas de una
forma completamente relacionada. Los planteamientos teóricos posteriores
quebraron de una u otra forma tal noción, o simplemente la complementaron. Sin
embargo, sólo fue hasta el siglo XIX cuando se constituye, sin duda, uno de los
hechos más prominentes de la filosofía en la época contemporánea, que, a su vez
llevaba inmersa de forma capital la problemática del lenguaje. Es a este proceso al
que se le reconoce como giro lingüístico, y, apela de un lado, al origen de los
actos humanos, de otro lado, a la posibilidad de construir la certeza de lo que es
13 La frase de René Descartes: –cogito ergo sum- “pienso, luego existo” otorga una nueva concepción a la filosofía en general, aún más, en cuanto va a generar toda una problemática epistemológica. Pues, esta frase iba a concatenar lo que significaría el descubrimiento o el inicio de la subjetividad en sentido estricto, es decir, proporcionaría el descubrimiento de una verdad incuestionable que, una vez aplicada en la esfera de lo real sería precisamente la subjetividad individual, y que es a su vez conciencia de sí misma. Así mismo, esta certeza innegable corresponde a la identificación de una substancia no extensa, transparente a su propia mirada, en pocas palabras; a una mente. Realidad que sólo es posible alcanzar a partir de la denominada “duda metódica”, la cual, sin embargo, lleva a que el sujeto se pierda del mundo. Ya, en una de las obras capitales del autor denominada - el discurso del método- escrita en el año 1637, René Descartes pretende básicamente el conocimiento de una verdad totalmente incuestionable donde se determina a la inmanencia que alcanza el sujeto como fundamento de la certeza, la cual por su parte, sólo es garantizada por la existencia de Dios que se manifiesta como el verdadero sujeto, y que permite en definitiva, toda posibilidad de conocimiento y de accionar del ser a partir del pensamiento.
13
real a partir del lenguaje mismo, es así, en tanto, que se da el paso de lo que
significó la posibilidad de representación y de significación a la connotación
asertiva del lenguaje que le otorga un exclusivo interés teórico.
La influencia del giro lingüístico se despliega en todas las ramas del saber, ante
todo aquellas ligadas al análisis del significado y la verdad como la lógica de la
ciencia, o que se encuentran simplemente relacionados al estudio del
comportamiento de los signos en la vida social, como la lingüística y la semiótica o
teoría de los signos. En la práctica filosófica el giro lingüístico es el título que se le
otorga a la innovación producida en el interior de esta misma actividad que se dio
como resultado de la debilitación del patrón psicológico basado en el estudio de la
conciencia y de sus modos de representación. A partir de aquel entonces, la forma
de expresión de dicha práctica se consolida como la esencia de estudio de la
filosofía, forjando un cambio notable en la perspectiva que tiene como
consecuencia el reemplazo de la filosofía de la conciencia por una filosofía del
lenguaje de donde posteriormente se deprenderían diversos métodos y teorías.
Frente a las influencias del giro, las posturas filosóficas que emergen afirman el
carácter significativo del lenguaje y posteriormente su status -de a priori- del
pensamiento. Aún más, en la medida en que se hace apreciable y necesaria la
mediación del pensamiento en sentido intersubjetivo que es válido por los signos,
se asume de forma radical el nuevo principio de la filosofía. Lo que cambió
básicamente desde esta concepción fue que se le imputó al lenguaje el origen de
los actos de los sujetos, es decir, de la posibilidad de construir la convicción de lo
que es real a partir de ese mismo lenguaje.
La filosofía aborda como punto de partida el análisis que realiza del enunciado. Lo
que es lingüístico no es el signo: es aquello que se comprende; para ser preciso,
no es nada subjetivo. Comprender un enunciado no significa simbolizar el objeto
al que este sustituye, sino comprender las reglas que establecen su correcta
aplicación; la unidad primaria de las comprensiones no es el objeto, sino el
enunciado mismo. En este sentido, la ontología misma da un giro y conserva como
14
cimiento la impetración sobre el significado de los términos, y por tanto sobre la
forma en que hace referencia a objetos.
A grosso modo, la ontología tradicional ha abordado al ser desde una
representación marcada por los objetos, y tras este nuevo paradigma se da un
vuelco hacia una nueva problemática lingüística. Así, en tanto, se origina la
filosofía analítica en el plano de la comprensión, ya éste saber no necesita de
representaciones ópticas, de la misma forma en que el lenguaje no se representa
sobre expresiones nominales. El giro en el conocimiento consiste básicamente en
superar la gran limitación de la vieja ontología, es decir, su aspecto objetual, que
le reserva al perímetro del discurso a los objetos.
En este sentido, es que el giro lingüístico se especifica a su vez como un
desplazamiento en el plano pragmático y hermenéutico. Se transforman conceptos
centrales de la filosofía teórica como los de racionalidad y de verdad y esto incide
en la filosofía práctica, de esta forma, se retoman estas características por
mencionar algunos autores; el contextualismo de Rorty y el pragmatismo de
Habermas. En términos generales, esencialmente este giro jerarquizante en el
papel de lenguaje establece un nuevo arquetipo filosófico que enfatiza la
intersubjetividad, y en cuyo contexto se promueve una extensión del logos
semántico, el cual había sido previamente reducido por la filosofía la función
representativa de las proposiciones. Y aunque pueden ser diversas las
interpretaciones este cambio se inicia con Nietzsche, continúa con Wittgenstein, y
sigue su proceso en denominados filósofos analíticos como lo son John Austin y
John Searle.
En primer lugar, Nietzsche si bien no propone propiamente una filosofía del
lenguaje, encuentra en éste mismo diversos modelos de interpretación acordes a
su búsqueda de un ideal que se basa en una particular forma de pensar, de sentir
y de actuar, por lo que busca qué es aquello que sustentaba los modos de
pensamiento de su tiempo e ineludiblemente se va en contra de ellos. Para este
15
autor, las palabras tienen un desarrollo en su significación. Nacen, se desarrollan
y mueren. Tienen una genealogía, así que su significado no es único, estático o
congelado en el tiempo. El hombre no puede articular las esencias de los
fenómenos ante las imposibilidades de no describir lo que siente, en cambio,
transmite sus impulsos, sus sensaciones, con las palabras a mano. Es decir, hace
retórica y por ende lenguaje. Crea imágenes retóricas del mundo para exponer lo
que siente y se ayuda de figuras o ideas que le transforman, es allí, donde
consolida el lenguaje como una fuente que es metafórica, ávida de descripciones,
y se vuelve un ser creativo, siempre acorde a su naturaleza misma.
Nietzsche considera que la vía que el hombre ha cruzado desde la antigüedad en
miras a la construcción de sus valores y su racionalidad ha sido deambulado y
tergiversado, por tal razón, es que el hombre se ha perdido en un embrollo
heredado desde la antigua Grecia. Y bajo su propia convicción, el autor filósofo
quiere revelar que es necesario ubicar aquellos valores supremos – como
totalidad, unidad, finalidad, verdad- como una forma del error, a partir de los
cuales se ha desentonado el pensamiento; así como la vida misma.
El concepto de verdad en Nietzsche aparece entonces como problemático, como
sospechoso, como un presupuesto que los filósofos han establecido indicando en
este un valor inherente al hombre, es decir, un valor en el que la verdad se
muestra como el fin al que tiende todo hombre. Es desde esta concepción de la
verdad que se ha creído establecer un conocimiento objetivo mediante el cual
podemos dar cuenta del mundo (de lo real) y que según Nietzsche, ha llevado a
una falsa visión del mismo. Pues si la verdad es solo una forma del error, el
conocimiento también aparecerá como parte de la mentira, y por ende, aquello
que se inviste como real será solo una ficción que ha sido captado mediante
metáforas del lenguaje que olvidamos que son tales y las tomamos por la realidad
misma.
Pensar en el problema de la verdad en la filosofía nietzscheana implica pensar en
la manera que el filósofo alemán concibió el lenguaje y la perspectiva estética
16
desde la que lo piensa. ―El leguaje sólo nos proporciona verdades tautológicas que
en su estructura no son más que cascaras vacías, en cuanto que en ellas no se
transporta nada‖14. El lenguaje aparece entonces como algo arbitrario con lo cual
se designan las cosas, así como se dijo anteriormente la palabra es sólo una
metáfora que posteriormente se convierte en conceptos mediante los cuales el
hombre indaga la ―realidad‖ y construye con ellos lo que él mismo llama ―verdad‖.
El hombre crea el significado de los conceptos, pero luego olvida que ha llevado a
cabo ese comportamiento creador.
Sí se parte de lo anterior, se hace fácil entender que en Nietzsche no hay
conocimiento, verdad, o concepciones del mundo sin el horizonte de significado
que lo posibilita, es decir, que todo recae en cierto perspectivismo, todo se da sólo
como una visión de las múltiples que existen. Bajo esta óptica todo se manifiesta
como interpretación, de modo que contradice toda pretensión de un conocimiento
desinteresado u objetivo, pues no se puede negar que en todo conocimiento se
hallan unos supuestos previos. En Nietzsche todo deviene, por lo tanto, todo
cambia, y si hablamos de realidad, solo podríamos decir que esta no se encuentra
exenta de contradicciones, es decir, que en ella no hay nada permanente, no hay
cosas, no hay hechos, todo fluye.
En esta concepción de la realidad es pues menester fijar el término de verdad bajo
otra consideración diferente a la de la tradición. Sí la realidad cambia y está sujeta
a contradicciones y los conceptos son estáticos e inmutables, estos últimos no
pueden expresar ni captar la realidad, es decir, el devenir de lo real. Ahora bien, la
verdad debe ser un resultado de la captación de lo real y en tanto que esta
cambia, la verdad no podrá ser inmutable y tampoco única, pues como se dijo
unas líneas atrás: la realidad misma no está exenta de contradicciones.
De esta manera, se hace ineludible llevar al lenguaje a una trasformación que
posibilite expresar la verdad de lo real, pues este bajo la supeditación a los
conceptos carece de utilidad, por lo que nuestro filósofo propondrá un lenguaje
14
Friedrich Nietzsche. Escritos sobre retórica. Edición y traducción de Luis enrique de Santiago Guervós. Editorial Trotta. S.A. Madrid. 2000. Pág. 46.
17
diferente, un lenguaje metafórico, alusivo, irónico que respete la multiplicidad y el
movimiento de la ―realidad‖. El lenguaje metafórico será, el del arte, de la vida, de
la equivocidad, de la ambivalencia, de la belleza y, en definitiva, expresión de la
libertad de la voluntad. Así pues, la verdad, el conocimiento y el lenguaje mismo
surgen de una potencia creadora inherente al hombre mismo, crear metáforas,
significar la realidad, la realidad que no es una sino nuestra realidad.
Para este autor los individuos se hayan inclinados por un impulso de verdad que
no es otra cosa que la necesidad misma de simplificar nuestra comprensión de la
caótica realidad. Así sólo encuentran en la mentira un refugio para poder vivir.
Mentir para vivir una necesidad insoslayable, el problema es olvidar el sentido útil
de la mentira como forma de soportar el mundo y creer que esta es verdadera. El
problema es olvidar que todo concepto pretendidamente inamovible fue en su
creación una metáfora, una ficción, una ilusión, un deseo de vida que permite
vincularnos con el mundo.
Se puede afirmar de forma severa que el conocimiento y la verdad son formas del
error, de la mentira, pero de una mentira necesaria para vivir; pero como dice
Nietzsche se ha olvidado su carácter útil para la vida y creemos que se trata de
una inclinación pura hacia ellos, y comenzamos a delimitar lo que es verdadero y
lo que no lo es, imaginamos que existe una correspondencia entre el nombrar las
cosas y las cosas mismas, creemos en una burda referencialidad del lenguaje.
El lenguaje conceptual da una visión errónea de la realidad, da pie para una
interpretación substancial del mundo: en él existen cosas, unidades, entidades
permanentes, incluso es bajo esta mirada que se ha caído en la conclusión de que
todo fue creado por un dios inmóvil, e incluso se hallan explicaciones teleológicas
para todo. ―La interrelación entre gramática, lógica y metafísica constituye uno de
los mayores obstáculos para desmontar la red lingüística que asfixia la libertad de
pensamiento‖15. El lenguaje favorece también la creencia en la existencia de
esencias, de naturalezas universales (recordemos que para el propio Platón la
existencia de términos universales como los nombres comunes, los adjetivos o los
15
Ibíd. Pág. 53.
18
sustantivos abstractos lleva necesariamente a creer en la existencia de las
naturalezas universales a las que llama ideas).
Para Nietzsche, la comprensión del mundo se vería diversificada a partir de un
cambio gramatical, pues, casi siempre en las frases del lenguaje se observa una
estructura sujeto- predicado, sí se presta atención por ejemplo, a la gran
importancia que se le da al verbo ser; es un verbo que favorece la idea de la
existencia de entidades dotadas de rasgos permanentes, de substancias; sólo la
superación de la creencia en la gramática puede superar también la concepción
típica de la metafísica tradicional. Para Nietzsche, la gramática ha dominado a
occidente y la misma también le ha hecho caer en múltiples errores. Es sabido,
sin duda alguna, que éste autor representa un giro en lo que se comprende por
lenguaje, ya que es precisamente él quien cuestiona a la razón misma tratando de
trascender aquellos esquemas mecanicistas que hacen posible la interpretación.
Aquí, el lenguaje mismo no resulta más que una forma reduccionista de
enmascarar lo real a partir de la falsificación del conocimiento.
Sin embargo, análogamente a este suceso histórico se suscita sobre el acontecer
del siglo XX, y en base de sus anteriores crisis el resurgimiento de la lógica16.
Pues, para este periodo el idealismo había desaparecido en aquellos territorios en
16 La lógica desde mediados del siglo XV sufrió una decadencia en la que retomaba su avance medieval antes que el renacentista. Desde este acontecer y ya sobre el año 1826 Richard Whately en sus Elements of Logic le otorga un resurgimiento a la lógica en Inglaterra. A este proceso, de forma análoga, Hegel da un ensanche al sentido de lo que se entiende por “lógica” y “dialéctica”, el cual depende totalmente de lo que el autor comprende por espíritu –elemento que permite que la realidad se mueva lógicamente-. Sin duda, y ante todo bajo esta influencia, la lógica dejó de ser comprendida desde su acepción tradicional, es decir, el estudio que indicaba las formas de la argumentación correcta, y, su redefinición introdujo un sinnúmero de discusiones que han hecho distinguir la lógica “formal” de otros tipos de “lógicas”, como por ejemplo, la dialéctica. Así mismo, la redefinición de “lógica” llevo en cierta medida a una pérdida de interés de este saber por parte de la filosofía, y de forma complementaria, fue la extensión del idealismo el que determinó el olvido de la lógica en la filosofía del siglo XIX. De Morgan y George Boole, con sus publicaciones en 1847, reiniciaron el estudio de la lógica y permitieron su resurgimiento, pero, no fue precisamente en el terreno de la filosofía sino de la matemática. Frege, en su indagación de los fundamentos de la aritmética, recuperó la lógica básica alrededor de 1900 en su Begriffsschrift y avanzó en la representación simbólica de la misma. Desde entonces la lógica comenzó a llamarse “matemática” por haberse refundado en esa disciplina fuera de la filosofía, o “simbólica” por su uso de signos. Este periodo pusilánime de la filosofía que le significó un deslinde de la lógica tuvo su finalización, o al menos, el logro de que la lógica entrara a codazos en el terreno de la filosofía nuevamente, en los albores del siglo XX, ante todo, por la publicación de Russell y Whitehead de Principia mathematica hacia el periodo albergado entre los años 1910-1913.
19
los que se había permeado su estudio que era básicamente Inglaterra –por las
críticas de Moore- y Estados Unidos por las críticas de la corriente realista. Fue
así, como la lógica y también los estudios analíticos del lenguaje incorporaron en
sus tareas y en su metodología, la posibilidad de simbolización de los argumentos,
la creación de sentido a partir de la relación del lenguaje con el pensamiento, entre
otras de sus aspiraciones. Desde allí, se traza la nueva labor de trabajos
filosóficos de mitad del siglo XX, donde se destacan teóricos como Carnap y
Wittgenstein, y en donde se retoma nuevamente la sintáctica y semántica que los
escolásticos ya habían desplegado. Estudios que permitirían, entre otras cosas,
que la lógica y en sí la designada filosofía del lenguaje se desembrollara
completamente sobre el análisis del lenguaje, teniendo como tema capital la
diferenciación del estilo expositor del estilo argumentador.
1. 3 Wittgenstein: distinción entre sus planteamientos sobre el lenguaje.
En este autor es capital la forma en que el lenguaje se encuentra confrontado con
la realidad, y por ende, la forma en que se presenta en el pensamiento como sus
posibilidades de conectividad. Dentro de sus planteamientos es necesario
distinguir dos posturas de su pensamiento; las cuales se han diferenciado bajo el
rotulo de primer y segundo Wittgenstein. Dentro de sus primeros esbozos su
intención primordial sería la de hallar la verdad a partir del aspecto descriptivo del
lenguaje; el cual estaría caracterizado precisamente por la proposición,
comprendida por él mismo como modelos de la realidad. Y serían generalidades
de este tipo las que defendería en su obra: “el tractatus‖. La cual llevaría a darle
en términos generales una visión esencialista del lenguaje puesto que admitía que
para cualquier concepto existía un significado unívoco. Dentro de su segunda
postura, es decir, la del denominado segundo Wittgenstein lo que vislumbraba por
lenguaje tendría una extensión puesto que ya no se trataba simplemente de
describir objetos de la realidad, sino más bien, de observar el lenguaje como un
instrumento que permitiría múltiples tipos de lenguaje, o dicho de otro modo, de
distintos juegos de lenguaje que cambian, nacen y desaparecen. Es decir, que la
20
descripción de lo que se comprende como el significado de las palabras es muy
disímil. Tanto así que a cada palabra le debe corresponder un significado y a cada
significado una palabra. Tal postura sería la defendida en su obra: “investigaciones
filosóficas‖.
De otro lado, Wittgenstein rompe con la visión que privilegia al conocimiento
científico para darle una acepción epistemológica al lenguaje, que se adhiere a
una connotación lingüística en la que prima el análisis mismo de su determinación
en la realidad, el cual se le proporciona a partir de las formas validas en el
pensamiento. Es así, como puede surgir la idea de que la mente produce el
mundo, en tanto, la realidad se manifiesta como una adecuación del sujeto con
ella misma. El símbolo reaparece como una cuestión capital en tanto concepto
lógico puesto que es éste mismo el que permite una correspondencia entre la
proposición y los hechos, y es precisamente la única de la que Wittgenstein en su
primera etapa se ocupa.
Según especula el autor –el primer Wittgenstein- el lenguaje se considera como la
expresión misma del pensamiento, pues, en un mundo sin pensamiento el
lenguaje sería la expresión de la nada. Tanto así, que el lenguaje existe porque se
puede pensar; pues, de no existir el pensamiento no sería posible pensar en la
posibilidad de un lenguaje. El pensamiento, por su parte, se presenta a partir de
formas que se pueden expresar en proposiciones. El pensamiento permanece
circunscrito en el contorno de los hechos, y el dominio de todo lo que pueda ser
pensable se comprimirá a los hechos que logren ser posibles en sentido lógico. El
lenguaje, en tanto, constituye la forma más idónea de expresión de pensamientos
al presentar la misma multiplicidad lógica que éstos y que los hechos que ellos
representan. Es precisamente a partir del lenguaje verbal como éste mismo
alcanza su máxima expresión, ya que se pueden nombrar los objetos.
Este autor, resguarda la generalidad del pensamiento del denominado primer
Wittgenstein en una de sus obras llamada ―el tractatus”, allí, se hace el
interrogante; ¿Qué es el pensamiento? y de allí mismo obtiene una definición, que
21
consiste en hacer referencia a que: <<la figura lógica de los hechos son
pensamientos>>. En este sentido, el pensamiento aparece como retrato lógico de
un hecho, pero el pensamiento no es una figura lógica, sino la figura lógica por
magnificencia, puesto que el pensamiento sintetiza en sí mismo la forma lógica
esencial a todo tipo de figuras. La filosofía, así, en su posibilidad de interpretación
a partir del lenguaje retoma una connotación que le hace identificar lo que se
nombra de ella sólo con los objetos del mundo. En resumidas cuentas, el valor de
la filosofía se consolida en la medida en que el pensamiento permite crear
expresiones a partir del lenguaje. Aquí el entendimiento ha creado tales
expresiones desde sus propias posibilidades, siendo en este proceso donde
recobra preeminencia su propio valor.
La respuesta al interrogante; ¿Cómo responde el pensamiento a su síntesis?
Posee la contestación de que es precisamente lo que puede realizar a partir de la
proposición. Wittgenstein define la proposición en su obra “el tractatus‖ de esta
forma: ―Lo que cualquier figura, de cualquier forma, debe tener en común con la
realidad para poderla representar de algún modo es la forma lógica, es decir, la
forma de la realidad‖17. El lenguaje se constituye como la expresión del
pensamiento y permite que ambos sean totalmente intercambiables, de modo que,
la exploración sobre el pensamiento pueda sustituirse por el estudio de la
proposición, y que éste sea al mismo tiempo, una teoría del pensamiento, hasta
llegar a tener una relación tan íntima que les liga indefectiblemente como un modo
de identificación. Aún más, es en la medida en que éste reconocimiento se
establece como es viable la autoconciencia para permitir la comunicación, es
decir, la interacción por medio del lenguaje; situación que llevará ulteriormente a
la constitución del sujeto del discurso.
Dicho de otro modo, la proposición ―satz” es el retrato lógico de un hecho, una
figura ―bild‖ de él. La proposición es una figura, por tanto, de la realidad.
―Desorientador paralelo: ¡El grito es una expresión de dolor –la proposición, una
expresión del pensamiento! Como sí la finalidad de la proposición fuera hacerle
17
Ludwig Wittgenstein. Tractatus Logico-Philosophicus, Alianza Universidad. 14 Ed. Madrid. 1975. Pág. 18.
22
saber a uno como se siente otro: solo que, por así decirlo, en el aparato pensante
y no en el estómago‖18. El pensamiento parece aquí, en cuanto es una imagen
lógica, no estar separada de la expresión. Por su parte, los signos ―simples‖ son
los objetos referentes del lenguaje empleados en la proposición que se denominan
como nombres. El nombre en tanto simboliza un objeto; hace que su objeto sea su
significación. El nombre denomina un objeto pero no lo describe, viene a ser no un
retrato sino una etiqueta que se le asigna al nombre mismo. La proposición
expresa lo que el sujeto del discurso no sabe, pero lo que aquel mismo tiene que
reconocer para poder expresar se evidencia en ella misma. La verdad o falsedad
de las proposiciones deben ser contrastadas empíricamente, puesto que, es sólo
ésta la que contiene la posibilidad de su verdad.
De este modo, se puede afirmar que el lenguaje se constituye a partir de la
totalidad de las proposiciones. Su función elemental es afirmar o negar hechos en
cuanto siempre estas proposiciones designen objetos. Sólo desde esta
concepción se comprende que el lenguaje es la forma de acceder al conocimiento
de lo real dándole una connotación puramente fáctica. Y por tanto, queda
descartada cualquier otra forma de posibilidad de lenguaje, bien sea aquel tipo de
discurso no descriptivo, como el que se basa en discursos valorativos.
Ahora bien, esta relación de las proposiciones y el lenguaje y de la forma de
designar los objetos de la realidad determina un vínculo con lo figurado. Es
precisamente este carácter figurativo del lenguaje al que se apela con el rotulo de
isomorfismo. La forma lógica del lenguaje permite por tanto su función esencial
que es la de describir hechos que deben ser contrastados en el mundo. Así en
tanto, la forma lógica es un elemento ineludible de la proposición; la cual debe
esencialmente tener una representación ―lógica‖ la misma del mundo que se
contraste con la realidad- para describir los hechos, pues, sí bien no es necesario
que la proposición sea verdadera puesto que lo que importa más allá de cualquier
otra cosa es su forma lógica que le hace tener validez.
18
Ludwing Wittgenstein. Investigaciones filosóficas. Traducción de Alfonso García Suarez y Ulises Moulines. Editorial Crítica. S.A. Barcelona. 1988. Pág 255.
23
La teoría isomórfica del lenguaje y la concepción acerca del mundo permiten una
conciliación en la medida en que ambos son lógicos; su conciliación se establece
en la concurrencia de sus respectivos espacios con el dominio de la lógica. Todas
las proposiciones emiten una función de verdad o falsedad, pero, lo que en
realidad importa es su forma lógica. ―Una proposición compleja es una función de
verdad de proposiciones elementales, esto es, la verdad o falsedad de la
proposición como un todo dependerá de la verdad o falsedad de sus
constituyentes elementales‖19. El isomorfismo genera una correspondencia entre
lógica y lenguaje que se sintetiza en que todo lo lógico es expresable y toda
proposición debe tener un carácter lógico, así como la lógica llena el mundo, es
decir, su retrato en el lenguaje.
Esto es, en pocas palabras, que, entre el lenguaje y el mundo se encuentra la
forma lógica como elemento mediador que hace posible que el lenguaje especule
acerca del mundo mismo. La concepción del lenguaje y la realidad en Wittgenstein
en su primer planteamiento se resume básicamente en cuatro puntos a seguir:
- Los límites del lenguaje son los límites del mundo.
- El lenguaje es mí lenguaje.
- Mi lenguaje limita mi mundo.
- El mundo es mi mundo20.
De forma complementaria a su primer planteamiento sobre la noción del lenguaje,
Wittgenstein modifica decisivamente la atribución que le daba al mismo concepto;
influyendo posteriormente incluso en las tradiciones propiamente lingüísticas. Es a
esta apelación a la que se reconoce con el rotulo del denominado segundo
Wittgenstein. El haber pensado en los límites del lenguaje, de hecho, le ha
permitido abrir un punto de partida hacia un nuevo panorama. En tal sentido
afirma: ―los resultados de la filosofía son el descubrimiento de algún otro simple
19 H.O. Mounce. Introducción al tractatus de Wittgenstein. Traducción de José Mayoral y Pedro Vicente.
Editorial Tecnos. Tercera edición 2007. Pág. 164. 20
Es decir, solipsismo.
24
sinsentido y de los chichones que el entendimiento se ha hecho al chocar con los
límites del lenguaje. Estos, los chichones, nos hacen reconocer el valor de ese
descubrimiento‖21. Es decir, que parte hacia una reconceptualización del concepto
de representación que le lleva a un redescubrimiento sobre la función del lenguaje
humano. En este nuevo periodo el autor -a diferencia del anterior- ya no va a
contribuir sobre la defensa de un único modo en que sea posible la explicación o
solución de problemas referentes a la relación con el mundo, sino que en cambio,
utilizará un método de proyección que pudiese ser satisfactorio en la medida en
que se dé por conocido ciertas convenciones de la representación. Es decir que,
el lenguaje ya no dispone de un único método de proyección, sino que las
diferentes convenciones dadas su uso fijan una diversidad de métodos. Por tanto,
la forma lógica no puede mostrar una manera unívoca de representación de la
realidad.
En este sentido, el autor asevera que el lenguaje se halla constituido por las reglas
y convenciones que le definen su lugar a estos juegos o posibilidades de
aplicación. Según Wittgenstein: ―la intención está inmersa en una situación, en las
costumbres y en las instituciones humanas. Si la técnica del juego de ajedrez no
existiese, yo no podría tener la intención de jugar ajedrez"22. Es decir, que la
problemática del lenguaje sólo se hace posible en la medida en que es
manifestado a partir de reglas por las que se hace correcta y precisa su aplicación,
ya, que el lenguaje es substancialmente intersubjetivo e interactivo. El juego de
lenguaje “Sprachpiel” es, según el autor, el todo constituido por el entrelazamiento
del lenguaje con las acciones. El significado se establece en tanto como una forma
de acción en lo real y no de relación con una realidad externa. Sólo en este
sentido es posible que prevalecezca la dicotomía entre el lenguaje y la realidad.
Sí el autor postula distintos usos posibles del lenguaje se supone que el lenguaje
descriptivo, como un método de aplicación del criterio semántico de verdad
21
Ludwing Wittgenstein. Investigaciones filosóficas. Traducción de Alfonso García Suarez y Ulises Moulines. Editorial Crítica. S.A. Barcelona. 1988. Pág. 127. 22 Ludwing Wittgenstein. Investigaciones filosóficas. Traducción de Alfonso García Suarez y Ulises Moulines. Editorial Crítica. S.A. Barcelona. 1988. Pág. 337.
25
parece quedar restringido sólo a un ámbito del lenguaje. El denominado segundo
Wittgenstein en la medida en que se percata de diversos usos de la proposición
además de simple modo de indicación que se da en el lenguaje descriptivo,
concibe que haya otras formas como lo podría ser el uso expectativo y el
imperativo. En este sentido, sirve de complemento a la primera constatación,
pues, sí bien la proposición –en su forma figurativa- sigue siendo considerada
como una figura, resulta por ir más allá de lo mismo: su sentido o aquello que
expresa no se somete a su simple forma figurativa, sino que la importancia va a
radicar en su uso, es decir, a la forma en que se utilice.
De igual forma, desde allí es que se logra hacer una travesía a su uso práctico,
en el que se concibe que el lenguaje no puede ser comprendido con
independencia del entendimiento al que se llega a él, y que tal entendimiento está
en sumisión a ciertas intenciones de validez que se diseñan al argumentar. La
argumentación por su parte, es irrebasable en la medida en que no puede ser
negada discursivamente, sin caer en el mismo lapso en un auto contradicción
performativa. Por tanto, el lenguaje y sus reglas universales se consolidan como
condición de todo conocimiento y como formas de comunicación, siendo allí
precisamente donde es preciso que se evoque un nuevo horizonte para tener en
consideración donde surgirán otros autores sobre el tema.
Este filósofo, permitió en sus disertaciones sin duda alguna, la comprensión de
que el lenguaje no es un simple medio entre el sujeto y la realidad, ni tampoco un
elemento para irradiar las distintas representaciones del pensamiento, sino que
más bien, tiene una entidad determinada que asigna unos límites propios, y
determina tanto al pensamiento como a la realidad. Los intentos posteriores
concernientes a la investigación del lenguaje condujeron a una modificación en la
reflexión de la filosofía; apelativo que se incluye tanto en sus formas de análisis
de la lógica como de los signos y significados lingüísticos, y por ende, a la
realización de las distintas formas validas del pensamiento en cuanto invocan a
una lógica formal o informal.
26
En general, las diferencias principales entre las dos posiciones de este autor se
distinguen en la forma en que se valora el lenguaje ordinario. Pues, mientras que
en “el tractatus” consideraba que este tipo de lenguaje es imperfecto puesto que
esconde su estructura lógica, afirma del mismo a su vez, que ésta estructura se
podía expresar en cierto tipo lenguaje ideal que no asumiera las imperfecciones
del lenguaje corriente. Es decir, se habla sólo de un lenguaje, a saber: el lenguaje
ideal compuesto por la totalidad de las proposiciones significativas, o lo que es
propiamente el lenguaje descriptivo. Por su parte, en su segunda etapa no
concibe una noción del lenguaje ordinario como imperfecto, al tiempo en que se
resiste a la visión esencialista del significado y del lenguaje. En cambio, afirma que
<<no existe el lenguaje>>, sino que existen múltiples lenguajes; tanto como
formas de vida, cada una de la cual da origen a un juego de lenguaje, con reglas y
objetivos distintos de los cuales no se comparte una esencia común. En esta
segunda etapa, el tipo de lenguaje descriptivo es sólo un caso de tantos, pues,
éste es sólo una parte más introspectiva del lenguaje exacto. El lenguaje mismo
debe calificarse de un modo más adecuado la forma en que se usa. Los
―absurdos‖ del lenguaje se dan en la medida en que una proposición resulta
absurda en la medida en que ésta intenta ser usada dentro de un juego de
lenguaje al cual no pertenece.
En síntesis, estas distinciones han llevado a la reconocida disimilitud que hay
entre el denominado primer y segundo Wittgenstein, o dicho de otro modo, entre el
Wittgenstein del ―tractatus” y el de las ―investigaciones filosóficas”. El primero,
concebía que el significado estaba determinado por la referencia, lo que equivale
a decir que sí una palabra no nombra ninguna cosa o en una proposición no figura
ningún hecho, carece de significado puesto que no se corresponde con su valor de
verdad. Por esta cuestión afirmaba que en la filosofía: ―<<un pensamiento es una
proposición con sentido.>> Lo que no tiene sentido no es una proposición y no
27
puede ser pensado‖23. Y es en esta forma, por tal inclinación teórica como suele
incluirse forzadamente dentro del movimiento neopositivista. El segundo
Wittgenstein, en la medida en que reconoce que la función descriptiva es una de
las tantas funciones del lenguaje afirma también que, la potestad del significado es
más considerable que el de la referencia y es por tal razón que el sentido de una
proposición o el significado de una palabra resultan por ser su función. En pocas
palabras, este paso llevo a que el criterio referencial del significado fuese
reemplazado por el criterio pragmático del mismo. Cuestión que va a llevar a que
el segundo Wittgenstein sea propiamente uno de los consolidadores del
movimiento de la filosofía analítica.
1.4 John Austin: Lenguaje y acción.
Cualquier tipo de indagación teorética, independiente de la forma en que se
mueva, bien sea, a partir de actos de expresión o de modos de exposición
completa, entre otros, termina por establecerse justamente a partir de enunciados.
Asunto que lleva a pensar que el lenguaje está sujeto al sentido mismo de los
enunciados. Y es precisamente esta acepción la que llevará a un modo de
comprensión dentro del contenido de la argumentación. En éste, es preciso
afirmar que toda posibilidad de enunciados y de formas de expresión lingüísticas
acontecen dentro de un determinado contexto, el cual obedece a diferentes modos
de apelación hacia aquello que se pretende con la expresión misma, es decir, que
el significado de las expresiones lingüísticas acatan ciertas reglas que les
diferencian, y de las cuales varia su representación semántica o lo que pretende
significarse desde su posibilidad de sentido. Y es aquí, precisamente, donde se
puede acuñar el inicio de la argumentación teórica de los denominados actos
lingüísticos.
23 H.O. Mounce. Introducción al tractatus de Wittgenstein. Traducción de José Mayoral y Pedro Vicente.
Editorial Tecnos. Tercera edición 2007. Pág. 163.
28
La primera tradición emprendida por los estudios acerca del análisis del lenguaje
se fundamentó en la hipótesis de que hablar una lengua consiste en realizar actos
de acuerdo con reglas. El eje principal de esta tradición se fundamentó en el
problema del significado y de la referencia, en lugar de la elaboración de una
teoría de la acción propiamente dicha. Sin embargo, luego del manifiesto de
Wittgenstein y una vez formulada la teoría de la performatividad24, es precisamente
el teórico John Austin, quien reclama una teoría de la acción lingüística, es decir,
una teoría de lo que se hace cuando se habla. La cual tiene a su vez un carácter
completo dentro del estudio de la pragmática25.
Precisamente hacia el decenio de los cuarenta, un filósofo inglés, J. L. Austin,
puso en entredicho el dogma acerca de los enunciados mismos. El teórico
descubrió una serie de enunciados que no son ni verdaderos ni falsos. Tales
enunciados son utilizados de manera permanente en la vida cotidiana y entre sus
funciones no está la descripción, tampoco la información acerca de la realidad,
sino que, pretenden la realización de lo que ellos mismos expresan, o lo que
24
La performatividad se refiere, de un lado, a la instauración de sentido, y de otro lado, a la legitimación de las condiciones objetivas del mundo, de este modo, sus implicaciones se encaminarían a la construcción de la subjetividad. En primera medida, ha de entenderse que se crea una situación determinada que permite nombrar, sobre todo a medida que se repite la misma. La performatividad permite la naturalización de una posición de sujeto en el contexto de una posición de sujeto sobre una interioridad. Dicho de otro modo, es la forma en que del discurso puede producir lo que nombra. Este término tendría gran influencia en la retorica y la filosofía justo desde los años 80`s sobre todo en teóricos como Judith Butler, Jacques Derridá y John Austin. Para éste último, su acepción implicaría no sólo la limitación de hechos, sino también a que por el mismo hecho de ser que “ese” sea expresado se realiza el hecho. Este concepto permitiría abrir el panorama a la dimensión ilocucionaria del acto lingüístico. 25 La pragmática es una rama de la lingüística –relevante para la filosofía del lenguaje- que estudia el modo en que el contexto influye en la interpretación del significado. El contexto debe entenderse como situación, ya que ésta puede circunscribir cualquier forma extralingüística, bien sea una situación comunicativa, relaciones interpersonales, cierto conocimiento que ha sido compartido por los hablantes, entre otras. Es decir, marcado bajo aquellos factores a los que no se hace referencia en un estudio puramente formal, pero, que están inmersos como agentes extralingüísticos que condicionan el uso del lenguaje. A su vez las oraciones a partir de las que se manifiesta el lenguaje en sí mismas comportan un contenido plenamente semántico, sobre el que su significado e interpretación no dependen sólo de ese contenido sino que necesitan de un contexto lingüístico definido para ser interpretadas, por lo que resulta indispensable la pragmática a la hora de manifestar los enunciados y sus diferentes acepciones de acuerdo a la intencionalidad del hablante. La pragmática, en tanto se constituye como una disciplina, ha dado lugar a diversas explicaciones de aspectos parciales del uso del lenguaje. Entre las teorías sobre la comunicación humana en las que se ha abordado un estudio completo de este saber se destaca la de teoría de los actos de habla de Searle.
29
ellos significan, por oposición a los otros enunciados que describen la realidad o
informan sobre la realidad. Éstos últimos, son ciertamente actos, y no describen la
realidad de manera verdadera o falsa, tampoco describen a los actos mismos, sino
que describen un simple criterio acerca de lo real, y, son designados por el autor
bajo el rotulo de enunciados performativos. Estos últimos son enunciados, que
por el simple hecho de enunciarse, realizan un acto mencionado. Por tanto,
resultan por formar una expresión altamente significativa y libre de ambigüedad,
tal y como ―apuesto‖, ―prometo‖. ―Expresiones que comúnmente también se usan
para designar el acto que realizo al emitir la expresión‖26. Así, se da también por
ejemplo, en el acto de solicitar, en el acto de regar, de implorar, o casos por el
estilo, entre otros. De igual modo, el autor concibe que existen otros tipos de
enunciados con otros usos. Por tal razón afirma: ―Los enunciados que describen
el mundo, es decir, que representan la realidad, que informan sobre ella, los
denomina el autor como constativos o constatativos y se utilizan para cotejar
situaciones de hecho‖27. Es decir, que este tipo de enunciados en cuanto
describen un estado de la realidad, se caracterizan por admitir asignaciones de
verdad o falsedad dentro la realidad misma. Un ejemplo de éstos sería la
afirmación ―está lloviendo‖. Sin embargo, para que los diferentes tipos de actos
que se van a desprender de los enunciados adquieran veracidad es menester
recurrir a de ciertas condiciones.
Dentro de éste análisis se estudian cuestiones como la forma en que el locutor
realiza el acto y la posibilidad de éste realizar acuerdos acorde a los
pensamientos, sentimientos, creencias, etc. De igual forma, en tal apreciación el
autor se da cuenta de que hay actos que de una u otra forma presuponen distintas
formas vagas, y resultan por ser no explicitables; como por ejemplo lo es el acto
de insultar. Después de todos los análisis, el mérito de la reflexión Austiana
resulta ser el traslado que realiza en su reflexión de los constativos a los
performativos en el sentido de los predicados del lenguaje. En tal sentido, el autor
26 John L. Austin. Como hacer cosas con palabras: Palabras y acciones. España: ediciones paidos ibérica. S.A. 1998. Pág. 74. 27
Adolfo León Gómez. Seis lecciones sobre teoría de la argumentación. Alego Editores. Cali. 2001. Pág. 88.
30
propone dejar a un lado la distinción de los performativos y los constativos y
empezar con una nueva teoría llamada actos lingüísticos. En esta teoría
básicamente presupone que todo decir es hacer, y concibe que los antiguos actos
constatativos se pueden volver en cierta forma performativos. Su análisis se
remonta a realizar las siguientes diferenciaciones en tres sentidos:
1. Un acto locucionario: Es el acto de decir, por oposición a no decir nada,
este acto contiene tres mini actos. El acto fónico; emisión de sonidos. El
acto factico; léxico gramática. El acto rectico; sonidos que además de
pertenecer léxico y gramática, tiene un sentido y una referencia.
2. Un acto ilocucionario: viene hacer la antigua fuerza performativa, el
elemento performativo que ahora se le conoce a todos los enunciados.
Tiene dos características: Son intencionales y son convencionales.
3. Un acto perlocutorio (en ocasiones): son los efectos que pueden producir
los actos locucionario e ilocucionario como consecuencia de su realización.
Como tranquilizar, intranquilizar, divertir, poner en dificultades, etc.28.
Dentro de las consideraciones de Austin es relevante destacar su reparo de que
dentro de la tradición lingüística los problemas que han preocupado a la filosofía
son sólo problemas concernientes al uso de la lengua, pues, desde la antigüedad,
se consideraba que las acciones verbales son acciones como las demás, es decir,
el lenguaje es -puede ser- una acción. El punto de partida de la reflexión de
Austin es que -según su concepción- en todo el conjunto de los actos de
enunciación solamente unos pueden ser evaluados en términos de verdad o
falsedad mientras que otros no. De tal forma, su concepción resulta por tener un
carácter puramente antivericondicional29. Así mismo, es Austin precisamente,
quien se percata en demostrar que la preeminencia de los actos de habla
28
Los actos perlocucionarios no se producen necesariamente, también, pueden producirse sin que uno o quiera: uno puede querer tranquilizar al interlocutor, y sin embargo, producir un efecto contrario intranquilizarlo. Existen verbos perlocucionarios típicos. Por ejemplo, persuadir, es uno de ellos. 29
Esta característica quiere decir básicamente que está en contra del principio de verificación el cual afirma que todas las proposiciones se dan como significación empírica de las sentencias que lleva a que las oraciones tengan un correlato empírico verificable, y por tanto, la proposición es verificable y está sometida a un juicio de veracidad. Cuestión que iba a prolongar y emplear el también filósofo del lenguaje John Searle.
31
asertivos asignada a lo largo de toda la tradición filosófica ha destacado a
Aristóteles, quien fue el que expuso la discusión en términos de discurso
apofántico30 y no apofántico.
Austin en primera instancia partió de la definición de enunciado performativo,
cuando notó que con frecuencia decir algo representa en sí la ejecución de la
acción correspondiente. Hablar acerca de hacer constituye hacer en un futuro,
hablar sobre haber hecho es haber hecho. Hablar es simbolizar el pasado y el
futuro, o dicho de otro modo, la acción pasada y futura para nosotros mismos y
para los demás. Sí un individuo, por ejemplo, expresa ―yo me baño‖ en realidad no
se está bañando, pero sí dijera ―te agradezco por todo‖, está realizando en
definitiva la acción de dar las gracias. El enunciado performativo no puede ser ni
verdadero ni falso, y no puede ser usado a su vez de forma negativa, como por
ejemplo: no te agradezco. Para definir los enunciados performativos, se hace
necesario contrastarlos con los llamados constatativos31. ―Emitir una expresión
30
El mayor acercamiento que pudiese hacérsele a lo que Aristóteles comprende por discurso es el logos apofántico (Logas se traduce por discurso o por oración; Apofántico suele traducirse por enunciativo). Este autor "De interpretatione", analiza los componentes de las oraciones, de donde considera éstos son los verbos y los nombres. Del complemento tanto de los nombres como de los verbos surge el λόγος, la cual es según la pragmática una emisión lingüística compleja por sus componentes. Ahora bien, según lo consideraba Aristóteles no a cualquier tipo de emisión se le atribuye el valor de verdad, sino sólo al logos apofantico “λόγος αποφαντικός” o apofánsis “αποφανσις”. Así mismo, ésta resulta por ser la característica histórica más importante dentro del contexto puesto que durante todo el pasaje de la lógica escolástica se pierde la conexión del «logos apofántico» con el discurso, al sobreentender el discurso como discurso simple u oración. Sin embargo, el concepto aristotélico de «discurso apofántico» contiene los componentes esenciales del discurso material: - El pragmático (puesto que alguien es quien habla). - El sintáctico, ya que se interpreta la afirmación y la negación como operaciones. - El semántico, puesto que son enunciativas las oraciones a las cuales se le atribuye o corresponde la verdad o la falsedad. Aún más, resulta capital dentro del contexto, la consideración de Austin de que sí bien la característica esencial de las emisiones lingüísticas es su valor de verdad del cual se ocupa la lógica; a las emisiones que no son apofánticas se ocupa la retórica. Por lo que resulta clave distinguir las apofánticas (emisiones constatativas o enunciados), en tanto la función propia de éstas emisiones es constatar un hecho. 31
Recordemos que los enunciados constativos tienen una función designativa, es decir, descriptiva puesto que dicen las cosas. Los realizativos. Los enunciados performativos son aquel tipo de emisiones que por su apariencia parecen enunciados, pero no lo son, a su vez, no carecen de sentido ni son verdaderos ni falsos: son comunes. No contienen palabras como "bueno". Son emisiones tales que al ser emitidas se diría que se emite algo lugar de expresarlo, pero no por el sentido fonético. Emisiones performativas o realizativas, son por tanto, las que no son ni verdaderas, ni falsas ni sin sentido.
32
constatativa (es decir, emitirla con una referencia histórica) es hacer enunciado.
Emitir una expresión realizativa es, por ejemplo, hacer una apuesta‖32.
Estos, entre otros, conforman los actos lingüísticos que posteriormente serían de
forma más profunda trabajados por el filósofo John Searle, sin embargo, son sólo
simples, puesto que se pueden realizar en un solo enunciado, a los que podríamos
llamar micro-actos. El aporte más significativo de Austin resultó por ser la
concepción de que el lenguaje o el hablar un lenguaje consiste en realizar actos
de habla, y entre estos actos se encuentran el hacer enunciados, dar órdenes,
plantear una pregunta, etc. Pero, con una mayor abstracción se pueden realizar
actos como referir y predicar, y todos estos actos son posibles porque se realizan
de acuerdo con algunas reglas para el uso de ciertos elementos lingüísticos.
1.5. John Searle y los actos de habla.
El panorama del marco teórico de los actos de habla hecho por Austin es
continuado por Searle. Según nos explica éste último autor, el hablar un lenguaje
es tomar parte en una forma de conducta gobernada por reglas, de donde resulta
que: «aprender y dominar un lenguaje es aprender y haber dominado esas
reglas». Para él: ―la filosofía del lenguaje es el intento de proporcionar
descripciones filosóficamente iluminadoras de ciertas características generales del
lenguaje, tales como la referencia, la verdad el significado y la necesidad‖33. Del
lenguaje subyacen distintas problemáticas encaminadas a establecer ciertas
características que han sido determinadas. Cuando se le pregunta por ejemplo,
por la validez de sus afirmaciones, él mismo señala que todo radica en el hecho
de su pertenencia a un orden específico del lenguaje, y el conocimiento que se
obtiene, viene dado análogamente al ejemplo del jugador de béisbol. El
conocimiento está dado por el saber cómo se juega, lo cual significa la
32
John L. Austin. Como hacer cosas con palabras: Palabras y acciones. España: ediciones Paidos ibérica. S.A. 1998. Pág. 47. 33 John Searle. Actos de habla: Ensayo de filosofía del lenguaje. España: ediciones cátedra. 6ª. Edición. 2007. Pág. 14.
33
internalización de una serie de reglas. Las reglas no pueden atentar en contra del
juego, porque aún siendo un libro de reglas que describe otras reglas en contra de
las reglas, sin duda se referirá a otro juego.
Según Searle, el porqué del concentrarse en el estudio de los actos de habla,
radica en el hecho de que «toda comunicación lingüística incluye actos
lingüísticos». Una proposición se puede establecer a partir de la formación de
varios actos ilocucionarios que contienen la misma referencia y la misma
predicación, es decir, que las emisiones establecen proposiciones. ―Una
proposición es lo que es aseverado en el acto de aseverar, lo que es un enunciado
en el acto de enunciar (…) La expresión de una proposición es un acto
proposicional, no un acto ilocucionario‖34. La importancia de esta reducción
termina por comprender en su concepción que la unidad de la comunicación
lingüística no es el símbolo o la oración, sino que su unidad radica en el hecho de
la producción de los mismos cuando se realiza un acto de habla. El acto de habla
se define como «unidades básicas o mínimas de la comunicación lingüística».
Aquello que define el tipo de acto de habla que se está ejecutando en cada
momento no reside en el significado de las oraciones que se utilizan, sino en lo
que se haga con ellas, es decir su compresión. Un mismo enunciado, con un único
significado, puede usarse para preguntar, afirmar, ordenar, etc. Sí se dice por
ejemplo: "hay que estar aquí antes de las 8 horas" puedo estar dando una orden o
informando a alguien; bien sea dado el caso, a un inspector de trabajo que se ha
interesado por el horario de una empresa. Desde este punto de vista las
prescripciones son hechos, sucesos en el mundo. Desde la perspectiva de este
autor, hay cinco tipos básicos de actos de habla. Y la fijación de este número de
actos –en contraste con los supuestamente infinitos ―juegos lingüísticos‖ de
Wittgenstein-- es la contribución que Searle le hace a la teoría general de la
filosofía del lenguaje. Estos cinco tipos de actos de habla son:
34
Ibíd. Pág. 38.
34
Asertivos: tienen como propósito la representación de un estado de cosas como
real. En las que el orador se compromete en diversos grados a que algo es el
caso, vale decir, a la verdad de la proposición expresada.
Compromisivos: su objeto es comprometer al hablante, en diversos grados, con
un curso de acción que se proyecta a futuro.
Directivos: su objeto es comprometer al oyente con un curso de acción futura.
Que el oyente haga algo. Estas incluyen preguntas que procuran que el oyente
haga un acto de habla representativo, como órdenes, con la intención de que el
oyente lleve a cabo un acto lingüístico o no lingüístico.
Declarativos: su propósito es crear una situación nueva. Instauran una
correspondencia entre el contenido proposicional del acto de habla y la realidad.
Estas poseen en modo manifiesto el rasgo de constituir la realidad como sucede,
por ejemplo, cuando el oficial civil expresa ―Los declaro marido y mujer‖, o cuando
el árbitro expresa ―doy por terminado el partido‖, o el juez señala ―El veredicto es
inocente‖, etc.‖
Expresivos: sirven para manifestar sentimientos y actitudes del hablante. Por
tanto, manifiestan un estado psicológico determinado sobre una situación. Entre
ellas se incluyen, por ejemplo, actos de habla como el disculparse o la alabanza.
Searle distingue dos direcciones fundamentales de correspondencia entre las
palabras y el mundo. Por un lado, lo que llama: la dirección de la palabra al
mundo, donde las expresiones deben corresponder con el mundo, como en el
caso de las expresiones representativas. Por otro lado, la dirección del mundo a
la palabra, sobre las que existe una petición o promesa de alterar el mundo de
acuerdo a lo expresado, como por ejemplo, en las expresiones comitivas o
directivas. Searle, cuestiona por tanto, la afirmación de Wittgenstein en el sentido
de que no existe un número infinito de juegos lingüísticos o de usos del lenguaje.
En la medida en que adopta la perspectiva utilizada en su análisis sobre los
puntos ilocucionarios, comprende también que esta fuerza permite realizar
emisiones que son explicitas. ―Constituye esto una instancia del principio de
35
expresabilidad, el cual enuncia que cualquier cosa que pueda querer decirse
puede decirse‖35. Característica que una vez instaurada en un conjunto de
condiciones llevaría a la reducción de lo locucionario a lo perlocucionario y por
ende, a una extensión de la teoría que muestra que los actos mismos se pueden
manifestar fuera del mismo lenguaje, así como también no están totalmente
delimitados por reglas.
La relevancia en la forma en que dirige su teoría de los actos de habla radica en
la revelación de que con el lenguaje sólo es posible hacer un número limitado de
cosas: le decimos a otros cómo son las cosas, procuramos que hagan cosas, nos
comprometemos a hacer cosas, expresamos nuestros sentimientos - actitudes y,
acometemos cambios mediante nuestras expresiones. Respecto a esta cuestión,
es claro por qué lo que decimos crea nuestro futuro, de manera tal que uno podría
decir que lo que nos suceda no es "producto del destino", sino el "producto de lo
que hemos dicho", en algún momento en alguna parte a alguien, y que finalmente,
se vuelve contra nosotros mismos o nos impulsa a otros futuros. En pocas
palabras: somos lo que hablamos.
De igual forma, su importancia capital o mejor aún, su principal aporte a la filosofía
analítica en general radica en la forma en que realiza una distinción esencial entre
la distinción que ya anteriormente había realizado John Austin, es decir, la
confrontación entre los enunciados constatativos y performativos. Cuestión que
llevaría a la distinción en el lenguaje entre hacer y decir. Al analizar la diferencia
que existe entre los dos tipos de enunciados se halla que se diferencian tanto en
el plano pragmático –puesto que realizan acciones- como en el plano semántico y
sintáctico. El hecho de organizar una serie de elementos lingüísticos en función de
finalidad incorpora una acción. Al elaborar a partir de allí, la teoría concisa acerca
de los actos lingüísticos, el autor concluye que el hablante cumple acciones no
sólo a través de los enunciados performativos, pues, en realidad todas las formas
de lenguaje tienen carácter de acción y los enunciados performativos son sólo el
caso más manifiesto en el cual el lenguaje asume aspecto de acción. Tras
35
Ibíd. Pág. 76.
36
concebir el lenguaje como acción se identifican tres tipos de actos parciales que el
hablante realizaría en la producción de un enunciado hasta llegar a la teoría
especial del autor que se funda en la distinción entre lo constatativo y
lo realizativo o performativo. Que va a encontrar toda su fuerza: dependiendo de
los contextos de enunciación, pues, una misma oración -dotada del mismo
significado- puede representar cada vez un estado de cosas diferente.
Estas consideraciones en definitiva le llevan a suponer que sí bien el único fin de
las emisiones ha sido constatar hechos a merced de ser calificados como
verdaderos o falsos, bien se debe discurrir que todo enunciado es verdadero o
falso, pero toda emisión lingüística es cualquier cosa que se diga. Dicho de otro
modo, la descripción de estados de cosas existentes en el mundo y la transmisión
de información no son las únicas funciones del lenguaje, pues, un enunciado
puede desempeñar diferentes funciones, una de las cuales –pero no la única– es
describir un estado de cosas. Por ejemplo, en los siguientes enunciados:
«El perro está sobre la alfombra.»
«Cierra el carro.»
«Prometo que te iré a la comida.»
Se supone que desde ésta connotación toda oración tiene una función importante
en cuanto actúa como enunciado; concepción que, sin embargo, no resulta del
todo cierta puesto que hay oraciones importantes que no constatan hechos,
dando origen a lo que se comprende por falacia descriptiva. En este sentido, el
lenguaje no solamente describe y no se halla inmerso en un solo tipo de
enunciados, no sólo se encuentra marcado por criterios de verdad o falsedad sino
que también puede realizar actos, y por ésta razón es que el lenguaje ―no
descriptivo‖ adquiere un lugar propio dentro de la reflexión filosófica, y en
particular, dentro de la denominada pragmalingüística. Pues, como lo afirma
Searle: ―el significado expresivo, es decir, el tipo de significado por medio del cual
37
el hablante expresa, más que describe sus creencias, actitudes y sentimientos,
cae dentro del ámbito de la estilística o de la pragmática‖36.
La oposición conceptual entre los tipos de enunciación realizativo - constatativo
representada a partir de <<decir vs hacer>> puede ser explicitada con la ayuda del
criterio de la propiedad definitoria <<verdad vs felicidad>> que como todas las
acciones humanas, también las lingüísticas pueden estar sujetas a algunos
aspectos de la subjetividad en el lenguaje: por ejemplo, la expresión ―prometer‖
consiste precisamente en la enunciación yo prometo. En el caso particular del
prometer como ocurre con muchos otros realizativos, es apropiado que la persona
que expresa tal promesa tenga la intención de cumplir con su palabra. Sí la
intención faltase se hablaría por tanto de una promesa falsa, sin embargo, en la
expresión ―te prometo que…‖ quien usa su formula promete, pero la promesa no
es siquiera nula, aunque sea hecha de mala fe. ―La expresión es quizás equivoca,
probablemente engañosa y sin duda moralmente incorrecta, pero no es una
mentira ni un enunciado erróneo‖37. No se habla de una promesa falsa o de una
apuesta falsa, y sí se habla de una promesa falsa sólo ésta compromete con el
hecho de hacer referencia a una acción falsa38. La enunciación yo prometo es el
acto mismo que compromete, no la descripción del acto que se cumple. Diciendo
prometo, garantizo, prometo y garantizo efectivamente. Las consecuencias – bien
sea de tipo jurídico, social, etc.- de la promesa o del compromiso emprenden de la
instancia del discurso que contiene la enunciación prometo, y tal enunciación se
intensifica con el acto mismo que ha sido hecho de una forma oportuna, o de no
serlo, la corrección de determinado acto lingüístico ingresa en lo que se denomina
«condiciones de adecuación pragmática».
36
John Searle. Actos de habla: Ensayo de filosofía del lenguaje. España: ediciones cátedra. 6ª. Edición. 2007. Pág. 41. 37
Ibíd. Pág. 52. 38
Además la palabra “falsa” no solamente se utiliza respecto de enunciados u oraciones, sino también en los distintos actos a los que recurren las acciones.
38
Las adecuaciones pragmáticas y los diferentes tipos de actos dados en cualquier
tipo de enunciados no constituyen en modo alguno actos diferentes, sino tres
subactividades analíticamente discernibles en cualquier ejecución lingüística:
realizar un acto locutivo, es decir, emitir una expresión correcta con un significado
determinado, en general es, realizar un acto ilocutivo, ejecutar una acción, acto al
cual corresponde, por el hecho de haber llevado a cabo la expresión mencionada
en los casos de comunicación positiva. Un acto perlocutivo definido tendente a la
satisfacción de las necesidades que motivaron la realización por parte del
productor de aquel acto de habla.
La importancia que se le dio al lenguaje a partir de toda la tradición sólo como
forma de descripción reincidió en lo que se reconoce por falacia descriptiva, al
observar cómo en general, dentro del contexto de la filosofía y de modo aleatorio,
se consideraba el significado semántico como verdadero, y se menospreciaban
los pensamientos y demás tipos de estados mentales asociados a las diferentes
expresiones lingüísticas, sin tocar directamente la cuestión de la verdad, esto es,
su significado pragmático. Desde aquí, por lo tanto, debido a estos nuevos
aportes se va a llegar a especular que lo que en realidad vale la pena estudiar es
la problemática que establece el λόγος αποφαντικός (logos apofántico). Quizás la
brillantez hallada en éste autor revele ahora la oscuridad de una filosofía del
lenguaje, una filosofía unidireccional que se lee únicamente como «decir»,
«proyectar el decir» y «conferir el decir», pero, más allá de todo ello, hay que
aseverar que sus ideas se han consolidado como el fundamento de la pragmática
moderna, de donde se hace trascendente la incorporación a la teoría general del
lenguaje de los principios que rigen las acciones.
Ahora bien, el aporte de las posiciones anteriores y de hallar una apertura en el
plano del lenguaje a través de las acciones va encaminada, en definitiva, a
comprender la argumentación como un acto ilocucionario con el cual se intenta
producir un efecto perlocucionario persuadir, disuadir, convencer. En la
argumentación se hace fundamental la determinación del contexto, el cual
39
determina a su vez el significado de los enunciados. Sin embargo, el significado
del enunciado va más allá de lo que estamos diciendo puesto que incluye también
lo que se implica o presupone; y el contexto es esencialmente relevante para esta
parte del significado de los enunciados. Esta relación, se da tanto para el campo
de la argumentación como del contexto sobre el que se presentan los aspectos
locutivos e ilocutivos de los enunciados. Esto, en la medida en que puede decir
que oración se ha enunciado, si realmente se ha enunciado una oración. También,
dirá que proposición se ha expresado, si se ha expresado una proposición. Por
último, puede servir para decir que la proposición a la q se hace referencia ha sido
expresada con un tipo especial de fuerza locutiva en lugar de otra.
La argumentación por tanto, se manifiesta en el plano de interpretación de los
enunciados dentro de un contexto determinado. Primero se enuncia una oración la
cual se llenara de un contenido proposicional para posteriormente consolidarse
como un acto de habla. Sí las condiciones a las que se apelan siguen cierto tipo
de prerrogativa en sus razonamientos se obtendrá una correspondencia entre la
proposición y su contenido proposicional. Todas las posibilidades de interpretación
una vez se han dado teniendo en cuenta ciertas exenciones del lenguaje,
obtendrán una aprobación sobre el contexto en el que se despliegue, y sí estas se
evalúan también serán garante de una aprobación.
El contexto argumentativo se adentra precisamente en el plano de la lógica
informal39, área en la que se centra trata los modos de adhesión que son propios
de la persuasión y la convicción para valerse a partir de procesos como la opinión
y llegar a un acuerdo. Los medios de expresión propios de la argumentación
39
La lógica informal, o lógica no formal, hace referencia al estudio de los argumentos, en oposición al estudio de los argumentos de una forma puramente técnica, que corresponde a la lógica formal. Esta parte de la lógica se dedica principalmente a diferenciar entre formas correctas e incorrectas en que se desarrolla el lenguaje cotidiano, y por tanto, tiene un carácter puramente especulativo. La lógica formal a diferencia, trata las formas propiamente técnicas se ha establecido pues, en su contexto, como una gráfica de ideas, una ideografía. La tradición del leguaje lógico es un lenguaje unívoco: a cada símbolo, a cada ideograma, determinado a partir de proposiciones y razonamientos, le corresponde un concepto, y, a cada concepto corresponde un símbolo. Existe una relación bi-unívoca entre significante y significado. Sin embargo, autores como John Austin y John Searle –sí bien tienen siguen parámetros distintos a los de la lógica formal- quieren mostrar que el lenguaje es lenguaje vivo, y por tanto, está sujeto a transformación, que hereda también una práctica que incorpora una historia en constante evolución.
40
resultan estar fijados en la ambigüedad y la contradicción ya que no se limitan
propiamente a un lenguaje puramente lógico. La primera gran diferencia que hay
entre lógica y argumentación es la siguiente: ―La lógica se define en términos de
sintaxis y de semántica. Cuando se habla de sintaxis se está haciendo una
manipulación de signos, y cuando se habla de semántica se introduce las
nociones de verdad y de falsedad‖40, en ésta la lógica no hace una teoría, sino que
simplemente la supone. En un razonamiento lógicamente valido la verdad se
transmite o se propaga necesariamente de premisas a conclusión o conclusiones,
porque un razonamiento puede tener más de una conclusión. En cambio, en la
argumentación lo que se transmite no es la verdad sino la adhesión: la adhesión a
unas tesis que el ordenador quiere que su audiencia, acepte precisamente a partir
el acto de argumentar. Searle, afirma que una característica muy importante del
acto de argumentar es que, tiene que ser un macro- acto. Porque en el acto de
argumentar debemos tener, por lo menos, dos micro actos: uno que funciona
como premisa o como justificación, y otro, como conclusión, o como tesis a la que
se quiere llegar.
La diferenciación entre la argumentación y la lógica tradicional ha requerido pues,
de extender la visión del lenguaje de la simple determinación de cosas y su
asignación en términos de verdad o falsedad, a la riqueza de todo lo que el
hablante puede determinar. ―Muchas disciplinas que han aspirado vanamente a
verdades apodícticas sólo contienen opiniones verosímiles, plausibles; por tanto,
sus argumentaciones deben permanecer <<abiertas>> a una continua discusión y
revisión‖41. Después del nuevo periodo instaurado por la filosofía del lenguaje y
ante todo desde las influencias que subyacen del siglo XX, ha surgido la
necesidad de realizar nuevos análisis y han resurgido las inquietudes filosóficas.
De igual forma, se ha abierto el panorama hacia nuevas formas de adentrarse
sobre el lenguaje y de las diferentes acepciones que se pueden tener. Ejemplo de
ello se evidencia en los estudios realizados por los filósofos John Austin y John
40
Ibíd. Pág. 111. 41
CH. Perelman y L. Olbrechts – Tyteca. Tratado de la argumentación. La nueva retórica. Biblioteca Románica Hispánica. Editorial Gredos. S.A. Madrid. 1989. Pág. 10.
41
Searle, quienes muestran en su teoría de los actos de habla como todo enunciado
tiene valor de acto que se constituye como parte constitutiva de su significado.
Capitulo 2. Lenguaje: Acción y argumentación.
2.1 De la acción al discurso
Con John Austin las acciones han adquirido un plano primordial dentro del
lenguaje, y por ende, en la pragmática. El paso de la lógica a la retórica tiene a su
vez como intermedio el paso de la lógica analítica a la lógica tópica o dialéctica, la
cual va conforme a la transmisión de la sintaxis a la semántica, y de ésta última a
la pragmática; en busca de un análisis semiótico más completo que permita captar
a su vez el fenómeno de la comunicación. La retorica, de hecho, se equipara a la
pragmática, o, sí se quiere, la retórica puede funcionar como una semiótica
completa, en la medida en que lo hace la pragmática en el sentido de que contiene
tanto a la sintaxis como a la semántica, pues aquella es la dimensión más
compleja y abarcadora de las tres.
En este sentido, el lenguaje también pierde en su carácter abstracto, aún más, en
cuanto se dirige a sujetos–quiénes son sus usuarios- con la finalidad de cumplir
diferentes intenciones gana en concreción permitiendo una comprensión más
profunda de la significación a partir de la forma en que se tiene en cuenta las
intenciones de los hablantes. Apertura que lleva a ubicarse en el uso; el uso que
es acción, práctica y habla dentro de una determinada comunidad de hablantes.
Dicho de otro modo, la lógica adquiere diferentes formas de proyectarse en la
necesidad de argumentar axiológicamente con fundamento en la realidad;
característica que, entre otras cosas, la consigue la nueva retórica. Esto,
precisamente, en cuanto se instaura como una lógica de lo valorativo sobre la que
se articulan la descripción y la valoración a partir de una hermenéutica, la cual
ayuda a su vez a argumentar a favor de juicios de valor; lo que significa también la
42
superación de la denominada falacia naturalista42. La retorica por tanto,
valiéndose de las herramientas lingüísticas opera como alternativa para consolidar
la insurrección de las lógicas no formales, junto con la redención de la sofistica de
las consecuencias sujetadas en el alcance de la lógica formal, el cual ha traído
consigo el resurgimiento de este estudio a la vez que su reincorporación dentro de
la problemática filosófica.
El «discurso» se vale por tanto de las acciones y de sus diferentes elementos para
dar un giro en su acepción, el cual divaga desde su ámbito material, que se
caracterizaría por concentrarlos a todos para subordinarlos en sentido estricto a la
verdad como identidad sintética. En lo esencial, se trata de la coordinación de
estos elementos en tanto se supeditan a la construcción de una verdad de tipo
gnoseológica – que embarca el ámbito pragmático, sintáctico, semántico - para
funcionar no como ―imposición de partes en reduccionismo formal‖, sino para
valerse de estrategias pragmáticas en orden a persuadir o refutar a otros sujetos.
El «discurso» es ahora, no sólo «discurso apofántico» sino, antes aún, «discurso
verdadero». La retórica que se consolida como discurso que es práctico alcanza la
verosimilitud más que la verdad en sí, o, como dice Perelman, la razonabilidad
más que la racionalidad, es decir lo razonable más que lo racional o apodíctico.
El discurso en su sentido fuerte, es decir, material se orienta precisamente a la
verdad, el cual, sin embargo, una vez incluye propósitos pragmáticos contiene
también razonamientos y se consolida como discurso argumentativo, así como
discurso ordenativo. Para Habermas por ejemplo, el discurso debe apoyarse en
las experiencias objetivas para obtener la verdad, que es lograda a partir de de la
adecuación de la definición –determinada en las proposiciones- con los hechos
puesto que establece una correspondencia con el mundo. Por esto afirma: ―Tan
42
En términos generales la falacia naturalista hace referencia a la dicotomía ser/deber ser, la cual afirma que no es posible deducir proposiciones normativas mediante proposiciones puramente fácticas. Se comete esta falacia cuando se define "bueno" a partir de una cualidad con la cual necesariamente se acompaña el objeto que en cuestión es bueno, sea aquella dada de forma o no natural. De esta manera, el pensamiento metafísico caería en ésta al afirmar que "lo bueno" es aquello que necesariamente existe, por lo tanto, aquello que existe de forma suprasensible. Se asevera con total seguridad que esta característica no es en tanto una cualidad natural.
43
pronto como se pregunta sobre la verdad de la proposición que fue usada para la
transmisión de la información, se ha abandonado el campo de la acción y se está
en el otro campo de la comunicación, en el del <<discurso>>‖43. Así mismo, el uso
dialéctico del concepto de «discurso» lleva internamente al desarrollo de una
acepción no material de «discurso verdadero» para no hacerlo redundante, pues,
en sentido estricto la verdad del discurso es también su referencia, y por tanto, el
sentido del discurso originario incluye su propia referencia y su verdad. Todo
verdadero discurso resulta ser un discurso verdadero; el discurso falso sería un
falso discurso., es decir, un no-discurso, un pseudo-discurso.
La conducta lingüística es más que lengua, es discurso. De modo que los actos o
acontecimientos comunicativos que realizan los individuos se realizan mediante el
discurso, y cualquier discurso involucra un diálogo. Usar la lengua es establecer
una relación de diálogo. Un diálogo entre la lengua y su contexto, y un diálogo
constante entre la realidad justo a partir del uso de la lengua. Un diálogo, que
consolida como designio fundamental del hablante la formulación de un mensaje
con la finalidad de que sirva eficazmente como acto comunicativo. ―Un paso
decisivo en la teoría de Habermas consiste en que éste encuadra la teoría de los
actos de habla dentro de una teoría general de la comunicación, y diferencia en
ésta dos formas fundamentalmente distintas de comunicación: acción y discurso‖44.
El reconocimiento de las acciones como juegos de lenguaje reconocen las
pretensiones de validez que plantean los actos de habla. El discurso, permite un
volteo en la direccionalidad sobre el cual las pretensiones de validez van a buscar
ahora una justificación. Y el tema de comunicación se consolidará a partir de la
experiencia con objetos del mundo. ―En los discursos se introducen informaciones,
y el resultado de los mismo consiste en el reconocimiento o rechazo de las
pretensiones de validez problemáticas‖45. En definitiva, en los discursos se
presupone la totalidad de las experiencias obtenidas en las acciones.
43
Robert Alexy. Teoría de la argumentación jurídica. Traducción de Manuel Atienza e Isabel Espejo. El derecho y la justicia. 2. edición. Centro de estudios políticos constitucionales. Madrid. 2007. Pág. 114. 44
Ibíd. Pág. 114. 45
Ibíd. Pág. 115.
44
La acción de argumentar se halla inmersa sobre el más básico proceso de
representación y comunicación. Un procedimiento en el que siempre existirá –en
la medida en que interviene en las estructuras lingüísticas- una intencionalidad de
aquello que pretende el emisor, una aceptabilidad en el auditorio y una
circunstancialidad que permea la escena comunicativa. Ello lleva consigo que las
características del auditorio, así como la percepción que el hablante tenga de éste
mismo y de sus circunstancias, puedan determinar algunas características acerca
de la forma del mensaje. La vía y la consolidación de la pragmática en la medida
en que integra el paso de la acción al discurso hace comprender que, es en tal
espacio retórico-argumentativo donde se logra la comunicación hasta llegar a
comprender que: En todo discurso hay retórica y en toda retórica hay
argumentación.
2.2 Diferenciación –en su forma tradicional- entre lo apodíctico y lo
dialéctico
Dentro de la tradición aristotélica –concebida como arte dialógico- se rescatan en
términos generales los aportes más remotos, considerables y significativos dentro
del contexto de la lógica, los razonamientos y la argumentación. Recordemos que
Aristóteles definía la argumentación como el arte de la persuasión, que ilustra en
sus tres partes de su obra “La retórica”. Obra que se compone de tres libros: el
primero se ocupa de la estructura, de la concepción de los argumentos y de las
especies y clases de retórica. El segundo libro se dirige al público, no sólo en
cuanto que es capaz de razonar, sino también en la medida en que es sujeto de
pasiones y tiene un determinado modo de ser. El tercer libro estudia la forma más
adecuada de los discursos con vías a la persuasión. Aquí cabe resaltar que
durante el paso secular del tiempo, en gran parte de la época de la edad media, y
ante todo sobre el auge de los siglos XVII, XVIII Y XIX, se estudió este apartado
de la obra, donde se aborda el papel de la técnica expositiva o se reduce a su
versión de estilo en lugar de ser formadora de opinión. Característica que hizo que
45
la retórica o argumentación fuese reconocida simplemente como un arte de la
sugestión, en lugar de una teoría estricta en el ámbito del saber y el análisis.
En otra de las obras de este autor denominada “Refutaciones Sofísticas” se
determina una teoría de los falsos razonamientos, es decir, una teoría acerca del
error, donde rescata los silogismos contenciosos, que separan completamente lo
falso como verdadero. Así mismo, fue Aristóteles, quien considero en su tratado
de lógica “el órganon”, los razonamientos del pensamiento apodíctico y
sistemático, mientras, que realizó una caracterización sobre los razonamientos
dialécticos principalmente en su obra “tópicos” sobre todo en el libro VIII, donde a
su vez, realiza una diferencia de éstos tipos de razonamientos, y, provee también
aportes a su concepción sobre la retórica. Para lograr esta misión se vale
principalmente de la ubicación del filósofo dentro de su búsqueda por el
conocimiento, así como del objeto y el método de la dialéctica. Allí, imagina un
diálogo entre dos interlocutores los que se empeñan en fundar el razonamiento
buscado y señala a la interrogación como el punto de partida a saber, el cual va a
permitir desde el mismo análisis y consideración de la pregunta el lugar (topos)
desde el que es posible fundamentar el tipo de argumento a saber.
De igual forma, Aristóteles establecía tres tipos de argumentos dentro de sus
razonamientos que son a saber: el apodíctico, el dialectico y el erístico46. Para él,
el argumento apodíctico es demostrativo ya que involucra un silogismo, el cual se
deduce de una conclusión a través de principios primeros y verdaderos, y de otra
serie de proposiciones deducidas por silogismo a partir de principios evidentes, ya
que conoce la esencia de las cosas a través de conocimiento de sus causas. Por
tanto, sí parte de premisas generales e indiscutibles su conclusión se obtiene
partiendo de proposiciones cuyo conocimiento a su vez ha derivado de
proposiciones certeras. El argumento dialéctico es, una forma no demostrativa de
conocimiento, es decir, probable. Durante la senda de toda la tradición posterior;
―los razonamientos dialécticos parten de lo que es aceptado, siendo su fin el hacer
46
Erístico es lo perteneciente o relativo a la escuela socrática establecida en Mégara, la cual se caracterizaba por el abuso del procedimiento dialéctico hasta el punto de convertirlo en una vana disputa.
46
admitir otras tesis que son, o pueden ser, controvertidas. Se proponen pues,
persuadir o convencer‖47. Por tanto, no consisten en inferencias válidas y
constrictivas, sino que representan argumentos más o menos fuertes, más o
menos convincentes, y que jamás -ni fueron ni serían- son puramente formales.
En ese camino, la inferencia que se adquiría de los razonamientos dialécticos
sería el silogismo dialéctico que es ―no ostensible‖, ya que las premisas solo
pueden ser probables que son dadas a partir de un proceso racional no
demostrativo. Por lo que la conclusión resultaría basarse en puras especulaciones
u opiniones sin consolidar una verdad completa. En ese sentido, el argumento
dialéctico es de corte erístico, ya que parte de un conjunto de premisas,
supuestamente probables, pero en esencia no lo son. Toda forma de pensamiento
dialéctico posterior se consolidaría a partir de toda discusión o debate, de donde
surgen las proposiciones concretas en torno a problemas concretos. Finalmente,
el argumento sofístico o erístico, entendido como un razonamiento caviloso,
incierto y ensimismado dotado de conclusiones ambiguas, equívocas y
paradójicas. Este tipo de argumento implica una habilidad dudosa, para refutar o
sostener al mismo tiempo tesis contradictorias, ya, que se basa en meras
apariencias de opiniones que no son efectivamente.
Según la misma concepción los razonamientos dialécticos constan a su vez de
dos distinciones que son a saber; la inducción y el silogismo. La inducción es una
transición de lo particular a lo universal, mientras que el silogismo es una forma de
razonamiento deductivo que consta de dos proposiciones como premisas y otra
como conclusión, siendo la ultima una inferencia necesariamente deductiva de las
otras dos. Los razonamientos analíticos básicamente determinan la forma cómo es
posible conformar una estructura de manera silogística de todos los
razonamientos coherentes, y de la forma válida para que tales razonamientos
además de ser correctos tengan el carácter de verdaderos. En resumen, la
47
Chaim Perelman. El imperio retórico. Retórica y argumentación. Trad. de Adolfo León Gómez Giraldo. Editorial Norma S.A. Santa Fe de Bogotá. 1997. Pág. 20.
47
diferencia entre el argumento dialéctico y el argumento apodíctico es que el
primero no es demostrativo y el segundo sí. Es preciso distinguir estos dos tipos
de argumentos en la medida en que en que, unos, los razonamientos analíticos,
se refieren a la verdad y los otros a la opinión. Cada uno de éstos una vez es
aplicado exige un tipo de discurso distinto. Es claro, que resulta ser totalmente
ridículo por ejemplo, exigir argumentaciones razonables a un matemático, como
exigir pruebas científicas por parte de a un orador.
Entre otras cosas, todo el estudio que realizó Aristóteles de este tipo de
argumentos en los denominados primeros y segundos analíticos, le sirvió para ser
considerado en la historia de la filosofía como el padre de la lógica formal. Sin
embargo, hay que resaltar la importancia que no le atribuyeron los lógicos
modernos, cuestión que una vez examinada a fondo dentro de lo que corresponde
a sus obras, le designan como el padre de la teoría de la argumentación. Sin
embargo, Perelman va más allá de Aristóteles, pues, mientras que éste último
entiende que la estructura del razonamiento dialéctico es la misma que la del
silogismo, Perelman comprende que el paso de las premisas a la conclusión
difiere en la argumentación. Y es en este sentido como lo interpreta Robert Alexy:
―Con ello se distingue el modelo de Perelman de fundamentación argumentativa
de la inferencia dialéctica aristotélica. Ciertamente, en ambos las premisas son
sólo probables o plausibles (έµδoΧα), pero en Aristóteles la conclusión se sigue
lógicamente de estas premisas‖48. La diferencia radicaría exclusivamente en la
naturaleza de las premisas; en el caso del razonamiento dialéctico son sólo
plausibles, mientras que, en el silogismo, el paso de las premisas a la conclusión
es necesario. No ocurre lo mismo cuando se trata de pasar de un argumento a
una decisión. Pues, este paso no puede ser en modo alguno necesario, ya, que de
ser así, no nos localizaríamos en modo alguno ante una decisión, que supone
siempre la posibilidad de decidir de otra manera o de no tomar ninguna decisión.
48
Robert Alexy. Teoría de la argumentación jurídica. Traducción de Manuel Atienza e Isabel Espejo. El derecho y la justicia. 2. edición. Centro de estudios políticos constitucionales. Madrid. 2007. Pág. 159.
48
Una vez se ingresa en la distinción entre este tipo de razonamientos Perelman,
desde su separación de la lógica formal y abordando de forma capital la
implicación del argumento dialéctico sujeta el punto de partida para consolidar su
teoría y encaminar su concepción de lógica jurídica. El papel de la lógica formal
es hacer que la conclusión sea solidaria con las premisas, pero en cambio, el de la
lógica jurídica –siguiendo a Perelman- es mostrar la aceptabilidad de las premisas.
La lógica jurídica, especialmente la judicial se presenta, en conclusión, no como
una lógica formal, sino como una argumentación que depende de la manera en
que los legisladores y los jueces conciben su misión, y de la idea que éstos se
hacen del derecho y de su funcionamiento en la sociedad. Perelman, tratará por
tanto de establecer las posibilidades del razonamiento jurídico.
La especificidad del razonamiento jurídico consiste -a diferencia de lo que ocurre
en las ciencias- especialmente en las ciencias deductivas y a semejanza de lo que
ocurre en la filosofía y en las ciencias humanas. En la argumentación jurídica es
difícil lograr un acuerdo entre las partes, es decir, la argumentación tiene el
carácter de una controversia. Sin embargo, esta dificultad puede descollarse a
través de la imposición de una decisión por vía de la autoridad, mientras que en la
filosofía y en las ciencias humanas, cada una de las partes subsiste en sus
posiciones. En particular, la autoridad judicial juega, en la concepción de este
autor, un papel central, y de ahí que considere que en el procedimiento judicial es
donde el razonamiento jurídico se manifiesta por antonomasia.
La concepción de la retórica de Perelman parte básicamente de la distinción de
origen aristotélico entre razonamientos analíticos o lógico-formales, y los
49
razonamientos dialécticos o retóricos. Este autor comprende a la retórica49 como
el análisis de las técnicas discursivas que tratan de inducir y de acrecentar la
adhesión de los individuos a las tesis que se presentan para su asentimiento.
Para él, complementariamente, éste estudio se centra como una discusión no-
formal en al ámbito de la filosofía practica, donde se hacen indispensables la
consideración de las audiencias y los juicios de valor a la hora de optar por un
acuerdo como característica primordial de la resolución de la discusión misma.
Él mismo, distingue a su vez entre una retórica general y una retórica aplicada a
campos específicos, como el caso del derecho. Al estudio de las técnicas y
razonamientos propios de los juristas lo llama, sin embargo, lógica jurídica. Pero la
lógica jurista no es, para Perelman, una rama de la lógica formal aplicada al
derecho, porque los razonamientos jurídicos no pueden reducirse en absoluto a
razonamientos lógico-formales, sino a una rama de la retórica. La argumentación
jurídica es, incluso, el paradigma de la argumentación retórica. En definitiva, se
trata de nuevo de la distinción entre razonamientos analíticos y dialécticos que se
remonta a la antigua concepción aristotélica.
En este sentido, la nueva concepción de retórica es proyectada como una lógica
de lo valorativo. Por lo que se caracteriza por la intención de no separar el hecho
49 Esta nueva acepción de retórica debe sintetizarse a partir de cuatro reflexiones que permitan dar precisión de su repercusión. En primer lugar, la retórica trata los modos en que es posible persuadir por medio del discurso. No es posible hablar de retórica cuando se apela a la experiencia para adquirir la adhesión hacia una afirmación determinada. Segundo, la observación atañe a la demostración y a las relaciones de la retórica con lógica formal, en definitiva, porque la prueba demostrativa, que analiza la lógica formal es más que persuasiva. Es convincente, pero sólo con la condición de que se consienta la veracidad de las premisas de las cuales parte. Descartes como todos los racionalistas, al presuponer la certeza indubitable del punto de partida de su método, no se percataron de los problemas que se promueven a partir del manejo de un lenguaje. La tercera reflexión, es que puesto que no se trata de verdades sino de valores, en el caso de la verdad; la adhesión a una tesis puede ser de una intensidad versátil, lo que resulta esencial cuando es compatible con los hechos de forma infalible, y dos proposiciones evidentes no consiguen afirmar tesis contradictorias. Sin embargo, cuando se trata de una elección entre valores sólo se puede obtener un valor sacrificando otro, por tanto, decir que se sacrifica un valor aparente es no tomar en cuenta la significación del sacrificio. La última apelación es aquello que permite diferir la retórica de la lógica formal, y en general de las ciencias positivas, es precisamente que, no se describe tanto a la verdad como a la adhesión. Las verdades son imparciales y el hecho de que se les inspeccione o no, no modifica su condición. En cambio, la adhesión a diferencia es la afección de una o varias inteligencias a las que nos dirigimos; las cuales se hallan en un auditorio.
50
del valor, es decir, la motivación de mostrar que no están tan apartadas la
valoración y la descripción, y que puede a su vez existir una mediación entre estas
mismas en su modo interpretativo, la cual a su vez permite argumentar a favor de
juicios de valor. En este punto, debe considerarse que el paso de un juicio de
hecho a un juicio de valor, o sí se quiere de otro modo, del ser al deber, no puede
ser racional, pues no se deriva explícitamente de la lógica. Por consiguiente, hay
que admitir la existencia de juicios de valor o de normas primarias, de principios
no-derivados, o bien sea, del ―pathos” del individuo que los plantea que tiene un
carácter emotivo y plenamente subjetivo. Suceso que permite la superación de la
"falacia naturalista", que llega a considerar en igual medida el hecho y el valor.
La nueva retorica permite, por tanto, la conexión fijada en la necesidad de
argumentar axiológicamente con fundamento en la realidad. Tal y como lo afirma
Perelman acerca de este estudio: ―no se limitará al dominio práctico, sino que
también estará en el corazón de los problemas teóricos para aquel que es
consciente del papel que juega en nuestras teorías la exigencia de definiciones,
modelos y de analogías‖50. Y de una forma más general, la elaboración de un
lenguaje adecuado orientado a ligar el papel de la argumentación al de la razón
práctica. La retórica alcanza la verosimilitud más que la verdad en sí, o, como
dice Perelman, la razonabilidad más que la racionalidad, es decir, lo razonable
más que lo racional o apodíctico y de ahí la importancia de la tradición y por
supuesto, de tal concepción histórica.
2.3 Surgimiento de la teoría de la argumentación y nueva retorica.
Perelman manifiesta en su obra titulada “el imperio retórico” que su designio
fundamental es redimir la antigua retórica - es decir la ya creada por los griegos -
para diferenciarla de la ―retórica clásica‖ que se ocupó de avasallar la retórica
aristotélica al formalismo del estudio de las figuras literarias, así como a envolturas
50
Chaim Perelman. El imperio retórico. Retórica y argumentación. Trad. de Adolfo León Gómez Giraldo. Editorial Norma S.A. Santa Fe de Bogotá. 1997. Pág. 27.
51
preceptivas que pulieran el discurso a partir de vuelcos que instauran la retórica
en simple teoría de la composición. Por tanto, su aspiración es realizar un
retroceso para acatar el sentido primigenio que tuvo en la antigüedad: arte de
disuadir y/o persuadir con razones. Por su parte, los filósofos del lenguaje le
imputan a la lingüística: considerada como <<ciencia humana global>>, el
levantamiento de las lógicas no formales, la redención de la sofistica, los
corolarios sujetos al alcance de la lógica formal, el cual ha traído consigo el
resurgimiento de este estudio a la vez que su reincorporación dentro de la
problemática filosófica. Perelman, -además de ser crítico de todo lo que puede
definirse como lógica moderna- bosquejó, por ejemplo, la necesidad de que la
lógica debía ser el modelo universal, pero no la única figura válida para conservar
cualquier proceso comunicacional de argumentación, es decir, no sólo la
argumentación científica o teórica sino toda interacción comunicacional en el
ámbito cotidiano, jurídico, religioso, etc.
Este autor contempla la argumentación como un proceso en el que todos los
elementos interaccionan constantemente sobre el que la estructura del discurso
argumentativo se asimila a la de un tejido: la solidez de este es muy superior a la
de cada hilo que constituye la trampa. Una consecuencia de ello es la
imposibilidad de separar tajantemente cada uno de los elementos que componen
la argumentación. Sí este autor decide designar su teoría el nombre de retórica
antes que el de dialéctica, se debe esencialmente a la importancia que concede a
la noción de auditorio, que, ciertamente, es la noción central de la teoría, y al
hecho de que dialéctica le parece un término más equívoco, pues a lo largo de la
historia se había utilizado a través de un sinnúmero de significados. Por ejemplo,
para los estoicos y los medievales era sinónimo de lógica, en Hegel—y en Marx—,
tiene un sentido completamente distinto, entre otras concepciones. Por tal razón,
aunque sí bien nace en una antigua noción de enjambre Aristotélico y su
concepción viene a forjarse por la antigua distinción entre lo verídico y verosímil
(apodíctico – dialéctico). El nombre retórica se invoca principalmente –en primera
medida- por estar encaminado a la jerarquía de la persuasión. ―la nueva retórica,
52
por oposición a la antigua, concierne a los discursos dirigidos a toda clase de
auditorios, trátese de una masa reunida en la plaza pública o de una reunión de
especialistas, trátese de un discurso dirigido a un individuo o a toda la
humanidad‖51. En este proceso, la lógica procede de la retórica, y se forja en el
caso de la argumentación jurídica el paradigma de la argumentación retórica.
La nueva concepción de la filosofía de Perelman, por tanto, se puede clasificar
como una filosofía racionalista -no metafísica- que otorga todo su valor al más
alegórico instrumento de su racionalidad que es el lenguaje ordinario, y del cual en
virtud de dicha posición se embelesa de la plasticidad y la riqueza que éste le
ofrece. Perelman señala que del derecho es discurso y la retórica nos da la clave
para entender el discurso jurídico. Tanto en el derecho como en la filosofía hay
debate, mientras que en el modelo matemático no lo hay, sino que simplemente se
efectúan herramientas mecánicas para calcular. En este sentido, responde sobre
ésta cuestión a Ricoeur: ―…sí pienso en el modelo jurídico más que en el
matemático, es que la situación del filósofo se parece mucho más a la del juez que
a la del matemático‖52. Precisamente, porque la filosofía como el derecho se
construye en función de una decisión, es decir, a partir de la toma de una posición
que tiende a esclarecerse.
Las decisiones se construyen a partir de la argumentación, la cual -en términos
generales- se muestra como contenido esencial y como praxis, como paso
precedente de la investigación formativa, con una metodología dialógica centrada
en sustentación racional y en respeto por la opinión ajena. Sí se admite que las
decisiones deben estar justificadas, a su vez se adjudica la tarea de llevar a cabo
toda una actividad argumentativa, lo que significa aceptar que el problema que
subyace en la argumentación ha de resolverse mediante razones que se hacen
presentes por medio del lenguaje, bien sea este de tipo oral o escrito.
Posteriormente, sí se observa en el ámbito del derecho toda decisión jurídica, ya
51
Ibíd. Pág. 23. 52
Argumentación. Actos lingüísticos y lógica jurídica. Adolfo León Gómez, editorial universidad del Valle, Santiago de Cali. 1998. Pág. 25.
53
sea en forma de norma general o particular, debe sostenerse en razones que
permitan que cualquier forma le justifiquen, de lo contrario podría tal decisión ser
eliminada o inválida. Es decir, en el campo normativo jurídico las decisiones ya
sean de tipo legislativo o jurisdiccional, deben venir cortejadas de un discurso
argumentativo, en donde se expresen los razonamientos que aprueben la
decisión concerniente al respectivo caso.
Argumentar es una actividad que consiste en dar razones a favor o en contra de
una determinada tesis que se trata de sostener o de refutar. Las decisiones
jurídicas53 en el contexto de la argumentación jurídica vienen a ser tomadas en
términos de racionalidad práctica. Para el teórico Robert Alexy54 la argumentación
jurídica debe concebirse como: ―una actividad lingüística que tiene lugar en
situaciones tan diferentes como, por ejemplo, el proceso y la discusión científico
jurídica‖55. De lo que se trata en esta actividad lingüística es de la corrección de
los enunciados normativos, en un sentido todavía por precisar. Tal actividad es
designada como ―discurso‖, y ya que se trata de la corrección de enunciados
normativos específicamente, como ―discurso práctico‖. El discurso jurídico es un
caso especial del discurso práctico en general. Este tipo de resoluciones se va a
constituir dentro de un procedimiento de forma dialógica, es decir, procurando un
consenso de una forma plenamente discursiva. Mejor dicho, las corrientes acorde
a la argumentación jurídica atestiguan que las decisiones jurídicas deben estar
53 Las decisiones jurídicas son aquellas que tienen un carácter normativo dentro del ámbito legal, por tanto, producen, modifican o derogan distintos estándares de un ordenamiento jurídico cualquiera, que son tomadas por todos aquellos sujetos de derecho. Estas son a su vez justificables, es decir, se deben dar razones a favor de ellas, no cualesquiera razones, sino razones convincentes, fundamentadas en su favor por razones de peso. Ahora bien, dentro del contexto argumentativo se dan criterios razonables y “no formales” a diferencia de lo que afirmaban las corrientes logicistas de la aplicación e interpretación del derecho -donde el proceso racional de justificación de la decisión jurídica era de tipo monológico- tal como fue expresado por la escuela de la Exégesis y la Jurisprudencia de conceptos. 54 Robert Alexy es un filósofo y jurista alemán nacido en Oldenburg en 1945. Su obra fundamental se titula teoría de la Argumentación Jurídica. Su modelo emerge de una teoría de la argumentación práctica, el cual aplica a los saberes jurídicos, considerando al discurso del derecho como un caso especial del discurso moral. Por esto, propone formular un código de la razón jurídica que se ubique en el interior del código de la razón práctica general, lo que resulta por ser una intención analítica y descriptiva, y por tanto, se hace fundamental para su comprensión un previo análisis de la filosofía del lenguaje, en su estudio relativo a las acciones y el discurso, aun mas, puesto que su teoría no se basa por ser normativa. 55 Robert Alexy. Teoría de la argumentación jurídica. Trad. de Manuel Atienza e I. Espejo. Centro de Estudios Constitucionales. Madrid. 2007. Pág. 34.
54
resguardadas por un aparato discursivo, en el que estén presentes el diálogo
intersubjetivo y el consenso adquirido a través de ciertas reglas de
procedimentales. El discurso argumentativo se caracteriza porque el éxito o
fracaso de una determinada decisión, dependerá de las razones que previamente
se hayan expuesto para justificarla. Los sujetos a su vez van a ser los
interlocutores del diálogo y partícipes del discurso que debe confirmarse
previamente a toda toma de decisión jurídica.
En todo proceso argumentativo operan tres acciones: la interpretativa que consiste
en comprender el sentido de un texto o un discurso, la propositiva o acción crítica
y/o creativa, y la argumentativa propiamente dicha o capacidad de sustentar una
idea mayor. Estas acciones son expresadas a través del razonamiento analógico,
basado en la comparación; el razonamiento deductivo que se expresa de sacar
conclusiones particulares de hechos o situaciones globales, el razonamiento
inductivo que fluye de los hechos concretos hasta constituir situaciones generales
y/o el razonamiento silogístico o razonamiento deductivo de la lógica
proposicional. Sin embargo, bajo la concepción de Perelman, la lógica jurídica
está ligada a la idea que se tiene del derecho, y por tanto, el autor emerge de la idea
de que el análisis de los razonamientos que utilizan los políticos, jueces o
abogados debe ser el punto de partida para la construcción de una teoría de la
argumentación jurídica.
Según el mismo Perelman, la lógica jurídica se relaciona con la teoría de la
argumentación jurídica aplicada a los actos lingüísticos. En ella, básicamente se
muestra que justo con la evolución del pensamiento jurídico dado, justamente,
luego de la revolución Francesa el razonamiento judicial no se limita a la
aplicación mecánica de un silogismo, sobre el que la premisa mayor está
representada por la norma jurídica, la premisa menor por la confirmación de los
hechos y la conclusión por el fallo. Sino que, en su lugar, se establece –claro
está- la obligación de motivar las decisiones judiciales a partir del razonamiento
jurídico en un utensilio imprescindible de justificación de las decisiones. Además,
55
es de tenerse en cuenta que el proceso de construcción de una decisión es
totalmente inseparable del de la justificación de ésta misma, sin embargo, decidir
no es argumentar. En palabras de Manuel Atienza: ―los razonamientos, los
argumentos, no son las decisiones, sino las razones –o cierto tipo de razones- que
pueden darse a favor de las decisiones‖56. Donde se hace necesario distinguir
dentro de las razones humanas, dos tipos de razones: explicativas y justificativas.
Panorama que se atribuye, sin embargo, al planto de las decisiones a la hora de
optar por una u otra dentro de una caso determinado, es decir, que acontece
dentro de la praxis misma de la lógica jurídica.
Las cuestiones anteriores implican ser razones fundamentales que vislumbran la
necesidad de una teoría de la argumentación jurídica, lo que resulta capital en
todos los sistemas de derecho recientes. De igual forma, las nuevas teorías en
torno a la argumentación a la par con las nuevas estructuras de la lógica coinciden
con el resurgimiento de la nueva retórica, que se considera plenamente relevante
para ámbitos filosóficos como la filosofía del derecho, la lógica, la ética, en suma,
para todos los saberes que se consolidan en el terreno de la razón práctica donde
se ubica la contingencia humana.
2.4 Relación entre lógica jurídica y los actos lingüísticos
Desde la óptica de los actos lingüísticos la argumentación es una acción de un
individuo orador sobre otro individuo denominado auditorio. Atienza considera al
respecto que la argumentación es: ―un tipo de acción –o de interacción lingüística.
La argumentación es un acto de lenguaje complejo que tiene lugar en situaciones
determinadas; en general, podría decirse en el contexto de un diálogo (con otro o
con uno mismo)‖57. Argumentar es también un acto ilocutivo como lo es afirmar,
aunque la afirmación no se halle asociada a un objetivo perlocutivo, como en el
56
Manuel Atienza. Derecho y argumentación. Universidad externado de Colombia. Serie de teoría jurídica y filosofía del derecho. Nº6. 2005. Pág. 32. 57
Ibíd. Págs. 48 – 49.
56
caso de la argumentación. La condición fundamental de argumentar es el intento
de producir un efecto perlocutivo: persuadir, disuadir o convencer al auditorio. Es
inaceptable por tanto pensar que al argumentar no se intenta persuadir.
De igual forma, en el acto lingüístico de argumentar se presenta una fisura entre el
acto ilocutivo y el acto perlocutivo, pues, puede realizarse el acto ilocutivo de
argumentar –tratar de persuadir- sin que se logre la persuasión misma. En el acto
lingüístico existe una dimensión perlocucionaria, pues es posible que a partir de un
acto de habla se genere un evento en la realidad, en la medida en que su
dimensión está provista por las consecuencias que puede tener un acto de habla
en el mundo. Por tanto, entre la dimensión locucionaria y la perlocucionaria existe
una conexión causal. Mientras que entre el acto locucionario y el acto ilocucionario
existe una relación de tipo convencional. Al hablar se emite un tipo de discurso el
cual es desde esta perspectiva, un acto locucionario que al mismo tiempo es
ilocucinario y – potencialmente - perlocucionario. En cuanto argumentar es un acto
de habla, debe respetar las condiciones para la realización afortunada de tales
actos –fundada por Austin y ordenada por Searle. Estas son: condición preliminar,
condición de contenido proposicional, condiciones preparatorias, condición de
sinceridad y condición esencial.
Argumentar se da a partir de un acto de habla que determina la acción de una
secuencia de actos linealmente conectados. Se da cuando un orador dice:
―argumento a favor de p a través de q‖. El cual se puede expresar de la siguiente
forma:
P: tesis que busca que el auditorio acepte.
Q: el fundamento de P (las premisas).
La tesis un acto ilocutivo como: predicción, acusación legal, decisión, etc.
Sí se afirma que argumentar es un acto de habla; deben respetarse las
condiciones para la realización de tales actos que fue sistematizada por John
57
Searle y son: condición preliminar, condición de contenido proposicional,
condiciones preparatorias, condición de sinceridad y condición esencial.
- Condición preliminar.
Entre el orador (O) y el auditorio (A) debe existir una comunidad espiritual efectiva.
Es decir, entre ambos tiene que existir un lenguaje común, intereses mínimos de
acuerdo, debido a que en una discusión se debe de estar de acuerdo al menos en
algo en particular.
Es importante para que se dé el contacto en los espíritus, primero, que el orador
logre un acuerdo con su interlocutor, así, como la disposición del auditorio a
escuchar. También, que el mismo orador sea el individuo adecuado acorde al
contexto y la finalidad misma que debe de llevar a cabo la argumentación. Por
esto, es que normalmente dependiendo del auditorio al que se haga referencia se
le reconoce a las personas el carácter de oradores legítimos siempre de acuerdo a
su investidura, con el fin de lograr posteriormente una adecuada adhesión a éste.
Aplicada al caso de la argumentación jurídica: ―la autoridad de la decisión del juez
sólo puede ser anulada por las Altas Cortes (Corte Constitucional, Consejo de
Estado, Corte Suprema de Justicia) si ha habido violación de legalidad, abuso de
poder o transgresión del límite de poderes concebidos‖58. Ya, que como acto
lingüístico, fallar y tomar decisiones debe de satisfacer diferentes condiciones de
fortuna.
Condición de contenido proposicional.
Este tipo de condición siguiendo la trascendencia de la filosofía del lenguaje se
refiere al estado de cosas que se predican en el enunciado. Sin embargo, no se
58
Adolfo León Gómez, María Sandra Naranjo, Alejandro Patiño, Pedro J. Posada. Argumentación, actos lingüísticos y lógica Jurídica. Editorial Universidad del Valle. Cali. 1998. Pág. 128.
58
tienen en cuenta puesto que argumentar es un acto complejo, donde sus
elementos tienen cada uno sus contenidos proposicionales. Adolfo León Gómez
considera no atender a esta condición una vez que se revisa su contenido.
Condiciones preparatorias.
Antecedentes del enunciado. Es condición preparatoria de la disculpa el hecho de
que el hablante crea que ha ocurrido un acto potencialmente dañino para el
oyente.
- El orador propone la tesis P al auditorio.
- El orador propone la tesis P al auditorio con base en Q.
- El orador cree que el auditorio acepta a P, y que de ser así, por tanto, aceptará
también a Q.
- La tesis P no puede ser equivalente a Q desde el punto de vista semántico. Sí lo
fuera, se caería en petición de principio.
Bajo los supuestos anteriores y su imposibilidad de validez se cae en una
argumentación ad hominem. ―La eficacia de una argumentación depende de la
aceptación del auditorio de la argumentación del orador. Para no caer en petición
de principio, el orador está obligado a tomar como punto de partida de la
argumentación las presunciones sobre aquello que su auditorio admite‖59.
Principios que serán más seguros sí existe un cuerpo de conocimiento común.
Perelman distingue entre acuerdos que se refieren a lo real (verdades, hechos,
presunciones) y acuerdos relativos a lo preferible (valores jerarquizas de valores y
lugares comunes de lo preferible).
- Adolfo León Gómez admite que se llama condición de fuerza o solidez del
argumento a aquella que otorga un grado de creencia mayor que la aceptación
que se da en otro del cual se confronta. Es decir, que la tesis P no puede ser más
fuerte que Q, puesto que el orador tiene un grado mayor de creencia que el grado
de aceptación que el auditorio le otorga a P y a Q a su vez.
59 Ibíd. Pág. 126.
59
- La condición de pertinencia se refiere a que el orador considera importante a Q
para aceptar a P en el contexto y para los fines que la relación orador – auditorio
pretenden en la argumentación.
Una vez se aplican estas condiciones en la sentencia suponen que ésta misma
debe ser justa y conforme al derecho. ―Debe persuadir a tres clases de auditorios:
a los litigantes, a las instancias superiores y a la opinión pública de las razones
que justifican en derecho el fallo, sin descuidar elementos extrajurídicos de orden
social, moral, económico, político, etc., que pueden haber influido en la opinión del
juez‖60. De alguna forma, pueden establecerse sobre la equidad. El razonamiento
judicial debe adecuarse siempre a los auditorios a los que se dirige y a la materia
tratada así como la rama del derecho que le corresponde.
La sentecia debe mostrar razones totalmente comprobadas por las cuales se
vieron motivadas así como de la suficiencia conforme con el derecho en vigor. Una
vez se asienta en la jurisprudencia las sentencias en la medida en que cumplan
esta condición puede servirle a otras como precedente para hacer comprender el
alcance de una ley a la opinión pública. Nunca, pueden manifestar una opinión
subjetiva sino intersubjetiva, justificada siempre en el ordenamiento de los
aparatos de estado así como el dispositivo judicial.
Así mismo, a diferencia de otros periodos de aplicación del derecho, la prueba que
se tiene en derecho –que normalmente está llena de presunciones- debe de dar
vía libre a la argumentación la cual guiara la evidencia del juez o el jurado a la
hora de definir sobre determinada controversia.
60
Ibíd. Pág. 129.
60
Condición de sinceridad.
Esta condición se refiera a la disposición mental del hablante y su criterio de
verdad para la confrontación que tiene con el auditorio. En este caso una disculpa,
por ejemplo, sólo vale cuando el hablante está de verdad arrepentido.
La condición de sinceridad se cumple siempre en la argumentación ad
humanitatem (auditorio universal) donde el orador debe formar parte de su
auditorio, por lo que debe tener las mismas creencias que éste. A su vez, esta
condición se da en la argumentación ad hominen, cuando el orador tiene los
mismos acuerdos con el auditorio, por lo que debe tener sus mismas creencias.
Una vez aplicada al derecho, sí bien ésta misma no es fundamental ni necesaria
en los procedimientos judiciales. Sin embargo, puesto que el abogado lo que
busca es lograr la adhesión al juez; su propósito va encaminado a postular los
acuerdos previamente establecidos en miras a la adhesión a obtener. El juez por
su parte, al redactar una sentencia, sólo tiene que observar su convicción para
implantar los hechos como establecidos en la medida en que haya hecho su
procedimiento en torno a los medios de prueba de una forma puramente legal. ―La
calificación de los hechos y las consecuencias jurídicas que de ello se extraen,
deben corresponder a una opinión común en materia de hechos o en materia de
derecho‖61. Y tal proceso bastará para su posterior aceptación.
Condición esencial.
Esta condición implica que el enunciado sea reconocido como un ejemplo del acto
ilocucionario en cuestión. Por tanto, comunicar P sobre la base de Q al auditorio
es un intento de persuadir al auditorio de P.
De igual forma, para que la argumentación sea efectiva es necesario que la
construcción del presunto auditorio no sea contraria a la realidad efectiva. La
61
Ibíd. Pág. 130.
61
razón es que el auditorio siempre se da como una hipótesis que funda el orador, a
razón de lo que éste último conoce de los hombres, de las sociedades, de los
grupos en general, etc. Por tanto, lo más importante para que la argumentación
puede resultar persuasiva es que la edificación del auditorio sea lo más cercana
posible a la realidad.
Este proceso se manifiesta en la medida en que la justicia busca su adhesión
hacia las partes de la opinión pública; cuestión que lleva a asimilar que no es
suficiente con la indicación de que se haya tomado la decisión con apelación a
una autoridad competente en materia legal. En cambio, el encargado del proceso
jurisdiccional debe mostrar que es útil, equitativa y oportuna. Una vez a partir de
allí se acrecienta su autoridad; la argumentación servirá como proceso por el que
optará el juez en la explicitación de su uso y adecuación.
Capitulo 3. Lógica jurídica - Teoría de la argumentación.
3.1 Lógica jurídica
El estudio de la lógica jurídica supone de un lado, el inédito progreso histórico del
pensamiento jurídico desde los comienzos del siglo XIX, el que logra ulteriormente
consolidar de forma sistemática las técnicas de razonamiento de la nueva retórica
y su posterior práctica otorgada a partir de la argumentación en el derecho. La
lógica jurídica se encarga de la estructura del sistema jurídico y de la manera en
que se manifiestan las relaciones lógicas entre las normas jurídicas. Es una
disciplina que sirve de instrumento aplicado a la ciencia jurídica, con el fin de
perfeccionar el criterio de verdad sin el cual no es posible alcanzarse la justicia;
estableciendo contradicciones, inconsistencias y vacios proveídos en todo sistema
de derecho, y por ende, en la operatividad de su aplicación. En este sentido, aplica
un método de investigación para entender el estudio del derecho en la medida en
que forma un paradigma en el conocimiento jurídico, que infiere en resultados
perfectos, es decir, en razonamientos que son totalmente certeros -como los que
62
nos puede dar las matemáticas- obteniendo su principal fuente del conocimiento
en la razón, ―no experimentable‖, y en el uso del lenguaje simbólico del derecho.
De esta forma, la lógica jurídica se consolida como un método de investigación
para entender al derecho, que le pretende pensar rectamente, y se extiende en
tanto es un proceso intelectual ordenado, desde su forma de adquirir
razonamientos correctos o formalmente válidos propio de la lógica formal hacia la
conducción del conocimiento verdadero que le es propio a la lógica dialéctica. Su
forma de conducción propia es el razonamiento jurídico que se caracteriza por ser
propiamente un amalgama de lógica y retórica, y se consolida en la argumentación
jurídica en tanto es un componente fundamental, que busca la coherencia y
verosimilitud del razonamiento jurídico y por tanto de su aplicación en la lógica
jurídica como disciplina autónoma.
En este punto, he de problematizar –sin ahondar en el tema- la forma en que
tradicionalmente la lógica jurídica, sobre todo, desde las magnas consecuencias
del derecho en su aplicación (en los periodos aproximados a la segunda guerra
mundial se realizo un importante punto de quiebre), se basaron en la
magnificencia de la ley sobre todo abordando posturas que daban prioridad a la
norma y en si al positivismo; sobre las que también, imperaba el método
deductivo. Para dar un caso, sólo en particular sobre una compostura de este
tipo, es preciso recordar la forma en que define un autor como Kalinowski a la
lógica jurídica: ―es aquella parte de la lógica que examina desde el punto de vista
formal las operaciones intelectuales de los juristas‖62. Este autor, tanto como
U.Klug, volcaban sobre cierto tipo de reduccionismo al desconocer en sus
razonamientos los argumentos no necesarios. Más aún, cuando caían en la
penumbra de asimilar la inferencia de tipo lógica con la argumentación. La nueva
postura de Perelman –con relación a dos baluartes de este tipo de estudio jurídico
62 Adolfo León Gómez, María Sandra Naranjo, Alejandro Patiño, Pedro J. Posada. Argumentación, actos lingüísticos y lógica Jurídica. Editorial Universidad del Valle. Cali. 1998. Pág. 141.
63
como Manuel Atienza y Robert Alexy- sostienen que las concepciones recientes
del derecho le hacen ver como una actividad y que por tanto es lenguaje en
acción, es decir, lenguaje que está destinado a persuadir y convencer con la
finalidad de establecer en el caso del derecho, una pretensión de justicia y de
verdad. Por tanto, en la acepción de la lógica jurídica de Perelman y/o la nueva
retorica se pretende de alguna forma realizar ―una contraposición‖ a los modelos
tradicionales que implementaban una teoría pura del derecho con el fin de dar
paso a los juicios de valor, y en definitiva, a su carácter de razonabilidad.
Ahora bien, cuando se considera la lógica jurídica como la parte de la lógica que
analiza desde el punto de vista formal las operaciones intelectuales de los juristas.
De alguna forma se oscila en el riesgo de caer en un reduccionismo, el cual de
una u otra forma niega todo interés al argumento <<no necesario>>. Entre las
diferentes aplicaciones de las leyes y reglas lógicas universales, hay algunas
hechas por juristas en el campo de un saber jurídico cualquiera. De donde resulta
interesante y útil analizar las aplicaciones de las leyes y reglas lógicas en los
diversos campos de los saberes jurídicos; el cual incluso lleva a registrar la
relatividad del razonamiento jurídico. Sin embargo, cabe resaltar la idea
tradicional que hace constatar que el derecho ha estado dominado, durante
muchos siglos, por la aspiración a una justicia absoluta, de donde es primordial
concebir su aspiración racional –diferente a una de tipo teológico-. Desde esta
representación, el papel del jurista residiría en preparar, a través de sus
reflexiones y de sus análisis, la solución más justa de cada caso concreto. Y
aunque su aplicación pueda crear múltiples controversias, su solución más justa
resultaría no precisamente de la aplicación indiscutible de unas reglas
indiscutidas, sino más bien, de la confrontación de opiniones opuestas y de una
subsiguiente decisión por vía de autoridad.
En este punto, se hace preciso comprender que el razonamiento jurídico ha traído
consigo, sin lugar a duda, la responsabilidad de aquel que de una u otra forma va
a tomar la decisión en derecho, bien sea este magistrado, legislador, o funcionario,
64
etc. El compromiso personal es inevitable cualesquiera que sean las razones que
pueda citar a favor de las tesis adoptadas, pues son raras las situaciones en que
las buenas razones que militan a favor de una solución, no resultan neutralizadas
por las razones más o menos buenas que concurren a favor de una solución
diferente. Y he allí la importancia en la toma de decisiones y la apreciación del
valor de las razones en lo que respecta a uno u otro individuo, así como lo que
subraya el carácter personal de la decisión tomada.
Aquel que argumenta y busca influenciar a través de su discurso, no puede evitar
efectuar distintas opciones. Estas opciones se refieren a las tesis sobre las que
debe de posar la argumentación y la forma en que ha de formularlas. Para quien
debe tomar posición es esencial instaurar los puntos de desacuerdo, para que a
partir de ellos, se transporten los discursos a un plano sobre el que las tesis
contrastadas se cotejen, y en que los argumentos utilizados a favor de la primera
solución se establezcan como objeciones frente a la segunda o viceversa. Para
que la argumentación a su vez ejerza influencia es preciso que se escuche
predilectamente con interés o con una cierta dosis de buena voluntad. Así mismo,
para que la argumentación sea eficaz y pueda lograr un efecto o influencia más o
menos importante sobre el auditorio, es necesario no sólo que se ligue el efecto de
argumentos aislados, sino también del conjunto del discurso, es decir, de la
interacción entre argumentos y argumentos que surgen abiertamente a la mente
de aquel que atiende el discurso.
El discurso sirve como forma para garantizar la organización de la argumentación
del orador, sobre el que los argumentos se ubican, en virtud de una opción
meditada, en un orden establecido. Por lo que el criterio básico por el que el
orador logra llegar adecuadamente a este respecto es la eficacia. El orden
mediante el cual los argumentos pueden ser presentados se determina por la
manera en que el auditorio logra estar adecuado para acogerlos, por lo que resulta
que en la medida en que logran surtir efecto sobre el auditorio, el discurso va
alterando aquel orden.
65
El derecho como los estudios que de él se desprenden se construye a través de
controversias y de opiniones dialécticas o de argumentaciones en sentido diverso.
Las posibles posturas y relaciones que se puedan manifestar tratan más bien,
como en el caso de los diálogos platónicos63, de ubicar al adversario en una
postura que no le favorezca, es decir, de hacerle caer en el error y demostrar que
los argumentos de los que se había servido eran inoportunos, insignes o
arbitrarios, y que la solución que preconizaba era injusta o al menos ―no
razonable‖. Por ejemplo, aquel que ignore las opiniones y las convicciones de
aquellos a quienes se dirige, podría, dado el caso de que su auditorio64 se
comprima a una persona o a un pequeño grupo de personas, atestiguar, a partir
del método de las preguntas y de las respuestas -utilizado en los diálogos
platónicos- sobre las tesis admitidas por sus interlocutores. Sin embargo, sí se
encontrará bajo otras posibilidades y el orador no pudiese derivar sus
razonamientos de ésta forma, sin duda, estaría obligado a derivar sus
razonamientos desde presunciones o hipótesis sobre aquello que en realidad el
auditorio asiente.
La idea de razón, sobre todo en sus aplicaciones prácticas, une con lo que es
razonable creer y tiene lazos irrebatibles con la idea de sentido común. Una de las
tareas de la filosofía es precisar y sistematizar las ideas que tienen este sentido
común, eliminando las ambigüedades y las confusiones, así como las
incompatibilidades que pudiesen subyacer. Con relación a estas cuestiones, se
puede considerar que la argumentación no puede vislumbrarse exclusivamente en
torno a cuestiones de verdad, pues, la adhesión a una tesis puede elegirse por
diversas razones, bien sea por ser más equitativa, más pertinente, más razonable,
63 En este tipo de diálogos la controversia tenía por objeto, de un lado, excluir algunos argumentos, evidenciando que no aquellos no eran pertinentes, y de otro lado, eliminar algunas de las soluciones preconizadas por no ser razonables, eso sí, claro estaba, sin imponer un determinado tipo de argumento o una solución establecida como necesaria. 64 El auditorio se define como el conjunto de aquellos individuos a quienes se dirige el esfuerzo de persuasión, en lugar de aquellos que simplemente escuchan un discurso determinado. Puede ocurrir el caso, de que cada uno de los oradores se dirija sólo a una parte del auditorio, a sus partidarios, que admitirán sin dificultad las premisas y la argumentación.
66
más actual, más oportuna, o mejor adaptada a la situación, entre otras. Perelman
en su obra: ―<<la lógica jurídica y la nueva retórica>>, crítica la pretensión de
asimilar el razonamiento jurídico al de las ciencias naturales o formales‖65. Para
esto, se vale de los razonamientos jurídicos, los cuales hacen parte de los
reótirocs que no buscan establecer demostraciones científicas, sino guiar en las
deliberaciones y controversias. En tal sentido, en clara oposición con los métodos
de la lógica formal, toda argumentación debe partir de tesis a las que se adhieran
aquellos a quienes queremos persuadir o convencer.
En derecho en la medida en que se requiere de la influencia de la lógica, así como
del complemento de una teoría de la argumentación, se requiere además de la
teoría de la demostración que ha sido obtenida. El razonamiento en el cual se
basan las decisiones como punto clave de una demostración, no tiene como punto
de partida una decisión de justicia, no surge de la lógica jurídica, sino de la
argumentación. Por esta razón, todo análisis argumentativo debe iniciar con la
revisión lógica de su estructura, y Perelman asevera con seguridad que en las
argumentaciones no se trata de realizar inferencias precisas como en la
matemática, sino de utilizar diversos instrumentos lingüísticos para convencer a
los interlocutores
Dentro del contexto del derecho, también es completamente elemental que las
problemáticas que surgen en su área concluyan dentro de un tiempo determinable
con el fin de alcanzar una solución en términos de justicia. Por ello es necesario
que puedan existir soluciones definitivas y evitar que desde el principio se
produzcan debates interminables respecto al auditorio competente para decidir
sobre su solución; lo que consolida un tiempo y reglas determinadas a los cuadros
determinados en el ámbito jurídico. Por ejemplo, cuando se inserta el argumento a
fortiori (argumentar a partir de una conclusión aceptada hacia otra aún más
evidente) en un orden jurídico se permite guiar al juez y justificar su decisión. Este
65
Ibíd. Pág. 109.
67
tipo de argumento se apoya sobre la ratio decidendi66 o razón alegada para
resolver el caso anterior de una manera determinada, fundándose igualmente en
el espíritu de la ley. El argumento a fortiori pretende que la razón alegada a favor
de una conducta o de una regla en un caso determinado, se imponga con una
fuerza todavía mayor en el caso actual. No es en sí mismo específicamente
jurídico. Por ejemplo: Jesús recuerda a sus discípulos que dios no deja de mirar
por los pájaros del cielo, por lo tanto, no se desinteresará tampoco de la suerte de
los hombres.
El juez, consciente de su responsabilidad –bien sea a partir de este tipo de
argumento o de cualquier otro- al tratar de justificar su decisión, sólo se siente
seguro cuando la inserta en un conjunto de decisiones que él prolonga y completa,
dentro de un orden jurídico formado por los precedentes y, en su caso, por el
legislador. Para este propósito necesita lograr la adhesión de la audiencia a una
tesis determinada la cual dependerá de la vinculación que ésta guarde con las
premisas que le han sido expuestas. Como en esta postura retórica la opinión de
los oyentes es vital, se da pie a la posibilidad de que la misma tesis no sea
juzgada desde la dicotomía verdad/falsedad, sino más bien, desde la de lo
admisible/lo inadmisible, según sea el esquema de valores e ideas vigente en la
audiencia. Precisamente porque este modo de solución no es propio de un
proceso analítico.
3.2 Técnicas argumentativas
-Clasificación de los argumentos
En el Tratado de la argumentación Perelman y Olbrecht-Tyteca especifican una
clasificación general de las técnicas argumentativas, de los argumentos con la
66
Ésta expresión es utilizada del latín que significa "razón suficiente" o “razón para decidir”, y hace referencia a los argumentos que efectúa el juez o tribunal competente en la consideración de una sentencia o algún tipo de resolución judicial, la cual a su vez consolidan la base de la decisión del tribunal acerca de la materia que se somete para su conocimiento. En definitiva, es la razón para decidir, justificada en la motivación principal que movió la resolución de la sentencia.
68
intención de mostrar su superposición, así como el efecto práctico y efectivo de la
argumentación. Esta categorización se caracteriza en dos grupos, según se vean
como procedimientos de enlace o de disociación. Según Perelman: ―Por
procedimientos de enlace entendemos aquellos esquemas que unen elementos
distintos y permiten establecer entre estos elementos una solidaridad que
pretenda, bien estructurarlos, bien valorarlos positiva o negativamente‖67. Mientras
que por procedimiento de disociación: ―comprendemos aquellas técnicas de
ruptura cuyo objetivo es disociar, Separar, desolidarizar, elementos considerados
componentes de un lado o, al menos, de un conjunto solidario en el seno de un
mismo sistema de pensamiento‖68.
A su vez, los de enlace se clasifican en: argumentos cuasilógicos, cuya fuerza
deriva de su proximidad con argumentos puramente lógicos o matemáticos, los
argumentos basados sobre la estructura de lo real, bien sean éstos enlaces de
sucesión o enlaces de coexistencia, y los argumentos que instituyen la estructura de
lo real tomando como fundamento el caso particular o la semejanza de estructuras
existentes entre elementos pertenecientes a dominios distintos, es decir, por
analogía. Los de disociación tendrán por resultado transformar semejante sistema
variando ciertas nociones que constituyen sus piezas maestras. Es decir, separa
el modo bien estructurado en el que se encuentran algunos argumentos, con el fin
de caracterizar los cambios que introduce en las diferentes nociones porque
tienden menos a utilizar el lenguaje admitido que a proceder a un modelado
nuevo. De ahí que estos procedimientos de disociación sean característicos de
todo pensamiento filosófico original. Ambos, cumplen características tanto lógicas
como psicológicas del pensamiento de unir y desunir diferentes argumentos
siempre y cuando un todo se encuentre bien estructurado. En este punto, será útil
ofrecer las características generales de las más importantes técnicas
argumentativas estudiadas en el tratado de la argumentación, por lo cual se
procederá a realizar su respectivo análisis.
67 CH. Perelman y Olbrechts – Tyteca. Tratado de la argumentación. La nueva retórica. Trad. Julia Sevilla Muñoz. Biblioteca Románica Hispánica. Editorial Gredos Madrid. 1989. Pág. 299. 68
Ibíd. Pág. 299 y 300.
69
La clasificación de los argumentos realizada por Perelman resulta ser ostensible y
compleja, con el fin de lograr este arduo propósito ha de parafrasearse la
concepción que realiza Manuel Atienza en su obra: “las razones del derecho”. De
forma general, su categorización se puede agrupar dentro de cinco conjuntos
comprendidos en dos grupos a saber: Los argumentos de enlace o asociación y
los argumentos de disociación. Esta clasificación se pretende explicar - en forma
generalizada- a través de una vía general acorde a su significación que podría
compendiarse de la siguiente forma:
—argumentos cuasilógicos: lógicos, contradicción, identidad, completa:
definición, parcial, regla de justicia, reciprocidad, transitividad, matemáticos, de
inclusión, relación parte-todo, relación parte-parte de un todo, dilema,
argumentos jurídicos, a pari, a contrario, de comparación: argumento del
sacrificio, probabilidades.
— argumentos basados en la estructura de lo real: enlaces de sucesión, basados
en el nexo casual, argumento paradigmático, relación hecho-consecuencia y
medio-fin, argumentación por etapas, argumento del despilfarro, argumento de la
dirección, argumento de la superación, enlaces de coexistencia, relación acto-
persona: argumento de autoridad, relación individuo-grupo, relación simbólica,
doble jerarquía, diferencias de grado y de orden.
— argumentos que fundan la estructura de lo real: argumentación por el caso
particular, ejemplo, ilustración, modelo, razonamiento por analogía.
— De disociación: Ruptura de enlace y disociación, las parejas filosóficas, La
expresión de las disociaciones, los enunciados que animan a la disociación, las
definiciones disociativas.
— Interacción y fuerza de los argumentos: la apreciación de la fuerza de los
argumentos, la interacción por convergencia, la amplitud de la argumentación, los
paliativos contra los riesgos de la amplitud de los argumentos.
70
Argumentos cuasilógicos
Los argumentos cuasi-lógicos derivan su fuerza persuasiva de su
emparentamiento con los razonamientos formales como los de tipo lógico y la
prueba matemática. En la medida en que se basan en estructuras lógicas -en
sentido estricto- establecen una relativa solidaridad entre el argumento y distintas
estructuras lógico-matemáticas, con el objeto de intentar transferir el valor de la
estructura formal al argumento. Los argumentos cuasilógicos, pueden hacer
referencia a la noción de contradicción, de identidad, la reciprocidad y de
transitividad, también pueden incluir relaciones de división - donde se involucra la
proporción parte-todo-, la reciprocidad, comparación, sacrificio y probabilidad. En
su caso, la definición es un acercamiento cuasilógico común que se utiliza no ya
para establecer el significado de un término, sino también para acentuar ciertas
características de un objeto adecuadas al propósito persuasivo. A su vez, esta
forma de argumentación nunca puede resultar una prueba precisa pero puede ser
retóricamente positiva.
Acerca de la incompatibilidad de los argumentos cuasilógicos el autor afirma que:
cuando los enunciados son totalmente unívocos como en el caso de los sistemas
formales en los que se necesita de los simples signos y de su apropiada
combinación para convertir una contradicción determinada como innegable. No es
posible hallar ninguna otra posibilidad distinta a la evidencia, así, como es
imposible proceder tal como se hace mención a enunciados del lenguaje natural,
cuyos términos pueden ser interpretados de múltiples maneras formas. Por esto,
es normal pensar que un individuo no desea decir algo absurdo, justo cuando
mantiene al mismo tiempo una proposición y su negación, de donde subyace el
interrogante: ¿cómo es posible interpretar lo que dice para evitar la incoherencia?
Y es que, precisamente, es que es muy raro que pueda considerarse al lenguaje
argumentativo como absolutamente univoco, a la manera en que funciona en
sistema formalizado.
71
De lo anterior, afirma Perelman al respecto: ―La contradicción lógica, discernible
de forma puramente formal constituye un todo con el sistema, y es independiente
de nuestra voluntad y de las contingencias, pues es ineluctable en el marco de las
convenciones admitidas. No sucede lo mismo en la argumentación en la cual sólo
rara vez aparecen explicadas del todo las premisas‖69. Pues, a éstas últimas en
muy pocas veces se las define de forma completamente univoca, en cualquier
debate el campo y las condiciones de aplicación varían con las circunstancias de
las que, además forman parte las decisiones. El caso en el que la incompatibilidad
depende de una decisión parece ser el más alejado del de la contradicción formal,
porque, en lugar de imponerse, esta incompatibilidad está planteada, y porque se
puede esperar que una decisión nueva le suprima eventualmente.
En el plano de un discurso no formal, no surgen tanto contradicciones en sentido
estricto como incompatibilidades70; pues, mientras que la contradicción formal se
vincula con la noción de absurdo, la de incompatibilidad va ligada con la de ridículo.
Una afirmación resulta por ser ridícula cuando entra en conflicto, sin justificación,
con una opinión admitida; el ridículo podría lograrse a partir de de la ironía, que es
un procedimiento consistente en querer hacer entender lo contrario de lo que se
dice; el uso de la ironía implica, así, un tipo de argumentación indirecta que viene
a equivaler al argumento por reducción al absurdo en geometría.
Por lo que se refiere a la noción de identidad se puede aseverar que una identidad
formal se consolida como una evidencia establecida convencionalmente que, de
cualquier forma escapa a la controversia y a la argumentación. Sin embargo, en el
caso de las identificaciones que se encuentran dentro del discurso ordinario se
obra de otra manera, y apelan a ésta en la medida en que son argumentos
cuasilógicos la identificación de entes, acontecimientos o conceptos, cuando esta
operación no se considera ni arbitraria ni evidente. Dentro de éstas se pueden
distinguir dos procedimientos distintos que son: la identidad completa y la
69
Ibíd. Pág. 307. 70
Las incompatibilidades se diferencian de las contradicciones en que su existencia está en función de las circunstancias, es decir, no tienen un carácter abstracto como las otras.
72
identidad parcial. El procedimiento más característico de identidad completa es la
definición, que puede travesear un doble paraje dentro de la argumentación, ante
todo cuando existen varias definiciones de un término del lenguaje natural. Pues,
de un lado, las definiciones pueden justificarse con ayuda de argumentaciones, y
de otro lado, las definiciones son argumentos mismos, es decir, funcionan en la
medida en que hacen progresar el razonamiento. Conforme a la identidad parcial
se puede diferenciar entre la regla de justicia –la cual deja presentar como
argumentación cuasilógica el uso del precedente- y los argumentos de
reciprocidad, que llevan a la aplicación del mismo trato a situaciones que no son
idénticas, sino simétricas71, por lo que resulta que, el principio de reciprocidad
sobre el cual se basa una moral que sea humanista72, puede justificar la aplicación
de la regla de justicia.
Los argumentos que se basan en la noción de transitividad determinan que la
propiedad formal de una relación permite pasar de la afirmación de que ella existe
entre un término y un segundo, entre el segundo y un tercer a la conclusión, de la
que se da entre el primer término y el tercero. Por tanto, una relación es transitiva
sí a R c es verdadera cuando las premisas son a R b y b R c. Argumentos que son
especialmente aplicables cuando existen relaciones de solidaridad, por ejemplo, los
amigos de tus amigos son mis amigos y antagonismo, cuando se trata de ordenar
acontecimientos o entes sobre los cuales no puede existir en sentido estricto una
confrontación directa, por ejemplo, sí X es mejor que Y y Y es mejor que Z,
entonces X es mejor que Z.
La noción matemática de inclusión se puede comprender en la medida en que existe
una relación entre las partes con el todo y viceversa, pues desde allí, es también
de donde surgen diversos tipos de argumentos, por ejemplo: el valor de la parte es
proporcional a lo que representa en comparación con el todo, o bien sea, la
relación entre las partes resultantes de la división de un todo. Dicho de otro modo,
71
Una relación es simétrica en la medida en que sí a B c, entonces, también a B c. 72
Como por ejemplo un mandato propio de la religión cristiana sobre el que se asevere: no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti, o, cualquier mandato acorde al imperativo categórico kantiano que defienda el criterio de la ley por lo que representa la ley misma y por su respeto.
73
la relación que pudiese existir entre las especies y el género. El argumento de la
división que es lo que de allí se obtiene, es la base del dilema de donde cada una
de sus formas reside en mostrar que de dos posibles opciones que se presentan
en una situación, ambas llegan a un resultado que resultar por ser inadmisible.
Cuestión que, aplicada en el contexto de derecho ha dado origen a dos clases de
razonamientos: el razonamiento a pari, es decir, aquello que vale para una
especie vale también para otra especie del mismo género, o, el razonamiento a
contrario, sí lo que vale para una no vale para la otra, y por tanto deben oponerse.
Se entiende que esta última es una excepción a una regla sobreentendida
referente al género. En definitiva, esta noción permite la aplicación de un esquema
argumentativo el cual supone una decisión referente a la importancia de las
razones que se presentan a favor de su asimilación o diferenciación, y por tanto,
sólo el contexto podría dar una interpretación según sea el caso.
En los argumentos de comparación (en los que subyace la idea de medida,
susceptible hasta cierto punto de prueba) se confrontan varios objetos para
evaluarlos unos en relación con otros. Un argumento de comparación
frecuentemente usado es el que se vale del sacrificio que se está dispuesto a
sufrir para obtener cierto resultado y que está en la base de todo sistema de
intercambio económico (por ejemplo, en la compra- venta), aunque el argumento
no se limita al campo económico. Por su parte, los argumentos que se basan en la
noción de probabilidad han sido característicos de la tradición utilitarista, y uno de los
efectos de su uso es el de dotar de un carácter más empírico al problema sobre el que
se discute.
Argumentos basados en la estructura de lo real
Este tipo de argumentos pretenden servirse del aspecto racional de los
argumentos cuasilógicos con el fin de establecer una solidaridad entre los juicios
admitidos que intenta promover, y en tal sentido, se dirige a las ideas del
auditorio sobre el modo en que está estructurada la realidad. Estos argumentos
funcionan como estructura argumentativa según lo dice Perelman: ―cuando dos
74
elementos de lo real están asociados entre sí, en un nexo reconocido, es posible
fundar sobre este nexo una argumentación que permita pasar de lo que se admite
a lo que uno quiere hacer admitir. Entre estos argumentos se distinguen: ―la
argumentación que se basa en relación secuencial‖ y la ―argumentación que se
basa en relación coexistencial‖73.
En la argumentación que se basa en relación secuencial, se da un fenómeno que
es relacionado con sus resultados o consecuencias, en donde se presentan varias
premisas donde una no es sino una etapa previa para llegar a otra dentro de una
progresión que podría ser indefinida; se supone que la última premisa mencionada
es la que tiene más fuerza y es al lugar donde desea llegar verdaderamente el
orador. Aquí se incluye, por ejemplo, el argumento pragmático, que permite
apreciar un acto o un acontecimiento con arreglo a sus consecuencias favorables o
desfavorables. Este tipo de argumento juega un papel tan esencial que a veces se
ha querido reducir a él toda argumentación razonable. El fracaso de una empresa
o de una existencia puede, por ejemplo, servir de criterio de su irracionalidad o de
su inautenticidad. Sin embargo, Perelman se plantea un interrogante al respecto:
―¿Cómo detenerse en la cadena indefinida de las consecuencias de un acto y
como imputar a una sola causa las consecuencias que resultan frecuentemente de
un concurso de varios acontecimientos?‖74. Lo que resulta por no ser aceptable,
pues, es totalmente establecer todas las consecuencias de un acto, que quizás se
podrían resolver recurriendo sólo a argumentos de otros tipos. De igual forma, son
argumentos de un enlace de sucesión aquellos que consisten en interpretar un
acontecimiento según la relación medio – fin75, o, todos aquellos en general que
se basan en ésta relación y resultan tan importantes en la filosofía política.
Así mismo, dentro de éstos argumentos se incluyen aquellos que se describen en la
sucesión de dos o más acontecimientos, que a diferencia, sí bien no excluyen la
73
Chaim Perelman. El imperio retórico. Retórica y argumentación. Trad. de Adolfo León Gómez Giraldo. Editorial Norma S.A. Santa Fe de Bogotá. 1997. Pág. 113. 74
Ibíd. Pág. 116. 75
A diferencia de las consecuencias, los fines se pretenden, es decir, que tienen un carácter totalmente voluntario.
75
idea de causalidad, ésta no está presente como en los de otro tipo en un primer
plano. Pues, por ejemplo, sí se ha iniciado una obra de índole determinada y se han
aceptado sacrificios que serían inútiles en caso de renunciar a la empresa se hace
totalmente viable proseguir en la misma dirección; argumento que es denominado
del despilfarro. Se acompaña también del argumento de la dirección, que reside
en la advertencia contra el uso del procedimiento de las etapas –ceder cada vez
más consiste en ceder cada vez más un poco más hasta llegar a la meta- o, a su
vez, con el argumento de la superación, el cual supone la posibilidad de arribar en
un sentido determinado sin que se vislumbre un límite en tal dirección, además de
darse con un una ampliación continua de valor.
En la argumentación que se basa en relación coexistencial, existe una persona
que es relacionada con sus acciones, con un grupo con sus miembros
constituyentes –o más generalmente– una esencia con sus manifestaciones. Su
importancia radica porque según como lo afirma Perelman: ―la moral y el derecho
necesitan las nociones de persona y de acto en su enlace e independencia
relativa. La moral y el derecho juzgan a la vez el acto y al agente‖76. Y no podrían
conformarse con tener en consideración sólo uno de estos dos elementos
precisamente porque se le juzga al individuo, y no a sus actos y se admite que es
solidario con los actos que ha cometido. Sin embargo, es en razón a los actos del
sujeto éstos se pueden calificar independientemente de la persona. La relación a
cada cosa con la persona da lugar a diversos tipos de argumentos, la cual puede
manifestarse tanto en los actos que influyen sobre la concepción de la persona,
como que la persona intervenga sobre sus actos; o bien sea el caso, en el que se
manifiestan relaciones de interacción en las cuales no es posible dar relevancia a
ninguno de los elementos.
En el argumento de autoridad, por ejemplo, se da un tipo característico de
manifestación basada en la relación acto-persona, y, en particular en el prestigio
de una persona o grupo de personas, la cual se sirve a su vez de dicha relación
76
CH. Perelman y Olbrechts – Tyteca. Tratado de la argumentación. La nueva retórica. Trad. Julia Sevilla Muñoz. Biblioteca Románica Hispánica. Editorial Gredos Madrid. 1989. Pág. 455.
76
como medio de prueba a favor de una tesis. Es indudable que, este tipo de
argumento es totalmente legítimo en cuanto no puede ponerse en cuestión, pues,
se suministra especialmente cuando la argumentación trata con problemas que no
conciernen simplemente a la noción de verdad. Sí vemos el caso del derecho,
siempre el precedente judicial se basa en la noción de autoridad. Todas las
relaciones que surgen entre un grupo y sus determinados integrantes logran
observarse en un sentido connaturalmente semejante a la relación que existe entre
acto-persona. Y lo mismo ocurre cuando se conectan fenómenos específicos con
otros que son considerados a partir de la expresión de una esencia.
Así mismo, los enlaces de coexistencia unen dos realidades de nivel desigual, al
ser una más fundamental, más explicativa que la otra. El carácter más
estructurado de uno de los términos es lo que distingue esta clase de enlace, al
ser totalmente secundario el orden temporal. ―Hablamos de enlaces de
coexistencia no para insistir en la simultaneidad de los términos, sino para oponer
este tipo de enlaces de lo real a los enlaces de sucesión en los cuales es
primordial el orden temporal‖77. Por su parte, los argumentos que pueden ser más
complejos como lo es el argumento de doble jerarquía, por ejemplo, la jerarquía de
las personas lleva una gradación de las emociones que emanan de ellas –es
necesario tener en cuenta que una jerarquía entre valores se justifica por medio de
otra jerarquía-. Y también los denominados argumentos relativos a las diferencias
de grado y de orden; un cambio de grado o cuantitativo puede dar origen a un
cambio de naturaleza, lo que da lugar a diversos tipos de argumentos. Mientras
que, un cambio cualitativo puede sustentar que no es posible realizar una acción
que involucre un cambio del primer tipo sí existen criterios para determinar que no
es posible desear un cambio del segundo tipo.
Es viable acercar los enlaces de coexistencia a vínculos simbólicos, los cuales
unen el símbolo a lo que simboliza con la intención de consolidar entre ambos una
relación de participación. La relación que existe entre el signo y el símbolo es
77
CH. Perelman y Olbrechts – Tyteca. Tratado de la argumentación. La nueva retórica. Trad. Julia Sevilla Muñoz. Biblioteca Románica Hispánica. Editorial Gredos Madrid. 1989. Pág. 451.
77
simplemente convencional, por ejemplo: una cruz ha sido figurada como la
representación de la religión judeocristiana. En definitiva, se puede concluir que en
los argumentos fundados sobre lo real se requieren nexos de sucesión, como la
relación causa efecto, o nexos de coexistencia, como la relación entre las
personas y sus actos.
Argumentos que fundan la estructura de lo real
Los argumentos que fundan la estructura de lo real son de caso particular el cual
se refieren, de un lado, a una regularidad empírica que se establece tras señalar
un ―ejemplo‖ como caso especifico, o de otro lado, a casos que funcionan por su
semejanza, es decir, por su relación de ―analogía‖. Este tipo de argumentación
puede ser una generalización dada sobre la base de una o más entidades
específicas o puede darse ―argumentando de lo específico a lo específico‖, lo que
se denomina exactamente <<argumento por comparación con otros>>. Se puede
dar la cuestión en que un caso particular sirva para permitir una generalización: en
el caso de las ciencias se intenta la formulación de una ley general, mientras que
en caso del derecho, la invocación del precedente funciona para discurrirlo como
un ejemplo que establece una nueva regla nueva que da a lugar a la manifestada
en la ratio decidendi. Un caso concreto de argumentación por ejemplo es la
argumentación sobre la base del modelo, sobre la que el hablante trata de
persuadir a su audiencia de que actué de una forma especial acudiendo al
prestigio de aquel que le sirve de modelo. La ilustración que se da también en este
caso a diferencia del ejemplo específico, refuerza -aunque no fundamenta- una
regularidad que ha sido previamente establecida. De tal forma, cualquier
disposición jurídica servirá como ilustración de un principio general en cuanto
manifiesta aquel el principio al que distintamente, no atribuye su existencia. En el
modelo jurídico, un determinado comportamiento podrá valer para estimular una
acción que ha sido inspirada en el mismo.
El razonamiento por analogía funciona en cierta medida como una proporción –
aunque no se toma su acepción en un sentido matemático- en la medida en que
78
afirma una semejanza de relaciones en lugar de una semejanza de igualdad. Se
concibe por tanto, como una similitud de estructuras cuya fórmula da una afirmación
por simetría que conducen a ecuaciones como: ―ad – cb = 0, en la analogía se
afirma que a es a b como c es a d. No se trata ya de una división, sino de una
relación cualquiera que se asimila a otra relación. Entre la pareja a – b, -el tema de
la analogía –y la pareja c-d –el foro de la analogía-‖78. La igualdad simétrica no se
afirma por definición, sino que se da en una asimilación que tiene por fin aclarar,
estructurar y evaluar gracias a lo que se sabe del foro, lo que implica que el mismo
proviene de un dominio heterogéneo, puesto que es mejor conocido que el tema.
Sí surgen casos que han sido no previstos estos son al derecho lo que las lagunas
a la superficie terrestre donde se deben de cumplir las siguientes condiciones:
- Sobre el conjunto de los términos C y D, llamado foro, debe ser mejor conocido que
el conjunto de los términos A y B, llamado tema. Por tanto, el foro es el que permite
aclarar la estructura o instaurar el valor del tema.
- Entre el tema y el foro debe existir una relación de asimetría, de tal forma A/B =C/D
no puede afirmar también C/ D = A/B. Es precisamente en ésta condición que se
diferencia la analogía de una simple proporción matemática (por ejemplo 2/4 = 4/8,
entonces también vale 4/8 = 2/4).
- Tema y foro deben pertenecer a dominios diferentes; dado el caso en que
pertenezcan a un mismo dominio y se puedan subsumir bajo una estructura
común se daría propiamente una ilustración, lo que ya ha sido dicho de otro modo.
- La relación de semejanza es una relación que se funda entre estructuras, no
propiamente entre términos; no es tanto, una relación de semejanza como sí una
semejanza de relaciones. Así se diferencia la analogía de la identidad parcial, del
argumento a pari y de la metáfora que es considerada como una ―analogía
condensada‖. Según Perelman, la metáfora, es pues, el resultado de la fusión de un
elemento del foro con un elemento del tema. Acorde a los ejemplos anteriores, se
utiliza una metáfora cuando se llama a un caso que ha sido no previsto <A> una
laguna del derecho <C de B>.
78
Chaim Perelman. El imperio retórico. Retórica y argumentación. Trad. de Adolfo León Gómez Giraldo. Editorial Norma S.A. Santa Fe de Bogotá. 1997. Pág. 113.
79
En definitiva, Perelman considera que todos los casos de analogía no coinciden con
lo que los juristas nombran, es decir, con el argumento a simili o a pari, y de ahí el
mismo autor piense que no tiene gran importancia en el derecho.
Argumentos de disociación
Este tipo de argumentos hacen referencia a la separación de elementos que
fueron considerados como parte de una misma entidad. Mientras que las técnicas
de ruptura de enlaces consisten en afirmar que están indebidamente asociados
elementos que deberían permanecer separados e independientes como los
argumentos de asociación. La disociación presupone la unidad primitiva de dos
elementos confundidos en el seno de una misma concepción. En palabras de
Perelman: ―La disociación de las nociones determina una revisión más o menos
profunda de los datos conceptuales que sirven de fundamento a la argumentación;
en este caso, ya no se trata de romper los hilos que enlazan los elementos
aislados, sino de modificar su propia estructura‖79. Básicamente, dentro de esta
técnica se pretende la búsqueda de nuevas soluciones a través de la división de
aquello que puede encontrarse en una unidad, como de la modificación de
aquellos argumentos dados por nuevas subdivisiones; por lo que su resultado
siempre será una diferenciación de una noción que existe dentro de dos.
Dentro del contexto del auditorio los argumentos por disociación resultan
atrayentes puesto que muestran pares polarizados de opiniones o puntos de vista
por lo que suelen usarse para radicalizar la argumentación. El objetivo del
hablante que se manifiesta es hacer que su audiencia acepte el nuevo significado
del término y abandone el viejo. Cuestión que puede añadirse al efecto
persuasivo general dentro de la argumentación. ―Un ejemplo de utilización de un
argumento de disociación lo constituye la introducción por un jurista de una
79
CH. Perelman y Olbrechts – Tyteca. Tratado de la argumentación. La nueva retórica. Trad. Julia Sevilla Muñoz. Biblioteca Románica Hispánica. Editorial Gredos Madrid. 1989. Pág. 628.
80
distinción dirigida a conciliar normas que de otra forma serían incompatibles (es la
misma función que cumplían los distinguo de la teología escolástica)‖80. Por tanto, la
disociación de las nociones radica en una transformación que ha sido ocasionada
por el deseo de eliminar una incompatibilidad, nacida de la confrontación de una
tesis con otras, bien sea que se trate de normas, verdades o hechos.
Perelman y Olbrecht-Tyteca denomina ―parejas filosóficas‖ a aquellas que se
obtienen de la semejanza de la pareja apariencia/realidad de una disociación de las
nociones. Este tipo de pareja emerge de la necesidad de evitar incompatibilidades
entre apariencias que no pueden discurrirse como expresión de la realidad. Por
ejemplo, el hombre no puede ser libre y esclavo al mismo tiempo, cuestión que llevó a
Rousseau a distinguir entre el estado de sociedad civil de la invención de la propiedad
privada y el estado de naturaleza. Pues, ocurre que en el primero de éstos el hombre
es propiamente un ser encadenado como, mientras que en el segundo, el hombre es
un ser totalmente libre. Para estas cuestiones denominadas por el término de parejas
se utilizan distintas relaciones del tipo: medio/fin, consecuencia/hecho o principio,
teoría/práctica, acto/persona, letra/espíritu. Parejas que se usan en todos dominios y
resultan por tener un papel distinguido en tanto son expresión de una determinada
visión del mundo.
Interacción y fuerza de los argumentos
El análisis o clasificación de los argumentos resulta por ser en cierta medida escaso
precisamente, porque la categorización no es totalmente íntegra ni permite distinguir
distintos tipos de argumentos que se descarten entre ellos. Por otra parte, los juicios
admitidos que dan pie a la situación argumentativa siempre consolidan un grupo
de límites mal precisados, el cual podría ser extensible según los campos que se
tengan en cuenta, o inestable como consecuencia de los continuos momentos de
la argumentación que se hace divisible de distintas maneras.
80
Manuel Atienza. Las razones del derecho. Teorías de la argumentación Jurídica. Instituto de investigaciones jurídicas. Serie doctrina jurídica. Núm. 134. UNAM. México. 2005. Pág. 59 – 60.
81
Aun más, puede ocurrir que los adversarios en un auditorio no forjen de la misma
manera la tesis que se discute, como puede que para cada uno ésta sea el
término del debate y para otro sólo sea una etapa hacia una conclusión sucesiva.
Según afirma Perelman & Olbrechts-Tyteca: ―de ahí que al ser diferente el
desglose de la realidad sobre la cual versa la argumentación, una misma opinión,
una misma decisión, en cierto sentido no son exactamente lo opuesto a la opinión
o a la decisión en sentido contrario‖81. Los discursos en general sí versan sobre
una unidad que ha sido relativamente bien definida como en el caso del alegato
del abogado o el sermón del predicador pueden por pertenecer a colectivos como
los debates parlamentarios o las discusiones familiares durar muchos días y
repercutir de la intervención de diversas personas.
Ahora bien, ha de concebirse que todos los elementos de la argumentación están
en constante interacción, lo cual se produce desde distintas ópticas, como por
ejemplo: la interacción entre diversos argumentos y enunciados, interacción entre
los enunciados y el conjunto de la situación argumentativa, entre éstos últimos y
su conclusión y, finalmente, la interacción entre los argumentos comprendidos en
el discurso y los que apelan a este último por objeto. Puede ocurrir que un mismo
argumento real se explique a través de diversas técnicas argumentativas; en el caso
del precedente por ejemplo, éste tendría que aplicarse a la regla de justicia, pero a su
vez se aplicaría también al uso del argumento de autoridad y al argumento a partir de
ejemplos. La definición podría ser una herramienta de la argumentación cuasilógica,
como también un instrumento de disociación, dado el caso en que se utilice para
diversificar el sentido aparente de una noción de su verdadero significado. El orador
deberá tener en cuenta este complejo fenómeno de interacción a la hora de elegir
sus argumentos, así como la extensión y el orden de la argumentación. Para ello
tendrá que guiarse por una noción confusa pero indispensable que es
precisamente el de la de fuerza de los argumentos.
La fuerza de los argumentos se refiere sólo a la enumeración de algunos aspectos
esenciales de los que depende. En la medida que su fuerza se liga a la intensidad
81
Op. Cit. Pág. 700.
82
de la adhesión del auditorio, la fuerza aparece como un concepto retórico. Noción
que está vinculada, de un lado, a la intensidad de adhesión del oyente a las
premisas como a los enlaces utilizados, de otro lado, a la relevancia de los
argumentos dentro del debate en curso. Sin embargo, advierten Perelman &
Olbrechts-Tyteca que la relevancia de los argumentos como la intensidad de la
adhesión se encuentran a merced de una argumentación que vendría a
enfrentarse a ellas, puesto que el poder del argumento puede manifestarse en la
dificultad que supondría rechazarlo como en sus cualidades mismas. Resulta por
tanto que, la fuerza de los argumentos cambiará de acuerdo a los auditorios, y
también lo hará dependiendo del objetivo mismo que se pretenda en la
argumentación. Dentro de sus principales características se señalan cuatro
factores de los que depende la fuerza de un argumento los cuales son:
1. Un argumento A es más fuerte que un argumento A’ sí el grado de aceptación
del auditorio de las premisas de A es mayor que su grado de aceptación de las
premisas de A’.
2. Un argumento A es más fuerte que un argumento A’ si A es más eficaz que A’
para los propósitos que los participantes pretenden lograr a partir del debate.
3. Un argumento A es más fuerte que un argumento A’ sí existen menos creencias
admitidas por el auditorio que puedan utilizarse como argumentos contra A que
contra A’.
4. Un argumento A es más fuerte que un argumento A’ sí el auditorio piensa que A
es más válido que A’.
El principio capital dentro de distintos criterios para valorar la fuerza de los
argumentos es el de la adaptación al auditorio. Sin embargo, tal cuestión puede
comprenderse de dos formas: ―en cuanto que puede pensarse que un argumento
sólido es un argumento eficaz que determina la adhesión a un auditorio, o bien un
argumento válido, es decir, un argumento que debería determinar dicha adhesión‖82.
Así mismo, afirma el autor al respecto que la apreciación de la fuerza de los
argumentos - independientemente de su forma descriptiva o la eficacia, como
82
Op. Cit. Pág. 61.
83
normativa o la validez- éstos se presentan en la práctica como argumentos fuertes o
como argumentos débiles. Los cuales a su vez van en un doble criterio: uno que se
aplica a todos los argumentos en general, y otro característico de cada uno de los
ámbitos de la argumentación.
Se afirma que la fuerza de los argumentos depende en gran medida de un
contexto tradicional sobre el cual en algunas ocasiones, el orador aborda todos
los temas y se sirve de todo tipo de argumentos, o en otras ocasiones, en las que
la argumentación está limitada por la costumbre, la ley, los métodos y las técnicas
propias de la disciplina en la que se desarrolla su razonamiento. Esta fuerza se
aprecia gracias a la regla de justicia en la medida en que aquello que ha podido
convencer, podrá ser decisivo en una situación semejante, o podrá ser análogo.
En cada disciplina particular, el acercamiento entre situaciones será objeto de un
análisis y de un refinamiento constante. Toda iniciación en un campo
racionalmente sistematizado, no sólo suministra el conocimiento de los hechos y
las verdades de tal disciplina en cuestión, de su terminología específica, de la
forma en que se han de emplearse los instrumentos de los cuales dispone, sino
que a su vez permite educar sobre la valoración del poder de los argumentos
previamente utilizados en esta rama.
84
3.3 Concepto de auditorio universal
Recordemos, que entre los propósitos de la argumentación está el lograr la
adhesión a un ente que este conformado por seres de razón; característica que
una vez introducida sobre la noción de auditorio universal83, identifica de forma
capital a la argumentación filosófica. Perelman lo ratifica con esta designación: ―la
argumentación se propone influir sobre un auditorio, modificar sus concepciones o
sus disposiciones mediante un discurso que se le dirige y que busca ganar la
adhesión de los espíritus‖84. En otras palabras, pretende persuadir y/o convencer
dentro de un área determinada; espacio que se denomina auditorio.
Al argumentar se elabora un discurso con el fin de lograr a través de un contacto
intelectual la adhesión al auditorio. Cuestión que requiere básicamente de: un
lenguaje común sobre el que pueda comunicarse el orador con el auditorio y, la
adhesión del interlocutor, es decir, su consentimiento para ofrecer su atención. El
orador tiene que adaptarse en todo momento al auditorio. Convencer a alguien
requiere cierta modestia de quien argumenta y para lograrlo, debe a su vez
preocuparse por el estado anímico del mismo. En este sentido, el concepto de
auditorio podría definirse como el conjunto de aquellos ―individuos‖ a quienes el
orador quiere influir con su argumentación.
83
En primera medida Perelman considera la noción de auditorio universal como una especie de oyente kantiano ideal. Consideración que en la medida en es un carácter basado propiamente en la racionalidad, se conformará al imperativo categórico de Kant: “no debe admitir ni proponer a otro más que 'construcciones intelectuales que puedan valer al mismo tiempo y siempre con respecto a una universalidad de los espíritus' "(Ch. Perelman, " La nouvelle rhétorique comme théorie philosophicjue de l'areumentation" en Memorias del XIII Congreso Internacional de Filosofía México: UNAM, 1964, vol.V, pp 269-70). En síntesis, no es un intento de no relativizar completamente la argumentación respecto del auditorio, sino de brindarle un carácter un tanto menos relativista así como lo más universal posible. Así mismo, este concepto de auditorio universal se halla constituido a partir de lo que cada uno sabe de sus semejantes, de manera que trascienden las pocas oposiciones de las que tiene conciencia. El autor afirma que, cada cultura, como cada individuo tiene su propia concepción del auditorio universal, y el estudio de estas variaciones haría conocer lo que los hombres han considerado a lo largo de la historia de forma real, verdadera y objetivamente valida. 84
Chaim Perelman. El imperio retórico. Retórica y argumentación. Trad. de Adolfo León Gómez Giraldo. Editorial Norma S.A. Santa Fe de Bogotá. 1997. Pág. 31.
85
En efecto, la argumentación debe proceder primeramente situándose ante el
auditorio que va recibir su argumentación. En este punto, es donde se aplica la
idea que deja vislumbrar Aristóteles, de que el primer tópico es situarse. Al
situarse en un contexto, la argumentación se ubica sobre todo en el seno de una
tradición, que es a la cual pertenecen los oyentes -de no hacer parte de aquella
será más ardua la transacción-. Este auditorio, una vez situado y organizado, al
igual que una asamblea parlamentaria deberá congregarse con un todo para
tomar una decisión. Sin embargo, para este propósito existe la dificultad de la
rivalidad puesto que un adversario lanzaría contra su predecesor los argumentos
que este utilizó ante las diversas partes del auditorio, bien sea sublevándolas entre
sí para mostrar su incompatibilidad, ya sea presentándoselos a aquellos oyentes a
los que no les estaban destinados. Por esta razón, la adhesión al auditorio debe
aspirar a una unanimidad, la cual va a depender del número y de la calidad de
aquellos que la manifiestan; pretensión que se da en el límite que alcanza el
acuerdo del auditorio universal. Es decir, que el concepto de auditorio no puede
ser probado por la experiencia, sino más bien, por la universalidad y conformidad
que se imagina el orador y que, por razones justificadas, pueden tomarlo o no,
quienes acorde a su participación se ven avocados a participar en él. Resulta por
tanto, que el supuesto del auditorio universal se establece como una meta ideal
para cualquier discurso.
En este sentido, los argumentos deben procurar convencer y/o persuadir a un
mayor número de oyentes. Una argumentación eficaz es aquella que consigue
aumentar esta intensidad de adhesión de manera que desate en los oyentes la
acción prevista (acción positiva), o al menos, que pueda crear en ellos, una
predisposición que se manifestará en el momento oportuno. De no ser así, la
argumentación estaría sólo encaminada a convencer a un auditorio determinado,
por ejemplo a los juristas, lo que daría pie al inconveniente de que el orador al
adaptarse a las opiniones de los oyentes, se expondría a asentarse sobre tesis
que resulten extrañas o opuestas a otro tipo de personas. Por esta razón, es que
diversos oradores construyen diversos auditorios universales, como también se da
86
el caso en que el auditorio universal de un mismo orador puede resultar inestable.
Asunto que hace totalmente relevante que la noción de auditorio este orientada en
la medida en que toda persona pueda aceptar de forma puramente racional el
discurso.
Sin embargo, puesto que puede ocurrir que cada uno de los oradores que emite
su discurso se dirija sólo a una parte del auditorio, bien sea a sus partidarios, que
admitirán sin dificultad las premisas y la argumentación. Subyace desde allí, la
problemática de la división del auditorio y de la forma de impedirla a partir de
diferentes técnicas implementadas por el derecho -que abarca el estudio de la
lógica jurídica- como la filosofía siempre enalteciendo el nombre de la razón. Por
esta razón, es que se dirige a un auditorio universal, al conjunto de los que se
piensan como hombres razonables y competentes en una temática determinada,
que inscribe la posibilidad de una discusión entre filósofos de distinta propensión,
lo que no acentúa de ningún modo que se llegue a un acuerdo ni sobre las
soluciones contempladas ni sobre las tesis del auditorio universal. Por esta razón,
las discusiones entre filósofos pueden continuar indeterminadamente desligada
totalmente de los caracteres temporales que le determinan.
Desde esta perspectiva, ha de considerarse que existen distintos tipos de
auditorios, que van a estar encaminados a confrontar tipos diferentes de discurso.
Perelman considera que una de las cosas más importantes en la innovación
teórica argumentativa es que la argumentación no se da en abstracto, sino
siempre ante un auditorio concreto, que a su vez tiene intereses bien definidos,
con inclinaciones fijadas epistémica, psicológicas y/o emocionales. La filosofía
misma aspira a una especie de "auditorio universal" que aceptará las propuestas
doctrinales que se hacen con la suficiente racionabilidad y fuerza persuasiva. Sólo
que hay discrepancias en cuanto a cómo sería ese auditorio u oyente medio de
87
ese mensaje, porque hay en realidad distintos auditorios a los que uno pertenece,
y tal parece que también hay, en consecuencia, distintos tipos de racionalidad85.
La tarea del filósofo, en la medida en que se dirige a un auditorio particular,
consistirá pues, en acallar las pasiones que son propias del auditorio, de modo
que facilite la consideración y objetive los problemas en discusión. De igual forma,
bajo la acepción de la nueva retorica ―el acuerdo común‖ será la exclusiva
finalidad, más aún, puesto que es una de las pretensiones de los ―voceros de la
razón‖, no porque éstos esperen conseguir el consentimiento efectivo de todos los
hombres, sino porque piensan que todos aquellos que comprendan sus razones
no apalearán a otra solución distinta a aceptar sus conclusiones. Quien trate en
caso contrario, de ejercer una influencia concreta, iniciada en un instante
oportuno, tendrá que avivar las pasiones, emocionar a los oyentes, con el fin de
poder determinar una adhesión adecuadamente intensa y, capaz de vencer a la
vez la irrevocable inercia como las fuerzas que actúan en sentido distinto al
deseado por el orador. El orador por tanto, procurará la aprobación por acuerdo a
su discurso, es decir unánimemente, con el fin de lograr la unión del auditorio
universal.
Robert Alexy arguye acerca de la noción de auditorio universal, que no es posible
que éste haga referencia a todos los hombres, sino sólo a lo que se denomina la
―humanidad ilustrada‖, la cual bajo su concepción se determina por los términos
―ilustrada‖ y ―racional‖; designación que se atribuye sólo a aquellas personas que
puedan entrar en el juego de la argumentación, por lo cual el auditorio universal
puede por ello determinarse como la totalidad de los hombres en el estado en que
se encontrarían sí hubieran desarrollado sus capacidades argumentativas. Asunto
85 Para Perelman, cada hombre razonable es miembro del auditorio universal, como también de una pluralidad de auditorios particulares a las tesis a las que él se adhiere con una intensidad variable. Por lo que éste carácter de razonabilidad, requiere fundamentalmente, de la razonabilidad del interlocutor, lo cual excluye la opción de violencia. De esta forma, bajo el supuesto de la razonabilidad del otro, se puede extender a la comunidad de argumentación, hasta ahondar a todos los que muestren ese carácter de razonabilidad, y, sólo así podría hablarse de que la argumentación -desde la acepción de filosofía retórica- se dirige a la razón humana, o a la media o promedio de los hombres, que constituyen los que manifiestan una conducta razonable.
88
que es equivalente a la situación ideal de diálogo propuesta por la teoría de
Habermas. Como señala Alexy: ―Lo que en Perelman es el acuerdo del auditorio
universal, es en Habermas el consenso alcanzado bajo condiciones ideales‖86.
Esto, por lo que se refiere al principio de universalidad, significa que también
según Perelman un juicio de valor o de deber sólo puede considerarse como
fundamentado racionalmente si todos pueden concordar con él.
La cuestión anterior muestra que la expresión <<auditorio universal>> tiene para
Perelman cuando menos dos significados, no excluyentes sino complementarios:
el auditorio que un individuo o una sociedad se representan como característico; y,
el conjunto de todos los hombres en cuanto seres que argumentan. Quien se
dirige al auditorio universal, se dirige al conjunto de todos los hombres en cuanto
seres que argumentan, y en esto su idea de estos hombres está modelada por lo
ya mencionado, y en tanto, por un intercambio de argumentos que le brindan una
perspectiva completamente dialéctica. Con la otra cuestión, el interés radicaría en
mostrar hasta que punto un concepto ampliamente formulado puede servir como
medida para valorar los argumentos.
De otro lado, puesto que el auditorio puede cambiar según la atribución que se
forje dentro de un contexto, es precisamente, la relación a un determinado
auditorio la que permite que la argumentación retórica se valga de las opiniones y
los valores a los que más se adhiere éste, y aquí se incluyen las autoridades que
acepta el público; por ejemplo, sí es un auditorio político, tendrá algunas fuentes,
como documentos y autores, a los que entregará ardientemente su adhesión; en el
caso de un público religioso, se echará mano a las escrituras santificadas y a los
teólogos más acreditados. Cada uno de estos cabalmente circunscrito dentro de
aquellos lugares comunes de ese contexto, es decir, valores, nociones, directivas,
abarcadas todas en un lenguaje común, a todos esos oyentes. Ya que esos
oyentes los han aceptado, e ir en contra de ello sería contradecirse; lo que daría
86 Robert Alexy. Teoría de la argumentación jurídica. Traducción de Manuel Atienza e Isabel Espejo. El derecho y la justicia. 2. edición. Centro de estudios políticos constitucionales. Madrid. 2007. Pág. 163.
89
pie a un buen “argumentum ad homínem”87 no sofístico, sino válido, que hace
razonable la argumentación.
Los auditorios no son independientes, sino más bien, son auditorios concretos y
particulares que pueden valerse de una concepción del auditorio universal que les
es oportuna. Los auditorios se juzgan unos a otros con la finalidad de invocar al
auditorio universal ―no determinado‖ para juzgar la concepción del auditorio
universal que se adecuada a un auditorio en concreto, para examinar, según
Perelman: ―la manera en que se ha compuesto, cuales son los individuos que
según el criterio adoptado, forman parte de él y cuál es la legitimidad de dicho
criterio‖88. El acuerdo de un auditorio universal arguye el autor, no es una cuestión
de hecho, sino de derecho. Porque se afirma lo que es conforme a un hecho
objetivo, lo que establece una aserción verdadera y necesaria, que cuenta con la
adhesión de quienes se someten a los datos de la experiencia o a las luces de la
razón.
En síntesis, Perelman deja claro que sólo posee más valor el discurso que
convenza a un auditorio universal que el discurso que logre adhesión de un
auditorio determinado. Los argumentos deben estructurarse de tal forma que no
sólo convenzan a nuestro auditorio primario, sino a todas las personas que
comprendan racionalmente nuestro discurso. Bien podría pensarse que el
supuesto del auditorio universal se funda como una meta ideal para cualquier
discurso. Sin embargo, cabe resaltar que más allá de las problemáticas que se
podrían suscitar en torno a la congruencia misma de este concepto clave, lo que
sí es totalmente cierto es que con él se vinculan dos significativas distinciones: la
que existe entre un argumento eficaz (efficace) y valido (valable). Lo que significa
según el mismo Robert Alexy que: ―los argumentos que encuentran el acuerdo del
87
Proviene del latín, que quiere decir: ‘dirigido a la persona. Este es un tipo de razonamiento que se construye a medida que va a la persona a quien se dirige, sosteniéndose en las convicciones del mismo interlocutor. Así mismo, es un tipo de falacia puesto que no pretende argumentar, sino más bien, descalificar al adversario. 88
CH. Perelman y Olbrechts – Tyteca. Tratado de la argumentación. La nueva retórica. Trad. Julia Sevilla Muñoz. Biblioteca Románica Hispánica. Editorial Gredos Madrid. 1989. Pág. 78.
90
auditorio universal son validos, mientras que los que solo son aceptados por un
auditorio particular son solo eficaces‖89. La persuasión por tanto, está dirigida al
auditorio particular, mientras que el convencimiento se dirige al auditorio universal.
3.4. Argumentación y decisión jurídica
Una teoría de la argumentación jurídica debe cumplir una función que aplique la
reconstrucción racional. La cual a su vez, debe proveer una estructura de tipo
conceptual a partir de un paradigma que, apropiadamente desarrollado, debe
permitir investigar con cierta profundidad todos los procesos de argumentación
jurídica, que en el caso de una justificación de las decisiones, tienen lugar de
hecho. Así mismo, una teoría de este tipo debe ser concisa y perseguir una
finalidad –al menos en una parte- de tipo prescriptiva, así como analítica y
descriptiva que desenvuelven su fracción fundamental. Dicho de otro modo,
puesto que en el contexto del derecho la argumentación se encuentra limitada, al
menos en distintas ópticas, por las instituciones que le fundamentan y que dan
punto final a las discusiones a partir de su decisión. Las instituciones jurídicas
solucionan conflictos sociales buscando una designio que le es útil en un sentido
completamente práctico. Las instituciones científicas en cambio, tienen como
destino primordial desarrollar nuestro conocimiento del mundo, y por tanto,
persiguen una finalidad de tipo cognoscitivo.
A diferencia de las propuestas que otorgaba el positivismo jurídico, en la teoría de
la argumentación no se pretende simplemente la atribución de que el hecho –que
se juzga- sea conforme con la ley, es decir legal. Por tanto, resulta difícil dentro
de su contexto recurrir a una sola forma de pensar la legalidad de la solución. El
análisis de la racionalidad práctica quiere mostrar que es una idea previa acerca
de lo cuestionado aquello que establecerá una resolución justa, razonable y
aceptable, así como lo que regirá sobre el juez en su exploración de una
motivación jurídicamente satisfactoria. Desde esta perspectiva, el razonamiento 89
Ibíd. Pág. 164.
91
jurídico deja de ser una deducción dada de una forma silogística cuya conclusión
tiene que imponerse con sumo carácter, ni tampoco puede ser la búsqueda de una
resolución equitativa que llega a implantarse en el orden jurídico en vigor. En
cambio, el uso de la configuración dada por la racionalidad práctica atribuye el
hecho de que el juez aplique la indagación pretendiendo una síntesis, en la que
sea relevante el valor de la solución y su conformidad con el derecho. Cabe
resaltar en este punto, que para el tema de las decisiones jurídicas se han
implementado diversas cuestiones, las cuales divagan entre su carácter formal y
dialéctico. La pretensión de este pasaje siguiendo la correspondencia de Perelman
de alguna forma – junto con lo atribuido en este trabajo- es mostrar que en los
razonamientos analíticos la validez del razonamiento puede estar garantizada por
su forma, mientras que, en los razonamientos dialécticos estos mismos: ―no se
dirigen a establecer demostraciones científicas sino a guiar deliberaciones y
controversias‖90. Y que, si bien el ámbito de la resolución de tipo axiomática
deductiva pudiese darse en el ámbito de las decisiones jurídicas; éste puede no
ser valioso, aun, cuando fuese formalmente correcto, en la medida en que así lo
concibe Perelman.
Ahora bien, las sentencias judiciales –fundamentales a la hora de las decisiones
jurídicas- pueden ser analizadas como argumentaciones. En este tipo de
resoluciones, el argumento central tiene como conclusión el contenido del acto de
decisión, y como premisas, el enunciado normativo general y la descripción de los
hechos relevantes, y en los subargumentos se expresan las razones para apoyar
cada una de estas premisas. Cuando se trata de mostrar el juego de las
proposiciones en la elección de las decisiones: ―basta con indicar qué
procedimientos permiten que esta proposición sea la última expresión de una serie
deductiva cuyos primeros elementos los proporciona quien ha construido el
sistema axiomático en el interior del cual se efectúa la demostración‖91. Es esencial
90 Adolfo León Gómez, María Sandra Naranjo, Alejandro Patiño, Pedro J. Posada. Argumentación, actos
lingüísticos y lógica Jurídica. Editorial Universidad del Valle. Cali. 1998. Pág. 141. 91
Ibíd. Pág. 48.
92
considerar que en la toma de decisiones la argumentación está íntimamente ligada
a la demostración. Normalmente, la dificultad que se pueda asumir a partir de una
argumentación judicial, así como la cantidad de bifurcaciones que requiera la
repartición o de los subargumentos, cambia de acuerdo con el tipo de caso que
en ella se resuelve y con los desacuerdos que hayan surgido durante el proceso a
los que el juez o tribunal debe poner término.
Perelman, -también Atienza- advierten de la dificultad para la precisión de las
decisiones cuando se trata de un carácter plenamente deductivo, es decir, sí bien
Perelman considera que es posible transformar cualquier tipo de argumentación
en un silogismo; la misma cuestión no permite que el silogismo sea
necesariamente de carácter analítico. Por tal razón, el silogismo formal valido –
que se puede aplicar a las sentencias- puede resultar metódicamente inútil.
Atienza, arguye al respecto que las premisas y la conclusión (que pueden
utilizarse metódicamente en la sentencia) son enunciados que podrán
interpretarse como proposiciones que pudiesen ser susceptibles de ser calificadas
como verdaderas o falsas, pero también como normas que carecen de valores de
verdad. ―Y la relación de inferencia o consecuencia lógica se caracteriza por una
serie de propiedades formales, que podrán ser distintas según el tipo de lógica por
el que se opte. En el caso de la lógica deductiva estándar, esas propiedades son
las de reflexividad generalizada, corte y monotonía‖92. La reflexividad significa que
un enunciado se deriva, es consecuencia, de un conjunto de enunciado, es decir,
premisas. Sí el primero o la conclusión está incluido en las premisas: en una
deducción, la conclusión no va más allá de las premisas.
De igual forma, sí bien resulta sumamente complejo la reconstrucción que debe
hacerse de ésta misma, a la hora de hacerlo, debe de tenerse presente algunas
consideraciones. Entre estas está tener en cuenta los interrogantes que deben
resolverse en una sentencia. La pregunta que permite la reconstrucción se
92 Manuel Atienza. Derecho y argumentación. Universidad externado de Colombia. Serie de teoría jurídica y filosofía del derecho. Nº6. 2005. Pág. 42.
93
resume de la siguiente forma: ¿Cómo se debe solucionar la cuestión que motivo
el proceso? Luego, plantear el tipo de caso a analizar. La respuesta que se
ofrezca a esta pregunta situada en la parte resolutiva de la sentencia es la
conclusión del argumento central. A la sentencia se le debe aplicar el derecho
para resolver la cuestión central, que permite una vez identificada la conclusión,
identificar también los enunciados normativos que organizan una parte
fundamental del conjunto de premisas del argumento central. Pues, en la
reconstrucción de la argumentación se debe esgrimir la formulación completa del
enunciado normativo que se nombra en la sentencia, puesto que es
precisamente aquella la que cumple la función de premisa.
El hecho de tomar una decisión racional resulta bastante complejo, aún más, por
el hecho de que su cumplimiento no está determinado ineludiblemente por una
sola respuesta, o bien sea el caso, de que ésta misma amerite su atribución a
diferentes entes competentes, que normalmente apelan a un acuerdo o consenso,
bien sea por la opinión pública o, quizás mejor, por la opinión de una
comunidad jurídica determinada. ―El carácter adecuado del no acuerdo no se debe
determinar siguiendo criterios subjetivos (…), sino de un modo intersubjetivo, en la
medida en que corresponde a las preocupaciones del medio que debe recibirla‖93.
Las argumentaciones de diferentes principios a los que se apela pueden no
adecuar la discusión al decisor acerca del valor de sus propios puntos de partida,
ni seleccionar un área de respuestas conexas con el sistema de normas más
valioso que sirva para la aplicación desde el punto de vista de la ética colectiva.
Más aún, sí tenemos en cuenta –como punto capital- que se habla de una
racionalidad en sentido práctico, muchos juristas estarían de acuerdo en aceptar
que las exigencias que plantea este tipo de determinación en la toma de
decisiones jurídicas podrían sujetarse a partir de algunos principios, los cuales sí
bien pueden diferir entre sí, todos estos parecen apuntar a precisiones
concurrentes en lo fundamental, estos son:
93
Adolfo León Gómez, María Sandra Naranjo, Alejandro Patiño, Pedro J. Posada. Argumentación, actos lingüísticos y lógica Jurídica. Editorial Universidad del Valle. Cali. 1998. Pág. 88.
94
- principio de universalidad o de justicia formal: que establece que los casos
iguales han de tratarse de la misma manera.
- principio de consistencia: a partir del que las decisiones han de basarse en
premisas normativas y fácticas que no entren en contradicción con normas
válidamente establecidas o con la información fáctica disponible.
- principio de coherencia: el cual determina que las normas deben poder
adentrarse bajo principios generales o valores que resulten aceptables, en el
sentido de que conformen una forma de vida satisfactoria, mientras que los
hechos no comprobados mediante prueba directa deben resultar compatibles con
los otros hechos aceptados como probados, y deben poder explicarse de acuerdo
con los principios y leyes que rigen en el mundo fenoménico. Es decir, en términos
generales, que se determina por la aplicación de la coherencia normativa que rige
el principio, con la coherencia narrativa que va a ser el objeto de significación y
por ende, su posterior aplicación.
Un filósofo de enjambre como Manuel Atienza considera dentro de la
argumentación jurídica existen tres posturas, de las cuales se hace necesario
realizar una interrelación de las mismas. Estas son a saber: la concepción formal
que, básicamente define a un argumento como una inferencia. La concepción
material, es la que puede encontrarse referida al razonamiento jurídico94, y por el
ultimo, la más relevante para el interés de este trabajo que es la concepción
pragmática o dialéctica. De igual forma, como lo señalo Tecla Mazaresse (1996),
trasladar la distinción contexto del descubrimiento/contexto de la justificación al
campo de la argumentación jurídica, de la decisión judicial, resulta ser
problemático por diferentes razones. Primero, es que esta distinción, a propósito
de las teorías científicas, no deja de ser cuestionable: es decir, se trata de hacer
una conciliación de lo que es plenamente teórico con lo práctico y tal cuestión
94
En la concepción de la tópica jurídica de Viehweg se podría asimilar este tipo de fundamentación: la cual entre otras cosas, por desde la acepción del concepto de “topos” ha pretendido una conciliación entre lo formal y lo práctico, y por tanto, ha servido desde una perspectiva tradicional a los primeros pasos en miras a la consolidación doctrinal de una normatividad en el derecho.
95
puede entenderse de diversas maneras, pudiendo afirmar incluso que la
distinción tal tenga sentido. Sin embargo, la más importante dentro de este trabajo
–por todo lo manifestado en la obra- sería la tercera postura; de la cual dentro del
contexto actual sería necesario resaltar el más grande debate que tiene un
carácter global y capital dentro de la filosofía del derecho.
- Apertura al debate Hart-Dworkin en torno a la decisión judicial.
Sí bien es cierto el fin colindante que propone el derecho de manera directa es
obtener el mantenimiento y el conveniente desarrollo de la vida social. Es por tales
motivos, que el derecho debe presentarse como el garante que permite regular
todas las manifestaciones de la vida social que interfieran de manera
suficientemente importante en el mantenimiento o ruptura de la convivencia de los
individuos y ha de regularlas con las máximas evicciones posibles; esto es,
justamente a partir de la ley como lo puede lograr. La forma como ha de
interpretarse la ley misma se ha consolidado como un problema de la filosofía del
lenguaje, justo en la medida en que son las acciones humanas atendiendo a unos
paradigmas de grupo las que determinan distintos objetivos y efusiones en los que
siempre el lenguaje afirma, objeta, prohíbe, representa, decreta, indica, crea,
nombra, etc. Una cuestión jurídica en particular.
En torno a esta temática existe en la actualidad una gran controversia que se ha
constituido incluso como el más grande debate en torno a la filosofía del derecho
en las últimas décadas. Esta es la disputa teórica entre los filósofos Hart y
Dworkin. Dicho de otro modo, ésta polémica se consolida como la confrontación
de dos posturas que entienden el derecho de formas completamente distintas.
Estas son: el iusnaturalismo y el positivismo jurídico. Y sí a caso podrán tener algo
en común sería la trabazón que existe entre el derecho y el lenguaje (en su
estrecha relación con la moral) que termina por dirigirse hacia disímiles
interpretaciones.
96
Es claro que el derecho es una cuestión de lenguaje, pero, lo es también las
distintas acepciones históricas que se han dado en torno al mismo concepto de
lenguaje –así como las influencias estructurales en torno al derecho- son las que
han permitido que sus vías interpretativas sean diferentes. En este punto, cabe
resaltar que sí la cuestión es de ―fondo‖ por la base misma de la construcción
teórica del derecho. Entonces, volviendo al contexto que nos compete; ¿Cuál ha
de ser la naturaleza de la confrontación de estos autores? Y es que precisamente
sí analizamos lo que corresponde al derecho desde su realidad es que es un
sistema de leyes95 sobre el cual se confronta al individuo con la sociedad;
pudiendo manifestarse éste mismo como un ser lleno de un cumulo de
experiencias fácticas, es decir, que obra a partir de los hechos, o de otro lado, es
naturaleza humana la que se presenta como el determinante de las primicias por
la cual debe regirse sobre su accionar mismo. Sería, pues, una problemática
acorde a comprender la naturalidad humana o a vislumbrar la primacía de la ley
por la cual el individuo debe de forma imperativa regirse. Esta situación, se
manifiesta sin duda alguna en Colombia desde la denominada existencia del
nuevo constitucionalismo. ―Dos características fundamentales del nuevo
constitucionalismo tienen que ver directamente con la discusión Hart – Dworkin;
Por una parte, su aval al poder interpretativo y creativo del juez, y por otra su
95 El pie de la controversia Hart - Dworkin se centra en la forma como se interpreta o manifiesta la ley, bien sea, a partir de principios reglas o a partir de hechos que son los que motivan la creación de las mismas. Y al mismo tiempo, representa la forma en que el legislador, el juez, el magistrado, etc. Le compete la forma de crear o de aplicar el derecho con el fin de obtener justicia aplicada al ámbito social. Entre otras cuestiones, este debate representa la confrontación de dos posturas como lo son: el positivismo jurídico del cual hace parte Hart, y el iusnaturalismo del cual forma parte Dworkin. En términos generales el positivismo jurídico se refiere a todo el conjunto de normas puesta por los seres humanos a partir de un proceso –de inferencia- formalmente válido, con la intención de someter la conducta humana un orden estrictamente disciplinario. Al mismo tiempo, admite la separación entre moral y derecho, que les acaba con su relación conceptual, y por tanto, sirve también como doctrina negadora de todo objetivismo jurídico en la medida en que no concibe otra posibilidad de derecho a no ser que otorgue la primacía de la ley y por tanto, es el imperativo el que se presenta como determinante hasta consolidarse como un conjunto de normas dictadas por una determinada autoridad competente. De otro lado, el iusnaturalismo se refiere a todo el conjunto de principios normativos esenciales al orden social que se fundan en la naturaleza humana, por tanto, se conocen por la luz de la razón natural y se imponen a los hombres por fuerza de la misma naturaleza. En este sentido, se dará a partir del conjunto de principios de justicia con validez universal que pueden ser deducidos de una forma puramente racional. En síntesis, es ante esta diversificación en la que se centra la importancia de esta compostura.
97
inspiración teórica en la práctica constitucionales anglosajonas‖96. La misma
discusión en torno a las reglas y principios fue regida por la constitución política
de 1991.
Ahora bien, sí se analiza con mayor precisión lo que una norma es (puede
contener una obligación o una facultad) se obtiene que, hace referencia a una
realidad que enlaza una idea y la voluntad de que ella incida en una determinada
sociedad. Es decir, se relaciona al mismo tiempo la inteligencia y la voluntad. En
este punto, se hace referencia a una realidad que pretende llegar al mismo tiempo
a unos destinatarios, es decir, que deberá difundirse hacia un determinado público
quienes serán los receptores de la norma. Sin embargo, para que su significado
sea conciso y cabal será necesario que tal concepto formado en la mente del
legislador se pueda al mismo tiempo fundar en la mente de quien será su receptor.
Se tendría pues que, una norma jurídica –que se referencia a su sentido estricto y
puntual- es un concepto formado en la mente del legislador y reconoce para su
eficacia, que al menos se arraigue el mismo concepto en la mente de quienes
serán sus destinatarios o receptores. La problemática radica en que la misma
situación es ajustable a los principios en cuanto son los mismos los que están
presentes de forma implícita97, y por tanto, se pueden expresar a partir del
lenguaje, así como a partir del mismo se constriñen sus alcances y se define su
diligencia a situaciones especificas dentro del contexto social.
En particular, Dworkin por ejemplo, considera que la versión de Hart sobre su
propia filosofía es típica de la filosofía contemporánea. ―Esta filosofía distingue
entre el discurso de primer nivel -el discurso de los no filósofos que reflexionan y
argumentan sobre lo que es correcto o equivocado, legal o ilegal, verdadero o
96
Cesar Rodríguez. (Estudio preliminar). La decisión judicial: el debate Hart-Dworkin. Temas. Nuevo pensamiento jurídico. Siglo Del Hombre Editores: Facultad de derecho. Universidad de los Andes. Bogotá. 1ª Ed. 1997. Pág. 14. 97
Se pueden manifestar de diversas formas, como por ejemplo, de una forma deducible a partir de una teoría constitucional en relación a un determinado ordenamiento jurídico, o de otro lado, normativizado en constitución misma a la que se apele o a ciertas normas que se desprendan de la misma.
98
falso, bello o mundano‖98-. Del meta discurso de segundo nivel –en el que los
conceptos de primer orden son definidos y explorados, clasificados y asignados a
categorías filosóficas-. A esta filosofía Dworkin la denomina arquimediana. Desde
esta perspectiva –piensa el autor- la filosofía especializada más común es la
―meta-ética‖ estudia el análisis lógico de los juicios valorativos. Sin embargo,
también considera que la teoría de Hart es más prominente en torno a los temas
de tipo jurídico y político que dentro del contexto de lo moral. Para Dworkin: ―los
principios morales son inherentemente controvertidos, por lo cual los jueces no
podrán ponerse de acuerdo en que principio moral aplicar o como aplicarlo a cada
caso, imposibilitando que se logre confirmar una práctica social convergente o una
convención‖99. En pocas palabras, para éste autor la moral es condición de
juricidad; de la misma por ser de tal forma, no podría ser una regla social o una
regla convencional, y por ende, los principios funcionan de una manera diferente
a las reglas. En ciertos casos, la aplicación de los principios vigentes en el sistema
jurídico, en el caso de que no existan reglas aplicables al caso concreto,
determinan que siempre existirán principios que lo sean y en consecuencia, una
de las partes en un litigio tendrá derecho a que el juez le dé la razón en su
sentencia que esos principios le dan razón. Y es precisamente en este punto,
donde se ataca la teoría de Hart, sin embargo, el mismo arguye desde su
―escepticismo‖ sobre la posibilidad de decidir en determinado momento que la
misma permite describir la práctica jurídica, que muestra a los jueces y abogados
más inciertos sobre lo que realmente dice el derecho; punto que les confronta
cabalmente.
En miras a abrir el panorama del punto neurálgico de la discusión cabe resaltar
que se centra básicamente en la concepción de que el lenguaje cuenta con la
particularidad de ser en ocasiones impreciso y ambiguo, o dicho de otro modo, de
98
Juan Bautista Etcheverry. El debate sobre el positivismo jurídico incluyente. Un estado de la cuestión. Instituto de investigaciones jurídicas. Universidad Nacional Autónoma de México. Primera edición: 2006. Pág. 324. 99
ibíd. Pág. 295 – 296.
99
tener lo que se llama bajo el modo de comprensión de la ciencia jurídica la textura
abierta. Este motivo se debe especialmente por dos cuestiones que son a saber:
- Que las reglas jurídicas no están regidas a personas o entes particulares, sino a
―tipos‖ de personas o cosas. – Las reglas de una u otra forma subsisten durante
periodos largos, y en tal sentido, se destinan a situaciones que no pueden ser
advertidas desde el momento de su creación. Es decir, que de una u otra forma
debe someterse a cambios manifestados en un determinado momento sobre el
que su adaptación social y conductual procurará otros resultados.
En este punto, bajo la concepción de Hart es posible aproximarse al concepto de
discrecionalidad utilizado sobre los casos difíciles. ―En los casos fáciles, la
descripción formalista es más acertada; basta un silogismo para conectar la norma
con la solución, de suerte que el poder del juez está estrictamente limitado‖100. El
término de discrecionalidad al cual hace referencia a la libertad del juez a la hora
de dar contenido a su decisión de casos –de difícil decisión por su complejidad-
sin vulnerar la esencia misma del derecho, o más bien, todos los referentes
(independiente de su forma o contenido desde que no quebrante su esencia). El
tema de los precedentes también sería uno punto de convergencia entre ambos –
entendiendo la importancia de los mismos con una disimilitud total a la hora de
desarrollo de sus posturas-.
Ahora bien, entre otras cosas, es precisamente desde el momento mismo en que
se afirma la existencia de la discrecionalidad, se afirma que el propio derecho le
otorga al juez márgenes para que éste pueda optar sobre distintas soluciones o
entre alcances heterogéneos de una determinada solución sobre un respectivo
caso en particular101. Se dice al respecto, que tal alternativa en sentido jurídico
100
Cesar Rodríguez. (Estudio preliminar). La decisión judicial: el debate Hart-Dworkin. Temas. Nuevo pensamiento jurídico. Siglo Del Hombre Editores: Facultad de derecho. Universidad de los Andes. Bogotá. 1ª Ed. 1997. Pág. 70. 101
Dicho de otro modo puede comprenderse la discrecionalidad como la forma en que el juez (o el encargado de decidir en derecho) determina que las soluciones de los asuntos que decide no le vienen dadas y predeterminadas completamente por el sistema jurídico, sino que éste, en diferente medida, le deja espacios para que elija sobre distintas alternativas; compatibles todas con el sistema jurídico.
100
tiene dos a razones a saber que son: - Que las mismas normas remitan al juez a
la fijación del modelo decisorio, caso por caso, entonces, de una u otra forma el
juez tendrá un carácter plenamente subjetivo en su apelación sobre el cual
desprenderá sus lineamientos hermenéuticos en miras al ajuste de su propia
decisión en relación al modo en que justifico sus razones; es decir, se darán
cuando esas normas indican que sobre un determinado asunto el juez fallará
discrecionalmente, decidirá en equidad, en igualdad, etc. De otro lado. – Que
dentro del contexto de las normas jurídicas, prácticamente todas, están hechas de
un material lingüístico que es por definición poroso, abierto, indeterminado en
alguna medida, por lo que siempre pueden aparecer casos cuya solución resulte
dudosa o equívoca a la luz de dichas normas, debiendo el juez concretarlas y
completarlas por vía de interpretación o integración. Para Dworkin este tipo de
situación debería de estar fuera de las posibilidades del derecho. ―Es posible leer
las críticas de Dworkin al positivismo como un esfuerzo por rechazar la teoría de la
discrecionalidad judicial. Por esta razón, la discusión de uno de esos casos a partir
de las teorías de uno y otro autor constituyen una prueba útil para comprender sus
coincidencias y discrepancias‖102. Sin duda, el problema de la discrecionalidad es
la mayor problemática o punto de convergencia en torno a ambas posturas.
Con miras a lo anterior, es posible al menos entender que los lineamientos que
tienen el derecho en nuestra época y las discusiones en torno a su soporte
estructural –sobre el que radica el lenguaje como punto cardinal- implican que las
confrontaciones se desplazan desde lo conceptual hasta lo metodológico, y que de
otra forma, todos los sistemas de derecho involucrarán toda una postura que
permitirá una estructura jurisdiccional acorde al ámbito en que se suministren sus
particularidades. De ahí que, según el caso se necesite o no de jurisprudencia que
sirva como precedente a la hora de la aplicación del derecho, o que se dé un
activismo o pasivismo judicial, que se le den vía libre a los principios, reglas o
sub-reglas acorde siempre a las posibilidades de interpretación normativa.
102
Op. Cit. Pág. 66.
101
Adicionalmente, estas nociones repercutirán dentro del ámbito jurídico las distintas
acepciones siempre en base a los principios constitucionales de cada país,
imbuidos de los acuerdos y tratados internacionales para constituir el camino para
la búsqueda de soluciones justas, en los casos concretos. Por ejemplo, dentro del
sistema anglosajón (common law) es capital el análisis de la jurisprudencia a la
hora de crear la ley, y por ende, son relevantes las sentencias judiciales dictadas
por los mismos tribunales; así como las interpretaciones que en éstas sentencias
dan de las leyes. Es decir, que el estudio del sistema se centra sobre el análisis
escrupuloso de las sentencias de las cuales se induce la norma, con el fin de que
el mismo termine en la elaboración de un "caso típico", el cual se compara con la
situación en estudio para ver si es similar o no. Puede ser normal que, se analicen
sentencias distintas que contienen el mismo principio, visto desde ópticas
diversas, para desenterrar posteriormente la norma que se aplicará al caso en
estudio sobre el caso concreto. De otro lado, existe otra forma de aplicación del
sistema jurisdiccional entre las que está el derecho continental (sistema romano)
que se caracteriza porque la norma jurídica surge de la ley y es aplicada caso por
caso por los tribunales. En este sentido, la normatividad tiene importancia capital
en la medida en que es emanada por los poderes legislativo y ejecutivo de los
cuales provienen normas dotadas de una legitimidad democrática que son
interpretadas y aplicadas por el poder judicial. En éste tipo de sistema, ha sido
menos importante la jurisprudencia, aunque, de a poco ha ido aumentando por la
necesidad de otorgar predictibilidad a los procesos judiciales. Cabe resaltar que,
entre estos, está el sistema jurisdiccional adoptado por Colombia, el cual ha sido
notablemente criticado porque a falta de legislación y de herramientas para que el
mismo legislador presuma su dictamen el mismo ha tenido que recurrir a los
hechos, o a las experiencias fácticas como la posibilidad de crear nuevas leyes.
Cabe resaltar, que dentro de los sistemas jurisdiccionales también están –quizás
menos importantes- el consuetudinario y el religioso.
Finalmente, es preciso afirmar que un debate como el manifestado en este
capítulo sobre el problema de las reglas, principios y hechos en la aplicación del
102
derecho resulta por ser una problemática compleja y extensa que, incluso hoy en
día, sigue en pie de discusión trayendo nuevas repercusiones sobre la filosofía del
derecho y sobre las formas de aplicar la ley a nivel global. Cuestión que, de una u
otra forma no deja ser capital para todos aquellos -que de acuerdo a su sistema
jurisdiccional- no deja de crear repercusiones y necesidades a la hora de la
aplicación del derecho y de la exigencia de los conocimientos necesarios para su
debida comprensión y aplicación. Aún más, el problema de la discrecionalidad ha
sido ampliamente criticado y ha abierto un panorama de inquietudes en torno a los
denominados ―casos difíciles‖ que se presenten dentro de un ámbito jurídico
determinado.
4. CONSIDERACIONES FINALES
La lógica jurídica en tanto disciplina que le es completamente útil al derecho no
puede olvidar que si bien es cierto se encuentra condicionada por la lógica y
presupone los conceptos jurídicos fundamentales, opera con los conceptos
normativos, unos y otros funcionan como objetivación conceptual de una realidad
que está consumida de valores. A su vez el ámbito de la interpretación,
reconstrucción y el sistema jurídico no pueden establecerse como el todo de la
ciencia jurídica, en la medida en que se hace preponderante una dimensión
puramente práctica sobre la dimensión teorética a la que le corresponde. Es claro,
que ante esta imposición; el camino del derecho se establece como una alternativa
ética que versa sobre la dicotomía justicia-injusticia y supera la razón instrumental y
la razón crítica, pues, de lo contrario existiría por alguna parte un reduccionismo
interesado de ésta razón.
Se puede compendiar que el estudio propiamente del lenguaje jurídico cumple
tres funciones que son: formular y transmitir conocimiento e información (lenguaje
descriptivo), dirigir e influir el comportamiento humano (lenguaje prescriptivo), y
suscitar emociones o estados de ánimo (lenguaje expresivo o literario). De igual
forma, el lenguaje jurídico puede ser de dos clases que se comprenden en: un
103
lenguaje cuyo objeto de estudio sean las normas jurídicas emitidas por el
legislador, llamado también lenguaje de las normas, y otro lenguaje que es el que
realiza los juristas, conocido también como ―metalenguaje‖. Es decir, el lenguaje
de los juristas estudia el lenguaje de las normas. El discurso de las normas es por
tanto prescriptivo, es decir, ordena. Mientras que, el discurso de los juristas
describe, aquello que precisamente lo que las normas prescriben. Es claro que el
lenguaje de las normas es prescriptivo, mientras que el lenguaje de los juristas es
descriptivo103.
La ciencia del derecho –como lo determinaba Hans Kelsen- sólo puede describir el
derecho; no puede a diferencia del derecho producido en normas generales e
individuales por la autoridad jurídica –como los jueces- prescribir. La diferencia
dada entre las formas de aplicación de ambas cuestiones radica en que los
enunciados deónticos formulados por la ciencia del derecho que describen el
derecho y que no obligan ni facultan a nadie ni a nada, pueden ser verdaderos o
falsos, mientras que las normas producidas por la autoridad jurídica que autorizan
a los sujetos del derecho no son ni verdaderos ni falsos, sino sólo válidos e
invalidas. El derecho mediante el lenguaje jurídico de las normas, es capaz de
autocrearse, y por tanto, estos parámetros generales han de tenerse en cuenta a
la hora de determinar la diferenciación por ejemplo, entre una ley pública y un
tratado de derecho penal.
103 La diferencia entre el lenguaje de las normas y el lenguaje de los juristas (o metalenguaje jurídico) se dio inicialmente por Hans Kelsen en su obra teoría pura del derecho, entre derecho y ciencia del derecho. Esta concepción indica básicamente que el lenguaje de las normas o normas jurídicas es el que se emplea en el Derecho, mientras que el metalenguaje, que se reconoce también como lenguaje de los jurista -enunciados jurídicos en palabras de Kelsen- es el que se emplea en la ciencia del derecho. En términos generales, este autor quiere hacer comprender que esencialmente que el derecho produce derecho, mientras que la ciencia del derecho interpreta el derecho. Sin embargo, todos sus planteamientos obedecen a una noción positivista -iuspositivista- del derecho que le lleva a considerar este estudio como un fenómeno autónomo de consideraciones ideológicas o morales, en el que cuestiona las condiciones de posibilidad de los distintos sistemas jurídicos. Este autor concluyó que toda norma emana de otra norma, remitiendo su origen último a una norma hipotética fundamenta, la cual sin embargo, nunca consiguió enunciar de forma completa basándose en su paradigma. De igual forma, ha de tenerse en cuenta que sí bien su modelo sirvió para fundamentar el derecho desde su época a partir de una forma que funciona desde su acción; su mismo análisis ha venido basándose en diferentes ópticas dándole un enfoque más dependiente del ámbito prescriptivo dentro de los diferentes tipos de derecho.
104
El método adecuado del saber práctico y en especial del jurídico es el dialéctico –
concepción que se remonta inicialmente a M. Villey- el cual a su vez se sirve del
modo ―deliberativo‖ como una de las formas básicas de su método que le
conforman como un momento de su primordial uso. Sin embargo, el método
jurídico en su aplicación no se agota en la deliberación, ya que sí bien es cierto el
uso dialéctico es el modo de la consideración teórica, es claro que en la
elaboración del derecho hay un momento teórico que determina que a todo saber
práctico le antecede un momento especulativo que le sirve de fundamento en la
toma de sus consumaciones. La importancia de la utilización del método dialéctico
lleva a consolidar la argumentación como un proceso que se traza entre lo
empírico - normativo y que tiene lugar en el plano del comportamiento, es decir,
entre el comportamiento real y el ideal de los sujetos que debe ser inseparable
entre los participantes y/o de los destinatarios, y que va a llevar en ultimas a
diferenciar un argumento persuasivo a un simple argumento.
Cualquier tipo de experiencia jurídica ha de compendiarse en el mundo de valores
superiores que viven en el derecho mismo, y que se especifican no sobre un orden
indeterminado, sino en unos principios generales del derecho que deben funcionar
de forma totalmente determinada que opera a su vez sobre distintos perímetros
problemáticos. En este sentido, tales postulados son generales, en cuanto
procedentes de una estimativa objetiva - social, y funcionan como principios
verdaderos en sentido ontológico que notifican la institución en que se ostenta, en
lugar de servir como meras máximas o reglas heurísticas. Aplicar el derecho, o sí se
quiere mencionar razonar en el derecho –como lo utiliza Atienza- es interpretar las
normas o los actos jurídicos, en tanto se maniobra con sus normas y principios, de
los cuales se concreta todo el particularismo de las reglas y de los actos concretos.
Las diferentes circunstancias en las que se opera el derecho se encuentran
normalmente siempre acorde al estado subjetivo de la conciencia personal, donde
se sabe que se tiene el derecho, pero, se requiere a su vez de la capacidad
argumentativa de demostrar y solicitar el mismo con el fin de que indudablemente
105
la autoridad lo conceda. Tanto para uno u otros, enriquecer la vía argumentativa
significa llenar muchos vacios y fortalecer la comprensión y aplicación de todas las
posibilidades que de uno u otro bando se confronten dentro de una decisión
jurídica determinada.
Según Atienza el problema de las decisiones jurídicas, ha requerido a su tiempo
la consideración de que las sentencias no son más que una «racionalización» de
una operación que no obedece en absoluto al esquema de la lógica, es decir, al
silogismo judicial. Es factible que las decisiones se tomen en la medida en que el
proceso mental del juez se dirige de la conclusión a las premisas, así como de
que la decisión se obtenga como el resultado de prejuicios; cuestión que no
deroga la necesidad de justificar la decisión, ni la establece como una
imposibilidad. Pues, tampoco es posible, como en el caso de las teorías científicas
según la proveniencia de esta distinción, que científicos encubran ciertos datos
que se compadecen mal con sus teorías y por ello estén despojándoles de
justificación.
El problema de las decisiones jurídicas lleva consigo la situación de que para una
misma circunstancia puedan darse diferentes soluciones. En ocasiones frente a un
mismo problema se puede obtener más de una respuesta que pretende ser
correcta, lo que lleva a que los jueces y tribunales competentes tengan también
distintas ópticas y sus resoluciones puedan estar colmadas de aprietos. En ciertos
casos, cuando se trata de casos difíciles, la comunidad jurídica está
profundamente dividida y, aunque no fuera así, nunca se podría tener total
seguridad de que la opinión mayoritaria o unísona, de quienes integran la
comunidad jurídica se haya formado de manera plenamente racional. Por tales
cuestiones es que el plano del derecho en cuanto a su parte pragmática que
aspira a un consenso y consolida un discurso racional, debe aspirar no a una
instancia puramente real sino ideal, como es el caso de la concepción del auditorio
universal de Perelman. Dicho de otro modo, la respuesta correcta –que está
acorde a la decisión jurídica- sería aquella a la que llegaría un ser racional, o el
106
conjunto de todos los seres racionales, o los seres humanos sí respetasen las
reglas del mismo discurso racional. También, análogamente a esta situación la
pragmática utilizada en el lenguaje ha permitido otras concepciones que se le
asemejan como lo han sido la comunidad ideal de diálogo de Habermas, el juez
Hércules de Dworkin y el espectador imparcial de Adam Smith.
De otro lado, la persona encargada de administrar justicia, bien sea el caso en el
caso de una juzgador; éste requiere de ―cierto dote particular de justicia‖ puesto
que es quien tiene la labor de sufragar desde la resolución que dicta en la
oportuna solución de los conflictos que se bosquejan, por lo que debe argumentar
para hacer asequibles al justiciable las razones por las que concede o niega el
derecho, hasta hacer realidad la reflexión concebida, pues, como se concebía
antiguamente en el derecho romano; es quien convence, quien verdaderamente
vence. En tal sentido, ha siempre de considerar que: ―la solidez de un argumento
depende de dos aspectos: su forma lógica y la verdad de sus premisas. Para
mostrar la aceptabilidad de las premisas que se emplean se deben construir otros
argumentos que se suelen denominar subargumentos”104. Cualquier conclusión
que se intente demostrar mediante un argumento puede ser aceptada o
rechazada, no por su contenido específico, sino por la solidez de los argumentos y
subargumentos en los que se apoya, y por ende, sobre los que ha de
fundamentarse su decisión.
Sí se acomete con ahincó el desafío de mejorar la impartición de justicia, es indefectible
formar abogados y estudiosos del derecho sobre las exigencias de la argumentación
judicial. Pues, en la administración e impartición de justicia, existe una grave
insatisfacción del justiciable frente a la prestación de este servicio, en donde se práctica el
poder ordenador de la vida societaria. Es capital el hecho de que la dialéctica en este tipo
de atribución, es decir, en el género judicial le da una acepción fundamental a la disputa.
Que en general por tener influencia con la pragmática se distingue de otras apelaciones
del lenguaje por algunas características como: ―-el conjetural, en el que la controversia
servirá para aclarar el caso discutido, -el legitimo, en el que se ataca o defiende un caso
104
Pablo Raúl Bonorino, Jairo Iván Peña Ayazo. Argumentación judicial: construcción, reconstrucción y evaluación de argumentaciones orales y escritas, segunda edición aumentada. Consejo superior de la judicatura, escuela judicial. Rodrigo Lara Bonilla. 2005. Pág. 21.
107
que se tiene suficientemente claro‖105. Y de otro lado, podría resaltarse el iuridicialis, que
es de hecho las denominadas constituciones tomadas antiguamente de Cicerón en donde
se apelaba a las leyes, a la política y en definitiva a la normatividad imperial donde se
respetaba al superior jerárquico.
Sí se pretende formarse sobre fructíferas alternativas cada vez se hace más
oportuna la reflexión sobre la necesidad de todo jurista, especialmente quienes se
desempeñan en la judicatura y en el foro, de argumentar con la coherencia y
solidez que requiere concretar la justicia en cada caso particular. ―La lógica, al
igual que el ordenador o el procesador de texto son herramientas de trabajo para
el jurista que la mayoría utilizan de forma intuitiva‖106. Por lo que análogamente a
la modalidad de las funciones judiciales es supremamente necesario fortalecer el
rigor argumentativo, como en las capacidades forales de aquellos que son aptos
para administrar la justicia.
Ha de considerarse, en última instancia, que sí bien es sabido que la
argumentación abordada desde la concepción dialéctica o sí se quiere de otro
nombre: pragmática107, obtiene una connotación que le es provista por un ser un
tipo de acción o de interacción lingüística que se establece como un acto de
lenguaje complejo. Y que la misma desarrolla sus posibilidades de sentido a partir
del discurso. El derecho, de forma complementaria -en la medida en que es una
práctica racional- y en particular el estado constitucional -regido por unas leyes de
las más generales- implica de un lado, unos valores de tipo político o pragmático
que sólo se obtienen por la noción de aceptabilidad, por otro lado, valores de tipo
material que vinculan los elementos acordes a la justicia y la verdad, y por último,
valores formales que están íntimamente ligados a la noción de previsibilidad. El
análisis pragmático de su estudio resulta indispensable para todos aquellos que
105
Mauricio Beuchot. La retorica como pragmática y hermenéutica. Autores, textos y temas. Filosofía. Ed. Anthropos. Barcelona. 1998. Pág. 77. 106
Ibíd. Pág. 8. 107
Es relevante tener en cuenta que esta misma concepción se halla en diversas teorías contemporáneas de la argumentación, como la de Toulmin (1958) o Habermas (1987), la teoría de la argumentación jurídica de Alexy (1989). Y en definitiva, consolida el paradigma que conforma la nueva retórica de Perelman – en colaboración con los aportes significantes de su esposa Olbrecht-Tyteca- .
108
busquen una alternativa en miras a fortalecer la vía retórica, o dicho de otro modo,
argumentativa. En la medida en que se confronten las diferentes situaciones que
surgen, las convergencias y nuevos aportes teóricos –desde la parte del lenguaje-
se determinarán también, las posibilidades y alcances de la filosofía del derecho
como un análisis especial que posibilita la fuerza coactiva de la sociedad.
109
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