Movimiento 77 Fresado v2

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    partiendo del obrerismo, los principios de la autoorganizacin de los movimientos.

    Estas y ms son las principales aportaciones del movimiento del 77 a las luchas futuras, en donde se fragua y toma densidad un principio de organizacin global partiendo de la exigencia de inversin social del trabajo cognitivo, que se sigue desarrollando.

    El trabajo contracultural difuso del 77 aliment y se aliment de la accin poltica. Pero a la pregunta qu accin poltica es posible hoy?, ha sido contestada en muchas ocasiones por los propios movimientos que han estado, y estn, construyendo la autoorganizacin en contra de la hegemona del sistema, del cinismo, del oportunismo, del miedo.Hoy no se trata de construir la subjetividad de una van- guardia que funcione como intelectualidad colectiva, sino de construir dispositivos (polticos, de comunicacin, lingsticos) que permitan la accin poltica en la concatenacin entre saber y prcticas sociales.

    Si la visin del futuro est marcada por la desesperacin, ste es el indicio indudable del retroceso radical que experimenta el poder, de su drstica prdida de control sobre las dinmicas sociales. La sensacin es que este tiempo, como todos los periodos de transicin, anticipa una nueva estacin de cambios, que se estn acumulando energas, agudizandocontradicciones que debern explotar con renovada virulencia.

    El conocimiento, la investigacin, la comparacin son herramientas necesarias. Las contribuciones que integran este dossier, o ms bien una pequea y parcial antologa, sirven para garantizar un acercamiento al debate, por fragmentario que sea. Un debate que, por la cuenta que nos trae, requiere una participacin lo ms intensa posible.

    Naturalmente, como en toda constelacin, hay luces grandes y pequeas, agujeros negros y masas gaseosas, meteoritos y cometas.

    Lapropiedadintelectualesunrobo

    Recupera,PirateayDifunde!

  • EDITORIAL MAL DE OJO

    Noviembre 2013, Valparaso

    [email protected] / editorialmaldeojo.noblogs.org

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    El lenguaje utilizado, voluntariamente pobre y seco, siempre poltico haba nacido dentro de grupos cerrados, comunidades en trnsito por las universidades, hibridacin del lxico de jergas procedentes de los distintos orgenes de los miembros de la nueva comunidad, pero manteniendo el respeto formal de la lengua natural. Las imgenes, extradas del tebeo, estilizadas, personales, dibujaban y exaltaban microeventos, siempre con un escenario poltico como fondo.

    En deinitiva, una energa vital y desesperada, irnica y subversiva dio voz a la diseminacin de la experiencia personal, en oposicin feroz, por un lado, a la esclavizacin cultural del sistema, por el otro a los arcasmos leninistas de las ortodoxias del propio movimiento.

    El haber esbozado, aunque sea someramente, la canden- te temtica del rechazo del trabajo, recombinndolo con eltrabajo de la contracultura y la contrainformacin del movimiento del 77, no ha sido casual.

    Puede decirse que en la sociedad italiana de ese periodo (y en general en el mundo occidental) se estaba gestando la igura del trabajador cognitivo, de la intelectualidad de masas, hasta convertirse hoy en el componente fundamental de la acumulacin capitalista.

    El movimiento italiano lo intuy en toda su virulencia, resisti con las formas de la organizacin antagonista, entre ilusin y suicidio, violencia y represin, regresin y percepcin del in. As como una parte consistente comprendi que la inminente virtualizacin de la vida deba ser combatida tambin con sus mismas armas, a travs del conocimiento y la prctica de nuevas formas de comunicacin autnoma, aprovechando el desarrollo tecnolgico.

    Otra parte, igual de importante, fue capaz de fundamentar tericamente,

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    La inmensa produccin de materiales (fanzines, revistas peridicos, folletos, collages, anti-tebeos, etc.), en formatos nuevos, la mayora de las veces de vida corta, en ocasiones histricos (A/Traverso, Zut, Wow), y la agobiante sensacin de derrota, diicultan hoy, casi como si se tratase de una estrategia consciente, el contacto con estas expresiones, que descansan en las colecciones privadas de compaeros directamente involucrados con el movimiento.

    Cabe destacar que la diseminacin lingstica y artstica, al tiempo que la deseada liberacin del cuerpo y del deseo, alcanz tal densidad que en un cortsimo espacio de tiempo se fraguaron nuevas identidades tribales (los indios metropolitanos, los mao-dadastas, los parodistas, los perros sueltos...) que tomaron parte creativa a veces decisiva en los debates, asambleas y manifestaciones del movimiento.

    Alimentndose tanto del post-estructuralismo francs tanto como del negacionismo post-situacionista, de las culturas libertarias y hippies como del nihilismo (el punk es contemporneo, meterico, afsico, agresivo, transgresiva- mente suicida), el movimiento del 77 experiment e impuls la fractura del lenguaje en la jerga, el balbuceo, la volatilizacin de la palabra, llevando a cabo una agresin profundamente irnica sobre las formas clsicas de comunicacin. En este sentido, se trataba de una experimentacin esencialmente formal, investigacin creativa de nuevas formas de expresin, bajo las evidentes herencias del futurismo, el surrealismo, el letrismo (el cut-up, la escritura automtica, el puzzle, los crucigramas, el collage, el ready-made y todas las tcnicas de detournement), en el intento de devolver la palabra a la vida. Objetos e imgenes comunes (obras de arte, lemas, publicidad, carteles, falsas cabeceras de peridicos, falsas noticias) fueron desviados de su destino y colocados en contextos diferentes, donde el signiicado originario se perda en la construccin de un nuevo conjunto signiicante (a veces sin signiicado)

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    PresentacinGiuseppe Maio

    Hablar del movimiento del 77 aprovechando la distancia temporal y tratando de sortear el aislamiento obrado por la crtica institucional, conlleva el riesgo de la saturacin interpretativa, pues la saturacin, la fragmentacin, la diseminacin, constituyen sus rasgos ms evidentes. Afortunadamente, su isonoma como movimiento de movimientos, como punto de aceleracin (del antagonismo de sujetos emergentes, y de otros en va de desaparicin) y a la vez, de ralentizacin (en tanto resistencia e implosin), favorece la oralidad (la lectura a partir de la presencia). La extensa bibliograa, casi del todo reconducible a las experiencias personales dentro del movimiento, toma forma de testimonio, de antologa de la extensa documentacin de base, de anlisis de elementos conceptuales; siempre en forma de clave para la comprensin de las sucesivas derivaciones. Por otro lado, la especiicidad italiana del movimiento del 77 puede llevarnos a una interpretacin localista y, en consecuencia, a una visin reduccionista de los acontecimientos, o por lo contrario, a la bsqueda, a veces forzada, de rasgos comunes en el escenario internacional (patrones de las sucesivas identidades de la auto-organizacin de los movimientos contemporneos). Operaciones legitimas, aunque de lo que se trata es, a mi parecer, de aprovechar su fragmentacin lingstica y de accin (en el sentido antagonista radical) con el propsito de airmar las sinergias de nuestro estar hoy en los conlictos.Esta sociedad lo celebra todo, as que con treinta aos cumplidos, en Italia ya ha empezado la letana del luto sin duelo al que se condenan los eventos pasados, hasta los ms excntricos. Los peridicos han empezado a ofrecer la est- tica publicitaria de esos movimientos en

  • 4un cctel de nostalgia y banalidad. Se ponen de relieve, adems, las contradicciones ms morbosas, la violencia, la lucha armada, las derivas de la droga y de la represin. Se puede imaginar que la memoria tomar las formas del carnaval en el que los medios estn volcados con el propsito de ofrecer, una vez ms, la forma paciicada de:

    Su poder imaginario porqu si hay algn mbito en el que Occidente sigue siendo inigualable y est llamado a conservar una importante y duradera ventaja es precisamente ms all del terreno inanciero y armamentstico, es esa huida hacia delante en la mascarada democrtica, en esa empresa nihilista de aniquilacin de los valores y de simulacin total. [...]

    La historia, al repetirse, se convierte en farsa. Pero la farsa, al repetirse a su vez, acaba siendo historia. Es decir, a fuerza de repeticiones e incrementos, los simulacros terminan por convertirse en nuestro destino material.1

    Esto nos aboca a una sensacin de vrtigo y a una cierta desorientacin, por supuesto, nos impone un esfuerzo de concentracin, ms all de la identiicacin y de la recombinacin/reconduccin de las derivaciones tericas que en los aos sucesivos al 77 todava se siguen librando dentro del movimiento.

    Establecer una relacin a-dialctica con nuestro pasado reciente, sin sobrevalorar, en la medida de lo posible, la bsqueda de continuidades y races, supone un esfuerzo afectivo y cognitivo que asume el vaco sin dispersarse, que convive con el pnico de la volatilidad de la comunicacin, y se propone como conciencia apasionada del irrevocable in de una poca y como visin de nuevos terrenos de presencia.

    La conciencia de la imposibilidad de un mtodo historicista (ya no hay

    1 Jean Baudrillard, El juego del antagonismo mundial o la agona del poder.

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    defensa es parte fundamental, a todos los niveles, de la democracia directa.

    Entre las formas de resistencia ms frecuentes en esos aos, cabe recordar las luchas para la auto-reduccin de los recibos del telfono, las expropiaciones proletarias, los mercadillos rojos, las iestas de barrio, la solidaridad y la ayuda humanitaria a los pueblos oprimidos por el imperialismo, los ataques y el cierre de las sedes de la derecha, la lucha contra los traicantes de droga, los piquetes delante de las fbricas, la difusin de la prensa de extrema izquierda casa por casa, la reivindicacin y la prctica de no pagar los servicios pblicos y la cultura.

    Estas formas se conectan, claramente en la actualidad, con las marchas contra el paro de los precarios, los movimientos por una renta garantizada, por el derecho al transporte, las ocupaciones, los centros sociales de segunda gene- racin para la produccin autnoma de saberes, la autoformacin y la multidiversidad, los movimientos para la integracin de la inmigracin, por la paz y el medio ambiente...

    El carcter meterico del movimiento del 77 fue tambin el resultado de la aceleracin y convergencia de los modelos culturales y lingsticos que fundamentaban su xodo voluntario de la estructura del trabajo en transformacin. La implosin se produjo por la friccin entre las formas clsicas de la poltica (que llegaron hasta la exasperacin doctrinal leninista), y el rescate/exaltacin de todos los idiomas menores (facilitado por las nuevas tecnologas, la fotocopiadora, la offset, la radio, el videocasete). De ndole subversiva, el movimiento contracultural que naci en 1977 evoc la fusin entre arte y vida cotidiana, un rechazo sistemtico, de alguna manera anticapitalista, de toda prioridad del tiempo de trabajo sobre el tiempo de vida y la voluntad de redistribuir la riqueza y de disfrutar del tiempo de vida liberado del trabajo, principalmente en actividades culturales.

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    Partido Comunista Italiano (PCI), el ms importan- te de Europa, recrimin desde el primer momento al movimiento del 77, este carcter negativo, invocando la unidad de la clase obrera y popular (cuya base estaba vertebrada por slidas races de origen catlica), en defensa dogmtica de su proyecto de partido-Estado y de toma del poder institucional, es ms, de Compromiso Histrico con los partidos de la burguesa (DC). La fractura, que se iba perilando ya despus del 68, dio lugar al nacimiento de ese universo de micro-organizaciones polticas asimilables con el nombre de izquierda extra- parlamentaria. Fue profunda, y en ocasiones violenta, dejando al movimiento aislado entre la deriva insurreccional, la dursima represin y los refugios/relujos, y al movimiento obrero (ya en vas de globalizacin), en ausencia de representacin poltica por la simple anulacin de su razn de ser productiva.

    Entre stas quizs vertientes simplistas, se iniltr en el qu-hacer una espesa red de experiencias de democracia directa y consejista (los crculos del proletariado juvenil, los centros sociales, los consejos de fabrica, los comits de barrio, los comits de autoreduccin, las estructuras de los inquilinos), movimientos que Donatella Della Porta identiica bien como:

    Familia de movimientos sociales, un conjunto de movimientos que prescindiendo de sus objetivos especicos tiene valores de base similares, adems de una sobreposicin organizativa y alianzas puntuales y espontneas para las campaas de protesta.11

    Experiencias de autoorganizacin y reterritorializacin, de reivindicacin y reapropiacin del territorio, en el momento en que las coordenadas espaciales estaban mudando debido a la adecuacin de las estructuras metropolitanas a las nue- vas necesidades productivas. En este esquema se inscribe tambin el antifascismo militante, las rondas proletarias, la percepcin del territorio como espacio comunitario cuya

    11 Donatella Della Porta, Movimenti collettivi e sistema politico in Italia 1960-1995

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    totalidades que se puedan alcanzar partiendo de otras totalidades) en lugar de alimentar la desorientacin y la frustracin, debe airmarnos en la esfera conceptual de la autonoma.

    Contrariamente a la ilusin dialctica, nada puede ser aniquilado y superado en el proceso histrico. Toda forma econmica, cultural y tecnolgica se estratiica instalndose de forma indeleble en el tejido cognitivo y antropolgico de la colectividad. El capitalismo es en este sentido insuperable, irreversible, no biodegradable. Sin embargo, reconocer la imposibilidad de superar el capitalismo no signiica para nada aceptarlo como limite a la imaginacin social y a la creacin poltica. No signiica para nada estar sometidos a sus polticas econmicas y a las ideologas que lo absolutizan.2

    Guattari dice:Cuando por la noche un nio canturrea para s, lo hace porque intenta evitar el pnico de la desesperacin, del caos, porque intenta reencontrar un sentido en el universo, intenta construir una secuencia reconocible, una secuencia que es su sentido, su territorio.3

    A lo largo de la historia los hombres han estado elaborando continuamente unos estribillos, esto es, unas formas, unos modos, unos rituales, artsticos, cienticos, econmicos, polticos, normativos, a travs de los cuales se pueda poner orden en el universo. La identidad se convierte en un punto de referencia. El estribillo es una modalidad de territorializacin prctica, una marca rtmica obsesiva de la relacin entre sujeto y universo, un intento de reducir el caos a un orden ritual, simblico, epistmico, poltico.

    Con estos textos y con los actos con los que conmemoramos/relexionamos sobre el movimiento del 77,4 el estribillo lo constituyen 2 Franco Berardi, Il sapiente, il mercante, il guerriero, Roma, Derive Aproddi, 2004.3 Flix Guattari, Caosmosis, Buenos Aires, Manantial, 2000.4 El seminario 30 aos no son nada. El movimiento del 77, celebrado los das 23 y 24 de marzo por

  • 6la cronologa, las interpretaciones y las proyecciones que los recorridos del movimiento, un extrao movimiento de extraos estudiantes, han trazado hasta nuestros das. Se trata de la exposicin, la documentacin, el anlisis de una historia especial, rechazada por la memoria oicial por su inutilidad, su fragmentacin, y si queremos por una determinada dosis de incoherencia e irrecuperabilidad...

    El estribillo no es, en cualquier caso, un buen mtodo de conocimiento porque produce automatismos, adicin, se envuelve sobre si mismo. Victimismo, autogratiicacin, nostalgia, amenazan su eicacia y la capacidad de auto- organizacin.

    El verdadero mtodo cultural, segn Guattari y Deleuze es el rizoma, la conexin, lo irreducible al uno y a lo mltiple.

    No se constituye de unidades sino de dimensiones o ms bien direcciones en movimiento, sin principio ni in, es siempre un medio, por lo que crece y se desborda.

    El movimiento del 77, cuya peculiaridad italiana ofrece lecturas mltiples representa ante todo una diseminacin de direcciones en movimiento. En este sentido, es la convergencia simultnea de tensiones a menudo irreconciliables, es su propia convivencia, bajo el signo de la resistencia, de la bsqueda de una salida revolucionaria y es su gentica, para nada accidental, de rpida combustin.

    El alcance simblico de esta explosin / consumacin, ms all de los anlisis que parten esencialmente del movimiento y del antagonismo,5

    nos da la posibilidad de buscar las proyecciones de sus lneas en el presente, que salvando las debidas distancias estn entre las intenciones, iniciativa del autor, Maria Grazia Macchia y Trafi cantes de Sueos, y con la participacin de Sergio Bianchi y Franco Barardi (Bifo).5 El post-obrerismo, la crisis de la representacin poltica institucional, el papel del sindicato, el feminismo, las componentes llamadas creati- vas, la autonoma, la conciliacin de la vivencia emocional con la mili- tancia, la produccin y diseminacin cultural, etc.

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    en el desarrollo de las tecnologas de la informacin?

    Se volvi a producir el destino de las vanguardias intelectuales de la primera mitad del siglo XX, de las gran- des narraciones de la modernidad, que a pesar de su indiscutible intencin subversiva, fueron de hecho fcilmente integradas en un sistema cultural en el que todo se haca mercanca e informacin, en aras de la estetizacin y artistizacin absolutas?

    Las huelgas salvajes, los sabotajes, as como la teorizacin deseante de un tiempo de vida liberado de la esclavitud del trabajo, la reivindicacin de una matriz personal de la esfera poltica, la crisis de la militancia voluntarista y alienante (provocada especialmente por los movimientos feministas), una vez criminalizados y reprimidos brutalmente sus rasgos violentos, aceleraron efectivamente la transicin del sistema productivo al sistema de la informacin global, al trabajo abstracto (general intellect), con sus corolarios de cinismo y oportunismo?

    Preguntas / espejismos, cuyas respuestas no aportan la necesaria reorientacin, pues por lo que atae al movimiento del 77, est claro que la evolucin del sistema estaba ya inscrita en los procesos. Adems el movimiento, antes que resistir a ultranza a la reestructuracin productiva, forz los lmites y sus trayectorias en el intento de obtener consecuencias impropias y favorables para s mismos. Antes que encerrarse en un fortn asediado, abocados a una derrota apasionada, se empuj el adversario a atacar fortines vacos, abandonados previamente. Por ejemplo, la aceptacin de la movilidad se uni a la bsqueda de una renta garantizada como una idea de produccin ms cercana a la exigencia de autorrealizacin.10

    Fue inevitable que estos comportamientos se hiciesen entonces indescifrables para la clase obrera y sus representanzas institucionales. El 10 Paolo Virno, Virtuosismo y revolucin en Virtuosismo y revolucin. La accin poltica en la era del desencanto, Madrid, Trafi cantes de Sueos, 2003

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    del Fragmento sobre las mquinas de Marx.7

    El rechazo del trabajo, para los componentes polticos y libertarios del movimiento del 77, fue un concepto adquirido instintivamente, fuertemente alusivo de la necesidad de una ruptura radical, improbable objetiva- mente pero no subjetivamente: la conciencia de ser una minora en los hechos, en aquel contexto social, no impidi la intuicin de ser, pese a todo, una mayora en el plano de la proyeccin potencial; de ser representacin del posible futuro, sujetos de la crisis y variables de un desarrollo alternativo que pona al centro, no tanto liberarse del trabajo, sino la liberacin del trabajo.

    A modo de breve resumen, el saber abstracto cientico y no solo se ha convertido hoy en la principal fuerza productiva, relegando el trabajo parcializado y repetitivo a una posicin residual. Escribe Marx:

    El robo del tiempo de trabajo ajeno sobre el cual se apoya la actual riqueza se presenta como una base miserable respecto a esta nueva base (el sistema de maquinas automatizadas) que se ha desarrollado mientras tanto, siendo creada por la misma gran industria.8

    El capitalismo inanciero-corporativo global rechaza la produccin de plusvala y plantea su crecimiento presente y futuro a costa de reducir el valor de la vida.9 Se pone a trabajar la vida, garantizndose la hegemona.

    Entonces es que toda la conlictividad, expresada en contra del trabajo repetititivo y del sistema de produccin en los aos setenta, por parte de las vanguardias obreras y estudiantiles, pudo ser congenita a la transicin que el sistema emprendi para superar la produccin mecnica, lexibiizar el trabajo, virtualizar la misma vida, apoyndose

    7 Paolo Virno, Gramtica de la multitud, Marid, Trafi cantes de Sueos, 20048 K. Marx, Elementos fundamentales para la crtica de la economa poltica (Grudrisse), 3 vols., Mxico, Siglo XXI, 19979 Franco Berardi, Qu signifi ca hoy autonoma?, incluido en este volumen.

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    extraordinariamente ambiciosas, de los promotores de este encuentro. No memoria sino actualizacin, no celebracin sino conocimiento y conciencia de los procesos, como fundamentos para la puesta en marcha de los nuevos proyectos.

    Por supuesto hay que evitar la fcil, aunque seductora, mitizacin. Hay en cambio que exaltar sus elementos constituyentes, no solamente los polticos o de movimiento, en sentido propiamente marxista, sino tambin aquellos comunitarios, de identidad: el orgullo, un imaginario revolucionario, la energa, la voluntad, el esfuerzo colectivo, la amistad.

    Y de proyectarlos en el presente, ponindolos en relacin, sin forzarlos, con las dimensiones militantes y de agregacin de las prcticas sociales, la desobediencia civil, las ocupaciones, los centros sociales, la solidaridad, la inmigracin, el movimiento por la paz, el movimientos contra la globalizacin, el mediactivismo, el software libre, el empoderamiento y la contextualizacin social de los medios de comunicacin sistmicos, radios y televisiones libres, revistas, editoriales. En deinitiva, ms o menos con todas las limitaciones y las diicultades, estamos en movimiento.

    Hoy ms que nunca los intereses mercantiles se combinan con los estticos, histricos y comunicativos. Entre los miles de ejemplos, cabe sealar la apropiacin por parte de la ideologa dominante de la palabra solidaridad, o la ltima campaa publicitaria del primer banco del sistema inanciero espaol, que ha utilizado como lema la palabraRevolucin, pintada en rojo, como un grafiti...

    Las consecuencias estn a la vista, mejor, dentro de nos- otros, la anulacin de la distancia entre sujeto y objeto, sujeto e imagen, sujeto y s mismo:

    La generalizacin de la parlisis de pnico, la ansiedad, la destruccin

  • 8de la esfera pblica, de los servicios sociales, de la percepcin de pertenencia a una esfera colectiva [...] para poder alimentar la demanda de seguridad [...] La sociedad occidental tiende a convertirse en un cuartel en el que la emergencia prevalece sistemtica- mente sobre la poltica.6

    Las palabras se hipertextualizan, la saturacin de la informacin como recurso fundamental de valoracin del capital, las despoja de contenido. Las imgenes proliferan exponencialmente ilustrando la violencia del mundo y la violencia sobre s mismas: su utilizacin salvaje como elemento de documentacin, como testimonio, como mensaje (incluidos los mensajes de miseria y de violencia), su sobre-exposicin con ines morales, pedaggicos, polticos, publicitarios.

    No sorprende que en este clima se haya perdido una cierta capacidad de enfoque, convirtindose en un problema, en un esfuerzo ciclpeo.

    Desde el punto de vista de la palabra hoy, ms que ayer, se trata de librar una lucha cultural, para no sucumbir a la asimilacin y fagocitacin de toda la experiencia antagonista. En este sentido, el movimiento del 77 se sita exacta- mente en el punto de interseccin entre la cultura dominan- te del aparato poltico y productivo (ms propiamente de los aos sesenta y principios de los setenta: cultura clasista, elitismo intelectual, vanguardismo subordinado, control y represin) y la profunda transformacin tecnolgica y social, de la hegemona de la mente global, de la virtualizacin de la vida (globalizacin del acceso, lexibilizacin externalizacin salvaje, precariedad crnica, prevencin intersticial). La capacidad del sistema para integrar las contradicciones sociales y culturales pone en evidencia lo que Baudrillard llama hegemona del poder.

    Hegemona como sometimiento de las mentes a un modelo nico, a una

    6 Franco Berardi, Il sapiente..., cit

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    sola dimensin conceptual, de manera que cualquier otra perspectiva, cualquier apuesta simblica distinta es inconcebible. La hegemona no se produce solamente a nivel verbal-discursivo sino tambin en el mbito de las normas sociales determinantes de la vida cotidiana de la gente, es decir como gramtica cultural. Las formas culturales constituyen elementos esenciales de la reproduccin de las relaciones sociales imperantes y son importantsimas para su conservacin.

    Lejos de asumir esta situacin se hace an ms urgente la necesidad responsable de un trabajo cultural de segunda generacin, que se ponga a trazar lneas en profundidad, que vuelva a apropiarse de una tenaz capacidad de enfoque en el ofuscamiento generalizado, inducido por la informacin viral, por la banalizacin de la comunicacin. Por decirlo con palabras de Virno, por el comunismo del capital.El esfuerzo de enfoque, de inmersin en los acontecimientos del 77 italiano, no ofusca el contexto, no se trata de un ejercicio intelectual sino de reconstruccin de lneas de fuga alrededor de ncleos duros de enunciacin, cuyo objetivo es establecer feedbacks distintos, que puedan irradiar el presen- te con la luz de la crtica radical.

    Este enfoque supone dosis de ralentizacin y de concentracin, que signiican de por s una expansin (tal vez algo inusual en estos tiempos), una recuperacin de la conciencia lcida ms all del localismo, la simple resistencia cultural, el victimismo, la resignacin.

    De las innumerables referencias que los acontecimientos del 77 italiano nos ofrecen, una me parece particularmente actual y digna de relexin, la del trabajo. De su rechazo y del estratgico xodo social del trabajo intelectual.

    En su segunda tesis sobre la multitud y el capitalismo postfordista, Paolo Virno enuncia que el postfordismo es la realizacin emprica

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    No supo ver las dinmicas culturales profundas que procedan de la cultura americana. Tampoco supo prever las dinmicas tecnolgicas y las transformaciones productivas que se derivaran de ellas. En lugar de seguir la evolucin de la sociedad, la izquierda se erigi en guardin de la continuidad del sistema poltico. En ello reside la analoga entre el 77 bolos y lo que despus sera 1989. El 77 fue el anuncio de 1989 precisamente porque reivindic la autonoma del devenir social molecular (tecnolgico, productivo, cultural, comunicativo) frente a la rigidez molar de lo poltico, del Estado y del partido.

    Information to the people

    Information to the peoplees uno de los eslganes que nacen del movimiento de la contracultura en la California de los aos sesenta. En el caldo de cultivo de la costa occidental de los Estados Unidos crecieron Steve Wozniak y Steve Jobs, fundadores de Apple Computer, y creadores de la ilosoa y la prctica que est en la base de la difusin de la informtica, el interfaz amistoso, el espritu de red y el open source. El ao en el que se registra la marca Apple es, qu casualidad, 1977. En ese ao se produce en Italia el estallido de una forma innovadora de comunicacin, la de las radios libres y la del uso del directo en las transmisiones radiofnicas. El nacimiento de las radios libres es consecuencia de un acontecimiento jurdico de diciembre de 1974. En ese mes el Tribunal Constitucional italiano estableci la inconstitucionalidad del monopolio estatal del ter, y estableci de forma indirecta el derecho de transmisin para cualquier ciudadano o asociacin. El propio Tribunal, en esa misma sentencia, reclamaba la necesidad de una regulacin del uso del ter.En ese vaco legal algunos empezaron a entrever la posibilidad de construir estructuras de informacin completamente libres, desligadas de cualquier institucin estatal o poltica, y de cualquier inters comercial, econmico o especulativo. Y era posible. El coste de instalacin

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    Elaoenelqueel futuroseacab12Franco Berardi (Bifo)

    Premisa: las dos memorias del setenta y siete

    Cuando se habla de 1977 vienen a la mente una serie de asociaciones de ideas, imgenes, recuerdos, conceptos y palabras, a menudo incoherentes entre s.

    El 77 es el ao en el que estall y se despleg un movimiento de estudiantes y de jvenes proletarios que se expres de forma muy intensa en las ciudades de Bolonia y Roma. En algunos ambientes, setenta y siete evoca violencia, tropelas, aos de plomo, miedo en las calles y en las escuelas. En otros ambientes signiica, en cambio, creatividad, feliz expresin de necesidades sociales y culturales, autoorganizacin de masas, comunicacin innovadora.Cmo pueden convivir estas dos visiones, a menudo en la mente de las mismas personas? 1977 es un punto de contacto o, ms bien, de cesura, el punto en el que se encuentran (o tal vez se separan, pero es lo mismo) dos pocas diferentes. Por ello se trata del momento de emergencia y de formacin de dos visiones incompatibles, de dos percepciones disonantes de la realidad. En ese ao alcanza su madurez la historia de un siglo, el siglo del capitalismo industrial y las luchas obreras, el siglo de la responsabilidad poltica y las grandes organizaciones de masas. Se empieza a entrever la poca postindustrial, la revolucin microelectrnica, el principio de la red, la proliferacin de los agentes de comunicacin horizontal, y, por tanto, la disolucin de la poltica organizada, la crisis de los Estados nacin y de los partidos de masas.

    12 Captulo de Franco Berardi (Bifo) y Vernica Bridi (eds.), 1977 lanno in cui il futuro incominci, Roma, Fandango 2002.

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    No debemos olvidar que 1977 fue adems del ao de los movimientos de contestacin creativa en las universidades y barrios italianos muchas otras cosas, no todas alineadas en la misma direccin ni bajo el mismo signo. Fue el ao del nacimiento del punk, el ao del jubileo de la Reina de Inglaterra contestado por los Sex Pistols, que pusieron patas arriba la capital britnica durante das y das con msica y barricadas lanzando el grito que marca como una maldicin los siguientes dos decenios: No Future. Pero es tambin el ao en el que en los garajes de Silicon Valley chicos, como Steve Wozniak y Steve Jobs, hippies libertarios y psicodlicos logran crear el interfaz user friendly13 que har posible en pocos aos el acceso cada vez ms amplio y popular a la informtica y despus a la telemtica de red. Es el ao en el que Simon Nora y Alain Minc escriben un informe al Presidente de la Repblica Francesa, Valery Giscard dEstaing, titulado Linformatisation de la socit,14 en el cual se esbozan las transformaciones sociales, polticas, urbansticas previsibles en la poca siguiente como consecuencia de la introduccin en el trabajo y en la comunicacin de las tecnologas digitales y de la telemtica (es decir, la informtica a distancia; es decir, la conexin en red de los ordenadores; es decir, Internet).

    1977 es tambin el ao en el que son procesados los rebeldes de la Banda de los Cuatro, Chiang Ching, Wang Hung-Wen, Yao Wen-Yuan y Chiang Chung-Chao. Los cuatro ultramaostas de Shanghai fueron llevados encade- nados a Beijing y condenados a penas de crcel largusimas, porque representaban, a ojos del grupo dirigente denguesta,15 la utopa de una sociedad igualitaria en la que las reglas econmicas seran anuladas en favor de una primaca absoluta de la

    13 Interfaz amistoso con el usuario, el interfaz de usuario de los ordena- dores basado en metforas grfi cas (carpetas, ventanas, escritorio) y en el uso del ratn [N. del E]14 Simon Nora y Alain Minc, La informatizacin de la sociedad, Madrid,Fondo de Cultura Econmica 198215 Por Deng Xiaoping, dirigente comunista chino. Vinculado desde los aos cincuenta al ala moderada o conservadora del PCCh, fue destituido duran- te la Revolucin Cultural Proletaria en 196769. Regres al poder de la mano de Zhou Enlai en 1973. Tras la muerte de Zhou y Mao en 1976, se enfrent con la llamada banda de los cuatro a la que desaloj del poder. Entre 1977 y 1987, Deng fue el inspirador de la reforma de la sociedad china hacia una economa capitalista bajo la direccin del partido comunista [N. del E]

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    que sus patrones estaban en muchos casos ailiados al PCI. Cuando los obreros de la Fiat atacaron las polticas patronales y reivindicaron su autonoma, se encontraron en frente, defendiendo a Agnelli,27 a Giorgio Amendola, el viejo dirigente estalinista napolitano reconvertido a un reformismo autoritario. Por todas estas razones, el movimiento vio en el PCI un enemigo y no un interlocutor con el que discutir.

    En los aos anteriores se haba insistido mucho, en Italia y en el extranjero, en la naturaleza especica de la experiencia comunista italiana. El PCI era un partido ms democrtico que sus partidos hermanos de Europa oriental o de Francia. Era cierto, en alguna medida. Haba sido cierto desde luego en los aos sesenta, antes de la invasin sovitica de Checoslovaquia. A inales de los aos sesenta se abri en el PCI una dialctica cultural que registraba la novedad del movimiento estudiantil. Pero este debate nunca alcanz a mover a la cpula, ni a la direccin central, ni a las ideologas fuertes que guiaban al partido-coloso. En los setenta, el PCI se encerr en la torre de maril de la autonoma de lo poltico. Tras el golpe de Estado en Chile el entonces secretario general del PCI, Enrico Berlinguer, pens que no haba otro camino que el del compromiso poltico con la Democracia Cristiana. Cuando vio crecer el movimiento autnomo y, sobre todo, cuando vio que el movimiento atacaba el baluarte bolos del PCI, reaccion llamando despectivamente a los contestatarios untorelli,28 y airm que stos jams lograran conquistar el bastin bolos.

    Pero la previsin de Berlinguer fue a la larga desmentida por los hechos. El 77 puso en marcha una dinmica de corrosin que se puede leer hoy a la luz de lo que sucedera doce aos ms tarde, en 1989, en toda Europa. Desde el 77 la ailiacin al PCI empieza a declinar de modo inexorable. La izquierda no saba ver otra cosa que la poltica, y no supo ver as lo que empezaba a moverse en el vientre profundo de la sociedad.

    27 El gran patrn de la Fiat [N. del E.].28 Nombre con el que se llamaba en las pocas de peste, a las personas a las que se acusaba de contagiar la enfermedad untando las puertas. En sentido fi gurado, pobre diablo [N. del E.].

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    de una progresiva decadencia del valor histrico y productivo del trabajo obrero.

    En segundo lugar, el movimiento pona en cuestin la identiicacin entre clase obrera y Estado, la adhesin profunda a la institucin estatal, considerada por el PCI como un elemento fundamental de la identidad democrtica.

    El movimiento prefera airmar la obsolescencia tendencial del Estado, su vaciamiento y su progresiva reduccin a pura y simple mquina represiva. El fetichismo de la formaEstado caracterstico del grupo dirigente del PCI estaba adems vinculado a la teorizacin leninista en su versin tercer internacionalista. Desde luego, Marx no puso al Estado en un pedestal. Fue el partido de Lenin, una vez alcanzado el poder, quien identiic el Estado obrero con el ideal histrico y poltico del poder obrero. Visto a toro pasado, podemos airmar que la identiicacin entre Estado y poder obrero era una de las ms profundas mentiras de la teora y la prctica estalinianas, y una de las huellas ms indelebles de la tradicin tercerinternacionalista y comunista.

    Esta problemtica apareci en Bolonia, aunque de forma atenuada y reformada, y la santiicacin del Estado como forma indiscutible a la que debe ser reconducida toda mediacin social estaba lejsimos del espritu libertario del movimiento. En este sentido, el movimiento (en especial el bolos) tuvo una doble responsabilidad cultural. Por un lado, contribuy a reducir la religin estatalista de la izquierda. Por otro lado, abri el camino, de algn modo, al liberalismo que en los aos ochenta se extendi por la cultura y la economa, tras la victoria de Thatcher y Reagan.

    Cuando los estudiantes se pusieron a contestar a los mandarines acadmicos, descubrieron que en buena parte se trataba de mandarines con carnet del PCI. Los jvenes obre- ros de la Emilia se encontraron con

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    ideologa. La utopa comunista empieza su larga crisis precisamente all donde haba sido llevada hasta sus consecuencias ms extremas y sangrientas, all donde la Revolucin Cultural Proletaria haba desencadenado las tendencias ms radicales e intransigentes. Pero es tambin el ao en el que en Praga y Varsovia se extienden las primeras acciones de disidencia obrera y los disidentes checos irman la Carta 77. Es el ao en el que Yuri Andropov (director entonces del KGB) escribe una carta al cadver ambulante de Leonid Breznev (secretario general del PCUS y mxima autoridad de la Unin Sovitica) en la que le dice que si la URSS no es capaz de recuperar con rapidez el retraso en el campo de las tecnologas de la informacin el socialismo se hundir. El 77 no se puede comprender slo ojeando el lbum italiano en el que hallemos las fotos de jvenes de pelo largo con la cara cubierta por un pasamontaas o una bufanda. No se puede entender limitndonos a escuchar eslganes truculentos, en parte ideolgicos, en parte extraamente surrealistas.

    En ese ao se pasa la pgina del siglo XX tal como en 187071, en las calles ensangrentadas de Pars, la Comuna pas la pgina del siglo XIX y mostr con qu luces y sombras se anunciaba en el horizonte el siglo XX. Debemos intentar tener en cuenta esta complejidad cuando hablemos del acontecimiento italiano que fue el movimiento autnomo y creativo, porque slo a partir de esta complejidad podremos entender qu sucede ms all de la crnica calle- jera, de las manifestaciones, de los enfrentamientos, de los ccteles molotov, ms all del debate sobre la violencia; ms all de la represin violenta con la que el Estado y la izquierda arremetieron contra el movimiento hasta criminalizarlo y empujarlo en brazos del terrorismo brigadista.

    El paso a la sociedad postindustrialEn primer lugar debemos ijarnos en el cambio productivo que afecta a las sociedades occidentales a partir de los aos setenta y que se va haciendo cada vez ms profundo, rpido y estremecedor en los dos decenios siguientes. Se trata de una transformacin determinada

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    por la difusin de las tecnologas microelectrnicas (y despus por la digitalizacin), pero tambin por la creciente desafeccin de los obreros industriales al trabajo de fbrica. Desafeccin es una palabra clave para comprender la situacin social y la cultura en torno a la que se forma el movimiento del 77. Desafeccin al trabajo es la frmula con la que se deina (por parte del esta- blishment periodstico, patronal y tambin sindical) la tendencia de los obreros, sobre todo de los obreros jvenes, a ponerse enfermos, a coger la baja, a trabajar poco y mal.Los empresarios sealaban que la desafeccin era la causa principal de la cada de los ndices de productividad. Y de hecho las cosas eran as.

    ora, ora, lavora solo unora.16

    Lavoro zero, reddito intero/tutta la produzione allauto- mazione.17

    stos eran los eslganes que lanzaban a mediados de los setenta los jvenes obreros autnomos en las fbricas ms extremistas como Carrozzerie de la Fiat de Miraiori, el Petrolchimico de Porto Marghera o la Siemens de Miln. Se trataba de eslganes toscos, elementales. Pero tras ellos se ocultaba un cambio cultural y tambin una relexin poltica nada supericial. El signiicado de aquellos eslganes, de aquella desafeccin, era de hecho el in de la tica del trabajo y el correspondiente in de la necesidad social del trabajo industrial. Eran los aos en los que la tecnologa empezaba a hacer posible una progresiva sustitucin del trabajo obrero. Y eran los aos en los que el rechazo del trabajo se abra camino en la cultura juvenil y en la teorizacin de grupos como Potere Operaio y Lotta Continua, que tenan cierto eco en las fbricas del norte, en especial en 1969-70.

    El movimiento de estudiantes y jvenes proletarios que se difundi en 1977 de las universidades a los crculos del proletariado juvenil y a los barrios, retomaba los eslganes y la hiptesis del rechazo del trabajo y 16 Ya es hora, ya es hora, trabaja slo una hora17 Trabajo cero, sueldo entero/toda la produccin a la automatizacin

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    Internacional, sea en su variante reformista del PCI, sea en su variante revolucionario-leninista. Ese movimiento no tena nada que hacer con esas viejas historias. Y sin embargo, aquellas viejas historias le pasaron factura, lo rodearon con sus antiguallas y sus obsesiones.

    El PCI del Compromiso Histrico trat de aislar al movimiento con una estrategia de marginacin cultural prolongada. La tradicin estalino-maosta persigui al movimiento con el terror, la militarizacin, el chantaje y, al inal, con la epidemia del arrepentimiento. Desde este punto de vista hay que decir, sin tantas historias, que 1977 (en especial el bolos) fue el primer episodio de 1989.25

    Y es en Bolonia donde se inicia el proceso deinitivo de desmantelamiento de la burocracia estalinista que despus del Memorial de Yalta de Togliatti en 196426 se haba reciclado como burocracia reformista sin abandonar su vocacin de aplastar la disidencia, de expulsarla, calumniarla, mistiicarla, reprimirla. En Bolonia, en marzo de 1977 muchos pensaron que el enemigo principal era el PCI. Los comunistas lo decan con incredulidad, como si fuese un escndalo denunciar su poder.

    Pero la dureza de ese enfrentamiento debe entenderse en la perspectiva de un cambio cultural profundo. El movimiento pona en cuestin los dos pilares sobre los que se haba fundado la cultura del partido comunista.

    En primer lugar, la tica del trabajo, el orgullo del pro- ductor que reivindica profesionalidad, oicio, autogestin. El movimiento opona a eso el rechazo del trabajo, el absentismo, la desafeccin y la perspectiva 25 Ao de la cada del muro de Berln [N. del E.]26 Palmiro Togliatti, dirigente de la Internacional Comunista y mximo dirigente del PCI desde 1926 hasta su muerte en 1964 en Yalta (Crimea, URSS), dej formuladas en su testamento poltico (el llamado Memorial de Yalta) las lneas maestras de su concepcin del policentrismo del movimiento comunista internacional (por oposicin al liderazgo de la URSS) y de la va italiana al socialismo por medio de una accin pacfi - ca, de masas, electoral y una poltica de reformas en el marco de las ins- tituciones de la Repblica Italiana [N. del E]

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    disciplinan los cuerpos y las mentes, se construyen cajas como la fbrica, la crcel, el hospital, el manicomio, la ciudad monocntrica. En estas sociedades la represin tiene un carcter institucional y centralizado, y consiste en la imposicin de reglas y estructuras estables. La sociedad que va tomando forma en los ltimos decenios del siglo XX tiene un carcter completamente diferente de las que, con Foucault, podemos llamar sociedades disciplinarias. Funcionan sobre la base de controles insertos en el propio genoma de las relaciones sociales: automatismos informticos, tecnolgicos, automatismos lingsticos y inancieros.

    En apariencia, esta sociedad garantiza el mximo de libertad a sus componentes. Cada uno puede hacer lo que le parece. No hay ya imposicin de normas. No se pretende disciplinar los comportamientos individuales ni los itinerarios colectivos. Pero el control est inserto en el dispositivo del cerebro humano, en los dispositivos que hacen posibles las relaciones, el lenguaje, la comunicacin, el intercambio. El control est en todas partes, no est polticamente centralizado. El movimiento del 77 percibe este campo problemtico, y no es casual que precisamente en esos aos se empiece a dibujar con claridad el paso del pensamiento estructuralista al postestructuralista, si podemos llamar as al pensamiento rizomtico y proliferante que tiene su expresin ms signiicativa en el Antiedipo de Deleuze y Guattari.24 Imaginaciones esquizoides sustituyen a las representaciones disciplinares de tipo paranoico. El movimiento del 77 no quiere estar obsesionado con la centralidad poltica del Estado, del partido, de la ideologa. Preiere dispersar su atencin, su accin transformadora, su comunicacin por territorios mucho ms deshilachados: las formas de convivencia, las drogas, la sexualidad, el rechazo del trabajo, la experimentacin de formas de trabajo con motivacin tica, la creatividad.

    Por todas estas razones ese movimiento escapa deinitivamente de la referencia conceptual y poltica del movimiento obrero de la Tercera

    24 Gilles Deleuze y Flix Guattari, El anti-Edipo: Capitalismo y esquizofrenia, Barcelona, Paids 1985

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    los converta en un elemento de separacin profunda, traumtica frente a la tradicin cultural y poltica de la izquierda.

    La tica del trabajo, sobre la que se haba fundado la experiencia del movimiento obrero tradicional, empezaba a desmoronarse. En primer lugar, en la conciencia de los jvenes obreros deseosos de libertad, de ocio y de cultura. A continuacin, en las posibilidades tecnolgicas mismas del sistema productivo. La reduccin del tiempo de trabajo necesario gracias a la introduccin de tecnologas automticas y el proceso de rechazo del trabajo son convergentes y en cierto modo interdependientes. A partir de los aos sesenta los obreros de fbrica haban empezado a mostrar una creciente insubordinacin sindical, poltica y de comportamiento. Se difunda el rechazo del trabajo alienado porque la clase obrera de fbrica haba empezado a conocer formas de vida ms ricas, gracias a la escolarizacin, a la movilidad, a la difusin popular de la cultura crtica. Despus del 68, la insubordinacin obrera se encontr con el movimiento de los estudiantes y del trabajo intelectual; los dos fenmenos se haban fundido, en algunos casos de forma casi consciente.

    Rechazo del trabajo industrial, reivindicacin de espacios cada vez ms amplios de libertad y, por lo tanto, absentismo, insubordinacin, sabotaje, lucha poltica organizada contra los patrones y contra los ritmos de trabajo. Todo esto marc la historia social de los primeros aos sesenta hasta estallar en forma de autnticas insurrecciones pacicas contra el trabajo industrial, como sucedi en la primavera de 1973, cuando los obreros del automvil se rebelaron en toda Europa, desde la Renault a la Opel de Russelsheim y de Colonia, hasta la Fiat Miraiori de Turn, que durante unos meses fue recorrida por desiles de jovencsimos obreros con una cuerda roja al cuello que aullaban como indios por las secciones. Los indios metropolitanos, esas hordas de contestatarios culturales que se difundieron por el 77 universitario haban nacido en las secciones de la Fiat, en el rechazo de la miseria

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    asalariada y del embrutecimiento del trabajo industrial. Pero al mismo tiempo se haba ido desarrollando la bsqueda de procedimientos productivos cada vez ms automatizados, con uso integrado de la microelectrnica y de sistemas lexibles. Los obreros queran trabajar menos y los ingenieros investigaban tecnologas orientadas a reducir el tiempo de trabajo necesario, a automatizar la produccin. Entre inales de los setenta y el comienzo de los ochenta ambas tendencias se encontraron. Pero por desgracia, se encontraron bajo el signo de la reaccin capitalista y de la revancha anti-obrera, y no bajo el signo del poder obrero y la auto-organizacin. El movimiento obrero no haba logrado traducir la protesta obrera en auto-organizacin del proceso productivo.

    Y llegaron los aos de la contraofensiva. En lugar de reducir el tiempo de trabajo socialmente necesario y liberar tiempo de vida del trabajo, el capital logr, en los aos de la reestructuracin y de la airmacin del neoliberalismo, destruir la organizacin obrera mediante el despido de las van- guardias. Se iniciaba as la reduccin cuantitativa y poltica de la fuerza obrera. Se iniciaba la contrarrevolucin liberal. Pero en el centro mismo de este paso est el movimiento del 77, que se present consciente, declaradamente, como un movimiento contra el trabajo industrial.

    ora, ora, lavora solo unora, gritaban los autnomos creativos para responder al eslogan sindical ora, ora, potere a chi lavora.18

    El movimiento del 77 haba colocado el no trabajo, el rechazo del trabajo justo en el centro de la dinmica social y de la innovacin tecnolgica. Sin embargo, no logr traducir- lo en una accin poltica consciente y organizada. La innovacin tecnolgica trajo consigo una gigantesca reestructuracin en los aos ochenta y noventa. Pero esta reestructuracin tuvo un carcter anti-obrero, antisocial, y puso en

    18 Ya es hora, ya es hora, el poder a quien trabaja.

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    interpretativo, conceptual.

    Los untorelli

    As pues, 1977 puede ser descrito como el punto de separacin entre la poca industrial y de las grandes formaciones polticas, ideolgicas y estatales, por un lado, y, por otro, la siguiente, la poca proliferante de las tecnologas digitales, la difusin molecular de los dispositivos transversales de poder.

    En este marco debe entenderse la relacin conlictiva entre el movimiento y la izquierda tradicional, cuyos rituales e ideologas eran herencia de la historia pasada de la poca industrial. Esta separacin pudo parecer una ms de las tantas e interminables disputas doctrinarias y polticas dentro del movimiento obrero que llenan su siglo XX.23 Pero no era as. No se trataba de una de las discusiones dogmticas en las que se disputaba la hegemona sobre el movimiento comunista, porque ste se fundaba en premisas que la generacin del 77 liquid en el momento de constituirse como movimiento. En primer lugar, se abandona la premisa segn la cual el trabajo obrero es la base de toda identidad poltica de la izquierda. El 77 se concibe explcitamente como un movimiento postobrero, y rechaza la tica del trabajo que haba fundado la historia cultural del movimiento comunista del Novecientos.

    Cambia, por lo tanto, el referente subjetivo, pero cambia paralelamente el anlisis de la sociedad capitalista, de sus modalidades de funcionamiento. Deleuze propone interpretar la gran transicin que se dibuja como la transicin de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control. Las sociedades disciplinarias son las sociedades modernas descritas por Michel Foucault. Son sociedades en las que se

    23 Empezando por la ruptura de la Primera Internacional, siguiendo con el cisma bolchevique, el confl icto entre la Tercera Internacional y el Linkskommunismus, la guerra entre estalinismo y trostkismo en los aos 30, y acabando en la ruptura chinosovitica y la guerra entre revolucionarios y reformistas en los sesenta

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    generalizado de autoorganizacin de la inteligencia colectiva. Ese fue el proyecto pro- puesto al movimiento en junio de 1977 en un nmero de A/traverso bajo el ttulo La rivoluzione inita abbiamo vinto.21 La propuesta consista en construir un movimiento de ingenieros descalzos, en conectar tecnologa, ciencia y zonas temporalmente liberadas. Era una visin minoritaria, pero un nmero creciente de personas, de jvenes investigadores, de estudiantes y de artistas empezaba a entrever la posibilidad de un proceso de auto-organizacin del saber y de la creatividad.

    Radio Alice y las dems radios del movimiento representaron un primer intento de articular tecnologa, comunicacin e innovacin social. Todo ello apareca ligado, es cierto, a una retrica de tipo novecentista, a una retrica guerrillera.

    Pero lo que estaba en juego era el destino social de la inteligencia tecnolgico-cientica y de la inteligencia creativa y comunicativa. La conciencia de este paso empez a formarse en aquellos aos.

    Aparecen entonces los libros en los que se maniiesta la conciencia de una transicin social, tecnolgica y antropolgica. En 1973 aparece el texto de Daniel Bell El advenimiento de la sociedad postindustrial, mientras JeanFranois Lyotard publica en 1978 La condicin postmoderna. En 1976 Jean Baudrillard escribe El intercambio simblico y la muerte.22 El movimiento bolos tuvo, en efecto, una fuerte conexin con los puntos altos de la investigacin ilosica, y aliment a su vez algunos desarrollos de la relexin en Francia, Alemania y Estados Unidos. Y esa conexin tuvo facetas directamente polticas (como la organizacin del congreso internacional contra la represin en Bolonia en septiembre de 1977) pero tuvo tambin, a ms largo plazo, facetas de tipo ilosico,

    21 La revolucin ha terminado hemos vencido.22 Daniel Bell, El advenimiento de la sociedad postindustrial: un intento de prognosis social, Madrid, Alianza, 1976; Jean-Franois Lyotard, La condicin pos- tmoderna: informe sobre el saber, Madrid, Ctedra, 1984; y Jean Baudrillard, El intercambio simblico y la muerte, Caracas, Monte vila, 1993.

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    movimiento el proceso de devastacin de la sociedad que se aceler en los aos noventa (y que sigue acelerndose). Por qu no fue capaz el movimiento de traducir su vocacin social y sus intuiciones culturales en una accin poltica a largo plazo con el in de impulsar la auto-organizacin de la sociedad y del proceso productivo? sta es la cuestin sobre la que debemos detenernos.

    Dos son las razones por las que el movimiento no fue capaz de traducir su intuicin antilaboral en un programa poltico creble. La primera razn de esa incapacidad debe buscarse en el carcter ntimamente contradictorio del movimiento, que deriva del hecho de haberse visto a s mismo y al mismo tiempo como el ltimo movimiento comunista del siglo XX y como el primer movimiento postindustrial, y por tanto, postcomunista. La segunda razn reside en la represin a la que fue sometido: una represin violenta y prolongada, cuyas caractersticas deben ser analizadas con mayor profundidad.

    Pero veamos las cosas por orden.

    Los estudiantes y los jvenes obreros que se movilizaron en los primeros meses del ao 1977, pero que ya llevaban varios aos organizndose de mil nuevas formas (centros del proletariado juvenil, radios libres, comits autnomos de fbrica o de barrio, colectivos autnomos en las escuelas, etc.) expresaban comportamientos y necesidades que ya tenan poco que ver con las necesidades y los comportamientos del proletariado industrial tradicional. La reivindicacin ms fuer- te era la existencial. La calidad de la vida, la reivindicacin de una existencia realizada, la voluntad de liberar el tiempo y el cuerpo de las ataduras de la prestacin de trabajo industrial. stos eran los temas fuertes, stas eran las lneas a lo largo de las cuales se expresaban y se acumulaban la insubordinacin y la autonoma. Sin embargo, la representacin ideolgica pre- dominante en el seno del movimiento era la que llegaba linealmente de los movimientos revolucionarios del siglo XX, de la

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    historia del comunismo de la Tercera Internacional. Aunque el leninismo estuviera muy en cuestin en aquellos aos, la idea predominante era la de un movimiento revolucionario destinado a abatir el orden burgus y a construir de alguna manera (bastante imprecisa, por cierto) una sociedad comunista. Este tipo de representacin no cuadraba ya con la realidad de movimientos del todo centrados en la conquista de espacios y tiempos, y que se manifestaban cada vez menos en el plano poltico y cada vez ms en el existencial.

    El modelo dialctico (abatir, abolir, instaurar un nuevo sistema) no corresponda en absoluto a la realidad de luchas que funcionaban, por el contrario, como elemento dinmico, como conlicto abierto y como redeinicin del terreno mismo de la confrontacin, pero que no podan ni pretendan dirigirse hacia una especie de ataque inal contra el corazn del Estado, o hacia una revolucin destinada a derribar de modo dialctico el orden. El desfase entre representacin ideolgica y realidad sociocultural de ese sector al que llamamos entonces proletariado juvenil fue la causa principal de su incapacidad para traducir la accin contestataria en un proceso de auto-organizacin social a largo plazo, en la creacin de laboratorios de experimentacin poltica, cultural, tecnolgica. Con qu objetivo nos estbamos movilizando? Para una revolucin comunista clsica, para derribar el Estado y la toma inal del poder poltico? Slo algunos crean que algo as pudiese tener algn sentido, pero de hecho este horizonte poltico no fue abandonado explcitamente. No se redeini el horizonte poltico. El movimiento bolos fue, en este sentido, el punto de mxima conciencia. Abandon de forma declarada y polmica el leninismo residual y el modelo historicista de la revolucin. Pero no logr ser consecuente hasta el inal, hasta el punto de romper (como tal vez debi hacer) sus relaciones con las componentes del movimiento que, por el contrario, insistan, aunque de modo contradictorio, en un proyecto de tipo leninista y revolucionario.Hubo otra razn decisiva de la puesta en jaque que sufri el movimiento. Fue la represin que el rgimen poltico del Compromiso Histrico19 19 El PCI llam Compromiso Histrico a su propuesta de acuerdo con la

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    desencaden contra los estudiantes, los obreros autnomos, los jvenes en general, y despus contra los intelectuales, los profesores, los escritores, contra las radios libres, las libreras, contra todo centro de vida intelectual innovadora que exista en el pas.

    El desconsolador relujo intelectual que afect a Italia a principios de los ochenta y que ha devastado el arte, la ciencia, la universidad, la investigacin, el cine, y que ha acalla- do el pensamiento poltico, se debi precisamente al exterminio cultural que el Estado democristiano-estalinista puso en marcha primero en 1977 y a continuacin en 1979.20

    El movimiento del 77 contena desde luego una ambigedad profunda. No era la ambigedad banal entre violen- tos malos y creativos buenos. Era la superposicin de dos concepciones del proceso de modernizacin y de autonomizacin social.

    Por un lado, exista el movimiento creativo que pona en el centro de la accin poltica los media, la informacin, el imaginario, la cultura, la comunicacin, porque pensaba que el poder se jugaba en esos lugares y no en la esfera de la gran poltica de Estado o en la gran poltica revolucionaria.

    Por otro, estaba la autonoma organizada, convencida de que el Estado tena el papel decisivo y que deba oponrsele una subjetividad estructurada de forma poltica clsica.

    Ese movimiento debera haber madurado, reforzado sus estructuras productivas y comunicativas, deba haberse transformado en un proceso

    Democracia Cristiana para reformar conjuntamente la sociedad italiana. Se present como una lnea contraria a la tradicional de promover un gobierno de izquierda alternativo a la DC, que Berlinguer, secretario general del PCI consideraba condenada al fracaso tras los sucesos de Chile en 1973. En la prctica se tradujo en una colaboracin subalterna del PCI con la DC durante los aos de la emergencia o aos de plomo, en la represin contra el movimiento social, contra Autonomia Operaia y contra las Brigadas Rojas [N. del E.].20 7 de abril, 21 de diciembre: detenciones en masa de intelectuales liga- dos a la Autonoma, muchos de los cuales fueron declarados inocentes despus de cumplir cinco aos de crcel sin pruebas.

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    connivencia de los 61 con el terrorismo. Poco importa que los jueces no hayan encontrado elementos concretos para proceder contra los sospechosos. La empresa lo sabe, y esto basta. La cuestin de los 61 est en perfecta sintona con los gobiernos de solidaridad nacional, con la equiparacin realizada por ellos entre las luchas sociales extra-institucionales y la subversin armada. El PCI y el sindicato avalan la decisin de la Fiat, limitndose a algn distingo formal.Tercera escena. Un ao ms tarde, en otoo de 1980, la Fiat pone sobre la mesa un plan de reestructuracin que prev 30.000 despidos. Se desmantela la fbrica fordista, la Miraiori se convierte en una referencia de arqueologa industrial. Siguen 35 das de huelga en los cuales el PCI, ya fuera del gobierno, emplea a fondo su fuerza organizativa. El secretario del partido, Enrico Berlinguer, da un mitin a las puertas de la Fiat, que, despus, en los aos siguientes, se mantendr como un objeto de culto para los militantes de la izquierda oicial. Pero ya es demasiado tarde. Al avalar la expulsin de los 61 y, mucho antes, oponindose y reprimiendo la lucha espontnea de los nuevos contratados, el PCI y el sindicato destruyeron la organizacin obrera en la fbrica. Como si dijsemos: cortaron la rama sobre la que tambin ellos, a pesar de todo, estaban sentados. Solo una historiograa que desee confundir las cosas puede indicar que los 35 das son la confrontacin decisiva, el acontecimiento que seala el cambio de vertiente: en realidad, todo se jug con anterioridad, entre 1977 y 1979. Esta vez, para ganar la contienda, la Fiat puede contar con una base de masas: los cuadros intermedios, los jefecillos, los empleados. Los cuales organizan, en octubre de 1980, una manifestacin en Turn contra la prolongacin de la huelga obrera. Y obtienen un xito inesperado: desilan 40.000 personas. El plan de reestructuracin de la Fiat es aprobado

    3.- Entre los aos 1984 y 1989, la economa italiana conoce su pequea edad de oro. Suben ininterrumpidamente los ndices de productividad, crecen las exportaciones, la Bolsa maniiesta una larga efervescencia. La contrarrevolucin levanta el estandarte tan

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    de una emisora radiofnica era en esa poca irrisorio. Incluso para los estudiantes o los jvenes obreros era posible conseguir los pocos cientos de miles de liras que hacan falta para comprar un transmisor, un equipo de alta idelidad y una mezcladora. Fue as como naci Radio Alice, la primera radio libre capaz de poner en marcha un proceso de autoorganizacin creativa y poner a disposicin del movimiento un instrumento simple y eicaz de informacin. Radio Alice naci el 9 de febrero de 1976. Desde los primeros das de emisin suscit una oleada de indignacin en la opinin pblica bien pensante. Il Resto del Carlino, el diario bolos ultraconformista denunci que Radio Alice emite mensajes obscenos, mientras el PCI insinuaba que detrs de la radio deba haber intereses ocultos. No haba ningn inanciador. La radio se inanciaba con las aportaciones voluntarias de los redactores, que al principio eran una decena y en pocas semanas alcanzaron un nmero incalculable. No haba una programacin ija para cada da, salvo un boletn poltico emitido a horas ms o menos regulares y algunas emisiones un tanto peculiares, como las lecciones de yoga por las maanas y las largas sesiones de msica en directo y de poesa que se prolongaban hasta altas horas de la noche.

    Radio Alice, como A/traverso, la revista maodadasta que empez a publicarse en mayo de 1975, fue el signo explcito y declarado de una voluntad del movimiento de salir de los esquemas lingsticos del movimiento obrero tradicional y de experimentar lenguajes provocadores y directos que se inspiraban en el surrealismo y el dadasmo, y que proponan tcnicas de agitacin propias de la cultura hippy: la burla, la irona, la difusin de noticias falsas, la mezcla de tonos lricos y tonos histricos en la comunicacin poltica, la mezcla del horizonte histrico con los acontecimientos menores de la vida diaria. Sexualidad y drogas se convirtieron por primera vez en asunto de discusin y activismo. No debemos olvidar que esos son tambin los aos en los que aparecen en la escena cultural, primero en Estados Unidos,

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    despus en Europa, el movimiento feminista y el movimiento gay. Son los aos en los que el consumo de drogas, hasta entonces un fenmeno absolutamente marginal, se convierte en un elemento caracterstico de las vivencias estudiantiles y juveniles.Al mismo tiempo, el pensamiento ilosico, en especial en Francia, repiensa en trminos de microsica el horizonte del poder y de la liberacin. La subjetividad ya no es identiicada en los modos monolticos propios de la ideologa, de la poltica, de la pertenencia social, sino mediante toda una microsica de las necesidades, del imaginario, del deseo. La nocin de microsica social fue introducida en la discusin por Michel Foucault y posteriormente desarrollada por Deleuze y Guattari en el Anti-Edipo. La nocin de sujeto es sustituida por la de subjetivacin, para indicar que el sujeto no es algo dado, socialmente determinado e ideolgicamente consistente. En su lugar, debemos ver procesos de atraccin y de imaginacin que modelan los cuerpos socia- les, haciendo que acten como sujetos dinmicos, mutables, proliferantes. La Historia de la locura de Michel Foucault, el Anti-Edipo de Deleuze y Guattari y Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes29 son libros en torno a los cuales se gener un enorme inters en aquellos aos. Estos libros acabaron por convertirse en puntos de referencia del discurso poltico, a pesar de no tener carcter de pro- grama poltico. Estos libros proponan un estilo, el estilo nmada, no identitario, lexible pero no integrable, creativo pero no competitivo. El movimiento bolos aliment su lenguaje y sus comportamientos con las palabras que salan de aquellos libros y por ello desarroll con anticipacin una idea del movimiento como agente simblico, como colectivo de produccin meditica, como sujeto colectivo de enunciacin, por utilizar la expresin de Guattari.

    Durante todo el siglo del movimiento obrero, el problema de la produccin cultural se haba planteado en trminos puramente instrumentales, 29 Michel Foucault, Historia de la locura en la poca clsica, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1997; Roland Barthes y Eduardo Molina, Fragmentos de un discurso amoroso, Madrid / Mxico, Siglo XXI, 1999

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    socialdemcrata o sindicalista de las condiciones materiales del trabajo dependiente. La clase obrera postfordista tendra que vivir sus primeras experiencias sin poder contar en ningn momento con un partido propio o con un sindicato pro- pio. Nunca haba ocurrido algo as en Europa desde los das de la primera revolucin industrial.

    Segundo excursus. Los cambios en la Fiat en los aos ochenta.

    En la Fiat, entre dos dcadas, se deja ver con ejemplar nitidez la feroz dialctica entre la espontaneidad conlictiva de la joven fuerza de trabajo, el PCI y la empresa a punto de cambiar su isionoma. El microcosmos Fiat anticipa y compendia la gran transformacin italiana. Es un acto nico dividido en tres escenas.

    Primera escena. En julio de 1979, la Fiat est bloqueada por una huelga indeinida que, en muchos aspectos, se asemeja a una verdadera ocupacin de la fbrica. Es el momento culminante de la contienda por el convenio integral de empresa. Pero, sobre todo, es el ltimo gran episodio de la ofensiva obrera de los aos setenta. Sus protagonistas absolutos son los diez mil nuevos contratados, que han comenzado a trabajar en la Fiat a partir de los ltimos dos aos. Se trata de obreros extravagantes, que se parecen en todo mentalidad, costumbres metropolitanas, escolarizacin a los estudiantes y a los precarios que haban llenado las calles en el ao 77. Los nuevos contratados se haban distinguido hasta aquel momento por un continuo sabotaje de los ritmos de trabajo: la lentitud era su pasin. Con el bloqueo de la Fiat, intentaron reairmar la porosidad o elasticidad del tiempo de produccin. El sindicato y el PCI los rechazan, condenando abiertamente su desafeccin al trabajo.Segunda escena, en otoo de 1979, la direccin de Fiat prepara la contraofensiva despidiendo a 61 obreros, jefes histricos de la lucha de la seccin. Pero, ojo, no los despide aduciendo como pretexto cualquier motivo empresarial. La razn de la medida es la presunta

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    progresivamente fuera de juego. En 1979, el gobierno de los acuerdos amplios, tambin denominado gobierno de solidaridad nacional, apoyado sin reservas por el PCI y por su sindicato, lleg a su in. La iniciativa poltica qued completamente en manos de las grandes empresas y de los partidos de centro.Siguiendo un guin clsico, las organizaciones obreras reformistas fueron cooptadas por la direccin del Estado dentro de una fase de transicin, caracterizada por un ya no (ya no rige el modelo fordista-keynesiano) y por un todava no (todava no se da un pleno desarrollo de la empresa en red, del trabajo inmaterial, de las tecnologas informticas), en la cual se trataba de contener y reprimir la insubordinacin social. Por consiguiente, tan pronto como el nuevo ciclo de desarrollo se puso en marcha, tan pronto como el obrero- masa de la cadena de montaje perdi deinitivamente su propio peso contractual y poltico, la izquierda oicial se convirti en un lastre intil, que haba que quitarse de encima lo ms pronto posible.El declive del PCI tiene su origen en los ltimos aos setenta. Se trata de un acontecimiento occidental, italiano, conectado con la nueva coniguracin del proceso laboral. Slo a causa de una ilusin ptica se puede llegar a pensar que este declive, que en 1990 conducir a la disolucin del PCI y al nacimiento del Partido democrtico de la izquierda (PDS), fue producido por la conlagracin del socialismo real, es decir, por la inmediatamente sucesiva cada del Muro.La sancin simblica de la derrota sufrida por la izquierda histrica tuvo lugar, en realidad, a mediados de los aos ochenta. En 1984, el gobierno dirigido por Bettino Craxi aboli el punto de contingencia, es decir, el mecanismo de adecuacin de los salarios a la inlacin. El PCI convoc un referndum para restablecer esta importante conquista sindical de los aos setenta. Lo convoc y, en 1985, lo perdi estrepitosamente. La consecuencia de esta debacle fue que, a partir de ese momento, el partido y el sindicato asumieron posiciones realistas, es decir, de colaboracin con el gobierno, en lo que se reiere a salario y jornada de trabajo. Desde 1985 en adelante, desapareci toda tutela

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    en trminos de contrainformacin, de restablecimiento de la verdad proletaria contra la mentira burguesa. La cultura era considerada (segn las tesis del materialismo histrico) como una superestructura, un efecto determinado por las relaciones de produccin. El pensamiento postestructuralista francs puso en crisis esta visin mecnica.

    Tomando como referencia la ruptura que signiic el pos- testructuralismo francs, la revista A/traverso llev adelante una dura batalla contra el materialismo histrico y su mecanicismo. Radio Alice rechaz siempre ser identiicada como un instrumento de contrainformacin. Para empezar, Radio Alice no era un instrumento. Era un agente comunicativo. No estaba al servicio del proletariado o del movimiento, sino que era una subjetividad del movimiento. Y, sobre todo, no pretenda restablecer la verdad negada, oculta, conculcada o reprimida. No existe una verdad objetiva, que corresponda a una dinmica profunda de la historia. La historia es precisamente el lugar en el que se maniiestan verdades contradictorias, producciones simblicas todas ellas igualmente falsas e igualmente verdaderas. La leccin desencantada de la semiologa de Umberto Eco, del postestructuralismo de Foucault y de DeleuzeGuattari se iniltr con fecundidad en las teoras y las prcticas de las radios del movimiento, y poco a poco agriet el ediicio de la ortodoxia. La cultura dej de ser considerada una superestructura, para entenderse como una produccin simblica que forma el imaginario, es decir, el ocano de imgenes, de sentimientos, de expectativas, de deseos y de motivaciones sobre el que se funda el proceso social, con sus cambios y sus virajes.

    La batalla del mediascape.

    El movimiento bolos intuy con antelacin la funcin decisiva de los media en una sociedad postindustrial. Esta sensibilidad fue

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    mrito, entre otros, del DAMS bolos,30 la escuela nacida precisamente en aquellos aos en la que enseaban personas lcidas como Giuliano Scabia, Umberto Eco o Paolo Fabbri. En cierto sentido podemos decir que el movimiento del 77 fue tambin un laboratorio de formacin para millares de operadores de la comunicacin que en los decenios siguientes han participado en la gran batalla de la comunicacin desarrollada desde el 77 hasta hoy. Esa batalla ha acabado por sobredeterminar la lucha poltica, de modo que hoy el rey de la televisin es el rey de la repblica que, de hecho, es una repblica monrquica.

    Esa batalla ha acabado en desastre. Tras la sentencia del Tribunal Constitucional italiano que hizo posible la libertad de emisin, mientras nosotros hacamos las primeras radios libres, la izquierda nos adverta, desconiada: Ahora vosotros abrs esas pequeas radios democrticas, pero maana llegar el gran capital y se aduear as del sistema meditico. As sonaba, ms o menos, el reproche de la izquierda y en especial del PCI. Se pensaba que acabara por ser Rizzoli, propietario entonces de varias cabeceras de diarios, quien construyese un imperio meditico en el espacio abierto en aquellos aos, pero inalmente fue Berlusconi. La brecha abierta por las pequeas radios libres le permiti crear Milano cinque que despus se convirti en Canale Cinque. Tena entonces razn el PCI, que defenda el carcter pblico de la informacin y nos pona en guardia frente a los peligros de la liberalizacin, que abra el camino al gran capital? No, no tena razn el PCI, la tena el movimiento de las radios libres. Porque la libertad de informacin, adems de ser un bien en s mismo, es tambin un proceso inevitable, porque no se puede contener el lujo de proliferacin de la informacin. El movimiento haba intuido la evolucin de las relaciones entre comunicacin y sociedad, y habra podido transformarse en un gigantesco laboratorio de produccin comunicativa. Ese habra sido el antdoto contra el peligro Berlusconi, el antdoto anticipado contra la ciberdictadura. Pero no sucedi eso.

    30 El DAMS (Discipline delle Arti, della Musica e dello Spettacolo) naci en 1971 en la Universidad de Bolonia como curso de licenciatura en la Facultad de Filosofa y Letras con el fi n de desarrollar una poltica de sinergias entre lenguajes expresivos no verbales (http://www2.unibo.it/dams/).

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    sugiere de forma provocadora que en el origen del desorden del Estado asistencial est, si acaso, el des- arrollo asixiante, inhibido, ni tan siquiera modesto, del rea del no trabajo. Como si dijramos: no es que haya demasiado no trabajo, sino demasiado poco. Una crisis causada, por lo tanto, no por las dimensiones asumidas por la asistencia, sino por el hecho de que la asistencia se ampla, en su mayor parte, bajo la forma de trabajo asalariado. Y, viceversa, por el hecho de que el trabajo asalariado se presenta, desde un cierto momento en adelante, como asistencia. Adems, las polticas de pleno empleo en los aos treinta no haban surgido justamente con la consigna cava agujeros y luego rellnalos?El punto central (que se maniiesta en el 77 en forma de conlicto y, despus, durante los aos ochenta, como paradoja econmica del desarrollo capitalista) es el siguiente: el trabajo manual atomizado y repetitivo, a causa de sus costes inlacionistas y sin embargo rgidos, muestra un carcter no competitivo respecto a la automatizacin y, en general, a la nueva secuencia de aplicaciones de la ciencia sobre la produccin. Muestra la cara de coste social excesivo, de asistencia indirecta, encubierta e hipermediada. Pero hacer de la fatiga sica algo radicalmente antieconmico es el extraordinario resultado de dcadas de luchas obreras: no hay, en realidad, nada de qu avergonzarse. De este resultado, repetimos, se apropia por un momento el movimiento del 77, sealando a su modo el carcter socialmente parasitario del trabajo bajo patrn. Es un movimiento que se sita, en muchos sentidos, a la altura de la new wave neoliberal, ya que busca otra solucin para los mismos problemas con los que sta se enfrentar ms tarde. Busca y no encuentra, implosionando rpidamente. Pero pese a haberse quedado en estado de sntoma, aquel movimiento represent la nica reivindicacin de una va alternativa en la gestin del in del pleno empleo.

    2.- La izquierda histrica, despus de haber contribuido a la aniquilacin (tambin en el sentido militar del trmino) de los movimientos de clase y a la primera fase de la reconversin industrial, se fue quedando

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    trayectorias, en el intento de obtener consecuencias impropias y favorables para s mismos. Antes que encerrarse en un fortn asediado, abocados a una derrota apasionada, se ensayan las posibilidades de empujar al adversario a atacar fortines vacos, abandonados previamente. La aceptacin de la movilidad se une a la bsqueda de una renta garantizada como una idea de produccin ms cercana a la exigencia de autorrealizacin. Es decir, lo que se rompe es el nexo entre trabajo y socializacin. Momentos de hermandad comunitaria son experimentados fuera y contra la produccin directa. Despus, esta socializacin independiente se hace valer, como insubordinacin, incluso en el lugar de trabajo. Asume un peso decisivo la opcin por la formacin ininterrupida, es decir la continuacin de la formacin acadmica, incluso despus de haber encontrado empleo: esto alimenta la as llamada rigidez de la oferta de trabajo, pero sobre todo hace que la precariedad y el trabajo negro tengan como protagonistas sujetos, cuya red de saberes e informaciones son siempre exorbitantes respecto a las profesiones distintas y cambiantes. Se trata de un exceso no desposeble, no reconducible a la cooperacin productiva dada: su inversin o su derroche estn, por lo tanto, ligados a la posibilidad de poblar y habitar establemente un territorio situado ms all de la prestacin salarial.Este conjunto de comportamientos es obviamente ambiguo. Es posible leerlo, de hecho, como una respuesta paulo viana a la crisis del Estado asistencial. Conforme a esta interpretacin, los asistidos viejos y nuevos bajan al campo de batalla para defender las propias posiciones, excavadas de forma diferente en el gasto pblico. Encarnan aquellos costes icticios que el empuje neoliberal y anti-welfare intenta abolir, o al menos contener. La izquierda puede incluso defender a estos hijos espurios, pero con cierta vergenza, y condenando de todos modos su parasitismo. Pero quizs es precisamente el 77 el que ilumina con muchas otras luces la crisis del welfare state, redeiniendo de raz la relacin entre trabajo y asistencia, entre costes reales y costes falsos, entre productividad y parasitismo. El xodo de la fbrica, que en parte anticipa y en parte imprime otra cara al incipiente paro estructural,

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    En marzo se produjo una insurreccin dramtica y al mismo tiempo alegre, en septiembre se produjo el congreso contra las represiones.

    Marzo fue colorido y feliz, creativo e inteligente. Septiembre fue plomizo y rencoroso, ideolgico y agresivo

    El movimiento haba encontrado la calle bloqueada por las tanquetas, y cientos de jvenes haban acabado en la crcel. La esperanza de marzo se convirti en la tenebrosa y desesperada determinacin de septiembre.El terrorismo vino despus, y la herona tambin. Llegaron para traer la derrota, para eliminar al nico adversario posible del ciberfascismo italiano. Hoy escribimos estas pginas en un clima completamente transformado. De momento, y no sabemos hasta cuando, el ciberfascismo habr ganado la batalla. Personajes ridculos dominan la escena de la poltica amenazando con posibles desastres.El mediascape de hoy (doscientas mil veces ms cerrado que el mediascape del 77) est estructurado segn las mismas lneas de entonces. Haba entonces una informacin completamente controlada, una informacin de rgimen que proceda del plpito del Compromiso Histrico, de la iglesia catlico- togliattiana. Y de golpe aparecieron las radios libres, los panletos transversales, los indios metropolitanos, los centros del proletariado juvenil, los primeros grupos de videoactivistas. Del mismo modo, la informacin hoy est completa- mente controlada, procede de una nica fuente como entonces. Un nico patrn gobierna los lujos que rocan la mente barroca del pueblo italiano. Pero de golpe ha surgido la innumerable masa de comunicacin horizontal que compone Internet, los cien mil nodos de la red Indymedia, la proliferacin de videomakers por las calles.Tal vez sea en este terreno, en el de la comunicacin, la produccin del imaginario, de la formacin de los panoramas psquicos, donde se dibuje una posibilidad de recuperacin de una perspectiva civil, poltica y cultural

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    que permita superar la actual barbarie. Suponiendo que quede algo de humano cuando acabe la tormenta. Algo que no est del todo clara.El 77 fue, recordmoslo, anticipacin e inicio del fenmeno llamado punk, que ha representado el alma ms profunda de las culturas juveniles de los aos ochenta y noventa. El punk no fue, en realidad, un puro y simple gesto inmediato de revuelta, aunque le encantase presentarse como tal. El punk fue el despertar de la conciencia tardo moderna frente al efecto irreversible de devastacin producido por todo aquellos que los movimientos revolucionarios no supieron cambiar, eliminar, destruir.El punk fue una especie de desesperada y lcida consciencia de un despus sin salvacin.No future, declar la cultura punk contempornea de la insurreccin creativa de Bolonia de Roma: No hay ningn futuro. An estamos en ese punto, mientras la guerra ms demencial que la humanidad haya conocido destruye las conciencias y las esperanzas de una vida vivible. Estamos an all, en el punto en el que nos dej el congreso de septiembre de 1977.No future sigue siendo, hoy como entonces, el anlisis ms agudo y el diagnstico ms acertado.

    Y la desesperacin el sentimiento ms humano.

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    como se sabe, est destinada, en principio, a recordar los afanes de la acumulacin originaria y debe por ello transformar desde el principio una relacin entre cosas (nuevas tecnologas, distinta localizacin de las inversiones, fuerza de trabajo dotada de ciertos requisitos especicos) en una relacin social. Pero precisamente en este recorrido se maniiesta, a veces, la cara oculta subjetiva de aquello que despus pasa a ser un inexpugnable recorrido de hechos.Las luchas del 77 asumen como propia la luidez del mercado de trabajo, hacindola un terreno de agregacin y un punto de fuerza. La movilidad entre trabajadores diferentes y entre trabajo y no trabajo, en lugar de pulverizar, determina comportamientos homogneos y actitudes comunes, se llena de subjetividad y conlicto. Sobre este panorama, comienza a recortarse la tendencia que despus, en los aos siguientes, ser analizada por Dahrendorf, Gorz y muchos otros: contraccin del empleo manual tradicional, crecimiento del trabajo intelectual masiicado y paro ligado a la falta de inversiones (causado por el desarrollo econmico, no por sus diicultades). De esta tendencia, el movimiento supone la representacin de una parte, la hace visible por primera vez y, en cierto modo, la bautiza, pero torciendo su isonoma en sentido antagonista. Decisiva fue, entonces, la percepcin de una posibilidad: la de concebir el trabajo asalariado como el episodio de una biograa, en lugar de como una cadena perpetua. Y la consiguiente inversin de expectativas: renuncia a darse prisa por entrar en la fbrica y mantenerse, bsqueda de cualquier camino para evitarla y alejarla de s. La movilidad, de condicin impuesta, pasa a ser regla positiva y aspiracin principal; el puesto ijo, de objetivo primario, se transforma en excepcin o parntesis.Es a causa de tales tendencias, bastante ms que por la violencia, por lo que los jvenes del 77 se volvieron sencillamente indescifrables para la tradicin del movimiento obrero. Ellos transformaron a la inversa el crecimiento del rea del no trabajo y de la precariedad en un recorrido colectivo, en una migracin consciente del trabajo de fbrica. Antes que resistir a ultranza a la reestructuracin productiva, se fuerzan lmites y

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    Primer excursus. Trabajo y no-trabajo: el xodo del 77.

    Como ocurre con toda autntica novedad, el movimiento del 77 padeci la mortiicacin de verse confundido con un fenmeno de marginacin. Aparte de sufrir la acusacin, ms complementaria que contradictoria, de parasitismo. Estos conceptos invierten la realidad de forma tan completa y precisa que resultan bastante indicativos. En efecto, quienes tomaron por marginales o parsitos a los intelectuales descalzos del 77, a los estudiantes-trabajadores y a los trabaja dores-estudiantes, a los precarios de toda calaa, fueron aquellos que slo consideraban central y productivo el puesto ijo en la fbrica de bienes de consumo duraderos. Todos aquellos, por tanto, que miraban a aquellos sujetos desde la perspectiva del ciclo de desarrollo en declive. Y que, sin embargo, constituye una perspectiva, sta s, con riesgo de marginalidad y tambin de parasitismo. Por el contrario, en cuanto se atiende, a las grandes transformaciones de los procesos productivos y de la jornada social de trabajo, que se ponen en marcha entonces, no es dicil reconocer en los protagonistas de aquellas luchas de calle algn contacto con el corazn mismo de las fuerzas productivas.

    El movimiento del 77 da voz por un momento a la composicin de clase transformada que comienza a conigurarse tras la crisis del petrleo y de la cassa integrazione en las grandes fbricas, en el inicio de la reconversin industrial. No es la primera vez, por otra parte, que una revolucin radical del modo de produccin viene acompaada por una conlictividad precoz de los estratos de la fuerza de trabajo a punto de pasar a ser el eje de la nueva coniguracin. Basta pensar en la peligrosidad social que, en el siglo XVII, marc a los vagabundos ingleses, ya expulsados del campo y a punto de ser introducidos en las primeras manufacturas. O en las luchas de los descualiicados americanos, en los primeros diez aos de este siglo, luchas que precedieron al giro fordista y taylorista, basado justamente en la descualiicacin sistemtica del trabajo. Cada brusca metamorfosis de la organizacin productiva,

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    Doyouremembercounterrevolution?31Paolo Virno

    QU SIGNIFICA LA PALABRA CONTRARREVOLUCIN?. Por sta, no debe entenderse slo una represin violenta aunque, ciertamente, la represin nunca falte. No se trata de una simple restauracin del ancien rgime, es decir del restablecimiento del orden social resquebrajado por conlictos y revueltas. La contrarrevolucin es, literalmente, una revolucin a la inversa. Es decir: una innovacin impetuosa de los modos de producir, de las formas de vida, de las relaciones sociales que, sin embargo, consolida y relanza el mando capitalista. La contrarrevolucin, al igual que su opuesto simtrico, no deja nada intacto. Determina un largo estado de excepcin, en el cual parece acelerarse la expansin de los acontecimientos. Construye activamente su peculiar nuevo orden. Forja mentalidades, actitudes culturales, gustos, usos y costumbres, en suma, un indito common sense. Va a la raz de las cosas y trabaja con mtodo.Pero hay ms: la contrarrevolucin se sirve de los mismos presupuestos y de las mismas tendencias econmicas, sociales y culturales sobre las que podra acoplarse la revolucin, ocupa y coloniza el territorio del adversario y da otras respuestas a las mismas preguntas. Reinterpreta a su modo (y las crceles de mxima seguridad, a menudo, facilitan esta tarea hermenutica) el conjunto de condiciones materiales que convertiran la abolicin del trabajo asalariado en algo simplemente realista: reduce este conjunto a provechosas fuerzas productivas. Adems, la contrarrevolucin transforma en pasividad despolitizada o en consenso plebiscitario los mismos comportamientos que parecan

    31 Detournemeaunt, desvo del conocido texto Do you remember revolution? fi rmado por Toni Negri, Lucio Castellano, Luciano Ferrari Bravo y el propio Virno entre otros, y que propona, a mediados de los ochenta, una primera lectura de los aos intensos de la revolucin italiana, tanto frente a la poltica de olvido institucional como frente a la visin nostlgica de la violencia armada [N. del. E.]

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    implicar el deterioro del poder estatal y la actualidad de un autogobierno radical. Por esta razn, una historiograa crtica, reacia a idolatrar la autoridad de los hechos consumados, debe esforzarse en reconocer, en cada etapa y en cada aspecto de la contrarrevolucin, la silueta, los contenidos, la cualidad de la revolucin posible. La contrarrevolucin italiana comienza a inales de los aos setenta y se prolonga hasta el da de hoy. Presenta numerosas estratiicaciones. Como un camalen, cambia muchas veces de aspecto: compromiso histrico entre DC y PCI, craxismo32 triunfante y reforma del sistema poltico tras el derrumbe de los regmenes del Este. Sin embargo, no resulta dicil comprender a simple vista los Leitmotiv que recorren todas sus fases. El ncleo unitario de la contrarrevolucin italiana de los aos ochenta y noventa consiste: a) en la plena airmacin del mod