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DESARROLLO PERSONAL

MS90 04 DP2 paco - inspiralia.orginspiralia.org/wp-content/uploads/2015/09/mentesana.6.pdf · preocupaciones extremas de diversa índole. esta constante hace patente que las preocu-paciones

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encontrar solucionespreocuparnos en exceso por una cuestión sin cambiarla nos vacía de energía. dos pautas, centrarnos en el aquí y el ahora e imaginar el peor panorama posible, nos ayudarán a superar ese estado de confusión. solo si nos decidimos a actuar encontraremos una salida.

l a vida tiene grandes contradicciones. entre ellas, una muy significativa y sorprendente es el hecho de que personas que creemos afortunadas

y felices se consideren, en el fondo, desgracia-das; y a la inversa, otras que parecen no poseer ninguna fuente de alegría, experimentan una gran satisfacción vital. napoleón Bonaparte, prototipo de hombre que disponía de todo lo que uno materialmente puede desear –gloria, poder y riquezas–, confesó hacia el final de su vida no haber conocido jamás seis días de fe-licidad. eso contrasta fuertemente con las pa-labras de Helen Keller –autora y activista ciega y sordomuda en cuya autobiografía se basó la película El milagro de Ana Sullivan–, aseguran-do haber experimentado la belleza de la vida.

Una de las variables más significativas que podemos identificar en la base de esta contra-dicción es la preocupación. en mi práctica te-rapéutica diaria percibo, de forma persistente e intensa, los efectos y las consecuencias de preocupaciones extremas de diversa índole. esta constante hace patente que las preocu-paciones son connaturales a la vida y que na-die está exento de experimentarlas en algún momento de su trayectoria vital.

ROSA RABBANIDoctora en psicología y especialista en terapia familiar sistémica. Autora de Maternidad y trabajo (Icaria).

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Todos conocemos, por experiencia propia, los efectos paralizadores de la preocupación, que puede anular nuestra capacidad de concen-tración y la facultad de tomar decisiones. pe-ro aún hay más: las úlceras, la hipertensión, las afecciones cardiacas, la artritis, el asma, el hipotiroidismo e, incluso, las caries dentales pueden ser consecuencia directa de las emo-ciones negativas sostenidas en el tiempo, del mismo modo que lo son la frustración, la an-siedad, el miedo, el odio, la amargura, la rebel-día o la desesperación. en palabras de alexis Carrel, premio nobel de Medicina, “quienes conservan la paz interior en medio del tumul-to de la ciudad moderna son inmunes a las enfermedades nerviosas y orgánicas”.

Una vez, un hombre joven acudió a mi con-sulta preocupado por un sinfín de cosas: su escasa capacidad para aclarar sus ideas respecto a sus estudios –había cambiado dos veces de carrera–, la posibilidad de per-der a su novia, de enfermar... si algo mostraba este caso claramente era que cualquier dolor físico es preferible a la angustia sin límites de un espíritu atormentado. apenas podía arti-cular unas palabras seguidas, no controlaba sus pensamientos, sentía un pánico aterrador y lloraba constantemente.

siendo tan devastadores los resultados y las secuelas de la preocupación, ¿cómo po-demos bajar el nivel de tensión y reconvertir nuestra inquietud para ser capaces de com-prender debidamente un problema y encon-trar las vías óptimas de su resolución? ¿Cómo evitamos darle vueltas de forma enloquecida e ineficiente? existen dos reglas áureas.

la primera es concentrarse en el aquí y en el ahora. esta máxima se ha convertido en un tópico muy extendido, aunque a menudo se ha tergiversado, perdiendo su poderoso sen-tido original. significa, ni más ni menos, que

debemos apartar dos pensamientos: la melancolía de lo que pudo haber sido y no fue y la angustia acerca de lo que podría acontecernos en el futuro

analizar el problema constructivamente y adentrarnos en el peor escenario posible nos aporta paz de mente y corazón

mos y nos imaginamos en lo peor, ya no tene-mos nada que perder. ello nos genera un exce-dente de energía que nos va a permitir pensar y actuar con normalidad de nuevo.

Recuerdo el caso de una paciente a quien acababan de detectar la enfermedad de Par-kinson. Se sentía profundamente turbada por la idea de que ya no podría hacerse cargode su trabajo ni de sus tareas en el hogar. pa-ra preparar su futuro inminente, partimos del momento en que ya no ejerciera su profesión ni se pudiera ocupar de los quehaceres de la casa. dos días después de esa sesión recibí un correo en el que me expresaba su alivio tras nuestra conversación: decía haber dormido

debemos bloquear decididamente dos tipos de pensamientos: la melancolía de lo que pudo haber sido y no fue, y la angustia acerca de lo que podría acontecernos en el futuro. la meta de ese control emocional es buscar soluciones efectivas a los problemas. ¿Quiere esto decir que debemos borrar cualquier recuerdo del pasado o que no debemos planificar respon-sable e ilusionadamente nuestro futuro? en absoluto. el pasado reviste crucial importancia por cuanto supone una inagotable mina de ex-periencia de la que extraer valiosas lecciones de actuación. Y las expectativas que nos gene-ra pensar en el futuro otorgan sentido a nues-tro pasado, al tiempo que orientan y regulan nuestras acciones y decisiones presentes. per-mitir, sin embargo, que la memoria del pasado o la mirada hacia el futuro deriven en sensa-ciones incontrolables (remordimiento, sen-timiento de culpa, angustia o ansiedad) nos resta competencias y destrezas para focalizar nuestra atención en los problemas actuales.

La segunda regla consiste en asumir el pro-blema preguntándonos qué es lo peor que nos podría suceder si no consiguiéramos re-solverlo. Esta pauta consiste en la preparación mental y emocional para el peor de los esce-narios posibles y en la disposición interior pa-ra mejorar esa situación, en caso de que aca-bara sucediendo. aunque el sentido común nos diga que el peor escenario acrecentará nuestra ansiedad, mi práctica de todos estos años en terapia corrobora las afirmaciones de autores como dale Carnegie, el padre de la au-téntica autoayuda: analizar constructivamen-te, adentrarnos en el peor de los casos posibles de forma bien orientada y asumir la peor de las posibilidades nos aporta paz de mente y corazón. en términos psicológicos, tal acep-tación supone, pese al esfuerzo que requiere, una liberación de energía. Cuando visualiza-

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unas horas seguidas la noche anterior, des-pués de semanas de insomnio, y me anun-ciaba que en casa ya habían planificado la in-corporación paulatina de su esposo y su hija adolescente a la intendencia del hogar. ade-más, había decidido consultar con un abogado para negociar mejor las condiciones laborales con su empresa y familiarizarse con el nego-cio de su marido para poder estar en activo el mayor tiempo posible.

en cuanto al joven que permanecía hundi-do en sus preocupaciones, se dio cuenta de que sus pensamientos tenían que trabajar para él y no en su contra y, por lo tanto, que la causa de su sufrimiento estaba en su interior. no im-porta cuál sea el problema, lo importante es la actitud mental con la que lo encaramos.

Tras disminuir un poco los niveles de estrés, debemos analizar los hechos, tomar deci-siones al respecto y actuar. Sorprendente-mente, esta es la parte que más nos cuesta.nuestro talón de aquiles no es tanto la igno-rancia de no saber cómo proceder ante la ad-versidad, sino la incompetencia de traducir en acción nuestras decisiones ya deliberadas. sin embargo, es la acción la que moldea nues-tras actitudes. la mayoría de las personas se lo plantean al revés: esperan cambiar de actitud para, luego, actuar en consecuencia.

Muchas familias que acuden a mi consul-ta subestiman los efectos de las tareas que les planteo por entender que, al ser propuestas mías, son artificiales e incapaces de generar el cambio esperado. los psicólogos sabemos que se equivocan, pues una acción constructi-va genera el estímulo necesario para interiori-zar un cambio de actitud, que, a su vez, incide de forma positiva en la acción. nuestra alegría y paz interior no dependen tanto de dónde es-tamos, qué tenemos o quiénes somos, sino de nuestra actitud mental respecto a todo ello.

nuestra alegría y paz interior no dependen tanto de dónde estamos, qué tenemos o quiénes somos, sino de nuestra actitud mental respectoa todo ello

3 Ordena lo sucedidoPiensa en todos los hechos, pondéralos y to-ma pequeñas decisiones al respecto. A veces, tus primeras decisiones deben referirse más a ti mismo que a los hechos en cuestión: “Tra-taré de mantener la calma”, “Pensaré en posi-tivo”, “Pase lo que pase será para bien”... Estos pensamientos te permitirán prepararte para el siguiente paso decisivo.

4 Ponte en marchaLa acción te ayudará a moldear tus actitudes. Es importante que tengas en cuenta que el cambio de disposición en abstracto es poco frecuente. Las actitudes no mejoran sobre la base de la nada; las cambian las acciones que subyacen en el fondo. Por lo tanto, actúa con ilusión y te sentirás alegre.

5 Evalúa lo que has hechoValora tu acción y sus consecuencias. Identi-fica e incorpora a tu mente las lecciones que se esconden tras tus decisiones y actos para poder hacer uso de tus propios aprendizajes en próximas ocasiones. i

transforma tu preocupación1 Concéntrate en el presenteTrata de olvidar lo que pudo haber sido y no fue. Trata de ningunear los temores que te ge-nera la incertidumbre acerca de lo que pasará en el futuro. De este modo conseguirás liberar una energía que podrás invertir en la búsque-da de soluciones constructivas a través del pensamiento sanador.

2 Piensa en el peor escenarioImagínate en el peor de todos los escenarios posibles. Pese a que te parezca que este pen-samiento puede incrementar tu malestar, va a hacer todo lo contrario: te va a situar en un punto en el que ya no tendrás nada que per-der. Verás cómo, paradójicamente, esta visua-lización desbloqueará un potencial retenido en tu interior que te permitirá adivinar so-luciones. Hasta ahora tu preocupación no te dejaba avanzar porque te paralizaba el miedo al curso de los acontecimientos.