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  • Olegario Gonzlez de Cardedal

    La entraa del

    cristianismo( T E R C E R A E D I C I N )

    SALAMANCA

  • La muerte de Cristo: smbolo, crimen, misterio

    I. M u e r t e d e l h o m b r e y m u e r t e d e C r ist o

    1. Los hombres mortales y los dioses inmortales

    Los hombres son los mortales , los que avanzando por el camino de la vida se adentran en la muerte. Los humanos son los terrestres, los que han recibido su humanidad del humus', los que retornan a la tierra como el animal retorna a su majada y, recostndose a dormir, consuma su destino1. Desde los griegos a Heidegger corre la misma conviccin: el hombre es viviente hacia el morir, como acontecimiento retador de la libertad, y hacia la muerte como estado en el que quedar instalada la realidad humana. Frente a esta condicin mortal del hombre, los dioses son los inmortales, los bienaventurados, los celestes2. Dios est en el cielo y el hombre est en la tierra. Un abismo los separa. Nada puede acercar esa distancia ontolgica ni nadie puede saltar sobre ese abismo. Ni humano alguno lo ha saltado. La vida aparece as como la posesin y destino de los dioses; la muerte como constitucin y destino ltimo de los humanos.

    1. Sobre la relacin entre humanitas (humanidad), humus (tierra) y homo (hombre), cfr. A. ERNOUT-A. M eillet, Dictionnaire timologique de la langue latine (Pars 1967) 297: Humus: homme au sens gnral de ltre humain, proprement n de la terre ou terrestre (cfr. Quintiliano q.6,34: etiamne hominem appellari quia sit humo natus, qui de reste se moque de cette tymologie), par oppositon aux dieux, qui sont celestes .

    2. Iliada 6,142-150. El cristianismo, a la luz de la encarnacin, como destino que Dios ha elegido para s en divina libertad y a la luz de la resurreccin como destino que por Cristo ha alcanzado el hombre, ha quebrado ambas concepciones: la de un Dios, que no comparte el destino de los mortales y la de un mortal, que no comparte el destino del Inmortal.

  • 2. El Dios cristiano en su relacin con la muerte

    El cristianismo invierte de raz esa perspectiva, no por una acomodacin fcil o por una trivializacin de las distancias abismales, que separan a Dios del hombre. Dios es Dios en tan radical y divina manera que es potencia suya y divino derecho el poder ensanchar el universo de su realizacin y llegar hasta los dominios del hombre, siendo hombre. En esa extensin hasta las condiciones de existencia del hombre puede quedar afectado por las consecuencias de la condicin mortal de ste. Entonces Dios, una vez implicado en el destino del hombre, puede ejercer su divina realidad hasta padecer lo que el hombre llama morir, en realizacin tan verdadera como ste la padece. El encuentro entre Dios y la muerte traer consigo consecuencias totalmente distintas de las que resultan del encuentro entre el hombre y la muerte. Esta quedar destruida como soberana del hombre y de su historia.

    Dios no sera Dios si no pudiera llegar hasta el extremo de gozar y padecer las posibilidades que l ha suscitado para sus creaturas. Tales posibilidades ejercern sobre l las mismas violencias o resistencias que sobre el hombre pero no con los mismos resultados, porque nada de

    . cuanto existe es superior a Dios mismo. A su vez el hombre, sera ver- daderamente la creatura que Dios ha creado como su imagen, destinado a ser su semejanza, si no pudiera compartir el mismo destino de Dios, no por conquista sino por don, evidentemente del mismo Dios? A la luz de esta reflexin incipiente ya podemos invertir los trminos del planteamiento griego o heideggeriano y definir a Dios como el que puede morir, pese a ser el Viviente, y al hombre como el que puede per-vivir, pese a ser el ser para la muerte (Dasein).

    Dios tiene en sus manos las tres posibilidades: poder no morir, como ejercicio de libertad personal; no poder morir, en cuanto que su onto- lgica realidad es superior al poder negador de la muerte que los seres finitos constatamos; poder morir, sin desistir de ser, en cuantq cQnjia- turalizacin y condescendencia con el destino de sus criaturas. H ay un doble lenguaje respecto de Dios que es necesario distinguir siempre: lenguaje del ser o realidad por un lado, y por otro lenguaje de la persona y de la libertad. Hay posibilidades en el orden personaljjdeL3 01 y de la solidaridad que arrastran el ser hasta extremos tales de dolor, de muerte y de compadecimiento, que implican la muerte como sufrimiento aun cuando no impliquen la muerte como aniquilamiento.

    El cristianismo pone en el centro de su comprehensin lahistoria y destino de Jess, que es a la vez el hijo de Mara y el Hijo del Padre. Su historia es as una historia humana y una historia divina, enja_qu?

  • quedan implicados el ser del hombre y el ser de Dios. Todo lo que digamos sobre Jess, repercute sobre el Hijo eterno, sobre la segunda persona de la Santsima Trinidad. Hay afirmaciones que primaria-; mente_y en un sentido slo afectan a esa persona, pero al constituirse: las personas por las relaciones y al ser nica la vida divina entre las tres [ personas (la 7Ipl%rpT|aiq), tales afirmaciones sobre el Hijo, afectan,! aun cuando indirectamente, tambin al Padre y al Espritu Santo.

    El cristianismo es la religin que se apoya en la muerte como supre- majiegacin aparente del hombre, a la vez que como suprema posi- cin real de Dios. Y si ha tenido tal capacidad de suscitar adhesiones en la historia humana, fue justamente porque ha confrontado los dos trminos aparentemente ms antitticos: Dios y muerte. Una religin; que no ponga cada uno de estos trminos en Ta luz del otro, ser incapaz de decir nada definitivamente iluminador y consolador para el hombre. La muerte de Jess, como real muerte del Hijo de Dios, se convierte as en el acontecimiento-eje de la historia, universal3 porque era la muerte real y verdadera de un hombre; de un hombre que real y verdaderamente era Hijo de Dios. Si no hubiera sido muerte de hombre, no hubiera merecido el inters de los humanos. Y si no hubiera sido la muerte del Hijo de Dios, no se hubiera seguido la resurreccin y no se habra inmutado el destino de los mortales. Jess es el nico hombre de cuya muerte se tiene un lenguaje teolgico, antropolgico y soteriolgico al mismo tiempo. En ella estaban implicados la reali-: dad de Dios, el ser del hombre y el sentido del futuro, que a partir de: la muerte-resurreccin de Jess deja de ser acoso amenazador para convertirse en promesa reconciliadora4.

    3. La muerte y sus niveles de realidad

    Cuando hablamos de la muerte tendramos que distinguir tres rdenes de realidad expresados por esta nica palabra:

    3- El cristianismo es la religin que conoce la muerte de un hombre como el suceso ms fundamental de la historia de la salvacin y de la historia universal: K. R a h n e r , Muerte, en: SM 4, 818.

    4. Esta triple determinacin de la muerte de Jess: referida a Dios, al hombre y futuro, slo aparece en cuanto ha sido inmutada e interpretada por la resurreccin,

    que define a Dios como Dios de vivos, la vida humana como destinada a desbordarse P Minendose como vida divina y el futuro anticipndose recogedor y reconciliador

    ,e^ ^on del Espritu Santo. Cfr. W. Pannenberg , Fundamentos de cristologla n 1977): R. BlZQUEZ, La resurreccin en la cristologa de Woljhartiannenberg (Vitoria 1976).

  • a) La muerte como poder existente en la historia que, silenciosa y tenazmente, se va enseoreando de todo; que, amenazando primero y asestando despus, golpea todo vivir y por ello lo pone mientras dura en la antesala del morir, b) L^muerte como acontecimiento que afecta a cada vida humana desde el principio de su existencia de manera latente en su conciencia y que slo se muestra en todo su inexorable rigor al final. Hay que realizar la muerte desde la libertad, en consentimiento o en rechazo, en anuencia o en renuncia, en ofrenda o en desacato. c) La muerte como estado en el que quedan los muertos, evidente en un sentido y absolutamente oscuro en otro. De los muertos sabemos que no siguen viviendo con nuestra forma de vida, en nuestro lugar de vida y en nuestra dimensin de existencia. Pero ms all de eso no sabemos ms ni nos est permitido decir ms. Nos estn sustrados a nosotros, pero no sabemos si estn sustrados a s mismos, confiados a otro poder o trasferidos a otra forma de existencia, que no es comparable a nuestra vida, y que no por ello es menos real. Vida no es un concepto unvoco y admite toda la gama de posibilidades que admite la potencia divina de comunicacin.

    La muerte por tanto precede, asiste y perdura tras la vida humana, que es, por ello, tal en la medida en que se consocia con la muerte y establece pacto con ella. La muerte como poder nos amenaza y nos circunda siempre. La mortalidad humana significa que el hombre puede morir y tiene que morir. La muerte es, por tanto, horizonte y configuracin de la vida5. La duracin del vivir debera ser, por consiguiente, el aprendizaje de libertad y de sentido, de proyecto y de propuesta, hecho con tal verdad, que cuando el poder de la muerte se convierte en acontecimiento de morir lo suframos no como un accidente biolgico o un percance que nos sobreviene sino) que lo ejercitemos como una accin biogrfica, que emana de nuestra anterior vida y que se da a s misma su definitivo sentido y proyecto.

    El morir como estado slo lo poseemos en cuanto manera de retener a los que hemos conocido vivos y no podemos relegar al simple no ser. Porque nunca puede ser definida la muerte como activo no ser, nada aniquiladora, sino como aparicin de otra forma de realidad para el hombre, cuya determinacin le est sustrada de antemano, cuyo dominio en acto se le escapa, y cuyo futuro le sobreviene a su libertad sin ser consultado. El hecho de que tampoco sepamos qu es la vida, no podamos retenerla y no le podamos otorgar direccin definitiva, nos tiene que volver silenciosamente cautos a la hora de pensar la muerte.

    5. Cfr. ]. M aras, Antropologa metafsica (Madrid: Revista de Occidente 1973) 261-270 (La mortalidad humana).

  • Por eso el suicidio no es slo un problema moral, en la medida en que el hombre no es capaz de sentirse agraciado con la vida y, no creyendo poder enseorearse de ella como un don o un encargo, intenta anularla para dejar de ser l. El suicidio es un problema metafsico, porque no podemos saber cual es su real efectividad respecto de lo intentado. Est seguro el que propone suicidarse de que con ello I anula su ser y se sustrae al acoso de tener que vivir? Shakespeare afir- m tajante que acabar con el sueo de la vida no nos da seguridad de no tener que vernos envueltos en otros sueos6.

    Si al hombre le est sustrada la muerte como poder y la muerte y/ como estado, le est confiada, sin embargo, la muerte como aconteci- miento biogrfico. Sin duda el morir es para el hombre el instante supremo del vivir y aun cuando aquel tenga lugar de forma imprevista, inesperada, violenta, tiene que existir un tiempo intermedio en el cual la libertad, afrontada con su propia historia anterior, con su puntual presente y con su futuro, pueda ejercitarse decidiendo. Bien s que esta afirmacin tendra que ser verificada por las ciencias humanas (biologa, medicina, psicologa...) mostrando cul es la ltima situacin personal de vidas cuya estructura orgnica -cuerpo- ha sido violentamente cortada por una u otra de las diversas muertes que le pueden acontecer: cerebral, cardaca...

    La libertad est siempre abierta y siempre pendiente, porque en el fondo siempre vive a la espera de que la realidad definitiva, con la que cada uno cuenta, sea del orden divino o humano, del amor o de la ^posesin, del placer o del dolor, aparezcan en el horizonte de nuestra vida y al sernos otorgada, podamos reaccionar ante ella, decidindonos y resolvindonos. Y es esa resolucin de la libertad ante lo Absoluto y lo definitivo la que disuelve la anterior vida y la abre a otra forma de existencia, que no podemos describir, imaginar y menos demostrar. Ese desvelarse final de la realidad al hombre hace posible la decisin final del hombre ante la realidad. La accin de Dios y la reaccin del

    6. La frase clsica y vulgarizada: ser o no ser, es una reflexin sobre vivir o morir, retener la vida o quitrsela. Tal reflexin queda remitida a dos polos: el de la conciencia que exhorta en una direccin y el de la cautela ante la sospecha de no poder decidir la realidad con nuestra accin. Eliminada una forma de vida no sobreviene sin ms la nada, sino otra forma de vida. Morir... dormir! Dormir! Tal vez soar! S, ah est el obstculo! Porque es forzoso que nos detenga el considerar qu sueos pueden sobrevenir en aquel sueo de la muerte, cuando nos hayamos librado del torbellino de la vida.! He aqu la reflexin que da existencia tan larga al infortunio!: Hamlet, III, 1.a, en: Obras Completas. (Madrid: Aguilar 1961) 1359.

  • hombre cobran as definitividad recproca7. La postulamos desde la interna estructura abierta de la libertad, desde el sentido del presente que est religado a un futuro para el cual es, desde la confianza en que U realidad no es vengativa y de que Dios no aguarda al hombre tras la muerte para asestarle el golpe, como el cazador que tiende una emboscada a la pieza que luego caer en la trampa8.

    Con estas afirmaciones no dejamos sin contenido la mortal seriedad de nuestra libertad cuotidiana, que en cada acto aislado adivina la totalidad de la que deriva y hacia la que se abre. Slo intentamos sugerir que la definitividad de la libertad y con ella de la vida entera misma, tiene que poder ser enfrentada, acogida o rechazada, decidida y elegida. Otra cosa es que el hombre no haya aprendido la lucidez o el coraje, no haya superado el miedo o ahuyentado el recelo ante el mero carcter negador de la muerte, como para poder contar con su muerte de antemano, hacerla suya en el instante y en alguna forma superarla, otorgndole un sentido propio, desde la referencia y confianza en aqul que es Seor de la muerte, y al que se confa el hombre cuando se ve confrontado con ella. Para el hombre que cree en Dios, la muerte se presenta en un primer momento como una alternativa a Dios y negacin de Dios. El, en cambio, tiene que subyugarla a la soberana

    ^divina, ya que, si pensase que escapa a ella, estara considerando a la i muerte como el real Dios y a Dios como un producto generado por el 1 miedo de la muerte. En el encuentro con la muerte, el creyente se remite a Dios su seor y soberano universal y desde ah entra en la muerte como destino que Dios le otorga, pero sin conceder a la muerte misma una consistencia absoluta, que la haga superior al Dios de la vida o a la voluntad misma de Dios9.

    7. Sobre la llamada hiptesis de la opcin final, cfr. J. L. Ruiz DE LA P e a , El hombre y su muerte. Antropologa teolgica actual (Burgos 1971) 313-350; Id., Escatologa (Santander 1986) 298-305

    8. La relacin primordial de Dios con el hombre en el AT!no.es primordialmen- te la exigencia, la ira, la justicia propia del juez, del seor, o incluso del padre. Es la relacin amorosa, materna, enamorada, de quien atrae con lazos de amor. La lgica de la emboscada tendida por Dios al hombre, a fin de que caiga en el pecado y desemboque en la muerte, es lgica luciferina y no divina. Oseas dice expresamente: Se me revuelve el corazn, se me conmueven las entraas. No ceder al ardor de mi clera, no volver a destruir a Efraim; que soy Dios y no hombre, santo en medio de ti, y no enemigo a la puerta". (Os 11,8-9). (Gen 4,7: No es verdad que, si obraras bien, andaras erguido, mientras que si no obras bien estar el pecado a la puerta como fiera acurrucada, acechndote ansiosamente, a la que t debes dominar?).

    9. Siendo la vida eterna (o superacin de la muerte) el ltimo artculo del Credo no es sino la deduccin radical del primero: Dios nico y Seor universal. El Dios que por amor gratuito, es decir, no para su personal entretenimiento o pasatiempo, crea al

  • 4. Muertes paradigmticas: De Scrates a Cristo

    El morir est configurado en el pensamiento y percibido en las conciencias como resultado de la forma concreta en que se ha ido viviendo y muriendo en la historia humana. Si sabemos ya qu es ser hombre no tanto a la luz de una definicin metafsica o de una comprobacin cientfica cuanto a la luz de aquellos hombres que dieron la talla de humanidad, en los que nos encontramos prevividos y explici- tados ", sabemos qu es la muerte como hecho humano a la luz del morir de esos mismos hombres, porque quien da la talla de la vida en toda su verdad, da tambin la talla de la muerte. Podramos enumerar una serie de muertes-tipo, que encarnan las maneras fundamentales en las que los hombres han anticipado y consumado el vivir en el morir. Encontramos a Scrates condenado a beber la cicuta; a Sneca suicidado en clara conciencia del significado de su accin; a Cicern ejecutado; a Buddha yendo hacia la muerte gozoso de extinguir todo deseo que le impidiera el acceso final al nirvana; a Hallaj, el mstico rabe, que en xtasis se allega al martirio, al que violentamente le someten sus correligionarios por presentar a Dios en clave de amor y mstica, y se allega a la muerte ardiendo por encontrarse con el Dios que desea; a Jesucristo que entregado a la muerte, la acepta en obediencia y la soporta en amor, haciendo, de lo que haba sido una traicin, una entrega suplicante ante Dios por los muchos, por la inmensa multitud humana.

    La muerte no es, por consiguiente, un hecho bruto del orden de la naturaleza con la que el hombre se encuentra en la obviedad del tropiezo con una piedra o la violencia de un accidente atmosfrico. La muerte cae dentro del universo de realidades, retos, posibilidades, lmites y abismos con los que el hombre se encuentra desde siempre. Esto quiere decir que, como todo para el hombre, ella tiene que ser interpretada, si quiere que forme parte de su mbito humano de experiencia. En ella elegir un polo de sentido, desde el cual ver todas las cosas y avanzar todos los proyectos. En los hombres que acabamos de

    hombre, le crea con la definitividad absoluta que la gratuidad absoluta implica. La muerte es el lugar del descubrimiento en un sentido y de la prueba en otro, donde el hombre tiene que reconocerse creatura y finito, caduco y mortal por s mismo y que si tiene pretensin de inmortalidad o vida nueva, esto slo se puede fundar en la preparacin que Dios se ha creado en la naturaleza a fin de que los dones de su gracia sean percibidos no como aleatorios o arbitrarios respecto de la naturaleza sino como los ple- nificadores sobrenaturales de una esperanza natural.

    10. Cfr. K. JASPERS, Die massgebenden Menschen: Sokrates, Buddha, Konfuzius, Jess (Mnchen 1964): Trad. esp: Los hombres decisivos (Madrid 1993).

  • enumerar, la muerte form parte de su proyecto de vida, como valiosa o deleznable, integrable o refractaria, gozosa o amenazadora. La

    : muerte forma parte de nuestro universo de verdad, de sentido y de esperanza. Esta verdad fundante, este sentido sustentador y esta espe

    ranza prometida crean el marco dentro del cual la muerte puede seT situada. Digo situada, porque la muerte nunca puede ser integrada ni pensada, en el sentido de reducir su potencia amenazante y su evidente soberana. Si integrar y pensar son vectores de la vida, slo se pueden ejercer cuando no est la muerte. Y cuando sta aparece aquellos pierden su evidencia, para actuar slo como pregunta y esperanza.

    En medio de la multitud de muertes silenciosas, mudas casi todas, agnicas unas y pacficas otras, existen dos en la historia de Occidente, que han creado un sentido para la vida y una esperanza para la tras- muerte. Son la muerte de Scrates y la de Jesucristo. Ellas fueron fruto de ciega y violenta oscuridad en cuanto hechos infligidos desde fuera y se convirtieron en fuente de luz, esperanza y justificacin por la forma en que ambos la vivieron desde dentro y por los signos con que ,Dios, una de un modo y otra de otro, las acredit. La. grandeza de ambas muertes no'( es slo su fortaleza moral o la dignidad con que mantuvieron hasta el final lo que haba sido la propuesta de su vida,

    \ sin arredrarse ante las amenazas, sino; sobre todo la conexin entre i palabra y persona, vida y razn de vivir, doctrina propuesta para los dems y realizacin por ellos mismos. Ellos profirieron una verdad y previvieron una vida. Cada una de ellas tiene su propia consistencia y resistencia, pero si se suman e interaccionan, entonces el estallido de luz es pleno y no puede ser apagado. Los evangelios nos recogen el mensaje de Jess. Los tres dilogos: Critn, Fedn, Eutifrn junto con la Apologa, nos transmiten los ideales que Scrates propuso a la juventud ateniense desde la perspectiva del enfrentamiento con la muerte".

    Esa verdad de Jess y de Scrates tienen peso y precio por s mismas, abren la inteligencia humana a un orden de realidad que brilla por s misma ante el hombre y ste la ama como infinitamente valiosa. Cuando la verdad aparece al hombre y ste la ama como un esposo a la esposa, entonces su vida ya no es pensable ni realizable sin ella. La verdad seduce al hombre sobre todo cuando lo encuentra en aquella fase de vida en la que todava mantiene la inocencia de la niez y ya se ha abierto a la complejidad de la realidad: la juventud. Una verdad descubierta y amada en la juventud se convierte en tejido del

    11. Cfr. R.GUARDINI, L a m uerte de Scrates (Buenos Aires 1960).

  • alma, ayudndonos como viva urdimbre para perdurar ntegros y enteros12.

    Los que oyeron las palabras de Jess quedaron fascinados porque propona una doctrina nueva, que se apoyaba ms en su autoridad interna que en su legitimidad externa13. Scrates y Jess proponen unac verdad objetiva y no slo un ejemplo personal a seguir. Es cierto que, cuando la vida se pone en juego o en riesgo hasta darla para acreditar aquella verdad, la sacralidad objetiva de la persona se transfiere a la palabra y al mensaje. Decimos entonces que la vida sella la palabra. / Pero es necesario tambin que la palabra valga por s misma, aun cuando el que la dijera no hubiera estado a la altura de sus exigencias. Y en este sentido Scrates se remite a una autoridad superior a su propia conciencia: el dios, 8(X|J,C0V, espritu que le empuja y le habla en ocasiones14. Jess a su vez nunca se remite a s mismo, ni se afirma desde s mismo como autoridad ltima. Es verdad que lo hace cuando se enfrenta con las autoridades de este mundo, frente a las cuales no acepta ser comparado o juzgado. Pero en quien se funda y a quien siempre se remite es al Padre15.

    Con su vida y su muerte estos hombres nos hacen libres, porque id !t/ nos sujetan a su servidumbre o imitacin sino que nos abren al que nos alumbra a todos y es inherente a todos: Dios. Los mrtires siempre necesitan verdad para que su muerte no sea vana, pero la verdad no

    12. Por eso Platn exhorta con tanta pasin a los jvenes para que se encuentren y se enfrenten con la verdad: Busca la verdad mientras eres joven; de lo contrario ella huir para siempre de tu vida (Parmnides 135).

    13. Esa doctrina es puesta en cuestin desde el comienzo y con ella la persona porque Jess no tiene legitimacin formal para lo que hace, ni formacin tcnica como doctor de la ley, ni ha recibido la ordenacin rabnica, ni acredita ninguna revelacin proftica mediante una teofana o prodigio similar. Y, sin embargo, su palabra deja sentir una real autoridad, derivada primero de quien lo dice, luego de lo que dice y finalmente de los signos que la acompaan. Los judos vieron lo negativo primero en alternativa con lo positivo segundo y se decidieron por aquello. La muerte de Jess se incoa en las primeras actuaciones pblicas de Jess. Cfr. Marcos 2,27 (doctrina y autoridad). Tras lo milagros surge la reaccin de algunos escribas (2,5-7), de escribas y fariseos (2,16), los fariseos(2,24) y de fariseos concertados con los herodianos contra l para prenderle (3,6).

    14. Cfr. Apologa 19a; 23c; 29d; 31d; 37e; 4 ld ; 42a.15. Esta referencia y dependencia de Jess respecto del Padre aparece primordial

    mente en el evangelio de San Juan, que a la vez subraya la igualdad. El Hijo ha recibido una misin del Padre y a l se refiere sin anticipar o retrasar tiempos, lugares y decisiones. Ni la vida ni la muerte son un absoluto para l. Lo absoluto, la substancia, el alimento de la vida es la voluntad del Padre. De ella vive y para ella muere. Juan 4,34; 5,30; 6,38; 17; Cfr. Lucas 13,31-33.

  • siempre necesita mrtires, ya que puede manifestarse por s misma. Ms aun, un mrtir no es automticamente exponente de una verdad. Ha habido en la historia de la humanidad tanta locura, e n s a a m ie n t o , empecinamiento y vidas puestas al servicio de tantas causas p e r v e r s a s , por sus fines o sus medios, que el propio martirio ha sido devaluado como garanta de verdad. Nietzsche no carece totalmente de razn al relativizar y recusar a los mrtires como acreditadores infalibles de una causa16.

    Scrates ha otorgado crdito a la voz que le llama y nos ha invitado a correr el bello riesgo de confiar en la inmortalidad, pues el alma que conoce la Verdad vive de la indestructibilidad de sta que no puede perecer por ser divina17. Jess ha hablado del grano que debe morir en tierra para dar fruto y ha afirmado que el que entrega su vida, la recobrar y el que la pierde la gana, porque, aun sindole arrancada por la violencia de los hombres o la ceguera de las situaciones, es siempre en manos de Dios donde cae y ofrecida por los otros como ofrenda y splica ante el Padre comn, sirve y beneficia a los hermanos18- Scrates y Jess han quedado en la historia de la humanidad, enfrentada con la muerte, como ejemplos de dos actitudes lcidas en un sentido y confiadas en otro. Lucidez y confianza son la nica postura posible, ms aun necesaria, si la dignidad humana no quiere terminar hundida u ofendida15.

    16. Signos de sangre escribieron en el camino que ellos recorrieron y su tontera enseaba que con sangre se demuestra la verdad. Mas la sangre es el peor testigo de la verdad; la sangre envenena incluso la doctrina ms pura, convirtindola en ilusin y odio de los corazones. As habl Zaratustra (Madrid: Alianza 1972)141. Junto al adarme de verdad que nosotros hemos recogido, existe en Nietzsche una acerada polmica y violento rechazo de la comprehensin cristiana de la redencin, de la vida entregada y de la sangre de Cristo como vida del mundo. La cita procede de un captulo dedicado a los sacerdotes, que es una mofa de la pretensin cristiana de ofrecer redencin.

    17. Que el alma se ha mostrado como algo inmortal, eso s estimo que conviene creerlo, y que vale la pena correr el riesgo de creer que es as. Pues el riesgo es hermoso y con tales creencias es preciso, por decirlo as, encantarse a s mismo: Fedn 115-

    18. Jn 12,24. Cfr. Mt 16,25; Me 8,35; Le 9,24. Todos estos textos sinpticos hablan de perder la vida por m -Jess- y por el evangelio. Pero este es el segundo momento en el que jess prolonga hacia los dems lo que es su forma de existencia y de realizacin: poner su vida aJ servicio de la voluntad del Padre por los hombres, perdindola en tal servicio y sacrificio. La absoluta confianza en la fidelidad del Padre le permite afirmar que toda vida as entregada ser ganada, y toda vida retenida ser perdida, es decir no ensanchada a la plenitud que el Padre otorga como respuesta agradecida.

    19. La comparacin entre Scrates y Cristo no ha cesado desde la patrstica hasta el siglo XIX. Cfr. X. T il l i e t t e , Le Christ de la Philosophie (Paris 1990) 79-82 (Socrate et Jsus); 82-86 (Saint Socrate).

  • En ambos, vida y muerte estuvieron en correlacin. Correlacin entre vida luminosa y muerte generosa, o si se prefiere vida generosa y muerte luminosa. Muerte luminosa no quiere decir muerte sin agona y sin dolor. El hombre es naturaleza y persona, sin que nunca del todo la persona pueda hacer trasparente y dominar a la naturaleza. La muer-- te afecta al hombre entero; es un acoso a la totalidad de su ser (natu- i raleza y persona) y mantiene siempre su oscuridad objetiva, su sinsen- tido inmediato. La agona fue uno de los elementos configuradores de la muerte de Jess, y puede ser una begnadete Angst , una bendita agona llena de gracia como fue la suya20. En sta se confrontaron la " angustia humana y la llamada divina. Asediada por aquella, la voluntad de Jess or: Padre, todo te es posible; aleja de m este cliz. Sostenida por la gracia divina, su humana voluntad or: Mas no sea lo que yo quiero sino lo que quieres t . De esta forma la muerte de Jess se sita agnicamente ante la voluntad de Dios y deprecativa- mente ante la inmensidad de los hombres21.

    La vida y muerte de Jess han suscitado el amor y la adhesin de los creyentes pero no menos han suscitado entre los filsofos la fascinacin en unos y la repulsin en otros. Su destino les ha parecido no slo creador de pensamiento filosfico sino hecho filosfico en s22. Su actitud ante la verdad y ante la muerte los ha llevado a caracterizarlo como el supremo filsofo. Summus philosophus, deca de Jess Spinoza, quien comparndolo con Moiss consideraba al primero el supremo conocedor de Dios, de espritu a espritu, y por ello revelador

    20. ste es el ttulo con que BaJthasar traduce aJ alemn la obra de Bernanos, Dialogues des Carmlites, que en su origen no quiso ser otra cosa que una reescritura dramtica, para ser llevada al cine, de la obra de G. VON LE Fort, La ltima en el cadalso (Barcelona 1958), escrita en vsperas del advenimiento del nacionalsocialismo, como parbola de la debilidad de la verdad, arrollada por el poder y de la agona de los dbiles servidores del Altsimo frente a la insolencia de los mortales envalentonados. La agona y el martirio en tales situaciones son un deber y una gracia; ellos son anulado- res en un sentido y salvadores en otro.

    21. Me 14,32-42. Cfr. Toda agona est comprendida en la agona redentora de Dios: Hans U rs von Balthasar, Gelebte Kirche: Bernanos (Einsiedeln 1954)448. Cfr. A. FEUILLET, L'Agonie de Gethsmani (Pars 1974) con un largo comentario del texto clsico de Pascal: Mystire de Jsus (265-307); X .T illiette, La Semaine Sainte des Philosophes (Pars 1992) 23-65 (Jeudi Saint); F. M. Lth el , Thologe de l'agonie du Christ. La libert humaine du Fils de Dieu et son imprtame sotriologique mise en lumi- repar Saint Mxime Confesseur (Pars 1979); lD La priire de Jsus h Gethsmani dans la controverse monothelite, en: H. H ienzer-C. Sch n bo rn (Hrsg.,), Maximus Confessor (Fribourg 1982) 207-214.

    22. Cfr. adems de las obras de X. Tilliette, P. G ire (ed.,), Philosophies en qute du Christ (Pars 1991).

  • de la salvacin para pobres e ignorantes23. Rousseau qued fascinado, sobre todo por su muerte, hasta decir: Si la vida y la muerte de Scrates son las de un sabio, la vida y la muerte de Jess son las de un Dios24.

    La historia de Occidente ha fundido en fraternidad la figura de Jess y la de Scrates ya que, si aquel tuvo sus evangelistas, ste tuvo a Platn, permitiendo sus pginas confrontar ambas figuras. Se hizo de Scrates el gran precursor de Jess entre las gentes, como se haba hecho del Antiguo Testamento la preparacin para recibir el evangelio. Y, sin embargo, en ciertos momentos fueron percibidos como rivales, exponente el primero de una humanidad que se eleva hasta llegar a Dios en inmortalidad derivada de la adhesin a la verdad (Scrates); exponente el segundo de un Dios que se allega hasta el hombre en humillacin (humus: tierra; humanidad: de la tierra) para compartir su verdad. Durante un tiempo el mundo pudo preguntarse si iba a hacerse cristiano o neoplatnico. Era Scrates quien plantaba cara a Jess25. La victoria fue de Jess, pero manteniendo a Scrates como su necesario presupuesto y aliado natural. Esto pudo poner en peligro la percepcin de la innovacin teolgica y salvadora que el cristianismo ofreca, pero tuvo la grandeza de mostrar que era para un hombre que pensaba, esperaba y contaba con una abertura a la verdad y una esperanza de inmortalidad. Entre ambos se pona de manifiesto la reciprocidad en que de hecho existen ya entre Dios y el hombre, hasta el

    23. La frase no se encuentra literalmente en sus obras, aun cuando recoge la idea central del captulo I de su Tractatus Theologico-Polticus. La encontramos entre las notas de Leibniz tras un dilogo con Tschirnhaus. Cfr. X. T i l l ie t t e , Le Christ de la Philosophie, 71-79; Id., Le Christ des Philosophes (Namur 1993, 44-58) (Le Christphi- losophepar excellence). Adems de las obras clsicas de J. LACROIX, Spinoza et leprobli- me du salut (Pars 1970); A. MATHERON, Le Christ et le salut des ignorants chez Spinoza (Pars 1971).

    24. La mort de Socrate, philosophant tranquillement avec ses amis, est la plus douce quon puisse dsirer; celle de Jsus expirant dans les torments, injuri, raill, maudit de tout un peuple, est la plus horrible quon puisse craindre. Socrate prenant la coupe empoissonne bnit celui qui la lu prsente et qui pleure; Jsus au milieu dun supplice afreux, prie pour ses bourreaux acharns. Oui, si la vie et la mort de Socrate sont dun sage, la vie et la mort de Jsus sont dun Dieu: Profession de foi du vicaire savoyard, en: Emile ou de l education. Livre IV (Pars: Garnier 1964) 380.

    25. Las dos metafsicas (la nacida del alma socrtica y la inspirada por el espritu evanglico) a pesar de su semejanza o quiz a causa de ella, libraron batalla antes de que una absorbiese lo que haba de mejor en la otra: durante un tiempo el mundo pudo preguntarse si iba a ser cristiano o neoplatnico. Era Scrates quien haca frente a Jess: H. B e r g s o n , Las dos fuentes de la moral y de la religin (Buenos Aires 1962) 93.

  • punto de que ya no hay una humanidad plenificada y redimida sin abertura a Dios y no hay ya Dios real sin encarnacin humanizadora.

    I

    5. Retorno desde Cristo y Scrates a Dionisos

    La historia de Occidente sufre un vuelco radical cuando alguien quiera ir ms atrs de Scrates y ms atrs de Jesucristo. Ir ms atrs de Scrates significa ir ms atrs de la razn y del dilogo hasta la naturaleza y la vida. Ir ms atrs de Jesucristo significa ir ms atrs del hombre y de Dios, religados en un nico destino y ya inseparables para siempre, en busca de un superhombre. La proposicin del logos es sustituida por la voluntad de poder; al negar la revelacin y la redencin slo queda el eterno retorno y la agotadora tarea de tener que dar razn de s y otorgarse confianza a s; tarea infinita para un ser finito y, por ello, abocadora a la autodestruccin. Nietzsche derog a Scrates de la historia de la humanidad, manteniendo al crucificado por un momento. Luego sustituy a ste y se afirm a s mismo. Si su obra As hablo Zaratustra es un antievangelio, su obra final Ecce homo es un retrato propio tras la negacin y abominacin de Jess, al que quiere heredar y superar26.

    Comenzbamos estas lneas con el ttulo Muerte del hombre - muerte de Cristo-. En la muerte de Jess nos encontramos con el enigma de la vocacin humana primordial, tendiendo hacia la vida y que se enfrenta con la muerte como todos los mortales. La suya tiene una peculiaridad: es muerte en cruz. La crucifixin lleva la degradacin de lo humano a su forma extrema por la crueldad objetiva que implica, por la deshonoracin pblica, por la desecracin del cadver no enterrado. De ah que, como mxima, ofensa se aplicara slo a los mximos criminales: traidores, sublevados y esclavos.

    Esa muerte de Jess, la de un crucificado entre miles de crucificados, pasa a la historia humana por haber sido percibida como Ja muerte de DiosjTsmo, ya que a Dios le afecta la muerte de su Hijo Jes s.' Con ello situamos la altura del Altsimo en el abismo de la degradacin suprema, la santidad del Santo entre la abominacin, el poder del

    26. El libro se cierra con un prrafo en el que sintetiza la trasvaloracin de los valores fundamentales vigentes hasta ahora: los conceptos Dios, ms all, alma, pecado, voluntad libre, desinters, negacin de s mismo, hombre bueno. Y tras reasumir el grito de Voltaire contra la supersticin y la Iglesia (Ecrasez linfme!) concluye: Se me ha comprendido? Dionisos contra el crucificado. Ecce homo (Madrid: Alianza1984) 132. Cfr. U. WlLLERS, F. Nietzsches antichristliche Christohgie. Eine theologische Rekonstruktion (Innsbruck 1988).

  • Poderoso entre la debilidad de los ofendidos. Dios fue entonces sujeto y es ahora destinatario primordial de toda la humillacin de los degradados de la tierra. No es solamente la pasin, humillacin y muerte de uno de nuestra raza lo que est en juego. Est en juego eso mismo referido a Dios. En adelante, trasgrediendo todos los preceptos sagrados de la metafsica griega sobre el inmutable, impasible e intemporal, se podr hablar del Deus incarnatus, Deus passus, Deus crucifixus, Deus m ortuuf.

    Con la muerte de Jess, Hijo de Dios, ha tenido lugar el decisivo giro copernicano de la historia: la trasvaloracin de la muerte de una vez para siempre. Porque en el choque entre Dios y muerte, sta ha sido desposeda de su poder mortfero y Dios se ha dado al hombre como vida victoriosa.

    II. E l h e c h o h is t r ic o d e la m u e r t e d e C r ist o

    1. Fechas, lugares, personajes

    ' La muerte de Jess es un hecho evidente de la historia humana; es el hecho mejor atestiguado de su propia historia, que slo ha sido negado cuando se ha negado la totalidad de la existencia misma de Jess. Esta negacin tuvo lugar de manera espordica a finales del siglo pasado y comienzos del presente, pero hoy absolutamente nadie la pone en discusin. Esa muerte tiene lugar en Jerusaln en una fecha no precisable con toda exactitud, ya que depende de la fijacin previa de otras fechas, como por ejemplo la duracin de su accin pblica y

    27. El cristianismo supone una revolucin.metafsica, para d mundo griego. Las tres ideas fundamentales del cristianismo: encarnacin de Dios, muerte del mensajero divino y resurreccin de la carne, chocan con los principios bsicos de su comprehen- sin de Dios, de la historia y de la antropologa. Cfr. O. GONZLEZ DE CARDEDAL, Jess de Nazaret. Aproximacin a la cristologa (Madrid 1975) 509-514; R. C antalamessa, Las objeciones contra la divinidad de Cristo en el contexto helnico, en: Cristo ayer y hoy. Actas del VIII Simposio Internacional de Teologa (Salamanca: Secretariado Trinitario 1974) 93-117.

    Con la frmula de San Ignacio de Antioqua: Permitidme ser imitador de la pasin de mi Dios (Romanos 6,3), se inicia una comprensin y veneracin de la pasin y muerte de Jess como pasin y muerte del Hijo, que es Dios, con quien Dios est y que, por tanto, le hace a l tambin sujeto de esos actos y pasos. Desde Orgenes, Tertuliano y San Agustn, todos los msticos hablarn este lenguaje. Cfr. T. R. Kren ski, Passio Caritatis (Einsiedeln 1990); A. G. N namani, The Paradox o f a suffe- ring God(Frankfurt 1995); G. H. G reshake, Der dreieinige Gott (Freiburg 1997) 340- 349.

  • los viajes o estancias que hiciera a Jerusaln. El evangelista San Lucas establece como puntos de referencia fundamentales para el comienzo de la predicacin de Juan Bautista y de Jess los hechos siguientes: el ao dcimo quinto del imperio de Tiberio Csar, y el hecho de que en ese momento el prefecto de Judea era Poncio Pilato28.

    Tenemos como el lmite hacia atrs (terminus a quo) el ao en que el emperador Tiberio cumple su dcimo quinto ao en el cargo. Este puede ser 1 de octubre del ao 27 al 1 de octubre del 28. Por el otro extremo tenemos la afirmacin incontrovertible de que esa muerte tuvo lugar siendo prefecto Poncio Pilato que permanece en su cargo hasta el ao 36 (terminus ad quem). Ahora bien, la pregunta es cunto tiempo dur el ministerio pblico de Jess, si un ao como parecen sugerir los Evangelios Sinpticos o tres aos como parece indicar el evangelio de San Juan, si bien las tres subidas a Jerusaln para tres Pascuas, que narra este evangelista, tampoco hacen concluir necesariamente que esto tuviera lugar en tres aos sucesivos.

    La muerte tuvo lugar en un viernes, sin que podamos precisar si este viernes era el da de la Pascua solemne o era por el contrario la vspera de Pascua. Tampoco aqu la cronologa de los Sinpticos y de San Juan coinciden, ya que ambos tienen intereses distintos y dan primaca a unas u otras dimensiones de la realidad de Jess: los sinpticos a los hechos vividos por Jess; San Juan, en cambio, a la significacin universal de esos hechos, bien por su concordancia con la prefiguracin en el Antiguo Testamento o bien por su significacin iniciadora de realidades ulteriores de la Iglesia. La conclusin generalizada es que muri el 14 o 15, viernes, del llamado mes de Nisn (mes de la primavera), y que tal ejecucin tuvo lugar en torno al ao 30 de nuestra era. En la cronologa romana corresponda al ao 783 de la fundacin de la Urbs (Ab Urbe condita). La edad de Jess era aproximadamente de unos treinta aos29.

    2. Las fuentes literarias y su naturaleza

    Esos son los datos escuetos y absolutamente sobrios de la muerte ms decisiva de la historia humana. Ntidos y claros en su contenido

    28. Le 3,1-3. Para todas las cuestiones histricas. Cfr. J. G n ilka, Jess de Nazaret. Mensaje e historia. (Barcelona 1993).

    29. Le 3,23 pone la edad de 30 aos como aproximada, en el momento en que Jess comienza su ministerio pblico. Es slo una cifra que indica la edad real o tambin la cifra de plenitud para asumir el inminente reinado de Dios, cual David mesi- nico, lo mismo que el David histrico haba comenzado su reinado a los treinta aos? Cfr. 2 Sam 5,4. Cfr. G nilka, /. c. 385-386.

  • real y absolutamente difuminados en lo que se refiere a circunstancias ambientales o incluso a intenciones cronolgicas precisas. Encontramos tambin aqu una caracterstica de todo el Nuevo Testamento: parte de la evidente realidad de lo acontecido, sin perder ningn tiempo en aportar pruebas que nadie peda desde fuera y que desde dentro no eran sentidas todava como necesarias30. Pero la razn es ms profunda: lo que el Nuevo Testamento ofrece como texto escrito y a lo que se refera la vida entera de la Iglesia era una historia particular, la de un judo del Norte de Galilea, pero era sobre todo una historia con significacin universal, la del Mesas e Hijo de Dios encarnado, muerto y resucitado por nosotros. A la luz de esta radicacin teolgica del protagonista en Dios, de su significacin soteriolgica universal y de la abertura misionera hacia adelante, pierden relieve la mirada al pasado, la narracin cronstica de hechos particulares, el inters geogrfico y la preocupacin por la historia local. Frente a ellas prevalece la significacin teolgica y la destinacin universal desvelada por la resurreccin31.

    Todo esto nos obliga a hacer una reflexin mnima sobre las fuentes que tenemos para el conocimiento de la vida y de la muerte de Jess. Esas fuentes son cristianas y no cristianas pero stas son tan pobres que apenas nos ofrecen los hechos estrictos, y esto casi nunca como relato directo de lo visto o vivido sino como eco de lo que los cristianos decan en la catequesis y celebraban en su liturgia. Las fuentes no cristianas son testigos de la existencia de los cristianos remitindose a un Cristo, que muri bajo Poncio Pilato. No son desdeables, pero, sin embargo, son objetivamente insuficientes. Ningn no cristiano tuvo el menor inters en relatar en directo la eliminacin de un judo llamado Jess, del que no habra quedado ningn recuerdo sig-

    30. A partir de la segunda generacin, cuando los testigos oculares de los hechos comienzan a desaparecer y quedan slo testigos auditivos, nace la necesidad de establecer la segn.2=asphakia de la catequesis recibida. Cfr. Le 1, 1-4.

    31. El cristianismo se despega as de su matriz geogrfica y cultural de origen. Primero por el discernimiento terico esencial, que lleva a cabo San Pablo: el evangelio nace de los judos, pero no es la sacralizacin del judaismo sino el anuncio de la justificacin ofrecida por Dios en la muerte y resurreccin de Jess, acogida en la fe, sin las obras del hombre incapaz de autorredencin. Todo lo dems queda reducido a historia y cultura insignificantes, si aceptan su situacin, y amenazadoras si no consienten a esta relativizacin. La Iglesia estar formada por judos palestinenses, judos de la dispora y creyentes venidos de la gentilidad. Desde esta perspectiva, Judea quedaba lejana y los hechos en cuanto tales perdan relieve. Quedaban enhiestos el mensaje, los signos, el apstol, la comunidad; pero radicados en otros lugares y culturas, ms all de Judea, de donde provinieron (Jn 4, 22).

  • nificativo, si sus discpulos no hubieran mantenido la pretensin de que haba resucitado. No hay, por tanto, retirada posible a un lugar de hipottica neutralidad de fuentes. La decisin en favor o en contra de Jess se hace no'desde textos sinQ desde las realidades que l suscita y pone ante los ojos del hombre. Son necesarias la comprehensin y " recuperacin del pasado, pero es ms esencial la decisin ante el reto del presente, que la palabra y el destino de Jess siguen presentando. Tal reto no se puede esquivar, afirmando que las fuentes son interesadas. Slo la palabra nacida del inters, que es amor de realidad y de persona, puede alumbrar la verdad y sostener la esperanza. Sin tal inters no hay verdad ni esperanza32.

    Las fuentes cristianas narran la muerte de Jess con una infinita sobriedad. Presuponiendo el hecho, estn interesadas en el descubrimiento y transmisin del sentido de eja muerte. Ahora bien, esta muerte nunca es considerada fuera de la totalidad del hecho crstico. En un primer momento esa muerte es un punto de tiniebla que parece dejar sin luz, verdad y legitimidad al muerto, anulando la pretensin que l haba alzado de ser la presencia vencedora del Reino de Dios en el corazn de la historia humana frente a todos los poderes del mal. Porque Jess no slo declar que llegaba el Reino de Dios a la historia, que Dios como vencedor instaurara toda justicia y toda bondad haciendo surgir la nueva creacin. Jess religa la accin de Dios a sui propia persona, lo mismo que religa la propia palabra a la accin de Dios, que se manifiesta en los milagros.

    La muerte de Jess est en conexin lgica con la predicacin de * Jess sobre el Reino de Dios y es interpretada definitivamente por la experiencia que los discpulos hacen de la resurreccin; se sita, por tanto, entre estos dos polos hermenuticos (predicacin del Reino- resurreccin) como mediacin nutricia de ambas, que a su vez recibe de ambas su propio sentido. El que resucita no es un muerto cualquiera sino precisamente aquel que, tras predicar su Reino, se ha confiado a Dios como Padre, Seor y Rey, en el convencimiento de que haba sido enviado para revelar su soberana como gracia. La pregunta que nos tendremos que hacer despus es la relacin que pueda o deba haber entre la lgica profunda de ese Reino, transformando la historia

    32. Cfr. P. GRELOT, Jsus de Nazareth, Christ et Seigneur I (Pars 1997) 17-68 (Diversit et nature des sources); G. THEISSEN-A. M erz, Der historische Jess, 73-95 (Die nichtchristlichen Quelle ber Jess); J. Maier, Jess von Nazareth in der talmu- dischen berlieferung (Darmstad 1978); L. DEZ MERINO, La madre de Jess en los escritos cristolgicos y neotestamentarios de algunos judos modernos, en: Estudios Marianos 47 (1982) 237-265.

  • desde dentro de ella misma y el hecho de la muerte. Por su parte, la experiencia de la resurreccin muestra que la muerte no obtuvo la victoria sobre el que fue su rehn durante algn tiempo, sino que l fue afirmado como superior sobre ella por Dios Padre. La muerte, sin embargo, no queda volatilizada como una mera condicin de trnsito entre su existencia proftica junto con su accin mesinica por un lado y su resurreccin gloriosa por otro. Reino-Muerte-Resurreccin son tres fases de la historia de Jess a la vez que tres dimensiones constituyentes de su persona. Ninguna de ellas es inteligible sin la otra. Y desde ese enclave hermenutico en las tres realidades es desde donde hablan de la persona de Jess todos y cada uno de los autores del Nuevo Testamento, si bien cada uno de ellos se sentir atrado por uno u otro de los tres polos33.

    3. Intereses o preocupaciones actuales ante la muerte de Jess

    Hemos querido subrayar este hecho porque de lo contrario el lector actual del Nuevo Testamento se siente desorientado, ya que sus preocupaciones e intereses mayores, al querer entender la muerte de Jess, van en otra direccin distinta. Las preocupaciones contempor- neas ante la muerte de Jess son de otro orden. 1) Biogrficas: interesa saber en qu conexin lgica, secuencia cronolgica y dependencia

    33. ^m uerte, por consiguiente, tiene un sentido y contenido propios; no es la mera consecuencia de una predicacin llevada hasta el final. Ni es la mera condicin para poder ser ofrecido a los hombres como resucitado y Seor de la gloria, por el Padre. La muerte es la prueba suprema, la hora suprema, el lugar supremo de la revelacin de Dios y de su puesta en nuestro lugar de pecadores, privados de la gloria de Dios todos (Rom 3,23). La idea sinptica de la necesidad de subir a Jerusalem, de ser bautizado con un bautismo de sangre y de beber el cliz que le est dispuesto (Me 10,35-45) junto con la idea jonica de la hora muestran que la muerte tiene un valor autnomo. Esta valoracin propia de la muerte como causa de salvacin diferencia las cris- tologas de redencin de las cristologas de ilustracin. La encarnacin, siendo la introduccin del acontecimiento redentor, segn todos los Padres de la Iglesia tanto orientales como occidentales, ya est internamente ordenada a la cruz. Y esto no en el sentido en que lo entienden algunos telogos actuales, segn los cuales la crucifixin entre dos ladrones no sera otra cosa que la conclusin lgica de una postura tomada por l desde siempre: solidarizarse y sentarse a la mesa con publcanos, prostitutas y pecadores, para expresar la perfecta voluntad reconciliadora de Dios, sino la realidad es que la pasin est separada de la vida anterior por una cesura absolutamente manifiesta: ella es el contenido de la hora para la que Jess vive, que todava no ha venido, o que finalmente ha venido; el bautismo con el que Jess tiene que ser bautizado y que l anhelante desea como lo decisivo de su existencia, la hora tambin a la que remite San Pablo, quien, ms claramente que todos los otros autores del NT, considera todo lo dems como simple preludio para ella: H. URS VON BALTHASAR, Crucifixus etiam pro nobis, en: Internationale katholische Zeitschrift Communio 1 (1980) 26.

  • causal est esa muerte con todo lo que la precedi, sobre todo teniendo en cuenta la brevedad del tiempo de su vida pblica en la que se gesta la posibilidad en un sentido y la necesidad en otro de la eliminacin fsica de Jess. 2) Preocupaciones psicolgicas: cul fue la impresin que sufri Jess ante el derrumbamiento de su proyecto de vida, truncada de manera precipitada y violenta; cul fue el sufrimiento externo e interno padecido por l en los tramos iniciales y, sobre todo, en los finales, en que el desamparo humano y divino es aparentemente absoluto y el fracaso ya irreversible; cul fue la posible interpretacin que l pudo otorgar a ese fracaso y muerte. 3) Preocupaciones jurdicas: cul era la situacin legal en ese tiempo en Palestina y hasta dnde llegaba la jurisdiccin del poder judo y dnde comenzaba la jurisdiccin romana; qu causas quedaban todava en manos de los judos, cules era retenidas por los romanos y, sobre todo, si aquellos mantenan el derecho de condenar a muerte a alguien; quines fueron, por tanto, los responsables legales de la muerte de Jess y hasta qu punto actuaron formalmente bien, a tenor de la legislacin vigente; posibilidad de hablar no slo de responsabilidades sino de culpabilidad respecto de esa muerte, suponiendo que ella no tena que haberse dado segn la legislacin. 4) Preocupaciones metafsicas, Si toda muerte reclama otorgarle un sentido para salvar su aparente inutilidad, la muerte de Jess con mayor razn reclamaba una explicacin, al haberse puesto l del lado de Dios, al haber puesto a Dios de su propio lado y al haber, por tanto, mezclado el problema de Dios y la muerte de su enviado34.

    A_ estas cuestiones de sentido se unirn posteriormente ms difci- les__prpblemas: la posibilidad de que muera aqul que es el mensajero de la salvacin o Mesas, y sobre todo la posibilidad metafsica de que quien es la vida misma (y Jess por ser Hijo eterno participaba de la vida indestructible de Dios) pudiera morir y, por consiguiente, la cuestin de si aquella muerte fue slo aparente. Y si fue real, tendr que ser una forma de realidad que no ponga en duda su morir con nosotros pero tampoco reduzca a Dios a la condicin mortal de los humanos, ya que entonces tendramos una transmutacin de Dios35.

    34. Cfr. G. J. G n ilk a , Jess Christus nach frhen Zeugnissen des Glaubens (Mnchen 1970) 95-110 (Das Christusbild einer alten Passionsgeschichte); ]. GuiLLET, Jsus devant sa vie et sa mort (Pars 1971) 221-241; G. T h e isse n -A. M e r z , l-c. 388-414 (Jess ais Mdrtyrer: Die Passion Jesu).

    35. Cfr. N.A. D a h l , Der gekreuzigte Messias, en: H. R isto w -K. M a tt h ia e , Der historische Jess und der kerygmatische Christus. Beitrdge zum Christus-verstndnis in Verkndigung und Forschung (Berln 1964)149-169. La cristologa contempornea ha dado un salto al lmite frente a la anterior. sta pareca volatizar el realismo de la muer-

  • 4. Intereses o preocupaciones subyacentes a los textos originales

    Estas legtimas preocupaciones nuestras no son las preocupaciones directas y explcitas de los redactores de los textos y slo mediante un largo rodeo podemos encontrar en sus respuestas claridad para nuestras preguntas. Los escritores de esos textos son cristianos que viven de esa muerte de Jess celebrada, predicada y personalizada como salvacin propia, a la vez que asumida como paradigma de la propia vida y muerte ante Dios36. Las preocupaciones, que animan los relatos evanglicos de la pasin, son ante todo: 1) Preocupacin litrgica. En la Iglesia la celebracin ha precedido a la ilustracin; la narracin agradecida y proclamativa delante de Dios a la proposicin invitativa a los dems hombres; el agradecimiento de quienes se sentan redimidos y prorrumpan en accin de gracias a la voluntad constructiva de una racionalidad cristiana para afirmarse frente a posibles negadores. Los textos de la pasin y muerte de Jess, en su redaccin actual, remiten a un texto primitivo existente en la comunidad, en el que se apoyan de manera casi uniforme todos lo evangelistas, si bien cada uno lo enriquece con especiales recuerdos o intereses. El texto originario erade naturaleza anamntica; es decir, serva para acompafiar la celebracin de la muerte del Seor por nosotros, actualizada sacramentalmente por la eucarista en medio de la comunidad. Al rito con los gestos y los signos de partir y repartir el pan, de pasar y de beber la copa, acompaaba un relato del pasado, puesto en boca del Seor Jess cenando

    te de Cristo, con la teora escolstica de la separacin del alma del cuerpo. As quedaban trivializados el peso dramtico y la ruptura personal de toda muerte, ya que Jess dejara sin dolor la humanidad que sin dolor haba asumido. Frente a tal postura Moltmann ha radicalizado la muerte de Jess hasta introducirla en el ser mismo de Dios, haciendo a la muerte un elemento del ser divino y constituyndola en manadero del propio misterio trinitario. Kasper con toda razn ha calificado esta tesis como una revolucin en el concepto de Dios. Cfr. W. Kasper , Revolution im Gottesverstandnis? Zur Situation des dkumenischen Dialogs nach J. Moltmanns 'Der gekreuzigte Gott, en: Th2 (1973) 8-14. Moltmann ha matizado estas afirmaciones en su obra: EL camino de Jesucristo. Cristologa en dimensiones mesinicas (Salamanca 1993). Si la teora clsica de las dos naturalezas parece deficiente por falta de radicalidad a la hora de pensar la muerte del Hijo, que es Dios, esta nueva teora, no la piensa en tal radicalidad que muerte y Dios aparecen como equivalentes?

    36. En su totalidad y en cada uno de sus detalles la historia de la pasin de alguna forma es densa de contenido y est preada de potencia simblica; en la forma de la exposicin se expresan la participacin interna del narrador y las dimensiones ocultas del acontecimiento... Lo mismo que en las formas litrgicas, tenemos que percibir tambin en los relatos de la pasin el pathos con que estn escritos para percatarnos de qu se trata : N. A. DAHL, Le. 155.

  • con sus discpulos; y de presente, ya que las mismas realidades de gracia acontecan cuando los cristianos partan el pan en memoria de l. Rito y relato constituan la eucarista. Nuestro texto de la pasin y muerte es el relato de la muerte pasada en la medida en que es una muerte presente, actualizada y otorgada en su fecundidad como perdn, integracin y santificacin en favor de los celebrantes37.

    2) Preocupacin misionera. La muerte de Jess fue percibida como muerte por los pecados y muerte por todos, de forma que ms all de los protagonistas actores de aquel momento, all estabamos de alguna manera presentes todos los protagonistas receptores de despus. Esa muerte haba que presentarla, pese a las apariencias de horror, violencia, malgusto o maldicin, como la muerte del mrtir, del Siervo sufriente, del Justo entregado por los injustos, del Hijo de Dios por todos los dems hermanos, del inocente por los pecadores, en los que cada uno poda encontrarse acogido desde su lejana en la cercana de Dios y reconstruido de la destruccin, que su pecado haba producido. El relato de la muerte quiere invitar a la conversin y a la confe- sin, a la adhesin a Cristo y a la integracin en su comunidad38.

    3) Preocupacin parentica. La muerte de Jess'na fue un percance biolgico, un accidente laboral o mero azar, sino, el resultado de una concurrencia de libertades retadas a estar del lado de El en defensa de sus ideas y en apoyo de su actuacin personal. A la muerte se lleg por unas defecciones y negaciones; por unas acusaciones de un lado y por unas omisiones de otro. El drama vivido por Jess fue causado por muchas libertades, que tuvieron que decidirse por l o contra l. El relato de la pasin y muerte presenta a la comunidad reunida un espejo en el que puede verse a s misma, una vez que ella, dispersa en el mundo, es perseguida como Jess, llevada a los tribunales, juzgada y acosada. En esa tribulacin se puede dar el bello testimonio en el tiempo oportuno, o por el contrario traicionar al Seor como Judas y

    37. ltima cena y muerte de Jess y eucarista de la Iglesia se funden en una misma realidad. Aquellas confieren fundamento a sta; sta confiere actualidad y universalidad a aquellas. Cfr. R. Pesch , Das Abendmahl und Jesu Todesverstandnis (Freiburg 1978) 112-125 (Das Abendmahl, Jesu Todesverstandnis und die Konstitution der Kirche). Sin la cruz la misa sera una ceremonia vaca. Mas tambin sin la misa la cruz sera una especie de fuente sellada; Y. DE M o n tch eu il , Lefons sur le Christ (Pars 1949).

    38. La primitiva Iglesia descubri en Isaas 53 no slo la significacin representativa, solidaria y expiatoria del Siervo sino sobre todo la destinacin y significacin universal de su misin. En los relatos de la cena primero y en los de la muerte de Jess despus van inseparablemente unidos el: por vosotros, por los pecados y por los muchos, es decir por todos. Cfr. Le 22,19; Mt 26,28. Cfr. Ex 24; Is 53,12; Jer 31.

  • negarle como Pedro. Se puede ayudar a Jess a llevar la cruz como Simn de Cirene o alejarse de l como si no se lo hubiera conocido, permanecer junto a la cruz como las mujeres hasta el final o traicionarlo como Judas. El relato tiene un presupuesto: el Seor sigue viviendo y sigue siendo procesado en el mundo. Los miembros de la comunidad estn implicados en su proceso actual, como los judos antao. Este presente eclesial es el que otorga dramatismo y significacin a los relatos y no la voluntad de precisar datos o protagonistas del pasado39.

    4) Preocupacin cristolgicft. El relato de la pasin y muerte no intenta relatar la accin ni f sufrimiento sino identificar a la persona que hace o padece. Todo dolor y todo amor vienen medidos y enriquecidos por la riqueza o penuria de la persona que lo ofrece. El horror de aquella muerte slo poda ser superado si, llevando la reflexin hasta el lmite, se mostraba que Dios mismo est tras de ella, haciendo pasar a su Hijo por ella y con esta paso-pascua-padecimiento, haciendo posible a los humanos su superacin, despejando del horizonte de la vida el miedo a la muerte como regidor supremo del destino. Por ello, las percopas del proceso ante los tribunales son un entramado de ttulos cristolgicos. El que sufre es el Mesas, el Hijo del Dios bendito, el Hijo del hombre, el que ha considerado a Dios Padre suyo, el que se ha considerado superior al templo, el nuevo templo en el que tendran lugar en adelante la ofrenda a Dios y el sacrificio definitivo de la libertad personal, la nica agradable frente a la de machos cabros y reses mudas, que perecen brutalmente y no pueden morir por s y desde s. La preocupacin, por tanto, es identificar a Jess precisamente como el libre mientras es atado, el Seor mientras es esclavizado, el Justo mientras es condenado, la Verdad mientras es desacreditado. Tras leer la pasin sabemos quin es el Jess que muere40.

    5) Preocupacin personal religiosa. El drama de Jess aconteci entonces y acontece ahora. Ms aun, en el entonces de Jess estbamos todos nosotros presentes y en alguna manera convivimos con l en su agona, en su presentacin al Sumo Sacerdote y a Pilato, en la fijacin al patbulo y en la elevacin sobre el tramo vertical. Todo aquello iba conmigo y era para m. Con los dos ladrones estaba toda la humani-

    39. Cfr. 1 Tim 6,13.40. Un tema esencial, por no decir el tema central de la pasin, es la cuestin de

    saber quin es Jess. Es el objeto de todos los interrogatorios; es la cantinela de todos los ultrajes y de todos los insultos; es el motivo escrito en tres lenguas sobre la tablilla fijada a la cruz; es la respuesta dada por el oficial romano. Es imposible dar un sentido a estos relatos, si se desatiende este eje. Para los evangelios sta es la respuesta; Jess es el Hijo de Dios y por haber mantenido esta pretensin fue conducido a la muerte: J. G uillet, Jsus devant sa vie et sa mort, 231-232.

  • dad reunida ante Jess suplicante o resentida, acogedora o desdeosa. Releer la pasin lleva consigo el integrar a todo oyente en ese reto de redencin ofrecida o de redencin rechazada. El buen ladrn recibi de Jess la promesa de estar con El ese mismo da en el paraso. Y Pablo aos despus, como si el tiempo no contase y aquel momento fuera un universal concreto y accesible a cada hombre en su momento, podr decir: Me am y se entreg por m41. Eso se traduce en un presente para cualquier lector, que oye por primera vez el relato de la pasin y con San Pablo puede decir: Jess;_se entreg y se sigue entregando por m hoy. Su pasin est abierta hasta que yo responda a ella, identificndome con el que se ofrece ante Dios o, por el contrario, me aleje de ella y no mire al que traspasaron42.

    Estas preocupaciones estn en el fondo animando y vivificando esos relatos que adquieren una potencia propia, con independencia de su intencin de ofrecer verdad histrica fctica, que tambin la tienen. Hay textos que pesan y valen por la fuerza interior que poseen, por el aliento que infunden con la verdad misma que proponen, hasta el punto de que el lector es confrontado con una verdad que ya no es / pasado sino presente. La historicidad nos remite al pasado, es decir a la veracidad con que los autores narran lo sucedido entonces. La histo- rialidad nos remite al presente. Ciertas palabras, relatos, proposiciones y retos tienen la verdad en s mismos. Su propia lgica interna los acredita o los desacredita, al confrontar al hombre con Dios, con la injusticia, con la verdad, con el crimen cometido contra el inocente, con el desprecio de los humildes o la marginacin de los pobres. Los relatos s de Ja muerte de Je s s_p res up o n e n la historicidad y abren a una histo- rialidad, es decir a las cuestiones que no son slo de aquel tiempo para aquellos hombres sino que, por ser las cuestiones humanas radicales, ponen en cuestin a todos los hombres de todos los tiempos. Est en juego la inexorable libertad del hombre ante la inexorable presencia de Dios. As se ley siempre la pasin y as se entendi siempre la muerte de Cristo43.

    41. Gl 2,20.42. Jn 19,37; Zac 12,10. Cfr. J. Ratzinger, Schauen au f den Durchbohrten.

    Versuche zu einer spirituellen Christologie (Einsiedeln 1984).43. Cfr. R G relOT, Pour une tude scripturaire de la christologie. Note mthodolo-

    gique, en: Commission Biblique Pontificale, Bible et Christologie (1984) 113-152, quien propone la terminologa historialidad como el equivalente de Geschichte- Geschichtlichkeit. El Nuevo Testamento no est preocupado tanto por la exactitud emprica de los hechos que fcticamente estn ligados a la existencia de Jesucristo cuanto por la interpretacin de su sentido, verdad y universalidad salvadora queridas por Dios. Verdad y exactitud no se identifican aun cuando no sean escindibles. Para

  • 5. La muerte por crucifixin

    / Lajnuerte de Jess es situada por los evangelistas en clara luz histrica; son nombrados los tiempos, los lugares, las personas, las situaciones, las instituciones. Se dan nombres de individuos, datos de vida, referencias legales que pueden ser verificadas. Las preocupaciones de naturaleza interna, que hemos expuesto anteriormente, no han embellecido la realidad yulgar> ni lian trastocado los hechos que aparecen con toda su cruda dureza. La Iglesia ha necesitado largo tiempo hasta encontrar un sentido a hechos, que no poda negar y que por fidelidad a su Seor y a s misma tena que narrar. Ella no invent su origen, ni embelleci su originalidad, a la que slo se llega tras pasar por el escndalo de la muerte del fundador, aniquilado de la forma ms envilecedora y degradadora conocida en aquel tiempo, que era la crucifixin*4.

    / La muerte de Jess no fue una muerte natural: ni por envejecimiento ni por consumacin; es decir, ni por aquella consuncin que lleva consigo el curso de la vida ni por aquella plenitud que el amor puede suscitar en plena juventud como nos exponen los msticos y de manera especial San Juan de la Cruz45. Fue una muerte violenta por asesinato, no por una accidente ni menos por suicidio. El causante directo de esa muerte no es por consiguiente ni la naturaleza, ni Dios, ni Jess mismo sino los hombres, unos hombres. Es necesario hablar con realismo absoluto y establecer con toda verdad lo que fue la historia real de Jess. Ninguna motivacin o trasfondo religioso, que una lectura posterior a la resurreccin pueda encontrar en esa muerte, nos |da derecho a invertir, negar o trastocar los hechos en su inmediata ver- dad. Una cierta literatura pa o una retrica insensata, llevada ms por ritmos y cadencias que por la verdad y el amor, ha repetido que Dios llev a su Hijo a la muerte, o que el propio Jess se haba puesto en el

    el N T lo esencial es que la verdad de la persona de Jess y de su mediacin redentora aparezcan claramente, con el sentido fundamental que ella tuvo en las confesiones de fe elaboradas por la iglesia apostlica (Pgs. 120-121).

    44. El modo de una muerte cualifica de manera esencial a quien muere. No fue accidental que Jess no muriera de accidente externo, de enfermedad, de vejez, sino que muriera crucificado en la plenitud de la vida. La crucifixin era la forma ms vil y escarnecedora de la muerte en aquel tiempo. El escndalo de la cruz es un contravalor aadido a la muerte del Mesas. Ese escndalo perdura desde San Pablo (1 Cor 1-2) a Santo Toms, que subraya su muerte de esclavo (Flp 2, 6-11) y su mors turpissima (Quae quidem mors turpissima videbatur secundum illud Sapientiae 2,20: Morte turpissima condemnemus eum: Compendium Theologiae. Cap 228: De morte crucis) hasta nuestros das. Cfr. M. HENGEL. La Crucifixin dans l antiquit et la folie du mes- sage de la croix (Pars 1981).

    45. Cfr. Cntico 7 (B); Llama 1.

  • camino de una muerte segura, como si fuera su deseo o necesidad padecer. 'Ndt es slo retrica o piedad ingenua sino, pura blasfemia decir que Dios exigi la muerte de Jess; que no perdon ni siquiera a su Hijo; que exigi el sacrificio del inocente y que conden al Justo46.

    Es necesaria la recuperacin religiosa del lenguaje soteriolgico, degradado, desacralizado e invertido a veces en sus intenciones msi profundas hasta decir lo contrario de lo que deca en su origen. Tal perversin del lenguaje ha llevado consigo el oscurecimiento, y en el fondo, la negacin del Dios Padre, Seor y Amor, que aparece en el mensaje de Jess, en sus parbolas y en su oracin, para convertirlo, a la luz de la muerte as explicada, en un Dios perverso, exigente y envidioso del hombre, que se goza en su pecado y destruccin. En el Nuevo Testamento, la muerte y cruz de Jess forman parte del gran evangelio o gozosa nueva del amor de Dios para nosotros. Slo un olvido total o una inversin de su sentido originario han hecho posible ese horrible sinsentido de un Dios, que sera el antagonista del hombre, que slo mira para exigir, espa para reconvenir y castiga para condenar. Una soteriologa, ingenua o impamente propuesta, ha contribuido en la poca moderna, a la perversin de la imagen de Dios y con ello al rechazo de la propuesta cristiana de salvacin47.

    6. El doble proceso: judo ante el Sanedrn y romano bajo Pilato

    La muerte de Jess es el punto final de una serie de acontecimientos que comienzan con el prendimiento en el Huerto de los Olivos, a

    46. La verdad religiosa exige en este orden acabar con todos los tpicos, inexactitudes histricas y errores teolgicos. Que Dios entregase incondicionalmente su Hijo a la humanidad, que est bajo el pecado y la violencia, queriendo l ser solidario de la situacin mortal que el pecado como poder mortfero crea, eso en manera ninguna quiere decir que Dios condenase su Hijo a morir o que Jess buscase la muerte. Dios, al entregar su Hijo al mundo, afectado por la muerte, como condicin del ser finito, lo entregaba a la muerte. Decir que Dios no perdon a su Hijo es un error mortal de traduccin, presente tanto en la predicacin como en la liturgia actual. El texto de Rom 8,31 no dice semejante cosa sino que: Dios en tal medida est en favor nuestro que nadie est ya contra nosotros. Porque si l no se reserv ni siquiera a su propio Hijo, sino que le entreg por todos nosotros, cmo no nos har en l gracia de todas las cosas?. Cfr. Gen 22 (Abraham no se reserv a su hijo, el nico, sino que lo ofreci a Dios). Cfr. R. L e D eaut, La nuitpascale (Roma 1963) 133-208; F. M. B raun, Jean le TheologienV. Les grandes traditions d Israel (Paris 1964) 179-181; N . A. D ahl , Jess the Christ. The historical Origins o f christological Doctrine (Minneapolis 1991) 137-152 (The Atonement: An adequate reward for the Akedah?).

    47. Un panorama de esa salvacin del mensaje cristiano de salvacin, de sus crticas contemporneas, del lenguaje pervertido y de la nueva proposicin posible puede verse en B. SESBO, Jesucristo el nico mediador. I: Ensayo sobre la redencin y la salvacin (Salamanca 1991). Id ., II: Los relatos de la salvacin (Salamanca 1992).

  • donde se haba retirado con sus discpulos tras haber comido con ellos la ltima cena pascual. Todo lo que viene despus y que Jess sufre silente, en aceptacin sin condiciones y sin rplica, como quien sabe que ha llegado la hora de la verdad padecida tras haber pasado la hora de la verdad predicada, no puede entenderse sin analizar a fondo dos hechos trascendentales para percibir quin padece, cmo padece y por qu padece, al margen de quienes lo hacan padecer. Estos dos hechos son la eucarista de la tarde y la agona de la noche del jueves. Ambas sitan a Jess ante los hombres y ante Dios. Jess, mientras brilla para l la dulce luz de la libertad y de la compaa, se planta ante los suyos, que son los apstoles a la cabeza de la humanidad entera que con ellos se hace presente al cenculo, y sobre todo se planta ante el Padre, con la debilidad de su humana pesadumbre y de su voluntad orante. En eucarista y agona se da y se dice a los hombres delante de Dios, en anticipacin y en incorporacin, otorgando su vida antes de que nadie se la arranque48.

    Los autores del prendimiento son las fuerzas enviadas por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, es decir, la autoridad

    juda. Sin embargo, el evangelio de San Juan (18,3) nos hace pensar no slo en la colaboracin sino incluso en la iniciativa romana en el asalto a Jess a quien se captura de noche como a un malhechor ante el temor de que ofrezca resistencia, de que tenga un grupo armado o de que haya tras de s un levantamiento popular. El mojivo de Judas slo sirve a la identificacin fsica del sujeto, y si bien es verdad que su iniciativa no es negada, sera ingenuo pensar que l es el real protagonista de los hechos. l es un pobre hombre que ofrece su colaboracin a quienes estn interesados en la eliminacin fsica de Jess. l, traicionando, y los dems discpulos, huyendo a Galilea, dejan a Jess slo en el lmite49.

    48. La eucarista y la agona rompen la particularidad de la historia de Jess en su i tiempo y lugar para abrirla a la universalidad de la historia, para poner a Jess en relacin con el juicio sobre la humanidad, resultante objetivo del pecado, y para mostrar cmo l_se pone como sujeto que sufre ese juicio a la vez

  • Al prendimiento sigue un proceso en doble forma: el proceso judo y el proceso romano, sin que podamos histricamente precisar la conexin real que existi entre uno y otro: si fueron dos procesos completos y autnomos o si, por el contrario, actuaron como preparatorio el uno, estableciendo una situacin legal clarificada y cerrada, en espera de ejecucin en el segundo; o si, por el contrario, la autonoma del proceso romano era tan absoluta que prescinda o no contaba para nada con la preparacin llevada a cabo por el tribunal judo. Este fue el Sanedrn formado por 70 miembros y el sumo sacerdote como presidente. Constaba de tres grupos: sacerdotes, ancianos y escribas. Una inmensidad de problemas concretos de naturaleza legal y procesal rodea todava hasta hoy a la actuacin de ese proceso. No sabemos cmo fueron exactamente los hechos; no conocemos la legislacin que entonces estaba vigente. Parece que el tribunal judo no tena en ese momento el jus gladii, el derecho de condenar a muerte a una persona50.

    La conclusin de este proceso judo es la entrega o transmisin del reo al procurador romano, en la conviccin de que, siendo culpable, tiene que ser condenado a muerte. Cul es la razn de esta denegacin de legitimidad legal, de legitimidad proftica, de legitimidad mesinica que los judos hacen recaer sobre Jess? Qu ha hecho este hombre para que tenga que morir? Ser profeta no era un crimen. Plantear la pretensin de ser el Mesas tampoco. Querer ser un reformador menos. Proponer una utopa de redencin halagaba a todo oyente judo. Preocuparse por una interpretacin espiritual de la ley era bienvenido. Alentar los ideales del pueblo de la propia historia espiritual, propugnando una libertad frente a paganos y romanos, siempre fue bien visto. Qu es lo que honestamente nos hace com- prehensible que este pueblo rechace a una figura como Jess, con quien han conectado las masas y que en alguna forma se ha mantenido dentro del marco judo?51.

    El proceso ante el Sanedrn enumera dos acusaciones: su actitud frente al templo y su pretensin mesinica. Jess habra intentado sus

    50. J. G n LKA, l.c. 358-364 (Jess ante el tribunal judo); 364-371 (Jess ante el tribunal romano).

    51. Jess no niega_el_iudaismo en cuanto tal; ms aun, se remite a su historia y acepta en principio la ley. Hay una gradacin en la existencia de Jess: aceptacin del judaismo como tejido de insercin, proposicin del mensaje del Reino en primer lugar slo al pueblo de Israel, afirmacin de su persona como clave interpretativa tanto de la ley como del propio mensaje. Jess lleva a cabo una aceptacin y a la vez la relatiyiza- cin de todo lo anterior.

  • tituir el templo actual, tras haberlo destruido, por otro nuevo. Los hechos son, sin embargo, distintos: Jess va acumulando a lo largo de su actuacin pblica una serie de palabras, actitudes, pretensiones, autoridad, libertad, comportamientos, que como totalidad quiebran el marco de lo posible al judaismo establecido, que es una unidad religiosa, moral y poltica. La actitud de Jess ante la ley, ante las instituciones religiosas como el templo, ante la espiritualidad vivida, ante la imagen de Dios, era un reto y una alternativa a lo existente, que iba ms all de la reforma para convertirse en una sustitucin. Es una autoridad, que no da razn de s misma, que se remite directamente a Dios, que se sobrepone a la revelacin anterior, prevaleciendo sobre Moiss, y que por tanto declara subordinado todo el judaismo real a su propia persona. Con ello est diciendo que Dios Je otorga a l la palabra ltima y la autoridad suprema. Todo lo anterior era preparacin divina en unos casos, corrupcin humana en otros y, en todos, forma provisional del plan salvfico de Dios52.

    Este reto a la totalidad religiosa, moral y poltica del judaismo desbordaba la legislacin vigente. Con ella no se le poda responder. Cuando surge un mundo nuevo no se puede uno orientar a la luz del viejo (Me 2,11-22). Y no hay ms que dos salidas posibles: permanecer fiel a lo viejo, eliminando lo nuevo como un peligro mortal, o adherirse a lo nuevo, declarando caduco todo lo anterior. El Sanedrn eligi la primera solucin. Quiz no pudo encontrar ningn cargo material contra Jess; quiz encontr varios cargos formalmente vlidos. Pero la cuestin de fondo era otra: haba que elegir entre el Jess nuevo y el viejo judaismo. Al optar por la permanencia del judaismo y la negacin de Jess, no les qued otra salida que articular una acusacin presentable ante Pilato, que permitiera a ste actuar conforme al derecho romano53.

    52. Para el proceso, que Caifs y los sumos sacerdotes llevaron a cabo y que precedi al proceso ante Pilato, hay que tener en cuenta el conflicto, que se haba extendido durante un largo tiempo y que logr su punto cumbre en la protesta de Jess frente al templo. Con esto llen la medida y dio a los sumos sacerdotes la legtima posibilidad -verosmilmente bienvenida-, de intervenir contra l. El conflicto previo que se haba ido forjando lentamente est condicionado por dos cosas: las crtica de la praxis legal y de la espiritualidad vigente por un lado y por otro la pretensin de autoridad elevada por Jess. El proceso ante el Sanedrn estaba motivado religiosamente. Sin embargo, en este caso no se pueden separar religin y Estado. Llevado ante Pilato el proceso slo poda continuarse bajo el aspecto de la razn de Estado. Por ello, la acusacin Rey de los judos tiene un complejo trasfondo. Quien deje de lado el conflicto religioso, se queda corto: J. GNILKA, Le. 374-375.

    53. Por eso los Hechos de los Apstoles mantienen una doble postura. Por un lado acusan a los judos de forzar la condenacin de Jess, arrancndosela a Pilato.

  • Atado Jess, apareci ante Pilatos. ste no accedi slo a la propuesta previa sino que intenta llevar a cabo todo un proceso con las formalidades previstas en el derecho romano. l quiere formarse un juicio propio y no slo entrar en la lgica de la acusacin juda. sta le haba preparado el terreno al entregrsele como sujeto peligroso para el orden pblico, para la convivencia social y finalmente para la paz del imperio romano. Todo esto se consumaba en la afirmacin de su pretensin de ser rey de los judos. En el relato que Marcos nos ofrece de la presencia de Jess ante Pilatos aparece tres veces: rey de los judos. Marcos hace patente que es una frmula propuesta por los grupos judos dirigentes. Finalmente, accede a lo pedido y despus de haberlo azotado lo entreg para que lo crucificasen54.

    La crucifixin tena en Palestina en aquellos momentos una clara motivacin poltica y el hecho de que se pusiera sobre el tramo de la cruz la acusacin: rey de los judos nos lleva a concluir que la condenacin a la pena capital tena como fundamento un crimen de natu- . raleza poltica. Se le acus de haber pretendido ser el rey de los judos, de poner en juego la soberana romana, de insurreccin nacional. Todo ello poda ser tipificado por el derecho romano como perduellio (enemistad grave contra el imperio) o crimen maiestatis populi romani imminutae, (ofensa o deshonra de la gloria del pueblo romano). Desde el punto de vista puramente material Jess es eliminado de la historia 7 como un criminal poltico, juzgado y crucificado de acuerdo a la ley romana. No fue por tanto un linchamiento oscuro y sin autores conocidos sino una decisin pblica, tomada por la autoridad representante del mximo imperio, Roma55.

    Jess a quien vosotros entregasteis y negasteis en presencia de Pilato, cuando ste juzgaba que deba soltarlo (3,13). A la vez disculpa al pueblo de Israel por no haber sabido en realidad lo que les estaba aconteciendo, es decir, por haber tenido que ser protagonista de una drama, cuya ultimidad lo desbordaba. Judos y gentiles no saban lo que hacan (Le 23,34) y fueron de hecho un instrumento del plan divino: En efecto, juntronse en esta ciudad contra tu Santo Siervo Jess, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para ejecutar cuanto tu mano y tu consejo haban decretado de antemano que sucediese (4,28). Ntese la diferencia: hablando a los hombres se subraya su responsabilidad; hablando a Dios se le hace a l responsable ltimo, y se invoca su misericordia para los responsables histricos de la muerte de Jess.

    54. Me 14, 2.9.12.15.55. Todas las crucifixiones, de las que tenemos noticia entre el tiempo de los

    procuradores romanos hasta la guerra juda en Palestina, tuvieron lugar por motivos polticos: J. G nilka, l.c. 355.

  • 7. Deicidio judo, crimen romano o puro ejercicio jurdico

    | Los cristianos nos hemos hecho a lo largo de la hrstoria demasiado fcil la interpretacin del proceso y de la muerte de Jess, inculpando de manera ingenua unas veces, grotesca otras y a veces mortal a los judos y a la autoridad romana. Como si todo hubiera sido tan fcil! Hasta podra ser pensable, que aquellas autoridades formalmente actuaran de manera correcta. Es casi imposible responder a esta hiptesis. En el fondo hay otra cuestin ms grave: los hombres nos guiamos casi siempre por la ley, dejando entre parntesis la conciencia: apelamos a los principios generales, descartando posibles imperativos particulares que no niegan a aquellos, pero que los ensanchan, concretan y conectan con una situacin nueva e impensable antes. A la propuesta doctrinal de Jess y a su reclamacin de autoridad personal no se poda responder con una mera aplicacin de la legislacin anterior. Haba que innovar y conceder que Dios mismo estuviera innovando y que, por consiguiente, el hombre tuviera que orientarse a la luz de esta novedad. Jess revelaba otra faz de Dios, propona otra forma de humanidad, reconduca a la ley unas veces y la descartaba otras, por haberse puesto en contradiccin con su originalidad. Sobre todo, Jess redefina a Dios desde la inmanencia y la misericordia, desde la verdad y la justicia que pasan por la ley y van ms all de ella, desde el hombre concreto y desde la universalidad de los hombres. Jess defina a Dios como Misericordia y no slo como Poder, como Padre de cada hombre y ms Padre del hombre cuanto ms necesitado, pobre, pecador o marginado. Jess reclamaba ejercer en s mismo (comportamientos, relaciones, palabras, amistades) esa nueva manera de ser Dios y no slo de enunciarlo. Identificaba la divina realidad de l desde sus humanas relaciones. San Juan, llevando al lmite la cristologa y teologa implcitas en el comportamiento de Jess, pone en boca de las autoridades judas esta acusacin que era la real, aunque no fuera enunciada entonces: No te condenamos por lo que has hecho sino porque siendo hombre te pones en lugar de Dios56.

    La conjugacin de actuaciones entre pueblo judo y autoridad romana, tal como nos la relatan los evangelios, ha hecho que en la historia se haya ido cargando hacia un lado o hacia otro la responsabilidad. La lucha de los primeros decenios entre Iglesia y sinagoga acentuar la responsabilidad de los grupos dirigentes en especial de farise-

    56. Respondironle los judos: Por ninguna obra buena te apedreamos sino por la blasfemia, porque t siendo hombre, te haces Dios : Jn 10, 33; 5, 18; cf. Le 22, 70-

  • os y saduceos. La destruccin de Jerusaln por los romanos ser interpretada por los cristianos como un castigo divino por la muerte de Jess, hasta el punto de que se llegar casi a una exculpacin de los romanos. Decidir rigurosamente la parte de responsabilidad que tuvie-; ron entonces unos y otros resulta hoy imposible comenzando porque | las fuentes del Nuevo Testamento corresponden a distintos momentos e intereses. Parece existir una inclinacin a ir disculpando a los romanos y aumentando la responsabilidad de los judos57.

    Una lectura ingenua o violenta de estos textos tan matizados del Nuevo Testamento llev a hacer culpables de la muerte a todo el pueblo judo y a los judos de todos los tiempos. El lmite de lo inhumano se roza cuando los cristianos, al descubrir la plena condicin divina de Jess e invocarle como Dios, proyectan ese reconocimiento y confesin de su fe en la divinidad de Jess sobre la anterior muerte de Jess, identificndola como un deicid id 8. A partir de aqu todo desprecio, odio, persecucin y muerte pareca poco para quienes haban matado a Dios. Y esa supuesta accin deicida, por una locura colectiva, se proyectaba sobre cualquier judo vivo. La Iglesia catlica ha puesto claro punto final a ese antisemitismo histrico al esclarecer en el C oncilio Vaticano II cul es la postura de la Iglesia catlica ante el pueblo judo y cules son las causas reales de la muerte de Cristo para ella59.

    57. Este proceso se ha intensificado en la historia y ha sido causa o efecto del antisemitismo. Tras la experiencia del holocausto, en nuestros das se ha invertido la orientacin, haciendo caer la responsabilidad sobre el prefecto romano Pilatos y aligerando la responsabilidad de los judos. Cfr. J. M o ltm an n El Camino de Jesucristo 229-230. En todos los smbolos latinos la intervencin romana se explcita con la frmula: sub Pontio Pilato, con una excepcin: las constituciones de la Iglesia de Egipto, en su recensin etipica (DS 63: in diebus Pontii Pilati). En los smbolos griegos la frmula es E7U ri0VT0U rhXcncnj. La actitud de principio que se tenga har traducir estas dos preposiciones en una u otra direccin (por o bajo Poncio Pilato).

    58. Y por tanto los judos pecaron por haber crucificado no slo al hombre Cristo sino a Dios. Santo Toms, STh I q 4 7 a 5 a d 3- El texto del artculo es luego mucho ms matizado.

    59. Aunque las autoridades de los judos con sus seguidores reclamaron la muer- te de Cristo, sin embargo, lo que en su pasin se hizo no puede ser imputado, ni indistintamente a_todos los judos que entonces vivan ni a los judos de hoy... Por lo dems, Cristo, como siempre lo ha profesado y profesa la Iglesia, abraz voluntariamente, y movido por inmensa caridad, su pasin y su muerte por los pecados de todos los hombres, para que todos consigan la salvacin. Es, pues, deber de la Iglesia en su predicacin el anunciar la cruz de Cristo como signo del amor universal de Dios y como fuente de toda gracia: NAe 4. Cfr. LG 16.

  • 8. Desinters del Nuevo Testamento por identificar a los culpables

    i Cmo se explica ese desinters del Nuevo Testamento por esclarecer tiempos, lugares y personas culpables de esa muerte? Quienes escriben son hombres que abandonaron a Jess al ser prendido. Los apstoles huyeron y de los discpulos slo quedaron fieles unos pocos, las mujeres cerca de la cruz, con muchos vergonzantes y curiosos lejos. Pero una vez que resucit el Seor los recogi a todos de la dispersin a que se haban entregado, de la separacin que entre s haba creado el pecado, de la traicin explcita en unos y del abandono real en otros. De la soledad de los dispersos surgi la comunidad de los congregados; del recelo y la traicin surgieron el dolor y el amor, engendrados por la paz de Jess resucitado. En una palabra, el Seor resucitado los identifica a todos como culpables, los recoge a todos como perdonados y les otorga confianza a todos convirtindolos en sus testigos y apstoles. En sus apariciones Jess les otorga la paz (Le 24, 36; Jn 20-21), les confiere su autoridad y misin (Mt 28, 18), les explica las Sagradas Escrituras haciendo trasparente desde ellas su pasin y muerte (Le 24, 13-35), les recrimina no haber credo a las mujeres, que anunciaban su resurreccin (Me 16, 14). Pero nunca les echa en cara la traicin anterior y menos los hace culpables de su muerte. Esta tena otras causas y otros fines que, pasando por medios y protagonistas humanos, tendan a metas divinamente previstas60.

    Desde esta experiencia del propio pecado, descubierto a la luz del ; amor y del perdn de Jess, surgen dos convicciones fundamentales

    como constitutivas de la Iglesia. Todos fuimos culpables de la muerte de Jess, al que creimos dbil, pobre o injusto y a quien, por el contrario,