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MUSEO DE LA CATEDRAL
DE MALAGA La pervivencia de los esplendores deun pasado
José Galisteo MartínezJavier González Torres*
*Universidad de Málaga
ualquier referencia a una realidadpatrimonial tan compleja como la del
templo basilical de Málaga impone no
sólo el análisis de tan soberbia e impe-
cable fábrica, sino de su más preciado
ajuar artístico. En este último caso, la naturaleza de
las piezas plantea una problemática particular, a la
hora de concretizar la lectura y el desarrollo expositivo
predominante en el recinto, que debe reunir las condi-
ciones naturales, expositivas, argumentativas y peda-
gógicas efectivas para una adecuada exhibición de los
objetos escogidos. Al tratarse de piezas tan específicascomo las que permanecen en estas ricas, y todavía
escasamente ponderadas, colecciones eclesiásticas, se
hace aún más preciso un criterio selectivo que permi-
ta aquilatar y enaltecer los bienes expuestos, suscepti-
bles todavía de presentarse al público bajo presupues-
tos tradicionalistas y desfasados, así como del mensa-
je final que, con su exposición, se pretende divulgar.
Fundamentalmente, la razón de ser de este Museo se
centra en la preservación y puesta en valor de una
serie de obras de arte, de cierta e interesante rele-
vancia, no bajo una descontextualización objetual delas mismas por aquello de segregarlas temporalmen-
te del culto, sino como piezas principales, testigos de
una memoria de siglos y siglos de existencia cristiana.
Ahora bien, el resultado de todo este proceso debe
delimitarse dentro de un espacio autónomo que
«enclaustre» las cualidades estéticas per se, además
de su ya consabido carácter utilitario. Se podría pen-
sar que esta aparente autonomía podría hacer inne-
cesaria su ubicación en la catedral; sin embargo, su
situación estratégica en el templo convierte a este
museo en algo más atractivo para el visitante debidoa su significación popular.
Con independencia de los amagos e intentos que no
cuajaron en la segunda mitad del siglo XX (en las déca-
das de 1960 y 1990, principalmente), fue a conse-
cuencia del desmantelamiento del Museo Diocesano
de Arte Sacro, sito en el cercano Palacio del Obispo,
cómo surgió la idea de este Museo. Su resultado
actual es fruto de la promoción llevada a cabo, hacia
1997, al amparo del Plan de Desarrollo Estratégico y
Turístico de Málaga. Entre sus objetivos estaban el
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Extracto de la Revista Jábega nº 89, año 2001. © Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (www.cedma.com)
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desarrollo potencial de determinados espacios de la
capital, vinculados históricamente con el Patrimonio
o contenedores de bienes artísticos de especial con-
sideración. El proyecto en sí se asignó al arquitecto
José Fernández Oyarzábal, quien partía de la premisa
de ajustarse al espacio disponible, el cual no era otro
que la antigua Sala Capitular utilizada por el Cabildo
Catedralicio en sus sesiones. En esta línea de integra-
ción de los elementos preexistentes en el nuevo
museo, cabe considerar la recuperación de la armadu-ra lignaria de par y nudillo, que cubre la crujía que en
el Quinientos fue patrocinada por el obispo fray
Bernardo Manrique, a la cual se anexionaría un pasillo
adyacente.
Partiendo de este hecho fundamental, se llevan a
cabo las obras de adaptación que persiguen la con-
versión del espacio en una doble galería, paralela e
independiente, fusionadas por un vano lateral. El pro-
pósito inicial hacía suya una evocación posmoderna
derivada de la funcionalidad y simplicidad aplicadas
por la arquitectura postrera al Movimiento Moderno.
Claridad, racionalidad y diafanidad son los fundamen-
tos arquitectónicos que pretenden trasladarse a la con-
cepción unitaria de las salas, supeditando incluso al
aparato expositivo. De esta forma se hace patente la
labor del arquitecto, quien, partiendo de su propia for-
mación, busca a través de la traslación de lo tectóni-
co, la combinación de las piezas integrantes en un dis-
curso nítido, conciso y elemental. Así, la integración plás-
tica efectuada a partir del uso de estucos rojizos «pom-
peyanos» con una marcada línea quasi minimalista,caracterizada por la simplicidad en el diseño del mobi-
liario, conducen a la percepción de una atmósfera inti-
mista y sugerente, tamizada por la iluminación gra-
dual que intenta potenciar el aura singular de cada
elemento expuesto.
Lástima que un planteamiento inicialmente tan ambi-
cioso se desvirtuase a favor de la intromisión de otros
componentes ajenos al proyecto original. Nos referi-
mos a aquellos que pretenden una supuesta auto-
protección, a nuestro entender, excesiva, dificultando
la visión prístina de los elementos e imposibilitando su
Pedro de Mena y Medrano, San Pascual Bailón (siglo XVII) Dámian de Castro, Cruz Procesional (1779)
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Museo de la Catedral de Málaga…
conexión directa con el espectador. De ello se deduce
que, una vez más, los criterios museográficos y museo-
lógicos ceden el testigo intelectual de su aplicación a
otros procedimientos más rudimentarios, desvirtuado-
res de lo que debiera ser la exposición de una colec-
ción permanente y demostrativos de mentalidades tanalejadas de la Historia del Arte.
En cuanto a la colección que el Museo exhibe, abarca
unas obras propias del campo de la plástica y otras,
como la platería y el bordado, incluidas en las artes
decorativas. Sin temor a equivocarnos, es importante
señalar la categoría de las piezas expuestas y el crite-
rio selectivo a la hora de escogerlas, las cuales des-
cuellan por su calidad, prestancia y belleza. Ahora
bien, su colocación dentro del inmueble no obedece a
ningún patrón museístico concreto, pues la lecturalibre e independiente que se ofrece al visitante atien-
de más a su disposición en el espacio preasignado que
al ensalzamiento de su extraordinario contenido, pues
la concreción espacial obliga efectivamente a ello.
El recorrido de acceso a la sala comienza tras la con-
templación de un discurso pictórico, esto es, una serie
de cuadros dispuestos en la escalera de doble cuerpo,
que sirve de preludio a una selecta pinacoteca. De
entre estos sobresale, por sus cualidades formales, elsoberbio San Pablo Ermitaño, rubricado por José de
Ribera en 1630; una reciente restauración nos permi-
te contemplar la senectud realista del Santo, en con-
sonancia con el naturalismo vigente en la paleta del
círculo italiano del momento. En menor medida, des-
taca un pequeño lienzo, tradicionalmente asignado a
Bartolomé Esteban Murillo, que representa a la Virgen
María, Mater Adoloratta, afligida ante los tormentos
pasionistas. E, igualmente, podemos contemplar otro
ejemplo de cierta rareza iconográfica, el denominado
Genealogía de la Orden franciscana, datado en elQuinientos y con claros resabios manieristas. De cro-
nología anterior es la Piedad , que nos ofrece la opor-
tunidad de calibrar la poderosa influencia que la pin-
tura flamenca ejerció en el ámbito artístico andaluz,
acentuada posteriormente en la capital malagueña a
través de la estética de Miguel Manrique.
El patrimonio escultórico irrumpe en la exposición,
mostrando refinadas obras de tamaño académico. De
entre todo el elenco, destacan, por sus valores extrín-
secos, debido a la personalidad de su autor, los mode-
los que se atribuyen al taller de Pedro de Mena, en
especial, el San Pascual Bailón y San José, que delatan
la fortuna tan agraciada que tuvieron los modelos del
Racionero en sus gubias. Frontero a estas pautas, se
sitúan la hispalense Inmaculada Concepción, en la que
se mantiene viva la tradición naturalista de Montañés,
y el roldanesco Niño Jesús, pervivencia de una temáti-ca iconográfica que hunde su génesis en la literatura
mística del medievo. Otro foco de atención se centra
en la bella efigie del San Luis Rey de Francia, cuyo airo-
so empaque ennoblece el quehacer artístico de los
obradores malacitanos del XVIII.
Punto y aparte merece el campo de la eboraria, talla en
marfil, en el que destacan diferentes Crucificados, que,
agrupados bajo el signo estético del siglo XVII, inter-
pretan posturas y versiones singulares, de notable tras-
cendencia artística, convirtiéndose en verdaderos para-digmas de la extraordinaria hermosura y calidades plás-
ticas del arte del marfil, aplicados a la visión idealizada
y la interpretación hedonista de la belleza corporal.
Anónimo, San Juanito (c. 1670-1700)
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En cuanto a la platería, lamentamos que las piezas
presentadas no ofrezcan una visión panorámica de
este arte, pues la singularidad y el prestigio alcanzado
por los plateros de la ciudad entre los siglos XVI al XVIII
desdice por completo a la exigua colección catedrali-
cia, únicamente excusable por las cuantiosas pérdidas
de oro y plata sufridas por la ocupación francesa. Detodas maneras, se nos ofrece la posibilidad de con-
templar la hasta hoy conocida como pieza más anti-
gua conservada, un Portapaz gótico perteneciente a la
dotación del obispo Diego Ramírez de Villaescusa de
Haro. La progresión goticista se ejemplifica en una
Cruz Procesional , de hacia finales del XVI, preámbulo
de la extraordinaria evolución estilística e iconográfica
que, en el Barroco, tendrá un nombre propio dentro
de la platería andaluza: Damián de Castro. De su hue-
lla, perdura otra Cruz Procesional , cuya historia cons-
tructiva dirimió una constante estética más cercana al
clasicismo.
El epílogo de este recinto lo constituyen las magníficas
piezas bordadas en hilos de oro y sedas, confeccionadas
ex professo para el oficio litúrgico de Pontifical, sobre-
saliendo las prendas pertenecientes a los ternos del
Cardenal César Riario y al obispo Bernardo Manrique.
En suma, estamos ante una singular colección de obrassacras que constituyen una pequeña muestra del patri-
monio de la Iglesia de Málaga que, con tantas trabas,
ha sobrevivido al discurso de la Historia. Su conjunción
con el cercano Museo cisterciense de Arte Sacro, de la
Abadía de Santa Ana, posibilita una lectura global carac-
terizada, bajo el signo religioso, por la instrumentaliza-
ción del arte como medio de propagación y apología
de los fundamentos del Cristianismo. Ojalá en un futuro
cercano pudiésemos contemplarlas, junto al resto de la
colección, en un entorno mucho más idóneo para con-
tener un auténtico Museo Diocesano, comparable al de
otras seos españolas.
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José Ribera, San Pablo ermitaño (1630)
Extracto de la Revista Jábega nº 89, año 2001. © Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (www.cedma.com)