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16 Cultura|s La Vanguardia Miércoles, 27 febrero 2013 DOCUMENTAL Nani Marquina (Barcelona, 1952). Tras estudiar diseño industrial en la Escola Massana de Barcelona y comprobar el éxito que despertaban sus primeros diseños textiles, Nani Marquina se embarca en la aún incipiente carrera de diseñadora industrial. Fiel a si misma e intuyendo los resultados que podrían obtener sus diseños, en 1987 crea su propia empresa: Nanimarquina. Textura, colores, formas, nudos, arte... alfombras. 25 años de alfombras de aquí, de Barcelona, pero también de allá. retales y pedazos de la India, Pakistán, Nueva Zelanda... Cada alfombra es una historia y cada historia un lugar. En estas páginas de ‘Cultura/s’ Nani nos cuenta la historia de un proceso de creación, de un viaje, de un lugar: el Pakistán. Fotografías de Albert Font (www. albertfont.com) Fui al norte de Pakistán movida por la inquietud de descubrir el verdadero proceso tradicional y ar- tesanal de la creación de una alfom- bra. La primera vez que fui desco- nocía el país, lo poco que sabía sólo era de cuando había sido noticia por situaciones conflictivas. Peshawar era todavía más desco- nocido para mí. Una mañana muy fría de marzo llegamos a esa ciu- dad entre montañas. ¡Recuerdo có- mo el polvo lo cubría todo! Estaba por todas partes… casas, calles, ni- ños, ventanas o coches. Hay quien es capaz de trasladarse a un lugar recordando un olor o al escuchar una canción; en mi memoria, lo que perduran son los colores. Al pensar en Peshawar, veo el ma- rrón sólo salpicado por el azul de los burka de las mujeres, por el turquesa de sus puertas. pintadas para atraer la buena suerte, y por los camiones, decorados hasta el extremo con estampados vistosos. Nuestra calle estaba hecha de edificios destartalados, medio de- rruidos, con las ventanas tapiadas con sacos de arena que hacían que a primera vista parecieran abando- nados, pero que cuando oscurecía, unos hilos de luz del interior deja- ban entrever que no era así. Las ca- lles estaban repletas de carros tira- dos por caballos, y de hombres, al- tos y corpulentos, siempre cubier- tos con mantas y llevando el pakul, el sombrero tradicional. Por la no- che, la ciudad se llenaba de peque- ñas hogueras que servían al mismo tiempo de guía, de fuente de calor y de punto de reunión. Pero a pe- sar de la oscuridad y la expresión seria de los habitantes de Pesha- war, siempre tuve la sensación de hospitalidad y de amabilidad. Han pasado muchos años, era 1999, ima- gino que ese feeling es irrepetible. Pero no quiero que mis recuer- dos nos despisten del objetivo del viaje: empaparnos de cómo los ar- tesanos tejían alfombras. El primer día, Galdi y su herma- no, hijos del propietario de un pe- queño taller, nos guiaron por unos callejones hasta una placita inte- rior rodeada de pequeñas edifica- ciones de dos plantas. ¡Aquello sí que era digno de ver! ¡Centenares y centenares de alfombras orienta- les por todas partes! Verdaderas montañas de alfombras por el sue- lo, colgando de los balcones, una sobre otra, alfombras acabadas, re- pasadas, empezadas… miraras dón- de miraras era un movimiento constante de mercaderes y artesa- nos de todas las edades cosiendo y comprando y vendiendo y cortan- do y tiñendo… increíble. ¡Y todas aquellas alfombras acabarían en Occidente! Estábamos totalmente cautivados, y el resto del día lo pa- samos dentro de una tiendecita Documental: Nani Marquina Marrón. Polvo. Olor a seco PATROCINADO POR >

Nani Documental - Muebles LLuesma

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Cultura|sLa

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Miércoles,27febrero2013

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TAL Nani Marquina

(Barcelona, 1952).Tras estudiar diseñoindustrial en la EscolaMassana de Barcelona ycomprobar el éxito quedespertaban sus primerosdiseños textiles, NaniMarquina se embarca en laaún incipiente carrera dediseñadora industrial.Fiel a si misma e intuyendolos resultados que podríanobtener sus diseños, en1987 crea su propiaempresa: Nanimarquina.Textura, colores, formas,nudos, arte... alfombras.25 años de alfombras deaquí, de Barcelona, perotambién de allá. retales ypedazos de la India,Pakistán, Nueva Zelanda...Cada alfombra es unahistoria y cada historia unlugar. En estas páginas de‘Cultura/s’ Nani nos cuentala historia de un proceso decreación, de un viaje, de unlugar: el Pakistán.Fotografías de Albert Font(www. albertfont.com)

Fui al norte de Pakistán movidapor la inquietud de descubrir elverdaderoproceso tradicional y ar-tesanal de la creacióndeuna alfom-bra. La primera vez que fui desco-nocía el país, lo poco que sabía sóloera de cuando había sido noticiapor situaciones conflictivas.Peshawarera todavíamásdesco-

nocido para mí. Una mañana muyfría de marzo llegamos a esa ciu-dadentremontañas. ¡Recuerdo có-mo el polvo lo cubría todo! Estabapor todas partes… casas, calles, ni-ños, ventanas o coches. Hay quienes capaz de trasladarse a un lugarrecordando un olor o al escucharuna canción; en mi memoria, loque perduran son los colores. Alpensar en Peshawar, veo el ma-rrón sólo salpicado por el azul delos burka de las mujeres, por elturquesa de sus puertas. pintadaspara atraer la buena suerte, y porlos camiones, decorados hasta el

extremo con estampados vistosos.Nuestra calle estaba hecha de

edificios destartalados, medio de-rruidos, con las ventanas tapiadascon sacos de arena que hacían queaprimera vista parecieran abando-nados, pero que cuando oscurecía,unos hilos de luz del interior deja-banentrever queno era así. Las ca-lles estaban repletas de carros tira-dos por caballos, y de hombres, al-tos y corpulentos, siempre cubier-tos conmantas y llevando el pakul,el sombrero tradicional. Por la no-che, la ciudad se llenaba de peque-ñas hogueras que servían almismotiempo de guía, de fuente de calory de punto de reunión. Pero a pe-sar de la oscuridad y la expresiónseria de los habitantes de Pesha-war, siempre tuve la sensación dehospitalidad y de amabilidad. Hanpasadomuchos años, era 1999, ima-gino que ese feeling es irrepetible.Pero no quiero que mis recuer-

dos nos despisten del objetivo delviaje: empaparnos de cómo los ar-tesanos tejían alfombras.El primer día, Galdi y su herma-

no, hijos del propietario de un pe-queño taller, nos guiaron por unoscallejones hasta una placita inte-rior rodeada de pequeñas edifica-ciones de dos plantas. ¡Aquello síque era digno de ver! ¡Centenaresy centenares de alfombras orienta-les por todas partes! Verdaderasmontañas de alfombras por el sue-lo, colgando de los balcones, unasobre otra, alfombras acabadas, re-pasadas, empezadas…mirarasdón-de miraras era un movimientoconstante de mercaderes y artesa-nos de todas las edades cosiendo ycomprando y vendiendo y cortan-do y tiñendo… increíble. ¡Y todasaquellas alfombras acabarían enOccidente! Estábamos totalmentecautivados, y el resto del día lo pa-samos dentro de una tiendecita

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removiendo tejidos, tomando té,negociando precios, charlando...bueno, charlando entre ellos: yome sentía totalmente ignorada, es-taba claro, soy una mujer.Al día siguiente por la mañana,

Galdi y Mahboobullah se habíanpuesto americanas para acompaa-ñarnos. Estábamos de foto: noso-tros intentando parecer paquista-níes y ellos occidentales, pero noera cuestión de sacar la cámara yllamar la atención. Tras un rato encoche, a bastantes kilómetros de laciudad, llegamos auncampode re-fugiados afganos, expertos conoce-dores del arte de la elaboración dealfombras. El lugar no sólo servíacomo centro de fabricación, sinoque también era un punto de re-unión y comercio. Todo se pagabacon alfombras. Y lo que más mesorprendió fue que la alfombra erauna parte más de su vida: no des-cansabanenellas, ¡vivían allí, las vi-vían! Era hermoso ver cómo co-sían remiendos, cómo deshilabanlas viejas para reconvertirlas y te-jerlas de nuevo… Allí me di cuentadeque aquellaspiezas y aquellas la-nas formaban parte de la historia yla vida de muchas generaciones.Estábamos boquiabiertos, tanto

que olvidamos que allí la atracciónéramos nosotros. Por eso, cuandose empezó a llenar de gente y nossacarona todaprisa, nos cogiódes-

prevenidos y nos sorprendió. Conel tiempo, y gracias a las fotos clan-destinas que hizo mi marido, en-tendí el peligro que corríamos;más allá del choque entre religio-nes, pudimosver que algunoshom-bres posiblemente eran talibanes:entonces en Peshawar se estabancreando las escuelas donde se ini-ció el movimiento talibán.De ese viaje a Pakistán, no salió

finalmente ninguna colección

Nanimarquina. Una vez en Bar-celona, cuando recibimos lasmuestras de las alfombras que ha-bíamos encargado, vimos que apesar de la belleza, los colores y lacalidad de los tejidos, los artesanosno estaban preparados para unencargo de aquellas característi-cas. Estuvimos hasta el 2001 ha-ciendo pruebas, pero el proyectoera demasiado difícil. Tanto paraellos como para nosotros, pues eramuy complicado viajar al país de-bido a los conflictos generados araíz del atentado en Nueva York.Volver a visitarlos para insistir en

el proyecto era una temeridad.Pero nueve años más tarde, los

hermanos Bouroullec diseñan unmodelode alfombraparaNanimar-quina. Un diseño muy especial,simple, elegante, tradicional y con-temporáneo al mismo tiempo: laalfombraLosanges; una reinterpre-tación de la alfombra persa tradi-cional. Es entonces cuando aprove-cho la experiencia de la estanciaen Peshawar y decidimos que seconfeccione con la técnica ances-tral del kilim, un gran reto para losartesanos por su dificultad técnica.Así renace la relación entre Nani-marquina y Pakistán.Ahora, más allá de los resulta-

dos y premios obtenidos por la Lo-sanges, me doy cuenta de que nohubiera sido posible sin haber co-nocido previamente la cultura dela alfombra, de su simbolismo y desu origen nómada; si no nos hubié-ramos empapado directamente delo que es y lo que representa unaalfombra para los artesanos y sugente. La Losanges es más que untejido, es una historia, un viaje,unaexperiencia vivida.Eshaber te-nido la oportunidad de conocer laartesaníadel Indostán enprofundi-dad y traspasarla a un diseño con-temporáneo, y poder cumplir conuna esencia de Nanimarquina:unir tradición y modernidad.NANI MARQUINA

Entre los refugiadosafganos, la alfombraera el centro: todose pagaba con ellas,¡incluso vivían en ellas!

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