8
Neuroética. Los adelantos en la comprensión de los mecanismos biológicos implicados en la conformación y el funcionamiento del cerebro tienen una especial importancia en el mundo actual. Como bien afirma Ricardo Tapia en su artículo Neuroética, hay algunos problemas que tienen una gran relevancia en la vida de las personas, debido a que las afectan directamente. Este es el caso de los estudios en neurociencias, cuya impronta se deja sentir de inmediato en múltiples aspectos y niveles de nuestra sociedad. De allí que surjan ciertos problemas éticos sobre la aplicación de las tecnologías y los descubrimientos en estas ramas. El autor define la neuroética como “la rama de la bioética que estudia los problemas éticos y sociales que surgen de las posibles aplicaciones o manejo del nuevo conocimiento neurocientífico en humanos”. Así, los cuatro principales problemas éticos traídos por los descubrimientos y avances neurocientíficos son: “1) los derivados de los estudios por imagen de la activación de regiones cerebrales; 2) el uso de drogas para incrementar la capacidad mental: 3) la posibilidad de identificar y modificar la personalidad de los individuos; y 4) las posibles consecuencias del conocimiento íntimo, en términos neurobiológicos, de la conciencia y del yo” (1) Respecto al primer problema, el autor nos explica los avances que ha habido en el campo de la imagenología cerebral. En

Neuroética

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Neuroética

Neuroética.

Los adelantos en la comprensión de los mecanismos biológicos implicados en la

conformación y el funcionamiento del cerebro tienen una especial importancia en el mundo

actual. Como bien afirma Ricardo Tapia en su artículo Neuroética, hay algunos problemas

que tienen una gran relevancia en la vida de las personas, debido a que las afectan

directamente. Este es el caso de los estudios en neurociencias, cuya impronta se deja sentir

de inmediato en múltiples aspectos y niveles de nuestra sociedad. De allí que surjan ciertos

problemas éticos sobre la aplicación de las tecnologías y los descubrimientos en estas

ramas.

El autor define la neuroética como “la rama de la bioética que estudia los problemas éticos

y sociales que surgen de las posibles aplicaciones o manejo del nuevo conocimiento

neurocientífico en humanos”. Así, los cuatro principales problemas éticos traídos por los

descubrimientos y avances neurocientíficos son: “1) los derivados de los estudios por

imagen de la activación de regiones cerebrales; 2) el uso de drogas para incrementar la

capacidad mental: 3) la posibilidad de identificar y modificar la personalidad de los

individuos; y 4) las posibles consecuencias del conocimiento íntimo, en términos

neurobiológicos, de la conciencia y del yo” (1)

Respecto al primer problema, el autor nos explica los avances que ha habido en el campo

de la imagenología cerebral. En general, se supone que con este tipo de técnicas el

neurocientífico es capaz de monitorear la actividad de ciertas zonas del cerebro, así como

estimular algunas áreas muy específicas sin afectar otras, para obtener determinados

resultados. La técnica de imagenología más utilizada y efectiva en la actualidad es la

llamada “imagen funcional por resonancia magnética (fMRI, por sus siglas en inglés)”, que

se ha utilizado ampliamente en la investigación con el fin de conocer a detalle algunas de

las áreas cerebrales encargadas de funciones específicas. Los ejemplos sobre este punto

abundan, de tal forma que encontramos científicos que monitorean el cerebro de pacientes

o voluntarios al contacto con ciertos estímulos. Así, al pedírseles que imaginen escenas

eróticas, de terror, de placer o cualesquiera otras, o al hacerles imaginarse en una situación

(1) Pérez Tamayo, Ruy... La construcción de la bioética. F.C.E., México, 2007, pág. 188

Page 2: Neuroética

que exige una difícil deliberación de tipo moral, se observan y se registran las áreas que se

activan en su cerebro.

Hasta aquí no parece haber ningún problema. Sin embargo, si pensamos que dicha técnica

puede ayudar sobremanera al descubrimiento de los mecanismos intrínsecos al

funcionamiento de la mente, en diferentes aspectos, puede ser considerado una violación a

la privacidad. Supongamos que se puede conocer con exactitud las emociones

experimentadas, los pensamientos y las creencias de los demás; las inclinaciones psicópatas

que hacen de un individuo un asesino potencial (aunque no pueda llegar a serlo) o las

intenciones de los demás… ¿Sería conveniente utilizar estas técnicas con estos fines?, ¿no

constituiría una grave violación a la privacidad?, ¿no provocaría serios problemas sociales

y políticos, al considerarse el individuo enteramente observado y vigilado, si cae en manos

de un gobernante o estado represor y autoritario?, ¿no se coartaría lastimosamente la

libertad?

Por otra parte, el fMRI podría inclinar sensiblemente la balanza en el tema de la eutanasia.

Para entender con facilidad este asunto, tomemos prestado el ejemplo dado por Ricardo

Tapia a este respecto. Si consideramos el caso de Marie Schievo, una mujer que “vivió” en

estado vegetativo durante quince años, hasta que su esposo ganó un juicio que permitió que

los doctores desconectaran la sonda con la que se le alimentaba para que muriera de

inanición, es posible darnos cuenta de los alcances de las técnicas imagenológicas. Si por

medio de las investigaciones se pudiera establecer con certeza que las áreas implicadas en

la conciencia y la sensación en el cerebro de Schievo están completamente inactivas, se

podría pensar con bases sólidas que ha dejado de ser una persona, en cuanto estos aspectos

son indispensables para su definición como tal, de tal manera que (al margen de las reservas

religiosas) la eutanasia queda plenamente justificada.

En cuanto al aumento de las capacidades mentales por medio del uso de fármacos el autor

comienza por hacer una caracterización del estado actual de conocimientos al respecto.

Sabemos que las células nerviosas se comunican a través de procesos químicos de

transmisión de sustancias como la serotonina o la oxitocina, mejor conocidas como

neurotransmisores. Al sintetizar dichas sustancias de manera artificial o al inducir su

producción se cambia el estado del cerebro en diferentes aspectos. Esto es precisamente lo

que ha estado ocurriendo a lo largo de las últimas décadas y a comenzado a proliferar el

Page 3: Neuroética

desarrollo de sustancias que propician un funcionamiento determinado del cerebro.

Pongamos por ejemplo el omega 3. Es bien conocido que un consumo constante de este

ácido graso ayuda a mejorar la concentración y las capacidades asociadas al aprendizaje,

tales como la memoria, pues aumenta la producción de mielina, que a su vez facilita la

sinapsis. Los ejemplos se han ido multiplicando, tal como el autor lo hace notar. El Ritalin

o la dextroanfetamina son usados para trata niños con hiperactividad y falta de

concentración. Existen ansiolíticos y antidepresivos, calmantes…, que ayudan a resolver

algunos problemas en pacientes psiquiátricos o simplemente a mejorar su estado de ánimo.

Visto desde este punto de vista no parece haber muchas razones para no estar de acuerdo

con los usos de estas drogas. Sin embargo, los problemas surgen cuando se plantea la

posibilidad de utilizarlas para mejorar las capacidades cognitivas en personas sanas.

La primera objeción es que al utilizar las drogas de esta manera se estaría “modificando

artificialmente” a una persona, convirtiéndola en otra distinta. No obstante, el autor apunta

al hecho de que esta supuesta “artificialidad” es propia, también, de los tratamientos

médicos que permiten que las personas se curen de ciertas enfermedades o que les ayudan a

mejorar su estado físico. El consumo de vitaminas o proteínas (sintetizadas), por ejemplo,

mejoran el estado físico y artificiales Por su parte las técnicas psicoanalíticas y

conductuales, igualmente artificiales, en algún sentido también modifican a las personas a

través de un cambio en la asunción de creencias. Además, el caso del consumo aceptado del

alcohol, que nadie podrá negar que “cambia” a la persona da un apoyo extra a la defensa de

el uso de drogas con estos fines. En último término, empero, creo que el problema se

reduce a qué debemos entender por persona, y si un supuesto “cambio” en ella (en su

personalidad) es tan indeseable como parece a primera vista, un problema que no es tratado

por ahora.

Un segundo argumento en contra del uso de drogas para mejorar las funciones cognitivas,

parte del hecho de que éste sería discriminatorio. Es claro que el desarrollo de este tipo de

fármacos, así como los medios materiales que se necesitan para ello, son bastante caros, lo

cual hace estas drogas de difícil acceso; no todos podrían comprarlas. Sin embargo, esto es

precisamente lo que ha venido ocurriendo a lo largo de la historia. Las personas más ricas y

poderosas suelen tener acceso a cosas que la mayoría no y un acceso indiscriminado a estas

drogas, en tanto que producto de lujo, es poco menos que utópico.

Page 4: Neuroética

A pesar de estas consideraciones, creo que hay un interesante problema que se podría

plantear al uso de drogas con el fin mencionado. Suponiendo que llegaran a caer en manos

de un personaje poderoso de “malas intenciones”, que trate de sacar provecho en perjuicio

de los demás, parece que estaría en ventaja con respecto a la mayoría, que dependen del

tipo de capacidad “mejorada”. Esto esta circunscrito a la perenne discusión sobre los daños

que los desarrollos tecnológicos pueden ocasionar a la humanidad, algo que aunque debe

ser tomado con seriedad, depende más del uso que las personas les den, que del

desarrollador o científico.

En cuanto al problema del cambio en la personalidad, el autor alude a Phineas Gage, el

conocido capataz que se encargaba de la construcción de un ferrocarril y que fue golpeado

por una roca que salió disparada al explotar la pólvora. Resulta que, aunque logró

sobrevivir, tuvo un cambio repentino y profundo en su personalidad. Ya no era el Phineas

Gage de antes. Este caso mostró la manera en que determinadas zonas del cerebro están

implicadas en ciertas conductas. Si los estudios sobre estas relaciones continúan avanzando,

resulta prometedor pensar que en algún momento será posible cambiar la personalidad de

alguien administrando fármacos, utilizando tratamientos quirúrgicos para remover o

extirpar partes específicas o estimulando zonas bien definidas. Si bien los usos pueden ser

terapéuticos, también cabe la posibilidad de usos indebidos en perjuicio de los demás.

Además, en este punto volvemos al problema de la privacidad. Si podemos conocer la

personalidad de alguien de manera fidedigna, ¿sería conveniente utilizar esa información

para que las empresas o instituciones tomen decisiones sobre el futuro de las personas

implicadas?

Por último, como ya dijimos, el estado actual de las neurociencias ha hecho posible conocer

los mecanismos particulares y las zonas cerebrales que influyen en determinados procesos

cognitivos, así como su fisiología, es decir, su funcionamiento químico. De allí también que

las teorías fisicalistas de la mente en sus variantes eliminacionistas o reduccionistas hayan

proliferado. Estas teorías suponen que el conjunto de todos los procesos o funciones

mentales, como la conciencia, las emociones, la voluntad… no existen como tales en la

cadena causal, o pueden ser enteramente reducidas a funciones y procesos cerebrales,

respectivamente.

Page 5: Neuroética

Un primer acercamiento a los posibles problemas éticos que pueden plantear los avances en

las neurociencias, es el que se ha dado en la teoría de la acción en el marco de las teorías

fisicalistas. La problemática principal es si la libertad existe o no como tal. Las evidencias y

el descubrimiento de la función de áreas específicas del cerebro que regulan el

comportamiento humano ha hecho muy plausible la conjetura de que la voluntad y con ello,

lo que conocemos como libertad (el ser un agente que se autodetermina), no existen, sino

que se encuentran circunscritos a una relación física causal. Si este tipo de razonamiento es

correcto, el abanico de implicaciones éticas, políticas y jurídicas es enorme. En primer

lugar, es claro que una persona que no es responsable de su comportamiento delictivo, por

ejemplo, no podría ser culpable, por lo que surgen algunas preguntas como ¿es válido el

castigo cuando un delincuente no se puede considerar culpable?, ¿qué tipo de estructura

jurídica sería conveniente a la luz de estos hechos?