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Noemi González Morales para el CEIP Atlántida

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Noemi González Morales para el CEIP Atlántida

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Carlota va a un colegio muy especial, no sólo por su nombre, ya que su colegio tiene el nombre de una isla mítica, una leyenda mágica sobre un continente… “La leyenda de la Atlántida”, sino por cómo eran todos allí y por cómo le hacían sentir.

Carlota tiene 6 años, es una niña muy alegre, extrovertida y sobre todo muy cariñosa, le gusta mucho estar rodeada de su familia y amigos.

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Carlota tiene muchos amigos en su colegio, y conoce a todos los profesores, a los cuales saludaba cada mañana con un fuerte abrazo, porque para ella los abrazos son muy importantes. Según ella, un abrazoes la mejor forma de demostrar cariño, respeto y amor por otras personas.

Ella no sólo lo pasaba bien aprendiendo en clase con su profesora y compañeros, a los que, por supuesto, abrazaba a diario con mucho cariño. También lo pasaba genial en el comedor y en las actividades extraescolares con sus cuidadoras, a las que regalaba dibujos con coloridos corazones y, cómo no… fuertes y grandes abrazos.

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Carlota no imaginaba su mundo sinabrazos, era lo primero que hacía aldespertar, dar a su mamá y a supapá un enorme abrazo, y tambiénantes de dormir, justo después delcuento, pedía a sus padres unabrazo en familia.

—¡Me encantan los abrazos!—decía siempre la niña.

Una tarde, antes de la primavera,

sus padres hablaron con ella y le

explicaron que no podría ir al

colegio durante un tiempo, que ya

no podría visitar a su familia ni a sus

amigos, que ya no podría dar

abrazos… Esa tarde, Carlota se puso

a llorar, no entendía nada y no sabía

muy bien qué hacer.

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—¡Eso no puede ser! — se decía Carlota una y otra vez. — ¿Los abrazos peligrosos? —, se preguntaba extrañada.

— Los abrazos son para demostrar amor, ¡no es justo! —decía indignada.

Pasaron varios días y Carlota empezó a experimentar muchos sentimientos, incluso algunos que jamás había sentido. Al principio sintió mucho miedo, miedo porque escuchó en la tele que en la calle había un virus y no entendía muy bien qué era eso y qué pasaría.Después sintió tristeza y confusión porque escuchó decir a su papá que los abrazos eran lo más peligroso, ya que los virus lo utilizaban para poder viajar de una persona a otra.

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Por mucho que le explicó su mamá sobre la importancia de lavarse las manos, de no poder salir de casa durante un tiempo, de no poder ir al colegio, de no poder celebrar su próximo cumpleaños con sus amigos y su familia y, lo peor de todo, de no poder abrazar a su papá cuando llegaba de trabajar… para no contagiarse y acabar cuanto antes con el virus.

Carlota no lo entendió y se enfadó, se enfadó muchísimo.

—¡Todo lo que está sucediendo es horrible mamá! — le dijo a su madre con indignación.

—¡Ese virus es lo peor! — gritó muy enfadada Carlota. — ¡lo odio!

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Esa noche Carlota no quiso cenar, no estaba de buen humor, se sentía fatal. Tampoco quiso que su padre le contara un cuento como cada noche antes de dormir. Esa noche, Carlota se acostó sintiendo rabia e impotencia y casi no pudo dormir.

Después de estar horas y horas dando vueltas en la cama, de sentirse cada vez más enfadada y triste, por fin cayó en un sueño profundo y soñó que un misterioso ser mágico, acompañado de brillantes estelas de colores le decía:

—Mi nombre es Iris, vengo de la mágica Atlántida, y estoy aquí para pedirte un favor— le explicaba ese ser mágico con una misteriosa y cálida voz —.

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— Sé que estás triste y muy enfadada con esta situación, sé que no es fácil para ti estar en casa y no poder abrazar a tus amigos y seres queridos pero, te voy a contar algo que debes saber Carlota —, le decía mientras se acercaba a ella.—Este virus se alimenta de la

tristeza y sobre todo del enfado de las personas de este planeta.

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Debemos seguir aprendiendo porque a pesar de que parezca que el mundo se ha parado, la vida sigue y debemos estar preparados para cuando todo esto acabe y podamos salir de casa.

—Pero, ¿qué puedo hacer yo para ayudar? —, le preguntó Carlota a Iris un poco desconcertada.

—Tendrás que empezar a sentirte mejor e intentar hacer sentir bien a otras personas.

La única manera de acabar con él, es intentar no estar enfadados, intentar ayudarnos unos a otros, intentar estar felices, sentirnos afortunados y agradecidos por la familia que tenemos, por los amigos a los que volveremos a ver muy pronto, porque a este virus no le gusta el amor, la alegría, la felicidad ni la gratitud.

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—¿Y cómo puedo hacer eso? —preguntó la niña extrañada.

—Mi nombre representa el arcoíris y el arcoíris es el símbolo de la alegría, de la fuerza y del entusiasmo. El arcoíris es un camino lleno de luz y color donde abunda la esperanza para un nuevo comienzo. Por eso te pido que pintes un arcoíris y lo coloques en tu ventana para que todo el mundo lo vea y sepa que todo saldrá bien.

—Eso haré — afirmó Carlota.

—Como te comenté, al virus no le gusta la gratitud, por eso debes ser agradecida, dar las gracias a todas las personas que siguen trabajando para ayudar, a otras personas y a combatir el virus, también a los que están siendo responsables como tú y se quedan en casa. La mejor manera para que el virus pierda fuerza es aplaudir, aplaudir muy fuerte y dar las gracias en alto, entre más personas lo hagan y más ruido se escuche, más fuerza perderá, ya que con cada aplauso el virus se irá apagando — le explicó el ser mágico a Carlota.

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—¡Tengo una idea! —, exclamó la niña entusiasmada —. A partir de ahora quedaré con mis vecinos, mis amigos y mi familia para aplaudir muy fuerte cada tarde, todos juntos para hacer mucho ruido.

—¡Excelente idea, Carlota! — dijo Iris mientras le brillaban sus ojos verdes y se despedía de ella.

A la mañana siguiente cuando Carlota se despertó, lo primero que hizo fue ir a despertar a su mamá y susurrarle al oído con voz dulce:

—Te quiero mucho mami, gracias por quedarte en casa para cuidar de mí, gracias por ayudarme con las tareas, por jugar conmigo y por darme tanto amor.

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A partir de ese momento, Carlota

empezó a estar más tranquila e

intentó sentirse más feliz.

Inmediatamente después, dibujó un

gran arcoíris, lo pintó con los

colores más llamativos que tenía en

casa y escribió un mensaje en

grande que decía: “Todo va a salir

bien”, y, con ayuda de su mamá, lo

puso en la ventana de su balcón.

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Carlota pidió a sus padres que avisaran a su familia y amigos para que cada tarde, salieran a aplaudir con fuerza, para agradecer a todos los que están haciendo algo para combatir al virus. Los primeros días sólo se oían los aplausos desde su balcón, pero cada día que pasaba, se unían más personas, cada día se veían más arcoíris dibujados en las ventanas, cada día se oían más gritos de gratitud, cada día las personas se sentían más felices y el virus, sin saber mucha gente el porqué… desapareció.

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Gracias a Iris, que con su magia pudo aparecer en el sueño de Carlota, gracias a Carlota, que con su entusiasmo pudo transmitir el mensaje, gracias a la colaboración y gratitud de todos… y, sobre todo, ¡gracias a ti!...

El virus desapareció y en el cielo se pudo ver el arcoíris más brillante y colorido que jamás se había visto. Carlota estaba muy feliz, volvió al colegio y dio los abrazos más fuertes y más sentidos que jamás había dado.

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Después de ese acontecimiento, las personas se hicieron más amables, más agradecidas, y empezaron a valorar la importancia de la solidaridad, del apoyo, del amor y de la familia.

Noemi González Morales con la colaboración de G. González

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