Nota Criterio - Claudia Hilb

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  • 7/23/2019 Nota Criterio - Claudia Hilb

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    La Revista Criterio ha tenido la generosidad de solicitarme una nota prosiguiendo el

    debate propuesto en sus pginas en el nmero de octubre 2015, que gira alrededor del

    pasado reciente, y de la posibilidad de dilogo, y tambin de verdad, de reconciliaci!n y

    de perd!n" #magino que su solicitud puede no ser a$ena al hecho de que, hace ya unos

    a%os, yo escribiera &con a'n de provocar el pensamiento sobre todo en quienes, como

    yo, se situaban incondicionalmente en oposici!n a la brutal (ictadura militar

    1)*+1)-./ que el tab que entre nosotros rodeaba a los trminos de arrepentimiento,

    reconciliaci!n o perd!n en la re'lei!n sobre el modo de lidiar con aquel pasado

    traumtico posiblemente ocultara, ba$o argumentos atendibles, raones menos

    de'endibles y que hacan a la renuencia a conmover antiguas certeas respecto de lo

    bien 'undado de nuestras propias acciones y convicciones de entonces"

    3n esta ocasi!n, no puedo de$ar de proponer una re'lei!n similar, pero de sentido

    invertido4 qu podemos escuchar en el llamado a la reconciliaci!n, al dilogo, al

    perd!n, por parte de quines no se sitan ni en el campo de los opositores a la

    (ictadura, ni en el campo de sus vctimas, que reclaman equidistancia 'rente a unos y

    otros cuando no se sitan ms claramente en el campo de quines apoyaron o sirvieron a

    aquel rgimen6 7u supuestos podemos develar, en ese llamado6

    8ara introducir esas preguntas querra proponer, previamente, una descripci!n cruda de

    la situaci!n sobre la que se llama a dialogar, tal como yo la comprendo4 no concuerdo ni

    con que haya habido dos demonios, ni con que haya habido mltiples demonios, ni

    tampoco con que el demonio haya sido uno solo, a saber la violencia" 3ntiendo que el

    terror impuesto desde el 3stado por las 9ueras :rmadas el 2; de maro de 1)*+ esinconmensurable con cualquiera de esas descripciones" :ntes de maro del *+ hubo,

    ciertamente, actores violentos, que so%aban con imponer su idea del orden adecuado del

    mundo por la violencia< hubo, ciertamente, acciones que hoy me resultan atroces e

    in$usti'icables, tanto desde las 'ueras insurreccionales como desde las estatales y

    paraestatales" =odo ello puede ayudar a comprender el advenimiento del =error estatal,

    pero ese terror no es su simple consecuencia ni continuaci!n" La instalaci!n de

    centenares centenares de campos de concentraci!n clandestinos y la reducci!n de sus

    prisioneros a la inhumanidad, la sistematiaci!n de la tortura &y por si 'uera necesario,

    agrego4 incluso sobre mu$eres embaraadas/, las desapariciones >que su nmero sea de

    die mil, veinte mil o treinta mil, no cambia en nada la magnitud del horror?, el arro$ar

    personas vivas al mar desde aviones, la apropiaci!n de ni%os nacidos en cautiverio, las

    violaciones, nada de ello puede eplicarse por lo anterior, e insisto, no guarda ninguna

    proporci!n argumentable ni con la violencia e$ercida por las organiaciones guerrilleras,

    ni con el caos poltico del a%o 1)*5, ni tampoco con el sentimiento de vulnerabilidad

    que sin duda perciban los integrantes de las 9ueras :rmadas y de seguridad cuando

    accedieron al poder en 1)*+" =odo lo anterior est su'icientemente probado y

    documentado, y considero que es tan innecesario abrir un debate al respecto como abrir

    un debate respecto de si eistieron hornos crematorios en :usch@it" Creo que es

    necesario advertir que las 'ormas que tom! el =error estatal ba$o la (ictadura militar1)*+/-. supone un quiebre moral, civiliatorio, incluso para los cnones de una poca

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    signada por la violencia poltica como lo 'ue la primera mitad de los a%os setenta en

    :rgentina"

    3l reconocimiento de esta situaci!n es, a mis o$os, un punto de partida de acuerdo sin el

    cual ningn dilogo verdadero resulta posible" 8orque sin ello, simplemente estaremos

    proponiendo un escenario de simetra all donde no la hubo" A si decimos que no hubo

    simetra no es porque queramos de'ender la idea de que los valores de unos 'ueran

    pre'eribles a los de otros, ni que la violencia de unos 'uera ms $usti'icable que la de

    otros o que las vctimas de un campo merecieran mayor reconocimiento o mayor

    $usticia que las del otro" (ecimos que no hubo simetra porque reducir aquello que

    sucedi! a una escena de guerra o de violencia generaliada, &que podramos no obstante

    admitir que tambin la hubo, como lo proponen muchas de las escenas de

    reconciliaci!n/, supone negar que el pasado con el que debemos reconciliarnos no es

    tanto, o no es solo, aquel que puede describirse ba$o aquella imagen, sino que es sobre

    todo aquel que se escribi! ba$o la 'orma de un rgimen de =error organiado que no

    admite simetra alguna"

    7uien lea el pr!logo del :robispo (esmond =utu al in'orme de la Comisi!n de Berdad

    y Reconciliaci!n en ud'rica no puede sino quedar maravillado por la delicadea con

    la que dicho teto establece, a la ve, culpabilidades repartidas entre los actores

    estatales o paraestatales del sistema de apartheid por un lado y los actores anti/apartheid

    por el otro, mientras a'irma al mismo tiempo con prstina claridad que ello no establece,

    no obstante, una situaci!n simtrica4 el apartheid, escribe =utu, es un crimen contra la

    humanidad" i, como creo, podemos etraer ms de una lecci!n de ese procesomemorable, aquella no es una lecci!n menor4 que determinemos responsabilidades en

    los distintos actores no equivale a establecer una simetra" Dubo, en :rgentina, el

    e$ercicio irresponsable y criminal de la violencia poltica< hubo en :rgentina el desa'o a

    la ley" A hubo, en :rgentina, el despliegue del =error criminal desde el 3stado que

    constituye, en la instituci!n de un sistema estatalmente organiado de desaparici!n, de

    deshumaniaci!n y de tortura, un crimen contra la humanidad"

    C!mo, entonces, establecer un dilogo, c!mo propender a un escenario de

    reconciliaci!n y de perd!n6 8ara que ello sea posible, entiendo que debemos acordar,

    como en ud'rica lo promovi! aquel teto inaugural, cual es el pasado que convoca a

    ese eventual encuentro" 3llo supone a mi modo de ver, en primer lugar, que quienes

    tomaron parte en la acci!n de las 9ueras :rmadas y de seguridad, o quienes la

    apoyaron &ms all de su participaci!n personal en la tortura, la desaparici!n o el

    asesinato, y ms all tambin de su eventual convicci!n de lo bien 'undado de poner 'in

    al accionar de la guerrilla/ estn dispuestos a de$ar de escudarse en el discurso de una

    guerra de simetras, para mirar hacia adentro de ellos mismos, de sus acciones y las de

    quienes los rodeaban, para enunciar en vo alta, tal ve por primera ve, su saber acerca

    de la criminalidad y la brutalidad, sin precedentes ni simetras, del rgimen al que

    sirvieron"

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    e trata en e'ecto, segn creo, de enunciar en vo alta" 8orque la pregunta sin cuya

    respuesta considero imposible que pueda establecerse escena de reconciliaci!n alguna,

    es la de saber por qu, si eisten y eistieron, entre los antiguos participantes de las

    'ueras insurreccionales o entre sus simpatiantes de entonces, numerosas voces que se

    alaron para poner en cuesti!n su propias creencias, su propio pasado, por qu

    entonces eistieron tan escasos testimonios de actores del =error estatal, que hayan

    relatado, en primera persona, aquello que hicieron o presenciaron6 8or qu no ha

    habido, por parte de integrantes de las 9ueras armadas de entonces o de quienes los

    apoyaron, ninguna iniciativa para intentar reconstituir la verdad, o'reciendo datos

    'ehacientes para el conocimiento del destino de los secuestrados, para la aparici!n de

    sus cuerpos, para la restituci!n de los ni%os6 8or qu esos actores pre'irieron callar,

    antes que contribuir a la verdad, al reconocimiento del horror del que, ms

    voluntariamente o menos, 'ueron partcipes6

    3s cierto, y lo he escrito en otros lados4 hoy, tal como se ha desplegado, la escena de los

    $uicios de lesa humanidad no parece 'acilitar esta posibilidad, ya que supone la

    complicaci!n de la situaci!n procesal para quien hable, o para aquellos involucrados en

    su relato" 8ero hablaran acaso si tuvieran la certea de que ello no complicara, o

    incluso 'avorecera, su situaci!n procesal6 8orque es cierto tambin que 'ueron muy

    pocos, poqusimos, quienes hablaron cuando se crea de'initivamente cerrada la

    posibilidad de su punici!n" A que no hablan tampoco quienes, hoy condenados,

    pareceran no perder nada si lo hicieran" 3s posible que no sea sencillo admitir, en vo

    alta, que se ha cometido un Eal incon'esable" 8ero si a 'in de cuentas el motivo de su

    silencio no obedeciera ni al deseo de ocultarse a ellos mismos el grado de barbarie alque accedieron, ni tampoco a cuestiones procesales, sino a que antepondran el espritu

    de cuerpo de la instituci!n a la que sirvieron< si valoraran ms su lealtad a quienes

    ordenaron acciones criminales sin precedentes, que la contribuci!n de su palabra a la

    verdad y la reconciliaci!n, entonces, sobre ese silencio sin arrepentimiento, no creo

    posible construir escena alguna de perd!n y reconciliaci!n"

    Como se%al al comieno4 as como creo necesario interrogar las raones esgrimidas por

    quienes, desde el campo de la oposici!n 'rontal a la dictadura, niegan la posibilidad de

    admitir los trminos de perd!n y reconciliaci!n, creo necesario interrogar tambin las de

    quienes, desde el campo de sus servidores de entonces, hoy claman por una tal

    reconciliaci!n" =al como puedo imaginarla, una escena de reconciliaci!n no supone el

    abrao de la vctima y el victimario, ni el viril sacud!n de manos de antiguos enemigos"

    upone el reconocimiento en vo alta, por parte de los distintos actores, de sus acciones