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8/19/2019 Notas para escribir una novela, de Murakami | Culturamas, la revista de información cultural
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Notas para escribir una novela, de Murakami
Por Alicia Louzao.
Valga este artículo para exponer algunos rasgos esenciales en la obra del autor
japonés. Los adictos a este novelista podrán reconocer rápidamente aquellos puntos
en común que comparten sus obras. Además de su obsesión por los gatos, lamelomanía y el hecho de que prácticamente todos sus personajes ronden los treinta y
pocos, existen otras características en las que el lector avezado puede reparar cuando
se asoma al registro de novelas de Murakami. En este caso, la experiencia está tomada
de haber leído, si no todos, los siguientes: 1Q84, Crónica del pájaro que da cuerda al
mundo, Tokio blues, Baila, baila, baila, After dark, La caza del carnero salvaje, Fin del
mundo. Un despiadado país de las maravillas, Sueño y Kafka en la orilla.
(Ilustración de Kat Menschik, imagen: el-anaquel.com)
1. Una niña:
La Yuki de Baila, baila, baila, que “llevaba una sudadera con el logo TALKING HEADS,
vaqueros ajustados y botas. Por encima, un abrigo de piel que parecía de buena
calidad. Era una belleza muy delicada y vulnerable, como si al día siguiente fuera a
desaparecer”, adolescente fumadora y amante de la música. Un personaje
extremadamente callado y problemático. En Crónica del pájaro que da cuerda al
mundo está May Kashara, “que llevaba unas gafas oscuras” y en otro momento “una
camiseta Adidas azul celeste”. Murakami ama el detalle y ofrece los logos que se
desarrollan a lo largo de sus novelas, aportando realismo. Como Yuki, May no va a laescuela “que por qué no voy a la escuela. Es un rollo, la verdad. Y, como compañero, te
puede tocar un pervertido” y fuma “Hope cortos que encendió con una cerilla de
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Kiki, que como nos dice Murakami en La caza… cada vez que se recogía el pelo en una
coleta, su rostro se transformaba a uno mucho de una belleza exquisita. El hombre
carnero, con el que se entrevista, es un personaje que lleva pieles y vive en una
abadonada cabaña. En Baila, baila, baila, ese hombre carnero es el que ocupa la planta
remota del Hotel Delfín, y Kiki, la chica modelo de orejas, una especie de figura
borrosa del pasado que el protagonista quiere encontrar.
El hotel:
En Baila, baila, baila es el Hotel Delfín. En After Dark es el love Hotel en donde trabajará
Mari Asai durante una noche. Además, la importancia del espacio, de la habitación, es
crucial puesto que Eri, su hermana, permanece encerrada durante toda la novela en un
cuarto desconocido. Murakami juega aquí con el enfoque de la imagen, como si de una
película se tratase, ofreciendo la descripción exacta de Eri desde diferentes
perspectivas.
1. El sueño:
El sueño como pesadilla, centrándonos exactamente en la parálisis del sueño, es el
trastorno que sufren tanto la protagonista anónima de Sueño (la fantástica novela
graficada de Murakami, con ilustraciones de Kat Menschik) como el protagonista de
Baila, baila, baila. Así, la mujer de Sueño describe la visión que ha tenido, en plena
parálisis del sueño, del siguiente modo
“Era un anciano enjuto que vestía unas ropas ceñidas de color negro. Tenía el pelo gris
y corto, y la cara afilada. El anciano permanecía de pie, inmóvil, a los pies de la cama.
Sin pronunciar palabra, mantenía su mirada penetrante clavada en mí. Sus ojos eran
enormes. No intentó decirme nada. Estaba vacío como un agujero”. El siniestro
desconocido comienza a verter agua sobre sus pies, en una especie de tortura que
multiplica todavía más la angustia de la protagonista.
“Intenté moverme. Pero, por más fuerzas que acopiaba, no podía moverme. De pronto,
al descubrir que estaba paralizada, me asaltó el terror. Quise gritar. Pero no logré
emitir sonido alguno. Ni siquiera fui capaz de mover la lengua”.
La mujer por fin logra despertar y observa que el anciano ha desaparecido.
“Quizá haya sido una parálisis del sueño, pensé. Era la primera vez que experimentaba
algo similar. Realmente no parecía un sueño, pero lo era”.
1. La gastronomía:
Es importante en Murakami que, además de la música, la cocina sea objeto casi de
estudio. Como en Tokio Blues
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: “A Nagasawa le sirvieron pato asado y, delante de Hatsumi y de mí, en sendos platos,
dejaron las lubinas. De acompañamiento había verduras cocidas regadas con salsa.
Los camareros se retiraron de inmediato. Nagasawa cortó el pato con el cuchillo,
comió con apetito y bebió whisky. Yo comía espinacas”.
En Sueño, la protagonista explica pormenorizadamente lo que prepara para la cena
“Llené una olla de agua, encendí el gas. Piqué cebolla y preparé unos fideos soba para
ponerlos a hervir. Mientras el agua se calentaba, metí unas algas wakame
deshidratadas en remojo e hice pescados y verduras en vinagreta. Saqué tofu de la
nevera, lo corté y lo aliñé con salsa de soja”. Estas descripciones nos acercan a una
lección magistral de cocina japonesa, incluidos los espaguetis con sofrito de ajo
picado, más occidentales, de Baila, baila, baila.
Incluso el personaje de Aomame en sí mismo refleja un gusto por la cocina: su
onomástica significa, en japonés, “judía”, como se indica en la novela.
Como un juego parecido a la de la Rayuela de Cortázar, estos rasgos hacen aún más
interesante la obra de Murakami pues, el amante de sus obras, cada vez que se
acerque a uno de los volúmenes del japonés, cual detective del país de las maravillas
anotará con una sonrisa una referencia que le haga murmurar: “Sí. Aquí está otra
vez Murakami”. El creador de otros mundos.