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II cli.i I 7 del último mes citado accedía a la Presidencia del Gobierno central José Negrín, con Indalecio Prieto ocupando la cartera de Defensa Nacio- n.il Istc cambio en el Gobierno de la Nación determinó una inmediata reorgani- za! ion del Ejército Popular del Norte, creando una Junta Delegada del Gobierno cnla zona presidida por Gamir Uribarri, sustituto del desprestigiado Llano de la I ii< omienda. El cambio no por necesario (las fuerzas republicanas regionales ac- tuaban sin casi relación entre sí hasta entonces) dejó de producirse demasiado tarde sin que se pudiese evitar el rápido desmoronamiento del Frente Norte, un desmoronamiento que habíamos dejado en el instante (24 de agosto) en que las tropas franquistas cruzaban la línea divisoria entre Santander y Asturias. Ese mismo día el Consejo Interprovincial de Asturias y León se transforma en Consejo Soberano, presidido también por Belarmino Tomás, asumiendo responsabilidades políticas y militares plenas. Había que resistir si- guiendo la consigna lanzada por Javier Bueno desde «Avance»: «¡Compañeros, n< > hay que mirar al mar!». Era una actitud «numanüna» que tenía su lógica en el contexto de las terribles noticias recibidas sobre la represión que seguía a la «libe- I.UH ín» (sin ir más lejos en el Oviedo sublevado por Aranda, sobre todo después de la entrada de las columnas gallegas) y en el recuerdo de las atrocidades cometi- das en la región después del 34. Pese a todo, la resistencia republicana, prolongada hasta el 20 de octu- bre con gestas memorables como la protagonizada por la Brigada 134 en el Ma- zucu, cerca de Posada de Llanes, no pudo ni tan siquiera facilitar las condiciones para una retirada ordenada. De hecho, cuando el día 20 el Estado Mayor del Ejército Popular (coronel Adolfo Prada y el comandante Ciutat, entre otros) y el Consejo Soberano toman la decisión de abandonar Asturias, dejaban tras de sí una situación caótica provocada por el deseo de miles de personas, que afluían desde toda Asturias a los puertos de Gijón y Aviles, de seguir el camino que sus di- rigentes habían tomado unas horas antes, pero careciendo de medios suficientes v adecuados, léase barcos, para ello. - 4H - EL SOCIALISMO EN OVIEDO DURANTE EL FRANQUISMO ADOLFO FERNÁNDEZ Vicedirector de la Fundación «José Barreiro»

«numanüna» «libe- ín»...central José Negrín, con Indalecio Prieto ocupando la cartera de Defensa Nacio-n.il Istc cambio en el Gobierno de la Nación determinó una inmediata

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  • II cli.i I 7 del último mes citado accedía a la Presidencia del Gobierno central José Negrín, con Indalecio Prieto ocupando la cartera de Defensa Nacio-n.i l Istc cambio en el Gobierno de la Nación determinó una inmediata reorgani-za! i o n del Ejército Popular del Norte, creando una Junta Delegada del Gobierno cnla zona presidida por Gamir Uribarri, sustituto del desprestigiado Llano de la I ii< omienda. E l cambio no por necesario (las fuerzas republicanas regionales ac-tuaban sin casi relación entre sí hasta entonces) dejó de producirse demasiado tarde sin que se pudiese evitar el rápido desmoronamiento del Frente Norte, u n desmoronamiento que habíamos dejado en el instante (24 de agosto) en que las tropas franquistas cruzaban la línea divisoria entre Santander y Asturias.

    Ese mismo día el Consejo Interprovincial de Asturias y León se transforma en Consejo Soberano, presidido también por Belarmino Tomás, asumiendo responsabilidades políticas y militares plenas. Había que resistir s i -guiendo la consigna lanzada por Javier Bueno desde «Avance»: «¡Compañeros, n< > hay que mirar al mar!». Era una actitud «numanüna» que tenía su lógica en el contexto de las terribles noticias recibidas sobre la represión que seguía a la «libe-I.UH ín» (sin ir más lejos en el Oviedo sublevado por Aranda, sobre todo después de la entrada de las columnas gallegas) y en el recuerdo de las atrocidades cometi-das en la región después del 34.

    Pese a todo, la resistencia republicana, prolongada hasta el 20 de octu-bre con gestas memorables como la protagonizada por la Brigada 134 en el M a -zucu, cerca de Posada de Llanes, no pudo ni tan siquiera facilitar las condiciones para una retirada ordenada. De hecho, cuando el día 20 el Estado Mayor del Ejército Popular (coronel Adolfo Prada y el comandante Ciutat, entre otros) y el Consejo Soberano toman la decisión de abandonar Asturias, dejaban tras de sí una situación caótica provocada por el deseo de miles de personas, que afluían desde toda Asturias a los puertos de Gijón y Aviles, de seguir el camino que sus d i -rigentes habían tomado unas horas antes, pero careciendo de medios suficientes v adecuados, léase barcos, para ello.

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    EL SOCIALISMO EN OVIEDO DURANTE EL FRANQUISMO

    A D O L F O FERNÁNDEZ V i c e d i r e c t o r de la Fundación «José Barreiro»

  • A. El franquismo en Asturias

    E l franquismo fue, pues, una realidad en Asturias desde octubre de 1937 hasta la muerte del dictador en noviembre de 1975. E l nuevo régimen, de fundamentos sociológicos complejos, distó asimismo de presentar homogenei-dad político-ideológica, pese al famoso Decreto de Unificación (abril de 1937) y la creación del partido único, Falange Española Tradicionalista (FET) y de las JONS. E n consecuencia, el régimen político franquista no se mantuvo libre de tensiones internas n i petrificado a lo largo de su existencia sino sujeto a transfor-maciones, fruto de la alternancia en el poder de una de las fuerzas que lo compo-nían, resultado de la decisión arbitral de Franco, que se inclinará hacia unos u otros en función de las circunstancias internacionales y/o nacionales.

    Así, y sin entrar en demasiados detalles, se suele considerar que después de una breve etapa de parafernalia totalitaria, con predominio ideológico de F E T y de las J O N S (1939-1943), se estructura una dictadura conservadora (nacional-católica) con preponderancia de la Asociación Católica Nacional de Propagan-distas (ACNP) o «demócratas cristianos colaboracionistas» en terminología de Calvo Serer, en primer término (1943-1958); para dar paso en los últimos 16 años (1959-1975) del sistema al predominio de otra «familia», también católica, vinculada al «Opus Dei», con la entrada en el gobierno de los tecnócratas.

    U n pilar básico del franquismo fue, pues, el sector eclesiástico más reac-cionario, que a través de las organizaciones citadas controló los resortes del poder y ejerció una función ideologizadora y de encuadre social en principio reservada, sin éxito, a la Falange. Otro fue el Ejército surgido de la guerra civil y depurado de veleidades democráticas.

    E n Asturias, y siempre teniendo en cuenta el estrecho margen de s ingu-laridad que posibilita un régimen tan jerárquico y centralizado, el franquismo presenta algunas peculiaridades en relación al resto de España, como consecuen-cia de su adecuación a una región con u n inquietante pasado histórico sobre el que brotó, pese a las circunstancias, la semilla de una oposición organizada capaz de impulsar una intensa conflictividad social que desde las cuencas mineras, en

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  • donde tuvo SU mayor desarrollo, se extendió a otros sectores de actividad y a los m e d i o s universitarios.

    E l franquismo regional, asentado sobre la oligarquía local y un amplio espectro de las clases medias, ovetenses en su mayor parte, articula un sistema político en cuya cúspide los gobernadores civiles, delegados del poder central, proceden de las «familias» militar en un primer momento —Gerardo Caballero ( l () 56- 1938 ) , JoséCeano (1938-1939), Guil len Lafuerza ( 1 9 4 1 - 1 9 4 5 ) - y fa-langista —Francisco Labadíe Otermín (1950-1957)—, incluso en pleno auge de la tecnocracia opusdeísta —José Manuel Mateu de Ros (1964-1972), por citar el ejemplo más significativo— Semejante cualificación funcional e ideológica cua-draba con los problemas de una región en la que el sistema mantuvo la represión violenta no sólo hasta bien avanzados los años 50 (explicable por la persistencia en las montañas del fenómeno de los «fugaos», «huidos», «bandoleros» o «guerri-lleros», según el origen de la denominación), sino hasta el final de su existencia, con momentos de especial recrudecimiento durante las huelgas mineras de los años 60. Era, hasta cierto punto, la respuesta política lógica de u n régimen cuyo sistema de poder —instituciones administrativas vinculadas a la Falange (Frente de juventudes, Sección Femenina, Organización Sindical, etc.); instrumentos de difusión ideológica (sistema educativo, los diarios del Movimiento como «La Nueva España», que apareció en enero de 1937 aprovechando las instalaciones de «A vanee»); etc.— se mostró incapaz de encuadrar en el mismo, por la vía pací-fica, a la mayoría de la población.

    B. Reorganización y auge del socialismo (1939-1946): La zona de Oviedo

    Cuando el21 deoctubrede 1937, con la caída de Gijón en manos délas tropas franquistas, se produjo el hundimiento del Frente Norte, para los socialis-tas asturianos, al igual que para el resto de las organizaciones del Frente Popular, se inició un largo período de penalidades que, en u n contexto histórico dominado por la represión implacable, se prolongaría durante casi 40 años, a lo largo de los tuales tuvieron muy claro que la guerra civil no había terminado, según el propio régimen sostuvo hasta el final de su existencia.

    Cárceles, campos de concentración —eufemísticamente denominados ((ilonias de trabajo—, la huida al monte, con frecuencia la muerte... esperaban a los hombres y mujeres de izquierdas que no habían conseguido huir en la aciaga no-( he del 20-21 de octubre en alguno de los escasos barcos que el Gobierno de la República había concentrado, principalmente, en el puerto gijonés delMusel . De los que lograron embarcarse, muchos fueron atrapados en alta mar por la armada 11 . i i H | i lista; otros, los más, lograron arribar después de múltiples penalidades a las costas Irán cesas, donde previamente lo había hecho el Consejo Soberano, para,

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    después de u n casi obligado paso por el frente catalán, emprender un largo y pe-noso exilio.

    E n el interior, los militantes de las distintas organizaciones frentepopu-listas tratan desde el primer momento de organizarse, aunque sólo fuera para mantener el espíritu de solidaridad con los que atravesaban las situaciones más difíciles. Tarea, por otra parte, nada fácil si se tiene en cuenta que a la violencia re-presiva había que añadir la pérdida de sus más valiosos elementos desaparecidos, fusilados, exiliados, sentenciados a largos años de prisión o esperando la ejecu-ción ante un pelotón de fusilamiento.

    C o n respecto a estas cuestiones Carmen García, profesora de la U n i -versidad de Oviedo, ha publicado (Rev. «El Basilisco», n.° 6 (1990), pp. 69-82) u n minucioso estudio sobre la represión en la capital delPrincipado entre 1936 y 1952. Las grandes conclusiones que se pueden obtener del mismo son, por una parte, la persistencia del terror legal (consejos de guerra) e ilegal («paseos») hasta casi el final de la guerra civil en España (abril de 1939) con tres momentos de re-crudecimiento que coinciden con la entrada de las columnas gallegas en la ciudad, inmediatamente después de la ofensiva republicana de febrero de 1937 y tras el hundimiento del Frente Norte el 21 de octubre de 1938. Después, los ajusticia-mientos persistieron hasta 1952 y las detenciones, encarcelamientos, etc., hasta el final del régimen. E l balance no es fácil de establecer, aunque sise puede hablar de varios cientos de «paseados» y ejecutados tras consejos de guerra sumarísi-mos, así como unas 250 personas fallecidas entre los miles de presos, hacinados en las dependencias de la prisión provincial, como consecuencia de las enferme-dades y de los malos tratos.

    Pese a tan difíciles circunstancias, por lo que a los socialistas asturianos se refiere, el movimiento orgánico —de acuerdo con la exposición que sobre el particular realiza la C E . de la F S A - P S O E al Partido Socialista en el exilio a p r i -meros de junio de 1945— dio comienzo en las cárceles y, poco a poco, al cabo de algún tiempo, el contacto íntimo y las deliberaciones secretas dieron su fruto, for-mándose grupos de carácter solidario y organizando actividades políticas enca-minadas a forjar de nuevo, con los que quedaban en pie, la reconstitución de la fa-mil ia socialista. «Se formaron entonces —relata literalmente el citado escrito de la C E . de la FSA, al que hay que atribuir un gran valor— las colonias de reclusos tra-bajadores que en calidad de presos eran —y son— empleados en el servicio exte-rior de las minas, que en Asturias se reparten por los grupos 'Nalona', 'Carbones Asturianos', 'San Mames', 'Tudela Veguín' y 'Mosquitera'. Estos dos últimos ya desaparecidos.

    Bien pronto los compañeros socialistas— continúa el documento, Unico que conocemos describe con minuciosidad aquellos difíciles momentos— afectos aestas 'colonias' dieron fe de vida, poniendo en marcha una especie de fedenu ion de las 'colonias', a l.i vez que O >nicn.aha, callada y discretamente, la inteligencia

    5)

  • con los que salían del encierro. Y poco a poco, sin apresuramientos ni desplantes, pisando siempre firme para no destruir con una imprudencia la labor que tan la-nosamente se levantaba, llegamos a la constitución de un Comité Provincial, en-cargado de reorganizar el Partido Socialista en Asturias. El 5 de octubre de 1943 se reunían en Oviedo seis compañeros que respaldados por los socialistas huidos (guerrilleros) y los de las 'colonias' se erigían en Comité Provincial (CP) de la Fe-deración Socialista Asturiana» (Archivo Fundación «José Barreiro» (AFJB) / 35-24-18). Precisando datos, dicha reunión histórica es más que probable que haya sido la que Emilio Llaneza testimonia que tuvo lugar en el bar de Aurina (hoy «El Paisano») localizado en la carretera que sube hacia San Esteban de las Cruces, estando presentes por «los del monte» José Mata, Arístides Llaneza y Mayaón, hasta completar un grupo de 20 a 30 personas.

    Si a lo que acabamos de exponer se añade la conocida importancia que tuvieron en el proceso descrito hombres muy vinculados al socialismo ovetense como Emilio Llaneza, Avelino Cadavieco, Ramón Peralta, Baldomero Me-néndez («Mero») y Florentino Zapico, se deduce el papel preponderante de los compañeros de Oviedo en la recreación de la Federación Socialista Asturiana. Florentino Zapico —ovetense devenido al socialismo desde las filas de Iz-quierda Republicana durante su estancia en la cárcel— fue quien presidió la pr i -mera C E . de la F S A que según circular sin fecha, dirigida desde Oviedo a la Comi-sión Socialista Asturiana (organización de los socialistas asturianos en el exi-lio) y firmada por el propio Zapico, se marcó como objetivo, con el apoyo de la guerrilla y bajo el lema «disciplina y honradez», el que «cuando llegue el mo-mento que tanto ansiamos, en el último rincón de Asturias pueda levantarse al-gún socialista que en nombre del Partido y con ¡as instrucciones precisas de éste, dirija el movimiento dentro de su demarcación. En fin, nuestra aspiración —se concluía—, que con toda seguridad alcanzaremos muy pronto, es que a toda Astu-rias llegue la red de nuestra organización (...) base sólida y consistente para el ro-bustecimiento del Partido mañana, cuando sea permitido trabajar al calor de la li-bertad». (AFJB / 35-23-2).

    E l mañana que Florentino Zapico y demás compañeros ansiaban tar-daría demasiado en llegar. Pero de momento, es incuestionable que las organiza-ciones socialistas nacionales y regionales, del interior y del exilio, experimentaron u n considerable impulso en los años posteriores a 1943 y hasta los inicios de la dé-cada de los 50. La evolución déla coyuntura política internacional, principalmente los acontecimientos que tuvieron que ver con la marcha de la II Guerra Mundial , la condena internacional que sufrió el régimen franquista a partir de 1945, solemne-mente ratificada por la declaración de La O N U en diciembre de 1946, significaron una cierta debilidad interna del sistema que se manifestó, entre otras cosas, en un aparente desmayo de La actividad represiva v e n contraposición, en el despertar de una oposn ion que creyó dun un tiempo en el inmediato final del franquismo

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  • La celebración del primer Congreso del PSOE en el exilio (24 y 25 de septiembre de 1944) y de la U G T (10 y 11 de noviembre del mismo año); la for-mación de la primera Ejecutiva Nacional presidida por Sócrates Gómez en octu-bre de 1943 (mes y año que coinciden con la reorganización del Comité Provin-cial de la FSA, según hemos visto); la fundación de la Comisión Socialista As-turiana en 1942, aunque formalmente tomó carta de naturaleza en la Asamblea de Montauban (Francia) el 14 de octubre de 1945, con el «objetivo de mantener viva la c/uerencia asturiana; permanecer todos unidos y en contacto y preocupar-nos por nuestra región...» (AFJB / 41-24-3); son ejemplos que manifiestan el i m -pulso tomado por las organizaciones socialisas que, por otra parte, no se agotan en sí mismas sino que tuvieron trascendencia externa en la fundación, en los últi-mos días de junio de 1944, de la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas ( A N F D ) entre socialistas, cenetistas y republicanos. Los comunistas se incorpo-raron a comienzos de 1946, en un momento en que el órgano unitario más pode-roso de la oposición en el interior se intentaba abrir a algunos sectores monárqui-cos y militares (contactos con el fluctuante Aranda, coronel en Oviedo en 1936 y ahora ya general).

    ¿De qué manera repercutieron los cambios experimentados en el socia-lismo asturiano del interior? J o s é Mata Castro, uno de los máximos dirigentes de la guerrilla socialista asturiana, que coordinaba su actividad por medio del Co-mité de Monte, fundado casi simultáneamente a la FSA, escribe a José Barreiro (secretario de la Comisión Socialista Asturiana, residente en Marignac-Fran-cia) en diciembre de 1945 en los siguientes términos: «Aunqueya estéis informa-dos, tengo que deciros que en Asturias funciona el partido con una pujanza tal que puede compararse a muchos de sus pasados tiempos; el Valle del Nalón sigue como siempre siendo socialista. Estamos en plena marcha ascendente y tratando de organizar los cuadros del Sindicato Minero (lo que se produciría el 23 de marzo de 1946). Tenemos confianza en presentar en su día la Organización So-cialista en Asturias como en sus mejores tiempos» (AFJB / 35-1-1). Palabras que corroboró Florentino Zapico al dar cuenta a José Barreiro —en carta escrita en Asturias en febrero o marzo de dicho año— de u n «admirablepleno» regional ce-lebrado precisamente en Oviedo (AFJB / 41-35-1).

    Y no eran exageradas las apreciaciones de los dos dirigentes socialistas, c iertamente, lo que había adquirido tintes oficiales aquel 5 de octubre de 1943 fue creando una cadena de eslabones por toda la provincia que fueron «uniendo y .lindando en fraternal abrazo a los miembros dispersos de la familia después del huracán devastador», se decía en el precitado documento que la C E . de la FSA en-vió al PSOE en el exilio en junio de 1945. C o n una camioneta conducida por Bal-domcro Menéndez, y bajo el pretexto de adquirir frutos del campo para un nego-i lo instalado en la calle Foncalada de Oviedo, Florentino Zapico «lubricaba» la «< .uleu.i de eslabones» que en la lecha últimamente lndi( ada s e < onctetaba en 32

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    comités repartidos por la provincia, entre ellos el de Oviedo, por más que la m i -sión de alguno de ellos se limitase a mantenerse en pie, vigilante «para desarrollar la labor de agrupamiento y proseletismo cuando la situación lo permita».

    Poco después aquella estructura orgánica sufría una ligera modificación al dividir la provincia en ZONAS, para figurar al frente de cada una de ellas u n C o -mité que llevaba la dirección de los comités respectivos y era visitado periódica-mente por un delegado provincial (nos imaginamos a Florentino Zapico y el compañero de turno viajando en la camioneta) de acuerdo siempre con la Comi-sión Ejecutiva, autoridad suprema de la F S A - U G T . Eran en total veinte las zonas en que se dividía la provincia, una de las cuales la constituía Oviedo y su concejo con un comité de gran peso en la organización socialista asturiana, sólo equipara-ble al que tenía el Comité de Monte con cuyos miembros (José Mata Castro, Manuel Fernández Peón «Flórez», Manuel Fernández Casas «Lele», Arístides Llaneza Jove...) enlazaban los del de Oviedo en Latores, San Esteban de las C r u -ces, Lavarejos (Soto de Ribera), etc. Y sin perder de vista que, en su conjunto, las villas y aldeas de las cuencas mineras, especialmente la del Nalón, seguían siendo el centro neurálgico del socialismo; así como el hecho de que la zona de Gij ón dis-ponía no sólo de u n grupo muy activo de militantes (en su mayoría proceden-tes de los concejos de San Martín del Rey Aure l io y Langreo), sino también del Comité Provincial de la A N F D , que funcionaba en Asturias desde junio de 1944.

    Muchas esperanzas había despertado en la Comisión Ejecutiva de la F S A la constitución de la Alianza —«estamos unidos con los con federales (CNT) y una fracción republicana», comenta Mata en el precitado documento —informe del 5 de diciembre de 1945— pues todos pensaban que si perduraba entre sus componentes la lealtad con que venían actuando— trasunto de la que existía en el exilio entre el Subcomité Provincial de Asturias, León y Palencia anarquista y la C S A dirigida por J o s é Barreiro—, el órgano unitario debería ser la garantía del triunfo de la futura República social y verdaderamente democrática.

    Pero la entrada de los comunistas a comienzos de 1946, impuesta por la Ejecutiva Nacional presidida entonces por el controvertido Miguel Angel Mar-tínez, fue pronto fuente de problemas: «no bien ingresados Gos comunistas) —comentaría Florentino Zapico en carta a José Barreiro escrita desde Asturias en febrero o marzo de 1946— ya nos crearon un grave conflicto del cual os infor-mará el dador de la presente. La falta, la ausencia absoluta de sentido de responsa-bilidad y la alocada ligereza con que proceden, unida a la deslealtad que confina la traición, hace que la convivencia sea muy difícil. Es muy triste, además, mantener una alianza con elementos de quienes se desconfía. Pero está ordenado así, así conviene al parecer, y hay que 'apechugar'» (AFJB / 41-35-1). La dureza de los juicios emitidos sobre los comunistas por Florentino Zapico contrasta con la c ipinión favorable que le merecía la colaboración con los anarquistas pues «marcha-

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  • /nos c < >n ellos dice—en perfecto acuerdo. Sino cambian deactitud, con ellosire-int ¡s muy lejos, pues les encontramos leales y caballeros y declaran siempre que se muestran muy satisfechos de esta estrecha y común colaboración por el triunfo de la misma causa» (Ibidem).

    Lo cierto es que, por causas diversas, el año 1946 fue de quiebra en el desarrollo general de la oposición al franquismo y de la socialista en particular. Especial incidencia tuvo la evolución de las relaciones internacionales: si hasta 1946 habían crecido las expectativas de una pronta caída de Franco, provocando el continuo crecimiento de las organizaciones socialistas, a partir de ese año (co-mienzo de la «guerra fría») se generó una sensación de desmoralización e impo-tencia con los consiguientes efectos contrarios. Por otra parte, el régimen fran-quista percibía que el tiempo jugaba en su favor y un síntoma de la sensación de seguridad fue el recrudecimiento de la represión. N o obstante, aun antes de que la presión policial produjera sus efectos en los medios de la oposición, los hombres del Comité de Monte de la FSA reorganizaban, por más que fuera con un sentido simbólico, el Sindicato Minero en un acto celebrado el 23 de marzo al que asis-tieron Florentino Zapico como presidente de la FSA y Eduardo Villegas presi-dente de la Ejecutiva Nacional del PSOE. A l mes siguiente caía en manos de la policía la mayor parte del Comité Provincial de la Federación Socialista, que desde Oviedo encabezaba Zapico. Este, y otros miembros del mismo, caso de Bernardino Díaz, Wenceslao Fernández y Silvino García, consiguieron huir a Francia. Pero la «zapicada», como fue conocido el golpe de mano propiciado por la policía, desarticuló varios comités locales, entre ellos el de Oviedo del que for-maban parte, que sepamos, José Alcaide Alhajara, Emilio Llaneza, José Rodrí-guez, Marcelino Rodríguez, Avelino Naves, Laureano «El Nani» y Jaime Or-diales Vega. «Ahí tuvimos m ucha suerte —relata Alhajara—. Eramos socialistas y comunistas. A los comunistas los separó el fiscal y después a nosotros nos dio un poco de coba. Nos pedía primero 10 años. Pero, como en aquellos días la O.N. U. había mandado marchar a los embajadores extranjeros de Madrid, cogieron miedo y el fiscal nos bajó la petición a 6 años que luego el tribunal nos dejó en 3.

    Durante el Consejo, como no tenía de qué acusarnos, nosacusaba délos cargos sindicales que habíamos tenido antes de la guerra y en aquellos tiempos seguíamos con los mismos. A mí como presidente del Sindicato de Albañiles. De-cía que andábamos todos juntos. Que hablábamos de lo mismo contra el Régi-men. Yo pedí la palabra y le dije que con quién quería que anduviésemos: anduvi-IIH >s juntos antes de la guerra, juntos en la guerra y en la cárcel seguimos juntos. ( on quién quería que anduviésemos ¿con los falangistas? No podíamos porque ih > nos querían con ellos. Bueno, a los 3 del tribunal parece que no les cayó muy mal lo que yo dije» (Testimonio de José Alcaide Alhajara, 23-09-1992). Y, ade-mas, fue el comienzo de una serie de golpes sucesivos (1.° de M a y o del mismo ano, entre Otros) que dejaron casi inerte la organización en el llano. E l fenómeno,

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  • además, tuvo alcance nacional. Baste recordar que en el último mes mencionado caía en Madrid la Ejecutiva que encabezaba Eduardo Villegas, lo que dio lugar, en su conjunto, a una verdadera inflexión en el desarrollo de las organizaciones socialistas del interior. E l historiador R. Gillespie (Historia del Partido Socia-lista Obrero Español. Madrid , 1991, pp. 154-155) resalta que en 1944-45 par-i i< iparon en la actividad del partido a nivel nacional entre 3.000 y 6.000 militan-tes, contemplándose la posibil idad de avanzar desde una organización de cuadros .i una organización de masas. Después de 1946, y hasta 1974, los socialistas vo l -v i e r o n a limitar deliberadamente sus ambiciones a la creación de una organización de cuadros que es improbable superase en ningún momento los 2.000 militantes.

    A la estrategia de retraimiento no fueron ajenas, naturalmente, las orga-nizaciones socialistas asturianas. Después de las caídas de abril y mayo de 1946, la dirección de la FSA y del S O M A - U G T (indisolublemente unidos hasta el final del franquismo) pasó a ser coordinada desde Gijón por el ovetense de nacimiento José Manuel Alonso Paniceres. E l nuevo Comité Provincial estaba compuesto —según sentencia dictada contra sus miembros, después de su caída, por el C o n -sejo de Guerra formado en la Plaza de Oviedo el 6 de octubre de 1948 para juz-garlos por el delito de «actividades clandestinas y Auxilio a la Rebelión» (AFJB; donación J. M . Alonso Paniceres)— por u n total de 21 hombres, de los cuales sólo se citan tres con residencia en el concejo de Oviedo: Antonio Martínez Gon-zález, de 51 años, casado; Fernando Campa Banciella, de 32 años, soltero; y Paulino García González, droguero en la calle La Luna, de 37 años.

    La caída se produjo con motivo de la celebración del 1.° de Mayo de 1947 y «se debió—según confesión de Manolo Paniceres a Juan Antonio Saca-luga— a una imprudencia de un militante de Aviles que se empeñó en recoger toda la propaganda que debía ser luego repartida, en vez de enviar a recoger los papeles a una mujer de con fianza, como se le había indicado. La policía seguía sus pasos y nada más bajar del tren FEVEenA viles le detu vo con el paquete, que con -tenia 'El Avance', 'El Socialista'llegado de Francia, pasquines, etc. Mediante coac-< u mes y malos tratos la policía consiguió desarticular prácticamente todo el Co-mité Provincial, capturar dos multicopistas, dos máquinas de escribir y casi una tonelada de material impreso» (En La resistencia socialista en Asturias, 1937-1962, Madrid, 1986, pp. 66-67).

    Todo ello determinó que los hombres del Comité de Monte —que ve-nian manteniendo con los del llano una dura polémica sobre la adecuada locali-

    .u i o n de la Ejecutiva Provincial— asumiesen en junio la total responsabilidad del partido y de la U G T en Asturias, constituyéndose una Comisión Ejecutiva formada por: José Mata, presidente; Manuel Fernández Peón «Flórez», vicepre-sidente; Arístides Llaneza Jove, secretario; y Manuel Fernández Casas «Lele», tesorero; que se mantuvo hasta poco antes de la partida de los guerrilleros socia-list.is para el exilio por el puerto de la vil la de Luanco el 23 de octubre de 1948.

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    C. Los socialistas ovetenses en el retraimiento de los años 50

    Como «travesía del desierto del socialismo español» titula el capítulo dedicado al análisis de los años transcurridos entre 1947 y finales de los 50 un l i -bro de reciente aparición dedicado a la historia del socialismo (Martín Ramos, J. L. : Historia del socialismo español. 4. (1939-1977). Madrid, 1989, pp. 145-161). La expresión es verdaderamente descriptiva de una situación en la que sin entrar en demasiados detalles «la presión policial (que desmantelaba una y otra vez estructuras de base y direcciones) —según se comenta en dicho libro—, ios frecuentes problemas de conexión entre la Comisión Ejecutiva y las organiza-ciones provinciales, y, sobre todo, el enfrentamiento entre las direcciones del interior y del exilio, debilitarían de manera crónica la acción socialista del inte-rior».

    Panorama nacional que, en líneas generales, es perfectamente aplicable a la F S A - U G T , cuyo funcionamiento orgánico a lo largo de esos años se circuns-cribe casi exclusivamente a la cuenca del Nalón. José Mata Castro (el «Coman-dante Mata»), bien informado del estado de la organización a lo largo del periodo aquí analizado —lo he tratado de demostrar en Comandante Mata. El socia-lismo asturiano a través de su biografía. Madrid, 1990, pp. 209-238—, escribe desde su exilio francés en Ales (Departamento Gard) una carta a José Barreiro, secretario de la C S A , con fecha 6 de jul io de 1949, en la que da cuenta del estado de la organización casi después de un año de su partida: «Langreo (es) el lugar en el cual radican todas nuestras cosas y donde mantienen los cuadros con entrega; en Mieres me parece que no ocurre lo mismo; siempre estuvo Mieres mal en la lu-cha clandestina y en estos momentos es de presumir que poco o nada tendremos en esa zona. Oviedo cuenta con un buen número de buenos compañeros que pro-ceden de diferentes partes de Asturias, pero que ahora residen en la capital; al mismo tiempo la cárcel es un lugar que obliga a moverse. Tenemos varias zonas en que creo estará funcionando la organización, siquiera sea de forma reducida, supeditada a los buenos y probados de toda garantía (el subrayado es nuestro) (AFJB / 35-5-9).

    Previamente Mata, apoyándose en noticias recibidas del interior, pre-sentó u n «Informe a la CSA» (22 de enero de 1949) que ayuda a comprender el porqué del estado de las cosas en Asturias. D e l mismo entresacamos los párrafos más significativos:

    «(...) Io La salida de los compañeros del monte—es decir, del pro-pio Mata y la casi treintena de guerrilleros socialistas que ha-bían abandonado Asturias por Luanco el 23 de octubre de 1948— produjo entre nuestros compañeros y generalmente

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  • en el pueblo asturiano, la mayor satisfacción; los comentarios giraban en torno a este hecho durante varios días (...). 2. " Durante el tiempo comprendido desde el día 23 de octu-bre al 25 de noviembre, nada observaron de anormal que in-dujera al recrudecimiento de la represión (...). 3. " Sin embargo, a partir del día 25 empieza el aparato poli-cial su actuación. Llegó a la cuenca minera de Langreo una brigada de la Policía Secreta procedente de Madrid; establecen su servicio de información y tortura en Oviedo. Desde allí sa-len las órdenes de detenciones a donde ya conocen o suponen contactos con el exilio (...)» (AFJB / 35-3-16). La acción policial puesta en marcha en Madrid y coordinada desde

    (iviedo originó numerosos arrestos en Langreo y en San Martín del Rey Aurelio. Entre los detenidos se tenía noticia en Francia de que se encontraban Manolín A l -varez de Sama, Severino Calleja de los Artos (Hueria de Carrocera), Be lar mino García Menéndez «Costarapa» o «Costarapu»..., además de numerosas mujeres tomo Magdalena, madre de Ignacio, ahogado en Decazeville (Francia); Adela y Carmen, compañeras de Mata y «Flórez»; María, la hermana de Barreiro, etc. Otros procuraron evitar el descalabro alcanzando la frontera franco-española, aun a costa de dejar sensiblemente mermados los cuadros de la F S A : a comienzos de diciembre llegaban a Francia Bernardino y Manuel Cerra Otero, Antonio González Rodríguez, Guadalupe Gómez García, J o s é Estrada, Balbino Fernández, J o s é Manuel León, Alfredo y Alfonso Martínez Valles y Ama-lio Fernández Llaneza; y pocos días después lo hicieron Alfredo García (pa-dre de Marcelo y Arcadio, fallecido en Clermont Ferran el año 1953), elegido presidente de la FSA al partir los guerrilleros, y Daniel Iglesias «Daniela».

    Por lo tanto, la salida de los «hombres del monte» no había contribuido precisamente a despejar la situación en el socialismo regional y, más bien, con la perspectiva histórica de que disponemos, se nos manifiesta como u n escalón más en el descenso que se había iniciado en 1946. Lamentablemente el repliegue con-tinuó, como acabamos de ver, en 1949 y la persistente represión —extremada en determinados momentos como en los meses de febrero y marzo de 1952 (que, entre otras cosas, obligó a la huida de Pepe Llagos «Juan» de la región durante 11( )S meses), o en mayo de 1955 (¿motivada por la próxima visita de Franco a A s -turias? se preguntaban en el exilio) saldada con varias detenciones— y el natural desánimo en que algunos caen fueron factores que en ocasiones dejaron la FSA-L1GT bajo mínimos. Pero nunca dejó de funcionar.

    E l quehacer de los hombres de la C S A en el exilio, a cuyo apoyo econó-mico y moral hay que atribuir una buena parte de la supervivencia de las organi-

    .ii iones socialistas regionales —se puede comprobar esta afirmación en el citado lilac i Comandante Mata... y más concretamente en el que he escrito con el título

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    La Comisión Socialista Asturiana (1942-1975). Madrid, 1990—, y en el inte-rior la labor de los grupos de la Hueria de Carrocera, Carbayín, Tuilla, Sama (Pepe Llagos; Rufino Montes; Isidro Castro; Vicente Fernández Iglesias «el Polleu»; Herminio Alvarez; Daniel Iglesias, que como Perfecto Antuña («Peto» o «Petra») había regresado de Francia; Cecilio Pérez Castaño «Cilio»; Pepín de Rondera; Jesús Castaño; Aurelio Iglesias; Manuel Cuervo; Vale-riano León; entre otros) y de Oviedo (Emilio Llaneza; Jenaro Fernández «El del Niza»; Cándido Jiménez «el del Cristo»; Andrés Ladreda «ElRabiau»; Wen-ceslao Mori; Fernando Cabal Pintado; el grupo de Latores (Amalio Alvarez, Baldomero Alvarez, Jesús Alvarez, Marcelino González «Canterina», Benja-mín Muñiz, Amador Fernández, J o s é Fernández Rodríguez, Angel Valle «Gelu»); etc., posibilitaron la supervivencia del socialismo organizado en Astu-rias. Aún más, tenemos noticias documentadas de que incluso fue posible la cele-bración de plenos regionales como el que tuvo lugar en el monte Naranco «apro-vechando la fiesta campestre», celebrada a comienzos de agosto de 1950, con la asistencia de 20 delegados para recibir las instrucciones que desde el exilio traía «Petra» o «Peto», es decir, Perfecto Antuña de la Rasa (Carbayín-Siero).

    Así pues, en medio de las dificultades y limitaciones apuntadas, Oviedo seguía siendo importante en el socialismo regional. Es cierto que la dirección de la F S A se ubica, en su mayor parte, en la cuenca del Nalón, pero en la capital del Principado se encontraban militantes muy activos. Jenaro Fernández no sólo entró a formar parte de la Ejecutiva de la FSA a comienzos de los 50 (Rufino G i -llespie, Op. Cit. p. 212), sino que convirtió «El Niza», restaurante de su propie-dad, en el «centro neurálgico de la actividad clandestina» (Testimonio de Rufino Montes el 13-6-1992) y punto de encuentro de enlaces y contactos nacionales y extranjeros, entre los cuales el secretario de la CIOSL. Entre esos enlaces fue f i -gura clave a nivel regional y nacional Vicente Requena («alma del partido en As-turias», según Gillespie en p. 211), quien trabajaba como taxista en la ciudad, conduciendo un coche propiedad de Jenaro Fernández, hasta que falleció en ex-trañas circunstancias (se suicidó cortándose las muñecas) en mayo de 1956 (Vi-cente Requena era taxista autónomo en 1934 y fue quien en diciembre de aquel año, tras los acontecimientos de Octubre, llevó hasta la frontera francesa al grupo de perseguidos de la Hueria de Carrocera (Rafael Arregui, J o s é Fernández Fló-rez y su hijo José Fernández Peón, Robustiano Sánchez) y a López Mulero. L a huida fue preparada por Jesús de la Vallina, hombre clave en la reorganización de la FSA tras el fracaso de la Revolución de 1934 y ulterior persecución. De la Vallina se benefició del hecho de no haber tomado parte directa en los aconteci-mientos revolucionarios. Requena, después de la guerra civil , se exilió en México, pasando a Francia y luego al interior para ser detenido, procesado y preso en el penal de Santoña. Puesto en libertad, regresó a la actividad clandestina en A s t u -rias, no sin antes haber organizado el embrión de una Federación de Transportes

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  • en Madrid) ( [ cstimonio de R u f i n o Montes, 13-6-1992)). Su sustituto, el tam-bién rilado Cándido Jiménez, murió al cabo de u n año de haber asumido aquella responsabilidad.

    Eran los «hombres sin nombre» de u n partido que había renunciado a 11 anslormarse en una organización de masas y se limitaba a mantener unos cua-d ros que se componían de veteranos desconfiados, en el sentido político del tér-i n n i o , ante cualquier posibil idad de ampliación y apertura de las organizaciones socialistas. C o m o recuerda Avelino Pérez cuando en 1953, con 17 años de edad, estrechó los contactos de amistad y afinidad ideológica con algunos veteranos so-cial istas, mineros como él, se le mantuvo en una especie de cuarentena en la que el nivel de militancia tuvo el tope de «una discreta y restringida tertulia hasta 1957-1958» (Testimonio de Avelino Pérez, 04-04-1992).

    Por cierto, el año 1958 marcó todo u n hito para la historia del socia-lismo nacional y regional: la gran redada policial del mes de noviembre desarti-culó gran parte de la organización que trabajosamente se había creado. E l aconte-dmiento bien se puede considerar como la consecuencia última de un proceso abierto con la irrupción en el socialismo nacional de la controvertida figura del vasco Antonio Amat Maiz «Guridi», que desde mediados de la década trató de vencer la atonía en que se movían las organizaciones del interior cambiando la es-trategia de retraimiento y moderación, auspiciada por las Ejecutivas del PSOE-U G T instaladas en Toulouse, por otra que permitiese a las organizaciones socia-listas intervenir plenamente en las luchas sociales que la coyuntura económica decreciente propició a lo largo de los años cincuenta. La renovación exigía, prefi-gurando la que culminará en el Congreso de Suresnes del año 1974, devolver al interior la capacidad de decisión, perdida en favor de Toulouse después de la de-saparición de Tomás Centeno el año 1953, como condición previa para desarro-llar un activismo en el que cabía desde la penetración en los sindicatos verticales hasta la acción espectacular y violenta, pasando por la colaboración con los nue-vos grupos de la oposición e incluso con el P C E . Todo de cara al objetivo último de acabar con un régimen que para Amat Maiz podía dar paso, aunque sólo fuese de forma eventual, a la solución monárquica.

    Tales planteamientos, bien vistos por algunos sectores del socialismo (l).SS. organizadas en la Universidad de Madrid por Luis Gómez Llórente) y la ( [()SL, producían verdadera preocupación entre los dirigentes del exilio y, según Rufino Montes, entonces presidente de la FSA, también en el Comité Provin-cial Regional en su conjunto. Sin embargo, Amat Maiz no dudó en actuar a contrapelo de la ortodoxia oficial , aun a costa de rela jarla disc ipl ina y la p r u -d e n c i a .

    Emilio Llaneza —que había caído en manos de la policía cuando la «za-picat la» y, pese a ello, volvió a la actividad clandestina tras ser puesto en libertad el ano I 949— nos ofrece una descripción magnífica del «impacto Amat» en Asturias

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    y, al propio tiempo, con sus palabras refleja el papel que en los años 50 desempe-ñaban los socialistas ovetenses. Según el veterano socialista, en una ocasión fue convocado, como tantas otras veces, a una reunión en el bar «Niza» donde se en-contraba «Guridi» (por cierto, Emilio se enteró del verdadero nombre de «Gu-ridi» durante el interrogatorio a que le sometió el comisario Ramos después de ser detenido, una vez más, en 1958). Amat Maiz «trajo-según Emil io- un male-tín a la reunión a la que asistían también hombres déla cuenca del Nalón (Cecilio Pérez Castaño, Pepe Llagos, Vicente Fernández Iglesias). Entonces —conti-núa diciéndonos— solíamos ira reunimos también en un bar que llamaba «El Dos de Mayo», ahí por El Cristo de las Cadenas, elegido por Cándido (Jiménez) que actuaba de enlace con Madrid. Entonces, él ('Guridi') dijo: 'Bueno, ahora vamos a ir hasta El Cristo'. Y añadió: 'Llaneza tú coges ese maletín y sales por la puerta de atrás (...)'. Entonces yo salí por allí (...). Ellos marcharon delante y cuando llegué allá (a 'E l Dos de Mayo') estaban allí todos esperando. Cuando abro aquel maletín había tres pistolas: una para 'Cilio' (Cecilio Pérez), otra para Vicente (Fernández Iglesias) y otra no sé...» (Testimonio de Emilio Llaneza, 09-10-1987).

    E l riesgo del peculiar activismo de Amat era grande y, según muchos te-mían, aunque admirasen su valor y decisión, condujo a su detención, como ya he-mos dicho, en noviembre de 1958 y, detrás de él, casi un centenar de militantes socialistas de toda España. Entre ellos, en Asturias «ocho compañeros —en reali-dad fueron 9—. Cayeron todos los que llevaban la Federación clandestina» (ex-cepto al presidente Rufino Montes que logró escapar de entre las manos de la p o l i -cía) —escribía José Barreiro a Manuel Iglesias, ambos residentes en Francia, el 27 de diciembre de 1958 (AFJB / 4-25-8)—. Asimismo, el socialismo ovetense sufrió muy especialmente las consecuencias de la espectacular acción policial i n i -ciada con el apresamiento de Antonio Amat Maiz: Emilio Llaneza, Jenaro Fer-nández, Fernando Cabal, Amalio Alvarez, Manuel Peláez (quien había l le-gado al PSOE hacia 195 5 al contactar con Emilio, actuando desde entonces en la Fábrica de Armas de Trubia) fueron los hombres de los cuales tenemos noticia que, u n poco antes o u n poco después, pasaron a la cárcel, dejando la organiza-ción en situación precaria.

    Amalio Alvarez, que recuerda haber sido puesto en libertad el 24 de d i -ciembre, poco más de u n mes después de ser detenido («los compañeros más en-cartados—nos ha dicho— plan tearon una huelga para Nochebuena exigiendo con éxito la salida de los que estábamos menos comprometidos»), considera que «Oviedo después de 1958 quedó bastante en blanco, aunque actuaba 'Pris' (Pris-ciliano Huerta) que vivía en El Caleyu y trabajaba como administrativo en Cerá-mica Rubiera. Sé— continúa Amalio— que Amador Fernández y 'Pris' tuvieron reuniones en el Bar Alameda de Oviedo, junto a La Sindical («El Niza» había que-dado inutilizado, aunque la gente seguía acudiendo por allí), un mes más o menos después de haber salido yo de la cárcel. Pero después —recalca— quedó práctica-

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  • Purificación Tomás. En la década de los 60 realizó una importante labor al frente del Secretariado Femenino. En 1983 seria elegida concejala de Oviedo

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    uicnte en blanco la ciudad hasta finales de los años 60» (Testimonio de Amalio Alvarez, 10-09-1992).

    D. De la inactividad en los primeros años 60 a la reactivación en los finales del franquismo

    Las transformaciones económico-sociales que tuvieron lugar en Es-paña durante esta etapa y el renacimiento de la oposición al franquismo en los medios obreros y estudiantiles, insinuado en los últimos años de la anterior década y en espectacular crecimiento a part ir de entonces, exigió la adecua-ción de las organizaciones socialistas a la nueva coyuntura económico-social y política.

    La renovación imprescindible pasaba por profundizar en los plantea-mientos que Amat Maiz («Guridi») había anticipado en los últimos años de la anterior década, y exigía devolver al interior de España la capacidad de decisión a las organizaciones socialistas, con el fin de no perder el protagonismo en la lucha antifranquista en favor de la tradicional (CNT, PCE) y nueva (Comisiones Obre-ras ( C C O O ) , Alianza Sindical (ASO), Unión Sindical Obrera (USO)...) oposi-ción. Tales exigencias, demandadas desde las federaciones socialistas organiza-das en España, chocaron con la incomprensión de las Ejecutivas del exilio, que, excesivamente preocupadas por el temor a la manipulación comunista de los «inexpertos» compañeros del interior, se aferraban, casi sin excepción, a la con-servación en sus manos del control del socialismo español desde la lejana ciudad de Toulouse. Sólo la asunción de las llamadas del interior por las JJ.SS. del exilio, de organizaciones como la C S A que presidía Barreiro y de algunas individualida-des residentes en Francia y en México (Purificación Tomás al frente del Secreta-riado Femenino), posibilitó el romper la resistencia al cambio de las Secretarías de la Unión (dirigida por Pascual Tomás y desde 1969 por Manuel Muíño) y del Partido (presidido por Rodolfo Llopis) en los Congresos de 1971 y 1972 respectivamente.

    Corolario de la contradicción interior-exilio fue la desconexión, cada vez mayor, entre la dirección del PSOE y de la U G T instalada en Toulouse y las Federaciones Provinciales de lo que Asturias es un ejemplo sobresaliente. L a renovación de actitudes en la FSA se había iniciado después del desmantela-miento por la policía del último Comité Provincial, llamémosle «clásico», en no-viembre de 1958. La incorporación de jóvenes a la actividad clandestina —Her-minio Alvarez, Avelino Pérez, Pablo García, Arcadio García, los ya citados Marcelo García y Emilio Barbón...— determinó la presencia en el Comité Pro-vincial de una nueva generación de socialistas, en muchos casos hijos de comba-tientes socialistas, pero también de su tiempo, y que, por lo mismo, miraban más hacia el futuro que hacia un pasado que admiraban, pero por el que no querían v i -

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  • VII hipotecados. Ejemplo de los nuevos tiempos que con ellos llegaban lo consti-tuye el escrito que dirigen en agosto de 1959 a los compañeros de la C S A para exigil La reorientación de la política del PSOE y de la U G T . Entre otras cosas, pro-ponían: «extender las organizaciones del PSOE y de la UGTa todas las zonas in-dusüiales déla región y cuando fuese posible 'al campo y al mar'. Facilitar educa-i ion socialista y sindicalista a la juvenmd asturiana... y—lo que nos parece más Importante— que la acción antirrégimen se centrase en el interior». N o fue el úl-l i n i o escrito de esta naturaleza que desde el interior llegó al exilio, sin que, en principio, tuviesen demasiado éxito a pesar de que hasta organizaciones inter-nacionales como la Confederación Internacional de Organizaciones Sindi-cales Libres (CIOSL) presionaban a las Ejecutivas de Toulouse en el mismo sen-l l d o

    Pero, bien fuese por el cambio experimentado en las relaciones entre el interior y el exilio, o por la falta de experiencia y excesiva fogosidad de los jóvenes dirigentes —inmersos, por lo demás, en una sociedad cuya conflictividad crece es-pectacularmente a partir de las huelgas mineras de 1962 y 1963—, la F S A - U G T al ravesó unos años convulsos entre 1960 y 1970, por no decir una verdadera cri-sis, en la que no faltaron fuertes disensiones internas (en torno a los conocidos con los nombres de «caso Gobantes» y «caso Clemente»), sonoras caídas en los años 1962, 1963, 1967, etc., que dificultaron su crecimiento hasta el extremo de c|tte la C E . de la C S A llegó a plantearse la congelación de las ayudas a los compa-ñeros de la región, en tanto en cuanto no resolviesen sus desavenencias internas y se pusieran «seriamente a trabajar». La numerosa correspondencia intercam-biada por esas fechas entre J o s é Barreiro y j o s é Mata y otros exiliados, da buena cuenta de la gravedad de un problema que requería urgente solución: «En Astu-tías -citamos a modo de ejemplo una carta de J o s é Mata a José Barreiro del 7 de i 11 n io de 1969— faltan una o varias cabezas de cierta autoridad, que impongan con su presencia disciplina para que puedan alcanzarla autoridad que Asturias siem-pre ha tenido. Tú que vives en contacto —le dice Mata a Barreiro— y tienes infor-mación real délo que allí tenemos, estásen condiciones de tomar las iniciativas y poner a los compañeros de Asturias ante su responsabilidad». (AFJB / 34-20-25).

    Manuel Garnacho, residente en Grenoble (Suiza) y miembro de la ( SA, había opinado también sobre la preocupante situación indicando la conve-niencia de enviar al Principado —carta a José Barreiro del 6 de mayo de 1969— «un asturiano con suficiente experiencia en la organización, revestido de autori-dad por parte de la CSA, y que se encargase (haciéndose el sordo a todos los chis-mes v cuentos) de coordinar, orientar y dinamizar la acción de todos nuestros grupos» (AFJB / 41-14-4). E l «mirlo blanco» buscado por Garnacho, según ex-presión de Barreiro, ya se encontraba desde el mes de marzo de 1968 en Asturias .i d o n d e había llegado procedente de Bruselas: se trataba de Agustín González,

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    tlijo del viejo luchador Avelino González y sobrino de Perfecto González («Ca-chupa») «el poeta de la guerrilla». Nacido en 1929, fue minero desde muy joven e ingresó en 1950 en el PSOE. Cinco años después, como consecuencia de la repre-sión inherente a su compromiso político, emprendió el exilio, encontrando aco-modo en las minas de Charleroi (Bélgica). De él diría Barreiro, buen conocedor de las personas y poco dado a elogios, después de haberlo conocido: «me causó muy buena impresión. Jóvenes así necesitamos en Asturias». Y no se equivocaba en su juicio el ya veterano dirigente, pues es más que probable que la presencia de «Otilio» (nombre de Agustín González en la clandestinidad), que fijó su resi-dencia en Roces, cerca de Gijón —aunque él había nacido y crecido como tantos otros socialistas, en la Hueria de Carrocera (San Martín del Rey Aurelio)—, haya contribuido a calmar las agitadas aguas del socialismo asturiano. De hecho, a co-mienzos del año 1970 las noticias, que procedentes de Asturias llegaban a T o u -louse, empezaban a ser esperanzadoras: Barreiro le comenta a Mata en carta del 5 de enero de 1970 la celebración de una reunión en Mieres de «delegaciones de Gijón, Laviana y Sama. La noticia —aclara el secretario de la C S A — me ha sido co-municada por un compañero de esta última localidad. Naturalmente teniendo en cuenta el divorcio existente entre Mieres (epicentro a la sazón del «caso Cle-mente») y el resto de Asturias, la reunión tenía como objetivo fundamental reor-ganizar el Comité Provincial» (AFJB/ 34-20-23). De la noticia de la constitución del nuevo órgano de dirección del socialismo regional da cuenta Barreiro al amigo Mata en carta de 17 de enero de 1970: «El presidente del Comité es Joa-quín López que es de nuestra época de las JJ.SS. El secretario se llama Marcelino Fernández García (en realidad Marcelo García), Agustín no estaba muy seguro del nombre; pero me dio la precisión de que es hijo del compañero que murió aquí en Francia (Alfredo García) y que vino aquí cuando Daniel (Iglesias) —ambos, aclaramos nosotros, se habían hecho cargo de la F S A a la salida de los guerrilleros; pero tuvieron que huir ante la terrible represión desatada casi de i n -mediato. Daniel Iglesias regresaría de nuevo a Asturias y, tras u n paréntesis en la actividad política, reanudó la lucha clandestina en la década de los 60, siendo hombre básico en las relaciones con Madrid . Por su parte, Alfredo García vivió en el exilio francés hasta su fallecimiento en 1953—. En fin —prosigue Barreiro, refiriéndose a Marcelo—, es de San Martín. Si no lo recuerdas, por lo que yo sé, se trata de un compañero aún joven y capaz. El vicepresidente es de Barreaos, no de Mieres (Pauüno León); y el vicesecretario (Pablo García), de Barreaos. Daniel (Iglesias), continúa como delegado sindical y miembro de la Comisión Perma-nente (del partido); pero parece que desean sea sustituido por Agustín (Gonzá-lez) lo que me parece mejor. 'Nicolás' (Emilio Barbón) queda encargado de la propaganda y de asegurar la aparición regular de Adelante'» (Ibidem).

    E l nuevo Comité Provincial sería el encargado de cerrar la crisis en la que se venía debatiendo la F S A e iniciar su relanzamiento en el marco del m o v i -

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  • miento renovador del socialismo español, iniciado en 1970 y culminado en el ( ongreso del l'SOH celebrado en Suresnes (Francia) en octubre de 1974.

    E l socialismo ovetense entró en la década de los 60, como ya se ha d i -i lio. en una situación de verdadero marasmo. Los socialistas históricos natural-menle seguían existiendo en la ciudad y localidades del concejo (Latores, Trubia, Olloniego), pero desvinculados orgánicamente de la dirección del P S O E - U G T .ni .ugada en las cuencas del Nalón y del Caudal. E n tal disposición, el socialismo permaneció en Oviedo y su concejo prácticamente ajeno a los movimientos so-ciales de oposición al régimen que se producen en la Universidad y determinados se< lores profesionales capitalizados principalmente por el P C E hasta 1968.

    Fue en esa fecha cuando se inició la superación de la inactividad coinci-(liendo, al igual que en el resto del socialismo regional, con la presencia en Astu-rias de Agustín González y el impulso que éste transmitió a las desconcertadas organizaciones socialistas. J e s ú s Zapico Alvarez, minero, natural de Soto de Aller aunque residente en Gijón y vinculado al PSOE desde 1958 a través de la sección de La Camocha, recibió el encargo de Agustín González de trasladarse a t )\ iedo para revitalizar la organización. Zapico se encuentra con u n grupo orga-nizado de mineros y sus familias en La Mortera (Olloniego) del que recuerda a Luis, Miro, Onofre, Servando y sus hijos, etc. más dos ilustres veteranos en la ciudad: Leonardo Velasco y el omnipresente Emilio Llaneza quien se encar-gaba de cobrar las cuotas utilizando la estructura preexistente, aunque no articu-lada orgánicamente, y devolver a la actividad a los «jóvenes del 34» cuya relación, por temor a que resulte incompleta, no podemos realizar.

    E l proceso coincide cronológicamente con el inicio de los contactos, casi regulares, entre el socialismo asturiano, el andaluz (Felipe González, A l -fonso Guerra, Luis Yáñez, Miguel Angel del Pino) y el vasco (Nicolás Re-dondo, Enrique Mújica, Eduardo López Albizu), embarcados unos y otros en la puesta en marcha de la renovación del socialismo español inmovil izado por las ejecutivas del PSOE y de la U G T instaladas en Toulouse. E l cambio pasaba, como es sabido, por recuperar para el interior la capacidad de decisión o, lo que es igual, su nar en España la mayoría, y en último extremo la totalidad de los miembros de las ejecutivas del Partido y de la Unión. Y tuvo su primera gran batalla en el XI ( ongreso del PSOE en el exilio, celebrado en la tradicional sede del n.° 68 de la Rué de Taur de la citada ciudad del sur de Francia, entre los días 13 y 15 de mayo i le I 970. Allí, la delegación sevillana encabezada por Felipe González, y previo acuerdo con los asturianos y vascos, planteó y consiguió la formación de una d i -rección mixta integrada por representantes del exilio y del interior, aunque estos últimos seguían siendo minoritarios. Situación que quedó superada en el XII ( i ingreso (13 al 15 de agosto de 1972) en el que, según la pauta establecida en el \ I ( ongreso de la U G T (5 de agosto de 1971), se estableció una dirección cole-giada integrada mayoritariamente por cuadros del interior, paso intermedio en

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  • un camino que culminó en el Congreso de Suresnes (11 al 13 de octubre de I 974) en que la totalidad de la Ejecutiva del PSOE, con Felipe González como primer secretario, pasó al interior.

    Fueron, pues, los primeros cinco años de la década de los 70 de extraor-i li i laria trascendencia para el socialismo español en general, y el asturiano en par-ticular. E n Oviedo, el embrión orgánico puesto en marcha desde 1968 sigue cre-ciendo, aunque la prudencia sea máxima a la hora de captar nuevos militantes. Se Incorporaron a la actividad Juan Luis Rodríguez-Vigil y Ludivina García. E n 1973, venciendo los tradicionales recelos hacia los intelectuales de una organiza-ción eminentemente obrerista, se realizan los primeros contactos fructíferos con el grupo de estudiantes de la Facultad de Derecho del que formaban parte: Alvaro Cuesta, Luis Posada, Jaime Estrada, Carlos Piñeiro, Juan José Montero y Mi-guel Fernández. Venían actuando como socialistas independientes desde 1972 en la denominada «Plataforma de Acción y Lucha» continuadora, en cierto modo, del FLP y bajo la cobertura orgánica de los Comités de Estudiantes de los que formaban parte, además, anarquistas, LCR, LC, PCI (luego PT), M C , O R T , Ban-dera Roja y JJ.SS. (aunque en la ciudad de Oviedo no estaban organizadas). Jesús Sanjurjo, vecino de Gijón, y Francisco Várela, vecino de Laviana, ambos estu-diantes en Oviedo y militantes del PSOE, fueron quienes contactaron con el grupo de Alvaro Cuesta en una reunión celebrada en el Mesón del Labrador gracias a los buenos oficios del también militante del PSOE José M . a Fernández («Chema»). También por entonces entró de nuevo en el partido Cándido García Riesgo que habiendo militado en su juventud sufrió represión sistemática du-rante el franquismo. Este recuerda como especialmente importante para la defini-tiva estructuración del socialismo ovetense, una reunión que en 1974 tuvo lugar en el domicil io de Ludivina García yjuan Luis (calle Campoamor) en donde se constituyó formalmente un comité colegiado para coordinar los grupos de base. A esas alturas la infraestructura existente la completaban otros pisos: en la Plaza de la Paz el del notario Rosales; en la calle General Elorza el de J o s é M . a Fernán-dez y, durante u n cierto tiempo, u n piso de estudiantes situado frente al cuartel de la (¡uardia C i v i l enPumarín. También se celebraron reuniones clandestinas en la Sala de Juntas del Seminario, cedida por su director Javier Conde. Esta situación de precariedad infraestructural se prolongó hasta febrero de 1976, en que se ins-taló la Agrupación en el edificio A L S A de la Plaza Primo de Rivera.

    En efecto, en el mes de enero del citado año, la Agrupación Socialista de Oviedo quedó reconstruida como tal en una asamblea celebrada en un nuevo piso disponible en el polígono de Otero, compartido con la UGT, en donde se eligió el pri-mer Comité del que Alvaro Cuesta fue nombrado secretario político. E l número de añliados en aquel momento rondaba los 18, sin perjuicio de los que existían descoor-d 111, u los por razones de seguridad en todo el concejo. La aparente debilidad no impidió la organización de las primeras movilizaciones públicas de impacto social considerable:

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    Rafael Fernández Alvarez. Fue elegido primer Secretario de la FSA, en el primer Congreso después de la clandestinidad en 1977. Años más tarde sería el primer Presidente del Gobierno del Principado de Asturias

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  • — Diciembre tic 1975, u n a acción denominada de «comando», en la que unos 300 militantes del PSOE de toda Asturias protagonizaron una manifes-i . H n in tuyo arranque coincidió con la campanada del reloj de la Caja de Ahorros l |ue marcaba las 7 de la tarde: los protagonistas del «salto», muchos de los cuales era la primera vez que se veían, lograron paralizar el tráfico en la calle Uría y dir i -girse hasta la calle Doctor Casal en donde, ante la presencia policial, se disolvie-i o i i s in que hubiese detenidos.

    — Asimismo, de carácter provincial, y con la presencia de los compañe-ros de- Oviedo, fue el homenaje a Manuel Llaneza en el cementerio de Mieres el 24 de enero de 1976 para conmemorar el 45 aniversario de su fallecimiento. A c u -dleron, pese a la intensa nevada, más de 2.000 militantes.

    — E n septiembre del mismo año se organizó una manifestación ante la Delegación Provincial del M E C (calle Río San Pedro). Habló Ludivina García para criticar la política educativa del gobierno y se gritó ante la presencia de un Inerte contingente policial aquello de «¡Más escuelas y menos policías!».

    Era, a pesar de todo una organización endeble en la que las virtudes de una clandestinidad bien llevada se habían convertido, a aquellas alturas del pro-ceso histórico, en una verdadera remora y en una maldición para los historiado-res que nos aproximamos a estos temas. Sólo la memoria de los protagonistas cu-bre en parte los enormes vacíos abiertos por la lógica carencia de fuentes. De las deficiencias administrativas, en parte superadas por el espíritu militante de quie-nes caminaban hacia la luz vislumbrada de la libertad, daba buena cuenta Rafael Fernández, allá por 1983, al ser interrogado sobre cuál era el estado interno del partido cuando regresó del exilio a finales de 1976: «Me encontré—comentaráRa-lael— con una Federación Socialista que prácticamente no tenía más que el nom-ine, porque casi no había nada dentro. Es decir, yo recibíla secretaría política, o secretaría general, sin un solo papel. No se me entregó ningún informe político. Necesitaba conocer el estado de la secretaría de organización porque iba a inten-taran trabajo de reconstrucción, pero todo lo que había sobre esta cuestión se me en negó en una caja de zapatillas menos que mediada, con algunas fichas de afilia-(/< I'ero no podía haber sido de otra manera, porque los militantes del interior habían pasado unos años difíciles, con muchos riesgos. La dirección del partido estaba en manos de gente joven. Algunos de estos dirigentes procedían de fami-lias , (>n tradición en el campo socialista. Todos tenían buena intención y a base de mucho esfuerzo y riesgo habían mantenido la organización aquí, tanto délas ju-venil ides, como del partido y de la UGT. Pero formaban un conglomerado inade-(nadi >, aunque en aquellas difíciles circunstancias no resultaba sencillo encon-trar otra fórmula para la supervivencia. Aquella realidad ha tenido consecuen-cias». (I u Juan de Lillo: Rafael Fernández, testigo de Asturias. Gijón, 1983 p. 122).

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  • A nivel tic Agrupación, la primera Ejecutiva de la que hay constancia es-(tila se constituyó el 3 de septiembre de 1976 y estaba integrada por:

    S E C R E T A R I O P O L I T I C O : Alvaro Cuesta Martínez. S E C R E T A R I O DE O R G A N I Z A C I O N : J o s é Ignacio Gracia Noriega. S E C R E T A R I O D E A D M I N I S T R A C I O N : Avelino Cadavieco Fernán-

    dez. S E C R E T A R I A D E F O R M A C I O N : Justina Perales Rodríguez. S E C R E T A R I A D E P R E N S A : Covadonga Diez. S E C R E T A R I O S I N D I C A L : Faustino Suárez Alvarez. S E C R E T A R I O D E J U V E N T U D E S : Juan Luis Mier Pérez. V O C A L E S : Cándido García Riesgo y J o s é Manuel Alvarez Díaz. C O M I S I O N D E C O N F L I C T O S : Emilio Llaneza Prieto, Leonardo Ve-

    lasco, Manuel Peña Iglesias. Por otra parte, en el Congreso que la F S A celebró a comienzos de 1977,

    primero después de la clandestinidad, la fuerza de la Agrupación Socialista de Oviedo se puso de manifiesto en la composición de la Ejecutiva Regional de la que formaron parte los siguientes militantes locales:

    PRIMER S E C R E T A R I O : Rafael Fernández. S E C R E T A R I O DE P R O P A G A N D A : Manuel Móndelo. S E C R E T A R I A D E F O R M A C I O N : Justina Perales. S E C R E T A R I O DE A D M I N I S T R A C I O N : Avelino Cadavieco. V O C A L E S : José Rosales, Emilio Llaneza, José Alcaide Alhajara,

    Isaac Ortega, Leonardo Velasco. C O M I S I O N D E C O N F L I C T O S : Alvaro Cuesta, Prisciliano Huerta,

    I conardo Velasco. C O M I S I O N R E V I S O R A D E C U E N T A S : Julián Romanillos. V O C A L E S D E L C O M I T E F E D E R A L : Rafael Fernández, Juan L. Ro-

    dríguez-Vigil, Cándido García Riesgo.

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    LA TRANSICION (1975-1991)

    G U S T A V O P A R D O Licenciado en Historia