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¿EXISTE ALGO LLAMADO OBJETIVIDAD CIENTÍFICA? Por K.C. Colé (Revista DISCOVER, setiembre 1985) Estaba en blanco y negro: el 4 de julio de 1984, el NEW YORK TIMES prociamáque los físicos por.fin habian encontrado el sexto "quark", el último miembro de la misteriosa familia de partículas elementales que giran alrededor del núcleo de un átomo. El anuncio hizo evocar imágenes de hombres y mujeres plenamente absortos, atentos a sus aparatos y diciendo "¡Aja! ¡Ahí está! ¡El sexto "quark"! ¡Qué belleza!". Por mera casualidad, un amigo físico de California se encontraba de visita ese día (él es un joven miembro de la sociedad McArthur, "genio" a quien se Je acredita el haber descubierto la naturaleza del "pegamento" que mantiene juntos a los "quarks"). Él no estaba impresionado por la noticia. De hecho, parecía algo divertido. "Ves-explicaba- la máquina que "ha encontrado" el "quark" ha estado apagada por más de seis meses". Además, los datos del experimento habian sido analizados desde hacía tres meses. Los resultados eran bien conocidos. "Lo que la noticia quiere decir- comentaba- es que finalmente se pusieron de acuerdo acerca de lo que vieron". Esta historia tiene mucho que decir acerca de la naturaleza del conocimiento científico. Este no es, como muchos creen con frecuencia, una colección de hechos objetivos y observaciones sin prejuicios que emergen de un ambiente herméticamente sellado, imposible de ser manchado por alguna mano o mente humana. "Desde un análisis más cercano - escribe el historiador de la ciencia Paul Feyerabend- nosotros encontramos que la ciencia no conoce del todo 'hechos al desnudo'; más bien creemos que todos los 'hechos' que entran a nuestro conocimiento ya vienen vistos de una cierta manera". Los hechos vienen vestidos de historia, coloreados por un contexto. La ciencia, más que una afirmación de verdad, es un argumento en devenir. Por lo que más bien el método científico se no convierte para nada en "científico", ¿Herejía? De ningún modo. La mayoría de los científicos probablemente estarían de acuerdo con el físico Robert March, de la Universidad de Wisconsin, en cuanto a que las reglas de la objetividad sólo aplican a la manera en que los hechos y las ideas son probados. Los descubrimientos son otra cosa completamente, "Una y otra vez -ha escrito March- un sobresaliente patrón de descubrimiento se ha repetido a sí mismo: una conjetura con suerte, basada en argumentos vacilantes y en suposiciones absurdas "ad hoc", da una fórmula que se convierte en algo correcto, aunque al principio nadie puede decir por qué eso podría ser así". Las ideas tales como la teoría de la relatividad de Einstein, el átomo de Bohr y la teoría heliocéntrica de Copémico fueron en contra de los hechos conocidos y ni se diga del sentido común. "El copernicanismo y otros ingredientes esenciales de la ciencia moderna sobrevivieron solamente porque la razón era con frecuencia desobedecida en el pasado", escribió una vez Feyerabénd. La verdad es que la ciencia no podría ser completamente objetiva aunque lo quisiera. Tomemos a Galíleo, por ejemplo, dándole un vistazo a Júpiter por primera vez en enero 7 de 1610. He aquí que !o único que él pudo ver fue nada menos que "tres pequeñas estrellas", es decir, ¡las lunas de Júpiter! Los colegas de Galíleo nunca palmearon su espalda y lo felicitaron por su sobresaliente descubrimiento. Siendo más sensatos, ellos pensaron que él estaba viendo una ilusión óptica. Después de todo, los lentes de un telescopio pueden distorsionar las imágenes (tal como lo pueden hacer los lentes de nuestros ojos). En los tiempos de Galíleo, el telescopio producía unas aros de luz como arco iris alrededor de todo lo que se mirara a través de él. Entonces, ¿no era más factible que las visiones que había tenido Galileq -cráteres en la luna, lunas alrededor de Júpiter- fueran más bien producto de esas distorsiones y no el reflejo de la clara y objetiva verdad? Ahora comparemos a Galíleo y su simple aparato con los modernos astrónomos de hoy, quienes miran a las estrellas a través de sofisticados telescopios monitorizados por México DF - 72/105

Objetividad científfica

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¿EXISTE ALGO LLAMADO OBJETIVIDAD CIENTÍFICA?

Por K.C. Colé

(Revista DISCOVER, setiembre 1985)

Estaba en blanco y negro: el 4 de julio de 1984, el NEW YORK TIMES prociamáque los físicos por.fin habian encontrado el sexto "quark", el último miembro de la misteriosa familia de partículas elementales que giran alrededor del núcleo de un átomo. El anuncio hizo evocar imágenes de hombres y mujeres plenamente absortos, atentos a sus aparatos y diciendo "¡Aja! ¡Ahí está! ¡El sexto "quark"! ¡Qué belleza!".

Por mera casualidad, un amigo físico de California se encontraba de visita ese día (él es un joven miembro de la sociedad McArthur, "genio" a quien se Je acredita el haber descubierto la naturaleza del "pegamento" que mantiene juntos a los "quarks"). Él no estaba impresionado por la noticia. De hecho, parecía algo divertido. "Ves-explicaba- la máquina que "ha encontrado" el "quark" ha estado apagada por más de seis meses". Además, los datos del experimento habian sido analizados desde hacía tres meses. Los resultados eran bien conocidos. "Lo que la noticia quiere decir-comentaba- es que finalmente se pusieron de acuerdo acerca de lo que vieron".

Esta historia tiene mucho que decir acerca de la naturaleza del conocimiento científico. Este no es, como muchos creen con frecuencia, una colección de hechos objetivos y observaciones sin prejuicios que emergen de un ambiente herméticamente sellado, imposible de ser manchado por alguna mano o mente humana. "Desde un análisis más cercano - escribe el historiador de la ciencia Paul Feyerabend-nosotros encontramos que la ciencia no conoce del todo 'hechos al desnudo'; más bien creemos que todos los 'hechos' que entran a nuestro conocimiento ya vienen vistos de una cierta manera". Los hechos vienen vestidos de historia, coloreados por un contexto. La ciencia, más que una afirmación de verdad, es un argumento en devenir. Por lo que más bien el método científico se no convierte para nada en "científico",

¿Herejía? De ningún modo. La mayoría de los científicos probablemente estarían de acuerdo con el físico Robert March, de la Universidad de Wisconsin, en cuanto a que las reglas de la objetividad sólo aplican a la manera en que los hechos y las ideas son probados. Los descubrimientos son otra cosa completamente, "Una y otra vez -ha escrito March- un sobresaliente patrón de descubrimiento se ha repetido a sí mismo: una conjetura con suerte, basada en argumentos vacilantes y en suposiciones absurdas "ad hoc", da una fórmula que se convierte en algo correcto, aunque al principio nadie puede decir por qué eso podría ser así".

Las ideas tales como la teoría de la relatividad de Einstein, el átomo de Bohr y la teoría heliocéntrica de Copémico fueron en contra de los hechos conocidos y ni se diga del sentido común.

"El copernicanismo y otros ingredientes esenciales de la ciencia moderna sobrevivieron solamente porque la razón era con frecuencia desobedecida en el pasado", escribió una vez Feyerabénd.

La verdad es que la ciencia no podría ser completamente objetiva aunque lo quisiera. Tomemos a Galíleo, por ejemplo, dándole un vistazo a Júpiter por primera vez en enero 7 de 1610. He aquí que !o único que él pudo ver fue nada menos que "tres pequeñas estrellas", es decir, ¡las lunas de Júpiter! Los colegas de Galíleo nunca palmearon su espalda y lo felicitaron por su sobresaliente descubrimiento. Siendo más sensatos, ellos pensaron que él estaba viendo una ilusión óptica. Después de todo, los lentes de un telescopio pueden distorsionar las imágenes (tal como lo pueden hacer los lentes de nuestros ojos). En los tiempos de Galíleo, el telescopio producía unas aros de luz como arco iris alrededor de todo lo que se mirara a través de él. Entonces, ¿no era más factible que las visiones que había tenido Galileq -cráteres en la luna, lunas alrededor de Júpiter- fueran más bien producto de esas distorsiones y no el reflejo de la clara y objetiva verdad?

Ahora comparemos a Galíleo y su simple aparato con los modernos astrónomos de hoy, quienes miran a las estrellas a través de sofisticados telescopios monitorizados por

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computadoras, y nos podremos dar cuenta de la dimensión de nuestro problema.

Pero estos son meros tecnicismos. El verdadero problema es que, incluso los investigadores más objetivos, tienen que enfocarse en una meta antes de que puedan ver, lo que significa que tienen que decidir dónde mirar. Esto limita sus opciones. Incluso Jos teórico? tienen que enfocarse en determinados 'pensamientos. Como dijo una vez Einstein:"S¡ el investigador no fuera a hacer su trabajo sin una opinión preconcebida, ¿cómo podría él seleccionar aquellos hechos que necesita entre toda esa inmensa abundancia de la más compleja experiencia, y escoger sólo aquellos que son justamente suficientes para evidenciar conexiones ordenadas?".

Una opinión preconcebida son los lentes en el ojo de la ciencia. De hecho, para el filósofo de la ciencia del Instituto Tecnológico de Massachussets, Thomas Kuhn -quien probablemente ha escrito más que nadie sobre este tema- la investigación científica normal es "un extenuante y devoto intento para forzar a la naturaleza a entrar en las cajas conceptuales dadas por la educación profesional". Y no es que él piense que esto es necesariamente una mala cosa. Estas cajas conceptuales son como telescopios y microscopios que les permiten a los investigadores apuntar hacia sus objetivos y, por lo tanto, "penetrar el conocimiento existente hasta su propio núcleo". La preseiección es un paso esencial en el proceso.

Al mismo tiempo, definitivamente cambia la manera en que los científicos (y otras personas) ven las cosas. Kuhn afirma esta idea al describir' un experimento psicológico que merece, según él argumenta, "ser conocido más allá del juego".

El experimento es muy simple: a un grupo de personas se les pide identificar unas cartas de naipe. La mayoría de las cartas son normales, pero algunas no (un seis de espadas rojas, por ejemplo, o un cuatro de corazones negros). Las personas generalmente no tienen ningún problema para identificar las cartas normales, pero también identifican las anómalas como normales. "Sin ninguna aparente duda o sorpresa", escribe Kuhn, "identifican un cuatro de corazones negros, por ejemplo, como un cuatro de espadas negras. Sólo después de muchas exposiciones notan que hay algo raro". Kuhn compara esto con la manera que los 1

científicos perciben (o no perciben) lo inesperado en la naturaleza. "En la ciencia, como en el experimento de las cartas, la novedad emerge sólo con dificultad, es manifestada con resistencia contra un sentimiento de expectación. Al principio, sólo lo que es anticipado y usual es experimentado, incluso bajo circunstancias donde lo anormal será más tarde observado".

Como todos nosotros, los científicos tienden a ver lo que esperan ver. Darwin una vez pasó todo un día en un río de un valle y no vio "más que agua y simples rocas". Once años después, él caminó por el mismo valle, esta vez buscando evidencias de los glaciales. "Te aseguro -le decía a un amigo- un volcán extinto no podría dejar huellas más evidentes de sus actividad y gran fuerza... ¡Este valle tuvo que estar cubierto por lo menos con unos doscientos cincuenta a trescientos metros de hielo sólido!". Una vez que supo qué era lo que buscaba, fue más fácil encontrarlo.

La objetividad científica está inevitablemente nublada por los prejuicios creados por la percepción humana. Tal vez es el elemento humano lo que se tiene que eliminar. Tal vez tengamos que dejarle a las máquinas hacer ciencia por nosotros. ¿Podría hacerse, entonces, la investigación más objetiva?

De una manera simple, podríamos decir que sí. (Las computadoras pueden definitivamente llevar un mejor registro de los encuentros subatómicos de lo que pueden las personas}. Pero cuando se trata de interpretación, la computadora resulta prejuiciada por la propia naturaleza de su "proceso de pensamiento' (esto sin considerar ei propio proceso de pensamiento de su programador), La verdad para una computadora es una cuestión de tener ojos o no tenerlos, de estar encendida o no, de uno o de cero. No puede concebir un número irracional como pi, y mucho menos lidiar con las paradojas de la mecánica cuántica. El pensamiento de las computadoras es claro, lineal, lógico. El mundo real (incluso el mundo de las matemáticas) es enredado, paradójico, complejo. En ei momento que los programadores han convertido las ideas en partículas que puedan asimilar las computadoras, ya ellos han hecho una veintena de suposiciones. Las computadoras se parecen a las personas en tanto que las respuestas que

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obtienen dependen de cómo se han construido tas preguntas.

Pero incluso si una computadora logra echar afuera algunos hechos completamente objetivos, serían de poco interés para los científicos, quienes suelen encontrar los hechos al desnudo bastante inútiles. Lewis Thomas, por ejemplo, llama a algo un hecho científico sólo "cuando los datos, tomados"'- en conjunto, significan algo". Le gusta citar la afirmación de Albert Szent-Georgi que dice que "un descubrimiento consiste en ver lo que todo el mundo ha visto y pensar lo que nadie ha pensado", Una cosa es saber objetivamente que la temperatura allá afuera es de 75 grados, y otra cosa es saber cómo está el clima.

Entonces, ¿cómo es que para la mayoría de la gente "científico" ha venido a ser sinónimo de "objetivo"? Historiadores como Kuhn y como Feyerabend culpan de esto a cómo se enseña y se presenta (a ciencia al público. "Un poco de lavado de cerebro", dice este último, "contribuirá a hacer la historia de la ciencia más aburrida, más símpte, más uniforme, más 'objetiva', y más fácilmente accesible a reglas estrictas e incambiables".

Este lavado de cerebro, piensa Feyerabend, le hace un terrible desfavor a la ciencia. Hacer algunas grietas en la armadura de la "objetividad" científica no es quitar a la ciencia de su pedestal. Todo lo contrario. Reconocer fa subjetividad esencial de la ciencia más bien la fortalece pues hace que mantenga las puertas abiertas a la interpretación. Aceptar una sola, objetiva verdad, por otro lado, significa que algún día esas puertas estarán cerradas.

"Unanimidad en las opiniones quizá esté bien para una iglesia, para las asustadas y codiciosas víctimas de un mito, o para los débiles y entusiastas seguidores de un tirano" escribió Feyerabend. "La variedad de opiniones es necesaria para el conocimiento objetivo".

¿Es entonces una farsa la ciencia? ¿Es la opinión de una persona igual a la de otra? ¿Es que no existe algo llamado verdad científica? Al contrario; la ciencia gana su reputación de objetividad tratando los peligros de la subjetividad con el más grande respeto. La verdadera medida de la objetividad científica es el consenso, como mi amigo de la MacArthur me señalaba.

Los científicos precavidos siempre tratan de mantenerse fuera de las distorsiones que inevitablemente se forman en el ojo de la mente. Hace unos meses estaba hablando con otro miembro de la sociedad MacArthur que trabaja con complejas teorías sobre las super cuerdas que existen en el espacio tridimensional y que puede explicar cómo todas las partículas y jas fuerzas están unidas. El decía que siempre tenía miedo de ser como el muchacho aquel que buscaba sus llaves bajo el poste de luz porque era el único lugar donde podía ver. Esto me recordó las palabras del inimitable Richard Feynman: "La ciencia es una larga historia acerca de cómo aprender a no engañarnos a nosotros mismos".

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