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Manuel José Basilio Othón Vargas fue un hombreque heredó una obra de extraordinaria calidad a la literatura universal.José Emilio Pacheco afirma respecto de EL IDILIO SALVAJE: “es el mejorpoema del siglo XIX mexicano que termina con la caída de Porfirio Díaz”.

La poesía Othoniana logra una construcción de imágenes con carácter, conímpetu sólido y consistente, versos construidos son el dominio pleno dellenguaje y perfección métrica y que contiene la pasión y la nobleza de unhombre que amó como pocos la naturaleza y que padeció como nadie elexilio de su tierra.

Othón es un enamorado de la literatura que comenzó a escribir a los 15años de edad, escribiendo incluso el mismo día de su muerte su últimopoema: una postal a su querida Josefina Facha, sobrina de su hermanopolítico Don Eduardo Facha.

Paradójicamente “sobrevivió” del favor de sus amigos y del ejercicio de suprofesión como abogado, título concedido por la Universidad Autónoma deSan Luis Potosí el 28 de mayo de 1888. Este distinguido poeta padecióseveras vicisitudes económicas derivadas de la incomprensión de su poe-sía y la visión que tenía de la literatura muy avanzada para su época. FedorDostoievski afirma en su obra Crimen y Castigo que existe una categoríade hombres que son dueños del presente y otra que lo son del porvenir“los primeros lo aumentan numéricamente, los segundos lo mueven y loconducen a un fin”, cuando se refiere a la categoría de estos hombresexcepcionales, sentencia: “las masas casi nunca les reconocen este dere-cho. Se les tortura y ahorca, y al hacerlo así proceden conforme a susderechos, cumplen su destino de masas conservadoras, a pesar de que enlas generaciones venideras esas mismas masas colocarán a los condenadosal suplicio sobre un pedestal”.

Othón no fue ajeno a esta realidad, una realidad que vivió en carne pro-pia y que expresó dolorosamente en su poema Elegía “yo soy la voz, quecanta en la profunda soledad de los montes ignorado, que el sol calcina y

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el turbión inunda”, sin embargo esta tragedia que padeció a lo largo desu vida aunada al amor por la naturaleza y una profunda religiosidad, con-stituyen los ejes centrales de su obra.

En cuanto a la naturaleza este excepcional poeta es considerado el másgrande cantor de ella. La forma extraordinaria en que va describiendo cadasonido, desde el susurrar del viento, el eco de las montañas, el cause delrío o el zumbido de un escarabajo, que se escuchan cuando se encuentrarodeado de hermosos paisajes y en contacto directo con la tierra.

La Noche Rústica de Walpurgis es la descripción diafana del canto deldesierto durante las noches y en donde realiza una evocación de imáge-nes y sonidos extraordinarios.

La devoción religiosa de Othón se encuentra plasmada a lo largo de todasu obra. Muestra de ello es la redacción de su primer poema que titula Ala Fe, así como el último verso que él redacta el mismo día de su muer-te “la gracia de Dios será contigo”. En la misma Elegía, que es un poemaque bien podría señalar la visión que tenía a un mes de muerte expres: “endulzo el amargor de mi ostracismo en miel de los helénicos panales yen la sangrienta flor del cristianismo”.

Su tragedia poética se refleja en dos vertientes. La primera es aquella queda origen a su obra más importante y la que lo inmortaliza: El IdilioSalvaje. En este poema en que atribuye la experiencia de Alfonso Toro delíntimo encuentro con una “India Brava”, Othón desborda su pasión y ero-tismo finalizando con el terrible remordimiento de haber traicionado suconciencia.

La segunda da origen a su obra de mayor sentimiento derivada del dolorde haber viajado, por necesidad económica, durante muchos años lejos deSan Luis siendo una tierra a la que amaba tanto. El Canto del Regresoescrito en agosto de 1904 a bordo del “Liverpool” de FerrocarrilesMexicanos expresa con la mayor emotividad el amor por su tierra “cuan-do partí, dejando desamparado el nido que formé con jirones de mi pro-pia existencia, en cada piedra, en cada rincón dejé escondido un recuer-do, que es carne de mi carne y esencia ardiente de mi sangre”.

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Es por ello que la selección de poemas que la Universidad Autónoma deSan Luis Potosí pone a su consideración en esta edición especial, repre-senta un homenaje al más importante poeta potosino, en el marco de lacelebración de su centenario luctuoso y que resulta especial por variasrazones: procura rescatar la esencia de la obra othoniana a través de suspoemas más representativos; se publican además una selección de losmanuscritos originales donados a esta Casa de Estudios y que recibimos el28 de noviembre de 1949 de manos de su sobrina Isabel Estaines Othóny que habían quedado en posesión suya por la muerte de su viuda.

Con la publicación de esta obra compartimos la opinión de los críticos queafirman que lo que hizo “vivirá, mientras viva la lengua castellana”

Lic. Mario García ValdezRector

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¡Oh, fe divina, emanación del cielo,virgen cristiana candorosa y pura,que vestida de espléndida hermosuraal hombre miserable das consuelo!

A ti en mis horas de pesar y duelo,a ti en mis tristes horas de amargura,te invoco en mi dolor y desventuradesde este triste y miserable suelo…

Escucha el eco de mi triste lira,escucha mi cantar y mi lamento;resplandece en mi ser, a mi alma inspira,

y calma de mi pecho el sufrimiento.Alúmbreme tu antorcha en mi caminopara llegar al fin de mi destino.

A la Fé1873

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IEl mundo marcha, la razón germinaen la llama divinaque todo lo que llena el mundo mueve.La fuerza del saber es absolutay todo se disputaen el glorioso siglo diez y nueve.

IILa libertad es diosa en cuyas arascoronas y tïarashan rodado, rompidas en pedazos.El esclavo, acabadas ya sus penas,con sus mismas cadenassacude a los verdugos latigazos.

III¡Oh! La Igualdad, la suspirada diosade cuya faz hermosabrotara el rayo que mató a los reyes,hoy en su templo con solemne faustorecibe el holocaustoque le dan las naciones y las leyes.

IVY la fraternidad, límpida estrellaque esplendorosa y bellamirábamos ayer brillar lejana,hoy derrama sus trémulos fulgorescomo un astro de amoressobre el hogar de la familia humana.

VLos hombres son hermanos. Ya la guerraabandona la tierraen donde era del mal vivo fermento,y en medio del alegre voceríose alza lleno de bríoel combate inmortal del pensamiento.

VIEl Arte en sus altares ve rendidosa todos los nacidosque amando a la inmortal Naturaleza,copian de ella sus galas y primorespara llenar de floresel regio pedestal de la belleza.

VII¡Oh siglo de las luces! Tú que has vistorodar al Santo Cristodel sacro templo que su culto encierrael orgullo a otros siglos has contadoque en tu feliz reinadotodo el Olimpo descendió a la tierra.

VIII¡Sí! ¡Ya no hay Dios! --- ¿La fe? … triste quimera ---¿Virtud? …una rameraque de falso oropel sus formas viste.En este bello y suspirado díase llama hipocresíala que con nombre de virtud existe.

IXLa Verdad de este mundo tendió el vuelopara volver al cieloy apagada quedó su sacra pira.Hoy … tizones nomás, ¡la sombra densay la cortina inmensacon que envuelve a los hombres la mentira!

XLa Juventud, hermosa desposadadel Porvenir veladacon la tiniebla que oscurece al día,hoy consume la luz de su talento,su fe, su sentimiento,en el estruendo loco de la orgía.

Oda a la Juventuddel Instituto

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XIElla es sabia, es verdad; todo lo niegay libre al fin se entregaal desorden voraz de sus pasiones.Si sucumbiere al cabo, ¡nada importa!en la existencia cortarealizadas miró sus ilusiones.

XII¡Que importa sucumbir? --- Hacia el abismonos lleva el fatalismoenvueltos en sus nieblas tenebrosas.¡Había de suceder! Nadie se aflige,porque todo lo rigela irresistible fuerza de las cosas…

XIII¿Y esto es verdad? … ¡No , no! --- La duda impíano impera todavíaen todos los honrados corazones.Hay una Juventud sacerdotisaque sobre la cenizasabe acallar le voz de sus pasiones.

XIVEs débil, es verdad; pero en la lucha,si su desgracia es mucha,cuando el error su corazón taladre,aún podrá resistir, porque en su frentelleva el sello inocenteque imprimieron los besos de su madre.

XVSon ellos, los que llenos de heroísmoal negro escepticismoharán valiente y ardorosa guerra.ellos nos salvarán en los momentosque rompa los cimientosla terrible hecatombe de la tierra.

XVI¿Que son pocos? --- ¡Oh, si! Mas nada importa.A cumplir los exhortala sublime razón de la justicia.¡Sacerdotes, de pie! --- Sois soberanos;¡extended vuestras manossobre la sociedad que se desquicia!

XVIIA esta infeliz humanidad ateamandad en vuestra ideadel infinito el perfumado beso,y al borrar de su frente el anatema¡haced que sea su lemala Ciencia y la Virtud, Dios y el Progreso!

XVII¡Ay! no tengamos que exclamar llorandolas ruinas contemplandoque soberbios alcázares mostraban: - ¿ A dónde las virtudes volarían ?...¡Dichosos nuestros padres que creían!¡Dichosos nuestros padres que esperaban!

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IEn este sosegado apartamiento,lejos de cortesanas ambiciones,libre curso dejando al pensamientoquiero escuchar suspiros y canciones.¡El himno de los bosques! Lo acompañacon su apacible susurrar el viento,el coro de las aves con su acento,con su rumor eterno la montaña.El torrente caudal se precipitaa la honda sima, con furor azotalas piedras de su lecho, y la infinitaestrofa ardiente de los antros brota.¡Del gigante salterio en cada notael salmo inmenso del amor palpita!

IIHuyendo por la selva presurososse pierden de la noche los rumores;los mochuelos ocúltanse medrososen las ruinas, y exhalan los alcoressus primeros alientos deleitosos.Abandona mis parpádos el sueño,la llanura despierta alborozada:con su semblante pálido y risueñola vino a despertar la madrugada.

Del oriente los blancos resplandoresa aparecer comienzan; la cañadasuspira vagamente, el sauce lloracabe la fresca orilla del riachuelo,y la alondra gentil levanta al cieloun preludio del himno de la aurora.La bandada de pájaros canorasus trinos une al murmurar del río;gime el follaje temblador, colorala luz el monte, las campiñas dora,y a lo lejos blanquea el caserío.

Y va creciendo el resplandor y creceel concierto a la vez. Ya los rumoresy los rayos de luz hinchan el viento,hacen temblar el éter, y pareceque en explosión de notas y coloresva a inundar a la tierra el firmamento.

IIIAllá, tras las montañas orientales,surge de pronto el sol como una rojallamarada de incendios colosales,y sobre los abruptos peñascalesríos de lava incandescente arroja.Entonces, de los flancos de la sierrabañada en luz, del robledal oscuro,del espantoso acantilado muroque el paso estrecho a la hondonada cierra;de los profundos valles, de los lagosazules y lejanos que se mecenblandamente del aura a los halagos,y de los matorrales que estremecenlos vientos; de las flores, de los nidos,de todo lo que tiembla o lo que canta,una voz poderosa se levantade arpegios y sollozos y gemidos.

Mugen los bueyes que a los pastos llevansilbando los vaqueros, mansamentey perezosos van, y los abrevanen el remanso de la azul corriente.Y mientras de las cabras el ganadoremonta, despuntando los gramales,torpes en el andar, los recentalesse quejan blanda y amorosamentecon un tierno balido entrecortado.Abajo, entre la malla de raícesque el tronco de las ceibas ha formado,

El Himnode los Bosques.Publicado el 21 de Abril de 1891

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grita el papán y se oye en el sembrado cuchichiar a las tímidas perdices.Mezcla aquí sus rüidos y sus sonestodo lo que voz tiene: la cortezaque hincha la savia ya, crepitaciones,su rumor misterioso la malezay el clarín de la selva sus canciones.Y a lo lejos, muy lejos, cuando el viento,que los maizales apacible orea,sopla del septentrión, se oye el acentoy algazara que, locas de contento,forman las campanitas de la aldea....¡Es que también se alegra y alborozael viejo campanario! La mañanacon húmedas caricias lo remoza:sostiene con amor la cruz cristianasobre su humilde cúpula; su velo,para cubrirlo, tienden las neblinas,como cendales que le presta el cieloy en torno de la cruz las golondrinascantan, girando en caprichoso vuelo.

IVOigo pasar, bajo las frescas chacas,que del sol templan los ardientes rayos,en bandadas, los verdes guacamayos,dispersas y en desorden las urracas.Va creciendo el calor. Comienza el vientolas alas a plegar. Entre las frondas,lanzando triste y gemidor acento,la solitaria tórtola aletea.Suspenden los sauces su lamento,calla la voz de las cañadas hondasy un vago y postrer hálito menea,rozando apenas, las espigas blondas.

Entonces otros múltiples rumorescomo un enjambre llegan a mi oído:el chupamirto vibra entre las flores,

sobre el gélido estanque adormecidozumba el escarabajo de colores,en tanto la libélula, que rasala clara superficie de las ondas,desflora los cristales tembladorescon sus alas finísimas de gasa.El limpio manantial gorgoriteabajo el peñasco gris que le sombrea,corre sobre las guijas murmurando,lame las piedras, los juncales bañay en el lago se hunde; la espadañase estremece a la orilla susurrandoy la garza morena se pasea,al son del agua cariñoso y blando.

VYa sus calientes hálitos la siestaecha sobre los campos. Agostadase duerme la amapola en la florestay, muerta, la campánula moradase desarraiga de la roca enhiesta;pero en la honda selva estremecidano deja aún de palpitar la vida:toda rítmica voz la manifiesta.No ha callado una nota ni un ruido:en el espacio rojo y encendidose oye a los cuervos crascitar, velocesla atmósfera cruzando, y la montañadevuelve el eco de sus roncas voces.Las palomas zurean en el nido,entre las hojas de la verde cañase escucha el agudísimo zumbidodel insecto apresado por la araña,las ramas secas quiébranse al ligerosalto de las ardillas, su chasquidoa unirse va con el golpeo broncodel pintado y nervioso carpinteroque está en el árbol taladrando el tronco;y las ondas armónicas desgarra,

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con desacorde son, el chirrïantemetálico estridor de la cigarra.Corre por la hojarasca crepitantela lagartija gris; zumba la moscaluciendo al aire el tornasol brillantey, agitando su crótalo sonante,bajo el breñal la víbora se enrosca.

El intenso calor ha resecadola savia de los árboles; cayendoalgunas hojas van y, al abrasadoaliento de la tierra evaporado,se revienta la crústula crujiendo.En tanto yo, cabe la margen pura,del bosque por los sones arrullado,cedo al sueño embriagante que me enervay hallo reposo y plácida frescurasobre la alfombra de tupida hierba.

VITrepando audaz por la empinada cuestay rompiendo los ásperos ramajes,llego hasta el dorso de la abrupta crestadonde forman un himno, a toda orquesta,los gritos de los pájaros salvajes.Con los temblores del pinar sombríomezcla su canto el viento, la hondonadasu salmodia, su alegre carcajadalas cataratas del lejano río.Brota la fuente en escondida grutacon plácido rumor y, acompasada,por la trémula brisa acariciada,la selva agita su melena hirsuta.

Ésta es la calma de los bosques: mueveblandamente la tarde silenciosa la azul y blanca y ondulante y levegasa que encubre su mirar de diosa.

Mas ya Aquilón sus furias aparejay su pulmón la tempestad inflama.Ronco alarido y angustiosa quejapor sus gargantas de granito dejala montaña escapar; maldice, clama,el bosque ruge y el torrente bramay, de las altas cimas despeñado,por el espasmo trágico rompido,rueda el vertiginoso acantilado donde han hacho las águilas el nidoy su salvaje amor depositado;y al mirarle por tierra destrüido,expresión de su cólera sombría,aterrador y lúgubre graznidounen a la tremenda sinfonía.

Bajo hasta la llanura. Hinchado el ríoarrastra, en pos, peñascos y tronconesque con las ondas encrespadas luchan.En las entrañas del abismo fríoque parecen hervir, palpitaciones de una monstruosa víscera se escuchan.Retorcidas raíces, al empujeferoz, rompen su cárcel de terrones.Se desgaja el espléndido follajedel viejo tronco que al rajarse cruje;el huracán golpea los peñones,su última racha entre las grietas zumbay es su postrer rugido de corajeel trueno que, alejándose, retumbasobre el desierto y lóbrego paisaje...

VIIAugusta ya la noche se avecina,envuelta en sombras. El fragor lejanodel viento aún estremece la colinay las espigas del trigal inclina,que han dispersado por la tierra el grano.Siento bajo mis pies trepidaciones

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del peñascal; entre su quiebra oscura,revuelto el manantial, ya no murmura,salta, garrulador, a borbotones.Son las últimas notas del conciertode un día tropical. En el abiertoespacio del poniente, un rayo de orovacila y tiembla. El valle está desiertoy se envuelve en cendales amarillosque van palideciendo. Ya el sonoroacento de la noche se levanta.Ya empiezan melancólicos los grillosa preludiar en el solemne coro...¡Ya es otra voz inmensa la que canta!Es el supremo instante. Los ruidosy las quejas, los cantos y rumoresescapados del fondo de los nidos,de las fuentes, los árboles, las flores;el sonrosado idilio de la aurora,de estrofas cremesinas que el sol dora,la égloga de la verde pastoría,la oda de oro que al mediar el díade púrpura esplendente se colora,de la tarde la pálida elegíay la balada azul, la precursorade la noche tristísima y sombría…todo ese inmenso y continuado arpegio,estofas de una lira soberanay versos de un divino florilegio,cual bandada de pájaros canora,acude a guarecerse en la campanade la rústica iglesia que, lejana,se ve, sobre las lomas, descollando.Y en el instante místico en que al cieloel Angelus se eleva, condensandotodas las armonías de la tierra,el himno de los bosques alza el vuelosobre lago, colinas, valle y sierra;y al par de la expresión que en su agonía

la tarde eleva a la divina altura,del universo el corazón murmuraesta inmensa oración: ¡Salve, María!

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IInvitación al poetaCoge la lira de oro y abandonael tabardo, descálzate la espuela,deja las armas, que para esta velano has menester ni daga ni tizona.

Si tu voz melancólica no entonaya sus himnos de amor, conmigo vuelaa esta región que asombra y que consuela,pero antes ciñe la triunfal corona.

Tú que de Pan comprendes el lenguaje,ven de un drama admirable a ser testigo.Ya el campo eleva su canción salvaje;

Venus se prende el luminoso broche...Sube al agrio peñón, y oirás conmigolo que dicen las cosas en la noche.

II"Intempesta Nox"Media noche. Se inundan las montañasen la luz de la luna transparenteque vaga por los valles tristementey cobija, a lo lejos, las cabañas.

Lanzas de plata en el maizal las cañassemejan al temblar, nieve el torrente,y se cuaja el vapor trágicamentedel barranco en las lóbregas entrañas.

Noche profunda, noche de la selva,de quimeras poblada y de rumores,sumérgenos en ti: que nos envuelvael rey de tus fantásticos imperiosen la clámide azul de sus vaporesy en el sagrado horror de tus misterios.

IIIEl harpaHay en medio del rústico boscajeun tronco retorcido y corpulento:enorme roca sírvele de asientoy frondas opulentas de ropaje.

Cuando, como a través de fino encaje,el rayo de la luna tremulentopasa, desde el azul del firmamento,la verde filigrana del follaje,

desbarátase en haz de vibradoreshilos de luz que tiemblan, cual tañidospor un plectro que el céfiro menea.

¡Harpa inmensa del campo!, no hay cantoresque a tus himnos respondan, ni hay oídosque comprendan tu estrofa gigantea.

IVEl bosqueBajo las frondas trémulas e inquietasque forman mi basílica sagrada,ha de escucharse la oración alada,no el canto celestial de los poetas.

Albergue fui de druidas. Los ascetas,en mis troncos de crústula rugadainfligieron su frente maceraday colgaron sus harpas lo+s profetas.Y en tremenda ocasión, el errabundoviento espantado suspendió su vuelo,al escuchar de mi interior profundo

brotar, con infinito desconsuelo,la más grande oración que desde el mundose ha alzado hasta las cúpulas del cielo.

Noche rústicade WalpurgisA José Peón y Contreras

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VEl ruiseñorOíd la campanita, cómo suena,el toque del clarín, cómo arrebata,las quejas en que el viento se desatay del agua el rodar sobre la arena.

Escuchad la amorosa cantilenade Favonio rendido a Flora ingrata,y la inmensa y divina serenataque Pan modula en la silvestre avena.

Todo eso hay en mis cantos. Me enamorala noche; de los hombres soy deliciay paz, y, entre los árboles cubierto,

sólo yo alcé mi voz consoladoracon una blanda y celestial cariciacuando Jesús agonizó en el huerto.

VIEl ríoTriscad ¡oh linfas! con la grácil onda;gorgoritas, alzad vuestras canciones,y vosotros, parleros borbollones,dialogad con el viento y con la fronda.

Chorro garrulador, sobre la hondacóncava quiebra, rómpete en jironesy estrella contra riscos y peñonestus diamantes y perlas de Golconda.

Soy vuestro padre el río. Mis cabellosson de la luna pálidos destellos,cristal mis ojos del cerúleo manto.

Es de musgo mi barba transparente,ópalos desleídos son mi frentey risas de las Náyades mi canto.

VIILas estrellas¿Quién dice que los hombres nos parecen,desde la soledad del firmamento,átomos agitados por el viento,gusanos que se arrastran y perecen?

¡No! Sus cráneos, que se alzan y estremecen,son el más grande asombrador portento:¡fraguas donde se forja el pensamientoy que más que nosotras resplandecen!

Bajo la estrecha cavidad calizalas ideas en ígnea llamaradafulguran sin cesar, y es, ante ellas,

toda la creación polvo y ceniza...Los astros son materia... ¡casi nada!¡y las humanas frentes son estrellas!

VIIIEl grillo¿Dónde hallar, oh mortal, las alegríasque con mi canto acompañé en tu infancia?¿Quién mide la enormísima distanciaque éstos separa de tan castos días?

Luces, flores, perfumes, armonías,sueños de poderosa exuberanciaque llenaron de albura y de fraganciala vida ardiente con que tú vivías,

ya nunca volverán; pero cantandocabe la triste moribunda hoguerade tu destruida tienda bajo el toldo,

hasta morir te seguiré mostrandola ilusión, en la llama postrimera,el recuerdo, en el último rescoldo.

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IXLos fuegos fatuosBajo los melancólicos saucesque sombrean el fétido pantanoy en la desolación del muerto llanosembrado de cadáveres y cruces,

se nos mira brillar, pálidas luces,terror del habitante rusticano:misteriosos engendros de lo arcanoenvueltos en fosfóricos capuces.

Mas al beso de amor del aire purosobre la infecta corrupción, ilesofulguró nuestro ser cual a un conjuro.

Que no existe lo estéril ni lo inertesi Pan lo toca, y al brotar un besosiempre estalla la luz, aun de la muerte.

XLos muertos¡Piedad!, ¡misericordia!... Fueron vanostanto soberbio afán y lucha tanta.¡Ay!, por nosotros vuestra queja santalevantad al Señor. ¡Orad, hermanos!

Si oyerais al roer de los gusanosen el hondo silencio, cómo espanta,sintierais oprimida la gargantapor invisibles y asquerosas manos.

Mas no podéis imaginar los otrostormentos que hay bajo la losa fría:la falta, la carencia de vosotros;

la soledad, la soledad impía...¡Ay, que llegue, oh Señor, para nosotrosde la resurrección el claro día!

XILas aves nocturnas¡A infundir con el vuelo y los chirridosmás horror en la noche, más negruraen los antros del monte y más pavuraen las ruinas de sótanos hendidos!

¡A seguir a los pájaros perdidosde la arboleda entre la sombra oscuray con la garra ensangrentada y duraa darles muerte y a asolar sus nidos!¡A lanzar tan horrísonos acentos,desde la cruz del viejo campanario,que el valor más indómito se quiebre!

¡A remedar terríficos lamentos,de dientes estridor, crujir de osarioy espasmódicos gritos de la fiebre!...

XII"Intermezzo"Vamos al aquelarre. En la sombríacuenca de la montaña, las inertesosamentas se animan a los fuertesgritos que arroja la caterva impía.

Van llegando sin Dios y sin María,présagos de catástrofes y muertes...Pienso que el cielo llora ¿no lo adviertes?Venus es una lágrima muy fría.

Tras nahuales y brujas el coyoteulula clamoroso, y aletea,sobre negro peñón, el tecolote.

La lechuza silbando horrorizantese junta a la fatídica ralea¡y el Vaquero Marcial* llega triunfante!

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XIIILas brujas— Todas las noches me convierto en cabrapara servir a mi señor el chivo,pues, vieja ya, del hombre no reciboni una muestra de amor, ni una palabra.

— Mientras mi esposo está labra que labrael terrón, otras artes yo cultivo.¿Ves? traigo un niño ensangrentado y vivopara la cena trágica y macabra.

— Sin ojos, pues así se ve en lo oscuro,como ven los murciélagos, yo vuelohasta escalar del camposanto el muro.

— Trae un cadáver frío como el hielo.Yo a los hombres daré del vino impuroque arranca la esperanza y el consuelo.

XIVLos nahuales¡Sus, Vaquero Marcial! De nuestra bocalos conjuros oirás: aunque en la bregaquedaste vencedor, siempre a ti llegade los hombres la voz que te provoca.

¡Por dondequiera el mal! Tu mano tocalas campiñas también, Ya en ronda ciegael coro de las brujas se despliegade ti en redor, sobre la abrupta roca.

Hijas sois de la víbora y el sapo:de vuestro hediondo seno sacad prestolas efigies ridículas de trapo...

¡Oh, representación de los mortales!,mostrad aquí vuestro asombrado gestoen la danza infernal de los nahuales.

VEl galloHombre, descansa. De tu hogar ahuyentoel nocturno terror y estoy en vela.Sombras de muerte cuyo soplo hiela,con mi agudo clarín os amedrento.

Huya la luz y te descuide el vientopor preludiar su dulce pastorela.Contra el mal, poderoso centinela,a su paso espectral estoy atento.

No te inquiete el horrísono alaridoque escuches en tu sueño, por la vanapesadilla maléfica oprimido.

Ya pondrá fin a su croar la rana,y yo, con alegrísimo sonido,entonaré la jubilosa diana.

XVILa campana¿Qué te dice mi voz a la primeraluz auroral? "La muerte está vencida,ya en todo se oye palpitar la vida,ya el surco abierto la simiente espera".

Y de la tarde en la hora postrimera:"Descansa ya. La lumbre está encendidaen el hogar..." Y siempre te convidami acento a la oración en donde quiera.

Convoco a la plegaria a los vivientes,plaño a los muertos con el triste y hondoson de sollozo en que mi duelo explayo.

Y, al tremendo tronar de los torrentesen pavorosa tempestad, respondocon férrea voz que despedaza el rayo.

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XVIILa montañaEl encinar solloza. La hondonada,que raja el monte, es una boca ingentepor donde grita el bramador torrentede furiosa melena desgreñada.

La piedra tiene acentos. Vibra cadaroca, como una cuerda, intensamente,que en sus moles quedó perpetuamentedel Génesis la voz petrificada.

Del hondo seno de granito escuchalas voces ¡oh poeta! Clama el oro:"¡Vive y goza, mortal!" El hierro: "¡Lucha!"

Mas oye, al par, sobre la altura inmensa,cantar en almo y perdurable coroa las agudas cumbres: "¡Ora y piensa!"

XVIIIUn tiroDuda mortal del alma se apoderaal oír en las noches la lejanadetonación, que turba y que profanael silencio del bosque y la pradera.

¿Será la bala rápida y certeraque pone fin a la existencia, humana,o el golpe salvador que en lucha insanaasesta el montañés sobre la fiera?

Ese ruido mortífero y tonantehace temblar al alma sorprendida,cuando está de lo incógnito delante.

Para arrancar o defender la vida,lo producen lo mismo el caminantey el guarda, el asesino y el suicida.

IXEl perroNo temas, mi señor: estoy alertamientras tu de la tierra te desligasy con el sueño tu dolor mitigas,dejando el alma a la esperanza abierta.

Vendrá la aurora y te dirá: Despierta,huyeron ya las sombras enemigas,Soy compañero fiel en tus fatigasy celoso guardián junto a tu puerta.

Te avisaré del rondador nocturno,del amigo traidor, del lobo fieroque siempre anhelan encontrarte inerme.

Y, si llega con paso taciturnola muerte, con mi aullido lastimerotambién te avisaré. ¡Descansa y duerme!

XXLa sementeraEscucha el ruido místico y profundocon que acompaña el alma Primaveraesta labor enorme que se operaen mi seno fructífero y fecundo.Oye cuál se hincha el grano rubicundoque el sol ardiente calentó en la era.Vendrá otoño que en mieses exhuberay en él me mostraré gala del mundo.

La madre tierra; soy vives conmigo,a tu paso doblego mis abrojos,te doy el alimento y el abrigo.

Y, cuando estén en mi regazo opresosde tu vencida carne los despojos,¡con cuánto amor abrigaré tus huesos!

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XXI"Lumen!"Las sombras palidecen. Es la horaen que, fresca y gentil, la madrugadava a empaparse en el agua sonrosadaque ya muy pronto verterá la aurora.

El cielo vagamente se colorade virginal blancura inmaculaday hace en el firmamento su moradala luz, de las tinieblas vencedora.

Sobre las níveas cumbres del orienteen ópalos y perlas se deslíe,que desbarata en su cristal la fuente.

Del vaho matinal se extiende el veloy todo juguetea, y todo ríe,en la tierra lo mismo que en el cielo.

XXIIAdiós al poeta¡Santa Naturaleza, madre mía!,me has cobijado en tu regazo inmensoy disipaste con tu soplo intensola nube del dolor que me envolvía.

Mas ¡ay! vuelve la vida ingrata y fría,mi sueño celestial quedó suspenso...Ya alza la tierra su divino inciensoy en su carro triunfal asoma el día.

Poeta: es fuerza abandonar el monte.Bajemos, pues ya al ras del horizonte,Venus agonizante parpadea;

tú al teatro, a la clínica, al Senado;yo a vegetar tranquilo y olvidadoen el rincón oscuro de mi aldea.

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En el Desierto.Idilio SalvajeA José Peón y Contreras

A fuerza de pensar en tus historiasy sentir con tu propio sentimiento,han venido a agolparse al pensamientorancios recuerdos de perdidas gloriosas.

Y evocando tristísimas memorias,porque siempre lo ido es triste, sientoamalgamar el oro de tu cuentode mi viejo román con las escorias.

¿He interpretado tu pasión? Lo ignoro,que me apropio al narrar, algunas veces,el goce extraño y el ajeno lloro.

Sólo sé que, si tú los encarecescon tu ardiente pincel, serán de oromis versos, y esplendor sus lobregueces.

I¿Por qué a mi helada soledad vinistecubierta con el último celajede un crepúsculo gris?... Mira el paisaje,árido y triste, inmensamente triste.

Si vienes del dolor y en él nutristetu corazón, bien vengas al salvajedesierto, donde apenas un mirajede lo que fue mi juventud existe.

Mas si acaso no vienes de tan lejosy en tu alma aún del placer quedan los dejos,puedes tornar a tu revuelto mundo.

Si no, ven a lavar tu ciprio mantoen el mar amarguísimo y profundode un triste amor, o de un inmenso llanto.

IIMira el paisaje: inmensidad abajo,inmensidad, inmensidad arriba;en el hondo perfil, la sierra altivaal pie minada por horrendo tajo.

Bloques gigantes que arrancó de cuajoel terremoto, de la roca viva;y en aquella sabana pensativay adusta, ni una senda, ni un atajo.

Asoladora atmósfera candentedo se incrustan las águilas serenas,como clavos que se hunden lentamente.

Silencio, lobreguez, pavor tremendosque viene sólo a interrumpir apenasel galope triunfal de los berrendos.

IIIEn la estepa maldita, bajo el pesode sibilante grisa que asesina,irgues tu talla escultural y finacomo un relieve en el confín impreso.

El viento entre los médanos opresocanta como una música divina,y finge, bajo la húmeda neblina,un infinito y solitario beso.

Vibran en el crepúsculo tus ojosun dardo negro de pasión y enojosque en mi carne y mi espíritu se clava;

y destacada contra el sol muriente,como un airón, flotando inmensamente,tu bruna cabellera de india brava.

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IVLa llanura amarguísima y salobre,enjuta cuenca de océano muerto,y en la gris lontananza, como puerto,el peñascal, desamparado y pobre.

Unta la tarde en mi semblante yertoaterradora lobreguez, y sobretu piel, tostada por el sol, el cobrey el sepia de las rocas del desierto.

Y en el regazo donde sombra eterna,del peñascal bajo la enorme arruga,es para nuestro amor nido y caverna,

las lianas de tu cuerpo retorcidas en el torso viril que te subyuga,con una gran palpitación de vidas.

V¡Qué enferma y dolorida lontananza!¡Qué inexorable y hosca la llanura!Flota en todo el paisaje tal pavuracomo si fuera un campo de matanza.

Y la sombra que avanza, avanza, avanza,parece, con su trágica envoltura,el alma ingente, plena de amargura,de los que han de morir sin esperanza.

Y allí estamos nosotros, oprimidospor la angustia de todas las pasiones,bajo el peso de todos los olvidos.

En un cielo de plomo el sol ya muerto,y en nuestros desgarrados corazones¡el desierto, el desierto... y el desierto!

VI¡Es mi adiós...! Allá vas, bruna y austera,por las planicies que el bochorno escalda,al verberar tu ardiente cabellera,como una maldición, sobre tu espalda.

En mis desolaciones ¿qué te espera?-ya apenas veo tu arrastrante falda-una deshojazón de primaveray una eterna nostalgia de esmeralda.

El terremoto humano ha destrüidomi corazón, y todo en él expira.¡Mal hayan el recuerdo y el olvido!

Aún te columbro, y ya olvidé tu frente:sólo, ¡ay!, tu espalda miro, cual se miralo que huye y se aleja eternamente.

ENVÍOEn tus aras quemé mi último inciensoy deshojé mis postrimeras rosas.Do se alzaban los templos de mis diosasya sólo queda el arenal inmenso.

Quise entrar en tu alma, y ¡qué descenso!¡Qué andar por entre ruinas y entre fosas!¡A fuerza de pensar en tales cosasme duele el pensamiento cuando pienso!

¡Pasó ¡… ¿Qué resta ya de tanto y tantoDeliquio? En ti ni l amoral dolencia,ni el dejo impuro, ni el sabor del llanto.

Y en mí, ¡que hondo y tremendo cataclismo!¿Qué sombra y qué pavor en la conciencia y qué horrible disgusto de mí mismo!

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Como los gestadores que en román paladinocantaron y fablaron nuestro idioma divino,el espíritu en alto, humilde la cabeza,vengo a trovar ahora, y mi canción empieza:“En el nomne del Padre, que fizo toda cosaet de Don Jesu Christo, Fijo de la Gloriosa”.

Torno a mis viejos lares. Yo soy un peregrinoque ha muchos años busco la tierra prometida;en mis pies se han clavado las piedras del caminoy en mi alma todas, todas las zarzas de la vida.

Vuelvo a mi antigua tienda. Soy un soldado rudoherido en el combate. Traigo roto el escudo,despedazada traigo la loriga, y el cascohendido por las flechas, la maza y el peñasco;pero mantengo firme, y aunque mellado, enteroel que a vencer me ayuda batallador acero.

Ya de los nebulosos países del ensueñotorno, a do me llevara esta ansia eterna mía,y donde hallé tan sólo, de piedra el torvo ceño,la esfinge a quien interrogaba y no respondía.

Pero los viejos lares y la vetusta tiendapor quienes suspiraban en la infinita sendaque recorrí cayendome y alzándome a las veces,están en pie. ¡Benditos hogares cuyas puertas,a mi cansado espíritu d epar en par abiertas,me invitan al reposo, devuélvenme con crecesfuerza para que surjan mis fuerzas más altivas,savia que reverdezca mis ilusiones muertasy luz para que luzcan mis esperanzas vivas!

Peregrino, soldado, soñador, hoy regresoa apoyar un instante mi frente en las raícesde los paternos troncos; a demandar un besovernáculo que ablande mis duras cicatrices,

y a llenar mis alforjas, de ensueños ya vacías,siquiera con un poco, con un poco siquierade pasada ventura, de perdida quimera,que hagan brotar del árbol de las ramas sombríasen flores otoñales las ilusiones mías.

Ya aliento con la brisas del valle potosino; me desvisto la túnica de mi profunda pena, yo que he tenido y tengo, como el gran florentino,l ainfinita tristeza y el amargo destinode subir los peldaños de la escalera ajena.

Ya estoy aquí. Depongo mi báculo de viaje;Cable fogón, me siento junto a todos los míos…La heredad. ¡Qué amorosa! ¡Qué divino el paisaje!¡Qué bienestar inmenso bajo el verde frondajeRegado eternamente por los paternos ríos!

Reconozco los sitios por mi amor consagradosy ungido de recuerdos…, ¡ay! todos se levantan;cual coro de oceánicas las memorias me cantanla canción misteriosa de los sueños pasados.vuelvo a incrustar mis ojos en esos horizontesbajo los que erizan las selvas y los montes,se tiñen de violeta las lejanas campañasy esplende la turquesa del cielo y las montañasque en los tiempos ya idos, y cuando Dios quería,impregnaron mi alma de azul y poesía.

Cuando partí, dejando desamparado el nidoque formé con jirones de mi propia existencia,en cada piedra, en cada rincón dejé escondidoun recuerdo, que es carne de mi carne y esenciaardiente de mi sangre. Pues bien: aquí he venidoa hurgar como en el hondo antro de una conciencia y a exhumar el cadáver de ese muerto querido,que nació de mis nupcias con mi mortal dolencia.

Cantodel Regreso27 de agosto de 1904

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A recoger yo vengo las sagradas memoriasque ungiré de nuevo mis moribundas glorias;ramos marchitos verdecerán y de otras floressembraré el encantado huerto de mis amores;coronaré con ella vuestras frentes divinas,doncellas o matronas, excelsas potosinas.y a vosotros, en cambio de vuestra gentileza,el espíritu en alto, erguida la cabeza,os dejo para siempre mi cariño de hermano;os doy, lleno de orgullo, el alma con la mano.

Sigo otra vez el viaje por mis sendas perdidas,pero ya confortado. Mas antes del regreso,con augusta tristeza también dejaré un besoo una flor en la losa de las tumbas queridas.

Torno a bregar y vuelvo a emprender mi camino;pero viril y fuerte sin temor al destino. Par ala nueva lucha y la nueva jornadaMe habéis dado otro báculo, me habéis dado otra espada Aquí os dejo la lira de mis viejas canciones:Guardádmela, que aún tienen sonidos sus bordones.Y, pues ya se ha colmado el ingente deseoque abrazaba mi espíritu ¡Gloria in excelsis Deo!

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De mis obscuras soledades vengoy tornaré a mis tristes soledadesa brega altiva, tras camino luengo;

que me allego tan sólo a las ciudadescon vacilante planta y errabunda,del tiempo antiguo a refrescar saudades.

Yo soy la voz que canta en la profundasoledad de los montes ignorada,que el sol calcina y el turbión inunda.

Ignoro de mi rústica moradaqué tiene, que viniendo de mí mismo,vengo de la región más apartada;

y endulzo el amargor de mi ostracismoen miel de los helénicos panalesy en la sangrienta flor del cristianismo.

Surten de allá tan lejos los raudalesde un río, en cuya límpida corrienteinundásteis las testas inmortales.

Al labio virginal de aquella fuente,vuestras palmas, al viento, de callada,susurran blanda y amorosamente;

y el susurrar semeja y la cascada,al caer sobre el oro de la arena,diálogos de Teresa y de Granada.

Diálogos en la noche mas serenadel tiempo, interminable y luminosa,de augusta paz y de misterios llena,

en que el genio beatífico reposaa la luz de los campos siderales,de azul teñidos, y de nieve, y rosa;

trono para cubrir los pedestalesque el cincel de los siglos han labradoal alma de los muertos inmortales…

De otros, que fueron ya, se encuentra al lado,ardiendo en fe y en caridad y cienciay al bien y a la verdad aparejado,

como cuando cruzó por la existencia,en su envoltura terrenal, que ahoratrasciende aún, cual ánfora de esencia,

el varón de cabeza pensadoray penetrante ingenio soberanoque al paso de los tiempos avalora.

Empuñó libro y lábaro su mano;creyente, sabio, artista. Fue en la vidaesteta heleno y gladiador cristiano.

En su alba cabellera florecidafulguraban los últimos reflejoscon que acompaña el sol de se despedida,

y vienen de muy lejos, de muy lejos,las cimas a alumbrar donde perdurael triste glauco de los bosques viejos.

Se destaca su pálida figurasobre el marco social enrojecido,como un jirón de agonizante albura,

y de ardiente aureola circüido,en puridad le revelaba el verbosus profundos misterios al oído.

Siempre dominador y nunca siervodel lenguaje, probó pacientementelos dulces goces del trabajo acerbo.

ElegíaMéxico, D.F., 24 de octubre de 1906

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Fue el varón fortunado de alta frente,nunca sentado en la manchada sillade pecadora y fementida gente;

que crece en altivez cuando se humilla,incrustando, con ánimo sereno,la frente en Dios y en tierra la rodilla,

y desprecia el relámpago y el truenocon la inefable dicha de ser sabioy el orgullo sagrado de ser bueno…

Ante él calló la envidia y el agravio,y en la mundana y dolorosa guerrano queja alguna murmuró su labio;

y al fin en clamor los ojos cierra;pues ¿dónde hay más amor que el de la muerteni más materno amor que el de la tierra? …

Duerme y sueña, señor: tu cuerpo inerte,cuando del sueño augusto en que reposaa la inmortal resurrección despierte,

verá que se irgue, al lado de su fosa,de héroes, santos y reyes gestadoresla no muerta falange luminosa.

Cronistas, poetas y doctoresdepartirán contigo en la divinafabla, de que sois únicos señores…

¡Oh romance inmortal! Sangre latinatus venas abrasó son fuego ardienteque transfundió en la historia y la ilumina,

y nunca morirá, mientras alienteun cerebro que piense en lo que vuelay un corazón que sufra en lo que siente.

¡Cuánto envidio a los muertos cuya estelamarca en los mares el camino luengoque dejara su nave de áurea vela!

Y con esas envidias que yo tengo,abandono el rumor de las ciudades.De mis desiertas soledades vengoy torno a mis obscuras soledades.

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Octavio Alonso

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Luis Boix

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Luis Boix

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Irma Carrillo

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Irma Carrillo

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Fernando García

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Sergio Grande

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Manolo Guerrero

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Yanina Herrera

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Victor Izquierdo

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Lourdes Lara

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Eréndida Mancilla

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Razziel Martínez

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Razziel Martínez

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Rossana Mendoza

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Futuro Moncada

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Ismael Posadas

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Carlos Ramírez

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Carlos Ramírez

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Ricardo Ramírez

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Ana Salinas

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Jorge Robledo

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Ernesto Vázquez

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