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P. Scott Jones, SDS Padre Francisco Jordán Apóstol del Divino Salvador y fundador de los Salvatorianos y Salvatorianas ¹ Curia Generalizia dei Salvatoriani Via della Conciliazione 51 I - 00193 Roma

Padre Francisco Jordán

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P . S c o t t J o n e s , S D S

Padre Francisco JordánApóstol del Divino Salvador

y fundador de los Salvatorianos y Salvatorianas

¹

Curia Generalizia dei SalvatorianiVia della Conciliazione 51

I - 00193 Roma

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Introducción

En cada época, Dios suscita fundadores de movimientos religiosos que continúan la labor salvadora de Jesús. Agustín, Benito, Francisco, Domingo, Teresa de Ávila e Ignacio de Loyola son algunos de los líderes y fundado-res de comunidades y movimientos que han protegido la Iglesia en tiempos de cambios y agitación. Estas per-sonas enfrentan con frecuencia grandes problemas e in-comprensiones en su servicio apostólico. Y sin embargo cada uno de ellos pudo perseverar, guiado por el Espíritu Santo y por un inmenso amor a Dios. Tal es el caso del P. Francisco Jordán, fundador de los Salvatorianos y las Salvatorianas.

El cometido de este corto trabajo es el de contar la historia de la vida y apostolado del P. Jordán.

Jordán nació en el tumultuoso siglo XIX, cuando la Iglesia de Europa fue asolada por movimientos secula-ristas y anticlericales y por revoluciones.

Su respuesta consistió en fundar un movimiento propio, cuya meta consistía en luchar “para que todos pudieran conocer al único Dios verdadero Dios, y a su enviado Jesucristo” (Juan 17:3). Este movimiento que empezó como La Sociedad Apostólica Instructiva termi-nó convirtiéndose en los Salvatorianos y Salvatorianas, compuesta por sacerdotes, hermanos, hermanas y laicos que trabajan juntos para hacer conocer el amor del Divi-no Salvador a través de todas las formas y medios que el amor de Cristo inspira. Los Salvatorianos y Salvatorianas continúan sirviendo en todo el mundo, fieles al carisma de Jordán. Nuestra esperanza es que todo el que lea este trabajo pueda ser inspirado por su visión y comparta su celo haciendo conocer a Cristo a todas las personas.

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Preparando este texto, el autor se apoyó en varias fuentes. La primera es el propio Diario Espiritual del P. Jordán. Las alocuciones del P. Francisco María de la Cruz Jordán, traducidas por el P. Daniel Pekarske, SDS fueron de gran ayuda. Han sido publicadas dos biogra-fías importantes sobre el P. Jordán: La vida del P. Fran-cisco Jordán (1930) escrita por el P. Pancracio Pfeiffer, SDS (segundo Superior General de la Sociedad del Divino Salvador), y otra corta: Porque él esperó en mí (1981), es-crita por el P. Leonardo Gerke, SDS. Hay otros materiales como “las Cartas Diálogo” entre el P. Jordán y la Madre Maria de los Apóstoles, preparadas por la Hna. Miriam Cerletty, SDS, así como varios artículos y publicaciones de la Comisión Internacional de Historia y el comité de historia y carisma de la provincia salvatoriana de los Es-tados Unidos. El autor agradece a todos los que le ayuda-ron en la preparación de esta corta vida del P. Jordán.

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Los comienzos

Los primeros años de Jordán estuvieron marcados por muchos desafíos. El nació en Gurtweil, Baden, Alemania (no lejos de la frontera con Suiza), el 16 de junio de 1848 y fue bautizado con el nombre de Juan Bautista Jordán. Sus padres, Lorenzo y Notburga, fueron fieles católicos que infundieron en él la fe desde la temprana edad. Lo-renzo trabajaba como obrero a contrato en una pensión cercana, pero después de un grave accidente que le afec-tó una pierna, trabajó como pregonero de Gurtweil. Su madre se vio obligada a hacer el fuerte trabajo de la casa, como también a trabajar en otras familias para apoyar a su familia que incluía tres hijos. No obstante la pobreza de la familia, Jordán pudo asistir a la escuela elemental en Gurtweil entre 1855 y 1862. Dadas las circunstancias de su familia sencilla, las expectativas consistían en que Jordán aprendiera un oficio y se convirtiera en artesano. Después de la muerte de su padre en 1963 hizo precisa-mente esto, ya que aprendió en Waldshut entre 1864 y 1886, el oficio de pintor, dorador y decorador. Una vez terminada su preparación trabajó como oficial en 1867.

Una historia de los primeros años de Jordán ilustrará su piedad. El 7 de abril de 1861 Jordán hizo su primera comunión. Según los testigos, después de recibir la Co-munión, Jordán miró alrededor, luego hacia el techo y pareció muy distraído. Luego explicó que una paloma blanca había volado alrededor de su cabeza y después había desaparecido. Aunque algunos pusieron en duda esta historia, a partir de ese momento la conducta de Jordán cambió. Se volvió un joven muy devoto, dedi-cando mucho tiempo a la oración privada. Su piedad continuó creciendo hasta que llegó a su adultez.

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Durante su tiempo como oficial, Jordán se hizo miembro de la Sociedad Kolping, una asociación de ar-tesanos católicos. Viajó mucho durante sus meses como oficial y percibió tanto la bondad de la gente como los diversos cambios y males de la época. Reconoció que allí había muchas fuerzas que apartaban a los jóvenes de Dios y de su Iglesia. A través de la oración y la reflexión fue siendo gradualmente conciente de su vocación: Dios lo llamaba para ser sacerdote.

Esta no era una llamada fácil para un hombre en la posición de Jordán. Su padre había fallecido y su familia no contaba con los recursos para ayudarle en esta llama-da. Además, él no tenía estudios secundarios y estaba por encima de la edad de quien quería ser ordenando (te-nía entonces 21 años). Finalmente sabía que su familia lo necesitaba como apoyo. Pero él había experimentado la llamada de Dios, y esto le persiguió tenazmente en los años siguientes.

Jordán comenzó estudiando privadamente con mon-señor Werber, párroco de la Parroquia de Waldshut. Con él empezó Jordán el estudio de las lenguas que se exigían a los seminaristas. Jordán probó que era un maestro para las lenguas y durante su vida aprendió muchas. Después de estudiar con Werber y su asistente, Jordán terminó su escuela media (Gimnasio) en Constanza, graduándose en 1874. Estos años estuvieron llenos de privaciones financieras para Jordán. Para ayudarse, hizo de tutor a otros estudiantes y fue ayudado por bienhechores. Estuvo en la universidad de Baden en Friburgo donde completó sus estudios de teología en 1877. Jordán realizó su último año de preparación para el sacerdocio en el seminario arzobispal de San Pedro en Friburgo y fue ordenado sacerdote el 21 de Julio de 1878. Durante este su tiempo de estudios, expresó así su piedad en su diario:

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Debes saber que estás plenamente consagrado a Dios; solo él tiene la razón y los derechos sobre tus facultades. Solo puedes desear algo, si Dios o porque Dios lo quiere.En todas tus acciones no te preguntes si quieres una cosa, sino si Dios la quiere o no.Debes estar siempre alegre y bendecir continua-mente a Dios, aunque te sobrevenga lo que sea. (Diario Espiritual, I, 11)

En el día de su ordenación, escribió: “Señor Jesucris-to, deseo, pretendo y me propongo recibir hoy el sagrado orden del Sacerdocio para tu gloria y la salvación de las almas. Recíbeme y acéptame como perpetuo holocausto para Ti. Amén” (Diario Espiritual I, 141).

Durante los años de estudio de Jordán, apareció en Alemania un movimiento llamado “Kulkturkampf”. El objetivo de este movimiento era someter la Iglesia Católica al gobierno. Como resultado se cerraron los seminarios y los sacerdotes y Obispos fueron obligados a obedecer las leyes anticlericales. Muchos se negaron a hacer esto y por ello fueron encarcelados o expulsados. El mismo Jordán fue ordenado a puerta cerrada y cele-bró su primera misa en Dottingen, Suiza (a lado de la frontera con Alemania) porque la ley prohibió a todo el que no aceptara obedecer al estado, ejercer como sacer-dote en su patria. (Más tarde celebró una misa privada en su parroquia natal).

El clima político en Alemania hizo que el Obispo no le asignara a Jordán una parroquia, por esto fue enviado a Roma a continuar sus estudios de lenguas en 1878. Allí asistió al colegio Alemán situado en Campo Santo. En este tiempo comenzó a entender que Dios le estaba lla-mando a algo más que a la vida de un simple sacerdote. Dios le estaba pidiendo fundar un movimiento dedicado a la salvación de las almas. Esta empresa fue algo muy

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apreciado por Jordán y llegaría a ser el cumplimiento de la voluntad de Dios en su vida.

La inspiración de la Sociedad Apostólica Instructiva

La idea de fundar un nuevo movimiento estuvo llena de dificultades. Jordán estaba recién ordenado y estudiaba fuera de su Diócesis. Además, este fue un tiempo en el cual fueron fundados muchos otros institutos y congre-gaciones religiosas; la necesidad de otro más era cuestio-nable. Jordán enfrentó cada uno de estos dilemas con valentía y oración, buscando siempre vivir de acuerdo con el pensamiento de la Iglesia y de sus líderes ecle-siásticos. Habló con frecuencia con sus compañeros de Campo Santo sobre sus planes. Algunos eran escépticos. Uno en particular recordó más tarde que le había dicho a Jordán francamente que aunque la idea era buena, él no era definitivamente la persona adecuada para realizarla. Dijo que había quedado impresionado de la humilde respuesta de Jordán: “Bien, pero a menudo Dios elige como instrumentos para cumplir sus designios, a las personas menos aptas para realizar el objetivo” (Pfeif-fer, Vida, 42).

Otro evento tuvo un gran impacto en la visión de Jordán. En 1880, Jordán, con cerca de veinte sacerdo-tes más, realizó un viaje por el Medio Oriente. Primero fueron a Egipto y luego a Palestina, donde Jordán visitó todos los lugares de la vida de Cristo sobre la tierra. El 13 de marzo, en la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén, escribió lo que muchos consideran el primer borrador de lo que llegaría a ser su Sociedad:

Nunca desistas y nunca te desanimes. Usa todos los medios legítimos a tu disposición… invoca dia-

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riamente a la Santísima Virgen, a los Patronos de la Sociedad. Comienza con la instrucción de niños capaces que den un signo seguro de tener vocación para el sacerdocio, y luego, lo más pronto posible, ponte bajo la protección de la Propaganda FIDE y de la Santa Sede (Pfeiffer, Vida, DE I, 152ss).

Jordán continuó sus estudios en Tierra Santa, pero visitó el Líbano para hacer una pausa. Fue allí en una montaña, contemplando los cedros del Líbano, cuando Jordán tuvo una profunda experiencia religiosa. Meditó las palabras de Cristo en la Última Cena: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el Único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo” (Juan 17:3). Se conmovió profun-damente por esta experiencia. Estas palabras se convir-tieron en las palabras inspiradas de su nueva Sociedad, y en su misión primordial. Después de su regreso a Roma en Agosto de 1880, Jordán estaba listo para iniciar su trabajo.

La fundación de la Sociedad

Durante su reflexión en la Iglesia del Santo Sepulcro, Jordán quiso poner su Sociedad bajo la protección de la Santa Sede. Consecuentemente, apenas regresó a Roma, visitó varios prelados, proponiéndoles la idea de fundar un nuevo instituto. Un simpático prelado, el cardenal Barnabita Bilio, logró organizar una audiencia privada con el Papa León XIII, quien escuchó con interés el plan de Jordán y le dio luego su bendición papal al proyecto. La acogida que recibió por parte del Papa animó a Jor-dán. Sabía que podía ahora empezar con fuerza a fundar su nueva “Sociedad Apostólica Instructiva.”

La primera tarea fue buscar una casa. Alquiló unos pocos cuartos en el monasterio de Santa Brígida en

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Roma y recibió dos estudiantes que se preparaban para el sacerdocio (ninguno de ellos llegó a ser miembro de la Sociedad). Luego empezó a publicar artículos en la prensa italiana pidiendo ayuda y en 1881 escribió una carta circular a los Obispos de Italia describiéndoles su idea sobre la Sociedad Apostólica Instructiva. Ese mismo año, viajó a Alemania para buscar colaboradores y esta-blecer un centro alemán donde la Sociedad podría ser promovida por la prensa alemana. Tuvo especial interés en el Cassianeum, una organización de publicaciones orientada por Ludwig Auer en Donauwoert, en Baviera. La esperanza de Jordán era que el Cassianeum se uniera a la Sociedad para ser su sede central en Alemania. Aun-que la conexión con Auer fue corta y tempestuosa, no obstante orientó a Jordán para hacer su primer recluta-miento para la Sociedad, se trataba de su “hijo mayor”, el Padre Bernardo (más tarde Buenaventura) Luethen.

Luethen, un joven sacerdote, era de Paderborn, Wes-tfalia, en el norte de Alemania. Trabajó en el Cassianeum durante varios años, imprimiendo un periódico para sa-cerdotes titulado AMBROSIUS y escribiendo para otras publicaciones.

Aunque al principio vaciló, Luethen se sintió llamado a unirse al movimiento de Jordán. Este nuevo discípulo demostró ser la mano derecha de Jordán al asumir el pe-sado intercambio de correspondencia con futuros miem-bros de la Sociedad, ayudando en la formación, y dando sugerencias y consejos a Jordán, quien a veces era impe-tuoso y propenso a la ansiedad y al escrúpulo. Durante el resto de su vida, Luethen asistió a Jordán fielmente en su trabajo, y la mayor pérdida para Jordán en todo su ministerio fue la muerte de Luethen en 1911.

Rápidamente Jordán y Luethen empezaron su nueva colaboración. La primera tarea consistió en empezar la publicación de una publicación católica intitulada DER MISSIONAR.[El misionero] Jordán dejó a Luethen en

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Alemania y regresó a Roma. Luethen, quien se hospedó donde los benedictinos, produjo la primera copia del Misionero en agosto de 1881. En esta primera edición Luethen ofreció a los lectores un primer esbozo de lo que sería la Sociedad Apostólica Instructiva:

La Sociedad Apostólica Instructiva ha asumido una gran variedad de actividades. Ante todo, quiere ayudar para que un gran número de católicos sean de nuevo ver-daderos católicos, para que no sólo lleven exteriormente este hermoso nombre sino que sus corazones estén llenos del verdadero espíritu de la fe católica… Todos los medios legítimos nos gustan: la ciencia, el arte, la enseñanza, las misiones, las publicaciones y las asociaciones… Sacerdo-tes y laicos, padres de familia y maestros, artesanos y tra-bajadores, patrones y servidores… a todos los llamamos a reunirse bajo nuestra bandera! (Pfeiffer, vida, 65).

Luethen continuó esbozando la visión de Jordán y escribió que la Sociedad quería ayudar a los católicos ordinarios a defender mejor su fe durante un tiempo en el que la Iglesia sufría tales graves ataques. La Sociedad también quería preparar misioneros para enviarlos por el mundo para convertir a los “paganos” a la fe católica. El Misionero probó ser una valiosa fuente para la Socie-dad pues servía como órgano para difundir las ideas de Jordán.

El año de 1881 terminó con el primer paso de la meta de Jordán: la fundación oficial de la Sociedad Apostólica Instructiva. El 8 de diciembre, Jordán con Luethen y un tercer sacerdote, Frederick von Leonhardi, hicieron votos privados de pobreza, castidad y obediencia como miembros de la nueva Sociedad. Leonhardi, un prusiano convertido, con una fuerte y determinada personalidad, hizo sus votos de por vida, mientras que Luethen los hizo por un período de tres años. Luego, von Leonhardi dejó la Sociedad, el primero de muchos abandonos que hirieron profundamente a Jordán.

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La estructura de la Sociedad Apostólica Instructiva en su forma inicial fue la siguiente: Había tres grados, basados en la intensidad del compromiso en el apos-tolado. El primer grado, conformado por sacerdotes y laicos que deberían “abandonarlo todo” con el fin de dedicar sus vidas exclusivamente al servicio de la Socie-dad. (Jordán, Luethen y Leonhardi fueron los primeros miembros). El segundo grado, conformado por estudio-sos que deberían promover los objetivos de la Sociedad sin dejar sus posiciones académicas. Y el tercer grado, que estaba abierto a todas las personas que quisieran vivir los ideales de la Sociedad en su propio estado de vida. Los miembros podían ser casados o solteros, pro-fesionales o no profesionales. La mayor exigencia era estar suscritos a las publicaciones de la Sociedad y vivir una vida cristianamente ejemplar, ayudando a otros a conocer el amor del Salvador.

Con el tiempo, otros comenzaron a unirse a la Socie-dad Apostólica Instructiva. La más notable fue la Baro-nesa Teresa von Wuellenweber, una mujer laica alemana. Von Wuellenweber intentó realizar su vocación en varias comunidades religiosas, pero jamás hizo votos perpetuos. Al regresar a su hogar en Neuwerk, encontró un instituto caritativo, el Instituto de Santa Bárbara, y vivió allí casi como una religiosa. Después de leer la descripción de la Sociedad en 1882, von Wuellenweber discutió el encuen-tro con su párroco, el P. von Essen, e inmediatamente es-cribió a Luethen, ofreciéndose ella misma y su instituto para el nuevo apostolado. Luethen la aceptó en el tercer grado y a von Essen en el primero. Pocos meses más tarde ella hizo los votos privadamente ante von Leonhardi y pasó a ser miembro del primer grado. El siguiente año, hizo sus votos perpetuos directamente ante el P. Jordán. Luego, von Wuellenweber fue cofundadora con Jordán de las Hermanas de la Sociedad Católica Instructiva, pero no sin muchos obstáculos a lo largo del camino.

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Mientras la Sociedad se desarrollaba, Jordán ex-perimentó muchas privaciones y muchos ataques. El Cardenal Vicario de Roma, la autoridad directamente responsable de la fundación, recibió informes sobre esta nueva organización. Jordán fue llamado por el vicariato y le dijeron que no podía seguir usando la palabra “apos-tólica” para llamar a su Sociedad. Los críticas habían acu-sado a Jordán de haber asumido para él y sus miembros la función del magisterio de la Iglesia, un término que en aquel tiempo se reservaba para el Papa y los Obispos como sucesores de los Apóstoles. La Sociedad fue visita-da luego por la Congregación para los religiosos, la que le nombró un consejero para investigarlo. En su informe, el consejero criticó duramente la Sociedad, llamándola “Arca de Noé”, porque intentaba incluir todo tipo de personas en una organización que no tenía una meta clara (Pfeiffer, Life, 147). Jordán colaboró con el proceso e hizo los cambios recomendados. El nombre de la Socie-dad fue cambiado por el de “Sociedad Católica Instruc-tiva” para evitar nuevas controversias. Las autoridades permitieron a la Sociedad continuar, y se unieron más estudiantes a ella. Ese mismo año, los miembros de la Sociedad que vivían en Roma se trasladaron al Palacio Moroni en el Borgo Vechio, muy cerca de la plaza de San Pedro. Esta casa sigue siendo hoy en día la sede central de la Sociedad para todo el mundo.

La sociedad se convierte en un Instituto Religioso

Aunque originariamente Jordán no había planeado fun-dar una congregación religiosa, eso fue exactamente lo que pasó con el tiempo. La acusación de “Arca de Noé” sin normas claras, puso en evidencia que la Sociedad en su forma original no recibiría la aprobación por parte de

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las autoridades eclesiásticas, a pesar de haber obtenido la bendición inicial del Papa León XIII. Muy rápidamente Jordán se dio cuenta que el mejor camino para continuar su sociedad apostólica era la de adoptar un estilo de vida religiosa más típica incluyendo una vida de comunidad reglamentaria, votos públicos y un hábito oficial. Tres años después, al reflexionar en estos cambios, Jordán los vio como “una inspiración del Espíritu Santo.” Al mi-smo tiempo estaba trabajando para establecer en Roma una rama de Hermanas con la ayuda de Amalia Streitel, una hermana que había sido franciscana y novicia car-melita. La visión que Streitel tenía de la vida religiosa estaba muy influenciada por sus experiencias como Franciscana y Carmelita. Ella creía que las fuertes peni-tencias, las horas de oración y los estrictos ayunos eran el único camino para asegurar el éxito de la comunidad de Jordán. Jordán por su parte era consciente que tales fuertes penitencias impedirían a las hermanas el pleno cumplimiento de su trabajo apostólico y podrían com-prometer su salud. Aunque Jordán frecuentemente no estaba de acuerdo con la severidad de la Madre Streitel, él, un sacerdote diocesano, aprendió mucho de ella sobre el carácter particular de la vida religiosa.

El 11 de Marzo de 1883, Jordán hizo votos de pobre-za, castidad y obediencia, y comenzó a llevar el hábito de la Sociedad Católica Instructiva, que consistía en una sotana negra, ceñida con un cordón con cuatro nudos. (Los nudos representaban los tres votos hechos por los miembros: pobreza, castidad, obediencia, y su compro-miso con el apostolado). Luethen hizo su profesión poco tiempo después. Los dos tomaron también nombres reli-giosos. Desde ese momento Jordán tomó como nombre “Francisco María de la Cruz”. Luethen recibió el nombre de “Buenaventura”.

Las consecuencias de este cambio en el carácter y la identidad de la Sociedad Católica Instructiva no se pue-

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den pasar por encima. Previamente, muchos estudiantes se unieron a Jordán en su residencia con la esperanza de llegar a ser sacerdotes. Esto no implicaba, sin embargo, el compromiso de permanecer con Jordán de por vida. Ahora que la Sociedad se convirtió en una congregación religiosa, solamente podían permanecer los estudiantes que querían hacer votos religiosos. Más aún, la estruc-tura de la Sociedad fue dramáticamente alterada: los sacerdotes y hermanos pasaron a ser miembros de la rama masculina mientras que las hermanas pasaron a constituir una congregación separada de mujeres. Fue-ra de esto, la concentración en el trabajo de establecer dos congregaciones religiosas tradicionales eclipsó por largo tiempo el interés de Jordán por los salvatorianos laicos. Finalmente, la vida religiosa implicaba un com-promiso más fuerte mediante las observancias comunes religiosas, y, por este tiempo, Jordán impuso en todas las casas de la Sociedad, la recitación comunitaria del Oficio Divino. (En este tiempo, la recitación privada era la norma).

Mientras tanto, von Wuellenweber permanecía en Neuwerk con su propia pequeña comunidad. Ellas no recibieron el hábito, y, con el tiempo, fue claro que Roma, y no Neuwerk, debería ser la sede de la rama de las Hermanas de la Sociedad Católica Instructiva. Falló el intento de unir las dos casas de Neuwerk y Roma con una común identidad, ya que la visión de la pobreza, de las penitencias y del papel del apostolado de Streitel simplemente no se compaginaban con las de la comu-nidad de Neuwerk. Además, a pesar del respeto mutuo de una y otro, la división entre el concepto de vida reli-giosa de Jordán y el de Streitel continuaba haciéndose mayor. En 1885, un nuevo problema apareció con los votos franciscanos de Streitel, que continuaban siendo válidos. Por eso, ella tuvo que renunciar rápidamente como superiora de las hermanas de Roma. Esto causó

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gran consternación entre las Hermanas. Abundaron los malos entendidos. Muchos se quejaron ante Jordán y le pidieron que restituyera a Streitel, pero él no pudo hacerlo. Finalmente, Monseñor Jacquemin, confesor de las hermanas, le pidió al Cardenal Vicario de Roma que interviniera en nombre de Streitel. En Octubre de 1885, las Hermanas de Roma fueron separadas de la dirección de Jordán y colocadas directamente bajo Jacquemin. Se les dio el nuevo nombre de Hermanas de la Madre Do-lorosa, y Jordán fue informado que no podía tener más contacto con ellas.

Aunque amargamente decepcionado, Jordán conti-nuó con el trabajo para el que Dios le había llamado. La Sociedad Católica Instructiva permaneció firme bajo su dirección. Además, la comunidad de Neuwerk bajo la di-rección de Teresa no se vio afectada por la división entre Jordán y Streitel.

En este tiempo ellas no tuvieron la oportunidad de ir a encontrarse con Jordán en Roma, ya que él y Luethen las animaron a permanecer pacientes y de consolarse con sus votos que permanecían en vigor. En 1888, por invitación de Jordán, von Wuellenweber y Ursula Rabis, acompañadas de cuatro candidatas, llegaron a Tivoli (cer-ca de Roma) y formaron el núcleo de las Hermanas de la Sociedad Católica Instructiva. Esta comunidad floreció y finalmente estableció en Roma su propia casa madre, muy cerca de la sede masculina. Aunque las hermanas formaban una congregación separada, Jordán siempre animó y ayudó como superior y colaborador a la Madre Maria de los Apóstoles (ese era el nombre religioso de Teresa). La siguiente cita de septiembre de 1889 muestra el gran aprecio de Jordán por la Madre Maria:

Con motivo de la santa fiesta de su onomástico le envío mis más cordiales deseos por su felicidad y toda bendición. Quiera el Gran Dios colmarla de

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abundantes gracias. Que Él le permita experimen-tar incontables alegría, después de tantas cruces que usted ha tenido que cargar (Cerletty, Carta Dialogo 58).

La primera misión de la Sociedad

Los años 1889 y 1890 fueron testimonio de un evento significativo en la historia de la Sociedad de Jordán. Él siempre esperó que su movimiento fuera internacional y estuviera orientado hacia la misión. Esta esperanza se vio realizada cuando a la Sociedad le fue dada una nueva misión en Assam, India. Después de que este territorio fue separado de la Diócesis de Bengala, y ya que ningu-na de las Congregaciones religiosas allí establecidas lo quería aceptar, la Propaganda Fidei, responsable de los territorios de misión, ofreció a Jordán la posibilidad de considerar la oportunidad de asumir este trabajo para su Sociedad. El cardenal Vicario de Roma escribió una recomendación apoyando esta empresa, y así, a pesar de la pequeñez de la Sociedad (seis padres, tres diáconos cuatro subdiáconos, diecisiete hermanos y ciento vein-ticuatro estudiantes), se les confió la misión de Assam. Inicialmente Jordán envió dos sacerdotes y dos herma-nos a Assam: los padres Otto y Ángel, y los hermanos Mariano y José. Su discurso en el momento de partir demuestra el significado de este evento para Jordán:

A través de nuestros cohermanos, los primeros que envía nuestra Sociedad, la paz, las felices ondas del evangelio, serán llevadas a la gente. Esta alegría debe sobrepasar con creces nuestra preocupación. Id entonces a la dura batalla que os espera... las obras de Dios florecen solo a la sombra de la Cruz… mirad de nuevo a la Cruz y

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tomaréis nueva vida, y exultaréis de nuevo (Pfeif-fer, Vida, DSS XXII, 17/01/1890).

Los misioneros partieron el 17 de enero de 1890. Al final de año el P. Otto y el Hermano Mariano murieron por enfermedad y duro trabajo, pero la fundación se mantuvo, y más hombres y mujeres fueron enviados. La Misión de Assam floreció. Con el comienzo de la primera guerra mundial, sin embargo, los miembros de la Sociedad fueron expulsados debido a su nacionalidad alemana o austriaco-húngara, y fueron reemplazados por salesianos italianos. Pero el trabajo misionero de la Sociedad había comenzado, y, durante los años si-guientes, la Sociedad se expandió por varios países y continentes.

El crecimiento de la Sociedad

Este crecimiento fue rápido. En 1890 se abrió un semina-rio menor en Tivoli, Italia, que debería preparar a los es-tudiantes para el noviciado y ofrecer un lugar de descanso a los miembros durante los cálidos meses del verano. Le siguieron poco después las fundaciones en Austria, con una comunidad que asumió dos parroquias en Viena y la apertura de una casa de estudios en Lochau. En la década de 1890 Jordán envió misioneros a los Estados Unidos de América: Un primer grupo de Padres y Hermanos que fueron al estado de Washington, y un segundo a Saint Nazianz, Wisconsin, en 1896. Durante los mismos años, fue enviado un grupo a Ecuador, pero debido a la revolu-ción, fueron ubicados pronto en Colombia. Se abrió una casa de estudios en Friburgo, Suiza, y una segunda casa en Sicilia en 1894. Un poco después, la comunidad aceptó un instituto para jóvenes difíciles en Drognens, Suiza y abrió una fundación en Moravia. Esta rápida expansión

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de la Sociedad en los años noventas muestra la fuerte fe de Jordán en la Divina Providencia.

Esta fe era necesaria ya que medida que se iba expan-diendo la comunidad, se presentaron muchos desafíos. Jordán, recordando sus propios días difíciles como un estudiante pobre que se esforzaba por mantenerse con sus propios medios, recibió en el seminario a muchos estudiantes que no podían pagar los estudios. Sus es-tudios de humanidades fueron acortados a menudo sin reducir lo que se les exigía en filosofía y teología, para contar con más sacerdotes que se necesitaban con urgencia en los apostolados que iban creciendo. Fuera de eso abrió casas y estableció nuevas fundaciones con pocos sacerdotes y poco dinero. No era ceguera de parte de Jordán; el sabía que la Divina Providencia daría los medios para la realización de la misión de la Sociedad. Aunque algunos criticaron que este gasto era impru-dente, la expansión mostró ser fructuosa y la Sociedad floreció en vocaciones. Posiblemente la visión de Jordán se puede resumir en una conferencia que dio a los miem-bros en 1899:

“Una condición esencial para un buen y fructífero apostolado es el celo por las almas. Por lo tanto, tengan celo por las almas! Si quieren trabajar efectivamente, deben tener un gran celo por las almas! (Discursos del P.Jordán, [Jordan Talks, DSS XXII, 27/01/1899].

Las críticas por la rápida expansión y la aceptación de estudiantes pobres por parte de Jordán llevó a nombrar un visitador apostólico, cuyo papel era el de supervisar el desarrollo de la Sociedad. Aunque el visitador, un car-melita romano y anterior provincial, el Padre Antonio de Jesús, era un hombre bueno que demostró ser una gran ayuda para la Sociedad durante años, su visita fue

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también considerada como una devaluación de la capaci-dad de liderazgo de Jordán. El tiempo probó que Jordán fue de verdad un buen y santo fundador y su aceptación del visitador fue un signo de su explícita obediencia y de su respeto por la Santa Sede.

La Sociedad del Divino Salvador

Al mismo tiempo que la Sociedad fue creciendo, también se le dio un nuevo nombre. En 1892, Jordán buscó de nuevo la aprobación oficial de la Santa Sede. (Aunque León XIII y varios prelados le habían dado su bendición a Jordán cuando empezó su proyecto, hasta este momen-to su congregación era de derecho diocesano). Tal apro-bación del Papa establecería formalmente a la Sociedad como una comunidad internacional permanente, bajo la dirección de la Santa Sede. Cuando Jordán presentó su petición en 1892, completada con buenas recomen-daciones y pruebas de su solidez, la Sociedad todavía se llamaba oficialmente “Sociedad Católica Instructiva”. Después de dos años de deliberaciones, la Iglesia decidió posponer la aprobación oficial; la comunidad era muy nueva, y las Constituciones necesitaban una revisión adicional. Jordán aceptó esta decepción con humildad y valor. También aceptó, con alegría, un nuevo nombre para su comunidad. El consultor que examinó la petición creyó que llamar a la Sociedad comunidad de “enseñan-za” implicaba que su único objetivo era dirigir institutos educativos. Jordán sugirió un título que debería indicar un ministerio más amplio de la Congregación: “Sociedad del Divino Salvador”. Desde 1894, este fue el nombre ofi-cial de la comunidad de los padres y los hermanos funda-da por Jordán. La rama de las Hermanas recibió el nuevo nombre de “Congregación de las Hermanas del Divino Salvador”. La aprobación final de la Santa Sede llegó. En

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1905, la comunidad recibió el Decretum Laudis (Decreto de alabanza) de parte del Papa; en 1911, se dio la apro-bación final a la Sociedad como un Instituto Religioso de Derecho Pontificio. Ese mismo año, las Hermanas recibieron el Decretum Laudis de su comunidad.

Jordán y la observancia de la vida religiosa

La fe de Jordán no fue evidente sólo en su visión sobre la expansión. Él también promovió con celo los ideales de la vida religiosa en los miembros de la comunidad. Insistió en la importancia de la observancia religiosa regular y, siguiendo el consejo del visitador, permitió un pequeño cambio local. El hábito debía ser llevado en todas las misiones. (Esto fue una prueba para muchos miembros, especialmente porque el hábito incluía, fuera de la sotana y del cíngulo, un abrigo pesado y un incómo-do sombrero negro de estilo romano). Fuera de eso, des-de 1890, Jordán insistió que se rezara en común el Oficio Divino en todas las casas de la Sociedad. Esta práctica de recitar el oficio Divino en coro, aunque es propio de las grandes comunidades monásticas, mostró ser difícil en las casas pequeñas. Muchos preferían el modelo jesu-ítico, que no obliga a los miembros a rezar el Oficio en comunidad. Probablemente se obtuvo un equilibrio por medio de dispensas dadas cuando era necesario.

El centro de la visión de Jordán para la vida religiosa era la santidad de sus miembros. Los cohermanos re-cuerdan a Jordán como un hombre de mucha oración y de inquebrantable confianza en Dios. Esta fe, esta santi-dad fueron las cualidades que él subrayó a sus miembros como lo demuestra esta alocución dada en 1894:

Qué poca atención prestamos a esta verdad: de-bemos ser santos. En su gran bondad el Divino

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Salvador nos ha llamado a ser de acuerdo a su imagen; el nos llamó a ser como Él lo más que po-damos, nos llamó a ser santos. Él nos ha llamado a todos, aquí (en la tierra), para que a través de la santidad, nuestro trabajo esté acompañado de bendiciones, felicidad y salvación. (Alocuciones del P. Jordán, DSS XXII, 20/04/1894).)

Aunque a veces Jordán subrayó la observancia de la regla, mucho más de lo que algunos miembros de las comunidades lo hubieran deseado, su punto de vista fue siempre asegurar que la Sociedad funcionase como un cuerpo, entregado al trabajo de Cristo. Jordán era consciente de que cuando los miembros comienzan a ir por su propio camino, ausentándose de las reglas y de la dirección de los superiores, el resultado es el caos. Él creía firmemente que solo la unión con Cristo y la unión mutua llevaba al éxito en el apostolado.

La sombra de la Cruz

Cuando Jordán hizo sus votos públicos en 1883, además de tomar el nombre de “Francisco María,” añadió las palabras: “de la Cruz.” Esta fue una acción profética, porque durante toda su vida religiosa, experimentó mu-chos sufrimientos y privaciones. Ya entre 1883 y 1900 tuvo muchas dificultades: algunos miembros abando-naron, otros criticaron su dirección. El primer grupo de hermanas fue separado de su jurisdicción. Aunque las primeras fundaciones fueron exitosas y muchas se añadieron durante los años restantes, estas también co-braron su precio (p.e. la muerte del Padre Otto y del her-mano Mariano poco después de haber fundado la misión en Assam). Los ataques con razón y sin razón llevaron al nombramiento de un visitador apostólico. Finalmente la

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salud de Jordán comenzó a debilitarse. Mientras estaba visitando Wisconsin en 1896 al principio de la fundación de San Nazianz, una insolación dejó a Jordán sordo de su oído derecho. Después de su regreso a Roma, escribió en su diario: “comienza a tomar esto en serio, pues el tiempo de la tarde se está acercando” (Pfeiffer, Vida, SD II,10).

Los sufrimientos de Jordán se acrecentaron en 1906, cuando aparecieron ataques personales contra él y con-tra la Sociedad en la prensa alemana. Las acusaciones eran muy exageradas e hirieron profundamente a Jor-dán. Según el autor anónimo (un antiguo miembro de la Sociedad disgustado), Jordán era un autócrata inepto cuya meta principal era permanecer en el control de la Sociedad a toda costa. Además, él introducía continua-mente prácticas legalisticas en la vida comunitaria que perturbaban el apostolado y conducían a la división. El autor acusaba de que la única razón por la cual fue aceptada la misión de Assam era porque era una “vaca lechera” para tener fuentes para otros trabajos de la Sociedad. Finalmente, sostenía que los estudiantes de la Sociedad de Jordán eran mal preparados y ordenados sin la preparación académica adecuada. Los artículos que circularon ampliamente en Alemania, no produjeron efectos duraderos, sino que más bien fomentaron en los hijos e hijas espirituales de Jordán, una gran fidelidad por su fundador. Jordán recibió muchas cartas de apo-yo de dentro y de fuera de la Sociedad. A pesar de este apoyo, tanto el dolor que sintió, como su fuerte fe, apa-recen en su diario: “Oh, Señor, mira mis sufrimientos; ayúdame, ten piedad de mí. Hágase tu voluntad” (Gerke, Porque el esperó, 202). Luethen, fiel compañero de Jor-dán, respondió a los ataques con cartas a las diferentes casas asegurando que todo estaba bien. La respuesta en el segundo Capítulo General de la Sociedad en 1908 fue la reelección de Jordán como Superior General de la

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Sociedad. Se acercaban algunos cambios, por eso todos sus consultores, incluido Luethen, fueron reemplaza-dos, y los capitulares decidieron dividir la Sociedad en Provincias un poco antes de lo que el Fundador había anticipado. No obstante, el Capítulo fue la prueba que justificaba a Jordán quien continuó liderando la Socie-dad hasta 1915.

Muertes de la Madre Maria y del Padre Buenaventura

Si los ataques de la prensa causaron a Jordán consi-derable sufrimiento, las muertes de la madre Maria de los Apóstoles y del Padre Buenaventura Luethen lo destrozaron. La Madre María había estado enferma desde hacía tiempo. Las hermanas la habían reelegido como Superiora General en su Capítulo de 1905, a pesar de su frágil condición y de la presión de las autoridades eclesiásticas para que escogieran una nueva lider. En 1907, su salud disminuyó fuertemente y murió el día de Navidad de 1907. A Jordán le cayó muy duro la muerte de la Madre Maria, quien le fue fiel durante su vida re-ligiosa, especialmente en los primeros años, cuando la comunidad romana de las hermanas fue separada del movimiento de Jordán. Ella fue sepultada, según su propia petición, en el Campo Santo (sus restos fueron después trasladados a la capilla de la Casa Madre de las Hermanas en Roma).

Si la muerte de la Madre María fue dolorosa para Jordán, la muerte del Padre Luethen fue atroz. Durante sus 30 años juntos, Luethen fue un buen equilibrio para Jordán. Mientras que Jordán era enérgico, ansioso (in-cluso escrupuloso), y algunas veces indeciso, Luethen era calmado y tranquilo. Luethen ayudó a Jordán en su ingente correspondencia y con frecuencia como porta-

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voz con varios miembros. Incluso, cuando dejó de ser un miembro oficial del Generalato, continuó trabajando con Jordán, calmando sus muchos temores y escrúpulos. Su muerte el 10 de diciembre de 1911, no fue inesperada (su salud de deterioró rápidamente), pero fue un terrible golpe para Jordán. La tarde de su muerte Luethen estu-vo por poco tiempo en la recreación y luego se retiró a su cuarto, donde pasó todo el día reposando. Poco después de ir a su cuarto, Jordán fue llamado al lado de la cama de Luethen. Según los observadores, Jordán estaba arrodillado al lado de Luethen y al comprobar que estaba muerto, murmuró: “el Señor da y el Señor quita… Ben-dito sea el nombre del Señor” (Job 1:21).Jordán aceptó la muerte de su amigo, compañero y apoyo, con altura, pero jamás tuvo la misma paz de espíritu que había ex-perimentado en compañía de Luethen.

La muerte del Fundador

Los últimos años de la vida de Jordán fueron vividos directamente a la sombra de la Cruz. El comienzo de la primera guerra mundial llevó a transferir el Generalato a Fribourg en la Suiza neutral. Jordán también, dejó Roma y marchó al exilio, de donde nunca regresó. Miró indefenso cómo muchos de sus estudiantes y clérigos eran llevados a la milicia en sus respectivos países. En el tercer Capítulo General en 1915 (retrasado un año por el comienzo de la guerra), Jordán, consciente de su pro-pia debilidad física y de la necesidad de un fuerte lider durante tales tiempos turbulentos, se retiró como Supe-rior General de la Sociedad, aunque conservó el título de Fundador y General. Desde este momento hasta su muerte, tres años después, vivió una vida religiosa hu-milde, luchando fuertemente para no interferir con los asuntos del nuevo Generalato. Durante este período, el

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Generalato mismo funcionó en la casa de Maggenberg, Suiza, mientras que Jordán permanecía en la casa de Fri-burgo. Su salud comenzó a declinar seriamente en 1917; a veces tuvo que permanecer siempre en cama. Debido a su pobre salud y a sus nervios destrozados, no le fue posible rezar el Oficio Divino. Le era muy difícil celebrar la Santa Misa. Finalmente, cuando pareció que necesita-ba una atención profesional, fue a vivir en el hospital de Tafers dirigido por las Hermanas de la Caridad. Cuando Jordán llegó allí y vio la gente pobre reunida al frente de la casa dijo, “ahora estoy en medio de los pobres” (Pfeiffer, “los últimos días del P. Jordán” Crónica Salva-toriana, 1918, 8). Según el P. Pancracio, quien sucedió a Jordán como cabeza de la Sociedad, las Hermanas tomaron como un gran privilegio el cuidado de Jordán. La Hermana Superiora le dijo, “Cada una de las herma-nas quiere cuidar al P. General. Cada una es feliz cuando puede hacer algo por él. Ellas se pelean por atenderlo” (Pfeiffer, “últimos días”, 10). Pfeiffer también habló so-bre la fe de Jordán durante esta dura experiencia:

Nuestro venerable P. Fundador me miró fijamente a los ojos. Cuando se dio cuenta cómo me afectaba su estado, me dijo: “el buen Dios hará todo cor-rectamente. Otros vendrán, y al recordar nuestros sufrimientos, continuarán nuestro trabajo”. (Pfe-iffer, “últimos días”, 11).

La Hna. Huberta Dehottay, superiora del hospital de Tafers, dio testimonio de que su valor ante el sufrimien-to las edificó a todas:

Aquella tarde (6 de Septiembre) una de las Herma-nas le dijo: “cuando Ud. vaya al cielo, ore también por nosotras, para que podamos permanecer fie-les a nuestros votos.” Él añadió a esto: “ y para que

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usted cumpla la voluntad de Dios y permanezca unida a Jesús.” Si alguien le acercaba un crucifijo lo apretaba fuertemente a su corazón diciendo repetidamente, “Mi Jesús, ten piedad” (Pfeiffer, “últimos días” 21).

El Padre Jordán murió el 8 de septiembre de 1918, atendido por las hermanas del hospital, un enfermero, el párroco de Tafers, y el mismo Pfeiffer. Durante varios días las hermanas velaron al lado de su cuerpo mientras los habitantes del pueblo y los amigos ofrecían sus res-petos. Debido a las dificultades causadas por la guerra, Jordán fue sepultado en la Iglesia de Tafers (sus restos fueron trasladados más tarde a la casa Madre en Roma). En su homilía, el párroco dijo: “Debido a las tristes con-diciones del tiempo, el venerable muerto ha concluido su santa vida lejos de la Casa Madre, como en el exilio, rodeado solo de un pequeño número de miembros de su gran familia. La parroquia de Tafers se siente honrada por haberle podido ofrecer asilo en los últimos días de su vida” (Pfeiffer “últimos días”, 20).

Conclusión

Han pasado alrededor de 120 años desde que el P. Jordán fundó la Sociedad del Divino Salvador y las Hermanas del Divino Salvador, y su trabajo continúa floreciendo alrededor del mundo. La visión de Jordán de un movi-miento de sacerdotes, religiosos y laicos trabajando jun-tos “ para que todos puedan conocer al Único Verdadero Dios, y a su enviado, Jesucristo,” permanece como una fuerza guía de la comunidad salvatoriana. En los años sucesivos al Concilio Vaticano II, la comunidad se ha expandido y ha incorporado a los laicos salvatorianos, que prometen seguir el carisma salvatoriano de acuerdo

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a su estado de vida. Los salvatorianos están ahora en todos los continentes y han comenzado a crecer rápida-mente en África y Asia. A medida que va creciendo el movimiento, va haciendo un buen trabajo para la gente a través de escuelas, hospitales, misiones, parroquias, prensa escrita, capellanías y muchos otros apostolados. En pocas palabras, en el carisma de Jordán, los salva-torianos emplean “todos los medios y formas que la caridad de Cristo inspira” para llevar el amor del Divino Salvador a toda la gente.

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Palabras del P. Jordán (Tomadas de su Diario Espiritual)

“Oh muy amado Jesús, esposo de mi alma, permíteme que siempre te ame sobre todas las cosas” (I, 44)

“No omitas ningún buen trabajo compatible con tu estado. Teme las ansiedades inútiles como a un gran enemigo que te aleja de todo bien” (I, 91)

“Cree, confía, espera, ama, trabaja—debes conducir a todos a Cristo: tú eres deudor de todos, en cualquier nación a la que ellos pertenezcan” (I, 92).

“La mayor Gloria de Dios posible. La mayor santidad personal/la mayor salvación posible, es decir, la salva-ción del mayor número de personas que se pueda. Para conseguir esto, lucha incluso hasta derramar la sangre, hasta la muerte, hasta el martirio más difícil, siempre—siempre—en todas partes” (II, 16)

“Cubre los errores con el manto del amor” (II, 23)

“Reflexiona a menudo en lo que significa esta frase: no confíes en ti mismo, pero pon toda tu confianza en Dios y estarás capacitado para hacer cualquier cosa!” (II, 75)

“Así como sólo la caridad hace apóstoles, también sólo ella hace santos” (III, 23)

“Ora, Ora sin cesar, porque si oras seguramente serás salvo… San Alfonso de Ligorio”(III 34).

“Haz siempre todo por el amor de Dios” (IV, 18).

“Persevera en los sufrimientos y en la cruz. Oh perse-vera firme y heroicamente. Valor, hijo mío, mírame en la cruz!... Abraza la Cruz y bésala. Ya pronto llega la mañana de Pascua!” (I, 175).

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Oración por la beatificación del Padre Francisco Jordán

Dios muy amadoTu llamaste al Padre Francisco Maria de la Cruz Jordánpara fundar una familia religiosa de sacerdotes, hermanos,

Hermanas y Laicos.Mira con bondad la comunidad que El ha fundado.Ayúdanos a permanecer siempre fieles a su visión.

A través de la intercesión del Padre Francisco Jordán,Da paz de espíritu a quienes sufren ansiedad,

Sana a los enfermos,Ilumina a quienes están en tinieblas,

Y concede la gracia de la conversión a todos.Y, si es tu santa voluntad,

Conduce al Padre Jordán a la dignidad de los altares,Para que todos te conozcan, oh único Dios verdadero ,

Y a Jesucristo, a quien tu has enviado.Amen.

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Bibliografía

Cerletty, Miriam, SDS. Letter Dialogue. Studia De His-toria Salvatoriana, Section 1.2. (Wisonsin: 1997).

Gerke, Leonard, SDS. Because He Hoped in Me. (Wis-consin: Society of the Divine Savior, 1981).

Jordan, Francis, SDS. Spiritual Diary. Translated by Miriam Cerletty, SDS. (Rome, Italy: Salvator Mundi, 1981).

Jordan, Francis, SDS. Talks of Father Francis Mary of the Cross Jordan. Translated by Daniel Pekarske, SDS and Aloysius McDonagh, SDS. (Krakow, 2003).

Pfeiffer, Pancratius, SDS. “The Last Days of Fa-ther Jordan.” Salvatorian Chronicle, 1 October 1918. Translated by Miriam Cerletty, SDS. Reprinted in Postulation Press, No. 10, July 1998. Published by Joe Henn, SDS.

Pfeiffer, Pancratius, SDS. The Life of Father Francis Jordan. (Rome, Italy, 1930). Translated by Father Winfrid Herbts, SDS. Reprinted in second edition, Saint Nazianz, Wisconsin, 1947).

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Contenido

Introducción 3

Los comienzos 5

La inspiración de la Sociedad Apostólica Instructiva 8

La fundación de la Sociedad 9

La sociedad se convierte en un Instituto Religioso 13

La primera misión de la Sociedad 17

El crecimiento de la Sociedad 18

La Sociedad del Divino Salvador 20

Jordán y la observancia de la vida religiosa 21

La sombra de la Cruz 22

Muertes de la Madre Maria y del Padre Buenaventura 24

La muerte del Fundador 25

Conclusión 27

Palabras del P. Jordán 29

Oración por la beatificación del Padre Francisco Jordán 30

Bibliografía 31