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PAISAJES DESPUES DE LA BATALLA DE JUAN GOYTISOLO
PRESENTADO POR
Fanny Urrego
Paisajes después de la Batalla
es la historia de un extraño personaje en el Sentier, un barrio de Paris, a través del cual se ve la realidad de la inmigración
Novela que el autor considera en línea con las aportaciones estéticas y literarias de los Baudelaire (le spleen de parís).en la descripción grotesca de la novela, el narrador describe el barrio parisino del sentier ocupado
por inmigrantes, cuyos letreros han sido sustituidos por frases en árabe.
El nombre del diario portavoz del partido comunista francés “L´Humanite” se transforma en (“insania”) es decir el individuo que ha perdido la razón, esta presencia masiva del extranjero enloquecido
provoca la estupefacción de los autóctonos del Sentier.
Este paroxismo satírico nos lleva a reflexionar sobre uno de los temas recurrentes de Goytisolo: las fronteras de Europa y el mundo que queda detrás de esa muralla de privilegios y riqueza, de esta manera, Goytisolo expone su comprometido punto de vista con respecto a los peligros del
mundo actual
RESUMEN
Tendríais que haber visto la que se montó aquella vez en el Sentier. Ahora os quejáis que si los barrios ya no se reconocen con tanta gente nueva, que esto parece
Marraquech en lugar de Lavapies, pero no sabéis como se las gastaban entonces. El Sentier, os digo, era el barrio parisino más típico que se pueda imaginar.
Luego llegaron los inmigrantes, claro, pero hasta ellos tenían su sitio en el sistema y mientras nadie se metiera con nadie cada cual hacía su
vida. Hasta que llegó la hecatombe, todo por culpa de ese maldito tipo.
No era nativo, eso está claro, aunque tampoco tan foráneo como la hornada de indios pakistaníes turcos argelinos llegadas al
vecindario. No parecía tener otras ocupación que vagar todo el santo día por las calles como embobado,
rondar los parques infantiles y entrar en algún cine porno (lo habían reconocido por sus indefectibles sombrero de fieltro e
impermeable).
Sólo después de la hecatombe se supo lo que tramaba: una mañana todos los postes, signos y rótulos del Sentier aparecieron escritos en
un indescifrable alfabeto oriental. ¡Los paisanos perdidos, los de fuera tan panchos y él en medio de todos ufano como unas castañuelas!
Pero ¡Si hubieran sabido lo que tramaba ese individuo, en qué poco se hubiera quedado la susodicha hecatombe! Un
anacoreta, recluido en su piso esquivando el contacto humano y la
imperativa acción política y social. Un degenerado que atesora cartas obscenas de la sección de contactos y las contesta
con obscena fruición.
Un aborrecible pederasta que seduce a las niñas con un ratoncito blanco mediante el cual las conduce a la trampa de su bragueta
abierta. Un aprendiz de terrorista que amenaza y conspira en nombre del pueblo Oteka.
Un auténtico monstruo al que su propia esposa, encerrada en el piso de al lado, niega el trato, razón por la cual él recurre al
espionaje telefónico de sus conversaciones!
Hay una finísima corriente de ironía que recorre el viaje estático de su indolente y mestizo protagonista, con sus mutaciones, identidades múltiples y
universos imaginarios. El Monstruo del Sentier es un catalizador que transforma valores dignos en podredumbre, y su propia miserable existencia en un proceso
de purificación.