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La fachada principal del edificio está rematada por una línea continua de balaustradas coronadas por grandes jarrones que emulan las aplicaciones ya utilizadas por Luis XIV. Contiene, además, la tradicional crestería sobre la mansarda de pizarra de Angers, que durante el reinado de Luis XIII creó el arquitecto François Mansart, un distintivo de la arquitectura francesa. Después de la remodelación que sufrió el edificio, la terraza del dormitorio principal fue intervenida y hoy es una sala de lectura y descanso para los visitantes del museo. Fue la residencia de la familia del magnate calero Martín Ferreyra desde 1916 hasta 2006, cuando el gobierno cordobés la expropió. Con más de cinco mil metros cuadrados construidos, es un perfecto exponente de la arquitectura neoclasicista francesa y hoy es la sede del Museo Superior de Bellas Artes PALACIO FERREYRA EL BUCKINGHAM ARGENTINO qUEdA EN CORdOBA

PALACIO FERREYRA - Rodolfo Vera Calderónrodolfoveracalderon.com/wp-content/pdf/palacioferreyra.pdf · Ocho grandes ambientes se destacan en la planta baja, entre los que sobresale

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La fachada principal del edificio está rematada por una línea continua de balaustradas coronadas por grandes jarrones que emulan las aplicaciones ya utilizadas por Luis XIV. Contiene, además, la tradicional crestería sobre la mansarda de pizarra de Angers, que durante el reinado de

Luis XIII creó el arquitecto François Mansart, un distintivo de la arquitectura francesa. Después de la remodelación que sufrió el edificio, la terraza del dormitorio principal fue intervenida y hoy es una sala de lectura y descanso para los visitantes del museo.

Fue la residencia de la familia del magnate calero Martín Ferreyra desde 1916 hasta 2006, cuando el gobierno cordobés la expropió.

Con más de cinco mil metros cuadrados construidos, es un perfecto exponente de la arquitectura neoclasicista francesa y hoy es la sede

del Museo Superior de Bellas Artes

PALACIO FERREYRAEL BUCKINGHAM ARGENTINO qUEdA EN CORdOBA

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Proyectado por el paisajista Charles

Thays, el jardín se creó de acuerdo con los

cánones de un modo de vida palaciego

C uando el célebre crítico de arquitectura alemán Nikolaus Pevsner visitó Córdoba, en 1960, defi-nió a la residencia de la familia Ferreyra como el

más grande palacio de Argentina. Así, a su regreso a Europa contó en una entrevista que dio a la BBC que “el Palacio Ferreyra era una mansión imponente y que si estuviera en Londres no pasaría desapercibida”. Lo describió como puro, virtuoso e imponente: “Su hall de entrada es más grande que el mismo salón de baile del Palacio de Buckingham”, agregó.

UN PALACIO FRANCES EN CORDOBAEn 1912, cuando Martín Ferreyra le encargó la

obra al arquitecto francés Maurice Sanson, sólo le dio una consigna: debía ser grandioso y lo más pa-recido posible al Hôtel Kessler, uno de los edificios más imponentes de la exclusiva avenida Raphaël de la Rive Gauche parisina, que el estudio Sanson había construido en 1905 y que perteneció al per-fumista Coty. Y no podía ser de otra forma: Sanson fue el mejor arquitecto de su época y construyó

Derecha, arriba: en la fachada que se levanta sobre la avenida Hipólito Yrigoyen sobresale

un nicho con un motivo en mármol que representa tres niños sosteniendo una canasta

de flores y frutos, en una evidente alegoría a la abundancia. Derecha: en el frente posterior

sobresalen las ventanas del jardín de invierno y es de una gran riqueza arquitectónica gracias a las imponentes columnas toscanas. La fuente

es obra de Antoine Motteau.

El otro frente más representativo del edificio es el que servía como

extensión al comedor con su gran terraza con balaustradas,

donde debajo de ella se ubicaba la cochera. Dos curvadas

escaleras laterales de mármol, al mejor estilo del Château de Fontainebleau, actúan como

transición y ruptura de nivel que hace posible el paso hacia el

parque. Abajo: una imagen del palacio casi terminado y cuya

construcción estuvo a cargo del ingeniero Carlos Agote.

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El gran hall de recepción es más grande que el salón de baile del Palacio de Buckingham:

cuando el crítico Nikolaus Pevsner visitó Córdoba, en 1960, lo describió como

“puro, virtuoso e imponente”

Ocho grandes ambientes se destacan en la planta baja, entre los que sobresale el gran hall o recepción, dispuesto después del pórtico de honor y el vestíbulo.

Adelantado a su época, Sanson lo diseñó con un gran techo abierto que le aporta luminosidad al ambiente. La gran escalera de honor que conduce al

segundo piso está presidida por dos tapices de Aubusson.

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grandes residencias particulares para aristocráticas familias como los Montmorency, los Orléans, los Ganay y los Arenberg. Además, en su estudio colaboraba René Sargent, autor de las mansiones de Matías Errázuriz y Josefina de Alvear, de Ernesto Bosch y Elisa de Alvear y del emblemático Palacio Sans Souci de Carlos María de Alvear y Mercedes Elortondo. El barrio elegido, por supuesto, fue el de Nueva Córdoba, el asiento de la alta sociedad cordobesa y de la gente de fortuna.

Para la construcción y dirección técnica de la obra, el poderoso empre-sario contrató a Carlos Agote, un experimentado ingeniero argentino educado en Francia que en ese entonces era director de la construcción del Palacio Paz en Buenos Aires. Para la decoración eligió a la firma parisina Krieger, que se encargó de diseñar los interiores en estilo Luis XVI e Imperio. Dejó los jardines en manos del paisajista Charles Thays. Martín Ferreyra y su mujer, Mercedes Navarro Ocampo, tuvieron que esperar cuatro años para finalmente ver terminado su palacio debido

Mientras la mayoría de las familias porteñas elegían a Jean-Henri Jansen para

decorar sus mansiones, Ferreyra se volcó por la

exclusiva maison Krieger

En el ala izquierda de la casa se encontraba el Salón Dorado, cuyos muros fueron revestidos con una

boiserie (ver detalle a la izquierda) con paneles que alojan brocados que eran reproducciones de los que

se utilizaron en el Petit Trianon. Para el mobiliario estilo Luis XVI, Krieger eligió tapicería de Aubusson

especialmente tejida para cada pieza. Lo decoró también con cuatro arañas de bronce con caireles de

cristal y cortinados damasco de seda dorada.

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Los Ferreyra son una rica familia cordobesa amante del

arte, la música y la arquitectura. Cultos y grandes filántropos,

dejaron un testimonio de enorme refinamiento

El dormitorio del dueño de casa fue confeccionado en estilo Imperio. En él destacaba un secretaire color caoba y una

cómoda, además de la cama con un imponente baldaquino y una lit de repos. En la otra página arriba: retrato de Martín

Ferreyra (1859-1918), un médico cirujano de gran prestigio, vinculado a los círculos sociales, políticos y científicos del país.

Viajó a Europa en 1908 para seguir su educación y cuando regresó a Córdoba, tres años después, decidió construir un

palacete que reflejara su admiración por la cultura europea. En la otra página, abajo: una de las piezas más emblemáticas del Museo Superior de Bellas Artes es La urna verde, el retrato

de la tenista cordobesa Isabel Ponce Laforgue que Rosa Ferreyra de Roca pintó en estilo art déco en 1929.

a la demora que existía en los envíos de algunos materiales desde Europa, en ese momento aquejada por la Primera Gue-rra Mundial. Finalmente se mudaron a la residencia en junio de 1916 junto con sus siete hijos: Martín, Horacio, María Isabel, Estanislao, Ramón, Jorge Enrique y Rosa Malvina. El costo total de la obra ascen-dió a casi medio millón de dólares de la época, lo que al día de hoy representaría alrededor de diez millones.

MEDICO, POLITICO Y HOMBRE DE NEGOCIOS

Estudioso y amante de las bellas artes, Ferreyra fue un médico cirujano de gran prestigio, vinculado a los círculos socia-les, políticos y científicos del país. Se educó en París y en Londres, donde se convenció de que al regresar a la tierra que lo vio nacer construiría un palacete capaz de reflejar su admiración por la cultura europea. Como hombre público

demostró ser un político progresista y a partir de 1892 alcanzó elevadas posicio-nes dentro del gobierno provincial, lo que lo llevó a fundar el Partido Demó-crata en 1913.

Sin embargo, tuvo que dejar de lado su profesión de médico y su vocación po-lítica para dedicarse por completo a la administración del imperio calero Mala-gueño, uno de los más grandes de Suda-mérica y que a principios del siglo XX

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se convirtió en la principal industria del país en su rubro y lo llevó a amasar una inmensa fortuna. En 1918, dos años des-pués de haberse mudado a su palacio, murió a los 59 años a causa de un edema pulmonar.

Su viuda y sus siete hijos permanecie-ron en el palacio, pero fue María Isabel “Polka” Pinto Ferreyra, nieta de Martín, la última habitante. Acompañada de su servicio, vivió hasta los 86 años en uno de los edificios que hasta el día de hoy causa asombro a todos aquellos que lo vi-sitan. Debido a su avanzada edad, Polka decidió mudarse a una casa más pequeña y abandonó para siempre “La Casa Gran-de”, el nombre con el que los Ferreyra llamaron siempre a la residencia de Mar-tín y Mercedes.

UN MUSEO PARA LOS CORDOBESESCon motivo de la Cumbre del Mercosur de

2006, el gobierno de la provincia de Córdoba decidió expropiar el palacio para albergar la reunión de jefes de Estado y posteriormente convertirlo en la sede del Museo Superior de

El costo total de la obra ascendió a casi medio millón de dólares de la época, lo que al día de hoy representaría alrededor de diez millones

La entrada al palacio, que fue reformada por el estudio cordobés Gramatica Guerrero Morini Pisani Urtubey para adaptarlo a su función museística, levantó muchas críticas entre los más puristas estudiosos de la arquitectura, como la de Fabio Grementieri, que en 2006 escribió: “La destrucción de los interiores de esta residencia, única en su tipo, representaría una pérdida considerable para el patrimonio cultural inmueble del país”. Una de estas modificaciones fue la instalación de un piso de vidrio, que contrasta con el criterio clásico y sobrio del clasicismo francés de los siglos XVIII y XVIII. En la otra página, arriba: el gran ventanal del jardín de invierno, que fue decorado íntegramente en sus muros y cielorrasos con treillages. En la otra página, abajo: los Ferreyra lo decoraron con mesas y sillones de mimbre, jardineras de cerámica y una gran mesa central de mármol.

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El gran portón de entrada estilo Luis XVI fue

diseñado por la prestigiosa casa parisina Societé

Anonyme du Val d’Osne

Bellas Artes. Sin embargo, y a pesar de que la familia fue resarcida en 2006 con 9,3 millones de pesos por la propiedad –que fue declarada bien de interés públi-co–, los Ferreyra iniciaron un juicio en el que reclamaban casi 56 millones de pesos entre capital, intereses y costas del juicio. Finalmente, el caso llegó al Tribunal Su-perior de Justicia de Córdoba, que falló a favor de la provincia, y el museo fue inau-gurado el 17 de octubre de 2007.

Hoy se exhiben 750 obras, la mitad de las que conforman la Colección del Pa-trimonio del Gobierno de la Provincia. Una parte significativa de este acervo fue constituido por los envíos obligatorios de artistas cordobeses becados en Euro-pa entre las décadas del 20 y el 40, así como también por algunas donaciones de artistas argentinos. Un refugio de lujo para lo que representa el mayor patrimonio pictórico de los cordobeses. Porque el Palacio Ferreyra, al igual que la pinacoteca que resguarda, es una obra en sí misma, una joya arquitectónica de la Belle Epoque que hoy es patrimonio de todos los argentinos.•

Arriba: el gran portón de ingreso y sus 424 metros lineales de

reja con adornos de fundición, (apoyada sobre un zócalo de

granito rosa) adelantan la imponencia del palacio. Derecha:

una imagen de la casa a pocos años de haber sido inaugurada y que refleja el refinado estilo de

vida de las familias millonarias de la generación del Centenario.

Texto: Rodolfo Vera Calderón Fotos: Tadeo Jones y álbum familiar de María del Carmen Ferreyra

Agradecemos a Tomás Bondone, director del Museo Superior de Bellas Artes de Córdoba