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Paralaje Nº 2/ Dossier Francisco Vega & Johann Hoffmann _______________________________________________________________________ 41 DEUX EX MACHINA LA CONSTRUCCIÓN DE LA UNIVERSALIDAD EN LACLAU Y BADIOU Francisco Vega y Johann Hoffmann * Resumen En este ensayo se someterán a evaluación los aportes filosófico- políticos de Alain Badiou y Ernesto Laclau, intentando desvelar los puntos de conexión de ambos autores y las divergencias que sus enfoques presentan. Para ello, y con la pretensión de constituir simplemente notas e insertarse en un debate más amplio, hemos barruntado un esquema estructurado, inicialmente, en un momento analítico divido en dos partes: la concepción de lo político en Badiou y la concepción de lo político en Laclau. Finalmente, en un despliegue crítico de los presupuestos de ambas doctrinas, presentaremos las conexiones y divergencias de ambos sistemas, con la intención de presentar un nuevo horizonte para pensar lo político y establecer una plataforma que permita meditar algunas consecuencias específicas en ese ámbito. Descriptores: hegemonía, sujeto, político, estructura, universalidad, acontecimiento, situación, simulacro. Recibido en enero de 2009/ Aceptado en febrero de 2009. * F. Vega es licenciado en Filosofía y estudiante de Magíster en Filosofía, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, e-mail: [email protected] ; J. Hoffmann es licenciado en Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, e- mail: [email protected] ;

Paralaje Nº 2/ Dossier Francisco Vega & Johann Hoffmann · 2014-10-28 · Paralaje Nº 2/ Dossier Francisco Vega & Johann Hoffmann 43 un ejemplo externo aunque necesario en nuestro

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Paralaje Nº 2/ Dossier Francisco Vega & Johann Hoffmann

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DEUX EX MACHINA

LA CONSTRUCCIÓN DE LA UNIVERSALIDAD EN LACLAU Y BADIOU

Francisco Vega y Johann Hoffmann∗

Resumen

En este ensayo se someterán a evaluación los aportes filosófico-políticos de Alain Badiou y Ernesto Laclau, intentando desvelar los puntos de conexión de ambos autores y las divergencias que sus enfoques presentan. Para ello, y con la pretensión de constituir simplemente notas e insertarse en un debate más amplio, hemos barruntado un esquema estructurado, inicialmente, en un momento analítico divido en dos partes: la concepción de lo político en Badiou y la concepción de lo político en Laclau. Finalmente, en un despliegue crítico de los presupuestos de ambas doctrinas, presentaremos las conexiones y divergencias de ambos sistemas, con la intención de presentar un nuevo horizonte para pensar lo político y establecer una plataforma que permita meditar algunas consecuencias específicas en ese ámbito.

Descriptores: hegemonía, sujeto, político, estructura, universalidad, acontecimiento, situación, simulacro.

Recibido en enero de 2009/ Aceptado en febrero de 2009.

∗ F. Vega es licenciado en Filosofía y estudiante de Magíster en Filosofía, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, e-mail: [email protected]; J. Hoffmann es licenciado en Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, e- mail: [email protected];

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Introducción

Intentaremos a continuación presentar una serie de convergencias y divergencias en los análisis políticos de Alain Badiou y Ernesto Laclau. En el marco de un coloquio como éste, denominado Resistencia y simulacro1, se hace preciso mencionar que, efectivamente, se tratará de mostrar ciertos conflictos y aporías vinculados a la política contemporánea en el horizonte general del capitalismo globalizado o tardo-capitalismo. Sin embargo, las alusiones que se harán a las nociones de simulación y simulacro obligan a precisar que se efectúan en un contexto muy situado, y que son precisamente las reflexiones de Laclau y Badiou, y no guardan directa relación con las disquisiciones contemporáneas desarrolladas en el campo de la realidad mediática o ‘simulacral’, aun cuando dimanan evidentemente del reconocimiento de su arraigo epocal a la actualidad telemediática o a la videosfera, como ha sido llamada por Baudrillard, o al mundo-imagen, siguiendo a Susan Buck-Morss. De igual modo, esperamos que alusiones a conceptos filosóficos capitales como acontecimiento o hegemonía, entre otros, vayan mostrando su especificidad en el despliegue analítico de nuestra investigación.

Con el trabajo desarrollado esperamos vincular una serie de reflexiones que intentan superar ciertos paradigmas de la filosofía política actual, mostrando un horizonte de resolución nuevo, que permite cartografiar de modo distinto las luchas políticas actuales y los modos de intervención teórica.

El trabajo de Badiou y Laclau surge de un contexto polifónico de voces, en las que se cruzan, por dar algunos nombres, los desarrollos teóricos de Althusser, Heidegger, Deleuze, Derrida, Gramsci, entre otros. En un texto relativamente reciente, cabe mencionarlo, S. Žižek ha vinculado el lineamiento filosófico-político actual acercando las posturas de Laclau y Badiou (junto a las de Balibar y Rancière), tratamiento que ofrece ya cierto material analítico de base. En su argumento, se dice, los autores comentados padecerían en su conjunto cierto kantismo no reconocido, al oponer generalmente dos ejes antagónicos (como lo político y lo policial en Rancière, para dar

1 El presente texto fue leído en su versión original en los Núcleos Temáticos de Discusión Semestral,

organizados por el equipo editorial de Paralaje, realizado durante el segundo semestre del 2008 en el Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. El tema del encuentro, como se señala, fue capitalizado con el título Resistencia y Simulacro. El presente texto mantiene los objetivos focalizados para tal encuentro.

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un ejemplo externo aunque necesario en nuestro estudio) cuyo enfrentamiento perpetuo culminaría en la resignación de una lucha política moderada y sólo reformista o parcial2.

La crítica a esta postura intentaremos mostrarla tangencialmente al yuxtaponer ambos enfoques. Para ello, articularemos una serie de conceptos que, esperamos, muestren el alejamiento de ciertas posiciones teóricas actuales y ciertas divergencias no menores que permitan delimitar nuevos enfrentamientos políticos. Estos conceptos serán los de estructura, sujeto, decisión, acontecimiento y hegemonía, principalmente.

Para ello conviene entonces acercarse previamente, y de forma sucinta, a lo que ambos pensadores entenderán por ‘lo’ político, entendiendo con este nombre, como se verá, la plataforma que permite o posibilita ‘la’ política, entendida genéricamente como el conjunto de las operaciones efectuadas por las instituciones.

I. La concepción de lo político de Ernesto Laclau: la decisión expansiva.

La trayectoria teórica de Laclau puede mantenerse como el despliegue de un conjunto unitario de proposiciones por lo menos desde el ya clásico Hegemonía y estrategia socialista, escrito en conjunto con Chantal Mouffe. Por lo tanto, las ideas centrales de la teoría de la hegemonía que ha venido en defender pueden verse desplegadas en un conjunto de libros y artículos diversos con una fuerte unidad temática de base. Sucintamente intentaremos bosquejar esta teoría, dejando los nudos problemáticos para el final de esta exposición.

Entendida como una superación de las aporías que mantenía el marxismo en general al intentar explicar los nuevos sucesos geopolíticos, la teoría de la hegemonía o de la democracia radicalizada se posiciona así como una nueva lógica de constitución de lo social, que aboga principalmente por la articulación de los múltiples agentes políticos que intervienen en pos de la emancipación de todas las formas de subordinación, de raza, de sexo, de clase, etc3. El término articulación será sin duda uno de los pilares de la divergencia con Badiou, como veremos.

2 Tal análisis puede detallarse en ŽIŽEK, Slavoj, El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2001. 3 Cfr. la introducción de LACLAU , E., Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la

democracia, Siglo XXI Editores, Madrid, 1987 (1985). Conviene destacar que a pesar de señalar que existe una fuerte unidad temática en la teoría laclauiana, el mismo autor ha venido a reconocer que en Hegemonía y estrategia socialista había una deficiencia notoria, apreciada certeramente por Žižek, y que

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Pues bien, según Laclau se habría producido un impasse político y teórico que culminó con un viraje en la conceptualización de lo político. Si lo político fue entendido en el siglo XIX y XX, a través de varias corrientes sociológicas, como un subsistema sometido a las leyes necesarias de la sociedad, ahora se tendería, más bien, a mentar lo político, de forma fundamental, como el “momento instituyente de la sociedad”. Se trata ésta de una primera dimensión de lo político, que puede entenderse como un proceso de des-sedimentación social que, a su vez, implica un proceso de des-totalización social, en la medida en que la sociedad ya no está unificada por una lógica interna y, al mismo tiempo, por el carácter contingente de los actos de institución política, que nunca configuran un ‘efecto de sociedad plena’. Lo político como momento instituyente de la sociedad mienta las dos dimensiones cruciales para entender la teoría de la hegemonía: el carácter incompleto de la sociedad y el carácter incompleto de esos momentos instituyentes. Para Laclau este doble carácter de lo político configura su aporía fundamental: lo que posibilita lo político (el carácter contingente de los momentos de institución) es, al mismo tiempo, lo que la vuelve imposible, en cuanto ninguno de esos momentos es “plenamente” realizable4.

Lo que tenemos, según Laclau, son solamente actos de institución política contingentes que nunca cristalizan en un “efecto de sociedad”, es decir, no se configuran nunca como actos constituyentes de forma plena y acabada. Este rasgo revela lo que Laclau llama el campo de la “indecidibilidad estructural”, y es el que permite explicitar una teoría de la decisión: sólo de esta indecidibilidad estructural se hace posible la decisión, es decir, del ‘caos’ de la estructura o de su constante des-estructuración. Lo que ganamos entonces, si seguimos a Laclau, es una “estructura fallida” en permanente estabilización y desestabilización, y que posibilita la decisión (o la subjetivación), pues de lo contrario, de existir una estructura plena, sólo se aplicarían reglas normativas ya determinadas previamente5. Dicho de otro modo, si la estructura fuera plena o articulada según una lógica endógena no sería uno quien decidiera sino la misma lógica interna de la estructura. La decisión, central en el pensamiento laclauiano, surge precisamente de esa fisura en la estructura y en ese descentramiento de la sociedad.

consistía en problematizar al sujeto exclusivamente con la idea de posiciones de sujeto, es decir, en reducirlo al campo de lo simbólico. Cfr. LACLAU , E., Hegemonía y antagonismo: el imposible fin de lo político, Sergio Villalobos-Ruminott (ed.), Ed. Cuarto Propio, Santiago de Chile, 2002, p. 185. 4 Cfr. LACLAU , E., “Desconstrucción, pragmatismo, hegemonía”, en Desconstrucción y pragmatismo,

Chantal Mouffe (comp.), Ed. Paidós, Bs. As., p. 98-99. 5 El que esos efectos de sociedad nunca cristalizan de forma acabada es precisamente la idea que desbarata aquellos argumentos que ven en la politización de las relaciones sociales un peligro totalitario. Cfr. E. Laclau, “Desconstrucción, pragmatismo, hegemonía”, op. cit., p. 99.

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En una entrevista realizada en los años ’80 Deleuze señalaba:

“Lo que asombra a Foucault sería más bien que con todos esos poderes, con todos los solapamientos y toda la hipocresía, llegue a haber al menos resistencia. Mi asombro es el contrario, que a pesar de que todo se fuga por todas partes los gobiernos lleguen a taponar los escapes. Nos acercábamos al mismo problema en sentidos inversos”6.

Se podría conjeturar que el posicionamiento de la teoría de la hegemonía ocurre precisamente en ese intersticio relacional que configura la distinción deleuziana al interpretar a Foucault. Desde esa plataforma se podría mentar la lucha hegemónica. Bajo la misma lógica, cabe destacarlo, para Laclau constituye un error el problema sociológico de la oposición radical entre agente y estructura, ya que ambas nociones, las de agente y estructura, presuponen una identidad plenamente establecida. De igual modo, una resolución a tal dicotomía como la de A. Guiddens, a través del concepto de “estructuración” (como sistema relacional), establece para Laclau más bien el nombre de un problema que el nombre de una resolución verdadera del fenómeno7. La resolución propiamente dicha vendrá dada para Laclau precisamente con el análisis de la indecidibilidad estructural y el análisis de la emergencia de la decisión, desde ese fondo indecidible.

La solución del problema es, precisamente, el enfoque original de la teoría de la hegemonía. Que a ella se pueda llegar a través de tratamientos analíticos tan diversos lo indica el mismo Laclau, mencionando que el concepto de hegemonía puede vislumbrarse a través del análisis de la lógica del significante vacío, del análisis de las teorías de la emancipación clásicas, como también del análisis de la relación entre universalidad y particularidad, entre otros8. La idea de fondo que permite tal abordaje es la aporeticidad de la estructura o, simplemente, la indecidibilidad estructural ya mentada sucintamente. Para una mayor explicitación, mencionemos de tal modo dos de estos posibles trayectos, a través del análisis de la representación y de la emancipación otorgado por Laclau.

Como frecuentemente es mencionado en la teoría política, y más aun en su práctica, la representación política consiste en que el representante elegido transmita o refleje de modo claro y transparente la voluntad y decisiones de los supuestos

6 DELEUZE, Gilles, Dos regímenes de locos. Textos y entrevistas (1975-1995), Ed. Pre-Textos, Valencia,

2007, p. 253. 7 Cfr. LACLAU , E., Hegemonía y antagonismo: el imposible fin de lo político, p.171. 8 Ibíd., p.161.

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representados. La representación es vista como distorsionada desde el momento en que la voluntad del representante interfiere o afecta las voluntades de los representados. El problema que se mantiene, no obstante, es el porqué de la relación de representación. La respuesta evidente, siguiendo el análisis de Laclau, es que los representados están ausentes del sitio donde ocurre la representación, y esto equivale a decir no otra cosa sino que los representados “necesitan” de la representación, ya que sus identidades están incompletas. Este análisis es importante para Laclau en cuanto prueba teóricamente que la relación de representación es una relación impura, o híbrida, de suplementación. Por su parte, es útil prácticamente en cuanto permite revelar que la “construcción” de las identidades colectivas no es una distorsión de la democracia9. Se trata así, más bien, de una articulación en constante ‘contaminación’.

Precisamente ahí, al interior de la relación de representación, se constituye una indecidibilidad estructural entre las diferentes opciones a seguir, cuestión que configura el campo de batalla hegemónico de la política y, más globalmente, de lo político, de acuerdo a la distinción que introdujimos al inicio y que el mismo Laclau suscribe10.

Siguiendo de cerca un enfoque deconstructivo, Laclau extraerá de esa indecidibilidad estructural los motivos de su teoría de la decisión. No podría ser de otro modo, ya que, en rigor, si la estructura fuese cerrada no se decidiría nada. Sólo desde la indecidibilidad es posible la verdadera decisión11. Así, el punto central será entonces determinar si existe un pasaje entre la universalidad de la regla y la singularidad de la decisión. Por su parte, cabe destacarlo, el problema de la relación entre la indecidibilidad estructural y la decisión no puede ser abordado para Laclau sin apelar a la noción de sujeto12. Precisamente, el pasaje entre la experiencia de la indecidibilidad estructural y la decisión será el momento del sujeto en la teoría de la hegemonía que se nos presenta. ¿En qué medida?

9 Cfr. LACLAU , E., “Desconstrucción, pragmatismo, hegemonía”, pp. 101-102. La idea laclauiana es que,

evidentemente, puede analizarse como una distorsión el que los representantes manipulen o no escuchen a los representados, pero, muchas otras veces, es el trabajo “activo” del representante sobre el representado, al otorgarle un lenguaje político a éste último, la verdadera condición de una democracia efectiva. 10 Cfr. LACLAU , E., Hegemonía y antagonismo: el imposible fin de lo político, op. cit., p.140. 11 Cfr. el análisis hecho por Derrida en Fuerza de ley. El “fundamento místico de la autoridad”, Tecnos, Madrid, 1997. 12

Es el punto que reprochará Derrida a Laclau y que los separa. Por economía, no podemos abordar acá este enorme problema. Algunas menciones del mismo pueden encontrarse en Desconstrucción y pragmatismo, p. 111 y pp. 163 y164. Asimismo, en Hegemonía y antagonismo: el imposible fin de lo político, p. 174.

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El sujeto, siguiendo a Laclau, no puede subsumirse bajo determinismo estructural alguno, y esto no porque se autodetermine como la sustancia spinoziana, el único ser que es causa sui, sino porque la determinación estructural no constituye su propio fundamento y debe ser suplementada por intervenciones contingentes13. Justamente este suplemento es la decisión. Por una parte, la decisión no puede provenir de una conciencia autocentrada, al modo racionalista clásico, pero, no obstante, de acuerdo a Laclau, debe ser de algún modo autodeterminado, en cuanto no puede apelar a fundamento exterior alguno. Este problema es resuelto por Laclau dando cuenta del proceso como si se tratase de una simulación. De alguna forma, señala, decidir es como “personificar a dios”, actuar como él sin poseer los medios para hacerlo14.

La simulación implica para Laclau esa distancia entre la carencia de ser del sujeto y aquello que provee el ser a aquél, y que no ha logrado constituirse como una mera modificación de la estructura. De acuerdo a Laclau, el carácter de esa simulación es tematizada en la teoría lacaniana como identificación, constituyendo una suerte de ‘autodeterminación parcial’. De tal modo, Laclau llega a decir que estamos condenados a ser libres, pero no porque no tengamos, a la manera existencialista, una identidad estructural, sino porque tenemos una “identidad estructural fallida” 15. Hasta aquí entonces el análisis de la indecidibilidad y la emergencia del sujeto y la decisión.

Ahora bien, en cuanto la decisión que hace emerger al sujeto es arrancada de un plano de indecidibiidad estructural, ello implica para Laclau que la decisión no hace manifiesta la identidad del sujeto (a la manera ontoteológica, siguiendo a Heidegger) sino el acto contingente de identificación del sujeto. Por su parte, aquello con lo que el sujeto se identifica no es solamente un contenido particular, sino además otro nombre de la completitud ausente del sujeto. Dicho de otro modo, los actos de identificación implican una escisión en la subjetivación, hallando por una parte el contenido particular encarnado y, por otra, la completitud ausente del sujeto. En la medida en que esta completitud ausente es un objeto imposible, según Laclau, no habrá entonces ningún contenido particular que esté apriorísticamente determinado para asumir la función de encarnación. Así, la consecuencia de esta subjetivación, en cuanto subjetivación política, de identidades colectivas y no ya de una singular, será que no hay a priori un contenido particular determinado que cumpla el rol de la universalidad, pudiendo ser, en

13 Cfr. LACLAU , E., “Desconstrucción, pragmatismo, hegemonía”, p. 113. 14 “Desconstrucción, pragmatismo, hegemonía”, ed. cit., p. 114 y Hegemonía y antagonismo: el imposible fin de lo político, pp. 170-171. En este último texto Laclau habla no de simular ser dios, sino de maldecirlo, en cuanto se quiere ser como él. 15

“Desconstrucción, pragmatismo, hegemonía”, ed. cit., p. 114.

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un momento histórico dado, la lucha feminista, la lucha socio-económica, racial, sexual, etc. Es precisamente esa asunción de representación universal por parte de un contenido particular lo que Laclau llamará hegemonía.

Efectivamente, lo político, bajo esta égida, será la lucha hegemónica que articula dos órdenes a través de una brecha insalvable: entre el orden social positivo y el antagonismo, o entre lo particular y el universal vacío. Este universal vacío puede ser encarnado por distintos actores (el proletariado o la lucha feminista, por ejemplo), a través de un proceso de construcción política contingente y expansiva. De la misma manera, como aducíamos, podríamos haber detallado el concepto de hegemonía a través de otra perspectiva, por la siguiente razón. Sabemos que el proceso de articulaciones políticas expansivas, acaecido en el intersticio ubicado entre la pluralidad de ordenamientos posibles y el ordenamiento de facto que finalmente prevalece en un momento dado, es otro nombre del proceso hegemónico. Ahora bien, el señalamiento de tal intersticio no es otra cosa que la deconstrucción de la estructura socio-política16, deconstrucción que podría darse siguiendo otros objetos temáticos, como el poder, la representación, la tolerancia, la emancipación, etc., y que deberían llevar todos a la vinculación de los conceptos principales de la teoría hegemónica laclauiana, que son los de indecidibilidad, decisión, simulación, identificación y universalidad.

Por ejemplo, en la tercera conferencia dada por Laclau en Chile el año ‘97, se nos acerca de forma análoga al concepto de emancipación, dando cuenta de una deconstrucción de la estructura socio-política, y con los mismos efectos discursivos que hemos detallado. Veamos.

De acuerdo a su análisis, las teorías de la emancipación clásicas se configuran alrededor de dos dimensiones principales. Por una parte, encontramos la dimensión dicotómica, que establece que luego de acaecido el hecho radical que instaurará la sociedad emancipada, toda la sociedad precedente debe ser calificada de irracional, es decir, bajo esta perspectiva, sólo la sociedad post-emancipatoria es o debe ser considerada como una sociedad racional. Desde el punto de vista empírico esto implica, según Laclau, que todo rechazo ético a un régimen X, desde el punto de vista dicotómico, es realizado apelando a la irracionalidad absoluta de ese régimen, ya que si bien puede depender de la racionalidad de su gente, desde el punto de vista de la

16 Ibíd., p. 112.

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totalidad histórica no conlleva ninguna cuota de racionalidad que dé cuenta de su necesidad17.

La segunda es la dimensión de fundamentos. Según Laclau, esta dimensión señala que la historia no es simplemente el corte entre la racionalidad post-emancipatoria y la irracionalidad previa al hecho emancipatorio, sino el despliegue de una racionalidad histórica básica. De acuerdo al análisis de Laclau, ambas dimensiones cohabitan en las teorías de la emancipación, y lo importante no es deshacerse de ellas sino mostrar que ambas se requieren mutuamente, al mismo tiempo. De tal modo, al igual que en el análisis antes seguido, la emancipación se configura como un objeto imposible pero necesario: por una parte, el fundamento es imposible, ya que si hay fundamento no hay dicotomía, pero al mismo tiempo ese fundamento debe ser planteado en una acción colectiva. De igual modo, es necesaria la dicotomía radical, pero si ésta es enteramente radical sólo se concentraría la racionalidad en uno de los polos. En síntesis, para Laclau es necesario postular a la vez tanto el fundamento como la dicotomía18. La hegemonía, al final, no es sino la articulación de esas dos imposibilidades: un fundamento total y una dicotomía total, y hay que decidir ambos gestos a la vez, de forma análoga a la necesidad contingente o a la contingencia necesaria del proceso de subjetivación antes descrito.

Lo que ganamos finalmente del análisis de Laclau es una teoría de la vacuidad del campo social (en constante estabilización), y una teoría de la hegemonía que da cuenta de la emergencia de la encarnación de lo particular como universal. Lo universal, en síntesis, se construye entonces a través de la lucha hegemónica, y es siempre el efecto de prácticas políticas articulatorias. Mayores detalles de las características del enfoque de Laclau serán retomadas en el desarrollo final del contraste con el análisis de Badiou.

II. La concepción de lo político de Alain Badiou: la fidelidad al acontecimiento.

¿Qué es “lo político” en Badiou? Siguiendo la temática de la presente reunión, pero sin comprometer la definición específica de Badiou al respecto, es posible la interpretación de las dos siguientes críticas (co-dependientes) de Badiou como simulacros de lo políticos:

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Hegemonía y antagonismo: el imposible fin de lo político, ed. cit., p.154. 18 Ibíd., p.161.

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1º Todo discurso que legitime desde la estructura estatal el régimen representativo-partidista no hace más que perpetuar, por una parte, los intereses de comunidades cerradas y sectorial partidistas inspiradas en el lobby parlamentario o, por otra parte, el deseo de asirse del poder del Estado19. La representatividad partidista o estatal no representa a nadie salvo los intereses particulares.

2º El discurso “filosófico político” actual (dependiente del registro discursivo de Hannah Arendt, por ejemplo) debe ser desenmascarado en tanto, por un lado, crea el espacio teórico-conceptual para el ejercicio del “juicio en común”, base del consenso de la opinión que reproduce así la situación actual en tanto tal; por otro lado, esconde una opción política particular y determinada bajo el nombre “política”20. Así, la opinión y el consenso perpetúa el estado actual de cosas, y el estado actual de cosas está fijado no por otra cosa que las políticas de mercado y el neoliberalismo.

Lo propiamente político en Badiou no surge del orden establecido iterado en la homogeneidad de los discursos teóricos políticos actuales ni, tampoco, en los estatales partidistas; por el contrario, emerge en la diagonal incalculable que opera una ruptura en una situación: el acontecimiento, el cual abre un campo político concreto y singular. Ciertas precisiones de tipo ontológico dentro del pensamiento del autor resultan fundamentales. Las dos críticas previamente referidas, que caracterizan dos modos impropios de considerar la política, se insertan y toman sentido a través de dos conceptos formales característicos del sistema badiouano: son los conceptos de situación y estado de la situación.

Situación21 y estado de la situación22, en su interrelación, podrían ser comprendidos como aquél todo estructural que da sentido parcial (en el caso de la situación) y un sentido global (en el caso del estado) a un estado de existencia

19 Cfr. BADIOU, Alain, Reflexiones sobre nuestro tiempo: Interrogantes acerca de la ética, la política y la experiencia de lo inhumano, Ediciones del Cifrado, Bs. As., 2006, p. 31. 20 Cfr. BADIOU, Alain, Metapolitics, Verso, London, 2005. Traducido al inglés por Jason Barker desde el original en francés: Abrégué de métapolitique, Editions du Seuil, Paris, 1998, pp. 17-21[en adelante MP]. 21 Situación: “Es toda multiplicidad consistente presentada, por lo tanto: un múltiple y un régimen de cuenta-por-uno o estructura”, BADIOU, Alain, El ser y el acontecimiento, Manantial, Buenos Aires, 1999, p. 568 [en adelante S&A]. Traducido por: Raúl J. Cerdeiras, Alejandro A. Cerletti y Nilda Prados desde el original en francés: L`être et l`êvenement, Éditions du Seuil, Paris, 1988. 22

Estado de la situación: “-El estado de la situación es aquello por lo cual la estructura de una situación es, a su vez, contada por uno. También se podrá hablar entonces de cuenta-de-la-cuenta o de metaestructura. / -Vemos que la necesidad del estado resulta de la necesidad de descartar toda presentación del vacío. El estado cierra lo pleno de la situación. -Vemos que el estado de la situación asegura la cuenta-por-uno de la partes (o sub-múltiples, o sub-conjuntos) de la situación”. BADIOU, Alain, S&A, p. 553.

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determinado. En un lenguaje clásico, podríamos decir que situación refiere la existencia óntica particular; mientras que estado de la situación mienta la determinación de aquella situación en la figura de una determinación, orden y codificación.

Como se insinuaba, y ahora frente al contexto estructural descrito brevemente, la aparición de lo político se articula en torno a lo que Badiou llama Acontecimiento. El acontecimiento es un azar dentro de la situación, un incalculable que, por lo mismo, no puede ser aprehendido, determinado o codificado por el Estado; es, si se quiere, una falla en la estructura. Que su acaecimiento dependa no más que de un azar dentro de una situación no implica, sin embargo, que no tenga “condiciones de emergencia”. Para explicar este requerimiento formal de emergencia de un acontecimiento, resulta adecuado introducir una definición del autor: “Una política (…) es una singularidad en situación, dependiente de un acontecimiento que afecta lo colectivo”23.

Una singularidad en situación es lo que Badiou llama un sitio de acontecimimento24. El sitio es un tipo de multiplicidad en situación a la cual el Estado no puede codificar puesto que el material de que él está compuesto —los entes múltiples que lo conforman— no accede a la determinación del discurso estatal ni a la de sus instituciones ni, en general, dentro de sus operaciones, aunque sean justamente estas multiplicidades las que lo conforman. Esta es una característica de existencia de este tipo de multiplicidad singular en situación, que Badiou caracteriza como estar al borde del vacío25, y confiere su carácter a las situaciones históricas. El autor lo explica de la siguiente forma: “La paradoja de un sitio de acontecimiento es que solo se puede reconocer a partir de aquello que no presenta en la situación en la que él mismo está presentado”26.

23 BADIOU, Alain, Condiciones, Siglo XXI Editores, México, D.F., 2002, p. 212. Traducido por Eduardo Lucio Molina y Vedia desde el original en francés: Conditions, Éditions du Seuil, Paris, 1992. 24 Sitio de acontecimiento: “-Un múltiple en situación es un sitio de acontecimiento si es totalmente singular: el está presentado, pero ninguno de sus elementos lo está. Pertenece, pero no está en absoluto incluido. Es elemento, pero de ningún modo parte. Es totalmente a-normal. -Diremos también de un múltiple tal que está al borde del vacío, o que es fundador”. BADIOU, Alain, S&A, p. 568. 25

Al borde del vacío: “Característica de posición de un sitio de acontecimiento en la situación. Como ninguno de los elementos del sitio es presentado, «por debajo» del sitio no hay, en la situación, más que el vacío. O bien, la diseminación de un múltiple tal no está en la situación, aunque el múltiple sí lo esté. Es la razón por la cual el uno de dicho múltiple se encuentra, en la situación, justo al borde del vacío. -De manera técnica, si β∈α, diremos que β está al borde del vacío si para todo γ∈β (todo elemento de β), tenemos: ∼(γ∈α), γ no es elemento de α. Diremos también que β funda α”, BADIOU, Alain, S&A, p. 546. 26

BADIOU, Alain, S&A, p. 216.

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De esta manera, el sitio de acontecimiento muestra la inestabilidad de las situaciones históricas en tanto sustracción de las multiplicidades que componen el sitio de acontecimiento a toda cuenta estatal.

Podemos comprender, con lo hasta aquí dicho, en qué sentido lo político sería “una singularidad en situación”. Por otra parte, esta singularidad “depende de un acontecimiento que afecta lo colectivo” porque, en la práctica, el sitio de acontecimiento da el nombre ontológico a lo que, tras el acontecimiento, retroactiva y ónticamente puede ser leído como un colectivo que hace verdad de sí mismo. Se entiende que, desde el punto de vista de la estructura, el sitio es una singularidad incodificable; desde el punto de vista del acontecimiento, el sitio, en tanto colectivo, muestra la universalidad inmediata de un múltiple que hace verdad de sí mismo. En otras palabras: la política, así comprendida, es un procedimiento que intrínsecamente requiere que el pensamiento que ella lleva a cabo, sea “el pensamiento de todos”. “Pensamiento” es, así, el procedimiento político mismo en tanto es captado en subjetividad.

Pero que lo que “ha pasado”, en tanto inexistencia de una norma o codificación asignable, realmente “exista” queda librado a una decisión respecto a la pertenencia del acontecimiento a la situación, a la cual Badiou dará el nombre de intervención27. A través de este procedimiento de intervención se realiza el reconocimiento del acontecimiento en tanto tal. Sin embargo, es posible ver que esta idea de reconocimiento implica una nominación: “La intervención tiene como operación inicial hacer el nombre de un elemento impresentado del sitio, para calificar el acontecimiento del que ese sitio es el sitio” 28.

Es el procedimiento por el cual se elige un representante nominal desde el sitio —se ve el carácter de decisión— para dar nombre al acontecimiento. Sin embargo, la fijación del nombre del acontecimiento no debe depender estrictamente de aquél término que sirve de referencia sino sólo en tanto extracción de ese nombre desde el vacío del sitio en general, por lo que aquél elemento utilizado de representante del sitio para la nominación no será más que un cualquiera de entre los términos impresentados

27

Intervención: “-Procedimiento por el cual un múltiple es reconocido como acontecimiento y que decide la pertenencia del acontecimiento a la situación en la que éste tiene su sitio. -Vemos que la intervención consiste en nombrar un elemento impresentado del sitio para calificar el acontecimiento del que ese sitio es el sitio. Esta nominación es a la vez ilegal (no se realiza conforme a ninguna ley de la representación) y anónima (el nombre extraído del vacío es por fuerza indistinguible, pues es extraído del vacío. Ella equivale a «ser un elemento impresentado del sitio») -El nombre del acontecimiento, que se indexa al vacío, es así supernumerario respecto de la situación en la que hará circular el acontecimiento (…)”, BADIOU, Alain,, S&A, p. 560. 28

BADIOU, Alain, S&A, p. 228.

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del sitio. Bajo esta condición, el nombre será anónimo pues no tendrá que ver más que con lo cualquiera del colectivo que es el sitio desde donde se extrae y, más aún, será innombrable.

En fin, el pensamiento político no será más que pensamiento del nombre que, extraído desde el colectivo en tanto cuerpo del acontecimiento, mantendrá a lo largo de todo el proceso político. Tras la intervención y, por lo tanto, por medio de una elección que lo inserta y lo pone en circulación dentro de la situación, dos serán las posibilidades sobre el acontecimiento que el autor señala, y quedan abiertas respecto de aquél: la indiferencia, que implica el desconocimiento de que “algo haya sucedido”, o la adhesión.

Sin embargo, surgen ciertas interrogantes en torno a la política, por ejemplo, ¿cómo es posible que el nombre conserve su singularidad toda vez que siempre es posible encontrar un referente para el nombre? Para responder a estas interrogantes es posible señalar las soluciones que Badiou ve en el trabajo de S. Lazarus, y que, finalmente, otorgan una característica del nombre: “…el nombre no tiene nombre ni definición. Pero esto significa que no es un nombre de lo que existe”29.

Que, en definitiva, el nombre no sea nombre de lo que existe significa que el camino de subjetividad asumido a través de la intervención se mantiene a distancia de toda objetivación a través de un desbalance entre lo que existe hacia lo que puede existir. Esta es también una de las características de los enunciados que conforman una política en interioridad y, particularmente, de emancipación; todos estos enunciados, por lo demás, son extraídos desde el sitio al borde del vacío que es el sitio de acontecimiento: “Consecuentemente, la esencia del nombre (…) no es descriptiva: es prescriptiva”30.

Que el nombre tenga un carácter prescriptivo ya podía ser intuido a partir de que la intervención decidía la pertenencia del múltiple acontecimental a la situación donde tenía su sitio. Ahora se puede ver cómo esta decisión sobre la situación es, finalmente, una decisión sobre un posible. Sin embargo, es de notar que el filósofo francés está consciente de que, en definitiva, esta decisión sigue siendo ilegal en la medida en que lo legal depende de la estructura codificadora:

29 BADIOU, Alain, MP, p. 31. 30

BADIOU, Alain, MP, p. 32

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“…seguirá siendo siempre dudoso que haya habido acontecimiento, salvo para el que interviene, que decide su pertenencia a la situación. Lo que sí habrá serán las consecuencias de un múltiple particular, contadas por uno en la situación y de las que se pone en evidencia que no eran calculables”31.

III. Análisis de la crítica de Laclau a Badiou

La crítica fundamental efectuada por Laclau a Badiou se pronuncia en torno a tres conceptos fundamentales y atañe al sistema teórico mismo que se ha presentado; estos conceptos son Universalidad, Particularidad y Singularidad32.

Como se describió, el sitio de acontecimiento para Badiou está compuesto por elementos que la estructura no puede codificar a través de sus operaciones, cuestión que crea el ámbito para el acontecer del acontecimiento. Es, si se quiere, la condición de acontecimentalidad o una singularidad en situación. El acontecimiento, desde el sitio al borde del vacío, opera una fisura en el campo estructural del estado, a la cual Badiou llamará vacío, el cual, a través de una intervención, será nombrado y ya no sólo será considerado en tanto singularidad sino, ahora, como inmediatamente universal, puesto que el vacío, bajo el nombre genérico de colectivo, apuntará, siguiendo a Badiou, a lo cualquiera del múltiple a través del enunciado “para todo X, hay pensamiento”.

Laclau argüirá que en este punto Badiou efectúa un uso meramente metafórico de la Teoría de Conjuntos: el colectivo o sitio, tras el acontecimiento, no puede ser singular en tanto “vacío de una situación” puesto que este sitio, en realidad, no está vacío como se puede apreciar dentro de la teoría de conjuntos. Precisamente, está compuesta de elementos particulares que llenan este supuesto vacío (a través de demandas particulares), estableciendo una brecha insalvable entre sitio y el colectivo. Como se dijo, el sitio tiene la característica de estar al borde del vacío que mienta sólo la imposibilidad previa al acontecimiento del estado de efectuar sus operaciones estructurales. Solamente a través de una intervención, elegido el nombre innombrable del acontecimiento y puesto en circulación, el sitio, ahora en tanto colectivo, puede ser nombrado retroactivamente como el vacío de esa situación, no en tanto libre de contenidos particulares, como lo sería la serie de demandas que Laclau aduce, sino en tanto la requisición de que para todo perteneciente al colectivo “haya pensamiento”.

31 BADIOU, Alain, S&A, p. 231. 32

La crítica de Laclau a Badiou puede encontrarse en “Una ética del compromiso militante” en Debates y combates. Por un nuevo horizonte de la política, FCE, Bs. As., 2008 [en adelante DC].

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Sucede como si Laclau necesitara ver alguna mediación entre el sitio y el colectivo nombrado como vacío para que cualquier acontecimiento pudiera acaecer. Sin embargo, para Badiou la mediación no es un superar el estado previo, sino una decisión interventora que, entre el sitio de la situación y el vacío del acontecimiento, interpone al propio acontecimiento.

La política que Badiou profesa es una política que apunta a la emergencia local de una singularidad a través de la puesta en circulación de un nombre del acontecimiento que es inmediatamente universalizable porque apunta a la posibilidad de un pensamiento de la política a través de la prescripción “para todo militante, hay pensamiento”, donde militante no refiere una política particular, sino sólo la nominación del sujeto de esa política singular. Pese a esta explicación, se mantiene la pregunta de Laclau, pero desde otro frente, ¿no es la requisición de pensamiento para el colectivo ya un “llenar el vacío”, en tanto requerimiento de ciertos contenidos éticos a priori para sustentar la supuesta Universalidad del colectivo?

Pues bien, ¿a través de qué pasos lógicos se efectúa entonces la crítica laclauiana? Como sabemos, y al igual que Laclau, Badiou se niega a fundamentar su ética en un normativismo a priori, pues éste pertenecería al orden de lo calculable dado. Lo ético dimana más bien, para ambos autores, del acontecimiento, el cual, al momento de surgir, genera una zona de indeterminabilidad que fuerza la decisión. Este esquema inicial es mantenido por ambos autores.

El problema, según Laclau, es que no se puede distinguir entre acontecimientos verdaderos y falsos en aquello que los acontecimientos proclaman, pues se pasaría de contrabando el normativismo previamente excluido del argumento de Badiou. En segundo lugar, eso exigiría una instancia de juicio externo tanto para la situación como para el acontecimiento, pues, desde la estructura, el acontecimiento es pura sustracción y, desde el acontecimiento, evidentemente tampoco hay resolución, pues eso mismo es lo que se está cuestionando. En una suerte de deus ex machina (y que Žižek sí incorpora a través de una teoría de la falsa conciencia) Badiou establecería un tercer discurso sin lugar dentro de su sistema33.

El paso obligado que le queda a Badiou, según Laclau, es distinguir entre acontecimiento y simulacro con las categorías de su ontología dualista, en este caso, a través de lo pleno y lo vacío. Y esto, siguiendo a Laclau, no elimina el deus ex machina, pues Badiou aún tendría que explicar por qué dar expresión al vacío es bueno en tanto

33 Cfr. LACLAU , E., DC, pp. 72-73.

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que dar una expresión a lo pleno es malo. Al menos, con este paso, arguye Laclau, se ha avanzado un tanto.

El argumento de Laclau se concentra entonces en determinar la ambigüedad de la relación vacío/pleno. Según su análisis, finalmente esta relación resulta insostenible. En primer lugar, porque el vacío en rigor no está vacío para Badiou (aunque quizá sólo existe en matemática), pues ya posee cierto contenido, “el universal”. En segundo lugar, siguiendo a Laclau:

“porque el ordenamiento de los elementos de la situación que produce el sujeto a partir de la inconsistencia genérica revelada por el acontecimiento exige, si queremos que la noción de ‘ordenamiento’ tenga algún sentido, cierta consistencia entre la universalidad exhibida por el acontecimiento y el nuevo ordenamiento que resulta de la intervención del sujeto”34.

Pues bien, esta consistencia no puede ser lógica, pues de ser así la distinción entre acontecimiento y situación se cancelaría y, de igual modo, la noción de una ontología basada en la multiplicidad dejaría de tener sentido (pues no habría dos polos articulados). La alternativa que observa Laclau es que la consistencia entre el acontecimiento y el nuevo orden sea una creación contingente. Por lo tanto, “procedimiento de verdad” y “construcción contingente” resultarían al final términos equivalentes, que vincularían a ambos pensadores. Lo que se revelará entonces, de acuerdo a la interpretación de Laclau, es que las categorías extraídas por Badiou, se van incorporando para llenar lagunas que van dejando presupuestos ontológicos equivocados. Pues el problema de fondo, que constituye el falso comienzo de Badiou o su falso problema, es que lo último que se describe en el análisis, esto es, la consistencia, no es otra cosa que llenar el vacío. Si de ahí hubiera partido Badiou, posiblemente los caminos con Laclau se cruzarían de modo más cercano. De tal manera, según Laclau sólo quedan dos opciones35:

i) La distinción vacío/pleno pierde sentido, se deconstruye, o

ii) Se establece entre sus polos un sistema mucho más complejo de desplazamientos mutuos que lo mentado en el análisis de Badiou (he aquí el por qué las dificultades están dadas por los presupuestos ontológicos de Badiou).

34 LACLAU , E., DC, p. 85. 35 Ibíd.

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Pero hagamos otro comentario antes. Tres figuras del mal ha establecido Badiou, es decir, tres formas de distorsión o corrupción de una verdad: el simulacro (el reemplazo del vacío por la plenitud de la comunidad), la traición (o infidelidad al acontecimiento) y la “totalización” dogmática de una verdad. De ellas, sólo la primera tiene la intención de discriminar entre un acontecimiento verdadero y uno falso. Y es que la segunda, la traición, sería considerada un mal tanto desde el acontecimiento como desde el simulacro (pues tanto un fascista y un socialista condenan la traición). La tercera forma presenta problemas propios, dirá Laclau, concentrándose así en la primera figura.

Para Badiou, cabe destacarlo, las fronteras entre la situación y su vacío se conciben en términos de ‘bordes’, esto es, sitios de acontecimiento que, si bien pertenecen a la situación, proporcionan cierta infraestructura, en sentido topográfico, a la emergencia de un acontecimiento. Pues bien, los desplazamientos introducidos por Laclau a la teoría de Badiou culminarán entonces señalando que el borde del vacío no es un lugar preciso dentro de una situación calculable, sino algo cuya presencia vuelve imposible a una situación estructurarse por entero como tal (como lo Real lacaniano, fisura de lo simbólico). En este caso, habría que distinguir entonces entre situación y situacionalidad, donde el primero es el orden óntico realmente existente y el segundo un principio ontológico de la ordenación como tal. Estas dos dimensiones nunca se yuxtaponen por completo.

Por lo tanto, el acontecimiento (cuya imprevisibilidad comparte Laclau con Badiou) posee desde siempre los dos roles aducidos ya: por un lado, subvertir el estado de la situación existente mediante la nominación de lo innombrable. Pero, además, agrega Laclau, reestructurar un nuevo estado “en torno a un nuevo núcleo” 36.

En este último caso, no obstante, se consuma el desplazamiento a Badiou: la situación y el acontecimiento se contaminan entre sí: no son ubicaciones separadas dentro de una topología social, sino dimensiones constitutivas de toda identidad social. Esta sería la égida central de la deconstrucción laclauiana a la teoría de Badiou. Ahora bien, lo mismo pasa finalmente con la distinción acontecimiento y sitio del acontecimiento. Asimismo, con este desplazamiento se hacen patentes los dos modos de universalidad que nombramos en el titulo. ¿Por qué?

La relación entre el acontecimiento y la situación tiene que concebirse como contaminación mutua para Laclau, como lo habíamos de alguna manera bosquejado con la descripción sucinta de su enfoque. Así, para Laclau, en un caso empírico, las

36

Ibíd., p. 87.

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demandas de los sin-papeles, por ejemplo, son claramente y, en primer lugar, demandas particulares y no universales. He ahí la contaminación que, dicho sea de paso, podría ser utilizada en el sistema de Laclau como otro nombre del término hegemonía. Pues, ¿cómo puede surgir entonces algún tipo de universalidad de estos actos contingentes y particulares? Sólo en tanto los excluidos de muchos otros sitios perciban la naturaleza común de las demandas y vivan su lucha particular “dentro de una lucha emancipadora más amplia y extensiva” 37. Esto mienta la mediación que incorporábamos al comienzo de la reseña de lo político en Laclau.

IV. Convergencias y divergencias

Si elaboramos una plataforma de análisis de este breve bosquejo obtenemos conclusiones bastante importantes. Intentaremos así yuxtaponer algunos textos. S. Žižek, en El espinoso sujeto, ha señalado que

“aunque estos autores han realizado importantes progresos con respecto al punto de partida althusseriano (su mérito perdurable es que han avanzado sin quedar inmersos en la ciénaga posmoderna y/o desconstruccionista), parecen haber caído en la trampa de la política “marginalista”, aceptando la lógica de los estallidos momentáneos de una politización radical “imposible” que contiene las semillas de su propio fracaso y debe retroceder ante el orden existente (aceptan las parejas del acontecimiento-verdad versus el orden del ser, de la política versus la policía, de la egaliberté versus la universalidad imaginaria)”38.

¿Que se discute acá? No otra cosa que un kantismo nihilista y resignado: ambos autores, al enfrentar dos órdenes irreconciliables, no harían sino resignarse ante el inminente fracaso de cualquier tentativa emancipadora. Y continúa Žižek:

“…quizá la formulación filosófica definitiva de la oposición política entre policía y política es la que ha trazado Derrida entre la ontología y la lógica imposible de la espectralidad que impide-propone-desplaza por siempre el cierre del edificio ontológico: el gesto propiamente desconstruccionista consiste en mantener la apertura espectral, en resistir a la tentación de su cierre ontológico”39.

37

Ibíd., DC, p. 88. 38

ŽIŽEK, S., op. cit., pp. 252-253. Un balance más completo de las problemáticas tratadas puede asimismo verse en Contingencia, Hegemonía, Universalidad. Diálogos contemporáneos de izquierda, FCE, Buenos Aires, 2004. Para un contraste con posturas como la de J. Rancière puede verse también LACLAU , E., La Razón Populista, FCE, Buenos Aires, 2005. 39

Ibíd., p. 258-259. Expresamente, como vimos, se halla implicada la deconstrucción derrideana en el análisis de Laclau.

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Creemos que tales premisas no se pueden mantener, menos aún cuando hemos barruntado la deconstrucción laclauiana de las teorías de la emancipación básica. Si la norma kantiana implicaba un progresuss ad infinitum, de donde dimana la resignación así cuestionada por Žižek, ¿acercamiento a qué habría en estos autores? La plataforma de base que otorga, no obstante, es defendible, y encuentra su expresión fundacional en la teoría del sujeto que, con modulaciones, han rescatado estos autores:

“El debate tradicional en torno a la relación entre agente y estructura queda así fundamentalmente desplazado puesto que el tema ya no es un problema de autonomía, de determinismo versus libertad, en el que dos entes plenamente constituidos como objetividades se limitan mutuamente. Por el contrario el sujeto surge como un resultado del fracaso de la sustancia en el proceso de su autoconstitución. Antes de adoptar cualquier posición, identidad o mandato particular, en una primacía lógica que garantizará la condición radical de la nueva doctrina, el sujeto es, entonces, el sujeto de la carencia”40.

Parece que la plataforma analítica de base se articula precisamente en torno a este eje, que no es otro que la critica radical a todo fundacionalismo político y a toda teoría de la comunicación transparente, no distorsionada, en cuyo seno sigue habitando un contractualismo que presupone identidades preestablecidas. Se trata acá, más bien, de señalar, en su radicalidad, el momento contingente de lo político y la perpetua desestabilización de la estructura socio-política. Tal gesto, en ambos autores, es el punto de fuga de las teorías políticas dominantes y tradicionales.

Como divergencias, surgen así, finalmente, dos conclusiones de doble implicancia. O el análisis de Laclau realiza continuas omisiones que i) emparentan más a ambos autores, en el reconocimiento último de estructuras articulatorias en Badiou que no han sido apreciadas, o ii) las omisiones separan de forma aun más radical a ambos sistemas teóricos. Por otra parte, o iii) el análisis de Laclau es fiel y es Badiou quien no logra anclar su noción de universalidad de forma suficiente, o iv) el análisis efectuado es fiel, y demuestra de forma indirecta que es Laclau el que sigue habitando, de cierta manera, una política representativa cercana, con todo, a las políticas tradicionales de Estado41.

40

LACLAU , E., “Prefacio”, en: S. Žižek, El sublime objeto de la ideología, S. XXI, México, 1992, p. 18. Esta referencia, con el fin de acercar ambos enfoques, es realizada también por BOSTEELS, Bruno en su Badiou o el recomienzo del materialismo dialéctico, Ed. Palinodia, Santiago de Chile, 2007, pp. 63-64. 41

Como se aprecia, finalmente, hemos querido destacar los puntos comunes de los enfoques contrastados y establecer el alejamiento de ciertos paradigmas ya muy conocidos en teoría política, dejando pendiente algunos temas de crucial importancia, fundamentalmente la divergencia en la teorización contemporánea del sujeto. Dichos temas esperamos retomarlos de forma crítica posteriormente, luego del necesario momento hermenéutico al que nos hemos abocado ahora. De todos modos, una revisión crítica muy

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Si la conclusión iii) es cierta (esto es, que Laclau está en lo correcto, y es Badiou quien no logra sustentar de modo pertinente su noción de universalidad) tendría razón, de igual modo, el análisis de Daniel Bensaïd. Este último, a propósito de la definición de Badiou del militante como “centinela del vacío al que instruye el acontecimiento”, señala: “A fuerza de explorar este desierto de Tártaros, de donde vendrá el enemigo y lo hará héroe, el centinela termina por adormecerse frente a los espejismos del vacío”42. En dicho esquema, ¿representaría Laclau la figura del mediador frente al estado representativo?

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detallada puede verse en MOREIRAS, A., Línea de sombra. El no sujeto de lo político, Ed. Palinodia, Santiago de Chile, 2006. 42 Daniel Bensaïd, “Badiou y el milagro del acontecimiento”, en: Resistances. Essai de Taupologie générale, II parte: “Erupciones y cráteres. Políticas del acontecimiento”. Capítulo 2, Fayard, Paris, 2001.

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