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Para trabajar el tiempo de Pascua
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Pascua 2016: Tiempo para anunciar la alegría del Evangelio Centro San Juan de Dios - Ciempozuelos
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INDICE Pág
Portada: Cartel de la dinámica
Historia de la Pascua 03
Los signos de la Pascua 06
Dinámica de Pascua para el grupo 08
Los Domingos de la Pascua 09
Domingo de Pascua de Resurrección 10
Domingo II de Pascua 12
Domingo III de Pascua 13
Domingo IV de Pascua 15
Domingo V de Pascua 16
Domingo VI de Pascua 18
La Ascensión del Señor 19
Pentecostés 21
Pascua 2016: Tiempo para anunciar la alegría del Evangelio Centro San Juan de Dios - Ciempozuelos
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PASCUA 2016 Ciclo C
“Tiempo para ANUNCIAR la alegría del Evangelio”
La Resurrección es entendida por los cristianos como la nueva Pascua, la definitiva:
aquella liberación que Israel había experimentado por obra de Dios, se convertirá en
liberación para siempre y para todos. Por la resurrección de Jesucristo, toda la
humanidad está llamada a la vida definitiva, sin ninguna opresión ni ningún dolor, en
el Reino de Dios. Es la “Pascua florida”, la vida nueva que florece y vence a la muerte.
Pascua 2016: Tiempo para anunciar la alegría del Evangelio Centro San Juan de Dios - Ciempozuelos
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HISTORIA DEL TIEMPO DE PASCUA
Cincuenta días en honor del Señor resucitado. Desde la Noche de Pascua hasta el
domingo de Pentecostés, celebramos el tiempo litúrgico más importante de todos, el
que recuerda y revive lo que es más fundamental de nuestra fe. Aunque quizás ahora,
a diferencia de lo que les pasaba a los primeros cristianos, no sea vivido con toda la
relevancia que le corresponde.
Los cristianos, al principio, no celebraban ni fiestas ni tiempos litúrgicos. Se reunían
cada semana, el domingo (o el sábado por la noche, porque el domingo no era festivo y
contaban los días empezando la noche anterior), para celebrar la resurrección del
Señor. Y lo hacían, como dice el libro de los Hechos, “escuchando la enseñanza e los
apóstoles y partiendo el pan” (Hch 2, 42). Es nuestra misma celebración dominical de
la Eucaristía, en la que escuchamos la Palabra y nos alimentamos del Cuerpo y la
Sangre del Señor.
Muy pronto, sin embargo, una vez al año, con
ocasión de la Pascua judía, que era el aniversario de
la muerte y resurrección de Jesús, empezaron a
celebrar una Eucaristía especial, una larga vigilia de
oración para conmemorar con más solemnidad
aquella muerte y resurrección que era el centro de la
fe. Así nació nuestra . Y como Vigilia Pascual
dedicarle sólo una noche enseguida les pareció poco
para destacar lo que la Pascua de Jesús significaba
para ellos, iniciaron, ya en el siglo II, una celebración
más amplia y prolongada de la Pascua. Y así nació el
, la cincuentena pascual. tiempo de Pascua
Así era, pues, el año litúrgico de los cristianos del siglo II: cada domingo, la celebración
semanal de la muerte y resurrección del Señor en la Eucaristía dominical; y cada año,
la celebración más relevante de esta resurrección, comenzando en la Vigilia Pascual y
alargándose en cincuenta días de fiesta. Más adelante, nacieron también los restantes
tiempos litúrgicos; Cuaresma, Navidad, Adviento… Pero el tiempo más antiguo y que
. más importancia tiene es el tiempo de Pascua
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Nosotros, este tiempo, lo continuamos celebrando. Pero en general no lo vivimos con la
intensidad y la conciencia con la que aquellos primeros cristianos lo vivían. Nuestra
historia cristiana y social ha hecho que la Navidad haya adquirido entre nosotros más
popularidad y relevancia que la Pascua, y también ha hecho que las ganas de vivir el
cristianismo más seriamente y más a fondo se hayan concretado más en la Cuaresma.
Y todavía hay otros motivos para esta pérdida de fuerza. Por una parte, la Pascua nos
llega cuando ya estamos a final de curso y parece que todo el mundo tenga ganas de
que lleguen ya las vacaciones, y como hace buen tiempo muchos empiezan ya a
disfrutarlas aprovechando los fines de semana. También, en muchos lugares, éste es un
tiempo en el que hay que dedicar muchos esfuerzos a las primeras comuniones. Y
todavía hay otro motivo, y es que parece como si después de la preparación cuaresmal,
la pascua ya quede suficientemente celebrada con la Vigilia, y el resto del tiempo se va
como deshilachando…
Pero a pesar de todo esto, este tiempo sigue siendo el más importante del año. Y lo que
. Deberíamos ponernos en la piel celebramos en él es realmente el centro de nuestra fe
de los apóstoles, que son los testigos que nos han transmitido esta Buena Noticia. Ellos,
con la muerte de Jesús, quedaron desconcertados, no sabían qué hacer. El mundo se les
cayó encima. Ellos seguían a Jesús con todo convencimiento, a pesar de que muchas
cosas de las que decía no las acababan de entender, y algunas no las entendían en
absoluto. Pero Jesús les atraía profundísimamente. Estaban convencidos de que aquel
Maestro era el enviado de Dios, y de que a través de él vendría la vida renovada que el
pueblo de Israel esperaba.
Y ahora, a aquel Maestro las autoridades lo habían detenido y lo habían matado en el
suplicio más infamante. Y esto no se lo esperaban. Jesús les había dicho que él abriría
el camino de la vida nueva a través de su entrega total, pero a ellos eso no les podía
entrar en la cabeza. El enviado de Dios no podía fracasar de aquella manera tan
evidente. Y ahora no sabían qué hacer. Seguramente
todos abrigaban en su alma la secreta esperanza de
que aquello no acabase ahí, de que pasase algo
más… Pero no se atrevían ni a decirlo…
Hasta que, primero María Magdalena y las otras
mujeres que iban con ellos, después Pedro, y después
los demás apóstoles y discípulos, empezaron a afirmar lo que parecía imposible:
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¡habían visto a Jesús vivo! Y el convencimiento se fue extendiendo, y todo se hizo
nuevo. Jesús no había quedado encerrado para siempre en el sepulcro, Jesús no había
quedado destruido por la potencia invencible de la muerte. Jesús, clavado en la cruz
por los poderosos de este mundo a causa de su fidelidad al camino del amor de Dios, se
les presentaba . vivo, vencedor del mal y de la muerte
Y ahí empieza el camino de la fe. Los apóstoles comienzan a anunciar aquella gran
noticia, y se hacen conscientes de lo que significa: la Resurrección de Jesús de entre los
muertos muestra que, realmente, Jesús es la presencia de Dios en medio de la
, y que todo lo que Jesús dijo e hizo es realmente la manera de vivir y de humanidad
actuar que Dios quiere. El camino de la humanidad ya no es un camino de oscuridad,
un camino destinado al fracaso de la muerte, un camino sometido al poder del mal. El
camino de la humanidad es ahora un camino de vida, porque Dios mismo lo ha vivido.
Y todo el que quiera vivir esta vida ya sabe lo que tiene que hacer: unirse a Jesús, creer
en él, y procurar seguir su mismo camino. Porque esto, aunque a veces pueda parecer
lo contrario, es lo único que da la verdadera felicidad, ya ahora en este mundo, y de
forma definitiva después, en la vida que Dios ofrece más allá de la muerte.
Celebrar la Pascua es celebrar esta Buena Noticia, la Buena
. Durante cincuenta Noticia de la vida y de la salvación
días compartimos la alegría de Jesús, viviente para
siempre, hermano nuestro, compañero nuestro de camino,
que nos invita a vivir lo mismo que él vive. Y saboreamos
también la alegría de formar comunidad con él, al lado de
tantos y tantos hermanos y hermanas que creen lo mismo
que nosotros y que tratan de vivirlo como nosotros, unidos
en comunidad, formando la Iglesia. Y, como culminación
, de estos cincuenta días, el domingo de Pentecostés
celebramos que esta mirada hacia Jesús y esta vivencia como comunidad no es sólo
una idea o unas ganas que tenemos, sino que es algo que forma parte de nuestro
mismo ser: celebramos que el mismo espíritu que movía a Jesús es también nuestro
espíritu, el Espíritu Santo. Porque la Pascua no es sólo el recuerdo de un hecho pasado.
La Pascua es la vivencia, ahora, cada día, de la presencia en nosotros, en la Iglesia, en
el mundo entero, del Espíritu de Jesús resucitado, que nos renueva, que nos da vida,
que nos conduce hacia la plenitud del Reino de Dios.
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LOS SIGNOS DE LA PASCUA
En nuestras celebraciones, además de las palabras que proclamamos, que escuchamos
y que decimos, son también muy importantes los signos que hacemos, que nos ayudan
a sumergirnos más de lleno en el sentido y la vivencia de cada tiempo, de cada fiesta,
de cada momento concreto del año litúrgico. La Pascua, naturalmente, también tiene
estos signos, que repetimos año tras año, y que así, cada vez que los vemos o los
hacemos, nos suscitan, sin darnos cuenta, la conciencia de estar en Pascua.
Estos son los principales signos del tiempo de Pascua:
En la Vigilia Pascual, en medio de la noche, encendemos
un cirio que nos ilumina en la oscuridad, y de él
encendemos después los pequeños cirios que llevamos en
la mano cada uno de nosotros. Este cirio representa la
luz de Jesús resucitado y, durante todo el tiempo de
Pascua, nos recuerda la presencia viva de Jesús en medio
de la comunidad. Por ello lo mantenemos en un lugar
relevante, y lo adornamos, para destacar la importancia
que la luz de Jesús tiene para nosotros. Y después, fuera
ya del tiempo de Pascua, lo encendemos en otras dos
ocasiones: en las celebraciones del bautismo, para
recordar la unión del bautizado con Jesús, y en las celebraciones exequiales,
para afirmar nuestra fe en la luz de Jesucristo viviente que ilumina para
siempre a aquellos que han muerto.
El aleluya es el canto más típico y significativo de la
Pascua. Es una palabra hebrea que quiere decir
“Alabamos a Dios”, y expresa nuestra alegría por la
resurrección de Jesucristo y nuestro agradecimiento
por la vida nueva que Dios nos ha dado por medio
de él. Es el canto de los redimidos, el canto del Reino
de Dios ya realizado. Ciertamente, vale la pena cantarlo tanto como sea posible
durante todo este tiempo.
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El canto es uno de los medios más importantes para hacer penetrar en nuestro
interior vivencias y sentimientos. Sin darnos cuenta, vamos diciendo unas
palabras que se nos meten en el alma, con unas melodías que tenemos ya
identificadas con aquel tiempo, aquella situación, aquel recuerdo… Los cantos,
en definitiva, tienen un gran papel en la configuración de nuestra fe y de
nuestra vivencia cristiana. Por eso es
tan importante cantar en nuestras
celebraciones cantos que sean muy
propios de cada tiempo y de cada
momento. Porque así los viviremos más
de verdad. Durante la Pascua, por
tanto, hay que cantar cantos de Pascua. Y repetirlos sin miedo: no resultarán
pesados, porque estas pocas semanas no dan tiempo a la rutina. Y, a medida
que nos acercamos a Pentecostés, iremos introduciendo también cantos del
Espíritu, para vivir de manera más completa el sentido de la cincuentena.
La noche de Pascua, como uno de los momentos de la celebración, bendijimos
el agua con la que se incorporan a Jesucristo resucitado los nuevos bautizados.
Aquella noche, después de los bautizos que quizá hubo (en nuestro Centro no
suele haberlos), toda la asamblea fuimos aspergidos con aquella agua, como
una renovación de nuestro propio bautismo. Y después, durante todo el tiempo
pascual, es una buena práctica, que se hace ya en muchos sitios, empezar la
celebración dominical de la Eucaristía también con la aspersión del agua. Así,
nos ayudamos a tener presente, y a renovar constantemente, la vivencia de
aquel momento decisivo de nuestra vida, en el que fuimos incorporados, por el
bautismo, a la vida nueva de Jesucristo y a su Iglesia.
Finalmente, otro signo de Pascua importante y significativo, que nos hace
entrar por los ojos lo que este tiempo representa, es la ornamentación de la
iglesia. Las flores, la luz, todo lo que cree clima festivo. Porque estamos en el
tiempo más importante del año, en el tiempo más alegre del año. Y esto deberá
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notarse en toda la cincuentena, y será necesario también que, justo después de
Pentecostés, baje el grado de ornamentación, para que se note la diferencia.
También convendrá que el día de Pentecostés, como culminación del tiempo,
preparemos una ornamentación especial, con el color rojo del Espíritu bien
resaltado. Y también podrá ser bueno tener durante estas semanas algún póster
colgado, con un “Aleluya” bien visible, o alguna frase que celebre la
resurrección.
Todos estos signos de Pascua deben estar presentes durante toda la cincuentena, no
sólo los primeros días. Hay que velar para que el clima no decrezca, y evitar que a
partir de un cierto momento, por ejemplo, nos olvidemos del aleluya y pasemos a
cantar cantos que no sean propios de este tiempo. O que dejemos que las flores del
cirio pascual se mustien, o que la ornamentación de la iglesia vaya disminuyendo y
progresivamente se parezca a un domingo del tiempo ordinario. Estos cincuenta días
son los días más importantes para la comunidad cristiana, y debemos hacer todo lo
posible para que así sean percibidos y vividos.
DINÁMICA DE PASCUA PARA EL GRUPO
Hay que intentar que la Pascua no sea una
fiesta de calendario, un rito, sino un talante, un
espíritu, una manera de ser y de vivir. Quiere
decir que no basta creer que Cristo es la Vida,
sino que hemos de esforzarnos para que Cristo
viva en nosotros, “vida nuestra”. Y esto quiere
decir, entre otras cosas, que hay que anunciar
esta alegría, y lo hacemos a través del evangelio
dominical.
Vamos a ir anunciando que Cristo está vivo
con globos de colores, que nos inviten a la
fiesta, son globos especiales, porque van cargados de palabras que alegran el alma y
que invitan a la reflexión. Se nos animaba anteriormente a tener en un sitio visible
alguna frase que celebre la resurrección, nosotros lo vamos a tener en globos.
† Domingo de PascuaDomingo de PascuaDomingo de PascuaDomingo de Pascua: Jn 20, 1-9 ⇒
† Domingo IIDomingo IIDomingo IIDomingo II: Jn 20, 19-31 ⇒
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† Domingo IIIDomingo IIIDomingo IIIDomingo III: Jn 21, 1-19 ⇒
Domingo IVDomingo IVDomingo IVDomingo IV: Jn 10, 27-30 ⇒ †
† Domingo VDomingo VDomingo VDomingo V: Jn 13, 31-35 ⇒
† Domingo VIDomingo VIDomingo VIDomingo VI: Jn 14, 23-29 ⇒
† AscensiAscensiAscensiAscensiónónónón: Lc 24, 46-53 ⇒
† PentecostésPentecostésPentecostésPentecostés: Jn 14, 15-26 ⇒
LOS DOMINGOS DE LA PASCUA
Los domingo de Pascua son ocho en total. El primero de estos domingos es el que
recibe este nombre, Domingo de Pascua, sin numerar, y comienza con la Vigilia
Pascual que ya forma parte del domingo. Después vienen cinco domingos más, que se
denominan domingo segundo, tercero, cuarto, quinto y sexto de Pascua. Después,
vienen el día de la Ascensión. Y, finalmente, como culminación de la Pascua,
celebramos el domingo de Pentecostés, el día del don del Espíritu Santo, la Pascua de
los frutos, la Pascua granada.
Hasta el tercer domingo de Pascua, las lecturas del Evangelio relatan las apariciones de
Cristo resucitado. El cuarto domingo trae un pasaje del capítulo 10 de san Juan sobre
el Buen Pastor, y en el quinto, sexto y séptimo se han seleccionado fragmentos del
discurso de despedida y de la «plegaria sacerdotal» de Jesús en la conclusión de la
Última Cena, palabras de adiós y de promesa del Espíritu Santo que la liturgia saca de
su contexto para incluirlas en el esquema del evangelio de san Lucas, que muestra un
tiempo de cuarenta días, hasta la Ascensión del Señor, en el que Cristo instruye a los
apóstoles, y de cincuenta días hasta la venida del Espíritu. En el Evangelio según san
Juan el don del Paráclito tenía lugar el mismo día de Pascua; por eso, cuando el
domingo de Pentecostés se vuelve a leer el pasaje joanneo, por una parte se le sitúa
fuera de su lugar original, pero por otra se presenta todo el tiempo de Pascua como un
solo “día”.
† Pedro y Juan encuentran el sepulcro vacío Domingo de Pascua:
† Las apariciones de la tarde de Pascua Domingo II:
† Las apariciones en la orilla del lago de Genesaret Domingo III:
† Jesús conoce a sus ovejas (El buen pastor) Domingo IV:
† El sermón de la cena Jn. 13,31-35 Domingo V:
† El sermón de la cena Jn. 14,23-29 Domingo VI:
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† Domingo VII: La oración sacerdotal o Ascensión del Señor
† Domingo VIII: , la efusión del Espíritu Santo sobre la Iglesia Pentecostés
en este ciclo C se parte del libro del Apocalipsis. Estos textos
resultan adecuados para animar la fe alegre y la firme esperanza que son propias de
este tiempo.
se toman del libro de los Hechos de los Apóstoles, de modo que
se recuerde el testimonio y el desarrollo de la Iglesia primitiva. El orden litúrgico, sin
embargo, no sigue exactamente la secuencia de los Hechos, pues según san Lucas los
discursos de Pedro y los primeros pasos de la Iglesia tuvieron lugar después de
Pentecostés.
DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
† 1ª lectura: Hechos 10, 34a.37-43 «Nosotros hemos comido y bebido con él después de su resurrección»
† Salmo: Sal. 117 Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo
† 2ª lectura: Colosenses 3, 1-4 «Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo»
† Secuencia
† Evangelio: Juan 20, 1-9 «Él había de resucitar de entre los muertos»
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No terminó la historia de Jesús en la cruz, no venció el fracaso, ni el desamor. ¿Por qué
buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. “HA RESUCITADO”. Jesús HA
RESUCITADO. Está vivo para estarlo siempre. Está vivo para dar siempre vida. Está vivo
para que nosotros vivamos y demos vida. Su entrega por amor no cayó en el vacío.
Nuestras entregas por amor a
los demás, aunque nos
acarreen cruces, tampoco
serán inútiles. Merece la pena
luchar para tener vida y para
que otros la tengan. Merece la
pena empeñarse por hacer un
mundo mejor. Merece la pena
seguir a este Señor Resucitado
porque Él ha vencido.
Si estamos convencidos de
esto hoy podemos renovar
nuestros compromisos de fe,
de bautismo. Hoy podemos decir: Señor, quiero seguir siendo de los tuyos. Quiero
seguirte porque tu amor entregado es el mejor camino para vivir y ser feliz. Señor, hoy
quiero ser una persona nueva.
EVANGELIO EVANGELIO EVANGELIO EVANGELIO (Juan 20, 1-9)
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la
losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien quería
Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.» Salieron Pedro y el
otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se
adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también
Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían
cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el
otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no había entendido la
Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos.» Palabra del Señor
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DOMINGO II DE PASCUA (Dom. de Tomás)
† 1ª lectura: Hechos 5, 12-16 «Crecía el número de los creyentes»
† Salmo: Sal. 117 Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia
† 2ª lectura: Apocalipsis 1, 9-11a.12-13.17-19 «Estaba muerto, y ya ves, vino por los siglos de los siglos»
† Evangelio: Juan 20, 19-31 «A los ocho días, se les apareció Jesús»
EVANGELIO EVANGELIO EVANGELIO EVANGELIO (Juan 20, 19-31)
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas
cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y diciendo
esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz
a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y
les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis les quedan retenidos.» Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino
Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la
señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las
puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos;
trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios
mío!» Jesús le dijo: «¿Por qué me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han
escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre. Palabra del Señor
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Como podemos comprobar no somos originales ni en las dudas, ni en la incredulidad,
ni el los miedos. “Estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas por
miedo a los judíos”. Nosotros, a veces, también nos cerramos en nuestros grupos, o en
nuestras propias vidas y nos guardamos para
nosotros el ser creyentes porque tenemos miedo.
Miedo a que nos critiquen, miedo a que nos
exijan más que a los demás, miedo a que se rían
de nosotros, miedo a ser diferentes al resto de
los jóvenes, miedo a comprometernos de verdad,
... “Y en esto entró Jesús”. Él se cuela aún con las
puertas cerradas, y hoy se sigue colando en nosotros a pesar de nuestros miedos, de
nuestras justificaciones y nos toca el corazón y no nos deja en paz. No nos deja en paz
y nos dice: “Paz a vosotros”, porque ante nuestra paz de estar tranquilitos sin
complicarnos la vida Él nos ofrece una paz nueva, distinta, la paz de estar satisfechos
con nosotros mismos porque le tenemos a Él. Tomás no estaba y no creyó a sus
compañeros. Tuvo que tener su experiencia, una experiencia personal de encuentro
con Jesús Resucitado. Tú y yo somos muchas veces como Tomás. No creemos. Nos falta
experimentar, sentir personalmente al Señor. Ser persona nueva es superar nuestros
miedos, y nuestras dudas para experimentar la cercanía de Jesús.
DOMINGO III DE PASCUA (Dom. de las apariciones)
† 1ª lectura: Hechos 5, 27b-32.40b-41 «Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo»
† Salmo: Sal. 29 Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
† 2ª lectura: Apocalipsis 5, 11-14 «Digno es el cordero degollado de recibir el poder y la alabanza»
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† Evangelio: Juan 21, 1-19 «Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio; lo mismo el pescado»
Se habían ido a pescar y nada. Aquella noche no
cogieron nada. Habían fracasado en su tarea y eso que
eran profesionales de la pesca. Noche, oscuridad,
fracaso, dificultades, como ves lo nuestro no es nuevo.
Pero alguien les dice: “Echad la red a la derecha de la
barca y encontraréis”. ¿Otra vez? ¡Mil veces la hemos
echado esta noche! pudieron ellos responder. Pero
confían en aquella voz. Y ¡sorpresa! multitud de peces.
¿Magia? No, confianza. Confianza en aquella palabra que les indica que actúen una
vez más. “Y aquel discípulo que Jesús tanto quería (se refiere a Juan) le dice a Pedro: Es
el Señor.” Juan supo descubrir quién era. Reconoció que aquello era obra de Jesús. Se
dio cuenta de su presencia. En nuestros momentos de cansancio, cuando no vemos las
cosas claras, cuando tenemos dudas, el Señor se puede hacer presente pero hay que
EVANGELIO EVANGELIO EVANGELIO EVANGELIO (Juan 21, 1-19)
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta
manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos
y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar.» Ellos contestaban: «Vamos también
nosotros contigo.» Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús
les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?» Ellos contestaron: «No» Él les dice: «Echad la red a la derecha de la
barca y encontraréis.» La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo
que Jesús tanto quería le dice a Pedro: «Es el Señor.»
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás
discípulos se acercaron en la barca, porque no distaba de tierra más que unos cien metros, remolcando la red
con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: «Traed los peces que
acabáis de coger.» Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento
cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Vamos, almorzad.»
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se
acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los
discípulos, después de resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor
Pascua 2016: Tiempo para anunciar la alegría del Evangelio Centro San Juan de Dios - Ciempozuelos
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detectarlo. Hay que saber verlo y hay que tener el coraje suficiente como para confiar
en Él. No seremos personas nuevas si no potenciamos la confianza en Jesús Resucitado
y si no sabemos descubrirlo cerca de nuestras vidas. Tal vez, para echar las redes,
primero tenemos que soltar lo que lleva dentro….
DOMINGO IV DE PASCUA (Dom. del Buen Pastor)
† 1ª lectura: Hechos 13, 14.43-52 «Nos dedicamos a los gentiles»
† Salmo: Sal. 99 Somos su pueblo y ovejas de su rebaño
† 2ª lectura: Apocalipsis 7, 9.14b-17 «El cordero será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas»
† Evangelio: Juan 10, 27-30 «Yo doy la vida eterna a mis ovejas»
Jesús se ve a sí mismo como un buen pastor, como el que cuida a sus ovejas porque las
quiere y desea lo mejor para ellas. “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y
ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna”. Cambiemos los términos. Jesús nos conoce,
nos conoce a cada uno y nos quiere, sabe de nosotros más que nosotros mismos porque
vino y sigue estando “para nosotros”, toda su vida fue “para nosotros”, su presencia hoy
sigue siendo “para nosotros”. Aquellos de nosotros que escuchemos su voz y le sigamos
EVANGELIEVANGELIEVANGELIEVANGELIO O O O (Juan 10, 27-30)
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida
eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a
todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.» Palabra del Señor
Pascua 2016: Tiempo para anunciar la alegría del Evangelio Centro San Juan de Dios - Ciempozuelos
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tendremos vida eterna, es decir, seremos felices ahora y siempre, porque Él desea
nuestra felicidad. Vale. Sabemos que nos quiere y que desea nuestra felicidad pero
para recibirla tenemos que estar dispuestos a escuchar su voz, su palabra, lo que cada
día tiene que decirnos. Si pretendemos ir a nuestra bola sin escucharle estaremos
escuchando en el fondo a otros “pastores” que posiblemente más que desear nuestra
felicidad desean la suya propia. ¿Acaso no escuchamos y seguimos, con todo lo libres
que queremos ser, las modas que nos dictan otros? Para muestra el “fenómeno
patinete” de las navidades pasadas. Si crees que Jesús Resucitado quiere tu felicidad
escucha su voz que te habla en otras
personas, en su Palabra, en el grupo, en
el fondo de ti mismo, en lo que te sucede
en la vida, en la Eucaristía,... Escucha. Y
si no lo entiendes demasiado bien busca
ayuda. En tu grupo o en alguien que te
acompañe en la fe. Cuando hayas
escuchado tendrás que decidir si quieres seguirle o si pasas de Él. Tú verás. No
podemos ser personas nuevas si no estamos dispuestos a tener una relación de
intimidad con Jesús Resucitado. No podemos ser personas nuevas si no estamos
dispuestos a escucharle y a seguirle.
DOMINGO V DE PASCUA (Dom. de los ministerios)
† 1ª lectura: Hechos 14, 21b-27 «Contaron a la Iglesia lo que Dios había hecho por medio de ellos»
† Salmo: Sal. 144 Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi Rey
† 2ª lectura: Apocalipsis 21, 1-5a «Dios enjugará las lágrimas de sus ojos»
† Evangelio: Juan 13, 31-33a.34-35 «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros»
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Era la última cena. Ya Jesús había lavado los pies a los discípulos, ya Judas se había
marchado. El signo del servicio se había realizado, el que no entraba en aquellos
planteamientos se había marchado y Jesús comienza un largo coloquio con sus
discípulos. Tiene que decirles cosas muy importantes y comienza por lo fundamental:
quiere darles de manera clara una orden, un mandato. “Que os améis unos a otros
como yo os he amado”. Casi nada. ¿Cómo vivir ahora al margen de los demás? ¿Cómo
mantener ahora con los demás relaciones personales competitivas, interesadas o
utilitarias? “Que os améis”, que os améis entre vosotros. ¿Por qué diría eso Jesús? ¿No
hay que amar a todos? Sí, es cierto que hay que amar a todos, pero Jesús les pide que
primero se amen entre ellos, porque
si no se aman entre sí sus seguidores
difícilmente podrán amar a los
demás. ¡Ah! Y otra cosa: Por ese amor
entre ellos los demás les
identificarán. No por rezar muchos
sabrán que son cristianos, no por dar
muchas limosnas, no por saber
mucho de Jesús, no por ir a muchas
reuniones, no por cantar en el coro,
no por ir a misa, no por llevar una
cruz en el pecho, ... Les reconocerán como discípulos suyos porque se amen entre ellos.
Porque formen una auténtica comunidad de amor. Aquellas palabras nos las
aplicamos a nosotros y descubrimos que no podemos ser personas nuevas si entre
nosotros, en nuestro grupo, en nuestra parroquia, en nuestro movimiento no nos
queremos de verdad. Seremos personas nuevas si desde el amor y el cariño
construimos con otros cristianos auténticas comunidades ya que entonces los que nos
miran descubrirán que merece la pena creer en Jesús.
EVANGELIO EVANGELIO EVANGELIO EVANGELIO (Juan 13, 31-33a.34-35)
Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado con
él.» (Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.)
Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros
como yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os améis unos a otros. Palabra del Señor
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DOMINGO VI DE PASCUA (Dom. de la expansión misionera)
† 1ª lectura: Hechos 15, 1-2.22-29 «Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables»
† Salmo: Sal. 66 Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben
† 2ª lectura: Apocalipsis 21, 10-14.22-23 «Me enseñó la ciudad santa, que bajaba del cielo»
† Evangelio: Juan 14, 23-29 «El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho»
Seguimos, como el domingo pasado, en el coloquio de Jesús con los suyos en la última
cena. Él sabe que muchas de las cosas que ha pretendido mostrarles lo las han
entendido. Necesitarán refuerzo, clases particulares, una academia,... necesitarán al
Espíritu Santo que será el que les irá recordando todo. El Espíritu de Dios dentro de
EVANGELIO EVANGELIO EVANGELIO EVANGELIO (Juan 14, 23-29)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará, y
vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis
oyendo no es la mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado ahora que estoy a vuestro lado; pero el
Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya
recordando todo lo que os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy: No os la doy como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se
acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado.» Si me amarais os alegraríais de que vaya al
Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cunado suceda,
sigáis creyendo.» Palabra del Señor
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ellos les empujará para que todo lo vivido con Jesús no tenga los resultados de un
examen mal preparado. Los miedos, las
cobardías quedarán atrás porque estarán
llenos de Dios. Con esa fuerza dentro ¿a
qué van a temer? Se sentirán en paz con
ellos mismos, felices, auténticos. Las
dificultades vendrán pero no podrán con
ellos, los cansancios aparecerán pero les
harán caer. “Mi paz os dejo, mi paz os doy”.
Todos queremos ser felices, sentir paz en
nosotros mismos, y en eso empeñamos
nuestra vida, todo lo que hacemos lo
hacemos por eso pero cuando lo hacemos al margen de Dios, llenamos nuestro
corazón de relaciones, de tareas, de proyectos, de esfuerzos, de cosas, de experiencias,...
que no terminan de llenarnos, que nos quedan vacíos, que no nos dan paz. Ser
personas nuevas es sentirnos felices, satisfechos con nosotros mismos porque nos
hemos dejado llenar por la fuerza del Espíritu de Dios.
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
† 1ª lectura: Hechos 1, 1-11 «Se elevó a la vista de ellos»
† Salmo: Sal. 46 Dios asciende entre aclamaciones, el Señor, al son de trompetas
† 2ª lectura: Efesios 1, 17-23 «Lo sentó a su derecha en el cielo»
† Evangelio: Lucas 24, 46-53 «Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo»
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Jesús finaliza su trayecto. Ha cumplido su tarea y se va. “Y mientras los bendecía, se
separó de ellos”. ¡Ya está bien de caminar agarraditos de la mano! ¡Ya está bien del bla,
bla, bla en los grupos! Es el momento de actuar, de comprometernos, de caminar con
autonomía. Llegó la hora de los discípulos. A ellos les toca ser testigos de todo lo vivido
con el Maestro. Celebrar la ascensión de Jesús significa ser conscientes que nos toca
mover ficha, que ha llegado la hora de
pringarnos, de hacer algo porque Él terminó
su obra y ahora está pendiente la nuestra.
Ya hemos aprendido a ser lo que Jesús nos
ha dicho que seamos y lo que ha
demostrado ser y realizar a favor nuestro.
Tras renovar nuestros compromisos de
bautismo hemos ido descubriendo cómo ser
personas nuevas, jóvenes con un estilo
distinto en medio del mundo que nos rodea.
Tenemos ahora un año por delante en el que
nos vamos a demostrar a nosotros mismos si
somos personas nuevas de verdad en la
medida en que seamos capaces de actuar
transformando desde el Evangelio nuestras
propias actitudes y los ambientes en los que
nos movemos, en la medida en que nos comprometamos y demos testimonio de Aquel
en el que creemos. Tenemos a nuestro favor que estamos revestidos con las fuerzas que
vienen de lo alto.
EVANGELIO EVANGELIO EVANGELIO EVANGELIO (Lucas 24, 46-53)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los
muertos al tercer día y en su nombre predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos,
comenzando por Jerusalén. Y vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido;
vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto. Después los sacó hacia Betania, y
levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos (subiendo hacia el cielo). Ellos se
volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios. Palabra del Señor
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PENTECOSTÉS
† 1ª lectura: Hechos 2, 1-11 «Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar»
† Salmo: Sal. 103 Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra
† 2ª lectura: Romanos 8, 8-17 «Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios»
† Evangelio: Juan 14, 15-16.23b-26 «El Espíritu Santo os lo enseñará todo»
Cincuenta días después de Pascua “se llenaron todos de Espíritu Santo”. Jesús lo había
prometido: les enviaría el Espíritu Santo. Poco habían hecho
los discípulos hasta ese momento. Pero ahora la persona
divina que es fruto del amor entre Dios Padre y Dios Hijo
irrumpe en sus vidas como fuego que les empuja a
comprometerse por un mundo mejor. A partir de ese
momento ya no pueden estar escondidos y los que les ven y les
oyen se preguntan sorprendidos: “¿No son galileos todos esos
que están hablando?”. Y las lenguas distintas entienden el
EVANGELIO EVANGELIO EVANGELIO EVANGELIO (Juan 14, 15-16.23b-26)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre
que os de otro defensor, que esté siempre con vosotros. El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo
amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra
que estáis oyendo no es mía, sin del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado,
pero el defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya
recordando todo lo que os he dicho.» Palabra del Señor
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mismo mensaje, el mensaje de las “maravillas de Dios”. Aquellos pobres hombres han
sido transformados por la fuerza del Espíritu. Ya nada es imposible. También nosotros
tenemos el Espíritu de Jesús y Él es el que va a hacer posible que vayamos, poco a poco,
transformando nuestra realidad y vayamos caminando cada día junto a otros
empeñándonos en la construcción de un mundo de hermanos, de un mundo nuevo.
Ser persona nueva es dejar que el Espíritu me empuje a construir un mundo nuevo.