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Se cansó de recordar sus años locos en el Hotel Chelsea. “M Train”, su último libro, devela la intimidad de una mujer de 70 años conectada con el amor maduro de su fallecido esposo y con sus ensoñaciones literarias más íntimas. En esta entrevista exclusiva con revista Ya, revisa su vida, sus amores y su conexión con los escritores chilenos Bolaño y Parra. Por MARÍA JOSÉ VIERA GALLO.
Patti Smith EN LA INTIMIDAD
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De Patti Smith, 70
años, poeta y can-
tautora neoyor-
quina, más vale
hablar en presente
que en pasado.
–¿Aló Patti? –la
llamo al teléfono
fijo de su departa-
mento en el West
Village, una ma-
ñana lluviosa en Nueva York e incendiada en Chile.
–Perdón por mi retraso –responde serena al otro
lado de la línea. Reconozco esa voz rugosa, a punto
de caer del árbol, que alguna vez cantó que Jesús no
había muerto por sus pecados, en su mítico disco
debut, “Horses”, y que hace poco se tropezó en la in-
terpretación de una canción de su amigo Bob Dylan,
en la ceremonia del Premio Nobel. Un impasse que dio
por cerrado en una conmovedora columna publicada
en The New Yorker llamada “Como se siente”, donde
explicaba: “Cuando tomé asiento, sentí el humillante
aguijón del fracaso, pero también la extraña concien-
cia de que, de alguna manera, había entrado y real-
mente vivido el mundo de la letra de la canción”.
La madrina del movimiento underground y del
punk, autora de una palpitante autobiografía de su
juventud rockera, “Éramos unos niños” (ganador
del prestigioso National Book Award), al fin dejó su
pasado en el Hotel Chelsea junto a su primer amor
Robert Mapplethorpe para subirse a “M Train” (2016,
Penguin Random House), un libro que la retrata tal
como es hoy día: una mujer solitaria, de cara lavada
y melena blanca, viuda, abuela, que bebe café y que
escribe sobre el amor maduro que experimentó por
su marido y padre de sus dos hijos, Fred Sonic Youth,
quien murió de un ataque cardíaco en 1995.
La Nueva York de los 70 antes zafada y eferves-
cente, ya no acompaña a Patti Smith tanto como qui-
siera, pero en “M Train” la autora consigue el sueño
de cualquier artista jubilado en la Gran Manzana:
pasar las horas soñando despierto, day dreaming, re-
cordando a sus muertos y homenajeando a sus ídolos
literarios, todos escritores de cabecera, entre los que
figura el también fallecido Roberto Bolaño.
–Estaba tratando de librarme de un dolor de ca-
beza, así que crucé la calle y pedí café negro. Y lo
logré, ahora me siento mejor –dice.
–“M Train” está plagado de cafeína...
Algunas bocinas de taxis amarillos se filtran por
la línea telefónica.
–Sí, me gusta el café. No tengo realmente ningún
vicio, no fumo, no tomo demasiado, así que el café es
mi droga. Disfruto ese estilo, esa voz de café.
–¿Recuerda lo que pensó bebiendo su primer
café de la mañana?
–Sé que puede sonar chistoso, pero estaba pensando
en una película llamada “La La Land”, la vi ayer con mi
hija. Mi hija estaba triste por el final, porque los pro-
tagonistas ya no estaban juntos. Me senté en un café
y pensé que a pesar de tomar caminos diferentes, en
su vida interior, en su imaginación, en sus recuerdos,
el amor, y la magia que se produjo, no murió. Sabemos
eso porque al final cuando la música está sonando,
ambos ven su vida como pudo ser. También pensaba en
el amor, en lo que es el amor eterno.
–¿Qué lugar ocupa el amor eterno en su propia
biografía?
–He sido una viuda hace veinte años y todavía siento
el amor de mi marido. Tengo recuerdos de él, siento su
amor a través de nuestros hijos, Jackson y Jesse, quie-
nes se parecen físicamente y también son músicos. Eso
es lo que pensaba esta mañana, mientras me tomaba
un café. Básicamente, que el amor no muere.
–¿Por qué escribió primero sobre Robert en
“Éramos unos niños” y solo recientemente sobre
Fred, su marido?
–“Éramos unos niños” fue como saldar una deuda.
Le prometí a Robert el
día antes que muriese
que lo escribiría, nunca
había escrito un libro
de no ficción, y fue una
responsabilidad ante él y
la historia y ante Nueva
York, y ante toda la gente
que aparece en el libro.
“M Train” fue diferente.
No planeaba escribir
sobre Fred. Quería es-
cribir un libro que no
tuviera una real trama
ni responsabilidad, es-
cribir lo que quisiera, así
es que simplemente me
senté y empecé con este
sueño, y luego escribí lo
que viniera a mi mente
y por alguna razón,
Fred volvía a mi cabeza
constantemente.
–¿Hubo alguna re-
sistencia de su parte?
–Era un tema muy privado para mí, pero lo tomé
como una señal, de que se sentiría feliz de que yo
escribiera algo sobre él. Se transformó en un pro-
tagonista en el libro y me sentí feliz de que la gente
supiera más sobre Fred. Sabían que estuvo en el MC5,
que fue un guitarrista revolucionario, pero no de él
como hombre, padre, esposo. Ahora la gente tiene un
nuevo retrato de él.
–Una de las tesis de su libro es que el sufri-
miento, el duelo, la añoranza de alguien puede ser
una experiencia luminosa. Así parece vivirlo usted
al menos, cuando rememora su matrimonio.
–Me alegra que lo entiendas así. No significa que
“Sigo siendo la misma persona, con las mismas rodillas flacas que tenía de niña. A veces echo de menos mi lado joven más impío y rebelde”, dice Smith.
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no suframos desconsuelo, que no sintamos dolor o in-
cluso rabia, o todas las cosas que uno siente si pierde
a alguien, pero también, simultáneamente, tenemos
la capacidad de sentir dicha, para mantenerse en con-
tacto a través de un sueño, y creo que es importante
cultivar esas cosas, porque todo es parte de la vida,
especialmente soñar e imaginar. El amor también es
abstracto. Puede estar en nuestros pensamientos y
guiarnos, incluso, cuando sufrimos.
–Pero es difícil alcanzar ese estado mental Zen.
¿Cómo lo logra?
–A veces me siento como cuando era joven, sintiendo
el mismo dolor de cuando todo sucedió, y pienso, ¿por
qué tengo que sentir tanto dolor hoy? ¿Por qué fue nece-
sario que yo sintiera eso? Ya he pasado por eso. Pasamos
por el dolor una y otra vez y pasamos por las cosas be-
llas. Hay que aceptar el paquete completo. Para mí es
como ser el capitán de un barco. Vas por el mar y a veces
es muy bonito y agradable, pero el capitán también tiene
que navegar a través de una tormenta pesada, tal vez a
través de una tormenta peligrosa. Tienes que aprender
para aceptar el paquete completo.
–Antes de “M Train” sabíamos poco de su vida
familiar, ¿por qué?
–Bueno, mi vida familiar fue bastante simple. Fred
y yo abandonamos la vida pública, no generábamos
tanto dinero, y vivimos con mucha simpleza y así
criamos a nuestros hijos. No estuve en un escenario o
en público por 16 años. Y vivíamos como la gente vive
nada más ¿Qué hay ahí para contar? Ya sabes, si tu
hijo se enferma, lo cuidas, si tu esposo se enferma, lo
cuidas a él, cocinas, limpias, y yo limpiaba los pañales
y hacía todas las cosas que una persona hace. Nada
especial. Hubo cierto nivel de pelea, pero fue bello.
(Cuando Patti Smith enviudó, en 1995, fue su
amigo Bod Dylan quien la invitó a irse de gira con él y
a regresar a la música).
–Usted paró de tocar, pero no para siempre.
Hoy incluso da conciertos con sus hijos. Dada su
experiencia artística, ¿cómo afecta criar y crear?
–Si tu meta es ser una gran estrella de pop, famosa
y con mucho dinero, va a ser mucho más difícil con-
centrarte en ser madre. Nunca me importó nada de
eso, lo mío era un juego mucho más grande, yo quería
hacer algo nuevo, quería escribir un libro que fuera re-
cordado (ese libro, aclara, llegó después y fue “Éramos
unos niños”). Así es que, cuando renuncié a la vida mu-
sical, no dejé nunca de escribir. Solo tuve que volver a
disciplinarme a mí misma. Hacer sacrificios, ajustes.
–¿A un costo muy alto?
–Cualquier sacrificio que haya hecho para cuidar
a mi familia valió la pena. Recuerdo que mis niños
y mi esposo dormían, y yo me levantaba a las 5 de la
mañana para escribir. Y en esas tres horas, cada día
por 16 años, a menos que estuviera enferma o algo,
escribía. Una vez que eres madre, lo eres toda la vida.
Y cuando eres un artista, también. Ambas cosas son
tu identidad.
–¿Actualmente, se siente más cómoda escri-
biendo en un café que tocando en un escenario?
–Yo soy música natural, aunque nunca he sentido que
se me dé fácil o que tenga talento. Me resulta muy senci-
“La única certeza que tengo sobre mi futuro es que no renunciaré a la escritura, no impor-tando cuán vieja me ponga o las dificultades físicas que aparezcan”.
“Cuando tomé asiento, sentí el humillante aguijón del fracaso”, escribió en The New Yorker sobre su impasse en la ceremonia del Nobel a Bob Dylan.
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llo subirme a un escenario y cantarle a cien mil personas o a diez. Podría estar en tu cocina cantándote a ti, es una cosa natural. En la familia de mi madre eran todos mú-sicos o cantantes, me lo tomo como un talento heredita-rio, y me siento cómoda haciéndolo ¿Para quiénes tocas? Para la gente, no para ti misma. Y cuando escribo, es para mí misma. Puedo sentarme en un café, o en el tren, o recostada en mi cama, o donde sea que esté, y escribir. No necesito a nadie, soy mi propia maestra. Son dos con-ciencias completamente distintas. Debo decir que lucho más escribiendo que tocando.
–“M Train” funciona como un espejo de quien es usted hoy día ¿Hubo algo de sí misma que le sor-prendiera descubrir?
–Mientras lo escribía me puse a pensar en cosas totalmente nuevas para mí. Por ejemplo, envejecer, pasar a los 66 años, bueno, ahora tengo 70. Tuve que confrontar mis propias ideas sobre el tema de enveje-cer. Y no había escrito nunca sobre eso, porque no me había preocupado del tema...
–¿Llegó a alguna conclusión?–Sigo siendo la misma persona, con las mismas
rodillas flacas que tenía de niña. A veces echo de menos mi lado joven más impío y rebelde, algo de lo que hablo en el libro. ¡Pienso mucho cómo ahora soy mayor que mi marido, que todos mis amigos muertos! La única certeza que tengo sobre mi futuro es que no renunciaré a la escritura, no importando cuán vieja me ponga o las dificultades físicas que aparezcan. Hay una obra de Virginia Woolf que dice que si necesitara un apoyo para caminar utilizaría un bastón, pero no
dejaría jamás de descansar mi pluma.–¿No le dan ganas de jubilar su creatividad?–Nunca dejas de ser artista. Si pones a un artista en
prisión, y no tiene herramientas, pese a todo, tiene su imaginación y sigue siendo un artista. En este momento estoy escribiendo un libro nuevo. Una especie de secuela de “Éramos unos niños”, centrado en mi búsqueda per-sonal a través de la música, la escritura, la letra de mis canciones (11 álbumes en total), mi filosofía performá-tica. Diría que es un libro mucho más femenino.
SOLA CON BOLAÑO
Espiar el presente solitario y más íntimo de Patti Smith implica verla cenar latas de sardinas con sus gatos parada en la cocina. Pasando la noche de Navidad en un cine vacío de Manhattan. Mirando sus series policiales favoritas ("The Killing" es una de estas) hasta que ya no sabe qué hora es. Cuando está aburrida, porque los artistas también se aburren, o trancada creativamente, porque los escritores sí sufren de bloqueos, hace una maleta pequeña y se va a París, a Japón, a México a visitar las tumbas o casas de Frida Kahlo, Sylvia Plath, Jean Genet, Mishima.
En el 2012 fue parte de la delegación que viajó a España a la entrega del Premio Cervantes a Nicanor Parra. Esa noche es sabido que recitó un poema del poeta chileno en un bar junto a Colombina Parra quien tocó en vivo.
–Soy una gran fan de él y es hermoso pensar en él. Es una inspiración lejana, que no parece tan lejana, algunas veces. A veces puedo imaginármelo bajo grandes hojas de plátano, con un sombrero de pajilla –me dice casi con vergüenza.
La conexión de Patti con Chile no termina ahí. Acá sus poemas han sido traducidos por Rodrigo Olavarría, en el libro “Work Songs”, y se habla de una pronta visita que ella misma reafirma al final de esta entrevista con una promesa.
Se ha declarado tan fanática de la obra de Roberto Bolaño que ha participado de múltiples homenajes al autor alrededor del mundo y ha defendido sin pelos en la lengua su superioridad al Nobel Vargas Llosa. En “M Train”, cuenta cómo un día viajó hasta Blanes, España, solo para sentarse en la silla del escritorio del autor de “Los detectives salvajes”.
–¿Qué le hizo conectar tan poderosamente con Bolaño?
–Siempre se piensa que las obras maestras ya han sido escritas. “2666” es la primera obra maestra del siglo XXI. Ese libro lo tiene todo. Hay cierto sentido del mundo, de las cosas terribles del mundo, la injus-ticia contra las mujeres, pero, de nuevo, es pura poe-sía... Cuando lo leí, me sentí conmovida como lectora, como escritora y como ser humano. Si estuviera vivo, se lo habría agradecido, por lo que nos dio. Lo he leído cuatro o cinco veces. Siempre que pierdo el estribo lo releo, y me dan ganas de escribir.
Patti Smith publicó “M Train” (Penguin Radom House).
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–¿Es cierto que escribió un poema acerca de él? Eso es muy romántico.
Al otro lado del teléfono, Patti Smith ríe y
responde:
–Escribí un largo poema y también compuse
una canción, que grabaré durante la primavera. La
compuse cuando fue el terremoto en Chile. Se llama
“Black Leaves”, y trata de Chile y Bolaño.
–Cuando usted habla de sus escritores favori-tos, sentimos que son como sus amigos.
–Para mí, son mis amigos. Siento que hablamos el
mismo lenguaje. Me ayudan a crecer, me dan tranqui-
lidad, porque me hacen reír. Puedo confiar en ellos.
Si abro un libro de Rimbaud, sé que me va a dar lo
mejor que tiene. No es un truco, o una forma de hacer
dinero. Estos son expertos. Y pueden ser nuestros
amigos y nuestros maestros. Y también tiene que ver
con cómo soy. Yo soy muy fiel. He sido fiel a Rimbaud
desde que era adolescente.
–¿El fin último del arte es hacernos sentir menos solos?
–Walt Whitman escribió: “Estoy contigo, joven poeta,
hasta dentro de doscientos años”. Les dijo así a jóvenes
poetas del futuro que el viejo Walt Whitman era su
amigo. Para mí es como "El evangelio según San Mateo".
Jesús le dice a sus apóstoles, justo antes de transfigu-
rarse: “Estoy con ustedes, incluso en el final del mundo”.
Y esa promesa, que les da a ellos y a nosotros, es lo que
nos da esperanza. Nunca estarás solo, porque siempre
me tendrás a mí en tu conciencia. Haces tu trabajo, pero
también estás hablándole al futuro.
–¿Cómo maneja que muchos músicos de su ge-neración estén muriendo?
–Siempre he tenido que manejarlo. De joven me
tocó la muerte de Jimi Hendrix, Jim Morrison, Janis
Joplin y Brian Jones. Toda la gente en la que creía, en
un sentido político, espiritual o musical, murió muy
joven. Desde muy temprano he tenido que buscar una
forma de mantener a esta gente viva en mi conciencia.
Tengo mucho entrenamiento.
–Hábleme de su amigo Lou Reed ¿Lo extraña?–Conocí a Lou Reed bastante. Y lo extraño. Pero
está aquí, en sus palabras, en su música. Puedo sen-
tir su presencia, lo recuerdo tan bien, puedo verlo
justo en frente de mí. Y eso, volviendo al comienzo
de nuestra conversación, es producto del amor. Antes
de partir, nos vimos por casualidad en Omen (un res-
taurante japonés del Village) y Lou me dijo que me
amaba. Había conocido a Lou por cuarenta años antes
de que me dijera eso. Cuando lo dijo, le respondí que
estaba claro, que siempre nos habíamos amado. Pero
él lo expresó. Y eso nunca se irá.
–Sus fans se preguntaban en Facebook cómo lo hizo Patti Smith para sobrevivir y estar sana y a salvo.
–Cuando me vine a Nueva York en los sesentas había
muchas drogas por todos lados. Vi gente que admiraba
morir por culpa de eso. Como de niña fui muy enfer-
miza, pasaba con neumonía leyendo en cama, siempre
me cuidé de fumar, por mis pulmones, y no podía tomar
mucho. No estaba interesada en arruinar mi vida con
drogas. Simplemente no soy autodestructiva. Es la razón
por la que amo a Bolaño, él tenía una ética de obra muy
fuerte. Y mientras moría, trabajaba cada día para termi-
nar “2666”. Escribió y escribió y escribió.
–¿Cómo se mantiene tan saludable?–He sido muy prudente, pero no por filosofía. Solo
escucho a mi cuerpo y trato de cuidarlo como a un
auto viejo. ¡La gente cree que soy vegetariana y no
es así! Estoy acostumbrada a comer poco, porque mi
familia era muy pobre. Mantequilla, alto colesterol,
no como nada de eso. Tampoco frituras ni pasta o
azúcar. Aunque realmente me gusta la pizza, podría
comerla todos los días. Tomo harta agua y trato de
mantenerme en un estado mental positivo lo más que
pueda. Me alejo de los químicos, no utilizo perfumes
ni maquillajes ni nada que tenga químicos. Cosas sim-
ples, remedios simples. Camino harto. No soy el tipo
de persona que va al gimnasio. Cuando voy a un hotel,
si estoy en el quinto piso, utilizo las escaleras.
–¿Sigue siendo inspirador caminar por Nueva York?
–A veces es triste caminar por Nueva York, porque
la ciudad ha cambiado tanto, la gente, la arquitectura.
Me gusta caminar de noche, durante el crepúsculo o
por la mañana. Me gusta caminar por la playa, amo
el océano. No nado, pero lo amo. Puedo caminar kiló-
metros a ras del océano. Pero viajo harto, y donde sea
que vaya, camino.
–La ropa que guarda en su maleta cuando viaja es mínima y siempre la misma: calcetines de abeja, camisas, jeans.
–(Ríe) Se te olvida mi cruz etíope y mi bálsamo
para el dolor de huesos. No tengo ninguna per-
sonalidad especial o personaje o forma de vestir,
simplemente soy yo. Si mi camisa se ensucia, o mis
calcetines, simplemente los lavo en el lavatorio del
hotel y los cuelgo. Porque no utilizo disfraces en el
escenario, siempre ando vestida igual. Puedo estar
conversando contigo, luego decirte que me esperes un
segundo, entro al escenario, doy mi concierto, luego
vuelvo contigo y seguimos conversando. Es todo parte
de la vida.
–Una de las cosas más tristes de su libro es cuando pierde su abrigo usado Comme des Garçons.
–Sé que es infantil, pero extraño tanto mi abrigo.
Uno de nuestros gatos más viejos murió, y era el gato
de mi hija, tenía 17. Cuando ese gato murió, no fue
para nada diferente de perder a un amigo o a alguien
que amabas. Amaba a ese gato, todavía lo siento en mi
conciencia. Las cosas que amo, las amo, sea un gato
o un abrigo. O un hermano. No es cuánto amas algo,
simplemente lo amas, eso es todo.
–Volvemos al tema del amor. –Eso siempre. �
“Toda la gente en la que creía, en un sentido político, espiritual, o musical, murió muy joven”, dice.
“‘2666’ es la primera obra maestra del siglo XXI. Ese libro lo tiene todo. Cuando lo leí, me sentí conmovida como lectora, como ser humano”.
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