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Tercera época Julio de 2012 Periódico del Patrimonio Cultural y Natural de Chihuahua EDIT RIAL O Año VII Núm. 19 Doroteo Arango: ¿Bandolero social o simple cuatrero? acido el 5 de junio de 1878 Nen el caserío La Coyotada, cerca del rancho Río Grande, jurisdicción de San Juan del Río, Durango, hijo de don Agus- tín Arango Vela y de Micaela Arámbula Álvarez. Su padre falleció en agosto de 1888 a consecuencia de una enferme- dad intestinal que se complicó, por lo que su madre tuvo que trabajar vendiendo tortillas. ¿Quién era Doroteo Arango antes del inicio del movimiento armado de 1910? En el periodo que abarca entre 1892 y 1910, Doroteo Arango ha sido defini- do por algunos autores como un bandolero social, un personaje al estilo de Robin Hood, que ro- baba al rico para darle al pobre, apoyados únicamente en las me- morias dictadas por éste al coro- nel Manuel Bauche Alcalde. Sin embargo, pongo en duda la validez de dicho argumento, puesto que el bandido social en general, ha sido caracterizado como miembro de los grupos marginales que al delinquir, lo hacían como forma de protesta ante el orden político y social imperante; individuos impulsa- dos a vivir fuera de la ley, vícti- mas de arbitrariedades y abusos por parte de hacendados y auto- ridades locales. No obstante, que el bandido mexicano en la mayoría de las ocasiones, lo fue más por su voluntad que por ser empujado a ello. Reidezel Mendoza Soriano Esto es, que Doroteo Aran- go, como muchos, incursionó en el robo y el abigeato con el único propósito de acceder a un esta- su situación económica. El ban- dolerismo manifestó así las am- biciones frustradas de enrique- cimiento personal de ciertos individuos, sin ideales de nin- guna clase, sin intenciones de buscar algún tipo de reivindi- cación política ni el trastroca- miento del orden imperante. El bandido en cierta forma, admi- raba a las élites y ansiaba formar parte de ellas, por eso sus accio- nes no deben ser interpretadas “como actos de protesta social sino la lucha diaria por encon- trar lugar en ellas”. “La tragedia de mi vida co- mienza el 22 de septiembre de 1894, cuando yo tenía dieciséis años de edad”; dirá Doroteo Arango al referirse a la supuesta reyerta que tuvo con su patrón al defender el honor de su hermana Martina, en la cual salió grave- mente herido el primero. Por ello, Arango afirma que se vio obligado a dedicarse al bando- lerismo pues no tuvo otra op- ción, debido a las constantes persecuciones del gobierno en su contra. No obstante, hay que recordar que la primera versión de sus memorias fueron dicta- das a Bauche Alcalde en febrero de 1914, en el momento cumbre de su carrera; probablemente con la firme intención de justifi- car su pasado, “validar su posi- ción frente a la historia y forjar su propia leyenda”, dirían sus Pasa a la página 3 Doroteo Arango Arámbula. Primera fotografía que se le tomó al inicio del movimiento revolucionario en noviembre de 1910. (Foto: Archivo particular de Reidezel Mendoza Soriano) tus social, más que para oponer- se a él; veía en el bandolerismo, el medio para lograr una movili- dad social ascendente y mejorar obre la vida de Francisco SVilla se han dicho y escrito muchas cosas, en todos los sen- tidos. Algunas con bases, otras partiendo tan sólo de los decires populares, sin embargo todas han cautivado e interesado a mucha gente. En esta edición del Correo del Norte presentamos dos tex- tos inéditos de dos historiadores e investigadores especializados en la revolución mexicana y en especial en Francisco Villa, se trata de Jesús Vargas Valdés y Reidezel Mendoza Soriano Así, conoceremos la etapa en que Doroteo Arángo aún uti- lizaba diferentes nombres, como “Rayo Sauceda” o “Timo- teo Castañeda”, entre otros, para delinquir, cuando no permitía que se le tomara ninguna foto- grafía, sin duda siguiendo las enseñanzas de algunos de sus anteriores jefes gavilleros. En esta época hay quienes creen que era un bandido al estilo de Robin Hood, robando a los ricos para favorecer a los pobres, sin embargo al parecer no fue así, como tampoco la causa que lo llevó a delinquir. Este es un punto muy intere- sante si vemos en perspectiva el viraje que le dio a su vida, pa- sando de ser un sanguinario ban- dolero a convertirse en el gene- ral de la División del Norte, uno de los ejércitos más disciplina- dos en su momento, lo que evidencia su talento como admi- nistrador y como estratega. Ade- más, su mérito no sólo estriba en que logró esto siendo casi un analfabeta, sino en que muchos de los hombres a su cargo se ca- racterizaban anteriormente por su total indisciplina. También conoceremos una muy interesante versión sobre el momento que Villa entra a Chi- huahua después de haber huido de la penitenciaria de la ciudad de México y de refugiarse en EEUU, ya que nos permitirá co- nocer de primera mano algunos rasgos de la personalidad de tan controvertido personaje, al in- teractuar con sus acompañantes en ese viaje, a través del relato de uno de ellos. Comentarios y sugerencias: [email protected] Marzo 1913, cuando “David” cruzó el Río Bravo l 6 de marzo de 1913, a las E6:30 de la tarde, nueve me- xicanos cruzaron la línea fronte- riza de Estados Unidos y Mé- xico. Se detuvieron en ciudad Juárez y permanecieron allí al- gunas horas, sólo para descan- sar y ponerse en contacto con otras dos personas que los esta- ban esperando. Ese mismo día, en la noche, siguieron su cami- no hacia el interior del estado de Chihuahua. Veinte años después, Darío W. Silva, uno de los que integra- ron aquel grupo, le entregó a José C. Valadés un artículo en el que había escrito sus recuerdos de lo que sucedió ese día, y el historiador los publicó el 16 de febrero de 1936 en el periódico La Prensa, de San Antonio Texas. El artículo se tituló: “La honda de David”. En su artícu- lo, Darío W. Silva narra con datos precisos quiénes eran y por qué el 6 de marzo cruzaron secretamente la frontera de Es- tados Unidos aquellos nueve mexicanos. A 76 años de haber sido pu- blicado por primera vez, este documento es de gran importan- cia para la historiografía de la revolución, porque es el único testimonio escrito por uno de los ocho revolucionarios que acom- pañaron al general Francisco Villa cuando abandonó el lugar donde se había escondido en Estados Unidos, después de que se había fugado de la peniten- ciaría de la ciudad de México a finales de 1912. Lo que se había escrito antes sobre este acontecimiento era muy vago, y ni siquiera había acuerdo respecto a los nombres de los ocho revolucionarios que acompañaron a Villa para iniciar la lucha contra el gobierno espu- rio de Victoriano Huerta. Ahora se agrega otra divergencia, por- que Silva asegura que el cruce lo hicieron el día 6 de marzo y la fecha que se ha reconocido por los estudiosos de la revolución en Chihuahua es la del 9 de mar- zo de 1913. En noviembre de 1984, la profesora Amada Hernádez Ro- mero publicó una investigación sobre la participación del gene- ral Miguel Saavedra, apoyándo- se en la información que le proporcionaron descendientes Jesús Vargas Valdés El joven Doroteo Arango (Foto: Archivos y Colecciones Especiales del ICHICULT) del general, sin embargo la auto- ra se concretó a los hechos de la batalla de Celaya y omitió el pa- pel de Saavedra como uno de los acompañantes de Villa cuando entró al territorio de Chihua- hua. Entre los datos desconoci- dos se debe resaltar que el cruce de la frontera no lo hicieron al mismo tiempo, ni por el mismo lugar, sino en dos grupos que utilizaron puntos distintos. No obstante que algunos historia- dores registraron la llegado a casa de Isaac Arroyo en Ciudad Juárez, se ignoraba que ahí recibieron algunos de los caba- llos. También se ignoraba que Villa se encontró con Eleuterio Hermosillo y Jesús Hurtado, lo que sugiere que ellos también formaron parte del grupo origi- nal y que quizá no se incorpora- ron en ese momento por la falta de caballos. Al margen de las divergen- cias señaladas, en el texto de Silva encuentro datos de gran relevancia y una narración flui- da, en un estilo anecdótico, rico en detalles y consideraciones que contribuyen a entender me- jor la dimensión de la proeza y la grandeza del Villa que durante Pasa a la página 2

Periodico Del Patrimonio Cultural y Natural de Chihuahua 24 Jornadas Villistas 2012

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Tercera época Julio de 2012 Periódico del Patrimonio Cultural y Natural de Chihuahua

EDIT RIALO

Año VII Núm. 19

Doroteo Arango:¿Bandolero social o simple cuatrero?

acido el 5 de junio de 1878 Nen el caserío La Coyotada, cerca del rancho Río Grande, jurisdicción de San Juan del Río, Durango, hijo de don Agus-tín Arango Vela y de Micaela Arámbula Álvarez. Su padre falleció en agosto de 1888 a consecuencia de una enferme-dad intestinal que se complicó, por lo que su madre tuvo que trabajar vendiendo tortillas.

¿Quién era Doroteo Arango antes del inicio del movimiento armado de 1910? En el periodo que abarca entre 1892 y 1910, Doroteo Arango ha sido defini-do por algunos autores como un bandolero social, un personaje al estilo de Robin Hood, que ro-baba al rico para darle al pobre, apoyados únicamente en las me-morias dictadas por éste al coro-nel Manuel Bauche Alcalde. Sin embargo, pongo en duda la validez de dicho argumento, puesto que el bandido social en general, ha sido caracterizado como miembro de los grupos marginales que al delinquir, lo hacían como forma de protesta ante el orden político y social imperante; individuos impulsa-dos a vivir fuera de la ley, vícti-mas de arbitrariedades y abusos por parte de hacendados y auto-ridades locales. No obstante, que el bandido mexicano en la mayoría de las ocasiones, lo fue más por su voluntad que por ser empujado a ello.

Reidezel Mendoza Soriano

Esto es, que Doroteo Aran-go, como muchos, incursionó en el robo y el abigeato con el único propósito de acceder a un esta-

su situación económica. El ban-dolerismo manifestó así las am-biciones frustradas de enrique-cimiento personal de ciertos individuos, sin ideales de nin-guna clase, sin intenciones de buscar algún tipo de reivindi-cación política ni el trastroca-miento del orden imperante. El bandido en cierta forma, admi-raba a las élites y ansiaba formar parte de ellas, por eso sus accio-nes no deben ser interpretadas “como actos de protesta social sino la lucha diaria por encon-trar lugar en ellas”. “La tragedia de mi vida co-mienza el 22 de septiembre de 1894, cuando yo tenía dieciséis años de edad”; dirá Doroteo Arango al referirse a la supuesta reyerta que tuvo con su patrón al defender el honor de su hermanaMartina, en la cual salió grave-mente herido el primero. Por ello, Arango afirma que se vio obligado a dedicarse al bando-lerismo pues no tuvo otra op-ción, debido a las constantes persecuciones del gobierno en su contra. No obstante, hay que recordar que la primera versión de sus memorias fueron dicta-das a Bauche Alcalde en febrero de 1914, en el momento cumbre de su carrera; probablemente con la firme intención de justifi-car su pasado, “validar su posi-ción frente a la historia y forjar su propia leyenda”, dirían sus Pasa a la página 3

Doroteo Arango Arámbula. Primera fotografía que se le tomó al inicio del movimiento revolucionario en noviembre de 1910. (Foto: Archivo

particular de Reidezel Mendoza Soriano)

tus social, más que para oponer-se a él; veía en el bandolerismo, el medio para lograr una movili-dad social ascendente y mejorar

obre la vida de Francisco SVilla se han dicho y escrito muchas cosas, en todos los sen-tidos. Algunas con bases, otras partiendo tan sólo de los decires populares, sin embargo todas han cautivado e interesado a mucha gente.

En esta edición del Correo del Norte presentamos dos tex-tos inéditos de dos historiadores e investigadores especializados en la revolución mexicana y en especial en Francisco Villa, se trata de Jesús Vargas Valdés y Reidezel Mendoza Soriano

Así, conoceremos la etapa en que Doroteo Arángo aún uti-lizaba diferentes nombres, como “Rayo Sauceda” o “Timo-teo Castañeda”, entre otros, para delinquir, cuando no permitía que se le tomara ninguna foto-grafía, sin duda siguiendo las enseñanzas de algunos de sus anteriores jefes gavilleros. En esta época hay quienes creen que era un bandido al estilo de Robin Hood, robando a los ricos para favorecer a los pobres, sin embargo al parecer no fue así, como tampoco la causa que lo llevó a delinquir.

Este es un punto muy intere-sante si vemos en perspectiva el viraje que le dio a su vida, pa-sando de ser un sanguinario ban-dolero a convertirse en el gene-ral de la División del Norte, uno de los ejércitos más disciplina-dos en su momento, lo que evidencia su talento como admi-nistrador y como estratega. Ade-más, su mérito no sólo estriba en que logró esto siendo casi un analfabeta, sino en que muchos de los hombres a su cargo se ca-racterizaban anteriormente por su total indisciplina.

También conoceremos una muy interesante versión sobre el momento que Villa entra a Chi-huahua después de haber huido de la penitenciaria de la ciudad de México y de refugiarse en EEUU, ya que nos permitirá co-nocer de primera mano algunos rasgos de la personalidad de tan controvertido personaje, al in-teractuar con sus acompañantes en ese viaje, a través del relato de uno de ellos.

Comentarios y sugerencias: [email protected]

Marzo 1913, cuando “David” cruzó el Río Bravol 6 de marzo de 1913, a las E6:30 de la tarde, nueve me-

xicanos cruzaron la línea fronte-riza de Estados Unidos y Mé-xico. Se detuvieron en ciudad Juárez y permanecieron allí al-gunas horas, sólo para descan-sar y ponerse en contacto con otras dos personas que los esta-ban esperando. Ese mismo día, en la noche, siguieron su cami-no hacia el interior del estado de Chihuahua.

Veinte años después, Darío W. Silva, uno de los que integra-ron aquel grupo, le entregó a José C. Valadés un artículo en el que había escrito sus recuerdos de lo que sucedió ese día, y el historiador los publicó el 16 de febrero de 1936 en el periódico La Prensa, de San Antonio Texas. El artículo se tituló: “La honda de David”. En su artícu-lo, Darío W. Silva narra con datos precisos quiénes eran y por qué el 6 de marzo cruzaron secretamente la frontera de Es-tados Unidos aquellos nueve mexicanos.

A 76 años de haber sido pu-blicado por primera vez, este documento es de gran importan-

cia para la historiografía de la revolución, porque es el único testimonio escrito por uno de los ocho revolucionarios que acom-pañaron al general Francisco Villa cuando abandonó el lugar donde se había escondido en Estados Unidos, después de que se había fugado de la peniten-ciaría de la ciudad de México a finales de 1912.

Lo que se había escrito antes sobre este acontecimiento era muy vago, y ni siquiera había acuerdo respecto a los nombres de los ocho revolucionarios que acompañaron a Villa para iniciar la lucha contra el gobierno espu-rio de Victoriano Huerta. Ahora se agrega otra divergencia, por-que Silva asegura que el cruce lo hicieron el día 6 de marzo y la fecha que se ha reconocido por los estudiosos de la revolución en Chihuahua es la del 9 de mar-zo de 1913.

En noviembre de 1984, la profesora Amada Hernádez Ro-mero publicó una investigación sobre la participación del gene-ral Miguel Saavedra, apoyándo-se en la información que le proporcionaron descendientes

Jesús Vargas Valdés

El joven Doroteo Arango (Foto: Archivos y Colecciones

Especiales del ICHICULT)

del general, sin embargo la auto-ra se concretó a los hechos de la batalla de Celaya y omitió el pa-

pel de Saavedra como uno de los acompañantes de Villa cuando entró al territorio de Chihua-hua.

Entre los datos desconoci-dos se debe resaltar que el cruce de la frontera no lo hicieron al mismo tiempo, ni por el mismo lugar, sino en dos grupos que utilizaron puntos distintos. No obstante que algunos historia-dores registraron la llegado a casa de Isaac Arroyo en Ciudad Juárez, se ignoraba que ahí recibieron algunos de los caba-llos. También se ignoraba que Villa se encontró con Eleuterio Hermosillo y Jesús Hurtado, lo que sugiere que ellos también formaron parte del grupo origi-nal y que quizá no se incorpora-ron en ese momento por la falta de caballos.

Al margen de las divergen-cias señaladas, en el texto de Silva encuentro datos de gran relevancia y una narración flui-da, en un estilo anecdótico, rico en detalles y consideraciones que contribuyen a entender me-jor la dimensión de la proeza y la grandeza del Villa que durante Pasa a la página 2

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Julio 2012Página 2

Marzo 1913...16 años de bandolerismo había aprendido todo lo que necesita-ba saber para resolver las difi-cultades en el tránsito por el desierto acosados por las condi-ciones climáticas y a la vez por destacamentos de soldados federales que ocupaban los pun-tos más importantes del estado.

Como quiera que sea, la pu-blicación de este documento es

ueve locos que deseába-Nmos morir por manos aje-nas para no tener que recurrir al suicidio, resolvimos derrocar al espurio gobierno que encabeza-ba Victoriano Huerta; esos nue-ve desalmados fuimos Francis-co Villa, Juan Dozal, Pascual Álvarez Tostado, Manuel O-choa, Tomás Morales, Miguel Saavedra, Pedro Zapién, Carlos Jáuregui y yo.

De esos nueve hombres re-sueltos, ninguno poseíamos ele-mentos suficientes para la cam-paña que nos propusimos llevar a cabo. Jáuregui, Zapién y el que esto escribe nos apoderamos de caballos en una cuadra en El Paso, Texas. A las seis y media de la tarde del día 6 de marzo de 1913, cruzamos el río Bravo, Ochoa, Morales, Zapién, Jáu-regui y yo, por el paso El Cordo-beño, frente al panteón del Ve-

acompañaba al general Villa, más dos personas que iban a pie y que eran Eleuterio Hermosillo y Jesús Hurtado, quien resultó un hombre extraordinario en los grandes combates que hubo que sostener con las fuerzas del trai-dor Huerta.

Antes de salir al camino, se hizo un recuento de armas, mu-niciones y provisiones, resul-tando un balance demasiado elocuente: Una libra de café molido, dos de azúcar, un cos-talito de sal de media libra, pin-zas corta-alambre, rifles 30-30 y quinientos cartuchos por pieza; pero en dinero no pudo reunirse entre todos un peso; y para desesperación de los fumado-res, sólo había en esa famosa columna una cajetilla de ciga-rros.

Con esos elementos de com-bate, boca y demás, había que empezar para derrocar a un gobierno que tenía ejército, di-nero, prestigio entre los adinera-dos del país y todo el engranaje gubernamental. Como quien dijese, “David contra Goliat”.

Tan numerosa era la nacien-te potencia redentora, que a pocos pasos del lugar que ocu-paba nuestro grupo pasó una es-colta de cincuenta soldados fe-derales y ni siquiera acertó a fijarse en los enemigos furibun-dos del gobierno de la república mexicana.

A las doce de la noche, cuan-do terminaba el día 6 de marzo, emprendimos la marcha, llegan-do poco después al rancho de Flores, cerca de La Mesa; pasa-

mos sin detenernos, por lo avan-zado de la hora y para no llamar la atención y causar alarma a sus habitantes; seguimos el camino hacia las estribaciones de la sierra de Samalayuca. Cuando amanecía, llegamos al rancho Ojo de Agua, que Villa creía guarnecido por fuerzas federa-les, en atención a ser el único lugar que tiene agua por todos los contornos de su ubicación a varias leguas. Esperando encon-trar resistencia, Villa ordenó que formáramos en línea de tirado-res y que así avanzáramos hasta llegar a los jacales que tenía la ranchería, notando, con sorpre-sa y alegría, que nadie detuvo nuestro avance en dispositivo de combate. Ahí tomamos alimen-tos que nadie pagó, no obstante que cada uno ofrecía hacerlo.

Continuando la marcha, no encontramos un sólo ser huma-no en todo el día. Cuando ya obscurecía, Carlos Jáuregui em-pezó a sentir los efectos de la sed y principios de insolación, y por más esfuerzos que hacía el en-fermo para ocultar sus sufri-mientos, éstos se revelaron en el semblante y fueron advertidos por el supremo jefe de la colum-

La honda de DavidPor el general Darío W. Silva

Esta foto es muy conocida y la versión más difundida es que corresponde a 1911, sin embargo Alberto Calzadíaz Barrera en su libro dedicado al general Martín López, ( la incluye en la página 116 y en el pie de foto anota que es de

marzo de 1913.Un dato que contradice la versión de Calzadíaz es que el sombrero de Villa es el mismo que tiene en otras fotos que indiscutiblemente corresponden a 1911, y entonces queda la pregunta ¿es correcta la identificación de los personajes que aporta Calzadíaz en su libro? Revisando la lista de personajes se comprueba que aparecen cinco de los que

acompañaron al general Villa cuando cruzó la frontera el 6 de marzo de 1913 (según la versión de Darío Silva). Al frente, de izquierda a derecha: General Antonio Orozco, general Juan Dozal, coronel Telésforo Terrazas, Martín López, general Francisco Villa, coronel Manuel Ochoa y mayor Casimiro Cázares; atrás, entre Villa y López,

general Miguel Saavedra; entre Villa y Ochoa, Tomás Morales. Atrás de Martín López, Darío W Silva (a quien sólo se ve el sombrero, de vestir).Marzo de 1913. Tomada de: Alberto Calzadíaz Barrera, La foto original era más extensa y en una versión aparecen nueve personas al frente. En la parte de atrás aparecen personajes

no identificados, de tal manera que ahí pueden estar los que faltan del grupo original, que son: Pascual Álvarez Tostado, Carlos Jáuregui y Pedro Zapién.

Grandioso dorado de Pancho Villa. General Martín López, México, Editores Mexicanos Unidos, 1968, s/f)

una primicia, un acontecimiento para el Correo del Norte, porque casi puedo asegurar que la infor-mación que aquí se expone era desconocida y estaba inaccesi-ble para los demás historiadores quienes por esta razón no la habían incluido antes en sus bio-grafías o en los ensayos sobre el villismo y la revolución mexi-cana. Jesús Vargas Valdés

nado, en El Paso, Texas, inter-nándonos en tierra chihuahuen-se por la Isla de Córdoba.

El jefe Villa, Dozal, Tostado y Saavedra, pasaron a Ciudad Juárez en uno de los tranvías que hacen el trayecto desde El Paso. Cuando estaban en las calles del Comercio y Lerdo, bajaron y siguieron a pie hasta la casa de Isaac Arroyo, donde ya les espe-raban con unos caballos ensilla-dos y listos para salir rápida-mente, porque esos animales también habían sido adquiridos sin consentimiento de los pro-pietarios, siendo uno de ellos el jefe de la guarnición federal de la plaza, de apellido Mancilla.

Al obscurecer de ese mismo día, los que habíamos cruzado el río, ya montados, estábamos es-perando en el lugar que de ante-mano había indicado el jefe; ahí llegó a poco tiempo el grupo que

na rebelde (nueve hombres); la sed, la falta de agua, atormenta-ba al joven libertador del prisio-nero de Tlatelolco. Jáuregui no se quejaba, pero el general Villa, atento a todos los movimientos de sus subordinados, compren-dió los sufrimientos de quien no estaba entrenado para fatigas de esa naturaleza, y presto sacó de la canana un cartucho de rifle, y con unas pinzas le arrancó la bala. Acercándose al enfermo, le dijo: “Póngase usted esta me-dicina en la boca, y aunque no es la que usted desea, daño no le causará y sí mucho alivio”.

Jáuregui obedeció la indica-ción y empezó a jugar el proyec-til en su boca, produciendo así una salivación abundante que refrescaba la garganta, pasando el jugo salival hacia el estó-mago. Así notó un alivio paula-tino hasta mejorar notablemente con la medicina administrada por el improvisado doctor Fran-cisco Villa. De pronto un agua-cero torrencial refrescó el cami-no y una atmósfera fresca alivió nuestros sufrimientos por falta de agua en pleno desierto.

Villa estaba acostumbrado a Pasa a la página 7

Póngase usted esta medicinaen la boca, y aunque no es laque usted desea, daño no lecausará y sí mucho alivio.

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Juan Antonio Castro DurónEditor

Tel. (614) 214-4800 ext. 212E-mail: [email protected]

Oficina de Patrimonioy Gestión Cultural

Fermín Gutiérrez Galindo Director

teatroescolar.es

Julio 2012

Doroteo Arango... nietas: es la historia de Doroteo Arango, según Francisco Villa, preocupado por el juicio de la historia y de su imagen ante el mundo.

En dicha versión, Doroteo afirma que el hacendado Agus-tín López Negrete había intenta-do llevarse a su hermana Marti-na Arango de doce años de edad y con ello “pisotear el honor de nuestras pobrecitas mujeres”.

Es interesante recalcar la importancia del honor familiar en las sociedades rurales de la época, pues se extendía a todos los aspectos de la vida, inclu-yendo las relaciones interperso-nales; éste consistía en la consi-deración que profesaba la comunidad a cada uno de sus miembros, es decir, la reputa-ción que poseía cada persona y cada grupo, el aval social que le permitía participar con una me-jor o peor posición en las redes de solidaridades.

Con algunas variantes, son infinidad las versiones que exis-ten sobre este incidente. Hay quienes afirman que no se trata-ba del hacendado o de su hijo sino de algún capataz o del ad-ministrador de la propiedad, puesto que de haber resultado herido el terrateniente o alguno de sus vástagos, seguramente se habría emprendido una inusita-da persecución en contra de Arango y culminado frente al paredón, lo que no ocurrió, ade-más de que habría evidencia documental en los archivos.

Aunque cabe decir que la historia del abuso de la hermana no era exclusiva de la leyenda de Doroteo Arango, pues parece ser una versión muy recurrida en la vida de los bandidos: en el caso del “primer” Francisco Villa, el rapto y abuso de su hermana de 16 años a manos de un hacendado, fue motivo de su rebeldía. Antonio Carrasco, pis-tolero y forajido, sufre la muerte de sus padres y el rapto de su

cado en California a mediados del siglo XIX, cuya esposa fue violada y asesinada por un gru-po de norteamericanos xenó-fobos. No obstante, muchas de estas versiones jamás fueron do-cumentadas ni verificadas y pa-saron a formar parte del folklore popular.

Doroteo Arango que había escuchado las historias de Hera-clio Bernal, Francisco Villa e Ignacio Parra, bien pudo años más tarde, construir su propia historia en base precisamente a esas viejas leyendas, asumién-dose como un bandido vengador al estilo de Francisco Villa y como un bandolero generoso a la manera de Bernal.

Muchos de estos individuos estaban conscientes de que al incluir una motivación no delic-tiva como el detonante de sus carreras criminales, podrían ser exculpados por sus semejantes, fuera cierto o no. Es decir, “siempre que el individuo que actúa fuera de la ley tenga una motivación que le haga aparecer como víctima de algún abuso, será consentido y prestigiado ante la población” y tendrá razo-nes para avalar su comporta-miento. De no ser así los atracos en los caminos, los asaltos, in-cendios y asesinatos se conside-raban casos ruines y atroces cometidos por simples salteado-res de caminos. No se sabe con certeza lo que realmente pasó esa tarde de sep-tiembre de 1894, pues cabe la posibilidad de que nuestro per-

sonaje hubiese adoptado la his-toria de alguien más, para justi-ficar años después su carrera delictiva, pues hasta hoy, no hay evidencias documentales ni tes-timoniales que sustenten tales hechos, únicamente se cuenta con las versiones del propio Doroteo y de su hermana Marti-na Arango. Lo cierto es que por esos días, Doroteo dio un giro a su vida dando inicio oficial-mente a una larga carrera de robos y asaltos que había inau-gurado pocos años atrás, hurtan-do gallinas. Formó parte de múl-tiples bandas delictivas que no aspiraban a lograr un cambio estructural en la sociedad, pues sus objetivos eran limitados y egoístas; sólo buscaban sobrevi-vir y sacar el máximo provecho personal a sus actividades ile-gales.Su historial criminalEntre 1896 y 1898 Doroteo Aran-go perteneció a la gavilla de Ignacio Parra y Refugio Alvara-do, dos célebres bandidos du-ranguenses que cometían sus tropelías en las jurisdicciones de San Juan del Río y Canatlán. Después del supuesto atentado contra su patrón, Arango encon-tró en la banda de Parra, un res-

Doroteo Arango Arámbula. Según las personas que lo conocieron añosantes de la revolución, así recordaban al Pancho Villa bandido.

(Foto: Archivo particular de Reidezel Mendoza Soriano)

Pablo Valenzuela, propietario de la hacienda de Chinacates, Partido deCanatlán, Durango. Fue protector de Doroteo Arango, lo sacó varias veces de la cárcel. (Foto: Archivo particular de Reidezel Mendoza S.)

hermana –también de 16 años– y tras ser ignorado por las auto-ridades, buscó vengarse, asesi-nando a los padres y hermana del ejecutor de su familia. Otro ejemplo, es lo sucedido a Joa-quín Murrieta, sonorense radi-

guardo en el que se sentía “pro-tegido y sin miedo” y en la cual, debido a su corta edad e inex-periencia, lo ocupaban única-mente en quehaceres de mozo y mandadero. Aunque el propio Arango en sus memorias, admi-te haber participado en el robo de una partida de mulas en la Hacienda de la Soledad y en el asalto a un arriero en la sierra de Magueyitos, jurisdicción de Pueblo Nuevo. De igual manera perteneció a la banda de Sabás Baca, con la que aparentemente llegó por primera vez a territorio norteamericano. Entre 1899 y 1901 actuó a las órdenes de Ma-tías Parra y Estanislao Mendía en la región de San Juan del Río, Pánuco y Durango.

Con esta banda participó en

...fue capturado en enero de 1901y enviado preso a Canatlán...

infinidad de robos y asaltos, en-tre ellos: 20 mulas en Canatlán en mayo de 1899; el robo de una partida de bueyes de la Hacienda Ayala, propiedad de Ignacio López Negrete, el 11 de octubre del mismo año; robo a varios negocios, a la Estación Interna-cional y al Juzgado de Letras en Canatlán, entre abril y mayo de 1900, así como a don Ramón Reyes; por éste último atraco, Doroteo fue capturado en enero de 1901 y enviado preso a Cana-tlán, donde fue juzgado; sin em-bargo, logró fugarse de la cárcel de San Juan del Río, un año más tarde, huyendo a territorio chi-huahuense.

En Parral, hizo algunos tra-tos con el ganadero Miguel Baca Pasa a la página 4

Pablo López Aguirre. En 1908 se unió a la banda de Doroteo Arango. Fuecapturado un año más tarde, acusado de robo de ganado. Se fugó de lapenitenciaría en 1911 (Foto: Archivo particular de Reidezel Mendoza S.)

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Página 4 Julio 2012

Doroteo Arango... Valles, quien según se dice, lo contrató para asesinar a don Rafael Reyes, en mayo de 1903. En esas mismas fechas, asesinó a don Ramón López, luego de asaltarlo y quitarle el dinero. Por ese entonces se hacía llamar “Rayo Sauceda”. Se integró a la banda de José El Charro Beltrán y Rosendo Gallardo, dejándose sentir en los contornos del Rosa-rio, Durango. Con esta gavilla participó en los atracos al ran-cho El Zubiateño, propiedad de don José María Hernández, en octubre de 1902, apoderándose de 500 pesos; en Piloncillos asaltaron y asesinaron a unos in-dividuos de origen árabe, luego de quitarles 400 pesos en efec-tivo y varios cheques; días más tarde atacaron el rancho El Te-rrero, propiedad de Inocencio Chávez, hiriendo a su esposa, a su hija y aun empleado.

En mayo de 1904, degolla-ron a dos vaqueros en Los Char-cos, Durango, dejando mal-herido a don Gabino Amaya, propietario de la Hacienda de Espíritu Santo, y a un gendarme. Tras este crimen, Arango se vio obligado a huir de la región, trasladándose a los contornos de San Andrés, en donde actuó al lado de Andrés Rivera y Feli-ciano Domínguez, que encabe-zaban una banda dedicada al robo de ganado y asalto en des-poblado. Entre los atracos en los que tomó parte, se cuenta el cometido contra la Hacienda del Charco, la Hacienda de La Bae-za, Corral de Piedra, entre otras, además de que usaba como escondites la Sierra Azul, la del Tambor, las cuevas “del Ojito”, el “táscate de Villa”, la “cueva del tío Clemente”, etcétera.

En 1906 Doroteo Arango re-tornó a territorio duranguense, reintegrándose a la banda co-mandada por Estanislao Mendía y Matías Parra en la región de Canatlán.

El 26 de enero del mismo año, asaltaron la Hacienda de San Lorenzo Calderón, apode-rándose de una partida de 40 mulas; en junio asaltaron el ran-cho de Gigantes, y se llevaron

ocho caballos; de la Hacienda de Cacaria extrajeron otra parti-da de mulas, propiedad de don Pablo Valenzuela, y el 24 de diciembre una partida de bueyes del mismo lugar. En la segunda quincena de febrero de 1907 asaltaron a Jesús Uranga, vecino de La Estancia Blanca, Partido de San Juan del Río, robándole dos mil pesos, alhajas y ropa; a los pocos días, a don Amador Herrera, de la Congregación del Pozole, que resultó herido al re-sistirse al asalto. El 25 de feb-rero del mismo año, atacaron a Manuel Badiola del rancho El Tesguino, San Juan del Río, y esa misma noche a Manuel de la Hoya del rancho del Sáuz de Arriba. No obstante, luego de una intensa persecución por parte de las fuerzas del Estado de Durango, la banda fue disper-sada, resultando muerto Gumer-sindo Ortega, uno de los líderes de la gavilla.

En octubre de 1907, la banda reanudó operaciones, ésta vez liderada por Matías Parra e inte-grada por Sotero Aguilar, Doro-teo Arango, José Gallegos, Sal-vador N., Refugio Avitia y Cesá-reo Díaz. El 24 del mismo, roba-ron en Canatlán 25 mulas y ca-ballos, escondiéndolos en el rancho del Pozole, Canatlán. Sin embargo, al poco tiempo, Arango decidió separarse del grupo y retornar a la región sur de Chihuahua. En mayo de 1908 asaltó a don Jesús Payán Grani-llo en el rancho del Cajón, Sate-vó, apoderándose de mil pesos.

El 15 de septiembre del mis-mo año, atacó el rancho El Sau-cito, despojando a la viuda de Marcelo Guerra de 300 pesos, joyas, ropa, armas, monturas y caballos; días después, asaltó y asesinó a Francisco Martínez en Catarinas, Durango. El 5 de marzo de 1909 se presentó en el rancho de San Isidro como Timoteo Castañeda, y asesinó a don Alejandro Muñoz y a su hijo Rafael, luego de someter a la familia y saquear la propiedad; una versión sostiene que Arango había sido contratado por don Quirino Baca, enemigo perso-nal de don Alejandro, para fingir

un robo y ejecutarlo. junio de 1909 la banda de Do-roteo Arango, irrumpió en la casa del norteamericano Mike Farrell en San José del Sitio, Satevó, y luego de someterlo y golpearlo junto con William Tu-ttle, robaron dinero, ropa, alha-jas y algunos otros objetos. Poco después, Arango y los suyos robaron 62 mulas de la Hacienda de Torreón de Cañas. El 13 de mayo de 1910 asaltaron y golpearon a don Pe-dro Domínguez en su casa en el rancho del Encino, jurisdicción de San Andrés, apoderándose de 600 pesos en efectivo, una pis-tola y ropa. El 22 de agosto del mismo año se presentaron en el rancho El Alférez, distrito Indé, Durango, haciéndose pasar co-mo miembros de la Acordada de Santiago Papasquiaro que iban tras unos bandidos; al salir don Ismael Zambrano, propietario del rancho, lo sometieron, gol-pearon y robaron cinco mil pe-sos en oro y plata, así como ar-mas y caballos. De regreso en territorio chihuahuense, Doro-teo Arango asesinó el 8 de sep-tiembre de 1910 en la ciudad de Chihuahua a su compadre Claro Reza Orozco, luego de que éste hiciera un trato con Enrique Creel a cambio de su libertad. El 13 de octubre del mismo año, atacaron y robaron la Hacienda de Talamantes, apoderándose de mil 580 pesos en oro, plata y bi-lletes, provisiones, ropa y joye-ría, luego de golpear salvaje-mente a dos mujeres y herir al dueño de la propiedad.

Finalmente el asalto y asesi-nato de don Pedro Domínguez en el rancho El Encino, San An-drés, Chihuahua, el 17 de no-viembre de 1910, sería el último golpe de la gavilla de Doroteo Arango como tal, pues a partir de entonces actuarían bajo la bandera del antirreleccionismo, como partida revolucionaria.ConclusiónRespecto a su trayectoria como bandido, a diferencia del famo-so bandolero sinaloense Hera-clio Bernal, Doroteo Arango no contó con reconocimiento so-cial en su época; a lo más tuvo una red de contactos extendida a lo largo de los estados de Chi-huahua y Durango, de compa-dres, amigos, cómplices, aman-tes, favorecidos dispersos que habían recibido de sus manos algunos pesos, una vaca, un ma-rrano, una prenda u objeto de valor. Slatta sostiene que este tipo de personajes a pesar de las leyendas heroicas, eran mucho menos “justicieros” o solidarios con los pobres que el tipo ideal de Hobsbawm.

Su reconocimiento era sólo el de un oscuro personaje que cambiaba de nombre y de vida con frecuencia; de aquellos que según Hobsbawm, muy pocas veces eran conocidos por sus nombres de pila, sólo por sus apodos: “el gorra gacha” (por su costumbre de usar el sombrero hasta las cejas cuando descon-fiaba de las personas), “la fiero-na”, “el güero”, “el minero”, “nalgas de fierro”; que desapa-recía por largo tiempo y cam-biaba de oficio. En sus acciones, hubo en realidad poca genero-sidad hacia los poblados; robó a los hacendados, pero nunca los

El 21 de confrontó; mató rurales, pero no buscaba combatirlos; hurtó a los ricos, pero pocas veces fue con la idea de repartir el botín entre los pobres, a quienes por cierto, también llegó a desvalijar. Para Alonso Cortés, en Arango no existía la nobleza de los lla-mados ladrones justicieros que de vez en cuando surgían en los campos y ciudades, al estilo de “Chucho el roto”, pródigos y ge-nerosos con los necesitados; pues al contrario, Arango “el contumaz ladrón de siempre […] nunca reparte dinero ni en el momento de la euforia inme-diata al saqueo, atesorando y enterrando los botines en luga-res que muchos de ellos conti-nuarán ocultos para siempre”. Si bien Doroteo no construyó un reconocimiento social en esos años, sí creó una maraña de complicidades a la que impuso sus propias normas, de las cua-les la más importante era: la pa-

labra de un compadre, de un compinche, de un favorecido se honra, jamás se traiciona.

Arango, creó también un es-tilo: cambiarse de nombre como de sombrero; aunque dicha cos-tumbre bien pudo aprenderla de don Sabás Baca, uno de sus “maestros” en la práctica del bandidaje. Doroteo llegó a utili-zar incluso los nombres de sus propios amigos y cómplices en otras regiones: Matías Parra, Al-fredo Villa, José Beltrán, Alber-to Rodríguez o Rayo Sauceda, entre muchos otros; no amane-cía en el mismo lugar donde se acostaba y jamás confiaba en nadie, ni siquiera en su sombra.

En pocas palabras, a la pre-gunta de quién era Doroteo Arango en esos primeros años, un tío de Nellie Campobello que lo conoció muy bien antes de la revolución, responde: era sola-mente “un rifle, un caballo y un gorro aplastado”.

Feliciano Santana, integrante de la banda de Doroteo Arango.Estuvo preso en la Cárcel Pública de Parral, de donde se fugó.

(Foto: Archivo particular de Reidezel Mendoza Soriano)

Zeferino López, miembro de la gavilla comandada por Doroteo Arango, a quien le salvó la vida en el combate del Tecolote, el 29 de

noviembre de 1910 (Foto: Archivo particular de Reidezel Mendoza Soriano)

Bibliografía:Vanderwood. “Desorden y progreso”.Villa. “Pancho Villa”.Maiza. “Historia moderna”.Sánchez Agurreola y Segura Urra, Félix.“Memoria y civilización”.Álvarez Morales. “Relatoa auténticosde la vida de Pancho Villa”.Raht.”The romance of Davis mountains and Big Band country a history”.Latta. “Joaquín Murrieta and his horse band”.

Álvarez Barrientos y Pilar García Mouton. “Bandolero y Bandido. Ensayoe interpretación”; en Revista deDialectología y Tradiciones Populares.Alicia Bonfil y Eugenia Meyer. Entrevista a don Francisco Gil Piñón.Alonso Cortés. “Francisco Villa, elquinto jinete del apocalipsis”.Housbawm. “Rebeldes primitivos”.Campobello. “Perfiles de Villa”, enRevista de Revistas. Agosto de 1932.

Rafael Flores, bandido y pistolero de la región de Parral. Militó en la gavilla de Doroteo Arango.

(Foto: Archivo particular de Reidezel Mendoza Soriano)

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l 26 de septiembre de 1913, Elos principales comandan-tes militares de Durango y Chi-huahua se reunieron en Jiménez y eligieron a Villa para que los encabezara en una expedición cuyo objetivo sería tomar a la ciudad de Torreón, una de las más importantes y ricas de Mé-xico, centro también de las co-municaciones ferrocarrileras del norte.

Su captura proporcionaría pertrechos y dinero a los revolu-cionarios y les ayudaría a blo-quear el abastecimiento de las fuerzas federales de Chihuahua.Aparte de la creencia cada vez más difundida en que la unidad era la única forma de sobrevivir, otro factor convenció a los revo-lucionarios de Chihuahua de aceptar el liderazgo de Villa: la posibilidad de unir fuerzas con un contingente aun mayor, los hombres de la zona lagunera de Coahuila y Durango, y los revo-lucionarios de otras partes de ese ultimo estado. Para ellos, Torreón era la llave del control de su región. Desde julio de 1913 habían intentado sin éxito tomar la bien fortificada a la ciudad y había sido rechazados con pér-didas enormes. Ahora apelaban a Villa para que les diera refuer-zos y le ofrecían el mando del ataque conjunto. Para los revo-lucionarios de Chihuahua, la toma de Torreón era por lo me-nos tan importante como para los de La Laguna y Durango, ya que todos los refuerzos que iban del centro de México a Chihua-hua pasaban por la ciudad.

Para Villa el asalto contra “la Perla de La Laguna” como lla-maban a Torreón, presentaban grandes beneficios. Podía ase-gurarle el control de Chihuahua; su toma elevaría su prestigio, dado que en julio Carranza había asumido el mando del ejército que la sitiaba pero no había logrado tomarla. Pondría grandes recursos financieros a su disposición, lo que permitiría armar y equipar a su ejército y

La formación de la División del Nortey la primera toma de Torreón.

Friedrich Kats; Pancho Villa; Ediciones Era, S. A. de C. V.; Fideicomiso para la Cultura México-Estados Unidos, una iniciativa del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes; Primera reimpresión, enero de 1999.

La artillería jugó un importante papel en la revolución. Su posesión significaba superioridad bélica(Foto: Archivos y Colecciones Especiales del ICHICULT)General Victoriano Huerta

General Francisco Villa en la toma de Torreón (Foto: Archivos yColecciones Especiales del ICHICULT)

colocaría bajo su mando un contingente de seis u ocho mil hombres, más de los que nunca había encabezado y uno de los ejércitos revolucionarios más nutridos, si no el mayor.

Los riegos de la operación también eran enormes. Villa te-nía escasa experiencia en el combate regular; las pocas ve-ces que había participado en campañas militares regulares, lo había hecho bajo el mando de otros. Carecía de uno de los principales prerrequisitos para atacar una gran ciudad: una arti-llería fuerte y bien organizada; sólo contaba con dos cañones que sus soldados habían captu-

rado en San Andrés y apenas tenía artilleros bien adiestrados para servirlos. Además, las tropas procedentes de La Lagu-na y de Durango eran famosas por su falta de disciplina.

Esa falta de disciplina había sido una de las principales razo-nes por las que Carranza no logró tomar Torreón. Desesperó de hacer obedecer de esos hom-bres y decidió dirigirse a Sono-ra. El problema había sido tan serio que, cuando un oficial del Estado Mayor de Carranza in-tentó detener la desbandada de los hombres de Calixto Contre-ras disparando contra dos de los aterrados oficiales que la enca-bezan, los revolucionarios ame-nazaron con matar al Primer Jefe si no les entregaba a su ofi-cial para que lo ejecutaran.

Un riesgo potencialmente mayor, aunque no sabemos hasta que punto Villa estaba consciente de él, era que el ejér-cito federal planeaba utilizar el sitio de Torreón para acabar con

el núcleo central de la División del Norte.

El comandante federal en Chihuahua, Mercado, había en-viado un gran contingente a las órdenes del general Castro, para envolver a los revolucionarios en una especie de pinza. Mer-cado suponía que cuando fraca-saran de nuevo en su intento de tomar Torreón, como les había sucedido ya en julio, los revolu-cionarios debilitados, se retira-rían hacia el norte. Allí se topa-rían con el gran contingente de Castro, quien los haría pedazos gracias a la superioridad de su artillería y la disciplina y organi-zación de sus tropas.

En menos de una semana, Villa logró superar todos los obstáculos que se le presenta-ban, capturar Torreón y enterrar los planes de los federales. En pocas semanas más, tendrían el control de todo Chihuahua.

Debió el éxito a la estrategia adoptada y al control que logró sobre sus hombres, así como la ineptitud y la cobardía a los comandantes federales.

También colaboró la poca voluntad de combatir que tenían muchos de los soldados federa-les, y especialmente los reclutas procedentes del sur de México.

El comandante federal de Torreón, Munguía, sobrestimó de tal forma su propia fuerza y subestimó tanto la capacidad de combate de los revolucionarios que envió a uno de sus genera-les, Alvírez, con quinientos hombres, a la población de Avi-lés, en las afueras de Torreón, a atacar un contingente muy supe-rior de tropas revolucionarias. Éstas lo hicieron pedazos, y Alvírez murió en la batalla con la mayoría de sus oficiales. Cuando las noticias de la derrota se difundieron por Torreón, a pesar de lo desesperados esfuer-zos de Munguía por ocultarlas, los federales se desmoralizaron.Munguía había basado sus esperanzas de victoria en la superioridad de su artillería. La habían situado en una serie de colinas que rodeaban las entra-das a Torreón, desde donde de-bía lanzar un devastador diluvio de fuego sobre las avanzadas de los revolucionarios. Pero en una serie de ataques nocturnos que serían el signo distintivo de su estrategia, Villa y sus tropas se apoderaron de colina tras colina,

y de los cañones federales. Una vez que tuvo en sus manos esas cotas y la artillería en ellas estacionadas, la situación de los defensores de Torreón se volvió crítica. En esa coyuntura Mun-guía no sólo decidió no defender a la ciudad, sino que no intentó siquiera retirarse en orden: sus hombres huyeron presas del pánico y él hizo otro tanto, al mismo tiempo que le ordenaba a un general subordinado, Anaya, que contraatacara y recobrara las colinas. Anaya en efecto logró cierto éxito inicial e inten-tó convencer a Munguía de que le enviara refuerzos.

“Aprovechando esa calma marché violentamente, fui al hotel de San Carlos”, informó Anaya al secretario de Guerra de Huerta, “a fin de dar parte al General en Jefe, pero no lo hallé, habiéndome informado uno de los ordenanzas que estaban en el zaguán, que desde a las 5 de la tarde había salido en un automó-vil y no había regresado; ense-guida me regresé al cuartel del 5º. Regimiento a ver si allí te-nían informes del general Mun-guía pero con la sorpresa vi que el cuartel estaba sólo; me dirigí otra vez al hotel de San Carlos y lo encontré también sólo, sin que hubiera quien me informara del paradero del general”.

Más tarde, un consejo de guerra condenó a Munguía por cobardía. El general federal Castro, que estaba avanzando sobre Torreón desde el norte, resultó por lo menos igual de inepto, aunque no tan cobarde. Había colocado su artillería de modo tal que sus primeros dis-paros diezmaron a su propia infantería y casi provocaron una rebelión. No logró tomar la ciu-dad de Camargo, defendida por una fuerza muy inferior de revo-lucionarios. Nada es más revela-dor de los problemas y la estruc-tura del ejército federal de Huer-ta, que el informe sobre las actividades de Castro que envió su superior en Chihuahua, el ge-neral Mercado.

“Desgraciadamente el man-do de las operaciones lo lleva el general Castro, jefe que carece de los más triviales conocimien-tos militares y de la más rudi-mentaria instrucción. Se me pre-guntará que si la ineptitud de Castro me era conocida, ¿por Pasa a la página 6

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al de Villa y a veces incluso los liberaba).

La U.Sreaccionó ante esas ejecuciones en forma que fue característica entre los extranjeros, afirmando que “los constitucionalistas han deshonrado su causa”. Muchos defensores de la revolución reaccionaron, ya fuera negando que esas ejecuciones hubieran tenido lugar, o diciendo que por desgracia eran normales y ruti-narias en México.

Las ejecuciones de prisione-ros fueron de hecho la norma practicada por ambos bandos en esta segunda fase de la revolu-ción mexicana, pero no había sido frecuente en la revolución maderista.

Las fuerzas de Madero no ejecutaban en general a sus prisioneros, e incluso el ejército federal sólo lo hizo esporádica-mente. Villa y Orozco se rebela-ron contra Madero en Ciudad Juárez, en 1911, y pidieron que fuera fusilado el general federal Navarro porque éste había vio-lado lo que ellos consideraban una norma implícita de la guerra al matar a sus prisioneros.

Una de las razones princi-pales de la “suavidad” de la re-volución maderista fue que ambas partes suponían que al final se llegaría a algún tipo de pacto. Después de su victoria, Madero siguió creyendo que todos los problemas de México podían ser resueltos por un hombre razonable, de una ma-nera razonable, con un mínimo de violencia. Esa actitud, junto con su personal benevolencia, lo llevaron a suspender la ejecu-ción de todos los opositores de clase media y alta que conspira-ron contra él o se sublevaron. En vez de ser fusilados, Félix Díaz y Bernardo Reyes fueron encar-celados en condiciones cómo-das en una prisión militar.

Madero fue menos blando con sus opositores radicales de clase baja, y durante varios me-ses las tropas federales reali-zaron operaciones de búsqueda y destrucción contra las fuerzas

. Review of Reviews

que los temores más horrendos que pudieran albergar los habi-tantes sobre robos y saqueos iban a verse confirmados:

“Durante la noche, varias tiendas de la calle Ramos Ariz-pe y de la avenida Hidalgo fue-ron casi totalmente saqueadas y otras lo fueron en parte” infor-mó el cónsul estadounidense en Torreón, Carothers.

“Visité esos lugares perso-nalmente y las huellas de los rebeldes estaban por todas par-tes: sombreros, zapatos y ropas viejas por el suelo, mostraban que se habían cambiado de ropa en el lugar mismo del saqueo.”

Pero unas horas después, según el mismo Carothers, la situación había cambiado com-pleta y espectacularmente.

“A las once, fui en carruaje a recorrer la ciudad para inspec-cionarla [...] un orden esplén-dido reinaba en ese momento. Había guardias en todas las tien-das que habían sido total o par-cialmente saqueadas, y había orden de disparar sobre cual-quiera que intentara robar algo. Consideró que las pérdidas reales por el pillaje llegaron a lo

sumo a los quinientos mil pesos. Es menos de cinco por ciento de lo que esperaba la gente de To-rreón que se perdería si la ciudad caía, y todos hacen grandes elogios del general Villa como jefe, por ser capaz de mantener semejante orden.”

El cónsul estadounidense Hamm, que venía de Durango y había presenciado el saqueo de esa ciudad y había ido a Torreón para conocer su situación, com-partía la impresión de Caro-thers.

“Al llegar a Torreón el 9 del corriente, quedé no poco sor-prendido ante el orden casi per-fecto que reinaba, y porque los negocios funcionaba en condi-ciones cercanas a lo normal, y no puede evitar contrastar la completa desolación de Duran-go con las escasas huellas de la destrucción y violencia visibles en Torreón.

Varias tiendas habían sido casi completamente saqueadas en la primera exaltación de la victoria, pero pronto el general Villa y otros jefes pusieron alto a eso y establecieron una muy considerable disciplina. Prác-ticamente los únicos edificios quemados fueron los que los oficiales federales ordenaron incendiar antes de abandonar la ciudad, con el propósito de des-truir las municiones.”

En algunos aspectos, la toma de Torreón fue la tarjeta de pre-sentación de Villa ante el mun-do.

Tanto mexicanos como esta-dounidenses quedaron grata-mente sorprendidos. No se trata-ba del bandido brutal e igno-rante que robaba y saqueaba como muchos habían esperado. Los representantes de Estados Unidos no sólo elogiaron el or-den que imperó, sino también la forma en que procuró proteger a sus nacionales. El cónsul Hamm alabó a Villa por haberse “mos-trado muy bien dispuesto hacia los estadounidenses y sus inte-reses”.

Otro aspecto de la política de Villa causó una gran impresión muy distinta en los observa-dores nativos y extranjeros: fue su decisión de ejecutar a todos los oficiales federales y a los soldados orozquistas que tomó prisioneros (los hombres alistados en el ejército federal tenían la opción de incorporarse

La formación de la...qué le dicolumna? Pues, sencillamente porque así lo previene la ley militar, puesto que él era supe-rior jerárquico entre todos los generales que iban en la co-lumna y es necesario comenzar por respetar la ley para poder juzgar a los hombres con ella.”

Pero la ineptitud de los fede-rales no fue la única, tal vez ni siquiera la principal razón del éxito de Villa en Torreón. Des-pués de todo, sólo unos meses antes los mismos oficiales ha-bían rechazado con éxito un ata-que contra la ciudad. El éxito se debió a la estrategia que em-pleó y a su capacidad para trans-formar grupos de hombres que tenían escaso adiestramiento militar, y aún menos tradición de disciplina, en un conjunto bien organizado y altamente disciplinado. Su estrategia de incesantes ataques de día y de noche se impuso a la superiori-dad federal en artillería y fortifi-caciones, y finalmente desmo-ralizó a los oficiales enemigos así como a sus soldados. Villa podía ser mucho más drástico en la implosión de la disciplina que Carranza. No tenía reparos en fusilar sin más trámite a los hombres u oficiales de quienes sospechaba cobardía o desobe-diencia. Sin embargo, los cam-pesinos revolucionarios de Du-rango y sus propios contingen-tes en Chihuahua aceptaban sin protestar esas medidas: era uno de ellos, y consideraban que te-nían derecho a hacer lo que hacía.

El tipo de disciplina que lo-graba imponer se mostró clara-mente en la ocupación de To-rreón. Muchos de los hombres que entraron en ésa, la ciudad más rica del norte de México, pensaron que podían repetir lo que había hacho unos meses antes de la ciudad de Durango, que saquearon, robaron e incen-diaron. Cuando las primeras tropas entraron a Torreón, la noche del 1º de octubre, parecía

el mando supremo de la

Estandarte de la División del Norte (Foto: centenario2010.blogspot.com)

Francisco Villa con sus “Dorados”, siendo ya un ejemplo de disciplina (Foto: Archivos y Colecciones Especiales del ICHICULT)

de Zapata en Morelos.Pero finalmente modificó su

política en esa región, enviando al general Felipe Ángeles para sustituir a Juvencio Robles, que había llevado a cabo deporta-ciones y ejecuciones colectivas.

Ángeles hizo la guerra con-tra Zapata de una manera más humana, sin causar muertes en la población civil ni entre los prisioneros que tomaba.

En cambio, el ejército fede-ral que tomó el poder a princi-pios de 1913 consideraba que no podía ni debía llegar a ningún pacto con los revolucionarios y que de hecho, para ganar, tenía que llevar a cabo una guerra de exterminio.

Las brutales ejecuciones de Madero, Pino Suárez y Abra-ham González, que contras-taban de manera tan aguda con la forma de esos hombres habían tratado a sus oponentes, no fue-ron más que la punta de iceberg.

El embajador alemán en México, Paúl von Hintze, muy favorablemente dispuesto hacia Huerta, describe con sombríos colores las ejecuciones noctur-nas, características de la forma en que el régimen trataba a sus opositores tanto civiles como militares: “Los fantasmas de los que son ejecutados cada noche acechan a Huerta. El antiguo gobernador del Distrito Federal y colaborador de Huerta fue lle-vado en febrero de 1913 de las habitaciones del Presidente, por haber hecho algunas observa-ciones poco cuidadosas, al su-burbio de Tlalpan y asesinado sin ceremonia. El líder del Parti-do Católico, Somellera, fue pri-mero detenido en San Juan de Ulùa y luego liberado, pero se le obligó, bajo amenaza de muerte, a entregar una suma considera-ble de dinero y salir inmediata-mente para Europa.

Los métodos del gobierno corresponden grosso modo a los usados en Venecia al principio de la Edad Media, y podríamos considerarlos con ecuanimidad si no estuvieran ocasionalmente dirigidos a los extranjeros.”

En algunos aspectos, la toma de Torreón

fue la tarjeta de presentaciónde Villa ante el mundo.

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La oposición...cual un juez le otorgó un amparo y fue puesto en libertad.

También se ejercieron sobre él presiones económicas.

El Banco Minero, de Creel, retiró sus anuncios de El Co-rreo, al igual que otras empresas vinculadas con el clan. Cuando se publicó una edición parti-cularmente irritante, el goberna-dor puso hombres alrededor de las oficinas de El Correo para que compraran todos los ejem-plares e impidieran su circula-ción.

Lo notable de esta represión no es que se produjera, eso era previsible en una dictadura como la de Porfirio Díaz, sino su carácter relativamente suave.

En una dictadura latinoame-ricana del siglo XX, Silvestre Terrazas probablemente habría sido asesinado o por lo menos torturado, su casa y sus oficinas habrían desaparecido entre las llamas, su personal habría sido arrestado, y su familia tal vez desaparecido. El tratamiento re-lativamente benigno que sufrió Silvestre Terrazas no constituye una excepción total en México.

Díaz podía ser despiadado y

Penitenciaría de Chihuahua, su construcción se inició en el año de 1898, siendo gobernador elcoronel Miguel Ahumada y se inauguró en 1908, cuando era gobernador Enrique Creel, por lo que

aquí se confinó, en 1909 y 1910, al editor y periodista Silvestre Terrazas.

cruel con los opositores clases inferiores de la sociedad (más o menos en la época en que Silvestre Terrazas fue arresta-do, docenas de trabajadores en

de las

entre los periodistas, fue encar-celado treinta y cuatro veces, lo cual significa que salió de pri-sión treinta y tres veces, cosa improbable en una dictadura militar de la América Latina actual. Algunos gobernadores eran más despiadados que Díaz, pero Creel seguía las políticas cautelosas del dictador, tal vez porque él mismo no era un hom-bre sanguinario y también por-que temía que perseguir dema-siado a Silvestre Terrazas le atraería el antagonismo de cier-tos grupos dentro de la iglesia católica.

A diferencia de los magonis-tas, Silvestre Terrazas, nunca planteó una revolución para de-rrocar al régimen, aunque en 1910 simpatizó mucho con la de Madero. Sin embargo, su perió-dico, debido a que era legal y tenía una circulación amplia en Chihuahua, desempeño un pa-pel más importante como incita-dor de la oposición al régimen que los Flores Magón y su publi-cación Regeneración. En 1910, Luis Terrazas atribuyó en gran medida la paternidad de la revo-lución a la agitación realizada por su primo lejano.

huelga en las minas de Cananea y en la fábrica textil de Río Blan-co fueron masacrados), pero era más cauto en su tratamiento de las clases medias. Los periodis-

tas de oposición eran encarcela-dos y a veces torturados, pero rara vez asesinados.

Filomeno Mata, tal vez del opositor más famoso de Díaz

Oración al EspírituMártir de Pancho VillaGran Revolucionario

n el nombre de Dios nuestro ESeñor invoco a los espíritus que te protejan para que me ayu-des. Así como ayudaste en el mundo terrenal a los necesita-dos. Así como venciste a los po-derosos. Así como hiciste retro-ceder a tus enemigos. Así te pido tu protección espiritual, para que me libres de todo mal y me

des el ánimo necesario y el valor suficiente para enfrentarme a lo más difícil que se me presente en la vida. Amén.

Instrucciones(Rece esta oración nueve días seguidos con fe al caer la tarde, y consérvela siempre al lado del corazón para su protección)

Berrendo (antilocapra américana)(Foto: territoriodecoahuilaytexas.com)

trotar sin descanso. Esto, en esas primeras jornadas imprimió en nuestras pobres fisonomías la marca del cansancio. El jefe, notando el desaliento que nos minaba las fuerzas y disminuía la voluntad, inventó una estrata-gema que dio magníficos resul-tados: ¡Los berrendos!

Muy serio, el general Villa se dirigió a Tomás Morales inte-rrogándole si se había fijado en las huellas que había en el ca-mino desde hacía ya algún rato. “Sí –contestó el interrogado–, ¡son berrendos!”

El jefe se dirigió a Carlos y a mí, y nos manifestó que no te-níamos idea ni remotamente de la ferocidad de los berrendos, que siempre marchaban en ma-nadas y atacaban a los caminan-tes que se aventuraban por el desierto, hasta acabar con ellos, por lo cual había que tener mu-chas precauciones, ordenando a todos los del grupo que prepa-raran sus armas y estuvieran listos para defenderse de los berrendos. Como era natural,

Jáuregui y yo, que no estábamos en antecedentes ni sospecha-bamos el objeto de lo que más tarde resultó una chusca broma, recabamos fuerzas y sólo pensá-bamos en el peligro que estába-mos pasando.

Unos minutos después, se oyeron por retaguardia dos tiros de rifle y un grito desesperado que daba Morales: “¡Los berren-dos, Carlitos!”... “¡Ahí vienen los berrendos, don Darío!”…

Apenas acababa Morales de avisarnos, cuando, espoleando a nuestros caballos, arrancamos Carlos y yo en carrera abierta, adelantándonos a todos los com-pañeros; pero unos minutos des-pués de tan desenfrenada carre-ra, las risas de todos los del grupo nos dieron la clave de la estratagema que había salvado la situación, porque recobramos fuerzas; nos dimos cuenta de que no existían los tales berren-dos, recuperamos todas nuestras energías como hombres de ver-güenza y procuramos estar a la altura de verdaderos rebeldes.

¡Los berrendos, Carlitos...!¡Ahí vienen los berrendos, don Darío!

Marzo de 1913...estos percances, a carecer de lo más indispensable y tener resis-tencia para los más crueles pa-decimientos, en una vida de fu-gitivo, perseguido por muchos años, originando que la costum-bre diaria hubiese convertido una personalidad humana en algo sobrenatural en cuanto a resistencia física.

Sin dejar de seguir el cami-no, ya cuando la noche estaba muy avanzada llegamos al mé-dano de La Puerta de los Siete Aires, donde hicimos alto para dar descanso y pastura a los animales. Apenas empezaba a clarear el día cuando el jefe ordenó ensillar y seguir la mar-cha, encontrándose con que los caballos que montábamos Jáu-regui y yo habían desaparecido mientras dormíamos. El jefe ordenó a los compañeros Mora-les y Ochoa que lo acompañaran para seguir las huellas de los caballos, regresando una hora después con los animales. Nos advirtió que deberíamos cuidar-los, porque en esos momentos eran la única salvación para las marchas que tendríamos que hacer, y nos previno que si vol-víamos a descuidarnos tendría-mos que cargar con las monturas a la espalda, hasta que fuera posible encontrar relevos.

Apenados Jáuregui y yo por el incidente que ocasionó la pérdida de más de una hora, emprendimos la marcha por aquellos arenales calcinados del desierto.

Carlos y yo, acostumbrados a la vida de las ciudades, no acondicionados a las fatigas propias de los rebeldes, sentía-mos doblemente éstas, por el sol abrasador que quemaba nues-tras carnes, sin agua, sin alimen-tos y caminando a un paso que el jefe imprimía invariablemente a su cabalgadura, haciéndonos

Page 8: Periodico Del Patrimonio Cultural y Natural de Chihuahua 24 Jornadas Villistas 2012

Página 8 Julio 2012

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La oposición moderadaen Chihuahua

os puntos de vista de los Lmiembros más moderados de la oposición de clase media eran recogidos por Silvestre Te-rrazas, en su periódico El Co-rreo de Chihuahua, Terrazas, que para 1908 coincidía en mu-chos puntos con los liberales, venía de los que podría consi-derarse el otro extremo del es-pectro político.

Los magonistas iniciaron su carrera política con el anticleri-calismo como planteamiento central; Silvestre Terrazas inició la suya a la edad de veintiún años, en 1891, como secretario de José de Jesús Ortiz, obispo en Chihuahua. Este pronto adqui-rió tal confianza en Terrazas que lo nombró director de la publi-cación de la archidiócesis, La Revista Católica. Poco después de la llegada de Díaz al poder, se produjo una reconciliación en-tre su gobierno y la iglesia.

La Revista Católica, bajo la dirección de Silvestre Terrazas, atacaba a los misioneros protes-tantes estadounidenses y a los mormones que se estaban intro-duciendo en Chihuahua. Se o-ponía al liberalismo inherente a la sociedad en Estados Unidos y también a los que consideraban sus monopolios, que controla-ban gran parte de la economía mexicana. Al mismo tiempo, al-gunos sectores de la iglesia criti-caban, si bien moderadamente, algunas estructuras agrarias del país. Aunque la iglesia apoyaba en general la existencia de gran-des propiedades en México, su apoyo era mucho más restringi-do que a principios del siglo XIX, cuando ella misma era uno de los mayores terratenientes.

Habiendo perdido la mayo-ría de sus bienes raíces y su es-pecial vínculo con los hacenda-dos (que a principio del siglo

Friedrich Kats; Pancho Villa; Ediciones Era, S. A. de C. V.; Fideicomisopara la Cultura México-Estados Unidos, una iniciativa del Fondo

Nacional para la Cultura y las Artes; Primera reimpresión, enero de 1999.

XIX consistía como en tiempos coloniales, en ser principal acre-edor de muchos de ellos), la iglesia adoptó una actitud más crítica. Se oponía fuertemente al peonaje por deudas, a que los terratenientes vendieran bebi-das alcohólicas a los campe-sinos en las tiendas de raya, y demandaba que de acuerdo con las enseñanzas de la Biblia, los campesinos no fueran obligados a trabajar los domingos. Estas ideas influyeron también en Silvestre Terrazas.

En 1901 fundó El Correo de Chihuahua, que absorbió a La Revista Católica, no se desvió al

El edificio del Correo de Chihuahua estaba en la avenida Independencianúmero 216, esquina con Aldama (Foto: Archivos y Colecciones

Especiales del ICHICULT)

Silvestre Terrazas, editor de El Correo de Chihuahua, opositor de laoligarquía Terrazas-Creel (Foto: uacj.mx/uehs)

Como resultado, las publi-caciones y las personalidades oficiales eclesiásticas rara vez criticaban a Díaz o a sus colabo-radores más importantes (situa-ción que empezó a cambiar en los años finales del porfiriato).

Sin embargo, los dirigentes de la iglesia tenían varios puntos de desacuerdo con el régimen, que expresaban abiertamente y que parecen haber conformado muchas de las actitudes de Sil-vestre Terrazas. Aunque la igle-sia no se oponía en principio a las inversiones extranjeras, era muy crítica de la penetración estadounidense en México.

principio de las opiniones políti-cas de su predecesora. Hasta 1905, apoyó tanto a Porfirio Díaz como a Luís Terrazas y sólo rara vez criticó a Enrique Creel.

En 1906, se produjo un cam-bio radical en la actitud se Sil-vestre Terrazas y su periódico. El motivo fue una cuestión “técnica”, pero su significado rebasó con mucho el de un sim-ple tecnisismo. En 1903, antes de terminar su periodo como go-bernador de Chihuahua, Miguel Ahumada había renunciado a su puesto para convertirse en go-bernador del estado de Jalisco. Se celebraron entonces nuevas elecciones y Luis Terrazas se convirtió en gobernador por un periodo de cuatro años, que la legislatura había establecido hasta 1907. Silvestre Terrazas planteó en su diario la custión de si el periodo de Luis Terrazas debía expirar un año antes, es decir, cuando el de Ahumada habría debido de acabar.

Las consecuencias de su ar-gumento, de haber sido acepta-do, habrían sido todo menos simplemente técnicas. Creel, a quien Luis Terrazas había nom-brado gobernador interino esta-ría ocupando ilegalmente. La oposición implícita que estas preguntas reflejaban se trans-formó en oposición abierta cuando El Correo se opuso, por motivos legales, a la elección de Creel para la gubernatura, en 1907. La ley mexicana y la de Chihuahua establecían que sólo un ciudadano mexicano podía ser gobernador de un estado. Dado que el padre de Creel, Reuben W. Creel, no sólo había sido ciudadano estadounidense, sino cónsul de su país en Chi-huahua, Silvestre Terrazas sos-tenía que Creel carecía de las calificaciones legales necesa-rias para el cargo.

Al mismo tiempo que ataca-ba tanto al gobierno de Luis Te-rrazas como al de Enrique Creel sobre bases legales, Silvestre Terrazas expresaba su apoyo a los movimientos populares de oposición, no solo de Chihua-hua, sino también de otros si-tios. En 1906, El Correo protestó enérgicamente por la masacre de los mineros en huelga de Cananea, en la vecina Sonora.

Protestó aún más contra la presencia de un destacamento armado de voluntarios estadou-nidenses que fueron a Cananea para ayudar a aplastar la huelga.

Más tarde, terrazas apoyó con parecida vehemencia la huelga de los mecánicos ferro-carrileros de Chihuahua, que

exigían derechos iguales, paga igual e iguales condiciones de trabajo que los de los empleados del vecino país en los ferroca-rriles. Para 1907 y 1908, El Co-rreo se había convertido en un

Enrique Creel, yerno de Luis Terrazas y su sucesor como gobernadordel estado de Chihuahua (Foto: Harris & Ewing Collection,

Library of Congress)

foro donde podían airearse agra-vios de todo tipo contra el go-bierno de estado. Allí se publi-caron las cartas de los vecinos de Namiquipa y de Cruces, que protestaban por la expropiación de sus tierras. Los residentes de ciudades como Juárez, Jiménez, o Namiquipa escribían al perió-dico denunciando los abusos cometidos por los jefes políticos y los presidentes municipales.

No esta claro cuál fue la cau-sa de esta evolución de Silvestre Terrazas. ¿Se debió a un cambio personal de opinión o reflejaba una nueva política de la iglesia católica a la que Silvestre Te-rrazas había estado tan íntima-mente ligado y que nunca lo condeno? Aunque la mayor par-te del clero continuaba apoyan-do el régimen de Porfirio Díaz, que había levantado tantas de las restricciones impuestas a la igle-sia por Juárez y sus liberales, su actitud hacia Enrique Creel pa-recía más negativa.

El Correo se había convertido en un foro donde se aireaban agravios contra el gobierno.

La jerarquía puede haber consi-derado que el gobernador no to-maba medidas suficientes con-tra la penetración de los misio-neros protestantes estadouni-denses en Chihuahua, los cuales de hecho cada vez tenían más seguidores. Creel no hizo nada para impedir su propaganda e incluso, en realidad, dio subrep-ticiamente contribuciones mo-netarias a la iglesias protestan-tes. Como resultado de su opo-sición al régimen político del estado, Silvestre Terrazas y su diario empezaron a ser objeto de represión y persecución.

En abril de 1907, en el mo-mento culminante de su campa-ña contra Creel, Silvestre Terra-zas fue encarcelado por primera vez. Más detenciones seguirían en 1909 y 1910. La razón aparen-te de su encarcelamiento fue una demanda por difamación pre-

sentada por un presidente muni-cipal acusado por El Correo de realizar registros ilegales.

Silvestre Terrazas pasó dos semanas en la cárcel, tras de lo Pasa a la página 7