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P E R S P E C T I V A S D E L ENTORNO P E T R O L E R O INTERNACIONAL
R O B E R T O G U T I É R R E Z R .
E L P R E S E N T E T R A B A J O tiene por objeto esbozar, a la luz de los acontecimientos económicos y energét icos que se han venido sucediendo a lo largo de la presente d é c a d a , el posible comportamiento de largo plazo de las principales variables del mercado petrolero internacional, particularmente oferta, demanda y precios. Adicionalmente, se pretende delinear la forma en que posiblemente h a b r á n de manifestarse de ahora al año 2000 los cambios estructurales de la oferta tanto de recursos fósiles como de las principales fuentes primarias de energ ía . Ejercicios como éste es tán sujetos a permanente revis ión, debido a que dependen en gran medida de variables aleatorias. Sin embargo, su necesidad es evidente toda vez que contribuyen a normar algunos criterios que, de soslayarse, pueden afectar sustancialmente a diversas e c o n o m í a s y sociedades enteras.
L a r educc ión tendencial de la par t i c ipac ión de la O r g a n i z a c i ó n de Países Exportadores de Pe t ró leo (OPEP) en la oferta petrolera mundia l , f enómeno que constituye uno de los signos m á s distintivos del acontecer energét ico de nuestros d ía s , es vista en este trabajo como algo con toda seguridad reversible. N o en balde dicho grupo de países posee m á s de 60 % de las reservas probadas mundiales, goza de costos de p roducc ión muy bajos gracias a que éstas se hal lan en p e q u e ñ a s profundidades, y tiene una capacidad instalada que m á s que duplica su p r o d u c c i ó n actual. 1
Por lo que se refiere al consumo y a su compos ic ión , el análisis parte de la hipótesis de que, aunque existe una tendencia al aumento de la participación relativa de otras fuentes primarias a nivel mundia l , sobre todo ca rbón , gas natural y uranio, la demanda de pet ró leo c o n t i n u a r á creciendo en té rminos absolutos por lo menos hasta el a ñ o 2000. Muchos factores c o a d y u v a r á n a esto, principalmente la tendencia declinante de los precios relativos de este energé t i co . De cualquier forma éstos no se rán suficientes para que se ponga
1 De acuerdo con un estudio reciente, la producción máxima sostenible por la OPEP a mediados de 1984 llegaba a casi 35 millones de barriles diarios (mmb/d). J. T . Jensen, "Factors Involved in the Present Oil and Natural Gas Market Instability: A Global Overview by a Non-Involved Observer", Third International Coloquium on Strategic Planning in Oil and Gas Industry at Enterprise Level Under Conditions of Substantial Market Uncertainity, San Juan del Río, Queréíaro, septiembre 27-30, 1984.
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un freno total, por lo menos en el corto plazo, n i a los programas de ahorro y conse rvac ión , n i a los de sus t i tuc ión energé t ica .
H a y observadores m á s pesimistas que sugieren que el pet róleo tiene una tendencia irrefrenable a perder tanto par t i c ipac ión relativa como absoluta en el mercado energét ico mundia l . Esta hipótesis se encuentra fundamentada en una serie de premisas apoyadas en el comportamiento del consumo energé t ico mund ia l durante los cuatro primeros años de la década de los ochenta. Estos años , debe decirse, fueron muy atípicos, puesto que en ellos se observaron acontecimientos aleatorios tales como la revolución de I r án y la guerra i ranio- i raquí , que impactaron severamente al mercado petrolero. Adicionalmente, la demanda estuvo m á s deprimida de lo acostumbrado debido a la recesión económica que sufrieron los países de Occidente. 2
Durante el per íodo en que esta tendencia se revir t ió (del tercer trimestre de 1984 al cuarto de 1985), debido al repunte de las economías industriales occidentales, particularmente Estados Unidos y J a p ó n , se volvió a poner de manifiesto que la demanda de pet ró leo responde positivamente a los es t ímulos de la oferta global y que, dada una estructura de precios y condiciones políticas de los países productores relativamente estables, pod r í a continuar creciendo durante los p róx imos a ñ o s . Este punto de vista a ú n se sostiene, aunque se le recalifica debido a la desace le rac ión que actualmente padecen dichas econ o m í a s . A d e m á s , se debe reconocer que uno de los principales puntos de in -cert idumbre de los países importadores es precisamente el elemento polí t ico. Este, no obstante lo atractivo de los precios, pod r í a continuar orillando a tales países a reducir su dependencia de un solo energé t ico , diversificar su mezcla de fuentes primarias de ene rg í a y aminorar las consecuencias de una posible i n t e r r u p c i ó n en los suministros. 3 Hechas estas salvedades, existen sólidos argumentos, tanto por el lado de la oferta como por el de la demanda, para apoyar el escenario que sugiere que en los años futuros se reg i s t ra rá un incremento en t é r m i n o s absolutos en el consumo mundia l de pe t ró leo .
LA OFERTA
Los factores de oferta que sugieren que se c o n t i n u a r á usando extensivamente el pe t ró leo en los procesos productivos de la m a y o r í a de los países del mundo,
2 Los ritmos de crecimiento de la demanda energética en los países de Occidente han sido diferentes en lo general a los de las economías centralmente planificadas, fenómeno que se ha acentuado durante los periodos de recesión. Así, mientras el consumo de energía primaria en el primer grupo de países descendió paulatinamente entre 1979 y 1983, en el segundo grupo se mantuvo en ascenso continuo. Es claro ya que a nivel mundial imperó la tendencia de los países occidentales, que son responsables de dos terceras partes de dicho consumo.
3 Estos son algunos de los argumentos centrales de la política energética de la Agencia Internacional de Energía (AIE), y se complementan con ciertas medidas concretas como la acumulación de inventarios, que deberán usarse cuando las condiciones del mercado se tornen adversas, y el apoyo contingencial en los suministros por parte de los países de la AIE productores de petróleo a aquellos que carecen del mismo.
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son fundamentalmente tres: la t rans ic ión a partir de principios de la presente d é c a d a de un mercado petrolero de vendedores a otro de compradores; los problemas que han enfrentado en algunos países industriales los programas de desarrollo y adecuac ión a las condiciones ambientales, y de estructura indust r ia l de ciertos energét icos alternativos; y la vir tual sa tu rac ión que parecen estar a punto de alcanzar los programas de ahorro y conse rvac ión de energ ía en ciertas á reas de actividad económica . Respecto al comportamiento del mercado petrolero, existen muchos signos de que a part ir de 1980, a ñ o en que coincidentemente dio inicio la guerra i ran io - i raqu í , se redujeron las presiones sobre los precios. U n o de ellos es la abrupta d i sminuc ión de la demanda occidental de crudo, que pasó de 48.5 m m b / d promedio en 1980 a 44.7 m m b / d en 1983. O t ro es el extraordinario aumento en la pa r t i c ipac ión de los países exportadores no miembros de la OPEP en el mercado petrolero mundia l , aumento que queda claramente consignado en el cuadro 1. Allí es posible observar que este grupo de países , en el que no se cuenta a las economías centralmente planificadas (ECP) , pasó de representar el 2 9 . 1 % de la p roducc ión mundial de pe t ró leo en 1973 al 42.2% once años después . L a r a z ó n principal de esto es que, a diferencia de la OPEP, su p roducc ión ha ido en constante aumento, motivada en mucho por el apoyo tecnológico y financiero de las compañ ías petroleras y las instituciones financieras m á s poderosas de los países industriales. Destacan por su expans ión dentro del grupo no-OPEP los países del M a r del Norte , que de representar virtualmente nada en la p roducc ión mundial en el pr imer a ñ o citado, subieron al 5.8% en 1984. Algo similar pasó con M é x i c o , que de 0.9% pasó a 5.2% en el mismo p e r í o d o .
Evidentemente, el cuadro anterior plantea algunas dudas. Sobre todo, no permite ver claramente c ó m o se desglosa la p roducc ión del total de países productores no miembros de la OPEP. Muchos de éstos han mejorado su posición a ú l t imas fechas; por ello, lo m á s significativo es recurr ir a un cuadro que desglose y señale sus incrementos de p roducc ión recientes. Como queda claro en el cuadro 2, los aumentos m á s sustanciales de los países en vías de desarrol lo , entre 1983 y 1984, fueron los de Brasil , India , Egipto y Reino Un ido . Sin embargo, dichos incrementos no pueden emular a los que se registraron durante la d é c a d a de los setenta y principios de los ochenta en M é x i c o y el M a r del Norte, y que llevaron la pa r t i c ipac ión conjunta de estas dos regiones en la p roducc ión mundia l a aumentar de menos de 1.5% en 1973 a 1 1 % en 1984.
El r áp ido desarrollo de las á reas productivas de M é x i c o y el M a r del Norte, aunado a los problemas de precios de los hidrocarburos que se generaron a partir de la R e v o l u c i ó n de I r á n , permit ieron que entre 1979 y 1984 los países del grupo de productores no-OPEP registrara el m á s r á p i d o incremento en la pa r t i c ipac ión de la p r o d u c c i ó n mundia l que se ha observado en los últ imos años . T a l incremento, como lo muestra la gráfica 1, se logró , por supuesto, a expensas de la OPEP. Este fue el periodo de mayor p é r d i d a en el poder de negociación de dicho organismo. Durante el mismo se registro, por primera vez después de m á s de una d é c a d a , una r educc ión nomina l en el precio del
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crudo marcador, el cual d i s m i n u y ó en marzo de 1983 de 34.00 dó la res por barr i l (d/b) a 29 d/b.
En cuanto a la expans ión de los programas de desarrollo de energét icos alternativos, aunque és ta ha sido m u y importante en ramas como gas natural , ca rbón y uranio, sus alcances son todav ía dudosos en algunos países . Esto se debe no sólo a los costos de p roducc ión y a los problemas de seguridad, sino a los efectos ambientales adversos. Es cierto que el aumento en la participación del c a r b ó n y el gas natural en la estructura del consumo energé t ico mundial ha sido muy importante en los ú l t imos años ; sin embargo, t odav ía existen dudas respecto a si esto p o d r á seguir a igual r i tmo en el futuro. L a experiencia reciente ha demostrado que el factor riesgo es muy importante si se pretende extender a varios sectores de la actividad económica , por ejemplo transporte, el uso del gas natural . Por otra parte, la l luvia acida que se observa como consecuencia de las emanaciones de las fábricas que consumen c a r b ó n en sus procesos productivos, ha sido un fuerte argumento contra la m á s r á p i d a expans ión de este ene rgé t i co . En cuanto al uranio, las presiones para que sea frenado el programa nucleoeléc t r ico en Estados Unidos son ampliamente conocidas. Finalmente, por lo que se refiere a energé t icos s inté t icos , arenas b i tu minosas y otras fuentes alternas no convencionales, existe el sentimiento generalizado de que los costos de p r o d u c c i ó n por unidad calorífica superan entre
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dos y tres veces a los del pe t ró leo . Debido a estos factores, es comprensible que la mayor parte de la r educc ión en el consumo de pet róleo observada durante los úl t imos años en los países industriales se explique m á s por lo que se conoce como efecto ahorro que por el así llamado efecto sus t i tuc ión.
Entre 1973 y 1983, aproximadamente 9 m m b / d de pet ró leo crudo equivalente se agregaron a la oferta interna de los países miembros de la Organizac ión para la Coope rac ión y el Desarrollo Económicos ( O C D E ) . Con base en decisiones pasadas de invers ión , se estima que otros 4 o 5 millones de pe t ró leo crudo equivalente en gas natural , c a r b ó n y ene rg ía nuclear h a b r á n de agregarse durante los años ochenta a la capacidad actual . 4 Estas cifras incluyen algunos proyectos todav ía en cons t rucc ión . Si por razones de problemas ambientales, de costos y de seguridad se redujera el r i tmo de invers ión en estas á r e a s , ello no impl icar ía necesariamente un aumento sustancial en la demanda de pet ró leo antes de finales de la presente década , puesto que por lo menos hasta entonces los proyectos actuales y los que es tán a punto de concluirse hab r á n de contribuir a incrementar la oferta global de energ ía . Es claro, sin embargo, que si dichos energét icos alternativos crecieran a tasas inferiores a las de la demanda, el pe t ró leo a u m e n t a r í a su par t i c ipac ión con el objeto de llenar el hueco. En cualquiera de estos dos escenarios, e incluso si la demanda global de ene rg í a de la O C D E no aumentara de ahora al año 2000, es muy probable que la dependencia de este grupo de países respecto al petróleo importado crezca nuevamente. Esto se explica por la lent i tud con que se es tán incorporando nuevas reservas en estos países . Así , por ejemplo, el ú l t imo campo supergigante de Estados Unidos se descubr ió en 1969 (Bah ía de Prudhon). Si se pretende que la p roducc ión actual de dicho país permanezca constante, será necesario que nuevos descubrimientos de campos gigantes y supergigantes reemplacen los 32 000 millones de barriles de pe t ró leo crudo que se estima h a b r á de producir Estados Unidos durante los 10 años por venir. L a mayor parte de este crudo t e n d r á que buscarse en Alaska, puesto que en los d e m á s estados de la U n i ó n Americana se observa una tendencia declinante desde hace diez años en la p roducc ión de sus pozos. Haciendo a un lado la posibilidad de acontecimientos extraordinarios, la p r o d u c c i ó n de pe t ró leo y gas natural de ese país h a b r á de declinar a par t i r de finales de la d é c a d a de los ochenta.
Por lo que se refiere al Reino U n i d o , que es el segundo productor de crudo de la O C D E , la m a y o r í a de los geólogos creen que ya han sido descubiertos todos los campos supergigantes de su porc ión en el M a r del Norte. Cincuenta cíe las 60 estructuras p e q u e ñ a s que se conocen, dif íci lmente l og ra r án permi t i r que se mantenga por m á s de una d é c a d a el nivel actual de p roducc ión . L a oferta de Noruega, que se mantiene a niveles bajos por razones de lent i tud en la absorc ión de divisas, no p o d r í a cubrir el descenso de la del Reino U n i d o . 5
4 H. Franssen, "Changing International Oil Market Perspectivas", OH Daily, suplemento, Nueva York, 27 de agosto de 1984.
5 Ibid.
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Ante estas circunstancias, la m a y o r í a de las importaciones t e n d r á n que provenir en el largo plazo del á r ea con mayores reservas, es decir, del Med io Oriente, donde se localiza el 55% del total mundia l y existe una relación rese rvas -p roducc ión de 85 años (cuadro 3).6 Las c o m p a ñ í a s petroleras aseguran, a d e m á s , que dos tercios del pet róleo recuperable no descubierto en los países con e c o n o m í a s de mercado se encuentra en dicha reg ión . El potencial exportador de estos países es enorme, ya que sólo consumen el 4% del pe t ró leo usado por las e c o n o m í a s de mercado. Ese no es el caso de otros exportadores netos importantes, cuyo nivel poblacional puede orillarles en el largo plazo a reducir enormemente sus exportaciones de crudo y productos petrolíferos. Esto es en sí mismo uno de los elementos importantes de la estructura de la oferta mundia l de crudo en el largo plazo. Sin embargo, debe reconocerse que en el corto plazo las perspectivas de la OPEP c o n t i n u a r á n siendo desfavorables, y que su par t i c ipac ión relativa en la oferta mundia l de crudo, que ha sido severamente diezmada durante los ú l t imos diez años —como q u e d ó demostrado en el cuadro 1 y en la gráfica 1 — podr í a seguir r educ i éndose debido sobre todo a la i nco rpo rac ión de nuevos países productores, muchos de ellos pequeños , pero en conjunto capaces de afectar los mercados que tradicionalmente h a b í a n pertenecido a la OPEP. L a ún ica opción para revertir esta tendencia es entrar a una guerra de precios por la que los países con mayores costos de producción, sobre todo Reino Unido , Noruega, U n i ó n Soviética y Estados U n i dos, p o d r í a n verse desplazados, m á x i m e si el precio promedio por bar r i l de crudo baja a niveles inferiores a los 20 dó la res .
Analicemos ahora en q u é se fundamenta el supuesto de que existe ya una vir tual s a tu rac ión en los alcances de los programas de ahorro y conservac ión de energ ía de varios de los sectores de los principales países consumidores. Para muchos expertos, los efectos de las alzas de precios de los energét icos en 1973-1974 y 1979-1980 y de los conflictos polít icos en los países productores de pet róleo del M e d i o Oriente a part i r de 1973, fueron tales que las economías industriales de Occidente lograron avances cercanos a los niveles m á x i m o s al-canzables de r educc ión del uso de la energ ía por unidad de producto en una gran parte de sus sectores económicos . 7 Por lo tanto, y debido a que las condi-
6 El cuadro 3 muestra también que, en términos de reservas, siguen en importancia al Medio Oriente las economías centralmente planificadas, responsables de 12.4% del total (9.3% en poder de la URSS). Posteriormente viene América Latina, con 12.1%; en esta región México es el país mejor dotado, pues posee el 7.1% del total mundial, cifra que no obstante está muy abajo de la del primer país del mundo, Arabia Saudita, que tiene 24.6% del total. En cuanto a la relación reservas/producción, es decir, al número de años de vida útil de las reservas a las tasas de explotación actuales, los países mejor ubicados son una vez más los del Medio Oriente (85.1 años). Las regiones con menor índice son las de América del Norte (9.8 años), Asia y Oceanía (18.0) y Europa Occidental (18.7). México se encuentra en una posición privilegiada (45.7).
7 Por supuesto, se excluyen de este proceso muchos de los sectores actualmente más dinámicos de las economías desarrolladas, tales como biogenética, electrónica y telecomunicaciones; es decir, se acepta que hay una tendencia a la "terciarización" de estas economías. Además, debe reconocerse que aunque ya se han dado muchos avances en el proceso de ahorro y conservación
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ciones para la expans ión de las e c o n o m í a s de estos países a mediados de la década de los ochenta son mucho mejores de lo que eran a principios de la misma, dichos expertos sugieren no sólo que h a b r á de aumentar en lo sucesivo el consumo absoluto de energ ía , sino que t a m b i é n lo h a r á la intensidad de su uso por unidad de producto.
L o anterior se ve reforzado por el hecho de que los estudios más recientes sobre el comportamiento del consumo de ene rg í a en los países de la O C D E
energéticos en el sector de transportes gracias a la incorporación de autos de menor cilindrada y a otros factores, es todavía amplio el radio de maniobra que tienen dichos países en este renglón.
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muestran dudas en cuanto a si la menor intensidad en el uso de la energ ía por unidad de producto que se observó entre 1980 y 1983 fue un fenómeno cíclico o estructural. En 1983 esta intensidad, que en 1973 h a b í a sido de 1.0, bajó a 0 .71 . Debido al exceso de ahorro previamente seña l ado , la misma O C -D E pronos t i có que en los años que restan de la presente d é c a d a dicha intensidad p o d r í a situarse alrededor de 0.85. 8 Si esto se cumple, es posible predecir aumentos absolutos importantes en el consumo energé t ico futuro y asegurar que la d i sminuc ión en el consumo durante los años recientes fue principalmente resultado de los programas de ahorro y conse rvac ión , y de la reducción en el r i tmo de la actividad económica mundia l .
L A D E M A N D A
A l observar retrospectivamente la forma en que pensaban los economistas y expertos en ene rg ía hace una década , es fácil advertir que exist ía la idea generalizada de que la demanda energét ica c o n t i n u a r í a creciendo en los países in dustrializados a tasas similares a las del producto interno bruto (PIB) y a tasas m á s altas en los países en vías de desarrollo. Los acontecimientos de 1973-1974, que llevaron el precio internacional del crudo a cuadruplicarse, mostraron que, aunque con cierto rezago, era posible esperar reducciones en la intensidad de uso de la ene rg ía por unidad de producto. Si este ahorro y la sust i tución hasta ahora observados se extrapolaran hacia el a ñ o 2000, es decir, si se partiera de la base de una r educc ión de 20 % en el coeficiente de intensidad de uso de energ ía en los pases de la O C D E de ahora hasta la conclus ión del siglo, sería posible hablar de una d i sminuc ión de seis millones de barriles diarios de petróleo crudo equivalente consumido para dicho periodo. Debe notarse, sin embargo, que el f enómeno t a m b i é n pod r í a operar en sentido inverso, debido por ejemplo al mayor dispendio en el uso de la ene rg í a determinado por un exceso de oferta, guerra de precios, incorporac ión de nuevas reservas, mejoras en las técnicas de ex t racc ión y ref inación, e tcé tera .
La segunda posibilidad, aunque ciertamente difícil de materializarse, es posible que se logre parcialmente, sobre todo si se tiene en cuenta la evolución de la oferta petrolera y de la estructura de los oferentes durante los ú l t imos años . Asimismo, ahora m á s que nunca parece difícil que se repitan los acontecimientos de 1973-1974 y 1979-1980 que tanto contr ibuyeron a la depres ión del mercado petrolero debido a su impacto sobre los precios. E l pronóst ico ya señalado para la segunda parte de la d é c a d a , que sugiere que a u m e n t a r á a 0.85 la intensidad de uso de la ene rg ía por unidad de producto en los países de la O C D E , resulta, de acuerdo con el comportamiento de la demanda pe-
8 La medición se hace en toneladas de petróleo equivalente por cada 1 000 dólares de producto nacional bruto (PNB) a precios de 1975 y tasas de cambio prevalecientes. International Energy Agency, Energy Policies and Programmes of IEA Countries, 1982 Review, IEA/OCDE, París, 1983; y J.W. Hopkins, "Factors Involved in the Present Emerging Market Uncertainties: A Global Over-view from the Viewpoint of OECD Countries", Third Colloquium, San Juan del Río, citado.
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trolera a part ir de la segunda mitad de 1984, relativamente optimista. De cualquier forma, aun siendo de, digamos, 0.75, imp l i ca rá un incremento sustancial en el consumo energé t ico en t é rminos absolutos, ya que las predicciones más recientes sobre la actividad económica mundial sugieren que el crecimiento del producto nacional bruto (PNB) de estos países será de cerca de 3% promedio anual entre 1985 y 1990. 9 Esto a pesar de la r eca ída de 1985-1986, cuyas evidencias ya nadie puede objetar . 1 0 Las preguntas que surgen, y que a los países exportadores de recursos fósiles parecen interesar m á s , son q u é porcentaje de dicho incremento será cubierto por pe t ró leo y a q u é tasa crecerá el uso de dicho energé t ico frente a incrementos porcentuales en el producto global. M á s concretamente, ¿será la elasticidad-ingreso de la demanda por petróleo menor, igual o mayor a la elasticidad-ingreso de la demanda por energía?
Para contestar a la primera pregunta recurriremos a una proyección relativamente reciente (cuadro 4). Esta sugiere que, a pesar de que el petróleo cont i n u a r á perdiendo par t i c ipac ión relativa en el consumo de energ ía pr imaria de los países del la O C D E , al inicio del siglo p r ó x i m o todav ía será el energét ico más importante (entre 31 y 36 por ciento del consumo total) . Le segui rán en importancia el c a r b ó n (30-34 por ciento); el gas natural (20-22 por ciento); un grupo de fuentes encabezado por la h i d r o e n e r g í a (9-11 por ciento) y la nuclear (8-11 por c iento) . 1 1
Por lo que se refiere a los países en vías de desarrollo, su dependencia del pe t ró leo como fuente pr imar ia de ene rg ía c o n t i n u a r á siendo abrumadora por lo menos hasta el a ñ o 2000. Esto será m á s acentuado para el subgrupo de exportadores netos de dicho energé t ico . En general, como se ve rá en el cuadro
9 Wharton, World Economic Outlook, Philadelphia, octubre de 1984. 1 0 Véase, por ejemplo, Roberto Gutiérrez R., "Las perspectivas económicas del bloque oc
cidental y las tendencias del mercado petrolero en el bienio 1985-1986", Comercio Exterior, 35 (8), agosto de 1985.
1 1 Estas previsiones coinciden en términos generales con las de otras fuentes. Algunas de ellas son incluso más optimistas respecto al futuro del petróleo. Véase por ejemplo Chevron Corporation, World Energy Outlook, San Francisco, julio de 1984.
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6 5 pág inas adelante, se espera que la par t ic ipac ión de los países en vías de desarrollo en la demanda mundia l de pe t ró leo , que actualmente es de 11.3%, crezca a m á s de 20% para 1990. Esta tendencia c o n t i n u a r á a lo largo de la d é c a d a de los noventa.
El panorama p o d r á ser muy diferente para las e c o n o m í a s centralmente planificadas, donde los recursos carboníferos son mayores y la estructura i n dustrial exhibe proporcionalmente menos requerimientos de pe t ró leo y productos derivados. 1 2 Adicionalmente, las reservas de gas natural de dicho bloque de países son las mayores del mundo pues ascienden a 45 % del total (44 % sólo para la U R S S ) . 1 3
U n a vez hechas estas consideraciones, es posible tratar de contestar la pregunta de hasta d ó n d e la elasticidad-ingreso de la demanda por pet róleo p o d r á ser mayor, igual o menor a la de la energ ía , en su conjunto. L a experiencia reciente ha mostrado que la pr imera elasticidad no sólo ha sido menor a la segunda, sino que ha tendido a decrecer a part i r del aumento de precios de 1973-74, con mayor énfasis en el pe r íodo 1979-1981 (cuadro 5). Esto se asocia con varios acontecimientos observados durante dichos a ñ o s : el impacto psicológico de la revoluc ión i ran í ; el aumento consecuente de precios y la mayor elasticidad-precio de la demanda de pe t ró leo , propiciada por el efecto sustitución que se generaba paulatinamente a part i r de 1973-74 como consecuencia del desarrollo de cambios tecnológicos importantes en varias á reas de energé ticos alternos. A d e m á s , las polí t icas de ahorro de ene rg ía , sobre todo pe t ró leo , por fin empezaban a surtir efecto. Como ya fue consignado anteriormente, esta tendencia se detuvo en el tercer trimestre de 1983, de modo que 1984 se convir t ió en el pr imer a ñ o , después de cuatro, en que se reg is t ró una tasa posit iva de crecimiento del consumo petrolero mundia l .
A pesar de los precios claramente m á s competitivos del pe t ró leo respecto a otros energé t icos ; de la incert idumbre y del impacto de las fuentes alternas y de otros factores ya seña lados , es posible que la react ivación relativa del mercado petrolero se materialice hasta 1987 o 1988, cuando mejoren las condiciones económicas internacionales. Algunos expertos s eña l an que, no obstante que la actual pa r t i c ipac ión del pe t ró leo en el consumo de ene rg í a pr imar ia de los países de la O C D E (43%) p o d r í a bajar hasta 3 0 % , los menores precios relativos, la abundancia del energé t ico y la mayor t ranqui l idad polí t ica en algunos países productores, d e b e r á n aplazar para mucho después del a ñ o 2000 esta posibilidad. Así , el consumo de crudo podr í a continuar creciendo, no obstante que su pa r t i c ipac ión en dicho consumo t e n d e r á a d isminuir , como ya se ha sugerido en el cuadro 4.
Por lo que se refiere a los países en desarrollo, existen evidencias de que la elasticidad-ingreso de la demanda de ene rg ía de muchos de ellos no ha cambiado significativamente desde 1979. Sin embargo, en algunos se ha observa-
1 2 La URSS y China son, junto con Estados Unidos, los tres países con mayores reservas probadas de carbón en el mundo. British Petroleum, op. cit., junio de 1984.
1 3 Ibid.
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do una modif icación estructural en su consumo, determinada sobre todo por los altos costos del pet róleo importado. L a intensidad de uso de este energé t ico por unidad de producto ha disminuido en países como Brasil , India , Corea del Sur y Singapur, dando lugar a la p r o m o c i ó n de energét icos alternos como gas natural , ca rbón , hidroelectricidad y biomasa. Estudios recientes sugieren que en los países en desarrollo la demanda de ene rg ía h a b r á de crecer de ahora al a ñ o 2000 a un r i tmo promedio similar al del P I B . Esto significa que, suponiendo una tasa de crecimiento promedio anual del producto de 4 .8%, la cantidad de energ ía requerida en dicho grupo de países casi de dup l i ca rá para finales del s ig lo . 1 4 A pesar de que se esperan m á s modificaciones estructurales en sus balances energét icos , se estima que la demanda actual de pe t ró leo de estos países , que es de m á s de 11 m m b / d , a u m e n t a r á a 16-17 m m b / d en 1995 y 20 mmb/d en el año 2000.
Por lo tanto, aun suponiendo un estancamiento total en el consumo de pe t ró leo de los países con economías centralmente planificadas y los de la O C D E , es factible esperar una tasa positiva de crecimiento de la demanda de este energé t ico de ahora al a ñ o 2000. Para los años 1985-1990, el per íodo m á s crí t ico va a ser tal vez el bienio 1985-1986, lo que se reflejará en los precios de los crudos de referencia y en una desacumulac ión de inventarios por parte de los países de la O C D E durante el pr imero de esos años (véase el cuadro 6). A par t i r de 1987, cuando mejoren las condiciones económicas internacionales y los países productores aprendan la lección de que no deben actuar unilate-ralmente y que no les conviene resolver todos los problemas de sus economías mediante exportaciones de pe t ró leo , es de prever que dichos precios vuelvan a crecer en t é rminos nominales, no obstante que en t é rminos reales su nivel p e r m a n e c e r á constante debido a que las alzas se rv i rán tan sólo para restituir sus t é r m i n o s de in te rcambio . 1 5 Particular importancia reves t i rá el hecho de que para finales de la d é c a d a se c o n t r a e r á la tasa de crecimiento de la producción petrolera de los países no miembros de la OPEP y de ECP, lo que permit i rá nuevamente a la O r g a n i z a c i ó n , si no llega a desmembrarse antes debido a sus problemas internos, reafirmar su papel como el grupo oferente de mayor importancia en el largo plazo.
CONCLUSIONES
Las inferencias que es posible obtener de lo discutido hasta ahora pueden resumirse en los siguientes seis puntos:
1 4 Esta tasa de crecimiento es aparentemente alta, sobre todo si se tiene en cuenta que para el periodo 1985-1990 Wharton ha pronosticado que oscilará alrededor de 4%. Sin embargo, seguramente se compensará con ritmos superiores durante la década de los noventa, cuando la recuperación económica en este grupo de países esté consolidada y se registren tasas de crecimiento similares a las observadas durante el periodo de la postguerra.
1 5 Para instrumentar esta hipótesis se recurre al deflactor implícito de las importaciones de los países en vías de desarrollo calculado por Wharton, op. cit., para el periodo 1987-1990.
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1. H a y indicios de que el descenso tendencial de la demanda de pe t ró leo toca rá fondo en 1987. Tres factores con t r i bu i r án a ello: en pr imer lugar, la baja permanente desde 1982 en los precios nominales y reales del crudo; en segundo lugar, el hecho de que para entonces será muy difícil para los países de la O C D E avanzar a ú n m á s en sus programas de ahorro, sus t i tuc ión y d i -versificación energé t icas , que han logrado gran pene t rac ión hasta ahora, y en tercer lugar, la react ivación relativa —aunque no definitiva— de la e c o n o m í a mundia l , determinada por la posible conclus ión de la recesión norteamericana de 1985-1986.
2. Es factible esperar que, bajo condiciones de estabilidad pol í t ica, cont inúe aumentando a part i r de 1987 la par t ic ipac ión de la OPEP en la oferta petrolera mundia l . Sin embargo, debido a sus experiencias de 1973-1974 y 1979- 1980, es previsible que dicha variable se adapte m á s a la evolución de la demanda. En consecuencia, los precios nominales de este energét ico p o d r á n decrecer nuevamente en 1986, para de allí volver a aumentar en lo sucesivo. Por su parte, se p revé que los precios reales, deflactados con el índice de precios de las importaciones de los países en vías de desarrollo, p o d r á n estabilizarse a part i r de 1987.
3. L a crisis e c o n ó m i c a de los años setenta en los países con e c o n o m í a s de mercado y la recesión de los años ochenta, p o d r í a n quedar superadas plenamente a finales de la presente d é c a d a o principios de la siguiente, lo que imp l i car ía una m á s alta tasa de crecimiento del producto mundia l . Dada una elasticidad-ingreso de la demanda de ene rg ía superior al 0.70, esto significa un mayor crecimiento de dicho sector. Este t e n d r á que ser superior en los paí ses en vías de desarrollo, cuyos programas de ahorro y diversificación son todavía incipientes, a d e m á s de que dif íci lmente disponen de capital para modif i car su estructura industrial . Asimismo, debido a la intensidad con que durante 1980- 1983 se aplicaron dichos programas en los países industriales, es posible que en los países de la O C D E la elasticidad seña lada pueda revertirse u n poco en el futuro.
4. Por lo que se refiere al pe t ró leo , aun cuando existen pocos indicios de que llegue a aumentar sustancialmente la intensidad de su uso y menos a ú n de que recupere la pa r t i c ipac ión relativa que tenía en la estructura energé t ica mundial hasta principios de la d é c a d a de los setenta, las proyecciones m á s recientes muestran un incremento absoluto en su consumo. Esto implica, j un to con otros factores, un aumento en las importaciones del mismo por parte de los países con reservas decrecientes, esto es, los de la O C D E . Ello se materializa rá particularmente a finales de la presente d é c a d a , cuando sus reservas i n i cien su fase de dec l inac ión acelerada.
5. Aunque las perspectivas de la oferta petrolera de largo plazo de los paí ses exportadores de crudo no miembros de la OPEP parecen h a l a g ü e ñ a s , el acelerado r i tmo de crecimiento de su demanda interna, aunado a la fuerte tasa de crecimiento de su pob lac ión , h a b r á de forzar finalmente sus exportaciones de petróleo hacia la baja. Por lo tanto, para entonces la OPEP podr ía volver a d e s e m p e ñ a r , por el lado de la oferta, un papel similar al que tuvo durante los
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años setenta. Sin embargo, dados los avances tecnológicos de los países industriales en diferentes áreas de energé t icos alternos, es de esperar que se reduzca para entonces el poder que tuvo dicha o rgan izac ión durante aquel periodo en la fijación de precios.
6. L a URSS, que es el pr incipal productor mundia l de crudo, t e n d r á que reducir m u y pronto sus exportaciones de dicho energé t ico debido a las dif icultades de incorporar nuevas á reas al mismo r i tmo al que se agotan las tradicionales. De esta manera, y dado que China pod r í a seguir enfrentando problemas para generar excedentes petroleros considerables, es de esperar que dentro de algunos años baje la par t i c ipac ión de los países socialistas en la oferta petrolera mundia l . Dado que no se puede descartar la posibilidad de una a u t é n t i c a guerra de precios entre los países petroleros m á s importantes, es muy probable que algunas áreas todav ía d i n á m i c a s debido a sus tasas positivas de rentabi l idad , dejen de serlo en el futuro, particularmente Alaska, Siberia y el M a r del Nor te , cuyos costos de p r o d u c c i ó n a boca de pozo son aparentemente de entre 18 y 22 dólares por ba r r i l . Arab ia Saudita, K u w a i t e I rak, los países del Golfo con costos de p roducc ión m á s bajos y m á s alta re lación reservas-producción, saben perfectamente que ésta sigue siendo una opción factible, aun como medida de ú l t imo recurso.
Cabe recordar, finalmente, que la demanda de energ ía en general y de pe t ró leo en particular responde a diversos factores. Muchos de ellos posiblemente no serán favorables durante los años que restan de la década de los ochenta ( lent i tud en el crecimiento e c o n ó m i c o y el comercio mundia l ; excesivo n ú mero de oferentes de crudo y aumento de las cantidades asequibles en el mercado; mayor disponibilidad y a precios m á s bajos de algunos energét icos no tradicionales; con t inuac ión de los programas de ahorro y diversificación energét ica , e tcé te ra) . Esto no justifica, sin embargo, el pesimismo que ha empezado a cundir entre las naciones que erigieron el pe t ró leo como centro motor de sus e c o n o m í a s . Por una parte, los hallazgos de los años setenta en el M a r del Nor te , M é x i c o y Alaska no necesariamente t e n d r á n que repetirse en otras regiones del mundo, puesto que si existieran reservas de tales magnitudes, seguramente se h a b r í a n aprovechado durante la época de mayores precios del ene rgé t i co . Por otra, no hay argumentos que just if iquen que la demanda petrolera mundia l c o n t i n u a r á decreciendo como lo ha hecho en los ú l t imos cinco a ñ o s , con excepción de 1984.
E l control del mercado petrolero tiende a ser cíclico: algunas veces lo dom i n a n los productores, en tanto que en otras es de vendedores. Si existe duda, rev ísense las experiencias al respecto durante los ú l t imos 25 años . Debe adoptarse, por tanto, una acti tud serena sobre el futuro de las naciones petroleras. Muchas de ellas, particularmente las que poseen grandes reservas y gozan de costos de ex t racc ión reducidos, tienen un futuro, basado en dicho energé t i co , definitivamente promisorio. E l resto debe hacer conciencia de su verdadera capacidad competitiva en esta industria y tomar de allí las decisiones pertinentes que, dependiendo de por c u á n t o t iempo m á s pretenda participar en la oferta mund ia l de crudo, p o d r á n ser: a) continuar ofreciendo pet ró leo a pre-
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cios bajos aun a sabiendas de que existen l ímites al respecto y que en la eventualidad de una guerra de precios su posición podr í a ser endeble; b) reforzar sus nexos con los principales países productores y evitar la i n s t r u m e n t a c i ó n de medidas unilaterales; y c) solicitar negociaciones globales con sus principales socios económicos , financieros y comerciales, de modo que otros problemas económicos (deuda externa, déficit en cuenta corriente, inflación, déficit fiscal, etc.) no interfieran con las directrices de su polí t ica petrolera.