Petalos de Papel

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La presente novela es una obra de ficcin. Los nombres, personajes, lugares y sucesos en l descritos son producto de la imaginacin del autor. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia. No est permitida la reproduccin total o parcial de este libro, ni su tratamiento informtico, ni la transmisin de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrnico, mecnico, por fotocopia, por registro u otros mtodos, sin el permiso previo y por escrito del autor.

Ptalos de papel Copyright 2012 Iria G. Parente y Selene M. Pascual Ispetalosdepapel.blogspot.com Diseo e ilustracin de portada: Barb Hernndez

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ndice*~ Uno ~*........................................................................................................... 5 *~ Dos ~*........................................................................................................... 8 *~ Tres ~*.........................................................................................................14 *~ Cuatro ~* ......................................................................................................20 *~ Cinco ~*........................................................................................................26 *~ Seis ~* .........................................................................................................33 *~ Siete ~* ........................................................................................................43 *~ Ocho ~*.........................................................................................................52 *~ Nueve ~* ......................................................................................................60 *~ Diez ~* .........................................................................................................68 *~ Once ~*.........................................................................................................75 *~ Doce ~*.........................................................................................................82 *~ Trece ~*........................................................................................................94 *~ Catorce ~* ...................................................................................................102 *~ Quince ~*....................................................................................................110 *~ Diecisis ~*.................................................................................................120 *~ Diecisiete ~* ................................................................................................132 *~ Dieciocho ~* ................................................................................................142 *~ Diecinueve ~* ..............................................................................................148 *~ Veinte ~*.....................................................................................................158 *~ Veintiuno ~* ................................................................................................166 *~ Veintids ~* ................................................................................................176 *~ Veintitrs ~*................................................................................................184 *~ Veinticuatro ~* ............................................................................................192

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*~ Veinticinco ~* ..............................................................................................200 *~ Veintisis ~* ...............................................................................................207 *~ Veintisiete ~*...............................................................................................215 *~ Veintiocho ~* ...............................................................................................223 *~ Veintinueve ~* .............................................................................................230 *~ Treinta ~* ...................................................................................................238 *~ Treinta y uno ~* ..........................................................................................250 *~ Treinta y dos ~*...........................................................................................257 *~ Treinta y tres ~* ..........................................................................................267 *~ Treinta y cuatro ~*.......................................................................................289 *~ Treinta y cinco ~*.........................................................................................297 *~ Treinta y seis ~*..........................................................................................305 *~ Treinta y siete ~* .........................................................................................312 *~ Treinta y ocho ~* .........................................................................................319 *~ Treinta y nueve ~* .......................................................................................330 *~ Cuarenta ~*.................................................................................................338 *~ Cuarenta y uno ~* ........................................................................................349 *~ Cuarenta y dos ~* ........................................................................................356 *~ Cuarenta y tres ~*........................................................................................366 *~ Cuarenta y cuatro ~*.....................................................................................379

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*~ Uno ~* Es como caer. Es como tropezar y sentir que pierdes el equilibrio. Es como caminar entre las nubes y, de pronto, perder pie. Es como un vrtigo. Como un mareo. Lo es todo en la nada. Escuchar su voz es sentir que nunca he estado completa antes. Que nunca volver a estarlo. Sentir que la oscuridad se convierte en plata, que el silencio se ondula y se quiebra. Y entonces slo existe su hechizo. Slo existen sus palabras, que no alcanzo a comprender, pero que me hablan. Que me llaman desde algn otro lugar lejano. Que me queman y me arrastran. Se convierten en cadenas que me atan a la magia. Al sueo. A l. Solamente dura un segundo. Olvidarlo ser imposible. *** Repta. Se estremece. La niebla tiembla y sus jirones me rozan con dedos de noche y miedo. Con tacto de luz de luna. Con olor a primavera y a ciudad de piedra. Con sonidos de antao, a risas y a muertes. Con lamentos que me rasgan el corazn y me abren y me vacan de sentimientos. Con quedos susurros que una vez, en algn lugar, dije a alguien que tal vez conoc. Con palabras mas, de todos, que ya nunca volvern a nuestras bocas. La niebla traiciona y acuchilla la piel a conciencia. Me trae recuerdos y se los lleva antes de que pueda recuperarlos. S, me odia tanto como yo a ella. Porque es malvada. Porque le gusta hacerme sufrir. Porque sus hijas, blancas y fantasmales, rondan solitarias las noches vacas. Seducen con formas de ilusin a todos aquellos que osen adentrarse en los callejones, que no son ms que insensible humanidad. La niebla oculta, confunde, as como hace la oscuridad. As como lo hacen los sueos. La esperanza. El silencio. Mis pasos apenas rozan la quietud, apenas la rompen. La hacen ondular, quiz. La agrietan tan slo, pero no consiguen que desaparezca. Se mete en los pulmones a travs de la boca y roba voces que luego ofrecer al Viento. Y l las llevar en sus alas invisibles, en sus manos de dios.

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Y ese ser mi tormento. Thar. Doy un respingo. Bajo la vista hasta mi brazo, que Yinn sujeta. Sus dedos me aprietan la chaqueta oscura, advirtindome. Peligro. Lo siento an sin ver sus pupilas dilatadas en la oscuridad y el gesto grave de su rostro. Asiento y aprieto el bastn entre mis dedos hasta que el pico del guila dorada se me clava en la blanda carne de la mano, an con la tela de los guantes de por medio. La bestia alla en algn lugar cercano. Es casi imposible no sentir su dolor, su desconcierto. Yo mismo s lo que es encontrarse as. Lo que es quedarse sin nada, sin un sitio en el que resguardarse de la tormenta. Todo acaba, no obstante, por quedar atrs. Por supuesto, tarde o temprano te repones. Y, aunque no fuera as, siempre te queda la opcin de fingir. Siempre te queda el consuelo de hacerte lo suficientemente fuerte como para alzar una pared de ladrillo y ocultar esa desagradable vulnerabilidad que permanece tras la prdida. El sollozo, que el viento arrastra en mi direccin, se escucha cada vez ms alto. Desgarrador e imponente. Enfurecido y agonizante. Completamente fuera de lugar entre los espectros que moran las tinieblas y la insensibilidad de los adoquines centenarios. Slo tiene miedo, me repito en un salmo que no se detiene. Miedo. Solamente aora su hogar. Como seres humanos, como seres que viven y sienten, estamos condenados a echar de menos. A probar la amarga nostalgia. A ser conscientes de que nos falta algo. Es entonces, al mirar el abismo que esa falta ha dejado, que ste se hace ms amplio. El agujero nos devuelve la mirada. Y nos traga. La oscuridad lo inunda todo y nosotros nos convertimos en sombras de lo que una vez fuimos. Yo mismo he de ser ahora un espectro. Muerto en vida. Vaco. Simplemente esperando por algo que nunca va a suceder. Alzo la mirada al cielo. La luna est grande e hinchada aunque no completamente redonda. Dentro de unas noches ser un rostro plido y hermoso que nos juzgar desde su trono celeste.

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Te burlas de m? Ella slo me mira, sonriendo estpida, como slo pueden hacerlo aquellos que saben algo que los dems ignoran. Como slo pueden hacerlo aquellos que esperan algo que jams sucede. Un grito ahogado rasga el velo de mis pensamientos.

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*~ Dos ~* El aullido de un lobo se confunde entre sueo y realidad. Ha sido una pesadilla. A medida que despierto las imgenes de mi sueo se van perdiendo en mi memoria. Poco a poco se hunden, sin dejar casi rastro, aunque no de la manera natural. Normalmente nunca recuerdo mis sueos, pero esta vez hay algo en mi cabeza que se resiste a ser eliminado. Por ejemplo, ah est el aullido, todava resonando en mis sienes. En algn recoveco de mi memoria tambin persisten unos ojos morados, firmes y serios, que me observan bajo un ceo fruncido. Una piel de color aceitunado. El traqueteo de un carruaje Me quejo, encogindome sobre m misma. Nada tiene sentido. Ningn dato de los que me rondan por la cabeza tiene una conexin real. Pronto doy por perdido el recuperar mi sueo y suspiro hondamente, destensndome sobre el lecho en el que he estado durmiendo hasta ahora. Slo tardo un par de segundos en darme cuenta de que algo no est bien. En mi cuarto vuela un extrao olor a lavanda. A mi alrededor oigo susurros. Mi cama no parece mi cama. La luz golpea mi rostro con ms fuerza de lo que lo hara normalmente. La ventana de mi habitacin, por ejemplo, es demasiado estrecha para dejar pasar tanta luz. Las sbanas que cubren mi cuerpo parecen ms suaves que de costumbre y, de hecho, el colchn sobre el que me acuesto es mucho ms amplio que el de mi pequeo apartamento En un intento de encontrarle explicacin a mi situacin actual, an sin abrir los ojos, intento recomponer el da anterior en mi memoria. Comida. Recuerdo haber comido con mis padres en aquel restaurante italiano. El de siempre. Ese al que se va en todas las ocasiones especiales o cuando quieren pedirme algo. Saben que me gusta. Es una manera amable de instarme a escucharles. Lasaa. An est fresco en mi memoria haber estado jugando con el tenedor, removiendo la comida, mientras ellos me miraban censuradores. Mientras me hablaban de cosas en las que prefera (y prefiero) no pensar. Cosas que no poda entender porque no eran lo que yo quera. Lo que quiero. An puedo sentir en mi estmago cmo ha cado cada bocado. Cmo ha cado cada palabra. La sensacin sigue siendo tan desagradable El sabor de la comida se perda con cada una de sus frases mordaces, que intentaban alejarme del camino que yo he elegido.

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Crees que est despierta? Intento obviar la voz que no reconozco, pero que ha sonado muy cerca de m. Esa voz, en mi realidad, no debera existir. No existe. Sigo dormida, probablemente, por eso tampoco consigo recordar del todo el pasado da. Todo lo dems est borroso. Sal del restaurante despus de negarme a discutir all, en medio de toda la gente que senta mirndonos. Camin sin rumbo, con la nica intencin de escapar, y acab en la librera. Recuerdo que cerr la puerta con tanta fuerza que los cristales del escaparate temblaron. La rabia, la frustracin. El hecho de sentirme entre las paredes de mi refugio calm un poco. Cog aire y ech el pestillo, yendo a sentarme sobre el mostrador de madera oscura. Respirar el aire fresco, el aire que ola a mil mundos encerrados entre papel y tapas, me devolvi la cordura. No necesitaba silencio, por lo que la tienda era el mejor de los lugares para m en aquel instante. Imaginaba que los susurros, que la letana sin voz que slo yo poda escuchar, eran las peticiones lejanas de universos all congregados para que yo me sumergiera en sus ocanos. Para que caminase por aquellas tierras soadas de luz y palabras. No lo s, thyre. De lo nico que estoy seguro es que deberas estar con Angela y no aqu. Otra voz desconocida. Una vez ms prefiero no escuchar. S que me mov como en un sueo por entre las altas estanteras. S que nad por los pasillos a cmara lenta, suspendida en las sensaciones del momento. Todo dej de importar en ese instante. Me qued slo con el olor a sabidura. A aventura. El sabor de las palabras que quera leer en mi lengua. El tacto de los lomos contra las puntas de mis dedos mientras paseaba sin rumbo por lo que para m es algo ms que una simple librera. Ms de lo que ellos entendern jams. De lo que l entender jams. Mi padre nunca podr comprender hasta qu punto ese lugar guarda todos mis sueos. Cmo puede, entonces, tener la certeza de que esto no es lo que yo quiero? No se da cuenta al hablar de que yo escucho sus verdaderas palabras. Sus pensamientos, acallados en un intento de llamar a lo que l cree que es mi sentido comn. No es lo que yo quiero, me deca anoche sin necesidad de hablar. Y eso es muy diferente. Ya soy lo suficientemente mayor como para hacer de mi vida lo que se me antoje. He decidido. Y seguir mi propio camino. Que siga l el suyo.

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No tengo la culpa de que las lecciones de Angie me aburran. Me ha parecido que la chica se mova. Has pensado que pueda ser un regalo para m? Mi propia sirvienta, ya que queda tan poco para mi cumpleaos Sirvienta? De pronto no puedo ignorar ms las voces. Pero abrir los ojos significa aceptar que no estoy en mi cama, en mi apartamento. Que hay alguien de verdad a mi lado. Dos personas, de hecho, que han estado manteniendo una conversacin mientras yo intentaba hacerme la dormida. Si el thar Marcus escuchara eso Marcus. El nombre me atraviesa la mente. Lo conozco. S de qu habla. Un rostro serio, que frunce el ceo ante mi insolencia, aparece dentro de mi cabeza. Ojos morados... Puede haber iris de ese color? No, por supuesto que no. Ha sido parte de ese sueo inconexo y sin sentido. Es que acaso sigo en l? Eso tendra sentido. Es lo nico, de hecho, que puede tenerlo. Y si es as, si por alguna extraa razn estoy en medio de una ensoacin qu ms da si abro los ojos? La luz me acuchilla las pupilas. Casi las siento encogerse, agazaparse, controlando la entrada de luminosidad. Cierro los prpados con fuerza y gimo. Me escondo bajo las mantas. Escucho una exclamacin a mi lado y quiero desaparecer. Durante un segundo me siento de nuevo una nia que lucha contra la llegada del da para no tener que salir del cuarto e ir al colegio. El respiro no me dura mucho. Extranjera! Las mantas me son cruelmente arrebatadas y yo vuelvo a quejarme. De hecho, me giro hacia la voz con ojos entornados y le gruo. Ante m hay una nia hermosa. No es una hermosura exactamente angelical. No cuando tiene los finos labios rosados fruncidos en un mohn. Y dudo que los ngeles puedan tener en su repertorio de expresiones ese gesto orgulloso con el que me mira esta muchacha apenas salida de la infancia. Me incorporo lentamente, ms sorprendida que enfadada por haberme sacado del sueo. La contemplo con fijeza y ella responde al escrutinio haciendo lo mismo conmigo. Tiene los cabellos negros, oscuros como las alas de los cuervos e igual de brillantes. Los mechones

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completamente lisos caen pulcramente sesgados a la altura de sus hombros en una lnea recta. Su rostro es tierno an, redondeado, blanco como la cermica. No ese color enfermizo de quien no ve el sol, sino con la calidez y el rubor tmido en las mejillas de quien es respetado por sus rayos. Tiene los ojos verdes, intensos, grandes y llenos de infantil curiosidad. Parecen dos esmeraldas que se hayan engarzado alrededor de sus pupilas, rodeadas de negros y largos hilos de azabache. Mi sorpresa, no obstante, no est slo relacionada con su belleza. El cuerpo menudo, an sin atisbos de esa futura mujer que un da ser, est vestido con las ropas ms elaboradas que jams he visto. No se trata slo de que est cubierta como una de las muecas de porcelana que an atesoro en las estanteras de mi cuarto, sino que bien podra haber sido una que hubiera cobrado vida y decidido presentarse ante m con sus brillantes zapatos de charol, sus calcetines blancos y su vestido por debajo de las rodillas. Sus prendas estn llenas de encajes y volantes, de pequeos y hermosos detalles, como las perlas que lleva a modo de botones en el vistoso cuello bordado de su blusa. Parece una nia salida de una pelcula de poca, parte de una familia acaudalada que podra haber vivido durante el perodo victoriano. Durante un segundo temo encontrarme ante a una pequea Claudia que en un momento se aprovechar de mi embelese y saltar sobre m para chuparme la sangre. Me estremezco y sacudo la cabeza, decidiendo que tengo que dejar de leer a Anne Rice. La irreal muchacha se gira de pronto, dndome la espalda. Sus delicados puos estn apoyados en lo que empiezan a ser unas caderas de mujer. Es extrao ver tanto orgullo contenido en una figura tan pequea. Cuntos aos podr tener? Once? Doce? Su mirada va a encontrarse con la de un chico que debe tener mi edad ms o menos. Lo reconozco. Imgenes de mi sueo se agolpan en mi mente y me golpean con contundencia, aunque de nuevo demasiado vagas y demasiado confusas para poder ordenarlas correctamente. Se mezclan y se confunden. Me marean. El ver al muchacho me hace convencerme an ms de que esto no puede ser real, sino que de alguna manera sigo viviendo esa ilusin sacada de mi cabeza. Ahora mismo debo estar durmiendo, en mi cama ms pequea, en mi apartamento siempre vaco. Es cierto que este sueo resulta extrao y ms vvido que nunca, pero no puede ser otra cosa.

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Lo peor de todo, sin embargo, es que no recuerdo realmente haberme quedado dormida. Y no es cuando te convences de que vives en un sueo, de que eres responsable de tu cuerpo y tus acciones, cuando despiertas? Ests seguro de que no se va a quedar? Pap la habra devuelto a su mundo si as fuera. No la habra dejado dormir aqu comenta el ms pequeo de los productos de mi imaginacin. Quiz me he desmayado. No sera la primera vez, despus de todo. La anemia a veces me juega malas pasadas. A lo mejor yazco en medio de la librera, entre las estanteras, sobre el duro y polvoriento suelo. Me estremezco slo de pensarlo. Pero al menos, si es as, tarde o temprano tendr que volver en m. Mientras me intento convencer a m misma, las palabras penetran en mi mente con la lentitud calculada de la asimilacin. He dormido en una cama soada, como soadas son la nia y sus ropas. En qu instante se volver todo ms extrao? Porque, por el momento, esta quimera tiene un argumento demasiado plausible. Pronto tendrn que empezar a aparecer y desaparecer cosas, a encontrarme en otros lugares Quiz si me levanto Cojo aire y me muevo lentamente hacia el borde de la cama. Me siento algo mareada y, para ms frustracin, las piernas se me enredan continuamente en la tela de un largo camisn que soy vagamente consciente de haberme puesto en algn otro momento. Una prueba ms de que esto es un sueo: yo nunca tendra una prenda tan larga y tan hortera. El muchacho que est presente, a quien la chiquilla se ha dirigido, me mira como si temiera que fuera a caerme. Se pasa la mano por la mejilla y recuerdo que hay una marca all parecida a un tatuaje. Es un diseo complicado que no sabe pasar desapercibido: una estrella toma forma en el centro de un libro abierto, inscrito, a su vez, en un crculo. Es hermoso, a su manera, con sus lneas negras contra la piel aceitunada del joven. Los ojos oscuros del chico van de una figura a otra sin saber en quin centrar su atencin. Probablemente no tenga ni la menor idea de lo que va a pasar conmigo. Yo tampoco. Lo que el thar y la muchacha decidan considera al fin no debera importarte hasta que se te anuncie. Ahora vuelve a la leccin con Angela, antes de que decidan castigarte de nuevo.

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La nia ignora premeditadamente su consejo y se vuelve hacia m, que ya he conseguido ponerme en pie. Las piernas me tiemblan incontroladamente bajo la pulcra tela blanca. Este sueo no me gusta. Los sueos no duran tanto. Y eso de sueos dentro de sueos slo pasa en las pelculas como Origen. En realidad no se suean cosas tan complicadas ni tan elaboradas. El hecho de que an no han empezado las incoherencias no deja de taladrarme la mente. Vas a quedarte aqu? Su voz aniada, dulce, dirigindose a m, me arranca un parpadeo. Las palabras salen de mis labios sin ni siquiera pensarlas. En su camino de salida, se atropellan las unas a las otras sin remedio. Tengo que despertar. En mi ignorancia, en mi tozudez, esa frase tan absurda tiene mucho sentido. Asiento, convencida, y repito: Tengo que despertar. Mis pies descalzos se mueven por inercia hacia la puerta mientras la nia y el muchacho me siguen con la mirada, sorprendidos. En sus ojos veo que no entienden mi comportamiento. Que no saben de lo que hablo. Eso est bien. Es algo, cuanto menos, lgico. Lo primero desde que he abierto los ojos. La ficcin, despus de todo, nunca admite ser slo eso.

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*~ Tres ~* Esa muchacha parece haber sido trada por la primavera. Las nubes han debido dejar caer primero la lluvia y, antes de desaparecer, me la han encomendado a ella. Tiene sentido, al menos, mientras escucho la algaraba de los pjaros a mis espaldas. El sol, despus de varios das sin salir, ha vuelto hoy a brillar como si fuera la primera vez que se deja ver. Como si fuera el comienzo de una nueva vida. La brisa sopla con un comps irregular que me trae recuerdos de otras estaciones, de otros climas, de otros silencios que, llegando de puntillas como ahora lo hace este, me estrecharon en su abrazo asfixiante. Cuando despert esta maana y me asom a su cuarto, ella an dorma plcidamente, ajena a este mundo que ahora se abre ante ella. Ajena a sus posibilidades. A su maldicin. A su marca ahora imborrable. Un estigma que la acompaar all a donde vaya con su peso inaguantable Decido concentrarme en otra cosa mientras miro los sobres llenos de manuscritos; la eterna esperanza, los mil mundos que me esperan. Algunos son falsos, artificiales: una trampa para los sentidos que nunca se abren ante ti como deberan. Otros, en cambio, son hermosos y reales, capaces de devolver al muerto a la vida, capaces de lanzarte a otros universos como puertas abiertas a la aventura. Intento ignorar los pasos artificialmente ahogados que se dirigen al final del pasillo, tras salvar la puerta de mi despacho. No me importa. Por esta vez dejar que Charlotte sacie su curiosidad. Aunque tengo la esperanza de convertirla en una verdadera dama algn da, tambin s aceptar que es una nia. Que necesita algo de libertad. Que debe descubrir algunas cosas por s misma. Adems, no tiene la oportunidad, muy a menudo, de conocer a personas nuevas. Quiz esto le haga bien. Una puerta se abre y se cierra. Se escuchan voces amortiguadas y yo intento volver a mi lectura, a mi eterna maldicin. Sin embargo, hoy no me concentro. Suspiro y me giro en mi silln, atendiendo a la ventana. Algunos ptalos tempranos se dejan llevar por el aire en su bsqueda por algo que no pueden ver. Que no pueden encontrar. Suspiro. Por algo que ya nunca ms volver Cojo aire y me inclino un poco para abrir el cajn ms bajo de mi escritorio. La llave permanece en la cerradura, consciente de que nadie osar abrirla aunque tenga la

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oportunidad. Y, si lo hicieran, de qu les servira? S que Charlotte rebusca en esta habitacin en su afn de conocimiento. Sin mala intencin, me aseguro. Pero aunque conociera mi secreto no podra llegar a l. No sabra de su esencia. No podra averiguar nada de m. Mis dedos rozan el tomo negro, que parece estremecerse y cobrar vida bajo mi toque. La llegada de esa nueva visitante que descansa en la habitacin de al lado me ha recordado su existencia. An a travs de los guantes percibo la encuadernacin rugosa, con sus pequeas imperfecciones agravadas por el tiempo. Tres aos lleva ya en este escondite, esperando. Pero, esperando por qu? Quiz llegue un momento en el que tenga que decir la verdad. Me estremezco. El libro todava me recuerda a ella. Imgenes inconexas se arremolinan tras mis prpados. Su piel plida. Una sonrisa cruelmente hermosa. Una voz que susurra mi nombre en mi odo. La frustracin y el desengao. Amargo placer. Frunzo el ceo y cierro el cajn con un golpe seco, enfadado conmigo mismo, como cada vez que pienso en su cuerpo yaciendo entre las sbanas. En sus movimientos perezosos y sus caricias, que ahora se me antojan un mero premio de consolacin. Yo era su juguete y ahora ella Suspiro hondamente y aparto cualquier idea de mi pensamiento. Desde cundo dejo que me domine el pasado? Desde cundo me pierdo, de nuevo, en esa mirada que ahora est vaca, hundida en las cuencas de la Muerte, como tantas otras antes? Durante otros diez minutos intento prestar atencin a mi lectura, hasta que finalmente me doy por vencido. Me levanto y camino sin rumbo por el cuarto, abrindome paso entre pensamientos que me llevan camino de ninguna parte. Lejanos me llegan los sonidos de esta primavera que pretendo ignorar. En una decisin precipitada decido que ya es hora de que Lottie vuelva a sus clases y de que yo saque a la muchacha de mi casa. Es por eso por lo que salgo al pasillo despus de cerrar la puerta del despacho tras de m. Me detengo un segundo en el corredor, arreglndome las mangas, y alzo la mirada cuando la entrada al cuarto de al lado se abre y una joven en camisn se desliza, an descalza, fuera de la alcoba. Permanezco quieto, detenido a mitad de mi accin, con los dedos entorno a la tela de mi camisa y la mirada fija en el frente. Como si pretendiese mimetizarme con las paredes, aguanto la respiracin mientras ella, desorientada, contempla el corredor al tiempo que camina. Tiene

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un andar torpe, algo adormilado, como somnolienta es su expresin. Los ojos castaos aparecen velados por el sueo, por la incomprensin. La arruga de la almohada se le ha quedado marcada en la frente y un leve perfume a lavanda llega hasta m. Los cabellos, oscuros como sus ojos, caen sin orden ni concierto sobre la blanca tela que cubre sus hombros. Parece ms pequea y frgil de lo que me pareci ayer, ataviada con esa prenda que fue diseada para una mujer ms alta y con ms cuerpo. Como un adolescente, me quedo prendado de la imagen que se me muestra, descubriendo con la imaginacin, ms que con la vista, los regalos de un cuerpo que se me antoja diferente al de las estticas damas que pasean por la calle. Pienso en ella, s, y las comparo inevitablemente, porque esa es la geografa que estuve estudiando durante meses, las marcas y las lneas que se me han quedado grabadas en mente y manos. Cuando alza sus ojos marrones, nuestras miradas chocan. Un choque brutal que me sobresalta. Ella entorna los prpados y recorre mi impecable traje, mi rostro blanco, mi altura entera. S que busca una referencia, algo que la ayude a situarse, confundida como est. O quiz simplemente intente concienciarse de que esto es un sueo. Si yo estuviera en su lugar querra hacerlo. Sera mi forma de defensa contra lo desconocido, contra lo que tratara de asustarme, contra lo que escapara a mi comprensin. Entreabre los labios y la escucho coger aire, ansiosa, mientras descubro una pregunta formndose, silenciosa, en su garganta. Y, an as, soy yo el que habla primero, con la voz ms seca, la ms seria que consigo reunir. De mi rostro se cae la expresin y me torno en un ser indiferente. Ella no me importa, slo es una intrusa. Una desconocida que est de paso por esta vida que, por mucho que lo intento, no llego a apreciar del todo. Ya has despertado. La muchacha cierra los labios y los frunce ligeramente. Al hacerlo, el inferior se escapa levemente hacia fuera y una arruga se hunde entre sus finas cejas. Thar Yinn est tras la joven, quieto, esperando rdenes, a pesar de que yo no tengo ninguna que darle. Parece algo preocupado, como si supiese que hay algo mal, que no todo est como debera. Charlotte tambin se ha asomado fuera de la estancia. Es en ella en quien centro mi atencin. La veo sonrer, primigenia imagen de la inocencia, y niego con la cabeza, avisndola

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de que ese truco no funcionar. Su rostro adquiere entonces el leve rubor de la vergenza. Se frota un brazo. Vuelve ahora mismo a tus clases, Charlotte. Y que sea la ltima vez que abandonas el aula antes de que sea la hora. Casi la escucho tragar saliva, culpable y decepcionada. No ha podido disfrutar nada de su pequea escapada. Y aunque antes yo haba credo que le hara bien conocer a otra gente, ahora casi me arrepiento de ese absurdo pensamiento. Le hara bien conocer a otros nios de su edad, no a muchachas que caminan en ropa de cama por mi pasillo. Con un suspiro pasa junto a Yinn. Echa solamente una discreta ojeada a la recin llegada y luego camina por mi lado. Alzo la mano un segundo, para rozar sus cabellos con mis dedos, despeinndola suavemente en un gesto que ella reconoce como de cario. No en vano la veo sonrer. Sin ir ms lejos, de hecho, yo mismo me encuentro con una sonrisa tenue en los labios. Una vez se ha metido de nuevo en el aula escucho cmo la puerta se cierra, justo despus de que Angela entone con su voz de cristal unas palabras que no suenan a reprimenda verdadera. Me vuelvo hacia el muchacho que espera, diligente, tras la paralizada chica. Repuesto al fin de la impresin de nuestro encuentro, doy con las palabras y las acciones adecuadas. Llvatela dentro y haz que se vista. No es nada decoroso que se pasee en camisn por la casa. Y no es un buen ejemplo para la nia, decididamente. La desconocida se mira al escucharme hablar. Alza una ceja. La presin de sus labios unidos los torna ahora descoloridos. Bromeas? Me espeta sin modales algunos, mirndome descaradamente a los ojos. Hay das que salgo a la calle con menos tela. Y para enfatizar que realmente cree que la prenda es demasiado larga, se alza la falda hasta las finas rodillas y luego la deja caer de nuevo con un revoloteo que acaricia la alfombra. Me observa, desafiante, y yo siento una ligera aversin por sus provocaciones y su descaro. Pero estas no son las mismas calles por las que alguien pueda comportarse o vestirse como se le antoje. Aqu las damas se cubren en presencia de los caballeros, muchacha. Ella resopla y deja los ojos en blanco, como si yo fuera una vieja institutriz con la misma cantinela de siempre: la que ella conoce y odia con todas sus fuerzas. S cmo se siente, pero

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no por ello voy a dejarle hacer su parecer. Hay unas reglas que hay que cumplir. Cuando se marche podr recordar todo esto como la sombra de un mal sueo. Bueno, no veo ningn caballero aqu, aparte del chico al que tratas como si fuera tu mayordomo me replica. Y no le he escuchado quejarse. Yinn deja escapar una estpida risita que corta con una tos casual cuando yo lo censuro con la mirada. En primer lugar, l es mi mayordomo. Y realmente el problema no es que yo no sea un caballero, sino que no se me ocurre peor ejemplo de dama contengo un suspiro de resignacin, como si estuviera de nuevo intentando hacer entrar a Lottie en razn, y echo un vistazo por encima del hombro de la muchacha. Ella frunce el ceo, ofendida, cuando decido ignorar que est justo delante de m. Vstela. Que se rena conmigo en la salita. Ella deja escapar una exclamacin cuando el chico asiente y la coge del brazo para obligarla a seguirle. La joven se revuelve y bufa, soltndose. Se acerca a m y me encara con la expresin indignada de una fierecilla. Sus ojos castaos se clavan en los mos de una manera que haca aos que no presenciaba. Puedo vestirme yo solita: no soy una mueca cruza los brazos, enfadada, con un rubor asomando a sus mejillas, y alza la barbilla. Y como, de todas formas, esta es mi ensoacin, yo decido qu hacer. Y en este momento lo nico que quiero es despertar. Frunzo el ceo, en un principio, sin comprender, y luego asiento, dndome cuenta de lo que piensa. Como yo pensaba, debe creer que esto es un sueo, el mero producto de su imaginacin. Si supiera lo real que es todo esto en realidad quiz se lo hubiera pensado dos veces antes de hablarme de la forma en la que lo he hecho o quiz no. Ayer no parecas creer que furamos producto de su imaginacin apostillo, empezando a perder la paciencia. Entorna los ojos, parece que intentando recordar. Tratando, intilmente, de verse el da anterior a la noche, cuando la encontramos a punto de ser atacada por aquella bestia. Pero el animal slo estaba perdido, slo necesitaba comprensin. Y el libro que por suerte yo tena en mis manos. Contra todo pronstico ella no se mostr realmente aterrada, aunque s pareca aliviada una vez la criatura estuvo a salvo en su mundo. En su lugar.

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La joven no hizo preguntas, mansa como un corderito, y nos sigui sin dificultades hasta casa. Una vez all le dimos ropa y la acostamos. Creo que se durmi en seguida. Yo, en cambio, no pude cerrar los ojos en muchas horas. Slo cuando amaneca consegu descansar, aunque apenas fue una hora de incmodos sueos trados del pasado y desfigurados por el tiempo y mi subconsciente. Ayer. Ayer repite ella, en el presente, en un acto de concentracin. La veo dar un respingo y llevarse la mano a la frente, en la que veo unas pequeas arrugas frunciendo su piel suave. Entreabre los labios. No puede ser cierto. Me mira y yo, encogindome de hombros, le doy la espalda y echo a andar por el largo pasillo. La muchacha se queda un segundo en blanco y, despus de trastabillar, me sigue. Incluso cuando intento no prestarle atencin siento sus pasos algo torpes, an adormilados, descoordinados, ahogados por la espesura de la alfombra. No me giro, aunque su presencia me pone algo nervioso. Por eso, quiz, acelero el paso y bajo las escaleras con rapidez. Espera me pide ella algo falta de aliento. Para ah. Creo que me merezco una explicacin Y antes de que lo espere una ronda imposible de preguntas salta desde sus labios y me acribilla. Dnde estoy? Quin eres t? No puedes realmente esperar que crea que no estoy en mi poca, verdad? Cmo puedo estar segura que no es un sueo? Y qu pas con el lobo de anoche? Cmo he podido aparecer aqu? Suspiro exasperado. Slo me detengo para echarle un rpido vistazo por encima del hombro. No hablar con nadie que no est adecuadamente vestido. Y esa es mi ltima palabra.

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*~ Cuatro ~* Cuando me doy cuenta estoy de nuevo en el cuarto, a pesar de que sigo sin entenderlo. Qu tiene de malo un camisn que slo deja ver los dedos de mis pies asomados bajo el borde blanco? Gruo. El mayordomo se gira hacia m con una sonrisa divertida en el rostro. Entre sus brazos lleva un montn considerable de tela. Probablemente la suficiente para vestir a tres personas ms. Est segura de que no necesitar ayuda? Contemplo con un mohn de disgusto toda la parafernalia que necesitar para cubrirme y niego. No quiero esa ropa tan extraa y aparentemente pesada, con ese aspecto de haber salido de una pelcula de poca. La cojo de sus brazos, sin embargo. La observo entre la curiosidad y el ms profundo desagrado mientras la ordeno sobre la enorme cama deshecha. Una camisola, unos pololos, un cors, varias faldas y un vestido. Tambin hay medias y unas botas marrones que ni siquiera se intuirn bajo tanta prenda inservible. Suspiro y le hago un ademn, rechazando su ayuda. Yo misma puedo hacerlo. Y si no, siempre puedo buscar unas tijeras y retocar aquello que me resulte incmodo. La puerta se cierra a mis espaldas y yo me saco el camisn por la cabeza. Llevo puesta mi ropa interior, as que aparto a un lado la que me han dado, descartndola. Eso incluye el cors, desde luego. Por qu iba a querer llevar un instrumento de tortura decimonnico? Sea como sea, la vestimenta no es ahora lo que ms me preocupa. Ni lo que ms me interesa. Y, definitivamente, no es lo que ms nerviosa me pone, incluso si la idea de morir ahogada entre tanta capa se antoja ms que plausible. Lo que verdaderamente me crispa es l. Marcus, se llamaba? Ese estirado con guantes es lo ms frustrante que he podido conocer en mi vida. Es guapo, no hay duda. Hay algo casi renacentista en su rostro, en la forma de su barbilla afilada o en los caracoles que forma su cabello cobrizo alrededor de su cara. Pero eso no me basta. Ni siquiera el aire distinguido que tiene, tan diferente a los chicos de mi ciudad. De hecho no creo haber visto a un chico en traje en mucho tiempo y definitivamente no recuerdo a ninguno que le quedara tan bien como a l. Parece que, sencillamente, su cuerpo no podra lucir otro tipo de prenda. No le imagino con unos vaqueros y una camiseta de manga corta, al menos. Pero qu estoy pensando? Me pone nerviosa. Es malhumorado, con ese ceo constantemente fruncido. Y aunque hay algo mgico en l, algo que parece llamar al

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misterio y a la incertidumbre que tanto adoro, todo eso queda aplacado por su mirada seria, de ese color imposible. Esa mirada que me juzgaba. Cmo se atreve a tratarme as? Y qu es para no consentir hablar conmigo mientras visto esa tela kilomtrica? Un eunuco? Porque ms que un camisn hasta los pies, a sus ojos pareca que vistiera alguno de mis baadores de verano. Menudo estpido. Farfullo mientras me coloco el vestido como puedo. Maldita sea. Por muy bonita que sea la ropa azul que me han dado, con todo ese encaje y la cinta de color ms oscuro que frunce bajo mi pecho, es lo menos prctico que he vestido en mi vida. Toda esa hilera de botones a la espalda Durante un segundo me lamento por mi orgullo desmedido, que no ha permitido que me ayudasen con prendas a las que no estoy acostumbrada. Algo en todo esto no me gusta. Me doy cuenta de que no parece un sueo. Es demasiado realista. En cualquiera de mis otras fantasas en las que he vestido trajes como con el que ahora lucho, soando con mundos basados en las novelas de la insufrible Austen, la prenda pareca natural en mi cuerpo. No recuerdo haberme sentido tan incmoda en ninguna de esas ensoaciones. Vestir todas esas ropas de telas tan exquisitas, tan femeninas y con esa apariencia tan lolita era como vestir en mi mundo cualquiera de mis vestidos cortos o mis cmodos pantalones. Oh, Dios mo. Mis pantalones. Cmo los echo de menos. Sera muy fcil simplemente pedrselos a ese mayordomo (Yinn, se llamaba?) y volver a vestirme con ellos y mi camiseta, pero algo me dice que el estirado tampoco me recibira as. Me miro en el espejo y de nuevo me siento extraa. Ni siquiera he conseguido abrochar los ltimos botones del vestido, los que ms arriba han quedado y a donde mis brazos no han conseguido llegar. Mi reflejo me recibe con los ojos marrones brillantes de los interrogantes que pululan libremente por mi mente. Si esto no fuese un sueo, qu explicacin puede haber para que yo haya llegado aqu? Es ms: cmo puede ser algo as real? Parece el argumento de alguna novela romntica en las que los personajes protagonistas saltan en el tiempo de una a otra poca por alguna extraa casualidad espacio-temporal. He ledo de esas. Entonces, los protagonistas, de siglos y costumbres dispares, se descubren enamorados y arropados en noches de trrida pasin Sonro para m y la chica del espejo me devuelve una sonrisa irnica. El pretencioso de aspecto victoriano no debe saber ni utilizar los dedos que esconde bajo sus guantes, por su comportamiento, as que ni hablar de noches de trrida pasin.

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Sacudo la cabeza. Pobrecito. Qu cuerpo ms desaprovechado De nuevo me sobresalto. Pero bueno, se puede saber qu me pasa? Se supone que estoy enfadada. Muy enfadada. Claro que estoy enfadada. Es un altanero. En el pasillo me ha observado como si se creyese superior a m, con esa barbilla alzada y esos ojos indiferentes. Me ha hecho sentir, durante un instante, pequea. Fuera de lugar. Me ha observado como lo hace mi padre siempre que decido alzar la voz para imponer mis decisiones. Como si lo que yo pudiera hacer o decir simplemente no valiese nada. Se me escapa un gruido entre los dientes y veo mi rostro crispado frente al espejo. Mis ojos centellean un segundo. He cumplido nuestro silencioso pacto. Ahora que me he vestido como ese insoportable ha considerado digno de su presencia (lo cual no hace ms que encender mi rabia) tendr que escucharme. Y ms le vale responder diligentemente a todas mis preguntas. Aunque, realmente, qu importa si no lo hace? Aunque todo apunte a lo contrario yo estoy convencida de que lo que hay a mi alrededor no es ms que producto de mi imaginacin. Me dispongo a salir cuando algo en el hombro de mi reflejo, descubierto por el escote de barco del vestido, llama mi atencin. Me acerco un poco ms al espejo, como si eso pudiera darme una visin ms detallada de la marca que ahora cubre mi piel all. Un libro y una estrella. Qu demonios es eso? Un tatuaje? Genial! Me han marcado como a una res! Y si lo que deca esa chiquilla era cierto? Y si piensan tomarme como pertenencia y regalarme? Cojo aire, indignada, abriendo un poco ms los ojos. Qu atrevimiento, tocar mi piel para sellarla! La arao esperando quitarla, como si esperase que fuera de esas calcomanas falsas que regalan con las bolsas de aperitivos. Pero no. All contina la forma del libro, el crculo que lo rodea, la estrella en sus pginas, la piel enrojecida ahora por mi estpido y desesperado intento de borrarla. Me doy cuenta de que he visto ese mismo dibujo antes. Aprieto los dientes y mis ojos llamean. Definitivamente, ese tipo va a escucharme. Airada, salgo del cuarto. El mayordomo espera en la puerta, posiblemente para guiarme hacia su amo. Me sonre casi con diversin al verme obstinadamente cruzada de brazos. Alzo las cejas pero decido que mi enfado no es con l. Rpidamente lanzo un vistazo ms detallado a su cuerpo. Hay algo extico en su figura, algo extrao en su piel de color aceitunada. Tiene los cabellos morenos y largos, recogidos en una coleta baja. Me fijo en la marca que tambin decora su mejilla. La misma que destaca contra la piel de mi hombro. Me percato de que eso

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es lo que mi cabeza intentaba relacionar. Ya la haba visto al despertar, pero con mis sentidos nublados por el sueo ni siquiera le haba prestado verdadera atencin. De repente caigo en algo y dejo escapar una exclamacin indignada. Sealo el dibujo acusadoramente, como si en su forma pudieran residir todos los males del Universo. Yinn da un respingo y me mira sorprendido. Me quieren hacer sirvienta como a ti! Exclamo con los ojos salidos de mis rbitas. Qu? La marca! Este tatuaje que llevas! Me froto de nuevo el hombro, apretando los dientes. Ese tipo te la puso! A que s? Es horrible! El mayordomo titubea, mirndome casi anonadado. Contra todo pronstico termina por rer entre dientes. Est equivocada. Pero ser mejor que el thar se lo explique. Y hara bien en no insinuar algo as si no quiere que se enfade, seorita. Bajamos las escaleras por las que pude ver a Marcus descender antes de que me arrastrasen para ponerme esa maldita ropa. Las medias (la nica de las capas que he accedido a ponerme aparte del vestido) me pican en las piernas, pero estoy segura de que esas incmodas botas me haran dao en los pies si no me las hubiera puesto. Miro al mayordomo, frunciendo el ceo. Sus ojos chispean divertidos, con un medio gesto abandonado en sus labios finos. Como si me importara lo que pudiera decirme. Como vea. Me deja frente una puerta que abre antes de que yo misma pueda hacerlo y me insta a pasar. Cuando entro la madera se cierra con un chasqueo que, durante un segundo, me pilla desprevenida. Frunzo suavemente el ceo y miro alrededor. Estoy en una sala que, como todo all, tiene ese regusto a decoracin romntica. Es como estar en un museo de poca, como ese del siglo XIX que hay en mi ciudad. Con su chimenea y sus muebles de madera cara, sus sillones tan mullidos y de apariencia lujosa. El mrmol brilla, al igual que lo hace la decoracin que destaca en cada rincn de la habitacin. Es hermoso. Pronto, no obstante, no es eso en lo que puedo concentrarme, pese a que una parte de m (esa que en el fondo admira profundamente el siglo del romanticismo, de los poetas y la reina Victoria) quisiera detenerse

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en cada detalle del arte que se respira entre esas paredes. Ms all de todo eso, me doy cuenta de que no estoy sola. Lo encuentro. Hay unas puertas de cristal que dan a una terraza. All, sentado en una pequea mesa en la que han servido t y unas pastas, el joven de los impolutos guantes blancos, esa figura altanera que parece sacada de mis libros de arte clsico, lee el peridico con apariencia indiferente. Sus cabellos cobrizos, apenas largos, se mueven con una brisa de la que l ni siquiera parece ser consciente, demasiado concentrado en su lectura. Hay unas pequeas gafas posadas sobre el puente de su nariz que no recuerdo haberle visto antes. Tras ellas estn esos ojos morados, perdidos en las letras, como si l estuviera muy lejos de all. Mi ceo se arruga un poco ms. Ni siquiera me mira, aunque s que me ha odo entrar. Probablemente considere mucho ms importantes las noticias que sus ojos repasan sin verdadera atencin que mi propia presencia. Carraspeo para llamar su inters. Y l ni siquiera levanta la vista. En cambio, sin dejar de mirar el diario se limita a hacer un ademn a la silla de en frente. Es que no se va a dignar a levantar la mirada? Quin se cree? Para eso me hace vestirme a su gusto? Aprieto los dientes y me dispongo a recriminarle su actitud, pero es su voz la que se adelanta. Sintate. Se supone que es un caballero? Y el por favor? Sigue sin mirarme! Es normal tener tantas ganas de tirarle por encima la taza de t que toma entre sus dedos enguantados y se lleva a los labios? Aunque el primer impulso es llevarle la contraria y no acceder a obedecer hasta que se digne a mirarme al menos de soslayo, me siento. Y lo hago por pura gula, porque lo cierto es que tengo hambre y las pastas parecen llamarme desde el platito de cermica fina que hay sobre la mesa de cristal. Es normal tener hambre en los sueos? Me humedezco los labios, pero sacudo la cabeza y recobro mi actitud ofendida. An as, me sirvo algo de t como l ha hecho. Siento la boca seca y necesito lquido, de modo que le doy un sorbo antes de hablar: Piensas mirarme o me he vestido como una de mis muecas slo porque al seor le ha dado la real gana? Porque esta ropa es lo ms incmodo que me he probado en aos le reprocho echndome hacia atrs en la silla y balancendome.

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l parpadea un segundo y dira que le he sorprendido. Pero entonces una arruga aparece en su frente. De nuevo esa mirada censuradora, que al principio parece que juzga poco adecuada la noticia en la que se fijan sus pupilas. Sin embargo yo s que no son las letras impresas lo que le ha desagradado, sino yo. Me lo dicen sus ojos cuando, al fin, se alzan para mirarme. Las amatistas que se atreve a lucir por mirada me observan por encima de las gafas. Frunce algo ms el ceo al ver mi postura despreocupada y mis piernas cruzadas. Alzo las cejas. Comprtate me espeta. Yo doy un brinco en mi sitio y me detengo, pero no porque l me lo haya dicho, sino porque estoy realmente sorprendida. Cmo dice? Quin es l, acaso, para decidir si mi manera de actuar es errnea o no? Separo los labios pero, de nuevo, como si considerase que nada de lo que salga de ellos debe ser tenido en cuenta, se adelanta: Es que eres una nia, para balancearte de esa manera? Sintate bien abro algo ms la boca, atnita, y mis manos se colocan sobre la mesa. Parpadeo. Y trtame con ms respeto. Te he dado refugio en mi casa, despus de todo, en lugar de dejarte simplemente vagando por las calles. Oh-oh. Lo est estropeando. Mucho. Se comporta como si debiera agradecerle la salvacin de mi alma misma. Mis manos se convierten en puos sobre el cristal y lo miro, frunciendo los labios, apretando los dientes. Marcus, ests siendo increblemente Cmo has dicho? Su pregunta me descoloca. Durante un instante mi indignacin queda en un segundo plano. Lo miro directamente a los ojos, sin vergenza, y por primera vez dudo. Es posible que haya entendido mal? No se llamaba as? No era ese tu nombre? Marcus, no es cierto? Yo soy Pero me corta. De nuevo. Una vez ms. Quin es el que se comporta mal aqu? No me deja ni presentarme! Marcus Abberlain aclara. Yo alzo las cejas. Como si me importara su estpido apellido . Pero para ti, extranjera hay un matiz extrao en esa palabra cuando sus labios la pronuncian. Aparta el peridico, decidido a dejar su lectura para otro momento. Para cuando se haya librado de mi molesta presencia, intuyo en sus ojos. Unos ojos que, orgullosos, de pronto me devuelven la mirada. Su barbilla se alza ligeramente soy Conde Abberlain.

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*~ Cinco ~* Aprovecho su momento de asombro, ese breve segundo en el que su boca cae abierta y sus ojos me miran entre la sorpresa y la indignacin, para contemplarla. Su rostro, an adolescente en la redondez pura de sus mejillas, en la forma de su cara, en sus ojos oscuros, no dista tanto de lo que se podra encontrar en una de las damas de compaa de la reina. Hay algo hermoso en ella, escondido quiz tras el flequillo, tras la tmida pincelada que adorna sus pmulos. Sin embargo, el poco aire de seorita que pudiera tener queda oculto bajo su actitud desafiante, sus malos modos y sus gestos rudos. Puedo ver, por ejemplo, que tiene las piernas cruzadas bajo la falda o que se ha servido t sin pedir permiso. Adems, el hecho de que se atreva a tutearme en nuestro primer encuentro es bastante molesto. De alguna manera lo siento como una invasin de mi espacio, como si tratase de derrumbar ese muro que me he empeado en alzar. El vestido azul le queda demasiado flojo en las mangas y en el escote, lo que me hace pensar que no se lo ha abrochado adecuadamente. Quiz sea contrario a su carcter pedir ayuda. Acaso no hay algo en la forma en la que alza su barbilla ligeramente que indica un orgullo desmedido? Las mujeres a las que estoy acostumbrado, en cambio, no dudaran en pedir todos los sirvientes que pudieran conseguir y ponerlos a sus pies para que colaborasen en lo posible. De nuevo no puedo evitar la comparacin. Ella habra inundado la sala con su presencia nada ms entrar. Ella habra caminado como una reina y se habra negado a tomar asiento si yo no me hubiera levantado primero para rendirle pleitesa, para separarle la silla. Y, desde luego, ella sabra llevar esa ropa. La llenara con sus dulces curvas, mostrando la piel blanca de su escote. Las venas finas se adivinaran en sus brazos largos, acabados en manos de porcelana, de dedos finos que enredara en sus propios cabellos mientras me contemplase obstinadamente entre las pestaas. La mirada de fuego que me regalara, llena de ese indescriptible deseo de ser ma de mil maneras distintas, de entregarse al placer, sera bastante para hacerme estremecer. Mas ah se sienta otra en su lugar, demasiado real. Con el pelo algo revuelto, con la dura realidad de la carne, de las imperfecciones humanas. Mortal pero viva. Con un corazn que palpita en alguna parte de su interior. No volver, me insisto. Y aunque s que es cierto y que

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duele, de alguna forma me alegro. Si no est aqu no podr arrebatarme nada de lo que he construido desde su marcha, aunque su fantasma me siga atormentando cada noche. Mientras ests en mi casa me tratars con el debido respeto le explico, despertando de mi ensoacin. Desde luego no me tutears, eso para empezar. Lo has comprendido, muchacha? La joven empieza a reaccionar. Sacude la cabeza como si tratase de quitarse un extrao pensamiento de la mente. Lo nico que s es que un instante ms tarde me mira con dureza, ofendida. El mohn que compone transforma su rostro por completo. De pronto parece otra persona, ms adulta, ruborizada por el enfado. Se echa hacia delante en su silla y su voz parece resonar por el jardn, entre las ramas de los rboles frutales que empiezan a mostrar sus hojas nuevas. No. No lo comprendo. Pero te voy a decir algo que s tengo muy claro y t me vas a escuchar, Marcus Abberlain, o como quieras hacerte llamar. En primer lugar me vas a decir dnde estoy. Cuando lo sepa, lo siguiente es saber cmo he llegado hasta aqu y cmo demonios voy a volver a mi poca, ya que creo que slo as despertar para poder olvidarme de esta alocada situacin y de tu insoportable petulancia, conde. Para m, como si eres el rey! Eso no te da derecho a mirarme con esa censura tuya, como si ninguna de mis palabras importase una Ignoro la ltima palabra, que no creo haber escuchado de labios de una mujer en mucho tiempo. Cojo aire. La sangre se agolpa en mis mejillas con la fuerza del enfado, pero me niego a ponerme a su nivel, con palabras groseras y un volumen que est completamente fuera de lugar. En vez de eso, tomo la taza entre mis dedos y bebo otro sorbo, tranquilo, guardando la compostura. Obviar tus exigencias. Quiero creer que an ests demasiado exaltada por los acontecimientos de la noche pasada. Un poco histrica, eso es todo. La muchacha se levanta con tanta violencia que la mesa se tambalea sobre sus finas patas. Su t se vierte por fuera, manchando el plato de cermica. De pronto me parece un poco ms alta, ms amenazadora, con los ojos brillantes y el rostro completamente encendido. El rubor llega hasta su cuello, colorendolo delicadamente. Yo decido no levantarme, observndola por entre las pestaas.

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Sintate le pido, pero ella hace caso omiso y se aleja de m. Frunzo el ceo y me pongo en pie, al tiempo que ella entra en la casa de nuevo. La veo atravesar la salita, para mi ms profunda sorpresa. Se alza el vestido para caminar cmodamente, probablemente porque le queda algo largo y teme tropezar, dejando su orgullo reducido a cenizas. Me doy cuenta de que lleva las medias puestas, aunque no ha incluido entre sus prendas ninguno de los ropajes interiores. Sus cabellos cortados por debajo de los hombros me permiten ver tambin el desnudo hueco entre sus omoplatos y parte de su espalda, pues no ha abrochado todos los botones. Slo hay una tira de tela debajo, sin rastro de la camisa o el cors. A dnde te crees que vas? Pregunto sin poder evitar que el asombro impregne mi tono. Lejos me responde ella girndose, con una mano en el pomo y la otra alrededor de la tela. Tan lejos como pueda de ti la veo hacer un ademn expresivo que indica a ninguna parte en concreto pero, a la vez, claramente hacia el otro lado de la madera. A buscar mis respuestas a otro lugar, ya que t no pareces querer drmelas. Abro la boca para protestar. Durante un momento la idea de dejarla ir me tienta. Si sale de esta casa por su propia voluntad, quin soy yo para detenerla? Que vaya donde guste y se de cuenta de que ste es, en realidad, el nico sitio en el que realmente puede encontrar la ayuda que necesita para volver a su hogar. Sin embargo hacer eso tambin sera abandonarla a su suerte. Me atormenta la posibilidad de que pueda perderse. Hay destinos fatdicos ocultos en las calles para una extranjera como ella Suspiro y, rindindome, la sigo a grandes zancadas. Para entonces la muchacha ya ha llegado al pasillo. Espera! Cuando la alcanzo est en el recibidor, decidida a marcharse para no volver. La atrapo justo a tiempo, cogindola del brazo, aunque pronto me arrepiento y la suelto, como si su piel quemase incluso a travs de la tela de mis guantes. Doy un paso atrs. Ella entorna los ojos, sorprendida y perspicaz por mi sbita separacin. Ha decidido su seora que soy digna de sus respuestas?

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Separo los labios dispuesto a replicar, mas los pasos en la escalera me detienen. Charlotte lleva ya la mitad del camino recorrido hacia nosotros. Nos mira con obvia curiosidad infantil mientras se muerde el labio distradamente. No slo capta mi atencin, sino tambin la de la muchacha, que de pronto parece recordar algo. Se lleva una mano al hombro, donde la marca se deja ver, grabada a fuego sobre la piel blanca. Despus de un segundo se vuelve hacia m y unas feas lneas de concentracin arrugan su frente lisa. No voy a ser la esclava de nadie me advierte con un tono que pretende destilar peligro. La nia se detiene por completo y eso la delata. Algo ha dicho o hecho que sabe que me molestar. Probablemente algo relacionado con lo que la joven acaba de sealar. Sacudo la cabeza. Nadie va a obligarte a nada que no quieras intento tranquilizarla, aunque de antemano s que nada de lo que le cuente va a hacerlo. No confa en m. Probablemente la decisin ms inteligente desde que est en este mundo. Yo tampoco lo hara. He escuchado a la nia y al mayordomo hablar. Quieres hacerme su sirvienta. Por qu si no me has marcado como si fuera un animal? Dejo los ojos en blanco y luego le lanzo a Charlotte una mirada censuradora. Ella me responde con un parpadeo inocente. Me sonre, dulce. Baja unos cuantos escalones ms y la veo acercarse. Pretende correr a mi lado, hacerse perdonar, abrazarme y convencerme de que no ha hecho nada malo. Yo me aparto. No puedo dejar que juegue conmigo. Que me tenga a sus pies. Es an una nia y debe aprender que no todo se arregla encandilando a la gente o con un par de lgrimas. Charlotte no hablaba en serio, obviamente. Lamentablemente, tiende a pensar que tiene al resto del mundo en la palma de su mano. Est un poco mimada aunque me abraza, yo la aparto y la hago enfrentarse a nuestra invitada. Le pongo las manos sobre los hombros menudos y aprieto suavemente mi agarre para mantenerla en el sitio. Presntate, Lottie, querida. La pequea me mira un segundo y luego toma entre sus dedos la falda de su vestido para levantarla apenas, al tiempo que se inclina. Es una reverencia infantil pero precisa, adorable. Durante un momento siento que es imposible para m molestarme de verdad por su comportamiento caprichoso. Los ojos castaos dejan escapar un brillo embelesado cuando se

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cruzan con los de la infanta. Como yo, todos sienten verdadero embelese por el ngel que guardo bajo mi custodia. Soy Charlotte Abberlain, hija del conde Abberlain. Es un placer conocerla, seorita La muchacha da un respingo. Blackwood. Pero puedes llamarme Ilyria. Y, desde luego, no soy tan mayor como para que me trates de usted. Puedes tutearme, Charlotte. Lottie se apresura a responder la nia, sonriente, emocionada por esa rpida confianza mutua que la otra le ofrece. Pap me llama Lottie. T tambin puedes hacerlo. Un instante despus s que ya se ha forjado un lazo de amistad entre ellas. Lo veo en el rostro de la seorita Blackwood, en sus pupilas destellantes. De alguna forma, se ha olvidado de m. No puedo decir que no me alegre. Eso me da tiempo para pensar en qu decirle para que no huya, para que no se atreva a salir afuera. Temo no poder retenerla, sobre todo si, precisamente, le prohbo salir. Tiene el aire de quien no busca problemas sino que los peligros ms grandes corren a sus brazos directamente. Suspiro. Cuando lo hago, como si volviera a la realidad, parece darse cuenta de algo y abre mucho los ojos. No creo haber podido seguir el hilo de sus pensamientos para saber qu le pasa por la cabeza. Padre! Exclama casi sin aire. Pero si no puedes tener muchos ms aos que yo! Me encojo de hombros y, para mis adentros, sonro. Me da la sensacin de que s cmo hacer que la muchacha se quede aqu por el momento, mientras yo busco una solucin. O, ms bien, un libro. Tomo a mi hija de la mano y la arrastro conmigo hacia la salita de nuevo. Tal y como haba planeado, la joven viene justo detrs. Charlotte es adoptada. Capto de reojo su expresin casi aliviada, tras creerme un padre precoz. Con cuntos aos la habra tenido, segn su teora? Doce? Trece? Niego con la cabeza. Una vez en la sala, me siento en un silln. Charlotte se acomoda sobre mis rodillas, aunque sabe que ya est demasiado crecida para poder hacerlo. Se supone que dentro de poco cumplir doce aos y, sin embargo, se sigue comportando como una nia. Cuando me abraza y apoya la mejilla contra mi corazn se me olvidan todos los reproches. La dejo estar. Parece feliz y eso es suficiente para saber que estoy haciendo lo correcto con su educacin.

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La joven Blackwood se sienta a nuestro lado en el sof. Parece ms que fascinada por mi hija. Lo suficiente, al menos, como para olvidar su enfado y todas sus preguntas sobre su presencia en mi casa. Cuntos aos tienes, Lottie? Durante un segundo su interlocutora se hace la tmida. Slo un instante, probablemente incluso de manera inconsciente. Al siguiente sonre encantadora y empieza a parlotear. Tengo once, pero cumplir doce a finales de esta semana. Sabes? Pap est organizando una gran fiesta para m: vendr un montn de gente! Me han hecho un vestido precioso y bailaremos hasta la medianoche, como en los cuentos. Habr msica, nobles, una tarta gigante y y Me mira con ojos brillantes, aunque luego stos vuelven a posarse en esos castaos. Y me convertir en una seorita! An no podr ir a los bailes de sociedad, pero estar mucho ms cerca. Nuestra invitada parpadea, sorprendida por el breve arranque de sinceridad y entusiasmo. Despus, con una risa cristalina, espontnea, se inclina y deja un beso sobre la frente de mi hija. El gesto hace que dirija toda mi atencin hacia ella y empiece a contemplarla bajo otra luz. Aunque hace tan slo unos minutos estaba profundamente molesta conmigo, me doy cuenta de que es una persona de sonrisa fcil Una sonrisa que ilumina su rostro, que hace brillar sus ojos castaos y enciende sus mejillas con la candidez de una niez pasada. Me gusta el efecto que causa la simple ascensin de las comisuras de sus labios. Es como si estuviera viendo a otra persona diferente de la muchacha en camisn o de la joven maleducada que me ha plantado cara. Entorno los ojos y me evado de la conversacin que mantiene con la nia slo para poder analizarla framente. Los cabellos castaos tienen suaves reflejos rubios, aunque me gusta ms el color original, a medio camino entre las tonalidades de la madera oscura y la del caramelo fundido. El vestido an mal abrochado deja sus hombros delgados al descubierto. No son tan blancos como cabra esperar, aunque es ms que obvio que no es una mujer acostumbrada al trabajo duro. Lo noto en sus manos sin mcula, en los brazos poco desarrollados. La cinta de raso azul que ata bajo su pecho es la nica que permite adivinar la forma de su figura: no es exuberante, quiz demasiado delgada, frgil, mas hay algo en ella que resulta agradable siendo as, como si no pudiese haber sido creada de diferente manera Armona. La nica palabra que se me ocurre es armona.

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Dnde estoy, supuestamente? Su pregunta me saca del ensimismamiento. Nuestros ojos chocan, de pronto, con un golpe que a ella parece sorprenderle y a m, contra todo pronstico, me arranca un latido de ms. Ests en Amyas, por supuesto! Responde Charlotte, agradada de poder responder a todas sus cuestiones. Es la capital del gran Reino de Albion. La seorita Blackwood entreabre los labios tras dar un respingo, bajando la vista a su interlocutora. Cmo dices? Supongo que nunca habas odo hablar de l, claro se apresura a aadir la pequea con una falta de tacto que estoy seguro que no ha aprendido de m. Probablemente en tu mundo no somos muy conocidos. La otra calla durante un largo instante. El color huye de su rostro y, de una manera casi cmica, separa los labios y boquea, como un pez desesperado que ha sido arrancado del mar en el que vive. Qu locuras ests diciendo? No estoy en el pasado? Sacude la cabeza, como si pensara que no es eso lo que debe preguntar en realidad. No estoy soando? Me planteo si preferira estar en otra poca pero en su mundo. No sera ese tambin un lugar ajeno y hostil, lleno de peligros? De hecho, algo as podra cambiar incluso el curso de la historia. Aqu, por lo menos, est a salvo, bajo un techo seguro y conmigo a su lado para poder llevarla de nuevo a su lugar sin que nada malo le ocurra. Me acomodo en mi asiento con Lottie an sobre mi regazo. No es ninguna locura, me temo. De igual modo tampoco es un sueo intervengo. De nuevo se cruzan nuestras miradas y de nuevo mi corazn pierde un paso al hacerlo. Aparto los ojos y peino con mi mano los cabellos de mi hija, que estn revolucionados. Sin quererlo, o quiz simplemente en un acto inconsciente, las puntas de mis dedos rozan el secreto que se oculta en su nuca, que slo yo conozco. Aprieto los labios y me concentro en mantener las formas. Las distancias. No est ya en su mundo, seorita Blackwood. Las pginas de un libro la han conducido hasta aqu.

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*~ Seis ~* Un libro. La idea me parece tan alocada que, por un momento, la creencia de estar soando se hace incluso ms firme en mi cabeza. No era eso lo que esperaba? Qu todo se volviera loco y sin sentido? Ms, quiero decir. Como si mi teora de viajar a una poca pasada no fuese lo suficientemente extraa o imposible. Pero ahora las palabras del conde de pronto han superado definitivamente mi imaginacin. Eso puede ser una buena seal para definir todo lo que me rodea de irreal. Asiento distradamente, aferrndome sin dudas a mi teora de un mundo onrico. Me he cado en mi adorada librera. Por eso ahora sueo, ni ms ni menos, con libros que escupen gente de sus pginas. Claro, quin no ha imaginado alguna vez convertir a los personajes de una historia en gente real? Poder verles, hablar cara a cara con ellos. Quiz enamorarte Me echo a rer y soy consciente de lo histrica que suena, durante un instante, mi propia carcajada. Lo s por la mirada que comparten el conde y su hija, que parpadean. La adorable nia ladea la cabeza inocentemente, mientras que Marcus me observa alzando las cejas. Creo que teme por mi salud mental. Lo entiendo! Yo ahora tambin lo hago, porque a esta situacin slo le veo dos posibles explicaciones: o sueo o delirio. Seorita Blackwood? Miro a Marcus con una sonrisa radiante que, me parece, le sobresalta. Me levanto, alisndome el vestido. Bien, ya voy a poder despertar! Por un momento casi me lo creo todo, sabis? Quiero decir, no me pareca tan, tan imposible. Bueno, claro que era imposible, se mire como se mire. Naturalmente mi cabeza todava no lo haba aceptado del todo, pese a todas las pruebas de aparente realidad. Pero gente que sale de los libros ro, pero ni siquiera a m mi risa me suena del todo sincera. Me sudan las manos, cuando las enredo en la falda de mi vestimenta . Es ridculo. Una locura. As que sin duda he debido caerme. He de estar tirada en el pasillo de mi librera y Ah! Los ojos de Lottie centellan y sonre ampliamente, con ese encanto de nia pequea que me distrae. S que ella tambin es una ilusin, pero es una ilusin adorable. Tienes una librera? Has odo, pap? Tira de la camisa del conde, con esa expectacin propia de la infancia. Podrais hacer un negocio! Ella vendera los libros de tus escritores!

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Escritores? Contemplo a Marcus momentneamente alejada de mis pensamientos. Es que tienes una editorial o algo as? l me mira, pero pronto aparta la vista de nuevo a su hija. Frunzo un poco el ceo, pero slo ligeramente. No puedo evitar preguntarme si tendr algo, para que le parezca tan incmodo cruzar su mirada conmigo. S, algo parecido. Pero no eras conde? Ah! Sonro emocionada. Ya est! Una incongruencia! Suspiro aliviada. Esto va mejorando. Lottie ladea la cabeza, sin entender, pero re, como si acaso mi actitud le pareciese divertida. No es una risa burlona, sino que es dulce, feliz. Supongo que no est acostumbrada a muchas ms personas que las que viven en su casa y la aparicin de una novedad la contenta. En los ojos de su padre tambin me parece atisbar un asomo de diversin que se obceca en ocultar bajo su apariencia indiferente. Yo he podido ver, sin embargo, que no lo es tanto. Lo he comprobado cuando mira a esa personita que hace llamar su hija. Hay cario en sus ojos, en sus gestos cuando la coge o acaricia sus cabellos. No puede ser tan fro ni tan malo como pareca Oh, qu ms da? Se me olvidar incluso su rostro en cuanto despierte. Para bien o para mal, cuando el sol llega nunca suelo acordarme de las ilusiones en las que Morfeo me enreda por las noches. No hablemos ya de las que me sobrevienen cuando me desmayo. No es ninguna incongruencia, seorita Blackwood me doy cuenta de que ya no me tutea. Me trata con ms respeto, aunque lo cierto es que no s si me gusta o me disgusta que lo haga. No es algo fro ese trato? Adems, me hace sentir mayor. Soy conde, s, pero tambin me encargo de la publicacin de aquellos artistas que no pueden permitrselo. Pap dice que es como el mecenas de los escritores aclara la nia, casi cantarina. Tiene muchos libros en su despacho! Montones de mundos! Y sus autores son los mejores, claro defiende con orgullo. Titubeo, observndoles a los dos, pero pronto sacudo la cabeza. No me importa. Cuanto menos sepa, mejor. Quiero irme. A mi casa. Despertar. Me froto la sien casi desesperadamente. Por qu no lo hago? Por qu no abro los ojos de una vez? Me he dado cuenta de lo que sucede. Vuelvo a aferrarme a la idea de que cuando eso pasa, en los sueos, se despierta. Todo se acaba. Los personajes se difuminan y sus

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historias se pierden. Cundo van a hacerlo ellos, entonces? En respuesta a mi pregunta slo me miran en silencio. Esperan que me d cuenta. O Marcus lo espera, porque Lottie no parece seguir el hilo de mis pensamientos, inocente. Trago saliva y retrocedo un paso. Charlotte parece profundamente decepcionada cuando lo hago. Mi casa repito suavemente. Despertar No va a poder despertar, seorita Blackwood, por el simple hecho de que no est soando. Contengo la respiracin. Un plpito. Dos. Oigo susurrar algo a la chiquilla a su padre, curiosa, probablemente cuestionando qu me sucede, por qu me veo tan plida. Cielos. Otro mundo. Un libro que hace de portal... Niego un poco ms con la cabeza. Imposible. Es Es imposible. Ese tipo de cosas no existen. Marcus parece tensarse un poco, consciente de que estoy perdiendo los nervios. Otra vez, quiero decir. Cmo no voy a hacerlo? Es lo ms natural del mundo. Nunca me he credo esos libros en los que los personajes aparecen en otras dimensiones, en otros mundos, y simplemente aceptan el hecho con total parsimonia. Eso no es real. Las personas normales, como yo, veramos amenazada la paz que nos hemos esforzado en crear. Las personas normales, en una situacin como sta, se asustaran. Porque algo as significara acabar con la realidad. Con mi realidad. Jadeo un poco, consciente de que no hay razones que fundamenten mi desesperado intento de mantener en mis manos las riendas de mi vida. Siento que se escurren entre mis dedos con cada segundo que pasa. Con cada segundo en el que me doy cuenta de que los sueos no son tan vvidos, de que siento el corazn demasiado fuerte contra mi pecho, de que la cabeza me da vueltas de una manera que nada tiene de ilusoria. Recuerdo, de pronto, como un fogonazo, cmo encontr un libro entre los estantes ms apartados. Necesitaba evasin y un tomo sin ttulo ni autor ni sinopsis, abandonado all a su suerte, me pareci la idea ms apropiada. Navegara entre sus pginas y me permitira olvidar entre sus palabras. Y entonces Entonces haba cado. El duro suelo me recogi en un callejn. El aullido del lobo, su respiracin en mi cara. Marcus. Un libro que se tragaba a aquel animal

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Me llevo una mano a la boca y, al echarme otro paso hacia atrs, tropiezo con la larga falda del vestido. De igual modo tropiezan todas las certezas que me haba esforzado en mantener. Caigo al suelo, pero ni siquiera parezco sentir la cada. Escucho el revuelo que provoca mi torpeza. Lottie parece alarmada y Marcus la hace levantar de su regazo. No puedo atenderles del todo. Charlotte hace ademn de acercarse rpidamente, pero su padre la detiene. Ella, en un intento de ser til, de ayudarme de alguna manera, comenta casi con urgencia, nerviosa, la idea de pedirle a Yinn algo de t. Sus pasos cuando sale corriendo son slo una nebulosa que pasa por mi lado. No soy realmente consciente de ello, como si mis sentidos se hubieran apagado y no pudieran concentrarse en nada realmente. Como si, de pronto, todo a mi alrededor, color y sonidos, se hubiera detenido. No estoy en casa. Es la primera vez que me percato, desde que estoy aqu, en algo tan sencillo. Al principio era como estar en una nube. Era simplemente como pasear por las calles de un sueo, como caminar por mi propia imaginacin. No importaba, porque simplemente no poda ser real. Mi cuerpo, mi mente, toda yo, se negaba en rotundo, inconscientemente, a aceptar una verdad como esa. Una verdad en la que yo estuviese lejos de todo lo que conoca. Lejos de mi apartamento. De mis libros. De mi pequea tienda. Lejos de mis padres, por poco que les soporte. Lejos de mi vida. De todo lo que alguna vez he tenido, de todo lo que he luchado por conseguir. Cmo poda admitir algo as? Algo tan cruel? Me estremezco, an en el suelo. Me encojo sobre m misma y mis ojos, muy abiertos, slo son capaces de observar las baldosas relucientes. Percibo mis mejillas plidas, mi pulso mismo luchando por hacerse un hueco en mi pecho. No llevo cors y, sin embargo, siento como si algo me aprisionase las costillas y no me dejase respirar. Mi hogar. Mi mundo. Mi realidad. Una suave brisa entra por las puertas del balcn abiertas y yo siento que todo se marcha en ese soplo de aire que remueve apenas mis cabellos. Recomponte, Ilyria. T no eres as. No te dejas vencer. Cundo lo has hecho? Vamos. No te quedes ah quieta. Debes verte ridcula. Qu haces? Te vas a poner a llorar? Mi propia voz recriminndome no es suficiente para hacerme reaccionar como otras veces. No llama a mi orgullo, que se queda, por un segundo, pacficamente quieto, cerca de mi corazn detenido.

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No estoy en casa La frase, al nacer de mis labios, suena ms determinante de lo que ya sonaba en mi cabeza. Ms real. Casi me parece sentenciadora. Es entonces cuando realmente todo se nubla a mi alrededor. No es que me sienta ms mareada, pese a que la cabeza sigue dndome vueltas. No tiene nada que ver, sin embargo, con que de pronto todo lo que puedo ver se difumine, se vuelva borroso. Mis ojos, en contra de lo que me podra dictar el orgullo o la razn, se empapan. De miedo. De incertidumbre. No puedes llorar. Trago saliva. No llores. Pero, cmo puedo evitar las ganas que llevo resguardando bajo la falsa seguridad de tener controlada la situacin? Por eso hasta ahora no he podido reaccionar: porque me he convencido a m misma de la utopa de que nada de esto exista. Ni el lobo de la noche anterior, ni esta casa, ni sus habitantes... Pero todo es real. Y yo estoy sola en medio de ello. Me siento caer, como si esa certeza me hubiese empujado sin piedad hacia algn pozo sin fondo. Pero entonces, antes de que pueda hundirme y echarme a llorar, como parecen suplicar mis pupilas, una mano enguantada se hace hueco en mi campo de visin. Su mano. No me hace falta alzar la vista para saber que, ligeramente inclinado, Marcus me ofrece sus dedos para ayudarme a levantar. Para, sin saberlo, salvarme. Durante un segundo slo observo su extremidad. Tiemblo. Casi desesperadamente, en un impulso, me agarro a l. Mi mano es pequea contra la suya. Siento la suavidad de la tela bajo la palma y, tras unos segundos, me obligo a levantar la mirada. l me observa, pero su expresin es ilegible. No s leer su rostro y tampoco puedo ver lo que piensa en sus ojos, porque despus del primer choque, como siempre, me rehye, aunque me ha parecido que por un segundo sostena mi mirada. No importa. Slo necesito algo a lo que agarrarme y l parece brindarme su ayuda en el ms completo de los silencios. Me hace levantar caballerosamente. Yo me pongo en pie casi por inercia, tambalendome un poco. Ser mejor que te sientes no soy capaz de pensar siquiera en que su formalidad, ahora que su hija no est con nosotros, ha desaparecido. l vuelve a tutearme como al principio. Me gua con cuidado hasta el sof. Creo que por un momento teme que vaya a desfallecer. Yo sigo mirndole, an plida, an con los ojos muy abiertos, humedecidos, la respiracin acelerada. l traga saliva y se sienta a mi lado. Yo no me permito soltar su mano, aunque l no parece

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especialmente cmodo con ello. No me importa. Necesito algo a lo que agarrarme. Alguien. No te preocupes. No va a pasar nada. Bajo la vista, tomando aire entrecortadamente. Yo callo, sin saber muy bien qu decir. Slo le miro, ansiosa, como si acaso as pudiera entenderme mejor que yo a m misma. Vas a volver a casa. No te preocupes. Parpadeo repetidas veces para evitar llorar. No puedo dejar que las lgrimas caigan frente a l. Frente a nadie. Yo no puedo llorar. Cmo? Cundo? Por qu he terminado aqu? Los libros, yo otra bocanada de aire que, de nuevo, me parece insuficiente. Con tu libro. No lo podrs entender ahora. Ests alterada. Necesitas descansar, dormir un rato. Cuando despiertes y te calmes te lo explicar todo. Yo niego enrgicamente con la cabeza. No. Necesito entenderlo. Quiero entenderlo. Ahora. l me observa algo sorprendido. Aprieta los labios pero, aunque por un momento creo que se negar y ocasionar otra discusin entre nosotros, lo cierto es que, para mi sorpresa, suspira. Aparta la mirada. Yo sigo, inconscientemente, agarrando su mano. Los libros traen a gente de otros mundos. Pero tambin la devuelven a su hogar. Podrs volver a tu casa por tu libro. Yo te enviar a tu mundo personalmente. No tienes nada que temer. l? l puede devolverme a casa? Sonro, aunque es una sonrisa temblorosa. Porque, despus de todo, si realmente puede hacerlo, por qu sigo aqu? Ahora? Marcus calla. Tomo aire cuando l vuelve a clavar los ojos en cualquier otra parte que no sea mi rostro. No puede hacerlo. Me miente. Eso s soy capaz de verlo. No va a llevarme a mi hogar. Hay otro temblor que recorre mi cuerpo. Abro la boca, pero el sonido de pasos me distrae. Yinn entra con una bandeja y t. Se encuentra bien? Pregunta suspicaz, inclinndose para que pueda tomar la taza entre mis dedos. Marcus niega con la cabeza cuando le ofrece a l tambin.

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Lo miro pero no respondo. No. Cmo voy a estarlo? Trago saliva y dirijo mi mirada al conde como si an esperase su respuesta. l parece pensar en lo que va a decirme y eso no puede ser nada bueno. No es tan grave comenta Yinn irguindose de nuevo. Extrao, al principio. Pero en esta casa cuidarn de usted. Me siento ligeramente ofendida, durante un segundo, por que piense que necesito alguien que me proteja. Antes de que pueda decir nada l gira sobre sus talones y sale. Le oigo intercambiar unas frases con Charlotte. La puerta queda entornada tras su cuerpo y las voces se amortiguan tras la madera. De pronto me percato de lo que significan las palabras del muchacho. Tomo aire, angustiada. l tambin lleg aqu como yo? Marcus me mira. No creo que pueda seguir realmente mi razonamiento. O quiz s, porque su manera de asentir es cuidadosa, como si temiese mi reaccin. Me encojo sobre m misma. No ha vuelto. El conde frunce los labios. No es lo que piensas se apresura a aclarar. l quiso quedarse aqu. Yo le miro sin poder entender cmo alguien podra simplemente desear dejar todo lo que conoce atrs. Me muerdo el labio y le observo entre las pestaas. Siento que estoy en medio de un rompecabezas que no puedo terminar de completar, como si siempre faltase una pieza para permitirme entender la magnitud de todo lo que me rodea. Y cundo voy a volver yo? Silencio. Se alarga entre nosotros por unos segundos que se me clavan en la piel, que me ahogan, que hacen que el calor se vuelva asfixiante en la habitacin. No lo s. Jadeo inevitablemente al escucharle. Lo haba imaginado y, sin embargo, no quera creerlo. Sus palabras, aunque sencillas, abren un mundo a mi alrededor. Un mundo que no conozco, con gente que no conozco y costumbres que no conozco. El miedo a lo ignoto trepa por mi columna y se extiende por mis extremidades hasta llenarme entera. Un mundo en el que me ver encerrada por un tiempo indefinido. Su frase ha sido directa y de igual manera se ha

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clavado en mi mente, en mi corazn. El hecho de que no pueda volver ahora, de que no haya una fecha para mi regreso, puede significar que estar en mi mundo maana o dentro de aos. Quiz, en realidad, no vuelva nunca. Me sorprendo cuando la mano de Marcus, que sigo aferrando desesperadamente en un intento de atarme a algo que sea real, me devuelve el apretn. Ese gesto inesperado me hace alzar la vista. Por primera vez me mira a los ojos y en sus pupilas hay algo casi solemne, noble. Ahora veo realmente que en el color de sus iris parece danzar libre toda la magia del mundo. l quiz sea capaz de apartar, sin pesar, su vista de la ma, pero yo me doy cuenta de que devolverle el desplante me resulta imposible. Su mirada me ata y yo, atrapada de pronto en la sinceridad que veo a flote sobre ese mar prpura, podra creer todas las mentiras que quisiera contarme. Te prometo que te devolver a casa. Volvers a tu hogar y podrs continuar con tu vida. Todo estar bien. Yo callo, repentinamente sin palabras. Y sin palabras se llena el espacio de la habitacin. Durante unos segundos que parecen apartarse del espacio real del tiempo, nos miramos. Descubro tras las pupilas a un hombre que no me pareca haber visto al principio. Repentinamente la idea de que no sea un insoportable aristcrata con aires de superioridad cruza veloz por mi cabeza. No es eso lo que parece decir su mirada, al menos. Sus ojos no son los del fro noble que hasta entonces pareca empeado en ser. Antes de que yo pueda asegurarme de que lo que veo es real, la imagen desaparece. De repente sus iris vuelven a huir de los mos. Parpadeo sorprendida por lo precipitado de esa ruptura. De igual modo, su mano, la caricia de tela que me mantena atada a l, escapa. Se pierde y en mi palma descubierta slo queda el incmodo cosquilleo de quien siente que le falta algo. Cojo mi taza con las dos manos para acallar la sensacin, con la excusa de darle un sorbo al lquido caliente. El sabor dulce del azcar baja por mi garganta para reconfortarme y, durante un instante, me siento bastante mejor. De nuevo, un segundo de silencio. Esta vez soy yo la que me veo obligada a hablar. Te Te creo.

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l me mira de reojo. Me observa, durante un momento, callado. Cuando alza la barbilla, la cercana que me haba parecido imaginar se torna fra distancia. Un caballero nunca falta a sus promesas, seorita Blackwood frunzo los labios, descontenta al escuchar de nuevo esa tonta formalidad, mas callo, mirando mi t sin decir nada. Puede estar segura. Pero mientras no la devolvemos a su legtimo lugar... es primordial hablar sobre sus modales. Y definitivamente hay que tratar su manera de vestirse. Mientras est bajo mi techo tendr que ser un ejemplo a seguir para mi hija. De modo que ser mejor que aprenda que las damas llevan cors y otras prendas, bajo el vestido. Entreabro los labios. Estoy escuchando bien? Frunzo suavemente el ceo, intentando convencerme de que ahora bromea, pese a que no haya tono de mofa en sus palabras. No puede realmente tratar un tema como ese en mi situacin. De este modo cojo aire con cuidado, como si eso pudiera calmarme. Eso es. Tranquilzate y l se portar bien. Las prendas lo miro de reojo, investigando en su rostro. l, para mi ms profunda sorpresa y mi ms sincera decepcin, asiente, firme, serio. Vuelve a ser ese despreciable muchacho que hace que se esfume la idea de que realmente no puede ser un ser fro y carente de sentimientos. No puedo dejar que mi hija reciba un mal ejemplo de las mujeres que la rodean. Siempre la he educado para que sea una seorita aclara como si estuviramos hablando en vez de una nia, de una joven promesa de la poltica o del medio social. Eso me frustra y hace que apriete los dedos alrededor de mi taza. Me ha vuelto a recordar a mi padre, con sus charlas sobre lo que las seoritas deben o no deben hacer, intentando arrebatarme mi infancia con correctos modales o actitudes. Pretende ese muchacho hacerle lo mismo a ese ngel que tiene por hija? Aprieto los dientes, pero levanto la barbilla, cerrando los ojos suavemente. Clmate, me digo. En silencio, en mi mente, empiezo a contar, como siempre que algo amenaza con colmar mi paciencia y yo no deseo darle ese privilegio. Y pretendes, claro, que yo tambin lo sea. Su respuesta no se hace esperar y no creo que sea consciente del error que comete al enunciarla con tanta seguridad.

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Obviamente, seorita Blackwood. Veinte. Treinta. Cuarenta. Ya no sumo de uno en uno, sino de diez en diez. Las palabras navegan por mi mente a su libre albedro y me hacen fruncir ms el ceo. Casi siento un tic en mis ojos cerrados. Yo, hasta hace unos minutos, temblaba a su lado. Yo, que estoy perdida y abandonada, de momento, en otro mundo, me he permitido juzgarlo amable. Pero ahora veo que no es as. Es un estpido. Cmo puede alguien bueno preocuparse de ese tipo de tonteras sobre lo correcto o la manera adecuada de vestir cuando la realidad se derrumba a mi alrededor? Por un segundo pens que le importaba. Me pareci ver algo de compasin en sus ojos de piedra preciosa. Pero l es un egosta que slo piensa en s mismo. En los inservibles modales Es demasiado frustrante. Mi pensamiento, agotado, salta varios nmeros y llega a cien. Ni siquiera soy realmente consciente del momento en que mis manos se alzan y derraman el t sobre l, con brusquedad, sin darle tiempo a reaccionar ni separarse. No le tiro la taza, aunque siento la tentacin de estamprsela sobre la cabeza para intentar arreglar lo que sea que funcione mal ah dentro. Me levanto y lo observo, apretando los labios, los dientes. Eres un insensible, Marcus Abberlain!! Le espeto, olvidndome de esa tregua momentnea que hemos tenido hasta ahora. Sabis qu os digo, a tus modales y a ti? Que podis meteros las capas de ropa por donde os quepan! Buenos das! Me giro sobre las puntas de mis pies y salgo, airada, de la estancia. Si piensa que algn da agachar la cabeza a sus rdenes de engredo nio rico, est loco.

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*~ Siete ~* Estoy tan enfadado que paso como una exhalacin junto a Yinn y Angela sin prestar atencin a sus exclamaciones de sorpresa. El lquido caliente se descuelga de las puntas de mis cabellos y con cada gota que cae sobre mi chaqueta o mi rostro me siento ms cerca de cometer un atentado contra los buenos modales. Siento ganas de echar a esa maleducada joven de mi casa. No estoy en mi derecho? Jams me haban insultado de tal manera. Nunca antes me haba sentido tan abochornado, tan molesto con alguien. El odio no me es ajeno y, sin embargo, en mi vida entera haba deseado con ms ansias perder a alguien de vista. Me encierro en mi cuarto y me desprendo de la chaqueta al tiempo que, frustrado, intento deshacer el nudo de la corbata. La sangre me hierve en las venas. No le he dado resguardo en mi casa? No la recog anoche de la calle y le di una cama? Acaso no le he prometido mi ayuda? Y ella como pago me humilla echndome una taza de t por encima. Insensible, se atreve a llamarme? Todos lo pasamos mal en algn momento de nuestras vidas. Todos debemos aprender a reponernos. Si pretende que me compadezca de ella, que la consuele por un estado que ser temporal, est junto a la persona equivocada. Antes de que pueda darse cuenta estar de nuevo en su hogar y todo se convertir en el recuerdo lejano de un sueo. Slo tengo que encontrar su libro y enviarla de vuelta La ropa sucia cae sobre la cama y resoplo, algo falto de aliento, mientras me dirijo hacia el bao. Aunque el agua ya debe estar fra la echo en la jofaina. An me es necesario un minuto ms para reponerme. Me siento en el borde de la impecable baera vaca y oculto el rostro entre las manos. De pronto me siento como un estpido por haber perdido as los nervios, por ese ataque de ira sin sentido. No puedo culpar realmente a la muchacha. Est histrica. Con suerte se le pasar en unas horas. Probablemente, de hecho, pronto venga con la cabeza gacha a pedirme perdn por su arrebato. O quiz no. Algo me dice que ella no es as, que no es de las que se disculpan, por mucho que sepa que no tiene razn. Tendr el orgullo desmedido y todos los defectos que yo intento alejar de mi hija: ser rebelde, obstinada, metomentodo y curiosa. Todo lo contrario de lo que se espera en una seorita. Suspiro y me saco los guantes para lavarme la cara, as como me mojo el pelo para eliminar los posibles restos de t. Tengo que mantener las distancias con esa seorita Blackwood, que me tutea como si me conociera de toda la vida. Que me coge de la mano Aprieto los labios y

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clavo la vista en mi diestra, como si quisiera recriminarle algo. Su agarre ha resultado inesperadamente clido, fuerte, y an siento el leve cosquilleo de su presencia corriendo bajo los dedos. No. Qu tontera. Estoy sugestionado. Es imposible que sienta nada, dolor o calor, en esta piel mancillada. De todas formas evitar acercarme. Evitar la confianza. No quiero que ninguna mujer vuelva a hacerme dao, dndomelo todo para luego arrebatrmelo, con las heridas que eso implica en mi interior. Cuanto menos la mire, cuanto menos tiempo pase a su la