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Plantas cultivadas y animales domésticos en América equinoccial. Tomo III: : Fibras, medicinas, misceláneas Autor: Patiño Victor Manuel Edición original: Cali, Imprenta Departamental. 1963 Notas: En este tomo de la obra de Víctor Manuel Patiño se estudia la distribución, usos y origen geográfico de diferentes plantas fibrosas, tintóreas, medicinales, estimulantes, venenosas, insecticidas, cauchíferas y ornamentales. INDICE Prevención Capítulo XV. Fibrosas Capítulo XVI. Tintóreas Capítulo XVII. Medicinales, Estimulantes, Venenosas, Insecticidas Capítulo XVIII. Cauchíferas y Laticiferas Capítulo XIX. Ornamentales Capítulo XX. Pastos y Forrajes Bibliografía. III-PLANTAS USUALES MISCELÁNEAS CULTIVADAS EN LA PORCIÓN ECUATORIAL DEL NUEVO CONTINENTE. 1

Plantas Cultivadas y... T.iii Fibras_ Medicinales

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Tercero de la serie

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Plantas cultivadas y animales domésticos en América equinoccial. Tomo III: : Fibras, medicinas, misceláneas Autor: Patiño Victor Manuel Edición original: Cali, Imprenta Departamental. 1963

Notas: En este tomo de la obra de Víctor Manuel Patiño se estudia la distribución, usos y origen geográfico de diferentes plantas fibrosas, tintóreas, medicinales, estimulantes, venenosas, insecticidas, cauchíferas y ornamentales.

INDICE

Prevención Capítulo XV. Fibrosas Capítulo XVI. Tintóreas Capítulo XVII. Medicinales, Estimulantes, Venenosas, Insecticidas Capítulo XVIII. Cauchíferas y Laticiferas Capítulo XIX. Ornamentales Capítulo XX. Pastos y Forrajes Bibliografía.

III-PLANTAS USUALES MISCELÁNEAS CULTIVADAS EN LA PORCIÓN ECUATORIAL DEL NUEVO CONTINENTE.

 

PREVENCION

En este tomo finaliza la revisión de los hechos históricos relativos a las plantas cultivadas autóctonas en la América equinoccial. Con la historia de los animales domésticos americanos, incluida en otra obra del autor | [i] , se conforma un inventario parcial de los aportes que en

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estos dos rubros han hecho las civilizaciones tropicales americanas a la humanidad. Queda por completar el estudio --ya empezado-- de otros aspectos utilitarios de vegetales y animales nativos, tanto domesticados como silvestres, en aquella parte del mundo.

Se mantiene en éste el orden de capítulos y numerales, establecido en los dos tomos anteriores de la obra, publicados en Cali en 1963 ( |Frutales) y 1964 ( |Plantas alimenticias).

El material relativo a plantas cauchíferas y forrajeras, se recogió inicialmente (1955-1957) haciendo uso de un subsidio de la Fundación John Simon Guggen heim, de Nueva York; el de plantas fibrosas, tintóreas, medicinales y ornamentales, merced a la ayuda del Programa de Becas de la Organización de los Estados Americanos O.E.A. (1959-1960). La redacción definitiva del capítulo XV y un segundo borrador de todo lo demás, se hicieron en Cali en 1963-1964.

La información disponible hasta entonces, se revisó entre mayo y noviembre de 1966, incorporándose nuevas referencias en una redacción mejorada de los originales y en retoques dados al capítulo XV, mediante el patrocinio de la citada Fundación Guggenheim, obtenido esta vez en atención a los conceptos de los doctores José Cuatrecasas (Instituto Smithsoniano, Washington, D. C.); Richard E. Schultes (Museo Botánico, Universidad de Harvard, Cambridge, Mass.); Henry J. Bruman (Departamento de Geografia, Universidad del Sur de California, Los Angeles); James Jerome Parsons (Departamento de Geografía, Universidad de California, Berkeley); Wilson Popenoe (Antigua, Guatemala), y Lewis Hanke (Departamento de Historia, Universidad de Columbia, Nueva York). El trabajo se realizó en la Biblioteca del Congreso, de Washington, con breves incursiones en las bibliotecas del Museo Botánico de la Universidad de Harvard y la Universidad de Columbia. La versión definitiva del original se hizo en Cali entre marzo y mayo de 1967.

Una innovación se puso en práctica esta vez, consistente en comprobar con material de herbario los datos históricos sobre dispersión geográfica de las plantas estudiadas. Este trabajo se adelantó en el Herbario Nocional de los Estados Unidos (Smithsonian Institution), bajo la guía del doctor José Cuatrecasas, y en el Jardín Botánico de Nueva York, por cortesía del doctor B. Maguire.

Copió las fichas provisionales, sacó en limpio el texto definitivo y elaboró la bibliografía y los índices de este tomo, la señorita Inés Calvo, de Cali, Colombia.

La edición se hace en la Imprenta Departamental del Valle, utilizando un subsidio destinado por la ordenanza N |o 50 de 1966 (diciembre 20), presentada a la Asamblea por el diputado doctor Hernán Pérez

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Alvarez, y ejecutada por la administración del doctor Libardo Lozano Guerrero.

El autor da las gracias a las entidades y personas mencionadas y a las que se citen en el texto o en la bibliografía.

Debido a su magnitud y complejidad, el capitulo XIX, sobre plantas ornamentales, se publicará como un suplemento del tomo III. El acopio de ilustraciones, sin las cuales tiene poco valor lo que se diga de este grupo, es tarea lenta, difícil y costosa.

Washington, 1966 - Cali, 1967.  

MAPA 1. América intertropical. Aparece punteada el área a que se contrae la investigación.

 

[i] PATIÑO, Víctor Manuel: Historia de la actividad agropecuaria en América equinoccial. Cali. 1965 (19661. Imprenta Departamental. 601 pp..

CAPÍTULO XV FIBROSAS

 

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MONOCOTILEDONEAS

 

GRAMINEAS

 

172 -- |Gynerium sagiltatum (Aubl.) Beauv..

|U-ká-gru, u-kwá-gru, en cabécar; |se-rór-gro, en tiribí; |s-rógro, en térraba; |bah-krá, en brunca, todos dialectos del sur de Costa Rica (Gabb: Fernández, 1883, III, 465).

|Buléwa; mabúlu, mabúru, en caribe insular; |mapuru epui, en galíbi (Hodge et al, 1957, 527-528).

|Preu, en tamanaco (Gilii, 1965, 11, 281).

|Takimile, en esmeraldeño (Jijón y Caamaño, 1941, 11, 456).

|Nané, en colorado (Ibid., 259).

|Kante, en siona (J. de la Espada, 1904, 33; Ortiz, S. E., 1954, 449).

|Wíwa, en tupí (Spruce, 1908, 1, 106-107); |uwiwa, uwaiwa, en omagua y kokama (Espinosa, 1935, 118).

|Chuchio y |charo, en el oriente boliviano (observacíón personal en Rurrenabaque).

|Pintoc, en quechua. |Píntokk, la caña; |kúrkur, la planta (Lira, 1945, 754, 379). I.a forma |pindo es antigua en el alto Amazonas (Uriarte, 1962, I, 155). Hay un río Pindo, pequeño afluente septentrional del Pastaza (Spruce, 1908, 11, 144-145; Karsten, 1035, 68, 69).

|Caña blanca, en Costa Rica (Pittier, 1957, 80).

|Cañaflecha, cañamenuda, cañabrava, en varios países de habla española.

Esta especie vive espontánea en zonas de clima caliente y medio, desde el nivel del mar hasta los 1.600 metros, poco más o menos, de toda la América tropical. Constituye elemento impor tante de las priseries de la vegetación en las orillas de ríos y quebradas, aspecto que se volverá a considerar en una obra sobre historia de la vegetación natural en aquella parte del mundo. Por su frecuencia y abundancia, y a causa de la solidez de su tallo, es material de

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construcción muy socorrido de amplio uso para partes de la vivienda no expuestas a la intemperie.

|Gynerium se incluye aquí como planta cultivada, porque lo es en algunos lugares de su área de dispersión. En la costa atlántica de Colombia, con el fin de tener la hoja disponible para la confección de sombreros, se cultiva en los alrededores de Carreto (Gordon, 1957, 80-81) y en otros sitios. A fuer de material de construcción y para combustible, plántase en Son José de Suaita, Sontonder (Pérez Arbeláez, 1947, 127), y en el valle de Medellín. Se suele cultivar en el medio Amazonas, que los brasileños llaman Solimoes (Sompaio, 1934, 15; Ducke, 1946, 7), y en la Guayana inglesa por los indios hasta hace algunos años, para tener a la mano material- de flechas (Farabee, 1918, 66; Hodge et al, op. cit., 528), costumbre registrada entre las tribus orinoquesas desde el siglo XVIII (Gilii, 1965, 11, 281).

Parece tener poco asidero la sugestión de que los caribes de lo isla Dominica pudieran haber introducido desde el continente la planta en cuestión (Hodge et al, op. cit., 520), puesto que desde el viaje da descubrimiento la halló el Almirante Colón [véase inciso D) de este numeral] en la parte oriental de la Española. En las Antillas menores desde principios de la ocupación francesa se registra el uso del bohordo para flechas como cosa tradicional (Du Tertre, 1958, 11, 379).

Siendo inseparables la historia de lo planta y las de sus usos, se revisan sumariamente los que tiene cado parte de ella

 

A) |Rizomas

Los rizomas blanquecinos de |Gynerium sirvieron a los conquistadores españoles como alimento de emergencia. En la entrada de Gaspar de Espinosa (1519) a los dominios del cacique Chi racona, confinante de Quema e Isagaña, hoy territorio de Chiriqui, Panamá, las "raíces de caña" fueron por algunos días el único alimento disponible (Espinosa: Cuervo, 1892, II, 476). Todavía se consumen a modo de verdura o palmito en algunas regiones del departamento del Cauca (bajo el nombre de CHULQUÍN, cultivando la planta con ese fin: Cuatrecasas, información personal sobre Tacueyó, cerca del río Palo), y quizá en otras partes.

 

B) |Tallo

a) El tallo entero, bien maduro, es material de construcción de primera importancia. La distribución geográfica del uso de la cañabrava para ese fin es muy amplia; pero hay sectores donde es

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predominanie, mientras que en otros es secundario. En la costa colombiana del Pacífico, por ejemplo, sólo se usa al sur de Guani y al norte del Baudó. Hé aquí uno sumaria agrupación de referencias: para la Nueva Granada, Zamora, 1945, 1, 151; Oviedo, 1930, 40; para Santa Marta y Guajira, Rosa, 1945, 311; para el Perú, Cobo 1890, I, 519-520; -----, 1956, 1, 233; Yccovleff y Herrera, 1934, 263; Spruce, 18C4, 41. Este aspecto se tratará coo mayor detenimiento en un libro en preparación, sobre la historia de la cultura material en América.

Las "tanganas", palancas para empujar las canoas en el alto Amazonas, se hacen de PINDO (Uriarte, 1962, I, 155).

b) El tallo, dividido en trozos o hendido, se ha usado de varias maneras:

1) Como combustible se conoce desde antiguo en el área de dispersión (Cobo, 1956, I, 233; Pérez Arbeláez, 1947, 127).

2) Armas defensivas, que algunas tribus amazónicas tenían a principios del siglo XVII eran unas rodelos livianas, "que hacen de cañas bravas, hendidas por medio y tegidas apretadamente unas con otras" (Acuña, 1942, Bog., 108). Quizá sean estas mismas las rodelas de "cañas y bejucos" que hacían los maneas (Figueroa, 1904, 255).

3) Astillas del tallo de la caña brava se usaron como instrumento cortante por tribus que carecían de hierro. Los habitantes del pueblo de las Peras (por Aguarotes), sobre la margen derecha del Cauca, abajo del río Arma, empleaban estas cañuelas a modo de cuchillos (Robledo J.: Jijón y Caamaño, 1938, II, Doc. 96; Cieza: Vedia, 1947, 11, 372). Los ponches practicaban la clitorectomía a las niñas recién nacidas, con una navaja de caña brava (Aguado, 1916, I, 578; -----, 1956, 1, 456); así como los piros del oriente peruano, "cortando con ese tosco instrumento el pedacito de carne de la infeliz peciente" (Saboté, 1877, 258). Del mismo material observaron cuchillos entre los naturales del Cáchira las fuerzas de Ambrosio Alfinger (Friede, 1961, W. 207), y varios españoles fueron decapitados con ellos (Nectario María, 1959, 505). Los choques del Ariari cortaban con este sencillo instrumento las cabezas de sus víctimas (Aguado, 1918, I, 188; -----, 1957, III, 136); y en el siglo pasado los macusis de Guayana seccionaban con una astilla el cordón umbilical de las niñas recién nacidas, al tiempo que el de los niños lo cortaban con una astilla de guadua (Schomburgk, 1923, 11, 249). Los achaguas entre el Meta y el Casanare en 1583 se rapaban las cabezas, "con unas cañuelas que crían para ello" (Oier, 1960, 184).

4) Tiras del tallo se han usado para confeccionar canastos, esteras etc. (Cobo, 1890 1, 519-520;-----, 1956, I, 233; Hodge et al, op. cit., 527). En las haciendas de Aroa, Venezuela, se usaban a mediados del siglo XVIII canastos de caña (Altolaguirre, 1908, 138), aunque quizá no de un tipo tan elaborado como las llamadas "guapas" (Alvarado L.,

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1953, 1, 184). Dos mil a tres mil petacas del mismo material se fabricaban en Tocuyo por aquella época, para empacar el tabaco de exportación (Arcila Farías, 1946, 177).

 

C) |Hojas

a) Las hojas, a pesar de su aspereza y de su borde aserrado y cortante, se utilizaron como forraje de emergencia para los caballos en la época de la conquista. Así ocurrió en la entrada de Jiménez de Quesodo al Nuevo Reino (Castellanos, 1955, II, 485; Simón, 1953, 111, 103, 105), y en la de Pedro de Heredia al Atrato (Simón, cp. cit., V, 210). Se creyó en el medio Amazonas que estas hojas son el forraje preferido del manatí o pejebuey ( |Trichecus manatus Linné) (Ribeiro de Sampaio, 1825, 2).

b) La nervadura principal ha sido material socorrido en ciertas áreas para diversas confecciones. No de otro debieron ser las esteras de caña que los indios de Coconuco debían tributar, diez cada año, según la tasación hecha en 1551 por Juan del Valle, obispo de Popayán (Frigide, 1961, IV, 22,8).

La industria de sombreros parece haber tenido un desarrollo más tardío. En las sabanas de Bolívar ya se usaban corrientemente a mediados del siglo XIX (Striffler, 1958, Mont. 92). Estos sombreros de "paja de caña' eran comunes en Antioquia para fines del mismo siglo (Uribe Angel, 1885, 477). Los sombreros ordinarios, llamados "raspones" o "corroscas", se elaboraban en la provincia de Caldas de lo que es hoy el departamento de Nariño, en la misma época que se acaba de mencionar, para enviar a Popayán y al valle del Cauca. Cada unidad se vendía a cuarenta y cincuenta centavos de entonces (Herrera, L., 1893, 53). Los caribes de Dominica también confeccionan sombreros con el mismo material (Hedge et al, op. cit., 527).

 

D) |Escapo

1) El 17 de diciembre de 1492 le mostraron a Cristóbal Colón los indígenas de la isla Española las flechas de espigas de cañas que usaban los caníbales. Cuando, el 15 de enero siguiente, se aprestaba el Almirante a regresar a Europa hallándose en el golfo de Somaná, extremo oriental de la mencionada isla, hizo reconocer la gente de allí, distinta de la encontrada hasta entonces. Los hombres llevaban arcos casi tan grandes como los usados en la época en Francia e Inglaterra; las flechas eran "de los vástagos que producen las cañas en la punta donde echan las semillas, los cuales son macizos y muy derechos en brazo y medio de largó". Por tal motivo llamó Colón a

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esta parte de la Española, Golfo de las Flechas (Colón, H., 1947, 118-120, 120; Navarrete, 1954, I, 131; 153; 163; 170; Casas, 1909, 3, 5, 9). De aquí el nombre tan difundido de "caña de flecha".

Este empleo de |Gynerium parece haber sido general en toda la América intertropical, entre los indígenas que peleaban con arcos y flechas. Los térrabas y otras tribus de Talamanca en Cos ta Rica, consideran esta planta tan importante por esa causa, que la floración de ella en las estaciones secas, les sirve de calendario o manera de contar el tiempo (Gabb: Fernández, 1883, 111, 384; 410; Pittier, 1957, 80). El asta de la flecha se hizo de ella en el Amazonas (Ribeiro de Sampaio, 1825, 17; Wallace, 1939, 621), y en las Guayanas (Barrere, 1743, 169; Schomburgk, 1923, 11, 225; Farabee, 1918, 66). Los sionas llaman al escapo "kantiyo" (J. de la Espada, 1904, 33).

2) Una derivación de la flecha, es el arpón de pesca (Pérez Arbeldez, 1947, 127).

3) La panoja de flores aterciopeladas se usa a veces como ornamento.

 

PALMACEAS

 

173 -- |Astrocaryum spp..

Las palmas espinosas de este género están difundidas en la zona intertropical de América, usándose en muchas partes los cogollos para extraer fibras de gran resistencia y finura. Pero casi todas las especies usadas con ese fin son espontáneas, y por consiguiente, no tienen cabida en esta obra. Baste mencionar el CHINGALÉ del bajo Magdalena ( |Astrocaryum malibo Karst.), y la MOCORA de la costa ecuatoriana ( |A. trachycarpum Burret).

Sólo hay referencias de cultivo ocasional de una especie, cuando no se encuentra espontánea. Es el |A. vulgare Mart., llamado en los llanos orientales de Colombia CUMARE; en el Río Negro (Brasil), TUCÚM (Wallace, 1853, 105-106; Ducke, 1946, 22-23); AOUARA, AOARÁ, AURÁ, AVOIRA [AVUARA], AWARRA, en las Guayanas | [1]

(Dahlgren, 1936, 34-35319, 321), y CHAMBIRA, en el Amazonas perú-ecuatoriano, aunque este nombre se da más propiamente a |A. chombira Burret (Ibid., 26; 330; Macbride, 1960, I, 2: 398-399). Las fibras tienen múltiples usos: cuerdas de arcos (Wallace, 1939, 621); chinchorros (Ribeiro de Sampaio, 1825,67; Maroni, 1889, 516; Michelena, 1867, 357; Wallace, op. cit,. 654; Hardenburg, 19137 85, 156-157); tejidos para vestido (Figueroa, 1904, 397; Rivero, 1955,

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107); látigos (Zawadzky, 1947, 192); brazaletes o fajas (Hardenburg, op. cit., 159), etcétera.

|A. vulgare fue llevada por el autor en 1947 desde el Meta hasta Buenaventura. Hay unos pocos ejemplares en el bajo Calima.

Datos más amplios sobre ella quedan mejor en la obra sobre historia de la vegetación natural utilitaria.

 

CICLANTACEAS

 

000 -- |Carludovica palmata R. et P. (véase numeral 164, Patiño, 1964, 11, 225). |C. rotundifolia H. Wendl.. |C. drudei Mast..

|Chidra, palma de sombrero, en Costa Rica (Pittier, 1957, 103; Wagner, P. L., 1958, 245; Standley, 1937, 129).

|Tuns, en bribrí (Costa Rica) (Pittier, op. cit., 249).

|Iraca, hiraca [portorrico; |jipijapa (Seemann, 1853-1857, 304)], en Panamá.

|Iraca, en el Valle del Cauca.

|Murrapo, en la cuenca del Magdalena.

|Napa, en el Sinú (Cordon, 1957, 85).

|Nacuma, en Nariño (parte alta).

|Rampira, en la costa de Tumaco y Barbacoas, así como en Esmeraldas (Caldas, 1933, 363). También se dice |rampile (Jijón y Caamaño, 1941, 11, 374). Los nombres |beso, en colorado, y |pichua, en cayapa, son equivalentes.

|Lucateba, lucateva, en el occidente (le Venezuela (Alvarado, L., 1953, 221).

|Toquilla, a la planta y a la paja, en el Ecuador (Toscano Mateus, 1953, 431).

|Bombonaje, bombonasa, en la parte alta de la cuenca amazónica (Macbride, 1936, I: 425-426).

|Orá, en siona (Ortiz, S. E., 1954, 456).

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|Apitara, en quechua (Lira, 1945, 55).

|Palmicha, en el Tolima (Camacho Roldán, 1892, I, 625). Nombre español que se aplica también a géneros distintos.

Estas denominaciones regionales, y otras no registradas, evidencian la amplia dispersión geográfica del género |Carludovica. Algunas, sin embargo, parecen trasplantadas de un área a otra en época reciente, coincidiendo con el auge de la industrialización de la fibra.

En Panamá |hiraca era voz cueva, que se aplicaba a toda yerba (Oviedo y Valdés, 1959, 1, 238-239). En Santa Marta se usaba durante e1 siglo XVIII la forma |palma girata (Rosa, 1945, 313-314). Se llamó Iraca un lugar de la cuenca del Cauca, no lejos de Buriticá; allí se quedaron durante dos meses en 1538 --a causa de la abundancia de mantenimientos -los expedicionarios que acompañaban a Juan de Vadillo (Castellanos, 1955, 111, 173, 175). El nombre |iraca ha predominado en la parte alta de la cuenca del Cauca.

Si la iraca actual es la misma voz cueva señalada por el primer cronista de las Indias, la aplicación exclusiva a |Carludovica en el noroaste de Sur América podría deberse a qué, durante al gunas expediciones de los españoles, el rizoma blanquecino y tierno fue utilizado como alimento de emergencia (Oviedo y Valdés, 1959, III, 169). La confirmación de esta sospecha se halla en la obra de Pedro Mártir de Anglería. Refiriendo el naufragio que padeció el bachiller Fernández de Enciso cuando llegaba en ayuda de los primeros colonos españoles asentados en la margen oriental del golfo de Urabá en 1509 dice que durante unos días se alimentaron los náufragos con frutos do palmas y unas raíces de palmillas (que se comen en lo Bélido interior y llaman palmitos, y de cuyas hojas son las escobas en Roma)..." En otro pasaje, enumerando las plantas útiles del mismo sector geográfico, apunta: '"Es cierto que se crían espontáneamente y en cualquier parle palmillas estériles, que, sin embargo, son ellas de comer y crían hojas para escobas" (Anglería 1944, 127, 182). La comparación de |Carludovica con el palmito andaluz |Chamaerops humilis L., no pudo menas de ocurriese a los españoles, por ser ambas plantas de hojas flabeladas y por tener usos similares (Font Quer, 1952, 955957).

RIZOMAS.

Todavía se come el rizoma de la planta en algunas partes, a modo de hortaliza.

PECIOLOS.

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Sepárase en tiras la porción cuticular, desechándose la médula. Aquellas se usan en ciertas regiones para la confección de ccncstas y oros objetes que requieren abras no muy fle

xibles. En el siglo XVIII se hacían en Pozuzo, oriente del Perú de las as líes del pecíolo, unos junquillos delgados (Ruiz, 1952, 1, 304), y ahora en el Valle varillas para cohetes.

HOJAS.

Del citado pasaje de Mártir de Anglería se deduce que en el golfo de Urabá se usuban las frondes de |Carludovica para hacer escobas. La costumbre perdura en muchos lugares (Bristol: BML, XIX, 9, 1961: 183-189).

Las frondes enteras, dejándoles un trozo del pecíolo, sirven para envolver. En ellas se suelen transportar aves de corral en el Valle del Cauca (Patiño, 1964, II, 225).

Sirven para coberturas de ranchos dondequiera que existe lo planta (Holion, 1857, 63; Harling, 1958, 117-118). Esta LUCATEBA la usaban así los motilones del Río de Oro, alto afluente del Zulia (Jahn, 1927, 85), y en Macas, oriente ecuatoriano (Tufiño-Alvarez, 1912, 45-46; 46). Más detalles sobre este particular se darán en la historia de la cultura material. Una hoja de iraca o palmicho forma parte de la parafernalia en las ceremonias de investidura de los jaibanás o brujos entre los katios del Urabá (Severino de Santa Teresa, 1959, 52).

Sombreros

|Carludovica es más conocida por suministrar la fibra de que se tejen los sombreros llamados "jipijapas" o "de Panama", nombres comerciales ambos, pero el segundo evidentemente erróneo. La fibra se obtiene del cogollo. El sombrero de ;rata se teje a partir de la copa, en sentido divergente, como los de la antigüedad, mientras que los otros sombreros de paja se hacen preparando primero torzales o cintas delgadas, tejidas, que se van añadiendo por los bordes, en espiral, técnica esta última de desarrollo más tardío (siglo XVIII) (Dony, 1942, 15-16).

En su forma actual, la confección con carácter industrial del sombrero de iraca, parece haberse originado en alguna parte de la costa ecuatoriana, hacia el tercer cuarto del siglo XVIII, y difundídose de allí a otras áreas de América equinoccial. No hablan de esta industria o actividad las relaciones de Guayaquil y Puerto Viejo, de 1610, documentos pormenorizados en que se consignan todas las actividades económicas de ambas jurisdicciones; como tampoco Juan de Herrera y Montemayor, en el relato del viaje que hizo por la costa en 1618 apuntando todo. Vázquez de Espinosa, estante en Guayaquil en í6f9, menciona a Xipixapa entre los pueblos de aquella jurisdicción,

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"donde se saca mucha cabuya, y se labra cantidad de xarcia para los navíos de aquel mar..." (Vázquez de Espinosa, 1948, 350). Ni una palabra acerca de los sombreros. Silencian esto Dionisio de Alcedo y Herrera (1741) y otros documentos sobre Guayaquil correspondientes al mencionado siglo, corno el informe rendido en 1765 por el primer gobernador Juan Antonio Zelaya y Vergarci, en el cual se da cuenta circunstanciada de los productos de cada partido (Flores y Caamaño, 1925, 1-10; Castillo, 1931, nota 75).

Ya en 1778 se llevaban a Lima sombreros de jipijapa (Ruiz, 1952, I, 27). En una relación del decenio 17791788 consta que se exportaron de Guayaquil 97.620 unidades (Cappa, 1892, VIII, 213). Para entonces se llamaban, como se ve, sombreros de "jipijapa', quizá por la localidad de Manabí que pudo haber sido el principal centro de manufactura (Toscano Mateus, 1953, 431). Con ese nombre los menciona Vigna en su diario de navegación de la expedición de Alejandro Malaspina: las observaciones corresponden al lapso octubre 1° a 28 de 1790, cuando tocaron en Guayaquil las fragatas "Descubierta y Atrevida' (Vigna, 1849, 133). Sin producir el documento probatorio respectivo, sostiene Molestina: "La industria viene desde la época de la Colonia y se asegura que el primer sombrero fue tejido por el manabita Francisco Delgado, en 1630. Al principio sólo se tejía en Manabí y en la provincia del Guayas (Manglaralto), pero posteriormente los tejedores de la sierra adoptaron esta industria, y hoy en Canar,. Azuay, Imbabura, Carchi y Pichincha hay miles de tejedores de sombre-ros" (Molestina, 1956, 261).

Para 1835 y en el resto del siglo XIX, siguieron figurando, no sólo los sombreros, sino la paja sin elaborar, entre los principales artículos de exportación del comercio guayaquileño (Campos, 1894, 223, 226). La isla de Salango, Montecristi y Manta, así como otros puntos costeras eran centros manufactureros en 1840-1850 (Seemann, 1853, I, 213-215).

Se ha divagado mucho sobre la época en que empezó esta industria en la Nueva Granada. Si se admite que tuvo origen en el Ecuador, no habría dificultad en aceptar que se extendería pri mero a las regiones vecinas. En 1830 la industria era ya decadente en Pasto. Como punto de operaciones para escalar el Galeras, el científico francés Boussingault se alojó ese año en Genoy, en una casa cuyos dueños fabricaban sombreros (Boussingault, 1903, V, 105, 114). En la última década del siglo XIX los principales centros de manufactura de sombreros de NACUMA estaban localizados en La Unión y El Tambo, de la provincia de Pasto; San Pablo, en la de Caldos, y Samaniego y Guaitarilla, en la de Túquerres. Dicho artículo se exportaba al Ecuador (Herrera, L. 1893, 49-53; 50; 65). En aquella época El Tambo se destacaba por la finura de sus sombreros (Santander, 1896, 71, 148, 152).

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En la cuenca del Cauca la industria parece haber sido tan antigua, aunque no tan importarte, como en el sur. En Buga se fabricaban sombreros de paja a fines de la guerra magna (Hamil ton, 1955, II, 87). La iraca se hallaba espontánea, especialmente hacia las orillas del río Cauca (Holton, 1857, 400). En 1854 se elaboraban en La Paila algunos sombreros de jipijapa (Ibid., 423). Por la misma época el Hato de Lemos era el principal centro de manufactura (Pombo, M., 1936, 100), y continuó destacándose por la calidad del producto durante el resto del siglo (Peña, 1892, 99 y nota). Pero no debió ser el único, pues los sombreros ocupaban lugar destacado entre las cosas que exportaba el gran Cauca (incluido el actual Nariño) (Pérez F., 1862, 211). Por rivalidad con la naciente población de Pereira, en la sexta década del siglo XIX se prohibió en Cartago la extracción de iraca (Gutiérrez, 1921, II, 55).

FIG. 27. Mata de iraca ( | |Carludovica palmata R. et. P.) cultivada en Gorgona, Candelaria, Valle del Cauca.

En 1868 se manufacturaban dos tipos diferentes de sombreros en las poblaciones de Aguadas y Antioquia. En la exposición industrial hecha en Bogotá en 1881 se presentaren también muestras de Pácora (Camacho Roldán, 1892, I, 622; 1893, II 404; Uribe Angel, 1885, 477). Aguadas, cuya fundación sólo dato del primer cuarto del siglo XIX, continúa siendo el principal y casi único contro de producción en esta parte de Colombia. La industria sombrerera de jipijapa era actividad corriente er. el cantón de Gorzón, alto Magdalena, hacia 1848, cuando el coronel Anselmo Pineda hizo un viaje por el Caquetá (Cuervo, 1894, IV, 459). En 1868 los principales núcleos manufactureros del área

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eran Guadulupe, Santa Librada Naranjal, Elias y Timaná, que suministraban el producto más afamado (Camacho Roldán, 1892, I, 621; 633). La Mesa era el punto a donde afluía el grueso de la producción exportable (Ibid., 577).

FIG. 28. De derecha a izquierda: inflorescencia masculina; inflorescencia femenina recién abierta, y espádice femenino en plena madu rez, de | Carludovica palmata R. et P. Material obtenido en Gorgona, Candelaria, Valle del Cauca.

En 1824 funcionaba en Guaduas una fábrica de sombreros de iraca (Hamilton, 1955, 1, 78). También se fabricaban "sombreros de paja" en El Espinal; pero en este caso no se sabe si se trata del mismo material (Ibid., 154), que es la llamada "murrapa"en el Tolima (Morales Puerta, 1857, 389; Posada Arango, 1909, 115). Las Piedras o Doma llegaron a ser importantes núcleos de producción.

Se atribuye al historiador José Manuel Restrepo haber intentado con mala fortuna, promover esta industria en Bogotá, a donde hizo llevar, en 1857 o 1858, paja y maestros desde Suaza, con el objeto de que aprendieran el arte los alumnos del Hospicio, cosa que no se logró (Camacho Roldán, 1892, I, 624; Marroquín: RHA, 1913, 427;-----: Restrepo, J. M., 1952, I, ix;-----: Mesa Ortiz, 1916, 1, 77).

Sobre la fe de Manuel Ancízar se ha venido repitiendo que en Girón y Bucaramanga la industria data de los años 1820 a 1822, merced a la iniciativa del cura de Girón, Felipe Salgar, quien habría persuadido a

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un pastuso de paso en el pueblo para que enseñara a algunas mujeres la técnica de confección (Ancízar, 1956, 366-368; Febres Cordero, L., 1950, 172-173; Herrera L., 1893, 51). La cosa tiene sabor de conseja. La confección de sombreros, aunque no fuera de Carludovica, era conocida y practicada desde el período colonial en algunas regiones de la Cordillera Oriental. Por ejemplo, los indios del curato de Tequia, actual Málaga, a mediados del siglo XVIII tenían esta como su actividad principal (Oviedo, 1930, 151). Por la misma época el alférez de la Rosa, al describir la "palma giraci" de Santa Marta, afirma: De esta [la hoja], beneficiada, hacen los indios sombreros, abanicos, escobas y otras manuables curiosidades" (Rosa, 1945, 313-314). Cierto Llano de Toquilla, en el antiguo camino de Sogamoso a Labranzagrande aparece en documento de 1782; el nombre debió ser mucho más antiguo (Torre Miranda, 1890, 79; Rivero y Ustáriz, 1857, I, 114).

Es evidente sí que el auge de los sombreros de iraca como objeto de comercio exterior en la tierra de los guanes, coincidió con la iniciación del período republicano neogranadino. Los primeros despachos cuya estadística se conoce, datan de 1834-1835, cuando se exportaron 2.586 sombreros por valor de $ 8.276 (Galindo, 1874, cuadro 19). Para 1865 salían por la aduana de Cúcuta --principal puerto de exportación --de 50 a 100.000 docenas de jipijapas al año, con valor de medio millón de pesos. Zapatoca y Girón eran entonces los más destacados centros de confección, y La Habana el principal mercado. En todo el país se ocupaban unas 60.000 personas (Camacho Roldán, 1892, I, 442, 623, 630; 1893, II, 403-404;-----, 1923 119). Las vicisitudes de este renglón de exportación en el mercado internacional, se estudiarán en la parte destinada a los ciclos económicos, en otra obra.

Un viajero encontró en el Orinoco, n mediados del siglo XIX, una embarcación que bajaba de Guoyabal, alto Meta, con sombreros de jipijapa (Michelena, 1867, 285).

El botánico Ruiz, quien describió la planta del oriente peruano (Ruiz, 1952, I, 304, 330, 339), no da indicios de que allá se fabricaran sombreros en su tiempo. Desde mediados del siglo XIX existía la industria en Moyobamba y Chachapoyas (Spruce, 1908, II, 75; Bates, 1962, 428). A principios de la actual centuria, se mantenía la industria en Moyobamba y en la vecina población de Rioja (Rocha, J: 1905, 164; Zegarra, 1945, 56, 66-67; Espinosa Pérez, 1955, I, 452). El nombre BOMBONAJE O BOMBONASA del oriente perú-ecuatoriano, es también el de un río, afluente del Pastaza, y éste a su vez del Marañón.

La introducción de la BOMBONAXA al Jardín Botánico de Río de Janeiro data de principios del siglo XIX. Por interés de don Juan IV se introdujo la planta y se estableció una fábrica de "chapeus do Chile"; pero no tuvo éxito (Barboso Rodrigues, Hortus, xiii). Esta fábrica se organizó en 1867 bajo la dirección de un administrador peruano, llamado José

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Asunción Rengifo (Ibid., xvii). Sin embargo, la industria no prosperó en el Brasil (Peckolt, 1890, 203204).

La |Carludovica se ha cultivado como planta de adorno (Peckolt, loo. cit., Harling, 1958, 119; Pittier et al, 1945, I, 145); pero también con fines de aprovechar la fibra. Así se hace en la península de Nicoya, en Costa Rica (Wagner, P. L., 1958, 245); en Carreto, Sinú (Gordon, 1957, 85), y en varios lugares del Ecuador (Molestina 1956, 263). Los jíbaros del oriente ecuatoriano plantaban toquilla cerca de sus casas, aunque no para hacer sombreros, según observación de 1856 (Compte, 1885, II, 295; Tufiño-Alvarez, 1912, 45-46).

 

LILIACEAS

 

000 -- |Yucca elephantipes Regel. |Yucca spp..

Supuesto que las especies de este género, que se han introducido a América tropical, todas norte y centroamericanas, nunca se han utilizado aquí por la fibra, sino como plantas ornamentales y para setos, se estudiarán en el capítulo XIX.

 

AMARILIDEAS | [2]

 

174 -- |Agave spp..

|Metl. en náhuatl (Martínez, 1923, 262-266).

|Ci. en maya (Pérez, J. P., 1877, h8; Roys, 193i, 224, 317).

|Mutua, palabra al parecer muisca, en parte de la Cordillera Oriental de Colombia.

|Penco, en el Ecuador.

 

175 -- |A. sisalana Perrine.

|Yaax-ci [verde, azul], en maya (Pérez, J. P., op. cit., 402; Rovs, op. cit., 298, 317).

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|Sisal. Nombre comercial. Del puerto así llamado en Yucatán, por donde se exportaba gran parte de la producción, pasó a aplicarse a la fibra y a la planta que la produce (Corrëa, 1919, 25; Irigoyen, 1961, 1, 59-66; 8283; 93-99; 137-140).

|A. fourcroydes Lemaire.

|Zac-ci [blanco], en maya (Pérez, J. P., op. cil., 412; Roys, op. cil., 303, 317, 346).

|Henequén. Este nombre parece se aplicaba en las Antillas a plantas fibrosas del género |Fourcroya (Alvarado, L., 1953, 204). El médico Hernández no lo menciona en su "Historia de las plantas de la Nueva España". Algo tarde se generalizó en el sur de Méjico y en América Central para plantas fibrosas de varios géneros; en cambio, en Yucatan se aplicó a la especie de que se trata en este numeral, mientras que la nativa |F. cahum Trel. ha conservado su nombre maya, |cahum (Trelease, 1910, 906, 908; Roys, op. cil., 222, 321).

|Maguey (véase adelante).

|A. rigida Mill.

|Zoz-ci ["cáñamo de la tierra, henequén raspado" Pérez, J. P., op. cil., 422], en maya (Roys, op. cil., 312, 317).

El género |Agave, según Trelease, tiene su centro de origen en Méjico y sur de los Estados Unidos, mientras que |Fourcroya (véanse numerales 177 178 y 179) sería de los Andes ecuatoriales, de donde se dispersó hasta el Brasil por el sur, y a Yucatán y las Anillas por el norte (Trelease, 1910, 909;-----, 1913, 8).

También existen Agaves en Centro y Sur América. Weberwauer cree que |A. americana L. es introducido en el Perú, hasta el punto de que en la región altitudinal de 1700-2200 metros, los naturales lo llaman Méjico, "conociendo que no es planta originaria del Perú" (Weberwauer, 1945, 509, 621). Una cabuya de hoja más gruesa que la común, también llamada 'cabuya de Meiico", halló el botánico Holton en alturas del oriente de Tuluá en 1854, y --a pesar del nombre --la juzgó espontánea por el lugar confinado en que vivía (Hollan, 1857, 495). Poco antes se habían registrado Agaves nativos en el interir de Guayana (Schomburgk, 1922, 1, 307, 308, 343; 1923, 11, 31, 33; 39, 48, 49, 52, 82, 146, 207, 295, 307).

Es muy difícil saber si para todas las espe^íes ahora presentes en Sur América, la dispersión se operó después de la llegado de los españoles, o si algunas se conocieron allá desde la época prehispánica. Esto último es lo más probable.

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No es posible saber ahora si el SIEGUEN (quizá una grafía equivocada o una transcripción defectuosa) que servía en Nicaragua para fabricar jarcia (Andagoya: Cuervo, 1892, 11, 96), era |Agave, Fourcroya u otra planta fibrosa. Sabido es que la influencia majicana se había extendido antes de la llegada de los europeos, hasta el istmo de Panamá, y que sectores como Nicoya tenían una cultura típicamente mejicana. Los indios de Huista y Burica en Panamá usaban NEQUÉN para confeccionar redes con que cazcbon o atrapaban puercos de la tierra (Ibid., 89). Pero es probable que ese nombre se dio a plantas distintas: aun se ha sugerido que en Panamá, NEQUEN a HENEQUEN se aplicó a la |Bromeliacea Pseudananas macrodontes (E. Morren) Harms (= |Ananas macrodonles E. Morr.), de grandes hojas (Trelease, 1910, 906).

Oviedo, quien como Andagoya y al mismo tiempo que éste vivió en el istmo de Panamá, dice en el Sumario (1526), que "cabuya o henequén, todo es una cosa", y sugiere que la diferencia de nombre más se aplicaba o la clase de fibra que a la planta de donde ésta procedía (Oviedo y Valdés: Vedici, 1946, I, 485, 486). Pero diez años después, con mejor conocimiento, establece la siguiente diferencia: "Lo cabuya es una manera de hierba(...) El henequén es otra hierba..." (Oviedo, 1959, I, 237; 11, 25-26). Además habla del MAGUEY como planta separada (Ibid., 1, 238), quizá una Bromeliacea o una Liliacea. MAGUEY, que en algunas regicnes se aplica solamente al bohordo o escapo floral de |Agave o |Fourcroya, como en Venezuela (Alvarado, L., 1953, 227-228) y en Colombia, en otras se extiende a la planta misma. Que había alguna diferencia aunque fuera en el proceso de extracción, lo indica el hecho de que cuando en 1573 el gobernador de Costa Rica Perafán de Rivera tasó a los indios de Talamanca, les impuso de tributo 113 arrobas de henequén y 6 arrobas de cabuya (Fernández, 1882, II, 165).

Regularizado el comercio de cacao entre Venezuela y Méjico a partir de la segunda mitad del siglo XVII, se introducían a veces desde Veracruz a Maracaibo sacos para el empaque del grano (Arcila Farías, 1946, 454-455).

Los aspectos históricos de la industria en Yucatán a partir de mediados del siglo XVIII han sido estudiados recientemente (Irlgoyen, 1951, 1, 67-68; 93-99; 138-140; Benítez, 1956, 70, 71, 79-80, 81, 85, 86-87, 90).

En las postrimerías del siglo XIX se introdujo a Trinidad |Agave rigida (Hart, 1889, 12; -----, 1890, grabado).

Parece que desde 1899 el gobierno venezolano introdujo el sisal; pero quizá por el precio elevado de la maquinaria desfibradora, el cultivo no halló acogida (Michotte, 1931, 80). Actualmente hay plantaciones entre Barquisimeto y Carora.

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Henequén y sisal fueron introducidos a ]a Estación Agrícola de Palmira, después de 1930. Su cultivo no se ha difundido en Colombia, quizá a causa del uso universal de la cabuya |Fourcroya.

 

176 -- |Agave cocui Trelease.

|Cocuy o |Cucuy, a la mata y a la bebida que de ella se labrica, en Venezuela (Alvarado, L., 1953, 105-106, 122; Pittier, 1926, 186).

|Dispopo, a la fibra obtenida de una variedad de Cocuy (Alvarado, op. cit., 162).

|Chacopati, gentilicio sinónimo de maguey, de la región costera de Venezuela (véase adelante).

|Cocuiza, erróneo (véase adelante).

Esta planta, confundida a menudo con la COCUIZA (véase numeral 178) es notable porque, aunque tiene también fibra utilizable, se emplea especialmente para la obtención de una bebida báquica o partir del jugo de las cepas. Este uso es semejante al tradicional en Méjico para la extracción del mezcal y de la tequila, y sería otro de los rasgos culturales que refuerzan las sospechas de varios antropólogos, sobre una comunicación precolombina entre Méjico y Tierra Firme.

Había en el oriente de Venezuela por la costa, cerca de Araya [o de Píritu (Vega Bolaños, 1955, VI, 30)], unos indios llamados por los españoles MAGUEYES, y en su propia lengua, CHACOPATI, por abundar mucho en su tierra el |Agave. "Aquella gente que así nombran los españoles magueyes, despencan esta hierba, e la cabeza o cepa della cuécenla, 6 hócese un manjar asaz bueno e de mucho mantenimiento. E de las hojas sacan el zumo, por sudor de fuego, a manera de destilallo, e de aquello beben aquella gente, e nunca beben agua", por no haberla (Oviedo y Valdés, 1959, 11, 25-26, 26).

Mucho antes había notado Vespucio que en cierto sector árido de la costa venezolana se recogía algo de agua de unas pencas verdes parecidas a orejas de asno (Navarrete, 1955, II, 156).

Como ha variado poco en el curso de los siglos el procedimiento seguido, vale la pena transcribir lo que dice sobre el particular la relación de Barquisimeto de 1578: "Susténtense [los in dígenas, que eran caquetíos, coyones, jiraras y aruacos] de unas pencas r, manera de cardo de España y las pencas son más gordas y mas anchas [.] hay gran cantidad dellas que los naturales le llaman Cocuy e nosotros le apropiamos al Cardo como dicho es [.] y córtenla y cortada aquella cabeza y pencas que le dejan arrimado a la cabeza como cinco dedos

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de largo e lo demas lo hechan por ahí y esto cuecen en un horno con mucha piedra caliente e debajo de tierra y allí se cuece y cuando lo sacan e comen da el zumo a manera de arrope dulce, comen de las pencas el zumo y la cabeza..." (Arellano Moreno, 1950, 116).

El comerciante Cisneros, refiriéndose al cucuy de la jurisdicción de Carora, dice en 1764 que se preparaba de él una "mistela muy medicinal" (Cisneros, 1950, 41; Alvarado, L., 1953, 105-106; 106). Una información del 7 de agosto de 1765, hecha por Juan de Salas sobre los indios gayones del pueblo de Bobare, asienta: "su cotidiano mantenimiento es vna ierua mala que llaman cuculo la que con el beneficio de jornearlo deja de ser venenosa, y es comida dulze, y de sustento..." (Altolaguirre, 1908, nota 114). Una relación de Carora de fines de 1768, enumerando los productos vegetales, incluye el "ISPOPO (especie de cocuiza) de que fabrican los naturales, Chinchorros, con que pagan sus tributos, es mui fuerte y compite con el cáñamo; las pencas de éste, cocido en horno, dan, una especie de conserva suave, y de mantenimiento de que vsan ordinariamente los indios, y los blancos no la desechan. Exprimidas estas pencas, dan caldo, mui fino aguardiente, y mui medicinal: Su fruta que asada es mui sana, sirve como pan, hócese gustosa pira [bledo, legumbre: Alvarado, L., 1953, 292] o ensalada, y conserva della, esta fruta adobada se llama xibe, y quasi, es tan buena como la alcaparra" (Ibid., 173). Las diferencias entre cocuiza y Cocuy las establece categóricamente la relación de Coro del mismo año de 1768: COCUISA, cuya fibra se utilizaba para chinchorros y hamacas de gente pobre; para pago de tributo, y para aperos de bestias y otras cosas; cocui, en cambio, tenía macollas que se usaban horneadas como alimento de indios y forraje de ganado, y para sacar el aguardiente que tomaba la gente común (Ibid., 208).

Más antiguas, aunque menos precisas, y referibles al género |Agave, son las informaciones del licenciado Solazar de Villasante sobre el Ecuador interandino: "Desta yerba [cabuya) hacen un brebaje para beber, y de aquel brebaje se torna vinagre para comer; y aun hacen della como una agua miel, que comen" (J. de la Espada, 1881, 1, 17). Modernamente, sin embargo, la chicha se confecciona con guarapo de caña y se le adiciona jugo de cabuya (Pérez, A. R., 1947, 361).

Algo confuso es el dato de Zamora (1701) de que en el Nuevo Reino de Granada, de las flores de la motua, "se saca miel de qualidad calidissima" (Zamora, 1945, 1, 36), costumbre que perduraba hasta fines del siglo XIX (Ibáñez, 1884, 69).

Hay que advertir que la extracción de bebidas alcohólicas a partir del jugo dulce de |Agave y |Fourcroya, debió ser posterior a la conquista, ya que el procedimiento de la destilación era desconocido de los pueblos americanos.

 

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177 -- |Fourcroya Ioetida (L.) How. (= |F. gigantea Vent.) | [3] |F. |cubensis How. |Fourcroya spp..

|Cabuya, aruaquismo, según unos (Tejera, 1935, 85; Henríquez Ureña, 1938, 112); tainismo, según otros (Cuervo, R. J., 1939, 686, 566), con las siguientes variantes en dialectos caribes: |káboya, del calina o caribe insular (Breton (1666) 190), 57, 86); |kabuia, en galibi o caribe de Cagona; |kahuya, en mariquitare (Alvarado, L., 1953, 54). En niotilón |cabulla equivale a "pita" (Jahn, 1927, 344). Aun se ha sugerido que la palabra es sólo deturpación de "cable" (Goeje, 1909, 160; Flórez: RCA, 1955, IV, 297).

|Mulá, molan, en kaliña (Goeje, op. cit., 161).

|Maguey, del taíno (Henríquez Ureña, op. cit., 12). En algunas partes, como en Venezuela (Alvarado, op. cit., 227. 228) y en el Valle del Cauca, se aplica sólo al escapo floral. En otras, indistintamente a él y a la planta entera.

El |maguey haitiano de Oviedo se ha adscrito a la especie |Agave antillarum Descourtilz, (Trelease, 1913, 20, 32, 23). |Segngi, en cayapa (Jijón y Caamaño, 1941, 11, 300). |Fique, usado en la Cordillera Oriental de Colombia y en la Occidental de Venezuela (Trujillo) (Alvarado, L., 1953, 165-166), y por consiguiente, de probable origen chibcha, aunque algunos creen que es un quechuismo (Flórez: RCA, 1955, IV, 300). En Antioquia se aplica a las tiras sacadas de la hoja para extraer la fibra, mientras que a ésta y a la planta se les dice |cabuya (Posada Arango, 1909, 240). Tomarca, la planta; |nunca, la fibra, en muzo (Morales Padrón: AEA, 1958, XV, 593).

|Caruáta y variantes (Véase numeral siguiente).

|Pákkpa; chúchau, en quechua (Lira, 1945, 727, 136).

En algunas partes se le dice al bohordo |chuqui (chúki, lanza, estoque, alfange: Lira, op. cit., 138), por la semejanza con alguna de esas armas. Estos nombres se aplican especialmente a |F. andina Trel. en el departamento peruano de Junín (Macbride, 1936, 3: 666).

|Tauca, en aymara.

 

178 -- |Fourcroya humboldtiana Trelease. |Fourcroya spp..

|Caruáta, en chaina; |karuatá, en tamanaco; |karúata, en cumanagoto (Gilii, 1965, 1, 175; 266-268; Alvarado, L., 1953, 89).

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|Caruatá o |caraguatá se aplica en el oriente de Venezuela a varias plantas fibrosas. Así ocurre también con |curagua y las formas dialectales |curaua, kúlaua y |kuláua (Alvarado, L., op. cit., 129).

|Cocuiza, cuya forma primitiva sería |cucuiza (Alvarado, op. cit., 106, 122), la trae Pittier como sinónimo de |pita, caruata y |maguey; y para que sea más complicado el cuadro de las denominaciones vernaculares, dice que a la fibra se le llama fique (Pittier, 1926, 186, 187).

 

179 -- |Fourcroya Ioetida (L.) How. (= |F. gigantea Vent.). |F. commelyni Kunth. |Fourcroya spp..

|Pita. Este sería nombre genérico de origen aparentemente caribe, que Drummond habría aplicado a una especie de: Orinoco (Trelease, 1910, 907). Aunque en algunas regiones se dio a plantas de este género, más frecuentemente lo fue a |Aechmea ("pita floja"). Los tunebos del Sarare llaman pita a la Timeleácea |Schocnobiblus cannabinus Cuatr., cuya fibra extraen.

|Piteira, en el Brasil. La entreveración de nombres para plantas fibrosas es antigua en América. Entre las especies enviadas a Clusius por el médico Castañeda de Sevilla en 1600, figuran simultáneamente tres: la |cabuya, "la verdadera pita", y |maguey (Alvarez López: RI, 1945, VI, 275, 276). Esto da idea de las dificultades que hay que afrontar para hacer la historia de las plantas útiles en América.

 

A) DISPERSION

(Numerales 177 a 179).

Las referencias que se conocen sobre los usos medicinales del jugo de las |Fourcroyas, algunos de los cuales todavía Perduran en varias regiones (y sobre esto se volverá en el capítulo dedicado a plantas medicinales), inducen a creer que el hombre primitivo americano prestó primero su atención a estas plantas a causa de aquellas virtudes curativas. No es menos importante el hecho de que se conociera la extracción de bebidas báquicas a partir del juge, en áreas separadas de América precolombina. El uso secundario por la fibra desplazaría gradualmente al primitivo, como ha sucedido en otras plantas.

Asimismo es difícil pronunciarse sobre el grado de domesticación que pudieron haber adquirido las |Fourcroyas y los |Agaves antes de la llegada de los europeas. Por lo menos está documen tado el hecho de que en las Antillas y en otras partes se plantoban come seto en las

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heredades. La enorme difusión geográfica, si no comprueba por sí sola, puede justificar la creencia de una intervención humana, aun indirecta. La facilidad de propagar estas plantas par división, utilizando hijueles o bulbillos, como en el caso de la piña Apanas comosus Merrill, es otro factor propicio para justificar la dispersión por agencia humana.

 

Antillas

Pese a que, según algunos, "cabuya" es nombre toino, se dispone de pocas noticias sobre la importancia que la planta pudo tener para los aborígenes antillanos. Las Casas, comentando las menciones de plantas que hace Cristóbal Colón en el Diario, dice que cuando habla del lino, "debe querer decir la cabuya... hay dos maneras dello, cabuya y neguén; la cabuya es más gruesa y áspera, y el neguén más suave y delgado; ambos sen vocablos desta isla Española" (Casas, 1951, II, 67).

Un río de las Cabullas (así) se menciona en el período colonial, cerca de la línea divisoria meridional con la parte francesa, en Santo Domingo (Sánchez Valverde, 1947, 46).

 

América ístmica

Había en el golfo de Nicoya mucha Pita y CABUYA para jarcias (Peralta, 1883, 643; Vargas Machuca, 1599, 236; Gage, 1946, 287, 288; Wagner, P. L., 1958, 245). En un principio, Nicaragua no diezmaba de henequén (Peralta, 1883, 172-174). Más al sur, en Quepo, sobre la misma costa occidental de Costa Rica, se sacaba hilo "como lo de Nicoya" (Peralta, op. cit., 228). Del mismo modo, en la costa atlántica de ese país, uno de los productos extractivos era la CABUYA. Algunos encomenderos obligaban a trabajar a los indios haciendo jarcia de esa fibra, mientras que otros eran tasados para tributar miel y petates (Fernández, 1886, V, 157; 1907, VII, 41.5; VIII, 17). Ya se dijo que desde 1573 Perafán de Rivera impuso a los indios Talamancas 113 arrobas de henequén y 6 arrobas de cabuya, como tributo anual (Fernández, 1882, II, 165).

Variados eran los usos de la cabuya en el istmo de Panamá. Cuando el Almirante Colón tocó en Verogucs, vio cómo los nativos se valían de un hilo de cabuya para cortar conchas de tor tuga (Colón, H., 1947, 298). Oviedo lleva más adelante la afirmación: "Con el henequén, que es lo más delgado de este hile, cortan si les dan lugar a los indios unes grillos e una barra de hierra, en esta manera: como quien siega a asierra mueven sobre el hierro que ha de ser cortado el

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hile del henequén, tirando y aflojando..." (Oviedo y Valdés, 1851, 1, 486:-----, 1959, I, 237-238).

En su relación de la entrada a Ics provincias de Paris y otras del occidente de Panamá, dice Gaspar de Espi^osa en 1519, que los cadáveres de los caciques eran envueltos en mantas amarradas sucesivamente de adentra hacia afuera con cabellos humanos, algodón y cabuya (Espinosa: Medina, 1913, Il, 280).

Redes de cabuya utilizaban los cuevas y otras tribus para atrapar la caza, así como para pescar (Oviedo y Valdés, 1853, III, 136). Los puercos d= monte rcn cogidos así con redes de neguén en Huista y Burica (Andagoya: Cuervo, 1892, II, 89).

De cuerda de cabuya hacían hamacas los dorases (Rocha: Meléndez, 1682, III, 357). Este uso fue adop'ado por los europeos y sus mezclas (Ibid., 384).

A pesar de conocerse la cabuya en el istmo, la producción local era insuficiente para las necesidades domésticas, pu-es según la relación de la Audiencia de 1607, se importaban, tanto jarcia como alpargates, desde Guayaquil y del Perú (Serrano y Sanz, 1908, 173, 194, 243-204).

En el Darién la cabuya se utilizaba para redes. Las mujeres indígenas eran enseñadas desde pequeñas a tejerla (Wafer, 1888, 35, 48, 67).

 

Costa atlántica

Cuando Jiménez de Quesada inició su penetración al interior partiendo de Santa Marta por tierra, encontró crecido el río Chimila: pasolo con ayuda de sogas y cabuyas (Aguado, 1916, I, 165).

Como ejemplo de ambigúedad de vocablos, tan frecuente tratándose de plantas, está la referencia del alférez de la Rosa sobre Santa Marta, de mediados del siglo XVIII: "El MAGUEY es un vds lago que produce la mata del FIQUE (...) De las pencas de esta planta, que es lo que llaman fique, se saca el henequén de que se hacen sogas de todas suertes" (Rosa, 1945, 307-308).

Los arahuacos de la Sierra Nevada de Santa Marta cultivaban la planta y sacaban, teñían y tejían cuerdas de cabuya, a mediados del sigla XIX (Reclus, Et, 1881, 306, 333).

Un fundador de pueblos costeños dice haber enseñado a la abigarrada población nativa a beneficiar entre otras fibras, la del fique (Torre Miranda, 1794, 17, 19).

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Al finalizar !a época colonial, Pombo habla del valor que tenía la industria del figue (Pombo, J. I., 1810, 86-88).

 

Cuenca del Magdalena

Rapacejos o flecos de cabuya y de algodón usaban las vírgenes patangoras de la margen izquierda del Magdalena (Aguado 1917, 11, 131).

Hacia las cabeceras del río, la cabuya era extraída y beneficiada por los naturales (Frigide, 1953, 110, 111, 112). Cinco arrobas de fibra debían dar de tributo anual cada cien indios de Timaná, según la tasación hacha el 12 de febrero de 1559 por el oidor Tomás López Medel (Ibid. 271). Este es el hilo de pita de Timaná a que se refiere otro autor (Vázquez de Espinosa, 1948, 325, 330).

Los datos sobre la margen derecha del Magdalena quedan incorporados en el título siguiente.

 

Nuevo Reino de Granada

Los soldados de Céspedes y Lebrija, de la avanzadilla envíada por Jiménez de Quesada en la primera expedición de españoles al corazón del Nuevo Reino, aprovecharon fibra de cabuya del Opón para hacer alpargatas (Aguado, 1916, I, 212; Simón, 1953, I, 238).

Fique torcido hallaron los compañeros de Quesada al llegar a Cajicá (Groot, 1889, I, 44, 48).

Al infortunado Sagipa lo llevaron al suplicio los españoles amarrado, con una cuerda de cabuya al pescuezo (Aguado, 1916, 1, 344).

Esta fibra y toda la planta que la producía, tenían múltiples utilizaciones en la sabana de Bogotá (Vázquez de Espinosa, 1948, 299), así como en toda la confederación muisca (véase adelante).

Tan importante era, que en algunas partes los indios pagaban su tributo con cabuya (Aguado, 1916, I, 532). Tal fue la porción ocupada por los panches y los muzo-colimos (La Palma y Muzo), pues no otra que cabuya es la "pita" a que se refieren u:: documento de 1584 y varios autores (Ibot León, 1933, 241;-----, 1952, 324; Ordóñez de Ceballos, 1947; 303; Vázquez de Espinosa, 1948, 309). Entre los muzos de Trinidad, donde para 1582 se hilaba alguna pita, la planta recibía el nombre de TOMARCA (Morales Padrón: AEA, 1958, XV, 593, 614)

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En la porción septentrional del Nuevo Reino, les principales sectores productores fueron los siguientes: Tunja, entendiéndose por tal no la ciudad sino el distrito, como se indica en la relación de 1610: "...hay magueyes, de cuya hoja, beneficiada como cáñamo, se hacen cinchas y sobrecargas, y lías y maromas, y las suelas de las alpargatas y otras cosas... (Torres de Mendoza, 1868, IX, 400): Leiva, donde las suenes de pan llevar se cercaban con fique (Vázquez de Espinosa, 1948, 301; Roics U., 1958, 7.97): Vélez, Guane y Curití, con el actual territorio de Santander (siglo XVIII) (Gilii, 1955, 374); y Pamplona (Vázquez de Espinosa, en. cit., 334).

A principios del siglo XVIII Fr. Alonso de Zamora hacía la siguiente descripción de la MOTUA por el detallo de las flores amarillas, deben aplicarse sus dabs a plantas del género |Agave: Las grandes matas Ilamadas Motua se deben numerar entre los árboles. Es grande la multitud de sus ojos verdes con caireles de agudas espinas. Son de muy gruesso canto, y de mas de dos vares de !argo. De la que es mas fina se saca aquel hilo llamada Pitc. Tan asseado, y fuere, que del se hazen puntas de bolillo, y diferentes costuras; y aun de las gruessas cantidades que se llevan a Espora, vienen mixturados los texidos de seda. De el que no es tan fino se bazo el Fique, con que se forman las sogas gruessas, y delgadas que del cañamo se hacen en la Europa. Del medio destas matas salen arbolillos altissimos que producen (!ores amarillas..." (Zamora, 1945, 1, 36).

Oviedo sigue a Zamora, pero añade algunos detalles que en historia de plantas no se d ben dejar posar desapercibidos: "Las grandes matas que se producen a manara de cardares, pero son muy gruesas y anchas en Iodo su canto por ambos lados gruesas aunque aortas espinas, que las llaman motuas, se producen en todas las tierras templadas. De éstas se saca la pita, que a más de servir acá mucho, se lleva a España y vienen mixturados de ella algunos tejidos de seda. Otras muy semejantes a ellas, pero las mas no tienen espinas, llaman fique que sirve como el cáñamo en España para sogas y hacer suelas del calzado que usan los pobres, los indios y campesinos, y los llaman alpargates (...) En medio producen una vara muy larga que llaman maguey..." (Oviedo, 1930, 46). Aparte se volverá sobre otros pasajes de los das autores que acaban de citarse.

El fique ha sido cultivo importante en el sector entre Chipaque y Cáqueza (Holton, 1857, 246-247; Cuervo Márquez, 1956, 68).

 

Mérida

La cabuya también desempeñó destacado papel entre los jndígenas de la Slerra de Mérida y en todo el macizo al oriente del Táchira. Las mujeres de Corea y San Cristóbal, así como las de Mérida, usaban vestidos de cabuya (Aguado, 1917, II, 519); la mismo era para ambas

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sexos en Quenaga y Sunesua (Ibid., 528). Marcaban estas tribus el tiempo en cuerdas da cabuya a manera de calendario (Ibid., 523). Los bailadores llevaban sogas de ella, coma en otras pares, con propósito de amarrar a los prisioneros que esperaban coger (Ibid., 220, 227). Sogas y mochilas de lo mismo se mencionan en otra ocasión (Ibid., 592).

Los doctrineros de Marida son acusados en un documento oficial de 1620 de que ocupaban a las indios reservadas, en días de trabajo -so pretexta de doctrina- haciendo enjalmas, cinchas, cabuyas (Gutiérrez de Arce: AEA, 1946, 1184).

 

Venezuela

En una de las entradas de Jorge Spira hacia el interior, se hallaron una vez, en un pueblo indios labrando cabuya (Aguado, 1918, 1, 179).

Ya se transcribieron los datos sobre cocuy que trae la relación de Barquisimeto de 1579 (Arellano Moreno, 1950, 116). Otra de la misma ciudad de cerca de dos centurias después habla de COQUISA (Altolaguirre, 1908, 124). También se daba en Aron, en Carora y en Coro (Ibid., 137, 174, 208).

Las religiosas dominicanas de Trujillo se esneciolizaron en costuras y labores de pita (Oviedo y Baños, (1723) 1885, 1, 249).

La relación de Caracas de Juan de Pimentol (1578) habla del coroatá o maguey y de las distintas utilizaciones que se daban a la fibra (Latorre, 1919, 84; Arellano Moreno, 1950, 84). COCUIZA o CAROATÁ so exportaban de allí a Margarita y a otras partes (Latorre, op. cit., 89; Arellano Moreno, op. cit., 88). Cuatro arrobas de cocuiza, 0 18 recios cada una, se exportaron por La Guayra en 1599 (Arcila Farías, 1946, 68).

Durante las expediciones realizadas par los españoles en la parte oriental de Tierra Firme, se usaba amarrar con cabuyas por el pescuezo a las indios cautivos (Aguada, 1918, I, 165). De esta misma región son los datos siguientes, el primero de 1690: "Hay también cantidad de una especie coma pita, que llaman CARÚATA, de que se hacen sogas y otras diversas cosas; sácase con gran facilidad" (Ruiz Blanco, 1892, 23). "Críase con abundancia una especie de pita que los indios llaman caruata y los españoles cecuiza de que hay otra especie en Orinoco, llamada Curagua, o curaguaie; y de ambas se hacen cuerdas, sogas y otras muchas cosas" (Caulín, 1779, 15).

 

Orinoco

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Entre los guayupes y choques, que ocupaban la zona al sur del río Ariari, se usaban hisopos de cabuya para asperjear a los hombres en ciertas ceremonias (Aguado, 1918, I, 189).

Al relatar la expedición de Ochagavia por el Apure, un autor menciona la COCUYZA (Carvajal, J., 1892, 156).

En los raudales del Orinoco usaban los indígenas cuerdas "que llaman cabuyas", para tirar las embarcaciones (Cuervo, 1893, III, 213; Torre Miranda, 1890, 88).

En su informe de 1775 sobre las misiones de capuchinos catalanes de los Llanos orinoquenses, dice Eugenio de Alvarado: "En algunos pueblos se trabajan cabuyas y cuerdas que tienen muchos usos, de curaguate, que es una especie de pita mejor que el cáñamo de España, y tan buena coma el lino. Hay otra especie que se llama Cuquiza que tiene las mismas aplicaciones, pero que no es tan fina como la primera, y unas y otras las tuercen los Yndios y venden como se les presenta la ocasión, pero por lo regular es preciso mandarlas hacer y cuestan a dos y tres reales cada uno" (Cuervo, 1894, IV, 223-224). El CURAGUATE de que habla Alvarado parece ser |Brocchinia spp., Bromolidcea de que se tratará en otra obra.

Un viajero por el Orinoco habla de los chinchorros de curagua, y de cabuyas (Michelena, 1857, 357, 262). Otro habla de la cabuya del Meta (Restrepo, E., 1870, 145).

 

Amazonas

La provincia oriental del Ecuador llamada Quijos era productora de pita en la segunda mitad del siglo XVI; de allí la llevaban los indios coronados a la cuenca del Mira (J. de la Espada, 1881, I, ay; 1897, III, 129). En Archidona los indígenas pagaban el tributo en pita, por no haber algodón (Ibid., I, cxi). Dos siglos después -según el jesuita Maroni -las archidonas y tenas, seguían pagando su tributo en pita, "que es una especie de cabuya delgada, que suple en estas tierras las veces de lino y cáñamo" (J. de la Espada, 1889, Mar., 314). A la pita de Archidona se refiere un contemporáneo de Maroni (Magnin: RI, 1940, I, 171).

En la cuenca del Chinchipe se usaban balsas construidas con magueyes y palos livianos (J. de la Espada, 1897, IV, xlviii).

Se labraba pita en Chachapoyas a principios del siglo XVII (Vázquez de Espinosa, 1948, 379).

En la expedición de Ursúa-Aguirre por el Amazonas, figuran redes de cabuya en el pueblo de los caribes, según la relación de Pedro de

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Monguía (Cuervo, 1892, II, 497; Aguado, 1919, II, 399). Alguna pisa comerciaban los indígenas del bajo Amazonas con los holandeses en 1616. Entre los trapajosos (Tapajoz) había abundancia de pencas de que se hacía cabuya, en la expedición de Pedro de Teixeira (J. de la Espada, 1889, Teix., 118; 88).

Una autoridad en plantas del Brasil asegura que en el Amazonas propio la cabuya o piteira es escasa, y siempre se cultiva para cercos (Corrêa, 1919, 107).

 

Cuenca del Cauca

En 1584 los indios de Cáceres, bajo Cauca, se ocupaban en hacer alpargates y guascas: -allí se dicen cabuyas de donde se prouee destos generos todo el rreyno" (Ibot León, 1933, 240;-----, 1952, 324).

Cordeles encerados para amarrar la fragua improvisada que hizo ;orge Robledo en el actual territorio antioqueño en 1541 (Cuervo, 1892, II, 415), debieron ser de cabuya, pues era la fibra más asequible en la región interandina. Todos los conquistadores de esta parte de América ecuatorial se proveían de ella para amarrar a los prisioneros indios (véase adelante). Así figura entre los aprestos de Gaspar de Rodas (1576), cuerda de soga o cabuya para ahorcar a ciertos caciques comprometidos en un alzamiento (Restrepo Sáenz, 1944, 1, 24).

Para el último cuarto del siglo XIX había una industria incipienie de fique en Antioquia (Uribe Angel, 1885, 477). En los últimos lustros, la producción se ha ido concentrando en los municipios del oriente, como San Vicente y Guarne. La confección de sacos, cuya importancia aumentó con las exportaciones de café, tiene como centros mayores a Guarne, Rionegro y Estrella (Parsons, 1949, 126). Ahora hay una fábrica de gran envergadura en Medellín, que absorbe casi toda la fibra producida en el occidente colombiano.

La cabuya figura a cada paso durante la conquista de las tribus que demoraban en la cuenca media del Cauca. La que rapiñaron a los indios de Arma los compañeros de Jorge Robledo, s aprovechó para hacer alpargatas (véase) (Cieza, 1924, 68).

Los pozas llevaban cordeles (aunque no se especifica la fibra, poca duda cabe que era cabuya) para amarrar a los prisioneros que creían poder coger en los encuentors (Ibid., 74). Cerca del pueblo de las Peras, al norte del río Arma, cuando avanzaba Robledo, los indios tenían sus cordeles listos para atar a los españoles que pensaban tomar a manos (Robledo, J.: Cuervo, 1892, II, 403). Con maromas de cabuya los compañeros de ese conquis,cdor rescataron las balsas de guadua naufragadas en los raudales abajo del Sopinga (Ibid., 395).

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Cabuya en pelo y elaborada en distinlas formas figuraba entre Ics tributos de los indígenas de Arma, Cartago, Caramanta y Anserma en la tasa de López Medel y Juan Valle en 1559 (Friede, 1961, JV, 242, 240, 238; ------, 1963, 102, 104).

Cartago era abundante de magueyes (Campo y Rivas, 1303, 29).

La cabuya subespontánea debió ser mucho más frecuente antes en el flanco oriental de la Cordillera Occidental en el Valle de! Cauca; todavía se ven relictos en las lomas.

Según la tasación que el obispo de Popayán Juan de! Valle hizo en 1554 y 1559, los indios de la plana del Valle debían tributar entre otras cosas, cabuya en pelo y elaborada (Friede, 1961, IV, 109, 237-).

A un real la libra de cabuya debían, venderla los indios del valle, según el arancel dictado en 1668 por el visitador Diego de Inclán Valdés; los alpargatas al doble (Arboleda, 1928, 147). Ca buya era uno de los productos de Cali a fines del periodo colonial, dignos de registrarse (Ibid., 603). Confirmando la tradición, en 1809 se habla de lazos para amarrar presos (Ibid., 640). A fines de la guerra de independencia se producía cabuya en Buga (Mellet, 1823, 239).

El botánico Holton vio la planta en varios lugares del Valle, como en La Paila, donde se extraía la fibra para tejer bolsas, y en las alturas de Tiemblaculo, arriba de Tuluá (Holton, 1857, 423, 495).

Eduardo André describe también cómo se hilaba la cabuya en el norte del Valle en 1873, y dibuja el aparato usado con ese fin en Venta Quemada, entre Cartago y El Naranjo (hoy Obando) (André: LTDM, 1879, XXXVII, 117-118;-----, 1884, 690).

A fines del siglo XIX el pueblo de La Unión o Hato de Lemos era importante centro de manufactura de objetos de cabuya (Peña, 1892, 99 nota).

En la región de Palmira a causa de que los negros levantiscos, a raíz de la manumisión, quemaban los postes de las cercas, se apeló al expediente de plantar cabuya como seto (Schenck, 1953, 53). Pero este uso debió ser más antiguo (véase adelante), y la manifiesta parcialidad del viajero alemán en favor de las fuerzas reaccionarias, lo llevó a exagerar en este como en otros casos en que exterioriza antipatía por las gentes de color.

Aunque no forma parte de la cuenca del Cauca sino de la vertiente del Pacífico, fueron elementos de aquélla los que hicieran la Primera tentativa en grande para aprovechar la fibra del Dagua, donde abunda en estado espontáneo, en el bolsón de vegetación subxerófila vecino a la confluencia del ría Bitaco. La noticia la trae el historiador Arboleda: "El capitán Alvarez [Juan] fundó 115907J una empresa para

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beneficiar la cabuya, en una estancia que poseía en :caninos de Dagua y que en 1604 vendió a don Gaspar Fuanmayor, con sus edificios, atarazanas y aderezos y mil cincuenta arrobas de jarcia, que tenía hechas, en 250 pesos de ocho décimos. Dos años antes había enviado Alvarez a Panamá, al cuidado de don Alonso Ramírez de Oviedo, 600 arrobas del artículo, que contrató para que desde Buenaventura le transportara a cinco reales arroba el barco denominado "NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO" (Arboleda, 1928, 63). Quizá esa era la PITA que se llevaba a Panamá desde Buenaventura a principios del siglo XVII (Serrano y Sanz, 1908, 173).

Cabuya en madejas y elaborada debían tributar los indígenas de Coconuco y otros lugares de Popayán en 1558 (Friede, 1961, JV, 229).

El arancel hecho por el visitador Inclán Valdés para la jurisdicción de Popayán en 1668, demuestra el variado uso que se le daba a la fibra de cabuya. Se estudiará en detalle en el acápite C, ARREOS y ARNESES.

 

Patia

Quizá de cabuya eran las redes que utilizaron los indígenas de la cuenca del Patía para tratar de detener los caballos de los españoles, pertenecientes a la avanzada de Añasco y Ampudia en 1536:

"Gran número de redes dejan puestasen los caminos y cañaverales,con todos los avisos y recadosque suelen en las cazas de venados.Porque si de sus manos escapaseo ya caballo, ya peón ligero,allí se detuviese y ocupaseen los opuestos lozos del sendero..."

(Castellanos, 1955, 111, 348).

 

Pastos

En la última década del siglo XIX había en Pasto una importante actividad industrial que utilizaba la cabuya para alpargates, tapices, alfombras y otros objetos (Herrera, L., 1893, 41, 44). Buesaco y Florida eran los lugares principales de producción de la hoja y también centros manufactureros (Santander, 1896, 143, 154).

 

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Ecuador

Parece que los puruhaes del altiplano intercambiaban productos de cabuya con los huancavilcas de la costa (Vargas, 1957, 13).

Cuando Cieza de León pasó por Quito en 1548, vio la planta de cabuya de que hacían los indios sus ojotas o alpargatas (Cieza: Vedi 1947, II, 393). En el siguiente año de 1549 el cabildo de Quita dictó un arancel para fijar el precio de los artículos que se fabricaban con esa fibra (véase acápite C).

Los naturales de Pimampiro tenían sobre el río Mira o Caenque hechos cuatro puentes de cabuya en 1582 (J. de la Espada, 1897, 111, 134).

En 1573 uno de los tratos de Quito consistía en "...alpargates y jarcia para navíos". En ese año "la jarcia se hace de CABUYA: vale a ocho pesos el quintal". Los indias manufacturaban con ella CHUMBAS | [4] , PILLOS | [5] y ALPARGATAS, cinchas, jáquimas y cabestros" (J. de la Espada, 1897, 111, 82, 85, 95). En la relación que sobre la misma ciudad hicieron los oficiales reales en 1576 se afirma: "De la ciudad al desdesembarcadero de Guayaquil... se lleva ... jarcia de cabuya para navíos" (Ibid., 16).

El oidor Auncibay, célebre por su codicia, tenía atarazana de cabuya en jurisdicción de la Audiencia de Quito (Gercés G., 1935, I, 544). Un obraje importante hubo también en Latacunga (Pérez, A. R., 1947, 179-184).

Hablando de Riobamba en su relación general del Perú (1571-1572?), dice el licenciado Salazar de Villasante: "También en este asiento hacen los indios jarcia para navíos y muchas alpargatas y sogas y jáquimas y cabestros, y los envían a vender a Tierra Firme. Hacen esta jarcia de lo que se hace la que dije que se hacía en la isla de Pugna [así], que es de una yerba [véase adelante] que naturalmente nace en el campo sin beneficio, que se llama CABUYA; es a manera de un cardo de comer y de la raíz echa unas pescas [así, por pencas], salvo que son grandes como un brazo y anchas como cuatro dedos; estas pencas cortan y las curan, y después, sacudidas como el cáñamo quedan ni más ni menos que el cáñamo y tan recio. Esta yerba es provechosa para otras cosas, que della hacen hilo tan delgado como de lino, para coser, y tan recio. Desta yerba, de unas púas que tienen [así], hacen los indios agujas para coser, haciéndoles sus agujeros en que entra el hilo" (J. de la Espada, 1881, 1, 17).

Los indios de San Andrés Xunxi, jurisdicción de Cuenca, tenían sus heredades y casas cercadas con cabuya, de la cual se hacía jarcia para navíos: "Es la principal granjería que tienen y con ella van al embarcadero de Guayaquil ... la mayor riqueza que tienen es la cabuya, como está dicho..." (J. de la Espada, 1897, 111, 150, 151).

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Aunque disminuída, perduraba esta actividad en 1610 (Torres de Mendoza, 1868, IX, 471).

En Pueleusí había un valle llamado Chuquipata, por la mucha cabuya (en quechua se llama CHUQUI al bohordo o escapo floral) que allí se daba (J. de la Espada, 1897, 111, 174-175).

En Ambato funcionaban en 1610 cuatro atarazanas para labrar jarcia de cabuya. Penipe y Villardonpardo (Riobamba) producían fibra en la misma época (Torres de Mendoza, 1868, IX, 456, 467, 478, 491).

También en la costa ecuatoriana había cabuya y era objeto de importante actividad económica. No otro debió ser el ENEQUEN con el cual estaban amarradas las piezas de la balsa marina que encontró en la costa en 1527 el piloto Bartolomé Ruiz de Andrade (Navarrete, 1844, V, 196, 197).

Esto plantea un problema de identificación, si es cierto, como sostiene Pittier, que mientras |Fourcroya se encuentra en los matorrales secos de la tierra templada y caliente, nunca vive --en lo cual se diferencia de |Agave --en sabanas rasas (Pittier, 1926, 186, 187). Sería entonces |Agave lo que Solazar de Villasante encontró explotado en la isla de Puná? "En esta isla se hace mucha jarcia que hace el cacique y sus indios para los navíos que por allí pasan y aun lo envían a vender a Tierra Firme y a la ciudad de los Reyes..." (J. de la Espada, 1881, I, 10).

La relación de Guayaquil de 1610, describiendo la ciudad propiamente dicha, asienta: "...tiene dos arrabales, en que hay aserraderos de madera y otras tiendas en que se labra jarcia para las naves, de madera [manera?] de cabuya" (Torres de Mendoza, 1868, IX, 255). Jarcia, sin especificar la materia prima, era uno de los principales productos de exportación de esa ciudad a Lima, Panamá y Méjico (Ibid., 263). En Puerto Viejo sí se dice concretamente: "lábrase jarcia de cabuya para vender a los navíos que pasan" (Ibid., 292). Otras localidades productoras eran Picoazá (Ibid., 306) y Jipijapa (Vázquez de Espinosa, 1948, 349, 350).

A mediados del siglo XVIII una de las principales actividades de los habitantes de Yaquachi, frente a Guayaquil río de por medio, consistía en la confección de cuerdas y jarcia de cabuya (Alcedo y Herrera, 1946, 60). Hacia el norte, Chongón era también importante centro productor (Montúfar y Frasco, 1894, 155; -----: Rumazo, 1949, VI, 88).  

[1] Nombre genérico en los dialectos caribes, para palmas espinosas como son todas las |Astrocaryum (Patino, 1963, 1, 111-112; Breton (1666), 1900, 272: |yaouálla).

[2] La creación sustitutiva de la familia |Agaváceas no es aceptada

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por todos los autores. [3] Hace falta una revisión de especies y variedades de este género,

especialmente en los Andes ecuatoriales, donde más intensamente se cultiva. Aunque muchos autores admiten la grafía |Furcraea, especialmente entre los de habla inglesa (Correa, 1919, 107), aquí se mantiene la forma |Fourcroya.

[4] |Chumbas, del quechua |chúnpi: faja, franja, cinturón, correa, ceñidor, fajero (Lira, 1995, 143).

[5] |Pillos, del quechua |píllu: corona, guirnalda (Lira, op. cit., 753)

Perú

Maromas de cuero y de cabuya se usaron para construir la fortaleza de Sacsahuamán en el Cuzco (Cieza, 1880, 192).

Basándose en datos de fray Blas Valera, Garcilaso describe el maguey o chuchau. Dice que se sacaba de las hojas secas bajeras una clase de fibra, y otra de las hojas frescas cortadas y majadas en agua (Garcilaso, 1945, II, 183-184; Valdizán y Maldonado, 1922, II, 123; Yacovleff y Herrera, 1934, 268).

Un autor menciona la cabuya pita sin agregar datos (Cabello Balboa, 1951, 234).

Otro confina a la parte templada de la sierra peruana la mayor abundancia de magueyes (Cabo, 1956, I, 211-212).

El botánico Ruiz enumera los usos que se daban en el Perú al maguey y a la cabulla: el agave o maguey mejicano se usaba de preferencia para setos; la cabuya para fibra (Ruiz, 1952, I, 149-150).

Otras datos sobre esta área se darán en el aparte sobre usos.

 

B) VARIEDADES

Cobo se refiere por lo menos a nueve variedades o especies diferentes del Perú y de Méjico (Cabo, loe. cit.).

Para la Nueva Granada un autor de la época de la guerra magna habla de tres clases de cabuya en Popayán (Cochrane, 1825, 11, 3851.

Posada Arango dice que |Fourcroya cubense tiene hojas espinosas y flores pendientes; |F. gigantea o cabuya hembra, llamada "pita" en Mariquita, es inerme y tiene flores fétidas; la cabuya azul o motua es |Agave |americana, de flores amarillas erguidas, mala y escasa fibra, y jugo dulce (Posada Arango, 1909, 240-242).

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Eduardo André halló en la cuenca seca del Dagua la cabuya de hojas listadas de amarillo, que se ha convertido en planta ornamental (En Montaner y Simén, 1884, 704); Esta especie fue colectada por Wallis en 1867, y descrita por Jacobi en 1870 como |F; Lindenii. En la actualidad se conoce como |F; selloa marginata (Trelease, 1910, 913).

Se distinguen en el Ecuador interandino el PENCO NEGRO y el PENCO BLANCO (Vargas, 1957, 249). La "penca" del Perú es |F. occidentalis Trol. (Macbride, 1936, 3: 666-667);

 

C) Usos

Aunque al estudiar la dispersión geográfica de la cabuya se han indicado algunos usos, conviene destacar este aspecto con más detalles. Algunos datos son aplicables tanto a |Fourcroya como a |Agave.

Nada mejor que transcribir lo que al respecto decía en 1896 el científico antioqueño Andrés Posada Arango: "Dichas fibras tíanen, según nuestras propias observaciones, cuarenta milésimos de milímetro de diámetro; Sirven ellas para hacer hisopos, con que encalen o blanqucn las paredes; escobas, para sacudir muebles, limpiar los muros, techos etc., etc.; hilos, cordeles, lazos o cables gruesos, trenzas, reatas, cinchas, enjalmas, mochilas, costales o sacos, redes o atarrayas, hamacas, tapiz para los suelos; alpargatas, cohetes y demás objetos de pólvora labrada; Las hojas de la planta, rajadas en tiras cuando están verdes y dejándolas secar después, se emplean mucho en las construcciones (con el nombre de FIQUE) para amarrar las latas o cañas, en los techos, entresuelos y tabiques; enteras, sirven de canales para conducir agua y para techos o cubiertas de causo, ranchos provisionales etc.. Sus cogollos sirven a los campesinos pare aplicar clísteres o lavativas a las vacas enfermas. Para eso buscan un cogollo que tenga todavía las hojas enrolladas; 1-o cortan por ambas extremidades y fe sacan las hojas de adentro; así queda un tubo, coma especie de embudo, que introducen a la res por la extremidad más angosta, y con una calabaza u otra vasija, se vierte el líquido medicinal. De su epidermis, que es blanca, transparente y apergaminada, hacen por acá hermosas flores artificiales; machacadas las hojas, sirven en vez de jabón, para lavar varios objetos, especialmente los sombreros de IRACA, que blanquean muy bien; Su zumo es detersivo y vulnerario. Las raíces son medicinales, al modo de la zarzaparrilla, lo mismo que las flores y bulbillos, con los que preparan tisanas y jarabes depurativos y alterantes; los últimos se comen también en encurtido; La cepa o tranco sirve para hacer bancos, hormas de sombrero, pequeños tambores y cosas semejantes. El MAGUEY a bohordo, que a la vez que resistente es muy liviano, sirve para hacer balsas, para fabricar escaleras portátiles, para emplearse como latas en las

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construcciones, para zarzos, para hacer sillas y parihuelas para transportar enfermos; hendido longitudinalmente sirve, por su parte interior o esponjosa, como excelente afilador de navajas; para hacer planchas en que clavan insectos los colectores, y para hacer magníficas tablillas para sujetar los huesos fracturados, y para tapas de botellas: medio quemado en un extremo, se vuelve inflamable por la chispa del eslabón, y se emplea en vez de yesca. La planta se usa mucho para setos o cercas, por las aguijones de que están armadas sus hojas" (Posada Arango, 1909, 240-241).

He aquí datos complementarios sistematizados.

 

a) |Planta entera:

SETOS. Setos de cabuya o |agave para dividir términos de heredades o enclaustrar casas y patios, han sido comunes en América intertropical, no sólo en 1-as Antillas sino en la parte andina; El uso de setos vivos implica necasariamente la siembra intencionada de plantas; Los datos sobre este aspecto se discutieron en la obra dedicada a la tecnología agrícola (Patiño, 1966, 318).

 

b) |Partes de la planta: 1 - |Estipe: Asientos

En el Ecuador interandino entre la población indígena el tronco, cortado en trozos, sirve de asiento (Vargas, 1957, 74).

 

Bebidas

Lo relativo a la importancia del agave entre los pueblos mejicanos para la preparación de bebidas, y el carácter semimágico del pulque se han destacada en un libro reciente (Gonçalves de Lima, 1956, 8). Pero, como se demostró en el numeral 176, la extracción de bebidas a partir de las cepas de plantas del grupo en cuestión no fue desconocida en la parte ecuatorial, ni es privativa del género |Agave. Aunque las referencias primeras que se han citado sobre este aspecto son de la segunda mitad del siglo XVI, cuando los españoles habían difundida muchos elementos culturales de un área a otra, bien por si mismos, bien por los indios de servicio que viajaban con sus amos, por lo manos en el caso de Barquisimeto parece una costumbre antigua; Hay que tener en cuenta que la parte de Venezuela donde se ha extraído tradicionalmente una bebida de estas plantas, es una región saca, muy semejante, desde el punto de visa climático, a las mesetas mejicanas donde el uso parece haberse originado; Lo que

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varían son las especies de plantas; pero el procedimiento es muy semejante.

Menos convincentes de autoctonismo son las informaciones sobre la sierra ecuatoriana; Puede ser que Salazar de Villasante, como letrado, hablara por influencia de las informaciones de origen mejicano, conocidas desde les tiempos de Hernán Cortés.

La destilación de aguardiente de contrabando se continúa haciendo en Colombia, en presencia de pencas de cabuya.

 

2 - |Hojas

En pencas de pita dice un misionero haber enseñado a escribir a niños en Cochero, oriente del Perú en el siglo XVIII (Serra, 1956, 11, 425). Esta práctica ha sido tradicional, ne sólo en el Ecua dor interandino (Jaramillo Alvarado, 1955, 237), sino en otros lugares.

Las hojas enteras se usan en varias partes de clima medio para techos de ranchos. La relación de Carora, Venezuela, de 1768, admite que la mayor parte de las viviendas locales estaban techa das con pencas de cocuiza (Altolaguirre, 1908, 174). Uno de los patriotas de la Nueva Granada se refugió, durante los años de represión de Pablo Morillo y sus tenientes, en la región del Tequendama, morando en un rancho de pencas de fique (Groot, 1891, 111, 416). Tampoco ha sido desconocida la costumbre en el valle del Cauca, y así se señala para las montañas vecinas a Tulud a mediados del siglo XIX (Holton, 1857, 495).

Las hojas secas se usan como combustible, donde quiera que escasea la flora leñosa (Vargas, 1957, 74).

Para amarrar se usan a veces tiras de la hoja, con todo y epidermis y tejidos conjuntivos.

 

Pero lo más importante es la

2-a) |Fibra Extracción

No dan detalles las fuentes primitivas sobre la manera como hicieron la extracción de la fibra los pueblos americanos, aunque probablemente no sea muy diferente del que todavía se usa en los medios rurales. Vargas Machaca en sus instrucciones sobre matalotaje de un ejército (1599), dice: "...advierta que del maguey o cabuya se puede aprovechar para la cuerda machacándola bien y cociéndola con ceniza..." (Vargas Machuca, 1892, 1, 150).

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En el occidente colombiano se conoció el sistema que pare^s haber sido más difundido, consistente en dividir la hoja cortccia en lacinias o tiras de no más de una pulgada de anchura, las cuales se aprisionan entre dos trozos de madera o de guadua unidos flojamente por un extremo, formando un artilugio angular cuyos dos extremos libres se sujetan con una mano para presionar entre ellos la lacinia, mientras que con la otra mano se hace deslizar la tira de cabuya para que suelte, en varios pasoncs, el tejido intersticial (Holton, 1857, 247; André: LTDM, 1879, XXXVII, 117118: Camacho Roldán, 1895, 111, 825; Parsons, 1949, 126).

Desde fines del siglo XIX empezaron a usarse en Colombia unas máquinas desfibradoras, que se han ido mejorando poco a peco. En la exposición industrial y agrícola habida en Bogotá en julio-agosto de 1907, con motivo de las fiestas patrias, se presentaron muestras de fique extraído en máquina, procedentes de la hacienda "La Palestina", de Camilo Castrillón, donde había un cultivo de 250.000 matas (Vespa y Avila, 1907, 771).

A continuación se presentan algunos usos que se le dan a la fibra suelta y a la torcida.

 

|Fibra suelta: a - |Hisopos

Entre las tribus del Ariari se usaban hisopos ceremoniales de cabuya para dar aspersiorcs a los varones en ciertas ceremonias (Aguado, 1918, I, 189).

En el occidente de Colombia ha sido tradicional el empleo de hisopos de cabuya para enjalbegar las casas con cal.

 

Rapacejos

Dice un autor refiriendo las costumbres de los patangoros: "Las que son doncellas... no traen estas pampanillas [de manta] sino unos delantales de rapacejos, hechos de cabuya o de algodón, que les llegan por debajo de la pantorrilla..." (Aguado, 1917, 11, 131;-----, 1956, 11, 81).

 

Relleno de enjalmas

El alma o relleno de este arnés para carga se ha hecho en Colombia tradicionalmente de cabuya, a partir de la ocupación europea. Aun los arrieros se las arreglaban para montar en ellas, cosa que le resultó

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muy incómoda a un visitante extranjero bajando de Facatativá a Guaduas (Hamilton, 1955, II, 131).

 

|Colchones.

No hay constancia de que se usase colchón en la época prehispánica. Por consiguiente, los de cabuya serían una innovación posterior a la conquista.

 

|Estopa.

Cebo, a mediados del siglo XVII, da cuenta de un uso reciente en esa época para la fibra de la cabuya: "... en este reino del Perú, de poco tiempo a esta parte [16521, han dado en sacar del maguey estopa para calafatear navíos, que, echada debajo de la de cáñamo, es buena y no se pudre" (Cobo, 1956, I, 212).

 

|Fibra torcida: |Cuerda; lazos.

En diversas ocaciones se ha mencionado el hecho de que los indígenas de 1a porción equinoccial, en sus encuera°.roe con los españoles, ]levaban cuerdas de cabuya para amarrar a los prisione ros que pensaban tomar a manos; Esto es aplicable a tribus aguerridos, y a las que, practicando el canibalismo ritual, consideraban más importante la captura de prisioneros vivos que la simple exterminación del enemiga en lucha; Así ocurrió con los grupos "caldenses" del norte, los muzocolimas, las bailadores y otros.

También los españoles, en las expediciones de descubrimiento y conquista, o en los asaltos para captura de esclavos indios, usaran ampliamente cuerdas de cabuya (Aguado, 1918, I, 165); Para que no huyeran, a los indios de servicio, especialmente a los cargueros, se les solía amarrar por el pescuezo con sogas de cabuya, pues ro siempre se disponía de hierro suficiente para hacer cadenas. Además, sa llevaba provisión de lazos para sujetar a los prisioneros que pudieran capturarse durante las marchas; De ellos se han dado atrás suficientes testimonios.

Este usa del lazo o cuerda de cabuya persistió en el período republicano; Durante el siglo pasado, y can en la última guerra de principios del presente, fue muy socorrido el lazo para conducir los conscriptos al servicio militar o los reclutas forzados, a quienes se llamaba voluntarios".

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Claro que las cuerdas de cabuya no se usaron sólo con ese fin. Se cuenta que 6.000 trabajadores fueron ocupados en construír la imponente fortaleza del Cuzco, y que para tirar las enormes piedras se emplearon cuerdas de cabuya y sogas (Cieza, 1880, 192).

Se usaban cabuyas atadas a las orillas para pasar los ríos, y de allí el nombre de "cabuyas" dedo a los célebres puentes de criznejas de la época precolombina, que se siguieron usando en Colombia hasta hace poco. "Se hace [la crizneja] de maguey ques la planta de que se hace la pita" (Anónimo, 1958, 86-87).

En las guarras contra los indios, se recomendaba que en los vivaques, para evitar las sorpresas nocturnas, se hiciera un reparo de cuerdas de cabuya con mantas colgadas de ellas, rara detener el ímpetu de las flechas (Vargas Machuca, 1599, 70; 76 v.).

En la historia de la tecnología agropecuaria (Palmo, 1966, 36), se traen datos de algunos grupos indígenas del área equinoccial que usaban cuerdas de cabuya, con nudos a trechos, a modo de calendario, especialmente para calcular las épocas de sementeras (Aguado, 1917, II, 523; Ufeldre: Meléndez, 1682, III, 12).

 

Jarcia

Cuando se hizo la revisión geográfica de la distribución de la cabuya, se dieron datos sobre uno de los usos más importantes que adquirió a raíz de la dominación española, o sea para corda jes de navíos; En la historia del cáñamo ( |Cannabis saúvus L;) en el Nuevo Mundo, que aparece en otro volumen de esta obra, se verá cómo las tentativas para cultivarlo no tuvieron resultados halagadores; Se usó, pues, desde temprana época (quizá comienzos del siglo XVI), la fibra de cabuya (Cabo, 1956, I, 211). En un principio pudo ser de modo ocasional y aun fortuito, como durante el viaje de los marañones, que ya en el estuario amazónico se aprovisionaron de cabuya o sogas para jarcia (Aguado, 1919, 11, 399; -----, 1957, IV, 265);

Uno de los principales sectores productores de jarcia fue la porción ecuatorial, tanto costera como serrana; De Guayaquil y sus anexos; de Puná, así como de Riobamba y Quito, se exportaba gran cantidad de jarcia (J; de la Espada, 1881, I, 10, 17; 1897, lil, 16, 82, 85; 150; Torres de Mendoza, 1868, IX, 255, 263, 292; Vázquez de Espinosa, 1948, 349, 350); Manta era emporio manufacturero (Anónimo, 1953, 21). En cuatro atarazanas de Ambato se labraba jarcia de cabuya para exportar (Torres de Mendoza, op; cif;, 467). Sólo a fines del primer cuarto del siglo XVIII se empezó a utilizar para jarcia el henequén yucateco obtenido de diversas especies del género |Agave (Irigoyen, 1951, I, 93-99; 96); mientras, como queda dicho, en la parte ecuatorial del continente la jarcia de cabuya se usó muy

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temprano; Se despachaba especialmente a Panamá (Garcés G;, 1946, II, 72, 121; Serrano y Sanz, 1908, 173), y al Perú (Vargas Machuca, 1599, 241); Entre las presas tomadas por Drake en Panamá en 1573 figura un navío cargado de jarcia, procedente de Guayaquil (Castellanos, 1955, IV, 33);

Nicaragua era otro centro de producción y exportación a Panamá. Andagoya constató que ''tienen los vecinos una granjería de hacer jarcia de un sieguen que hay que es como cerro de lino [.] hacese muy hermosa jarcia y más fuerte que la de España..." (Andagoya: Cuervo, 1892, II, 96); El golfo de Nicoya era centro importante de esta actividad (Peralta, 1883, 643; Gage, 1946, 287288).

 

Fibra torcida y tejida Arreos y arneses

Aun con la abundancia de cuero en muchas partes de América equinoccial a partir de la segunda mitad del siglo XVI, jáquimas, riendas, cinchas y otras piezas del arnés de montar se hicieron desde los primeros tiempos de la dominación española a base de cabuya. Este uso ha perdurado en los medios rurales para las bestias de carga de la gente pobre.

Sogas, cinchas, jáquimas y cabestros se hacían en el Ecuador interandino en la segunda mitad del siglo XVI, como se vio por las relaciones de Quito y del Perú debidas a Salinas Loyola y Solazar de Villasante (J. de la Espada, 1881, I, 17; 1897, 111, 95). El cabildo de Quito fijó el siguiente arancel para esos productos de la industria manual indígena, el 20 de mayo de 1549: 1 jáquima, 1 cabestro y 1 suelta [manea], a medio peso de oro (Rumazo González, 1934, 2o. 11, 219).

Cinchas, jáquimas, cabestros, eran parte del tributo de los quimbayas (Friede, 1963, 105, 107, 108; 119-120; 130-131).

Los coconucos, según la tasación de 1553, escasos veinte años después de la introduccián de los caballos, debían tributar anualmente 20 jáquimas y 20 cinchas de cabuya (Friede, 1961, JV, 228). En Popayán, el visitador Inclán Valdés estableció el siguiente arancel en 1668:

Una enjalma de cabuya, nueva

4reales

Una jáquima de cabuya 2reales Dos cinchas de cabuya 1real Un cinchón de sobrecarga 1real

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(Olano, 1910, Doc. 22).

Enjalmas, cinchas y cabuyas hacían los indios de Mérida para sus doctrineros (Gutiérrez de Arce: AEA, 1946, XV, 1184).

En la varias veces mencionada relación de Carora de la segunda mitad del siglo XVIII, se deja constancia de que la cocuiza se usaba para aparejos de arrias (Altolaguirre, 1908, 174).

 

Bolsas y sacos

Algunas tribus llevaban bolsas de cabuya para echar la carne de los prisioneros (Aguado, 1917, II, 592).

El uso de mochilas de cabuya, llamadas "guambías" en el valle de! Cauca, parece haber sido tradicional. Unas pequeñas de trama apretada servían para echar la semilla y para otros menesteres (Holton, 1857, 423), quizá semejantes a lo que llaman marusa en Venezuela (Alvarado, L., 1953, 250). Otras de trama reticular muy espaciada, conocidas como "jigras", "jícaras" o "jiquercs", se usan para sujetar objetos voluminosos (yucas, mazo.cas de maíz etc.). La variante venezolana es el yurure (Alvarado, op, cit., 364).

De allí a la confección y uso de sacos no hay sino un paso. No se ha conservado en las fuentes indicación de cuándo se empezó el uso de sacos rectangulares en grande escala para guardar o transportar sal, semillas o granos.

Todavía a fines del siglo XIX se consideraba que los sacos de fique de Cundinamarca no eran muy apropiados, por ser muy permeables, para empacar el café destinado a is exportación (Sáenz, 1892, 47). Lo mismo se pensaba como empaque para trigo en Pasto (Herrera, L., 1893, 20); aunque sí se exportaban sacos del actual territorio nariñense (Santander, 1896, 71). Asegura un autor que los ingleses, temerosos de la competencia que hacían los costales de cabuya de Colombia a la industria del yute de la India, dictaron medidas discriminatorias para no aceptar café colombiano si al costal de cabuya no se adicionaba uno de yute, que naturalmente había que importar (Michette, 1931, 80). No se ha podido confirmar esta referencia.

Con todo, en la Nueva Granada no sólo se confeccionaron sacos de cabuya para uso interno, que era de consideración (Camacho Roldán, 1895, 111, 823-827; 824; Ospina Vásquez, 1955, 311; 319-320; 321-322; 387; 407, 408), sino que se exportaron. En el período 1843-1844 las entradas por tal concepto fueron de $ 223 (Galindo, 1874, cuadro N° 19). Datos más elaborados sobre esto pueden verse en otro volumen, dedicado a los ciclos económicos.

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|Chinchorros y redes.

Cabe observar que el primer término se aplica en América equinoccial tanto a una hamaca de malla, como a un adminículo para la pesca.

Los indígenas darienitas, según un observador, pescaban con redes de majagua o cabuya (Water, 1888, 48).

Los pueblos de Huista y Burica, en la parte occidental del istmo de Panamá, usaban redes de henequén para capturar puercos de monte (Andagoya: Cuervo, 1892, II, 89). Los dorases de más al norte confeccionaban hamacas do cabuya (Rocha: Meléndez, 1682, III, 357).

Se usaban la cabuya y el henequén "en especial para hacer los hicos o cuerdas de sus hamacas, o camas en que duermen, y encabuyallas para que estén colgadas en el arre..." (Oviedo y Valdás, 1959, 1, 237). También la relación de Carora do la segunda mitad del siglo XVIII dice que la cocuiza se usaba para los cabos de hamacas llamados jacos (Altolaguirre, 1908, 174). Asimismo Cobo habla de las hamacas de cabuya en forma de redes (Cobo, 1895, IV, 172; -----, 1956, 11, 244).

 

Hondas

Una derivación de la red sería la honda o a la inversa. Los peruanos hacían hondas de lana de auquénidos o de cabuya (Cobo, 1895, IV, l94; -----, 1956, 11, 254).

Este uso ha perseverado en el occidente de Colomb:a para alejar aves dañinas de los cultivos de maíz.

 

Vestimentas

Los pueblos indígenas americanos del intertrópico supieron sacar do la cabuya por lo menos dos clases distintas de fibra. "Alguno deste henequén, y también de la cabuya, es hilo blanco e muy gentil", decía el cronista mayor de las Indias (Oviedo y Valdés, 1959, 1, 237). El nequén se tenía como más suave y delgado que la cabuya (Casas, 1951, 11, 67). "De lo más delgado [del maguey hacían los indios de algunas provincias lienzo como angeo para su vestir" (Cobo, 1956, 1, 211).

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Las mujeres de Sorca o San Cristóbal del Táchira usaban, como las de Mérida, vestimentas de cabuya, y lo mismo hacían hombres y mujeres en Quenagua y Sunesua (Aguado, 1917, 11, 519, 528).

En todas partes ha habido diferencias en el vestir, de acuerdo con las clases sociales. De los mejicanos dice un autor que los guerreros y principales podían vestir de algodón, mientras los plebeyos usaban nequén, "que es ropa basta' (Acoda, 1954, 205).

Más detalles sobre el asunto se acomodan meior a una historia de la cultura material.

 

Sudarios

Las momias de los primeros incas estaban protegidos por fuera con un tejido de cabuya (Cobo, 1895, IV, 240;-----, 1956, 11, 275).

 

Alfombras, tapices

No se ha podido averiguar qué tan antiguo sea el uso de alfombras de cabuya en América. En la última década del siglo XIX empezó en Pasto a desarrollarse una industria de tapices y alfombras para piso hechas de cabuya, en dos estilos: 1-cabuya teñida; y 2-cabuya estampada con cartulinas (Herrera, L., 1893, 44). Uno de los lugares donde se fabricaban tapices era Buesaco (Santander, 1896, 143).

Esta industria ha ido evolucionando y está abarcando otros objetos hechos a partir de la arpillera de cabuya.

 

Capas

En mallas de cabuya se entretejen los fajos de paja con que se hacen las tradicionales capas para agua de los páeces en la Cordillera Central de los Andes (Serra, 1956, 1, 120-121; Hamilton, 1955, 11, 11; Cuervo Márquez, 1956, 279).

 

Alpargates

El alpargate en su forma actual de una suela de cabuya con capellada de tela gruesa o lona, es un producto de influencias indígenos y españolas. Hasta donde puede saberse, la capellada no existió en el calzado de los pueblos indígenas americanos, sino que la suela se

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sujetaba al pie por medio de cuerdas o correas. Así, dice Cieza, refiriéndose a las tribus que vivían en jurisdicción de Quito en 1548: "Por zapatos traen unas ojotas de una raíz o yerba que llaman cabuya, que echa unas pencas grandes, de las cuales salen unas hebras blancas, como de cáñamo, muy recias y provechosas, y destas hacen sus ojotas o albarcas, que les sirven por zapatos..." (Cieza, 1924, l33;-----: Vedia, 1947, II, 393). Ojota es deturpación del quechua USUTA. La relación de Quito en 1573 confirma: "Los indios traen alpargates; solían traer OJOTAS, que es una cierta atadura sobre una suela de alpargate, de manera que sólo traían guardada la planta del pie" (J. de la Espada, 1897, 111, 92-93). Las ojotas que usaban los peruanos tenían suela hecha de cuero crudo del pescuezo de las llamas, que se consideraba como más resistente, y se sujetaba a talones y empeine con cordones de lana del grueso del dedo (Cobo, 1956, 11, 238).

Lo notable es que los españoles, al establecerse en América, se adaptaron en muchos casos al uso de alpargates. En los primeros tiempos, el calzado de cuero era difícil de obtener y costoso. No tanto porque para fabricarlo no hubiera en un principio ganado suficiente en América, pues el cuero de res se podía sustituir por cueros de animales americanos (venado, danta etc.). cuanto por la escasez de oficiales zapateros. Por ejemplo, en 1539 se dio pasaje gratis a un zapatero para viajar a Cartagena, por haber sólo uno en esa ciudad, donde entonces corría el oro a torrentes (Friede, 1957, V, 99). Pero aun habiendo calzado, la preferencia por los' alpargatas se justificaba sobradamente. Eran cómodos para andar en los malos caminos de América, sobre todo si había piedras. Se podían lavar y secar con suma facilidad. Su confección era fácil y rápida. Pesaban pote, y no siendo necesarios, se llevaban colgados a la cintura. Abundaba dondequiera la fibra para hacerlos. Un tratodista militar de fines del siglo XVI encarecía que en el avío para las expediciones se incluyeran alpargatas (Vargas Machuca, 1599, 47 Y.; -----, 1892, I, 150).

Relatando un autor las campañas de Ponce de León en Puerto Rico en 1511, dice:

"Los alpargatas eran las espuelas,que no van en caballos ni trotones"

(Castellanos, 1955, I, 253). Otro habla de alpargates de maguey (Casas, 1909, 158). A los principios los españoles que los usaban en las Antillas padecían mucho por las niguas (Ibid., 44-45).

Entre las cosas que Vázquez do Coronado llevó a su expedición de Costa Rica como avío, figuran los alpargatas (Femández, 1883, 111, 55).

Cuando las fuerzas del pizarrista Hinojosa se encontraban en Panamá poco antes de la llegada de La Gasca, con motivo de la alarma que

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creó la ocupación de Portobelo por Melchor Verdugo, aquél general mandó a aderezar bizcocho y alpargatas para aviar a la gente con que pensaba oponerse al invasor (Cieza, 1909, 265). Alpargates están enumerados entre los géneros que pedía La Gasca a otras Audiencias desde aquélla ciudad en 1546, cuando organizaba su expedición contra Gonzalo Pizarro (Friede, 1962, VIII, 216). La mayor parte de los que se usaban en el istmo, provenían de Guayaquil y de Lima (Serrano y Sanz, 1908, 173, 196, 203-204). La gente pobre y aun muchos españolos se contentaban en el interior de Panamá con una hamaca y alpargatas, y no aspiraban a ganar para darse una vida mejor (Rocha: Meléndez, 1682, III, 384).

Para la expedición de Graciano y Bernal, que salieron de Cartagena en pos del licenciado Vadillo en 1539, se mandaron a ade rezar los necesarios alpargates (Friede, 1957, V, 150).

Los españoles de Santa Marta y los que andaban con los alemanes en Venezuela, se acusaban mutuamente de las entradas hechas al valle del Cesar, en detrimento de los indios, pues cada grupo pretendía que dicho valle quedaba en su jurisdicción. En uno de tales juicios (1533) los alpargatas viejos, junto con otros indicios de haber andado ciento de Santa Morta, son esgrimidos como pruebas (Friede, 1955, III, 92; Nectario María, 1959, 496).

Al llegar por primera vez a Coro los alemanes de Alfinger, se presentaron bien vestidos, en contraste con los moradores de la ciudad, quienes no usaban capas sino unas casacas de lienzo, y

"alpargata lijero por el suelo"

(Castellanos, 1955, II, 34-35). Esto fue común en Venezuela entre soldados (Oviedo y Baños, 1885, II, 73).

Cuando Jorge Robledo emprendió a principios de 1541 su marcha de penetración por la cuenca del Cauca abajo, al llegar a la provincia de Arma su gente halló mucha cabuya en madejas, que se empleó en la confección de alpargatas (Cieza, 1924, 68). La almoneda de los bienes de Cristóbal de Ayala, conquistador muerto por los putimaes de la primitiva Buga, fue puesta como ejemplo de los precios excesivos que tenían las cosas en el Cauca en los primeros años que siguieron a la entrada de españoles: "y aun yo --dice uno --he mercado unos alpargatas en ocho pesos de oro" (Cieza, 1924, 87). En 1568 el precio en Cartago oscilaba entre medio peso(s) (1 ducado) y 13 tomines (Friede, 1963, 120). A dos reales el par, o sea el doble que la cabuya hilada, los debían vender los indios de Popayán y de Cab, según el arancel del visitador Inclán Valdés en 1668 (Olano, 1910, Doc. 22; Arboleda, 1928, 147). A mediados del siglo XVI, figuraban entre los tributos que debían dar los indígenas de Coconuco, Arroyohondo (Cali) y Anserma (Friede, 1961, JV, 228, 232, 238).

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Cáceres, en el bajo Cauca, llegó a ser para 1584 un importante centro manufacturero de alpargatas (Ibot León, 1933, 240). En Antioquía se han usado mucho (Uribe Angel, 1885, 477).

No menos temprano fue el uso en el Nuevo Reino de Granada. Cuando la avanzada de Jiménez de Quesada llegó al Opón, se halló cabuya, con la cual se hicieron alpargatas para continuar la marcha (Aguado, 1916, I, 212; Simón, 1953, I, 238). Aun parece que los españoles aprendieron a confeccionarlos, cuando la necesidad lo pidió (Piedrahita, 1942, II, 163). En los primeros años, mientras no llegó Lebrón con mercancías, los españoles del Nuevo Reino no usaron otro calzado que alpargatas (Groot, 1889, I, 77).

Durante la campaña que emprendió Quesada contra los gualíes y los marquetones dei Magdalena, su gente andaba en alpargates (Castellanos, 1955, IV, 564, 580).

Para mediados del siglo XVIII, los principales centros de elaboración estaban en la provincia de los Guanes, señaladamente en la localidad de Onzaga (Oviedo, 1930, 46).

A cada soldado de los empleados en entradas contra los andaquíes se le daban, como parte del matalotaje, ocho pares de alpargatas, que costaban en 1609 a dos reales el par (Friede, 1953, 206 nota).

También lo que hoy se conoce como departamento de Nariño fue productor de alpargatas. Estos figuran entre los géneros impuestos como contribución del sector para ayudar a la guerra contra los pijaos (treinta pares por cada soldado), a principios del siglo XVII (Sañudo, 1939, 11, 5).

Eran objeto de una importante industria en Pasto y en Buesaco en la última década del XIX (Herrera L., 1893, 41; Santander, 1896, 143).

En los documentos citados sobre Quito y el área interandina del Ecuador, correspondientes a la segunda mitad del siglo XVI, se ha destacado la importancia de la cabuya. La elaboración de jarcia para navíos y de alpargates, corría a cargo de los indios (1. de la Espada, 1881, I, 17; 1897, 111, 82, 95, 215; Ortiguera, 1909 373; Garcés G., 1935, I, 470-471; González Suárez, 1890, I, 162). El cabildo de la mencionada ciudad estableció en 1549 el arancel a que debía sujetarse la compraventa de dicha prenda: 3 tomines el par (Rumazo González, 1934, II, 219).

Asimismo se ha visto que el Ecuador era un proveedor Importante de alpargatas para Tierra Firme (Garcés G., 1935, I, 586). Alguna parte de la producción provenía de un obraje de Latacunga (Pérez, A. R., 1947, 179-184).

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Las relaciones geográficas de varias localidades serranas del Perú consagran el uso tradicional de ojotas o calzado de cabuya, tales como Guamanga (Atunsora), Atunrucana y Pacages (J. de la Espada, 1881, I, 172, 189; 1885, 11, 82). Francisco Pizarro acostumbraba jugar a la pelota calzado con alpargate, "que entonces, y aun muchos años después, como yo lo alcancé, era gala y bravosidad usar en la milicia alpargates antes que zapatos" (Garcilaso, 1944, I, 265). En el capítulo de los agustinos del Perú celebrado el 19 de septiembre de 1551, se dispuso que los padres "traigan calzadas alpargatas". Las monjas descalzas de San José, en Lima, no usaban chapines, sino alpargates de lana (Culancha, 1639, 165; 449). Guancarama era el principal centro abastecedor de alpargates en el Perú en el primer cuarto del siglo XVII (Anonimo, 1958, 88). El hilo de pita se importaba del Nuevo Reino a Lima (Ibid., 23).

Papel no menos importante que en la conquista desempeñaron los alpargates en las guerras de independencia y en las civiles. En la batalla de Boyacá los oficiales patriotas calzaban alpargates; los soldados iban descalzos (Hamilton, 1955, 1, 122).

Algunos extranjeros que visitaron a Colombia alaban los al Parciales. Reclus los usó para regresar desde Atanques a la parte baja de la Sierra Nevada de Santa Marta (Reclus, E., 1881, 310).

Otro científico asegura, después de sus experiencias en Colombia en 1854, que si tuviera que caminar con frecuencia, usaría alpargates y no zapatos (Holton, 1857, 236).

Los alpargates fueron artículo de exportación en algunos períodos del siglo XIX. En el bienio 1854-1855 se llegaron a exportar 22.076 pares (Galindo, 1874, cuadro No. 19).

 

3 - |Bohordo: Material de construcción

El bohordo o escapo floral, llamado "maguey" en varios partes, se utiliza para construcciones ligeras. La descripción del licenciado Salazar de Villasante que en parte se copió atrás, menciona el uso en la sierra ecuatoriana: "Del cogollo desta yerba sale un palo largo de veinte pies y menores, según les dejan crecer, que hacen casas dellos los indios y les sirven de maderos, y encima los cubren con paja (...) Son fofos, como son de yerba, de la calidad de la cañaeja o junco marino, salvo que son gordos como un recio brazo de un hombre" (J. de la Espada, 1881, I, 17).

En el valle de Chuquipata, de la jurisdicción de Pueleusí, cerca de la actual Riobamba, se utilizaba en la forma indicada el bohordo hacia 1582 (Ibid., 1897, 111, 174-175).

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Ha sido comunísimo el uso del maguey como viga en las construcciones ligeras requeridas por el clima seco del Perú (J. de la Espada, 1881, 1, 128; 1885, 11, 62; Cabo, 1956, 1, 211).

Idéntica cosa ocurría en el Nuevo Reino de Grar.ada. Dice el cronista Zamora en 1701: 'Cortados, y secos estos palos, aunque de muy poco peso, son fortissimos, y tan durables, que con ellos enmaderan los Indios sus casas pagizas" (Zamora, 1945, 1, 36). En el mismo parecer abunda Basilio Vicente de Oviedo: "También enmaderan las casas de paja con el maguey que sale del fique y de la motua, y es incorruptible; sólo los abejones lo taladran para hacer en ellos sus casitas, pero esto no le(s) basta para casas de teja; no tienen competente fuerza... tienen sus cáscaras gruesas, que es la que mantiene..." (Oviedo, 1930, 46; 39-40).

Con el escapo de la cocuiza se hacen en Venezuela escaleras de mano (Alvarado, L., 1953, 227). Esto ya lo había dicho Posada Arango (véase el principio del inciso D)).

En el río Chinchipe se usaba el bohordo para la construcción de balsas (J. de la Espada, 1897, IV, xlviii).

 

Yesca

El uso como yesca de la porción interna esponjosa del escapo, está registrado desde temprana época (Acosta, 1954, 117; Cabo, 1K5, 1, 211; Zamora, 1945, 1, 36; Poma de Ayolo, 1944, 591); "pero ha de estar quemada, que si no, no prendé' (Oviedo, 1930, 39-40).

Quizá debido a esto se le llama al escapo en el norte del Brasil "pau de mecha" (Corréa, 1919, 104).

Esta costumbre perduraba en la Nueva Granada a mediados del siglo pasado (Holton, 1857, 468), y sólo desapareció cuando se modificaron los constituyentes del "recado de sacar candela", que fue sustituido por los fósforos.

 

Material plástico

"El corazón es útil a los escultores, porque dél hacen imágenes de bulto muy perfectas y livianas..." (Cobo, loe. cit.).

Ciertas tribus brasileñas, según Martius, labraban de él pipas de fumar (Corréa, 1919, 105 nota).

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La médula do buenos asentadores de navajas de afeitar (Alvarado, L., op. cit.; Posada Arango, loe. cit.; Hoehne, 1939, 91).

 

4 - |Bulbillos

a) En el Nuevo Reino de Granada los indígenas lavaban su ropa utilizando en vez de jabón, los bulbillos que nacen en las ramas del ese^I:o (Zamora, loe. cit.). Sin embargo, lo que se usa ba en el Perú corno jabón no eran los bulbillos, sino las raícos según Garcilaso (Valdizán y Maldonado, 1922, 11, 123). En Méjico parece que se usan con el mismo propósito las cabezas o troncos de algunas especies (Martínez, 1928, 264).

b) Se usan como verdura los bulbillos tiernos o las flores de varias Amarilídeas (Patiño, 1964, 11, 189).

Los usos medicinales de la cabuya se estudiarán en el capítulo XVII.

 

Dispersión

Las Amarilídeas, especialmente del género |Ágave, figuran entre las plantas americanas que fueron llevadas más tempranamente a Europa después del descubrimiento. Pronto se difundieron por la cuenca del Mediterráneo. No compete tratar aquí este aspecto.

 

MARANTACEAS

 

180 -- |Ischnosiphon spp? |Stromanthe spp?

|Aticum; uagagan, ualoman (Breton (1666), 1900, 217); |ualoman, solamá, solamán (Du Tertre, 1958, Il, 109130; 121; 359-360), en las Antillas francesas.

|Arrumá (Barrere, 1743, 99, 157); |arumá (Aublet, 1775, 1, 3), entre los caribes de la Guayana francesa.

Walumá, ualóman, ualúma, aruman, uarumané; uruú,

|uruuí, en caribe y dialectos caliña, trío y cyana (Goeje, 1909, 55, 161, 211, 273); |ahuman, aruma, en Trinidad (De Verteuil, 1884, 78; 414). |Aruma, con calificativos según las especies, entre los kotos, tribu del Amazonas peruano (Espinosa Pérez, 1955, I, 448).

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|Guarumá, en tupí (Ibid., 55).

|Pute, en río Lora, Zulia, Venezuela (Pittier, 1926, 352; Alvarado, L., 1953, 300).

|Iterite, en la Guayana inglesa (im Thurn, 1883, 93, 229; 278, 279-280, 281, 282, 283, 295). Es también nombre de un río, afluente del Maruiwa o Whomana, este a su vez del lado derecho del Barima (Schomburgk, 1922, 1, 141, 164, 167). Probable variante es |tirita, nombre de esta planta o similares en la Guayana venezolana (Williams, 1942, 31, 168;169; Pittier et al, 1945, 1, 189), y |tirite en Trinidad (Hart, 1891, 21; Freeman et al, 1928, 93).

|Tetera (algunas personas pronuncian tétera), en la costa colombiana del Pacífico. Nótese la semejanza de este nombre con |itirite, tirita. En la costa colombiana del Pacífico se acostumbra plantar cerca de las viviendas, en las orillas de los ríos, esta Marantácea de bellas flores anaranjadas, que crece entre uno y medio y cerca de tres metros de altura. Para la confección de sombreros se aprovecha la porción medular, de aspecto sedoso, de los tallos fistulosos enhiestos, que previamente se hienden a lo largo por un lado y se abren en forma de cinta, la cual se rasga en tiras de poco menos de 1 centímetro de ancho. También se pueden fabricar canastos y otros objetos que requieran fibras resistentes; aunque para este propósito se prefiere la porción cortical --no la medular --de los pecíolos, tanto de esta como de otra planta muy semejante, ella sí silvestre, llamada comúnmente "chocolatillo". Sobre ambas prepara el autor una monografía.

FIG. 29. Un tallo de "tetera" obtenido de una planta cultivada en Bellavista, bajo Calima, Buenaventura, para la extracción de fibra. La especie ha sido Identificada como | Stromanthe lutea (Jacq.) Eichl., por el botánico

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J. M. Idrobo, del Instituto de Ciencias Naturales de Bogotá.

Varias Maraniáceas se usan en muchas partes do América intertropical, especialmente entre grupos indígenas, para cestería. Por lo general se traía de plantas silvestres. Pero en la costa del Pacífico de Colombia la tetera se cultiva, aunque en escala reducida. Se prefieren para la propagación las sumidades hojosas, con su correspondiente nudo.

Una bien definida manufactura de sombreros existe en la cuenca del río Güisa, afluente del Mira, a lo largo de la carretera El Espino-Tumaco, en el sector comprendido entre Chucunés y Carrizal, y especialmente en el corregimiento de Ospina Pérez, municipio de Ricaurte, departamento de Nariño.

También se hacen sombreros del mismo material en el Zulia, según Pittier; pero él no da indicación de que la planta sea cultivada.

 

DICOTILEDONEAS

 

MORÁCEAS

 

181 -- |Castilla elastica Cerv.. |C. fallax Cook.. |Castilla spp..

|Ulí, ulli, ule; |olcagüite, ulcaguil; cuanchile, del náhuatl (Rebelo, 3a ed., 410, 411; 113, 118; 367, 376).

|Mastate, del náhuatl |maxtlatl, "bragas" (Rebelo, op. cit., 420, 428), parece haberse hecho traslaticio a la fibra usada para vestidos de corteza y a los árboles que las producen, entre ellos varios Ficus y Poulsenia armata (Miq.) Standl..

|Tunu, tono, entre los miskitos y caribes negros de la costa de Honduras (véase adelante).

|Kiki, kik-che, en maya (Roys, 1931, 319).

|Ibudé, en katio (Uribe Angel, 1885, 527).

Caucho, caucho negro.

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Las especies del género |Castilla tienen como producto principal el caucho. Desde tal punto de vista se estudia en el capítulo XIX de este mismo volumen. Pero se le da cabida aquí, ya que se ha usado, al menos en un sector geográfico -con otros árboles de la misma familia de las Moráceas, y quizá con carácter de sustituto- por la fibra liberiana.

Los piratas del siglo XVII observaron que los indígenas de Gracias a Dios en la costa centroamericana, usaban delantales y taparrabos de tela de corteza (Esquemeling, 1945, 244; Lussan, 1693, 439-440). Otros viajeros de fines dei mismo siglo, constataron que los indígenas del río Wanks, costa de Honduras, de las tribus mískito y sumu, usaban pampanillas de tela de corteza, sacada del árbol Tono; las mejor elaboradas eran lucidas en los días de bebezones (W., M., (Churchill), 1732, 293; 294). Esta costumbre fue adoptada por los caribes trasplantados allí a fines del siglo XVIII (Wickham, 1872, 190), y persiste entre algunos grupos actuales. El árbol se llama TUNU o TIKAM; pero los indígenas del río Ulwa usan el verdadero |C. elastica Cerv., llamado TAS (maya?), que da ;ala más fina (Conzemius, 1932, 47-48). El TUNU, especie de |Castilla que no produce caucho comercial, sino una goma muy dura, ha sido descrito, aunque con cierta imprecisión, como |C. fallax Cook (Pittier, 1910, 263-267; 265; 278).

Los bribrís, cabécares y tiliris usaban pampanillas de mastate, que podía ser de hule o de otro árbol. A veces se ponían camisa de lo mismo (Gobb: Fernández, 1883, 111, 375-376).

Entre los indígenas que quedaban en la cuenca del río Sarapiquí a fines del siglo XIX, se registra el uso de |Castilla en varias formas: el látex, para el alumbrado, y la fibra liberiana para vestidos. El nombre local del árbol en esta área era QUIRRI, de donde se llamaba QUIRRILEN a la pampanilla (Carozo: Fernández, 1883, 111, 306-307 nota). El mencionado nombre es muy semejante al de PANEQUIRÍ, que daban los indígenas del Darién al pañete o pampanilla que les servía de única vestidura, según la relación de Andrés Baleato (Cuervo, 1892, lI, 358).

 

000 -- |Brosimum utile (H.B.K.) Pittier.

(Véase numeral 21, I, pp. 210-211).

Este árbol., cuyo fruto cocido se consume en algunas regiones de América, fue cultivado por varias tribus, como las de la Sierra Nevada de Santa Marta y del medio Magdalena. Sostiene un en tor que de su corteza sacaban los indígenas venezolanos fibra para vestir (Pittier, 1926, 325-326), y que, aunque no cultivado, se usa para el mismo propósito en Costa Rica (Pittier, 1957, 156).

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MALVÁCEAS

 

182 -- |Gossypium spp..

|Ichcatl, en náhuatl (Molina, 194-1, 32; Rebelo, 3a ed., 232). |Tanam, tamam; chub; zooh, en maya a distintas variedades (Roys, 1931, 282; 239; 311; 321).

|Sarobei, en taíno (Tejera, 1935, 414).

|Iealletepoue; mánhulu, f. |uámulu, en caribe (Bretón, 1900, 88). |Maúru, maúlu, mau, manouou; mahourru; máulu, manoulou (Goeje, 1909, 53). |Mulu, en taruma (Farabee, 1918, 278); |mauru, en parakuta; |mauru, en apalai (Farabee, 1924, 192; 234), todos dialectos caribes.

|Máho, máuo, en motilón (Jahn, 1927, 344).

|Tongesa (Jijón y Caamaño, 1940, 1, 106) ó |tongenzaja en sibundoy (koche?) (Ortiz, S. E., 1954, 229).

|Ubaiza, ubaisa, en yurumanguí (Jijón y Caamaño, 1943, 111, 510; Ortiz, S. E., 1954, 204).

|Pudá, en chokó (Ortiz, S. E., op. cit., 303).

|Yuimeá, en siona (Ortiz, S. E., op. cit., 444).

|Uteu (Cobo, 1956, 1, 200); |útku (Lira, 1945, 1061), en quechua.

|Quela, en aymara (Cobo, lee. cit.).

|Maniim, amini (Soares de Sousa (1587), 1938, 234-235; Marcgrave, 1942, 59); |amandijju-b (Goeje, op. cit., 53), en tupí-guaraní; |amanjo, en omagua-kokama (Espinosa, 1935, 46; 104).

Algodón

La importancia del tema requiere que se subdivida la exposición en los siguientes acápites: A) Hechos básicos; B) Especies y variedades; C) Dispersión geográfica; D) Usos; E) Textilss c industria textil; F) Aspectos socio-económicos y políticos. Algunas repeticiones serán inevitables.

 

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A) |HECHOS BÁSICOS

Antes de entrar en el estudio de la dispersión geográfica del algodón en América tropical, conviene revisar ciertos hechos fundamentales de la cultura indoeuropea que ayudarán a situar el problema en su verdadera perspectiva histórica y cultural.

1) Al igual que muchos elementos de cultura material, el algodón ( |G. herbaceum, G. arboreum) fue introducido al occidente de Europa, y naturalmente a España, por los árabes, quienes ha bían aprendido el cultivo quizá en Armenia o en otras provincias del Asia menor (Arias y Miranda, 1854, 134; Colmeiro, 1863, I, 185, 165), y entre quienes el uso y comercio de esa fibra alcanzó gran predicamento (Crawford, 1924, 4; 81; -----, 1948, 4; 81; Lamm, 1937, 3, 246-247).

2) Durante la dominación musulmana se cultivó algodón en España. Los sistemas de cultivo y beneficio eran tan nimios y escrupulosos, según los describe un insigne tratadista árabe de agri cultura del siglo XI (Abu Zacaría, 1802, II, 103-107), que ahora nadie se tomaría el trabajo de aplicarlos. Aun al finalizar la dominación mahometana, se hicieron tentativas de mantener el cultivo en el sur de España, y hasta los Reyes Católicos trataron de fomentarlo cerca de Orihuela (Colmeiro, 1863, 11, 83).

3) En la época del descubrimiento, no se usaba en España para vestidos, sino muy escasamente (Cappa, 1890, VI, 110-111).

4) Pasada la dominación árabe, el algodón como fibra industrial fue más importante fuera de España, especialmente en Inglaterra, y sólo por reflejo, ya en el siglo XVIII, el gobierno español se preocupó por el fomento del cultivo (Cappa, loe. cit.). Todavía en el primer cuarto del siglo XIX se producía algodón en algunos sectores meridionales, especialmente Motril (Arias y Miranda, op. cit., 90-91- Herrera, G. A., 1819, III, 187-227).

5) La importancia económica del algodón fue justipreciada desde el principio por los españoles que vinieron a América. La dificultad para las comunicaciones con la península en los prime ros tiempos, reveló el valor de una fibra que suministraba el traje más adecuado para el clima tropical. Por cédula de 1514 se autorizó que los colonos pudieran hacer suyo el algodón que recogieran en entradas y rescates (Serrano y Sanz, 1918, 1, cclxxi). Una de las prerrogativas concedidas a Pedro de Heredia en la capitulación para la conquisia de Cartagena, hecha el 5 de agosto de 1532, fue la de pagar a la hacienda real sólo el quinto del algodón que rescatase (Friede, 1955, 11, 279-280, 284). Igual merced se había otorgado a Antonio Sedeño el 12 de julio de 1530 (Morales Padrón: AEA, 1958, XV, 119).

6) La invención de la tejedora de Arkwright (1767-1775) y do la desmotadora de Eli Whitney (1794-1807), dieron gran impulso a la

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industria algodonera, y por consiguiente al cultivo (Lilley, 1957, 76; Camacho Roldán, 1892, I, 537-539; Bouvier, 1946, 200).

7) La guerra de secesión de los Estados Unidos, al paralizar el cultivo del algodón en el sur, permitió a otros países fomentarlo para proveer de materia prima a las fábricas europeas. A su vez el incremento del cultivo en el sur estadounidense fue estimulado por la introducción de las variedades del tipo upland. Este hecho trajo consigo otra consecuencia, que fue la intensificación de la esclavitud negra a causa de la demanda de brazos vara la cosecha (eras, 1946, 409-410; Carrier, 1923, 201, 203; Olmsted, 1953; Scherer, 1916), y la expansión territorial hacia el sur (Cué Cánovas, 1960, 390).

8) Sabido es que la principal industria textil algodonera tuvo su asienio en Inglaterra, donde alcanzó la plenitud en los siglos XVIII y XIX. Suspendidas las exportaciones durante la época de la guerra de secesión de los Estados Unidos, principales proveedores de los fábricas inglesas, se presentó el período llamado "hambre de algodón" (1861-1865), que indujo a buscarla fibra en otras partes. Durante este tiempo aumentaron la producción y la exportación en otros países, entre ellos los de la faja equinoccial de América; pero sobrevino la depresión cuando la producción norteamericana y la apertura del canal de Suez restablecieron el flujo interrumpido (Camacho Roldán, 1892, I, 657; Panday, 1959, 125; 188-189). También entonces aumentó la presión imuerialista de Inglaterra buscando regiones donde controlar la producción algodonera que tanto le importaba (Egipto etc.).

En cuanto a los pueblos indígenas americanos, otros hechos de no menor significación deben plantearse claramente.

a) El desplazamiento de los grupos aztecas hacia la parte meridional de Mesoamérica, tuvo como uno de los principales móviles la adquisición del algodón.

b) Llama la atención que, mientras en la actualidad el cultivo sólo se practica en regiones secas o de escasa precipitación, en la época prehispánica la gama de zonas climáticas era más

variada, e inclusive se cultivó algodón en regiones de selva pluvial (oriente del Ecuador, Omaguas etc.). Aunque había algodón silvestre o cultivado casi dondequiera en los climas cálidos, la intensidad del uso que se le dio por los pueblos amerindios varió considerablemente (véase el acápite D)).

c) La textilería del algodón se practicó no soiamente por pueblos de organización social avanzada, como los peruanos serranos y los chibchas, que habitaban regiones de clima benigno y obtenían la fibra por comercio en las tierras cálidas, sino por pueblos adelantados de habitat tropical que cultivaban ellos mismos la planta (pueblos

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costeños peruanos), y -lo que es más importante- el tejido alcanzó gran perfección técnica entre algunos de los grupos llamados "marginales" (darienes, omaguas etc.). Los textiles de algodón de ciertas regiones tropicales selváticas eran objeto de gran aprecio durante la dominación española, no obstante el bajo nivel cultural atribuido a varias de las tribus que los elaboraban. La perfección de la hilatura y los focos de industria textil obedecieron más a razones de índole cultural, que a solicitaciones del ambiente [véase acápite E)]

d) Aunque se ha atribuído a los caribe-arawaks la dispersión del cultivo y el uso del algodón, por lo menos en la parte oriental del subcontinente suramericono ["El elemento cultural más importante que los caribes llevaron a sus nuevos domicilios y que impusieron a las naciones que sometieron a su vasallaje, fue el cultivo del algodón y la industria de su tejido" (Jahn, 1927, 39, 50)], esto deja sin explicación el predicamento que el cultivo y beneficio de esa fibra tuvieron en otros pueblos a donde no parece haberse extendido la influencia caribe.

 

B) |ESPECIES Y VARIEDADES

Los especialistas no se han puesto de acuerdo sobre la filogenia de los algodones cultivados en el Nuevo Mundo. Sin embargo, hay la tendencia a admitir que todas las especies comerciales americanas son tetraploides, con 52 cromosomos (n=26), mientras que las especies de otros continentes son haploides, con 26 cromosomas (n=13) (Cobley, 1956, 46; Hutchison, 1963, 497, 511).

En la porción continental de Sur América y en las Antillas de Jamaica hacia el sur, las especies |G. barbadense y |G. hirsutum estaban superpuestas (Hutchison, op. cit., 503).

Las dos principales especies comerciales de la actualidad son |Gossypium hirsutum Lin. y |G. barbadense Lin.. Pero desde el punto de vista histórico, para el área del presente estudio, deben mencionarse |G. brasiliense Mactad. y |G. peruvianum Cav.. Tienen semillas sin pelusa |G. barbadense y |G. brasiliense, mientras que están dotados de ella |G. hirsutum, G. peruvianum y |G. mexicanum Tod..

A la porción meridional de Estados Unidos se introdujeron tipos del Viejo Continente desde mediados del siglo XVIII (Carrier, 1923, 92; 201; 221).

Al promediar el siglo XVIII en Santo Domingo se conocían "blanco y de color de canela, más o monos subido, muy fino y fácil de hilar" (Sánchez Vaiverde, 1547, 62).

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La América equinoccial fue un área de convergencia de algunas de las mencionadas especies. Hablando Oviedo y Valdés del algodón, hace notar que mientras en la isla Española se da ban poco los aborígenes a cultivarlo, lo hacían con cuidado los de la Tierra Firme. "Pero aquello [lo de la Tierra Firme] es bajo en comparación de lo de aquí [La Española], aunque también he visto allá destas matas altas..." (Oviedo y Valdés, 1959, II, 14). En otro pasaje, refiriéndose a Panamá, dice que hay algodón silvestre, pero que el que los indios quieren obtener blanco, "lo siembran a propósito cerca de sus casas" (Ibid: Vedia, 1946, I, 474; 481). De modo que en Panamá había un tipo de plantas altas y otro de mañas bajas- uno de fibra oscura y otro de fibra clara.

En las Indias por lo general, "hay uno basto y grosero; otro delicado y sutil" (Acosta, 1954, 118).

En la porción andina ecuatorial "el más común y general es blanco. Hay otro de color atabacado, y otro de morado algo oscuro; que es más raro" (Velasco, 1927, I, 44; -----, 1946, I, 55).

Los chimúes para propiciar su deidad lunar sacrificaban niños, sobre algodones de colores (Calancha, 1639, 235-237, 552).

A mediados del siglo XVII Bernabé Cobo, refiriéndose al Perú en sentido lato, o sea a todo el virreinato, dice que había "tres o cuatro suertes dello, y de todas se halla silvestre, el cual se dife rencia del doméstico y hortense en ser las matas más bajas y menores los capullos". Una de color leonado, a que llamaban TIPTI en la cesta, se usaba para envolver cadáveres al inhumarlos (Cobo, 1890, I, 440).

En Piura había una de color de musgo (Serra, 1956, I, 50- II, 346). Este tipo se usaba todavía en la sierra para los listados y mantas de Torapoto, a fines del siglo XIX (Spruce, 1864, 47-48).

En el territorio de Nueva Granada a fines de la época colonial, según Ignacio de Herrera, mientras el algodón cultivado en el Socorro, o sea en el sector oriental, era temporal, los algodones finos de Popayán (Valle del Cauca) eran perennes (Cuervo, 1894, IV, 66). En su informe sobre Antioquia, de 24 de diciembre de 1788, el visitador Mon y Velarde, dice haber hecho tentativas para fomentar la industria de tejidos de algodón, y que en los alrededores de la ciudad capital se cogía algodón "de diferentes clases", que no discrimina (Robledo, E., 1954, II, 353). A mediados del siglo XIX se habla de un "algodón de riñón" en el Carare (Morales Puerta, 1857, 343).

Relaciones del siglo XVII indican que en la cuenca dal lago de Tacarigua o Valencia, en Venezuela se conocían varias clases de algodón: el común; otro de color canela, algo más claro que "aunque se lave no pierde su color", y otro de color celeste que el informante no vio. También en Coro se distinguían el algodón espontáneo del

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cultivado, siendo el último de mejor calidad (Altolaguirre, 1908, 41, 42; 207). En la faja costera venezolana, de acuerdo con el mapa de Hutchinson (véase), sa superponen las áreas de |G. barbadense, hacia el sur, y |G. hirsutum, al norte.

MAPA 13. Distribución de los algodones del Nuevo Mundo en la época de Colón. Reproducido de Hutehinson, 1963, 503. En el área del presente estudio predominaron como especies cultivadas, | Gossypium | barbadense y | G. hirsutum, var. | marie-galante.

Emiliano Restropo vio en los Llanos un algodón de copo abultado y fibra larga, que le pareció "de las buenas especies" (Restrepo, E., 1870, 218-220; -----, 1955, 177), lo que implícitamente presupone la existencia de otras que serían "malas" o menos buenas.

Durante el gobierno de Rafael Reyes, en los años de 19071908, llegaron semillas de algodón de distintas procedencias, solicitadas a los agentes diplomáticos en el exterior; se introdujo gran cantidad de semilla del Perú, y se hicieron ensayos de aclimatación en Apulo; en 1908 una plaga de langostas acabó con las plantaciones (Vesga Avila, 1907, 27-32; Reyes, 1908, 7). Quizá se volvió o introducir el tangüis, seleccionado poco antes (Ferrero, 1935, 4-5), pues la misión inglesa de 1926 lo señaló (véase edelante).

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La misión rusa que visitó a Colombia en 1925 halló las variedades "pajarito", de fibra corta tipo Upland; las demás formas pertenecían al tipo Sea-island: "corriente" o "común", cultivado en Boyacá, Santander, Antioquia; "criollo', de inferior calidad, que podía crecer en regiones más templadas; "Cagueta", de la provincia de ese nombre, poco diferente del "común". En cuanto a calidad y longitud de fibra (1,6 cm.) la mejor variedad era "Boyacá" o "Lengupá", cultivada en Boyacá y Santander. El "Simacota", de la localidad santandereana de ese nombre, era muy distinto a la variedad anterior, a pesar de la vecindad geográfica, y más bien presentaba semejanzas con el "Durango'. El "riñón" es un tipo de G. peruvianum Cav.. Se conocía también un algodón "mono", de fibra castaña (Bukasov, 1930, 513).,

La comisión inglesa de algodoneros de Manchester que visitó a Colombia en 1926, halló el tipo perenne en la costa atlántica y el anual en Boyacá y Santander; en estos dos últimos departamentos había un algodón con fibra de color kaki, cuya eliminación se recomendó. Da cuenta de las malas consecuencias de haber introducido los tipos tangüis del Perú, peruano áspero y liso, egipcio y Sea Island, por las mezclas y degeneración consiguientes (Pearse, 1927, 95; 115; 96).

A raíz de la fundación de la Estación Agrícola de Palmira, recomendada por la misión de Manchester, se empezaron estudios el 23 de marzo de 1929 con los algodones Lengupa, boyacense y Vergas, cucuteño, éste último cultivado en el Valle del Cauca desde 1925 (Durán Castro: Molina Carees, 1930, 30-31). Otras variedades se fueron ensayando a partir de entonces. En 1935 estaban en observación Foster y Vergara, más las recién introducidas de Estados Unidos, Mebane, Missdel, Sea Island, Acala, Pima, Lone Siar, Stonville, Express y Cleveland (Villegas Duque: García Vásquez, 1936, 31). En 17 de octubre de 1947 se recibieron del Brasil las siguientes variedades de la especie |G. barbadense: Serigí, Sihermini 624, H-105 especial, Pitaguarí. El 28 de julio de 194B llegaron otras variedades procedentes de la Argentina (Ramos Núñez: información personal, tomada del Registro de Introducción de Semillas). Después de un período de suspensión de experiencias algodoneras, se reiniciaron en 1951 (EAP, 1951, 83-85) y se continuaron en el año subsiguiente (EAP, 1952, 93-95).

En 1933 se fundó la Estación Agrícola de Armero, Tolima, donde durante 1934 y 1935 se adelantaron trabajos informales con las variedades Vergara, Lengupá y Foster (Contreras, 1957, carta informe). A partir de 1948 el Instituto de Fomento Algodonero se hizo cargo de las investigaciones. Allí se originó la expansión comercial del cultivo del algodón, de que ha resultado en los últimos años, a partir de 1960, el autoabastecimiento del país en fibra y aun la producción de excedentes para exportar.

 

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C) |DISPERSION GEOGRAFICA Antillas

Colón encontró algodón entre los indígenas de San Salvador en su primer viaje; lo mantenían hilado con gran primor y formaban ovillos de más de 25 libras (Colón, H., 1947, 91-92, 93; Nava rrete, 1954, I, 95-96, 97, 100). En otra isla de las Bahamas sí usaban mantas o cobijas y pañizuelos pubianos; allí encuentra el Almirante las primeras hamacas (Colón, H., op. cit., 96; Navarrete, op. cit., 101, 104).

En Cuba se hilaba mucho algodón, en ovillos. Dice Colón haber encontrado en una sola casa más de 12.500 libras. Advierte que no era cultivado sino espontáneo (Ibid., 101), aunque quizá la observación fue deficiente. Sólo se usaba para hamacas y pañales (Ibid., 102; Anglería, 1944, 37; Navarrete, op. cit., 108, 109, 111, 129).

Al llegar a la isla Española, encuentra algodón fino en Samaná (Colón, H., op. cit., 120) y dondequiera (Anglería, op. cit., 9; Navarreto, op. cit., 138, 153). Fue en esta isla donde los indígenas empezaron a pagar tributo a los españoles en algodón, en los tiempos del Almirante y de su hermano Bartolomé (1495). Con excepción de la provincia central del Cibao, cuyos indígenas debían tributar un cascabel o dedal de oro en polvo, todos los demás de la isla tenían que dar 25 libras de algodón por cabeza (Colón, H., 1947, 182-183; Saco, 1932, II, 248). Mártir dice que esto se hizo por persuasión amistosa de Bartolomé al cacique Beirchío (Anglería, 1944, 53, 55, 57, 58); pero no faltaría también alguna coerción. Había mucho algodón en Yaquimo, costa sur (Casas, 1909, 12). Los padres jerónimos enviaron muestras a España en 1517 (Puente y Olea, 1900, 402, 403).

En el Sumario de 1526, Oviedo habla de la abundancia de algodón en la Española (Oviedo y Valdés: Vedia, 1946, I, 474). Años más tarde escribe: "Mucho algodón hay salvaje en eta isla Española; e asimesmo en los heredamientos hay algunas matas puestas a mano, y esto es mejor que lo que está por los ca pos, e más blanco e de más altas plantas, e alguno cresce estad e medio o dos, y encépase, e así se continúa en dar su algodón, sin que curen más dello. Pero como en esta isla no se dan lo labrar e cultivar, no se hace tanto como en el tiempo de los indios que tenían más cuidado dello. Los cristianos no se ocupan n esta granjería aunque es muy buena, e se aumentaría tanto cuanto quisiesen, así como en la Tierra Firme, donde hacen ordinar as hazas dello todos los años, e lo siembran e lo cogen..." (Oviedo y Valdés, 1959, II, 14). Según esto, no dieron resultado positivo las tentativas hechas hacia 1518 por el licenciado Suazo, quien mandó a hacer "ingenios" para limpiar el algodón de esa isla; según lo expresa él mismo en carta de 22 de enero de ese año (To res de Mendoza, 1880, XXXIV, 253). Esto parece que continuó por bastante tiempo: en la flota de 1587 se embarcaron para España sólo 64 arrobas (Acosta, 1954, 118). Luis Jerónimo de Alcocer, en su

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relación de 1650, dice que apenas se usaba para medias, ajas y escofietas de las negras esclavas (Rodríguez Demorizi, 1942, I, 208). Tampoco tenía mayor importancia en el siglo XVIII (Sánchez Valverde, 1947, 62-63).

La isla de Guadalupe también era algodonera. Allí se encontraron hamacas, y cuando Alonso de Ojeda fue enviado a reconocer el interior, halló algodón hilado y por hilar, lo mismoe telares (Colón, H., 1947, 145, 148; 208; Anglería, 1944, 15; Navarrete, 1954, 1, 185, 1861

En las pequeñas Antillas bajo dominación francesa se cultivó algodón en la primera época; pero la renuencia de los patrones de barcos a cargar esta mercancía voluminosa y fácilmente inflamable, desalentó la producción (Du Tertre, 1958, I, 37; II, 1421

En su último viaje, Colón encontró, al capturar una canoa en las islas Guanajas, probablemente de un comerciante mexicano o maya, camisetas y mantas coloradas (Colón, H., 1947, 274).

Jamaica tuvo en cambio desde el principio de la dominación española una vocación algodonera definida, ya que abundaba la planta en esa isla (Enciso, 1948, 213). Aquí los españoles, falta de oro, se dedicaron a la granjería del algodón (Casas, 1951, II, 390-391; Saco, 1932, 11, 274-275; -----, 1938, 1, 185). Los progresos del cultivo fueron visibles desde la administración de Esquivel (Morales Padrón, 1952, 93, 259). Se cultivaba en el siglo si siguiente y se confeccionaban mantas (Ibid., 278; Vázquez de Es mesa, 1948, 110). Con la caña de azúcar, era la principal producción de la isla (Morales Padrón, op. cit., 281, 286), puesto que conservaba a fines del período colonial, cuando ya Jamaica era una posesión inglesa (Bueno, 1933, 100).

En Abacoa o Providencia también se cultivaba su poco de algodón, aunque mucho más tardíamente que en las otras islas del Caribe. En San Andrés era el principal cultivo (1793) (Serrano y Sanz, 1908, 317). Alguno se exportó durante el gobierno de los puritanos. Los cultivos estaban de preferencia localizados al norte y al oriente. Llegó a convertirse en el producto principal, que adquirió en Inglaterra cotizaciones superiores al de Santo Domingo o del continente. A principios del siglo XIX las plantaciones sufrieron mucho por ataques de gusanos (Parsons, 1956, 7, 15, 16). Cuando estuvo allí hacia 1823 para obtener armamentos, el enviado del gobierno colombiano Joaquín Acosta, comprobó que se cultivaba algodón (Acosta de Samper, 1901, 47).

Desde mediados del XIX, empezó la conversión de cultivos que traería como consecuencia la sustitución del algodón por el cocotero en San Andrés (Parsons, op. cit., 28).

 

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América ístmica

En el cuarto viaje de Colón por la costa centroamericana, encontró que los jefes indígenas al norte del Cabo de Gracias a Dios (Honduras), en vez de bonetes, se tocaban con pañetes de algo dón blancos y rojos. Algunos usaban mantas y camisetas (Colón, H., 1947, 278; 280).

Los indios de Nicaragua usaban jubones bastados de algodón en sus guerras (véase adelante), y vestían mantas de lo mismo (Cuervo, 1892, II, 61; 94). Una vez establecida la dominación española, se fabricaban allí excelentes lonas de algodón para navíos (Ibid., 96).

En la parte costera de Costa Rica se usaba algodón labrado cuando pasó por allí Colón (Navarrete, 1954, I, 227; 238).

La región. de la costa del Pacífico al sur de Nicoya era productora de fibra a la llegada de los españoles. Quepos era rico en algodón (Fernández, 1886, IV, 228; Peralta, 1883, 771-772). Los cotos de la misma región tenían abundancia de él y labraban mantas (Fernández, 1886, IV, 233, 255; Peralta, 1883, 236, 228). Se cultivaba en Cucurrique hacia 1591-1593 (Fernández, 1907, VII, 386, 388).

En general en toda Costa Rica se daba el algodón (1566) (Fernández, 1907, VII, 144). En la costa sur, donde se encuentra el caracol de tinte, se sacaba en el siglo XVIII algún hilo teñido de morado (Fernández, 1907, X, 293-294; Vázquez de Espinosa, 1948, 243). Para fines del período colonial, se cultivaba poco. Se cobraba almojarifazgo sobre las telas de algodón que se introducían de otros países americanos (Fernández, 1907, X, 304, 526).

En la parte más lluviosa de Costa Rica, o sea en Talamanca, hacia 1870-1875 los bribrís, tiribis y cabécares, usaban ropas de algodón y aun plantaban algunos pies siempre cerca de sus viviendas (Gabb: Fernández, 1883, III, 367).

Panamá y Darién

Ovillos de algodón hilado "muy lindo", rescataban con la gente del Almirante las tribus que moraban al contorno de Portebolo (Colón, H., 1947, 286). Sabido es que esta costa es una de las regiones más lluviosas y húmedas de América. Crawford cree encontrar entre los indios cunas de San Blas en la costa panameña, la confirmación del relato de Colón, de que cerca de esa zona se tejían telas de algodón con plumas intercaladas (Crawford, 1924, 44). Los darienitas enseñaban a las mujeres desde niñas a hilarlo y tejerlo (Wafer, 1888, 67).

Los autores de la primera mitad del siglo XVI que visitaron el istmo, están de acuerdo en que en casi todo el territorio los indios usaban

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mantas de algodón; se destacaban las de la provincia de Paris hechas "con labores de tintas muy gayas" (caracol?) (Andagoya: Cuervo, 1892, JI, 93). En esta provincia, según Gaspar de Espinosa, los cadáveres de los caciques eran envueltos en varías mantas de algodón, liadas sucesivamente de afuera hacia adentro, con cuerdas de cabuya, de algodón y de cabellos humanos (Medina, 1913, II, 280).

Con la merma de la población nativa debió entrar en decadencia el arte del tejido de algodón, pues según el informe de la Audiencia de 1607, del Perú se traían sayal y lonas (Serrano y Sanz, 1908, 173). A fines del período colonial (1817), Andrés Baleato sostiene que había allí una modesta industria de tejidos (Cuervo, 1892, 11, 354).

En 1526 los indios de Tierra Firme pescaban con redes, "porque las tienen y saben hacer muy buenas de algodón, de lo cual natura los proveyó largamente, y hay muchos bosques y montes llenos; pero 1o que ellos quieren hacer más blanco y mejor, cúranlo y plántanlo en sus asientos y junto a sus casas o lugares donde viven" (Oviedo y Valdés: Vedia, 1946, 1, 481). Esto se refiere concretamente a los cuevas (Ibid., 1853, 111, 136; -----, 1959, 111, 313, 317; 321-322).

En el siglo XVII los paparos, grupo desaparecido que moraba en el Darién, eran los únicos de esa área que usaban camisetas de algodón (Ufeldre: Serrano y Sanz, 1908, 117).

 

Urabá y Atrato

En el sitio donde fue fundada Santa María la Antigua del Darién cerca de una de las bocas del río Atrato, encontraron y pillaron los primeros españoles que llegaron allí, algodón en rama e hilado (Anglería, 1944, 129; Simón, 1953, V, 57).

En Acla los indios usaban mantas y hamacas de algodón (Andagoya: Cuervo, 1892, 11, 82).

Se daba bien en el Urabá (Cuervo, 1892, 11, 252, 262).

Los cunacunas que ocupaban la región de Urabá, tenían algodón según una descripción del Zitará hecha hacia 1770 (Ibid., 11, 321). Pero se beneficiaba poco, pues para la región minera del alto Atrato se importaban telas confeccionadas (Ibid., 323-324). En el Chocó el algodón se vendía en ese tiempo a seis pesos la arroba (Ibid., 209, 223).

Ahora bien, asegura Cieza de León, testigo presencial, que las mantas y otros objetos de algodón en el Urabá, eran obtenidos por trueque de los pueblos de Abibe, a cambio de puercos de la tierra (Cieza, 1924, 37, 45). En el alto Riosucio. que como se sabe pertenece a la cuenca

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del Atrato, había provincias algodoneras espodalizadas: Chinunchú, hermano y súbdito de Nutibara, le tributaba a este mantas de algodón (Ibis., 46). Al pie de la sierra de Abreba (Abibe) se cultivaban algodonales, y se hacía ropa fina (Aguado, 1919, II, 53; Simón, 1953, V, 134). Cuando Francisco Cesar se aproximaba a los dominios de Nutibara, este le envió varios presentes, entre ellos mantas de algodón (Aguado, op. cit., 88-89). Los indios de Nori se vestían de lo mismo (Robledo, J.: Jijón y Caamaño, 1938, 11, Doc. 79), así como los de Buriticá (Simón, 1953, V, 250, 254).

Un informe de 1671 debido a Antonio de Guzmán da cuenta que los indios de Bojayá, uno de los afluentes izquierdos del Atrato, "hacen hamacas que las he visto en el río Atrato, de las que les quitan los chocces en sus combates" (Ortega Ricaurte, 1954, 124). Si el algodón que beneficiaban los bojayaes era obtenido localmente, esta zona recibe una precipitación de no menos de 4.000 mm. anuales.

 

Sinú y Cartagena

Al descender Pedro de Heredia en Calamari en 1533, reforzó con el algodón que tenían los indígenas, las armas defensivas de hombres y caballos (Simón, 1953, V, 83-84). En sus excursiones tierra adentro, rescató ese capitán en ocasiones algodón y ropa (Friede, 1955, II, 284).

En el Sinú era común e1 uso de hamacas (Aguado, 1919, II, 45; -----, 1957, IV, 23). Las mujeres sinúes vestían túnicas (mantellinas) de algodón (Castellanos, 1955, III, 88).

Hamacas y tejidos de algodón constituían regalo de bodas entre los sinúes (Simón, 1953, V, 66). Las primeras les servían para trueque con tribus interioranas, a cambio de oro y otras co sas (Ibid., 69). En el templo del Sinú que encontraron los españoles, había depositadas ofrendas de oro y otras cosas en hamacas de algodón (Ibid., 124).

Cuando, a principios del tercer cuarto del siglo XVI, Gaspar de Redes anduvo por la parte norte de Antioquia, una de sus compañías que llegó hacia los lados del Sinú encontró mucho algodón (Castellanos, 1955, III, 584; Simón, 1953, VI, 35).

Era el algodón uno de los productos exportables a finos de la colonia (Pombo, J. I., 1810, 85-86).

 

Cuenca del Magdalena

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La relación de Tamalameque de 1578 dice que en ese tiempo las indias empezaban a usar naguas de algodón traídas del Nuevo Reino (Latorre, 1919, 26).

Las mantas que encontraron los españoles de la expedición de Quesada por el Opón, arriba de Latora o Barrancabermeja, procedían del Nuevo Reino (Aguado, 1916, I, 200; Castellanos, 1955, II, 468; IV, 139; Simón, 1953, I, 203, 213). Los españoles de la avanzada de Quesada regresaron a Latora vestidos de mantas y con peinados indios (Simón, vol. cit., 216). Penetrando hacia la serranía, ranchearon mantas o algodón hilado en Opón y en Turca. El cacique de este último lugar, después de alguna renuencia inicial, obsequió a Quesada con mantas blancas y coloradas (Ibid., 1, 238; 270; 275; 279).

Jerónimo Lebrón, cuatro años después, volvió a encontrar mantas en los mismos lugares que sus predecesores (Castellanos, 1955, IV, 383; Simón, 1953, 111, 95); como casi todos sus hombres iban con los vestidos deshechos, les sirvieron muy bien. Se daba algodón en la zona ocupada por los yarigüíes donde fue fundada una efímera ciudad de León (Simón, 1953, IV, 79).

Uno de los centros de cultivo que parecen haber sido más antiguos en el medio Magdalena era la región ocupada por los muzocolimas. Aunque en las tierras del Magdalena por lo general esalgunas partes de los muzos. A pesar de eso, los varones no usaban vestido, sino que andaban con el un compañón retraído al cinto (Aguado, vol. cit., 705). Las mujeres de los muzos usaban pampanillas de algodón; aun para casarse, el novio daba a la novia dos mantas de lo mismo (Ibid., 497; -----, 1957, 11, 341). Las prostitutas colimas, en sus ratos de vagar, hilaban cabuya y algodón (Simón, 1953, IV, 218, 219).

Era creencia entre los primeros cronistas, que los colimas habían subido del bajo Magdalena y desplazado a pueblos muiscas anteriores ocupantes, que eran cultivadores de maíz, raíces y algodón (Simón, 1953, IV, 214-215).

La relación de La Palma de los Muzos de 1582 dice que ya los indios colimas sabían obrar telas de algodón; ellas constituían uno de los principcles artículos de comercio de esa localidad, que parece fue importante durante el primer siglo del dominio español (Latorre, 1919, 119). Tanto Muzo como La Palma producían telas, según un documento de fines del siglo XVI (Ibot León, 1933, 241; -----, 1952, 324). El lienzo de Muzo era muy usado a fines de ese siglo para camisas de esclavos, según se deduce de datos relativos a la vida de Juan de Castellanos (Rojas, U., 1958, 286287). En Trinidad de los Muzos también se cogía mucho algodón, que no lo usaban los indígenas por andar la mayor parte desnudos; pero era género de intercambio con los moscas para obtener sal, cuentas y aun mantas (Morales Padrón: AEA, 1958, XV, 614, 615).

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En la otra banda del medio Magdalena, las vírgenes pantágoras usaban rapacejos de cabuya y algodón (Aguado, 1917, 11, 131).

En Remedios se fabricaban lienzos de algodón a mediados del siglo XVIII (Oviedo, 1930, 261).

En el alto Magdalena el cultivo de esta planta también parece ser antiguo. Que algunas tribus vivieran desnudas no quiere decir que no se cultivara algodón, pues se le podían dar usos dis tintos. A fines del primer cuarto del siglo XVII, los yalcones usaban largas camisetas blancas de algodón (Simón, 1953, VI, 21). Este cultivo era antiguo, como se deduce del hecho de que íigure entre las abras usuales (Friede, 1953, 111-112), y que cuando el oidor Tomás López hizo la primera tasación de tributos para los indios de Timaná en 1559, incluyó como género de pago, una manta por cabeza y 8 libras de algodón hilado cada cien tributarios (Ibid., 270-271). Allí mismo se labraba algún lienzo de alqodón años después (Vázquez de Espinosa, 1948, 330). Algodonales tenían los indios de San Miguel del Paso, cerca de El Hobo, en 1752 (Charry, 1922, 76). Todavía a fines de 7a guerra de independencia se fabricaban telas en la provincia de Neiva (Hamilton, 1955, 1, 154).

Los mismos pijaos cultivaban algodón (Aguado, 1916, 1, 653). Se ha dicho que cortaban el hierro con un hilo de algodón y eon arena (Simón, 1953, IX, 67).

"Advierto que desde Cartagena hasta La Plata hay muchísimo algodón, que sin sembrarlo por si se da en los montes. Y sin embargo la gente va casi desnuda y duermen en el suelo encima de un cuero. Ropas de la tierra de lana y algodón no se fabrican en toda esta tierra. Los lugares más cerca donde se fabrican son: en los llanos de Santa Fe, la ciudad de Tunja y en Quito..." (Serra, 1956, I, 107). El vestido usado por todos en Honda y en La Plata era de algodón (Ibid., 83, 119). Diez varas de lienzo para vestido y algodón para sayo de armas se daba con el avío, por un total de 19 patacones, a los soldados que en el siglo XVII se enviaban contra los andaquíes (Friede, 1953, 206, 285).

Pedro Martínez de Pinillos, en el siglo XVIII, enseñó a prensar y empacar el algodón de Girón para la exportación a Momp6s y otros puntos de la costa atlántica (Camacho: Caldas, 1942, II, 9-10- Febres Cordero, L., 1950, 171-172).

Se encontraba silvestre (quizá escapado (Bukasov, 1930, 512)] en el bajo Magdalena, entre Sabanalarga y Remolino (Hamilton, 1955, I, 41).

Otros datos relacionados con esta área se darán al estudiar lo relativo al Nuevo Reino.

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Santa Marta y Guajira

Los indígenas de Santa Marta eran grandes cultivadores de algodón y tejedores de mantas. Así lo señalan los primitivos autores. En Santa Marta "se coge mucho algodón y labran los indios muchos paños de ello, que es cosa de ver, y hócenlos da muchos colores" (Enciso, 1948, 216). Redes de algodón usaban en Saturma (Anglería, 1944, 244); grandes ovillos de algodón limpio se encontraban en sus casas (Ibid., 247). Se ponían mantas de ello (Ibid., 244; Aguado, 1916, 1, 33; Castellanos, 1955, II, 296), aunque otros grupos del área no (Aguado, 1916, I, 152).

En el valle de Caldera, en la Sierra Nevada, había algodonales de los indios (Simón, 1953, VIII, 114). Cuando fueron allí en 1592 en expedición que dio por resultado la fundación de la Nue va Sevilla, los soldados españoles dormían en hamacas (Ibid., 103). En los rancheas hechos con motivo de esa campaña, hallaron mantas de varios colores (Ibid., 115). Mantas de algodón vestía el cacique de Atanques cuando estuvo allí el agustino Francisco Romero en 1691 (Romero, F., 1955, 82).

Para tiendas y para velas de sebo se usaba mucho en la segunda mitad del siglo XVIII (Julián, 1787, 102).

Tanto cultivado como silvestre, se daba el algodón en el territorio de Santa Marta (Rosa, 1945, 314). Los indígenas lo usaban para diversos tejidos. Se da cuenta en 1778 de haberse pedido a Barcelona 4 máquinas para despepitarlo e hilarlo (Cuervo, 1892, II, 178-180).

Barcos extranjeros lo cargaban en Bahía Honda, de contrabando (Julián, 1787, 241, 254), pues el cultivo era corriente entre los guajiros (Cuervo, 1891, I, 41 nota). Dice el virrey Guirior que los costeños, a falta de moneda, comerciaban con el algodón (Posada e Ibáñez, 1910, 145; Calderón, 1911, 348).

En Valledupar se daba mucho, y se exportaba por Santa Marta, en la época de la expedición marítima de Fidalgo (fines del XVIII) (Cuervo, 1891, I, 71 nota).

 

Venezuela

Colón, al descubrir a Paria en su tercer viaje de 1498, habla de "paños de algodón" (Colón, H., 1947, 225; Navarrete, 1954, I, 209). En las primeras arribadas de europeos a la costa venezolana al norte de la boca del Orinoco, se encontró algodón entre los nativos, lo mismo que mantas y hamacas ("camas de algodón') (Enciso, 1954, 204). En

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Cauchieto a seis días de navegación al peste de Cumaná se criaba abundante (Anglería, 1944, 84; Navarrete, 1955, II, 24). Hilado o tejido lo ofrecieron algunas tribus costeras a los exploradores que siguieron al Almirante. Así ocurrió en el segundo viaje de Ojeda (Navarrete, op. cit., 32; 134), y en el de Vicente Yáñez Pinzón (Anglería, op. cit., 173). Los primeros relatos hablan de "bosques de algodón" en Paria, y lo mismo entre la costa de Paria y Coro y en otras partes (Ibid., 48-49; Arcila Farías, 1946, 44). En el primer asalto que hizo Alonso de Ojoda, una vez que no consideró suficientemente fructífero el rescate o cambalache, tomó entre los despojos hamacas de algodón (Anglería, 1944, 49).

Pero no sólo había algodón en la parte costera, sino también en la montañosa. Para sistematizar la exposición en secuencia geográfica de donde quedó en el párrafo anterior, y en vista de la dificultad de separar 1o corresondiente a los actuales límites de Colombia y de Venezuela,- se procederá de occidente a oriente.

El río Carate o Algodonal, que es el mismo Catatumbo (Arcila Robledo, 1950, 194), figura desde época temprana como zona algodonera (Salazar de las Palmas fundado en 1583) (Simón, 1953, IV, 291).

Hilo de algodón como lima usaban los indígenas de Maracaibo (Castellanos, 1955, II, 17). Aniquiladas los indígenas de la parte norte y oriente del lago, poca actividad económica de este género hubo después del establecimiento de los españoles. Maracaibo servía como punto de comercio para introducir al Nuevo Reino, vía Pomniona, los tejidos de Tocuyo y otras partes de la Sierra, pues salía más barato entrarlos por allí que dar la vuelta por el Magdalena (Arellano Moreno, 1950, 195, 197). Sea como fuere, cuando en el siglo XVIII se fomentó en todas las posesiones españolas el cultivo del algodón, esto se hizo también en Maracaibo, lo mismo que la industria, pues llegó a haber hasta 200 tornos de hilar (Besson, 1943, I, 286, 294). Alguno se producía en la sierra de Perijá en 1779 (Ibid., 628). Maracaibo era puerto de exportación (Humboldt, 1942, V, 161).

Las tejidos de algodón de San Cristóbal aventajaban a los de Mérida (véase) (Aguado, 1917, II, 516).

Las primeros españoles que llagaron a la parte media de la cuenca del río Chama encontraron que los pueblos de esa región tenían algodón y usaban tejidos de lo mismo. Esto tanto en Lagu nillas o Zamu (Aguado, 1917, II, 227), como en el lugar donde se fundó a Mérida. Aquí las mujeres usaban zamalayetas o mantas de algodón (Ibid., 299).

Andando el tiempo, se desarrolló en Mérida la industria de tejidos. En 1620, en sus ordenanzas sobre tratamiento a los indios, el oidor Vázquez de Cisneros prescribió las obligaciones a que los dueños de obrajes debían someterse, tendientes a evitar abusos contra los

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indios hilanderos (Gutiérrez de Arce: AEA, 1946, 1170, 1181; Arcila Farías, 1957, 265, 266, 266-267; -----, 1946, 69-70, 70).

Los timoto-cuicas de lo que después fue la provincia de Trujillo cultivaban algodón, se vestían de mantas, y usaban el hilo con fines ceremoniales. Sus ídolos estaban hechos con hilo de algodón (Arellano Moreno, 1950 97; Aguado, 1918, I, 395; Castellanos, 1955, II, 231, 232-234; Piedrahita, 1942, IV, 177, 179; Oviedo y Baños, 1885, I, 29; Friede, 1961, W, 413). Con él pagaban tributo (Arellano Moreno, 1950, 99). Parece que en esta parte de la Sierra tuvo su máxima expresión el uso de ovillas de algodón como moneda, aunque esto también fue común a regiones vecinas (Arcila Ferias, 1946, 53). Hubo asimismo telares en la época colonial (Ibid., 69-70, 70; Oviedo y Baños, 1885, I, 249).

Tolosa manda de Coro a Acarigua en noviembre de 1546 por algodón para sayos y para vestir; regresan en mayo del año siguiente (Oviedo y Baños, 1885, I, 240).

Pero el principal centro, si no de producción algodonera, sí de manufactura en. el período colonial, fue Tocuyo. Aquí y en el vecino Barquisimeto, parece haber empezado la industria textil de algodón en Sur América, pues agotado el poco oro descubierto a mediados del siglo XVI, se dedicó la gente a la ganadería o a hilar en telares altos" (Aguado, 1918, I, 362). Los españoles no hilaban y tejían por sí mismos, sino que este trabajo descansaba sobre los indios, que suministraban además la lana y el algodón (Ibid., loa. cit.). Otros dicen que aquella industria empezó en Boconó (Oviedo y Baños (1723) 1885, I, 232, 243; Arcila Farías, 1946, 70).

Tocuyo llegó a ser sinónimo de "lienzo de algodón" (Aivarado, L., 1953, 337). Aun pervive en el lenguaje de algunos países suramericanos esta denominación (véase adelante). La relación de Tocuyo de 1578, da a entender que la siembra de algodón no era allí muy importante: "si se sembrase e beneficiase horque los que los siembran la cogen" (Arellano Moreno, 1950, 148). Pero sí dice que se elaboraban entonces jergas de algodón para uso doméstico y para comercio exterior (Ibid., 153); lo hilaban indios para los españoles (Ibid., 154; Arcila Farías, 1946, 69-70, 70). Los ovillos de hilo servían de moneda, por la escasez de numerario metálico (Arcila Farías, 1946, 53). Todavía en la segunda mitad del siglo XVIII los indígenas de Chabasquen y Sanare, en la jurisdicción de Tocuyo, labraban lienzo de dos clases (Altolaguirre, 1908, 160).

Las planicies de Barquisimeto eran más aptas para el cultivo. La relación de esa provincia de 1579 habla de que los indios hilaban allí hilos de colores, para hacer hamacas (Arellano More no, 1950, 129); y que los españoles usaban camisas y otras prendas de algodón, por la dificultad de importar ropas de la península (Ibid., 130; Arcila Farías,

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1946, 69-70, 70). Dos siglos después en Carora había algodón, pero poco (Altolaguirre, 1908, 172).

La región de las minas, o sea las de Buria o San Felipe, también fue (1593) productora de algodón y de tejidos, que se llegaron a exportar a Margarita, Riohacha y aun Santo Domingo y el Nuevo Reino de Granada (Arellano Moreno, 1950, 193). (Véanse otros datos en el acápite E).

En resumen, para la parte occidental de Venezuela, había algodón cultivado dondequiera.

La región de Caracas o Venezuela propia era no menos algodonera que el resto de esta parte de Tierra Firme. Según la relación de Juan de Pimentel, había estancias de algodón en el río Guayre (Latorre, 1919, 83; Arellano Moreno, 1950, 82). Se sostenía un limitado comercio de telas con las islas de Margarita y Cubagua (Latorre, 1919, 89; Arellano Moreno, 1950, 88-89).

Los soldados que se enrolaron con Sedeño aderezaron para 1a campaña

"los gosipinos toldos y las tiendas"

(Castellanos, 1955, I, 513).

En la parte levantina de Venezuela, los mestizos de Cumaná vestían en 1569 lienzo de algodón (Arellano Moreno; 1950, 54). Los indios de Píritu regalaron a Lápez de Varillas caricuríes, ha macas y algodón hilado (Ibid., 58). En 1690, los indios de Barcelona vendían hilo, y cultivaban la planta, pero apenas para lo indispensable de su propio gasto (Ruiz Blanco, 1892, 18, 57). De idéntico modo pasaban las cosas entre los caribes de Guarapiche (Pelleprat, 1857, 107, 140). A fines del período colonial se distinguía Carúpano como productor de algodón en la región del golfo de Cariaco (Humboldt, 1941, II, 144-145; 1942, V, 161).

En Venezuela, donde no fue importante como en otras posesiones de América equinoccial la extracción de metales preciosos, la economía de intercámbio giró alrededor del algodón, del ca cao y del tabaco. En cuanto al primero, desempeñó durante largos períodos el papel de moneda. La mano de obra empleada en elaborarlo era numerosa (Arcila Farías, 1957, 243). Este era uno de los géneros y actividades en que los indios pagaban el tributo a sus encomenderos, quienes debían suministrar el algodón (10 libras y no más) para que aquellos lo hilaran (Ibid., 153); pero otros indios encomendados tenían a su cuidado la provisión de materia prima, como se deduce de las ordenanzas para el buen gobierno de los naturales, dadas en 1609 por Alquiza y Alcega (Ibid., 222, 223, 349). Las indias tenían entre sus principales actividades, la de hilar para las encomenderos de sus

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maridos; así aparece de documentos de 1660 (Ibid., 359). A veces los encomenderos, a pesar de estar prohibido, pues debían entregar el algodón en la casa de los indios para ser hilado allí, hacían trabaiar a las mujeres sembrando, y cosechando el algodón en los conucos (Ibid., 360).

De todos modo, cuando el tabaco y el cacao se convirtieron en los principales frutos de exportación, se redujo la importancia del algodón; esta decadencia fue particularmente visible a principios del siglo XVIII. En la segunda mitad del mismo, en virtud de las libertades de comercio, el cultivo y exportación del algodón cobraron nuevo impulso en Venezuela, a partir de 1767, lo mismo que en otras partes (Arcila Farías, 1946, 70, 176-177; Altolaguirre, 1908, xxxii). La Compañía Guipuzcoana, presionada por la corona para que diversificara la producción, ofreció pagar en 1769 el quintal de 100 libras de algodón desmotado, puesto en Caracas y en Puerto Cabello, a 18 pesos 6 reales. Puede apreciarse la importancia monetaria, si se tiene en cuenta que en la misma época el cacao se pagaba a 16 pesos (Arcila Farías, 1946, 265). A pesar de esto, parece que encontraron poco ambiente las medidas de fomento; pues el factor de la compañía José de Amenábar se quejaba de que la gente prefería de todos modos dedicarse al cacao (Ibid., 269; Amézaga Aresti, 1963, 221-222). Se dictaron exenciones a favor del algodón (1766, 1773) como de otros productos, en las ordenanzas sobre libre comercio (Arcila Farías, op. cit., 272), En 1786 se despacharon para España 57 quintales y dos años después otros 59 (Ibid., 333-334; Restrepo, J. M., 1943, III, 193, 285).

A principios del siglo XIX se exportaba algodón cultivado en Cura (Humboldt, 1941, III, 92-93), en Aragua, Maracaibo y Cariaco (Ibid., 1942, V, 161).

 

Cuenca del Orinoco

Según Jahn, la principal influencia cultural de los caribes fue el cultivo y el uso del algodón (Jahn, 1927, 50; Alvarado, L., 1945, 48-49). Aunque hay evidencias de ambos en varias partes de la cuenca del Orinoco, parece que a la llegada de los espanoles convivían en esa área tribus de muy desigual grado de cultura. De todos modos, el cultivo y el beneficio eran más extendidos hacia el piedemonte cordillerano. En las primeras expediciones realizadas por los alemanes flanqueando la cadena oriental, se encontró algodón entre los guayupes, localizados al sur del río Ariari (Aguado, 1916, I, 790; Castellanos, 1955, II, 202).

Las fuerzas de Jorge Spira, al mando de Juan de Villegas, hallaron mantas en un lugar de difícil ubicación, quizá al sur del Apure (Aguado, 1918, I, 155). Seria el Carabo, "río que nace ya de los

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Tunnuevas [Tunebos]" hacia Pauto (Castellanos, 1955, II, 132). En el pueblo que llamaron los españoles de Poca Verguenza, por haber querido desertar algunos de los soldados, había algodón y mantas (Aguado, 1918, I, 220).

Los indios de Caocao tenían mantas e hilos de colores (Agua do, 1918, I, 238). Los guashiguas de los Llanos usaban tiendas de algodón (Ibid., 242-243).

Las noticias sobre el Meta y la existencia allí de mantas de algodón, estaban muy difundidas por todos los Llanos hasta la costa, y ellas atrajeron diversas expediciones españolas, pues el comercio de sal y de mantas equivalía a encontrar pueblos de grar. desarrollo y riqueza (Aguado, 1918, I, 579). Que los caribes, si no eran por sí mismos cultivadores de algodón, por lo menos comerciaban con tejidos, lo demuestra el hecho de que la Primes expedición Orinoco arriba, la de Herrera, se hizo a muchas hamacas que los caribes dejaron al huir en un encuentro (Aguado, vol. cit., 605). A Raleigh le dieron informes también sobre la existencia de algodón y tabaco (Wlliamson, 1928, 26).

Aunque muy disminuídas las tribus llaneras después de las incursiones iniciales de alemanes y españoles Y del aparecimiento de epidemias, todavía en la segunda mitad del siglo XVI había alguna actividad basada en el cultivo Y beneficio del algodón. Se encontraba en Caboruco (Cabruta?) (Arellano Moreno 1950, 62). Por de contado que Guanaguanare, floreciente a causa del comercio del tabaco de Barinas, tenía también la granjería del algodón (Arellano Moreno, 1950, 210). Jujure, por la población de Sabaneta de Jujure, era el nombre comercial del que se cultivaba en la selva de Turén (Alvarado, L., 1953, 217), actual centro de una floreciente colonia agrícola.

Nadie creería ahora, si no estuviera comprobado en diversas fuentes históricas, que hubo una actividad industrial algodonera intensa en Santiago de los Atalayas Y otros lugares del Casanareen la época colonial. Estas hilanderías se establecieron a raíz de la entrada de misioneros Para aprovechar la mano de obra indígena -casi siempre esclava- Y funcionaron durante casi todo el siglo XVIII en Atalaya Y en Morcote (Rivero, 1956, 32, 55; Julián, 1787, 99-100; GiIii, 1955, 235; Posada e Ibáñez, 1910, 145).

Los indios de las misiones jesuíticas se contentaban con usar coleta Y angaripola para sus guayucos; y producían algunos hilados (Cuervo 1894, IV, 216, 217, 223). Cultivaban sólo pocas matas para su uso casero (Gilii, 1958, I, 199. Quizá el volumen era muy reducido, pues se llevaban a las misiones telas de otras partes, especialmente de Socorro (Posada e Ibáñez, 1910, 145 pero esto debió ser después de la expulsión de los jesuitas, pues el dato de los virreyes está repetido

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por Humboldt, que agrega San Gil a Socorro como lugares de fabricación (Humboldt, 1941, III, 389).

Variedad de copo abultado y libra larga recomendaba Para sembrar en los Llanos en 1870 Emiliano Restrepo (Restrepo, E., 1870, 218-220). Todavía en el siglo actual se cultivaba algodón en la cuenca del Rionegro, entre Chipaque Y Caqueza (Cuervo Márquez, 1956, 68).

En el Dorado o la Guayana, se fabricaban hamacas en la época de los Berríos (Arellano Moreno, op. cit., 200).

El algodón se cultivaba parcamente en la Guayana venezolana a principios del siglo XIX; con él se hacían los "guarales" o cuerdas de un dedo de grueso para pescar el valentón, pez corpulento del Orinoco (Bueno, 1933, 96, 25).

 

Guayanas

Al arribo de los europeos, los indígenas guayaneses tenían algodón, que usaban en pampanillas; en las fajas con que los caribes y otros grupos emparentados se apretaban por gala Pier nas y brazos; para sujetar los adornos de plumas lucidos en las grandes ocasiones para revestir las mazas de guerra Y Para tejer hamacas, usos que han perdurado hasta nuestros días (Berkel, 1942, 34; Schomburgk, 1922, 1, 160, 245-246, 269, 274-275 287, 316; 1923, II, 36, 71, 118, 189, 249, 288, 336, 342, 377; im Thurn 1883, 172, 191-193; 205, 272; 283; 285-286; 288; Farabee, 1918, 27-28; -----, 1924, 24-25). Hilo Y tejidos se convirtieron (con el urucu y el tabáco), en artículos de intercambio por herramientas cuentas de vidrio, anzuelos, licores espirituosos etc., suministrados por los europeos --medio piratas, medio colonos --ingleses, holandeses y franceses, que empezaron a visitar regularmente la "costa salvaje" desde principios del siglo XVII y quizá antes.

Con la colonización empezó el sistema de plantación, Y aunque el azúcar fue el renglón preferido, no dejaron de ensayarse otros, entre ellos el algodón. He aquí algunos datos sobre esta etapa avanzada.

 

|a) Guayana inglesa.

Se empezó a cultivar algodón hacia 1752, cuando se exportó la primera paca; en 1761 fueron 28 Pacas, Y de allí hasta 1775 cantidades variables, aunque siempre modestas. Durante la tercera ocupación inglesa (pues la colonia cambió de manos varias veces con los holandeses se dio nuevo impulso a las lantaciones en 1796, con el resultado de que ya en P1803 se exportaron 46.435 parcas

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(Schomburgk, RH, 1840, 61). Los cultivos estaban en las tres colonias de Esequibo, Demerara y Berbice (Bueno, 1933, 99). En 1823 se exPortaron 9.587 pacas (Schomburgk, RH, oP. cit., 61-62). Al decretarse la manumisión de los esclavos negros poco después, fue imposible soportar la competencia norteamericana basada en trabajo esclavo; así que rápidamente se acabaron los algodonales. En 1843 las haciendas algodoneras habían siido convertidas en potreros; otreros; uno que otro pie de algodón crecía estaPado en los rastrojos (Schomburgk, 1922, I, 24, 35; 54).

 

b) |Surinam.

Aunque desde 1706 6 se hablan despachado al exterior 706 libras de algodón (Anónimo, 1788, I, 71; II, 88; Panday, 1959, 17,18), el cultivo en firme sólo empezó hacia mediados del siglo XVIII (Fermin, 1769, II, 71-77). En 1799 se producían anualmente de 25 a 30.000 libras (Rodríguez Barata (1799) 1944, 93; 95). También declinó esta actividad por la competencia de los Estados Unidos y por la negativa inglesa a comprar los productos de países donde existiese todavía la esclavitud. De 31 plantaciones que existían en 1848, quedaban 15 en 1862. Después de la abolición, se mantuvo la producción relativamente estable en el período 1864-1872, aprovechándose como en todas partes el "hambre de algodón" [véase acápite A, 8)J; pasada la crisis, no se pudo soportar la competencia, y en 1888 sólo se produjeron 720 ka. (Panday, op. cit., 80, 81; 125, 188-189; Hiss, 1943, 143).

 

c) Guayana francesa.

Los primeros intercambios con los indígenas en el Oyapoc empezaron en la primera década del siglo XVII y continuaron hasta 1630 (Williamson, 1928, 34, 44; 121-122). Consolidada la colonia de Cayena, el algodón figuró entre los cuatro principales productos de exportación (La Barre, 1666, 32). Decayó luego, y para mediados del siglo siguiente apenas se producía lo necesario para el consumo doméstico (Barrère, 1743, 46; 114). Aumentó algo la producción en las siguientes décadas, convirtiéndose el algodón en el segundo renglón exportable, después del azúcar (Bajon, 1778, II, 376-387).

 

Nuevo Reino de Granada

Los primeros españoles que en la vanguardia de Jiménez de Quesada, por orden de éste subieron a explorar, partiendo de Latora, una vía de penetración a la Cordillera Oriental, encontraron panes de sal y

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mantas en un bohío del río Opón (Castellanos, 1955, IV, 139; Simón, 1953, I, 203-204). A medida quo los europeos se internaban por las planicies descombradas donde vivía la población sujeta al dominio de los chibchas, iban encontrando mantas de algodón (Simón, op. cit., I, 213, 216). Blancas y de color las recogieron en Guachetá cuando arribaron allí (Aguado, 1916, 1, 241; Simón, 1953, I, 270, 279); así como en Turca (Castellanos, 1955, IV, 184; Simón, op. cit., I, 275).

Una vez en la Sabana, es conocido el episodio del soldado Juan Gordo, quien sufrió por orden de Quesada la pena capital, por haber tomado unas mantas de un bohío indígena (Castellanos, 1955, IV, 186-187). Es de notar aunque sea de paso, que cuando el despojo era hecho colectivamente, no se consideraba como delito, y todos los españoles, de mayor a menor, lo practicaron durante la conquista; pero cuando lo hacía un individuo, como en este caso, sufría una pena. No fue, pues, el robo de unas mantas propiamente dicho, el quo ocasionó la muerte de Juan Gordo, sino el desobedecimiento a las órdenes del jefe de la expedición.

Las mantas de algodón, desde luego, eran el vestido usado por los habitantes de la altiplanicie, que no tenían lana (Aguado, 1916, I, 253, 255; J. de la Espada, 1889, Cast. 97; Cuervo, 1892, II, 211; Friede, 1960, NR., 265, 268). Fuera de esto, del mismo modo como lo hacían las tribus del istmo panameño y del Cauca, en mantas de algodón envolvían los cadáveres para enterrarlos (Aguado, 1916, I, 257; Friede, op. cit., 270; Cuervo, 1892, II, 215).

Otros lugares donde hallaron los españoles de Quesada telas finas, fueron Bojacá (Castellanos, 1955, IV, 215) y el cercado de Tisquesuza (Ibid., 255; Piedrahita, 1942, I, 74-75; Simón, 1953, II, 104-105).

A Suárez Rendón le tocaron 200 mantas en el reparto (García Samudio, 1952, 381).

Cuando se les agotaron a los indígenas situados en el peñón de Tena las galgas para arrojar contra los españoles, al mando de Pedro de Limpias, les arrojaban como proyectiles fardos de mantas (Aguado, 1916, 1, 373).

Uno de los lugares de producción de materia prima que surtían la industria de la parte fría era lo que se llamó el rincón de Vélez, donde a la llegada de los españoles había grandes algodonales y se labraban también mantas. Así lo dice Diez de Armendáriz, en una carta, escrita en 1547, en que da detalles sobre el cultivo allí y sobre el uso de mantas por la población chibcha (BHV, 1926, XV, 326-327; Friede, 1962, VIII, 307-308, 308; Aguado, 1917, II, 349; Simón, 1953, 111, 57; Vázquez de Espinosa, 1948, 302).

 

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Tunja

En el asalto y toma del cercado de Tunja, capturaron los españoles mucha ropa fina de algodón (Aguado, 1916, I, 306; Castellanos, 1955, IV, 235). Más de 3.000 mantas se rapiñaron en el templo de Iguaque (Simón, 1953, II, 231).

Los límites de Funja eran muy extensos, y dentro de ellos quedaban enclavados varios de los principales centros de cultivo de la fibra de que se surtían los obradores del altiplano. Las mantas de algodón producidas en Tunja y en Leiva, aparecen mencionadas en documento de fines del siglo XVI (Ibot León, 1933, 240; -----, 1952, 323-324). Sin duda al corregimiento se refiere López de Velasco, cuando dice que había mucho algodón en Tunja y se fabricaba bastante lienzo (López de Velasco, 1894, 367; Torres de Mendoza, 1868, IX, 400). Los indios de tierra caliente "cogen algodón y lo venden a los de tierra fría, de que tejen mantas con que pagan sus tributos, porque muchos están tasados en mantas. Los españoles no lo cogen; cuando lo han menester lo compran a los indios, y así no se puede saber la cantidad de algodón que se coge cada año" (Torres de Mendoza, vol. cit., 427-428. £l tributo indígena era como se ve a base de mantas Ibid., 418. Al año se labraban 8.000 libras de algodón en Tunja (Ibid, 428; Zamora, 1945, 1, 288). Dábase en los términos de Villa de Leiva (Vázquez de Espinosa, 1948, 301).

El tocuyo fabricado en Tunja iba hasta la costa atlántica a mediados del siglo XVIII (Serra, 1956, I, 44).

A medida que avanzaban hacia el norte los españoles encontraban algodón cultivado. Otro de los centros importantes era la región de los guanes (Castellanos 1955, IV, 316; Simón 1953, III, 25; Piedrahita, 1942, IV, 67).

Con el tiempo, Socorro y San Gil se convirtieron en los centros más importantes de la manufactura algodonera en el Nuevo Reino. Este apogeo ocurrió ya avanzado el siglo XVII, y se fortaleció en el siguiente. Vélez Y Socorro, con Ocaña, eran a mediados del XVIII los principales centros de manufactura (Julián, 1787, 99-100). Una de las solicitudes que a las autoridades virreinales hicieron los comuneros del Socorro levantados en armas en 1781, fue que al algodón no se le gravara con el impuesto de alcabala, por ser cultivo de pobres (Cuervo 1894, IV, 25). En los informes virreinales de la segunda mitad del referido siglo, se menciona la actividad fabril de Socorro en esta especialidad (Posada e Ibañez, 1910, 145). De San Gil se empezaron a enviar en los anos anteriores a 1796 hacia Cartagena algunas mantas, bajando, por el río Sogamoso (Ibid. 354). Sólo se producían géneros bastos para consumo interno (Ibid., 738-739. A fines del período colonial se remitían telas de San Gil Y mantas del Socorro a los Llanos (Humboldt, 1941, III, 389).

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Terminada la guerra de independencia eran objeto de gran aprecio los lienzos teñidos de añil del Socorro (Boussingault, 1900, III, 55). Se enviaban a través del paso del Quindio, a las provincias del sur de la Nueva Granada donde gozaban de alta estima (Ibid., 1903, IV 141).

En la época republicana se fue afirmando la actividad textil en Santander, y ara mediados d p el siglo XIX haba llegado a su plenitud. Las aspiraciones de los manufactureros de algodón de que se les protegiera con barreras aduanales contra la penetración de las telas extranjeras más baratas jugaron un papel muy importante en los acontecimientos políticos Y socioeconómicos de esa época, como se verá en otra obra.

 

Pamplona

Al norte del área guane, cultivaban Y tejían algodón los chitareros (Aguado, 1916, I, 589). En el pueblo de los Silos situado entre Chinácota y Pamplona, encontraron gente vestida de algodón los españoles quo llegaron allí primero con Alfinger (Castellanos, 1955, II, 110).

Se cultivaba algodón en Salazar de las Palmas a principios del siglo XVII (Simón, 1953, IV, 291).

Ocaña fue también centro manufacturero, aunque ya bien Adelante del período colonial. En tiempos de Julián eran afamadas las ruanas de ese lugar (Julián, 1787, 100, 101; Robledo E. 1954, II, 353).

Había, pues, algodón Y se beneficiaba en toda la jurisdicción del antiguo Nuevo Reino propio (Vázquez de Espinosa, 1948, 299); o sea la Cordillera oriental, desde la cuenca del Sumapaz hasta el Táchira y Ocaña. Los testimonios citados, Y otros que se verán adelante, demuestran que el beneficio del algodón había alcanzado un alto grado de perfección entro tales pueblos a la llegada de los españoles. Esto contradice la afirmación de Thompson (citado por Rodríguez Beteta, 1947, I, 218), de que desde la tierra de los mayas se llevaban telas de algodón hasta los chibchas, Porque las mujeres de estos no sabían tejer [véase acápite E)]. Mantas blancas, negras de color encontraron los españoles como cosas Y comunes y corrientes entre los pueblos moscas (Cuervo, 1892, II, 211) (Véase acápite D, inciso 17).

La fibra del algodón, a partir de mediados del siglo XVIII, se convirtió también en un producto exportable. Así se reconoce en las memorias de los virreyes. Para el último cuarto del siglo dicho, algodón cacao eran los dos principales productos de exportación del Nuevo Reino de Granada (Posada e Ibáñez 1910, 508509). En la é oca de la guerra de

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independencia (1818), ocupaba el primer lugar (Ibid., 608; Hamilton 1955, I, 139).

En otra obra destinada a la historia económica, se presenta la estadística de las exportaciones a partir de la disolución de la Gran Colombia.

El algodón para beneficio en las tierras de la altiplanicie cundiboyacense provenía, como es natural, de las partes cálidas, sola cordillera Simón 1953, II 271-272; Zamora, 1945, I, 164). Se llevaba de Sogamoso (Aguado 1916, I, 504), o sea del territorio limítrofe con los guanes. También el rincón de Vélez, en la arte alta de la cuenca del Saravita o Suárez, aparece mencionado como centro algodonero. La región Muzo-Colima-Panche tenía algodón, que se benefició al principio de la dominación española en La Palma y en Muzo (Vázquez de Espinosa, 1948, 309; Rojas, U., 1958, 286-287; Ibot León 1933, 241.

A mediados del siglo XVIII el panorama era este: "Donde se siembran más algodones es en los llanos Y en las jurisdicciones de las ciudades de Vélez, Girón Y Villa de San Gil, que también se producen en las otras jurisdicciones de Santafé Tunja, Muzo Y las demás" (Oviedo, 1930, 47-48). Centros de producción eran Charalá, San Gil y Simacota (Ibid., 177, 178, 180. Se mantenía la producción en La Palma Ibid. 270).

Por el oriente, aunque ya pertenezca propiamente a los Llanos, se menciona como algodonero el río Lengupá (Oviedo, op. cit., 150).

 

Antioquia

Es difícil separar los datos de Antioquia propia de los de Urabá Y del Sinú.

Cuando Francisco Cesar hizo la primera entrada a los reinos de Guaca y Nore, ubicados por Trimborn en 1a parte alta de la cuenca del Riosucio, pero en inmediata comunicación con el otro flanco de la Cordillera con aguas tributarias al Cauca, hallo gran cantidad de algodonales; los indios hacían roja fina (Aguado, 1919, II, 53). En Abibe eran comunes las manas (Cieza, 1924, 45).

El cacique Nutibara señor de Guaca, 1 envió e envío de regalo a Cesar, al principio, comida Y mantas de algodón (Aguado , 1919, II 8889). Estas mantas las obtenía Nutibara en calidad de tributo de su hermano Quinunchú (Cieza, 1924, 4, 46). Hasta el día de hoy, Uramita y Dabeiba son centros de cultivo de algodón, y parece que no lejos de allí deben ubicarse los reinos de Guaca y Nore. Las mujeres de este último usaban mantas desde los pechos hasta los pies, mientras los

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hombres se limitaban a los maures ,(Robledo, J.: Jijón y Caamaño, 1938, II, Doc. 79). Los indígenas de Ebéjico según la misma fuente, vestían de algodón: los varones maures y mantas; las mujeres, naguas hasta los píes (Ibid. 75). Los de Caramanta rtama vestían como los de Nore (Ibid., 79).

En el valle de Aburrá habitado por los bitagüíes, tenían mantas de vara Y media de anchura, con las cuales se ahorcaban aquéllos por miedo a los españoles (Robledo, J.. Cuervo 1892, II, 406; Jijón y Caamaño, 1938, II Doc. 74; Simón, 1953, VI, 109).

Durante la expedición de Juan de Vadillo que fue continuación de la de Cesar, encontraron los españoles, al remontar la Cordillera, gente vestida de mantas, por causa de ser algo frío el lugar (Castellanos, 1955, 111, 162; Simón, 1953, V, 250). El cacique de Buriticá que fue capturado, vestía de mantas de algodón pintado (Castellanos, op. cit., 169; Simón, op. cit., 254).

Avanzando Jorge Robledo su marcha hacia el suroeste, en Tahamí, a 4 leguas de Jorvura, tomó mucha cantidad de ropa de algodón muy pintada y galana, de que había gran necesidad en el real para hacer de vestir (Robledo, J.: Cuervo, 1892, 11, 408). Fundada la ciudad de Antioquia, se hicieron varias expediciones a las regiones circunvecinas; en un asalto nocturno se tomó el pueblo del cacique Zuzabumuco y se cogió también mucha ropa (Ibid., 423). De las mantas capturadas en esa parte de Antioquia llevó Robledo consigo cuando partió hacia el Urabá, y gratificó con ellas a los indios que le ayudaron a salir y le trajeron comida, ya cerca del mar (Ibid., 431, 432).

Norisco era rico en telas de algodón (Simón, 1953, VII, 22). La importancia del territorio antioqueño, especialmente de la parte norteña habitada por catíos, nutabes y tahamíes, como área de cultivo y beneficio del algodón, aunque conocida por los primeros expedicionarios españoles a partir de 1536, se reveló en todo su valor con motivo de las campañas de Gaspar de Rodas y Andrés de Valdivia. En la de este último a Guarcama, se encontraron grandes algodonales irrigados y el uso de telas de algodón blancas y de colores (Castellanos, 1955, 111, 584, 635, 636; Simón, 1953, VII, 105). Al llegar al sector ocupado por los nutabes, retobaron los españoles sus sayos de algodón con el mucho que hallaron (Simón, vol. cit., 106).

La parte más septentrional, hacia donde se fundó San Juan de Rodas, los expedicionarios de Gaspar de Rodas encontraron que era fértil de ropas de algodón (Simón, 1953, VII, 35).

Con la vocación minera de Antioquia, se fue perdiendo la tradición algodonera, que en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando empezaban a producir su efecto las nuevas corrientes económicas,

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trató de revivir el oidor Mon y Velarde (Restrepo Sáenz, 1944, I, 232; Robledo, E., 1954, 11, 353-354), mediante medidas tales corno .siembras compulsivas en Santa Bárbara y San Jerónimo, y estímulos pecuniarios, como pagar 12 pesos por cada 100 árboles plantados (Ibid., 184; 304).

A principios del siglo actual (1906), recién establecida la fábrica de tejidos de Bello, compraba el algodón sin desmotar a $ 8 la libra (Posada Arango, 1909, 239). Se hizo promoción del cultivo en la zona de Ebéjico mediante el reparto de semilla, aunque los resultados no fueron buenos (Parsons, 1949, 125 y nota 200).

 

Cuenca del Cauca

Para seguir de norte a sur en el mismo sentido de la expedición de Juan de Vadillo, en 1538, y tomando como base el relato de Cieza de León que venía en ella, y a Robledo, que estuvo en la misma región pocos años después, al caer a la cuenca del Cauca, los primeros pueblos vestidos de algodón eran los de Cartama (Cieza, 1924, 58). Las mujeres en Ciricha, así como en otros pueblos situados al oeste de Anserma, con bastante aproximación en la cuenca del río Sopinga, vestían mantas de algodón muy galanas (Ibid., 61). En Anserma usaban esas mantas, tanto hombres como mujeres (Ibid., 61). Los umbras o ansermas se ponían maures de lienzo de algodón muy pintado: "cuélgales el rabo, que llega casi hasta el suelo" (Robledo, J.: Jijón y Caamaño, 1938, II, Doc. 66). Las mujeres de allí lucían mantas o naguas hasta las puntas de los píes (Ibid., 67). Al dormir, estos humbras se cubrían con mantas de algodón (Ibid., 68). En fin, cuando alguno moría, lo envolvían en muchas mantas, muy en orden cosidas, que formaban un bulto como tonel (Ibid., 69-70).

Una solución de continuidad se presentaba al llegar a la fosa o artesa central del Cauca, constituida por los chancos que usaban cortezas de árboles ( |Poulsenia) en vez de algodón, evidenciando una neta intrusión chocoana en la cuenca del Cauca. Pero los gorrones, que seguían hacía el sur, sí tenían algodón, y envolvían sus muertos en grandes mantas (Cieza, 1924, 90-91). En esta área quedaban ubicados los pueblos Grande y Palomino, en cuyo intermedio, cuando salió Robledo por la primera vez aguas abajo del Cauca a partir de Vijes, "con muchas partes del río, a la orilla, hallamos algunos líos de ropa de algodón muy galana y blanca" (Robledo, J.: Cuervo, 1892, II, 393). A los indios de Bolo y Palo robaron los españoles de Belalcázar, según Palomino, comida, oro y mantas (Casas, 1828, II, 206).

Al sur de Cali, sobre la Cordillera occidental y volviendo al mar, los timbas andaban desnudos, y sólo después de la llegada de los españoles empezaron a usar mantas (Cieza, 1924, 95).

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Por el otro lado del Cauca, y siguiendo la ruta de sur a norte, que fue la que tomaron las primeras expediciones, Cieza habla de las mantas entre los pueblos al este de Anserma, o sean los quimbayas (Cieza, 1924, 61). Robledo dice que estos usaban los mismos vestidos que los de Humbra (Robledo, J.: Jijón y Caamaño, 1938, II, Doc. 66, 71).

Los paucaras y los pozos casi todos se ponían los mismos maures y mantas (Ibid., 72). Banderas de algodón desplegaban los armas en sus combates (Cieza: Vedia, 1947, II, 371; Casas, 1909, 167; Simón, 1953, VI, 65). Pero en la parta alta de la cuenca del Arma, por ser fría y no producirse algodón, sólo las mujeres usaban unas pampanillas de él, mientras los hombres se contentaban con maures de corteza (Ficus) (Ibid., 72). Sobre el propio río, los de Moregia o Murgia, hombres y mujeres, vestían como en Quimbaya (Ibid., 74).

En este mismo sector, y concretamente en Sinufana, cuando llegó Robledo allí en 1541, a orillas del río Cauca por la margen derecha, cogió la avanzada de Juan de Frades mucha cantidad de algodón, que fue inmediatamente utilizado, tanto para hamacas como para armaduras o sayos (Robledo, J.: Cuervo, 1892, II, 403; -----, Jijón y Caamaño, 1938, II, Doc. 95; Simón, 1953, VI, 107; Piedrahita, 1942, III, 97). El mismo Robledo al bajar del Aburrá al Cauca saqueó un pueblo donde había ropa blanca y fina (Robledo, J.: Cuervo, 1892, II, 423; Simón, 1953, VI, 109, Trimborn, 1949, 161-163).

Otras dos áreas, pertenecientes a la cuenca del Cauca, pero situadas a mayor altura sobre el mar que el valle propio, y por consiguiente, en el área marginal altitudinal del cultivo del algodón, figuran en el momento de la llegada de los españoles, ocupadas por pueblos que usaban esa fibra. Son las cuencas de los ríos La Vieja y Aburrá. Sobre esta última se trató en el parágrafo anterior concerniente a Antioquia.

El guaquero Arango dice que en los enterramientos del Quindío se encuentran muchos husos, y concluye que los indios tenían algodón (Arango C., 1927? 40; Parsons, 1949, 124). Da cuenta aquel autor del hallazgo en una tumba del sitio de Canceles, cerca del actual Pereira, de cinco esquilones de oro que contenían algodón (Arango, C., op. cit., 148); y en Buenos Aires, otro lugar del Quindío, pedazos de manta de algodón bien tejida (Ibid., 139).

Los naturales de la parte entre Cali y Popayán y en esta última ciudad vestían un a modo de manto corto de la misma fibra (Andagoya : Cuervo, 1892, II, 114).

La conquista de la cuenca del Cauca fue seguida por guerras encarnizadas con las tribus indómitas que no quisieron someterse. Para mediados del siglo la mitad de la población nativa se había reducido notablemente, en parte por ese motivo, en parte por las epidemias. Se perdió también aquí la tradición textil, y los lienzos y mantas para el vestido de la gente pobre y de los indios venían de

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otros lugares, sea del Nuevo Reino por el Quindío, sea del Perú (Trujillo) (Friede, 1960, VI, 179; 152, 178). Mantas del Nuevo Reino, tanto blancas como coloradas, se llevaban para el comercio de Cali (Arboleda, 1928, 64).

Pero se cultivaba algodón y alguna pequeña industria doméstica debió subsistir. Cierto número de mantas y cantidades variables de fibra hilada tenían que dar según la tasación de 1559 los indios de Coconuco, Arroyohondo, Gorrones, Cartago, Guacaya, Arma y Caramanta (Friede, 1961, LV, 228; 232; 243; 242; 238, 242, 240). Se da cuenta de tal actividad para fines del siglo XVI (López de Velasco, 1894, 408, 409). Hacia principios de la segunda mitad del siglo siguiente todavía se sostenía algo la actividad algodonera, ya que en sus ordenanzas de 1668 el visitador Inclán Valdés establece para Cali el arancel de dos reales por cada libra de fibra, en mota, a que debían sujetarse los indios (Arboleda, 1928, 147). Hilo de algodón era objeto de comercio entre Chocó y Cauca (Olano, 1910, 86).

El valle del Cauca no escapó al movimiento general de fomento a varios cultivos, entre ellos el del algodón, en la segunda mitad del siglo XVIII. El visitador Valera y Bermúdez dispuso en 1796 que se sembraran cien matas de algodón entre cada maizal (Arboleda, 1928, 574-575). El año siguiente el mismo funcionario ordenó igual cosa para Buga, y fue entonces cuando empezó el cultivo compulsoriamente en el ejido de esa ciudad (Tascón, T. E., 1939, 312). En 1798 se insistió en Cali sobre el fomento al cultivo del algodón (Arboleda, 1928, 589), que ya en 1808 figura entre los productos de la comarca (Ibid., 629). Cartago era a principios del siglo XIX abundante en algodón (Campo y Rivas, 1803, 29).

A diferencia del socorrano, del tipo herbáceo, el algodón del Cauca era perenne (Cuervo, 1894, IV, 66).

Al terminar la guerra de independencia, un viajero, que estuvo en el valle en 1819, constató que se daba algodón en Buga y en Cartago (Mellet, 1823, 239). Según otro viajero que recorrió el valle en 1824, el señor Arboleda, dueño de la hacienda de Japio, pretendió establecer una fábrica de textiles de algodón en Popayán, pero hubo de desmantelarla por órdenes del virrey (Hamilton, 1955, II, 68). En Quebrada Seca (cerca del río Palo?) había algodón silvestre (Ibid., 71). En Cartago funcionaba entonces otra pequeña fábrica de telas de algodón, y además una de encajes (Ibid., 100).

Disuelta la Gran Colombia, y libertados algunos cultivos de ciertas trabas que habían perdurado como resabios de la época colonial, se fue incrementando el cultivo y con él la exportación de fibra, que cobró empuje desde 1835 (Restrepo, J. M., 1952, I, 82). Aquélla fue particularmente notable entre 1864 y 1874, cuando los envíos al exterior excedieron anualmente del millón de kilogramos, con el

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punto tope de más de 2 millones de kg. en 1869-1870 (Nieto Arteta, 1942, 308-309).

Ya se habló de las tentativas del general Reyes en la primera década de este siglo para impulsar el cultivo (Arroyo, 1907, 325), cosa que no pasó a mayores. Durante la primera guerra mundial se trató de fomentar la producción (Ospina Vásquez, 1955, 370, 375).

Hacia 1925 visitó a Colombia la misión Pearse e hizo un estudio especial sobre la situación algodonera (Pearse, 1927).

Por la misma época se hicieron cultivos en el Valle, en la hacienda "El Cairo", de Pedro Pablo Caicedo. Higinio Paz escribió entonces un folleto (Paz, U.: POPAYAN, 1926, 121; 139-140).

Costa del Pacífico

Aquí las tribus primitivas usaron telas de damahagua ( |Poulsenia). A pesar de eso, no es desconocida la planta del algodón, aunque poco o nada se cultive.

En 1819 el viajero francés Julián Mellet, que estuvo de paso para el Chocó por la vía antigua del istmo de San Pablo, dice que la boca del Calima era fértil de algodón (Mellet, 1823, 250). En esa parte de Colombia la precipitación es mayor de 6.000 mm. anuales.

 

Pasto

Cieza de León, quien viajó por el territorio del actual departamento colombiano de Nariño en 1548, dice que, aunque casi todas las tribus usaban vestidos de yerbas y cortezas, algunas del sector más meridional de los Pastos, se vestían con mantas de algodón. Tal ocurría con los quillacingas, que tenían la planta (Cieza, 1924, 111).

El cabildo de Pasto dio en 1540 al fundador de la ciudad Lorenzo de Aldana, una estancia para sembrar algodón (Sañudo, 1938, I, 21). Debió ser en las partes abrigadas y templadas de la cuenca de los ríos Guditara y Juanambú, que es donde podía darse, o bien en el Patía.

En 1583 se hacían mantas de algodón en Pasto (Guillén Chaparro: AIP, 1889, XV, 153; López de Velasco, 1894, 425). Se llevaba algodón de Pasto a Quito para beneficiarlo (J. de la Espada, 1897, 111, 16).

A fines del siglo XVI y principios del siguiente, durante la guerra sostenida contra los pijaos, se pidió ayuda a todas las regiones situadas al norte del Ecuador. Pasto contribuyó entonces con mantas para escaupíles y con algodón (Sañudo, 1939, II, 5). A fines de la

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guerra de independencia, Pasto era uno de los centros más importantes de la industria textil, lugar que compartía con Quito (Hamilton, 1955, I, 141). Se elaboraban allí bayetillas (Ibid., 55). A pesar de lo cual, las mantas del Socorro, que venían al sur entonces por la vía del Quindío, eran muy apreciadas en estas provincias al sur de Popayán (Boussingault, 1903, IV, 141).

 

Ecuador

La altiplanicie ecuatoriana fue la zona de confluencia del uso de fibras vegetales y animales para vestidos en la época prehispánica (J. de la Espada, 1897, III, 56). Al estudiar la historia de la dispersión de los auquénidos, se vio que las llamas y guanacos existían hasta la región de los Pastos a la llegada de los españoles (Patiño, 1966, 189-200); pero que probablemente esta difusión era relativamente reciente: al norte de la línea quizá de menos de un siglo, y de un poco más, al sur (González Suárez, 1890, I, 161-162).

Había algodonales en el valle medio del río Mira, del partido de Otavalo. Era el principal producto económico del pueblo de Caranqui, habitado por indios del mismo nombre. Los rescates y la manufactura de la fibra representaban importante actividad económica (J. de la Espada, 1897, III, 116, 117, 122, 115; 125; 126, 129-130; Pérez, A., R., 1947, 47, 148). A los jesuítas los acusaron en 1631 de tener en Pimampiro algodonales que les rendían al año de 2.000 a 3.000 arrobas. En su defensa dicen (1633) que sólo producían con negros esclavos unas 800 arrobas anuales (Jouanen, 1941, I, 136; 139 y nota).

El 18 de abril de 1544 el cabildo de Quito le otorgó a Rodrigo de Ocampo una estancia para cultivar algodón en el río Cayambe, pasado el puente hacia Otavalo (Rumazo González, 1934, II, 44; Sañudo, 1938, 1, 28).

En las partes abrigadas de Quito se cultivaba algodón (Cieza, 1924, 1131). Tal ocurría desde tiempos remotos entre los yumbos del occidente (T. de la Espada, 1897, III, 56; ci; González Suárez, 1892, 111, 366).

Aunque el algodón puede prosperar en el Ecuador a mayor altura sobre el mar, que en lugares más alejados de la línea equinoccial, siempre el cultivo se hizo en los valles abrigados y cálidos, como los del Chota, Guayllabamba, Chanchán etc.. Esta circunstancia la debió tener en cuenta el legislador español al organizar la tributación indígena, pues se dispuso que cada región pagara en. los productos que podían darse, y entre ellos se incluye el algodón (Garcés, G., 1935, I, 67-68). Durante los siglos XVII y XVIII, con la creciente importancia manufacturera de las ciudades altiplánicas, hubo que

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dictar medidas para el fomento del cultivo, de modo que pudiera abastecer la demanda de fibra (González Suárez, 1892, III, 466).

Cuenca, Latacunga y Pasto eran las ciudades donde estaba concentrada la industria textil, que aprovechaba como es obvio la materia primera de las regiones cálidas. En 1582 había en Cuenca 8 obrajes (véase) (Ortiguera, 1909, 325).

En Loja, en cambio, apenas se cultivaba el algodón necesario para la elaboración casera por los indios (J. de la Espada, 1897, III, 207, 216) y para el tributo (Jaramillo Alvarado, 1955, 92-93). Cerca de la ciudad el cura ponía mozas a hilar algodón (Serra, 1956, II, 326).

En la segunda mitad de la décima-octava centuria el misionero Santa Gertrudis vio en Quito los telares de macana usados (Serra, op. cit., 11, 182), que son los mismos o poco distintos de los ilustrados al hablar de |Guilielma gasipaes (Patiño, 1963, 1, 168).

Quito y Pasto eran fuertes productores de textiles al alborear el período republicano (Hamilton, 1955, 1, 14).

El algodón, si trajo como consecuencia la intensificación de la esclavitud en las colonias meridionales de Norte- América, no fue menos gravoso para los indios del Ecuador, que sufrieron en los obrajes la más inhumana explotación, peor que la esclavitud de los negros. (Véase acápite E, inciso 4, parágrafos a y b)". Este aspecto se tratará más detalladamente en otra obra.

La mayor parte de la fibra para los telares del altiplano procedía de la costa. Juan de Herrera y Montemayor, que en 1619 hizo un viaje azaroso por tierra desde Atacames hasta Guayaquil, encontró en Coaques que con el algodón cultivado localmente las indias labraban mantas de muchos colores para pagar su tributo (Herrera y Montemayor : Vargas Ugarte, 1947, 83). Era antigua en Guayaquil la producción de ropa de algodón (J. de la Espada, 1897, 111, 7). A principios del siglo XVII se cogían en jurisdicción de esa ciudad hasta 2.000 arrobas. Lugares destacados de producción y beneficio eran Solongo y Picoazá (Torres de Mendoza, 1868, IX, 248; 291, 306).

El algodón se enviaba de Guayaquil a la Sierra, para recibir en cambio productos elaborados, como bayetas, alfombras y lienzos de algodón llamados "tucuyos"; en Babahoyo se cosechaba bastante (Alcedo y Herrera, 1946,' 9, 60). Pero en Puerto Viejo, a más de producirse algodón, se beneficiaba localmente (Ibid., 60; Montúfar y Franco, 1894, 154; Flores y Caamaño, 1925, 2, 4).

Los tocuyos de algodón los utilizaba la gente pobre para toldos y para otros menesteres (Juan y Ulloa, 1748, I, 231).

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En Esmeraldas-Manabí --pese al clima lluvioso --había por lo menos un núcleo de producción de algodón. Inclusive existía un centro a modo de feria, el pueblo grande de Císcola (?) de difícil ubicación, donde se comerciaba el producto elaborado (J. de la Espada, 1897, III, cxxxvi, cxxxix).

Otro centro algodonero era la isla de La Puná (Vázquez de Espinosa, 1948, 350).

 

Amazonas

El hecho de que de un siglo a esta parte el cultivo en grande del algodón se venga haciendo en regiones secas, a veces en condiciones casi desérticas, mediante el uso de variedades seleccionadas por su precocidad y por madurar sus frutos en el curso de pocas semanas, hace olvidar que esta planta se ha dado también en regiones lluviosas, y aun de selva pluvial.

Hasta donde alcanza la perspectiva histórica, los algodoneros que cultivaban los indígenas americanos eran plantas permanentes o semipermanentes, con frutos en todo tiempo. El 4 de noviembre de 1492, es decir 23 días después del descubrimiento, vio Cristóbal Colón e n Cuba mucho algodón en árboles grandes, y --dice él --"creo que en todo tiempo lo haya para coger, porque vi los cojugos abiertos y otros que se abrían y flores, todo en un árbol" (Navarrete, 1954, I, 109). Esta producción continúa y no estacional, aunque como es natural con períodos de producción más o menos marcada según el clima de cada lugar, es también característica en los Andes y en la cuenca amazónica; el único inconveniente es que en tiempo lluvioso muchas borras se dañan (Spruce, 1864, 70, 62). Pero esto significaba poco para los indígenas de la porción ecuatorial, cuyas mujeres iban cogiendo la fibra a medida que maduraban los frutos, para el continuo hilar y tejer característico de algunos grupos. De modo que no necesariamente hay que ir a zonas áridas para buscar ciertos tipos primitivos de algodón con los cuales se espera descifrar el origen de esta planta (Hutchison, 1963, 514). Las siguientes referencias, agrupadas por sectores geográficos de occidente a oriente, desde las cabeceras hasta el estuario amazónico, son suficientemente elocuentes para necesitar comentarios.

a) En Mocoa, en el primer cuarto del siglo XVII, se cogía mucho algodón (Vázquez de Espinosa, 1948, 334). Alguno se cosechaba en el sector Putumayo-Caquetá hacia 1770 (Zawadzky, 1947, 139). Tampoco era desconocido en la cuenca del Caquetá en 1782 (López Ruiz: AIP, 1883, V, 507-508).

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El río Algodón es afluente derecho del alto Putumayo. A principios del presente siglo esa planta se cultivaba en Descanse, en la parte alta de la cuenca (Rocha, J., 1905, 134; 16-17).

b) Una vez que Gonzalo Pizarro en su expedición al país de los canelos llegó a las tierras bajas, adelante del punto llamado Guema, halló gentes de más policía que las visatas en la provincia de Cuca o Coca: comían pande maíz y la vestían ropa de algodón, a pesar de ser tierra de fuertes precipitaciones (Garcilaso, 1944, I, 247).

Por supuesto que no todo el territorio al oriente de los Andes es igualmente lluvioso y húmedo. En la vertiente oriental hay sectores más secos, aun de sabana. En una de ellos --justamente en el punto llamado de los Algodonales, por las muchas plantaciones que allí había --parece haber sido fundada la población de Archidona en 1563-1565 (J. de la Espada, 1881, I, 34; 1897, III, clxxii; IV, lxiii; González Suárez, 1901, VI, 52). En 1578 el licenciado Pedro de Ortegón hizo una visita a esas provincias orientales de Quito, e impuso sanciones a varios españoles encomenderos por el mal trato que daban a sus indios. Aquellos, para pagar las multas, obligaron a los indios de Ávila, Archidona y Baeza a hilar y tejer ropa de algodón (Ortiguera, 1909, 407; Compte, 1885, I, 50).

En Quijos se daba el algodón, como en Ávila: en esta última localidad se cogían 200 arrobas anuales en 1582 (J. de la Espada, 1881, I, ciii; cv; cxi; 1897, III, 12). También se producía en Sevilla dei Oro (Ibid., 1881, I, cxii; 1897, IV, 44).

Los cofanes pagaban su tributo sembrando algodón (Ordóñez de Ceballos, ? 947, 261).

Se ha hablado de una provincia situada al este de Quito, llamada de Tiaxiquí y Julico, a donde habría llegado Huayna-Cápac, que halló allí entre otros productos algodón cultivado (Ortiguera, op. cit., 419).

Los abijiras del Napo tenían algodón; de que hacían las fajas para apretarse brazos y piernas (Laureano de la Cruz, 1942, 13).

c) En el viaje de Orellana río abajo, en un punto difícil de localizar, pero en el sector que razonablemente se puede delimitar entre el Ucayali y el Ríonegro, se detuvieron los españoles para hacer un bergantín nuevo; con ayuda de los indios, que traían entre otros materiales, algodón para calafatear (Carvajal, G., 1894, 25; Ortiguera, 1909, 329, 330). Orellana encontró también buena ropa de algodón en un pueblo de la parte baja del río (Carvajal, G., 1894, 56; -----, 1942, 47).

Veinte años después que Orellana, los marañones de Pedro de Ursúa y Lope de Aguirre bajaron por el Huallaga, en cuyas cercanías vivían los motilones, en tierra rica de algodón (Vázquez F., 1945, 29).

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Más abajo, los omaguas eran la gente cuya pericia en hilar y tejer algodón alaban todos (Zúñiga : Cuervo, 1892, II, 511; Aguado, 1957, IV, 161; Castellanos, 1955, I, 628 [Véase acápite E, inciso f) ]. En el pueblo de Cararies, en una de las innumerables islas del sector, había gente vestida con mantas pintadas (Ortiguera, 1909, 322; Vázquez de Espinosa, 1948, 382, 383). Venían indios con cargas de algodón por los caminos al empezar la provincia de Maricuri (Ibid., 324).

En Teffé o en alguna localidad no muy alejada de allí había también algodón (Ortiguera, op. cit., 356). Llegando ya a la parte baja del río, después de la muerte de Ursúa, para el bergantín nuevo hicieron. velas de algodón y ruan (Ibid., op. cit., 371; Vázquez de Espinosa, 1948, 392), y alpargatas, con hilo de algodón (Ortiguera, op. cit., 373). En esa parte baja fue donde encontraron hamacas de esta fibra (Vázquez F., 1945, 86).

Cerca de un siglo después que Orellana, recorrió el Amazonas aguas arriba Pedro de Teixeira En el regreso lo acompañó, por disposición de la Audiencia de Quito, el jesuíta Acuña. Este, en el rolato de su viaje, acaecido en 1639, da cuenta de la existencia y uso del algodón en la cuenca del gran río. Dice algo contradictoriamente que se coge en abundancia; que lo hay en la mayor parte de las provincias, pero que sólo algunas tribus lo aprovechan, y casi todos los indios andan desnudos (Acuña, 1942, Bog., 103, 110), destaca que los omaguas sí tejen algodón y tienen ropa de él (Ibid., 126). Al mismo tiempo, se refiere a la expedición de Hernán Pérez de Quesada al Dorado en 1541, quien habría llegado a la provincia del Algodonal, y no pudo pasar de allí (Ibid., 118; J. de la Espada, 1889, Mar., 72).

Desde el Cabo Norte hasta el Tapajoz, durante las tres primeras décadas dei siglo XVII hubo siembras de algodón hechas por los indígenas, a instigación de colonos o piratas ingleses y holandeses, que fueron expulsados por los portugueses una y otra vez. Eran notables los trapajosos (tapajozes) como productores y beneficiadores de la fibra (J. de la Espada, 1889, Teix., 118; 88; Williamson, 1928, 88). También se cultivaba en Belem (Heriarte, 1874, 23). Las autoridades locales del Pará dictaron bando en 1755 para prohibir la exportación de algodón por haber encarecido; pero el rey no aprobó esa medida (ABAPP, 1905, IV, 166-168; 177-179; 193-194).

d) En el sector cordillerano situado al sur del río SantiagoZamora, el cultivo y beneficio del algodón alcanzó notable grado de intensidad. Ropa de él y de lana constituía la principal contratación en Zamora (J. de la Espada, 1897, IV, 8). En el Yaguarzongo había mucho y lo empleaban los naturales para su vestido (Ibid., 36).

En la cuenca del río Chinchipe los indígenas se vestían de algodón y de lana de llama, en los sectores denominados Silla y Chapainga, Loma del Viento, Tomependa, Valle de Vagua (Ibid., xlviii, l, li);

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Valladolid, habitada por indios paltas (Ibid., lxvi, lxxviii, lxxix) y en los valles de Cunbinamá y Coraguana y provincia de Cungarapas (Ibid., lxvii, lxviii, lxx). Esto continuó hasta el siglo XVIII (Montúfar y Frasco, 1894, 170). Cuando La Condamine bajó por el Marañón, los indígenas usaban mosquiteros de algodón (La Condamine, 1778, 144).

Los jíbaros de esta área usan mantas (Villavicencio, 1858, 366).

Más notable, por ser en la parte baja del Marañón, entre el Pongo de Menseriche y la confluencia del Ucayali, y por consiguiente, en región lluviosa, es el hecho de que el cultivo del algodón y la confección de finas mantas hubieran alcanzado notable grado de desarrollo entre los maynas y relacionados motilones (J. de la Espada, 1897, IV, lxxi, lxxiii). Esta tradición fue aprovechada durante la dominación española, para utilizar mano de obra indígena en hilanderías, y para convertir los textiles en el principal artículo comercial (Ibid., cxliv, cxlv, cxlvi, cxlviii, cxlix; González Suárez, 1901, VI, 116). Se cultivaba algodón en Maynas y Roamaynas, aunque también lo había silvestre (Figueroa, 1904, 72, 151; 112-113). Los principales lugares de producción en las misiones jesuíticas eran Chayavitas, Paranapuras y Omaguas (Ibid., 406; J. de la Espada, 1889, Mar., 106, 130, 182; 213, 228; 424; 510, 511; I, Aagnin: RI, 1940, 169; 183; 1 ciureano de la Cruz, 1942, 49, 50; Monteiro de Noronha, 1862, 58).

Los cocamos se distinguieron por su consumada habilidad para tejer mantas pintadas (J. de la Espada, 1897, IV, lxxiii, lxxxii). Estas camisetas "muy pintadas y galanas" les servían como signo de cambio (Figueroa, 1904, 103).

Los indígenas de Pampahermosa y Lamas (Ucayali-Huallaga) traficaban con algodón todavía en la segunda mitad del siglo XVIII (Ruiz, 1952, I, 156; Uriarte, 1962, I, 216).

e) En la cuenca del Ríonegro, afluente septentrional del Amazonas, se cultivaba algodón después que se asentó la dominación portuguesa. En 1774 había en Serpa 100 sementeras pertenecientes a blancos, y en Silves, 660 de blancos y 110 de indios. Este algodón se extraía por Pará (Amoral, 1940, II, 207, 210-211; Monteiro de Noronha (1768) 1862, 2; J. de la Espada, 1889, Mar., 81).

En 1750 se dictaron medidas por el gobierno portugués para fomentar el cultivo de la fibra y su beneficio en Pará y Marañón; se prometían facilidades a los azorianos que quisieran viajar a dedicarse a esas actividades (Amoral, op. cit., 287).

 

Perú

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Algodonales irrigados había en la costa norte del Perú, entre Piura y Trujillo (Cieza, 1924, 212; -----: Vedia, 1947, I I, 418). En esta última ciudad hubo al principio de la colonización española cierta actividad industrial algodonera. La ropa de algodón que se hacía allí llegaba hasta Cali (Friede, 1960, X, 97; -----; mss. 178). Quizá era de Lambayeque (Vázquez de Espinosa, 1948; 370; Anónimo, 1958, 24; 26). La importancia que tenía este cuItivo en la época prehispánica se deduce de que "como un natural [del Perú] tuviese maíz y algodón se tenía y estimaba por rico y bien fortunado" (Cabello Balboa, 1951, 234-235).

En la segunda mitad del siglo XVI el algodón era uno de los cuatro principales cultivos económicos (Borregán, 1948, 81).

Pero la actividad algodonera en escala industrial no podía ser en el Perú tan importante como en las colonias con puertos al Atlántico, debido al recargo de los fletes para pasar el istmo. Ni siquiera el hecho de que los algodones peruanos, a diferencia de los de Nueva Granada y Méjico, estaban exentos de impuestos, les permitía competir en el mercado europeo (Cappa, 1890, VI, 117-118). Una de las principales utilizaciones en el Perú era para pabilo, pues en las minas se gastaban muchas velas (Ibid., 287).

Cobo dice, al referirse a las plantas que eran comunes al Viejo y al Nuevo Mundo : "La planta deste género más útil y general que nace en toda esa tierra [las Indias], es la del algodón, que los indios del Perú llaman en la lengua Quichua UTCU, y en la Aymara QUELA. Hay tres o cuatro suertes dello, y de todas se halla silvestre, el cual se diferencia del doméstico y hortense en ser las matas más boj as y menores los capullos. El más fino algodón de cuanto yo he visto por acá, es una especie del que nace en la provincia de Chachapoyas, diócesis de Trujillo, el cual es tan blanco y delicado, que parece fino seda. Lábranse en todas las Indias gran cantidad de ropa y lienzo de algodón, porque lo más de los indios no se visten de otra cosa; y los españoles también se aprovechan dello en muchos usos..." (Cobo, 1890, I, 440).

 

D) Usos

Justipreciar las manifestaciones de la cultura material de los pueblos amerindios con la mentalidad actual, imbuía de los prejuicios de la llamada civilización occidental, y con los usos contemporáneos, conduce a no pocos errores de comprensión. Porque de siglo y medio para acá esta fibra se ha convertido en América en la fuente principal del vestido, se cree que el algodón no pudo ser usado por los pueblos indígenas sino con ese mismo propósito. Sin embargo, las ideas que sobre la protección de la piel, y en especial acerca de la moral sexual

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tenían los indios, eran distintas de las de los pueblos europeos conquistadores. Por lo menos más higiénicas.

Se cita a menudo por los cronistas el caso de tribus que, aun disponiendo de algodón, no lo usaban para vestidos (véase ooooo -Hilos y cuerdas). Un ejemplo son los nicaragüenses, a pesar de la influencia mejicana entre ellos (Oviedo y Valdés, 1 Q59, IV, 380). El uso de la fibra con fines ceremoniales o mágicos corría parejas con los de índole puramente utilitaria.

Se manejarán mejor los datos disponibles, subdividiendo este acápite en los siguientes párrafos

a) Hojas y caules

b) Fibra (epispermo):

I) Algodón despepitado:

1. -Ofrendas; uso mágico-ceremonial.2. -Calafate3. -Defensa de frutales4. -Esponja5. -Pelotas6. -Sayos acolchados, escaupiles7. -Rodelas8. -Colchones

II) Algodón hilado

9. -Hilo

o -Idolosoo -Ofrendaooo -Monedaoooo -Limaooooo -Hilos y cuerdasoooooo -Pabiloooooooo -Redes

III) Algodón tejido

10. -Mantas:

a) vestidob) sudarios

11. -Banderas; pendones12. -Velamen13. -Hamacas

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14. -Tiendas, toldos15. -Cobijas16. -Fajas17. -Paños, toallas, varios18. -Adornos varios19. -Capellada

c) Semilla.

 

a) HOJAS Y CAULES.

Por tratarse de aplicaciones medicinales se remite el tema al capítulo XVII.

 

b) FIBRA (epispermo) I) ALGODÓN DESPEPITADO: |1. Ofrendas; uso mágico-ceremonial.

Los suñis y o otros pueblos norteamericanos en sus ritos propiciadores de la lluvia, simulaban nubes con algodón y lo usaban también con otros fines mágicos en las ceremonias funerarias (Crawford, 1948, 37-40). Esto último ocurría también entre los peruanos de la costa y en los sacrificios humanos que hacían con fines propiciatorios de cosechas (Calancha, 1639, 236-237; 552). Todavía a mediados del siglo XIX, los maués y mandurucús del medio Amazonas colgaban como trofeos las cabezas momificadas de sus enemigos, poniéndoles copias o modelos de la masa encefálica, hechas con algodón coloreado (Martius, 1939, 216).

Los jíbaros actuales atribuyen virtudes mágicas protectoras al algodón (Karsten, 1935, 154; 473-476).

 

|2. Calafate.

Cuando Orellana construyó su segundo navío en los dominios de Aparia, usó para calafatear el algodón suministrado por los indígenas (Carvajal, G., 1894, 25; -----, 1942, 21, 22).

 

|3. Defensa de frutales.

En el oriente ecuatoriano el ilustre geógrafo e historiador Marcos Jiménez de la Espada observó la costumbre de proteger árboles frutales del ataque de hormigas arrieros (Atta) con borras de algodón

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o de lana de ceibo, amarradas alrededor del tronco (Cubo, 1891, II, nota p. 263; -----, 1956, I, nota p. 34I).

 

|4. Esponja.

En la misma área del piedemonte oriental andino, el bálsamo se extrae por imbibición de una borra de algodón, que después se exprime en un recipiente (J. de la Espada, 1889, Mar., 110).

Conocido es el uso del algodón hidrófilo en terapéutica.

Los tecunas (ticunas) de San José del Javarí en el Amazonas, eran reputados a mediados del siglo XVIII por sus pájaros embalsamados que rellenaban con lana de ceibo o de algodón (Ribeiro de Sampaio (1774) 1825, 68).

|5. Pelotas.

Los guajiros para jugar y afirmar la puntería, usaban una pelota hecha de un escroto de venado relleno de algodón prensado. La mantenían en el aire largo rato a flechazos entre varios individuos (Rosa, 1945, 283-284).

 

|6. Sayos acolchados, escaupiles.

Se ha sostenido que las armaduras con algodón entretejido, se mencionan en Francia desde mediados del siglo XV (Crawford, 1924, 86). Si conocieron esta práctica los europeos antes de venir a América, es cuestión que no se debatirá aquí. Lo que hay que demostrar es que tan pronto como ellos arribaron al Nuevo Mundo encontraron, no en la porción insular sino en la continental, el uso de armaduras de algodón colchado, y lo adoptaron sin demora. Esta adopción fue más tardía en las colonias inglesas de Norteamérica. En la de Connecticut se autorizó en 1640 introducir algodón para utilizarlo en vestidos acolchados contra las flechas de los indios (Carrier, 1923, 186).

 

|a) Uso indígena.

En su primer viaje por la costa centroamericana, cerca a la punta de Caxinas, en Honduras, el almirante Cristóbal Colón encontró gente que usaba petos de algodón colchados (Colón, H., 1947, 277). También los indígenas de Nicaragua usaban jubones bastados de algodón en las batallas, como lo comprobó Gil González Dávila

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(Andagoya: Cuervo, 1892, II, 61) :' Llegaron a ser afamados los de esa procedencia, pues como circunstancia merecedora de mención se hizo notar que Alvaro -de' Ordaz, en su expedición al Orinoco llevaba un "jubón estofado de nudillo de los de Nicaragua" (Aguado, 1918, I, 678).

Cuando los primeros españoles al mando de Gaspar de Espinosa llegaron a la costa sur del istmo panameño, en 1517-1519, en la isla de Cebo, una de las cercanas al litoral, comprobaron que los guerreros indígenas "traían sus coseletes fechos de algodón, que les llegaban e abaxaban de las espaldas Bellos, e les llegaban a las rodillas e dende abaxo, e las mangas fasta los codos, é tan gruesos como un colchón de cama; son tan fuertes que una ballesta no los pasa..." (Espinosa : Cuervo, 1892, II, 484).

 

|b) Uso español.

Pronto; a partir del contacto con las aguerridas tribus costeras de Tierra Firme, que usaban flechas envenenadas, se hizo evidente para los españoles que este anteparo usa do por algunos pueblos centroamericanos, era de gran eficacia, y lo adoptaron sin demora. Durante los preparativos minuciosos hechos en 1513-1514 para la expedición de Pedrarias, se discutió si las "ropas de algodón estofadas" o petos eran mejores que las defensas de concha de tortuga, y se optó por atenerse a la opinión del bachiller Enciso (Serrano y Sanz, 1918, I, cccxxii). Los escaupiles livianos tenían 6 libras y los pesados, 8 (Vargas Machuca, 1599, 45-45v).

En las naciones iberoamericanas se ha generalizado la tendencia de uniformar la vestimenta de los fundadores españoles de pueblos en las estatuas que se les han erigido, exhibiéndolos con las brillantes armaduras metálicas que se usaban en los siglos XV y XVI. Muy otro, más modesto y en algunos casos francamente ridículo, era el talante de los que tuvieron que guerrear con las indómitas tribus ecuatoriales (Salas, A., 1950, 252-253, Otero, 1942, 114; Friede, 1961, W, 240, 341-342). He aquí cómo fueron las cosas en realidad, según datos de la época en que el adelantado Lugo guerreaba contra las de Santa Marta: "De anjeo o de mantas delgadas de algodón se hacen unos sayos que llaman sayos de armas; éstos son largos, que llegan debajo de la rodilla o a la pantorrilla, estofados todos de alto abajo de algodón, de grueso dé tres dedos, puesto el algodón muy por su orden, entre dos lienzos que para cada cuarto del sayo se cortan, y luego, después de apuntarlo, lo colchan con cairos, que son unos torzales de hilos de algodón, y estas colchaduras van; para más fortaleza del sayo, anudadas de suerte que en cada puntada dan un nudo. Colchado cada cuarto del sayo por sí, lo juntan sin que en las costuras quede nada vacío, y de esta suerte y por esta orden hacen las mangas del sayo y su babera, de la propia suerte que se hacen la

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de los arneses o coseletes, y los morriones y celadas asimismo se hacen de algodón colchados, aunque otros o algunos los hacen de cuero de danta o de cuero de vaca, con su estofado debajo, y el que para la cabeza puede haber un morrión o celada de acero, no lo rehusa, por los macanazos que al entrar en algunos bohíos o casas se suelen dar. De este propio metal, que es el algodón o lienzo, en la forma dicha, se hace testera para el caballo, que le cubre rostro y pescuezo y pecho, que le ampara toda la delantera, y faldas, que desde el arzón delantero van ciñendo los lados y cubriendo las ancas y piernas del caballo. Puesto un hombre encima de un caballo, y armado con todas estas armas, parece cosa más disforme y monstruosa de lo que aquí se puede figurar, porque como va tan aumentado con la grosedad e hinchazón del algodón, Nácese de un jinete una torre o una cosa muy desproporcionada de suerte que a los indios pone muy grande espanto ver aquella grandeza y ostentación que un hombre armado encima de su caballo de la manera dicha hace. demás que si no es por la visera no le pueden herir por ninguna parte. Porque las piernas y estriberas van cubiertas con las faldas del caballo. las cuales el jinete lleva atadas o ceñidas al cuerpo..." (Aguado. 1956. I. 188; 194-195.

Otro autor los saca a relucir con motivo de las campañas de Pedro de Lerma, cuando eran el mejor reparo contra flechas envenenadas:

"Y ansí para las tales ocasionesson más acomodados y lijeroslos sayos estofados de algodonesque usan baquianos compañeros,y sirven en las noches de colchones:Son defensa de grandes aguaceros;si durmiendo rebato lo recuerdavestida tiene ya la mano izquierda... "

(Castellanos, 1955. II. 341).

Descripciones semejantes hacen otros autores (Vargas Machuca, 1599. 45-45v.; Cobo, 1895. IV. 193; Romero. F.. 1955. 61).

Cuando Pedro de Heredia desembarcó en la isla de Carex en enero de 1533. protegió tos caballos con coracinas de algodón. y a sus propios hombres les hizo cambiar las armaduras de cuerno que traían desde Santo Domingo. por sayos de algodón. que eran más soportables para el clima (Castellanos. 1955. III. 25; Simón. 1953, V. 83-84).

En el asalto dado al Palenque del Peñol de Buriticá por la gente de Juan de Vadillo.

"guarnécense de pectos de algodones"

(Castellanos. 1955. III. 165; Simón. 1953. V. 252.).

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Los hombres de Valdivia en la campaña contra los nutabes en el último cuarto del siglo XVI. retobaron sus sayos con el mucho algodón que hallaron en Guarcama (Castellanos. 1955, III. 636; Simón, 1953, VII, 106).

Al bajar Jorge Robledo por la cuenca del Cauca en 1541, la avanzada de Juan de Frades halló en Sinufana. a la orilla izquierda del río. mucho algodón que fue usado por los españoles en diversos menesteres. especialmente para escaupiles (Robledo. J. Jijón y Caamaño, 1938. II. Doc. 95; Simón. 1953. VI. 107).

Los aprestos de defensa hechos en Popayán en 1545 por el virrey Núñez Vela para ir contra Gonzalo Pizarro, incluyeron armaduras de curro de vaca colchadas con algodón (Cieza, 1909, 189).

En las guerras para someter a las indómitas tribus del Magdalena ocurrió lo mismo. Así. en la primera campaña de Juan de Céspedes contra los panches, hombres. caballos y perros fue ron protegidos de ese modo (Castellanos. 1955, IV. 203; Simón, 1953, II, 17; Groot, 1889, I, 49).

Los de López de Galarza cuando fueron a Ibagué llevaron armaduras de hierro y algodón (Aguado, 1916. I, 618). Hasta en la lejana Pasto todavía a principios del siglo XVII se contribuía con mantas y algodón para escaupiles destinados a la campaña contra los pijaos (Sañudo, 1939. II, 5).

A veces la protección era solo parcial y limitada a las piernas para amortiguar las púas envenenadas, como en las campañas contra los muzos y colimas (Aguado, 1917, II, 53-56; -----, 1956, I, 195).

El licenciado Tolosa, hallándose en Coro a fines de 1536, envió un destacamento a Acarigua a recoger algodón para escaupiles y vestidos; el regreso fue en marzo del año siguiente (Oviedo y Baños, 1855. II. 240). Aun bien avanzada la dominación española. sólo protegidos de escolta con escaupiles de algodón, podían aventurarse los transeúntes en las 24 leguas de Nirgua a Carora, ocupadas por los jiraharas (Vázquez de Espinosa, 1948, 91; Simón, 1965, I. li; 234).

Antonio de Berrio, en su primera expedición al Orinoco en 1584, hizo poner a sus hombres sayos acolchados de algodón. hasta la pantorrilla (Ojer, 1960. 50).

Para combatir a las tribus nativas de Loja, usaron también los españoles los mismos colchados de algodón cuyos buenos efectos se conocían en todas partes, aunque no dejase de anotárseles ciertos inconvenientes (J. de la Espada, 1897, III, 88; 211; Jaramillo Alvarado, 1955. 94).

 

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|7. Rodelas.

Aplicando el principio básico del sayo acolchado. algunos pueblos indígenas de América hicieron uso de armas defensivas no adheridas al cuerpo. Tales los peruanos, que "todos traían en las espaldas unas rodelas pequeñas tejidas de varas de palma y algodón; y de lo mismo traían otras algo mayores en las manos, no redondas. sino prolongadas como escudos. para amparar la cabeza de los palos y pedradas" (Cobo, 1895, IV, 193; -----, 1956. II. 254).

 

|8. Colchones.

Por de contado que los sayos de armas hacían en las campañas el oficio de colchones (Castellanos, 1955, II, 341; Aguado, 1956, I, 195).

El colchón de algodón en los pueblos amerindios tropicales fue virtualmente inexistente, por causa de las hamacas. Sólo se ha registrado el uso entre los incas peruanos, y eso para el propio manco o monarca. y no para los plebeyos : "dormía en el suelo sobre un colchón grande de algodón y tenía sus frezadas de lana con que se cobijaba" (Cobo, 1892, III, 288; -----, 1956, II, I40).

La influencia de las costumbres españolas impuso en muchas partes el uso de colchones. La relación de Piura de Salinas Loyola (1571 ?) indícalo en esa localidad (J. de la Espada, 1885, II, 238.

El colchón de algodón parece ser elemento cultural originario del Asia suroriental (Pigafetta, 1954, 95).

 

II) ALGODÓN HILADO |9. Hilo.

Casi no hubo pueblo en América intertropical que no hilara algodón. El hilo obtenido de esa fibra. fuera de su valor tradicional utilitario (véase), se empleaba como ofrenda religiosa. Quizá esta fue la primitiva forma de uso.

 

|o-Idolos.

Los cemíes, temes o ídolos de los habitantes de las grandes Antillas que describió fray Ramón Pané, estaban hechos de piedra o de madera. Pedro Mártir asegura, sin embargo, que eran "imágenes sedentes de algodón tejido y tupido por dentro" (Anglería, 1944, 96). Los indígenas de las pequeñas Antillas tenían idolillos de algodón que arrojaban al mar antes de viajar si flotaban. era augurio favorable, y

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nefasto en caso contrario. También en cuevas o adoratorios mantenían contrafiguras de sus deidades (Du Tertre, 1958, II. 248-249).

Este mismo elemento se encuentra en los Andes ecuatoriales del norte, concretamente en el área chibcha. Los cuitas teníamos de hilo de algodón (Castellanos, 1955, II, 233-234; Arellano Moreno, 1950. 97; Piedrahita, 1942. IV, 177. 179; Oviedo y Baños, 1885, I, 29).

El franciscano Pedro Simón confiesa haber deshecho y quebrado por sus propias manos ídolos de palo, algodón o metal de los pueblos muiscas (Simón, 1953, VI, 267). Caso muy frecuente de iconoclastas que son al mismo tiempo idólatras.

 

|oo-Ofrenda.

Ovillos de hilo ofrendaban a sus dioses los timotocuicas de la Sierra de Mérida (Aguado, 1918. I, 395;-----, 1957, III, 265; Oviedo y Baños, 1885, I, 29; Jahn, 1927, 312; Acosta Saignes, 1961, 49). Cosa semejante ocurría entre algunas tribus norteamericanas (Crawford, 1948, 37, 38, 39-40).

 

ooo-Moneda.

Hilo en pelotas u ovillos corría en vez de moneda en varios lugares de América, en la época prehispánica (Colón, H.,1947, 286; Arcila Farías, 1946, 53). Aun durante la dominación española, no sólo en áreas sin minas, como Santa Cruz de la Sierra (Acosta, 1954, 91), sino aun en las auríferas, por la absurda política colonial escaseaba el numerario metálico, en cuyo caso algunos productos lo sustituían. En Charalá los feligreses pagaban al párroco sus estipendios "en hilos de algodón grueso". En La Palma, "corren pelotas de hilo por moneda, para comprar y vender" (Oviedo, 1930, 176; 270). Así en otras partes del Nuevo Reino (Calderón, 1911, 348). Lo mismo ocurrió con Venezuela (Arcila Farías, 1957, 349, 243).

 

|oooo-Lima.

El hilo de algodón hizo las veces de lima entre algunos pueblos americanos. En la cuenca del lago de Maracaibo dividían en dos las hachas metálicas:

"Y esto hacen con hilos de algodones,mediante sus prolijas dilaciones"

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(Castellanos, 1955, II, 17).

Los pijaos sacaban partido de las piezas metálicas arrebatadas a los españoles. Se encontraron a veces cañones de arcabuces divididos por la mitad para convertirlos en. puntas de lanzas, lo que hacían "con una delgada hebra de algodón torcido con arena y agua, que es a todo lo que puede llegar el arte, pues parece imposible" (Simón, 1953, IX, 67).

 

|ooooo-Hilos y cuerdas.

Desde el hilo sencillo para coser o hilvanar (Cuervo, 1892, II, 179), el algodón se usó en forma de cuerda para diversos menesteres.

Algunos grupos indígenas brasileños acostumbraban circundar sus cultivos con un hilo de algodón, marca suficiente para identificar la propiedad privada entre pueblos honrados (Martius. 1939, 244

Para pescar con anzuelo, se usaron de distintos diámetros de acuerdo con el tamaño de la presa. Los guacales (Alvarado. L., 1953, 186 para pescar el valentón ( |Bagrus reticulatus?) (Gilii, 1965, I, 94), en el Orinoco, eran del grueso del dedo chiquito (Bueno, 1933, 25).

Con cuerdas de algodón (o de otras fibras) se amarraban las mantas con que se envolvían los cadáveres entre varios pueblos americanos.

Los varones de algunas tribus usaban un hilo de algodón para sujetarse el pene a la cintura, rodeada a su vez por otro cordel. Así los muzos andaban "con el un compañón retraído... al cinto" (Aguado, 1917, II, 705; -----, 1957, II, 484; Morales Padrón: AEA, 1958, XV, 614, 615. Idéntica costumbre existía en la cuenca del Chinchipe, afluente izquierdo del Marañón (J. de la Espada, 1897, IV, xlviii), y los maynas (Figueroa, 1904, 68). Para los guaraúnos que hacían lo mismo (Berkel, 1942, 69), no se indica la fibra de que elaboraban la cuerda sujetadora. Otras tribus orinoquesas usaban indistintamente algodón o palma muriche (Gilii, 1965, II, 65).

La vinculación mágica del algodón con la guerra entre los indígenas, puede apreciarse en el hecho de que --aun teniendo otras fibras a la disposición --siempre se utilizaba aquél para sujetar las puntas de las flechas al cuerpo o vara (Heriarte (1662 1874, 13; im Thurn, 1883, 288). Las tribus guayanesas ligan con algodón su maza de guerra (taiken), que sirve para la pelea cuerpo a cuerpo; fuera del revestimiento y adornos del arma, ésta se ataba a la muñeca de manera que no pudiera ser arrebatada por el enemigo, todo con algodón (Schomburgk, 1922, Ì, 274-275; Ribeiro de Sampaio, 1825, 55 - 56). Esta es costumbre de los caribes (Gilii, 1965, II, 281).

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Varios hilos se pueden retorcer juntos, formando torzales de distinto diámetro según el uso requerido. Cuerda para arcabuces debía llevarse en ovillos en la época de la conquista (Vargas Machuca, 1599, 47v.; -----, 1892, 150.

 

|oooooo-Pabilo.

El alumbrado nocturno casero a base de velas o bujías de cera c de sebo, fue una innovación introducida por los europeos. Además, la gran importancia que el culto religioso católico ha tenido en los dominios hispano-portugueses, presupone un gasto intenso de luminarias. El pabilo, que en Europa se hacía con lienzo de cáñamo especialmente, se hizo en América con algodón (Cuervo, 1892, II, 179; Julián, 1787, 102; Cobo, 1890, I, 440; Cappa, 1890, VI, 287), "y en todas las Indias se gasta grandísima cantidad en pábilos para velas da cera y sebo, el cual en esta tierra no se hace de otra cosa y es mucho mejor que de Lino y cáñamo" (Cobo, 1890, I, 440).

Velas se gastaban infinitas en las minas de plata y azogue del Perú (Cobo, 1891, II, 358-359; Cappa, 1890, VI, 287; Anónimo, 1958, 100). Lambayeque era centro de producción de pabilo (Vázquez de Espinosa, 1948, 370).

Las tribus guayanesas han usado también antorchas hechas con pabilo de algodón empapado en cera (Schomburgk, 1922, I, 160; 1923, 11, 336).

 

|ooooooo -Redes.

Esta es una manes a más elaborada de usar el hilo, puesto que varios de ellos se aseguran en forma reticular. Donde no se alcanzaban fibras más resistentes a la acción del agua salada, se usó algodón. De los indígenas de Tierra Firme dice un autor: "... la forma como pescan es con redes, porque las tienen y saben hacer muy buenas de algodón... " (Oviedo y Valdés: Vedia, 1946, I, 481; -----, 1959, II, 56).

 

III) ALGODÓN TEJIDO:

Toda pieza de algodón tejido es en general una lámina cuadrilonga, de dimensiones, espesor y trama variable, según los usas a que se destine. Queda por saber si las telas de algodón` surgieron en América por motivos religiosos o utilitarios, aunque lo primero sea siempre también lo último. Por eso es difícil establecer una secuencia

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en la exposición de los diversos usos que daban los amerindios al algodón tejido.

 

|10. Mantas.

La manta puede considerarse como el textil básico de los pueblos amerindios. Ella sola hacía las veces de bandera, o de hamaca o de vestido; agregada a otras, se convertía en vela de navío, toldo o mosquitero, cobija, etc...

Las mantas de algodón, en la ausencia de todo género de ropa europea de que podían disponer los españoles en la primera época de comunicaciones tan difíciles en el Nuevo Reino, jugaron un papel económico de no pequeña importancia, convirtiéndose en una de las principales granjerías. Por eso quedaron incluidas entre los géneros del tribute de los indios, dondequiera que el oro no existía o era escaso (Aguado, 1916, I, 502). Una de las primeras tasaciones que se hicieron, la de Briceño y Barios en 1550?, estipuló que los indios de Guatavita darían 240 mantas a su encomendero (Ibid., 528). En la retasa hecha para Tunja por el oidor Villafañe, se señaló como tributo a cada indio una manta al año (Ibid., 557); la Audiencia lo aligeró después, disponiendo que entre cada dos indios tributaran una (Ibid, 561). Para tener una idea aproximada del valor monetario do una manta, baste decir que el algodón (fibra) se obtenía a razón de una carga por manta (Ibid., 504), lo que se puede apreciar sabiendo que un producto tan costoso como la coca o hoyo se cambiaba a razón de una carga por cada dos mantas (Ibid., 505). Esto se oficializó, por así decir, en 1579 (Calderón, 1911, 304 nota). Hubo épocas en que las mantas de tributo abarrotaban los depósitos de los oficiales reales de Santa Fe (Calderón, 1911, 304 nota?; Ots, 1946, 173). Los indios de su encomienda de Icabuco le tributaban mantas a Suárez Rendón (García Samudio, 1952, 243-244). Este, en uno de esos tardíos escrúpulos de conciencia por las injusticias realizadas con los indios que fue tan común entre los conquistadores españoles, dispuso en su testamento ciertas mandas de mantas para algunos de sus servidores o tributarios indígenas (Ibid., 381, 39I).

Quo este no fue caso aislado, lo demuestra el hecho de que en 1573 se obligaba a los indios a obtener lejos las mantas para tributar, y se les compelía a dar mantas dobles, en vez de las comunes, cosa que se trató de remediar (Friede, Mss., VII, 316, 329-330).

En la ausencia de moneda acuñada, en un principio las mantas hicieron el papel de moneda entre los españoles. Estos se vestían con mantas de algodón en los primeros tiempos, para cambiar sus capas peninsulares por ganado, más escaso (Aguado, 1917, II, 445). Mantas coloradas del reino se trocaban por esmeraldas (Ibid., 453). Cuando se descubrieron y empezaron a explotar las minas de estas gemas en

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Muzo, la remesa de mantas desde la Sabana se convirtió en una granjería importante (Ibid., 486). En general, se despachaban para las tierras calientes (Simón, 1953, III, 206). Las mantas de algodón de Santa Fe figuran entre los productos comerciales a fines del siglo XVI (Ibot León, 1933, 239; -----, 1952, 323).

En mantas de "lienzo de la tierra' ` pintó Gregorio Vázquez sus cuadros (Giraldo Jaramillo, 1948, 76).

 

|a) Vestido.

No compete a este lugar hacer la historia del vestido entre los indígenas americanos. Sería exagerado asimilar el uso más o meros intenso o cotidiano y la mayor o menor elaboración del vestido, al grado de cultura y refinamiento de los pueblos amerindios (Véase acápite F, I).

 

|b) Sudarios.

Lo que se dijo antes, que el algodón pudo ser al principio una planta de uso ceremonial, ritual o religioso, igual que una fibra de carácter utilitario para los indígenas, puede deducirse, ya del uso de los cemíes o ídolos de esa fibra, corno do la práctica funeraria tan difundida en gran parte de América equinoccial, de enterrar los cadáveres --en algunos casos sólo los de los jefes a caciques --envueltos en una o varias mantas de algodón.

Nueva debía ser la que en tales circunstancias usaban los caribes insulares (Du Tertre, 1958, II, 387).

Los indígenas de la provincia de Paris, al oeste de Panamá, enterraban sus difuntos envueltos en varias mantas, amarradas de fuera hacia adentro, primero con una cuerda de cabuya (véase) después con otra de algodón, y finalmente con una de pelo humano (Espinosa: Medina, 1913, II, 280). Entre los humbras o ansermas, cuando alguno moría, "los envuelven en muchas mantas, muy en orden cosidas, que hacen un bulto como tonel" (Robledo, J.: Jijón y Caamaño, 1938, II, Doc. 69-70). Cosa semejante hacían los gorrones (Cieza, 1924, 90-91).

Las momias peruanas han solido estar envueltas en varias mantas y algodón (Calancha, 1639, 235?, 237?).

Cuando Quesada viajó al Valle del Magdalena, constató que los indígenas envolvían sus difuntos en mantas adornadas con prendas de oro (Serrano y Sanz, 1916, 124; Frigide, 1960, NR, 242).

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Costumbre similar predominaba en el Nuevo Reino de Granada (Aguado, 1916, I, 257; Frigide, 1960, NR, 270). El científico Rivero tenía en el Museo de Ciencias de Bogotá en 1824 una momia prehispánica envuelta en tela de algodón (Hamilton, 1955, I, 115).

 

|11. Banderas; pendones.

Los armas o armados de la cuenca del Cauca, "en lar zas largas solían llevar banderas de gran valor" (Cieza : Vedia, 1947, II, 371; Casas, 1909, 167; Simón, 1953, VI, 65).

 

|12. Velamen.

El uso de velas para navegar no era desconocido en América prehispánica. El piloto Bartolomé Ruiz capturó sobre la actual costa ecuatoriana en 1527 una balsa con "velas de algodón" (Sámano : Jerez, 196-197). Cabe la duda si para las velas no se usó más bien tela de damajagua (Poulsenia) u otra fibra liberiana.

Los indígenas de Calamar i usaban en sus piraguas dos velas, "de muy buenas telas de algodón" (Oviedo y Valdés, 1959, I, 289).

Los caribes insulares conocían la vela de algodón y la usaban en sus canoas.

"Lonas o velas de naos" se hicieron siempre de algodón en América desde los principios de la dominación española (Acosta, 1954, 118). Uno de los centros de producción de "lonas de algodón excelentes" era Nicaragua (Andagoya : Cuervo, 1892, II, 96).

El pirata inglés Ricardo Hawkins en el asalto a Valparaíso hecho en 1594, obtuvo velas de algodón de las usadas en el Pacífico (Hawkins, 1933, 102).

Para mediados del siglo XVII, "en está mar del Sur las velas de todos los navíos que navegan en él son de lona o lienzo de algodón" (Cobo, 1890, I, 440; -----, 1956, I, 200). Como se sabe, éstas eran de cáñamo en el Mediterráneo.

La gente de Lope de Aguirre improvisó velas cerca del. estuario amazónico, con las mantas que traían los indios de servicio (Vázquez de Espinosa, 1948, 391-392).

 

13. Hamacas.

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Las primeras las vio Colón en la isla de las Bahamas que llamó Fernandina (Long Island actual?) (Colón, H., 1947, 96; Casas, 1951, I, 214; Navarrete, 1954, I, 101, 109). Otras observó en Guadalupe (Colón, H., op. cit., 145; Anglería, 1944, l 5). En el continente era lo mismo (Navarrete, 1955, II, 32, 134). El uso era universal en América a la llegada de los europeos (Enciso,1948, 204-205).

En los aprestos de la expedición de Pedro Arias de Ávila a Castilla de Oro, se ordenó que se llevaran de las islas mil hamacas (Serrano y Sanz, 1918; I, 333):

En Barquisimeto el hilo para hamacas era una granjería importante (Arellano Moreno, 1950, 129, 130, 144).

Pero no necesariamente las hamacas se hacían de algodón, aunque sí era la fibra predominante. En la mayoría de los casos, para las cuerdas terminales se empleaba otra fibra, como por ejemplo cabuya, mientras que los hicos o cordeles para atar ambos cabos directamente a postes o a árboles, sí eran de algodón (Oviedo y Valdés : Vedia, 1946, I, 485-486; -----, 1959, I, 117-118).

Las hamacas reticulares llamadas chinchorros se hicieron por lo general de cabuya en el occidente de Sur América, y de fibra de palmeras (especialmente de los géneros Astrocaryum y Mauritia) en la porción oriental (Véase numeral 173).

En la parte relativa a la dispersión geográfica del algodón se han mencionado las hamacas repetidas veces. Un estudio monográfico sobre la geografía y uso de esa prenda entre los aborígenes americanos, así como e1 de su adopción por los europeos, quedará mejor en una historia de la cultura material.

 

14. Tiendas, toldos.

Se carece de datos fehacientes sobre el posible uso del toldo o mosquitero entre los aborígenes americanos del área intertropical. Los otomacos y otros grupos de la costa oriental venezolana dormían enterrados en el suelo, no en hamacas (Acosta Saignes, 1961, 49, 50). Así también parece que se acostumbraba en la costa ecuatoriana (Acosta, 1954, 318). De todos modos, los europeos adoptaron de los indígenas este sistema de protegerse contra los mosquitos (Du Tertre, 1958, II, 269; Abbad Y L asierra (1788), 1959, 185).

Para mediados del siglo XVI, en la provincia Marien de Santo Domingo se usaban para protegerse de los jejenes, pabelloncitos de lienzo o de algodón de 12 a 15 varas (Casas, 1909, 50).

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En la parte oriental de T fierra Firme, las fuerzas de Antonio Sedeño, después de haber devuelto al litoral a la gente del licenciado Frías, se prepararon a continuar su ruta tierra adentro, recogiendo el bagaje y

"los gosipinos toldos y las tiendas"

(Castellanos, 1955, I, 513).

Los indios guashiguas de los Llanos de Venezuela usaban tiendas de algodón (Aguado, 1918, I, 242-243).

Aunque no consta que se haya cumplido, es interesante consignar que en las ordenanzas sobre el tratamiento a los indios bogas del Magdalena, promulgadas en Mompós por Juan del Junco el 23 de julio de 1560, aparece esta prescripción: "...ninguna canoa que ayan de bogar yndios para arriba se despache ny consienta yr sin llevar toldo de veynte tiaras de cañamazo, el qual cada encomendero sea obligado a lo tener para que los yndios que la tal canoa bogaren, duerman las noches debajo dél; con el qual y sus esterillas que llevan, podran pasar sin tanto tormento como el que cada noche pasan de mosquitos..." (Ibot León, 1933, 158-159; -----, 1952, 244). El cañamazo podía sustituírse con algodón. Años después un autor consigna: "En el río de la Magdalena son tantos [los mosquitos] que, si no usaran los navegantes de unos toldos o pabellones de lienzo, no pudieran vivir" (Ruiz Blanco, 1892, 41), cosa confirmada por otros (Alcacer, 1959, 232; Holton, 1857, 55).

Para hacer tiendas era uno de los principales empleos del algodón en Santa Marta y Guaira (Julián, 1787, 102).

Toldo do algodón se halló en el cercado de Cajicá (Groot, 1889, I, 44).

El toldillo era imprescindible en el Darién; se requiere que no tenga la más pequeña rasgadura por donde puedan colarse los bichos (Reclus, A., 1958, 96).

El licenciado Salazar de Villasante completa del siguiente modo su apunte sobre los mosquitos del Embarcadero de Guayaquil: "Y ansí, para repararse destos, especial para haber de dormir allí una noche, se llevan unos toldos y dentro la cama se encierran, que no entren mosquitos; Y a los que no los llevan, so los alquila el ventero, que tiene muchos para este fin" (J. de la Espada, 1881, I, 15). La relación de Guayaquil de principios del siglo XVII, sobre la abundancia de mosquitos, establece: "no se puede pasar sin pabellón o toldo" (Torres de Mendoza, 1868, IX, 254). La gente pobre usaba allí el tocuyo o lienzo de algodón con ese fin (Juan y Ulloa, 1748, I, 231).

La relación sobre la provincia de Maynas (1619) dice de los indígenas de ese sector : "duermen en barbacoas o cañizos con toldos" (J. de la Espada, 1897, IV, cxliv). Los omaguas y cocamos usaban toldos,

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dentro de los cuales metían las hamacas (J. de la Espada, 1889, Mar., 130; Figueroa, 1904, 226; 393; 397; Heriarte, 1874, 58). A veces se fabricaban con los desechos de mantas y camisetas (Laureano de la Cruz, 1942, 50). Un viajero generaliza la costumbre para todo el alto Amazonas (La Condomine, 1778, 144). En ciertos lugares, como en el Tocantins, todo el mundo, hasta los niños, necesita el toldillo (Bates, 1962, 427), como ocurre también en Yurimaguas, del oriente peruano (Spruce, 1908, II, i7).

En Lamas y Moyobamba se labraban en el siglo XVIII "vistosos pabellones de mantas pintadas" (Magasin : RI, 1940, I, 171).

 

15. Cobijas.

De algodón las usaban para dormir algunas tribus del Cauca medio, especialmente en el Sector de Umbra (Anserma) (Robledo, J. : Jijón y Caamaño, 1938, II, Doc. 68).

Finas colchas se fabricaban en Nicoya, Costa Rica, a principios del siglo XVII (Vázquez de Espinosa, 1948, 243).

 

16. Fajas.

Rasgo característico de los pueblos caribes fueron las ligaduras, generalmente hechas con tiras, cuerdas o fajas de algodón que se ponían en pantorrillas y brazos, para promover la formación de protuberancias musculares (Navarrete, 1954, I, 186; Schomburgk, 1922, I, 245-246, 269, 316; im Thurn, 1883, 191193). Este adorno lo usaban las mujeres, con excepción de las esclavas; cuando se humedecía apretaba las carnes en forma molesta (Du Tertre, 1958, II, 371).

Así lo hacían los abijiras del Napo (Laureano de la Cruz, 1942, 13).

Las fajas o pañetes interfemorales llamadas guayucos o maures eran de uso muy amplio en América para ambos sexos. Unas veces se dejaban sueltas por delante las des puntas, colgando; otras voces un extremo se pasaba entre las piernas y se sujetaba atrás a la cuerda en la cintura.

 

|17. Paños, toallas, varios.

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El paño de manos, el "paño de narices" o pañuelo, y las toallas, parecen haber sido elementos que adquirieron su forma actual por influencia do los europeos.

Ponderando Castellanos la opulencia de la isla Margarita en la época de Lope de Aguirre, habla de las viviendas provistas de "ricas toballas, lúcida vajilla" (Castellanos, 1955, I, 597).

 

18. Adornos varios.

Aunque un autor considera típico de los caribes el uso de gorros de algodón (Jahn, 1927, 39), consta que esto no les era exclusivo. Cristóbal Colón en la costa de Orea, Honduras, halló que los señores principales, en vez de bonetes, usaban "ciertos pañetes de algodón blancos y rojos" (Colón, H., 1947, 278).

Los caonaos, tribu del valle del Magdalena al pie de la Cordillera Oriental, en la ruta seguida por Ambrosio Alfinger en 1532, usaban bonetes de algodón (Nectario María, 1959, 495).

De los muiscas dice un testigo presencial de la Conquista: "En las cabezas Traen comúnmente unas guirnaldas hechas de algodón, con unas rosas de diferentes colores de lo mismo, que les vienen a dar enderezo (aderezo?) de frente. Algunos caciques principales traen algunas veces bonetes, hechos allá de su algodón... " (J. de la Espada, 1889, Cast., 97; Cuervo, 1892, II, 211; Friede, 1960, NR., 265). El luto consistía en ponerse mantas y bonetes negros (Friede, op. cit., 235; Serrano y Sanz, 1916, 117)'.

En cuanto a las "flores de algodón", el dato está repetido en autores posteriores (Vázquez de Espinosa, 1948, 301).

Las tribus guayanesas usan también adornos de esta fibra (im Thurn, 1883, 288).

 

|19. Capellada.

La puntera o capellada de los alpargates se hizo con lona d algodón (Ortiguera, 1909, 373) [véanse numerales 177, 178 y 179].

 

C) SEMILLA

En el Brasil los indígenas comían la semilla del algodón ["del tamaño y hechura de is cagarruta de los ratones"], machacada y luego

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cocida, hecha en una a modo de póleada que llamaban "mingáu" (Soares de Souza (1.587) 1938, 235). Esta semilla tiene un principio galactógeno, que la hace adecuada para vacas de leche (Véase capítulo XX).

 

E) TEXTILES E INDUSTRIA TEXTIL

Fue desigual la habilidad de los indígenas americanos para la manufactura textil. Esta desigualdad no sólo era evidente en las tribus que usaban el algodón para vestirse, en relación con las que no lo usaban; sino que entre los pueblos tejedores, unos tenían técnica o habilidad más evolucionadas que otros.

En general; la tejeduría era más una artesanía que una industria. La calidad y perfección de los tejidos no obedeció a mecanismos más o menos complicados, ni a instrumental más perfecto. Esto lo han destacado todos los tratadistas sobre cosas del Nuevo Mundo.

Durante la dominación española la industria textil se organizó como actividad mercantilista, con base en el trabajo del indígena; pero variaron poco los procedimientos tecnológicos, respecto de los de la época prehispánica.

Sobre todo esto se darán detalles a continuación.

 

1) Husos.

Las torteras de huso que se suelen sacar de las excavaciones arqueológicas o vandálicas, no parecen revelar grandes variaciones, sino al contrario simplicidad y uniformidad de diseño. La ornamentación sí varía; ella pudo tener en algunos casos sentido propiciatorio. En ciertas áreas se han desenterrado por millares las toreras de arcilla (Parsons, 1949, 124).

 

2) Telares.

No describe Colón los telares de los caribes de Guadalupe (Colón, H., 1947, I48; 208); pero debían ser algo diferentes de los que usaban los tainos de las grandes Antillas, ya que eran "de una manera nueva" (Casas, 1951, I, 354).

El pirata Water describe los telares usados por los darienes. El diseño no varió en siglos (Wafer, 1888, 67-68; 126). Usaban una regla de chonta para asentar la tela.

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En Loja los indígenas hilaban todavía en la segunda mitad del siglo XVI en sus telares tradicionales, que aquéllos preferían r los introducidos (J. de la Espada, 1897, III, 216. Estos no debían ser muy diferentes a los "telares de macana" usados después en Quito, que un autor describe así: "Hay mucha fábrica de sobrecamas y pabellones de algodón, y todo esto se teje sin telar, sino con un espadajo de macana atado y preso con correa por tras la cintura del que lo teje, y en lugar de calzas [calces] para las labores una partida de cañas, las que entran y salen con la mano" (Serra, 1956, II, 182).

En Orinoco los telares indígenas eran simplicísimos y se tiraban después de terminada cada labor (Gilii, 1965, II, 256).

De los peruanos, cuya industria textil es probablemente la más adelantada y perfecta en América precolombina, decía un observador: '"Sus telares son pequeños y de tan poca costa y ruido, que con dos palos gruesos como el brazo y largos tres o cuatro codos está armado un telar" (Cobo, 1956, II, 258).

La geografía de la actividad textil prehispánica es difícil de hacer. Se dice que en el territorio ocupado parcialmente por los quimbayas, pueblo de cultura bastante avanzada, no se han hallado implementos para hilar en las excavaciones hechas hasta ahora (Arango C., 1927? 41). pero si los telares estaban hechos con madera perecedera, fácilmente destruida en climas húmedos y lluviosos, es muy arriesgado deducir consecuencias de estas evidencias negativas. El diseño del telar indígena fue el mismo en todo el continente (Crawford, 1948, 23-29, 33).

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FIG. 30. Telar de madera ( |guanga o huanga), usado en Pasto, Colombia, en 1876. La barra transversal superior se llama |cumuel; la del medio, |cinga, y la lanzadera, |chonta, por la palma de |chontaduro (| Guilielma gasipaes (H.B.K.) Bailey), de cayo leño se obtiene. Según Eduardo André, en el relato de su viaje por Colombia, publicado en LE TOUR DU MONDE, XXXVIII, 2° sem., 1879, p. 343. Este es el mismo telar de |macana mencionado en el texto

3)Textiles prehispánicos

De muy contadas regiones americanas se han conservado muestras prehispánicas de telas de algodón. Todos los países no han sido tan favorecidos como Méjico y el Perú por la climato logía, en el particular de que se hayan preservado casi intactos los restos de civilizaciones antiguas. Sin embargo, queda constancia en las fuentes escritas de que la habilidad en el tejido no fue patrimonio exclusivo de los dos pueblos mencionados, sino que era compartida por otros grupos, ahora extinguidos.

Son demasiado vagas en cuanto a localidades geográficas las afirmaciones de Las Casas sobre la habilidad de algunos pueblos americanos para hilar y tuer algodón y lana (Casas, 1909, 167, 168).

a) Según el doctor Alvarez Chanca, quien relata el segundo viaje de Cristóbal Colón, en la isla de Guadalupe, habitada por caribes, halló mucho algodón hilado y por hilar, y "muchas man tas de algodón tan bien tejidas que no deben nada a las de nuestra patria" (Navarrete, 1954, I, 186).

b) Los españoles elogian la ropa que usaban en la provincia de Paris, parte occidental del istmo de Panamá : "las mantas hacían con labores de tintas muy gayas" (Andagoya: Cuervo, 1892, II, 93).

c) La serranía de Abibe era habitada por pueblos que en el piedemonte cultivaban algodón ales, y del algodón hacían "muy buena y fina ropa que llevan a vender y contratar por aquellas tierras a los pueblos que en ellas hay poblados" (Aguado, 1919, II, 53; -----, 1957, IV, 28).

d) Los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta elaboraban "paños... que es cosa de ver" (Enciso, 1948, 216). "Levántase sobre todo encarecimiento... las mantas pintadas de colores varios en el

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telar" (Simón, 1953, VIII, 115). Bajaban a rescatarlas a la Ciénaga por pescado y sal (Frigide, 1960, NR., 214).

e) Los muiscas de la altiplanicie cundiboyacense --aunque no fueran cultivadores de algodón --habían alcanzado notable adelanto en la manufactura de esa fibra. La distorsión de las ca racterísticas culturales indígenas en algunas obras españolas, no alcanza a anular hechos como aquél. Para el autor del "Epítome", la habilidad textil de los muiscas era producto de imitación de lo que vieron a los españoles, cuando dice: "Es gente de mediano ingenio para hacer cosas artífices, como en hacer joyas de oro y remedar las que ven en nosotros, y en el tejer de su algodón, conforme a nuestros paños, para remedarnos; aunque lo primero no lo hacen tan bien como los de la Nueva España, ni lo segundo, tan bien como' los del Perú" (Cuervo, 1892, II, 213-214; Friede, 1960, NR., 267-268). Juan de San Martín y Antonio de Lebrija, más llanamente, informan: "La gente de ella [la tierra del Nuevo Reino] andan vestidas de ropa de algodón diferente de la de Santa Marta y de la del Perú. Es muy buena y pintada de pincel la más de ella" (Friede, op. cit., 197). Es natural que los tejidos más finos se encontraran en poder de individuos de alta jerarquía (Ibid., 240-241, 244).

f) En la cuenca del Cauca hallaron los españoles excelente ropa de algodón. Entre Palomino y el Pueblo Grande de los Gorrones, sobre la orilla del río, halló el conquistador Robledo "ropa galana y blanca" (Robledo, J.: Cuervo, 1892, II, 393). Asimismo en Tahamí, en el sector más bajo del río, se halló ropa "muy pintada y galana" (Ibid., 408). En este último caso, por la vecindad geográfica, la ropa pudo obtenerse de la región de Abibe [véase inciso b)]. No hay datos para pronunciarse sobre posibles focos manufactureros de telas finas en el alto Cauca.

g) Uno de los centros donde la manufactura del algodón parece haber alcanzado niveles de altísima calidad, es la parte superior del Amazonas, entre las confluencias del Putumayo y del Ucayali.

Cuando descendía Orellana en 1541, en el mismo pueblo donde halló mucho maíz, abajo de Las Picotas, había "muy buena ropa de algodón" (Carvajal, G., 1894, 56). Asimismo, durante la expedición Ursúa-Aguirre, en 1561, se comprobó que la gente de Cocama "anda vestida curiosamente de algodón", y que en Cararo, más abajo, era "toda gente vestida de muy buenas y galanas camisetas pintadas de labores y colores de algodón al uso del Pirú" (Vázquez de Espinosa, 1948, 382, 383; Castellanos, 1955, I, 628). En los dos siglos siguientes, los cocamas continuaban vistiendo camisetas "muy pintadas y galanas", que trocaban por cuchillos y herramientas (Figueroa, 1904, 103; Uriarte, 1962, I, 131; 199; Jouanen, 1941, 1, 320; 381). Los de Cararo, que deben ser los omaguas o cambebas, siguieron usando --aunque no todo el año --sus llamativas camisetas pintadas (J. de la Espada, 1889, Teix., 85; Heriarte, 1874, 53-54;

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Laureano de la Cruz, 1942, 49; Berredo (1749) 1849, 303; Monteiro de Noronha, 1862, 58; Ribeiro de Sampaio, 1825, 72-73).

En la cuenca del río Chinchipe, alto afluente del Marañón, los indígenas tenían mantas de algodón de colores para cargar al brazo, y camisetas que casi no se ponían (J. de la Espada, 1897, IV, xlviii).

En general, la habilidad de varios grupos de esta porción amazónica para confeccionar telas era alabada (y fue aprovechada económicamente) por los misioneros (Magnin : RI, 1940, I, 171, 183; Jesuítas, 1942, 75; Uriarte, 1962, I, 160; 193).

h) Hay unanimidad en las fuentes para sostener que fue en el Perú, tanto en la costa como en la sierra, donde la hilatura alcanzó el más alto nivel de perfección, aun en parangón con cen tros del Viejo Mundo como la india. Un autor sostiene que en general los peruanos superaron a todos los pueblos en diseño del. tejido, mientras que los indostanes sobresalieron en los tejidos estampados y teñidos; unos y otros usaron elementos técnicos muy semejantes. La exquisita perfección del tejido en el Perú obedeció más a la habilidad del operario que a la complejidad de los elementos o procesos empleados (Crawford, 1924, 51-52, 55).

Ponderando un autor la simplicidad del útil empleado, añade: "...hacen los tejidos, así los llanos y sencillos como los labrados de colores y figuras, los bastos y los ricos y preciosos, a dos haces, que es obra de gran primor y que con razón nos admira" (Cubo, 1956, 11, 259).

 

4) Industria textil colonial

Con los españoles llegó la concepción mercantilista, que se aplicó a los recursos naturales de América, a los productos cultivados y a la mano de obra.

Durante el siglo XVI la industria textil orientada por las concepciones económicas e industriales de los españoles fue muy modesta. El equipo mecánico y aun las instalaciones debieron ser lo más sumarias e imprescindibles [véase inciso E), numeral 2)], puesto que la labor primaria estaba encomendada a los indígenas tributarios dispersos en sus viviendas.

 

a) |Mano de obra.

No sólo el indígena fue el cultivador del algodón (Patiño, 1966, 412-413), sino el que beneficiaba la fibra.

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Este beneficio tuvo dos aspectos principales: la hilatura local y casera de mantas para pagar el tributo; y la hilandería y tejeduría por cuenta directa del encomendero o empresario textil, en el domicilio de este o en instalaciones ad-hoc. Bajo una u otra forma, el indígena, como ha sido la regla, fue objeto de abusos de toda laya.

En Tocuyo, principal centro textilero de Venezuela, los indios hilaban, para los españoles (Arellano, Moreno, 1950, 154). En Mérida el oidor Vázquez de Cisneros fijó las condiciones que de bían regir para el trabajo y el salario de las indias hilanderas y los indios tejedores de algodón (Gutiérrez de Arce: AEA, 1946, 1181; Arcila Farías, 1957, 265, 266-267; 359). Todavía en el siglo XVIII los pocos indios que quedaban en los valles de Chabasquen y Sanare (Tocuyo) labraban lienzos de algodón, uno ordinario y otro más delgado (Altolaguirre, 1908, 160).

En la parte oriental, los cumanagotos de Píritu labraban hilo, que cambiaban a los españoles por herramientas y otros artículos (Ruiz Blanco, 1892, 18).

En lo que es hoy territorio caldense, los indígenas debían entregar algodón hilado (Friede, 1963, Q., 102).

En varios lugares de la porción meridional del Ecuador, tanto de la Sierra como del flanco amazónico, en la segunda mitad del siglo XVI y primera del siguiente, los indígenas tenían por princi pal oficio hilar algodón para sus encomenderos, como en Quijos, Loja, Nieves y Cungarapas (J. de la Espada, 1897, III, 12, 216; IV, 44, lxx).

Durante la época de las misiones jesuíticas, los indígenas del Marañón, especialmente los omaguas, eran empleados en lo mismo (J. de la Espada, 1897, IV, cxlv; -----, 1889, Mar., 511; Magnin : RI, 1940, I, 169; Uriarte, 1962, I, 160; 193).

Los indígenas de Solongo, costa ecuatoriana, tenían este como oficio preponderante a principios del siglo XVII (Torres de Mendoza, 1868, IX, 291).

En la época prehispánica algunos pueblos no hacían diferencia en los sexos para este menester. En las provincias ístmicas de Cabiores y Durucaca (actual Costa Rica), "hilan los hombres co mo mujeres, e lo tienen por cosa e oficio ordinario para ellos" (Oviedo y Valdés, 1959, IV, 427). Entre los serranos de Santa Marta: "Ellas [las mujeres] hilaban aprisa y muy delgado y ellos [los hombres] tejían muy despacio y muy curioso" (Simón, 1953, VIII, 115). En el río Guarapiche que desemboca al golfo de Paria, hombres y mujeres hilaban el algodón sobre los muslos, pero sólo las mujeres tejían las hamacas (Pelleprat (Montezon), 1857, 140). En los Andes ecuatoriales la tejeduría era labor masculina, y la hilatura oficio femen.ino entre los imbabureños (Jijón y Caamaño, 1920, 122); cañaris (Cieza, 1924, 132,

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149), y entre los serranos en general (Compte, 1885, I, 55). La costumbre de que el hombre hile o teja, perdura entre los jíbaros actuales (Karsten, 1935, 89, 97, 98, 243; 106).

También hubo igualdad entre los sexos en la industria textil durante la dominación española, aunque entonces con carácter compulsorio, como en Santiago de Atalayas, donde los españoles "no perdonaban sexo ni persona para semejante ejercicio, pues no solamente las mujeres, para quienes es más propia esta ocupación, se empleaban en ella, sino hasta los varones, para quienes es indigna la operación de hilar, la cual desdeñan aun los bárbaros; y hasta los niños tiernos, cuya delicadeza y edad pedía dispensación en el trabajo; todos sacaban fuerzas de flaqueza para hilar el día entero y cumplir su tarea, sobreponiéndose a la falta de vigor, el temor del castigo, y la crueldad de los amos" (Rivero, 1956, 32).

 

o -No parece que la tecnología europea hubiera tenido mucha influencia en la industria textil durante la época colonial en América. Incidentalmente se habla de que algunos españoles, seglares o religiosos, enseñaran a algunas tribus a hilar. El médico Laguna trata sin contemplaciones a las mismas mujeres españolas de su época a este respecto: "Como por estas partes hilen de tan mala gana las hembras y quieran antes enviar a las Indias por aquella suerte de tela que hilarla y tejerla en sus propias casas... " (Font Quer, 1962, 408; 407-408).

Para 1582 se dice de los colimas que "ya saben" hilar algodón (Latorre, 1919, 119). Recuérdese que la habilidad de las mujeres de esta área en la época prehispánica es alabada en ese particular.

Un fundador de pueblos costeños de la Nueva Granada se vanagloría de haber enseñado a los mulatos, zambos y mestizos al occidente del San Jorge, a hilar y tejer varias fibras nativas, entre ellas el algodón (Torre Miranda, 1794, 17).

Aun a tejedores insignes como los indígenas de la altiplanicie ecuatoriana se los ha calumniado al decir que se les enseñó a fabricar sus propias telas, justificando con este argumento la esclavitud de que fueron objeto en los obrajes (Vargas, 1957, 42).

También a tribus tan familiarizadas con el algodón como las del Marañón y alto Amazonas, célebres por sus telas pintadas, se ha pretendido por apologistas de los misioneros, que estos les enseñaron a tejer (Rodríguez, 1684, 264-265). Lo único que hicieron fue introducir un tipo de telar más eficiente (Uriarte, 1962, I, 160; 193).

Los españoles durante su dominio no mostraron la misma habilidad técnica que los indios, y aun tuvieron desaciertos en la conducción de

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la industria textil (Prado, 1941, I, 67-69). El botánico Ruiz observaba en el siglo XVIII que los indígenas peruanos no habían adelantado nada en textilería, y que las piezas trabajadas en su época eran idénticas a las que se extraían de tumbas antiguas (Ruiz, 1952, I, 267).

Los telares de Chile se arruinaron en el siglo XVII, cuando se prohibió usar indios en los obrajes (Montero Guzmán, 1948, 64). En este, como en otros aspectos en que se confrontan tipos distintos de cultura, no debería entrar en juego el factor capacidad. No debe olvidarse que España fue el primer país europeo que conoció y usó el algodón, traído por los árabes, y que la industria algodonera --inclusive la del papel --mientras ellos dominaron fue floreciente. Lo que debe ponerse en la balanza es el desvío hacia toda actividad industrial o manual, que manifestaron los españoles en América. Actividad que no se ejercita, no promueve la creación de adelantos técnicos.

 

oo -Algunas tentativas se hicieron durante la dominación española para cambiar la utilería industrial. En 1518 el licenciado Suazo mandó a hacer "ingenios" para limpiar el algodón en la isla Española (Torres de Mendoza, 1880, XXXIV, 253).

La industria suramericana que empezó en Tocuyo, fue la primera que empleó "telares altos", como los europeos (Aguado, 1918, I, 362;-----, 1957, III, 245-246).

En Santa María de Nieves o Nieva, bajo Marañón, los encomenderos a fines del siglo XVI o principios del siguiente, daban a los indios encomendados o curicamayos, "tornos y algodón" (J. de la Espada, 1897, IV, 44).

Antonio de Narvdez y de la Torre dice en 1778 haber pedido a Barcelona con destino a Santa Marta, cuatro maquinitas para despepitar e hilar algodón (Cuervo, 1892, II, 179). También el vi rrey Ezpeleta pidió a Europa máquinas de tejer, hilar y desmotar el algodón, para el Hospicio- de Bogotá (Groot, 1890, II, 303). Se ignora la suerte que corrieron tales iniciativas.

Lo que se sabe sobre el estancamiento de 1a industria en España desde mediados del siglo XVI (Herrera, G. A., 1819, III, 221), permite creer que las mencionadas máquinas e ingenios no eran nada del otro mundo en perfección.

De Martínez de Pinillos se asegura que -ya para terminar la época colonial- enseñó a los productores de algodón del Socorro y San Gil a empacar y prensar la fibra (Camacho: Caldas, 1942, II, 9-10; nota; Febres Cordero, L., 1950, 172).

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Aun la utilería introducida sufrió la adaptación inevitable hecha por los operarios indígenas. Manifiesta Caldas, a propósito de los obrajes que vio en Otavalo en 1802: "He formado el plano de uno de ellos, el diseño de tornos, telares, perchas, batanes, que difieren mucho de los que usan los pueblos civilizados(...)Estos hombres [los indios] han fundido, por decirlo así, las artes y la industria en la simplicidad de sus almas. Todo lo que tiene visos de complicado lo han desterrado de sus maniobras, y han sabido sustituír instrumentos sencillos y análogos a su genio. Ud. [se dirige a Mutis] verá con placer sus tornos, la.supresión del "aspa-decuenta", y muchas piezas del telar común, sin faltar a la exactitud de la maniobra. No negaré que los indios han degradado las artes del punto en que las recibieron de sus conquistadores en general, pero ninguno me podrá disputar en vista de mis trabajos y observaciones, que más sabios que sus maestros han sabido simplificar muchas máquinas y muchas operaciones" (Caldas : Mendoza, 1909, 200-201). No se olvide que Caldas pertenecía a la casta dominante.

 

b) |Obrajes.

Los obrajes eran instalaciones donde se concentraban indígenas mitayos para actividades manuales de tipo industrial. Los de lana y algodón de la sierra ecuatoriana los describe así un autor "En su aspecto material, la vivienda era extensa, como galpón, con pequeñas ventanas, defendidas por rejas de hierro, que dejaban pasar poca cantidad de luz, con una puerta; en su interior se encontraban los mismos instrumentos y aparatos primitivos que los indios los inventaron y con los cuales trabajaban sus tejidos: la rueca, el telar primitivo, las cardas, las devanaderas. En. sección aparte estaban las enormes pailas utilizadas en la tintorería; completaba la fábrica el famoso batán, situado en orillas de un río o de una acequia..." Los indígenas permanecían encerrados bajo llave todo el día; sólo descansaban breves minutos a la hora del almuerzo, que les era llevado por sus mujeres o hijos. Por lo general se daba una tarea fija; quien no la cumplía era azotado (Pérez A. R., 1947,. 172-173; 171-202).

Para fines del siglo XVI o principios del XVII funcionaban en la entrada a los Llanos orientales del Nuevo Reino, vía de Casanare, varios establecimientos de ese tipo, como los de Santiago de la Atalaya: "Era mucho el obraje que había entonces sobre beneficiar el algodón: para eso tenían ramadas muchas y muy capaces, y en ellas, como si fueran cárceles o mazmorras, de Berbería, tenían encerradas a estas gentes [indios achaguas], atareadas todo el día en desmotar e hilar el algodón, más oprimidos y sujetos que si fueran esclavos..." (Rivero, 1956, 32).

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No es de esperar que este tipo de trabajo compulsorio propiciara mejoras tecnológicas. Es difícil explicar entonces, por qué algunos centros de producción de América equinoccial tenían más fama que otros por la calidad de las telas que producían. Quizá se debió a la procedencia de la fibra.

 

c) |Centros de producción.

Ya se dijo que en Sur América durante la dominación española la textilería de algodón con carácter industrial parece haber empezado en Tocuyo, Venezuela. Por lo menos esa palabra llegó a ser y continúa siendo, sinónimo de "lienzo de algodón". Como ocurrió en el sistema capitalista español, dicha industria funcionaba a expensas de los indígenas, tanto a fuer de cultivadores como de operarios. La disminución drástica de la población indígena en todas partes de la América española como consecuencia del sistema político-económico, acarreó la decadencia de Tocuyo como centro industrial. La relación geográfica de esa ciudad de 1579 no menciona grandes instalaciones sino una actividad muy modesta "el tracto y contratación principal de esta tierra es criar ganados mayores y menores y labranzas de conucos C,] mahiz [,] yuca e caña y algún azúcar y algodón que se haze hilar y hilado se haze lienzo con que se tracta contracta e sustentan los uezinos de comprar las cosas de España que les son necesarias..." (Arellano Moreno, 1950, 153).

En la Sierra de Mérida parece que hubo cierta actividad, aunque no muy concentrada, como se deduce del hecho de que las ordenanzas de Vázquez de Cisneros prohibieran el uso de indios en los obrajes de algodón (Gutiérrez de Arce: AEA, 1946, 1170). Alguna diferencia que señala su origen deben haber tenido las telas de esta región, pues las mantas "timotas" son mencionadas en las mismas ordenanzas (Ibid., 1178).

Durante el siglo XVI funcionaron, fuera de Tocuyo y Mérida-Trujillo, centros de manufactura en Barquisimeto y San Felipe. Más tarde se establecieron en Araure, Maracaibo y Acarigua (Arcila Farías, 1946, 69-70, 70). En 1768 funcionaban 5 telares en Nirgua, valle del Sarare (Altolaguirre, 1908, 64).

En el Nuevo Reino de Granada, la industria textil en grande parece haber estado concentrada en dos principales focos muy separados entre sí: el de la Cordillera oriental, y el de Pasto.

El primero comprendía varios sectores: 1) la altiplanicie y valles altos, como Tunja, Socorro, San Gil, Sogamoso; 2) el flanco oriental de la misma cordillera hacia los Llanos, que tuvo como lugares claves a Morcote, Támara y a Santiago de Atalayas. 3) La Palma de los Muzos. 4) Remedios (Oviedo, 1930, 261; López de Velasco, 1894, 367; Julián,

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1787, 99-100; Posada e Ibáñez, 1910, 145; Torre Miranda, 1890, 78-79).

A mediados del siglo XVIII se consideraba que los lienzos de Morcote y Támara eran los mejores del reino (Oviedo, 1930, 227). Los lienzos bastos de Socorro se exportaban hasta el lejano sur, donde eran muy apreciados al finalizar las guerras de independencia (Boussingault, 1903, V, 141).

Las telas producidas en La Palma de los Muzos debían ser de inferior calidad, pues se destinaban para el vestido de los esclavos negros (Latorre, 1919, 129; Rojas, U., 1958, 286, 287; Ibot León, 1933, 241;-----, 1952, 324). Hay que advertir que una clase de tejido. llamada "palma", se fabricaba en Casanare (Cuervo, 1893, III, 144).

Toda la producción de este sector era para consumo interno en el Nuevo Reino o cuando más en la Nueva Granada (Restrepo, V., 1888, 167).

En cuanto a Pasto, sus paños y lienzos parecen haber tenido un consumo más vasto. Las primeras menciones de "mantas pastusas" o "pastucias" datan de 1587 (Sañudo, 1938, I, 97, 120, 122; Friede, 1963, Q., 212, 216). Esta preeminencia textil la continuaba manteniendo a fines del siglo XIX (Santander, 1896, 71). Durante el período republicano varió poco la localización geográfica de la industria textil. Las alternativas que padeció la manufactura criolla a partir de la independencia, y la lucha --al fin perdida --contra la competencia británica, son temas que se pueden tratar mejor en una historia económica general, y por eso no se tocan aquí.

 

d) |Telas.

Se han ccnservado los nombres de algunas; pero para un estudio de características, habría que adelantar una investigación tecnológica, que no entra en los lineamientos de la presente obra.

 

e) |Industria moderna.

Se considera moderna la industria que usó el vapor para mover las hilanderías (Klemm, 1959, 255; 255-256; 289-292).

En la provincia venezolana de Carabobo había hacia 1863 varias industrias algodoneras que usaban máquinas de vapor (Michelena, 1867, 82). Nada parecido se ha podido comprobar en los otros dos departamentos de la antigua Gran Colombia.

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La actual industria textil colombiana, una de las más avanzadas de América latina, empezó y se ha mantenido desde 1906 en el valle de Medellín (Ospina Vésquez, 1955, 340-342; Reyes, 1908, 26).

 

F) ASPECTOS SOCIO-ECONOMICOS Y POLITICOS

I) La estratificación de las sociedades en planos y categorías, trae consigo la imposición de signos distintivos para cada estamento o grado dentro de la pirámide social. En el caso particular de pueblos americanos, una categoría podría ser de los que se vestían por contraposición a los que no lo hacían. Otra, de las distintas clases o modelos de vestidos, o de fibras diversas usadas en la confección.

Los mejicanos tenían establecido que sólo los guerreros principales usaran algodón: "Todos los susodichos podían traer oro y plata, y vestirse de algodón rico, y tener vasos dorados y pin tados, y andar calzados. Los plebeyos no podían usar vaso sino de barro, ni podían calzarse, ni vestir sino nequen, que es ropa basta" (Acosta, 1954, 205; Soustelle, 1956, 143).

Entre los americanos, el vestido parece haber tenido más importancia como distintivo de clase social, que por razones morales. "La extensión y calidad del vestido humano han estado en todos los países subordinadas a la temperatura media del aire ambiente, pudiendo decirse que el pudor no es sino un efecto del hábito inveterado de usar vestidos. En los climas intertropicales, donde el clima es abrasador hacia las regiones balas, la limitación y aun la supresión del traje constituyen un hecho natural, por decirlo así, en el individuo. Más todavía: muchos años después del descubrimiento de Venezuela, observaron una y otra vez los misioneros lo mismo que Colón había advertido en las costas de Paria, es decir, que entre las mujeres el sentimiento del pudor era meros vivo que en el hombre" (Alvarado, L., 1945, 94).

A lo largo de este estudio, se han presentado casos de pueblos que tenían algodón, y sabían hilarlo y tejerlo muy bien, pero que usaban vestidos muy sumarios. Es particularmente diciente el caso de las tribus altoamazónicas, como los omaguas y cocamas, que a pesar de tejer primorosas mantas y camisetas pintadas, no se las ponían sino en ciertas ocasiones; por lo común las llevaban al brazo.

Con la llegada de los españoles, para la parte intertropical (excluido el Perú donde también la había) se usó al principio lana en los vestidos, hasta cuando los requerimientos del clima hicie ron imprescindible para los recién llegados el uso del algodón. Aun donde el clima frío exigía una fibra más protectora, inicialmente los españoles usaron el algodón, como ocurrió en el Nuevo Reino de Granada. Las primeras telas introducidas las trajo a Santa Fe Jerónimo Lebrón, en 1541.

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Pero asentada en firme la dominación española, y establecida la comunicación marítima tanto con Europa como con Asia, las sedas de la China y telas de las factorías europeas (holanda, ruán etc.), se importaban de preferencia para las capas altas de la sociedad. Por ejemplo, en la Guajira y Santa Marta, donde el clima exige vestidos frescos como los de algodón, las telas extranjeras traídas de contrabando por Riohacha se consumían por los españoles, mientras que los indígenas continuaban usando su tradicional algodón (Alcacer, 1959, 156); aunque las mujeres sólo se vestían cuando había europeos presentes (Cuervo, 1891, I, 40).

El lienzo barato de algodón se usó para vestido de esclavos y de indígenas en todo el período colonial y en gran parte del republicano hasta nuestros días. A mediados del siglo XIX sólo la gente acomodada de Cundinamarca usaba telas europeas; el resto, de algodón (Camacho Roldán; 1923, 118). A medida que la democratización de las costumbres ha ido ganando terreno, se hace más ostensible en el vestido que en cualquiera otra manifestación.

Dicho proceso no ha sido igual para todos los países americanos, ni para todos los grupos raciales. En este particular, los negros tomaron ventaja a los indios. Son frecuentes desde temprana época colonial las disposiciones dictadas para que las negras no usaran vestidos o adornos que se consideraban monopolio de las blancas. Sobre el asunto se podrían hacer interesantes consideraciones, que están fuera de lugar en esta obra.

II) La búsqueda del algodón fue la principal actividad del comercio de los aztecas; "el indispensable algodón" fue uno de los productos que estimularon la expansión hacia el sur, hacia las tie rras tropicales, ues a la actividad comercial sucedió la conquista por la fuerza de las armas (Soustelle, 1956, 143).

Ese mismo elemento estuvo en el origen del movimiento expansionista de los norteamericanos hacia la América hispana, que trajo consigo la anexión de las dos terceras partes de Méjico republicano. Igual ocurrió con la búsqueda y control, por parte del imperio británico, de regiones algodoneras en todo el mundo para dar abasto a las voraces hilanderías de Manchester.

El algodón dio margen también a uno de los aspectos más sombríos de la explotación del hombre por el hombre. En las posesiones españolas de la faja intertropical, el obraje fue --con la minería --la forma más oprobiosa de dominación.

Asimismo, en las colonias inglesas y francesas de Norte América, el cultivo y beneficio del algodón estimularon el incrementó de la esclavitud negra.

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Por otro lado, el cultivo --y en esto en algunas partes el algodón se parece al tabaco --fue en ciertas regiones una actividad de gente humilde. Así, una de las peticiones de los Comuneros insurrectos del Socorro y San Gil, era la rebaja al 2% de las alcabalas para artículos de primera necesidad, "y que se exceptúen de esta contribución los algodones por ser fruto que solamente siembran los pobres", según expresa Juan Francisco Berbeo, en Zipaquirá, a 5 de junio de 1781 (Cuervo, 1894, IV, 25).

Negros y zambos tenían pequeñas parcelas en Daule y otros puntos de la costa ecuatoriana en la segunda mitad del siglo XIX (Spruce, 1864, 80-81).

 

BOMBACÁCEAS

 

183 -- |Pseudobombax septenatum (Jacq.) Dugand.

|Cartageno (Dugand: informe personal).

Majagua.

A principios de la segunda mitad del siglo XVIII fray Juan de Santa Gertrudis, relatando su viaje Magdalena arriba, dice: "... Majagua llaman un arbol. Este tiene la cáscara de medio dedo de canto, y quitado la primer peladura queda una cinta de color de canela muy fuerte y durable. Esta se compone de muchas telitas, y todas ellas más fuertes que el cáñamo. De estas telas de majagua se fabrican maromas para los barcos que trafican las costas de aquellos mares, y sirve también para llevar las cargas a cuestas en algunas otras partes, como diré en llegando a Barbacoas... " (Serra, 1956, I, 60). Por supuesto que la de Barbacoas es otra cosa.

El siguiente pasaje de Antonio de la Torre Miranda, en que cuenta cómo organizó la construcción de viviendas en los pueblos fundados por él en la región de Sinú y Sabanas de Tolú a fines del siglo XVIII, sí se refiere a |P. septenatum, que es muy frecuente en toda la costa atlántica y el bajo Magdalena y sus tributarios, así coma en Venezuela y otras partes. A la pretérita abundancia de esta especie debió su nombre el pueblo Majagual del Bajo Cauca, ahora importante centro arrocero. El autor citado, después de hablar de la propagación vegetativa de esta especie, para setos divisorios de propiedades (Patiño, 1966, 319-320), añade "... y de sus cortezas qué arrancadas sin perjuicio de la planta, después de beneficiarlas hasta ponerlas en hebra, hacen gruezas y delgadas cuerdas de que fabrican Hamacas, Chinchorros, Redes, Chacaras, Cavezadas, y otros varios obrages de que sacan bastantes utilidades, y también la de impedir con la

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ramazón el que en caso de algún incendio se comunique el fuego de unas cases a otras, no obstante de ser construydas de materiales muy combustibles" (Torre Miranda, 1794, 32).

A fines del período colonial se enumera como producto extractivo (Pombo, J. I., 1810, 86-88).

Se planta en varias partes del área de dispersión (Robyns, 1963, 32-38; 37).

__________

ADVERTENCIA. A esta familia de las Bombacáceas pertenecen plantas que suministran fibra, ya en los frutos ( |Ceíba pentandra L., |Ochroma lagopus Sw., |Chorisia spp.), como en la corteza interior (el |Pseudobombax del numeral 183 y otras especies), o en ambos. Pero no existiendo bajo cultivo -si no de manera ocasional- para el suministro de fibra, y sí en cambio como árboles ornamentales que lo son en sumo grado, se estudiarán en el capítulo pertinente. Las especies de utilización puramente extractiva se relegan a la obra sobre recursos naturales.

CAPITULO XVI TINTOREAS

 

En este capítulo se organizan los datos sobre las plantas que los indígenas americanos cultivaban como fuente de sustancias colorantes, tanto para sus telas, fibras, adornos, decoración de objetos de menaje y de ritual, como para su propio cuerpo, a fuer de cosmético, protección de la piel o defensa mágica. Plantas silvestres también fueron aprovechadas, de acuerdo con la abundancia o recurrencia de especies tintóreas en cada región; pero por ese mismo carácter no tienen cabida en la presente investigación, y se estudiarán en el volumen dedicado a los recursos naturales.

Algunas otras tintóreas que pudieron ser cultivadas por grupos indígenas en circunstancias particulares de tiempo y lugar, perdieron esa categoría, merced a la tendencia que se ha llamado la reducción numérica de las plantas cultivadas. En dicha reducción tuvo mucho que ver, primero, la acción de religiosos y misioneros católicos, que hicieron todo lo posible por apartar a los indígenas americanos de la costumbre de pintarse el cuerpo (y de allí el empeño en que se vistieran); y luego, la adopción por los europeos de sólo aquellas plantas de tinte que podían convenir a su gusto, o mejor, a sus intereses económicos, industriales y comerciales.

Si es verdad que la percepción del color y de sus matices y la habilidad de denominarlos, aumentan en proporción a la capacidad técnica para producirlos, prepararlos y fijarlos (Wallace, 1878, 245-

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248; Kober, 1932, 115; André, J., 1949, 399), no cabe duda de que los amerindios en general estaban en este particular tan adelantados por lo menos como los griegos y romanos de la antigüedad, de cuya cultura muchos en América se creen sucesores directos, con desprecio de la herencia indígena. Si los pueblos del Mediterráneo oriental supieron extraer el pigmento de los moluscos |Purpura haemastoma L., |Murex brandaris L. etc., para teñir la lana y otros objetos, no menos hábiles en esto fueron los pueblos americanos del Pacífico, desde el Perú hasta Méjico (véase obra sobre recursos naturales. Además, de vegetales obtuvieron una serie bastante grande de pigmentos, por medio de técnicas a veces complicadas. Hay que reconocer que si |Bixa orellana tiene un colorante fácilmente aislable por ser evidente en los granos maduros, se necesitó investigación experimental para extraer el tinte negro a partir del fruto verde de |Genipa, y --sobre todo --los pigmentos de la chica y del jiquilite que, no siendo visibles en las hojas en estado natural, no pudieron ser detectados y aislados sino mediante operaciones más o menos intrincadas.

Todo lo que se diga sobre la percepción y el sentido del color entre los indígenas americanos, por la falta de estudios adecuados y bien conducidos, alargaría innecesariamente esta introducción.

 

Consideraciones sobre la pintura corporal

Es un hecho comprobado que --con pocas excepciones --los pueblos amerindios en la faja intertropical, usaban pintura corporal o facial. Aunque pudo haber y las hubo en sectores muy redu cidos, tribus que aprovecharon otras sustancias colorantes obtenidas localmente, minerales o vegetales, lo más generalizado dondequiera fue el empleo de |Bixa orellana para las tonalidades roja y amarilla, y de |Genipa spp. para el negro, o mejor, azul negruzco. Ambas especies estaban difundidas y cultivadas en toda el área intertropical a fines del siglo XV. Una tercera especie, que suministra pigmento rojo, |Arrabídea chica, tenía una difusión puramente ecuatorial y más latamente, suramericana. En líneas generales, las dos especies mencionadas en primer lugar se usaban para el cuerpo; la última, preferentemente para la cara, a causa de ser más escasa. Las tres pudieron tener origen en la porción equinoccial americana, difundiéndose por agencia humana, hacia el sur y hacia el norte.

La pintura corporal a base de las tres especies mencionadas se originó en las tierras cálidas, cuyos habitantes vivían desnudos o casi. No es posible, con las escasas evidencias disponibles, de terminar si el, carácter puramente cosmético o de adorno precedió o siguió al uso de la pintura corporal como un revestimiento de la piel con fines defensivos o propiciatorios de carácter mágico, o si tales finalidades fueron simultáneas; o, finalmente, si careció de cualquiera de las

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motivaciones que una mentalidad como la nuestra pudiera elaborar, y tuvo otras que no podemos siquiera suponer.

Al hacer el estudio del algodón en el capítulo precedente, se destacó el hecho de que muchas tribus americanas, habiendo conocido y usado esa fibra para diversos fines, poco la aprovecha ron para obtener vestidos que resguardaran el cuerpo de la intemperie (Humboldt, 1941, III, 359). La pintura corporal reemplazaba en cierto modo al vestido, cosa que algunos misioneros entendieron bien (Du Tertre, 1958, II, 368; Gilii, 1965, II, 66). Uno lo expresa exactamente, cuando dice a propósito del achiote: "árbol el más estimado de todas aquellas naciones [del Orinoco], porque todas se visten de él a su modo"; y relata una anécdota que refleja muy a las claras la equivalencia que la untura tenía entre los indios con el ves fide (Gumilla, 1955, 358; 89-90; 93), lo que no impidió que éste y otros religiosos se empeñaran en hacer vestir a los indígenas, aunque hubo diversas apreciaciones sobre el asunto (Gilii, 19ó5, Ii, 160). Tal asimilación de pintura a vestido la notaron varios naturalistas: Wallace entre los nativos del Vaupés, con el aditamento de que los diseños hechos en la piel, son por lo general los mismos usados para canoas, bancos y ajuar doméstico (Wallace 1939, 379; 629); y otro entre los jíbaros del Pastaza (Spruce, 1908, II, 116-117). Este punto de vista es aceptado por los investigadores contemporáneos (Andrade, 1926, 180-181; Imbelloni: Pardal, 1937? 18; 95-100; Pérez de Barradas, 1950, I, 373, 375; Salas, 1960, 61).

Pero el mecanismo que indujo a los aborígenes americanos a pintarse eI cuerpo o partes de él, con cualquiera de los pigmentos mencionados o con otros, no es tan sencillo. Oviedo, describiendo el achiote, observa: "e aun tiene un bien o sirve a los indios en esto: que cuando están así pintados, aunque los hieran, como es la pintura colorada e de la color que le sale la sangre, no desmayan tanto como los que no están pintados de aquella color roja o sanguina; y ellos atribúyenlo a la virtud de la vija, e no es sino por ser así de color sanguina, con la cual no paresce tanto la sangre, como se paresce en otro indio que no esté embijado" (Oviedo y Valdés, 1959, I, 253). A pesar de esta explicación simplista, el carácter mágico se aprecia en las distintas maneras dé usar los colorantes, según las condiciones de tiempo y lugar y aun el sexo de las personas; pues no todos se pintaban de una manera ni en todas las ocasiones. Esto se ampliará cuando se trate de cada especie en particular. Que no era solo adorno, resalta del hecho de que los jíbaros pintan también a sus perros en ciertas ocasiones (Karsten, 1935, 428).

El achiote y la chica no se usaron solos, sino por lo común adicionados con un aceite solvente o con una o varias resinas que modificaran la textura, o comunicaran a la pasta cierto olor, agradable para unos, repulsivo para otros. A algunas de estas sustancias --como el aceite de |Carapa guyanensís Aubl. --se les ha atribuido un marcado efecto repelente de insectos hematófagos

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(mosquitos, jejenes, arenillas etc.), tan abundantes en las regiones ecuatoriales, donde constituyen una rémora para el hombre (Du Tertre, 1958, II, 369; Abbad, 1959, 23). Aunque esto se ha puesto en duda (Humboldt, 1941, III, 356-357; Karsten, op. cit., 40), en realidad no se han hecho sobre el particular investigaciones experimentales, y está comprobado que existen sustancias vegetales, en particular aceites esenciales como el de la citronela, que son repelentes para los insectos.

Puede pensarse que la virtual inmunización que estas sustancias colorantes, incluido el jugo de la |Genipa, le transmitieron a la piel del indígena para resistir sin daño aparente la vida en selvas y pajonales y la picadura de insectos, jugó en la cultura material de aquél un papel tan importante, como podría serlo la protección de fuerzas espirituales o anímicas, que él creyó estaba asociada a la aplicación de tal o cual colorante. Al tener que renunciar a dicha práctica, cosa que se hizo con mucha resistencia, a pesar de la presión constante y la compulsión de los misioneros, el indio pudo quedar más expuesto a los agentes contagiosos aportados por los blancos. Esta circunstancia ha pasado por alto a los historiadores de la medicina en los países americanos.

De no menor entidad son los efectos químico-físicos y fisiológicos derivados del uso de pintura corporal. Está comprobada científicamente por experiencias de laboratorio la acción del achiote para defender la piel de la excesiva radiación solar (véase adeIante). Podrían ser también verdaderos los efectos constrictores de la piel y calmantes del dolor muscular y del cansancio producido por largas caminatas, atribuidos al jugo de la jagua, aunque no se han hecho pruebas sobre esto.

 

PAPILIONÁCEAS

 

184 -- |Indigofera suffruticosa Mill.. |Indigofera spp..

|Choh, en maya (Roys, 1931, 321).

|Jiquilite, del náhuatl xiah-quilitl (Robalo, 3a ed., 306-307; 414-415; 419); |xiahquilitl pitzahuac, "añir de hojas sutiles"; |mintli, la planta, y |mohuitli, tlecohuilli, el pigmento (Ximénez, 1888, Méx., 90; 51).

|Llangua, en quechua (3. de la Espada, 1897, IV, lxiv); quizá derivado de |llanthúchay, sombrear (Lira, 1945, 573). En yameo, |yangua (Espinosa Pérez, 1955, I, 316; 446). No se sabe cuál prestó a cuál.

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|Caa-hobí-mí, en guaraní (USNH: C.A.M. Lindman, A-2063. 1893 (Museo Estocolmo): "in ripa arenosa flavi R. Paraguay, prope oppidum Villa Concepción").

Añir, añil.

Las últimas dos o tres generaciones humanas que han vivido en América equinoccial, han perdido el recuerdo de que el añil fue planta de cultivo, en cuyo beneficio se invirtieron muchos ca pitales y mano de obra, y que alcanzó predicamento comercial y valor económico difíciles de apreciar ahora en toda su magnitud. Esta yerba plantea a los economistas y proyectistas americanos un ejemplo aleccionador de que no se puede depender indefinidamente de Ios monopolios naturales o artificiales, pues temprano 0 tarde la ciencia hallará sustitutos para los productos más valiosos y apetecidos.

Lo mismo que el palo brasil, el añil se importaba a la península ibérica como materia tintórea desde el Asia tropical, comercio que se incrementó cuando los portugueses se apoderaron de la India (Orta, 1891, II, 86). Fue, pues, de la mayor significación el hallazgo de la planta en el Nuevo Mundo, pues esto permitió a Europa occidental proveerse de una sustancia colorante azul, más barata que el pastel o plasto ( |Isatis tinctoria L., Crucíferas), cultivado durante la Edad Media en Amiens y Languedoc (Pirenne, 1961, 116) y después un poco también en España (Herrera, G.A., 1818, I, 218-221).

 

Méjico.

En Méjico el uso del añil parece ser prehispánico (Dressler: BML, 1953-54, XVI, 6: 135).

Como cultivo comercial bajo conducción europea, el del añil empezó en Méjico en el último cuarto del siglo XVI (Gómez de Cervantes (1599), 1944, 182), aunque simultáneamente se mantu vo como planta espontánea (Hernández, 1943, II, 474-475; Ximénez, 1888, Méx., 90-91). Procedentes de la Nueva España, se embarcaron en la flota que en 1589 regresó a la península ibérica, 25.263 arrobas, que valían a un peso cada una (Acosta, 1940, 290; -----, 1954, 118). En la primera mitad del siglo siguiente se criaba en Yucatán (Vázquez de Espinosa, 1948, 115).

Perdió importancia a fines del período colonial, cuando la extracción y el beneficio quedaron a cargo de los "poquiteros" o labradores en pequeño, de Ios pueblos de Niltepeque, Sanatepeque y Tapanatepeque (Moziño, 1826, 10).

 

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Centro América.

Aunque se ha afirmado que poco antes de 1581 se descubrió y empezó cc beneficiarse el añil en Guatemala (Capa, 1890, VI, 45), eI hallazgo fue anterior. En cédula expedida en Valladolid el 27 de noviembre de 1553, se pide a la Audiencia de los Confines que envíe a España "tintas para teñir, las que alfa ay" y muestras de telas teñidas (Arch. Nal. Guat., AI, 23-10026-1511-200; 398). En otra cédula, también de Valladolid, de 14 de junio de 1553, a la Audiencia de Guatemala, se ordena examinar cierta yerba usada por los indígenas para teñir de azul la lana y eI algodón; inforrnar cómo es; si equivale al pastel usado en Francia para teñir el paño azul; remitir muestras de tela teñida con ella y cierta cantidad de la yerba, con una relación extensa y el parecer del presidente y oidores (Campo y Rivas, 1803, 43-44 nota; Moziño, op. cit., 91).

La principal zona añilera estaba en la capitanía general de Guatemala, que incluía Chiapas, Guatemala propia (Vargas Machuca, 1599, 165; Ordóñez de Ceballos, i 947, B. A., 130), El Sal vador (Vázquez de Espinosa, op. cit., 207; 219; Fernández, 1907, X, 194), Honduras y --marginalmente --Nicaragua y Costa Rica. En la primera de dichas provincias, el valle del Mescalapa, donde están ubicadas las ciudades mejicanas de Tuxtla y Chiapas, era centro jequilitero importante (Bukasov, 1930, 485). Una partida de registro de 1579-1580 habla de 43 arrobas de añil enviadas desde Honduras a Sevilla (Ayala, 1930, XI, 201).

Se cultivaba mucho en Sonsonate y Escuintla en la primera mitad del siglo XVII. Casi toda la producción se exportaba por Honduras (Gage, 1946, 184; Serrano y Sanz, 1908, 310), o por el lago de Nicaragua y el río San Juan a Cartagena, para eludir a los corsarios (Gage, op. cit., 275). Por lo menos dos docenas de lugares aparecen como modestos núcleos de producción en la segunda mitad deI XVIII (Cortés y Larraz, 1958, I, 77, 128, 132, 137, 145, 149, 157-159, I60, 164, 167, 169, 179, 188, 205, 210, 212, 219, 228, 231, 254; lI, 226, 230, 241, 245). En ciertas épocas el valor económico que representaba la producción y las entradas que producía al fisco, fueron notables (García Peláez, 1943, I, 176, 178; 179; II, 98). Al mismo tiempo, el añil insumía muchos trabajadores indígenas, que padecían indeciblemente y se morían en el nauseabundo manipuleo de la yerba, obligando a la corona española a prohibir --sin conseguirlo --que se les emplease en ese oficio (Ibid., I, 178, 240; Ots y Capdequí, 1946, Bog., 267; Gutiérrez de Arce: AEA, 1946, 1202; Patiño, 1966, 417-418).

Al jequilite lo perseguía mucho la langosta en Guatemala (Cobo, 1890, I, 477-478; -----, 1956, I, 216-217; Gage, 1946, 238; Moziño, I826, 28).

Poco predicamento tuvo este cultivo en Costa Rica. En 1595 se acusó al gobernador Fernando de la Cueva de tener en Chones, golfo de

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Nicoya, un obraje de añil, en el que ocupaba trabajado res indios (Fernández, 1881, I, 158). En 1632 no había factorías de añil en esa jurisdicción, justamente por la escasez de mano de obra (Ibid.,1907, VIII, 199, 201, 203, 204, 206, 208, 209, 211, ? 13). En 1804 sólo figuran dos productores, cuyos nombres se han conservado (Ibid., X, 304).

 

Antillas.

Aunque parece que se hicieron o intentaron hacer ensayos de extracción desde 1538 en Santo Domingo (Rodríguez Demorizi, 1945, II, nota, 310-311), no debió pasar a mayores arrestos esta actividad en la porción española de la isla, pues en 1699 Araújo y Rivera dice que el añil, aunque espontáneo, ' no se beneficiaba, como sí lo hacían los franceses en la porción occidental (Ibid., 303), en instalaciones que fueron arrasadas por los españoles en 1691 (Ibid., 43). No hay noticias de empresas de consideración posteriormente (Ibid., 1957, III, 337; Sánchez Valverde, 1947, 63).

La actividad en Haití debió ser importante, pues allí se podían obtener hasta cinco cortes al año, mientras que en las colonias inglesas de Carolina del Sur y Luisiana --a pesar de que el ín digo constituía el segundo renglón en la primera de dichas colonias --sólo se daban. tres cortes, de manera que el producto quedaba en inferioridad de condiciones en el mercado internacional (Carrier, 1923, 204-205; 296; Ulloa, 1944, 91-92).

A pesar de que parece se empezó a producir añil en Puerto Rico desde 1511, y de que era subespontáneo en la isla, nunca adquirió allí predicamento económico como producto exportable (Miyares González (1775), 1954, 65; Abbad (1788) 1959, 57; Z 35; 195; O'Reilly (1765), 1921, 123).

Cuando los ingleses se apoderaron de Jamaica (1658), establecieron allí la industria añilera (Bueno, 1933, 100).

Se cultivó índigo en la isla de Providencia, bajo la administración de la Compañía Puritana y en otras épocas (1641), aunque en cantidades moderadas (Parsons, 1956, 7, 15; nota 56).

De las islas francesas (Guadalupe, Martinica) se exportaba a mediados del siglo XVII (Pelleprat, 1857, 9). En general, en las Antillas menores este cultivo no se sostuvo sino temporalmente (Shepard, 1940, 49; Morales Padrón; 1960, 135; Hiss, 1943, 57, 63).

 

Venezuela.

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Desde Mérida, vía Maracaibo, se extraía como "fruto de la tierra", hacia 1620, entre otras cosas, "hilo de añil" (Gutiérrez de Arce: AEA, 1946, 1177). Añil y harinas llevaban a Portobelo las fragatas de Maracaibo por ese tiempo (Anónimo, 1958, 121).

Mucho antes de la época que los historiadores señalan como punto de partida del cultivo del añil en Venezuela, se conocía la yerba. En el Guarapiche se menciona desde mediados del siglo XVII (Pelleprat, 1857, 107). Olavarriaga hace constar hacia 1720 que la yerba era silvestre en Aragua (Arcila Farías, 1946, 177). Llegó a sacarse bastante pasta, lo mismo que achiote, en la jurisdicción de Valencia, hasta que con la abolición de las encomiendas fue más difícil obtener trabajadores indios. En 1768 se reseña como planta conocida y empleada en Nirgua y en Barquisimeto, y como conocida pero no beneficiada, en Carora y en Coro (Altolaguirre, 1908, 49; nota 59, 124; 172, 207). En 1764 se usaba para teñir el hilo con que se hacían las hamacas (Cisneros, 1950, 23).

Según unos autores, eI cultivo propiamente industrial empezó en 1768 (Altolaguirre, op. cit., xxxii); mientras que para otros esto sólo tuvo lugar en 1774 (Restrepo, J. M., 1943, III, 193; Baralt y Díaz, 1939, I, 364-365, 479), introducido por dos vizcaínos (Arcila Farías, 1946, 268-269). Estos eran el cura Pedro Orendain y Antonio Arbide; otro socio de la empresa era Juan José de Mintegui. Parece que la semilla fue introducida de Guatemala, aunque al principio se usó la local. Los primeros resultados se obtuvieron en 1774 (Amézaga Aresti, 1963, 221; 351-385). Por lo menos 32 vascos se dedicaron a este cultivo en los valles de Aragua (Ibid., 381-385).

José Celestino Mutis envió desde Mariquita al intendente de Caracas, semillas e instrucciones para plantarlas y para preparar el añil; esto debió ocurrir hacia 1784-1786 (González Suárez, 1944, 55-56).

En Perijá se producía desde 1779 (Besson, 1943, I, 628). En Barinas y Nutrias, localidades llaneras, se cogía muy bueno, aunque en cantidades moderadas, en 1783 (Amézaga Aresti, op. cit., 288).

Este cultivo recibió los beneficios de la política reformista que se manifestó en España en el último cuarto del siglo XVIII. Se dictaron algunas exenciones a su favor (Arcila Farías, 1946, 271-272), como la libertad de comercio autorizada por orden real de 20 de octubre de 1778 (Ayala, 1929, I (IV), 226).

Se han publicado estadísticas de las compras de añil hechas por la Compañía Guipuzcoana en 1786 y años siguientes (Arcila Farías, 1946, 333-334). A fines del período colonial (1802), se lle garon a exportar 1.876.319 libras (Restrepo, J. M., 1943, III, 285). Por esta misma época, Humboldt observó el proceso de cultivo y beneficio en el valle de Cumanacoa, donde después del tabaco, el añil era el cultivo más importante (Humboldt, 1941, II, 50-52). Ocupaba el

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segundo renglón en el resto de Venezuela; y aunque los cultivos habían disminuido en el valle de Aragua, anteriormente emporio añilero, se habían incrementado en Barinas y Táchira (Ibid., III, 88-90; 1942, V, 161).

Boussingault pudo apreciar, recién terminada la guerra de Independencia, en 1823, el sistema de cultivo seguido en los terrenos aledaños al lago de Valencia y en otras partes. En la costa se daba el primer corte a las matas a los 80 días de sembradas; en Maracay a los 92 (Boussingault, 1849, 175).

Se cosechaba algo en la Guayana venezolana (Bueno,: 1933, 6; 96). La actividad añilera había empezado hacia 1783 en el sector Upata-Angostura (Amézaga Aresti, 1963, 285). Antes era sólo yerba espontánea (Gilii, 1965, I, 181).

Dice Pittier: "E1 añil es un interesante ejemplo de la evolución cultural de una planta. Veinte años después de iniciado su cultivo en Venezuela, en 1774 [véase atrás], la producción llegó a su apogeo, con una exportación anual de no menos de un millón de libras. Poco a poco el cultivo y la elaboración se volvieron más rutinarios, el producto se fue adulterando con materias inertes con el objeto de aumentar su peso, lo que tuvo como consecuencia la caída en descrédito después de un largo período de fama, del AÑIL DE CARACAS. Al mismo tiempo el cultivo del café, iniciado en 1784 y más remunerador, iba tomando rápido incremento y absorbiendo la mano de obra, y por otras partes aparecieron los colores sintéticos. De tal manera que ' la decadencia del añil se fue acelerando de día en día, con bruscas fluctuaciones. En 1882-83, la producción fue todavía de 17.414 kilogramos, pero ya en 1910, el añil había desaparecido de la lista de exportaciones venezolanas. El último productor parece haber sido el señor Francisco de la Madriz, padre del cónsul general que fue últimamente de los EE. UU. de Venezuela en España. Hoy en día, ambas clases de añil ( |I. tinctoria L., |I. añil L.) crecen cómo molesta maleza en los cultivos de tierra caliente y subtemplada, y el único uso que se les conoce, es el de sus hojas machacadas, para curar la sarna" (Pittier, 1926, 114).

 

Trinidad.

En la última década del siglo XVIII, el añil se convirtió en importante artículo de exportación en Trinidad; al tomar los ingleses la isla en 1797 había gran número de plantaciones, que para mediados del siglo siguiente estaban abandonadas (Borde, 1882, II, 207; 277; 283-284).

 

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Guayanas.

A fines del siglo XVII se cultivaba algo de índigo en las colonias guayanesas de Esequibo, Demerara y Berbice (Bueno, 1933, 9). Esta actividad se abandonó, por preferirse en la industria británica la pasta procedente de la India (Schomburgk, RH., 1840, 111).

En Surinam se cultivó añil desde 1708, manteniéndose inestablemente hasta 1730, en que fue abandonado por el café. La primera exportación a Holanda hecha en 1711, fue de 150 libras; en 1713 y 1718 se exportaron, respectivamente, 1.328 y 1.100 libras, que fueron los mayores despachos de todos los tiempos. En 1744 sólo se mandaron al exterior 270 libras (Anónimo, 1788, 1, 70, 71; I1; 89, 91; Fermin, 1769, 11, 78-83).

En Cayena, a los principios de la dominación francesa, el índigo llegó a contarse entre los cuatro principales productos (La Barre, 1666, 32). Por bajo rendimiento se fue abandonando el cultivo; en la primera mitad del siglo XVIII había cuatro instalaciones extractoras (Barrere, 1743, 46; 101-105). En diversas épocas se hicieron tentativas para restablecer este renglón (Bajon, 1778, II, 396); lo que parece al fin se logró a finales del XVIII (Moziño, 1826, I1-12).

 

Nueva Granada.

Se halló pastel en el Nuevo Peino de Granada en 1573, en tiempos de Venero de Leiva, según una carta de Juan de Avendaño (Frigide, Mss., VII, 319). La relación do Trinidad de los Muzos, de 1582, dice que aunque había añir, r o se beneficiaba por no saberse (Morales Padrón: AEA, 1958, 613). La relación de Tunja de 1610 indica ya algún. progreso:"... hay muchos arbolitos de anir, y sácase añir de su hoja" (T ocres de Mendoza, 1868, IX, 399400). Esto debió ser en una escala muy modesta.

En 1701, "jamás falta guamo es menester para la tinta azul", a creer a una autoridad de la época (Zamora, 1930, 46). Pero no había producción sistematizada, puesto que en los rígidos linea mientos de la política colonial española, la Nueva Granada estaba destinada a producir oro.

Todavía a mediados del siglo XVIII se hallaba el añil coma yerba subespontánea en muchas partes templadas y cálidas, especialmente en Socorro y Tunja, centros textileros, para los cua les era "socorro universal de este Peino con que se tiñen lienzos y tejidos de lana" (Oviedo, 1930, 30). Lo mismo ocurría en los llanos orientales, donde tampoco se beneficiaba (Gumilla, 1955, 212).

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Em 1741 se daba el añil en los rastrojos de la provincia de Santa Marta (Rosa, 1945, 314). En 1758, Antonio Narváez y de la Torre, en su informe sobre Santa Marta y Guajira, dice que se habían hecho varias intentonas fallidas de cultivo y extracción (Cuervo, 1892, II, 182). Parece que Juan de Avilés, gobernador que fue de dicha provincia (1743-1748), se dedicó a cultivar añil con buenos resultados en el río Manzanares (Julián, 1787, 81-82):

Hacia 1755 viajó Magdalena arriba el misionero Fr. Juan de Santa Gertrudis, cuyas son las siguientes apreciaciones a propósito de la planta que observó en las riberas del río. Después de describirla, agrega: ''Mas el modo como se fabrica el añil es Siémbrase en tierra labrada, en clima caliente la semilla, y cuando más humedad tiene más fecunda. Nace y se cría a modo de la alfalfa. Mas para sacar el añil, no se aguarda a que se envejezca como estaban ya estos arbolitos que se crían en las playas del río, que así ya no sirven y da su hoja muy poco jugo; antes, cuando están las matas tiernas a modo de la alfalfa antes que florezca, entonces se siega y lo escaldan, y así escaldado tronco y hoja, lo refriegan en unos rallos muy3 finos, y lo vuelven casi harina. Mézclanle entonces un poco do meados ya corruptos en cantidad proporcionada, y lo vuelven con la misma agua a hervir hasta que ya está bien sancochado, sácame el agua y la masa la vuelven a pasar por otros rallos más finos, y mezclado todo con la misma agua lo estrujan con las manos, y lo que es bagazo que ya largó todo su jugo lo echan. Este caldo lo cuelan con cedazo, y lo colado 1o dejan estar en artesas tapado algunos días. Se va asentando abajo la sustancia y se cuaja. Quitan después el agua, y quedan unas tortas de la sustancia. Estas poco a poco se van secando, y es e es of añil más o menos fano, según fue: e la tierra para ello más proporcionada, el clima más o menos caliente y la hierba más o menos sazonada cuando la siegan" (Serra, 1956, I, 68). Es con pocas variaciones el proceso que se seguía en todas partes (Vázquez de Espinosa, 1948, 220; Cobo, 1890, I, 477-478; -----, 1955, I, 216-217; Du Tertre, 1958, II, 99-104; Dampier, 1927, 159; Cortés y Larraz, 1958, I, 157-158; Moziño, 1826, 32-57).

Ya se dijo que Mutis envió semillas a Venezuela desde Mariquita, donde lo cultivaba (González Suárez, 1944, 56).

En la relación de mando del apoderado del virrey Eslava, se dice que éste había dado permiso para un establecimiento de añil en Panamá (Posada e Ibáñez, 1910, 46). Pero sólo en la relación de Ezpeleta a Mendinueta de 1796, se afirma que el añil apenas había empeezado a beneficiarse con algún éxito (Ibid., 350, 352). "Los añiles comienzan, como dije, a elaborarse con suceso, y según algunas noticias, se sacan de excelente calidad. El Oficial Real de Ocaña me consultó sobre los derechos que debería exigirles a su salida por aquel puerto del río, y los declaré libres..." (Ibid., 352). Agrega que tuvo informes de que en Cúcuta estaban abandonando el cultivo del cacao para

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dedicarse al del añil (Ibid., 354). A pesar de eso, la siembra fue pronto abandonada (Groot, 1890, II, 335; Febres Cordero, L., 1950, 170-171).

El gobernador de Antioquía José Felipe de Inciarte propuso. fomentar el cultivo en aquella región (Restrepo Sáenz, 1944, I, 253); pero no hay noticias de que esto pasara de las intenciones.

A fines de la colonia el añil figuraba entre los artículos do exportación (Pombo, J. I., 1810, 82; Hamilton, 1955, I, 139).

Al estabilizarse las instituciones republicanas, se dictaron providencias protéctoras, corro lá ley de 1834 que eximió del diezmo a esto y a otros renglones (Restrepo, J. M., 1952, I, 5); o la de 2 de junio de 1846 que dio primas para la exportación, suprimidas en 1849 (Ospina Vásquez, 1955, 213). La producción debió languidecer con los trastornos ocasionados por el gran cambio efectuado en 1850, pues en 1854 apenas se planteaba la exportación de índigo como una posibilidad (Holton, 1857, 385; Morales Puerta, 1857, 296).

En 1867 se hicieron ensayos alentadores de exportación, debido a la excelente calidad del producto que se obtuvo. En los dos quinquenios siguientes se desató la fiebre añilera. En sólo Tolima y Cundinamarca había en 1869-1870 unos 350 establecimientos (Camacho Roldán, 1892, I, 657; 1893, II, 451, 454, 455), aunque otras estimativas dan a Cundinamarca en 1869 sóIo 75 estanques (Galindo, 1880, 138). La exportación llegó a 400.000 libras (Camacho Roldán, 1892, I, 640). Los mayores despachos, con un promedio anual de 158.000 kilogramos, se hicieron durante los años 18701873, por un valor promedio de casi medio millón de pesos (Nieto Arteta, 1942, 306, 304-308; 360, 391; Samper, 1925, 1, 218-219). Sin embargo, para 1880-1881 la exportación había disminuído considerablemente, y esta actividad fue decayendo sin remedio (Camacho Roldán, 1892, I, 640, 665; 347).

Las causas fueron complejas. A pesar de las favorables condiciones naturales, pues la calidad del producto era buena y los rendimientos parece que también (Camacho Roldán, 1893, II, 451), hubo mucha improvisación y arrebato y poca técnica en el cultivo, hasta el punto de que se ha sostenido que no hubo error que no se cometiera (Restrepo, V., 1888, 212; Camacho Roldán, 1892, I, 652). La mano de obra tenía que ser traída de los climas me= dios o fríos, con las consiguientes dificultades de adaptación (Samper, 1925, I, 219); y en el juego económico internacional, no se podía soportar la competencia de la India y otros países con mano de obra más barata. "Todavía en muchas haciendas quedan las albercas que se usaban para extraerlo" (Pérez Arbeláez, 1947, 301).

La mayor parte de la producción estuvo concentrada en el valle medio del Magdalena, en lo que son hoy los departamentos de Tolima-Huila y Cundinamarca (Restrepo, E., 1870, 197-198), o sea

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donde estuvo ubicado el principal centro tabacalero, pues el añil se probó como un sustituto del tabaco.

La fiebre cundió por reflejo a otras comarcas granadinas. En los Llanos (Ibid., 123-124) había algunos establecimientos en 1876 (Camacho Roldán, 1893, II, 347).

En Antioquía, la cámara legislativa estatal decretó exenciones para los que se dedicaran al cultivo; en 1869 se contaban 6 establecimientos en Santa Fe de Antioquía, Sopetrán y Liborino (Parsons, 1949, 110-111; 121).

El primero que cultivó añil en el valle del Cauca parece que fue don Santiago Eder, en la hacienda "El Albergue", cerca de Buga, en 1869, cuando se hizo el primer despacho al exterior vía Buenaventura (Eder, 1959, 435). En el año fiscal 1878-1879 se despachó añil por la aduana de ese puerto, por valor de $ 5.000 (Samper, 1925, I, 229). El cultivo del señor Eder se suspendió por no cubrir los gastos de transporte (Eder, op. cit., 438-439).

 

Ecuador.

La relación de Otavalo de 1582 dice que en la parcialidad de Coangue de esa jurisdicción el añil era nativo y usado (J. da la Espada, 1897, III, 119).

Según aparece de una cédula de 6 de diciembre de 1596, en términos de Guayaquil había por lo menos tres rozas "de la yerba de tinta de añir", para las cuales el oidor Auncibay, en asocio de algunos de sus colegas, había dado indios mitayos (Garcés G., 1935, I, 543-544). Esto debió ocurrir algunos años antes. Pero en 1765 se importaba de Guatemala para la industria textilera del altiplano (Flores y Caamaño, 1925, 2; Alcedo y Herrera (1766), 1915, 20).

El Ecuador tampoco fue inmune al movimiento general productivo de la segunda mitad del siglo XVIII en todas las colonias españolas. Se exportó, pues, añil, aunque en pequeña cantidad. Procedía de la provincia de Esmeraldas (González Suárez, 1894, V, 456-457, 470).

 

Amazonas.

También había añil en las vertientes orientales de los Andes a fines del siglo XVI (Ortiguera, 1909, 376?). Como cosa general, sin entrar en detalles de lugar, se dice en 1624 que en el Amazonas hay "añil de Indias" (Silveira, 1874, 31). No fue desconocido a los misioneros jesuítas de Maynas (Figueroa, 1904, 406). Todavía en 1740 no se

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cultivaba (Magnin: RI, 1940, I, 171); aunque hacia 1776 las indias usaban para teñir sus telas la tinta obtenida de plantas parte espontáneas, parte cultivadas (Veigl, 1789, II, 55). Aunque lo había silvestre en el Caquetá (Zawadzky, 1947, 139), el sistema de vida en la selva no era favorable para este tipo de actividades.

Pese a las promesas de ayuda de la corona portuguesa desde el último cuarto del siglo XVII para quienes plantaran y beneficiaran añil, nadie lo había hecho hasta mediados del siguiente (ABAPP, 1902, I, 97-98; 99-100; 1904, III, 180-181; 203-205; 253). Hacia 1774, en Aleares, Solimoes, apenas se empezaba a emprender este cultivo (Ribeiro de Sampaio, 1825, 36). Sí se cultivaba entonces en Barcelos, Río Nego (Ibid., 104; Rodrigues Barata (1799), 1944, 20; 41, 78).

En el sector amazónico de Breves se plantaba un poco a mediados del siglo XIX para teñir las totumas historiadas en que fue célebre esa localidad (Bates, 1962, 138).

 

Perú.

Las cartas y relaciones del licenciado Montesinos fueron escritas con tinta azul extraída de Indigofera (J. de la Espada, 1897, IV, lxiv; Yacovleff y Herrera, 1935, II, 87).

Pero nunca se produjo en escala industrial, y el necesario para la tintorería de telas se importaba de Guatemala y Nicaragua (Anónimo, 1958, 53; 114-115). En el oriente se plantaba caseramente (Spruce, 1908, II, 38).

 

BIXÁCEAS

 

000 -- |Bixa Orellana L.

(Véase numeral 158, capítulo XIII, tomo II, pp. 210-213).

|Caituco, caitoco, en la Guayana venezolana (Alvarado, L., 1953, 651, y también |cartuco (Pittier, 1926, 314).

|Kuxub, en maya (Roys, 1931, 318). Nótese la semejanza con los nombres que siguen.

|Kúsuwe, couseve, couchéhue, coucheve; |úise; úse, en caribe y dialectos (Goeje, 1909, 54).

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|Oriana, en la Guayana holandesa (Berkel, 1942, 32, 95). |Ipyáku, en jíbaro (Karsten, 1935, 123-124, 132).

|Jumbo, en el Marañón (Maroni, 1889, 146).

Otros nombres indígenas en el numeral indicado.

 

A) Pintua corporal.

a) El achiote se compone, fuera de ácidos grasos palmítico, esteárico, arachídico y oleico (Harris, 1927, 14, 8), de dos sustancias colorantes, la ORELLINA, amarilla, soluble en agua, y la BIXINA, roja, insoluble en el agua, pero soluble en las grasas. A esta última sustancia se le deben las propiedades de defender la piel contra las radiaciones lumínicas, sin que aumente la temperatura periférica (Ozorio de Almeida, 1931, 3-8)

Para facilitar la conservación de la pasta y la aplicación del colorante en el momento deseado, o para reforzar su acción defensiva, especialmente contra insectos, se le adicionaron a la sustan cia colorante uno o varios aceites, resinas o ceras que le impartían los efectos secundarios deseados.

Los aceites que se usaron en Sur América fueron animales o vegetales. Entre los primeros, quizá el más socorrido fue la manteca de tortuga, que se podía obtener regularmente en grandes can tidades, y favorito en cl Orinoco (Torre Miranda, 1890, 95). Los jívaros usan la enjundia del TAYU, o sea el mismo pájaro llamado GUÁCHARO en Venezuela y Colombia ( |Steatornis spp.), y en este caso le dan a la pasta resultante el nombre especial de ARATINYU (Karsten, 1935, 428).

El aceite vegetal más usado ha sido el obtenido de la |Meliácea Carapa guyanensis Aublet.., cuya área de dispersión es muy extensa en América tropical. Así lo hacían los cumanagotos (Ruiz Blanco, 1892, 56), y los guayaneses (Berkel, 1942, 78; Fermín, 1769, I nota 45-46; Schomburgk, 1922, I, 157, etc.). Los caribes tenían nombres diferenciales para la pintura, según que estuviera sin disolver o disuelta (Breton (1666), 1900, 347, 390). En la Guayana, después de introducida la higuerilla, se usó también con el mismo objeto (Fermín, loe. cit.).

Fuera del aceite, se incorporaban a la pasta del achiote resinas u óleoresinas, cuyos efectos parecen haber sido múltiples: reforzar la consistencia del bolo; hacerlo inatacable por hongos; aromatizarlo; inhibir el nacimiento de vellos, tan repugnados por los amerindios, y finalmente, por acción antibiótica, contribuir a la rápida cicatrización de heridas, rasguños y magulladuras. Así se entiende mejor un pasaje

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que sobre la virtud del achiote para evitar desmayos cuando brotaba la sangre de las heridas de combate, se vio al principio de este capítulo.

No son muy explícitas las fuentes, pero parece que algunas tribus se untaban primero la resina, y luego se aplicaban la bija con las manos impregnadas en el aceite solvente; otras mantenían la mezcla lista.

Las resinas usadas de preferencia para dicho objeto procedían de varias Burseráceas. En las Guayanas, de |Protium heptaphyllum (Aubl.) March. (= |Icica heptaphylla Aubl.), y quizá otras especies del mismo género o de géneros afines (Farabee, 1918, 83; Cuatrecasas, 1957, 390-391). Es casi seguro que la resina de árboles que huele, a que se refiere Jorge Robledo en la cuenca del Cauca (véase adelante), era una de las llamadas "carañas", quizá |Bursera graveolens (H.B.K.) Tr. et Pl. (Cuatrecasas, op. cit., 430). También se han señalado la Rutácea |Amyris balsamifera L. (Schomburgk, 1922, I, 287); la Humiriácea |Humiria balsamifera (Aubl.) St. Hil. y ver. (Schomburgk, loe. cit.; Cuatrecasas, 1961, 87-118), y la Cesalpinácea |Hymenaea courbaril L. (Schomburgk, vol. cit., 157).

En cuanto al olor, el de las sustancias balsámicas empleadas era agradable a los indígenas y repelente para algunos europeos "huelen mal, y a los indios les es grato aquel olor" (Oviedo y Valdés, loc. cit.; Gilii, 1965, III, 84).

b) La aplicación de la pintura era uno de los rituales cotidianos más importantes entre los indígenas, y una de las tareas en que ponían el mayor cuidado. En ciertas tribus los hombres se pintaban solos; en otras, el enjalbiego estaba a cargo de las mujeres (Du Tertre, 1958, II, 368; Abbad, 1959, 23). Los carijonas del Putumayo mantenían en sus viviendas una barra de achiote "cuando quieren hacer uso de ella, se untan las palmas de las manos con aceite de campa, que frotan sobre la barra de achiote; el color se disuelve muy pronto en la materia grasa, y basta pasar la mano por el cuerpo para ponerse encarnado como un cangrejo o como un soldado inglés. Las mujeres pintan a sus maridos, y cuando han acabado, se embadurnan todo el cuerpo con el color restante" (Crévaux, 1878, 258).

c) En la isla Fernandina fue donde observó Colón por primera vez indios que llevaban una tierra bermeja (pues así es el aspecto de la bija preparada) que, después de amasada, usaban para pintarse el cuerpo. Luego en la Española, desde el 3 de diciembre de 1492, vio el uso de colores rojo, blanco y negro, el primero predominante, como una defensa contra el sol (Navarrete, 1954, T, 99; 123, 139; Colón H., 1947, 95). En el segundo viaje, el doctor Alvarez Chanca observó lo mismo en la Española (Navarrete, op. cit., 194).

La acción meramente protectora de la piel fue la que primero se reveló en las Antillas mayores, donde las tribus eran por lo general

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pacíficas (Du Tertre, 1958, II, 369; Abbad, 1959, 23). Pero cuando los españoles empezaron a enterarse mejor de las costumbres indígenas, sobre todo después de que se descubrió el continente, se fue haciendo evidente que aquél era apenas uno de los fines del revestimiento corporal. Para mediados del siglo XVI se sabía ya que el uso deI achiote tenía algo de ceremonial y mágico, quizá como símbolo de la sangre, y estaba por consiguiente asociado también con la guerra (Casas, 1909, 36; Oviedo y Valdés, 1959, I, 253; Gómara: Vedia, 1946, I, 173), con expediciones de caza y con otras actividades. La afición de los indígenas americanos aI rojo (Berkel, 1942, 23; Gilii, 1965, II, 295; 66-67), se debería al carácter mágico protector que ese color tiene entre todos los pueblos primitivos (Camarero, 1960, 5, 8-9, 16).

Cuando llegó Pedro Fernández de Lugo a encarcarse de la gobernación de Santa Marta, un capitán y tres indios de Bonda bajaron a entrevistarse con él, "todos desnudos en cueros, sin trae: cosa sobre sí, sino era mucha bija, betún colorado con que se tiñen todo el cuerpo en tiempos de sus regocij os o de guerras... " (Aguado, 1916, I, 142; -----, 1956, I, 190. Como se ve sólo se) menciona el uso ceremonial.

Los indígenas del norte de Antiquía se embraban para ir al combate (Castellanos, 1955, III, 669. Lo mismo hacían los muzos (Aguado, 1917, II, 325; -----, 1957, II, 222, en el Ecuador y interandino (J. de la Espada, 1897, III, 159). En la cuenca del Cauca la pintura con bija se asimilaba a vestido. El cacique Chicha de Arma arriba fue a resentarse a Jorge Robledo a requerimiento de éste, "todo el cuerpo untado con una resina de árboles que huele [caraña?] e por encima dado con un polvo que se llama VIXA es colorado de árboles, es para defenderse del sol y aprieta mucho las carnes" (Robledo, J.: Cuervo, 1892, II, 402; -----: Jijón y Caamaño, 1938, II, Doc. 94). Asimismo el cacique de Murgia del Cauca medio, se presentó al jefe español, "todo pintado de VIJA, que parecía un mostruo" (Ibid. Cuervo, vol. cit., 405; Jijón y Caamaño, vol. cit., 97). Los umbras o ansermas, en sus ceremonias funerarias, "después de muy seco [el cadáver, que se ponía a tostar a fuego lento], le invijan con aquella vija colorada quellos estando vivos se ponen" (Ibid.: Jijón y Caamaño, vol. cit., 69).

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FIG. 31. Ramilla de achiote ( |Bixa Orellana L.), con botones, flores y frutos. Dibujo de Harold Rodríguez, sobre material vivo obtenido en Cali.

Los muiscas, al emprender la construcción de una vivienda, y con mayor razón en templos y fortalezas o estacadas, clavaban postes untados de bija (Castellanos, 1955, IV, 187; Simón, 1953, I, 298).

El mántur era planta sagrada para los indígenas del Ecuador (González Suárez, 1890, I, 148). "Con ella [sustancia] se pintan el cuerpo los indios bárbaros" (Velasco, 1927, I, 60).

Tan general era el uso de la bija entre los indios, que los españoles aprendieron a adivinar la presencia de aquéllos por el olor. Así se hace constar en varias fuentes. El tratadista militar Vargas Machuca lo establece claramente (Vargas Machuca, 1599, 92). El olor de la bija y de su hoja quemada los denunciaba en las alertas de Santa Marta (Castellanos, 1955, II, 352). En la campaña de Gaspar de Rodas contra los nutabes y catíos del norte de Antioquía, se hacían evidentes por el olor de la bija (Ibid, 1955, III, 600), aun para los perros de los españoles (Simón, 1953, VII, 88). Los pijaos también la usaban, y a pesar de ser tan admirables y cautelosos guerreros, no omitían la costumbre de untarse de bija, pese a que por el olor eran descubiertos (Ortega Ricaurte, 1949, 207; Simón, 1953, IX, 26, 37).

El olor del achiote entre las tribus de Santa Marta, ahuyentaba a los sahinos o puercos de monte (Julián, 1787, 161; Groot, 1890, II, 50).

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Que el uso de la bija estaba estrechamente asociado con las creencias místicas y religiosas de los indios, fue percibido y conocido perfectamente por los doctrineros, curas y misioneros espa ñoles, que trataron por todos los medios de extirpar la costumbre. Entre los reglamentos establecidos por el P. Diego Francisco de Altamirano, superior de las misiones jesuíticas de Maynas, en 1696, hay este, concerniente a los indios de La Laguna: "no se pinte como en su gentilidad con achiote, jagua u otros colores de aucas; y esto no se consienta sino raras veces" (Jouanen, 1941, I, 628-629). Tampoco en la cuenca del Orinoco dejaban a los indios pintarse con ONOTO, según el informe reservado de Eugenio de Alvarado, correspondiente a 1766, "punto que miran los Padres con cristiano celo, pues de tales abusos se sigue una continuada memoria de sus pasados desórdenes" (Cuervo, 1893, III, 145). En la tendencia de todos los misioneros de hacer vestir a los indígenas, quizá tanto hay la intención de salvaguardar el llamado "pudor", como lá de hacer difícil o imposible la pintura corporal, asociada a motivaciones de índola religiosa.

La pintura con achiote, aunque pudo ser una costumbre consuetudinaria, para defensa de la piel contra insectos y contra la excesiva radiación solar (y sobre esto faltan investigaciones cien tíficas), también estuvo sujeta en las diversas tribus, a variaciones que indudablemente reflejaron móviles de otra índole. Por ejemplo, la pintura podía ser total, incluyendo el cabello, como la hacían los caribes del Orinoco (Bueno, 1933, 61) y como la hacen todavía los colorados de la costa ecuatoriana; o parcial, o nula. Los indios Iquitos fueron llamados también puca-umas o cabezas-rojas, por su costumbre de rapárselas para pintarlas con achiote (Jouanen, 1943, II, 423). Los arawakos prefieren tatuarse (Schomburgk, 1922, I, 174-175). En el río Nappi de la Guayana inglesa, los indígenas se pintaban de diversas maneras en señal de luto: de pies a cabeza los más allegados al difunto; sólo pies, piernas y brazos los que tenían un parentesco más lejano; y los demás de la casa, sólo manos y pies (Ibid., 330). La pintura de bija era también señal de luto entre los macusis (Ibid., 1923, II, 219).

Imbelloni sostiene que el urucú se encuentra siempre al oriente de los Andes (Pardal, 1937? 18). Pero cuando los españoles; durante los primeros viajes de Francisco Pizarro, exploraron la cos ta colombiana del Chocó en el Pacífico, en Pueblo Quemado los indígenas andaban untados de bixa y de otra sustancia de color amarillo (Cieza, 1960, 154). En una representación hecha por el franciscano fray Dionisio del Camino en 1730 sobre los chocoes del Atrato, recomienda que "por ningún pretexto permitirán [los doctrineros] que los indios ni indias anden pintadas las caras ni los cuerpos con bija ni jagua, por lo que se han reconocido que tienen de abusos y maldades en eso, y ser costumbre gentil... " (BHA, 1956, XLIII, 250-251). También cuando los yurumanguíes fueron descubiertos en el siglo XVIII, se encontró entre

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ellos la misma costumbre (Jijón y Caamaño, 1945, IV, 497). Todavía lo hacen los cayapas y colorados de la costa ecuatoriana.

Las virtudes mágicas de la bija están muy bien documentadas para los jíbaros y capelos. La planta misma se considera mágica (Karsten, 1935, 380), e imparte protección al individuo en muchas circunstancias de la vida cotidiana: a las mujeres sembradoras, las defiende de influencias dañinas (Ibid., 58, 127; 138); a las estacas de yuca y semillas de maní que siembran, las hace germinar bien (Ibid., 128; 137-138); a los que preparan el veneno de flechas, para que ellos no sufran hechizos ni el veneno pierda su eficacia (Ibid., 154); en expediciones (Ibid., 167), especialmente en las de caza, en que aún los perros son sometidos a la operación (Ibid., 163-164); al entrar a una casa, como defensa contra los hechizos de sus ocupantes, así como para reforzar la propia virtud de atracción (Ibid., 410; 437-438); en la fiesta final de la victoria, después del prolongado ritual de la preparación de las cabezas-trofeos (Ibid., 334; 340; 361); como aldehala de otras prácticas en la curación de enfermedades (Ibid., 428; 421-422). Aun amuletos y objetos de uso ceremonial son impregandos de bija a modo de refuerzo de su virtud y potencia (Ibid., 215; 214-2I 5; 235; 296; 297; 361; 421-422).

 

B) Tinte industrial.

Los usos cosméticos, ceremoniales y culinarios (sobre esto último véase Patiño, 1964, II, numeral 158, pp. 210-213), no agotan las posibilidades de |Bixa Orellana como planta tintórea, casera o industrial. La enjuagadura del arilo de la semilla arrastra la orellina, que como se ha visto es soluble en el agua y da color amarillo. Cuando se quería teñir de rojo, se usaba todo (Andrade, 1926, I83).

Estas propiedades eran conocidas y usadas en la época prehispánica. "Los rescates de que estos indios [chitareros] usan es algodón y bija... de la cual hacen un betún que parece almagre o bermellón con que se pintan los cuerpos y las mantas que traen. vestidos", pues vivían en clima frío (Aguado, 1916, I, 589-590; -----, 1956, I, 466; Castellanos, 1955, IV, 286; Simón, 1953, II, 187; Nectario María, 1959, 505).

De los dos tipos endémicos en Santa Marta en el siglo XVIII, uno se usaba en culinaria; "el otro es el llamado ACHIOTE DE VI JA, porque es más encendido y craso, y se aplica para ciertos tintes" (Rosa, 1945, 314). "Esta misma color si la mezclan con orines, y vntan alqun lienço, es ymposible quitarse aunque con mucho cuidado lo estreguen, aviéndose secado primero al sol" (Ximénez, 1888, Méx., 51), cosa sabida en toda América (Cobo, 1891, II, 589-590; -----, 1956, I, 254-255).

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Los caribes de la Guayana lo han usado para teñir sus famosas hamacas (im Thurn, 1883, 316), y varias tribus del mismo sector, para colorear los objetos de cerámica de su ajuar (Schomburgk, 1922, I, 204; Farabee, 1918, 25). Los jíbaros y canclos del oriente ecuatoriano cón bija colorean sus vasijas (Karsten, 1935, 101, 102); hilos (Ibid., 288); telas de corteza (Ibid., 89), ruanas o ponchos (Ibid., 88) y tejidos de algodón; en este último caso la operación está a cargo de mujeres, aunque la tejeduría sea labor masculina (Ibid., 104). En el Amazonas, el color rojo de las cuyas o totumas pintadas, se dio con urucú (Bates, 1962, 138).

Los europeos aprovecharon sin demora este elemento de cultura material. Cuando se acercaba en 1538 la avanzada de Nicolás de Federman por Pasca hacia la sabana de Bogotá, Lázaro Fonte envió a Quesada un mensaje, escrito en cuero de venado: "la tinta era hecha del betún que llaman bija, que era colorada" (Aguado, 1916, I, 360; -----, 1956, I, 322; Castellanos, 1955, IV, 286; Simón, 1953, II, 187). El acta de fundación de la ciudad de Tunja y las de las primeras sesiones del cabildo (1538? 1539?) se escribieron con tinta de bija (García Samudio, 1952, 103-104). Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que dicho nombre parece haberse aplicado también a la chica (véase adelante).

Organizada la industria textil en las colonias españolas a base de mano de obra y de procedimientos indígenas, se incrementó el consumo de materias tintóreas, y aun se difundió el uso del achiote a otros continentes. Se enviaba desde Méjico hasta la China, "donde se vende muy bien para teñir sedas, y otros ministerios" (Vázquez de Espinosa, 1948, 221).

 

C) Otros usos.

"La corteza [del achiote] es muy acomodada para haber sogas y maromas que sean [son?] mas recias que las del cañamo" (Ximénez, 1888, Méx., 50).

El leño sirve para encender fuego, frotando dos trozos uno contra otro (Ximénez, loc. cit.; Anónimo, 1788, II, 179; Cobo, 1891, II, 53).

Los usos culinarios se han estudiado en el volumen II.

 

D) Cultivo.

Martius, quien viajó extensamente por el Brasil, dice no haber visto urucú silvestre en parte alguna, como sí el falso urucú o urucurana (Martius, 1843, 124-125; -----, 1939, 245). Se ha sugerido que Bixa

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orellana se deriva de B. excelsa Gleas et Krukoff, del sudoeste amazónico, árbol grande de la selva que no difiere mucho del cultivado. Desde luego que el cultivo e prehispánico (Ducke, i 946, 24).

En el sur de Méjico, a principios del siglo XVII, "estiman mucho los yndios este árbol, y assi le siembran cerca de sus casas" (Ximénez, 1888, Méx., 50).

Un viajero que estuvo el 28 de enero de 1583 en el caserío del cacique Camachutay, en el arcabuco de Cachihate, entre los ríos Casanare y Meta, observó que había allí mucha bija, "y te nían puestos los árboles de ella como arriates de España" (Ojer, 1960, 182), lo que indica preparación elaborada del terreno. Aunque en el siglo XVIII se habla de árboles silvestres de onoto a orillas del Cuchivero, cerca del cerro Acarigua (Ramos Pérez, 1946, 281), quizá eran sólo relictos de antiguos establecimientos indígenas, abandonados por la persecución y guerras ocurridas en el bajo Orinoco y sus tributarios, como consecuencia del comercio de esclavos indios. Esta era una de las plantas en cuyo cultivo más se esmeraban las tribus orinoquesas (Gilii, 1965, I, 199-200).

Conocido el aprecio en que tenían el achiote los pijaos, el capitán Bocanegra en sus campañas de tierra arrasada, les talaba los árboles que mantenían cerca a sus viviendas (Tascón, T. E., 1939, 130, 194).

Los bororos del Brasil, según informes del doctor Barbosa Farías, de la Comisión Rondón, seleccionan cuidadosamente los árboles para la propagación, utilizando sólo los de hojas más gran des, con semillas (frutos?) de color rojo intenso (Andrade, 1926, 184). Cogen para beneficiar los frutos maduros, antes de que se abran (Ibid., I 83).

En el alto Amazonas, aunque hubiera poco de otras plantas, de achiote siempre tenían uno que otro pie los indígenas alrededor de sus moradas (Magnin: Rt, 1940, I, 180; Spruce, 1908, II, 124).

Lo mismo ocurría con las tribus guayanesas, entre las cuales el urucú es planta selectiva, lo mismo que el algodón (Schomburgk, 1922, I, 139; 1923, II, 118; im Thurn, 1883, 205, 316; Berkel, 1942, 34).

La técnica del cultivo industrial, en plantación organizada; fue perfeccionada en las colonias de la Guayana, y llegó a un nivel que no ha sido sobrepasado después (Barrère, 1743, 97-98)

 

E) Extracción.

El proceso de extracción parece haber sido muy semejante en todo el hemisferio; la técnica indudablemente se originó en un foco cuya

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ubicación geográfica es difícil de determinar, y luego se expandió con la planta.

Se hacía del siguiente modo en Méjico a principios del siglo XVII: "Tomanse los granos bien maduros, y héchanlos en agua caliente, meneándolos siempre a vna mano sin cesar hasta que ayan dexado todo el color en el agua, y luego lo dexan assentar y hazen dellas vnas tortillitas, casi de la misma manera que suele hacerse en el añir... para usar dél quando se ofrece la necessidad..." (Ximénez, 1888, Méx., SO-51).

Según Cobo, quien observó el proceso en la costa sur de Méjico (quizá en Chiapas, donde el cultivo era intenso), primero se remojan y lavan las semillas hasta que suelten todo el color, que dando ellas blancas; el aguatinta se hierve hasta darle punto, espumando la sustancia que sobrenada; se cuela luego y se exprime en un paño, amasándose finalmente en bollos o panes la pasta obtenida, que se pone a secar al sol (Cobo, 1891, II, 52-53; -----, 1956, I, 254).

Más sencillo era el proceso utilizado por los indígenas del Orinoco a mediados del siglo XVIII: "puestas en infusión grandes cantidades de estos granos de achiote, después de bien lavados y estregados con las manos, queda el agua colorada, y al otro día se halla a fondo toda la tintura, y el agua otra vez con su nativa claridad; derraman el agua con tiento, y del an al sol el achiote o color, que sa quedó en el fondo, del cual, a medio secar, forman pelotas, que guardan para moler con aceite, y untarse diariamente..." (Gumilla, 1955, 358; Gilii, 1965, I, 200).

Mucho más elaborado era el procedimiento seguido en escala industrial en la Guayana francesa, en la misma época de la observación anterior, pues requería instalaciones especiales y cierto instrumental (Barrère, 1743, 96-101).

 

F) Comercio.

En Guatemala el achiote tuvo durante el régimen español una importancia económica difícil de apreciar ahora. El cabildo de la capital le fijó gravámenes por primera vez el 12 de enero de 1644 (García Peláez, 1943, I, 210). Anualmente salían de Veracruz y del Castillo del Golfo (Dulce?), sobre 35.000 libras. El alcalde Solivera de Veracruz en un sólo despacho, llegó a ganarse 50 mil pesos, suma enorme para la época. Se planteó la conveniencia de conquistar la tierra de los lacandones, por ser apta para cacao Y achiote, renglones de gran valor (Ibid., 248-249).

En las Antillas figuró este colorante como producto de exportación (Du Tertre, 1958, I, 37; O'Reilly, 1921, 108).

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A mediados del siglo XVI, cuando se hizo la primera tasación de tributos en el Nuevo Reino de Granada, se dispuso que en cada región se pagaran con los frutos y producciones locales. Aunque todavía se reafirma el uso ceremonial, ya se valoraba el achiote como objeto de comercio e intercambio (Aguado, 1916, I, 532; -----, 1956, I, 422).

Entre los malibúes de la región de Tamalameque, según relación de 1579, la bija, con la caraña, a que llamaban localmente NAPO y que se untaban para que aquélla ""no se quite tan pronto"", eran artículos que se vendían recíprocamente los que tenían de la una y carecían de la otra (Latorre, 1919, 27-28).

A Pimampiro, localidad situada en el alto río Mira, actual territorio ecuatoriano, traían a veces BANDUL para negociar los indios coronados que moraban a espaldas de la cordillera hacia Quijos (J. de la Espada, 1897, III, 129).

El comercio del onoto fue también activo en el sector oriental de los Andes (Ojer, 1960, 184). El uso generalizado entre las tribus selváticas, menos sometidas a la influencia europea que las andinas, así como la facilidad de transportar la pasta por su reducido volumen, y la demanda de los extranjeros que ocupaban las colonias guayanesas, todos fueron factores favorables. En el Orinoco, algunas tribus lo utilizaban como signo de trueque para obtener calabacillos de aceite de palma (quizá |Jessenia) (Rivero, 1956, 151). Los sálivas de Carichana sacaban onoto en bolas, que constituían el fuerte del comercio local, a mediados del siglo:VIII (Cuervo, 1893, III, 209). Los holandeses lo cambiaban a los indios por armas y otras manufacturas europeas (Ibid., 486).

En Berbice y Demerara el comercio era activo con los indígenas desde el siglo XVII, constituyendo el ORIANE el segundo renglón de exportación, después del azúcar (Berkel, 1942, 19; 32; 95; 106). En esas dos colonias, lo mismo que en Esequibo, se continuaba produciendo a fines del XVIII (Bueno, 1933, 99). Durante la dominación inglesa, a principios del siglo siguiente, se incrementó la producción; pero después de 1838 en que se decretó la manumisión de los esclavos, los cultivos se arruinaron y fueron abandonados, como uno que existió en el Pomerún (Schomburgk, RH., 1840, rota 99; Schomburgk, 1922, I, 193; 1923, II, 338).

En Surinam se hicieron tentativas de cultivo con resultados irregulares, al principio del siglo XVIII, y después con éxito. En 1707 se exportaron 100 libras; en 1714, 6.865; en 1715, 4.429; en 1716, 4.700, y en 1745, sólo 565 (Anónimo, 1788, II, 88, 90; I, 69, 70). Llegó a competir con el azúcar como principal producto exportable (Ibid., II, 85, 116-117;188).

En Cayena o Guayana francesa, el urucú era uno de los cuatro principales rubros del comercio de extracción (La Barre, 1666, 32), y

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ascendió al primer lugar en el siglo XVIII (Barrere, 1743, 46, 35, 97; 96-101;.Bajon, 1778, 1I, 394-396).

En el Amazonas, con antecedencia a la ocupación portuguesa, comerciantes holandeses e ingleses contrataban activamente con los indígenas, tan arriba como el Tapajoz; uno de los artículos de esa contratación era el urucú (Acuña, 1942, Bog., 103; Heriarte (1662), 1874, 11, 37; J. de la Espada, 1889, Teix., 118; Williamson, 1928, 68, 69, 88). Este comercio amazónico duró hasta bien avanzado el período republicano. En 1852 salió de Belem el científico Wallace, rival de Darwin; el barco que tomó y que se incendió en alta mar, llevaba un cargamento de urucú para Inglaterra (Wallace, 1939, 505).

En el alto Amazonas la contratación fue más modesta. Aunque casi todos los indígenas cultivaban el urucú (véase atrás), ciertas localidades, como Santiago y Boma al pie de los Andes, se distinguían por la abundancia de este fruto (Magnin: RI, 1940, I, 171; Figueroa, 1904, 406; J. de la Espada, 1889, Mar., 112, 146). Los indígenas de Borja estaban obligados, según el arancel impuesto a raíz de la fundación de esa localidad por Vaca de Vega, a vender la libra por medio real. El padre jesuíta José Albelda (ya la prohibición de su cofrade Altamirano no se tenía en cuenta), llevó a vender desde las misiones de Maynas a Lima, en 1728-1730, una cantidad de achote para traer en cambio hierro, cintas y algún dinero (Jouanen, 1943, II, 395 nota, 431).

 

BIGNONIÁCEAS

 

185. -- |Arrabidea chica (H.B.K.) Verlot (= |Bignonia chica H.B.K.) |Arrabidea spp.?

|Chica, quizá nombre chibcha, que quedó consagrado en la nomenclatura botánica.

|Bariquí, bariquiza, barquís, en la región centro-norte de Venezuela (Alvarado, L., 1953, 39, 40) (véase adelante). |Quinora, en muzo (véase adelante).

|Craviri, en tamanaco; |kiraaviri, en maypure (Gilii, 1965, I, 200-201; Humboldt, 1941, III, 353; Alvarado, L., 1953, 145). |Cráviri (tamanaco); |careweru (macusi A); |klawíru (kaliña); |kalawítu (H.-U.); |kaláiru (arawak) (Goeje, 190, 53).

|Carajurú, crajurú, en Río Negro (Wallace, 1939, 568), del tupí (Goeje, loc. cit.), con las variantes |oajurú, guajurú; carcurú; abajerú, guarapurú, en el norte brasileño (Ande, 1926, 188).

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|Cariacru, en waica (Schomburgk, 1922, I, 156).

|Cariaru, en Guayana francesa (Barrere, 1743, 197).

|Pucapanga maransolá ( |puca= colorada; |panga= hoja, préstamo del quechua); |pucacunga chica; |tariri pwitana, la planta; |carabiru, carahuiru, la pasta ya preparada, en omagua y yameo, idiomas tupíes del oriente peruano (Espinosa Pérez, 1955, I, 313; 407; 498). Véanse adelante Mag. Maroni.

|Tai, la planta; |karawíra, el pigmento, en jíbaro (Karsten, 1935, 428).

|Piranga, en tupí (Martius, 1843, 124-125). Significa "rojo"

|Me-ké en makú? (Schultes: muestras de herbario).

| Bija, en algunas partes de Colombia (Pérez Arbeláez, 1947, 462). Establece confusión con |Bixa orellana L..

La chica como planta cultivada se conoció en Sur América en cl hemisferio norte a la llegada de los europeos, y en el hemisferio meridional sólo al oriente de la cadena andina. En la región primeramente citada predominó la forma típica, de hojas anchas; en la segunda, las de hojas angostas. Ambas se multiplican por estaca (Ducke, 1946, 9; 17).

La sustancia colorante de la chica, extraída de las hojas, es insoluble en el agua y soluble en alcohol, éter y álcalis; se reduce en presencia de glucosa y en medio alcalino, tomando un bello color violeta (Andrade, 1926, 188-189).

 

1. - |Pintura corporal.

La relación de Caracas de Juan, de Pimentel, hecha en 1578, describe los ayunos a que se sometían los candidatos a piaches o brujos, y la cerrmonia con que la comunidad indígena los acep taba como tales, a la cual todos los indios de la vecindad asistían. "untados con çierto género de retina que llaman ORCAY y MARA semejante a trementina y sobre ella y sin ella se ponen e pintan de colorado que es como bermellon quo ellos llaman bariquiça hecha de hojas y de cortezas de arboles... " (Latorre, 1919, 77; Arellano Moreno; 1950, 77). La relación de Barquisimeto de 1578 expone que allí también algunos indígenas so untaban con "barique que es a manera de almagra aunque mas fina color..." (Arellano Moreno, op. cit., 124, 150). El nombre de esa ciudad de la Nueva Segovia, que se escribió Bariquisimeto durante el siglo XVI y principios del siguiente (Nectario María, 1952, 118, 163), conserva el radical BARIQUI, quizá más lógico que el de BALÍCHI,

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ceniza, sugerido por otros autores (Alvarado, L., op. cit., 378). Todavía a mediados del siglo XVIII, los indios no reducidos de esta porción central de Venezuela; "cuajan una especie de tinta, llaman Barquis, es encarnada obscura, y los pintores la usan para sombras" (Cisneros, 1950, 23). El nombre de BARIQUÍ para |Arrabidea chica persiste en dicha área hasta, nuestros días, como se deduce de una muestra botánica colectada en Los Pocitos, Tocuyito, Valencia, en 1941 (USNH: José Saer, 795).

En la relación geográfica de Trinidad de los Muzos, de 1582, se enumeran las plantas tintóreas que usaban --mediante cultivo --los indígenas. Después de identificar con precisión la |Bixa orellana, añaden los expositores: "tanbien hazen otro color colorado con hojas de vn arbol que tienen y cultiuan los naturales que llaman QUINORA [.] las hojas deste arbol coçidas y puestas al sol se bueluen coloradas en secardose y después de secas bueluen a coçer y cuelan aquel agua y queda muy colorada y la sustançía deseas hojas pegada al paño y raspan aquella sustançia y la echan en vna vasija y la cueçen y luego la echan en vnos hoyuelos que tienen hechos en çeniza y de allí salen pares que es la bija con que ellos se vntan los rostros para pareçer mas ferozes..." (Morales Padrón: AEA, 1958, 613). Excepto por hablar de un árbol y no de un bejuco como es |A. chica --detalle que bien puede disculparse por cuanto parece referirse también al mismo tiempo a |Bixa orellana --todo lo demás está conforme con la práctica generalizada en el resto de América equinoccial, relacionada con el cultivo y beneficio de esta planta.

Pintura corporal roja, extraída de un bejuco, usaban los cunas del Darién en el siglo pasado (Restrepo Tirado: Water, 1888, 119). No son seguros los datos, ni están confirmados en otras fuentes concernientes al área, quizá por la intensa aculturación de quo ha sido objeto ese grupo; si lo fueran, esta sería la región más occidental de la chica

Los guajiros se ponen en el cuerpo una pintura roja, que llaman "palí-isá", extraída de las hojas de un árbol (?) dicho PARÍA, que parece idéntico a |Arrabidea chica (Jahn, 1927, 176). Obsérvese la similitud de este vocablo con BARIQUÍ, BARQUIZA, BARQUÍS, de la vecina Venezuela.

En un informe de 1766 sobre las misiones del. Orinoco, se apunta que en la localidad de Raudal, fundada en 1747, los indígenas atunes y maypures comerciaban con los guaipunabis establecidos más arriba de la confluencia del Atabapo: "los Guapunabis dan plumas de chica, que es una especie de carmin bastardo que tiñe mejor que of Anoto de los Salibas, el cual aunque fabrican también los Guagibos, r_o es tan limpio ni estimado como el de los Guaipunabis" (Cuervo, 18Q3, III, 215; Gilii, 1965, II, 267-268). Otro informe de 1771 sobre estos últimos trae los siguientes datos: "Se cortan el pelo hombres y mujeres tanto que no dejan presa en él al enemigo; ni puéden hacerla

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en parte alguna del cuerpo porque se huntan todo él con manteca de huevos de tortuga o de una fruta que llaman CARPA, con la que mezclan un almidon rojo corno el carmin que le llaman CHICA y así quedan colorados como un tomate... pero el objetó primario de la untura general [fuera del adorno, con que remedan el vestido de los europeos] es preservarse de las picadas de los mosquitos..." (Altolaguirre, 1908, 278279).

Los caribes deI Orinoco usaban la manteca de tortuga para guisar "y para huntar su cuerpo diariamente, mezclando un almidón royo con que se preservan de los mosquitos" (Ibid., 302). Otras tribus tomaron la costumbre de los caribes (Gilii, 1965, II, 67-68). También los piaroas a fines del mismo siglo XVIII sacaban pelotas de chica y de caraña para pintarse la cara y el cuerpo, y las iban a vender lejos (Bueno, 1933, 68). Esta chica era artículo de lino, que no estaba al alcance de todos. La planta se cultivaba cuidadosamente (Gilii, 1965, I, 200). Como el achiote, producido en mayor escala, constituía un virtual monopolio de los misioneros capuchinos. "Los caribes y otomacos se pintan solamente la cabeza y los cabellos con chica; pero los sálivas poseen el pigmento en gran abundancia, y lo bastante para usarlo en todo el cuerpo" (Humboldt, 1941, III, 354-355). En la localidad de Maypures colectó el botánico Spruce a mediados del siglo pasado, la. |A. chica, var. |thyrsoidea (Spruce, 1908, I, 468).

En su viaje a los Llanos orientales hacho en 1824, Juan Bautista Boussingault observó la planta y el colorante. Según él, la pintura de chica dura más en el cuerpo que la de achiote y resiste mejor la acción de los rayos solares (Boussingault, 1903, IV, 8; 17; Rivero y Ustáriz, 1857, I, 103). Hay algunas cosas en el pasaje poco inteligibles, quizá porque los apuntes fueron hechos cuando aquél ilustre químico era muy anciano.

También era conocido este colorante corporal en las Guayanas. De Cayena se menciona a mediados del siglo XVIII, bajo el nombre de KARIARU (Barrere, 1743, 197).

En la Guayana inglesa lo usaron los waicas (CARIACRU), los caribes del Cuyuni, los macusis, arecunas y otros; pero en la extracción y preparación se especializaban los wapisianas, tarumas y macusis (Schomburgk, 1922, I, 156, 157; 204; 280; 1923, II, 114; 163; 313). La costumbre ha perdurado, aunque el consumo es mucho más restringido que el del ornato (im Thurn, 1883, 316-317; Farabee, 1918, 83; -----, 1924, 65). El colorante, al que se adicionaban resinas perfumadas, se usó únicamente para la cara (Schomburgk, 1922, I, 313).

No les fue ajena la chica a las tribus amazónicas. Entre los barrés observó un natuarlista la costumbre, para la fiesta del dabocurí, a mediados del siglo XIX. Los varones se pintaban el cuer po, los brazos

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y la cara; las mujeres, solamente los brazos y la cara (Spruce, 1908, I, 313; 314). En general, las tribus del bajo Amazonas hacían uso de este pigmento corporal, y también a modo de medicina (véase adelante) (Martius, 1843, 124-125).

Se ignora qué antigüedad tenía la costumbre entre las tribus altoamazónicas, pues todos los datos son relativamente tardíos sobre esta región. A mediados del siglo XVIII los misioneros jesuitas del Marañón dan cuenta de la existencia de la planta, apenas para las necesidades de cada uno, bajo los nombres de CARAVIRU (Magnin: RI, 1940, I, 171), y CHICA o CARABIRÚ entre los omaguas (J. de la Espada, 1889, Mar., 112; Figueroa, 1904, 406). Los jíbaros del oriente ecuatoriano la cultivaban para usarla cotidianamente (Spruce, 1908, II, 116-117; 124), cosa que hacen aun hoy día en ciertas circunstancias (Karsten, 1935, 235; 428; 93).

Como el área de dispersión de la chica al oriente de los Andes coincide con la del achiote, es difícil establecer en algunos casos a qué especia se refieren las fuentes, pues el nombre BIJA parece haberse aplicado desde antiguo también a la chica. De todos modos, |Arrabidea es más escasa y no tan omnipresente como |Bixa, y quizá por eso se ha considerado más fina y ha tenido mayor valor. No todas las tribus extraían chica, sino algunas especializadas, como se ha visto. La extracción del colorante a partir de las hojas, tal como la observaron Humboldt en Pararuma del Orinoco en 1800 (Humboldt, 1941, III, 354) y Schomburgk en 1843 en Kuiaraton, río Catuau-aru, afluente del Rupununi entre los wapisianas (Schomburgk, 1923, II, 313), no variaba fundamentalmente del procedimiento seguido por los muzos cuatro siglos atrás (véase arriba el pasaje pertinente) y del que siguen los jíbaros en la actualidad (Karsten, op. cit., 428).

No se ha comprobado si tiene la acción que le atribuían los guaipunabis, de defender contra los mosquitos, aunque esto sea dudoso (Humboldt, 1941, II I, 356-357).

 

2. -Tinte mágico.

Es indudable que la pintura corporal a base de chica, tuvo también --como en el caso de la bija --significado mágico; pero las referencias sobre esto son más escasas. Encontrándose el bo tánico Spruce una tarde de octubre de 1852 en la boca del Poapurís, río Vaupés, un rayo cayó en una vivienda indígena, derribando a sus moradores e hiriendo a uno de ellos en una pierna. A la mañana siguiente, toda persona que encontró Spruce, estaba con la cara y los brazos pintados con rayas de carajurú, como protección contra el pajé o brujo que suponían había sido el causante de la descarga eléctrica (Spruce, 1908, I, 485).

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Igual asociación defensiva atribuyen a estas pinturas rojas los jíbaros del Ecuador.

Los achaguas utilizaban la chica en ceremonias de magia o hechicería, para matar enemigos ausentes: alguna prenda de éstos se mezclaba con polvos de |Arrabidea y se guardaba en un calabacillo; los nombres de la mezcla, que ya indican bastante contacto con otras culturas, sobre todo el último, eran CARRAGE, MOJAN y CAMARICO. "Hecha esta diligencia, invoca el hechicero en grandes voces al demonio, y permitiéndolo Dios así, muere el ausente, más por malicia de Satanás, que por virtud y eficacia del hechizo, que, como se ve claramente, no puede tener actividad para quitar la vida, ni aun al que está cerca, por no contener veneno alguno estos polvos". Guajibos y chiricoas comerciaban con "un poco de chica o achote, que es a manera de almagra" (Rivero, 1956, 109-110; 151). Los pioches maypures usaban una estatuilla de chica, a que llamaban "minarití", e interrogaban sobre sucesos por venir (Gilii, 1965, II, 101).

La extracción entre los amazónicos estaba reservada a los Pagés o brujos (Martius, 199, 279).

 

3. -Remedio.

También se le atribuyeron virtudes medicinales a este pigmento, o más bien a las hojas de la planta. En el Nuevo Reino así se creía a fines del siglo XVII: "Es de qualidad frigidissima, y sirve en bebidas cordiales, y alivia el fuego de las calenturas" (Zamora, 1930, 39).

La chica, como el onoto, parece ser astringente y ligeramente purgante (Humboldt, op. cit., 356 nota).

Las tribus amazónicas la usaban contra la hemorragia (por magia simpáticá?) y para el impétigo (Martius, 1843, 124-125).

4. -Pigmento para textiles.

Parece que en el Nuevo Reino se usó la chica en la tinción de telas y de varias fibras. En Cundinamarca se teñían con ella las pajas y fibras para hacer cedazos y canastas (Vezga, 1936? 148; 145-152). Lo mismo se hacía en Venezuela (Pittier, 1926, 208).

Los indígenas deI Río Negro tiñen con crajurú las máscaras de las danzas rituales (Rodríguez Ferreira : Andrade, 1926, 188; Wallace, 1939, 568).

Para teñir la paja empleada en la confección de sombreros, se cultiva actualmente chica en Tuchín y Molinos, pequeñas localidades de la cuenca del Sinú (Gordon, 1957, 81).

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Se supone que el pintor Vázquez aprovechó la chica en algunas de sus telas (Vezga, loc. Cit.). "Los pintores la usan para sombras" (Cisneros, 1950, 23).

FIG. 32. |Arrabidea chica (H.B.K.) Verlot. Números 1 a 4, flor y detalles organográficos de la misma; 5 a 7, semilla y detalles. Reproducido de Humboldt y Bonpland: Plantes Equinoxiales, 1313, I, lám. XXXI, pp. 109-110.

 

5. -Decoración.

Eran famosos en el siglo XVIII los platillos gua confeccionaban los caribes del Orinoco, revestidos por fuera con chica y por dentro con barniz (Gilii, 1965, II, 257, 258) . Los caribes del Cuyuni en la Guayana mantenían la tradición un siglo después (Schomburgk, 1922, I, 204).

 

6. -Colorante de rapé.

El tabaco en polvo que se elaboraba en Santa Fe y en Tunja, estaba pigmentado con chica. No se sabe cuándo empezó esto; pero ya a principios del siglo XVIII (1701) se menciona ese expediente como cosa rutinaria, en esta ampulosa descripción : "E1 Arbol llamado de la

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Chica, es de tan vistosa hermosura, que teniendo las ojas como las del ManÇano (?), son tan coloradas, y tan lustrosas, que parecen cortadas de raso carmesí. Puestas a cocer al fuego, despiden su color tan gruesso, que dexandolo reposar algunos dias, se halla una massa colorada, de que usaban los indios para pintar sus mantas [véase atrás inciso 4.], que llamaban de pincel (...)Para templar el calor del tabaco, y de la cal, con que lo muelen, dissimulando con algun color este vicio, le echan polvos de Chica" (Zamora, 1701, 41; -----, 1930, 39). Persistiendo en el error de Zamora, que Consideraba arbórea a la chica, repite casi exactamente lo mismo otro autor años adelante (Oviedo, 1930, 31; 27).

La casa de tabacos de Santa Fe, donde se centralizó la manufactura de tabaco en polvo a f roes del período colonial adquiría la chica con el propósito mencionado. Se creía que la más fina era la procedente de los llanos de San Martín (Calderón, 1911, 550-551). Este hecho era conocido hasta en el alto Amazonas (Magnin : RI, 1940, I, 171, Zárate, 1739 : Figueroa, 1904, 406) .

 

ACANTÁCEAS

 

186 -- |jacobinia tinctoria (Oerst.) Hemsl..

|Tebi-ka, en brunca o boruca (Pittier, 1957, 253).

|Cuajatinta, en Guatemala. |Sacatinta, en El Salvador. Nombres tomados de muestras botánicas del Herbario Nacional de Estados Unidos.

|Púnciga, en el Valle del Cauca, Colombia.

Azul, azul de mata.

Las hojas machacadas de esta planta dan, en maceración, un color azul desvaído, que se utiliza para teñir la ropa blanca, después de lavada. Es muy usada para este f in en Centro América (Levy, 1873, 180; Wagner, P. L., 1958, 246), y por los indios borucas de Costa Rica (Pittier, 1908, 67; Stone, 1949, 27, 37).

Tradicionalmente se ha cultivado en patios y huertas de varias ciudades cálidas de Colombia, con el mismo propósito (Leonard, 1958, 658-659). Se ignora qué tan antigua sea la costumbre.

Véanse datos sobre otros usos de esta planta en el capítulo XVII.

 

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RUBIÁCEAS

 

000 -- |Genipa americana L.. |G. caruto H. B. K..

(Véase numeral 112, capítulo VIII, tomo I, pp. 418-419, con otros nombres indígenas fuera de los siguientes).

|Busera, nombre antiguo de la parte occidental costera de Venezuela (Oviedo y Valdés, 1959, III, 34).

|Guanapai, en guajiro; |genipapo, en tupí; |yénepa, en oyampi (Goe j e, 1909, 176 ; Jahn, 1927, 176) ; |ñandipá, en guaraní (Peña, 1901, 177).

|Lana, en Orinoco y Guayanas (Vázquez de Espinosa, 1948, 57; Schomburgk, R. H., 1840, 99; Schomburgk, 1923, II, 293; im Thurn, 1883, 237, 317).

|Kúlupo; couroupeu; couroupo; couroumbé; tapuripa, en varios dialectos caribes (Goe j e, op. cit., 53).

|Kurupo, en apalai (Farabee, 1924, 234).

|Sua, en jíbaro (Karsten, 1935, 104, 130, 363).

|Witokk, en quechua (Lira, 1945, 1165) . Escrito unas veces |uito, |huita (Espinosa Pérez, 1955, I, 507), o |vito (Uriarte, 1962, I, 197; 321; 335), |bitu. Parece provenir de algún dialecto del oriente boliviano, donde |bihich, en chiquitano; |bi, en vulgar (Peña, 1901, 177).

|Irayol, en El Salvador (USNH: Standley, 1912, 1921-1922; Salvador Calderón, 1249, 1922; Sisto Alberto Padilla 446, 1923), y también |tiñe-dientes, palo de tambor (Padilla, loc. cit).

|Guaitil, en Costa Rica (Pittier, 1908, 98; O. F. Cook - C. B. Doyle 685, 1903) ; |guayatil blanco, en Panamá (USNH: G. P. Cooper, G. M. Slater No 1, 1927).

Los datos siguientes se refieren conjuntamente a |G. americana y |G. caruto. La dispersión de ésta última se ha considerado confinada a las llanuras orientales de Sur América, desde las márge nes septentrionales del Amazonas hacia el norte, con focos muy abundantes en el Rio Bronco y el Orinoco (Ducke, 1946, 12); pero también se extiende a Centro América y las Antillas. |G. Americana predomina en el Brasil al sur del Amazonas [tres clases de yenipapa halló un botánico en el Tapajoz (Spruce, 1908, I, 104)], así como en la región andina.

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|Genipa ha sido objeto de cultivo por algunas tribus del alto Amazonas (Magnin : RI, 1940, I, 180); entre los chocoes (Gordon, 1957, 17), y entre otras sobre las cuales no se dejó constancia en las fuentes. Se puede incluir en la larga lista de plantas americanas que aparecen con el doble carácter de cultivadas y de espontáneas o subespontáneas. Como árbol ornamental, se plantó antes en el Valle del Cauca; ahora menos.

Para obtener el tinte, se usaron siempre frutos verdes, que se mascaban y echaban en agua (Latorre, 1919, I22; Rivero, 1956, 239; Gilii, 1965, I, 162). El tinte negro sólo se hace evidente al oxi darse el principio o constituyente principal, que es soluble en agua y en alcohol, al simple contacto del aire, por agencia de una oxidasa (Andrade, 1926, 185) .

El fruto maduro es comestible, y no tiene entonces acción tintórea (Anglería, 1944, 278; Patiño, 1963, I, 418-419).

 

Pintura corporal.

La pintura corporal a base de jaqua, que da colar negro 0 azuloso, fue observada simultáneamente con la de bija, desde el contacto de las culturas europea e indígena, a los pocos días del descubrimiento de América. También en este caso debió existir un compleio de motivaciones, supuesto que no todos los individuos se pintaban uniformemente de negro, sino con variantes (Navarrete, 1954, I, 96, 139; 194; Casas, 1951, I, 204).

El uso cosmético fue desde el principio evidente : "Para pelear o para ser gentiles hombres píntanse con jangua . . . de que hacen una tinta negra" (Oviedo y Valdés (1526) : Vedia, 1947, II, 482). "Y también las indias se afeitan, cuando quieren bien parescer, con la una o con entrambas colores [la otra es bija]" (Ibid., 1959, I, 253; Gómara: Vedia, 1946, I, 173).

Los caribes, que como muchas tribus suramericanas se depilaban las cejas, sustituíanlas con trazos de caruto (Bueno, 1933, 61) . Las mujeres en el río Berbice, Guayana, habitado por arawaks, se pintaban líneas alrededor de la boca (Berkel, 1942, 23). Igual cosa han hecho en general las tribus guayanesas (Schomburgk, 1922, I, 157, 202, 273; 280; 1923, II, 293; Barrere, 1743, 197; Farabee, 1924, 65).

Describiendo la relación de Trinidad de los Muzos el sumario vestido de los indígenas locales, que consistía en una cuerda, añade: "pintanse con jagua que es como tinta negra y dura este color nueue dias aunque se lauen munchas veces para quitarlo y con esta j agua forman botas en las piernas y calças a cuchilladas en los muslos y

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cueras en el cuerpo..." (Morales Padrón, AEA, 1958, XV, 600). Pero también se pintaban con ella y con bija cuando iban a la guerra (Aguado, 1917, II, 325; -----, 1957, II, 222).

Asimismo las tribus altoamazónicas del pie | [1] de los Andes, usaron jagua o huitoc para pintarse el cuerpo (J. de la Espada, 1897, IV, xlviii; Acosta, 1954, 274; Magnin: RI, 1940, I, 167; Uriarte, 1962, I, 321; 335; Spruce, 1908, II, 113).

El uso de la jagua como pintura corporal estaba generalizado en toda la América intertropical entre los indígenas, a la llegada de los europeos. La misma dispersión geográfica del género |Genípa, desde el sur del Brasil hasta Méjico, indica una adquisición importante, lograda después de experiencias de siglos. Pero, como en casos semejantes, creencias mágico-religiosas estaban asociadas con el beneficio utilitario. "Cuando los ,indios han de ir a pelear, pintanse con esta xagua y con la bija..." (Oviedo y Valdés: Vedia, 1947, II, 482; -----, 1959, I, 253). Lo mismo ocurría con los guayupes de los llanos orientales (Aguado, 1918, I, 184; -----, 1957, III, 132-133).

Que se le asignaban virtudes protectoras contra fuerzas hostiles, lo revelan con harta elocuencia las costumbres de algunos grupos indígenas. Los darienes de Panamá, según observaciones de fray Adrián de Ufeldre en el primer cuarto del siglo XVII, a sus hijos entre los 6 y los 9 meses de edad les hacían una ceremonia, equivalente al bautizo de los cristianos. Ponían cinco o seis AGUAS o HAGUAS entre dos platos o vasijas, a prima noche; el mohán del grupo, recluído en un cuarto con las frutas, cantaba invocando al demonio o espíritu. Un mohán más viejo lo sustituía a media noche, mientras el resto de la tribu tomaba tabaco afuera. "A la mañana saca el plato y hallan las haguas machucadas y dicen hauerlas puesto assí el demonio, y con su leche o zumo vntan la criatura y con esta ceremonia se acaba la solemnidad de la fiesta; están persuadidos que a la criatura que esta ceremonia hacen no le sucedera cossa adversa, y faltándole, si algo le sucede, lo atribuyen a su falta" (Serrano y Sanz, 1908, 130-131). Dos siglos y medio después, a un viajero en el Darién se le refirió que, someter al recién nacido a untura con jugo de jagua, servía "para suavizarle el cutis". Los frutos para esto no podían cogerse de cualquier modo, sino previo cierto ritual, como era mirar previamente a los cuatro puntos cardinales (Restrepo Tirado: Wafer, 1888, 117; 120-121).

Los mismos darienes o cunas a las muchachas las pintaban con jagua el día del baile con que se celebraba la iniciación de la pubertad (Ibid., 122). Como los hombres de esta tribu han sido muy celosos con sus mujeres, cuando había sospecha de que alguna joven había quebrantado la castidad antes del matrimonio, se hacía una prueba, consistente en cortar un fruto de jagua a la mitad: si las superficies del corte se ponían negras, era señal que la sospechosa había perdido

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la virginidad. Menos mal que la ordalia estaba a cargo exclusivamente de mujeres viejas, que guardaban el secreto (Ibid., 121).

Los chocoes, por lo menos los que vivían en Ayapel en el siglo XVIII, revestían de jagua a los recién nacidos (Palacios de la Vega, 1955, 21).

Igual predicamento mágico, fuera del uso común utilitario, tiene la SUA entre los jíbaros y capelos actuales. También juega papel importante en las ceremonias de dar nombre al recién na cido y del rito de pasaje (Karsten, 1935, 226-227; 240); en las expediciones de guerra, así como en las prolongadas fiestas de la victoria (Ibid., 280, 288, 429; 302, 305, 306; 330-331, 340, 360, 363, 364). Se hace una fiesta a los perros, durante la cual a éstos se les pinta jagua desde el hocico hacia abajo a lo largo de la barriga (Ibid., 172). Cuando se siembra o planta, quien la hace se abstiene de pintarse la cara con jagua (Ibid., 130, 131). Se pinta con ella el curandero para ejercer de noche (Ibid., 413). Se hace una "fiesta de pintarse con sua", que dura tres o cuatro días, durante la preparación de las cabezas-trofeos o tzantzas (Ibid., 310-316). La planta misma y sus frutos se consideran mágicos (Ibid., 306).

La asociación de este tinte con la curación de enfermedades por los behiques o pioches entre los caribes de las Pequeñas Antillas, fue registrada de antiguo (Du Tertre, 1958, II, 348).

También la tinta de la jagua servía para demostrar luto. Entre los jiraras, siricas y otras tribus afines de los llanos oriéntales, "luego que expiraba el enfermo, la mujer y los hijos, hermanos y hermanas del difunto, se teñían de jagua de pies a cabeza todo el cuerpo, quedando del mismo traje y aspecto que el que traen los negros de Guinea, cuando los venden chontales y desnudos. Los parientes de segundo grado de consanguinidad, sólo se teñían los pies y las piernas, los brazos y las manos y un salpique de la dicha tinta por la cara, a modo de borrones o lunares. De este modo daban a conocer su sentimiento, y el grado de parentesco con el difunto" (Gumilla, 1955, 137-138, 138). Igual cosa hacían los tupinambaes y actualmente los bororos del Brasil (Andrade; 1926, 185-186).

La circunstancia de que tanto este colorante dérmico como el achiote, estuvieran relacionados --como se ha visto --con las creencias religiosas de los indígenas, llevó a misioneros y curas españoles a erradicar la costumbre, sospechosa de idolatría y "abusión" (BHA, 1956, XLIII, 250-251; Jouanen, 1941, I, 629).

 

Otros usos.

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El carácter astringente del jugo del fruto de la jagua verde fue observado por los españoles desde temprana época (Anglería, 1944, 278; Casas, 1909, 36). "Lo cual yo he algunas veces probado, porque los que en Tierra Firme babemos andado en la guerra, o trabajado en aquellas partes, a causa de los muchos ríos que se pasan, es muy provechosa la xagua para las piernas, porque, como he dicho, aprieta" (Oviedo y Valdés, 1959, I, 253) . Esto lo creen también algunas tribus amazónicas (Karsten, 1935, 427).

Asimismo los huitotos y otros del Putumayo y en general del Amazonas, le atribuyen al jugo de la jagua acción preventiva contra la picadura de mosquitos (Hardenburg, 1913? 162). Las mismas objeciones y dudas planteadas a este respecto al hablar de la bija (véase), tienen validez aquí.

Los jíbaros creen que en los largos viajes en canoa, la tinta de SUA protege contra la excesiva radiación solar (Karsten, op. cit., 427) .

Una derivación de las propiedades constrictivas, sería el uso para fines medicinales, contra las bubas y fiebres en el Brasil (Andrade, 1926, 186), y de la cáscara del árbol contra la sarna y la erisipela entre los sionas (Hardenburg, 1913? 86). Ya es puramente mágico el uso de pintarse contra la mordedura de culebras, entre los jíbaros (Karsten, op. cit., 421).

Algunas tribus guayanesas usan el fruto verde, metido en una canasta, como cebo para pescar (im Thurn, 1883, 237) .

 

Tinte industrial.

El tinte azul oscuro de |Genipa se aplicó también en cerámica y ajuar, tintorería de fibras y marcas de petroglifos. Las afamadas curas o totumas pintadas del Amazonas y Marañón tenían trazos de genipapo, que se fijaban y acentuaban mediante la adición de orines fermentados de varios días (Andrade, 1926, 185).

Los célebres escudos de raíces tabulares de los maynas o jíbaros, estaban decorados con trazos de sua (Karsten, 1935, 266). Con ella tiñen las telas de corteza o llanchama, así como las de algodón (Ibid., 89-I02).  

[1] Especie de chaqueta o jubón que se usaba antiguamente.

CAPITULO XVII MEDICINALES, ESTIMULANTES, VENENOSAS, INSECTICIDAS

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En este capítulo se considerarán en conjunto las plantas propiamente oficinales o curativas, las estimulantes y narcóticas, así como las venenosas, ictiotóxicas e insecticidas. Para los fines prácticos es muy difícil, si no imposible, establecer una separación definida entre todas esas categorías. Los principios activos de algunas plantas están localizados a veces en uno o más órganos, y así es frecuente el caso de especies alimenticias que son al mismo tiempo venenosas.

Es entendido que la revisión se limitará a las plantas cultivadas cuyas propiedades estén comprobadas, o a las que --no siendo del todo sativas --por alguna razón se considere necesario des tacar. Las medicinales extractivas se estudiarán en el volumen dedicado a los recursos naturales, y las espontáneas tóxicas para los animales domésticos, en la obra sobre factores limitantes.

 

Concepto de lo curativo y su evolución

Abundan las referencias en los documentos coloniales y en varias obras contemporáneas, sobre plantas real o presuntamente salutíferas. En una época, de la cual todavía no se sale del todo, en que los remedios eran exclusiva o preferentemente de origen vegetal (Uribe Angel, 1936, 38; Figueroa Marroquín, 1957, 215), casi todas las plantas conocidas se probaron como medicina. Prácticamente no existe ninguna --dentro de los otros grupos ya estudiados en los dos volúmenes anteriores de esta obra y en éste mismo --a la cual no se le hayan atribuido una o más virtudes curativas. La revisión de tales referencias no figura dentro del plan propuesto.

Por otra parte, las propiedades curativas de ciertas plantas son puramente imaginarias, cuando no producto de la superchería de los curanderos o yerbateros profesionales. Algunas han ido perdiendo la virtud medicinal que se les asignó, a medida que la ciencia las conoce mejor (Gubernatis, 1878, I, xviii-xx; Pardal, 1937? 41). Las plantas, como todo, están sujetas a la influencia de los gustos predominantes en cada época, por causa de lo que un investigador contemporáneo llama "moda terapéutica" (Font Quer, 1962, xci, 419).

A la inversa, no se sabe si nuevos métodos de investigación, nuevas técnicas de análisis, y un renovado interés por volver a lo ya desechado --de que hay varios ejemplos --no rehabilite en el futuro, aunque no sea para fines curativos, algunas plantas que han perdido el favor del público o de los médicos. Tampoco se sabe si se encuentren sustancias valiosas en especies que actualmente pasan desapercibidas. Queda por delante una tremenda tarea de investigación.

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Medicina indígena

Hay razones para sospechar que las primeras plantas domesticadas por el hombre no fueron las alimenticias, sino las que --por una u otra causa --se consideraron mágicas, místicas, simbólicas, fetiches; o que, por algunas de sus propiedades, se asa ciaron a actos rituales o mágico-religiosos (Gubernatis, op. cit., 218; Füllop-Muller, 1941, 19). Algunas de este tipo son al mismo tiempo medicinales en el más amplio sentido; o narcóticas, venenosas o estimulantes; pero la línea de separación entre lo mágico y lo utilitario es difícil de establecer, tanto en África (Schnell, 1957, 133), como en América (Pardal, op. cit., 32; Hoehne, 1939, 31). Siendo así, no es de extrañar que tales plantas acompañaran al hombre en sus desplazamientos; que fueran sembradas intencionalmente cerca a las viviendas, y que en algunos casos escaparan al cultivo. Sólo en esta forma puede explicarse la enorme difusión geográfica de algunas especies (Martius, 1939, 239).

Con todo, el número de plantas realmente curativas que fueron sembradas por los indígenas es bastante reducido. Tampoco durante el período colonial se adelantó gran cosa en este particular. Después de cuatro siglos, no siempre se hallan al alcance de la mano las especies más socorridas, y cuando se presenta una emergencia, tienen que salir los familiares del enfermo a buscarlas donde los vecinos, y más frecuentemente a los prados y rastrojos, como ocurría en Antioquía en el siglo pasado (Uribe Angel, 1936, 39-40), y como ocurre todavía en todo el mundo (Schwanitz, 1966, 7). Aun la industria farmacéutica actual depende de plantas silvestres para preparar medicamentos tales como la cortisona y ahora las píldoras anticoncepcionales; aunque después logre sintetizarlos.

El descubrimiento de propiedades activas de cualquier índole en las plantas, no debió ser solamente obra del azar, sino en algunos casos resultado de un proceso elaborado y complejo (Ames, 1953, 41). El nivel de los conocimientos terapéuticos de los amerindios en la época de los descubrimientos, se ha comparado con el de los pueblos europeos del Mediterráneo, consagrado y codificado en la obra de Dioscórides y sus comentaristas (Font Quer, 1962, xxxix; Zúñiga, 1955, 130). Algunos hallazgos pudieron deberse a comunidades estables y agricultoras (Imbelloni: Pardal, 1937? 8), pero no se les puede negar participación a las tribus marginales o tenidas como tales. Al contrario, lo que se va a ver en este capítulo demuestra que los pueblos más avanzados de Sur América, los de las mesetas andinas, recibieron de grupos selváticos muchos elementos de cultura material.

Es difícil establecer cuánto se ha perdido de la experiencia y conocimiento de los indígenas americanos sobre plantas medicinales. Fue casi general la tendencia de encubrir en un princi pio los secretos

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terapéuticos, para que no aprovecharan a los conquistadores blancos; o la de enmascarar y presentar los remedios de manera que no pudieran ser reconocidos (Robledo, E., 1959, 83). Por ejemplo, los muzos, que sabían preparar veneno de flechas -actividad que presupone conocimientos harto especializados- eran renuentes a mostrar a los españoles sus yerbas salutíferas, y cuando se las daban, las traían ya molidas y transformadas (Morales Padrón: AEA, 1958, XV, 602-603; Latorre, 1919, 127). Igual cosa ocurrió en el Ecuador interandino (J. de la Espada, 1897, III, 160). No menos ilustrativa a este respecto es la relación geográfica de Guayaquil de principios del siglo XVII: "Dicen que hay muchos otros géneros de yerbas medicinales, con que los indios se curan, pero que no son conocidos de los españoles, ni les saben los nombres, porque aunque los indios las aplican, no quieren dar noticia dellas; cierto es que los españoles no les han apretado tanto para que las descubran, como para el oro" (Torres de Mendoza, 1868, IX, 252).

Algunos secretos los conocieron los españoles por intermedio de las indias, que fueron los agentes más eficaces de trasmisión cultural (Monardes, 1571, 87; San Martín, A., 1892, 27). Un ejemplo es el del bálsamo en Santo Domingo hacia 1527 (Oviedo y Valdés, 1959, II, 11). Esto quiere decir que el conocimiento de las plantas mágicas fue, por consecuencia, incompleto y tardío, puesto que el uso y manipuleo de casi todas ellas fue exclusivo de los varones, vedándose estrictamente la presencia de mujeres en la preparación. Así se explica en parte que todavía hoy no se conozcan exactamente todas las plantas que entraban en la composición de los diversos venenos sagitarios.

Aun la misma identidad botánica de muchas yerbas y matas a las cuales las tribus selváticas sobrevivientes les atribuyen diversas propiedades, es dudosa, contradictoria o totalmente desconocida. Es una lástima que los antropólogos y etnógrafos que se adentran en las selvas a estudiar la vida y costumbres de los indígenas, salvajes o no, presten por lo general tan poca atención a la flora utilitaria de las comunidades que visitan. Ya que no se hicieran descripciones detalladas, por lo menos se deberían colectar muestras de herbario que podrían ser identificadas por especialistas. Este material tendría tanto valor para el conocimiento cabal del grupo estudiado, como los objetos de cerámica, tejidos, ornamentos y armas. También hay necesidad de un estudio combinado botánico y bioquímico o farmacológico, para explorar nuevas posibilidades de la flora. En Europa y los Estados Unidos casi todo, aun las humildes yerbas, ha sido estudiado.

 

| Transculturación.

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A la luz de las anteriores consideraciones, se destaca como un hecho que también en este campo surtió su efecto el fenómeno más prominente en América española, el de la mestización. Un aspecto de tal fenómeno es la disputa entre quienes pretenden que todo descubrimiento relativo a plantas se debió a los indígenas, y los que han sostenido que los europeos hallaron también aplicaciones terapéuticas, aparentemente desconocidas en América en la época precolombina.

Los europeos aceptaron sin vacilar muchos medicamentos indígenas (Riquelme Salar, 1950, 37; Robledo, E., 1959, 80), y aun algunos los ponderaron. tanto, que la sugestión les comunicó luego más virtudes que las originalmente admitidas. El yerbatero indígena tuvo durante la colonia y en muchas partes hasta nuestras días, quizá más predicamento y prestigio que los médicos oficialmente aprobados. Sobre este aspecto hay muchas anotaciones recogidas, que se considerarán en otro oportunidad. La medicina azteca, aprovechada por los médicos españoles y apenas en parte consignada en los escritos del protomédico Francisco Hernández, se enseñó en el colegio de Tlatelolco, en Méjico (Henríquez Ureña, 1961, 35), y de ella hizo uso Agustín Farfán, uno de los primeros tratadistas de esa materia en América (Comas: AI, 1954, XIV,27-361).

 

MONOCOTILEDONEAS

 

BROMELIÁCEAS

 

000 -- |Ananas comosus Merrill.

(Véase numeral 7, 1963, I, 177-190).

Diversas propiedades curativas se han atribuido a la piña. En Centro América se creyó que era buen diurético (Figueroa Marroquín, 1957, 176; Miyares González, 1954, 103). La más justificada parece ser su acción contra parasitoses intestinales, debido a la bromelaína, enzima o proteasa que hidroliza las proteínas (Collins, 1960, 236, 253; 250).

El vinagre asoleado durante 10 días, según un recetario alto~ peruano de 1699, "es contra toda intemperie cálida"; el zumo del fruto verde, mezclado con otros ingredientes, en ayunas, "es contra el ardor de orina, y de las materias venales, purgación y calenturas largas..." (Sapahaqui: AAB, 1943, 3).

 

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000 -- |Bromelia nidus-puellae (André) André ex Mez.. |B. pinguin L..

(Véanse numerales 10, 8 y 9 en tamo I).

Más acusada contra parasitosis intestinales parece ser la acción de los frutos ácidos de estas plantas (Piso, 1948, 30; Ramírez Goyena, 1911, II, 789; 1043-1044), aunque escasean investigaciones modernas sobre el particular.

 

LILIÁCEAS

 

187 -- |Schoenocaulon officinale (Schlecht y Cham.) A. Gray.

|Izcuinpatli,  en México ( Ximénez, 1888, Mor., 240-241).

|Cebadilla (Pittier, 1926, 177-178) |Sabadilla, que se usa en inglés, es corruptela del anterior.

Monardes, quien recibió esta planta de Méjico, dio de ella el primer dibujo y la primera descripción a los europeos. Considera la cebadilla como el cáustico más enérgico y corrosivo que hubiera conocido. Hizo la experiencia, y un grano que partió con los dientes le ampolló la lengua. Lo recomienda para matar gusanos de animales domésticos (Monardes, 1571, 69v. - 72v.).

Con una carta dirigida desde Sevilla par el doctor Castañeda al botánico francés Clusius (Charles L'Ecluse), el 13 de marzo de 1602, le remite varias plantas americanas, incluyendo la "l0. cebadilla de Indias para purgar" (Alvarez López: RI, 1945, VI, 276-277, nota), pues también se usó con ese objeto.

En 1615 Francisco Jiménez la describe de Méjico bajo los nombres de YZCUINPATLI [mata-perro?] y QUIMICHCUITLATL, atribuyéndole las siguientes propiedades: "La simiente mata los gusanos, consume la carne superflua que suele nacer en las llagas podridas y cauernosas, por graues y malignas que sean, las corrige y repara, mata los pezes y los ratones si la gustan, esparciendo el poluo en lo que se les echa para comer, por lo qual le llaman algunos QUIMICHCUITLATL, mata tanbien los perros mezclandola con la carne que an de comer E.] quita tanbien admirablemente el dolor de las junturas, y echa poluo si se mezclare y deshiziere en agua y se aplicare en la parte que duele veas vendas varadas en ella lo quita, con mucha facilidad, y por el consiguiente si se enjuagan la boca con esta agua quita el dolor de los dientes..." Más adelante destaca sus propiedades cáusticas (Ximénez, 1888, Méx., 264265)

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Servía para combatir los gusanos de las mataduras en las bestias (Cobo, 1890, I, 408; -----, 1956, I, 188).

La principal área de producción en el período colonial, estuvo constituida por las provincias de la capitanía general de Guatemala. La ciudad de Granada (Nicaragua) propuso a los po deres públicos en 1665, que para costear las fortificaciones contra los ataques de los piratas que menudeaban entonces, se impusiese un gravamen por los artículos que se exportaban a Españá y entre ellos a la petaca de la cebadilla, un real (García Peláez, 1943, I, 76); lo que quiere decir que en aquel tiempo era un artículo de comercio regular. En 1739 se extrajeron de Guatemala 36I fanegas de este grano (Ibid., 1944, III, 15). Fuentes y Guzmán, el naturalista y cronista guatemalteco --advirtiendo que no quiere repetir lo que había dicho Monardes sobre ella --dibuja la planta y apunta que el grano cocido de la cebadilla sirve para empeines [la piodermatitis llamada impétigo) y sarna de cualquier clase, y el polvo para prevenir la caries y curar el dolor de muelas (aunque ampolla las encías), así como para destruir el gusano del ganado (Figueroa Marroquín, 1957, 41; 107-108).

Las virtudes insecticidas fueron las más aprovechadas en el resto de América, desde las Antillas como Cuba (Arreste (1761), 1949, 16) y Santo Domingo-Haití (Sánchez Valverde, 1947, 84-85; 19I-192; Descourtilz, 1833, III, 195-202; 200-201), hasta el Perú (Cobo, loc. cit.; Valdizán y Maldonado, 1922, II, 120).

La cebadilla figura entre los artículos que se introducían para el comercio de Cali, a través del mercado mayorista de Popayán, por 1643 (Arboleda, 1928, 115). Si procedía de la región de Pasto o del Ecuador, o si se importaba desde Centro América, es cosa difícil de establecer. A fines del siglo XIX se producía en Sandoná y se exportaba desde Pasto (Santander, 1896, 157, 71).

En toda la Nueva Granada se utilizó el polvo del grano de la cebadilla contra insectos parásitos del hombre y de los animales domésticos (Morales Puerta, 1857, 87; Posada Arango, 1909, 161-162; Robledo, E., 1959, 38). El uso perduró hasta el primer cuarto del presente siglo, cuando gradualmente fue suplantado por el de insecticidas y parasiticidas químicos.

Esta se ha juzgado una contribución positiva de América en el campo de las plantas oficinales (San Martín, A., 1892, 52). En el grano del |SchoenocauIon se encuentran varios alcaloides cebadina, veratridina (que parecen ser las más activas); cebina, cebadillina y sabadina (RMJ.: BII, 1946, XLIV, N° 2, 102-104; 103). Análisis recientes han confirmado sus propiedades insecticidas (Jacobson, 1958, 162).

La cebadilla es planta espontánea en regiones montañosas de Méjico, Centro y Sur América. En el área del presente estudio, se conocen colecciones botánicas de Costa Rica (USNH: Otón Ji ménez 637, 1912,

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Nuestro Amo, Alajuela) y de Venezuela, especialmente de los montes cercanos a Caracas (varias colecciones). Este último país llegó a ser el único proveedor del mercado europeo. En 1876 se embarcaron en la Guayra 35.033 kg. de semilla, dé los cuales 25.966 estaban destinados a Alemania; se usaba entonces sólo para la extracción de veratrina (Flückiger and Hanbury, 1879, 699; 697-699). Durante la segunda guerra mundial, Estados Unidos importó de Venezuela cantidades sustanciales de semilla: en 1939, 93.977 libras; en 1940, 75.758 libras, y en 1941, 100.141 libras (Higbee et al, 1945, 160).

Pero se ha cultivado --aunque en pequeña escala --en algunos lugares, como en Convención, departamento del Cuzco, Perú (Valdizán y Maldonado, 1922, II, 120).

 

AMARILÍDEAS

 

000 -- |Agave spp.. 000 -- |Fourcroya spp..

(Para lo relativo a la fibra, véanse los numerales 174 a 179).

Lo más común ha sido usar las hoj as soasadas del Agave o de la cabuya para curación de traumatismos recientes, quemaduras (Pardal, 1937? 250, 253) y heridas (Cochrane, 1325, II, 385). En el último caso obrarían como antibióticos: "El çumo... sirve... de curar las llagas canceradas o inflamadas" (Garcilaso, 1945, II, 183; Valdizán y Maldonado, 1922, II, 123; Gilii, 1965, I, 219, 175, 266-268; II, 82; III, 181; Descourtilz, 1833, IV, 242, 243; Peckolt, 1888, 207, 210; Hoehne, 1939, 91).

El zumo de las hoj as y raíces se considera adecuado rara lavatorios, con el objeto de quitar el cansancio (Garcilaso, loc. cit., Valdizán et al, loc. cit.).

E1 cocimiento de la raíz se tenía como diurético en Santa Marta en el siglo XVIII (Rosa, 1945, 307-308).

En el Ecuador el penco o Agave se habría usado como abortivo (Pérez de Barradas, 1957, 147, citando a A. de Paredes).

El zumo, solo o con sal, se creyó apto para combatir la sarna (Serra, 1956, i, 344; Gilii, 1965, III, 180) y los gusanos de las llagas (Garcilaso, op. cit.; Descourtilz, 1833, IV, 241). Esta última virtud provendría de las saponinas que contiene, cuyos efectos venenosos en los peces son conocidos donde -al extraerse la fibra- se arrojan los desperdicios de tejido intersticial al en las corrientes de agua de poco caudal, cosa sabida por los indígenas (Du Tertre, 1958, II, 99).

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Tales saponinas han permitido usar los bulbillos y también las raíces como jabón (Zamora, 1930, 36; Descourtilz, vol. cit., 24I; Velasco, 1927, I, 47).

Así resume un médico colombiano los usos terapéuticos de la cabuya: "Su zumo es detersivo y vulnerarlo. Las raíces son medicinales, al modo de la zarzaparrilla, lo mismo que las flores y bulbillos, con los que se preparan tisanas y jarabes depurativos y alterantes; los últimos se comen también en encurtidos" (Posada Arango, 1909, 240-241).

A propósito de la postrera afirmación, véase tomo II, pág. 189.

 

DICOTILEDONEAS

 

PIPERÁCEAS

 

188 -- |Peperomia inaequalifolia R. et P.. |Peperomia spp..

|Congona. Nombre de origen oscuro. En el sur del Brasil se aplica al árbol de la yerba mate, bajo la forma portuguesa |congonha. En quechua, |khunkhúna figura en una conocida obra, como "planta umbelífera forrajera (yareta), usada como combustible por su alta temperatura al arder" (Lira, 1945, 501). También a un árbol (?) frutal del oriente peruano se le llamaba |cuncuna en el siglo XVIII (Velasco, 1927, I, 69), aunque más bien debe ser |cocona (Espinosa Pérez, 1955, I, 464) (véase numeral 108, 1963, I, 409-411).

|Zizahuyna, en quechua; |huyñainquilla, en aymara (Peña, 1901, 109).

Una información sobre el Perú, correspondiente a los primeros quince o veinte años del siglo XVII, reza como sigue en relación con Lima: "Tienen las damas criollas en las ventanas una yerba que llaman la congona dentro de lindas macetas, esta yerba es la cosa que ellas más estiman y guardan con sus hojas, saber a clavos de especia, su virtud sélo las gallardas damas criollas la alcanzan" (Anónimo, 1958, 38).

Cobo, luego de describir la planta, comparándola a la siempreviva, con hojas semejantes a las de la verdolaga, pero un poco mayores y el doble de gruesas, muy acuosas, añade: "Las calidades que tienen porque se precia, es por ser olorosa y que mascada tiene un sabor agudo y picante parecido al de la nuez moscada o clavos de comer, y

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que deja la boca olorosa por un rato, como si se hubiera tenido en ella alguna de las especias referidas. Suelen echarlas en las cazoletas olorosas que se aderezan por los perfumadores, y sirven también para otros usos" (Cubo, 1890, I, 424; -----, 1956, I, 194).

En la segunda mitad del siglo XVII se seguía cultivando, como lo pudo observar en los jardines de Lima y vecindades un naturalista (Ruiz, 1952, I, 28).

Se ignora si esta misma especie es la KUNGÚNA que usan los indios jíbaros del oriente ecuatoriano, cultivada ex-profeso, para lavar y dar de beber a sus perros cazadores en infusión, durante la ceremonia que realizan con ese fin, así como para revitalizo a los canes decrépitos (Karsten, 1935, 171; 172).

|P. inaequalifolia se continúa cultivando como planta aromática en el Perú y en el Ecuador (Trelease et al, 1950, II, 575-576; USNH: A. Rimbach 260, s. f.). Los indios de Saraguro, entre Cuen ca y Loja, "cumplen todavía el turno de barrida de la iglesia con congona y flores olorosas" (Vargas, 1957, 58).

En la provincia de Ancash, al norte de Lima en el Perú, se ha colectado |P. flavamenta Trel. vel aff., también bajo el nombre de CONGONA: "En toda esta región [de Timpoc] es muy estimada por sus propiedades curativas. Se usa el jugo para lavar las heridas o también machacada como emplasto" (USNH: Ramón Ferreyra, 7585, 1960).

 

ARISTOLOQUIÁCEAS

 

000 -- |Aristolochia spp..

Algunas especies de este género tuvieron predicamento en el pasado como presuntas alexitéricas; otras se consideraron altamente léxicas.

Como en la actualidad el cultivo se limita a las especies ornamentales, se tratará de ellas en el capítulo XIX.

 

QUENOPODIÁCEAS

 

000 -- |Chenopodium ambrosioides L.., var. |antihelminticum.

|Caa-ne, en tupí? (Pardal, 1037? 108-111).

168

|Epazote, del náhuatl |epazotl, "planta olorosa" (Ximénez, véase adelante); de donde |pazote, usado en Méjico (Cobo, 1890, I, 386-387) y en España (Font Quer, 1962, 153-154).

|Paico, del quechua |paykko (Lira, 1945, 746).

|Quenopodio, nombre comercial, derivado del científico.

El epazote se ha usado en Méjico y en el Perú como verdura, de lo cual se han dado referencias en el numeral 143, capítulo XII, tomo II, página 190.

El uso de esta planta como vermífuga es general en toda América intertropical, sin poderse saber si lá costumbre se extendió a partir: de un foco geográfico dado. Tal acción se debe a la pre sencia del ascaridol. Ya a fines del siglo XVI se empleaba desde Méjico ("expele del vientre los animales nocivos": Ximénez, l 888, Méx, 134-135); Centro América (Figueroa Marroquín, 1957, 131 y fig.; Standley, 1946, XXIV, 140-141) y Antillas (Descourtilz, 1833., l. 245-249), hasta Sur América: `

En la Nueva Granada se usó tradicionalmente como medicina, aunque no como hortaliza (Holton, 1$57, 445; Robledo, E., 1959, 35-36)

En la porción interandina del Ecuador se usaba el palco - entre los medicamentos ordinarios, sin que aparezca especificado en las fuentes para qué dolencias se aplicaba en la segunda mitad del siglo XVI. Hablan de él las relaciones geográficas de San Luis de Paute y Cañaribamba, provincia de Cuenca (J. de la Espada, 1897, III, 169; 187). En Quito un siglo después, se curaban cor él dolores de estómago y de muelas (Ibid., cxxv). Andando el tiempo, se diversificaron sus usos: "Se le atribuyen las virtudes del té, y es eficaz para curar heridas" (Velasco, 1927, I, 42).

La relación de Guayaquil de 1607 se refiere al payco como yerba caliente, que "aprovecha mucho a los resfriados" (Torres de Mendoza, 1868, IX, 252); mientras qué la relación de Puertoviejo de la misma época, dice que el zumo "beben para las lombrices" (Ibid., 296).

A Atahualpa antes de su ejecución, le dieron sus médicos zumo de payco y de otras yerbas (Valera, 1945, 142; Garcilaso, 1945, I, 92; Valdizán y Maldonado, 1922, I, 146-147; Yacovleff y Herrera, 1935, II, 39-40). Cobo, aunque lo menciona como estomáquico y antigaseoso, no habla de las propiedades vermicidas (Cobo, 1890, I, 386-387; -----, 1956, I, 179).

Los macusis del interior de la Guayana inglesa usaban |Chenopodium como vermífugo, a mediados del siglo XIX (Schomburgk, 1923, II, 268).

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En el Brasil los campesinos barren sus casas con ramas de esta planta, y las ponen también en los colchones, para ahuyentar insectos parásitos (Hoehne, 1939, 111).

A raíz del descubrimiento de América, esta especie, fácil da propagar en espacios abiertos, se diseminó a los otros continentes. A España debió arribar entre 1571 y 1574; en este último año, Monardes dice haberla empleado en su persona para el dolor de nada que nace de ventosidad; pero aparentemente desconoció la acción ascaricida (Monardes, 1574, 103v. - 104). En el siglo XVIII se había naturalizado en la península (Font Quer, 1962, 153-154).

En el África portuguesa, donde le llaman ERVA DE SANTA MARIA, se usaba contra el "maculo"; proceso disentérico muy frecuente en los barracones donde eran concentrados los esclavos destinados para la venta en América. Se aplicaba un supositorio --renovado con frecuencia --hecho de la yerba machacada, mezclada con pólvora molida y aguardiente (Ficalho, 1957, 241).

 

ANONÁCEAS

 

000 -- |Annona muricata L...

Guanábano.

Como árbol frutal se ha estudiado en el numeral 13 (Pestiño, 1963, I, cap. VI, 195-199).

En Puerto Rico se usaba la fruta para curar tabardillos ya los "ya tocados de ético" (Migares González, 1954, 103).

Se recomendaba lo siguiente en Antioquía: "Para acabar con los piojos de la cabeza, basta espolvorear los cabellos con cebadilla molida [véase numeral 187], o con óxido rojo de mercurio ["polvo Juan"], o con semillas de perejil, o de guanábano (Annona muricata), o aplicadas en tintura alcohólica... (Posada Arango, 1909, 402).

 

000 -- |A. squamosa L..

|Anón.

En su categoría de árbol frutal, se ha estudiado en el numera 14, tomo I, pp. 199-201.

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En las Antillas, se consideraban astringentes los cogollos, las raíces y la corteza de los frutos (Descourtilz, vol. cit., 65-68; 67).

De la semilla se extrae un veneno semejante a la rotenona, aunque menos activo (Jacobson, 1958, 13-14).

 

000 -- |A. reticulata L..

Balo el nombre de MAMÓN se ha estudiado entre los frutales, en eI numeral 15, tomo I, página 201.

Este es el ALACALYOUA de los caribes, usado como antidiarreico (Descourtilz, vol. cit., 61-64; 63-64).

 

LAURÁCEAS

 

000 -- |Persea americana Mill..

Véase numeral 23 (Patiño, 1963, I, 212-224).

De la semilla (?) del aguacate se extraía en Méjico un aceite para curar el sarpullido, las cicatrices y la disentería, y para prevenir "que los cabellos se partan" (Hernández, 1942, I, 88-89; Ximénez, 1888, Méx., 67-68). Este último autor agrega que con la tinta de la semilla se marcaban lienzos, picando sobre ella con un alfiler, hecho conocido en toda América (Ruiz, 1952, I, 31; Descourtilz, 1833, VIII, 291).

Los cuescos eran buenos "para agua de piernas", según el conquistador Jorge Robledo, que debió experimentarlo en el Pueblo de las Peras de la cuenca del Cauca (Cuervo, 1892, II, 403, 404; Jijón y Caamaño, 1938, II, Doc., 86-89).

También en Trinidad de los Muzos, en la misma época en que eI médico Hernández se hallaba en Méjico, se consideraba que la semilla del curo era buena contra las diarreas (Morales Pcdrón: AEA, 1958, XV, 606).

Sobre las pretendidas propiedades afrodisíacas del aguacate, se trató en otra parte (Patiño, 1963, I, 223-224). Los médicos franceses de las Antillas recomendaban tanto la pulpa como la semilla triturada (Descourtilz, vol. cit., 288-294; 293-294).

 

171

PAPAVERÁCEAS

 

189 -- |Bocconia spp..

|B. frutescens L., árbol peculiar de los pisos medio y frío en los Andes, se ha tenido como purgante vermífugo, acaricida y piojicida (Pérez Arbeláez, 1947, 264).

Otros autores le atribuyen la propiedad de ser corrosivo de verrugas y de curar úlceras (Hoehne, 1939, 127).

Nuevas informaciones sobre otros aspectos de este género pueden verse en el capítulo XIX.

 

190. -- |Argemone mexicana L..

|Chicalote, en Méjico y Centro América.

|Cardosanto.

Originaria de Méjico y ahora difundida en todas partes. Como medicinal para los ojos y para heridas, bajo el nombre de CHICALLOTL O CHICHICALOTL fue descrita en la segunda mitad del siglo XVI (Hernández, 1946, III, 803-805). Su comentador repite los conceptos y consigna los nombres CHILLAÇOTL y CHICHILLOTL (Ximénez, 1888, Méx., 190-191). Aquellas propiedades medicinales se atribuyen también a la especie A. ochroleuca Sweet (Martínez, 1928, 138-142).

Era maleza cultivada en el valle de Guatemala en el siglo XVIII con el mismo nombre mejicano (Figueroa Marroquín, 1957, 117-118), y para los mismos usos ya indicados.

En Costa Rica y en Colombia se conoce como CARDOSANTO (Pittier, 1908, 78; Pérez Arbeláez, 1947, 264-265).

Con el mismo la difundió en Europa el médico Monardes, quien dice se descubrió por informes de un indio de Mechoacán a un franciscano (Monardes, 1571, 59; -----, 1574, 118-119).

 

CAPARIDÁCEAS

 

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000 -- |Gynandropsis speciosa (H.B.K.) D. C. (= |Cleome speciosa H.B.K.).

Véanse los datos pertinentes en el capítulo XIX.

 

|CESALPINÁCEAS.

 

000 -- |Cassia grandis L..

Véase numeral 35, tomo I, pp. 241-242.

|Maremare, marimari, cañafístulo burrero, cañaflota (Alvarado, L., 1953, 249); |cañaflote (Pittier, 1926, 163), en Venezuela. El último nombre es usado en la costa atlantica de Colombia.

|Cañafístola macho (Serra, 1956, I, 107).

Como purgante suave; contra la pleuresía; para los riñones y la vejiga, "mezclada con polvos de trementina, cura la honorrea, o purgación ex impura venere contracta". Esto ocurría en el oriente de Venezuela en el siglo XVII I (Caulín, 1779, 25-26; 26). Los indígenas orinoqueses la usaban como fruta (Gilii, 1965, I, 119; 171; Rivero y Ustáriz, 1857, I, 108).

En la Guayana inglesa existía un grupo arawak llamado "waruwakana", que tomó su nombre de la WARUWAKA o WILD-LIQUORICE-TREE, como quien dice el orozuz silvestre, pues la especie era común en la costa de Esequibo (im Thurn, 1883, 183).

Una especie conocida también en las Antillas, ''de flor como de durazno", se usó como emoliente y laxante (Du Tertre, 1958, II, 165-166; Descourtilz, 1833, VII, 301-304; 304.

Por lo de "multitud" de árboles de cañafístola en el Nuevo Reino, debe ser esta y no la legítima |Cassia fistula L., del Viejo Mundo, la que se usaba como purgante en la época colonial (Za mora, 1930, 37). Abundaba particularmente en los llanos calientes de Vélez y San Gil (Oviedo, 1930, 25).

Del Valle del Cauca llegó a exportarse a Lima en un tiempo (García, E., 1945, 276). Allá se usó para preparar una bebida refrescante.

Asimismo en el Perú se cultivó una cañafístola americana (Calancha, 169, 59). El botánico Ruiz vio en Huacho, cerca de Lima, y después en Huánuco, la que llamó |Cassia procera R. et P. (Ruiz, 1952, I; 44; 298).

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Se ignora si se trate de la misma especie en estudio, que parece más bien de la porción nororiental de Sur América y de los valles calientes.

También se llama MARIMARI y CAÑAFÍSTOLA la |C. moschata H.B.K., y se usó con los mismos fines que |C. grandis L., aunque tiene las flores amarillas y los frutos más delgados y cilíndricos. CANNAFISTULAS BRAVAS se mencionan en el Amazonas y Maranhao (San Luis) desde principios del siglo XVII (Silveira (1624) 1874, 31), aunque la legítima |C. moschata sólo se halla en el Amazonas en la hoya del Río Branco (Ducke, 1946, 16; USNH, N° 1351, 1943, Cacacarahy). Existe también en Venezuela y en Colombia. Varias muestras llegaron a Europa en la década de 1860; pero no hallaron mucho favor en la farmacopea, a causa del sabor un tanto amargo (Hanbury, 1876, 318-326).

 

191 -- |Brownea ariza Benth.. |Brownea spp..

|Arizá; palo de cruz.

(Véase el capítulo XIX).

Las propiedades hemostáticas, reales o supuestas, del leño de estos árboles cuyas flores son uno de los más soberbios ornamentos tropicales, fueron reveladas en virtud de por lo menos tres "descubrimientos", todos casuales, ocurridos durante el período colonial.

En el oriente de Venezuela, parece que ello tuvo lugar en 1727 al cortarse un pie un trabajador (Caulín, 1779, 27-28).

"Hay en los mismos llanos [de Santiago de Atalayas y Casanare] un árbol cuya madera tiene una cruz roja en el corazón, y le llaman palo de sangre, que es admirable para estancarla, la cual virtud se descubrió con el accidente de estar un negro cortando estos árboles y se hizo con la segur o hacha grande una herida en un pie, y entre los desasosiegos causados del dolor reparó en que cuando ponía el pie sobre el tronco del árbol dejaba de salir la sangre, y en apartándole corría con abundancia, y con esta experiencia se ató una astilla de aquel árbol al pie herido y se le estancó la "sangre del todo, y sané sin hacerse otro remedio" (Oviedo, 1930, 27).

Una versión semejante dio el franciscano Diego García, cartagenero, colaborador de Mutis, quien en 1783 fue comisionado para adelantar varios estudios sobre las ciencias naturales en la Nueva Granada. Divulgó el hallazgo del ARIZÁ, por el pueblo de este nombre en la cuenca del río Nechí (González Suárez, 1944, 71-72 y nota; Pombo, J. 1., 1810, 90-93).

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Este palo de cruz también existe en el Valle del Cauca (Campo y Rivas, 1803; 29), como que el género Brownea tiene uña amia dispersión en América.

"En Bogotá usan el aserrín del tronco con tal objeto, aplicándolo sobre las heridas" (Pérez Arbeláez, l 947, 71).

 

|PAPILIONÁCEAS.

 

192 -- |Myroxylon balsamum (L.) Harms., sensu latu.

|Chucte, en Pánuco; |hoitziloxitl (Hernández, 1943, II, 557559) o |huitzxochitl (Ximénez, 1888, Méx., 26), en Méjico.

|Tache, olor, en el occidente de Colombia. Nombres registrados desde la época colonial (véase adelante).

|Bálsamo de Tolú. A veces, simplemente |tolú, pero este es vocablo equívoco, que se aplica también a la |ceiba colorada o |de Tolú, |Bombacopsis quinata Dug. (Revollo, 1942, 263).

|Olor (Miranda); |estoraque (Tuy); |roble maría (Trujillo), denominaciones usadas en Venezuela (Pittier, 1926, 123-124, 123).

|Estoraque, en el oriente ecuatoriano (véase adelante).

|Quino-quino, quino, en el Perú.

|Iba-ú, en guaraní (Peña, 1901, 13, 1G).

Bálsamo del Perú.

Bálsamo.

Prescindiendo del bálsamo de las grandes Antillas, que quizá llevaba el nombre taíno de GOACONAX (Oviedo y Valdés, 1959, II, 11-13; 19-20; Casas, 1909, 37, 46, 51; Vázquez de Espinosa, 1948, 38; Cobo, 1891, II, 91); pero cuya identidad botánica es dudosa y en todo caso no asimilable a |Myroxylon, tres regiones americanas produjeron bálsamo y dos lo exportaron durante el período colonial y en parte del republicano: 1) Centro América, especialmente la costa occidental de Guatemala - El Salvador, conocida por eso como Costa del Bálsamo; 2) La región magdaleno-caribe en la Nueva Granada y parte de la costa de Venezuela; y 3) la porción andina, quizá desde la cuenca deI Marañón hasta Bolivia y los declives orientales hacia Salta y Jujuy.

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Conviene establecer que lo que se llamó BALSAMO en la isla Española ( |Croton?), vino a conocerse en Europa, ya por el médico italiano Codro, o por Antonio de Villasante, quien a su vez hubo el secreto por una india su mujer, natural de dicha isla; pero quien usufructuó en un principio el descubrimiento fue este último, por cuanto se le concedió privilegio para la explotación. "Este Villasanta dio a entender en España que daría a Su Majestad un gran tesoro con este bálsamo, y está mandado, so graves penas, que ninguno lo haga, e aqueste se murió sin cumplir lo que prometió(...) E cuanto al tesoro que había de dar, no se efectuó" (Oviedo y Valdés, 1959, II, 11-13). La prohibición real fue consecuencia de una capitulación de 22 de abril de 1528 (Friede, 1961, 425).

 

1) Centro América

En 1563 el médico Nicolás Monardes da informes sobre el bálsamo de la Nueva España, extraído, bien por incisión del tronco, bien por destilación de las ramas y astillas del árbol en agua ca liente; por ser volátil, debía guardarse en vasijas de vidrio, estaño o cosa vidriada. La principal aplicación era como vulnerario. "Es muy común el uso dél en esta ciudad [Sevilla], en cosas de heridas, porque pocas casas hay, do no haya bálsamo para este efecto". Y afirma: "Cierto, aunque no se descubrieran las Indias, sino para este efecto de enviarnos este licor maravilloso, era bien empleado el trabajo que tomaron los nuestros españoles" (Monardes, 1569, 19v-24). En cuanto al proceso de destilación de astillas, parece que este informe fue atribuido erróneamente a |Myroxylon.

En Chiapas y en la costa mejicana del golfo se sacó bálsamo (Motolinia, 1941, 217; A costa, 1954, 122-123). De allá había sido mandado a traer el árbol por los monarcas mejicanos para el jardín botánico de Guastepec, y ya se cultivaba en la segunda mitad del siglo XVI (Hernández, 1943, II, 558), "no menos por regalo que por magnificencia y grandeza donde le vide cada passo assistiendo yo en aquel Hospital siruiendo a los pobres algunos años..." (Ximénez, 1888, Méx., 26-28).

En su relación sobre San Salvador y Honduras de 1576, Diego García de Palacio dice que existían árboles de bálsamo en los montes de Guaymoco, de la costa de Tonalá; vio en la iglesia de este último lugar doce pilares de aquella excelente madera, de 55 pies de alto, y apunta: "El licor que en común se coge dél, es por el verano, que acá llaman desde Noviembre hasta Mayo. Vale una botija perulera de él doscientos y cuarenta reales entre los indios; sácanlo con alguna violencia, porque para que el árbol dé y destile más, lo chamuscan con leña alrededor del tronco. Yo he hecho sacallo y cojello, como el árbol lo da y despide, sin otra fuerza de fuego ni instrumento; dicen es licor maravilloso y que será de mejor efecto; echa su semilla como

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almendras, y en ellas cría un licor como oro... " (Fernández, 1881, I, 28-29; 28).

Quizá por el precio elevado, surgieron los fraudes que han sido comunes en todos los productos extractivos, pues a principios del siglo siguiente, "los indios chamuscan el árbol para que destile aquel licor, cuesen las cortezas del, y assi lo sacan negro, y aunque usan muchas maldades para multiplicarlo, como las taberneras de Madrid el vino aguandolo: el balsamo no consiente cosa alguna, que sea de otro genero consigo, porque luego la echa aparte, y se conoce, y echa de ver... " (Vázquez de Espinosa, 1948, 212-213). La explotación había decaído mucho a mediados del siglo XVIII, entre otras cosas por la baja del precio, debida a las adulteraciones (Cortés y Larraz, 1958, I, 92, 97, 222).

En la sexta década del siglo XIX quedaban como principales lugares de extracción en la costa del Bálsamo, los pueblos indígenas de Juisnaga, Tepecoyo o Coyo, Tamanique, Chiltiuapan, Talnique, Jicalapa, Teotepeque, Comasagua (Comayagua?) y Jayaque. En 1861 se llevó de allí semilla a Ceilán. De esta época existe una interesante relación sobre la manera rudimentaria como se hacía la extracción. El bálsamo, que entonces se exportaba en cántaras de barro, después lo fue en tambores metálicos. El puerto de salida era Acajutla (Hanbury, 1876, 296-309; Fluckiger and Hanbury, 1879, 205-211).

La madera del bálsamo se usaba en Guatemala para mazas de trapiches (Cobo, 1891, II, 90).

 

2) Nueva Granada - Venezuela.

a) A raíz del viaje de Ambrosio Alfinger por el valle del río Cesar y el Magdalena en 1532, comprobaron quienes lo acompañaban, que entre los indios cendaguas había un bálsamo muy fino, que llamaban LUPO (Friede, 1961, W, 203). A principios del siglo XVII el producto se extraía por el puerto magdalenés (margen derecha) de Tenerife (Simón, 1953, IX, 203; Zamora, 1930, 37).

En la primera mitad de la siguiente centuria, los indios pintados de la cuenca del Cesar tenían como principal granjería la extracción de bálsamo, del cual había montes enteros en Garupal (Rosa, 1945, 190; 208).

Cerca de Plato colectó muestras y observó el proceso de extracción en 1863 el botánico John Weir (Flückiger and Hanbury, 1879, 203-204; Markham, 1880, 278).

Las pequeñas cantidades de bálsamo que se extraen todavía en Colombia, proceden de la margen oriental del Magdalena.

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b) Pese a la circunstancia de que se conoció primero en la región de Santa Marta, el BÁLSAMO DE TOLÚ monopolizó este último nombre, merced al médico Monardes, quien en 1574 dice que ha cía poco tiempo se empezaba a conocer en España, obtenido de la región entre Cartagena y Nombre de Dios (Panamá). La extracción difería algo de la usada en Centro América, pues aunque se sajaba la corteza del tronco, la sustancia instilada se recogía al pie del árbol en unos a modo de cucharones hechos de cierta cera negra. Monardes juzgaba este bálsamo superior al da la Nueva España, ponderándolo como "la mejor cosa y de mayores virtudes de quantas han venido de aquellas partes". Sus principales propiedades consistían en cicatrizar heridas recientes, de tal manera que no dejatan señal, "y así para las del rostro es excelentísimo... la virtud de este bálsamo es prohibir no se engendre materia en la herida". Contra el asma se tomaban una gotas en vino. Era muy bueno para resolver hinchazones, "en qualquier parte del cuerpo" (Monardes, 1574, 121-123v.):

A fines del siglo XVI había muchas leguas de montes de bálsamo en la región de Tolú (Ordóñez de Ceballos, 1947, B. A., 301; Vázquez de Espinosa, 1948, 294; Acosta, 1954, 122; Anónimo, 1958, 122). Se sacaba también del pueblo de Colosó (Zamora, 1930, 37). También se daba en San Jerónimo del Monte, no lejos del actual Ayapel (Vázquez de Espinosa, 1948, 323). Para fines de la época colonial debió tener poca importancia económica, pues un autor habla de la región del Sinú como productora de "distintos y útiles bálsamos" sin mención particular (Torre Miranda, 1794, 19).

A mediados del siglo XIX, la zarzaparrilla y el bálsamo eran los principales productos extractivos de la cuenca del Sinú (Striffler, 1958? Cer., 19). El de Tolú figuró entre los productos del comercio exterior de la Nueva Granada en el período republicano. Las cantidades despachadas fueron moderadas, y sólo aumentaron en ' los años 1834-1835, cuando la exportación alcanzó al monto de $ 20000. Cartagena era el principal puerto de salida (Samper, 1925, I, 230; Restrepo, V., 1888, 168; Nieto Arteta, 1942, 375-378).

En 1859 el árbol de Tolú era imperfectamente conocido, por la falta de buenos especímenes botánicos (Hanbury, 1876, 181); pero en 1863 los datos recogidos por Weir y el material que tomó en el Magdalena (véase atrás) fueron importantes aportes. Este bálsamo de la Nueva Granada se exportaba en tarros cilíndricos dé 10 libras. Se despacharon de Santa Marta en 1870, 2.002 libras; en 1871; 2.183, y en 1872, 1.206 libras. En cambio, por Sabanilla se exportaron en 1876 unos 27.180 kg. (Flückiger and Hanbury, 1 &.79, 202-205).

c) Por supuesto que la especie no vive solamente en la costa deI Caribe, sino también en los valles interioranos de Colombia, hecho señalado desde el primer siglo de la ocupación española (Simón, 1953, IV, 314; Zamora, 1930, 37; Oviedo, 1930, 24-25). Lo curioso es que para fines del siglo XVI ya debía conocerse la similitud del

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bálsamo de Tolú:con el quino-quino del Perú, pues estenombre se había difundido, y sin mucho discernimiento, varios autores lo aplicaron al bálsamo de la Nueva Granada (Zamora, op. cit., 38; Oviedo, op. cit., 27). Mutis escribió en 1785 ciertos estudios sobre los bálsamos (González Suárez, 1944, 113; Ibáñez, 1884, 49).

En la cuenca del Cauca se usaba antes quemar la semilla del |Myroxylon al atardecer, para alejar los zancudos. Aunque se halla todavía espontáneo en el flanco oriental de la Cordillera Occidental, municipios de Bolívar y Roldanillo, se planta también como poste vivo o como árbol ornamental. Localmente se lo distingue con los nombres de OLOR y TACHE. Ambos están registrados desde mediados del siglo XVIII (La Condamine, 1914, 11). El jesuita Velasco, hablando del TACHO (así), anota: "De este sale por incisión el bálsamo que llaman "negro". En la fragancia y demás virtudes, no cede a ninguno de todos los que se llaman "peruanos". Su uso común en la provincia de Popayán es de hacer las pastillas de olor, que son de grande fama y estimación. Dan otros nombres a este árbol que es común en Mocoa y otras partes. Su bálsamo es el que se endura más breve que ningún otro" (Velasco, 1927, I, 59). En l 808 abundaba el TACHE en la jurisdicción del partido de Quiñtero, orilla izquierda del río Cauca, dependiente del corregimiento de Roldanillo (Villaquirán: BHV, 1939, 61-66; 221), y con el mismo nombre en Cartago (Campo y Rivas, 1803, 29).

d) Una de las acusaciones --en gran parte apasionadas e injustas --contra los alemanes de Venezuela, fue que por acapararlo ellos, estorbaban a los españoles la extracción del bálsamo de la costa de Coro y pueblos vecinos de Tomodore, Verso y Maripura. Cuando la corona en 1531 concedió a los Welser un permiso para explotarlo, surgieron de inmediato los pleitos, en los cuales se alegó como pretexto el permiso que se había dado a Antonio de Villasante pocos años antes. De todos modos, hubo algún interés en este renglón, y debieron sacarse pequeñas cantidades (Friede, 1961, W, 212-213; 425-430; 428-429; Besson, 1943, I, 56).

La exportación se hizo también desde la cuenca del lago de Maracaibo, y hacia 1722 se registró un aumento de consideración en el bálsamo extraído de esta área (Besson, op. cit., 286).

e) Al oriente de los Ardes se ha señalado la existencia del bálsamo, aunque no con la densidad que en la costa caribe. Roberto Schomburgk halló en la Guayana, a 2° 32'N, una floresta de |Myroxylon. Los frutos eran usados por los indios. Cuando su hermano Ricardo, el botánico, llegó donde los wapisianas del monte Kunuku en 1843, vio a las indias llevando collares hechos de la semilla, y se le informó que a dos días de camino abundaban los árboles (Schomburgk, 1923, II, 269; 307). En el Herbario Nacional de los Estados Unidos hay una muestra botánica que confirma el hecho. Fue colectada por A. C. Smith (N4 3533), en el período 31 de marzo - 16

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de abril de 1938, en la falda noroccidental de los montes Kanuku, entre 150 - 400 metros sobre el mar, en la cuenca de la quebrada Mokumoku.

BÁLSAMO DE TOLÚ se hallaba, aunque poco, cerca de Villavicencio en el siglo pasado (Restrepo, E., 1870, 339; -----, 1955, 255).

 

3) Al sur del Ecuador

En la porción puramente ecuatorial se conoció también el |Myroxylon. La relación de Guayaquil de hacia 1605 indica: "Para las cámaras, dan una pepita que llaman de quina quina, bebida en vino o en agua conforme a la calidad de las cámaras" (Torres de Mendoza, 1868, IX, 267).

En el al o Amazonas, al pie da los Andes, se extraía el bálsamo o estoraque, poniendo fuego alrededor de los árboles y algodones en la superficie dilacerada" para obtener el jugo por im bibición: "Nuestros misioneros [jesuítas], hecha polvo la corteza, la revuelven con copal derretido 0 otra resina como el ámbar, que llaman YURU [ |Plumiera? --sugiere el editor], y de allí forman una masa que llaman estorache y sirve en las iglesias a falta de incienso" (J. de la Espada, 1889, Mar., 109, 110; Figueroa, 1904, 406). Lamas era la principal zona de extracción de bálsamo. Parece que la mezcla se hacía con varias sustancias, pues también se menciona otra llamada SCHIGAYUNA (Magnin: RI, 1940, I, 171). El ESTORAQUE figura como un producto de Macas a mediados del siglo XVIII (Montúfar y Frasco, 1894, 138). Ese nombre perdura en el área (NYBG: José M. Schunke 316, 1935. Gamitanacocha, río Mazán, Loreto (Perú). 100-125 m. "Estoraque").

En la parte ecuatorial, algunos nombres han sido registrados en la época colonial, difíciles de adscribir a una especie o variedad dadas. Velasco habla de CHAQUINO, confundido con el QUINO; del CHAQUINO MACHO de Cuenca, al parecer el mismo estoraque de Maynas; ESTORAQUE FINO, y PICHIRUNA (Velasco, 1927, I, 42; 56; 57; 58).

La quina-quina se usaba para embalsamar los cadáveres de los soberanos incas del Perú (Borregán, 1948, 79); pero aparentemente no llamó la atención de los españoles, sino cuando el interés por los bálsamos de otras regiones americanas se generalizó en Europa (y también en el Nuevo Mundo), merced a la obra del médico Monardes. Aunque se ha dicho que en la carta, escrita en Cuzco el 26 de diciembre de 1568, Pedro de Osma le hablaba del bálsamo al médico sevillano (Lastres, 1956, 121; 171), del contexto de ese documento mejor puede pensarse que se refería, no al quino-quino, sino al molle (véase numeral 46 y más adelante en este capítulo), cuya semilla usaban los indígenas para preparar una bebida (Monardes, 1571, 82-

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83). Nótese, por ejemplo, la relación de Guamanga de 1586, en que las únicas plantas medicinales reportadas son el molle y la chillca, y donde se hace esta perentoria afirmación: "y no tienen plantas aromáticas r i notables... " (J. de la Espada, 1881, I, 175). Cosa semejante dicen en Atunrucana en el mismo año (Ibid., 192).

El quino-quino se daba de preferencia en lo que es hoy Bolivia, provincia de Chuquisaca. A principios del siglo XVII la experiencia con este árbol maderable era la siguiente: "Del arbol Quinaquina se saca vna resina de color de hipado muy odorifera y saludable, con su sahumerio se consumen frialdades, y reumas de Caueça, con esta resina mesclada con azeite se curan heridas, y llagas, y el mismo efecto tiene el azeite que se saca de sus pepitas y es con reas efficacia C. ] el arbol Quinaquina es muy hermoso, y su madera muy odorifera, y fuerte, el color de su madera blanco y leonado a vetas" (Vázquez de Espinosa, 1948, 609, 608). En términos semejantes se expresan autores contemporáneos del anterior (Calancha, 1639, 59: "remedio de muchas enfermedades, i un milagro para las heridas"; Anónimo, 195S, 76; Valdizán y Maldonado, 1922, II, 179). Lo curioso es que teniendo esta medicina a las manos, a Lima se importaba bálsamo desde Nicaragua Anónimo, óp. cit., 114-115). Ninguno de estos autores, ni Cobo, que dice haber visto el árbol del bálsamo en Guatemala y describe la quina-quina al parecer con conocimiento de causa (Cobo, 1891, II, 90; 88-89; 90-91), cayeron en la cuenta de que se trataba de árboles muy semejantes; de donde se viene a sospechar que muchas de las informaciones que suministraron las hubieron de oídas.

Sebastián López Ruiz, panameño muy conocido en la Nueva Granada en la época de la Expedición Botánica y aun antes, hizo en 1764 una tesis en latín, sobre "El Bálsamo rubio o peruano", para optar el título de médico en la Universidad de San Marcos dé Lima (Susto, 1950, 6-7). También Hipólito Ruiz, quien halló quino-quinos en la parte norte de la sierra peruana, montes de Pozuzo, Muña, Cuchero, Pajaten y Pampahermosa, describe usos semejantes a los ya vistos. Localmente se empleaba la corteza Ruiz, 1792, 97-100; -----, 1952, I, 29$-299).

Igualmente Mutis se ocupó en este bálsamo por esa misma época (González Suárez, 1944, 113).

 

Otras observaciones

El bálsamo, aunque últimamente se hayan puesto en duda sus propiedades vulnerarias, fue uno de los aportes positivos de. América indígena a la ciencia médica (Pardal, 1937? 51; 170-172; 346-350). El uso tiende a desaparecer, por la sustitución irremediable que se opera mediante la actividad todopoderosa de las casas productoras de drogas.

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Por bula "de Pío V, de 2 de agosto de 1571, se permitió el usó dé cierto licor o jugo hallado en las Indias, en el ritual de la iglesia católica, en sustitución del legítimobálsamo de Alejandría, muy difícil de obtener (Acosta, 1940, 303-304; -----, 1954, 122; 5$5; Hanbury, 1876, 293-296; 304).

En algunas partes de América tropical se continúa usando como planta medicinal, y se cultiva a veces, más que todo por su excelente madera (Standley, 1946, XXIV, 307-308).

 

000 -- |Pachyrhizus spp..

Véase numeral 122, tomo II, 1964, pp. 33-36.

Que la semilla de algunas especies es venenosa, se había observado ya en el Brasil desde el siglo XVI con el jacatupé (Hoehne, 1939, 141-142).

Esto se ha confirmado experimentalmente en años recientes para las especies |P. erosus (L.) Urban, |P. palmatilobus (Mocc. y Sessé) y |P. tuberosus (Lam.) Spreng. (Killip y Smith, 1935, 9; Jacobson, 1958, 149-150).

 

193 -- |Lonchocarpus nicou (Aubl.) D. C.. |Lonchocarpus spp..

|Iary (Schomburgk, 1923, II, 120); |iari, hiarri (im Thurn, 1883, 234; 383); |aiari, haiari, en la Guayana inglesa. |Cube, en el oriente peruano.

|Timbó, en el Brasil.

|Varbasco, varbasco de bejuco.

Todos nombres genéricos para designar plantas ictiotóxicas. A veces se acompañan con desinencias o adjetivos para identificar variedades o especies (véase adelante).

Entre los pueblos primitivos de todos los continentes, se conoció la pesca mediante el uso de sustancias activas que arrojadas aI agua tienen la virtud de aletargar, emborrachar o matar a los peces, permitiendo su fácil captura, sin que la carne pierda su inocuidad. Los amerindios usaron este sistema cuando querían pesca abundante, sobre todo para sus fiestas. La detección de las plantas idóneas, algunas sometidas a cultivo, y el uso específico de cada una de ellas de acuerdo con las circunstancias de tiempo y lugar, se cuentan entre los logros más notables (Karsten, 1935, 179-180).

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Antes de entrar en materia, conviene dejar constancia de la dificultad de interpretar los textos relacionados con plantas ictiotóxicas en América equinoccial, por cuanto --no sólo son más de un centenar las especies empleadas --sino que algunas se encuentran simultáneamente en una zona dada, y lo que es peor, varias son designadas con el mismo vocablo.

Los más difundidos de éstos son los siguientes: CUNA, KUNA, en Orinoco-Guayanas, con sufijos o prefijos para distintas especies y aún géneros. CUBE, en el oriente del Perú, más estrictamente aplicado a |Lonchocarpus, aunque a veces se use para otros grupos también. JÚQUE, en el bajo llano de Venezuela, genérico; pero asimismo adscrito particularmente a |CIibadium (Alvarado, L., 1953, 217). TIMBÓ, del tupí-guaraní; aunque se ha afirmado que el verdadero es |Serjania (Hoehne, 1939, 19, 186-187), se aplica ahora en el Amazonas a |Lonchocarpus. Los nombres indígenas de la parte andina desaparecieron, siendo sustituídos por el español VERBASCO, que también es un genérico para toda planta ictiotóxica, aunque preferiblemente usado con referencia a las Escrofulariáceas del género |Verbascum, como |V. thapsus L.. Son más comunes en América las formas VARBASCO y BARBASCO; la primera es más correcta.

En las plantas ictiotóxicas la parte utilizada es unas veces la raíz ( |Lonchocarpus, |Derrís, Tephrosia); otras las hojas y ramas ( |Phyllanthus, Clibadium), y otras los frutos y semillas ( |Muelleria, a veces |Tephrosia). Esto no obedece a un patrón rígido, sino que varía en cada lugar.

Tampoco se usan indistintamente para toda clase de pees. Empezando porque hay especies de éstos inmunes o muy resistentes a la acción de las sustancias activas.

Se conocen cultivados con fines específicos, los géneros |Lonchocarpus, Tephrosia, Phyllanthus y |Clibadium, que serán los que se estudien en esta obra, donde el orden taxonómico lo exija.

 

Región amazónica

Desde fines del siglo XVI, en una lista de las plantas más comunes del Nuevo Mundo, se habla del varbasco ictiotóxico, y en especial del "bejuco de Iscance para pescar" (Vargas Machuca, 1599, 146-146v). Iscance, Escanse o Descanse fue una villa fundada por ese estratego y conquistador en la parte sur de la Nueva Granada, alto Caquetá, y actualmente una población del departamento del Cauca.

En su relación sobro el Amazonas da 1639, el jesuita Acuña menciona un torbisco | [1] o timbó del grueso del brazo, que se usaba para pescar

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(Acuña, 1942, Bog., 94-95). Este dato puede convenir a |Lonchocarpus, pero también a |Derrís amazonica Killip o especies afines, que son asimismo llamadas timbó (USNH: Pires, Rodrígues, Irvine 50832, 1961, río Ariguarí, Amapá).

Ambas citas se pueden referir a |Lonchocarpus, llamado también en algunas partes VARBASCO DE BEJUCO; pero los datos sobre cultivo sólo aparecen cuando se amplió el conocimiento de las costumbres de los indígenas, especialmente al pie de los Andes, por la permanencia durante largos períodos de misioneros de distintas órdenes, que apuntaron y trasmitieron informaciones más concretas. Sin embargo, esta --como otras plantas del área amazónica que son objeto de la presente investigación --tienen simultáneamente el carácter de silvestres y cultivadas.

Los maynas de la provincia de su nombre, en of oriente ecuatoriano, mataban en 1619 los peces con flechas, "o embarbascándoles con una raíz que llaman barbasco" (J. de la Espada, 1897, IV, cxlvii): Aunque el editor de la relación identifica la planta con |Jacquinia armillaris, éste género es más común en el área circuncaribe. Por imposición de las autoridades de la villa de Borja, fundada en la mencionada provincia de Maynas en 1639, los indígenas locales debían sembrar comunitariamente una sementera con comidas de la tierra y barbasco (J. de la Espada, 1889, Mar., 228; 102, nota 133; Figueroa, 1904, 72, 73; 92; 208). Este cultivo mixto es muy común en la región.

El jesuita Magnin (1740), informador de La Condamine, habla del varbasco con el doble carácter de especie silvestre y cultivada, pues primero dice: "Otro veneno C uno es el de f lechas] ay para el pescado, que es el barbasco, rayz dessa planta, que naturalmente crece en la montaña"; y después lo enumera entre las cultivadas por los indígenas, en mescolanza con las demás de su interés (Magnin: RI, 1940, I, 172; 179-180).

El botánico Ruiz, en sus exploraciones por la provincia de Pozuzo, departamento de Huánuco, oriente peruano, en el tercer cuarto del siglo XVIII, establece: "Siembran una de las Didelphias, que llaman VERBASCO, y les sirve para matar la pesca" (Ruiz, 1952, I, 293).

Por supuesto que los datos de Ios tres párrafos anteriores se pueden aplicar también a |Tephrosia, que es asimismo un varbasco de raíz.

El BARBASCO LEGÍTIMO o CUBE se planta con carácter semi-industrial en la región de Iquitos y en Yurimaguas, Perú, así como cerca de Belem del Pará (Killip y Smith, 1930, 77-78). Los indí genas ecuatorianos lo continúan propagando en pequeñas cantidades (la var. |utills Smith), como ocurre en Samatá, cerca de Archidona, bajo los nombres de BARBASCO y TIMU-AMBU (USNH Inés Mejía, 7305, 1935), y entre Puyo y Canelos (Ibid., 6835, 1935; Karsten, 1935, 319,

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568 (TIMO); Stirling, 1938, 108). Este nombre TIMU se ha atribuido asimismo, por falta de información, a |Tephrosia (Espinosa, 1935, 104). También lo siembran los huitotos, que le llaman JADÓ (Ranghel Galindo: Gutiérrez, V., 1943, 27-28).

De estaca, como es la costumbre dondequiera, lo plantan (var. |urucú Smith) los indígenas del río Piraparaná. Los nombres locales son IYÚ (e-yoó) en baresana; KUNA (koo-na) en makuna; DARUMÁ (da-roo-má) en puinave; OJIMICHI (o-je-mee-chee) en taiwano, en Ios caños Timiña y Paca (USNH: Schultes y Cabrera, 17243, 17591, sept. 1952).

 

Orinoco y Guayanas

Una noticia de mediados del siglo XVIII sobre el Orinoco, vaga como es, quizá deba referirse a este género, pues hablando del CUNA (véase numeral siguiente), añade: "La otra raíz con que pescan... se llama barbasco, es del mismo color y hechura que el de un tronco de parra, y tiene también la fuerza del cuna" (Gumilla, 1955, 189). Existe Lonchocarpus en el área a que se alude, y recientemente se ha descrito de ella la especie L. Ianguidus (Hermann, 1944: 10982, 11005, 11123, 11128, 11150, 11177, 11209, 11225, 11228, 11289 (cult.), 11310).

El 13 de julio de 1947 quien escribe obtuvo en San Fernando de Atabapo unas estacas de |Lonchocarpus, de las cuales se obtuvieron matas para plantar en Buenaventura.

Aunque no da indicios de que fuera cultivado entonces por Ios indígenas de la Guayana, Schomburgk señala que el HAIARY L. |densiflorus Benth.. se consideraba como el ictiotóxico más efec tivo, hallándose nativo en las cabeceras del río Pirara, zona habitada por los macusis (Schomburgk, 1922, I, 272; 319-320). Sin embargo, el pez llamado YARRO | [2] es inmune a la acción de este varbasco, y al contrario muy sensible a la de |Tephrosia (Ibid., 1923, II. 120). Los indígenas tienen allí este mito sobre el origen de la planta: "Una vez un indio fue a bañarse en compañía de su hijo. Dondequiera que el joven nadaba, morían los peces, y el padre se percató por experiencia propia que este pescado era muy saludable como alimento, de manera que se acostumbró a obtenerlo en esa forma. Pero, transcurrido algún tiempo, habiéndose los peces confabulado, escogieron un momento en que el joven estaba sentado en un tronco antes de arrojarse al agua, de modo que pudieron aproximársele a su salvo, y entonces, saltando al unísono fuera del agua, acribillaron al joven con sus púas. La punzada de la raya resultó fatal. Pero como el padre fuese cargando a su hijo moribundo hacia la casa, la sangre se iba regando en el suelo; dondequiera que cayó una gota, creció una mata de haiarri, que desde entonces ha sido usada por los indios para

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envarbascar las corrientes cuando quieren pescar" (im Thurn, 1883, 234; 383).

En la actualidad el HAIARI se cultiva, aunque escasamente, por los remanentes del grupo caribe. Se conserva entre algunos ese nombre; pero los negros criollos dicen NEKOE (USNH: Archer, 2520 (haiari), Barima; 2784 (nekoe), Sandrij I; 2879, Paramaribo; 2908 (nekoe), Carolina: 1934). Este (INEKOU) es nombre antiguo (Barrere, 1743, 158).

 

Otras áreas

|Lonchocarpus se cultivaba en 1933 en los Jardines Experimentales de Summit, en la Zona del Canal (CZG (1933), 1938, 13-15).

De Mayagüez, Puerto Rico, introduco a Colombia quien escribe unas estacas en 1946.  

[1]

"Torvisco" o "torbisco" es en España la Timeleácea |Daphne gnidium L., ictiotóxica (Font Quer, 1962, 388-389).

[2]

|Hypostomis o |Doras?.

194 -- |Tephrosta toxicaria (Sw.) Pers.. |T. cinerea (L.) Pers.. |T. sessiliflora (Poir.) Hamsl.. |Tephrosia spp..

|Cuna, en achagua (Cassani, 1741, 40; Rivero, 1956, ?-9; Gumilla, 1955, 188-189). Ese radical, genérico para toda planta ictiotóxica, aparece en otras lenguas y dialectos americanos, sin saberse cuál prestó a cuál: |ásikuna, en calina y oyampi, dialectos caribes (Goeje, 1909, 53); |yarro-conali, en macusi: el primer nombre es el de un pez de la Guayana contra el cual esta planta ejerce una acción específica (Schomburgk, 1923, II, 120; 1922, I, 272; im Thurn, 1883, 234); |conamy (Barrere, 1743, 152); |kunani, en caribe (Farabee, 1924, 51-52).

|Tinguí, en tupí-guaraní (USNH: Ducke, 2581).

|Yabatí, de los sálivas (García Barriga: Gutiérrez, V., 1943, 30).

|Ajarí (ayarí), en el río Trombetas (Spruce, 1908, I, 86).

|Guaranga, en Mocoa (USNH: Archer, 3409), nombre quechua para varias leguminosas de folíolos numerosos (Lira, 1945, 1108).

186

|Duio, en noanamá (Wassén, 1935, 90, 108; 203).

|Cube, cubi (véase numeral anterior); mútuy cube, deI oriente peruano (Killip y Smith: USNH, 22300, 23189). |Mútuy ( |múthuy) es nombre quechua genérico para varias leguminosas, especialmente del género |Cassia (Lira, op. cit., 682). En este caso es, pues, un determinativo. |Barbasco de raíz (T. toxicaria); barbasco blanco (T. cinerea), en Venezuela (Pittier, et al, 1945, I, 409).

Varbasco.

Algunos de los datos reseñados para |Lonchocarpus en al numeral anterior, sobre todo de la porción amazónica, se pueden aplicar a estas especies, de las cuales se usa de preferencia la raíz machacada, aunque a veces también las hojas y las semillas. Son comunes en toda la América intertropical, y se cultivan en muchas partes, aunque en pequeña escala (Gutiérrez, V., 1943, 7-8; Killip y Smith, 1935, 10-11).

El misionero Juan de Santa Gertrudis no da ninguna descripción del varbasco usado en el Putumayo a mediados del siglo XVIII; se limita a hablar de él como "una yerba que hay por allí. La machacan y echan en los remansos del río este jugo; y con él se emborracha el pescado, y así lo cogen con facilidad, pero queda algo desabrido..." (Serra, 1956, I, 194), cosa esta última desalentadora para un amigo de los buenos manjares. Por lo de "yerba", es verosímil que el dato se aplique a |Tephrosia.

Los franciscanos que estudiaron las costumbres de los indígenas del Caquetá hacia la misma época que el anterior (1773), aunque parecen referirse a una planta no cultivada, indican cla ramente que es "una raíz" (Cuervo, 1894, IV, 268; Arcila Robledo, 1950, 307). Pero el cultivo es antiguo en el alto Amazonas, y en el siglo XVIII figuraba el BARBASCO como planta cultivada ex-profeso, por los indígenas de las misiones jesuíticas, como que la pesca con él era una de las diversiones más destacadas, en la cual los misioneros participaban (Uriarte, 1952, I, 144, 160, 208, 315; 144-145; Veigl: Mürr, 1785, 156; -----, 1789, II (XVII), 34).

Entre los jíbaros y canelos del oriente ecuatoriano se considera planta "macho", y por consiguiente, sólo la siembran los varones. Al hacerlo y mientras crece, ejecutan ciertas ceremonias, como echar a la mata tabaco mascado y ají triturado, con intención mágica, para que se desarrolle vigorosa. Hasta que la planta no está a media altura y fuera de peligro, el sembrador se abstiene de ciertos alimentos y de ciertas bebidas. Es uno de los ingredientes del veneno de flechas (Karsten, 1935, 124, 177-178; 142; 141). Los aguanos, grupo vecino a los jíbaros, se mataban unos a otros con este veneno, y especialmente, lo usaban las mujeres para suicidarse por disgustos conyugales (J. de la Espada, 1889, Mar., 254; Figueroa, 1904, 134;

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Uriarte, 1952, I, 201, 299). Todavía esto se practica por los jíbaros (Karsten, op. cit., 223). Los negros esclavos en las Antillas, hacían el mismo uso para vengarse de sus amos (Descourtilz, 1833, III, 149).

También se cultiva el |Tephrosía en la costa ecuatoriana (USNH: Inés Mejía, 6563: 1934).

Que la CUNA utilizada en los llanos del Orinoco en el siglo XVIII era |Tephrosia, se deduce con bastante aproximación del siguiente pasaje: "la una [especie] llaman CUNA, crece al modo de la alfalfa, y cría la raíz semejante a los nabos, menos en el olor y sabor" (Gumilla, 1955, 188). Es manifiesto que varias especies de este género tienen un espesamiento nabiforme bajo el cuello de la raíz.

Hay constancia del cultivo en varias partes del oriente suramericano. Por ejemplo, en la Guayana inglesa (USNH: Archer, 2247, Mabaruma Compound, NW District, YARROCONALI (arawak); 2315, Bonisíka Landing, YARROCONALI; 2768, Sandrij I, ASOKOENA (caribe). Con el nombre de MANARITO lo siembran los indios de Panare, Mata Negra, Estado de Bolívar, Venezuela; así como en San Carlos del Río Negro, donde lo llaman BARBASCO DE CACHICAMO (USNH: Williams, 13389, 1940; 14635, 1942). Estos datos corresponderían a la especie |T. sinapou (Buc'holz) A. Chev.. MANARITO es diminutivo de MANARE, el cedazo o colador para zarandear la harina de yuca (Alvarado, L., 1953, 235-236); CACHICAMO es el armadillo ( |Dasypus), y también unas plantas que tienen olor semejante al que despide ese animal (Ibid., 59-61).

El autor ha visto |T. toxicaria cultivado en huertas en Caparrapí, Cundinamarca, y en otros lugares.

|T. Gandida D. C., aunque se cultiva de preferencia como planta ornamental, también sirve para pescar. Era antes relativamente común en la hoya del Cauca; ya menos. Este es eI BARBASCO de Venezuela (USNH: Archer, 311 I, Valencia, 1935).

Dos especies se cultivaron en el Jardín Botánico de Trinidad en el siglo pasado (Prestoe, 1870, 18).

Con raíz molida de varbasco pescaban en el río de Borburata para abastecer el interior (Vázquez de Espinosa, 1948, 93). En el siglo XVIII también lo echaban en el río de Valencia, a pesar de la prohibición (Altolaguirre, 1908, 45; Arcila Farías, 1946, 53).

 

000. -- |Gliricidia sepium (Jacq.) Steud..

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|Zac-yab, en maya, la |G. maculata H.B.K. (Roys, 1931, 321). |Quauhyyauhtli (?); |cocuite, iaiti y otros nombres locales de Méjico (Hernández, 1946, III, 976).

|Yaguagüit, madre del cacao, matarratón.

Véase numeral 145, 1964, II, 191-192, para lo relativo al uso de las flores como hortaliza.

Hay indicios de que esta especie es originaria de Centro América y fue introducida al sur a fines deI siglo XVI o principios del XVII, cuando empezó en firme eI cultivo del cacao. Este YAGUAGÜIT O ÁRBOL DE MADERA NEGRA Se planta en el Sur de Méjico y eri Centro América, al parecer desde la época prehispánica, para dar sombrío al cacao, de donde uno de sus nombres (Oviedo y Valdés, 1851, I, 317; -----, 1959, I, 269, 276).

La corteza se usaba en Guatemala contra el empeine o impétigo, y con queso u otro cebo, para matar ratones (Figueroa Marroquín, 1957, 158).

Es verosímil que al ser impulsado el cultivo del cacao en Sur América (véase la historia de este proceso en el volumen I), se tomara como modelo lo establecido en el norte, y que se intentara en primer lugar usar como sombrío el |Gliricidia, que después no se manifestaría tan idóneo para ese objeto en las condiciones equinocciales, debiendo ser reemplazado por árboles de mayor porte.

Dice de él un autor, aunque sin puntualizar cuándo se verificó la introducción: "Traído a esta comarca Cvalle del Cauca] del Valle del Magdalena. Da buena madera y se presta para formar setos vivos, cualidades que nuestros agricultores no han sabido aprovechar" (Tascón, L., 1935? 192; -----, 1961, 265). La última afirmación ha perdido validez, pues ahora el matarratón es lo más socorrido para poste vivo. Las bestias suelen ramonear las hojas que están a su alcance. El zumo de éstas se usa para combatir la neumatosis, conocida como "torzón" de las caballerías. En Centro América se plantaba de estaca para setos en el siglo XVIII (Figueroa Marroquín, loc. cit.).

El químico brasileño Oswaldo Lima, durante su permanencia en el Valle en 1950, descubrió cumarina en las hojas del matarratón. Merced a este hallazgo, se han aprovechado --en sustitución de la sarrapia --para aromatizar el tabaco en una fábrica de cigarros de Cali.

En Venezuela se considera que las raíces son tóxicas para los roedores que atacan a las del cacao, plantándose a veces con ese objeto en los cacaotales. También se cree que las hojas son venenosas para los caballos (Pittier, 1926, 296).

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Las propiedades tóxicas del Gliricidia son controvertidas. Ensayos adelantados recientemente en los Estados Unidos, demuestran que el comportamiento como insecticida es variable según los insectos (Jacobson, 1958, 143-144).

 

TROPAEOLEÁCEAS

 

000 -- |Tropaeolum tuberosum R. et P..

Lo relativo a esta especie como alimento carbohidratado, se estudió en el numeral 124, capítulo IX, tomo II, páginas 40-43.

Allí se trajeron también a cuento las referencias sobre las pretendidas propiedades anafrodisíacas de los tubérculos, propiedades aprovechadas por los soberanos incas para reprimir los de seos sexuales en los soldados durante las campañas (Garcilaso, 1945, II, 178; Cobo, 1890, I, 367; -----, 1956, I, 171). No parece que esto se haya comprobado experimentalmente.

"Los cubios en cataplasma se aplican para curar las eczemas y untados a la piel para quitar las manchas" (Pérez Arbeláez, 1947, 323).

 

000 -- |Tropaeolum malus L..

El uso de esta especie como hortaliza se ha examinado en of numeral 147, tomo II, página 193.

Habla del MASTUERZO DEL PERÚ el médico Monardes, como apropiado para sanar heridas de primera intención. "Sabe mucho a mastuerço" (Monardes, 1574, 107 v.). También lo llamaron MASTUERZO QUITENSE (Velasco, 1927, I, 42).

Se consideraba en Méjico estomáquico y bueno para las llagas de la boca (Ximénez, 1888, Méx., 136-137).

La capuchina es antiescorbútica y aperitiva. Se cree que favorece la salida del cabello. "Hace poco tiempo (Pharm. Acta Helv., p. 2223, ì 955) so ha descubierto que la descomposición glucosídica de esta planta [glicotropeolina, por la acción del fermento microsina] produce una sustancia antibiótica que, salvo el deI bacilo piociánico, ataja el desarrollo de los |Bacillus subtilis, Bacillus coli, de los estafilococos, etc., sin destruir la flora intestinal del hombre sano, ni aun después

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de prolongado uso. Es singularmente útil en los casos de infecciones del aparato urinario" (Font Quer, 1962, 420-421).

 

ERITROXILÁCEAS

 

195 -- |Erythroxylon coca Lam.. |E. novogranatense (Morris) Hieron..

Hayo, jayo.

|Maase, en guambiano (Rivet: JSAP, 1941, XXVIII, 40). |Jipia (Rocha J., 1905, 204); |hibia, |hibianga (Tessmann, 1930, 319); |jibbiae (Cartagena, 1951-1953, 26), en huitoto; |hibi, hibio, en muinane (Tessmann, op. cit., 332; 551); |hibi (Ibid.. 272), |jibbi (Espinosa, op. cit., 33), en okaima u okaina; |ebee, en bora (Tessmann, op. cit., 54); |jipí, en miraña; |jibie, en rossígaro (Cartagena, op. cit., 29; 31). |Ipado, en omagua (Tessmann, op. cit., 54); |ipadú, ypadú, en el Solimoes (véase adelante).

|Coca, del quechua kúkka (Lira, 1945, 327), quizá prestado del aymara.

 

Venezuela.

Donde primero observaron los europeos el uso del hayo por los indígenas, fue en la península de Paria y zonas aledañas de la parte oriental de Tierra Firme, en 1499-1500, durante las expediciones de Alonso de Ojeda, Pero Alonso Niño y Cristóbal Guerra. Los relatos que se han conservado, muestran que el sistema de usar la yerba era idéntico al que después se encontró en el interior del continente y en el Perú. Dice Américo Vespucio, testigo presencial por haber acompañado a Ojeda en 1499: "Todos (los indios de Paria) tenían la boca llena de cierta yerba verde que rumiaban, casi de la misma manera que los animales, de suerte que apenas podían articular palabra. Traían también todos, colgando del cuello, dos calabacillas curadas, llenas la una de la yerba que tenían en la boca y la otra de cierta harina blanquezca semejante a yeso m olido, y con cierto palo o bastoncito pequeño que humedecían y masticaban en la boca, y metían muchas veces en la calabaza de la harina, sacaban la suficiente para rociar a ambos lados aquella yerba que llevaban en ella; operación que repetían frecuentísimamente y muy despacio. Admirados de esto, procuramos averiguar la causa o misterio de esta costumbre; pero nunca pudimos comprenderla". Usaban la yerba solamente los hombres, no las mujeres (Navarrete, 1964, II, 155-156). En Curiana, los expedicionarios que acompañaron a Niño y a Guerra,

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notaron también que para conservar la dentadura, llevaban los naturales de continuo en la boca y mascaban cierta yerba, enjuagándose cuando la arrojaban (Ibid., 23).

Difícilmente será superada la información de Vespucio, pues de una vez por todas estereotipó los elementos concurrentes del coqueo, incluyendo el carácter mágico, puesto que el uso estaba reservado a los hombres. Ni siquiera por esta otra de Las Casas, en que omite el uso de la sustancia acompañante alcalina y del poporo o calabacillo en que se llevaba; se refiere al viaje de Niño y Guerra: "Vieron ellos también [además de los estuches peniales de calabazo, acerca de los cuales pueden verse más datos en el numeral 168, capítulo XIV, tomo II, páginas 240-242 de esta obra], y yo después, que acostumbran los hombres traer en la boca cierta hierba todo el día mascándola, que teniendo los dientes tila riquísimos comúnmente, se les pone una costra en ellos más negra que la más negra azabaja [azabache] que pueda ser; traen esta hierba en la boca por sanidad y fuerzas y mantenimiento, según yo entendido tengo, pero es muy sucia cosa y engendra grande asco verlos, a nosotros, digo; cuando la echan, después de muy bien mascada, lávanse la boca y tornar a tomar otra, y teniéndola en la boca hablan harto obscuramente como quien la lengua tiene tan ocupada'' (Casas, 1951, II, 146-147).

Dos si filos después, entre los cumanagotos perduraba la costumbre: los hechiceros o piazamos (piaches) llevaban las dos calabacillas, una con la hoja, otra con la cal (Ruiz Blanco, 1892, 58).

En toda la costa venezolana oriental se usaba la yerba, do que había gran contratación; en algunos sectores de esta región árida, el cultivo se hacía con irrigación artificial (Acosta Saignes, 1961, 40, 42, 109).

Que no era costumbre circunstancial y localizada, sino muy generalizada en dicha parte de la Tierra Firme, se deduce de la siguiente afirmación de Juan de Pimentel (1578), sobre los Cara cas: "ay unos arbolillos que echan una hoja como de granado muy blando que llaman hayo E.] es muy presgiada entre los naturales porque trayendolo en la boca dizen que les quita la hanbre y sed y les da fuerga para trabaxar y as¡ usan deste hayo en general quando trabaxan y caminan [.] sienbranlo y cultivarlo con cuydado para este efecto" (Latorre, 1919, 86; Arellano Moreno, 1950, 86).

Entre los ayomanes de Coro perduraba la costumbre hasta época relativamente reciente (Jahn, 1927, 249).

Idéntica cosa ocurría entre las tribus de la región oriental y de la culata o sector meridional del lago-de Maracaibo. Conocido es el episodio de Francisco Martín, uno de los sobrevivientes de la expedición de Ambrosio Alfinger al Magdalena, quien después de deambular por las selvas entre el Zulia y el Chama, aportó en 1533 donde unos indios pemones, con los cuales se estableció, tomando

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mujer y acostumbrándose a consumir hayo (Oviedo y Valdés, 1959, III, 22; Aguado, 1918, I, 95, 105; -----, 1957, III, 76, 81; Oviedo y Baños, 1935, 19; Nectario María, 1959, 510; Friede, 1961, W, 201).

 

Guajira.

No hay datos de los siglos XVI y XVII sobre los guajiros en este particular. A mediados del XVIII se dice de ellos: "Tienen también el vicio del jayo y maneo del poporo como los Aurohuacos; y el llevar un caminante algún poco de este jayo, es medio eficacísimo para pasar bien y a poca costa, porque si se encuentra con alguna tropa de doscientos o más indios, le han de hacer parar y que les regale; y es política entre ellos que lo mismo y la porción que so le da a uno, se ha de dar a cada cual de ellos, y así les van dando una taguara de jayo a cada indio, y quedan contentos. Taguara llaman ellos lo que entre los españoles se llama un polvo, pero con la diferencia de que la taguara es lo quo se toma con tres dedos, que es la porción que acostumbran echarse en la boca para recibir la cal que el puntero toma del poporo" (Rosa, 1945, 279). Recibían el hayo por moneda a trueque de las perlas que sacaban; pero también lo cultivaban (Julián, 1787, 19; 27).

En 1796 el gobernador de Maracaibo y Río Hacha, concertó con el jefe guajiro Yaurepara, un pacto de paz y amistad, para dejar libre tránsito por su territorio a los españoles. Entre los rega los hechos a Yaurepara, quien visitó la ciudad lagunera para asentar las paces, figura "una talega de Jayo" (Besson, 1943, I, 624626; 105).

La expedición marítima de Fidalgo (1793-1808), que permaneció varias semanas en Bah la Honda, comprobó que los guajiros allí consumían mucho hago o jayo, aunque en forma algo diferente de la más común; aquella la describe así el relator de la expedición: "Recogen en las orillas de la mar conchas de determinada especie, y calcinadas al fuego las muelen reduciéndolas a polvo muy sutil que llaman cal de conchas; y puesto este polvo a hervir en agua con arreglo a la dosis de polvo y hojas de hayo que han de entrar en el cocimiento, hierven aquella hasta que las yerbas, dejando en el agua sus sucos de color amarillo los incorporan con dichos polvos, revolviéndolos con un palito, y cuando el cocimiento gene cierto estado glutoso pero suelto, lo ponen a enfriar pasándolo después a pequeñas calabacitas largas y estrechas que los yndios llaman poporos: en estas ponen un palito que sobresale 2 pulgadas de la boca, teniendo los poporos de 6 a 8 pulgadas de largo. Del palito expresado hacen uso para tomar el bayo y lo egecutan revolviendolo con el dicho líquido glutinoso, y lo que de sus resultas queda pegado al palito es lo que toman pasándole entre los labios. Es prueba de grande amistad franquear el indio su poporo, y aunque sea repugnante pasar el palito de la boca del yndio a la propia, no puede dispensarse de verificarlo la persona a quien lo franquean sin grave

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ofensa del yndio que 1o toma a desprecio; por cuya causa alguno de la expedición lo hemos probado y no le hallamos gusto particular; pero aseguran los yndios que los fortalece mucho, mas también Ies pone amarilla la dentadura y labios. Los ricachos guarnecen sus poporos con oro y piedras de colores, siendo este el mayor lujo de los yndios" (Cuervo, 1891, I, 40 nota).

En la parte de Macuire, del lado venezolano, hubo bayales de regular extensión, que fueron devastados por las sequías persistentes que se experimentaron antes de 1889 (Ernst, 1890, 236; Alvarado, L., 1945, 85).

 

Santa Marta.

Cuando los españoles llegaron al Nuevo Reino de Granada en 1536, hallaren (véase adelante) la costumbre de masticar una yerba "que en la costa de la mar llaman Hayo" (Cuervo, 1892, II, 213). Luego era ya conocida en Santa Marta.

A mediados del siglo XVIII los arahuacos de la Sierra Nevada cultivaban hayo y lo consumían, junto con polvo de conchas marinas. El procedimiento difería ligeramente del ya conocido: "E1 jayo le traen tostado en una mochila, terciada al cuello, echan un poco de él en la boca, y humedeciendo en ella el extremo del puntero lo introducen en el poporo, para que se perciba la cal, y luego lo llevan a la boca, y revuelta con el jayo, mascan y expelen la saliva, la cual diligencia repiten de día y de noche, y en tanto que mascan están rodeando el puntero por la boca del poporo, y con la violencia de aquella mixtura, cría allí mismo una concha en círculo, más o menos gruesa, según el tiempo que ha de uso, y el indio que en breve engruesa el aquél círculo es tenido por más experto en el uso del j ayo. Esta conchilla, molida y echa polvos, es muy medicinal contra el dolor de muelas, y para éste lo guardan ellos, y los venden a los españoles" (Rosa, op. cit., 264). Cuando alguno enviudaba, manifestaba su pesar prescindiendo del jayo por algunos días (Ibid., 267).

Refiriéndose a esto mismo, Antonio Julián, en cuya época los principales cultivos de la provincia de Santa Marta (fuera de la Guajira) estaban en los pueblos de Molino y Villanueva del valle del Cesar, comenta los datos de su cofrade el jesuita Acosta sobre la coca peruana, y propone que se haga conocer en Europa el jayo como medicina, cosa que la ciencia se encargaría de realizar un siglo después; "con universal provecho en la salud, y habituales achaques de muchas personas, que con los tés y cafés extranjeros gimen en el triste lecho de sus crónicas enfermedades" (Julián, 1787, 19; 24-25; 37-41; 260). Por supuesto que este súbdito español tenía en mente, no sólo el bienestar y alivio de los enfermos, sino lo que ahora se

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llamaría la fuga de divisas, pues el té y el café se habían empezado a popularizar en Europa, y mientras que el primera no se conocía todavía en Nueva Granada, el segundo apenas empezaba a cultivarse en las posesiones españolas (Ibid., 61).

Entre los arahuacos perduraba la costumbre a mediados del siglo XIX (Reclus, E., 1881, 333; 298-299).

 

Cartagena-Atrato.

En la planicie costera entre el Magdalena y el Atrato también usaban los indígenas este masticatorio. Por ejemplo, los sinúes de las sabanas de Sinú y Ayapel, cuando moría un cacique o persona de jerarquía,

"en un duho lo ponen asentadorque muchos dellos suelen ser de oro;ansimismo pendiente del un ladola mochila del hoyo y el poporo... "

(Castellanos, 1955, III, 63).

 

Veraguas.

Cuando Cristóbal Colón estuvo en la costa panameña, observó que en el río Urirá, siete leguas al oeste de Belén, el cacique y los principales no paraban de masticar cierta yerba seca y a veces un polvo con ella; "lo cual parece cosa fea''. Los aborígenes de toda esta costa de Veraguas mascaban la misma yerba, "lo cual creemos que sea la causa de tener los dientes gastados y podridos" (Colón, H., 1947, 296; 297-298; Krickeberg, 1946, 360).

Los datos anteriores no dejan duda de que en toda la costa caribe y aún más allá, el hoyo era conocido y utilizado por los indígenas.

 

Nicaragua.

Igualmente generalizado y con los mismos caracteres en cuanto al modo de tomar y paladear la yerba, estaba el uso entre los nicaragüenses, que le tenían por nombre YAAT (Oviedo y Valdés, 1959, I, 179-180.

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Adentrándose hacia el continente suramericano, la costumbre de consumir hoyo estaba tan extendida, si no más, en el territorio mediterráneo del hemisferio norte, como al sur de la línea ecuatorial.

 

Nuevo Reino de Granada.

En el "Epítome" se dice de los muiscas: "Tienen repartidos Ios tiempos de meses y año muy al propósito: los diez días primeros del mes comen una yerba, que en la costa de la mar llaman Hayo, que los sustenta muncho y les hace purgar sus indispusiciones: a cabo (s) des tos diez días, limpios ya del Hayo, tractan otros diez días en sus labranzas y haciendas... " (Cuervo, 1892, II, 213; J. de la Espada, 1889, Cast., 99; Friede, 1960, N. R., 267; Aguado, 1916, I, 255). Dicho en otros términos, esta vez limitando la costumbre a los piaches

"Hablan pocas palabras, duermen poco,pues el mayor espacio de la nochegastan en mascar ayo, que son hojasnaturalmente como de zumaque | [3] ;y de la misma suerte las labranzas,y los efectos son ni más ni menos:mas debe ser de gran vigor el jugo,pues comportan con él la sed y el hambre,y aun debe conservar la dentadura,pues por viejo que sea cualquier indiomuere sin padecer falta de dientes;y en todas las naciones destas Indiases común uso, por la mayor parte,mascar aquellas hojas, que es la coca,que tienen en Pirú los naturales,y aun españoles, por ganancia gruesa.Usan también con él de cierto polvoo cal hecha de ciertos caracoles,que traen en el que llaman poporo,que es un calabazuelo, donde metenun palillo, y aquello que se pegarecogen en la boca con el ayo.Y por tener en mucho tales hojas,sahumaban a sus ídolos con ellas..."

(Castellanos, 1955, IV, 156; Simón, 1953, Il, 248; Piedrahita, 1942, I, 38).

Una carga de bayo formaba parte de la compensación económica que daba el novio a los padres de la novia al formalizar matrimonio (Simón, op. cit., 265).

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Cuando enterraban a los caciques, les pod an entre otras cosas de uso diario,

"...de los hombrospendientes hartas veces de lo mismo [oro]la mochila del ayo y el poporo... "

(Castellanos, op. cit., 168).

En 1548, doce años después de la conquista, se podían apreciar todavía las huellas de hayales antiguos, en el trayecto de Vélez a Santa Fe (Friede, 1962, VIII, 307-308). Los muiscas del rincón de Vélez, "en lo caliente crían grandes algodonales y hayales, de que tienen gran contrato con la otra gente mosca, sus comarcanos" (Aguado, 1917, II, 349; -----, 1956, II, 238).

El uso se extendía más allá de los límites políticos de la confederación muisca, a la llegada de los europeos. Los indígenas del bajo Pamplona, o sea los de la cuenca del Táchira, consumían hago con cal en la forma común (Aguado, 19.18, I, 95, 105; -----, 1957, III, 76, 81).

Los datos anteriores son incompletos en cuanto a la verdadera extensión que tenía el uso del bayo en la Cordillera Oriental de los Andes neogranadinos. Sí es evidente que llevaba ane xas concomitancias mágico-religiosas y ceremoniales. Es difícil da apreciar en qué grado existía el consumo entre el hombre de la masa: si era cotidiano, esporádico o circunstancial. Se puede plantear aquí la misma duda que con relación a la coca en el Perú, es a saber, si fue algo exclusivo o privativo de los sacerdotes, monarcas y personas de categoría, y vedado o interdicto a la capa inferior de la población, cuyos individuos sólo pudieran hacer uso de la yerba con permiso superior (Gutiérrez Noriega y Zapata, 1947, 21-22, 23, 23-24, 24-25); o si por el contrario el consumo era totalmente libre. Elle es que --aunque en un grado mucho menor que en el Perú --desde mediados del siglo XVI, en la Nueva Granada hubo un activo comercio de la hoja.

En la encuesta, como ahora se diría, que hizo Juan Rodríguez de Orejuela en la provincia de Tunja en 1550, a raíz de la fundación de la Audiencia de Santa Fe y por mandato de ésta, parra fijar la capitación de los indígenas, se prescribió que se enumerasen los artículos o servicios que --como práctica ya establecida --daban aquéllos de tributo a sus encomenderos. En la jurisdicción de Tunj a uno de ellos consistía en "algunas cargas de hago, que es cierta hierba que están mascando y rumiando los indios como ovejas lo más del día y aun de la noche" (Aguado, 1916, I, 503; -----, 1956, I, 406. Siendo esta planta de clima caliente o templado, no se producía en la altiplanicie. Entonces: "Por el hayo van asimismo a los lugares donde lo hay, y allí compran una carga, que... es lo que un indio caminando puede llevar a cuestas, y por ella dan dos mantas buenas y una chingamanal, y

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traída aI mercado de Tunj a les daban por ella y la vendían por dobladas mantas de lo que les había costado y ahorraban la comida del camino, que salía de la carga principal" (Ibid., 1916, I, 505; -----, 1956, I, 406-407). No se dice --como es probable --si los cultivos, aunque hechos por indios, pertenecían a los encomenderos. En 1584 se incluye el bayo entre los productos comer ciales de Santa Fe (Ibot León, 1933, 239-240; Zamora, 1945, II, 288). Informantes tardíos aseveran que los principales cultivos estaban en Soatá y los sutagaos de Fusagasugá (Piedrahita, 1942, I, 38; Julián, 1787, 27).

Parece, sí, que en el Nuevo Reino la costumbre se fue perdiendo durante el período colonial ("Hace años cesó el cultivo" Julián, loc. cit.), hasta casi desaparecer en eI republicano. A me diados del siglo XIX un botánico criollo parece no saber lo que era el hago (Vezga, 1936? 30).

 

Valle del Magdalena.

Se ha sugerido que algunas de las estatuas de la civilización agustiniana representan el coqueo (Preuss, 1931, 165; II, plancha 24, 2; Pérez de Barradas, 1951, II, 42-54; -----, 1957, 203-229, 220; Uscátegui: RCA, 1954, III, 244-247).

Un autor indica, aunque con duda, que cuando avanzó Belalcázar desde el Cauca hacia las fuentes del Magdalena, antes de llegar a Neiva se detuvo en Timaná, "por la riqueza que en ella hallaron del contrato del ayo" (Simón, 1953, II, 181-182). En su relación de 1 S 83, fray Jerónimo de Escobar manifiesta que en Timaná, perteneciente entonces a la gobernación de Popayán, había heredades de coca, "que es una hojuela a manera de la del árbol del' rosal | [4] de la cual son tan amigos los indios para comerla, que la compran por cualquier dinero" (Escobar: Jijón y Caamaño, 1938 II, Doc. 161).

En el valle del Magdalena, dice quien guerreó con varias tribus a todo lo largo de él, se consumía mucho el hayo. Cuando los indios triunfaban en los encuentros, perseguían a los vencidos hasta tres días seguí dos, sosteniéndose durante ellos sólo con coca. Esta yerba les permitía a los veladores n centinelas mantenerse despiertos, pues a veces se olvidaban los capitanes de relevarlos oportunamente (Vargas Machuca, 1599, 4v., 134v., 140v., 141 v.).

Durante la campaña contra los pijaos en 1607, hallaron los españoles una huerta con hayales, cerca a Chaparral (Simón, 1953, IX, 84).

Se puede sospechar que la relación de Vázquez de Espinosa sobre Timaná se basó en la de Escobar. Dice aquél: ''Ay en esta jurisdicción de Timaná grandes huertas, o chacras de la preciada coca de los Indios, que para ellos es yerba encantada: los arbolillos que la crían

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son pequeños, la hoja es a modo de la de arrayán | [5] esta la traen los Indios en la boca todo el día, con que dizen tienen fuerças, y cuando la pierden, la cobran de nueuo [;] les quita la sed, hambre, cansancio: y finalmente tiene para con los Indios las virtudes que el tabaco con los tabaqueros" (Vázquez de Espinosa, 1948, 325). Se cultivó coca en otras localidades del alto Magdalena durante los siglos XVI a XVIII (Friede, 1953, 110, 161, 165, 167, 169). El naturalista Sebastián López Ruiz recogió semillas y material de herbario en 1785, en Suaza (López Ruiz: AIP, 1883, V, 510).

   

[3]

Zumaque: |Rhus coriaria L., Anarcardiáceas. Andaba, desorientado el beneficiado de Tunja, pues el zumaque del Mediterraneo, no sólo tiene la hoja compuesta, sino "con dientes o festones desiguales en los bordes" (Font Quer, 1962, 444-44.5), mientras es a todos manifiesto que las de la coca son simples y de bordes parejos y lisos.

[4]

Comparación tan poco afortunada como la del cronista Castellanos.

[5]

Véase lo dicho en notas anteriores.

Antioquía y Cauca.

Aunque el siguiente pasme de Cieza de León ha sido reproducido por todos cuantos se han ocupado de la coca, conviene hacerlo una vez más, ya que para destacar el predicamento tan gran de que ella tenía en el Perú, toma como antecedente lo que había visto en el Sinú y en la cuenca del Cauca, donde residió varios años, muchos más que en el Perú propio. Habla de la costumbre de los naturales dondequiera que anduvo, de llevar en la boca raíces, ramas o yerbas. "Y así, en la comarca de la ciudad de Antiochia algunos usan traer de una coca menuda, y en las provincias de Arma, de otras yerbas (...) En los más pueblos de los que están subjetos a la ciudad de Cali y Popayán traen por las bocas de la coca menuda ya dicha, y de unos pequeños calabazos sacan cierta mixtura o confección que ellos hacen, y puesto en la boca, lo traen por ella, haciendo lo mismo de cierta tierra que es a manera de cal" (Cieza, 1924, 281; -----: Vedia, 1947, II, 444).

Es más que probable el cultivo entre los quimbayas, en cuyo territorio se han desenterrado calabacillos como los usados en todas partes para cargar los ingredientes del coqueo (Duque Gómez, 1963, 34; 102 y fig.; Patiño, 1964, II, 241).

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El médico antioqueño Restrepo y Callejas hizo por 1882 algunos experimentos con la coca para fines terapéuticos (Uribe Angel, 1936, 125-135).

En el valle del Cauca, fosa central, el uso se mantuvo mientras subsistió la población indígena. A mediados del siglo XVI un episodio arroja luz sobre esto, pues un negro es acusado de ro bar a una india su jícara de coca en Cali (Friede, 1961, JV, 121). Para fines del período colonial (1808), cuando la población indígena se había casi esfumado, el coqueo era desconocido, pues en la capital había la planta, pero "sin particular uso ni consumo" (Arboleda, 1928, 629; Villaquirán: BHV, 1939, 61-66; 240).

Los páeces en el siglo XVII eran muy adictos al consumo de coca (Rodríguez, 1684, 25-26, 73). Todavía perdura la costumbre entre los vecinos guambianos, que llaman a la planta MAASE (Ri vet: JSAP, 1941, XXVIII, 40). Muy mal informados estuvieron los viajeros Jorge Juan y Antonio Ulloa cuando al hablar de la coca en Popayán, afirman que "crece esta de una planta endeble, y que se enreda en otra a manera de la vid", lo que los llevó a cometer el segundo error de suponer que era igual al betel del Oriente, con el cual "no tiene diferencia alguna, ni tampoco la hoja" (Juan y Ulloa, 1748, I, 468-470; 469, 470). El betel asiático es la hoja del Piper betle L., que se adiciona a la nuez de la palma areca ( |Areca catechu L.), usada como masticatorio (Flückiger and Hanbury, 1879, 672). Otra cosa es que quisieran decir que la coca era un masticatorio, a la manera deI betel de los orientales.

También la usaban los indios de Puracé a fines de la guerra magna (Hamilton, 1955, II, 32).

Más al sur, en Almaguer, se cultivaba coca en el siglo XVI (López de Velasco, 1894, 422).

 

Pastos.

Había coca y se consumía en la región de Pasto y de los 425 tos en la segunda mitad del siglo XVI (López de Velasco, 1894,

Los quillacingas y pastos, tribus que ocupaban el territorio hasta donde precariamente se extendió el imperio incaico por el norte, a causa justamente de su rebeldía, fueron usados como mitimaes para trabajar en chacras de coca en las regiones del sur, algunas tan distantes como Mallama, cerca del lago Titicaca (Cappa, 1890, V, 448; Sañudo, 1938, I, 9).

Durante el período colonial, iban los "pastos" a comprar la hoja o a alquilarse como camayos o mayordomos, en las chacras de coca que

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constituían uno de los principales renglones de Pimampiro y Coangue, en el valle del alto río Mira (J. de la Espada, 1897, III, 134; Jijón y Caamaño: BSEHA, 1918, I, 55). Este aspecto se ha tratado en la historia de las actividades agropecuarias (Pestiño, 1966, 413-414).

Los dominicos del convento de Pasto tenían cocales en la región de Sandoná, cuenca del Guáitara, a mediados del siglo XVI, y los enajenaron a las monjas de La Concepción en 1593 (Sañudo, 1938, I, 70).

 

Ecuador interandino.

El consumo de la coca --quizá con fines ceremoniales --parece haber sido antiguo en el Ecuador interandino, a juzgar por figuras de cerámica, de edad incierta, qua representan varones con los carrillos abultados y priapos desmesurados en erección (Pérez de Barradas, 1957, 220). Algunas personas que viven actualmente en Cali y Florida, Valle deI Cauca, poseen ejemplares.

González Suárez cree que la coca la introdujeron los incas después de que conquistaron eI reino de Quito, unos cien años antes de la invasión española, por medio de los mitimaes o trasplantados del sur, y añade: "Tenemos como muy probable que cortes no era cultivada"; a pesar de lo cual supone que las tribus ecuatorianas la consideraban como una planta sagrada (González Suárez, 1890, I, 164-165; 148). Esta misma suposición, de que los incas propagaron el cultivo hacia el norte, ha sido sostenida por otros autores (Mortimer, 1901, 164). Al contrario, las excavaciones arqueológicas mas bien indican un uso del coqueo en el Ecuador interandino y en la costa manabita, anterior a la conquista incaica, como elemento cultural quizá procedente del norte (Jijón y Caamano, 1914, 96-98 y lam. XV, 188 y nota; 188-189; -----, 1920, 113 y nota; 164).

Cuando los españoles llegaron al altiplano, ya era el coqueo una costumbre tradicional, que -lo mismo que en el Perú- fue aprovechada como recurso económico y f fiscal. El 27 de enero de 1551 el cabildo de Quito estableció una diferencia en la tenencia de la tierra entre indios y españoles, buscando los antecedentes tradicionales: las de aquéllos estaban dedicadas desde el tiempo del incanato a sal, coca y ají (Rumazo González, 1934, II, 383). Mas tarde, para la tasación de tributos, también se estableció corno base el uso tradicional: los indios debían tributar en cosas de la tierra, y una de ellas era la coca (Garcés G., 1935, I, 67-68).

Donde el cultivo y comercio de la coca alcanzaron mayor entidad durante el período colonial, en el actual territorio ecuatoriano, fue en el área de los pueblos pastos, o sea la cuenca del río Mira. Uno de los lugares de producción era Quilca (J. de la Espada, 1897, III, 125, 126).

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Pero fue en Pimampiro donde alcanzó la plenitud. "Tienen los indios de Pimampiro [dice la relación de ese partido de Otavalo, hecha en 1582] y parte de los de Chapi sus sementeras de coca y algodón y maíz y otras legumbres(...) Son estos indios de muy poco trabajo [se entiende como mitayos o peones en fincas de españoles], por causa del rescate de la "OCA, porque están enseñados que los indios extrangeros que les vienen a comprar la coca les labren las dichas chácaras de coca para tenerlos gratos, porque no vendan la dicha coca a otros indios, y estos son como feligreses [clientes o parroquianos] que dicen. Son estos indios deste valle tenidos por ricos entre los domas naturales deste distrito, por caso del resgate de la coca, porque por ella les traen a sus casas plata, oro, mantas, puercos, y carneros y todo lo necesario que han menester; por esta causa son estos indios muy malos labradores, y los que entre ellos no tienen coca, se alquilan por días y semanas para labrar las chácaras del con que se alquilan... las chácaras de coca y algodón, que están en el valle, riéganlas con el agua del río grande(...)Los naturales desta tierra no tienen otros tratos ni grangerías sino es el de la COCA..." Permanentemente iban allí a obtenerla los indios de Otavalo, Caranque, Latacunga, Sigchos y Pasto. Los de esta última región, como se ha visto, trabajaban en calidad de mayordomos o camayos (Ibid., 129-130, 133, 134). A estos cocales de Pimampiro se refiere Ordóñez de Ceballos, que fue cura allí a fines del siglo XVI (Ordóñez de Ceballos, 1947, B. A., 289-290). En 1631 fueron acusados los jesuitas de tener en esa localidad cocales de que sacaban grandísimo aprovechamiento (Jouanen, 1941, I, 136).

Al sur de Quito, informaciones de la misma época que las de Pimampiro, establecen que en jurisdicción de Cuenca, los nativos de Paccha compraban la coca a los que la producían en los va lles cálidos. En Leoquina y Pacaibamba, en la cuenca del río Tamalaycha o Jubones, la población iba en disminución, quizá por insalubridad, "y ansí no se cría cosa nenguna sino tunas, aunque en tiempo pasado tenían toda la tierra cultivada de chácaras de coca; hoy día no la hay...'' (J. de la Espada, 1897, III, 165; 180). Había un poco de cultivo en Santo Domingo Chunchi, y algo de contratación en Alusí (Ibíd., 191, 195).

En tiempos pasados, según Salinas Loyola en su relación de 1572, los indígenas de Loja ofrecían en sus adoratorios, "especialmente una yerba que se dice COCA, de mucha estima entrellos; lo cual ya no lo hacen sino es (a) escondidas, porque se les ha advertido de la ofensa que hacen a Dios en adorar las criaturas, y por miedo del castigo con que se les ha prevenido" (Ibid., 215).

En la relación de los pueblos de la jurisdicción del corregimiento de Villardonpardo (Riobamba), de indios puruhaes, hecha hacia 1605, se habla de cultivos de coca en el valle de Pongua, a tres leguas de Hambato o Ambato; se daba mucha en Patate, y también la había en

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el valle de Pingila, perteneciente a la fracción de Pelileo (Torres de Mendoza, 1868, IX, 454, 461, 463).

Sobre lo arraigado que estaba el coqueo en el Ecuador interandino hay documentos notables. Uno es la carta del franciscano fray Antonio de Zúñiga al rey, escrita el 15 de julio de 1579, en que encabeza con esa costumbre de los indios las causales de que la evangelización haya sido sólo de forma y superficie, pues el uso de la coca es puramente de superstición y hechicería. Propone que se arranquen todos los cocales y se dé por esclavos a los indios que cultiven la planta. Reconoce los inconvenientes de poner en práctica esta medida, porque muchos españoles, incluyendo algunos religiosos (aunque no tanto como en el Perú), viven de esa granjería (Compte, 1885, I, 42; 43-44; 60).

Otro documento es también una carta al rey, esta vez del inquisidor Juan de Mañozca, quien es Tuvo en Quito en el período 1623-1628, contra los frailes agustinos y dominicos: "Toman, Señor, en estas dos religiones, con grande disolución, la coca, yerba en que el demonio tiene librado lo más esencial de sus diabólicos embustes, la cual los embriaga y saca de juicio, de manera que enagenados totalmente dicen y hacen cosas indignas de cristianos, cuanto más de religiosos. Juzgo que si la Inquisición no mete la mano en esta infernal superstición, se ha de perder esto... " (González Suárez, 1893, IV, 164-165 y nota 8).

 

Cuenca amazónica.

En los dominios de los pueblos de la Coca, vertiente oriental de la cordillera ecuatoriana, se fundó en la década 1560-1570, la ciudad de Avila (J. de la Espada, 1897, III, clxxii). No parece ha ber ninguna relación; pero los cofanes tenían cocales en esa época (Ordóñez de Ceballos, 1947, B. A., 268; 297).

Algo crepuscular es la información dada en 1662 por un autor portugués, de que el río Coca, al oriente de Quito, trae su nombre de una yerba que allí cultivaban los naturales con el mayor cui dado (Heriarte, 1874, 64). Quizá alguno de los portgugueses que acompañaron a Pedro de Teixeira dio la noticia.

En la época de las misiones jesuíticas (segundo cuarto del siglo XVIII), los pebas o pevas cultivaban la planta, y en la ceremonia que hacían --quizá ya sincretizada --equivalente al bautizo de los católicos, procedían así: "coxe la Madrina con los dedos un poco de coca molida y se la pone en la boca de la ahijada; pasa a hacer lo mismo con su Madre de la criatura; de ay uno por uno, a los demás combidados, acabándose essas funciones con lo ordinario de bevidas y danzas". La información es de 1740 (Magnin: RI, 1940, I, 171; 166). La región

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ocupada por estos indígenas era la del Ambiyacu, cerca de la confluencia con el Amazonas. Hoy es tribu prácticamente extinguida. Hay que hacer notar el uso da la hoja pulverizada, que es característico en el área amazónica.

En la localidad de Ega, elevada a Villa en 1759 (Baena, 1839, 411-412), situada en los esteros de la confluencia del Purús con el Amazonas, y poblada por los portugueses con indios "descendidos" janumá, tamuana, sorimâo, jauaná, tupivá, achouarí, júma, mamo, coretú, xama, pape, jurí, uayupí y cocrúna, del 19 al 21 de septiembre de 1774 estuvo en visita oficial, el intendente de la capitanía general del Río Negro, Francisco Javier Ribeiro de Sampaio. He aquí lo que él mismo refiere: "Entre os diversos uzos, que observei nos indios desta villa, foi hum delles o do ipadú, do qual darei as noçoes, que pude alcançar. O ipadú he humo planta de mediana grandeza, cujas folhas do tamaño das do louro | [6] da Europa sâo as que servem para a composiçao chamada do mesuro nome. Torradas estas folhas se reduzem a pó em hum pilâo, misturando-se-lhe a cinza da folha da ambaubeira | [7] . Deste pó subtilissimo á maneira de tabaco, e de cor esverdeada, enchem a boca com tanta quantidade, que ficâo as bochecas como inchadas, e pouco a pouco vâo engolindo o dito pó, mas renovando na boca, tantoque va¡ diminuíndo, para que as bochecas se conservem sempre cheias. --As virtudes do ipadú, dizem que sâo, aliviar o pezo do sono, semque caute damno o nâo dormir, e por isso os indios usâo principalmente de noute deste exquisito remedio, de que fazem tanto cazo, e gosto; para assim se conservarem em huma doce innacçâo, em que os Americanos, que vivem entre os Tropicos, poem o summo bem" (Ribeiro de Sampaio, 1825, 34). Es difícil saber de dónde procedían la planta y la costumbre de consumirla, pero todo hace suponer que fue de alguno de los tributarios superiores del Amazonas, especialmente el Putumayo y el Caquetá, de donde los portugueses sacaron muchos esclavos (Bates, 1962, 312, 313-314; 342). En 1857 se preparaba con muchas ceremonias el polvo de coca en el río Sapó, afluente del Jutahy (Ibid., 435).

Los huitotos cultivaban la coca a principios del presente siglo, bajo el nombre de JIPIA; y la mezclaban para tomarla, con ceniza de yarumo, o sea de idéntica manera a la observada por Sampaio 130 años atrás; aun los pocos blancos que empezaban a entrar entonces por el Putumayo, se habían acostumbrado a tomar la yerba y la andaban cargando (Rocha, J., 1905, 134; Hardenburg, 1913? 160-161). También la cultivaban y consumían los negros y mulatos de Descanse, en el alto Caquetá (Rocha, J., op. cit., 16-17).

Poco a poco la costumbre ha debido irse extendiendo por el Amazonas, con las continuas migraciones de tribus para escapar de los blancos, pues ya en el segundo cuarto del siglo XIX Mar tius la halló en varias partes, bajo el mismo nombre de ipadú (Martius, 1939,

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124 nota), que se ha vuelto predominante en el Brasil (Hoehne, 1939, 151, 151-152; Ducke, 1946, 14).

A mediados del siglo XIX, Spruce registró el uso en la boca del Río Negro y entre los barrés de Camanaos (Spruce, 1908, I, 217; 313, 315; 11, 446-448).

Recientemente, se ha encontrado una variante en el uso tradicional del área amazónica, variante que consiste en la adición de la resina de la Burserácea |Protium heptaphyllum March.., la misma que se solía adicionar al achiote, como se ha visto al hablar de |Bíxa orellana en el capítulo XVI, a la ceniza de las Cecropias o Pourouma cecropiaefolia Mart., antes de revolver la ceniza con la hoja triturada. Esta variante se ha hallado entre los tanimukas del Peritomé, caño afluente izquierdo del Piraparaná (Schultes: HUBML, 1957, 17, N° 9: 241-246;, 1960, 166-167; Uscátegui: RCA, 1954, III, 280-286), y entre otras tribus del Caquetá (Cartagena, 1951-1953, 82; 87). Aquí la preparación de la hoja se hace siempre de noche y está reservada a los varones, lo que indicaría matices mágico-ceremoniales (Ibid., 87).

La penetración de los portugueses Río Negro arriba empezó en el primer cuarto del siglo XVII en forma paulatina, pero firme. La vaguedad de los límites con las posesiones españolas, hacía que las expediciones portuguesas se realizaran dentro de la mayor reserva posible, y que obedecieran a la hábil estrategia de ir estableciendo puestos fijos cada vez más arriba, como bases de avanzadas de gran movilidad que seguían adelante a "bajar" indios esclavos y otros productos naturales. Ello es que cuando los jesuítas españoles y la expedición de límites que subió por el Orinoco llegaron al Casiquiare, ya habían sido precedidos por los portugueses volantes que comerciaban con los indígenas o los esclavizaban (Gilii, 1965, I, 49, 50, 53, 54, 55-57; III, 118). Nada se sabe sobre el usa de la coca en esa temprana época entre las tribus del Río Negro y de sus afluentes superiores.

La lista de las tribus amazónicas que usan coca en la actualidad es bastante larga. Tessmann señala las siguientes: omagua, kokama, kampa, pánobo, kaschibo, amahuaka, nokaman, koto: piché, lamisto, kichos, aguano, bora, kandoschi, ssabela, uitoto, muinane, mayoruna, tschayahuita, tschmikuro, chebero, omurana, yagua, auischiri, ssimaku, ikito, záparo, okáima, yameo (Tessmann, 1930, 54, 72, 90, 112, 135, 165, 177, 196, 214, 226, 242, 260, 272, 285, 300, 319, 332, 372, 387, 402, 425, 448, 464, 479, 517, 539, 551, 569).

Se deben plantear, sin pretender resolverlas, algunas cuestiones que suscita el uso de ceniza de Moráceas en la cuenca amazónica, en sustitución de la cal natural u orgánica, para acom pañar la hola de coca. Aunque existen caracoles cuya caparazón pudieron aprovechar las tribus selváticas, pues varios de ellos les sirven de alimento, como los |Ampulariae (Bates, 1962, 74), quizá la economía del esfuerzo o

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motivos religiosos les indujo a utilizar la ceniza de los árboles más frecuentes, como son Ios Cecropias. Los peruanos altoandinos usaron también el tallo incinerado de la quinoa ( |Chenopodium quinoa Willd.) (Cobo, 1890, I, 474). No habría que buscar el origen del uso del bayo entre pueblos que acostumbraban incinerar y reducir a polvo los huesos de sus muertos, para tragarlos con chicha u otras sustancias durante las ceremonias funerarias?

De no menor importancia es el asunto de la existencia de varices especies de Erythroxylon en estado espontáneo en la cuenca amazónica (Spruce, 1908, I, 70; II, 446). Esto plantea la duda de si el uso en lu parte serrana del Perú procedió desde el oriente, o si se desplazó a lo largo de la cadena andina.

 

Perú.

El uso del hago estaba extendido en la porción suramericana al norte de la Iínea ecuatorial, a la llegada de los europeos, como se ha visto documentalmente en los subtítulos anteriores. Este he cho quedó minimizado cuando, al ser descubierto el Perú, la atención de los recién llegados se centralizó en esa región. La coca figuró como una novedad, de la que todos se hacían lenguas "Traen una hierba, que la hoja della es menuda como la murta o arraihán | [8] , cuando andan en la guerra e fuera de ella, que con los polvos desta hierba se pueden sostener dos días sin comer e sin beber, con solamente traerlos en la boca; a esta hierba llaman COCA, e tiénenla en mucha estimación, e críanla con mucho regalo, y es como digo, a manera de murta la hoja, algo mayor" (Oviedo y Valdés, 1959, V, 105).

Es fenómeno conocido en la historia que los usos y costumbres de los pueblos más adelantados y de mayor influencia política o económica, se imponen sobre los de pueblos menos favore cidos, independientemente del valor intrínseco del uso o costumbre. Sobre todo la ierarquización estatal y administrativa, tan grata a los españoles, pues facilitaba su dominio sobre los pueblos indígenas, traio consigo la mayor difusión de las costumbres y ceremonias de los peruanos, que las de otros grupos suramericanos. Además, en el Perú --si disminuyó la población indígena a consecuencia de las guerras, epidemias y exceso de trabajo, como en las demás posesiones hispanoportuguesas --no fue en el grado drástico y radical de otras áreas, donde las tribus tenían menor maleabilidad para plegarse a las imposiciones de los nuevos dominadores. Así, se pudo conservar allí más vigorosa la tradición cultural. Cuando fue conquistado el Perú en 1531, los pueblos costeros de Tierra Firme (Venezuela, Nueva Granada, Panamá), a quienes se sindicó de caníbales, habían sido diezmados ya en grado increíble mediante la esclavitud sistemática. Entonces, con la gente, desaparecieron o perdieron importancia muchas costumbres antiguas.

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Ahora bien, los datos conocidos hasta el momento, indican que los peruanos altiplánicos recibieron la coca desde el flanco oriental de la Cordillera andina o de las planicies adyacentes al piedemonte, región conocida como Antisuyu, en la cual el dominio de los incas fue mucho menos efectivo y constante que en las otras tres regiones geográficas del imperio (Gutiérrez Noriega et al, 1947, 20-21). Se ha atribuído al Inca Yupanqui haber establecido el sistema de cultivar coca en el oriente por medio de mitimaes, indios rebeldes de varias partes del imperio (Cieza, 1880, 63, 86, 89). Otras fuentes atribuyen al sexto inca, Inca Roca, por intermedio de su capitán Otorongo, la introducción del uso de la coca desde el oriente (Poma de Ayala, 1944, 104, 332, 154). Sea como fuere, en la época incaica el cultivo y beneficio de esta planta estuvieron confinados a las comarcas húmedas, calientes y malsanas (para los serranos) del flanco oriental de la Cordillera, especialmente en el sector más cercano al Cuzco, capital del imperio (Cieza, 1880, loc. cit.; 230; Lizárraga, 1946, 114; Anónimo, 1958, 21; 31). Pero debió ensayarse también en las zonas yungas o calientes del flanco occidental, pues parece que se conocían dos clases de coca: la tupa-coca de los llanos o costa, y la mumus de los Andes (Morúa, 1946, 138).

El cultivo se intensificó durante la dominación española, sin que variara mucho la ubicación geográfica. A mediados del siglo XVI, el área principal iba de Huamanga (Ayacucho) (J. de la Espada, 1881, I, 97-98; 102; 120-122), hasta La Plata o Chuquisaca (Cieza, 1924, 281-282), incluyendo los yungas de La Paz (J. de la Espada, 1885, II, 67, 75; Concolorcorvo, 1946, 154-155); en el valle de Paucartambo (Vázquez de Espinosa, 1948, 557); y luego al oriente de Lima (Huanuco?) (Ibid., 443). En el tercer cuarto del siglo XVIII ya era la coca el principal cultivo en Chinchao y Pozuzo, hasta el punto de que fuera de ella apenas se sembraba lo indispensable para comer (Ruiz, 1952, I, 153, 169; 293). Más o menos la geografía del cultivo se ha mantenido así hasta el presente (Parodi, 1935, 125-127; Krickeberg, 1946, 400).

Esto trajo consigo varias consecuencias. En primer lugar, por razones climáticas, el colla o indio altiplánico perecía rápidamente al llegar a las para él insalubres zonas húmedas de la ceja de montaña. Si se deseaba obtener coca, había que proveer mano de obra. El confinamiento compulsorio adquirió varias formas. Durante la dominación incaica lo preferido fue el mitimae, alimentado en primer término por los grupos rebeldes, la mancha más atroz para todo régimen totalitario (Cieza, 1880, 63, 86; 230; Cappa, 1890, V, 448; 4:45-448), y en segundo, a los condenados por delitos graves, como los homicidas que habían provocado riña (Cobo, 1892, III, 238; -----, 1956, II, 116). En la época colonial lo preferido fue la mita o turno.

Era frecuente que quienes iban a trabajar en las regiones cocaleras se consumieran en ellas. Primero por la angustia de sentirse confinados en un medio, que como la tierra caliente, ha provocado siempre el

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pavor de los pueblos de altura, fenómeno evidente en la Nueva Granada antes de mediados del siglo XIX, en que empezó el proceso de ocupación o reocupación del valle del Magdalena, y también en nuestros días con los collas bolivianos que, pese a las facilidades de la ley agraria, se resisten a establecerse en Santa Cruz de la Sierra y otras regiones orientales. Después diversas enfermedades endémicas exigieron elevado tributo, entre las cuales la más temida por sus consecuencias deformadoras fue ?a utta o leishmaniasis (Cieza, 1880, 230; Tello, 1909, 97-106; Arcos, 1933. 85; Riquelme Salar, 1950, 121; Lastres, 1956, 121-122).

Para tratar de paliar la dilapidación de la mano de obra, se dictaron en el período colonial medidas restrictivas de los abusos, y se reglamentó el trabajo en los cocales. Estas, como la mayor parte de las disposiciones laborales de la época, nunca fueron cumplidas a cabalidad. La más célebre es la ordenanza expedida por el virrey Toledo, unos dicen que el 3 de octubre de 1572 (Lorente, 1867, I, 125-I43), otros que el 11 de junio de 1573 (Cappa, 1890, V, 356). En cédula de 24 de noviembre de 1601, dirigida al virrey Luis de Velasco, se le ordenó hiciera cumplir en Charcas y el Cuzco tales ordenanzas, en cuanto no se opusieran a las nuevas disposiciones sobre trabajo de los indígenas (Torres de Mendoza, 1873, XIX, 157-158).

Al hablar del hoyo en la Nueva Granada, y de lo difícil que es pronunciarse sobre la difusión que pudo tener el consumo entre la masa de la población, se recordó que hay discrepancia sobre esto también en el Perú (Gutiérrez Noriega et al, 1947, 23-24). Parece haber implícitos en la cuestión motivos de índole política. La tendencia, a partir de mediados del siglo XVI, consistió en buscar argumentos para justificar legalmente la dominación hispánica, como sustitutiva de un régimen tiránico por parte de los inca. Interesaba pitar a éstos como detentadores de muchas cosas que les eran negadas a los súbditos comunes y corrientes. En la coca esto es muy probable, porque no es el único caso en que la clase o casta señorial usufructúa casi exclusivamente ciertos elementos de cultura material. En tratándose de plantas ilusionógenas, narcóticas o estimulantes, este fenómeno, sin embargo, no fue exclusivo de ?os peruanos. Entre mejicanos y mayas el uso del cacao tenía también carácter oligárquico. El manipuleo de ciertas plantas medicinales y drogas, ha estado en muchas partes como que monopolizado por el pioche o sacerdote, por lo menos para conjurarlas si 1-as ha de consumir otro. No se remite a duda que ciertos elementos (aunque no sea en virtud de medidas compulsorias dictadas por un gobierno) parecen como patrimonio casiexclusivo de ciertas clases sociales o de ciertos grupos, y son poco o nada usados por el resto de la gente. Esto es claro también para el vestido. Es natural que llegue el momento en que --sobrepasadas las barreras sociales, económicas o culturales --ciertas costumbres se difundan.

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Pero la coca era en el Perú, independiente de las consideraciones anteriores, una planta de amplio uso ceremonial entre la masa de la r. oblación, como ofrenda, o como remedio. Es notorio que para que adquiriera la categoría de planta mágica, utilizada en ofrendas religiosas, debió haber suscitado previamente el consenso de gua tenía propiedades especiales de producir alivio y bienestar o euforia, y este consenso no podía obtenerse si el hábito estuviera confinado a unos pocos centenares o millares de sacerdotes y altos funcionarios. En materia de usos, no se pueden establecer reglas fijas. Unas veces el uso se origina en la clase inferior de la población, y puede ganar favor en las clases altas, que lo adoptan sin variación o lo modifican; otras es a la inversa, que habiendo empezado dentro de un círculo oligárquico, va descendiendo a otras capas sociales y generalizándose. De todo hay ejemplos.

El descubrimiento de las minas de Huancavelica, Potosí otras, tuvo mucha influencia en el desarrollo prodigioso que alcanzó el uso de la coca durante la dominación española. Recuérdese que estos hechos ocurrieron a partir de mediados del siglo XVI. La mita de minas concentraba en ciertos lugares una gran masa de trabajadores semiforzados, que vivían en condiciones precarias. En tales circunstancias, cualquier paliativo del hambre (pues el mitayo tenía que llevar desde largas distancias su propia comida, y ésta se acababa pronto) sería ávidamente recibido. Tanto más cuanto que la coca mitigaba la desesperación de verse confinados en galerías húmedas, y la peor de no poder escapar a la servidumbre. Esto indudablemente aumentó el consumo de la yerba. De contera, el mayor consumo imponía estimular la producción e intensificar el transporte.

En pequeño, se ha visto atrás que los indios cultivadores de coca de Pimampiro, en el alto valle del río Mira, constituían en 1582 un grupo relativamente rico, que se permitía mantener trabajadores asalariados y ejercer una influencia social y económica importante. "Son estos indios deste valle tenidos por ricos entre Ios demás naturales deste distrito, por caso del resgate de la coca, porque por ella les traen a sus casas plata, oro, mantas, puercos y carneros y todo lo necesario que han menester... " (J. de la Espada, 1897, III, 130). La riqueza elimina desigualdades sociales. En Guamanga en 1557, con el aumento de la producción, obtenían trabajo muchas personas, especialmente mujeres (J. De la Espada, 1881, I, 97-98). Aun eI jurisconsulto Ruiz de Matienzo era de opinión que el comercio o trato de la coca, no inhabilitaba a los españoles para ejercer oficios públicos (Matienzo, 19 10, 176). También en el alto Perú la riqueza producida por la coca elevaba el rango social (Otero, 1942, 46). Si así era para la producción y transporte --faenas serviles de acuerdo con la mentalidad española --con mayor razón para el consumo.

Aun en países ricos en metales preciosos, como el Perú, escaseaba a veces el numerario durante el período colonial, haciendo entonces las

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veces de tal los productos de mayor precio y más ordinario consumo. Así ocurrió con la coca (Acosta, 1954, 91; Otero, 1942, 278). Un cesto de coca, que pesaba unas 20 libras (J. de la Espada, 1881, I, 88), 0 22, de las cuales 18 de yerba y el resto de empaque (Lorente, 1867, I, 139-140; 125-143; Cobo, 1890, I, 475), valía en 1603 en Potosí 6 pesos ensayados (J. de la Espada, 1885, II, 128).

Un producto de semejante valor económico y comercial, debía estimular no sólo las fortunas privadas, sino el fisco real y los proventos eclesiásticos. En un principio se recibió la coca como objeto de tributo (Cieza, 1880, 69); organizada la hacienda colonial, se cobró la alcabala. En Perú y Bolivia durante la época nacional, la coca se ha convertido en uno de los soportes del sisttma fiscal y tributario. Por otra parte, mientras la iglesia, por intermedio de doctrineros como Arriaga, trataba de erradicar enire los indígenas el uso ceremonial y supersticioso de la coca (véase), se beneficiaba con el producto. El franciscano Antonio de Zúñiga en su citada carta al rey de 1579 es harto elocuente: "Y si V. M. quiere saber la causa porque siendo esta una cosa tan perniciosa no se ha dado noticia dello a V. M. para que lo mande remediar, es porque los principales hombres del Cuzco tienen grands sementeras Bella, de donde sacan cantidad de pesos de oro, y el obispo que había de clamar, calla, porque saca del diezmo Bella mucha parte de su renta... " (Compte, 1885, I, 44). Ese diezmo era allí tan opimo, que se alegó como argumento para pedir que se estableciera en dicha ciudad la sede del arzobispado del Perú (Matienzo, 19 10, 204; Garcilaso, 1945, II, 187).

Durante los años de 1548, 1549 y 1551 los rendimientos que produjeron los cocales del Perú, a raíz del descubrimiento de las minas de Potosí, fueron fabulosos, habiéndose vuelto ricos muchos encomenderos con esta granjería (Cieza, 1924, 281-282). Uno de ellos fue el cronista licenciado Polo de Ondegardo, a quien el virrey conde Nieva le encomendó 300 indios de coca, con 1.500 pesos anuales de renta (Porras Barrenechea [1962], 268). A fines del mismo siglo, "...en sólo Potosí monta más de medio millón de pesos cada año la contratación de la coca, por gastarse de noventa a noventa y cinco mil cestos de ella, y aun el año de ochenta y tres [1583] fueron cien mil... es el género sobre que se hacen cuasi todas las baratas y mohatras, porque es mercadería de que hay gran expedición" (Acosta, 1940, 286; -----, 1954, 116117), contándose entre los cuatro principales renglones del comercio (Borregán, 1948, 81). Aun Lima, siempre bien provista por mar y por tierra de todo lo indispensable para la vida, consumía grandes cantidades de coca a fines del citado siglo (Carletti, 1701, I, 79-80).

Hacia 1550, cuando Cieza de León recorrió el Perú, obtuvo informes sobre la importancia de la coca entre los antiguos. Más tarde el padre Arriesga pesquisó detalladamente el uso ceremonial, con el fin de restringirlo. Constató que los indios usaban COCAMAMAS o "madres de la coca", idolillos o representaciones hechas de varios materiales,

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para que los cultivos de la yerba aumentaran (Arriesga, (1620), 1920, 28). En un pasaje dice: "Coca es también ordinaria ofrenda, vnas vezes de las que ellos crían, o compran, y las más escogidas en las chácaras, que llaman de las Huacas, que para este efecto cultivan, y labran de comunidad, y dos leguas del pueblo de Caxamarquilla, orilla del río Huamanmayu, que es el mismo de la Barranca (porque no se da la Coca sino en tierra muy caliente) avía catorce chacarillas de Coca, que eran de todas las Huacas de los pueblos de la Sierra, y tienen Indios que las guardan, y cogen la Coca, y la llevan a los ministros de las Huacas a sus tiempos, porque es vniversal ofrenda a todas las Huacas, y en todas ocasiones. Estas chácaras se mandaron quemar todas" (Ibid., 45). Otros autores destacan también la importancia ritual de la yerba (Acosta, 1940, 286-287; -----, 1954, 116-117; 145, 160; Calancha, 1639, 371; Cobo, 1895, IV, 58-59, 83-84, 96, 135). Alguien llegó a proponer que se les negasen los sacramentos a quienes la comieran (Poma de Ayala, 1944, 278v., 269; 271; 265v - 267).

Sin terciar en la discusión no clausurada de los farmacólogos y médicos sobre la inocuidad o el efecto dañino de la coca, hay que añadir que se usó como remedio. Confusos son los da tos de Monardes, quien al hablar de las propiedades que se le atribuían en su tiempo a la coca como calmante de dolores y por su efecto tonificante, parece incorporó conceptos referentes al tabaco (Monardes, 1571, 24-25v; -----, 1574, 114-115). Pero quienes vivieron en el Perú a fines del siglo XVI y principios del siguiente, consignan el uso curativo de varios males. "Sanan de reumas i conservan la dentadura, i por esto dicen muchos Españoles que la mascan" (Calancha, 1639, 60). Cobo relata el caso personal de la cura de un dolor de muelas, y enumera una serie de afecciones en que se usaba la coca (Cobo, 1890, I, 476-477; -----, 1956, I, 214-216). Su incorporación a la terapéutica actual se ha considerado como una gran conquista (Riquelme Salar, 1950, 96). No se olvide lo dicho al principio de este capítulo sobre las "modas terapéuticas".

El cultivo de la coca fue uno en que las capacidades agronómicas de los pueblos prehispánicos suramericanos (no solamente los peruanos) se manifestaron en toda su plenitud, no habiéndose innovado nada en cuatro siglos (Pestiño, 1966, 158-159; Markham, 1880, 145-153; Mortimer, 1901, 235-239; Ernst, 1890, 236237).

 

SIMARUBÁCEAS

 

000 -- |Quassia amara L..

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Dio mucho que hablar en el pasado como medicinal, presunto remedio contra fiebres y males estomacales. Supuesto que sólo se ha cultivado como planta ornamental, se verám los datos en el capítulo pertinente.

 

BURSERÁCEAS

 

000 -- |Protium spp., y géneros afines.

Tratándose en la mayoría de los casos de árboles silvestres, en calidad de medicinales extractivos se estudiarán en el volumen dedicado a la historia de los recursos naturales.

 

MALPIGHIÁCEAS

 

196 -- |Banisteriopsis spp..

|Yajé, yojé y variantes, en las partes media y alta de los afluentes del Amazonas, del Caquetá, al Marañón.

|Cabí, capí o |caapi, en el Amazonas brasileño (Duche, 1946, 5, 6). La última forma sería puramente literaria, y no usada por la gente de la región que nunca duplica la a (Ducke, 1958, 4-5). |Kapij pertenecería al dialecto tariana (Barbosa Rodrigues, 1893, 54).

|Natema, en jíbaro (véase adelante).

|Ayahuasca; ayawáskha; hayahuasca; hayaguasca; hayacwaska, del quechua. En los cuatro primeros casos equivaldría a |bejuco de muerto; en el último, a |bejuco amargo, que parece ser lo más acertado (Tessmann, 1930, 242; Espinosa Pérez, 1935, 186; -----, 1955, I, 453; Lira, 1945, 75; 237-238).

|Nepi, nepe, en campaz o colorado (costa ecuatoriana) (Jijón y Caamaño, 1941, II, 156, 254). Quizá de aquí se ha derivado |dapa, nombre que le dan a dicho bejuco los cholos del |Saija, en la costa colombiana.

|Pildé, pindé, en la costa del Pacífico de Colombia y en parte de la del Ecuador (véase adelante).

Otros nombres indígenas abajo.

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El misionero franciscano Laureano Montesdeoca de la Cruz, en el relato (1647) de un viaje suyo a 1 a comarca que habitaban los indios encabellados, o sea en el Napo abajo de la confluen cia del Aguarico, viaje realizado en 1637, anota: "Aunque beben de sus vinos y de unas aguas que cuecen de unas raíces, no se embriagan, ni tal cosa vimos en el tiempo que allí estuvimos" (Compte, 1885, I, 159; Montesdeoca, 1942, 14).

El jesuíta Juan Lorenzo Lucero, en una carta en que relata sus aventuras y observaciones durante una entrada hecha al país de los jíbaros en 1682, se extiende sobre la manera como actuaban los brujos o piaches, elementos que más enemistad y oposición despertaban entre los misioneros. Señala que tenían chozas apartadas donde, para el ejercicio de su actividad, usaban varias prácticas, una de las cuales consistía en "beber el zumo de varias yerbas, cuyo natural efecto es embriagar al hombre con tanto vahído de cabeza, que está del todo y tan por los suelos, que bien se le hace la humildad de la ermita en que vive, adora y consulta al que tiene por trono, en pena de su soberbia, la yerta calavera de un embaidor" (J. de la Espada, 1889, Mar., 626). Enrevesada noticia que --si bien puede aplicarse a |Datura (véase) --no excluye a |Banisteriopsis. El cofrade de Lucero, Juan Magnin, en 1740, sí menciona taxativamente la AYAHUASSA (así) entre los remedios usados por los maynas, sin concederle particular atención (Magnin: RI, 1940, I, 164).

Pero su contemporáneo y cofrade Pablo Maroni, quien escribía en 1737, hablando también de los piaches o brujos, es más concreto: "Para adivinar, usan beber el zumo [del borrachero, nu meral 209J...; otros de un bejuco que se llama vulgarmente AYAHUASCA, ambos muy eficaces para privar de los sentidos, y aun de la vida, cargando la mano (Deste usan también a veces para curarse de enfermedades habituales, principalmente los dolores de cabeza). Bébele, pues, el que quiere adivinar, con ciertas ceremonias, y estando privado de los sentidos boca abajo, para que no lo ahogue la fuerza de la hierba, se está así muchas horas y a veces aun los dos y tres días, hasta que haga su curso y se acabe la embriaguez". En seguida describe los resultados obtenidos (J. de la Espada, 1889, Mar., 125-126). Como se ve, Maroni mezcla los síntomas de la embriaguez producida por las dos plantas de que ha hablado, el |Datura y el ayahuasca.

No siempre los datos de la época colonial son tan concretos. El jesuíta Manuel de Uriarte, en una carta escrita el 4 de noviembre de 1754 a su hermana María Francisca, de la orden de Santo Domingo, a Vitoria, España, le dice a propósito de los indígenas que vivían en Tururí, río Coca, tres días abajo de la confluencia con el Napo: "nunca se emborrachan del todo [con sus bebidas fermentadas de yuca y plátano], aunque beben tanto, sino con una raíz o corteza que llaman Yoco, que toman cuando quieren matar a alguno" (Jesuítas, 1942, Bog., 66). Es evidente que este dato debe atribuirse al YAGÉ y no al Yoco (véase numeral 199), que es estimulante y no narcótico. Nótese

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de paso la similitud de la observación con la del franciscano Montesdeoca de la Cruz citada en primer término, más de un siglo anterior. En otra obra del mismo Uriarte, en una referencia correspondiente a 1753, se habla del "cocó, una raíz motora de borracheras" (Uriarte, 1952, I, 89). Un cofrade contemporáneo menciona también el uso del HAYAC HUASCA por las tribus del Marañón (Veigl: Murr, 1785, 189; -----, 1789, 11 (XVII), 55-56; 138).

Esto no es extraño, pues en tiempos más recientes, la palabra YAGÉ ha sido confundida con otras similares, bien por diferencias dialectales de acuerdo con el lugar en que se hizo la observación, bien por la distinta notación fonética de los autores, o ya por errores de transcripción o de imprenta. Muchas veces viajeros apresurados --especialmente del grupo de los sensacionalistas --anotan informes suministrados a la ligera, sin tener oportunidad de observar por sí mismos las costumbres.

Bajo el nombre de YOJÉ menciona el cura José María Albis, quien en 1854 hizo un viaje por los ríos Mecaya, Senseya y Caneaya, afluentes del Caquetá, donde moraban los macaguajes, un bejuco con el cual los brujos o piaches hacían una infusión para tomar por costumbre, cuyos efectos eran similares a los de la tonga o borrachero: "i a favor del alucinamiento producido por este magnetismo vegetal, creen ver cosas desconocidas i adivinan el porvenir". Pero con este bejuco considerado venenoso, tomado en infusión en pequeñas cantidades, se curaban los dolores de huesos (Albis: POPAYAN, 1936, 31; 32).

Más lamentable, por la época, es la confusión en que incurrió Rafael Reyes. En el relato de su primera exploración de Pasto al Amazonas (1901?) consigna que en Putumayo los pagés o brujos indígenas se embriagaban con el jugo de una planta narcótica llamada Yoco (Reyes, 1920, 455; Castellví: CILEAC, 1946-1950, IV, 24-27).

Las noticias de los misioneros franciscanos y jesuítas, así como el informe de Albis, tuvieron poca difusión. No aparecen detalles en esta época, anterior a la mitad del siglo XIX, sobre el procedimiento seguido por los indígenas para preparar la bebida alucinatoria. El carácter ritual o supersticioso del uso, confinado a ciertas circunstancias de la vida o a ciertos elementos del conglomerado social (los brujos en primer término); la misma índole semimdgica de las alucinaciones o visiones producidas, todo conspiraba para que la costumbre no pudiera ser cabalmente sabida y entendida por los blancos, sacerdotes o laicos. Qué mucho, si todavía ahora no se conocen exactamente ni la identidad botánica de algunas de las plantas que se han solido denominar con el nombre de yagé, ni se sabe si se le mezclan a la preparación otras sustancias.

Casi simultáneamente, varios viajeros en el área amazónica al promediar el siglo XIX, dieron informes sobre el uso de esta planta alucinatoria. Uno fue el mencionado cura José María Albis (véase

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atrás). En la cuenca del río Negro, y concretamente en- el Vaupés, lo observaron con. diferencia de pocos meses en 1851-1852 dos científicos ingleses (Wallace, 1939, 381-382; 620-621; Spruce, 1908, 1, 325, 332; 11, 414-425).

El geógrafo Villavicencio y el mismo Spruce observaron la costumbre en el orienie ecuatoriano, el primero entre los záparos, santa-marías, mazares y anguteros (Villavicencio, 1858, 371-373), y el segundo en el área entre el Ucayali y el Marañón por el flanco cordillerano.

Hasta donde puede saberse por los escasos datos seguros que hay sobre la materia, el uso del yajé obedeció a variaciones locales, según las tribus. Parece que en la mayoría de ellas sólo les era permitido a los pioches y a los adultos en ciertas circunstancias, vedándose a las mueres y a los niños (Villavicencio, op. cit., 373). Los cocamos que hasta hace pocos años tomaban JAÚMA, pues así le llaman, lo hacían antes como preparativo de expediciones guerreras, con participación en la bebida de todos los varones, "aun los jóvenes y muchachos de alguna edad" (Espinosa, 1935, 136-137). Este mismo autor dice haber observado la costumbre entre los piojés del Napo en forma colectiva, "con el aparato y misterio de un acto social de culto" (Ibid., 148).

Los estudios más completos sobre el uso del yagé, por testigos presenciales de la preparación y de los efectos, durante un tiempo suficientemente prolongado para que sus observaciones tengan cierta garantía de certeza, son los de Reinburg (1921) y de Rafael Karsten (1912-1918; 1935). Como el primero hace énfasis en los efectos producidos, se discutirá adelante.

Para los jíbaros del Ecuador el NATEMA es planta mágica, así como la bebida que con ella se prepara (Karsten, 1935, 115; 381); lo mismo que para los canelos (Ibid., 391). Como tal, sólo los hombres la preparan, así como otras bebidas en que entran sustancias narcóticas (véase numeral 209) (Ibid., 115). En ocasiones especiales, la parafernalia se matiza con otras prácticas concomitantes, como tocar cierta clase de instrumentos musicales (lbid., 111, 437-438), o asociar la bebida con la pintura facial a base de achiote, que refuerza la protección (Ibid., 437) (véase capítulo XVI). A veces una estaca de yuca colocada en las vasijas en que se hierven el natema y el Datura, obra como talismán estimulante de la virtud de ambas bebidas y del tabaco (Ibid., 344). Las interdicciones y restricciones que se imponen los hombres para plantar el natema, pues a fuer de vegetal masculino sólo a ellos compete la siembra, forman parte del ambiente mágico que rodea ala planta; una de tales restricciones es la del comercio sexual (Ibid., 142, 217).

Participan en la bebida ambos sexos, pero en diferentes circunstancias de tiempo y Iugar Entre los hombres, el curandero toma yapé para prepararse cuando necesita conocer la enfermedad que aqueja a alguno y los medios de combatirla (Ibid., 436); cuando

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quiere conocer cómo debe defenderse de sus rivales de oficio o de sus enemigos; a simplemente para hechizar a alguno (Ibid., 437-438, 406-407). Asimismo, cuando el curandero se inicia en el oficio, en las ceremonias de investimiento, que duran varios días, bebe tabaco y natema cotidianamente (Ibid., 400, 404).

Los varones de la tribu, especialmente los guerreros, ingieren natema antes de expediciones de guerra o represalia, para saber qué suerte han de correr en ellas (Ibid., 260). Otra ocasión es la de la fiesta de la victoria.

Las mujeres la toman especialmente durante las ceremonias agrarias, supuesto que ellas son las sembradoras de plantas hembras, como la yuca, el maní y otras (Ibid., 125, 128; 435-436).

En el segundo día de la fiesta de la victoria, que por eso se llama natemá-umartinyu = bebezón de natema, todos los asistentes toman la bebida (Ibid., 343-346).

En la fiesta que dedican a los perros, les hacen tomar el yapé incluso a estos animales (Ibid., 170).

También varía la manera de preparar la bebida, de acuerda con el f in específico con que va a ser usada. Para la mencionada fiesta de la bebezón, sólo se hierven los componentes durante una hora. Todos, aún los muchachos, beben, esta vez en vasijas ornamentadas, hasta medio litro; vomitan, pues al principio obra como emétfco, y vuelven a tomar y vomitar por tres veces (Ibid., 345, 435-436, 438). Luego salen a soñar en ranchos separados de la casa (Ibid., 345-346).

Para ejercer su f unción de curandero, el piache toma yapé que ha hervido un día entero (Ibid., 413, 436), a fuego lento. Primero bebe, de noche, un poco de tabaco, invocando al espíritu de esta planta, y luego, el natema de un tirón (Ibid., 413-414); repite éste hasta cuatro veces, pues el objetivo es intoxicarse, provocando un estado de excitación durante el cual danza, y en el sueño que sigue puede conocer la causa de la enfermedad que debe curar (Ibid., 417, 418).

Asimismo, parece que hay diferencia si la parte utilizada es simplemente eI tallo o sólo la porción basal de éste; cercana a las raíces (Ibid., 343, 344; 433). Esto aclara algunas de las informaciones de misioneros, que se refieren a la "raíz".

 

Medicina.

La mayor parte de los que han escrito sobre yapé, se refieren solamente a las propiedades narcóticas y alucinantes de la bebida. Como siempre, las cos lumbres indígenas son mucho más complejas

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de lo que se suele suponer. El yagé se usa también como medicina, principalmente como vomitivo (Karsten, 1935, 345; 433; 436; 508), pero también contra las fiebres, en este caso mezclado con tabaco (Ibid., 507). Ya se dijo que los macaguajes a mediados del siglo XIX lo usaban para curar "dolores de huesos" (Albis, 1936, 32). Era la principal medicina al pie de los Andes (Spruce, 1908, II, 438). A un viajero le informaron en Umbría, Putumayo, que el yagé sólo, se usaba para malaria con resultados seguros (Morton, 1931, 488). Otros informes sobre este aspecto se dieron atrás (Maroni: J. de la Espada, 1889, Mar., 125-126).

 

Composición.

Fueron investigadores colombianos los que primero estudiaron la composición química del yagé, desde principios del presente siglo. Los nombres de Zerda Bayón, Barriga Villalba y Fisher Cár denas están vinculados a esta empresa. Posteriormente, científicos de otros países han ensanchado el conocimiento sobre este alucinógeno. Se ha llegado a saber que la yageína es la misma harmina que se halla en otras plantas del Viejo Mundo, especialmente la |Peganum harmala L., de las Zigofiláceas, llamada ALHARMA en España (Font Quer, 1962, 423-424).

La dificultad de obtener material botánico completo y suficiente cantidad de tallos, hojas y raíces para análisis, ha demorado la identificación del completo de plantas que se conocen bajo el nombre general de yapé, y el estudio de sus componentes. Pero se va definiendo ahora que hay por Io menos dos principios diferentes, de acuerdo con la clase de planta usada. El yagé común y corriente, cultivado, que puede ser |Baniseriopsís inebríans Morton (Cuatrecasas, 1958, 511-512), o aun |B. caapí (Spruce) Morton (Ibid., 506-511), contendría harmina I y huellas de otro alcaloide que podría ser harmalina o methoxy-6-N-dimetyltryptamina; mientras que |B. rusbyana (Niedz.) Morton (Cuatrecasas, op. cit., 494), colectado como YAGEÚCO ú OCOYAGÉ (véase adelante), contendría una sola base, identificada como N-dimetyltryptamina II, señalada previamente en granas de varias especies de |Anadenanthera, que son también narcóticas (Poisson, 1965, 242; Friedberg, 1965, 421). Los efectos de estos distintos alcaloides son asimismo diferentes (Friedberg, op. cit., 432). Al mencionado en último lugar se le ha atribuido que produce lá visión azul (Morton, 1931, 487).

 

Cultivo.

El yagé es otro ejemplo de planta que mantiene en la misma área de origen la condición de silvestre y de cultivada. En repetidas ocasiones

217

a lo largo de esta obra, con otras especies ame ricanas, se há llamado la atención sobre tal circunstancia y se ha tratado de explicarla.

En 1852, el botánico Spruce halló matas cultivadas aquí y allá, en las cercanías de la casa que habitaba el cacique tarianá Calixto, de Yavareté, en el Río Negro, donde es ahora lá frontera de Colombia-Venezuela y Brasil (Spruce, 1908, I, 325).

En 1920 los záparos de San Antonio de Curaray mantenían plantas de yagé sembradas cerca de sus viviendas (Reinburg: JSAP, 1921, XIII, 31; Pardal, 1937? 314).

Por esta misma época se conocía yagé sembrado en el río Cajambre y quizá en el Naya, costa del Pacífico del Valle del Cauca, de donde se llevaron matas para propagar en Cali (Rojas BEV, 1925, 95 y sigtes.). En la región del Naya se distinguen por la gente dos clases: "pildé negro", que sería el más efectivo, y "pildé blanco" (Información de Miguel Santos Mosquera). También del Caqueté se llevaron por esa época estacas y plantas a Cali (Rojas, op. cit., 103); luego lo había plantado allá, como se demuestra por otras fuentes (USNH: Pérez Arbeláez, 639, 1930, "yajé", Florencia; Hammerman: RBA, 1930, X, 602: Getucha).

Quizá como un relicto de las introducciones hechas a Cali, se colectó en 1942 en lá hacienda "Valparaíso", de Tuluá, por Cuatrecasas y Dryander, la muestra 14372: "bejuco cultivado, procedente del Caquetá" (USNH). De este material se llevó al bajo Calima en 1946 (Patiño, 1947, 22).

Hay que advertir también que del material llevado a Cali por 1923-1930, unas veces obtenido en la costa del Pacífico, otras en el Caquetá y otras en el Putumayo vía Nariño (Rojas, op. cit.), se envió parte a Francia y a Bélgica para estudios científicos. Una de estas muestras está mencionada en la literatura (Gagnepain RBA, 1930, X, 293), _Y en reciente publicación ha sido dada equivocadamente como del Cauca, Ecuador (Friedberg, 1965, 418).

El botánico Ducke cuenta que en 1929 obtuvo estacas de capí en una casa indígena donde lo tenían plantado, en el río Caricuriarí, afluente del Río Negro; primero las plantó en el Campo Experimental de Cachoeira Grande, suburbios de Mancos, y de allí llevó material al Jardín Botánico de Río de Janeiro en 1930 (Ducke, 1958, 1-2; USNH: Ducke, 153, 1936, "caapí", Manaos). En 1931, consiguió otras estacas de "ayahuasca" en Loreto, Perú, que también fueron llevadas posteriormente a Rio (Ibid., 1958, 2). Se cultiva cerca de Mancos, y más raramente en Belem del Pará (Ibid., 4).

Hay informes de un tipo de yapé cultivado en la parte limítrofe de Colombia y Perú en el Putumayo (Morton, 1931, 487; USNH: E. P. Killip

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y A. C. Smith 29486, 1929, "ayahuasca", San Antonio, río Itaya, Loreto; -----, 29825, 1929, "ayahuasca", Iquitos).

Entre 1914-1918 se conocían plantas de natema cultivadas por los jíbaros del oriente ecuatoriano (Karsten, 1935, 437). Queda dicho cómo, siendo una planta mágica considerada masculina, la siembran sólo los hombres, sometiéndose a un ritual complicado (Ibid., 124, 142; 217).

Con antecedencia se ha señalado el cultivo entre los colorados y cayapas de la costa ecuatoriana (Karsten, op. cit., 433). La botánica Inés Mejía colectó en 1934 la muestra 6636, de "nepe, ayahuasca", en la hacienda Santa María, del cantón Vinces, provincia de Los Ríos, Ecuador (USNH). Debió ser de esta zona donde los andariegos indígenas chocoes introdujeron un tipo de DAPA o PILDÉ a Ios ríos Sana y Naya y al Chocó, donde las referencias lo han señalado de tiempo en tiempo.

Los cofanes han cultivado yapé en el Putumayo y en su afluente el Sucumbíos, que constituye frontera entre Colombia y el Ecuador (USNH: Cuatrecasas 10599, 1940, "yapé", Puerto Porvenir, arriba de Puerto Ospina hacia La Loma; -----, 11061, 1940, río San Miguel, entre afluentes Bermeja y Conejo", "yajé"). Hernando García Barriga colectó la muestra 1441 S en 1952, con estos datos: "cají-idirekai" (makuna); "yapé", "kapi" (yukuna), en el río Apaporis, sitio Jino-Gojé, entre los ríos Piraparaná y Popeyacá (Amazonia-Vaupés ((USNH: Schultes, 1960, 173).

FIG. 33. |Banisteriopsis caapi (Spruce) Morton. Una de las

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plantas de "yagé". a), ramas con flor y fruto (x1/2); b), flor desprovista de periamo (x5); e.), gineceo (x5); d), detalle del ápice del estilo (x20). Reproducido de Cuatrecasas, 1958, pp. 508-509.

 

Varios.

En un principio se ha creído que el yapé se obtenía de una sola especie de planta, más bien vaga e indeterminada. A medida que se ha avanzado en el conocimiento del escenario geográfico y de las costumbres indígenas, se ha ido haciendo evidente que varias plantas se utilizan en el área amazónica para preparar una bebida narcótica, con la característica de suscitar clarividencia o anticipación de acontecimientos. Todavía ni la identidad botánica de algunas es conocida; pero ya se ha hablado de efectos diferentes o complementarios, según la especie utilizada o las plantas con que se haga mezcla.

De estas, es un poco mejor conocida -aunque no del todola clasificada como |Banisteriopsis rusbyana, que ya se sospechó fuera la que produce el color azul en las visiones, y se denomina en cierta área del Putumayo como OCO-YAGÉ O CHAGRO-PANGA (Morton, 1931, 487; USNH: C. Klug, 1971, 1931, Umbría, Putumayo). Con el nombre de YAGEúCO la colectó Cuatrecasas (N° 10597) en 1940, cultivada por los cofanes en Puerto Porvenir, arriba de Puerto Ospina, hacia La Loma, también en el Putumayo (USNH). Las hojas se adicionan al yagé para preparar la bebida. Nótese de paso la semejanza de los nombres OCO-YAGÉ y YAGEúCO, pues sólo hay unn trasposición de prefijos.

Quizá no otra cosa es el IAHI que le mezclaban los jíbaros al natema, cuando de hacer una curación se trataba (Karsten, 1935, 413). Pero del mismo yagé los canelos distinguen tres clases puma-ayahuasca, ahuiringri ayahuasca y tunchi ayahuasca; esta última es la especialmente usada por los brujos (Ibid., nota 432). Por desgracia, estas informaciones no fueron acompañadas con las colecciones botánicas pertinentes, y así, no se conoce su identidad.

También usan mezcla los sibundoyes, que obtienen el material necesario para hacerla, en las partes cálidas adyacentes, y llaman BIAJÚ o BIAJA a la bebida (Bristol: BML, 1966, 21, N° 5 113-140; 120, 129).

220

Pocas noticias fidedignas hay sobre el PILDÉ que habrían usado los chocoes de la costa colombiana del Pacífico (Wassén, 1935, 101-102). Cuando el autor llevó tallos del yagé cultivado en el Valle del Cauca, a la Estación Agroforestal del Calima, Buenaventura, en 1945-46 (Pestiño, 1947, 22), se le informó que esa planta era conocida por los "cholos" con los nombres de PILDÉ O PINDÉ. Mientras se revisaban los originales de este volumen, el autor tuvo oportunidad de entrar en contacto con indígenas choco es del río Saija, entre los cuales la planta es cultivada y parcialmente usada, bajo el nombre de DADA. Esos informes condujeron al hallazgo, con carácter espontáneo, de un |Banisteriopsis sp. en la cuenca del río Daqua, Valle del Cauca, que a veces se usa como narcótico.

 

EUFORBIÁCEAS

 

197 -- |Phyllanthus mexiae Croizat.. |P. ichtyomethius Rusby.. |P. piscatorum H.B.K. |Phyllanthus spp..

El tercero de la lista, |barbascajo, barbasco, en Venezuela; |púperi en baniba (Pittier et al, 1947, II, 68); el segundo, |lavandero (Ibid., 66; Pittier, 1926, 270 }.

|Chirrincho, chirrinchao, en varias partes de Colombia (Gutiérrez, V., 1943, 9, 10).

Un |Phyllanthus se utilizaba por algunas tribus en la Guayana inglesa, como ictiotóxico, a mediados del siglo XIX (Schomburgk, 1922, I, 272).

En la costa colombiana del Pacífico, donde abunda como planta de rastrojo |F. acuminatus Vahl.., a que se llama "chirrinchao macho", se suele propagar a veces por estaca la especie |P. mexiae Croiz.., distinguida como "chirrinchao hembra", cuya hoja se usa para envarbascar (Cuatrecasas; RACC, 1947, VII, 27: 312, y observación personal).

También era común antes en la plana del Valle.

|P. ichthyomethius se cultiva en el área de Florencia del Caquetá, y |P. piscatorum en Mocoa, así como |P. acuminatus (Gutiérrez V., op. cit., 34-35; 34), por la facilidad con que se reproducen por estaca.

Con el zumo se tratan semillas antes de sembrarlas, para que no las coman los animales (Rangel Galindo: Gutiérrez V., op. cit.,

 

221

198 -- |Jatropha cercas L..

|Quauhayohuachtli, en náhuatl, de donde |cuayogascle (Robelo, 3a ed., 59, 62).

|Mandobí-assú, |mandoí-guassú, o sea "maní grande", en tupí-guaraní (Hoehne, 1939, 176).

|Piñón, piñón de purga, piñón del Paraguay.

Como MANZANILLOS DE LAS AVELLANAS DE PURGAR los identificaron ambiguamente los primeros españoles que vivieron en las Antillas, donde la planta era cultivada por los indígenas. El historiador Oviedo relata cómo hallándose en Santo Domingo en 1520, sus hijos comieron por travesura de estas semillas, y los efectos fueron tan drásticos, que creyó perderlos. A otras personas, en cambio, no les provocaban reacción desfavorable alguna. "Dando conclusión a esta materia, digo que en los principios que estas avellanas comenzaron los cristianos a probar y experimentar en sus personas, hasta acertar y medir sus estómagos con la cantidad que habían de tomar desta frutta, bobo hartos burlados e otros aprovechados, porque nuestros médicos no las conoscían ni las sabían aplicar. Agora ya muchos las piden e las prescian, e aun desde España envían por ellas" (Oviedo y Valdés, 1959, II, 13-14; 14). Los indios antillanos cultivaban con esmero este arbusto (Casas, 1909, 33).

De Jamaica las describe un autor de fines del siglo XVII como AMERICAN PHYSIK-NUT (Hughes: 1672, 81-85).

Algo confusa es la información de Monardes, quien habla de "avellanas purgativas", "piñones purgatives" y "habas purgativas" (Monardes, 1563, 52-53v; 53v-54, 54v-55v). Las últimas son evidentemente |Hura crepitans. Dice que las avellanas se traían al principio de Santo Domingo; los piñones, de la Nueva España.

Para Méjico, el médico Hernández aparentemente menciona esta planta como QUAUHAYOHUACHTN o "semilla de árbol de calabaza" (Hernández, 1942, I, 171-172, 173), nombre bastante vago y datos que repite su divulgador (Ximénez, 1888, Méx.. 66). También este último menciona las habas purgativas ( |Hura) y las babillas (Ibid., 66-67, 65).

Esta planto tenía en América una amplia dispersión bajo cultivo a la llegada de los europeos. Martius dice no haberla visto nunca en estado silvestre al sur del Amazonas (Martius, 1939, 246).

También es conocida en Centro América (Figueroa Marroquín, 1957, 177, 177-178; Standley, 1946, XIV, 127-128).

222

Los piñones de purgar se usaban en la parte septentrional de Venezuela. Así aparece en las relaciones geográficas de Caracas (1572) (Latorre, 1919, 86; Arellano Moreno, 1950, 85, 86), y de Barquisimeto (Arellano, op. cit. 129).

En Surinam en el siglo XVII se conocía bajo el nombre de "schijtnootje" (Berkel, 1942, 76), que se ha conservado bajo la forma "schijnoot" (USNH: Archer, 2694, 1934, NW Paramaribo). Había también piñones en la Guayana francesa (Aublet, 1775, II, 884).

Se conocían en la isla de Puná a fines del siglo XVI (Acosta, 1954, 123), así como en la costa de Manabí a principios del siguiente, pues unos náufragos en 1618 se alimentaron, a falta de otra cosa, con unas habas "que en este reino se dan por purga" (Herrera y Montemayor: Vargas Ugarte, 1947, 99).

Cieza de León, después de hablar de sus experiencias como paciente con un bejuco purgativo que se usaba en Cartago a mediados del siglo XVI, añade: "Otras habas hay para este efecto, que algunos las alaban y otros dicen que son dañosas" (Cieza, cap. 112, 314-315). A principios del siglo XIX un nativo de esa ciudad menciona el "piñón" o "avilla" (Campo y Rivas, 1803, 29).

En el Nuevo Reino de Granada, fuera de su característica virtud purgativa, se le hallaron otros usos: "Es el vnico remedio, que se ha descubierto para el achaque de gota, experimentado en este Reyno, y en los de Europa"' (Zamora, 1930, 38). Había muchos de estos piñones en Tocaima (Oviedo, 1930, 251).

La relación de Zamora de tos Alcaide-s, en la vertiente oriental de los Andes de Loja, documento de hacia 1571, estatuye: "No hay cosas venenosas y de ponzoña sino es una fruta que llaman nueces, porque parescen (así). Crudas matan y cocidas es nutrimento" (J. de la Espada, 1897, IV, 2). No se sabe si sea lo mismo que en 1740 un jesuíta da como existente en los territorios de misiones de su orden: "piñones, varias pepitas de purgar; las meores son las del papagayo, q. en dosis de 6 a 7, tomadas como almendras (q. a eso saven) obran con mucha suavidad" (Magnin: RI, 1940, I, 171-172).

Sangrías y "purgas de piñones" eran remedios socorridos entre tales misioneros (Uriarte, 1952, I, 129).

Con los piñones de purgar, muy usados en el Perú, se acostumbraban a hacer burlas pesadas" dándolos confitados (Anónimo, 1958, 76). Cobo anota que esta es una de las pocas especies que en el Perú pierden la hoja en invierno, y fructifica en otoño como los árboles de Europa (Cobo, 1891, II, 65-66; Yacovleff y Herrera, 1935, II, 82-83; Pardal, 1937?, 176).

223

Fuera de sus propiedades medicinales, la semilla tostada es comestible. Basta removerle el embrión, que es la porción tóxica en esta y otras Euforbiáceas (Du Tertre, 1958, II, 134-135; FontQuer, 1962, cxxxvii). Así lo hacían los muchachos hijos de los negros esclavos de Haití (Descourtilz, 1833, II, 303; 299-303). El pirata inglés Ricardo Hawkins dice haber comido con sus compañero en la costa del Brasil, estas habas purgativas dé Monardes (Hawkins, 1933, 59).

Dondequiera se ha solido plantar para setos (Du Tertre, vol. cit., loo. cit.). Así observaron en el Brasil este "mundubiguaçu" los médicos holandeses (Marcgrave, 1942, 96-97; Piso, 1948, 31; Hoehne, 1939, 175-176).

Entre los guaymíes de Panamá la especie se propaga a modo de planta huésped para criar el insecto tintóreo axin (Cordon, 1957, 38, 47).

 

199 -- |Pedilanthus tithymaIoides (L.) Poit..

|Pinopinito; |piñipiñi; |tuturutú (Pittier, 1926, 349-350); |tuturútu, |periquita (Alvarado, L., 1953, 349).

|Bítamo, en Costa Rica (Pittier, 1908, 70).

|Zapatillas (Pérez Arbeláez, 194'7, 348-349).

Emético. Figura en la composición de la "cimora", bebida narcótica del norte peruano, cuyo componente principal es |Opuntia cylindrica (Lam.) D. C. (véase numeral 206) (Gutiérrez Noriega AI, 1950, X, 215).

Se cultiva más a menudo como planta ornamental.

 

ANACARDIÁCEAS

 

000 -- |Schinus molle L..

Los pequeños frutos de este bello árbol andino se utilizaron para preparar una bebida en el Perú. Desde este punto de vista del uso como frutal, se ha estudiado en el numeral 46, tomo I, 1963, pp. 258-259.

Cieza de León, usualmente parco cuando trata de plantas, no omite nada en tratándose del molle, muy apreciado por los indígenas

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peruanos (Cieza, 1924, 314). El vio algunos, tenidos como sagrados, cerca del templo de Guaricocha, en Jauja.

Casi con certeza, es este el árbol a que se refiere la carta que Pedro de Osma, del Cuzco, le escribió al médico Monardes -en 1568, sobre algunas plantas salutíferas del sur peruano; era aromático, saludable y el fruto lo usaba la gente para una bebida (Monardes, 1571, 82-83). Son mucho más coherentes los datos aplicados a esta especie, que al bálsamo del Perú (véase numeral 192).

A mayor abundamiento, las relaciones geográficas que pocos años después se hicieron en varias partes del Perú, demuestran la importancia que tenía el "melle" como planta medicinal. Por ejemplo, la relación de Atunsora (Guamanga) de 1586, asienta: "Las yerbas más conocidas de que los indios usan para sus enfermedades son resina y hoja del árbol que llaman molle y el fruto dél... " (J. de la Espada, 1881, I, 175). También lo mencionan como medicinal., sin mayores detalles, en Atunrucana, de la misma provincia y del mismo año (Ibid., 192) y en Rucanas Ancamarcas (Ibid., 211). Pero es en la relación de La Paz del precitado año de 1586, donde se dan más detalles sobre el particular: "... en esta ciudad hacia la parte de los valles calientes y templados hay un árbol llamado molle, ques muy general en todo este reino (...) La hoja sirve para hacer aceite stitico para dolores de junturas y destómago, y con ella se dan lavatorios y baños para fríos, y tostada sirve a lo mesmo en cualquier dolor y golpe así de hombres como de caballos. Da este árbol una goma o resina blanca muy clara, la cual sirve de purgas para melancolía y flemas, y aprovecha para bidmas [por bizmas] y emplastos". Describe luego el fruto, del cual se obtenían una bebida y vinagre. "También se hace miel cociendo mucho el agua donde esta fruta se echa, por que allí desbaba toda la virtud que tiene. Esta miel es cosa maravillosa para curar heridas y llagas viejas y sirve en lugar de giripliega" (Ibid., 1885, II, 76). Igualmente se menciona en la relación del Cuzco de 1649; pero la exposición ampulosa añade muy poco a lo dicho atrás, excepto lo siguiente, que después repetiría Cobo: "Las hojas son provechosas para defenderse del sol; puestas en el sombrero, encima de la cabeza, defiende el calor y es suave al olfato. También la goma es apropósito para sahumarse en los resfriados; y finalmente, este árbol es tan provechoso, que los indios le tienen por remedio universal de todas sus dolencias" (Ibid., 184; Cobo, 1891, 11, 85-86 -----, 1956, 1, 267-268).

En la provincia de Angaraes (1586), con ramas del molle cocidas teñían de amarillo los naturales (J. de la Espada, 1881, I, 193).

Garcilaso describe bastante mejor el ".mullí" de lo que suele hacer con otros vegetales, y enumera los diferentes usos, casi todos medicinales, que se le daban en el Cuzco (Garcilaso, 1945, II, 182). Calancha, a propósito del "molle", cuando habla de las plantas

225

salutíferas del Perú, cita lo que dice Diego Dávalos y Figueroa en su "Miscelánea Austral" (Calancha, 1639, 39).

Este árbol se difundió hacia el norte, y con él los informes sobre sus virtudes medicinales. Según relación de la provincia de los puruhaes de principios del siglo XVII, en la localidad de San Andrés, jurisdicción de Villardonpardo o Riobamba, no se daba ningún árbol: "solamente se crían unos árboles grandes que llaman molles" (Torres de Mendoza, 1868, IX, 470). Los había también en los lagares de Guano y Achambo (lbid., 473, 481). mediados del siglo siguiente era común en Ambato, Riobamba y Loja; los indígenas del callejón interandino acostumbraban sembrade en el camino, "como botica entera para mil males" (Velasco, 1927, I, 58). André lo observó en 1876 en el río Chota, a 1674 metros sobre of mar (André: 1884, 817, 820).

A fines del siglo XVI ya se conocía en el Nuevo Reino de Granada (Vargas Machuca, 1599, 147). En 1610 había en Tunja "MUELLES, que son unos árboles grandes traídos del Pirú, que algunos quieren y con razón que sean los lentiscos | [9] de is isla de Chio, que dan almastiga" (Torres de Mendoza, 1868, IX, 400). Para fines del siglo XVII abundaba ya en la Cordillera oriental andina de la Nueva Granada. "De sus olas se hazen saludables lavatorios, porque todo lo que tiene este arbol es calido, y stiptico. Picada la corteza, distila leche, y esta deshaze las nubecillas que salen en los ejes. Sus cogollos limpian los dientes, y aprietan las encías, con buen olor, y no mal gusto... " (Zamora, 1930, 38-39). Más o menos lo mismo dice su repetidor (Oviedo, 1930, 25-26). Un misionero lo vio en la parte alta de la cuenca do) Magdalena en la segunda mitad del siglo XVIII (Serra, 1956, I, 56, 121).

Más dudoso es que existiera en el Quindío a mediados del siglo XIX (Morales Puerta, 1857, 370). Como en esa época dicha región no estaba colonizada, sino que era una selva densa, |Schinus se confundió con algún otro árbol semejante, quizá algún |Weinmania.

En los tiempos en que el médico Hernández estuvo en Méjico (1570-1580), ya estaba generalizado allí, y se usaba más o menos en la misma forma que en el Perú (Hernández, 1942, l, 279-281; Ximénez, 1888, Méx., 29-30; Pardal, 1937? 250). La existencia de nombres aztecas para esta especie, inducen a un autor a creer que pudo existir |Schinus molle en Méjico antes de la supuesta o real introducción a que se refiere Hernández (Martínez, 1936, 345, 348). Aun admitiendo la introducción, otro autor contemporáneo de Hernández opina que se daba mejor en Méjico que en el Perú (Acosta, 1954, 125). Cebo, en una carta de 1630, escrita en Tehuantepec, establece: "También en parte he visto "melles", y los llaman árboles del Perú, porque se debió traerlos de allá, si bien los indios Zapotecas le tienen puesto nombro en su lengua". Los vio también en Guajapa y de allí adelante por la Mixteca (Cobo, 1956, II, 466; 468-469).

226

La dispersión a Europa fue temprana. Para fines del siglo XVI el muelle se cultivaba en la península ibérica (Ríos, 1951, 71; André, loo. cit.).  

[6]

Louro: laurel: Laurus nobilis L., Lauráceas.

[7]

Ambauveira, imbaúba, nombres genéricos equivalentes al genérico taíno |yarumo, para Moráceas de hojas palmeadas, de los géneros |Cecropia y |Pourouma.

[8]

|Myrtus communis L.. Véanse otras notas al pie.

[9]

|Pistacia lentiscus L., Anacardiáceas, de la cual se obtenía la almáciga o almástiga de la isla de Quio; se usaba para barnices y como masticatorio para purificar el aliento y fortalecer las encías (Font Quer, 1962, 440-442).

000 -- |Spondias purpurea L.. |S. mombin L..

En su calidad de especies frutales, se han discutido en los numerales 44 y 45, tomo I, 1963, páginas 252-254 y 254-258.

Sobre las "ciruelas de Nicaragua" cuenta el cronista Oviedo un caso que presenció en 1529. Ello es que el cacique nicaragüense Ayatega fue herido en un encuentro con otros indios, y quedó casi degollado, de manera que los suyos le recogieron como muerto. "E quitada la corteza en un pie o tronco de un ciruelo déstos, rascaron aquello que, entre la flor o tez de la corteza e el árbol hay, no tocando en la madera [hoy diríamos el cambium], sino en la yema de la dicha corteza, hasta la madera recia, c de aquellas raspaduras le echaron en la herida, e con aquello soldó e sanó" (Oviedo y Valdés, 1959, I, 26I).

En cuanto al hobo, Oviedo sólo dice que las cáscaras cocidas sirven para baño de piernas, pues por su acción astringente quita el cansancio de las marchas (Ibid., I, 250). Esta creencia era ge neral en las Antillas (Casas, 19Û9, 32). Pero la acción antibiótia para la curación de heridas había generalizado el uso del hobo en Sur América.

La relación de Maracaibo hecha en 1579; or Rodrigo de Argüelles y Gaspar de Párraga, afirma: "Cúranse los indios de esta provincia las llagas y heridas con lavarse con agua cocida con unas horas de unos árboles que llamamos obos, con grande dieta que tienen..." (Besson, 1943, I, 334; Arellano Moreno, 1950, 162). La corteza da este árbol, llamado "marapa" por los cumanagotos, a usaban "para mundifloar, y cicatrizar las llagas inveteradas..." (Caulín, 1779, 1 G-17). Lo mismo

227

ocurría en la Guayana (Aublet, 1775, I, 393, 469), y en Santa Marta (Rosa, 1945, 318).

En el área ocupada por los indios muzos, los cogollos del hobo se aprovechaban para tratar hinchazones, llagas, cámaras (Morales Padrón: AEA, 1958, XV, 606; Vázquez de Espinosa, 1948, 3 I 0).

La información de Cobo de mediados del siglo XVII parece basada en la de Oviedo, pues da solamente noticia de las propiedades de hojas y corteza para lavatorio de piernas (Cobo, 1891, II, 32-33; -----, 1956, I, 246-247).

En las Antillas se usaba corno astringente, para diversos males. Antes de que se generalizara la vacuna contra la viruela, con motivo de ataques de esta epidemia, se utilizaban los cogollos como sudorífico (Descourtilz, 1833, VI, 63-64).

No parece que modernamente se hayan investigado las propiedades curativas de esta especie.

 

AQUIFOLIÁCEAS

 

200 -- |Ilex paraguariensis St. Hil..

|Caa-mí, en guaraní (Peña, 1901, 172).

|Yoy, en chiquitano (Ibid., loc. Cit.).

Yerba mate, mate.

Yerba del Paraguay.

|Congonha. A propósito de este nombre, véase numeral 188.

No entra en los objetivos de esta obra profundizar sobre el origen y evolución del uso, cultivo y beneficio de la yerba mate en los países donde es originaria (sur del Brasil, Paraguay, Uruguay y nordeste argentino). Menos en las resonancias sociales y políticas que adquirió como actividad económica, que actuaron --por el juego de intereses encontrados con los particulares y por la situación limítrofe de los principales yerbales --como causas coadyuvantes en la expulsión de los jesuitas (Puiggrós, 1048, 44-45, 60; Grondona, 1953, 84), y en el conflicto territorial entra españoles y portugueses. Lo que interesa aquí es rastrear la importancia que pudo adquirir el uso en la parte equinoccial americana. Aun así, no se pueden excusar algunas consideraciones preliminares.

228

Las primeras noticias sobre la yerba mate parecen datar de 1541; están en una sucesión intestada, donde entre los bienes del difunto se enumera "un calabazo grande de yerba molida" (Grondona, 1953, 69). Durante la seguda mitad del siglo XVI, a la ocupación por los españoles de la región paraguaya propiamente yerbalera, o sea el extremo nororiental, en la margen izquierda del río Paraguay, cuyos centros políticos y administrativos fueron Ciudad Real (Guairá) y Villa Rica del Espíritu Santo, siguió como secuela la extracción de la yerba con mano de obra indígena, con los mismos abusos y exanciones que en otras partes del Nuevo Mundo. Las consecuencias de este proceso fueron igualmente, la mortandad de indios, el granjeamiento económico de los encomenderos, y la aculturación inevitable del uso, pues también los españoles empezaron a aficionarse a la yerba (Ibid., 70-71).

Este proceso de aprovechamiento económico y de asimilación del uso por parte de los europeos, fue gradual como es natural; pero estaba al parecer bien definido para f fines del siglo XVI y se acentuó en la primera mitad del siguiente, hasta estabilizarse. Cuando en 1628 el jesuita Nicolás Mastrill Durán hace la descripción del árbol y del proceso seguido en la cosecha y beneficio de la hoja, ya el uso de la yerba estaba generalizado en Río da La Plata, Tucumán, Chile, Potosí y Perú (Ibid., 75; 76-77).

Frecuentemente se asocian la historia de la yerba mate con la actividad de la orden jesuítica en el Paraguay, por más que cuando la Compañía se estableció allí en 1610 (Joyce, T.-A, 1921, 307-327; Hume, 1953, 132; 149), ya la costumbre de tomar mate estaba establecida y el comercio entablado. Es evidente, sí, que los jesuitas supieron sacar buen partido de la yerba, difundiéndola entre tribus que antes no la usaban, y organizando mejor la extracción y el comercio, mediante las ventajas que sobre los particulares les daba su carácter institucional. Lo más importante, es que ellos tuvieron éxito en el cultivo, después de tentativas infructuosas. Inclusive se ha afirmado, sin muchas evidencias auténticas por la misma naturaleza de la operación, que ellos resolvieron la dificultad que presentaba la propagación artificial de la especie, a causa del espeso tegumento o testa que rodea la semilla, mediante la "siembra con el cale", practicada por los indios reducidos, bajo la estricta y reglamentada vigilancia de los misioneros (Storni, 1940, 67-68). Es probable que en algunos casos se procediera a hacer trasplante directo, tomando plantitas nacidas del pie de los árboles adultos, en las formaciones naturales (Parodi., 1935, 120), pero lo dispendioso del sistema quizá llevaría a tentar otros métodos.

Todos ponderan la dificultad inicial de lograr la germinación de la semilla, y el poco progreso que se obtuvo con prácticas tales como quebrantar ésta (Grondona, op. cit., 82-83; Baucke, 1944, III, 319), hasta que se observó que cuando ella pasaba por el tubo digestivo del tucán o paletón (Baucke, loe. cit.), nacía fácilmente. Ello es que,

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para la época de la expulsión de los jesuitas (1768). gran parte de los yerbales controlados por ellos eran de plantación (Grondona, op. cit., 83). Como suele ocurrir, el aprovechamiento económico precedió en un siglo por lo menos al conocimiento científico de la planta, pues sólo fue en 1710 cuando el médico jesuíta Pedro de Montenegro hizo la descripción botánica (Grondona, op. cit., 79; Riquelme Salar, 1950, 91-92).

Hablando de las plantas estimulantes, una autoridad botánica de nuestra época hace la afirmación --difícilmente sostenible por los datos expuestos --de que, aproximadamente hacia la mis ma época en que se cree empezaban a usar los árabes la semilla del café, o sea el siglo IX de nuestra era, "ya los incas tomaban mate en América" (Font Quer, 1962, xlii).

El contacto de los incas serranos con las llanuras orientales del Alto Perú, precedió en poco tiempo a la llegada de los europeos, y sólo tuvo la forma de expediciones guerreras, varias de ellas convertidas en descalabros (Gandía, 1935, 15-52). Además, las tribus deI pie cordillerano no parece que usaran la yerba, aunque la hubiera en las antiguas provincias bolivianas de Chiquitos y Velasco (Peña, 1901, 172). Así, pues, empezó a ser conocida la yerba mate en el Perú cuando más temprano en las postrimerías del siglo XVI.

Para mediados del siglo siguiente se regularizó el aprovisionamiento. El mate se consumía regularmente en el Perú, aunque no debió ser en grandes cantidades, pues el precio era prohibitivo. "En Perú y Potos' una libra de este polvo no se vende en menos de cuatro escudos de oro", decía en 1638 el jesuita Nicolás Mastrill Durán (Grondona, op. cit., 77). En Charcas, en tiempos del visitador Francisco de Alfaro, parte del jornal de los indios se daba en esta yerba, que producía entradas fiscales de alguna consideración, pues era "unico y ordinario alivio de los hombres en el Perú y muy especialmente en Potosí, de cuya infusión usaban en agua caliente" (Otero, 1942, 85, 276; 288).

La yerba venía al Perú en carretas, después de un viaje de mil y más leguas, que por lo general empezaba en Santa Fe o en Buenos Aires. En el sector Potosí-Cuzco-Lima sa consumía la clase denominada "caamini", o sea la hoja sola, sin palos. En el Perú se acostumbraba adicionarle pastillas de olor a la infusión (Grondona, op. cit., 68-95; Baucke, vol. cit., 321). Según otras fuentes; parte de la yerba iba a Chile, de donde venía al Perú; el consumo en Potosí era importante (Concolorcorvo, 1946, 73; 134; Serra, 1956, II, 390; Baucke, 1942, I, 113).

El uso en el norte del Perú debió estar circunscrito a ciertos círculos de la población. Se tomaba mate en el convento de los religiosos observantes de Lima (Serra, op. cit., 398, 412), y entre las familias pudientes. Los indios continuarían tomando coca.

230

Aunque por la índole del asunto no hay documentos, puede pensarse que los jesuítas, gua controlaban la producción da la yerba en el Paraguay, tendrían una cadena bien organizada para surtir directamente a las casas de su sociedad establecidas en varias posesiones españolas. Un religioso de otra orden asegura que la yerba mate les producía a los jesuítas del Perú, en sólo Lima, ganancias anuales del orden de medio millón de pesos (Serra, 1956, II, 390). Pudo ocurrir también que --para eludir las disposiciones oficiales sobre limitación de la cantidad de yerba que las misiones paraguayas podían producir y vender, con el objeto de dar oportunidades también a los particulares (Baucke, vol. cit., 320; Puiggrós, loc. Cit.) --los jesuítas del Perú y del Ecuador mezclaran con la yerba mate la hoja de la guayusa (véase numeral 201), que fácilmente podían obtener en sus misiones de Maynas, y cuya semejanza morfológica y fisiológica con la yerba mate no les debió ser ajena.

Ello es que el mate también se consumió algo en el Ecuador interandino, especialmente a mediados del siglo XVIII (Juan y Ulloa, 1748, I, 374; Serra, 1956, II, 313; Julián, 1787, 35, 36; Baucke, 1944, III, 319; Grondona, 1953, 88). Joaquín Gómez Lasso de la Vega, en un inventario de bienes de 1754, incluye entre los suyos "un mate guarnecido con su patagre y cuchara y dos bombillas con el peso de dos marcos y tres y medio... " (Vargas, 1957, 227). Esos son, como se sabe, los adminículos para la toma del brebaje.

No se ha hallado evidencia de que el consumo de esta bebida hubiera alcanzado a alguna parte del Nuevo Reino de Granada. Probable sí es que hasta Pasto fuera conocida, por las estrechas re laciones que existieron con Quito. El consumo en Méjico (Cobo, 1891, II, 97; 97-98) y en España (León Pingilo, 1943, II, 244), debió ser circunstancial.

Se pueden haber introducido semillas de |Ilex paraguariensis en otras oportunidades a Colombia, y se han. hecho varias tentativas allí para aclimatarlo; pero ha sido en el Valle del Cauca y casi en nuestros días, donde se obtuvieron resultados favorables, aunque !a especie no haya alcanzado difusión. "A principios del año [ 1947] tuve conocimiento de que en una finca cerca a El Queremal, municipio de Dagua, crecían unos ejemplares adultos de té. Cuando obtuve muestras de la presunta especie, reconocí que se trataba en realidad de la yerba mate del Paraguay ( |Ilex paraguariensis). Para comprobarlo, visité la hacienda en cuestión, llamada "Betania", de propiedad del señor Juan Gregorio Robledo. Esta finca perteneció años atrás a un alemán, señor Max Seidel, quien --según informes no confirmados --fue el introductor de dicha planta. En "Betania" hay 19 árboles adultos, que florecen y fructifican profusamente. Material botánico se recogió en marzo y se puso a la disposición del Prof. Cuatrecasas. Después, el 16 de julio, recolecté personalmente unas 10 libras de semillas, que se sembraron en el vivero de Cali. La germinación ha sido lenta e irregular, pero se h a obtenido un número

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aceptable de plantitas... " (Patiño, 1947, Mem. 29). El 5 de mayo de 1948 se cedieron 20 arbolitos de los obtenidos en Cali, a la finca "creen Refuge", de Bitaco, del ciudadano suizo W. A. Kyburz (Patiño, Mss.). Algunos de ellos florecieron y fructificaron para 1952 (Patiño, 1959, y Mss.). Se puede decir que la adaptación de la yerba mate es completa en los valandinos de la Cordillera Occidental. Faltan experiencias para la parte plana del Cauca.

El 20 de octubre de 1948 se despacharon 10 ejemplares al Centro Nacional de Investigaciones de Café, de Chinchiná (Patiño, 1949, 18).

El autor tuvo oportunidad de conocer varias de las más tecnificadas plantaciones de yerba mate y el beneficio de ésta, en las fincas "Santa Inés'", de Posadas, y "Santo Pipó", de la colonia suiza de Santo Pipó, Misiones, Argentina, en 1944 (Patiño, 1945, 257-259).

 

201 -- |Ilex guayusa Loes. (Hume, 1953, 152-153).

|Aguayusa, guayusa, huayusa, |guañusa, |guayyusa, wayusa, en el oriente ecuatoriano, tanto para la bebida como para el árbol, aunque este se llama |weisa entre los jíbaros (Karsten, 1935, 115, 304, 568).

|Kopíniak, en záparo (Tessmann, 1930, 539).

En una carta escrita el 23 de agosto de 1683 por el jesuita pastuso Juan Lorenzo Lucero al virrey del Perú, Melchor de Navarra y Rocafull, duque de la Palata, sobre una entrada hecha en 1682 a la comarca habitada por los indios jíbaros (río Santiago o Parosa, afluente izquierdo del Marañón), al describir las intervenciones de piaches o brujos, que para ejercer su oficio bebían algunas yerbas, específica: "juntan pues estas malignas yerbas [véanse los numerales 196 sobre yagé y 209 sobre borrachero en este mismo capítulo] con la "guañusa" y tabaco, que también inventó el Demonio, y las cocinan de forma, que el poco zumo que queda viene a ser la quinta esencia de la malicia[,] y a la fe de quien la bebe corresponde el Demonio con fructo de maldición cierta y siempre en daño de muchos..." (J. de la Espada, 1889, Mar., 626).

Los jíbaros, según el mismo Lucero, eran gente de buena disposición y cuerpo. "Para conservarse ligeros, usan beber muchas veces entre día del cocimiento de una yerba llamada "guañusa", que se parece al laurel. Con esto se mantienen despiertos, sin desfallecer, muchas noches seguidas, cuando temen ser invadidos de sus enemigos"' (J. de la Espada, op. cit., 373). Lo curioso es que algunas de estas plantas demoníacas (como ocurrió también con la coca y con el tabaco), vinieron a tener gran predicamento entre los mismos cofrades de Lucero.

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En efecto, en una obra terminada en 1738, el P. Pablo Maroni, italiano, quien estuvo unos ocho años entre los magnas, ponderando --como es usual en las obras apologéticas sobre misiones --los padecimientos dimanantes del hábitat selvático, y en particular la carencia de remedios adecuados, establece: "A falta destos usan con frecuencia nuestros misioneros, para el efecto [desarreglos estomacales] de las hojas, de una planta que llaman "Guanen por más saludables, porque menos cálidas, las- del "tripiliponi", que se hallan en Chamicuros y son más gruesas y sólidas que las de la Guayusa. Con el cocimiento destas hojas, que toman regularmente todos los días, templado con el zumo de limón o naranja, fomentan el estómago y se preservan de los malos efectos que suele causar la mucha humedad de la tierra" (J. de la Espada, 1889, Mar., 113). No se ha podido averiguar la identidad botánica del "tripiliponi".

MAPA 14. Localidades en que se señala el uso de la guayusa ( |Ilex guayusa Loes.), en los siglos XVII (círculos), XVIII (cuadrados) y XIX (rombos). También se muestra el área de dispersión natural y la del cultivo actual de la yerba mate ( |I. paraguariensis St: Hil.).

Asimismo el P. Andrés de Zárate, en una carta escrita el 28 de agosto de 1739, describiendo los diversos productos que se usaban o extraían del territorio de las misiones jesuíticas, incluye la "guayyusa", "que es una yerba de que husan los misioneros, a manera de el thé de la yerba de el Paraguay" (Figueroa, 1904, 406). Otro jesuíta, Juan Magnin, en su descripción de la provincia de Maynas hecha en 1740 para acompañar el mapa del Amazonas, aprovechadas aquella y éste ampliamente por La Condamine, enumera varias plantas de los indios, y después de la coca y del maní, añade: "La Guayupa [así, quizá por error de transcripción], ojos de otra poción provechosa, q. hirviéndola se pone el agua negra como tinta, se halla en Borja, Sant-yago, y Archidona" (Magnin: RI, 1940, I,

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171). Era la bebida predilecta de los pinches que vivían en la margen izquierda del Pastaza (Veigl: Murr, 1785, 46; -----, 1788, I, 126-127).

La cosa no paró allí. La yerba diabólica de Lucero se convirtió con el tiempo en fuente de provento económico para la Compañía: "y los Padres jesuitas sacaban de ella, de su misión, y se vendía en Quito a cinco hojas por medio real" (Serra, 1956, I, 153). ¿Con qué objeto? Es otro j esulta quien lo explica: "Huayusa, árbol no muy alto, de hojas largas y anchas como una mano, dentadas y sólidas. Estas se conservan ensartadas en hilos, y se llevan de las provincias calientes y bajas a las altas. Despuestas como el té, de bellísimo gusto, quitan todas las frialdades y las infecciones venéreas. También son el mejor matriciel para las mujeres, a las cuales las fecunda por estériles que sean de muchos años" (Velasco, 1927, I, 41; -----, 1946, I, 51). En una época y en una comarca donde la disolución de costumbres y la frecuencia de enfermedades venéreas abismó a los viajeros Jorge Juan y Antonio Ulloa, mediante una propaganda sabiamente dosificada como la pudieron hacer los jesuítas, no es de extrañar que la guayusa hubiera alcanzado tanto predicamento, como se comprobará más adelante. Por supuesto, que al público llegaría la hoja quizá mezclada con otras (véase párrafo final de éste numeral).

Con la expulsión de los jesuitas y el abandono de las misiones, cayó en decadencia en la parte andina el uso de la guayusa. Se vuelven a tener noticias confinadas a los j íberos y canelos del Napo-Pastaza, a mediados del siglo XIX. El obispo de Cuenca Manuel Plaza, en un informe de 1853 sobre visita hecha al país de los jíbaros, dice que cerca de sus casas, junto con otras plantas, cultivaban la "guayusa" (Compte, 1885, II. 295).

El botánico inglés Ricardo Spruce vio en 1857 la planta cultivada entre aquéllos indígenas, en Antombós, abajo del pueblo de Baños. Se creía que un grupo de árboles que allí quedaba era anterior a la conquista. El gran naturalista hace interesantes consideraciones sobre la costumbre de exonerar el cuerpo antes de la jornada diaria (pues la guayusa es para los indios principalmente un emético), así como sobre las ideas de purificación escatológica que van anexas con el enjuage bucal cotidiano (Spruce, 1908, II, 453-454). Contemporáneas y coincidentes son las observaciones del geógrafo Villavicencio: "Esta costumbre [de tomar la bebida todas las mañanas] es tan general entre ellos, que aun a los niños les presenta la madre una buena cantidad de infusión de guayusa i una pluma para facilitar el vómito i acostumbrarlos a esta práctica desde los primeros años" (Villavicencio, 1858, 373-374).

La doctora Mildred Mathias, botánica de la Universidad de California en Los Ángeles, ha colectado muestras de guayusa en un solar de la población ecuatoriana de Zamora, sobre el río de ese nombre (Referencia verbal, 1962).

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La costumbre no ha desaparecido del todo en el oriente ecuatoriano-peruano. Según un viajero, consumen guayusa las siguientes tribus: omagua, kokama, pánobo, kaschibo, koto, pioché, la misto, kichos, kanelo, aguano, kandoschi, ssabela, chívaro, mayoruna, tschayahuita, tschamikuro, chebero, omurana, yagua, auischiri, ssimaku, ikito, záparo, yameo y pintsche; entre estos últimos es la bebida preferida, sobre todo en reuniones sociales (citando a Veigl) (Tessmann, 1930, 54, 72, 113, 135, 196, 2I 4, 226, 242, 25I, 260, 285, 301, 353, 372, 387, 402, 448, 464, 479, 496, 518, 539, 569, 582 y kartogramm l8).

Las observaciones deI antropólogo Karsten entre los jíbaros y capelos del Ecuador llevan al convencimiento de que esta es también una planta mágica, puesto gua la preparación de la in fusión es privativa de los varones, aunque la ingieran los adultos de ambos sexos, y con frecuencia aun los niños. Todavía más, se les da a los perros de cacería antes de una expedición venatoria (Karsten, 1935, 115; 204; 171). Hombre y mujer la toman en las fiestas finales de la victoria y preparación de cabezas trofeos (Ibid., 304, 362). Lo mismo ocurre en la fiesta de las mujeres (Ibid., 204). Los hombres la hierven cada madrugada, para usarla como enjuagatorio y vomitivo, cosa que hacen todos los miembros de la familia (Ibid., 174, 243). Cuando la mujer ha plantado yuca o el hombre ha plantado plátano c barbasco, se abstienen por un tiempo de tomar guayusa, por creer que aquellas matas se secarán; o sea, se hace un a modo de ayuno, para asegurar la cosecha (Ibid., 130, 131, 141).

Los jíbaros parecen adscribir a la guayusa varios efectos: primero, el emético, purificador según ellos, de acuerdo con su creencia, ya anotada por el botánico Spruce, de considerar dañino que en el estómago se acumule la comida del día anterior (Ibid., 130, 174, 508; Spruce, 1908, II, 454); segundo, cierta acción narcótica o hipnótica, para suscitar "pequeños sueños" y para saber si serán afortunados en la cacería: aun ver en sueños hervir la guayusa rápidamente, es buen augurio (Karsten, op. cit., 174; 380). Las propiedades estimulantes o tónicas, diaforéticas y diuréticas aparecen señaladas en las citas que vienen luego. Como la composición de esta planta es desconocida, y se sabe muy poco de ella desde el punto de vista botánico, por la penuria de material de herbario, apenas se puede sospechar que --a semejanza de |Ilex paraguariensis --contenga algún alcaloide parecido a la cafeína, de efectos estimulantes. Esto se puede entender mejor por lo que se creía de ella en el siglo XVIII: "en tomando por la mañana un poco, ya no se siente hambre hasta después de mediodía" (véase adelante). Los distintos efectos producidos por la guayusa estarían en relación con la concentración del preparado la infusión ligera obraría como estimulante, mientras concentrada actuaría como vomitivo (Spruce, op. cit., 454).

Pero la guayusa no sólo se conoció y usó por los indígenas en el sector perú-ecuatoriano, sino también en el Putumayo y el Caquetá. Por observaciones hechas durante la década 1756-1767, el misionero

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mallorquín Juan de Santa Gertrudis Serra, da valiosas informaciones sobre esta planta. Sus primeras notas se refieren a la misión de Santa Rosa del Caquetá y al franciscano José Berrutieta, presidente de dichas misiones: "El otro día de venido el Presidente vi que en el patio tiraron de parte a parte unos volantines [cuerdas], y en ellos fueron colgando unos atados de hojas de un árbol. Yo fui a la cocina y pregunté para qué habían hecho aquello. Y me dijo una mujer: Padre, esto es guayusa. Esta hierba toma el padre Presidente cocida mañana y tarde. Y para que se seque la babemos puesto colgada al sol. Yo dije que la quería probar. Me dijo que a la tarde me darían. Ya vino la tarde y me trujeron en un mate. Lo probé, y como le habían ya puesto dulce, aunque me supo muy bien, no tomé más de un sorbo, y dije: Yo no la quiero así con dulce, sino solo el caldo, para ver qué gusto tenía por sí. Luego me trujeron y tomé una taza llena. Ella da un jugo color de miel denegrida, y cinco hojas dan una chocolatera, llena de agua de su jugo. Su sabor es parecido al té, pero muy mas fino y sabroso. Yo al tiempo que lo tomaba, empecé a sudar y a desflemar, que fue preciso mudarme la túnica, y dentro de media hora arrojaría una taza grande de flema por el esputo. Las dos cualidades me parecieron muy bien. Fui al Padre Presidente, y le pregunté sobre el particular, y me dijo que su bebida era contra todo gálico; que reprimía la fogosidad de la sangre y le quitaba la grosura y pesadez; que daba digestión al estómago y hartura al apetito, porque en tomando por la mañana un poco, ya no se siente hambre hasta después de mediodía; que robustecía mucho el cuerpo, y le sacaba por sudor y flema todo el mal humor. Todas estas buenas cualidades sen ciertas, y yo las tengo experimentado muchas veces. Me dijo también que fecundaba a las mujeres tomado con miel; y si es la de una abeja que allá llaman apaté, infaliblemente, si es casada, al instante quedará preñada. Esta cualidad es cosa muy sabida y experimentada en Quito y tierra arriba; y los Padres Jesuitas sacaban de ella, de su misión, y se vendía en Quito a cinco hojas por medio real. Yo le pregunté en dónde había de ello, y me dijo: adentro en el pueblo de La Concepción, Fr. José Carvo tiene un árbol ya grande; pero en Pueblo Viejo, que es el primero que ha de pasar, y dista de aquí cuatro días, aquí hay un monte de más de una legua todo de quayusos. Yo al instante escribí el nombre del pueblo y el nombre del árbol, por no descuidarme, y llevarme de ello prevención para adentro de mi destino" (Serra, 1956, I, 153).

Es una fortuna para la ciencia que el misionero Serra hubiera sido tan curioso en anotar todos los hechos que caían bajo su observación, y que su avasallador apetito Io llevara a probar cuanta cosa ingeritile podía haber a las manos, porque esto ha permitido que se conserven valiosas informaciones sobre plantas útiles, que de otra manera se hubieran perdido, con el aniquilamiento de las tribus indígenas que las usaban. Picada, pues, su curiosidad con la guayusa, no paró hasta obtenerla. Cuatro jornadas a pie de Santa Rosa del Caquetá quedaba Pueblo Viejo, donde nuestro hombre estuvo en diciembre de 1756: "El día de Navidad pregunté al alcalde, que hablaba español, por la

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guayusa. El me dijo que había muchísima, y que si yo quería me mandaría traer, porque estaba monte adentro, algo retirada del pueblo. Yo dije que quería ir allá, y que quería ver los árboles guayusos. El decía que yo no podía ir, que el monte tenía mucha maleza. Yo tanto porfié, que por fin me señaló tres indios cada uno con su machete, que es un tajante de a 3 cuartas, que por todo el Perú se usa para rozar el monte. Nos llevamos dos saparos o canastos, y ellos por delante iban abriendo trocha, y yo también con otro machete hacía lo que podía. Así entramos monte adentro como un cuarto de legua. Llegamos al guayusal, que está en un llano. Es el guayuso el árbol más hermoso y frondoso de cuantos yo he visto. Se hace de bastante grueso, tanto que había tronco que tres hombres no lo abarcarían, y en proporción de alto, muy coposo. El color del tronco es ceniciento como la hoja del álamo. La hoja de un verde apacible y deleitoso; tanto que al ver yo aquella frondosidad, di por bien empleado el trabajo del camino. Yo al primero que llegué tomé unas hojas y las fui a mascar, a ver qué sabor tiene, y hallé que era un sabor muy gustoso, parecido algo al té, pero muy más fino y apetecible. Como vi que había tantos retoños por la tierra, al tiempo que los indios llenaban los saparos de hoas, yo volvíme atrás, que había guaduas, y corté 6 cañutos, y con el machete saqué 18 retoños con su raíz, y metí 3 en cada cañuto, y les puse tierra del mismo puesto, y mo- los llevé para dentro, y en los pueblos del Putumayo fui sembrando en cada pueblo tres guayusos, y todos prendieron, y a los 3 años daban bastante hoja. Con este arbitrio, todos los Padres quedaron surtidos de guayusa para su gasto" (Ibid., 161). En otro pasaje vuelve a mencionar la abeja apaté, asociada a la guayusa (Ibid., 204).

Cuando terminó su residencia en la Nueva Granada y pasó al Perú, llevó consigo hasta dos arrobas de hoja (Ibid., II, 279). También el mencionado P. Berrutieta sacó guayusa para llevar a mostrarla a Popayán y a Santa Fe de Bogotá (Ibid., I, 353).

En la relación que los misioneros franciscanos Bonifacio Castillo, Simón Menéndez, Roque Amaya y Manuel Antonio Suárez hicieron el 17 de septiembre de 1773 en el pueblo misional situa do a medio día de navegación en canoa, aguas abajo de las conf luencia del río Sucumbíos en el Putumayo y sobre la margen izquierda de éste, se confirman los datos de Serra. "Entre los plantases medicinales que sembraron nuestros anteriores Misioneros... para alivio de los pobres Yndios y suyo, es notable el arbol que llaman de Guayuza (cuya descripción remito en esta ocasión del Señor Don Pedro de Valencia, Tesorero de la Real Casa de Moneda de esa ciudad, por particular encargo que me hizo). Sus hojas que son las estimadas solicitan con instancia de diferentes lugares del Nuevo Reyno algunas personas que han tenido noticia o experimentado el buen provecho que causan; y proviene de su virtud purgativa y dijestiva" (Cuervo, 1894, IV, 275; Zawadzky, 1947, 209; Arcila Robledo, 1950, 312).

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En la Nueva Granada ocurrió lo mismo que en Quito. Desorganizadas las misiones, parece haber caído en olvido la guayusa. Así como en el Ecuador, se vuelven a tener noticias de ésta área, de los ríos Mecaya, Senseya y Caneaya (Caucaya?) habitados por indios macaguajes, a mediados del siglo XIX, cuando el cura Manuel María Albis, hablando de la "aguayusa", exresa: "Es caliente i sirve para los envenenados: quemadas sus hojas se dan con cebada i miel de abejas a las mujer es que sufren de amenorrea: cocidas i unidas a la corteza del vejuco llamado yoco [véase numeral 2041, sirven para la disentería; el agua para el dolor de estómago" (Albis (1854), 1936, 32). Estas observaciones son anteriores a las de Spruce.

Con la quayusa se presenta el mismo fenómeno que con otras especies del área amazónica, es a saber, que tienen simultáneamente el carácter de plantas silvestres y cultivadas. Una de las características entre los indígenas de esta área, es la movilidad, y la facilidad con que cambian de vivienda y de lugar de asentamiento, ya por huir de enemigos, ya por fallecimiento de miembros de sus familias. Entonces, hay siempre la oportunidad de encontrar en diversos lugares las plantas que se acostumbra utilizar. Cuando no ocurre así, simplemente se siembran. La circunstancia de encontrarse en Pueblo Viejo del Caquetá, "un monte de más de una legua todo de guayusos", según le informaron al misionero Serra, y el hecho de haber sido ese un lugar habitado en el pasado; la facilidad con que se propaga la guayusa, pues no se le perdió al relatante ni uno solo de los 18 arbolitos que sacó para otros lugares; las aserciones de los misioneros de Popayán, así como las de Spruce, todo concurre a soportar la afirmación de que --a más de 3.000 kilómetros de distancia --las tribus indígenas ecuatoriales conocían y usaban por la hoja, un árbol que no sólo tiene afinidad botánica con la yerba mate de los paraguayos, sino que poseería virtudes semejantes. Estos datos abren la posibilidad de recuperar dicha fuente de salud y bienestar. Es también circunstancia digna de señalarse, que además de las especies suramericanas de |Ilex usadas para preparar brebajes estimulantes o salutíferes a partir de las hojas, se conozcan otras de Norteamérica, como |I. vomitoria (Soland. in) Ait. y |var. chiapensis Sharp.., e |I. cassine L.., usadas solas o en mezcla por los indígenas de la Florida, como lo observaron los españoles de la expedición de Pánfilo de Nárvaez en 1528 (Cabeza de Vaca: Vedia, 1946, I, 537-538; Hume, 1953, 38; 123-131; Schultes: BML, 1950, vol. 14 N° 4, pp. 97-105 y lám. XXIV a XXVI; Sharp, 1950, 107, 108). Más notable aún es que en la zona limítrofe chino-tibetana se usen para preparar una bebida similar al té, las hojas de la especie |I. yunnanensis Franchet.., var. (Hume, op. cit., 153).

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FIG. 34. Hoja de guayusa ( |Ilex quayusa Loes.). Dibuio hecho para este trabajo por la Dra. S. Y. Hu, del Museo Botánico de la Universidad de Harvard, Mass., sobre la fotografía del tipo, que perteneció al Museo Botánico de Berlin-Dahlen, destruido en un incendio. Original de 17 x 7 cm..

La identidad botánica de la guayusa es todavía insegura. En el tercer cuarto del siglo XIX, hablando de las Aquifoliáceas, decía un botánico: "El análisis de las hojas del "mate" manifiesta la presencia del alkaloide conocido con el nombre de cafeína; el mismo que existe en el té, en el café, en la |Paullinia sorbilis, [véase adelante numeral 203], en el cacao i en la Guayusa, que es también especie de Ilex, i que abunda en las provincias de Quijos y Capelos. Los indígenas de aquellos distritos toman la infusión de las hojas. Hai diversas naciones incultas cuyos habitantes, guiados, al parecer, por el instinto, han elejido las plantas indicadas como necesarias e indispensables para la vida. En cuanto a sus caracteres botánicos son mui distintas unas de otras i lo mismo el sabor; pero todas contienen el alkaloide cafeína. Este asunto merece la atención del filósofo" (Jameson, 1865, I, 129-130).

Spruce recolectó material botánico, al parecer incompleto 0 estéril. Utilizando datos de Lagerheim y Warszewicz sobre el uso de la infusión en el oriente perú-ecuatoriano (Huancabamba y Jaén), Loesener identificó la especie como |Ilex guayusa, que según él tiene

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afinidades con |l. paraguariensis e |I. nitidae (sic) (Vahl.) Maxim.. El material que sirvió para la diagnosis era incompleto (Loesener, 1901, 310-311). El original de Warszewicz, que se custodiaba en el Museo Botánico de Berlin-Dahlen, fue destruído en un incendio, y sólo queda la fotografía.

Es probable que otras especies dentro del área de dispersión del uso, que se ha señalado en las referencias coloniales, hayan suministrado la bebida. Para la parte norte del Perú, figura como suministradora de "té o mate", |Ilex tarapotina Loes.. (Macbride, 1951, XIII, IIIA, N° 1, p. 284).

Inclusive plantas de otras familias han recibido el nombre de "guayusa". Así ocurre con varias Piperáceas (dato verbal de la Dra. Mildred Mathias), y con la Monimiácea |Siparuna eggersii Hieron (Loesener, op. cit., 311), y quizá otras especies del mismo género (Spruce, vol. cit., 240), yerbas odoríferas de los Andes equinocciales. En estos casos, debe tratarse de derivación del nombre por similitud del uso, pues los testimonios sobre la legítima "guayusa" del área amazónica se refieren a un árbol, no a plantas herbáceas como son las mencionadas.

 

SAPINDÁCEAS

 

202 -- |Paullinia cupana H.B.K..

Cupana.

203 -- |Paullinia cupana H.B.K., |var sorbilis (Mart.) Ducke.

Guaraná.

A) No se han podido hallar informaciones sobre la "cupana" del Orinoco en la primera mitad del siglo XVIII. Las entradas iniciales que se hicieron arriba del Atabapo entre 1758-1760 no produjeron dato alguno sobre esta especie (Ramos Pérez, 1946, 299; 323-326).

La preparación que se le da al cupana, diferente de la del guaraná amazónico, y la rareza y carácter tardío de los informes sobre el uso de esta sustancia estimulante en el área del Orinoco, pueden ser indicios de que la planta con la costumbre de consumirla, quizá fueron tomadas del Amazonas, y se adaptaron una y otra a las condiciones locales de la región arriba de los raudales de Atures y Maypures, y en la parte superior del Río Negro. Los barrés, de éste último, grandes usuarios de cupana, parecen haber vivido antes más abajo de su situación actual, y haberse ido desplazando

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gradualmente hacia el norte (Spruce, 1908, I, 316). Pero este préstamo cultural, si lo hubo, debió ser lo suficientemente antiguo, como para que hubiera evolucionado en la forma que se vera.

Ni el de áreas distintas para diferentes usos de una misma especie o especies vecinas es caso único. Sin salir de esta familia y de este género, baste recordar que |Paullinia yoco (véase nume ral siguiente) sólo ha sido identificado en los últimos años, no obstante que el uso es, en la parte occidental del Amazonas al pie de los Andes, por lo menos tan antiguo como el de la especie |P. cupana abajo del Solimoes.

Refiriéndose Humboldt en su viaje por el Orinoco a la preparación de sal o su equivalente, a partir del espádice incinerado de ciertas palmas, dice: "Además de los espádices y los frutos de la palmera seje [ |Jessenia polycarpa Mart..], los indios cuelan también las cenizas de la famosa liana Cupana. Es esta una nueva especie del género |Paullinia y en consecuencia una planta muy diferente de la |Cupania de Linneo. Recordaré con este motivo que un misionero viaja raramente sin llevar consigo semillas preparadas de la liana |Cupana. Esta preparación exige macho cuidado. Los indios raspan las semillas, las mezclan con la harina de mañoco, envuelven la masa en ho; as de banano v la dejan fermentar dentro del agua hasta cuando toma un color amarillo de azafrán. Esta pasta amarilla se seca bajo el sol; y diluida en agua se toma en la mañana a guisa de té. La bebida es amarga y tónica, y me ha parecido de un gusto muy desagradable" (Humboldt, 1942, IV, 193).

Años después el geógrafo Codazzi dice que en el cantón de Rionegro abunda la cupana, "árbol pequeño pero mui poblado, de cuya fruta y cáliz se saca una bebida amarga y estomacal y también el estracto o pasta que llaman guaraná, que produce un bello y firme tinte amarillo" (Codazzi, 1841, 106).

Spruce lo vio también en sus cerrerías por el Río Negro y el Orinoco (Spruce, 1908, I, 180; 297, 298; II, 448-453).

Otro viajero poco más tarde, vio la cupana en San Fernando de Atabapo (Michelena, 1867, 341). Pero parece que en esta época se le adicionaba alguna otra cosa, pues cuando Michelena llegó al Ventuari, los soldados que llevaba se emborracharon con cupana mezclado con una ceniza que los embriagó (Ibid., 342). Sería la ceniza del mismo bejuco de la cupana, a que se refiere Humboldt?

En su viaje por el Guaviare en 1881, Crévaux observó la costumbre entre los indígenas de Maripipian: "Los indios piapocos usan, para darse fuerzas, un grano que ellos llaman "cupana". Raspan un cuarto de grano? pintón en agua fría, y beben esta bebida amarga y aromática. Cuando maduro, el grano es grueso como un piñón de Indias [ |Jatropha], internamente blanco y cubierto de una testa negra luciente; está provisto de una carúncula

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blanca bastantemente grande. El fruto es estipulado, de 3 lóculos(...) Más tarde se nos aseguró en S. Fernando de Atabapo que suministra el guaraná del Brasil..." (Crévaux: LTDM, 1882, 1 er. semestre, XLIII, 285).

FIG. 35. a, b. c: frutos de |Paullinia cupana typica; a), sin una, de las valvas, viéndose ?a semilla con el arilo: d, e, f: frutos de |Paullinia cupana, var. |sorbilis; e) abierto por dehiscencia natural. Dibujó N. Leal. Reproducido de Ducke, en RODRIGUESIA, 1937, 156, como aparece citado en el texto, página 259.

Tavera Acosta, 1954, 217, se limita a mencionar la cupana entre las plantas medicinales (Alvarado, L., 1953, 128).

Según datos que pudo acopiar quien escribe durante un viaje por el Orinoco-Guaviare en julio de 1947, los indios puinaves que viven en este último río, especialmente en los barrancos Bachaco y San Antonio del caño Bocón, cultivan en sus conucos matas de cupana. Propagan la especie por semilla o por estaca que tenga renuevos. Produce granos al año de sembrada. El fruto se ralla en rallos hechos con latas vacías de sardinas. Si no hay frutos, se consumen las hojas. Lo toman solamente los brujos o los viejos de la tribu, y está vedado el uso a los muchachos. Una mata obtenida por conducto de unos

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indígenas del barranco Bachaco fue traída a Cali; pero se perdió (Pestiño, 1948, notas inéditas; -----, 1949, 35).

B) El primitivo foco de la domesticación y cultivo del guaraná, parece haber sido el trayecto de la banda meridional del Amazonas comprendido entre la boca del Madeira y la del Purús. Especialmente se ha asignado vinculación con él a los indígenas maués, del río de su nombre, donde en 1768 el "goaraná", con el clavo, se consideraban los principales productos (Monteiro de Noronha, 1768, 27). En un viaje hecho en 1774, el intendente de la capitanía general del Río Negro estuvo en la población de Serpa, donde hizo los siguientes apuntes: "Os Maués sao famosos pela fabrica da celebre bebida Guaraná, frigidissima, que já se uza na Europa, e em que se tem conhecido algumas virtudes, e alguns damnos no seu nimio uzo. A planta do Guaraná he hum arbusto, que se inclue na classe dos sipós, isto he, das plantas, que necessitâo de encosto para se sustentarem, como a vide. A fruta, quando está madura, he negra na casca exterior, mas alva na massa interior, e entra no genero das amendoas. O modo de se preparar a massa, de que se compõe a bebida, he o seguinte; torra-se a fruta, e depois se piza no pilão reduzindo-se a forma de pães, que se costumão secar eso fumo. Estés pães se ralão, vulgarmente com a lingoa do peixe Piraurucú, cité a dóse de huma colher de meza, a que se ajunta assucar em quantidade, que adóce, e tudo em meia canada de agua, fica preparada a bebida. Para as diarrheas ligeiras, dores de cabeça, e doenças de ourinas he remedio approvado. Relaxa porem o estomago o seu grande uzo a algumas pessoas, e cauza insomnios, e dizem que impotencia. Mas he extremo o uzo que desta bebida se faz em todo o estado do Pará, tomando-a muitas pessoas a toda a hora, e sem assucar, como os Indios, sendo bastante amargo" (Ribeiro de Sampaio, 1825, 5-6).

En el segundo cuarto del siglo XIX, se daba guaraná --la fuente no dice si cultivado --en las siguientes localidades: 1 a) ríos Canumá y Abacaxí, en jurisdicción de la villa de Borba (Baena, 1839, 408, 409), en el río Maué-assú, jurisdicción de Silves, donde se estableció en 1800 una misión. Estos indios habían sido muy levantiscos, y entorpecían en la segunda mitad del siglo XVIII el come: cío por el Madeira, matando a los tratantes (Ibid., 417, 416-418). 2a) Villa Nova da Rainha, hoy Pearintins, también dependiente de Sil ves (Ibid., 453), y 3a) Serpa (Ibid., 448). Pero habíalo además | [10] en la otra orilla del Amazonas, como en Barra (hoy Manaos) (Ibid., 381). En Uatumá, habitado por los pariquís, aunque se hallaba la planta silvestre, no la explotaban los naturales (Ibid., 454).

Martius dice que el guaraná era más frecuente entre los maués del bajo Madeira. Su hermano Teodoro fue el primero que en 1823 investigó la composición química de la pasta. La lista de dolencias o indisposiciones que el gran botánico da como tratables --si no curables --con el guaraná es bastante larga, aunque en síntesis son las mismas estipuladas sesenta años antes por Ribeiro de Sampaio

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(Martius, 1843, 59). En su época, la preparación de la pasta del guaraná estaba a cargo de los brujos o pagés de la tribu (Martius, 1939, 279).

No se conoce la antigüedad de la domesticación y uso del guaraná entre los indígenas del Amazonas; pero parece que cuando los bandeirantes lo conocieron, se estimularon la producción y el consumo. Se ha llegado a sugerir que la contratación de guaraná entre Amazonas y Matto-Grosso, en el interior del Brasil, y la consiguiente apertura de comunicación por el Madeira, fue acicateada por este factor (Spruce, 1908, I, 62; Hoehne, 1939, 185-186).

A mediados del siglo XIX eI guaraná era bebida ya difundida en el sector brasileño abajo del Río Negro (Spruce, 1908, I, 180; II, 448-453).

Por su alto contenido de cafeína, el guaraná despertó la atención de los médicos. El profesional caleño Pío Rengifo escribió en el siglo pasado sobre esta bebida (Ibáñez, 1884, 166). Pero fuera de su área de origen., se ha conocido poco. En Venezuela sólo se obtenía en las boticas (Alvarado, L., 1953, 186; Pardal, 1937? 113, 281; Pérez de Barradas, 1957, 176-178). En el Brasil el consumo se ha generalizado a la región meridional durante los últimos veinte o treinta años, bajo la forma de bebida gaseosa.

Aunque el guaraná se ha difundido como planta de cultivo por varios lugares de la cuenca amazónica (Spruce, 1908, I, 298), y desde la última década del siglo pasado se cultivaba en el Jardín Botánico de Buitenzorg, Java, y crecía muy bien en el Jardín de Plantas Económicas de Singapore (Burkill, 1935, TI, 1677-1678), parca fines industriales la máxima condensación del cultivo (por lo menos hasta 1944 en que estuvo en el Amazonas quien esto escribe) se halla en los municipios de Maués, Borba y Parintins, del Estado Amazonas. Allí la floración ocurra por lo general en agosto y septiembre, y ? a cosecha en noviembre y diciembre (Patiño, 1946, 8?-83).

En 1937 el doctor Camilo Muñoz Oberalo, miembro colombiano de la Comisión de Límites con el Perú, envió del Amazonas a la Secretaría de Agricultura del Valle, entonces a cargo del doc tor Demetrio García Vásquez, unas semillas y muestras de la bebida del quaraná. Las semillas no germinaron en Buga, donde fueron sembradas (Patiño: COLOMBI A, 1944, 51-53).

En junio de 1945, cuando el autor estuvo por primera vez en Villa Arteaga, Urabá, donde se empezaban. entonces trabaos de propagación clonal de |Hevea brasiliensis (véase numeral 215), había cinco matas de guaraná, traídas del Amazonas por el doctor Hans Sorensen; dos habían empezado a fructificar, con ser que sólo se habían plantado un par de años antes (Patiño, 194.5, Mss.). En nueva visita hecha a "La Cauchera" en julio de 19b0, nadie dio razón deI

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paradero de astas matas. Probablemente corrieron suerte igual a la de un hermoso ejemplar de sapucaya ( |Lecythis zabucajo Aubl.), también introducido por el doctor Sorensen, que --por desconocimiento de su importancia --fue cortado para leña.

Hay alqunas matas en varios puntos de los ríos colombianos de la hoya amazónica, de donde sería relativamente fácil introducir la especie al interior. Por ejemplo, del orfanatorio capuchino de La Pedrera, Caquetá (Patiño, nota en Florencia, agosto 11, 1951).

En Iquitos, Amazonas peruano, existía en 1952 la fábrica da gaseosas "Lusitania", que elaboraba quaraná en bebida, con semilla traída del Brasil (Patiño, nota mss. agosto 20, 1952).

Ducke, a quien se debe una revisión botánica de esta especie (RODRIGUESIA, 1937, 10: 155-157 y 2 lám.), afirma que sólo se halla en estado cultivado (Ibid., 1946, 12).

 

204 -- |Paullinia Yoco R. E. Schultes y Killip.

|Yoco, probablemente de la lengua siona. También se dice |yokó (Espinosa Pérez, 1955, I, 106).

Como de varias plantas usadas por los indígenas de los altos afluentes amazónicos, en las espaldas de los Andes ecuatoriales, no se vino a tener conocimiento de esta especie, cuya identidad botánica fue ignorada hasta hace pocos años, sino a mediados del siglo XVIII, mediante los informes de los misioneros de diversas órdenes que entraron a la tarea -no realizada- de ganar a los aborígenes para el catolicismo.

En un "Vocabulario de la lengua general de los indios del Putumayo y Caquetá", o sea la siona, terminado al parecer en 1751, y atribuído por el insigne americanista Marcos Jiménez de la Espada al franciscano Fernando de Jesús Larrea, aparecen estas palabras: "Yoco = Una bebida de sumo de un bejuco o mimbre; Yocomu = el bejuco cúyo es el sumo" (J. de la Espada, 1904, 46, 16-17; 31). Otros atribuyen ese vocabulario al P. Berrutieta, mencionado a propósito de la guayusa.

Es de saberse que por esta época, los franciscanos de Popayán administraban las misiones del área situada entre el Caquetá y el Putumayo, desde la falda suroriental de los Andes hasta donde --teóricamente --se extendían las posesiones españolas por esta parte del sector amazónico. Tales misioneros, en un informe de 1773 sobre la región, ya citado a propósito de la guayusa y en otras oportunidades, al hablar de los indios encabellados que moraban en el Putumayo, entre el Huepí o Güepí y el Yoquisiya, dicen: "Es

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particular de esta nación la bebida que llaman "yoco". Fabrícanla de un sarmiento silvestre que le da su nombre. Quitada la corteza, róenlo y pican en sus batanes lo roído, que infundido y exprimido en agua natural da tintura de encarnado, y comunica su amargura (que suavizada con azúcar no desagrada. Usan de ella con frecuencia desde la madrugada por todo el resto del día. Es bebida fresca y dicen que también purgante" (Cuervo, 1894, IV, 265; Zawadzky, 1947, 197; Arcila Robledo, 1950, 305).

Siendo cosa ingerible, no debió ser extraña al varias veces citado misionero Juan de Santa Gertrudis. En efecto, al relatar su viaje por el Putumayo, y concretamente entre los caseríos de San Diego y Santa Cruz de los Mamos, en cuyo trayecto desagua en aquél río el Timbío, habla de dos bejucos singulares, uno el "ya te veo", sobre el cual tantas conseias se han escrito, y el otro... "El uno llaman yoco. Es beiuco del tamaño de una muñeca, y de él hacen bebida los indios de esta suerte: cogen trozos de este bejuco y se los llevan; cuando quieren, cogen un trozo, y con una concha o con el filo del machete van raspando la corteza, que es de color atabacado. Todo lo raspado lo ponen en un mate o medio calabazo con agua, y a fuerza de refregones y estrujarlo con las manos, le hacen largar toda la sustancia que se vuelve el agua casi colorada, y este jugo se lo beben. Su sabor es algo áspero. Dicen ellos que les fortifica el cuerpo, y que les infunde ánimo. Yo lo que experimenté es, que quita el cansancio y molimiento del cuerpo, y que al mismo tiempo refresca. No es mala bebida. Y se pone mucho mejor si se saca en cantidad, y después se hierve, y así hervido se embotija, porque por sí se fermenta, y ya fermentado es mejor. Esta es bebida general en todos los indios del Putumayo, que mañana y tarde toman yoco. Y cuando yo iba con ellos por el río a cazar o a pescar, ellos al llegar a algún paraje donde había este bejuco, al instante paraban la canoa. Yo les decía: "Enque re pico", que quiere decir: ¿Qué hay? Ellos respondían: "Yoco payqui payre", porque no pueden pronunciar Padre. "Payqui" quiere decir aquí hay. Y en topando ellos yoco, no pasan sin ir a coger, y hacer de ello provisión" (Serra, 1956, I, 174-175).

Hay una referencia confusa y aparentemente errónea, de 1752 y del río Napo en que se han confundido los nombres "yoco" y yagé", que se discutió en el numeral 195, así como otras que sa presentan en idéntica situación. En el diario del P. Uriarte no se ha podido localizar el pasme en que, refiriéndose a los encabellados o piojés actuales, a propósito de la palabra "yocó", se dice: "bebida de ara corteza de este nombre, simplemente exprimida y desleída en agua, la cual toman todas las mañanas como fortaleciente". Esta frase aparece citada por otro autor que refiere el pasaje a 1735 (Espinosa Pérez, 1955, I, 34), siendo así que el P. Uriarte sólo llegó a Maynas en 1750. Como con otras plantas del área amazónica, durante fines del período colonial y principios del republicano, se pierde en la literatura el rastro del yoco. En 1854 publicó el cura Juan María Albis sus impresiones sobre un viaje a la región de los ríos afluentes del Caquetá, Mecaya, Senseya y Caucaya, habitados por macaguajes, quienes usaban el yoco solo contra indigestiones y fríos, o mezclado con guayusa (véase numeral 202) para lá disentería (Albis, 1936, 31, 32).

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FIG. 36. |Paullinia yoco Schultes & Killip. 1, planta; 2, zarcillo leñoso; 3, flor; 4, sépalo; 5, pétalo; 6, pistilo; 7, estambre; 8, fruto con pedicelo. 1 y 2, a mitad del tamaño natural; 3 a 7, aumentados cinco veces; 8, dos y media veces mayor. Reproducido de Schultes, 1942, 305, como está citado en el texto.

En los primeros quince años del presente siglo, cuando estaba en su apogeo la actividad de los caucheros en el Putumayo-Caquetá, algunos viajeros hablaron sobre el yoco, sin añadir hechos nuevos (Rocha J., 1905, 27, 43-46; Hardenburg, 1913? 86).

A partir de entonces, varias observaciones, anotaciones y enestas fueron adelantadas por los misioneros capuchinos, de las cuales se deduce que el uso de esta bebida es peculiar de tribus de tres diferentes familias lingüísticas: sionas y koregwajes (tukano); kofanes y andaquíes sobrevivientes (chibcha?), y quizá por transculturación, entre otras tribus de habla ingana (kichua). Hay variaciones sobre el uso, pues el yoco se toma como bebida reconfortante y tónica, pero a veces también a fuer de medicina, como ya se había observado desde el período colonial (Castellví ACA, 1946-1950, IV, 12-16: 21-27; 23). Sobre los cofanes hay noticias comprobatorias (Espinosa Pérez, 1955, I, 48-49; 51-52; 106).

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Después de 1920 resurgió el interés por conocer plantas del área altoamazónica. El explorador belga Florentino Clases comentó esta bebida, así como acerca de otras especies del área.

En 1941 y 1942, el botánico norteamericano Richard Evans Schultes, a quien tántas y tan excelentes contribuciones se le deben para el conocimiento científico de la flora amazónica de Colombia, especialmente de la asociada a la vida de los indígenas, obtuvo material de yoco y encontró que se trataba de una especie nueva. Largo tiempo (y aún después de su descripción [Pérez de Barradas, 1957, 176-1781) había sido confundido con el guaraná, sin parar mientes en que mientras de éste se usa la semilla, del otro la corteza.

El método de usarlo, tal como Schultes lo observó y como quien escribe apreció también en el Chipayacu-Guineo en 1950, no difiere sustancialmente del descrito desde el siglo XVIII (Schul tes: BML, 1942, II, 301-324; -----, RIBA, 1951, 279-280; -----, 1953, VIII, 73-75).

 

205 -- |Sapindus saponaria L..

|Chambimbe, en el Valle del Cauca (Holton, 1857, 469).

|Jaboncillo, en otras partes de Colombia (Pérez Arbeláez, 1947, 357). Lo mismo en Costa Rica (Pittier, 1908, 106).

|Túlisi, híluru, en caribe insular (Hodge et al, 1957, 578).

|Parapara, en Venezuela a la semilla (Pittier, 1926, 331); |paraparo, al árbol (Alvarado, L., 1953, 278). Nombre aquél de una población a la puerta del llano venezolano, Estado de Guárico.

|Zihom, zihum, zubul, en maya (Roys, 1931, 325). |Choloque, chololo, chochobola; chururo; sulluco (Valdizán y Maldonado, 1922, I I, 40); |cholloco, cholloque; sullucu (Herrera, F., 1939, 175; 327; Yacovleff y Herrera, 1935, I I, 40); |sullúku, el árbol; |chúwi, el fruto (Lira, 1945, 934; 151), en el Perú. Allí en el silo XVII el nombre era espigua (Cobo, 1891, II, 109; -----, 1956, I, 277-278). |Saboneteiro, saboeiro, guití en el Amazonas (Le Cointe, 1934, 399); |guity, pão-de-sabão en el oriente brasileño (Marcgrave, 1942, 113, xlii).

Describe el primer cronista de las Indias el "árbol de las cuentas" de jabón como existente en las Antillas y en la Tierra Firme, "cerca de Panamá e en aquella gobernación de Castilla del Oro". Los indígenas le daban diferentes nombres, según las lenguas; desgraciadamente no los registra. "Son árboles altos e de buen parescer (...) Sacando un cuesco que esta fructa tiene, tamaño como una pelota de arcabuz, poco más o menos, echan aquella fructa en agua bien caliente, e

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jabonan la ropa blanca con ello, como lo podrían_ hacer con un pan de jabón, e tan alta e continuada espuma hace como el jabón; mas la ropa que con esto se acostumbra jabonar, no tuna tanto como la que se jabona con el buen jabón. Pero, en fin, a nescesidad, suple y es harto bueno para esto". Horadando la semilla negra se hacían cuentas para sartas, mejores que las de azabache, por no romperse tan fácilmente. "Secas o verdes [las frutas] son buenas para laborar, y melones cuando están en el medio, que ni están del todo enjutas ni muy verdes; e aquella carnosidad que tienen es la que tiene esta propriedad. Y mejor se jabona con las raíces del mismo árbol" (Oviedo y Valdés, 1959, I, 285).

El médico Monardes habla también de estas "cuentas xaboneras", de las cuales hace una buena descripción. Repite los datos de Oviedo sobre el uso para lavar ropa y para hacer rosarios con las semillas, por lo duras. Añade que el fruto es amargo y (en lo que se equivocó), que ningún animal lo come. Dice haber sembrado semillas en Sevilla, que le nacieron (Monardes, 1574, 105-106).

Con el nombre de "charapu" describa imperfectamente esta especie el protomédico de las Indias Francisco Hernández, "pues hasta ahora nada me han dicho los indígenas de este árbol en lo que se refiere a la medicina. Nace en las regiones cálidas de la provincia mechoacansense, donde dicen que su polvo espolvóreado en los ríos entorpece a los peces de suerte que pueden cogerse fácilmente, y que el fruto hace las veces de jabón para lavar la ropa" (Hernández, 1943, Il, 529-530). El comentador Jiménez precisa que se daba en Oaxaca y en la Mixteca alta; en lo demás, repite los datos de Oviedo y Monardes (Ximénez, 1888, Méx., 82).

Los indígenas de las Pequeñas Antillas hacían con la semilla dura y perfectamente esférica, los ojos a sus ídolos de algodón (Du Tertre, 1958, II, 349; 155-l 56).

En el río Cariaco, costa oriental de Venezuela, lo usaban los indios a principios del siglo XIX (Humboldt, 1941, II, 149). "Todas las partes del árbol contienen un principio saponificante muy amargo. Las semillas son venenosas y, reducidas a polvo, sirven. como insecticida; el aceite extraído de los cotiledones se usa en medicina y en la fabricación de jabón" (Pittier, 1926, 331).

Se usaba en San Gil en el siglo XVIII (Gilii, 1955, 375).

Cuenta un misionero, que viajaba a mediados del siglo XVIII, poco al sur del río Engañoso, no lejos de Guamo, en el valle del Magdalena: "Junto al paso de este río vi un árbol que llaman "tactel". El muy alto y grueso y coposo; da unas frutas del tamaño de una cereza perfectamente redonda. Ella a ramitos como el cerezo. Dentro tiene un hueso del tamaño de un Gloria Patri de una corona grande de Jerusalén. Negra y dura como el coco. Él también perfectamente

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redondo. Yo en diversas partes me aperé de ellos y taladrados parecen cuentas de Jerusalén, y se hicieron varias coronas. Esta fruta verde la quiebran las mujeres, y con ello lavan la ropa y sirve en lugar de jabón. En madurando se ponen del color de miel, y está pegajoso como cola, y aún más. Y cuando así lavan la ropa con ello hace más espuma que el jabón" (Serra, 1956, l, 105).

Cobo habla de esta especie bajo los nombres de "espigua" o "jaboncillo", en el Perú de mediados del siglo XVII (Cobo, 1891, Il, 109; -----, 1956, I, 277-278). Un siglo después, el botánico Ruiz halló el árbol cultivado en Lima, "de pocos años a esta parte", y también en Lurín (Ruiz, 1952, l, 8, 31; 54-55).

El dato que ya le dieron al médico Hernández del siglo XVI, de que esta especie sirve para emborrachar peces, está comprobado (Hoehne, 1939, 188; Killip and Smith, 1935, 14), aunque quizá la toxicidad varíe con las especies de peces.

Lo que sí está contradicho por los hechos es lo afirmado por el médico Monardes, de que ningún animal come los frutos, pues en América las cabras los degluten para comer la pulpa, y regurgitan las semillas ya limpias, sin daño aparente.

Es también árbol ornamental.

 

MALVÁCEAS

 

000 -- |Gossypium spp..

Para lo relativo a la fibra, véase el numeral 182.

Según Martius, en el Brasil se curaban con sorprendente rapidez úlceras malignas crónicas, con cataplasmas de hojas de algodón ( |G. Vitifolium    ) (Martius, 1939, 234). En las Antillas se atribuía el mismo efecto a las flores soasadas (Du Tertre, 1958, II, 142).

Las semillas del algodón tienen un principio galactógeno (Font Quer, 1962, 408), hecho observado en las Antillas francesas (Descourtilz, 1833, IV, 2I6). Por eso el uso de la torta como alimento favorece la producción de las vacas lecheras. El aceite de la semilla tiene una diastasa proteolítica que destruye la tenia (Font Quer, loc. cit.). Recuérdese que los indígenas brasileños usaban la semilla como alimento.

 

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ESTERCULIÁCEAS

 

000 -- |Guazuma ulmifolia Lam..

(Véase numeral 54, tomo I).

Como todas las plantas que tienen sustancias mucilaginosas, el guásimo se usó en el pasado como emoliente (Martins, 1843, 14). Se dice que si se toma en dosis elevadas, produce náuseas, vómitos y diarreas, lo cual se atribuye a la posible presencia de sustancias activas (Hoehne, 1939, 193).

Algo de esto se verá en el capítulo XX, a donde el tema se remite.

 

GUTÍFERAS

 

000 -- |Mammea americana L..

El estudio del mamey como fruta comestible, se hizo en el numeral 59, capítulo VIII, tomo I, páginas 341-344.

Un bálsamo hecho con el fruto se usaba en el Amazonas como vulnerario y para curar las excavaciones dejadas al sacar las niguas (Martins, 1843, 33; 116). Para esto mismo usaban los ne gros de las Antillas francesas el jugo gomoso que exuda el árbol al herirlo (Descourtilz, 1833, I, 10; 8-10).

Es conocido de antiguo que la semilla del mamey contiene principios activos, y por esa causa se ha usado como insecticida. Lo recomendaban en Antioquía en el siglo pasado contra las pulgas, rociando el piso de la vivienda con el cocimiénto de las semillas molidas (Posada Arango, 1909, 405).

La toxicidad para insectos se debe al alcaloide mameyina, similar a la piretrina (Jacobson, 198, 51-52).

 

BIXÁCEAS

 

000 -- |Bixa orellana L..

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Datos sobre el achiote como condimento se han dado en el numeral 158, tomo II, capítulo XIII, pp. 210-213, y a fuer de semilla tintórea, en el capítulo XVI.

Se creía en la época colonial que el achiote "cura las cámaras de sangre, provoca la orina y mitiga la sed" (Cobo, 189?, II, 53).

En las Antillas se preparaba un polvo afrodisíaco con partes iguales de cacao pelado, azúcar, azúcar de vainilla, canela y urucú; tal mezcla se llamaba "wakaka". Por otro lado, se conside raba la pulpa del fruto como refrescante y astringente (Descourtilz, 1833, I, 17-18).

Quizá nadie se atreva a garantizar ahora ni el uno ni el otro efecto.

 

CACTÁCEAS

 

206 -- |Opuntia spp..

|Aguacolla; acacoyay, del quechua.

|Piscol? (véase adelante).

Achuma.

La relación geográfica de Zamora de los Alcaides (1582), en el oriente ecuatoriano, sobre la cuenca del Marañón, anota que los indígenas usaban para sus enfermedades y dolores el cordón "aguacolla", mezclado con tabaco (J. de la Espada, 1897, IV, 2). En la relación contemporánea de la anterior, descriptiva del partido de San Juan de Chamaco, se establece: "Los gonzavales tienen unos cardos que llaman "aguacollas", y los dan a beber a los indios que se lo vienen a pedir, y para que lo beban, les dice que se confiesen y la confición (así) es pública, que aunque estén cuatro o seis en la casa, todos lo oyen; y esto ha mucho que entiendo que no lo hacen, porque se les ha ido a la mano" (Ibid., 26). Este pueblo de Chamaco estaba a siete leguas de Zamora. La provincia de los gonzavales, "es fría y húmeda y muy pobre de comidas, por ser la tierra alta y muy delgada" (Ibid., 24, 25). La región de Gonzaval actual está situada en la vertiente occidental de los Andes, al noroeste de Loja (Jaramillo Alvarado, 1955, 36 nota).

No dice nada de notable en este sentido el naturalista Cobo al referirse al "avacollay", que cataloga entre los cardones de la segunda clase en que los divide, o sea los de frutos no comestibles (Cobo, 1890, I, 450-451). Pero: al referirse a la "achuma", cardón de un estado de alto o más, cuadrado y de color de závila (es decir

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glauco), anota: "Es esta una planta con que el demonio tenía engañados a los indios del Perú en su gentilidad; de la cual usaban para sus embustes y supersticiones. Bebido el zumo della, saca de sentido de manera, que quedan los que lo beben como muertos, y aun se ha visto morir algunos por causa de la mucha frialdad que el cerebro recibe. Transportados con esta bebida los indios, soñaban mil disparates y los creían como si fuesen verdades". El editor Jiménez de la Espada anota que de allí puede derivarse el verbo "chumarse" que se usa en Perú y Chile, con el siqnificado de "embriagarse" (Ibid., 451 y nota; -----; 1956, I, 205).

Por consiguiente, el uso actual de una bebida narcótica llamada "cimora", en la cual entre otros componentes entran varias Cactáceas como |Opuntia cylindrica (Lam.) D. C. (Britton & Rose, 1963, I, 77-78), en las provincias norte-peruanas de Piura, Lambayeque y La Libertad, muy relacionadas geográficamente con Loja, lejos de ser cosa nueva (Gutiérrez Noriega: AI, 1950, X, 215; 215220), se puede considerar apenas como la revivescencia de prácticas antiguas, quizá sí con la incorporación de sustancias que tal vez no figuraban en el ritual primitivo.

 

000 -- |Pereskia spp..

A propósito de los guamachos considerados como frutales comestibles, véanse los numerales 76 y 77, volumen I, 1963, pp. 361362 y 362. Otra especie usada como verdura se estudió en el numeral 149, tomo II, 1964, 195.

"El cocimiento de la cáscara de este árbol tiene virtud para supurar, y cicatrizar las llagas, y inflamaciones de las piernas, salvo las que proceden de humor Gálico inveterado, que aunque las mitiga, no las cura enteramente..." (Caulín, 1779, 16; 17).

 

   

[10] Spruce, 1908, I, I72-I73 nota Wallace.

LECITIDÁCEAS

 

000 -- |Gustavia superba H.B.K.. |G. speciosa Mart.. |Gustavia spp..

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Como frutos condimenticios, se han estudiado en los numerales 78 y 79, tomo I, páginas 362-365.

Se han atribuido a estos árboles y a sus frutos diversas propiedades. Un ejemplo del uso como alexitérico:

Algunos soldados que bajo el mando de Pedro de Heredia tomaron parte en la batalla de Turbaco en 1533, fueron heridos por los indios con flechas envenenadas, quizá a base de manzanillo |Hippomane mancenilla L..

"Estos con buena guarda de caudillosencaminaron al marino puerto (Cartagena];danles a beber agua de membrillos,y sanaron mediante buen concierto,aunque quedaron flacos y amarillos,y Juan del Junco Montañés fue muerto... "

(Castellanos, 1955, III, 30; Simón, 1953, V, 88).

En Panamá el zumo del fruto se considera depilatorio. El cocimiento de las hojas se usa para hinchazones y como diurético (Alba, s. f., 27, 109).

|G. brasiliana D. C., llamada "janiparandiba", "japoarandiba" y "jandiparana", se ha tenido en su país de origen como vomitiva e ictiotóxica; lo mismo que |G. speciosa (H.B.K.) D. C., cuya pulpa sirve para teñir de amarillo (Martius, 1843, 72).

 

MIRTÁCEAS

 

000 -- |Psidium guajava L.. (Véase numerales 84, 85, 1963, I, 372-380).

El uso de la guayaba como antidiarreico fue universal en Indias desde los primeros tiempos de la dominación española, quizá aprendido de los indígenas. Ya decía Oviedo: "E son buenas [las guayabas] para el flujo de vientre, e restriñen cuando se comen no del todo maduras, que estén algo durillas, para que cese el flujo del vientre" (Oviedo, y Valdés, 1959, I, 258-259, 259).

A Monardes le informaron que las guayabas verdes restriñen y aprietan mucho, mientras que bien maduras, laxan el vientre; el cocimiento de las hojas servía para deshinchar piernas congestionadas (Monardes, 1574, 10I v-102).

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La relación de Panamá de 1610, hablando de las frutas de Indias, establece: "Ninguna tiene virtud medicinal, sino la guayaba, que verde, restriñe y se da a los enfermos de cámaras" (Torres de Mendoza, 1868, IX, 97). También la relación de Portobelo, de 1607, abunda en el mismo parecer: "La guayaba es f ruta sana, y aunque algo fría, es muy estítica; y así, se da a los enfermos de cámaras, cruda y asada; y se cuece, y de su agua beben para el mismo mal, echando los cogollos del árbol... " (Ibid., 114).

Estas mismas propiedades se le atribuían en el Perú (Cobo, 1891, II, 28).

Parece que algunas variedades eran más apreciadas que otras para usos medicinales. por ejemplo, en Santa Marta, a mediados del siglo XVIII: "Hay también guayabas agrias, pero aun son más medicinales [que las comunes]. Tomadas en ayunas expelen la f lema, cortan la úlcera y corrigen la ictericia" (Rosa, 1945, 291).

 

APOCINÁCEAS

 

000 -- |Allamanda cathartica L..

|Copa de oro, carnaval, en el oeste de Colombia.

Ocho a doce granos incorporados con un jarabe aromático, se prescribían como purgante drástico por los médicos franceses de las Antillas; de todos modos se recomendaba mucha circuns pección en el empleo de este remedio (Descourtilz, 1833, II, 313314; 312-314. También se utilizaba con cl mismo fin en la Guayana inglesa (Schomburgk, 1923, II, 207: |A. aubletii Pohl..).

El jugo del tallo es apenas ligeramente tóxico para las cucarachas americanas (Jacobson, 1958, 15).

Se cultiva como planta de adorno, por sus hermosas flores amarillas (véase capítulo XIX).

 

207 -- |Thevetia peruviana (Pers.) Merr.. (= |T. neriifolia Juss.). |Thevetia spp..

|Acitz (USNH: Lindell 7713. Quintana Roo. 1933); |akitz (Martínez, 1959, 73-76), en maya.

|Yoyote, en Méjico (Robelo, 3a ed., 496>.

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|Chilindrón, en algunas partes de Centro América (USNH: A. van Severén 63, 1923, Tela, Honduras; Carlos Renson 232, 1905, El Salvador).

|Cabalongo, cobalonga, en la costa atlántica (Revollo, 1942, 39) y en la mayor parte de Colombia.

|Cachimolivo (Pérez Arbeláez, 1947, 431).

|Cascabel (USNH: Elbert L. Little Jr. 9064, 1944, río Venanado, Huila, Colombia).

|Cravachí, en tamanaco (Gilii, 1965, II, 230).

|Caruache, retama, en la Guayana venezolana (Alvarado, L., 1953, 88).

|Jorro-jorro, en Surinam (USNH: Archer 2668, 1934, Sertelweg).

|Jacapa (USNH: J. N. Rose 23329, 1918, entre Loja, y Porbelo, y |zuche o suche (Ibid: Aníbal López y E. L. Little Jr., 6762, 1943, km. 41 y W vía férrea Guayaquil-Salinas), en Ecuador. El primer nombre se deriva del kokama |tsakapa, chacapa del Perú amazónico. Otra tribu tupí-hablante, los omaguas, le dicen |patakura (Espinosa, 1935, 185; 115; 188).

|Siatica, maichil, en el Perú (Yacovleff y Herrera, 1935, II, 88-89).

|T. nitida H.B.K. (= |Ahovai nitida (H.B.K.) M. Pichon.

|Ahouai, en caribe y dialectos (Goeje, 1909, 40).

|Chapeo de Napoleão, en el Brasil (Hoehne, 1939, 19-20 y USNH: 578G, 1914, porto do Campo, Sepotuba. Exp. Cient. Roosevelt-Rondón).

El "yoyote", de frutos y semillas ponzoñosas, se conocía on Méjico y en Centro América a mediados del siglo XVII (Cobo, 1891, II, 87-88). Uno de los uses era para combatir el dolor de muelas. "Puesta esta pepita sobre la muela podrida, la deshace" (Cobo, loe. cit.; Figueroa Marroquín, 1957, 125 y fig.). En la actualidad con la almendra molida con grasa, se prepara una pomada usada contra hemorroides (Martínez, 1959, 74-75).

Se censideraba como canicida en el Perú (Valdizán y Maldonado, 1922, II, 283).

Las propiedades venenosas se conocían en la Guayana desde el siglo XVIII (Barrere, 1743, 195, 196, 200). No obstante esto, durante su viaje por el Río Negro - Orinoco en i 852-1854, el botá nico Spruce da

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cuenta de haber visto gallinas picoteando los frutos caídos de un árbol de "relama", y de haber comido él mismo tres o cuatro, sin daño alguno, en Marabitanas, cerca a la frontera entre Brasil y Venezuela (Spruce, 1908, I, 343-344; -----, 1941, 292).

Estudies recientes han demostrado que las semillas de |T. neriifolia producen un potente insecticida, especial para áfidos; pero que su actividad varía mucho, de acuerdo con los procedimientos de extracción (Jacobson, 1958, 22-23).

No obstante esto, la especie en cuestión tiene una enorme dispersión geográfica en América, en teda la porción tropical. Ocurre que el endocarpo está constituido por una sustancia leñosa, que produce un ruido característico cuando se colocan juntos fragmentos de esa parte del fruto. Muchas tribus americanas los usaron como cascabeles o resonadores, especialmente para sus danzas, y por eso cultivaron el arbusto.

El misionero Serra cuenta cómo, para celebrar la Navidad de 1765 en su misión del río Putumayo, vistió a sus indios catecúmes con prendas hechas de corteza. "Hay por aquellos montes unos árboles que llaman afuera "haba longa". Estos dan una especie de habas del tamaño de la primer conyuntura del dedo pulgar de un hombre, y a la punta remata piramidal, y la otra redonda. Estas se dividen, como las habas en dos mitades, y adentro forman un hueco como una castañeta. Ellas son del color del clavo, y es un veneno tan activo, que la cuarta parte tomada en polvo, en una hora cuita la vida. Yo en Nemocón, cuando fui para Tunja, había visto que los indios las taladran, y compuestas, pegadas de dos en dos, las usaban en lugar de cascabeles atadas a las piernas. Hice pues a estos doce muchachos a cada cual su par de polainas, todas sembradas de estas habas" (Serra, 1956, II, 231232; Uriarte, 1952, I, 335, -----, II, 94). No de otra cosa parea, ser el "kungu" o cinturón de cáscaras, que usan las mueres jíbaras en ocasiones de fiestas (Karsten, 1935, 88-89, pl. XIII, 3).

Diversas tribus del Caquetá lo acostumbran también (Cartagena: ACA, 191-1953, V, 29; 34).

Entre los antiguos peruanos desempeñó papel ritual importante. A mediados del siglo XVIII se cultivaba la especie en Lima y alrededores para confeccionar los sonajeros (Ruiz, 1952, I, 29).

La misma costumbre fue conocida en la parte oriental de Sur América. Se señaló para la Guayana francesa (Barrere, 1743, 195, 196, 200), y entre los rucuyos, con ocasión de que las jovencitas pasaban por el rito de nubilidad (Crévaux, 1878, 182). Igual cosa ocurría en Surinam (Fermin, 1769, I, 89, 189), 'y entre los orinoqueses (Gilii, 1965, II, 230).

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Schomburgk observó lo mismo entre los guaraúnos del río Bar ma y entre los waikas; las mitades de las cáscaras se ensartaban en cuerdas, que a modo de ajorcas se amarraban a los tobillos. Además, los waikas usaban un trozo de guadua delgada del tamaño de una persona, con un cencerro de estas semillas, para llevar el compás durante la danza (Schomburgk, 1922, I, ? ì 8, 159; 160). Esto último se observó después entre los macusis (im Thurn, 1883, 323).

La costumbre era general en todo el Orinoco-Río Negro (Spruce, 1908, I, 344).

|Thevetia, cultivada a menudo como ornamental (véase capítulo XIX), ha side llamada "caucho" en Medellín, por la leche que suelta al herir la corteza; en la cuenca del Cauca medio le dicen "acedío" (Posada Arango, 1909, 233). Es espontánea en el vallecito subxerófilo del río Dagua, en la Cordillera Occidental.

En cuanto al ahouai, la descripción es antigua. Fue hecha por André Thevet, el cronista de la Francia equinoccial, a quien está dedicado el género (Hoehne, 1939, 19-20). Este "chapeu de Napoleão" o "sombrero de Napoleón", por la forma tricorniada del fruto, se cultiva en el Brasil.

Algunos datos dados arriba para |T. peruviana pueden aplicársele también.

 

SOLANÁCEAS

 

208 -- |Solanum mammosum L..

|Peito-de-moça, en el Brasil.

|Pomme-de-teton, en las antiguas posesiones francesas.

|Rejalgar, en los países hispanoamericanos ecuatoriales. Esta palabra española de origen árabe equivale a "arsénico" (Hanbury, 1876, 220-221), y se aplica en España a varias plantas venenosas.

La relación de Tuna de 1610 informa: "Hay en esta tierra una yerba que llaman "rejalgar" y otras muchas de que no se saben los nombres, que son venenosas y matan si se comen o beben en çumo" (Torres de Mendoza, 1868, IX, 403).

Viajando por los llanos entre Natagaima y Neiva a mediados del siglo XVIII, un misionero topó con esta planta. "Al lado de la casa había unas matas como la de la berenjena. Las hojas más chicas, de color

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más claro; y sobre las hojas temía espinas. Dan unos calabacitos de dos barrigas, la mayor es menor que el puño. Mas el donado boticario me dijo: Padre, tire esto que es veneno. De esto se hace en las boticas el solimún" (Serra, 1956, I, 108). Las bayas de este "rejalgar de Neiva" o "tetilla" eran empleadas por los campesinos colombianos para matar cucarachas (Posada Arango, 1909, 369).

Idéntico uso se le da a la planta en Centro América, donde se cultiva con ese objeto (Wagner, P. L., 1958, 247). Bajo el nombre de "pinchinta" venden el fruto en los mercados de Guatemala, para decoración y como insecticida (Bukasov, 1930, 485).

Lo cultivan con idéntico propósito los chocoes del alto Sinú (Cordon, 1957, 16).

En la Guayana holandesa se conocía en el siglo XVIII el veneno de la "pomme-de-teton" (Fermin, 1769, I, 189-190). Sobre los síntomas del envenenamiento y los medios de combatirlo con sus tancias ácidas, escribió un médico francés que ejerció en Haití, donde abundaba la mata en el sitio de La Fossette (Can), donde los negros rebelados hicieron una degollina da blancos. En dosis pequeñas se recomendaba como calmante de dolores agudos (Descourtilz, 1833, Ill, 159-162).

El "peito-de-moça" (pecho de muchacha) se cultiva por los campesinos del interior del Brasil, tanto para deleitar la vista, como por la hoja, que utilizan los pagés o curanderos rurales en cigarros, para el tratamiento de ciertas enfermedades (Hoehne, 1939, 253).

|Solanum mammosum crece espontáneamente en muchas partes de América tropical, especialmente en los potreros de tierras calientes. Pero, como se ha visto, en ciertas localidades se cultiva, y en Europa de vieja data (Descourtilz, vol, cit., 159-160).

 

209 -- |Datura arborea L.. D. |sanguina R. et P.. |Datura dolichocarpa (Lagerh.) Safford. |Datura spp..

|Ñongué blanco, flor de baile, flor de luna, en Venezuela (Alvarado, L., 1953, 269; Pittier, 1926, 311).

|Tetec, en chibcha? (Véase adelante).

|Tonga, tongo.

|Maikoa, en jíbaro.

|Huanto, huántuc, en quechua. Quizá de |wántukk: que lleva, carga o transporte valiéndose de un medio (Lira, 1945, 1100), por el

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estado de hebetamiento en que queda quien lo ingiere. Tal nombre, según algunos, estaría reservado a |D.sanguina R. et P..

|Quillanchara, en quechua; |pacsiaquilla, en aymara (Peña, 1901, 123).

|Yopa (Pérez Arbeláez, 1947, 452-453). Tal vez por la similitud de los efectos con los producidos por el |yopo o |yopa (Anadenanthera sp.): (véase adelante).

|Ibaga, en katío.

|Pejijao, en siona (J. de la Espada, 1904, 37). Floripondio.

Borrachero, borrachera.

Estas plantas tienen el doble carácter de tóxicas y medicinales, por un lado, y de ornamentales, por otro. Sobre este último aspecto, véase el capítulo XIX.

Nuevo Reino de Granada.

Los indígenas del Nuevo Reino de Granada que entendían en la extracción de esmeraldas en las minas de Somondoco, acostumbraban tomar y comer "cierta yerba, con que dicen en qué veta hallarán mejores piedras" (J. de la Espada, 1889, Cast., 95; Cuervo, 1892, II, 109; Aguado, 1916, I, 252; Friede, 1960, NR., 262).

Cuando los muiscas enterraban a sus zipas o soberanos, era costumbre meter en las sepulturas también a sus mujeres.y a algunos sirvientes.

"Y para que no sientan las mujeresni los esclavos míseros su muerte,antes de ver la cueva monstruosales dan los xeques ciertos bebedizosdel ebrio tabaco, y otras hojasdel árbol que llamamos borracheraen su común bebida disfrazados,con que de las acciones del sentidonada les queda para ver su daño"

(Castellanos, 1955, IV, 168-169; Piedrahita, 1942, I, 110).

Los muiscas de la región de Vélez propinaban el zumo del borrachero para adivinar por las reacciones del paciente, sus cualidades o carácter y predisposiciones (Simón, op. cit., III, 58-59).

Con estos antecedentes, no es de extrañar el siguiente episodio. Cuando los españoles llegaron a la sabana de Bogotá, encontrándose

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en 156 en Chocontá, fueron algunos de los expedi cionarios víctimas de un envenenamiento, que les produjo accesos semejantes a la locura. "La causa de la dolencia pasada se originó de que las indias que iban violentadas en servicio de los españoles, echaron en la comida cierta yerba llamada "tetec", y vulgarmente "borrachera", que causa los efectos conformes al nombre que tiene, sin que pase a más daño que al referido; e hiciéronlo con el fin de poderse huir al tiempo que sus dueños estuviesen fuera de sí, como en efecto lo consiguieron muchas" (Piedrahita, op. cit., II, 27).

El cronista Simón, perseguidor de los mohanes indios, cuenta haber visto uno en Tota, Boyacá, con un calabacillo en el que llevaba "hojas de yopa" (Simón, op. cit., VII, 183). Los nombres de "yopo", "niopo" y similares se dan a la leguminosa arbórea |Anadenanthera peregrina (L.) Speg., de las cuencas del Orinoco y del Amazonas, cuya semilla pulverizada se usó y se usa todavía como narcótico (se estudiará en el volumen dedicado a plantas espontáneas). Pero quizá el nombre "yoga", por la similitud de los efectos, se aplicara también a |Datura en el área chibcha, cuyas vinculaciones con las llanuras orientales parecen haber sido estrechas. Ya a fines del siglo XVI en un resumen sobre plantas, se distinguen el "borrachero" y la "yoga" (Vargas Machuca, 1599, 146-146v.).

A fines del sigla XVII había perdido mucho de su influencia y uso como narcótico. En 1701 sólo se mencionan los floripondios en el Nuevo Reino como plantas de adorno (Zamora, 1930, 40).

Boussingault habla con admiración de 1ás Daturas de flores gigantescas de la sabana de Bogota (Boussingault, 1900, III, 58).

 

Occidente de Colombia.

Los indios katíos de Antioquía tenían en sus huertas la "borrachera" cultivada (Uribe Angel, 1885, 516). Todavía al presente los iaibanás o curanderos del Urabá usan el "ibaga" o "tongo" en su ritual cabalístico (Severino de Santa Teresa, 1924, 77; -----, 1959, 146).

|Datura es también conocida en el Chocó. Cuando Boussingault hizo desde Riosucio una entrada a Nóvita en 1828, encontró arriba de Tadó que los indios usaban para envarbascar peces,. una planta que por las trazas era una solanácea (Boussingault, 1903, IV, 266). A fines del siglo XIX eI explorador Brisson tuvo informaciones de que los indígenas del Andágueda usaban la "tonga", una fruta para emborrachar y hacer divulgar secretos. Otra planta parecida había en el vallecito de Cajamarca, arriba de Roldanillo, y por consiguiente, en las vertientes hacia el Chocó (Brisson, 1895, 40-41).

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En la cuenca del Cauca se señalan todavía casos de personas a quieres se ha propinado el "cacao sabanero", como se llaman allá los Daturas inebriantes usados para los mismos fines que las muieres chibchas, según se vio al principio.

 

Ecuador interandino.

Entre las plantas ornamentales cultivadas en Quito en 1650, enumera Diego Rodríguez Docampo los "floripondios blancos" (T de la Espada, 1897, III, cxxvi). En la segunda mitad del siglo XVIII otro autor describe así los |Daturas, también con referencia a esa ciudad: "Hay por allí una mata que llaman floripondio. En España la llaman "borrachera"(...)Hay de dos layas: Unas dan la flor blanca, y ésta es de menos virtud; las otras dan la flor colorada, declinando un poco a amarillo, y éstas son de mayor virtud. Es allí voz común que el que toma del floripondio, ve 8 varas lo que hay debajo de la tierra. Ya que le cae la flor, saca su fruto, que son unos meloncitos que llegan a crecer más que el puño de un hombre. Estos están llenos de unos piñoncitos, y eso es lo que se toma. Por poco que sea lo que se toma, al instante embriaga; y si se toma en mayor cantidad, quita la vida. Allí lo suelen propinar mezclado con mazamorra de maíz blanco, y dicen que así es seguro. Hay bastantes experiencias de haber con ello encontrado varios en tierras de oro y plata, y a veces también desaforádose con la embriaguez en varios desatinos" (Serra, 1956, II, 292-295).

Velasco distingue el "floripondio", de flor blanca, "detersivo y emoliente", del "huántuc", de flor roja, mal olor, "y virtud muy diferente; porque es formidable narcótico, del cual usaban los indianos para fingir visiones" (Velasco, 1927, I, 41).

En la actualidad los frutos del "huanto" se le adicionan para enfuertarla a la chicha de guarapo; no a la de jora de maíz (Pérez A., R, 1947, 361).

 

Cuenca amazónica.

En una carta del jesuíta Lucas de la Cueva de 1638 sobre los xéberos o jéberos de Maynas, habla de la "campana del zupay" [súpay = demonio, satén, en quechua (Lira, 1945, 939)] o "borrachero" que solían beber para huir de la sujeción de los españoles. Su cofrade Francisco de Figueroa, por la misma época, también menciona el zumo de borrachero que usaban los maynas para sanar o morir y para ver visiones. El pasaje se ha copiado al hablar del yagé o hayahuasca (Figueroa, 1904, 64; 239, 269; J. de la Espada, 1889, Mar., 126; 221). A veces se excedían tanto en la dosis, que perdían el juicio (J. de la

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Espada, op. cit., 200). Hay que advertir que los datos sobre este narcótico casi siempre van mezclados con los referentes al yagé (véase numeral 196).

Juan Magnin, cofrade de los citados autores (1740), refirién dose en general a todas las tribus del área de las misiones jesuíticas, pero en particular a los omaguas, tenidos por grandes hechiceros, dice que usaban el "curupá" ( |Anadenanthera) y "campana", para inducir visiones. "La primera no es tanto [drástica]; pero mediante la segunda tales son los abusos, q. tienen, q. lo q. veen, tornándola, esso es lo q. creer. Tómase del sumo de su trunco, en poca cantidad; su virtud consiste en trastornar el juicio, y representarles varias visiones, estando despiertos, y al parecer en su perfecto conocimiento, hablando con cordura en presencia de otro, ya salen como haciendo reverencias; va diciendo: tenga buenos días: ¿Cómo estás?, ¡válgame Dios, q. culebra tan grande!, y otros disparates a este tenor; pero el fin es de conocer, quién les hizo el daño; que creen no podrá faltar en aparecérseles, el q. hizo el hechizo. Bueltos, en sí, q. suele ser a las 24 horas, reflectiendo sobre sus visiones, concluyen: Fulano hizo el daño; lo qual savido, la venganza no es contra el Hechicero, por decir, q. contra ésse no pueden nada; sino contra sus hijos, muser y parientes, q. no paran hasta consumirlos" (Magnin: RI, 1940, I, 165). De esta fuente tomó La Condamine los datos que difundió en Europa (La Condamine, 1778, 70-71), referentes a lo mismo y que están confirmados por testigos de época algo posterior (Veigl: Murr, 1785, 189-190; -----, 1789, II, 56, 138).

El "maikoa" es una de las plantas masculinas de los jíbaros actuales. Sembrarla es operación privativa de los varones, que se someten entonces a ciertas interdicciones y privaciones. Es de ellos también exclusiva la preparación del jugo. Se da el nombre de la planta a hijos varones (Karsten, 1935, 124, 142, 217; 226). En su condición de vegetal mágico (Ibid., 115, 381, 391, 441), se usa tomar el jugo en varias ceremonias del ciclo vital. Se toma con tabaco en la fi esta de los jóvenes cuando llegan a la pubertad (15-16 años), con ciertos rituales que varían algo de un grupo al otro (Ibid., 238; 241; 440). Se les da a beber --generalmente mezclado con tabaco --a los niños castigados, que son recluidos fuera de la casa para ese fin en sitios apartados por dos o tres días el propósito es inducirles sueños, durante los cuales se supone que los abuelos o antepasados del díscolo le harán admoniciones, para que mejore su comportamiento (Ibid., 238; 441). Los varones adultos toman el "maikoa", en particular cuando preparan expediciones de ataque o de represalia contra enemigos, con el fin de averiguar mediante el letargo, cómo ocurrirán los eventos respectivas (Ibid., 260, 279, 364; 439). En esta ocasión se hace una ceremonia especial, que incluye un cántico al "maikoa" (Ibid., 325). También se toma en la fiesta de la victoria, después de que se ha preparado la cabeza-trofeo. En estas ocasiones excepcionales, el consumó de la bebida está asociado al toque del tambor gigantesco o tundui (Ibid., 111, 440). Asimismo, cuando un

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hombre ha castigado a su mujer por adulterio, generalmente hiriéndola, toma maikoa (Ibid., 440-441). Aunque las ceremonias preparatorias, como la ingestión de jugo y humo de tabaco, se hacen fuera de la vivienda, en guaridas especiales entre el monte, el maikoa propio siempre se toma en casa, por cuanta es necesaria la vigilancia de otras personas sobre el embriagado, para que no ponga en peligro su propia vida o la de otros participantes (Ibid., 438; 440), habida cuenta de la locura furiosa que suscita. Se usan ambas especies, la de flor blanca ( |D. arborea, D. dolichocarpa) y la de flor amarillo-rojiza ( |D. sanguina). Se raspa la epidermis del tallo, y se exprime éste torciéndolo para que suelte el jugo, que se recibe en un totumo; se toma crudo, más o menos en la cantidad de un vaso (unos 200 gramos) (Ibid., 438).

Nótese que mientras en el área amazónica, como acaba de verse (Magasin, Karsten), se usa el jugo del tallo, en la porción andina (Serra) eran las semillas.

Sobre los efectos de la ingestión, el estudio más detallado es el de Reinburg (JSAP, 1921, XIII, 197-216).

La especie predominante en el piedemonte andino es |D. dolichocarpa (= |D. insignis Barb. Rodr.), o "toé", que es objeto de cultivo (Ducke, 1946, 22). Esta planta, llamada "pexi" en el Ama zonas peruano (Espinosa Pérez, 1955, I, 105), parece que es el anticonceptivo usado por algunas tribus del sector (Ibid., 503-504).

 

Perú.

A propósito de las flores, dice el 1 esuíta Acosta que hay de muchas clases en Indias, la mayor parte sin perfume, "...aunque hay algunas de excelente olor, como es las que da un árbol que algunos llaman "floripondio", que no da fruto ninguno [se entiende comestible] sino solamente flores, y éstas son grandes, mayores que de azucenas [ |Lilium candidum L..], y a modo de campanillas, todas blancas, y dentro unos hilos como el azucena, y en todo el año no cesa de estar echando estas flores, cuyo olor es a maravilla delicado y suave, especialmente en el frescor de la mañana. Por cosa digna de estar en los Jardines Reales la envió el Virrey D. Francisco de Toledo al Rey D. Felipe" (Acosta, 1940, 301-302; -, 1954, 121; Calancha, 1639, 57; León Pinelo, 1943, II, 185).

Al hablar del "floripondio", también conocido como "flor de campanilla", Cobo manifiesta mayor sentido crítico que Acosta y que Calancha. Según él la flor es blanca, y se usaba a modo de candelero en altares y mesas. Supone que la planta debió llegar de otra parte al Perú, pues no tenía allí nombre indígena. "No ha muchos años que desde esta ciudad de Lima llevó esta planta a México un caballero

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conocido mío. Sus hojas son provechosas para curar quebraduras, majadas y puestas calientes en forma de emplasto sobre la rotura" (Cobo, 1890, I, 481-482; -----, 1956, I, 218). De donde se deduce que hasta esa época (1652) sólo se conocía en el Perú el floripondio de flor blanca. Ningún autor menciona la especie de flor roja ( |D. sanguina), sino Serra y Velasco en el siglo siguiente, como nativa de los Andes ecuatoriales. El botánico Ruiz también la halló (y fue el primero que la describió en latín) en la parte norte del Perú. Apunta asimismo sus propiedades (Ruiz, 1952, I, 95).

 000 -- |Datura spp..

Otras plantas de este género, cuyo autoctonismo es dudoso o controvertible, se han usado en América, aunque ya en el período postcolombino, hasta donde alcanzan las referencias. De Méjico se conoce |D. metel L. (= |D. meteleoides D. C.), de raíz venenosa, llamada "toluache", que es también planta ornamental (Krickeberg, 1946, 72); aunque también se llama así |D. stramonium L. (Martínez, 1959, 325-328).

Se dice que en el hemisferio sur los araucanos usaban la "miaya" ( |D. stramonium L.., subsp. |ferox (L.) Barclay), como anestésico en operaciones de cirujía (Pardal, 1937? 52; 135; 321327).

Más generalizado en la parte intertropical es |D. stramonium L., "chamico" o "chaminco" (del quechua "chamíko", "chamínko" Lira, 1945, 97), que se usaba en Lima por los ladrones para narcotizar a sus víctimas (Anónimo, 1958, 76); y bajo el nombre de "tonco-tonco" en la farmacopea peruana de f roes del siglo XVII como analgésico (Sapahaqui (1699): AAB, 1943, Anexo, 10-11). Pero siendo esta planta al parecer originaria del Viejo Mundo (Martius, 1843, 119; Flückiger and Hanbury, 1879, 459-461), no tiene cabida --lo mismo que las dos anteriores --en el presente volumen, y apenas se han citado con duda de que el uso entre los indígenas americanos haya sido prehispánico. El médico roldanillense Ricardo Escobar presentó a la Sociedad de Medicina del Cauca, en Cali, en 1892, un estudio que no se ha podido consultar, sobre "La tonga y sus maravillosos efectos".

La acción de las |Daturas en general, se lobo a la presencia de los alcaloides escopolamina, hiosciamina y atropina, que se hallan también en plantas de la misma familia de las Solanáceas, conocidas en el Viejo Mundo (Pardal, loc. cit.; Robledo, E., 1959, 35; Font Quer, 1962, 562).

 

210 -- |Methysticodendron amesianum R. E. Schultes.

|Mets-kwai, |mits-kway, |borrachero, en koche o kamsá.

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|Gusian ( |goo-ssi-an), en el valle de Sibundoy.

|Kinde-borrachero, en rogano del Putumayo.

|Borrachero de culebra ( |culebra-borrachero) (Schultes, véase).

Pérez Arbeláez, hablando de los borracheros o Daturas, había señalado: "En el Putumayo hay una especie de hojas lacinadas que llaman lengua de tigre" (Pérez Arbeláez, 1947, 452).

El botánico norteamericano R. E. Schultes creó este género. En su descripción, hecha a base de material colectado en diversas localidades del valle de Sibundoy, dice que las encuestas indican como habitat nativo, la vertiente meridional de dicho valle, especialmente las faldas del cerro Patascoy, mal conocido. Habla del uso como medicinal, y como planta alucinatoria y adivinatoria, semejante a los Daturas, pero con efecto más fuerte que éstas (Schultes: BML, 1955, 17, No 1, 1-11; 8,9).

Cabe observar que el nombre "kinde borrachero" del ingano quiere decir "borrachero de chupaflor", pues "quindi", "quinti", es chupaflor. Pero más bien podría tratarse de "k'íntu", "k'íntuy", adivinar (Lira, 1945, 367). En el primer caso, quizá el efecto del néctar o del polen de las flores de esta planta, se traduciría en atontamiento de aquellos Fringílidos. Esta observación conduciría a los indígenas a la utilización de la bebida narcótica y alucinatoria?

Como es tan mal conocida el área entre la frontera de Colombia y del Ecuador, quién sabe si algunos de los datos atribuidos atrás a |Datura, no sean aplicables más bien a este género |Methysticodendon, que quizá es también cultivado al sur de Sibundoy (Pérez Arbeláez, op. cit., 504).

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FIG. 37. Culebra-borrachero, |Methysticodendron amesianum R. E. Schultes, del valle de Sibundoy, Colombia. Reproducido de Schultes, 1960, p. 149, según está citado en el texto y en la bibliografía.

 

000 -- |Nicotiana tabacum L.. (Véase numeral 150, 1964, II, 196).

|Kutz, en maya (Roys, 1931, 323).

|Da-wá; |deu-wá (cabécar); |do-wó (tiribi); |du-á (brunka), dialectos chibchas de Talamanca, Costa Rica (Gabb: Fernández, 1883, III, 456; 483}. |Dará, dora, davá, douá, doroh, en otras lenguas chibchas (Rivet: JSAP, 1942, XXXIV, 35; Duque Gómez, 1.963, 80).

|Ktás (timote); |tas (c) (mucuchí }; hosca (chibcha }, en la sierra de Mérida (Jahn, 1927, cuadro final).

|Yaka, en yurumanguí (Jijón y Caamaño, 1945, IV, 526).

|Suma, en arawak; |tuma, en taruma (Farabee, 1918, 231; 282).

|Tika, en trío (Goeje, 1909, 210).

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|Iúli, en caribe (Breton (1666) 1900, 187, 289).

|Cavai, en tamanaco (Gilii, 1965, I I I, 133); |cawai, en macusi (Schomburgk, 1923, I I, 75; Farabee, 1924, 135).

|Curúba, en otomaco (Gilii, val. cit., 133). |Curupá se aplica en otras áreas a |Anadenanthera spp..

|Dema, en guaipunabi; |yema, en maypuri; |shema, en cávere (Gilii, vol. cit., 138, 173).

|Gui, en otomaco (Gilii, vol. cit., 142).

|Petyma, en tupí (Barbosa Rodrigues, 1893, 31); |pitönma, en omagua (Tessmann, 1930, 54); |pitema, pitegma, en omagua y kokama (Espinosa, 1935, 104; 184).

|Mueto = tabaco en hoja; |yehemuéto = tabaco en polvo, en siona (lengua general) (J. de la Espada, 1904, 35, 30). |Moitó, en coreguaje (Rocha, J. 1905, 200); |mwöto, en koto (Tessmann, 1930, 196).

|Sayri, en quechua (Lira, 1945, 891). Algunos quieren que éste |sairi sólo es el silvestre (Velasco, 1927, I, 43).

|Tabaco, taíno (Henríquez Ureña, 1938, 103). Hay dudas sobre esto.

|Piciete, del náhuatl picietl (Robelo, 3a ed., 448), aunque parue que éste era el nombre de |Nicotiana rustica L., aplicado por similitud a |N. tabacum.

Aunque el uso actual del tabaco como planta epicurógena no ha desterrado del todo sus aplicaciones medicinales, especialmente en grupos humanos que viven en lugares retirados de los gran des centros urbanos, casi se han borrado o se conservan pervertidos --aun entre varias tribus indígenas sobrevivientes --los usos ceremoniales, mágicos y aun alimenticios de que fue objeto esta planta por los pueblos prehispánicos de América intertropical. Una somera revisión de este aspecto debe preceder a cualquier tentativa de hacer la historia de |Nicotiana como planta cultivada.

Por razones metodológicas, conviene dividir el tema en los siguientes acápites: A) Yerba mágica; B) Usos medicinales diversos; C) Dispersión geográfica; D) Cultivo, beneficio, elaboración, comercialización; E) Aspectos socio-políticos; F) Aspectos f fiscales.

Los acápites A) y B) están íntimamente relacionado, por lo cual la exposición se dividirá de acuerdo con el siguiente cuadro sinóptico

 

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A) |Yerba mágica

I-Adivinación (Pronóstico)

a) Por ingestiónb) Humo y cenizas Meteoromagia

1) Humo por boca y narices2) Jugo por boca, narices, recto.

Defensa propia

Yerba comestibleProtección alimentos con humoCeremonias iniciación

 

II-Hechizo

Cura enfermedades

1. -Narcóticoa) Sedantesb) Analgésico 2. -Antibióticoc)Vulnerario 3-Alexitérico0-00- 4-Insecticida

Daño ajeno Piaches: uso ritualLegos: uso por placer

 

A) YERBA MAGICA

Se puede sospechar con fundamento que entre la mayoría de los pueblos indígenas de América, con mentalidad ani mista o preanimista, las plantas estaban dotadas de un "demonio" o "es píritu" peculiar, al cual atribuían. las virtudes curativas o dañinas, según el caso, más o menos como ocurre entre los jíbaros, que han sido estudiados en sus costumbres con más detenimiento que los otros grupos (Karsten, 1935, 122-124, 390-391). Pero aun siendo así, esta fuerza mágica no se manifestaría igualmente en todas las ocasiones, por lo cual había que inducirla o suscitarla, mediante ritos y ceremonias que incrementaran o sublimaran las propiedades tipicas de cada especie (Pardal, 1937? 41-44). De allí que plantas de principios activos se suelen tomar acompañadas con otras, que refuerzan o debilitan sus propiedades, de acuerdo con el fin deseado.

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Este hecho hay que tenerlo muy presente en tratándose del tabaco, del yagé y de otros vegetales ilusionógenos neotrópicos.

Las principales aplicaciones de índole mágica que tuvo el tabaco entre los amerindios, podrían dividirse a grandes rasgos así a) como narcótico, con el fin primordial de inducir "sueños" o "revelaciones", o sea para ponerse en contacto directo con el "espíritu" o "demonio" de la planta. Desde este punto de vista, se usó aspirar el humo de la hoja seca; o tomar la hoja verde o seca disuelta en agua, por vías oral, nasal o rectal. b) como protector o pantalla que repelía los males que pudieran venir por vía mágica, de enemigos o fuerzas contrarias u hostiles. En este caso se hacían unciones de la piel con el jugo disuelto en agua, sobre la pintura corporal (véase capítulo XVI), para realzar el ofecto de ésta. c) Para reforzar la eficacia de hechizos usados contra enemigos.

Las propiedades terapéuticas propiamente dichas, que se pueden resumir en el carácter de analgésico que tiene el tabaco, son dimanantes de los principios activos cuya acción sublimada (es tupefaciente) se expresa en la revelación. El carácter tóxico de los principios activos del tabaco, especialmente de la nicotina, explican fácilmente el uso como insecticida. Estos aspectos puramente prácticos se verán en el acápite siguiente.

 

I-Adivinación. 1) Narcótico.

a) Ha sido bien estudiado desde el punto de vista metodológico por Fernando Ortiz, el papel del tabaco en el complejo ritual mágico-religioso de los pueblos del área circuncaribe (Ortiz, 1940, 209-210; 272).

El desprecio que el primer cronista de las Indias sentía por los indígenas, no le permitió adentrar mucho en las motivaciones que guiaban algunas de sus costumbres. Así, al referirse a la de aspirar el humo del tabaco entre los quisqueyanos, se limita a consignar que lo hacían "por vicio", "para salir de sentido", tomando o aspirando tantas veces como podían resistir, "hasta que quedaban sin sentido grande espacio, tendidos en tierra, beodos, o adormidos de un grave e muy pesado sueño". En ocasiones lo tomaban después de comer o beber. Nada de implicaciones mágicas o rituales (Oviedo y Valdés, 1959, I, 116-117).

Cuando se conocieron mejor las costumbres de los indígenas del continente, se pudo apreciar que uno de los objetivos principales de la absorción del tabaco, era adivinar los acontecimientos futuros. Así, entre los muiscas del Nuevo Reino de Granada, los hechiceros o mohanes mascaban tabaco y se emborrachaban con el humo, con aquel objeto (Simón, 1953, II, 239, 251).

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Asociado a la conseja del demonio Buziraco de Cartagena estaba el tabaco (Ibid., V, 65-66; Calancha, 1639, 716).

Los boratios o hechiceros de la cuenca de Maracaibo, recluyéndose en un bohío apartado, y tomando ahumadas de tabaco durante uno, dos o tres días, adivinaban a los demás indios lo que querían saber sobre acontecimientos fuera de la percepción directa (Oviedo y Valdés, 1959, II, 32-33).

En Tocuyo también los indígenas usaban el tabaco para adivinaciones, "bebiendo el humo" (Arellano Moreno, 1950, 146-147).

Durante las exploraciones de Juan de Avellaneda Temiño en la región del Ariani (1555), se halló tabaco entre los indios guayupes: "Acostumbrar a tomar la yoga [ |Anadenanthera] y el tabaco, que lo uno es una semilla o pepita del árbol, y lo otro es cierta hoja que crían, ancha, larga y vellosa, y esto lo toman en humo, unas veces por la boca y otras por las narices, hasta que los emborracha y priva del juicio, y así quedan adormecidos, donde el demonio en sueños les representa todas las vanidades y maldades que él quiere, lo cual ellos tienen por muy cierta revelación, y no excederán de aquello que han soñado, aunque mueran. Esta costumbre de tomar la yopa y el tabaco es muy general en todo el Nuevo Reino, y aun entiendo que en toda la mayor parte de las Indias, más que otra ninguna contratación, por ser instrumento o medio de que el demonio se aprovecha mucho con ellos, porque como dije, mediante el humo que los indios toman de estas dos cosas, se emborrachan y privan del natural juicio, y allí tiene el enemigo lugar más acomodado para hacerlos idolatrar y seguir las otras falsas opiniones que quiere" (Aguado, 1916, I, 797-798; -----, 1956, I, 599).

Los piazamos o mohanes de los cumanagotos usaban para sus adivinaciones un cigarro de tabaco (Ruiz Blanco, 1892, 58), práctica común en toda la costa entre Paria y Borburata (Acosta Saignes, 1961, 43).

b) Otro procedimiento adivinatorio no requería la intervención del mohán, pues la revelación no se obtenía en sueños, sino por ciertos signos. Por ejemplo, en la región del lago de Maracaibo, "para ver si caminarán o irán a pescar o sembrarán, y para saber si matarán caza, o si su mujer los quiere bien, cada uno es boratio; porque con esta hierba, revueltas las hojas della a la redonda de la mazorca del maíz, enciéndenlas por un cabo poca cosa, e aquello que arde, métenlo en la boca y soplan hacia afuera, y cuando está la mitad quemado, arrebujan lo que está revuelto a la redonda. E si lo quemado del tabaco queda hecho a manera de hoz encorvado, es señal que lo que quieren saber subcederá bien; e si queda quemado derecho, es señal que al revés de lo que desea le ha de intervenir, y que es malo lo que había de ser bueno. Y tienen tan creído esto, que no basta nadie ni razón alguna a le hacer creer otra cosa, ni que es burla o vanidad de

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los tabacos; artes les pesa mucho con quien los desengaña, si se lo reprenden" (Oviedo y Valdés, 1959, II, 32-33).

En carta del 20 de octubre de 1550, el obispo de Coro, Miguel Jerónimo de Ballesteros, dice que ha inducido a las indias --desesperadas por la esclavitud insufrible a que han sometido a su raza los españoles --a que no temen yerbas para abortar. "También les he impedido que no tomen (así) una yerba, que llaman Tabaco, a manera de lechugas, que se la toman el humo della par las narices, y si el humo va do ellos tienen por imaginación, aquello creen y hacen... " (Aguado, 1918, I, 773). Esta manera de tomar decisiones, de acuerdo con la dirección en que el viento llevaba el humo, la practicaban también Los guajiros de San Antonio de Arévalo, en el siglo XVIII (Alcacer, 1959, 209).

En algunos pasa] es se había solamente del uso narcótico, sin mencionar el objetivo, quizá por la deficiencia de las informaciones.

Entre los humbras o ansermas, la chicha constituía la mayor felicidad: "hócese de maíz y con infusiones que ellos hacen, y cuando quieren emborracharse, hócenla fuerte con ciertas yerbas que ellos echan, que se llama "tabaque"" (Robledo, J.: Jijón y Caamaño, 1938, II, Doc., 62? 67?).

 

II-Hechizo.

2) En ceremonias meteoromágicas, especialmente cuando se quería promover la lluvia, utilizaban los pioches indígenas el humo del tabaco, como simulador de las nubes. Esto fue particularmente cierto entre los quichés; mayas y mejicanos (Ortiz, 1947, 560, 556-561, 565), También entre los talamancas de Costa Rica, los brujos de tercera categoría o aovas, echaban bocanadas de humo de tabaco con ese propósito (Gabb: Fernández, 1883, III, 363).

Otros datos sobre este particular se han traído a cuento en la obra sobre historia de la agricultura (Patiño, 1966, 98-102).

3) El uso del tabaco al salir a expediciones de importancia, como de caza o de guerra, tenía efecto defensivo entre los indígeas. Los de las cercanías de la recién fundada San Juan de Ro das en Antioquía, encabezados por Guacuce y Catiburi, en un asalto repelido por el capitán español Juan Velasco,

"... se venían acercando,según de las señales coligían,por oler a humadas de tabaco,bijas y trementinas con que vienenuntados cuando van a rompimiento... "

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(Castellanos, 1955, III, 600; Simón, 1953, VII, 88).

La unción del jugo del tabaco en la piel, antes de salir a campaña y en otras ocasiones, representa una protección mágica contra influencias protervas. Así lo hacen los jíbaros actuales para inhibir fuerzas malévolas cuando salen a cazar, o para prevenirse de los daños que les pueden sobrevenir por la acción mágica residual de las cabezas trofeos, donde se cree perdura el alma vengativa del muerto (Karsten, 1935, 443).

Del mismo orden de ideas nacía la costumbre de los jicaques de Honduras, quz para inmunizarse del influjo dañino que podía resultar del contacto con los blancos, especialmente por la trasmisión de enfermedades, mascaban tabaco verde mezclado con cal, a lo que llamaban "yute" (Serrano y Sanz, 1908, 394-395; 408).

Los indígenas guayaneses no pasan por lugares donde haya accidentes notables del terreno (ciertas rocas, cerros de figura extraña), sin echarse tabaco (o ají) en los ojos, para protegerse del hechizo que puede residir en ese sitio (Schomburgk, 1922, I, 256-257).

Quizá no otra significación que la de protección contra peligros tuviera la costumbre de los achaguas de sahumar con tabaco a los moribundos (Rivero, 1956, 115).

4) En otra obra (Patiño, 1964, II, 196) se trajeron a cuento documentos para comprobar que varias tribus indígenas usaban como hortaliza tabaco verde, echado en el puchero con las demás yerbas que usaban comer. Quizá lo que sé tenía an mente con la adición de tabaco en las comidas, no era aprovechar las propiedades alimenticias que pudiera tener --y que debido al nitrógeno y a las bases no deben ser despreciables --sino la influencia mágica para impedir que el alimento hiciera daño.

Esto lo confirma la siguiente costumbre de los achaguas. "Entre otras supersticiones que tienen, es una y muy principal la que llaman chaca, que se reduce a bendecir el pescado al principio del verano, cuando empiezan las pesquerías: reúnense para esto los indios de noche, y en una olla grande juntan y echan gran cantidad de peces, y entre ellos un pecesito pequeñc, al cual llaman "chaca" en su lengua, y de quien toma nombre la función; cuécenlo todo junte, y previenen para esto muchas hojas de tabaco, y una porción considerable de tortas de cazabe, que es su pan ordinario; ya. que está bien cocido el pescado, lo apartan del fuego, su sacerdote, a quien llaman "piache", empieza con muchas ceremonias a ej ercitar su oficio, para lo cual encienden uno tras otro variedad de tabacos; después el venerable sacerdote, sirviéndole su propia boca de incensario, va incensando poco a poco con muchas ceremonias y gestos y con ciertos ensalmos, el pescado y cazabe; pasan en esta función toda la noche, y con esto

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queda santificado todo, y preservados los que le comen de muchas enfermedades. No a todos les es lícito comer semejantes ofrendas; han de comer de ellas los niños que empiezan a comer pescado para que no les haga daño éste en toda su vida, aunque le coman hasta reventar; también las doncellas han de comer de él para no engordar demasiado cuando lleguen a grandes; con estos y otros semejantes desatinos tiene engañada cl demonio a esta miserable gente como si fuera dogma de fe esta multitud de disparates; extiéndese esta creencia hasta a sus mismos sueños" (Rivero, 1956, 108-109

5) Conocido es el uso del tabaco en las ceremonias de iniciación de ciclos vitales o en las de elegir jefes. Durante estas últimas entre los caribes del oriente suramericano, después de un ayuno riguroso, se les hacía ingerir grandes totumadas de tabaco para emborracharlos, de modo que resistieran mejor las pruebas a que se los sometía. Así lo hacían en el Guarapiche en el siglo XVII (Pelleprat, 1857, 125-126); los de la Guayana francesa en el XVIII (Barreré, 1743, 21 ï; 212), para elegir piaches, Y en la Guayana inglesa en el XIX (Schomburgk, 1922, I, 133). Los ticunas emborrachan con tabaco a las núbiles para que no sientan tanto la "peladura" o arrancamiento del cabello.

6) Las propiedades mágicas del tabaco tanto se prestaban para defender como para ofender. Los piaches Iquitos del Amazonas; tenían como medio irresistible para. matar a la distancia a sus enemigos, chupar tabaco y soplar al aire (Figueroa, 1904, 380). Lo mismo hacían los jíbaros (Maroni: J. de la Espada, 1889, Mar., 626).

7) Las virtudes mágicas del tabaco eran ref orzadas cuando el manipuleo y uso lo hacían los piaches o brujos, como en varios casos pasados en revista atrás. Esto es especialmente cierto en tratándose de curar enfermedades, pues entonces aquél oficiante, ya insuflaba el humo sobre el cuerpo o el órgano afectado del paciente, ya le hacía ingerir a éste la infusión u hoias mascada etc. (Heriarte (1662) 1874, 18).

Pero también los que no tenían jerarquía o influencia especial, lo utilizaban en diversas ocasiones. No se sabe si en esto operó también el proceso general sufrido durante la dominación europea, que --al mermar la influencia de los piaches por la tremenda persecución de que fueron objeto, especialmente de parte de curas y doctrineros --se rompieron las restricciones jerárquicas, y ya todos se consideraban capacitados para oficiar directamente los ritos. Recuérdese lo dicho a propósito de la coca y del yapé, como de otras plantas narcóticas o estimulantes.

Piaches o legos (y esto no fue fácil averiguarlo en todos los casos), ello es que la preparación del tabaco y el uso con fines mágicos era privativo de los varones, hasta donde alcanza la in formación (Ortiz, 1947, 569; Karsten, 1935, 115; Cartagena: 19511953, 89).

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8) Lo anterior conduce como de la mano a plantear una duda. Utilizaron los indígenas americanos el tabaco como una fuente de placer, relajación y bienestar, a la manera como lo usa actualmente el hombre llamado civilizado de todas las latitudes? Derivaba él algún goce, alguna voluptuosidad con el consumo de esta yerba? Todo parece indicar que no. Como en el caso del cacao, que de una bebida ceremonial, preparada en una forma que repugnó a los europeos, se transformó en bebida agradable y fuente de satisfacción, mediante cambios en el sistema de prepararlo; así con el tabaco. Todos los testimonios que hablan de fruición sentida por los indios con el uso de éste, son tardíos.

Por lo menos entre una tribu que ha sido mejor estudiada que la mayoría, la de los jíbaros, no se consume el tabaco por placer, sino para usos medicinales o mágicos; los pocos que lo hacen, lo han aprendido de los blancos. Inclusive la hoja que usan para los fines tradicionales, procede de las matas que mantienen cerca de sus viviendas, no del tabaco cultivado como planta económica por otros grupos étnicos (Karsten, 1935, 441-442).

A fines del siglo XVII y en una región donde fue intensa la influencia de europeos distintos de los españoles, en el Darién, Lionel Wafer sí dice que los indígenas al aspirar el humo, lo hacían con deleite; que al parecer se consideraban felices, y que este ejercicio "les refrescaba mucho" (Wafer, 1888, 38). Con las mismas características perduraba dos siglos después (Ibid., 123 Pero la manera como lo hacían, colectivamente, aspirando por las narices el humo de la hoja que un muchacho iba presentando a uno por uno de los congregados, se parece notablemente a la práctica de los indígenas de Popayán, que por la misma época de Wafer, otro viaj ero observó de vista y describe así: "Se sientan todos en rueda a nalga pelada, las piernas estiradas en el suelo. El más joven de la compañía toma un rollo de tabaco, lo enciende por un extremo y andando en círculo (haciendo el giro) de esta ilustre asamblea, insufla en la nariz de cada uno el humo del rollo de tabaco. Los indios ponen sus manos sobre la nariz y la mantienen bien cerrada, para no dejar escapar este humo que reciben con mucha gravedad y sin hablar palabra" (Coreal, 1722, II, Amst., 131-132).

Los tupinambás del norte brasileño creían que el humo del tabaco les alegraba y quitaba la melancolía; aunque lo tomaban a toda hora y en todas las circunstancias (D'Evreux (1615) 1864, 111; 110; 307-308).

 

B) USOS MEDICINALES DIVERSOS.

La gama de los males que se curaban con tabaco era amplia. Como las informaciones disponibles son casi todas posteriores a 1550, cuando ya se había operado una intensa aculturación, no es posible

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saber ahora cuáles eran en realidad los casos en que los indígenas usaban el tabaco como remedio, y cuáles fueron innovaciones.

 

1-Narcótico.

A1 tratar del borrachero |Datura en el numeral 209, se mencionó la costumbre que tenían los muiscas, cuando moría algún soberano o principal, de enterrar con él a algunas de sus mujeres más apreciadas y a los sirvientes o esclavos más adictos, narcotizándolos previamente "con ciertos bebedizos del ebrio tabaco", mezclado con el referido borrachero (Castellanos, 1955, IV, 168169; Piedrahita, 1942, I, 110).

a) La nicotina, que en estado puro es narcótica, en dosis adecuadas resulta sedante. Ya Monardes, cuando hizo conocer el tabaco en Europa, habló de que los indígenas americanos lo usaban para quitar el cansancio y tener alivio en el traba] o (Monardes, 1571, 21-21v.). Dicho sea de paso, cuando dice que también lo usaban para aguantar hambre y sed, sobre todo en viajes, parece haber confundido los efectos y la manera de usarlo en estos casos, con la coca (Ibid., 24v-25). Aquéllos conceptos son repetidos más tarde por otro autor: "para amortiguar la carne y no sentir el trabajo" (Acosta, 1954, 171).

b) De allí al uso como analgésico no hay más que un paso. Para fines del siglo XVI era general en América el uso del tabaco en polvo y en humo contra el dolor de cabeza, y mascado para el dolor de muelas (Vargas Machuca, 1599, 42; 43). Los dafios están entreverados con los del aspecto que sigue.

 

2-Antibiótico.

0-La propiedad más común parece haber sido la vulneraría. Dice la relación de Caracas de 1572: "ay tabaco de que alla [España] se tiene rrelación C.] tomanlo los españoles y naturales en humo por la boca y molido por las narizes C.] tímenlo (en) mucho los naturales y curan con este tabaco especialmente umores fríos y heridas" (Latorre, 1919, 86; Arellano Moreno, 1950, 86). Un año antes el médico Monardes de Sevilla había mencionado entre las virtudes del tabaco la de curar llagas y mataduras de bestias, en sustitución del solimán, que llevado a las Indias salía más caro que el propio animal (Monardes, 1571, 18v.-19v).

Algo más diversificados eran los usos en Trinidad de los Muzos hacia 1582: "sigue y aprouecha para resfrios y ahítos y hinchaçones y llagas de piernas C; ] seco y molido se toma en polvo por las narizes

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para el asma [arma] y Reumas y otras munchas enfermedades" (Morales Padrón: AEA, 1958, XV, 609).

En Otavalo, Ecuador, los informes de 1582 son algo ambiguos: "entre las cuales yerbas curativas] está... el tabaco, que en España llaman beleño | [11] , y la grama; con las cuales yerbas yo he visto [habla Sancho Paz Ponce de León, corregidor] curar heridas y descalabraduras... " (J. de la Espada, 1897, III, 114-115). Asimismo elusivos son los informes del mismo año, referentes a Cuenca (Ibid., 161). No menos sumario es el dato sobre Zamora (Ibid., IV, 2) (véase numeral 206).

En Puerto Rico el "pasmo" (tétano) de los recién nacidos y de los adultos (resfrío), se curaba entonces con el fuego, "y dándoles a beuer el sumo de la yerua que llaman tabaco que es a modo de veleño... " (Latorre, 1919, 41).

En Tuna se usaba mucho, en polvo por las narices y en humo por la boca, "y sirve para enfermedades f rías" (Torres de Mendoza, 1868, IX, 402).

Para heridas comunes se recomendaba a fines del mismo siglo (Vargas Machuca, 1599, 58).

Con hoj as empapadas en ron o aguardiente se aliviaban en el bajo Magdalena las ronchas causadas por mosquitos (Hamilton, 1955, 1, 47; 33).

 

3-Alexitérico.

oo-Una de las aplicaciones más importantes durante la época de la conquista, fue para inhibir el efecto del veneno de flechas. Sin juzgar científicamente este aspecto, por la diversidad de componentes que entraban en la composición de los venenos sagitarios, no es posible saber si la práctica tuvo alguna base lógica. Aquí se agruparán solamente a título histórico los datos pertinentes.

Parece haberse experimentado en este sentido por la primera vez en Puerto Rico (Castellanos, 1955, III, 292; Simón, 1953, VII, 42). Y luego, por inercia, se continuó usando el ambir o ambil, por lo menos mientras duraren activas las tribus que usaban yerba (Vázquez de Espinosa, 1948, 81).

ooo-También se consideraba el tabaco antídoto contra los envenenamientos comunes (Vargas Machuca, 1599, 40 eq.; Ruiz Blanco, 1892, 26; Acosta, 1954, 123). Un autor dice que la eficacia del tabaco centra el envenenamiento por yerbas, fue descubierta

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casualmente por Juan Montenegro en la campaña contra los chiriguanos (Calancha, 1639, 60).

oooo-Para las mordeduras de serpientes ha sido muy socorrido. "Es también remedio universal la hoja del tabaco, que mascado en cantidad, parte tragado, y parte aplicado a la mordedura majada, continuándolo tres, o más días, es remedio ciertamente eficaz, sea contra la culebra que se fuere; y fuera de la larga experiencia en los heridos, la tengo hecha también repetidas veces en las mismas culebras: de modo, que después de aturdidas ellas con un garrotazo, les he cogido la raíz de la cabeza con horquetilla, y apretando con esta, luego la culebra abre la boca, entonces, a todo seguro, le he puesto tabaco mascado en ella, en virtud del cual, luego le da un temblor general, y pasado este, queda muerta la culebra, tiesa, y fría, como si fuera un bastón duro" (Gumilla, 1955, 320). Cosa semejante dice Caulín en referencia a la Nueva Andalucía; "de tal modo, añade, que los brutos irracionales lo buscan, y apetecen, cuando se sienten picados de algunas de ellas, como me consta por experiencia, que aplicado a una mula, que venía atontada de una picadura de culebra cascabel, con crecido tumor en una ingle, se comió unas hojas, de mucho tiempo curadas, y al siguiente día volvió sana de su dolencia" (Caulín, 1779, 21). Aunque sean objetables los métodos experimentales de los dos religiosos mencionados, parece que la nicotina ejerce acción también contra ofidios (Gilii, 1965, II, 87-88).

"El tabaco mascado y tragado el zumo, es el mayor remedio para contra la picadura de las culebras, sean las que fueren, de que tengo mil experiencias" (Oviedo, 1930, 30). Los misione ros jesuítas del Marañón hacían frecuente uso del tabaco --a veces asociado con aguardiente --en indios atacados por animales ponzoñosos (Uriarte, 1952, I, 172; 215; 277; 287; 359). Todavía lo usan los indios jíbaros, pero la aplicación queda a cargo de un curandero que haya sido picado una vez (Karsten, 1935, 420). Los canelos beben el jugo en tales ocasiones (Ibid., 421). En otras partes acostumbran poner en la herida la yerba mascada o hecha papilla.

En la costa colombiana del Pacífico, cuando se hacen rocerías y aparecen verrugosos ( |Lachesis muta) de gran talla, a los cuales es peligroso acercárseles con una simple estaca, se acos tumbra disolver tabaco en un poco de agua y arrojar ésta cerca del ofidio, que se atonta con el olor, y se puede matar más fácilmente. Esto recuerda lo que cuenta Las Casas, que en la fiesta del Corpus habida en Tlascala en 1536, llevaban los indios en procesión culebras atontadas "con una yerba que creo se llama picietl que es medicinal para muchas enfermedades" (Casas, 1909, 163).

 

4-Insecticida.

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El uso moderno del sulfato de nicotina es una consagración científica del hecho conocido desde antiguo, relativo a las propiedades insecticidas del tabaco.

En la época colonial se usaba contra las polillas de la ropa de lana (Cobo, 1891, II, 277).

Para poner (en este caso la ceniza) en la herida que queda al sacar las niguas o piques, el uso se conocía desde las Antillas (Du Tertre, 1958, II, 333), pasando por la Guayana (Berkel, 1942, 93-94) y el Orinoco (Gilii, 1965, I, 240), hasta el Ecuador interanno (Arcos, 1933, 156).

El gusano de monte o |Dermatobia, que ataca al hombre y a los animales, tradicionalmente se ha extraído poniendo embil en la boca del foramen. Así se menciona repetidas veces para la isla Española en el siglo XVIII (Sánchez Valverde, 1947, 84-85; 191); en el Orinoco (Gumilla, 1955, 323); en la Guayana (Schomburgk, 1923, II, 334 nota), y en Colombia (Posada Arango, 1909, 393-395).

Tabaco mascado se ponía para combatir el escozor provocado por el sumí o coquito (yaiví) en los llanos orientales (Gumilla, 1955, 326). Las garrapatas se desprendían allí mismo con hojas mascadas (Gilii, 1965, I, 241).

En el Brasil se habría utilizado contra el piojo (ácaro?) que hace caer el pelo a los caballos (Amaral, 1940, II, 347).

Es específico contra los pulgones. Se usaba con ese fin para combatir los que atacaban las plantas cultivadas en España en el siglo pasado (Boutelou: Herrera, G. A., 1819, III, 42-43); como también en Colombia (Posada Arango, op. ci., 390).

Los que han vivido en regiones tropicales llenas de zancudos y mosquitos, entenderán el predicamento que tiene entre la gente campesina el uso de fumar, pues nada ayuda tanto a espantar las intolerables oleadas. Todos los productos extractivos tropicales han podido aprovecharse en las selvas, merced a esta ayuda. Durante los viajes interminables por el Magdalena en la época del champán, esta era la única manera de tener algún reposo (Hamilton, 1955, 1, 33, 47).

 

C) DISPERSION GEOGRAFICA

El estudio de unas sesenta especies de |Nicotiana, ha llevado a la conclusión de que este género es originario de Sur América, y de allí se dispersó al hemisferio norte y a Australia y otras islas del Pacífico sur. Ahora bien, en Sur América, el noroeste argentino y zonas

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adyacentes de Bolivia al pie de los Andes, parece ser el centro de origen de |N. tabacum (Goodspeed, 1954, 8; 373). Aunque sólo dos especies alcanzan a la línea ecuatorial, pues el resto de las suramericanas es manifiestamente del hemisferio sur, |N. tabacum se cultivó en la época prehispánica del Brasil a Colombia, así como en las Antillas, América Central y parte de Méjico (Ibid., 9, 10; 375).

La dispersión del género obedeció aparentemente a tres causas principales: 1) uso de algunas especies como fuente de narcóticos rituales o de goce; 2) transporte no intencional de semillas, a veces a largas distancias; 3) propensión de varias especies a establecerse en enclaves de terreno trastornado (Ibid., 9; 9-10, 10-13, 13).

Aunque la mayoría de las especies proceden de zonas áridas o semi-áridas, algunas se adaptan a vivir en ambiente húmedo, modificándose entonces la morfología, para adquirir carácter semileñoso, hojas más grandes y talle duro, en comparación con las otras formas más suculentas (Ibid.: 13; 21). La cadena andina parece haber desempeñado un gran papel en el origen de muchas especies, así como en las vicisitudes de su evolución y su ulterior destrucción o supervivencia (Ibid., 30). Allí el género puede vivir entre el nivel del mar y los 4.200 metros (Ibid., 21).

El botánico Ruiz dice haber hallado tabaco silvestre en los valles y montañas calientes del Perú, especialmente en la porción nororiental (Ruiz, 1952, I, 322). Otros datos del área lluviosa y húme da del sector Caquetá-Putumayo, de la segunda mitad del siglo XVIII, hablan de tabaco silvestre (?) (Zawadzky, 1947, 139; López Ruiz: AIP, 1883, V, 507). No debe olvidarse que ese territorio estaba poblado a la llegada de los españoles, y que la presión de éstos en los siglos XVI y XVII llevó al abandono de muchos pueblos, y al retiro de tamas, andaquíes y otros grupos que allí moraban, hacia regiones más distantes e inaccesibles, para escapar a la persecución.

En la hoya del Quindío, los guaqueros observaron a fines del siglo XIX y principios del presente, que cuando se hacían desmontes, salía tabaco espontáneo (Arango C., 1927? 39).

Los indígenas de Guayana conocían la existencia de tabaco silvestre en el monte Uruwai (Schomburgk, 1923, II, 60).

La especie |N. tabacum L. es un. alopoliploide de 48 cromosomas, que se originó del cruce de |N. silvestris Speg. & Comes y |N. tomentosa R. et P., cada una con 24 cromosomas (Schwanitz, 1966, 98).

 

D) CULTIVO, BENEFICIO, ELABORACION, COMERCIALIZACION 1-Aculturación.

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Antes de revisar la documentación relativa a los orígenes y viceversas del cultivo del tabaco en la porción equinoccial de América, conviene discutir los antecedentes.

El cacao, la coca y otras plantas americanas, usadas por los indígenas, fueron en un principio miradas con simple curiosidad, cuando no con manifiesta repulsión por parte de los europeos. Fue ron gradual la prueba y lenta la adopción de varias costumbres de este tipo. Inclusive algunas cosas no se adoptaron y prohijaron por los europeos, sino después de sometidas a procesos y manipuleos, que cambiaron los modelos tradicionales indígenas.

Si para el cacao la adopción (y con ella el cultivo comercial) no empezaron sino a f roes del siglo XVI (véase numerales 52 y 53, I, 1963, 268 y sietes.), con el tabaco quizá ocurrió antes, hacia mediados del mismo siglo. Oviedo y Valdés asevera (1542?) sobre Santo Domingo: "Sé que algunos cristianos ya lo usan, en especial algunos que están tocados del mal de las búas, porque dicen los tales, que en aquel tiempo que están así transportados, no sienten los dolores de su enfermedad. Y no me paresce que es esto otra cosa sino estar muerto en vida el que tal hace; lo cual tengo por peor que el dolor de que se excusan, pues no sanan por eso. Al presente, muchos negros de los que están en esta cibdad [Santo Domingo] y en la isla toda, han tomado la misma costumbre, e crían en las haciendas y heredamientos de sus amos esta hierba, para lo que es dicho, y toman las mismas ahumadas o tabacos [que los indios]; porque dicen que cuando dejan de trabajar e toman el tabaco, se les quita el cansancio" (Oviedo y Valdés, 1959, I, 116-117).

De donde resulta que las propiedades sedantes o narcóticas del tabaco fueron las responsables iniciales del uso por blancos y negros, y sólo después evolucionó e? consumo hacia el puro vicio 0 satisfacción voluptuosa. Quizá no fue ajene a este proceso de adopción la influencia de las informaciones dadas por el médico Monardes, sobre las propiedades calmantes del tabaco, que lo inducen a comparar esta yerba con el amfión u opio (Monardes, 1571, 23v-24v).

Los negros, pues, jugaron un papel decisivo en este proceso de aculturación, y quizá la influencia de ellos se trasmitió a los blancos, aunque algunos de éstos, individualmente --como siempre ocurre --hayan empezado también desde temprana época con la experiencia. Para fines del siglo XVI, esta apetencia de los negros por el tabaco se había generalizado, y no valía ningún medio coercitivo para apartarlos del vicio (Acorta, 1954, 494). Así lo hacían también algo más tarde, en la Guayana holandesa (Fermín, 1769, I, 143).

En la misma época en que Oviedo hacía sus observaciones en Santo Domingo, en Tierra Firme se operaba fenómeno análogo. Los europeos se acostumbraron pronto a aspirar el humo del ta baco a la

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manera indígena. Aun Esteban Martín, aquél aventurero sobreviviente de la expedición de Alfinger, cuando se quedó entre los indios pemones y adoptó sus costumbres y se dedicó a curandero, usaba también el tabaco en sus curaciones (Friede, 1961, W, 202). Poco más tarde, entre los vecinos españoles de la villa de Tocuyo se había extendido el uso indígena: "algunos beben el tabaco en humo por la boca y otros lo toman en poluo por la narices" (Arellano Moreno, 1950, 148; Acorta Saignes, 1961, 203).

Con carácter de yerba medicinal, debía llevarse siempre en las expediciones militares, según recomendaba un tratadista (Vargas Machuca, 1599, 56).

Para fines del siglo XVI --parte como reflejo de lo que se decía en Europa sobre el tabaco, porque así suele ocurrir --se intensificó el consumo y se generalizó a capas de la población en que antes no había entrado. Este proceso se intensificó durante la colonia. En Costa Rica era tan ecuménico, que desde niños empezaban a fumar, y las familias se privaban aun de comer, para tener con qué comprar tabaco (Fernández, 1907, X, 316).

En la Nueva Granada era general el vicio en el siglo XVIII (Serra, 1956, I, 43). No hay viajero que no haya señalado esto en América.

Llegó a convertirse en elemento indispensable, hasta el punto de que los jesuitas, en sus haciendas, incluían el tabaco como parte de la ración de los trabajadores (Anónimo: Chevalier, 1950, 71). En las marchas para atraer y reducir tribus gentiles, aun los misioneros repartían hojas de él a los indios amigos acompañantes, como en el Orinoco (Gilii, 1965, III, 95).

En 1726 se fumaba hasta en las iglesias, y se dictó auto para prohibirlo (Groot, 1890, II, 29). Los religiosos, que tenían interdicción de usar tabaco, lo chupaban también en la Nueva Granada (Serra, op. cit., I, 41).

Aun como una reminiscencia de las virtudes mágicas del tabaco, el sahumerio se usó durante la colonia como purificador de la atmósfera. Durante la epidemia de sarampión que azotó a Quito en 1785, se quemaron varias cargas de tabaco para ahuyentar la infección (Arcos, 1933, 143).

 

2-Cultivo industrial.

Este desmedido uso del tabaco condujo al cultivo sistemático de la planta, con ardor que no se puso en renglones básicos de la economía, como las especies alimenticias, que más o menos se continuaron cultivando por los indígenas de acuerdo con sus sistemas

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tradicionales (Patiño, 1966, 216-217; 298-299). Es bien sabido que los amerindios cultivaban tabaco, pero unas pocas matas cerca a sus viviendas, para el consumo cotidiano ceremonial o ritual C"Esta hierba tenían los indios por cosa muy presciada, y la criaban en sus huertos e labranzas, para el efecto que es dicho... " (Oviedo y Valdés, 1959, I, 116)]. Pero, tratándose de un artículo de goce, se aceleró el ritmo de la selección de tipos y se configuraron nuevas técnicas de beneficio, que estaban casi definitivamente establecidas en sus lineamientos actuales para el primer cuarto del siglo XVII.

Aunque se intentó el cultivo en muchas partes de la faja equinoccial americana que es el escenario de esta obra, y se intentó producir tabaco aun en lo que hoy se llamarían zonas marginales, bien pronto la experiencia contrajo el cultivo de las mejores calidades, a un reducido número de localidades. Durante el siglo XVII tales centros fueron en orden de importancia: a) Bermas y Guanaguanare en los llanos de Venezuela; b) Trinidad y parte de la cuenca del Orinoco; c) Jaén de Bracamoros y Yaguarzongo, en el Marañón; d) Cuba.

En el siglo XVIII aparecieron y se consolidaron nuevos centros secundarios: oriente de Venezuela (Cumaná); la cuenca de los ríos Chicamocha y Sogamoso en Nueva Granada; Palmira (Candelaria) en el Valle del Cauca; Ambalema, en el valle del Magdalena; y otros en Centro América.

Parece más lógico hacer la revisión de los hechos sobre la evolución del cultivo industrial en cada área, no de acuerdo con la fama y precio del producto en el mercado internacional, sino en secuencia geográfica de norte a sur.

 

Antillas.

Los piratas franceses que ocuparon la isla de Tortuga ensayaron desde 1598 el cultivo del tabaco, al parecer con poco éxito (Exquemeling, 1945, 41, 63). El principal centro productor de la isla de Santo Domingo en la época de los viajes de Oexmelin, era Nuestra Señora de Altagracia, en la costa meridional (Ibid., 46). Se producían y exportaban de esa isla unos 30.000 rollos al año (Ibid., 68).

En 1650, aunque esta no era una actividad económica muy fuerte, siempre se exportaban más de 200 mil libras anuales (Rodríguez-Demorizi, 1942, I, 214). La fama del tabaco cubano, y más que todo, la escasez de navíos para el comercio, redujeron mucho la producción en Santo Domingo. Pero en el siglo XVIII hubo un resurgir, aunque con los característicos altibajos de la política colonial española (Sánchez Valverde, 1947, 63-68).

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Cuba, que para fines del siglo XVI se había empezado a destacar como importante centro productor (Le Riverend, 1945, 44; 66; Exquemeling, 1945, 140), sólo intensificó la producción en escala industrial a partir de 1629. Fue incluida con la Tierra Firme, en la prohibición decretada por diez años en 1606 para cultivar la hoja; aunque revocada la providencia en 1614 (Saco, 1933, III, 209-210; Ortiz, 1940, 94; Arcila Farías, 1946, 82, 83),.fue con el contrapeso de que todo el tabaco producido debía llevarse necesariamente a Sevilla.

Para mediados del siglo XVIII se había tecnificado bastante el proceso de cultivo y beneficio de la hoja en Cuba (Arrate (1761) 1949, 14, 16; 85). Desde 1727 se estableció en La Habana una factoría (Ibid., 147).

La medida restrictiva del cultivo en las Antillas y en Tierra Firme de que se habló atrás, fue doblemente desafortunada, pues no sólo no impidió el contrabando, sino que coincidió con la obtención por los ingleses de la colonia de Virginia, de la semilla del |Nicotiana tabacum, ya que hasta entonces los cultivos allá estaban hechos a base de |N. rustica. Unos dicen que Rolfe llevó la semilla de las Antillas (Ortiz, 1940, 104); otros quizá con más razón, que de Trinidad (Carrier, 1923, 124).

En Puerto Rico tampoco empezó el cultivo industrial hasta 1627 o cosa así (Torres Vargas: BHPR, 1917, IV, 261; Coll y Toste: Ibid., 1914, I, 247-248). En el siglo siguiente declinó el cultivo; el poco tabaco que se producía lo compraban los holandeses (O'Reilly (1765): BHPR, 1921, VIII, 123; Abbad (1788) 1959, 110; 161; 187-188).

En las Antillas Menores, sobre todo en San Cristóbal, se cultivaba ya en 1625 cuando empezó la ocupación europea. Los holandeses se convirtieron en los principales compradores. Poco a poco vino a ser sustituido por el azúcar (Du Tertre, 1958, I, 5, 7, 36-37; II, 92-94; 438; Pelleprat, 1857, 9; 48; Shepard, 1940, 48, 49).

 

Nicaragua.

El tabaco de la provincia de León se enviaba a Cartagena y Portobelo por la laguna de Nicaragua. En Cévaco, en la margen oriental de la misma, se producía en cantidad apreciable (Vázquez de Espinosa, 1948, 231; 242).

 

Costa Rica.

Los documentos son contradictorios en cuanto a la calidad de la hoja que se producía en Costa Rica. Un funcionario oficial español lo llama en 1772 "el más detestable que se coje en este Rei no" [de

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Guatemala]; mientras que el presidente de esa Audiencia argumentaba: "El tabaco es en sí bueno... se consume sin novedad en toda la provincia de León de Nicaragua, cuyos vecinos no son menos melindrosos o de peor gusto que los demás del Reino". Sea como fuere, el cultivo, que había empezado en escala comercial hacia 1768, fue libre hasta 1781; entonces cambió el régimen para la producción estatal directa (Fernández, 1907, X, 193211; 267; 266-272).

Pero la presión de las otras zonas tabacaleras centroamericanas desplazadas de la producción, y la pobre calidad del producto, indujeron a las autoridades a limitar en 1792 la siembra allí, para el consumo doméstico, concentrándola en los otros centros de Istepeque, Copán (Honduras) y Simojovel (Chiapas) (Ibid., 255-257). No obstante, todavía en 1798 se habla de un tabaco costarricense llamado "chilcagre", que a pesar de su fama no se producía, por la falta de medios de comunicación para extraerlo (Cuervo, 1892, II, 333).

Para evitar el contrabando, la exportación se hacía por Punta Arenas o por Esparza (Fernández, 1907, VIII, 495).

 

Panamá.

La relación de la Audiencia de Panamá en 1607 se limita a registrar: "Ay tabaco de que vsan en poluo y en humo, tomandolo por las narices como en otras partes" (Torres de Mendoza, 1868, IX, 94; Serrano y Sanz, 1908, 150).

Los doraces de la región cercana a la bahía del Almirante usaban a mediados del siglo XVII sembrar unas pocas matas de tabaco alrededor de sus viviendas. Curaban las hojas al sol, y las mantenían para regalar a los huéspedes que llegaban a visitarlos (Rocha: Meléndez, 1682, III, 391; Krickeberg, 1946, 360).

 

Darién.

Como se vio en el acápite A), los indígenas del Darién, a fines del siglo XVII, fumaban tabaco colectivamente, por insuflación del humo en la nariz (Wafer, 1888, 38).

El cultivo con fines comerciales empezó a raíz de la ocupación francesa, hacia 1740. Instigados los indios cunas por los ingleses de Jamaica, que querían mantener su ascendiente y rela ciones económicas con esa tribu, se levantaron en 1754 e hicieron una matanza de franceses, de la cual quedaron pocos sobrevivientes (Cuervo, 1892, II, 359; Alcedo, 1787, II, 4-5). Se producía un poco

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hacia 1761 según Antonio Arévalo (Cuervo, vol. cit., 252, 262). Ariza envió unas muestras de tabaco tipo habano en 1777 para que se apreciara la calidad (Cuervo, 1894, IV, 432).

La de los franceses parece fue la única tentativa seria de producir y exportar la hoja, pues para el último cuarto del siglo XVIII se traía desde Cuba tabaco para el consumo en Panamá (Posada e Ibáñez, 1910, 166-168).

En la época de la fiebre cauchera de la segunda mitad del siglo XIX, se fumaban en el Darién cigarros de Ambalema (Reclus, A., 1958, 200).

 

Región caribe-magdalenesa.

Se traía tabaco para el consumo en Cartagena y en la costa atlántica de la Nueva Granada, desde Santiago de Cuba, de modo regular, al parecer desde mediados del siglo XVII (Le Riverend, 1945, 51-52). Los piratas de Sharp capturaron en 1681, frente a la costa de Guaira, un barco que venía desde aquélla ciudad cubana, con destino a Cartagena, cargado de azúcar, mermelada y tabaco (Dampier, 1927, 40). Este flujo continuó casi hasta las postri merías del período colonial, aunque quizá en el siglo XVIII se traían solamente ciertas clases de tabaco que no se producían en el Nuevo Reino (Posada e Ibáñez; 1910, 166-168); el resto del abastecimiento se hacía desde Ambalema.

Pero sí hubo tabacales, aunque en escala reducida, la decadencia de los cuales sobrevino, según una noticia de 1758, con la disposición oficial de limitar las zonas de cultivo (Cuervo, 1892, II, 178). Por esta misma época estuvo en Cartagena el misionero Serra, quien observó que en esa ciudad, señoras y esclavas se dedicaban a la confección de cigarros (Serra, 1956, I, 43).

En los ríos y caños de las sabanas de Bolívar, así como en los ríos San Jorge y Cauca, en el último cuarto del siglo XVIII había una población dispersa, constituída especialmente por ne gros, mulatos, mestizos y zambos, que tenían pequeños cultivos, apenas para el consumo regional (Palacios de la Vega, 1955, 37-39). Gran parte del que se consumía en Cartagena bajaba de Ambalema (Posada e Ibáñez, 1910, 166-168).

En la región de Carmen de Bolívar hubo actividad tabacalera desde fines del siglo XVIII; pero cobró importancia con las reformas económicas decretadas a mediados del siglo siguiente (Cama cho Roldán, 1923, 175). En 1880 se exportaba por Zambrano e iba casi todo a Bremen (Schenck, 1955, 11).

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El tabaco de Simití se sacaba por el caño de Morales (Ibid., 15).

 

Santa Marta.

Se exportaba algo en la primera mitad del siglo XVII (Vázquez de Espinosa, 1948, 295). A mediados del siguiente la situación era esta: "Tabaco se coge en algunas vegas; y especialmente se siem bra, cultiva y coge en las haciendas de Santa Cruz de Papare, de los condes de Santa Cruz" (Rosa, 1945, 303). Los tabacales estaban en su mayor parte situados sobre las márgenes del Magdalena (Julián, 1787, 108).

En el valle de Upar también se cultivaba, lo mismo que en jurisdicción de Ocaña (Cuervo, 1892, II, 178).

 

Valle alto del Magdalena.

En la sexta década del siglo XVIII se cultivaba tabaco en las llanuras del Magdalena, desde Honda hasta La Plata, no en grandes establecimientos, sino en cultivos pequeños y dispersos (Serra, 1956, I, 90; Julián, op. cit., 108).

Ambalema y cercanías se fueron perfilando en esta época como el núcleo más importante de producción de tabaco (Julián, loc. cit.). Pero, en la segunda mitad del siglo XVIII, se producía so lamente para abastecer las necesidades domésticas, no habiéndose intentado exportar en grande (Posada e Ibáñez, 1910, 108), hasta después de la disolución de la Gran Colombia. Fue uno de los lugares de producción escogido en la zonificación de 1774 (Calderón, 1911, 531-532).

Hubo, sin embargo, mayor empuje productivo hacia el último cuarto del siglo XVIII. No todo procedía de aquí, pero en conjunto, el tabaco producía al expirar el período colonial en la Nueva Granada, los mayores ingresos fiscales (Restrepo, J. M., 1943, I, xxx-xxxi).

Se mantuvo esta situación durante la primera mitad del siglo XIX. En 1849 se decretó la libertad de cultivo, y al año siguiente se suprimió el impuesto a las siembras que había quedado (Sam per, 1925, I, 267), con lo cual se dio estímulo a una formidable actividad, que --aunque transitoria --dejó un saldo benéfico para Colombia, representado más que todo, en el movimiento hacia la ocupación de las tierras calientes, con todas las consecuencias que ello ha tenido para el desarrollo del país.

El gobierno envió a Londres para ensayar, 60 zurrones de tabaco de Ambalema, que fue acogido favorablemente (Restrepo, J. M., 1952, I,

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59). Pequeñas remesas se fueron haciendo desde 1832 adelante (Ibid., 82, 116, 135; 342). En 1842 empezó el auge del tabaco sobre bases firmes, especialmente por la tecnificación del cultivo y beneficio (Ibid., nota 402), debida en gran parte a empresarios capitalistas nacionales y extranjeros, y especialmente a las casas Powells, Wills y Cía., y Montoya, Sáez y Cía.; con éstos últimos se celebró contrato con fecha 27 de agosto de 1845 para introducir mejoras en el proceso (Ibid., I, 331; 1963, TI, 20-21). Estas medidas dieron sus primeros resultados prácticos en 1847, y con ellas aumentaron la producción y la exportación. El propio presidente Mosquera se trasladó a Ambalema para visitar las plantaciones y caneyes (Ibid., 60, 65).

Con la libertad de cultivo, hubo casi una locura colectiva por el tabaco. Mucha gente se dedicó a cultivarlo (Samper, 1925, I, xxv; Restrepo, J. M., 1963, II, 244). En la década 1850-1860 los estí mulos de todo orden que esta actividad inyectó en la vida nacional, desencadenaron un proceso de cambios, mejoras y desplazamientos (Samper, vol. cit., 212; Camacho Roldán, 1923, 166-181; Nieto Arteta, 1942, 257-293). Brevemente se pueden sintetizar así estos efectos:

1-Aceleró e intensificó la navegación del Magdalena. La historia de ella está indisolublemente vinculada al auge tabacalero de Ambalema (Samper, 1925, I, 36, 232). Elbers, el apóstol de la navegación fluvial, cultivó tabaco en Ambalema; a la empresa Hamburger, Batis y Champan le tocó aprovechar en 1851 el empuje inicial de la exportación (Naranjo Martínez, 1917, 12, 14). "E1 Patrono", de Frühling y Groschen se introdujo en 1856, con el fin específico de dedicarlo a la exportación del tabaco de Ambalema (Ibid., 17). Así se fueron desplazando los champanes, como aquel en que le tocó viajar prisionero a José Miguel Pey de Honda a Santa Marta (Groot, 1891, III, 464), o aquellos que bajaban en 1824 (Hamilton, 1955, I, 66) desde Ambalema.

2-Una de las consecuencias importantes, desde el punto de vista socio-económico, del auge tabacalero de Ambalema, fue romper el tabú de la "tierra caliente" y abrir ésta a la iniciativa y al esfuerzo de una gran masa de la población, hasta entonces confinada y vegetando precariamente en los climas templados y fríos. Se abrió paso el ímpetu migratorio interno; se perdió el temor del desplazamiento, con la inevitable consecuencia de ir unificando al país, hasta entonces constituído por grupos humanos menos el uno al otro, indiferentes, cuando no hostiles. Es verdad que hubo sacrificio de innumerables vidas; pero la misma falta de asistencia social y hospitalaria, dejó al libre juego de la selección natural, crear el tipo hum ano resistente a las enfermedades tropicales, y de mayor elasticidad y movilidad que en el pasado (Samper, 1925, I, 282-283).

3-Al aumentar los jornales, se dió pábulo a los consumos. Especialmente es importante que aumentara el de la carne, y con él,

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el estímulo a la ganadería tropical. Así, cuando, por causas que se estudiarán en el acápite E, sobrevino la depresión tabacalera, quedó una alternativa igualmente importante para el país, que fue el aumento de la población ganadera y la siembra de pastos artificiales, con la tecnificación que esto implica (Camacho Roldán. 1923, 119-121; 1892, I, 649; Samper, 1925, I, 36, 212, 280).

Datos sobre exportación se verán en la obra dedicada a la historia económica.

 

Guajira.

Poco antes de mediados del siglo XIX se empezó a cultivar tabaco en la Guaira con propósitos de exportación. El producto salía por Riohacha (Reclus, E., 1881, 202).  

[11]

Beleño, veleño: |Hyoscyamus niger L., de la misma familia de las Solanáceas, usado en el Antiguo Mundo más o menos para lo mismo que el tabaco en el Nuevo (Font Quer, 1962, 571-572).

Venezuela. Cuenca del Maracaibo.

Se producía bien el tabaco en la región de Perijá, "como lo ha mostrado la experiencia en las cortas porciones que los primeros pobladores sembraron" (Anguiamo (1740), 1928, 92). Pero esto fue en una escala muy modesta, aunque en ciertas épocas se registrara algún aumento, como en 1779 (Besson, 1943, I, 628).

Maracaibo fue uno de los principales puertos de exportación de tabaco en Venezuela, aunque la mayor parte del producto procedía o de Cúcuta, o de Barinas. Según la relación geográfica de 1579; se despachaban anualmente por allí más de mil arrobas (Arellano Moreno, 1950, 211; Nectario María, 1959, 370). Esto fue lo que indujo al pirata Exquemeling a creer que Maracaibo era zona productora (Exquemeling, 1945, 100). En 1600 los indios quiriquires incendiaron a 3 leguas de la laguna 500 arrobas de tabaco de un Bartolomé Franco (Nectario María, 1959, 407).

La producción cordillerana de la Nueva Granada, especialmente la de Cúcuta, salía por Maracaibo (Vázquez de Espinosa, 1948, 305; Rodríguez Freile, 1935. 218; Nectario María, 1959, 399). El cultivo en la zona Pamplonita-Zulia no debió ser anterior a principios del siglo XVII, como consta expresamente para Pamplona y Salazar de las Palmas (Simón, 1953, III, 3I5; IV, 291; Febres Cordero, L., 1950, 166).

 

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Mérida.

Se cultivaba un poco de tabaco en la cuenca del Chama, especialmente en Lagunillas (Simón, 1.953, IV, 189). Maracaibo era el puerto de embarque del escaso sobrante (Zamora, 1945, I, 210), pues casi todo se invertía localmente en la elaboración de chimó !véase adelante 3-Beneficio y elaboración, c)).

 

Barinas.

Este fue el centro más famoso del cultivo del tabaco en las posesiones españolas, a partir de la iniciación como producto de exportación (Simón, 1953, IV, 132, 189, 273; Rodríguez Freile, 1936, 217). La relación de Guanaguanare de 1610 se refiere a él como al principal artículo de comercio (Arellano Moreno, 1950, 210, 211). Dicha población fue fundada el 3 de noviembre de 1591 (Nectario María, 1959, 363 nota).

En sus ordenanzas sobre trabas o indígena en la jurisdicción de Mérida, hechas en 1620, el oidor de la Audiencia de Santa Fe, Alonso Vázquez de Cisneros, da detalles importantes sobre esta ac tividad. "Yten por quanto de algunos años a esta parte asi en las ciudades de Barinas y Pedraça y sus jurisdicciones como en otras partes de este corregimiento de Mérida se a introducido y entablado la cultura favor y beneficio trato y grangeria del tabaco..." (Gutiérrez de Arce: AEA, 1946, 1183-1192; Arcila Farías, 1957, 243, 260, 267-269; 58-59). Pero no debió ser tan reciente la iniciación del cultivo, pues en 1608 Pacheco Maldonado sometió y apresó muchos motilones rebelarlos, que en castigo se llevaron a Trujillo y Barinas a sembrar tabaco (Nectario María, 1959, 405).

El tabaco de Barinas así como todos los otros productos de la jurisdicción de Mérida, se exportaban vía Maracaibo (Gutiérrez de Arce, op. cit., 1177; Simón, 1953, IV, 189).

Ya en el primer cuarto deI siglo XVII se consideraba que el de Barinas y Pedraza era el mejor tabaco de las Indias (Vázquez de Espinosa, 1948, 92; 306).

En el siglo XVIII hubo una tentativa de enviar tabaco de Barinas a la Guayana (Surinam) por el Orinoco (Posada e Ibáñez, 1910, 45); pero fue reprimida por el peligro que las autoridades creían ver en todo comercio con extranjeros, sobre todo los llamados herejes.

 

Caracas.

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Las primeras exportaciones de tabaco de Caracas se hicieron por la Guayra en 1607; f ueron 1.432 arrobas, que avaluadas a 25 reales, totalizaron 35.800 reales (Arcila Farías, 1946, 68; 79-87). En 1606 fue prohibido el cultivo por diez años en la propia Venezuela, quedando exceptuada Barinas, que pertenecía entonces al Nuevo Reino de Granada. Esta dura prohibición le tocó hacerla efectiva al gobernador Alquiza, quien hizo destruir los cultivos (Ibid., 82, 83). La medida había sido tomada en parte a instancias del cabildo de Caracas, que más que otro alguno de América, estuvo dominado por una clase oligárquica; pero f ueron tan desastrosos los resultados de la prohibición, que la misma entidad en 1612 volvió sobre sus pasos, y pidió que se permitiera otra vez el cultivo (Ibid., 84). Otorgada esta merced, la expansión tabacalera fue enorme. El año de 1615 fue el de mayor producción y exportación de todo el siglo XVII (Ibid., 85). Al decretarse el monopolio oficial, otra vez el cabildo caraqueño, por resabios sociales, rechazó la capitación y prefirió el monopolio del producto; sin perjuicio de que años después se retractara (Ibid., 86-87).

El tabaco fue en Venezuela el principal renglón de exportación durante el siglo XVII y gran parte del XVIII; solamente en este último el cacao se convirtió en el rubro más importante (Arcila Farías, 1957, 242).

En 1702, al establecerse la Compañía Guipuzcoana, el intendente Olavarriaga hizo un análisis de la situación del cultivo, respaldado con estadísticas (Arcila Farías, 1946, 173). Aunque la Com pañía actuaba en la propia Venezuela, extendió sus operaciones para transportar también el tabaco de Barinas (Ibid., 208-209). Un rasgo típico del cultivo del tabaco en esta parte central de Venezuela, es que --a diferencia de las provincias occidentales de Mérida y Barinas --no se usaba mano de obra indígena, pues desde los tiempos del gobernador Porres un siglo atrás (1658-1664), no se encontraron indios trabajando en tabacales (Arcila Farías, 1957, 251).

En el período 1751-1755 hubo aumento de la producción y aun superproducción (Arcila Farías, 1946, 258, 266), con la consiguiente pretensión de la Compañía Guipuzcoana de reducir los precios. Este movimiento ascendente continuó por algunos años. Hacia 1772 las principales regiones de cultivo eran Guanare, Nirgua, Arcure, Valencia, San Carlos, San Felipe y Barquisimeto (Ibid., 267; Amézaga Aresti, 1963, 288, 298-299; 299-302; 306-318; 318-324).

Para fines del siglo XVIII, cuando se dictaron medidas económicas tendientes a agilizar el mercado de productos, el tabaco se usó como signo de intercambio, a falta de moneda, para impor tar negros esclavos (Ibid., 406, 408-409). Otros datos económicos se podrán ver en el acápite destinado a los estancos y tributos en otra obra (Arcila Farías, 1946, 323-346). Al terminar el período colonial, la producción

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y exportación de tabaco en Venezuela, alcanzaban altas cifras (Restrepo, J. M., 1943, III, 273-274).

Aunque haya que volver sobre esto en el acápite E), conviene dejar establecido ahora que con la ocupación de Curazao y las otras islas de los Gigantes por los holandeses en 1634, se es tableció allí la sede de un activo contrabando con la vecina costa venezolana. El tabaco fue uno de los artículos más importantes de ese trato, ya que las tentativas de cultivarlo de buena calidad en las Guayanas, no tuvieron éxito.

 

Nueva Andalucía.

También en el primer cuarto del siglo XVII el tabaco fue el principal renglón económico de Cumaná. La actividad había empezado desde fines del siglo anterior, pues cuando Walter Raleigh se presentó a atacar a la ciudad, los vecinos lo rechazaron con pérdidas, merced a que un flamenco, que entonces estaba rescatando tabaco, los proveyó de armas de fuego a cambio del producto (Vázquez de Espinosa, 1948; 48, 49). Aquí el cultivo estaba a cargo de los indios cumanagotos, y parece que la calidad no era muy buena; daba mucho traba] o (Ruiz Blanco, 1892, 18; 26). También lo cultivaban algunos españoles, y este era de superior calidad, pues ponían más cuidado en las operaciones (Caulín, 1779, 18; 21). Datos posteriores indican que el tabaco de la región de Caripe (guácharo), era uno de los mejor cotizados.

Humboldt hizo observaciones cuidadosas sobre esta actividad en Cumaná en las postrimerías del siglo XVIII. Para toda Venezuela, suministra datos estadísticos, en parte tomados de la obra de Depons, y en parte originales (Humboldt, 1941, I, 47, 49; 161-162).

En el río Guarapiche se daba también tabaco a mediados del siglo XVII (Pelleprat, 1857, 107).

 

Trinidad.

Cuando Sedeño llegó a Trinidad, los indios disgustados atacaron a los españoles, habiendo tomado previamente tabaco para excitarse (Castellanos, 1955, I, 383;. Ellos lo enviaban al vecino continente, para obtener guanín en cambio (Morales Padrón, 1957, 102).

Thomas Roe halló en la isla en febrero de 1611, 15 barcos ingleses, holandeses y franceses, cargando tabaco (Williamson, 1928, 55).

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En 1616 se concedió permiso a los vecinos para sembrarlo, sin estar sujetos durante seis años a pagar derechos de exportación (Ruiz, E., 1959, 84-85). Sa exportaron partidas en los años 1620, 1622 y 1626 (Morales Padrón, 1960, 141). Por esta época era el principal producto de la isla (Vázquez de Espinosa, 1948, 52-53; Morales Padrón, op. cit., 143, 144). En 1630 unos corsarios franceses capturaron 70.000 libras que se embarcaban para España (Ibid., 144). En 1629 el promedio de producción anual era de 140 qq., el producto de los cuales se utilizaba para pagar los gastos del culto (Ibid., 147). Barcos ingleses y de otras nacionalidades venían a abastecerse del producto, a cambie de otros artículos. Para fines del mismo siglo XVII, con el cacao, eran los principales renglones (Ibid., 148; 168).

Al terminar la dominación española en la isla en 1797, había 70 plantaciones de tabaco (Borde, 1882, II, 277). Un siglo después el cultivo estaba prácticamente abandonado (Ibid., 282-283). En Si paria sólo se ocupaban pocos acres para atender al consumo local (De Verteuil, 1884, 255-256).

 

Orinoco.

Supuesto que la fundación de San Tomé de Guayana sólo tuvo efecto en 1595 (Ojer, 1960, 154-155ì, no había cultivos organizados a la manera española. Pero los indígenas lo cultivaban para ingleses y holandeses, antes de que don Antonio de Berrio se estableciera en la Guayana. Por lo menos los indígenas le informaron a Raleigh sobre las posibilidades del cultivo (Williamson, 1928, 26). Este se siguió haciendo para los ingleses durante el breve período de ocupación (Ibid., 63; Ruiz, E., 1959, 83). Por lo demás, cuando Fernando de Berrio se hizo cargo del gobierno por muerte de su padre, se dedicó preferencialmente a esta actividad, y nó tuvo escrúpulos en comerciar abiertamente con los ingleses (Williamson, op. cit., 56; 62-63). Anualmente venían a cargarlo 8 0 9 barcos holandeses (J. de la Espada, 1889, Teix., nota 101).

Llegó a constituirse en el principal producto de la Guayana, aunque sólo se podía cultivar en los meses de verano (Vázquez de Espinosa, 1948, 55, 56).

Parece que la producción no se mantuvo en altos niveles. Las tribus ribereñas, aunque todas usaban tabaco para consumo doméstico o ritual, apenas producían para sus propias necesidades, en la segunda mitad del siglo XVIII; el excedente exportable era reducido (Cuervo, 1893, III, 90; 203; 1894, IV, 222, 223). No quedaba tampoco mano de obra suficiente (Torre Miranda, 1890, 103). Caicara era uno de los puntos donde mejor se daba (Amézaga Aresti, 1963, 286).

El contrabando era de todos modos activo (Ramos Pérez, 1946, 271).

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Guayana inglesa.

Cuando esta permaneció en un principio bajo el dominio de los holandeses, se intentó cultivar tabaco; pero la mala calidad obtenida hizo que se desistiera. De todos modos, hubo un poco al principio en el Corentín (Vázquez de Espinosa, 1948, 71-72).

Las colonias inglesas se abastecían de Virginia desde 1613 (Williamson, 1928, nota 59-60).

En el Berbice apenas se producía para el consumo doméstico, por la misma causa de la baja calidad de la hoja, que no podía competir con la de Virginia (Berkel, 1942, 74).

 

Surinam.

También aquí los primeros colonos (que esta vez fueron ingleses), lo ensayaron, y no se dio (Anónimo, 1788, l, 21; Panday, 1959, 81; Hiss, 1943, 139; Fermin, 1769, I, 229-230). Una nueva tentativa fallida se hizo en 1720-1721, aunque desde 1706 se habían reiniciado ensayos. En 1749 se llevaron 30.000 libras a Holanda (Anónimo, vol. cit., 69; 70). En 1713 se produjeron 1.213 libras; en} 1755, 1.420; en 1763, 4.630, y luego nada más (Ibid., II, 88, 92), hasta el punto de que se importaba la hoja de Norte América (Ibid., 18).

 

Cayena.

En el establecimiento que tuvieron los ingleses primitivamente en el Oyapoc, río Aracawa, en la época de Leight (1604), se cultivó algún tabaco; pero los últimos colonos se fueron en 1606 (Williamson, 1928, 35; 39). Cuando llegó Hartcourt, en 1609, ya había cultivos establecidos (Ibid., 44).

Al estabilizarse la dominación francesa, a partir de 1666, el tabaco llegó a figurar entre los cuatro principales renglones de producción (La Barre, 1666, 32).

A mediados del siglo siguiente, apenas había pequeños cultivos de indias y negros; los primeros producían un tipo de buena calidad cerca de Mayacaré (Bajon, 1778, II, 400).

 

Nuevo Reino de Granada.

294

El tabaco que se producía en jurisdicción de Pamplona salía por Maracaibo (véase).

De Jurisdicción de Tunja se llevaba tabaco a las regiones mineras de Zaragoza y Remedios, desde 1582 (?) (Zamora, 1945, II, 288; Ibot León, 1933, 240).

La relación de esa ciudad (1610) menciona, como se ha visto en el acápite B), el tabaco como planta medicinal, "para enfermedades frías"; pero se vendía ya como artículo de comercio (Torres de Mendoza, 1868, IX, 402; 421).

Algunos autores sostienen que el uso de tomar rapé o tabaco en polvo se originó en Tunja. La mencionada relación de esa ciudad solamente afirma: "se usa mucho tomado en polvo por las narices y en humo por la boca" (Torres de Mendoza, vol., cit., 402). Quizá quien echó a rodar la especie fue el cronista Simón, coreado casi un siglo después. El primero dice que se cogía tabaco para polvo en la región de Samacá (Simón, 1953, VII, 62). En 1701 el cronista Zamora expone: "De los arbolillos del Tabaco ay innumerables sementeras en todo este Reyno. Es excelente el de Varinas, el de Chalala, y el que se coge en las orillas del ríó de la Magdalena, suficiente para lo mucho que se gasta en humo, y en polvo, de que ay grandes moliendas en esta Ciudad de Santa Fe. Salen muchas cargazones para el Reyno de Quito, y Cartagena. Del que se lleva a España hazen grande estimación, donde lo llaman Tabaco de Tunja, porque en esta Ciudad se empezó a moler, y recibir por las narices; vicio, que aviendolo enseñado los Indios, se han estremado en él los Españoles, y casi todas las Naciones Estrange= ras. Tuvo este vicio tanto valor, y estimación en los principios, que segun refiere el P. Fr. Pedro Simón, valla vn quintal en esta ciudad de Santa Fe 300 pesos de oro, de a veinte quilates. De su medicina, utilidades, y daños ay impressos diferentes tratados. La prohibición que tenemos los Sacerdotes para no recibirlo en humo antes de celebrar, consta en los Concilios Prouinciales de Lima, y Mexico, que refiere el Obispo Montenegro en su Itinerario de Parrocos de Indias" (Zamora, 1930, 41; -----, 1945, I, 41; Jouanen, 1943, II, 27).

Por lo dicho, se deducirá que el cultivo del tabaco tuvo mayor importancia en los siglos XVII y XVIII en la porción septentrional del corregimiento de Tunja y en la meridional de Pamplona, particularmente en la cuenca del río Sogamoso. Bastará recordar aquí el papel que el tabaco tuvo en la insurrección de los comuneros (véase acápite E, 2--).

Pero también se cultivaba en otras áreas del Nuevo Reino. Aún Muzo figura en el siglo XVIII entre los sitios aptos para la producción (Cuervo, 1894, IV, 71-72).

 

295

Antioquia.

Aunque los indígenas del área antioqueña conocieron y usaron el tabaco (véase acápite A, 3)), no hubo cultivos comerciales durante el período colonial.

El que se consumía, tanto en las regiones mineras como en las que no lo eran, venía --como se ha visto --de la cuenca del Sogamoso o del alto Magdalena, vía Mariquita. En tiempos del oidor Mon y Velarde, el del consumo se introducía por Nare (Robledo, E., 1954, II, 340). Dicho funcionario afirmaba que era de mala calidad el producto que se llevaba a Antioquia, y solicitó permiso para fomentar el cultivo doméstico, pues juzgaba que había condiciones propicias para obtener buenas calidades (Ibid., 357-358). El estanco se estableció allí en 1777 (Ibid., 338-340).

En el período republicano no se empezó a cultivar tabaco en Antioquia, sino después de la supresión del estanco en 1850 (Ospina Rodríguez: RHA, 1913, 4731.

 

Cauca.

También los indígenas de este sector conocieron y usaron el tabaco, aunque los datos son bastante confusos e indirectos (véanse acápites A) y B)).

El cultivo industrial parece haber sido aquí más tardío que en otras áreas de América equinoccial. A fines del siglo XVI y principios del XVII se traía tabaco de Macas y de Nicaragua a Cali, para las necesidades de los vecinos, por la vía de Quito (Arboleda, 1928, 64). Esto demuestra que el cultivo, si había empezado, no satisfacía siquiera el consumo local.

En 1627, un encomendero de Cartago hacía cultivos de tabaco en Las Tapias, con mano de obra indígena (Friede, 1963, Q., 214216; 218; 245).

A partir de la segunda mitad del siglo XVII y sobre todo en el XVIII, el caserío de Candelaria, de la jurisdicción de Llanogrande o Palmira, se convirtió en importante centro de cultivo. Uno de los objetivos era el despacho de tabaco al Chocó, para los centros mineros, lo mismo que a la cesta del Pacífico, donde no había cultivos (aunque sí matas, como se verá) (Arboleda, 1928, 403; 555; Olano, 1910, 86). Era solo tabaco en hoja y cigarros, pues el tabaco en polvo o rapé se beneficiaba exclusivamente en Bogotá y en Tunja (Calderón, 1911, 550-551), de donde se enviaba a toda la jurisdicción del virreinato de la Nueva Granada (Olano, loe. cit.), y aun a Quito.

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En la reglamentación del monopolio, dictada por Gutiérrez de Piñeres en 1778? se delimitó la zona de cultivo de Llanogrande, que comprendía los siguientes partidos: Palo, Yarumal, Potrerillo, Desbaratado, Cabuyal, Fraile, Candelaria, Párraga, Hormiguero, Buchitolo, Arado, Isla, Duales, Purgatorio, Guaca, Tiple, Hato de Cobo (Calderón, 1911, 549; Cárdenas Acosta, 1947, 347, 351, 348, 349; 347-351). Esta zona suministraba la hoja para ser beneficiada en la factoría de Llanogrande o Palmira, que se estableció en 1791? A dicha medida se debió en parte el auge que adquirió desde entonces esa población, pues en 1796 se autorizó al receptor de tabacos para trazar el plano urbano (Tascón, T. E., 1939? 293, 306). El producto de Candelaria abastecía toda la parte occidental del virreinato a f fines del período colonial. Se consumía hasta en Esmeraldas, costa ecuatoriana, según observación de Caldas (González Suárez, 1944, 212). Otros detalles sobre el tabaco de esta área, en el período colonial, por estar relacionados con el estanco, se estudiarán en el acápite pertinente.

También se cultivó tabaco en el norte deI valle, en los lugares de Cartago, Toro y Anserma, y parece que era de buena calidad. Un hijo de Cartago protestaba a f fines del período colonial por las medidas de confinar el cultivo al área de Cali (Candelaria), y preguntaba qué delito había cometido el tabaco, para que tratara de erradicárselo de una zona tradicionalmente productiva como era la nortevalluna (Campo y Rivas, 1803, 29, 41, 42, 43).

En la época republicana, un viajero que estuvo en Cali en 1819, dice que el tabaco de allí (debe ser de Candelaria) se consideraba excelente, así como los de Buga y Cartago (Mellet, 1823, 235; 239). Pocos años después, otro viajero loa el tabaco vallecaucano, y menciona tres variedades cultivadas entonces. A1 establecerse el monopolio, se había distribuido un folleto con instrucciones sobre el cultivo y el beneficio (Hamilton, 1955, II, 75; 82).

En 1850 un escritor costumbrista que visitó la planicie vallecaucana, entrevistó en Palmira (que ya se llamaba así) al médico francés Eugenio Rampon, quien había dedicado esfuerzos y cono cimientos a mejorar el cultivo del tabaco. Las dificultades del transporte, tanto por el Pacífico como por el Magdalena, limitaban la expansión del cultivo y el incremento de la exportación (Pombo, M., 1936, 90-92). El médico Rampon había llegado primers a Bogotá en 1838; luego se estableció en Palmira; regresó a Francia en 1860 y fue nombrado cónsul de Colombia en París; escribió sobre quinas (Ibáñez, 1884, 82, 110; Camacho Roldán, 1923, 8). Otra fuente lo da como inglés y le atribuye haber introducido a Palmira la semilla del tabaco de olor de La Habana (Sinisterra, Enrique: BHV, dic. 1936, 40-42: 205-206).

A pesar de las malas comunicaciones, y de que el poco cuidado en el beneficio había depreciado en Europa el tabaco valluno, de Palmira se exportaba anualmente por valor de $ 500.000, a Bremen, Londres,

297

Nueva York, Panamá y Lima; aunque de exquisito aroma y bello color, era poco resistente (Pérez, F., 1862, 113, 212). En 1854, eI botánico bostoniano Isaac Holton vio en Cali, en el lugar de la margen izquierda del río donde empezaba el camino a Buenaventura, enorme cantidad de balas de tabaco en zurrones de cuero, en espera de mulas (Holton, 1857, 523).

Este mismo viajero había observado en Cartago que empezaba en esa época el comercio del tabaco, y gua muchas personas se dedicaban a elaborar cigarros. No compartía la creencia de que el tabaco del valle fuera tan bueno como el cubano (Holton, op. cit., 385, 395; 488).

De la provincia del Quindío se exportaba algo a f fines del siglo XIX. Varias muestras que se habían mandado a Bremen habían sido favorablemente acogidas. Sin embargo, la ciudad de Cartago se abastecía del sur (Peña, 1892, 20-21; 53; 54).

Al fundarse la Granja de Palmira, se introdujeron tres variedades de Puerto Rico y luego unas 40 más de Estados Unidos, que empezaron a probarse en 1929 (Chardon et al, 1930, 177-179: 205-216; 233; Molina Garcés, 1930, 43-44). Los desarrollos ulteriores entran ya en el campo de la historia deI cultivo industrial.

 

Costa del Pacífico.

En el numeral 150, tomo II, 1954, p. 196 queda dicho que los indígenas yurumanguíes de la costa occidental colombiana, en la segunda mitad del siglo XVIII usaban el tabaco verde, para echarlo al puchero (Jijón y Caamaño, 1945, IV, 498, 500; 526).

Solamente el pánico temor que tienen los negros de esa región a los funcionarios policivos o semipolicivos de cualquier género (y entre estos los celadores de rentas), impide que cultiven tabaco. A pesar de la alta humedad ambiente, no es raro encontrar matas cerca de las viviendas para la hoja del gasto.

 

Nariño.

Debido a la reglamentación oficial, el cultivo estaba confinado --como se vio --al territorio vallecaucano. A pesar de la prohibición, se sembraba en la cuenca del río Guáitara, hacia fines del período colonial. Las autoridades f fiscales, que tenían poderes extraordinarios, arrasaban las matas que podían encontrar (Sañudo, 1940, III, 65).

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A fines del siglo XIX se cultivaba tabaco en las provincias del sur, con semilla procedente de Esmeraldas y de La Habana, y se exportaba parte del producto al Ecuador (Herrera, L., 1893, 18; 65). Era afamado el de Taminango. En Consacá se fabricaban cigarros para consumo y exportación (Santander, 1896, 150, 159).

 

Ecuador.

Los usos ceremoniales y medicinales, durante la segunda mitad del siglo XVI, se han examinado en el acápite A), I y II.

Con carácter industrial el cultivo empezó, como casi en todas partes, al despuntar el siglo XVII. Dice la relación de Guayaquil de 1605, refiriéndose a las actividades económicas de los vecinos de Solongo (Pto. Viejo): "de poco tiempo hacen sementeras de tabaco por granjería" (Torres de Mendoza, 1868, IX, 291). Antes se usaba sólo por medicina (Ibid., 296). El cultivo se fue afirmando en las décadas siguientes (Anónimo, 1958, 21).

Los principales centros productores en la primera mitad del siglo XVIII eran Puerto Viejo y Babahoyo (Alcedo y Herrera, 1946, 59; 67). El tabaco de Puerto Viejo era escogido de semilla traída de Trinidad de Barlovento, y se producía en tres meses (Ibid., 56; 26). Toda la hoja obtenida allí se enviaba a la sierra (Ibid., 9). El tabaco en polvo para consumo local en Guayaquil, venía de Nicaragua y Guatemala (Ibid., 9; ----- (1766) 1915, 20). También se cultivaba algo en Daule (Montúfar y Frasco (1754) 1894, 170). De aquí se exportaba a Lima (Ruiz, 1952, I, 27). La principal casa de beneficio estaba en Guayaquil (González Suárez, 1894, V, 459). En 1765 se llevaba de la costa ecuatoriana al Perú, y un poco también a Tierra Firme (Flores y Caamaño, 1925, 1, 4, 2). De 1785 se conocen unas instrucciones interesantes para el combate de las plagas que atacaban el cultivo (Castillo, 1931, 220).

En la segunda mitad del siglo XVIII también se fomentó en el Ecuador el cultivo del tabaco, habiéndole tocado al gobernador Pizarro entender en esta actividad, y establecer el estanco (González Suárez, 1894, V, 312; 459). Las dos zonas productivas de la sierra eran Macas, en el lado amazónico (véase) y Yumbos, o sea la vertiente occidental de la Cordellera (Ibid., 459). A fines del período colonial, Otavalo e Ibarra se aprovisionaban de Macas y de Guayaquil; mientras que Esmeraldas obtenía de Candelaria el de su consumo (faldas: González Suárez, 1944, 2,12-213). A pesar de la vigilancia, no se podía evitar el contrabando (Ibid., loc. cit.).

En la época republicana continuaba figurando el tabaco como artículo de exportación de Guayaquil (Campos, 1894, 223, 226). El cultivo en Daule estaba en manos de pequeños agricultores (Spruce, 1864, 80).

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Cuenca amazónica.

La relación de Zamora de los Alcaides, en el oriente ecuatoriano, del último cuarto del siglo XVI, sólo habla del "tabaco" como planta medicinal (J. de la Espada. 1897, IV, 2).

Los indios de Sevilla del Oro pagaban su tributo en tabaco seco y adobado para tomar por boca y narices, a f Ines del siglo XVI y principios del siguiente (Ordóñez de Ceballos, 1947, B. A., 250).

Diego Vaca de Vega, al fundar a Boma en 1619, estableció plantíos de tabaco con peones indios (González Suárez, 1901, VI, 116). Igual cosa hicieron los jesuítas (Jouanen, 1941, l, 480). Todavía se seguía produciendo allí en la primera mitad del siglo siguiente (Magnin: RI, 1940, I, 171; Figueroa, 1904, 406). Los abijiras del Napo mantenían bastantes matas para su uso casero (Montesdeoca: Comete, 1885, I, 157; -----, 1942, 13).

Jaén de Bracamoros, a las espaldas de Loja, era centro de producción en la primera mitad del siglo XVIII (Montúfar y Frasco, 1894, 170). Otros distritos señalados en la misma época, eran Quijos, Canelos y Macas (Silvestre, 1950, 27). En este cantón de Macas, correspondiente a la antigua Sevilla del Oro, todavía en la segunda mitad del XIX los pueblecitos de Paira, Copueno y Baraona eran productores; para secar el tabaco se usaba el rescoldo (Villavicencio, 1858, 422).

En la primera mitad del siglo XVII el tabaco de Jaén de los Bracamoros, sobre el Marañón, era el de calidad más afamada en gran parte de las Indias, sosteniendo la competencia con el de Barinas (Vázquez de Espinosa, 1948, 381; Cobo, 1890, I, 405; Anónimo, 1958, 23). Esta fama se mantenía en el siglo XVIII (Alvarez de Villanueva, 1892, 33; Magnin: RI, I940, I, 171; Juan y Ulloa, 1748, II, 490-491), y parece haberse debido a la manera de elaborar la hoja, que era preferida para usar en cigarrillos de papel, según la referencia mencionada en último lugar.

Se daba también tabaco de buena calidad en otros sectores del Amazonas peruano, como las llanuras de Pampahermosa y Lamas (Magnin: Rl, 1940, I, 171; Uriarte, 1952, I, 215; 277; Ruiz, 1952, I, 156; Alvarez de Villanueva, op. cit., 31). Un antropólogo ha reseñado el uso del tabaco entre 33 tribus del Amazonas peruano (Tessmann, 1930, 54, 72, 90, 112, 135, 165, 177, 196, 214, 226, 242, 251, 260, 284-285, 300, 319, 332, 352, 372, 387, 402, 425, 464, 479, 495, 517, 531, 539, 551, 561, 569).

En el sector Putumayo-Caquetá no hubo cultivos comerciales propiamente dichos. Aunque se daba en todos esos ríos (López Ruiz:

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AIP, 1883, V, 507), y lo usaban todas las tribus en sus ceremonias y fiestas, no se establecieron plantíos sistematizados, quizá con la excepción de las siembras que dice haber hecho un misionero en el Putumayo en la sexta década del siglo XVIII, con semilla llevada de Almaguer (Serra, 1956, I, 219).

En Descanse sembraban negros y mulatos a principios de este siglo tabaco de semilla habanera (Rocha, J., 1905, 19).

A lo largo del cañón principal del Amazonas, las tribus tenían y usaban tabaco, según se deduce de los relatos del viaje de Pedro de Teixeira (Acuña, 1942, Bog., 102; J. de la Espada, 1889, Teix., 90).

El cultivo como actividad comercial empezó en la porción baja del río, no más arriba del Tapajoz. Quizá desde fines del siglo XVI; pero más seguramente en la primera década del XVII, extranje ros, especialmente holandeses, ingleses e irlandeses, supieron granjearse la amistad de los indígenas ribereños y establecieron con ellos comercio activo, tomándoles tabaco, achiote, maderas, resinas y otros productos, a cambio de herramientas, cuentas etc., e inclusive estableciendo verdaderos fuertes (Heriarte (1662), 1874, 30; Berredo, 1849, 243; ABAPP, 1902, I, 18). Thomas Roe penetró en 1611 y dejó una pequeña colonia, cuyos integrantes parece se hicieron ricos con el tabaco que cosecharon con la ayuda de los indígenas, en la banda septentrional del Amazonas, cerca a la desembocadura (Williamson, 1928, 59). Otros dos cargamentos de la misma procedencia se vendieron en 1616 (Ibid., 68, 69). Los holandeses comerciaban por esta época con los indios (J. de la Espada, 1889, Teix., 118); pero fueron derrotados y expulsados por Bento Maciel Parente, en diversas acciones (Ibid., 123-125). En una colonia de irlandeses, había tabaco cuando estuvo allí North en 1619-1621 (Williamson, op. cit., 88; 90-91). La empresa inglesa The Guiana Company, llevó en 1628 un grupo de 112 colonos para sembrar tabaco, que fueron expulsados por los portugueses el año siguiente (Ibid., 113-114; 124). En 1631 se estableció un grupo angloholandés en Cumahú o Cumarí, aliándose con los indios locales para sembrar la valiosa hoja, siendo asimismo aniquilados por los portugueses (Ibid., 139).

Establecida en firme la dominación de éstos el primer cuarto del siglo XVII, a partir de la fundación de Belem del Pará en 1616, se dedicaron a plantar tabaco, utilizando los indios que para este objeto y para todo trabajo capturaban como esclavos río arriba, en expediciones llamadas "descidas" (Montesdeoca, 1942, 59; Heriarte (1662), 1874, 25). Inclusive miembros de algunas misiones religiosas utilizaban para el laboreo mano de obra indígena esclava (ABAPP, 1905, IV, 57-58; 66-67). Cuando el jesuita Vieira llegó a Belem para empezar su labor evangelizadora. en 1654, particulares y autoridades emulaban en la siembra y beneficio del tabaco, con mano de obra indígena (Moraes (1759), 1860, 304, 386; 440). Por esta época la penetración iba bastante arriba, y algunas de esas empresas estaban establecidas

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en el Tocantins (Ibid., 457, 458). El tabaco llegó a convertirse en uno de los principales productos amazónicos (Monteiro de Noronha (1768), 1862, 2; ABAPP, 1901, I, 70-71).

Sin embargo, ha habido lugares del gran río que se han destacado por la calidad de su producción, quizá entendida en términos relativos. Cerca de Belem, el núcleo más destacado fue Braganza, donde en 1918 se obtuvo la mayor producción de este siglo (Amaral, 1939, I, 139; 1940, II, 373).

El de Cametá (Tocantins) fue famoso en el siglo XVII (Heriarte, op. cit., 26).

Otros centros importantes estaban más arriba. Uno fue Silves (Urubú o Saracá) (Ribeiro de Sampaio, 1825, 3; Rodrigues Barata (1799), 1944, 15). Otro fue Borba (Amaral, 1939, I, 133); así como Serpa y Barra del Río Negro, o sea Manaos (Rodrigues Barata, op. cit., 16, 17; Wallace, 1939, 226-228), y Sao Jaquim en Rio Branco (Schomburgk, 1923, II, 236).

 

Perú.

El tabaco más famoso del Perú fue, como se ha visto al hablar de la parte amazónica, el de Jaén de Bracamoros (Cobo 1890, I, 402-405).

Se empezó --a raíz del movimiento general en todas las colonias españolas durante el "despotismo ilustrado" --a producir tabaco en Lambayeque, costa de Trujillo; pero este género no po día competir en el mercado europeo, con los tabacos de regiones situadas sobre el Atlántico, con mayores facilidades para la exportación (Cappa, 1890, VI, 154-156). Sin embargo, el cultivo se mantuvo allí hasta la emancipación (Ibid., 155).

Otra localidad de producción era Saña (Alvarez de Villanueva, 1892, 33).

En Lima sólo se sembraban matas del cultivado y del silvestre, como ornamento (Ruiz, 1952, I, 29). Quizá este silvestre sería |Nicotiana rustica.

 

Resumen.

Por los datos pasados en revista, y por los qua el estudioso encontrará relativos a otras áreas del Nuevo Continente no incluidas en la presente investigación, se puede concluir que el tabaco como

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planta usada por los indígenas, estaba dispersado por dondequiera a la llegada de los europeos.

También se han citado datos de cómo y cuándo empezó la aculturación, o sea el uso del tabaco por los europeos, ya a modo de medicina, ya como fuente de satisfacción o fruición sensual, usando los procedimientos conocidos por los indígenas del humo, rapé y embir. Este proceso de aculturación es manifiesto desde mediados del siglo XVI, y está bastante bien definido para fines del mismo, cuando el consumo fue ganando terreno, no sólo entre los laicos, sino entre los religiosos, a pesar de que éstos condenaran el uso de la yerba entre los indios como cosa diabólica.

Pero la gran expansión del cultivo empezó cuando el consumo trascendió a Europa, muy a los principios del siglo XVII. Las medidas dictadas para restringir la difusión del vicio, resultaron in eficaces, y bien pronto la moda se encargó en darle al tabaco el espaldarazo definitivo. Se ha anotado con mucho acierto que esta planta, por ser cosa de lujo y vicie, se conoció y usó primero en Europa que la papa (Humboldt, 1941, I, 454).

En la revisión geográfica precedente, se ha destacado el hecho de que regiones que ahora se consideran como tradicionalmente productoras, no empezaron a cultivar tabaco, sino cuando más temprano, en la última década del siglo XVI, y con más seguridad en los primeros diez o quince años del siguiente. En el primer caso, así ocurrió con la Guayana y Trinidad; en el segundo, con Barinas y Guayaquil, así como la zona del estuario amazónico. Región que en el siglo XVIII llegó a ser productora de importancia, como la hoya del Cauca, introducía tabaco para el consumo todavía a principios del XVII.

Los aspectos tecnológicos del cultivo y las prácticas agrícolas (escogencia de terrenos, semillas, operaciones de cultivo, mantenimiento, control de plagas, cosecha etc.), durante el período colo nial y más tarde, se estudiaron en parte en otra obra (Patiño, 1966, 298-303). Resta decir algo sobre el tratamiento posterior de la hoja.

 

3-Beneficio y elaboración.

Los principios básicos del beneficio de la hoja, en la época de la producción industrial, no fueron sino una sistematización de prácticas indígenas, que variaban de una región a otra, de acuerdo con las tradiciones culturales de cada grupo. Como la mano de obra fue indígena a los principios del cultivo industrial, es natural que los métodos tradicionales hubieran predominado de todos modos, los documentos consultados son muy parcos y las informaciones

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bastante escasas, sobre los fundamentos y características de los primeros cultivos.

Las ordenanzas del oidor Vázquez de Cisneros para Mérida, de 1620, ya hablan del caney, que debía ser construido por los indios para la cura del tabaco. Esta era una construcción pajiza, cuya capacidad standard estaba calculada para el beneficio y manipuleo de 300 arrobas de hoja (Gutiérrez de Arce, 1946, 1188). Dentro de los caneyes tenían lugar las operaciones de "curarlo y hazerlo longaniza y manojos" (Ibid., loc. cit.); "hazerlo longaniza y despalillar" (Ibid., loc. cit.); "longaniza y manojo" (Ibid., 1186). De esto se deduce que en Barinas, lo usual era presentar la hoja enrrollada en cuerda o cilindro (rolo de los brasileños). Esto es copia del sistema que usaban los caribes (Du Tertre, 1958, II, 92-94; Ortiz, 1940, 172).

En una circular dirigida el 16 de septiembre de 1802, por el gobernador de Guayaquil Juan de Urbina a los tenientes de Daule, Balzar, Santa Lucía, Baba, Babahoyo y Palenque, centros produc tores de tabaco, se les habla de un "nuevo estilo" de preparar la hoja, que se consideraba inadecuado para las condiciones locales de la costa ecuatoriana. Según parece, la reforma consistía en dejar la hoja o andullo colgado en el surón durante cuarenta días, con lo cual se facilitaba el contrabando; un nuevo sistema de ensapanar, que no describe; y el gasto enorme de colinos de plátanos que implicaba el nuevo método de ensapanar, por tenerse que hacer todo con calceta tierna. El gobernador autoriza que se mantenga el sistema tradicional, "del modo que saben, les es familiar, y han acostumbrado sus abuelos". Los manojos, que debían pesar una libra y dos onzas cada mazo, debían ser llevados a la administración de la renta (BANH, Quito, 1921, II, 134-135).

Los españoles del oriente de Venezuela guardaban en el siglo XVII los buches de los caimanes que mataban, para aderezar con ellos el tabaco (Ruiz Blanco, 1892, 20); pero no se indicó cómo se procedía.

Se atribuyó al gobernador de Guayana José Solano, haber introducido en 1761 el método brasileño de aliño (Gilii, 1955, 58). Fue después enseñado a los cosecheros de Guanare en 1782-1784 (Amézaga Aresti, 1963, 299; 316-317). Consistía. en cosechar las hojas, dejándolas 24 horas boj o techo, al cabo de las cuales se ensartaban dos a dos para colgarlas hasta que se secaran. Bajadas al tiempo conveniente, se les quitaba la vena ("e a isto chamán espinicar"), doblando luego a la mitad las que iban a servir para capa de la cuerda. Después de curadas, se hacía con ellas una cuerda de tres dedos de grueso, mediante una técnica especial. Estas cuerdas se curaban por un tiempo, cuidando de soltarlas y rehacerlas todos los días, alrededor de unos palos, para evitar la fermentación, proceso que duraba de 15 a 20 días. Seguía después la operación de "ajuntar", que es reunir tres bolas de rollo en un palo. El jugo que destilaban las bolas se recogía en canales hechos en el piso, y se

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guardaba para ser utilizado después. La última operación consistía en mezclar dicho jugo con yerbas aromáticas, albahaca y manteca de puerco, y para las mejores clases, almizcle y ámbar si había: "por esta calda misturada con mel de assucar (guamo mais grosso, melhor) se passa a mesma corda de tabaco ama vez". Luego seguía el acomodo y empaque, en un recipiente de cuero bien ajustado (Antonil, 1923, 186-189). Así se continuaba haciendo en la cuenca amazónica en el siglo XIX (Bates, 1962, 190; Wallace, 1939, 227-228; Schomburgk, 1923, II, 236).

 

Formas del uso.

Las modalidades de consumir eI tabaco se pueden reducir a tres: a) Un cilindra de hojas secas se incinera por un extremo y por el otro se chupa o fuma para aspirar el humo (cigarros y des pués cigarrillos); b) hojas reducidas a polvo --aromatizadas o no --para absorber por la nariz, como estornutatorio (rapé); c) el extracto de la hoja, solo o mezclado con otras sustancias --por lo general sales --para paladear, provocando intensa salivación.

a) El tabaco como sahumerio fue lo primero que observaron los europeos al llegar a América. En la isla de Santa María de la Concepción, una de las primeras Lucayas que tocó el almirante Colón, vio en una canoa un indio que llevaba unas hojas secas "que debe ser cosa muy apreciada entre ellos porque ya me trajeron en San Salvador deltas en presente" (Navarrete, 1954, I, 99). Como a este indio lo pasaron a la isla Fernandina, quizá tuvieron los españoles oportunidad de apreciar bien las hojas. Pero el 6 de noviembre, cuando regresaban del interior de Cuba los dos hombres (Rodrigo de Jerez y Luis de Torres) que había mandado Colón a explorar, vieron a los nativos de ambos sexos, con un tizón en la mano, y "yerbas para tomar sus sahumerios, que acostumbran" (Ibid., 110; Colón, H., 1947, 101).

En su viaje por la costa centroamericana, los indígenas de Caray (Costa Rica), sahumaron a los españoles con una yerba (Colón, H., op. cit., 281). La misma costumbre tenían en Jamaica (Morales Padrón, 1952, 425).

Al parecer, predominaba en las Antillas tomar las ahumadas del tabaco, entre los jefes y gente de categoría, por medio de cierto tubo acodado u ahorquillado, uno de cuyos extremos se ponía para recibir el humo, y los otros dos en las fosas nasales; mientras que la gente común usaba unos "cálamos o cañuelas de carrizos" (Oviedo y Valdés, 1959, I, 116). El tubo ahorquillado es elemento cultural suramericano, que se usa todavía por varias tribus para aspirar el humo y polvos de la yoga o yopo, o del paricá en el Amazonas ( |Anadenanthera sp.).

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La misma costumbre la había observado Colón en Santo Domingo, de donde proceden los datos de Oviedo. La especie que conocieron los primeros españoles en las Antillas era |Nicotiana rustica de flores amarillo-verdosas; mientras que sólo en 1536 se llevó de Yucatán a Cuba |N. tabacum, de flores rosadas, que desplazó a la primera (Ortiz, 1940, 396; Carrier, 1923, 124).

Aunque |N. rustica produce un tabaco más fuerte que |N. tabacum, ello no basta a explicar que --como dice Oviedo --los quisqueyanos sólo pudieran aspirar dos o tres o más veces el humo, como aguantaran, antes de que el sueño letárgico les sobreviniera, a menos que el tabaco estuviera mezclado con una sustancia más fuertemente narcótica, como es la del |Anadenanthera spp. (véase el estudio de esta en el volumen dedicado a los recursos naturales).

La manera más sencilla de fumar fue al parecer la de los nicaragüenses, cuyo "yapoquete" o cigarro de un jeme de largo, estaba simplemente constituido por "una cierta hoja arrollada e atada con dos o tres hilos de cabuya delgados" (Oviedo y Valdés, 1959, IV, 416).

Es difícil decir si el uso de cañuelas o carrizos para contener el tabaco que se incineraba entre los antillanos, es apenas un desarrollo tardío del uso, suramericana de origen al parecer, de meter las hojas más o menos divididas, en cubiertas o cilindros vegetales. Las pipas de fumar en el Amazonas medio, estaban hechas de la Euforbiácea "tacuarí" ( |Mabea fistulifera Mart.), que tiene tallos huecos (Spruce, 1908, I, 159), así como de otras especies del mismo género que reciben los nombres de "tacuarí", "canudo de pito" etc. (Le Cointe, 1934, III, 2; 91; 428). También se usan las fibras liberianas de varios árboles (Bates, 1962, 190).

Entre los aprestos de viaje de los macusis del lago Amoco, observó Schomburgk que llevaban un paquete de hojas de tabaco y otro de tiras del líber de un |Lechythis, para liar sus cigarros (Schomburgk, 1923, II, 2). Los wapisianas enrollan cuidadosamente esta cubierta antes de proceder a fumar para expeler el humo por las narices (Ibid., 32-33). Tales tiras se obtienen de la Lecitidácea llamada "cakeralli" ( |L. ollaria L.), que echa a fines de febrero sus hermosas flores rosadas (im Thurn, 1883, 73-74; 318; Farabee, 1918, 46). Quizá es la |Couratari martiana (Berg.) Miers., conocida en el Rionegro, donde los indígenas no sólo la usaban para envolver cigarros, sino para calafatear (Spruce, vol. cit., 209; 261), con el nombre de "tauarí" o "tururí". Otros nombres regionales se han consignado, como "tabarí" (Tavera Acosta, 1954, 210), "tauari", "taurari", "turari" (Alvarado, L., 1953, 323-342; Sampaio, 1934, 62; 64; Espinosa Pérez, 1955, I, 501-502). No otra cosa sería el oulemary" que usaban los indígenas en la Guayana francesa con el mismo fin en el siglo XVIII (Barrere, 1743, 187-188). -En Orinoco se le dice a dicha especie "capa-tabaco" (NYBG: L. Williams 127291940).

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El cigarrillo envuelto en "chala" o bráctea de maíz (Oviedo y Valdés, 1959, III, 32), parece haber tenido más predicamento en los países andinos. De ese material o de papel se usaba a fines del siglo XVIII en Costa Rica (Fernández, 1907, X, 209). En el Orinoco este sistema era el preferido de los tamanacos (Gilii, 1965, I, 188; III, 329). Todavía predomina en algunas regiones, como en el noroeste argentino (Salta, Jujuy).

El cigarrillo envuelto en papel se usaba ya en el Perú a mediados del siglo XVIII; pero solamente con el tabaco de Jaén de Bracamoros (Juan y Ulloa, 1748, II, 490-491). Lo preferían los veci nos españoles en el Orinoco (Gilii, 1965, III, 329), y los costarricenses (Wagner, M., 1944, 201).

La primera fábrica de cigarros "puros" se hizo en Hamburgo en 1788 (Ortiz, 1940, 108). Datos sobre este aspecto en el área del presente estudio se acomodan mejor a una historia económica.

No solamente los cigarros de Cuba o habaneros tuvieron fama en el pasado. En los pocos poblados mineros del Darién, en la segunda mitad del siglo XIX, se consumían cigarros de Ambalema (Reclus, A., 1958, 200).

b) El tabaco en polco o rapé también era usado por los ameindios. En este caso, por sus propiedades estornutatorias, quizá llevaba implícita una acción mágica de índole catártica.

El tabaco en polvo requiere que la hoja esté seca de antemano, e involucra, más obligadamente que las otras formas, la necesidad de un recipiente adecuado.

Ya se dijo en la revisión histórica del cultivo, que desde mediados del siglo XVII funcionaron en Santa Fe y en Tuna casas de tabacos para elaborar el rapé. Se le adicionaban sustancias aromáticas, una de ellas la semilla del bálsamo [ "El tabaco en polvo se adoba con estas almendras, porque le da olor agradable, y conforta la cabeza" (Zamora, 1701, 39; -----, 1930, 38; Oviedo, 1930, 27) ], que se ha estudiado en el numeral 192. Se coloreaba con polvos de chica ( |Arrabidea chica, numeral 185), que se llevaba de los Llanos orientales (Calderón, 1911, 550-551; Figueroa, 1904, 406). En la época del despotismo ilustrado se erigió otra fábrica de rapé en el Socorro, que no pasó a mayores (Gilii, 1955, 59-60).

Adoptaron gran variedad los recipientes para guardar y cargar el polvo o la picadura del tabaco. Los indios muzos usaban para ello el pico del quiatara o paletón ( |Ramphastos) (Simón, 1953, IV, 201). Otros órganos de animales se usaron en distintos tiempos y lugares. Por ejemplo, los marinos que tocaban en Cuba usaban llevar la picadura en vejigas de cochino (Ortiz, 1940, 101); así como en el llano venezolano usan todavía las de toro (Alvarado, L., 1953, 323).

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Los buches del alcatraz los usaban los piratas que atravesaron varias veces por el Darién; se les ponía un aro para mantener la forma (Wafer, 1888, 45). En el estrecho de Magallanes echaban mano los marineros de las patas? de los albatros (Hawkins, 1933, nota 72). Del pájaro tablero aprovechaban el pellejo (Ruiz, 1952, I, 375). En el Orinoco hacían bolsas de la piel negruzca del cuello del "soldado" ( |Mycteria americana) (Gilii, 1965, I, 1 ì6-117).

El carapacho de ciertas tortugas (boceta de tartaruga) se usó en el Brasil (Antonil, 1923, 219).

Los jíbaros cargan su tabaco (esta vez en hoja?) en bolsas hechas del cuero de ciertos monos (Karsten, 1935, 93).

Del reino vegetal tampoco faltaron los recipientes. Los pijaos usaban unos cañutos de material no especificado (Simón, 1953, IX, 54). Se echaba mano en el Orinoco de los entrenudos de la guadua (Gilii, 1965, I, 170).

A. mediados del siglo XVII se usaban como tabaqueras, semillas vaciadas de |Calocarpum mammosum, o sea el zapote colorado, cuya testa es exteriormente lustrosa y muy llamativa (Cobo, 1891, II, 21; -----, 1956, I, 242); o ciertas semillas de cocos de Chachapoyas ( |Caryocar), labradas con oro y plata (Ibid., 1891, 69); y otros cocos semejantes a marfil, que deben ser la yarina o tagua, aunque la información no es muy clara (Ibid., 1891, 69).

Se ha supuesto que unas cajas de oro con tapa, que se encontraban a veces en sepulturas indígenas del Quindío y otras regiones del occidente colombiano, estaban destinadas a guardar tabaco (Arango, C., 1927? 60).

Tabaqueras de oro, plata, concha, marfil, con decoraciones, constituían el lujo de muchas personas (Antonil, 1923, 219; Bates, 1962, 211).

c) Una modalidad sui generis de preparar y consumir el tabaco se conoce en ciertas áreas de la parte oriental suramericana al norte del Amazonas, con focos predominantes en la Sierra Ne vada de Mérida y en las altas mesetas de la Guayana. En la primera de dichas áreas se le llama a esta sustancia "chimó", "mó", moo", "moho" (Alvarado, L., 1953, 149-150; 259), palabra tomada al parecer del timote "kikmó" (Jahn, 1927, 399). Consiste en una decocción espesada de las hojas del tabaco, mezclada con la sustancia salina llamada "urao" o "urao", que se extrae desde la época prehispánica de las lagunillas que dieron este nombre, Lagunillas, a un lugar cercano a Mérida, como lo apreciaron los primeros españoles que llegaron allí hacia 1555 (Aguado, 1917, II, 228-229; -----, 1957, II, 151-152; Simón, 1953, VII, 61; Baralt y Díaz, 1939, I, 367-374; Acosta Saignes, 1961, 47, 48, 203). Este urao o juran es sesquicarbonato de sosa, que fue estudiado

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científicamente en primer término por los científicos Rivero y Boussingault, en una memoria publicada en Bogotá en 1824. En esta época se preparaba el chimó, adicionando 4 arrobas de urao por 8 de tabaco en Mérida; en Barinas sólo se ponía la mitad de urao (dos arrobas) (Rivero y Ustáriz, 1859, I, 35-39; 38; Boussingault et al, 1849, 153-156). Algunos pretenden que la adición de juran al chimó sólo empezó en 1781, por instigación de Pedro Verástegui {Alvarado, L., 1953, 350); pero de las mismas instrucciones dejadas por éste se deduce que "el moho o chimo o llámese como se llamare" era cosa conocida y corriente (Amézaga Aresti, 1963, 3161. En cuanto al urao, se limitó a ensayar la extracción de salitre en el pueblo de las Lagunillas; también en este caso la extracción y uso para el beneficio del tabaco eran prácticas tradicionales (Ibid., 324-328; 326).

A mediados del siglo XVIII, en la diócesis de Trujillo se cultivaba tabaco destinado a la elaboración de moho y chimoho (Castellanos, R., 1958, 226), que no sólo se usaba parca degustar, sino como remedio para sacar el gusano |Dermatobia (chimó, chimú) (Gumilla, 1955, 323).

El uso de esta sustancia fue general en la porción occidental de Venezuela, desde Maracaibo hasta el llano, y tan común, que se tomaba hasta en las iglesias. El obispo de Mérida Juan Ramos de Lora fulminó el 4 de junio de 1785 excomunión contra el "detestable abuso del que en esta ciudad llaman vulgarmente chimó... por la fea hediondez, y sucias manchas que causa en las paredes, suelos y demás partes del templo, con la continua saliva que hace expeler... " (Besson, 1943, I, 252-253).

Para preparar el chimó, el tabaco se sometía al proceso de "cura negra", en contraposición al de "cura seca", que era el común (Arcila Farías, 1946, 323). Se le adicionan sustancias aromáticas como |sarrapia ( |Coumarouna odorata Aubl.) y la Acantácea "curia" Justicia ( |Rhytiglossa) |caracasana Jacq., llamada "mulatica" en el Estado de Portuguesa (Alvarado, L., op. cit., 132).

El chimó se guarda en recipientes de cuerno, curiosamente labrados, que se llaman localmente en Venezuela, "cajetas de chimó" (Dupouy: AVF, 1952, I, 310-322; Acosta Saignes: BIV, 1954, II, 77-84; y lám.).

La otra región donde se usa tomar el tabaco verde es la ocupada por los arecunas, en las fronteras de Guayana y Venezuela. Observó la costumbre el botánico Schomburgk en 1842. Se toma ban hojas verdes, frescas, que se picaban bien y se mezclaban con una tierra negruzca que se da en las sabanas y contiene nitro (nitrato de sodio). Todo esto lo amasan en una pasta, de la cual f finalmente moldear_ bolitas para meter a la boca. La salivación que provoca, se extravasa y forma una orla negruzca sobre los labios y alrededor de la boca. Nunca vio que mujeres, sino sólo los varones, usaran tabaco en esta forma (Schomburgk, 1923, II, 189).

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4-Comercialización.

Los datos propiamente estadísticos sobre el volumen del comercio del tabaco, pertenecen por derecho a una historia económica, y aquí se darán de mano. Solamente se destacarán otros aspectos, relacionados con la materia.

Lo primero son Ios transportes, que eran y siguen siendo mas en América equinoccial. No se puede explicar bien el predicamento que tuvieren tabacos como los de Barinas y Bracamoros, regiones mediterráneas de difícil acceso, sino por Ios precios remunerativos que debieron alcanzar esas calidades, en comparación con los de la hoja procedente de lugares más accesibles. En ambos casos, el transporte en recuas se imponía hasta los puertos vecinos. Esta tarea debía realizarse en épocas adecuadas, para evitar daños por causa de lluvias y humedades.

Característica de estos productos destinados al vicio o al lujo, y que aumenta su precio intrínseco, es la presentación. Para que la hoja llegara sin perder colorido, aroma y demás cualidades exigidas por el gusto de cada época, había que protegerla de las influencias del exterior, hasta Llegar a su destino.

El producto se empacaba cuidadosamente, utilizando para ello varios materiales, de acuerdo con la región de procedencia. Unos eran de origen vegetal, otros de origen animal.

El tabaco que se exportaba a Méjico de Barinas en Venezuela, y en general de la parte central de esta capitanía, iba empacado en petacas de caña (Arcila Farías, 1946, 177). Hacia 1757, los indios achaguas de la misión de dominicos de Nuestra Señora de la Palma, en Barinas, elaboraban patacas o petacas de caña para el tabaco (Ramos Pérez, 1946, 239). Esta caña es |Gynerium sagittatum, que se ha estudiado en el numeral 172, capítulo XV.

En el alto Río Blanco, afluente del Río Negro, los brasileños del fuerte de Sao Joaquim empacaban sus rolos de tabaco en recipientes hechos de una Marantácea (Schomburgk, 1923, II, 236), probablemente |Ischnosiphon (véase numeral 180).

En el Nuevo Reino de Granada se usaron petacas o zurrones de cuero (Calderón, 1911, 532; Eder, 1959, 397-402; Holton, 1857, 523). Lo mismo ocurría en el Brasil (Antonil, 1923, 266).

 

E) ASPECTOS SOCIO-POLITICOS. I --Aspectos sociales. 1) |Tabaco, cultivo popular.

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El carácter democrático del cultivo del tabaco en Cuba, contrapuesto al aristocrático y gran-capitalista de la caña de azúcar, ha sido destacado con gran maestría por Fernando Ortiz (1940). Esta característica es bastante constante en el resto de América.

Negros cimarrones y mulatos, viviendo a su arbitrio en los ríos y caños entre el Cauca y el Sinú en la segunda mitad del siglo XVIII, mantenían sus pequeños cultivos de tabaco para el gasto y para un intercambia rudimentario (Palacios de la Vega, 1955, 37, 38 39).

En un informe sobre el estado general del cultivo y de la industria del tabaco en el Nuevo Reino de Granada, de la misma época, se deja constancia de que esta planta se cultivaba por gen te de castas. (eufemismo por. negros, mulatos, zambos, indios), derramada por montes y sabanas (Calderón, 1911, 524).

En 1766, cuando se trató en el concejo de Cali sobre la capitación o contribución para pagar los impuestos de tabaco y aguardiente, con el f in de que no recayera el gravamen sobre el públi co, se hizo una representación a las autoridades de Santa Fe pidiendo aligerarlo. Se acordó que el estanco de tabaco quedara entre los cosecheros; "pero era la gente más miserable la que se dedicaba a tales siembras, y si se les gravaba, aunque poco, se abstendrían de seguir los cultivos... " (Arboleda, 1928, 473-474, 474?).

En San Felipe el Fuerte, de Venezuela, por la misma época el tabaco se cultivaba apenas para el consumo local, "para el gasto"; era cosecha de pobres, de indios (Altolaguirre, 1908, 102-104).

Igual característica presentaba el cultivo en la segunda mitad del siglo XVIII en Cayena, pues sólo indios y negros cultivaban pequeñas porciones (Bajon, 1778, II, 400).

Cuando empezó a cultivarse tabaco en la costa ecuatoriana a principios del XVII, se dedicaron a esa granjería los vecinonos más pobres de Guayaquil (Torres de Mendoza, 1868, IX, 291). Esta constante se mantuvo al parecer hasta el período republicano. Negros, zambos y mulatos eran los cultivadores en Daule, que vivían por eso autónomamente y no era fácil engancharlos como peones para otros trabaos (Spruce, 1864, 80).

La contribución de la mano de obra indígena y negra.al cultivo del tabaco durante el período colonial, se ha estudiado con algún detalle en otra obra del autor (Patiño, 1966, 415-417; 500-501).

 

Tabaco y esclavitud.

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En Norte América el cultivo del tabaco en grande tuvo vinculaciones muy estrechas con la esclavitud de los negros, que parece se empezaron a ocupar en ese menester hacia 1619 (Carrier, 1923, 126), hasta llegar a predominar en ciertas comarcas y épocas (eras, 1946, 346-347).

También en el Brasil fue predominante la mano de obra esclava para el beneficio del tabaco, en las provincias de Bahía hacia el sur (Antonil, 1923, 190-191), pues en el Amazonas se utilizaron de preferencia indios, que salían más baratos.

Algo de esto hubo también en Venezuela.

Si del cultivo se pasa a la elaboración, se halla que aunque también predominantemente popular, en ciertas épocas y regiones participaron en igual medida las clases sociales altas y bajas (Abbad, 1959, 187-188). En 1760 en Cartagena, tanto señoras como esclavas se dedicaban en casa a hacer cigarros (Serra, 1956, I, 43).

También ha sido común esta práctica en la cuenca del Cauca (Holton, 1857, 395}.

Pero las cigarreras profesionales sí han pertenecido en general a los estratos inferiores de la pirámide social. Las cholas cigarreras de Bolivia se destacan por su dinamismo y genio alegre (Otero, 1942, 254).

 

2) |Asociación del tabaco con movimientos populares.

La raigambre democrática del cultivo del tabaco y la relativa independencia que procuraba a los cosecheros, se hizo manifiesta cuando las medidas fiscales de la corona española empezaron a hacerse sentir en el último cuarto del siglo XVIII con creciente intensidad. Quizá el establecimiento del estanco (véase acápite F) no provocó tanta reacción, como los métodos usados para hacerlo efectivo, por los celadores y encargados de ejecutar el monopolio.

En 1722 hubo el primer tumulto en la provincia panameña de Veraguas, por algunas medidas relacionadas con la administración de la renta (Calderón, 1911, 522).

En La Grita, provincia andina de Mérida, en Venezuela, hubo un conato de rebelión en 1779, encabezado por Matías Márquez, cuando se decretó el estanco (Arcila Farías, 1946, 328-329).

El movimiento más importante fue la sublevación de los comuneros del Socorro, San Gil y otros lugares productores de tabaco en la Nueva Granada, en 1781. El tabaco era el principal factor allí

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presente. Como reacción contra las medidas elaboradas por Moreno y Escandón y promulgadas por el visitador Gutiérrez de Piñeres, los amotinados quemaron varias partidas de tabaco depositadas en los estancos oficiales, por los pueblos donde pasaban en su marcha hacia Santa Fe (Cuervo, 1894, IV, 4, 8, 10).

En Buga y en Cali "la plebe" se exacerbó cuando se promulgó por bando en 1778 el establecimiento del estanco (Tascón, T. E., 1939, 235; Arboleda, 1928, 498-499). Tanto en el valle del Cauca como en Barbacoas, se secundó el movimiento socorrano (Olano, 1910, 127, 137).

Lo primero que hizo la Junta Revolucionaria de Quito en 1809 fue suprimir el estanco (Groot, 189 I, III, 37).

 

3) |Desplazamientos geográficos.

Cuando se habló del tabaco en la Nueva Granada en el siglo XIX, se dieron puntadas sobre la movilización de mano de obra desde las tierras frías a los valles calientes; el estímulo a la na vegación a vapor por el Magdalena, y cuando sobrevino la depresión tabacalera, el uso de las tierras en ganadería y en cultivos tropicales como el añil. El proceso respectivo se ha trazado en el título |Valle alto del Magdalena, acápite D).

 

II --Aspectos políticos.

4) Casi al surgir la producción tabacalera en las colonias españolas, se produjo la competencia de las colonias inglesas de Norte América, y poco después en las Antillas. Los dos imperios se abastecían, pues, con su propia producción.

Pero los holandeses, que aunque intentaron producir tabaco en la Guayana y en otras posesiones americanas, no consiguieron éxito, se dedicaron desde el principio al aspecto comercial, bien fomentando plantaciones entre los indígenas del Amazonas y del Orinoco, o por medio del contrabando, para lo cual la captura de Curazao y Aruba en 1634 representó un golpe maestro, pues de allí se propició el contrabando con la vecina Venezuela (Haring, 1939, 149-150; Hiss, 1943, 57, 63); aunque también se cultivara un poco. Dicho contrabando afectó igualmente a la producción de la zona de Cúcuta y aledaños, que salía por Maracaibo.

De este modo casi se anulaba la eficacia de las medidas dictadas para impedir que el tabaco de la zona llanera de Barinas y Guanaguanare saliera aguas abajo por el Orinoco, con el fin de que no

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cayera en poder de las naciones enemigas establecidas en las Guayanas. Al despacharlo por tierra hacia la costa, por Maracaibo o por Puerto Cabello, fatalmente venía a quedar bajo la atracción de Curazao. Esto no desapareció del todo ni aun con el establecimiento de la Compañía Guipuzcoana.

El caso más dramático de política oficial equivocada, tan característica de la dominación española, fue la medida de suprimir el cultivo en Venezuela, dictada en 1607, con el propósito de que el tabaco no pasara a manos de extranjeros (holandeses e ingleses) por medio del contrabando (Haring, 1939, 162-163; Arcila Farías, 1946, 81-87).

5) La competencia de Java vino a hacer más reñida la lucha por los mercadas. Esto se intensificó eon la apertura del canal de Suez, que permitió a Europa occidental, consumidora tradicional de los tabacos americanos (la Europa oriental fue centro de producción y consumo independiente), tener comunicaciones más expeditas con el Asia.

 

F) ASPECTOS FISCALES.

El uso del tabaco a fuer de medicina, que parece haber sido la forma inicial que adquirió entre los europeas del Nueva y del Viejo Mundo, quizá estaba ligeramente tocado o contaminado con el prestigio mágico que tenía la yerba entre los indigences americanos. No eran tan racionalistas los europeos en el siglo XVI, a pesar del Renacimiento, como para estar absolutamente libres de supersticiones, como no lo están hoy día, en la era atómica.

El carácter diabólico con que se estigmatizó al tabaco en las primeras décadas que siguieron a su difusión en Europa, quizá nunca desapareció del todo. Siendo inútiles las penalidades de tipo puramente punitivo, que se establecieron para vedar el uso, por un proceso lógico la restricción derivó hacia la pena pecuniaria, cuyo fruto podían aprovechar los reyes para respaldar sus designios de dominio político. Así nació el estanco, o sea el acaparamiento por parte del estado, de gran parte de los proventos que se obtenían de un producto cuyo consumo crecía sin cesar. La persistencia del estanco en la mayor parte de los países, ha justificado la institución.

El estanco del tabaco empezó en España en 1636; pero sólo un siglo después se intentó en América (Calderón, 19 11, 514; Cárdenas Acosta, 1947, 340-341).

 

Estanco en Venezuela.

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En la capitanía general de Venezuela el cultivo y la exportación del tabaco fueron libres, exceptuando los impuestos comunes o de consumo, a partir del restablecimiento del permiso para cultivar, en 1612 (Arcila Farías, 1946, 85). Pero la felicidad duró poco, pues en 1621 se restableció la intervención oficial (Ibid., 121-122). En 1777 se dictó una cédula, que empezó a aplicarse por Avalos en 1779, por la cual se estancaba el producto del rey o el destinado al consumo interno de la provincia, continuando libre el cultivo con fines de exportación (Ibid., 311, 323-332; 324). Se dispuso hacer la capitación, o sea que cada municipio pagara un tanto a la corona (encabezamiento), por concepto del nuevo gravamen (Ibid., 325). Pero los cabildos en su gran mayoría consideraron deshonroso el empadronamiento, y prefirieron que se estableciera el estanco (Ibid., 326).

Al hacerse efectivo este en 1779, se dictaron disposiciones reglamentarias en orden a asegurar la vigilancia. Una de ellas consistía en zonificar las regiones donde el cultivo podía realizarse, y en dictar medidas de fomento económico que aseguraran la producción (Ibid., 327). En algunas partes, la aplicación de tales medidas restrictivas suscitó la oposición de ciertos grupos (véase acápite E). Pero en general, el sistema funcionó durante casi cerca de diez años, y no sólo se intensificó el cultivo y aumentó la exportación, especialmente a Holanda, sino que se obtuvieron entradas fiscales de consideración (Ibid., 332, 333-334, 336-337).

Con la ondulante y circunstancial política económica española, en 1788 se dispuso suspender la exportación, con el objeto de que todo el tabaco producido se enviara a España, con destino a una fábrica de rapé que se pensó establecer (Ibid., 338); pero la flamante empresa no pudo absorber todo el excedente que se enviaba a otros países europeos (Ibid., 339).

En 1792 el cabildo de Caracas, que más que otro alguno se había opuesto al sistema de capitación, solicitó que se suspendiera el estanco; en cédula de ese año se aceptó la petición, volviendo a la primitiva fórmula del encabezamiento (Ibid., 342-343). Todos los cabildos, menos el de Barinas, principal zona productora, aceptaron la nueva fórmula que al principio habían rechazado; pero de nada valió, pues el estanco se mantuvo durante el resto del período colonial (Ibid., 343-346).

Se prolongó por inercia en el período de la Gran Colombia, y sólo se quitó a raíz de la separación de Venezuela y la Nueva Granada. La cesación del estanco la promulgó el general Páez el 22 de marzo de 1833, en obedecimiento a un decreto del congreso, del 20 de ese mes (Baralt y Díaz, 1939, II, 426; Arcila Farías, op. cit., 346).

En Guayana, dependiente del Nuevo Reino, la administración oficial de la renta se decretó desde 1774, sólo en la capital. La isla de

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Trinidad quedó exonerada de las disposiciones sobre estanco (Arcila Farías, op. cit., 327).

 

Estanco en la Nueva Granada.

En Nueva Granada se hizo un conato de establecer estanco en 1741; José de Arquelladas formuló una propuesta para encargarse del monopolio (Calderón, 1911, 514); pero esto no tuvo efecto, y el proyecto se abandonó durante unos veinte años. En 1772, en tiempos del virrey Messía de la Cerda, se insistió en la medida (Groot, 1890, 11, 135; Calderón, op. cit., 516). Desde 1764 se intentó el arrendamiento de la renta, habiendo sido Diego Antonio Viana el beneficiario para el producto del Magdalena (Calderón, op. cit., 517-518).

Desde 1765, después de varios ensayos y tentativas de arrendamiento; se estableció el estanco para el Nuevo Reino; en 1767 para Cartagena; en 1768 para Panamá y Popayán (Ibid., 520, 521, 523-531; Cárdenas Acosta, op. cit., 343-351). Por la reclamación de todas las provincias, que no querían aceptar los términos de la capitación, el virrey Guirior decretó en 1774 la administración directa en toda la jurisdicción de la Audiencia de Santa Fe (Calderón, op. cit., 531). Para ello, se procedió a zonificar el territorio, y a dictar reglamentos sobre el cultivo, beneficio, acarreo y otros aspectos; pero estas medidas fueron sustituídas por las que dictó en 1778 el visitador Gutiérrez de Piñeres (Ibid., 531-532; 540-541; 542-551; Ots y Capdequí, 1946, Bog., 139-141).

Dominada la revuelta de los Comuneros, el estanco se mantuvo durante el resto del período colonial, y en parte del republicano.

La reacción contra el estanco no adoptó en todas partes las mismas manifestaciones que en el Nuevo Reino. En 1777 se recibieron en Cali las instrucciones dictadas sobre el particular, y al año siguiente el cabildo organizó una contribución para atender al impuesto respectivo (Arboleda, 1928, 479, 485). Parece que el estanco dio pocos rendimientos, por calamidades de orden meteorológico, plagas en los cultivos y depresión económica general; además, no era posible, con una población dispersa, controlar las siembras clandestinas (Ibid., 485-486; 499; 504-505).

En Buga, fuera de la reacción inicial en 1778, las disposiciones oficiales parecen haber marchado sin mayor tropiezo. Supuesto que Palmira le estaba entonces subordinada, y allí funcionaba el centro de elaboración, que trajo mejoras urbanas y bienestar económico relativo para la población, no había elementos permanentes para alimentar conflictos (Tascón, T. E., 1939, 235, 293, 306).

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En Popayán se estableció, como se ha visto, en 1772; para impedir cualquier tentativa de oposición, se acantonó allí una compañía del Batallón Fijo (Olano, 1910, 127).

Las repercusiones de la supresión del estanco en 1850 en la Nueva Granada, se han estudiado en el acápite D),2 -- |valle alto del Magdalena.

 

ACANTÁCEAS

 

211 -- |Trichanthera gigantea H.B.K. (Nees).

Nacedero.

|Palo de agua, en Costa Rica (Pittier, 1957, 172).

Este árbol de madera blanda se propaga generalmente por estaca, que prende con suma facilidad (y de allí el nombre), por creerse que induce o suscita el nacimiento y el aumento del agua en las fuentes o manantiales. Estas presuntas cualidades serían más que todo atribuidas por "semejanza", pues los tejidos son acuosos o suculentos (Patiño, 1966, 102). Se tiene por resolutivo (Pérez Arbeláez, 1947, 466) y diurético.

 

000 -- |Jacobinia tinctoria (Oerst.) Hemsl..

Como planta tintórea se ha estudiado en el numeral 186, capítulo XVII.

A fuer de contraconceptivo lo usan las indias borucas del sur de Costa Rica (Stone, 1949, 27).

 

BIGNONIÁCEAS

 

212 -- |Jacaranda caucana Pittier. |Jacaranda spp..

|Gualanday.

Estos árboles, algunos cultivados por adorno, se han tenido tradicionalmente como "depurativo" de la sangre. No se han hecho,

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que se sepa, estudios analíticos sobre su presunta acción contra el |Spírochaeta pallidum.

Una especie similar, |Jacaranda copaia (Aubl.) D. Don., se usaba en la Guayana francesa en el siglo XVIII contra el pian, que como se sabe, es producido por el |Spirochaeta pertenue Castellani (Aublet, 1775, II, 653). También es considerada ictiotóxica (Killip y Smith, 1935, 18).

 

000 -- |Crescentia cujete L..

Lo relativo al uso del totumo como vasija, se ha estudiado en los numerales 168 y 169, tomo II, 1964, pp. 229-243. Se atribuyen a la pulpa del fruto muchas propiedades medicinales (Pérez Arbeláez, 1947, 464).

Un jarabe se preparaba con la tripa horneada del fruto (Aublet, 1775, 11, 664).

El extracto de las raíces es muy tóxico para las cucarachas americanas, pero no para las alemanas (Jacobson, 1958, 34-35).

RUBIACEAS

 

000 -- |Genipa americana L.. |Genipa spp..

(Véanse numeral 112, tomo I, 1963, pp. 418-419 y capítulo XVI).

El carácter astringente del jugo del fruto de la jagua, usado como materia colorante, se ha destacado ya, así como sus mal conocidas y peor estudiadas propiedades protectoras de la piel.

La hoja del huitoc la usaban a principios de este siglo los indígenas del Napo, contra la sarna y toda erisipela (Hardenburg, 1913? 86).

 

213 -- |Cinchona spp..

Quina.

|Sunga huvica = quiebra hacha, en las montañas Andaquíes (López Ruiz: AIP, 1883, V, 499).

|Cascarilla.

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Los nombres quechuas "yarachuccku", "carachucchu", "árbol del escalofrío" y "corteza del escalofrío", respectivamente (Jussieu, 1936, 42), parecen arreglos modernos.

La historia de la quina plantea problemas de índole compleja, que no pueden resolverse con la documentación disponible. Hay dos escuelas enfrentadas sobre los orígenes del uso. Una, la de los indigenistas, sostiene que los pueblos andinos conocían y usaban la cascarilla contra las fiebres; otra pone en duda la afirmación, y argumenta que el uso de la corteza se difundió merced al interés de algunos europeos, que por reflejo, despertó la atención de los nativos.

El historiador ecuatoriano González Suárez, al referirse a los indígenas de la parte interandina de su país, afirma: "Entre sus remedios merece un recuerdo especial la "Cascarilla", usada como febrífugo por las tribus de los Paltas, y dada a conocer más tarde a los misioneros, con incalculables ventajas así para el comercio, como para la Medicina" (González Suárez, 1890, I, 165). Esto se basa en el supuesto de que las fiebres palúdicas existieron en. América antes del descubrimiento, asunto debatido, pero no resuelto, por los médicos e historiadores de la medicina, y que ha suscitado también la aparición de grupos enfrentados.

Adhiriéndose al concepto afirmativo del ecuatoriano Arcos, un médico colombiano afirma: "Sin envolvernos profundamente en dicha controversia, la opinión nuestra es de que el paludismo fue una enfermedad conocida, desde la época primitiva, por las tribus indias de América, y también de que la quina (Cinchona) les era familiar" (Jaramillo Arango: RACC, 1951, 246). Se aduce como prueba el relato de la expedición de Pedro de Alvarado desde la costa ecuatoriana hasta los Andes, cuando se señalaron varios casos que podrían interpretarse como de paludismo (Jaramillo Arango, op. cit., 246; Arcos, 1933, 117). Conviene saber que la expedición de Alvarado tuvo lugar en 1534, cuando habían pasado por lo menos 14 años de ocupación extranjera en Guatemala; que tardó más de un año en organizarse, y que muchos de los indios que traía procedían de la costa cálida de Nicaragua y Honduras, y --lo que es más importante --venían cerca de 200 negros esclavos en ella, todos los cuales podían ser portadores del hematozoario, como nativos que eran de África, el '"continente malárico" (Taylor, 1945, 11). Además, los primeros europeos habían tocado en la misma costa ecuatoriana desde 1527. No obstante esto, la segunda expedición de Pizarro, la de descubrimiento, no fue atacada al parecer de paludismo en la costa ecuatoriana, sino de verrugas.

Robledo incluye la malaria entre las enfermedades introducidas (Robledo, E., 1959, 37, 24). En la historia de los factores inhibitorios de la producción agropecuaria se producirá documentación sobre este aspecto.

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Por otro lado, tampoco son convincentes los argumentos de que los indígenas no conocían el uso de la quina, porque no se supo de él durante el primer siglo de dominación española, y de que si lo hubiese sido, un escritor tan orgulloso de los valores de su raza, como lo fue el mestizo Garcilaso de la Vega Inca, lo habría sabido y revelado (Ashburn, 1947, 116). No son convincentes, porque la quina no es la única planta cuyas virtudes hayan sido conocidas por los europeos tardíamente; y porque si los indios del tiempo de Humboldt y de otros viajeros no la conocían (Asburn, op. cit., 116), la subversión de valores y el desplazamiento físico de los grupos indígenas operado durante la dominación española, especialmente en la segunda mitad del siglo XVI y primera del XVII, habían borrado localidades enteras y grupos, cuyas tradiciones pudieron perderse, o no ser conocidas por los grupos de otras procedencias que pudieron venir a ocupar el lugar de los primeros.

Es verdad que no es fácilmente explicable, por qué si la coca y el tabaco se encontraban tan universalmente esparcidos y conocidos en toda la América intertropical, como se ha visto en la his toria de estas plantas, no estuviera la quina conocida y usada con idéntica universalidad, siendo que el género |Cinchona está naturalmente difundido en toda la región andina, desde Bolivia hasta Venezuela y Costa Rica, en una faja --la más habitada durante el período colonial y aun ahora --que va desde los 1.500 hasta los 3.000 metros sobre el mar. Pero lo mismo que ocurrió con la quina ocurrió con la yerba mate y la guayusa (véanse numerales 200 y 201), que como otras Aquifoliáceas, tienen una dispersión geográfica enorme, y plantean también el problema de la relativa antigüedad del uso por los indígenas, pues también se ha dudado, por ejemplo, de que los guaraníes usaran la yerba en la época prehispánica.

Todo esto no desemboca a nada concreto, y a falta de documentos más antiguos, habrá que empezar en la primera mitad del siglo XVII, que es cuando se mencionó por la primera vez el árbol de las calenturas, tanto en América como en Europa.

Vázquez de Espinosa, quien estuvo en el Perú y el Ecuador desde 1619 hasta 1628 en que escribía, no menciona la quina, aunque al describir cada ciudad trata muy circunstanciadamente de los hospitales que en ellas había. Calancha refiere que los polvos de la corteza del árbol de calenturas de Loja, "han hecho en Lima efectos milagrosos" (Calancha, 1639, 59). En tiempos de Cobo (1652), el conocimiento de esta medicina estaba difundido en todas las Indias y aun en Europa (Cobo, 1891, II, 100-101).

Jaramillo Arango establece que:las primeras remesas de corteza se hicieron a Europa hacia 1635; que en 1639 se usó en España, más que todo con carácter de muestra o ensayo (Jaramillo Arango, 1951, 252). La primera remesa apreciable fue llevada a Roma en 1645 por el jesuíta Bartolomé Tafur, procurador de su orden en el Perú; a partir

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de 1647 se conoció y usó regularmente en Italia (Ibid., 255). Además, que el primer documento escrito sobre la quina como planta medicinal, es el del médico Paulo Puccerini, boticario de la Farmacia del Colegio Romano, impreso inicialmente en 1649 (Ibid., 265).

 

|Ecuador.

Según la afirmación de Juan Pío Montúfar, marqués de Selva Alegre, en su descripción de la Audiencia de Quito de 1754, el "invento" de la quina tuvo lugar en Loja en 1630 (Montúfar y Frasco, 1894, 168; Rumazo González, 1949, VI, 96). O sea, un año antes de que empezaran a atacar al virrey Chinchón las fiebres que lo acompañaron hasta el fin de su gobierno o casi, en 1639 (Paz Soldán, 1941, 81-95; 99-118; 118). También desde 1635 se hicieron remesas a Europa; y en 1639 (año de la presunta curación de Chinchón), se ensayó en España como muestra (Jaramillo Arango, 1951, 252).

Durante el siglo XVII parece se usaban varias cortezas y plantas para curar las fiebres, como se deduce del título de una tesis o estudio, hecho por Diego Herrera, natural de Mizque, el primer alumno que recibió el grado de médico en la Universidad de Santo Tomás de Aquino (de jesuitas) de Quito. De este estudio, publicado en Lima en 1694, titulado "De cortice quince-quince de Loxa et de diversorum arborum uniformis virtutis" | [12] , se deduciría que su autor creía también en el uso de la cascarilla antes de la conquista (Pardal, 1937? 358}. Todavía en la segunda mitad del siglo XVIII f 1766) cuando Cosme Bueno escribía su geografía del virreinato del Perú, al hablar de la provincia de Luyaychillaos, situada en la margen derecha del Marañón, entre Cajamarca y Jaén de Braca-moros, dice que la parte que da sobre el Marañón es húmeda y enfermiza, "especialmente de tercianas". Más adelante, al enumerar algunos productos típicos, como el árbol itil ( |Rhus?) cuyo contacto hincha a la gente, agrega: "Pero al misma tiempo hay una yerba que llaman Ajosucha, que refregada entre las manos y aplicándola al olfato preserva de alguna manera a los pasajeros de fríos y calenturas en los temperamentos donde abundan las tercianas" (Bueno, 1951, 66). De modo que el predominio absoluto de la cascarilla como remedio específico para las fiebres palúdicas no empezó sino en la segunda mitad del siglo XVIII.

La causa de que --descubierta la virtud de la quina --hubiese transcurrido bastante tiempo antes de que se generalizara el consumo, parece haber sido la discrepancia de los médicos, pues mientras unos loaban la nueva droga, otros la anatematizaban. Si es verdad que toda la corteza usada al principio procedía de los alrededores de Loja (y no hay documentos para demostrarlo), bien pronto se agotarían los cascarillos y empezó el fraude de mezclar calidades inferiores y aun cortezas de árboles de otros géneros (Jussieu, 1936, 30-34; La Condamine, 1914, 9-10; Ruiz, 1792, 30; 51).

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A esto se agregan los tanteos iniciales, pues para dosificar las cantidades adecuadas, tenía que transcurrir un tiempo suficientemente prolongado que permitiera observar los resultados (Ruiz, 1792, 5-6; Markham, 1880, 14-16).

No hay indicio de que de Loja se exportara la cascarilla de modo regular durante el siglo XVII, sino quizá hacia las postrimerías, y más seguramente, a fines del siguiente, cuando la alhara ca hecha por La Condamine había producido su efecto. "Ya desde entonces se previeron los resultados que había de producir, y el término a que no tardaría en llegar" (González Suárez, 1890, 1, 10). Hay que hacer notar que no parece haberse intentado --o si se hizo fue en mucha reserva --por el gobierno español en América, investigar lo relativo a la cascarilla, y el mundo no conoció la identidad del árbol, hasta el estudio hecho por los franceses Jussieu y La Condamine, especialmente el primero. De todos modos, el principio de la investigación coincide con la presencia de la Comisión Franco-Española para medir el arco del meridiano, aunque otras noticias debieron producirse y quedaron en la oscuridad. Después fue enviado Miguel de Santisteban a informarse y rindió un atestado en 1753 (Markham, 1880, 43).

Uno de los religiosos que deseaba evangelizar a los jíbaros haciéndoles la guerra, reunió en 1690 y envió a Perita desde el Marañón 224 zurrones de cascarilla, con cuyo producto pensaba adquirir los elementos necesarios para la entrada (Jouanen, 1941, I, 513, 514).

En un informe del franciscano Fr. Antonio José Prieto sobre los Jíbaros, hecho en 1737, al describir el ámbito geográfico de tales indios, dice: "Hay varias clases de cascarillas, y a las inmediaciones de Logroño hay abundancia de la que llaman colorada" (Compte, 1885, II, 66). En 1740 el jesuita Juan Magnin (informante de La Condamine para vegetales y costumbres de la región de los Maynas), enumera "la cascarilla de Loxa" entre los productos principales de la provincia de Quito (Magnin: RI, 1940, I, 152).

Cuenta La Condamine que el 3 de junio de 1743 colectó cerca a Loja ocho o nueve plantitas de quina para llevarlas en su viaje, lo mismo que semillas (La Condamine, 1778, 26). Lo primero que hizo en Cayena al arribar meses después, fue entregar las semillas para ser sembradas. Era lo único que quedaba, pues las plantas sobrevivientes habían sido arrastradas por una mareada en el Cabo Orange (Ibid., 198-199). Gran parte de las informaciones sobre la quina, las obtuvo La Condamine de su compatriota Antonio de Jussieu, cuyas observaciones parecen haberse prolongado durante largos períodos y haber tenido por escenario principal la montaña de Cajahuma, a dos leguas al sur de Loi a (Jussieu, 1936, 14, 38); aunque también visitó Uritusinga, Pacay, Pombogueco, San Bernabé, Uraranga, Tor, Ansayacu, Mishiyacu, Boquerón, Vihinia? Chamba, Mansananca,

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Yanguana (?), Cachiyacu, Penas (Peñas?), Cherangue, San Miguel, San Rafael y Zumbaculo. Algunos nombres están alterados (Ibid., 40)

Por esta época la extracción había arruinado los árboles cerca a Loja, y se empezaba a sacar en jurisdicción de Cuenca (Juan y Ulloa, 1748, 11, 440-441).

Para 1761 la cascarilla o quina era un renglón venido a menos en la economía de Loja (Jaramillo Alvarado, 1955, 181), ya que -aunque se seguía extrayendo- (Ibid., 184), cada vez se hacían más escasos los árboles aptos para el aprovechamiento de la corteza (Ibid., 185). En 1782 se dictaron disposiciones para tratar de disminuír los destrozos que ocasionaba el sistema de extracción (Ibid., 192; 188-193). En jurisdicción de Cuenca, aunque existía cascarilla en los partidos de Gualaseo, Paute, Azogues y Alusí, no se extraía por la baja del precio (Merisalde y Santisteban (1765), 1894, 45-46, 50-51, 55, 75).

La quina de bosques pertenecientes a la corona española, como la del monte Uritosinga, estaba destinada para la Botica Real, y se remitía a España por los oficiales de hacienda. Los particu lares obtenían permiso de extracción en otras áreas. Por lo general, los negociantes o mayoristas eran pocos en número (en Loja no pasaban de seis), y adquirían la corteza, mediante avances en dinero o en artículos, a los cascarilleros profesionales, gente humilde que se adentraba a los montes a extraer, secar y conducir los bultos de corteza a hombro. El promedio extraído en la segunda mitad del siglo XVIII, de la jurisdicción de Loja, era de unos 500 bultos de 6 arrobas cada uno, por año (González Suárez, 1894, V, 456 y nota).

Fuera de Loja, se conocía y extraía algo de corteza de los montes de Guaranda y Cuenca (Ibid., loc. cit.), o de Yaguarzongo, donde constituía el principal artículo de extracción, que se exportaba para el Perú, Piura, Paita y Guayaquil (Silvestre, 1950, 27).

La extracción se hacía durante todo el año; pero se preferían los meses de mayo, junio y julio, por la facilidad de secar la corteza (Jussieu, 1936, 14, 26). El equipo de extracción era de lo más sumario; consistía en hacha, machete, y unos costales para el acarreo de la corteza del sitio donde estaba el árbol, hasta un rancho provisional donde se hacían las operaciones de secado, empaque etc. (Ibid., 26-28; Ruiz, 1792, 22-23). Una vez seca la corteza (y esto no se conseguía siempre en las condiciones de alta humedad atmosférica que prevalecen en la zona quinera), se acomodaba en pieles de vacuno frescas, con el pelo hacia adentro, de forma de paralelogramo, que se cosían una vez llenas con las seis arrobas de costumbre; al contraerse el cuero, apretaba la corteza (Jussieu, op. cit., 30; Ruiz, op. cit., 26, 37; Cappa, 1890, VI, 142; 138-143).

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Para extraer la corteza se pelaban los árboles en pie o derribados, aprovechándose solamente la del tronco y desechando la de las ramas tiernas (Jussieu, op. cit., 28; Ruiz, op. cit., 23-24).

No se han conservado datos anteriores a 1752 en Loja, pues los archivos municipales precedentes se han perdido (González Suárez, 1894, V, 456-457 nota).

Miguel de Santisteban, funcionario del Nuevo Reino de Granada en el ramo de rentas, fue enviado al Ecuador en 1752 para que, apersonándose en Loja, organizara la extracción y el comer cio de quinas (González Suárez, 1944, 45-46). En virtud de sus gestiones, se decretó el estanco de la quina en 1776 (Ibid., 1894, V, 456 y nota).

En 1805 Caldas estudió la zona quinera de Loja e hizo un mapa de la distribución horizontal y vertical de |Cinchona officinalis y colectó lo que creyó especies diferentes en número de 17 (González Suárez, 1944, 164-190). Se prefería para la extracción los meses de agosto a diciembre. Había entonces 50 cascarilleros destinados a sacar la corteza en Malacatos, Vilcabamba y Gonzanamá (Caldas: González Suárez, 1944, 164-190; 181).

Durante la época republicana se continuó exportando cascarilla. De Tusa o San Gabriel, poco al sur de Tulcán, se sacaba en 1928 (Boussingault, 1903, V, 160). Cascarilleros colombianos tuvie ron mucho que ver en el proceso extractivo quinero al sur del Carchi, hombro a hombro con los ecuatorianos (Acosta Solís, 1946, 95-101).

Las guerras civiles contribuyeron a la desorganización de este ramo exportable, con lo que los fraudes aumentaron (Jameson, 1865, I, 253-254). El aumento del consumo en Europa y Asia llevó a Inglaterra a planear la introducción de la Cinchona a sus posesiones de ultramar. Fue cuando se produjeron las famosas expediciones organizadas por Clemente Markham en busca de semillas. En los Andes ecuatorianos de Azuay, Tungurahua y Loja operaron los botánicos Spruce y William Cross, sobre cuyas observaciones han quedado notables documentos (Spruce, 1908, II, 221-311; Jameson, vol. cit., 307-314; Markham, 1880, 217-227; 233-238; 272-276; 278-279).

Para detener la baja de precios y tratar de estimular el cultivo, se dictó la ley de 30 de julio de 1886, por medio de la cual se liberó del servicio militar a los peones que se dedicaran a trabajar en el cultivo de esta especie (Arcos, 1933, 433).

 

Nueva Granada.

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En 1701 fray Alonso de Zamora, en su breve enumeración de los vegetales útiles del Nuevo Reino de Granada, apunta: "El árbol que llaman de Loja, tan celebrada, y estimada su corteza, hasta en la Europa, en que ha valido tal vez a peso de oro, se. halla también en este Reyno. Es de olor de canela: sus cortezas hechas polvos, y dadas a beber en vino, quitan las calenturas llamadas tercianas, o quartanas" (Zamora, 1701, 40; -----, 1930, 39; -----, 1945, I, 145; Oviedo, 1930, 26).

Según una relación de 1778 escrita por Antonio Narváez y de la Torre sobre Santa Marta y Riohacha, en los montes de la Sierra Nevada, cuesta del Rosario, "aseguran la hay" (Cuervo, 1892, II, 183). En 1785 fr. Diego García, franciscano encargado de recoger muestras para el Gabinete Real {era la época del despotismo ilustrado), encontró quina roja en Valledupar, donde los nativos desconocían el uso médico y cortaban los árboles para leña (González Suárez, 1944, 71). Desde fines del siglo XVIII se había encontrado cascarilla en los montes de San Antonio de Atanques (Reclus, E., 1881, 333).

También de mediados del siglo XVIII {1758-1767) son los datos referentes a cascarilla en el alto Caquetá, pues un misionero, ref friéndose concretamente al trecho entre el Pongo y Santa Rosa, afir ma: ''En el primer tambo hay muchos árboles de quina contra tercianas" (Serra, 1956, I, 142).

De donde resulta que el conocimiento de la existencia de quinas en la Nueva Granada era anterior a la llegada de Mutis, a quien se ha atribuido el descubrimiento del género allí, lo que ha bría tenido lugar en Tena en octubre de 1772 (González Suárez, 194_4, 45, 46). Por consiguiente, fueron injustificadas o producto de celos pueriles, las discrepancias surgidas entre Mutis y Sebastián López Ruiz, Antonio de la Torre Miranda y otros (Ibáñez, 1884, 16; Weddell, 1849, 2; Markham, 1380, 45-47).

Con motivo de un viaje que hizo al Caquetá en 1782, establece López Ruiz que ya se conocían la quina roja en Chaparral y Ataco; y en clima más frío, como en la zona de Barragán confinante con el Quindío, la amarilla y la blanca. Las montañas de Canoas (Purificación y Nueva) tenían de las tres. También se hallaba quina en las faldas de la Cordillera Oriental (San Antonio, Caguán Nuevo, Otaz, Hobo), así como en la parte alta del Magdalena de Timará a Suaza (López Ruiz: AIP, 1883, V, 498-499). En Andaquíes halló una cuarta especie?, afín a la amarilla (Ibid., 499; González Suárez, 1944, 45-51; J. de la Espada, 1904, 48).

En un "Resumen de la relación de losméritos y servicios que pasó por la Secretaría de la Cámara de Gracia, Justicia y Estado de Castilla, en 31 de marzo de 1789, don Antonio de la Torre Miranda", se afirma que éste reconoció "varias montañas de especiales producciones, donde descubrió considerable producción de selecta quina" (Torre

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Miranda, 1794, V sin paginar). Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres, en informe de Madrid de 5 de octubre de 1788, sale garante de la afirmación, y certifica que La Torre reconoció el "terreno de Fusagasuga, donde descubrió haber gran porción de selecta Quina" (Ibid., 1-2). Pero es el mismo implicado quien da detalles más completos. Afirma que después de un viaje al Meta y al Casanare en 1782-1783, "aun no había acabado de dar razón de mi Comisión, quando se me mandó reconocer el valle de Fusagasugá, las montañas de Valunda, Icononso, Garrapatas, Cunday y Sumapaz, en donde además de la colección de más de doscientas especiales producciones de distintos temperamentos, encontré una considerable porción de quina tan especial, según el Dr. Mutis, y otros inteligentes, como la mejor de las conocidas... " (Ibid., 76). Esta correría debió hacerse en 1783, pues Torre Miranda regresó de su viaje al Orinoco el 8 de mayo de dicho año (Torre Miranda, 1890, 133).

Pasaron no menos de diez años después de la llegada de Mutis al Nuevo Reino, antes de que él colectara las primeras muestras de quina, pues las que había enviado a Linneo, en 1764, proce dían del material traído de Quito-Loja por Santisteban (Blanco Yuste, 1934, 71). Organizada la Expedición Botánica en 1783, Mutis trató de cultivar las quinas en Mariquita, y Humboldt, y después Boussingault --éste último cuando estaba medio derruida --vieron árboles creciendo en la casa que habitara el gaditano (Groot, 1890, II, 248; Humboldt, 1905? 125; Boussingault, 1900, III, 109). Los mismos trabajos de Mutis sobre las quinas no corresponden a la preparación científica, a la experiencia y a los recursos de que dispuso (González Suárez, 1944, 109-113; Gredilla, 1911, 103-147; Ruiz, 179, prólogo).

La explicación de que las quinas del Nuevo Reino no figuraran como producto comercial de importancia durante el segundo y el tercer cuartos del siglo XVIII, a pesar de conocerse por diver sas vías la existencia de los árboles, se debió en parte al juego de influencias regionales que existía entre las diversas colonias españolas de producciones análogas. Baste recordar aquí el cacao y las disensiones u que dio lugar entre Guayaquil, Méjico y Caracas. Por otro lado, el prestigio de las cascarillas del Ecuador y del Perú era difícil de vencer, ya que en esa época se desconocían los principios activos de la corteza.

De todos modos, la corona española estuvo interesada en conocer el valor real como medicina de la quina del Nuevo Reino, y se pidieron (y fueron enviadas) muestras de la corteza en diversas ocasiones. Las pruebas resultaron muy contradictorias, lo que unido a la presión de Quito y Perú para oponerse al permiso de extraer quina de una región que estaba en mejor situación geográfica, por su salida directa al Atlántico, para comerciar con Europa, dilató el proceso de exportación hasta muy a los f males del dominio español (Restrepo Tirado: BHA, 1943, XXX, 912-925; -----: BHA, año XL, 444). A La Habana se remitieron 50 arrobas (Ots Capdequí, 1946, Bog., 344).

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En su memoria de gobierno, el virrey Guirior en 1776 sugirió --para no depender enteramente del oro y de la plata --el estímulo a ciertos cultivos y a la extracción de varios productos. Entre estos últimos incluye "el específico de la cascarilla de Loja, o quina, de que tiene el Consejo Supremo de Indias las abundantes noticias que produjo el viaje de D. Miguel de Santisteban, sobre lo que yo he hecho observaciones a S. M., representando que siendo medicina precisa a todo el mundo por su virtud, se parirían conseguir mayores ventajas al Real Erario tomándola de su cuenta y transportándola, que las que los holandeses consiguen con sus especias... " (Posada e Ibáñez, 1910, 141-146). El mismo funcionario dice haber propuesto en carta de 15 de mayo de 1773, que se estancara la quina a beneficio de la corona (Ibid., 174). Caballero y Góngora en 1789 abundaba en el mismo parecer (Ibid., 268; Restrepo Tirado: BHA, 1943, 912-925).

En 1809 Ignacio de Herrera y un año después José Ignacio de Pombo incluyen a la quina entre los productos de exportación del Nuevo Reino (Cuervo, 1894, IV, 66; Pombo, J. I., 1810, 89-90). Parece que entonces solamente se extrajo de la Cordillera Oriental.

Un quino fue el primer árbol de la libertad que se plantó en Santa Fe de Bogotá en 1813 (Febres Cordero, L., 1950, 173).

Las exportaciones fueron escasas al principio del período republicano, y sólo cobraron empuje hacia la mitad del siglo XIX. Esto estimuló la búsqueda de nuevos montes quineros, a medida que se iban agotando los ya conocidos, en el bárbaro proceso extractivo de la época.

Aunque sea difícil saber la procedencia de los embarques, pues a veces la de algunos lugares buscaban puertos alejarios, conviene --aunque sea con carácter tentativo --rastrear el proceso de la extracción por áreas geográficas.

 

Cordillera Oriental.

En 1854 estuvo residiendo varios meses en Bogotá y excursionando por los alrededores el botánico Isaac Holton. Había entonces una planta de beneficio de quina cruda en Monserrate; otra en construcción en Soacha, de que era director Luis Godin, y la fábrica del salto de Tequendama (Holton, 1857, 220; 273; 286). Al este de Fusagasugá, todos los montes quineros eran de propiedad particular, y la extracción del alcaloide se rodeaba del mayor secreto. Como cosa notable, casi todos los presos que halló en la cárcel de Fusagasugá, lo habían sido por hurto de cáscara de quina (Ibid., 300).

Veinticinco años después, se había expandido la búsqueda hacia el norte y se estaban batiendo las montañas de Ocaña (Schenck, 1953,

327

15). La exportación de este sector se hacía por Cúcuta (Samper, 1925, I, 232).

 

Cordillera Central.

En los montes de Cartago arriba se reseña la quina, quinaquina o cascarilla como existente a fines del período colonial (Campo y Rivas, 1803, 30). En 1824 se vendía en esa ciudad la arroba a $ 3.00, y se exportaba a Jamaica, con ganancia del 70 % (Hamilton, 1955, II, 100). De la blanca había en el paso de la Cordillera del Quindío (Boussingault, 1903, IV, 147). Esta de Tochecito y Salento se había empezado a explotar poco antes de 1880 (Schenck, op. cit., 61). Hacia fines del siglo había dejado de extraerse (Peña, 1892, 20-21).

Al terminar la guerra de independencia, ya se extraían las quinas de Pitayó y San Vicente de Quinamayó; esta última tenía fama entonces de ser la mejor de América (Hamilton, 1955, II, 49, 60; 68). A mediados del siglo XIX, para evitar los pésimos transportes hacia Buenaventura, la quina de Popayán atravesaba el Quindío por Cartago y se exportaba vía Magdalena (Holton, 1857, 385). Estos datos están contradichos en otra fuente, según la cual la exportación de las quinas del Cauca, por Buenaventura, alcanzaba entonces a un promedio de $ 150.000 anuales (Pérez, F., 1862, 212, 211). Entre 1872-1876 se establecieron en Silvia varios comerciantes franceses y el alemán Bohmer, para dedicarse al negocio de exportar quina de Pitayó (García, E.: BHV, 1948, 75). Cuando Carlos Cuervo Márquez pasó por Pitayó en 1887, encontró el pueblo arruinado, después de pasada la fiebre quinera; Mosoco (Musucu) había sido el foco de la actividad extractiva (Cuervo Márquez, 1956, 19; 24). La quina roja de Pitayó estaba virtualmente aniquilada después de 30 años de explotación (Ibid., 53-54). Por fracaso en esta empresa, en que había estado vinculado durante veinte años, el después presidente de la república Rafael Reyes, se metió a la política activa, interviniendo en las contiendas intestinas (Eder, 1959, 167; 310; 403-404). También el señor Eder se dedicó a la exportación de cascarilla (Ibid., 402).

San Agustín, Huila, era centro quinero en 1859 (Cuervo Márquez, 1956, 121). En 1877 San Sebastián de La Plata era eì mercado principal (Markham, 1880, 250).

Según un pleito de 1867, Guachicono, uno de los componentes del Patía, estaba invadido por quineros; la explotación cascarillera estaba en todo su apogeo a mediados de ese siglo. Los resguar dos indígenas de la región de Almaguer, arrendaron en varias ocasiones a cascarilleros, paños de monte para la extracción, en la década 1850-1860 (Friede, 1944, 153; 153-155).

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En el sector del nudo de Colombia y en la Cordillera de los Andaquíes hubo, como en todas partes, un movimiento migratorio de la población, en busca de la quina en la segunda mitad del XIX (Friede, op. cit., 65; 200; 228; Markham, 1880, 244-248). Para fines, la del Caquetá que se sacaba por Pasto había disminuído mucho (Herrera, L., 1893, 22; Santander, 1896, 71).

Santa Rosa del Caquetá, arruinada varias veces, se rehabilitó mediante el trabajo de los quineros y se consideraba a fines del siglo como población nueva. Allí y en el vecino Descanse, los cascarilleros se apedreaban con pesos.fuertes en la época del auge del negocio, y en la decadencia tuvieron que empeñar hasta la camisa para vivir. Mocoa también tuvo su época floreciente (Rocha, J., 1905, 14; 23; 33). Aquí en el Putumayo estuvo Reyes en el negocio (Hardenburg, 1913? 94). Las exportaciones se hacían por Tumaco (Samper, 1925, I, 229).

 

Cordillera Occidental.

Parece haber sido la última en explorarse. Uno de los buscadores, Juan de Dios Carrasquilla, con un grupo de socios, intentó trazar una vía al Atrato para facilitar la exportación (Montaña, 1933, 13).

Aunque el asunto se estudiará con más detenimiento en otra obra destinada a los factores socio-económicos y políticos inhibitorios de la economía en América equinoccial, hay que destacar brevemente que, bárbara como fue, la explotación de quina, como de los demás productos extractivos a lo largo de la historia, abrió nuevos horizontes a la actividad de los pueblos, y reveló cualidades de audacia, resistencia al medio y constancia, que representan más que el beneficio que pudieran derivar estas naciones de las entradas por los productos exportables (Camacho Roldán, 1892, I, 657-658). No de menor entidad fue unificar --mediante el conocimiento directo de nuevas regiones --geográficamente las unidades mayores en que se fraccionó la Gran Colombia.

 

Propagación.

No fue afortunado, como se ha visto, La Condamine, con las plantas y semillas que llevó en 1734.

En 1792 proponía Hipólito Ruiz que -en vez de seguir el sistema de ir cortando árboles y destruyendo los quinales- se les sometiera a cierto mantenimiento, haciendo concesiones a quienes se interesasen, para tener a modo de chácaras o heredades de quina. El sistema propuesto consistía en ralear la vegetación, para desembarazar los

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quinos de rastrojos y árboles concurrentes. Se anticipa a responder la objeción de que nadie quería cuidar un árbol de producción tardía, sin saber si le iba a tocar explotarlo; diciendo que la coca se cultivaba en las mismas regiones donde antes hubo monte espeso, y sin embargo, se le prestaban cuidados para producir hoja de buena calidad (Ruiz, 1792, 14-17).

Se quejába Caldas en 1805; cuando anduvo recorriendo la zona quinera del Ecuador, de que ni un sólo árbol de esta Glasé se había plantado en el virreinato de la Nueva Granada, ni aun en todo el distrito de Loja. El llevó 10 plantas para Popayán; pero el indio carguero las dejó perder en el camino (González Suárez, 1944, 174-175; 179; 176-I77).

A mediados del siglo XIX un botánico proponía como las dos únicas soluciones para mantener el abastecimiento de corteza en el mercado mundial, reglamentar la extracción o emprender el cultivo, pronunciándose en definitiva por este último como lo más seguro. "La posteridad bendecirá a los que primero ejecuten esta idea" (Weddell, 1849, 13).

Nadie abrió los ojos. Todos querían aprovecharse del producto natural y no pensaban en el futuro. Mientras tanto, a mediados del siglo XIX, exploradores ingleses y holandeses adiestrados recorrían las zonas quineras de los Andes, para conocer las especies, los sistemas de extracción y de beneficio, y para obtener plantas y semillas. A la Exposición Internacional de 1862 celebrada en Londres, ninguno de los países andinos envió muestras; en cambio, sí los holandeses corteza de calisaya obtenida en Java (Hanbury, 1876, 289).

Ya en la Memoria de Hacienda de 1871, el Secretario respectivo de Colombia daba cuenta de que de Java y Tibet se empezaba a recibir entonces en Inglaterra corteza de quina, de la que había sido sembrada 16 años antes (Camacho Roldán, 1893, II, 320). En 1878, el mismo funcionario alertaba sobre las amenazas que representaban las plantaciones del oriente (Ibid., 1892, I, 640). En 1868 se vendió en Londres un poco de corteza procedente de la India; en 1872 empezó a llegar en cantidad considerable. Ya en 1879-1880 se recibieron de India y Ceilán 1.172.060 lbs.. En el entusiasmo inicial, se consideró la calidad mejor que la americana (Markham, 1880, 438-439).

Aunque se ha dicho que en Colombia existen "cultivos bien dirigidos y espléndidos" (Blanco Yuste, 1934, 103), no se ha podido averiguar dónde están ubicados. Durante la II Guerra Mundial, se sembraron en vía de ensayó en varias partes de Colombia semillas introducidas, especialmente de Guatemala. En la zona Margarita-Marisca de la cuenca del río Cali, se plantaron hacia 1947 varios centenares de semillones (observación personal), de los cuales nó queda ninguno.

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Nó se sabe qué resultado haya tenido una tentativa de plantar en el río Huallaga, a unas 40 millas de Tingo María, en el Perú, mil hectáreas de |Cinchona, por una colonia japonesa para la firma importadora Nonomiya (Normano y Gerbi, 1943, 91). Estás plantaciones fueron confiscadas durante la última guerra mundial, y de allí se sacó semilla para llevar a Guatemala (Fosberg, 1947, 332-333). Esa, cómo otras tentativas de la laya, languideció después de la última guerra, cuando había desaparecido lá urgencia que llevó a crear la Comisión de la Cinchona.

En noviembre de 1860 se recibieron en Jamaica semillas de |Cinchona succirubra, |C. nitida y |C. micrantha, procedentes de Sur América. Los árboles resultantes se plantaron en las Montañas Azules, monte Essex, 4 millas al norte de Bath. Una nueva remesa de |C. officinalis y |C. calisaya, esta vez procedente de Ceilán, llegó en 1868. Un huracán de 1 ° de noviembre de 1874 dañó 60.000 arbolitos. En 1878 había 450 acres plantados, con 50.000 árboles de |C. succirubra, otros tantos de |C. officinalis y 20.000 de |C. calisaya. La primera nó creció bien. En enero de ese año 1878, se vendieron en Londres las primeras tres balas de corteza roja jamaiquina, y luego siguió aumentando la exportación. Los análisis revelaron buena calidad (Markham, 1880, 409-411).

También tuvieron éxito ensayos hechos en Córdoba, Orizaba y regiones vecinas, de México, con semillas procedentes de Nilgiri Hills, por despachos hechos en 1866 y 1871 (lbid., 411-412). Las especies fueron |C. succirubra, |C. officinalis y |C. salisaya.

Las primeras siembras de |Cinchona se hicieron en Guatemala en 1860 por iniciativa del botánico belga Julio Rossignon, quien trajo semillas del Ecuador. Se plantaron en Cobán, en Antigua y otras regiones, y se alcanzaron a aprovechar las cortezas para uso local; pero la cosa no pasó a mayores y los árboles al parecer perecieron después (Pilli, 1943, 9). Otros ensayos se hicieron por particulares en pequeña escala en los doce años siguientes (Ibid., 10-11).

En 1879 el presidente Barrios autorizó una campaña oficial para la introducción de semilla desde Ceilán y el implantamiento de cultivos, con incentivos como premios pecuniarios; él mismo sembró árboles de los obtenidos. En 1882 se otorgó el primer premio a los hermanos Sarg por haber presentado las primeras 2.200 plantas (Popenoe, 1941, 4-5; Pilli, op. cit., 14-24). Después se celebró contrato con el inglés W. J. Forsyth para encargarse de una campaña en grande; el contratista viajó al Extremo Oriente y trajo semillas, habiéndose hecho una campaña de multiplicación y distribución; pero a mediados de 1885 había dos millones de plántulas en semilleros y almácigos, y faltaba mano de obra para las siembras, como tampoco había mucho interés entre los particulares. Hacia 1892 empezó el corte de árboles, en vista de la baja de precios, y porque el contenido en alcaloides era muy pobre, puesto que no se había seleccionado la semilla; no se

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habían introducido los tipos más rendidores, ni se habían hecho análisis de cortezas (Pilli, 1943, 24-48).

El tercer ensayo en grande fue adelantado por la Merck and Co., desde 1934. Con el concurso de científicos de renombre y administradores hábiles, se logró introducir varias especies y líneas de Cinchona desde diferentes países del mundo; se adelantaron investigaciones en suelos, climas, abonos, control de enfermedades y plagas, métodos de propagación vegetativa, muestreo de cortezas por contenido en alcaloides, y para fines de 1943 había plantados más de 380 acres con un total de 671.997 árboles, muchos insertados, en las diferentes fincas propias o cooperadas (Popenoe, 1941; Pilli, 1943, 48-66; Rosengarten, 1944).

Esta misma empresa estableció desde 1943 cultivos en Costa Rica (Rosengarten, op. cit., 35-37).

A la Zona del Canal y a Boquete y Chiriquí en Panamá se introdujeron en 1938, con pobre resultado, semillas y plantas de Cinchona Iedgeriana (CZG, 1939, 20; 25).

En Ecuador se empezó a cultivar |C. succirubra desde principios del siglo actual. Con excepción de pequeños cultivos en Maldonado (Carchi) y una plantación cerca de Sanaguín (Azuay), los princi pales cultivos --asociados con café, plátano y yuca --están en los valles de Telimbela, Tablas y Limón (Bolívar). Hacia 1946 había plantados más de 100.000 árboles (Acosta Solís, 1946, 221-222, 59-61; -----, 1950, 14).

También en Bolivia se intentó plantar la |Cinchona por la misma época que en la India; llegó a haber cinco millones de árboles bajo cultivo (Rusby, 1887, 2-4). Este es el único país que decretó monopolio de la quina y estableció un banco quinero desde 1841 (Peñaloza, 1953, I, 310).

Se ha considerado que el hallazgo de la quina es el más importante de la edad moderna para las ciencias médicas, y uno de los mejores títulos del continente americano al servicio de la humanidad (San Martín, 1892, 36, 36-38; 47; Pardal, 1937? 355-359).

No se han tenido en cuenta otros usos de la quina, que en parte explican el gran consumo que de la corteza se hizo en el pasado:

a) Como tintórea para tejidos, cosa que parece haber sido importante en el siglo XVIII (Montúfar y Frasco, 1894, 168; Alcedo y Herrera, 1915, 46).

b) Para curtiembre (Ruiz, 1792, 41).

c) Como tricógeno o revigorizador del cabello.

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COMPUESTAS

 

214 -- |Clibadium surinamense L.. |C. sylvestre (Aubl.) Baill.. |Clibadium spp..

|Júque, en el bajo llano de Venezuela. Aunque genérico para todo varbasco, mejor aplicado a |C. barbasco, que se cultiva (Alvarado, L., 1953, 217).

|Conami, kunani, cunabi, en dialectos caribes (Goeje, 1909, 53); |kunapari (Farabee, 1924, 51-52); |connami (im Thurn, 1883, 234). A propósito del radical |cuna, véanse numerales 193 y 194.

|Conanii, en tupí (Goeje, op. cit., loc. cit.).

|Cunabí, cunambí (Río Negro, Brasil) (Ducke, 1946, 10).

|Waka (huata), en los dialectos tupís del oriente peruano (Espinosa, 1935, 111; -----, 1955, I, 408).

Vasbasco.

Este estupefaciente tiene una amplia dispersión en la parte tropical de América. La dispersión a las Antillas Menores del "kunámi" se ha juzgado que es obra humana (Hodge et al, 1957, 614615).

Las tribus de la Guayana inglesa lo usaban para pescar; pero parece que allá se considera específico para la captura de ciertas clases de peces. Schomburgk dice que en Arraia, río Pomerún, se hacían --con las hojas picadas y formadas en una papilla, con trocitos de carne --peloticas que se arrojaban como sebo al agua; pero que solamente las traga el |Leporinus Friderici Agass., que sale muerto a la superficie (Schomburgk, 1922, I, 272; 1923, II, 346-347).

Los demás datos disponibles no establecen esta selectividad, sino que registran apenas el uso de hojas y frutos o inflorescencias o de la planta entera, para aletargar peces.

|C. polygonum Blake se conoce en el alto Atrato, bajo el nombre de "catalina". Se utiliza toda la planta. Los nativos creen que se inhibe la actividad si se escupe u orina en la corriente (USNH: Archer, 1945, año 1931, La Concepción, 15 km. al este de Quibdó).

El más comúnmente cultivado es |C. sylvestre, como aparece del siguiente registro:

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Ecuador: entre Quevedo y Naranjal, bajo el nombre de "barbasco", se usa la planta entera (USNH: I. Mexía, 6678, 1934). Lo cultivan los indígenas del Napo-Pastaza, cerca de Archidona "barbasco-cajal" (Ibid., I, Mexía, 7256, 1935).

Venezuela: en Mendocero, río Chive, Estado Anzoátegui, cultivado por los indios (Ibid.: Pittier, 15059, 1942).

Guayana inglesa: En Mabaruma Compound, bajo los nombres de "conali" (arawak) y "conami" (guaraúno), lo propagan los indios por semilla. Se considera excelente varbasco para toda clase de peces. Semillas y hojas se machacan en agua, y luego esta mezcla se tira a la corriente (Ibid: Archer, 2245, 1934). En cambio, en el río Baruma, Red Hill, los indios caribes lo cultivan bajo el nombre de "conali". Para usar las hojas, las mezclan con las de un |Piper (Ibid.: Archer, 2517, 1934). También se siembra en el río Kurupukari, afluente del Esequibo, bajo el nombre de "conami"; se usan las hojas e inflorescencias (Ibid: A. C. Smith, 2182, 1937).

En Surinam ocurre lo mismo. Se cultiva en Carolina y cercanías, bajo los nombres de "koenami" y "windiku". Se usa además contra el dolor de cabeza (Ibid: Archer, 2893, 1934; 2919, 1934).

También se ha registrado con el mismo carácter de planta cultivada en Taparía, cerca de Belem del Pará, donde se utilizan las hojas y los frutos (Ibid: Killip & Smith, 30232, 1929; Hoehne, 1939, 307; Ducke, 1946, 10), y en los ríos Negro y Blanco (Ducke, loc. cit.).

En Trinidad se cultivó desde 1870 por vía de ensayo, y en 1893 se enviaron muestras del producto a la Exposición de Chicago (Prestoe, 1870, 45; Hart, 1893, 11; , 1894, 7).

 

000 -- |Helianthus annus L..

(Véase numeral 141, tomo II, 1964, pp. 179-182).

Se le atribuyeron al girasol propiedades curativas que han pasado desapercibidas en América. Recientemente se ha usado como alimento de lactantes, en forma de papilla (Font Quer, 1962, 795-797).

 

000 -- |H. tuberosus L..

(Véase numeral 130, tomo II, 1964, p. 91).

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Más usado como alimento humano en ciertas provincias de España, que en América, donde es prácticamente desconocido, excepto en Trinidad y en algunas de las Pequeñas Antillas, en las que se consume bastante en época de carnaval. Como los tubércu los son más o menos ricos en insulina, se recomiendan en ensala. da para diabéticos (Font Quer, op. cit., 797).

   

[12]

"De la corteza peruviana y de la de otros árboles de virtudes análogas" (Arcos, 1933, 262-263; La Condamine, 1914, 13).

CAPITULO XVIII | CAUCHIFERAS Y LATICIFERAS

 

Consideraciones sobre el juego de pelota

En un estudio reciente sobre el tema, se clasifican los juegos de pelota acostumbrados por los pueblos americanos, en dos tipos fundamentales: 1° deportivo, en círculo, con participación de ambos sexos, usando las manos; 2° agresivamente competitivo, entre dos bandos, sin uso de las manos, y con gran soporte de partidarios de lado y lado. En el primer caso, predominaría el uso de la pelota de hojas de maíz o --como en la Tierra del Fuego --de vejiga de mamíferos revestida de cuero. El segundo tipo --dos bandos --era el más difundido en el área amazónica occidental (Stern, 1950, 91-92). Aunque hay fuertes evidencias del origen suramericano del juego de pelota, tesis que ha tenido el respaldo de eminentes americanistas, el autor comentado se inclina por el área circuncaribe, sin definirse por ninguno de los dos principales focos que allí tuvo el juego, el de los otomacos o el de los antillanos (Ibid., 99-100; 100-101).

Es de particular interés la hipótesis de que el juego con pelotas de materiales distintos del caucho, pudo ser más antiguo, y que la bola de caucho, especialmente la hueca, que sí parece de in confundible origen suramericano y representaría una evolución del uso de la taputarana o jeringa, habría sido incorporada después a un juego ya existente (Stern, op. cit., 99).

En cuanto a la asociación del juego de pelota con otras actividades de la vida material o espiritual de los pueblos americanos, la documentación existente no permite sino sugerir que tanto pudo tratarse de un simple deporte, o de un ejercicio preparatorio para las actividades guerreras, como de un rito asociado a ceremonias de fertilidad de la tierra, propiciación de deidades meteorológicas, o sacrificio penitenciario o expiatorio.

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Antillas.

El juego de pelota estaba extendido en la isla Española y las otras Antillas mayores a la llegada de los europeos. Tenía lugar en un terreno hecho a propósito, allanado y.circunscrito por mar cas, en las plazas, o a la salida de los pueblos, o en las encrucijadas. Se jugaba con las caderas, rodillas, cabeza y hombros. En el juego tomaban parte ambos sexos. Al sitio, al juego y a la pelota elástica que se usaba, se les daba el nombre colectivo de "batey". "E las pelotas son de unas raíces de árboles e de hierbas e zumos e mezcla de cosas, que toda junta esta mixtura paresce algo cerapez negra. Juntas estas y otras materias, cuécenlo todo e hacen una pasta; e rodéanla e hacen la pelota tamaña como una de las de viento de España, e mayores e menores; la cual mixtura hace una tez negra, e no se pega a las manos; e después que está enjuta, tórnase algo espongiosa, no porque tenga agujero ni vacuo alguno, como la esponja, pero aligeréscese (así), y es como fofa y algo pesada" (Oviedo y Valdés, 1959, I, 143; 144-146; Tejera, 1935, 55-57). Aunque se hacían apuestas, predominaba eI aspecto deportivo sobre el venal (Casas, 1909, 113, 121; 538).

Los yucayos se dedicaban a este deporte cuando no entendían en siembras y cosechas (Anglería, 1944, 502; 508, 469).

Usaban los indios

''En Borinquen pelota saltadera,grande, de cierta pasta ternecilla.Tantos a tantos anda la carreraen el batey o plaza que se trilla;y las rechazas son con la cadera,con hombros, con cabeza, con rodilla.Es toda la porfía desta orarteque pase puesto de contraria parte"

(Castellanos, 1955, I, 234; Oviedo y Valdés, op. cit., II, 107; Abbad, 1959, 28-29; 23). En esta isla de Puerto Rico a los principios de su conquista, los indios se jugaron al batey a un prisionero español, que al fin fue rescatado (Oviedo y Valdés, 1959, II, 92-93; Abbad; op. cit., 33). La zona de Utuado parece haber sido centro importante de juego, pues éste tuvo quizá en Puerto Rico carácter ritual más definido (Alegría: Bogué, 1961, I, 37-40).

Lo mismo era en Cuba (Oviedo y Valdés, II, 115).

Los indios de Jamaica se jugaron a la pelota al prisionero Diego Méndez, a quien había enviado Colón a la parte oriental de esa isla, en 1503, con eI objeio de tratar de llegar a Santo Do mingo por

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auxilios; pero logró escapar (Navarrete, 1954, I, 245; Morales Padrón, 1952, 20). El nombre del juego allí, a que eran muy aficionados los nativos era "bato" (Morales Padrón, op. cit., 27-28); quizá más bien "boté".

Los caribes de las pequeñas Antillas llamaban a la pelota "tibuele" (Breton (1666), 1900, 283).

De la descripción de Oviedo transcrita atrás, poco puede inferirse sobre las plantas usadas para elaborar la pelota en las Antillas. Algunos autores sugieren que el principal ingrediente procedía de los frutos del "copei" o "copei" ( |Clusía spp.), según la tradición (Tejera, 1935, 169). Este copei fue árbol familiar a los europeos, porque sus hojas coriáceas de tersa superficie las empleaban para escribir en los primeros tiempos de la colonización. Oviedo advierte: "La Eructa deste árbol no la he visto, aunque he visto muchas veces las bol as e los mismos árboles" (Oviedo y Valdés, 1959, I, 256-257). Asimismo Las Casas describe el fuego.y las pelotas, y en cuanto a éstas, dice que se hacían de un árbol, "que por no mirar en ello no lo cognoscí" (Casas, 1909, 159).

Ni |Castilla ni |Hevea son nativos de las Antillas. Las muestras colectadas allí, sobre todo del primero, corresponden a introducciones recientes (véase adelante). Quedan como posibles fuentes de caucho árboles o arbustos de los géneros |Ficus, |Sapium, |Clusía, |Chrysophyllum, |Plumiera, |Jatropha y quizá otros. Es también probable que algunas pelotas fueran obtenidas por comercio, desde la parte oriental de Sur América.

 

MORÁCEAS

 

000 -- |CastilIa elastica Cerv.. |C. ulei Warburg. |Castilla spp..

(Véase numeral 181, capítulo XV).

|Ule, |hule, del náhuatl |ulli, |vlli (Molina, 1944, 76; 158; Robelo, 3a ed., 410, 411), o más bien del maya |uollic (Stern, 1950, 75).

|Kik-ché, en maya (Roys, 1931, 254, 255; Martínez, 1959, 568). |Sabe, sabae; "leche de caucho", |sabapi, en colorado; |sabe, en cayapa; |seve, en esmeraldeño (Jijón y Caamaño, 1941, II, 131; 15G; 495), de donde quizá |jebe, |jeve, que se usa en el oriente peruano para | |Hevea . Es curioso que en el bajo Magdalena y en la costa atlántica de Colombia, se llame |sejebe o |caimito |sejebe a un frutal de las Apocináceas, quizá un |Llacmellea, que produce también látex, aunque no usado comercialmente.

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|Pyúta, en jívaro (Karsten, 1935, 568).

|Ika, en piojé; |eca, en koto (payagua) (Espinosa Pérez, 1955, I, 94; 188; 458).

|Caucho, |caucho negro. A propósito de este nombre, véase numeral 215.

 

Méjico.

Quizá el luego de pelota de los antillanos hubiera sido registrado apenas como una curiosidad, y perdídose después con varias de las tradiciones de los indígenas isleños, al ser aniquilados éstos durante las primeras décadas de la dominación española, si no se hubiera encontrado también establecido entre los mejicanos. Es evidente que los españoles admiraron la organización política de los mejicanos, pues tenía más semejanza con la suya propia, que las behetrías antillanas. El juego de pelota parece haber sido allí un distintivo jerárquico (Stern, 1950, 46-71; 96; Soustelle, 1956, 162-164). El hecho de que los olmecas tributaran a los mejicanos la enorme cantidad de 16.000 balones por año, indica ya la importancia que debió tener el juego (Lowe and Ries, 1944, 37-38; Stern, op. cit., 51 nota).

Tenía, además, un carácter definidamente ceremonial y religioso, empezando por el lugar mismo --llamado "tachtli" --en que el juego se realizaba, pues era un recinto amurallado, mucho más elaborado que el batey antillano. Este juego estaba asociado con ritos de carácter agrario. Aunque las explicaciones son hipotéticas en mayor o menor grado, se ha creído que el recinto del juego representaba el espacio celeste, y las pelotas los vientos. En un país donde el abastecimiento del agua para los cultivos era vital, por las características semiáridas de gran parte del territorio mejicano, estos ritos agrarios, así como los sacrificios humanos, parecen haber tenido gran importancia en la vida de la comunidad (Ortiz, 1947, 610-613; 216-217; 327; 391; 522-523; 233; 289; 391-393; Lowe et al, 1944, 34-35; 36; Stern, 1950, 47; 51-52; 56; 63-71; 69-71; 46-74).

Pero el ulli no sólo se usaba para pelotas. El látex formaba parte de un complejo ritualistico y utilitario muy elaborado y esotérico. Con gotas de él se impregnaban las tiras de papel que servían de ofrendas en muchas ceremonias (Motolinia, 1941, 49; Lowe et al, op. cit., 38). Se usaba como medicina, contra la ronquera, o adicionado al ololiuqui | [1] para ver visiones (Lowe et al, op. cit., 39); fundido, para vulcanizar heridas (Sahagún, 1946, II, 260261; 267-268; Pardal, 1937? 253). Con él se revestía el extremo de los palillos o baquetas con que se tocaban los tambores, elemento que se halla igualmente en el Amazonas (Lowe et al, op. Cit., 38-40). También el látex seco se

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incineraba en las ceremonias religiosas. Aunque el olor del hule quemado no sea apetecible, y por eso se ha dudado de la que pudiera ser una ofrenda grata a los dioses (Standly, 1946, XXIV, 19), el hecho no puede remitirse a duda, pués está bien documnetado. (Cué Canovas, 1960, 81). Los pipiles lo incineraban en uno de sus ritos de siembra (Lowe et al , op. Cit; 39). Copal y "ulí" quemaban en braserillos los sacerdotes, en las ceremonias de propiciación de cosechas o de cacerías (García de Palacio: Fernández, 1881, I, 40).

La aglutinación e impermeabilización de telas y fibras con el látex de |Castilla fue conocida y usada en Méjico y Centro América. Los soldados aztecas se vestían de henequén (véanse numerales 174-176; 177-179, C, "vestimentas"), revestido con goma de hule (Lowe et al, op. cit., 39). Durante la primera mitad del siglo XVII se impermeabilizaron botas (Cobo, 1890, I, 438; 1891, II, 87), antiparas y otras cosas, sombreros y varias prendas de vestir, especialmente para los viajes. En las postrimerías del siglo XVIII se hizo un intento de aplicar este hecho ya conocido, para impermeabilizar las bolsas en que se transportaba el azogue, que venía desde la península para las minas mejicanas (Lowe et al, 1944; Cué Cánovas, 1960, 81).

El área de dispersión del género |Castillas iba en Méjico por la costa del golfo, de Veracruz al sur. Orizaba era el centro más importante de manufactura de encauchados (Lowe et al, op. cit., 48 50). También lo había en la costa pacífica del istmo de Tehuantepec (Stern, 1950, 75; 75-76).

En 1797 se informa que los árboles de |Castilla de que se obtenía leche para la confección de encauchados y otros usos de menor cuantía en Orizaba, no eran cultivados sino silvestres; pero que si el ensayo de elaborar bolsas absolutamente impermeables para el transporte de azogue resultaba favorable, se podría emprender el cultivo, mej orando mediante él la calidad del producto (Lowe et al, op. cit., 107-108).

Un siglo después, con el uso creciente del caucho, hubo en Méjico f fiebre de cultivarlo, que tuvo por escenario principalmente el istmo de Tehuantepec. La empresa "Plantación Rubio" tenía en 1906 cerca de Coatzacoalcos unos dos millones de árboles plantados (Pearson, 1906, 110-115; 130-143). Otras dos plantaciones constaban de 150.000 árboles cada una (Ibid., 122-124; 124-128). Hacia la costa del Pacífico ocurrió lo mismo (Ibid., 144-164). La inestabilidad de los gobiernos y el robo nocturno de la leche, por la rapidez con que fluye al hacer el corte, se han anotado como causales de que este esfuerzo no haya sido coronado por el éxito (Polhamus, 1962, 262).

 

Guatemala.

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En una lista de plantas útiles de Guatemala, hecha a mediados del siglo XVI, se incluye el "huli", "el arbol de que se hazen las pelotas" (Plantas de Guatemala, Mss., 357; AI, 23-10023-1511200).

Los indígenas de Guatemala quemaban copal y "uli" al sacrificar niños (Fernández, 1881, I, 37), en los ritos agrarios que se han descrito en otro lugar (Patiño, 1966, 48), relativos a la siembra del cacao.

Todavía en la segunda mitad del siglo XVIII, el obispo de Guatemala en sus visitas por toda la diócesis, comprobó que en ciertos lugares como Taxiaco, los indígenas hacían ídolos de leche de hule para sus ritos de meteoromagia y agromagia (Cortés y Larraz, 1958, II, 230).

La leche la consideraban los mayas buena para las quemaduras; ella o la madera hervidas contra la disentería; y las hojas machacadas en cataplasma para hinchazón de rodillas (Roys, op. cit., 255).

 

Honduras.

En la costa de Honduras se empezó a explotar comercialmente el |Castilla hacia 1860 (Conzemius, 1932, 46-47; 52-53; Stern, 1950, 33).

 

Nicaragua.

Los nicaragüenses honraban a Quiateot o dios del agua, "con sahumerios de tea y resina" (Oviedo y Valdés, 1959, IV, 380). La primera puede ser el teocote o Pinus spp.; la segunda quizá era el hule (Conzemius, op. cit., 33), aunque también el |Hymenaea.

Después de describirlo, el jesuíta Cobo añade: "Sajado el tronco de este árbol, destila una goma tan líquida y blanca como leche y en tanta cantidad, que sale un hilo della como brota la sangre de la vena en una sangría; vase volviendo poco a poco amarilla y últimamente negra, pero con esta diferencia, que si se deja en una vasija, se está líquida mucho tiempo, y en untando con ella cualquiera cosa, en breve se cuaja y se vuelve negra. Y para experimentar esta breve mudanza, hice una vez picar un árbol, estando en la provincia de Nicaragua, y con el licor que corría me fui lavando las manos, y aunque quedaron luego blancas, dentro de una hora se había ya helado y vuelto negro, de manera que parecían estar las manos con guantes negros. Sirve esta resina para untar botas, antiparas y otras cosas, porque resiste al agua; y los que caminan por Nicaragua y otras fierras calientes, donde la hierba crecida suele mojar con su rocío a los caminantes, usan hacer unas grandes medias de lienzo que les lleguen hasta la cintura, y untadas por defuera con esta resina, quedan como enceradas y defienden muy bien del agua. En

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cuajándose esta resina, queda negra, liviana como corcho y correosa como un nervio. Si la encienden, arde como cera, y hecha de ella una pelota, da mayor bote que pelota de viento; y echando un pedacillo de ella en las pelotas de cuero, les hace dar levantados botes; y así usan de ella para jugar a la pelota. Y finalmente, es muy útil para muchas medicinas. Aplícase para curar cámaras de sangre, para provocar la orina y curar otros males" (Cobo, 1891, I I, 86-87).

Este se usó en el siglo pasado como árbol de sombrío para el cacao (Levy, 1873, 467).

La extracción del caucho de |Castilla se intensificó en Nicaragua, como en todas partes, desde mediados del siglo XIX (Wickham, 1872, 162, 176, 181). En 1878 se extraían 10.000 quintales; se empleaban unos 600 huleros (Markham, 1880, 451).

Para principios deI siglo actual, se establecieron plantaciones en las cuencas de los ríos Bluefields y Escondido, en la costa del Caribe. En 1906 había tres medianas, Cukra, Si m Iron, Daytona Rubber Grove, así como varias pequeñas, con un total de más de 400.000 árboles (Pearson, 1906, 170-174; 175-178).

Los indígenas aculturados de Mosquitia fabrican varios objetos de hule (Conzemius, 1932, 52-53).

 

Costa Rica.

Abundando el árbol entre las tribus de la parte costera de Cosca Rica, que lo usaban para vestidos (el mastate de que se ha hablado en el capítulo XV), y como combustible para alumbrarse de noche (Fernández, 1883, III, 306-307 nota, 308 nota), los huleros nicaragüenses se fueron adentrando en la provincia de los guatusos costarricenses, en la cuenca del Río Fríe, y no sólo los desplazaron, sino que mataron muchos, y se llevaron como esclavos a sus hijos (Ibid., 306-310; 316-318). Los guatusos llaman "quirri" al |Castilla y por eso a las teas que hacen con la leche de este árbol las denominan "quirri-lateca", o sea "luz de quirri" (Ibid., 308 nota).

Los indios de Chirripó, río Moravia, Costa Rica, sacaban hule y zarzaparrilla a Limón, para obtener herramientas y otros artículos en cambio, hacia 1882 (Fernández, vol. cit., 336 nota). Los tiribis de Talamanca hacían lo mismo (Ibid., 369). En esta última región zarza y hule eran los dos productos extractivos más importantes. El último lo extraían por sajadura, coagulando la leche con el jugo de una Convolvulácea (Conzemius, 1932, 46), y prensando el caucho en bloques de un pie de largo por ocho pulgadas de ancho y una de espesor (Fernández, vol. cit., 385, 386; 386-387).

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De Costa Rica se exportaron 78.381 libras de caucho en 1878 (Markham, 1880, 451 nota).

Pequeñas plantaciones, asociadas en los bananales, se hicieron cerca de Puerto Limón en la última década del siglo XIX y en la primera del actual; pero parece que no llegaron a explotarse comercialmente, por ser el banano el renglón económico predominante. Cerca de la frontera con Nicaragua hubo otra plantación de 25.000 árboles (Pearson, 1906, 193-198; 197).

De la especie |Castilla nicoyensis Cook, afín a |C. elastica, se hicieron también pequeños cultivos cerca a Punta Arenas, Nicoya (Polhamus, 1962, 100).

 

Panamá.

Gaspar de Espinosa, en la relación de su entrada a las tierras situadas al occidente del istmo de Panamá, hablando concretamente de la provincia de Jabraba, confinarte de Pocoa y Escoria, dice: "Este es el primer cacique que en estas tierras se ha hallado el juego del bateyn que se usa en Haity" (Espinosa: Cuervo, 1892, II, 480).

En la segunda mitad del siglo XIX caucheros colombianos, especialmente del Sinú y de Cartagena, invadieron el Darién y se dedicaron a extraer caucho en forma vandálica, que involucraba, como en otras partes de América, abusos con los indígenas, inclusive los de San Blas (Reclus, A., 1958, 78; 84; 86; lámina 101; 132, 135, 155-156; 172, 269; 273, 300, 317). La infidelidad entre las mujeres cunas fue más frecuente después de la entrada de caucheros (Restrepo Tirado: Wafer, 1888, 123). Por otro lado, esta emigración de caucheros presupone dotes de audacia, tendencia expansiva y espíritu emprendedor (Camacho Roldán, 1892, I, 658).

De la hoya del río Chagres sacó Roberto Cross 600 plántulas de |Castilla y muestras del látex, para llevar a Inglaterra, suceso ocurrido entre mayo y octubre de 1875. Sobrevivieron 135 plantas, que fueron transportadas a la India en 1876 (Markham, 1880, 276; 453-454). Aunque el área de dispersión de |C. elastica llega hasta Panamá, parece que las plantas colectadas por Cross eran de la especie o subespecie |C. panamensis Cook (Pittier, 1910, 249; 250; 274-275; 277-278; Polhamus, 1962, 92; 99-100). En esa época se exportaba algo de caucho del istmo (Markham, op. cit., 451).

Durante la primera década del siglo actual, se plantaron varias decenas de miles de árboles, preferentemente en el sector occidental de la península de Azuero, parte por los indígenas guaymíes, parte por mestizos. Una plantación de cerca de 300.000 árboles fue hecha también por la Darién Gold Mines Co., en 1900, con semilla y

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plántulas compradas a los indios cunas (Pearson, 1906, 216-217; 238; 234).

El hule explotado y plantado en la América ístmica puede corresponder, no a la sola especie |C. elastica, sino a un grupo de ellas más o menos afines, que de norte a sur son |C. lactiflua Cook, |C. guatemalensis Pittier, |C. nicoyensis Cook, |C. costarricana Liebm. y |C. panamensis Pittier (Pittier, 1910, 263-278; Polhamus, op. cit., 98-100).

La especie |C. fallax Cook, de la costa hondureña, no produce caucho comercial (véase numeral 181).

 

Costa del Pacífico.

El informe de los franciscanos de Popayán sobre las misiones que administraban en Putumayo y Caquetá, escrito en 1773, trae este pasaje: "La resina o leche del palo que llaman caucho, de que en las Provincias del Raposo y Barbacoas hacen sayos, botas de cabalgar, fundas para sombreros y los Portugueses bombas o geringas, no es apreciada, ni menos vulgar por estos parajes" (Cuervo, 1894, IV, 274; Zawadzky, 1947, 207). Esto demuestra que a mediados del siglo XVIII el caucho se conocía y usaba en la costa occidental de Nueva Granada, y que aparentemente no se distinguía del de la cuenca amazónica. No podía provenir sino de |Castilla o de |Sapium, pues |Hevea no existe espontáneo en la vertiente occidental de los Andes, y el que hay ahora fue introducido en el siglo actual. Pero de allí a afirmar, como lo hacen Sergio Arboleda y Antonino Olano, editores de la obra de Jaime Arroyo, que fue en la ciudad de Popayán donde primero se sacó la resina del caucho y se hicieron ensayos para aprovecharla en balones y encauchados (Arroyo, 1907, 336-337), media una gran distancia, pues ya se ha transcrito el pasaje de Cobo de 1652 en que da cuenta de que en su tiempo estas aplicaciones del caucho eran conocidas en Centro América o mejor en toda la América tropical.

Cuando el coronel Hamilton estuvo en Popayán en 1824, le regalaron una ruana con forro de caucho. Tuvo oportunidad de ver la leche en tarros de guadua, traída "de las montañas vecinas", con la cual se hacían pelotas y las mencionadas ruanas (Hamilton, 1827, II, 86;, 1955, II, 23; 48-49). Esto puede interpretarse de varias maneras. O era leche de |Sapium, algunas de cuyas especies pueden darse a considerable altura sobre el mar; o era de |Castilla traída de la vertiente occidental de la Cordillera Occidental, por la f ocultad que tiene de permanecer líquida durante mucho tiempo; o pudo tratarse de látex de bejucos o arbustos de los géneros |Burmeistera, |Centropogon o |Syphocampylus, famila Lobeliáceas (Humboldt, 1942, IV, 186 nota), o de Cnidoscolus y Jatropha, Euforbiáceas.

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En 1824 Cochrane indica que los indios (chamíes?) usaban la leche de caucho para impermeabilizar sus cerbatanas (Cochrane, 1825, II, 405-406). Cerca a Nóvita se extraía para usarla en la confección de tinta de escribir, y como impermeabilizante de sombreros, botas, ruanas etc.. "No me cabe duda, agrega el viajero, que esta leche adquirirá algún día gran reputación" (Ibid., 423). Conviene advertir que por la localidad, el dato se puede adscribir también a |Sapium.

A principios del presente siglo, había una plantación en las cercanías de Istmina, perteneciente al señor Francisco de B. Carrasco. De este sector salían por Buenaventura unas 200 toneladas de caucho seco al año, la mayor parte de "chaza", o sea bolas (Pearson, 1906, 257; 258, 249 mapa). Por supuesto que la extracción había empezado antes, quizá en los últimos veinte años del siglo XIX, pues Buenaventura fue puerto de exportación (Samper, 1925, I, 229). A principios del siglo actual se halló en la cuenca del río Dagua cerca de Juntas, la especie |C. daguensis Pitt. (Pittier, 1910, 268).

También en el primer cuarto de este siglo hubo cauchales cultivados en el rio Tapaje (Yacup, 1934, 179), y quizá una pequeña plantación de 5.000 árboles en la isla Gorgona (Pearson, op. cit., 234).

A fines del siglo XIX se sacaba de la cuenca Patía-Telembí algún caucho, qua se usaba en Pasto para hacer tinta de imprenta (Herrera, L., 1893, 75). Figura entre los renglones comerciales de Nariño en la misma época (Santander, 1896, 71). Parte se exportaba por Tumaco (Samper, op. cit., 229). A principios del siglo actual, se extraía algo de caucho en Barbacoas, y se fabricaban ruanas encauchadas en Altaquer; pero el mayor volumen venía del Caquetá (Gutiérrez, 1920, I, 204).

Se ha atribuido al general Rafael Reyes, cuando fue presidente de la república (1904-1909) haber fomentado el cultivo del caucho, haciendo pagar un peso por cada árbol que se plantara (Pérez Arbeláez, 1947, 218); pero como se ha visto, el movimiento de siembra había empezado antes. Quizá sí lo estimuló e fintensificó.

 

Costa ecuatoriana.

Quito, ciudad donde se ejercitaba una incipiente actividad industrial, parece haber sido la primera de América equinoccial donde se benefició el caucho. Dice Diego Rodríguez Docampo en su relación sobre esa ciudad de 1650, al hablar de las producciones típicas de la provincia de los Yumbos, que como se sabe, era la vertiente occidental de la Cordillera andina hacia el mar, a la altura de la línea equinoccial y nanas aledañas: "hay caucho, que derretido al fuego, se enceran con ella (así) varias cosas de manera que no lo pasa (así) el agua; y estando enjuta, se pone correosa, y si le pegan fuego,

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conforme al grosor que quieran darle, arde; y si se hace pelota, tiene el bote muy levantado" (J. de la Espada, 1897, III, ci). Más de un siglo después, un misionero informa: "En Quito con esta leche hacen forros para sombreros y capotes y relingotes y ruanas encauchadas. Esto es, sobre lienzo le dan con esta leche; ella se cuaja que parece una pintura pintada al óleo. Y con un instrumento de estos va uno seguro de aguacero, porque por más que llueva, así como cae en ello el agua, se resbala como en una pintura pintada al óleo... " (Serra, 1956, I, 172). Estos "relingotes encauchados" se usaban también en la provincia de Pasto (Ibid., II, 280).

A La Condamine le parecieron estos capotes un poco pesados; pero utilizando la idea, mandó a hacer, estando en Quito, una tela encauchada para proteger de la intemperie su cuarto de círculo (Chasseloup, 1942, 93). En su época se hacían en Maynas botas impermeables (Ibid., loc. cit.). De la capital de la Audiencia envió, con una carta que firmó asimismo Bouguer, fechada el 24 de junio de 1736, como muestra, unos cilindros o bastones de una masa negruzca y resinosa que había traído de Esmeraldas, por donde acababa de entrar, y durante cuya travesía había visto usar a los nativos y usado él mismo las teas que se hacían con esa sustancia (Ibid., 92-93).

Es de este lugar llamar la atención de que las tribus que ocupaban el territorio de la actual provincia de Esmeraldas en el Ecuador, tenían para el caucho ( |Castilla, |Sapium?) los nombres de "sabe", "sabae", "sebe" y variantes (véase atrás). Este nombre indígena vino después a aplicarse, por uno de esos errores tan frecuentes en las ciencias, a un árbol completamente distinto del |Castilla, con el cual tiene únicamente en común la cualidad de producir látex (Posada Arango, 1909, 216-217).

En 1802-1803 Caldas viajó por la región del San Lorenzo, al norte del Esmeraldas, y menciona hachones o teas de "jebe" o caucho, con que se alumbraban los nativos, aunque equivocada mente lo da como un " Ficus" (Caldas, 1933, 359). Recuérdese lo que se dijo del uso de estas teas de |Castilla entre los guatusos de la costa nororiental de Costa Rica.

El caucho de la costa ecuatoriana se exportaba por Guayaquil. Los registros mencionan partidas en 1835; de manera que la actividad extractiva debió ser anterior (Campos, 1894, 223, 226). En enero de 1846 el botánico Seemann observó en Atacames árboles de caucho, cuya leche se usaba para capotes impermeabilizados, botas y antorchas (Seemann, 1853, I, 70).

En 1878 se exportaron por Guayaquil 6.561 quintales de caucho (Markham, 1880, 451 y nota). En 1893, el Ecuador exportó caucho por valor de $ 390.000 colombianos de entonces (Samper, 1925, II, 147).

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Tentativas de cultivo de |Castilla fracasaron (Hilton, R. N., 1955, 301).

 

Cuenca del Atrato.

En la cuenca del Atrato |Castilla era abundante y activamente explotado durante el último cuarto del siglo XIX. Sobrevino el mismo fenómeno de otras partes, que los buenos precios y la destruc ción de los árboles fueron haciendo cada vez más difícil la extracción, por lo que los caucheros empezaron a adulterar el producto, y éste a bajar de cotización. Convencidos de que era este mal negocio, los negros se pusieron a plantar, y para la primera década del presente siglo, casi todos tenían sembrados un número mayor o menor de árboles. Además, se hicieron plantaciones de cierta magnitud, que totalizaban unos 250.000 árboles. Estaban situadas en los siguientes lugares: Cerca de Quibdó, Cicerón Angel, Carlos Nicolás Ferrer, Gonzalo Zúñiga, Meluk y Cía. y Delfino Díaz; en Riosucio, Juan C. Olier y Manuel Ríos; en Sautatá, Ahuchar Hermanos; en Yankomba, René Granger, y en Turbo, Luis González. La extracción de un año con otro, era de unas 231 toneladas, que se llevaban a Cartagena (Pearson, 1906, 256-259; 249 mapa).

Los datos del cónsul norteamericano en Quibdó, Henry C. Granger, publicados en 1906, por Pearson, indican que la actividad cauchera tenía entonces unos 30 años en el Atrato, y que para dicho año había plantados cerca de 300.000 árboles en todo el Chocó. Por consiguiente, esto fue anterior a la campaña de fomento que se ha dicho promovió el presidente Rafael Reyes, pagando un peso por cada árbol que se plantara (Pérez Arbeláez, 1947, 218).

En 1912 las plantaciones de Juan Olier en Riosucio constaban de más de 50.000 árboles (García, E., 1945, 255).

Claro que el árbol era espontáneo también en la cuenca deI Atrato (Posada Arango, 1909, 266).

 

Cuenca del Cauca.

Decía de Cartago un autor a principios del siglo XIX: "Hay... caucho, con cuya leche se hacen buenos encerados o Ules" (Campo y Rivas, 1803, 29). La abundancia de caucho en los montes del Quindío y zonas aledañas, fue uno de los móviles del movimiento migratorio antioqueño hacia el sur (Parsons, 1949, 78). En 1880, Pereira era el centro comercial de este producto; el de Cartago iba a la sabana de Bogotá (Schenck, 1953, 50). Se usaba encauchado para atravesar cl paso del Quindío a mediados del siglo (Holton, 1857, 366). Pero se

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agotó rápidamente y para f males del siglo ya no se sacaba (Peña, 1892, 19; 20-21).

A Manuel Pombo le fue informado en el Valle en 1855? que "los árboles de caucho formaban bosques" (Pombo, M., 1936, 98).

En 1868 se ensayaron tanques de caucho para el transporte de aguardiente. El señor Eder fue uno de los exportadores de caucho del río Cauca (Eder, 1959, 394; 402).

La guerra de 1876 paralizó la exportación (Aragón, 1940, I, 282).

Se consignan estos datos, aunque es dudoso que puedan atribuirse a |Castilla, cuyo indigenismo en la cuenca del Cauca no está comprobado.

 

Costa atlántica y valle del Magdalena.

Existía caucho, pero no se beneficiaba, en la provincia de Santa Marta, a mediados del siglo XVIII (Rosa, 1945, 317). No hay indicios sobre la especie productora.

El caucho figuraba como producto extractivo, por lo menos potencial, a fines del período colonial (Pombo, J. I., 1810, 94).

Cuando el ingeniero Luis Striffler remontó el Sinú en 1848, todavía no se extraía allí caucho en cantidades apreciables; él hizo en esta ocasión un encauchado. En 1870, en cambio, los ár boles espontáneos de esa cuenca habían desaparecido: tal había sido la fiebre extractora (Striffler, 1958? Cer., I1-12).

El mismo autor penetró por el río San Jorge en 1880, cuando encontró caucho en el monte Cuiba, y abundante en el caño Sejebe (véase lo dicho inicialmente a propósito de este nombre). Ya por entonces estaban siendo arrasados los árboles de la región de Ayapel (Striffler, 1958, Mont., 85; 151; 159). Agotados los cauchales de la región, los caucheros se trasladaron al Darién, y fue cuando los halló el ingeniero Reclus (véase el subtítulo |Panamá).

La exportación se hacía por Cartagena (Markham, 1880, 451).

Hay pocos datos sobre la parte alta del Magdalena, donde |Castilla parece ser escaso.

El caucho que se conoció en el Nuevo Reino de Granada propio era del género |Ficus, según una descripción de principios del siglo XVIII, en la cual figuran estos detalles morfológicos: "...es tiende otras [raíces ] por la superficie, y si encuentran alguna piedra por grande

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que sea, la ciñen toda, como si estuviera dentro de una red formada de los vejucos, que arroja de las raizes... las frutillas que lleva son coloradas en forma de avellanas, y la medula se convierte en mosquitos, que llaman xexenes(...)Vsanla para cubrir votas, zapatos, y capotones que llaman encauchados..." (Zamora, 1945, I, 144). También se le llamaba "uvito" (Oviedo, 1930, 26).

Mutis plantó algunos cauchos en su casa de Mariquita, que todavía se veían a fines de la guerra de independencia (Boussingault, 1900, III, 109). Se ignora de qué especie eran, pues a más del |Ficus, parece haberse aprovechado |Sapium en este sector.

 

Cuenca del Orinoco.

El autor ha visto un |Castilla nativo en el declive meridional de la Cordillera de Mérida, bajando hacia Barinas, en Venezuela.

En un viaje realizado por científicos en 1824 de Bogotá al Orinoco (Cariben), vía San Martín, se habla de "capa de hule" entre el equipo de los expedicionarios (Rivero y Ustáriz, 1857, I, 93). Imposible saber confeccionada dónde ni con qué clase de caucho.

Se conocía caucho en los llanos del Meta y hacia el Ariari en la segunda mitad del siglo XIX (Restrepo, E., 1870, 142), y hasta se ensayó la extracción cerca a Villavicencio, habiendo fracasado (Ibid., 327; -----, 1955, 127, 247-251). Estos datos están confirmados por otro viajero, quien profetizó los resultados de la explotación inmisericorde (Cuervo Márquez, 1956, 84; 54). Los informes no mencionan la especie. Debe considerarse que |Hevea no avanza hasta el pie de la Cordillera Oriental por este lado, pues las formaciones más septentrionales parecen estar en la cuenca del Vichada y de allí al Atlántico (véase numeral siguiente).

En Uribe (río Guayabero) el caucho |Castilla abundó en un principio; pero fue aniquilado prontamente (Rocha, J., 1905, 59). Quizá a eso deba atribuirse la escasez del árbol en esta región.

 

Trinidad.

Desde la última década del siglo XIX se hicieron en Trinidad tentativas de cultivar |Castilla. Se introdujeron semillas, obteniéndose la fructificación de los primeros árboles en 1891. Se distribu yeron folletos con instrucciones sobre cultivo. En 1906 había plantaciones de 20.000 árboles, y se despacharon las primeras muestras del producto (Hart, 1889-1907, varias).

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Hoya amazónica.

Un caso extremo de la dificultad para hacer la historia de las plantas en América, lo constituyen las cauchíferas. Es confusa la geografía botánica de los géneros |Castilla y |Hevea, en la porción occidental de la cuenca amazónica, especialmente en el piedemonte andino, pues ambos se superponen y entremezclan. Existen también otros árboles laticíferos que han podido utilizarse y se usaron para adulterar el caucho: |Sapíum, Couma, Mímusops, Brosímum, Mabea. De éstos géneros, el primero es el que puede vivir a mayor altura sobre el mar, llegando a veces hasta cerca de los 2.000 metros; |Brosímum no alcanza tanto, aunque puede vivir en el llamado "clima medio" andino. Carácter notable que debe señalarse, es que los frutos de |Couma, Mímusops, Brosimum, |Castilla y las semillas de |Hevea son comestibles, y como tales los usaron las tribus amazónicas. En cuanto a Couma, el látex era muy estimado para aplicaciones medicinales, como antidiarreico (véanse numerales 103 y 21, 1, 396-397; 210-212).

Los primeros datos disponibles sobre el área, inclusive los de académicos y científicos hasta el siglo XVIII, no describen las especies productoras ni dan detalles que permitan filiar aunque sea la familia botánica a que pertenecen.

Para tratar de desenredar la madeja, se subdividirá el estudio del área por sectores. En toda la hoya parece predominar la especie |Castilla |uleí Warburg. Pero se ha registrado al pie de los Andes peruanos (Morrozango) |C. australís Hemsl. (Pittier, 1910, 267).

 

1 --Caquetá-Putumayo.

El tambor de señales que usaban los indígenas del Putumayo, arriba del Sucumbíos, a mediados del siglo XVIII, se tocaba con baquetas, una de cuyas puntas se revestía con una bola de cau cho. "Hay allí unos árboles que llaman cauchos. El caucho es un árbol grande y muy coposo. Su hoja es parecida a la hoja de la morera en la figura. Es muy más grande, de color azul turquí (?) y de mucho canto. Este árbol de caucho al picarlo, destila mucha leche en abundancia, que hay caucho que dará una botija de leche (...) De esta leche enlazan a la punta de unos palos hasta que se forma en cada uno una bola, y con estos palitos pican con las bolas en la abertura del tambor, ya cerca o lejos de los dos agujeros, y con muy leve impulso despide el ronquido que dije, el muy suave y retumbante" (Serra, 1956, I, 172). No cabe duda de que este caucho era |Castilla, por los detalles de parecerse su hoja al moral, tener mucho canto, y fluir el látex en gran cantidad.

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También, aunque indirectamente, lo confirman los misioneros franciscanos del Putumayo-Caquetá, quienes --como se ha visto en el subtítulo |Costa del Pacífico --identificaron el caucho que vie ron allí con el que se utilizaba en las provincias de Raposo y Barbacoas para hacer sayos, botas de cabalgar y fundas para sombreros (Cuervo, 1894, IV, 274). Es de notar que según ellos, allí se apreciaba poco (o el pasme está mal transcrito), y sí en cambio el "huansocahuito" ( |Couma), cuya leche usaban para diarreas, y espesada para calafatear canoas (Véase numeral 103, 1963, I, 396397). Por la misma época elaboraban estos misioneros franciscanos (José Berrutieta?) un vocabulario de la lengua general de la región, muy entroncada con la ceona o siona, documento que estaba listo en 1778, y en el cual figuran los siguientes nombres: ""huantinga" = una resina que llaman cauchoc; "huantincané" = el árbol que da esta resina" (J. de la Espada, 1904, 29). Otra versión dice "watinkané" (Jijón y Caamaño, 1945, IV, 583). Los huitotos, que habitaban el área en estudio, llaman "kahuna" al árbol del caucho; "kautzu", a la pasta del caucho, mientras que el árbol gomífero |Hevea es "hísere" (Koch-Grünberg: JSAP, 1906, III, 169). Fuentes contemporáneas de la anterior, dan la forma "kajuna" para el caucho negro, y para el siringa o |Hevea, "sísere" (Rocha, J., 1905, 204; 205), o "isire" (Hardenburg, 1913? 151).

Los caucheros que desde fines del siglo XIX empezaron a batir los montes de toda la Amazonia en busca de la preciosa sustancia, sabían distinguir muy bien (para hacer adulteraciones) las distintas especies de que se podía obtener caucho. No queda duda de que el negro o |Castilla existía en la región estudiada, a veces solo, a veces también junto al |Hevea. Por ejemplo, en Tres Esquinas (Caquetá), abundaba el primero y se sacó bastante; pero para principios del siglo actual se estaba agotando (Rocha, J., op. cit., 55; 55-60). También Io había en Caguán (Ibid., 85). Del Putumayo al Napo abundaba el |Castilla, extraído principalmente por blancos; en el territorio ocupado por los huitotos había sólo |Hevea, que ellos extraían en andullos, como el primero, y no como el jebe fino de Iquitos (Ibid., 134).

Otros viajeros confirman la existencia de bastante caucho negro en el alto Putumayo, y la subsecuente desaparición por el método extractivo (Hardenburg, op. cit., 95).

Si se hace una prospección o inventario botánico en el área amazónica, especialmente en la porción occidental, quizá mostraría que hay poca densidad del género |Castilla. Pero no se debe ol vidar que el método inicial de beneficio consistía en derribar el árbol para obtener de una vez la mayor cantidad posible de leche (Hispano, 1913? 316). Así la destrucción fue enorme. Cuando se fue agotando el |Castilla, se echó mano del |Hevea, que en un principio también se derribó (Polhamus, 1962, 17; 91); pero por ser más remiso en el flujo de la leche, se comprobó que rendía más sangrándolo en pie y de manera continua.

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A fines del siglo XIX el caucho del Caquetá, en una proporción de 5.000 arrobas anuales, se exportaba por la vía de Tumaco (Herrera, L., 1893, 67). Gran parte del que absorbía la pequeña industria manufacturera de Pasto a principios del presente siglo, de allá (Gutiérrez, 1920, I, 204),

La extracción de caucho promovió un movimiento migratorio de colombianos desde el alto Magdalena y regiones adyacentes del nudo de Colombia, atravesando la Cordillera, hasta la parte alta del Caquetá y del Putumayo y sus afluentes superiores. Este movimiento empezó a fines del siglo XIX (Friede, 1953, 65); pero se intensificó a principios del actual, afectando no solamente a las tribus de tierra caliente donde estaban los árboles caucheros, sino los de la parte alta de los Andaquíes, especialmente del resguardo de La Concepción, mediante la acción de bandidos como los famosos hermanos Gutiérrez (Ibid., 229-232; Tastevin (1895): JSAP, 1923, XV, 99-100). El producto de la región vecina a las fuentes del Magdalena se llevaba a Neiva (Friede, op. cit., 230; Rocha J., 1905, 34).

Del Putumayo, por lo menos del sector abajo del Chipayacu, era más fácil sacar el producto por el Amazonas y aprovisionarse de lo necesario, que por Pasto o por el Magdalena (Casement: Hardenburg, op. cit., 271; 275). Este sector estaba ocupado por colombianos, antes de 1904 en que llegaron los negros de Barbados importados por la compañía Arana para la intimidación de los indios (Ibid., 294).

Cuando el fatídico Julio César Arana entró al alto Putumayo en 1896, encontró ya en La Chorrera pequeños establecimientos caucheros de colombianos (Hardenburg, op. cit., 199). En 1907 sólo había en la parte alta del río una reducida actividad extractiva. Aunque había abundado el |Castilla en ese sector, la explotación inmisericorde lo había diezmado (Ibid., 68; 95).

Se han conservado algunos nombres de caucheros que "conquistaron" a los indios, como ocurrió con los huitotos a manos de Crisóstomo Hernández, que lo hizo a sangre y fuego en 1896-1897 (Rocha J., 1905, 105-108; Casement: Hardenburg, op. cit., 294). El autor está en desacuerdo con que haya heroísmo alguno en la acción de los caucanos, tolimenses y antioqueños que --depreciadas las quinas --bajaron en busca del caucho en Caquetá y Putumayo, y se internaron entre Caraparaná e Ingaparaná (debe ser Igaraparaná) habitados por huitotos, "que fueron conquistados y reducidos al trabajo por esos héroes colombianos, cuyos nombres debemos estampar aquí: Benjamín Larraniaga y Rafael Larraniaga, José Gregorio Calderón y sus hermanos, Hipólito Pérez, Ildefonso González, Antonino Ordóñez, José Cabrera, David Serrano, Manuel Martínez, y otros. --Conquistadas las tribus huitotas, fueron repartidas entre los empresarios, quienes las destinaron a la extracción de caucho, fundando Agencias en los ríos Caraparaná e Ingaparaná (sic), y estableciendo habitaciones, sementeras y potreros. A1 principio

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enviaban el caucho a Manaos e Iquitos, de donde traían mercancías y víveres; más tarde, cuando el aumento de la producción de caucho hizo imposible su exportación en balsas y canoas, los empresarios colombianos se asociaron o vendieron sus propiedades a Julio Arana..." (Hispano, op. cit., 251-252).

En ese sector se hicieron también entonces tentativas de cultivo. En Mocoa se había formado en 1907 una compañía de Pasto entre tres personas, Octavio Materón, Gabriel Martínez y (N) González, el corregidor de Mocoa en 1911, para cultivar caucho en el alto Putumayo (Hardenburg, op. cit., 71). En "La Sofía" diez peones sionas (siempre los indígenas) hacían siembras, tanto de |Castilla como de |Hevea (Ibid., 94, 95). En el Igara o Caraparaná había por entonces varios miles de cauchos plantados por Serrano, de dos a cuatro años de edad (Ibid., 147).

 

| 2-Putumayo-Marañón.

Al describir en 1614 Pedro Ordóñez de Ceballos el tambor gigante para señales que usaban los indígenas de Coca, oriente ecuatoriano, dice que lo tocaban con unos mazos cuya extremidad estaba revestida con una bola de cierta resina (Ordóñez de Ceballos, 1947, B. A., 258). Otros autores confirman este uso (Heriarte (1662), 1874: 56).

Del siguiente pasaie, escrito en 1737, se deduce que entre los maynas del Marañón, por lo menos en el sector abajo del pongo de Menseriche, se conocía y utilizaba el verdadero caucho negro o |Castilla. Es una descripción de los productos naturales de la región, entre los cuales se incluye el "caucho", "ques una leche crasa que sale de la corteza de un arbol de este nombre. Secada al sol se pone negra y al modo de un cuero flexible, a que los indios, aplicándoles unos moldes de arena y burro, le dan varias formas de f rasco, vejiga, que llaman "Taputarana" y suple las veces de la "Chiringa" y otras semejantes. Los muchachos forman pelotas para el juego" (Maroni: J. de la Espada, 1889, Mar., 111). A continuación habla de la "tucuya", que no es otra cosa que el "huansocahuito" de los franciscanos del Putumayo, o sea Couma (Ibid., loc. cit.). De aquí se deduce que el caucho suplía las veces de la "chiringa" (Maroni era italiano) o sea la siringa o seringa de los portugueses, que es el nombre dado por sinécdoque a la leche del |Hevea, así como el árbol es "seringueira" o "siringueira".

En este sector también operaron los mismos sistemas de arbitrariedad, explotación y crueldades que en el resto de la Amazonia, durante is fiebre del caucho, especialmente en el sector Napo-Curaray (Pérez, A. R., 1947, 477).

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El caucho del Putumayo, así como el del Agua rico y del bajo Napo, iba a Iquitos, y toda la mercancía de consumo venía de allá (Rocha, J., op. cit., 144, 145; Hispano, op. cit., 305).

 

3-Al sur del Marañón.

Se ha dicho que los antiguos peruanos del Cuzco conocieron el caucho, presumiblemente obtenido de la "montaña" amazónica (Yacovleff y Herrera, 1935, 33; Polhamus, 1962, 91). Como en este sector el |Hevea sube a mayor altura sobre el mar que en el resto del área de dispersión, quizá todos los datos deban referirse a esta especie y no a |Castilla. Por eso se considerarán en el numeral siguiente.  

[1]

|Rivea corimbosa (L.) Hall. (Ximénez, 1882, Méx., 125-126; Schultes, 1941; -----, 1960, 152-154).

EUFORBIACEAS

 

215 -- |Hevea spp..

|Yacio, en la Guayana venezolana (Alvarado, L., 1953, 354). |Yapi, en baniba; |caucho yapi (USNH: Williams, 15579, 1942; Copihuara, alto Casiquiare: |Hevea minor Hemsl.). |Yeca, en curripaco (USNH: A. Fernández, 2016, 1953, San Joaquín, río Inírida: |H. pauciflora [Spr. ex Benth.] Muell.-Arg.).

|Maw-ta, en makú (USNH: Schultes y Feo. López, 10179, 1948; cabeceras Ira-Igarapé-Igarapé Abiu, río Taraíra, Amazonas: |H. nitida Muell-Arg.).

|Hísere (Koch-Grünberg: JSAP, 1906, 111, 169); |sísere (Rocha, J., 1905, 205); |isire (Hardenburg, 1913? 151), en huitoto. |Sernambí, del omagua |xeranta-amby, mucílago coagulable (Alvarado, L., 1953, 319, citando a Martius). Se aplica comercialmente a las calidades inferiores de cualquier especie, resultantes del látex coagulado en la herida y sacado en hilos o tiras que después se amasan unas con otras.

|Jebe o |jeve, usado en el oriente del Perú, quizá por préstamo de las voces sabe, sebe de la costa ecuatoriana usadas para |Castilla (véase numeral anterior).

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|Seringa, al látex, |seringueira, al árbol, del portugués, nombre que se empezó a usar a mediados del siglo XVIII por la principal utilización que se le dio en un principio.

|Borracha, también usada en el Amazonas brasileño, es palabra portuguesa-española, derivada del latín, para indicar una bota o vasija para vino, porque esta utilización fue también común en el Amazonas. Estos odres son de uso cotidiano allí (Wallace, 1939, 179). Por sinécdoque, se aplicó al árbol productor.

|Caucho. El uso de este nombre para |Hevea ha sido fuente de confusiones con |Castilla. Parece era el nombre omagua (tupí) para la resina, independientemente del árbol productor. |Kautsú, en arecuna (USNH: Félix Cardona, 1219, sin fecha, alto río Paragua, río Karún (Guayana) Bolívar, Venezuela: |H. guianensis Aubl., var. |lutea).

 

Cuenca del Orinoco.

El límite septentrional del área de dispersión del género |Hevea parece ser la cuenca del río Vichada hasta el Orinoco, y por éste hasta el mar, a lo largo del 5° paralelo (Ducke, 1939, 5-6). La es pecie predominante en esta región es H. quianensis Aubl., var. lutea (Spruce ex Benth.) Ducke y Schultes (Polhamus, 1962, 65). No está bien determinado qué tanto se acerca el género por este lado a la Cordillera andina. Un ejemplar visto en la hacienda "La Blanca", cerca de Villavicencio, el 14 de Tulio de 1949, era plantado (observación personal).

En las inmediaciones de la boca del Apure vivían los guamos y los otomacos, quienes usaban el juego de pelota, cuyos rasgos principales eran: jugábanlo los varones, utilizando sólo el hombro derecho, en la primera parte del día; las mujeres entraban después y usaban una especie de raqueta que manejaban a dos manos. Con ella impulsaban la pelota, y entonces era permitido a los, hombres (y no en otras circunstancias) utilizar la espalda para rechazarla, a causa de la fuerza con que venía. "La pelota es grande, como una bola de jugar el mayo | [2] , formada de una resina, que llaman "caucho", que a leve impulso rebota tan alto como la estatura de un hombre" (Gumilla, 1955, 116-118; Gilii, 1965, II, 190, 224, 227; III, 60, 102). Un partido de estos presenció fray Ramón Bueno el 28 de enero de 1803 en La Urbana, donde residía; los contendientes fueron los indios locales y los otomacos del Cunaviche (Bueno, 1933, 140-141). A este juego de la pelota de los otomacos se le ha atribuido sentido ritual propiciatorio de la pesca, pues el grupo que jugaba un áía, pescaba al siguiente, turnándose, y también porque durante el curso del juego se sangraban los participantes (Gilii, op. cit., II, 96), de donde se ha deducido que este es un caso particular de influencia mejicana

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(Acosta Saignes, 1961, S 1; 98-99 y notas). No existe |Hevea en la región del bajo Apure; pero sí Sapium Era relativamente fácil obtener las pelotas o ?a sustancia para manufacturarlas, de las tribus del alto Orinoco.

Los guaipunabis, grupo de filiación arawak establecido en la confluencia del Atabapo y el Orinoco, usaban para señales un tambor gigante, parecido al manguaré de las tribus del alto Putumayo, y se tocaba también con dos mazos revestidos de resina elástica (Altolaguirre, 1908, 278). Igual cosa usaban los mariquitares de más arriba. La resina era "de la que los Otomacos hacen las pelotas para jugar" (Bueno, op. cit., 66-67; Alvarado, L., 1953, 134). Es sabido que |Hevea abunda en la región ocupada por los mariquitares (Cunacunuma y otras partes del alto Orinoco), y ellos fueron de los primeros extractores y vendedores del producto en la era industrial (véase adelante).

Humboldt observó varias plantas cauchíferas en el Orinoco, de los Raudales hacia arriba. Una fue el jacto o |Hevea (en Javita-Pimichín), junto con la curbana o curbana | [3] , entre cuyas raíces, ca vando, se extraía la sustancia esponjosa llamada "dapicho" o "zapis", empleada para calafatear embarcaciones y para hacer lapas de botellas (Humboldt, 1942, IV, 121; 183-185; 161-162). Parece que esta era la sustancia empleada para hacer las pelotas sólidas (Stern, 1950, 11; 10-11).

El geógrafo Codazzi incluye el |Hevea entre los vegetales que en la Guayana venezolana viven en el piso situado entre las 200 y las 2.000 varas de altura sobre el mar: "También hay un árbol llamado seringa o caucho, de cuyo tronco estraen los indios gran cantidad de goma que venden a los [habitantes] del Brasil, los cuales la purifican e introducen en los mercados de Europa con el nombre de "goma elástica" (Codazzi, 1841, 102-103). Y a continuación: "En la familia de las euforbiáceas, el yacio (hevea guyanensis) se eleva 34 varas y da también caucho: atribúyese a la mezcla de su jugo lechoso con el árbol curbana la formación del dapitcho, [resina fósil de una especie de |Siphonia, usada en Rionegro para calafatear embarcaciones (Alvarado, op. cit., 161) J, sustancia que sirve para la elaboración del cautcho negro o brea, de que hacen comercio en Rio-Negro y con el cual calafatean las embarcaciones" (Ibid., 103). Del cantón de San Carlos de Rio Negro se enviaba a San José de Marabitanos y a San Gabriel, en el Brasil, "goma elástica". Los indios del Guaviare, Inírida y Guainía sacaban a San Fernando de Atabapo, entre otros productos extractivos, "caucho" (ibid., 621).

Los mariquitares del Cunacunuma, afluente derecho del alto Orinoco, contribuyeron a extraer caucho, cuando empezó la demanda exterior (Spruce, 1908, I, 41I nota; Alvarado, L., 1953, 57). Los años prósperos de la exportación fueron 1854-1855 (Michelena, 1867, 203; 601-602).

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Spruce, quien viajó por el sector en 185?-1854, halló |Hevea en Quirabuena (Casiquiare), y en el camino Pimichín-Javita, aquí de la variedad |lutea, que entonces se empezaba a extraer (Spruce, 1908, I, 391; 451). Al bajar de regreso a Manaos, encontró el 30 de noviembre de 1854 en la boca deI Vaupés, dos personas conocidas, una sacando caucho (Ibid., 493); y en todo el Río Negro de allí abajo se veían humadas de caucheros en tarea, cosa no encontrada en la subida tres años antes (Ibid., 507). En el alto Río Negro y en Casiquiare se extraían de las clases |lutea y |brevifolia (Ibid., 508), hoy identificadas ambas como |H. guianensis Aubl., var. |lutea (Spruce ex Benth.) Ducke & Schultes.

Los datos anteriores demuestran que cuando el francés Augusto Trouchon emprendió en 1864 los ensayos de extracción y beneficio del caucho en el alto Orinoco (Tavera-Acosta, 1954, 211 212; Roncayolo, 1933, 42-43), hacía más de diez años que había empezado la extracción regular. Esta tenía lugar desde el Caura hasta el Casiquiare en 1870 (Wickham, 1872, 24-26; 75; 85, 86; 88-89; 90, 93-97; 98; 115). Una parte del producto salía por el Rio Negro al Amazonas (Ibid., 123, 125, 134).

Según Tavera-Acosta, el "pairo" o "yacio" es |Hevea |guianensis. "Probablemente esta goma es la misma que se explotó en las regiones del Caura hace algunos años, y decimos se explotó, por que los gomeros [ 209 ] que trabajaron en la jurisdicción de aquel río no incidían (incisionaban?) en sus trabaos las |Heveas |guianensis, sino que, derribándolas, no dejaron un solo árbol con vida, agotando así estúpidamente una fuente de riqueza natural a ciencia y paciencia de las autoridades que gobernaban en Ciudad Bolívar para los años de 1905-1907, y no obstante que por fórmula éstas dieron un decreto prohibitivo, que no podía cumplirse, ¡porque esas mismas autoridades tenían parte en las explotaciones! -- El pairo o yacio abunda en las márgenes del alto Orinoco y sólo se distingue del caucho en que sus frutos son más pequeños y en la superficie de su certeza, que es más áspera y rugosa" (Tavera-Acosta, 1954, 3a, 209-210). La extracción del caucho era la actividad económica principal del territorio Amazonas en el primer quinquenio del siglo. En 1860-1862 el francés Agustín Trouchon empezó una explotación en firme (véase atrás la cita de Spruce), "probablemente siguiendo el procedimiento de Strauss en el Brasil". Hé aquí algunos datos estadísticos:

1872-731894-951895-961896-971897-981898-991899-19001900-0l1901-02 (2 meses)1902-03

58. 000 kg..120.000129.000124.00096. 00092. 00080.000152. 797 Unas 2.000 personas.121. 287 Inundaciones del río.

356

1903-04 130.000120.000

(Ibid., 211-212).

Las informaciones sobre caucho en el Orinoco empiezan con Gumilla, quien relata el juego de los otomacos (véase atrás); sigue con Humboldt, que encontró árboles de |Hevea el 21 de abril de 1800 en Maipures; Pedro Volastero, gobernador de la Guayana, en 1832, y Codazzi en 1838. "Es de advertir que los otomacos... vivían en las inmediaciones de las bocas del Apure y Uárico, en donde hasta ahora no se han encontrado Heveas. Probablemente esos indios conseguirían dichas bolas de goma elástica de otras tribus de las regiones del Cauca, del Cuchivero, del Manapiari etc." (Ibid., 212-213). Las estadísticas anteriores se refieren al caucho que se exportaba por Ciudad Bolívar o Angostura.

El decreto que se obedece pero no se cumple a que se refiere Tavera-Acosta, quizá fue dictado por el general Aristides Lellería, gobernador del Estado de Bolívar (Roncayolo, 1933, 151; 152-157).

Por de contado que aquí, como en otras partes de América, la extracción se hacía con mano de obra indígena sometida a los abusos de rigor (Tavera-Acosta, op. cit., 234-235) | [4] .

Bajo el nombre de "jacia" dice Pittier que se encuentran en el Orinoco las especies |H. benthamiana Muell. -Arg.; |H. minor [ |H. microphylla] Hemsl. y |H. rigidifoIia (Benth.) Muell. - Arg.: "De las tres, las dos primeras parecen proporcionar un buen caucho; acerca de la tercera no sabemos nada. Lo más probable es que todas participen en la producción cauchífera del país. Las explotaciones principales están ubicadas en el Río Negro y en todos los afluentes del Orinoco, superior y medio. El caucho de Río Negro sale del país por vía brasiles y no f figura en las estadísticas venezolanas, pero el puerto de exportación de los del Orinoco es Ciudad Bolívar. De unos 55.000 klgs. que se despacharon en 188283, la salida por este mismo puerto se elevó en 1917 a cerca de 185.000 kgs., y es probable que hubiera seguido aumentando a no ser por la baja repentina de su precio. La mayor exportación anual, incluyendo el Río Negro, puede estimarse como en 250.000 klgs." (Pittier, 1926, 262; -----, et al, 1947, II, 75).

 

Guayanas.

Entre 1672 y 1674 un viajero, agente comercial que residió en la Guayana y viajó en el trayecto entre los ríos Berbice y Esequibo, manifiesta que abundaba el caucho, y que si los indígenas no fueran

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tan perezosos para sangrar los árboles, se podría extraer bastante (Berkel, 1942, 79).

En 1842? el botánico Schomburgk vio árboles de |Hevea en el río Aruka, habitado por guaraúnos (Schomburgk, 1922, I, 88 y nota), donde en la actualidad hay plantaciones. Igual cosa obser vó en el río Yawaira, en cuyas márgenes moraban entonces los arecunas (Ibid., 1923, II, 225). Las semillas las usaban los macusis como cebo para pescar (im Thurn, 1883, 238). Este último dato debe referirse a la especie |H. pauciflora (Spruce ex Benth.) Muell. - Arg., var. |coriacea Ducke (Schultes: BML, 1952, XV: 263).

En cuanto a la Guayana francesa, no se ha podido identificar el bejuco, quizá apocináceo, de que se sacaba caucho en la primera mitad del siglo XVIII (Barrere, 1743, 139-141).

En 19 de febrero de 1746 envió Francisco Fresneau, ingeniero que vivía en Cayena, una carta al ministro Maurepas, en la cual le daba cuenta de hallazgos relativos a una leche como la que los portugueses usaban para Jeringas y otras cosas curiosas (La Morinerie, 1893, 54-59; Chasseloup, 1942, 76); pero fue sólo en octubre de 1747 cuando pudo observar los árboles y presenciar la sangría, así como utilizar el látex en varios objetos. Esto ocurrió en el río Mataruni, en una región habitada por indios cusaris (Chasseloup, op. cit., 77; 101-102; 103-105). Fresneau es el primero que dio una representación gráfica, aunque defectuosa, del |Hevea. En 1763 Aublet estudió el árbol con detenimiento, y lo describió bajo el nombre de |H. guianensis (Aublet, 1775, I, 100-102; II, 871873; IV, pl. 335, 39?).

De aquí provienen las primeras noticias conocidas sobre el uso de la semilla del |Hevea (o de algún árbol parecido?) como alimento humano. Es el mismo Fresneau quien las comunica, en su memoria de 1751: "La almendra que produce este árbol, una vez pilada y hervida, da una grasa muy útil a los indios para preparar sus comidas, de acuerdo con informes que ellos me han dado. Además, los loros y guacamayos (aras) así como los cuadrúpedos, comen esta semilla, lo que indica que ella no es malsana" (Chasseloup, 1942, 200; 103-104). En tiempos de Aublet, los galibis y garipones colectaban cuidadosamente las semillas del evé, y las conservaban y comían con avidez. "He sido testigo de? ahínco que ponen en recogerlas, cuando tales árboles se hallaban durante los viajes que yo hacía con ellos. Los imité, y comí muchas almendras sin incomodidad alguna" (Aublet, 1775, II, 873).

Aunque en general las semillas de las Euforbiáceas son tóxicas o al menos drásticas, esto no fue óbice para que algunos pueblos primitivos del área orinoquico-amazónica las aprovecharan, tostándolas o sometiéndolas a algún manipuleo para eliminar los principios dañinos. Así ocurre con las del " cunurí" ( |Cunuría spp.),

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afín de |Hevea (Schultes: BML, 1947, 15: 343-344). En otro lugar (véase numeral 198), se explicó que el principio activo está por lo general localizado en el germen (Font Quer, 1962, cxxxvii).

En la parte occidental de la Amazonia, puercos de monte y otros animales merodean al pie de los árboles de |Hevea por comer las semillas que caen; detrás de esos vienen los predatores (Seibert, 1947, 284 nota). Inclusive se ha sugerido que el uso del |Hevea por la semilla comestible pudo haber precedido al del látex entre los pueblos indígenas (Anderson, 1952, 130). Pero las tribus del pie de la Cordillera andina, donde es endémico el género |Caryodendron, que produce una almendra comestible de primer orden, quizá no necesitaron depender de la de |Hevea para alimento, como no fuera en épocas de penuria (Polhamus, 1962, 80).

 

Cuenca amazónica.

Se admite que la dispersión geográfica del género |Hevea llega hasta el pie de los Andes. Ducke da como puntos extremos hacia el occidente, el pongo de Menseriche, en el Marañón, y el cerro de Canchahuaya, cerca al Ucayali (Ducke, 1939, 6; NYBG: A. F. Skutch 4980. 1940. Cerca Borja, río Marañón. Loreto. Al margen de riachuelo, entre colinas de calcáreo). La especie que avanza más en este sentido, y que también sube a la mayor altura sobre el mar (unos 1.500 metros), sobre todo al sur del Marañón, es |H. guianensis, var. |lutea (Seibert, 1947, 309; -----, N° 2370, NYBG: Satipo, Parachutali (Junín): "jebe débil fino"; 800 metros, en colinas). Pero a pesar del trabajo de botánicos y exploradores en los últimos 20 años, todavía faltan elementos para hacer un mapa exacto en este sector (Ibid., 309-311). En territorio colombiano, la dispersión natural reconocida hasta ahora, se extiende por el Caquetá más o menos hacia la altura de Araracuara, y por el Putumayo hasta Caucaya o Puerto Leguízamo (Schultes: BML, 1945, 12-15). Sin embargo, parece que se han hecho colecciones botánicas entre Caucaya y Puerto Ospina (Schultes: comunicación verbal).

En cuanto a las especies predominantes en el piedemonte andino, entre el Caquetá y el Marañón, parecen ser |H. guíanensís típica y su variedad |lutea, en los terrenos más altos, y |H. benthamíana. Otras especies se hallan en pequeños manchones, especialmente en la propia planicie ribereña y subribereña del Amazonas, con particularidad en las vecindades del sector Iquitos-Leticia.

A principios del presente siglo, cuando se iniciaba la explotación en grande del caucho de esta parte de la cuenca amazónica, un viajero observó que había siringa en el Caquetá medio, entre Angostura y Charucangui, lo mismo que en la parte baja del Orteguaza, afluente de aquél (Rocha, J., 1905, 60). Sobre el Putumayo, se hallaba aguas

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arriba hasta Puerto Guineo. El observador creía que el Hevea de estas áreas era más pobre que el de los terrenos más bajos, inundables (Ibid., loc. cit.), cosa que aparentemente resultó cierta, pues el producto de esta región se conoció después en el mercado bajo el nombre de "rabos del Putumayo". Lo único que justificaba la extracción era la abundancia de siringales, y sobre todo, la baratura de la explotación, supuesto que se hacía a base del trabajo esclavo de los indígenas (Hispano, 1913? 308-309).

En el numeral anterior, al hablar de |Castilla en el sector Putumayo-Marañón, se advirtió que los datos de mediados del siglo XVIII suministrados, así por misioneros de diversas órdenes, como por La Condamine, tanto se pueden atribuir a |Hevea, como a |Castilla, |Sapium, Couma o |Brosimum, de acuerdo con el uso particular que se le diera a una resina elástica del área. Por lo menos es muy difícil separar las referencias para los dos géneros primeramente mencionados.

Sin embargo, varios indicios llevan a creer que en la parte más occidental, o sea en el piedemonte, el uso del |Castilla por el látex precedió al de |Hevea. Por lo menos cuando empezó la extrac

ción en grande, para los métodos y sistemas de trabajo de la época, era más ventajoso el primero, y sólo cuando sobrevino el agotamiento de los árboles por el sistema de derribarlos, se tornó la atención hacia el |Hevea (Polhamus, 1962, 22; 263-254).

Además, aunque desde temprana época hay constancia de migraciones tupís por el Amazonas arriba, la gran nación de los omaguas o cambebas ocupó hasta principios del siglo XVIII sólo el territorio comprendido entre el Río Negro y un poco arriba del Putumayo. Los cocamas entre quienes los misioneros jesuitas y La Condamine conocieron la resina elástica, habían sido conducidos de más abajo para sustraerlos a las expediciones esclavistas de los al misionero carmelita? P. Manuel da Esperanza (Hispano, 1913? 315), que vivió entre los cambebas.

Aunque se admite que la primera noticia difundida en Europa sobre el caucho se debe a La Condamine, conviene rastrear los antecedentes de su información. El mismo confiesa que por ir de preferencia ocupado en observaciones astronómicas, no pudo dedicar mucha atención al asunto del caucho, puesto que su compañero de viaje, el ecuatoriano Pedro Vicente Maldonado, se encargó de tomar los datos pertinentes. Este quizá no alcanzó a elaborarlos, pues murió en Londres poco tiempo después de llegar a Europa (La Condamine, 1751, 188, 189; 208-210; Chasseloup, 1942, 95-96). Por la premura de su viaje desde Borja hacia abajo, La Condamine no vio el árbol; tampoco se sabe si su compañero Maldonado tuvo oportunidad de verlo en La Laguna, de manera que todos los datos eran sobre la resina.

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La Condamine estuvo en Borja durante los días 12 a 14 de julio de 1743, como huésped del misionero jesuita Juan Magnin, de quien declara haber recibido muchas Informaciones (La Conda mine, 1778, 42-44; 56). Magnin tenía listo desde 1740 un mapa de la región amazónica, con datos geográficos e informaciones sobre toda la Audiencia de Quito. Acompañó al científico francés desde Borja hasta La Laguna, durante los días 14 a 19 de julio, a encontrarse con Pedro Vicente Maldonado quien, habiendo bajado por el Pastaza, lo esperaba en La Laguna hacía seis semanas (Ibid., 1778, 57-58; -----, 1751, 180, 188). En la Laguna demora hasta el 23, cuando, acompañado de Maldonado, emprende la bajada del Amazonas hasta Belem. Las observaciones sobre la resina del caucho debieron hacerse en San Joaquín de los Omaguas, en los días 17 a 19 de julio (Ibid., 1778, 68-69). Hay una diferencia de diez días en los datos del "Diario" respecto a las de la "Relación".

Como La Condamine confiesa haber consultado el mapa y las notas que desde 1740 tenía listas el P. Magnin, cabe suponer que de allí tomó lo referente al caucho, así como otros datos relativos a usos de los omaguas, a que se refiere de paso en su Diario (La Condamine, 1751, 189). Es sospechoso que conserve el mismo orden de la exposición, hablando primero del floripondio y del curupá y luego del caucho, tal como ocurre en la "Breve descripción" de Magnin (La Condamine, 1778, 70-71; Magnin: RI, 1940, I, 165).

Cuando Magnin se refiere al curupá ( |Anadenanthera), cuyas semillas pulverizadas usaban los omaguas como narcótico, absorbiendo el polvo por las fosas nasales mediante el tubo ahorquilla do usado por otras tribus para el tabaco (véase capítulo XVII, tabaco), da informaciones complementarias sobre el caucho. He aquí en doble columna los dos textos:

Magnin (1740) "Suelen aún con Tapotaranas (especie de vexigas, de cauchu q. aplastadas. se vuelben de por sí, por lo elástico del cauchu, a su primera figura) desleída la curupa con un poco de agua, y sorbida de la Tapotarana echársela como ayudo por abaxo para el mismo effeto de coxer nuevos brios. Usan lo mismo en sus combites, echándole por política a cada uno su Tapotarana" (Magnin: RI, 1940, I, 165). En otro lugar simplemente menciona el "cauchu" entre los productos de la región (Ibid., 171).

La Condamine(1747): "La resina llamada cahuchu (pronúnciese cahout-chou} en las regiones de la provincia de Quito vecinas al mar, es también muy conocida en las márgenes del Marañón, y sirve para los mismos usos. Cuando está fresca, se le da en moldes la forma que se quiera; es impenetrable a la lluvia. Pero lo que la hace más notable es su gran elasticidad. Se hacen botellas irrompibles; bolas huecas que se aplastan cuando se las oprime, y que cuando se sueltan, recuperan su primera f figura. Los portugueses del Pará han aprendido de los omaguas a hacer bombas o jeringas que no necesitan pistón. Tienen la forma de peras huecas, con un agujero en el extremo, donde ellos adaptan una cánula. Se las

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llena de agua, y apretándolas, producen el efecto de una jeringa ordinaria. Este adminículo es muy usado entre los omaguas. Cuando se reúnen para alguna f Testa, el dueño de la casa no omite ofrecer una jeringa a cada uno de sus convidados, y su uso precede entre ellos a las comidas de ceremonia" (La Condamine, op. cit., 76-77).

Más elaborada y elegante la relación del académico francés; pero ni un solo dato falta en la breve de Magnin.

Quizá La Condamine no conoció el informe de Maroni, donde están los datos sobre el caucho que se han transcrito al hablar de |Castilla. Este autor da a entender que las jeringas o tapotaranas | [5] se hacían ya de caucho, ya de siringa; mientras que Magnin y La Condamine omiten toda referencia al árbol de donde procedía el látex. Este último compara la sustancia con la que se obtenía en la costa de Esmeraldas, cuyo árbol tampoco vio. El nombre "caucho" para una resina elástica estaba difundido, como resulta del dato relativo a los Yumbos o provincia al occidente de Quito, de Rodríguez Docampo (1650), y por este pasa] e de Cobo, contemporáneo deI anterior: "En este reino del Perú llaman "Cauchuc" a un licor resinoso que en la Nueva España llaman “Ule”..."; describiendo a continuación éste con caracteres inconfundibles como |Castilla (Cobo, 1891, II, 86-87; 1956, I, 268-269).

Datos semejantes a los de Maroni, Magnin y La Condamine dan otros jesuítas (Veigl: Murr, 1785, 176-178; -----, 1788, I (XVI), 159-160; 1789, II (XVII), 49). En 1768, entre los expulsos de Maynas

venía el P. Plidendolfer, a quien se le consiguieron "dos taputaranas o jeringas de cáuchuc leche de árbol, que se encargó, las cuales servían para darse a sí mismo las ayudas; porque eran como vejigas, que con virtud elástica, se abrían, entrando el aire por un pequeño vitoque" (Uriarte, 1952, II, 134).

No se podrían entender bien los pasa] es transcritos, sin tener en cuenta que para las tribus amazónicas del pie de los Andes ecuatoriales, el cuerpo debe descargarse frecuentemente y eliminar los restos de la comida del día anterior, cosa que unos hacen de la manera dicha, y otros tomando diariamente, en ayunas, bebidas eméticas, como la guayusa de que se trató en el numeral 202. El uso de jeringas ("nangu") para inyectar narcóticos disueltos, como el |Datura, perdura entre los achuares del Pastaza, que en la fiesta de los niños les echan por vía rectal el líquido que no alcanzan a beberse.

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Como cánula sirve el pecíolo hueco de la hoja de zanahoria (Karsten, 1935, 241). En la provincia de Huánuco, en la segunda mitad del siglo XVIII, los indígenas ya aculturados usaban como trasto lavativero, una vejiga de vaca con cañoncito de carrizo o cañabrava (Ruiz, 1952, I, 346).

Los informes de La Condamine, que fueron los que circularon en Europa y América a mediados del siglo XVIII, pues los de los jesuítas se publicaron mucho después o nunca, son repetidos por otros viajeros, esta vez portugueses, y con referencia a los cambebas u omaguas del Solimoes. Así, Monteiro de Noronha: "(resina) da Xeringa, cuja elasticidade, e usos, sâo bem notorios" (Noronha, 1768, 8), y Sampaio: "Dos Cambebas aprenderâo as mais naçôes, e igualmente os do Pará, a fabricarem a celebre gomma, ou resina elastica, chamada vulgarmente leite de seringa, porque daquella gomma se fazem; e tambem outras obras como botas, sapatos, chapéos, vestidos &c., que tudo he impenetravel a agua" (Ribeiro de Sampaio, 1825, 73). Este último viajero observó en la parte baja del Yapurá o Caquetá, que los indígenas locales tenían tambores de señales parecidos a los descritos por Ordóñez de Ceballos, Heriarte, Serra y otros autores, y que los tocaban con unos mazos "cujas cabeças sâo conglutinadas de resina elastica, ou de seringa, de que ja fallamos..." (Ibid., 77-78, 78).

La impermeabilización de telas era práctica conocida durante la época de las misiones jesuíticas (Veigl, loc. cit.). En Omaguas se hicieron en 1755 fuelles de lona encauchada para una fragua (Uriarte, 1952, 11, 188).

La artesanía del caucho parece haberse originado en Belem del Pará, de donde se llevaban objetos varios a otros lugares. Algunos vio Fresneau en Cayena en el perído 1746-1749 (Chasseloup, 1942, 76; 96). Seguramente a esta época se refiere un historiador de la agricultura brasileña cuando habla de "tiempos antiguos" (Amaral, 1940, 11, 458-459).

Con la expulsión de los jesuítas de las misiones de Mainas en 1767, que se hizo efectiva un año después, las informaciones sobre el área al pie de los Andes escasearon. Prácticamente se abandonó la intervención administrativa, íntimamente asociada con la misional. Luego sobrevinieron las guerras de independencia de los países andinos y la consolidación de las naciones actuales. Así, sólo a mediados del siglo XIX se intentó la reocupación de los territorios amazónicos.

Entonces es cuando empieza también la extracción del caucho con fines, ya no de mera artesanía local modesta, sino para exportar a Europa y a los Estados Unidos. Este proceso está íntima mente asociado a los descubrimientos tecnológicos, que convirtieron el caucho en base de una gran industria. El más importante de esos

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descubrimientos fue la vulcanización, sobre cuyos autores y orígenes se ha discutido mucho, pues la prioridad se la disputan varios químicos (1843-1844). Al diversificarse los usos industriales del caucho, se incrementó también la extracción, proceso que arrancó con ímpetu incontenible desde 1853, año en que el Brasil abrió el Amazonas a la navegación universal (Hispano, 1913? 316). Cuando los científicos ingleses Wallace, Spruce y Bates recorrieron el gran río, durante los años 1848-1852 el primero; entre 1849-1856 el segundo, y de 1848-1859 el tercero, fueron testigos del súbito aumento de la extracción.

El ritmo en el alto Amazonas fue mucho más lento. Cuando el diplomático venezolano Michelena remontó el Amazonas hasta Nauta (Ucayali) en 1856, el caucho no figura entre los artículos transportados en los buques que entre uno y tres años antes habían empezado a recorrer el gran río (Michelena, 1867, 503-526; Bates, 1962, 185-187; 309). Acababa de pasar la racha favorable del caucho en 1854-1855, y había sobrevenido la depresión dolos precios. Todos los productos extractivos, que eran los únicos que figuraban en el comercio, se obtenían merced al trabajo esclavo de los indígenas, cazados y vendidos como en los tiempos coloniales (Michelena, op. cit., 203-204).

Discrepan los autores sobre la fecha en que empezó a explotarse el caucho en el sector peruano del alto Amazonas. Según unos, el primer cargamento, quizá de caucho |Castilla, bajó por el Amazonas en 1853, y constaba de 3.591 kg. (Zegarra, 1945, 27). No se indícala procedencia. Otros creen que esto sólo empezó en 1862 (Romero, 1949, 418); o en 1882 (Molina, 1906, 41) en Loreto, o en 1883 (Zegarra, op. cit., 58).

La explotación cauchera peruana se ha calificado como industria "meteórica" y "episodio dramatico" de la historia economica (Romero, op. cit., 418-421). Sobre los métodos de explotación del caucho por peruanos se han publicado muchas obras. No entra en los lineamientos de esta hacer una evaluación del asunto, y por tratarse de la extracción de un recurso natural a base de mano de obra indígena, se estudiará en conjunto en otro trabajo en preparación.

 

Bolivia.

La primera concesión para explotar caucho en territorio boliviano se hizo por el gobierno en 1863 (Peñaloza, 1953, I, 312-313). El primer cargamento de esa procedencia parece haber salido al mercado en 1865 (Zegarra, op. cit., 27; 28; 61; Peñaloza, 1954, II, 196).

En 1871 empezó la extracción en el río Beni; en 1882 bajó el primer cargamento de consideración por ese río hasta el Madeira. Durante el

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período 1874-1882, el Brasil percibió los derechos, y los del Acre hasta 1898, por incuria de los gobiernos de Bolivia (Anónimo, 1903, 361-363).

La primera reglamentación oficial se hizo en 1883, ampliada en 1895. Por ella se adoptó el sistema de "estradas" o sea agrupaciones de 150 árboles, para los fines de concesión de bal díos (Peñaloza, II, 313; 314-315). Los métodos empleados fueron los mismos que en el resto del área amazónica: trabajo compulsivo del indígena; toda suerte de depredaciones, cohechos, desgobierno y concusión aun por los más altos funcionarios; y segregación territorial (Gandía, 1935, 192, 197-205; 201, 207; Peñaloza, II, 194-207).

 

Tentativas de cultivo.

En obras especializadas, el lector podrá encontrar el proceso de transformación del caucho de planta silvestre en cultivada. Baste decir que ello empezó en 1876, con la colección de semillas en el Brasil por Cross y Wickham; que a mediados del año siguiente llegaron a Ceilán los primeros arbolitos; que en 1900 entraron al mercado mundial las primeras cuatro toneladas de caucho de plantación, y que en 1912 la producción del caucho cultivado se equiparó con la del extractivo (Polhamus, 1962, 25-28; Chasseloup, 1942, 9).

En América, el cultivo ha sido mucho más tardío que en Asia. En 1958 había en todo el hemisferio 37.125 acres plantados, de los cuales 12.875 en el Brasil (Polhamus, op. cit., 32).

Dos etapas pueden distinguirse en este proceso. La anterior a 1941, en que empresas particulares o estatales, especialmente en Brasil, Guayana y Costa Rica, hicieron tentativas de cultivo con resultados poco alentadores; y la posterior a ese año, cuando el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos coordinó programas con varios países para el establecimiento de núcleos de propagación o plantaciones de ensayo, y distribuyó material de propagación sexual o clonal. No se ha hecho, transcurrido un cuarto de siglo, una evaluación de resultados, aunque parece que no son muy alentadores, especialmente por la discontinuidad de programas. Se firmaron acuerdos con Brasil, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, Haití, Honduras, Méjico, Nicaragua, Panamá y Perú (Phelps, 1957, 66 nota).

Hé aquí un resumen por países:

 

Belice.

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Por superproducción en las colonias británicas del Asia, no hubo mucho interés de propiciar cultivos aquí. Hacia 1900 se hicieron unas pocas plantaciones con semilla quizá traída de Sin gapur. Algunos árboles crecían en 1910 en el Jardín Botánico de la capital (Hilton, 1955, 300). Hubo programa cooperativo con Estados Unidos (Phelps, 1957, 66).

 

Nicaragua.

En 1901 se plantaron en Cukra, cerca de Pearl Lagoon, donde había una plantación de caucho Costilla, semillas traídas del Oriente. En 1906 un huracán arrasó el cultivo. Cuando en 1923 un comisionado del Ministerio de Comercio de Estados Unidos visitó el lugar, colectó semillas en unos pocos ejemplares sobrevivientes. En 1941, en la segunda etapa, se inició un nuevo proyecto en El Recreo, aguas arriba del río Escondido, donde se plantaron unas 500.000 semillas para propagación y distribución (Hilton, op. cit., 304). No hay datos posteriores.

 

Costa Rica.

En 1914 se estableció en Turrialba un pequeño cultivo. En 1926 la United Fruit Company tenía plantados 300 acres en la finca "Luisiana", de la región del Cairo, costa atlántica; la semi lla había sido traída de Malaya. Esta plantación fue abandonada, y en 1936 la Goodyear asumió el control; pero había ataque de la enfermedad de la hoja. En 1938 se injertaron los árboles con copas de material resistente. Para 1941-1943 había hasta 1.500 acres plantados. Posteriormente se hicieron otros ensayos en la región de Los Diamantes (Hilton, op. cit., 300-301; Polhamus, op. cit., 83). Recientemente se ha sugerido que se ejecute un programa internacional para probar en América material susceptible a Dothidela, o sea los clones orientales de alto rendimiento; se considera que Turrialba reúne condiciones ideales para esto (Baptiste: Proceedings, 1961, 443, 444; 430-445).

 

Panamá.

A los Jardines Experimentales de Summit, en la Zona del Carnal, se introdujeron desde 1924 (CZG, 1924, 5; -----, 1926, 14-15;-----, 1928, 37-38; -----, 1930, 26; ------, 1935, 9-12, 50-51;----- 1937, 13), semillas de |Hevea de Trinidad, Amazonas, Costa Rica, Bolivia y Nicaragua (Hilton, op. cit., 304). En 1935 la Goodyear hizo en la región de Gatún la plantación "All Weather State", que debió ser abandonada en 1943

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por ataque de la enfermedad de la hoja. En 1943 fue transferida al Instituto de Ciencias Agrícolas de Turrialba para fines experimentales (Hilton, op. cit., 305; Polhamus, op. cit., 82-83). En Divisa se hizo en 1947 un ensayo de doble injerto (Hilton, loc. cit.).

 

Trinidad.

Como colonia inglesa, aquí tampoco se estimuló el cultivo del caucho en grande. Hacia 1891 se habían introducido semillas desde Demerara. En un principio fue escasa la fructificación, y como simultáneamente se había fomentado el cultivo de |Castilla, ésta se consideraba superior. Poco a poco fue aumentando el interés por |Hevea, sobre todo cuando se difundieron las noticias de la producción en Ceilán (Hart, 1891, 20; -----, 1895, 7; -----, 1898, 8, 14-15; -----, 1902, 6-7; -----, 1906, 12; -----, 1907, 14-15; -----, 1908, 13). De las plantaciones que se hicieron entonces, sólo quedaba una en 1923, en la parte oriental de la isla (Hilton, op. cit., 305-306).

 

Guayana.

Con la f fiebre couch era, la Sterling Debenture Corporation de Nueva York promovió en 1911 el establecimiento de plantaciones de |Hevea. En los "Hills" de la confluencia del Esequibo y el Mazaruni se plantaron ese año varias decenas de miles de arbolitos, procedentes de semillas y tocones introducidos de Ceilán, por intermedio del Departamento de Agricultura de la Guayana (Bartica Company, 1912). Esta y quizá otras tentativas, resultaron en fracasos, especialmente por la intensidad del ataque de la |Dothidela (Hilton, op. cit., 299; 307-308).

También en Marabuna, boca del Orinoco, se plantaron unos ejemplares (Swan, 1957, 192).

 

Surinam.

Se hicieron ensayos como en otras partes, desde principios del siglo actual. Para 1920 la producción se orientaba hacia otros productos, como cacao, café, azúcar y banano (Hilton, op. cit., 301). Hay que tener en cuenta que a Holanda, con grandes intereses caucheros en Sumatra, quizá no le convenía estimular cultivos de |Hevea en Surinam.

 

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Colombia.

Desde fines del siglo XIX y principios del actual, parece que se eron algunas tentativas en el Putumayo y el Caquetá por colonos colombianos para cultivar caucho. Por lo menos consta que en "La Sofía", en el Putumayo, frente a Guepí, había algunos plantados en 1911 (Hardenburg, 1913?, 94, 95).

En la cuenca del Napo había algunos "sitios", con cultivos surtidos cerca a varias estradas de siringa (Rocha, J., 1905, 141). Quizá no se trataba de plantaciones en regla, sino de árboles protegidos.

El general Rafael Uribe Uribe escribió un trabajo "Cultivo del caucho Hevea", que apareció en el tomo II de AGRONOMIA y ZOOTECNIA. Trabaos de la IX Sección. Vol. XVI de los "Trabaos del Cuarto Congreso Científico (1o. Panamericano), celebrado en Santiago de Chile (25 de diciembre de 1908-5 de enero de 1909). Santiago de Chile. Imprenta, litografía y encuadernación Barcelona. 1912. Pp. 208-248.

Otras instrucciones, tomadas de Henri Jumelle, publicó en Medellín el científico antioqueño Andrés Posada (Posada Arango, 1909, 215-216).

Fuera del área amazónica, la plantación artificial más antigua de |Hevea en Colombia, es una del río Mira, margen derecha, poco abajo del caserío de Candelillas, de acuerdo con esta infor mación: "Hacienda "La Victoria". Es de propiedad del señor Jorge Knudson. Fue fundada por el súbdito inglés Thomas Reynolds, durante el período comprendido entre la terminación de la guerra de los mil días y el año de 1910. Consta principalmente de ganadería, y de una plantación de |Hevea brasiliensis (?), tal vez la canica que existe en todo el litoral colombiano [occidental]. Se calcula que existen aún unos 2.500 árboles; muchos han muerto, por causas no conocidas. Durante el pasado conflicto [II guerra mundial], se extrajo de allí caucho en grandes cantidades. La compra será suspendida por la Caja Agraria en junio próximo. Los ejemplares de |Hevea de "La Victoria", aún en estado de abandono y descuido, demuestran lc factible que es el establecimiento de este cultivo en el litoral. Las semillas que caen al suelo son aprovechadas como alimento por los cerdos en soltura; a causa de su riqueza en aceite" (Patiño, 1948 (Mem., 1947), 43).

Durante la segunda guerra mundial; una vez que los japoneses se apoderaron de las plantaciones de Malaya e Indonesia, la demanda de caucho por parte de los Estados Unidos ocasionó la destrucción de millares de árboles cauchíferas en América equinoccial, por el exceso de sangría y por otros brutales métodos de extracción, propiciados por la urgente demanda y los altos precios del producto. Este daño fue especialmente severo en la costa occidental de Colombia y en el Chocó, y afectó de modo particular al caucho |Castilla.

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La destrucción fue parcialmente compensada por el mejor conocimiento de las especies cauchíferas en general y de sus áreas de dispersión; por la investigación científica en grande es cala sobre el género |Hevea, que reveló el hecho de que la Amazonia colombiana y sectores aledaños es la región donde se encuentra el mayor número de especies (Schultes: BML, 1945, 12: 1-19 y lám. I-VI); y --sobre todo --por las primeras tentativas seria hechas al norte del Amazonas para el cultivo técnico a base de clones mejorados.

El 27 de diciembre de 1940 el ministro de la economía nacional de Colombia firmó un acuerdo con la Oficina de Plantas Industriales (Bureau of Plant Industry), Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, sobre un reconocimiento pre vio por expertos, sobre flora, suelos, enfermedades y posibilidades de producción comercial de caucho, con miras a localizar zonas aptas para el cultivo. El 28 de abril siguiente se f firmó un nuevo acuerdo sobre trabajo cooperativo en ese ramo (Rands et al, 1955, 36).

A 12 de junio de 1942 el botánico fosé Cuatrecasas sometió a la consideración del gerente de la Caja de Crédito Agrario, Industrial y Minero, doctor Vicente Garcés Navas, un proyecto para un estudio de plantas cauchíferas, cuyos objetivos consistían en: "Determinación botánica de todas las especies productoras de cauchos y gomas en los territorios de la República -Extracción de muestras de cauchos y gomas correspondientes a cada una de las especies representadas - Estudio de la distribución de cada especie botánica en todas las regiones cauchíferas: ambiente, terrenos, plantas asociadas - A ser posible, estudio de la cantidad y volumen de cada especie, en colaboración con un técnico forestal especializado en el cálculo de masas arbóreas - Indicación de las posibilidades y facilidades de extracción y producción de cada región y zona - Asesoramiento sobre la posibilidad y conveniencia del cultivo de determinadas especies - Levantamiento del mapa de distribución, cualitativa y cuantitativa, de las especies cauchíferas espontáneas en toda la república - Aprovechamiento de las circunstancias de cada viaje para tomar muestras de todas las maderas de las selvas con objeto de determinar luego sus cualidades" (Cuatrecasas, 1942, proy. inéd.). Aunque aceptado en principio y ligeramente reformado, no se ejecutó.

El 28 de junio de 1943 se firmó un nuevo compromiso por medio del cual la Caja Agraria se sumó al programa cooperativo internacional, y asumió la representación del gobierno colombia no para la financiación y ejecución del acuerdo de 28 de abril de 1941. Los trabajos de propagación y observación fueron localizados en varios puntos del Urabá, desde Turbo hasta Villa Arteaga; pero sólo en los dos mencionados se perseveró en mantener viveros y plantaciones de ensayo.

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Una de las primeras dificultades fue la aparición de la enfermedad de la hoja. Desde los primeros viajes del doctor Hans Sorensen --uno de los expertos encargados del reconocimiento --por el trapecio amazónico en 1942, había notado cerca de Leticia ejemplares de |Hevea libres de anublo, y llamó la atención sobre el valor potencial de ese carácter. Las subsiguientes investigaciones de varios botánicos, entre ellos Richard E. Schultes, permitieron sentar las bases para comprobar la resistencia de ese tipo local, y organizar la colección de semillas de la var. |subconcolor, que fueron enviadas de Leticia a Villa Arteaga y a Turbo el 23 de marzo de 1945 (Rands, 1955, 36-37; Schultes, Aprov., 1946, 31-42).

A mediados de 1943 empezaron de lleno los trabajos en Villa Arteaga, que fueron continuados en los años subsiguientes, con los altibajos que han sido secuela de las anormales condiciones de la vida colombiana a partir de 1949. El día en que el autor visitó la cauchera de Villa Arteaga, 30 de junio de 1945, se empezaba el trasplante de clones de vivero a sitio definitivo; había entonces 15.000 injertados (Patino, 1945, inf. inédito). Entre 1947 y 1953 se habían plantado 318 hectáreas con 115.087 árboles de |Hevea. Se esperaba que para 1954 unos 30.000 de ellos estarían listos para entrar en producción (Rands et al, 1955, 38-39; Hilton, op. cit., 300).

La Estación Agrícola de Palmira actuó también en este programa cooperativo. Las primeras 3.000 semillas de |H. brasiliensis procedentes de Belem del Pará y de Summit, Zona del Canal, se recibieron y sembraron en marzo, abril y septiembre de 1941. En febrero de 1942 se recibieron de Tela, Honduras, y se injertaron los clones GV-17, GV-21, GA-42 y GA-49. En septiembre y octubre de 1944 se injertaron yemas de GV-21, GV-42, GA-49 y T-3; y en noviembre 18 y diciembre 7 de 1948, esos clones mejorados se injertaron (de copa?) con |H. benthamiana 4542 y Tj-1. De julio I8 a agosto 5 de 1949 se inj ertaron, sobre GV-21, GV-42 y GA-49, yemas de GT-711 y GV-31. Los clones |benthamiana 4542, Tj-1, GT-711 y GV31, fueron enviados por la Estación Cauchera de Marcfranc, Haití (Ramos Núñez, carta, dic. 12, 1956). De este material, se conservan dos lotes, con poco más de una hectárea; pero nunca se hicieron ensayos de sangría, ni observaciones de otro tipo. El clima de Palmera es demasiado seco para |Hevea.

Uno de los principales objetivos de la Estación Agroforestal del Pacífico, fundada en 1945 por la Secretaría de Agricultura del Valle cerca a Buenaventura, era el estudio de plantas cauchíferas. El fundador de esa institución hizo un viaje a los viveros de Turbo (El Cuna y El Tres) y de Villa Arteaga, en junio de 1945 para obtener información (Patiño, 1946, Present., 130).

En diciembre de 1945 se recibieron en el Calima los primeros 500 patrones de |H. brasiliensis, var. |subconcolor, y otro lote de 500 en enero de 1946, ambos desde Villa Arteaga. El 20 de marzo de 1946 se

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recibieron 200 kilogramos de semilla procedente de Leticia; el trasplante de los semillones a vivero se hizo en mayo y junio de ese año. Entre el 15 y el 17 de diciembre de 1946 se injertaron los primeros clones rendidores de GV-21, GV-42, GA-49 y T-3, procedentes de Palmira. De agosto en adelante se inició una pequeña plantación experimental (Patiño, 1947, Mem. Bian., 11-12).

En junio de 1947 se hizo una nueva injertada de los mismos clones anotados arriba. El 6 de julio se inj ertaron yemas de F-211, F-409, F-11620, FB-54 y F-11707; éste último se perdió en su tota lidad, y de los demás quedaron pocos ejemplares. En 30-31 de diciembre de 1947 y enero 1 ° y 2 de 1948 se inj ertaron F-211, F-409, F-1620, F-3333, F-1619, F-1717, F-639$, F-3363, FB-54 y Man-22. Ambos lotes procedían de Villa Arteaga.

La primera plantación de una hectárea, con cinco distintos clones de alto rendimiento, intercalados con semillones de |subconcolor, se hizo entre el 25 y el 27 de junio de 1947 (Patiño, 1948 (Mem. 1947), 16-17). A f enes de 1949 se hizo una planeación industrial de 1.097 ejemplares (Patiño, 1950, 66-67). Permaneció casi abandonada durante 18 años, y sólo en 1964 se hicieron los primeros ensayos de sangría, con resultados alentadores.

 

Ecuador.

En 1923 había en Tenguel, cerca de Balao, 550 árboles de Revea, en una hacienda de la United Fruit Company (Hilton, op. cit., 301). A1 establecerse la Estación Experimental de Pichilingue, cerca de Quevedo, en 1943, se hizo allí un cultivo con semilla traída de Honduras (Ibid., 302).

Recientemente se han establecido viveros para propagar material procedente de Guatemala, en varios lugares cercanos a Santo Domingo de los Colorados.

 

Perú.

También a principios del siglo actual se dictaron providencias para estimular la siembra de caucho, con el usual expediente de ofrecer primas en dinero por árbol plantado. Se hicieron pe queños ensayos en Samaria (Marañón) y en Puerto Maldonado (Madre de Dios); pero el asunto no pasó a mayores y el dinero se invirtió en otra cosa (Gargurevich, 1944, 31). La Harvey Firestone ensayó entre 1925 y 1935 hacer cultivos en Liberia, introduciendo varios tipos; pero no pudo luchar contra la competencia del consorcio anglo-holandés (Ibid., 38-40).

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Al establecerse en 1941 la Estación Experimental de Tingo María en el Huallaga, se hicieron plantaciones allí y en Oromina. Dicha Estación se convirtió en centro para la multiplicación y dis tribución de clones resistentes a la Dothidela, procedentes de Costa Rica, Honduras, Haití, Belem del Pará. En 1950 se estableció la Corporación Peruana del Amazonas, que hizo plantaciones en Yurac, Yurimaguas, y Fondo Iberia, en Madre de Dios (Hilton, op. cit., 305).

 

216 -- |Manihot glaziovii Muell. - Arg.. |Manihot spp..

Maniçoba, manizoba. Caucho de Ceará.

Originario de la parte oriental semiárida del Brasil, se difundió en el siglo XIX como especie apta para ser cultivada en climas secos, donde otras especies cauchíferas no pueden prospe rar, pese a que en rendimiento no puede compararse con |Castilla o con |Hevea.

Robert Cross, el primero que obtuvo semillas de |Hevea en el bajo Amazonas con destino a la India, fue también comisionado por los ingleses para sacar las de manizoba. Cross viajó de Belem del Pará a Ceará el 17 de octubre de 1876, en el mismo barco en que salieron las semillas de |Hevea para Inglaterra. En las vecindades de la población de Maracanahú obtuvo Cross unas 60 plantas de las cuales llegaron a Inglaterra 42 mudas y 700 semillas. Cross desembarcó con el material en Liverpool el 22 de noviembre del mencionado año. En octubre de 1877 llegaron a Ceilán y fueron plantadas en los jardines Botánicos de Paradeniya y Henaratgode. De allí se dispersó la especie en corto tiempo a Calcuta, Madrds, Burma y los distritos de Ceilán, para ensayos (Markham, 1880, 460-462).

En otras áreas, donde más se plantó una o varias de estas especies cauchíferas fue en Africa Oriental Alemana e Inglesa: en 1912 había allí 112.000 acres plantados (Polhamus, 1962, 33; 265-266). Otro centro de plantación fue Hawaii (Ibid., 51-52).

En América equinoccial se hicieron también ensayos de cultivo, durante la época del auge cauchero. Una plantación existió en Chaparral, de Ignacio y Simón de La Torre, de donde se llevó una muestra a la Exposición Agrícola e Industrial de Bogotá de 1907 (Vesga y Avila, 1907, 132-133). La hacienda se llamaba "La Barrigona", y las semillas habían sido introducidas de Ceilán (Pearson, 1906, 259).

De aquí había procedido la semilla para otra plantación hecha a principios del siglo actual en "La Carolina", una finca situada en el extremo noroccidental del golfo de Urabá, en los lí mites con Panamá, administrada en 1906 por Luis M. Santamaría (Pearson, op. cit., 258-259).

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En su estudio sobre los cauchos, dice Posada Arango a principios del siglo cursante, que por la facilidad de darse en climas secos, la manizoba se había introducido en Ceilán, Madagascar, Java, Zanzíbar, Jamaica y otros lugares, aunque su rendimiento era bajo, de media libra por pie por año. "Sin embargo, tenemos noticia de que algunos compatriotas nuestros tratan de establecer, en el Departamentc del Tolima, y en Cundinamarca, plantaciones de esta especie. Pronto sabremos el resultado. Aquí en Medellín, lo tenemos, desde hace poco tiempo, pero sólo como objeto de curiosidad. Ya ha fructificado varias veces. Puede vérsele en el "Parque de Berrío", hacia el costado oriental, cerca y un poco a la derecha de la puerta de entrada..." (Posada Arango, 1909, 219).

   

[2]

Juego popular en España en el mes de ese nombre.

[3]

|Canela alba (Alvarado, L., 1953, 131). Este género de Caneláceas es puramente antillano, y está sustituido en Sur América por |Capsicodendron y |Cinnamodendron.

[4]

Tavera Acosta escribió un trabajo, "E1 caucho en Venezuela". Caracas. 1903.

[5]

|Tapotarana. Se necesita investigar el proceso que llevó a los indígenas amazónicos a usar inyecciones rectales de sustancias narcóticas.

CAPITULO XIX | ORNAMENTALES | [1]

 

1. -Sentido estético de los pueblos indígenas

El americano actual está tan intoxicado con la literatura "occidental" después de cinco siglos de influencia, y con la insistencia en las cosas introducidas, que se han deturpado las surgentes tradicionales autóctonas. Atribuyendo a los amerindios sólo aspectos negativos y defectos, se ha creado la impresión de que ellos no entendían sino en matarse unos a otros y en ser idólatras e incapaces de policía. Cuando mucho se les con.cede a los pueblos que estaban constituidos en imperios alguna parte de refinamiento, que se les niego sin más a los que no tenían organización política fuerte u oligárquica, sino laxa y democrática.

La verdad es que, no sólo los peruanos y mejicanos, sino la mayor parte do los pueblos indígenas, tenían su propio concepto estético y se complacían en las cosas que consideraban bellas. Sin hablar de la

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habilidad artística para expresar sus sentimientos en forma plástica --asunto que no es de esta obra- en cuan lo concierne al reino vegetal, apreciaban las flores y plantas ornamentales, y varios las cultivaban ex-profeso. Si las plantas ornamentales forman parte de la cultura de los pueblos, y el uso y cultivo de ellas se pueden colocar entre las bellas artes (Schwanitz, 1966, 1), no hay razón para excluir de este aspecto a los amerindios.

 

2. -Colores y perfumes.

Hay que aclarar los motivos de la insistencia de los cronistas españoles en señalar que la mayor parte de las flores de Indias, si de colores llamativos, carecían de aroma: "Verdad es que muchas de estas flores no tienen más que la vista, porque el olor no es bueno o es grosero, o ninguno, aunque hay algunas de excelente olor... " (Acosta, 1940, 301; -----, 1954, 121; Cobo, 1890, I, 389; -----, 1956, I, 179-180, 181).

Primero, la sensibilidad para los olores es diferente en las distintas razas humanas. Recuérdese que el olor del achiote era repelente para los europeos; al parecer los indígenas no lo extra ñaban (véase capítulo XVI). Pudieron entonces no dar especial estima a los aromas de las flores y sí en cambio a los colores. Más bien las sustancias aromáticas tenían un valor mágico para los indígenas, desde que la mayor parte de los aceites esenciales son al mismo tiempo medicinales y preservativos.

Segundo, el olor típico del cuerpo humano varía con las razas en general. Por ahí en el habla popular se mencionan matices de malos olores orgánicos, especialmente en referencia a la sobaquina. Además, casi todas las tribus indígenas de América tenían como característica la escrupulosa higiene corporal. El baño diario (y varias veces por día), causaba la admiración, y no pocas veces el horror, de los europeos, no acostumbrados a eso. Entonces, disminuía la necesidad de enmascarar malos olores.

Los indígenas del Putumayo-Caquetá a mediados del siglo XVIII, usaban varias plantas olorosas --entre ellas la vainilla: véase numeral 157, volumen II, 209 --para colgar al cuello (Cuer vo, 1894, IV, 273-274). Era costumbre bastante extendida en la cuenca amazónica, por lo menos al pie de los Andes, usar plumas y flores y yerbas olorosas colgadas a las espaldas (Magnin: Rl, 1940, I, 168, 169). Las muchachas indias del oriente peruano usaban a mediados del siglo XIX las inflorescencias de la palma changapilla |Chamaedorea fragrans (R. et P.) Martius, que aun secas conservan su fragancia característica, para aromatizar la cabeza, o las ponían sobre sus camas o en los altares de sus santos o imágenes domésticas (Spruce, 1908, I, 46; II, 50). Es lo que otros llamaron "siasia" (Ruiz, 1952, I,

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304-305; 305) | [2] . Perdura la costumbre entre los jíbaros actuales; pero son las mujeres quienes usan ataditos de plantas aromáticas sobre los pechos, y la intención es protectora y mágica (Karsten, 1935, 91-92, 425-426; 427). Los parecas y otras tribus del Orinoco "ensartan juntas las bayas (sic) y hacen, no sé por qué capricho suyo, collares para adornar el cuello" (Gilii, 1965, I, 169; II, 62; 64; 94; 123-124).

La barrida de iglesias con yerbas olorosas, tenía también en la época colonial una inocultable intención preservativa de la atmósfera (Vargas, 1957, 58; Gil¡¡, 1965, I, 174).

 

3. -Flores y jardines.

La primera cosa con que tropezó Cristóbal Colón en los días siguientes al hallazgo de nuevas tierras, encontrándose en una de las islas Lucayas, fue un pueblo de seis casas, "con muchos jardines alrededor tan hermosos como los de Castilla en el mes de mayo" (Colón, H., 1947, 94). Cuando descubrió a Puerto Rico en 1493, en la parte occidental de la isla arribó al puerto de Guadá, Guadilla o Aguadilla, cuyo camino de acceso estaba profusamente adornado de plantas vistosas (Miyares González, 1954, 71-73, 72; Abbad, 1959, 10-11; 252).

De los amerindios en general, decía a fines del siglo XVI el padre Acosta: "Son los indios muy amigos de flores, y en la Nueva España más que en parte del mundo, y así usan hacer varios ramilletes que allá nombran suchiles, con tanta variedad, y puliía y gala, que no se puede desear más. A los señores y a los huéspedes, por honor, es uso ofrecelles los principales sus suchiles o ramilletes. Y eran tantos, cuando andábamos en aquella provincia, que no sabía el hombre qué se hacer de ellos". Aunque es verdad que se han utilizado por los indios algunas de las flores llevadas de España, las cuales por lo general se han dado muy bien en Indias, agrega: "Pero fuera de estas suertes de flores que son llevadas de acá, hay allá otras muchas cuyos nombres no sabré decir, coloradas y amarillas y azules y moradas y blancas con mil diferencias, las cuales suelen los indios ponerse por gala en las cabezas, como plumaje. Verdad es que muchas de estas flores no tienen más que la vista, porque el olor no es bueno o es grosero, o ninguno, aunque haya algunas de excelente olor..." [véase |Datura, numeral 209] (Acosta, 1940, 301; -----, 1954, 121). "En sus bailes y fiestas usan los indios llevar en las manos, flores, y los señores y reyes, tenerlas por grandeza. Por eso se ven pinturas de sus antiguos tan ordinariamente con flores en la mano, como acá usan pintarlos con guantes" (Ibid., 1940, 302;, 1954, 121; 167; 177, 178, 179; 180; 158). Los indios salían a recibir a los primeros franciscanos que llegaron a Méjico, ofreciéndoles flores (Motolinia, 1941, 184).

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Cuando Melchor de Salazar hizo por medio de tenientes una expedición al río Dochara o San Juan en 1593, en las parte meridional del Chocó, halló en las casas limpias y curiosas de los noanamaes, "algunos jardines hechos a mano que también lo eran" (Simón, 1953, VIII, 60).

Poco antes de la llegada de los españoles, los cañaris envíaron a Atahualpa diez mil niños con guirnaldas de flores en las cabezas, a pedir clemencia para su pueblo, cosa que no les aprovechó (Borregán, 1948, 84).

Hay noticias sobre cultivo de flores entre los soberanos incas y sus mujeres las collas. A la presunta segunda colla, Inquilcona Chimbo urma, la considera la tradición como amiga de las flores (Poma de Ayala, 1944, foja 123).

En el Paraguay, el camino del río a la casa del cacique de los jarayos estaba flanqueado con flores y yerbas (Schmidl, 1944, 85).

Cobo, que pasó muchos años en el Perú, concuerda con su cofrade Acosta sobre la inclinación de los indios a las flores, a pesar de lo cual, según él, poco cuidado tenían en cultivarlas, siendo casi todas silvestres; en cambio, los españoles sí cultivaban las suyas en jardines (Cobc, 1890. I; 389;, 1956, 1, 180).

Un viajero del siglo pasado registra la afición de los indígenas de la costa atlántica nicaragüense por los jardines (Bell, 1899, 84, 123).

 

4. -Asociaciones.

Algunas flores y plantas que ahora consideramos puramente ornamentales, eran preferidas y cultivadas por los indígenas americanos por motivos distintos. Las flores para los muertos, por ejemplo, quizá en un principio fueron especies determinadas y no todas o cualesquiera. El más clásico ejemplo en América, que todavía perdura, es el de |Tagetes patula L. y especies afines. Para los europeos hay también ejemplos. Describiendo Castellanos la muerte de doña Inés de Atienza, la amante de Pedro de Ursúa, a manos de los conjurados de Lope de Aguirre, dice que su tumba fue cubierta de "violetas y lirios" (Castellanos, 1955, I, 648), que con seguridad no existían en el Amazonas.

Las baenas o plantas mágicas para cacería, que cultivan cerca de sus casas los indígenas guayaneses, y hacen tragar a sus perros cuando salen a excursiones venatorias, son plantas del género |Caladium por lo general (ím Thurn, 1883, 218). |El Hippeastrum [ |Amaryllis vittata L'Hérit.)] es veneno de flechas en el Amazonas (Hoehne, 1939, 91).

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Es universalmente difundida en América entre las tribus indígenas la asociación de |Thevetia, planta de gran valor ornamental, con la danza, pues del endocarpo del fruto se hacen cascabeles para llevar el compás (véase numeral 207).

Los cunas del Darién mantienen entre el empajado de sus viviendas, flores del cuipo |Cavaníllesía platanifolia H. B. K. (Restrepo Tirado: Wafer, 1888, 124).

Una guirnalda de flores de copihue ( |Lapageria rosea) usaba el machi o curandero entre los araucanos de Chile, en la ceremonia de investidura (Pardal, 1937? 127).

Ciertas flores tienen una virtud mágica de protección, y por eso las lucen algunas tribus.

Es generalizado el uso de semillas coloreadas para pendientes, collares y otros adornos corporales, entre muchas tribus indígenas; y también para juegos infantiles. Se usan de preferencia para ello las de árboles del género |Ormosia (Jahn, 1927, 95; Rudd, 1965, 282). La posesión de tales cuentas coloreadas parece tener en el fondo motivos de protección mágica (Karsten, 1935, 91; Espinosa Pérez, 1955, 1, 471-472).

 

5. -Sincretismo.

En otra obra (Patiño, 1966), se ha demostrado que toda actividad manual, sea la que fuere, la dejaron los españoles al cuidado de los indígenas. Sorprende que en un pueblo tan católi co como el español, no se diga el aseo de los templos, pero aun. los mensteres de adorno de iglesias y altares, arcos y guirnaldas en festividades solemnes y otros, se relegaran a indios e indias, como por común acuerdo se hace constar en los documentos consultados. Esto no quiere decir que algunas mujeres blancas no hicieran lo mismo una que otra vez, o en ocasiones especiales (más o menos como las damas de la "alta sociedad" en los países hispanoamericanos una vez al año); aunque el hecho general es el apuntado.

Pero en el caso particular contemplado, la índole de los indígenas --por lo menos en algunas partes --se acomodaba a estos menesteres. Aunque tal aspecto no se puede considerar en de talle, por no encajar en los lineamientos de esta obra, es evidente que de la evangelización cristiana el indígena aceptó de buen grado sólo lo que estaba en consonancia con su idiosincracia, mediante el fenómeno de sincretismo o incorporación de creencias nuevas en los viejos moldes (injerto). Entonces todo acto ritual que tuviera alguna semejanza con los tradicionales; toda ceremonia del culto católico que con pequeño esfuerzo se pudiera incorporar dentro de la mística consuetudinaria,

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fue adoptado sin dificultad. Dado el carácter compulsivo de la evangelización, estas puertas de escape debían ser bien recibidas y enfatizadas. De allí la afición de los indios, y sobre todo de las indias, a adornar altares, a hacer arcos y otras cosas por el estilo, pues así lo habían hecho a sus deidades. Inclusive las festividades que cronológicamente coincidían con las suyas propias, gozaron de evidente favor (Patiño, 1966, 221-222).

De los indígenas de Guatemala dice un autor de principios del siglo XVII: "Son muy diligentes, y curiosos en adornar vna iglesia y componerla de muchas flores y curiosidades, en que nos hazen grandes ventajas [a los españoles], dexandonos muy atras con su buen exemplo (...) Quando llega el sacerdote a sus pueblos los reciben con musitas y fiestas, con arcos de flores, y repique de campanas. Las indias salen con sus niños en los braços, para que el sacerdote les eche su bendicion: si ay fiesta solemne, salen los principales con ramilletes de flores en las manos, de los quales hazen presente al religioso, o sacerdote que reciben, y por donde pasan le echan mucha juncia, y flores, que todo es para alabar a Dios" (Vázquez de Espinosa, 1948, 223).

Esto mismo llegó a la máxima expresión en Méjico, donde frente a los templos católicos se siguieron celebrando las danzas rituales antiguas con flores y guirnaldas (Sánchez Ventura, 1943, 130-131, 132; Casas, 1909, 162-163).

Arcos y ramos ponían los indios cristianos en el Ecuador interandino para procesiones y fiestas, y para recibir a obispos y corregidores, que "todo era a mucha costa de los indios" (Rodríguez, 1684, 391).

En el Perú los indios e indias cultivaban flores y plantas ornamentales, para adorno de iglesias y altares (Ruiz, 1952, I, 336; 347). La "ccantu" o "cantuta" ( |Cantua buxifolía Juss., Polemoniáceas), que era la flor y planta mágica por excelencia en el antiguo Perú, se convirtió en adorno para altares (Ibid., 95; 364). En un principio parece que el cultivo de flores con ese propósito fue compulsorio (Calancha, 1639, 390, 604, 769).

Los chusques ( |Chusquea spp.) eran plantas muy socorridas para la confección de arcos (Cobo, 1891, II, 519; -----, 1956, I, 232).

Aunque los pueblos de indios del Perú donde había misiones de franciscanos fueran pobres, las iglesias eran grandes y hermosas y los altares aseados (Córdova Salinas, 1957, 159, 167).

A los jéberos de Maynas les hacían los jesuítas celebrar fiestas religiosas, "con altares y castillos hechos de flores y ramos, frutas y pájaros, y las calles enramadas con arcos de palmas" (Figueroa, 1904, 69; 32). A los cunivos del Marañón el jesuíta Richter les "hacía vistiesen la iglesia y calles con ramas y flores silvestres" (J. de la

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Espada, 1889, Mar., 393). Un cofrade suyo, Joaquín Hedel, recomendaba en regla número 13 sobre evangelización de los alabones: "Hacer las fiestas con el posible aparato exterior de arcos de palmas, repiques... etc., que así les entra mucho a estos pobres la devoción" (Uriarte, 1952, 1, 191). Pero no hay tal que fueran exclusivamente flores silvestres, sino que muchas se cultivaban exprofeso en las misiones, claro que por los indígenas (Ibid., I, 138; 158; 162; 174; 199; 276; 296; 11, 37; 83).

Un científico presenció en Fonte Boa, cerca de la desembocadura del Caquetá en el Amazonas, en '.a Navidad de 1856, que la iglesia, abandonada todo el año, era adornada ese día con festones de hojas y flores silvestres (Bates, 1962, 440).

Flores de |Loranthus mutisii, rojas, de seis pulgadas de largo, vio un viajero en Bogotá en el paso de Semana Santa en 1854 (Holton, 1857, 551).

 

6. -Flores, reflejo del estado social.

La relación de Barquisimeto, escrita el 8 de noviembre de 1745 por José Lorenzo Ferrer, manifiesta: "...para recreazión y deleite de la vista, y deleite del olfato produze abundancia de flores, unas nobles y de estimación. como la Rosa, el Clauel, el Jazmin, y otras pleueyas y comunes que son infinitas" (Altolaguirre, 1908, 121): O sea, que las flores introducidas se consideraban nobles o de mejor calidad que las nativas, sólo porque estaban vinculadas a la tradición, cultura y gustos del grupo dominante.

 

7. -Arboles y plantas de sombrío y ornato.

Si las observaciones sobre un lugar o una cultura dados no se enmarcan en el cuadro apropiado de la perspectiva histórica, se corre el riesgo de falsear la imagen de aquéllos, juzgándolos solamente a la luz del discurrir contemporáneo. Esto se dice a propósito de una afirmación de Humboldt sobre el oriente de Venezuela, de que los naturales de América no acostumbraban sembrar árboles de sombra, y que raramente se veían a fines del período colonial avenidas de árboles (Humboldt, 1941, I, 392). Sería así en aquel entonces, cuando la población primitiva estaba disminuída, y los remanentes sojuzgados, sin posibilidad de desplegar irrestrictamente las manifestaciones de su propia cultura. Pero cuando los españoles llegaron por la primera vez a esas mismas regiones, concretamente a la cuenca del río Unare y tierras circunvecinas,

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"tienen las más insignes poblacionesen unas mesas llanas asentadas,debajo de los mocos, o mamones,plantados por hileras ordenadas,árboles de hermosas proporciones,cuyas hojas jamás se ven mudadas;su vista da grandísimo contento..."

(Castellanos, 1955, 1, 356).

Cuando las huestes de Agustín Delgado, teniente de Ortal, asaltaron y tomaron el pueblo del palenque de Orocopon en el Unare, hallaron

"en calles, plazas, barrios gran distancia,verdes macos en él por elegancia

(Ibid., 470).

En el pueblo de la cacica Orocomay, los matrimonios se celebraban --como uno que les tocó presenciar a los españoles --en

"...un lugar de flores adornado,a la sombra de micos o mameyes,do tenían asientos prevenidos..."

(Ibid., 517).

A propósito del mico [ |Melicocca bijuga L.], como fruta, véase el numeral 47, vol. I, pp. 259-261.

Los españoles notaron al conquistar el pueblo de Lagunilla o Znmu en la cuenca del río Chama (Venezuela), que fuera de l'os frutales, tenían los indígenas "otros géneros de árboles que sólo servían de acompañar y hermosear los pueblos" (Aguado, 1957, 11, 151).

Alamedas al pie de la Sierra Nevada de Santa Marta hallaron los españoles (Oviedo y Valdés, 1944, VII, 131), por un "camino muy ancho y hermoso, orlado de muchos árboles a los lados, plantados por adornamiento suyo"; era el 14 de junio de 1514 (Oviedo y Valdés, 1959, III, 230).

En Tamara [meque], habitado por los pacabueyes, hallaron los subordinados de Ambrosio Alfinger en 1531 árboles plantados intencionalmente, para sombra y ornato (Nectario María, 1959, 498).

En todos los pueblos indígenas de Guatemala, las calles y senderos estaban flanqueadas por filas de árboles y arbustos diversos, como los chichicastes [ |Urera caracasana (jacq.) Griseb.] (Cortés y Larraz, 1958, II, 298-299).

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Conviene saber que la necesidad de árboles de sombra y ornato debió ser mayor cuando la. vegetación arbórea nativa era rala o escasa. En cambio, en regiones de selva pluvial, había su ficiente masa arbórea cerca a las viviendas; éstas eran dispersas (Patiño, 1966, 50-52), y entonces la necesidad de plantar ex-profeso cortinas vegetales para defenderse del ardor del sol no era premiosa.

Quedó demostrado en otra `obra que en varias regiones los indígenas rodeaban sus viviendas o heredades con setos o cercos en la mayoría de los casos con plantas vivas (Patiño, 1966, 138139, 316-320).

 

8. -Fitolatría.

Plantas, especialmente árboles corpulentos, de formas bizarras o excepcionales, suscitaron la admiración y culto de los indígenas. Esta fitolatría está bien documentada con referencia a la ceiba ( |Ceiba pentandra (L.) Gaertn.) y a otras especies, como la palma de cera ( |Ceroxylon spp.).

Ciertos árboles se consideran por los pueblos amerindios como hospederos de duendes o demonios que es necesario reverenciar (Alvarado, L., 1945, 302--303). |Ficus urbaníana Warb.; ceiba o kumaka, y mamey ( |Mammea americana L.), son considerados por los caribes isleños de Dominica como "moradas del espíritu", y nunca derribados, excepto la segunda cuando está mudando foja. Tampoco usan para almohadas la lana de la ceiba, para evitar perturbaciones o pesadillas durante el sueno (Hodge et al, 1957, 560; 581-582; 585). Igual ocurre en Haití con la ceiba (Sylvain, 1930, 17). En la actualidad se ha registrado este culto a los árboles albergues de espíritus en Trinidad (Niehoff, 1960, 57, 160-161), así como entre los negros de Surinam (Hiss, 1943, 33). Esto no es exclusivo de los pueblos americanos, sino que en todos los continentes se hallan manifestaciones del mismo fenómeno fitolátrico. El interesado puede ver un estudio comparativo en la obra monumental de Frazer, 1926, especialmente en los tomos, I y II.

Todos los datos relativos a este aspecto de veneración a vegetales determinados, así como a la práctica de ceremonias religiosas conectadas con ritos de fertilidad y otros en los "bosques sagrados", se estudiará en la obra sobre recursos naturales.

 

9. -Jardines botánicos.

Hubo verdaderos jardines botánicos en América antes de la llegada de los europeos. Estuvieron --hasta donde se sabe --confinados a Méjico y al Perú, con gobiernos e instituciones rígida mente

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jerarquizados, donde el poder absoluto de los soberanos permitía disponer de grandes recursos de mano de obra y de tributos para empresas de esa laya.

Según Tezozomoc, Moctezuma I hizo en Oaxtepec un jardín botánico con plantas traídas de lejos y aun gente para cuidarlas (Soustelle, 1956, 134; Sánchez Ventura, 1943, 142; Matschat, 1935, 22-24, 27, 27-29, 29-32). Los botánicos Francisco Hernández y Francisco Jiménez hablan de ellos, refiriéndose al bálsamo |Myroxylonn (véase numeral 192) (Hernández, 1943, II, 558; Ximénez, 1888, Méx., 27). Recientemente se descubrieron las ruinas (Sánchez Ventura, loc. cit.).

Estos Jardines botánicos fueron anteriores a los primeros que se establecieron en Europa, el de Alfonso I de Este, de Ferrara, en 1528 (Haudricourt et Hedin, 1943, 198); el de la Universidad de Padua en 1545 (Clifford, 1966, 20; 46 y nota), y el de El Escorial en España a fines del siglo XVI.

 

10. -Paisaje y cambios de paisajes.

El fenómeno, que se verá con más detalle en el volumen destinado a las plantas introducidas, del transporte de componentes del paisaje cuando hay emigraciones de pueblos, también ocurrió en América, quizá en un grado limitado. Muchos elementos ornamentales continuaron confinados a la localidad de origen; algunos debieron ser llevados por los pueblos en sus migraciones.

Durante la dominación española, se aceleró este proceso dinámico. Muchas especies, mejicanas y centroamericanas, se difundieron en Sur América, y viceversa.

 

11. -Antopónimos y fitotopónimos.

Flores, plantas o árboles han dado nombre a localidades. Rescatadas del olvido quedan unas pocas denominaciones, que indican cómo la presencia vegetal dejó huella perdurable en los pueblos. El siguiente indículo es una exhortación para que otros investigadores lo continúen, en la seguridad de que se obtendrán valiosos hallazgos. Nombres adicionales pueden verse en el tomo 11, 1964, pp. 352-354.

"Amancay" (véase "Hamancay").

"Arizá" = Quebrada y pueblo del bajo Cauca (Revollo, 1942, 18). Corresponde a |Brownea |ariza Benth., Cesalpináceas (véase numeral 191 en este mismo volumen).

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"Arocxapa" = San Bartolomé de, al pie del cerro Mazuzaira, Cuenca, Ecuador, que según relación de 1582: "Llámase Arocxapa el asiento deste pueblo, porque hay en el mucha cantidad de unas flores que se llaman en su lengua cañar "aroc"" (J. de la Espada, 1897, 111, 165). Aroc es también una quebrada en San Bartolomé (Jijón y Caamaño, 1941, 11, 8).

"Cantutpata", sector oriental de la ciudad del Cuzco, "que significa andén de flores, por las que auia en el parecidas a Clauellinas de españa, la mata en que se criaban parecia a Cambronera de aquellas que ay en Andalucía" (Vázquez de Espinosa, 1948, 515). Esta es la cantuta |Cantua buxifolia Juss., familia Polemoniáceas. Es la flor nacional de Bolivia. La cambronera de España es una Solanácea, |Lycium spp., usada para setos (Font Quer, 1962, 562-563).

"Curitiba", ciudad capital del Estado brasileño de Paraná, da "curí" = |Araucaria angustifolia (Bertol.) O. Kuntze: "iba" = lugar de, en guaraní.

"Hamancay", Santiago de - pueblo del corregimiento de Abancay, en la sierra peruana. Según relación de 1586, "y quo el pueblo de Santiago Abancay quiere decir "azucena" | [3] , por haber muchas destas flores en aquel pueblo; y questos nombres son del tiempo de los ingas, y los nombres de los santos son por los apellidos de las iglesias... " (J. de la Espada, 1885, II, 216-217).

"Pantipata", otro pueblo del corregimiento de Abancay, Perú: "Que el pueblo de "Pantipata" quiere decir "unos andenes y en ellos flores encarnadas"; y el llamalle "La Encarnación da Nuestra Señora" es por la vocación del pueblo que se lo puso cuando se redujo" (J. de la Espada, 1885, II, 207). "Panti" es el nombre quechua para plantas del género |Cosmos, de las Compuestas (Yacovleff y Herrera, 1935, II, 50-51). La localidad de Pantipata la trae Lira como perteneciente al distrito cuzqueño de Anta (Lira; 1945, 736, 737).

"Pinchipi", lugar cerca de Amatitlán, Guatemala = "dentro de las flores" (Gage, 1946, 266).

"Pueleusí": San Francisco Pueleusí del Azogue, pueblo de la jurisdicción de Cuenca, Ecuador interandino, acerca del cual apunta la relación geográfica de 1582: "Llámase "Peleusi" (así) este pueblo en la lengua de los indios [cañar], porque paresce ser que en este pueblo, más que en otra parte alguna, hay los campos llenos de unas matas que dan unas flores amarillas, las cuales, por su tiempo, ques por mayo y j unto, cubren todo el campo; y a esta significación le llamaron "Peleusi", que quiere decir "campo amarillo"" (J. de la Espada; 1897, III, 171; Jijón y Caamaño, 1941, I I, 24).

 

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12. -Evolución del sentido estético.

En las plantas medicinales la moda y el gusto de cada época han ejercido su influencia, para inducir a la gran masa de población en un momento o período dados, a aceptar algunas de ellas o a posponer y aun rechazar otras (véase introducción al capítulo XVII). Igual cosa ha ocurrido con las ornamentales. Lo que quiere decir que la calidad de tal en las especies vegetales, ha variado con los tiempos y con las características culturales de los pueblos que las cultivan, hecho que debe tenerse en cuenta cuando se recorra la lista de especies que se han de estudiar, donde quizá "no están todas las que son, ni son todas las que están".

La condición cambiante de la moda, hará que en el futuro se incorporen como plantas ornamentales algunas que ahora no se consideran tales. La dirección en que se orienten los gustos en este particular no puede predecirse.

 

13. -Plantas espontáneas y plantas cultivarlas.

A propósito de la afirmación del naturalista Bernabé Cobo, de que -a pesar de gustarles tanto a los indígenas las flores no ponían cuidado en cultivarlas (Cobo, 1890, I, 389; -----, 1956, I, 180), en otros pasmes y volúmenes de esta obra se ha llamado insistentemente la atención de que el móvil de la conducta de los pueblos indígenas no puede ser juzgado de acuerdo con las tradiciones y culturas de otros. Nadie podrá negar la capacidad del amerindio para la domesticación, propagación y selección de plantas, ya que tantas decenas de especies útiles han sido aportadas por él a la humanidad. Entonces, si no ejerció en todas las plantas por igual esa tendencia y esas habilidades, fue por motivos de su cultura y costumbres.

Aun actualmente en Europa hay plantas de prados y montes que no han sida. cultivadas, y sin embargo, son apreciadas en su tiempo y lugar particulares (Schwanitz, 1966, 6-7).

Estando el ritmo de floración de cada vegetal condicionado a influencias climáticas y meteorológicas, quizá el indígena prefería que ciertas especies florecieran espontáneamente, sin tratar de cultivarlas; y recolectarlas a su hora para of rondas religiosas n para otros fines.

En las plantas ornamentales es en las que la categoría de cultivadas o espontáneas es más inestable y movediza. Día a día el hombre incorpora al cultivo especies que continúan manteniendo en otros lugares su condición de plantas silvestres.

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Es. también la categoría de plantas que tiende más frecuentemente a propagarse, por trasplante directo, del sitio en que se encuentran, a las cercanías de la vivienda. Con frecuencia se ve en las grandes ciudades a "buscadores de plantas" ofreciendo muchas especies para su vulgarización.

 

|NOTA. Aquí debe dar principio la lista de numerales, que se omite por las razones dadas al iniciar este capituló.

   

[1]

Como se anunció al final de la "Prevención" introductoria de este tomo, en la página 8, el capitulo sobre plantas ornamentales americanas cultivadas, debido a su extensión, se piensa publicar en forma de suplemento, cuando se puedan vencer las dificultades que este grupo, más que otro alguno, presenta con la obtención de ilustraciones adecuadas. Esto se entiende de la lista de plantas estudiadas, que totalizan unos 400 numerales, o sea casi el doble de los estudiados en los primeros tres volúmenes. El planteamiento del tema si se incluye aquí, por corresponderle el orden lógico, de acuerdo con el plan de la obra.

[2]

También se llama sangapillo al Cyclanthus bipartitus Poit., con flores de agradable fragancia (Macbride, 1936, I, 1: 428).

[3]

Especie de |Alstromelia, dice e: editor J. de la Espada en nota al pie, Cabe advertir que |hamancay se nombra en el Perú a flores de distins géneros, especialmente de la familia Amarilidáceas, mientras que en el occidente colombiano se aplica a |Plumiera spp., Apocináceas.

 CAPITULO XX PASTOS Y FORRAJES

 

1. -Ojeada a la vegetación natural.

En la obra del autor dedicada a la vegetación y a los recursos naturales, se señalan las áreas de América ecuatorial. que a la llegada de los europeos (siglo XVI) estaban ocupadas por las formaciones que --utilizando una palabra taína-arawak usada en Santo Domingo por los indígenas para tal formación natural --se han venido llamando "sabanas" o "zavanas".

Sin entrar en los detalles pertinentes, que con las autoridades respectivas, se remiten a la obra citada, se mencionan zavanas concretamente en 1) el occidente de Costa Rica (Nicoya); 2) la por

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ción meridional del istmo de Panamá; 3) los asientos densamente poblados de Guaca, Nore, Buriticá y otros de la serranía que separa las hoyas del Atrato y del Cauca; 4) al oriente del río Sinú (más o menos las actuales sabanas de Bolívar); 5) la fosa central del Cauca, excepto la vegetación de galería, 6) parte de la planicie de Popaydn; 7) la altiplanicie de los pastos, al sur del río Caliente o Juanambú, y 8) el valle interandino ecuatoriano hasta los límites del Ecuador y el Perú. Es oportuno advertir que la altiplanicie de los Pastos no se llamó así, como dicen Cieza y fray Jerónimo de Escobar, "porque es tierra de grandes pastos para ganado" (Cieza, 1924, 110; Escobar: Jijón y Caamaño, 1938, II, Doc., 151); supuesto que al parecer esa palabra no tuvo significado fisiográfico, sino etnográfico, ya que se refería a pueblos indígenas, y quiere decir "alacranes" en la lengua nativa (Jijón y Caamaño, 1940, I, 120).

Los llanos orientales aparecen como región agrostífera desde los primeros relatos de entradas y expediciones de los alemanes. Había asimismo zavanas en la parte alta de la cuenca del Magdalena, y en la meseta bogotana, especialmente en el trayecto entre Santa Fe y Tunja; y aquí y allá enclaves abiertos cuya ubicación geográfica a veces es difícil determinar, o aun no siéndolo, añade poco de provecho a esta sumaria visión retrospectiva del paisaje.

En Venezuela, la porción vecina al lugar donde se fundó la ciudad de Maracaibo también tenía praderas, entrecortadas por los pocos ríos que bajan a la margen occidental del lago. En la provincia de Caracas había "buenos pastos y cabañas".

En el siglo siguiente, un autor que viajó extensamente por América, afirma: "En:ruchas partes destas Indias se hallan espaciosas llanadas, que acá llamamos "zavanas" y "pampas", que sólo producen hierba, y por ser esta en gran cantidad y muy crecida, les llaman los españoles pajonales" (Cobo, 1891, II, 247).

 

2. -Animales herbívoros americanos.

En el volumen dedicado a la historia de la agricultura en el área de este estudio, se pasaron en revista los animales amansados o domesticados por los indígenas ecuatoriales. El único herbívoro de importancia entre los domésticos era la llama, cuya área de dispersión sólo llegó hasta el actual territorio de la altiplanicie nariñense (Patiño, 1966, 178-200).

Entre los herbívoros salvajes, faltaron las especies de gran talla, características del Africa y de otros continentes. Unicamente merecen mencionarse venados medianos o pequeños, muchos de los cuales

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tienen hábitos selváticos, y ramonean los árboles, lo mismo que las dantas.

 

3. -Incendio de zavanas.

Para cazar estos animales herbívoros, los indígenas de la porción intertropical apelaron en algunos casos al uso del fuego. Incendiaban las zavanas, y previamente congregadas muchas personas, se ubicaban estratégicamente para ir matando con lanzas o flechas o a golpes, los animales que huían (Casas, 1909, 26). Así ocurría en la porción oriental del istmo de Panamá (Andagoya: Cuervo, 1892, II, 86).

Las siguientes observaciones se hicieron a raíz de la fundación de San Juan de los Llanos, hacia 1555, como resultado de la expedición de Juan de Avellaneda Temiño: "Como he dicho, es tierra doblada y áspera del pueblo para abajo, es tierra llana y de los llanos de Venezuela todo lo más de ella es rasa y escombrada, pero cubierta de una paja muy alta y muy dañina a las piernas de los indios, porque se las roza y rasguña, y para remediar esto los indios hacen de cuero de venado cierto calzado que les llega sobre los tobillos, y de allí para arriba se ponen cierta manera de medias calzas hechas de un cáñamo sacado de unas hojas de árboles a quien llaman palmichos; y para que más cómodamente se pueda andar por estas sabanas y campañas tienen los indios cuidado de pegarles fuego diversas veces del año, porque de otra suerte no se podría andar por ellas a causa que como se ha dicho, crece tanto la paja de estos llanos que cubre un hombre de a caballo" (Aguado, 1916, I, 780; -----, 1956, I, 587; Ojer, 1960, 181, 186). La costumbre se siguió practicando durante la dominación española, con el propósito de que el ganado tuviera yerba palatable (Gilii, 1965, I, 178; II, 38-39). Aun más arriba de los llanos, ya en las faldas de la Cordillera, la costumbre se ha perpetuado: en Quetame se quemaba periódicamente la paja para "parar" el ganado que en partidas se transportaba de la planicie a Bogotá (Restrepo, E., 1870, 26-27; -----, 1955, 47).

El espectáculo de quema de zavanas para cacería impresionó profundamente al naturalista Schomburgk, quien presenció varios casos en la Guayana (Schomburgk, 1922, I, 285-286; 291-292), y aun en uno de tales incendios que lo alcanzó casi pierde la vida (Ibid., 1923, II, 10, 49; Barrere, 1743, 47; 63). Se practica periódicamente en las zavanas o "campos" del Amazonas, abajo del Río Negro (Wallace, 1939, 122-123; Spruce, 1908, I, 69).

Otros casos de quema de pajonales como medida de guerra se registraron durante la conquista. Uno notable es el ocurrido en el

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norte de Antioquia, provincia de Pequi, en que pereció con algunos españoles el capitán Gonzalo de Vega, de las huestes de Gaspar de Rodas (Castellanos, 1955, III, 561, 562; 567-568; Simón, 1953, VII, 16-17; 20-21). La zavana o mesa de Páez también la queinaron los indios para atajar las fuerzas enviadas por Francisco de Belalcdzar en socorro de Domingo Lozano (Aguado, 1917, 11, 811; -----, 1957, II, 554-555). El expediente se usó también en los llanos orientales durante la guerra de independencia contra los españoles (Rivero y Ustáriz, 1857, I, 108 y nota).

No es de este lugar terciar en la disputa de si las zavanas o formaciones herbáceas son o no son antropógenas (Budowski, 1959, 1, 261-263; 264-278).

 

4. -Las gramíneas, estorbo para los amerindios.

En otra obra se ha descrito la tecnología usada por los pueblos indígenas de la porción equinoccial americana para producir sus alimentos. Se dijo allí que la duración de un cultivo en un lugar dado, estaba acondicionada al nacimiento de malezas y de rastrojo, cuya erradicación se hacía difícil con los útiles a disposición del indígena; y por la competencia que las plantas adventicias, sobre todo las gramíneas, hacían al cultivo principal. Esto llevaba a cambiar cada varios años el sitio del cultivo (Patiño, 1966, 116-122; Pelleprat (1655), 1857, 107-108).

Por otra parte, el suelo en las sabanas es menos fértil para las plantas usuales de cultivo, y así el indígena lo evitó cuanto pudo (Gilii, 1965, II, 185; 273).

Al contrario, una corona de gramíneas (obsidionalis) se concedía al salvador de una ciudad sitiada, entre los pueblos pastores de la antigüedad clásica (Gubernatis, 1878, I, 175).

 

5. -Ejidos y pastos comunales.

Con la introducción de animales domésticos por los europeos, cambió la situación de las formaciones vegetales, en función de su utilidad o perjuicio para el hombre recién llegado. El indígena veía en la selva una ventaja, porque representaba defensa, escondite contra el intruso. En los terrenos cubiertos de vegetación, arbórea --sobre todo en valles y vegas --era más ventajosa la agricultura.

En cambio, para el europeo la selva constituía un obstáculo. El

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prefería las grandes llanuras, donde los caballos pudieran correr y alimentarse a su antojo. De allí que al establecer núcleos urbanos, se tuviera en cuenta la localización de extenso terreno cubierto de pastos en las cercanías, y el suficiente ámbito para los ejidos. Esta circunstancia se hace constar, por ejemplo, en el acta de la segundo fundación de Cartago, en 1541, y también en la refundación de Antioquía por Cabrera en 1542 (Robledo, E., 1945, 82; 301). Ocho leguas de término para pastos se reservaron a Riohacha (Frigide, 1963, IX, 139). Después se consagró la medida como acto de buen gobierno, en las ordenanzas sobre población dictadas en 1572.

Asimismo se recomienda a fines del siglo XVI, que el jefe de una expedición fundadora debe siempre tener en cuenta este aspecto, inclusive previendo la extensión o aumento que pudiera te ner en el futuro la población recién fundada (Vargas Machuca, 1599, lllv, 118v.).

El carácter nobiliario, oligárquico o preponderante que tenía la ganadería en España en la época del descubrimiento (véase volumen V de esta obra, sobre animales domésticos introducidos), se trasplantó a América y adquirió allí caracteres mucho más absorbentes que en la península. Con el aumento de los ganados, vinieron pronto los conflictos por asegurar el forraje pura los animales propios, tratando de excluir a otros grupos, menos influyentes en el conglomerado social. A esto obedecen las continuas disposiciones de los reyes españoles, sobre que los pastos sean comunes a todos, como se decreté en 1541 para el recién conquistado Perú (Torres de Mendoza, 1872, XVIII, 5-6; Schaefer, 1947, 11, 337; Ramos Pérez, 1947, 164-165).

En ciertos casos, el uso de los pastos comunitarios sirvió de fuente de ingresos o propios a las villas y ciudades.

 

6. -Adaptación de los animales introducidos a los pastos americanos.

Es sabido que en la zona templada, de donde procedían los animales domésticos introducidos al Nuevo Mundo, los pastos se agostan durante el invierno, y que en ciertas comarcas de clima riguroso, se debe aprontar la paja o heno que es yerba seca, para dar a los animales cuando el terreno cstd raído de vegetación o cubierto de nieve. En América, aunque hay un agostamiento durante la época de sequía, si es muy prolongada, sólo en regiones de extrema aridez adquiere un carácter semejante al de Europa. En la parte equinoccial son reducidos los enclaves donde esto ocurre. Siempre hay forraje

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disponible.

Así lo expresaba en el siglo XVI, refiriéndose a las Indias en general, Tomds López Medel, oidor que fue en el Nuevo Reino de Granada: "Para las bestias regaladas y de caballería, hay tanta manera de yerbas, y tan comunes y perpetuas, que en todo el año ni en todos los tiempos jamás deja de dárseles verde, y tan ordinario les es cada día el verde como les es el pienso de la cebada o maíz..." (Cappa, 1890, V, 362-363).

En cuanto al efecto de los pastos americanos en los animales recién introducidos, se creyó observar a los principios en las Antillas y en el Darién, primeros lugares colonizados en América, que "las yerbas se hacen tan altas como las mieses: engordan el ganado admirablemente, pero dan carnes insípidas (...) Las crías de todos los animales, por la exhuberancia de la hierba, se hacen mayores que sus padres, aunque coman sólo hierbas, sin cebada u otro grano" (Anglería, 1944, 107-108). Quizá esto fue apenas un desenfoque inicial, cuando todo lo del Nuevo Mundo parecía prodigioso.

El mismo López Medel, después de referirse concretamente a varios pastos, como un género de avena [ |Bromus unioloides H.B.K.], el camalote (véase adelante) y una grama, apunta que inicialmente hubo dificultades de adaptación: "...porque aunque a los principios o por no estar trenzados y tratados los prados estaban en muchas partes de las Indias muy agrestes y dsperos, de suerte que no podían comella los ganados, ahora con la huella y frecuencia de los muchos ganados que hay, y con la industria de los nuevos pobladores, estén tan moles y delicadas aquestas yerbas, que se pacen muy bien y son tan buenas como las mejores" (López Medel: Cappa, vol. cit., 362-363). A lo cual cabe observar quo --aparte de la introducción de leguminosas forrajeras como la alfalfa y el trébol, que sólo se difundieron en climas fríos --los españoles no intentaron hacer mejora alguna en los pastos nativos; y que la cría de ganado fue en la América española una actividad librada casi a las fuerzas de la naturaleza, como suficientemente se demostró en otra obra (Patiño, 1966, 364-369). En efecto, la siembra artificial de pastos es tardía, y sólo se puso en práctica en América tropical en el período nacional (véase adelante) (Ospina, T., 1913, 121-122; Striffler, 1958, Mont., 136-137).

En la Española se observó que el pasto llamado allá espartillo(?) era dañosísimo al ganado en sitios nuevos, no hollados previamente, según documento de 1608 (Rodríguez-Demorizi, 1945, 11, 324).

 

7. -Cambio del paisaje.

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El impacto que la introducción de animales domésticos del Viejo Mundo hizo en la vegetación natural del Nuevo, en la parte que es escenario de esta obra, se estudiará en detalle en el vo lumen pertinente. Aquí sólo se observa de paso, que el paisaje ha ido cambiando, a medida que áreas nuevas van siendo utilizadas con pastos. Este proceso se observó desde principios de la ocupación española (Casas, 1909, 39; 113; De Candolle, 1855, 1, 471).

 

8. -Sobra de forrajes; aprovisionamiento urbano.

Fueron relativamente muy pocos los casos en que los animales introducidos por los europeos a la parte equinoccial del Nuevo Mundo, hayan perecido por falta de forraje. La historia de los ca ballos, que con los perros fueron los primeros animales introducidos en las expediciones, por su carácter de armas de guerra, presenta pocos ejemplos de muerte por imposibilidad física de alimentarlos. Tales casos ocurrieron siempre en regiones de selva pluvial.

Ni aun en la marcha de Juan de Vadillo desde el Urabá hasta el valle del Cauca se registraron bajas por hambre, sino por despeñamiento. No había pastos (gramíneas) en largos trayectos del recorrido de la serranía de Abibe; pero mediante los indios de servicio se obtuvieron hojas de iracas y de plantas diversas.

Otro caso espectacular fue el de la entrada de Gonzalo Pizarro al país de la Canela, en las espaldas de los Andes de Quito.

Estabilizada la dominación española y fundados núcleos urbanos, aunque se hubiera omitido (y en pocos casos lo fue) el requisito de ubicar la fundación en regiones con suficientes pastos en las cercanías, no por eso sufrieron hambre los ganados (otra vez especialmente los caballos), pues una de las obligaciones de los indios de servicio o indios mitayos, era el acarreo de yerba --en ocasiones de grandes distancias --para mantener provistas las caballerizas del encomendero. Acerca de este aspecto del trabajo indígena --como sobre otros de este tema --poco se ha insistido. Aquí sólo se destaca la circunstancia de que el corte de yerba para dar como pienso, representaba una práctica no intencional de mejoramiento y conservación de los pastos, que la ciencia agronómica moderna está recomendando.

Para terminar con este aspecto del papel de los indígenas en el establecimiento de la industria ganadera en América, en lo elativo a forrajes (los otros se verán in extenso en la obra pertinente), hay que establecer que la costumbre española de la "derrota", o sea el derecho consuetudinario español de que el ganado en tránsito podía

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comer los sobrantes de las mieses y toda vegetación que hubiera en las heredades situadas a ambas orillas del camino recorrido, operó en América exclusivamente contra los indígenas, cuyos maizales fueron sistemática y perseverantemente asolados por los ganados del conquistador o encomendero, y en muchas partes actualmente del gamonal o cacique local.

En resumen, los ganados herbívoros introducidos por los europeos, hallaron en América o praderas de formación compleja, o cultivos asimilados a forrajes (maíz), que aseguraron desde el principio la supervivencia y propiciaron un rápido aumento de tales ganados, como se verá en la historia de cada especie en particular, último volumen de esta obra.

 

9. -Ganados al Perú.

La costa peruana en toda su extensión es tierra árida, que sólo se viste de vegetación forra] era durante cortas semanas en la época de las lluvias o "garúas" (junio-julio) (Anónimo, 1958, 45). En los arenales de Catacaos (Piura) sólo se conseguía un pasto "nudillo" (Serra, 1956, II, 345), quizá |Axonopus compressus (Sw.) Beauv. (Macbride, 1936, 1, i: 205). La llevada de ganados allá habría sido más difícil, si no hubiera sido por la circunstancia que pasa a puntualizarse.

Establecida regularmente la navegación desde Panamá al Perú, como la corriente de Humboldt y los vientos dominantes en el Pacífico hicieron difícil el movimiento de los barcos de vela cerca de la costa, de Panamá hacia el sur se apelaba a la navegación de altura. Los navíos se desviaban primero al occidente, hasta la punta de Burica por lo general, y de allí se lanzaban directamente a las costas ecuatorianas (San Mateo, Puerto Viejo, Coaques, Pund) o peruana (Túmbez, Payta, Callao). Parece que se acostumbraba cargar yerba y leña en Burica para la travesía; así por lo menos ocurrió en 1533 cuando Juan de Espinosa, hijo de Gaspar, intentó ir en socorro de Francisco Pizarro durante el levantamiento de Manco Inca (Medina, 1913, II, 379; -----, CDIHC, 1895, VI, 203).

 

10. -Otros recursos forrajeros.

En zonas marginales o sometidas a largas sequías que agostaban los pastos, o en regiones cuyo clima no es propicio para las gramíneas, no faltaron árboles, arbustos o yerbas forrajeros que por sus ramas y hojas, por sus frutos o semillas, y a veces por unos y otros, sirvieron y

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sirven como forrajes, no sólo para casos de emergencia y penuria, sino de modo casi regular o cotidiano.

Conocida es también la preferencia de los ganados por ciertas plantas forrajeros, aunque dispongan de pastos abundantes.

 

MONOCOTILEDONEAS

 

TIFÁCEAS.

 

217 -- |Typha spp..

|Totora ( |t'otóra), |matára, del quechua (Lira, 1945, 1016; 638).

|Caipempe (guaraní); |tunaz (chiquitano); |zec-zec o |umaocsa (aymara) (Peña, 1901, 131).

|Junco, |enea. Ambos nombres se aplican también a otras plantas, especialmente del género |Scirpus.

|Enea, anea, espadaña; los dos últimos no se usan en América.

Esta planta de lugares húmedos y pantanosos tiene una amplia dispersión en toda la América intertropical y más allá. No es en rigor objeto de cultivo; pero para ciertas comunidades del área del presente estudio ha tenido y tiene considerable valor económico. Lo relativo al empleo como planta fibrosa extractiva se estudiará donde corresponda.

Los uros que vivían en las márgenes del lago de Titicaca dependían de la totora para satisfacer muchas necesidades de la vida diaria. Ella era alimento para puercos, caballos y hombres, después de establecida la dominación española (Acosta, 1954, 44). A orillas de la laguna de Paria (Desaguadero), había en la segunda mitad del siglo XVI grandes piaras de cerdos, que se alimentaban con el rizoma de esta planta (Ibid., 75; Cobo, 1890, I, 335-336; 1956, 1, 157).

 

GRAMÍNEAS.

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218 -- |Chusquea spp.

Chusque; guaduilla; carrizo; suro.

No se cultiva para forraje. Algunas especies se propagan como ornamentales, especialmente para setos.

Comentando un autor el viaje de Gonzalo Pizarro al país de la Canela, cuenta las penurias pasadas por no poder sostener los caballos a falta de pastos. Los indios de servicio tenían que cortar en la parte más alta de la Cordillera, "carrizo" para alimentar dichos animales (Rodríguez, 1684, 13). Esto sin duda fue producto de la observación en las Cordilleras Central y Occidental del Nuevo Reino de Granada (Spruce, 1908, 11, 267-268 nota).

En efecto, otros datos confirman el uso del "carrizo" como forraje, especialmente en el antiguo camino de Guanacas, donde las mulas de las recuas eran alimentadas con él (Serra, 1956, 1 125).

Los venados de la zona del salto de Tequendama se alimentaban de "chusque" (Hamilton, 1955, 1, 95).

Como especies norteandinas se han registrado |Chusquea uniflora Steud, C. |weberbaueri Pilger, |C. serrulata Pilger, |C,. scandens Kunth (Hitchcock, 1927, 309-312), y |C. lehmannii Pilger (Ibid., 1930, 571).

 

000 -- |Gynerium sagittatum (Aubl.) Beauv..

Véase numeral 172 en el capítulo XV.

Aunque no se ha cultivado como forrajera, sí como planta industrial y material de construcción.

El uso de la hoja para forraje fue ocasional. Véanse las referencias pertinentes en el lugar indicado.

 

219 -- |Stenotaphrum secundatum Kuntze.

|Canoíta, en la costa colombiana del Pacífico.

|Saint Augustine grass, en los Estados Unidos (Hitchcock, 1930,

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622-623).

Esta gramínea reptante con hojas de forma aquillada que lo ha valido el nombre vulgar, es regularmente común en las playas marítimas o fluviales de la costa colombiana occidental. El autor la ha visto como planta espontánea en algunas islas de la bahía de Málaga, y en varias playas de islas y caños del estuario del Patía. Se hicieron colecciones botánicas y de material de propagación para la Oficina de Investigaciones Especiales del ministerio de Agricultura de Colombia, en julio de 1955. Otros colectores también la han hallado (Cuatrecasas, 1953, In.;----- y Killip N" 39062, Togoromá: USNH).

Pero también al Valle fue introducida --al parecer desde Florida --como grama ornamental para prados, en dos tipos, uno verde y otro variegado (Patiño, 1948, Mem., 42; 48).

Este es uno de los ejemplos de plantas que han llegado al país desde el exterior, y se han propagado por el prestigio de lo foráneo, sin que las especies nativas correspondientes u homólogas merezcan atención.

El género |Stenotaphrum fue señalado en Trinidad a mediados del siglo XIX (Crüger: De Verteuil, 1884, 403). Contemporáneamente se ha registrado en Surinam y Guayana (Stehlé, 1956, 92; 175). Se cultivó en los Jardines Experimentales de Summit desde 1925 (CZG, 1926, 22; -----, 1939, 27).

 

220 -- |Ixophorus unisetus (Presl.) Schlecht.

|Pasto hatico, en Colombia.

Por haber llegado inicialmente a la hacienda "El Hatico", de los hermanos Molina Garcés, cerca de Cerrito, en el Valle del Cauca, quedó con ese nombre (Chardon et al, 1930, 74). Posteriormento (hacia 1929-1930) fue introducido de Puerto Rico a la Estación Agrícola de Palmira.

Es nativo de Centro América (Hitchcock, 1930, 679).

 

221 -- |Eriochloa polystachya H.B.K..

|Carib grass.

|Janeiro, pasto Janeiro, en el occidente colombiano. Se ignora de

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dónde proviene el nombre.

Yerba nativa de las Antillas al Ecuador, preferentemente en zonas riparias y anegadizas (Hitchcock, 1927, 429; Chardon et al, op. cit., 74). En Puerto Rico se usa en la actualidad para corte (Stehlé: 1956, 244).

Esta gramínea, o una tan semejante que se confunde con ella a simple vista, vive con todos los caracteres de indigenismo en los ríos del litoral occidental colombiano; abunda especialmen te en el brazo de Naranjal, río Guapi (USNH: E. P. Killip 33034. 1939. Buenaventura).

Según Zuleta, el primer semillero de "pasto janeiro" lo tuvo en Medellín el señor Eusebio A. Jaramillo, de tallos que le envié del Cauca (Valle del Cauca) Julián Uribe Uribe a José Domingo Sierra, en. agosto de 1917. Luego la Escuela Superior de Agricultura de Medellín distribuyó tallos entre varios agricultores, cosa que afirma el historiador de modo fehaciente, pues desempeñaba entonces el cargo de director de esa institución (Zuleta: RHA, 1919, 2: 641).

Hacia la primera década de este siglo, un "pasto janeiro" se empezaba a propagar con buenos resultados cerca de Macas, en el oriente ecuatoriano (Tufiño-Alvarez, 1912, 46).

Quizá sea el mismo que en la carretera de Santo Domingo de los Colorados a Quinindé (observaciones de 1952) se conoce como "pasto manabita".

En el valle del Cauca se plantó algo en el pasado (USNH: Chardon 3, 1929, "El Hatico": "similar to para, but planted on hillsides; not so popular as pará; H. García Barriga 6338, 1939, "El Trejo", "pasto janeiro").

 

222 -- |Axonopus scoparíus (Flügge) Hitchc..

|Camalote, camelote; gamalote, gramalote. Nombres ambiguos que se aplican a otras especies, inclusive no gramíneas.

|Pasto imperial.

|Micay. Los dos últimos nombres colombianos.

|Cachi, caricachi, en el Perú (Hitchcock, op. cit., 628). También ambiguos: "Cachhu - la yerua y comida de los animales. Yuyo las de los hombres" (González Holguín, 1608, I, 34). "Káchu: forraje, pasto, hierba verde que se da a los animales herbívoros", con otras

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desinencias (Lira, 1945, 385-386). Lo mismo viene a ser la segunda palabra, pues cari (kkhári), es el macho de todos los mamíferos, inclusive el hombre (Lira, op. cit., 518).

|Sara-sara, en Bolivia (Black, 1963, 18-19).

El nombre "gramalote" o "camalote" no sólo se aplica a esta especie, sino a otras plantas, especialmente acuáticas o anfibias. Por eso no todos los datos que siguen pueden atribuírsele a la es pecie en estudio. En ciertos sectores se aplica el nombre a Trípsacum (véase).

Un río del Gamalotal, hoy río de Jesús María, valle de Landecho, se registra en documentos de Costa Rica, correspondientes a 1691 (Fernández, 1882, II, 4, 7, 11). Gamalotales había tam bién en la cuenca del río Pataste, en territorio ocupado por los guatusos (cuenca del río San Juan), en 1882 (Thiel: Fernández, 1883, III, 313).

No se sabe qué yerba era la que se cargaba en Burica cuando los barcos salían para el Perú (véase parte introductoria de este capítulo); pero en la región de Veragua ocupada por los do races y zuríes, en la primera mitad del siglo XVII, un misionero dice haber visto "gamalotales" (Rocha: Meléndez, 1682, 111, 356).

En su revisión sobre algunos pastos del Nuevo Mundo, el licenciado López Medel, quien violó mucho por el occidente de la Nueva Granada, informa: "Hay otra yerba que llaman "camalote", que se hace en tierras calientes, y se ofrece a cada paso, que ni. hay necesidad de sembrarla, ni aun de poner mucha diligencia para buscarla y hallarla" (Cappa, 1890, V, 362-363).

La descripción que hace Antonio de Alcedo de la "gamalota" poco sirve para identificar la especie, aunque por la altura, quizá pueda adscribirse a la que se está considerando, en la forma llamada "imperial": "Yerba que se da comúnmente fresca a las mulas y caballos en lugar de paja en el Reyno de Tierra Firme, como la alfalfa en el de Valencia: tiene la hola de una vara de largo, y una pulgada de ancho muy semejante a la del maíz; es semejante a la cebada, aunque la hoja es más ancha, larga, gruesa y espesa de un verde algo obscuro y vivo: el vástago fuerte y guarnecido de nudos en la raíz de cada hoja, y del grueso de dos líneas: crece a la altura de más de dos varas, y cuando se inunda el terreno, y la cubre cl agua se pudre; pero después que baja y le da el sol vuelve a renacer en pocos día.,. D. Antonio Ulloa observó que es tan provechosa para los ganados que pacen en los llanos, como perjudicial a los de las montañas" (Alcedo, 1789, V, Voc., 85-86).

En el bajo Atrato hay un caño llamado Gramalote (Cuervo, 1892, 11,

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318).

"Gamalote", como pasto de las partes cenagosas, menciona en la Nueva Granada del siglo XVII un autor (Rodríguez, 1684, 13). A principios del actual, observó un geógrafo en el sector lluvioso del camino entre Túquerres y Barbacoas, que en la faja de 15 metros dejada libre a lado y lado del sendero, sólo se podía sembrar pasto imperial o "gramalote", porque a causa de la blandura del terreno cualquiera otra gramínea menos tierna, la arrancaría de raíz una bestia al comerla (Gutiérrez, 1920, I, 192).

Pedro Vicente Maldonado, el apóstol de la comunicación de la sierra interandina ecuatoriana con el mar, sembró "gramalote" en San Mateo en 1736, y en el tambo de San Tadeo, en el camino que abrió de Quito a Esmeraldas para fomentar la colonización de esa zona (Rumano González, 1948, I, 65, 171; 235). Lo observó después Caldas en el camino de Malbucho (Caldas, 1933, 351-352).

"Camalote" había en las planicies inundables de Babahoyo a mediados del siglo XVIII (Alcedo y Herrera, 1946, 62). En Bodegas, allí mismo, vio Spruce en el tercer cuarto del siglo XIX potreros de "gamalote", que identifica como un Panici (Spruce, 1864, 32). En Manabí, por la misma época; había un pasto "Cauca", parecido al gramalote (Wolf, 1892, 430).

|Axonopus scoparius sólo se ha hallado hasta ahora ruderal o cultivado, y se desconoce su centro de origen (Black, 1963, 7, 18; 112-114; 177).

En cuanto al cultivo, ya se ha visto que desde 1739 Maldonado parece haberlo propagado en Esmeraldas, y que Spruce halló en 1863? potreros de él en Babahoyo (Bodegas).

Según Tulio Opina, el "gramalote" o imperial fue "descubierto" en San Bartolomé de Antioquia, "de pocos años a esta parte" (Opina, T., 1913, 124). Pero un contemporáneo y paisano suyo afirma que el "pasto imperial" lo introdujeron a Antioquia, del Perú, don Federico y don Urbano Zuluaga, quienes sembraron ese pasto en Guarne, y de allí lo trajeron a Medellín don José María Jaramillo y don Lázaro Botero (Zuleta: RHA, 1919, 2: 641).

Aunque desde el punto de vista taxonómico pueda no haber diferencia entre el imperial y el micay (Black, 1963, 18, 177), lo cíerto es que nadie los confunde en Colombia. Por eso los datos que les corresponden se ponen por separado.

"Muy pocos recordarnos, y es de justicia que no se olvide, que el primero que sacó del valle del río Micay este pasto y lo hizo conocer

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sembrándolo en sus tierras de la Cordillera Occidental, en el lugar llamado La Eivira, cerca de Cali, en 1887, fue don Elías Reyes". Esto lo dice el geógrafo Rufino Gutiérrez --muy vinculado a la casa de los Reyes, como que fue secretario de Rafael --a propósito de la influencia favorable que tuvo la propagación de ese pasto en la economía de Santa Rosa de Cabal a principios del siglo actual (Gutiérrez, 1921, 11, 49; Parsons, 1949, 135). La creencia de que este pasto es originario de la cuenca del río de su nombre, en el departamento del Cauca, ha estado muy arraigada en Colombia (Tascón, L., 1935? 196; -----, 1961, 269). Aun se ha llegado a señalar específicamente el lugar de San Antonio, en el antiguo camino de Popayán al Micay, como el punto de origen (Yacup, 1934, 168). También se ha dicho que de allí o del vecino río Timbiquí lo llevó al interior don Julio Arboleda, cuya familia tenía minas de oro en aquella región costera. Hasta la altura donde el autor conoce el río Micay, o sea hasta la boca de la quebrada Juli, no ha visto "micay" sino "imperial" subespontáneo en las terrazas orillanas, cosa frecuente en los ríos de la costa occidental colombiana. No se han podido hallar pruebas documentales serias sobre la introducción de Arboleda.

Ello es que para 1912, los potreros del Valle estaban predominantemente constituídos por trenza [ |Paspalum notatum Flügge], pará y guinea. Se empezaba a cultivar la argentina [ |Cynodon dactylon (L.) Pers.], y en "los climas templados de la Cordillera" se cultivaba el micay (García, E., 1945, 264).

Por su parte, el agrónomo Tulio Ospina afirma que el micay es nativo del Chocó (Ospina, T., 1913, 123). Una cepa de este pas to habría sido llevada a la ciudad de Antioquia el 18 de febrero de 1910, enviada desde Santa Rosa de Cabal por Jesús Constaín a Eusebio A. Jaramillo & Cía. (Sierra S., 1916, 10). Ya preocupaba la infertilidad de la semilla (Ibid., 16). "El Sr. D. Eusebio Jaramillo introdujo aquí [Medellín] el pasto micay en 1910..." (Zuleta: RHA, 1919, 2: 641).

A San Agustín, Huila, habría sido introducido en 1916 por Gustavo Muñoz O. (López M., 1947, 209).

A Anolaima, Cundinamarca, fue llevado del Cauca (Pérez Arbeláez, 1947, 113).

Las 500 cabezas de ganado que había en la región de Macas, oriente ecuatoriano, en 1911, se sostenían en potreros de "gamalote" (Tufiño-Alvarez, 1912, 46).

Ahora bien, si todas las informaciones concuerdan en que la procedencia de estos pastos corresponde a la parte noroccidental de Sur América, no se sabe a qué especie se refiera el nombre de grarnalote o semejantes del valle del Magdalena. Un gramalote era el

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único pasto que se conocía en tierra caliente de Cundinamarca, que crecía espontáneamente en las lomas, donde era buscado por las mulas de las recuas, antes de la introducción de la guinea y del paró, a mediados del siglo XIX (Rivas, M., 1899, 31).

En cuanto al gramalote acuático o anfibio, tanto del Valle del Magdalena como de la región amazónica y otros ríos ecuatoriales, es evidentemente otra cosa, con mucha probabilidad |Hymenachne amplexícaule (Rudge) Nees (Hitchcock, 1930, 668; Black, 1963, 18), o |H. donacifolia (Raddi) Chase (Hitchcock, loc. cit.).

Este debe ser el que utilizaban como forraje los manatíes del Magdalena en el siglo XVII (Simón, 1953, IV, 338), y quizá también en el Amazonas (Maroni, 1889, 101), y en el Orinoco (Gilii, 1965, 1, 121).

A las tortugas guardadas en corrales o charaperas en el Amazonas (Patiño, 1966, 164), les echaban para mantenerlas durante muchos meses, gamalote u hojas de caña (Uriarte, 1952, 1, 142, 215).

 

223 -- |Paspalum notatum Flügge (Hitchcock, 1930, 636-637).

|Pasto de Bahía (Bahía grass) (Wilson, 1951, 196-197).

Pasto alfombra.

|Jenjibrillo, en Costa Rica (Wagner, M., 1944, 202; Stehlé, 1956, 278, 285; Pittier, 1957, 142).

Grama, grama trenza.

|Pasto común.

Es el principal componente de las llanuras del Valle del Cauca. Muy usado para prados urbanos.

Es difícil decir que a él se apliquen las palabras de López Medel: "Hay también un género de grama [fuera del camalote que es notable y recio pasto para las bestias... " (Cappa, 1890, V, 382-383).

Los zootecnistas discuten sobre su valor nutritivo (Chardon & al, 1930, 65-66; Black, 1963, 17; 71-83; Mcllroy, 1964, 8).

 

224 -- |Paspalum dilatatum Poir.

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|Dallis grass; paspalum; paspalum grass (Hitchcock, 1930, 642-643).

Cultivado. Es una de las pocas gramíneas de la pampa argentina que han sido aprovechadas como forrajeras (Parodi, 1935, 115); allá lo llaman "pasto miel".

Introducido a Antioquia en 1909 por Eusebio Jaramillo (Zuleta: RHA, 1919, 2: 641). A Norte América había sido llevado desde 1880 (Wilson, 1961, 185-186).

 

225 -- |Trípsacum laxum Nash..

|Gama-grama, en Guatemala.

|Pasto Guatemala, en Colombia y en otros países.

|Gramalote (véase |Axonopus scoparius).

|Maicillo, en algunas partes de Centro América (Hitchcock, 1930, 700-701).

Existen |Tripsacum spp. espontáneos en diversas regiones de, América tropical (Patiño, Mss.). En la Cordillera Oriental de los Andes colombianos, la abundancia de esta gramínea le dio nom bre a un municipio: Gramalote, en el actual territorio de Norte de Santander. Quizá por el mismo (aunque no hay pruebas, como en el caso anterior; donde todavía perdura la especie en forma espontánea), se llamó Gramalote un lugar (533 m. sobre el mar), cercano al alto de Bella Vista, en el camino de Bogotá a los Llanos orientales, a causa de "una yerba alta" que allí abundaba. La observación corresponde a enero de 1824 por dos de los científicos más escrupulosos que hayan visitado a América (Boussingault, 1900, III, 250; Rivero y Ustáriz, 1857, 1, 83; 114).

También en Lages, boca del Río Negro sobre el Amazonas, se estableció la presencia de este género, asociado con la palma |Maurítia, desde mediados del siglo XIX (Spruce, 1908, 1, 237; -----, 1942, 208).

Pero ninguna de las especies espontáneas parece haber despertado mucho interés como forrajera, ni hay constancia de que se haya cultivado alguna con ese propósito.

En cambio, la especie centroamericana |T. laxum Nash, se ha venido empleando de modo cada vez más intenso y creciente, primero en el

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Valle del Cauca y ahora en el resto de Colombia y países vecinos, a partir de su introducción.

Esta tuvo lugar por primera vez, a la Estación Agrícola Experimental de Palmira, en marzo de 1929, enviada desde Puerto Rico por la Misión Chardón. De ese centro experimental se ha di fundido por todo el país, y se halla ahora desde el nivel del mar hasta alturas de 1.600 y aun de 1.700 metros (Chardón et al, 1930, 73-74; Molina Garcés, 1930, 49; Kuri, 1948, 45).

|A Tripsacum parece corresponder este dato del siglo XVII: "Es el "acamalote" una yerba tan parecida a la planta del Maíz en el talle, caña y hoja, que vista en los campos engaña a mu

chos. No produce semilla alguna [comestible, se entiende]; véndese en los pueblos de la Nueva España como el "Zacate"; y con él engordan mucho las bestias" (Cobo, 1890, I, 438; -----, 1956, I, 199).

 

226 -- |T. latifolium Hitch..

Zacate prodigio.

Nutriol.

Originaria de Guatemala (el tipo de la especie es de Cubilquitz), Honduras, Nicaragua y del oeste de Méjico (Hitchcock, 1930, 700).

Esta gramínea fue estudíada en 1912-1913 por el agrostólogo Mario Calvino en la Estación Agrícola Central de Méjico. Hacía 10 años aproximadamente que había sido introducida al cultivo en la región de Coscomatepec, cerca de Huatuzco, Veracruz. Plantada en terrenos barrosos de la Estación Agrícola de Tabasco, se dio bien; de allí fue llevada a Cuba por Calvino en 1918 (Calvino: RACT, 1920, 62-67; -----, 1952, 44-51; Díaz: RMA, 1946, 24-26).

A instancias del doctor Ciro Molina Garcés, entonces Secretario de Agricultura del Valle del Cauca, Héctor Cuenca, joven vallecaucano que estudiaba en Cuba tecnología azucarera con una beca de aquella entidad, llevó a su:egreso a Cali en abril de 1947 (Molina Garcés, 1947, 26), unos tallos de "zacate prodigio", que fueron plantados en el vivero de la Escuela de Artes y Oficios de Cali. De allí se distribuyó a varias personas.

Unas cepas fueron llevadas a la Estación del bajo Calima y plantadas el 7 de marzo de dicho año (Patiño, 1947, Mem., (1948), 29). Aunque esta planta, procedente de la Estación Agronómica de Santiago de las

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Vegas, Cuba, llegó al Valle como |T. latifolium, aparentemente no se distinguía del |T. laxum Nash. Sin embargo, parece haber sido Introducida con anterioridad a la fecha indicada, pues 5 libras de semillas, 3 bultos de cepas y 10 matas de ella, aparecen distribuídas desde el segundo semestre de 1945 por la campaña forrajera de la Secretaría de Agricultura del Valle (Molina Garcés, 1946, 48).

 

227 -- |T. dactyloides L..

Maicillo.

Parece la especie más difundida en América en estado espontáneo (Hitchcock, 1930, 700).

Con ese nombre figura introducido a Costa Rica a principios de este siglo, desde los Estados Unidos, "hace poco" (Pittier, 1908, 110).

 

228 -- |Euchlaena mexicana Schrad..

|Teosinte, del náhuatl |teocentli.

|Cencocopi (Hernández, 1946, 111, 868-869; 866).

En una información levantada en Cartago, Costa Rica, en el año de 1775, acerca de la región de Talamanca, en el sector de la vertiente atlántica, un testigo dice que el terreno le pareció fértil, y "que los pastos que vio son tiosintales y otras yerbas, escaso de zacate" (Fernández, 1907, X, 40). Es de saberse que el nombre "teosinte" se ha aplicado también en Centro América al |Trípsacum spp. (Hitchcock, 1930, 700-701), y podía tratarse más bien de éste último, pues no hay constancia de que |Euchlaena, que es de origen mejicano (Hitchcock, op. cit., 701-702), haya vivido tan al sur como Talamanca. Pero, por otra parte, hay constancia de que la colonización mejicana prehispánica se había extendido hasta los actuales límites de Costa Rica y Panamá, de modo que el |Euchlaena pudo haberse extendido a Talamanca por agencia humana, aunque esto es algo improbable.

Eduardo Zuleta dice que el teosinte lo introdujo la Escuela de Agricultura de Antioquia en 1917, pero que parece lo había llevado antes (no indica de dónde) el señor José Jaramillo Zapata (Zuleta: RHA, 1919, 2: 641).

A la Estación Agrícola de Palmira fue introducido también hace

403

bastantes años, probablemente después de 1940; pero no se ha destacado mucho como planta forrajera. De allí llevó el autor en 1952 (enero 11) semillas a la de Medellín, para la colección de relativos del maíz. En esta última institución se sembraron el 4 de febrero de 1954 semillas de teosinte 4n de Méjico, enviadas por el Dr. Pohl, del Depto. de Botánica, Iowa State Collega (Patiño, apuntes de cartera).

 

000 -- |Zea mays L..

Véase numeral 131, 1964, II, pp. 92-154.

Abundaran o escasearan los pastos, el maíz constituyó el forraje por excelencia, a partir de la época de la conquista. A escala mundial, se ha reconocido que la cría de ganado en Europa no habría adquirido el impulso que tuvo desde el siglo XVIII, sí no hubiera sido por el maíz y la papa; de manera que América pagó sobradamente por los ocho cerdos que trajo Colón en un principio (Lewinshon, 1952, 161). También se ha señalado que el cultivo de leguminosas en las colonias inglesas de Norte América, se vio limitado por el uso del maíz como forraje (eras, 1946, 291; 297-298).

Es natural que este uso lo hayan aprendido primero los europeos en las grandes Antillas.

Para la expedición inicial de Hernán Cortés a Méjico, en 1519, en los barcos se hicieron pesebreras y se metió "mucho maíz y yerba seca" para los caballos (Díaz del Castillo: Vedia, 1947, II, 20).

En Méjico, desde luego, donde parecen haberse seleccionado por los indígenas variedades de maíz con cañas de un alto contenido de azúcar, la práctica de usarlo como forraje y grano fue muy difundida (Motolinia, 1941, 201-202; Gómez de Cervantes (1599), 1944, 114). En unas instrucciones a los jesuítas administradores de haciendas, se recomienda dejar en pie, después de cosechar las espigas, los rastrojos de maíz o "tlazote", para que los coman a su tiempo los ganados (Anónimo: Chevalier, 1950, 123).

En Nicaragua al maíz para forraje se le llama "huate" (Levy, 1873, 186, 458), y en Costa Rica "guate" (Wagner, M., 1944, 203).

En Cuba era costumbre la cría de puercos con maíz (Arrate (1761), 1949, 14).

En Jamaica se usaba de preferencia para animales en el siglo XVII (Hughes, 1672. 27).

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A Hernán Sánchez de Badajoz lo acusaron algunos de sus soldados, de que les daba para comer el maíz dañado y podrido que traía para los caballos, en 1541 (Vega Bolaños, 1955, VI, 355).

En Panamá, aunque se cogía maíz en los términos de la ciudad, corno ahora, se traía a principios del siglo XVII de otras provincias del istmo o de Nicaragua o Cartagena para las mulas que hacían el transporte transístmico (Vázquez de Espinosa, 1948, 283). Villa Santos proveía maíz con el mismo objeto (Cuervo, 1892, II, 34).

Durante la expedición de Francisco Cesar a Abibe, los indios daban de comer maíz a los caballos, con temor supersticioso (Simón, 1953, V, 212; 216). En Cartagena servía para alimentar cabritos (Ibid., IX, 201).

En la entrada al Nuevo Reino, los españoles hallaron en Sorocotá maíz que fue empleado para los caballos (Ibid., I, 268). Cuando los compañeros de Quesada se dieron cuenta de que se aproximaban otros españoles por el occidente, enviaron a Hernán Pérez a saber de qué se trataba. Hallaron el rastro, por los granos de maíz caído, del que se esparcía cuando daban de comer a los caballos, y de lo que sobraba de los puercos que llevaban, granos que sirvieron a los compañeros de Pérez para alimentarse, pues venían desprovistos (Serrano y Sanz, 1916, 128; Friede, 1960, NR., 246).

A San Francisco de Guamocó, región minera del Magdalena, donde escaseaba el pasto por ser selvática, se llevaba el maíz para que comieran las cabalgaduras (Simón, 1953, IX, 116).

En Flandes, cerca del actual Girardot, se alimentaban cerdos con maíz durante la guerra de independencia (Hamilton, 1955, I, 152). Era forraje habitual de équidos en climas cálidos (Ibid., 40).

En Antioquía se consideraba que las gallinas dej ceban de poner y los cerdos de procrear cuando se les suprimía el maíz (Posada Arango, 1909, 192).

Por la escasez de pastos en el Perú y en el Ecuador interandino, se usaban como forrajeros el trigo y la cebada, y especialmente la hoja del maíz, que se consideraba lo mejor (J. de la Es pada, 1881, I, 6; 8). Con Salazar de Villasante, que es quien hace la afirmación, estuvo después de acuerdo Acostar "las hojas del maíz y la caña verde es escogida comida para cabalgaduras". En cuanto al grano, también se usaba, pero dando de beber primero agua a los caballos, para que no produjera torzón (Acosta, 1940, 266; -----, 1954, 109). Esta era la principal comida para cebar cerdos (Ibid., 1954, 110, 133).

Según Cobo, el que ordinariamente comían los caballos era el maíz

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morocho (Cobo, 1890, I, 342; 180, 182). Y Garcilaso: "las cañas secas y sus hojas son de mucho mantenimiento y muy agradables para las bestias" (Garcilaso, 1945, II, 177). La paja de maíz para forraje se llama "chala" en el Perú (Anónimo, 1958, 4849). El grano engordaba mucho a gallinas, pavos y otras aves en Lima (Ibid., 50).

En la Guayana alimentaban pavos con maíz (Berkel, 1942, 88).

En el Brasil los portugueses sembraban maíz para caballos y otros animales (Amaral, 1940, II, 292).

A mediados del siglo XVI ya se notó que los caballos, "no enflaquecen como acá [España), aunque caminen, comiendo maíz verde" (Gómara: Vedia, 1946, I, 289). La experiencia para fines del siglo XVI había enseñado que con este grano "sustentan los caballos, en lugar de cebada, y engordan el ganado porcino, y es de mucho provecho a la República" (Vargas Machuca, 1599, 164 v.).

La avidez y selectividad de los animales importados por el maíz, dio origen a la destrucción de heredades indígenas y sementeras, que como consecuencia y reacción, provocó levantamientos y muertes. Esto se verá con más detalle en otra oportunidad.

 

PALMACEAS.

 

Como hecho general, hay que anotar que con la moderna industria de aceites vegetales comestibles que utiliza la pulpa del coco y almendras de varias palmas de la subfamilia de las Cocoí nas, ha ido aumentando el aprovechamiento, a fuer de forraje, de la torta o pasta resultante del proceso de extracción, residuo que es altamente valioso por su composición bromatológica. Ultimamente se ha empezado a usar en la India como alimento humano.

 

000 -- |Cocos nucifera L..

Véase numeral 4, 1963, I, pp. 58-96.

Mucho antes de que se iniciara el aprovechamiento industrial del coco para aceite comestible, se usó como forraje. En Guam se engordaban puercos con él en el siglo XVII (Dampier. 1927, 209), así como en la costa de Nicaragua y Honduras en el tercer cuarto del XIX

406

(Wickham, 1872, 267).

 

000 -- |Syagrus sancona (H.B.K.) Karst..

Véase capítulo XIX, suplemento.

Las vacas suelen rumiar la pulpa dulce del fruto, en el Valle del Cauca.

 

000 -- |Scheelea butyracea (Mutis) Karst..

Véase capítulo XIX, suplemento.

En mayor proporción que la anterior, el ganado vacuno come la pulpa dulce, anaranjada de los frutos en el Valle del Cauca.

En el pasado, grandes piaras de cerdos se alimentaban del fruto de estas palmas en el norte de ese Departamento; tal hecho le valió a la especie el nombre de "corozo de puerco" (Hamilton, 1955, II, 78; 81; Patiño, 1952, 18-20; Boussingault, 1903, IV, 168; V, 31; Villaquirán: BHV, 1939, 227).

Lo mismo ocurre con especies afines en el valle del Magdalena. Una fábrica de extracción de aceite a partir de las almendras de la "curumuta" o "curún" cerca de Pivijay, Magdalena, se proveía de materia prima (corozos) en los corrales de la vecindad.

 

229 -- |Acrocomia antioquensis Posada. |Acrocomia spp..

Corozo amolado, corozo grande.

Tamaca.

Como en el caso de las dos especies anteriores, el ganado vacuno gusta rumiar la pulpa oleaginosa y mucilaginosa que rodea la nuez. En el pasado abundó esta especie en varios lugares de Antioquia (Patiño, 1952, 37-40).

Pero en América equinoccial parece haber sido desconocido el uso de la hoja de especies de Acrocomía a fuer de forraje, como sí ocurre en Paraguay, Argentina y Brasil con A. total Mart., cuyas frondes se dan al ganado (Correa, 1931, II, 329-331; Roseveare; 1948, 166). Es claro

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que esta costumbre es post-hispánica, pues entre las utilidades del "totaí" todavía a mediados del siglo XVII no figuraba la de servir de pienso (Cobo, 1891, 11, 72; -, 1956, 1, 262).

El "coyol" ( |A. vinifera Oerst.) de Centro América es también forrajero (Ramírez Goyena, 1911, II, 1004-1005; Pittier, 1957, 98). Gallinazos y perros devoran con avidez en el Amazonas los frutos de A. lasiospatha Mart., llamada localmente "mocayá" o "mucayá" (Bates, 1962, 74).

 

230 -- |Astrocaryum murumuru Mart..

Murumurú.

Palma espinosa de la región amazónica, cuyos frutos son buscados por el ganado, en la parte media de ese río. También los aprovechan los cerdos, que logran quebrar el cuesco, a pesar de ser durísimo, para comer la almendra, con la cual engordan. En épocas de escasez de otros alimentos, inclusive los gallinazos (Catharísta spp.) picotean la pulpa (Wallace, 1853, 101-102). Esta misma información la atribuye un observador contemporáneo del anterior, a A. tucuma Mart. (Bates, op. cit., loc. cit.).

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DICOTILEDONEAS

 

MORÁCEAS.

 

000 -- |Ficus spp..

Véase capítulo XIX, suplemento.

Antes de la introducción de animales domésticos euroasiáticos, los frutos de los higuerones eran aprovechados como alimento por varios animales americanos (Patiño, 1963, I, 34).

Los recién llegados aprovecharon esta fuente alimenticia. En muchas relaciones histórico-geográficas de América se destaca la selectividad de los cerdos por los higuerones. Algunas se citarán adelante.

408

El "amate" ( |F. glabrata Mart.) se usaba en Guatemala como forrajero (Figueroa Marroquín, 1957, 93-94).

No puede hablarse en puridad de estos árboles como cultivados; pero sí son protegidos y respetados. El autor ha visto cerca de Rurrenabaque, oriente boliviano en 1954, cerdos alimentán dose con frutos de "ojé" o "bibosi", como se llama localmente este árbol (Peña, 1901, 165).

 

000 -- |Brosímum utile H.B.K..

Véase numeral 31, capítulo V.

|Charo, en partes de Venezuela (Alvarado, L., 1953, 142).

De los frutos del guáimaro o sande dice una autoridad colonial sobre la provincia de Santa Marta: "los cerdos domésticos y los monteses engordan con ellos, como con la bellota de España" (Rosa, 1945, 321).

En una enumeración de los árboles del bajo Orinoco y de Trinidad, de principios del siglo XVII, se dice: "El arbol Charo es de la misma grandeza que el pasado ["Caro" = |Enterolobíum cyclocarpum (Jacq.) Griseb.], cría vna fruta redonda como madroños, quando está madura y se cae vienen todos los animales a comerlas: la cascara es amarilla y melosa; della cozida se haze buen arrope, como si fuera de vbas; la pepita es como vna auellana, cozida es sabrosa, sabe a castaña cozida, y es de mucho sustento" (Vázquez de Espinosa, 1948, 79).

Otra especie, cuya dispersión hacia el sur llega sólo a Costa Rica, |B. alicastrum Schwartz, el "ox" de los mayas (Roys, 1931, 318), se usa ampliamente en Yucatán y en otras partes de Centro América como forraje; tómanse las ramillas terminales (Calvino, 1952, 244-253).

Se usó en Jamaica con los mismos fines (Long, 1774, 111, 768769), y de allí fue llevado a Trinidad (Prestoe, 1870, 69).

De las especies centroamericanas llamadas "ojoche", |B. costaricanum Liebm. y |B. terrabanum Pittier, se ha dicho: "el ganado se alimenta tanto de las flores como de los frutos y hojas secas" (Pittier, 1957, 167; -----, 1914, IV, 69-70).

Ya se había estudiado como frutal en el numeral 22, 1963, I, 212.

 

ANONÁCEAS.

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231 -- |Xylopia ligustrifolia Dun..

|Burilico, en el occidente colombiano.

En unas relaciones geográficas de fines del período colonial sobre Cali y sus corregimientos, se dice: Cali: "Las orillas del Cauca tiene el higuerón, el jiguo negro y amarillo, el burilico, pino o manteco | [1] y dan fruto para la cría de los cerdos..." (Arboleda, 1928, 629; Villaquirán: BHV, 1939, 6: 239). Vijes: "algunos placeres cubiertos de los que llaman burilicos, higuerones, con cuya fruta se sustenta el ganado de cerda... " (Villaquirán, op. cit., 228-229). E'1 mismo texto para Yotoco (Ibid., 207). Roldanillo: "El caracolí, manteco, burilico, guanábano, guayabos son utilísimos para la cría de marranos y para los vivientes con especial destrozo en la tierra de los indios" (Ibid., 227).

La costumbre de mantener cerdos en soltura con frutos de burilico la observó cerca de Buga un viajero a fines de la guerra de independencia (Hamilton, 1955, 11, 76).

André constató, cuando atravesó el Cauca frente a Yotoco en 1876, que los cerdos cimarrones? se alimentaban con el fruto del burilico (André, 1884, 698). Todavía se conserva como árbol de sombrío para cacaotales.

 

000 -- |Annona murícata L..

Guanábano.

Véase el numeral 13, 1963, I, pp. 195-199, y la cita anterior.

También en las Antillas se ha registrado la apetencia de los cerdos por este fruto (Abbad (1788), 1959, 111; Descourtilz, 1833, II, 58).

 

LAURÁCEAS.

 

000 -- |Persea spp..

Véase numeral 23, 1963, I, 212-224.

Hay constancia de que el aguacate existía, ya silvestre, o como rezago de cultivos indígenas antiguos, en el partido de El Salado, al

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occidente de Cali, a fines del período colonial, y que lo comían los animales (Villaquirán, op. cit., 245). En los montes de aguacates de la Sierra Nevada de Santa Marta, se acostumbra cebar piaras de cerdos (Pérez Arbeláez, 1947, 443). Antes se había observado lo mismo en Puerto Rico (Abbad, op. cit., 111).

Igual cosa ocurre en Venezuela (Pittier, 1926, 443).

 

MIMOSÁCEAS.

 

232 -- |Pithecellobium dulce (Roxb.) Benth..

Véase capítulo XIX, suplemento.

Hay sospechas de que esta especie no existía en América equinoccial y fue introducida después de la llegada de los españoles. Se ha difundido extensamente, merced en primer término a los animales domésticos, especialmente cabras.

Como árbol ornamental se cultiva en el Valle del Cauca.

 

233 -- |Prosopís spp..

|Algarrobo, cují; trupío, trupillo (Alvarado, L., 1953, 342).

|Cují (Alvarado, L., 1953, 124-126).

Véase capítulo XIX, suplemento.

El trupío o trupillo abundaba en la península Guajira y en la provincia de Santa Marta en el siglo XVIII (Rosa, 1945, 319; 67). Se utilizaba como forrajero, y para alimento humano.

Una cruz de cují se puso en la tumba de Elvira de Aguirre, la hija del tirano (Nectario María, 1952, 204). En una relación geográfica sobre Carora, de 20 de mayo de 1768, se apunta entre los productos espontáneos: "El Culi da tambien mui apreciable fruto [. ] es a manera de vaina de frijol [,] en tiempo de cujas cosechas (abundan mucho, vnos años, otros no), no queda quadrupedo que no la disfrute; recojense y guardan porciones, para en pasando la Cosecha tener con que mantener las bestias de seruicio; es tan fuerte, y de semejante nutrimento, como la Cebada, se conoce, en los efectos, de engordar, abunda en todo el país vajo, no en tierra alta, ni montañas" (Altolaguirre, 1908, 174). Frutos de cují sirvieron de alimento a los

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patriotas en Coro durante la guerra de independencia (Restrepo, J. M., 1945, VI, 168).

La introducción de varias especies de |Prosopis, particularmente |P. juliflora (Sw.) D. C., al Valle del Cauca, se debe al doctor Ciro Molina Garcés, quien hizo una colección en su hacienda El Trejito, Cerrito, con semillas obtenidas en varios países. De allí se difundió por todo el departamento, y en algunas poblaciones (Zarzal), se ha empleado como ornamental.

Pero donde |Prosopis alcanzó su plenitud como especie dominante y árbol forrajero importantísimo, dentro del área de este estudio, fue en la costa norte del Perú. Uno de los primeros en constatarlo y consignarlo fue Cieza de León, quien viajó por el camino costero en 1548 (Cieza, 1924, 119; 210, 212).

Otros documentos concuerdan en señalar el valor que para la industria animal tenían los algarrobales de varios sectores de dicha costa, empezando por Piura (J. de la Espada, 1885, II, 229; Vázquez de Espinosa, 1948, 372). En Chira, cuenca del Túmbez, los algarrobales se mantenían con un régimen semejante al de cualquier cultivo forrajero, dividiendo las formaciones naturales en lotes o "potreros" (Serra, 1956, II, 345; Spruce, 1864, 36-38).

En el valle de Lambayeque había "mucho ganado y en particular de cabras que se sustentan con Guaranga que es la oja y fruta del árbol, assi llamado que los españoles le llaman algarrobos, la fruta es blanca, y de la hechura y casi el sabor de las algarrobas de españa" (Vázquez de Espinosa, 1948, 370).

La relación geográfica de la villa de Trujillo, valle de Chicama, habla de "gran cantidad de algarrobales, donde se crían grandes crías de puercos" (J. de la Espada, 1885, 11, 222). Lo mismo ocurría en Miraflores, anexa a dicha ciudad (Ibid., 223; iv), y en el valle de Saña (Anónimo, 1958, 24).

Chicama, Guadalupe y Catacaos, en jurisdicción de Trujillo, era donde más abundaban los guarangos (Cobo, 1891, II, 56; 55-57; -----, 1956, l, 255-256; Serra, 1956, II, 345), así como en Pacasmayo (Calancha, 1639, 547; 755).

Otros datos sobre esta especie en las regiones del sur, pueden verse en Latcham, 1936, 35-48.

 

234 -- |Samanea saman (Jacq.) Merrill..

Véase capítulo XIX, suplemento.

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Forrajero en estado espontáneo; pero propagado a propósito con ese fin por el doctor Ciro Molina Garcés, en el Valle del Cauca (Molina Garcés: RACC, 1938, 273-278). Debe suministrarse en pequeñas porciones, fermentado es tóxico (Stehlé, 1956, 314; 336-337).

No se ha generalizado mucho con ese propósito, sino para fines ornamentales.

El informe de la expedición Fidalgo de fines del siglo XVIII señala la existencia del "campano" en el bajo Magdalena (Cuervo, 1891, I, 120). Viajeros extranjeros que subieron por el gran río hacia el interior, anotaron la presencia de este árbol notable, por ejemplo en Picúa ("unos árboles como campanas") (Hamilton, 1955, I, 43). Más tarde, hacia 1880, otro viajero se refiere al "campano", que identifica como el "samana" de Venezuela, y cuya madera se usaba entonces para construir embarcaciones (Schenck, 1953, 13). A fines del siglo XIX se proponía entre las posibles especies adecuadas para sombrío de cafetales. (Sáenz, 1892, 18).

Al valle del Cauca parece haber sido introducido a principios del siglo actual, con el nombre de samán, desde Venezuela, "parecido al payandé del Magdalena" (Tascón, L., 1935? 253; -----, 1961, 344). Allí, en Medellín, en Santander de Quilichao y en muchas partes, se ha usado como árbol de sombra en plazas y parques. Para avenidas también; pero a menos que se trate de vías muy amplias, es totalmente inadecuado para ese menester, por el crecimiento formidable de las raíces.

En Venezuela, cerca de Maracay, se ve el "samán de Güere", que reemplazó al descrito por Humboldt a principios del siglo XIX.

Se ha sugerido que a Trinidad se introdujo desde Centro América entre 1818 y 1824, y desde entonces se aprecia como árbol de sombra y forraje (Hart, 1889 17; -----, 1902, 8; -----, 1904, 6; Freeman and Williams, 1928, 132; Williams et al, 1951, 259).

 

000 -- |Enterolobium cyclocarpum (Jacq.) Griseb..

Véase capítulo XIX, suplemento.

 

CESALPINÁCEAS.

 

235 -- |Pseudocassla spectabilís (DC) Britt. et Rose.

413

Velo, velero, cañafístulo macho.

|Mucutena, en Venezuela (Pittier, 1926, 303).

|Candelillo, en Costa Rica (Pittier, 1957, 79).

Cultivado en Colombia para sombrío provisional de cafetales. La pulpa de las legumbres es consumida por los ganados vacunos. Repoblación forestal con guásimo y flor amarillo se hizo en las propiedades de don Santiago Eder en el Valle del Cauca (Eder, 1959, 492).

 

PAPILIONÁCEAS.

 

000 -- |Gliricidia sepium (Jacq.) Steud..

Véase numeral 145, 1964, II, 191-192 y capítulo XVII sobre plantas medicinales. Allí se habló de otros usos de esta especie.

Pese a su toxicidad, es forrajero. Vacunos y caballos comen las hojas. Aunque no aparezca constancia documental de ello, todos los ganaderos están al tanto de esta particularidad.

 

MELIACEAS.

 

000 -- |Guarea trichilioides L..

Véase capítulo XIX, suplemento.

Se dice aunque con duda, que el ganado come las hojas y los cerdos los frutos en el Brasil; pero es sospechoso de toxicidad (Correa, 1931, II, 77-78; Roseveare, 1948, 171).

 

EUFORBIACEAS.

 

000 -- |Manihot esculenta Crantz.

Véanse numeral 125, 1964, 11, 43-57 y suplemento sobre ornamentales.

414

Es desde luego la yuca uno de los forrajes más importantes en América. Desde la introducción de animales domésticos, el tubérculo, rico en almidón, se reveló como formidable forraje para cerdos (Casas, 1909, 28, 29; Simón, 1953, IX, 201).

Pero también la hoja se utilizó y las puntas tiernas de las ramas (Barrere, 1743, 59-60; Aublet, 1775, II, 66).

 

000 -- |Jatropha aconitifolia Mill..

Véase numeral 148, 1964, II, 194.

Las hojas se usan en Centro América como forraje (Wagner, P. L., 1958, 229).

 

ANACARDIÁCEAS.

 

000 -- |Anacardium rhynocarpus DC..

Véase numeral 43, capítulo VI, tomo I, p. 252.

Caracolí.

Espontáneo se hallaba en las montañas de María [la Baja], a fines del siglo XVIII el caracolí (Torre Miranda, 1794, 30). Las tribus de Santa Marta y Guajíra utilizaban los frutos para hacer una especie de pan, con que se alimentaban en épocas de cosecha (Rosa, 1945, 217, 282). Todavía a mediados del siglo XIX se sacaban a vender los frutos al mercado de Mompós (Holton, 1857, 61).

En 1808 en la fracción de Quintero, Roldanillo, había "montes de caracolí, aunque no de mucha extensión; la fruta de este árbol es utilísima para los cerdos" (Villaquirán: BHV, 1939, 221; 227). Abundaban en la hacienda El Medio, de La Paila norte, Valle del Cauca, a mediados del siglo XIX (Holton, 1857, 439).

En el Atrato se registran en el siglo XVIII (Cuervo, 1892, II, 323).

 

000 -- |Spondias mombín L..

Hobo, jobo.

415

|Jocote-hobo, de Nicaragua (Ramírez Goyena, 1911, II, 919-920).

Véase numeral 45, 1963, I, 254-258.

La preferencia de los cerdos introducidos por los frutos maduros del hobo ha sido señalada por todos los autores coloniales (Anglería, 1944, 181-182; 263-264): "no hay cosa que más coman los puercos y vayan diez leguas al olor por buscalla" (Casas, 1909, 32, 35; -----, 1951, 111, 276; Arrate, 1949, 14).

En Jocotenango, Guatemala, abundaban tanto las ciruelas como los hobos, hasta el punto de que los españoles pusieron piaras de cerdos para aprovechar los frutos (Gage, 1946, 170-171).

En una carta del licenciado Juan de Vadillo, escrita en Cartagena el 15 de septiembre de 1537, con informes sobre la expedición de Francisco Cesar enviada al interior, hay este dato: "Las puercas que dejé, habiendo madurado una fruta de que son muy golosos y hay abundancia, que llaman hobos, al olor se levantaron todas y ninguna parece. Así lo suelen hacer en la Española" (Friede, 1956, IV, 344).

 

MALVACEAS.

 

000 -- |Gossypium spp..

Véase numeral 182, capítulo XV.

El uso de tortas de semilla de algodón como forraje no es nuevo. En España desde principios del siglo pasado, se sabía que la semilla es buen pienso para todos los animales, excepto cerdos (Herrera, G. A., 1819, III, 220). Observación similar se había hecho para esa época en las Antillas (Descourtilz, 1833, IV, 214). Asimismo se decía que la papilla hecha con la almendra aumentaba la leche a las nodrizas (Descourtilz, vol. cit., 216). Modernamente se ha localizado en ella un principio galactógeno (Font Quer, 1962, 408).

 

236 -- |Sida spp..

Escobo, escobo negro.

Esta no es propiamente una planta cultivada; pero sólo se encuentra en espacios abiertos y es favorecida por la agencia humana.

416

De una encuesta realizada en Zarzal, Valle del Cauca, entre personas de más de 70 años de edad, resulta que el "escobo negro" es literalmente arrasado por el ganado cuando lo encuentra.

En Venezuela se señala como forrajera |S. rhombifolia L., llamada allá "escoba babosa" (Pittier 1926; ----- et al 1947, II, 125; Roseveare, 1948, 175).

 

ESTERCULIÁCEAS.

 

000 -- |Guazuma ulmífolía Lam..

(Véase numeral 58, tomo I, p. 340).

|Guásimo, guácimo. Este nombre se aplica en la costa occidental de Colombia a árboles de los géneros |Apeiba, Luehea ("colorado") y |Rollinia (Cuatrecasas: información personal).

|Poye, en tamanaco (Gilii, 1965, 11, 83).

|Ibixima, en tupí-guaraní (Marcgrave, 1942, 131).

|Mutamba (Ibid., loc. Cit.);

|motamba (Martius, 1843, 14), palabra de probable origen africano.

|Caulote, en Guatemala (Roseveare, 1948, 171).

Oviedo y Valdés describe la "guazuma" como árbol con hojas y fruto semejante a los del moral. "E hacen los indios un brebaje desta frutta que engordan con él como puercos. E para esto echan la frutta en agua, e de aquélla, mezclada con esta frutta majada, se hace aquel brebaje, y en pocos días, usándolo, se paran gordos los indios, e aun los caballos, cuando lo quieren beber, porque otros no lo quieren". La madera liviana la usaban los indios de Tierra Firme para los palos o bastones de carga. Como leña, excelente, y para hacer pólvora, dice que superaba a todo lo co. nocido por él en Europa (Oviedo y Valdés, 1959, l, 254).

En la Española era costumbre engordar cerdos con los frutos de este árbol, de que eran especialmente ávidos (Casas, 1909, 35; -----, 1951, III, 276), lo mismo que los caballos, aunque a estos les causa perturbaciones digestivas semejantes al torzón. Los 6.600 prisioneros blancos que fueron masacrados en Haití por Toussant Louverture a la llegada de Leclerc, se alimentaron con estos frutos por dos días (Descourtilz, 1833, II, 73-77).

417

Durante la fallida expedición de Alonso de Heredia de Cartagena hacia el interior en busca del Pancenú, cuando se juntaron las fuerzas con las de Pedro su hermano que salió a perseguirlos por desobedientes, se acordó mandar a Alonso de Cáceres de vuelta por otra vía, por la escasez de mantenimientos en el real. Los soldados de Cáceres, no hallando otra cosa que comer, se hartaron de frutos de "guaguma" y se estriñeron (Aguado, 1919, II, 65; -----, 1957, IV, 35). Este mismo episodio lo cuenta así otro autor:

"Muchos con el hambriento desatino,demás de sabandijas que no cuento,habiendo guazumas por el caminolas tenían por principal sustento:sequísimo mamar, gusto malino,desde el principio de su nacimiento;es fruta como mora, pero duray muy más seca cuanto más madura.Moras dirá que son el mortal ojo,el orden de granillos algo ralo,y ha menester echallas en remojoquien quiere que de jugo den regalo,pero cuando más rico, su despojoes el que dan astillas de algún palo,y el árbor que las da con todo estoquedaba de su fructo descompuesto.Por despojallo manos diligentesy ser cuasi que todos a cogellas;pero menester ha muelas y dientesquien quiera digerillas y molellas;bien que para comellas estas gentesun no sé qué de dulces tienen ellas,mas el estómago de calor pocalanzaba las comidas por la boca".

(Castellanos, 1955, III, 81; Simón, 1953, V, 170).

Se daba el fruto a los caballos en Venezuela, "y dicen les son de tanto sustento como las algarrobas" (Simón, loc. cit.; Armas Chitty, 1961, 62).

La ceniza de la madera se usaba para hacer jabón en el Nuevo Reino (Vargas Machuca, 1599, 166; 145; Zamora, 1945, I, 169). Una guásima figura en una escritura firmada en Buga en 1580 (Tascón, T. E., 1938, 91). Este árbol se usó para repoblación forestal en las haciendas de don Santiago Eder (Eder, 1959, 492). Se acostumbra plantarlo en varias hileras, como rompevientos, en los bordes de plantaciones de caña en el Valle del Cauca. Como ornamental, podándolo o decapitándolo cada cinco años para que no lo quiebren los huracanes, se usó en las Antillas (Descourtilz, 1833, II, 75).

418

Como medicinal, se considera emoliente. Una bebida de los frutos maduros se preparaba en el Orinoco en el siglo XVIII; y con un emplasto de la corteza machacada se curaban heridas (Gilii, 1965, 11, 245; 82-83).

En el Brasil también se tiene por forrajero (Martius, 1843, 14; Le Cointe, 1934, 295-296).

Los borucas usan un zoquete de la madera seca de este árbol para hacer fuego, frotando sobre él un palillo de pejibaye (Stone, 1949, 9). Esto lo hacían también los antillanos (Casas, 1909, 35).

Los frutos mucilaginosos se han empleado también para purificar el jugo de la caña de azúcar (Descourtilz, vol, cit., 75).

 

CACTÁCEAS.

 

000 -- |Opuntia spp..

Tuna, Penca.

Como frutal, se ha estudiado en el numeral 74, I, pp. 359-360, y a fuer de hortaliza, en el tomo II, 1964, p. 195.

Es sobrado conocido, el hecho de que las hojas de variedades con pocas o ninguna espina, picadas, sirven para alimento de ganados.

Como plantas ornamentales, se estudian en el capítulo XIX, suplemento.

 

MIRTÁCEAS.

 

000 -- |Psídium guajava L..

Véase numerales 84 y 85, 1963, I, 372-380.

Se transcribió allí la parte pertinente de la relación sobre la isla de Santo Domingo, del licenciado Echagoian, de hacia 1561, en que achaca la falta de carne que entonces se sentía allí, entre otras causas, a la abundancia de guayabales, que cerraban los potreros e impedían nacer el pasto; confesando, al mismo tiempo, que la excesiva propagación de ese árbol frutal se debía a la ingestión por

419

los vacunos del fruto maduro y la estercoladura de la semilla (Torres de Mendoza, 1864, I, 19; Rodríguez-Demorizi, 1942, I, 132).

Lo mismo en el Nuevo Reino (Vargas Machuca, 1599, 145v.).

En el Valle del Cauca, como en todas partes de tierra caliente, la guayaba ha sido fruta asociada a la cría de cerdos en soltura (Holton, 1857, 72-73). Esto está consagrado en el folklore, pues cuando se quiere tildar a alguno de haber recibido favores inmerecidos, se dice que "el peor cerdo se come la mejor guayaba".

Un hacendado de las cercanías de Pasto engordaba anualmente arriba de quinientos cerdos con guayabas (Serra, 1956, II, 20).

 

CONVOLVULÁCEAS.

 

000 -- |Ipomea batatas L..

Las hojas de batata se utilizaban en las Antillas menores como forraje para caballos, vacas y puercos (Du Tertre, 1958, II, 112). En cuanto al tubérculo, véase el numeral 127, 1964, II, 62-71.

 

BIGNONIÁCEAS.

 

000 -- |Crescantia cujete L..

Véase numeral 168, tomo II, pp. 229-242.

Del "quauhtecomatl" refiérese en Méjico que "el ganado come frecuentemente estos frutos durante la estación seca, pero se dice que provoca el aborto" (Ochoterena: Hernández, 1943, II, 437-440; Pittier, 1957, 76).

De todas maneras la costumbre existió también en América equinoccial (Hamilton, 1955, I, 40).

 

000 -- |Crescentía alerta H.B.K..

Véase numeral 169, tomo II, p. 243.

420

|Higueras aladas, de Nicaragua (Oviedo y Valdés, 1959, I, 251-252).

|Ayacachtecomatl (Hernández, 1943, II, 438).

Se dice que er El Salvador, los frutos que caen del árbol, ya frescos, ya fermentados, son comidos por el ganado; y se les atribuye la propiedad de dar buen queso (Roseveare, 1948, 170, citando a Watkins, 1946).

Fue llevado de Centro América a Trinidad (Prestoe, 1870, 59).

Este totumo forrajero lo introdujo a Colombia el doctor Ciro Molina, en 1947, desde Centro América. Las semillas fueron propagadas en el antiguo vivero de la Escuela de Artes y Oficios, de Cali (hoy instituto Industrial Antonio José Camacho), de donde quien escribe rescató un par de arbolitos y los transfirió a la Estación Agrícola de Palmira, donde se plantó en un principio en la colección de plantas forrajeras.

Posteriormente, en 1960, el autor obtuvo en el mercado público de Comayagüela, suburbio de Tegucigalpa, Honduras, semillas de "morro", que se utilizan como alimento humano, y las entregó a la misma Estación Agrícola Experimental de Palmira. Algunos de los ejemplares obtenidos se han plantado en varias haciendas del Vae del Cauca.

Hay uno en la del señor Benjamín Barney, en Florida.

 

237 -- |Parmentiera cerífera Seem..

Velo, árbol de velas.

Este árbol de velas no debe confundirse con el otro de clima templado, |Pseudocassía spectabilis (véase numeral 235).

Es nativo del istmo de Panamá, especialmente de la cuenca del río Chagres (Seemann, 1928, 25).

Datos de mediados del siglo pasado, indican que el fruto de esta especie, que madura en verano cuando los pastos están agostados, engorda rápidamente al ganado, especialmente vacuno, cuando se le suministra mezclado con paja guinea o con batatilla; pero que como imparte a la carne el olor de manzana, que le es característico, antes de sacrificar el animal para el consumo, se cambia de régimen alimenticio durante algunos días (Simmonds, 1854, 521-522).

Fue introducido al Valle del Cauca, de donde no parece haberse difundido mucho, desde Panamá o algún país centroamericano, entre

421

1930 y 1940. De esta primitiva introducción quedan algunos ejemplares en la hacienda "El Trejito", de Cerrito.

Se llevó a Trinidad (Prestoe, op. cit. 59).

 

238 -- |Parmentíera edulís D. C..

|Cuajilote, huajilote, chuachilote, guajilote, en Méjico.

|Cat, en maya (Pérez, J. P., 1866-1877, 44; Roys, 1931, 324).

De esta especie dice el protomédico Hernández: "... flores blancas con figura de cálices, y fruto en forma de cohombro encorvado, de color verde tirando al amarillo rojizo, estriado, comestible crudo o cocido, muy dulce y de un olor notablemente parecido al del llamado civeto, aunque fácilmente se disipa y no persiste por mucho tiempo" (Hernández, 1943, II, 451-452; Ximénez, 1888, Méx., 69).

Crece en Méjico en Oaxaca (en el mercado de esta ciudad ha visto el autor vender los frutos), Chiapas, Tamaulipas, Jalisco, Morelos, Puebla, Campeche, Sinaloa y Tamaulipas: "es comestible de diversas maneras: crudo antes de que madure, cocido o asado; también en forma de encurtidos" (Martínez, 1936, 122-125). También se conoce en Centro América; pero sólo llega hasta Nicoya en Costa Pica (Pittier, 1957, 99; Roseveare, 1948. 174).

 

UMBELÍFERAS.

 

000 -- |Arracacia xanthorhíza Bancroft.

Véase numeral 126, 1964, II, 57-62.

Según Juan de Dios Carrasquilla, los ganados introducidos a la sabana de Bogotá, prefieren las hojas de arracacha a cualquier otro forraje (Carrasquilla (1884): RACC, 1944, V, 471; 479-480; Po sada Arango: Bull. Soc. Bot. de France, 1871, p. 372; Hodge: RFAM, 1949, N° 35, -----: EB, 1954, VIII, 208). Es forraje especial para bueyes (Camacho Roldán, 1923, 140).

Este uso era común en los yungas de La Paz y del alto Perú a fines del período colonial (Boso: Valdizán y Maldonado, 1922, III, 334).

422

Esto, sin hablar del uso del tubérculo de la arracacha como fuente de almidón. Para los animales se reserva la parte de corona, más dura y menos apetitosa para uso humano que el propio tubérculo.

 

SOLANACEAS.

 

000 -- |Solanum andígenum Juz. et Buk.. |Solanum spp..

Véase numeral 128, 1964, II, 71-90.

Por supuesto que la papa, aunque no se use mucho como tal en América intertrópica, es el forraje por excelencia para algunos países de la zona templada.

 

 

NOTAS FINALES

1 |a.Por causas ajenas a la voluntad del autor, no fue posible incluir más ilustraciones originales. Se espera subsanar esta deficiencia en la segunda edición.

2 |a Se están revisando y poniendo al día los originales del 4° volumen de esta obra, que se refiere a las plantas introducidas de otros continentes.

   

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Instrucciones a los hermanos jesuitas administradores de haciendas (Manuscrito mexicano del siglo XVIII). Prólogo y notas de François Chevalier... Univ. Autónoma de México. Instituto de Historia. México. 1950. Edit. Jus. S.A.. 273 pp..

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|ANTONIL, André Joâo: 1923

Cultura e opulencia do Brazil por suas drogas e minas. Com um estudo bio-bibliographico por Affonso de E(scragnolle) Taunay. São Paulo. Editora-proprietaria Companhia Melhoramentos de Sao Paulo (Weiszflog Irmãos Incorporado). 280 pp..

|ARAGON, Arcesio: (1939) Fastos Payaneses. 1940 I. Bogotá. Imprenta Nacional. |ARANGO, C., Luis: 1927? Recuerdos de la guaquería en el Quindío. Barcelona. |ARBOLEDA, Gustavo: 1928

Historia de Cali, desde los orígenes de la ciudad hasta la expiración del período colonial. Cali. Imprenta Arboleda. 679 pp..

|ARCILA FARIAS, Eduardo: 1946

Economía colonial de Venezuela. México. Fondo de Cultura Económica. Colección Tierra Firme, 24. Gráfica Panamericana. 1q edición. xii + 509 pp..

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|ARCILA ROBLEDO, Gregorio (Fr., O. F. M.): 1950

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|ARCOS, Gualberto: 1933 La medicina en el Ecuador. Quito. vii + 465 pp.. |ARCHIVO NACIONAL DE GUATEMALA: Fondos. |ARELLANO MORENO, A. (edit. ): 195 Fuentes para la historia económica de Venezuela. (Siglo XVI).

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0 Recopilación y prólogo de... Comité Ejecutivo. Tercera Conferencia Interamericana de Agricultura. Serie Nal. 83. (Cuadernos verdes). Caracas. Tip. "El Compás". 224 pp..

|ARIAS Y MIRADA, José: 1854

Examen crítico-histórico del influjo que tuvo en el comercio, industria y población de España su dominación en América. Obra premiada por la Real Academia de la Historia en el concurso de 1853. Madrid. Imp. de la Real Acad. de la Hist.. 176 pp..

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Tucupido. Formación de un pueblo del Llano. Universidad Central de Venezuela. Facultad de Humanidades y Educación. Instituto de Antropología e Historia. Serie de Historia. Caracas. Imprenta Universitaria. 292 pp..

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Llave del Nuevo Mundo. Prólogo y notas de Julio J. Le Riverend Brusone. México. Fondo de Cultura Económica. Gráfica Panamericana. xxxviii + 264 pp.

|ARRIAGA, Pablo Joseph de: 1920

La extirpación de la idolatría en el Perú, por el Padre... de la Compañía de Jesús. Anotaciones y concordancias con las crónicas de Indias por Horacio H. Urteaga. Biografía del Padre Arriaga por Carlos A. Romero. (Colee. de libros y docum. refer. a la historia del Perú. Tomo I, 21 serie). Lima. Imprenta y librería Sanmartí y Co., xxxii + 211 pp..

|ARROYO, Jaime: 1907

Historia de la Gobernación de Popayán, seguida de la cronología de los Gobernadores durante la dominación española, escrita por... Primera parte. Conquista y Colonización. 1a edición anotada por Antonino Olano y Miguel Arroyo Diez. Popayán. Imp. del Departamento. 370 pp..

|ASHBURN, P(ercy) M(oreau): 1947

The ranks of Death. - A medical history of the conquest of America, by the late Colonel... Medical Corps, United States Army. New York. Coward-Mc. Cann Inc. xxii + 298 pp..

|AUBLET, Fusée: Histoire des plantes de la Guiane Françoise, rangées suivant la méthode sexuelle, avec plusieurs mémoires sur différens objets intéressans, relatifs à la Culture & au Commerce de la Guiane Françoise, & une Notice des Plantes de I'Islede-France. Ouvrage orné de près de quatre cents planches en taille-douce, ou sont représentées des Plantes qui n'ont point encore été décrites ni gravées, ou qui ne l'ont été qu'imparfaitement. A Londres, & se trouve à Paris, chez Pierre-François Didot jeune, Libraire de la Faculté de Médecine, Quai des Augustins.

1775

Tome Premier. 32 + 621 pp..

Tome Second. 622-976 pp. + 52 (tabla) + 48 (Supplement+ Mémoires (49-138) + Plantas isla Francia 139-160 pp.. Tome IV.

431

Lám. 194 a 392. |AYALA, Manuel Josef de:

Diccionario de Gobierno y legislación de Indias. Madrid. (Col. Doc. In. pa. la Hist. de Ibero-Am.). Madrid

1929

T. I. 411 pp.. De |Abadía a |Astilleros.

1929

T. IV de CDIPHI. Director: Rafael Altamira. Cía. Ibero Americana de Publicaciones. S.A.

1930?

. |Audiencias a |Cañones. Revisión, notas e índices por Landelino Moreno. S. fecha. 401 pp..

|BADILLO, V.: (Véase PITTIER, et al, 1945-1947). |BAENA, Antonio Ladislau, |MONTEIRO: (Véase MONTEIRO BAENA, Antonio Ladislau). |BAGUE [Y RAMIREZ], Jaime: 1961

El desarrollo de la tierra y del hombre que la cultiva. Volumen I. Las bases étnico sociales. Selección, introducción, bosquejos biográficos y notas por... Antología de Autores Puertorriqueños, IV. Ediciones del gobierno. Estado Libre Asociado de Puerto Rico. San Juan. División Servicios de Imprenta del Depto. de Instrucción Pública. xiv + 337 pp..

|BAJON: Mémoires pour servir a l'histoire de Cayenne, et de la Guiane Françoise, Dans lesquels on fait connoitre la nature du Climat de cette contrée, les Maladies qui attaquent les Européens nouvellement arrivés, & celles qui régnent sur les Blancs & les Noirs; des Observations sur l'Histoire naturelle du pays, & sur la culture des terres. Avec des planches. Par M... ancien Chirurgien Major de lisle de Cayenne & Dépendences, Correspondant de l'Académie Royale des Sciences de Paris & de celle de Chirurgie. A Paris.

1778

Tome Second. (x+ 416 pp. y 4 pl. de animales.

|BAPTISTE, E. D. C.: Breeding for high yield and disease resistance in Hevea. RUBBER RESEARCH INSTITUTE OF MALAYA: Proceedings of the Natural Rubber Research Conference (,) Kuala Lumpur (,) 1960, pp. 430-445. |BARALT, Rafael María y |DIAZ, Ramón:

Resumen de la historia de Venezuela desde el descubrimiento de su territorio por los castellanos en el siglo XV, hasta el año 1797... Reimpresión de la Academia Nacional de la Historia con motivo de su cincuentenario. Brujas. París. Impreso por Desclée, De Brouwer y Cia. Brujas.

1939

I- xii + 503 pp..

--------------: Resumen de la historia de Venezuela desde el año de 1797 hasta el de 1830, por... con notas de Vicente Lecuna. Tiene al fin un breve bosquejo histórico que comprende los años de 1831 hasta 1837. Reimpresión de la Academia Nacional de la Historia con

432

motivo de su cincuentenario. Brujas-París. Impreso por Desclée, De Brouwer y Cia. Brujas.

1939

II. 447 pp..

|BARBOSA RODRIGUES, João: Vocabulario indígena com a orthografia correcta (Complemento da PORANDUBA AMAZONENSE). Publicação da Bibliotheca Nacional. Rio de Janeiro. Typ. de G. Leuzinger & Filhos. iv + 64 pp.. --------------:

Hortus fluminensis, ou Breve noticia sobre as plantas cultivadas no Jardim Botanico do Rio de Janeiro para servir de guía aos visitantes. Por... director do mesuro Jardim. Rio de Janeiro. Typ. Leuzinger.

1893-1894

xxxviii + 307 + x + x + xvi pp. y 1 plancha. Folio.

|BARRÈRE, Pierre: 1743

Nouvelle relation de la France Equinoxiale, contenant la description des côtes de la Guiane; de lisle de Cayenne; le commerce de cette Colonie; les divers changemens arrivés dans ce pays; & les moeurs & coûtumes des différens peuples sauvages qui l'habitent. Avec des figures dessinées sur les lieux. A Paris. De l'imprimérie de Moreau. iv + 250 + (1) pp., 19 mapas y fig. plegable fuera texto.

|BARTICA COMPANY ANNUAL REPORTS: January, 1912. Jersey City, New Jersey. S/p. de imp.. 8 pp..

|BATES, Henry Walter: 1962

The naturalist on the river Amazon. Foreword by Robert L. Usinger. Berkeley and Los Angeles. University of California Press. Reprinted from the second editon: John Murray, London, 1864. x + 465 pp. + 4 pp. de mapas y varias figuras entre texto.

|BAUCKE, Florián: Hacia allá y para acá. (Una estada entre los indios mocobíes, 1749 -1767. Traducción castellana por Edmundo Wernicke. Primera edición completa de la obra. Advertencia por Radamés A. Altieri. UNIVERSIDAD NACIONAL DE TUCUMAN. Publicación NQ 324. Departamento de Investigaciones Regionales. Publicaciones Especiales del Instituto de Antropología (V. En colaboración con la Institución Cultural Argentino-Germana. Buenos Aires. Publicación Nº 11. Tucumán-Buenos Aires. S.p. de imprenta.

1942

I. xxvi + 174 + (3 índices   pp., XI 1ám. en colores fuera texto.

1944

III. Ia. Parte. Con introducción y notas por el traductor y una breve noticia sobre los mocobíes actuales por el prof. Enrique Palavicino. xviii; 150 pp., lám.. II Parte. Con indices y palabras finales por R.W. Staudt. (2) pp. 151-445, lám. LXXXVII, CV-CXVII (1a parte ; LXXX-LXXXVI, CIII (2a parte). Estas últimas: Ia. y IIa. parte, Imprenta y casa editora Coni B. Aires.

|BELL, C (harles) Napier:

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1899

Tangweera. Life and adventures among gentle savages. Illustrated. London. Edward Arnold, Publisher to the India Office. Billing and Sons. Printers, Guildford. xii +8 pp., 8 plates.

|BENAVENTE o MOTOLINIA, Toribio de (Fr.): 1941

Historia de los indios de la Nueva España. México. Editorial Salvador Sánchez Hayhoe. Talleres linotipograficos "Acción". xlviii + 320 pp..

|BENITEZ, Fernando: 1956

Ki, el drama de un pueblo y de una planta. 1a edición. Fondo de Cultura Económica. Gráfica Panamericana. Méjico. 291 pp. y 8 pág. dé láminas fuera de texto.

|BERKEL, Adriaan van: 1942

Travels in South America between the Berbice and Essequibo rivers and in Surinam 1670-1 G89. Traslated and edited by Walter Edmund Roth. 1925. Published by the "Daily Chronicle" Ltd. Printers and Publishers. Georgetown. 1941. The Guiana Editon. N° 2. Second Impression. Xvi (4 + 146 + v (Index) pp..

|BERREDO, Bernardo Pereira de: Annaes historicos do Estado do Maranhão, em que se dá noticia do seu descobrimento, e tudo o mais que nelle tem succedido desde o aneo em que foy descuberto até o de 1718: offerecidos ao augustissimo monarca D. João ü. Nosso Senhor. Segunda edição. Introd. de A. Gonçalves Dias. Maranhão. Typographic Maranhense. Impreso por A. J. da Cruz. 1849. xx + xvi + 646 -?-- xi (Indicepp.. (1a ed.: Lisboa. Na. officina de F. L. Ameno. 1749. |BESSON, Juan: 1943

Historia del Estado Zulia. T. T. Maracaibo. Editorial Hermanos Belloso Rossell. 637 pp..

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Grasses of the Genus Axonopus (a taxonomic treatment. Edited by Lyman B. Smith (The George Washington University, Washington, D. C.). Institute for the Advancement of Science and Culture. New Delhi 1G (india). Advancing Frontiers of Plant Sciences. Vol. 5. New Delhi. Printed by Arya Bharati Mudranalaya. 186 pp., 15 plates out texte.

|BLANCO JUSTE, Francisco J(avier): 1934

Historia del descubrimiento de la quina. Con un prólogo-introducción del Dr. D. Joaquín Mas Guindal. Con grabados en el texto. Madrid. Unión Poligráfica S.A.:..107 pp..

|BORDE, Pierre-Gustave-Louis: Histoire de l'île de La Trinidad sous le gouvernement espagnol. Paris. Maisonneuve et Cie., libraires-éditeurs. Imp. de G. Jacob. Orléans.

1882

Seconde partie (1498 a 1797). Découverte, conquête et colonisation. xii + 448 pp., 1 mapa pleg. hors. texte.

|BORREGAN, Alonso: 1948

Crónica de la conquista del Perú. Edición y prólogo de Rafael Laredo. Publicaciones de la Escuela de Estudios Hispano-

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Americanos de Sevilla. XLVI (Nº general. Serie 7a Nº 3 Sevilla. 118 pp..

|BOSO, José María: 1922

Viaje hecho al partido de Larecaja por el doctor... (de Lima) el 2 de septiembre de 1821, en que se han descripto varias plantas particulares botánicamente.(En VALDIZAN, Hermilio y MALDONADO, Angel, 1922, III, pp. 317-348).

--------------: 1922

Carta sobre las montañas de Yuracarés, 25 de mayo de 1815.(En VALDIZAN, Hermilio y MALDONADO, Angel, 1922, III, pp. 348-388).

|BOUSSINGAULT, J (ean)-B (aptiste): Mémoires de... Paris. Typographie Chamerot et Renouard.

1900 Tome troisième (1823-1824). (ii) + 295 pp.. 1903 Tome quatrième (1824-1830). + 359 pp..

Tome cinquième (1830-1832). + 373 pp.. |BOUSSINGAULT, (Jean-Baptiste) y |ROULIN, (François Désiré): 1849

Viajes científicos a los Andes ecuatoriales o colección de memorias sobre Física, Química e Historia Natural de la Nueva Granada, Ecuador y Venezuela, presentadas a la Academia de Ciencias de Francia, por M... su actual Presidente, y miembro del Consejo de Estado de la República, y por el Sr. Dr... Traducidos con anuencia de los autores por J. Acosta, y precedidas de algunas nociones de Geología, por el mismo. París. Librería Castellana. Lasserre, editor. Imprenta de Beau, Saint Germain en Laye. xxi + 322 pp.

|BOUTELOU, Claudio: (Véase HERRERA, Gabriel Alonso de:). |BOUVIER, René: 1946

Les migrations végétales. Paris. Flammarion, éditeur. Imprimerie Nouvelle à Orléans. 306 + (3) pp..

|BRETON, Raymond: 1900

Dictionaire français-caraïbe. Composé par le R. P... Réimprimé par Jules Platzmann. Edition fac-simile. Leipzig. B. G. Teubner. A. Avxerre. Par Gilles Bovquet, imprimeur ordinaire du Roy. M. D. C. LXVI. (2) + 415 pp..

|BRISSON, Jorge: 1895

Exploración en el alto Chocó. Edición oficial (Admón. M. A Caro). Revisada y corregida por el coronel F. J. Vergara y Velasco. Bogotá. Imprenta Nacional. x + 315 pp.. 1 de errata.

|BRISTOL, Melvin L.: |Carludovica palmata in broommaking. BML. Cambridge, Mass., June 30, 1961, vol. 19, N° 9, pp. 183-190, including plates XXV and XXVI. --------------: The psychotropic |Banisteriopsis among the Sibundoy of Colombia. BOTANICAL MUSEUM LEAFLETS. Harvard University. Vol. 21, N4 5. Cambridge, Mass.. March 9, 1966. Pp. 113-140, plates XVII-XVIII.

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|BUDOWSKI, Gerardo: The ecological status of fire in tropical American lowlands. En STONE, Doris (ed., 1959, I (Actas del XXXI II Congreso Internacional de Americanistas, San José, 20-27 julio 1958, pp. 264-278 . |BUENO, Cosme: 1951

Geografía del Perú virreinal (siglo XVIII. 2a edición. Publicado por Daniel Valcárcel. Lima (D. M. Azángaro 858. 140 + (26 índicespp..

|BUENO, Ramón (P.): 1933

Apuntes sobre la provincia misionera de Orinoco e indígenas de su territorio. Con algunas otras particularidades. Por el R. P...franciscano observante, misionero del Orinoco, ministro de Urbana y Tortugas. Caracas. Tipografía Americana. xviii + - 164 pp..

|BUKASOV, S. M.: 1930

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|BURKILL, I. H.: A dictionary of the economic products of the Malay Peninsula, by... with contributions by William Birtwistle, Frederick W. Fexworthy, J. B. Scrivenor and J. G. Watson. Published on the behalf of the Governments of the Straits Settlements and Federated Malay States, by the Crown Agents for the Colonies. 4 Millbank, London, S.W.I.

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|BUSTAMENTE CARLOS INCA, Calixto: (pseud. CONCOLORCORVO): 1946

El lazarillo de ciegos caminantes, desde Buenos Aires hasta Lima. Espasa-Calpe Argentina. Colección Austral 609. Buenos Aires. Cía. Gral. Fabril Financiera, S. A. (1a edición, 1773. 255 pp..

|CABELLO DE BALBOA, Miguel: 1951

Miscelánea antártica. Una historia del Perú antiguo. Con prólogo, notas e índices a cargo del Instituto de Etnología (Seminario de Historia del Perú-Incas). Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Facultad de Letras. Instituto de Etnología. Lima. Imprenta López, Buenos Aires. xl - 561 pp..

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|CABEZA DE VACA, Alvar Núñez: Naufragios de... y relación de la jornada que hizo a la Florida con el Adelantado Pánfilo de Nurváez.(En VEDIA, 1946, I, pp. 517 a 548 . |CALANCHA, Antonio de la: 1639

Coronica moralizada del Orden de San Augustin en el Perv, con sucesos egenplares vistos en esta Monargvia. Compuesta por el Mvy Reverendo Padre Maestro Fray. :. de la misma Orden, i Difinidor actual. Divídese este primer tomo en quatro libros: lleva tablas de Capítulos, i lugares de la Sagrada Escritura. Año 1639. Con licencia. En Barcelona: Por Pedro Lacavalleria en la Librería. Y a su costa. xxvi + 922 +xxvii ff.. (Las últimas 27 pp., Tabla de los lugares de (la Escritura).

|CALDAS, Francisco José de: 1932-1933

Relación de un viaje hecho a Cotacache, La Villa, Imbabura, Cayambe etc., comenzado el 23 de julio de 1802, por... |Erudición Ibero-Ultramarina. Madrid. III, pp. 528543: 646-656. 1933, IV, pp. 163-172; 349-363.

--------------: Memorias sobre el estado de las quinas en general y en particular sobre las de Loxa.(En MENDOZA, Diego, 1909, pp. 65-92). --------------: Ibid. (En GONZALEZ SUAREZ, Federico, 1944).

--------------: Viaje de Quito a las costas del Océano Pacífico por Malbucho, hecho en julio y agosto de 1803.(En MENDOZA, Diego, 1909, pp. 43-63). --------------: Ibid. (En GONZALEZ SUAREZ, Federico, 1944).

--------------: 1942

Seminario del Nuevo Reino de Granada. Publicaciones del Ministerio de Educación de Colombia. Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, Nos. 4, 22 y 23. Bogotá. Editorial Kelly. II. (vi) + 230 pp..

--------------: |CALDERON, Clímaco: 1911 Elementos de hacienda pública. Bogotá. Imprenta de La Luz.

614 pp.. |CALVINO, Mario: El zacate prodigio ( |Tripsacum latifolium Hitchcock). REVISTA DE AGRICULTURA, COMERCIO Y TRABAJO. La Habana. Año III, Nº 2, vol. III. Febrero de 1920. Pp. 62-67. --------------: 1952

Plantas forrajeras tropicales y subtropicales. Méjico. Bartolomé Trucco. Imprenta Aldina. 269 pp..

|CAMACHO, Joaquín: Relación territorial de la provincia de Pamplona, formada por el doctor don... abogado de la Real Audiencia de Santa Fe, y corregidor

437

interino de la villa del Socorro. (En CALDAS, Francisco José (ed.) : 1942, II, pp. 1-17). | CAMACHO ROLDAN, Salvador:

Escritos varios. Bogotá. Librería Colombiana. Imprenta de La Luz. 1892

I. Estudios sociales. Intereses americanos. Agricultura colombiana. iv + (2) + 703 pp..

1893

II. Segunda serie. Negocios eclesiásticos. Mejoras materiales. Variedades. (4) + 583 pp..

1895

III. Tercera Parte. Hacienda Pública. Política general. Variedades. (4) + 875 pp..

--------------: 1923

Memorias. Bogotá. Librería Colombiana Camacho Roldán & Tamayo. Editorial Cromos. (4) + 334 pp. y 1 de erratas. CAMARERO, Antonio:

--------------: 1960

Estética del color en la lengua latina. Homenaje al 1504 aniversario de la Revolución de Mayo. Universidad Nacional del Sur. Instituto de Humanidades. Cuadernos del Sur. (Bahía Blanca). Buenos Aires. Establecimiento Gráfico E. G. L. H. 18 + (1) pp..

|CAMPO Y RIVAS, Manuel Antonio del: 1803

Compendio histórico de la fundación, progresos, y estado actual de la Ciudad de Cartago en la Provincia. de Popayán en el Nuevo Reyno de Granada de la América Meridional; y de la portentosa aparición y renovación de la Santa imagen de María Santísima, que con el título de Nuestra Señora de la Pobreza se venera en el Convento de Religiosos de S. Francisco de la misma ciudad, con alguna noticia de sus maravillas. Dividido en tres partes. Por el Señor Dr. Don... del Consejo de S. M., siendo Oydor y Alcalde del Crimen de la Audiencias Chancillería Real del Reyno de Guatemala; después Subdecano de ésta Real Audiencia de Guadalaxara en el Reyno de la Nueva Galicia, Virreynato de Nueva España. Con licencia en Guadalaxara, en la oficina de don Mariano Valdés Téllez Girón. (xxviii y lám.) + x + 48 (47 marcada como 65) + (ii y lám.)+ 50 + (ii y lám.) + 44 + (4) (índices y erratas) pp..

|CAMPOS, Francisco: 1894

Compendio histórico de Guayaquil desde su fundación hasta el año de 1820. Guayaquil. Imp. de la Escuela de Artes y Oficios de la S. Filantrópica. 252 pp..

|CANDOLLE. A. De: (Véase DE CANDOLLE, A. de |CAPPA, Ricardo (S. J.):

Estudios críticos acerca de la dominación española en América. Parte tercera. Industria agrícola-pecuaria llevada a América por los españoles.

1890

Tomo V. Madrid. Librería Católica de Gregorio del Amo, editor. 454 pp..

189 Tomo VI. Industria agrícola-pecuaria. Continúa 1e misma materia

438

0 y se coteja el estado agrícola de las Colonias con el de la Metrópoli. Madrid. El mismo editar. 402 pp.. 1892.

1892

Tomo VIII

| CARAZO, Manuel : (Véase FERNANDEZ, León, 1883, III.). | CARDENAS ACOSTA, Pablo E(nrique): 1947

Del vasallaje a la insurrección de los Comuneros (La provincia de Tunja en el Virreinato). Tunja. Imprenta del Departamento. 442 pp..

| CARLETTI, Francesco: 1701

Regionamenti di... Fiorentino, sopra le cose da lui vedute ne'suoi viaggi si dell'Indie Occidentali, e Orientali Como d'altri Paesi. All'Illustriss. Sig. Marchese Cosimo da Castiglione-gentiluomo della Camera del Serenissïmo Granduca di Toscana. In Firenze nel Garbo, Nella Stamperia di Giuseppe Manni. Per il Carlieri all'Insegna di S. Luigi. Con Licenza de' Superiori. (I). (Indie Occidentali . lxxxxviii + 166 pp.. (II) . (Indie Orientali . 395 + 1 p.. (En un solo volumen).

| CARRASQUILLA, Juan de Dios: Datos para la aclimatación de la arracacha en Europa (1884). REVISTA DE LA ACADEMIA COLOMBIANA DF CIENCIAS EXACTAS, FISICAS Y NATURALES, Vol. V, N° 20. Agosto de 1944. Bogotá. Pp. 470-482. | CARRIER, Lyman: 1923

The beginnings of agriculture in America. First edition. McGraw-Hill Book Company, Inc. New York. xvii + 323 pp..

| CARTAGENA, Alberto de (P.): Palabras indígenas relacionadas con los "Apuntes sobre el baile" de algunas tribus en la región sur-oriental de Colombia. Apuntes sobre el baile en las tribus de la región sur-oriental de Colombia. AMAZONIA COLOMBIANA AMERICANISTA. 1951-1953. Tomo V. Nos. 17-19. Sibundoy. Pp. 26-33 y 73-102.  CARVAJAL, Gaspar de (Fr.): 1894

Descubrimiento del río de las Amazonas, según la relación hasta ahora inédita de..., con otros documentos referentes a Francisco de Orellana y sus compañeros. Publicados a expensas del Excmo. Sr. Duque de T'Serclaes de Tilly, con una introducción histórica y algunas ilustraciones por José Toribio Medina. Sevilla. Imp, de E. Rasco. (Tirada de 200 ej.: N° 171). ccxl + 278 pp..

--------------: 1942

Relación del nuevo descubrimiento del famoso Río Grande que descubrió por muy gran ventura el capitán Francisco de Orellana. Transcripciones de Fernández de Oviedo y Dn. Toribio Medina y estudio crítico del descubrimiento. Publicación dirigida por Raúl Reyes y Reyes, Presidente del Instituto Ecuatoriano de Estudios del Amazonas y Director de la Sección de Historia. Biblioteca Amazónica, vol. I. Quito. Imprenta del Ministerio de Educación.

439

Febrero de 1942. (iv) + x + (1) + 73 pp. dobles + 253 pp.. |CARVAJAL, Jacinto de (Fr.) 1892

Relación del descubrimiento del río Apure hasta su ingreso en el Orinoco, por... del orden de Predicadores; fielmente copiada del manuscrito autógrafo que se guarda en el archivo municipai de León, y por primera vez impresa a expensas de la Excma. Diputación Provincial, con las láminas que ilustran el texto, exactamente reproducidas, y algunos apéndices que harán más fácil su inteligencia. León. Imprenta de la Diputación Provincial. 444 pp..

|CASAS, Bartolomé de las: Colección de las obras del venerable obispo de Chiapa, don.., defensor de la libertad de los americanos. Edición de Juan Antonio Llorente. París.

1828

T. II.

--------------: 1909

Apologética historia sumaria cuanto a las cualidades, dispusición, y condiciones naturales, policías, repúblicas, maneras de vivir e costumbres de las gentes destas Indias occidentales y meridionales, cuyo imperio soberano pertenece a los reyes de Castilla. Madrid.(En SERRANO Y SANZ, Manuel : Hïstoriadores de Indias. Tomo I. Pp. 1-704).

--------------: 1951

Historia de las Indias. Edición de Agustín Millares Carlo y estudio preliminar de Lewis Hanke. México. Fondo de Cultura Económica. Gráfica Panamericana. I. lxxxviii + 517 pp..II. 611 pp..III. 525 pp..

|CASEMENT, Roger: Informe de... Marzo de 1911 (titulo libre).(En HARDENBURG, W. E., 1913?). Pp. 287-340.

|CASSANI, Joseph: 1741

Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada en la América, descripción y relación exacta de sus gloriosas misiones en el Reyno, Llanos, Meta y Río Orinoco; almas y terrenos que han conquistado sus misioneros para Dios, aumento de la Cristiandad, y extensión de los dominios de su mag. Catholica. Su autor el Padre... religioso de la misma compañía. Madrid. 619 pp..

|CASTELLVI, Marcelino: La famosa "planta de la vida" (| Paullinia yoco). Iniciales, bibliografía y comentarios. AMAZONIA COLOMBIANA AMERICANISTA. 1946-1950. Tomo IV. Nos. 12 a 16. Sibundoy. Número extraordinario dedicado a su fundador R. P. Marcelino de Castellvi, misionero capuchino. Pp. 21-27.

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François Fresneau-seigneur de la Gataudière-père du caoutchouc- Avec de nombreux documents inédits. Avec deux planches dans le texte, douze planches hors texte et une carte. Paris. Librairie Plon. Les Petits - Fils de Plon et Nourrit, imprimeurs-éditeurs. 1942. (10) + 258 + (1 table de matières) pp., 10 lám. 1 mapa pleglable de Guayana francesa fuera de texto.

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Flore pittoresque et médicale des Antilles, ou Histoire Naturelle des plantes usuelles des colonies françaises, anglaises, espagnoles et portugaises, par... Peinte d'après les dessins faits sur les lieux par M. J. Th. Descourtilz. Séconde édition. Paris. T.I-III Chez l'Editeur. T.IV-VIII, Chez Rousselon, libraire- éditeur. Todos: Imprimerie de Casimir.I.44 + 292 + 4? pp., 68 lám. en colores f. T..II.346 pp., lám. 69-152 fuera texto.III.(4) + 370 pp., lám. 153-232 fuera texto.IV.(4) + 338 pp., lám. 233-302  "V.(4) + 292 pp., lám. 305-380  "VI.(4) + 308 pp., lám. 381-452  "VII.(4) + 344 pp., lám. 453-532  "VIII.(4) + 400 + 72 (table alphabetique), lám. 533-600 fuera de texto.

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Capi, caapi, gabi, ayahuasca e yage. Separata dos ANNAES DA ACADEMIA BRASILEIRA DE CIENCIAS, Vol. 30, No 2. Rio de Janeiro. 1958, 30 de junho. 5 pp?

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(En MEDINA, José Toribio, 1913, II, pp.?). ESPINOSA, Lucas: 1935

Los tupís del oriente peruano. Estudio lingüístico y etnográfico. Por el P... (misionero agustino), agregado a la Expedición Iglesias al Amazonas. Publicaciones de la Expedición Iglesias al Amazonas. Sección de Antropología. Lingüística. Madrid. Imprenta de Librería y Casa Editorial Hernando S. A.. 206 pp., 1 mapa plegable fuera de texto.

|ESPINOSA PEREZ, Lucas (O. S. A.) Contribuciones lingüísticas y etnográficas sobre algunos pueblos indígenas del Amazonas peruano. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Instituto Bernardino de Sahagún. Madrid. Sucesores de Rivadeneyra S. A..

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I. Sección 1a: Indios piojé; Sección 2a: Indios koto u orejón; Sección 3a; Indios yameo; Sección 4a: Apéndices e índices. 602 pp., 2 mapas pleglables fuera texto.

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Piratas de América. El autor de las tres primeras partes de esta obra, John Esquemeling, presenció, como médico que fue de los piratas, las aventuras que relata. La cuarta parte que se refiere a las tropelías cometidas por los piratas en las costas del Pacífico. débese a Basil Ringrose, piloto de uno de los buques piratas. Introducción Henry Powell. Buenos Aires. Edit. Colombia. Talleres Gráficos de Macagno, Landa y Cía.. 390 pp..

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The central caribs. University of Pennsylvania. The University Museum. Anthropological publications. Vol. X. Philadelphia. Published by the University Museum. 300 pp., XL plates (+ 1 full

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Del antiguo Cúcuta. 2a edición. Bogotá. Editorial Antares. Impreso en Editorial Iqueima. 429 pp..

|FERMIN, Philippe: 1769

Description générale, historique, géographique et physique de la colonie de Surinam, Contenant ce qu'il y a de plus curieux & de plus remarquable, touchant sa situation, ses rivières, ses forteresses; son gouvernement & sa police; avec les moeurs & les usages des habitants naturels du pays, & des européens, qui y sont établis; ainsi que des éclaircissements sur l'oeconomie générale des esclaves negres, sur les plantations & leurs produits, les arbres fruitiers, les plantes médécinales, & toutes les diverses espéces d'animaux qu'on y trouve, &c.. Enrichie de figures, & d'une carte topographique du pais. Par... docteur en Médecine. A Amsterdam. Chez E, van Harrevelt.Tome premier. xxiv + 252 pp. y 1 mapa.Tome second. (2) + 352 pp. y III planches.

|FERNÁNDEZ, León: Colección de documentos para la historia de Costa Rica, publicados por el Lic Don...

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I - San José. Imp. Nal.. viii + vi + 443 pp..

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II - San José. Imp. Nal.. 485 pp..

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III - San José. Imp. Nal.. xx + 488 p

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IV - París. Imp. Pablo Dupont. Subtítulo: Documentos especiales sobre los límites de Costa Rica y Colombia. viii + 509 pp..

1886

V - París. Mismo subtítulo del anterior. (iv) + 560 pp..

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VII - Publícalos Ricardo Fernández Guardia. Barcelona. Imp. Viuda de Luis Tasso. 506 pp.. VIII - Barcelona. Misma nota. Misma imprenta. 510 pp.. X - Barcelona. Misma nota. Misma imprenta. 591 pp..

|FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Martín: Obras de don... Edición y estudio preliminar de D. Carlos Seco Serrano. BIBLIOTECA DE AUTORES ESPAÑOLES, DESDE LA FORMACION DEL LENGUAJE HASTA NUESTROS DIAS, LXXV, LXXVI, LXXVIII. Madrid. Gráficas Bachende.

1954

I - xlvi (Introducción) + 601 pp..

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|FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Martín, |SALVA, Miguel, y |SAINZ DE BARANDA, Pedro:

Colección de documentos inéditos para la historia de España. Por... individuos de la Academia de Historia.

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|JULIAN, Antonio: 1787

La perla de la América, provincia de Santa Marta, reconocida, observada, y expuesta en discursos históricos por el sacerdote Don... a mayor bien de la Católica Monarquía, fomento del comercio de España, y de todo el Nuevo Reyno de Granada, é incremento de la Christiana Religión entre las naciones barbaras, que subsisten todavía rebeldes en la Provincia. Madrid. Por don Antonio de Sancha. (ü) + xxx + 280 pp. y 1 mapa del puerto de Santa Marta.

|JUSSIEU, Joseph de: 1936

Description de l'arbre à Quinquina. Mémoire inédit de... (1737). Publié en commémoration du centenaire de la Marque des 3 Cachets par la Société du Traitement des Quinquinas. Paris 18, Rue Malher. Paris. R. L. Dupuy. 46 pp., incl. 18 facsím.. Traduc. dei texto original bajo la dirección del Prof. Pancier (Amiens).

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Description de la France egvinoctiale, cy-devant, appellée Gvyenne, et par les espagnols El Dorado. Nouuellement re, mise sous l'obeissance du Roy, par le Sieur... son Lieutenant Genera, dans ce Pais. Avec la carte d'icelvy, faite et presentée a Sa Majesté par le dit Sieur De La Barre. Et vn discours tres-vtile et necessaire pour Ceux qui voudront établir des Colonies en ces Contrées; Qui les détrompera des Impostures dont tous Ceux qui en ont parlé ont remply leurs Ecrits; Et leur ferà connoistre la force, le nombre, & le naturel des Indiens de cette Coste, & ce qu'elle peut produire d'auantageux pour le Commerce de l'Europe. A Paris. Chez Iean Ribov, au Palais, vis à vis la Sainte Chapelle, â l'Image Saint Louis. MI.DCLXVI. Avec privilége dv Roy. 52 pp..

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|LA CONDAMINE (Charles Marie) de: Journal du voyage fait par ordre du roi, a l'Èquateur, ser vant d'introduction historique à la mesure des trois pre-. miers degrés du méridien. A Paris. De l'Imprimérie Royale. MDCCLI. (4) + xxxvi + 280 + xv (table de matieres), 5 maps et cartes pliables hors texte. --------------: 1773

Relation abrégée d'un voyage fait dans l'intérieur de l'Amérique Méridionale, depuis la Côte de la Mer du Sud, qu'aux Côtes du Brésil & de la, Guyane, en descendant la rivière des Amazones, par M.... Nouvelle édition. A Maastricht. 379 pp..

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El Paraíso en el Nuevo Mundo. Comentario Apologético, Historia Natural y Peregrina de las Indias Occidentales (, Islas de Tierra Firme del Mar Oceano, por el licenciado don... del Consejo de Su Majestad y su Oydor de la Casa de la Contratación a las Indias que Reside en la Ciudad de Sevilla. Publícalo, con un prólogo, Raúl Porras Barrenechea, bajo los auspicios del Comité del IV. Centenario del Descubrimiento del Amazonas. Lima. Imprenta Torres Aguirre. II. 538 pp..

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Voyage dans l'Amérique Méridionale, à l'interieur de la Côte Ferme, et aux îles de Cuba et de la Jamaique, depuis 1808 jusqu' en 1819; contenant la description des villes, bourgs et villages de ces contrées, la peinture des moeurs et coutumes des habitants, et un apercu sur la fertilité du sol et la prospérité du commerce; avec, la relation des malheurs qu'a éprouvés pendant ce voyage un habitant du département le Lot-et-Garonne; ouvrage utile aux marins et à tous les négocians; Par M...A Agen. De l'imprimérie de Prospers Noubel. vi + 291 + (4) pp..

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Dos libros, el uno que trata de todas las cosas que traen de nuestras Indias Occidentales, que firuen al vfo de la Medicina, y el otro que trata de la Piedra Bezaar y de la Yegua Efcuerçonera. Copueftos por el doctor... Medico de Seuilla. Impresos en Sevilla en casa de Hernando Diaz, en la calle de la Sierpe. Con Licencia y Priuilegio de fu Mageftad. 140 f. sin numerar. Cosas que traen de las Indias: 1-78. Piedra bezaar y yerba escuerzonera.

--------------: 1571

Segvnda Parte del Libro, de las cosas que se traen de nueftras Indias Occidentales, que firuen al ufo de medicina. Do fe trata del Tabaco, y de la Saffafras: y del Carlo Sancto, y de otras muchas yeguas J Plantas, Simientes, y Licores: q. agora nueuamente han venido de aquellas partes, de grandes virtudes, y marauillofos

474

effectos. Hecho por el doctor... Medico de Seuilla.. Va añedido vn libro de la Nieve. Do veran los q. beuen frio con ella, cofas dignas de faber, y de;rande admiración, cerca del vfo del enfriar con ella. Fecho, por el mismo Doctor Monardes. En Feuilla. En casa Alonfo Efcriuano, Impreffor. Gon Preuilegio de fu Real Mageftad. 131 + 48 f. (nieve).

--------------: 1574

Primera y segvnda y tercera partes de la historia medicinal de las cosas que fe traen de nuestras Indias Occidentales que firuen en Medicina. Tratado de la Piedra Bezaar, y de la Yegua Efcuerçonera. Dialogo de las grandezas del Hierro, y de fus virtudes Medicinales. Tratado de la Nieve y del beuer frío. Hechos por el doctor... Medico de Seuilla. Van en esta impression la Tercera parte y el Dialogo del Hierro nueuamente hechos, que no han fido impressos Nafta agora. Do ay cofas grandes y dignas de saber. Con licencia y Preuilegio de Fu Mageftad. En Sevilla. En cafa de Alonfo Efcriuano. (5) + 206 f..

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Quinología, o tratado del árbol de la quina o cascarilla, con su descripción y la de otras especies de quinos nuevamente descubiertas en el Perú; del modo de beneficiar la, de su elección, comercio, virtudes, y extracto elaborado con cortezas recientes, y de la eficacia de este, comprobada con observaciones; a que se añaden algunos experimentos chímicos, y noticias acerca del análisis de todas ellas. Por don..., primer botánico de la Expedición del Perú, agregado al Real Jardín de Madrid, e individuo de la Real Academia Médica Matritense. Madrid. En la oficina de la viuda e hijo de Marín. Año de MDCCXCII (1792). (16) + 103 pp., (ejemplar incompleto; texto termina p. 100; las 3 sin numerar del índice, parte final).

--------------: Descripción del árbol conocido en el Reyno del Perú con el nombre de Quino-quino y su corteza con el de Quina,quina, muy distinta de la Quina o Cascarilla. Apéndice a la Quinología, 1792, pp. 97-100... (ej. incompleto). --------------: 1952

Relación histórica del viage, que hizo a los Reynos del Perú y Chile el botánico don... en el año de 1777 hasta el de 1778, en cuya época, regresó a Madrid. Segunda edición, enmendada y completada en todo lo que le faltaba, según la copia definitiva inédita, del Manuscrito de D. Hipólito, hallada y copiada en el Departamento Botánico (Historia Natural) del Museo Británico, por el Dr. Jaime Jaramillo Arango. Publicada por la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid. Madrid. Talleres Gráficos de Cándido Bermejo.Tomo I (Texto) : xliv + 526 pp..

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Libro primero de cabildos de Quito. Descifrado por... Publicaciones del Archivo Municipal. Quito. Cándido Briz Sánchez, impresor. Tomo Primero. xxviii + 511 pp.; retratos de Almagro y Benalcázar y 7 facsímiles fuera de texto. Tomo Segundo. (2 ± + 396 pp.. Escudo de Quito en colores y 7 facsímiles fuera. de texto.

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Libro segundo de cabildos de Quito. Descifrados por... Publicaciones del Archivo Municipal. Quito. Cándido Briz Sánchez, impresor. Tamo Primero. 354 pp. y facsímiles fuera de texto.

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El español en el Ecuador. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Patronato Menéndez y Pelayo. Instituto Miguel de Cervantes. Revista de Filología Española. Anejo LXI. Madrid. Esceliger, S. L.. 479 pp..

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(Colección de libros raros o curiosos que tratan de América. Tomo XI). Madrid. Librería de Victoriano Suárez. Imprenta de Francisco Nozal. 1894. 255 pp..(MERISALDE Y SANTISTEBAN, Joaquín de: MONTUFAR Y FRASCO, Juan Pío de : ESLAVA, Sebastián).

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Señorío y barbarie en el Valle del Cauca. Estudio sobre la antigua civilización quimbaya y grupos afines del oeste de Colombia. Con 59 ilustraciones entre texto, 68 láminas en negro y una a todo color. Versión del original alemán por José María, Gimeno Capella. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo. Madrid. Semana Gráfica, S. A.. Valencia. 523 pp..

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Informe de la misión científica Tufiño-Alvarez enviada por el gobierno a las regiones de Macas en Febrero del presente año.

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Quito. Tip. de lá Escuela de Artes y Oficios. Apendice : RIERA, Juan María (obispo) : apuntes sobre exploración por regiones Huamboya. 116 pp., 8 cuadros plegables y varias lám. fuera texto.

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Conquista de la Prouincia del Guaymí, por el venerable Padre Maestro... en el Reyno de Tierra Firme. (MELENDEZ, Ivan, 1682, III, pp. 1-56).

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Reducción del Guaymí y el Darién y sus yndios. (Resumida por REQUEXO SALCEDO, Juan).(En SERRANO y SANZ, Manuel, 1908, pp. 85-136).

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Noticias americanas. Entretenimiento físico-histórico sobre la América meridional y la septentrional oriental. Estudio preliminar por Luis Aznar. Buenos Aires. Editorial Nova. Colección Viajeros de las Américas. 324 pp..

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Diario de un misionero de Mainas. Transcripción, introducción y notas del P. Constantino Bayle, S. J.. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Instituto Sang Toribio de Mogrovejo. Biblioteca "Missionalia Hispanica'', vols. VIII, IX. Madrid. Ediciones Jura.

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I. 376 (las lx en romanos) + (3 índice) pp..

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|URIBE ANGEL, Manuel: 1885

Geografía general y compendio histórico del Estado de Antioquia en Colombia. París. Imprenta de Victor Goupy y Jourdan, xv + 783 pp., XXXIV lám. y 1 mapa.

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La medicina en Antioquia. Col. Samper Ortega. Biblioteca Aldeana de Colombia. M. de Educación Nacional. Bogotá. 143 pp..

|USCATEGUI MENDOZA, Néstor: Contribución al estadio de la masticación de las hojas de coca. REVISTA COLOMBIANA DE ANTROPOLOGIA. Bogotá. 1954. Vol. III Pp. 207 -289 y 2 mapas plegables. |VALDIZAN, Hermilio y |MALDONADO, Angel: 1922

La Medicina popular peruana. (Contribución al Folklore médico del Perú). Lima. tmp. Torres Aguirre. I. xxxii + 480 pp.. |II. 530 + c pp..

|VALERA, Blas: 1945

Las costumbres antiguas del Perú y La historia de los incas. (Siglo XVI). Por el padre de la Cía. de Jesús... Introducción, adiciones, notas y comentarios de Francisco A. Loayza. Los pequeños

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|VARGAS, José María (O. P.): 1957

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|VARGAS MACHUCA, Bernardo de: 1599

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