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POLIKUSHKA LEÓN TOLSTOI

POLIKUSHKA LEÓN TOLSTOI10millibrosparadescargar.com/bibliotecavirtual/libros/LETRA%20T/... · informe había de consistir en escuchar en las ... protección ni por medio del ama

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    Diego Ruiz

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    Como usted guste, seora! Pero son muy dignosde lstima los Dutlov. Todos ellos son buenagente!... Y si no mandamos ahora a uno de losdvorovuy,1 inevitablemente deber ir uno de ellos,deca el intendente. La verdad es que toda la aldealos seala. Por lo dems, si es voluntad de usted...

    Y puso otra vez la mano derecha sobre laizquierda, colocndose ambas sobre el vientre;inclin a un lado la cabeza, apret sus delgadsimoslabios hasta casi hacerlos chasquear, levant los ojosy call, con la intencin evidente de permanecer asmucho tiempo, escuchando sin rplica todas lastonteras que no dejara de decir la seora.

    1 Los dvorovuy eran siervos que no labraban la tierra, sinoque se encontraban a disposicin de la casa seorial.

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    Este intendente era un antiguo siervo de la casa,que, afeitado y con largo casacn del corte especialadoptado por los intendentes, estaba de pie frente asu ama, rindiendo su informe, a la cada de unatarde de otoo. Segn el parecer de la seora, elinforme haba de consistir en escuchar en lascuentas que le rindiera respecto a la marcha de lahacienda, para darle enseguida rdenes sobreasuntos futuros, mas, segn el parecer delintendente, Egor Mikilovich, consista en laobligacin de permanecer sobre sus torcidos pies,en un rincn de la estancia, con el rostro vueltohacia el divn, escuchando toda la charla, alejadasiempre del asunto, hasta lograr por mediosdiversos que la seora, impaciente, comenzara amurmurar: "Bien, bien...", consintiendo en todos lospropsitos de Egor Mikilovich.

    Se trataba en esta ocasin del reclutamiento. Lahacienda Pokrvskoie haba de enviar tres reclutas.Dos estaban designados claramente por la suerte,debido a la coincidencia de todas las condicionesfamiliares, morales y econmicas; acerca de ellos nopoda haber duda, vacilacin o protesta ni por la

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    parte del mir2 ni por la de la seora; pero en cuantoal tercero, la cuestin era discutible. El intendentequera salvar al treinik (padre de tres hijos) Dutlov,enviando en lugar de uno de ellos a Polikushka, undvorovuy, padre de numerosa familia, pero hombrede muy mala reputacin, a quien se habasorprendido varias veces robando sacos vacos,riendas y heno. La seora, que frecuentementeacariciaba a los andrajosos hijos de Polikushka, yque se dedicaba a procurar su mejoramiento moralpor consejos y medios evanglicos, no querasacrificarlo. Al mismo tiempo, tampoco quera elmal de los Dutlov, a quienes ni conoca ni siquieralos haba visto. Con todo esto la seora de ningnmodo pudo comprender, y el intendente no seatreva a explicarle con claridad, que si no ibaPolikushka ira indispensablemente Dutlov. Pero esque yo no quiero mal ninguno para los Dutlov!-deca emocionada-. "Si no quiere usted, pagueentonces trescientos rublos para un sustituto", eralo que se deba contestar; mas el respeto a los amosno permita hacerlo, y el intendente call.

    Egor Mikilovich se coloc entonces con lamayor comodidad, apoyndose en la pared, con 2 Mir, conjunto de campesinos de toda una aldea.

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    expresin de servilismo en el semblante, y se puso acontemplar los movimientos de los labios de laseora, el bordado movedizo de su cofia y losmovimientos correspondientes de la sombra en lapared, bajo un cuadrito. Por lo dems, no cra quefuese necesario profundizar el sentido de laspalabras de la seora, que hablaba mucho, durantelargos ratos. El timbre de su voz complaca encierto grado al intendente. De pronto sinti detrsde las orejas las contracciones nerviosas queproduce el deseo de bostezar, lo cual disimulhbilmente con fingido acceso de tos, cubrindosela boca con la mano.

    Recuerdo haber visto no ha mucho tiempo a lordPalmerston, sentado, cubrindose el rostro con susombrero, mientras un miembro de la oposicinatacaba rudamente al ministerio; y luego,levantndose de sbito, con un discurso que durtres horas, a contestar a todas las objeciones de suadversario; y esto lo o sin sorpresa ninguna, porquemil veces haba visto lo mismo entre EgorMikilovich y su ama. Fuese que sintiera dormirse, oque le pareciese que su ama ya hablaba demasiado,el intendente comenz a removerse, apoyando elpeso de su cuerpo ora sobre el pie izquierdo, ora

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    sobre el derecho, y rompi a hablar con su frasehabitual.

    -Como usted guste, seora; pero.... el mir estreunido en mi despacho y es preciso acabar de unavez. La orden dice que es necesario entregar losreclutas, en la ciudad, antes del da de Pokrov (1 deoctubre) y todos los campesinos indican a losDutlov, pues en verdad no hay otros en la mismacondicin. El mir no se preocupa por los interesesde usted: para el mir es indiferente que arruinemos aesta familia; pero yo se muy bien lo que ellos hansufrido. Desde el tiempo que hace que soy inten-dente, siempre han vivido en la miseria. Apenas hapodido aguardar el pobre viejo que su nieto menorcomience a trabajar, y ahora resulta que lesarruinaramos de nuevo. En cuanto a m, puedeusted creer que me preocupo tanto de sus interesescomo de los mios. Y diga lo que diga, es unalstima, seora; no es mi suegro, ni mi hermano, ypersonalmente no tengo ningn provecho de ellos...

    -Eso no me pasa ni por la imaginacin, Egor-interrumpi la seora; e inmediatamente se leocurri que el intendente haba sido pagado porDutlov.

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    -...S1o que es esta la mejor casa en todoPokrovskoie. Son mujiks que temen a Dios, y muytrabajadores. El viejo, desde hace treinta aos, esstrosta3 de la iglesia; no toma vino, ni jura conmalas palabras; frecuenta el templo (qu bienconoca el intendente el lado sensible de la seora!),y lo que es principal, que tiene slo dos hijos,porque el tercero es nieto. El mir los sealaba, perolo justo sera sortearlos con los dems "dobles".Hay algunos que teniendo tres hijos se han divididopor su imprudencia, y ahora resulta que tienenrazones para no ir al servicio, mientras stostendrn que sufrir por su virtud.

    Desde ese momento la seora ya no comprendinada, no entendi qu significaba "el sorteo entrelos dobles", y de qu virtud se trataba; escuchaba lossonidos de la voz del intendente y observaba losbotones de nankin de la casaca del intendente; elbotn superior se abrochaba de seguro raras veces,por lo cual estaba firme, mientras que el segundo sehaba descosido por completo y colgaba de modoque ya haca mucho tiempo hubiera sido precisorecoserlo. Pero como sabemos todos, para unaconversacin seria no es necesario comprender lo 3 Strosta. Autoridad campestre.

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    que se nos dice, pues basta nicamente recordarbien lo que debemos decir. Y as obraba la seora.

    -Pero, por qu no quieres entenderme, EgorMikilovich? No deseo de ningn modo que Dutlovvaya al servicio. Creo que me conoces bastante parasaber que hago lo posible para ayudar a miscampesinos, y no quiero el mal para ninguno. Sabesque estoy dispuesta a sacrificar todo, para librar deesta triste necesidad, no slo a Dutlov, sino tambina Jorushkin. (No s si le ocurri al intendente quepara librarse de esta triste necesidad no era precisosacrificar todo, sino que bastaba con trescientosrublos; sin embargo, le pudo venir estepensamiento.) Te dir solamente una cosa, y es quea Polikey no lo dar por nada del mundo. Cuandodespus de aquel asunto del reloj, que l mismo meconfes llorando, jur corregirse, habl mucho conl y me convenc de que estaba conmovido yarrepentido sinceramente. (Vaya, ya comenz sucancin! -pens Egor Mikilovich, y se puso aexaminar la conserva de fruta que tena en el vasode agua -:naranja o limn?, de todos modos debeestar muy amargada, sigui pensando.) Desdeentonces ya han pasado seis meses, y ni una vez seha emborrachado, y su conducta es ejemplar. Su

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    mujer me ha dicho que se ha convertido en otrohombre.... cmo quieres que yo le castigue ahoraque l se ha enmendado? Sera, adems, una cosahorrible que se mandara al servicio a un hombreque tiene cinco hijos, de los cuales es el nicosostn. No, Egor, no me hables ms de ello...

    Y la seora se volvi a su agua dulce.Egor Mikilovich observ el paso del lquido por

    la garganta de la seora, y despus pregunt corta ysecamente:

    -Entonces, usted ordena que se aliste a Dutlov?Y la seora dio una palmada, con impaciencia.-Cmo es que no puedas comprenderme?

    Deseo yo acaso la desdicha de los Dut1ov? Tengocontra ellos el menor resentimiento? Dios es testigoque estoy dispuesta a hacer por ellos todo loposible. (La seora dirigi la mirada hacia el cuadroque estaba en el rincn, pero advirti al punto queno era una imagen de Dios: "Es igual; esto no es loimportante", pensaba. Lo extrao era que tampocoesta vez se le ocurri lo de los trescientos rublos),Pero, qu puedo yo hacer? Acaso yo s cmoarreglarlo? No lo puedo saber; confo en ti, y yasabes lo que deseo. Haz que todos se quedencontentos, como lo rnanda la ley. No hay remedio

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    no slo para ellos, para todos hay en la vidamomentos crticos. Unicamente que no se mande aPolikey. T mismo comprendes que esto sera unacosa terrible para m.

    Hubiera seguido hablando mucho tiempo -a talgrado se senta animada-, pero entr la criada.

    -Qu hay, Duniasha?-Acaba de llegar un mujik para preguntar a Egor

    Mikilovich si ordena que la asamblea lo espere-dijo la criada mirando con odio a EgorMikilovich-; qu intendente tan imbcil! -pens ladoncella-: ha enfadado a la seora y ahora no medejar dormir hasta las dos de la maana.

    -Entonces, anda, Egor -dijo la seora-; haz lomejor.

    -Obedezco. (Ya no dijo nada de los Dutlov.) -Quin ordena usted que vaya a cobrar al jardinero?

    -No, no ha vuelto.-Podr ir Nikolay?-Mi padrecito est en cama, le duelen los riones

    -dijo Duniasha, que por lo visto era hija de Nicols.-Quiere usted que yo mismo vaya maana? -pre-

    gunt el intendente.-No, te necesitamos aqu, Egor.-La seora qued pensativa . Qu tanto es?

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    -Cuatrocientos sesenta y dos rublos.-Enva a Polikey -dijo al fin mirando resuelt-

    amente al rostro del intendente.Egor Mikilovich, sin despegar los dientes,

    contrajo los labios como si fuese a sonrer, pero nohubo cambio en su semblante.

    -Obedezco.-Antes ordnale que venga aqu.-Obedezco -y Egor Mikilovich se fue a su

    despacho.

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    II

    Polikey, en su calidad de hombre misrrimo, demala fama, y recin venido de otra aldea, no tuvoproteccin ni por medio del ama de llaves, ni deldispensero, ni del intendente, ni de la doncella, demodo que se le dio el peor rincn de todos, a pesarde que eran siete personas. Estos rincones fueronconstruidos desde el tiempo del difunto seor, delmodo siguiente: en el centro de la isla de diez arshincuadrados se hallaba la gran estufa rusa alrededor dela cual se encontraba el kolidor (as lo llamaban lossiervos), y en cada ngulo se encontraba un rincnseparado con tablas. Por este motivo lashabitaciones eran pequeas, especialmente la dePolikey, que era la ms cercana a la puerta. El lechoconyugal, con un cobertor cosido y dos almohadas,

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    la cuna con el chiquillo, la mesita de tres pies en quese preparaba la comida y se colocaban todos losobjetos domsticos, sirviendo a Polikey como lugarde trabajo (l era curandero de caballos); los cubospara el agua, la ropa de toda la familia, las gallinas, laternera de que eran dueos, y ellos siete, todo estollenaba completamente el rincn hasta ser imposiblemoverse, si no hubiesen contado con la cuarta partede la estufa comn, encima de la que se colocabanlas cosas y las gentes, cuando no era posible salir ala gradera. A decir verdad, a poco ya no fue posiblesalir: en octubre ya hace fro; y en cuanto a abrigos,haba slo un tulup para los siete miembros de lafamilia; en cambio, los nios podan calentarsecorriendo, y los grandes trabajando, y unos y otrossubindose a la estufa donde haba cuarenta gradosde calor. Parece imposible vivir en condicionessemejantes, pero ellos vivan: luego, se poda vivir.Akulina lavaba a los nios, cosa la ropa para ellos ypara el marido, hilaba y teja y blanqueaba suslienzos, guisaba y horneaba en la estufa comn,murmuraba y rea con las vecinas. Las provisionesdel mes bastaban no slo para los nios, sino quequedaba algo tambin para la vaca. La lea, lomismo que el alimento para el ganado lo daba la

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    seora, y a veces tambin algo de heno. Tena untrozo de huerta. La vaca acababa de parir; adems,posean varias gallinas. Polikey trabajaba en lacaballeriza sangraba a los caballos y al ganado,limpiaba sus herraduras, los curaba si estabanenfermos, con ungentos de su propia invencin, ypor esto reciba gratificaciones en dinero y especie.Sola quedarse tambin con una parte de la avenadestinada a los caballos del ama. En la aldea habaun campesino que regularmente le daba cada mesdiez libras de carnero a cambio de dos medidas deavena. La vida hubiera sido llevadera, a no pesar uninfortunio sobre toda la familia: en su juventudPolikey haba vivido muchos aos en otro pueblodonde estaba empleado en una gran cra de caballos.El palafrenero de quien Polikey era subordinado,era el primer ladrn de la comarca, que al fin acabpor ser desterrado. Polikey hizo con l suaprendizaje, y por ser muy joven se acostumbr atal grado a hurtar, que despus, no obstante suspropsitos buenos, ya no pudo abstenerse dehacerlo. Era un pobre joven de carcter muy dbil;no tuvo padre ni madre que lo hubieran instruido.A Polikey le gustaba tomar la copa y no le gustabaque las cosas estuvieran mal colocadas. Una cuerda,

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    los arreos, las chapas, un clavo o algn objeto dems valor, todo encontraba un buen lugar por lasmanos de Polikey lich. En todas partes hay siempregente que necesita alguna de esas cosas, y que laspaga con vino o con dinero, segn convenio. stasson las ganancias ms fciles, como suele decir elpueblo: no exigen estudios, ni trabajo, y cuando seha probado una vez, ya no se quiere hacer ningnotro oficio. Hay slo un inconveniente en esta clasede negocios: aunque todo se consigue con pococosto y sin gran esfuerzo, y se vive muyagradablemente, en cualquier momento seencuentra gente mala que no aprueba esta labor, yentonces ha de pagarse todo a la vez, de suerte quese pierde la alegra de vivir.

    Esto mismo sucedi a Polikey. Un da se cas yDios lo bendijo: su mujer -la hija del guardador delganado- era de muy buena salud, inteligente y muytrabajadora; le dio hijos, uno mejor que otro...Polikey no dejaba su oficio y todo marchaba bien,pero de pronto le afligi un infortunio y secomprometi por una insignificancia: rob unasriendas de cuero a un mujik. Encontraron lorobado, lo apaleraron, denuncironle a la seora ycomenzaron a vigilarlo. Le pillaron por segunda y

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    tercera vez. La gente comenz a injuriarlo, elintendente lo amenaz de enviarle al reclutamiento,la seora lo rega y la mujer lloraba y seacongojaba; todo fue de revs: l era hombrebondadoso, de buena fe, mas de carcter dbil; legustaba el alcohol y se acostumbr a beber de talmanera que ya no pudo dejarlo. Hubo veces que lamujer lo regaaba y aun hubo de pegarle cuandollegaba borracho, pero l no haca ms que llorar."Soy un desgraciado -deca- qu puedo hacer? Queme quede ciego si lo vuelvo a hacer!" Y pasado unmes, escapa nuevamente de casa, se emborracha yse pierde por dos das. "Y de dnde consiguedinero para pasear?" -murmuraban las gentes. Sultimo delito fue el del reloj del despacho. En estelugar haba un antiguo reloj de pared, que ya nofuncionaba desde haca mucho tiempo. Un daentr por casualidad en un momento en que nohaba nadie: tentole el reloj, lo cogi y fue avenderlo a la ciudad. Como si lo hiciera a propsito,ocurri que el tendero a quien fue vendido el relojera pariente de una criada de la casa; la visit conmotivo de una fiesta y le cont lo del reloj. Seempezaron a hacer investigaciones; como si estoimportase a alguien. El ms interesado era el

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    intendente, que no quera a Polikey; y el culpablefue descubierto y denunciado a la seora. stallam a Polikey, quien al instante cay a sus pies derodillas y con gran sentimiento y compuncinconfes todo, tal como le haba instruido su mujer.La seora comenz a decirle un sermn; hablaba,hablaba, lamentaba, lamentaba; le recordaba a Dios,la virtud, la vida del ms all, su mujer y sus hijos,arrancndole, al fin lgrimas. La seora concluy:

    -Te perdono, pero has de prometerme que novolvers a hacer nunca una cosa semejante.

    -Jams en la vida! Antes me hunda en la tierra,me desgarre Dios las entraas! -clamaba Polikeyllorando.

    Polikey regres a casa y solloz todo el da comouna ternera, acostado encima de la estufa. Desdeesta fecha no se advirti ya nada malo en suconducta. Pero la vida se le hizo insoportable: lasgentes le trataban como ladrn, y cuando vino eltiempo del reclutamiento, todos lo sealaron.

    Polikey, como ya hemos dicho, era curandero decaballos. Cmo se haba convertido en curandero?Esto no lo saba nadie, y l menos que los dems.En la cra de caballos con aquel palafrenerodesterrado, Polikey no tena otro trabajo que limpiar

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    los establos, almohazar a veces los caballos yacarrear agua. All no pudo aprender su arte.Despus fue tejedor, ms tarde jardinero y luego, encastigo, fue destinado a hacer ladrillos; finalmente,teniendo licencia de la aldea, trabajaba comodvornik4 en casa de un comerciante. De modo quetampoco all pudo hacer prctica veterinaria. Perodurante los ltimos tiempos que volvi a pasar en lacasa, no se sabe cmo, empez a correr la fama desus conocimientos extraordinarios, hastasobrenaturales, en el arte de curandero. Sangraba uncaballo una y dos veces; luego acostaba al animal,practicndole no se que en el muslo; despus de esoordenaba que se le atase fuertemente y le haca untremendo corte en una de las patas, de modo que elcaballo se agitaba y relinchaba, y explicaba luegoque esto significaba "extraer la sangre de debajo dela herradura". Despus explicaba a los mujiks quepara facilitar la "curacin" era preciso sangrar dosveces simultneamente, para lo cual empez a dargrandes golpes martillo sobre la mellada lanceta; enotra ocasin pas por debajo del vientre del caballodel posadero una especie de venda, fabricada con 4 Dvornik. Labrador que tiene que limpiar los patios y lacalle de frente a la casa.

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    pedazos del chal de su mujer, y al fin comenz aespolvorear toda clase de heridas con sales devitriolo, mojadas con algunos lquidos que guardabaen botellitas, dando por mixturas lo que le daba lagana. Y cuanto ms haca sufrir y padecer a loscaballos, tanto ms crea la gente en su ciencia, ytanto ms le llevaban animales enfermos.

    Confieso que no sera decente para nosotros, losseores, rernos de Polikey. Las manipulaciones quel empleaba para inspirar confianza en los demseran las mismas exactamente que tuvieron tantainfluencia sobre nuestros padres, sobre nosotrosmismos y que tambin la tendrn sobre nuestroshijos. El campesino que apoya su vientre contra lacabeza de su nica yegua, que es para l no slotoda su riqueza, sino casi un miembro de su familia,y que con confianza y horror contempla el rostrocontrado de Polikey, las manos flacas con quepalpa intencionadamente la parte que ms duele,rajando en su atrevimiento la carne viva, con lanica confianza de "que el diablo lo ha salvado encasos peores", fingiendo saber distinguir lo que essangre de lo que es materia, dnde estn lostendones secos y dnde los hmedos, deteniendoentre los dientes el trapito de salvacin o la botellita

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    con vitriolo, cmo va a imaginarse que la mano dePolikey se levante sin saber lo que hace! Porque elcampesino mismo sera incapaz de hacerlo. Y unavez practicado el corte, no se culpar de haberadmitido una operacin intil. No s si vosotros,pero yo si, he experimentado este sentimiento,cuando un doctor, a instancias mas, atormentacruelmente a personas muy queridas de mi corazn.La lanceta y la misteriosa botella de licor curativo ylas palabras Tchiltchak Patchechuy (palabras sinsentido) sangrar, materia, etc., acaso no son lomismo que los trminos: nervios, reumatismo, orga-nismos, etc.? El verso Wage du zu irren und zutraumen (atrvete a engaarte y a soar), se refiereno nicamente a los poetas, sino tambin a mdicosy veterinarios.

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    III

    La misma noche en que la asamblea popular seagitaba ruidosamente frente al despacho, en la fraoscuridad de octubre. Polikey se hallaba sentado alborde del lecho, y sobre la mesa trituraba, conayuda de una botella, un ingrediente que l mismoignoraba qu era, y que destinaba a una enfermedadque tampoco conoca. Habla all sublimado, azufre,sal de Glauber y ciertas yerbas que personalmentecoga, por haberse imaginado una vez que eranbuenas para las erupciones, y no hall dificultadpara administrarlas en otra clase de enfermedades.Los nios estaban acostados ya: dos sobre la estufa,dos en el lecho, uno en la cunita, junto a la cualestaba sentada Akulina, recosiendo la ropa. Un cabode vela, de la propiedad de la seora, se encontraba

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    mal colocado, en una candela de madera, al bordede la ventana, y a fin de que su marido no sedistrajera en su ocupacin importante, Akulina selevantaba para despabilar la mecha con sus propiosdedos. Haba espritus fuertes que consideraban aPolikey como veterinario ignorante y hombretambin ignorante; otros lo consideraban malo,pero gran maestro de su arte. Mas Akulina, a pesarde que lo regaaba frecuentemente, y hasta lepegaba, reputaba a su marido como el primercurandero y el primer hombre del mundo. En esteinstante Polikey aadi a su preparacin uningrediente. (Nunca empleaba balanzas y se referacon irona a los alemanes, que solan hacer uso deeste aparato. "Esto no es una farmacia!", deca.)Polikey calcul por un momento la cantidad con lamano, y la aadi a la mezcla; pero la dosis lepareci insuficiente y aument la cantidad diezveces ms. "Lo pondr todo, siempre obrarmejor", murmur para si mismo. Akulina se volvirpidamente al or la voz de su seor, aguardandordenes; pero al observar que la cosa no leimportaba, levant los hombros: "y qu inteligentees!", pens volviendo a su labor. El papelito en que

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    haba envuelto la droga cay bajo la mesa, yAkulina, que not esto, inmediatamente grit:

    -Aniutka! No ves que se le ha cado algo a tupadre? Levntalo!

    Aniutka sac sus pies descalzos de bajo deldelgado abrigo que la cubra, se dirigi gateandohacia el pie de la mesa y cogi el papel.

    -Tome usted, papacito -dijo escondiendo denuevo sus pies helados en el lecho.

    -Por qu me empujas? -dijo con voz silbante ysoolienta la hermana menor.

    -Ah! Queris callar!... -clam Akulina, y las doscabezas se ocultaron bajo el abrigo.

    -Si me da tres rublos -murmur Polikey tapandola botella- le curar el caballo. Todava es muybarato -aadi-. Se rompe uno bastante la cabeza!Akulina, ve a pedir un poco de tabaco a Nikita;maana se lo devolver.

    Y Polikey sac de los bolsillos de su pantalnuna pipa de tilo, pintada en otro tiempo, conboquilla de lacre, y se prepar a fumar.

    Akulina se levant y sali, sin tropezar con nada,lo que era bien difcil. Polikey abri el estante yguard all la mixtura; tom un frasco que llev a laboca; pero ste ya no tena vodka. Frunci las cejas;

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    mas cuando entr la mujer trayndole el tabaco,llen su pipa, comenz a fumar y su rostro sedesarrug, reflejando la satisfaccin y el orgullo deun hombre que ha terminado felizmente su tareacotidiana. No s si imaginaba cmo al da siguientecogera con la mano la lengua del caballo, echndoleen la boca esta maravillosa mixtura; o meditaba quea un hombre til nunca se le niega nada,refirindose a que Nikita siempre le haba prestadoel tabaco. De todos modos se senta feliz. Derepente se abri la puerta, que colgaba nicamentede una bisagra, y entr la doncella de arriba, no lasegunda, sino la tercera, la chiquilla que tenan paralos mandados. (Arriba, ya se sabe, es la casa de losseores, aunque se encuentre abajo). Aksiutka -asse llamaba la nia- siempre volaba como una flecha,y con esto sus manos no se doblaban, sino que sebalanceaban como pndulos en relacin con lavelocidad, no a los lados, sino hacia adelante; susmejillas estaban siempre ms coloradas que suvestido rosa; su lengua se mova siempre con lamisma velocidad que sus pies. Entr bruscamenteen el rincn, se apoy, no s para qu fin, en laestufa, comenz a balancearse as como deseandopronunciar a la vez no menos de dos o tres

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    palabras, y dirigindose a Akulina, sofocada, dijo depronto lo siguiente:

    -La seora ordena a Polikey que se presenteinmediatamente arriba, as lo ordena... (Se detuvo yrespir profundamente.) Egor Mikilovich estabaall y habl con la seora del reclutamiento,mencion tambin a Polikey lich... AvdotiaMikilovna ordena que venga ustedinmediatamente. Avdotia Mikilovna ordena quevenga usted... (un nuevo suspiro), inmediatamente.

    Aksiutka mir un instante a Polikey, a Akulina ya los nios, que sacaban sus cabezas por debajo dela cubierta, cogi una cscara de nuez que encontren la estufa, la ech hacia Aniutka, repiti otra vez"que venga inmediatamente" y, como el viento, salidel cuarto, con los pndulos de sus brazos de nuevobalancendose en la lnea de su camino.

    Akulina se levant de nuevo y dio a su esposo lasbotas, que eran de soldado y estaban ya muy viejas yrotas. Cogi de la estufa el kaftn y se lo entreg sinmirarlo.

    -Oye, lich, te cambias de camisa?-No -contest Polikey.Durante el tiempo en que ste se vesta y calzaba,

    Akulina no se volvi a mirarlo; l estaba plido; su

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    labio inferior temblaba y en los ojos se notabaaquella mirada llorosa, obediente, de profundainfelicidad, que es propia nicamente de loshombres buenos, dbiles y culpables. Se pein e ibaa salir del cuarto, cuando la mujer lo detuvo, learregl la cinta de la camisa que colgaba sobre elchaquetn y le puso el casquete en la cabeza.

    -Eh! Polikey lich, es cierto que la seora lellama? -oyose que gritaba del otro lado del tabiquela mujer de carpintero.

    Aquella misma maana la mujer del carpinterohaba disputado con Akulina, pues una de laschiquillas de sta haba derribado en el rincnvecino un jarro de leja, y en el primer momento lefue cosa agradable or que Polikey era llamado porla seora, porque probablemente para nada buenosera. Era adems una mujer mordaz, de fina irona;nadie mejor que ella saba mortificar con una solapalabra; al menos tal lo pensaba ella de s misma.

    -Sin duda lo quieren enviar a la ciudad paracompras -continu la carpintera-; por lo menos yoas lo creo, puesto que para estas cosas se necesitaun hombre de confianza y por esto lo mandan austed. No se le olvide traerme un paquetito de t,Polikey lich.

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    Alculina contena sus lgrimas y sus labios secontraan en expresin de rencor. Cmo hubiesequerido arrancar a puados los cabellos de esacanalla! Pero sus miradas se volvieron a sus nios, ypens que stos quedaran hurfanos y que ella serapronto una soldadera viuda, y olvid su odio haciala mujer del carpintero, cubri su rostro con lasmanos, se sent en el lecho y su cabeza cay sobrelas almohadas.

    -Madrecita, me aplastas -murmur silbando lachiquilla, y tir el abrigo de debajo del codo de lamadre.

    -Ojal que hubieseis muerto todos! Para qu lesdi a luz! --- exclam Akulina, llenando con sussollozos todo el rincn, lo que alegr mucho a lacarpintera, que no haba olvidado an lo de la lejade la maana.

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    IV

    Transcurri media hora ms o menos. El mspequeo comenz a gritar; Akulina se levant ydiole el pecho. La pobre mujer ya no lloraba;apoyando en la mano su rostro bello y flacucho,contemplaba con Fijeza la candela que se ibaacabando y pensaba para qu se haba casado, paraqu se necesitan tantos soldados, cmo podravengarse de la mujer del carpintero.

    Los pasos de su marido se hicieron or- Akulinaenjug sus ltimas lgrimas y se levant para abrirlepaso; Polikey entr triunfante, tir el casquete sobrela cama, respir dndose importancia y empez aquitarse el cinturn.

    -Bien.... y qu?, para qu te ha mandadollamar?

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    -Bah..., ya es sabido! Polikushka es el ltimo delos hombres; pero cuando hay algo importante, aquin se llama entonces?. A Polikushka.

    -De qu se trata?Polikey no se apresuraba a contestar; encendi su

    pipa y escupi.-Se me ha ordenado ir a casa de un mercader a

    cobrar un dinero.-Tienes que ir a traer dinero? -pregunt Akulina.Polikey sonri moviendo la cabeza.-Y qu bien habla la seora! "T -dijo-

    considerado como hombre infiel, pero yo tengoms confianza en ti que en ningn otro, (Polikeyhablaba en voz alta para que los vecinos lo oyesen.)Me has prometido corregirte-, pues bien, ahoratienes la primera prueba de mi confianza en ti; irs acasa del mercader, tomars el dinero y lo traers..."Yo contest entonces: "Seora, nosotros todossomos sus siervos y es nuestra obligacin servir aDios, lo mismo que a usted, de modo que me sientocapaz de hacer todo para complacerla y no tengoderecho de rechazar ningn trabajo por penoso quesea; lo que se sirva usted mandar lo cumplir,porque soy su siervo." (De nuevo Polikey se sonricon la misma sonrisa de hombre dbil, bondadoso y

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    culpable.) -"De modo que -dijo ella entonces, lohars bien? Comprendes que toda tu suertedepende de esto?" -"Cmo no comprender, sipuedo hacer todo lo que se pide? Si han dicho unacalumnia contra m, pueden decirla contracualquiera; pero en cuanto a m, nunca he hechonada contra vuestro bienestar, ni siquiera pensar enesto ..." Y habl de tal modo, que ella se enterneci:"Sers para m un hombre de confianza" termindiciendo. (Polikey call y de nuevo apareci lamisma sonrisa.) Oh, yo s muy bien cmo se hablacon esta clase de personas! Cuando andaba conlicencia me encontraba con muchas, y bastabacomenzar a hablar con ellas para que se pusieransuaves como seda.

    -Es mucho dinero? -pregunt Akulina.- Tresmitades de mil -contest Polikey indiferentemente.

    Akulina movi la cabeza.-Y cundo tienes que partir?-Ha ordenado que maana. "Tomars -dijo- ,el

    caballo que te guste, te presentas en el despacho ydespus partes, en nombre de Dios."

    -Alabado sea Dios! -dijo Akulina, levantndosepersignndose con la cruz-. Dios te ampare, lich!-aadi la mujer en voz baja para que no la oyeran

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    tras el tabique-, y cogiendo una manga de su camisa,sigui: Te ruego, lich, por Cristo nuestro Dios, queme jures por la cruz que durante el viaje no tomarsni una gota- Acaso crees que beber caminandocon tanto dinero? -dijo rindose-. Y qu hermosotocaban all el piano, con qu habilidad, esimposible decirse! -aadi sonriendo despus deuna pausa-. Es sin duda la seorita. Yo estaba de piedelante de la seora, junto al cristalero, mientras quela seorita en el otro cuarto empez a tocar, y todole sale tan bello, que uno tambin quiere sentarse atocar. No dudo que tambin yo lograra hacerlo. Sinduda lo llegara a hacer, porque soy muy hbil paraestas cosas. Maana me dars una camisa limpia. Yse acostaron felices.

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    V

    Entre tanto, la asamblea se agitaba frente aldespacho. No se trataba de poca cosa. Todos losmujiks estaban presentes y cuando EgorMikilovich se fue a consultar con la seora, secubrieron la cabeza; cada vez era mayor el nmerode voces que tomaban parte en la discusin, y cadavez tambin hacanse ms ruidosas. El rumor decharlas en voz baja se interrumpa de cuando encuando por las sentencias de una voz gritona ygruesa, y este rumor parecido al del mar tormentosollegaba hasta las ventanas de la seora, la cual, nosoportando estos ruidos, senta en la ocasin unainquietud nerviosa parecida a la que provoca unafuerte tempestad: algo de miedo y algo de disgusto.Siempre le pareca que las voces iban creciendo, que

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    deban aumentar todava ms, y que sucedera algograve. "Cmo si no pudiese hacerse todo estotranquilamente, con calma, sin discusiones, singritos -pensaba-, segn la ley de Cristo, defraternidad y de bondad.

    Muchos hablaban a la vez, pero Fiodor Rezum,el contructor, sobrepasaba a todos con sus gritos.Era de los dobles y atacaba a Dutlov. El viejoDutlov se defenda; sali al frente de los dems, traslos cuales se encontraba antes, sofocado yagitndose vivamente, detenindose la barba con lasmanos; grua con tal rapidez que apenas l mismopoda comprender lo que deca. Sus hijos ysobrinos, todos buenos mozos, se escondieron trasl, y el viejo Dutlov pareca una gallina que defiendea sus polluelos del gaviln. Rezum representaba elgaviln, y no slo Rezum sino todos los dobles yunignitos; casi toda la asamblea atacaba a Dutlov.La cuestin era como sigue: el hermano de Dutlov,treinta aos haca, haba ya sido reclutado, de modoque Dutlov ahora no deseaba encontrarse en elturno de los troinik, sino que el servicio de suhermano se tomase en consideracin, nivelndoleen sus derechos con los dobles para jugar la suertejunto con ellos. Hubo todava cuatro troinik ms,

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    sin contar a Dutlov; pero uno era el strosta (elalcalde), y fue retirado de su obligacin militar porla seora- el de otra familia, haba dado ya unrecluta el ao anterior; de las otras dos familiasfueron tomados ahora dos reclutas, y uno de ellosno se present en la junta; nicamente su mujerestaba de pie detrs de todos, con la esperanzaoscura de que la rueda de la fortuna pudierafavorecerla de algn modo; el otro de losreclutados, el rubio Romn, con un armiakremendado (aunque no era pobre), estaba de pie,apoyndose en la gradera, con la cabeza inclinada,fijndose a veces silenciosamente en alguno que lehablaba ms alto, para despus volver a bajar lacabeza. Toda su figura estaba rodeada de unambiente de tristeza. El viejo Semin Dutlovperteneca a aquella clase de hombres a quienestodo el mundo, despus de conocerlos un poco, lesconfiara centenares y miles de rublos: era unhombre serio, piadoso, bien afortunado y sobretodo, el strosta de la iglesia. As saltaba ms a lavista el azar en que se encontraba ahora.

    El constructor Rezum era, por el contrario,hombre de elevada estatura, sereno, turbulento,borracho, atrevido y muy hbil en las discusiones y

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    debates, en las asambleas, en los mercados; igual ensus tratos con obreros, mercaderes, mujiks oseores. Ahora conservaba mucha calma; mordaz,aprovechaba su alta talla y su elocuencia, y atacabaal sofocado Dutlov, que de momento en momentoperda la serenidad. Los dems que tomaban parteen los debates eran Garaska Kipilov, de redondafaz, cabeza cuadrada, barba rizada, rechoncho, y noviejo todava; era de los habladores de la generacinposterior a la de Rezum, y se distingua por sumanera dura de hablar que le haba ganado ciertaimportancia en las asambleas; le segua FiodorMlnichny, un mujik joven tambin, amarillo, flaco,larguirucho, con un hombro cado, la barba corta,los ojos pequeos, naturalmente irritado, sombro yque era hombre que siempre descubra el puntonegro de todo asunto y asombraba con frecuencia asus oyentes con preguntas rpidas y objecionesinesperadas. Estos dos habladores estaban al ladode Rezum. Adems, a veces tomaban parte otrosdos parlanchines: uno con cara ms bondadosa ygran barba rubia Jrapkov, que deca sin cesar: "miquerido amigo".... y otro: menudo y con cara depjaro, Jidkov, que siempre repeta: "resulta,hermanos mos"..., y se diriga a todos, hablando

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    muy armoniosamente y sin ninguna relacin con elasunto. Los dos tomaban unas veces el lado de unoy otras el del otro, pero nadie haca caso de ellos.Haba an otros, pero estos dos eran los que corranpor las filas de todos los presentes opacando a losdems con sus gritos, asustando a la seora, sin quese les prestara ninguna atencin; slo arrastradospor el rumor y por los gritos, se entregaban contoda su alma al placer de soltar la lengua. Habacampesinos de los ms diferentes caracteres:sombros, decentes, indiferentes, tmidos; habatambin mujeres que se escondan detrs de losmujiks, con sus bastones en las manos, pero de todaesa gente, hablar, si Dios quiere, en otra ocasin.En general, era una muchedumbre de campesinosque asista a la asamblea como asiste a la iglesia,donde los que quedan atrs, charlan de sus asuntosdomsticos, del momento propicio para ir a cortarlea al bosque.... o esperan silenciosos que acabe laalgaraba. Tambin haba algunos ricos, para loscuales la asamblea no significaba provecho ni dao.De stos era Ermil, de cara redonda y brillante, aquien los mujiks llamaban panzn, por ser muy rico;a stos perteneca tambin Starostin, en cuyo rostrose reflejaba la expresin del poder satisfecho:

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    "Hablad vosotros lo que queris, conmigo nopodris nada; tengo cuatro hijos y he aqu que no seir ninguno". A veces los liberales, como Kopilov yRezum, tambin atacaban a stos, pero elloscontestaban con calma y firmeza, conscientes de suinviolabilidad. Si Dutlov se pareca mucho a unagallina defendiendo a sus polluelos, sus hijos y susobrino no parecan del todo polluelos; no semetieron en nada, ni chillaron, sino que estuvieronde pie, muy tranquilos tras de su padre. El msgrande ya tena treinta aos; el segundo, Vassily, eracasado tambin, pero estaba incapacitado para sersoldado; Iliushka, el sobrino recin casado, era eltercero y revelaba en su semblante la salud; con sutulup elegante (haba sido antes postilln), miraba alas gentes rascndose a veces la nuca, por debajo delcasquete, de manera que pareca que la cosa no leimportaba nada, cuando a l precisamente era aquien queran los gavilanes arrebatarlo a la familia.-Mi abuelo fue soldado -dijo alguien-, y por ello,voy a rehusar el sorteo? No existe semejante ley.En el ltimo alistamiento se llevaron a Mijeich,mientras que su to todava no ha vuelto.

    -Ni tu padre ni tu to han servido al zar -gritabaal mismo tiempo Dutlov-. Tampoco t has servido

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    a los seores, ni al mir, ests siempreemborrachndote, y por esto tus hijos se hanseparado de ti. Cmo es posible que ellos vivancontigo? Por eso sealas a los otros; pero yo he sidodiez aos sotsky tambin he sido strosta, dos vecesse quem mi casa y nadie me ha ayudado; por esto,porque en mi casa se vive en paz y honradamente,se me quiere arruinar? Devolvedme a mi hermano!Sin duda ha muerto all! Quin va a escuchar losembustes de un borracho!

    Al mismo tiempo Gerasim gritaba, dirigindose aDutlov:

    -Nos recuerdas a tu hermano, pero l no fueenviado al reclutamiento por el mir, sino que lodesignaron los seores por su conducta infame, demodo que esto no se puede tomar en cuenta.

    Gerasim no haba acabado an de hablar cuandoel amarillo y largo Fiodor Mlnichny dijocolricamente, adelantndose:

    -Eso precisamente es la cuestin. Los seoresenvan a quien les da la gana y despus el mir tieneque ser responsable. Ahora hemos designado a tuhijo para marchar, y si no te gusta, ve a pedir a laseora que ordene ella que se vaya mi unignito.sta precisamente es la justicia de que tratas -dijo

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    con amargura. Y de nuevo se coloc entre losdems.

    El rubio Romn, cuyo hijo haba sido designado,levant la cabeza y murmur:

    -Tienes razn! Esa es la ley! -y se sent disgus-tado en el escaln de la puerta.

    Mas stos no eran los nicos que hablaban a lavez. Con excepcin de los que atrs y de piecharlaban de sus negocios particulares, loscharlatanes no olvidaban su papel.

    -Es cierto, mir cristiano -dijo el pequeo Jidkov,repitiendo las palabras de Dutlov-, hay que juzgarcomo mande Dios. Es decir, hermanos mos, hayque juzgar segn la ley cristiana.

    -Hay que resolver honradamente, querido amigo-deca el bondadoso Jrakov, repitiendo las palabrasde Kopilov, y cogiendo a Dutlov por el tu1up-; estafue la voluntad de los seores, y de ningn modoresolucin del mir

    -Tienes razn!, este es el asunto -repitieronalgunos.

    -De qu borracho se trata? -deca Rezum-. Tme has convidado, o hablas de tu hijo, a quienencuentran borracho en la carretera, para poderreprocharme por el vino? Hermanos, hay que

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    acabar de una vez. Si queris proteger a Dutlov,podis enviar, no slo a los dvoinik, sino a losunignitos, para que sea posible rerse de nosotros.

    -Dutlov tiene que marchar! No hay que hablarms!. Es claro! Los troinik deben sortearse antes-dijeron varias voces.

    -Todava falta saber lo que ordene la seora.Egor Mikilovich dijo que tal vez se enviarla a undvorovuy -exclam alguien.

    Esta aclaracin detuvo un instante lasdiscusiones; pero pasados unos momentos,comenzaron de nuevo acaloradamente,convirtindose en ataques personales.

    Ignacio, a quien Rezum acusaba de encontrarlopor los caminos en estado de ebriedad, sostuvo queRezum haba robado una sierra a unos carpinterostransentes, y que una vez, estando borracho, apunto estuvo de matar a su mujer a golpes.

    Rezum contest que en cuanto a la mujer, lepegaba lo mismo en su juicio que borracho, y quenunca era lo bastante; tal declaracin provocalegres risas. En cuanto a lo de la sierra se manifestmuy ofendido, y se enfrent a Ignacio preguntando:

    -Quin rob?

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    -T robaste -contest resueltamente el robustoIgnacio, acercndose tambin a su interlocutor.

    -Quin ms poda robar sino t? -grit Rezum.-No, t eres el ladrn! -grit Ignacio.Despus de lo de la sierra el altercado pas a lo

    de un caballo robado; luego se habl de un saco deavena y de un trozo de terreno en la huerta comn,y hasta llegaron a tratar de un cadver. Y los dosmujiks acabaron por acusarse mutuamente de cosastan horribles que si la centsima parte de stasfueran ciertas, los dos, por lo menos, hubieran sidodesterrados a Siberia.

    Entre tanto, el viejo Dutlov esgrima otra formade defensa. Le disgustaban los gritos de su hijo;trataba de convencer a la asamblea que comotroinik deba considerarse no nicamente a los quetenan tres hijos reunidos, sino tambin a aquellosque se haban dividido. Entre stos seal la familiade Starostin.

    ste sonri ligeramente, tosi, y, acariciando subarba de la manera que lo hacen los ricos, contestque no haba ms voluntad que la de la seora; yque si haba sido declarado libre del servicio,indudablemente su hijo lo mereca. Respecto a lasfamilias divididas, Gerasim tambin destruy las

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    razones de Dutlov, haciendo notar que el mir tenaderecho de no permitir la separacin, como no sepermita en tiempos del viejo barin, que al pasar elverano no se anda en busca de frambuesas, y queahora era imposible enviar a los ya separados.

    -No por nuestro placer nos hemos dividido; porqu se nos ha de arruinar ahora? -decan las vocesde los que estaban en esa condicin, y losindiferentes seguan su parecer.

    -Compra un recluta si no te gusta mandar altuyo?. Lo puedes hacer! -dijo Rezum a Dutlov.

    Dutlov abrochse el kaftn, y desesperadamentese coloc detrs de los mujiks, murmurandocolrico:

    -T habrs contado mi dinero!-Vamos a or todava lo que nos diga Egor

    Mikilovich respecto a la voluntad de la seora.

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    VI

    En efecto, Egor Mikilovich sala en aquelmomento de la casa. Los casquetes uno tras otro selevantaron, y a medida que el intendente seaproximaba, se vieron descubiertas cabezas calvas ygrises, blancas, rubias, negras; y poco a pococallaron todas las voces, hasta que se hizo unsilencio completo. Egor Mikilovich subi a lagradera e indic que deseaba hablar. Metido en sularga levita, las manos en las bolsas, el casquetecado sobre la frente, parado con firmeza sobre latarima con los pies separados, como el comandantede todas estas gentes que levantaban hacia l susrostros, en gran parte ya viejos, pero tambin muyhermosos -y con barbas, tena un aspecto

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    completamente distinto del que mostraba frente a laseora. Estaba majestuoso.

    -He aqu, hijos mos, la decisin de la seora: noquiere dar ningn dvorovuy, y aquel que mandisvosotros ser el que vaya. Ahora necesitamos tres;mejor dicho, dos y medio, pero la mitad se iradelantado. Es igual, si no hoy, la prxima vez.

    -Esto ya se sabe! Tienes razn -dijeron algunos.-A mi entender -continuaba Egor Mikilovich-,

    Joriuhkyn y Mibujin Vaska deben marchar; no hayremedio, as lo manda Dios.

    -Justamente! -repitieron varias voces.-El tercero ha de ser o Dutlov, o alguno de los

    dvoinik. Qu decs vosotros?-Que vaya Dutlov -exclamaron las voces-Dutlov es troinik!De nuevo, y poco a poco, comenzaron los gritos

    y discusiones, recordando lo de antes, hasta el robodel terreno en la huerta, de algunos trapos robadosen el patio de la seora... Egor Mikilovich,regenteaba desde haca veinte aos la hacienda y erahombre muy inteligente y experto; escuch porespacio de un cuarto de hora, y, de repente, mandque callasen todos y que los Dutlov echasen elsorteo entre los tres, para ver a quin tocaba partir.

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    Cortaron las fichas y Jrakov meti la mano alsombrero en que las agitaban, y sac la de Iliushka.Todos guardaron silencio.

    -Conque es la ma! A ver, ensamela... -dijo Iliacon voz entrecortada.

    El silencio perduraba. Egor Mikilovich ordenque al da siguiente le trajeran el dinero de losreclutas, a razn de siete kopeks por familia, yanunci que todo estaba resuelto y se termin laasamblea.

    La muchedumbre se alejaba con ruido de voces yde pasos, cubrindose la cabeza hasta que doblabanla esquina. El intendente permaneci parado en lagradera, con los ojos fijos en los que se alejaban.Cuando los hijos de Dutlov dieron la vuelta a laesquina el intendente llam al viejo, que se habadetenido, y entr con l en el despacho.

    -Tengo piedad de ti, anciano -dijo Egor Mikilo-vich, acomodndose en el silln, junto al escritorio-.Te toc el turno. Rescatars a tu sobrino, s o no?

    El viejo guardaba silencio, mirando fijamente aEgor Mikilovch.

    -No hay remedio -contest Egor Mikilovich asu mirada.

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    -Con todo gusto lo rescatara; pero no tengo conqu, Egor Mikilovich. Se me murieron en esteverano dos caballos. Cas al sobrino.... sin duda esste mi destino, por vivir honradamente. Para l noes difcil hablar (se acordaba de Rezum).

    Egor Mikilovich se pas la mano por la frente ybostez. Era indudable que aquello le fastidiaba, yera adems tiempo de tomar el t.

    -Oh, viejo!, por qu pecas? -dijo-. Busca mejoren tu cueva y tal vez encuentres los cuatrocientosrubios antiguos. Te comprar un sustituto, deprimera clase, pues recientemente me ofrecieron aun hombre.

    -En el distrito? -pregunt Dutlov,comprendiendo en la palabra distrito, la ciudad.

    -Entonces, lo comprars?-Con todo gusto lo hara, lo juro por Dios,

    pero...Egor Mikilovich le interrumpi severamente.-Entonces yeme, viejo, que Ilushka no haga

    nada para escapar; cuando mande por l, sea hoy omaana, que est preparado. T mismo lo llevars,t eres el responsable, y si, Dios nos guarde, sucedealgo con l, te tomar al hijo mayor. Entiendes?

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    ---Quiz sea imposible tomar de los dvoinik,Egor Mikilovich. Es una injusticia -dijo despus deun rato-. Mi hermano muri en el servicio, ahorame quitan al hijo. Por qu soy tan desdichado?-murmur casi llorando y dispuesto a caer a los piesdel intendente.

    -Basta, basta, mrchate -dijo Egor Mikilovich-,no se puede hacer nada, sa es la ley. Cuida aIliushka, porque t eres el responsable.

    Dutlov se fue a su casa, golpeando con el bastnlos pedruscos del camino.

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    VII

    Al da siguiente, muy temprano, detvose frenteal portaln de la casa de los dvorovuy una pequeacarreta, la que serva al intendente para su viajes,enganchada a un caballo alazn, muy robusto,llamado Tambor, quin sabe por qu. Aniutka, lahija mayor de Polikey, a pesar de la lluvia, delgranizo y del viento fro estaba con los piesdesnudos a la cabeza del caballo, lo ms lejosposible y visiblemente asustada, detenindolo conuna mano de la brida y sosteniendo con la otra uncamisoln de color amarillo verdoso que llevaba enla cabeza y que desempeaba en la familia el papelde cubierta, de abrigo, de gorro, de alfombra, depalet para Polikey y de muchos oficios ms, En elrincn habla gran animacin. Todava estaba

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    oscuro; la luz de la madrugada del da lluviosopenetraba apenas por la ventana, cuyos cristalesestaban pegados con papel. Akulina no cuidaba enaquel instante de la cocina, ni de los hijos, de loscuales todava no se haban levantado los pequeos,que temblaban de fro, porque las ropas de la camalas haban tomado en calidad de abrigo los queestaban de pie, siendo sustituidos por el chal de lamadre. Akulina ocupbase de los preparativos parael viaje de su marido. La camisa estaba limpia; perolas botas, que como se ha dicho estaban muy rotas,exigan grandes cuidados. Primero sac sus mediasde lana gruesas, las nicas que tena, y las entreg asu marido. Luego, aprovechando una manta decaballo que haba trado Polikey haca pocos das, dela caballeriza, donde se encontraba mal colocada,hizo unas plantillas que pararon hasta cierto puntolos agujeros, protegiendo los pies de la humedad.lich estaba sentado con los pies en la cama y seocupaba de arreglar su cinturn para que no tuvieseaspecto de cuerda sucia. La nia ms pequea, devoz balbuciente, cubierta la cabeza con un chal quese le enrollaba hasta los pies, fue enviada a casa deNikita para pedir prestada la gorra. El tumulto loaumentaban los dvorovuy, que venan a pedir a lich

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    que les comprase algo en la ciudad: quin agujas,quin t, quin aceite para lmpara, tabaco, y hastala mujer del carpintero le pidi que le compraraazcar, apresurndose a hacer hervir el samovar, y,para captarse la voluntad de lich, le ofreci en unjarro el lquido que llamaba t. Como Nikita se nega prestar la gorra, fue preciso arreglar la propia,meter los pedazos de algodn que colgaban,recosiendo un agujero con la aguja del veterinario;las botas, con las plantillas hechas de la mantilla, nopoda ponrselas y como Aniutka se habacongelado y dej las riendas de Tambor, se envi aMashka, para que, envuelta en el chal, la sustituyera,y despus, cuando quitaron el abrigo a mashka,Akulina misma tuvo que detener el caballo. Al finde cuentas, lich se haba puesto todos los vestidosde su familia, dejando en casa nicamente eldelgado manto y las pantuflas. Se coloc en elcarruaje, se cruz el abrigo, arregl el heno a suspies, de nuevo se cruz el abrigo, desat las riendas,por tercera vez se cruz el abrigo, como lo hacenlos hombres muy serios, e hizo partir el caballo.

    Su hijo, Mishka, saliendo al portaln, le pedaque lo pasease un poco en el carro, y Mashka, convoz balbuciente, pidi lo mismo, asegurando que

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    senta calor tambin sin abrigo; Polikey detuvo elcaballo, sonri con su sonrisa dbil, mientrasMulina, que suba a sus chicos inclinndose hacia lle rog otra vez que no olvidara su juramento y queno tomara nada durante el viaje. Polikey llev a losnios hasta la fragua, los baj, se envolvi mejor enel abrigo, se hundi el casquete y se puso a caminaral trote, estremecindose y golpeando con los pies elfondo de la carreta en los choques del camino.Mashka y Mishka corrieron descalzos, dando taleschillidos que un perro de la aldea, que se habadesviado llegando a la quinta, al mirarlos baj derepente la cola y se fue ladrando, circunstancia queaument los chillidos de los herederos de Polikey.

    El tiempo era malo; el cierzo cortaba el rostro dePilikey; a veces nieve, a veces agua o el granizo,azotaban a lich en la cara y en las desnudas yheladas manos que llevaban las riendas y que tratabade esconder en las mangas del abrigo; el pobreTambor, mova a un lado y a otro la cabeza, sacudalas orejas y cerraba los ojos. A veces la tempestadcalmaba y se despejaba el da; veanse claramente lasazuladas nubes de nieve, y pareca que el sol iba abrillar, irresoluto, sin alegra, como la sonrisa dePolikey. A pesar de todo, lich se sumerga en

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    agradables meditaciones. l, a quien trataban dedeportar, a quien amenazaban con el reclutamiento,a quien asustaba y golpeaba todo el que querahacerlo, a quien se cargaba con los trabajos msrepugnantes..., l iba ahora a cobrar una suma dedinero, una suma grande; la seora tena confianzaen l, y all iba en la carreta del intendente, tiradapor Tambor, por el caballo que muchas veces habaconducido a la seora misma; y llevaba en las manosriendas de cuero, como si fuese un posadero. Adecir verdad, pueden ir en una carreta tambincomerciantes cuyos negocios alcanzan a diez milrubios; viajan lo mismo que viajaba l, pero no esigual. Vemos, por ejemplo, a un hombre de barbaabundante, kaftn azul o negro, con caballo bienalimentado, como iba l mismo; basta una solaojeada para comprender si el caballo est bienalimentado, lo mismo que el dueo; basta fijarse enel arreglo de los arneses, en los muelles de lasruedas, en el cinturn del viajero, para determinarinmediatamente si es con miles o con cientos derubios con lo que este mujik hace su comercio.Todo hombre experto, apenas hubiese visto a Po-likey, apenas se hubiese fijado un instante en susmanos, en su rostro, su escasa barba recientemente

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    crecida, su cinturn, el heno echadodesordenadamente en el fondo de la carreta,Tambor enflaquecido y los muelles gastados por eluso, inmediatamente habra reconocido que quiencaminaba era un siervo, y no un comerciante,tampoco un ganadero ni un posadero, y que aqu nose trataba de miles, de cientos, ni de decenas derublos. Pero lich no pensaba as. Se engaaba elbuen hombre y se engaaba dulcemente! Eran tresmitades de mil que pronto se hallaran dentro de supechera. Si le daba la gana podra dirigir a Tamborhacia otra parte, yndose a donde Dios pluguiera;pero no lo hara, y llevara el dinero a la seora,alabndose de que ya muchas veces haba cobradocuentas mayores. Al pasar frente a la taberna,Tambor tir la rienda al lado izquierdo, dispuesto adetenerse; pero Polikery, a pesar de que tena eldinero que le dieron para las compras, dio al caballoun latigazo y sigui su camino. Lo mismo hizofrente a otra taberna, de modo que al medio da sehall frente a la casa de un comerciante dondesiempre se hospedaban los servidores de la seora;detuvo en el patio la carreta, desenganch el caballo,dndole heno, almorz con la servidumbre de lacasa sin dejar de narrar para cul importante

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    negocio se le haba enviado, y con la carta en lagorra se dirigi al jardinero.

    El jardinero conoca a Polikey, y al leer la carta lepregunt con visible desconfianza siverdaderamente l era el encargado de recoger aqueldinero. lich quera enfadarse, pero no pudolograrlo y sonri nicamente con su triste sonrisa.El jardinero reley la carta y entreg el dinero que,recibido, Polikey puso dentro de su pechera, paravolver a la casa. Ni el restaurante, ni las tabernas...nada lo tentaba. Senta una irritacin agradable entodo su cuerpo; se detena delante de las tiendas,para mirar botas, armiaks, casquetes, telas ycomestibles; detenase un momento y luego sealejaba penando: "Todo lo puedo comprar.... perono lo har!" Dirigise al mercado y compr cuantose le haba encargado, y comenz a tratar unashuba, por la cual pedan veinticinco rublos. Elmercader examinaba a Polikey y desconfiaba de queeste hombre fuese capaz de comprarla; pero Polikeymostr el dinero que llevaba sobre el pecho,afirmando que sera capaz de comprar toda la tiendasi le daba la gana; quiso probarse el abrigo, examinla piel hasta contaminarse de olor a carnero, y al finse lo quit suspirando: "No me conviene el precio.

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    Si usted lo da en quince rublos..." El mercader lanzcolrico el abrigo sobre el mostrador y Polikey salide la tienda, con buen humor, camino a la posada.Despus de cenar y de haber dado su pienso aTambor, Polikey subi a la estufa, sac el sobre, loexamin largo rato y al fin pidi al posadero, quesaba leer, que viese qu deca aquello; y ste ley:"Contiene mil seiscientos diecisiete rublos, papelmoneda". El sobre era de papel corriente; los sellos,de lacre rojo, representaban un ancla, uno grande alcentro y cuatro ms chicos en las esquinas a un ladouna gota de lacre. lich observ todo esto muy bien,hasta que lo aprendi de memoria y palp losagudos filos de los billetes, sintiendo una alegra denio al verse con tanto dinero en las manos. Puso elsobre en el forro del casquete, coloc ste bajo sucabeza y se acost... Durante la noche despertvarias veces, y en la oscuridad palpaba, paraconvencerse de que estaba el sobre donde lo habacolocado. Cada vez que hacia esto, experimentabauna sensacin gratsima de orgullo, pensando que lPolikey, tan ofendido y humillado, tena en su podertanto dinero y lo iba a entregar con exactitud, contal precisin como no lo habra hecho mejor elintendente.

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    VIII

    Hacia la media noche los sirvientes de la posaday el mismo Polikey fueron despertados por golpesdados en la puerta y gritos de mujiks. Eran losreclutas de Pokrovskoie y sus acompaantes, comounos diez hombres: Joriushkin, Mitiushkin e Ilia (elsobrino de Dutlov), dos sustitutos, el strosta, elviejo Dutlov y los cocheros. En la isba arda unfarol; la cocinera dorma en el banco, bajo lasimgenes; al or aquellos golpes, se levant yencendi la buja. Polikey despert tambin einclinndose fuera de la estufa mir a los mujiks queentraban. Todos estaban muy tranquilos y no sehubiera podido adivinar cules eran los reclutas ycules componan la guardia. Saludaron al posadero,charlaron y pidieron de comer. Es cierto que unos

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    parecan silenciosos y tristes, pero tambin habaotros demasiado alegres, sin duda por el vino; entreestos ltimos estaba tambin Ilia, que antes notomaba nunca.

    -Y bien, muchachos, cenamos o nos acostamos?-pregunt el strosla.

    -Cenamos -dijo Ilia, abriendo su abrigo y aco-modndose en el banco-. Manda servir vodka.

    -Ya has bebido bastante -dijo el strosta, entredientes, y se dirigi a los otros-. Comed un pedazode pan, muchachos! Por qu despertar a estasgentes?

    -Dadme vodka- repeta Ilia sin mirar a nadie y entono que demostraba bien que no estaba dispuestoa ceder.

    Los mujiks se conformaron con la proposicindel strosta, sacaron el pan de sus carros, comieronun poco, pidieron kvass y se acostaron unos sobreel suelo, otros en los bancos y los dems sobre laestufa.

    Ilia repeta de tiempo en tiempo:Dame vodka, te digo, dame vodka". De pronto

    advirti la presencia de Polikey:-lich, oh, lich! Ests aqu, querido? Sabes?,

    Voy a ser soldado! Ya me desped para siempre de

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    mi madre y de mi mujer ... !, cmo lloraba la pobre!Me han condenado al servicio-, convdame vodka...

    -No tengo dinero -contest Polikey-. Si Diosquiere te rechazarn por intil -aadiconsolndolo.

    -No, hermano mo, estoy sano como un roble;no tengo ningn defecto. Si me rechazan, qusoldados entonces necesita el zar!

    Polikey explic la historia de un rnujk queescap del servicio por haber regalado algn dineroal doctor.

    Ilia se acerc a Polikey y comenz a lamentarse:-No, no, lich, todo ha acabado para m; yo

    mismo no quiero quedarme ahora... Es mi to quienme pierde. Acaso no podramos comprar unsustituto? Pero no, no quiere dar ni a su hijo nidinero. Me enva a m... Ahora yo mismo no quieroquedarme (comenz a hablar en tono de confianzay de profundo dolor.) Lo nico que me da pena esdejar a mi madre; cmo se lamentaba!, pobrecita!....tambin mi mujer..., han arruinado a mi mujer!....qu vida le aguarda!, soldadera, en una palabra...Mejor sera no habernos casado. Por qu noscasaron?... Maana vendrn las dos...

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    -Por qu les han trado tan pronto? -preguntPolikey-. Nada sabe un hombre, y de repente...

    -Es que tienen miedo de que haga algo malo-contestaba Ilushka sonriendo-; pero no haycuidado, no har nada... Yo nada pierdo con sersoldado, lo siento slo por mi madrecita, y por mimujer... Por qu me han casado?... -repeta an,dulce y tristemente.

    La puerta se abri de golpe y entr el viejoDutlov, sacudiendo su gorra, con sus sandaliassiempre muy grandes, como si llevase barcos en lospies.

    -Atanasio -dijo, dirigindose al posadero-;prstame tu linterna, porque quiero dar avena a loscaballos, Dutlov no mir a Ilia y se puso con calmaa encender una buja. Llevaba los guantes y el ltigoatados a la cintura, y su abrigo estaba bien arreglado.Tena un aire tan sosegado, tan fro y libre decuidados como de costumbre.

    Al ver a su to Ilia enmudeci, baj los ojosfijndose con aire sombro en el rincn oscuro, bajoel banco, y de nuevo se dirigi al strosta:

    -Dadme vodka, Ermil; quiero tomar vino.Su voz estaba ronca y colrica.

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    -De qu vino hablas ahora? -contest el strostabebiendo del jarro. Ya ves que los dems comierony todos duermen... slo t escandalizas!

    La palabra "escandalizas" incit a Ilia aescandalizar.

    -Strosta, te har un escndalo si no me dasvodka.

    -Tal vez t puedas calmarle -dijo el strosta aDutlov, que ya haba encendido su linterna y sehaba detenido a escuchar hasta dnde llegaba ladisputa; vea al sobrino con mirada de compasin,como asombrado de su necedad.

    Y mirando al suelo, Ilia repiti:-Dame vino, o har un escndalo.-Basta, Ilia! -dijo el strosta bondadosamente-;

    basta, te lo suplico, ser mejor.An no haba terminado cuando Ilia se levant,

    golpe con el puo el cristal de la ventana y gritcon todas sus fuerzas:

    -No me quieren escuchar?... Pues tomen!... -ycorri hacia otra ventana para hacer lo mismo.

    En un momento lich se retir al rincn de laestufa, como si se hubiera espantado. El strostatir su cuchara y se abalanz hacia Ilia; Dutlovlentamente dej la linterna, se desat el cinturn,

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    apretando los dientes, movi la cabeza y se acerc aIlia, a quien ya sujetaban el strosla y el posadero,impidindole que se acercara a la ventana; peroapenas Ilia vio a su to con el cinturn en las manos,sus fuerzas se centuplicaron, se libr de ellos y conlos ojos inyectados, y cerrados los puos se lanzsobre Dutlov.

    -Te matar; no te adelantes, brbaro! T me hasperdido, s, t, con tus hijos ladrones! Por qu mecasaste? No te acerques, o te mato!

    Iliushka estaba terrible: encendido el rostro, losojos fuera de las rbitas, su cuerpo, robusto y joven,temblando corno si tuviera fiebre. Pareca que enaquel momento era muy capaz de matar a los tresmujiks que lo rodeaban.

    -Es la sangre de tu hermano la que bebes!...vampiro!

    Algo terrible ilumin de pronto el semblantesiempre tranquilo de Dutlov, y dio un pasoadelante.

    -No quisiste calmarte por las buenas -dijo elviejo, y con movimiento rpido cogi a su sobrino,cay junto con l en el suelo y con ayuda delstrosta comenz a atarle las manos. Lucharontodava unos cinco minutos; al fin Dutlov se

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    levant, ayudado por los mujiks, y arranc su abrigode los dedos de Ilia, que le tena cogido; luegolevant a Ilia, las manos atadas a la espalda, y lesent en un banco, en el rincn.

    -Ya te lo deca, que era peor... -dijo sofocado porla lucha y arreglando la cinta de su camisa- Por qupecar? Todos hemos de morir! Ponle el kaftn bajola cabeza -aadi dirigindose al posadero-, paraque no le canse. Y l mismo cogi la linterna, seci con una cuerda y se march a cuidar de loscaballos.

    Ilia, con los cabellos en desorden, plido elrostro y la camisa abierta, escudriaba el cuartocomo para acordarse del lugar donde estaba. Elposadero recogi los trozos de vidrio y tap laventana con un polushubo para impedir que elviento penetrara. El strosla volvi a su jarro.

    -Ea, Iliushka, Iliushka! Qu piedad tengo deti!..., qu vamos a hacer! Mira, tambin Joriushkines casado. La suerte es as.

    -Pero es que yo estoy perdido por culpa delbandido de mi to! -repiti Ilia con furor-. Slo amasu dinero... Mi madre dice que el intendente le habaordenado comprar un recluta; y no quiere dice que

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    no puede. Acaso nosotros, mi padre y yo, hemostrado poco a la casa? Es un bandido!

    Dutlov regres a la sba, rez antes las imgenes,se desnud y sentse junto al strosta. La criada ledio kvass y una cuchara. Ilia call y cerrando losojos se tendi sobre el kaftn. El strosta lo sealal viejo compasivamente, moviendo la cabeza.Dutlov hizo un gesto de desesperacin.

    -Acaso crees que no me da pena? Es hijo de mipropio hermano. Y a pesar de todo me hanconvertido a sus ojos en un bandido. Sin duda quesu mujer le ha metido en la cabeza (es muy astuta,aunque joven), que tengo el dinero para comprar unsustituto. Y ahora me hace reproches...! Es lstimaperder a un mozo como l!

    -Oh, s, es un buen muchacho! -dijo el strosta.-Pero, qu voy a hacer con l? Maana enviar a

    Ignacio; tambin su mujer quera venir.-Envales, est bien -dijo el strosta, que se levan-

    t y se acomod en la estufa, mientras murmuraba-.Qu es el dinero? El dinero no es ms que polvo!

    -Si hay dinero, por qu guardarlo? -dijo el criadolevantando la cabeza.

    -Oh, el dinero, el dinero! Cuntos pecadosengendra! -exclam Dutlov-. Nada en el mundo trae

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    tantas maldades como el dinero; as est escrito enlos Evangelios.

    -Y est bien dicho -repiti el posadero. Ciertavez un hombre que tena amontonado muchodinero y no quera dejarlo a nadie; a tal grado amabasu dinero, que se lo llev consigo a la tumba.Cuando lleg la hora de morir, orden que sepusiera en su fretro una almohadita. No ocurri anadie pensar de qu se trataba, y cumplieron sudeseo. Despus los hijos comenzaron a buscar eldinero: no haba nada. Al fin uno de ellos sospechque seguramente el dinero deba estar en laalmohadita. Llegaron hasta el zar; pidieron elpermiso de cavar, y, qu te figuras? Abrieron y nohaba nada en la almohada, el fretro estaba lleno degusanos. Y volvieron a enterrarlo. Eso es lo quehace el dinero!

    -Ya es sabido! S1o engendra pecados -dijo Dut-lov, que se levant y se puso a rezar.

    Al terminar dirigi la mirada hacia el sobrino.ste dorma. Acercsele Dutlov, le afloj elcinturn y se acost. El otro mujik se fue a dormir ala cuadra.

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    IX

    Cuando volvi a quedar todo en calma, Polikey,como si hubiese sido culpable de algo, bajsilenciosamente de la estufa e hizo sus preparativosde marcha. Sin saber por qu, tema pasar la nochecon los reclutas. Ya los gallos cantaban con msfrecuencia. Tambor se haba comido toda su avenay tena sed. lich sac su carreta de entre loscarruajes de los mujiks, palp su gorra, y hall quesu contenido estaba intacto, y pronto las ruedas dela carreta resonaban de nuevo sobre el heladocamino que conduce a Podrovskoie. Hasta que salide la ciudad pudo respirar libremente; hastaentonces parecale, sin explicarse por qu, que leiban a perseguir, a prender, y, atado de manos, apresentarlo en lugar de Ilia. Ora por el aire helado,

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    ora por miedo, un estremecimiento sacuda sucuerpo, y sin cesar apresuraba al caballo. El primerhombre a quien encontr fue un pope, cubierto conun gran bonete de invierno y acompaado de uncriado tuerto. Polikey sinti mayor miedo. Ya fuerade la ciudad, desperezndose de a poco. Tambormarchaba lentamente; el camino, adelante, se hizoms claro; lich quitse el gorro y palp el dinero."Sera mejor llevarlo en la pechera? -pens-. Peroentonces tengo que desceirme. Aguardar hastaque pase la colina, entonces bajar del carruaje y mearreglar. El gorro est bien cosido por arriba, y porabajo el sobre no se me escapar... Tampoco mequitar el gorro mientras no llegue a casa..." En eldeclive de la colina, Tambor, por su voluntad,empez a galopar, y Polikery, que senta tambindeseos de llegar cuanto antes a su casa, no se loimpeda. Como iba muy bien, o por lo menos a l lepareca as, se dio a soar con el agradecimiento dela seora, con los cinco rublos que le dara y laalegra de su mujer y de sus hijos. Quitse otra vezel gorro, de nuevo palp el sobre y se lo ajust a lacabeza, sonriendo. Lo felpudo del gorro estabaenteramente gastado, y en la parte donde la vsperahaba sido cosido por Akulina se volvi a romper;

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    fueron los impulsos de Polikey, cuando queraocultar ms adentro el sobre, los que ms prontoacabaron con el gorro, haciendo que el sobreasomara una punta por la rotura.

    Comenz a clarear el da, y Polikey, que en todala noche no haba cerrado los ojos, comenz adormitar. Como se ci fuertemente la gorra, elsobre sali todava ms afuera, y mientras dorma,su cabeza golpeaba en el respaldo de la carreta.Despert ya muy cerca de su casa. Su primermovimiento fue llevarse la mano al casquete; losinti bien apretado y no se lo quit, seguro de queall estaba el sobre. Fustig a Tambor, arreglse denuevo, se dio la importancia de un posadero, y,mirando alternativamente a un lado y a otro, sedirigi hacia la quinta.

    -He aqu a la cocina, el ala de los siervos .... yadistingo a la mujer del carpintero que lleva su ropa... El despacho.... el despacho..., la casa seorial,donde Polikey, dentro de unos instantes, tendra laoportunidad de demostrar que era hombre fiel yhonrado, y que es posible calumniar a cualquiera...Y la seora dira: "Muy bien! -te lo agradezco,Polikey. Aqu tienes tres rublos..." Tal vez le daracinco, quiz diez..., y le convidara el t, y quin sabe

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    si hasta le dara un vaso de vodka. Con este fro novendra mal... Con diez rublos puede divertirse unoen la fiesta, comprar botas, y sea lo que fuere,devolver los cuatro y medio rublos que debo aNikita, porque molesta mucho por esta deuda... Aunos cien pasos de la casa, Polikey dio otro latigazoal caballo, arregl su cinturn y su cuello; se quit elgorro, arregl sus cabellos, y meti lentamente lamano bajo el forro. Su mano comenz a moversems y ms apresuradamente, meti tambin la otra;su rostro se puso ms y ms plido, y una de susmanos sali por el otro lado del gorro... Polikey searrodill, detuvo el caballo y comenz a examinar lacarretera, el heno, las compras, palpse la pechera yel pantaln: nada!, el dinero haba desaparecido!

    -Padrecito mo!, qu es esto? Qu va asuceder?... -clam mesndose los cabellos.

    Pero pens al momento que alguien podrasorprenderle, hizo volver a Tambor sobre sus pasos,se hundi el gorro y lanz carretera abajo al caballo,asombrado y disgustado.

    Abomino de ir con Poliker -pensaba sin dudaTambor-. Una vez en la vida que me dio de comer ybeber a tiempo, ha sido nicamente para engaarmede modo tan desagradable. Cunto me apresuraba

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    para llegar a casa! Me he fatigado y apenas olfateo elheno me hace correr de nuevo.

    -T, bestia del diablo! -grit Polikey conlgrimas y levantndose en la carreta, comenz afustigar el caballo con las riendas y el ltigo.

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    X

    Durante todo el da nadie en Pokrovskoie vio aPolikey. La seora pregunt por l varias vecesdespus de comer, y Aksiutka llegaba corriendo acada instante al rincn de Akulina; sta contestabaque todava no haba llegado, que sin duda elmercader lo haba entretenido, o que acaso habrapasado algo al caballo. "Tal vez se ha encojado,como la ltima vez que sali. Maxim estuvo todo unda desde la ciudad al pueblo, y tuvo que hacer todoel viaje a pie." Aksiutka diriga de nuevo suspndulos hacia arriba, y de nuevo Akulina volva aimaginar otras causas que explicasen el retraso de sumarido, tratando en vano de tranquilizarse. Sentaun peso sobre el corazn y olvid los preparativospara la fiesta de maana; aumentaba su tormento el

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    hecho de que la mujer del carpintero afirmaba quehaba visto por la maana "un hombre igual, igual alich, que se haba acercado a la quinta y despushaba vuelto a alejarse".

    Los nios estaban tambin impacientes por elretorno de su padre, pero por causas distintas,Aniutka y Mashka se quedaron sin el peludo y sin elabrigo, y no podan salir a la calle; estaban obligadasa correr nicamente alrededor de la casa, abrigadasslo con los vestidos, corriendo y atrapndose una ala otra, con ruido infernal que causaba muchasmolestias a los habitantes de la isba, que iban yvenan constantemente. Una vez Mashka choc conla mujer del carpintero, que llevaba agua, y aunquela nia rompi a llorar con anticipacin, por habersegolpeado con los pies de la vecina, sta le dio untirn de cabellos y Mashka se puso a llorar msfuerte an. Cuando no topaba con nadie, brincabasobre la cubeta al pasar la puerta y suba encima dela estufa. Solamente la seora y Akulina seinquietaban por el propio Polikey, pues los hijos sepreocupaban slo por los abrigos. Cuando llegEgor Mikilovich para el acuerdo diario con laseora, fue interrogado por sta acerca del regreso

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    de Polikey, y dnde podra hallarse. Sonri ycontest:

    -Yo no lo puedo saber -visiblemente satisfechode que se fueran justificando sus temores-. Ya almedio da era tiempo que hubiese llegado -aadisignificativamente.

    Durante todo el da nadie en Pokrosvskoie suponada de Polikey. Muy tarde ya, se dijo solamenteque unos mujiks vecinos lo haban visto corriendopor la carretera, sin gorro y preguntando a todos "sino haban encontrado una carta". Otro hombre lovio durmiendo a la orilla del camino, junto a lacarreta, el caballo amarrado.

    -Me ha parecido -dijo este hombre-, que estababorracho y que el caballo no haba comido nibebido desde haca lo menos dos das, a tal grado sehaba enflaquecido.

    Akulina no durmi en toda la noche, escuchandosiempre si perciba alguna seal de su llegada, peroen vano! Si hubiera estado sola o hubiera tenido unacriada que la sirviera, seguramente se habra sentidoan ms desgraciada; pero apenas cantaron losgallos por tercera vez, cuando se levant la mujerdel carpintero, Akulina se vio obligada tambin alevantarse para ir a la estufa como las dems. Era

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    da de fiesta; era preciso antes de que llegase el da,acabar de cocer los panes, preparar el desayuno,hacer las tortas, ordear la vaca, planchar losvestidos y las camisas, lavar a los pequeos, traeragua y no permitir que la vecina ocupase ella solatoda la estufa. Sin dejar de atender a todos losruidos de afuera, Akulina se ocup de sus laborescotidianas. Lleg el da, y comenzaron a tocar amisa las campanas; ya se haban levantado los nios,pero Polikey an no haba vuelto. La vspera habahelado; la nieve cubra desigualmente los campos,los caminos y los techos de las casas; ese da, comosi fuera expresamente por ser fiesta, presentbasehermoso, con un sol esplndido y una atmsferapura y transparente, de modo que a lo lejos todo seoa y se vea... Akulina, metiendo la cabeza en laestufa, estaba tan preocupada con sus tortas que nose percat de la llegada de Polikey, y slo por losgritos de los nios supo que su marido haballegado. Aniutka, la mayor, ya se haba engrasado loscabellos y se haba vestido sin ayuda de la madre.Llevaba un traje nuevo de algodn, color rosa, sinalmidonar; era un regalo de la seora, que le venacomo a una mueca y excitaba la envidia de lasvecinas; sus cabellos brillaban por haberse gastado

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    en ellos un medio cabo de sebo; tambin sus botas,que, aunque no eran nuevas, eran de cuero delgado.Mashka todava llevaba su batita y estaba sucia, desuerte que Anitika no la dejaba acercarse por miedode que la manchara. Mashka estaba precisamente enel patio, cuando lleg su padre con las compras.

    -Mi padrecito ha llegado! -grit-, y entr co-rriendo por la puerta, ensuciando al pasar el vestidode Aniutka; sta, ya sin temer mancharse, se puso apegar a su hermana, mientras Akulina, sin poderdejar su trabajo, slo gritaba:

    Salgan de aqu, o azotar a todos!Volvi hacia la puerta ansiosamente la mirada, en

    el instante que lich, con un bulto en las manos,entr en el pasillo y se dirigi inmediatamente a surincn. A Akulina le pareca que estaba plido y quetena el rostro lloroso y sonriente; pero apenas tuvotiempo de fijarse en ello.

    -Y qu, luch, todo va bien? -pregunt sinmoverse de la estufa.

    lich murmur algo incomprensible.-Qu dices? -exclam-. Has visto ya a la

    seora?lich se sent en el lecho, mir estpidamente en

    torno suyo, sonriendo con su sonrisa de hombre

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    bueno y culpable; y durante un largo rato nocontest nada.

    -Dime, lich, por qu has tardado tanto? -pre-gunt Akulina.

    -Yo, Akulina ma, ya he entregado el dinero a laseora... Si vieras de qu modo me ha dado gracias!-dijo de repente, y comenz a mirar todava msinquieto y sonriendo siempre. Dos cosas atraanparticularmente sus ojos inquietos y abiertos, comosi tuviese fiebre; el pequeito que estaba en la cunay las cuerdas con que estaba atada sta. Se acerc ala cunita y comenz con sus delgados dedos adesatar la cuerda. Despus su mirada se fij en elnio; pero en este instante entr en el rincnAkulina, con las tortas en una tabla, y Polikey semeti apresuradamente las cuerdas en el bolsillo yse sent de nuevo en la cama.

    -Qu tienes, lich? -te sientes mal? -preguntAkulina.

    -Es que no he dormido -contest Polikey.De pronto pas veloz por delante de la ventana y

    poco despus entr como una flecha Aksiutka, lamuchacha de arriba.

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    -La seora ordena a Polikey lich que vengainmediatamente -dijo-. Que venga inmediatamente;lo ordena Advotia Mikilovna.... inmediatamente.

    Polikey mir a Akulina y a la muchacha.-Voy en seguida!, qu se le ofrece todava? -dijo

    de una manera tan natural, que Akulina setranquiliz.

    -Tal vez lo quiere gratificar -pensaba-.-Di que ahora mismo voy.Levantse y sali; mientras tanto, Akulina tom

    una artesa, la puso en el banco, verti agua de loscubos que se hallaban junto a la puerta, aadi aguacaliente de la estufa, se arremang las mangas yprob su temperatura con la punta de los dedos.

    -Ven, Mashka, voy a lavarte.La nia, al or esto, se puso a chillar.-Ven, tiosa, despus te pondr una camisa

    limpia. Vamos, basta de historias! Ven, que luegohe de lavar tambin a tus hermanos.

    Mientras tanto Polikey no segua a lamuchacha de arriba, sino que se diriga hacia muyopuesto lado. En el pasillo haba, junto a la pared,una escalera muy recta que conduca al granero.Polikey, una vez fuera, mir entorno, y al no ver anadie, se inclin y subi rpidamente por la escalera.

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    -Qu significa esto?... No viene Polikey... -dijo laseora con impaciencia, dirigindose a Duniasha,que estaba peinndola-. Dnde se ha metido?, porqu no viene?

    Aksiutka de nuevo corri a la isba de los criados;de nuevo entr bruscamente en el pasillo, diciendoque lich fuese inmediatamente a ver a la seora .

    -Pero, si hace ya un rato que ha salido -contestMulina, quien, despus de haber lavado y arregladoa Mashka, acababa de meter en el bao a supequeuelo; y a pesar de sus grandes chillidos,comenz a mojarle la cabellera. El nio gritabahaciendo muecas, agitaba sus manecitas como siquisiera agarrarse de algo; con una mano Akulinadetena su robusto cuerpecito lleno de hoyuelos, ycon la otra lo iba lavando.

    -Anda, mira que no se haya quedado dormido enalguna parte -dijo Mulina, pleno ya el corazn deinquietud.

    En este momento la mujer del carpintero, sinpeinar todava, a medio vestir, recogida la falda,subi al granero para traer su vestido que habapuesto all a secar. De pronto se escuch en elgranero un grito horroroso, y la mujer del

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    carpintero, como una loca, cerrados los ojos, deespaldas, rodaba escaleras abajo.

    -lich! -exclam espantada.Akulina dej de sostener al chico.-...Ahorcado! -aullaba la carpintera.Akulina sali corriendo al pasillo, sin darse

    cuenta de que el pequeo rodaba como una pelota,cayendo de cabeza al agua con los piececitos haciaarriba.

    -En la viga.... est colgado! -gritaba la carpintera,que se contuvo al ver a Mulina.

    Akulina se lanz por la escalera y antes de quelograran detenerla lleg arriba; prorrumpi en ungrito espantoso y cay como un cadver; se hubieramatado seguramente si no la reciben en sus brazoslas gentes que de todos lados hablan acudido.

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    XI

    Durante algunos minutos fue imposible quenadie se entendiera en medio de aquella confusingeneral. La multitud que se haba reunido eraenorme; todos gritaban, todos hablaban, los nios ylos viejos sollozaban. Akulina permanecadesvanecida. Por fin el carpintero y el intendente,que ya tambin estaban all, subieron las escalerasmientras la carpintera contaba por vigsima vezcmo, sin pensar en nada, haba subido al graneropara recoger su ropa tendida a secar, y cmo vio allde pronto a un hombre...

    -Miro, y era lich, el gorro al revs, frente a l, enel suelo, y los pies balancendose... Es posible? Unhombre se ha ahorcado y yo lo he de ver!... Ni yomisma lo recordaba cuando caa escaleras abajo. Y

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    qu milagro: Dios me ha protegido! Seguro queDios mismo me ha salvado. No es poca cosa; laescalera tan derecha y tan alta. Sin duda que mehubiera matado!

    Los hombres que se haban atrevido a subir,contaban la misma cosa: lich, en camisa y pantaln,se haba colgado a una viga con las cuerdas quehaba cogido de la cuna. El gorro, de revs, sehallaba all mismo. Habase quitado el armiak y lashuba dejndolos bien doblados en el suelo. Laspuntas de los pies casi tocaban el piso y ya nomostraba la menor seal de vida. Mulina, ya vueltaen s, quiso subir de nuevo la escalera, pero ladetuvieron.

    -Madrecita, Sionka se ha ahogado! -grit depronto la nia balbuciente, desde el rincn.

    Akulina se libr de los que la detenan y corripara all. El chicuelo, inmvil, se hallaba boca abajo,en la artesa, y sus piececitos estaban rgidos. Akulinalo sac, pero el nio ya no respiraba ni se mova.Akulina lo tir sobre el lecho y apoyndose en lasdos manos dio una carcajada tan fuerte, ruidosa yterrible, que Mashka, que al principio tambinempez a rer, se tap las orejas y llorando corrihacia el pasillo. La gente gritaba y lloraba, y muchos

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    entraron en el rincn. Secaron al nio y empezarona frotarlo, pero todo fue intil. Mulina, tendidasobre el lecho, lanzaba tales carcajadas que cuantosse acercaban a orla quedaban horrorizados.

    Al ver aquella muchedumbre de hombres,mujeres, ancianos y nios que se agolpaban en elpasillo, era posible darse cuenta del enorme nmerode gentes que vivan en el pabelln de los dvorovuy.Todos se agitaban, todos hablaban, muchoslloraban, pero nadie haca nada. La mujer delcarpintero encontraba siempre a alguien que nohaba odo todava la historia, y de nuevo contabacmo se haba afectado profundamente su sensiblecorazn con tan extraordinario espectculo, y cmoDios la haba salvado de una cada mortal en laescalera. El viejo despensero, con un abrigo demujer, contaba tambin cmo en tiempos delantiguo seor, una mujer se haba ahogado en elestanque. El intendente envi mensajeros alcomisario y al cura y dispuso a una guardia al pie delgranero. Aksiutka, la corredora de arriba, peg lossaltones ojos a un agujero que haba en la pared delgranero, y aunque no vela nada, all se estaba sinpensar en dar aviso a la seora. Agafia Mijilovna,doncella de la antigua seora, iba pidiendo t para

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    calmar sus nervios, y lloraba. La abuela Ana, con susregordetas manos impregnadas de aceite corriente,arreglaba sobre la mesa el cadver del nio. Lasmujeres se haban quedado en torno de Akulina y lacontemplaban en silencio. Los nios se acurrucabanen los rincones y cada vez que miraban a la madrerompan a llorar; despus, callndose, se acercaban amirarla de nuevo y se apretaban todava ms losunos con los otros. Los pilluelos y los mujiks seamontonaban en la gradera, mirando por la puertay por las ventanas, sin ver ni comprender nada,preguntndose unos a otros qu era lo que habasucedido. Uno deca que el carpintero haba partidocon el hacha la pierna a su mujer. Otro afirmabaque la planchadora haba dado a luz tres gemelos, obien, que la gata del cocinero tena rabia, y quehabla mordido a las gentes. Pero poco a poco fuecirculando la verdad de lo ocurrido, y al fin lleg aodos de la seora, y aun parece que nadie se cuidde prepararla. El brutal Egor le cont el hecho sinatenuar detalle, y de tal modo afligi a la seora, quedurante largo tiempo no pudo sobreponerse. Lamultitud comenzaba a calmarse; la mujer delcarpintero prendi el samovar y prepar el t, demodo que los extraos a la casa, a quienes no se

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    convidaba, hallaron indecoroso permanecer all porms tiempo. Los muchachos comenzaron a pelearseen la gradera. Todos saban ya de qu se trataba ypersigndose se iban dispersando, cuando de prontose oyeron exclamaciones: "La seora, la seora!", ytodos se amontonaron de nuevo para dar paso alama; pero tambin tenan un gran deseo de ver loque iba a hacer. La seora, plida, llorosa, se dirigipor el pasillo al rincn de Akulina. Docenas decabezas se apretaban una a la otra mirando por lapuerta. Una mujer embarazada se encontr en talesapreturas que se puso a chillar, y de esta suerte logrponerse en primera fila. Quin poda no sentirdeseos de ver a la seora en el rincn de Akulina?Para estos siervos tal cosa era lo mismo que lasluces de bengala al fin de una fiesta; tiene que sercosa de importancia si se encienden luces debengala, y deba tratarse de no poca cosa cuando laseora, con sus sedas y bordados, entraba en elrincn de Akulina. La seora se acerc a la mujer yla cogi cariosamente; pero Akulina la rechaz conbrusquedad. Los viejos siervos menearon suscabezas en seal de reproche.

    -Akulina -dijo la seora-, tienes hijos, ten piedadde ti ... !

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    Akulina lanz una carcajada y se levant dellecho.

    -Mis hijos son todos de plata, todos de plata ... !Papeles yo no tengo ninguno... -murmurprecipitadamente-. Yo se lo deca: lich, no tomespapeles, ya lo ves... Te han untado, untado conalquitrn! Alquitrn y jabn, seora ma... Cualquierroa se quita inmediatamente... -y de nuevo se echa rer estpidamente.

    La seora se volvi a otro lado y orden fueranen busca del enfermero y de mostaza.

    -Dadle agua fra -aadi, y ella misma se puso abuscarla; pero al ver a chicuelo muerto, junto al cualse hallaba parada la abuela Ana, la seora se cubriel rostro y todos pudieron ver que lloraba.

    Mientras tanto, la abuela Ana (qu lstima que laseora no haya hecho caso de ello, pues podahaberlo apreciado, ya que todo lo haca por estarella presente) cubri al chiquillo con un pedacito demanta, arregl su manecita con su mano regordeta,y de tal modo movi la cabeza y estir sus labios,medio cerrando con sentimiento los ojos, y de talmodo suspir, que pudieron todos convencerse desu buen corazn; pero la seora no se percat denada de esto, ni poda percatarse; sollozaba

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    fuertemente, le dio un ataque nervioso y fue precisoconducirla fuera, sostenindola de las manos, yacompaarla hasta la casa.

    "Todo esto es en provecho de ella", pensaronmuchos, y comenzaron a retirarse. Akulina seguariendo a carcajadas y diciendo cosas incoherentes.La llevaron a otro cuarto, le aplicaron sangras, lepusieron sinapismos y hielo en la cabeza perocontinuaba sin darse cuenta de lo que pasaba entorno suyo. No lloraba, rea, hablando y haciendotales cosas, que la buena gente que se qued acuidarla no poda contener la risa.

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    XII

    No estuvo nada alegre la fiesta en Pokrovskoie.Aunque el da era hermossimo, no sali la gente adivertirse las muchachas no se reunieron para cantarcanciones; los muchachos de la fbrica, que vinieronde la ciud