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152 CRIMINOLOGÍA Y SISTEMA PENAL POLÍTICA CRIMINAL: ENTRE LA POLÍTICA DE SEGURIDAD Y LA POLÍTICA SOCIAL* Política criminal: un concepto complejo y problemático Política criminal es, en primer lugar, un concepto com- plejo: mientras su finalidad es unívoca, su instrumental re- sulta indeterminable porque es definible sólo en términos negativos, a través de instrumentos penales, de un lado, e instrumentos no penales, del otro. Para decir que la finali- dad de la política criminal es unívoca debemos hacer una puntualización: hasta un pasado no muy lejano ésta se en- tendió constantemente como la finalidad de controlar la cri- minalidad, es decir, reducir el número de infracciones delic- tivas. A partir del desarrollo de estudios victimológicos, y en particular por la preocupación acerca de las necesidades de la víctima, de su ambiente social y de la sociedad, el campo de acción de la política criminal se extiende (por lo menos potencialmente) también hacia el control de las consecuen- cias del crimen, además de su prevención 1 . El instrumental no penal de los medios utilizables para controlar las infracciones delictivas y sus consecuencias re- sulta teóricamente indeterminado. Por otra parte, en la prác- tica corriente de las políticas criminales se produce una se- lección del número de variables realmente examinadas en la construcción de modelos operativos de control. La riqueza y la variabilidad del instrumental dependen de la posición teó- rica adoptada. * Transcripción parcial del libro Delito y seguridad de los habitantes, Elias CARRANZA (coord.), Siglo XXI, México, 1997. 1 Para el control de las consecuencias del delito las actuales teorías prevén, sobre todo, el uso de instrumentos no penales, en particular con- ciliatorios (la mediación en sus diversas formas), y restitutivos. Solamente en el ámbito de las teorías de las funciones simbólicas de la pena (teoría clásica y contemporánea de la retribución, teoría actual de la prevención general positiva o prevención-integración, y otras teorías), el instrumento principal para el control de las consecuencias del delito es la pena.

Política Criminal: Entre la Política de Seguridad y la Política Social

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Política Criminologica

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  • 152 CRIMINOLOGA Y SISTEMA PENAL

    POLTICA CRIMINAL: ENTRE LA POLTICA DE SEGURIDADY LA POLTICA SOCIAL*

    Poltica criminal: un concepto complejo y problemticoPoltica criminal es, en primer lugar, un concepto com-

    plejo: mientras su finalidad es unvoca, su instrumental re-sulta indeterminable porque es definible slo en trminosnegativos, a travs de instrumentos penales, de un lado, einstrumentos no penales, del otro. Para decir que la finali-dad de la poltica criminal es unvoca debemos hacer unapuntualizacin: hasta un pasado no muy lejano sta se en-tendi constantemente como la finalidad de controlar la cri-minalidad, es decir, reducir el nmero de infracciones delic-tivas. A partir del desarrollo de estudios victimolgicos, y enparticular por la preocupacin acerca de las necesidades dela vctima, de su ambiente social y de la sociedad, el campode accin de la poltica criminal se extiende (por lo menospotencialmente) tambin hacia el control de las consecuen-cias del crimen, adems de su prevencin1.

    El instrumental no penal de los medios utilizables paracontrolar las infracciones delictivas y sus consecuencias re-sulta tericamente indeterminado. Por otra parte, en la prc-tica corriente de las polticas criminales se produce una se-leccin del nmero de variables realmente examinadas en laconstruccin de modelos operativos de control. La riqueza yla variabilidad del instrumental dependen de la posicin te-rica adoptada.

    * Transcripcin parcial del libro Delito y seguridad de los habitantes,Elias CARRANZA (coord.), Siglo XXI, Mxico, 1997.

    1 Para el control de las consecuencias del delito las actuales teoras

    prevn, sobre todo, el uso de instrumentos no penales, en particular con-ciliatorios (la mediacin en sus diversas formas), y restitutivos. Solamenteen el mbito de las teoras de las funciones simblicas de la pena (teoraclsica y contempornea de la retribucin, teora actual de la prevencingeneral positiva o prevencin-integracin, y otras teoras), el instrumentoprincipal para el control de las consecuencias del delito es la pena.

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    En los niveles ms bajos de la escala encontraremos losmodelos de la criminologa administrativa de impronta etio-lgica, aplicables solamente al control de la criminalidad. Enniveles superiores encontramos los modelos de la criminolo-ga etiolgica, que se extienden al control de las consecuen-cias. Los niveles se elevan con los modelos de la criminolo-ga crtica, en la medida en que sta recoge el paradigma del"etiquetamiento" o de la reaccin social, lo mejora y lo tornaadecuado a la aplicacin prctica, mientras que al mismotiempo la finalidad del control se extiende hacia las conse-cuencias2.

    La poltica criminal no es solamente un concepto com-plejo; es tambin un concepto problemtico. Si de los mo-delos prcticos ms limitados de la criminologa adminis-trativa salimos hacia aquellos ms amplios de la criminolo-ga crtica, la riqueza y la variabilidad del instrumental deun control que asume siempre ms dimensiones se aproxi-man a su indeterminacin terica. En sus niveles ms altosde elaboracin la poltica criminal, en cuanto gnero, es co-mo un universo mucho ms complejo de la especie "polticapenal".

    Sin embargo, en estos niveles la lnea de distincin entrela poltica criminal y la poltica en general y otras de sus es-pecies (poltica social, econmica, ocupacional, urbanstica,etc.), no se presenta ya de un modo claro. Para distinguirlasdebemos recurrir, no a la finalidad objetiva o funcin social,sino a la finalidad subjetiva, es decir, a la intencin de los

    2 La mayor riqueza y calidad de las variables dependen tambin del he-

    cho de que, en los modelos de la criminologa critica, las finalidades delcontrol se refieren a dos dimensiones: las infracciones delictivas y sus con-secuencias y la criminalizacin y sus consecuencias. Se distingue, as, en-tre procesos primarios y secundarios de criminalizacin, es decir, entre le-yes penales y sus aplicaciones y, a su vez, en la aplicacin, entre el proce-so y la aplicacin de la pena. Las dimensiones se multiplican ulteriormen-te. Al contrario, en los modelos de la criminologa administrativa de estric-to carcter etiolgico se consideran slo una o dos dimensiones del con-trol: el control de la criminalidad o, en el mejor de los casos, el de sus con-secuencias.

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    actores que ponen en prctica; en el mejor de los casos, po-dramos apelar tambin a los recursos institucionales esco-gidos por los actores y a las partidas que sealan los captu-los relativos en el presupuesto pblico.

    Pongamos un ejemplo. En Francia, hoy, un comit for-mado por ciudadanos, funcionarios de alcalda, policas, p-rrocos, miembros de asociaciones de voluntarios u otros ac-tores -institucionales o no- puede desarrollar un programade lucha contra la marginalidad juvenil en funcin de la pre-vencin de la delincuencia, segn el modelo y con los recur-sos pblicos asignados a la nouvelle prvention. El comitrealizar, de esta manera, prcticas sociales que en nada sediferencian de las que otros actores, o quizs el propio comi-t, podran llevar a cabo, bajo un membrete diferente, en elmbito institucional y segn el modelo de la poltica social yeducacional dirigidas a jvenes marginados.

    Que se trate de polticas de prevencin de la criminali-dad, que se dirijan a aumentar la seguridad de los otros ha-bitantes de la ciudad frente a los potenciales delincuentes, oque se trate, por el contrario, de una poltica de proteccinde derechos fundamentales de esos jvenes, dirigida a cam-biar su situacin de desventaja social, no depende tanto dela finalidad objetiva o de la funcin que puedan tener lasprcticas sociales cuanto de la intencin subjetiva de los ac-tores y tambin de la intencin subjetiva de los legisladoresy de los administradores que han creado y preparado dos di-versos programas y a su vez, las correspondientes etiquetasinstitucionales.

    Ahora bien, como veremos ms adelante, esta ambivalen-cia funcional de los programas, interpretados a la luz de lasintenciones y de los membretes, puede crear, desde el pun-to de vista constitucional y de la poltica de proteccin de de-rechos, ambigedad y contradiccin en esos programas deseguridad ciudadana inspirados en los principios de la "nue-va prevencin". Entre tanto, bastar observar que ya de su-yo, desde el punto de vista epistemolgico, la definicin deun hecho social, como en el caso arriba citado, resulta pro-

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    blemtica cuando, en vez de recurrir a la funcin objetiva, sedebe recurrir a la intencin de los actores3.

    Seguridad y poltica social: una falsa alternativa?La contraposicin entre poltica de seguridad y poltica so-

    cial no es lgica sino ideolgica, y no sirve para esclarecer si-no para confundir relaciones conceptuales elementales, queestn en la base del sistema de las normas y de los principiospropios de las constituciones de los estados sociales de dere-cho. Esto, en general, es verdadero, pero llega a producirefectos particularmente graves cuando aquella alternativa es-t aplicada a la poltica criminal. El concepto de poltica cri-minal, en razn de estos efectos, adems de ser complejo yproblemtico, se convierte incluso en un concepto ideolgico.

    Utilizo aqu la palabra "ideologa" en el sentido de unaconstruccin discursiva de hechos sociales apta para produ-cir una falsa conciencia en los actores y en el pblico4.

    3 En este sentido sigue siendo vlida la enseanza fundamental de

    DURKHEIM.4 Otro sentido para "ideologa" sera programa de accin, en el sentido

    en el que lo usa Karl MANNHEIM. Si los hechos sociales consisten en la defi-nicin y en la actuacin de programas polticos de accin, y si tenemos enconsideracin, al mismo tiempo, ambas acepciones del trmino, podemosdecir que la ideologa (en el sentido negativo) obstaculiza el conocimiento delas implicaciones reales de ciertas polticas de parte de los actores o del p-blico, as como la definicin de polticas alternativas de parte de otros actos.Esto vale tambin, en particular, para la poltica criminal. Mientras la polti-ca "oficial" est constantemente condicionada por la ideologa en el sentidonegativo, las polticas alternativas (programas alternativos de accin en elsentido positivo del trmino) requieren un continuo y paciente trabajo de cr-tica ideolgica, y tambin de autocrtica por parte de los promotores, junta-mente con la participacin activa de stos en los procesos de comunicacinsocial, por medio de los cuales el "pblico", desde la posicin de espectador,puede transformarse en actor de la poltica. La crtica ideolgica y la partici-pacin de la sociedad civil son presupuestos necesarios para la transforma-cin de la poltica de control de las infracciones delictivas, de la criminaliza-cin y de sus consecuencias individuales y sociales desde el modelo tecno-crtico al modelo democrtico, como se ver ms adelante.

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    La ideologa funciona sustituyendo los conceptos con losclichs, o sea con los hbitos mentales, corrompiendo el cl-culo clasificatorio con operaciones ocultas y subrepticias.Por ello su forma de operar resulta un instrumento principalde legitimacin y reproduccin de la realidad social.

    Observemos qu ocurre en nuestro caso. A propsito dela poltica criminal, al sustantivo "seguridad" se agregan, im-plcita o explcitamente, los adjetivos "nacional", "pblica","ciudadana". Se trata siempre de connotaciones colectivas,no personales, de la seguridad; es decir, no se trata propia-mente de la seguridad de los derechos de los sujetos indivi-duales, cualquiera que sea su posicin en el contexto social,sino de la seguridad de la nacin, de la comunidad estatal,de la ciudad.

    De la doctrina de "seguridad nacional" queda todava eltrgico recuerdo, en Amrica Latina, de los aos setenta yochenta, cuando la ideologa autoritaria inspirada en el prin-cipio schmittiano del amigo-enemigo sirvi para sostener noslo un derecho penal del enemigo -cuyas seales todavaestn presentes incluso en los estados con regmenes for-malmente democrticos- sino, sobre todo, un sistema penalilegal, paralelo al legal y mucho ms sanguinario y efectivoque este ltimo: un verdadero terrorismo de Estado, como elque se desarroll en las dictaduras militares del Cono Sur.

    Por su parte, la doctrina de la seguridad pblica marcafuertemente la historia del derecho penal en Europa, y re-presenta el continuo compromiso entre la tradicin liberal yla de carcter autoritario (del Obrigkeitsstaat), entre el Es-tado de derecho y el Estado de polica o de la prevencin,entre la poltica del derecho penal y la poltica del orden p-blico.

    Ms prometedora, tambin, entre otras razones por serms reciente, es la concepcin de la seguridad ciudadana,que atribuye a la poltica criminal, por primera vez, una di-mensin local, participativa, multidisciplinaria, pluriagen-cial, y que representa quizs un resultado histrico del ac-tual movimiento de la nueva prevencin.

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    Sin embargo, en este ltimo caso, al igual que en losotros dos, el adjetivo estrangula, por as decirlo, al sustanti-vo. Desde el punto de vista jurdico, pero asimismo desde elpsicolgico, "seguros" podran y deberan estar, sobre todo,los sujetos portadores de derechos fundamentales universa-les (los que no se limitan a los ciudadanos), y stos son to-das y cada una de las personas fsicas que se encuentran enel territorio de un Estado, de una ciudad, de un barrio o deotro lugar pblico, de una casa o de otro edificio o espacioprivado. "Seguros" en relacin con el disfrute y la proteccinefectiva de aquellos derechos frente a cualquier agresin oincumplimiento por parte de otras personas fsicas que ac-tan en el mbito de competencias, poderes de derecho o dehecho que esas personas tengan, como funcionarios o parti-culares, en alguno de los distintos mbitos territoriales.

    Una nacin segura, una comunidad estatal segura, unaciudad segura, son metforas que bien pueden representarla situacin de todas las personas singulares en los diversosmbitos territoriales; pero no lo hacen porque son metforasincompletas, metforas ideolgicas. En tanto ideolgicastraen consigo hbitos mentales selectivos, largamente repre-sentados en la opinin pblica, al igual que en el discursode los juristas, cuando opinin pblica y juristas utilizan elconcepto de seguridad en relacin con el de poltica criminalo de poltica tout court. En este caso, la mayor parte de losterritorios de riesgo permanecen siempre sustrados de laeconoma de la seguridad.

    Se habla de seguridad pblica, y hoy, incluso, de seguri-dad ciudadana, siempre y solamente en relacin con los lu-gares pblicos y de visibilidad pblica, o con un pequeonmero de delitos que entran en la as llamada criminalidadtradicional (sobre todo agresiones con violencia fsica a lapersona y al patrimonio), que estn en el centro del estereo-tipo de criminalidad existente en el sentido comn y son do-minantes en la alarma social y en el miedo a la criminalidad.En la opinin pblica y en los medios de comunicacin demasas estos delitos se caracterizan por una regular repart-

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    cin de papeles de la vctima y del agresor, respectivamente,en los grupos sociales garantizados y "respetables" y enaquellos marginales y "peligrosos" (extranjeros, jvenes, to-xicodependientes, pobres, sin familia, sin trabajo o sin cali-ficacin profesional).

    Las situaciones de riesgo, a menudo gravsimas, que su-fren mujeres y nios en el sector domstico, as como las li-mitaciones de los derechos econmicos y sociales de loscuales son vctimas sujetos pertenecientes a los gruposmarginales y "peligrosos", no inciden en el clculo de la se-guridad ciudadana. Delitos econmicos, ecolgicos, de co-rrupcin y concusin, desviaciones criminales en rganosciviles y militares del Estado, as como connivencias delic-tuosas con la mafia, por parte de quienes detentan el poderpoltico y econmico, forman parte de la cuestin moral, pe-ro no tanto de la seguridad ciudadana. El orden pblico, sesabe, se detiene all donde termina el campo de accin de laseguridad pblica, y no resulta afectado sino indirectamen-te por el desorden social e internacional, como lo que hoyocurre, cada da ms, con el neoliberalismo y la globaliza-cin de la economa.

    La ambigedad ideolgica del concepto de poltica crimi-nal se destaca todava ms cuando lo relacionamos con elotro aspecto del aparente dilema: la poltica social. En estecaso se produce una especie de compensacin de aquelloque se le ha sustrado a muchos de los portadores de dere-chos en el clculo de la seguridad. Despus que se ha olvi-dado a una serie de sujetos vulnerables provenientes de gru-pos marginales o "peligrosos" cuando estaba en juego la se-guridad de sus derechos, la poltica criminal los reencuentracomo objetos de poltica social. Objetos, pero no sujetos, por-que tambin esta vez la finalidad (subjetiva) de los progra-mas de accin no es la seguridad de sus derechos, sino laseguridad de sus potenciales vctimas. Para proteger a esasrespetables personas, y no para propiciar a los sujetos quese encuentran socialmente en desventaja respecto del realusufructo de sus derechos civiles, econmicos y sociales, la

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    poltica social se transforma (usando un concepto de la nue-va prevencin) en prevencin social de la criminalidad. Su-jetos vulnerados o vulnerables que sufren lesiones (reales),de derechos por parte del Estado y de la sociedad, como sonlas lesiones a los derechos econmicos, sociales (derechosdbiles, como se ver ms adelante), se transforman en po-tenciales infractores de derechos fuertes de sujetos social-mente ms protegidos.

    El Estado interviene, por medio de la prevencin social,no tanto para realizar su prppio deber de prestacin hacialos sujetos lesionados como para cumplir (mediante accio-nes preventivas no penales que se aaden a las represivas)el propio deber de proteccin (ms especficamente, deprestacin de proteccin) respecto a sujetos dbiles consi-derados ya como transgresores potenciales. Estamos enpresencia, como vemos, de una superposicin de la polticacriminal a la poltica social, de una criminalizacin de la po-ltica social; al mismo tiempo, empero, estamos frente a unainquietante conexin funcional entre nueva prevencin ynueva penologa.

    La orientacin de la poltica criminal hacia la poltica deseguridad o hacia la poltica social es una falsa alternativa.No slo porque con la criminalizacin de la poltica social laalternativa desaparece, sino tambin porque es un conceptoestrecho y selectivo de seguridad, que condiciona y sofoca alconcepto de poltica social; asimismo, y sobre todo, porqueen una visin correcta de la teora de la constitucin de losestados sociales de derecho el concepto de poltica social co-rresponde a una concepcin integral de la proteccin y de laseguridad de los derechos, y tiene la misma extensin nor-mativa que el campo de los derechos econmicos, sociales yculturales en su integridad. nicamente usando hbitosmentales y estereotipos, slo en una concepcin asistencialde la poltica social, en la cual los destinatarios son objetosy no sujetos, resulta posible pensar la poltica social comoalgo diferente de la poltica de seguridad. Por el contrario,utilizando conceptos jurdicos rigurosos y entendiendo la se-

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    guridad como seguridad de los derechos de las personas f-sicas, la alternativa tiende a desaparecer.

    Prevencin penal y no penal: la nueva prevencin

    Los resultados que ha llegado a obtener, desde hace yatiempo, el anlisis histrico y social de la justicia criminal,se pueden sintetizar en la afirmacin de que el sistema dejusticia criminal se manifiesta incapaz de resolver lo concer-niente a sus funciones declaradas. Esto significa que la pe-na, como instrumento principal de este sistema, falla en loque respecta a la funcin de prevencin de la criminalidad.

    Este estado de crisis se registra en todos los frentes, yasea el de la prevencin negativa general, es decir, de la inti-midacin de los potenciales delincuentes, ya el de la preven-cin positiva especial, es decir, de la reinsercin social de losactuales infractores de la ley penal. Estos fines preventivosson, a la luz de los hechos, simplemente inalcanzables. Porotra parte, otras funciones de prevencin que parecen serefectivamente realizables para el sistema penal, como la pre-vencin especial negativa general (la neutralizacin o la inti-midacin especfica del criminal) y la prevencin general po-sitiva (la afirmacin simblica de la validez de las normasque favorecen el proceso de integracin social), son, en rea-lidad, inadecuadas con respecto a los criterios de valor quepreceden a nuestras constituciones, a saber, a las constitu-ciones del Estado social de derecho.

    El anlisis hecho en los ltimos veinte aos por parte dela criminologa critica ha descrito los trminos de este fraca-so recogiendo los aspectos de disfuncionalidad de la justiciapenal: desde la fragmen tari edad en la defensa de los intere-ses individuales y generales, hasta la selectividad en la re-presin, se ha demostrado que los programas de accin delsistema de la justicia criminal cumplen sus objetivos en unporcentaje que, para ser generosos, no supera 5%. Existequien, quiz ms apegado a la realidad, valora la eficacia de

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    la accin represiva por debajo de 1%, que sera como si unsistema sanitario en un Estado moderno funcionara para noms de 5% de los usuarios potenciales. Por otra parte, sabe-mos tambin que a este 5%, o a este 1%, se lo selecciona entrminos desiguales en funcin de las diferencias sociales.Esta selectividad es, a su vez, una variable importante en elmantenimiento y en la generacin de la desigualdad social.

    Si todas estas irregularidades se superaran; si el sistemade la justicia criminal reprimiera slo las violaciones mssignificativas, los delitos ms graves; si eludiera la selectivi-dad de clase, incluso as, la respuesta reactiva al fenmenode la criminalidad y al fenmeno de la inseguridad seguirasiendo insatisfactoria.

    Me limitar a mencionar slo cuatro aspectos de esta in-capacidad del sistema penal para garantizar las condicionesde segundad.

    En primer lugar, el control penal puede intervenir, e inter-viene, nicamente sobre los efectos. No puede intervenir, niqueremos que pretenda hacerlo, en las causas de la violenciay de la violacin de derechos; en resumen, acta sobre los re-sultados, y no sobre las causas, de los conflictos sociales.

    En segundo lugar, el sistema penal acta contra las perso-nas y no sobre las situaciones; adems considera a los indivi-duos, a travs del principio de culpabilidad -que es un crite-rio de garanta y de autolimitacin del sistema- como varia-bles independientes, y no como dependientes de situaciones.

    En tercer lugar, acta de manera reactiva y no preventiva;en otras palabras, interviene cuando las consecuencias de lasinfracciones ya se han producido, y no para evitarlas. Proce-de como la venganza, simblicamente hablando, ya que nopuede olvidar la ofensa una vez que sta se ha consumado.

    En fin, el sistema penal protege, ms que a las vctimaspotenciales y reales, la validez de las normas. Todas estascaractersticas definen el sistema de justicia criminal comoun sistema de respuesta simblica, lo que no quiere decirque la respuesta simblica deba desvalorizarse como unarespuesta sin influencia. Hay momentos en los cuales las

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    respuestas punitivas, por simblicas que sean, poseen unpeso histrico decisivo. Esto quiere decir, sin embargo, quepara la realizacin de una funcin punitiva instrumental, asaber, de proteccin real de bienes y personas, el sistema dela justicia criminal es inadecuado.

    Este conocimiento ha contribuido a que surgiese una co-rriente de pensamiento que, en los ltimos aos, ha profun-dizado sobre todo en el tema de la alternativa al sistema dela justicia penal. Esta corriente se ha formulado las siguien-tes preguntas: qu respuesta se le da a la criminalidad porfuera del recurso del sistema de las leyes penales?; qu me-dida preventiva se puede utilizar que no sea la ilusoria delsistema penal?

    El desarrollo terico anteriormente indicado tiene unacierta correspondencia -en lo que respecta al desplazamien-to del enfoque preventivo de la reaccin penal posterior a lainfraccin a formas de prevencin no penales, anteriores a lainfraccin- con una lnea directriz presente en las estrate-gias policiales y gubernamentales en el ltimo decenio. Sinembargo, es reciente y todava relativamente "abierto" lo quedesde hace unos aos lleva el nombre de "nueva prevencin"{nouvelle preuention).

    Los elementos que caracterizan a esta renovacin en lateora y prctica de la prevencin "proactiva" (para distin-guirla de la "reactiva", propia de la pena) son sobre todo dos:por un lado, el ingreso de la comunidad local en esta estra-tegia y, consecuentemente, la pluralidad de organismos queparticipan en el nivel local y nacional. Esto significa que elliderazgo no corresponde automticamente a los cuerpos depolica, aunque este nuevo movimiento ha surgido, en partedesde una reflexin en el interior de aqulla. Por otro lado,la extensin de las acciones preventivas no est limitada alas variables situacionales y sociales de infracciones a la leypenal, sino que tambin se dirige, por lo menos de modo po-tencial, hacia conductas y situaciones no formalmente delic-tivas que se pueden calificar, utilizando un trmino francs,como incivilits (conductas incivilizadas).

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    La funcin de la prevencin, y la posterior organizacinde un discurso cientfico internacional sobre ella, ha estadoinfluida por experiencias desarrolladas anteriormente en Es-tados Unidos y Gran Bretaa, as como por el desarrollo deexperiencias realizadas en Francia en los aos ochenta.

    De tal manera se lleva a cabo una competencia (o conver-gencia) entre dos modelos; en el primero (modelo anglosajny tambin escandinavo), la iniciativa y el liderazgo corres-ponden sobre todo a la polica y a los ministerios del Interior;en el segundo (modelo francs), la iniciativa y el liderazgo co-rresponden a las comunidades locales y a las organizacionesde las alcaldas.

    As, en Francia el movimiento surge sobre todo de laCommission des Maires (Comisin de Alcaldes) y despusdel Conseil National des Villes (Consejo Nacional de las Ciu-dades). En el nivel europeo la entrada a escena de los res-ponsables de las municipalidades en la prevencin del cri-men se encuentra representada por la constitucin del Fo-rum des Colectivits Locales Europeennes pour la SecuritUrbaine (Foro de las Colectividades Locales Europeas parala Seguridad Urbana) que, conjuntamente con la FederatinCanadienne des Municipalits y con la Mayor's Conferenceof the United States, tom la iniciativa de convocar la Prime-ra Conferencia Europea y Norteamericana sobre la Preven-cin de la Delincuencia, que se celebr en octubre de 1989en Montreal. En noviembre de 1991 se llev a cabo en Parsla segunda conferencia internacional, la cual se hizo exten-siva tambin a frica y a Australia. sta estuvo precedidapor un seminario de quince expertos que a finales de mayode 1991 intercambiaron experiencias de sus respectivospases y prepararon los temas para las ponencias de la con-ferencia, en la cual actuaron como comit cientfico. Ennombre de este comit, Philippe Robert present un infor-me cientfico en la segunda conferencia, en el cual se defi-ne que la prevencin "est dirigida a reducir la frecuenciade ciertos comportamientos, criminalizados por la ley gene-ral, pero tambin las inciuilits, que no representan siempre

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    un delito, pudiendo recurrir a soluciones distintas a la san-cin penal".

    Hay tres niveles de prevencin: el primario, cuando se ac-ta sobre los contextos sociales y situacionales para evitarque se favorezca la delincuencia y para procurar condicionesfavorables a comportamientos legales; el secundario, dirigi-do especficamente a evitar que se cometan infracciones e in-civilits; el tercer nivel, cuando la prevencin se encuentraorientada a evitar la reincidencia.

    En lo concerniente a los destinatarios, se distinguen losprogramas de prevencin dirigidos a los infractores poten-ciales, para que stos se abstengan de cometer las infraccio-nes o, por el contrario, a las vctimas potenciales para pro-curar hacerlas menos vulnerables.

    Una distincin posterior estara dada, por un lado, entreoperaciones especficas que se dirigen a disminuir la fre-cuencia de ciertos comportamientos delictivos y, por otro,operaciones generales, que estaran dirigidas hacia el con-texto social, cultural y econmico, para favorecer la adop-cin de normas de comportamiento conformes con la ley.

    Combinando estas distinciones se alcanza la divisinfundamental entre dos modelos de intervencin: el modelosituacional y el modelo social. El primero, que prevalece enHolanda y en los pases anglosajones y escandinavos, y estbasado en intervenciones especficas dirigidas principalmen-te a las vctimas potenciales, a la seguridad de los edificios ydel ambiente, y tienen un ejemplo tpico en el neighbourhoodwatch (vigilancia de barrio); en este modelo suele presentar-se una hegemona de los organismos policiales sobre los de-ms. El segundo modelo, el de la prevencin social, trata, encambio, de modificar con programas generales las condicio-nes de vida en ambientes determinados; por ejemplo, en unbarrio, de manera que aumenten las oportunidades de com-portamientos conformes con la ley y disminuyan las de com-portamientos ilegales. En este modelo, que se nutre en espe-cial de las experiencias francesas de los aos ochenta, y queinfluyen en Australia y Canad occidental, la hegemona en

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    la direccin de los programas corresponde a organismos dela comunidad local.

    No obstante esta distincin de los modelos ideales, resul-ta que para un mejor desarrollo de la nueva prevencin se-ra necesaria una buena combinacin de las intervencionescorrespondientes a ambos modelos, a fin de evitar los dosexcesos tpicos de las actuales polticas de prevencin: de es-pecializacin y de generalidad.

    Los sectores hacia los cuales se dirige principalmente lanueva prevencin son el de la delincuencia juvenil, el de lareincidencia y el de la drogadiccin. El resumen de la discu-sin en el seminario que antecedi a la conferencia de Parspone en evidencia, de modo particular, los lmites notables ylas contradicciones que han caracterizado, hasta el momen-to, el desarrollo de este movimiento. Ante todo, se ha obser-vado una persistente limitacin de los programas en los ob-jetivos "clsicos" de la prevencin (hurto, robo, agresin fsi-ca). Los programas, entonces, como dice un texto censuradode la introduccin a la conferencia de Pars, "dejan de ladola delincuencia oculta y la delincuencia ms cercana a lospoderes econmicos y polticos".

    Se debe considerar tambin el problema de la percepcinde la inseguridad ciudadana y del efecto que producen losmedios de comunicacin de masas, que subrayan las distin-ciones que caracterizan la imagen de la criminalidad difundi-da en ia poblacin, la cual no corresponde a los datos cient-ficos disponibles. Por lo tanto, el conocimiento de las actitu-des, las demandas de pena y las dimensiones del miedo a lacriminalidad tienen que considerarse como un objeto de estu-dio en s mismo, y no como un ndice vlido de delincuencia.

    Es cierto que, hasta el presente, la nueva prevencin tie-ne la tendencia a convertirse en una extensin del controlestatal, en lugar de ser una sustitucin parcial del sistemarepresivo de la justicia punitiva. Tambin es cierto que, ensus formas y sus objetivos actuales, este movimiento repro-duce la selectividad propia del sistema de la justicia crimi-nal: defiende ms a los ricos y controla ms a los pobres.

  • 166 CRIMINOLOGA Y SISTEMA PENAL

    Asimismo, la poltica de prevencin extrapenal puede fallar,como ha sucedido con la poltica penal en el desarrollo desus funciones instrumentales (de control real de los conflic-tos, de defensa de los derechos de los individuos y de losgrupos) y quedarse slo adelantando las funciones simbli-cas, de capitalizacin de consenso populista por parte de lospolticos. Tambin la nueva prevencin, al igual que la viejajusticia criminal, puede, entonces, desempear su papel enuna poltica como espectculo, es decir, en la tecnocracia delpoder, en lugar de ser expresin de democracia, o sea de laautoorganizacin de la respuesta pblica a las necesidadespor parte de quienes son sus verdaderos portadores.

    No obstante, hay potencialidades de desarrollo ms posi-tivo, en el sentido de una defensa de los ms dbiles contralos ms fuertes, de un control democrtico de las situacio-nes problemticas; potencialidades que quiz se puedan res-catar, especialmente si los esfuerzos realizados en pro deuna nueva prevencin se orientan hacia el modelo antes de-nominado "francs", privilegiando la prevencin social conrespecto a la situacional y buscando tambin, y sobre todoen la prevencin social, un alto grado de especificidad. La es-pecificidad no es necesariamente exclusiva de la prevencinsituacional, y la generalidad no es inevitable en la preven-cin social. Se puede hablar tambin de prevencin social entrminos muy especficos.

    La especializacin en la intervencin no debe limitarse aintervenciones dirigidas a la microcriminalidad, a la delin-cuencia juvenil, a la delincuencia relacionada con la droga,como, de modo declarado, se ha hecho en Francia.

    Sostengo, por el contrario, que debe existir la posibilidadde hacer una diferenciacin entre todos los campos de la cri-minalidad. Pienso que los elementos especficos de una pre-vencin que no sean meramente de tipo situacional se pue-den experimentar confrontndolos con la macrocriminalidady con el crimen organizado y la corrupcin, ms an si sepiensa que hoy esa misma microcriminalidad puede prospe-rar insertada en un tejido macrocriminal.

  • CRIMINOLOGIA Y CIENCIAS PENALES 167

    En la medida en que se aplique el mtodo de diferencia-cin de las intervenciones con respecto a la naturaleza espe-cfica de los problemas, por medio del anlisis ser posibleevitar, al menos parcialmente, que el control local de las in-fracciones se convierta en un mero desplazamiento de stasdesde las reas controladas hacia otras.

    Pero, sobre todo, quisiera subrayar una hiptesis que, enparte, alimenta mi "pesimismo activo" en esta materia, o me-jor dicho, mis ilusiones. Si la selectividad y la desigualdadde clase, a la luz del anlisis sociolgico y de la larga expe-riencia histrica, parecen ser estructurales en el sistema dela justicia criminal tal como lo conocemos, en lo que se re-fiere a la nueva prevencin esta selectividad que estamos ob-servando se puede considerar todava contingente, es decir,existe pero igual podra no existir.

    Esta hiptesis no se deriva de un exceso de optimismorespecto a la situacin actual del movimiento, sino que de-pende del hecho de que hoy ste tiene como caractersticaideas y polticas que lo tornan un movimiento an relativa-mente "abierto".

    Se trata, en primer lugar, de la pluralidad de organismoslocales y nacionales, estatales, comunitarios y privados, queparticipan y pueden participar; en segundo lugar, se tratadel importante papel que cumplen las iniciativas locales; entercer lugar, de la dinmica del discurso cientfico dentro delmovimiento mismo y sobre l.

    En un pronstico "realista" de desarrollo el peso de lasdiferencias de poder y de propiedad entre los grupos socia-les interesados en la nueva prevencin resulta demasiadoelevado; sin embargo, esos elementos permiten afirmar quelas estructuras de este movimiento an no se encuentran fi-jas, de modo que todava resulta posible tratar de imprimirotras pautas y de contrarrestar ese peso por medio de unamayor participacin democrtica, de la energa tico-polticay de las indicaciones tcnicas provenientes del discursocientfico, mientras ste no se encuentre a merced del statuquo de la poltica tecnocrtica.