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RIPS. Revista de Investigaciones Políticas y Sociológicas Universidade de Santiago de Compostela [email protected] ISSN (Versión impresa): 1577-239X ESPAÑA 2008 Beatriz García POLÍTICA CULTURAL Y REGENERACIÓN URBANA EN LAS CIUDADES DE EUROPA OCCIDENTAL: LECCIONES APRENDIDAS DE LA EXPERIENCIA Y PERSPECTIVAS PARA EL FUTURO RIPS. Revista de Investigaciones Políticas y Sociológicas, año/vol. 7, número 001 Universidade de Santiago de Compostela Santiago de Compostela, España pp. 111-125 Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal Universidad Autónoma del Estado de México http://redalyc.uaemex.mx

Politica Cultural Urbana

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  • RIPS. Revista de Investigaciones Polticas y SociolgicasUniversidade de Santiago de [email protected] ISSN (Versin impresa): 1577-239XESPAA

    2008

    Beatriz Garca POLTICA CULTURAL Y REGENERACIN URBANA EN LAS CIUDADES DE EUROPA OCCIDENTAL: LECCIONES APRENDIDAS DE LA EXPERIENCIA Y PERSPECTIVAS

    PARA EL FUTURO RIPS. Revista de Investigaciones Polticas y Sociolgicas, ao/vol. 7, nmero 001

    Universidade de Santiago de Compostela Santiago de Compostela, Espaa

    pp. 111-125

    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina y el Caribe, Espaa y Portugal

    Universidad Autnoma del Estado de Mxico

    http://redalyc.uaemex.mx

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    RIPS, ISSN 1577-239X. Vol. 7, nm. 1, 2008, 111-125

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    Recibido: 13.05.2008. Aceptado: 21.05.2008

    Poltica cultural y regeneracin urbanaen las ciudades de euroPa occidental:

    lecciones aPrendidas de la exPeriencia y PersPectivas Para el futuro

    Beatriz Garca

    University of LiverpoolSchool of Sociology and Social Policy

    Resumen: El presente artculo aborda los usos de la poltica cultural y de la planifi-cacin como herramientas de regeneracin urbana en ciudades de Europa Occidental. Tras una breve evaluacin de la evolucin de la poltica cultural europea de las ltimas dcadas, el artculo se centra en los orgenes y el desarrollo del programa Ciudad/Capital Europea de la Cultura y explora la experiencia de ciudades que han logrado un cambio de imagen y una regeneracin mediante actividades culturales y eventos especiales. El artculo finaliza con una reflexin sobre la nocin de planificacin cultural y su potencial como alternativa integrada a la poltica cultural urbana y ofrece, adems, recomendacio-nes para un mayor desarrollo dentro del contexto del Reino Unido.

    Palabras clave: Poltica cultural, regeneracin, marketing de la ciudad, Ciudad Euro-pea/Capital de Europa, planificacin de la ciudad y poltica urbana.

    Abstract: This paper reviews the uses of cultural policy and planning as tools of urban regeneration in western European cities. Following a brief assessment of the evolution of European cultural policy in recent decades, the paper studies the origins and develop-ment of the European City/Capital of Culture programme and explores the experience of cities considered to have succeeded in re-imaging and regenerating themselves through cultural activity and special events. The paper ends with a reflection on the notion of cultural planning and its potential as an integrated alternative to urban cultural policy, and offers recommendations for further development within the UK context.

    Key words: Cultural policy, regeneration, city marketing, European City/Capital of Europe, city planning, urban policy.

    IntroduccIn

    durante los ltimos 30 aos, los es-fuerzos realizados para la transformacin de ciudades industriales en economas ba-

    sadas en servicios han estado acompaa-dos por un creciente inters en la utiliza-cin de la cultura como herramienta para la regeneracin urbana. El principio de la

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    regeneracin impulsada por el arte fue explorado en ciudades de los Estados Uni-dos de Amrica durante los aos setenta y principios de los ochenta y fue desarro-llado a continuacin, dentro de un mbito cultural ms amplio, en ciudades europeas como Glasgow, Barcelona o Bilbao, por nombrar unas pocas.

    A pesar del uso general de iniciativas culturales como catalizadores para la re-generacin urbana, el desarrollo de po-lticas culturales urbanas como elemento de gobierno de las ciudades ha sido ms lento y menos coherente. A menudo esto ha supuesto que los altos niveles de inver-siones necesarios para llevar a cabo even-tos culturales e infraestructuras importan-tes no estn enmarcados dentro de una evaluacin a largo plazo de legados cultu-rales ni tampoco de estrategias coherentes que busquen obtener una equilibrada dis-tribucin de los beneficios, tanto desde el punto de vista social como espacial.

    Tras los Juegos de la Commonwealth, celebrados en Manchester en 2002, con Liverpool como Capital Europea de la Cul-tura 2008 a la vista y con la preparacin en marcha de una oferta de Londres como candidata para celebrar los Juegos Olm-picos de 2012, el Reino Unido se encuen-tra en una posicin bastante buena para fortalecer el papel de la poltica cultural urbana dentro del contexto de los grandes eventos. El desafo para el Reino Unido, al igual que para los dems pases europeos, es conseguir el difcil equilibrio entre la dimensin econmica, social y cultural de la regeneracin urbana impulsada por los eventos.

    En un intento por identificar los xitos clave y los escollos encontrados en las ex-periencias ms recientes, este artculo exa-mina la evolucin del debate sobre el papel de la cultura en las ciudades as como el efecto de la progresiva convergencia entre los discursos culturales y econmicos de los enfoques europeos de la poltica cultural urbana. Tras realizar una breve evaluacin

    de la poltica cultural europea de las ltimas dcadas, el artculo estudia los orgenes y el desarrollo del programa Ciudad/Capital Europea de la Cultura y analiza las reivindi-caciones de xitos realizadas por ciudades como Glasgow y Barcelona en lo que se refiere al cambio de imagen y a la rege-neracin de dichas ciudades, a travs de actividades culturales y eventos especiales. El artculo concluye con una reflexin sobre la nocin de planificacin de la cultura y su potencial como alternativa integrada a la poltica cultural urbana y extrae, adems, lecciones y recomendaciones para un pos-terior desarrollo dentro del contexto del Reino Unido.

    comprensIn de las poltIcas cultu-rales urBanas

    Durante mucho tiempo las grandes ciu-dades han sido importantes escenarios de produccin cultural, forzando la creacin de innovacin cultural, centros de moda y la creacin del gusto. En un mundo en el que las grandes ciuda-des han perdido muchas de sus funciones tradicionales como productoras pero en el cual el imperialismo de gustos y modas cambiantes parece ser cada vez ms im-portante, es posible que este papel tradi-cional de las grandes ciudades se convier-ta en parte de la estrategia vital para la supervivencia urbana (Harvey, prlogo a Zukin, 1982, pp. xixii)

    David Harvey utiliz estas palabras para presentar el gran libro Loft Living escrito por Sharon Zukin en 1982. El libro destaca la unin entre el arte y la propie-dad inmobiliaria y pone de manifiesto las crecientes contradicciones entre el discur-so de otorgamiento de poderes a la cultu-ra, en el que se considera a los artistas y a la diversidad tnica como catalizadores de vibrantes centros urbanos, y el discur-so menos obvio de una nueva economa poltica urbana gestionada por lites de acuerdo con los intereses de especuladores inmobiliarios y de inversores corporativos. Zukin (1982, 1995) ha liderado las conver-saciones centradas en las nuevas formas de entender la economa cultural simb-

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    lica- de las ciudades. En este sentido, un avance fundamental durante las ltimas dcadas del siglo XX ha sido el hecho de que, si bien las ciudades siempre han te-nido funciones culturales, la evolucin de una economa global y orientada hacia los servicios ha situado a la cultura en el verdadero ncleo del desarrollo urbano y ha sustituido la nocin tradicional de la cultura como arte y herencia para pasar a considerarla como un activo econmico, un bien con valor de mercado y, como tal, un productor valioso de espacios urbanos de carcter comercial.

    Miles et al. (2000) observaron que es preciso tener en cuenta este cambio de concepcin y uso de la cultura:

    Uno de los desafos del nuevo siglo es democratizar este proceso (cultural) y dotar de transparencia a la produccin de espacios urbanos. Es decir, mirar desde un punto de vista crtico qu es lo que sucede y de qu suposiciones se parte. Despus dichas suposiciones pueden considerarse como productos culturales y abiertos al cambio (Miles et al., 2000, p 4).

    Para poder dotar de transparencia al proceso de produccin y comercializacin de la cultura, las ciudades necesitan de-sarrollar polticas que reconozcan a quien pertenece la cultura que se est apoyando en un momento determinado y con qu fin.

    Sin embargo, la introduccin de las po-lticas culturales ha sido mucho ms lenta que la tendencia a comerciar con la cultu-ra urbana. A nivel europeo, hubo que es-perar hasta principios de los aos 90 para que se suscitase este debate en los crculos acadmicos. Los primeros en lanzar el de-bate fueron Bianchini & Parkinson (1993) con la publicacin de una coleccin de en-sayos que exploraban una serie de ciuda-des europeas occidentales y se planteaban el efecto de la poltica cultural en el con-texto de la regeneracin urbana. Bianchini (1993, pp. 201 204) concluye con la iden-tificacin de una serie de dilemas que an

    mantienen su relevancia en la actualidad. Entre estos estn los dilemas espaciales tales como las tensiones entre los centros de las ciudades y la periferia y el riesgo de aburguesamiento, los dilemas de desarro-llo econmico, tales como el incentivo del consumo y de la sobre produccin y los di-lemas sobre la financiacin de la cultura que se plantean a la hora de apoyar activi-dades efmeras como eventos y festiva-les o actividades permanentes como las infraestructuras.

    Para abordar estos dilemas, Bianchini (1999) se postula a favor de la planifica-cin cultural entendida como alternativa tanto a las polticas culturales tradiciona-les, an basadas principalmente en defi-niciones estticas de la cultura como arte (Bianchini, 1999, p. 41) como a la regene-racin impulsada por la poltica cultural -la cual tiende a tomar un enfoque sectorial (Bianchini, 1999, p. 41). Por el contrario, la planificacin cultural adopta como base una amplia definicin de los recursos cul-turales y adopta un enfoque ms territorial que sectorial. El debate1 sobre la planifica-cin cultural ha evolucionado en paralelo al debate sobre la poltica cultural urbana, sin embargo, en parte gracias a su natura-leza ms ambiciosa y holstica, el primero es ms difcil de reconocer en la prctica. Un efecto de esta situacin es que el acerca-miento a la cultura en el seno de las polti-cas urbanas tiende a hacerse solamente en trminos funcionales que dan prioridad a la pregunta: qu puede aportar la cultu-ra a la economa en lugar de permitir el lanzamiento de los avances sociales y cul-turales y reconocer su valor intrnseco para la regeneracin urbana.

    El presente artculo aborda la conve-niencia de avanzar en el debate y espe-cialmente las prcticas de planificacin cultural. En este momento, sin embargo, vale la pena revisar de manera especfica la evolucin de la poltica cultural en Euro-pa as como el progresivo desarrollo de las polticas culturales. Esto revela un cambio progresivo hacia prioridades econmicas

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    y la relegacin de aspiraciones culturales como un componente relativamente me-nor dentro de la ecuacin.

    evolucin de la poltica cultural en eu-ropa: hacia una convergencia de la econo-ma con la cultura

    Desde la dcada de 1940 hasta la de 1960, el enfoque predominante de la po-ltica cultural en Europa defina a la cultu-ra como un arte pre-electrnico (Bianchi-ni, 1999, p. 37) y la actitud predominante entre los polticos y los diseadores de polticas era definir la cultura como un terreno totalmente separado y opuesto al terreno de la produccin material y de la actividad econmica (Garnham, 1983 cita-do en Bianchini, 1999, p. 37). Bianchini se refiere a esta rea como la edad de la re-construccin remarcando que se trata de un periodo marcado por los efectos de las dos Guerras Mundiales (Bianchini, 1999, p. 36). El potencial econmico de los recur-sos culturales sigui ignorndose durante las dcadas de los setenta y de los ochenta cuando las polticas estaban al servicio de las agendas sociales y polticas en lugar de las econmicas (Kong, 2000, p. 386). Es-tas dcadas estuvieron caracterizadas por nuevos movimientos sociales urbanos que impulsaron a los polticos a conceder una mayor autonoma poltica y cultural a las bases y a utilizar la poltica cultural como herramienta para fomentar la construc-cin de la comunidad (Kong, 2000, p. 386). Bianchini (1999, p. 37) define este periodo como la era de la participacin y marca el principio del uso de la cultura como par-te integral de la poltica y de las polticas urbanas (Kong, 2000, p. 387) dotando al centro de las ciudades de un papel prin-cipal como catalizadores de la identidad cvica y de la sociabilidad pblica (Bian-chini, 1993, p. 10).

    Sin embargo, hacia mediados de los ochenta, el nfasis sobre la poltica cultu-ral como mecanismo para fomentar el de-sarrollo de la comunidad y para incentivar la participacin social comenz a ser susti-

    tuido por un nfasis sobre el potencial de la poltica cultural como herramienta para el desarrollo urbano y la regeneracin f-sica. Kong (2000) identifica cuatro carac-tersticas principales de lo que ella define como un periodo de poltica econmica cultural. Entre ellas se incluye una cre-ciente inversin en las infraestructuras ne-cesarias para la produccin cultural tales como estudios...asociaciones de marke-ting y apoyo, as como la planificacin de distritos culturales (Kong, 2000, p. 387); el lanzamiento de avances emblemticos en el mundo del arte y eventos de gran ca-lado en el centro de las ciudades a menu-do relacionados con temas de patrimonio, con el fin de fomentar el turismo cultural (Kong, 2000, p. 387); el resurgimiento de espacios pblicos urbanos y, finalmente, un importante crecimiento de la participa-cin pblica y privada que incluye a res-ponsables del desarrollo, bancos, empresas de carcter nacional e internacional para abordar temas urbanos tales como el sumi-nistro cultural a las ciudades (Kong, 2000, p. 387). Bianchini (1999, p. 38) se refiere a este periodo como la edad del marketing urbano.

    La convergencia entre la cultura y la economa en el contexto urbano se ha vis-to acentuada desde finales de los noventa con la expansin de las tcnicas de mar-keting urbano y su progresiva transforma-cin en estrategias de creacin de marcas urbanas. La evolucin desde el marketing urbano hasta el enfoque holstico de mar-cas urbanas ha tenido implicaciones impor-tantes para los usos de la cultura. Si bien la primera se limitaba a la utilizacin de ele-mentos culturales incluidos en campaas promocionales (vase Ashworth y Voogd, 1995), la segunda implica un reposicio-namiento total de la ciudad as como una creacin de espacios (Ward, 1998 citado en Evans, 2003, p. 420) que tiene como objetivo reconciliar el ocio, los negocios y las demandas y aspiraciones comunitarias en un entorno competitivo (Evans, 2003, p. 428). El problema reside en que los nue-

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    vos enfoques de la poltica cultural asumen que las aspiraciones comerciales estn por encima del ocio y de las demandas de la comunidad. El objetivo de este artculo es precisamente abordar esta cuestin: es la suposicin sobre la que se basan las nuevas polticas culturales cierta o no?2

    Tibbot (2002) argumenta a favor de la creacin de marcas urbanas como mecanis-mo esencial para maximizar el impacto de los esfuerzos culturales. En palabras del propio autor:

    Para que un proyecto cultural tenga xi-to a la hora de impulsar la regeneracin es crucial que lo haga como parte de una marca de destino (destination brand) holstica. Esto significa la promocin no slo de elementos separados de un destino sino de todos ellos, envolviendo los atractivos individuales y los edificios con las infraestructuras que les rodean para crear una marca de destino unifica-da y un sentimiento de lugar (sense of place). La marca general deber guiar la planificacin a largo plazo as como la operacin de destino en trminos gene-rales. Slo esta marca de destino fuerte ser capaz de conectar con el corazn y las entraas del consumidor. Una vez que lo haya conseguido podr posicio-narse en las mentes de los visitantes y empezar realmente a ofrecer cuota de mercado con todos los beneficios eco-nmicos que de ello se derivan. Los proyectos culturales ofrecen el com-bustible emocional para las marcas de destino con xito. Y las marcas cultura-les pueden ser adaptadas por proyectos de regeneracin comercial. Por ltimo, los proyectos culturales correctamen-te planificados pueden aadir un valor significativo a la regeneracin. (Tibbot, 2002, p. 73)

    Este aspecto ha sido capitalizado por las autoridades tursticas quienes, en su intento de promocionar y diferenciar a la ciudad, se han convertido, en ocasiones, en el defensor ms visible de la cultura de las ciudades. Segn Evans (2003, p. 418):

    Es con el turismo con quien las expre-siones artsticas y de entretenimiento

    con marca comparten caractersticas co-munes puesto que hace tiempo que los centros tursticos y los destinos tienen marcas y paquetes organizados. De he-cho, tal y como seala Dean MacCannell, el turismo es el componente cultural de la globalizacin y el turismo cultural en diversas formas de patrimonio, arte, congresos, rutas. . . se est convirtiendo cada vez ms en un fenmeno urbano.

    Las agencias de desarrollo econmico tambin marcan las pauta en lo que se re-fiere a las estrategias culturales urbanas y, en concreto, en el desarrollo de esque-mas para apoyar a las llamadas industrias creativas, proceso que ha obtenido un gran apoyo por parte del gobierno central en el Reino Unido (vase DCMS, 2001; DTI, 2001).

    El predominio de agencias de desarrollo turstico y econmico en la defensa de la cultura urbana no hace ms que crecer de-bido al crecimiento de las conexiones glo-bales y a la competencia interurbana. Este proceso ha sido explicado por Scout en su exploracin de la economa cultural de las ciudades. (Scott, 2000, p. 2) donde el au-tor seala que las ciudades han mostrado una capacidad manifiesta tanto para ge-nerar cultura en forma de arte, ideas, es-tilos y modos de vida, como para producir altos niveles de innovacin y crecimiento econmico. Y como tal, las capacidades de generar cultura de las ciudades estn siendo aprovechadas con fines productivos (Scott, 2000, p. 14). Castells (1989, 1996) aade que dicho proceso es sorprendente en aquellas capitales y capitales de regio-nes que se proponen establecer su propia identidad internacional sin depender del centro nacin estado para competir en el contexto de la economa mundial. De hecho, esto es ms notorio en las antiguas ciudades industriales que han necesitado una agresiva redefinicin de las identida-des e imgenes de la propia ciudad (Miles et al., 2000, p. 5) para atraer al sector pri-vado y la inversin turstica. La frmula ms deseada es la que permite la reinvencin en economas creativas y de conocimiento,

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    segn argumentan Landry (2000) y Florida (2002).

    Sin embargo, la pregunta clave sigue siendo: pueden las ciudades competitivas a nivel mundial mantener su carcter local nico? Volviendo a la tesis de las marcas urbanas, Scott (2000, p. 9) argumenta que las principales ciudades muestran identi-dades individuales bien desarrolladas en-raizadas en el hecho de que las industrias de productos culturales compiten cada vez ms en mercados globales y necesitan marcas competitivas. Sin embargo, los esfuerzos para crear marcas pueden con-siderarse tambin como transformaciones artificiales o como mscaras de carnaval (Harvey, 1989), utilizadas para distraer la atencin de la creciente polarizacin eco-nmica, social y racial en el seno de las ciudades (vase tambin Kearns y Philo, 1993). Por otro lado, la capacidad de las marcas urbanas para crear un sentimiento de lugar es cuestionable puesto que se basa en la creacin de mensajes armnicos que lo abarcan todo, los cuales pueden ser to-talmente contradictorios con las distintas y a veces enfrentadas identidades culturales de un determinado entorno urbano. En pa-labras de Evans (2003, p. 421):

    A pesar de su alcance global y su ubicui-dad, resulta menos claro ver hasta qu punto los centros urbanos de ocio con marca pueden desarrollar y mantener una identidad y una imagen para una ciudad, por el hecho de crear un parque temtico, que de otro modo no tendra ninguna ubicacin. Asociar un lugar con un icono cultural es... un intento de do-tar a un lugar de un carcter creativo del que se han apropiado organismos cvi-cos y tursticos en el caso del Glasgow de Mackintosh, de la Barcelona de Gaud... y ahora del Bilbao del Guggenheim... [Sin embargo, e]l peligro del deterioro de las marcas es... evidente pues la simple imagen y marca pierden el impac-to y la novedad, y se precisa una gama ms pluralista de representaciones.

    En este contexto, vale la pena volver al tema de la poltica cultural y sus usos

    dentro del gobierno de las ciudades. Esto es as porque, en contraste con el uso fre-cuente de las referencias culturales en las estrategias de desarrollo econmico, la comprensin del proceso econmico no es siempre evidente en los discursos de la poltica cultural. Sin el establecimiento de polticas explcitas que intenten explicar o desvelar la relacin entre la cultura y la economa, el enfoque del desarrollo cultu-ral de las ciudades tiende a estar sesgado hacia fines instrumentales de aquellos que son responsables, ya sean lderes urbanos, responsables de la planificacin de la ciu-dad y/u otras agencias especialistas relacio-nadas. En el proceso, ciertas actividades resultan privilegiadas, mientras que otras son rechazadas y marginalizadas. Por tan-to, mientras que la cultura se utiliza para reinventar ciudades como centros de exce-lencia para el consumo comercial y de turis-mo, su papel como fuerza crtica que puede cuestionar el status quo se reduce de for-ma progresiva (vase Bianchini, 1990, pp. 239240). El problema de esta tendencia es la limitada capacidad de los esfuerzos culturales para abordar temas de inclusin social y de representacin multicultural. Esto apunta hacia la necesidad de ampliar el enfoque de la poltica cultural urbana y de actualizar la retrica al uso dentro de la comunidad cultural y artstica para poder hacer frente a los enfoques en continuo cambio de la regeneracin econmica im-pulsada por la cultura en el gobierno y en los crculos empresariales. En el siguiente apartado se exploran algunas de las inicia-tivas ms influyentes que estn teniendo lugar en Europa para estimular las pol-ticas culturales y la regeneracin urbana impulsada por la cultura y se analizan sus logros y limitaciones.

    reGeneracIn Impulsada por la cul-tura en europa: desde GlasGow a Barcelona

    En consonancia con los desarrollos de la poltica cultural esbozados ms arriba,

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    tras varias dcadas de focalizacin en ac-ciones culturales de desarrollo regional en la Unin Europea (UE), se ha producido un cambio hacia iniciativas ms localizadas en entornos urbanos, con proyectos como el de Capital Europea de la Cultura, llamado anteriormente Ciudad de la Cultura. Evans (2003, p. 426) sugiere que este proyecto ha actuado como eficaz Caballo de Troya mediante el cual las polticas estructurales de ajuste econmico y financiacin se han canalizado hacia la regeneracin impulsa-da por el arte superando, en trminos generales, a las polticas de desarrollo eco-nmico y cultural nacionales e incluso ur-banas. Segn sus propias palabras, el uso de la cultura como conducto para la marca del Proyecto Europeo ha aadido emocin a la competencia cultural urbana, si bien celebrando al mismo tiempo una versin oficial del renacimiento urbano europeo (Evans, 2003, p. 426). Hay quien ha puesto en tela de juicio la capacidad de dicho pro-yecto para superar las polticas culturales locales (Myerscough, 1994, p. 24). Sin em-bargo, existen pocas dudas con respecto al efecto que el proyecto ha tenido sobre el aumento de la competitividad de las ciuda-des y sobre el progreso de los planes de re-generacin liderados por la cultura, sobre todo en el contexto del Reino Unido. As pues, se trata de un proyecto que merece un anlisis ms detallado.

    el programa de ciudad europea de la cultura y el modelo de Glasgow

    El programa Ciudad Europea de la Cul-tura (CEC) fue concebido en 1983 por Meli-na Mercuri, en ese momento ministra grie-ga de cultura. El objetivo del programa era dotar de una dimensin cultural al trabajo de la Comunidad Europea en un momento en el que no tena unas atribuciones cul-turales definidas para la accin cultural y celebrar la cultura europea como medio de acercamiento de las comunidades. Las primeras ciudades en ostentar el ttulo fueron una lista insuperable de centros culturales europeos: Atenas (1985), Floren-cia (1986), msterdam (1987), Berln Occi-

    dental (1988), Pars (1989) y todos ellos celebraron el ao como marcador de su ya evidente importancia cultural. Se con-templaba que en 1990 la ciudad anfitriona fuese una ciudad del Reino Unido, as es que en 1986 el gobierno britnico celebr, por primera vez en la historia del progra-ma, una competicin para decidir qu ciu-dad britnica debera ser nominada. Nue-ve ciudades entre las que se encontraban Bath, Bristol, Cambridge, Edimburgo y Li-verpool compitieron con Glasgow la cual recibi la nominacin en octubre de 1986.

    La eleccin de Glasgow supuso un cam-bio radical en la orientacin de la CEC que refleja la anteriormente mencionada tran-sicin hacia la era del marketing urbano dentro de la poltica cultural. Glasgow fue la primera ciudad que us la CEC como catalizador para acelerar la regeneracin urbana, lo cual result en un ambicioso programa de actividades culturales con un nivel de financiacin sin precedentes por parte de las autoridades locales y de pa-trocinadores privados. Los elementos clave que han inspirado otros centros urbanos y que son considerados como ejemplos pioneros de la poltica cultural urbana in-cluyen: el nfasis en el uso de una amplia definicin de la cultura, que comprende no slo el arte sino otros elementos que reflejan la identidad de Glasgow, tales como diseo, ingeniera, arquitectura, construccin naval, religin o deportes; la distribucin de actividades no confinadas al centro de la ciudad sino tambin a otras zonas perifricas, con el fin de alcanzar y estimular la participacin de comunidades menos privilegiadas; la inclusin de em-presas nacionales insignia as como estre-llas internacionales a la vez que se apoya a los nuevos artistas locales y a las organiza-ciones de base; y la asignacin de financia-cin tanto para actividades contempor-neas como para infraestructuras culturales permanentes.

    Tambin se han desarrollado enfoques hacia la regeneracin impulsada por la cul-tura en ciudades como Barcelona y Pars,

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    las cuales, como veremos en los siguien-tes apartados, tambin vieron el valor de utilizar grandes eventos e infraestructuras distintivas como catalizadores del rena-cimiento urbano durante las dcadas de los ochenta y noventa. En cualquier caso, Glasgow fue capaz de distinguirse y de es-tablecer nuevas tendencias gracias a su de-dicacin explcita a celebrar la cultura en un sentido amplio y a apoyar las activida-des culturales tanto en zonas con grandes carencias como en prestigiosos centros de arte.

    A pesar de los logros incuestionables de Glasgow, la experiencia de 1990 sufra ciertas limitaciones importantes, siendo una de las principales la falta de provi-sin para el sostenimiento de los legados culturales a largo plazo. No se puede ne-gar que 1990 cre unas condiciones para asegurar un importante legado fsico me-diante la generosa inversin en proyectos de capital (43 millones de libras) lo cual result en infraestructuras nuevas o reno-vadas que todava funcionan en la actua-lidad. Entre ellas se incluyen la nueva Sala de Conciertos de Glasgow, las renovadas Galeras McLellan, as como la transfor-macin de antiguos espacios en ruinas en innovadores espacios culturales como el Telefrico (Tramway) y los Arcos (Arches). Sin embargo, los organizadores del evento no establecieron alianzas ni estructuras de fuerzas de trabajo que pudieran sobrevivir a aquel ao y que pudieran aplicarse, en menor escala, fuera de la celebracin de un gran evento. La explicacin est par-cialmente en que la ciudad afront 1990 desde una perspectiva econmica en vez de desde una perspectiva cultural (vase Booth, 1996). Se utiliz la cultura como instrumento para la regeneracin econ-mica sin que estuviera respaldado por una poltica urbana debidamente desarrolla-da. Por tanto, las decisiones se tomaron a menudo en funcin de posibles benefi-cios empresariales, cobertura meditica y atractivo turstico en lugar de desarrollo de la comunidad y expresin propia3. Esto

    se refleja en la falta de equilibrio entre el presupuestar para una actividad que va a estar presente durante el ao del evento e invertir en las condiciones que permitiran que se produjera una mayor actividad y se distribuyera en aos posteriores. En lneas generales, esta situacin revela una marca-da divisin entre el apoyo a las actividades de lite y a las de base. Si bien es cierto que exista equilibrio entre la programacin de dichas actividades, no fueron igualmente promocionadas ni apoyadas de manera que pudieran sobrevivir ms all de 1990.

    Una limitacin aadida para el sosteni-miento del legado fue la transformacin radical de las estructuras de gobierno de la ciudad, la cual entre 1995 y 1996 tuvo que sufrir una reorganizacin del gobier-no local. Dicha reorganizacin supuso la desaparicin del Consejo Regional de Sta-thclyde, actor clave en 1990, el cual, com-binando prioridades y recursos con el Con-sejo de Distrito de Glasgow, hizo posible el aplaudido equilibrio de provisin cultu-ral para las lites y las base, as como la distribucin espacial, tanto central como perifrica, que fue tan singular en las ce-lebraciones de Glasgow. Los cambios en el gobierno local provocaron una ruptura de las polticas culturales emergentes na-cidas de la experiencia de 19904. En lugar de aprovechar la experiencia, la poltica cultural de Glasgow tom una direccin diferente y progres de modo poco uni-forme durante toda la dcada de los no-venta. La ciudad sigui reinventndose a s misma, tratando de conseguir y organizar una gran variedad de eventos especiales, a veces no relacionados, como parte de la causa de promocin de la ciudad y con el fin de impulsar la regeneracin econmi-ca. La limitada coherencia de las polticas culturales que subyace a este proceso ha supuesto que, tal y como vaticinaba Booth (1996, p. 26), el proceso haya sido costo-so en lo que a medios y dinero se refiere y tambin que a veces se haya producido una distraccin del objetivo principal que

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    era producir beneficios de progresiva re-generacin social, econmica y fsica.

    A pesar de los inconvenientes, Glasgow 1990 cambi la percepcin no slo de la ciu-dad sino tambin del programa CEC. Des-de entonces, las ciudades nominadas han sido ms ambiciosas con sus propuestas, la mayora de las cuales se han inclinado hacia programas de regeneracin urbana. La Comisin Europea ha respondido a las crecientes expectativas mediante la adju-dicacin de presupuesto pasando de una media de 120,000 [80,000] hasta 1992, a 600,000 [400,000] en 1996, y a 3 millones de Euros [2 millones de libras] para apoyar de manera excepcional a nueve ciudades en el ao 2000 (CE, 2004; Myerscough, 1994, p. 5). Sin embargo, en lneas generales, el pro-grama CEC revela una serie de debilidades que son el reflejo de muchas de las tensio-nes an no resueltas en la poltica cultural urbana europea.

    La raz del problema de la CEC es la fal-ta de definiciones y directrices claras para la accin. A pesar de los intentos por crear plataformas para compartir el know-how (tales como la Red Europea de Ciudades y Meses Culturales) no hay en funcionamien-to un mecanismo formal de control. Y como tal, la informacin disponible sobre las ex-periencias relacionadas con la CEC confa por entero en la voluntad de las ciudades anfitrionas para producir un informe final. Los informes existentes han sido a menudo elaborados como mecanismos de promo-cin, con la intencin de exaltar el valor del ao y de celebrar sus logros, en lugar de actuar como anlisis bien fundado de la experiencia en el que se explique el proce-so de toma de decisin y se reconozcan las limitaciones o fallos. Los informes globales son escasos, en cualquier caso, y bsicamen-te limitados a la evaluacin de los impactos inmediatos, sin un estudio de seguimiento a medio o largo plazo. El efecto resultante es la creacin de unos mitos virtualmente incuestionables sobre el valor que supone ostentar el ttulo, los cuales disfrazan de algn modo la falta de intentos serios para

    aprender lecciones de la experiencia y es-tablecer con xito modelos reproducibles de regeneracin impulsada por la cultura y, lo que es ms importante, sostenibles.

    enfoques alternativos a la regenera-cin impulsada por la cultura

    El programa CEC no ha tenido el mis-mo grado de influencia en todos los pases europeos y algo que resulta interesante es que los modelos alternativos sufren limita-ciones similares. En Francia, y en concreto en Pars, la regeneracin impulsada por la cultura se ha visto influida por el progra-ma Grand Projets Culturels que implica la restauracin y el desarrollo de infraestruc-turas, tales como la Pirmide del Louvre, el Centro Pompidou y la Opera de la La Bas-tille (Bianchini, 1993, p. 16; Evans, 2003, pp. 424425). En Espaa el caso de Bilbao supo-ne una interesante variacin del programa puesto que ha sido pionera en la dotacin de una nueva imagen para la ciudad (Evans, 2003, p. 432) mediante la inversin en una infraestructura cultural insignia, el museo Guggenheim en 1997. El objetivo principal de este plan es crear infraestructuras per-manentes que sean muy visibles. Sin em-bargo, al igual que ocurra con el programa CEC, la mayora de estas infraestructuras han sido esencialmente diseadas como emblemas de prestigio, lo que ha conse-guido, en trminos generales, promocionar la imagen de la ciudad y atraer el turismo, pero ignorando las necesidades sociales y culturales de la comunidad local y tenien-do un impacto limitado sobre las tasas de empleo y la recuperacin econmica de la zona a largo plazo (vase Evans, 2003, p. 425; Gmez, 1998).

    Barcelona es otro ejemplo interesante de regeneracin urbana impulsada por la cultura que ha provocado que a menudo se ensalce el modelo Barcelona de pla-nificacin urbana, el cual est siendo imi-tado en todo el mundo. Las caractersticas distintivas de este modelo son el uso de eventos importantes como catalizadores del renacimiento de la ciudad desde la

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    Exhibicin Universal de 1888 hasta los Jue-gos Olmpicos de 1992 y el Foro de las Cul-turas de 2004 y un enfoque hacia la rege-neracin que combina la reestructuracin fsica (carreteras de circunvalacin, desa-rrollo de los muelles) con la representa-cin simblica (mediante la promocin de la identidad catalana/mediterrnea) y que tiene lugar de forma policntrica, crean-do mltiples nudos de actividad cultural y empresarial enraizados en comunidades solidamente definidas en cada esquina de la metrpolis.

    No obstante, estos elementos aparen-temente exitosos deben considerarse den-tro de un contexto. El uso agresivo de los mega-eventos como emblemas simblicos para potenciar el orgullo local y establecer la marca de Barcelona refleja un enfoque de arriba hacia abajo de la representacin cultural en el que la identidad local se uti-liza como mecanismo de marketing. El re-sultado ha sido lo que Balibrea (2001, pp. 199-189) describe como una representa-cin/significado totalmente englobador y coherente de la ciudad hegemnicamente construido para la opinin de los extran-jeros y que puede llevar a la alienacin y desubicacin de los habitantes de la ciudad. Adems, la creacin de una ciu-dad policntrica no ha evitado, sino que ha acentuado, el riesgo de espacios abur-guesados. La ciudad ha creado mltiples centros culturales pero no se permite a las comunidades con ingresos ms bajos seguir siendo parte de los mismos. Podra argumentarse que el desarrollo de cada uno de los barrios culturales de moda se produce de forma paralela a la reubica-cin (desplazamiento hacia las mrgenes) de los centros histricos pero que no estn de moda.

    Al igual que en el caso de Glasgow, las experiencias de Pars, Bilbao y Barcelona sugieren una falta de integracin adecua-da entre las polticas econmicas y cultura-les. En la ltima parte del presente artculo se esbozan las races de este problema y las recomendaciones para superarlo.

    leccIones para el reIno unIdo

    Durante los ltimos 20 aos, las autori-dades locales de todo el Reino Unido han mostrado una creciente dedicacin para encontrar e implementar modelos eter-namente exitosos de regeneracin urbana impulsada por la cultura. Este empeo ha llegado a su punto lgido en los tiempos presentes, tras la muy publicitada compe-tencia para albergar la Capital Europea de la Cultura en 2008, que finalmente ha ga-nado Liverpool y con Londres trabajando como candidata para celebrar los Juegos Olmpicos de 2012. Se ha utilizado a Bil-bao, Barcelona y Glasgow como ejemplos recurrentes de buenas prcticas siendo publicitados a bombo y platillo tanto por un sector de los medios de comunicacin como por organismos pblicos y empresas privadas. El despliegue publicitario est rodeado de fuertes presiones entre los que toman las decisiones y los responsables cul-turales para encontrar el modelo de accin perfecto. El presente artculo demuestra que no existen respuestas directas ni mo-delos perfectos a seguir. Sin embargo, es posible extraer lecciones de experiencias pasadas.

    La mayora de los problemas encontra-dos en los casos que aqu se revisan estn relacionados con los tres dilemas seala-dos por Bianchini en 1993. El dilema de la financiacin cultural, entendido como la dificultad para encontrar el perfecto equilibrio entre la inversin temporal y la actividad permanente, es obvio tanto en la regeneracin impulsada por los even-tos como en la impulsada por las infraes-tructuras. El dilema supone no tanto una oposicin entre la inversin en eventos y la inversin en infraestructuras culturales, sino una reconsideracin sobre el modo de enfocar cualquiera de dichas inversio-nes. La inversin en eventos puede con-ducir a prcticas sostenibles si el proceso est inmerso en un enfoque coherente de la poltica cultural. Este ha sido el caso de Barcelona despus de los Juegos Olmpi-cos y podra haberse aprovechado mejor

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    en Glasgow si la ciudad no hubiese sido privada radicalmente de fondos y no hu-biese sufrido los cambios de prioridad que se produjeron tras la reorganizacin del gobierno local. Por otro lado, la inversin en infraestructuras emblemticas podra conducir a la creacin de lugares caros e infrautilizados, tambin llamados ele-fantes blancos. Los ejemplos que se han aportado en el presente artculo no corren este riesgo al menos en un futuro previsi-ble. Sin embargo, un peligro inherente al Gran Projets francs y al Guggenheim de Bilbao es que el coste de mantener es-tos edificios de alto standing ha llevado en ocasiones a realizar recortes en el apoyo a iniciativas ms participativas de carcter local que, a un coste mucho ms reducido, podran resultar ms sostenibles a largo plazo.

    Para abordar este primer dilema es necesario entender un segundo dilema econmico que pone de manifiesto el di-fcil equilibrio entre estimular el consumo cultural, el cual proporciona beneficios in-mediatos en lo que se refiere a implicacin de la comunidad y atraccin de turistas, y apoyar la produccin cultural, lo cual re-quiere tiempos de realizacin ms largos pero resulta un enfoque ms eficaz para garantizar un grado de control sobre la economa local y su sostenibilidad a largo plazo. Tras una dcada intentando recu-perarse del deterioro industrial y de una excesiva confianza en la produccin, es comprensible que la ciudad orientada al servicio aspire a sobresalir por su oferta de servicios pblicos para el consumo. Esto se ve reforzado en el contexto de una eco-noma global, con la tendencia hacia la acumulacin de la produccin de bienes culturales en unas cuantas mega-ciudades y hacia la creacin de una creciente red de segundas ciudades dependientes. Sin em-bargo, las ciudades que aspiran a estable-cerse como centros culturales vibrantes y a atraer a las clases creativas, segn sea-la Florida (2002), necesitan retener ciertos niveles de autonoma en lo que se refiere

    a provisin cultural, ya sea mediante infra-estructuras para respaldar la produccin del arte tradicional (estudios de artistas, lugares de calidad para representaciones) o mediante industrias creativas en rpida expansin. En Glasgow 1990, la genero-sa aportacin para presentar actuaciones culturales de primera clase durante el ao de los eventos no estuvo acompaada por inversiones en nuevos estudios de msica o cine ni en centros de diseo y moda, por nombrar tan slo unas pocas de las reas a travs de las cuales la ciudad pretenda reinventarse a s misma5.

    Por ltimo, todos los casos aqu analiza-dos revelan una dificultad para abordar el dilema espacial o el reto de proveer tan-to para el centro de la ciudad como para las zonas perifricas y evitar el peligro de aburguesamiento. Glasgow 1990 ofrece un excelente ejemplo de una amplia dis-tribucin geogrfica de actividad cultural, incluidas las reas ms desfavorecidas de la ciudad, pero no ha conseguido establecer estructuras sostenibles para mantener este equilibrio una vez acabado el CEC. Barcelo-na ha conseguido mantener un equilibrio geogrfico en lo que a provisin cultural se refiere pero ste ha tenido lugar a costa de sustituir vecindarios con bajos ingresos por otros de alta gama. Una limitacin co-mn ha sido la incapacidad de utilizar las inversiones en emblemas culturales para mejorar las condiciones de comunidades locales desfavorecidas. En su lugar, estas inversiones se han utilizado para renovar o embellecer zonas previamente en ruinas o sin atractivo para conseguir as la reubica-cin de grupos con altos ingreso al tiempo que se empuja a los grupos con ingresos ms reducidos hacia zonas marginales.

    La incapacidad para superar estos dile-mas identificados desde hace tiempo su-giere que existen ciertas contradicciones no resueltas dentro de los enfoques actua-les de la poltica cultural urbana. Esto se debe a la relacin desequilibrada entre las prioridades econmicas y las culturales en la poltica urbana. La tesis de que la cul-

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    tura tiene una dimensin econmica ha provocado la idea errnea de que existe una convergencia armnica de ambas es-feras que se materializa en la poltica cul-tural contempornea. Por el contrario, los casos estudiados revelan que las polticas culturales urbanas estn supeditadas al razonamiento de estrategias de desarro-llo econmico ms ambiciosas y fciles de controlar.

    Para asegurarnos de que las polticas cul-turales aprovechen al mximo el papel que deben y pueden desempear en ciudades contemporneas, es necesario llevar a cabo una revisin de la terminologa que en la actualidad se utiliza. Resulta crucial ampliar an ms las atribuciones de la poltica cul-tural de manera que se aborde la comple-ja y multifactica naturaleza de la cultura urbana. Bianchini (1999) sugiere que slo puede hacerse posible mediante el cambio radical de nuestra idea de cmo planear y desarrollar polticas en las ciudades.

    Lo que los diseadores y responsables urbanos necesitan en la actualidad es, quizs, la creatividad del artista.... Es de-cir, creatividad para ser capaces de sin-tetizar, de ver las conexiones entre los entornos natural, social, cultural y eco-nmico y comprender la importancia no slo de las infraestructuras tangibles sino tambin de las intangibles.... El conocimiento sobre cmo utilizar las infraestructuras intangibles [rutina dia-ria de trabajo y juego, rituales locales, ambientes y atmsferas, sentimiento de pertenencia de la gente] es crucial para implementar con xito las polticas (Bianchini, 1999, pp. 4243)

    Siguiendo los argumentos existentes en torno al concepto de planificacin cul-tural, se requiere una idea ms holstica y flexible de la poltica cultural que informe tanto la nocin actual de una esfera artsti-ca como las esferas econmica, poltica, so-cial, educacional y medioambiental de las ciudades. En este sentido, los responsables de las polticas culturales han de ser am-biciosos en sus enfoques, de la misma ma-nera que lo son los organismos tursticos y

    las agencias de desarrollo en su bsqueda del marketing urbano impulsado por la cultura y la marca cultural. Sin embargo, en lugar de propiciar un enfoque experto de arriba hacia abajo, como ha sido gene-ralmente el caso en los ejemplos aqu ana-lizados, el nfasis debe estar en la creacin de una plataforma para las comunidades locales que incluya tanto al ciudadano medio como a las autoridades y agencias especializadas para expresar sus opiniones y expectativas y para controlar el proceso de toma de decisiones. El objetivo final es, pues, retener el control local, forjando una identidad local y un sentimiento de pertenencia a un lugar (Stevenson, 1998, p. 103) y evitar as el sentimiento de alie-nacin, de tergiversacin y de falta de pro-piedad que rodea a la mayora de los enfo-ques actuales de la regeneracin y marca urbana y que les lleva a no ser originales, ni crebles, ni sostenibles a largo plazo.

    Es preciso, asimismo, abogar por una planificacin cultural que no est necesa-riamente sometida a los imperativos eco-nmicos. Para ello, es crucial desarrollar tcnicas para evaluar los impactos y lega-dos culturales como alternativa a tcnicas ms establecidas y claramente predomi-nantes con el fin de evaluar los impactos econmicos inmediatos. Parte del proble-ma actual es que los responsables y en-cargados de las polticas urbanas se rigen plenamente por las pruebas aportadas me-diante los estudios de impacto econmico y fsico puesto que existe una absoluta fal-ta de pruebas convincentes sobre los im-pactos culturales y sociales. De hecho, tal y como ocurre en el caso de las definiciones de poltica cultural, los propios trminos tienen definiciones demasiado amplias y son realmente difciles de medir. Para cambiar esta tendencia, iniciativas como la de la CEC han de poner un nfasis mucho mayor en el valor que aporta controlar el efecto a largo plazo que produce el ser anfitrin de un evento cultural y asegurar la amplia distribucin de los hallazgos y del conocimiento y la experiencia (know-

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    how). Este proceso se beneficiara de un enfoque coordinado a nivel de la UE que permitiera el establecimiento de nuevos modelos comparativos de anlisis cultural como ya es el caso en otras reas de inves-tigacin urbana.

    Los distintos argumentos y situaciones descritos en el presente artculo se podran resumir en una serie de lecciones clave. Los creadores de polticas culturales y los responsables de la planificacin urbana tanto del Reino Unido como de cualquier otro lugar se beneficiaran si las tuviesen en consideracin cuando se embarquen en grandes proyectos de desarrollo urba-no, ya sea en la organizacin de grandes eventos culturales o infraestructuras em-blemticas6.

    En primer lugar, resulta crucial que las inversiones de capital y los proyec-tos para edificios sean sostenibles y cuenten con planificacin de gastos a largo plazo desde el principio.

    Asegurar que se implique en las con-sultas a todos los niveles de la comu-nidad evitando as que predomine el enfoque de arriba hacia abajo en la toma de decisiones.

    Asegurar que las inversiones cultu-rales no se consideren simplemente como una importacin de productos con clase a nivel mundial, sino que faciliten la creacin y produccin sos-tenible de la cultura local tanto para el consumo local como para la expor-tacin cultural.

    Asegurar que las inversiones cultu-rales estn asociadas a las gentes y a las comunidades, invirtiendo tanto en ellas como en su entorno en lugar de correr el riesgo de dejar a las per-sonas atrs cuando se produce una cambio de entorno.

    Y por ltimo, asegurar que las inver-siones culturales sean evaluadas y medidas por su impacto cultural ade-ms de por su impacto econmico y

    regenerativo. Esto ltimo requiere un apoyo creciente al desarrollo de estu-dios longitudinales que monitoricen la progresin de impactos y legados a largo plazo -ms all de los primeros cinco aos.

    Tal y como indicbamos al principio de este artculo, el Reino Unido se encuentra, en la actualidad, en una posicin particu-larmente buena para reforzar el papel de las polticas culturales urbanas y la planifi-cacin en el contexto de los grandes even-tos. Sigue vigente el argumento de que la cultural tiene una importante dimensin econmica y puede ser un catalizador para la regeneracin urbana y la regeneracin de la imagen. El reto es colocar a la cultu-ra ms cerca del centro de la ecuacin y utilizarla no como un instrumento tempo-ral convertido en producto bsico para fines externos, sino como un objetivo en s misma que puede desarrollar todo su po-tencial a largo plazo como marca de ver-daderos centros urbanos nicos.

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    notas1 Esta definicin incluye artes y medios de

    comunicacin; culturas de juventud, minoras tnicas y otros; patrimonio (incluida la gastro-noma, los dialectos...); las percepciones de un lugar desde dentro y desde fuera; el entorno natural y construido; la diversidad y calidad de las actividades de ocio; el repertorio de produc-tos locales y las habilidades artesanas... (Bian-chini, 1999, p. 41).

    2 Agradezco las sugerencias realizadas por un revisor annimo para enfatizar este punto.

    3 El Consejo Regional de Strathclyde cofi-nanci las celebraciones de 1990 con un intenso programa social y educacional, que tuvo como resultado un amplio programa comunitario que sobrepas los lmites de las reas perifricas de Glasgow. Sin embargo, este programa careci de visibilidad durante el ao y, en parte debido a la reorganizacin del gobierno local que tuvo lugar en 1996, no consigui influir a largo plazo sobre la poltica cultural urbana de la ciudad.

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    4 El Consejo Regional de Strathclyde ha es-tado trabajando en una Poltica Cultural Post 1990 para la regin desde 1988. Este documen-to sobre poltica continu evolucionando hasta 1993 y deba ser adaptado como poltica cultu-ral para la nueva -y reestructurada- Glasgow despus de 1996. Sin embargo, la iniciativa no pudo sobrevivir a la reorganizacin del gobier-no local que termin oficialmente en 1997.

    5 El apoyo a la produccin musical, cine o diseo se ha convertido desde entonces en una prioridad para los servicios de regeneracin de Glasgow. Sin embargo, no se dispuso de una adecuada financiacin hasta mediados o finales de los noventa y muchos proyectos han sufrido recortes peridicos de financiacin.

    6 Deseo expresar mi agradecimiento a Matthew Reason por su asesoramiento en este tema.