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Por qué los hombres se ponen a la defensiva Gary Chapman A menudo las esposas me preguntan: “¿Por qué mi esposo se pone tan a la defensiva?”. Margarita dijo: “Todo lo que tengo que hacer es mencionar que hay que cortar el césped para que pierda los estribos. ¿Por qué se enoja tanto?”. Alicia dijo: “Estamos conduciendo por la carretera. Todo está bien. Noto que está yendo a 110 km/h en una zona de 90 km/h. Le digo algo y empieza a gritar y chillar. No entiendo su conducta”. Tanto Margarita como Alicia están experimentando reacciones defensivas de sus esposos. Dicha conducta les parece totalmente incomprensible. El hecho es que ambos hombres están revelando algo sobre ellos mismos. La actitud defensiva siempre revela algo del ser interior. La actitud defensiva es mi reacción cuando alguien toca mi autoestima. Cuando algo amenaza mi sentido de valoración personal, tendré una respuesta defensiva. Los esposos de Margarita y Alicia están revelando una autoestima afectada. En la historia de cada uno, alguien ha vinculado la acción de cortar el césped o de conducir un auto con su

Por Qué Los Hombres Se Ponen a La Defensiva

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Psicología masculina. El comportamiento del hombre actual en la sociedad moderna. Conocer cómo piensan, hará encontrar a todas las mujeres soluciones para mejorar la convivencia.Trabajo escolar

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Page 1: Por Qué Los Hombres Se Ponen a La Defensiva

Por qué los hombres se ponen a la defensiva Gary Chapman

A menudo las esposas me preguntan: “¿Por qué mi esposo se pone tan a la defensiva?”. Margarita dijo: “Todo lo que tengo que hacer es mencionar que hay que cortar el césped para que pierda los estribos. ¿Por qué se enoja tanto?”. Alicia dijo: “Estamos conduciendo por la carretera. Todo está bien. Noto que está yendo a 110 km/h en una zona de 90 km/h. Le digo algo y empieza a gritar y chillar. No entiendo su conducta”. Tanto Margarita como Alicia están experimentando reacciones defensivas de sus esposos. Dicha conducta les parece totalmente incomprensible.El hecho es que ambos hombres están revelando algo sobre ellos mismos. La actitud defensiva siempre revela algo del ser interior. La actitud defensiva es mi reacción cuando alguien toca mi autoestima. Cuando algo amenaza mi sentido de valoración personal, tendré una respuesta defensiva. Los esposos de Margarita y Alicia están revelando una autoestima afectada. En la historia de cada uno, alguien ha vinculado la acción de cortar el césped o de conducir un auto con su autoestima. Tal vez fue un padre que siempre estaba tras el hijo para que cortara el césped, y le decía que era un inútil porque había que insistirle para que cortara el césped cada semana. Tal vez fue una serie de multas por velocidad en la adolescencia que le transmitió “eres un pésimo conductor”. Por eso, cuando su esposa le menciona el césped o la velocidad límite, cada uno reacciona a la defensiva. O tal vez el problema sea más general: el comentario de su mujer le parece una crítica, y él se siente atacado. La clave para aprender a atenuar las reacciones defensivas del esposo es que la mujer le exprese sus inquietudes de una manera que no dañe su autoestima. Margarita podría asegurarle a Miguel que no está tratando de denigrarlo o fastidiarlo; de hecho, ella piensa que se

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desempeña bien en el cuidado del jardín, solo que quiere asegurarse de que el césped luzca bien aquel fin de semana. Ella podría preguntarle cómo quiere que le comunique su inquietud. Si él no tiene tiempo, ella se podría ofrecer voluntariamente a cortar el césped o podría contratar a un jardinero. Es muy probable que Miguel responda bien a lo que Margarita le diga, y que juntos encuentren la manera de que ella le exprese su inquietud sin provocar una actitud defensiva en él. Si ambos cónyuges tratan de entender los conflictos que tienen cada uno con su autoestima, serán menos propensos a relacionarse de manera defensiva y podrán desarrollar mayor intimidad.

Estar a la Defensiva y Baja Autoestima

Si siempre estás a la defensiva, y piensas que

todo el mundo te quiere hacer daño, lee este

artículo porque te explicare sus causas y como

evitarlo, para que aprendas a eliminar los

malos ratos por cosas que en realidad no son

como las piensas.

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A veces tratamos de cuidarnos a nosotros

mismos, lo hacemos de una manera que nos

perjudica no nos damos cuenta, nos ponemos a

la defensiva y conseguimos malos resultados

dejando un amargo sabor en el alma. A veces

por una baja autoestima estamos siempre a la

defensiva, un comentario o actitud de otros la

malinterpretamos y la tomamos como algo

personal, esto produce un enojo exagerado, y

entregamos respuestas agresivas; te conviertes

en una persona hipersensible, no se te puede

decir nada, te sientes ofendida por todo, tienes

la sensación de ser siempre juzgada y atacada,

por lo que vives en alerta permanente, para así

evitar ser lastimada.

Piensa cuantas veces te ha sucedido, que un

compañero de trabajo, tu pareja o un familiar,

te hace una pregunta y te critica o desafía algo

que hayas hecho, tu respondes de la manera

que siempre lo has hecho; te haces la ofendida

y contraatacas evitando el tema en cuestión,

ósea te pones a la defensiva, siempre has

respondido así, es tu estrategia de

supervivencia para no dañar tu autoestima,

aunque esta manera de defenderte te hace

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daño porque te encierras en tu caparazón y no

te deja ver la solución al problema y quizás

evites el trato social.

¿Por qué ocurre esto? Porque quieres

ahorrarte la incomodidad, en vez de ver la

verdad de la situación. Cuando te colocas en

esta situación de defensa, tu autoestima sufre

porque estas evitando la realidad, y el no

aceptar la realidad es producto de una baja

autoestima.

Te doy un ejemplo; si has cometido un error en

el trabajo y tu jefe te lo da a conocer, tu

manera de responder será contraatacando,

porque han dado “en tu herida”, aunque en tu

interior sabes que has cometido un error, no

quieres reconocer que te equivocaste, tal vez

no quieres parecer débil delante de otra

persona, o no quieres que te perciban como

alguien que comete errores por temor a ser

rechazada.

Por lo general, esto sucede en personas que en

su infancia o juventud han tenido una mala

experiencia con padres o figuras de autoridad,

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constantemente eran criticados o castigados

por lo que se volvieron hipersensibles.

Cualquier conversación es tomada como un

ataque personal en vez de escuchar lo que

realmente se les dice, su cabeza se imagina

cosas “que la otra persona quiere decir

realmente” (eres una incompetente, o no sirves

para nada)

Si estas siempre a la defensiva no podrás

encontrar la paz, te volverás en contra del

mundo, y puedes tener muchas virtudes y

atractivo, pero si eres hipersensible, a los

demás les será difícil tratar contigo.

La idea está en saber defenderse

adecuadamente. Aquí te dejo unos ejercicios

para que aprendas a corregir tu error mental, y

así tener buenas relaciones con los demás, y lo

que es mejor conseguir paz interior.

No tomes los comentarios o acciones de los

demás como algo personal, por lo general

proyectamos lo que traemos dentro.

Cuestiona tus creencias y modifícalas, por

ejemplo;

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a.       No confió en nadie, porque me pueden

hacer daño.

b.      Todos los hombres son malos.

c.       A mí nadie me va a engañar.

Esfuérzate en escuchar lo que literalmente

se te dice, pregúntale directamente a que se

refiere, antes de contestar lo primero que se

te venga a la cabeza, no prejuzgues ni des

algo por entendido.

Respira profundamente, se consciente, no te

sientas tensa, no te dejes llevar por la

ansiedad de responder cualquier cosa.

Responde a lo que se te ha dicho, no entres

en irrelevancias, y no contraataques.

También es importante que trabajes en

elevar tu autoestima, y que de a poco vayas

resolviendo tus inseguridades y miedos que

provocan esta actitud.

Para una persona que lleva mucho tiempo

poniéndose a la defensiva le será difícil,

aparecerá la ansiedad, pero no debes dejar que

te manipule, tú debes controlarla, ya que con el

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tiempo se aprende y tú serás la principal

beneficiada, podrás tener comunicaciones más

efectivas, así también evitaras conflictos

innecesarios.

La actitud defensiva Ser receloso y estar siempre alerta permite adelantarse a posibles ataques, pero genera tal desconfianza que también fomenta el aislamiento y grandes errores de interpretación.Suele decirse que la mejor defensa es un buen ataque. Esta frase, tan común en los ambientes deportivos, a menudo se aplica también a las relaciones personales. Un marido le comenta a su esposa: “Hoy sí que te ha quedado buena la comida”; a lo que ella replica: “¿Qué quieres decir?, ¿que normalmente no cocino bien?”; y él, enojado, responde: “Ni siquiera es posible hablar contigo”.Se trata de un ejemplo común sobre el absurdo en que pueden caer ciertas relaciones cuando prevalece la actitud de estar a la defensiva. Incluso comentarios aparentemente bienintencionados pueden hacer saltar la chispa si se juzgan como claros ataques a la integridad personal.Pero ¿por qué surge esta necesidad exagerada de defenderse? ¿Y qué consecuencias tiene? El instinto de conservación, que lleva a un individuo a marcar con recelo su propio territorio, es el responsable en gran parte de los conflictos y malentendidos que se generan en la interacción con los demás. Al

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considerar el mundo un lugar hostil y amenazador, las relaciones se convierten automáticamente en un terreno peligroso donde los demás se ven más como rivales que como aliados.La actitud defensiva se construye sobre el miedo a ser herido por los demás. Sin embargo, ese mismo recelo y las estrategias que se utilizan para defenderse facilitan que se encuentre precisamente la realidad que tanto se teme: el rechazo o la ofensa ajena. Paul Watzlawick, un psicólogo experto en comunicación humana, popularizó hace años el concepto de la profecía autocumplida, según el cual las conductas de evitación tienen la curiosa virtud de atraer justamente lo que pretenden evitar.Estar a la defensiva supone vivir con la alarma continuamente encendida, sin posibilidad de relajarse. Sin embargo, lo más problemático es que la persona no se da cuenta de hasta qué punto las reacciones que percibe en los demás se deben a su propia actitud recelosa o incluso agresiva. Si alguien observa vigilante los gestos de quienes le rodean, tarde o temprano encontrará algún indicio sospechoso. Cuando existe una hipótesis en la mente, como, por ejemplo: “No me puedo fiar”, lo más probable es que la atención se decante por buscar pruebas que corroboren esa teoría, desestimando todo aquello que pueda contradecirla. De ese modo, la duda se convierte en una evidencia que la persona utiliza para justificar su actitud defensiva.Así como hay personas que poseen este rasgo en su carácter, que puede ir desde una tendencia a ser suspicaz hasta trastornos más severos, con frecuencia aparece esta actitud en el seno de una relación, demostrando que existen dificultades

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importantes a la hora de comunicarse. Resulta común, por ejemplo, que en la adolescencia se adopte esta actitud defensiva hacia la familia. Se buscan aliados entre los iguales, mientras que los padres pasan a ser, muy a su pesar, los contrincantes. En esta época resulta difícil entenderse, no sólo porque chocan los deseos de unos y otros, sino porque muchos adolescentes necesitan romper, aislarse y poner límites con la familia para construir su propia identidad. Estar a la defensiva les resulta útil para lograrlo.Se recurre también a esta actitud cuando se quiere proteger una esfera privada, lo cual es una forma de decir: “Aquí no puedes entrar”. Esta respuesta, que en muchas ocasiones resulta apropiada y razonable, en otras se utiliza como escudo para ocultar dificultades que la persona se niega a reconocer. Así, por ejemplo, se trata de una postura muy característica en las personas que tienen problemas de adicción no asumidos cuando se pretende abordar ese tema.Otras veces, sin embargo, estar a la defensiva indica que existe una relación de competencia o un resentimiento soterrado. En el mundo de la pareja a menudo se producen juegos de este tipo, donde ambos luchan por controlar la situación o reivindicar su punto de vista. Es fácil entonces que crezca la incomprensión y la sensación de impotencia. No hace falta decir que mantener ese pulso constante en el que se pone continuamente a prueba quién gana a quién, genera un tremendo desgaste que puede minar la relación.“La mente es como un paracaídas; trabaja mejor cuando está abierta” (Thomas Dewar)

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Así como las serpientes muerden, a pesar de ser la mayoría inofensivas, los seres humanos atacan cuando se sienten amenazados por alguien. Tras la necesidad exagerada de defenderse, a menudo se esconde una persona que teme no ser escuchada o que se siente débil o insegura, aunque su apariencia refleje todo lo contrario. La ira, los celos, el orgullo, el odio… son los venenos que puede inocular, pero cuanto más los propaga, mayor es también la reserva tóxica que se genera en su interior.La actitud defensiva se basa en la anticipación de un posible daño, lo cual provoca que en muchas ocasiones se reaccione de manera exagerada. Sin embargo, para quien se siente atacado y ve la causa de los problemas en la reacción de los demás, no resulta nada fácil admitir que las cosas pueden ser diferentes de cómo las percibe y que su defensa a ultranza también puede ser considerada un ataque.Ser consciente de la propia actitud defensiva no basta, pero supone un paso importante. Por tanto, estar dispuesto a cuestionarse a uno mismo resulta indispensable para transformar esta actitud en algo distinto.Ganar y ganarLa postura defensiva parte del supuesto de que en las relaciones siempre hay quien gana y quien pierde: si uno no se anda con cuidado, los demás se aprovechan. Sin embargo, las relaciones también pueden entenderse y vivirse de un modo bien distinto. Stephen R. Covey, autor de renombrados best sellers, habla en sus libros de la filosofía del yo gano/tú ganas. La relación realmente satisfactoria es aquella que en lugar de crear dos bandos enfrentados busca

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la cooperación y la unión de fuerzas, con lo que cada persona obtiene un beneficio.Sin embargo, no hay colaboración sin confianza. El recelo lleva a exagerar los peligros, a esperar el engaño y la ofensa, a gastar tiempo y energía escrutando la actitud de los demás. No se trata de ser ingenuo, ni dejarse pisar, sino de aprender a defenderse de un modo muy diferente: sin necesidad de atacar.Estar a la defensiva significa reaccionar en el presente con la carga del pasado y anticipando una amenaza futura. Genera confusión y malentendidos. Para desactivar esta actitud será preciso aprender a comunicarse de manera más franca y clara. Una mayor confianza real en uno mismo ayudará a expresar de manera más directa lo que disgusta, manteniendo con los demás una relación abierta y confiada donde el otro se considere un aliado y no un enemigoEn la guerra y en los deportes se suele afirmar que “la mejor defensa es un buen ataque”. Y muchas veces aplicamos esta frase a la vida real y a nuestras relaciones interpersonales sin darnos cuenta de que no tiene cabida. Entonces nos ponemos a la defensiva. 

Un ejemplo clásico y bastante cotidiano es el del marido que le comenta a la esposa lo buena que le quedó la comida ese día. Ante ese comentario ella replica: “¿Qué quieres decir? ¿Insinúas que normalmente no cocino bien?” Ante esta salida, es normal que el hombre se enfade y la escena termine en una discusión o en un silencio glacial.

Estar a la defensiva implica que, ante frases y comportamientos que tienen una impronta neutral o incluso positiva, reaccionamos como

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si fuesen una amenaza y hacemos saltar la chispa. ¿Por qué?

Las razones que nos llevan a adoptar una actitud defensiva

Porque creemos que la actitud de la otra persona es amenazante, que está atacando nuestra integridad personal. Casi siempre la actitud defensiva se erige sobre el miedo a que los demás nos hieran, ya sea porque a lo largo de nuestra vida hemos vivido muchas decepciones o porque la historia con esa persona no ha sido precisamente un camino de rosas.

En otras ocasiones la persona se pone a la defensiva simplemente porque está pasando por una situación de mucho estrés y cualquier hecho hace sonar las alarmas. Por supuesto, también hay quienes son recelosos por naturaleza y viven en una atmósfera de desconfianza que no les permite relajarse. En este caso, en el fondo lo que existe es un profundo temor al rechazo y una baja tolerancia a la crítica. 

Hay otros casos en los cuales la persona adopta una postura defensiva porque pretende proteger determinado espacio que considera íntimo y que no está dispuesto a ceder. Es algo que se aprecia fundamentalmente en las relaciones de los adolescentes con sus padres, en las personas que sufren una adicción o en las parejas que recién han comenzado una vida juntos.

Otra razón que lleva a muchas personas a estar a la defensiva es la existencia de un resentimiento hacia el otro. Esta actitud se aprecia mucho entre las parejas, cuando ambos luchan por controlar la situación e imponer su punto de vista. En estos casos, se comprenden las relaciones interpersonales como una lucha de

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poder donde uno gana y el otro pierde, sin términos medios ni posibilidades para la negociación.

En el fondo, la actitud defensiva esconde a una persona insegura. Además, envía la señal de que somos cerrados de mente y respondemos de manera exagerada y emocional ante las situaciones, lo cual no nos ayuda a construir relaciones sanas, ni en el ámbito privado ni en el profesional.

¿Cómo saber si estás a la defensiva?

A menudo, cuando le decimos a alguien que está a la defensiva, lo toma como una ofensa y lo niega rotundamente. De hecho, solemos adoptar esta actitud sin darnos cuenta porque estamos demasiado sumergidos en la historia que gira en nuestra mente por lo que no logramos ver con claridad lo que sucede en el mundo real.

Algunos indicios que te indicarán que estás asumiendo esta actitud son:

- Empiezas a hablar rápidamente sin darle tiempo a la otra persona a explicar sus puntos de vista.

- No te detienes a escuchar lo que el otro dice sino que estás procesando todos tus argumentos en contra.

- Utilizas justificaciones que no son del todo ciertas pero que eliminan tu cuota de responsabilidad en el asunto.

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- Percibes que la otra persona es un enemigo a derribar.

- Haces de la palabra “pero” tu vocablo favorito de manera que la mayoría de tus frases comienzan con ella.

- Respondes a una crítica personal escudándote detrás de los errores de los demás y comparándote con ellos.

- Usas el sarcasmo para devaluar a la otra persona.

- No pides explicaciones cuando no comprendes sino que asumes lo que el otro quiere decir.

- Te sientes continuamente tenso e irritado, como si la vida cotidiana fuera una lucha.

Estar a la defensiva es una señal de que necesitas detenerte en el camino y revalorar cómo has llegado a ese punto. Esa actitud te limita como persona y afecta a quienes están a tu alrededor porque siempre terminas atacándoles. Recuerda siempre esta frase del emprendedor escocés Thomas Dewar: “La mente es como un paracaídas, trabaja mejor cuando está abierta”.

¿Por qué estás a la defensiva?

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Estar a la defensiva es una actitud aparentemente de auto-protección, en previsión de un peligro o de alguien que nos pueda dañar.Cuando adoptamos éste rol, nos trasformamos, y todo nuestro cuerpo se pone en alerta, hablando por nosotros, ya que el lenguaje corporal indica que hay tensión, rigidez y actitud de defensa.Además, nuestro lenguaje no verbal  se modifica respecto a otra situación dónde no se ejerce ésta actitud. Éste lenguaje utiliza un tono más serio, mayor velocidad hablando, gestos faciales de incomodidad, desagrado e incluso de peligro.Sin ninguna duda, aunque no digamos ni una palabra, estar a la defensiva es una forma de relacionarnos con el mundo que nos trasforma y se hace notar.

¿Cómo nos defendemos?

 Además del lenguaje corporal y no verbal, también nos expresamos de una determinada forma cuando estamos a la defensiva, es decir, nuestras palabras pretenden protegernos de un posible ataque o peligro, y podemos hacer uso de las justificaciones o del ataque o reproche  al otro.En muchos casos, la forma de expresarnos es inadecuada y poco respetuosa, ya que nos sentimos dolidos, incómodos o enfadados con el entorno, por lo que ha ocurrido o por lo que imaginamos que vaya a ocurrir.Es posible que fruto del malestar, como dice el refrán “la mejor defensa es un buen ataque”, y sin tener demasiados motivos, utilicemos el ataque, el reproche, la ironía, el sarcasmo  o incluso expresiones hirientes, con la  intención de que eso nos salvaguardará o nos colocará en la misma

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situación que la persona de la que tenemos que protegernos.Así, lejos de protegernos o sentirnos bien, la actitud defensiva nos pone en guardia, en tensión, y nos sentimos molestos, enfadados o incluso irascibles.De forma subconsciente, pensamos más en cómo vamos a defendernos de un ataque, aunque no se haya producido, más que en aprovechar la situación, disfrutarla o sencillamente aprender de ella, observando y conociendo a la persona que tenemos delante.Pero realmente, lejos de protegernos, estar a la defensiva nos daña, ya que cada vez que nos encontramos inmersos en esa actitud, el malestar es mayor.En realidad no nos protegemos de nada ni de nadie, si cabe; quedamos más al descubierto, mostrando a la otra persona nuestros sentimientos y nuestra falta de estrategias para encajar y afrontar de forma eficaz la situación.

¿Por qué caemos en la actitud defensiva?

 Sin lugar a dudas, cuando caemos en mantener una actitud defensiva, es porque no nos sentimos a resguardo, o lo que es lo mismo, no nos sentimos ni fuertes ni seguros con nosotros mismos. Por eso, necesitamos protegernos, defendernos y de alguna manera, hacerlo saber. 

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¿Cómo afrontar las situaciones de otra forma?

 En primer lugar, hay que hacer un esfuerzo por percibir las situaciones externas de la forma más objetiva posible, es decir, sin atribuir a ellas el peligro que nos hará ponernos a la defensiva.Es más adecuado, observar la situación como un espectador antes de interpretarla y así, no nos sentiremos atacados por ello. Ya que es posible que haya otras explicaciones menos alarmantes para esa situación y que no requerirán de nuestra actitud defensiva, pues es posible que no se trate de ningún ataque.Sin duda, para protegernos es necesario trabajar con y por nuestra seguridad personal, para ello, conviene cuidar de forma adecuada de nuestra  autoestima y autoconcepto.Conocernos lo suficiente para tener claro quiénes somos, qué queremos en la vida y cómo vamos a conseguirlo, será un buen sostén para que lo ocurra a nuestro alrededor no nos afecte, ya que no se tratará de un ataque, sino de una mera opinión discrepante o diferente a la nuestra.Siempre y cuando, tengamos claro cómo somos y cómo perseguiremos nuestros sueños, no necesitaremos estar a la defensiva, ya que nos sentiremos seguros por ello.