Pourtier, R. - Africa Central en La Tormenta

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AFRICA CENTRAL EN LA TORMENTA:

AFRICA CENTRAL EN LA TORMENTA:

LOS INTERESES DE LA GUERRA Y DE LA PAZ EN EL CONGO Y SUS ALREDEDORES

Autor: Roland Pourtier

Traduccin: Mariana Maan

Revista Herodote N 111, cuarto trimestre 2003

http://www.herodote.org/article.php3?id_article=109Tres millones de muertos, a esto es a lo que se llama una crisis de baja intensidad. Pocos grandes titulares en la prensa. Ni manifestaciones, ni colectas de fondos. Los cantantes estn mudos, los peticionarios tambin. Qu [opinin] sostener en un asunto tan complicado? Dnde estn los buenos, los malos, los perseguidos?

El frica central no logra terminar de una vez con la guerra. Lo que se crea un punto culminante del horror, el genocidio ruands de 1994 y sus 800.000 muertos, no fue ms que un momento en una tragedia que se rehsa obstinadamente a dejar la escena. Cada da se alarga la lista de vctimas, tan banalmente que se pierde la conciencia del significado de las cifras: quin se preocupa por los probables 3 millones de muertos de la guerra del Congo? Los balances macabros sirven de argumentos polticos. El poder tutsi de Kigali los ha jugado magistralmente: la enormidad de las masacres de 1994 lo ha justificado por mucho tiempo. Durante aos, era indecente imaginar que las vctimas pudieran convertirse en verdugos. Se hizo de todo, con la complicidad de Estados Unidos, para ocultar o minimizar las masacres de refugiados hutus del ex Zaire. Toda veleidad de oposicin poltica fue amordazada con el pretexto de que no poda ser sino la emanacin de fuerzas negativas: la eleccin de Paul Kagame como presidente ruands en agosto de 2003 as lo atestigua. No es polticamente correcto evocar a las vctimas hutus, preguntarse por los osarios, y francamente diablico osar hablar de doble genocidio. La muerte no pertenecera a todos?

Que las defunciones debidas a las guerras en resurgimiento que devastan el Congo desde la era Mobutu se cuenten por millones deja indiferente a la comunidad internacional. Los medios se cansan de las tragedias que se vuelven ordinarias. Precisan de algo espectacular. La agona cotidiana de las poblaciones civiles no grafica la situacin, a diferencia de los nios-soldados en los combates de Monrovia. Y sin embargo, sin minimizar la gravedad de la guerra civil en Liberia y su peligro de extensin en una regin debilitada por la fractura marfilea, es la parte central de frica, que comprende la cuenca del Congo y los Grandes Lagos dos entidades con destinos ineluctablemente entrecruzados- la regin que presenta hoy la mayor inestabilidad del continente.

La literatura, tanto sobre el Congo como sobre los Grandes Lagos, es considerable: fuentes belgas, francesas, anglosajonas, de una parte, africanas (principalmente congoleas), por otra parte. La rpida sucesin de acontecimientos extraordinarios desde hace diez aos explica esta abundancia. Reverso de la medalla, la mayora de los trabajos, presos en la ardiente actualidad, no tienen la perspectiva necesaria para un anlisis geopoltico distante de las pasiones del momento. Constituye un desafo intentar superar este obstculo, considerando que es bien sabido que la objetividad, como el punto de fuga sobre el horizonte, no puede ser alcanzada jams. Pero es un desafo que llega en el momento oportuno

En efecto, podra ser que el Congo est a punto de salir de la guerra civil. Despus de muchos titubeos, el dilogo intercongoleo, abierto en Sun City en febrero de 2002, luego del fracaso de los acuerdos de Lusaka de julio de 1999, parece traer sus frutos. En respuesta al acuerdo global e inclusivo firmado en Pretoria el 17 de diciembre de 2002, se promulg una Constitucin de transicin en abril de 2003 y acaba de ser constituido un gobierno de unidad nacional, penosamente, es cierto. Paralelamente, el poder de Kinshasa firm los acuerdos de paz con Ruanda y Uganda (el 30 de julio y el 6 de septiembre de 2002, respectivamente), de acuerdo a los cuales sus militares fueron retirados del territorio congoleo. Por cierto, el foco de guerra que se encendi en Ituri luego de la partida de las tropas ugandesas de Bunia el 7 de mayo de 2003 hizo pesar una nueva amenaza sobre las perspectivas de paz. La intervencin militar francesa, por mandato de la ONU, asegur Bunia, pero tal vez esto no sea as ms que por un tiempo, pues el relevo, a partir del 1 de septiembre de 2003, de las tropas francesas por los cascos blancos inexpertos podra favorecer la reanudacin de la violencia. A pesar de esta incertidumbre, se puede pensar razonablemente que la regin se aleja del espiral de la guerra. Las dinmicas de paz no estn sin embargo definitivamente adquiridas.

Sea lo que fuere, entre una guerra que se sofoca desde su propio interior (la guerra est cansada se dice) y los acuerdos de paz a los que impulsaron las grandes potencias que tienen intereses regionales la ex troika (Estados Unidos, Blgica, Francia) y frica del Sur se abre una nueva fase histrica, sino una nueva era, en frica central. Ha llegado pues el momento de hacer el balance, de analizar las razones profundas, estructurales, de una crisis regional que degener en guerra generalizada y, por primera vez en la historia africana, en guerra continental. De interrogarse tambin por las posibilidades de una paz duradera en uno de los espacios ms problemticos del continente, a saber la cresta Congo-Nilo, bomba demogrfica lista para explotar en cualquier momento.

Territorios separados. Historias entrecruzadas

Las herencias coloniales, que siempre se imponen mucho tanto en frica central como en el conjunto del continente, marcan su impronta en la historia contempornea. La creacin de Estados ha cambiado de arriba abajo, en diversos grados, los espacios y las sociedades africanas: verdadero cataclismo cuya onda de choque se deja sentir todava.

Desde este punto de vista, frica central presenta situaciones muy contrastantes, que enfrentan en particular al inmenso Congo (77 veces ms grande que Blgica) con los pequeos Estados del frica de los Grandes Lagos: Uganda, Ruanda, Burundi. Masacres intertnicas, guerras civiles, violencias de todo gnero no perdonaron a ninguno de estos pases desde el momento crucial de las independencias (1959-1962). Las crisis internas en este o aqul de entre ellos fueron exportadas a sus vecinos, no hallndose ninguna frontera en condiciones de contenerlas. Estas crisis terminaron por crear un verdadero sistema regional de guerra. El desafo del maana es el de transformarlo en un sistema de paz. A fin de evaluar sus chances de xito, es conveniente recordar algunos datos fundamentales de los territorios involucrados.

Cuando Congo rima con caos...

El Congo, inicialmente Estado Independiente del Congo, que naci de una decisin tomada en la Conferencia de Berln de 1885, luego colonia del Congo belga (1908), Repblica Democrtica del Congo, RDC (1960), Zaire (1971), de nuevo RDC desde 1997, encarna, en su definicin territorial, la visin naturalista de los europeos del siglo XIX. [Constituye] el tipo ms acabado de estado hidrogrfico, deliberadamente construido en referencia a la cuenca de su ro epnimo, y sin la menor consideracin hacia el sustrato humano. Las excepciones al modelo naturalista corresponden al perodo anterior a la presencia francesa (Congo Brazzaville) y portuguesa (Angola) en una pequea parte de la cuenca hidrogrfica. De esta referencia gentica al ms poderoso ro de frica, y a pesar de esas amputaciones, resulta un territorio inmenso (ms de 2,3 millones de km2) pero sin ninguna unidad humana (casi 250 grupos tnicos catalogados). La inmensidad del territorio, acrecentada por las dificultades de circulacin en los espacios forestales y pantanosos del centro de la cubeta congolea, la diversidad etno-lingstica y la localizacin perifrica de las poblaciones ms numerosas, constituyen otras tantas desventajas para la construccin de una unidad nacional. Pero es la poltica errtica del fin del reinado de Mobutu la que ha precipitado al Congo en un caos que facilit en gran medida la marcha victoriosa de Laurent Dsir Kabila en 1996-1997.

Ni las secesiones de 1960, particularmente la de Katanga, ni las rebeliones de 1964, ni las violencias poltico-tnicas de los ltimos aos del reinado de Mobutu, ni incluso las rebeliones que han desgarrado nuevamente al pas desde 1998, conducentes a una particin de hecho, han conseguido cuestionar la unidad nacional. Tal es la paradoja congolea: estadsticamente los congoleos deberan estar muertos desde hace mucho tiempo, institucionalmente el Estado moribundo parece haber perdido la capacidad de controlar su territorio. Y sin embargo Congo y congoleos existen aunque parezca imposible. As, pues, ms all del caos existen fuerzas que mantienen su cohesin. La imagen del ro Congo y de los inmensos territorios que drena, imagen valorizada por la escuela y los medios, sin duda contribuy, junto a una memoria compartida desde hace un siglo, a la emergencia de una identidad colectiva fuerte. sta se manifest durante la movilizacin popular de los kineses (habitantes de Kinshasa) contra la agresin ruandesa en 1998. En las zonas de rebelin que conocieron la ocupacin extranjera, el resentimiento hacia los rwandeses, en menor grado hacia los ugandeses, es generalizada, a pesar de las alianzas polticas con los movimientos rebeldes. Contrariamente a lo que un anlisis superficial podra hacer pensar, los riesgos de una fragmentacin del Congo son poco probables, al menos en el contexto actual; la anarqua que reina en este subcontinente de ms de 2,3 millones de km2 y de una cincuentena de millones de habitantes, no ha minado un sentimiento nacional que las pruebas por las que atravesaron podra incluso reforzar. Los protagonistas de la guerra civil lucharon por el poder y las ventajas econmicas a las que aqul permite acceder, no por desmembrar el territorio. En este contexto, los dos problemas importantes que plantea la reconstruccin del Congo conciernen, por una parte, a la rehabilitacin fsica y a la gestin de un territorio fuertemente desarticulado despus de aos de guerra y destruccin. Por otra parte, el control y el buen uso de los recursos naturales cuya explotacin est en el corazn de las apuestas geopolticas de un pas con riquezas potenciales considerables. Es por esto por lo que ha sido siempre muy codiciado, antiguamente por las potencias coloniales, relevadas por los Estados Unidos [y] hoy en da por los Estados vecinos.

... y Ruanda tiene soldados

Ruanda se opone completamente al Congo. En primer lugar, por su exigidad (26.000 km2) y la densidad de poblacin ms grande del continente (8 millones de habitantes en 2002, es decir cerca de 300 hab/km2). Luego, por la antigedad de la formacin territorial de un reino muy enmarcado y bien administrado antes de la llegada de los blancos. Y finalmente, por la ausencia de otros recursos naturales aparte de los agropecuarios, que se benefician de las ventajas de un clima de altitud. La unidad cultural y lingstica parece a priori favorable para la cohesin nacional. En realidad, la sociedad ruandesa contiene grmenes de fractura: su funcionamiento reposaba en otro tiempo sobre relaciones desigualitarias, aunque no petrificadas, entre una minora dominante tutsi y una mayora dominada hutu. Sin entrar en el detalle de una cuestin muy compleja y tergiversada por la polmica, se recordar que la colonizacin alemana, luego belga, privilegiando a la minora aristocrtica tutsi torn rgida la estratificacin social. Reservndoles el acceso a la enseanza y a las funciones de auxiliares de la administracin, y encerrando a los hutus en el trabajo agrcola y las tareas subalternas, cav el foso entre las dos comunidades, preparando las condiciones de su enfrentamiento.

Cuando en los aos 1950 la lite tutsi comenz a hablar de emancipacin, el poder belga, invirtiendo su estrategia, dio su apoyo a los hutus y a sus reivindicaciones polticas, expresadas en nombre del principio democrtico segn el cual el ejercicio legtimo del poder corresponde a la mayora. Son conocidos los estragos provocados por la confusin entre democracia ciudadana y poder tnico: Ruanda constituye la trgica ilustracin de ellos. Por otra parte, el engranaje de la violencia, lejos de permanecer circunscrito a la puerta cerrada de las Mil colinas, se difundi en los pases vecinos, de manera que la cuestin ruandesa afect directamente a Uganda, Burundi y la regin de Kivu en el este del Congo. Indirectamente, se encuentra en el origen de la guerra civil congolea y por lo tanto de toda la desestabilizacin del frica central.

El golpe inicial de este juego de billar se remonta a 1959 cuando los partisanos del Hutu Power comenzaron, en nombre de la revolucin social, a tomrselas con las poblaciones tutsi. Este ciclo de violencia, marcado por las primeras masacres tnicas en la regin de los Grandes Lagos, dur hasta la proclamacin de la independencia en 1962. Para escapar de esta situacin, muchas decenas de miles de tutsi tomaron el camino del xodo y se refugiaron en Uganda, algunos miles en el Kivu, donde podan reencontrarse con la familia instalada desde un perodo ms o menos lejano. Los refugiados instalados en el Congo terminaron por fundirse con los migrantes originarios de Ruanda engrosando las filas de los Banyarwanda, agregando un poco ms de confusin a la cuestin, devenida espinosa en los aos 1990, de la nacionalidad de las poblaciones de origen extranjero. Mobutu entretanto no dud en rodearse de consejeros ruandeses. En Uganda, por el contrario, los refugiados no tuvieron ninguna posibilidad de integracin: los regmenes de Obote y de Idi Amin Dad desconfiaban de la gente del sur, bahima (?) y sobre todo ruandesa. No pudiendo acceder ni a la tierra ni a la funcin pblica, estos ltimos conservaron un status precario y la mayora de ellos quedaron confinados en los campamentos administrados por el ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados).

Durante treinta aos, sin perder jams el contacto con la dispora tutsi de frica, de Europa o de Estados Unidos, valorizaron su cultura, apostaron a la educacin y la formacin militar, con la esperanza de recuperar un da zion, su tierra prometida. Las referencias a la historia juda la biblia siempre sirvi de vitico a estos refugiados- persisten como una constante y todava hoy los tutsis que vivieron el xodo se representan como el pueblo elegido, lo que legitima implcitamente su dominacin poltica. A fines de los aos 1970, jvenes nacidos en los campos se incorporaron a la rebelin de Museveni; seran pronto algunos miles combatiendo en el seno de la NRA (National Resistance Army) tras su jefe carismtico, Fred Rwigyema, el Comandante Fred. La NRA recurre a las tcticas de la guerra revolucionaria aprendidas en Mozambique. Jugando con el efecto sorpresa, el hit and run evita los combates frontales y desestabiliza al adversario. Puesta a punto en Uganda, esta tctica (golpear y correr) fue aplicada enseguida con xito por la Armada Patritica Ruandesa (APR), salida de las filas de la NRA; es siempre practicada en las guerras del Congo. Los campos de refugiados fueron pues el seno donde se form el grupo de militares que tienen hoy las riendas del poder en Kigali.

La categora de refugiados-mercenarios, que constituye un factor de inestabilidad regional como mostr recientemente la crisis marfilea, plantea cuestiones de fondo en cuanto a la poltica llevada adelante por la ACNUR, puesto que los campos son viveros de empresarios de la guerra. A diferencia de las bandas armadas que hacen estragos en las regiones fronterizas mal controladas de Liberia, los militares tutsis fueron enrolados al servicio de una causa poltica que supera los simples intereses personales de los Warlords [seores de la guerra]. Bien encuadrados, aguerridos en el combate, constituiran el ncleo de un verdadero ejrcito nacional que es hoy el dcimo de frica central, en potencia y en eficacia, detrs del ejrcito angoleo.

El encuentro entre Yoweri Museveni y Paul Kagame, este ltimo llevado por los caminos del exilio cuando no tena ms que cuatro aos, iba a modificar el destino del frica central. Los campos de batalla de Uganda los unieron durante largos aos. Kagame desempe funciones importantes en el estado mayor del ejrcito ugands, principalmente relativas a la informacin. Pero luego de la conquista del poder por Museveni en 1986, los combatientes ruandeses, de preciosos auxiliares que haban sido, se transformaron en estorbos, tanto ms cuanto que el FMI haca presin para que Uganda redujera sus efectivos militares: qu mejor salida para evitar un conflicto interno que lanzarlos al asalto de Ruanda! Desde la muerte del Comandante Fred, en el transcurso de una ofensiva que se transform en derrota en octubre de 1990, Kagame, retornado precipitadamente de una formacin militar en los Estados Unidos, asume la direccin del FPR.

El fracaso de las primeras operaciones de la APR es imputable a la superioridad numrica de las Fuerzas Armadas Ruandesas (FAR) y a la ayuda aportada a Ruanda por Zaire, y sobre todo por parte de Francia, que con el desplazamiento de un contingente militar detuvo la avanzada de las fuerzas tutsi. Esta intervencin extranjera (como hoy en Costa de Marfil?) dio una tregua al poder del Presidente Habyarimana y la ilusin de que ella podra detener el movimiento de la historia. El apoyo aportado por Francia no tuvo otro efecto que el de movilizar ms a las Fuerzas Patriticos Rwandesas, que se apoyaban en sus bases de retaguardia en Uganda. La degradacin de la situacin interior, la inseguridad creciente en las regiones fronterizas del Norte expuestas a las incursiones de comandos tutsis forzaban a los amos de Ruanda a buscar una solucin negociada: los acuerdos de Arusha prevean la apertura de un poder hasta el momento confiscado por los cercanos a Habyarimana en direccin de una oposicin compuesta por tutsis y hutus llamados moderados. Es en esta perspectiva de un poder compartido, y en el contexto del temor de un retorno de los tutsis de la emigracin, que los medios del odio, principalmente Radio Mil Colinas, llamaron a los hutus a eliminar, hasta el ltimo, a aquellos tutsis que vivan en Ruanda. El atentado del 6 de abril de 1994, que le cost la vida a los Presidentes de Ruanda y de Burundi, pero del cual no se conocen todava ni los ejecutores ni los financistas, fue la seal para las masacres sistemticas de tutsis y de hutus moderados. Lo que se ha llamado el genocidio rwands, cuando la amplitud de las masacres no era dudosa para nadie, fue metdicamente ejecutado bajo la direccin de autoridades civiles, militares, e incluso religiosas y con la participacin muy activa de milicianos interahamwe que siguen siendo el smbolo de este crimen colectivo. Las masacres haban sido programadas a sabiendas. La consigna de Radio Mil Colinas era matadlos a todos. Ninguna necesidad haba para hacerlo de armas sofisticadas: se masacr a machete mientras que hoy los milicianos en Ituri estn todos equipados con armas ligeras del tipo de las kalashnikov.

Carambolas de la historia en los Grandes Lagos

Para comprender el aspecto sistemtico, metdico, de las matanzas, es necesario situarse en una perspectiva regional: Ruanda, Burundi, Uganda y Kivu funcionan de manera interactiva. Trtese del genocidio rwands o de la guerra civil congolea, la historia procede por carambolas burlndose de las fronteras.

La cuestin del genocidio es, desde este punto de vista, muy demostrativa. Las autoridades de Kigali, que la han hecho su negocio, quieren afirmar su ejemplaridad y su carcter nico. Las nicas vctimas dignas de compasin seran las de las matanzas de 1994, las otras no tienen derecho ms que al olvido. Es poco probable que este tratamiento diferenciado de la muerte permita un duelo colectivo, que supondra una absolucin sin distincin de pertenencia tnica, condicin de un apaciguamiento durable de las relaciones entre las comunidades homicidas. El genocidio no es ms que el momento exacerbado de las masacres que ritman la historia regional de la violencia entre hutus y tutsis desde la iniciacin de la revolucin social ruandesa. Burundi no se salv, tena incluso en 1994 el rcord macabro de las violencias intertnicas. Presentado a menudo como el falso gemelo de Ruanda, tiene una estructura demogrfica y social comparable a la de sta. En los dos pases, la poblacin cuenta con aproximadamente un 85% de hutus y un 15% de tutsis; el grupo Twa, de origen pigmeo, representa apenas un 1%. La inversin de la jerarqua de los poderes en Ruanda, las masacres y el xodo que la acompaaron tuvieron como consecuencia una reaccin defensiva de los tutsis burundis. El ejemplo del pas vecino los reforz en la idea de que el control del poder poltico y militar era su nica chance de supervivencia. Esta dinmica condujo a las masacres de 1972 que provocaron, segn las fuentes, entre 100.000 y 200.000 vctimas y diezmaron a la lite hutu. El pas era de nuevo desgarrado por masacres intertnicas en 1988.

Si los tutsis de Burundi pensaban prevenirse de las ambiciones polticas de los hutus eliminando sus lites, no hicieron sino profundizar el foso de la desconfianza entre las dos comunidades. Esta desconfianza se tradujo en la creacin de partidos polticos tnicos: frente al UPRONA (Unin para el Progreso Nacional), principal sostn de los tutsis, los hutus se agrupan en el PALIPEHUTU (Partido por la Liberacin del Pueblo Hutu). Las violencias burundes tuvieron naturalmente un eco en Ruanda: las exhortaciones de Radio Mil Colinas a exterminar a la chusma se referan a las masacres perpetuadas por los tutsis del pas vecino para apoyar su propaganda. El asesinato en octubre de 1993 de Melchor Ndadaye, primer Presidente hutu de Burundi, democrticamente elegido pero eliminado por militares tutsis unos meses despus de su eleccin, no poda sino alimentar el ciclo infernal del miedo y el odio de los que ni Ruanda ni Burundi, territorios interactivos, consiguen sustraerse.

Despus del atentado del 6 de abril de 1994, que dio la seal de largada del genocidio, Ruanda se hundi en la anarqua. Masacres de un lado, rpida avanzada de la APR del otro: desde julio, el Ejrcito Patritico Rwands se apoderaba de Kigali. Las Fuerzas Armadas Ruandesas, dotadas de abundante material por parte de Francia y superiores en nmero, se derrumbaron, sin embargo, ante la habilidad tctica de un ejrcito motivado que, por otra parte, no escatim en masacres de poblaciones civiles a medida que avanzaba. Naturalmente, el APR sac provecho del hecho de que los militares franceses y belgas, al trmino de sus misiones, dejaron el territorio rwands. Los mismos soldados de la ONU dejaron Kigali en el momento en que la catstrofe humanitaria se volva inminente. Esta dimisin de la comunidad internacional quedar como una mancha sobre la Organizacin de las Naciones Unidas. Significaba que se abandonaba a su suerte a millones de seres humanos, como si se considerara intil oponerse a la fatalidad, a lo ineluctable. Es verdad que al mismo tiempo la ONU tena mucho que hacer en la ex Yugoslavia, y que Ruanda, entonces casi desconocida por el gran pblico de los pases del Norte, no representaba un real compromiso poltico: hizo falta el genocidio para que una gran cobertura meditica revelara al mundo su existencia al mismo tiempo que el drama que all se desarrollaba.

La conquista del poder por el Frene Popular Rwands (FPR), la desbandada de las FAR acompaada de un xodo masivo de campesinos hutus, la intervencin francesa (operacin Turquesa), que permiti a las FAR replegarse sin demasiado dao al Zaire, tuvieron como consecuencia la exportacin de la guerra al Kivu. Durante dos aos, de 1994 a 1996, 1,2 millones de refugiados hutus, entre los cuales haba un gran nmero de militares y de milicianos interahamwe catalogados como genocidas, vivieron de los subsidios del ACNUR y del PAM (Programa Alimentario Mundial) en los campos del sur y sobre todo del norte de Kivu. Los militares que llegaron al poder en Kigali, valindose de su experiencia de antiguos refugiados, eran por supuesto conscientes de la amenaza que representaban los campos implantados en las proximidades de la frontera y al abrigo de los cuales las FAR reconstituan sus fuerzas. Las acciones comando lanzadas desde Kivu aportaran por otra parte la prueba de ello. Se tornaba necesario suprimir esos campos y asumir as, pues, el riesgo de una intervencin en Zaire.

Esto no fue inmediato: era preciso tomarse el tiempo de asentar el nuevo poder, de dar consistencia a las fuerzas militares. La difcil reconstruccin de un pas que sala de un bao de sangre se benefici en grande de la ayuda norteamericana. Para Washington, Ruanda y Kagame llegaban en el momento oportuno para reforzar a la Uganda de Museveni, una defensa contra el Sudn islmico. Los estrategas rwandeses no deseaban intervenir a cara descubierta en el Congo: los banyamulenge habran de proveerles de una ocasin para avanzar encubiertos. Esos ganaderos tutsis, instalados desde haca muchas generaciones, muchos siglos tal vez, en las praderas altas del macizo de Itombwe, al sur de Uvira, y llamados as por la aldea de Mulengue, no haban roto todos los lazos con su pas de origen. O [tal vez] los tumultuosos aos finales del reinado de Mobutu haban provocado crispaciones identitarias en el conjunto del Kivu. Los banyamulengue, as como los banyawanda en el Kivu Norte, se haban vuelto sospechosos a los ojos de la administracin zairea: sus orgenes rwandeses los mostraban como traidores a la causa nacional, sobre todo si podan valerse de un buen xito econmico, como era el caso de algunos de ellos. Las preocupaciones de la administracin zairea no son ajenas al inters que los tutsis del Congo tienen por sus hermanos en dificultades: el carcter internacional de los recursos tnico-familiares no es ilusorio. Es as que un cierto nmero de banyamulenge se haban unido a las filas de la APR y participado en la conquista del poder, adquiriendo una formacin militar. Su regreso al Zaire en 1995-1996 iba a preparar la gran ofensiva elaborada en Kigali que, con la Odisea de Kabila, deba hacer caer al Congo-Zaire en la guerra, salindose de los objetivos estratgicos inicialmente planteados por Ruanda.

Las ambigedades de la primera guerra del Congo

La primera guerra del Congo (1996-1997), aqulla que concluy con la victoria de la AFDL (Alianza de las Fuerzas Democrticas para la Liberacin del Congo-Zaire) de Laurent Dsir Kabila, vio la participacin de actores con objetivos muy diferentes. Parti de una de las regiones ms complejas del Congo, que el arribo de los refugiados no poda sino desestabilizar ms. Mientras que en el pasado las guerras intestinas del Congo haban vivido la intervencin ya sea de mercenarios (Bob Denar fue uno de ellos), ya sea de potencias extranjeras al frica subsahariana (Blgica, Francia, Marruecos, en ocasin de las tentativas de invasin de Katanga en 1977 y 1978), las recientes guerras del Congo revelan una incuestionable africanizacin de los conflictos. El lastimoso servicio prestado por los mercenarios serbios reclutados por Mobutu para defender Kisangani ilustra ese cambio. Slo las armas provienen del exterior, ltima restriccin a la autonoma de las guerras africanas. Pero en lo que concierne a los combates, los africanos no tienen ms nada que envidiar a las naciones del Norte, as como respecto a los estadios.

El objetivo de la guerra deseado por Ruanda y el desencadenado en septiembre de 1996 por el ataque de los campos de refugiados del Kivu del Sur llevado a cabo por los banyambulenge era, segn las declaraciones de los responsables polticos rwandeses, el de alejar la amenaza representada por los campos de refugiados y crear una fortificacin de seguridad al oeste de Ruanda. No est excluido que algunos hayan pensado en una anexin territorial en detrimento del Kivu, recordando, por ejemplo, lo que era la extensin del reino de Ruanda en 1896, antes de la fijacin de las fronteras coloniales. Pero es sabido hasta qu punto el argumento histrico tiene doble filo. En este caso, el gran Ruanda de fines del siglo XIX englobaba los territorios actualmente ugandeses situados entre el lago Edward y Ruanda: imagnese las consecuencias que tendra la reivindicacin de un territorio integrado en Uganda desde hace casi un siglo!

El principal objetivo rwands de la guerra, la destruccin de los campos de refugiados, fue rpidamente alcanzado. A mediados de noviembre de 1996, al abrigo del AFDL, los militares rwandeses los haban borrado del mapa. En unos pocos das entre 600.000 y 800.000 refugiados haban alcanzado Ruanda. En cuanto a los otros 300.000 a 500.000, dejando de lado una polmica sobre las cifras, no se sabr jams exactamente lo que ha sido de ellos. La mayora, los ms dbiles, fueron masacrados por el AFDL que pag as su deuda para con Ruanda, o murieron de agotamiento en las rutas del xodo. Los humanitarios fueron impotentes para detener las matanzas. Algunas decenas de miles de hombres, militares y milicianos en su mayora, sobrevivieron. Unos consiguieron llegar a los pases vecinos, Congo, Rep. Centroafricana, Sudn o Angola: soldados perdidos dispuestos a todo para sobrevivir, tales fueron aquellos que, por un dlar por da, se alistaban del lado de Sassou Nguesso durante la guerra de Brazzaville en 1997. Su dispersin contribuy a la internacionalizacin de la inseguridad en el conjunto de frica central. Otros permanecieron en el este del Congo, bajo la proteccin de la selva: antiguos militares de las FAR, antiguos interahamwe, viven del pas en detrimento de los aldeanos mientras continan llevando adelante la lucha armada contra los rwandeses y sus aliados. Su desarme, indispensable desde la perspectiva de un regreso a la paz y a la seguridad regional, ser probablemente una de las misiones ms difciles de cumplir.

Sobre la guerra ruandesa ligada a condiciones de seguridad, se injert la guerra de Kabila cuya intencin declarada era del todo otra: no se trataba sino de derribar a Mobutu y de aduearse del poder. La ambicin pareca insensata teniendo en cuenta la ausencia total de medios de un hombre que vegetaba en su monte de Fizi desde el fracaso de las rebeliones lumumbistas de 1964. De todas maneras, gracias a los contactos que mantena con los lderes polticos de frica del Este, principalmente el tanzaniano Julius Nyerere, y algunos hombres de negocios, no era un desconocido. Nadie sin embargo habra apostado por un viejo reincidente ya juzgado pobremente por el Che Guevara en el momento en que haba permanecido en su guerrilla. Es probable que Museveni y Kagame, quienes fueron sus apoderados en el Congo-Zaire, pensaban estar en condiciones de controlarlo. As, pues, es a consecuencia de una extraa configuracin poltica que tena tanto de engao de poker como de una concordancia circunstancial de intereses, que Kabila, con la ayuda de sus padrinos rwandeses y ugandeses, recogi ms que conquist un poder que Mobutu, viejo jefe moribundo, abandonado por sus aliados occidentales, ya no estaba en condiciones de asumir. Al trmino de su larga cabalgata, en el curso de la cual se esforz por poner en marcha las estructuras del nuevo Congo que iba a suprimir al Zaire, Kabila entr sin encontrar resistencia en Kinshasa, ciudad abierta, lista para dar vuelta la pgina del mobutismo. El mismo da, 17 de mayo de 1997, proclamaba la Repblica Democrtica del Congo, de la que se autoproclamaba Presidente.

Las condiciones de su llegada al poder portaban el germen de la segunda guerra del Congo. En efecto, Kabila no poda permanecer obligado por mucho tiempo a sus dos padrinos del este. Heredero de Lumumba, haba conservado un tinte marxista, y sobre todo un fuerte sentimiento nacionalista que le vali el apoyo de una gran fraccin de la poblacin congolea, no solamente en su Katanga natal (los tiempos de la secesin estaban bien caducos), sino tambin en Kinshasa. Ahora bien, sus aliados, principalmente los rwandeses, queran ejercer el mando sobre la poltica congolea y, ms prosaicamente, recoger los beneficios del apoyo que haban acordado con el AFDL. La ocasin era muy buena, para estos pases pobres, para echar mano de los recursos del eldorado congoleo a fin de cuentas, ms mtico que real.

De la guerra al pillaje

La publicacin, en abril de 2001, de un informe de la ONU sobre la explotacin ilegal de los recursos naturales de la RDC, arroj una cruda luz sobre las realidades de una guerra cuya principal razn de ser no era sino perpetuar el pillaje de las zonas ocupadas y por eso mismo de autoalimentarse, en provecho de una pandilla de militares, polticos y especuladores. En Kigali, un barrio de suntuosas villas recientemente salidas de debajo de la tierra, los villas del genocidio, declara sin vergenza la insolencia de una nueva y sbita riqueza nacida de la guerra. Ms all de esa constatacin banal de que toda guerra tiene sus beneficiarios, es necesario interrogarse sobre la dimensin econmica de aqulla que ha plantado sus cuarteles en el Congo.

La conduccin y el financiamiento de la campaa del AFDL extendieron la internacionalizacin de un conflicto en el cual no estaban inicialmente implicados ms que Ruanda y Uganda. Los Estados Unidos aportaron una ayuda preciosa a Ruanda, principalmente mediante el envo de instructores y la entrega de materiales electrnicos de telecomunicaciones. Por su parte, Kabila busc otros apoyos, fundamentalmente dirigindose a Zimbabwe y Angola. La intervencin de Angola se comprende fcilmente. El poder de Luanda quera hacer pagar a Mobutu el apoyo que ste no haba dejado de brindar a la UNITA de Jonas Savimbi: puso a disposicin del AFDL sus viejos aviones cargo Antonov. En lo que concierne a Zimbabwe, las cosas son diferentes pues no existe ningn compromiso de proximidad. La ayuda financiera aportada a Kabila en espera de una verdadera intervencin militar en el curso de la segunda guerra- es signo a la vez del mercantilismo y de una voluntad poltica de afirmarse como potencia regional para contrarrestar la influencia creciente del frica del sur.

La cuestin del financiamiento no puede ser plenamente apreciada ms que teniendo en cuenta las riquezas del subsuelo congoleo. Desde el comienzo del siglo XX, la imagen del escndalo geolgico castiga al Congo. La Unin Minera del Alto Katanga, con sus producciones de cobre, cobalto, zinc, uranio, manganeso, etc., encarn toda la potencia de una compaa minera colonial. Su heredera, la Gcamines, fue con la sociedad diamantfera Miba (Minera de Bakwanga, situada en Mbuji Mayi, capital de Kasai Oriental) uno de los pedestales de la economa rentstica del Zaire de Mobutu. Si desde el comienzo de los aos 1990 la Gcamines sufre una crisis profunda agravada por la destruccin de las infraestructuras de transporte, la explotacin de los diamantes desarroll nuevos emplazamientos, principalmente cerca de Kisangani, y la del oro prosigue en el este del pas. Por ltimo, en el curso de los aos recientes, la extraccin del coltn conoci un boom sin precedentes en el Kivu. Este contexto minero es un elemento esencial de la ecuacin congolea pues, despus de haber sido el fundamento de la explotacin colonial y luego de una depredacin generalizada bajo el rgimen de Mobutu, alimenta hoy la codicia de los vecinos y aliados del Congo.

El financiamiento del AFDL fue as garantizado con los yacimientos minerales y las perspectivas de su valorizacin despus del conflicto. Contratos mineros con sociedades norteamericanas, zimbawenses y sudafricanas, rpidamente concertados y denunciados despus por algunos de ellos-, proveyeron del dinero fresco necesario para la prosecucin de la guerra. Los verdaderos problemas para Kabila comenzaron con la paz y las exigencias de los aliados, sobre todo las de los padrinos, referidas a la reparticin de las riquezas recobradas del Congo.

Kigali y Kampala tuvieron tendencia a considerarlas como un botn que deba cubrir, como mnimo, sus gastos de guerra ms los de la ocupacin de facto de las regiones orientales. El pillaje, forma guerrera de la economa rentstica, era ineluctable, ya que la apropiacin de los recursos congoleos, se transform de motor de la guerra en su principal inters.

La segunda guerra del Congo: guerra civil o guerra continental?

Menos de quince meses despus de su entrada en Kinshasa, Laurent-Dsir Kabila rompi con los que haban sido los principales artesanos de su victoria, liberndose de su tutela por medio de un conjunto de medidas tomadas el 2 de agosto de 1998 en contra principalmente de los militares rwandeses que se haban comportado en Kinshasa como en pas conquistado. La ruptura, para la cual se preparaban los diferentes protagonistas, fue seguida por la formacin inmediata de un movimiento rebelde, la Agrupacin Congolea por la Democracia (RCD), pantalla detrs de la cual actuaban Ruanda y Uganda, en lo sucesivo adversarios resueltos de su antiguo protegido. Muy rpidamente, las regiones orientales y septentrionales estuvieron bajo control de la rebelin. En compensacin, los estrategas rwandeses fracasaron en una tentativa audaz de tomar Kinshasa de revs: habindose adueado del campo militar de Kitona, en el extremo oeste del Congo, gracias a una operacin aerotransportada a 1.800 km de su base, sus tropas de lite no consiguieron tomar la capital congolea. Se enfrentaron a una feroz resistencia de los kineses, y a la intervencin de los aliados de Kabila. Estos combatientes experimentados fueron vencidos por la inmensidad del pas que los distanciaba de sus bases de retaguardia, y por el arranque patritico de congoleos que haban desarrollado un vivo sentimiento anti-tutsi durante el perodo en el que se haban sentido ocupados por la gente del este.

Esta nueva guerra del Congo fue calificada con justicia como primera guerra continental africana pues, mucho ms que durante la avanzada del AFDL, un gran nmero de Estados fueron directamente implicados en ella. Del lado de la rebelin: Ruanda, Uganda y Burundi, bien que ste, enredado en sus dificultades internas, no fue ms que un actor de segundo plano. Del lado de Kinshasa: Angola, Zimbabwe, Namibia y Chad, en una coalicin heterclita en la cual los militares angoleos y zimbabwenses tuvieron los roles principales. Los intereses de este nuevo conflicto ya no son los mismos. La amenaza hutu est conjurada, incluso si quedan algunos miles de ex FAR e interahamwe en el Kivu. La ideologa que sostena la cruzada de Kabila vol en pedazos. La guerra es a partir de ahora una empresa de pura depredacin. Al interior del Congo, los predadores vestidos de jefes de guerra o de lderes polticos alimentaron una situacin de guerra civil particularmente dura para las poblaciones ya debilitadas por un subdesarrollo que no dej de agravarse durante un decenio. Desde el exterior no se suea ms que en las ganancias que puede procurar el dominio sobre los recursos naturales del Congo, vctima de su imagen de pas repleto de riquezas.

La fragmentacin de las fuerzas beligerantes

La unidad inicial pero aparente de la rebelin no tard en agrietarse. Agrupamiento heterclito de antiguos mobutistas, de tutsis de Kivu, de polticos asalariados por Ruanda o Uganda, de militares en bsqueda de reconversin y de aventureros de todo pelaje, la rebelin est totalmente desprovista de ideologa. Dado que no existe sino gracias a los dos pases vecinos que presidieron su nacimiento, depende estrechamente del estado de sus relaciones. La discordia creciente entre Museveni y Kagame a propsito de la poltica a mantener respecto al Congo no poda sino entraar su fragmentacin. Una primera escisin se produjo en mayo de 1999: el RCD-Goma, bajo la presidencia de Emile Ilunga, sigui obedeciendo a Ruanda mientras que el RCD-Movimiento de Liberacin (RCD-ML o RCD-K) y su presidente Wamba responda a Uganda. En otoo de ese mismo ao, Jean Pierre Bemba cre una rebelin disidente, el Movimiento por la Liberacin del Congo (MLC).

Los jefes de estas rebeliones, lejos de ser desconocidos, tienen en general experiencia poltica; la mayora han ocupado puestos en la administracin o los gobiernos de Mobutu. Surgieron de esa clase poltica formada en las universidades de Europa o de los Estados Unidos que siempre jug un rol importante en la vida pblica zairense. Todos ellos saben lo que quiere decir depredacin. Las rebeliones no son dirigidas por aventureros sino por hombres de experiencia, intelectuales, herederos. El presidente del MLC, por ejemplo, es hijo de Bemba Saolana, que fue uno de los hombres ms influyentes de Zaire. Para estos hombres salidos del palacio, mobutistas por conviccin u oportunismo, Kabila desentonaba. Un grosero del que el mismo Che haba dicho que gustaba demasiado del alcohol y las mujeres. Su asesinato, el 16 de enero de 2001 (como el de Savimbi dos aos ms tarde) iba a aclarar el horizonte luego de un perodo de vacilacin donde se preguntaba por el significado de la eleccin de uno de sus hijos, Joseph Kabila, para sucederlo, y sobre las capacidades de ste para manejar una situacin cuanto menos delicada. Durante dos aos y medio, Kabila hijo, sin hacer escndalo, parece haber llegado para volver a dotar al Estado de un mnimo de funcionalidad. Una cosa es segura, la vida cotidiana en Kinshasa se normaliz, las molestias permanentes de las fuerzas del orden de finales del reinado de Mobutu no son sino un mal recuerdo.

Uno de los xitos polticos de Joseph Kabila es el de haber vuelto a poner pie en el este del Congo, metiendo una cua entre las rebeliones respectivamente partidarias de Kigali y de Kampala. El RDC-ML es a partir de ahora aliado de Kinshasa. Todo esto puede parecer muy complicado y lo es sin duda, pero la geopoltica no se resuelve en algunas banalidades simplificadoras fundadas sobre la revelacin de un deus ex machina providencial. Una sola cosa parece incuestionable: la tensin no deja de crecer entre los dos aliados de antao convertidos en rivales por el control de los recursos del este del Congo, lo que vino de nuevo a confirmar la degradacin de la situacin en Ituri en la primavera de 2003.

La rapia de las riquezas naturales

La representacin recurrente del Congo con los rasgos de un perpetuo eldorado envenena la vida cotidiana de un pas que no merece ni este entusiasmo, ni las consecuencias que se derivan de l. Desde que estall, en agosto de 1998, la guerra del Congo mostr su verdadero rostro: los beligerantes no tienen otro objetivo que acaparar sus riquezas. Los informes del grupo de expertos de la ONU han desmontado precisamente sus mecanismos. El ltimo libro de Colette Braeckman sobre los nuevos predadores levanta un acta muy edificante de las prcticas que se han generalizado gracias a la guerra. Para comprender los intereses mineros hay que distinguir dos campos de explotacin, el del diamante, el del oro y el del coltn, por un lado, y el del complejo minero de la Gcamines por el otro.

En el primer caso, la produccin, de muy alto valor especfico, no produce sino pequeos volmenes y no plantea ningn problema de transporte. El diamante circula igual de bien en el fondo de los bolsillos de una multitud de traficantes organizados en redes internacionales cuyos circuitos unificados y mviles se extienden desde Senegal al frica del sur, como en las valijas diplomticas. No hay tampoco problemas que afecten al oro cuya produccin anual sera del orden de las 5 toneladas. El coltn demanda un poco ms de infraestructuras terrestres, para el transporte en vehculos todo terreno desde los lugares de produccin hacia las pistas donde los aviones de pequeo porte llegan a cargar el mineral: el pico de produccin en 2001 no fue sin embargo ms que de 1.500 toneladas, lo que no representa una cantidad enorme para transportar entre los emplazamientos de produccin del Kivu y Ruanda, por donde transita y es exportado. En este contexto, la economa minera se acomoda al estado tan degradado de las infraestructuras de transporte.

Desde un punto de vista tcnico, la produccin se reparte entre la explotacin industrial en los sectores del diamante (MIBA en Mbuji Mayi) y del oro (minas de Kilo y Moto en Ituri), y la explotacin artesanal. Desde las medidas de liberalizacin a comienzos de los aos 1980, unas decenas de miles de excavadores remueve a punta de pala y pico los aluviones de la ribera Mbuji Mayi, o cazan los diamantes de joyera en la vieja regin de produccin de Tshikapa o los nuevos yacimientos prximos a Kisangani. De la misma manera, miles de hombres de Kivu se hicieron excavadores de coltn: como para el diamante, es suficiente con herramientas manuales para extraer el mineral de los afloramientos superficiales donde est concentrado.

Los diamantes, como en Sierra Leona, jugaron un rol considerable en el financiamiento de la guerra. Kinshasa consigui conservar los yacimientos del Kasai despus del fracaso de la rebelin en su tentativa de apoderarse de Mbuji Mayi. En cuanto al dominio sobre las zonas de produccin de la regin de Kisangari, ste fue el origen de enfrentamientos muy violentos entre los militares rwandeses y ugandeses por el control de la capital de la Provincia Oriental. Estos combates, que redundaron en beneficio de Ruanda, aceleraron el deterioro de las relaciones entre los dos pases con intereses cada vez ms divergentes. Las poblaciones civiles pagan cada vez el duro precio de la violencia armada destinada a controlar las zonas de produccin y los circuitos de comercializacin. Sensibilizadas por los horrores de la guerra en Sierra Leona, en Angola, en el Congo, un gran nmero de ONG se movilizaron para denunciar los diamantes de sangre cuyos trficos ilcitos financian la compra de armas. Bajo la presin de la opinin pblica, principalmente norteamericana, las multinacionales implicadas en el comercio de los diamantes, con De Beers a la cabeza, se pusieron a moralizarla. Pero la diligencia de los procesos de Kimberley no es simple en pases donde el Estado deja un margen de accin considerable a los traficantes. Un rodeo por Dubai o Bombay devuelve su virginidad a los diamantes de origen dudoso. Libaneses e indo-paquistanes slidamente implantados, los primeros en el oeste, los segundos en el este del Congo, estn en medio de las redes mafiosas internacionales que contribuyen al drenaje de los recursos congoleos hacia Uganda y Ruanda. Cuando Laurent-Dsir Kabila, deseoso de tomar distancia de los libaneses que haban sido fieles auxiliares de Mobutu, otorg el monopolio de la compra de diamantes a la sociedad israel International Diamond Industries a cambio del suministro de armas, se granje unos enemigos mortales. Su asesinato tal vez no deje de tener relacin con esta medida que Joseph Kabila se apresur por cierto a levantar. De todas formas, el contrato con los diamantistas de Tel Aviv no haba cumplido sus promesas, pues una proporcin importante de las gemas haba tomado en seguida el camino del contrabando va el Congo Brazzaville y la Repblica Centroafricana. Sea como fuere, los diamantes son una de las claves de la poltica congolea, pues desde el hundimiento de la Gcamines representan el principal recurso del Congo; estn en todas partes asociados a los sobresaltos que agitan al frica central.

Los diamantes sirven para pagar la ayuda aportada por Zimbabwe a Kinshasa. Una nueva sociedad, creada bajo el nombre de Sengamines, obtuvo en el 2000 una prspera concesin del emplazamiento de Senga, al este de Mbuji Mayi. Se trata de una joint venture que asocia la COMIEX (Junta de Comercio y de Importacin-Exportacin), que representa los intereses del Estado congoleo y de la Miba, con la sociedad OSLEG (Operation Sovereign Legitimacy), controlada por el ejrcito zimbabwense y muy cercana al presidente Mugabe, teniendo como operador a la sociedad anglo-omanesa Oryx Natural Ressources, inscripta en las islas Caimn... Ningn espacio escapa a la mundializacin, bajo una forma u otra.

En lo que concierne a la rebelin, las cosas estn menos claras y cambiaron con la reciente retirada de los militares ruandeses y ugandeses del territorio congoleo. Desde la primera guerra del Congo, el este del pas conoci pillajes sistemticos: los stocks de productos comercializables, caf, madera, minerales, tomaron el camino de Ruanda y de Uganda. En consecuencia, el complejo poltico-militar se organiz para sacar el mejor provecho de la explotacin de los recursos naturales. Ruanda desarroll un sistema sofisticado de retenciones impositivas sobre los productos exportados por el intermediario del Bureau Congo cuyos ingresos cubriran el 80% de los gastos del Ejrcito Patritico Ruands. Hombres o mujeres de negocios muy cercanos al poder poltico dan una fachada de respetabilidad a actividades dudosas. Una clebre comerciante de Bukavu, la seora Aziza Kulsum Gulamali, en otro tiempo enredada en el trfico de armas y de cigarrillos, se vio promovida a Directora General de la Sociedad Minera de los Grandes Lagos (SOMIGL), que tuvo durante un tiempo el monopolio de la comercializacin del coltn. Naturalmente, el conjunto del sistema est dirigido por la jerarqua poltico-militar de Kigali. De la misma manera, Uganda organiz la explotacin de los recursos de la zona que controlaba. Salim Saleh, medio hermano del presidente Museveni, es conocido por haber orquestado las operaciones ms rentables. Los militares ugandeses estacionados en el Congo eran adems incitados a vivir del pas: el autofinanciamiento de la guerra aligeraba el presupuesto de Defensa, permitiendo a Uganda cumplir sus compromisos frente al FMI.

La retirada de las tropas de ocupacin a comienzos de 2003 puso trmino a la depredacin directa, pero es probable que los ugandeses y los ruandeses dejaran tras de s redes destinadas a facilitar la continuacin de operaciones comerciales lucrativas. La normalizacin de las relaciones entre la RDC y sus vecinos orientales debera sin embargo facilitar el retorno a actividades lcitas, sustituyendo la depredacin por la cooperacin, en el marco de la integracin econmica de una cuenca que atraviesa las fronteras del este del Congo y de la regin de los Grandes Lagos. Es sin duda una de las condiciones para la instauracin de una paz duradera.

La problemtica de la Gcamines es de una naturaleza completamente distinta a aqulla concerniente a los diamantes o al coltn. El relanzamiento de la actividad minera en Kananga, sea cual sea el futuro de una sociedad hoy moribunda, presupone en efecto una rehabilitacin de la va de transporte menos onerosa para la exportacin del mineral de cobre y de los minerales asociados. El terreno minero de la Gcamines contiene reservas abundantes y de calidad, pero el territorio y la distancia del ocano representan pesadas desventajas en relacin a las cuencas mineras prximas al litoral, como en Chile. La reactivacin de la explotacin minera en gran escala est condicionada por la reapertura de la va frrea de Benguela, que se volvi impracticable por la guerra civil en Angola. La reciente paz angolea abre as perspectivas de relanzamiento que las buenas relaciones entre Luanda y Kinshasa deberan favorecer.

El fenmeno de los excavadores no est ausente en Kananga. En respuesta a la crisis de la Gcamines (la produccin de cobre se hundi de 500.000 toneladas en los aos 1980 a 20.000 toneladas en 2002), los habitantes de la zona minera se propusieron explotar los afloramientos superficiales del mineral. Se contaran entre 40.000 y 50.000 artesanos, agrupados en la Empresa de Mineros Artesanos de Kananga (EMAK). Pero, comparada con esta actividad de supervivencia, la reanudacin de la produccin industrial necesita capitales considerables. No es sorprendente que la negociacin de contratos mineros haya estado estrechamente ligada al financiamiento de las guerras del Congo. Estos contratos son en general filtrados por unos juniors [peces chicos] que asumen los riesgos polticos, principalmente tratando con los rebeldes, y revenden sus haberes a las multinacionales cuando, y si, la situacin lo permite. Es as que en 1997, antes de que Kabila hubiera alcanzado Kinshasa, American Mineral Fields, sociedad de Arkansas, firm acuerdos mineros en Lubumbashi. Estos acuerdos, firmados precipitadamente, fueron denunciados por el nuevo amo del Congo, dando lugar a nuevas negociaciones que se tornaron necesarias para el financiamiento de la segunda guerra. El zimbabwense Willy Rautenbach, cercano a Mugabe, estuvo un tiempo en primera fila, pero tambin sociedades sudafricanas, finlandesas y norteamericanas. Entre ellas, el grupo canadiense Lundin, otro junior que se propuso para la explotacin del rico yacimiento de cobre-cobalto de Tenke Fungurume; ste calent el asiento en espera de que las condiciones fueran favorables para una reanudacin de la actividad minera por un major [pez gordo].

La relacin del Congo con sus adversarios o socios africanos, y con el mundo, por lo tanto, est situada bajo el signo de la economa minera. Las cuestiones de la guerra as como las de la paz estn profundamente afectadas por ella.

El Ituri: nuevo o ltimo avatar de la guerra del Congo?

La violencia que se desencaden en la regin de Ituri, al punto de precipitar el envo de una fuerza multinacional de urgencia segn una resolucin del Consejo de Seguridad del 30 de mayo de 2003, plante una amenaza real a un proceso de paz y de normalizacin frgil. Todos los ingredientes de las guerras regionales se vuelven a encontrar, como en un concentrado, en esta esquina nordeste del Congo, fronteriza con Uganda. Si bien la violencia alcanz un paroxismo en 2003, la crisis es ya antigua. Superpone un conflicto local entre poblaciones hema y lendu, y un conflicto regional donde se enfrentan Uganda, Ruanda y el gobierno de Kinshasa, sobre el fondo de la prospeccin petrolfera que inscribe a Ituri en la geopoltica mundial. Desde 1999, la violencia se habra cobrado 50.000 muertos y 500.000 desplazados, para una poblacin total de Ituri del orden de los 3,5 millones de habitantes. El conflicto tiene primeramente races tnicas, como en todos los espacios africanos de gran densidad repartidos entre diferentes tipos de usos: es un conflicto por el acceso a la tierra y al poder local. Como en Ruanda y en Burundi con los tutsis, la colonizacin haba privilegiado a los pastores hema vinculados al Nilo; educados en las escuelas catlicas, haban acaparado las funciones administrativas y comerciales mientras que la mayora lendu provea de mano de obra a las empresas agrcolas y mineras belgas o griegas, muy numerosas en estas regiones. Con la independencia, una minora activa de hema se apoder de las plantaciones y de los ranchos de los colonos, consolidando as una dominacin econmica cada vez ms padecida por los lendu. Desde entonces los perodos de tensin intertnica fueron frecuentes, pero es en 1999, en medio del clima general de desestabilizacin debido a la guerra, que degeneraron en violencia generalizada cuando un hombre de negocios hema intent despojar a las familias lendu de sus tierras. Esta primera ola de violencia provoc algunos miles de muertos, y fue acompaada de un reforzamiento de las milicias armadas. Desde el inicio de los aos 1990, la decadencia del Estado haba conducido a las poblaciones a organizarse en organizaciones de ayuda mutua; es de estos agrupamientos de base tnica que nacieron las milicias. Circunstancia agravante, importantes comunidades hema viven al otro lado de la frontera ugandesa, siendo el mismo presidente Museveni originario de un clan hema. Los hema del Congo podan contar as con apoyo de sus hermanos ugandeses. Las armas afluyeron, pues, y una alianza de hecho se estableci entre oficiales ugandeses y notables hema del Congo. En cuanto a los lendu, encontraron ayuda en el grupo nande, ricos comerciantes de la regin de Beni-Butembo, en competencia con los hombres de negocios hema.

El conflicto super rpidamente los intereses locales para cristalizar las rivalidades, por una parte, entre polticos congoleos y, por otra, entre rwandeses y ugandeses. Estos ltimos parecen haber optado por una poltica de desestabilizacin del Estado del Congo, gracias a la cual el pillaje de los recursos podra continuar. Es as que favorecieron una disidencia al interior de la RDC con la formacin del UPC, Unin de Patriotas Congoleos, formada de hema bajo la batuta de Thomas Lubenga. Los nande, representados por el RCD-ML repatriado de Kisangani a Ituri, hicieron alianza con Kinshasa, concientes de que el mercado principal del Congo se encontraba en el oeste y no en los pequeos pases pobres del este; recibieron sus armas de la capital y armaron a los milicianos lendu agrupados en el seno del Ejrcito Popular Congoleo. En cuanto al MLC de Jean-Pierre Bemba, busc extender su influencia en el este, sin xito pero habiendo cometido mltiples exacciones, [constituyendo] una de ellas los actos de antropofagia. Pero todas estas configuraciones son todava eminentemente movedizas. Es as que a continuacin de la firma del acuerdo de Lusaka en septiembre de 2002 entre Kinshasa y Kampala, previendo el retiro de las tropas ugandesas y el establecimiento de una Comisin de Pacificacin de Ituri, el UPC, vindose marginado, se puso bajo la proteccin de Ruanda, su actual patrn. En seguida se benefici del apoyo de combatientes de la Peoples Redemption Army (uno de los movimientos rebeldes de Uganda) armados por Ruanda. En consecuencia, una parte de los hema form una disidencia, siguiendo al jefe Kahwa, haciendo estallar a la Unin de Patriotas Congoleos. Al fin y al cabo, se formaron una decena de grupos rivales bajo etiquetas polticas que disfrazan intereses polticos y clnicos y mantienen una gran confusin. El ms virulento entre ellos es sin duda la UPC de Thomas Lubenga. Sin duda porque ste, no habiendo formado parte de los signatarios del acuerdo global e inclusivo de Pretoria del 17 de diciembre de 2002, se siente libre de todo compromiso.

Es en este contexto confuso que la ciudad de Bunia fue tomada y retomada muchas veces desde 2002, reforzando cada vez ms los odios tnicos. A comienzos de mayo de 2003, la partida de los militares ugandeses que controlaban la ciudad abri las compuertas a nuevas violencias. La MONUC, Misin de las Naciones Unidas en el Congo, encargada de tomar el relevo de los ugandeses, se mostr incapaz de reemplazarlos en su tarea. Nuevamente en la regin, las fuerzas de la ONU asistieron sin reaccin a las masacres, permaneciendo los 700 militares uruguayos de la misin acantonados en su base. Hizo falta el envo de fuerzas especiales francesas, con la operacin Artemisa a comienzos de junio, para restablecer la calma en Bunia. Pero su mandato est limitado en el tiempo (1 de septiembre) y el espacio (la ciudad de Bunia). Las milicias, replegadas en la periferia urbana, no fueron desarmadas: esperan la seal para una reanudacin de los combates, a menos que la nueva misin de la ONU que releve a la operacin Artemisa disponga de un mandato claro y sea dotada de los medios suficientes como para desarmar a los milicianos, de los que una buena mitad, guerra africana obliga, son nios-soldados. Estar esta vez a la altura de las circunstancias? Si es as, su accin tendr un valor ejemplar, que debera contribuir a la ampliacin de la pacificacin en particular en el Kivu, siempre atiborrado de milicias tnicas, de ex FAR e interahamwe, y de combatientes mau mau. Si no lo es, no quedar ms que contabilizar las vctimas de un retorno al caos y hacer el duelo de una paz general en el espacio Congo-Grandes Lagos.

La tarea ser difcil de todas maneras, pues una multitud de armas ligeras, introducidas por todas las partes presentes en el conflicto, ha acudido en tropel a la regin. En el mercado de Bunia un AK 47 se vendera a entre 30 y 50 dlares. Los traficantes internacionales de armas fueron muy activos en la zona, principalmente el clebre Victor Bouts, mientras que Zimbabwe y Uganda comenzaron a fabricar armas bajo licencia. El mercado de la muerte se encuentra bien, puesto que nada es ms fcil, sea cual fuere el bando, que reclutar nios a los que la ausencia de perspectivas de integracin en unas sociedades en crisis designa como vctimas y asesinos. Una buena parte de los 120.000 nios-soldados que tendra frica, estn involucrados en los conflictos del frica central lo que, en la hiptesis de un retorno a la paz, plantear el espinoso problema de su reinsercin en las actividades civiles.

Olor a petrleo

La cuestin de Ituri tom una dimensin nueva con las perspectivas petrolficas del lago Alberto y de la Semliki, en medio de la frontera ugando-congolea, en medio de las zonas de enfrentamiento hema/lendu de los territorios de Djugu e Irumu. En estos ltimos aos, el Graben Albert fue objeto de investigaciones, de prospecciones y sobre todo de clculos ms o menos aventurados sobre su futuro petrolero. El inters de los gelogos por el pozo del lago Alberto no data de hoy: las primeras prospectivas llevadas adelante por Shell se remontan a 1938, pero es solamente con la entrada en escena de Heritage Oil que las cosas se volvieron serias. La sociedad, fundada en 1992, cotizada en la bolsa de Toronto, es controlada por Tony Buckingham, conocido por sus lazos con la sudafricana Executive Outcomes, prototipo de las compaas militares privadas. Por otra parte, comparte intereses con Salim Saleh.

Heritage Oil adquiri en 1997 una zona de exploracin en Uganda. La compaa comienza la ssmica en 1998 y no duda en declarar que Uganda podra volverse el Kuwait de frica! La presencia del coronel Khadafi, en julio de 2001, en la ceremonia de colocacin de la primera piedra del nuevo palacio del reino de Toro, uno de esos reinos antiguos restaurados por Museveni, estaba encaminada a reforzar estas esperanzas. Las perforaciones efectuadas en el otoo de 2002 en el valle de la Semliki no fueron sin embargo coronadas por el xito y la cuestin del porvenir petrolero de la regin permanece abierta. En 2001 Heritage Oil obtiene de Kinshasa una exclusividad de exploracin sobre 30.000 km2, pero la inseguridad no permiti el comienzo efectivo de los trabajos. En efecto, diferentes rebeliones estn compitiendo por el control del Ituri, el MLC de Bemba, el RCD/ML de Mbusa Nyamwisi y el UPC de Lubenga, aliado del RCD-Goma, que habra echado mano de territorios reputados como los ms prometedores. En sntesis, las perspectivas petrolferas, por inciertas que sean, hacen nacer nuevas esperanzas y nuevas inquietudes, agregando todava ms a la complejidad de un conflicto regional que los intereses internacionales podran modificar en un sentido o en otro si se confirma que la regin es rica en petrleo.

Las tierras altas de la cresta del Congo-Nilo: una bomba demogrfica

El anlisis de la situacin del frica central y de sus perspectivas no estara completo sin tomar en consideracin lo que constituye ciertamente el factor fundamental de desestabilizacin de la regin: la demografa.

Las tierras altas de la cresta Congo-Nilo, Ruanda, Burundi, Kivu, beneficiarias de condiciones ambientales favorables a las actividades agropecuarias, conocen, desde hace decenios, un crecimiento demogrfico vigoroso que reduce, ao tras ao, el territorio disponible por habitante, en unas sociedades que siguen siendo campesinas en un 90%. El equilibrio poblacin/recursos est amenazado por el crecimiento vertiginoso del nmero de hombres en espacios exiguos. Desde el estudio pionero de Pierre Gourou en 1953, muchas publicaciones se preocuparon por las consecuencias del peso de las densidades que para Ruanda se acercaban a los 300 [habitantes por km2] a comienzos de los aos 1990. En su tesis, Franois Bart da cuenta de inquietantes interrogantes sobre el porvenir de Ruanda y su capacidad para absorber los excedentes de poblacin cifrados en millones al ritmo de un crecimiento de ms del 3% anual. No se puede dejar de pensar que el genocidio de 1994 no es enteramente ajeno a una forma brutal de regulacin demogrfica, como antao las hambrunas. Se mat al vecino codiciando su tierra.

Ahora bien, diez aos despus del genocidio, la cuestin demogrfica no parece preocupar demasiado a las autoridades ruandesas. En ausencia de una poltica de poblacin, el crecimiento retom su ritmo de incremento del 3% anual. El recensamiento general de la poblacin de Ruanda en 2002 dio como resultado una poblacin de 8 millones de habitantes. En el plano demogrfico el genocidio est borrado, pero al ritmo de crecimiento actual la poblacin ser el doble en un cuarto de siglo. Qu ser entonces de una Ruanda con 600 habitantes por km2? Y Burundi, estar poco despus en el mismo caso? Un documento oficial rwands de prospectiva, llevando las previsiones al horizonte del 2020, no propone otra solucin para reabsorber este crecimiento demogrfico que hacer subir la tasa de urbanizacin del 10% al 30%. En realidad, en ausencia de una poltica determinada de reduccin de los nacimientos, la cuestin demogrfica no puede resolverse sino por la migracin.

Las periferias de las tierras altas, en particular la depresin congolea y las planicies tanzanianas, ofrecen vastos espacios poco poblados. Una poltica a largo plazo que permita desactivar la bomba de efecto retardado que constituye la trampa demogrfica de la cresta Congo-Nilo no puede esquivar una reflexin sobre la migracin. No existe regulacin pacfica durable posible fuera del marco regional. Todo el desafo de una posguerra hoy proyectable reside en esta capacidad de gerenciar un espacio superando el obstculo de los cierres estticos. Los dramas recurrentes del frica central muestran suficientemente que todos los pases que la componen viven en resonancia para que sea posible asegurar que no hay salvacin fuera de una regulacin global. La guerra es un impasse; no beneficia ms que a una pequea minora de polticos, de militares, de hombres de negocios, de traficantes de armas. Frente a las redes criminales y mafiosas, existe una sociedad civil valiente e iglesias cristianas cada vez ms concientes de la urgente necesidad de poner trmino a un desastre humano. Pero la buena voluntad no constituye una poltica. Para reencontrar la normalidad el frica central necesitar, en un primer momento, del sostn de la comunidad internacional para el desarme y el relanzamiento de su economa, y en un ms largo plazo de polticas de poblacin y de regulacin de las migraciones. En su defecto, la guerra tiene unos cuantos das por delante.

Colette Braeckman, Les nouveaux prdateurs. Politique des puissances en Afrique centrale [Los nuevos predadores. Poltica de potencias en frica central], Fayard, 2003.

La ONG norteamericana International Rescue Comittee estimaba el nmero de vctimas en 2,5 millones en 2001, a partir de un estudio realizado en el este del Congo por el epidemilogo Les Roberts.

Entre las publicaciones recientes, ver particularmente Colette Braeckman, Lenjeu congolais. LAfrique central aprs Mobutu [El desafo congoleo. El frica central despus de Mobutu], Fayard 1999. Filip Reyntjens, La guerre des Grands Lacs. Alliances mouvantes et conflits extraterritoriaux en Afrique centrale [La guerra de los Grandes Lagos. Alianzas inestables y conflictos extraterritoriales en el frica central], LHarmattan, 1999. Se remite tambin a la publicacin, desde 1996, del anuario LAfrique des Grands Lacs [El frica de los Grandes Lagos], bajo la direccin de Filip Reyntjens et Stefaan Marysse, Centre dEtude de la rgion des Grands Lacs, Anvers, et lHarmattan

Este acuerdo se llama global e inclusivo pues asocia a todos los componentes de la sociedad congolea, gobierno, rebeldes, sociedad civil, e incluye al RCD-Goma que haba quedado apartado de los acuerdos anteriores. No incluye sin embargo a todos los movimientos disidentes como el UPC, que es todava uno de los grupos combatientes ms activos en Ituri.

Roland Pourtier, Guerre et gographie. Du conflit des Grands Lacs lembrasement de lAfrique centrale [Guerra y geografa. Del conflicto de los Grandes Lagos al abrazo del frica central], in Politiques et dynamiques territoriales dans les pays du Sud [Polticas y dinmicas en los pases del Sur]. Dir. J-L Chalard et R. Pourtier, Publication de la Sorbonne, 2000, pp 111-135.

Roland Pourtier, Congo-Zare-Congo: un itinraire gopolitique au coeur de lAfrique [Congo-Zaire-Congo: un itinerario geopoltico en el corazn de frica], Hrodote n86-87, Gopolitique dune Afrique mdiane, 3-4e trimestre 1997, pp 6-41.

Roland Pourtier, Du Zare au Congo: un territoire en qute dEtat [Del Zaire al Congo: un territorio en busca de Estado], Afrique contemporaine n183, 1997, pp 7-30.

Jean-Pierre Chrtien, Le dfi de lethnisme. Rwanda et Burundi: 1990-1996 [El desafo de lo tnico. Ruanda y Burundi: 1990-1996], Karthala, 1997.

Barthlmy Bisengimana, exilado tutsi, fue durante largos aos Director de la oficina de la presidencia de Mobutu.

Segn Grard Prunier habran sido 3.000 de los 14.000 soldados con que contaba la NRA en 1986. Grard Prunier, Rwanda, 1959-1996: Histoire dun gnocide. [Ruanda, 1959-1996: Historia de un genocidio] Editions Dagorno, 1997.

Jean-Pierre Chrtien (dir.) Les mdias du gnocide [Los medios del genocidio], Karthala, 1995.

Human Rights Watch, Fdration Internationale des Ligues des Droits de lHomme,Aucun tmoin ne doit survivre. Le gnocide au Rwanda[Ningn testigo debe sobrevivir. El genocidio en Ruanda], Karthala, 1999.

La pertenencia tnica se volvi una cuestin tab en Ruanda, el nuevo censo de 2002 no la tiene en cuenta. Por una parte, los cambios etno-demogrficos debidos al genocidio, por otra, el retorno de los refugiados y de una parte de la dispora tutsi no pueden por lo tanto ser medidos. Las cifras son la simple renovacin de antiguos datos.

Claudine Vidal, Les politiques de la haine [Las polticas del odio], Les Temps modernes n583, 1995, pp 6-33.

La operacin Turquesa, en el marco de un mandato de la ONU, permiti asegurar el cuarto sudoeste de Ruanda. El nuevo poder de Kigali deba reprochar a Francia una intervencin que, bajo la cubierta de una accin humanitaria, favoreci la respuesta organizada de las FAR

Roland Pourtier, La guerre au Kivu: un conflit multidimentionnel [La guerra en el Kivu: un conflicto multidimensional], Afrique contemporaine n180, 1996, pp 15-38.

Entre algunas decenas de ONG presentes en los campos de refugiados, raras son las que, como MSF [Mdicos Sin Fronteras] e International Rescue Committee, decidieron retirarse, una vez que la accin de urgencia hubo terminado, para no ser cmplices de la reorganizacin de las fuerzas revanchistas hutus al abrigo de los campos del HCR.

Jean-Claude Willame, Banyarwanda et Banyamulenge. Violences ethnique et gestion de lidentitaire au Kivu [Banyawanda yBanyamulengue. Violencia tnica y gestin de lo identitario en el Kivu] , Institut Africain-CEDAF, LHarmattan, 1997.

Jean-Claude Willame, Lodysse Kabila. Trajectoire pour un Congo nouveau? [La odisea Kabila. Trayectoria para un Congo nuevo?], Karthala, 1999.

Mapas histricos muestran los lmites de Ruanda en vsperas de la colonizacin, estableciendo su posicin. Ver Claude Prioul et Pierre Sirven, Atlas du Rwanda, Association pour lAtlas des Pays de Loire, Ministre de la Coopration,1981.

El Che Guevara, con la intencin de crear focos revolucionarios en frica, se junt por algunos meses, durante el ao 1965, con la guerrilla de Kabila en la regin de Fizi Baraka.

Informe del grupo de expertos sobre la explotacin ilegal de los recursos naturales y otras riquezas de la Repblica Democrtica del Congo, Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas, 12 de abril de 2001. Este primer informe fue completado por un adicional fechado el 13 de noviembre de 2001, luego por un nuevo informe en octubre de 2002.

El coltn, abreviacin de colombo-tantalita, es un compuesto de niobium (o columbita) y de tantalita muy buscada por sus utilizaciones en la industria espacial y las telecomunicaciones.

La ruptura de agosto de 1998 fue seguida en Kinshasa de una caza de tutsis; algunos perdieron all la vida, otros huyeron atravesando el ro para alcanzar Ruanda va Brazzaville.

Bernard Leloup, Les rebellions congolaises et leurs parrains dans lordre politique regional [Las rebeliones congoleas y sus padrinos en el orden poltico regional], LAfrique des Grands Lacs, annuaire 2001-2002, Centre dtude de la rgion des Grands Lacs, Anvers, LHarmattan 2003, pp 79-114.

Gauthier de Villers, en colaboracin con Jean Omasombo et Erik Kennes, Guerre et politique. Les trente derniers mois de L.D. Kabila (aot 1998-janvier 2001) [Guerra y poltica. Los treinta ltimos meses de L.D. Kabila (agosto 1999-enero 2001)], Institut Africain, CEDAF, LHarmattan, 2001.

Bemba Saolana construy su xito econmico a a favor de la zaireanizacin. Fundador del grupo Scibe (la compaa de aviacin Scibe-Zaire fue la ms importante del Zaire) ocup funciones de Presidente de la Federacin Patronal (ANEZA) y de la cmara de comercio franco-zairea.

Colette Braeckman, Les nouveaux prdateurs. Politique des puissances en Afrique centrale, Fayard, 2003.

Franois Misser, Olivier Valle, Les gemmocraties. Lconomie politique du diamant africain [Las gemocracias. La economa poltica del diamante africano], Descle de Brouwer 1997, y Laurent Monnier, Bogumil Jewsiewicki, Gauthier de Villers, Chasse au diamant au Congo/Zare [Caza del diamante en el Congo/Zaire], Institut Africain-CEDAF, LHarmattan, 2001.

Ver Congo Crisis: military intervention in Ituri, International Crisis Group, Africa Report n64, 13 de junio de 2003

Los mau-mau, cuyo nombre viene del swahili agua, son considerados invulnerables, las balas enemigas se vaporizan en agua a su contacto. Son antes que nada defensores de su tierra, de los derechos autctonos frente a la migracin extranjera. Este nacionalismo de terruo, ya movilizado durante las rebeliones de 1964, hizo adversarios decididos a los ruandeses.

International Crisis Group, op cit.

Georges Berghezan (dir.), Trafics darmes vers lAfrique, Bruselas, GRIP, 2002.

Cuz Roja de Blgica, Amnista Internacional, UNICEF, La guerre. Enfants admis [La guerra. Nios admitidos], GRIP, Bruselas, 2001.

Pole Institute, Instituto Intercultural en la regin de los Grandes Lagos, Goma, Les sables mouvants: lexploitation du ptrole dans le Graben et le conflit congolais [Goma, Las arenas movedizas: la explotacin del petrleo en el Graben y el conflicto congoleo] , mars 2003.

Durante la guerra civil en Sierra Leona, asegur la explotacin de los diamantes, lo que le vali cierta notoriedad.

Pierre Gourou, La densit de population au Rwanda-Urundi. Esquisse dune tude gographique [La densidad de poblacin en Ruanda-Urundi. Esbozo de estudio geogrfico] , Bruselas, Institut royal colonial belge, Section des Sciences morale et politique, Mmoire XXI, 6, 1953.

Luc Cambrzy, Le surpeuplement en question. Organisation spatiale et cologie des migrations au Rwanda [La sobrepoblacin en cuestin. Organizacin espacial y ecologa de las migraciones en Ruanda], ORSTOM, Travaux et Documents n182, 1984.

Franois Bart, Montagnes dAfrique. Terres paysannes. Le cas du Rwanda [Montaas de frica. Tierras campesinas. El caso de Ruanda], Bordeaux, CEGET, 1993.

La hambruna de 1943-1944 habra provocado un milln de vctimas en Ruanda-Urundi: La dmographie de 30 Etats dAfrique et de lOcan Indien [La demografa de 30 Estados de frica y del ocano ndico], CEPED, 1994.

Vision 2020, Ministre des fiances et de la planification conomique, Kigali, 2002.