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1 Preguntas de Eva Lootz a José Manuel Naredo Eres el autor de dos libros fundamentales para poner en perspectiva histórica los dogmas de la ideología económica dominante y superar el divorcio entre economía y ecología: La economía en evolución y Raíces económicas del deterioro ecológico y social, ambos reeditados en 2015. Has sido el introductor en España de Nicolás Georgescu-Roegen, cuya obra clave La ley de la entropía y el proceso económico editaste por primera vez en castellano y prologaste en 1996 (en la Colección “Economía y Naturaleza” de la desaparecida Fundación Argentaria, encontrándose hoy accesible en la sección de publicaciones de la Fundación César Manrique: http://www.fcmanrique.org/publiDetalle.php?idPublicacion=107). Eres, en suma, un pionero del pensamiento ecológico a quien veo continuamente citado por los jóvenes inquietos por la crisis de civilización y el cambio de modelo y por eso quisiera hacerte unas preguntas. En mi exposición La materia en movimiento en la Tabacalera de Madrid, trataré el tema de ciertas materias esenciales como son el cobre, la sal y el agua, que en el caso del cobre y del agua tienen además un gran valor estratégico. La sal estará presente por su importancia antropológica como lo prueba la palabra salario y por la existencia de ciudades que se forman y prosperan gracias al comercio de la sal como es el caso de Salzburgo, por ejemplo. El cobre porque en España existe uno de los yacimientos más extraordinarios, el cinturón pirítico del Sur - Oeste de la Península, uno de los más antiguos en ser explotados, con gran incidencia en el paisaje, testimonio sobresaliente de la segunda revolución industrial y que desde los años ochenta me ha llamado especialmente la atención. No tocaré el tema del petróleo que hoy representa la materia estratégica por excelencia, pero sí el del agua que es, si cabe, un recurso aún más importante para el futuro de la humanidad. Partidaria de un arte que ya no se limita a un disfrute formal sino se mueve en un campo expandido y puede entenderse como una práctica polivalente que cuestiona los límites de las disciplinas, los géneros artísticos y científicos tradicionales, quiero hacerte unas preguntas acerca de la degradación ecológica y social, que a primera vista tal vez te pueden parecer alejadas del arte. En tus libros muestras como lo inviable de nuestro sistema económico a la luz de las ciencias de la naturaleza -pues permanece al margen de los límites de los recursos terrestres- queda encubierto por el discurso omnipresente del progreso y del desarrollo, que es asumido sin crítica por el grueso de la sociedad. Las preguntas son las siguientes: Eva Lootz (E.L.) ¿Qué herramientas pueden ponerse en juego para aumentar la concienciación de la gente y disminuir la ceguera generalizada teniendo en cuenta que los media son rehenes de los intereses corporativos? José Manuel Naredo (J.M.N): Voy a hacer dos matizaciones a tu pregunta, que muestran la magnitud del problema. Una es que esa “ceguera generalizada” de la que hablas es en buena medida voluntaria y que, por lo tanto, no basta con idear herramientas si no hay voluntad de verlas, ni asumirlas. Y otra es que esas herramientas tienen que ser, o apoyarse en, ideas y palabras que han de escapar al magma de la

Preguntas de Eva Lootz a José Manuel Naredo de Eva Lootz a Jo… · de la segunda revolución industrial y que desde los años ochenta me ha llamado especialmente la atención. No

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Preguntas de Eva Lootz a José Manuel Naredo

Eres el autor de dos libros fundamentales para poner en perspectiva histórica los

dogmas de la ideología económica dominante y superar el divorcio entre economía y

ecología: La economía en evolución y Raíces económicas del deterioro ecológico y

social, ambos reeditados en 2015. Has sido el introductor en España de Nicolás

Georgescu-Roegen, cuya obra clave La ley de la entropía y el proceso económico

editaste por primera vez en castellano y prologaste en 1996 (en la Colección “Economía

y Naturaleza” de la desaparecida Fundación Argentaria, encontrándose hoy accesible en

la sección de publicaciones de la Fundación César Manrique:

http://www.fcmanrique.org/publiDetalle.php?idPublicacion=107). Eres, en suma, un

pionero del pensamiento ecológico a quien veo continuamente citado por los jóvenes

inquietos por la crisis de civilización y el cambio de modelo y por eso quisiera hacerte

unas preguntas.

En mi exposición La materia en movimiento en la Tabacalera de Madrid, trataré el tema

de ciertas materias esenciales como son el cobre, la sal y el agua, que en el caso del

cobre y del agua tienen además un gran valor estratégico. La sal estará presente por su

importancia antropológica como lo prueba la palabra salario y por la existencia de

ciudades que se forman y prosperan gracias al comercio de la sal como es el caso de

Salzburgo, por ejemplo. El cobre porque en España existe uno de los yacimientos más

extraordinarios, el cinturón pirítico del Sur - Oeste de la Península, uno de los más

antiguos en ser explotados, con gran incidencia en el paisaje, testimonio sobresaliente

de la segunda revolución industrial y que desde los años ochenta me ha llamado

especialmente la atención. No tocaré el tema del petróleo que hoy representa la materia

estratégica por excelencia, pero sí el del agua que es, si cabe, un recurso aún más

importante para el futuro de la humanidad.

Partidaria de un arte que ya no se limita a un disfrute formal sino se mueve en un campo

expandido y puede entenderse como una práctica polivalente que cuestiona los límites

de las disciplinas, los géneros artísticos y científicos tradicionales, quiero hacerte unas

preguntas acerca de la degradación ecológica y social, que a primera vista tal vez te

pueden parecer alejadas del arte.

En tus libros muestras como lo inviable de nuestro sistema económico a la luz de las

ciencias de la naturaleza -pues permanece al margen de los límites de los recursos

terrestres- queda encubierto por el discurso omnipresente del progreso y del desarrollo,

que es asumido sin crítica por el grueso de la sociedad.

Las preguntas son las siguientes:

Eva Lootz (E.L.) ¿Qué herramientas pueden ponerse en juego para aumentar la

concienciación de la gente y disminuir la ceguera generalizada teniendo en cuenta que

los media son rehenes de los intereses corporativos?

José Manuel Naredo (J.M.N): Voy a hacer dos matizaciones a tu pregunta, que

muestran la magnitud del problema. Una es que esa “ceguera generalizada” de la que

hablas es en buena medida voluntaria y que, por lo tanto, no basta con idear

herramientas si no hay voluntad de verlas, ni asumirlas. Y otra es que esas herramientas

tienen que ser, o apoyarse en, ideas y palabras que han de escapar al magma de la

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ideología dominante, que tratará de digerirlas o ignorarlas para seguir presentando el

statu quo como algo universal e inevitable o incluso regido por sistemas (político

democrático o económico mercantil) que se consideran como los menos malos de todos

los posibles.

Así, a la “ceguera voluntaria” se añade otra constituida por los “puntos ciegos” que

generan esas nociones de “sistema” imperantes, cuando, por ejemplo, la metáfora de la

producción encubre la destrucción y el deterioro que conllevan los procesos de mera

adquisición o extracción (uso y deterioro) de riqueza, que son los que de verdad hoy

están al orden del día. Nos encontramos, por una parte, con una ideología encubridora o

manipuladora de todo lo que le es ajeno, que genera numerosos “puntos ciegos”…y, por

otra, con una sociedad sometida a instituciones patriarcales y domesticada por el

“trabajo” dependiente y el “ocio” colonizado por un panem circensis cargado de

inventos que devoran el tiempo de la gente, que abducen su mente y atraen su atención

y su pasión hacia entretenimientos compatibles con el statu quo y, como consecuencia

de ello, con una sociedad que hurta a la mayoría la posibilidad de pensar libre y

tranquilamente sobre cómo impulsar la sociedad hacia horizontes ecológicos, sociales e

individuales más saludables.

E.L.- ¿Y qué herramientas cabe idear para combatir esta situación conformista?

J.M.N.- El propio sistema ha generado últimamente un contexto social más receptivo a

la crítica. Pues la grave crisis económica que el auge especulativo vino cebando, ha

desembocado en una profunda crisis social, política e institucional que ha perturbado el

conformismo, espoleando la movilización social y el pensamiento crítico. Pero para que

éstos sean verdaderas herramientas de cambio, han de cuestionar los dogmas y las

instituciones vigentes e iluminar bien los deterioros y regresiones soslayados por la

ideología dominante, para poder paliarlos o enderezarlos en el futuro.

El gran problema estriba en que, hasta el momento, el grueso de los movimientos

supuestamente emancipadores acabó siendo asilo de nuevos despotismos y

reproduciendo el statu quo que decían combatir, al abrazar con ligeras variantes las

mismas ontologías e ideas de naturaleza humana, de sistema político, de sistema

económico, etc., sobre las que se levanta la actual civilización industrial. La novedad

estriba en que ahora, al menos teóricamente, se cuenta con más conocimientos para

cuestionar con mucha mayor profundidad la pretendida universalidad de la ideología

dominante y para evitar que se repitan las amargas experiencias del pasado. Esperemos

que la razonada solvencia de estos conocimientos se acabe abriendo paso entre la actual

sobredosis de contaminación informativa ─que se ha revelado más eficaz para ahogar

nuevas ideas críticas que la obsoleta censura franquista─ a la vez que actúa como caja

de resonancia de los poderes establecidos y de sus portavoces ideológicos.

En el prólogo a la edición actualizada de 2015 de mi libro La economía en evolución.

Historia y perspectivas de las categorías básicas del pensamiento económico,

ejemplificaba estas preocupaciones al señalar que la nueva edición me planteaba

sentimientos encontrados: por una parte, me congratulaba que el repunte del

pensamiento crítico lo hiciera ganar actualidad, “pero por otra me entristecía que,

pasado ya un cuarto de siglo de desde que en la primera edición de este libro denunciara

los engaños de la ideología económica dominante, ésta siga gozando de buena salud y

se nos continúe ofreciendo, revestida de las mismas razones científicas que puse en

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cuestión hace tanto tiempo, para justificar impunemente instituciones, políticas y

comportamientos, no sólo desde los poderes establecidos, sino también en buena

medida desde el pensamiento crítico”.

E.L.- ¿Podrías abundar un poco sobre el tema del pico de los combustibles fósiles - que

tal vez no es generalmente conocido – y cómo crees que debería el Estado enfrentarse a

él?

J.M.N.- Bueno quizás haya que explicar primero lo que se entiende por “pico del

petróleo” u otros combustibles fósiles. Para ello hay que precisar lo que es la “curva de

Hubbert”, a la que se refiere dicho “pico”. Esta curva, formulada por King Hubbert en

19561, es una curva que representa bajo su área en forma de campana las reservas

disponibles de un recurso (p.e.: el petróleo). Esta curva se dibuja con un eje de abscisas,

en el que se registra el tiempo y un eje de ordenadas, que registra las toneladas de

recurso extraídas cada año. La forma acampanada de la curva supone que la extracción

crece primero exponencialmente, pero que su ritmo de crecimiento decae a medida que

el stock se va consumiendo, hasta alcanzar la parte alta de la campana, en la que la

extracción empieza a disminuir a partir del momento en el que ya se ha extraído más de

la mitad del stock inicialmente disponible.

La mayoría de las estimaciones señalan que hacia 2008 se ha extraído ya la mitad del

petróleo convencional que había en la corteza terrestre, alcanzando en la representación

antes mencionada la parte alta de la campana ─por eso se habla del “pico del

petróleo”─ a partir de la cual dicha representación supone que la extracción entra en la

fase de declive.

Recordemos que el problema del agotamiento del petróleo fue una preocupación

generalizada en la década de los setenta del pasado siglo XX. Las “crisis petrolíferas”

de 1973 y 1979, motivadas por la elevación de los precios del crudo promovidas por los

países de la OPEP, propiciaron este tipo de reflexiones que llevaron a vaticinar que

civilización industrial colapsaría sobre todo por escasez de recursos. Sin embargo,

treinta años después, cuando en pleno auge económico el consumo global de energía

había amentado en más de un 70 % y cuando había mucho menos petróleo extraíble en

la corteza terrestre que entonces, ya no preocupaba tanto su escasez como el “cambio

climático” derivado del exceso de residuos.

Así las cosas, el “pico del petróleo” ha sido enarbolado y popularizado por el

movimiento ecologista para recordar la proximidad del fin de la era del petróleo y urgir

al ahorro de energía y a la reconversión hacia fuentes renovables. Para evitar

confusiones hay que recordar que ese “pico” no deja de ser un dato teórico a partir del

cual no tiene por qué suceder ningún sobresalto inmediato, ya que todavía queda por

extraer la mitad del recurso. Lo que ocurre es que el “pico” coincidió con el inicio de la

gran crisis económica y a partir de 2008 la extracción (y el consumo) de petróleo

decayó con el pulso de la coyuntura económica. Pero esto hizo que lejos de observarse

1 En su comunicación titulada “Nuclear energy and the fossil fuels” al meeting de la División de Producción del American Petroleum Institute, celebrado el 7,8 y 9 de marzo de 1956 en San Antonio, Tejas. Hubbert recurrió pioneramente a la curva que hoy lleva su nombre y que ha sido tan profusamente utilizada por el movimiento ecologista, en este texto en el que paradójicamente defendía la energía nuclear como sustituto natural de los combustibles fósiles, ignorando las fuentes renovables.

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síntomas de escasez, los precios del petróleo cayeran arrastrados por la atonía de la

demanda y por el petróleo obtenido mediante el fracking a partir de fuentes no

convencionales. Lo cual evidencia una vez más que los precios no reflejan la escasez

absoluta de un recurso en la corteza terrestre, sino que dependen de episodios

coyunturales. Así, puede haber menos petróleo en la corteza terrestre que hace diez o

quince años y haber bajado mucho el precio. Esto ya ocurrió tras las “crisis petrolíferas”

de los años setenta del pasado siglo: al romper los emiratos del Golfo la cohesión de la

OPEP, el precio cayó en picado, aunque como hemos dicho hubiera menos petróleo en

la corteza terrestre que antes de las subidas que desencadenaron las “crisis”.

La aparente contradicción que supone que los precios del petróleo caigan justo cuando

el “pico del petróleo” nos recuerda su escasez, me induce a subrayar dos aspectos. Uno,

que la escasez absoluta de un recurso en la corteza terrestre y los tiempos geológicos

que marcan su posible agotamiento, por muy perentorios que sean, tienen poco que ver

con los tiempos de la coyuntura económica y de la política, que vienen marcados por un

extremado cortoplacismo. Otro es que el “pico del petróleo” nos recuerda la evidente

limitación del mismo, ya que al tratarse de uno de los recursos mejor conocidos de la

corteza terrestre, no caben grandes descubrimientos que alteren significativamente las

reservas estimadas, como ocurrió a mediados del siglo pasado con la detección de los

grandes yacimientos de petróleo de calidad en Oriente Medio.

Pero también hay que advertir que el agotamiento del petróleo convencional en la

corteza terrestre no implica necesariamente desabastecimiento de petróleo, ya que se

puede obtener de otras fuentes (p.e.: pizarras o arenas bituminosas) y fabricar a partir

del carbón, del gas natural o de biomasas. Y esto no es ninguna novedad, cuando

durante la pasada Guerra Mundial, Alemania y Japón se abastecieron en buena medida

con petróleo fabricado artificialmente a partir del carbón, mediante licuefacción directa

(proceso Pott-Broche) o indirecta, obteniendo primero gas (proceso Fischer-Tropsch).

Hay que contar con que este tipo de procesos entrarán en funcionamiento para suplir la

escasez del petróleo convencional cuando se vaya agotando, ya que son más caros y

contaminantes que la mera extracción y refino de aquel. Así, creo que el progresivo

agotamiento de los yacimientos de petróleo convencional no tiene por qué acarrear un

repentino colapso, cuando es posible recurrir a otras fuentes y procesos de obtención

que, eso sí, al ser menos eficientes y más costosos y contaminantes, que señalarán el fin

de la era del petróleo barato.

También cabe suponer que esa situación forzará la transición hacia el uso de energías

renovables y del hidrógeno como combustible. Pero las energías renovables, al igual

que los cultivos energéticos, requieren suelos que compiten con otros cultivos, usos o

aprovechamientos. Esta mera exigencia de suelo imposibilita seguir abasteciendo solo

con fuentes renovables el enorme consumo de energía del grueso los países ricos. Por

ejemplo, en su día calculé que en España, aunque se destinara a cultivos energéticos

toda la superficie agrícola útil, no daría ni siquiera para abastecer la energía que

actualmente reclama el sector agrario.

Con lo cual es evidente que se marchitará ese reino de jauja de energía barata y

abundante que trajo consigo la era de los combustibles fósiles y que habrá que revisar el

paso tecnológico en falso que dio la civilización industrial al basar la intendencia de la

especie humana sobre extracciones de la corteza terrestre, en vez de hacerlo sobre la

fotosíntesis y otros derivados renovables de la energía solar. La especie humana con sus

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enormes extracciones moviliza hoy un tonelaje muy superior a la de cualquier fuerza

geológica, lo que ha inducido a afirmar que hemos entrado en un nuevo estadio o era

geológica: el Antropoceno2. Esta potente actividad extractiva utiliza los minerales que

la corteza terrestre había concentrado en forma de yacimientos singulares que, tras ser

utilizados, se dispersan originando normalmente problemas de agotamiento y

contaminación. Dado que la Tierra es un sistema cerrado en materiales, salvo la

afortunadamente rara caída de meteoritos, pero abierto a la energía solar que recibe

diariamente, Georgescu-Roegen consideró que en última instancia el problema de la

escasez de recursos se plantearía por el lado de los materiales, aunque éstos puedan

obtenerse con el nivel de concentración y estructura deseados gastando energía en los

procesos de concentración y mejora de los mismos. El problema de fondo estriba en que

el divorcio que se observa entre los tiempos geológicos y los políticos y económicos…o

entre lo que sería sostenible y deseable para la mayoría y los intereses extractivos de

determinados lobbies que presionan a los Estados, dificultando a éstos para planificar

una transición ordenada hacia fuentes renovables que sería generalmente deseable a

escala planetaria.

E.L.- ¿Puede hablarse así también del “pico” y del peligro de agotamiento de otras

sustancias minerales?

J.M.N.- Sí, pero hay que añadir nuevas precisiones, ya que el petróleo convencional es

una substancia bastante bien definida que se agrupa en yacimientos mal repartidos en la

corteza terrestre. Sin embargo no cabe hablar sin más, por ejemplo, del agotamiento o

del “pico” del hierro, cuando es una substancia muy abundante y extendida en la corteza

terrestre, que aparece asociada a suelos y minerales muy diversos. Además de que el

hierro, cuando se usa y abandona no cambia de estado, como el petróleo cuando se

quema, sino que suele oxidarse y degradarse, pero sigue existiendo como tal, aunque

mude hacia composiciones con mayor grado de entropía. Por lo tanto, para hablar de

agotamiento tendríamos que referirnos, no al hierro, sino a determinados minerales con

determinados contenidos en hierro cuya elección sería bastante arbitraria, ya que

siempre se podría seguir obteniendo hierro a partir minerales o residuos menos ricos en

esa substancia.

E.L.- ¿Cómo se puede abordar este problema?

J.M.N.- Este problema está hoy resuelto con la metodología que promoví con Antonio

Valero, cuya primera versión recogimos en el libro titulado Desarrollo económico y

deterioro ecológico, publicado en 1999 en la Col. Economía y Naturaleza de la extinta

Fundación Argentaria3. Desde entonces, tras haberse realizado seis tesis doctorales y

muchas publicaciones sobre el tema, la investigación ha culminado con el libro de

Alicia y Antonio Valero (2014) titulado THANATIA. El destino de los recursos

minerales de la Tierra, publicado en una de las editoriales científicas

internacionalmente más prestigiosas4

. Este enfoque parte de considerar que los

yacimientos de minerales en explotación son rarezas de la corteza terrestre, en las que

2 Bonneuil, C. y Fressoz, J.B., 2013, L’évenement antrhropocène, Paris, Eds. Du Seuil. 3 Naredo, J.M. y Valero, A. (dirs.) (1999) Desarrollo económico y deterioro ecológico, Fund. Argentaria&Visor Distrib., hoy accesible en la sección de publicaciones de la Fundación César Manrique: http://www.fcmanrique.org/publiDetalle.php?idPublicacion=113. 4 Valero, A. y A. (2014) THANATIA. The Destiny of yhe Earth’s Mineral Resources. A Thermodynamic Cradle-to-Cradle Assessment, London, World Scientific.

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determinadas sustancias se concentran a niveles muy superiores a la media de dicha

corteza, y que la civilización industrial extrae, utiliza y degrada a marchas agigantadas.

De esta manera si, como se dice, la vida surgió y evolucionó en la Tierra a partir de una

sopa primigenia, la especie humana la empuja ahora con fuerza hacia una especie de

puré póstumo o estado de máxima entropía denominado Thanatia en el libro al que

acabamos de referirnos, en el que se detalla su composición química después de realizar

un estudio exhaustivo de las 292 rocas más frecuentes de la corteza terrestre y de su

composición cuantitativa, a partir de los datos suministrados por el científico ruso V.

Grigore’ev.

La metodología propuesta permite calcular, en unidades de energía, lo que costaría

reponer la concentración y la estructura mineral de los yacimientos a partir de ese

“estado muerto” de referencia llamado Thanatia. Y, a la inversa, la metodología

propuesta permite cuantificar la energía de calidad, o exergía, concentrada en los

recursos minerales de la Tierra y que la actual civilización está utilizando y dispersando

ahora a tanta velocidad. Para dar una idea más gráfica, podríamos asimilar la energía

contenida en los recursos minerales de la Tierra al stock de agua acumulado un embalse,

con un salto que podríamos utilizar turbinando el agua más o menos rápidamente. De

esta manera podemos superar la heterogeneidad de minerales y contenidos,

representando el stock (medido en unidades energéticas) correspondiente al hierro o a

cualesquiera otras substancias de la corteza terrestre utilizando la curva de Hubbert y

calculando sus correspondiente “picos”, tal y como se hace en el libro THANATIA antes

citado.

Además, cuantificar la pérdida del potencial de energía que van acusando los recursos

minerales de la Tierra a medida que la incidencia humana la empuja hacia Thanatia,

otorga a las actuales preocupaciones por la “(in)sostenibilidad” dimensiones claramente

cuantitativas que el ambientalismo banal en boga acostumbra a soslayar. Subrayaré

también que esta línea de investigación nos ha permitido construir una visión más

amplia e integradora de la energía que abarca, no solo a los llamados “productos

energéticos” (petróleo, carbón, gas, electricidad, …) sino el conjunto de los materiales

existentes en la corteza terrestre, la hidrosfera y la atmósfera. Por ejemplo, Antonio

Valero ha calculado que el coste de reposición de los hielos de la Antártida en unas

nueve mil veces las reservas de combustibles fósiles, evidenciando que su licuación

supondría un avance importante de la Tierra hacia mayores grados de entropía: se

reduciría el gradiente de temperaturas, disminuiría la potencia de los motores, etc.

Vemos, por lo tanto, que en el Antropoceno ya ni siquiera cabe considerar al clima

como algo ajeno a las extracciones y deterioros de la corteza terrestre, como menos aún

cabe preocuparse de los residuos sin tener en cuenta el uso que se hace de los recursos.

E.L.- ¿Qué juicio te merece la política energética de los últimos 40 años?

J.M.N.- En nuestro país la política energética ha venido estando dictada por lobbies de

intereses empresariales implicados en el tema. Eso ocurrió durante el franquismo y ha

seguido ocurriendo con la democracia. Como me comentó un antiguo amigo que fue

ministro durante la transición, el borrador del Plan Energético Nacional llegaba al

Ministerio de Industria con el membrete de UNESA (la patronal de las eléctricas)

evidenciando sin tapujos que el lobby del “sector” seguía mandado en la política

energética. Los planes se hacían, así, para defender crecientes inversiones

subvencionadas, apoyadas o avaladas por el Estado cuya necesidad se justificaba

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proyectando abultados crecimientos de la demanda, asociados mecánicamente a

supuestos aumentos de población y de renta. Ese ha sido el marco general en el que han

venido sacando tajada las elites con más poder e información dentro del “sector”, como

ejemplifiqué ampliamente en el caso de la energía nuclear. En efecto, cuando se

pretendía llenar al país de centrales nucleares, “si no queríamos volver al candil”, puse

bien de manifiesto que el empeño del lobby nuclear, no era obtener energía por un

procedimiento que se revelaba caro y problemático, sino de facturar a precio de oro la

construcción de las centrales, obteniendo pingues beneficios en esa fase del proceso,

que ya luego el Estado, los usuarios, o el accionariado disperso de las compañías de

electricidad, enjugarían todos esos sobre-costes5

. Como consecuencia de ello los

beneficiarios de tan desmesurado empeño constructivo hundieron a las empresas del

sector eléctrico y muy en particular a FECSA, que al haberse extralimitado en

inversiones nucleares suspendió pagos arrastrada por la enorme deuda contraída. El

Estado, que avalaba la copiosa deuda nuclear del sector, tuvo que salvarlo y reflotarlo

con dinero público y, tras decretar el abandono de la construcción de nuevas centrales

nucleares, acordó cargar en las tarifas una indemnización para que las empresas

recuperaran sus infladas inversiones nucleares, que hemos estado pagando en el recibo

hasta el año pasado. La prueba del nueve de que era el negocio indirecto de la

construcción de las centrales lo que de verdad impulsaba el lobby nuclear, fue que una

vez acordado el abandono de la construcción de centrales nucleares, la central nuclear

de Valdecaballeros se siguió construyendo y facturando con precios inflados durante

casi un año, aun a sabiendas de que no iba a funcionar, legando al municipio de

Valdecaballeros un testigo mudo de semejante atropello: una inquietante mole de

hormigón, a la que habría que dar ahora un uso razonable. En una entrevista propuse

que, al igual que ocurre con los campos de exterminio nazi que se han dejado como

testigos de un horror que no debe volver, que se hagan visitables los restos de ese

lucrativo simulacro de construcción de central, para que a modo de museo ese espacio

ilustre y testifique lo que nunca se debió hacer.

Una vez rescatado y saneado por el Estado el “sector” de la indigestión nuclear, más

recientemente volvió a las andadas con una sobredosis en la construcción de centrales

eléctricas de ciclo combinado, plateando un exceso de capacidad que resulta difícil de

digerir con el impulso que adquirieron las fuentes renovables. Todo esto unido a un

proceso de liberalización-privatización-mercantilización que ha desembocado en un

nuevo atropello de los usuarios y del Estado. Tras un simulacro de mercado, se

estableció un marco institucional que posibilitó tan enormes subidas de tarifas cuya

repercusión sobre los usuarios el Estado trató de paliar haciéndose cargo de la llamada

“deuda eléctrica”. Así las cosas nos encontramos con que a raíz de este proceso, España

pasó de tener electricidad barata a ser uno de los países europeos con la electricidad más

cara, a la vez que el Estado contrajo una milmillonaria “deuda eléctrica” con el

oligopolio del sector. Como no cabe entrar en detalles remito a un libro reciente de José

Luís Velasco sobre la “trágica historia del sector eléctrico español”6

E.L.- ¿Qué juicio te merece la política hidráulica de los últimos 20 años en España,

visto desde la fecha de hoy?(10. 1. 2016)

5 Hecho éste que creo haber demostrado contundentemente en el Cuaderno triple de Ruedo Ibérico, nº 63-66, titulado, Energía, política e información, de mayo-diciembre de 1979 (hay edición faxímil de los Cuadernos de Ruedo Ibérico en Faximil Edicions Digitals: www.faximil.com). 6 Velasco, J.L. (2015) Crónicas eléctricas. Breve y trágica historia del sector eléctrico español, Madrid, Foca&Akal.

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El balance que puedo establecer, como investigador crítico que ha peleado por pasar del

actual estado de promoción de obras hidráulicas, hacia otro que promueva la buena

gestión del agua como recurso, con sus ecosistemas y paisajes asociados, es

francamente decepcionante. Tanto el PP, como el PSOE, se han mostrado críticos con

las sinrazones de la política de promoción de obras hidráulicas sólo mientras estaban en

la oposición. Pero en cuanto llegaban al gobierno hacían lo contrario: se plegaban a los

deseos del lobby hidráulico de seguir facturando obras hidráulicas que se revelaban cada

vez más costosas e ineficientes. Y en el empeño de despejar el fantasma de la escasez a

golpe de obras, los nuevos proyectos espoleaban nuevas exigencias de agua que

desbordaban las posibilidades de abastecimiento, alimentando una espiral de escasez y

despilfarro.

Nuestro país es un buen ejemplo de esta espiral en la que el divorcio, siempre

impulsado desde arriba en nombre del progreso, entre los usos y las dotaciones de los

territorios, unido a la mala gestión del agua, crean cada vez mayores daños ecológicos y

“déficits” hídricos, que justifican crecientes operaciones de captación, impulsión,

conducción, potabilización y/o desalación de agua, alimentando los negocios

relacionados con todas estas operaciones. Este contexto generó voces críticas que han

venido tratando de cortar la espiral de extracción, producción y despilfarro de agua, de

negocio privado y deterioro público, anteponiendo la economía del agua al negocio de

las obras y los abastecimientos hidráulicos. Voces a las que nuestros gobiernos siguen

haciendo oídos sordos, al quedar confortablemente atrapados en el conglomerado de

intereses que ampara la política de promoción de obras hidráulicas que se viene

arrastrando en nuestro país desde hace un siglo. ¿Siempre?

Hombre, me dirás, no seas tan negativo. A fin de cuentas el Plan Hidrológico Nacional

2000 (PHN 2000) de Matas, se resignaba ya a trasvasar menos de la mitad del agua que

pretendía trasvasar el anteproyecto de Plan Hidrológico Nacional 1993 (PHN 1993) de

Borrell que afortunadamente no llegó a aprobarse. Y, para colmo, su proyecto estrella,

el gran Trasvase del Ebro, fue derogado. Efectivamente, cabría decir que la mentalidad

fue cambiando a nuestro favor y facilitó la masiva protesta en contra de este

megaproyecto, aunque también animó la demagogia del “agua para todos” y las

llamadas “guerras del agua”. Pero no fue nuestra lamentable democracia la que hizo que

se ablandara el gobierno en este caso (recordemos aquel ministro de agricultura del PP

que dijo que el trasvase del Ebro se haría “por huevos”), sino que la batalla se ganó en

buena medida en Bruselas, al demorar si-ne-die, las ayudas que se solicitaban para

financiar la construcción de este megaproyecto, dada la irracionalidad y la cuantía del

mismo. Como argumenté en una carta a la comisaria europea de medio ambiente7 con

independencia de los “daños ambientales” que originaría la operación, fallaban los tres

requisitos que podrían justificar un proyecto de trasvase: que en el punto de toma del

mismo hubiera cantidad, calidad y cota suficientes para transportar por gravedad la

cantidad de agua programada, con buena calidad. Pero los tres requisitos fallaban, como

me encargué de demostrar, entre otros sitios, en un número monográfico que coordiné

de la revista Archipiélago (nº 57) titulado “El agua: un despilfarro interesado”. El

impasse de Bruselas para subvencionar la “inversión ambiental” solicitada para el

trasvase, dio tiempo a que el PP perdiera las elecciones, a que llegara la primera

legislatura de Zapatero y a que se incluyera la derogación del trasvase del Ebro en el

7 Accesible en la siguiente dirección de la Web de la Fundación Nueva Cultura del Agua: http://www.fnca.eu/fnca/docu/docu28.pdf.

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pacto de investidura realizado con IU y otros partidos, para conseguir el apoyo

necesario para gobernar. Además, la derogación del proyecto parecía la salida razonable

tras haberse venido oponiendo al trasvase del Ebro, tanto la entonces nueva ministra de

medio ambiente, Cristina Narbona, como los presidentes del PSOE de Aragón y

Cataluña.

Pero el pacto de investidura se limitó exclusivamente a abolir ese proyecto y no más.

Con lo que se quitó la vistosa y conflictiva guinda del trasvase del Ebro, pero se dejó

intacto el resto del indigesto pastel de obras hidráulicas incluido como anexo en el PHN

2000. Entre ellas figuraban el trasvase Júcar-Vinalopó [financiar alegremente este

trasvase, dicho sea de paso, ha sido una de las operaciones ruinosas que hicieron

colapsar a la Caja de Ahorros del Mediterráneo] que carecía de sentido al eliminar el

trasvase del Ebro, por ser dependiente de éste, y el trasvase Tajo-La Mancha, también

carente de sentido al haberse abandonado ya en el PHN 2000 el proyecto de trasvasar

¡850 Hm3! del Duero a la cabecera del Tajo, incluido en el PHN 1993. Pero además de

mantener obras carentes de racionalidad técnica, económica y ecológica, se suplió con

creces la derogación del trasvase del Ebro con nuevas y sobredimensionadas inversiones

en desalación a lo largo de todo el arco mediterráneo, para satisfacer las exigencias de

un lobby hidráulico reconvertido ahora en constructor de plantas desaladoras que, al

permanecer infrautilizadas, encarecieron exponencialmente su producto. Y por si no

quedaba claro, ACUAMED, la empresa pública encargada de promover y contratar el

faraónico programa de inversión en desaladoras en el arco mediterráneo, está hoy

siendo procesada, con sus directivos, por corrupción.

Por lo tanto, puesta en su contexto, la derogación del trasvase del Ebro ha sido un

triunfo solo relativo del movimiento a favor de una nueva cultura del agua (agrupado en

la fundación que lleva este nombre) y del movimiento ecologista en general, pues no se

ha conseguido cambiar la inercia de la política tradicional de obras hidráulicas, ni la

espiral de despilfarro que genera. Otra prueba de ello es que, como paso a comentar

seguidamente, el proyecto de trasvase Tajo-La Mancha siguió adelante, imponiéndose

el empeño de promover y facturar obras hidráulicas de escasa racionalidad técnica-

económica-ecológica, que van además en detrimento de la buena gestión de los recursos

hídricos disponibles.

Efectivamente, el proyecto de trasvasar agua del Tajo a La Mancha utilizando el canal

del trasvase Tajo-Segura, permaneció en pie desde el PHN 1993, solicitando que fuera

subvencionado como “inversión ambiental” por Bruselas, sin que llegara una decisión

favorable en este sentido. Para precipitar esta decisión se creó una “comisión de

expertos”, en la que se me incluyó por iniciativa de Bruselas, a la que se le solicitó un

dictamen sobre ese proyecto, que prometía salvar a los municipios manchegos del

absurdo de “morir de sed” en mitad de un mar de regadíos poco eficientes. Fue

imposible el acuerdo entre los miembros de la comisión propuestos por el Ministerio de

Medio Ambiente, que se declaraban al unísono partidarios del megaproyecto, y los

propuestos por Bruselas, que teníamos un punto de vista independiente, por lo que se

acabaron emitiendo informes diferentes. En el informe elaborado por mi, conjuntamente

con José María Gascó y Gregorio López Sanz, y suscrito por Francisco Díaz Pineda, se

descalificaba el proyecto en el que fallaban otra vez los tres requisitos que podían

justificar un trasvase: el proyecto trataba de abastecer a los municipios dispersos de la

enorme llanura manchega, llevándoles por un sistema unificado que requería un

bombeo en cabecera de trescientos metros, agua de otra cuenca que no era, ni

10

abundante, ni tenía mejor calidad que la media de La Mancha8. Nuestro gran éxito fue

conseguir que el megaproyecto manchego no fuera subvencionado por la UE, pero la

tímida oposición que se manifestó en La Mancha, no pudo evitar que los gobiernos

autonómico y nacional del PSOE satisficieran a lobby hidráulico con este caramelo de

obras y acabaran financiando este absurdo proyecto con el dinero de los contribuyentes.

Hay que recordar que parte del agua trasvasada iba a nutrir las instalaciones del

megaproyecto inmobiliario hoy colapsado del “Reino de Don Quijote”, en Ciudad Real

(con su aeropuerto privado vacío de 1.300 millones de euros), que arrastró en su caída a

Caja Castilla-La Mancha que lo había financiado. Y para colmo, pese a, o tal vez por,

alimentar semejante demagogia hidráulica e inmobiliaria, el gobierno del PSOE que la

había promovido perdió las penúltimas elecciones en La Mancha.

El lector interesado puede encontrar una síntesis de mis puntos de vista sobre la gestión

del agua en España, íntimamente asociados a los de Antonio Estevan, en el libro que

hicimos conjuntamente para orientar desde las perspectivas de una nueva cultura del

agua, la política hidráulica del primer gobierno de Zapatero9

así como en mi

introducción al libro altamente recomendable de Antonio Estevan (2008) titulado

Herencias y problemas de la política hidráulica española 10

.

En fin, que todo esto forma parte de la nueva fase de acumulación capitalista que

estamos viviendo, en la que las empresas más poderosas, promueven operaciones

especulativas y lucrativos megaproyectos de dudoso interés social, engrasados con

dinero público y/o de esa mano financiera del caciquismo local y regional que han

venido siendo las cajas de ahorro. Como consecuencia de ello, el aumento de los

beneficios empresariales y el crecimiento económico observados durante el auge, no

han supuesto mejoras generalizadas de la calidad de vida de la mayoría de la población,

que está llamada sufragar, a la postre, el festín de beneficios, plusvalías y comisiones así

originado, que se fueron engullendo algunos11

.

E.L.- ¿Qué errores y qué aciertos – en caso de que los hubiere – resaltarías en la política

de materias primas de España de los últimos 20, 30 años?

J.M.N.- No creo que hoy exista una verdadera política de Estado en cuestión de

materias primas. Tal vez existió algo más trabado en este sentido durante el período de

“autarquía” de la postguerra, motivado por la escasez y dificultad de abastecimientos y

por preocupaciones similares y las soluciones autárquicas practicadas en la Alemania

nazi (como la fabricación de petróleo artificial, antes mencionada). No en vano durante

el primer franquismo, para suplir la carencia de carburantes funcionó en el país un

parque no despreciable de vehículos accionados por gas pobre (obtenido en los

gasógenos que llevaban incorporados) o de vehículos eléctricos de tecnología alemana

8 Puede accederse a nuestro informe, que va mucho más allá de un simple dictamen, en la página Web de la Fundación Nueva Cultura FNCA) del Agua: http://www.fnca.eu/fnca/docu/docu85.pdf) 9 Estevan, A. y Naredo, J. M. (2008) Ideas y propuestas para una nueva política del agua en España, Bilbao, Bakeaz. 10 Antonio Estevan (2008) Herencias y problemas de la política hidráulica española, Bilbao Bakeaz. También cabe remitir al lector interesado en conocer mis puntos de vista sobre las paradojas que entraña la tradicional oposición entre lo público y lo privado y entre planificación y mercados de agua al siguiente texto accesible en la Web de la FNCA: http://www.fnca.eu/fnca/docu/docu243.pdf. 11 Véase: Aguilera, F. y Naredo J. M. (Eds.) (2009) Economía, poder y megaproyectos, Lanzarote, Fundación César Manrique, Col. “Economía&Naturaleza”.

11

(que funcionaban con baterías cargadas con electricidad procedente de centrales

hidráulicas y térmicas de carbón) y se trató de obtener petróleo de las pizarras

bituminosas de Puertollano. En este contexto se potenciaron el Instituto Geológico

Nacional y la empresa nacional ADARO, con proyectos como el Mapa Geológico

Nacional,… o el Instituto de Edafología del CSIC y el Mapa Edafológico Nacional,

además de la bien conocida construcción de embalses con finalidades hidroeléctricas y

de riego, unida a los planes de regadío asociados al INC y al posterior IRYDA. Todo

ello en conexión con el potente conglomerado de empresas públicas del INI.

Como funcionario y como analista de la economía he presenciado, más que la

reorientación, la mera liquidación o extrema reducción de este conglomerado

organismos y empresas que en su día trató de fomentar el conocimiento y orientar la

gestión de los recursos naturales del país para favorecer su autosuficiencia. Este

desmantelamiento acarrea carencias de conocimiento, reflexión y consenso que originan

alegres e interesadas decisiones sobre megaproyectos tan lamentables como el de

instalar un gran depósito de gas frente a las costas de Tarragona y Castellón: el llamado

proyecto Castor, que originó problemas de seísmos y fue abandonado, indemnizando

eso sí por abandonarlo a la constructora adjudicataria del proyecto, participada por

ACS, con 1.351 millones de euros, en momentos de restricciones presupuestarias tan

graves como fue noviembre de 2014.

E.L.- ¿Cómo se ha progresado en el tema de la inclusión de los recursos naturales en las

cuentas nacionales?

J.M.N.- El reduccionismo monetario del Sistema de Cuentas Nacionales vigente (hoy

homologado a la vez por Naciones Unidas y por la UE) hace que en su representación

usual de sistema económico no salgan en la foto ni los recursos naturales, antes de que

hayan sido valorados y utilizados, ni los residuos artificiales, que por definición también

carecen de valor, generándose así un “medio ambiente” inestudiado por el sistema. Los

contables nacionales, conscientes de las limitaciones que entraña ese reduccionismo,

han abierto la puerta del sistema a informaciones físicas y sociales relevantes a través de

las llamadas “Cuentas Satélite”. Pueden existir así cuentas satélite de la educación (que

recogen el número de profesores, de alumnos, etc.), de la sanidad (con el número de

enfermos, de camas de hospital, etc.) y del medio ambiente (con las dotaciones en

territorio, suelos, litologías, flora, fauna, ecositemas, paisajes… los flujos de recursos

utilizados y residuos generados, etc.) todo ello en conexión con los flujos monetarios

destinados a estos temas. Sin embargo, es El Sistema de Cuentas Nacionales

(monetarias) el que sigue gobernando la gestión, desplazando el resto a la categoría de

“cuentas satélite”. Recuerdo una reunión internacional sobre cuentas nacionales en la

que presenté una ponencia sobre el tema y acabé comentando que esperaba que en el

futuro algunas de las “cuentas satélite” se acabaran convirtiendo en verdaderos planetas.

Pero para que ello ocurra habría que superar el actual reduccionismo monetario, dando

paso a enfoques económicos multidimensionales y transdisciplinares, a enfoques que

prioricen el principio de integración del conocimiento, frente al predominio actual de

los enfoques sectoriales y parcelarios que potencian la actual Torre de Babel de las

especialidades científicas y de las instituciones que deciden.

Al mismo tiempo hay países que han desarrollado sistemas específicos de cuentas

adaptados a sus propios recursos y territorios, útiles para orientar y consensuar con

conocimiento de causa su gestión, en las que no sólo se registran las dimensiones físicas

12

y territoriales de los recursos naturales asociados al territorio y de los flujos de

extracción, transporte y utilización, sino también los flujos monetarios vinculados a

ellos. Esto es lo que en su día traté de promover en España con la creación en 1987 de

una Comisión Interministerial de Cuentas del Patrimonio Natural, destinada a cubrir

este vacío en nuestro país. Tras más dos años de trabajo, elaborada y consensuada la

metodología y los proyectos prioritarios con los departamentos de la Administración

más implicados en el tema, no pudo salir adelante por falta de apoyo político: al no

conseguir los presupuestos y medios necesarios para sacarlo adelante, preferí dejar claro

el tema abandonando mis tareas como secretario de la Comisión e incluso mi trabajo

como funcionario y desplazando a otros campos mis afanes investigadores.

Lamentablemente, pasados treinta años, el grueso de las deficiencias de información

subrayadas en el Informe final de la Comisión apenas se ha corregido cuando el

escenario económico y los medios técnicos lo hubieran permitido sobradamente. El

ANEXO 1: Breve historia de la Comisión Interministerial de Cuentas Nacionales del

Patrimonio Natural (CICNPN) del apartado Autobiografía de mi página Web El rincón

de Naredo12

, documenta esta lamentable historia.

E.L.- ¿En qué parte de la política económica española detectas rémoras del régimen

franquista que no han sido erradicadas y siguen pesando sobre el funcionamiento del

país?

J.M.N.- La metamorfosis democrática del franquismo operada durante la transición, dio

lugar a una refundación oligárquica del poder, en la que ciertas elites siguieron tomando

las grandes decisiones y favoreciendo los grandes negocios de espaldas a la mayoría.

Las mismas administraciones públicas siguen estando parasitadas por los intereses

empresariales o partidistas que mandan en cada sector…o en cada municipio, haciendo

que trabajen a favor de estos de forma normal y que la corrupción prospere por lo

común con cobertura legal. En urbanismo la legislación entronizó al “agente

urbanizador” para que, en connivencia con los políticos locales, utilizara a sus anchas el

instrumento de las reclasificaciones de suelo para dar buenos “pelotazos urbanísticos”.

Así, operaciones y megaproyectos urbanos que se hubieran calificado de escándalos

durante el franquismo, se multiplicaron después revestidos de impunidad legal y buen

hacer político y empresarial.

La novedad respecto al franquismo estriba en que la manipulación de lo público para

favorecer intereses privados, y el panorama de corrupción que conlleva, no puede durar

si se aprecia con toda claridad en regímenes supuestamente democráticos. De ahí que la

manipulación y/o malversación de lo público trate de esconderse realizándose en la

sombra o de justificarse con mitos y malentendidos que desorienten a la ciudadanía. Y

de ahí que la denuncia bien documentada de dicho saqueo sea fundamental para echar

por tierra esos mitos y malentendidos justificatorios.

Por lo general las elites o castas que han seguido practicando el saqueo de lo público,

acostumbran a camuflar su comportamiento caciquil enarbolando a modo de señuelo

banderas liberales y democráticas para desviar las críticas hacia supuestos imperativos

de los mercados y la competitividad que ellos mismos se saltan a la torera a diario, para

imponer y adjudicar sigilosamente a la carta privatizaciones, operaciones, plusvalías,

contratas y regalos en beneficio de intereses bien particulares, y en perjuicio de la

12 http://www.elrincondenaredo.org/autobiografia.html

13

mayoría. Revisemos dos premisas de la ideología dominante que acostumbran a

camuflar y/o justificar este tipo de operaciones: una es la supuesta inconexión entre lo

público y lo privado y otra los hipotéticos parabienes que ofrece la gestión privada

frente a la pública o el mercado frente a la planificación.

La primera es que el discurso usual enfrenta lo público a lo privado como si de

conjuntos disjuntos se trataran, dando pie al enfrentamiento entre un (neo)liberalismo

que se dice partidario de lo privado y una izquierda que defiende lo público. Esta última

suele presuponer que lo público es independiente de lo privado y que se gestiona

pensando en el bien común, o atendiendo a intereses generales (no particulares). Sin

embargo el problema estriba en que esta independencia ha venido brillando por su

ausencia en la mayoría de los casos, aunque todo se oriente a darla por hecho a base de

revestir de públicos los intereses privados. Así, al declarar de “interés nacional” el

grueso de las obras, se soslaya que es el lobby de las grandes constructoras el que viene

gobernando en nuestro país la política de infraestructuras en general, guiado por su

empeño de facturar obra “publica” y no de gestionar bien el territorio, el transporte o el

agua, con sus ecosistemas y paisajes. De ahí que este país haya sobredimensionado a

todas luces sus inversiones en obras públicas, siendo líder en aeropuertos, puertos,

autopistas…o ferro-aves per cápita… como también en porcentaje de superficie

geográfica cubierta por embalses. Y de ahí que la administración del estado y las

empresas públicas o semipúblicas hayan venido siendo manipuladas desde el poder y

utilizadas como asilo de políticos o técnicos fieles al mismo que hacían las veces de

conseguidores al servicio de intereses empresariales y/o partidistas, evidenciando la

ósmosis existente entre poder económico y gestión política. En ocasiones esta gestión

ha desangrado las empresas públicas llevándolas a la quiebra, para luego venderlas a

bajo precio, argumentando que son una carga para el Estado. El ejemplo de cómo las

cajas de ahorro han venido siendo la mano financiera del caciquismo local y regional,

hasta llevarlas a la ruina, para luego reflotarlas con dinero público y venderlas con

enormes pérdidas para el Estado, evidencia bien este comportamiento.

Tras identificar la gestión privada con el mercado libre, competitivo, transparente y con

información perfecta y atribuirle las cualidades beneficiosas que figuran en los

manuales de economía, se concluye que la gestión privada es mejor o más eficiente que

la pública y se postula la conveniencia de privatizar dicha gestión. El confusionismo

reinante arranca de haberse divulgado hasta la saciedad la consideración del mercado

como panacea, con sus supuestas funciones benéficas ideales, cuando a la vez la palabra

mercado se utiliza para designar indiscriminadamente todos los intercambios en los que

media precio, calificándolos sin más de intercambios mercantiles. Pero los intercambios

no acostumbran a ser libres, competitivos, transparentes, ni perfectos, sobre todo en el

caso del agua, del suelo, del dinero u otros elementos patrimoniales que no son

producidos, como los tomates, para ser consumidos. Además, la meta del empresario no

es la de competir en un mercado libre, sino la de erigirse en monopolista, por lo que

cualquier resultado de la pelea público-privado no enfrenta a la planificación con el

mercado, sino a una planificación para la ciudadanía con otra planificación para el

beneficio de algunos.

No, no cabe atribuir al libre albedrío de los mercados, ni a un (neo)liberalismo malvado,

la culpabilidad de los latrocinios que han tenido lugar en nuestro país, sino al ejercicio

de un poder despótico más propio del Antiguo Régimen. Pues es la mano del poder la

que sigue queriendo otorgar la regalía, la concesión o el monopolio a quien le viene en

14

gana. Es esa libertad de los poderosos, más propia del poder absoluto, la que se enarbola

ahora para poner en marcha “operaciones” inmobiliarias, privatizaciones y contratas

diversas, no la libertad igualitaria para todos que reivindica la utopía liberal. Pues

hemos de darnos cuenta que la sociedad llamada capitalista no es la encarnación de la

utopía liberal, sino el fruto de un devenir histórico complejo condicionado por

sociedades jerárquicas anteriores que en nuestro país desembocó en un caciquismo que

ahora cabalga de nuevo con disfraces liberales. Para desenmascarar al personaje, creo

que interesa calificar mejor de (neo)caciquismo, que de (neo)liberalismo, al régimen de

poder despótico que ha venido organizando el saqueo de lo público durante la

democracia. Pues las prácticas denunciadas ilustran con claridad meridiana el “mal

político del caciquismo, cuya finalidad ―decía Macías Picavea en su libro clásico sobre

el tema titulado El problema nacional (Madrid, 1899)― se encierra en dos inferiores

aspiraciones: dominar, no gobernar; expoliar, no administrar”. Concluyamos diciendo

que el saneamiento económico que reclama la crisis actual debería ir de la mano de un

saneamiento político que evite en el futuro que la ciudadanía sea víctima de atropellos

como los que ha venido sufriendo, ilustrados por el iceberg de casos de corrupción que

aflora en los tribunales.

E.L- ¿Cuál es tu opinión acerca del dictamen de André Gorz (autor de una Critica de la

razón económica de 1989 y Ecológica de 2008): “Es imposible evitar la catástrofe sin

salir de la lógica económica de los últimos 150 años”?

J.M.N.- Estoy de acuerdo, ya que a mi juicio esa lógica económica constituye una pieza

clave de la ideología dominante. Pero hay que advertir que esa lógica económica va más

allá de eso que se ha dado en llamar capitalismo. Pues es esa lógica la que ha

impregnado también, generalmente, las experiencias de “socialismo real” que se

presentaron como alternativas al capitalismo. Siguiendo las elaboraciones económicas

del marxismo, dieron por buena la idea de sistema económico ideada por los

economistas clásicos, magnificando todavía más si cabe la metáfora de la producción y

la mitología del crecimiento como fuentes inequívocas de progreso, al presentar al

desarrollo de las “fuerzas productivas” como motor de la historia. El desenlace de todo

esto parece hoy bastante claro: esos sistemas no pudieron dar lugar a verdaderas

sociedades alternativas.

E.L.- Hablemos de la supuesta Economía Verde, cuya idea base consiste en la

mercantilización de las funciones reguladoras de la bioesfera a través del pago por

servicios ambientales, el PSA.

J.M.N.- Todo parte del conflicto entre economía y ecología que enfrenta sus distintos

objetos de estudio y sistemas de razonamiento: mientras la primera razona sobre los

agregados monetarios de personas, empresas y países, la segunda lo hace sobre la

biosfera, el territorio y los ecosistemas a distintos niveles de agregación y está claro que

se pueden acrecentar aquellos deteriorando éstos. Aparece también un “medio

ambiente” inestudiado por el sistema, plagado de daños sociales y ecológicos que el

proceso económico genera (e ignora) en su afán acrecentar ciertos agregados

monetarios. Un medio ambiente que no existiría como tal para enfoques económicos

abiertos y transdisciplinares, que dieran prioridad al principio de integración del

conocimiento, por contraposición a los enfoques parcelarios habituales.

15

En mi libro Raíces económicas del deterioro económico y social preciso las reglas del

juego económico que impulsan el comportamiento depredador de la especie humana,

degradando ese medio ambiente inestudiado. Y cuando la red analítica de un enfoque

deja escapar un “medio ambiente” inestudiado, caben dos formas de abordarlo. Una,

tratando de extender y arrojar de nuevo la misma red analítica para atrapar determinados

elementos de ese “medio ambiente”. Y dos, recurriendo a otras redes analíticas que se

estiman más adecuadas para ello. Ambas posibilidades se están hoy desarrollando.

La primera es la que utiliza la llamada “economía verde”, cuando estira la vara de medir

del dinero para valorar elementos de ese “medio ambiente” a fin de llevarlos al redil de

la economía ordinaria aplicando el análisis coste-beneficio y el llamado

“conservacionismo de mercado”. Para ello trata de extender la propiedad y el

intercambio o imputar valores monetarios a los distintos elementos, sistemas y procesos

que componen ese “medio ambiente”, para imponer después cobros y pagos apoyándose

en dos principios: quien contamina paga (por los “daños ambientales” ocasionados) y

quien conserva cobra (por los “servicios ambientales” o “ecosistémicos” suministrados

por una hipotética naturaleza ajena a la especie humana, manteniendo bajo cuerda el

viejo dualismo cartesiano, e ignorando que estamos ante una naturaleza tan fuertemente

intervenida que ya no cabe considerar independiente de la especie humana que, además,

obtiene el grueso de los servicios de los ecosistemas agrarios, industriales…o urbanos).

Asistimos, así al curioso empeño de una disciplina que, sin cambiar de enfoques, trata

de estudiar el medio ambiente inestudiado que ella misma había segregado. Lo grave es

que el imperialismo de la ideología económica dominante es tan fuerte que incapacita a

la gente para percibir que el afán de hacer ahora una economía de ese medio ambiente

que escapaba a su propio objeto de estudio, es algo tan surrealista como lo sería el

empeño de hacer una física de la metafísica.

La segunda es la que aplica la llamada “economía ecológica” cuando adopta un enfoque

transdisciplinar que, sin descartar el razonamiento monetario, recurre a las

elaboraciones de disciplinas como la ecología, la termodinámica,…o la hidrología, para

las que no existe dicho “medio ambiente” inestudiado, ya que los elementos y sistemas

que lo componen forman parte de su objeto de estudio habitual. Pero el imperialismo

del enfoque económico ordinario es tan poderoso que ha conseguido imponer sus

orientaciones y su lenguaje a todo el mundo, sin que se tenga clara conciencia de ello.

Anticipemos que el enfoque de la “economía ecológica” o del por mi denominado

“enfoque ecointegrador”, trasciende la habitual disociación especie humana y

naturaleza, economía y ecología, o economía y medio ambiente, al razonar con

enfoques y objetos de estudio más amplios que los de la economía ordinaria, que

consideran la especie humana como parte integrante de la biosfera y a la economía

como un ecosistema a analizar con todas sus piezas (físicas, socio-políticas,…y

monetarias). En vez de comulgar con el dualismo cartesiano y seguir enfrentando a la

especie humana con la naturaleza, este enfoque trata establecer una simbiosis

enriquecedora entre ambas. Y tampoco ve a la naturaleza como un “medio ambiente”

errático e incontrolado, sino sujeta a leyes y sistemas de funcionamiento que han de

tenerse bien en cuenta a la hora de gestionar.

Con todo, la aplicación solvente de las técnicas de valoración monetaria reclama el buen

conocimiento físico de los bienes o impactos «ambientales» a valorar, demandando

información sobre las dotaciones y el comportamiento de los recursos y procesos físicos

analizados por otras disciplinas. Así, la ampliación del objeto de estudio para abarcar las

16

«externalidades ambientales» induce, si se plantea en profundidad, a conectar el

razonamiento económico con el discurso y las modelizaciones de disciplinas que, como

la ecología y la termodinámica, incluían en su campo de reflexión habitual esas

«externalidades». Y con ello aflora de nuevo la necesidad de modificar, desde el

aislamiento hacia la transdisciplinaridad, el estatuto de la propia economía estándar que

los enfoques valorativos mencionados descartaban ab initio.

Esta y otras paradojas que encierra el objetivo de hacer una “economía del medio

ambiente”, son fruto del afán de llevar la reflexión económica hacia el mundo físico en

el marco de una compartimentación mental y académica poco propicia para ello. Y

como suele ocurrir cuando surgen nuevos problemas difíciles de encajar en estructuras

conceptuales y administrativas antiguas, se generan situaciones fértiles en

ambigüedades poco esclarecedoras. Así ocurrió cuando el sistema ecléctico de Tycho

Brahe (que admitía que los planetas giran alrededor del Sol, pero seguía manteniendo

que éste lo hacía alrededor de la Tierra) sustituyó durante algún tiempo al de Ptolomeo,

como paso intermedio hacia la aceptación de la nueva cosmología de Copérnico, Kepler

y Galileo. Ahora el problema implícitamente debatido estriba en dilucidar si el mundo

de lo económico debe seguir girando en torno al núcleo de los valores pecuniarios o, por

el contrario, debemos desplazar la reflexión hacia los universos físicos e institucionales

que lo envuelven, para dar un tratamiento satisfactorio a los problemas ecológicos o

“ambientales” que nos preocupan. El resultado de todo esto es la coexistencia, y el

implícito forcejeo, entre dos enfoques de lo económico que pretenden ocuparse del

entorno físico natural desde dos formas de ver la naturaleza: una desde la idea de

«medio ambiente» (que mantiene el dualismo cartesiano y el divorcio especie humana-

naturaleza) y otra desde la noción de «biosfera», en la que participa la especie humana,

con todos sus ecosistemas (incluidos los ecosistemas industriales, urbanos,…o agrarios

claramente intervenidos). Creo que explicitar bien esta pluralidad de enfoques ayudaría

a disipar la ambigua situación actual.

E.L.- ¿Podrían verse afectados positivamente los pueblos aborígenes que habitan zonas

sensibles para la bio - esfera como bosques tropicales o marjales costeros si cobran por

conservarlos?

J.M.N.- Sí, podrían, pero, la experiencia de salvar la selva amazónica y las poblaciones

aborígenes cobrando por conservarlas seguida en Ecuador, no resultó muy demostrativa

del éxito de este tipo de instrumentos. La experiencia no llegó a puerto y mi amigo, el

economista y ministro Alberto Acosta, que la propuso tuvo que dimitir al imponerse los

intereses extractivos y explotadores en el propio gobierno e incluso entre los pueblos

aborígenes afectados al cautivarlos ofreciéndoles dádivas y promesas. El problema es

que suelen pagar y prometer más los explotadores que los conservacionistas.

E.L.- Vayamos ahora con la mitología del desarrollo y profundicemos un poco más en

el tema del lenguaje. Me ha interesado especialmente que llames la atención sobre el

hecho de que – para decirlo rápidamente – la de-construcción, vulgarizada como

postmodernismo, le haya “hecho la cama” al uso fraudulento del lenguaje al que

asistimos hoy a diario. Si el deconstructivismo reivindica la evasividad del sentido, lo

interminable del trabajo hermenéutico, la interpretación infinita en la que nunca se

alcanza la plenitud del sentido, se le abren, en cierto modo, las puertas al uso mentiroso

y fraudulento del lenguaje, - y nada más lejos de los autores calificados de

deconstructivistas por otra parte. Pero el hecho es que hoy convivimos por todas partes

17

con ese lenguaje tramposo y tergiversado, así las Obras Públicas de pronto se llaman

Infraestructuras (no vaya a ser que alguien piense en el bien público…) los genocidios

se llaman daños colaterales, el amianto se llama crisotilo (porque nadie sabe qué es lo

que es el crisotilo) y la búsqueda del máximo beneficio se llama desarrollo sostenible

etc…

Desde luego nada mejor que leer tu libro Raíces económicas del deterioro ecológico y

social para comprender el entramado que sostiene esa trampa del supuesto “desarrollo

sostenible”. Pero ¿cuál es la medicina frente a eso? Más allá de que un buen diagnóstico

supone ya la mitad del tratamiento.

J.M.N.- En efecto en ese libro doy algunas claves por las que se rige el manejo

interesado de que es objeto el lenguaje para soslayar problemas o desactivar conflictos.

Un procedimiento muy extendido consiste en juntar en un nueva palabra o adjetivando

otra, los opuestos de un conflicto para dar a entender que está resuelto o en vías de

solución. Este es el caso del término desarrollo sostenible, utilizado para tender un

puente virtual entre desarrollistas y conservacionistas a través del lenguaje y desactivar

así el antiguo conflicto. Pues el término desarrollo sostenible tiene la virtud de contentar

a la vez a desarrollistas y conservacionistas, lo que resulta un regalo para políticos y

empresarios, ya que al enarbolarlo pueden atraer a todo el mundo.

Respondiendo a tu pregunta, mi primera recomendación consiste en desconfiar del

lenguaje del poder y utilizar los nuevos adjetivos que se ponen como posibles detectores

de carencias o problemas no resueltos. Por ejemplo, si se inventa la meta del desarrollo

sostenible, es porque implícitamente se reconoce que el desarrollo ordinario era por

naturaleza insostenible. Lo mismo que si, en la Escuela Técnica Superior de

Arquitectura, de la que soy profesor ad honorem, se programa un master de arquitectura

bioclimática, es porque la arquitectura que se enseña en el currículo ordinario de la

Escuela pasa del clima, la orientación…o los materiales del entorno, resaltando

implícitamente esa carencia. O si se habla de la economía cuantitativa, es para encubrir

el hecho de que la economía trabaja con pseudomedidas de pseudomagnitudes que

incumplen los requisitos que exige la metrología a la hora de hacer verdadera ciencia

cuantitativa (por ejemplo, no tiene sentido hablar de física cuantitativa cuando ─a

diferencia de la economía─ la física es la ciencia cuantitativa por antonomasia).

Mi segunda recomendación consiste en tratar el significado de los adjetivos o sufijos de

forma independiente. Por ejemplo, si dejamos aparcado el oxímoron del desarrollo

sostenible, para preocuparnos de la sostenibilidad, estabilidad o viabilidad futura de los

sistemas, nos damos cuenta de que es lo que venía haciendo la ecología y que es lo que

había abierto el conflicto originario no resuelto entre desarrollistas y conservacionistas.

Y vemos que en el fondo de todo esto están los conflictos entre economía y ecología o

entre especie humana y naturaleza, consustanciales a la noción occidental de naturaleza

humana y a la ideología económica dominante que, como ya he indicado, habría que

revisar.

E.L. - Propugnas un enfoque eco–integrador, la necesidad de que el sistema económico

co-evolucione adaptándose a las exigencias ecológicas. ¿A través de qué medidas se

podría impulsar este proceso?

18

J.M.N.- En efecto, frente al dualismo cartesiano y al conocimiento parcelario, creo que

hay que dar prioridad al principio de integración del conocimiento y por eso propongo

el enfoque eco-integrador. Un enfoque que unifique en una misma raíz eco el oikos de

la economía y el de la ecología, evitando el actual divorcio entre ambas. Frente al

reduccionismo monetario propio del enfoque económico habitual, este enfoque tendría

que ser multidimensional y transdisciplinar. Presupone que la especie humana forma

parte de la naturaleza y que el sistema económico, con sus derivaciones urbanas,

industriales o agrarias, es un ecosistema y como tal ha de estudiarse, en la línea señalada

anteriormente. Respecto a los medios y medidas son las que hemos venido proponiendo

desde el ángulo de economía ecológica, la agroecología, la ecología industrial…o la

ecología urbana13

. Propuestas que van desde el tema de la información, referida al

territorio y los recursos naturales y al metabolismo de los sistemas, como la desarrollada

en antigua Comisión Interministerial de Cuentas del Patrimonio Natural…hasta las del

libro Thanatia, antes citado. O también a propuestas relacionadas con el marco

institucional, como las desarrolladas en el caso del agua… o del urbanismo, a las que

acabo de referirme.

E.L. - ¿Qué piensas del Tratado de Libre Comercio con EEUU, el TTIP.

Mi posición es crítica, porque en el fondo en TTIP trata de allanar el camino para que

las empresas transnacionales de EEUU campen a sus anchas por los territorios de otros

países, otorgando libertad de explotación a los poderosos. Sin embargo, creo que una

vez más ha desatado polémicas engañosas. Pues al figurar la palabra Libre en título de

tratado, parce que solo cabe anteponerle la prohibición o la contingentación del

comercio, dando por buenas las reglas que hoy rigen la valoración sobre la que reposa

ese comercio. Como he advertido en el libro Raíces… salvo que se establezcan marcos

institucionales correctores, la “regla del notario” orienta una jerarquía de valoración que

beneficia a los países, empresas y personas que se ocupan de las fases finales de gestión

y comercialización, haciendo que la creciente especialización internacional acentúe el

desequilibrio “Norte-Sur”, “ciudad-campo” o “ricos” y “pobres” a todos los niveles.

Pues en el caso del comercio que ahora nos ocupa, la valoración de las mercancías por

su mero coste de obtención, es decir, haciendo abstracción de la “mochila de deterioro

ecológico” que conllevan, unida a la creciente especialización, es también fuente de

deterioro ecológico y polarización social y territorial. Y a la propia incidencia de la

valoración monetaria regida por estas asimetrías se superpone el juego de un sistema

financiero que contribuye cada vez más a reforzar el poder económico de los países

ricos y sus “agentes económicos”, más allá de lo que permitirían los equilibrios

meramente comerciales.

13 Por ejemplo, en el caso del agua, en el libro que tengo con Antonio Estevan (2008) Ideas y propuestas para una nueva cultura del agua en España, antes citado. En el caso del urbanismo, véase, desde el capítulo “Instrumentos para paliar la insostenibilidad de los sistemas urbanos” que tengo en el libro coordinado por Teresa Arenillas (2003) Ecología y ciudad, Barcelona, El viejo topo, hasta mi participación en documentos más oficiales, como el Libro Blanco de la Sostenibilidad en el Planeamiento Urbanístico Español (2010), del antiguo Ministerio de Vivienda, que dirigí con José Fariña o el amplio capítulo que tengo con Salvador Rueda, aplicando el enfoque eco-integrador al tema urbano, en el Libro Verde de Sostenibilidad Urbana y Local en la Era de la Información(2012). En el caso de la agricultura valga mencionar entre mis numerosos trabajos, el libro que tengo con José López Gálvez (1996) Sistemas de producción e incidencia ambiental del cultivo enarenado y en sustratos, Fund. Argentaria y Visor Distrib., Col. “Economía y Naturaleza” (hoy accesible en la sección de publicaciones de la Fundación César Manrique, antes mencionada).

19

Al igual que la OMC, en su permanente cruzada en favor del libre comercio, el TTIP

trata de extender a escala internacional la vigencia de la “regla del notario”. Este

empeño acostumbra a ignorar que el ejercicio amplio de la libertad se facilita con el

establecimiento de reglas del juego cuya inequívoca claridad permita, a la vez, reducir

los conflictos y las arbitrariedades y desigualdades en el modo de tratarlos. Desde la

Revolución Francesa se sabe que el laissez faire necesita de normas y “redes sociales”

que ayuden a extender por todo el cuerpo social el ejercicio de la libertad que en el

antiguo Régimen aparecía monopolizado por algunos. Me gusta hacer referencia, como

ejemplo, a la implantación del Sistema Métrico Decimal en la Francia

postrevolucionaria de 1791, que unificó y simplificó el enjambre de pesas y medidas

existente, facilitando el comercio y permitiendo suprimir en ese mismo año los jurados

especializados que tenían que dar fe de la exactitud de las mediciones e intervenir en el

sin número de pleitos y reclamaciones relacionadas con el tema, jurados cuya

impopularidad fue fruto de su arbitrariedad comúnmente interesada.

En el caso del comercio que ahora nos ocupa, insisto en que la valoración de las

mercancías por su mero coste de obtención, es decir, haciendo abstracción de la

“mochila de deterioro ecológico” que conllevan, unida a la creciente especialización, es

también fuente de deterioro ecológico y polarización social y territorial. Y recuerdo que

en el libro Raíces… y en el más especializado de THANATIA, se establecen criterios

para evaluar el coste físico completo que arrastra la obtención de los productos como

primer paso para paliar, con el establecimiento de normas adecuadas, la actual asimetría

entre coste físico y valor monetario que recoge la “Regla del Notario”. Consideramos

que el establecimiento de este tipo de normas permitiría extender la libertad de

comercio sobre bases ecológicas y sociales más saludables que las actuales. Pero estos

temas siguen siendo ignorados en la discusión de los “tratados de libre comercio”.

E.L.- Y por último una pregunta en relación a la región de Riotinto y los fosfoyesos en

la ría del Odiel: ¿Cuál es tu diagnóstico de la situación social y ecológica de la zona

minera de Huelva y los depósitos de material tóxico, repetidamente denunciada por los

habitantes de la zona?

J.M.N.- Como mi conocimiento del tema es bastante precario, no me atrevo a hacer el

diagnóstico que me pides. Mi punto de vista es que desconfío de la restauración minera

como solución idónea general. Más bien creo que debiera haber un equilibrio entre algo

de restauración y el mantenimiento del paisaje generado por la minería, que a veces es

muy impresionante y debería mantenerse e incluso en ocasiones, hacerse visitable,

presentándolo como reflejo de un sistema que ha promovido la extracción frente a la

recuperación y el reciclaje, distanciándose del modelo de funcionamiento propio de la

biosfera (habituado a cerrar ciclos de materiales reconvirtiendo los residuos en recursos)

para dar lugar al Antropoceno.

Por ejemplo el paisaje de Las Médulas, generado por la minería romana del oro, resulta

muy interesante, al igual que el de Riotinto. Son paisajes construidos insólitos y dignos

de verse, en los que ni el coste ni el resultado estético justificaría el empeño de

devolverlos a su estado originario. Ahora lo que ya no es de recibo es que se dejen a la

deriva, que sigan planteando problemas de contaminación y que haya poblaciones que

sufran su toxicidad.