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  rocesos de institucionalización de la  narcocultura  en Sinaloa ]orgeA.lan Sánche^Godoy RESUMEN Las condiciones de identidad devaluada fueron la base subjetiva sobre la cual se articularon có- digos axiológicos, mecanismos de legitimación, lógicas de poder y distintas formas de expresión estética y inístico-religiosas del imaginario del traficante. En la década de 1970 se inició una expansión de las redes sociales en las ciudades de Sinaloa, dejando atrás la imagen de subcultura. Así, al desprenderse de su vulnerabilidad cultural y posicionarse en el espacio urbano, se dilu- yeron paralelamente sus raíces rurales, para, de esta manera, reconstruirse hoy en la  narcocultura legitimadora de un universo absorbido por un hedonismo, un individualismo y una búsqueda de prestigio social.  alabras  clave:  1.  Narcocultura,  2.  identidad devaluada, 3. redes sociales, 4. imaginario del trafi- cante, 5. Sinaloa. ABSTRACT The conditions of devalued identity were the subjective base in which axiological codes, legiti- mization mechanisms, the logistics of power and certain distinct means of mystic-reHgious ex-, pression in the mind of the traf ficker w ere articulated. By the 197O s, the networks of reciprocity were expanding in the cities of the state of Sinaloa, forsaking the image of Subculture. There- fore, upon distancing themselves from their cultural vulnerability and positioning themselves on the urban landscape, they simultaneously diluted their rural roots in order to reconstitute themselves today as a  narcoculture  on the road to.legitimacy in a universe absorbed by hedonism, individualism and the search for social prestige Keywords:  1.  Narcoculture.,  2.  devalued identity, 3. social networks, 4. trafficker s imagination, 5. Sinaloa state.  Estudiante  en la  Univ ersida d Autónoma Metropolit ana-Xochi milco. Dirección electróni ca: [email protected] Fecha  de  recepción;  25 de  febrero  de 2008. Fecha  d e  aceptación:  15 de  agosto  de 2008.  

Procesos de institucionalización de la narcocultura en Sinaloa

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Procesos de institucionalizaciónde la narcocultura en Sinaloa- Jorge Sánchez Godoy(Historia del narco)

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  • Procesos de institucionalizacinde la narcocultura en Sinaloa

    ]orgeA.lan Snche^Godoy*

    RESUMENLas condiciones de identidad devaluada fueron la base subjetiva sobre la cual se articularon c-digos axiolgicos, mecanismos de legitimacin, lgicas de poder y distintas formas de expresinesttica y instico-religiosas del imaginario del traficante. En la dcada de 1970 se inici unaexpansin de las redes sociales en las ciudades de Sinaloa, dejando atrs la imagen de subcultura.As, al desprenderse de su vulnerabilidad cultural y posicionarse en el espacio urbano, se dilu-yeron paralelamente sus races rurales, para, de esta manera, reconstruirse hoy en la narcoculturalegitimadora de un universo absorbido por un hedonismo, un individualismo y una bsquedade prestigio social.

    Palabras clave: 1. Narcocultura, 2. identidad devaluada, 3. redes sociales, 4. imaginario del trafi-cante, 5. Sinaloa.

    ABSTRACTThe conditions of devalued identity were the subjective base in which axiological codes, legiti-mization mechanisms, the logistics of power and certain distinct means of mystic-reHgious ex-,pression in the mind of the trafficker were articulated. By the 197O's, the networks of reciprocitywere expanding in the cities of the state of Sinaloa, forsaking the image of Subculture. There-fore, upon distancing themselves from their cultural vulnerability and positioning themselveson the urban landscape, they simultaneously diluted their rural roots in order to reconstitutethemselves today as a narcoculture on the road to.legitimacy in a universe absorbed by hedonism,individualism and the search for social prestige

    Keywords: 1. Narcoculture., 2. devalued identity, 3. social networks, 4. trafficker's imagination, 5.Sinaloa state.

    *Estudiante en la Universidad Autnoma Metropolitana-Xochimilco. Direccin electrnica:[email protected]

    Fecha de recepcin; 25 de febrero de 2008.Fecha de aceptacin: 15 de agosto de 2008.

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    INTRODUCCIN

    En la escasa literatura sobre el tema, a la cultura del narcotrfico se le ha conside-rado como una subcultura perteneciente slo a los actores intrnsecamente inmis-cuidos en el trfico de estupefacientes. Algunos autores, como Catherine Hau yGilberto Gimnez (2004), Melvin Cantarell (2002) o Federico Campbell (1997),han centrado su anlisis en el narcorrido, en la peculiar devocin religiosa por elantiguo bandolero sinaloense apodado "Malverde", o en definir el arquetipo delnarcotraficante norteo; as, por lo general, se le ha restado importancia a im sin-nmero de hbitos, instituciones y elementos simblicos, mismos que boy formanparte de una identidad regional y conforman lo que se nombra narcocultura.

    Salvo algunas excepciones, los trabajos e investigaciones se han dedicado adescribir,el fenmeno desde sus manifestaciones ms recientes,'omitiendo unareconstruccin bistrico-social desde sus inicios como organizacin delictiva conla migracin china durante el porfiriato, y sus mltiples adaptaciones y transfor-maciones culturales a lo largo de ms de 90 aos en la regin.

    Es notorio que los estudios sobre el tema han resultado insuficientes. Quizlo estigmatizado del tema no ha permitido profundizar en un universo ms vasto,que va desde un selecto grupo de contrabandistas de drogas hasta una multiplici-dad de actores que construyen da a da una serie de redes de poder y reciprocidady que han penetrado en la mdula de sectores rurales y urbanos de la sociedadsinaloense, y cimentado una de las expresiones culturales ms complejas e intere-santes del noroeste del pas en los ltimos aos.

    Para un anlisis a fondo, ser necesario comprender una Hnea de estudio queesclarezca las bases sociales, culturales, econmicas y poiticas histricamente da-das y las que ,c. fueron dando., permitiendo la formacin de las mafias de drogas.

    Este ensayo es un anlisis sociohistrico de la vida cotidiana en el estado deSinaloa, el cual intenta interpretar los procesos de fijacin y construccin simb-lica de la cultura del narcotrfico, basndose en enfoques del psicoanlisis, de lafenomenologa, la anomia y la nueva ruradad. Para mayor claridad, lo he divididoen los siguientes bloques histricos: El origen de la produccin de amapola en elestado con la migracin china (1890-1931); el auge generado a partir de la SegundaGuerra Mundial y la gnesis del contrabando de drogas (1940-1970); el impulsode la produccin industrial de amapola y marihuana a partir de la dcada de 1970,y las tendencias locales actuales del fenmeno de la cultura del narcotrfico conla incorporacin de Mxico a las redes globales de comercio de estupefacientes apartir de la dcada de 1990.

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    Adems, traza como objetivos fundamentales describir y analizar los procesosde instituaonali^adn de la narcocultura en Sinaloa., poniendo especial atencin en elorigen rural de los actores del contrabando, la rpida aceptacin de esta subcul-tura por parte de la poblacin sinaloense y, por ltimo, en exphcar parte de lastransformaciones de la multiplicidad de expresiones que se han gestado comoresultado de la expansin de la cultura del narcotrfico del campo a la ciudad.

    CONTEXTO GENERAL

    Hablar del narcotrfico en el estado de Sinaloa implica reconocer que paralela-mente se ha construido un sistema cultural y social que interacta y se reproducepara integrar un orden social an ms complejo, es decir, la institucionalizacin'de una cultura del narcotrfico (Ritzer, 2002; Kaplan, 1993).

    La narcocultura es una expresin que ha figurado desde la dcada de los setentaen algunas localidades del estado de Sinaloa. Tiene un universo simblico particularque se manifiesta prcticamente en todos los elementos que componen a una cultu-ra (Berger y Luckmann, 2003; Snchez, 2007) y, lo ms importante, se ha apoderadodel imaginario colectivo de gran parte de la poblacin rural y citadina sinaloense.

    Para abordar esta manifestacin cultural propongo los siguientes enunciados:la narcocultura se construye, en un inicio, en el municipio de Badiraguato, en la sie-rra de Sinaloa, y es justo ah donde ha logrado cohesionar una identidad muy par-ticular; su gnesis se remonta a la dcada de 1940, pero es hasta entrada la de lossetenta cuando se puede considerar como una institucin imaginaria consolidada;es una manifestacin eminentemente rural, que a pesar de que muta de maneraconstante, conserva sus races campiranas y es una visin del mundo que contienetodos los componentes simblicos que definen a una cultura: valores, sistema decreencias, normas, definiciones, usos y costumbres, y dems formas tangibles eintangibles de significacin (GalHno, 2001).

    'Es pertinente aclarar que el significado que se da en el ensayo al trmino "institucin/institucionalizacin"es, en esencia, sociolgico. Donde se entiende este concepto como: "La expresin o el proceso defijacin de pautas de conducta que se repiten, en acciones habituazadas, de manera duradera, compleja,integrada y organizada por los individuos o colectivos, mediante la cual se ejercer un orden o controlsocial que determinar las formas de relacin, roles, estatus, medios, valores, significados, cdigos decomportamiento, normas, etctera". Mas nunca aludir a la configuracin objetiva de alguna regulacinjurdica formal, como se entiende en la sociologa poltica. As tambin, este concepto puede traducirsea formas morales-imaffnarias de inoldear la cotidianeidad, mismas que se encuentran separadas, de ertaforma, de las leyes positivas (Castoriadis, 2003; Giner y Lamo, 2002; HiUmann, 2005; Pratt, 1987).

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    La narcocultura sinaloense, al igual que la gestada en otras regiones con susvariantes-,^ tiene un universo simblico particular, un sistema de valores a partir dela premisa del honor., muy al estilo de las culturas y mafias mediterrneas: valenta,lealtad familiar y de grupo, proteccin, venganza, generosidad, hospitalidad, noble-za y prestigio;^ formas de regulacin interna -el uso de violencia fsica a quien trai-cione al jefe o quiera salirse del negocio-; un consumo especfico -uso de la cocanao la adquisicin de joyera de oro; un argot particular -manejo de claves comoestrategia de clandestinidad (Hau y Gimnez, 2004; Valenzuela, 2002); modelosde comportamiento caracterizados por un exacerbado "anhelo de poder", en unabsqueda a ultranza del hedonismo y el prestigio social; una visin fatalista y nihi-lista del mundo'' y distintas formas de objetivar su imaginario social.

    En lo religioso hay una devocin particular por un bandido generoso de la pocaporfiriana conocido como "Jess Malverde" (Cantarell, 2002; Fernndez, 1994);en lo musical se expresa en el narcocorrida' (Hau y Gimnez, 2004); en el cine atravs de la narcopelicula -misma que se plasma en los videohomes (Galindo, 2002);con una vestimenta caracterstica:'' el cinturn piteado con grabados, hebillas deoro con incrustaciones de piedras preciosas, figuras de animales de granja y hojas

    L^a cultura del narcotrfico se manifiesta de manera distinta en cada regin. En un concierto de SonJarocho en el estado de Veracruz o claramente un pequeo elogio para un crtel de la droga de voz deuno de los cantantes del grupo Chuchumb; ste, al cantar el son de "La Morena", pronunciaba con granfervor: "Qu viva el crtel del llano!".'La cualidad moral del honor, caracterstico de las sociedades mediterrneas influidas por la cultura rabe,ha transmigrado a la cultura popular latinoamericana a travs de la colonizacin espaola y la aparicinde las mafias mexicanas (Hau y Gimnez, 2004).Por ejemplo, el narcotraficante sabe que en su afn del goce total, "tarde que temprano le llegar lamuerte". Y as lo refleja claramente el siguiente narcocorrido:

    No hay que temerle a la muertees algo muy naturalnacimos para morir

    y tambin para mataro no me digan que ustedesno han matado a un animal(Los Tucanes de Tijuana, "El puo de polvo").

    'El narcocorrido en Sinaloa se divide en dos versiones: norteo y banda/tambora. Ambas son comunes enel estado; sin embargo, los narcocorridos norteos son ms populares, y con stos se les suele identificar aestos iconos populares.'No obstante, es pertinente aclarar que a partir de la urbani^dn de lo esttico con los narcojuniors, losnuevos representantes de la juventud mafiosa, ha quedado un claro distanciamiento respecto de los"narcos de la vieja guardia".

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    Alxrtramas del narco "scarface"

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    de marihuana, botas vaqueras de pieles exticas, joyera en oro, camisas trema deseda con estampados de la Virgen de Guadalupe, Malverde, etctera. Adems deun especial gusto por la ropa Versace;' en lo arquitectnico gustan del peculiaresdlo art-narc^ (algo que podramos traducir como arte falsa), donde se combinandiversos esdlos, como el colonial, barroco, griego, rabe y moderno, entre otros.'Adems, el marco valorativo en las representaciones sociales de los traficantesest permeado generalmente por una cultura de lo rural, del honor, prestigio, he-donismo, consumismo, poder, ostentosidad, utilitarismo,' religiosidad y violencia(Hau y Gimnez, 2004; Snchez, 2007).

    A partir de la dcada de 1970, este fenmeno empieza a legitimarse cuandotraspasa los horizontes de la ruralidad y se posiciona en la significatividad de losactores urbanos. As, el abanico social fue incluyendo no slo a sus promotores,los narcos, sino, a su vez, a una considerable cantidad de clases populares" que seidentificaban en cuanto a sus anhelos, prcticas, gustos y valores, y a quienes veancomo los "mesas carismticos"'^ que permitiran salir del extremo olvido porparte de las autoridades locales.

    Este imaginario tuvo tal aceptacin, que para finales de los setenta se podaafirmar que en la ciudad de Cuacn no haba una anti-identidad, una anti-defini-

    'La marca de ropa de origen italiana Versace fue -por su alto costo y exotismo- hasta la dcada de los setenade uso casi exclusivo de los C^OS sicilianos, mismos que la dan a conocer primero en Nueva York y despus enciudades como Miami, Los Angeles y Chicago. sta se convierte en la moda por excelencia de los contrabandistas.A pardr de la expansin del negocio ilegal en Mxico, los narcos mexicanos empiezan a negociar y viajar aEstados Unidos donde observan y copian esta particular vestimenta de los miembros de la mafia.'Es pertinente aclarar que investigadores como Jos Manuel Valenzuela Arce ubican el art-narc en uncampo de expresin ms amplio que la arquitectura.'Este estilo ha generado nuevos valores estticos entre la comunidad mafiosa y dentro de aquellossectores sociales que tienden a imitarlos.'"En el utilitarismo hay un apego casi exclusivo por el "resultado". A menudo el utilitarismo tiende atransformar al menos dos cuestiones: el beneficio comunal por el personal y la modificacin de lo ticoa partir de un criterio de lo til."Primero, la integracin a la nueva propuesta de vida fue lenta. En un principio los narcotraficantesllegaron a insertarse, dice Federico Campbell, en el habla corriente de las clases menos afortunadas de laperiferia de la capital. La estrecha vinculacin hoy da de todas las clases sociales en las redes del narcono fue en un inicio posible. En no ms de una dcada, de 1975 a 1985, la mafia perme hasta la mdulade la mayor parte de los hogares sinaloenses; primero las clases populares, y tiempo despus las clasesmedia y alta de Culiacn.'^ Para dar por sentado el significado de "mesas carismtico" propongo el concepto de dominacin carismticaen Max Weber, que dice: "Esta forma de dominacin descansa en la entrega extracotidiana a la santidad,herosmo o ejemplaridad de una persona que se le considera en posicin de fuerzas sobrenaturales, comolos enviados de dios, chamanes, jefes, caudlos, guas o lderes" (Weber, 2002).

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    Alxrms general que lo dicho en el prrafo subrayado anterior

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    cin de un grupo estigmatizado, de "maosos o narquillos sirrenos",'^ con unadeficiente socializacin y casi nula representatividad fuera de l. Este sector fuecapaz de lograr una reconstrucan soal de la realidad tn las principales ciudades y enel campo sinaloense (Berger y Luckmann, 2003).

    Para los aos ochenta no haba una subcultura,''' sino ya una cultura del narco-trfico, de la cual se desprenda gran parte de las legitimaciones y deslegidmacionesinstitucionales, es decir, la narcocultura transforma el patrn conductual y simblicode la sociedad sinaloense y edifica un imaginario que pasar a ser la nueva significa-dvidad, hoy "legtima". As, surge tambin el nuevo grupo hegemnico que reinaactualmente en el estado, junto con la clase poltica y un grupo de empresariosdestacados en la regin del noroeste dedicados al fomento turstico, al comercio y alsector agropecuario, que obtienen su capital, en parte, gracias al "lavado de dinero|"proveniente del contrabando de estupefacientes. De hecho, un estudio-diagnsticoconjunto (1997) entre Mxico y Estados Unidos reconoce que a partir de la integra-cin econmico-financiera de ambos pases con el Tratado de libre Comercio deAmrica del Norte (TLCAN), algunas organizaciones criminales que operan simult-neamente en estos pases han empezado a promover con mayor intensidad accionesde lavado de dinero, por medio del sistema financiero mexicano.'^ Luis Astorgaaclara: "Respecto al trfico de drogas, en Sinaloa, existe [...] una especie de 'norma-lizacin' de un fenmeno que de relativamente marginal pas a ser parte de la vidacotidiana, a permear la sociedad y a imponerle [...] sus reglas del juego" (1995:88).

    '^"Narquillo" es el trmino peyorativo que en algunos casos se utiliza para recalcar su ignorancia,vulgaridad y desprecio por el buen gusto."El trmino de "subcultura" se refiere a la manera de vivir de un crculo de perdonas o de una parte de lapoblacin con ideas, valores, normas de comportamiento, lenguajes y estructuras sociales, que se alejande lo establecido por la cultura mayoritaria o dominante y que puede resultar conflictiva. Por ejemplo,una minora tnica, una asociacin poltica o un colectivo desviado como la mafia o el hampa (Gallino,2001; Giner y Lamo, 2002)."De esta manera no slo se "limpia" el dinero a travs de la inversin y el consumo locales de losnarcotraficantes, sino que, a su vez, se invierte en Mxico dinero blanqueado proveniente de los flujosfinancieros globales desde Estados Unidos. Como cuando Manuel Castells (2004) nos habla de la nueva"mafiocracia" mexicana y el papel del pas en el crimen organizado global a partir de 1994. Es en losochenta, asegura Castells, cuando se forman las nuevas redes globales de drogas ante la presin delgobierno de Estados Unidos, se ejerce un fuerte combate sobre las rutas caribeas y centroamericanasdominadas por los crteles colombianos, y de esta manera se rearticulan las redes comerciales y seincorporan los crteles mexicanos al trfico de cocana hacia la unin americana. El trfico se dispara yse forman algunos crteles; adems, hace su aparicin uno de los ejrcitos ms sofisticados al serviciodel narcotrfico Los zetas, integrado en parte por desertores del ejrcito mexicano, principalmente, delGrupo Aeromvil de Fuerzas Especiales (Gafes) (Proceso, 2004).

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    Alxrsinaloalizacin / opuesto a la colombianizacin

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    Alxrdefinicin de subcultura

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    Alxrnecropoltica

    Alxrcitar como "a lo que Manuel Castells llama mafiocracia"

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    Alxrcitar segundo subrayado

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    Desde el concepto de campo de poder de Pierre Bourdieu'^ (Ritzer, 2002), plan-te que a partir de que el narcotrfico alcanz su aprobacin en este campo, es de-cir, supera, iguala o se incorpora al poder poltico'^ (Santana, 2004) y se convierteen el principal motor econmico generador de ingresos, junto con la agricultura;al narco se adhiere la mayora de los pobladores del medio rural y citadinos quede manera indirecta se encontraban relacionados con el comercio ilegal. A partir deestos hechos, o mejor dicho simultneamente, se empieza a legitimar el nuevoparadigma de instituciones imaginarias de la sociedad contrabandista.

    Si se analiza el fenmeno del narcotrfico a la luz del concepto, de anomia,'*y especficamente durante la toma violenta de las redes del narcotrfico en lasciudades sinaloenses en la dcada de 1970, quiz se podra ser mucho ms con-tundente. En realidad, la nica estructura de instituciones normativas segura a latransgresin, en toda la extensin de apalabra, por los agentes del contrabando, fue laestructura del Estado; por ejemplo, las instituciones de normas legales. En lo querespecta a las instituciones del imaginario social, el cambio no fue tan sustancial.Slo se modificaron algunos valores" y se redimensionaron ciertos horizontesmorales y estticos, de los ahora citadinos conquistados por la nueva ruralidadP Dehecho, el apoyo del pueblo es el mejor ejemplo del respaldo y de la rpida y slidaintegracin simblica.^' Los agentes del contrabando se sirvieron del respaldo delpueblo para vencer al enemigo acrrimo, el gobierno, mismo que por sus estruc-

    "El campo o los campos, segn Bourdieu, es una red de relaciones recprocas y separadas de la conciencia yla voluntad colectiva. El campo de poder constituye la jerarqua de las relaciones de poder de la poltica, queestructura los dems campos: econmico, social y cultural."Al respecto, Jorge Fernndez considera que la nica manera y la base para entender el narcotrfico es apartir de su estructura de poder, de igual modo plantea la posibilidad de que el pas se est convirtiendoen un narcoestado: "El desafo [...] es peligroso: la construccin de un poder paralelo, alternativo, dual,que le dispute constantemente al Estado el control sobre la sociedad, la poltica y la economa de lanacin" (Fernndez, 2001:15)."Anomia significa ausencia o deficiencia de normas adecuadas para regular el comportamiento social; esuna carencia normativa que se produce como resultado de una falta de valores y objetivos culturales quepropone una determinada sociedad (Gallino, 2001; Ua y Hernndez, 2004)."Por ejemplo, se transform el concepto de "autoridad legtima", la idealizacin de ciertos valores estticosy el hermetismo catlico, generndose un nuevo sincretismo con la devocin de Jess Malverde.^"La nueva ruralidad es [...] una nueva relacin campo-ciudad en donde los lmites entre ambos mbitos

    de la sociedad se desdibujan, sus interconexiones se multiplican, se confunden y se complejizan" (DeGrammont, 2004:281).^'Tanto traficantes como la sociedad citadina encontraron como vnculo simblico para su lucha contrael Estado, su carcter de marginalidad, exclusin y censura. No podemos olvidar que el lugar de origen de losprimeros narcotraficantes, Badiraguato, Sinaloa, representa un contexto rural abatido por la pobreza y elolvido poltico (Olea, 2002).

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    turas normativas y por su supuesta investidura del respeto al estado de derechomedios existentes impeda a la mafia extender sus redes de poder fines y/ometas-. As, con el tiempo se generara en este nuevo espacio de poder, con unalto grado de anomia,^ ^ el apoderamiento del narcotrfico, la normalizacin de susactividades delictivas y una exacerbacin, cada vez ms notoria de estos arquetiposy sus valores (Gallino, 2001; Merton, 1987; Ritzer, 2002).

    Los narcotraficantes oriundos de la tierra de Amado Carrillo Fuentes, de Ra-fael Caro Quintero y del "Chapo" Guzman -Badiraguato, Sinaloa- fueron capacesde construir un imaginario colectivo cohesionador de un sector tanto rural comourbano. Sin embargo, no debemos olvidar que la gran aceptacin de esta particularforma de expresin se gener, tambin, debido a la generosidad que han mostradoestos agentes con sus pueblos de origen y con las nuevas regiones donde se estable-can al invertir en obras de infraestructura pblica y al repartir parte de sus ingresosa travs de sus narcolimosnas a organizaciones religiosas, civiles y particulares.^^

    As, varios son los casos de construccin de viviendas, obras de infraestructu-ra hdrica y elctrica o generacin de empleos. LMS narcotraficantes cubren la cuota quelos polticos no hacen. El mantenimiento de este universo de la ilegalidad se escuda,en gran medida, en que este grupo realty las inversiones y una espede de "polticas benefac-toras". Es necesario recalcar en nuestro anlisis que esta caracterstica conductualdel arquetipo del "bandido generoso", que no olvida al pueblo donde naci y quesimboliza el combate contra el mal gobierno., que protege a la sociedad, ayuda alpobre y al desposedo (Astorga, 1995; Campbell, 1997; Valenzuela, 2002), se dioen el momento en que la zona de la sierra se encontraba en una crisis iniciadadesde principios del siglo xx, luego del derrumbe de la actividad minera despusde la revolucin mexicana. Este hecho trae como consecuencia un profundoatraso, miseria y marginacin en la regin de los Altos (Cervantes, 2002). En estascondiciones, la participacin directa o indirecta en el comercio ilcito de drogas seve como la nica alternativa para sar de la pobreza y, actualmente, se puede decirque esta labor es completamente normal, al menos en la sierra sinaloense.

    ^"Un alto grado de anomia aparece a menudo correlatvamente con un elevado ndice de criminalidad"(Gallino, 2001:36).^^ Un ejemplo muy claro nos lo proporciona Fernndez Menndez cuando relata las relaciones de MiguelFlix Gallardo con la iglesia Catlica: "Las relaciones de algunos prominentes hombres de la iglesiaCatlica con personalidades profundamente involucradas en el narcotrfico es indiscutible. Bautizos,bodas, confirmaciones, fueron una de las principales fuentes de relaciones sociales [...] son innumerableslos testimonios de sacerdotes, especialmente de las ms humildes parroquias, [respecto a| las esplndidaslimosnas de los narcotraficantes" (Fernndez, 1994:125-126).

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    Alxrargumentos de la trama del narco "a favor"

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    Ante esta rpida reproduccin de mundos simblicos del (al principio) redu-cido grupo de ex campesinos y ex mineros transformados a un sector cada vezms grande de actores que, "de la noche a la maana", se haban convertido engrandes capos y magnates de la mafia, surgen varias interrogantes: Cules fueronlas condiciones histricas que permitieron el desarrollo del narcotrfico en Sina-loa?, cules fueron las condiciones coyunturales que permitieron la expansinde la narcocultura., misma que antes de los setenta estaba limitada, nicamente, aalgunas familias del medio rural?; estos actores tenan, realmente, una representa-cin popular como reencarnacin del hroe justiciero, del valiente burlador de laautoridad o del Kder transgresivo?; por qu se gener un sentido de pertenenciade esta representacin imaginaria con el resto de la poblacin no rural?

    Ms all de estos cuestionamientos, los hbitos e instituciones que conformana la narcocultura pudieron reproducirse y lograr, con ello, una incorporacin no slode sus actores sociales directos., los traficantes, sino pasar a formar parte del univer-so pblico de sus sujetos sociales indirectos., los citadinos. De ser el mundo mafiosoy consumidor de estupefacientes anterior a la dcada de 1930- particular de gru-pos concretos, e incluso marginados (pequeos productores, comerciazadores yconsumidores chinos), pas a ser parte de una readad compartida cada vez msamplia (Cervantes, 2002). De ser la subcultura del narco en resistencia estigmati^da pasa constituir una cultura del narcotrfico legitimadora (Castells, 2004; Goffman, 1995),a tal grado que la mayora de los sinaloenses dimensionan esta particular visincomo parte de "un mundo ya presupuesto", "de un mundo cotidiano de su send-do comn" (Schtz, 1995), y omiten crtica alguna, defienden a sus capos mafiososy se sienten profundamente orgullosos de ellos y de sus bazaas transgresivascontra la autoridad, los federales y los policas.

    Entonces, a partir de estos planteamientos propongo la siguiente tesis a desa-rrollar y delimitar en las siguientes pginas. "En los primeros aos, las condicionesde identidad devaluada por el estigma y el carcter de desviacin de los actoresintrnsecamente vinculados en el narcotrfico, fue la base subjetiva de la cons-truccin simblica en la cual se articularon cdigos axiolgicos, mecanismos delegitimacin, lgicas de poder y distintas formas de expresin esttica y mstico-religiosas del imaginario del traficante sinaloense. No obstante, para finales de ladcada de los setenta, comenzaron a expandirse las redes sociales de reciprocidaden la ciudad, dejando, con ello, atrs la imagen de una subcultura en resistencia.As, al desprenderse de su vulnerabilidad cultural y posicionarse en el espaciourbano, se diluyeron paralelamente sus races rurales y su evidente sentido comu-nitario, para as reconstruirse boy, en la narcocultura legitimadora de un universo

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    Alxrjustificacin de la "sinaloalizacion"

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    absorbido por un hedonismo a ultranza, un individualismo, un utitarismo y unabsqueda de prestigio social".

    GNESIS HISTRICA DEL NARCOTRFICO EN SINALOA

    Anterior a la Conquista no hay indicios que nos refieran el conocimiento de laamapola y la marihuana en el continente americano. Ambas fueron introducidas aLas Indias por los espaoles. Durante mucho tiempo la marihuana tuvo un uso te-raputico y alucingeno; de la amapola slo se conoce su uso ornamental en Mxi-co (Astorga, 1995). Muchas son las narraciones de nuestros antepasados dondedan cuenta del uso medicinal de la hoja de cannabis en los fomentos con alcoholque servan como analgsico para curar dolores o de la inspiracin que despertabala lindura de la flor de amapola para la composicin de poemas y canciones. Unclaro ejemplo de esto son los diversos sones y corridos mexicanos.^ "*

    El cambio en el uso de estas plantas y la expansin del cultivo con fines co-merciales se atribuye, concretamente en el estado de Sinaloa, a los inmigranteschinos^' que llegaron al noroeste de Mxico^^ para trabajar en la industria minera(Astorga, 1995; Gallegos, 1995) y en la construccin del ferrocarril durante elporfiriato (De la Torre, 2002). Adems, algunos puertos mexicanos servan como

    "^"Incluso en la actualidad se ha modificado la connotacin narctica y mafiosa de algunos versos de corridossinaloenses, mismos que aluden a actividades vinculadas a la cosecha de la amapola, para dar paso alengalanamiento y a nuevas formas de expresin a piropo popular hacia la mujer, como es el caso de lacancin "Como me gusta este rancho", interpretada por la banda Tierra Blanca, de Culiacn:

    Eres chiquitaj bonitaA.s como eres te quieroPareces amapolitaCortada en el mes de enero

    Es decir, claramente podemos defacto afirmar que no todos los corridos que aluden de una u otra maneraa algunas labores propias del narcotrfico son narcocorridos como tales.'^Auspiciados por el Tratado de Amistad, Comercio y Navegacin entre China y Mxico en 1899,

    comenzaron a arribar miles de inmigrantes chinos a los principales puertos del noroeste mexicano(GaUegos, 1995).^"Sin embargo, anterior al tratado entre China y Mxico arribaron inmigrantes chinos a distintas regiones

    del pas con tres finalidades: "El gobierno mexicano alent la llegada de chinos como trabajadoresen la construccin del ferrocarril de Tehuantepec en 1890 [...] Tambin los hacendados yucatecos seinteresaron en el contrato (para el cultivo de henequn) de estos inmigrantes. Adems, existi otracorriente migratoria que uzaba nuestro pas como trampoln para trasladarse ilegalmente a EstadosUnidos" (Vidales, 1993:34).

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    trampoln para el traslado ilegal a Estados Unidos o bien como puntos de recep-cin de los orientales que eran deportados o que buscaban hacer nueva vida poresos rumbos.^^ De esta manera, en un intento por realizar su tan aorado americandream, miles de chinos llegaron a las costas del noroeste a finales del siglo xix^^(Qui, 1995; Radding, 1985; Vidales, 1993).

    Karla Galindo, en coincidencia con otros investigadores, nos dice: "La llegadadel narcotrfico a Mxico inicia con el arribo de inmigrantes asiticos a Sinaloa,quienes ya tenan como costumbre el consumo del opio. Para asegurar el abas-tecimiento de la droga trajeron semillas, lo cual propici su cultivo en siembrasfamiliares" (Galindo, 2002:267).

    Sin embargo, en los primeros 30 aos del siglo xx la produccin, comerciali-zacin y consumo de los derivados de la amapola era casi exclusiva de los chinos yse poda obtener slo en algunas farmacias autorizadas por el gobierno mexicanobajo estricta receta mdica (Astorga, 2003); lo cual no se expande debido a trescuestiones:

    1) Por disposiciones legales se prohibe tanto el cultivo de marihuana como deamapola, as como el uso de las mismas y sus derivados. Mltiples medidaslegales en Estados Unidos y Mxico se presentaron, incluso, desde finales delsiglo XIX. En San Francisco, California, por ejemplo, se expide un decreto en1875 que prohibe a los chinos el uso del opio en los fumaderos.^' En 1887 laley federal de Estados Unidos prohibe a los chinos importar opio (Astorga,1995; Kaplan, 1993). Paralelamente, en Mxico, desde 1878, exista ya unapreocupacin por controlar el uso y comercio de la morfina y el opio. En 1883se agrega a esta lista la marihuana. En 1920 las autoridades de sanidad mexi-canas implantan la prohibicin al cultivo y comercializacin de la marihuana,y nuevamente en 1926 y 1927 se reitera la disposicin realizada aos antes(Astorga, 1995; Galindo, 2002).

    "Por medio de esta va llegar uno de tantos destacados comerciantes chinos del noroeste. Kau Kong,de la provincia de Cantn, China, arriba a Amrica en 1907; entra por San Francisco, California, y Uega aMxico por Guaymas, Sonora, establecindose posteriormente en Hermoslo, Sonora (Qui, 1995).'"'Su entrada a Mxico se aceler a partir de 1882, ao en que Estados Unidos promulg su primeraLey de expulsin en contra de los chinos [...] la mayora decidi quedarse en el pas [...] unos cuantos erantrabajadores contratados pero la mayor parte de los chinos llegaron a Mxico como inmigrantes libres..."(Radding, 1985:195).^'En Sinaloa, \os fumaderos, lugares para el consumo de opio, eran mejor conocidos como las chinacas.

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    2) La casi nula presencia de un mercado de consumidores de opiceos, ajenoa los chinos en Mxico hasta antes de los treinta y la todava inexistentedemanda de estupefacientes de los estadounidenses -principal socio mexica-no-, impidi su expansin (Fernndez, 2001). De hecho, la demanda masi-va iniciara primero por la milicia estadounidense durante la segunda guerramundial.

    3) A partir de las primeras inmigraciones, surgen tambin grupos de poder lo-cal y organizaciones civiles "andchinos".^" Algunos de los ms importantesfueron el Club Democrtico Sonorense (cuyo secretario para 1911 era Plu-tarco Elias Calles), el Partido Nacionalista Anti-Chino del Distrito Norte deBaja California, el Comit Anti-Chino de Culiacn, el Comit Anti-Chino deMazadn (este ltimo, para 1925, contaba con 20 mil socios). Entre las prin-cipales presiones y demandas de estos grupos destacaban las siguientes: elimpedimento de las inmigraciones chinas, la inmediata expulsin de los chi-nos residentes en el pas, la vigilancia de su higiene,-" la clausura de sus casasde juego, detener el presunto enriquecimiento de los comerciantes chinos acosta de los comerciantes nacionales^^ y la prohibicin del consumo de opio(Astorga, 1995; Qui, 1995; Radding, 1985; Romero, 1994; Vidales, 1993).

    Para estos aos la sociedad sinaloense todava contemplaba la comercializa-cin y consumo de ciertas sustancias narcdcas como un uso y costumbre ajena aluniverso pblico imperante, es decir, este comportamiento pardcular de un grupominoritario era ilegdmo hasta el momento. Eran tantas las discrepancias existen-tes entre el sector predominante y el marginal, que se puede aseverar que este gru-po de asidcos, durante su estancia en la regin, construy una suerte de identidad

    '"Se crearon grupos racistas contra chinos entre 1926 y 1927 en los estados de Sonora, Sinaloa,Tamaulipas, Chiapas, Zacatecas, Nuevo Len, Hidalgo, Oaxaca y Michoacn, mismos que tenan, entreotros objetivos: la instauracin de guelos para chinos y la prohibicin de matrimonios y concubinatosentre chinos y mexicanas (Vidales, 1993)."En 1919, como respuesta al reglamento vigente del estado de Sonora, se genera la polmica de crearbarrios chinos a fin de segregados de la sociedad mexicana. El 8 de diciembre de 1919, en Sinaloa,"mediante el decreto nmero 89 se reforma el artculo 38, captulo ii, del ramo de higiene pblica, dela Ley orgnica para la administran munidpal del estado [...] donde se establece que cada poblacin (ciudado pueblo) deber fijar una zona para el barrio chino, adems de levantar un padrn de estos individuos,expresando sus condiciones generales, su estado de salud" (Romero, 1994:134).^^ En 1919 habitaban 1 680 chinos en Culiacn, de los cuales 65 por ciento eran comerciantes (Vidales,1993).

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    de resistencia^^ a modo de soportar la fuerte opresin, racismo y censura a la que sevieron sujetos por las instituciones imaginarias de la identidad legitimadora''' sinalo-ense. As se origin una subcultura estigmatizada, desde finales del siglo xix hasta sudefinitiva expulsin en 1931, misma que el grupo dominante perciba como unaamenaza para la conservacin de las normas establecidas. Una "identidad dete-riorada", una "anti-definicin", a la que por ser diferente se debera simplementeerradicar. Esta situacin fue, sin duda, muy similar a la lucha de poderes que sepropici durante el abatimiento de las ciudades sinaloenses en la dcada de lossetenta, donde los dos poderes, el grupo de narcotraficantes recin llegados, desdelos Altos, que se encubran bajo la trinchera del estigma, le disputaba el controlde las redes de mando al, todava. Estado dominante y legitimador. No obstante,nunca se igualar en cuanto a las dimensiones de represin que vivieron dcadasantes los inmigrantes chinos en Sinaloa y en el noroeste del pas (Astorga, 1995;Berger y Luckmann, 2003; Castells, 2004; Goffman, 1995; Merton, 1987).

    En 1927, a raz de las campaas en contra de los migrantes chinos en Sono-ra y Sinaloa, cuando uno de los ms fuertes combatientes contra la comunidadchina estaba en la presidencia de la repblica. Plutarco EHas Calles, se genera pormandato federal la expulsin de la mayor parte de los orientales^^ (Astorga, 1995;Cervantes, 2002; Vidales, 1993). En poco tiempo el cultivo cambi a manos decampesinos y ex mineros badiraguatenses,^^ que se dieron cuenta que la comercia-lizacin de la droga era mucho ms rentable que dedicarse a las precarias laboresmineras (Olea, 1989). Al respecto, Sergio Cervantes aclara.

    Hubo una comunidad que obtuvo una ventaja competitiva [...] el municipio de Badi-raguato. Ah se prosigui con el cultivo de drogas en Sinaloa despus de la expulsin

    ^Hdentidad de resistencia, segn Manuel Castells, es "generada por aquellos actores que se encuentran enposiciones/condiciones devaluadas o estigmatizadas por la lgica de la dominacin, por lo que construyentrincheras de resistencia [...] basndose en principios [...] opuestos a los que impregnan las institucionesde la sociedad..." (CasteUs, 2004:30).^Identidad legitimadora: "introducida por las instituciones dominantes de la sociedad para extender yracionalizar su dominacin frente a los actores sociales..." (Castells, 2004:30).^'En 1931, despus de varios aos de persecuciones, los chinos fueron expulsados de Mxico (Radding,1985; Vidales, 1993).''En el municipio de Badiraguato, Sinaloa, es donde nace la produccin a gran escala de amapola ymarihuana. Es, adems, el municipio que histricamente ha lidereado el comercio ilcito y uno de losms conflictivos del estado. Por ejemplo, este municipio -en primer lugar-, aunque de escaso nmero dehabitantes, concentra junto con Culiacn -en segundo lugar- y Mazatln -en tercero- 57 por ciento delas armas (algunas de alto poder) aseguradas en el estado {Proceso, 2001).

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    de los chinos. A partir de este momento, el trfico cambi de manos y fue asumido[...] por nativos mexicanos de Badiraguato, regin donde surgieron los ms grandescopos., y se arraig una subcultura que tiene como punto de referencia el narcotrfico(Cervantes, 2002:225).

    La produccin y comercializacin de marihuana -a pequea escala en Mxi-co era una actividad de antao. Sin embargo, no era el caso de otras drogas comola herona y la morfina, que antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial laproduccin era muy escasa y dominada casi por completo por los migrantes asiti-cos. Es hasta su expulsin definitiva del pas cuando la comercializacin, y a la par,el consumo, corren por cuenta de los residentes que aprendieron de los chinos lossaberes en el procesamiento del opio (Astorga, 1995; De la Torre, 2002). En rela-cin con esto, Luis Astorga asevera: "Los chinos habran empezado la produccinde opio hacia 1925, pero [...] los mexicanos controlaran ya para 1943 el 90 porciento de las operaciones" (Astorga, 19,95:52). . ; , . , .

    Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos pierde a sus princi-pales abastecedores de opiceos, sobre todo porque la produccin turca queda enmanos del Eje y, con ello, se hace necesario buscar nuevos mercados.

    As, con el estmulo de las autoridades estadounidenses se legaliz defacto enMxico la produccin de opio para satisfacer la demanda de morfina y heronade los hospitales de las tropas aliadas. De esta manera, bajo un acuerdo bilateral seinici la siembra industrial de amapola en los altos de Badiraguato, zona en la que,adems, se haba encontrado un microclima ideal para este cultivo. Entonces, ainstancias y con el financiamiento del gobierno del presidente Roosevelt, AvilaCamacho accede a la propuesta, aunque ambos gobiernos acuerdan que al termi-nar la guerra pondrn fin al cultivo^^ (Astorga, 1995; De la Torre, 2002; Gonzlez,1996; Hass, 1988; Kaplan, 1993; Lazcano, 1992). Es decir, bajo convenio bilateralse legaliza slo defacto la produccin de drogas en Mxico, pero de un momentoa otro, debido a una decisin poltica unilateral, convierten una actividad, ya insti-tucionalmente aceptada como algo normal por lo menos por una pequea partede campesinos, en ilegal.

    ste es el inicio de uno de los negocios ms rentables para el comercio ilegalmexicano y se forja, a su vez, entre las dcadas de 1940 a 1970, una subcultura per-

    ^'Antonio Hass, periodista sinaloense, dice: "Se les dijo a los gomeros (los que producan y exportaban lagoma de opio) que volvieran a sembrar su frijolito y maidlo. Pero despus de haber probado las mieles dela amapola, a quin se le poda ocurrir que aqullos fueran a soltar la jicara?" (Hass, 1988:59).

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    teneciente slo a un sector de la sierra inmiscuido en la actividad. Por esas fechas,dice Catherine Hau y Gilberto Gimnez, el contrabando se presenta an comouna pequea empresa familiar, con escasa divisin del trabajo y sin mayor comple-jidad organizativa (Hau y Gimnez, 2004). Despus de la dcada de los setenta,tras la expansin del consumo en la sociedad estadounidense y la incorporacinde los crteles mexicanos a las redes globales de contrabando se empieza a confi-gurar una narcocultura, misma que trasciende las fronteras de los Altos y reproducesu particular conjunto de significaciones culturales al resto de la poblacin delvalle, la costa y de las principales ciudades sinaloenses (Berger y Luckmann, 2003;Castells, 2004). "La redes del narcotrfico se expandieron de forma rpida y suinvasin en todos los mbitos sociales no se hizo esperar. A finales de los aossetenta, la cultura del narcotrfico era ms que un estilo de vida, es un signo deidentificacin" (Galindo, 2002:267).

    Con el auge del cultivo y la produccin de las drogias en el municipio de Badi-raguato, nacen tambin las familias y los personajes ms legendarios eh la historiade la violencia, criminalidad y narcotrfico del norte de Mxico de los ltimos 30aos. Entre las principales familias que monopolizaron el comercio hasta finalesde los noventa y algunas que perduran en la actualidad estn: "los Flix Gallar-do, los Caro Quintero, los Fonseca Carrillo, los Palma, los Carrillo Fuentes, losGuzman, los Arellano Flix, los Zambada" (Cervantes, 2002:223), por mencionaralgunas. Todas estas familias son ampliamente reconocidas e identificadas en Si-naloa por su poder, su dinero, su control en las esferas polticas y por la brutalidadcontra sus adversarios en el negocio del contrabando.

    INSTITUCIONAUZACIN DE LA NARCOCULTURA SINALOENSE

    El fenmeno de la narcocultura en el estado de Sinaloa no apareci de un momentoa otro. Es el resultado de un largo proceso de acciones recprocas, de hbitos re-currentes construidos por un conjunto de actores del medio rural, traficantes dedroga que conforme ganaban terreno en el negocio ilegal, conquistando a las c-pulas dirigentes de la poltica regional y logrando ascenso social tanto en la sierracomo en la ciudad, pudieron aumentar sus redes de control, legitimacin social ygarantizar la expansin de un mercado consumidor de drogas en aumento a partirde la dcada de los setenta (Berger y Luckmann, 2003; Fernndez, 1994).

    Esta apropiacin del espacio social y simblico en un sector urbanizado porparte de los narcos, fue un largo proceso de fijacin de un conjunto de hbitos que

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    llegaron a formar, al cabo de unos cuantos aos, una estructura ms compleja: lainstitucin soal del narcotrfico, misma que por diferentes mecanismos de legitima-cin^^ y dominacin lograron posicionar a este grupo de bandidos "para el estadode derecho", aunque hroes populares para la opinin pblica (Bourdieu, 2000;Hernndez, 2000; Weber, 2002).

    Segn Berger y Luckmann, el principio de toda institucin social es el hbito,^'por tanto, para que las instituciones en las que actualmente se entreteje la culturadel narcotrfico construyeran una identidad comn para parte de los sinaloenses, de-bi generarse antes la extensin de este colectivo rural a otras regiones de estado.As, por medio de una serie de mecanismos de legitimacin se alej, poco a poco,de la etiqueta de estigmatizacin y transmut con atributos de normalidad, es de-cir, se gest un ethos de significados compartidos.'"' Un hbito de grupo, extensinde una subjetividad arraigada en una concepcin eminentemente campirana, conrasgos culturales como el honor, una visin fatalista y nihilista, la vocacin trans-gresiva de lgica de la dominacin, etctera (Andrade, 2002; Hau y Gimnez,2004; Hernndez, 2000; Ritzer, 2002; Schtz y Luckmann, 1973).

    A pesar de la enraizada estructura simblica de la cultura del narcotrfico, esclaro que sta tuvo que adaptar parte de su esquema conductual a algunas prc-ticas cotidianas de la ciudad. Es pertinente puntualizar que al ser este imaginariomediatizado por la cultura urbana, los actores del trfico restringan, por ejemplo,la exhibicin de armas a slo ciertos lugares pblicos o sus distintas rutinas deusos y costumbres a zonas perifricas de la ciudad de Culiacn.""

    ''Enlistar de manera breve, y sin profundizar, los que considero los principales mecanismos de kgitimacinde la cultura del narcotrfico: extensin de los hbitos e instituciones sociales del campo a la ciudad;transicin de una identidad de resistencia (subcultura) a una legitimadora (narcocultura); uso constantede violencia simblica y/o fsica; la narcolimosna a particulares y organizaciones civiles; dominacin detipo carismtica con la reencarnacin del narcotraficante en el nuevo bandolero social; edificacin de unnarcoestado, una narcoeconoma y una narcosodedad, etctera."Actitud adquirida o tendencia a actuar de una manera determinada que ha llegado a ser, en ciertamedida, inconsciente y automtica; a veces, la costumbre es entendida como el hbito de grupo (Pratt,1997).""Actores sociales del medio urbano seducidos por una nueva ruradad originada tras la ampliacin delas redes criminales de las primeras mafias traficantes de droga, que penetraban en sectores marginadosy pobres de las periferias."No obstante, hay varios reportes de eventos criminales, "balaceras", que desde los setenta se hanpresenciado en el mismo centro de la Chicago mexicana. Como el enfrentamiento suscitado en 1976entre los Quintero de Badiraguato y los Lafarga de San Ignacio: "[...] por la calle Francisco Villa, entreAndrade y Serdn [centro de la ciudad], se llev a cabo una balacera que dur [...] cuarenta minutos [...]cayeron ms de treinta personas" (Cervantes, 2002:223).

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    Otra manera de escenificar -mas no limitar tericamente- un plano del fe-nmeno del mundo del narco, incluso en el contexto de la ciudad, es a partir delcomportamiento del bombre-masa, mismo que nos describe Sigmund Freud. Sinduda, el estado de fascinacin o la exacerbacin de la crueldad son un retrato vivode los individuos que hacen "cultura" viviendo ^ ^ra de la ley, los narcotraficantes.En la masa, dice Freud, los hombres se colocan bajo el resguardo de la autoridadcarismtica. Adems, los individuos de la masa slo se podran concebir como uncuerpo anmico, distan de ser regidos por los rdenes instituidos por encima de ellos,se sumergen en la lgica de la transgresin a cualquier forma jerrquica -exceptola carismtica- y encubren su carencia y complejo de finitud en formas desviadas decohesin social (Freud, 1969). Eii este sentido, el comportamiento del hombre enmasa se asemeja a algunos planos cotidianos de la cultura del narcotrfico, es decir,como si el imaginario popular sinaloense estuviera insertado en esta mimesis colectivay sujeto a este estado defasanacin sin lmites, y, hasta cierto punto, haya reivindica-do sus anhelos impedidos por la estructura de medios (estado de derecho y moralestablecida) a partir de la legitimacin e institucionalizacin del ethos del contraban-do en esta regin del noroeste.

    Adems, en la comprensin de este fenmeno habremos de enmarcar nuestroanlisis, en el entendido de que el sujeto evaluador en la cultura de la mafia, esdecir, el traficante, ha construido, en los inicios de su arribo a la ciudad, una suertede realidad alterna a la imperante,"*^ debido, considero, a su condicin de estigmati-zacin y marginacin. Entonces, por ello ha derivado una percepcin imaginariadistorsionada o distinta del escenario simblico hegemnico (Berger y Luckmann,2003; Freud, 1975 y 2003; Hau y Gimnez, 2004). De esta manera, la condin dedesviaran soral que caracterizaba a los narcotraficantes de orgenes rurales en lasciudades sinaloenses configur, hasta cierto punto, los hoy cdigos esttico-ticos,lgicas de poder y representaciones mstico-religiosas de las instituciones de lamafia.

    La comprensin epistemolgica de los smbolos y de la/s objetivacin/es ge-nera una pluralidad de posturas tericas, mismas que en este ensayo he tratado deamalgamar con la cotidianeidad de Sinaloa (Andrade, 2002; Berger y Luckmann,2003). As, todas estas concepciones explican parte de un campo semntico anms amplio y complejo donde no slo se inscribe el narcocorrido y sus significa-ciones, el culto al santo Malverde o el particular uso de la violencia por stos- que

    '^ Por ejemplo, la construccin simblica de la autoridad no obedece a la lgica del estado de derecho o aformas dominantes de representacin de la religin, moral o esttica citadina.

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    tiene una gnesis y un desarrollo concernientes a un tiempo y un espacio, a locual denomino narcocultura., perteneciente no slo a los grandes capos, pequeostraficantes y transportadores de droga, sino, de hecho, es un imaginario soalmenteconstruido por mltiples agentes, inmiscuidos o no en el negocio del trfico de dro-gas, que se ha inscrito con mucho mayor arraigo en el noroeste del pas.

    NARCOCULTURA Y SUS EXPYSIONES

    El mundo del narco en la regin se ha construido simblicamente como una expre-sin antagnica al estado de derecho, cuestin que, a decir verdad, en los iniciosde la mafia sinaloense obedeci a la necesidad de posicionarse mercantilmente ygenerar sus propias lgicas de poder. '^ -

    No obstante, la oposicin al statu quo ha sido una constante histrica en laregin. Un caso sobresaliente sera l del hoy santo de los narcos., Jess Malverde,especie de Robin Hood o Chucho el Roto sinaloense. Este personaje ejemplificaal tpico rebelde social y poltico que se levantara contra la dictadura porfirista ylos cacicazgos locales, mismo que a imagen y semejanza han intentado imitar losnuevos hroes sdales.''^ Los narcotraficantes idolatran con gran fervor a este bando-lero y, a la par, pretenden encarnar en l imitando sus hazaas, sus actitudes y suconciencia comunitaria. En este sentido, Melvin Cantarell seala:

    Malverde fue un campesino que se neg a someterse al orden establecido, un margi-nado de la sociedad que se dedic a delinquir y era perseguido por la ley. Su concien-cia y su ideologa son la del hombre de campo que hall en el bandidaje una salidapara escapar de la pobreza y la explotacin [...] ladrn [...] que roba al rico para dar alpobre, que corrige abusos y no abandona a su comunidad [...] que, en reciprocidad, loapoya y admira (Cantarell, 2002:130).

    As, la figura de Malverde se fue apoderando del imaginario colectivo de gru-pos, siempre, en carcter de estigma y devaluacin cultural. Primero, tras su ase-sinato por orden del gobernador Francisco Caedo en 1909, Jess Malverde seconvierte en el santo de los pobres, mismos que van acumulando un montculode piedras alrededor del rbol de mesquite donde, se dice, fue colgado. Aos ms

    "Aunque la vocacin txansgresiva en Malverde responda, ms bien, a una necesidad ontolgica y nopuramente utilitarista como en la narcocultura.

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    tarde, como para la dcada de 1950, esta deidad popular -no reconocida por laiglesia Catlica- es retomada por un grupo de prostitutas locales. Ya para los aossetenta, los traficantes provenientes de la sierra se apoderan de la imagen de estesanto pagano y transforman el montculo de piedras en la hoy capilla de JessMalverde, ubicada desde 1979 frente a, donde tiempo despus, se construira elactual palacio de gobierno del estado de Sinaloa. Es a partir de estas fechas cuandoMalverde se define como personaje de culto -producto de un claro sincretismoentre el misticismo regional y la tradicin catlica- por excelencia y la identidadreligiosa dominante representativa de los miembros de la mafia,"" aunque seguidotambin por simples fieles que se dicen haber sido favorecidos por algn milagro.Entre los que destacan algunos "cholos", grupos de migrantes de todo el pas quetrabajan del "otro lado" y algunos visitantes extranjeros: colombianos, espaolesy guatemaltecos"*^ (xEiPN-Canal Once, 2002; Goffman, 1995; .Gonzlez, 2006; Va-lenzuela, 2002). . . . . : ; . . . .

    De.ihecho, la reconfiguracin .de las formas de dominacin, establecidas,como en el caso de Malverde, se presenta tambin como una necesidad espiri-tual. Sin embargo, la gran diferencia radica en que la cultura de la transgresiny el uso de la violencia'"' ha tomado mayores alcances, se ha complejizado y po-pularizado en un campo semntico mucho ms ampo, incluyendo a un pblicoms numeroso y diverso. Una sociedad donde actualmente se entiende el usode la violencia como parte de los usos y costumbres,''^ donde la utihzacin demecanismos de dominacin es muchas veces uno de los medios ms efectivospara obtener prestigio y movilizacin social (Hau y Gimnez, 2004; Ritzer,2002; Weber, 2002).

    "Aunque en los ltimos aos San Judas Tadeo, "el santo de las tareas difces", ha representado tambinuna de las imgenes ms recurrentes por los narcos, dice Astorga: "quiz porque el lavado social losempuja hacia la ruptura con los signos estigmticos del pasado" (Astorga, 1997).^ Asi' la devocin del santo Malverde se ha extendido dentro y fuera del pas. Tenemos el dato de por lomenos dos capillas fuera de Mxico: una en Los ngeles, California, y la otra en Cali, Colombia. Ademsde una en Tijuana. Tambin hay varios lugares donde ya se venden sus artculos; por ejemplo, el barrio deTepito, en la dudad de Mxico.'"La violencia puede cobrar formas an ms perversas que la fsica y pasar desapercibidas por el consciente;as, la violenda simblica, segn Bourdieu, es una lucha por el monopolio y el poder que se ejerce sobre elagente social con su inconsciente complicidad, sobre todo mediante mecanismos culturales y difiere delas formas de control social tradicionales."As pues, al instituir la visin del mundo de las nuevas mafias en las ciudades, cambiaron indudablementelos criterios de normalidad y anormalidad en torno a lo "criminal". Esto deriv en -aclara Astorga- "queel crimen no dene nada de mrbido y que el criminal no es un parsito o un ser radicalmente asocial, sinoun agente regular de la vida social" (Astorga, 1995:17).

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    Otra objetivacin del fenmeno es el narcoconsumo, tnismo que se ha extendi-do en un colectivo mucho ms amplio que el sector mafioso y representa, hoy, lareafrmacin de sentido de pertenencia a la narcocultura.'^^ La constante de consumirciertos bienes, sobre todo los entendidos socialmente como "ostentosos",'" sefunda en una necesidad de lavado social (y de conciencia) y una bsqueda deestatus. As, al blanquear el dinero en el mercado del capital se asegura, tambin,la participacin legal en una colectividad, no obstante recibiendo los beneficiossociales del xito econmico de las mieles del contrabando de drogas.

    Un dato que reafirma la materializacin^" de la cultura popular sinaloense, esel que nos proporciona el novelista del narcotrfico, Elmer Mendoza: "En CuHa-cn hay un vehculo por cada 4.5 habitantes, cuando el promedio nacional es deuno por cada 15" (Mendoza, 2005). La explicacin ms comn dira que la adqui-sicin de vehculos en estas proporciones se atribuira al alto nivel de ingresos porla estabilidad econmica del estado o a la relativa cercana con Estados Unidos ycon ello la barata adquisicin de stos. No obstante, difcilmente se relacionaraeste tipo de accin con la institucin del automvil como mecanismo de poderj prestigio so-cial Parafraseando a BaudriUard, no se consume el auto o la "troca" como objetomaterial sino su cualidad de signo., por ser un recurso efectivo en la manipulacinsistmica de los smbolos y relaciones humanas (BaudriUard, 1988).

    En este sentido el uso del automvil u otros bienes suntuosos corresponde alsobrentendido de que en la sociedad sinaloense stos simbolizan aceptacin y res-peto social, e indica que al poseer este objeto material se pertenece a un universosimilar al poderoso, es decir, ambos, el mafioso y el aspirante a serlo -o al menosa tener su podero y dinero- tienen un mundo que comparten en erta medida.

    En estos trminos se reproduce un sinnmero de actitudes habitualizadasen los citadinos que sin estar precisamente inmiscuidos en el narcotrfico hanadoptado por emulacin, simple gusto o bsqueda de sentido de pertenencia, los

    ""^ Citando a Manuel Valenzuela: "Los narcotxaficantes constituyen uno de los ejemplos lmite por suamplia capacidad de consumo, que se combina con la necesidad de presumirlo [...] es importante hacerlosvisibles, conspicuos [...] El art narco se rodea de atributos que dan cuenta de su 'xito social', como sonjoyas, carros, aviones, ropa, casas-casdllo, o mujeres-trofeo" (Valenzuela, 2002:194)."El consumo ostentoso se define como: "Consumo suntuoso [...] haciendo ostentacin pblica de unconsumo dispendioso de bienes y servicios, pretenden demostrar la pertenencia, real o pretendida, a unnivel de ingresos, un estatus, una clase social, etctera" (Hillmann, 2001:173).De hecho, de 1985 a 1995, etapa que considero la de mayor auge del narcotrfico en la regin, seduplic la cantidad de vehculos registrados, de 162 166 unidades, en 1985, pas a 315 112, en 1995"(iNKGi, 1990 y 1995).

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    hbitos e instituciones de un selecto gtupo de traficantes.^' Tambin, la cultura delnarcotrfico ha incluido diversas expresiones de la vida urbana mexicana y chica-na. Por ejemplo, algunos edifican sus mansiones en Culiacn muy al estilo BeverlyHills, pero en el interior de ellas construyen una pequea capilla en devocin a laVirgen de Guadalupe o Malverde.

    Otra de las races de la narcocultura que se encuentran fuertemente arraigadasen la sociedad sinaloense son los narcocorridos, la apologa de los contrabandistasen tonadas. Los corridos de los traficantes son una parte de un universo simblicoque crea y recrea las visiones ticas y picas de este grupo. Los corridos de los con-trabandistas son parte de la cotidianeidad de la regin, se han convertido en signode identidad y expresin emblemtica de los colectivos e individuos insertados enla mafia y de los aspirantes a ella (Astorga, 1995; Hau y Gimnez, 2004; Snchez,2007; Valenzuela, 2002).

    Hablar del narcocorrido es considerar, tambin, una constante evolucin. Enun principio, los narcocorridos tenan una fuerte relacin (aunque un tanto trans-figurada) con el arquetipo del bandolero y hroe popular regional.^^ stos figu-raban como una forma de resistencia frente al poder del Estado y exaltaban surepresentacin de valiente burlador de la autoridad, habilidoso y transgresor de laley;^ ^ sin embargo, el tema del contrabando de drogas apareca de manera indirec-ta. Es a partir de los ochenta cuando "se desvanece por completo en los corridosde los narcotraficantes el sociograma del valiente para dar lugar a la tematizacindirecta del contrabando de narcticos" (Hau y Gimnez, 2004:651). De esta ma-nera, el narcocorrido sinaloense elimina toda connotacin social, poltica y diluyesu vinculacin con el pueblo y con la tradicin pica, para enfrascarse en la nuevaempresa, ahora, hedonista, utilitarista e individualista.

    '^Por ejemplo, el uso de la cocana simboliza una droga de lite, a diferencia de otras drogas sintticas.*^ Los ejemplos ms evidentes que representaran esta figura popular histrica en la zona seran los casosde Heraclio Bernai -mismo que fuera el principal insurgente que se levantara en contra de la dictadurade Daz en la regin- y de Jess Jurez Mazo, alias "Malverde", que aunque no particip en la luchaarmada de 1910, ya que muri un ao antes, tiene las caractersticas del hroe social de los tiempos. Enambos casos se crearon varias composiciones, saltando el caso de Jess Malverde con por lo menosdos corridos: "El bandido generoso" y "La muerte de Malverde", del grupo Los Gadetes de Durango(Astorga, 1995; Hau y Gimnez, 2004)."El narcocorrido, adems de su clara dosis de fatalismo, de tragedia sentimental y nihilismo frente ala vida, se empeaba tambin por describir los (auto)atributos preferidos de estos pequeos o grandesempresarios de la droga de orgenes serranos. As desfilaban en los corridos calificativos como valenta,astucia, fiereza, valor, hombra, justicia, prestigio, bravura, honor, honestidad, cabalidad, etctera (Astorga,1995; Hau y Gimnez, 2004).

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    As, la narcocultura actual cobra nuevos matices al expresar las hazaas de losnarcojuniors., hijos de los traficantes de antao, pero en su mayora nacidos en laciudad. Los narcojuniors son los nuevos representantes de la ltima casta de mafio-sos sinaloenses de origen serreo, la ms reciente generacin de actores del mediourbano que reconstruyen su identidad a travs de un descarado y cnico orgullodel ser narco,^^ mismos que se dedican al antiguo oficio heredado por sus padres;sin embargo, el cdigo de honor., el respeto a la familia y a la comunidad, la mesuray la seriedad en el negocio del contrabando toman un papel menos importante, adiferencia de cuestiones como el despilfarre de dinero, la parranda y la agresin alos que otrora fueran parte de sus bases de apoyo social, los marginados son ahoraalgunas de sus vctimas" (Snchez, 2007).

    Es claro, la cultura del narcotrfico se ha inscrito en los ltimos aos en unasuerte de evolucionismo social, una transicin de valores de origen rural a unanueva recapitulacin con conceptos urbano-globales. La idea que se tena de lanarcocultura de los aos noventa hacia atrs, tiene que tomar sus claros lmitesrespecto de los nuevos fenmenos que se estn formando en la actualidad. Cues-tiones como los narcojuniors., la readecuacin al ethos urbano y a valores muchomenos apegados a la tradicin y a las relaciones comunitarias, son slo parte delos fenmenos que se estn produciendo en la nueva era del narcotrfico: la cul-tura del contrabando en la realidad global. Las nuevas generaciones constructorasde la narcocultura en Mxico, efectivamente, ya no tienen los mismos orgenes que

    cuestin la afirma el siguiente narcocorrido titulado "100 % mexicano" de Roberto Tapia:Cien por tiento mexicanoranchero de cora^n...... siempre traigo mipistota... sombrero y tambin mis botaspa' verme bien malandrn...me vale que me critiquenpues es que yo asi nacyo no soy un bato fresayo sypuro malandrn

    Este corrido representa un ejemplo clsico de anlisis de la cotidianeidad urbana de las nuevas juventudesmaosas de Culiacn.^^Como fue el caso de dos indigentes que denunciaron a presuntos narcojuniors por severas lesionesfsicas. Esta new generation, hijos de padres traficantes o simplemente nuevos aficionados de los placeresdel contrabando de drogas, no obstante tambin se dedican a delinquir quemando con aerosoles,usando de "tiro al blanco", golpeando con bates y agrediendo, con respaldo de las autoridades locales yalgunos sectores sociales, a miembros de grupos marginados. Como declar uno de los daados: "Sonpiromaniacos. Si hubieran podido me hubieran matado" (Valdez, 2006).

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    SUS padres o incluso sus abuelos, y por el contrario son actores del medio urbano,edificadores de su identidad en trminos de una nueva ruralidad (Snchez, 2007).

    CONCLUSIONES

    En un principio, las significaciones representadas en la visin del mundo de estosactores rurales de la ilegalidad eran vistas en las dems zonas ajenas a la reginserrana como experiencias atpicas. Conforme expandieron sus redes de poder ylegitimacin, la cultura edificada con simbolismos y valorizaciones eminentemen-te rurales pas a formar parte de un universo significativo an ms amplio que elpasado, cre un mundo compartido para gran parte de los sinaloenses. ste fue el inicio deldeclive de la asimetra cultural, econmica y poltica entre el campo y la ciudad.As, los actores del comercio ilcito de estupefacientes son desde hace ms de 30aos constructores de una nueva cultura urbana basada en una nueva ruralidad.

    Una de las razones de la rpida y aceptada institucionalizacin de la narcoculturaen Sinaloa es que estos lderes legendarios son representados socialmente comohroes populares o seres mesinicos-carismticos en la regin. Toda la mitologaque se ha edificado alrededor de estas figuras, "de la cotidianeidad sinaloense", hapropiciado que la fama colectivamente atribuida legitime gran parte de sus actos.De hecho, sta ser la base de su popularidad y ha facilitado, sin lugar a dudas, lareproduccin de este marco axiolgico y simblico que denomino narcocultura.

    Considero que puede parecer en parte ingenuo relacionar la cultura del nar-cotrfico nicamente con los arquetipos construidos y las visiones comunes entorno al tema. La narcocultura, sin duda, representa un universo simblico an msamplio que el narrado en los narcoeorridos tan conocidos en todo el pas y el ex-tranjero, o la extravagante devocin que stos tienen por el "santo Malverde". Noobstante, stas son lneas y fuentes legtimas que nos pueden ayudar a trazar mejorlas coordenadas de posibles investigaciones, mas no las nicas.

    La narcocultura ha logrado permear en gran medida la sociedad con sus hbitosy valorizaciones, deslegitimando las instituciones sociales anteriores a su aparicin.Por tanto, esta manifestacin representa un conglomerado significativo muchoms extenso que el que aseguran algunos investigadores del tema, que no sloincluye a un sector mafioso que resiste bajo las trincheras de una "subcultura",sino amalgama una multiplicidad de actores y expresiones que se (re)construyen,reproducen y legitiman, da con da, en esta construccin imaginaria de raceseminentemente campiranas.

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