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1 | Página ¿QPIENSAN LOS CONDENADOS?: LA NECESIDAD DE POLÍTICAS PÚBLICAS VINCULANTES PROTRANSICIONALES Por LUIS MANUEL DÍAZ-ACOSTA 1 A la directora e internos del EPMSC Cáqueza RESUMEN El proceso reflexivo, partiendo de la necesidad de visibilización del penado atendió presta y atentamente a su voz; permitiendo así la identificación de aspectos determinantes en torno a las funciones de la pena legalmente asignadas, y múltiples circunstancias en torno a la materialidad de las mismas, la incidencia de condiciones socioeconómicas y, sobremanera, desde la subjetividad del penado mismo, estimaciones respecto de sí, el agredido y la sociedad en la realidad actual como en miras de la introducción de mecanismos alternativos al actualmente dominante, cual es el dispositivo carcelario; encontrando que la provincialidad en que se hayan circunscritos y las mejores condiciones que envuelve se constituyen en la más cercana y palpable posibilidad del pensamiento y accionamiento de políticas protransicionales en ese sentido, es decir, del actual sistema penal que ha venido deslegitimándose gradualmente hacia un sistema dirigido a la reconciliación social. Para efectos de la querida protransición y transición se postula como idónea una metodología crítica deconstructiva y transformativa de base heterotópica, heterodoxa y ortopráctica; cuya aplicación por naciente: modesta y limitada permitió la fijación de lineamientos penales, penitenciarios y culturales a atender, con base en el sustento pilar y, del seguimiento de las protofunciones que se proponen. PALABRAS CLAVE: Agresor, agredido, sociedad, funciones de la pena, dispositivo carcelario, alternatividad, dispositivo penitenciario, percepción, provincialidad, heterotopía, heterodoxia, ortopraxis, protransición, transición, dignidad humana, fraternidad, derechos humanos, reconciliación social. CONTENIDO Introducción Visibilización del condenado: De monstruo a hermano En atención a la voz del condenado: Las funciones de la pena En atención a la voz del condenado: Incidencia de las condiciones socioeconómicas En atención a la voz del condenado: El perdón que no se encuentra Del penado: Las alternativas Del agredido y la sociedad Un problema de percepción del cambio Provincialidad y mejores condiciones: Son mucho más que dos Políticas públicas protransicionales Conclusiones 1 Estudiante de Derecho en la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia. El presente documento es resultado de las actividades de realizadas en el curso Seminario de Investigación II, en el segundo semestre del 2011.

¿QUÉ P CONDENADOS?: LA NECESIDAD DE … · El penado se torna en antisujeto o sujeto negado, ... sido asumido como antisujeto sin oportunidad de retorno. (Véase Hinkelammert, Franz

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1 | P á g i n a

¿QUÉ PIENSAN LOS CONDENADOS?: LA NECESIDAD DE POLÍTICAS

PÚBLICAS VINCULANTES PROTRANSICIONALES

Por

LUIS MANUEL DÍAZ-ACOSTA1 A la directora e internos del EPMSC Cáqueza

RESUMEN

El proceso reflexivo, partiendo de la necesidad de visibilización del penado

atendió presta y atentamente a su voz; permitiendo así la identificación de aspectos determinantes en torno a las funciones de la pena legalmente asignadas, y múltiples circunstancias en torno a la materialidad de las mismas, la incidencia de condiciones socioeconómicas y, sobremanera, desde la subjetividad del penado mismo, estimaciones respecto de sí, el agredido y la

sociedad en la realidad actual como en miras de la introducción de mecanismos alternativos al actualmente dominante, cual es el dispositivo carcelario; encontrando que la provincialidad en que se hayan circunscritos y las mejores condiciones que envuelve se constituyen en la más cercana y palpable

posibilidad del pensamiento y accionamiento de políticas protransicionales en ese sentido, es decir, del actual sistema penal que ha venido deslegitimándose gradualmente hacia un sistema dirigido a la reconciliación social. Para efectos de la querida protransición y transición se postula como idónea una metodología crítica deconstructiva y transformativa de base heterotópica, heterodoxa y

ortopráctica; cuya aplicación – por naciente: modesta y limitada – permitió la fijación de lineamientos penales, penitenciarios y culturales a atender, con base en el sustento pilar y, del seguimiento de las protofunciones que se proponen.

PALABRAS CLAVE: Agresor, agredido, sociedad, funciones de la pena, dispositivo carcelario, alternatividad, dispositivo penitenciario, percepción, provincialidad, heterotopía, heterodoxia, ortopraxis,

protransición, transición, dignidad humana, fraternidad, derechos humanos, reconciliación social.

CONTENIDO

Introducción – Visibilización del condenado: De monstruo a hermano – En atención a la voz del condenado: Las funciones de la pena – En atención a la voz del condenado: Incidencia de las condiciones

socioeconómicas – En atención a la voz del condenado: El perdón que no se encuentra – Del penado: Las alternativas – Del agredido y la sociedad – Un problema de percepción del cambio – Provincialidad y mejores condiciones: Son mucho más que dos – Políticas públicas protransicionales – Conclusiones

1 Estudiante de Derecho en la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de

Colombia. El presente documento es resultado de las actividades de realizadas en el curso Seminario de Investigación II,

en el segundo semestre del 2011.

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REVISTA PAPELES DEL CASTIGO. Mayo, 2012

INTRODUCCIÓN

El estado actual de cosas en materia penal se presenta aturdidoramente complejo, por cuanto, el

sistema penal ha venido deslegitimándose gradualmente en razón al irrespeto a los derechos

humanos y el desconocimiento a la dignidad humana; problemática que se hace evidente en diferentes ámbitos. Por un lado, es constatable en el hecho de

que en presencia de una agresión a un determinado bien jurídico, primero: se ha sustraído a la víctima

quien debiera ser copartícipe central del proceso en el sistema penal, y segundo: se ha desatendido al

agresor mismo. En segundo lugar, se presenta desbordando un ánimo infundado y absurdo por

mantener incólume un “estado carcelero”, donde la pena resulta inoperante y disfuncional; y en que se impulsa la exclusión y disminución del agresor en vez

de, el objetivo de la reconciliación. Un tercer factor, son las condiciones problemáticas de fondo, de tipo

socioeconómico y cultural, que favorecen la supervivencia del insuficiente dispositivo carcelario, a

las cuales no se les está prestando real atención; y que hacen manifiesta la inoperancia de la pena carcelaria como reacción a una agresión a bienes

jurídicos tutelados determinados. Es a partir de ello que se hacen diversos

cuestionamientos: inicialmente, por el papel del agredido como del agresor; por el de la sociedad

misma; y en consecuencia, los retos que comporta para el ordenamiento jurídico penal y penitenciario el problema de que se trata. En esta ocasión, se busca

auscultar la voz del penado, de aquel que no suele quererse escuchar por encontrarse sometido a un

estado de cosas vigente en que atenderle se piensa superfluo e innecesario; búsqueda que se torna

indiscutiblemente valiosa, más cuando con la atención a estas opiniones silenciosas se procura el pensamiento de espacios alternativos y mecanismos

adecuados, que puedan expresarse mediante políticas públicas, que no solamente visibilicen el papel de

estos agresores penados sino que permitan convocar y, en efecto, vinculen al agredido como partícipe

activo de un proceso orientado a la reconciliación. Este ejercicio investigativo reconoce la

necesidad “que llama a gritos” un cambio de un

sistema penal ineficaz y exiguo por uno que responda a un conflicto de fondo realmente complejo; así, no

solamente cavila por el desplazamiento de la pena carcelaria, sino que se menta la transformación

paulatina de todo el orden jurídico penal. En ese orden de ideas, se ve abocado a discurrir no solo en ideas posibles sino necesarias, arduo camino del cual

la presente investigación pretende ser un escaño inaugural, cuyo planteamiento inicial se puede

sintetizar en las siguientes líneas: en atención a la voz del condenado, ¿qué políticas públicas se presentan

como probables y necesarias afines de visibilizar al penado, integrar a la víctima y a la sociedad hacia un nuevo sistema penal pensado en la reconciliación

social, fundado en la dignidad humana y la fraternidad y con base en el respeto a los derechos humanos;

frente a un sistema penal que ha venido deslegitimándose gradualmente y, asimismo, como

respuesta a la problemática socioeconómica y cultural de fondo?

Para los efectos del presente cabe tomar en

cuenta dos postulados metodológicos. El primero, obedece a la pretensión metodológica última de la

reflexión investigativa que se procura, más que a un camino que pueda recorrerse entero con el presente

trabajo, mal que bien limitado. Éste haya sustento material en la interacción y diálogo que se logre con los reclusos que se hagan partícipes en la actividad

permitiendo una visión mayormente integral de la problemática que interesa y, una mayor repercusión

– aunque modesta – en el medio en que se trabaje. Así, toma importancia vital el proceso a más del

producto, por cuanto el conocimiento que se halle ha de derivarse de las dinámicas mismas que se estudian,

de las cuales se identifican elementos positivos y negativos significativos, y se genera simultáneamente concientización al respecto. Justamente, debe haber

vía continua entre la reflexión y la acción, concretamente, entre la meditación sobre los temas

que son objeto, y la acción que se requiera2. Muy

2 Véase para una mejor comprensión de este postulado metodológico: Fals-

Borda, Orlando. La ciencia y el pueblo: nuevas reflexiones sobre la

investigación-acción. En: O. Fals-Borda. Antología Orlando Fals-Borda.

Colección Obra Selecta. Bogotá DC.: Editorial Universidad Nacional de

Colombia, 2010. Apartes I, II; Fals-Borda, Orlando. La investigación-

acción participativa: política y epistemología. En: O. Fals-Borda.

Antología Orlando Fals-Borda. Colección Obra Selecta. Bogotá DC.:

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relacionado, el segundo postulado metodológico: la

casuística, por su parte, justifica la toma de un campo investigativo particular típico; en cuanto afirma la

posibilidad de realización de generalizaciones objetivas a partir de un caso concreto, en tanto éste pueda entenderse como representativo3. De esa

manera, la realización de generalizaciones objetivas en materia penal y penitenciaria se hace plausible a partir

del caso concreto del centro carcelario y penitenciario, en tanto, este centro es distintivo de la

realidad penitenciaria por lo menos del nivel provincial. Igualmente, puede plantearse que, como hay posibilidad de conocimiento de la realidad

alrededor de un dispositivo complejo cual es la cárcel, y en general de la materialidad del orden

penal, a partir de un caso particular de materialización, asimismo, la introducción académica

a esta realidad se hace posible desde la particularidad. La ruta que se traza se basa en pasos

concretos, que desde la sencillez encierran el extenso sendero del pensamiento deconstructivo y transformativo; partiendo de la precisión de aspectos

determinantes con base en la síntesis sobre la reflexión conjunta con los penados del

establecimiento carcelario que sirve de campo investigativo, tratándose de las funciones de la pena

legalmente asignadas; pasando por la percepción e identificación respecto de mecanismos y espacios considerados posibles: primero, como alternativos a

la pena, especialmente, la carcelaria; y segundo, en relación con el eventual agredido y la sociedad; como,

finalmente, y con base en el proceso dialógico, la fijación de formas apremiantes en orden al

movimiento del sistema penal y penitenciario actual hacia uno vinculante en razón a la reconciliación social.

Finalmente, es menester afirmar, en lo que parece ser un pleonasmo, que el fruto de esta labor

investigativa intenta responder, aunque desde un primer acercamiento, a cuestiones precisas, al

llamamiento que se hace por la afrenta a necesidades

Editorial Universidad Nacional de Colombia, 2010; Fals-Borda, Orlando.

Los problemas contemporáneos en la aplicación de la sociología al

trabajar en la investigación-acción participativa (IAP). En: O. Fals-Borda.

Antología Orlando Fals-Borda. Colección Obra Selecta. Bogotá DC.:

Editorial Universidad Nacional de Colombia, 2010 3 Véase para una mejor comprensión de este postulado metodológico:

Ginzburg, Carlo. Reflexiones sobre una hipótesis: El paradigma

indiciario, veinticinco años después. En: Contrahistorias. Revista

semestral No.7 (Sep.2006-Feb.2007); p. ISSN: 1665-8965

socioeconómicas y culturales que se hallan

circunscritas a la problemática cuyo epicentro es el dispositivo carcelario; conteniendo, primeras

estimaciones al respecto y, el planteamiento de pautas metodológicas viables y apropiadas hacia la transición a un modelo jurídico penal más acorde con

la situación colombiana.

VISIBILIZACIÓN DEL CONDENADO: DE

MONSTRUO A HERMANO “Yo soy solamente si tú también eres”

[Obispo Desmond Tutu]

El penado se torna en antisujeto o sujeto negado, entrañando un distanciamiento de la estructura social;

que por representar al individuo antisocial, se procura su disolución mediante su transformación en

monstruo, lo que es, un individuo peligroso para la estructura social, con el despliegue de un dispositivo

que lo permita sin que la disminución de su humanidad constituya abiertamente afectación al cuerpo social – o al menos así parezca –, por ende, el

dispositivo carcelario, se intenta mostrar como inevitable y única respuesta posible; no obstante, el

sostenimiento del imaginario de peligrosidad irremediable del penado requiere la paralela

conversión del cuerpo social en un ente peligroso; lo que resulta ser una ilusión lamentable manifiesta en la

creación de injusticia en nombre de la justicia; la humanidad se desvanece en el ciego direccionamiento hacia la exclusión4. Frente a ello no basta la

formulación de alternativas sino la reconstrucción del

4 Para mayor claridad compréndase que, basándose en el planteamiento de

Hinkelammert, el antisujeto supone una dimensión de distanciamiento, no

significando ello su inexistencia sino: su negación; sustentándose como

proyector de monstruos y, siendo para proyectarlos a ellos; luego, como el

antisujeto no se puede matar por tornarse cual irremediable enfermedad, se

procura su disolución, mediante su transformación en monstruo, y con la

construcción de “escudos” que permitan matar sin suicidarse; en

consecuencia, se constituye a manera de justificación para el

funcionamiento de la fábrica de muerte, la cual se muestra como inevitable

y única respuesta posible, en que parece necesario para luchar contra el

monstruo el convertirse en uno también; a pesar de ello, ninguno lo es, es

una gran mentira producto del mismo mecanismo, cuya proyección

polarizada es la creación de mutua injusticia en nombre de la justicia; así,

se destruye la realidad que se pierde de vista en el proceso en que todos se

arruinan, y a sí mismos ya que cada uno es parte de todos. En suma, el

juego resulta constituyéndose en un “sine missione”, en que el sujeto habrá

sido asumido como antisujeto sin oportunidad de retorno. (Véase

Hinkelammert, Franz (2003), “El sujeto, el antisujeto y el retorno del

sujeto” En: El asalto al poder mundial y la violencia sagrada del imperio.

San José de Costa Rica: DEI, 2003)

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fundamento sobre el cual se asientan; es decir, no

puede limitarse al mero miramiento del ordenamiento jurídico penal y penitenciario, y su

materialización mayormente visible en el dispositivo carcelario, que encarna el aislamiento del penado peligroso, en un proceso que en tramos parece

perder la racionalidad retomando medios trasnochados de justificación; sino que debe

mentarse, en efecto, un proceso deconstructivo que permita la reconstrucción del fundamento del

sistema. En concreto, la recuperación del sujeto del penado se da en un acto intersubjetivo que propicia el hallazgo y visibilización de lo humano – y su

dignidad – de base cultural en la exaltación práctica de la fraternidad5.

Se llega a que, la recuperación del sujeto se hace necesaria en el proceso hacia un sistema de

reconciliación de cara a la agresión de un bien jurídico tutelado, por tratarse de una de las partes

del suceso delictual. Para esos efectos, el pensamiento que tengan los penados en cuanto al problema principal de que se trata, se constituye en

un aspecto determinante, específicamente, que le visibiliza como humano y visibiliza su postura:

primero, respecto de las funciones de la pena legalmente asignadas; segundo, a propósito de sí

mismos, la sociedad y el agredido; tercero, en cuanto a la incidencia de las condiciones socioeconómicas; y cuarto para efectos del análisis de la percepción de la

posibilidad de la transición a un sistema de reconciliación.

5 Se tiene del pensamiento de Hinkelammert que: El realismo – que

desemboca en ilusiones destructoras – impide la afirmación de valores, los

cuales se disuelven socavando la posibilidad de alternativas frente al

sistema; es por ello que frente al colapso estructural no basta la

formulación de alternativas y su presión, debe reconstruirse el fundamento

sobre el cual se asientan. Así, se tiene que el hacerse sujeto es un acto

intersubjetivo, que se sintetiza en la perspectiva de recuperación que

brinda Desmond Tutu, obispo anglicano sudafricano: “Yo soy solamente si

tú también eres”, lo que es: “Yo soy un ser humano porque tú eres un ser humano”; propiciado desde una postura racionalizante y alternativa, en un

encuentro de lo humano en la base cultural, lo que es, un llamado al

realismo en el hallazgo y visibilización de lo humano que surge, en orden

al bien común, razón por la cual solo es posible de ser solidaria. En

conclusión, la recuperación del sujeto negado, que es por la propia

institucionalización que negó al sujeto, es la solución compleja frente a un

problema complejo, no una respuesta de simplificación que fomenta la

destrucción de la complejidad. (Véase Ibíd.)

EN ATENCIÓN A LA VOZ DEL

CONDENADO: LAS FUNCIONES DE LA

PENA “Si usted va a una lechería y se la pasa todos los días allá,

es obvio que usted va aprender a hacer quesos, lo que

siempre se hace en esa empresa” No mucho tiempo atrás se llevó a cabo una investigación que pretendió dar por resultado la

respuesta al cuestionamiento sobre: “¿Qué quieren las víctimas?”6, uno de cuyos capítulos, el que trata específicamente esta pregunta tuvo por hipótesis que

al parecer las evidencias de la encuesta sugieren una paradoja: “al parecer lo que quieren las víctimas

encuestadas va en contravía de la lógica de la reparación integral y afirma los efectos perversos del juego político de

las reparaciones” 7. En efecto, muy poco alentadoras resultan las cifras que corroboran dicha paradoja; no obstante, tenerlas presentes: primero, se hace

necesario y se justifica cuando se pretende resaltar la necesidad de vinculación activa de la víctima en un

proceso de reconciliación; y segundo, confirma la necesidad de cuestionar el pensamiento del penado

como contraparte del suceso delictual. Es esto segundo lo que se procura en el presente, para cuyos

efectos inicialmente se hará un arqueo sobre las estimaciones hechas en reflexión conjunta con los internos del centro carcelario y penitenciario

respecto de las funciones legalmente asignadas a la pena, comprendiendo la privación de la libertad, en la

reclusión en una cárcel, como la manifestación principal de la misma. Lo traído a recuento se basa en

la síntesis que se extrae de la información compilada8. 3.1 La función de prevención general

Sobre la función de prevención general, entendida respecto de la sociedad en general, como: (1) el

sentimiento de seguridad que se afirma, y (2) como el

6 Investigación de ProFis por encargo del Ministerio Federal de Relaciones

Exteriores de Alemania, y representado por la Embajada alemana en

Bogotá. 7 Véase Kiza, Ernesto y Rettberg, Angelika (comp) (2010). Reparación en

Colombia: ¿Qué quieres las víctimas?. Bogotá: ProFis, 2010. p.155 8 Para esos efectos, es decir, para efectos de la síntesis, se hace alusión a

los porcentajes logrados a partir de las respuestas objetivas a las encuestas;

se hacer referencia a ideas sobresalientes a partir de lo reflexionado

conjuntamente con los internos desde el compilado de información – que

recoge las respuestas escritas obtenidas al cuestionario de la encuesta

realizada, los comentarios escritos aportados, y las intervenciones orales

que los participantes hicieran –; y finalmente, – cuando es el caso – se

realizan aportaciones con base en ello.

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mensaje que se envía de no incurrir en delitos. Los

internos consideraron sobre el cumplimiento del fin de esta función en un 45% que ambas variables se

cumplían, en un 15% que solo se cumplía la primera, en un 25% que solo la segunda y, un 15% que ninguna de las dos variables se cumplía9. Se identifica en suma:

consideraciones sintéticas respecto de ambas variables, condicionamientos, limitaciones y, una

posición de favorabilidad resignada. La primera variable, según la cual se afirma un

sentimiento de seguridad, se encuentra condicionada – en el parecer de uno de los participantes, asentido por varios más – a la errónea creencia de seguridad

de la sociedad a raíz de la privación de la libertad del agresor al cual se cree peligroso; último aspecto que

se funda en actitudes sociales – o mejor, asociales – excluyentes e incomprensivas10 que degeneran en un

etiquetamiento discriminatorio. En cuanto refiere a la segunda variable, en atención a lo que dijera un

interno – de los que consideró que se cumplía solamente con ésta – se halla condicionada, o mejor, parece propender a limitarse a que únicamente son

los amigos y familiares del recluso los que “entienden el mensaje” porque son los que de una u otra manera

sufren junto con el interno. Por otro lado, se afirma la inoperancia de la

función de prevención general en la práctica, aludiendo a la comisión de numerosos delitos; y adicionalmente, se señala la falta de conocimiento,

que tiene la sociedad, respecto de cómo son manejados los sistemas carcelarios como factor

externo coadyuvante. Finalmente, un recluso estimó que las dos se cumplían en el entendido de que “la ley

es así”, afirmación reiterada en su discurso que evidenció una curiosa resignación respecto de la normatividad establecida, dejando aparte cualquier

objeción que pudiera ser realizada.

3.2 La función de prevención especial Entendiendo la función de prevención especial, que es

respecto de quien incurrió en un delito concretamente, como: (1) la pretensión de reorientar al interno en el respeto a la ley y en guiarle para su

inclusión social, y (2) como la exclusión que se hace

9 Tomándose en cuenta las veinte respuestas obtenidas.

10 Al respecto uno de los internos recordaba en diálogo cualquier persona

puede cometer un error, como incurrir en un delito, y que por ello, aun así,

se les es tachados de criminales.

del cuerpo del condenado de la sociedad; se preguntó

a los reclusos que se hicieron partícipes si creían que esta función de la pena cumplía su fin, obteniendo los

siguientes resultados11: el 25% consideró que se cumplían las dos variables descritas, el 35% que solo la primera, el 30% que solo la segunda, y el 10%

restante que ninguna de las variables se cumplía12. Se tiene de las aportaciones hechas al respecto:

argumentos en orden a justificar el funcionamiento o no, tanto de una como de otra variable,

condicionamientos al respecto, y una posición resignada; última según la cual las dos variables se cumplen, por cuanto “es todo esto de la ley”13.

En suma, en cuanto refiere a la primera variable, según la cual se pretende la reorientación

del interno, algunos participantes estimaron que no se daba, otros condicionaron su funcionamiento a un

determinado aspecto, justificaciones ambas que resultan concatenar. El funcionamiento de la referida

variable se halla vinculado, en primer lugar, a la proporción de pautas de resocialización que se asocian con la posibilidad de formación suficiente14,

en cuya falencia, es decir, de no darse, por ejemplo, por desatender la diversidad en el cuerpo de

internos, propicia la reincidencia, caso en el cual, se evidencia la disfuncionalidad práctica15 de la variable.

En segundo lugar, muy relacionado con esto último, se liga a la existencia de una mixtura indiferente en el cuerpo de internos, en que no parece haber mayor

consideración de personalidad, cultura, forma de vida, delito cometido, incursión ocasional o reincidencia16.

11

Tomándose las veinte respuestas logradas. 12

Este desatinado porcentaje de participantes, es decir: los que

consideraron que la segunda variable no se cumplía; es la excepción a la

afirmación de entendimiento de lo que la variable significa. 13

Esta afirmación, por parte de uno de los internos, es continuación de su

propio discurso, y llama la atención del suscrito, a pesar de encontrarse

limitado para desarrollar al respecto. 14

Con el término “formación suficiente” el suscrito investigador intenta,

sin lograrlo como deseara, englobar los diferentes aspectos formativos a

los cuales los internos hicieron alusión, o que se desprenden de la reflexión

conjunta, a saber, formación laboral, orientación en el cumplimiento de la

ley, afín a la no reincidencia, formación espiritual, en convivencia, etc. 15

Para efectos de la alusión a la disfuncionalidad práctica, un interno

manifestó: “Muchas personas salen de la cárcel y siguen cometiendo delitos”; sencilla frase que engloba sin complicación alguna el argumento. 16

Uno de los internos de cuyas palabras se desprende esta afirmación,

estimó como aceptable o regular la estancia en el centro carcelario,

aludiendo a que se hayan “diferentes delitos y personalidades mezclados”,

diferentes niveles culturales y estándares de vida, – dio por ejemplo –

“indigentes con profesionales”, “gamines con fleteros”, en palabras suyas,

concluía, “personas verdaderamente desadaptadas con personas que por error cometieron un delito”.

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En tercer lugar, identifica el suscrito que la pretensión

de reorientación y guía17, se encuentra materialmente atada al mantenimiento de vínculos sociales, por

medios como: el permiso de setenta y dos horas y toda visita recibida en el centro18, lo que es – en opinión del suscrito – estancias en que la rigidez del

dispositivo carcelario empieza a desvanecerse. En cuarto lugar, se encuentra un condicionamiento, que

más parece ser una deformación del funcionamiento de la variable de que se trata; en tanto no se dé la

reorientación en el respeto a un ordenamiento normativo hacia la inclusión social en un sentido cabal, sino en el sentimiento de cuidado que genera

en quienes han estado privados de la libertad, por el temor de volver a pasar por ello19. En quinto y último

lugar, se enfatiza en la relevancia del factor subjetivo en el funcionamiento de la pena, es decir, en las

características propias de cada penado que pueden favorecer o no el aludido proceso de reorientación y

guía. Respecto del cumplimiento de la segunda

variable, no hubo mayor cuestión, en el entendido de

que claro quedó para los partícipes, que “es retirarlo”,

17

Debe tenerse presente, que la primera variable de la función de

prevención especial, es decir, la pretensión de reorientar al interno en el

respeto a la ley y en guiarle para su inclusión social se encuentra

insoslayablemente atada a la función de resocialización; es por ello, que el

suscrito extiende las consideraciones respecto de la primera a la segunda,

más en cuanto refiere un estado actual de cosas. 18

Un ejemplo de este condicionamiento puede evidenciarse en lo que uno

de los internos participantes expresara a propósito de esta función, de la

siguiente manera: “de reorientar si porque estamos saliendo setenta y dos,

y estamos viendo – por lo menos en mi – y estamos viendo a nuestra

familia, (…) ¡sí! Porque, para el que toma (…) Esto que es duro [pero]

(…) le dan a uno la oportunidad de ver a su familia, pues uno sale como dicen: con más experiencia de no cometer cosas que no se deben, y de

hacer las cosas como son, con la verdad de Dios y con la familia de uno, con los hijos queridos de uno, con los vecinos, con el que lo rodea, con el

que está al lado de uno; para mí lo reorienta, y lo saca a uno adelante, y es positivo, va uno con su familia porque vuelve uno a incluirse en la

sociedad”. Además, enfatizó: “estamos también relacionándonos con la familia, con la gente, con la sociedad”. Con ello, el interno no solamente

deja entrever la docilidad que le caracteriza, recordado su alegada

inocencia; sino que refleja el mencionado condicionamiento de la

reorientación hacia la inclusión al mantenimiento de vínculos sociales. En

opinión del suscrito, estos pequeños detalles son relevantes, en tanto

condicionan el cumplimiento de las pautas legales, sin ser precisamente

contempladas por ellas. 19

Respecto del mencionado cuidado, un interno describió: “Uno sale, y

uno sale como con un temor, con el temor de no volver a reincidir (…) ; y digamos, cuando uno sale en una libertad condicional o (…) cuando uno

sale en permiso de setenta y dos horas uno procura cuidarse, ¡no!, o sea,

no tener problemas con la sociedad, con nadie; o sea, uno sale siempre con ese temor, o sea, uno sale, sale, o sea, prevenido de no reincidir, de no

volverla a embarrar, porque uno sabe las consecuencias que eso trae, pues seguir pagando cárcel, seguir uno en la cárcel”.

“es sacarlo de la sociedad momentáneamente, o sea, por

un periodo” en palabras de uno de ellos; en ese orden de ideas, se cumple porque en efecto se encuentran

físicamente privados de la libertad. 3.3 La función de retribución justa

Posteriormente, siguiendo una por una con las funciones, se preguntó por la función de retribución

justa, entendida como la precisa imposición de la pena, lo que es, en una sentencia después de un

proceso judicial. Los internos consideraron en un 55% que si se cumple, y en un 45% restante que no20. En cuanto a ésta, no es poco lo que se tiene; a pesar

de que las cifras muestran porcentualmente una victoria de la opción favorable, cierto es el torrencial

aguacero de argumentos en contra, que no se limitan al evento mismo de la función sino a múltiples

deliberaciones sobre el sistema judicial en general, y aspectos culturales21.

Referente a la primera opción, según la cual la función de retribución justa si se cumple, solo se identifican dos22 estimaciones: la primera, de

favorabilidad resignada, según la cual “así es (…) lo de la vida”; y la segunda, que se sustenta en la

consideración de que los delitos que son cometidos tienen que ser pagados, razón por la cual fueron

hechas las leyes. En esta segunda se circunscriben, sin dudarlo, varios de los internos, aquellos que no adoptaron la primera23, o se constituyen en

excepción a las estimaciones sobre anomalías argüidas posteriormente.

Tratándose de la segunda opción, o sea, el no cumplimiento de la referida función, se sustenta en la

afirmación de factores que generan anomalías en el sistema judicial, en materia procesal, normativa-valorativa, y respecto de aspectos culturales

incidentes. En cuanto a los aspectos procesales, se tiene

en primer lugar, que el sistema judicial desatiende las

20

Tomándose las veinte respuestas adquiridas. 21

Que se encuentren compilados superior cantidad de argumentos

desfavorables que favorables, ha de deberse a que el simple asentimiento

no genera mayor discusión, no así en el caso contrario, en que se evidencia

un esfuerzo colosal por justificar la afirmación, y dar las razones que

pueda haber de fondo. 22

En esta como en otras de las preguntas se presentaron respuestas

desatinadas o incoherentes por falta de comprensión del cuestionamiento;

ésta al no ser la excepción, obtuvo que – por lo menos - una de las

respuestas favorables se dio por tal razón. 23

Solo uno la adoptó, el mismo que lo hiciera en las preguntas anteriores.

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condiciones de fondo detrás de la comisión de un

delito, enmarcadas en una realidad hostil, por cuanto: primero, llega a imponer una pena a personas que

pueden ser calificadas como inexpertas normativamente por carencia de educación24 25, caso el cual se relaciona con el error de prohibición, no

siendo, en un primer momento, reprochable la acción; y segundo, por cuanto se presentan casos en

los cuales no se busca determinar las razones por las cuales fue cometido el delito, siendo éstas de diversas

índoles, inclusive, por cuanto resultaba inevitable26 o fue constreñido a realizarlo, último caso en el cual se cabe la configuración de insuperable coacción ajena

como causal de justificación respecto de la tipicidad. En segundo lugar, y muy relacionado con esto, se

encuentra la aludida carencia de pruebas en orden a justificar la decisión judicial y en consecuencia la

condena; que se evidencia: en los casos en los cuales no hay las pruebas suficientes para verificar con

certeza la comisión del delito afín de llegar a una decisión condenatoria, y aun así se condena a quien quizás no incurrió en delito alguno; además, en las

ocasiones en las cuales, en el afán de condenar, no explorando de forma suficiente el asunto de que se

trate, se condena por un delito diferente al realmente cometido, o en otras condiciones que puedan

resultar gravosas para el agresor27. Por lo demás, a

24

Esta alusión busca plasmar una situación planteada y múltiples veces

reiterada por uno de los internos – que resulta sintética de una

circunstancia real –, según la cual una de las razones por las cuales una

mayor cantidad de campesinos incurrían en delitos y eran llevados a

cárceles, en comparación con personas de ciudad, se debía a que “son

novicios de la vida y caen inocentemente”. 25

El suscrito busca traducir lo que uno de los internos nombrara como

“noviciado de la vida”, con la expresión “inexperiencia normativa por

carencia de educación”, característica que no discrimina en edad ni sexo,

en la que parece no haber un proceso de identificación bien definida

respecto de un orden normativo, principalmente, jurídico; no por ello

representando ser antisocial, sino simplemente apartado o desentendido de

ese orden. 26

Uno de los internos refiriéndose a esto afirmó que muchas veces una

persona no comete un delito porque quiere sino “porque le toca”. En esa

misma línea otro enfático en afirmar que es evidente la ausencia del Estado

en cuanto a las necesidades de las personas se refiere, ya que el que incurre

en un robo de mínima magnitud como el de un celular, muy

probablemente lo hace porque no ha conseguido una buena oportunidad de

trabajo, y por ello hay detrás suyo una familia aguantando hambre; por

otro lado, se encuentran personas que estando en buenas condiciones

socioeconómicas y gozando de importantes cargos “roban toda la plata del pueblo”, a quienes resulta dárseles un trato preferencial. 27

Tratando de justificar su respuesta desfavorable a la pregunta por la

función de retribución justa, uno de los internos dijo al respecto,

recordando la existencia de “mucho proceso injusto” en que al sistema

judicial le importó condenar sin ir al fondo del asunto, que “ni le da bases a uno, ni lo deja conseguir pruebas, sino de una vez lo aprieta y, lo que la

propósito del asunto procesal, se hace fuerte crítica

al papel del abogado en el proceso, específicamente, cuando se da un deficiente ejercicio profesional,

manifiesto, en una defensa insipiente; a la cual se le llega a prestar mayor atención y dar mayor credibilidad – en estimación de los participantes –

inclusive, que a la propia voz del procesado quien es apartado del centro del proceso.

Por otra parte, se planteó la existencia de un problema valorativo en materia penal, según el cual

para los fines de la estimación de la pena no hay una adecuada definición de valores o clasificación de los mismos, razón por la cual – estimaron varios internos

participantes – se dan elevadas condenas por pequeños delitos, y penas reducidas para grandes

delitos28, asimismo, referente a la distinción entre infractores ocasionales y reincidentes; y del tipo de

delito y de delincuente para efectos de la fijación del tipo de condena29.

Se presenta además, como factor causante tanto como consecuencia de la complejidad enmarañada, el fenómeno de la “justicia transaccional”

en el sistema judicial, lo que es, una práctica en la cual el sindicado transige en el proceso judicial –

desatendiendo a la verdad, y originando así la anomalía –, por ejemplo, cuando para un sindicado

resulta beneficioso aceptar la autoría de un delito no cometido con el fin de recibir rebaja de la pena; siendo propiciado por el miedo que siente el

sindicado de extender el juicio por hallarse “enredado en acusaciones”30; viéndose gravemente

ley diga y, listo y ya lo procesaron. ¡Si! Ahí, habemos muchos condenados

injustamente, o no, y si no exactamente al delito que uno ha cometido sino le aumentan más”. 28

El primero que tratara este problema – por cierto desde su convicción

ética personal – planteó como valor fundamental el de la vida,

contraponiéndolo con el de la libertad; según lo cual la pena por asesinato

debiera ser superior a la de secuestro, para que la “retribución” pudiera

calificarse como justa, al menos respecto de una escala de valores mejor

elaborada. Asimismo otro de los presentes – éste con formación

profesional – quiso ejemplificar aludiendo a la condena que se le puede dar

a quien hubiera robado un teléfono celular frente a un robo como el

perpetuado por los Nule en las obras públicas de Bogotá, en que considera

no se guarda proporción alguna. 29

A propósito de ello uno de los internos que se hizo partícipe arguyó que

el tipo de condena que se imponga a quien “tiene amarrada la hija y la viola, y es sádico, y la maltrata y todo” debe ser diferente en cuanto a su

orientación a la que se le impone a quien “le pegó una cachetada a la

mujer borracho” – ejemplificó –. 30

Al respecto el interno consideró que una de las razones por las cuales el

sindicado se siente constreñido a la aceptación de cargos, es ese miedo que

se genera al encontrarse que “la justicia, la Fiscalía” lo enreda.

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afectado el ejercicio adecuado del derecho a la

defensa. Otro aspecto, de gran relevancia, es la

incidencia de factores socioeconómicos particulares en el proceso, y por ende en la misma pena impuesta mediante sentencia, afectando tanto la igualdad

procesal como la de trato en cuanto a la imposición y ejecución de condenas31, que se sustenta en que, en

efecto, el nivel socioeconómico incide sobremanera en el “trato judicial” que se da, por cuanto las

personas de bajos recursos les resulta poco accesible costear un buen abogado32 y solo concurren a aumentar el hacinamiento carcelario, caso contrario

de quienes ostentando una posición adinerada si puede costearlo, y lograr la aprobación de beneficios

como la casa por cárcel, casas fiscales, cauciones, “prebendas”, etc. por medios lícitos, o ilícitos33.

En último lugar, debe aludirse al sistema judicial y la actitud, encontrándose que éste no está

orientando su funcionamiento en orden a la garantía de justicia ecuánime, sino que muestra una actitud anómala. Esto por cuanto, primero, el sistema judicial

no está direccionándose a la producción de justicia sino que se sitúa a la defensiva en la búsqueda de

beneficios desatinados, lo que representa una incongruencia interna funcional; que se asienta en la

pretensión desenfrenada de condenar, en una aparente e ilusoria demanda de eficacia – no eficiencia – y capacidad; y en la aplicación descuidada de las

normas, creyendo que se está cumpliendo con el deber, aunque lo esté haciendo mal, sin un juicioso

estudio de la situación, lo que es, sin el debido discernimiento dirigido a la proporción de soluciones.

Asimismo, – hubo la estimación de que – a la justicia no le interesa ni la víctima, ni el victimario, sino que

31

Tratando la afectación a la igualdad procesal y de trato en cuanto a la

imposición y ejecución de penas, por motivos socioeconómicos hubo

variadas intervenciones, que culminaban con la exhortación por la

igualdad afín de que “el pobre no lleve del bulto” – como bien supo decir

un participante –, propendiendo no rendir honores al refrán popular “la

justicia es solo para los de ruana no para los de corbata”, en que “al de ruana y de sombrero a él si le aprietan; en cambio, al de corbata lo dejan

más suave y, le dan más oportunidades”. 32

Un interno, a propósito de esto, expresó que “hay gente de bajos

recursos, que no pueden llegar y pagarle a un abogado, a un juez”. 33

En diálogo, se encontró que tratando diversos temas, especialmente, el

de la retribución justa los internos se refirieron al caso de los Nule, y el

alcalde saliente de Bogotá Samuel Moreno, en que – según uno de los

participantes – “todo fue organizado”, ya que no se le habría ordenado

captura inmediata permitiéndole antes resolver algunos problemas

favorablemente.

se encelda en su propio ego, ante la sociedad y

estamentos estatales34.

3.4 ¿La imposición de la pena a través de una sentencia es justa retribución?

Habiendo preguntado por el cumplimiento de la

función de retribución justa, tal cual se la explicó, se cuestionó a los internos por si consideraban que la

imposición de la pena a través de una sentencia era justa retribución; frente a lo cual se obtuvo que: en

un 23,53% estiman que es justa retribución, y en un 76,47% que no lo es35. Curioso resulta que las cifras logradas con este cuestionamiento, contradicen las de

la pregunta anterior, pero son más representativas del arsenal argumentativo desplegado para sostener la

desfavorabilidad sobre el cumplimiento de la función de retribución justa.

En orden a justificar la creencia de que la imposición de la pena a través de sentencia es justa

retribución no se identificó aportación alguna; por el contrario, hubo cuatro aportaciones dirigidas a fundamentar lo opuesto. Primeramente, la pena no

está pensada en consideración del agredido en su

34

Ésta anomalía se extrajo de la aportación que un interno hizo, afirmando

hablar desde sus conocimientos adquiridos por estudios sobre los países,

diferenció entre países desarrollados y subdesarrollados en términos de

cultura, no de inferioridad o superioridad. Refiriéndose a Colombia como

subdesarrollado arguyó: “somos subdesarrollados por la actitud, no porque seamos inferiores (…) Aquí se siente inferior la gente, pero no

somos inferiores; es la actitud la que nos hace inferiores. La parte civil, la gente piensa y está a la defensiva, cuando está la gente a la defensiva se

mantiene en conflicto constante, un conflicto que no para, y la gente

siempre se previene cuando está constantemente a la defensiva, los

pensamientos son negativos y de defensión y de miedo, es un miedo, eso es

estar a la defensiva; entonces, aquí la justicia se mantiene es defendiéndose constantemente, y no está pensando en si en hacer justicia

sino en defenderse, no hay una congruencia en ellos mismo, entonces eso es lo que lo está llevando a cometer errores y más errores y siempre los

van a cometer mientras no rompan esa actitud, mientras la justicia no se abra a aplicar una justicia ecuánime, una justicia en donde prime la

paciencia, que ellos no tienen pero que le quieren imponer a uno el castigado (…); se endiosan y se creen con derecho a castigar a la gente

inmisericordemente sin pensar en estudiar la situación, sino en aplicarla

simplemente y no tienen discernimiento, eso los mata (…); no disciernen sino simplemente aplican creyendo que están cumpliendo con su deber

pero lo están haciendo mal”. Con posterioridad, continuó indicando: “En este momento a la justicia no le interesa ni la víctima, ni el victimario, le

interesa su propio ego, sus propios intereses, su futuro y los resultados; en este momento, hay una especie de ceguera, están ciegos por dar una

imagen en la cual ellos no se dan cuenta que lo están haciendo realmente contraria a los resultados; por beneficiarse ellos mismos y su

individualismo ante la sociedad, ante el gobierno; por dar una imagen de

capacidad que realmente no consiguen por su propio ego no están viendo ni les interesan los resultados; están pensando en sí mismos como

personas no en las soluciones”. 35

Tomándose diez y siente respuestas logradas.

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bien jurídico tutelado por cuanto no contempla la

forma más adecuada, y más en orden a atender las consecuencias de la agresión36. Y asimismo, la función

de retribución justa tampoco considera al agresor en tanto no facilita medios idóneos para reivindicarse consigo mismos, frente al agredido como frente a la

sociedad, y por el contrario, le disminuye severamente37 y propicia el distanciamiento de la

sociedad38.

3.5 La función de reinserción social Entendiendo la función de reinserción social, que se da durante la ejecución de la pena, que busca facilitar

medios idóneos que le permitan al interno, terminada la condena, tener un exitoso reintegro a la sociedad;

se cuestionó a los internos que se hicieron partícipes en la actividad si creían que esta función cumplía su

fin, logrando los siguientes resultados39: en un 47,06% consideraron que si cumple con su fin40, y un 52,94%

consideró que no cumple su fin. 3.6 ¿Se realizan actividades de resocialización? ¿Han

cumplido con su fin? En ese orden de ideas, siguiendo con esta misma

función, se cuestionó a los internos por si consideraban que dichas actividades de

resocialización se llevan a cabo en esta entidad penitenciaria, y en tal caso, es decir, si se llevan a cabo, si estiman que cumplen con su función de

resocialización. Obteniéndose que en un 57,14% afirmaron que si se realizan tales actividades, y que

36

Uno de los que expresara no estimar la imposición de la pena mediante

sentencia como justa retribución se expresó mediante un ejemplo, según el

cual una víctima de homicidio “jamás recupera la vida porque el

victimario esté mucho tiempo preso”. Adicionalmente plateó que si una

persona lleva a cabo un hurto, debería la ley contemplar la devolución y un

poco más como pena. 37

Referente a esto, uno de los internos que no estimaron como justa

retribución se sustentó en lo degradante que resulta la estancia en

establecimientos de reclusión. 38

Uno de los internos definió retribución en los siguientes términos: “es

devolver; o sea, usted me regala algo, me presta algo y yo le retribuyo; o sea, más adelante le doy algo más, le doy un presente”, y respecto de la

pena y el delito: “la retribución que nos daría por ejemplo, pues la justicia; sería devolviéndonos a la sociedad; o sea, siendo consecuentes

con nosotros mismos y, de pronto no siendo tan duros en las penas; y dándonos principios de oportunidades, no, como para que la pena sea

menos severa”. 39

Tomándose las diez y siente respuestas obtenidas. 40

En esta pregunta también se presentó el condicionamiento de las

respuestas, pero en menor cantidad, por ejemplo, limitando el

funcionamiento a la existencia de los medios idóneos; o, en que se aludió

al deber de garantizar segundas oportunidades como sustento de la

función.

ellas cumplen con su fin; en un 35,71% consideraron

que si se cumplen tales actividades, pero que no se cumple con su fin, y el 7,14% restante estimó que las

actividades no se realizan41. Se evidencia que – al menos en el caso de la función de resocialización – la estimación que se refleja en las cifras se mantuvo en

gran medida, así como consideraciones alrededor de ello que en su mayoría se relacionan o coinciden,

razón por la cual se sintetizaron todas ellas sin discriminación alguna.

Los medios dispuestos, concretamente las actividades, son insuficientes para la promoción de un proceso de resocialización por cuanto no satisfacen

las diversas necesidades de los internos, ya que, lo que puede estar orientado a la resocialización para

unos, no necesariamente lo es para todos42 en atención a las diferencias y particularidades de los

internos, especialmente de tipo formativo y laboral; además, por cuanto la planeación de actividades

desarrolladoras de la pena se encuentra atada a la desatención que esta última tiene de las razones de fondo del delito; por otra parte, por cuanto la

idoneidad de los medios pende del hilo de la subjetividad – se excusa la redundancia a expensas de

mayor claridad –, lo que es, depende de cada persona y sus características propias en cuanto a personalidad,

educación, espiritualidad, entre otras, en que: por una parte, se tiene que algunos encuentran en las actividades tranquilidad, aprendizaje y experiencia de

vida43; contrario a ello, en cuanto a la participación

41

Tomándose las catorce respuestas obtenidas. 42

A propósito de ello, tratándose de formación, uno de los participantes –

con formación profesional – recordó que los cursos que se imparten dentro

del establecimiento carcelario son de nivel básico, es decir, de primaria y

bachillerato, con lo que sin duda se responde a las necesidades de algunos

internos; pero que no suple los requerimientos de quienes ya poseen dicha

formación, e inclusive tienen formación profesional, para los cuales

debería ofrecerse – como bien lo consideró un tercer recluso – estudios

técnicos o tecnológicos en articulación con instituciones como el SENA.

Las actividades gozan de mayor capacidad de satisfacción en el caso de

internos como el que afirmara que es allí en la cárcel donde conoce “lo que

afuera no se conocía: estudio, y muchas cosas de que uno no conocía” 43

Frente al cuestionamiento por cómo asumen las personas las diferentes

actividades, o sea, para vincularse a ellas, un participante – desde su caso

personal – afirmó tomarlo como aprendizaje y experiencia de vida, “Y

para acatar como dicen, las leyes y las órdenes de nuestros superiores (…); en este momento nuestros superiores son los que me manejan acá,

para yo si estoy mal o bien, pues ellos me van a corregir, ¿cierto? Pues tengo mis superiores, en mí acepto las órdenes y también las órdenes de

los que nos vienen a enseñar, a instruirnos, a salir adelante para un

futuro. Entonces cumplo con eso, y eso lleva a su fin… que cumple con todo y con la resocialización también”. Acto seguido, se cuestionó por

cómo toman en general las actividades, obteniendo que a muchos les

gusta, por cuanto encuentran tranquilidad y conocimiento; “aquí la gente

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que en las actividades hacen los internos se tiene que

– se sostuvo en diálogo – en su mayoría no tiene por objetivo – hablando desde el sujeto del condenado –

el aprender un nuevo conocimiento sino la obtención de un beneficio o descuento; a más de eso, hubo el planteamiento de una limitación en tanto – estimó

uno de los participantes – se presenta el caso de quienes, valiéndose de medios ilícitos, no llevan a

cabo actividades y reciben beneficios o simplemente no cumplen con la condena; y, finalmente, los medios

no son suficientes por cuanto falta una más personalizada atención, que permita supervisar juiciosamente un verdadero proceso de

resocialización – consideración que se asocia íntimamente con las anteriores –, pareciendo más

bien que no se tiene un interés real por cómo sale una persona tras el cumplimiento de la pena44..

La consecuencia de la ausencia de medios suficientes, como es el caso de los que favorecen la

concientización del error cometido afín de corregirlo45; es la producción de un efecto

el que tiene corazón, que piensa tiene que aprender, como dicen: a las

buenas; llevar una relación con todos, llevar una incorporación con los

que están afuera, adentro, acá. Y el que no, ya está enseñado a eso, no le

interesa eso para nada; solo sale a la calle a lo mismo; porque esa es la verdad, yo he visto que salen de aquí, y al rato, ya están otra vez en la

cárcel”; aportación frente a la cual se le cuestionó qué pasó allí con la

función, logrando del recluso que ello se debe a que la persona se cree

superior, “cree que no existen más personas, (…) que no está Dios, se

creen ellos… primero ellos, segundo ellos, tercero ellos; a mí no: primero Dios, segundo mi familia, mis hijos, de últimas quedo yo, pero entonces…

y está la sociedad; pienso siempre en todo lo bueno, en lo que no quiero para mí, no lo quiero para los demás; para mí ¿qué es lo que quiero?

Todo lo bueno, entonces para los demás les deseo todo lo bueno, lo mejor,

la vida, la salud, la prosperidad, todo lo más lindo de la vida, y siempre…

cuando yo salgo… yo toda la vida le he servido a la gente, me ha gustado

ser servicial, amable, todo… y sigo siéndolo ahorita, a pesar de que uno esté pagando acá lo que no debo, por mi…el que cree en la verdad de

Dios, en la palabra de Dios que siempre va adelante, vamos a salir adelante, y vamos a estar pendientes… el que no le interesa nada, sino la

vagancia… eso ya es cuestión de la persona, no porque le haga falta para la plena resocialización; es porque a la persona no le entra, no le importa

nada, le importa lo mismo esté donde esté, sea acá o en cualquier parte, no tiene conciencia. Tenemos que pensar que tenemos que entrarle es

cuentas a Dios, tenemos que ser temerosos porque eso no es así no más;

nosotros somos un templo de Dios, tenemos que respetarlo, la vida no es de nosotros mismos, no es mía, es de Dios que me la dio, entonces no

tengo que hacerle mal a nadie”. Esto dicho por el interno afirma el factor

subjetivo como determinante en materia penitenciaria, en que la actitud

personal, la personalidad, la concepción del ser humano, lo espiritual

influyen sobremanera en la forma en que el penado se posiciona respecto

del sistema. 44

En opinión de uno de los internos, en la actualidad, “a la sociedad, o al

Gobierno no le importa si la persona que está saliendo de la cárcel es la

misma o es peor de como entró, lo sueltan, mire a ver qué hace, vuelva o no vuelva”. 45

Uno de los que considerara que no se cumple la función de reinserción

social fundamentó su respuesta afirmando que “No hay tratamiento para

absolutamente contrario46: se propicia un espacio de

intercambio y aprendizaje de oficios delictivos y conductas asociales47, en que las condiciones

cotidianas de desocupación o inactividad juegan un papel determinante48.

3.7 La función de protección al condenado Entendiendo la función de protección al condenado,

como aquella que se busca respecto de posibles venganzas privadas; se preguntó a los reclusos que se

hicieron partícipes si consideraban que tal función se cumplía, obteniendo las más parejas consideraciones: en un 50% consideró que se cumplía, y el otro 50%

que no se cumplía49. Sobre este asunto las aportaciones escritas y orales concordaron en gran

medida, siendo uno de los puntos desarrollados con la mayor brevedad y concreción.

Fueron dos las consideraciones hechas al respecto, las dos con el fin de mostrar la inoperancia

de la referida función. Se tiene que no se cumple porque la víctima o sus familiares pueden pagar para

que la persona tome conciencia del error que cometió y arrepentirse y

corregir”. Afirmación que es sintética de una opinión bastante tratada en la

actividad, que evidencia la relevancia y transversalidad del factor subjetivo

de la pena. 46

En el dialogo, uno de los partícipes expresó que la cárcel saca de la

comunidad, donde “el que es sano aprende es más mañas en un corral de

estos; en lugar muchas veces en vez de resocializarse entonces aprende es

más maldad; y como prácticamente le queda mucho a tiempo a uno, de

tener en mente, sigue haciendo planes y planes y planes, pues… planes… el que tal vez piensa hace planes buenos, pero el que no. Esto fuera mejor

rehabilitación trabajando, (…) que hubiera un área para los que nos gusta el trabajo salir diariamente a trabajar ojalá de ocho a cuatro de la tarde,

que fuera todos los días; entonces, trabaja uno, tiene la mente en algo

ocupada, produce; mientras que aquí está uno apenas que le den”. Con

éste comentario, el interno reflejó el contraste al que se alude. 47

Al respecto uno interno hizo una comparación muy ilustrativa así: “si usted va a una lechería y se la pasa todos los días allá, es obvio que usted

va aprender a hacer quesos, lo que siempre se hace en esa empresa”, muy

en línea de la afirmación según la cual “el bueno sale malo, y el malo sale

peor” – a la cual se agrega: – “a diario se envenena más aquí adentro”.

Otro retomó y explicó: “el que viene por robar carros, aprende a

apartamentiar, aprende a fletiar, aprende a estafar, aprende a timar… Tenemos revueltos delitos diferentes, yo por ejemplo, tengo un problema

con narcóticos, y hay una persona fletera, hay una persona

apartamentera, hay otra persona… bolcilleros, cosquilleros, roperos, mecheros; pues uno lo que hace, lo que llaman la Universidad, aprender

es más malicias, más delitos, más delitos, más formas de hacer mal; aquí nunca hay una charla de cómo hacer, bien, de porqué se hizo el mal…”. 48

A propósito de esto uno de los participantes expresó: “Acá por ejemplo nosotros acabamos de almorzar, y ¿qué nos toca esperar? Que nos llegue

la comida”, sobre la misma idea otro dijo: “la persona que cae en una cárcel viene: come, duerme, come, duerme, come y duerme”, y añadió “es

un zángano, lo único que hace es esperar que llegue la comida y, en que

amanezca y anochezca y no más. Deberían haber planes de trabajo donde el interno, donde el preso con trabajo o con algo ayude como a sostener lo

que se está comiendo”. 49

Tomándose las doces respuestas escrutadas.

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“ajusticiarlo” en el interior de establecimientos

carcelarios y penitenciarios, siendo estas últimas, retaliaciones internas que se hacen posibles a causa

de corrupción presente en funcionarios del INPEC; no obstante, de no darse así por tratarse de personas de muy escasos recursos, pueden esperar a que el

agresor termine su condena para “hacer justicia por sus propias manos”. La función se ve disminuida o

hecha nula por las condiciones mismas de los establecimientos y el ánimo de la venganza.

EN ATENCIÓN A LA VOZ DEL

CONDENADO: INCIDENCIA DE LAS

CONDICIONES SOCIOECONÓMICAS “El pobre no delinque por ser pobre, sino por necesidad y

muchas veces por falta de oportunidades y educación”

“Todos los Jorge Isaac son iguales”

En la encuesta se preguntó a los reclusos que a bien tuvieron colaborar si consideraban que las distintas

situaciones sociales y económicas tienen importancia en cuanto refiere a los delitos y la pena; y qué debe hacerse respecto de ellas. Teniendo que50 un 93,33%

manifestó que si tiene importancia, y por tanto deben tomarse en cuenta, por ejemplo, con la garantía de

mejores condiciones de vida; ninguno encontró que tuvieran importancia, pero que no tuvieran que

tomarse en cuenta por no ayudar en nada en cuanto a los delitos y las penas refiere; el 6,66% opinó que no tiene importancia, en tanto no inciden ni en el

delito ni en la pena, y que en consecuencia no deben ser tomadas en cuenta.

Respecto de la estimación de que las distintas situaciones socioeconómicas si tienen importancia y,

por tanto deben tomarse en cuenta se tienen dos direccionamientos, a saber, en cuanto al delito y, en

cuanto a la ejecución de la pena. Respecto del delito se arguye que: primero, las condiciones socioeconómicas precarias, frágiles o inestables no

justifican la comisión de un delito, pero si lo hace el estado que pueda darse a raíz de ello51; y segundo, a

propósito de la inequidad en el orden socioeconómico puede propiciar que en los niveles

más bajos, en círculos de pobreza y miseria, se

50

Tomándose las quince respuestas logradas. 51

A propósito de ello uno interno participante se expresó: “el pobre no

delinque por ser pobre, sino por necesidad y muchas veces por falta de oportunidades y educación”.

genere un estado de hostilidad por carencia de

formación integral, y falta de oportunidades, que influya en mayor o menor medida en las personas a la

hora de incurrir en un delito. No obstante, lo dicho es apenas un par de limitadas acotaciones, frente a un cuestionamiento amplísimo y complicado de

resolver52. Referente a la ejecución de la pena se dijo que: las condiciones socioeconómicas inciden en la

forma en que los internos son tratados a nivel penitenciario, y en cuanto a la determinación del

establecimiento en que la pena es llevada a cabo, irrespetándose así el principio de igualdad53; sin detrimento de la diferenciación necesaria en atención

a otros aspectos.

EN ATENCIÓN A LA VOZ DEL

CONDENADO: EL PERDÓN QUE NO SE

ENCUENTRA “Ahí como en el limbo”

5.1 ¿Con la reclusión se subsana de alguna manera el

supuesto error cometido? Posteriormente, se preguntó si en opinión de cada

interno partícipe en la actividad, teniendo en cuenta que para las autoridades se encuentra allí por la comisión de un delito, considera o no que estando

recluido subsana de alguna manera aquel supuesto error cometido, obteniendo que en un 35,3% estimó

que sí, y el restante 64,7% estimó que no54. De un lado, quienes se mostraron favorables

a la afirmación de que con la reclusión se subsana de alguna manera el supuesto error cometido, se apoyaron en la consideración de que la sola estancia

en una cárcel es medio para subsanar, por lo menos un poco, el supuesto error cometido por cuanto se

satisface la petición de éste dispositivo como forma

52

Nuevamente aludiendo a las diferencias socioeconómicas el mismo

interno se preguntó: “¿El pobre roba por ser pobre, o el rico roba por avaricioso? ¿En qué influye su situación afuera para que usted haga un

delito?”. 53

Al respecto, exhortando por respeto a la igualdad, en cuanto a la forma y

ejecución, “no es que el pobre se va para el patio cinco de La Modelo a

comer mierda, y el rico, el Nule se va para su apartamentico, en su Escuela de Carabineros a comer pollo”. Otro bien dijo – mofando –:

“Todos los de Jorge Isaac son iguales”. 54

Tomándose las diez y siente respuestas dadas por los reclusos.

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de penar55; a pesar de que, otra parte queda “ahí

como en el limbo”. Por otra parte, quienes adoptaron una

posición desfavorable, aseveraron que en nada se subsana el error cometido, por cuanto, la pena no busca reparar a la víctima, la cual no se beneficia con

la reclusión del agresor. Contrariamente, estimaron la pena privativa como contraproducente, en tanto

no solamente acaba con la vida del penado – otro más –, yendo en contra de principios fundamentales

del Estado mismo, sino que acaba también con la vida de la familia, ya que con el condenado – en su opinión – “caen los familiares también; aunque ellos no estén

privados de la libertad están junto con [ellos]”.

5.2 ¿Siente liberación de la culpa – de tenerla – con esto? ¿Siente que devuelve a la sociedad aquello

que se dice le quitó? Después se les preguntó a los internos que se

hicieron partícipes si sentían liberación de la culpa – de tenerla – con estar privados de la libertad en la cárcel, si sentían que devolvían a la sociedad aquello

que se suele decir que le quitó. Resultando que un 5,88% afirmó que en efecto sí, un 35,29% afirmó que

un poco, y el 58,82% restante afirmó que nada56. Al respecto fueron cuatro estimaciones de

diferentes índoles las traídas a colación con el fin de sustentar la afirmación según la cual algunos reclusos no sienten liberación alguna de la culpa – de tenerla –

. En un primer momento, incide el hecho de que la sociedad no se beneficia con la reclusión del agresor,

por cuanto lo excluye impidiéndole “estar formando sociedad también”, en orientación física y psicológica.

Además, no propicia liberación de la culpa el que, por el contrario, la sociedad se vea afectada, por cuanto, con dineros de sus arcas, salidos de sus impuestos,

están manteniendo y cuidando a los que se encuentran recluidos en cárceles. Por otro lado,

estimaron que no es posible devolver a la sociedad, algo que supuestamente se le quitó – porque ese es

un supuesto – cuando en la problemática de que se trate se encuentran vinculados amplios sectores sociales, y por tanto cuando la misma sociedad la ha

55

Al respecto se explicó con la alusión al refrán popular “quien la hace la

paga”, específicamente, “mandándolo a la cárcel”. 56

Tomándose las diez y siente respuestas escrutadas.

adoptado57. Y en último punto, contrariamente, en el

recluso se genera un trauma que se torna proporcional a la duración de su estancia en la cárcel;

recordando cotidianamente haber cometido un error. En suma, los cuatro factores referidos justifican la inmovilidad del agresor hacia la liberación interior,

ya por la exclusión, por la carga que representa, porque la culpa personal se ampara en un problema

colectivo, o por las secuelas de encierro.

DEL PENADO: LAS ALTERNATIVAS “Dedicado a Nelson Mandela, y a Gandhi”

6.1 Opinión respecto de las alternativas propuestas a

la pena carcelaria Inicialmente, se plantó la posibilidad de alternativas a

la pena carcelaria, pensando en mecanismos más en orden a tratar el conflicto, cuestionando a los participantes si creían posibles algunas alternativas

puestas en discusión. A pesar de que la intención de la pregunta era que cada interno calificara como

posible o no cada una de las opciones que se quiso traer a colación, y que propusiera alguna otra si lo

estimaba, se obtuvo no solamente esto, sino que algunos de ellos, no entendiendo correctamente esta intención, marcaron únicamente una de ellas como la

que creían más posible, apropiada y/o necesaria. Respecto de la primer opción, a saber, medidas

pedagógicas, seis personas la creyeron posible y propia, otras tres la prefirieron por sobre las otras.

En cuanto a la segunda, o sea, el trabajo comunitario, seis la consideraron posible y apropiada, otros ocho

la creyeron la más probable. Sobre la tercera: acciones en orden a solucionar la controversia por medios consensuados, cuatro internos se mostraron

a favor, y un otro optó por no considerarla posible. En cuanto refiere a la opción de trabajo afín de

ayudar a otros en igual condición que quien fue agredido, cinco internos la entendieron por posible, y

uno más prefirió ésta por sobre las demás opciones. Respecto de la opción de la pena pecuniaria o reparación económica cinco internos la estimaron

positivamente, y uno negativamente. Sobre la sexta y última opción, la limitación en el ejercicio de

57

A propósito, uno de los internos dio por ejemplo el caso del narcotráfico,

caso en el cual son capturados y procesados generalmente los “pequeños”

no así “el grande”.

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derechos no-fundamentales, tres la creyeron posible,

uno no la creyó así, y uno más la prefirió por sobre las otras.

6.2 La buena voluntad Frente al cuestionamiento por qué están dispuestos a

realizar los penados se hayan tres direccionamientos: respecto de sí mismos, respecto de la sociedad y, con

ella del agredido mismo. Aunque el asunto no se limitas a estas líneas.

Respecto de sí mismos se identifica la disposición de hacerse partícipes en procesos de memoria y reconciliación, por la favorabilidad hacia

un procedimiento – asesoramiento – que les permita identificar los hechos de la agresión, interiorizar la

reflexión, arrepentirse y crecer. Por su parte, en cuanto a la sociedad, afirman estar prestos a poner

sus conocimientos y experiencia personal a disposición de la sociedad: por ejemplo, mediante

conferencias que busquen enseñar las razones por las cuales incurrieron en la agresión, las consecuencias negativas que puede traer la comisión de un delito u

otros errores, enfatizando, en las pérdidas y sufrimiento que implica la pena carcelaria; asimismo,

la participación en otros medios en similar orden, como la escritura de un libro compilatorio de

experiencias58. Ya en términos de las propuestas alternativas plateadas, la respuesta al unísono fue el trabajo social o comunitario59, categoría que engloba

y se enlaza con las anteriores, vinculando la actuación del penado no solo con la sociedad en general sino

con el agredido en particular.

DEL AGREDIDO Y LA SOCIEDAD “Les es indiferente que nosotros estemos acá, o que

estemos bien, o que hayamos desayunado, o que no

hayamos desayunado… ¡para ellos es igual!”

58

A los efectos de esta pregunta uno de los participantes, de los más

activos, narró una experiencia personal: la escritura de un libro que tituló

“Tratado de Biología”, nombre que encubre su contenido sobre delitos

sexuales; en el cual consigna historias a partir de expedientes revisados,

experiencias halladas, entrevistas, etc. La idea inicial del interno con este

libro fue lograr reducción de condena, cuestión que ya no espera por

cuanto el tiempo que le queda privado de la libertad es poco; piensa ahora

en tratar de divulgarlo, dedicando sus líneas a Gandhi y Mandela. 59

En diálogo, uno de los participantes, retomando lo que de forma escrita

aportara, plateó que en vez de la pena privativa de la libertad en que se está

encerrado siendo mantenido, debiera darse la oportunidad de “estar

afuera, trabajar y producir para así retribuir, retribuir el delito que hizo o ayudar a la víctima (…) en sentido económico o de cualquier forma”.

7.1 Inclusión de la víctima: Problema

El reconocimiento del sujeto debe desembocar en la eliminación de la confusión entre justicia y venganza,

siendo que la primera atiende la mirada de la víctima y en el daño causado por la agresión al bien jurídico tutelado, buscando la reparación en orden a la

reconciliación; en cambio la venganza, que se centra en el agresor, se dirige a hacerle pasar mal como el

agredido pasó, lo que es, se corresponde en gran medida con el descarrilado proceso de exclusión y

disminución en el sistema penal y penitenciario vigente. En suma, la inclusión del agredido en el proceso orientado hacia la reconciliación social,

posibilita que lo sea per se, lo que es que en su ausencia es llanamente imposible. En ese orden de

ideas, referirse al pensamiento del penado respecto del agredido y la sociedad es necesario, ya que con

ello se permite observar actitudes esperadas como deseadas y, a partir de ello, se hace posible idear

pautas del cambio. 7.2 Postura que creen tomarían las víctimas

Se preguntó a los internos sobre la postura que creían asumirían las víctimas ante la institución de

propuestas alternativas. En un 13,33% consideraron que la postura sería favorable, y que la víctima

tomaría un papel activo en el proceso; un 33,33% estimó que sería favorable, pero condicionado a la ejecución de la pena privativa de la libertad; otro 40%

consideró que adoptaría una posición desfavorable, que no apostaría por esta propuesta; y el restante,

13,33% consideró que sería indiferente60. Dos son las consideraciones al respecto, una que

parte de la indiferencia por la forma material que adopta la justicia pedida, y la otra en que no es indiferente. La primera, según la cual la actitud de las

víctimas sería de indiferencia, en tanto lo que suceda al agresor es cuestión que no interesa a la víctima61;

no obstante, puede tornarse en favorable si evidencia resultados benéficos del desarrollo de la pena de que

se trate, por ejemplo, tratándose de labores

60

Tomándose las quince respuestas logradas. 61

Al respecto, para efectos de hacerse entender uno de los internos

aseveró: “para ellos les es indiferente que nosotros estemos acá, o que estemos bien, o que hayamos desayunado, o que no hayamos

desayunado… ¡para ellos es igual! Al igual sería indiferente en la pregunta catorce [la referente a las propuestas alternativas]”

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comunitarias62. La segunda, que estima que la postura

que tomarían las víctimas sería favorable, pero condicionada a la ejecución de la pena privativa de la

libertad, por cuanto, la cárcel – materialización más común de la privación de la libertad – debe pervivir como castigo, representando la purga por la comisión

de un error63, tanto así que – estimaron los internos – es requerida por el agredido; además, la

consideraron algunos como el espacio que permitiría el tratamiento del agresor – no el estado de libertad64

– en que la armonización con las alternativas plateadas resultaría provechosa.

7.3 ¿Cómo cree debería actuar el agredido frente a la pena que se impone al agresor?

Seguidamente se cuestionó por cómo creían los internos presentes que debería actuar el agredido –

de existir tal – frente a la pena que se impone a quien le causó un daño. Consiguiendo que65 un 71,43%

consideró que debería vincularse, porque es justo él quien busca se le repare afín de justicia; el 28,57% demás sostuvo que debería mantenerse al margen,

porque el problema es solo del condenado. Ninguno de los encuestados aportó alguna otra actitud posible.

7.4 Postura que creen asumiría la sociedad frente a

las alternativas propuestas Acto seguido se preguntó a los internos, mediante la misma encuesta, sobre qué postura cree que asumiría

la sociedad en cuanto a la institución de las mencionadas posibilidades alternativas a la pena

carcelaria. Se tuvo que un 56,25% creyó que la sociedad lo asumiría favorablemente, un 37,5% creyó

que lo asumiría desfavorablemente, y un 6,25% restante estimó que la reacción sería de indiferencia66.

En cuanto a la estimación de que la sociedad asumiría la institución de las propuestas alternativas a

la pena carcelaria de forma favorable, se identificaron

62

A propósito explicó un participante: “Si yo estoy trabajado afuera en la

calle y estoy haciendo, no sé, algo… estoy parchando una calle, algún día esa víctima llegará a pasar por allí, ya no tendrá el mismo hueco que

estaba allí, porque el victimario se lo reparó”. 63

Un interno a propósito de la discusión generada alrededor de esto

intervino brevemente afirmando que “la cárcel es el pago del error”. 64

Al respecto uno de los internos tendientes a esta opción estimó que la

cárcel es necesaria “para que no lo vuelva a hacer; cosa que no lo va a

hacer en la libertad, lo dejan libre y sigue robando; entonces, lo roban, tiene que condicionarle la cabeza para que no lo vuelva a hacer”. 65

Tomándose catorce respuestas obtenidas. 66

Tomándose las diez y seis respuestas logradas.

tres condicionamientos. El primero, según el cual así

sería siempre y cuando se explique la finalidad debidamente en contraste con el estado actual de

cosas, lo cual generaría que la sociedad sopesara y tomara una posición favorable. En segundo lugar, se encontraría condicionada a la visibilidad del desarrollo

y resultados de la puesta en marcha de los mecanismos67. Y en último lugar, la favorabilidad se

hallaría condicionada a que la institución, específicamente, los resultados del funcionamiento de

penas alternativas se muestren como beneficiosos para las personas, por cuanto las personas suelen juzgar de acuerdo a como encuentran o no un

beneficio de la situación, expresión – sin duda – de un individualismo dominante.

Por su parte, la sociedad se tornaría indiferente – muy asociado con el último de los

condicionamientos – por cuanto el desarrollo de una u otra forma de pena no es situación que les ligue en

ningún aspecto – al menos en principio –; actitud que se debe al desinterés por el bienestar de los demás, para el caso concreto, por lo menos de los penados.

En punto final, la desfavorabilidad se basaría en la persistencia de la creencia de peligrosidad asociada

con quien cometió una agresión, que se relaciona con la abundante violencia y frecuentísimas situaciones

delictuales cotidianamente68. 7.5 ¿Qué creen que debe hacerse respecto de la

posición que la sociedad tenga en torno a la pena carcelaria?

Frente a la pregunta por qué creía que se debe hacer respecto de la posición que la sociedad tenga en

torno a la pena carcelaria, un 10% de los internos participantes estimó que debe continuarse con la pena carcelaria, un 50% juzgó debía educarse en

propuestas alternativas, el 40% afirmó debían imponerse propuestas alternativas69. Al respecto se

67

Puede asociarse con el planteamiento, la mención que uno de los

participantes hiciera del hecho de que la antigua vía Bogotá-Villavicencio

fue construida por presos en su época; tratándose de personas que

cometieron un error que de una u otra manera le hicieron un bien a la

sociedad. 68

En el conversatorio, al respecto, uno de los participantes estimó que la

sociedad no lo aceptaría, “pues por tanto delito, por tanta violencia, por el mismo país, por lo que genera el país; porque es que el país genera

demasiada violencia, demasiados muertos, demasiados delitos (…) la

sociedad se basa en eso (…) [y] dice: ¿cómo lo vamos a dejar por ahí en un parque, en una alcaldía, si el hombre representa un peligro para la

sociedad, así usted no…”. 69

Tomándose las veinte respuestas examinadas.

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tiene la aclaración de uno de los internos que

marcara tanto la primera como segunda opción considerando su mezcla como lo que mejor beneficio

traería a la sociedad. Por otra parte, se tiene que la consideración de que debe educarse se asocia a una más agitada actividad reflexiva por parte de quien así

lo considera, caso contrario, la estimación de que debe imponerse obedece a una actitud más pasiva;

sea cual sea, en los dos casos es en miras a un sistema dialógico, un sistema de conciliación.

UN PROBLEMA DE PERCEPCIÓN DEL CAMBIO “Que eso se lo inculcaron desde pequeñito”

Se presenta una percepción dificultosa en cuanto a la

posibilidad de cambio por varias razones: de tipo cognitivo, y de tipo material. De tipo cognitivo,

porque, – se evidencia que – no es sencillo escapar de la categoría del dispositivo carcelario y asimilar alternativas en su ausencia70; no al menos, hasta que

se originen categorías que funjan de liberadoras, lo que es, hasta que categorías diferentes sean

aprehendidas de forma suficiente como para que la categoría precaria actualmente dominante sea

superada; por otra parte, por cuanto aunque se logra caer en la cuenta de que la cárcel no fue la primera forma de castigo, ni ha sido la única, no se llega al

grado de afirmar que no sea necesaria, o mejor, que se le pueda sustituir por otra en el curso casual de la

variación de las modalidades penales en el tiempo. De tipo material, en que participan aspectos

culturales como de condiciones básicas, en tanto, el proceso de concientización social y de progresivo

cambio cultural, debe ser simultáneo71 a la procuración y efectiva garantía de condiciones básicas72 de tipo socioeconómico, y en general,

70

A propósito de esta afirmación, en diálogo, el investigador planteó una

idea: “Es para nosotros sumamente complicado pensarnos (…) un mundo

sin cárceles porque mal que bien es lo que siempre hemos visto”, como si

a un niño desde su infancia se le dijera que tomara el seco primero y luego

la sopa; y después, se le dijera que “lo más correcto” es que se tome

primero la sopa y luego el seco. Bien dijo un interno: “que eso se lo

inculcaron desde pequeñito”, y otro: “es difícil asimilar”. 71

A propósito de ello, a bien uno de los participantes tuvo expresar: “no

puede ser solamente de palabras; porque si les digo que robar es malo, pero su familia se está muriendo de hambre, no les dan trabajo” no tendría

entonces sentido alguno; se vería abocado de todas maneras al delito. 72

Uno de los internos quiso ser enfático en cuanto a las condiciones

básicas, entendiendo que: “No podemos hablar que el Gobierno

simplemente tiene que darle posibilidades a todo el mundo porque eso va a ser un poquito difícil”, lo que es, no se puede esperar algo superior.

garantía de derechos, caso contrario no habría

saneamiento material que sustentara el cambio. En ese orden de ideas, debe procurarse hacer más

exigible que un ciudadano no incurra en comisión de delitos, por no hallarse justificado; especial atención demanda la propensión por igualdad de justicia, y por

influir en los círculos precarios y hostiles en que parece no haber más opción que delinquir73, podría

decirse: en que es poco probable tener aspiraciones propias, pareciendo estar cooptado por la dicha

hostilidad, y en que no hay conformidad74.

PROVINCIALIDAD Y MEJORES CONDICIONES:

SON MUCHO MÁS QUE DOS “Si te quiero es porque sos,

Mi amor mi cómplice y todo,

Y en la calle codo a codo,

Somos mucho más que dos.”

[Frag. de “Te quiero”, Mario Benedetti]

Se exaltan dos aspectos, a saber, la provincialidad y las mejores condiciones que entraña. En primer lugar,

la provincialidad refiere a que, por regla general, los establecimientos a los cuales se alude se ubican en provincia no en ciudad, y además, se asocia a las

dimensiones del centro, lo que es a su pequeño tamaño75. Por otra parte, respecto de las condiciones

propias que gesta y alberga, debe decirse que son en cuanto a los internos, los directivos y guardias, y las

73

Al respecto uno de los internos, el defensor de la severidad penitenciaria,

afirmó: círculos en que “si tú lo haces yo también lo voy a hacer, o sea, yo

veo a este man robando, yo también voy a robar; mi tío es un ladrón, yo voy a ser ladrón”. 74

Expresó un interno, el defensor de la severidad, “nunca la gente es conforme con lo que tiene, es la envidia”. El suscrito sigue cuestionándose

sobre la radicalidad con que fue hecha esta última afirmación. 75

El suscrito para efectos de tasar el grado de posibilidad de

generalización realizó una clasificación de los establecimientos bajo el

orden del INPEC, específicamente, de la regional central, obteniendo que:

22,5% son grandes, más de 1000 internos; 22,5% mediana, entre 300 y 999

internos; 12,5% pequeñas-media, entre 200 y 299 internos; 42,5%

pequeñas, entre 50 y 199. Con base en ello, el suscrito cree poder aseverar

la inclusión en la categoría de provincial de: las cárceles pequeñas, y hasta

inclusive las pequeño-medias; en que se hayan aproximadamente un

11,93% de los internos de la región central. A pesar de que es posible

hacer esa estimación de la categoría, en un más profundo estudio podría

afirmarse la inclusión de medianas. Téngase claro la especialidad que

encierra el Establecimiento Penitenciario Colonia Agrícola de Acacías que

parece ser punto de referencia para el pensamiento del cambio, teniéndose

en cuenta que, a pesar de ser grande, en realidad funciona dividido en

campamentos catalogables como pequeños.

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condiciones de permanencia, sin que se excluyan

otras que puedan certificarse. Tratándose de los internos se encuentra que,

principalmente, son provenientes de niveles socioeconómicos medios y bajos; caracterizándose por su buen comportamiento; además, cuya

formación académica de una manera casi generalizada – al menos en el centro campo de estudio – es de

bachillerato e inferior, siendo la reducidísima excepción la formación profesional; y adicionalmente,

con una vinculación espiritual o por lo menos base ética perceptible. En cuanto a los directivos y guardias: se afirma un mejor tratamiento, y

disposición respecto de los internos, lo cual depende sobremanera de las características de los mismos y

del centro. Referente a las condiciones de permanencia

se tiene que, tratándose de la apreciación de la estancia propiamente, y de la garantía de derechos

humanos; las consideraciones se mantienen en un rango coincidente – diferenciándose tan solo por el mayor debate generado en torno al segundo asunto –

; siendo que mayoritariamente consideraron los internos tanto lo uno como lo otro como bueno, y

un restante por lo menos como aceptable76, sobresaliendo que – en un acto común cuando se

tratan estos temas: la comparación77 – el establecimiento provincial se muestra como cómodo78 frente a las grandes cárceles, últimas en las

cuales se dan condiciones que se constituyen en fuertes y severas fuentes de vulneración de derechos;

razón misma por la cual, en el marco de particularidad de la pregunta, casi que se desestimó

76

Frente al cuestionamiento por la estancia en el centro carcelario se

obtuvo que, de las veintiuna respuestas logradas, un 19,05% la calificó

como muy buena, un 52,38% de buena, y un restante 28,57% de aceptable

o regular; ninguno la calificó como mala. Por su parte, considerando

interesante y necesaria la pregunta en clave de derechos humanos,

entendiendo su comprensión generalizada como base para la respuesta que

los internos pudieran dar; el resultado obtenido, de las veintiuna respuestas

dadas, señaló que entre los internos un 9,52% estimó la garantía de los

derechos humanos en el centro carcelario como muy buena, el 57,14%

como buena, mientras un 33,33% lo hizo como muy regular; ninguno

creyó que no se garantizaran de ninguna manera. 77

La comparación es una de las formas más casuales que el suscrito

encuentra en conversaciones con internos, cuando se procura dar respuesta

a diversos cuestionamientos. Generalmente, las comparaciones vienen de

personas que ya han tenido experiencia de privación de la libertad en otros

centros, aunque, también se da para efectos de afirmaciones partiendo de

conocimientos de cultura general. 78

Palabras textuales de uno de los internos que recurriera a comparaciones

fueron: “porque en otros sitios es muy duro”, “acá es pacífico”.

tácitamente la discusión en cuanto a derechos

humanos, mostrando resignada complacencia con las condiciones de estancia79; estimación que varía

drásticamente no limitándose el cuestionamiento al centro de que se trata en concreto; segundo caso en el cual – en el marco de la generalidad, en que se

hace énfasis en las grandes cárceles – se afirma la regencia de un “régimen de terror”, y la “ley del

silencio”80, propiciada en su opinión por la corrupción de funcionarios del INPEC, el maltrato físico y

psicológico, y demás abusos que se presentan, en que se hace imposible la exigencia de garantía de derecho alguno, ya que predomina en los reclusos el temor

por posible empeoramiento de la situación judicial, disminución o supresión de beneficios, y aumento de

tiempo de privación de la libertad. Teniendo por base la contraposición entre

establecimientos provinciales y grandes cárceles se asevera que la provincialidad y las condiciones

especiales que comporta esta primera, no son simplemente dos características de un determinado número de establecimientos que se hace una por su

íntima relación, sino que son mucho más que dos, se constituyen en la posibilidad material de

implementación de políticas públicas tendientes a la paulatina transformación del sistema penal en gradual

proceso de deslegitimación, en uno basado en la dignidad humana y la fraternidad, respetuoso de los derechos humanos; es decir, en suma, las

características propias que encierra en los diferentes sentidos se muestran como favorables al despliegue

de mecanismos en orden al cambio. El establecimiento provincial se constituye en

punto de referencia y de partida, en razón al cual se debe proyectar un proceso que ate actividades adecuadas para desenvolverse en un estado de cosas

hostil al cambio, con un futuro afable – espérese no tan lejano – en que pueda afirmarse un proceso de

transición propiamente dicho hacia un sistema de

79

En uno de los patios, en el momento de la socialización de esta pregunta,

después de haber limitado la respuesta a la garantía de derechos humanos

en el centro carcelario en que se está, las intervenciones cesaron, quedando

como insignia de la pasividad expresiones como: “Los derechos humanos que uno tiene acá, pues los tenemos todos”, en que se evidencia una

resignada complacencia con la ya referida comodidad de estancia. Todo lo

contrario ocurrió ante la generalidad de la pregunta, caso en el cual las

diferentes apreciaciones no se hicieron esperar mediante ejemplos,

comparaciones, etc. 80

El interno participante que hiciera esta denominación, la cual se trae de

forma textual, aludió a ello como justificación de su estimación como

regular de la garantía de los derechos humanos en los centros carcelarios.

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reconciliación social tal cual se lo ha señalado; esto

porque claramente no puede afirmarse que se está en transición cuando se evidencia, por el contrario,

fuerte resistencia al accionamiento de categorías diferentes a la dominante.

Se postula como la metodología idónea para

la pretendida protransición y transición, es decir, en orden a la preparación de un terreno nutrido en que

sea posible la transición, y respecto del paso esencial entre la predominancia del sistema actual a uno

orientado hacia la reconciliación social, respectivamente; una crítica deconstructiva y transformativa que se apoye en la heterotopía, la

heterodoxia y la ortopraxis. Heterotópica por cuanto platea un sistema diferente al vigente actualmente,

pero en términos que permitan calificarle no como irrealizable, sino, en cambio, como posible.

Heterodoxa en tanto no se conforma ni sustenta en la doctrina o práctica dominante y vigente, sino

sostiene una diferente. Y, principalmente, ortopráctica por la centralidad que se mantiene en la verdad de la realidad a la cual se atiende muy por

encima de las formas, persiguiendo un fin útil. Con el ejercicio de estos postulados busca

responderse – entre muchas otras cosas, pero antes que ellas – a tres razones por las cuales el dispositivo

carcelario no puede suprimirse o modificarse sustancialmente de una forma ligera, a saber, una estructural-orgánica, una de tipo cognitivo y una

material. En cuanto a la primera, la estructural-orgánica, se tiene que el dispositivo carcelario se

constituye en uno vertebral en la estructura social, por cuanto se le liga con la materialidad del principio

de seguridad pública, razón por la cual si se le sustrae desprevenidamente, muy a pesar de su disfuncionalidad e inoperancia, la estructura podría

llegar a colapsar, o por lo menos convulsionar, desembocando en un posterior rechazo a cualquier

cambio. En segundo lugar, de tipo cognitivo, por cuanto se carece de categorías alternas que funjan de

liberadoras frente al dispositivo carcelario, categoría precaria actualmente dominante, encontrándose enlazado en el imaginario colectivo creado como

respuesta necesaria a la agresión a un bien jurídico tutelado, en el marco de abundante conflicto y

violencia; muchas veces relacionado con nefasto populismo punitivo. Finalmente, en cuanto a la base

material, se afirma la inexistencia de condiciones

suficientes de saneamiento, en la garantía de

condiciones básicas de tipo socioeconómico y en general de derechos, que sustenten el cambio, en

cuanto – ya bien se dijo – debe haber simultaneidad entre esto y el proceso de concientización social y cambio cultural.

Puede afirmarse como respuesta que, primero debe procurarse un fortalecimiento de la

estructura que permita la disminución de la pesada carga en el dispositivo carcelario, lo que es, que la

seguridad pública no encuentre tan grande asiento en un solo punto y, consecuencialmente, permitiendo el gradual desplazamiento del dispositivo carcelario por

un dispositivo penitenciario o reconciliatorio en cuanto sea posible. En segundo lugar, debe

propiciarse mediante medios idóneos la aprehensión por parte de la sociedad de categorías que funjan de

liberadoras frente al dispositivo carcelario; lo que es que la utopía de su ausencia mute en la heterotopía

de un sistema más acorde con la complejidad que representa una agresión de un bien jurídico tutelado y todo el problema de fondo, en diferentes

dimensiones. En último lugar, respecto de la tercera, quizás mucho más fácil de enunciar aunque en todo

caso no menos tal vez si más importante que las otras, por ser transversal a cualquier cambio que se

quiera al ser un condicionamiento material, la exhortación necesaria e ineludible es por la propensión de efectiva y real garantía de derechos

humanos formal y materialmente.

POLÍTICAS PÚBLICAS

PROTOTRANSICIONALES

Las políticas públicas que se plantean como probables y necesarias para la visibilización del agresor penado,

la integración del agredido y de la sociedad hacia un sistema penal pensado en la reconciliación social,

fundado en la dignidad humana y la fraternidad y con base en el respeto a los derechos humanos, y asimismo atento de la problemática socioeconómica y

cultural de fondo; adquieren el carácter de protransicionales, por cuanto, de un lado: deben

proyectarse a partir de la fijación de formas apremiantes que hagan paulatinamente favorable el

desplazamiento de un sistema penal tal cual se lo conoce, por un sistema de reconciliación social;

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además, porque se centran en la necesidad de

propiciar la mutación del dispositivo carcelario en, por lo menos, un dispositivo penitenciario. Las

políticas públicas protransicionales suponen el cambio, aunque esencialmente no se esté dando; y esto a tal grado que se fragua hasta el fin último

buscado; razón por la cual acoge e instituye desde el principio una base pilar rectora perenne.

10.1 Base pilar

En no pocas ocasiones se ha hecho referencia a cuatro conceptos; es por ello que es menester aludir de nuevo a ellos procurando su definición y, la

posición que adoptan en el planteamiento que se pretende.

De un lado se encuentran dos supraprincipios, nombrados así en tanto son puestos por encima de

cualquier otro postulado rector, en estimación de que se fundan en las dos características por

excelencia del ser humano, una en sí mismo y la otra en relación de alteridad; los cuales son: la dignidad humana y la fraternidad. La dignidad humana – sin

ahondar más en ello – hace referencia a la cualidad de digno per se humano, refiriendo a la unicidad del

sujeto, su carácter integral y multidimensional como ser humano. La fraternidad, por su parte, refiere al

vínculo humano surgido de la cualidad social del ser humano; es: la manifestación del reconocimiento y encuentro del otro como sujeto, por un proceso de

identificación intersubjetiva, o mejor interhumana; y, además, puede ser entendida como ese movimiento

de “projimación” o “hermanación”, dependiente de la capacidad de acercarse al otro y entrar en su vida

condicionado la propia a la suya81. De otro lado, están dos principios, que se posan

junto a otras garantías como delineadoras del

ejercicio punitivo y, mejor, penal, que son directrices fundamentales que encuentran asidero en la

proyección de los primeros, a saber: la primacía de los derechos humanos – relacionado entre otras con

el principio de exclusiva protección de bienes jurídicos – y el objetivo de la reconciliación. En primer lugar, los derechos humanos82, a los cuales se

81

Para una mejor comprensión acúdase véase la citación que Giraldo

Moreno SJ. hace de la obra de Pérez Aguirre SJ., Luis. “La opción

entreñable” (Véase Giraldo Moreno SJ., Javier (2008). Derechos humanos y cristianismo. Bogotá DC.; El Búho Ltda., 2010. p.233) 82

Giraldo Moreno SJ. considera, de muy acertada manera, que la opción

por los derechos humanos atiende a una “larga y compleja madeja de

alude, pueden definirse en principio como aquellas

facultades propias e inherentes a cada persona por el hecho de ser humano, los cuales son inalienables e

insoslayables; que se corresponden con la esencia de valores históricos transversales, que en concreto son valores humanos y sociales socialmente significativos,

de los cuales devienen. En último lugar, la reconciliación social no se trata solamente de

reconciliación formal, lo que es una falsa reconciliación, sino a una obtenida a partir del diálogo

y participación activa en la solución de problemáticas sociales, afrentas, conflictos, por parte de la sociedad, especialmente de las personas vinculadas al impase de

la agresión a un determinado derecho humano – en un bien jurídico tutelado –; es así, junto con el

perdón el objetivo que persigue la justicia anamnética y cualquier política de paz83.

10.2 Protofunciones

La pena debe sufrir un proceso de resignificación sustancial, en que se deje su concepción como un insípido y gazmoño castigo conforme a la ley, hacia su

entendimiento como un mecanismo subsanador de la situación de vulneración que, cuente con la

participación activa del agredido, agresor, y Estado – cuya presencia se da en razón a la validez de la

normatividad de que es garante –. No obstante, más que referente a la pena, el referido proceso debe ser armónico al cambio que debe darse en la integridad

del sistema; es por ello, que se identifican tres protofunciones, es decir, tareas prioritarias,

preeminentes o superiores; que deben direccionar la actividad jurídico penal, las cuales son: la

protofunción estabilizadora, la protofunción de reconocimiento del penado, y la protofunción anamnética.

10.2.1 Protofunción estabilizadora

La pena como concreción o síntesis del proceso reconciliatorio – en actualidad simplemente penal –,

que encuentra materialidad en el funcionamiento del dispositivo penitenciario – el cual debe ser un instrumento al servicio de la sociedad – debe cumplir

una función estabilizadora, en tanto debe: primero,

gritos y “ayes” de millones de personas a lo largo y ancho del planeta y de la historia” (Veáse Ibíd. p.229) 83

Véase para profundiza al respecto Reyes Mate, Manuel (2008). Justicia de las víctimas. Barcelona: Anthropos Editorial, 2008. pp.79 y ss.

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orientar el saneamiento de casos focales de

marginación y circunstancias hostiles que propician o coadyuvan al apartamiento del sujeto agresor del

curso común de desarrollo social; además, debe restablecer la colocación fundamental – lo que es situación de satisfactoria garantía de derechos – de

los vinculados en el suceso delictual, entre ellos: el agresor, el agredido, todo tercero relacionado por

afectación y la comunidad circundante; teniendo para esto en cuenta tanto las condiciones internas de la

institución penitenciaria – mientras se mantenga la pena privativa en lugar especializado –, específicamente, las condiciones del penado como

también las socioeconómicas y culturales en correlación indispensable, y en consecuencia de lo

último, el principio de menor elegibilidad no se restituye sino que se desplaza por la procuración de

estabilidad84.

10.2.2 Protofunción de reconocimiento del penado Asimismo la pena y en general el proceso debe encarnar una función según la cual se reconoce la

humanidad del penado; lo cual es necesario para que no se genere un etiquetamiento o desubjetivización;

con la cual, por una parte, no trata de excusar al agresor, sino de enmarcar su error en las

posibilidades que sobrevienen de la falibilidad humana; debiendo dirigirle a hacerse parte de un proceso de concientización del suceso delictual, o sea de la

agresión, por la cual limitó o afectó seriamente el bien jurídico de un conciudadano, igualmente

humano, y el pensamiento y proyección de formas de sanación del daño al agredido; y además, no debe

84

Pidiéndose estimar que en el estado de cosas actual, en virtud de la

problemática sociocultural de fondo, se rompe el principio de menor

elegibilidad; las políticas públicas no pueden orientarse a restituirlo sin

más, es decir: primero, a desmejorar las condiciones de estancia en los

centros de reclusión: lo cual no haría cosa diferente a convertirse en un

factor más de empeoramiento de una situación conflictiva, precaria y

hostil, y además, de llevar las condiciones de privación de la libertad a

niveles infrahumanos; a la par de dejar intactas las condiciones sociales,

económicas y culturales; o segundo enfocar las políticas públicas al

mejoramiento de las condiciones sociales, económicas y culturales en el

común, dejando aparte e intacto una eficiente fábrica de delincuencia, en

que se suspende en tiempo y en espacio los avances externos. En

consecuencia, cierto es que es necesario tener en cuenta afín de un

verdadero proceso de reconciliación tanto las condiciones de la institución

penitenciaria como las sociales, económicas y culturales en general, y

además, las de otras instituciones relacionadas e influyentes; el proceso así

es un proceso mancomunado, no aislado, específicamente en materia

penal; que llama a que en vez de pensarse en la restitución del principio de

menor elegibilidad, se propenda por la estabilidad.

significar exclusión, ni abusiva o desenfrenada

limitación de las dimensiones de desarrollo humano y ciudadano del agresor, que por infausta consecuencia

tiene la desubjetivización; sino que debe garantizar la identificación social y humana mediante la afirmación de referentes y el respeto de vínculos sociales y

personales del agresor, y – en vista sincrónica de los derechos – la exaltación de las obligaciones que

detenta como ser humano así como ciudadano, respecto de sí mismo, el agredido, la comunidad y

demás. 10.2.3 Protofunción de la Justicia Anamnética

La pena y el proceso deben también tener una función anamnética, es decir, deben proclamar la

centralidad de la voz del agredido en el reconocimiento de los derechos de que es titular;

por lo cual plantea como pilar de su concepción la afectación al bien jurídico del sujeto afectado,

específicamente, cuanto sea necesario hacer afín de su restauración o sanación – aunque en los términos que se ha tratado – en respuesta al suceso particular

de la agresión injusta en que prima la singularidad frente a la igualdad entendida en términos mínimos,

claro está siempre en el marco de pautas normativas detalladas; para ello exige a la víctima situarse al lado

del victimario, lo que es un acercamiento amable entre las partes del problema facilitando el proceso de reconciliación, haciéndose partícipe de un proceso

de vivificación de la situación penosa que permita formar identidad respecto del suceso delictual

particular, es decir, en la formación de memoria, la cual es importante porque enlaza el desvalor

ocasionado en el pasado con el presente en que se mantiene, implicando ello la actualidad de los derechos negados; esto es asumir el sentido moral

del agredido tanto en términos de justicia como solidaridad cognitiva del daño y sus consecuencias; al

punto de que, en concreto, el agresor desee que el suceso delictual no se hubiera dado85.

85

Afín a una mayor claridad entiéndase, con base en Reyes Mate, que:

Debe distinguirse entre justicia y venganza: la primera pone su mirada en

la víctima y en el daño objetivo causado planteando la reparación, y la

segunda, se centra en el verdugo, a quien se busca hacer pasar tan mal

como la víctima pasó. La justicia anamnética entiende la justicia como

respuesta a la experiencia de injusticia, que implica ir a lo más profundo

del sufrimiento humano; justicia que se hace posible por la singularidad,

no partiendo de la igualdad de los casos sino de la desigualdad – regla

general – cuyo reconocimiento es lo moral, es decir, el elemento de

igualdad es comprendido en sus términos mínimos, a saber, un imaginario

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10.3 Lineamientos El emprendimiento de las diferentes pautas que se

identifican como apropiadas marca un camino prolongado hacia el cambio, en que la vinculación de diferentes estamentos del Estado es imprescindible

por el paulatino despliegue normativo que comporta; no obstante, el accionamiento no puede esperar sin

más el advenimiento político necesario, sino que debe iniciarse desde las esferas públicas en que se haga

posible y desde la comunidad misma, buscando repercutir en mayores instancias; teniendo en cuenta que, a primera vista, quizás se haga más cercana la

cuestión relacionada con lo penitenciario y cultural que lo penal propiamente dicho.

10.3.1 Penales

10.3.1.1 El reto valorativo

En materia penal se identifican dos propósitos, a saber, uno en materia del objeto de protección del ordenamiento jurídico penal, y respecto de la pena, o

forma de materializar la protección y; uno segundo desde el abordaje del delito.

Respecto del primero, el objeto de protección del ordenamiento jurídico, refiere a la

necesidad de definición de valores y clasificación de los mismos posibilitando, primero, una mejor distinción de lo que es protegido por el derecho

penal y lo que no lo es; y segundo, para efectos de la fijación de la mejor forma de protección del mismo

mediante la pena, en el continuo proceso histórico de racionalización y humanización. En cuanto a lo

primero, se tiene que el objeto de protección o bien jurídico tutelado, debe corresponderse claramente con la esencia del valor humano o social histórico

que sustenta la figura del Estado. Por ello, la universalidad de la justicia

anamnética es la del valor absoluto de los singulares y no la del todo

integrado por todos los singulares, y encuentra fuente en la responsabilidad

absoluta hacia el otro. Como la justicia se hace posible por la singularidad,

ya que priman las exigencias particulares sobre reglas generales, la

memoria es determinante porque enlaza la desigualdad del pasado con el

presente en que se mantiene. Para ello, es decir, para efectos de la

memoria, es indispensable la atención a la mirada de la víctima que

implica platear la actualidad de los derechos negados en el pasado; esto es

asumir el sentido moral de la víctima en términos de justicia y asumir el

trauma cognitivo; en el caso del victimario, asumir el sentido moral dicho

produce el deseo de que el suceso nefasto no hubiera ocurrido. (Véase

Reyes Mate, Manuel (2003). “En torno a una justicia anamnética”. En:

Mardones, J.M. y Reyes, M (eds.) La ética ante las víctimas. Barcelona:

Anthropos Editorial, 2003)

transversal desarrollado por un derecho; que se

desprende de un proceso dialógico86, de tal manera que respecto de la norma en cuestión se genere un

respeto-identidad y no un mero respeto-formal; así, no debe ser una categoría promiscua susceptible de ser influida por factores ajenos, como el aciago caso

del populismo punitivo. En segundo lugar, respecto del direccionamiento de la pena debe ser siempre en

atención a la racionalización y humanización que viene de la mano de la evolución histórica del sistema

penal, en que se propenda por la reconciliación de las partes involucradas en el desvalor del bien jurídico buscando la sanación del quebrantamiento y; no una

escueta imposición jurídica sobre el cuerpo del condenado, en continuación de mal pensadas políticas

de producción de miedo a partir del aumento de la duración de la privación de la libertad, y en general la

animación de la severidad penal, so pretexto del sostenimiento de dinámicas sociales; por cuanto

primero, la concentración en una mayor acritud si bien puede generar temor, y en razón a este – estimación de un par de internos – una persona

pensaría aunque fuera un poco más si comete o no un delito, cierto es que si lo comete y es condenado,

estando recluido muy probablemente se encontrará en un ambiente facilitador de la especialización en el

oficio del crimen87; y en segundo lugar, porque actualmente hay casos en los cuales no hay posibilidad de generación alguna de temor hacia la

reclusión, en razón a la ruptura del principio de

86

Hormazabal Malarée y Bustos Ramírez, a propósito de una teoría

material del bien jurídico, aludieron a lo que Hassemer afirmó, y con toda

razón, que sólo una concepción de bien que se fundamente más allá del

sistema penal, estará en condiciones de responder a los cuestionamientos

por: “¿qué es lo que hace que una acción se transforme en delito?” y,

“¿por qué penaliza una sociedad en su ordenamiento jurídico penal

exactamente esas acciones lesivas y no otras?” No cabe duda para el

suscrito que el fundamento externo a la pura normatividad jurídico penal

está en la contemplación de los supraprincipios de la dignidad humana y

de la fraternidad, que hayan concreción en derechos humanos, que se

corresponden con bienes valiosos en tanto valores históricos transversales

cuya garantía de esencia ha logrado consignación positiva por su

significación social. (Véase HormazábalMalarée, Hernán. Bien Jurídico y

Estado Social y Democrático de Derecho. Santiago de Chile: Editorial

Jurídica ConoSur, 1992, p.140) 87

Al respecto un interno, defensor de la severidad, estimó que mayor

tiempo de privación de la libertad “cambia a la persona”, y que el

aumento de las penas “pone a uno a pensar en hacer las cosas”;

interesante resulta la afirmación siguiente según la cual aclaró: “yo no digo que alguien después de veinte años va a salir resocializado, es una

mentira; sale es un monstruo, sale más agresivo; a vengarse de la sociedad”.

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menor elegibilidad88 – según el cual las condiciones en

estado de privación de la libertad deben ser menores a las condiciones en estado de libertad – por los

casos focales de hostilidad. Por otra parte, el delito como agresión a un

bien jurídico debe ser valorado como la manifestación

de todo un fenómeno social complejo, no como una simple transgresión normativa; con ello no se busca

afirmar un determinismo sino el reconocimiento de un sujeto inmerso en un grupo social con una

dinámica compleja en la cual se construye y reconoce; que debe ser abordado interdisciplinariamente, teniendo en cuenta que de

trasfondo implica factores sociales, económicos, políticos, culturales, y psicológicos o emocionales de

amplia envergadura.

10.3.1.2 El reto procesal El reto procesal es en dos asuntos: orientación del

sistema judicial, y, específicamente sobre la vinculación de las partes del suceso delictual. Es así como, el sistema judicial debe tener por objetivo la

proporción de justicia caracterizada por su ecuanimidad y eficiencia, mediante la aplicación

juiciosa de normatividad; además, debe dirigirse e interesarse por la participación activa del agredido y

agresor en el proceso. En cuanto al primer aspecto, tratándose del

proceso penal enmarcado en el sistema judicial, se

identifica que, con el fin de gestar un proceso orientado hacia la reconciliación, debe indagarse

minuciosamente sobre el delito, de las condiciones de fondo tras de él, y el agresor mismo, lo cual, debe

ofrecer pruebas suficientes y ciertas que permitan el más adecuado desarrollo del proceso judicial, en el marco de una verdad esclarecida y declarada y de

comprensión del daño89, de reflexión conjunta entre

88

A propósito de esto un interno sostuvo que “hay gente que de todas

maneras no le tiene miedo a la cárcel”, y para justificarse, relató una

anécdota personal: “tuve un inconveniente con un indigente y, de una u

otra manera digamos que nos desafiamos a irnos a los golpes; entonces él me decía, que en caso tal de que él me rompiera a mi él se iba a ir para la

cárcel a dormir y a engordar, pero si era al revés entonces yo iba a ser el afectado. Entonces desde ese punto de vista, hay gente que no le tiene

miedo a ir a la cárcel porque sabe que si va a la cárcel allá lo van a mantener (…) Mientras que en la calle de pronto uno no lo puede tener”. 89

Al respecto un interno ejemplificó: “Un ladrón que se roba un celular

de pronto no coge conciencia de lo que hizo hasta que de pronto mira que la víctima a la que le robó ese celular cuánto le costó para conseguirlo; si

se robó un celular de quinientos mil pesos y lo vendió en cincuenta mil pesos; él no ve el esfuerzo que hizo la persona para comprarlo”.

las partes del suceso delictual y del proceso; y la

justificación de la decisión judicial y por ende de la pena. Lo cual exige en cuanto a las partes, en primer

lugar: la primacía del agresor y del agredido; que hace necesaria la garantía de acceso igualitario al sistema judicial penal, sin consideración alguna económica o

de otra índole para efectos de participación – especialmente defensa –, salvo consideraciones

legales apropiadas; sino que debe ser por la ocurrencia de la transgresión de un bien jurídico

tutelado, y además; el aseguramiento de no afectación de su sincera voluntad durante el proceso judicial. Y en segundo lugar, exige una impecable participación

de defensa, fiscal y judicial, enmarcados en la suficiencia, integralidad, especialidad, formación cabal

y proba en derechos humanos y reconciliación, en cuidado del ordenamiento normativo y, primada

atención a agresor y agredido; lo cual requiere el establecimiento de meticulosas no por ello estrechas

pautas procesales, especial atención a la sede de juicio de exigibilidad y las causales de justificación que deben procurar el desarrollo de un examen más

detallado en atención a cuatro supuestos de hecho tratándose del suceso delictual: del que fue cometido

en estado de imputabilidad; del que fue cometido por ignorancia de la prohibición, o creyéndose hallarse

justificado; del cometido conociendo la prohibición, hallándose justificado – ya por encontrarse de trasfondo una manifestación de estado de hostilidad u

otra situación – , y del cometido conociendo la prohibición, sin hallarse justificado; a pesar de

contemplándose la posibilidad de fallas valorativas.

El segundo aspecto, a saber, la vinculación primada de las partes del suceso delictual se sustenta en que, primero, con la inclusión del agredido, el

proceso debe considerar el desvalor al bien jurídico tutelado agredido permitiendo la contemplación de la

forma más adecuada para procurar la subsanación en las derivaciones de la afectación, y segundo; con la

introducción del agresor, el proceso debe preocuparse por la facilitación de medios idóneos para la reivindicación de él consigo mismo, frente al

agredido y la sociedad, no por el contrario, su distanciamiento o disminución como penado. Con

ello se evita primeramente la inoperancia práctica, propiciando una mayor influencia positiva en el

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fenómeno social, evidenciable por ejemplo, en la

disminución o supresión del ánimo de venganza.

10.3.1.3 El reto tasativo de los medios de reconciliación (determinación de la pena)

El reto tasativo de los medios de reconciliación,

encuadrados en la determinación de la pena, son: respecto del agredido y respecto del agresor, en el

plano material y en el plano simbólico. Respecto del agredido, debe haber la

valoración de la forma más satisfactoria e idónea para la sanación del desvalor del bien jurídico tutelado determinado. Por su parte, en cuanto refiere al

agresor, partiendo de la centralidad de la cualidad de la pena90 por sobre la prolongación en el tiempo de la

misma – sea cual sea la pena –, la pena debe contemplar mecanismos de orientación y

socialización – partiendo del estado actual de cosas –, en atención al reconocimiento necesario de su

persona, advirtiendo las particularidades del agresor y, en relación con la agresión, incluyendo la consideración de las circunstancias exógenas de una

realidad compleja que incidieron en la comisión del delito91. Además, el despliegue de las acciones debe

darse en el plano material como en el simbólico92 en todo caso, afines a resarcir el daño causado en todas

sus dimensiones. 10.3.1.4 Dos pautas: dos penas muy positivas hacia la

transición (La protransición)

90

A esto aludió uno de los internos asegurando: “no importa la cantidad

sino la calidad”. 91

Sobre ello se tiene que uno de los internos que se hizo partícipe

manifestó: “Yo pienso que la maldad no existe, yo en un tiempo que he estado en la cárcel, que he conocido gente que supuestamente es mala, yo

no he visto una persona que sea mala mala de corazón; es mala por circunstancias exógenas como la cultura en que creció, la familia, las

amistades, el medio, la forma en que fue criado. He visto desde las ñangas, ñangas que viven en la calle, que son ladrones porque tiene que

comer, a personas que han tenido plata, que han sido de buena familia

que roban porque les gusta la adrenalina; entonces son cosas, muy subjetivas, y son cosas que tiene que abordarse desde la persona, no desde

el delito como tal, ¡ah! El hurto se califica con cinco años de prisión, pero ¿a cuál ladrón? ¿al que roba porque tiene que comer? ¿al que roba

porque le gusta? ¿o al que roba porque quiere más de lo que tiene? La sociedad no puede seguir condenando a la gente…”. Es evidente el énfasis

que hace – él, así como algunos de los otros participantes – en el factor

subjetivo, no solo como el tomar en cuenta la situación tras el delincuente

sino en el trato que debe dársele en razón a eso, en cuanto a la pena y su

ejecución refiere. 92

A propósito de este llamamiento – que infiere el suscrito – uno de los

internos refirió a: la pena “al estilo indígena”, por ejemplo, en el trabajo

comunitario.

Asintiendo la necesidad de tomar una vía diferente a

la afirmación de la severidad penal, guiándose más bien hacia la institución de penas que se muestran

como muy positivas si de hacer protransición hacia un sistema de reconciliación se trata; sobresalen dos medidas a tomar: la primera, referente a un paulatino

proceso de disminución en la prolongación de la pena privativa de la libertad propiciando la gradual

desaparición de la institución como carcelaria o reclusorio; y la segunda, en razón a la introducción

cognitiva y material a medidas alternativas frente a la dominante.

En cuanto a la primera, se tiene a la pena

privativa de la libertad de corta duración como funcional, primero, por cuanto, a corto plazo se

conserva más lo que es la persona, en tanto, conserva en mejor manera vínculos sociales, familiares, y

personales; razón por la cual, el penado valora y reflexiona ahora, previendo que en un largo plazo

pueda perder esos vínculos93. En segundo lugar, y muy asociado a ello, tratándose de la pena privativa de larga duración se tiene que la persona tiende a

resentirse por la situación que vive o fue vivida en el largo plazo, es decir, a causa de la ruptura de los

vínculos; lo cual genera, que en sus ponderaciones afines a cometer un delito más o no, muy

probablemente ya no haya consideración alguna de las consecuencias jurídicas, y por ende, materiales en la pena, la cual no le agrega, pero tampoco le

desmejora mucho más94. En segundo lugar, está el trabajo comunitario

como forma de pena, por una parte, estimando que con este se mantiene una minúscula limitación a la

libertad, por cuanto, el trabajo obedece – al menos en primer momento – a una obligación, lo cual no puede equipararse al trabajo que se desarrolla por

93

A propósito se expresó el recluso afirmando que la ruptura de los

vínculos ocasiona que “se deje de ser persona”, prosiguiendo con que: “en

la práctica se ve que la persona pierde esos vínculos, esos deseos de vivir, de trabajar, de conservar a la esposa, de preservar sus contactos con su

padre, con sus hermanos; a largo plazo se pierden esos vínculos”,

explicitó: “la esposa con tres años bien, pero a los veinte años no creo que

la mujer quiera, (…) ya se consigue otro y sale. Entonces se pierde más a largo plazo que a corto plazo”. 94

Dijo al respecto un participante – el mismo –: “ Mis padres están muertos, mis hermanos cada uno está con su cuento hace diez años que no

los veo, mi esposa me dijo que se consiguió otro marido, entonces a mí ya

no me preocupa salir en tres meses o en treinta años porque a qué salgo. Ya no tengo… nadie me está esperando afuera, entonces da lo mismo

matar a tres que matar a diez. Afuera no tengo nada. La persona como persona propiamente se acaba, queda es casi que el animal ahí”.

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estricto gusto propio; en que el factor de

obligatoriedad del trabajo debe responder a una buena administración de recursos humanos, en que

se desarrolle y utilice apropiadamente la capacidad del penado95. El trabajo comunitario ha de generar en el penado: conciencia del valor de las cosas; y de igual

manera, debe incentivar y exigir a los penados esforzarse en la generación de recursos que puedan

ser destinados96: primero, a su propio sostenimiento, dejando de significar una carga para el Estado;

segundo, para ayudar a la familia no dejándola así sin su aporte o contribución que puede resultar ser vital97; tercero, en los eventos en que sea posible a

manera de reparación económica para la víctima; y finalmente si es que para tanto alcanza, como capital

de ahorro para el emprendimiento de una empresa personal terminada la pena. En último lugar se tiene

que, el trabajo por obligación penal no funciona cuando: primero, las características propias del

agresor y de la agresión permiten afirmar que el caso se escapa del campo de lo jurídico, gozando de más legítima competencia otros campos como el

médico98; y segundo, cuando se ve limitado ante las grandes dimensiones de algunas agresiones,

tornándose insuficiente, por cuanto son requeridas medidas de otro tipo y diverso índole99. Debe

explicarse que la primera de estas dos excepciones debe ser extinguida gradual aunque absolutamente

95

Para tal fin deben proveerse los medios necesarios afín de que el trabajo

comunitario resulte de utilidad, en suma, para que sea eficiente y

competente; caso contrario se recaería de nuevo en una fatal inoperancia. 96

Frente a esta propuesta es de esperar que se critique que al ser el trabajo

de tipo comunitario no debería haber remuneración alguna, y en efecto, no

la hay en el sentido común en que se desarrolla, no obstante, al ser trabajo

debe significar generación de algún beneficio económico o de otra clase,

en todo caso, da la posibilidad por lo menos de generación de recursos

para su propio sostenimiento, para ayudar a la familia, o a manera de

indemnización al agredido; en la medida de lo posible, y en estimación,

claro está, de lo que en el curso del proceso se haya considerado principal

o secundario. 97

A propósito de esto uno de los internos cuestionó que durante el período

en que se encuentra recluido: “¿quién está viendo por su familia? ¡Nadie!

¿Qué pasa con los niños de los que estamos acá? (…) ¿qué van a hacer esos niños cuando sean grandes?”, exclamó: “papá estuvo en la cárcel y

mientras estuvo allá me tocó robar pa’ mantener la familia”; estima sobre

eso que son problemáticas que no están siendo tomadas en cuenta por las

autoridades públicas. 98

Recordaron entonces que en grandes cárceles se pueden encontrar

“animales de animales, que no les importa llegar a una casa, amarrar tres niños, cuatro niños; violar la jovencita, robarcen todo y a lo último

pegarle un tiro a cada uno pa’ que no lo reconozcan”. 99

Se dio por ejemplo, el caso de masacres, en que el trabajo no influiría en

mayor medida en los autores, y que muy probablemente víctimas y

familiares de víctimas de estos eventos no consentirían que se les

impusiera penas de este tipo, sin más.

pero no desde el plano de la pena o lo ejecutivo

penitenciario sino, en la actividad valorativa penal desde la normatividad jurídico penal; y en cuanto a la

segunda, debe dejarse claro e insistirse en que una determinada pena alternativa no siempre es propicia por si sola.

En suma, la disminución de la llana reclusión con la promoción de la pena privativa de corta

duración se posa junto al trabajo comunitario con límites desvanecidos, tenues en principio, para

efectos de su introducción progresiva, por cuanto son dos líneas políticas concretas en dos penas; más su emprendimiento material y cognitivo es de

naturaleza mixta, no como las dos penas precisas – quizás en transición o, en general en futuro – sino

como dos pautas; permitiendo en su gradual entrada la comprensión y aceptación social; explíquese en

palabras simples: una forma de generar favorabilidad social hacia la pena alternativa del trabajo

comunitario – quizás también de otras – es su introducción a la institución penitenciaria y, su posterior extracción y por tanto, el abandono de la

limitación espacial; proceso durante el cual, la pena privativa de corta duración también debió echar

raíces, y por ende, la pena privativa de larga duración debió entrar por lo menos en vía de extinción.

10.3.2 Penitenciarias

10.3.2.1 El reto ejecutivo: Generalidad La pena debe resultar satisfactoria como expresión

resultante del proceso, cumpliendo para ello tres requisitos, a saber: primero, respecto del agresor, la

pena no debe afectar negativamente a su persona, sino que debe afirmarle: en el no rompimiento de sus vínculos personales, familiares y sociales; en atención

a sus particularidades con objeto de propiciar – en sede temporal – la identificación respecto del daño y,

disponer los mecanismos de orientación y socialización. Segundo, respecto del agredido la pena

debe constituirse en un lazo de solidaridad, siendo visible y significativa, propiciando la concurrencia del mismo a la materialidad de acciones en orden a la

sanación del quebranto del bien jurídico tutelado. Y finalmente, tercero, respecto de la sociedad, a más de

también ser visible y significativa, no debe configurar agravación alguna para ella; sino más bien, se reitera,

un beneficio reflejo de un proceso dirigido hacia la

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reconciliación. Todas tres sin duda reiteraciones

necesarias en el marco de lo reflexionado.

10.3.2.2 El reto de resocialización a socialización (La protransición)

En contemplación de un movimiento entre la

resocialización insuficiente hacia la socialización satisfactoria, lo que es, hacia una materialización de la

pena que sostenga a la persona del penado, no desmembrándole del cuerpo social de tan roñosa y

mezquina forma como en el estado actual de cosas, y por ende, que anule la pretensión de readaptarle, o reorientarle cual sujeto negado; la ejecución de la

pena debe contemplar en su contenido: primero, actividades de formación suficiente – educativa,

laboral, orientación en identificación normativa, cívica, espiritual, ética, etc. – que englobe: actividades

de formación al que careció de oportunidades, por encontrarse en un ambiente conflictivo, precario u

hostil; actividades de formación de continuación, y actividades especiales en atención a diferentes razones de fondo; en segundo lugar, debe contemplar

actividades de proyección del desarrollo de la persona en su cuerpo armónico – físico, psicológico y

espiritual –, en todo caso en su extensión material de servicio en el ejercicio laboral100, lo cual propiciará:

un mejoramiento actitudinal y de posterior desenvolvimiento social, disminución de reincidencia y, auto-sostenibilidad de las instalaciones

penitenciarias entre otros; por otra parte, tercero, debe promover el fortalecimiento de los vínculos

personales, familiares y sociales hasta ahora mantenidos, en parte, mediante la concesión de

permisos y visitas – especialmente las que tiene por fin el desarrollo de puntos mencionados o similares – e incentivando otros mecanismos que derrumben las

paredes de contención; así la desaparición del dispositivo carcelario será proporcional a la

vinculación social; y finalmente, se exhorta a que la atención se dé de forma personalizada permitiendo

supervisar prudentemente un verdadero proceso reivindicatorio. Para ello debe ponerse en práctica un aspecto más, el de la clasificación entre la diversidad

100

Al caso, tratándose de la pena del tipo privativo de la libertad la

resocialización en el caso de la persona del condenado, “dedicada a

delinquir, que está acostumbrada a no hacer nada”, solo es posible si se

enseña a trabajar, a desarrollar un oficio; si no se hace ello, él saldrá y

seguirá haciendo lo mismo, muy probablemente – estimó uno de los

participantes –.

en el cuerpo de internos para efectos ejecutivos de la

pena: en primer lugar, subjetiva, tomando en cuenta a cada persona y sus características propias en cuanto a

personalidad, educación, espiritualidad entre otras; y en segundo lugar, objetiva, diferenciándose entre el tipo de agresión, pena, y conductas delictuales.

El emprendimiento del reto propuesto comporta la adecuación del dispositivo carcelario, en

escalonada conversión a dispositivo penitenciario, específicamente: respecto de los establecimientos

propiamente dichos y, del personal penitenciario. 10.3.2.2.1 Respecto de los establecimientos:

Colonias, ciudadelas y talleres penitenciarios

A propósito de la afirmación y sustentación según la cual el dispositivo carcelario no puede ser suprimido

o modificado a la ligera, es menester aseverar que su transformación, obedeciendo a las reflexiones

apuntadas, debe estar alineada hacia el establecimiento de colonias, ciudadelas y talleres penitenciarios, no como simbiosis defectuosa y

rencauchada entre el dispositivo carcelario y la fábrica sino, como el lugar dispuesto para la

culturización, orientación, formación101 y especialmente, proyección del desarrollo de la

persona del penado en su cuerpo armónico en su manifestación material de servicio a la comunidad en el ejercicio laboral; en otras palabras, el paso de un

dispositivo caracterizado por su rigidez e irreverencia a un espacio reivindicatorio. Lo que es, en la práctica

la colonia o ciudadela como “pequeña sociedad” o “un pequeño país”102, entidad de exclusión cada vez menos

excluyente apuntando a no serlo, que permite la realización de un proceso de socialización – yendo de resocialización a socialización – con las características

con que fue descrito. Las tres formas que adopta el dispositivo

penitenciario, al cual se direcciona la metamorfosis del dispositivo carcelario, como se dijo líneas atrás,

101

Uno de los internos, al respecto, aportó – en opinión bastante sintética –

que era necesaria la restructuración de la cárcel que “todavía sigue siendo

la mazmorra de la época medieval” en complejos de trabajo y educación,

dirigidos a formar personas y no delincuentes. 102

El interno que empleara esta expresión quiso aludir con ella a que se

crea dicha situación en tanto “el preso es como en el ejército, cae todo tipo de personas y con diferentes profesiones, porque en el ejército hay

mecánicos, albañiles, choferes; aquí también, y profesionales; un conjunto de cosas”.

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son: la colonia, la ciudadela, y el taller103. La primera

de ellas, es decir, la colonia, de naturaleza rural, refiere al establecimiento pequeño, mediano o

grande, especializado en el impulso de labores agropecuarias; el cual está dirigido a personas cuyas actividades principales están relacionadas con ello, o

que son gustosas de ello. La ciudadela, por su parte, de naturaleza urbana, especializada en el fomento de

labores de mayor presencia y necesidad en estas áreas. Y finalmente, el taller, pequeño, de naturaleza

rural o urbana, de diferente especialización en ciencias, artes y especialmente oficios.

10.3.2.2.2 Personal penitenciario Referente al personal penitenciario, el llamamiento es

por enfocarse en la supresión de anomalías en la institución especial y específicamente, de la

corrupción en el personal penitenciario, mediante: formación cabal y proba en derechos humanos y

reconciliación, y en el cuidado del ordenamiento jurídico – como también se dijo de la defensa, fiscal y judicial –, formación ética integral y, disposición

especialísima a la atención al agresor penado y, al agredido y sociedad en paulatino proceso de

vinculación; evitando con ello: espacios permisivos de retaliaciones o venganzas internas, corrupción de

internos que se valgan de medios ilícitos para la satisfacción de intereses individuales, o la transgresión del postulado de trato acorde a la

igualdad diferenciada.

10.3.3 Cultural Recordando el énfasis realizado en la simultaneidad

que debe darse entre la garantía de derechos fundamentales en las condiciones básicas y, el cambio cultural necesario en aras a la protransición y

transición; se encuentra – sin descarte de otros – dos retos: el socioeconómico y el propiamente cultura,

segundo el cual se ha dividido en dos estimaciones, a saber, en la educación básica y en la educación social.

10.3.3.1 El reto socioeconómico Dado que el sistema debe dirigirse a corregir el

problema socioeconómico y cultural de fondo, no a la simple proporción de mecanismos facilistas como la

cárcel; al lado de la indicación por el mejoramiento

103

Todos los tres nombres extraídos de palabras de los internos.

general en la garantía real y efectiva de derechos

fundamentales, que favorece la disminución del índice de desigualdad, se encuentra: la concentración en

casos focales de realidad hostil, en los cuales condiciones socioeconómicas precarias, frágiles o inestables, generan estados incentivadores de

conductas delictuales.

10.3.3.2 El reto propiamente cultural: En la educación básica

A pesar de la limitación por la capacidad de cobertura del sistema educativo, debe accionarse desde la enseñanza primaria el fortalecimiento de la educación

en ética y valores y derechos humanos, acentuando en las relaciones humanas y sociales; en que la

realización de una agresión significa un desvalor para otro, como la recepción de una significa lo mismo

para con uno; en suma, es proporcionar desde la más tierna infancia una íntegra concepción de

identificación de sí y en alteridad. Resáltese la primacía que tiene el despliegue de ésta tratándose de los casos focales de realidad hostil.

10.3.3.3 El reto propiamente cultural: En la educación

social Tratándose de políticas educativas dirigidas a la

sociedad común, deben ser atendidos cuatro puntos: uno a propósito de dispositivo dominante y la introducción material de alternativos, otro en cuanto

a la vinculación social, uno más respecto del penado, y finalmente la cuestión mediática.

En torno al dispositivo dominante y la introducción material de alternativos se contemplan

dos aspectos, a saber, lo estrictamente cognitivo y en cuanto a la materialidad. Respecto a lo estrictamente cognitivo, debe enseñarse, desde un plano histórico,

que la pena carcelaria no ha sido ni es la única, y que en el curso casual de la evolución surgió ésta como

respuesta a otras menos humanas, y así, debe propenderse por mejores, a su vez, más respetuosas

de la humanidad; lo cual ha de devenir en el destronamiento del dispositivo carcelario como necesario, y por ende como dominante, frente a lo

cual categorías alternativas – cuya finalidad debe explicarse con albura – funjan de liberadoras y se

posicionen como adecuadas; adicionalmente, y para lo mismo, se hace necesario que la forma de

funcionamiento y dirección del sistema penal y

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penitenciario sea de conocimiento mayormente

generalizado, adentrándose conceptos básicos en el imaginario colectivo, especialmente contrastándose la

realidad actual con la buscada, respaldando la favorabilidad por la segunda. Por su parte, en cuanto a la materialidad, el desarrollo y resultado de la

puesta en marcha de los mecanismos alternativos al llano dispositivo carcelario, en paulatina introducción,

debe ser visible mostrándose como beneficioso para el agredido y, en general para el cuerpo social; de tal

manera que se amplíe la capacidad de influencia positiva del dispositivo entrante en el cambio necesario.

Ahora, afín a la vinculación de las personas resulta primordial la observancia de dos fases:

primero, un proceso de concientización social sobre la problemática compleja de que se trata con

trasfondo socioeconómico y cultural entre otros; para así, en segundo lugar, ilustrar en formas que

pueden ser aplicadas con el objetivo de dar una solución, esto, mediante: la explicación de todo el accionamiento crítico-transformativo en el

planteamiento de la protransición y transición, la formación en ética y valores y derechos humanos, el

fortalecimiento del principio democrático, y con ello, la incentivación de interés por el bienestar y sentido

social, en el entendido de que si el delito se encuentra enmarcado en un fenómeno social, la sociedad misma es la que debe concurrir en procuras

de su solución104. En tercer lugar, respecto del penado debe

anularse la errónea creencia de ínsita peligrosidad del agresor105, lo cual se relaciona: en primer término,

con la abundante violencia y frecuentísimas situaciones delictuales cotidianas que parecen nublar la posibilidad de distinción entre uno y otro agresor

y, segundo, con la también equivocada creencia de seguridad – imprecisa y desconcertante – por la

privación de la libertad del individuo peligroso en un centro de reclusión.

104

A este respecto uno de los internos, finalizando el diálogo, se pronunció

diciendo: “estamos hablando es el problema de toda la sociedad, entonces

si es de toda la sociedad, todos tiene que intervenir para resolverlo”. 105

A propósito uno de los reclusos, en conversatorio, aseveró que en la

actualidad el cuerpo de reclusos es una carga indeseable para la sociedad,

no querida en el entendido de que se asume que son lo peor de la sociedad;

que aunque no lo son – se dejó claro –así se cree, afirmó: “Ellos asumen

que el ladrón no va a dejar de robar, que el asesino no va a dejar de asesinar, que no hay remedio para esos manes”.

Finalmente, el asunto de la cuestión mediática

cobra vital importancia en tanto los medios de comunicación deben constituirse en facilitadores de

un proceso pedagógico direccionado al cambio mentado en la enseñanza de valores humanos y la divulgación de los derechos humanos, como de

mecanismos alternativos, afín de ir sentando bases para la pensada protransición y transición entre el

sistema penal y penitenciario actual y, uno encauzado hacia la reconciliación. La amplia cobertura de que

gozan los medios106, debe aprovecharse mediante el fortalecimiento de la responsabilidad social para que resulte efectiva su actividad107, la cual, concretizada

en programas atrayentes y convincentes debe buscar educar en procesos, y no por el contrario mostrar un

recurso facilista cuyo empleo irresponsable no desemboque en mejora.

EPÍLOGO

En suma, el proceso reflexivo, partiendo de la necesidad de visibilización del penado atendió presta

y atentamente a su voz; permitiendo así la identificación de aspectos determinantes en torno a

las funciones de la pena legalmente asignadas, y múltiples circunstancias en torno a la materialidad de

las mismas, la incidencia de condiciones socioeconómicas y, sobremanera, desde la

subjetividad del penado mismo, estimaciones respecto de sí, el agredido y la sociedad en la realidad actual como en miras de la introducción de

mecanismos alternativos al actualmente dominante, cual es el dispositivo carcelario; encontrando que la

provincialidad en que se hayan circunscritos y las mejores condiciones que envuelve se constituyen en

la más cercana y palpable posibilidad del pensamiento y accionamiento de políticas protransicionales en ese sentido, es decir, del actual sistema penal que ha

venido deslegitimándose gradualmente hacia un sistema dirigido a la reconciliación social. Para efectos

de la querida protransición y transición se postula como idónea una metodología crítica deconstructiva

106

A propósito de esto un interno expresó: “más del ochenta por ciento ve

televisión, y el otro veinte por ciento si no ve televisión, escucha radio”. 107

Al respecto un interno dijo, reflejando la preocupación al respecto: “en Colombia hay un millón de personas: novecientas noventa y nueve mil

novecientas noventa y nueve ven televisión, y una es el dueño del canal. Hay toca es caerle al dueño del canal para que difunda el tema”.

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y transformativa de base heterotópica, heterodoxa y

ortopráctica; cuya aplicación – por naciente: modesta y limitada – permitió la fijación de lineamientos

penales, penitenciarios y culturales a atender, con base en el sustento pilar y, del seguimiento de las protofunciones que se proponen.

Por otra parte, surgen al paso de lo desarrollado variados cuestionamientos no solo a

nivel normativo jurídico – sustancial, procesal y ejecutivo – sino también, a nivel socioeconómico,

cultural y político, como fácilmente se evidencia;

aspectos que deben ser abordados necesariamente; los cuales comportan por lo menos dos propósitos

para la continuación de la actividad investigativa: en primer lugar, la escucha de voces diferentes a la del penado, específicamente, la del agredido y, a la gente

del común y; en segundo lugar, la ampliación de la cobertura y en consecuencia, de la representatividad

de las generalizaciones y aplicabilidad de las propuestas.

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