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Querido diario - Alpha Decay

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Lesley Arn

Querido diario

Traducción de María Alonso

ALPHA DECA Y

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C O N T E N I D O

Prólogo de Chloë Sevigny 9Prefacio 15

El colegio (12-14 años) 21El instituto (14-18 años) 65La universidad (18-22 años) 153La edad adulta (22-28 años) 213

Epílogo 257

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Este libro está dedicado a mis padres. Por favor, no lo leáis.

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prólogo

POR QUÉ ME ENC ANTA «QUERIDO DIARIO»

Chloë Sevigny

En cuarto grado, en el patio de la escuela de prima-ria Hindley Elementary School de Darien, Connecti-cut, presencié cómo Katharine Whalen señaló a Sa-rah Brown y le ordenó que le atara los zapatos. Sarah obedeció, y ahí terminó mi afán por ganarme la admi-ración de los demás. Lloraba todos los días y le roga-ba a mi madre que no me obligase a ir al colegio. Era un suplicio. Las niñas eran crueles, sobre todo las ri-cas. «Eres pobre, el coche de tu papá es un Honda», se burlaban. Fue más tarde, durante los siguientes años de escuela, cuando encontré mi sitio: un estrecho cír-culo de amigos formado en su mayoría por hijos de pa-dres solteros o divorciados, hijos de alcohólicos, ni-ños nuevos, chicos malos, e inadaptados en general. Por fortuna, la vida me obsequió con un hermano ma-yor que había descubierto el skateboard y el hardcore, así que tuve un buen ejemplo en el que fijarme. En oc-tavo grado, iba con medias de rayas blancas y negras y botas militares, más o menos orgullosa de mi insatis-facción. Al crecer en una ciudad tan pequeña, no te-nía escapatoria ninguna, y todo el mundo se metía en la vida de los demás.

El primer año de instituto empecé a ir a clase con una íntima amiga de infancia. Se trasladó a Connec-ticut desde Hermosa Beach, California, y fue la peor

«Paz en Oriente Medio», 1992; en el colegio; representación de El mago de Oz; chaqueta de las Slits hecha por la misma Chloë, 1994;

Nueva York, 1994.

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Chloë Sevigny

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Por qué me encanta «Querido diario»

influencia de mi vida a partir de ese momento. La pri-mera vez que me afeité las piernas, fue con ella; me dijo que si no lo hacía los chicos pasarían de mí. Los chicos siempre habían pasado de mí, así que pensé que no tenía nada que perder. En realidad ellos iban detrás de ella. Se había desarrollado pronto y tenía fama de calientapollas, como todas las chicas pobres con tetas grandes. Yo era su colega la patituerta, una narizotas con hierros en los dientes que se reía como una hiena. Era más rara que un perro verde y no tenía ningún atractivo. Ella fue la primera persona con la que fumé tabaco y marihuana, con la que me embo-rraché, con la que me escapé de casa, con la que me detuvieron en el centro comercial, con la que conduje un coche sin tener edad para conducir y con la que me metí en todos los líos posibles en el instituto. Pasamos al segundo año y ella empezó a salir con matones y a moverse por los barrios bajos. Yo me pasé al new wave y al punk. A mi hermano lo mandaron a una escuela para delincuentes, y yo heredé el círculo de gente que él dejó atrás. El primer año de instituto fue el único que de verdad disfruté, aunque echaba pestes todos los días. Me enamoré del mejor amigo de mi herma-no, que estaba en último curso. Formamos una banda. Nunca entrábamos en la cafetería; nos pasábamos el tiempo sentados en la zona de fumadores, en un ban-co de la calle. El banco era nuestro territorio, y yo era la única persona de primer curso a la que permitían estar allí, gracias a mi hermano mayor. Los mayores eran el aglutinante que nos mantenía unidos y, cuan-do al año siguiente se graduaron, yo me vi más sola

que la una, sentada en la cafetería escuchando De La Soul o alguna otra cosa en mi walkman. Al cabo de un tiempo me eché un novio hippie que me llevaba a con-centraciones de porretas en Washington Square Park. Nueva York se convirtió en mi patio de recreo, y como me caía a unas pocas paradas de tren, era una salida fácil. Enseguida empecé a hacer amigos de otras ciu-dades e institutos; la gente de Darien me tomaba por yonqui o por lesbiana. No se metían conmigo, pero tampoco puede decirse que fueran muy simpáticos.

Cuando descubrí por primera vez la columna de Lesley en Vice, reconocí de inmediato el sentimiento de angustia. Las dos crecimos escuchando el 92.7 de wdre, las dos éramos unas rebotadas de los barrios neoyorquinos de las afueras donde nos habíamos sen-tido marginadas, y a las dos nos faltó muy poco para desviarnos definitivamente por el mal camino duran-te nuestra etapa de «chicas malas».

Me encantó Querido diario porque capturaba la esencia de las inseguridades de mi adolescencia y la plasmaba sobre el papel. Me pareció divertido, y un cambio renovador que se apartaba de las chorradas que uno suele encontrar, en especial en Vice, donde daba la impresión de que todos los artículos los escri-bía el mismo grupito de detestables pseudo-punks ca-nadienses. Querido diario encajaba más en Sassy que en Vice, e inauguró un género nuevo, que podría lla-marse «adolescente-adulto». El mero hecho de que ya no fuera adolescente no significaba que no me rigie-ra por algunas de las mismas normas no escritas y los miedos que todavía hoy perviven en mí.

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Chloë Sevigny

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Está claro que las historias y las trayectorias de to-dos nosotros son diferentes. Aunque yo sí que experi-menté con drogas, no llegué a las cotas a las que lle-gó Lesley, gracias en parte a libros como Pregúntale a Alicia y a películas como Yo, Christiane F. A mí no me hizo falta probar la heroína para saber que no era para mí. La historia de Lesley es un tanto distinta.

Lo que me entusiasma de Querido diario es que representa en gran medida a todas las niñas. Todas hemos atravesado una etapa de puterío que al recor-darla nos produce escalofríos. Todas intentamos ser buenas e intentamos ser malas; todas hicimos sentir a otras niñas como una mierda antes de experimentar-lo en nuestra propia piel. Yo solía mentir a mis padres y decirles que me quedaba a dormir en casa de una amiga cuando en realidad lo que iba a hacer era colo-carme y pasar toda la noche bailando en Manhattan. Cuando se me estropeaba el coche en la ciudad tenía que fingir que se había estropeado en el barrio, cosa que no tenía ni pies ni cabeza. A los diecisiete, da la sensación de que se acaba el mundo y de que uno es el centro de todo, pero ahora, al volver la vista atrás, me doy cuenta de que para eso somos adolescentes: para cometer errores. Por eso me encanta Querido diario.

Chloë y su madre; siguiendo a los muertos, 1991; dibujo de Rita Ackerman en el estómago, 1994; los primeros días de Washington

Square Park; baile de graduación, 1993.

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p r e fa c i o

ASÍ ES L A VIDA DE UNA ADOLESCENTE

¿Quieres ver tu futuro? Este libro cuenta toda mi vida, y más allá de detalles concretos sin importancia, tam-bién cuenta la tuya. La historia va así: creces en Long Island. Primero eres guay. Luego dejas de serlo. Todo el mundo te odia y te vuelves tan insegura que reprimes tus sentimientos y te das a las pajas y al óxido nitroso.

Luego vienen los años de chica rebelde. ¿Te sue-na? Si acabas de empezar a fumar y a salir con chicos que tienen una mata de pelusilla por bigote, es proba-ble que seas demasiado joven para leer este libro. Ve-rás, cuando yo tenía trece años fumaba Virginia Slims y salía con gente que celebraba la Navidad en lugar de Hanukkah (soy judía, y eso era una transgresión en toda regla). No leía; estaba demasiado ocupada en-viándole mensajes telepáticos a Andy McDaris. Con el tiempo, me cansé del rollo «ellos macarras y ellas putas», pasó la moda de las cazadoras Starter y entró la de las gorras Stüssy con hojas de marihuana. Escu-ché a los Bestie Boys, a Sonic Youth, y oí la canción «Institutionalized» de Suicidal Tendencies. Me hice punk. Me sumergí en un mundo con otros cuantos in-adaptados de Long Island que llevaban camisetas de grupos de música y la cartera encadenada a los pan-talones. Esta etapa equivale más o menos a tu etapa de chica rebelde, y desde el punto de vista de los pa-

At Hampshire; in high school; kick line portrait from high school; summer camp 1991; road trip; dance recital; drunk 2000.

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Prefacio

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Así es la vida de una adolescente

dres es exactamente igual. Lo que pasa es que las Chi-cas Malas a secas se dedican a asaltar las taquillas de otros y robarles lo que pillen, y las Chicas Malas Pun-kies asaltan a la sociedad y le roban el derecho a mon-tar un espectáculo apto para todos los públicos y des-pués donan los beneficios a Food Not Bombs.

A lo mejor ahora mismo estás pensando, como hice yo, que el problema del ambiente hardcore-punk es que es un microcosmos del instituto como cual-quier otro, sólo que los peinados son más divertidos. Aunque no lleven ropa de Banana Republic, parecen todos iguales. Así que a la mierda. ¡Vete de rave! ¿La gente sigue yendo a raves? Si es así, saca las varita fluorescente (es broma, eso es para los imbéciles que van de guays). En esa época fue cuando yo me metí en las drogas y me volví una excéntrica. Fue genial. Solía ponerme sombra azul debajo de los ojos para parecer más colgada. Purpurina en las ojeras y ¡a comerse el mundo! Después fui a la universidad y me volví más guay y me metí más drogas. Y luego más.

En este punto es donde nuestros caminos no tie-nen por qué coincidir. Porque vivir a tope parecía una idea fantástica en ese momento, pero cuando acabé la universidad era una heroinómana en toda regla con —digamos— cero autocontrol. Me trasladé al centro de Nueva York, creí que había tocado fondo, fui a rehabi-litación, recaí, toqué fondo de verdad, fui a rehabilita-ción de verdad, escuché un discurso de Betty Ford, vi a Dios en una fresa y ahora estoy mejor.

En este instante o bien estás flipando con lo si-milares que son nuestras historias o estás chateando

con tus colegas en plan «Jder tía m prto l culo» y te vas de fiesta porque cumples dieciséis o algo por el esti-lo. Este libro es, en resumen, el viaje de una niña de doce años desde la niñez hasta los veintipico. Tal vez tú sigas en la etapa de Lo Odio Todo. Espero que sea así, porque de hecho es en ese momento cuando pue-des encontrar la salida. Por mucho que mole decir «Mi vida es un asco», es la única que tienes, y no es un asco. Es rara y da miedo y un montón de veces te sientes per-dido, pero no es un asco. Es la adolescencia y, menos los granos, la parte mala también tiene su gracia.

En el interior encontrarás la versión larga de todo esto; sin embargo, hay una versión más larga aún. Se llama Tu propia vida. Anímate a probarla. Igual te gus-ta. Si tienes alguna pregunta siempre puedes escribir-me un mail a [email protected], pero piensa que, si tienes alguna pregunta, es que no lo estás hacien-do bien.

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AGRADECIMIENTOS

Gracias a Gavin McInnes, Jacob Hoye, Stacy Wakefield Forte, Vanessa Davis y Chloë Sevigny.

Gracias a Suroosh Alvi, Eddy Moretti, Shane Smith, Jesse Pearson, Liz Cowie y a toda la gente de Vice Nueva York y mtv Books, a Kathryn Frazier y a todos en Biz 3.

Gracias a Scott Lenhardt, Meryl Smith, Emily McInnes, Cindy Greene, Carrie Imberman, Amy Kellner, Ben Cho, Mary MacCallister, Jen Brill, Marc Jacobs, Valentina Ack-erman, Koozie Oas, Judi Rosen, Jeff Jensen, Ally Sklover, Julie Leventhal, Allison Farber, Bobby Eckstein, Gabe Rot-ter, Bill Strobeck, Scott Portnoy, Steve Cummings, Derrick Beckles, Tara Averill, Ramona Sidlo, Mike Strallow, Keeva Halferty y a todos los que participaron en las entrevistas o me ayudaron a perseguir a la gente.

Gracias a James Palmer, Cris, Tony y a todos los que trabajan en el Maritime Hotel.

Gracias a Shelley Eisenberg, Bob Schnepps, a todos los Arfin, a todos los Dobb y a mis padres.

Por último, me gustaría dar las gracias a quien es mi mayor apoyo, mi hermana Kate. Siento que no aparezcas en el libro. La entrevista quedó un poco aburrida.

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E L CO L E G I O (12-14 años)

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GUAY Y POPUL AR

Septiembre de 1990 · Sexto grado – 11 añosQuerido diario:¡¡Mañana será mi primer día de sexto grado!! Estoy muy nerviosa. No sé qué ponerme pero tengo la sensación de que todos los años la cago el primer día. Esta vez no quie-ro empezar mal. Eso es lo que más me preocupa de todo. Lo segundo es no tener con quién sentarme en la comida.

(puesta al día) En quinto grado tenía dos buenas amigas (Amber Klinefeld y Donna D’Angelis), pero en sexto quise juntarme con el grupito de los guays, así que hice como si Amber y Donna no existieran. Así sin más.

La manera de «romper» con los amigos el primer día de colegio consiste en no sentarse con ellos a la hora de comer, que es lo que hice yo. Pasé de largo y ya no volvimos a hablarnos. Es cruel, pero es un rito de iniciación por el que todo niño pasa al menos una vez, como en Freaks and Geeks o en Es mi vida.

A lo largo de los diez años siguientes pasé por las fases de: ser popular y guay, persona non grata, puti-lla, chica punk-rock, animal de rave, heroinómana, ex heroinómana, y autora de este libro. Pero estoy an-ticipándome a mí misma. Durante la mayor parte de sexto grado fui guay y popular, y apenas escribí en el diario hasta el 18 de abril de 1991, cuando, de la noche

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El colegio (12-14 años)

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Guay y popular

a la mañana, me convertí en la mismísima Dawn Wie-ner de Bienvenidos a la casa de muñecas.

Noviembre de 1990 · Sexto grado – 11 añosQuerido diario:Mike me pidió salir pero era en broma, ¡uf, menos mal! Creo que voy a buscarme un profesor particular de mates. Halloween fue genial. Sheryl, Alli y yo nos pusimos unos pendientes con esqueletos. Alexis le ha dado un beso con lengua a Ian. Nunca he escrito un diario en serio como éste. Ojalá cuando me muera lo publiquen. ¡Como los de Anna Frank y Laura Palmer! Hace poco leí el diario de Laura Pal-mer y es MUY picante y MUY bueno. Sé quién la mató, pero me da miedo hasta escribirlo. Bueno, vale, fue B.O.B., pero no me preguntes quién es. Hoy he ido a la biblioteca y luego de compras y ha pasado algo genial. ¡Me he comprado mi primer sujetador! No me lo creo. Te .

LesleyPD: ¡¡¡Cuidado con Bob!!!

(puesta al día) Ése fue el inicio de sexto grado, cuando todavía las cosas iban bien. La única persona importante de esta entrada es Sheryl. Era la niña más admirada del colegio, y después de ayudarme a ascen-

der hasta la cima del grupito de los guays, me dio la patada.

*Marzo de 1991 · Sexto grado – 12 años

Querido diario:…Todos los fines de semana me quedo a dormir en casa de Sheryl o de Alli y nos lo pasamos bomba. Ellas nunca se quedan aquí, pero porque yo odio mi casa a más no po-der. La casa de Alli es enorme y las dos tienen unos padres guays.

Abril de 1991 · Sexto grado – 12 añosQuerido diario:¡Hola! Sheryl y yo hemos discutido pero luego hemos he-cho las paces. Ahora Wendy está fastidiándome todo el rato y está intentando liarme para que diga cosas malas de la gente, pero no se saldrá con la suya. Un día pienso vengar-me y se va a enterar. Tengo muchas amigas y lo sé, pero en el fondo me siento como si no tuviera ninguna.

(puesta al día) ¿Te has fijado en que los niños fe-lices no escriben un diario? No les hace falta. La vida es demasiado divertida. Los diarios son para cuando la vida no es divertida. Son para descubrir qué va mal. En esa época, las cosas iban muy pero que muy, muy mal. Yo había dejado de ser guay, y a partir de ese día, nun-ca volvería a serlo.

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Ni guay ni popular

NI GUAY NI POPUL AR

Mayo de 1991 · Sexto grado – 12 añosQuerido diario:Sé que todo el mundo me odia porque alguien me ha dejado una nota en la taquilla con las cosas más horribles y crueles que me han dicho jamás. No estaba firmada pero sé que ha sido Sheryl. Gabe me ha dicho que las vio a todas escribien-do la nota en la clase de séptimo. Se ríen de mí porque me gustan los cerdos. A mí me parecen unos animales súper monos. Encima me han atascado la cerradura de la taqui-lla. ¿Por qué? No lo sé, pero ¿por qué no digo algo y me de-fiendo? Porque soy una idiota y una fea horrible y me odio. Ojalá no hubiera nacido. Ojalá mi familia y yo estuviéramos juntos y toda la gente mala se muriera. Estoy muy enfadada y no quiero volver al colegio nunca más. Ya no creo en Dios porque nunca me ayuda. ¿Por qué me hacen esto? Necesito ayuda profesional. Odiaba a mi psiquiatra pero ahora ya me da todo igual. ¿Por qué yo?

Posdata: La guerra acaba de terminar en el mundo. Acaba de comenzar en mi vida.

(puesta al día)lesley: ¿Por qué fui a terapia en sexto grado?mamá: Fue en esa época en que…No. Fue antes de que mis amigas se me pusieran en

contra.¿Estás segura? Igual estás confundida.No estoy confundida. Escribí en mi diario que iba

a terapia en invierno. Mis amigas empezaron a meter-se conmigo en primavera.

Me preocupaba que pudieras estar deprimida. Me parecía advertir en ti síntomas de depresión adoles-cente.

Venga ya, no me vengas con palabrería de psico-terapeuta. ¿Qué hacía yo para parecer tan tremenda-mente deprimida?

Creo que te estabas aislando, estabas de muy mal humor. Eras terrible, maleducada, y estabas muy en-cerrada en ti misma.

Supongo que eres consciente de que todos los ado-lescentes son así.

Lo único que puedo decirte es que ahora sé que to-dos los adolescentes son así, pero en aquel momento me parecía que tus comportamientos eran más extre-mos, y estaba preocupada por ti. Siempre fui una gran defensora de las terapias, y pensé que tal vez estaba ocurriendo algo de lo que no podías hablar conmigo.

¿Como qué?¡No lo sé! ¡Si no hablabas conmigo! Al empezar

sexto grado estabas muy animada y luego de pron-to comenzó a irte mal en el colegio. ¿Te acuerdas de cuando te envié a hacer unas pruebas para ver si te-nías alguna dificultad de aprendizaje? Habías suspen-dido matemáticas y ciencias. Recuerdo que hablé con el orientador y con tu profesor de educación especial. Te realizaron unas pruebas y resultó que tenías lo que llamaban un problema de percepción visual.

Mamá: no le digas a la gente que estuve en educa-ción especial.

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El colegio (12-14 años)

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Ni guay ni popular

Me dijeron que no veías los números en el orden correcto y que por eso estabas teniendo tantos proble-mas en matemáticas. Te sacaron de la clase normal y te metieron en una clase especial de matemáticas, y entonces las cosas volvieron a su cauce. Tus resulta-dos mejoraron de forma considerable. Y tenías a aquel profesor tan fantástico…

Mr. Cascone. Dios mío…Antes del cambio, aquello estaba afectando a todo

lo que hacías y estabas muy triste.Pero luego empecé a sacar sobresalientes en mates.¡Sí! Bueno, la explicación que me dieron ellos era

que no veías los números como las personas normales.Pues yo diría que los veo perfectamente.Bueno, tal vez se corrigió solo, Lesley. También

recuerdo que en la escuela de primaria tu padre y yo tuvimos que reunirnos con todos tus profesores y que te pusieron de vuelta y media. Nos dijeron que tenías mucho cuento y que no te esforzabas todo lo que po-días. Todos tus profesores tenían algo negativo que decir sobre ti. En sexto grado, cuando nos volvieron a pedir que fuéramos para otra de esas «intervencio-nes académicas», como ellos lo llamaban, me negué en redondo. No estaba dispuesta a pasar por aquello otra vez.

Así que en realidad siempre fui problemática. No fue porque las otras niñas me dejaran de lado, sino que los problemas ya venían desde tercer grado.

Ya te digo que no compartías nada de eso conmigo.Bueno, no sabía cómo comunicarme. Tenía nueve

años.

Supongo que yo tampoco. Y luego cuando estabas en sexto, es probable que yo estuviera en terapia y que mi terapeuta me sugiriese que te enviara a ti también, así que fue lo que hice. Yo estaba dispuesta a intentar-lo todo con tal de verte más feliz.

*Mayo de 1991 · Sexto grado – 12 años

Querido diario:Sheryl y Wendy y todo el mundo se meten conmigo y me di-cen cosas muy muy crueles. Me da miedo acercarme a mi taquilla por la mañana y también ir a comer. Cuando voy por el pasillo todo el mundo me ignora o me suelta algo horrible. ¿Por qué me están haciendo esto? Nadie puede ayudarme. Ni siquiera tú, así que ¿por qué te escribo? ¡¡TE ODIO!!

(puesta al día) Decir «Hola» por los pasillos era una cuestión de máxima importancia en sexto grado, pues a cuanta más gente pudieras decirle «Hola», más popular eras. Recuerdo que, de la noche a la mañana cuando les decía «Hola» a mis colegillas habituales por los pasillos, me ignoraban. Y no sólo eso, sino que saludaban a todo el mundo menos a mí para hacerme rabiar. Visto ahora no parece tan grave, pero imagí-nate lo que era tener que calcular tu número de ami-gos en función de «quién me dirá hola por el pasillo» y darse cuenta de que el resultado era cero.

Hubo una niña que fue simpática conmigo en esa época, y lo triste es que ni siquiera recuerdo su nom-bre. Era china, y en una ocasión me invitó a su fiesta de cumpleaños. Cuando llegué a su casa, olía a gin-

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seng y no había ni un solo niño del colegio; estába-mos sólo su familia y yo. Creo que yo misma me obli-gué a olvidar su nombre. Ella representaba al único miembro de la raza humana que pensaba en ese mo-mento que yo era guay, y creo que la odiaba por eso. ¿Por qué tenía que caerle bien a ella si nadie me so-portaba?

Todo el mundo recuerda a las Sheryl Rosenthal y las Wendy Webb porque personifican nuestras in-seguridades. Si fuésemos capaces de conseguir que nuestros enemigos dejaran de odiarnos, seríamos per-fectos.

Nadie se acuerda de las Lorraine Chan o como coño se llamara. Lorraine representa la rendición, la aceptación de la derrota. Qué comentario tan terri-ble…, aunque es cierto. Pobre Lorraine.

En septiembre escribí que mis dos mayores mie-dos eran 1) empezar con mal pie, y 2) no tener amigos. Después de la pelea con Sheryl, mis dos mayores mie-dos eran 1) caminar por el pasillo donde mis enemigos me acechaban tras cada rincón, y 2) ir al baño y tener que leer todas las barbaridades que habían escrito de mí en las paredes.

Parte del propósito de este libro consiste en des-enterrar a todas las personas de mi pasado y averiguar qué salió mal. A Sheryl la localicé en Queens, tiene veintisiete años y dos trabajos, uno en Kaplan (una empresa donde preparan a los jóvenes para los exáme-nes de ingreso), y otro relacionado con las terapias de-portivas o algo así.

lesley: ¿Por qué de repente empezasteis a odiar-me todas?

shery l: Yo creo que Wendy quería ocupar el lu-gar que ocupabas tú, respecto a Alli y a mí.

¿Quería hacerse vuestra maps [Mejores amigas para siempre] y me quitó de en medio?

Exacto.¿Fue por algo que hice yo?La verdad es que no me acuerdo muy bien. Creo

que empezaron a correr rumores que no eran ciertos. Fuimos tan crueles… Siempre pienso que cualquier día voy a recibir una llamada de alguien que ha ido al programa de Maury Povich a contar su drama…

¿No sería mejor al de Oprah?No sé por qué me da que Oprah no haría un pro-

grama de esa clase, en plan «Fuiste cruel conmigo pero mira ahora lo fantástica que soy», o «Espero que seas una gorda de 225 kilos».

¿A ti te marginaron alguna vez?Sí. En octavo grado nos peleamos todas, y las cir-

cunstancias se volvieron en mi contra. No me quedé sin amigos, pero ya no volví a ser amiga de Alli y Wendy.

¿Qué ocurrió?La verdad es que no tengo ni idea. Supongo que fue

simplemente lo típico de «¿A por quién vamos ahora?», como te pasó a ti. Yo creo que además Wendy Webb or-questó gran parte de todo aquello desde la sombra. Es-toy convencida de que ella desempeñó un papel impor-tante cuando te hicimos la vida imposible en sexto.

¿Te acuerdas de quién escribió aquella nota? Fue horrible. Ponía cosas como «Crees que tienes amigos

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pero todo el mundo te ha odiado siempre porque eres fea y asquerosa. Hueles a caca de caballo…» ¿De ver-dad piensas que olía mal?

Me acuerdo de la nota. Wendy tuvo mucho que ver con todo aquello. Casi todo era cosa de Wendy. Alli era una chica encantadora.

Sí, pero le seguía la corriente.Creo que a mí me daba miedo llevarle la contra-

ria… al final me ocurrió lo mismo en octavo. Recuer-do que fuimos a una fiesta en el sótano de no sé quién y me pasé el resto de la noche llorando en mi habita-ción. Le ocurre a todas las niñas al menos una vez.

¿Y no recuerdas qué fue lo que desencadenó todo aquello?

Lo único que recuerdo es que la gente empezó a comportarse de manera diferente. Todo el mundo se volvió frío. Yo estaba allí sola y no sabía por qué. Y lla-mé a mi madre para que viniera a buscarme, pero sí me acuerdo de cuando tú y yo nos reconciliamos. Casi me sentí peor al darme cuenta de lo que había hecho y de lo crueles que fuimos.

Vamos, Sheryl, pero si nunca llegamos a reconci-liarnos.

Sí. Hicimos las paces en clase de arte. En séptimo.Bueno, claro, a esas alturas «hacer las paces» ya

era fácil. A mí ya me daba igual. La reconciliación sólo me sirvió para que ir al colegio todos los días fue-se un poco más llevadero, pero yo sé dónde estaba mi corazón y no era con vosotras. Así que, aunque habría preferido sentarme en la otra punta de la clase, al fi-nal pensé «Haya paz». De todas formas, es curioso,

porque me da la impresión de que a esa edad, entre los once y los doce años, es cuando empiezas a guiarte por las sensaciones. Los enfrentamientos no son tan direc-tos, las pruebas no son tan evidentes, pero sabes que algo ha cambiado.

Nosotras éramos el grupito de las más guays, to-dos nos admiraban. No sólo éramos crueles entre no-sotras sino también con otros niños del colegio por-que nos creíamos mejores que los demás.

Después tengo pensado entrevistar a Wendy. Su-pongo que tienes claro que va a decir que todo fue cul-pa tuya…

¡Era tan malvada! A mí me daría miedo cruzarme con ella. Me he encontrado con algunas personas en el tren y todo el mundo ha sido muy simpático. Inclu-so cuando fui a la universidad en Florida me encontré con gente que había sufrido mis maldades, pero me da la sensación de que, si me la encontrara, pasaría un mal rato. Me lo hizo pasar fatal.

A mí también me da miedo, pero también me daba miedo llamarte a ti. ¿Sabes a qué se dedica?

He oído alguna que otra cosa por ahí. Una de mis mejores amigas tenía una amiga que fue a la universi-dad con ella y se movía más o menos en el mismo cír-culo de gente. Me dijo que no le caía muy bien a casi nadie, y que era una capulla integral. Pero puede que ahora sea más agradable.

Durante mucho tiempo yo me he sentido como una víctima tuya porque me lo hiciste pasar muy mal. Una de las razones por las que quería localizarte era para saber si yo hice algo malo o si fue algo arbitrario.

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Ni guay ni popular

Bueno, yo recuerdo algunas cosas, claro, pero des-de luego no puedo acusarte de haber hecho nada gra-ve, ni mucho menos. Seguramente todo eran tonte-rías como hablar de la gente a sus espaldas o ir detrás de un chico que le gustaba a otra. Las niñas siempre son así. Somos malas. Ninguna de las personas a las que les amargaron la vida en el colegio hizo nada para merecerlo.

Siempre he albergado en secreto deseos de vengan-za.

Yo sentí que me lo había buscado cuando me su-cedió a mí. Cambié mucho. De no ser por eso, tal vez seguiría siendo una chica horrible y desalmada y me preocuparía mucho por cosas que ahora me importan menos. De algún modo, me siento agradecida.

Todo esto me ha removido un montón de senti-mientos.

¿Te has puesto triste?Desde luego. Sí. Es que…, es verdad que es difícil

hacerles frente a tus amigas y pasarte al otro bando, pero es lo que debería haber hecho. Tú y yo éramos muy buenas amigas.

*Mayo de 1991 · Sexto grado – 12 años

Querido diario:Todo el mundo sigue metiéndose conmigo y cuando digo todo el mundo me refiero a TODO EL MUNDO. Mamá me ha hecho unos minishorts vaqueros y me encantan pero sigo teniendo pesadillas por las noches. Ayer Jon y Billy em-pezaron a meterse conmigo, se pusieron a empujarme y a gritarme cuando iba a clase de Tecnología. Yo creía que los

chicos no me odiaban, pero son igual de horribles que las chicas. He ido al baño y había insultos escritos en la pared. Ponía «ARFIN ME DAS ASCO» y otras cosas que ni si quiera me atrevo a decir. Quedan tres semanas de clase.

Posdata: Wendy y Sarah entraron en el baño y me vie-ron llorando y se echaron a reír y salieron corriendo. ¡¡No aguanto más!!

(puesta al día) Después de entrevistar a Sheryl me di cuenta de que tenía que localizar a Wendy como fuera para averiguar por qué me arruinó la vida. Wen-dy tiene también veintisiete años, vive en Manhattan y es editora de libros. Ahora parece una chica agra-dable y no se acuerda de que de niña era una cabrona arrogante, hija de puta y mentirosa, que hacía sentir a todo el mundo como el culo con sus pérfidos tejema-nejes y su maldad pasivo-agresiva…

lesley: Cuando entrevisté a Sheryl le pregunté por qué puso a todo el mundo en mi contra en sexto gra-do, y ella me dijo que fuiste TÚ.

w endy: El recuerdo retrospectivo que tengo de nuestra historia es que yo te consideraba alguien que conocía de toda la vida, desde siempre, desde muy pe-queñas, y después recuerdo que en el colegio empe-

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Ni guay ni popular

zamos a tener unas peleas brutales y que nos llevá-bamos a matar. Después se nos fue pasando y más o menos conseguimos superarlo, pero nunca volvimos a tener la misma conexión y al final acabamos cada una por un lado. Si te soy sincera, no recuerdo nada del tema de la nota ni de qué fue lo que pasó. Ojalá me acordara. Es un poco extraño que no lo recuerde, lo que me lleva a pensar que posiblemente Sheryl ten-ga razón.

Me resulta curioso que Sheryl diga eso. Yo ni si-quiera recuerdo que vosotras tres fuerais tan amigas.

Lo que me pregunto es, si Sheryl se sentía así, ¿por qué quería ser mi mejor amiga?

Bueno, yo creo que no llegó a esa conclusión hasta años después. En aquel momento reconoce que se deja-ba llevar.

Me da la sensación de que eso mismo fue más o menos lo que me pasó a mí en octavo grado. Sarah, de la que después me hice muy amiga, me hizo lo mismo.

¿A ti también te dejaron de lado?Sí.Pero no se te puso en contra toda la clase.Mucha gente.Bueno, aunque me haga la sorprendida, confieso

que en realidad me alegro de que te dejaran de lado. Yo tenía sed de venganza.

Fue horrible.Yo confiaba de verdad en que vosotras erais mis

amigas en sexto grado. Dormíamos juntas todos los fi-nes de semana…

Eso es lo que más recuerdo.

¿Así que no te acuerdas de que todo el mundo se metía conmigo?

Ahora que lo comentas, me acuerdo vagamente, pero sólo vagamente, de verdad.

¿Crees que eras una niña cruel?No.

*Junio de 1991 · Sexto grado – 12 años

Querido diario:Ya se ha acabado el curso, lo cual es bueno porque ya no po-día más. ¡¡¡Por alguna extraña razón Staci Spitzer me invi-tó a su cumpleaños y por alguna extraña razón fui!!! Todo el mundo empezó a meterse conmigo así que llamé a mi padre para que viniera a buscarme y él se bajó del coche y empezó a gritar a todo el mundo. Ha sido el peor día de mi vida. El viernes me voy de campamento y cuando vuelva al colegio el año que viene no sé si voy a tener amigos ni nada. Ojalá me metieran en un internado. Al final no he intenta-do entrar en el equipo de animadoras. Siempre había queri-do entrar pero ya me da todo igual. La verdad es que eso me pone un poco triste.

(puesta al día) Recuerdo esa fiesta. Unas cinco niñas con las cejas gordas y hierros en los dientes me arrinconaron. En un arrebato de amabilidad me di-jeron que me fuera a casa porque todo el mundo me odiaba y no querían verme allí. Ya me había resultado muy difícil reunir el valor suficiente para presentar-me allí, pero yo tenía esa especie de orgullo de ir don-de me diera la gana para demostrarles a mis ex amigas que no podían controlarme, un poco como le pasaba a Bush al intentar acabar con el terrorismo.

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¿Te imaginas lo que es que tu padre aparezca en una fiesta y se ponga a gritarles a todos como un po-seso porque no son simpáticos contigo? Todavía me muero de vergüenza cuando lo pienso. Es tan chungo como mancharte de caca o de sangre menstrual el día que llevas pantalones blancos. Basta para hundir tu reputación en la escuela para siempre.

Supongo que es preferible que tus padres se pasen al defenderte a que pasen de ti, pero ese día, al oír des-de el coche los gritos amortiguados de mi padre incre-pando a unos críos, yo quería que me tragara la tierra. Lo verdaderamente doloroso de aquella noche fue que todas mis viejas «amigas» me hubieran traicionado.

En sexto grado ser mejores amigas no quería de-cir que nadie fuera tu mejor amiga de verdad. Quería decir que tenías tu sitio. Que encajabas de alguna ma-nera en algún lugar. Era, ante todo, una especie de se-guro de vida con un extra de secretitos y cuchicheos. Recuerdo que teníamos una lista de doce niñas, todas ellas «mejores amigas» o «mapsssj» (mejores ami-gas para siempre siempre siempre jamás). A algunas de las niñas de la lista yo ni siquiera las conocía muy bien, pero molaba más ser amiga de una desconocida que no tener amigas.

CHICA MAL A

Junio de 1991 · Campamento – 12 añosQuerido diario:Le he dado un beso a Chad Hooper. Con lengua. Ha sido muy romántico porque estaba lloviendo.

(puesta al día) Basta ver lo corta que es esta en-trada para saber que tiene miga. Los temas con enjun-dia siempre son breves. Mis anotaciones sobre la pri-mera vez que probé el sexo o las drogas rara vez pasan de las dos o tres frases. En parte es porque me daba miedo que alguien pudiera leerlo, y en parte porque yo misma estaba tan descolocada por lo ocurrido que me sentía incapaz de escribir sobre ello.

Eso es todo lo que escribí sobre mi primer beso, pero recuerdo mucho más. Le dije a Chad que me gus-taba, y al cabo de cinco minutos ya estábamos salien-do. «Salir» significaba derecho a besos con lengua con posibilidad de roces varios. Fue en el campamento, el verano antes de empezar séptimo grado. Después de besarnos bajo un chaparrón tremendo, lo cual fue muy romántico, me largué disparada a mi barracón y me lavé los dientes. Chad se había puesto algún tipo de colonia que olía a rayos. Me da que algún moni-tor había querido gastarle una broma al darle aque-llo, porque apestaba a semen rancio. Me encantaría

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