quien mato a Manuel Buendia

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  • 8/19/2019 quien mato a Manuel Buendia

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    Por Carlos Ramírez

    Manuel Buendía 1948-1984

    Periodismo como compromiso social

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    Archivo Carlos Ramírez / Indicador Político

    © Grupo de Editores del Estado de México© Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional, S.C.© Indicador Político.Una edición del Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional, S.C.,

    presidente y director general: Mtro. Carlos Ramírez, derechos reservados. Web:www.noticiastransicion.mx

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    Índice

    El periodismo antes, durante y despuésde Manuel Buendía (1948-1984)

    ¿Quién mató a Manuel Buendía?

    No por el motivo aducido murió Manuel Buendía

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    I

    Manuel Buendía Tellezgirón nació en 1926 y fueasesinado en 1984. Su ciclo profesional —de sus ini-cios como reportero de la revista La Nación del PANen 1948 a su muerte— transcurrió en dos tiempospolíticos del sistema político priísta:

    • Del fortalecimiento del caudillismo con el trán-sito de Obregón a Calles en 1924 y la reformaconstitucional al artículo 83 el 22 de enero de1927 para liquidar el principio de no reelección

    y permitirla sólo por un periodo más de cuatroaños, pero dejando pasar uno evitando la con-tinuidad, decisión que abrió la reelección deObregón; fue hasta 1933, bajo la presidenciadel interino Abelardo Rodríguez, que se refor-mó el 83 para establecer que “en ningún caso ypor ningún motivo podrá volver a desempeñarese puesto”.

    • Al México de 1984: él inició, a nivel municipal,una reforma política de facto  vía el reconoci-miento a las victorias de la oposición y encaróuna de las ofensivas políticas más severas porparte del gobierno de los Estados Unidos, ysobre todo el inicio del criminal del narcotrá-fico como crimen organizado y como debatenacional por la publicación de un desplegadoperiodístico firmado por los obispos del sur dela república, cuyo seguimiento como investi-gador periodístico lo llevo al asesinato.

    Nacido profesionalmente en los tiempos del viejo

    régimen —el colapso político 1920-1929— y de lasestructuras de control y subordinación de medios decomunicación impresos como parte del sistema po-lítico, a Buendía le tocó la fase de transición política,generacional y de modernización periodística. Comofuncionario de prensa de oficinas del gobierno y almismo tiempo autor de una columna de análisis po-lítico desde la perspectiva progresista y nacionalistadel Estado— y en ese escenario vivió el salto cualita-tivo a partir de las experiencias de 1968:

    • El periodismo de Estado. Como funcionario deprensa en la Comisión Federal de ElectricidadNacional Financiera, el Departamento del Dis-trito Federal y el Consejo Nacional de Ciencia yTecnología pudo sostener también dos colum-nas políticas —la diaria Para control de Usted  enEl Día y la dominical Concierto político, ambas

    en El Día, un periódico progresista de la líneade izquierda dentro del PRI, dirigido por el excomunista Enrique Ramírez y Ramírez.

    • La columna política. Buendía desarrollo unacolumna política de investigación, redactadacon pulcritud de estilo, abandonando el viejomodelo de la columna política como forma deenviarse mensajes entre políticos y funciona-rios públicos.

    • Y la independencia de la crítica. Formado comoperiodista en La Prensa y el semanario Crucerode El Día, Buendía mantuvo sus tareas de co-municador oficial en dependencias públicasy simultáneamente como columnista políticode 1965 a 1976; al finalizar el gobierno de LuisEcheverría abandonó sus tareas públicas y sededicó sólo a escribir su columna a través deformato de la sindicación o venta simultáneaa una treintena de periódicos del interior depaís, logrando la autosuficiencia en ingresos.

    El periodismo antes, durante y despuésde Manuel Buendía (1948-1984)

    Por Carlos Ramírez

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    El tiempo político del periodismo de Buendía atra-

    vesó por las agitaciones, sobresaltos y reacomodosen el sistema político en el periodo 1964-1984, delcual la prensa escrita formaba parte con una funciónde aparato de propaganda del sistema o bocina delos gobiernos en turno y desde 1968 como espaciode crítica al poder. Como profesional de prensa y di-fusión en empresas del Estado, contribuyó a la pro-fesionalización de las oficinas de prensa como espa-cios de circulación de información y no control deperiodistas y medios; en sus clases de periodismo enla UNAM, inclusive, en sus clases de periodismo intro-

    dujo el modelo de profesionalización universitaria delas oficinas de prensa y de reporteros más allá de lasredacciones de periódicos.

    La prensa escrita comenzó a ganar algunos espa-cios de autonomía a partir de la crisis estudiantil de1968, a la que le siguió la apertura de Echeverría, elcolapso en Excelsior  con maniobras desde el gobier-no, el nacimiento de periódicos por iniciativas de pe-riodistas y ya no como parte de grupos de poder de laclase dominante, la reforma política de López Portilloy el salto cualitativo en las élites gobernantes de lospolíticos a los administradores y de ahí a los econo-mistas tecnócratas. Como periodista en ese agitado yestimulante tiempo de redefiniciones políticas y pe-riodistas Buendía transitó varios sexenios:

    • Miguel Alemán Valdés (1946-1952). En 1948Buendía ingresó como reportero de la revistaLa Nación, propiedad del Partido Acción Na-cional y estuvo bajo la dirección del legenda-rio reportero Carlos Septién García, forjador de

    reporteros. Con Alemán comenzó la urbani-zación del país, nació la clase media y Méxicoentró en la fase de industrialización, pero tam-bién proliferó la corrupción sin acotamientos.

    • Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958). En 1952Buendía comenzó su larga carrera como maes-tro de periodismo en la Escuela Carlos SeptiénGarcía y siguió laborando en La Nación. El go-bierno ruizcortinista creó la política al estilo PRI,con todo y la picardía del poder, pero también

    fue el periodo en que se incubó la más grandes

    oleada de protestas obreras impulsadas porel Partido Comunista y con su sucesor AdolfoLópez Mateos como secretario del Trabajo. Laprensa escrita poco a poco tuvo que abrir es-pacios a la disidencia y la crítica, pero tambiéna la represión.

    • Adolfo López Mateos (1958-1964). Fue un sexe-nio de contradicciones entre las dos alas políti-cas del régimen de la Revolución Mexicana: lainstitucional basada en la disciplina sistémicay la de izquierda, con las rebeliones obreras, e

    activismo estudiantil del PCM, el cardenismoy la Revolución Cubana como telón de fondoy factor disruptor. La prensa escrita declinó supresencia por esconder la realidad. En 1958 ini-ció Buendía la columna Red Privada en el perió-dico policiaco La Prensa, ascendió a director en1960 y fue depuesto por conflictos como organización cooperativa. En 1964 dirigió el sema-nario Crucero de El Día y en El Día comenzó sucolumna Para control de usted .

    • Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970). El sexeniodiazordacista destacó por el endurecimientodel poder y el fortalecimiento autoritario de laPresidencia de la República y por la multipli-cación de protestas sociales, sobre todo estu-diantiles. La crisis de 1968 comenzó por un en-frentamiento entre dos escuelas secundariasla presencia violenta de granaderos como de-tonador y la movilización de cientos de milesde estudiantes exigiendo el fin de los dos ins-trumentos de control social: el delito de disolu

    ción social y el uso de la fuerza pública —gra-naderos y soldados— para contener protestasLa violencia en Tlatelolco, dialécticamente, es-talló la lucha por la democracia. Buendía inicióen 1965 su doble tarea de funcionario de ofi-cina de prensa y columnista político crítico dela derecha, con aportaciones nuevas en ambastareas: transitó la oficina de prensa a oficinasde comunicación social y estableció el modelode la columna analítica y de opinión reflexiva

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    Buendía se convirtió en una especie de vocerodel sector progresista del sistema político priís-ta.

    • Luis Echeverría Álvarez (1970-1976). Secreta-rio de Gobernación en los años de endureci-miento diazordacista, Echeverría rompió consu antecesor desde la campaña presidencialy como presidente desarrollo un gobierno de

    discursos críticos, de regreso a la RevoluciónMexicana y de propuestas populistas. El Estadoaumentó el gasto y la política exterior se acer-có a los países No Alineados, a los gobiernossocialistas de Salvador Allende en Chile y FidelCastro en Cuba y colocó a México en el espaciopolítico del Tercer Mundo vinculado al discursoantimperialista. Buendía encontró un espacioextraordinario para su periodismo de Estado yprogresista; fueron sus mejores columnas: con-

    tra la derecha fascista, la Casa Blanca y la CIA.• José López Portillo (1976-1982). Echeverríarompió la continuidad sucesoria al designar aLópez Portillo como candidato, porque no re-unía el conocimiento del sistema, las alianzasentre los grupos y las complicidades del podery el país pagó con crisis política los errores sisté-micos. López Portillo legalizó el Partido Comu-nista y abrió un poco la información del Estado.El país dio otro salto cualitativo en la configu-ración del sistema político priísta. Buendía re-

    nunció a su cargo público en áreas de comu-nicación y se dedicó de tiempo completo a sutrabajo como columnista político. Aunque conapertura —ya existían Uno más Uno, Proceso y El Financiero—, los medios en general no seabrieron tan rápidamente a la crítica. Buendíapadeció la censura en El Sol de México y en ElUniversal, y llegó a Excelsior . Antes que las pá-ginas informativas, la prensa escrita permitió lacrítica en las columnas como espacios aislados.

    • Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988). Elsistema político pasó de los administradoresa los economistas neoliberales, la economíaquedó presa en las cartas de intención con elFondo Monetario Internacional y el sistemapolítico se reorganizó para el nuevo modeloeconómico sin dominio del Estado, con efectospolíticos en las relaciones políticas y sociales.El PRI comenzó a perder municipios y el PANse perfiló hacia la alternancia. Buendía le dioun vuelco a su columna, la convirtió en espa-

    cio para la crítica al neoliberalismo, publicó enexclusiva la carta de México con el FMI y abrióindagatorias periodísticas sobre el narcotráfi-co. Inclusive, tuvo enfrentamientos con el go-bierno de De la Madrid. En 1984, cuando habíacomenzado a reproducir en su columna las de-nuncias de los obispos del sur por la llegada denarcos a las comunidades campesinas ante la

    pasividad del Estado y del PRI y a dar indiciosde que los narcos tenían la protección del apa-rato de poder del gobierno, Buendía fue ase-sinado la tarde del 30 de mayo de 1984 en eestacionamiento público junto a su oficina, enla zona rosa, mientras esperaba su auto.

    II

    Buendía fue un innovador como profesional de

    las oficinas de prensa y como columnista, contribu-yendo en ambas especialidades a modernizar fun-cionamientos. A partir de sus clases de periodismoen la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de laUNAM desde 1973 desarrolló nuevos enfoques enmateria de distribución de la información; profesio-nalizó el oficio de redactor de boletines, convirtió lasoficinas en puertas abiertas a las dependencias y dioel paso adelante al configurar una teoría mexicanade comunicación social. En su libro Ejercicio periodís-tico, recopilación de textos, conferencias y ensayos

    documentó las tareas de comunicación más allá dela distribución de boletines. En ese sentido fue unpionero en la fundación de revistas de circulacióninterna en oficinas de prensa; en el Conacyt creólas revistas Ciencia y Desarrollo, Comunidad Conacyy Conexión, dando también importancia a la comu-nicación interna entre funcionarios y trabajadores yempleados.

    En sus clases y en algunas conferencias Buendíaintrodujo la comunicación social como parte de la ac-ción política y como categoría de la información. Sustextos sobre la comunicación y la seguridad nacionalel ejército y los partidos abrieron nuevos frentes deindagación sobre los efectos de los mensajes en lasociedad, aunque en el fondo no hubo seguimientopolítico porque las dependencias públicas siguieronmoviéndose en los parámetros tradicionales. De to-dos modos, a nivel de profesionales de la informaciónBuendía consiguió imponer una agenda de debate.

    A base de un trabajo en el género de la columnadesde 1958 en que inició con la columna Red Priva-

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    da, Buendía marcó un quiebre en estilos. A finalesde los cincuenta y toda la década de los sesenta, lacolumna política era un complemento menor en losmedios. La columna más importante en esos añosera la del periodista Carlos Denegri en Excelsior , unreportero con capacidad de movilidad internacional.Su columna Desayuno Político en Excelsior  operaba uninstrumento de gobernación del PRI y era redactada

    en la Secretaría de Prensa del CEN del PRI, entonces acargo del publirrelacionista Francisco Galindo Ochoa.Las columnas en esa época servían para sondear laopinión dentro del sistema político priísta y para en-viarse mensajes entre políticos. Denegri fue asesina-do por su esposa en diciembre de 1970 y con él se fueun estilo de periodismo.

    Buendía ya escribía su columna en La Prensa a fi-nales de los cincuenta pero ese diario no tenía pe-netración periodística en la clase política. El estilo de

    Buendía ya presentaba novedades: información pri-vilegiada, análisis de hechos políticos, decodificaciónde los mensajes del poder, algo de prospectiva polí-tica y un enfoque progresista a partir de los interesesdel Estado y no del gobierno en turno. La circulaciónde La Prensa estaba atada a su prioridad como perió-dico policiaco y popular; inclusive, Buendía se iniciócomo reportero en La Prensa  encargándose de unaparte de la información policiaca, en donde apren-dió a indagar las noticias, investigar los trasfondos ydepurar su estilo de redacción. De 1953 a 1958 fue

    ascendiendo en el escalafón del diario.El salto cualitativo en el estilo de la colum-

    na política no fue sucesivo —pasar de Denegri aBuendía— sino que venía de atrás, traslapándoseaunque sin efectos similares, sólo que con pocacapacidad de penetración por el estilo popularde La Prensa y mayor circulación política de Excel-sior . Luego de Red Privada  en La Prensa, Buendíase incorporó a los cuadros profesionales de El Día y ahí comenzó su columna Para Control de Usted  en 1964, finales del gobierno de López Mateos yelección de Díaz Ordaz. La estructura de la colum-na representaba una especie de reporte de análisisde la noticia pero con aportación de elementos in-formativos no públicos pero reales: algo así comoun memorándum interno sólo para la lectura del

     jefe. Era una reproducción del trabajo temporalque realizó Buendía en el periodo 1963-1964, desu salida de La Prensa y su incorporación a El Día:en esos meses intermedios, Buendía realizaba unreporte de análisis noticioso diario para lectura ex-

    clusiva del presidente López Mateos; ya instaladoen El Día le dio a su columna el formato de repor-te: el concepto de la columna Para control de usted  era de información exclusiva para una personasólo que dirigido al lector. El estilo de redaccióntomaba una información y la iba desglosando a lolargo de los párrafos. En ese tiempo Buendía habíadetectado la existencia de un mundo de intereses

    al interior del sistema político priísta, sobre todoen la consolidación de grupos conservadores.

    La capacidad de difusión de las columnas Red Pri-vada  en La Prensa  y Para Control de Usted   en El Díade 1958 a 1972, era menor a la de Denegri en Excel-sior , entonces el diario más importante del país. Sinembargo, las columnas de Buendía tenían lectoresdentro de las estructuras de poder. Asimismo, la te-mática referida a la defensa del Estado progresista yla denuncia de las presiones al Estado por el empre-

    sariado, la jerarquía católica conservadora, el PANla ultraderecha, el gobierno de los Estados Unidos yla CIA, le redujeron de modo natural su espectro delectores colocándolo más en el sector de la opiniónpública interesada pero minoritaria.

    En 1973, ya con el país polarizado por el discursodel presidente Echeverría y el activismo creciente de laderecha —bombazos en el periódico El Día y Excelsiorrevelaron la dimensión del conflicto—, Buendía diootro paso adelante con la columna dominical Concierto Político de una plana en periódico estándar: comen-

    tarios bajo espacios subtitulados con el lenguaje delas partituras musicales, siempre con el mismo estilode analizar, descubrir, aportar pistas de interpretacióny contextualizar. La política progresista-populista deEcheverría había de alguna manera polarizado la vidapolítica nacional, sobre todo por su acercamiento aCuba, al gobierno socialista chileno de Salvador Allen-de y al grupo de los Países No Alineados.

    Al finalizar 1976 Buendía tomó una decisión funda-mental: abandonar su empleo en oficinas de prensa ydedicarse de tiempo completo a su columna políticala Agencia Mexicana de Información, del periodistaJosé Luis Becerra, había introducido el modelo de lasindicación de columnas, es decir, su venta masiva aperiódicos y revistas del interior de la república. Así,los columnistas no trabajarían para un diario sino quereproducirían sus trabajos en multitud de diarios lo-grando ingresos diversificados importantes para suindependencia.

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    Pero si bien los columnistas lograban indepen-dencia de criterio al sindicalizar sus columnas y nodepender de un solo empleador, de todos modos losmecanismos de censura del aparato político seguíanoperando. Así, Buendía comenzó su fase indepen-diente en enero de 1977 escribiendo Red Privada —eltítulo y estilo de columna que había comenzado enLa Prensa— para El Sol de México, en agosto de 1978

    salió de este diario por una censura y pasó unos cuan-tos meses a El Universal  de donde salió también porcensura; a finales de 1978 arribó a Excelsior  y ahí es-cribió, a veces en momentos de tensión editorial porpolíticas del diario, hasta su asesinato en 1984.

    III

    La línea editorial de las columnas de Buendía tu-

    vieron tres características: nacionalista, de Estadoy críticas. La formación profesional e intelectual delautor le permitió ganar un espacio de autonomíarelativa en los diarios en los que la publicaba, ajenay a veces contraria a la línea editorial del diario, lle-gando a la situación de convertir la columna en “unperiódico dentro de otro periódico”. Esta autonomía,dialécticamente, contribuyó a  jalar  a los periódicos aposiciones críticas que no asumían; el periodo 1968-1976 fue de apertura crítica de los medios, junto conla fundación de la revista Proceso y del periódico uno-

    másuno, a los que siguieron en los ochenta La Jor-nada y El Financiero. La crisis autoritaria de 1968 conla represión al movimiento estudiantil, la ruptura dela imagen internacional de estabilidad nacional, lascontradicciones en las élites del poder y el dilema dedictadura-democracia condujeron a un proceso deapertura política que comenzó con Echeverría y seconsolidó con la reforma política de López Portillo allegalizar al Partido Comunista y darle espacios en elcongreso federal.

    El periodismo rompió amarras. La crítica adminis-trada en Excelsior  en el periodo de dirección de JulioScherer García —1968-1976— y el manotazo autori-tario originado en la Presidencia de la República en

     julio de 1976 ya no pudieron cerrar de nueva cuentalas puertas de la crítica. De todos modos, el sistemapolítico priísta ajustó sus espacios a los nuevos esce-narios y los mecanismos de control se aflojaron perosiguieron existiendo, como lo probaron los casos decensura que enfrentó Buendía en El Sol de México, ElUniversal  y el propio Excelsior .

    El asesinato de Buendía llevó la censura a escena-rios inéditos. La crítica periodística no sólo se centróen los abusos de poder del sistema institucional, sinoque se trasladó también a sectores fuera del sistemapero con suficiente poder como para afectar la esta-bilidad nacional. A Buendía le tocó abrir la línea críticaal surgimiento del crimen organizado en el rubro denarcotráfico: el 14 de mayo de 1984, dos semanas an-

    tes de su asesinato, Buendía alertó a sus lectores y apoder político institucional del avance de los narcosEn su columna de ese día, Buendía escribió:

    “El procurador general de la República y el se-cretario de la Defensa no deberían ignorar por mástiempo la advertencia que hicieron desde marzolos nueve obispos del Pacífico Sur, respecto al sig-nificado político que puede tener el incrementodel narcotráfico en nuestro país, específicamente

    en los estados de Oaxaca y Chiapas.“Tal como lo plantean --y como se desprendetambién de otras informaciones--, este asunto in-volucra la seguridad nacional.

    “Los nueve dirigentes eclesiásticos coincidencon lo que saben otros observadores. Dicen queen este sucio negocio “existe la complicidad, di-recta o indirecta, de altos funcionarios públicosa nivel estatal y federal”.

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    “Pero principalmente afirman que con el narco-tráfico puede quedar comprometida  la imagenexterior de México, “si como país, damos cabida amafias internacionales, que van a terminar por in-miscuirse en nuestros asuntos patrios”.

    “Esto, el peligro de una “interferencia extranje-ra”, es subrayado por los obispos, que no hacen másque recoger las preocupaciones de sectores socia-

    les: “Tenemos el temor, no infundado, de que enMéxico llegue a suceder lo que en otros paíseshermanos, donde estas redes de narcotraficanteshan llegado a tener influencia política decisiva”.

    “La lista de estos países en donde los narcotra-ficantes han tenido “decisiva influencia política”,incluye no sólo a Italia, sino a otros cercanos a no-sotros geográficamente, y ligados por una compli-cada urdimbre de relaciones.

    “Bolivia y Colombia  son dos de estos países.

    Colombia se halla actualmente bajo estado de si-tio después del asesinato del ministerio de justicia,liquidado por la omnipotente asociación de trafi-cantes de drogas. Nadie ignora como en esos dospaíses los estupefacientes y la política han idomuchas veces de la mano.

    “Pero es en Estados Unidos donde se da el fe-nómeno más peligroso no sólo para su propia so-ciedad sino para los países del continente, espe-cialmente México. El contubernio de políticos ymiembros del crimen organizado —que incluye

    el comercio clandestino de enervantes— es cosavieja en el esquema norteamericano, y un pilar parala ampliación constante del mercado, que estimulaen otros territorios, como el nuestro, la producción.

    “La denuncia de los nueve obispos no pareceexagerada al decir que existe para México el pe-ligro  de la interferencia extranjera en nuestros“asuntos patrios” por la vía de las mafias interna-cionales. Más bien se quedaron cortos. Ellos de-bieron haber señalado que en México ya se dio elcaso de que ciertos hechos políticos, en el pasadoinmediato, fueran marcados  por la influencia deun notorio traficante de narcóticos.

    “La corrupción, que es un fenómeno esencial-mente político, fue incrementada  durante el se-xenio pasado, en una medida de realidad incon-trastable, por los intereses de ese traficante queejerció su actividad casi a la luz pública.

    “Pero se puede hablar de hechos más concre-tos. Por la cercanía que tuvo con el Presidente dela República, Arturo Durazo Moreno influyó en de-

    cisiones del gobierno como la represión contra su-puestos enemigos, y también en algunos aspectosimportantes de la información; o en la conductade no pocos dirigentes sociales y de funcionariosque literalmente dependían de él para su provi-sión  de enervantes o para el mantenimiento desus equipos de “seguridad”. Influyó también enla imagen exterior del país; por ejemplo, cuando

    fue necesaria la directa protección del Presidentepara impedir un juicio de extradición (…).

    “Dejó tan permeados los círculos oficiales Du-razo Moreno, que el nuevo gobierno parece habedesistido ya de traerlo para que responda por unavariedad de acusaciones penales. El miedo a susola presencia en el país, prácticamente ha parali-zado los esfuerzos para localizarlo y aprehenderlo

    (…)“Pero con Durazo o no, la mafia internaciona

    del narcotráfico ha incrementado  evidentemen-te sus actividades en México, de 1982 a la fecha. Yesto, como señalan los nueve obispos, no se pue-de lograr sin complicidades internas”.

    Así, la columna política cumplió con su función deatraer la atención hacia temas que las políticas edito-riales e informativas de los medios habían descuida-do. Buendía se basó en un desplegado periodísticopagado que publicaron los obispos católicos del surde la república —vinculados a la corriente de la teo-

    logía de la liberación— sobre la presencia de narcosproductores de marihuana en zonas territoriales desur. La columna alertó al procurador general y al se-cretario de la Defensa Nacional, prendió el foco de laseguridad nacional, fijó por primera vez la atenciónen la corrupción política y de gobierno como aliada alos narcos y de pasó recordó que a nivel de gobiernoel narco se había infiltrado en 1977 cuando designócomo jefe de la policía del DF a Arturo Durazo Mo-reno, ex comandante de la Dirección Federal de Se-guridad, asentado en el aeropuerto de la ciudad deMéxico y por tanto responsable del tráfico de drogaen ese punto delicado.

    Al mismo tiempo, Buendía le dio a la columna po-lítica un valor profesional adicional: reveló en su co-lumna dominical Sol y Sombra en El Sol de México, e18 de septiembre de 1977, la carta secreta que habíafirmado el gobierno de Echeverría con el Fondo Mo-netario Internacional cediendo soberanía económicaY en sus columnas diarias también reveló la identidadde dos jefes de estación de la CIA y exhibió la relación

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    de grupos fascistas mexicanos con similares latinoa-mericanos, sobre todo argentinos. En todos estos tó-picos periodísticos hubo un sentimiento nacionalista,de Estado, de simpatías con el proyecto nacional.

    El 14 de marzo de 1975, el presidente Echeverríaacudió al auditorio de Medicina de la Ciudad Universi-taria de la UNAM a la inauguración de cursos pero fueagredido por grupos radicales violentos; una pedrada

    impactó la frente presidencial y el presidente tuvo queser sacado en un auto improvisado. Ciertamente quela presencia presidencial en CU era una provocaciónpolítica y peor si no estuvo preparada con grupos deprotección estudiantil. La pedrada cimbró al sistemapolítico priísta y despertó los temores de una repre-sión en respuesta. Los medios cerraron filas en tornoal presidente y Buendía explicó en su momento queno se trataba de una defensa personal de Echeverríasino de las instituciones y del Estado. En consecuen-

    cia, el periodismo político, en Buendía, cumplía unafunción de estabilidad nacional de cohesión social yde denuncia de desestabilizaciones/inestabilidades.

    La aportación de Buendía a la comunicación so-cial, el periodismo político, la columna política y losvalores nacionales, representaron una recuperacióndel trabajo periodístico como función social y políti-ca a favor de los intereses nacionales. La denuncia deBuendía al retomar el desplegado de los obispos del

    sur se hizo con la intención de revelar que los narcoshabían llegado al campo mexicano por la corrupcióndel poder; los datos posteriores conocidos por inves-tigadores periodísticos enfatizaron en el dato de queBuendía había comenzado a seguir la pista de fun-cionarios y políticos involucrados en la protección denarcos y que la amenaza de publicación de nombreshabría conducido a su asesinato.

    A treinta años del asesinato, la investigación se ago-tó en el entonces director de la Federal de SeguridadJosé Antonio Zorrilla Pérez, pero lo hicieron aparecercomo un autor intelectual solitario, sin indagar en laestructura de poder y de élite política a la que perte-necía Zorrilla: la Secretaría de Gobernación, entoncesa cargo de Manuel Bartlett Díaz. La investigación deasesinato de Buendía se estancó en el sexenio de Mi-guel de la Madrid, a pesar de que tuvo referentes enel secuestro, tortura y asesinato del agente de la DEA

    estacionado en México, Enrique Camarena Salazar, enfebrero de 1985; sólo la presión de los Estados Unidosa través de su embajador John Gavin, en el sentido deque policías del área de seguridad nacional eran cóm-plices de los narcos —lo que Buendía había comen-zado a indagar— y estaban involucrados con el cárteoccidental de Miguel Ángel Félix Gallardo, ErnestoFonseca y Rafael Caro Quintero, logró la defenestra-ción de Zorrilla —en marzo de 1985 era candidato dePRI a diputado local por el estado de Hidalgo— y suarresto en solitario en junio de 1989.

    A pesar del poco reconocimiento a su trabajo, la re-valoración del trabajo de Buendía como comunicadosocial, columnista político y profesor de periodismoha tardado y se ha ido desdibujando con el tiempoSin embargo, quedan los datos de que sus primerasrevelaciones mostraron el inicio del ciclo del narco-tráfico en México, representaron la primera alerta: lacorrupción del poder por los narcos y su aportacióna la configuración de la columna política modernaen estilo, profundidad y análisis, aunque lamentable-mente en las escuelas de periodismo del país hay unolvido o una decisión de no tomar en cuenta el valodel ejemplo de Manuel Buendía como profesional deoficio de denunciar y criticar al poder desde los me-dios de comunicación escritos.

    Buendía fue un periodista de su tiempo, contribu-yó a modernizar la profesión periodística que hastaentonces se veía como oficio y dejó un legado quedebiera de ser retomado por las escuelas de periodis-mo como una aportación invaluable al trabajo en losmedios escritos.

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    La mañana del miércoles 30 de mayo de 1984, Ale- jandro Gómez Arias le confió a Luis Suárez: “Algo terri-

    ble va a pasar hoy”. Durante el día, el tema de modafue el eclipse anular de sol. Por la tarde, casi al caerla noche, el periodista Manuel Buendía, de 58 añosde edad y autor de la influyente columna Red Privada,fue asesinado al salir de su despacho en el centro dela Zona Rosa de la ciudad de México, cuando estabaa punto de abordar su automóvil. Cuatro tiros a que-marropa y por la espalda abrieron una herida perio-dística y política que la sociedad mexicana aún no vecerrada y menos todavía cauterizada.

    Desde entonces, una pregunta inquieta no sólo alos periodistas sino a importantes sectores del país ydel extranjero: ¿Quién mató a Manuel Buendía?

    A lo largo de un año las investigaciones policiacashan sido conducidas bajo el sello de un importantecompromiso presidencial para aclarar el suceso, perola tardanza y las equivocaciones habidas a lo largo delas pesquisas, aunadas a cierto interés del fiscal pordespolitizar el crimen, han provocado inquietudesentre los periodistas y amplios sectores de la socie-dad, así como una ola de rumores que en nada bene-

    fician al país en un año político clave.Desde esa noche del 30 de mayo de 1984, el paíscontrajo una deuda consigo mismo: aclarar el asesi-nato de Manuel Buendía. La consigna también es cla-ra: en el caso de Buendía, ni mártir ni silencio.

    El periodista

    Nacido en Zitácuaro, Michoacán, el 24 de mayo de1926, Manuel Buendía tuvo un paso fugaz por unaescuela que en la provincia posrevolucionaria era

    obligada: el seminario. Sin vocación para la sotana,aunque precoz en el entendimiento del papel de laIglesia en la sociedad mexicana, Buendía dejó el se-minario y se fue a la ciudad de México.

    Ahí aprendió periodismo en la revista La Nación,órgano del Partido Acción Nacional y al lado delmaestro formador de plumas destacadas: Carlos Sep-tién García.

    Su paso por el conservadurismo político fue efí-mero. Ahí conoció las contradicciones y la corrupción

    ¿Quién mató a Manuel Buendía?Por Carlos Ramírez

    de una corriente que en años posteriores denuncia-ría sistemáticamente. Y aunque su acercamiento a lascausas populares fue a partir de entonces aceleradonunca más se afiliaría a una organización política.

    La biografía del oficio periodístico de Buendía paranecesariamente por el itinerario profesional del viejoperiodismo de los cincuentas: noticias policiacas paraafinar el olfato del reportero, redacción de esos temaspara depurar el estilo. De ahí, ya forjado el periodis-ta, se pasaba a las diferentes fuentes para aterrizar enpolíticas o en Presidencia de la República, además deincursionar en el columnismo. En La Prensa, Buendíaterminó de templarse e inclusive llegó a ser, duran-te tres años, director de aquel importante periódicode penetración popular. Por conflictos políticos salióde la dirección de ese rotativo y comenzó su segun-do aprendizaje, en el cual dejó sentadas tesis, teoría ysobre todo reflexión: la comunicación social y las ofi-cinas de prensa.

    Hombre de práctica, Buendía nunca dejó de apren-der y de prepararse en la teoría. Su inclinación reflexi-va lo hizo sentar teoría sobre temas que por los se-sentas no parecían tener importancia en la estructurapolítica del gobierno y menos aún en los medios dedifusión: convertir el periodismo en una responsabi-

    lidad de comunicación social y transformar los tradi-cionales basureros de la política y cajones financierosde la corrupción periodística en verdaderas oficinasde prensa o –como le gustaba llamarlos en conversa-ciones convincentes– en verdaderos laboratorios decomunicación social.

    Esta tarea estuvo relacionada, de manera simultá-nea, a la apertura de caminos de rescate de un gé-nero periodístico que era considerado, por entoncescomo sinónimo de la corrupción: la columna. Sus te-mas fueron variados, siempre intentado crear opinión

    pública, aportando elementos de juicio para que loslectores pudieran explicarse los hechos en su contex-to y rescatando los valores nacionales derivados deun paulatinamente olvidado movimiento revolucio-nario de comienzos de siglo.

    Después de pasar por las oficinas de prensa de laComisión Federal de Electricidad, la Nacional Financie-ra, el Departamento del Distrito Federal y el ConsejoNacional Financiera, el Departamento del Distrito Fe-deral y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, y

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    de mantener con dificultad la doble tarea de ejercer elperiodismo crítico e independiente y el puesto públi-co, Buendía decidió optar por la independencia total.No por ello abandonaría la reflexión institucional sobrela comunicación social e inclusive antes de su muerteredactó importantes documentos acerca de la urgen-cia de una política de comunicación social del Estado.

    En 1977 volvió por sus fueros. Dejó de publicar las

    columnas “Para control de usted...” y “Concierto Políti-co” en El Día y se cambió a El Sol de México en don-de revivió “Red Privada”, una columna que publicaradurante su estancia en La Prensa a fines de los cin-cuentas y principios de los sesentas. Con ella iniciaríaun recorrido trashumante por diferentes medios paraponer a salvo su independencia. Pasó por El Universalen donde la “Red Privada” del 12 de octubre de 1978alcanzó las ocho columnas: desenmascaró al jefe dela estación de la CIA en México. Problemas de inte-

    reses creados le hicieron buscar nuevos mecanismospara salvaguardar su independencia, y a través de laAgencia Mexicana de Información (AMI), desembarcóen la página cuatro de Excélsior. Por méritos propiosiría a dar pronto a la primera plana de ese diario hastael día de su muerte.

    El hecho de ser, en algún momento, el periodistamás leído e influyente del país le resultó una respon-sabilidad acreditada y asumida.

    Abandonar la función pública en el gobierno yoptar por la independencia crítica y observadora del

    periodista, le significó privilegios profesionales perotambién precios a pagar. Nunca dijo todo lo que que-ría decir, porque sabía los límites del sistema, perosiempre conquistó nuevos espacios de expresión.Ejerció un doble periodismo: el de las columnas pu-blicables y el de sus cartas a sus amigos, género unpoco olvidado. Hacia el final de sus días, el autor de“Red Privada” – según testimonio de sus amigos—sedebatía entre el entusiasmo y la exasperación, entrela institucionalidad y el deseo de contribuir a mejoraslas cosas, además de seguir denunciando las irregula-ridades del gobierno y del sistema político.

    La tarea periodística convirtió a Buendía, aún sinquererlo ni buscarlo prioritariamente, en concienciacrítica y moral de la sociedad. Como todo periodis-ta, aceptó el liderazgo social que implicó su funciónde analista de los acontecimientos nacionales. Hizopolítica pero sin perder de vista sus obligaciones pro-fesionales. Siempre se atuvo a los compromisos queforjaron a México como nación. El periodismo mexi-cano supo con él, lo mismo que con otras plumas de

    su generación, que la objetividad era un mito y que eperiodismo cumplía también tareas sociales. Su plu-ma fue memoria histórica en un país amnésico. Pudoidentificar enemigos y plantear alianzas estratégicasen beneficio de los compromisos populares.

    Su columna fue también el registro de una evolu-ción personal.

    Conocedor de los límites del ejercicio del oficio pe-

    riodístico, hizo esfuerzos para orientar sus comenta-rios hacia funciones trascendentes.

    Defendió casos y cosas que otros silenciabanExaltó la labor progresista del Ejército, alertó sobrela derechización, se tomó del brazo del Congreso deTrabajo y promovió las propuestas obreras contra lacrisis y los “Chicago Boys”. Defendió hasta el últimoinstante al SUTIN e hizo gestiones privadas para re-unir a sindicalistas con funcionarios; les dio espaciopolítico a los telefonistas y caracterizó con certeza los

    puntos flacos del proyecto económico conservadorFue garantía para la defensa de asilados de las dicta-duras conosureñas y descubrió la presencia de agen-tes extranjeros latinoamericanos en México. Tocótemas que el gobierno quería soslayar y provocó re-acciones a favor y en contra: era escuchado y tambiéndesatendido.

    Fue claro en sus criterios: “También existimos quie-nes vemos la crisis actual en términos de Revoluciónvencida o contrarrevolución triunfante como ustedprefiera”.

    Para él, a lo largo de la última etapa de su vida pe-riodística, el oficio de escribir fue una forma de hacerpatria, de forjar una nación. A la usanza de los viejosmaestros del liberalismo juarista, Buendía creyó enlas enseñanzas de Zarco y como él convirtió las pági-nas de los periódicos en ágora y parlamento, en parti-do político y manifiesto a la nación. Sabía de los peli-gros que encerraba el escribir sobre temas delicadospero nunca la fatalidad guió su máquina de escribirA través del ejercicio diario de la escritura, Buendíaestimuló la práctica de un periodismo social, políticocomprometido con la historia del país, republicano.

    No fue –lo recuerdan y señalan sus amigos paradestacar la destreza y originalidad de su periodis-mo—un periodista de oposición.

    Surgido del sistema, aspiró siempre a que el sis-tema fuera fiel consigo mismo, comprometido conla historia que le dio autoridad. Buendía tendió unpuente entre las diferentes corrientes progresistasdel país, haciéndolas convivir para mejor servicio a laRepública. No fue marxista, aunque dialogó con ellos

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    tampoco era priista y tenía en las filas del tricolor ami-gos de verdad; nunca volvió al gobierno, aunque sesabía interlocutor de importantes sectores oficiales.Esta diversidad de relaciones le permitió, como en lasbuenas etapas del periodismo mexicano, convertira la columna en un interlocutor válido del poder sinentrar en componendas con el poder. Sabía de sus li-mitaciones y de las propias de la prensa, pero aun así

    nunca quiso dejar de ser congruente consigo mismo.Así fue: Periodista de tiempo completo. Y como pe-

    riodista murió.

    II

    El Crimen

    El día que lo iban a matar, Manuel Buendía se des-pertó muy temprano, pero no para mirar el eclipse.

    Casi no le importó ese suceso más que para anotarlocomo posible juego de palabras o de ingenio en al-guna columna. Esa mañana, otros periodistas teníanpremoniciones.

    (Gómez Arias concedía una entrevista a Luis Suárezy, como preludio, le advirtió que algo iría a pasar esedía). El columnista sabía que sería un día difícil, puesla esposa de su principal asistente, Luis Soto, estaba apunto de dar a luz, y requería la presencia de su mari-do. Tenía además varios días sin secretaria.

    “Tendré que contestar teléfonos y abrir puertas”,

    se dijo a sí mismo por la mañana y posteriormente lorepetiría en el curso del día.

    Como siempre, desayunó con amigos y posterior-mente arribó a su oficina en Insurgentes Sur No. 58,sexto piso. Se quitó el saco y repasó algunos temaspara sus columnas. Antes de empezar a redactar amano en hojas de papel blancas, hizo –como siem-pre—algunas anotaciones de asuntos pendientes yde asuntos ya reporteados. Entre sus notas llevabacuando menos cinco asuntos que le comenzaban aatraer, sobre todo la punta de la hebra del narcotrá-fico y el involucramiento de algunos altos funciona-rios en ese sucio negocio. También llevaba especialanotación del tema de la ultraderecha, debido fun-damentalmente a que algunos personajes políticosvinculados a las fuerzas de la derecha podrían llegara ejercer importantes puestos de poder regional en eloccidente del país. Influían en el ánimo del periodis-ta algunas amenazas por las indagaciones de ciertospersonajes que ya había criticado en algunas de suscolumnas anteriores.

    En los últimos días, el autor de “Red Privada” habíaaumentado sus reuniones con importantes jefes sin-dicales del sector progresista, en cuyos hombros pe-saba la difícil negociación de la alianza del gobiernocon los trabajadores. Unos días antes le había entrado

    al puntilloso tema del primero de mayo – el desfiley los bombazos en Palacio Nacional—y le había di-cho al gobierno que no dejara de percibir el proble-ma económico-social del país a causa de la cortinade humo de las bombas “molotov”. Buendía escribióque ese primero de mayo era un “parteaguas” y sig-nificaba un rotundo “no” de los trabajadores a la po-lítica económica. Bien recibida en círculos sindicalesun poco cohibidos por los bombazos, la columna deBuendía raspó el buen humor de algunos funciona-rios que esperaban agradecimientos en ese desfile

    del día del Trabajo.En su oficina, Buendía hizo algunas llamadas a Re-

    laciones Exteriores, la Contraloría de la Federación yal director de Pemex. Varios temas le preocupaban yamarró citas para confirmar algunos datos.

    Comió con el subsecretario de Relaciones, VíctoFlores Olea, y otros funcionarios de la chancilleríaademás del diputado José Carreño Carlón.

    Después de comer hizo algunas llamadas y pocoantes de las 18:30 horas se puso la gabardina y salió

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    de su oficina acompañado de su asistente Juan Ma-nuel Bautista, quien iba a sacar algunas fotocopias.Como el elevador estaba descompuesto, Buendíabajó por las escaleras. Salió a la calle y se enfiló al es-tacionamiento de al lado para recoger su automóvil.Antes de que pudiera llegar a él y en menos de unminuto, la tragedia ocurrió.

    Un hombre joven, de entre 27 y 30 años, de 1.70

    metros de estatura, delgado, moreno, cabello castañocorto, cejas pobladas, nariz rectilínea, boca mediana,labios delgados, bigote abundante, mentón promi-nente, con cachucha blanca de beisbolista, pantalónde mezclilla, chamarra negra y tenis, se le acercó al pe-riodista por detrás, le abrió la gabardina y disparó dosveces. Buendía cayó y ahí el asesino le disparó nueva-mente. El periodista no pudo desenfundar su arma.

    El asesino caminó hacia atrás para escapar. Bautis-ta lo siguió gritándole que se detuviera y el asesino

    quiso dispararle, pero tropezó con una mujer. Volteóy corrió hacia la calle de Havre y se perdió ante la mi-rada atónita de mucha gente que pasaba esa tardepor la avenida más transitada del país.

    El asesino parecía ser un profesional.Se movía como una persona con entrenamiento.

    De acuerdo a versiones de testigos, el criminal estuvoalgún tiempo frente a la oficina de Buendía. Indagacio-nes posteriores hablan de personajes que se movie-ron con regularidad en los últimos días de mayo por

    las cercanías de las oficinas del columnista. Luego delasesinato, una persona no identificada, con un armaen la mano, se acercó al cadáver de Buendía y luegose fue por las calles. Algunas versiones hablan de la hi-pótesis de un cómplice que se acercó a mirar si Buen-día realmente estába muerto y otros indican que eraun policía que pasaba por la oficina. No se descarta laposibilidad de que ese personaje hubiera pertenecidoa fuerzas policiacas de seguridad que mantenían vigi-lando a Buendía en busca de sus fuentes de informa-ción y contactos para determinados temas.

    Elementos de la Dirección Federal de Seguridadfueron los primeros en presentarse en la escena delcrimen, al mando del director de la corporación,José Antonio Zorrilla. Enseguida llegaron agentes dela Judicial Federal, así como reporteros de todos losmedios de información y corresponsales extranjeros:bastaron unos cuantos minutos para que la noticia co-rriera como pólvora encendida por el país y levantarauna ola de indignación en diferentes estratos sociales.

    Los archivos del periodista y sus notas personales

    fueron los primeros elementos de investigación pro-curados por los agentes. Durante las semanas siguien-tes, un grupo de especialistas trabajó en el despachode Buendía espulgando los expedientes en busca dealguna posible pista.

    Los periodistas presentes en el lugar del crimen to-maron nota del impresionante despliegue policiacoen la oficina y los bajos de Insurgentes Sur 58. Prácti-

    camente se instaló un estado de sitio. Hubo friccionesentre las diferentes corporaciones policiacas por ha-cerse cargo del cadáver del columnista. Mientras esoocurría, el cuerpo permaneció bastante tiempo en epavimento.

    Los resultados de la autopsia exhibieron la mortali-dad de los disparos. Los análisis de peritos de balísticadieron importantes pistas.

    Por ejemplo, destacó el hecho de que las balas dela pistola del asesino fueron de las que se conocen

    como recargables mediante aparatos especiales. Asi-mismo, fue importante la conclusión de los peritosde la Procuraduría del Distrito respecto a que el tipode proyectiles usados contra Buendía correspondíana los generalmente utilizados por pistoleros profe-sionales.

    Una semana después, al celebrarse el Día de la Li-bertad de Prensa, el asesinato de Manuel Buendía ha-bía terminado de conmocionar a la sociedad. En unoscuro despacho de Insurgentes Sur No. 58, rigurosa-mente vigilado por la policía, una fina capa de polvo

    mostraba ya una oficina en abandono. Los cuadros ylas pertenencias personales del periodista comenza-rían, pronto, a ser archivadas y guardadas en cajas decartón.

    III

    Las reacciones

    El jueves 31 de mayo amaneció después de unalarga noche. El alerta policiaco y militar reportó sinnovedad. Sin embargo, habían sido horas de irrita-ción, indignación y temor. Las redacciones de los pe-riódicos trabajaron fuerte para informar de la muertede Buendía.

    Los noticieros de televisión transmitieron algunasescenas del suceso.

    24 Horas abrió con la figura demudada y conmovi-da de Jacobo Zabludowski, --quien casi 30 años atráscompartiera experiencias periodísticas con Buen-día—anunciando la muerte del columnista.

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    Siete Días, en cambio, mostró desconcierto y qui-so esconder la noticia relegándola a la parte policiacadel noticiero. Los espacios periodísticos de la radiofueron más allá y en programas nocturnos se comen-zó a gestar la irritación del gremio y de ciertos secto-res de la sociedad. Por la funeraria desfilaron perio-distas, funcionarios, políticos, secretarios de Estado,gobernadores, dirigentes de todos los partidos políti-

    cos, líderes empresariales y decenas de jóvenes. Estamuestra de consternación culminó ese jueves con lavisita y guardia del Presidente de la República.

    Las primeras planas de los periódicos fueron insufi-cientes para incluir noticias, reacciones, comentarios,crónicas y sobre todo promesas gubernamentales.Varios periódicos comisionaron a sus mejores repor-teros para seguir el proceso de la investigación.

    Una serie de hechos comenzó a manifestarse. Elcrimen se había cometido en momentos bastante di-

    fíciles para el país. El mes de mayo terminaba sus díascon puntos malos contra la nación: desde el bomba-zo en Palacio Nacional hasta la ejecución de Buendía,pasando por el desfile del Día del Trabajo más llenode críticas, protestas y cuestionamientos para la polí-tica económica, y el viaje del presidente De la Madrida Washington con la fría recepción de Reagan, suspresiones para desinflar la política mexicana en Cen-troamérica y la columna de Jack Anderson en el TheWashington Post haciendo denuncias de corrupciónpresidencial en México sin pruebas y sí con intencio-

    nes desestabilizadoras.El país estaba conmocionado y sometido a pre-

    siones extraordinarias (No por menos el propio Pre-sidente de la República había denunciado “injerenciaextranjera” en los sucesos del primero de mayo).

    Tampoco eran menores las tentativas norteame-ricanas para influir desde fuera en la orientación dela política exterior mexicana. En este contexto, las re-acciones sociales y políticas al asesinato de Buendíacobraron una dimensión especial, pero la respuestagubernamental a estas reacciones fue tibia y ni si-quiera en la investigación del asesinato del autor de“Red Privada” se logró convocar la confianza nacional.

    Escrito una semana antes del asesinato de Buendíay publicado justamente una semana después de eseacontecimiento, Francisco Martínez de la Vega firmóun artículo en la revista Siempre! en el que señalabalas fricciones existentes entre la prensa y el Gobierno,desde aquella iniciativa para proteger la moral y elprestigio de los funcionarios que se conoció popular-mente como Ley Mordaza. Como premonición, Mar-

    tínez de la Vega tocaba puntos clave: “evidentementela historia de la lucha por la libertad de imprenta esun relato de la cadena de sacrificios heroicos de losmejores hombres del periodismo”. Luego advirtióuna falta de voluntad gubernamental para llevar lasrelaciones con la prensa a niveles de madurez y no deconfrontación.

    El asesinato de Manuel Buendía vino a consolidar

    las preocupaciones de los sectores interesados en erumbo político de la nación.

    Como era de esperarse, el crimen introdujo ma-yores desconfianzas en la relación prensa-gobiernoSi bien había pocos elementos para acreditar o no laejecución a una conspiración gubernamental, el ase-sinato creó mayor distanciamiento entre el poder po-lítico y los informadores. La reacción de la prensa acrimen fue importante en su dimensión y, sobre todoen su respuesta.

    Los editoriales de los periódicos insistieron en ca-lificar al crimen de provocación contra las libertadesy como parte de acciones desestabilizadoras inter-nas y externas. De ahí se lanzaron a exigir al gobier-no las garantías indispensables para el ejercicio dela libre información. Excélsior insistió en que las ba-las dirigidas contra Buendía eran, en realidad, contrala libertad de expresión. El Universal escribió que satentados como esos no se castigan ni se persiguenla libertad de expresión se pondría en peligro. El Na-cional tomó la promesa presidencial de una investi-

    gación a fondo y anotó que “un crimen así, de suyotan nefasto, debe ser aclarado”. El Heraldo de Méxicopublicó un editorial en primera plana para enfatizar eclima de provocación y enlistar el crimen de Buendíacon otros similares en El Salvador, Niacaragua y Fili-pinas, al tiempo que pidió “justicia, simple justicia”. ESol de México se hizo eco entusiasta de la investiga-ción ordenada por el presidente De la Madrid y esti-mó que “nada impedirá la investigación sin tregua deasesinato”. Uno Más Uno dijo que el crimen golpeabaal conjunto del cuerpo social. El Financiero pidió des-lindar responsabilidades.

    Otras reacciones fueron más críticas que las opi-niones editoriales de los principales periódicos de laciudad de México. Los artículos reflejaron la impor-tancia del trabajo periodístico de Buendía y su papesocial en una etapa particularmente conflictiva de lanación. El periodismo mexicano se declaró en lutoy entre las columnas se comenzó a hacer el intentopor aclarar la verdad. No fueron pocas las plumas quesiguieron la pista de la desestabilización, y tampoco

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    fueron pocas las que insistieron en aportar datos parafacilitar la investigación.

    Pero en el fondo, nadie pudo detener lo obvio: elenfrentamiento en las relaciones de la prensa con elgobierno. Los artículos y análisis destilaron un tomode reproche y ubicaron el asesinato en el contextode una situación nacional bastante crítica, si bien nose puso en duda la libertad de expresión. De ahí la

    insistencia de los periodistas –en privado, en sus co-lumnas o en artículos y en sus gremios—para que lainvestigación realmente llegara al fondo de las cosasy desbrozara la relación con el Estado de cualquiermal entendido.

    El verdadero termómetro de esa relación fue lacelebración del Día de la Libertad de Prensa, el 7 de

     junio. En una atmósfera que los cronistas se preocu-paron de resaltar como poco festiva, el Presidente dela República convivió con los editores y entregó los

    premios nacionales de periodismo. Un editorial de undiario insistiría en el punto de fricción al titularlo: “Li-bertad sin Justicia”, debido al atraso en los resultadosde la investigación. En la comida, la periodista MaríaLuisa “La China” Mendoza pronunció un discurso queconmovió por su petición, bastante desusada en estetipo de convivencias, de que los resultados de la inves-tigación deberían llegar a puerto seguro. El Presiden-te tomó el hilo y en una breve intervención lamentóy condenó nuevamente el asesinato y la violencia, ydestacó el esfuerzo gubernamental para esclarecer y

    penalizar el homicidio que victimó a Buendía.

    El tiempo pasó sin que se tuvieran datos sobrelos resultados de la investigación, lo que atizó la irri-tación del gremio periodístico. Algunos sectores degobierno, por su parte, tomaron con evidente inco-modidad las peticiones de aclaración del proditorioasesinato de Buendía y no ocultaron su malestar porlas celebraciones mensuales y los artículos consuetu-dinarios de petición de informes sobre las indagacio

    nes oficiales. Tampoco escapó a la protesta el uso detribunas públicas y políticas para insistir en el castigoal o a los homicidas de Buendía. El 30 de noviembreal recibir la medalla “Eduardo Neri”, el periodista Fran-cisco Martínez de la Vega trajo a colación el asesinatode Buendía y dijo –en presencia del Primer Mandata-rio, su Gabinete y el Poder Legislativo-, que los perio-distas mexicanos “no estaremos tranquilos” mientrasno se esclarezca el crimen.

    En las dos ocasiones en las que se refirió al asesina-

    to de Buendía, el presidente Miguel De la Madrid con-denó el uso de la violencia para dirimir diferenciascomprometió la acción de su gobierno para garanti-zar la libertad de expresión y sobre todo ordenó hacerlas investigaciones oficiales para aclarar el asesinatoRespecto al último punto, el Presidente dijo, despuésde montar guardia ante el féretro de Buendía:

    “He girado instrucciones precisas a la ProcuraduríaGeneral de Justicia del Distrito Federal para que hagasus investigaciones con todas las fuerzas y recursos deque dispone, para esclarecer los hechos y hacer justicia”

    Días más tarde, en la comida del Día de la Liber-tad de Prensa, el presidente De la Madrid afirmó ensu discurso leído:

    “El respeto a la vida es principio básico de nuestraconvivencia. Por ello nuevamente lamento y condenoenérgicamente el asesinato y la violencia. Mi gobiernohace todo su esfuerzo para esclarecer y penalizar el ho-micidio que victimó a Manuel Buendía. Expreso nueva-mente mi sincero pésame por tan lamentable suceso”.

    De entonces a la fecha, ningún otro alto funciona-rio gubernamental se referiría en público a los com-promisos oficiales ni al asesinato de Manuel Buendía

    Sobre la embajada de Estados Unidos en Méxi-co, y sobre el locuaz y agresivo exactor que ahora laencabeza, cayeron de inmediato sospechas. En dosoportunidades Buendía había puesto al descubier-to las identidades de otros tantos “jefes de estación”de la CIA, --que operan al amparo de la cobertura di-plomática de la Embajada y dirigen al mayor gruponorteamericano de espionaje fuera de Washington--Estas revelaciones, junto con una sistemática labor

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    de denuncia de las actividades de la CIA en México yAmérica Latina, y constantes críticas a la política im-perialista norteamericana, hicieron de Buendía unode los hombres más destacados para los ocupantesdel blando edificio de Paseo de la Reforma.

    Entrevistado en enero pasado por el reportero Ma-ttew Rothschild de la revista The Progressive, el señorGavin se negó a comentar el crimen. “Pero la emba-

     jada, y en particular Gavin –escribió Rothschild en elnúmero de abril de su revista--, veían a Buendía comoa un enemigo y lo detestaban”.

    Ante el periodista el embajador calificó a Buendíacomo “enemigo de Estados Unidos”, condición quesegún su lógica lo hacía objeto de muchas enemista-des, y expresó que el periodista asesinado “traficabaen mentiras y distorsiones”.

    En su reportaje, Rothschild estimó que aparece dela animadversión personal de la embajada norteame-

    ricana y las demandas institucionales de la CIA “existeotra posible base para la complicidad norteamerica-na: es concebible que el gobierno estadounidensehaya estado involucrado en el asesinato de Buendíacomo parte de un esfuerzo por alinear a México conla política norteamericana en América Central (...)Buendía apoyaba abiertamente a los sandinistas yfuentes norteamericanas afirman que servía de en-lace de prensa a los rebeldes salvadoreños. Mante-nía una estrecha vigilancia sobre la política exteriormexicana, criticándola cada vez que parecía ceder a

    las presiones norteamericanas”.La iglesia progresista lamentó la muerte y celebró

    algunas misas por Buendía. Los portavoces del sectorconservador, que fueron muchas veces tocados porel estilete de Buendía, no fueron proclives a la piedado a la calidad cristiana. Genaro Alamilla, obispo auxi-liar de México, ex secretario general del Episcopado ybrazo derecho del cardenal Ernesto Corripio Ahuma-da, dijo que en el caso de Buendía “se está haciendoun mito y eso no está bien. Nadie es absolutamentebueno porque no es Dios ni absolutamente malo por-que no es el Diablo”.

    La derecha no celebró abiertamente el asesinatoy tampoco fue convincente en su aparente condena,sobre todo la derecha vinculada a los sectores queBuendía desenmascaró. Un columnista de las fuerzasde la derecha anticomunista, sobre todo patrocinadapor la Universidad Autónoma de Guadalajara, escri-bió sobre la historia de Buendía y dijo: “A los hombrespodremos traicionarlos y engañarlos. Pero a Dios na-die lo engaña”. Uno más dijo: “Buendía asesinó mu-

    chas honras y ahora a él le tocó la muerte física”. Otrossectores guardarían un cuidadoso silencio.

    Partidos políticos y sindicatos participan en el sepe-lio de manera masiva. Al calor de la indignación por easesinato de Buendía, importantes sindicatos, políti-cos, escritores e intelectuales llamaron a formar un am-plio frente nacional contra la violencia y por la sobera-nía, que al final de cuentas no cuajó bien. Los firmantes

    del desplegado del 7 de junio de 1984 condenaron easesinato y ubicaron la ejecución del periodista en unamplio contexto de provocación y desestabilización.

    Desde el extranjero, las muestras de condolenciasfueron impresionantes. Mensajes de organizacionespolíticas, gremiales, periodísticas y gubernamentalesllegaron a México no sólo para expresar condolenciassino para exigir la aclaración del crimen. La repercu-sión mundial llegó a preocupar a algunas instanciasgubernamentales y no pocos esfuerzos se hicieron

    para diluir el tono de algunos mensajes.Al final de cuentas, el crimen había provocado unareacción y una respuesta inesperada.

    IV

    La Investigación

    La noche del 30 de mayo de 1984 se formaronvarios grupos policiacos especiales para realizar lasinvestigaciones del asesinato del autor de “Red Pri-

    vada”. Por las características del suceso, cada grupose encargó de temas específicos: uno lo ubicó en econtexto de la seguridad del Estado, otro comenzóa indagar hechos puramente policiacos, uno más sededicó a las implicaciones políticas y no faltó un equi-po de analistas que hizo una impresionante lista desospechosos.

    Aunque el punto de partida no desechó posibili-dades ni probables involucrados, las investigacionesdieron poca credibilidad a las vertientes de conspira-ción o de desestabilización.

    Sin embargo, no fueron pocos los analistas queubicaron el asesinato de Manuel Buendía en el con-texto de hechos políticos internos y externos que agi-taron al país en ese mes de mayo de 1984.

    Escribiendo en Nexos de julio de ese año, HéctoAguilar Camín apuntó:

    “Las semanas del mes de mayo de 1984 fueronpara la opinión pública un tobogán de sorpresas e in-certidumbres; para los funcionarios públicos, el terre-no de la precipitación, la inseguridad y el desconcier-

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    to político; para el conjunto de la sociedad, el espaciodel temor y la ocasión de nuevas sospechas sobre laintegridad de su gobierno.

    La ejecución de Buendía añadió un tinte sombríoa la terrible lógica política de esas semanas, porquefue ese clima de tensión, esa atmósfera de crisis ahon-dada, lo que la hizo posible. Quienes hayan sido losasesinos, lo cierto es que la percepción del río revuel-

    to aceleró o definió fechas y le otorga a la muerte deBuendía su calidad de hecho político límite, comoparte de la lógica de la conspiración y las desestabili-zación que rondan por igual a la sociedad inerme y algobierno inmóvil de México”.

    El mismo Aguilar Camín anotó en su artículo un juicio que no ha perdido vigencia:

    “La Lógica de la investigación policiaca del asesi-nato de Buendía no corresponde necesariamente a lalógica de sus implicaciones políticas. Del resultado de

    la primera se sabe poco en el momento de escribirestas líneas (junio de 1984); del sentido de la segundaera posible hablar incluso antes del asesinato que hoylamentamos”.

    En las primeras semanas, la presión periodísticaobligó a las autoridades a definir los rumbos de la in-vestigación. Sin embargo, en el corto plazo el caminode las pesquisas empezó a torcerse y la apertura infor-mativa sobre los avances, retrocesos o estancamien-tos en las indagaciones fue disminuyendo. Algunoshechos mostraron debilidades en la voluntad para

    esclarecer el asesinato de Buendía. Prácticamente almes del crimen, la Dirección Federal de Seguridadfue excluida de la investigación y el caso quedó en lasmanos de la Policía Judicial del Distrito.

    Más allá de pugnas interburocráticas, este hechopermitió que pocas semanas después la procuradorade Justicia del D.F., Victoria Adato de Ibarra, intentaradespojar al crimen de cualquier competente políticoo de desestabilización.

    El retiro de la DFS de la investigación no podía obe-decer sino a tres razones: 1.- El crimen fue aclaradopero por razones políticas los resultados no podíanser conocidos.

    2.- La seguridad del Estado no estaba involucradaen el asesinato del periodista.

    3.- La seguridad del Estado sí estaba relacionadacon el asesinato del 30 de mayo y había que lavarpruebas y desviar la atención de los observadores ha-cia hechos puramente policiacos.

    En este sentido, la investigación mostró tambiénotros tres rasgos importantes:

    1.- La comisión investigadora presidencial, enca-bezada por uno de los principales asesores de LosPinos, el economista, sociólogo y ex director de unarevista, Samuel del Villar, realizó indagaciones por sucuenta y tuvo línea abierta con los aparatos policia-les mexicanos. De acuerdo a informes extraoficialesesta comisión llegó a conclusiones; e inclusive circulóla versión de que el asesino de Buendía habías sido

    muerto de 40 puñaladas antes de denunciar a suscómplices.

    2.- Hubo presiones a partir del primer mes del asesi-nato del autor de “Red Privada”, para que cesara la insis-tencia en la aclaración del asesinato. Asimismo, perio-distas que escribieron sobre el crimen del 30 de mayoy dieron algunas sugerencias para la investigaciónfueron invitados por fuerzas policiacas a fin de que di-

     jeran lo mismo en declaraciones de juzgado. Algunosde los periodistas que se vieron en esta situación ha-

    blaron de clara intimidación. Por lo demás, portavocesdel gobierno, en su área política, hicieron peticiones aalgunos editores para que disminuyeran el tono y eenfoque del tratamiento del crimen de Buendía.

    3.- También hubo, paralelamente a lo anterior, unaclara intención por tener espesas cortinas de humoen torno a la investigación.

    El evidente cariz político del crimen fue sustituidovía rumores, por interpretaciones puramente policia-cas y hasta sexuales. También se circularon informesrespecto a supuestas investigaciones de riqueza, for-

    tuna, propiedades y vida privada del periodista ase-sinado. Todos estos hechos quisieron desviar la aten-ción sobre el verdadero carácter y significado de lamuerte de Buendía.

    Al final de cuentas, por el rumbo de la investiga-ción oficial; los datos filtrados a ciertos periodistasy las presiones para acallar la exigencia de soluciónal asunto, dieron la impresión de que el expedienteBuendía se convirtió en un asunto de razón de Esta-do. Asimismo se han generado otras especulacionesQue la investigación sigue abierta y que muchos ca-bos faltan de atar. También, que el análisis del cua-derno de anotaciones del periodista asesinado tienepistas que no han sido aún andadas por lo delicadode los asuntos que tocan.

    Por lo demás, hasta la penúltima semana de mayoel expediente continuaba en manos de la policía ju-dicial del Distrito Federal y salvo cifras imposibles decomprobar –“avance del 80 por ciento en las inves-tigaciones”—y aseveraciones de que el criminal ya

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    había sido “cercado” –igualmente imposible de cons-tatar—dadas a conocer por el subprocurador RenéPaz Horta a una comisión de periodistas después degestiones varias, la Procuraduría del Distrito no ha-bía presentado a la opinión pública conclusiones, nisiquiera adelantos, del estado real que guardan laspesquisas. Cuando mucho, las cifras porcentuales yotros elementos manejados desde Niños Héroes han

    contribuido a propalar rumores.A lo largo de un año, el itinerario de la investiga-

    ción oficial se perdió en la identificación de posiblesenemigos del periodista asesinado. Un equipo espe-cial de seguridad del Estado se dedicó a crear estadís-ticas, cuadros y curvas sobre los personajes atacadospor Buendía en sus columnas. Luego elaboró otrocuadro con los casos que investigaba y uno más so-bre los asuntos delicados de los que ya había elabora-do algunas columnas de adelanto pero sin cerrar aún

    el tratamiento de esos temas.Sin conclusiones efectivas en estos rubros, ha-cia septiembre comenzó a tenderse una cortina dehumo y a desestimarse el cariz político del asesinato.Se habló entonces de un hecho puramente policia-co, pasional, de venganza de homosexuales –se dijoque algún admirador de Juan Gabriel habría venga-do a su ídolo—y algunas otras interpretaciones porel estilo.

    Lo cierto, al final de cuentas, era que la policíano tenía nada concreto. Cuando el expediente

    estaba en manos de la Federal de Seguridad, al-gunos informes fueron filtrados a la prensa con laobvia intención de mostrar la buena voluntad delgobierno para aclarar el crimen. Sin embargo, ha-cia finales de la tercera semana de junio y sobretodo a partir de julio, esas filtraciones cesaron yse supo que los aparatos de seguridad del Estadono tenían nada que ver con la investigación. El ex-pediente se turnó, entonces, a la Procuraduría deJusticia, aunque esta dependencia no recibió losexpedientes de la CIA, los Tecos, ni el cuaderno deanotaciones sobre los cinco asuntos del icados quepresumiblemente estaba investigando el periodis-ta en los días cercanos a su muerte.

    V

    Una cronología

    A lo largo de un año fueron más las contradiccio-nes y errores de la policía, que realidades y avances

    concretos. El itinerario de la investigación ha estadolleno de promesas incumplidas e informes de que easunto casi está a punto de resolverse. A continua-ción, una cronología tomada de los diarios del D.F.

    4 de junio de 1984. Empresarios, industriales, líde-res sindicales, ex políticos y exfuncionarios estabansiendo investigados. En sólo cuatro días se investi-garon a más de 5,000 personas, pero sin resultados

    concretos. Los peritajes de balística exhibieron algu-nos adelantos en la identificación del ahora homicidapero sin lograr encontrar pistas de investigación.

    5 de junio. El comandante del quinto grupo de laPolicía Judicial del D.F., José Luis F. Martínez –quienestaba de guardia el día del crimen y, quien encabe-zaba las investigaciones--, fue cesado.

    Al informar este hecho, la policía dijo que se seguíatrabajando en el caso y que se contaba con “impor-tantes pistas”, aunque el comité especial de periodis-

    tas formado para seguir el camino de la investigaciónno había recibido ningún informe oficial.6 de junio.- Surgen algunas pugnas entre las poli-

    cías. El jefe de la Judicial del D.F., José Trinidad Gutié-rrez Sánchez, se quejó de que la Dirección Federal deSeguridad seguía apropiándose de los testigos y delos archivos de Buendía y dijo que “se ha negado acolaborar y a intercambiar información con nosotros”A ello atribuyó el jefe policiaco el que no se hubie-ra avanzado en la investigación. En otra declaracióndijo también: “Estamos como al principio; práctica-

    mente no tenemos nada”. Otros jefes policiacos reco-nocieron que se “ha avanzado muy poco en la investi-gación”. Del lado de la Federal de Seguridad se teníanmás pistas, o al menos funcionarios de esa direcciónfiltraron informes en ese sentido. Al tiempo que seinvestigaba una denuncia importante que preparabael periodista asesinado, la cual supuestamente esta-ba plagada de nombres de políticos y funcionariosla DFS siguió la línea de identificar posibles enemi-gos en seis pistas: CIA, pistoleros al servicio de JorgeDíaz Serrano, gatilleros contratados por Arturo Dura-zo Moreno, ultraderechistas vinculados a dictadurascentroamericanas, narcotraficantes y comandos anti-comunistas.

    7 de junio.- Además de las pistas investigadas, laFederal de Seguridad comenzó a ligar al crimen deBuendía con otros similares no aclarados. Se hablóconcretamente del asesinato de un empresario, unfuncionario de Pemex y dos dirigentes estudiantilesde Jalisco. Otras agrupaciones hicieron la investiga-ción policiaca en el lugar del crimen, recogiendo da-

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    tos, evidencias, informes de testigos ocasionales y re-visando palmo a palmo la oficina del periodista.

    8 de junio.- Una importante pista hace parecer op-timistas a los investigadores. Un hombre fue identi-ficado y señalado como asiduo a las inmediacionesde la oficina de Buendía. Luego fue detectado en unavión rumbo a Minatitlán, Veracruz. Esta pista orien-tó las investigaciones hacia el sindicato petrolero y la

    muerte de otros periodistas veracruzanos a manos decaciques. La policía comenzó a amarrar datos y evi-dencias y llegó a tener, inclusive, los números de bo-letos del hombre y de una mujer que lo acompañaba.

    9 de junio.- El caso volvió a sus comienzos. Las pis-tas anteriores se desvanecieron y no llevaron a nin-gún lado. Las fuentes de filtraciones de informaciónsobre la investigación se fueron cerrando. La policíabuscaba datos y pistas prácticamente en todo el paísy el rigor metodológico no llevaba a ningún lado.

    Las líneas de investigación derivadas del contenidode las columnas del periodista asesinado no fueronsino formas de depurar sospechosos, pero al final decuentas no sirvieron para nada. Las pistas llegaron aser centenares y ninguna funcionó. Tampoco operóel uso de soplones. La Procuradora Victoria Adato deIbarra mostró su confianza en llegar a identificar a loscriminales y lamentó no poder proporcionar infor-mes por no entorpecer las pesquisas. Se nombró a losabogados Antonio Rocha Cordero y Raúl F. Cárdenascomo enlaces de la prensa con los investigadores. Pa-

    ralelamente, el exdirector de Pemex, Jorge Díaz Serra-no, declaró desde el Reclusorio Sur su inocencia en elasesinato de Buendía.

    10 de junio.- Las policías enfocaron su atenciónen la lista de sospechosos elaborada con base en lascolumnas. La atención volvió hacia aquellas personasdenunciadas por el columnista, mientras en el inte-rior del país declaró “sirvieron interrogatorios y… (Nose ve lo que dice el párrafo) no se eliminan sospecho-sos. Sin embargo, las pistas se diluyeron y en 10 díasno se tuvo prácticamente nada.

    El optimismo y la confianza se transformaron, se-gún reportes periodísticos, en desaliento y frustra-ción. El hermetismo de los investigadores iba crecien-do día a día y las reclamaciones en las columnas delos diarios también crecían.

    12 de junio.- El abogado Raúl F. Cárdenas, enlacedel Comité de Pares, se entrevistó con la procuradoraVictoria Adato de Ibarra y al salir de su despacho de-claró que existe “voluntad política” del gobierno paraesclarecer el asesinato de Buendía.

    20 de junio.- Seguía sin nombrarse sustituto decomandante Falcón Martínez, aunque las riendas dela investigación estaban ya en manos del subdirectode la Judicial, Mario Hernández Bernal. Nada aún. Los

     jefes policiacos se mostraban herméticos y decepcionados por la lentitud en la investigación.

    21 de junio.- La investigación derivó hacia gruposanticomunistas que habían amenazado la muerte a

    Buendía. Esta línea de la investigación era seguidapor la Federal de Seguridad, de acuerdo a los infor-mes de sus archivos. Inclusive, un equipo de agentesviajó a Miami, Florida, para indagar acerca de las ac-tividades del grupo anticastrista Alpha 66. Otras pis-tas se analizaron, aunque sin llegar a conclusionesviables. El atentado contra Edén Pastora fue evalua-do para establecer alguna conexión entre sus auto-res y los asesinos de Buendía. Investigaciones de laropa del periodista asesinado y de la trayectoria de las

    balas asesinas revelaron a juicio de los investigado-res, el modus operandi del criminal y lo identificaroncon dos grupos: el de los narcotraficantes y el de expolicías. La hipótesis se centraba más en el segundogrupo –se habló inclusive de algún ex policía de laDivisión de Investigaciones para la Prevención de laDelincuencia (DIPD).

    28 de junio.- Otra vertiente de la investigación fuea dar hacia funcionarios y ex políticos. Según infor-maciones, la policía estaba investigando a algunospolíticos que se sintieron lastimados por las colum-

    nas de Buendía. Por su parte, la Judicial Federal filtróla información de que el asesino de Buendía estabaplenamente identificado, pero que no se daba nin-gún dato porque podría entorpecerse su detenciónEl perfil del asesino, sin embargo, fue publicado: expolicía de la Judicial Militar que trabajó para la judiciadel Estado de México y luego para Seguridad Públicade Veracruz; fue miembro también de la desapareci-da Brigada Blanca. La pista del asesino terminaba enVeracruz, por lo que agentes de diferentes corpora-ciones policiacas fueron destacados en ese estadopara aprender al sospechoso. Luego silencio.

    30 de junio.- A un mes del asesinato de Buendía, lapolicía no tenía informes firmes y claros. “Se trabajacon entusiasmo”, informaron portavoces del equipoinvestigador. El abogado Raúl F. Cárdenas, con accesodirecto a expedientes, policías, testigos y casilleros dela investigación, declaró que el asunto iba “por buencamino”. El propósito, según informantes policiacosera “encontrar la punta del hilo que lleve a la madeja”

    10 de junio.- Un hijo del exdirector de Pemex, Jor-

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    ge Díaz Serrano, es detenido e incomunicado aparen-temente por agentes adscritos a la investigación delcaso Buendía. Sin confirmación oficial, se publica lanoticia de que dos testigos habrían señalado al señorDíaz Moreno como el autor del crimen. El detenidorecupera la libertad y su padre, desde el reclusoriosur, denuncia torturas. Días después, un columnista

    publicaría que ante sus dos hijos el ingeniero DíazSerrano habría expresado, semanas atrás, su inten-ción de buscar la forma de callar de un modo u otroa Buendía.

    24 de julio.- El abogado Raúl F. Cárdenas anuncióque en el curso de ese día se darían algunas informa-ciones nuevas sobre el avance de las investigacionesdel asesinato del autor de “Red Privada”.

    El penalista insistió en que se mantendría vigentela solicitud de periodistas a las autoridades judiciales

    para investigar a fondo el caso Buendía. Los informesno se proporcionaron al finalizar el día y el asunto si-guió incierto.

    29 de julio.- Un día antes del segundo mes delasesinato de Buendía, dirigentes de la Unión de Pe-riodistas Democráticos buscaron informaciones en laProcuraduría de Justicia del D.F.

    No fueron recibidos pero se les entregó un oficiode respuesta. Para los periodistas, la investigaciónaparecía detenida y sin posibilidades de cumplirse lapromesa presidencial de llegar a resultados concre-

    tos. La carta oficial era firmada por Rubén Hangis Ver-duzco, secretario particular de la Procuradora VictoriaAdato de Ibarra: “en relación al homicidio del señorManuel Buendía, la Procuraduría realiza las investigaciones tendientes a la identificación y posteriormentecaptura al autor o de los autores de tan lamentablesuceso.

    30 de julio.- A dos meses del asesinato, nada aúnYa ni siquiera pistas o filtraciones de la investigación.

    4 de agosto.- Por segunda ocasión, la policía tieneen sus manos confesiones o evidencias que hablan deculpables. Los ex “jaguares” de la policía involucradosen el caso de los cadáveres del río Tula fueron señala-dos, junto con el grupo de “Los Camacho”, narcotrafi-cantes de Jalisco, como los responsables de la muertede Buendía. Las confesiones fueron obtenidas en losseparos de la INTERPOL y se enviaron a la Procuradu

    ría de Justicia del D.F. Los ex “jaguares” y “Los Cama-cho” fueron señalados también como los asesinos deabogado Francisco López Portillo y de un joyero.

    28 de agosto.- En una conferencia de prensa convo-cada por su oficina, la procuradora Victoria Adato deIbarra dijo que el asesinato de Buendía no tuvo mo-tivos políticos, aunque no pudo dejar de informar so-bre “la gran variedad de posibles victimarios, de todotipo, de toda naturaleza”. La intención, en todo casofue despolitizar el crimen: “no puedo decir que sea unasesinato político. No lo es y lo digo categóricamente

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    y por lo que hasta ahora hemos visto, no es de estanaturaleza”. La reacción de periodistas y observado-res fue inmediata, debido a la evidente connotaciónpolítica del asesinato del periodista Buendía. Se de-nunció la intención de la Procuraduría de tender unacortina de humo sobre el asesinato y desviar el cursode las investigaciones. Adato de Piedra negó enfática-mente que la Procuraduría estuviera dando “palos de

    ciego”. Ante preguntas irritadas a perentorias de losreporteros, la Procuradora no pudo adelantar nadade la investigación e informó que no había ningúndetenido. No obstante, se comprometió a aclarar lascosas: “no es un caso común... me comprometo a queel caso será aclarado”. Agregó: “es imposible decir enqué momento caerá el responsable. Pese a nuestroempeño, nos enfrentaremos a un abanico de posibili-dades, pero aseguro que no descansaré hasta no darcon el culpable”.

    22 de septiembre.- Al rendir un informe sobre lasactividades de su dependencia, la Procuradora notocó el caso Buendía. Al final de su declaración en laCámara de Diputados, los periodistas la interrogaron.Dijo poco: “se está investigando y no puedo adelantarnada que pueda echar por tierra las pesquisas”.

    31 de octubre.- A cinco meses del crimen, las in-formaciones oficiales y extraoficiales prácticamentehabían cesado. Sin embargo los rumores sobre la in-vestigación creaban para estas fechas un ambientedifícil.

    La infinidad de pistas abiertas al comienzo de lasindagaciones –temas y nombres de columnas, per-sonajes que habían amenazado con anterioridad alperiodista—se cerraron sin informar sobre los resul-tados. Ningún policía ha hablado ya de la CIA, de Al-pha 66, de los petroleros, de los narcotraficantes. Lasinvestigaciones se orientaban a supuestas vertientespasionales o sexuales del crimen, pese a las protestasde los periodistas que no querían que el curso de laspesquisas se desviara.

    31 de enero de 1985.- A ocho meses del asesinato,el equipo investigador estaba menguado. A peticiónde los nuevos dirigentes de la Unión de Periodis-tas Democráticos, el subprocurador René Paz Hortaaceptó hablar de las investigaciones e informó que lapolicía judicial tenía ya el 95 por ciento del perfil delasesino y que, por si fuera poco el criminal estaba cer-cado por fuerzas del orden.

    La pesquisa estaba avanzada en un 80 por ciento.“El restante 20 por ciento corresponde precisamentea la etapa de persecución del homicidio”, agregó.

    Luego Se comprometió: “encontraremos al crimi-nal. Vamos por buen camino”.

    En este contexto y bajo el supuesto de que el criminacaería en breve tiempo, se insistió en desestimular la pu-blicación de notas sobre el crimen de Buendía e inclusohubo sugerencias de que dejaron de hacerse las guar-dias mensuales en el monumento a Francisco Zarco.

    22 de mayo.- A casi un año del crimen, la investi-

    gación no arroja resultados concretos y la voluntadpolítica de las autoridades para aclarar el asesinato sediluye en responsabilidades no asumidas.

    En tanto, a la par de una investigación bajo sospe-cha, rumores e interpretaciones comenzaron a enra-recer el ambiente. Otros problemas surgieron y nue-vas posibilidades de avances se manifestaron, peroaún el asesinato de Manuel Buendía continúa pesan-do en el ánimo de la nación. Las hipótesis sobre el cri-men encuentran una opinión pública desinformada

    y ávida de saber el camino de las investigaciones. Losrumores han sustituido a los razonamientos, y publi-caciones extranjeras comienzan a manejar decires ca-llejeros como si fueran acusaciones concretas.

    VI

    Hay versiones en el sentido de que algunos casosque el periodista estaba trabajando a fondo, fueronpistas que posteriormente no se siguieron. Aparente-mente algunas de ellas fueron cerradas por presiones

    políticas y otras no encontraron información suficien-te para continuarlas. Las primeras pistas, las políticasderivadas de columnas publicadas y algunas por pu-blicar, se abandonaron en la… (Faltó la página 36)

    Pag.37a pistas seguras y concretas.Sin embargo, lo que pareció escapar a los investi-

    gadores policiacos fue la vinculación, estrecha o te-nue, pero finalmente evidente, entre los principalesasuntos y protagonistas de las investigaciones perio-dísticas de Buendía. Por muchos caminos, las rutas delos personajes e instituciones que criticó duramenteel periodista estaban articulados entre sí.

    Lo cierto es que a un año de distancia de la ejecu-ción del autor de “Red Privada” hay un compromisoadoptado al más alto nivel e incumplido aún: escla-recer ante la nación el asesinato y dar respuesta a lapregunta que gravita ominosamente en el ambiente¿quién mató a Manuel Buendía?

    Material embargado hasta el sábado 25 de mayo de 1985

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    No por el motivo aducido murió Manuel BuendíaPor Russell H. Bartley

    Cuando la fiscalía especial para el caso Buendíarindió su informe final el 30 de junio de 1989, preten-

    dieron las autoridades mexicanas cerrar de una vez laaveriguación de uno de los más sonados homicidiosacaecidos en México durante el siglo pasado. Comoseñalamos en aquel momento, sin embargo, lo cerra-ron sin resolver. Al cabo de cinco años de investiga-ciones poco transparentes, le dieron carpetazo, pa-sando por alto una maraña de cabos sueltos.

     De entrada, mucho llama la atención la baja cali-dad profesional del informe final presentado por elfiscal especial Dr. Miguel Ángel García Domínguez.De las 20 hojas mecanografiadas que formulan car-gos y presentan pruebas, sólo cuatro tienen que verdirectamente con el asesinato de Manuel Buendía.Otras cuatro se refieren al asesinato posterior deJosé Luis Esqueda Gutiérrez, investigador de Gober-nación, que al parecer informaba sobre las activida-des del entonces director de la DFS, José AntonioZorrilla Pérez. Las 12 hojas restantes tratan de deli-tos colaterales atribuidos a Zorrilla que no tenían re-lación alguna con el homicidio de Buendía, aunquesí le aseguraban largos años de reclusión al supues-

    to autor intelectual del crimen.Como bien observó Carlos Ramírez a los pocosdías de haber entregado el fiscal especial su infor-me, “García Domínguez no cumple con el objetivode aclarar el crime