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 P9 El lugar (II) CPA_03 QUIETUD EN LA ÓRBITA DE LUIS MORENO MANSILLA Pedro Feduchi Luis M. Mansilla ha fallecido cogiéndonos a todos po sops. Nd podí psgi q mñn d miécos 22 d fbo noci d s mt nos tj tistz y impotnci d snnos tn frágiles como humanos, la constatación de algo que ovidmos hbitmnt, o zoso y bitio q es nuestro paso por el mundo. En su caso deja una trayectoria rota a la mitad, un viaje a medio camino que había recorrido con la intensidad que a pocos les stá pmido y q h sbido n d jons importantes rebasando los límites en donde el resto común de los mortales nos paramos tan sólo a mirar. Conocí a Luis al poco de entrar en la escuela de arqui- tectura, el momento en el que se hacen los amigos para siempre, y desde entonces mantuvimos una es- trecha relación y a pesar de lo espaciados que fueran nuestros encuentros, siempre brotaba al instante la naturalidad y el afecto de los que han pasado por mchs jntos. admás d comp stdios po s mañanas, las tardes las pasábamos trabajando para rf Mono y tod nos qdb mpo, ho no se me ocurre cómo, para montar nuestro primer stdio n compñí d Ávo Soto y d Sigfido Mn Bgé qin nos bndonó, tmbién, hc un año. En ese estudio juvenil preparamos nuestros ns d c incso gnmos nstos pimos concursos. Luis, en el torbellino de ideas que surgían fto d cv imptos inxpinci, n - b d cod y mdz nsts dcisions. Como si fuera ayer, lo veo, hace ahora más de treinta años, s ápiz y dispons dibj os ábos q rodeaban las tumbas del crematorio de Alcobendas, concurso con el que ganamos nuestro primer premio y que a punto estuvimos de construir. Como Ávo Soto h hcho ño ntio, lis ganó la Beca de la Academia de Roma donde pasó un año y donde conoció a Carmen Pinart, la delicada pinto q go sí s mj. Nd psgib entonces que en la siguiente convocatoria fuera yo el que ocupara su puesto allí, ni que a mi vuelta, Si- gfido, y como pinto, tom tsgo. los cto pasamos por Roma en periodos sucesivos lo que nos nió n más comp tntos intss com- nes. Pero ese estudio de juventud sufrió con las idas y vueltas y no se pudo mantener. Luis encontró en Emilio Tuñón, otro amigo de escuela y compañero de tbo n stdio d Mono, s nvo y dnivo socio y colaborador. Jntos comnzon n fgnt c d éxitos q todos nos nog comp como gn- ración. Fueron los más brillantes, los más precoces, Quietud en la órbita de Luis M. Mansilla P.Feduchi

Quietud Orbita. Luis Moreno Mansilla

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Artículo de filosofía y arquitectura por Luis Moreno Mansilla

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    QUIETUD EN La RbITa DE LUIS MORENO MaNSILLa

    pedro feduchi

    Luis M. Mansilla ha fallecido cogindonos a todos por sorpresa. Nada poda presagiar que la maana del mircoles 22 de febrero la noticia de su muerte nos trajera la tristeza y la impotencia de sentirnos tan frgiles como humanos, la constatacin de algo que olvidamos habitualmente, lo azaroso y arbitrario que es nuestro paso por el mundo. En su caso deja una trayectoria rota a la mitad, un viaje a medio camino que haba recorrido con la intensidad que a pocos les est permitido y que haba sabido llenar de jalones importantes rebasando los lmites en donde el resto comn de los mortales nos paramos tan slo a mirar.

    Conoc a Luis al poco de entrar en la escuela de arqui-tectura, el momento en el que se hacen los amigos para siempre, y desde entonces mantuvimos una es-trecha relacin y a pesar de lo espaciados que fueran nuestros encuentros, siempre brotaba al instante la naturalidad y el afecto de los que han pasado por muchas juntos. adems de compartir estudios por las maanas, las tardes las pasbamos trabajando para rafael Moneo y todava nos quedaba tiempo, ahora no se me ocurre cmo, para montar nuestro primer estudio en compaa de lvaro Soto y de Sigfrido Martn Begu quien nos abandon, tambin, hace un ao. En ese estudio juvenil preparamos nuestros fines de carrera e incluso ganamos nuestros primeros

    concursos. Luis, en el torbellino de ideas que surgan fruto de la creativa e impetuosa inexperiencia, llena-ba de cordura y madurez nuestras decisiones. Como si fuera ayer, lo veo, hace ahora ms de treinta aos, afilar su lpiz y disponerse a dibujar los rboles que rodeaban las tumbas del crematorio de Alcobendas, concurso con el que ganamos nuestro primer premio y que a punto estuvimos de construir.

    Como lvaro Soto haba hecho el ao anterior, luis gan la Beca de la Academia de Roma donde pas un ao y donde conoci a Carmen Pinart, la delicada pintora que luego sera su mujer. Nada presagiaba entonces que en la siguiente convocatoria fuera yo el que ocupara su puesto all, ni que a mi vuelta, Si-gfrido, ya como pintor, tomara el testigo. los cuatro pasamos por Roma en periodos sucesivos lo que nos uni aun ms al compartir tantos intereses comu-nes. Pero ese estudio de juventud sufri con las idas y vueltas y no se pudo mantener. Luis encontr en Emilio Tun, otro amigo de escuela y compaero de tablero en el estudio de Moneo, su nuevo y definitivo socio y colaborador.

    Juntos comenzaron una fulgurante carrera de xitos que a todos nos enorgulleca compartir como gene-racin. Fueron los ms brillantes, los ms precoces,

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    los ms valientes, los ms trabajadores. Quienes primero consiguieron articular una voz propia con la que poder comunicar sus ideas y con la que concebir la arquitectura de un periodo que necesitaba frescu-ra y profesionalidad, en un pas que por entonces se senta, tambin, joven y que consinti que sus jve-nes cooperaran en su transformacin.

    Su imparable trayectoria de xitos, desde los prime-ros premios en concursos hasta la llegada de los en-cargos, no fue nada en comparacin con lo que suce-di al ver como se materializaban sus ideas. una tras otra fueron abriendo brecha hasta que lleg la maes-tra que vemos ya en sus obras ms recientes como el hotel trio y el Centro de arte Helga de alvear ambos en Cceres, o el ayuntamiento de Laln en Ponteve-dra. El MUSAC fue ya un impacto por la naturalidad con la que sus celdas espaciales de hormign blanco se quebraban y contra-quebraban, haciendo que los espacios interiores vibraran con la serenidad barroca del bajo continuo mientras, al exterior, el colorido le aada el contrapunto de una conversacin a varias voces que les reclamaba el espacio pblico de su pla-za.

    En el proyecto para el Museo de las Colecciones Rea-les supieron apreciar la falta que haca la serenidad de la gran escala en la maltratada cornisa de Madrid. Aunque Luis no podr ya ver el resultado de las in-tuiciones que les llevaron a adoptar tan valientes de-cisiones, no me cabe duda que nada de lo que surja despus se le haya escapado intuir desde el proyecto que ahora est en marcha. A pesar de lo mucho que he conocido a Luis y a Emilio, no podra dividir las aptitudes como equipo ms all de la forma vital en la que se presentan, la apasionada inmediatez que emana en emilio frente a la reflexiva tranquilidad con la que Luis meditaba cada palabra que escuch-bamos salir de su boca. Sin embargo, lo que ms me sorprenda al ver sus obras era que al final haba tal complicidad que lograban la serenidad de los ate-nienses y en el mpetu de los espartanos. un mezcla maravillosa y equilibrada que est presente en cada uno de sus edificios y que a emilio, ahora en solitario, le tocar continuar.

    Hace algunos aos, no muchos por cierto, cuando despus de las vacaciones de verano nos reunimos para charlar y ponernos al da de las ltimas cosas de familia y trabajo, nos cont Luis que haba apro-vechado su descanso en San Clemente para observar todas las noches la reluciente luna en el despejado y amplio cielo manchego. Tanto la haba mirado y observado que finalmente haba llegado a compren-der la mecnica de los movimientos que se estable-cen entre la tierra, el sol y la luna. No se crean que sea algo sencillo e inmediato. Sobre el papel todos sabemos el curso terico que hacen por separado cada uno de ellos, pero no basta con la explicacin abstracta y geomtrica que estudiamos en el cole-

    gio para poder decir por qu la luna, de naciente a creciente, cambia la inclinacin de su parte ilumina-da, o cul es la posicin que ocupan la tierra y el sol en cada momento para que progresivamente cada veintiocho das pase de nueva a llena. as era luis, inquieto para querer interiorizar por s mismo lo que otros le haban explicado, pausado y tenaz para no dejar que el da a da le quitara de hacer lo que tena que hacer. Estoy seguro que ese verano les dedic a Carmen, su mujer, y a sus hijas, luz y Mara, todo su tiempo de descanso. Pero, sin restarles ni un instante de la dedicacin que la poca de relajo le brindaba, tuvo tambin sus ratitos para mirar al cielo por la no-che y entender cmo es el suelo donde pisamos.

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    PEDRO FEDUCHIDoctor Arquitecto Profesor asociado de la ETSAM

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