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RECUERDOS DE LA ESCUELA NACIONAL DE JURISPRUDENCIA " Por el Lic. Fronii.rco iie P. IIERRASTI, Projcsor de Hi.rtorin del Derecho en la i;<~c~ltad de Jurisprudeacin. Piir:! los cczudiniites dr Ilcrecho, los llamados en timipos aiitcrirircs "juristas", qui hacia fines (Id ultiuio siglo ,>asáb;in~os los años i.11 las aulas de la Escuela Nacional de Jurispru<leiicia, era ya historia la sucesión dr los Directores de ella, desde el primero, Don Antonino Tnglc (de 7 de (licieiiibre de 1867 a 26 de mayo de 1869), puesto por Do11 Renito Juárez, al triunfo de la República; el segundo, Don Luis Velázquez (de 16 de junio de 1869 a 2 de diciembre de 1876) ; el tercero, Don Miguel Ruelas (dc 2 (Ic diciembre dc 18i6 a 24 de encro de 1879), nombrado por Iloii Porfirio Diaz al triutifo dc Tuxtepec; al cuarto, Don Ignacio Mariscal (de 24 de cnero de 1879 a 31 de diciembre del rnisino año) ; Don Just M. dcl Castillo Velasco, que le sigui6 (de 31 de diciembre de 1879 a 4 de septiernbrc de 1883) ; y Don Sirneón -4rteaga (de 15 de septieinbre de 1883 a 16 de enero de 1885), ya el aritecesor inmediato del que era nuestro Director, y que lo fué del 16 de enero dc 1883 al 14 de agosto dc 1901, cl señor licenciado don Justino Fernández. Este anciano, por su pulcritud y buenas maneras, y aun su coinplexión fina y delicada, era muy bien visto de los alumnos, y muy respetado además por sus antece- dentes dc constituyciite, que coriio que lo capacitaban de modo ejemplar para su puesto en nuestra Escuela, y también por su eminente posicióii social de einparentado con el entonces Caudillo (le1 Pueblo. Eran ya tam- bién historia, y olvidada por cirrto de los más de nosotros los estudiantes, aque1l;is raras oposiciones que habían tenido efecto años atrás para optar - * I'uhlicado en la "Revista de Ciencias Sociales", aíio 11, niim 1 (agosto de 1925), pp. 3-19. www.derecho.unam.mx

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RECUERDOS DE LA ESCUELA NACIONAL DE JURISPRUDENCIA "

Por el Lic. Fronii.rco iie P. IIERRASTI, Projcsor de Hi.rtorin del Derecho en la i ; < ~ c ~ l t a d de Jurisprudeacin.

Piir:! los cczudiniites dr Ilcrecho, los llamados en timipos aiitcrirircs "juristas", qui hacia fines (Id ultiuio siglo ,>asáb;in~os los años i.11 las aulas de la Escuela Nacional de Jurispru<leiicia, era ya historia la sucesión dr los Directores de ella, desde el primero, Don Antonino Tnglc (de 7 de (licieiiibre de 1867 a 26 de mayo de 1869), puesto por Do11 Renito Juárez, al triunfo de la República; el segundo, Don Luis Velázquez (de 16 de junio de 1869 a 2 de diciembre de 1876) ; el tercero, Don Miguel Ruelas (dc 2 (Ic diciembre dc 18i6 a 24 de encro de 1879), nombrado por Iloii Porfirio Diaz al triutifo dc Tuxtepec; al cuarto, Don Ignacio Mariscal (de 24 de cnero de 1879 a 31 de diciembre del rnisino año) ; Don Just M. dcl Castillo Velasco, que le sigui6 (de 31 de diciembre de 1879 a 4 de septiernbrc de 1883) ; y Don Sirneón -4rteaga (de 15 de septieinbre de 1883 a 16 de enero de 1885), ya el aritecesor inmediato del que era nuestro Director, y que lo fué del 16 de enero dc 1883 al 14 de agosto dc 1901, cl señor licenciado don Justino Fernández. Este anciano, por su pulcritud y buenas maneras, y aun su coinplexión fina y delicada, era muy bien visto de los alumnos, y muy respetado además por sus antece- dentes dc constituyciite, que coriio que lo capacitaban de modo ejemplar para su puesto en nuestra Escuela, y también por su eminente posicióii social de einparentado con el entonces Caudillo (le1 Pueblo. Eran ya tam- bién historia, y olvidada por cirrto de los más de nosotros los estudiantes, aque1l;is raras oposiciones que habían tenido efecto años atrás para optar -

* I'uhlicado en la "Revista de Ciencias Sociales", aíio 11, niim 1 (agosto de 1925), pp. 3-19.

www.derecho.unam.mx

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a algunas de nuestras cátedras, desde que la ley de Don Antonio Martínez de Castro fundó la Escuela Nacional de Jurisprudencia destinándole el ex convento de la Encarnación; tres oposiciones en suma, la primera casi desconocida, no obstante lo célebre de su materia, el Derecho Romano; pero que quedó deslucida por no haber tenido más que un opositor, Don Conrado Diaz Soto, de Puruándiro de Calderón, y el haber sido aceptado éste por sólo mayoría del jurado que presidió el señor Barreda, y for- maron entre otros el maestro Eguia Lis, el señor Montiel y Duarte y don Protasio Tagle; las otras dos más sabidas, aunque de historia ellas tam- bién, pero verificada por la presencia en la Escuela del campeón mismo de ambas, el señor licenciado don Jacinto Pallares, profesor de Derecho Civil en toda la fuerza de sus raras facultades. El, con su asistencia en la cátedra, conservaba viva la tradición de sus dos lauros, el uno, el de haber vencido en la oposición de Derecho Natural a Don Victor José Martinez, su paisano de Morelia; a don Cipriano del Castillo, tapatío; a Don Indalecio Ojeda, ante un jurado en que se hallaron don Guillermo Prieto, don José M. del Castillo Velasco y don Emilio Pardo, y que dió dos votos a favor del tapatío y tres a favor del moreliano; y el otro lauro, el de haber vencido también en la oposición a la cátedra de Literatura y Elocuencia Forense trece años después, en 1883, pero aquí si por unani- midad, a aquel sugestivo y amable tribuno de Culiacán, don Agustin Ver- dugo, ante un jurado que presidió don Ramón 1. Alcaraz, y entre cuyos miembros se hallaron don Pablo Macedo, don José Algara y el doctor don Román Ramírez.

Y si ya la sucesión de Directores y de oposiciones a las cátedras nos eran sólo historia, descuidada y olvidada más y más, iqué no serían aquellos nombres de José Díaz Covarrubias, Protasio Tagle, José María Iglesias (en cuanto profesor), Isidro Antonio Montiel, Luis Velázquez (el ya mencionado como Director), Rafael Martínez de la Torre, José M. del Castillo Velasco, Emilio Pardo, Miguel Rubio, Gabriel Sagaseta, Blas J. Gutiérrez (cuyo recuerdo flotaba aún de cuando en cuando en nuestras aulas por las alusiones frecuentes que hacia de él el maestro Pallares), Juan García Peña, Rafael Garay y Manuel Guillermo Prieto, profesores originales de la Escuela, muertos unos, vivos otros, pero ya todos separados? Apenas se recordaba que el señor Montiel, el antiguo profesor de Principios de Legislación, fué un férvido admirador de Jere- mias Bentham, modo de admiración avanzado para su época; que el señor Diaz Covarrubias, el muy amigo del señor Aspíroz y de sus obras, fué un juicioso y laborioso anotador de Bluntschli; que el señor Martinez

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de la Torre, el caballero muy principal y abogado ocupadisimo y celebrado, hubo de dejarle luego a don José Maria Lozano la cátedra de Legislación Comparada, lo que sacó a luz aquellas obras de Derecho Hipotecario y Derecho Penal Comparado, conocidas también de los más de los abogados; y puso de moda al Zamorano sobre letras de cambio, menos conocido ya. Apenas se recordaba tampoco que el señor Pardo, profesor de Procedi- mientos en Materia Civil, tu\-o una cátedra que f u i todo un embrollo con tanta ley y cita sobre tribunales y procediniientos niercantiles y sobre bie- nes federales, y con las obras de Gómez de la Serna y de Manresa y Keus, y docenas de ejecucioiies mexicaiias y españolas. Los Apuntaniientos para el Estudio del Derecho Constitucional, y el Ensayo sobre el De- recho Administrativo Mexicano del señor Castillo Velasco; y más aún, las Leccioiies de Economía Política del señor Prieto, eran ya materia ar- (~ueológica.

E n tanta mudanza, uno, uno sólo de esos profesores antiguos, que- daba inviolado aún, y al parecer, inviolable : el maestro Eguia Lis, anciano a quien toda la Escuela veneraba por su probidad sin tacha, por su hala- güeño y sincillo trato, y por su caluroso conocimiento del Derecho de lloma, y su convicción y fe en él. Sólo él quedaba, profesor perenne dc perenne doctrina, conservador reverente de los nombres eternos de La- beóii, y de Papiniano y Pablo, y de Salvio Juliano. Los libros de la cá- tedra parecían ellos también percnnes, los mismos pergaminos de los siglos, el Cuerpo de Derecho de Justiniano de Godofredo, las Leyes de Indias de Balbás con su escudo español de I'lus Ultra en la portada, y las de Ortcga y (le Soto y Clloa; las Partidas de López, y las Recopilaciones todas, y Vinio de Monfort y de Orga, y Sala, y aun Soglia y Cavalario. Y él, el anciano venerable, entre tal maremagnuiii de las leyes y doctrinas escogitadas en el curso de los siglos para realizar la equidad entre los hombres, nos predicaba arrobado cómo el Derecho "es una fundación moral instituida por hombres que fueron varones probos, y así gratos al comúti y a las naciones; y cómo de muclios siglos atrás la violencia y el dolo vcnian condenados en todo trato humano por la voz latina de Marco Antistio, Labeón y sus secuaces".

1<1 maestro Eguia Lis, la primera persona de la Escuela, sin duda en aquella época, religioso sin mogigateria, sabio sin aparato, profesor sin caciquismo, y erudito sereno, sin confunsiones, ni ostentaciones, ni ac- titudes teatrales, sacerdote del culto de Roma Aeterna, compartia su fama con otros profesores de mérito modernos: en primer lugar con Don Mi- guel Macedo, nuestro profesor de Derecho Penal, catedrático reposado,

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ponderado, muy erudito, metódico en la exposición, y claro y ordenado, con un concepto completo, sistemático, de su materia, y que siempre en- señaba su curso cabal: la compartía también con don Luis Labastida, ca- tedrático de Economía Política y Derecho Administrativo, que participaba de esas mismas condiciones de don Miguel Macedo, sólo que siendo menos sobrio, y no tan racional ; y la compartía también, si cabe decir asi, con el maestro Pallares, pues éste más bien tenía su fama aparte, en contraste con la de los anteriores, como hombre que era muy apasionado en el juicio y la doctrina; acaloradísimo en el discurso, que le era inago- table, y que lo sembraba de erudición abigarrada y de imágenes de las más caprichosas; muy conocedor del desarrollo del Derecho Civil de México, pero de exposición, como por accesos de elocuencia y de iluminación, de todo lo cual ocurría que la asignatura jamás se terminara con él, y que las ideas comunicadas, más bien de controversia que no dogmáticas, antes deslumbraran que alumbraran. A otro profesor de mérito, al maestro Segura, por aquellas sus calidades de lealtad en el trato y de ortodoxia en la moral, no habremos de dejar de consagrarle aquí un recuerdo; él, si no supo rivalizar con los anteriores en lo intelectual, sí había obtenido un; noticia adecuada, si no espléndida de su materia, suficiente para sus fines escolares; noticia teórica desde Salgado y el Conde de la Cañada hasta Manresa y Reus, y Navarro, y Caravantes, y copia abundantísima de ejecutorias y de Leyes Procesales, cuyas fechas precisas él se ufa- naba grandemente en recordar con sim$tía y complacencia nuestra, que veíamos al hombre bueno gloriándose de poder ser profesor y sernos útil. Juntamos con nuestro recuerdo del maestro Segura el de aquel otro nuestro catedrático, del doctor don Román Ramítrez, quien si por principal, único tal vez prestigio reconocido, tuvo el de ser hijo de su padre, sabía no obstante hacerse grato a la larga por aquella su modestia severa e imperturbabilidad inalterable, y aquel concepto serio que tenía de su ma- teria, la Medicina Legal, restituida en el año de 1877 precisamente por su padre, el señor don Ignacio Ramirez, e ingratísima para nosotros por lo apartado de su método con relación al de nuestros estudios generales, por lo sombrío del profesor, y por lo endemoniado de aquel libro de texto que nos escribió para imponérnoslo ad pedem literae.

Y como desaparecieran los viejos profesores de la Escuela, de la propia suerte desaparecían con ellos sus ideas y métodos, y aún sus libros y miras, a algo de lo cual ya nos referíamos antes. Así, la obra de Bentham ya habia cedido a Le Bon y a Laurent; y la de Blunschli a Fiore, y a Funck Brentano; y luego, a Calvo, y a Bonfils; la de don Guillermo

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RECUERDOS DE L A ESCUELA X A C I O K A L DE JCRISPRUDE.?'CIA 13

Prieto, a Beauregard, y a Leroy Beaulieu: la del señor Castillo Velasco, a Vallarla y a Story y a Kcrit, y auri a Coronado, y a la propia del niis>:io don Eduardo Ruiz, profesor entonces de la cátrdra de Derecho Constitucional; y en Derecho Administrativo, a la de don Luis Labastida. La obra del señor Lozano habia dejado su puesto en Derecho Penal a la muy estimada de Ortolan, sostenida, s w i f c r in ?~zudo, fortitcr in re, por don llliguel Macedo; y en fin, ya había don José Algara escrito e inipreso elegaiiteniente su abstrusa obra de Derecho Internacional Privado; ya el maestro Pallares liabia escrito sus intercsantcs tiionograiias dc Legis- lación Complementaria del Derecho Civil, y su tonio de Derecho Mer- cantil; y ademis, y sobre todo, tal vez, ya el gobierno dc Don Porfirio, refundiendo meritísiinaiiiente, y para bien y con aplanso de todos, la caótica legislación heredada, nos venía dando uno tras otro, los libros que la codificaban, el Cbdigo Civil, el de Coinercio, los de Procedimientos Ci- viles y Penales del Distrito, y aún el de Procedimientos Civiles Fe- deralcs.

Por otra parte, y corno buen ejeniplo de la suerte que le cabe a todo lo débil que llega a ponerse en parangón con lo fucrte, la influencia fraiicesa, en doctrina civil sobre todo, con mengua de la ciencia hispano- americana, y iorzando la construccibn cieritifica del Derecho y su inter- pretación técnica, se hacía sentir oninínioda con la obra colosal de Laurent y las de Demolombe y Moulon y Baudry, ni más ni iiienos que coino hoy en día la más reducida de Planiol. Y el niistno maestro Eguía Lis, pro- fesor que decíamos de perenne doctrina, dando de mano cl tradicional Vinio y su latín n~acarrónico, les había agregado ya a I'othier y a Cuyacio, y a todas las Partidas, y a las Recopilaciones, primero, la Exposición de las Itistituciones de Jnstiniano de Ortolan, y tnás tarde, a Mainz con su valiosísiino acopio de notas y de citas, y a Van Wetter y Molitor, entonces cii31ido Muirhead y Cuq, y Girard y Sohrn y ante todos, los adalides del pcnsamiento romano, Momii~seti y Voii Iheriiig, nos eran aún desco- nocidos.

Mientras, entre tanta huida, coiiio quien dijera, de profesores y de obras y de métodos, pasaban los años por la Escuela; y cantidad de aluninos se habían ido haciendo hombres distinguidos y aun célebres, coiiio don JosC Algara, don Genaro Raigosa, don Pablo Macedo, don Emilio Pardo, don Rafael Rebollar, don Justo Sierra, don Juan N. Cor- dero, don Luis G. I.abastida, don José Ivss Limantour, don Ezequiel A. Cliá,ez, don Rafael Elguero.

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Y si lo anterior, reciente en verdad todo, era a fines del siglo pasado historia ya olvidada para casi todos los alumnos, ;cómo no lo serían aquellos viejos tiempos en que nuestro edificio, lrjos de ser aún Escuela, no era sino pacífico y silencioso convento de monjas?

La historia del estudio de nuestra profesión trae su origen remoto de la Universidad de la Colonia fundada por las cédulas que el emperador Carlos V di6 en Toro en 21 de septiembre de 1551, firmadas por el en- toi~ces príncipe Felipe; y que la crearon con las franquicias y privilegios más o menos que la de Salamanca. Su fundación fué confirmada por el Papa poco después, que le concedió su patronato a los propios Reyes de España, esto es no ya en vida del buen virrey Meudoza que tanto trabajó por ella, y esperó; pero que murió sin ver coronados sus afanes, sino ya en la de don Luis de Velasco, que fué quien la fundó de hecho en 25 de enero de 1553, y le inauguró sus estudios en 3 de junio siguiente. La residencia original del importante centro de estudios no fué ciertamente aquel edificio del Volador en que nuestros padres conocieron el Minis- terio de Fomento, y nosotros el Conservatorio Nacional de Música y De- clamación, pues que este edificio fué ocupado por la Universidad sólo hasta 1589, sobre terreno de unas casas que fueron del Marqués del Valle, sino en el edificio de la esquina de las calles que se llamaron del Arzobispado, hoy de la Moneda y del Seminario, y que fné sitio de las escuelas universitarias hasta 1561, en que parece que se pasaron a una casa de la propiedad del Hospital de Jesús, donde duraron hasta 1859 que ya decíamos. Biblioteca no la hubo sino hasta 1761, y llegó a obra de 10,000 volúmenes.

Curioso es aún pensar en aquellos sabios y eruditos elegidos hace siglos para inaugurar el gobierno de la Universidad y sus cátedras : el pri- mer rector nombrado por Virrey y Audiencia, el doctor don Antonio Ro- driguez de Quesada, puesto en posesión en 14 de enero de 1555; el primero nombrado ya por la Universidad, el doctor don Juan Negrete, inaugurado el 22 de julio de 1556; el primer catedrático de Gramática, el bachiller Blas de Bustamante; el primero de Retórica, Cervantes Salazar, el latino; de Artes, el Pbro. Canónigo don Juan García; de Decretales, el fiscal doctor Pedro Morones; de Decreto, el doctor Bartolomé Melgarejo; de Instituta, es decir, de Derecho Romano, el doctor don Bartolomé de Frías y Albornoz; de Teología, el dominico fray Pedro de Peña, cátedra que luego tuvo también el catedrático de Escritura, el agustino fray Alonso de la Veracruz ; y la primera oposición que se celebró en la Gniversidad,

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RECUERDOS DE L A ESCUELA N A C I O . A L DE JURISPRUDENCIA 15

la de Dccreto, obtenida el 25 de enero de 1560 por el doctor don Luis Anguis.

Y dejando la consideración de hombres y acontecimientos tan viejos, si contraemos la historia del estudio de nuestra profesión al tiempo de la vid21 de México ya independiente, su origen entonces lo vemos remontarse a1 decreto del Soberano Congreso Constituyente de 13 de octubre de 1823, que a todos los colegios de la Nación que no las tuvieran, les dió facultad de establecer cátedras de Derecho Natural, Civil y Canónico, y de conferir los grados menores; y diez años más tarde, en 19 de abril y luego en 26 de octubrr de 1833, en la institución de la Dirección General <le Instrucción Pública, que suprin~ió bajo el Presidente Farías la Uni- ~ers idad de siglos, y fundó en su lugar aquellos seis Establecimientos de Instrucción Pública, tan famosos entre nuestros abuelos: el de los Es- tudios Preparatorios, con dos cursos de latin y uno de griego, Lógica, Ideología y I~foral, radicado en el Hospital de Jesús; el de Medicina, en el convento de Belén; el de Humanidades, en San Camilo; el de Ciencias Eclesiásticas, en San Juan de Letrán y el nuestro, que es el que nos in- teresa, el (le Jurisprudencia, ya en San Ildefonso desde entonces, y ya con las cátedras de Derecho Natural, Conónico y Patrio, y con Retórica. Las vicisitudes de nuestra revuelta vida política cambiaron poco después la vida del estudio de nuestra profesión, como fué que al año y pico de lo anterior, Santa Anna, después de vencer al gobierno, dió en 12 de nd- viembre de 1834 cl plan de estudios que reponía la Universidad, y en- tregaba el gobierno de ella en las personas de un Rector, un Maestrescuela y de los claustros; y que alteraba el destino de los edificios dichos, po- niendo en Letrán desde primas letras, hasta Gramática, Retórica y I'i- losofia; y aún más, los cursos de Jurisprudencia en tres cátedras sucesivas de un año cada una, con Derecho Natural, Civil y Canónico. Al propio tiempo estableció la enseñanza de la Teología y una cátedra de Derecho Canónico y Civil en el Colegio de San Il<lefonso con Gramática también, y Filosofía, y Retórica. i Tien~pos ingenuos y plácidos de lugares teológicos con hlelchor Cano, y de Sagradas Escrituras con Jacobo Tirnio!

Cuando la inquietud volvió a sentirse en la Instrucción Pública, se nombró en 3 de abril una Junta que formara un nuevo Plan General de Instrucción Pública; y en 6 de septiembre de 1836 se resucitó el antiguo colegio olvidado de Santa Maria de Todos Santos, extinguido por Bando de 14 de octubre de 1833; y después, cuando ya corría el tiempo en plena revolución, la ley I V Constitucional organizó el Ministerio de que depen- deria la Instrucción Pública; y poco después, la de 5 de enero de 1837 dió

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flamante denominación a las Secretarías; y por Último, en 9 de febrero de 1842, el Presidente decretó el Plan de Estudios acordado por la Junta Directiva de Gobierno y Hacienda de San Ildefonso, instituyendo en él tres años de Filosofia con las obras de Guevara y Jacquier, y dos cátedras de Jurisprudencia, la una de Derecho Civil y Patrio, con el Vinio y la Ilustración de Juan Sala, y la otra, de Derecho Natural, Canónico y PÚ- btico con Cavalario y Watel. Los períodos de estudio y número de las cátedras variaban constantemente; pero siquiera, al revés de lo que ocurría con los médicos que andaban de aqui a allá hasta que se les consignó de- finitivamente (?) para su Escuela el Convento del Espíritu Santo en 25 de octubre de 1842, la Facultad de Derecho se cimentó ya en San Ildefonso. No obstante esto, cuando Santa-Anna, en 19 de agosto de 1843, dió un plan general de estudios más, conservando el Latín, pero suprimiendo el Griego, y con las tradicionales Ideología, Lógica, Metafísica y Filosofía Moral, y con Derecho Romano, Natural, Civil y Canónico, destinó a lo> cuatro años de estudios de nuestra Facultad, y a los cinco de sus estudios preparatorios, además del Colegio de San Ildefonso mismo, el de San Juan de Letrán y el de San Gregorio; y le añadió al primero la carrera eclesiástica. Peor sin duda se hallaban los médicos, a quienes en 5 de di- ciembre de 1843 los transladó don Valentín Canalizo a nuestro propio San Ildefonso, si bien para pronto quitarlos de aqui, y llevárselos a San Hipólito en lQ de septiembre de 1851.

Así duraron las cosas hasta cuando Su Alteza Serenísima di6 en 19 de diciembre de 1854 aquel conocido plan de estudios de su famoso Minis- tro de Justicia, el señor don Teodosio Lares, uno de los planes más serios; él, con el de Maximiliano, el más serio tal vez que ha tenido la Nación dentro del criterio conservador, y que consistía fundamentalmente en seis años de instrucción secundaria con su Psicología (sic), Lógica, Metafísica y Filosofía Moral, además del consabido Latín; y dividida dicha instnic- ción en dos periodos : de Latinidad y Humanidades el primero, y de Filoso- fía el segundo, y cada uno de tres años; y cuatro Facultades: de Filosofía, Medicina, Derecho y Teología, de las cuales la nuestra, radicada en Letrán y en San Ildefonso, y dividida en cuatro años para bachilleres, siete para licenciados, y ocho años de estudios para doctores, con la novedad para éstos de la Filosofia del Derecho, constaba en su tradicional Derecho Na- tural, Romano, Patrio y Canónico.

Tal plan, que luego fue modificado por decreto de 13 de junio de 1855, fue el que introdujo los llamados Prolegómenos del Derecho, y distribuyó

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RECUEKDOS D E L A E S C U E L A N A C I O N A L DE JURISPRUDENCIA 17

los estudios del de Procedimientos en el segundo y tercer periodo de la Facultad.

Ia IJniversidad, desacreditada por varias causas, fue extinguida una vez niás, dos años después, por don Ignacio Comonfort, en decreto de 14 de septiembre de 1857; y aunque Zuloaga derogó tal decreto en S de mayo de 1858, don Benito Juárez a su vez, al triunfo del Gobierno Federal con- tra el Centralismo, decretó en 23 de enero de 1861 que la Universidad volviera a como se hallaba antes del Plan de Tacubaya, lo que vale decir que la cerró; y ordenó además expresamente que su edificio se le entre- gara a don Ignacio Ramí,rez, que en 18 de febrero siguiente quedaba a cargo del Despacho de Instrucción Pública, como Ministro de Justicia que era.

Ya así nos acercamos a las leyes que podríamos llamar modernas y conocidas de todos, cuando tras las reformas de 31 de mayo de 1861, puso el señor Juárez la instrucción pública bajo la inspección del Gobierno General, y estableció la Escuela de Estudios preparatorios con Latín y Griego, Lógica, Metafísica y Moral, y las Escuelas Especiales: la nuestra de Jurisprudencia con su tradicional Derecho Natural, el Romano, y el Canónico y el Patricio; pero con la aparición ahora de la Historia de la Legislación, de la Legislación Comparada y de la Medicina Legal, que- dando distribuido el estudio en seis años, con Prolegómenos, Historia del Derecho y Derecho Natural en el primero; Romano y Patrio en el segun- do, tercero y cuarto; Práctica en quinto y sexto, todos ellos en San Ilde- fonso, pero con Preparatoria de cinco años en San Juan de Letrán. En tan- to, ya se venía entendiendo en la expedición de Códigos, como lo demues- tran los decretos de 30 de abril y 29 de mayo del mismo año.

Tal era el estado en que se hallaban nuestros estudios de Jurispru- dencia cuando sobrevino el Imperio de Maximiliano. Este suprimió defi- nitivamente la Universidad en 30 de noviembre de 1865, y dió a su vez con su Ministro de Instrucción Pública y Cultos, don Francisco Artigas, la ley de 27 de diciembre de 1865, que inspirada en tradiciones europeas, es- tableció la enseñanza de la lengua materna, como ella dijo, quiere decir, la castellana, y de la Latina y de la Griega con sus literaturas, así como de la Lógica, la Metafísica y la Moral, en ocho largos años, los cuatro pri- meros llamados de Liceo, y de Colegio Literario los cuatro segundos; e instituyó tres Escuelas especiales, la de Derecho, la de Medicina y la de Filosofía, ésta en San Juan de Letrán, y la nuestra en San Ildefonso en el llamado Colegio Chico, pues el Colegio Grande quedó destinado al Liceo y Colegio Literario.

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De la anterior manera duraron las cosas, hasta que en 20 de junio de 1867 entró a la capital el Ejército Nacional, causando que se suspmdieraii todas las cátedras, en tanto tuviera efecto la primera junta de rector y catedráticos nombrados nuevamente. Reanudaron éstos las cátedras bajo el Plan Republicano: las de Latinidad con el profesor don Víctor Banuet y las Gramáticas de Nebrija e Iriarte y Mata y Araujo, y los Autores se- lectos, asía como las de Filosofia. Continuaron usándose los Prolegómenos de Serna, y el Derecho Natural de Ahrens, primero, y el de Bensa después ; y el Romano con el Vinio, y el Español con la Ilustración del Derecho Real de España de Juan Sala, y el Mexicano con el Código Civil de México; e1 Derecho Canónico continuó con Soglia y Justo Donoso, y los Proce- dimientos con el Manual de Práctica Civil de Roa Bárcena y con el Có- digo de Comercio de Lares de 16 de mayo de 1854 y la Ley de 29 de no- viembre de 1858. Las cátedras siguieron dándose en los salones llamados el General y el Generalito hasta ahora; pero en cambio, y como era de es- perarse, los profcsores del Imperio : don Antonio Morán, don Tomás Sie- rra y Rosso y don Felipe N. Barros, Canónigo éste de Guadalupe, hubie- ron de cederles sus puestos a don Protasio Tagle, don Luis Velázquez y don J. N. García.

Lo anterior se prolongó hasta la Ley de 2 de diciembre de 1867 de don Antonio Martinez de Castro, de que hemos hecho mención antes, reglainen- tada en 24 de enero siguiente, y precursora inmediata ya de nuestra \,irla escolar contemporánea, porque si bien es cierto que mantuvo por estudios preparatorios el Latin y el Griego, la Lógica y la Metafísica, la Gramática General y la Moral de tradición, y que conservó el Derecho Natural, i i Eclesiástico, el Romano y el Patrio, civil y penal; definió por otra parte las cátedras de Derecho Constitucional y Administrativo, el de Gentes e Internacional Marítimo. Las cátedras de Principios de Legislación Civil y Penal y de Economia Política ya traían, como hemos visto, anteceden- tes, así como las restantes de Procedimientos Civiles y Criminales y de 1.c- gislación Comparada en Materia de Derecho Mercantil, Penal, y Régi- men Hipotecario.

La Ley, en fin, del señor Mariscal, de 15 de mayo de 1869, regla- mentada en 9 de noviembre, es ya la antecesora inmediata de las Leye:; contemporáneas del estudio de nuestra profesión. Ella fue la que inició la Preparatoria por el estudio de las ciencias exactas, Aritmética, Alzebra > Geometría, y que aunque mantuvo dos años dc Latín, suprimió el Grirg? obligatorio reduciéndolo al estudio de sus raíces; y en la Facultad de DC-

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RECUERDOS D E L A ESCUELA N A C I O X A L DE IURISPRCTDEhiCIA 19

:.echo borró al fin el Eclisiástico, para dejar vigente el Natural, el Roma- iiu y cl P;ilriu.

Dicha Ley de nuevo, tras de la ya dicha del señor Martinez de Castro, destinó el Colegio de San Ildefonso a Escuela Preparatoria, y a Escuela dc Jurisprudencia el ex-conveiito de la Encarnación, antrs, i oh sorpresa! ilcstinado en 22 de febrero de 1851 por la Ley misitia que destinara para Scmiiiario Conciliar el ex-convento de San Camilo, a exposición de pro- ductos agrícolas, inineros e industriales, y a Escuela de Artes y Oficios. Iiué el edificio en que se conservó nuestra Escuela hasta la inauguración ile la actual en 15 de marzo de 1908, bajo la dirección del señor licenciado don Pablo Macedo.

Las rcjas de la arquería del ex-convento fueron de lo priiiiero que fué rcniovido, y hoy forman el enverjado de la Biblioteca Xacional. Aquel espacioso patio de fuentes de azulejos en el centro, y de pesadas bancas de piedra al derredor de la fuente, ya no ostenta, hoy que es Secretaria d.; ICducación Pública, aquellos varios camellones sembrados de viole- tas, rosales, geranios y aretillos por los alumnos hortelanos de la Escuela, Pardo, I<ebollar, Algara. Aún el fresno solitario que asomaba a los cielos ha desaparecido; sólo queda como recuerdo de nuestro jardin, la erguida araucaria que tantas reces prendió nuestras miradas en sus simétricas ra- riias. Las viejas aulas, espaciosas unas, como la drl maistro Pallares, a la izquierda de la entrada de la Encarnación en In planta baja, frente a la entrada; otras sombrías y frías y aún húmedas, como aquella del tnaes- tro Eguía Lis, en seguida de la del maestro Pallares, cuyo fondo tenebroso parecía prolongarse al pasado de los Licinios Estolones y Proculeyanos y Sabinianos, todas lian desaparecido mejoradas para el aspecto, pero em- peoradisimas para el recuerdo.

Mas no ha perecido la memoria de las peroraciones escolares decla- madas en las bancas de ~ i e d r a y al borde de la fuente. a modo inismo de como al borde de otra fuente de escuela, la del Colegio de San Ildefonso, ya desaparecida también, peroraraii lustros ante los viejos "juristas"; peroró, según se contaba, don Justo Sierra el propio día 5 de febícro d i 1867, cuando entre el redoblar de tambores y clarines de Francia salían de la ciudad los invasores; y tl, transportado, invitaba a sus compañeros a ir a solicitar del Rector del Colegio, que lo era el maestro Eguía Lis, d que las cátedras se suspendieran por acontecimiento tan grande.

Brillaban en nuestros tiempos como estrellas de la Escuela, Lázaro Villarreal, Carlos F. Uribe, Rodolio Reyes, Luis Cabrera principalmente. Eran personajes representativos en ella el bibliotecario, el "Duque Juan",

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RECL'ERDOS DE L.4 E S C U E L A N A C I O N A L D E J U R I S P R U D E N C I A 21

de la forma viva del Derecho positivo moderno, que da capacidad para mirar tan hondo cuanto se quiera cómo la obra de las circunstancias socia- les y el esfuerzo del hombre se unen y combinan siglos y siglos y dominan innúmeras vicisitudes, y levantan al fin uti monumento grandioso de in- terpretación y de sistema creciente; todo lo que ha causado que el Derecho Romano, donde quiera que la educación juridica florece de veras, sea siem- pre materia viva y estimada por campo de observación tan vasto, que ningún otro se le puede equiparar, en cuanto material vivo de su posición e inferencia; extinguióse también la cátedra de Elocuencia Forense, acontecimiento igualmente natural, atento el espíritu reinante, que suponía, y con razón, que la medianía oficial de la judicatura había menester otra cosa, que no oratoria y arte; se extinguió también llamándola innecesaria, y no ha podido alzarse más, la cátedra de Medicina Legal.

Pero en cambio de tales impresiones, se instituyó la flamante cáte- dra de Sociología, consumación de la revolución intelectual liberal; pero que en realidad es materia que hasta en su nombre parece desatendida y espuria; no, claro es, porque no haya una ciencia que pueda estudiar tan positivamente como se quiera los dichos fenómenos sociales, y tampoco porque no admitamos que al paso que ascendemos en la escala de la vida el significado de la presente de todo organismo está más y más snbordina- do a su vida total, y que siendo la sociedad un organismo de alta comple- jidad y complicación, en toda sociedad que progresa los principios que la subordinan a su vida futura van teniendo creciente desarrollo, no; sino porque esa ciencia de los principios de la sociedad en desarrollo es aún todo un caos de tendencias y de métodos y de concepciones y de teorías; y que así, dcsde fundador y continuadores, se han embrollado en galimatías inapropiadisimos para fines docentes, desde aquello de si Comte reveló o no ningúti gran principio del desarrollo humano, y si al tratar del desa- rrollo social fué o no inepto en su método histórico, y aquello de si ya la Sociologia de Spencer es fútil, como se pretende por muchos, anticuada, o no lo es; y consiguientemente, y sobre todo, por lo perniciosa que ha sido la interpretación darwinista de los sociólogos biólogos, y capitalmente entre nosotros los mexicanos, como hechos que estamos a leer y dar por bueno el último libro casual de Bouret o de Botas. Lo anterior lo decimos principalmente, porque Danvin y sus primeros discípulos, habiendo sido biólogos, la aplicación inmediata que se hizo de sus principios y estudios a la sociedad fué sin darse cuenta de cómo los problemas de la selección na- tural son mucho más complejos en la integración social que no en la biolo- gía, y cómo asi la eficiencia de un hombre social debe medirse de muy otra

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22 FRANCISCO DE P. HERRASTI

manera que su eficiencia individual. Y entre nosotros, la mala inteligencia se extremó por nuestras propias condiciones sociales, que le hacían deseable y grata a las clases dominadoras del poder, confundiendo que la selección natural no sólo obra sobre el hombre en cuanto éste lucha individualmente contra los demás, sino que encima, y capitalmeute, obra sobre él en cuan- to es miembro de una sociedad que se halla en el curso de la evolución de su eficiencia. Con semejante estado de cosas nos hemos mantenido muy le- jos de entender, admitir y profesar que el proceso social desarrolla ca- pitalmente en el individuo, 110 las cualidades que lo hacen eficiente en contra de sus semejantes, sino las que contribuyen a que la sociedad d r que él es parte, sea eficaz en la lucha que le lleva a un tipo social más or- gánico; y que así, el proceso de la libertad y del desarrollo de las oportu- nidades económicas, no es un proceso de emancipación del individuo, sino muy al contrario, de progreso paulatino hacia un modo de organización más orgánico. De esta suerte es como la intelectualidad mexicana de lo que va de este siglo, y que fué informada, por lo que toca a la lectura so- cial, en interpretaciones de biólogo darwiiuista, se hizo frustránea a la Na- ción, y en gran parte, francamente perniciosa, como los acontecimiento's lo han demostrado con elocuencia. Ojalá se corrija ya el mal de raíz, y Ile- gue así el día aquel en que todo intelectual o semiintelectual nuestro pre- tenda ya, a la luz de una interpretación sociológica más amplia y más científica, una eficiencia, no de organismo completo que lucha, sino de miembro orgánico que trabaja, y entienda que los principios e ideas capi- tales de la evolución social son aquellos que subordinan inás efectivamente y por largos periodos de tiempo todo interés y toda capacidad individual a la eficiencia del grupo.

La formación de miembros prominentes de la intelectualidad uiexica- na, que iluminados así por una recta interpretación sociológica, informada no en tal o cual libro que importamos del exterior desatentadamente, sino además por la luz que da el verdadero estudio histórico de los grandes desarrollos jurídicos, el del Derecho Romano eminentemente, e informada también en una consideración seria y sin prejuicios de lo que vale nuestra historia y nuestro propio rumbo social, toca a la Escuela Nacional de Ju- risprudencia eminentemente; y tal obra, ya se ve, está casi toda ella por iniciarse, por rehacerse, más bien. El criterio republicaiio y federal, fo- mentando definitivamente por la larga vigencia que la Constitución de 57 tuvo durante todo el gobierno del señor General Diaz; vigencia deci- mos, pues ostensiblemente siempre fué respetada, reina absoluta en la Es- cuela; pero la tendencia democrática, medida prudenteiilen:e, y sin tiranías

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RECUERDOS DE L A E S C U E L A N A C I O N A L DE JL'RISPRUDE.I'CIA 23

proletarias, tan retrógradas como cualquiera tiranía; medida, decimos, sobre las aspiraciones y capacidades populares, desacreditadísima en los centros que se pretctideti intelectuales, en los más de ellos por lo menos, sin duda por nuestros viejos antecedentes de Colonia, pero tanib'ién por t.1 grave y culpable desvío que ella sufrió en la decadencia del gobieriio del señor General Diaz, fuerza es por muclios motivos que acabe de doiiiinar definitivametite en toda la Nación, y en sus centros todos; y así, quc scs \~igorosamente encarrilacla de nuevo por obra de los establecimientos docen- tes, y obsequiada r iiiipuesta. Entonces el profcsorado, cntrc 61 principal- niente el de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, Iiabrá realizado su más imperioso conietido de la llora; y contribuirá a lo que está Ilainado a rutitribuir eniirientemetite, a que en lo futuro sea iinposible que ningúri alutiino s~iyo, ya liombre, colabore iiiás en niiiguna tnaticra ni medida 2 1:i sub\,ersií,ti violenta de las autoridades constitucionales, ni menos coopere :i que deiraudrn la \roluntad popular los mismos gobiernos que apelan a ella para subir al podcr, y funden en ella la raziin del origen de su vida pública. '

1 No:n dz lo Rcdirrciiin: E l autor del anterior rctiidio, al Iiacer la enumeración <le los L>iíectores qiic se Iian siicedido en nuestra Facultad, se detieiie en la Iiersona- li<l;i<l del seiior liceiiciado don Luis hlé~idcz. quien desernpeiii, siis labores desde el l j <Ic asocto <Ir 1901 Iinsta el día 8 <Ic dicicrubre <le 1903. Posteriormente Iian estrido nl frente <le In Dirccci6n. los seiiores licenciados: 1'nni.o >IACEI>U, (de O <le dicienlbre <le 1903 :l 10 de j<lnio de 1911). RAFAEL Oi<~ic.\, interin;:inente por licencia rrmccdida al seiior hlncedo, (<le 12 de

marzo ;i 15 dc riinyo de 1907). J u i ~ u í x D. C S A S ~ S , interinanlcnte y por licencia concedida al propio seíior

Ikicedo. (<le .30 dr ahril n 11 iie jirlio de 1908). ~ I C T O R I A N O PIMIXTEL, interinamente, (<le 12 <le ahril n 3 de juriio de 1911). Con

i>osterioi-idad rolriii a ociinar la Direccii~n cl seiiur Piineiitel. fdr 30 de rnero a . . 2.: de fchrero de 1'213).

1 ~ r . r o G,ixcí.\. íUirectar en tres rieriodos diversos: el nriiiiero. <Ic 3 dc iiinio de 1911 , . , . 3 IR <Ir enero de 1912: el segiirido. de 23 de fehrero de 1913 a 28 de agosto de 1914; y el terrero, de 7 de diciembre dc 1911 a 1' de jiilio <Ic 1915).

P ~ i i n o LASCUK~IN, interinaniente, (de 18 de enero :i 20 de xbril de 1912). Lcis CAB:IERA, iiitcrinan~ente, (de 20 dc aliril de 1912 a 30 de eriero de 1913). Jost K. Rlncíns. (de 28 <le agosto de. 1914 a 19 <le noviernbrc del iiiisnio ;iiio. E n esta

fcclia se cuncediii licencia al sríior Macias, y en su liigar se designi, al licenciado don Antonio Alcocer, cluien no Ilcgb a tornar 11osesi6n del cargo).

JUAN K. Fnins, (del I v de julio de 1913 a mayo de 1916). FrnNnNoo Lrznnnr, (dos veces desempeíió la DirerciOn; de mayo <Ir 1916 a noviem-

hre del mismo ano, y de iehrero de 1917 :i 31 de jiilio de 1919). ANTONIO AI.CIICER, (<le rtoviemhre de 1916 :i 6 de irbrei-o de 1917).

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24 FRANCISCO DE P. HERRASTI

MANUEL MATWS A L A R C ~ N , (de 1' de agosto de 1919 a 1' de febrero de 1920). ALEJANDRO QUIJANO, (de 1' de febrero de 1920 a 19 de mayo de 1922). MANUEL GÓMEZ MOF~N, (de 19 de mayo de 1922 a 11 de enero de 1925). El señor

licenciado Gómer Morin es el autor del actual Plan de Estudios que nos rige, y el fundador de los Cursos de Seminario en la Facultad.

AQUILES EWRDUY, (dirige nuestra Facultad desde el día 11 de enero de 1925)). Es un continuador entusiasta de la obra iniciada por su antecesor, el señor licenciado Gómez Morín, y a su esfuerzo, así ,como a su gran cariño por la Escuela, se debe que esta Revista reanude su publicación, pues amparados can su eficaz ayu- da, los actuales encargados del citado órgano se atreven a lanzarlo a la luz pública.