26
Reg.: A y S t 221 p 50-93. En la ciudad de Santa Fe, a los ocho días del mes de agosto del año dos mil siete, se reunieron en acuerdo los señores Ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia, integrada en el caso por los doctores María Angélica Gastaldi, Rafael Francisco Gutiérrez, Mario Luis Netri, Rodolfo Luis Vigo y por el señor Juez de Cámara doctor Luis Alberto De Mattia, con la Presidencia del titular doctor Roberto Héctor Falistocco, a fin de dictar sentencia en los autos caratulados "MALVICINO S.A. contra PROVINCIA DE SANTA FE sobre RECURSO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO DE PLENA JURISDICCIÓN" (expte. C.S.J. nro. 784, año 1995), de conformidad con el acuerdo celebrado el día primero del corriente mes y año. A la primera cuestión -¿es admisible el recurso interpuesto?-, la señora Ministra doctora Gastaldi dijo: I.1. La firma Malvicino S.A. deduce recurso contencioso administrativo de plena jurisdicción contra la Provincia de Santa Fe pretendiendo la declaración de ilegitimidad de los decretos 3199/93, 3200/93 y 2528/95. Y solicitando consecuentemente se disponga la vigencia del decreto 4091/86 y de las resoluciones de los Ministerios de Obras, Servicios Públicos y Vivienda -y, en su caso, del Ministerio de Hacienda y Finanzas- dictadas en su consecuencia, como así también del decreto 4026/90. Cuestiona la recurrente que por los decretos 3199/93 y 3200/93 el Poder Ejecutivo anulara los decretos 4784/84 y 4091/86 y resoluciones y demás actos dictados a consecuencia, y que además, a los efectos individuales dispusiera practicar liquidaciones de acreencias, a determinar en su caso, según índices de precios al consumidor nivel general con más intereses al ocho (8) por ciento anual. En tal orden de consideraciones y en lo concerniente a la acción de autos, relata que, como adjudicataria de la licitación 615/85 (en consorcio con la firma IATE S.A. y para la construcción del tendido de línea de alta tensión entre las ciudades de Venado Tuerto y Rufino) los certificados en mora se pagaban fijándose el procedimiento del artículo 71 de la ley 5188 (de Obras Públicas), modificado por la ley 9594 del 13 de diciembre de 1984 y según lo disponía el decreto 4091/86 -reglamentario de la referida ley-. También refiere que según lo autorizado por el decreto 4026/90 reglamentario de la ley de Emergencia Económica 10.472 operó la respectiva consolidación y renegociación de la deuda. Que, según expone, ante el dictado del decreto 3199/93 y al notificarse una liquidación interpuso revocatoria, por la cual formulara impugnaciones, solicitando traslado de las actuaciones y suspensión de plazos, y al haberse desestimado su revocatoria por decreto 2528/95, y ante la negación de lo que argumentara dan fundamento a su demanda. En punto al rechazo de la revocatoria tacha de ilegal el criterio administrativo, basado en identificar notificación con publicación, cuando estas formas de comunicación cumplen funciones distintas, citando criterios de la ley Nacional de procedimiento administrativo y precedentes de este Tribunal puntualizando las causas "Alzugaray" e "Ingino". En lo atinente al fondo del asunto, sus planteos de ilegitimidad del decreto 3199/93, parten de argumentar la legitimidad de los decretos 4784/84 y 4091/86 enfatizando que los mismos no sustituyeron el sistema legal, que siguieron el criterio de la ley, tanto en la tasa como a la aplicación de un promedio ponderado y que en todo caso lo ilegítimo “no fue su normativa, sino la aplicación que de la misma pudieron haber hecho los organismos administrativos de la Provincia”. En este mismo orden de consideraciones también cuestiona que el decreto 3199/93 invocara violación grave en los elementos esenciales de los actos administrativos basados en tales normas reglamentarias y dispusiera su nulidad por violación en el objeto y causa. Agregando en apoyo de su postura que los intereses por mora -de los decretos 4784/84 y 4091/86 -importan imponer una sanción civil al incumpliente y cuestiona que se tachara de inmorales dichas tasas. Añadió que si se consideraban excesivos los intereses moratorios establecidos en la ley, debió plantear la modificación legislativa adecuada o conveniente para el Estado y la sociedad. Y rechaza igualmente las comparaciones efectuadas en el decreto 3199/93 entre el índice de costo de la construcción y la tasa bancaria del artículo 71 de la ley 5188. En igual sentido, y bajo el acápite “incompetencia del Poder Ejecutivo para derogar la ley 5188" (foja 79), la recurrente impugna en suma que en el acto 3199/93 se determine que por la mora de la Administración el contratista deba recibir un importe equivalente a lo que surge de actualizar la deuda histórica según índices de precios al consumidor nivel general con más un interés del 8% anual; cuando en la ley 5188 se establecía que el contratista tenía derecho a optar por la tasa promedio ponderada. En este mismo aspecto señala que la ley fija un límite al ejercicio del poder administrativo, ya que so pretexto de mantener la economía del contrato y "sin decir que el art. 71 era inconstitucional” (o ilegítimo) decidió apartarlo del ordenamiento jurídico" (foja 82). Formula cita de los precedentes "Tolosa" y "Salvia", de este Tribunal. Solicita, en suma, se haga lugar al recurso; con costas. 2. Declarada por Presidencia la admisibilidad formal del recurso (f. 156), se emplaza a la demandada a estar a derecho (f. 159 vto.).

Reg.: A y S t 221 p 50-93

  • Upload
    others

  • View
    3

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Reg.: A y S t 221 p 50-93

Reg.: A y S t 221 p 50-93.En la ciudad de Santa Fe, a los ocho días del mes de agosto del año dos mil siete, se

reunieron en acuerdo los señores Ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia, integrada en el caso por los doctores María Angélica Gastaldi, Rafael Francisco Gutiérrez, Mario Luis Netri, Rodolfo Luis Vigo y por el señor Juez de Cámara doctor Luis Alberto De Mattia, con la Presidencia del titular doctor Roberto Héctor Falistocco, a fin de dictar sentencia en los autos caratulados "MALVICINO S.A. contra PROVINCIA DE SANTA FE sobre RECURSO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO DE PLENA JURISDICCIÓN" (expte. C.S.J. nro. 784, año 1995), de conformidad con el acuerdo celebrado el día primero del corriente mes y año.

A la primera cuestión -¿es admisible el recurso interpuesto?-, la señora Ministra doctora Gastaldi dijo:

I.1. La firma Malvicino S.A. deduce recurso contencioso administrativo de plena jurisdicción contra la Provincia de Santa Fe pretendiendo la declaración de ilegitimidad de los decretos 3199/93, 3200/93 y 2528/95. Y solicitando consecuentemente se disponga la vigencia del decreto 4091/86 y de las resoluciones de los Ministerios de Obras, Servicios Públicos y Vivienda -y, en su caso, del Ministerio de Hacienda y Finanzas- dictadas en su consecuencia, como así también del decreto 4026/90.

Cuestiona la recurrente que por los decretos 3199/93 y 3200/93 el Poder Ejecutivo anulara los decretos 4784/84 y 4091/86 y resoluciones y demás actos dictados a consecuencia, y que además, a los efectos individuales dispusiera practicar liquidaciones de acreencias, a determinar en su caso, según índices de precios al consumidor nivel general con más intereses al ocho (8) por ciento anual.

En tal orden de consideraciones y en lo concerniente a la acción de autos, relata que, como adjudicataria de la licitación 615/85 (en consorcio con la firma IATE S.A. y para la construcción del tendido de línea de alta tensión entre las ciudades de Venado Tuerto y Rufino) los certificados en mora se pagaban fijándose el procedimiento del artículo 71 de la ley 5188 (de Obras Públicas), modificado por la ley 9594 del 13 de diciembre de 1984 y según lo disponía el decreto 4091/86 -reglamentario de la referida ley-. También refiere que según lo autorizado por el decreto 4026/90 reglamentario de la ley de Emergencia Económica 10.472 operó la respectiva consolidación y renegociación de la deuda.

Que, según expone, ante el dictado del decreto 3199/93 y al notificarse una liquidación interpuso revocatoria, por la cual formulara impugnaciones, solicitando traslado de las actuaciones y suspensión de plazos, y al haberse desestimado su revocatoria por decreto 2528/95, y ante la negación de lo que argumentara dan fundamento a su demanda.

En punto al rechazo de la revocatoria tacha de ilegal el criterio administrativo, basado en identificar notificación con publicación, cuando estas formas de comunicación cumplen funciones distintas, citando criterios de la ley Nacional de procedimiento administrativo y precedentes de este Tribunal puntualizando las causas "Alzugaray" e "Ingino".

En lo atinente al fondo del asunto, sus planteos de ilegitimidad del decreto 3199/93, parten de argumentar la legitimidad de los decretos 4784/84 y 4091/86 enfatizando que los mismos no sustituyeron el sistema legal, que siguieron el criterio de la ley, tanto en la tasa como a la aplicación de un promedio ponderado y que en todo caso lo ilegítimo “no fue su normativa, sino la aplicación que de la misma pudieron haber hecho los organismos administrativos de la Provincia”.

En este mismo orden de consideraciones también cuestiona que el decreto 3199/93 invocara violación grave en los elementos esenciales de los actos administrativos basados en tales normas reglamentarias y dispusiera su nulidad por violación en el objeto y causa. Agregando en apoyo de su postura que los intereses por mora -de los decretos 4784/84 y 4091/86 -importan imponer una sanción civil al incumpliente y cuestiona que se tachara de inmorales dichas tasas. Añadió que si se consideraban excesivos los intereses moratorios establecidos en la ley, debió plantear la modificación legislativa adecuada o conveniente para el Estado y la sociedad. Y rechaza igualmente las comparaciones efectuadas en el decreto 3199/93 entre el índice de costo de la construcción y la tasa bancaria del artículo 71 de la ley 5188.

En igual sentido, y bajo el acápite “incompetencia del Poder Ejecutivo para derogar la ley 5188" (foja 79), la recurrente impugna en suma que en el acto 3199/93 se determine que por la mora de la Administración el contratista deba recibir un importe equivalente a lo que surge de actualizar la deuda histórica según índices de precios al consumidor nivel general con más un interés del 8% anual; cuando en la ley 5188 se establecía que el contratista tenía derecho a optar por la tasa promedio ponderada.

En este mismo aspecto señala que la ley fija un límite al ejercicio del poder administrativo, ya que so pretexto de mantener la economía del contrato y "sin decir que el art. 71 era inconstitucional” (o ilegítimo) decidió apartarlo del ordenamiento jurídico" (foja 82). Formula cita de los precedentes "Tolosa" y "Salvia", de este Tribunal.

Solicita, en suma, se haga lugar al recurso; con costas.2. Declarada por Presidencia la admisibilidad formal del recurso (f. 156), se emplaza a

la demandada a estar a derecho (f. 159 vto.).

Page 2: Reg.: A y S t 221 p 50-93

A foja 175 contesta la demanda propiciando la inadmisibilidad del recurso por la extemporaneidad de la revocatoria (cita el art. 42 del dec. acuerdo 10.204/58), negando seguidamente todas las postulaciones de la demanda. Alega que lo relatadm por la actora no se condice con las circunstancias de hecho y de derecho que rodean el caso. Así, luego de repasar la evolución legal que culminó con el dictado de los decretos 3199/93 y 3200/93, explica que la modificación por ley 9594 al artículo 71 de la ley 5188 -para el supuesto de mora en el pago de los certificados de obra- instituyó en favor del contratista una opción para percibir "intereses corrientes vencidos" y la adecuación o actualización monetaria conforme el índice de precios mayoristas.

Explica que los "intereses corrientes vencidos" se determinaban en base a la "tasa efectiva anual vencida" del Banco Provincial de Santa Fe en sus operaciones activas con certificados de obra; los cuales resultaban insuficientes, ante la magnitud del proceso inflacionario en la estructura económica global y en el equilibrio del contrato. Por lo cual la modificación legislativa de la ley 9594 tendía a contemplar la erosión inflacionaria -dice- “la inflación medida por un índice general, más un interés puro, fue el parámetro máximo autorizado por el legislador para el reconocimiento de la mora”. Reitera en ese aspecto que la tasa de descuento era inferior al índice general mayorista. Por lo que con la modificación legislativa la opción otorgada por el artículo 71 contiene dos alternativas que confluían en un sistema de actualización de deudas para el pago de los certificados de obra.

Seguidamente refiere a las características del sistema dispuesto en los decretos reglamentarios de este artículo -4784/84 y 4091/86-. Invoca que la aplicación de dicho sistema funcionó “fuera del propio supuesto de hecho por él previsto”, en particular en los períodos que el banco utilizó diversas tasas, "por lo que el quantum de los intereses moratorios fijados por el Ministerio no resultó de lo previsto en el artículo 71 de la ley 5188, sino de lo establecido por el sistema reglamentario" (foja 181).

Argumenta asimismo que al acudirse a un sistema de tasas ponderadas de interés moratorio, no contempladas en la ley, y ajeno a la norma reglamentada se sustituyó el sistema legal por otro de carácter reglamentario que agravó injustificadamente la responsabilidad patrimonial.

También la demandada hace referencia a liquidaciones practicadas por los organismos técnicos (conf. dec. 3199/93 y ley 24.283). Según las cuales dice que las obras, tomando como base una ejecución total (100%) a su valor real y actual al 31/3/91, ascenderían a $ 4.984.993,20 y -dice- que se pagó la suma de $21.155.014,68. Aclara que dicho procedimiento tramitó por expediente N° 16201-0220808-V, en el que se dictó el decreto 841/96, el que ofrecería como prueba.

Invoca que la presunta mora no habilita el enriquecimiento sin causa, y asimismo que la anulación dispuesta atendió también a "las particularidades” del refrendo con firmas apócrifas del decreto 1617/89, según dictamen de un perito calígrafo y sentencia del juzgado de instrucción actuante.

A continuación efectúa diversas consideraciones generales acerca de la justificación de la potestad de autoanulación administrativa, de las que concluye que el Poder Ejecutivo, al dictar los decretos 3199/93 y 3200/93, actuó dentro de sus competencias específicas.

Como último punto, y en debate a la posición de la actora en torno a la falsa causa, reitera las consideraciones vinculadas con las razones que justificaron su dictado. Alude a criterios jurisprudenciales que exigen a los pronunciamientos judiciales reflejar con fidelidad los fenómenos económicos, señalando que si en Derecho privado, un pacto que estipule intereses exorbitantes o contrarios con el orden moral, debe invalidarse por los jueces, cuánto más a las circunstancias del caso, cuando se trata de una relación de naturaleza pública.

Con relación al decreto 3200/93, señala que el tratamiento que el mismo impone para cancelar (en su caso) la deuda provincial no impone mayores restricciones que en la Nación.

Finalmente, invoca que “al momento de efectuarse el procedimiento previsto por el decreto 3199/93 para la obra referida, los órganos técnicos debieron ajustar su actuación a las pautas legales citadas" (foja 191) refiriendo a la ley 24.283 que fija un límite a las indexaciones del valor de bienes y prestaciones.

Solicita, en suma, el rechazo del recurso; con costas.3. Abierta la causa a prueba (foja 193), se produce la que consta en autos.4. A fojas 907/914 produce su alegato la actora; a fojas 1061/1083 hace lo propio la

Provincia.A foja 1084 se llaman autos para resolver, notificado mediante las cédulas que se

adjuntan a fojas 1085 y 1086.Firme dicha providencia, queda la causa en estado de ser resuelta.II. Corresponde tratar la cuestión de admisibilidad del presente recurso, lo cual se

vincula además con la desestimación de la revocatoria en instancia administrativa (decreto 2528/95).

Más allá de la temporaneidad o no en la impugnación del decreto 3199/93, la particular modalidad impugnativa seguida por la empresa actora, hace necesario detenerse sobre las

Page 3: Reg.: A y S t 221 p 50-93

características más salientes del recurso contencioso administrativo de plena jurisdicción reglado en la ley 4106.

En esa tarea se debe advertir que el decreto citado reviste el carácter de una disposición genérica, destinada a su aplicación por los funcionarios del poder administrador, en la órbita de las respectivas relaciones contractuales de los contratos de obras públicas comprendidas en sus disposiciones.

Sabido es que, los actos de esas características por regla, se impugnan cuando se aplican por cuanto -en principio- no surge de ellos mismos lesión directa y actual de un derecho subjetivo o interés legítimo.

La excepción a este principio, puede verificarse ante la configuración de supuestos en que una disposición contenida en actos de esa característica proyecte efectos directos respecto de situaciones jurídicas subjetivas. Tal supuesto se da cuando de la misma disposición se deriva un efecto inmediato sobre la esfera jurídica del administrado, suficiente para justificar su directa impugnación, sin necesidad de actos complementarios o de aplicación.

Siendo ello así se debe analizar, como requisito de admisibilidad del recurso, si el acto impugnado causa una lesión efectiva y actual, o nos encontramos frente a un acto cuya incidencia en la esfera jurídica subjetiva del recurrente es meramente futura, hipotética.

Esta última es la situación que depara la presente causa, lo que torna inadmisible el recurso por no contar el recurrente con una lesión actual, ya que únicamente resultan impugnables por esta vía los actos administrativos que producen efectos jurídicos en forma directa e inmediata (cfr.: Rejtman Farah, Mario, "Impugnación Judicial de Actos Administrativos", págs. 33 y 34; Diez, Manuel María, "Derecho Procesal Administrativo", pág. 129; Dromi, José Roberto, "Proceso Administrativo Provincial", pág. 21).

En efecto, los actos objeto sustancial de impugnación -decretos 3199/93 y 3200/93-, establecen la anulación de los decretos reglamentarios 4784/84, 4091/86 y las resoluciones dictadas en su consecuencia, como así también de los actos administrativos individuales y contratos que reconozcan el pago de una suma de dinero cuyo monto se determinó con fundamento en los decretos reglamentarios mencionados; determinándose, a su vez, un procedimiento a los efectos de establecer las consecuencias individuales de los actos anulados y la forma -en caso de haber acreencias en favor de los particulares- de cancelar las mismas.

Como se advierte la esfera jurídica del particular como consecuencia del dictado de los actos impugnados no ha sido afectada directamente, sino que dicha lesión se configuraría eventualmente al finalizar el procedimiento donde se determinará si cabe algún reclamo de la Administración o de la parte recurrente.

Y si bien se ha admitido, como se dijo, la impugnación directa cuando el acto por sí, y sin necesidad de aplicación despliega efectos jurídicos incidiendo negativamente en la esfera jurídica subjetiva del destinatario, no es el caso del presente, ya que no estamos en presencia de aquéllos supuestos donde el dictado del acto genérico -ya sea por su naturaleza o por las particularidades propias del caso- incide directamente sobre la esfera del particular.

No resulta óbice a dicha conclusión la circunstancia de que consta en la causa que el acto de aplicación de los decretos impugnados habría sido dictado por la Administración (decreto 841), ya que éste no es objeto de impugnación en el presente recurso, donde el recurrente no efectuó ante este Tribunal manifestación alguna al respecto ni, mucho menos, procedió a adecuar su pretensión, insistiendo, de hecho, en la posición inicialmente sostenida.

En tales condiciones, se debe declarar inadmisible el presente recurso.Voto, pues, por la negativa.A la misma cuestión el señor Ministro doctor Netri dijo:I.1. La firma Malvicino S.A. deduce recurso contencioso administrativo de plena

jurisdicción contra la Provincia de Santa Fe a los fines de que se declare la ilegitimidad de los decretos 3199/93, 3200/93 y 2528/95. Solicita que, a consecuencia de ello, se disponga la vigencia del decreto 4091/86 y de las resoluciones del Ministerio de Obras, Servicios Públicos y Vivienda -y, en su caso, del Ministerio de Hacienda y Finanzas- que se hayan dictado como consecuencia de este último decreto, como así también del decreto 4026/90.

Relata que, integrando un consorcio con la firma IATE S.A., por resolución 2076 del 22 de agosto de 1985 se le adjudico la licitación pública n° 615 del mismo año para la construcción del tendido de una línea de alta tensión de 132 kv que une las ciudades de Venado Tuerto y Rufino suscribiendo el respectivo contrato con la Empresa Provincial de la Energía (“E.P.E.”) -por entonces, “Dirección Provincial”.

Que por sucesivas ampliaciones el plazo originario de 18 meses concluyó en definitiva el 8 de noviembre de 1991.

Indica que durante la vigencia del contrato, la E.P.E. pagaba los certificados en mora, y que, a consecuencia de ello, se fijó para el pago de los intereses moratorios el procedimiento establecido por el art. 71 de la ley 5188 (de Obras Públicas), modificado por ley 9594 del 13 de diciembre de 1984 y según lo disponía el decreto N° 4091/86 que reglamentaba esta ley.

Afirma que la deuda mantenida por la E.P.E. fue consolidada y renegociada según el procedimiento de consolidación que instituía el decreto 4026/90, reglamentario de la ley 10.472.

Page 4: Reg.: A y S t 221 p 50-93

Con posterioridad a ello -continúa- la Provincia, a través del Poder Ejecutivo, emitió los decretos 3199 y 3200, ambos de fecha 10 de noviembre de 1993. Refiere que el primero dispone en su artículo 1 la anulación de los decretos 4784/84 y 4091/86 y todas las resoluciones ministeriales que se hubieran expedido como consecuencia de los mismos; por su artículo 2, dispone la anulación de los actos administrativos individuales y contratos que reconozcan el pago de una suma de dinero, cualquiera fuera el instrumento que la documente y cuyo monto se haya determinado con fundamento en las normas anuladas en el artículo primero. Por el art. 3, se establece que los efectos individuales de la anulación dispuesta en los artículos precedentes se determinarán previo ejercicio del derecho de defensa de los particulares cuyas acreencias se fijaron con fundamento en las disposiciones anuladas, y que los organismos administrativos practicarán las liquidaciones de dichas acreencias en base al índice de precios al consumidor nivel general, con más un 8% de interés anual, debiendo correr traslado por diez días hábiles a los interesados, de los importes resultantes. Finalmente, un tercer párrafo establece que dicho procedimiento debía culminarse antes del 31 de diciembre de ese año.

Por su parte, expone que el decreto 3200/93 disponía que quedaban comprendidos en esas disposiciones los organismos pertenecientes a la Administración provincial centralizada y descentralizada y que en el caso de surgir una acreencia en favor del particular, la misma sería atendida con pagarés con vencimiento a los sesenta meses de la fecha de emisión, pudiendo los títulos ser rescatados con anterioridad por licitación y ser utilizados como medio de pago en las privatizaciones. También destaca que este decreto establecía que en caso de disconformidad del acreedor con la determinación de la deuda, se aplicarán los artículos 1, 3, 7 y concordantes de la ley nacional 23.928.

Asevera que el 31 de agosto de 1994, recibió el traslado de las liquidaciones practicadas “supuestamente de conformidad con lo dispuesto en el artículo 3 del decreto 3199/93" (foja 69 vto.), acompañándose a modo de anexo el texto del decreto 3199/93 y modificatorios.

Expone que dentro de los diez días hábiles -tal como lo indicaba el artículo 3, segundo párrafo de la norma que cuestiona- efectuó dos presentaciones: un recurso de revocatoria contra los decretos 3199/93 y 3200/93; y una impugnación de la liquidación practicada. Dice que solicitó traslado de las actuaciones y suspensión de plazos; y que el procedimiento culminó parcialmente, ya que la E.P.E. no ha decidido absolutamente nada respecto de la impugnación de las planillas liquidatorias, con el dictado del decreto 2528/95, que desestimó el recurso de revocatoria. Indica que la negación de los argumentos de dicho acto constituyen los fundamentos de su demanda.

Bajo el título “admisibilidad formal del recurso”, cuestiona el decreto 2528/95 en cuanto rechaza la revocatoria por razones de temporaneidad. En este sentido, destaca que la Administración entendió que el plazo para impugnar los decretos 3199/93 y 3200/93 -de diez días- debía contarse a partir de la publicación de dichos actos.

Considera que dicho criterio resulta ilegítimo, por cuanto las normas del decreto-acuerdo 10.204/58 refieren exclusivamente a actos de alcance particular, que se notifican, y no a actos generales, que se dan a conocer con la publicación. Dejando en claro que la Provincia no lo había notificado de los decretos 3199/93 y 3200/93, señala que el Gobernador confunde “notificación” con “publicación”, y que no resulta válido sostener que esta última cumple la misma función y tiene los mismos efectos que la primera.

Entiende que la cuestión debe resolverse mediante la analogía, acudiendo al ordenamiento nacional -método que, según dice, habría sido propiciado por este Tribunal en la causa “Alzugaray”-. Señala concretamente que la Ley Nacional de Procedimientos Administrativos admite como válida la impugnación del acto general a través del cuestionamiento al acto de aplicación, criterio que habría sido aplicado por esta Corte en la causa “Ingino”.

Concluye en este punto que la revocatoria debió haber sido considerada temporánea.En lo atinente al fondo del asunto, postula dos agravios fundamentales: la legitimidad

de los decretos derogados -por una parte- y la incompetencia del Poder Ejecutivo para ejercer el control de constitucionalidad de leyes -por otra-.

Con relación al primer aspecto, señala que los argumentos vertidos por la Administración provincial “lejos de demostrar que el contenido de la norma era ilegítimo, siguen haciendo hincapié en cómo el mismo fue aplicado a través de las resoluciones ministeriales (las que tampoco se apartaron del procedimiento instaurado por la ley y el decreto cuestionado)” (foja 76). Asevera que el decreto 4091/86, al reglamentar el artículo 71 de la ley 5188 -que trata sobre la mora de la Administración en el pago de certificados de obra pública-, lo hizo legítimamente, sin exceder el marco de la ley. Explica que, en el caso de que el contratista optara por cobrar intereses corrientes vencidos, la tasa a que aludía la reglamentación era la misma que mencionaba la ley (tasa efectiva anual vencida que el Banco Provincial de Santa Fe aplica normalmente en sus operaciones activas con certificados de obra); y que “la tasa efectiva anual promedio ponderada (“T.E.A. p.p.”) establecida en el inciso “a” del artículo 1 del decreto 4091/86 no se contrapone a la disposición legal, ya que en todo momento sigue su directriz, aplica el mismo método y sólo la completa en un supuesto de vacío del texto legislativo ... En efecto, de la existencia de diversas tasas para el mismo tipo de operación, sin la disposición reglamentaria, queda el interrogante de cómo se hubiera determinado la tasa aplicable, y por ende, la ley hubiera

Page 5: Reg.: A y S t 221 p 50-93

permanecido sin posibilidad de ser cumplida” (foja 77 vto.).De ello colige que lo ilegítimo, en todo caso, no fue su normativa, sino la aplicación que

de la misma pudieron haber hecho los organismos administrativos de la Provincia; y que constituye una falacia sostener que el decreto reglamentario pretendía sustituir el sistema legal.

Y también que, siendo plenamente válido el decreto 4091/86, también lo son los decretos, resoluciones ministeriales, actos y contratos, dictados o celebrados en su consecuencia y que a él se ajustaron.

Añade que el Poder Ejecutivo pudo pretender que con el dictado del decreto 3199/93 se anuló también el decreto 4026, dictado el 12 de noviembre de 1990, reglamentario de la ley provincial de emergencia económica y reforma del Estado N° 10.472, cuyos procedimientos se siguieron para consolidar la deuda que la E.P.E. mantenía por la obra que origina el reclamo, “decreto que, obviamente, es también válido, legal, legítimo y eficaz” (foja 78 vto.).

Postula que si el Poder Ejecutivo consideró excesivos los intereses moratorios establecidos en la ley, debió plantear la modificación legislativa adecuada o conveniente para el Estado y la sociedad, y no tomar la justicia por sus manos y reformar la ley a través de un decreto.

Con relación al planteo denominado “incompetencia del Poder Ejecutivo para derogar la ley 5188" (foja 79), efectúa diversas consideraciones.

Expone que es errado pretender, como lo hace el Poder Ejecutivo, esconder la operación intelectual efectuada en el caso, denominándola como “aplicación de la ley”, cuando en realidad se trata de una genuina interpretación, ya que, mientras que la ley 5188 establecía que los intereses a los que tenía derecho el cocontratante particular era la tasa que aplicara el Banco de la Provincia de Santa Fe en sus operaciones activas con certificados de obra, el decreto 3199/93 establece que por la mora de la Administración el contratista no tendrá derecho a ello, sino a recibir un importe equivalente a lo que surge de actualizar la deuda histórica según índices de precios al consumidor nivel general con más un interés del 8% anual.

Cuestiona el razonamiento consistente en que, de conservar la norma del art. 71 de la ley 5188 (texto conf. ley 9594) los actos administrativos que se seguirían serían nulos de nulidad absoluta por violación grave en sus elementos esenciales, como el objeto y la causa.

Entiende que es “poco probable” que el Banco Provincial de Santa Fe piense que los intereses que cobra son inmorales, calificación que -según expresa- aparece no menos de cuatro veces en el decreto 3199/93. Y que ello es así -prosigue- por cuanto la aplicación de intereses por mora implica imponer una sanción civil al incumpliente. De allí que descalifique la comparación efectuada por la Provincia entre el índice del costo de la construcción y la tasa bancaria según el artículo 71 de la ley 5188.

Afirma que el principio consistente en que la ley fija los propios límites al ejercicio del poder administrativo fue violado por la Administración so pretexto de mantener la economía del contrato; y “sin decir que el art. 71 era inconstitucional (o ilegítimo) decidió apartarlo del ordenamiento jurídico” (foja 81 vto.). Cita en este punto a los precedentes “Tolosa” y “Salvia”, de este Tribunal.

Solicita, en suma, se haga lugar al recurso; con costas.2. Declarada por Presidencia la admisibilidad formal del recurso (foja 156), se emplaza

la demandada a estar a derecho, lo que hace a foja 163.A fojas 175/192 vto. contesta la demanda.Efectúa una detallada negativa que refiere, básicamente, a todas las postulaciones de

la actora. En particular, destaca que las afirmaciones efectuadas en torno a las circunstancias de hecho y de derecho que rodean al caso no coinciden con la realidad.

Señala que debe tenerse en cuenta la evolución legal que culminó con el dictado de los decretos 3199/93 y 3200/93.

Explica que el artículo 71 de la ley 5188, modificada por la 9594, y que fuera derecho vigente hasta el dictado de la ley 10.580, para el supuesto de mora en el pago de los certificados de obra instituyó a favor del contratista un derecho de opción entre los “intereses corrientes vencidos” y la adecuación o actualización monetaria conforme el índice de precios mayoristas. Prosigue destacando que la mencionada opción de los “intereses corrientes vencidos” se determinaba por el Ministerio de Obras, Servicios Públicos y Vivienda en base a la “tasa efectiva anual vencida” que el Banco Provincial de Santa Fe aplicaba normalmente para sus operaciones activas con certificados de obra; y que la intención del legislador y el espíritu de la ley fue restablecer el equilibrio económico del contrato de obra pública, por resultar insuficientes, ante la realidad económica que se vivía, los intereses corrientes que se venían reconociendo. También señala que ello buscaba, además, reflejar en su real dimensión la desvalorización monetaria producida por el proceso inflacionario en el funcionamiento de la estructura económica global. Concluye que la opción otorgada por el artículo 71 contiene dos alternativas que constituyen sistemas de actualización de deudas para el pago de los certificados de obra.

Destaca las características del sistema creado por los decretos reglamentarios de este artículo -decretos 4784/84 y 4091/86-, en particular, en los períodos en los que el banco realizaba operaciones con certificados de obras utilizando distintas tasas. Considera que la aplicación de dicho sistema funcionó fuera del propio supuesto de hecho por él previsto y se utilizó en períodos

Page 6: Reg.: A y S t 221 p 50-93

en los que regía una tasa de ley, “por lo que el quantum de los intereses moratorios fijados por el Ministerio no resultó de lo previsto en el art. 71 de la ley 5188, sino de lo establecido por el sistema reglamentario” (foja 181).

Afirma que se creó un sistema de tasas ponderadas de interés moratorio mediante el promedio de tasas no contempladas en la ley, y se implementó para ello un procedimiento ajeno a la norma reglamentada. De allí extrae que se sustituyó el sistema legal por otro de carácter reglamentario, agravando injustificadamente su responsabilidad patrimonial.

Entiende que la grave desproporción comentada produjo el quebrantamiento del sinalagma contractual, y que toda esta situación generó el dictado del decreto 3199/93 que dispuso la nulidad de los decretos 4784/84 y 4091/86 y de las resoluciones del Ministerio de Obras, Servicios Públicos y Vivienda, así como la de los actos administrativos individuales y contratos que reconozcan el pago de una suma de dinero, cualquiera fuera el instrumento que la documente, cuyo monto se determinó con fundamento en las normas anuladas.

Añade que, en otro contexto “y formando parte del mismo contexto jurídico”, el Congreso de la Nación sancionó la ley 24.283 que fijó los límites a la actualización de precios de cosas, bienes o prestaciones en base a índices o estadísticas, estableciendo que ésta no puede ser superior al valor real y actual de la cosa, bien o prestación. Fue en cumplimiento de lo normado por el decreto 3199/93 y por la ley 24.283 -prosigue- que sus órganos técnicos practicaron las liquidaciones respectivas, de las cuales se desprende que la empresa había ejecutado al momento de la liquidación el 100% de la obra; que el valor real y actual de ella es de $ 4.984.993,20 al 31.3.1991; y que ya pagó por ella la suma de $ 21.155.014,68. Aclara que dicho procedimiento tramitó por expediente N° 16201-0220808-V, en el que se dictó el decreto 841/96, el que -anuncia- será ofrecido como prueba.

En cuanto a los aspectos formales del recurso, sostiene su inadmisiblidad, sobre la base de la extemporaneidad de la revocatoria contra el decreto 3199/93.

Niega que a este respecto exista un vacío normativo, tal como lo postula la actora, puesto que “el sistema impugnatorio de actos administrativos provinciales se encuentra expresamente regulado por el decreto 10.204/58, que establece el procedimiento aplicable al caso, sin que exista en el supuesto, duda alguna respecto de su instrumentación. Cita pasajes de la resolución “González Palicio”, dictada por este Tribunal (con otra integración).

En lo atinente al fondo de la cuestión, afirma que los actos anulados por el decreto 3199/93 no constituían un plexo normativo armónico que no excedía el marco legal, tal como lo afirma la recurrente; y que, muy por el contrario, sobrepasaron ampliamente los límites establecidos para los de su especie. Sostiene su ilegitimidad con base en que “con el pretexto de reglamentar la ley, crearon un sistema ajeno y extraño a la norma, que la modificó y distorsionó gravemente” (foja 183 vto.).

Indica en particular que al momento de la vigencia de la ley 9594 (enero de 1985), la tasa de descuento era inferior al índice general mayorista, de lo que infiere que la inflación medida por un índice general más un interés puro, fue el parámetro máximo seguido por el legislador para el reconocimiento de la mora en la cancelación de certificados.

En base a ello postula que pretender cobrar intereses apartados notoriamente de ese tope importa desviar la intención del legislador, con la ilegitimidad que ello conlleva.

Expone que la presunta mora no habilita el enriquecimiento sin causa, sino que lo mune de los elementos para hacer cumplir las obligaciones asumidas.

También dice que la anulación que debió disponer se vio agravada en función de “las particularidades que presentó la normativa en cuestión”, mencionando en este punto al hecho de que el decreto 1617/89 tiene dos de las firmas que lo refrendan apócrifas, según dictamen de un perito calígrafo y sentencia del juzgado de instrucción actuante.

A continuación efectúa diversas consideraciones generales acerca de la justificación de la potestad de autoanulación administrativa, de las que concluye que el Poder Ejecutivo, al dictar los decretos 3199/93 y 3200/93, actuó dentro de sus competencias específicas.

Como último punto, se dedica a rebatir el planteo consistente en que los actos impugnados presentarían una falsa causa. Aquí reitera, sustancialmente, las consideraciones vinculadas con las razones que justificaron el dictado del decreto 3199/93.

Cita precedentes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que exigen que los pronunciamientos judiciales, para realizar la justicia constitucional, deben reflejar con fidelidad los fenómenos económicos.

Afirma que en el Derecho privado, el pacto que estipula intereses exorbitantes o contrarios con el orden moral es nulo, y que los jueces deben proceder a invalidarlos. Agrega que cuánto más resultará aplicable dicha pauta a las circunstancias del caso, referido a una relación de naturaleza pública.

Con relación al decreto 3200/93, señala que el tratamiento que el mismo otorga a la deuda provincial no impone mayores restricciones que en la Nación.

Finalmente, menciona que la ley nacional 24.283 impuso un límite a la indexación al valor de las cosas, bienes y prestaciones, “por lo que, al momento de efectuarse el procedimiento previsto por el decreto 3199/93 para la obra referida, los órganos técnicos debieron ajustar su

Page 7: Reg.: A y S t 221 p 50-93

actuación a las pautas legales citadas” (foja 191).Solicita, en suma, el rechazo del recurso; con costas.3. Abierta la causa a prueba (foja 193), se produce la que consta en autos.4. A fojas 907/914 produce su alegato la actora; a fojas 1061/1083 vuelto hace lo propio

la Provincia.A foja 1084 se llaman autos para resolver. Firme dicha providencia, queda la causa en

estado de ser resuelta.II.1 Corresponde en primer término analizar la admisibilidad del presente recurso,

aspecto al que se opone expresamente la Provincia al contestar la demanda, y que -por lo demás- resulta de inevitable tratamiento por parte del Tribunal, a poco que se consideren las razones de índole formal que coadyuvaron al rechazo de la revocatoria mediante el decreto 2528/95.

En concreto, la demandada funda su postura en el hecho de que la empresa habría deducido extemporáneamente su recurso de revocatoria, toda vez que lo hizo cuando ya se había vencido el término de diez días hábiles administrativos posteriores a la publicación de los actos impugnados, esto es, de la publicación de los decretos 3199/93 y 3200/93 (Boletín Oficial del 12.11.1993). Entiende que rige respecto de este tipo de actos la norma del artículo 42 del decreto-acuerdo 10.204/58. En particular, en el decreto 2528/95, el Gobernador señaló que "en nuestra jurisdicción no se establecen diferencias para recurrir actos de alcance general y de alcance particular, estableciéndose un régimen de impugnación único para ambos tipos de actos" (considerando 3°) y que, por lo tanto, "el recurso fue presentado el 15 de setiembre de 1994... fuera del término previsto por la ley, deviniendo inadmisible la revocatoria por extemporánea" (considerando 4°).

Adelanto que esta defensa no puede ser acogida.Es cierto que el decreto-acuerdo 10.204/58, al reglamentar el modo en que debe

interponerse el recurso de revocatoria, no hace diferencias entre actos administrativos individuales y generales. Mas también lo es que dicha circunstancia no autoriza a arribar a la conclusión propuesta por la Administración en el presente caso.

En efecto, la equiparación de la noción de "publicación" a la de "notificación" de los actos administrativos está en el caso postulada -tanto en el decreto 2528/95 como en la contestación de la demanda- sin ningún tipo de fundamentación, la que era particularmente necesaria a poco que se tengan en cuenta las naturales diferencias que existen entre ambas formas de comunicación de los actos administrativos. La jurisprudencia de esta Corte ha insistido reiteradamente en las exigencias que debe reunir la notificación de los actos administrativos a los fines de que ella pueda constituir válidamente el inicio del término dentro del cual pueden articularse los recursos administrativos respectivos; exigencias que -ahora se agrega- no son en principio trasladables al supuesto de la publicación de un acto.

Por lo demás, si de la aplicación del artículo 42 del decreto-acuerdo 10.204/58 se trata, no podría sin más afirmarse que el decreto 3199/93 constituya un acto "que niegue un derecho o imponga obligaciones", en los términos de la norma mencionada. De hecho, la propia Administración ha destacado esta particularidad, al establecer en el artículo 3 de dicho acto que "los efectos individuales de la anulación dispuesta en las normas precedentes se determinarán previo ejercicio del derecho de defensa de los particulares cuyas acreencias se fijaron con fundamento en los actos y convenios anulados. A tal fin los servicios administrativos practicarán las liquidaciones de las acreencias de los contratistas en base al índice de precios al consumidor nivel general, con más un 8% de interés anual y le correrán traslado por diez (10) días hábiles a los interesados de los importes resultantes. El procedimiento del presente decreto debe concluirse antes del 31 de diciembre de 1993". A lo expuesto puede agregarse que dicho término fue sucesivamente prorrogado por la Administración hasta el 30.6.1994 -decreto 3920/93- primero, y hasta el 31.8.1994 -decreto 1791/94-, más tarde.

En tales condiciones, debe considerarse que la empresa recurrente, al haber deducido revocatoria dentro de los diez días posteriores a la notificación de las liquidaciones que la Provincia habría efectuado, según afirma, aplicando las pautas del decreto 3199/93 (liquidaciones a las que se le anexaba una copia de ese acto), reaccionó en definitiva al tomar noticia de "la efectiva lesión a su interés" ("Verdondoni", de A. y S. T. 92, pág. 243; criterio implícito en "García Leiva", de A. y S. T. 112, pág. 43), razón suficiente para entender cumplimentado el recaudo exigido por el artículo 4 de la ley 4106.

De lo contrario se consagraría un rigorismo excesivo y se desnaturalizaría el sentido que tiene la exigencia legal de previa reclamación administrativa que no es, obviamente, impedir el acceso a la vía judicial (criterio de "Verdondoni", citado).

Lo hasta aquí expuesto, desde luego, no niega la posibilidad de que un acto de alcance general, más allá de su publicación, pueda en su caso ser notificado a los sujetos que en definitiva resultan destinatarios del mismo (posibilidad, que, incluso, fue admitida por este Tribunal in re "Larrosa", de A. y S. T. 156, pág. 30); ni tampoco cerrar la posibilidad de que, según las circunstancias de cada caso, resulte igualmente admisible la impugnación directa de los actos administrativos generales.

2. Las afirmaciones precedentes también permiten sostener que la anulación dispuesta

Page 8: Reg.: A y S t 221 p 50-93

por la Administración mediante los actos impugnados alcanzó, efectivamente, a “acreencias” -en la terminología del decreto 3199/93- de las que era titular la actora.

Y si bien las partes no discrepan sobre el punto, resulta pertinente reseñar algunos aspectos vinculados con esta cuestión; útiles para la comprensión de la pretensión ejercida en autos y su admisibilidad.

Según indica la actora en la demanda, el consorcio conformado por ella misma y la empresa "IATES.A.", resultó ganador de la licitación pública nro. 615/85 referida al tendido de una línea de alta tensión de 132kv entre las ciudades de Venado Tuerto y Rufino.

La recurrente relata que “durante la vigencia del contrato, la Empresa Provincial de la Energía pagaba los certificados en mora. A consecuencia de ello, se fijó para el pago de los intereses moratorios el procedimiento establecido por el art. 71 de la ley 5188 de obras públicas, modificado por ley 9594 del 13 de diciembre de 1984 y según lo disponía el decreto que reglamentaba esta ley, N° 4091/86". También, que “en fecha 31 de agosto de 1994, mi parte recibe el traslado de las liquidaciones practicadas supuestamente de conformidad con lo dispuesto por el artículo 3 del decreto 3199/93" (foja 69 vto.).

Los extremos hasta aquí destacados permiten afirmar que la actora no está pretendiendo una declaración abstracta de ilegitimidad de los decretos que impugna -de lo cual derivaría la inadmisibilidad del recurso intentado- sino que su postulación encuentra sustento en un interés directo y actual que ella entiende afectado a raíz de la actividad desplegada por la Administración en orden a aplicar lo dispuesto en el decreto 3199/93 a la relación contractual que las había ligado.

Voto, pues, por la afirmativa.A la misma cuestión, los señores Ministros doctores Gutiérrez, Vigo y el señor

Presidente doctor Falistocco expresaron idénticos fundamentos a los vertidos por el señor Ministro Netri y votaron en igual sentido.

A la misma cuestión, el señor Juez de Cámara doctor De Mattia dijo:Compartiendo los fundamentos del señor Ministro doctor Netri adhiero a la conclusión

arribada, y, aunque conocido el carácter local que predomina en el derecho administrativo, puede agregarse que en el procedimiento administrativo nacional se admite el ejercicio de la pretensión impugnatoria a los actos de alcance general de manera directa a fin de proteger derechos subjetivos que se consideren vulnerados por medio del denominado reclamo impropio y sin que exista un plazo determinado al respecto (véase Procuración del Tesoro de la Nación: Dictámenes 191:105), o indirectamente, cuando el acto general es aplicado al interesado mediante un acto particular y éste impugna (para el caso, ajustado a la legislación local) con fundamento en el acto general tendiente a expeditar la vía judicial (artículos 23, 24 y aplicables, ley 19.549); por lo tanto, así voto.

A la segunda cuestión -en su caso, ¿es procedente?- la señora Ministra doctora Gastaldi dijo:

I.1 En un primer aspecto y para adentrarnos a la cuestión de autos, cabe dejar sentado cual es el alcance del juzgamiento implicado en el recurrimiento de este tipo de disposiciones de carácter genérica en supuestos como el sub lite. En el caso que nos ocupa, no es el decreto 3199/93 un acto administrativo individual, ni conlleva de por sí virtualidad propia para incidir directamente en la esfera jurídica de los interesados. Por ello, entiendo que el juzgamiento debe recaer sobre la corrección y razonabilidad en el ejercicio de la función administrativa que con el dictado del decreto materializara. O sea, si se encuentra o no suficientemente motivado en las finalidades públicas propias del marco funcional o exorbitado de las competencias asignadas.

Se trata del juzgamiento y contralor del razonable ejercicio de una función administrativa. Y desde la tesitura que en el contexto de los presentes no está en tela de juicio ni la efectividad ni concreción particularizada de un acto de aplicación. También corresponde señalar, que aún cuando el decreto 3199/93 declare la nulidad de los decretos 4784/84 y 4091/86, tales aserciones no revisten otra directa trascendencia subjetiva más que respecto a la propia Administración. Pues y aún cuando al anular los decretos se hubiera fijado una posición jurídica -que la Administración considerara necesaria pronunciar- lo cierto es que, más allá de las implicancias que su dictado conlleva en la esfera interna de la Administración y de la actuación de sus oficinas, en realidad carece esa declaración de virtualidad para incidir en las situaciones subjetivas de quienes resulten ajenos a la misma.

Y como derivación de ello, también carente de toda fuerza ejecutoria respecto a la actora, se descarta que con las declaraciones efectuadas, pueda ante sí y por sí la Administración efectivizar una pretensión resarcitoria respecto a la actora. En tal caso, aún cuando se invocara la decisión anulatoria por involucrar ella una “ejecutoriedad impropia” exigiría deducir acciones judiciales en satisfacción de sus pretensiones.

Que conforme lo expuesto, y si bien la recurrente marcadamente apoya sus alegaciones en la “legitimidad de los decretos 4784/84 y 4091/86" y demás decretos, actos, resoluciones ministeriales, contratos y demás operaciones que reconozcan como fuente o dictados como consecuencia de la aludida disposición señalando además que en todo caso sólo “la aplicación por los funcionarios podría haberse cuestionado”. Sin perjuicio de las reflexiones

Page 9: Reg.: A y S t 221 p 50-93

que en ese sentido se desarrollarán, cabe precisar que el tema decidendum, impone la consideración de los antecedentes fácticos y las razones jurídicas sustentadas que permitan apreciar la recta motivación del acto impugnado aquí.

Puesto que atento el carácter genérico de tales disposiciones, la cuestión conduce a la consideración de la ilegitimidad endilgada por el recurrente a la genérica potestad anulatoria ejercida y materializada a través de su dictado. O sea, establecer si, como lo pretende la recurrente, el Poder Ejecutivo de la Provincia al dictar los decretos 3199/93 y 3200/93, incurrió en un ejercicio irrazonable de la competencia invocada.

Por lo cual al no analizarse ni las concretas contrataciones ni los posibles y precisos efectos que pudieren haber derivado de la aplicación del decreto, las consideraciones deben recaer sobre los antecedentes fácticos cuya concurrencia permita apreciar la razonabilidad de las motivaciones invocadas por el Decreto 3199/93 aquí cuestionado.

Concretando nuestro análisis entonces a las disposiciones del decreto 3199/93, el mismo anula el 4091/86, y las resoluciones Ministeriales dictadas en su consecuencia (artículo 1), como también los actos administrativos individuales y contratos que reconozcan el pago de una suma de dinero que tuvieren fundamento en ellas (artículo 2); disponiendo además que los servicios administrativos establecieran los efectos individuales de tal anulación, y en su caso se establecieran las acreencias de los contratistas en base al índice de precios al consumidor nivel general, con más un 8% de interés anual y a cancelar en su caso con libramientos de tesorería a sesenta meses de la fecha (decreto 3200/93) e intereses a la tasa promedio de la Caja de Ahorro Común (BCRA) regulando acerca de rescate anticipado y las formas de utilización de los títulos.

En cuanto a la motivación de las anulaciones declaradas, el precitado decreto 3199/93 acudió a los fundamentos que se señalaran en la contestación de demanda: de haberse “sustituido el sistema legal” al implementar un sistema distinto e incompatible con el previsto legalmente, y que trajo como resultado una significativa distorsión entre la tasa normal del Banco de Santa Fe, agravando la responsabilidad patrimonial de la Provincia fijada en la Ley de Obras Públicas por el pago en mora de certificados de obra pública, al implementar un sistema distinto e incompatible en su formulación y consecuencias con el previsto legalmente.

Se invocó asimismo “una distorsión significativa entre la tasa aplicada normalmente para el reconocimiento de intereses por mora” y una grave y desproporcionada discordancia de la evolución de la tasa ponderada y la tasa de la ley -tasa del Banco de Santa Fe-, respecto del incremento del índice del costo de la construcción publicado por el INDEC (coeficiente tasa ponderada: 1.228.696,89; coeficiente tasa Banco de Santa Fe: 785.739,43 y coeficiente costo de la construcción: 70.086,35) y grave discordancia con la evolución de otros índices (mayorista, costo de vida) también de fuentes oficiales y de aplicación general. Y que la percepción de tasas totalmente desvinculadas de la realidad económica y abusivas configurarían ventajas patrimoniales incompatibles con los principios de justicia y equidad, con perjuicio y sin causa a expensas del erario provincial. Se invoca además que el decreto 4091/86 adolece de vicios graves y su nulidad es “absoluta e insanable”, en los elementos sujeto (incompetencia material), causa, objeto y finalidad.

De lo hasta aquí expuesto surge que la Provincia, al dictar el decreto 3199/93, procedió a anular de oficio anteriores disposiciones (4784/84 y 4091/86, entre otros) que se habrían aplicado en las relaciones contractuales, sustituyéndolas por otras y poniendo en marcha, al mismo tiempo, un procedimiento administrativo de corrección financiera en el cual se encontraría comprendido el contrato suscripto con la ahora recurrente.

Conforme las precisiones efectuadas, cabe considerar liminarmente si los extremos que en motivación de su actuar invocara la Administración provincial para dictar el decreto 3199/93 guardan correlato con evidencias allegadas a la causa. Y desde tal perspectiva, si confieren suficiente justificación para el ejercicio de la potestad anulatoria aquí cuestionada.

En primer lugar y en referencia a las invocaciones de perjuicios para el erario público y a la significativa diferencia entre coeficientes de tasas e índices de costo de vida y de la construcción -por la aplicación de las disposiciones del 4091/86- corresponde analizar si la motivación en este aspecto resulta carente de sustento, con desvío de los supuestos fácticos, o por el contrario si las mismas guardan suficiente conexión con la tutela de un interés propio de la función administrativa.

En tal sentido la accionada señaló que conforme las finalidades de la modificación de la Ley de Obras Públicas, al fijar la opción entre tasas de interés o ajuste por desvalorización monetaria más un interés para el pago en mora de certificaciones, suponía como autorización “un tope que no podría exceder de la actualización por índices (más un interés)”. Infiriendo por ello, en suma, que se habría desvirtuado el sentido de la disposición legal.

En este aspecto la simple confrontación del debate parlamentario explicita la motivación del proyecto en el “restablecimiento del equilibrio económico financiero de los contratos de obra pública”. Lo cual permite entrever la realidad económica y los efectos perjudiciales de la inflación en la continuidad de la obra pública (Cámara de Senadores, diario de sesiones del 13 de diciembre de 1984, exposición del Senador Kaufmann).

Se hicieron alusiones asimismo a fomentar la relación armónica del Estado con las

Page 10: Reg.: A y S t 221 p 50-93

empresas contratistas a través de esa actualización de los montos adeudados luego de su vencimiento, y que la ley buscaba mantener el valor económico real de los montos adeudados (Diario de sesiones, intervención antes citada). Y en el mensaje de elevación 149/84 refiere a la necesidad de reflejar en su "real dimensión la desvalorización monetaria producida por el proceso inflacionario en el funcionamiento de la estructura económica global". Se invocaron además antecedentes normativos de orden nacional y precedentes jurisprudenciales. En el primer caso se hizo referencia a los principios que surgían de la ley 21.392 cuyo artículo 3 mandaba actualizar las deudas con el índice de precios mayoristas elaborados por el INDEC más el interés del 5% anual vencido. En el segundo se mencionó la jurisprudencia sentada por esta Corte provincial en el caso "Gardebled Hnos. S.A." sobre el restablecimiento del equilibrio financiero del contrato y el reconocimiento de actualización con el índice de costo de vida.

De lo expuesto, se infiere ciertamente que la ley 9594 de Obras Públicas, tendía a preservar la ecuación económica de los contratos admitiendo que se actualizaran los importes en mora (sobre esto también ver exposición del senador Stradella, Cámara de Senadores, diario de sesiones del 13 de diciembre de 1984).

Ahora bien, es del caso considerar en primer lugar las invocaciones efectuadas en el decreto 3199/93 en su referencia al alcance de las disposiciones de la ley de obras públicas, y el marco de autorizaciones conferidas para la cancelación en mora de certificados de obra pública, con base en las cuales fundamentó haber declarado “nulos” los actos 4091/86 y normas accesorias.

En tal sentido si desde una visión sistemática y conforme los principios del derecho administrativo, se consideran las finalidades explicitadas (ley 9594) adelanto que en este aspecto, no logran advertirse como reprochables, desenfocadas y extralimitadas las fundamentaciones invocadas por el acto anulatorio.

La Administración entendió que la autorización legal, por la modificación de la ley, confluía en un sistema cuyo tope para el resarcimiento era la actualización monetaria más un interés.

En un primer punto de partida del razonamiento que se impone, y conforme elementales principios del derecho administrativo, cabe puntualizar que no podría estar exento de reparos, que, desde una funcionalidad literal del texto legal, se pudiere arribar -interpretativamente- a la conclusión de que la Administración pudiere estar autorizada a concertar o aceptar -en resguardo de los fines públicos- la contratación más gravosa a esos intereses.

En efecto, si desde la propia exposición de motivos la ley 9594, alude a resguardar la ecuación económica de los contratos, no parece que ello indique a la administración y a los funcionarios, que pudieren los acreedores elegir lo que más conviniere a sus intereses. O sea que autorizare válidamente a contraer obligaciones o reconocer compromisos, sin cortapisa alguna o sin importar el alcance más gravoso para la administración (cuando según la intención explicitada la actualización por índices -conforme se había señalado- permitía preservar la ecuación económica).

Razonamiento que se explica en sus propios términos, pues en el marco de apreciación de las competencias asignadas, la literalidad del texto, no podría conducir a que interpretativamente pudiere extraerse de ello que confiriere autorización para asumir obligaciones por la mora del modo más gravoso para la Administración, o la dejara librada a la pura discrecionalidad.

En directa referencia a lo anterior, de la confrontación de los textos legales es dable advertir la posible discordancia de las disposiciones que el 3199/93, decide anular. Y ello es así desde que el decreto 4091/86, al reglamentar el artículo 71 de la ley de obras públicas, consagra una directiva general para los funcionarios cuya compatibilización con tales criterios resulta difícil de apreciar. En efecto, según el artículo 1 del decreto 4091/86 (B.O. 20.04.86; ADL To. VIIb, pág. 2651) para reglamentar el artículo 71 de la L.O.P. en lo pertinente dice: “ la opción que se establece en el primer párrafo, deberá ser ejercida por el contratista dentro de los 7 (siete) días corridos siguientes al cobro de los capitales adeudados, con mora. ‘En caso contrario’ la administración aplicará en la liquidación que oportunamente realice a este efecto, la opción que arroje el importe menor” (el subrayado y encomillado no corresponden al texto del acto).

Es decir, es dable advertir que el texto dictado en reglamentación, estableció que los funcionarios liquidaran el importe más conveniente a la Administración -salvo opción en término del contratista-. Tal directiva general a los funcionarios, facultando a aceptar lo posiblemente más conveniente a los contratistas. Lo cual no puede descartarse que se proyectara en concreto en perjuicio de la Administración.

Es en este aspecto, por implicancia de los principios del derecho público donde se advierte que tal criterio reglamentario podría resultar contradictorio con ellos; para lo cual considero resultan insuficientes las comparaciones literales invocadas por el accionante en referencia a la invocada afectación del principio de legalidad que invocara.

Considero necesario señalar en este aspecto que la ley de las partes es el contrato y la juridicidad del obrar de la Administración en el ejercicio de sus competencias, no es otra cosa que la de preservar la función administrativa, o sea actuar conforme las finalidades públicas propias de

Page 11: Reg.: A y S t 221 p 50-93

su cometido funcional(cfr. Fiorini, Bartolomé A. “Manual de Derecho Administrativo”, Primera Parte, Ed. La Ley, Buenos Aires, 1968, pág. 291 y sgtes.).

En el contexto señalado anteriormente, no logro advertir que la Administración al anular el decreto 4091/86 hubiera invocado razones desmesuradas o desviadas de sus competencias específicas. Más cuando se advierte la posible significación que pudiere haber tenido el ejercicio de la opción en su confrontación con la apreciación de las competencias asignadas, desde la visión que impone un entendimiento sustancial con el principio de legalidad y juridicidad ya explicitado.

Y en este aspecto no pueden pasar desapercibidas el cúmulo de circunstancias relevadas en el informe económico contestado por expertos de la Universidad Nacional del Litoral cuando señalan que por distintas vías se modificaron profundamente las condiciones concertadas e inusualmente, “a iniciativa de la propia contratista”.

Y es con base a los razonamientos jurídicos explicitados y las evidencias relevadas en los respectivos informes de la Facultad de Derecho y de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional del Litoral, obrantes en autos, que interpreto que no podrían considerarse excesivas o de propósito desviado las motivaciones que se invocaran para el dictado del decreto 3199/93, respecto a que el sistema implementado habría producido un desvío de las competencias asignadas por el legislador y al margen de autorizaciones conferidas para contemplar en las contrataciones y como consecuencia de la mora.

Ello así partiendo de entender que las finalidades de la ley cobran significativa trascendencia en el análisis de las competencias y autorizaciones que las leyes establecen como marco para el actuar de la Administración.

En tal sentido se ha señalado por el Máximo Tribunal de la Nación que en el ámbito de la actividad administrativa “existe el deber de dar cuenta de los antecedentes de hecho y de derecho en virtud de los cuales se decide y de observar exclusivamente los fines para el que fueron conferidas las competencias respectivas”...“Pues aún cuando en principio pueda resultar indiferente para los particulares los modos en que arreglan sus propios negocios no lo es así la manera en que los funcionarios administran los asuntos públicos”...“Que al respecto cabe poner de manifiesto que la competencia para determinar el precio de las contrataciones que celebre el estado debe ejercitarse conforme a la finalidad en mira a la cual fue atribuida, que es el de contratar al precio más conveniente y más razonable; por lo que, de acuerdo con el art. 7 inc. f de la ley 19.549, excede su poder el funcionario que fija aquél con ánimo de liberalidad o a su mero arbitrio” (C.S.J.N., en la causa “Organización Coordinadora Argentina v/ Secretaría de Inteligencia de Estado”, Fallos: 321:174).

Desde lo expuesto por el máximo Tribunal se advierte la estrictez que se impone en la consideración de un sistema de compensación de gastos financieros y su proyección en cuanto a la admisibilidad de un criterio que dejare librado a la potestad de los contratistas la elección del mismo.

En el caso y mas allá que en los presentes no se analice la particular aplicación que pudiere haberse efectuado ni los casos concretos de opción, se advierten sin esfuerzo las diferencias que exterioriza la comparación entre índices y demás coeficientes ya mencionados supra (confr. fs.134, 135 y sigtes. expte. 000 1607-7-1993). Por todo lo cual en el contexto de lo antes fundamentado, no advierto como abusivas o impropias a los cometidos públicos, las motivaciones sustentadas por el decreto 3199/93 con base en tal criterio, ni que fueran guiadas por propósitos contrarios a los fines públicos.

2. También con referencia a la suficiente conexión de las alegaciones esgrimidas en el decreto 3199/93, diciendo que el sistema habría operado “fuera del propio supuesto de hecho por él previsto” en su relación con el supuesto de autos. En ese sentido, las pruebas producidas en la presente causa, además de dar cuenta acerca del modo en que fueron evolucionando las diversas tasas que han sido consideradas por las reglamentaciones que referían a la mora de la Administración, también ilustran acerca de las particulares normas que rigieron la concreta ejecución del contrato “E - 010 Línea Alta Tensión 132 kv Rufino - Venado Tuerto”; y, fundamentalmente, acerca del resultado económico que habría arrojado la aplicación de dichas normas al caso concreto.

Paso a detallarlas seguidamente.Obra a foja 405 el oficio 1116/98 solicitado por la actora a la Empresa Provincial de la

Energía, donde se indica que para las obras E-05 y E-010 “la forma de pago convenida contractualmente era de pago documentado, que se instrumentaba mediante la emisión de pagarés con vencimiento a los 12 meses contados a partir del último día del mes, al que correspondían los trabajos certificados”. Para estos contratos, los intereses informados en los anexos corresponden a los que se devengaron por el pago fuera de término de los documentos, esto es, los intereses moratorios posteriores a la fecha de vencimiento de cada pagaré” .

La documental adjunta remitida por la E.P.E. ( “Anexo N° 1") corrobora el aludido mecanismo de pago utilizado por las partes en el contrato. La liquidación de foja 74 de dicho anexo, referida al Certificado de Reajuste N° 10 de la obra ejemplifica en concreto la metodología.

Los cálculos expuestos en dicha constancia son explicitados en los informes de las

Page 12: Reg.: A y S t 221 p 50-93

Facultades de Ciencias Económicas y de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral, adjuntados a fojas 961 y siguientes. Tales informes relativos a la obra “E-005" se proyectan también respecto a la obra “E-010" puesto que como en precedencia se señaló según lo informado por la E.P.E., la ejecución de esa obra se regía por las mismas normas que la obra “E-010".

En referencia a este aspecto, el informe de los especialistas de la Universidad antes aludido indica que: la aplicación de la Circular Nro. 6 implicó una modificación del art. 2 del Pliego Complementario de Bases y Condiciones Particulares, referido a la forma de pago, el que pasaba a quedar redactado del siguiente modo: “FORMA DE PAGO: a) Básica: Los certificados de la presente obra serán abonados al contado, dentro del plazo corriente administrativo (60 días a partir del último día del mes al que correspondan los trabajos o acopios certificados), de acuerdo a lo expresado en el art. 71 de la ley 5188 de la Provincia de Santa Fe; b) Alternativa obligatoria: los certificados de la presente obra serán abonados el último día hábil del decimosegundo mes posterior al de la ejecución de los trabajos o acopios certificados. Cada uno de los pagos será ajustado según la variación que experimente el índice de precios mayoristas no agropecuarios nacional, elaborado por el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) correspondiente al mes de ejecución de los trabajos y/o acopio certificado, respecto del mismo índice referido al segundo mes inmediato anterior al del vencimiento de cada uno de ellos. A todos los pagos se le adicionará un interés del 8% anual vencido, calculado sobre el importe de cada uno de ellos, el cual se devengará a partir del sexagésimo primer día contado desde el último día de realizados los trabajos o acopios certificados” (foja 1007 de autos).

Tales informes dan cuenta igualmente de una posterior alteración de las pautas de reajuste a los importes de los certificados en los diez meses previos al vencimiento. Dicha modificación dispuesta por Resolución 1041 de fecha 29/Abr/87 por el Administrador General de la E.P.E. en aprobación de un acta anterior de partes. Según ello, cada uno de los pagos sería reajustado “en un cincuenta por ciento (50%), según la variación del referido índice -está aludiendo al de Precios Mayoristas no Agropecuarios Nacional, elaborado por el INDEC- y el otro cincuenta por ciento (50%), según la variación acumulada que experimentase la tasa de interés testigo elaborada por el Ministerio de Obras y Servicios Públicos de la Provincia de Santa Fe, considerando el período que mediase entre el mes de ejecución de los trabajos y/o acopios certificados y el segundo mes inmediato anterior al vencimiento de cada uno de ellos. A más de ello a todos los pagos se le adicionaría un interés del ocho por ciento -8%- anual vencido, calculado sobre el importe de cada uno de ellos, devengable por igual período al que originariamente se establecía en el contrato. Tal convenio -se agrega- aclaraba que la tasa testigo M.O.S.P. a que se refería era la utilizada por dicho ministerio y la D.P.E. para el cálculo de la variación de gastos financieros” (foja 1034 de autos).

De la constancia de foja 74 del anexo documental precedentemente mencionado se evidencia que para la obra “E-010 L.A.T. 132 kv VENADO TUERTO-RUFINO” se aplicó este mecanismo de pago de certificados. Allí, concretamente, se efectúan las operaciones de reajuste y de aplicación de intereses que indican los informes: reajuste de una mitad del precio del certificado por el índice de precios mayoristas no agropecuarios nacional; la otra mitad, por la “tasa de interés testigo M.O.S.P. Variación Gtos. Finan.”; y, finalmente, aplicación del “8% anual s/capital actualizado”.

Ahora bien: según se desprende de los informes producidos por la Universidad, los aspectos hasta aquí reseñados habrían tenido una decisiva incidencia en la economía general de los contratos a los cuales se aplicaron. Que a estarse a las referidas constancias de autos, también podría haber ocurrido en el contrato a que refiere el presente caso.

En este sentido, las alegaciones de la Provincia (fs.182) para ejercer la potestad anulatoria hacen referencia a que “la administración abonó un valor muy superior al precio real y actual de la obra” (fs 182) ” y en los cálculos efectuados por la misma se señala que los “pagos efectuados por la obra ajustados por índice costo de vida desde la fecha de su efectivización hasta el 31.3.1991, más 8% anual de interés” ascendía a $ 21.155.014,68, detallando como valor real de la obra calculado al 31.3.1991 la suma de $ 4.984.993,20 (ver anexo 8 de la liquidación mencionada; f. 23 expte. adm. nro. 16.201-0219851).

En vinculación con estos aspectos y si bien no es del caso formular consideraciones sobre la coherencia de las comparaciones (cálculos y coeficientes respecto a los cuales no advierto que objetare la recurrente) no puede menos que advertirse la coincidencia de los mismos con lo informado por la Universidad Nacional del Litoral cuando refirieron explícitamente a graves distorsiones sobre la economía del contrato.

Así, en primer término, alertaron los expertos acerca de la modalidad utilizada por la comitente “en el tratamiento aplicado para el cálculo de la variación de las tasas testigo de acuerdo con los términos de la resolución a que se ha hecho referencia” -están aludiendo a la resolución 1041, ya mencionada anteriormente- (f. 305), destacando “la poca claridad del proceso de cálculo de ese coeficiente” y que ese valor “aparece como un mero número sin ningún sustento matemático para su determinación” (foja 983 de autos).

Las conclusiones señaladas por los especialistas para la obra “E-05" serían

Page 13: Reg.: A y S t 221 p 50-93

trasladables a la obra “E-010", lo que surge de relacionar la respuesta al oficio 1116, y constancia de foja 74 del anexo remitido. Según lo cual, para repotenciar el valor del certificado de reajuste N° 10, la E.P.E. utilizó un coeficiente extraído de la ponderación de las tasas de interés testigo M.O.S.P. de Variación de Gastos Financieros del período abarcado entre los meses de septiembre de 1986 y diciembre de 1987; es decir, de un período de 16 meses.

En tal sentido los mismos expertos de Ciencias Económicas remarcaron la significación relevante de la normativa vinculada al cálculo de reajustes que indicaba claramente que el componente financiero, a través de las certificaciones de mayores costos, tenían significación muy superior a la de los precios bases.

La conclusión que allí se expuso señaló que “la resolución 1041 aparece como una concesión innecesaria que origina una fuerte transferencia de fondos a favor de la contratista y se transforma en otra de las fuentes de las ‘desproporciones irrazonables’ en estas obras” (foja 993).

3. Como conclusión se infiere de lo expuesto que, la decisión administrativa de anular un sistema que la administración entendió había incidido sensiblemente en el equilibrio económico financiero de los contratos incluyendo la situación del recurrente se exhibe como fundada en antecedentes fácticos y criterios jurídicos que el recurrente no logra desvirtuar, y las fundamentaciones invocadas por la Administración guardan suficiente conexión con las finalidades públicas propias de la función administrativa, conforme lo que se ha entendido en supuestos similares.

Así, las fundamentaciones que invoca por la preservación de la ecuación económica, configuran una especificación de la "razonabilidad". El Máximo Tribunal de la Nación (en Fallos 315:2980, reiterado en "José Cartellone", causa J.87.XXXVII, del 01/06/2004), analizando la legitimidad de un laudo arbitral que reconocía intereses a la contratista aplicando un índice diario de actualización de capitales conforme al artículo 48 de la ley nacional 13.064 y la resolución 1516/93 el Alto Tribunal nacional (Fallos 325:1454 y 318:912), consideró que se habían quebrantado las más elementales reglas de la lógica y de la experiencia, con grave menoscabo de la verdad jurídica objetiva (conf. Fallos 324:4300). Señalando que la obligación en cuestión no podía exceder el crédito actualizado más un interés por lo que entendió que la decisión arbitral que lo había convalidado, vulneraba principios en cuya observancia está interesado el orden público, que había sido así vulnerado por la decisión arbitral en cuanto decidió la aplicación al caso de las tasas de interés referidas.

Evaluó en dicha oportunidad la Corte que si se utilizaban las pautas contractuales para el caso de mora de la comitente en los pagos -actualización por índices más intereses del 5% anual- la suma a reconocer a la actora se incrementaría, desde febrero de 1985 a abril de 1991, 8,0525 veces. Si se aplicaban, en cambio, las tasas de interés del Banco Nación -esto es, las que resultaban del laudo- el factor de multiplicación ascendía a 29,5580.

El razonamiento seguido tanto por esta Corte provincial como por el Máximo Tribunal nacional sirve, sin dudas, de guía para evaluar la razonabilidad de las alegaciones invocadas por disposición cuestionada en los presentes, cuando se advierte las coincidencias que pudieran encontrarse en los mismos implicadas.

En ese sentido cabe recordar que uno de los distintos fundamentos que sirvieron de motivación a la anulación genérica dispuesta en el decreto 3199/93 alegaba que los contratistas habrían percibido tasas totalmente desvinculadas de la realidad económica y, por ende, sustentándose que ello resultaba objetivamente injusto y contrario al orden público, persiguiendo anular el sistema por entender que conducía a un apartamiento notorio y evidente de la realidad económica subyacente en los contratos.

Como puede extraerse de lo hasta aquí expuesto, y las constancias arrimadas a la causa, los reproches del recurrente invocando la ilegitimidad de las disposiciones del decreto 3199/93, no logran demostrar que las competencias anulatorias genéricamente ejercidas en el precitado decreto se exhiban como manifiestamente desbordadas de su ámbito específico, desde el perfil de análisis de la potestad misma; puesto que no se consideran en este caso los efectos ni los derechos que a las partes asisten conforme a las contrataciones efectuadas.

Conforme lo expuesto en precedencia entiendo que no luce demostrado un ejercicio antifuncional o desviado del ejercicio de la potestad anulatoria que compete a la administración pública en su propio ámbito y corresponde declarar improcedente el remedio intentado.

Ello por cuanto, atento a los elementos probatorios analizados en los considerandos precedentes, según los antecedentes allegados a la causa guardan suficiente conexión con las finalidades públicas que se alegaron en fundamentación de las anulaciones decididas.

Por lo cual y en coincidencia con la generalidad de la doctrina, considero que la disposición puesta en tela de juicio, no se exhibe en una manifiesta incompatibilidad con las propias de la función administrativa.

Por todo lo cual considero que el recurrente no logra demostrar que la potestad ejercida resulte antojadiza o exorbitada de las competencias asignadas.

4. Desde luego, la solución aquí propiciada no puede sino interpretarse con estricta referencia a los aspectos que fueron materia de recurso y de consideración por el Tribunal.

Al respecto cabe aclarar que si bien ciertas decisiones de la Administración -en

Page 14: Reg.: A y S t 221 p 50-93

especial el decreto 841/96 y las actuaciones que le sirvieron de antecedente- se encuentran relacionadas con la disposición impugnada. No obstante ello, acorde la pretensión deducida, lo peticionado se circunscribe a la ilegitimidad de la declaración anulatoria a que refiriera el decreto 3199/93 en tanto la consideró lesiva de los derechos invocados. No comprendiendo la impugnación otros aspectos fuera de los mencionados.

Valga esta aclaración para destacar que los extremos en los que la contratista apoya su reclamo han sido juzgados únicamente respecto a la ilegitimidad pretendida, esto es, la anulación del decreto 3199/93 en el caso. Por lo que las consideraciones vertidas en tal contexto de apreciación, no predican acerca de la estabilidad misma de los actos concluidos al amparo de las relaciones contractuales. Aspecto que como se destacara al inicio no es motivo de juzgamiento en los presentes.

Por todo lo cual, con base a las consideraciones y fundamentos expuestos, voto por la negativa.

Así voto.A la misma cuestión, el señor Ministro doctor Netri dijo:I. 1. Mediante el recurso en examen la empresa actora persigue la declaración de

ilegitimidad de los decretos 3199/93, 3200/93 y 2528/95, pretendiendo también que se disponga la vigencia del decreto 4091/86 (reglamentario del artículo 71 de la ley provincial 5188) y de las resoluciones del Ministerio de Obras, Servicios Públicos y Vivienda -y, en su caso, del Ministerio de Hacienda y Finanzas- que se hayan dictado como consecuencia de este último decreto. Menciona entre estos últimos actos al decreto 4026/90.

Tal pretensión impugnativa impone, obviamente, un previo análisis de las normas y actos administrativos que se encuentran directamente vinculados con el debate suscitado en los presentes.

2. Entiendo, pues, conveniente efectuar una reseña analítica de tales normas partiendo de la reforma a la ley provincial de obras públicas sancionada mediante la ley 9594.

Dicha ley (publicada en el Boletín Oficial en 18.1.1985) introdujo modificaciones al artículo 71 de la ley 5188.

El texto del artículo de acuerdo a la ley modificatoria disponía que “la mora en el pago dará derecho al contratista a percibir, a su elección y hasta su efectivo pago, intereses corrientes vencidos sobre el valor nominal de la suma adeudada, o la adecuación monetaria del valor de las deudas con más el interés anual vencido correspondiente, sobre los saldos actualizados. Estos derechos corresponden al contratista sin necesidad de constitución en mora ni formulación de reserva alguna. Las tasas de interés que serán de aplicación en ambos casos serán determinadas por el Ministerio de Obras y Servicios Públicos, a cuyo efecto deberá observar los siguientes criterios: 1. Las tasas de interés corriente surgirán de la tasa efectiva anual vencida que el Banco Provincial de Santa Fe aplica normalmente en sus operaciones activas con certificados de obra, considerando la cantidad de días de mora que se reconozca en cada caso. 2. La tasa de interés a aplicar en caso de que el contratista opte por la actualización monetaria surgirá de la tasa efectiva anual vencida que el Banco Provincial de Santa Fe aplica para sus operaciones activas ajustables, interés que se devengará en función del tiempo de mora reconocido...”.

Este nuevo artículo 71 fue aplicado integrándolo con una reglamentación que surgió, sucesivamente, de dos decretos: el decreto 4784/84 y el decreto 4091/86.

Mediante el primero, el Gobernador de la Provincia estableció que “la tasa de interés corriente que corresponde aplicar en caso de mora en el pago de las obligaciones emergentes de la realización de obras públicas, de acuerdo con el artículo 71 de la ley 5188, será la tasa nominal anual vencida que periódicamente el Banco Provincial de Santa Fe informe haber adoptado en sus operaciones de descuento de certificados de obras públicas (artículo 1)"; que “en el caso que el Banco Provincial de Santa Fe realice diversas operaciones de crédito con certificados de obras, aplicando distintas tasas de interés, la tasa de interés a aplicar, en cumplimiento de las disposiciones del artículo 71 de la Ley de Obras Públicas, será la tasa nominal anual vencida que corresponda a la cantidad efectiva de días de mora, y que surgirá de la metodología que se describe en el artículo 3ro. de este decreto”. En ese artículo establece que se ponderarán tres tipos de tasas -la efectiva anual regulada por el Banco Central de la República Argentina, modalidad “vencida”; la efectiva anual, correspondiente a las operaciones realizadas dentro de los lineamientos de la Comunicación A-185 del Banco Central de la República Argentina, modalidad “vencida”; y la efectiva anual, equivalente a la utilizada para las operaciones activas, modalidad “vencida”, efectuadas con fondos provenientes del mercado de aceptaciones bancarias “o de aquellas variantes de mercado que lo reemplacen o complementen en el futuro”- por los respectivos montos de las financiaciones acordadas a empresas contratistas de obras públicas por el Banco Provincial de Santa Fe, “obteniéndose luego la tasa efectiva anual promedio ponderada”. El artículo especifica que “las tasas y los montos a considerar serán los de las operaciones efectivamente liquidadas en el mes en el que se haya producido la mora”.

Posteriormente, el Ejecutivo provincial dictó el decreto reglamentario 4091/86. En dicho instrumento se dispuso que la opción establecida por la ley 9594 debía ser ejercida por el contratista, "dentro de los 7 (siete) días corridos, siguientes al cobro de los capitales adeudados

Page 15: Reg.: A y S t 221 p 50-93

con mora. En caso contrario la Administración aplicará en la liquidación que oportunamente realice a este efecto, la opción que arroje el importe menor” (artículo 1). Para el caso en que el contratista optara por el sistema de intereses corrientes vencidos, la tasa de interés corriente que el Ministerio de Obras y Servicios Públicos debía determinar en aplicación de esta modalidad, era la tasa efectiva anual única que el Banco Provincial de Santa Fe hubiera resuelto adoptar para liquidar sus operaciones activas con certificados de obras, emitidos por organismos y entidades dependientes del Gobierno provincial.

La reglamentación también contemplaba el supuesto de los períodos en los que el Banco Provincial hubiera dispuesto la utilización de diversos fondos, y por ende, la aplicación de distintas tasas de interés, para la realización de las operaciones activas con certificaciones de obra emitidas por organismos y entidades dependientes del Gobierno provincial. En dicho caso el Ministerio de Obras y Servicios Públicos debía determinar la tasa efectiva anual para liquidar los accesorios por mora en base a la metodología allí descripta.

Dicha metodología se asentaba en la consideración de las siguientes tasas: la tasa efectiva anual regulada por el Banco Central de la República Argentina; la tasa efectiva anual utilizada para las operaciones activas con fondos provenientes del mercado de tasas no reguladas, o de las variantes de mercado financiero que la reemplazaran o la complementaran en el futuro; la tasa efectiva anual correspondiente a operaciones realizadas en base a la comunicación A 185 del Banco Central de la República Argentina, o aquella que la reemplazara o complementara en el futuro. Dichas tasas, en tanto fueran “correspondientes a las operaciones activas con certificados de obra”, debían ser ponderadas por los montos de los créditos acordados en esas operaciones por el Banco Provincial de Santa Fe, a las empresas que hubieren contratado obras públicas con organismos y entidades del Estado provincial, lo cual permitía obtener la tasa efectiva anual promedio ponderado (“TEA pp”).

La segunda parte del decreto reguló el supuesto en el que el contratista hubiera optado por el sistema de adecuación monetaria del valor de las deudas, aspecto que -según puede extraerse de la demanda- no forma parte del debate planteado en el presente caso.

Posteriormente (y conforme puede observarse en las copias del expediente administrativo 0001607-7-1993) la Administración provincial procedió a efectuar un prolongado proceso de revisión de distintos aspectos de la reglamentación recién descripta en orden a evaluar su impacto sobre la economía de los contratos y sobre las finanzas públicas provinciales. Como consecuencia de ello en 12.11.1993 fue dictado el decreto 3199/93.

Mediante dicho acto el Poder Ejecutivo provincial dispuso sustancialmente dos medidas: por un lado, la anulación de los decretos 4784/84, 4091/86 y de las resoluciones del Ministerio de Obras, Servicios Públicos y Vivienda, y, en su caso, del Ministerio de Hacienda y Finanzas dictadas en su consecuencia (artículo 1); y por otro, la de los actos administrativos individuales y contratos que reconozcan el pago de una suma de dinero, “cualquiera fuere el instrumento que la documente, cuyo monto se determinó con fundamento en las normas anuladas en el artículo precedente” (artículo 2).

En el artículo 3 fijó pautas para establecer los efectos individuales de la anulación dispuesta en los artículos mencionados, determinando concretamente que “a tal fin, los servicios administrativos practicarán las liquidaciones de las acreencias de los contratistas en base al índice de precios al consumidor nivel general, con más un 8% de interés anual...”, procedimiento que debía concluirse antes del 31 de diciembre de 1993. Ya se dijo anteriormente que dicha fecha fue prorrogada sucesivamente mediante los decretos 3920/93 y 1791/94, hasta el 31 de agosto de 1994.

Finalmente, según el artículo 4, “el incumplimiento por parte de los servicios administrativos de la obligación impuesta por la norma precedente será considerado falta grave y sujeto a las penalidades de la normativa aplicable”.

La decisión administrativa plasmada en el decreto 3199/93 estuvo basada en un diverso orden de fundamentos, que serán analizados en los puntos siguientes de la presente a medida que se aborden los diversos cuestionamientos de la recurrente.

3. La impugnación en examen parte de afirmar que los argumentos vertidos por la Administración provincial en el decreto anulatorio antes que demostrar la ilegitimidad de las normas anuladas hacen hincapié en cómo los reglamentos fueron aplicados a través de las resoluciones ministeriales. Así postula la empresa que constituye una falacia sostener, como lo hace el decreto 3199/93, que la reglamentación pretendía sustituir el sistema legal ya que en todo caso lo ilegítimo no sería la normativa sino la aplicación de la misma que pudieron haber hecho los organismos administrativos de la Provincia.

Para un mejor abordaje del agravio en examen resulta conveniente transcribir los considerandos del decreto recién mencionado a los que aquél directamente alude.

Así, entre los fundamentos del decreto 3199/93 se sostuvo que: "la aplicación del sistema de la tasa ponderada, así como el mecanismo utilizado para su determinación, presentó las siguientes particularidades: a) El régimen de ponderación se utilizó en períodos en que el Banco aplicaba y publicaba una única tasa en operaciones de caución de certificados (...); b) la TEA pp no estuvo compuesta, necesariamente, por las tres tasas indicadas en las normas

Page 16: Reg.: A y S t 221 p 50-93

generales (...); c) en la determinación de la TEA pp no hubo siempre ponderación de las tasas de la reglamentación sino de tasas aplicadas a otras operaciones crediticias particulares que podían o no coincidir con aquéllas (...); d) no se puede determinar, desde el punto de vista técnico, la participación porcentual de cada tasa en la determinación de la TEA pp (...) y que en una etapa posterior la TEA pp no se elaboró en base a la ponderación de distintas tasas, sino que se aplicó directamente la que utilizaba el Banco de Santa Fe S.A. en operaciones con descuento de certificados". A partir de esos datos en el decreto se concluía que "el sistema funcionó aún fuera del propio supuesto de hecho por él previsto para su empleo, pues se lo utilizó en períodos en los que regía una tasa de ley (...) y que el 'quantum' de los intereses moratorios fijados por el Ministerio no resultó de lo previsto por el art. 71 de la Ley 5188 sino de lo establecido en el sistema reglamentario".

Los considerandos transcriptos le achacan al sistema establecido en los decretos reglamentarios 4784/84 y 4091/86 una serie de supuestos vicios que, en realidad, configuran una crítica al modo en que las autoridades administrativas aplicaron las normas en cuestión.

No se endilgan, pues, vicios concretos de ilegitimidad que surjan de la norma misma, sino que lo que se procede a cuestionar es la actuación de los funcionarios encargados de su aplicación. De tal manera lo que aparece viciado de acuerdo a la propia lógica del 3199/93 no es la reglamentación anulada sino los actos y operaciones administrativas realizados con posterioridad, vicios que, por cierto, no se derivan directamente del reglamento anulado sino que, razonablemente, puede entenderse que tendrían origen en una incorrecta actuación de ciertos estamentos del Ministerio de Obras, Servicios Públicos y Vivienda.

Consecuentemente, los fundamentos de hecho que se invocan como antecedente de la anulación dispuesta en el decreto 3199/93 no resultan idóneos para justificar dicha anulación. En concreto, no hay una correspondencia entre los antecedentes de hecho que se mencionan y las consecuencias jurídicas que de ellos se hacen derivar.

Según Eduardo García de Enterría y Tomás-Ramón Fernández uno de los elementos objetivos del acto administrativo está dado por los presupuestos de hecho propuestos por la norma para que el acto pueda y deba ser dictado por la Administración. "Si la Administración ejecuta la ley ...(esto es, en cuanto la ley otorga a la Administración potestades de obrar), resulta que la ley como imperativo abstracto conecta una cierta consecuencia jurídica a un tipo de hecho específico, precisamente, y no a cualquiera, indeterminadamente (...) Como, a su vez, el acto administrativo no es más que el ejercicio de una potestad, resulta que el mismo sólo puede dictarse en función del presupuesto de hecho tipificado por la norma de cuya aplicación se trata".

"Si el presupuesto de hecho legalmente tipificado (aunque esa tipificación pueda ser implícita y no expresa) no se cumple en la realidad, la potestad legalmente configurada en función de dicho presupuesto no ha podido ser utilizada correctamente" (García de Enterría, Eduardo y Tomás Ramón Fernández, "Curso de Derecho Administrativo", Civitas, 8va. edición, Madrid, 1997, T. 1, págs. 542 y siguientes).

En el caso, el Poder Ejecutivo utilizó la potestad de anular sus propios reglamentos invocando un determinado presupuesto de hecho (exceso en la potestad reglamentaria) que, como surge de los propios considerandos del decreto impugnado, no aparecía suficientemente configurado o, al menos, no se correspondía con la entidad y naturaleza de los propios antecedentes que se invocaban.

Por el contrario, los presupuestos enunciados derivaban en consecuencias jurídicas proyectables sobre otros actos y no sobre los reglamentos en sí.

Lo antedicho se reafirma a poco que se considere (desde otra perspectiva) que el Ejecutivo provincial al disponer la anulación ahora cuestionada entendió que el decreto 4091/86 había incurrido en un exceso en la potestad reglamentaria creando un sistema que operaba más allá de la norma legal que se buscaba reglamentar.

Claramente, pues, el Ejecutivo está partiendo de entender que las reglamentaciones violaban la Constitución en tanto se había incurrido en un supuesto claro de incompetencia invadiéndose la esfera de atribuciones del Poder Legislativo. Mas cuando intenta justificar el vicio enunciado se limita a señalar los problemas generados alrededor de una aplicación supuestamente ilegítima o errónea de esos reglamentos. En otras palabras, intenta fundar la inconstitucionalidad de los reglamentos que anula a partir de la forma en que fueron aplicados por los funcionarios de la Administración.

Y, sobre el punto, no puede soslayarse la constante doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Nación con arreglo a la cual la colisión con los principios y garantías de la Constitución (en el caso el decreto 3199/93 invoca un vicio de inconstitucionalidad como el exceso en la potestad reglamentaria) debe surgir de la norma misma y no de la aplicación irrazonable que de ella se haga en el caso concreto (Fallos: 317:44 y 324:920).

Consecuentemente, puede afirmarse que, desde la perspectiva recién adoptada, los agravios de la recurrente cuentan con suficiente asidero.

4. También argumenta la actora que el decreto 4091/86, al reglamentar el artículo 71 de la ley 5188, no excedió el marco de la ley a contrario de lo sostenido en el decreto 3199/93.

En este último decreto se afirmó que "la reglamentación aprobada por los decretos

Page 17: Reg.: A y S t 221 p 50-93

sustituyó un sistema de base legal-formal por otro de carácter reglamentario, el que -además- agravó la responsabilidad patrimonial de la provincia fijada en la Ley de Obras Públicas, por el pago en mora de certificados de obra pública (...) se creó un sistema de tasas ponderadas de interés moratorio mediante el promedio de otras tasas no contempladas en la ley y se implementó un procedimiento ajeno a la ley, excediendo así los límites propios de la potestad inherente al dictado de reglamentos de ejecución, instrumentando un sistema que sólo hubiera podido derivar de la ley (...) los decretos en cuestión no se limitaron a cambiar la modalidad de expresión de la ley o a prever detalles no contemplados en ésta, sino que innovaron en el ordenamiento al implementar un sistema distinto e incompatible en su formulación y consecuencias con el previsto legalmente".

Sobre el punto, el artículo 72 de la Constitución provincial establece, en su inciso 4°, que el Gobernador de la Provincia "expide reglamentos de ejecución (...) en los límites consentidos por esta Constitución y las leyes, y normas de orden interno".

La Corte Suprema de Justicia de la Nación en la causa "Cocchia, Jorge Daniel c/ Estado Nacional y otro s/ acción de amparo" (Fallos: 316: 2624) expuso que los tradicionalmente denominados reglamentos de ejecución son "...aquellos que se sancionan para poner en práctica las leyes cuando éstas requieren de alguna determinada actividad del Poder Ejecutivo para su vigencia efectiva. Es así que la mayoría de la legislación no precisa para su efectiva vigencia en la realidad de decretos ejecutivos (...) lo que sí ocurre cuando para la aplicación práctica de la ley, resulta necesaria la actividad de cualquiera de las dependencias de la Administración Pública. En este caso, inevitablemente el Poder Ejecutivo deberá disponer cómo se llevará a cabo tal actividad, siempre cuidando de no contradecir la ley así reglamentada. Se trata, en definitiva, de normas de procedimiento para la adecuada aplicación de la ley por parte de la Administración Pública: son reglamentos de ejecución adjetivos".

También, tradicionalmente, ha sostenido el Alto Tribunal que "las normas reglamentarias, si bien subordinadas a la ley, la completan regulando los detalles indispensables para asegurar no sólo su cumplimiento, sino también los fines que se propuso el legislador" (Fallos: 241:396).

Sostiene Quiroga Lavié que su rango normativo es sublegal (infra legem), subordinado o inferior a la ley que procura reglamentar. En relación a este aspecto la Corte Nacional ha sostenido que los reglamentos de ejecución forman parte de la ley misma (Fallos 22:450; 114:353 y 190:301) de suerte que pasan a integrarla, claro está, en la medida en que respeten su espíritu (Fallos 249:189; 262:468; 312:1484).

No alterar el espíritu de la ley significa que deben adecuarse tanto a los motivos, a los medios como a la finalidad de la ley (presupuesto de razonabilidad). La ley fija la prescripción normativa; el decreto sólo fija las condiciones de la aplicación de la ley para hacerla viable. Si, en cambio, ampliase o restringiese la prescripción normativa contenida en la ley, el decreto sería inconstitucional (Quiroga Lavié, Humberto, "Derecho Constitucional Argentino", Rubinzal Culzoni, Bs As., 2001, T. II, págs. 1107 y sigs.).

Según explica Manuel María Diez el reglamento de ejecución "aún estando subordinado a la ley, tiene un campo de acción relativamente amplio y puede desarrollar el texto legal en cierta medida, especialmente cuando la ley sólo consagra las normas fundamentales. Por ello se admite que, por vía reglamentaria, puedan establecerse formalidades o requisitos no previstos en la ley, pero necesarios para asegurar su cumplimiento, o definirse palabras usadas por el legislador y cuyo alcance conviene precisar, con objeto de evitar dudas". Agrega el autor citado que "la materia a que refieren los reglamentos de ejecución está disciplinada, en primer término, por la ley, que contiene las normas primarias relativas a esa materia, y en parte por el reglamento que contiene normas que, respecto a las legislativas, pueden llamarse secundarias" (Diez, Manuel María, "Derecho Administrativo", T. 1, págs. 421 y sigs.).

Sobre este particular el Máximo Tribunal nacional tiene dicho que el Poder Ejecutivo puede apartarse de la estructura literal de la ley y establecer condiciones, requisitos, limitaciones o distinciones que, aunque no contemplados en la ley expresamente, se ajusten a su espíritu o sirvan razonablemente a su finalidad, es decir "siempre que mantenga su acepción substancial" (Fallos 199:442). También ha sostenido que el reglamento no atenta contra el espíritu de la ley cuando aquél no excede el ámbito opinable y posible de la elección entre varias soluciones, al margen del acuerdo del mismo (Fallos 259:53).

Analizando distintos fallos del Alto Tribunal nacional puede afirmarse que un decreto excede el ámbito de la interpretación posible u opinable de la ley cuando opta por una solución fuera de ésta ("López", Fallos: 300:1167). En cambio, si un decreto se mantiene dentro de las variables que permite la ley, es constitucional ("S.A. Carma", Fallos: 295:53; y "S.R.L. Adolfo Lamberti", Fallos: 265:518). Mas, fuera de ese supuesto, resultaría inconstitucional si, so pretexto de perfeccionar las normas existentes, legisla en asuntos de competencia del Poder Legislativo (Fallos: 300:880).

En el caso, la Administración entendió que se creó un sistema de tasas ponderadas de interés moratorio mediante el promedio de otras tasas no contempladas en la ley y se implementó un procedimiento ajeno a ella, excediendo así los límites propios de la potestad inherente al

Page 18: Reg.: A y S t 221 p 50-93

dictado de reglamentos de ejecución.Como se expuso en el considerando "2" precedente, el artículo 71 de la ley 5188

(según el texto reformado por la ley 9594) establecía en favor del contratista, en caso de mora de la Administración, el derecho de optar por percibir intereses corrientes vencidos a una tasa que debía ser determinada por el Ministerio de Obras y Servicios Públicos, teniendo en cuenta la tasa efectiva anual aplicada por el Banco Provincial de Santa Fe en sus operaciones activas con certificados de obra o por la actualización monetaria de lo adeudado con más intereses a la tasa efectiva anual del Banco antes mencionado para las operaciones activas ajustables. Cabe recordar que en virtud del artículo 3º de la precitada ley, el Poder Ejecutivo, con intervención del Ministerio de Obras y Servicios Públicos, quedó facultado para dictar "las normas de procedimiento que resultaran necesarias para el cumplimiento de la presente ley".

También se dijo más arriba, que el decreto reglamentario estableció la metodología para la determinación de los "intereses corrientes vencidos" mencionados por la ley contemplando las siguientes posibilidades: a) tasa efectiva anual única, que el Banco Provincial de Santa Fe haya utilizado en sus operaciones activas con certificados de obras emitidos por la Provincia; b) cuando el Banco hubiere operado con distintas tasas de interés, un promedio ponderado entre tres tipos diferentes de tasas, siempre que correspondan a operaciones activas con certificados de obra.

Confrontando la operatoria recién descripta con lo dispuesto en el texto de la ley 9594, no alcanza a observarse la incompatibilidad mencionada en el decreto 3199/93. En efecto, como ya se dijo, el mencionado decreto postula que las tasas tenidas en cuenta en el reglamento no eran las contempladas en la ley, mas no se hace cargo de la clara expresión contenida en la reglamentación cuando establece que las tasas a promediar deben corresponder a las "operaciones activas con certificados de obra" que son, precisamente, las que indicó el legislador en el texto de la ley 9594. No se observa, desde esta perspectiva, que el decreto reglamentario anulado haya considerado tasas de interés ajenas a las mencionadas en la ley, por el contrario, de la propia literalidad del decreto surge que las tasas a promediar respondían estrictamente al marco de autorización establecido por el legislador provincial.

Por otra parte, el procedimiento implementado en el decreto 4091/86 contemplaba las distintas alternativas que podían suscitarse dentro de la operatoria normal del Banco Provincial de Santa Fe, en particular, y del mercado financiero en general.

Así, el promedio ponderado de tasas solamente debía ser utilizado cuando la entidad financiera provincial no contaba con una sola tasa efectiva anual normalmente aplicada en sus operaciones activas con certificados de obra, sino que, por el contrario, realizaba diversas operatorias con diferentes tasas. Acudir a un promedio ponderado de dichas tasas teniendo en cuenta el monto de las operaciones realizadas constituye una salida razonable cuando no se puede determinar una única tasa de referencia.

La reglamentación también previó la posibilidad de la ausencia de operaciones durante un período específico, contemplando para dichas contingencias los pasos a seguir por el Ministerio en orden a la debida liquidación de los intereses por mora en el pago de certificados.

Sobre el punto debe recordarse que, conforme a la ya citada jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, el dictado de los llamados reglamentos de ejecución es una facultad del Poder Ejecutivo que tiene como fin completar la ley, regulando los detalles indispensables para asegurar, no sólo su cumplimiento, sino también los fines que se propuso el legislador al sancionarla (Fallos: 322:775).

Y en el caso, el decreto 4091/86 al establecer el procedimiento a seguir por el Ministerio de Obras, Servicios Públicos y Vivienda, contemplando las distintas vicisitudes posibles, se limitó a establecer los detalles indispensables para que la ley se cumpla. Una solución contraria hubiera implicado la consagración de un sistema que imposibilitaría la consecución de la finalidad perseguida por el legislador, esto es, el reconocimiento de intereses por mora en el pago de certificados de obra de manera tal de asegurar la intangibilidad del crédito del contratista.

En efecto, ante las diversas situaciones no contempladas expresamente en la ley 9594 de no admitirse su regulación por vía reglamentaria se caería en un vacío normativo que impediría el funcionamiento del sistema de reconocimiento de intereses por mora instituido por la misma ley.

En tales condiciones, cabe concluir que de la comparación de la literalidad del texto del decreto 4091/86 con lo establecido en la ley 9594 no se desprende que el contenido del primero haya desnaturalizado o alterado la finalidad perseguida por el legislador, cual es, en lo esencial, la protección de los derechos del contratista ante la mora de la Administración y la preservación de la ecuación económico financiera de los contratos de obra pública. Tal decreto reglamentario no hizo sino establecer un sistema que vino a posibilitar el ejercicio del derecho reconocido que se procuraba resguardar mediante el régimen legal.

Consecuentemente, el decreto 4091/86 parece ajustado a la jurisprudencia que sostiene que no vulneran el principio constitucional de subordinación del decreto reglamentario a la ley, los reglamentos que se expidan para la mejor ejecución de las leyes, cuando la norma de grado inferior mantenga inalterables los fines y el sentido con que la ley haya sido sancionada, "así como que la conformidad que debe guardar un decreto, respecto de la ley, no consiste en una

Page 19: Reg.: A y S t 221 p 50-93

coincidencia textual entre ambas normas, sino de espíritu" (ver Fallos: 318:1707). En tales condiciones el decreto 3199/93 contiene una imputación de exceso en la

reglamentación que no cuenta con suficiente asidero en los textos mismos de las normas antes analizadas. No se advierten, pues, elementos que avalen el razonamiento del decreto impugnado en tanto postula que los reglamentos anulados desbordaban el marco de posibilidades reglamentarias que surgían del propio texto de la ley.

Consecuentemente, puede considerarse que asiste razón a la empresa actora en cuanto plantea la ilegitimidad del decreto impugnado en este específico aspecto.

5. La actora planteó además, que el decreto 3199/93 "establece un método totalmente distinto de ajuste del capital. Es decir no solamente modificó la tasa a la cual el cocontratante tenía derecho por ley sino que por decreto impuso un método sustancialmente diferente y a operar en forma retroactiva".

Sobre este aspecto, en la medida cautelar resuelta en la presente causa (A. y S. T. 144 pág. 1), y si bien en aquella oportunidad, en un análisis provisional propio de esa instancia, y en disidencia parcial, se señaló que la solución consagrada en la parte final del decreto 3199/93 importa una modificación del sistema legal previsto durante los períodos en cuestión para el pago en mora de certificados de obra según el artículo 71 de la ley 5188.

Tal conclusión, se sostuvo, se desprende del cotejo del párrafo tercero de la parte considerativa del decreto 3199/93, en el que se afirmó, refiriendo al artículo 71 de la ley 5188, que "aquel ordenamiento, para el supuesto de mora en el pago de certificados de obra, instituyó a favor de los contratistas un derecho de opción entre 'intereses corrientes vencidos' y la adecuación o actualización monetaria conforme al índice de precios mayoristas" -metodología ésta que en el párrafo doce de la parte considerativa del mismo decreto fue calificada como "sistema de base legal-formal"-, comparándolo con lo que se dispuso en la segunda parte del artículo 3 de la parte resolutiva del decreto 3199/93 cuando se estableció que "...los servicios administrativos practicarán las liquidaciones de las acreencias de los contratistas en base al índice de precios al consumidor nivel general, con más un 8% de interés anual...".

Por lo que puede sostenerse, que aún desde el razonamiento expresado por el Poder Ejecutivo en el decreto 3199/93 dicho acto estaría suprimiendo la posibilidad de que el contratista opte por la denominada "tasa de la ley" -expresión ésta utilizada por el propio Poder Ejecutivo en los párrafos dieciocho y diecinueve de la parte considerativa del decreto 3199/93- variando, además, el sistema legalmente establecido para llevar a cabo la actualización.

Semejante hecho importaría la derogación por decreto del precepto legal afectado, con menoscabo del principio previsto en el artículo 17 del Código Civil, según el cual "las leyes no pueden ser derogadas en todo o en parte sino por otras leyes", y con indudable olvido del límite constitucional de las facultades del Poder Ejecutivo de la Provincia que surgen del artículo 72, inciso 4°, de la Constitución provincial (criterio de Fallos 183:147), e implicaría admitir en cabeza del Poder Administrador la facultad de controlar la constitucionalidad de las leyes vigentes, hipótesis que ya fue descartada por este Tribunal in re "Tolosa" (A. y S. T.96, pág. 389).

Sostuvo esta Corte -si bien con diferente integración- que: "Salvo situaciones en extremo excepcionales (...) no corresponde al Administrador, en ningún nivel (nacional, provincial o comunal) decidir sobre la eventual o hipotética colisión de reglas de Derecho con las normas de grado constitucional: ello es función de este Tribunal (y similares) porque, para decirlo con las sencillas palabras de Owen M. Fiss, 'la tarea del juez es dar significado a las garantías del Estatuto Fundamental'".

La impugnación de la empresa en el aspecto analizado resulta, también, procedente.II. Ahora bien, de lo hasta aquí expuesto se colige que la anulación de los decretos

reglamentarios de la ley 5188 dispuesta en el decreto 3199/93 aparece inficionada por vicios que comprometen seria y fundadamente su legitimidad en tal específico aspecto.

Mas no debe perderse de vista que el precitado decreto contiene también otro orden de fundamentos fácticos y jurídicos motivantes de la particular decisión allí adoptada, como así también, que esta última comprende diversas disposiciones, algunas referidas a la anulación en sí y otras que señalan líneas de acción administrativa claras dirigidas a los distintos estamentos de la administración pública provincial previendo la puesta en marcha de un procedimiento administrativo de corrección financiera de los contratos que se revisaran.

En relación a ello, no deben olvidarse los principios que rigen la invalidez parcial de los actos administrativos, que permiten rescatar las partes de éste que escapan a la invalidez.

En este sentido, se sostiene que la invalidez de un acto administrativo puede ser total o parcial. Ésta tiene lugar cuando un acto, que formalmente es único, contiene sin embargo, diversas providencias, cada una de las cuales tiene su propia autonomía (Diez, Manuel María, El acto Administrativo, pág. 318), agregando este autor, con cita de Zanobini, que “la conservación presupone que el defecto del acto no le afecta en todas sus partes, sino solamente en alguna, y que éstas no tienen preeminencia respecto de otras, en forma tal que su invalidez no pueda acarrear la de estas últimas” (Derecho Administrativo, Tomo II, pág.393).

Cassagne, entiende que “el problema que plantea la invalidez parcial del acto administrativo encuentra su confirmación en nuestro derecho positivo, donde el art. 1039 del Cód.

Page 20: Reg.: A y S t 221 p 50-93

Civ. dispone que la nulidad parcial de una disposición en el acto no perjudica a las otras disposiciones válidas, siempre que sean separables” (Derecho Administrativo, tomo II., séptima edición, pág.203).

En sentido concordante esta Corte ha resuelto “que el órgano judicial puede anular parcialmente un acto siempre que este contenga partes separables dotadas de suficiente autonomía. La disposición del artículo 72 de la ley 4106 según la cual: ‘la sentencia dictada en contra de la Administración Pública declarará la procedencia del recurso en todo o en parte...’, permite la anulación parcial de un acto. Es en el derecho privado donde la anulación parcial procede sólo con excepción, especialmente en el terreno contractual” (A. y S. T. 136, pág. 141).

Por lo tanto no es impedimento para el Tribunal verificar si el acto atacado, aún con los vicios de ilegitimidad constatados según el punto anterior, contiene disposiciones separables que puedan considerarse válidas (art. 1039 del Código Civil) (crit. de Fallos: 107:1911)

Entrando en ese análisis, en los considerandos del decreto 3199/93 luego de efectuarse una comparación entre la evolución de las tasas de interés fijadas por el MOSPV -aplicando los reglamentos anulados-, las tasas informadas en sede administrativa por el Banco Provincial de Santa Fe y distintos índices de actualización de precios, entendió que se había acreditado "el elemento objetivo de la grave desproporción del régimen de los intereses punitorios usados, que quiebra el sinalagma del contrato o equivalencia de las prestaciones". En base a ello se sostuvo que la reductibilidad de los intereses, "atendiendo a su naturaleza penal o sancionatoria, es reconocida en base al juego armónico de los arts. 656, 953 y 954 del Código Civil, aún en los casos en los cuales no se presenta el presupuesto objetivo de la lesión".

Se agregó que "por su contradicción con el orden moral, el pacto que estipula intereses exorbitantes es nulo (... ) y los jueces invalidan la cuantía de aquéllos, en cuanto tienen de exorbitantes" y que "la obligación de pagar intereses desproporcionados y excesivos no sólo estaría en pugna con el art. 71 de la Ley 5188, sino que también resulta contraria al orden público por lo que su causa deviene ilegítima".

A modo de conclusión, se aseveró que "la percepción por parte del contratista de tasas totalmente desvinculadas de la realidad económica y abusivas se traducen en ventaja patrimonial que no se compadece con los principios de justicia y equidad, configurándose de esta manera un enriquecimiento sin causa a expensas del erario provincial". Fundó tal argumentación invocando jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación donde se sostuvo que "...cuando el resultado obtenido se vuelve objetivamente injusto debe ser dejado de lado en tanto la realidad debe prevalecer sobre abstractas fórmulas matemáticas" (Fallos 308:815, causas: P 325 XXII, "Pronar SAMKI c/Buenos Aires, provincia de s/daños y perjuicios" del 13 de febrero de 1990, ED 137-429; C 96 XXIII, "Cukierman, Moisés/sucesión", del 11 de setiembre de 1990, ED 140-299; I 102 XXIII, "Itkin, Mario c/Amaya, Omar Guillermo y otro", del 5 de noviembre de 1991) y 44979-CS, 22 de diciembre de 1992, "García Vázquez, Héctor y otro c/Sud Atlántica Compañía de Seguros SA", G-229, XXIV, R.H.).

En síntesis, de la compulsa efectuada en el decreto surge que las tasas de interés en cuestión tuvieron una evolución muy diferente de la que se observa en otros indicadores económicos diseñados para evaluar las variaciones sufridas en el valor de diversos bienes y servicios, señalándose que los coeficientes correspondientes a las tasas de interés arrojan resultados muy superiores respecto del resto de los indicadores que evalúan la evolución de la realidad económica.

Concretamente, el Ejecutivo provincial planteó la irrazonabilidad del sistema de reconocimiento de intereses por mora en el pago de certificados que surgía de la ley 9594 y de sus decretos reglamentarios, en tanto redundaría en la liquidación de intereses claramente excesivos provocando un desequilibrio en la economía de los contratos de obra pública. Como corolario de ese razonamiento, concluyó en que resultaba jurídicamente procedente la reductibilidad de tales intereses.

La empresa actora se agravia a este respecto sosteniendo que si el Poder Administrador consideraba excesivos los intereses moratorios establecidos por la ley, el medio legítimo para corregir tal supuesta deficiencia, era el de la reforma legislativa sustituyendo el sistema de la ley 9594 por otro que, a juicio del propio legislador, resultara más adecuado o conveniente para la mejor salvaguarda de los intereses del Estado y la comunidad; o, en su caso, el Estado provincial debía plantear la inconstitucionalidad de la ley.

Los contornos del debate sostenido entre las partes en este particular punto hacen necesario detenerse en el análisis de distintos aspectos del reconocimiento de intereses por mora dentro de los contratos celebrados por la Administración provincial.

Nuestra ley provincial de obras públicas (5188) prevé en su artículo 71 el derecho del contratista al cobro de intereses ante la mora de la Administración en el pago de los certificados de obra y de mayores costos. Ello se explica a partir de que el pago del precio es la obligación principal de la Administración y responde, a su vez, a la obligación principal del empresario de hacer y entregar la obra. Luego, resulta lógico que la norma sancione al comitente cuando incurre en retardo respecto de los pagos imponiendo intereses con los que se trata de resarcir los perjuicios que tal retardo produjo al empresario (v. Mo, Fernando F., "Régimen Legal de las Obras

Page 21: Reg.: A y S t 221 p 50-93

Públicas", pág. 331).Tal lógica seguida por nuestra ley de obras públicas encuentra fundamento en un

principio adoptado en distintas ramas del derecho. En efecto, debe tenerse en cuenta que el reconocimiento de intereses derivados de la

mora del deudor en el pago de una obligación de dar sumas de dinero, según la doctrina privatista, ha constituido el medio, por excelencia, de resarcir o indemnizar al acreedor por la ausencia de uso de su capital derivada de la morosidad en la devolución del mismo en el tiempo y forma debidos (Llambías, "Tratado de Derecho Civil, Obligaciones", T. II-A, pág. 209, N° 911).

Este tipo de intereses tiene su antecedente, como todo el derecho de las obligaciones, en el derecho romano donde las "usurae quae officio iudicis praestantur" constituían lo que hoy se conoce como "interés legal", que se concedían en los juicios de buena fe, tomando en cuenta lo que las partes habían convenido. También se accedía al reclamo del "id quod interest" que significaba el cálculo de la diferencia entre dos estados de cosas, antes y después de ocurrido el evento que producía una mutación patrimonial en el acreedor, es decir el importe que correspondía indemnizar ante el daño ocasionado por el incumplimiento" (Cazeaux - Trigo Represas, "Derecho de las Obligaciones", T. II, pág. 281, N° 787; Alterini - Ameal - López Cabana, "Derecho de Obligaciones", pág. 461, N° 1104).

Nuestro Código Civil se ocupa expresamente de ello en el artículo 622 al disponer: "El deudor moroso debe los intereses que estuviesen convenidos en la obligación, desde el vencimiento de ella. Si no hay intereses convenidos debe los intereses legales que las leyes especiales hubieren determinado. Si no se hubiere fijado el interés legal, los jueces determinarán el interés que deba abonar".

Por todo ello podemos concluir, que más allá de la expresa previsión de nuestra normativa provincial, el pago de intereses como resarcimiento de los perjuicios derivados de la mora constituye un principio que fue recogido no sólo por nuestro derecho provincial administrativo sino también, y desde sus inicios, por el derecho de fondo argentino.

Esto apunta a demostrar que aún en ausencia de una norma provincial específica que reconociera este principio igualmente correspondería el reconocimiento de los intereses por aplicación de las normas del Código Civil.

Así, nuestra Ley de Obras Públicas en su artículo 71 puede ser considerada como una normativa especial, adecuada a las características propias de estas contrataciones administrativas, respecto de las normas generales contenidas en el derecho de fondo (arts. 622 y concordantes del Código Civil).

A partir de esta concepción de todo el marco normativo regulatorio del sistema de reconocimiento de intereses por mora, puede sostenerse que la problemática involucrada en el caso debe resolverse mediante una hermenéutica que propicie la aplicación del plexo normativo en toda su extensión, y no circunscribirlo únicamente a las normas de derecho local invocadas por la parte actora.

Tal tarea de selección de las normas a aplicar para la determinación de los intereses punitorios, según la Corte Suprema de Justicia de la Nación, se encuentra ubicada dentro del espacio de razonable discreción propio de los jueces de la causa que interpretan el caso concreto sin lesionar garantías constitucionales (Fallos: 317:507).

Y en dicha faena, debe tenerse en cuenta una regla básica de interpretación: cuando dos principios se encuentran en pugna, la regla de la proporcionalidad manda intentar conciliarlos y no eliminar a uno en perjuicio del otro (ver Corte Suprema de Justicia de Mendoza, voto de la Dra. Kemelmajer de Carlucci, en la causa "D.G.I. en j. 2470/25052; D.G.I. en J. 1124 Martín & Monteavaro p/ concurso preventivo s/ Rec. de Rev. s/ Inc. y Cas.").

Como así también, debe considerarse, que no se pueden transportar normas del derecho privado al campo del derecho público, en virtud de que las normas del derecho civil son establecidas para disciplinar relaciones en las que intervienen sujetos colocados en un mismo pie de igualdad, mientras que las relaciones administrativas, como todas las de derecho público, se desenvuelven entre sujetos no iguales, de los cuales uno es plus valente con respecto al otro ( Diez, pág.539), sin embargo ello no obsta a que un conflicto se resuelva con fundamento en disposiciones contenidas en el Código Civil, pues todos los principios jurídicos aunque contenidos en aquel cuerpo legal no son patrimonio exclusivo de ninguna disciplina jurídica y menos aún el derecho privado, pues constituyen principios generales del derecho aplicables a cualquiera de ellas, aunque interpretándolos teniendo en cuenta el origen y naturaleza de la relación jurídica de que se trate (crit. C.S.J.N. Barreto).

A partir de estas premisas, se está en condiciones de sostener que resulta procedente la revisión de los intereses por mora en el pago de los certificados con fundamento en distintas normas del Código Civil, llevándose los mismos a límites de razonabilidad cuando una aplicación automática de ellos conduzca a resultados excesivos o exorbitantes y trasunte una evidente desproporción de valores produciendo un enriquecimiento ilegítimo en favor del acreedor. Facultad que encuentra su límite en la imposibiblidad de repetir o compensar los intereses pagados sin reserva (Llambías, "Tratado de Derecho Civil, Obligaciones", T. II, pág. 245).

Tradicionalmente, la jurisprudencia ha justificado la decisión de revisar las tasas de

Page 22: Reg.: A y S t 221 p 50-93

interés acudiendo a los artículos 622, 656, 953 y 1071 del Código Civil.Así, el artículo 656 C.C., 2° párrafo, confiere al juez la posibilidad de reducir las

penalidades cuando su monto sea desproporcionado. Por su parte, el art. 953 descalifica como nulos los actos jurídicos cuyo objeto esté

constituido por hechos ilícitos o contrarios a las buenas costumbres, tomando a la moral como principio general rector. Los jueces tienen la obligación de controlar el cumplimiento de estos principios y en función de ello se los faculta para que adecuen las prestaciones comprendidas en el régimen obligacional, público o privado.

Empero, la situación que origina el debate entablado en autos difiere de los supuestos previstos en dichas normas, en tanto los intereses que la Administración reputa de excesivos y usurarios no provienen de cláusulas penales ni tampoco reconocen exclusivamente origen en una disposición contractual (que pueda reputarse ilícita o contraria a la moral y las buenas costumbres) libremente pactada entre las partes, sino que surgen de la aplicación de un sistema de normas cuyo vértice está constituido por la ley 9594 y su base por los decretos reglamentarios, resoluciones del Ministerio de Obras, Servicios Públicos y Vivienda de la Provincia y cláusulas contractuales que remiten a ellos.

En efecto, el propio planteo de la Administración demandada parte de describir un escenario caracterizado por la instauración de un sistema de reconocimiento de intereses por mora necesaria para mantener el valor de las acreencias de los contratistas que luego devino irrazonable y abusivo en favor de éstos por distintas contingencias acaecidas durante su aplicación.

Tal supuesto nos acerca más a la figura del abuso del derecho contemplada en el artículo 1071 del Código Civil.

Ha sido señalado por los juristas civilistas que in extenso han desarrollado esta doctrina, que se incurre en ejercicio abusivo de los derechos cuando se actúa de conformidad a una norma legal que acuerda determinada facultad, pero en el caso concreto el obrar resulta contrario a la moral, a las buenas costumbres y los fines sociales y económicos en virtud de los cuales se ha establecido esa facultad (Molina, Juan C., "Abuso de derecho, lesión e imprevisión", cap. II, n° 6.). Cuando se va más allá de lo que razonablemente aparece como necesario para lograr la satisfacción de una pretensión respaldada por la norma y con ello se ocasiona un daño a otro, se está en presencia de un abuso del derecho. Y no es indispensable hablar de maniobra ilícita o inmoral, de dolo o de culpa, elementos en todo caso innecesarios del acto abusivo, ya que lo decisivo está dado por la desviación del derecho subjetivo respecto a su finalidad (Spota, Alberto G., "Sobre las reformas al Código Civil", 1968, pág. 4).

Tal postura ha encontrado justificación a partir de que "En el estado actual de nuestra cultura no se conciben los derechos subjetivos (públicos o privados) de carácter incondicional, esto es: sin limitación o sin más acotación que la soberana voluntad de su titular". Es que como surge del art. 1071, todos los derechos son otorgados para el cumplimiento de una determinada finalidad; "no hay derechos autónomos en el sentido de que agoten su contenido en sí mismos (mismidad del derecho subjetivo), sino que todos encuentran su razón de ser, o su finalidad, fuera del ámbito de su propia definición (alteridad del derecho)" (Kemelmajer de Carlucci, Aída: Revista de Derecho Privado y Comunitario - N° 16. "Principios y tendencias en torno al abuso del derecho en la Argentina", pág. 210).

A diferencia del vicio de lesión contemplado en el artículo 954 del Código Civil, en el abuso del derecho los actos originarios no nacen viciados sino que se desvía el ejercicio de los derechos que de ellos nacen; existe un inicio legítimo de la relación, produciéndose luego la desviación de sus propósitos.

En el caso que nos ocupa, estaríamos en presencia de un reclamo con un origen "legítimo" en tanto y en cuanto la Ley Provincial de Obras Públicas (art. 71, según ley 9594), su reglamentación y las normas contractuales han autorizado el reconocimiento de determinadas tasas de intereses ante el supuesto de mora de la Administración en el pago de certificados de obra y mayores costos, como modo de resarcir al contratista por el retardo en el cobro y de mantener incólume el valor de su acreencia. Así, el empresario ejerce un derecho del que es titular; pero con desviación de propósitos a raíz de que la aplicación del mecanismo de cálculo de las tasas, de acuerdo a los guarismos aportados por la Provincia, arrojaría un resultado desproporcionado e irrazonable que excedería largamente el carácter de "sanción resarcitoria" de los intereses moratorios.

De tal modo, la ley no podría amparar el ejercicio de un derecho de un modo tal que trastocara el equilibrio de las prestaciones contractuales produciendo un desplazamiento patrimonial ilegítimo en cabeza de una de las partes.

Este criterio interpretativo ha sido seguido en la jurisprudencia de diversos tribunales provinciales. Así, aun mediando normas jurídicas que respaldaban el quantum de las tasas, se ha concluido que "cuando se trata de liquidar los intereses (...) los jueces deben cuidar que en la aplicación de la tasa no medie abuso de derecho o enriquecimiento ilícito o que ello configure imprevisión o lesión al orden público, la moral o las buenas costumbres (arts. 943 , 954, 1071, 1198, 514 y concs. Cód. Civ.)" (Sup. Trib. Just. Jujuy, 17/4/1997, "Dirección Provincial de Rentas

Page 23: Reg.: A y S t 221 p 50-93

v. Ingenio La Esperanza S.A.", LL NOA 1998-II-41).En esas condiciones, bien pudo la Administración tutelar por sí misma sus propias

situaciones jurídicas, incluso sus pretensiones innovativas del status quo, eximiéndose de este modo de la necesidad, común a los demás sujetos, de recabar una tutela judicial (García de Enterría, pág.499) e invocar las normas del Código Civil y plantear el reajuste del pacto de intereses en lo que fuera excesivo, sin necesidad de anular los actos reglamentarios en virtud de que la ilegitimidad se configuraba como consecuencia de la aplicación de estos.

Y el ejercicio de esa potestad, aparece justificado no solamente si tenemos en cuenta el cotejo efectuado entre los distintos sistemas de ajustes y el interés reconocido en el marco del decreto 4091/86 (fs. 213/214 del expediente administrativo 0001607-7-1993) y los informes de las Facultades de Ciencias Económicas y de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral (fs. 961 y sgtes.); sino además, por lo afirmado en la demanda por la propia actora: “no nos queda mas que pensar que lo ilegítimo en todo caso, no fue su normativa, sino la aplicación que de la misma pudieron haber hecho los organismos administrativos” (f. 77vto.).

La inteligencia aquí propiciada, por lo demás, se encuentra en línea con diversos precedentes de este Tribunal y de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que han abordado diversos aspectos relacionados con la aplicación de ciertos mecanismos bancarios destinados a mantener la intangibilidad de los créditos financieros (también vinculados con contratos de obra pública) que, de ordinario, obtienen resultados que exceden la necesidad de obtener una ponderación objetiva de la realidad, para caer en lo injusto y desproporcionado, obteniéndose resultados que enmascaran una verdadera repotenciación de los créditos en base a guarismos manifiestamente exorbitantes.

En efecto, esta Corte provincial -si bien con distinta integración- en el caso "Cía. de Estudios y Construcciones Ingeniero Rodolfo Cornero S.R.L." (A. y S. T. 113, pág. 354) juzgó -en el marco del pedido de homologación de un convenio de pago de una deuda surgida de un contrato de obra pública- como jurídicamente procedente la facultad de los jueces de invalidar la cuantía de los intereses punitorios en cuanto tienen de exorbitantes "en atención a que siempre deben guardar cierta relación porcentual con el monto del capital", debiéndose morigerar la tasa "hasta límites razonables acordes con la realidad económica".

En esa misma dirección el Máximo Tribunal Nacional enfáticamente ha sostenido que "el mecanismo de actualización basado en el empleo del método bancario de capitalización de intereses sólo constituye un arbitrio tendente a obtener una ponderación objetiva de la realidad económica, mas cuando el resultado obtenido se vuelve objetivamente injusto debe ser dejado de lado, en tanto dicha realidad debe prevalecer sobre abstractas fórmulas matemáticas ("García Vázquez", Fallos 315:2980, reiterado en "José Cartellone Construcciones Civiles S.A.", causa J.87.XXXVII, del 01/06/2004).

En la causa mencionada en último término, el Alto Tribunal nacional -donde analizó la legitimidad de un laudo arbitral en tanto había resuelto la aplicación de intereses en favor de una empresa contratista utilizando un índice diario de actualización de capitales conforme al artículo 48 de la ley nacional de obras públicas 13.064 y la resolución 1516/93- afirmó que la aplicación de este tipo de tasas conduce a un resultado desproporcionado e irrazonable, que supera ostensiblemente la pretensión del acreedor y produce un inequívoco e injustificado despojo al deudor, lesivo de su derecho de propiedad (Fallos 325:1454), prescinde de la realidad económica y altera la relación entre el monto originariamente reclamado y la cuantía de la condena establecida en el laudo (Fallos 318:912), de modo contrario a las más elementales reglas de la lógica y de la experiencia, con grave menoscabo de la verdad jurídica objetiva (conf. Fallos 324:4300), debido al cómputo acumulativo de intereses que aplican en forma exponencial tasas que incluyen la actualización del capital para los efectos inflacionarios.

Agregó que ello resulta en un despojo del deudor, cuya obligación no puede exceder el crédito actualizado con un interés que no trascienda los límites de la moral y las buenas costumbres en cuya observancia está interesado el orden público, que había sido así vulnerado por la decisión arbitral en cuanto decidió la aplicación al caso de las tasas de interés referidas.

A partir de tales premisas, la Corte nacional decidió anular el laudo en cuanto aplicó los intereses señalados y con el fin de adoptar "una pauta razonable de actualización e intereses a adicionar a las sumas reclamadas" ordenó -invocando una cláusula del contrato- un ajuste sobre la base del índice de precios al por mayor no agropecuarios total más un 5% anual en concepto de intereses.

La valoración conjunta de los criterios recién reseñados permite afirmar que no podría jurídicamente convalidarse la aplicación de las tasas en discusión si se demuestra que llevan a una severa distorsión a punto tal que su resultado final aparece absolutamente desvinculado de la magnitud de la operación originaria.

Por ello, en presencia de actos que, en principio, estaban afectados de ilegitimidad, sobresalía como una técnica más razonable y adecuada a las circunstancias del caso el sometimiento a revisión de esos actos privándolos de efectos hasta tanto se determine su legitimidad. Técnica que, por lo demás, ha sido utilizada por la misma Administración provincial en el ámbito del empleo público y que esta Corte dio cuentas en A. y S. T. 195, pág. 253.

Page 24: Reg.: A y S t 221 p 50-93

Ahora bien, más allá de la técnica elegida, el interés público -cuya tutela no exclusiva pero sí primaria está a cargo de la Administración Pública- tornaba necesario, ante la seria sospecha de su afectación poner a revisión los actos administrativos mediante los cuales se fijaban los intereses por certificados de obras pagados con mora, y en esa inteligencia, no puede entenderse como ilegítima la decisión del Poder Ejecutivo provincial que persigue revisar los actos administrativos individuales dictados por aplicación de los decretos 4784/84 y 4091/86 y determinar en cada caso concreto -previo ejercicio del derecho de defensa- la tasa de interés correspondiente para los certificados pagados con mora; más, como en el caso, donde los guarismos considerados en el expediente administrativo 0001607-7-1993, indicarían que las tasas efectivamente aplicadas han devenido irrazonables y abusivas por arrojar montos excesivos o exorbitantes con relación a las prestaciones contractualmente convenidas; que serían altamente positivas con relación a la inflación y que excederían largamente la función reparadora o resarcitoria del capital adeudado, transformándose en un enriquecimiento indebido en cabeza del acreedor.

No resulta óbice a dicha conclusión la posición sostenida en los presentes por la actora, toda vez que sus agravios silencian todo lo referente a la tarea de compatibilización normativa antes referida y tampoco se hacen cargo de los desequilibrios económico-financieros denunciados por el Estado provincial. Por el contrario, se abroquelan en la existencia de una disposición legal que autoriza a un órgano de la Administración provincial a fijar la tasa y a la justificación de esa tasa en función de su naturaleza no sólo retributiva sino también sancionatoria o punitiva; pero no aportan ningún dato de cómo esa facultad, cuando se fijan tasas excesivamente altas, se compatibiliza no sólo con la totalidad de las normas jurídicas en juego sino con los principios económicos que fundan el régimen contractual de la obra pública.

III. Las consideraciones hasta aquí expuestas permiten delinear una serie de conclusiones respecto de las consecuencias que los juicios de legitimidad e ilegitimidad ya efectuados proyectan sobre las situaciones jurídicas de la empresa actora y de la Administración.

El decreto 3199/93 en cuanto dispuso la anulación de los decretos 4784/84 y 4091/86 resulta ilegítimo por los fundamentos expuestos "in extenso" en el considerando "I" de la presente cuestión.

Empero, y tal como se concluyó en el considerando "II", el citado decreto no tiene reproche en tanto pretende poner en funcionamiento un procedimiento de revisión de los intereses por mora en el pago de certificados de obra y mayores costos cuando las liquidaciones respectivas arrojen resultados irrazonables y abusivos, desvinculados de la realidad económica de cada contrato. Claro está, que en este procedimiento, la tasa de interés a utilizar por la Administración demandada, no podrá ser determinada a priori, de manera general y abstracta como lo pretende hacer a través el decreto 3199/93, sino que por el contrario, deberá en cada caso concreto, teniendo en cuenta las particularidades de cada contrato, fijar el interés que más se ajuste al caso, el que podrá o no coincidir con el establecido en el decreto antes citado.

Así, la Administración cuenta con la facultad de negarse formal y fundadamente a acoger los reclamos de cobro que hayan efectuado o efectúen en sede administrativa los contratistas de supuestas deudas, formalizadas algunas en documentos cartulares u otras variantes de instrumentación, que reconocen como origen sumas correspondientes a intereses por mora en el pago de certificados cuando los mismos -en función de los montos que arrojen las respectivas liquidaciones- revistan un carácter abusivo, desproporcionado o irrazonable. Y serán los tribunales con competencia en lo contencioso administrativo los que, en última instancia, resolverán en cada caso sobre la legitimidad de la actuación de la Administración en la determinación de los intereses.

Control que, en el caso, este Tribunal no está habilitado a efectuar teniendo en cuenta para ello la naturaleza de la acción y los términos en que quedó configurada la litis.

Con ese alcance deben ser interpretados los actos administrativos que ha dictado el Poder Ejecutivo provincial dentro del marco del decreto 3199/93 revisando diversos contratos de obra pública y recalculando la deuda por intereses reclamada.

IV. Resta considerar la cuestión atinente a los gastos causídicos.Sobre el punto, cabe consignar que a criterio de este Tribunal las particularidades de la

presente causa y las razones esgrimidas por las partes para sostener sus pretensiones, aún las desestimadas, revisten entidad suficiente para crear la convicción que contaban con motivos bastantes para litigar. Por ello, las costas deben imponerse en el orden causado (art. 84 inciso "c", ley 4106).

V. Por lo tanto, considero que corresponde declarar parcialmente procedente el recurso interpuesto y, en consecuencia, declarar parcialmente ilegítimo el decreto 3199/93 en tanto dispuso la anulación de los decretos 4784/84 y 4091/86. Declarar improcedente el recurso en lo demás y, consecuentemente, declarar la legitimidad del artículo 3° del decreto 3199/93 en tanto persigue revisar los actos individuales dictados por aplicación de los decretos 4784/84 y 4091/86 que determinan intereses abusivos, desproporcionados o irrazonables. Costas en el orden causado (art. 84 inciso "c", ley 4106).

Así voto.

Page 25: Reg.: A y S t 221 p 50-93

A la misma cuestión el señor Ministro doctor Gutiérrez dijo:I. Adhiero a los puntos I.1, I.2, I.3 y I.4 del voto del señor Ministro doctor Netri.II. En relación a la postulada ilegitimidad del decreto 3199/93 en tanto violaría el

artículo 71 de la Ley de Obras Públicas e incompetencia material del autor del acto, el recurrente sostiene que, si la Provincia consideraba excesivos los intereses establecidos en el decreto reglamentario anulado, debió, en todo caso, plantear la modificación legislativa pertinente, mas no reformar la ley a través de un decreto -invadiendo la zona de reserva de la ley-, y mucho menos juzgar sobre la constitucionalidad de ella.

Al respecto señala que derogar un decreto que no excedía la ley que reglamentaba y reemplazarlo por otro que sí excede la ley, significa una violación manifiesta de tal instrumento legal. Insiste que el decreto 4091/86 establecía las condiciones de aplicación de la misma tasa de interés a la cual la Ley de Obras Públicas hacía referencia, pero el decreto 3199/93 establece un método totalmente distinto de ajuste del capital. No sólo modificó la tasa a la cual el contratante tenía derecho por ley, sino que, por decreto, impuso un método sustancialmente diferente -índice de precios al consumidor nivel general- que operaría retroactivamente, por lo cual la demandada no sólo ha violado en forma manifiesta la ley 5188 sino que ha asumido competencias que no le corresponden, ya que no se puede reformar una ley por decreto. Observa que el Poder Ejecutivo Provincial es quien incurre en el vicio inexistente que pretende corregir.

Confrontando el artículo 71 de la ley 5188 -modificada por la ley 9594- con lo dispuesto en el artículo 3 del decreto 3199/93 surge que el vicio imputado por el recurrente a este decreto se encuentra configurado.

En efecto: el artículo 3 del decreto 3199/93 establece: Los efectos individuales de la anulación dispuesta en las normas precedentes se determinarán previo ejercicio del derecho de defensa de los particulares cuyas acreencias se fijaron con fundamento en los actos y convenios anulados.

A tal fin, los servicios administrativos practicarán las liquidaciones de las acreencias de los contratistas en base al índice de precios al consumidor nivel general, con más un 8% de interés anual y le correrán traslado por diez (10) días hábiles a los interesados de los importes resultantes.

Conforme a lo explicitado en el presente voto, el decreto reglamentario 4091/86 no se apartó del texto legal, disponiendo siempre y en todos los casos la aplicación de las tasas de interés expresamente establecidas en la Ley de Obras Públicas vigente.

Empero, el decreto cuestionado al disponer las liquidaciones de las acreencias a que refiere en base al índice de precios al consumidor nivel general, con más un interés del 8% anual, se habría apartado del sistema previsto por el artículo 71 para los casos de mora en el pago de certificados de obras públicas.

Asiste, en consecuencia, razón al recurrente, al cuestionar también por ilegítimo, el decreto 3199/93 por establecer, en violación de la ley, un método distinto de ajuste del capital que opera retroactivamente y que modifica por decreto la tasa a la cual el contratante tenía derecho por ley.

En esa dirección cabe señalar finalmente que no deja de lastimar el buen sentido que debe presidir todo razonamiento judicial, el hecho de que, para sustentar la legitimidad de los decretos impugnados, la demandada argumente dogmáticamente que los intereses resultantes de la reglamentación (válida, según lo antes expuesto) del régimen legal entonces vigente (esto es, los cobrados por el Banco Provincial de Santa Fe para operaciones con certificados de obra) habrían sido inmorales o abusivos, postulación que, en las circunstancias del caso (por tratarse de un supuesto de ejercicio de potestades de autoanulación) requería ser debidamente acreditada por su parte, tanto más cuanto los intereses en cuestión -y tal como se encuentra probado en autos- se correspondían sustancialmente con los que aplicaba la propia Provincia a través de su banco en operaciones ordinarias de crédito con su cartera de clientes, extremo que determina que, si bien se mira, en definitiva la demandada pretende sustentar su posición en una inequívoca alegación (una vez más, no justificada) de la incoherencia de su propia conducta, en contradicción con elementales principios jurídicos que rigen la actuación de los poderes públicos.

Si bien lo hasta aquí expuesto constituye razón suficiente para declarar procedente el recurso, resulta forzoso considerar la incidencia que, sobre la suerte de esta causa en concreto, se derivaría de lo reiteradamente alegado por la demandada en cuanto a que la aplicación de los intereses legales se habría traducido en una grave lesión para su patrimonio.

Tal planteo, no obstante reconocer en abstracto el respaldo de elementales principios del ordenamiento jurídico (vinculados con la prohibición de enriquecimiento sin causa, prohibición del abuso de derecho y principios análogos), carece sin embargo en las circunstancias concretas del caso, y atendiendo fundamentalmente a los términos en que se trabó la litis, de idoneidad para hacer variar la solución a que se arribara conforme a las consideraciones formuladas precedentemente (nulidad del decreto 3199/93 in totum), ante el dato esencial de que dicho decreto constituye un todo único, inescindible e inseparable en sus partes, no pudiéndose entender el procedimiento contemplado en su artículo 3 sino como el resultado necesario del vacío que motivaba la autoanulación de los decretos reglamentarios del artículo 71 de la Ley de

Page 26: Reg.: A y S t 221 p 50-93

Obras Públicas.Corresponde por todo lo expuesto, declarar la ilegitimidad del decreto 3199/93, y por

una inferencia lógica, también debe admitirse que la ilegitimidad del decreto impugnado necesariamente afecta en su validez al decreto 3200/93 -en tanto estableció un mecanismo para el pago de las diferencias que pudieran surgir de las reliquidaciones de intereses ordenadas en el artículo 3 del decreto 3199/93- y al acto individual dictado a consecuencia de la anulación dispuesta, deviniendo también ilegítimo el decreto 2528/95 en tanto rechazó el recurso de revocatoria contra el acto antes mencionado.

Así voto.A la misma cuestión el señor Ministro doctor Vigo, el señor Presidente doctor Falistocco

y el señor Juez de Cámara doctor De Mattia expresaron idénticos fundamentos a los vertidos por el señor Ministro doctor Netri y votaron -con el mismo alcance- en igual sentido.

A la tercera cuestión -en consecuencia, ¿qué resolución corresponde dictar?-, la señora Ministra doctora Gastaldi dijo:

Atento el resultado de la votación anterior, corresponde declarar parcialmente procedente el recurso interpuesto y, en consecuencia, declarar parcialmente ilegítimo el decreto 3199/93 en tanto dispuso la anulación de los decretos 4784/84 y 4091/86. Declarar improcedente el recurso en lo demás y, consecuentemente, declarar la legitimidad del artículo 3° del decreto 3199/93 en tanto persigue revisar los actos individuales dictados por aplicación de los decretos 4784/84 y 4091/86 que determinan intereses abusivos, desproporcionados o irrazonables. Costas en el orden causado (art. 84 inciso "c", ley 4106).

Así voto.A la misma cuestión, los señores Ministros doctores Netri, Gutiérrez, Vigo, el señor

Presidente doctor Falistocco y el señor Juez de Cámara doctor De Mattia dijeron que la decisión que correspondía adoptar era la propuesta por la señora Ministra doctora Gastaldi, y así votaron.

En mérito a los fundamentos del acuerdo que antecede, la Corte Suprema de Justicia de la Provincia RESOLVIÓ: Declarar parcialmente procedente el recurso interpuesto y, en consecuencia, declarar parcialmente ilegítimo el decreto 3199/93 en tanto dispuso la anulación de los decretos 4784/84 y 4091/86. Declarar improcedente el recurso en lo demás y, consecuentemente, declarar la legitimidad del artículo 3° del decreto 3199/93 en tanto persigue revisar los actos individuales dictados por aplicación de los decretos 4784/84 y 4091/86 que determinan intereses abusivos, desproporcionados o irrazonables. Costas por su orden.

Registrarlo y hacerlo saber.Con lo que concluyó el acto, firmando el señor Presidente, los señores Ministros y el

señor Juez de Cámara por ante mí, doy fe.Fdo.:FALISTOCCO-DE MATTIA-GASTALDI-GUTIÉRREZ-NETRI-VIGO-Fernández

Riestra (Secretaria)