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* Reincidente no incluye sección de Sociales Año VII, Número 116, 2da. quincena de febrero de 2016 ENFERMOS DE VIDA Jorge Díaz Gallardo EL MIGRANTE CENTROAMERICANO QUE LLEGA A PUEBLA Octavio F. Aguilar Herrera LOS VIEJOS EN EL ZÓCALO DE PUEBLA Dulce María rosas Cerezo FUTBOLIZANDO EL ESPACIO UNIVERSITARIO Alejandro García Sotelo Josué Rodríguez Valdespino DESDE LA FACULTAD Mariano Torres Bautista EFECTO PANÓPTICO Octavio Spíndola Zago DE PLANTAS Y ANIMALES Cecilia Vázquez Ahumada REINCIGRAMA Fernando Contreras AQUÍ, PUROS CUENTOS Paco Rubín FRANTASÍAS José Fragoso Cervón ARITMOMANÍA Gabriela Breña MISIÓN CUMPLIDA Jorge Díaz Gallardo* T al antagonismo nos conduce a dos categorías: lo normal y lo patológico, siendo salud y en- fermedad, respectivamente, el sustrato. A par- tir de estas categorías se presenta el proble- ma que plantea Georges Canguilhem en Lo normal y lo patológico: ¿cómo distinguir el estado normal del estado patológico? ¿Cómo distinguir la salud de la enferme- dad? ¿Qué es la salud? ¿Qué es la enfermedad? Uno de los elementos que hace de la salud y la enfer- medad principios contrapuestos, es pensar en la primera como parte de la historia de la humanidad, como parte de un tiempo donde la salud y la felicidad imperaban. Ya sea el Jardín del Edén o la Isla de los Afortunados, existe una creencia en que las cosas eran mejor antes, en una edad de oro. Como menciona René Dubos: “La creencia en una edad de oro ha dado al género humano consuelo en tiempos de desesperanza y entusiasmo en los perio- dos de prosperidad que registra la historia.”(El Espejismo de la Salud. FCE, México, 1986. p. 9) En la actualidad, los medicamentos o técnicas que reducen esta desesperanza forman parte de una larga lista en continuo incremento. La salud ideal se ha con- vertido en un ídolo que nos lleva a consumir productos para estar alejados del dolor, conduciéndonos a una im- perturbabilidad del estado de aparente salud, como una ataraxia radicalizada. El dolor, al ser polarizado de una manera exacerbada por el ídolo de la salud, se ha con- vertido en algo ajeno a la vida, en un enemigo constante; por tanto, esta salud, o bienestar imperturbable, se con- vierte en el principio ontológico de toda teoría médica que polarice de tal modo al dolor, haciendo de la enfer- medad –la cual es un padecimiento, un dolor– un agente externo a la estructura ontológica del ser humano: Ya significa tranquilizarse, en parte, considerar a todo enfermo como un hombre al cual se le ha agrega- do o quitado un ser. Aquello que el hombre ha perdi- do, puede serle restituido; aquello que ha entrado en él, puede salir de él. Incluso cuando la enfermedad es maleficio, en imagen, brujería o posesión, cabe tener la esperanza de vencerla. Para que toda esperanza no esté perdida, basta con pensar que la enfermedad es algo que le sobreviene al hombre. (Canguilhem, G., Lo normal y lo patológico, Siglo XXI, México, 1982, p. 17). La radicalización de la edad de oro y la teoría on- tológica tienen de fondo: “[…] la convicción de que la salud y la felicidad absolutas son derechos naturales del ser humano. Sin embargo, la ausencia total de en- fermedades y luchas es, en realidad, poco menos que incompatible con el proceso de la vida.”(Dubos, Re- né…p. 10). Por ello, toda consideración del dolor y la enfermedad como un mal externo tiene ya inserta una concepción de la vida, de lo que es o debería ser. La pregunta sobre qué es la enfermedad y la salud, a la luz de lo anterior, se convierte entonces en la si- guiente: ¿cómo es entendida la vida para creer que la salud y la enfermedad son estados contrapuestos, en donde la salud se convierte en un ídolo que intenta alejar al dolor de la vida misma? Entender a la enfermedad como algo externo al ser vivo, como un mal que viene de fuera, hace que la cura- ción sea una herramienta para restablecer el estado del cuerpo anterior a la enfermedad, es decir, la curación es restablecer el estado normal del cuerpo. La normativi- dad establecida para el estado normal del cuerpo viene dada supuestamente por la medicina, especialmente, por la fisiología. Al encargarse ésta de estudiar el esta- do supuestamente normal de las funciones del cuerpo, puede diferenciar entre un estado normal y uno pato- lógico. Que una concepción de la vida esté de trasfon- do de toda concepción de la salud y la enfermedad, nos habla de que la vida misma posee un estado normal y un estado patológico. La cuestión aquí es la siguiente: ¿en verdad puede hablarse de un estado normal y uno patológico en la vida? Sin embargo, antes de responder a esta pregunta es necesario entender su dinámica, su movimiento. Sobre lo anterior Nietzsche nos dice: “Vosotros me decís: ‘la vida es difícil de llevar’. Mas ¿para qué ten- dríais vuestro orgullo por las mañanas y vuestra resig- nación por las tardes? La vida es difícil de llevar: ¡no me os pongáis tan delicados! Todos nosotros somos guapos, borricos y pollinas de carga.”(Así habló Zara- tustra. Alianza, 2013, p. 89). Dolor y placer, enferme- dad y salud, vida y muerte no son contrarios, sino que forman parte de la misma unidad, las dos caras de la misma moneda. El dolor, la enfermedad y la muerte están inscritos en lo más profundo de la dinámica de la vida. He aquí el hecho de que la vida sea difícil de lle- var: su constante cambio, su imprevisibilidad, su kairós y su intempestividad. Que la vida sea este estar polarizada constante- mente nos dice que la enfermedad y la salud forman parte de la misma unidad, que están regidas por la mis- ma normatividad, la de la vida: “[…] el hecho de que un ser vivo reaccione a una en- fermedad frente a una lesión, a una infestación, a una anarquía funcional, traduce el hecho fundamen- tal de que la vida no es indiferente a las condiciones en las cuales ella es posible, que la vida es polaridad y por ello mismo posición inconsciente de valor, en resumen: que la vida es de hecho una actividad nor- mativa.” (Canguilhem, G…. p. 92). Una teoría ontológica como la expuesta líneas más arriba, la cual considera a la enfermedad como un mal que viene de fuera, externo a la estructura ontológi- ca del ser humano, no está considerando un elemento esencial: la vida, en su normatividad, conoce su preca- riedad, su posibilidad de enfermar. La vida lleva en sí su aparente contradicción. Respecto a esto, Canguilhem nos dice también: “[…] el estado patológico o anormal no está consti- tuido por la ausencia de toda norma. La enfermedad es aún norma de vida, pero es una norma inferior en el sentido de que no tolera ninguna desviación […], es incapaz de transformarse en otra norma.”(Op. Cit. p. 139). ¿Qué significa que la enfermedad sea una norma inferior? ¿Qué es esa incapacidad para transformarse en norma? Si la enfermedad es una norma inferior, es porque en la enfermedad el campo de posibilidades para esta- blecer nuevas normas se ve estrechado. En la enferme- dad un individuo que podía realizar ciertas actividades sin esfuerzo se ve imposibilitado para llevarlas a cabo. El enfermo es incapaz de regirse por su antigua nor- matividad pues, “El enfermo está enfermo porque sólo puede admitir una norma. […] el enfermo no es anor- mal por ausencia de norma sino por incapacidad para ser normativo.”(Ibid. 141). Un sujeto con cáncer, diabetes o cualquier otro padecimiento, se encuentra en cierto modo enfermo, pues su capacidad para ser normativo, para crear nor- mas, se ha reducido; sin embargo, si logra adaptarse a este estrechamiento de normas puede continuar su vida mientras siga los criterios que permitan su adap- tación a ese nuevo estado de salud. Esto debe enten- derse en los siguientes términos: si aceptamos el ries- go que es la vida, es decir, que ésta se encuentra en continuo cambio y es imposible predecir de manera absoluta su movimiento, debemos entender que el po- seer una enfermedad como el cáncer no significa es- tar enfermo de por vida, sino que las condiciones de adaptación se han modificado, la vida misma ha sufri- do un cambio. Comprender desde esta perspectiva a la enferme- dad puede ayudar a las personas con padecimientos crónicos a entender su estado físico de un modo dis- tinto, a no verse como enfermos de por vida, incapaces de realizar acción alguna y segregados debido a esa in- capacidad, sino como capaces de adaptarse a las nuevas condiciones; sin embargo, esto dependerá de la con- cepción que se tenga sobre la vida. Esta teoría no sólo reivindica el ser creador del ser humano, sino que nos permite reconsiderar el dolor en una época en que los intentos por alejarse de él no son vanos, en que tales intentos se tornan patológi- cos. Como se pregunta Dubos: “No es acaso aberrante asegurar que el nivel actual de la salud es el más alto en la historia del mundo, cuando en nuestra sociedad crece día a día la cantidad de personas que dependen de las drogas y de los médicos para hacer frente a los problemas comunes de la vida diaria?”(El Espejismo de la Salud. p. 34). Sentirse enfermo bien puede reducirse a lo siguien- te: sentir que la vida, esta vida terrena, está enferma, nos enferma. O bien, enfermarse de ella por sentirse vivo, arriesgarla constantemente porque ella quiere vivir. * El autor es alumno del Colegio de Filosofía de la BUAP. La armonía, el equilibrio o la felicidad pueden llegar a establecerse como sinónimos de un mismo estado: la salud; mientras que el desorden, el debilitamiento o el dolor se asocian con la enfermedad. Ambas condiciones han sido contrapuestas hasta el punto de ser irreconciliables.

Reincidente 116

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* Reincidente no incluye sección de Sociales* Reincidente no incluye sección de Sociales

Año VII, Número 116, 2da. quincena de febrero de 2016

ENFERMOS DE VIDA Jorge Díaz Gallardo

EL MIGRANTE CENTROAMERICANO QUE LLEGA A PUEBLA

Octavio F. Aguilar HerreraLOS VIEJOS EN EL

ZÓCALO DE PUEBLA Dulce María rosas Cerezo

FUTBOLIZANDO EL ESPACIO UNIVERSITARIO

Alejandro García Sotelo Josué Rodríguez ValdespinoDESDE LA FACULTAD

Mariano Torres BautistaEFECTO PANÓPTICO

Octavio Spíndola ZagoDE PLANTAS Y ANIMALES

Cecilia Vázquez AhumadaREINCIGRAMA

Fernando ContrerasAQUÍ, PUROS CUENTOS

Paco RubínFRANTASÍAS

José Fragoso CervónARITMOMANÍA

Gabriela BreñaMISIÓN CUMPLIDA

Jorge Díaz Gallardo*

Tal antagonismo nos conduce a dos categorías: lo normal y lo patológico, siendo salud y en-fermedad, respectivamente, el sustrato. A par-tir de estas categorías se presenta el proble-

ma que plantea Georges Canguilhem en Lo normal y lo patológico: ¿cómo distinguir el estado normal del estado patológico? ¿Cómo distinguir la salud de la enferme-dad? ¿Qué es la salud? ¿Qué es la enfermedad?

Uno de los elementos que hace de la salud y la enfer-medad principios contrapuestos, es pensar en la primera como parte de la historia de la humanidad, como parte de un tiempo donde la salud y la felicidad imperaban. Ya sea el Jardín del Edén o la Isla de los Afortunados, existe una creencia en que las cosas eran mejor antes, en una edad de oro. Como menciona René Dubos: “La creencia en una edad de oro ha dado al género humano consuelo en tiempos de desesperanza y entusiasmo en los perio-dos de prosperidad que registra la historia.”(El Espejismo de la Salud. FCE, México, 1986. p. 9)

En la actualidad, los medicamentos o técnicas que reducen esta desesperanza forman parte de una larga lista en continuo incremento. La salud ideal se ha con-vertido en un ídolo que nos lleva a consumir productos para estar alejados del dolor, conduciéndonos a una im-perturbabilidad del estado de aparente salud, como una ataraxia radicalizada. El dolor, al ser polarizado de una manera exacerbada por el ídolo de la salud, se ha con-vertido en algo ajeno a la vida, en un enemigo constante; por tanto, esta salud, o bienestar imperturbable, se con-vierte en el principio ontológico de toda teoría médica que polarice de tal modo al dolor, haciendo de la enfer-medad –la cual es un padecimiento, un dolor– un agente externo a la estructura ontológica del ser humano:

Ya significa tranquilizarse, en parte, considerar a todo enfermo como un hombre al cual se le ha agrega-do o quitado un ser. Aquello que el hombre ha perdi-do, puede serle restituido; aquello que ha entrado en él, puede salir de él. Incluso cuando la enfermedad es maleficio, en imagen, brujería o posesión, cabe tener la esperanza de vencerla. Para que toda esperanza no esté perdida, basta con pensar que la enfermedad es algo que le sobreviene al hombre. (Canguilhem, G., Lo normal y lo patológico, Siglo XXI, México, 1982, p. 17).

La radicalización de la edad de oro y la teoría on-tológica tienen de fondo: “[…] la convicción de que la salud y la felicidad absolutas son derechos naturales del ser humano. Sin embargo, la ausencia total de en-fermedades y luchas es, en realidad, poco menos que incompatible con el proceso de la vida.”(Dubos, Re-né…p. 10). Por ello, toda consideración del dolor y la enfermedad como un mal externo tiene ya inserta una concepción de la vida, de lo que es o debería ser.

La pregunta sobre qué es la enfermedad y la salud, a la luz de lo anterior, se convierte entonces en la si-guiente: ¿cómo es entendida la vida para creer que la

salud y la enfermedad son estados contrapuestos, en donde la salud se convierte en un ídolo que intenta alejar al dolor de la vida misma?

Entender a la enfermedad como algo externo al ser vivo, como un mal que viene de fuera, hace que la cura-ción sea una herramienta para restablecer el estado del cuerpo anterior a la enfermedad, es decir, la curación es restablecer el estado normal del cuerpo. La normativi-dad establecida para el estado normal del cuerpo viene dada supuestamente por la medicina, especialmente, por la fisiología. Al encargarse ésta de estudiar el esta-do supuestamente normal de las funciones del cuerpo, puede diferenciar entre un estado normal y uno pato-lógico. Que una concepción de la vida esté de trasfon-do de toda concepción de la salud y la enfermedad, nos habla de que la vida misma posee un estado normal y un estado patológico. La cuestión aquí es la siguiente: ¿en verdad puede hablarse de un estado normal y uno patológico en la vida? Sin embargo, antes de responder a esta pregunta es necesario entender su dinámica, su movimiento.

Sobre lo anterior Nietzsche nos dice: “Vosotros me decís: ‘la vida es difícil de llevar’. Mas ¿para qué ten-dríais vuestro orgullo por las mañanas y vuestra resig-nación por las tardes? La vida es difícil de llevar: ¡no me os pongáis tan delicados! Todos nosotros somos guapos, borricos y pollinas de carga.”(Así habló Zara-tustra. Alianza, 2013, p. 89). Dolor y placer, enferme-dad y salud, vida y muerte no son contrarios, sino que forman parte de la misma unidad, las dos caras de la misma moneda. El dolor, la enfermedad y la muerte están inscritos en lo más profundo de la dinámica de la vida. He aquí el hecho de que la vida sea difícil de lle-var: su constante cambio, su imprevisibilidad, su kairós y su intempestividad.

Que la vida sea este estar polarizada constante-mente nos dice que la enfermedad y la salud forman parte de la misma unidad, que están regidas por la mis-ma normatividad, la de la vida:

“[…] el hecho de que un ser vivo reaccione a una en-fermedad frente a una lesión, a una infestación, a una anarquía funcional, traduce el hecho fundamen-tal de que la vida no es indiferente a las condiciones en las cuales ella es posible, que la vida es polaridad y por ello mismo posición inconsciente de valor, en resumen: que la vida es de hecho una actividad nor-mativa.” (Canguilhem, G…. p. 92).

Una teoría ontológica como la expuesta líneas más arriba, la cual considera a la enfermedad como un mal que viene de fuera, externo a la estructura ontológi-ca del ser humano, no está considerando un elemento esencial: la vida, en su normatividad, conoce su preca-riedad, su posibilidad de enfermar. La vida lleva en sí su aparente contradicción.

Respecto a esto, Canguilhem nos dice también: “[…] el estado patológico o anormal no está consti-

tuido por la ausencia de toda norma. La enfermedad es aún norma de vida, pero es una norma inferior en el sentido de que no tolera ninguna desviación […], es incapaz de transformarse en otra norma.”(Op. Cit. p. 139). ¿Qué significa que la enfermedad sea una norma inferior? ¿Qué es esa incapacidad para transformarse en norma?

Si la enfermedad es una norma inferior, es porque en la enfermedad el campo de posibilidades para esta-blecer nuevas normas se ve estrechado. En la enferme-dad un individuo que podía realizar ciertas actividades sin esfuerzo se ve imposibilitado para llevarlas a cabo. El enfermo es incapaz de regirse por su antigua nor-matividad pues, “El enfermo está enfermo porque sólo puede admitir una norma. […] el enfermo no es anor-mal por ausencia de norma sino por incapacidad para ser normativo.”(Ibid. 141).

Un sujeto con cáncer, diabetes o cualquier otro padecimiento, se encuentra en cierto modo enfermo, pues su capacidad para ser normativo, para crear nor-mas, se ha reducido; sin embargo, si logra adaptarse a este estrechamiento de normas puede continuar su vida mientras siga los criterios que permitan su adap-tación a ese nuevo estado de salud. Esto debe enten-derse en los siguientes términos: si aceptamos el ries-go que es la vida, es decir, que ésta se encuentra en continuo cambio y es imposible predecir de manera absoluta su movimiento, debemos entender que el po-seer una enfermedad como el cáncer no significa es-tar enfermo de por vida, sino que las condiciones de adaptación se han modificado, la vida misma ha sufri-do un cambio.

Comprender desde esta perspectiva a la enferme-dad puede ayudar a las personas con padecimientos crónicos a entender su estado físico de un modo dis-tinto, a no verse como enfermos de por vida, incapaces de realizar acción alguna y segregados debido a esa in-capacidad, sino como capaces de adaptarse a las nuevas condiciones; sin embargo, esto dependerá de la con-cepción que se tenga sobre la vida.

Esta teoría no sólo reivindica el ser creador del ser humano, sino que nos permite reconsiderar el dolor en una época en que los intentos por alejarse de él no son vanos, en que tales intentos se tornan patológi-cos. Como se pregunta Dubos: “No es acaso aberrante asegurar que el nivel actual de la salud es el más alto en la historia del mundo, cuando en nuestra sociedad crece día a día la cantidad de personas que dependen de las drogas y de los médicos para hacer frente a los problemas comunes de la vida diaria?”(El Espejismo de la Salud. p. 34).

Sentirse enfermo bien puede reducirse a lo siguien-te: sentir que la vida, esta vida terrena, está enferma, nos enferma. O bien, enfermarse de ella por sentirse vivo, arriesgarla constantemente porque ella quiere vivir.

* El autor es alumno del Colegio de Filosofía de la BUAP.

La armonía, el equilibrio o la felicidad pueden llegar a establecerse como sinónimos de un mismo estado: la salud; mientras que el desorden,

el debilitamiento o el dolor se asocian con la enfermedad. Ambas condiciones han sido contrapuestas hasta el punto de ser irreconciliables.

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Mariano E. Torres Bautista*

Tales medidas pueden tener un arsenal de ar-gumentos de los nada módicos asesores de la dependencia encargada de regular la edu-cación impartida en los espacios públicos de

nuestro país. No obstante, desde la denominación de estas vías “Fast track” de titulación se advierte una sa-lida fácil para aquellos que creen que lo importante es obtener la patente de o licencia para ejercer una profesión determinada. Ciertamente, existen carreras donde parecería que no hay mucho por descubrir, que todo está ya dicho. Pero no son todas, ni siquiera la mayoría.

Las profesiones tienen su “historicidad”, es decir, su pertenencia a hombres, épocas y espacios determi-nantes. En un país como México -carente de tecnolo-gía propia y dominado por un panorama predominan-temente agrario y en determinadas zonas con polos fabriles donde prevalecía la mano de obra obrera poco calificada-, hasta mediados del siglo pasado una licen-ciatura era más que una patente para ejercer una pro-fesión; constituía una especie de título de nobleza que garantizaba el empleo y el status social. Luego vino el crecimiento de las clases medias, el desplome de la

actividad fabril basada en el modelo del “crecimien-to estabilizador” y ¡ZAS! la era del petróleo. Los cen-tros de dominio mundial le dieron a México el papel de ser una zona de producción de petróleo estratégica, lejos de los centros de conflicto del Medio Oriente. Pero ¡oh desilusión! Igual que en Venezuela la llegada de petrodólares no sirvió para dar al país el ansiado desarrollo sustentable. No obstante, las clases medias seguían mal que bien creciendo, la clase obrera dismi-nuyendo y los grupos campesinos migrando hacia “el sueño americano”.

La educación media superior y superior saturó rá-pidamente las antiguas “profesiones liberales” así como las nuevas. A la tradicional cultura de la “empleomanía” se ha tratado de sustituir con los slogans (hoy diríamos

“Hashtags”) del “empléate a ti mismo” de los 80 y de la “cultura emprendedora” de las microempresas o es-cuelas de estudios superiores alimentadas por quienes pueden pagarlas y no han conseguido matrícula en las universidades públicas.

Sin embargo, las reglas del método científico si-guen tan vigentes como necesarias en cualquiera de los escenarios aquí mencionados. Por el momento

basta decir que en nuestros deprimentes tiempos del posmodernismo, cuando un título de licenciatura dejó de ser el título nobiliario que abría las puestas del em-pleo, la necesidad de realizar posgrados y que además estos sean de calidad implica que los métodos “Fast track” de simulación, ¡perdón! de obtención de titula-ción, sin realización de trabajos de investigación bien hechos, en forma de tesina o tesis son un auténtico Hara-kiri académico. Titularse “por promedio”, por ejemplo, es la manera más fácil para ser rechazado de los programas de posgrado. A no ser que se opte por una simulación de Maestría o Doctorado donde tam-poco sea necesario plantearse un tema de investiga-ción con objetivos claros, un tema relevante, original, donde no haya que analizar qué se ha escrito y con qué metodología se realizó, plantear un marco teóri-co y metodología de investigación acuciosa, ni mucho menos realizar un auténtico aporte al conocimiento.

* El autor es Doctor en Historia por la Universidad de París I, Phanteon-Sorbonne y actualmente se desem-peña como profesor/investigador en el programa de Maestría en Antropología Social de la BUAP.

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El ¡nunca más! de la posguerra, con toda su fiebre mo-numentaliza y sacralizadora parece haberse esfumado en el devenir del tiempo: campos de concentración se habilitan como albergues para refugiados. Y también

desde el corazón del Viejo Mundo, nuevamente, se encienden las tensiones.

Después de la sangría impuesta a la nación griega (austeridad, la estrategia con la que los europeos conocen la política neolibe-ral) y las expoliaciones a las que se ha sometido a las minorías marginadas (tales como los musulmanes, grupo al cual la Unión y sus intelectuales no han logrado asimilar y convidar de los fru-tos del progreso paneuropeo), así como la manipulación de Tur-quía so pretexto de alimentar su sueño de incorporarse a la UE (promoviendo su posición como línea ofensiva contra los Esta-dos Islámicos allende la meseta de Anatolia), Bruselas vuelve a enfrentar uno de sus mayores miedos: el brixit.

La amenaza que hiciera en enero de 2013 el Primer Ministro británico, David Cameron, a Bruselas se ha reiterado. El líder del Partido Conservador y Unionista, así como destacada figura po-lítica del euroescepticismo, aseveró tajantemente que el referén-dum para que los ciudadanos de las islas decidan si se abandona o no la Unión Europea se realizará a finales de 2017.

Sus motivos para revisar el Tratado de Lisboa son concretos: capacidad de los Parlamentos nacionales de vetar las decisiones del Parlamento Europeo, limitar el libre movimiento de los eu-ropeos hacia el Reino Unido y frenar los pagos de asistencia so-cial a los migrantes de la Unión. Esto es comprensible conside-rando que desde la crisis de 2008, Alemania y Reino Unido son quienes sostienen la economía de la Unión y han debido cubrir los gastos de griegos, españoles e italianos. La retórica neoliberal de Cameron se basa en modificar los mecanismos de regulación comunitaria para aumentar la competitividad, que en la teoría sería posible y redituable.

El diputado en el Parlamento Europeo Median Ortega ha propuesto que “la nota principal que permite atribuir a las Comu-nidades el carácter de Organizaciones supranacionales frente a las restantes Organizaciones internacionales es el modo en que las de-cisiones comunitarias adquieren validez en la esfera interna de los Estados miembros sin necesidad de ningún acto de recepción o transformación por parte de los Estados.” Participación sin intro-misión, no parece ser un estadio democrático reconfortable para aquellos cuyos intereses no se cotizan en la Troika.

Sin embargo, la composición de la Unión Europa concreta una paradoja existente en lo que se insiste en llamar identidad

europea, acompañada por un proyecto político de sueños impe-rialistas, donde no hay cabida para los ciudadanos de los Estados miembros, haciendo referencia a una era post-democracia en el apogeo de la metanación.

La propia composición de la Unión se ha visto amenazada por las crisis económicas de diversos países, por los conflictos étnicos (observables en la frontera balcánica, aún con sabor a las políticas de limpieza racial de la segunda mitad del siglo XX) y por los fuertes regionalismo que han provocado movimientos separatistas dentro de las naciones, como el caso catalán, que vive un nuevo impulso. La respuesta del bloque unionista ha sido contundente en voz de un Rajoy que se tambalea tras las elec-ciones parlamentarias del pasado 20 de diciembre: “El gobierno no permitirá un solo acto que pueda dañar la unidad y soberanía de España.”

¿Tiene futuro la Unión Europea? Vaya pregunta. Yanis Va-rufakis, ex ministro de economía durante el primer mandato de Syriza, cree que romper la Unión atraería males peores con marcadas tendencias chauvinistas y fascista. Él apuesta aún a la transparencia como un ejercicio cotidiano e inclusivo a partir de la fuerza de la tecnología como instrumento para la democracia participativa, a reconstruir las instituciones con miras a un Es-tado de bienestar paneuropeo, y a una constitución popular que abra las puertas de la Unión a todos los ciudadanos de Europa.

Para Slavoj Zizek, esloveno referente del pensamiento des-encantado crítico contemporáneo, no se trata de ir por cambios totales-totalizantes; él apuesta a demandas concretas con poten-cial revolucionario inmanente en su contenido aunque no en su forma. Llama a los europeos a abrir sus fronteras y recibir a los refugiados no por empatía, sino por responsabilidad política. E incluso los desafía a polemizar la propia Unión para evaluar su solidez teórica.

No me queda más que recordar aquellos versos escritos por Rainer Maria Rilke, poeta sin casa pero que en sus viajes por Europa la hizo su hogar, y que soñando con un día en que el Viejo Mundo desdibujara sus fronteras escribió: “en soledad en-tonces lloraré, / lloraré por mi piedra. / ¿Qué me sirve mi sangre si madura como vino? / No puede desde el mar llamar al único / que es quien más me ha querido.” Palabras sobre las que pesa un aire de extrañeza ante un paisaje que por su proximidad se antoja lejano.

* El autor es estudiante de Licenciatura en Historia en la FF y L de la BUAP.

Siguen retumbando por los muros del Partenón, la Puerta de Brandeburgo, el Coliseo, Los Campos Elíseos, la Sagrada Familia y Buckingham aquellos versos que Günter Grass escribiera en 2012 y bien pueden ser el epitafio de una era: “¡Bebe de una vez, bebe! grita la clac de los comisarios, pero airado te devuelve Sócrates su copa a rebosar. / Maldecirán los dioses a coro lo que te pertenece, pero sin tu permiso no se podrá expropiar el Olimpo. / Sin ese país te marchitarás, Europa, privada del espíritu que un día te concibió.”

A quien le parezca una pregunta ociosa podemos decirle que desde hace varios años, “en aras de la eficiencia terminal” crecieron las “opciones de titulación” reconocidas por la SEP. Aquí van algunas: “Por promedio”, “Presentación de informes de Servicio Social”…

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México es sin duda una nación futbolera. Existen ámbitos de identidad relacio-nados con este deporte que se expresan en muchos sentidos y abarcan a un gran

porcentaje de la población, aun cuando existen perso-nas que no comparten este gusto y que ven “fanatismo” en esta práctica. Igual de compleja es la dimensión comercial y económica del fútbol en nuestro país y la manera en cómo se relaciona con diversos ámbitos que derivan en prácticas, relaciones, modos de socia-bilidad y otros órdenes socio-económicos. El espacio que es una dimensión en donde se manifiesta una fut-bolización del orden social, es posible por el arraigo cultural del fútbol en nuestra sociedad, así como por su formalización en estructuras sociales como la co-mercial o la institucional.

Desde hace unos años, se ha venido desarrollando la idea de una liga “competitiva” con importantes in-yecciones de capital de organismos financieros, bancos e inversiones privadas que permitan –dicen— ingre-sar al balompié mexicano en la élite futbolística mun-dial. La Liga BBVA BANCOMER MX es el máximo torneo nacional, y fue creada en 2012 buscando ha-cer del fútbol mexicano uno de los más espectaculares y competitivos de la región latinoamericana, tenien-do como principal propósito traer a jugadores de ta-lla internacional e incrementar el nivel técnico de este deporte. Cuenta con su apéndice, la Liga de Ascenso MX: una competencia menor que se encuentra bajo la sombra de la primera y que no ve espectacularidad ni mucho menos difusión; consiste simplemente en un circuito que compite por ingresar en la primera.

En la actualidad, Puebla comprende dos equipos futbolísticos dentro de estos circuitos profesionales, una de talla menor que son los Lobos BUAP que partici-pan en la Liga de Ascenso, y el Puebla de la Franja F. C. que compite en la Liga mayor o Liga MX, y hasta junio pasado jugaban en sus respectivas sedes. Con el proyec-to de renovación del estadio Cuauhtémoc impulsado por el gobierno del Estado, el Puebla de la Franja se quedó sin sede oficial, lo cual llevó las miradas hacia el estadio universitario remodelado tres años antes, y que bajo la misma lógica de ausencia de lugar hizo en su momento que Lobos BUAP jugara en el estadio de Puebla mientras el suyo completaba su remodelación.

El 26 de julio de 2015, el Puebla de la Franja jugó su primer partido en Ciudad Universitaria frente al conjunto del América, y quince días después contra los Pumas de la UNAM; estos encuentros supusieron una serie de protocolos de seguridad y la presencia de diferentes figuras que hicieron de Ciudad Universita-ria un lugar trastocado por la espacialidad futbolera, con las calles aledañas llenas de puestos de comida y souvenirs, la presencia de muchos elementos de segu-ridad, de cuidacoches y uno que otro revendedor.

La espacialidad futbolera o la futbolización del espacio suponen un intersticio en el entramado del tiempo y territorio en relación con la práctica forma-lizada del fútbol para los circuitos profesionales en la ciudad. Puesto que el club universitario Lobos BUAP pertenece a la Liga de Ascenso, el alcance como even-to social de los partidos dentro de Ciudad Universita-ria no supone una situación desmesurada en compara-ción con los partidos del Puebla de la Franja inscritos en el circuito máximo profesional, acompañados de

amplia publicidad y la mediatización de la Liga MX. Considerando que de la formalización del fút-

bol, en tanto estructura corporativa y empresarial, se desprenden diversas figuras económicas locales e in-formales que se entienden bajo la forma del sentido cultural del fútbol en México, el hecho social de este deporte en nuestros contextos debe concebirse como un sistema de relaciones políticas, comerciales y eco-nómicas de amplio espectro que se espacializa de múl-tiples formas a través de prácticas y socializaciones. Ejemplo de ello es la intrínseca relación cultural entre las cemitas y el deporte; para los poblanos, la asistencia al béisbol, a las luchas o al fútbol va acompañada por una cemita, lo cual no sólo es un dato cultural, sino que supone un ensamblaje de redes de familias, orga-nizaciones, nichos laborales y comerciales en torno a la producción y venta de este alimento en interrela-ción con los eventos deportivos, en específico los rela-cionados con el ámbito futbolero.

Asimismo, instancias laborales informales como los “viene-viene”, los revendedores de boletos, los ven-dedores de recuerdos y accesorios (playeras, tazas, lla-veros, gorras, etcétera), agentes de seguridad privada, vendedores de botanas, bebidas, nieves, elotes, entre otros, se incorporan al hecho social del fútbol, a la in-dustria meta-deportiva formal en primera instancia (clubes, boletos, compa-ñías de publicidad, cerve-za, merchandising oficial) y derivan en la conformación de un espacio futbolizado.

Esta realidad social pa-reciera común considerando la agenda del equipo univer-sitario en el marco de la Liga de Ascenso y los partidos en calidad de local. Sin embar-go, hay un matiz socio-es-pacial en cuanto a la dimen-sión de uso y apropiación del espacio para la sociabi-lidad futbolera en el marco de las áreas universitarias. La futbolización de Ciudad Universitaria (como catego-ría de uso y sentido del es-pacio), ha supuesto cambios en los haceres y configurado reordenamientos en el re-cinto académico, cuyo ori-gen se encuentra en la agen-da de los torneos oficiales de fútbol y no en los calenda-rios oficiales universitarios; impactando y disponiendo desde lo institucional de los tiempos de estudio hasta la vigilancia desmesurada de la población universitaria, así como la apertura o cierre de accesos peatonales y para los vehículos. Existe una re-configuración del universi-tario como actor social en el contexto institucional, que

pasa de ser un “estudiante” a un “civil” (cliente del es-pectáculo-fútbol). Al momento de llevarse a cabo un partido, la asistencia pública y masiva, convierte al estu-diantado en un elemento aislado de su propio entorno universitario, aún cuando se encuentre físicamente den-tro de su territorio. En cierta medida, este tipo de even-tos trasgreden la noción de autonomía al mismo tiempo que trastoca la espacialidad universitaria.

Se podría repensar la inserción del hecho social futbolístico en el entramado espacializado universi-tario desde una perspectiva que potencializara las di-mensiones socioculturales e institucionales con que opera, a fin de mitigar la interposición de especialida-des, ya sea en el marco de las gestiones universitarias o de las instancias públicas o privadas que administran los eventos futbolísticos, al menos en Puebla. Esto su-pone una reflexión sobre cómo articular diversos ór-denes administrativos en la que se situara el ámbito académico como eje de quehacer universitario, y no el despliegue económico-político del espacio universita-rio en pos de la Liga MX.

* Maestro en Antropología Social y docente del Colegio de Antropología Social de la BUAP.** Estudiante de licenciatura en Antropología Social de la BUAP.

¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales.Eduardo Galeano: El fútbol a sol y sombra.

Alejandro García Sotelo*Josué Rodríguez Valdespino**

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Es el caso de la infraestructura inadecuada, de personal público, civil y privado que los ex-cluyen de ciertos lugares, así como de aque-llos establecimientos que por sus característi-

cas de consumo o la especificidad de sus prácticas se convierten en lugares de acceso restringido.

El zócalo no puede considerarse como un espacio público en su totalidad, en tanto existan en él cier-tas condiciones económicas, políticas y sociales que generen procesos de exclusión para aquellas personas, como las de la tercera edad, que no cuentan con el ca-pital simbólico o los recursos económicos necesarios para “estar” en el zócalo; en tanto subsista una clara distinción entre clases sociales a pesar de la supuesta neutralidad de lo público del espacio.

Reconocemos a personas de la tercera edad de cla-ses media-alta y alta a partir del consumo, la adquisi-ción y la apropiación que del zócalo hacen. Se les pue-de identificar, por ejemplo, comiendo en restaurantes de prestigio, charlando de política, de economía, o ce-rrando tratos y negocios. Para las personas de clases media-baja y baja, en cambio, el zócalo se vive de ma-nera distinta, resultando en ocasiones como únicas al-ternativas el “pasar el rato”, sentarse en las bancas de la Plaza Principal, caminar y observar sin necesariamen-te consumir alimentos, bebidas u objetos que se hayan adquirido ahí y que acompañen su estancia.

Otra condición es la infraestructura, la cual se en-cuentra en constante cambio bajo fundamentos urba-nísticos derivados de nociones como “modernización” y

“progreso”. Frecuentemente se realizan obras en “bene-ficio” de las personas, pero sólo de determinadas per-sonas o grupos sociales como son los jóvenes, los adul-tos y paseantes turistas, quienes no sólo imprimen un paisaje idealizado del espacio público, sino que también representan grupos cuya dinámica de consumo es acti-va y, por ende, el acceso a determinados lugares como los localizados en los Portales es prácticamente inme-diato. Es necesario reflexionar sobre lo semipúblico (¿o semiprivado?) de lo público del zócalo de la ciudad de Puebla, pues la existencia de condiciones socio-político-económicas que se establecen en el espacio público, sir-ven como referentes para ingresar o permanecer en él, permitiendo prácticas que excluyen a las personas de la tercera edad de clases sociales específicas por su dinámi-

ca de consumo pasivo, y por las representaciones socio-culturales que giran en torno a ellos y que los posicionan como agentes “cero-productivos”.

Sin embargo, y a pesar de dichas condiciones res-trictivas, estos actores sociales establecen formas de re-lacionarse que los llevan a la compartir tanto con per-sonas de su mismo campo como de diferente, a partir de la interacción directa o indirecta que establecen en el espacio o previo al llegar a él, pues el zócalo fun-ge como lugar referente para citas o encuentros, así como para los roces, las miradas y los recuerdos, con-virtiendose en un espacio social vivido y apropiado bajo ámbitos distintos a los propuestos por la idea de una “modernización” espacial. Los lugares que funcio-nan bajo la lógica de la sociabilidad para estas personas son la Plaza Principal y la Catedral al ser considerados de “fácil acceso”, ya que no se tiene que “invertir nada” (aparentemente) para poder estar en ellas; su presencia en estos lugares es por ello sumamente recurrente. “Ir a dar la vuelta”, sentarse en una banca de la Plaza Princi-pal, o entrar a escuchar misa a la Catedral, es más “có-modo”, “bonito”, “relajante”, “interesante”, y “producti-vo”, que ir a comer a un restaurante donde el precio de la comida es muy alto.

El zócalo como espacio no-neutral construye di-mensiones temporales que fungen como patrones de ritmo y condicionan la sociabilidad de los adultos ma-yores. Para ellos, el zócalo puede ser cotidiano o ex-traordinario, conforme las intenciones lúdicas y eco-nómicas pretendan. En lo cotidiano, sus actividades son “repetitivas”, “rápidas”, menos duraderas, y el con-sumo material pocas veces se hace presente; en cambio, lo extraordinario establece alguna fecha, es un “even-to especial” y se acompaña de un ejercicio de consu-mo material más activo. Lo que para algunos funciona como cotidianidad, para otros se convierte en extraor-dinario, como el hecho de comprar un café o comer en alguno de los restaurantes de renombre.

Entonces, prácticas como relajarse o mirar, se vuel-ven fundamentales para estas personas ante la impo-sibilidad de otro tipo de consumo en y de la ciudad. Sin embargo, dichos hábitos se ven trastornados por la cantidad de personas que visitan el zócalo o por la presencia de algunos grupos sociales como manifes-tantes o cierto “tipo de jóvenes” que se reúnen y alteran

el orden o la vista del paisaje. Estas prácticas apunta-lan la marginación de este grupo social frente a otras actividades que privilegian a otros sectores de mejores condiciones políticas, económicas y sociales- En oca-siones, las actividades que crea el Estado bajo un dis-curso inclusivo para las personas de la tercera edad, en realidad no se les da seguimiento y terminan siendo eliminadas, como las tardes de danzón.

Así, vemos que el zócalo es resultado socio-espacial de un conjunto de elementos tradicionales que inscri-ben la historia de la ciudad de Puebla, y que se conjun-tan con otros que devienen de las intenciones propias de la modernización y el capitalismo. Unos enaltecen a otros, los subsumen o los eliminan. El zócalo-recuerdo que refieren las personas de la tercera edad se muestra alterado ante la notable presencia de personas, autos, bicicletas, empresas transnacionales, esculturas fijas a gran escala (impuestas por el gobierno y que general-mente son incomprendidas y rechazadas por la pobla-ción), y por negocios como los restaurantes cuyo servi-cio se extiende a prácticamente la totalidad de los Por-tales, condicionando recorridos, sociabilidades, consu-mos, discursos y prácticas propias de este grupo social, cuya adaptación a las transformaciones suele realizarse de manera mucho más lenta e incluso con la presencia de ciertos mecanismos de resistencia como el ejercicio de la memoria. El zócalo como acompañante de las ex-periencias de estos actores sociales a lo largo de su vida, les permite identificar acontecimientos que sin duda privilegian lo emotivo (individual y colectivo) ante las formas oficiales de alterar, reconstruir y privatizar los espacios públicos, históricos, identitarios.

Ante estas situaciones, el hacer memoria, el relajarse, el recorrer y el mirar, son prácticas que permiten la so-ciabilidad entre las personas de la tercera edad; operan como un tipo específico de interacción a través del con-sumo de lo público mediante dinámicas como sentarse en las bancas, recordar, ir a rezar a la Catedral, inter-cambiar algunas palabras con personas del mismo o de otro grupo social, e incluso el observar el andar de las palomas o algunos eventos gratuitos cuya intención no va precisamente encaminada al entretenimiento de ellos.

* La autora es estudiante de licenciatura en Antropolo-gía Social de la BUAP.

Dulce María Rosas Cerezo*

El zócalo de la ciudad de Puebla, se encuentra conformado por la Plaza Principal, las calles aledañas, sus tres Portales y la Catedral. Es en estos espacios donde se integran diversas personas realizando

diferentes actividades, formando un espacio público pensado como aquel lugar social cuyo acceso es libre. No obstante, para ciertos grupos sociales como las personas de la tercera edad, en específico, de clases

media-baja y baja, el zócalo no cumple con esa función puesto que existen condiciones físicas y simbólicas para ingresar a él.

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HORIZONTALES1. Uno de los países a donde se

han refugiado gran cantidad de ciudadanos sirios.

6. Ocupa el segundo lugar en el mundo en el rubro de migran-tes.

11. ( Juan), cineasta hispano-mexi-cano, dirigió Charros contra gangster.

12. Uno de los diez oradores áticos. Se especializó en escribir dis-cursos para ser leídos frente a los tribunales.

13. Voz de arrullo.15. Uno de los cinco estados de la

república con más migrantes en EU.

17. Preposición que significa junto.18. Río de Europa.20. País del norte de África, ha ex-

perimentado muchos despla-zados tanto al interior como al exterior.

21. Símbolos del maxwell y titanio.22. País de Medio Oriente, miles

de sus ciudadanos que han hui-do a otros países.

24. (Pot), ex dictador de Camboya.25. El rey de la selva.26. Ex presidente de Irak.28. País en una guerra civil, lo que

ha ocasionado el éxodo de sus ciudadanos a diversas partes del mundo.

29. Manto que llevan los beduinos.30. Alianza Anticomunista Argen-

tina.31. Hierba medicinal azteca.33. País que ocupa el primer lugar

en migrantes en diversos esta-dos del mundo.

36. Río de Rusia, nace en los mon-tes Urales.

37. Cloruro de sodio.40. Símbolos del amperio, oxígeno

y estaño.41. Símbolos del electrón e indio.42. Los bombardeos de este país

en Siria han sido decisivos en el curso de la guerra civil.

44. Abreviaturas de sur, lito y gra-dos kelvin.

45. Símbolos del boro y azufre.46. País de África con muchos des-

plazados a causa de conflictos internos.

48. Alcohólicos Anónimos.

49. Fueron comunes los balseros que huían de este país a Miami, principalmente.

50. La presencia de soldados de este país en siria ha sido de gran ayuda en la lucha del régi-men contra los rebeldes.

52. Obstruyes.53. Pone una cosa expuesta al sol

(inv.).

VERTICALES1. (Guilaume de), poeta francés,

es autor de la primera parte de Roman de la Rose.

2. Símbolos de una vitamina y abreviatura de oeste.

3. Símbolos del argón y de julio.4. No alineados (sigla).5. Pícaro, ganuja (inv.).6. Proyectil autopropulsado y

guiado electrónicamente.7. Escuela Superior de Comercio

y Administración.8. Símbolo del xenón y cuarta vo-

cal.9. Diosa griega de la luna llena.10. Ninfa acuática, en la mitología

griega.14. Escuchará.16. Río de Rusia, (inv.).17. Letra griega (inv.).19. Flotarán en un líquido.21. Del verbo merar.23. Capital de un país de Asia cen-

tral con muchos refugiados en diferentes naciones.

25. Bejuco.27. Lo contrario al bien.28. Sindicato de Actores Indepen-

dientes.31. Una de las entidades de México

con mayor número de migran-tes en EU.

32. Membrana coloreada del ojo.34. Espacio de tierra rodeada de

agua.35. Capital de país de Asia que tie-

ne grandes problemas por los refugiados sirios.

37. Adicionas.38. Parte saliente de la vasija.39. Un nombre de mujer.42. Se apropia de lo ajeno.43. Fluido que respiramos.46. Un punto cardinal.47. Símbolos del angstrom y alu-

minio.49. Símbolo del cobalto.

HOMBRE DE HOJALATAAhora con corazón, el hombre de hojalata cami-

nó de la mano de su amada bajo la lluvia de mayo.

El amor les duró poco antes de oxidarse.

SUEÑO PROFUNDOEl sueño prolongado de la Bella Durmiente se

debe a que su reloj de arena no cuenta con la función de despertador.

INCENDIOSA pesar de su oficio de bombero, Damián deseaba

que su mujer incendiara de pasión las sábanas.

ASESINOAcudía de noche al cementerio para matar el

tiempo.

Cecilia Vázquez Ahumada*

El origen de esta plana se encuentra en Los Andes y es un arbusto que crece parcial-mente a la sombra y llega a medir hasta 1,8

m. La coca (Erythroxylum coca) fue descubierta y domesticada en los Andes desde hace por lo me-nos 2000 años. Hoy es uno de los cultivos más lucrativos del mundo. Para la civilización occiden-tal los derivados de las hojas de la Erythroxylum coca son ilegales, pero no por ello es un vegetal que haya dejado de cultivarse.

Las hojas de la coca, verde claro en rama, pro-ducen un efecto extraordinario en quien las mas-tica. Al cabo de unos 10 minutos la sensación de bienestar embarga al comensal: se siente energiza-do y preparado para enfrentar cualquier reto y sen-tir placer. Esto se debe a que las hojas de coca con-tienen alcaloides que aumentan la concentración de dopamina en el cerebro, la misma sustancia que liberamos al ingerir algunos alimentos o mantener relaciones sexuales, y que nos produce placer.

Para los incas las hojas de coca fueron un ele-mento primordial en su cultura. En Cuzco, capi-tal del mundo andino, construida a una altura de 3,6000 msnm, mascar hojas de coca producía el efecto de obtención de mayor cantidad de oxíge-no. Los chasquis, correos del mundo andino, viaja-ban estimulados por la coca. La ritualidad andina hacía imprescindible el uso del estimulante.

En el siglo XVI los españoles probaron la coca de manos de los pueblos originarios de Sudamé-rica, para quienes era sagrada. El catolicismo sata-nizó las prácticas rituales del mundo prehispánico y consideró la ingesta de hojas de coca debía erra-dicarse. Sin embargo, para los indígenas esclavos que trabajaban en las minas de plata para benefi-cio de los europeos, el catolicismo no tuvo mayor reparo para que fueran estimulados con hojas de coca. Antes práctica ritual y para los correos del imperio, el consumo de coca se expandió, perdien-do mucho de la antigua ritualidad que envolvía un mundo unido a la naturaleza.

En el siglo XIX los traficantes de es-clavos del sur de Estados Unidos, añadieron ho-jas de coca a los platos con los que alimentaban a sus trabajadores. Asimismo, las hojas de coca tam-bién comenzaron a circular entre los consultorios médicos y de curanderos. Dos médicos alemanes trabajaron con la coca: Friederich Gaedcke siste-matizó el uso de la coca como analgésico para in-tervenciones oftálmicas y odontológicas y Albert Niemann aisló el alcaloide activo al que llamó co-caína. Esto último sucedió en el año de 1855.

Sigmund Freud (1856-1939) al igual que otros galenos prescribió y consumió coca, porque co-nocía sus efectos y los consideraba terapéuticos. Freud dejó de consumir Erythroxylum coca al ver de cerca la muerte de un amigo quien cambió la adicción de la morfina por la de la cocaína y murió por una sobredosis.

El que inventó la Coca Cola, el farmacéuti-co Jonh Pemberton en 1886, buscaba un jarabe para combatir problemas digestivos, sin embargo, produjo una bebida energizante, gracias a la coca. Pemberton intentó copiar la popular bebida Vin Mariani, elaborada con hojas de coca, misma que fue inventada por el corso Angelo Mariani quien maceraraba hojas de coca en un vino tinto de cali-dad durante seis meses.

La bebida del norteamericano repuntó cuan-do se prohibió el alcohol y su receta fue bautizada como Coca Cola. Asa Candler tomó las riendas de la bebida y la hizo el líquido más popular del mundo. Después de vender la empresa, Candler murió en 1929 dejando una gran fortuna. Hoy prescinde de la coca para su producción, pero se consume en 200 países alrededor del mundo.

La cocaína se usó, más o menos libremente, en toda la primera mitad del siglo XX y demostró ser menos adictiva que la heroína. No obstante, hasta la Segunda Guerra los consumidores fueron dis-cretos, como los que vivían en Berlín que, hasta antes de que el nacionalsocialismo la prohibiera, la obtenían en los centros de diversión nocturnos. De todas formas, miembros del ejército nazi afec-tos a la coca, la siguieron consumiendo con sigilo, aunque algunos optaron por las anfetaminas, dis-minuyendo el consumo de la coca. Pero cuando la distribución de anfetaminas dejó de ser gratuito y el transporte aéreo se hizo común, la cocaína vol-vió a ser popular y de ahí el fenómeno del cultivo, procesamiento y distribución masiva.

En 1985, el periodista Henry Hobhose, quien escribió el libro Seeds of Change: six plants that transformed mankind, calculó que una hec-tárea de arbustos de coca producían unos 15 kilos de cocaína pura, la cual se vendía por 2,5 millones de dólares. Ningún campesino en América Latina, que hiciese la recolección tres veces al año, como se hace, recibía la milésima parte de esa cantidad por su trabajo.

* La autora es Licenciada en Antropología Social por la BUAP; actualmente se encuentra asignada en el INAH-Puebla.

COCA “Hablar de la coca te permite hablar del mundo… (es) tener un elemento para acceder a la dinámica del

mundo, (entender) qué es lo que empuja a tantos grupos a llevar a cabo una guerra infinita…que es lo que condiciona el movimiento de capitales”

Roberto Sabiano.

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Estos grupos móviles de personas salen de su país principalmente por problemáticas la-borales, económicas, políticas, de violencia. Tratan así de sobrevivir porque sus países de

origen no satisfacen o les aseguran condiciones básicas de vida.

Su trayecto comienza en tren o en autobús, de-pendiendo de los planes que tengan y de los recursos económicos con los que cuenten. Están también pre-sentes en sus cálculos como elementos el riesgo ante las extorsiones que enfrentarán a lo largo de su reco-rrido. No hay cantidad de dinero ni de voluntad que aseguren cien por ciento a un migrante que llegará a su destino. Las extorciones que padecen provienen no sólo de grupos delictivos; de igual manera, los agentes de migración los amenazan y golpean para quitarles el poco o mucho dinero que lleven consigo. Este factor es sumamente importante al replantearse rutas, me-dios de transporte, recorridos y zonas de “seguridad” para “no ser vistos”; les es fundamental saber hacia dónde dirigirse ante la constante persecución, vigilan-cia y acoso que viven.

Quienes realizan el recorrido más arriesgado pero menos costoso lo harán sobre La Bestia, nombre que se le da al conocido tren comercial que va de Chiapas a Oaxaca y de Oaxaca al Estado de México.Posterior-mente transbordarán a trenes más pequeños que los lle-varán a Tijuana, Ciudad Juárez o Matamoros. El nom-bre de La Bestia es resultado de reconocerlo como un medio de traslado sumamente peligroso que ha provo-cado muchos estragos en quienes lo han abordado, ya sea porque lo hacen mientras la máquina está en movi-miento o porque resbalan al quedarse dormidos, o por no afianzarse bien. Frecuentemente, los accidentes que sufren les ocasionan la pérdida de miembros, cuadri-plejia o hasta la muerte. Cuando La Bestia se detiene en las distintas estaciones o en lugares específicos para hacer maniobras, sus pasajeros descienden para reabas-tecerse de alimentos, agua, descansar, o hasta para lla-mar por teléfono a sus familiares; ducharse, pedir algún tipo de ayuda, curar algunas heridas –si la situación que encuentran en esos puntos es favorable-o comenzar con un recorrido a pie, incierto, pero que tal vez les permi-ta recuperar un poco del dinero “perdido” a lo largo del recorrido. Es común ver que aunque el tren no se ha detenido completamente, grupos delictivos, miembros de la agencia migratoria, u otros cuerpos de seguridad pública municipal, estatal o federal, ya se encuentran es-perando a los migrantes para extorsionarlos, comenzar su deportación, realizar secuestros, o “desapariciones”, o reclutarlos para realizar trabajos forzados, labores de-lictivas, prostituirlos, etc. Estos lugares se convierten en “espacios de cacería”.

De esta manera, los recorridos, trayectos y rutas creadas por los migrantes (en este caso, los migrantes centroamericanos) se van complejizando y recreando con “la marcha”, con las experiencias, con el conoci-miento y las estrategias que aseguren su seguridad y supervivencia.

Quienes logran llegar a la ciudad de Puebla, co-mienzan sus recorridos con la finalidad de familiari-zarse con las formas de vida y los espacios de la ciu-dad. Se ha registrado una mayor presencia de migran-tes centroamericanos en zonas límite o de gran movi-lidad, reconociéndolos en los alrededores de la CAPU, Loreto, Amalucan, Valsequillo y Xonaca, por mencio-nar algunos.

Desde las perspectivas sociales de los habitantes de la ciudad, es posible identificar a estos sujetos de tránsito principalmente por su vestimenta: pantalón de mezclilla, tenis, playera, sudadera y gorra, acom-pañados de una mochila de gran tamaño, una o dos cobijas, y aquellos documentos que les permitan iden-tificarse: actas de nacimiento, credenciales, y hasta la propia moneda (o billete) de su nación. Suelen posi-cionarse en estos espacios para solicitar distintos tipos de ayuda, como dinero, comida, trabajo o información sobre aquellos lugares en donde pueden ayudarlos de manera más integral como los albergues o las Casas del Migrante, espacios benefactores -públicos y privados- que se encargan de recibir migrantes y proporcionarles alimentos, ropa limpia, áreas para su aseo personal y techo durante unos días mientras replantean su des-plazamiento y situación personal.

Desafortunadamente, la presencia de estos mi-grantes centroamericanos ha provocado que otros su-jetos provenientes de distintos Estados de la Repú-blica Mexicana e incluso del interior del Estado de Puebla, se hagan pasar por los primeros y se inserten en calles y avenidas solicitando dinero. Como en oca-siones llegan a ser violentos al no obtener respuesta positiva a sus requerimientos, se ha generado una des-confianza ciudadana hacia los migrantes centroameri-canos pensando que son ellos quienes asaltan o insul-tan. Por eso, ahora los migrantes emplean documen-tos, identificaciones y monedas originarias al solicitar ayuda -no sólo económica. Hay personas que antes de brindarles ayuda escuchan la forma en la que hablan o les hacen preguntas que sólo un sujeto en esta situa-ción de tránsito puede contestar y legitimar.

Los albergues y Casas del Migrante permiten el encuentro de sujetos socioculturalmente diversos que comparten una misma realidad de movilidad, anhe-lo, riesgo, e ilegalidad (aparente) que los sitúa en la misma posición, lo que facilita la creación de relacio-nes de amistad y compañerismo que posteriormente pueden crear redes sociales más complejas, extensas e incluso transnacionales, de ayuda, comunicación y re-tribución. Al momento de compartir los alimentos en estos espacios de comunión e identificación, los mi-grantes centroamericanos encuentran el sitio indicado para exponer sus historias de vida, sus problemas, sus día a día, sus intenciones, los tratos que han recibido, así como una serie de consejos muy útiles que sirven a otros para delinear dinámicas en su siguiente traslado.

Permanecer o no en la ciudad de Puebla dependerá del resultado de un conjunto de relatos, experiencias, nostalgias, imaginarios, saberes de la movilidad, rela-

ciones de ayuda y reciprocidad, y de la constitución de espacios que den pie al reconocimiento de realidades anheladas. Así, la noción y la situación de migrante es una construcción permanente de identificaciones y ex-clusiones. La ciudad de Puebla, y las vivencias gene-radas aquí, son parte estructurante de realidades mi-grantes centroamericanas que a lo largo de su reco-rrido se encuentran ante una sociedad que los excluye –en su mayoría- a pesar de ser uno de los focos a nivel nacional con mayor población migrante hacia los Es-tados Unidos.

* El autor es estudiante de Licenciatura en Antropolo-gía Social de la BUAP.

  

Octavio F. Aguilar Herrera*

En las últimas décadas, el fenómeno de la migración, ha posicionado a México como un país que no sólo “expulsa” gran parte de su población a Estados Unidos, que es también un espacio de tránsito migrante de la población centroamericana, principalmente procedente de Guatemala, Honduras y El Salvador. De estos dos últimos es la población migrante que predomina en la ciudad de Puebla.

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Director y editor: Enrique Condés LaraConsejo Editorial: Mariano E. Torres Bautista, Juan Lozada León, José Fragoso Cervón,

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RE~INCIDENTE. Año VII. No. 116. Segunda quincena de febrero de 2016. Es una publicación quincenal editada por el C. Enrique Condés Lara, domicilio Costado del Atrio de San Francisco 22 bis. Cuadrante de san Francisco, Delegación Coyoacán, CP. 04320, tel. (55) 55-17-76-63. Correo electrónico: [email protected]. Editor respon-sable: Enrique Condés Lara. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo 04-2011-032210460200-101. ISSN: 2007-476X. Otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Certificado de Licitud y Contenido No. 15198 otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas de la Secretaría de Gobernación. Impresa en los talleres de El Errante, Editor. Privada Emiliano Zapata No. 5947, San Baltasar Campeche, Puebla Pue. C.P. 72550. Este número se terminó de imprimir en febrero de 2016 con un tiraje de 5000 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de RE-INCIDENTE.

Solución alReincigRama de eSte númeRo

Sin embargo, en tiempos recientes surgieron insinuantes e insistentes llamadas de aten-ción de toda la familia referentes a mi cuchi-tril: “ya arregla ese cuarto”, “ese cuarto parece

un chiquero”, “ya no se puede entrar a tu cuarto por-que todas tus cosas están amontonadas o en el suelo” etc., Así que uno de los propósitos que me hice este año que acaba de comenzar fue el de terminar este conflicto familiar y meterme de lleno en la pesada tarea de poner orden en mi refugio.

Con mucha valentía y arrojo (y con la ayuda de dos que tres fogones) me enfrenté con el monstruo. La primera, segunda y tercera impresión que tuve fue que tenían razón con los reclamos: El cuarto era un desmadre, ¿cómo se pueden acumular tantos objetos y mugre con los años? Pero, ya ni modo, empecé la ardua tarea.

A lo primero que me aboqué fue sacar todas las cosas (hasta libreros, sillones y escritorio) y ponerlas en el pasillo para darle una manita de gato (eso creí al principio). Sin embargo, al quererlas meter de nuevo empezaron las molestas sugerencias (¿órdenes?) de las mujeres de la casa. “¿Por qué no le das una pintadita al techo?, ¿qué no te das cuenta que en lugar de ser blanco es negro, pero de mugre?” ¡Qué remedio! Todo contrariado porque nunca pensé hacer esa labor, ante la insistencia de todas, me puse el traje de alarife.

Al terminar esa labor (todo lleno de pintura por la falta de pericia) sentí mucho agrado al ver el cam-

bio. El cuarto estaba llenó de luz. Pero, al ver mi ac-titud festiva, otra vez las damas me sugirieron (más bien me volvieron a ordenar) que “ya entrado y en caliente”, me siguiera con las paredes y quitara ese sucio papel tapiz que después de décadas tenía hogos y hasta apestaba (de puros hornazos pues). Y para no hacérselas cansada les diré que al terminar de pintar las paredes, siguió la “sugerencia” del piso, al que tuve echarle hasta acido al agua para quitar las manchas de abajo de las cajas de archivo y libreros.

Con el poco dinero que me quedó del fin de año, compré nuevos estantes y con la madera de los viejos construí un nuevo escritorio (hasta de carpintero la hice). Y, la verdad, valió la pena el sacrificio.

Al terminar de embellecer y amueblar el cuarto, empezó una nostálgica y ardua tarea; revisar archi-vos, libros, discos, mil chucherías y materiales de todo tipo (trompos, valeros, herramientas, regalos diversos, recuerdos de viajes, destapacorchos, bachas y mataba-chas de toda índole etc.). ¡Y ahí estuvo la chingadera! La mayoría de las cosas, así como sueños atesorados en cada uno de los objetos, ya no tenían cabida; ya no debían regresar y volver a saturar el renovado cuar-to. No sé qué hacer Tengo días instalado en el pasillo rodeado de cientos triques que guardan, cada uno de ellos, pedacitos de mi vida.

* El autor es Doctor en Sociología Jurídica por la BUAP, y cuatachín.

José Fragoso Cervón*

Cuando iniciaba el siglo XX, tan solo 115 años atrás, habita-ban el planeta 10 millones de elefantes. Sí: 10 000 000.

En la actualidad, habitan el planeta solamente alrededor de 400 mil. Sin hacer grandes cálculos, es obvio que hemos des-truido a 9 millones 600 sin considerar la posibilidad de que si los cuidásemos y procurásemos, quizá habría más.

Cada 15 de los minutos presentes, actuales, los que tú y yo vivimos, muere un elefante a manos de un cazador.

Los hemos cazado por sus colmillos y diversión, y hemos destruido su habitat para sembrar, construir caminos y fábri-cas, y casas y aeropuertos, y...

El precio de un kilogramo de marfil crudo, es decir, sin tra-bajar, sin tallar, fue de alrededor de 2,100 dólares en China el año pasado.

Por un colmillo se pagan alrededor de 21 mil dólares. El valor calculado de un elefante vivo para el turismo es de

$1, 600,000.00 dólares americanos a lo largo de su vida que debiera ser aproximadamente de 70 años.

Considerando su promedio de vida, un elefante vivo vale 76 veces más que uno muerto. ¡Los humanos somos estúpidos!

En 37 países africanos al sur del desierto del Sahara, habitan los elefantes, además de los de Asia.

Uno de estos países es Kenia cuyo producto interno bruto en un 12% se debe al turismo en las reservas de la vida salvaje.

Fuente: http://blog.conservation.org/2015/08/dead-or-alive-the-value-of-an-elephant/?utm_source=enewsupdate&utm_medium=email&utm_content=082715-img&utm_campaign=ND&s_src=enewsupdate_email&s_subsrc=082715-img

En mi casa “que es la suya” (ya empiezas de barbero), se me asignó un cuarto, que la familia llamo cuarto de estudios (la banda le puso “nave espacial”, porque allí viajamos los atascados) con la condición de que lo mantuviera limpio y arreglado, pero, ahí está el infaltable “pero”, la puritita verdad es que con el pasar del tiempo se convirtió en un sucio desmadre que, por

supuesto, los cuatachines me ayudaron afanosamente a acrecentar.

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Han pasado ya 45 días sin que Joaquín “el Chapo” Guzmán se haya fugado. El antisocial se encuentra aún debidamente recluido en el penal de alta seguridad de

Almoloya de Juárez. Se trata de un triunfo para México porque demuestra:

La fortaleza de nuestras institucionesLa reprobable ligereza de Kate del Castillo

La mala leche de los gringos porque sí podemos hacer la chamba solosLa incorruptibilidad de celadores, funcionarios y custodios actuales

Que el que la hace la pagaLa pertinencia de las reformas estructurales

Que como México no hay dos

¡MISIÓN CUMPLIDA! ¡VIVA MÉXICO!8